You are on page 1of 25

Consejos jóvenes

Puede Cristo librarle a usted? ¡Sí! ¡Definitivamente, sí! Su poder no tiene límites. Yo sé que el vicio suyo
es traidor, destrozante y degradante, pero Cristo es mayor y más fuerte. Cuando se apodera de un
corazón y una vida, El transforma, regenera y da triunfo sobre todo vicio. ¡Permítale usted que tome
posesión de su vida!
Dios le ama y quiere darle libertad del vicio, pero usted tiene que someterse a El. Ríndale su voluntad.
Dígale, "Señor Jesús, quiero que me quites este vicio. Quiero ser un hombre libre. Quiero ser limpio". La
Biblia dice: "Si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres" (Juan capítulo 8). Usted no será
perfecto, como nadie es perfecto, pero su vida cambiará de rumbo. Cuando vuelvan las tentaciones (y
volverán) defiéndase cada vez con la promesa bíblica de Filipenses capítulo 4: "Todo lo puedo en Cristo
que me fortalece" ¡Cristo le dará victoria tras victoria!
Connotaciones positivas
Desde el lado positivo, a pesar de la naturaleza desafiante del hecho que un adolescente diga que va a
hacer lo que quiera y tú no puedes detenerlo, es que se mostró abierto sobre lo que está haciendo. Eso
muestra un nivel de confianza y honestidad que es importante reconocer y comunicar. “No me gusta lo
que me estás diciendo pero me alegra que seas honesto conmigo.” A pesar del presunto desafío, provee
una oportunidad para la discusión (Digo “presunto” porque a menudo cuando los adolescentes son
abiertamente desafiantes en cuanto a abuso de sustancias o actividad sexual, en realidad están pidiendo
que se les impongan algunos límites).
Primer paso
El primer paso en la respuesta del padre incluye tratar de entender lo que el adolescente está
experimentando en verdad e intentar engancharlo en un diálogo que le sea de ayuda. Contenga sus
amonestaciones y amenazas. En cambio, acérquese a su hijo como el experto y pida una mayor
comprensión. Por ejemplo: ¿cómo te sientes cuando te drogas? Tengo entendido que la droga actual es
más fuerte que la que circulaba en mis tiempos ¿es eso cierto?¿Por qué te gusta
drogarte…esencialmente cuáles son los beneficios para vos?
Esta última pregunta abre algunas áreas a explorar. Para algunos adolescentes, es una actividad
puramente social, no es poco probable que tomen unas pocas cervezas con amigos cuando salen una
noche en el fin de semana (no estoy sugiriendo que esto sea aceptable tampoco, pero es identificado
como el uso recreacional menos arriesgado). También es interesante saber con quién está fumando ¿Es
su amigo de siempre (podría sorprenderse al enterarse que algunos de los adolescentes de sus amigos,
que usted pensaba que eran influencias positivas, usan tanto o más que su hijo)? Para que el responda
esto usted tiene que prometer confidencialidad.
¿POR QUÉ TE GUSTA DROGARTE…ESENCIALMENTE CUÁLES SON LOS BENEFICIOS PARA VOS?
A veces sucede que los chicos con los que se droga no son sus amigos regulares, y es importante saber si
está comenzando a ser influenciado por otros adolescentes que podrían ser más de un grupo diferente
que no parece compartir los valores que usted y su adolescente habían discutido como importantes. Si
semejante cambio está tomando lugar, este en sí mismo se convierte en un tema importante a explorar
¿Por qué se distancia de su grupo social de siempre?¿No son “populares” quizás porque no se drogan?
¿O su viejo grupo se ha alejado de él en algún aspecto?
¿Cuánto del uso de marihuana está basando en llenar alguna necesidad personal? Una de las fuerzas
más frecuentes que llevan a abusar de la marihuana viene en forma de automedicación. Esto es, cuando
los adolescentes que tienen un Trastorno por Déficit Atencional y no han sido diagnosticados, usan
marihuana para calmar sus nervios o, el chico deprimido usa marihuana para desconectarse de
sentimientos y pensamientos negativos. Este grupo de consumidores es más probable que fume solo,
tanto como con sus pares, y esa es una importante distinción que hay que realizar. Si hay un problema
de base que conduce al uso de marihuana, es importante identificarlo e incentivar la búsqueda de ayuda
para ese problema.
Una buena pregunta para hacer es la siguiente: “¿Cómo sabrías cuándo no es buena la acción que
realizas?” Es fácil de preguntar cuando su hijo es rápido en señalar que el no es un drogadicto como tal y
tal persona que siempre están drogados. Esta parte de la discusión le da una idea sobre cuán a menudo
utiliza marihuana y bajo qué circunstancias. Más importante aún, clarifica su habilidad de darse cuenta
que hay riesgo de abuso y si realmente podría notar la diferencia. Por ejemplo ¿es consciente de que los
consumidores crónicos, definidos como aquellos que fuman diariamente por un mes o más, típicamente
se deprimen si dejan de usar?

También ¿es consciente de las formas en que la marihuana impacta negativamente en los
consumidores? Por ejemplo, porque tiende a crear una sensación de apatía (el síndrome de “¿qué?¿yo
preocupado?”), los efectos negativos de la marihuana son frecuentemente sutiles y pasan
desapercibidos con facilidad.
ES IMPORTANTE QUE EXPRESE QUE DESAPRUEBA EL USO DE MARIHUANA DE FORMA CALMADA PERO
FIRME.
El adolescente que se mantiene concentrado en sus tareas escolares, luego de las actividades escolares
y otros intereses, claramente está en menor riesgo que aquellos que empiezan a dejar que las cosas se
deslicen.
(Artículo relacionado: ¿Se pueden predecir las conductas adictivas desde el preescolar?)
¡Por favor note que no se supone que todos estos puntos de discusión sean cubiertos en una sola
conversación! La mayoría de los adolescentes lo encontrarían intolerable. Eleve algunos de los puntos
iniciales, diga que quiere pensar en ello y le gustaría hablar más adelante. Como siempre, parte del
desafío es encontrar esos momentos ocasionales en los que su adolescente está de humor para hablar.
Habitualmente ir a algún lado juntos aporta una de las mejores ocasiones, lo cual también implica que
generalmente es mejor que un solo padre esté envuelto en la conversación para que no se sienta como
un 2 contra 1.
Segundo paso
Pero, una vez que los padres obtienen una mejor compresión acerca de las razones del consumo y los
patrones del mismo, ambos deben expresar su desagrado de las siguientes maneras: Primero, es ilegal
(con todas las consecuencias que esto podría acarrear dependiendo del país donde te encuentres). Es
necesario recordarle al adolescente que puede ser demorado por la policía y, aunque no les pasa mucho
a los que infringen la ley por primera vez, no tiene gracia terminar en una situación como esta. En
adición a esto, algunas empresas o empleadores en algunos países solicitan pruebas de drogas de rutina
a todos los aplicantes. Y ya que los rastros de marihuana continúan en nuestro sistema por
aproximadamente un mes y no es tan fácil de esconder como comúnmente se piensa, su adolescente
estará decepcionado cuando sea despedido de su trabajo de medio tiempo por un positivo en consumo
de drogas. Por otra parte, ustedes como padres no quieren sustancias ilegales en su casa ni a su hijo y
sus amigos fumando en su hogar. Ésta necesita ser una regla muy clara y con tolerancia cero.
LA MAYORÍA DE LOS CONSUMIDORES DE MARIHUANA NO LLEGA A UTILIZAR DROGAS MÁS FUERTES.
Es importante que exprese que desaprueba el uso de marihuana de forma calmada pero firme, sin
amenazas histéricas o irrazonables. Usted no lo aprueba ni aconseja. Entiende que no puede controlar
la conducta de su hijo, que si él o ella elige fumar, no puede realmente detenerlo pero, pondrá reglas
firmes sobre esto. Por ejemplo, si sospecha que el adolescente está rompiendo las reglas al traer
marihuana a la casa, él debe entender que su derecho de privacidad en su cuarto se suspenderá, que se
harán revisiones periódicas de su pieza y las mochilas pueden ser registradas.
Otro problema es conducir. Si su adolescente tiene su licencia, la misma regla sobre beber alcohol y no
manejar aplica para el consumo de marihuana. Las investigaciones son claras en cuanto a que ralentiza
las reacciones y, por ende, aumenta el riesgo de accidentes.
(Artículo relacionado: El uso semanal de marihuana en la adolescencia ¿realmente causa una
disminución del CI?)
Aunque hay potencial para que se desarrolle una adicción psicológica y, por supuesto, la mayor
preocupación de los padres, que el consumo de marihuana guíe al consumo de drogas más serias, la
realidad es que la mayoría de los consumidores de marihuana no llega a utilizar drogas más fuertes.
Sin embargo, existe un potencial significativo de adicción psicológica, basado en la necesidad de reducir
el estrés y/o la necesidad de encajar en el grupo de pares. La clave es buscar señales de que el consumo
se está convirtiendo en abuso; que el comportamiento o la personalidad de su hijo está cambiando de
forma negativa. Si usted empieza a sospechar que su adolescente está desarrollando una adicción grave,
entonces puede dar pasos más fuertes, incluyendo involucrar a la policía, requerir pruebas de drogas
rutinarias e insistir en terapia familiar e individual con un especialista en abuso de sustancias.
(Artículo relacionado: Signos que nos advierten sobre el posible uso de sustancias en adolescentes.)
Afortunadamente, la mayoría de las veces, ese no es el caso. Lo que usted debe hacer en una situación
como esta es ser abierto y mantener una línea de comunicación basada en información acertada sobre
los riesgos que implica y animar a su adolescente a tomar buenas decisiones. Al final, es esa capacidad
psicológica de ser autoconsciente y tomar buenas decisiones más importante que si su adolescente
fumó o no fumó marihuana por un período de su vida.
¿Qué dice la Biblia acerca de la marihuana?
Al igual que el aborto, las armas nucleares, y muchas otras controversias modernas, la Biblia no
menciona específicamente la marihuana. Sin embargo, algunos defensores de la marihuana apelan a la
Biblia —de hecho, su primer capítulo— para presentar su caso:
También les dijo Dios: “Miren, Yo les he dado a ustedes toda planta que da semilla que hay en la
superficie de toda la tierra, y todo árbol que tiene fruto que da semilla; esto les servirá de alimento.
(Génesis 1:29)
Dado que la marihuana es de hecho una “planta que da semilla”, podríamos legítimamente considerar si
Dios nos la dio por “alimento”. Antes de hacerlo, sin embargo, debemos notar cómo esta afirmación
socava la forma más popular de la marihuana recreativa: fumar. No hay otros alimentos – incluso el
salmón ahumado – que consumimos ahumándolos. Así que esta defensa sólo puede aplicarse al uso de
marihuana que puede ser constituida como alimento comestible.
Presumiblemente, nadie añade marihuana a los brownies porque mejora su sabor. La razón para
agregar esta planta en particular a los productos alimenticios se debe a su efecto sobre los sentidos,
fuera del gusto. Sin embargo, vamos a suponer que alguien realmente disfruta y se nutre al comer hojas
de marihuana. ¿Sería un pecado?
Razonamiento analógico y la Biblia
Para dar una respuesta arraigada en la Escritura y en la ética cristiana debemos usar el razonamiento
analógico. En su ensayo “El lugar de la Escritura en la ética cristiana,” James Gustafson señala el método
comúnmente aceptado de analogía bíblica:
Las acciones de personas o grupos deben ser juzgadas como moralmente incorrectas cuando son
similares a acciones juzgadas de forma incorrecta o en contra de la voluntad de Dios bajo circunstancias
similares en la Escritura, o cuando no concuerdan con acciones juzgadas correctamente o en acuerdo
con la voluntad de Dios en las Escrituras.
Aunque esto puede parecer bastante obvio, se cuestiona cómo se determina si una acción o
circunstancia es similar a una acción juzgada como mala en la Escritura. El erudito jurista Cass Sunstein
explica cómo aplicamos el razonamiento analógico:
Este tipo de pensamiento tiene una estructura simple: (1) A tiene la característica X; (2) B comparte esa
característica; (3) A también tiene la característica Y; (4) Debido a que A y B comparten la característica
X, concluimos lo que aún no se sabe, que B comparte la característica de Y también.
¿Existe una acción analógica que se considera incorrecta o en contra de la voluntad de Dios en las
Escrituras similar al uso recreativo de la marihuana? De hecho, hay un claro ejemplo mencionado
frecuentemente en la Biblia: la embriaguez. (Al final de este artículo hay varias referencias bíblicas a la
embriaguez y sobriedad.) La embriaguez en la Biblia es el estar intoxicado por el alcohol.
A (intoxicación por la ingestión de alcohol) tiene la característica X (afecta de forma psicoactiva,
es decir, afecta la función cerebral, dando lugar a alteraciones en la percepción, el estado de
ánimo, la conciencia, la cognición y el comportamiento).
B (intoxicación por la ingestión de marihuana) comparte estas características.
Debido a que A y B comparten la característica X, concluimos lo que aún no definimos, que B
comparte la característica Y (acción que se considera estar en contra de la voluntad de Dios, es
decir, es pecado).
Razonando por analogía, podemos determinar que debido a que es pecado estar intoxicado por el
alcohol, es pecado también estar intoxicado por marihuana.
¿Que constituye intoxicación?
El argumento analógico en contra del uso de la marihuana recreativa parece bastante indiscutible. Sin
embargo, aunque la Biblia prohíbe la embriaguez, ella no prohíbe todos los usos de alcohol, incluso
aquellos con fines recreativos. Una persona puede consumir pequeñas cantidades de alcohol sin
ninguna intención de pasar a estar embriagada. ¿Puede una persona consumir pequeñas cantidades de
marihuana, sin ninguna intención de intoxicarse?
Para responder a la pregunta debemos determinar la cantidad media de la droga —alcohol o
marihuana— necesaria para producir el estado deteriorado.
Para el alcohol, la unidad de medida es la “bebida estándar”, es cualquier bebida que contiene cerca de
14 gramos de alcohol puro (aproximadamente 0,6 onzas o 1.2 cucharadas). La bebida estándar es
definida convencionalmente como el contenido de alcohol de 12 onzas de cerveza (5% de alcohol) o 5
onzas de vino (12% de alcohol) o una onza y media (un shot, 40% de alcohol–80 grados) de destilado
(licores fuertes). En la mayoría de los estados de Estados Unidos, el nivel legalmente definido de
intoxicación se produce normalmente, dependiendo del ritmo, después de cuatro bebidas para una
mujer promedio o cinco para un hombre promedio.
Para la marihuana, sin embargo, se requiere una dosis mucho más baja para inducir un estado de
intoxicación. Estudios demuestran que la intoxicación se produce en la ingestión de menos de 7 mg de
THC (el ingrediente psicoactivo de la marihuana). Eso es aproximadamente el equivalente a cuatro
fumadas de un cigarrillo de marihuana.
Si el propósito de consumir marihuana fuera para nutrición y sabor, necesitaríamos comer solamente
una cantidad que no causaría el efecto intoxicante —alrededor de 200 mg de hojas de marihuana—. En
teoría, entonces, podría ser posible ingerir marihuana sin intenciones pecaminosas. Pero, por supuesto,
en casi todos los casos, el uso recreativo de la marihuana se hace con la intención de lograr un cierto
nivel de intoxicación. Y si la intención del uso recreativo de la marihuana es lograr un cierto nivel de
intoxicación, entonces es claramente un motivo y acción pecaminosa.
Algunos de los versículos de la Biblia relacionados con la embriaguez y sobriedad:
Efesios 5:18 – “Y no se embriaguen con vino, en lo cual hay disolución, sino sean llenos del
Espíritu.”
Gálatas 5:21 – “Envidias, borracheras, orgías y cosas semejantes, contra las cuales les advierto,
como ya se lo he dicho antes, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios”
1 Pedro 5:8 – “Sean sobrios, estén alerta.”
1 Corintios 6:10 – “ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los difamadores, ni los
estafadores heredarán el reino de Dios.”
Proverbios 23:20-21 – “No estés con los bebedores de vino, Ni con los comilones de carne,
Porque el borracho y el glotón se empobrecerán, Y la vagancia se vestirá de harapos..”
Proverbios 23:29-33 – “¿De quién son los ayes? ¿De quién las tristezas? ¿De quién las luchas? ¿De
quién las quejas? ¿De quién las heridas sin causa? ¿De quién los ojos enrojecidos? De los que se
demoran mucho con el vino, De los que van en busca de vinos mezclados. No mires al vino
cuando rojea, Cuando resplandece en la copa; Entra suavemente, pero al final muerde como
serpiente, y pica como víbora. Tus ojos verán cosas extrañas, y tu corazón proferirá
perversidades.”
Isaías 5:11 – “¡Ay de los que se levantan muy de mañana para ir tras la bebida, de los que
trasnochan para que el vino los encienda!”
Oseas 4:11 – “La prostitución, el vino y el vino nuevo quitan el juicio.”
1 Corintios 5:11 – “Sino que en efecto les escribí que no anduvieran en compañía de ninguno que,
llamándose hermano, es una persona inmoral, o avaro, o idólatra, o difamador, o borracho, o
estafador. Con esa persona, ni siquiera coman.”
Isaías 28:7 – “También éstos se tambalean por el vino y dan traspiés por el licor: El sacerdote y el
profeta por el licor se tambalean, Están ofuscados por el vino, por el licor dan traspiés; Vacilan en
sus visiones, titubean al pronunciar juicio . “
Mateo 24:48-49 – “Pero si aquel siervo es malo, y dice en su corazón: ‘Mi señor tardará; y
empieza a golpear a sus consiervos, y come y bebe con los que se emborrachan …”

