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- Más que discutir con figuras que son de las neurociencias, me parece que
como pedagogos, tenemos que pensar por qué estas perspectivas, enfoques,
ingresan a las escuelas tan acríticamente. Es decir, por qué en lugar de pensar
en sujetos que aprenden, empezamos a hablar de cerebros más pobres, más
ricos o de las capacidades mentales. Esta es una mirada antigua y conservadora
de la pedagogía, porque lo que nosotros sostenemos es que no hay diferencias
cerebrales entre los ricos y los pobres. Lo que hay, en todo caso, son condiciones
y oportunidades distintas para aprender, que son básicamente sociales. No hay
nada de naturaleza en la desigualdad. Es decir, la desigualdad social y educativa
no se aloja en el cerebro. Sin embargo, si a estas perspectivas uno no las mira
críticamente y no las analiza, se puede caer en la idea de que los cerebros son los
que definen el fracaso o el éxito de la gente, en la sociedad o en la escuela.
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- ¿Por qué le parece que hay un regreso de estas “viejas
perspectivas”, como usted las llama?
- En realidad siempre existieron, pero me parece que en los últimos años hubo
una pedagogía más crítica, más ligada a las condiciones sociales del aprender y
a buscar mayores niveles de justicia social en lugar de localizar en los cerebros
el problema de la educación. Ahora se están abandonando esas perspectivas que
tenían por misión criticar y denunciar los males de la justicia social. Y se está
volviendo de alguna manera a aceptar el orden social, a decir que si hay
diferencias de aprendizajes en la escuela, se deben a cuestiones innatas que el
individuo ya trae, sea desde su composición neurológica cerebral o bien desde
su casa. Como si fuera un veredicto condenatorio decir que tal niño viene de tal
hogar, cuando en realidad lo que tenemos que ver es que si viene de tal hogar y
tiene desventaja, lo primero que hay que hacer es trabajar sobre esas
desventajas, y habría más niños meritorios. De hecho, la meritocracia es una
idea bastante similar a atribuir a los cerebros la desigualdad.
Sentido común
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sin amar a los niños en el sentido de tener un afecto, un lazo con los otros, una
cierta empatía con el sufrimiento social. Quiere decir que las emociones están
vinculadas a cualquier lazo humano, no se puede educar -casi por principio- sin
tener en cuenta que el otro puede tener sus propias características, que puede
estar sufriendo o costarle algunas cuestiones de aprendizaje; y para eso estamos
los adultos. Insisto, no es ninguna novedad.
Masividad vs calidad:
“una arritmia ficticia”
- Por supuesto que las estadísticas son necesarias e imprescindibles pero luego
hay que hacer hablar a esos números. La escuela secundaria en nuestro país se
ha hecho obligatoria recién en 2006, es decir que es una escuela joven desde el
punto de vista de la obligatoriedad escolar. Quiere decir que el Estado ha
decidido que el mejor lugar donde pueden estar los adolescentes y jóvenes es en
la escuela. La Argentina es uno de los pocos países de América Latina que
decidió como sociedad que esto tenía que ser así, y lo primero que había que
hacer es lograr que esos niños y jóvenes que ni siquiera soñaban con ir a la
secundaria, empezaran a hacerlo.
Ese fue el primer paso: la democratización cuantitativa, la masividad. Y, en
general, en todos los países que conozco hay una especie de arritmia ficticia,
entre la masificación y la baja de la calidad. Esto no es real. Siempre digo que si
trabajás con los más inteligentes o seleccionados, vas a tener menos problemas
porque son quienes vienen ya dotados de una serie de elementos sociales,
culturales, y están en ventaja. El tema es cuando vos introducís a los que tienen
desventajas en un sistema educativo que estaba preparado para pocos. Ése fue
el desafío de los primeros años de la obligatoriedad de la escuela secundaria, y
ahora se viene otro: ver qué se aprende, cómo se aprende y para qué sociedad,
porque no me interesa que los jóvenes aprendan a salir a un mercado laboral
precarizado, sino a uno que le abra mayores oportunidades.
(Entrevista colaborativa con Alan Valsangiácomo, radio Eme)