EL CONSEJERO BÍBLICO

El dolor de un hijo pródigo


Anónimo

Aún así, con todo, aprendí lecciones valiosas de la rebeldía de mi hija.

Si usted se encontrara con mi hija hoy por la calle o en un centro comercial de la gran ciudad donde vive,
vería a una joven de 25 años atractiva, de 1,75 m de altura, de cabello oscuro, con un espíritu abierto y
segura de sí misma. Vive en forma independiente, sirve al Señor en su iglesia y ayuda a jóvenes menos
privilegiadas en su tiempo libre.
Nada dejaría traslucir que, cuando ella tenía la edad de estas adolescentes, a partir de la escuela media y
hasta fines de la escuela superior, estaba enemistada con el mundo. En algún momento cerca del sexto
grado, decidió oponerse a las normas: vestirse en estilo ?punk? (esto fue a principios de la década del
80), discutir con sus padres sin darles tregua, hacer preguntas chocantes en la escuela dominical, dejar
de hacer los deberes y, con el paso del tiempo, experimentar con marihuana.
En un momento dado, estaba tan preocupado por lo que pensaría la congregación que presenté mi
renuncia. ?Sé que las cualidades bíblicas de un anciano en la iglesia incluyen la habilidad de manejar
bien su propio hogar?, le dije a la junta, ?y yo no estoy seguro de seguir estando calificado para ocupar
este puesto?.
?Mi padre era pastor,? dijo el primer hombre. ?Mi hermana causó una gran cantidad de problemas en el
hogar. Creo que entiendo su dolor?.
Otra persona continuó: ?Pastor, el hecho que esté ocupándose del problema de su hija es evidencia de
que en verdad está manejando su hogar?. La junta decidió que debería permanecer.
Finalmente llegó el día en que mi hija cumplió 18 años, se graduó de la escuela secundaria y se lanzó a
vivir por su cuenta. En los años que siguieron, el aconsejamiento le ha ayudado a apagar su enojo
interior, sentirse mejor acerca de sí misma y estar en paz con Dios. Ha vuelto a entablar amistad con su
madre y su padre. Cuando hablamos por teléfono o nos visita para las fiestas, es un tiempo de gozo y
cariño.
¿Qué aprendimos mi esposa y yo en el proceso?
Es aceptable ventilar el dolor con confidentes leales.
Si bien al comienzo nos cuidamos de no dejar asomar nuestro problema, con el tiempo no pudimos
soportarlo; y las perspectivas que logramos fueron muy valiosas.
Los consejeros desempeñaron un papel benéfico al ayudarnos. Además, finalmente invité a almorzar a
un laico que había tenido tres de sus hijos en rehabilitación por uso de drogas.
- Jorge -le dije con mucho nerviosismo,- espero que no me pierda el respeto por esto, pero tengo un
problema con mi hija...
No suspiró, escuchó y me dio su consejo sabio.
Cuando compartí mi dolor con otros pastores, ellos fueron uniformemente misericordiosos y suaves.
Para mí fue humillante, pero al final me beneficié de ello.
No se rebaje al nivel de su hijo/a.
Si bien los adolescentes están a menudo metidos en su mundo y sólo piensan en sus propios
sentimientos, los adultos deben asumir una visión más amplia. Un día me di cuenta de que el más
adolescente en nuestro hogar no era mi hija sino yo: había abandonado mi papel de padre y me había
transformado en otro adolescente más. Tenía tanto afán en controlar la situación que me había olvidado
que mi función principal era la de sustentar y guiar.
Si no volvía a tratarla con respeto, sin importar lo que hiciera o dijera, el espiral descendente no tendría
fin.
No fuerce la conformidad.
Un domingo, mi hija tuvo una discusión con la maestra en medio de la escuela dominical para jóvenes.
Regresó a casa diciendo: ?Se acabó, no vuelvo nunca más a la iglesia. Nadie es auténtico, todo es falso.?
Nos dio un escalofrío, pero un pastor mayor recomendó dejarla quedarse en casa. No valía la pena
mantener nuestra imagen de familia pastoral a costa de aumentar su miseria y resentimiento. Nuestra
hija dice ahora que esto la acercó más a nosotros en lugar de alejarla.
Cambie el escenario de ser posible.
Un día feriado, durante una tormenta de nieve, la llevé a entregar un paquete de ropa y comida en una
pequeña iglesia urbana que ministraba principalmente a grupos minoritarios y madres solteras. Esto
pareció tocarle algo en el alma. Le agradó estar con gente a quien no le importaba su aspecto. Usar
jeans estaba bien para el culto dominical allí. Se sintió segura y aceptada, tanto es así que regresó a
visitar al pastor, su esposa y la iglesia más de una vez más.
Nunca dude la comprensión de Dios.
En uno de mis momentos más tristes, escuché el sermón de un amigo que mencionó la instancia en que
su hija casi se muere en un accidente de auto. Mientras escuchaba, me di cuenta de cuán poco me
importaba si mi hija estaba viva o muerta. Entonces oré: Perdóname, Dios por estar absorbido en mí
mismo. Tú la creaste y no te sorprendes de nada de lo que haga. Ayúdame a amarla nuevamente de la
manera que tú lo haces.
No mucho tiempo después, Col. 1:27 asumió un nuevo significado para mí. Habla del misterio ?que es
Cristo en nosotros, la esperanza de gloria?. Si Cristo realmente vivía dentro de mí durante esos días
oscuros, él era la esperanza que necesitaba de que un día toda esta confusión y pena terminaría y
regresaría la gloria.
Tome un día -o si es necesario una hora- a la vez.
Esto no parecerá mucho, pero cuando uno lucha para seguir adelante, está agradecido por las pequeñas
bendiciones. Aprendimos a dar gracias siempre que había un día sin una erupción.
A veces, hasta dividíamos el día en porciones más pequeñas. Si había paz durante el desayuno, nos
regocijábamos. La hora del almuerzo o de la cena podían todavía ser una tortura, pero por lo menos
habíamos pasado una comida del día de manera decente.
Hoy mi esposa y yo estamos agradecidos de que el tumulto de esa época sea cosa del pasado y que las
comidas sin conflicto se hayan tornado en meses y años enteros de buena voluntad. No hace mucho, mi
hija me regaló una copia de la autobiografía del General Norman Schwarzkopf It doesn? t take a hero
(?No es necesario ser héroe?). En la primera página había escrito: ?No es necesario ser héroe para ser
un gran padre. Eres un héroe para mí. Te quiero mucho?.
A veces recuerdo con tristeza que mi hija no haya tenido una adolescencia más normal y feliz; pero
recientemente ella me contó la situación desde su punto de vista: ?Todo sucede por algún motivo. Dios
nos llevó a ambos en un nivel de compasión que no teníamos antes. Me importa más la gente gracias a
lo que pasé. No cambiaría mi pasado por nada en el mundo. En realidad estoy orgullosa de mí misma
por haber luchado contra todo esto y haberlo transformado en algo bueno.?
¿Sabe una cosa? Esta hija obstinada mía tiene razón.

EL CONSEJERO BÍBLICO

El yugo desigual
por Jaime Mirón

«Por qué no puedo casarme con mi novio? Admito que es agnóstico pero es de una buena familia, tiene
muy buenos principios morales, es muy respetuoso y tiene una excelente trayectoria?» me preguntó
una muchacha cristiana. Uno de los problemas más agobiantes en la Iglesia en todo el mundo es el yugo
desigual, es decir cuando un cristiano forma un matrimonio o aun un noviazgo con una persona que no
es de Cristo. La elección de su pareja es de vital importancia porque la decisión marcará el resto de su
vida.
Recientemente un joven sudamericano nos escribió esta contestación a una carta de consejo: «Sus
consejos me son muy útiles y me dan paz respecto a si voy a seguir o no con mi novia. Lo único que no
estoy de acuerdo es que no le parezca que una persona creyente se case con una no creyente, pues en
uno de los libros del Nuevo Testamento dice que si su pareja es incrédula no la abandone pues puede
que salve un alma».
¿Cómo podemos contestar a estas personas y a los miles de jóvenes con las mismas inquietudes,
mostrando misericordia y al mismo tiempo siendo leal a las Escrituras? Dios nos dio la Biblia como
nuestra autoridad para contestar cuestiones difíciles y no tenemos que depender de nuestras propias
ideas, sentimientos o emociones.
En 2 Corintios Pablo nos da una orden (no una sugerencia) y luego hace una seria de preguntas: «No os
unáis en lazo con los infieles, pues ¿qué asociación tiene la justicia y la iniquidad o qué comunión tiene
la luz con las tinieblas? o, ¿qué armonía tiene Cristo con Belial, o qué tiene en común un creyente con
un incrédulo?» (2 Co. 6:14-15). La mayoría estamos de acuerdo en que el matrimonio entre un cristiano
y un inconverso está terminante¬mente prohibido por Dios. Todo creyente que contrae nupcias con una
persona fuera de la familia de Dios, puede estar seguro de que está actuando contra la voluntad del
Señor, cualesquiera que sean las circunstancias. Sin embargo, no estamos tan seguros del por qué.
Un día, me encontré con una joven que años atrás había sido parte del grupo juvenil que mi esposa y yo
habíamos dirigido en Guadalajara, México. Me explicó que cuando era miembro del grupo de jóvenes
pensaba que Dios no tenía otra cosa que hacer entonces decidió prohibir el casamiento entre un hijo de
Dios y un inconverso. Con lágrimas en los ojos me confesó que ahora sí entendía por qué Dios prohibe el
matrimonio desigual. Sobretodo es para la felicidad de sus hijos.
Al contraer matrimonio las dos partes llegan a ser «una sola carne» (Ef. 5:31; Gn. 2:24). La frase «una
sola carne» expresa antes que nada la relación sexual dentro del matrimonio. Pero el sentido comple¬to
se desarrolla más ampliamente con el correr de los años. El matrimonio es un enlace que involucra no
solamente el cuerpo, sino también el alma y el espíritu.
La Biblia prohíbe el matrimonio mixto entre creyentes e inconver¬sos porque no es posible desarrollar
en forma plena la verdad de «una sola carne». No se puede unir el espíritu viviente del creyente y el
espíritu muerto (sin Cristo) del inconverso. No hay ni habrá comunión espiritual (2 Co. 6:14,15). Por lo
tanto, la comunicación se realiza solamente a nivel del «alma», la sala de controles de quien no conoce a
Cristo.
Sin embargo cualquier padre, pastor o consejero que ha tenido que lidiar con una persona locamente
enamorada de una persona inconversa sabe que existe un «amor» tan fuerte que está seguro de que su
situación particular no está contemplada en la Biblia y abundan las razones y excusas. Vamos a suponer
que la mujer es la creyente.
«No hay jóvenes cristianos de mi edad en la iglesia».
«El es mucho mejor que la mayoría de los creyentes que conozco».
«Mi novio está de acuerdo en que nos casemos en la iglesia evangélica».
«He visto otros matrimonios que empezaron así y dio muy buen resultado».
«El no será estorbo para mi vida espiritual».
«Me dice que se va a convertir después de la boda».
«Me permitirá llevar a nuestros hijos a la Escuela Dominical»
«Tengo que casarme con él porque hemos tenido relaciones sexuales».
Como hemos mencionado, bajo cualquier circun¬stancia es pecado casarse con un incrédulo. Un
cristiano por consiguiente está incapacitado para implorar la bendición de Dios sobre ese matrimonio.
En cuanto al argumento de que no hay jóvenes cristianos en la iglesia, quisiera aclarar tres puntos: a) Los
solteros tienen que creer y confiar en las promesas del soberano Dios. «Mis ojos están puestos en ti. Yo
te daré instrucciones, te daré consejos, te enseñaré el camino que debes seguir. No seas como el mulo o
el caballo, que no pueden entender y hay que detener su brío con el freno y con la rienda, pues de otra
manera no se acercan a ti» (Sal. 32:8-9 VP). b) Uno no está siempre limitado a los muchachos de su
propia iglesia. Una excelente manera de conocer a chicos creyentes es en las actividades y
campamentos interdenominaciones c) Es mejor no casarse que casarse en contra de la voluntad de Dios.
La soltería es una opción bíblica (1 Co. 7).
Personalmente, no acepto la escapatoria de que los inconversos son « mejores que los creyentes». O
algo anda mal con los jóvenes cristianos de esa iglesia (quizá no sean verdaderos cristianos), o el amor
ha cegado los ojos de la parte interesada.
Es sorprendente que hay personas que todavía piensan que Dios le da la bendición a un yugo desigual
con tal que se casen en la iglesia. No importa en qué iglesia se casen; si uno de los novios no es creyente
en Cristo el casamiento sigue siendo desobediencia.
En cuanto al argumento de que existen matri¬monios mixtos exitosos, o bien que el inconverso se
convierte al Señor después de la boda, lo que ocurrió con Fulano o Mengano no puede sentar
precedentes y permitirme actuar de la misma manera. Mi fundamento es la Biblia, y allí claramente se
afirma que tal unión es pecado. Más aun, por cada caso que por la misericordia de Dios ha resultado
exitoso, cualquier pastor podrá mencionar 50 otros con resultados nefastos. Es más, hemos visto que
gran la mayoría de los inconver¬sos que se casan con cristianos, nunca se convierten al Señor.
Existe una predilección de mandar al altar a una pareja que ha tenido relaciones íntimas. El matrimonio
autoriza las relaciones sexuales, pero el mero hecho de tenerlas o haberlas tenido no equivale a estar
casado ni a que deba casarse con la otra parte. A primera vista Deuteronomio 22:28 quizá dé la idea de
que una pareja de novios que cometen fornicación se deben casar y «relaciones sexuales igualan al
matrimonio». Sin embargo, este pasaje no trata el caso de una pareja de novios que consienten en tener
relaciones íntimas. Por aquel pecado a la pareja le esperaba ser apedreada (Dt. 22:13-24). Sino más bien
se trata de una violación y el Antiguo Testamento en su intento de proteger a la mujer violada (nadie se
casaría con ella) manda que el hombre se case con ella.
Cuando uno de los novios es inconverso he descubierto que un obstáculo es el testimonio del creyente.
El hecho de que él o ella esté saliendo con un inconverso, da testimonio de que algo anda mal en su vida
espiritual. Una linda muchacha que trabajaba en una de nuestras oficinas salía con un chico incon¬verso.
Su padre, anciano de una iglesia evangélica, habló con ella; otro hombre de la iglesia le advirtió del
error; yo le hablé y un compañero de nuestro equipo también la aconsejó. La joven joven sin embargo
no nos quería escuchar. «¡Qué importa, si no pienso casarme con él!» Le indiqué que si era el caso,
estaba perdiendo el tiempo, tal como dice Jeremías: «Cavaron para sí cisternas rotas que no retienen
agua» (2:13). No importa cuánta agua uno eche en una cisterna rota, no la retendrá, así que hacerlo es
perder tiempo, esfuerzo y energía. Lo mismo sucede en una relación no bíblica?uno está echando agua
pero la cisterna está rota. A pesar de todos los consejos, ella seguía de novia con ese muchacho. Un día
el novio de nuestra secretaria por pura curiosidad entró en una carpa donde predicaban el evangelio. Se
sentó, escuchó el mensaje y al terminar pasó al frente para recibir al Señor. Esto nada tuvo que ver con
el testimonio de la muchacha. Después de comprender todas las impli¬caciones de la decisión que había
tomado, el joven terminó con su novia. Su explicación fue: «No quiero andar con una chica que, siendo
cristiana, estaba de novia con un inconverso?aunque el inconverso haya sido yo». La última vez que oí
hablar de ellos, el muchacho caminaba fiel al Señor y ella se había casado con otro inconverso porque
esperaba familia.
Aunque podemos tener muchos amigos, hay diferentes niveles de amistad.
a. Los conocidos. La relación se caracteriza por un contacto ocasional a nivel superficial. Es un trato a
nivel general, que se da tanto con creyentes como con inconversos.
b. La amistad ligera. Este tipo de relación está basada en intereses o actividades comunes con vecinos,
compañeros de trabajo, de escuela, etc. En este grado también podemos hacer amistad con personas
cristianas e inconversas. Como sucede en el primer caso, nos brinda una buena oportunidad de
evangelizar con nuestra vida y palabra a las personas que no conocen a Cristo.
c. La amistad familiar o de confianza. Esta rela¬ción se basa en los propósitos y metas de la vida que
haya en común. Este nivel está cimentado en una amistad más profunda. Tal profundidad en la relación
debe darse entre cristianos. Esta amistad podría conducir a los primeros pasos del noviazgo.
d. La amistad íntima. Es un compromiso espiritual muy profundo, de discipulado recíproco. En tal
relación existe la libertad de corregirse mutuamente. Hay confianza total, y el propósito es desarrollar el
carácter de Cristo. Idealmente aquí se incluyen las últimas etapas del noviazgo y el matrimonio. Los
problemas surgen cuando invitamos a amigos inconversos a compartir una profundidad de nuestra vida
que ellos realmente no pueden compartir porque no son hijos de Dios.
Algo que pasa a menudo es que el novio inconverso alega convertirse a Cristo. Ello no es señal de que
necesariamente deban marchar al altar. Los dos tendrían que conocerse como creyentes, y el nuevo en
la fe necesitaría tiempo para exhibir «frutos dignos de arrepentimiento» (Lc. 3:8) y crecer
espiritualmente. Porque mucha veces se convierte a su novia o a su religión y no a Cristo.
Para el creyente ya envuelto en un yugo desigual, el siguiente paso es deshacer este noviazgo no bíblico.
A veces no es tan sencillo romper aun el compromiso más superfi¬cial. Está la presión de los padres; el
«no puedo vivir sin ella» del novio y la vergüenza ante familiares, quizá inconversos, que no entienden
las normas bíblicas que gobiernan el matrimonio. Un noviazgo roto dejará un gran vacío en el corazón
de los dos, pero con el tiempo ese creyente conocerá el gozo profundo que Dios da a los que le
obedecen (1 Juan 3:22-24; 5:2,3).
Los líderes de la iglesia a esta altura tienen una seria responsabilidad para con el joven que rompió el
noviazgo. Deberán instruirle sobre cómo reha¬cer su vida según los preceptos bíblicos, para que este
problema no vuelva a suceder con esa persona ni con los demás jóvenes de la iglesia. Sugiero estudios
sobre temas bíblicos en el grupo juvenil: ¿Cómo conocer la voluntad de Dios? ¿Con quién me casaré?
¿Qué es el verda¬dero amor? ¿Cómo prepararme para el matrimonio cristiano? ¿Cómo comportarse
durante el noviazgo? ¿Cómo encontrar un compañero cristiano? El lugar de los padres en el proceso de
elegir la pareja.
Otro problema se presenta cuando los novios insisten en casarse a pesar de los consejos de los líderes
espirituales de la iglesia. ¿Debe el pastor celebrar tal boda? Por lo general, cuando un pastor decide
llevar a cabo la ceremonia en estas condiciones, sus razones son: 1) temor de perder la oportunidad de
evangelizar al cónyuge inconverso después de la boda; 2) temor de que a pesar de todo los jóvenes
vayan a otra iglesia; 3) temor a perder la membresía de la familia del novio cristiano. Es preciso que la
iglesia conozca la postura del pastor en cuanto a este asunto, a fin de apoyarlo, y para que él no tenga
que delinearla por vez primera bajo la presión de una crisis.
Para terminar quiero presentar una carta que recibí recientemente de una señora en Argentina.
«Hace doce años que estoy casada. Pero antes de casarme le había pedido consejo sobre mis relaciones
con mi novio inconverso. Usted me respondió y me aconsejó enviándome las citas bíblicas para que yo
pudiera leer lo que el Señor quiere para sus hijos. El resultado por no obedecer es triste y lamentable,
dos vidas frustradas. Vivimos juntos, pero nuestros caminos no pueden ser iguales, ni nuestros deseos,
ni nuestros anhelos, ni las distracciones, etc., tal como usted lo dice en su carta. Espero que mi
testimonio sirva para que todos los jóvenes cristianos escuchen la voz del Señor por medio de sus sabios
consejos, y puedan ser felices en sus matrimonios».

EL CONSEJERO BÍBLICO

Uso y abuso de la TV
por Pablo Martínez Vila

«Por lo tanto, hermanos, tomando en cuenta la misericordia de Dios, les ruego que cada uno de
ustedes, en adoración espiritual, ofrezca su cuerpo como sacrificio vivo, santo y agradable a Dios. No se
amolden al mundo actual, sino sean transformados mediante la renovación de su mente. Así podrán
comprobar cuál es la voluntad de Dios, buena, agradable y perfecta» (Romanos 12:1-2).

Se dice que es más fácil encontrar una casa en la que falte el pan que una casa sin televisor. Quizás esta
afirmación no se pueda tomar al pie de la letra, pero refleja bien la escala de valores de muchas familias
hoy: prefieren antes comer peor que prescindir del televisor. La televisión se ha convertido en elemento
imprescindible para el «funcionamiento» familiar. El extraño silencio que deja una televisión averiada en
la casa produce incomodidad, como si estuviera ausente un elemento vivo de la familia. Protagonista
destacado a la hora de comer, «invitado especial» todas las noches, compañero imprescindible los fines
de semana, su ausencia llega a crear verdaderos síndromes de abstinencia, como si de una droga se
tratara.
¿Droga? Sí, ahí está la clave de nuestro tema. El problema no es el uso sino el abuso de la televisión. El
enfoque correcto no debe ser: «¿la televisión es buena o mala?» Este planteamiento maniqueo nos
llevaría a respuestas desequilibradas e incluso farisaicas. Como muchos otros instrumentos técnicos, la
televisión en sí misma no es ni buena ni mala, sino que depende del uso y propósito que de ella se haga.
Un mal puede tener consecuencias muy negativas para la salud de la persona, y no solamente de los
niños, El profesor Alonso Fernández, destacado psiquiatra español, decía en una conferencia titulada
«Televisión y salud mental»: «Todo plan nacional de salud mental, debe incluir el adecuado
funcionamiento del ente televisivo como una de sus prioridades absolutas». Todos habremos
experimentado alguna vez la dificultad para levantarnos del sillón cuando estamos enfrente del
televisor. Es como si nos «enganchara». Los expertos hablan de un estado de anestesia o hipnosis
televisiva, consistente en un bloqueo mental que no permite al sujeto alejarse de la pantalla. Sólo
ciertas personas con fuerza de voluntad, activas e inteligentes, se liberan de esta experiencia de
«enganche»- Así que, de entrada, nuestro postulado fundamental es: El problema no es la televisión, el
medio en sí, sino lo que hacemos con ella.
A principios de los años sesenta, con la aparición de los primeros receptores, no pocos creyentes
consideraban una falta de espiritualidad tener televisor en casa. Mirar la televisión y ser carnal eran una
misma cosa. La idea de que el demonio «entraba» en las casas a través de los programas era su principal
argumento. ¿Estaban equivocados aquellos creyentes de hace treinta años? Por supuesto que sí, si
entendemos televisión y demonio como sinónimos. Pero su postura tenía un trasfondo correcto al
entender que la televisión es un medio de penetración formidable de la forma de ser de este mundo. La
secularización penetra por todos los poros de la vida del creyente y el medio televiso no es una
excepción. Hoy en día es mucho más fácil tener la mente de Don Francisco o Cristina que la mente de
Cristo. Es simplemente una cuestión de proporciones, de porcentajes de influencia. Si un creyente pasa
tres horas diarias frente al televisor (el promedio en España en 1993 fue de 3h. 22 minutos por día, en
EE.UU. 3h 45 minutos), ¿cuántos minutos recibe de influencia espiritual? No podemos, por tanto,
menospreciar el argumento de la secularización. El televisor no es el diablo, ni siquiera es del diablo,
pero puede llegar a ser instrumento favorito de influencia por parte del diablo. Observemos con
atención las declaraciones de Lolo Rico, escritora, exdirectora de programas infantiles de TVE: «La
pequeña pantalla dictamina e impone sus modelos, impartiendo criterios ?se siguen a rajatabla? sobre
el mundo y la mejor manera de existir en él. Se ha convertido en la madre subsidiaria que distribuye
afectos, ordena inclinaciones y asigna gustos y aficiones como es propio de la maternidad». Estas
palabras cobran especial valor viniendo de alguien que conoce a fondo la capacidad de influencia del
medio televisivo. La misma autora, que acaba de escribir el libro «El buen espectador» (Espasa Calpe,
1994) afirma de modo concluyente: «La televisión es el medio más manipulador y más manipulable».
Consideremos, ante todo, los valores positivos. En primer lugar, la televisión puede ser un instrumento
formidable de información. Las capacidades técnicas de nuestros días son tan impresionantes que la
televisión ha acabado por convertir el mundo en una «aldea global», como señalaba MacLuhan. Para el
creyente esto tiene dimensión muy buena; si queremos «examinarlo todo y retener lo bueno» (1 Ts.
5:21), tal como nos exhortaba el apóstol Pablo, necesitamos buenas dosis de información cristiano no
puede vivir encerrado en una torre de marfil, aislado del mundo, en su iglesia local. Necesitamos
conocer y auscultar bien las realidades que nos rodean. Si queremos que nuestro mensaje sea relevante
para el mundo hemos de ser capaces de tener un ojo en el televisor y otro en la Biblia. Hemos de saber
ver y leer lo que ocurre en nuestro mundo. Y necesitamos interpretar estas realidades con los ojos y la
mente de Cristo.
Algo parecido podríamos decir, en segundo lugar, del potencial pedagógico e incluso terapéutico de la
televisión. Los programas documentales pueden ser un instrumento de información adecuado. El
beneficio cultural de ciertos contenidos es enriquecedor. El televisor en un hogar de ancianos, por
ejemplo, puede ser un medio de apoyo psicológico excelente; pero todo ello ha de ser con el contenido
adecuado, en el momento adecuado, y a las dosis adecuadas. Podríamos mencionar también su valor
como instrumento sano de distracción. A veces ciertos programas sirven para «desconectar» de la
tensión vivida en el trabajo. Tiene una función de relax, sobre todo para algunas personas. Es para ellos
un lavado de cerebro que les ayuda a olvidar los problemas del día. ¡Algunos incluso lo utilizan como
somnífero! Vemos, por tanto, que hay aspectos positivos que hemos de potenciar. En este sentido la
televisión es como un antibiótico: administrado a las dosis adecuadas, por la vía adecuada, y en el
momento adecuado ¡puede ser de notable beneficio?!
Pero de la misma manera que un antibiótico es susceptible de abuso y entonces sus efectos son
negativos, lo mismo ocurre con el televisor. ¿Cuáles son los peligros principales de la televisión?
Empezaremos considerando los efectos negativos que derivan de la «dosis», la cantidad de horas de
consumo de televisión.
El abuso de tiempo delante del televisor nos plantea tres graves consecuencias que afectan tanto al niño
como al adulto. En primer lugar, es una forma pasiva de ocio que reprime, hasta atrofiar, la creatividad y
la imaginación. La televisión, al ser un medio fundamentalmente pasivo, implica muy poca participación,
a diferencia, por ejemplo, de la lectura. No estimula una facultad indispensable para los niños y
terapéutica para los adultos como es la creatividad. Esto es vital porque el ser humano, hecho a imagen
y semejanza de dios, ha nacido para crear. La atrofia progresiva de la creatividad humana lleva a una
generación de personas adocenadas, sin criterio, despersonalizadas Hay algunas formas de ocio ?la
lectura, la música? que cultivan la imaginación. Cuando niños leíamos «El gato con botas», o de
adolescentes «Robinson Crusoe», nuestra imaginación caminaba fecunda por senderos que fomentaban
la creatividad. Este elemento le falta al televisor. La participación es pasiva. Por ello se habla del
«receptor de televisión». En la televisión uno no puede ser actor y espectador a la vez, sólo puede ser
espectador. Y éste es uno de los grandes riegos de una sociedad tan imagocéntrica: perder la
imaginación creativa.
En segundo lugar, la mayoría de los programas tienen un efecto absorbente. Es el estado de anestesia o
hipnosis televisiva a la que nos referíamos al principio. Veámoslo con un ejemplo curioso. Si uno de
nosotros intenta leer el periódico cuando el televisor está encendido, es muy probable que terminemos
cerrando el periódico y mirando el programa. Hay un efecto de atracción, de seducción que capta la
atención de la persona. Por ello, muchos encuentran muy difícil apagar el televisor antes de que acabe
el programa iniciado. Es un efecto parecido al de la droga: cuanto más la miras, tanto más necesitas
seguir mirándola. Me confesaba una distinguida personalidad evangélica, que tuvo que vender su
televisor porque era incapaz de controlar el número de horas delante de la pantalla y ello había
arruinado su hábito de lectura. «La televisión ha empobrecido mi vida», me comentaba
confidencialmente y un poco avergonzado.
Este efecto de hipnosis puede llegar a convertir la televisión en una forma de huida, un instrumento
para no pensar, un verdadero lavado de cerebro. Ya hemos hablado alguna vez de un fenómeno
preocupante: la introducción de aparatos de televisión en los hospitales. La enfermedad es
probablemente el último reducto que le queda al hombre de hoy para pensar y para encontrarse
consigo mismo. La televisión en los hospitales va a acabar con el más fecundo campo de reflexión que
tiene la persona: El sufrimiento y la tribulación. Cuando la distracción anula la reflexión, la persona y la
vida se trivializan, haciéndose cada vez más superficiales.
En tercer lugar, el problema por excelencia de la televisión es la alteración en la vida familiar. En este
aspecto ha venido a ser como un intruso que ha alterado profundamente las formas y hábitos de
comunicación dentro de la familia. En una encuesta realizada en los Estados Unidos, se hizo una
pregunta a niños entre cuatro y seis años: «¿A quién quieres más, a papá o a la televisión?» La
respuesta, profundamente inquietante, fue que el 44% de los niños preferían la televisión antes que a su
padre. Sus argumentos eran conmovedores: «La televisión siempre está en casa, mientras que papá no
está nunca». «Mi televisión está disponible siempre que yo quiero, mientras que mis padres están
siempre ocupados». Queremos llamar la atención a un fenómeno particularmente importante: La
televisión a la hora de la comida. En las generaciones de nuestros padres y abuelos, los problemas
familiares se ventilaban «a la hora de comer». «Ya hablaremos en la comida», era una frase sencilla pero
extraordinariamente rica. La comida ofrecía un foro natural donde padres e hijos, esposo y esposa
hablaban con espontaneidad de los avatares de la jornada. Hoy en día alrededor de la mesa ya no se
habla, sólo se oye la voz del intruso, de la «abuela electrónica» que ha invadido la intimidad familiar.
Muchas tensiones podrían aliviarse si el televisor estuviera apagado a la hora de comer. En la intimidad
de la consulta no pocos jóvenes me han compartido cuánto odiaban el televisor porque les había robado
a sus padres, les había despojado del único momento de comunicación con ellos. Frases parecidas las he
escuchado de labios de esposas o esposos con relación a sus cónyuges. ¿Difícil es apagar la televisión
durante las comidas? ¿Es que hay miedo de enfrentar con naturalidad los conflictos del día? Nuestra
recomendación encarecida, y muy sencilla, es que ninguna familia debería tener la televisión encendida
a las horas de las comidas. Es más, el aparato de televisión debería estar ubicado, a ser posible, en otra
habitación de la casa. Por desgracia, las reducidas dimensiones de las viviendas actuales no permiten
muchas veces esta posibilidad. Pero habría que hacer lo posible por salvaguardar la hora de la comida
como momento supremo de comunicación familiar.
Un problema relacionado con el anterior es la «guerra de los canales» que se da en las familias. El padre
quiere ver un programa, el hijo se enfada porque desea otro, y la madre protesta porque su programa
nunca se le respeta. Estas tensiones familiares por la oferta televisiva se han solucionado en Estados
Unidos de una manera muy práctica: cada miembro de la familia, incluso los adolescentes, tiene su
propio aparato de televisión en el dormitorio. De manera que al silencio durante las comidas se le suma
el aislamiento durante el resto de horas en casa. Así, la habitación se convierte en un castillo fortificado
que fomenta el individualismo extremista. Los altos niveles de individualismo que caracterizan a nuestra
sociedad no son ajenos a la interferencia de la televisión en la vida familiar. ¿Dónde están aquellas
reuniones familiares, aquellas tertulias espontáneas pasadas? ¿No será que la televisión está influyendo
poderosamente en engendrar familias-pensión?
Debemos tomar conciencia, como cristianos, de los peligros hasta aquí expuestos. Preguntémonos con
sinceridad: ¿Cuántas horas al día dedico a la televisión? ¿Cómo ha alterado esto mi vida familiar? ¿Me es
fácil levantarme y apagar el televisor o me quedo «enganchado» con facilidad? ¿En mi casa es la
televisión sólo un mueble o se ha convertido en la tirana de la familia? Todas estas preguntas pueden
ser un pequeño examen para valorar si nuestra relación con la televisión es de uso o de abuso.
Decíamos que había dos tipos de problemas. Por un lado los relacionados con la cantidad de horas de
televisión. Los otros efectos negativos son los derivados del contenido de los programas. La televisión
imparte ideología, transmite una manera de ver la vida. La forma de pensar, los valores de la sociedad
quedan plasmados en cada película, en cada anuncio publicitario. De ahí el valor estratégico que la
televisión puede tener para una comprensión adecuada del mundo que nos rodea. El cristiano no puede
cerrar los ojos ante el televisor y decir «esto no me interesa»; por el contrario, ha de abrir bien los ojos
para percibir, entender y reflexionar sobre las necesidades de aquellas personas a las que queremos
predicar el evangelio. Saber mirar la televisión es casi imprescindible para una evangelización relevante.
La respuesta adecuada a la secularización de nuestra sociedad pasa por una percepción profunda de las
enfermedades de esta sociedad. Y la televisión es un escaparate formidable de las dolencias sociales de
nuestro mundo contemporáneo.
Sí, vamos por tanto a mirar la televisión, pero hagámoslo con la mente de Cristo. Cada vez que
encendemos nuestro receptor, a los creyentes se nos brinda una oportunidad excelente para comprobar
si de veras tenemos esta mente de Cristo. En la práctica, ello requiere saber interpretar la información
recibida de acuerdo con los principios morales y los valores del evangelio. En otras palabras, para ver
correctamente la televisión el creyente ha de usar unas gafas correctoras, que podríamos llamar la
cosmovisión cristiana. No luchemos contra la televisión, luchemos a favor de una cosmovisión cristiana
de la vida. Nuestros esfuerzos no han de ir encaminados tanto a reprimir, dejar de ver, como a
promover, enseñar a ver. Estas «gafas correctoras» nos permitirán captar los mensajes que hay detrás
de cada película, detrás de cada anuncio publicitario o de cada debate. Esta actitud crítica y correctora
nos permitirá una transformación de la información. Este es el mensaje básico de Romanos 12:1-2,
mensaje que hemos de contextualizar a cada situación práctica de la vida. Ponernos a mirar un
programa sin estas «gafas» nos deja expuestos a la influencia mimética, a la manipulación y, en último
término, a la secularización.
A modo de conclusión podríamos elaborar una breve guía de preguntas prácticas para saber evaluar
mejor los programas:

- ¿Qué nos dice este programa acerca del dinero, las posesiones materiales, el consumismo y el estilo de
vida?
- ¿Qué nos dice sobre las relaciones humanas, la deshumanización, la dignidad de toda persona?
- ¿Qué nos dice sobre la amistad, el sexo, la pornografía, las relaciones familiares?
- ¿Qué nos dice sobre la violencia, la guerra, la paz?
- ¿Qué nos dice sobre la mentira, la honestidad, el vocabulario soez y el uso de la lengua?
- ¿Qué nos dice sobre la comida y la bebida, el alcohol, la gula?
A esta lista cada uno de nosotros podría añadir sus propias reflexiones. Los apóstoles le pidieron al
Señor: «Enséñanos a orar» (Lucas 11:1). Quizás nosotros hoy deberíamos pedirle también al Señor:
«Enséñanos a mirar la televisión con sabiduría». Dos palabras probablemente resumirían una actitud
equilibrada: Dosificar y discernir. Que el Señor nos dé cada día más de su Espíritu para «examinarlo todo
y retener lo bueno».

El Dr. Pablo Martínez Vila ejerce como médico-psiquiatra en Barcelona desde 1979. Realiza, además, un
amplio ministerio como escritor, consejero y conferenciante en España y muchos países de Europa.

EL CONSEJERO BÍBLICO

Carta a un alcohólico
por Edward T. Welch
(Segunda parte)

El engaño del pecado


He hablado a grupos de adictos donde la gente dejó de prestarme atención tan pronto mencioné la
palabra pecado. Creo entender por qué. La idea común pero inexacta del pecado es que una persona un
día se despierta a la mañana y dice: «Hoy voy a pecar. Voy a desobedecer a Dios, voy a hacerme daño, a
lastimar a mi cónyuge y voy a quebrantar las promesas que hice a mis hijos». Tal vez haya un adicto que
dijo justamente eso, pero si lo hay no lo conozco. Esa no es la experiencia típica de la adicción.
No nos parece que la adicción sea rebelión contra Dios. En realidad, se parece más a una decisión breve
y potencialmente reversible para ceder sólo un poco a nuestros propios deseos. Pero la palabra pecado
nos recuerda que no es un desliz pequeño y temporal. Nos recuerda que amamos nuestros deseos
(nuestros ídolos), que elegimos cosas que van contra Dios, que estamos dañando a otras personas, y
muy pronto nos damos cuenta de que estamos esclavizados. El pecado ¡se parece a una enfermedad!
Pero esta experiencia no hace que las adicciones dejen de estar en la esfera del pecado. En realidad,
ilustra la naturaleza misma del pecado. En el pecado hacemos cosas que no queremos hacer. Esa es la
naturaleza del pecado.
El pecado es obstinado. ¿Por qué nos resulta tan difícil vencer en esa lucha? Porque somos pecadores. Y
como pecadores somos calculadores astutos y además estamos fuera de control.
Esto explica una de las razones por las que me puedo identificar con las luchas de un adicto. Yo sé cómo
se siente uno al cometer y volver a cometer un acto. Puedo sentirme culpable por mi pecado,
confesarlo, y luego ir y volver a hacerlo. Ni las drogas ni el alcohol nos convierten en adictos, sino que
sencillamente revelan y se apegan a todo lo que ya hay en cada corazón.
¿Y qué sobre toda la evidencia del alcoholismo como enfermedad?
Si estoy en lo cierto en cuanto al pecado y al corazón, ¿qué hacemos con toda la evidencia de que el
alcoholismo es una enfermedad? No hay evidencia clara de que el alcoholismo es, ante todo, una
enfermedad. Por cierto que se han hecho muchos estudios sobre el alcoholismo y el abuso de drogas,
pero ninguno ha descubierto un gene ni un desequilibrio químico. La mayoría de los investigadores
están prestos a indicar que los genes pueden influir en las personas, y esto es cierto, por supuesto.
Podemos tener una predisposición genética para disfrutar de una droga, comida o actividad en
particular. Pero hay una gran diferencia entre recibir influencia genética y que ésta determine nuestros
actos.
¿Qué podemos decir de los deseos intensos? La Biblia los entiende perfectamente. Se refiere a ellos
llamándolos tentaciones. La Biblia reconoce que, muy a menudo, personas con años de sobriedad siguen
luchando con la tentación. A veces es simple consecuencia de un recordatorio de algo que en otro
tiempo amamos. Pero en otros casos puede ser resultado de abrigar y alimentar mentalmente la
adicción, mientras que físicamente nos abstenemos de ella. En vez de pedirle a Dios que les dé el deseo
de odiar el pecado de raíz, algunos se aferran a recuerdos agradables asociados con la adicción que
tenían.
No lo olvidemos: pecamos porque nos agrada lo que el pecado nos ofrece, al menos temporariamente.
Cuando dejamos de pecar, la tentación podría perdurar como residuo de pecado en nuestros corazones.
Las buenas noticias son que si es cierto que las tentaciones vienen de dentro de nosotros, esto también
significa que es posible un profundo cambio a nivel de la tentación. «Cada uno es tentado cuando sus
propios malos deseos lo arrastran y seducen. Luego, cuando el deseo ha concebido, engendra el pecado;
y el pecado, una vez que ha sido consumado, da a luz la muerte» (Santiago 1:14-15 NVI). Uno de los
grandes beneficios de tratar las adicciones de raíz, es que podemos luchar contra el comportamiento y
contra el deseo interior.
¿Qué decir de Alcohólicos Anónimos?
AA ha sido útil para mucha gente. Proporciona la oportunidad de dar cuenta de nuestras acciones,
ofrece entendimiento recíproco en un ambiente donde nadie es juzgado, y además provee gran apoyo
para muchos. Sin embargo, no se esfuerza por hallar respuestas bíblicas para los problemas de la vida.
Como resultado, AA necesariamente tiene problemas. Uno de los problemas es que la perspectiva de la
enfermedad no permite que nadie llegue al fondo del problema. La droga dependencia puede ser
peligrosa, pero nuestros corazones son aun más peligrosos. Ansían tener popularidad, venganza o
libertad de las frustraciones en el hogar o el trabajo. Y esos anhelos pueden llegar a regir nuestra vida y
las decisiones que tomamos.
Un segundo punto débil de AA es que su teoría en cuanto al cambio no revela que la naturaleza de la
conducta adictiva se opone a Dios. Aunque no siempre somos conscientes de que nuestras adicciones
son desobediencias ante Dios, es lo que son. Nos enfrentamos a una decisión: ¿Voy a obedecer a Dios o
a mi ídolo? Aliarnos a uno es hacer guerra al otro.
Una tercera debilidad de AA es que Jesús es opcional. La conducta adictiva es rebelión contra la
autoridad divina. Las adicciones revelan que la relación con Dios se ha roto. Y el cambio se produce al
conocer el amor de Jesús y al ser restaurado en esa relación.
Una propuesta para cambiar
Aquí sigue una propuesta para cambiar.
Sugiero que reconozcamos que la adicción es un desorden en la adoración. Al reconocer esto,
obtenemos una nueva perspectiva en nuestro corazón y de nuestra relación con Dios. Esa perspectiva de
cambio nos recuerda que estamos en una batalla entre la adoración a Dios, y la adoración a nosotros
mismos y nuestros deseos. Explica por qué nos sentimos tan culpables luego de una noche de
desenfreno. Y como no tenemos que esperar a curarnos físicamente para que haya un cambio duradero,
hay gran esperanza en la confesión del pecado, en la fe en que Jesús perdona pecados y en la
obediencia.
¿Pero acaso AA no nació porque este método más espiritual hacía que la gente se sintiera culpable y con
menos tendencia a reconocer su problema?
Tal vez sea cierto que un método totalmente bíblico puede no haber sido útil en algunos casos, pero eso
no ocurrió porque la Biblia tenga deficiencias. Quizás los cristianos usaron la Biblia como un garrote en
vez de usarla como palabras de vida. Quizás los cristianos se acercaron a los adictos con una actitud
santurrona, más papista que el papa. O tal vez los cristianos, sin entender la esclavitud de la adicción,
creyeron que un simple «deja de hacerlo» de alguna manera iba a detener el comportamiento de
adicción.
Teniendo en mente estos pecados de la iglesia, la perspectiva bíblica se puede ofrecer con humildad y
con gracia.
Volviendo a definir el proceso de cambio
Una vez que se reconoce el problema, y una vez que se reconoce como un problema en la adoración,
habrá nuevas facetas en nuestra perspectiva del proceso de cambio. En primer lugar, conocer a Dios se
convierte en nuestro objetivo más importante. Después de todo, si la raíz de nuestro problema con la
adicción es un problema en la adoración, necesitamos aprender quién debe ser el verdadero objeto de
esa adoración.
A medida que esta idea penetra en su corazón, usted descubrirá que se siente más cómodo en una
buena iglesia que en un grupo de AA. Usted obtendrá fortaleza y sabiduría de los mensajes del pastor, se
sentirá animado al cantar con otros cristianos, recibirá alimento espiritual en la celebración de la cena
del Señor, y estudiará la Biblia para hallar al Dios viviente. Usted conocerá más sobre el Dios que es más
grande que lo que usted puede imaginar: más grande en justicia, en poder y en amor. Y la grandeza
divina obra en favor nuestro. Uno de los problemas de AA es que el Dios de nuestra imaginación nunca
es lo suficientemente grande.
Usted también descubrirá que habrá un interés más profundo de su parte para hablar verdades. Dios es
el Dios de verdad. El idioma que Él habla es el idioma de la verdad.
¿Acaso la mayoría de las adicciones no van acompañadas por mentiras, que van de mentirillas a grandes
engaños? ¿Acaso todos los adictos en algún momento no han engañado utilizando subterfugios? ¿No
han hecho creer cosas que en realidad no son ciertas? ¿No han cambiado de tema? ¿No han justificado
y echado culpas? A primera vista, estas mentiras no parecen grandes cosa, especialmente cuando se las
compara al uso de drogas peligrosas. Son simplemente encubrimientos, maneras en que los adictos se
autoprotegen de las acusaciones de otros. Sin embargo, la perspectiva bíblica indica que las mentiras
nos dañan, que son pecados contra otros y que son pecados contra Dios.
La solución es hablar el idioma de Dios, el idioma de la verdad. Esta es la forma en que lo podemos
adorar a Él. Lo podemos adorar al imitarlo. Después de todo, ¿acaso Dios no le dice siempre a su pueblo,
«Sean santos, porque yo soy santo»? Después de todo, la adoración no es simplemente cantar elevando
las manos. La adoración es caminar humildemente ante Dios en obediencia. Y parte de ese caminar es
hablar la verdad.
Ser veraces va más allá de hacer que salgan palabras veraces de nuestra boca. También significa que
creemos aquello que es verdadero. Significa que creemos en la verdad sobre nosotros. Significa que
decimos: «Señor, confieso que me dedicado a mis propios ídolos y a mis deseos».
Fe y perdón
Juntamente con la verdad sobre nosotros, debemos conocer la verdad sobre Dios. Específicamente,
debemos saber que Dios odia el pecado pero de manera gratuita ofrece gracia y perdón a los pecadores
que dejan el pecado. Si Dios no odiara el pecado, ¿por qué tendríamos que odiarlo nosotros?
Tendríamos muy pocos motivos para cambiar. Por otra parte, si no creemos a ciencia cierta que Dios nos
perdona, no hay motivos para tratar de cambiar. Sin el perdón, estaríamos condenados por
nuestros nuestros pecados pasados y futuros, así que no habría esperanza. Satanás actuaría sin límites,
tendría libertad para provocar desesperación y un sentimiento de culpa paralizante. Con el perdón hay
paz con Dios y valentía para ir en busca de esa temeraria tarea de la sobriedad.
En resumen, Jesús, al morir por los pecados y resucitar de los muertos, es el centro del cambio.
Continuamos con nuestros ojos en Jesús, y así creeremos que Él pagó el castigo por nuestro pecado y
que se deleita en darnos poder para luchar contra el pecado.
Si usted vacila y pierde la confianza en que el perdón de Dios cubre los pecados que usted comete,
puede haber dos razones. En primer lugar, tal vez usted crea que Dios no es mejor que usted mismo. En
otras palabras, usted no se podría imaginar perdonando a alguien setenta veces siete, de manera que no
puede creer que Dios lo haga. Si esto es lo que pasa por su mente, usted está creyendo una mentira.
Dios no es como nosotros. Su perdón no es como el nuestro. No use sus propias debilidades como el
parámetro para comprender la grandeza de Dios. Simplemente escuche a Dios cuando Él se revela en su
Palabra.
Una segunda razón por la que usted puede tener dudas para creer que Dios lo perdona, es que en
realidad usted no está tomando en serio el pecado. Usted sabe lo que Dios dice pero no lo obedece. En
este caso, según la Biblia usted hace bien en tener dudas ?no en cuanto al perdón de Dios sino en
cuanto a si usted es realmente un hijo de Dios. Tal vez usted aún esté viviendo una mentira. Si así fuera,
tiene que aprender sobre el amor de Dios. Es un amor que va a buscarlo a usted en vez de esperar que
usted sea perfecto. Es un amor que llega al sacrificio, hasta la muerte de Jesús en una cruz. Cuando
usted sabe esto sobre el Dios viviente, usted comienza a darse cuenta de que «[sus mandamientos] no
son difíciles de cumplir» (1 Juan 5:3 NVI) y a conocer que Él da poder para luchar con el pecado. Es
entonces que usted podrá responder al amor de Dios en obediencia.
Usted necesita ser consciente de que el método bíblico para el cambio no hace que, necesariamente, la
vida sea más fácil. Lo que sí hace es equiparnos para la batalla. Cambiar quiere decir hacer cosas que no
resultan naturales, como amar a otros, abandonar nuestro orgullo, decir la verdad y batallar contra
nuestros deseos. La abstinencia es una guerra. Pero esta guerra es muy singular. El arma más
prominente que usted tiene es la confianza y el amor por Jesús van en aumento. Y usted notará paz en
el corazón, aun durante la batalla, una paz que es resultado de saber que el perdón de Dios nunca es un
acto que escatima. El perdón siempre tiene lugar con placer y deleite por parte de Dios. La bondad
divina es una bondad eterna. Y es lo suficientemente poderosa como para producir cambios al nivel más
profundo en nuestro corazón.
Le ruego que considere todo esto. Hágame saber qué piensa.

Gracias.
Su hermano en Cristo

Carta a un alcohólico parte 1


por Edward T. Welch
(Primera parte)

El alcoholismo ha pasado de ser reconocido como pecado a ser llamado una enfermedad.
Los cristianos saben que eso es un problema. En forma inequívoca, la Biblia declara que la borrachera es
un pecado; el voto popular dice que se trata de una enfermedad. ¿Acaso la Biblia se ha equivocado o ha
realizado un análisis precientífico? ¿Acaso la Biblia ha sido nociva para los alcohólicos, marcándolos con
un estigma? Para quienes creen que la Biblia habla con autoridad y claridad en cuanto a las cuestiones
de la vida, estas preguntas deben recibir respuesta. Porque si usted cree que el alcoholismo es una
enfermedad aunque la Biblia dice que es otra cosa, la confianza que usted tiene en la Biblia empezará a
flaquear. Después de todo, si la Escritura es anticuada al considerar este problema, también puede ser
anticuada al considerar otros.
Por otro lado, si la Biblia está en lo correcto en sus declaraciones sobre la borrachera y la intoxicación
alcohólica, ¿dónde deja esto a quienes sienten que padecen una enfermedad? ¿Dónde deja esto a toda
la investigación médica?
Para tratar estas cuestiones, mi método será distinto. En vez de estudiar fríamente importantes detalles
médicos y exegéticos, me referiré a ellos por medio de una carta personal. De esta manera, voy a
recordar que estamos intentando ayudar a personas reales que están luchando con problemas reales
que dominan la vida. No estamos tratando una simple cuestión académica abstracta.
Una carta personal
Estimados hermanos y hermanas:
Yo nunca he sido adicto, pero he conocido a muchos adictos, y he aprendido de su disposición a pedir
ayuda, de su sinceridad al hablar de las luchas que tienen, y de su deseo de vivir un día por vez. La
relación con estas personas me ha hecho pensar mucho sobre las adicciones.
Escribo esta carta como parte de un libro que trata sobre el cerebro y el comportamiento. El libro trata
de contestar la pregunta ¿Cuándo es que el cerebro nos obliga a hacer cosas y cuándo no nos obliga? Es
una pregunta importante. Nos lleva a considerar las cuestiones de la vida; nos lleva incluso a Dios
mismo.
Es lo que descubrí un día durante el almuerzo:
?Estoy enojado con Dios por haberme dado este problema con el alcohol ?me confesó mi amigo?. La
mayoría de las personas en este mundo no tiene que luchar todos los días para mantenerse apartado de
la bebida. Pero yo sí tengo que luchar. No es justo.
Yo estaba asombrado. Mi amigo estaba acusando a Dios por lo que él creía que era un punto vulnerable
genético en cuanto al alcohol. Antes que él hiciera ese comentario, yo me había estado diciendo a mí
mismo que me parecía magnífico que él hubiera dejado de beber. Pero después de su comentario, me di
cuenta de que su percepción de cómo se había convertido en alcohólico era muy importante.
Aparentemente, la teoría de mi amigo culpaba a su propio cerebro, y como Dios había creado el
cerebro, Dios era parcialmente responsable por las tentaciones y los puntos vulnerables de mi amigo.

¿Pecado o enfermedad? Dos puntos de vista


Básicamente hay dos perspectivas sobre el alcoholismo y la mayoría de las otras adicciones: una médica
y otra moral o religiosa. El punto de vista médico dice que el alcoholismo es una enfermedad; el punto
de vista moral dice que es pecado o desobediencia a Dios. El punto de vista que uno adopte tiene
implicancias para la manera en que uno vive toda su vida.
¿Por qué razón hoy la perspectiva de la enfermedad es la que tiene más influencia? Hay una razón de
mucho peso: el profundo deseo de beber se siente como si fuera una enfermedad. Pareciera que
cuando hay bebidas alcohólicas al alcance de la mano, hay también algo que toma control de nuestra
vida. Para los que nunca han tenido ese problema, es fácil decir que el alcoholismo es una decisión
consciente y libertina. Pero para los que tienen ese problema, no se trata de una decisión; es cualquier
cosa menos una decisión. Y si hubiera una decisión, pareciera que la enfermedad es la encargada de
tomarla.
El idioma que se usa para el alcoholismo, describe bien esta experiencia.
* «Lo preferible es el tratamiento en el hospital, a cargo de personal médico.»
* «Una vez que uno es alcohólico, siempre será un alcohólico. No hay cura posible.»
* «Un solo trago y ya se está borracho.»
* «La que está hablando es la enfermedad.»
* «Tal vez pronto haya tratamientos médicos.»
* «Usted no eligió esto, así que esto sólo puede ser una enfermedad.»
Esta perspectiva es la metáfora que prevalece en nuestra cultura tanto para el problema como para las
soluciones. Para mí, la cuestión va más allá de que mi amigo hizo un comentario insólito e inquietante
durante aquel almuerzo. La Biblia es la razón porque no puedo dejar de lado esta cuestión. Creo que la
Biblia es el mapa que Dios me ha dejado para mi vida, y creo que la Biblia entiende y habla mejor que
nadie a los mecanismos interiores de los seres humanos.
Cuando vamos a la Biblia para ver lo que dice sobre las bebidas alcohólicas, hay algo que es difícil
debatir: la Biblia siempre afirma que la borrachera es pecado. La Biblia usa ilustraciones (Génesis 9:18-
27; 1 Reyes 16:9), descripciones (Proverbios 23:29-35) y prohibiciones (1 Corintios 5:11; 6:9-10; Gálatas
5:19-21) para enfatizar que Dios declara que la borrachera va en contra de sus mandamientos. Nadie
que toma en serio lo que dice la Biblia ha puesto en tela de juicio esta interpretación. Sin embargo, hay
opiniones diferentes en cuanto a si borrachera en la Biblia en realidad se refiere al alcoholismo moderno
o a la droga dependencia.
Para comparar estos dos conceptos, primero consideremos la definición moderna de alcoholismo o
droga dependencia:
«Un patrón inadecuado en el uso de sustancias adictivas que lleva a un deterioro o a un peligro
clínicamente relevante, tal como se manifiesta en uno (o más de) de los siguientes aspectos:
1. Uso repetido de sustancias adictivas, cuyo resultado es el no cumplimiento de obligaciones
importantes en el trabajo, los estudios o el hogar.
2. Uso repetido de sustancias adictivas en situaciones en que resulta peligroso desde el punto de vista
físico.
3. Recurrentes problemas legales en cuestiones relacionadas con sustancias adictivas.
4. Uso continuado de sustancias adictivas a pesar de tener persistentes o repetidos problemas sociales o
interpersonales, causados o exacerbados por los efectos de la sustancia adictiva.
Ahora bien, ésta es la manera en que la Biblia describe la borrachera:
¿De quién son los lamentos? ¿De quién los pesares?
¿De quién los pleitos? ¿De quién las quejas?
¿De quién son las heridas gratuitas?
¿De quién son los ojos morados?
¡Del que no suelta la botella de vino ni deja de probar licores!
No te fijes en lo rojo que es el vino,
ni en cómo brilla la copa,
ni en la suavidad con que se desliza;
porque acaba mordiendo como serpiente
y envenenando como víbora.
Tus ojos verán alucinaciones,
y tu mente imaginará estupideces.
Te parecerá estar durmiendo en alta mar,
acostado sobre el mástil mayor.
Y dirás: «Me han herido, pero no me duele.
Me han golpeado, pero no lo siento.
¿Cuándo despertaré de este sueño
para ir a buscar otro trago?» (Proverbios 23:29-35, NVI)
¿Se da cuenta de que estas descripciones son prácticamente idénticas? La diferencia principal es es que
una es obviamente más vívida que la otra. La descripción bíblica verdaderamente ilustra la naturaleza
recurrente de la borrachera. Muestra que las malas consecuencias no son disuasivas de futuros excesos.
Cuando la Biblia habla de borrachera, habla en cuanto a todas las distintas experiencias
contemporáneas de abuso de alcohol: el tipo que durante el fin de semana bebe demasiado mientras
mira un partido de fútbol por televisión; la mujer que no puede pasar el día sin el trago que le
adormezca el cerebro o la aturda; la persona que obviamente está fuera de control y persistentemente
va tras su amada sustancia adictiva, sin importarle las consecuencias.
Lo importante es lo siguiente: no podemos descartar lo que dice la Biblia por creer que no está al tanto
de los problemas modernos del alcoholismo. La Biblia no es ingenua en cuanto a este problema
doloroso y recurrente. Así como sucede con la perspectiva del alcoholismo como enfermedad, la Biblia
es consciente de que el alcoholismo se hace sentir como esclavitud; sabe que el cambio sólo puede
ocurrir cuando hay lucha y cuando existe la ayuda de otros. En realidad, la perspectiva bíblica se cruza
con la médica en varios aspectos. Sin embargo, básicamente no puede haber confusión entre una y otra.
Cada una presenta una manera particular de entendernos a nosotros mismos, de entender a Dios y de
entender el proceso de cambio.

El alcoholismo como enfermedad: Causa y cura


La perspectiva de enfermedad empezó a hacerse popular con Bill Wilson, el fundador de Alcohólicos
Anónimos (AA), en la década del treinta. Bill W. era un hombre muy pragmático, y no optó por la
perspectiva de la enfermedad porque estuviera apoyada por la investigación; la usó porque creyó que
ayudaba a que hombres y mujeres se sinceraran más sobre su problema con la bebida. En otras
palabras, él estaba usando una metáfora: la adicción a la bebida es como una enfermedad. Sin embargo,
durante los cincuenta años siguientes, la idea de la enfermedad perdió su sentido metafórico y se redujo
a: «la adicción a la bebida es una enfermedad». Desapareció la palabrita como, y todo cambió.

El enfoque de la Biblia: Motivaciones y deseos


La Biblia tiene un enfoque muy diferente de cómo nos esclavizamos a las adicciones. En vez de explicar
el deseo abrumador del alcohol tratándolo como una enfermedad, la Biblia habla de nuestras
motivaciones y deseos, fuerzas con tanto poder que pueden llegar a controlar nuestra vida. La dice que
fuimos nosotros quienes en primer lugar elegimos nuestras adicciones, y que recién entonces nuestras
adicciones nos eligieron a nosotros.
Es algo así como un matrimonio con problemas. Nos casamos con muchas esperanzas y expectativas.
Nos gustaba la manera en que nos sentíamos cuando estábamos con nuestro «compañero» (el alcohol).
Pero entonces, una vez que realmente estamos «casados» descubrimos más sobre su lado negativo. El
precio a pagar por los sentimientos agradables fue más de lo que anticipamos. Pero para entonces ya
estábamos comprometidos a un estilo de vida, estábamos atascados. Ya no resultó fácil dejar a nuestro
compañero. Y además, todavía había momentos cuando nos sentíamos muy bien... Íbamos a extrañar
esos momentos, los momentos que nos permitían olvidar todos los otros momentos en que nuestro
compañero arruinó todo. Y es así que el adicto viene y va, como un cónyuge que está en una mala
relación matrimonial, y permanece unido a la sustancia adictiva y trata de hacer funcionar esa relación.
Hay días en que la relación es mala, pero hay otros en que no tanto.
Hemos visto aquí que en el abuso del alcohol hay una lógica mediocre: nos encanta beber y nos
encantan las sensaciones que produce. Nos gusta tanto que no estamos dispuestos a hacer lo necesario
para quitar eso de nuestra vida, a pesar del impacto que tiene en nuestras relaciones y en nuestros
compromisos y obligaciones. Tal vez tengamos momentos de duda en que nos sintamos ambivalentes,
pero en realidad recurrimos a las sustancias que producen adicción porque queremos recurrir a ellas.
Nos gustan demasiado, y no nos preocupan tanto las razones por las que deberíamos cambiar.
[Mi esposa] me dijo que yo iba a tener que elegir entre la cocaína y ella. Antes de que ella terminara de
hablar, yo ya sabía lo que ella iba a decir, de manera que le advertí que pensara con cuidado antes de
hablar. Para mí resultaba claro que no era cuestión de elegir. Amo a mi esposa, pero no voy a elegir
nada antes que la cocaína. Es horrible, pero a ese extremo han llegado las cosas. Nada ni nadie es más
importante que mi cocaína.
¿No diría usted que este hombre amaba su cocaína? ¿Que sus deseos lo controlaban? ¿Acaso esto no es
más que decir que tenía una enfermedad subyacente? Él eligió la cocaína. Es como el hombre que ama a
su amante y deja a su esposa. ¿Tiene tal persona una adicción sexual genética que lo controla? Decir que
sí sería tratar al adúltero como un animal que se maneja por instinto. Estaríamos ignorando sus
motivaciones y estaríamos pasando por alto el hecho de que él elige a su amante porque quiere hacerlo.
Es cierto que a tal elección le falta previsión. En ese momento no piensa que sus hijos lo van a odiar, que
va a perder la mitad de su salario en pensión alimenticia, y que en seis meses su amante no le parecerá
tan atractiva. Pero para él lo que cuenta es el presente.
En eso radica la lógica y la locura de la droga dependencia. La atracción inicial rige nuestro
comportamiento y hacemos cosas que luego lamentamos. Pero no está limitado al alcoholismo y a las
drogas. Hallamos el mismo principio en la dilación, en comprar cosas a crédito, comer demasiados
postres, gastar todo nuestro dinero en el casino, etc. Puede que sea muy imprudente, pero nos importa
el sentimiento que nos produce en ese momento, y terminamos esclavizados a las sustancias adictivas y
a los comportamientos que una vez produjeron placer y relajación.
Una debilidad de la perspectiva médica o de enfermedad para con las adicciones, es que tiene la
tendencia de minimizar estas motivaciones. Esto nos deja sin un claro entendimiento de nuestras
necesidades, pasiones y deseos. La perspectiva de la enfermedad en realidad no ignora todas estas
motivaciones, pero en especial dirige nuestra atención a posibles causas biológicas.

Dios y nuestros deseos


La capacidad que tiene la Biblia para llegar al nudo del problema no termina con hablar de nuestros
deseos. La Biblia indica que nuestras tentaciones y codicia tienen que ver con nuestra relación con Dios.
Aunque en Alcohólicos Anónimos Dios es parte de «Los doce pasos» y se lo considera una ayuda
esencial para salir de las adicciones, el mucho beber no equivale a una acción contra Dios.
Si dejamos que la Biblia revele las realidades espirituales e invisibles subyacentes en las adicciones, de
pronto caeremos en la cuenta de que las adicciones son más que conductas autodestructivas. Son
violaciones de las leyes de Dios: las leyes divinas que nos llaman a evitar la borrachera y la falta absoluta
de sobriedad (Romanos 13:13), la ley divina que nos llama a amar a otros (1 Juan 4:7), y la ley divina que
nos llama a vivir para Él en vez de vivir para nosotros mismos (1 Corintios 10:31). Esto significa que la
adicción está más conectada con la relación de alguien con Dios de lo que está conectada con la
biología. La adicción revela nuestras lealtades: lo que queremos, lo que amamos, a quién o a qué
servimos. Nos lleva a la pregunta crucial: ¿Vivirá usted su vida para satisfacer sus propios deseos o vivirá
para Dios?
La idea adicción-como-enfermedad omite esto totalmente, y en algunos casos hasta empeora el
problema. Consideremos otra vez a mi amigo que estaba enojado con Dios. En vez de acusarse a sí
mismo y preguntarse de qué manera su conducta era conducta contra Dios, su perspectiva de adicción
como enfermedad lo llevó a juzgar a Dios y a acusarlo de trato preferencial o injusto.
La Biblia nos obliga a enfrentarnos al lugar que ocupa Dios en las motivaciones que rigen nuestras
decisiones. ¿Habrá usted de adorar a sus ídolos o a Dios? Desde esta perspectiva, una botella de una
bebida alcohólica es uno de los muchos ídolos que servimos. Esa botella se disputa nuestra devoción así
como lo hacen el dinero, el placer, la fama, el sexo, las opiniones de los demás y otros ídolos populares
de nuestro tiempo.
Cuando vemos realidades espirituales detrás de nuestras conductas de adicción, descubrimos que
servimos a aquello que amamos. Vamos a amar y a servir a Dios, o vamos a amar y a servir a nuestros
ídolos. Los ídolos existen en nuestra vida porque los amamos; los invitamos a ser parte de nuestra vida.
Pero una vez que los ídolos encuentran un hogar, cambian, y en vez de ser los siervos de nuestros
deseos se convierten en nuestros amos. Por eso la Biblia enseña que primero nosotros elegimos la
sustancia adictiva, pero después la sustancia adictiva nos elige a nosotros: Yo quiero... yo soy esclavo.
Podemos tener la bendición de servir al Dios Altísimo que nos ama, o tendremos la maldición de ser
esclavos de nuestros deseos y de los ídolos que esos deseos simbolizan. Es por eso que un método
bíblico de tratar con las adicciones debe hacer más que simplemente decir: «Deja de hacerlo.» El
método bíblico se da cuenta de que los adictos están en control de la situación pero también están fuera
de control. Este aspecto doble de la experiencia de adicción ?la rebelión y la esclavitud? es lo que
comúnmente llamamos pecado, y es una explicación más profunda de las adicciones que la metáfora de
la enfermedad. (Contnurará en el siguiente número de AP.)

El Dr. Ed Welch es médico y director de consejos y ministerios educativos en CCEF en Glenside,


Pennsylvania, EE.UU.
Carta a un alcohólico parte 2

por Edward T. Welch


(Segunda parte)
El engaño del pecado
He hablado a grupos de adictos donde la gente dejó de prestarme atención tan pronto mencioné la
palabra pecado. Creo entender por qué. La idea común pero inexacta del pecado es que una persona un
día se despierta a la mañana y dice: «Hoy voy a pecar. Voy a desobedecer a Dios, voy a hacerme daño, a
lastimar a mi cónyuge y voy a quebrantar las promesas que hice a mis hijos». Tal vez haya un adicto que
dijo justamente eso, pero si lo hay no lo conozco. Esa no es la experiencia típica de la adicción.
No nos parece que la adicción sea rebelión contra Dios. En realidad, se parece más a una decisión breve
y potencialmente reversible para ceder sólo un poco a nuestros propios deseos. Pero la palabra pecado
nos recuerda que no es un desliz pequeño y temporal. Nos recuerda que amamos nuestros deseos
(nuestros ídolos), que elegimos cosas que van contra Dios, que estamos dañando a otras personas, y
muy pronto nos damos cuenta de que estamos esclavizados. El pecado ¡se parece a una enfermedad!
Pero esta experiencia no hace que las adicciones dejen de estar en la esfera del pecado. En realidad,
ilustra la naturaleza misma del pecado. En el pecado hacemos cosas que no queremos hacer. Esa es la
naturaleza del pecado.
El pecado es obstinado. ¿Por qué nos resulta tan difícil vencer en esa lucha? Porque somos pecadores. Y
como pecadores somos calculadores astutos y además estamos fuera de control.
Esto explica una de las razones por las que me puedo identificar con las luchas de un adicto. Yo sé cómo
se siente uno al cometer y volver a cometer un acto. Puedo sentirme culpable por mi pecado,
confesarlo, y luego ir y volver a hacerlo. Ni las drogas ni el alcohol nos convierten en adictos, sino que
sencillamente revelan y se apegan a todo lo que ya hay en cada corazón.
¿Y qué sobre toda la evidencia del alcoholismo como enfermedad?
Si estoy en lo cierto en cuanto al pecado y al corazón, ¿qué hacemos con toda la evidencia de que el
alcoholismo es una enfermedad? No hay evidencia clara de que el alcoholismo es, ante todo, una
enfermedad. Por cierto que se han hecho muchos estudios sobre el alcoholismo y el abuso de drogas,
pero ninguno ha descubierto un gene ni un desequilibrio químico. La mayoría de los investigadores
están prestos a indicar que los genes pueden influir en las personas, y esto es cierto, por supuesto.
Podemos tener una predisposición genética para disfrutar de una droga, comida o actividad en
particular. Pero hay una gran diferencia entre recibir influencia genética y que ésta determine nuestros
actos.
¿Qué podemos decir de los deseos intensos? La Biblia los entiende perfectamente. Se refiere a ellos
llamándolos tentaciones. La Biblia reconoce que, muy a menudo, personas con años de sobriedad siguen
luchando con la tentación. A veces es simple consecuencia de un recordatorio de algo que en otro
tiempo amamos. Pero en otros casos puede ser resultado de abrigar y alimentar mentalmente la
adicción, mientras que físicamente nos abstenemos de ella. En vez de pedirle a Dios que les dé el deseo
de odiar el pecado de raíz, algunos se aferran a recuerdos agradables asociados con la adicción que
tenían.
No lo olvidemos: pecamos porque nos agrada lo que el pecado nos ofrece, al menos temporariamente.
Cuando dejamos de pecar, la tentación podría perdurar como residuo de pecado en nuestros corazones.
Las buenas noticias son que si es cierto que las tentaciones vienen de dentro de nosotros, esto también
significa que es posible un profundo cambio a nivel de la tentación. «Cada uno es tentado cuando sus
propios malos deseos lo arrastran y seducen. Luego, cuando el deseo ha concebido, engendra el pecado;
y el pecado, una vez que ha sido consumado, da a luz la muerte» (Santiago 1:14-15 NVI). Uno de los
grandes beneficios de tratar las adicciones de raíz, es que podemos luchar contra el comportamiento y
contra el deseo interior.
¿Qué decir de Alcohólicos Anónimos?
AA ha sido útil para mucha gente. Proporciona la oportunidad de dar cuenta de nuestras acciones,
ofrece entendimiento recíproco en un ambiente donde nadie es juzgado, y además provee gran apoyo
para muchos. Sin embargo, no se esfuerza por hallar respuestas bíblicas para los problemas de la vida.
Como resultado, AA necesariamente tiene problemas. Uno de los problemas es que la perspectiva de la
enfermedad no permite que nadie llegue al fondo del problema. La droga dependencia puede ser
peligrosa, pero nuestros corazones son aun más peligrosos. Ansían tener popularidad, venganza o
libertad de las frustraciones en el hogar o el trabajo. Y esos anhelos pueden llegar a regir nuestra vida y
las decisiones que tomamos.
Un segundo punto débil de AA es que su teoría en cuanto al cambio no revela que la naturaleza de la
conducta adictiva se opone a Dios. Aunque no siempre somos conscientes de que nuestras adicciones
son desobediencias ante Dios, es lo que son enfrentamos a una decisión: ¿Voy a obedecer a Dios o a mi
ídolo? Aliarnos a uno es hacer guerra al otro.
Una tercera debilidad de AA es que Jesús es opcional. La conducta adictiva es rebelión contra la
autoridad divina. Las adicciones revelan que la relación con Dios se ha roto. Y el cambio se produce al
conocer el amor de Jesús y al ser restaurado en esa relación.
Una propuesta para cambiar
Aquí sigue una propuesta para cambiar.
Sugiero que reconozcamos que la adicción es un desorden en la adoración. Al reconocer esto,
obtenemos una nueva perspectiva en nuestro corazón y de nuestra relación con Dios. Esa perspectiva de
cambio nos recuerda que estamos en una batalla entre la adoración a Dios, y la adoración a nosotros
mismos y nuestros deseos. Explica por qué nos sentimos tan culpables luego de una noche de
desenfreno. Y como no tenemos que esperar a curarnos físicamente para que haya un cambio duradero,
hay gran esperanza en la confesión del pecado, en la fe en que Jesús perdona pecados y en la
obediencia.
¿Pero acaso AA no nació porque este método más espiritual hacía que la gente se sintiera culpable y con
menos tendencia a reconocer su problema?
Tal vez sea cierto que un método totalmente bíblico puede no haber sido útil en algunos casos, pero eso
no ocurrió porque la Biblia tenga deficiencias. Quizás los cristianos usaron la Biblia como un garrote en
vez de usarla como palabras de vida. Quizás los cristianos se acercaron a los adictos con una actitud
santurrona, más papista que el papa. O tal vez los cristianos, sin entender la esclavitud de la adicción,
creyeron que un simple «deja de hacerlo» de alguna manera iba a detener el comportamiento de
adicción.
Teniendo en mente estos pecados de la iglesia, la perspectiva bíblica se puede ofrecer con humildad y
con gracia.
Volviendo a definir el proceso de cambio
Una vez que se reconoce el problema, y una vez que se reconoce como un problema en la adoración,
habrá nuevas facetas en nuestra perspectiva del proceso de cambio. En primer lugar, conocer a Dios se
convierte en nuestro objetivo más importante. Después de todo, si la raíz de nuestro problema con la
adicción es un problema en la adoración, necesitamos aprender quién debe ser el verdadero objeto de
esa adoración.
A medida que esta idea penetra en su corazón, usted descubrirá que se siente más cómodo en una
buena iglesia que en un grupo de AA. Usted obtendrá fortaleza y sabiduría de los mensajes del
pastor, sentirá animado al cantar con otros cristianos, recibirá alimento espiritual en la celebración de la
cena del Señor, y estudiará la Biblia para hallar al Dios viviente. Usted conocerá más sobre el Dios que es
más grande que lo que usted puede imaginar: más grande en justicia, en poder y en amor. Y la grandeza
divina obra en favor nuestro. Uno de los problemas de AA es que el Dios de nuestra imaginación nunca
es lo suficientemente grande.
Usted también descubrirá que habrá un interés más profundo de su parte para hablar verdades. Dios es
el Dios de verdad. El idioma que Él habla es el idioma de la verdad.
¿Acaso la mayoría de las adicciones no van acompañadas por mentiras, que van de mentirillas a grandes
engaños? ¿Acaso todos los adictos en algún momento no han engañado utilizando subterfugios? ¿No
han hecho creer cosas que en realidad no son ciertas? ¿No han cambiado de tema? ¿No han justificado
y echado culpas? A primera vista, estas mentiras no parecen grandes cosa, especialmente cuando se las
compara al uso de drogas peligrosas. Son simplemente encubrimientos, maneras en que los adictos se
autoprotegen de las acusaciones de otros. Sin embargo, la perspectiva bíblica indica que las mentiras
nos dañan, que son pecados contra otros y que son pecados contra Dios.
La solución es hablar el idioma de Dios, el idioma de la verdad. Esta es la forma en que lo podemos
adorar a Él. Lo podemos adorar al imitarlo. Después de todo, ¿acaso Dios no le dice siempre a su pueblo,
«Sean santos, porque yo soy santo»? Después de todo, la adoración no es simplemente cantar elevando
las manos. La adoración es caminar humildemente ante Dios en obediencia. Y parte de ese caminar es
hablar la verdad.
Ser veraces va más allá de hacer que salgan palabras veraces de nuestra boca. También significa que
creemos aquello que es verdadero. Significa que creemos en la verdad sobre nosotros. Significa que
decimos: «Señor, confieso que me dedicado a mis propios ídolos y a mis deseos».
Fe y perdón
Juntamente con la verdad sobre nosotros, debemos conocer la verdad sobre Dios. Específicamente,
debemos saber que Dios odia el pecado pero de manera gratuita ofrece gracia y perdón a los pecadores
que dejan el pecado. Si Dios no odiara el pecado, ¿por qué tendríamos que odiarlo nosotros?
Tendríamos muy pocos motivos para cambiar. Por otra parte, si no creemos a ciencia cierta que Dios nos
perdona, no hay motivos para tratar de cambiar. Sin el perdón, estaríamos condenados por nuestros
pecados pasados y futuros, así que no habría esperanza. Satanás actuaría sin límites, tendría libertad
para provocar desesperación y un sentimiento de culpa paralizante. Con el perdón hay paz con Dios y
valentía para ir en busca de esa temeraria tarea de la sobriedad.
En resumen, Jesús, al morir por los pecados y resucitar de los muertos, es el centro del cambio.
Continuamos con nuestros ojos en Jesús, y así creeremos que Él pagó el castigo por nuestro pecado y
que se deleita en darnos poder para luchar contra el pecado.
Si usted vacila y pierde la confianza en que el perdón de Dios cubre los pecados que usted comete,
puede haber dos razones. En primer lugar, tal vez usted crea que Dios no es mejor que usted mismo. En
otras palabras, usted no se podría imaginar perdonando a alguien setenta veces siete, de manera que no
puede creer que Dios lo haga. Si esto es lo que pasa por su mente, usted está creyendo una mentira.
Dios no es como nosotros. Su perdón no es como el nuestro. No use sus propias debilidades como el
parámetro para comprender la grandeza de Dios. Simplemente escuche a Dios cuando Él se revela en su
Palabra.
Una segunda razón por la que usted puede tener dudas para creer que Dios lo perdona, es que en
realidad usted no está tomando en serio el pecado. Usted sabe lo que Dios dice pero no lo obedece. En
este caso, según la Biblia usted hace bien en tener dudas ?no en cuanto al perdón de Dios sino en
cuanto a si usted es realmente un hijo de Dios. Tal vez usted aún esté viviendo una mentira. Si así fuera,
tiene que aprender sobre el amor de Dios. Es un amor que va a buscarlo a usted en vez de esperar que
usted sea perfecto. Es un amor que llega al sacrificio, hasta la muerte de Jesús en una cruz. Cuando
usted sabe esto sobre el Dios viviente, usted comienza a darse cuenta de que «[sus mandamientos] no
son difíciles de cumplir» (1 Juan 5:3 NVI) y a conocer que Él da poder para luchar con el pecado. Es
entonces que usted podrá responder al amor de Dios en obediencia.
Usted necesita ser consciente de que el método bíblico para el cambio no hace que, necesariamente, la
vida sea más fácil. Lo que sí hace es equiparnos para la batalla. Cambiar quiere decir hacer cosas que no
resultan naturales, como amar a otros, abandonar nuestro orgullo, decir la verdad y batallar contra
nuestros deseos. La abstinencia es una guerra. Pero esta guerra es muy singular. El arma más
prominente que usted tiene es la confianza y el amor por que van en aumento. Y usted notará paz en el
corazón, aun durante la batalla, una paz que es resultado de saber que el perdón de Dios nunca es un
acto que escatima. El perdón siempre tiene lugar con placer y deleite por parte de Dios. La bondad
divina es una bondad eterna. Y es lo suficientemente poderosa como para producir cambios al nivel más
profundo en nuestro corazón.
Le ruego que considere todo esto. Hágame saber qué piensa.
Gracias.
Su hermano en Cristo,
Ed Welch
El Dr. Ed Welch es médico y director de consejos y ministerios educativos en CCEF en Glenside,
Pennsylvania, EE.UU.

You might also like