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Domingo 10 de diciembre de 2006


De una modernidad a otra
VIDA LIQUIDA
Por Zygmunt Bauman-(Paidós)-Trad.: Albino Santos Mosquera

Hay conceptos que quedan íntimamente ligados a sus creadores. Tal es el caso de "modernidad
líquida", que inequívocamente remite a Zygmunt Bauman. Nacido en Polonia, en 1925, Bauman fue
profesor durante quince años en la Universidad de Varsovia y durante veinte en la Universidad de
Leeds. "Descubierto" tardíamente por el público hispanohablante , en la actualidad se consiguen en
librerías más de veinte títulos suyos traducidos en los últimos diez años.

En Vida líquida , su último trabajo, analiza desde la perspectiva de lo líquido diversos aspectos de la
vida contemporánea.

Como en textos anteriores, su escritura se ordena aquí a partir de un paralelismo entre dos
modernidades. La primera modernidad fue aquella que hizo estallar las instituciones, los valores, los
pensamientos premodernos. El ataque a la tradición, el culto de lo nuevo, el resquebrajamiento de la
idea de autoridad permitieron a quienes vivieron ese proceso experimentar que "todo lo sólido se
desvanece en el aire", según la expresión de Karl Marx, popularizada por Marshall Berman. Pero,
según Bauman, la pretensión última de los impulsores de esa primera modernidad era poner en
marcha un proceso de creación de instituciones, normas, valores que fueran más sólidos aún que sus
antecedentes premodernos. En la actualidad seguimos siendo modernos, pero hemos perdido esa
aspiración a la solidez. Hoy impera lo flexible, lo fluctuante. Es el tiempo de los fluidos. De ahí que
para Bauman sea apropiado referirse a nuestra época como "modernidad líquida".

Mientras que la modernidad sólida es la época de la invención del individuo (que rompe el vínculo que
unía al hombre premoderno con la comunidad), en la modernidad líquida el individuo se encuentra
asediado desde distintos frentes. Por un lado, vive su individualidad como una obligación de ser
absolutamente diferente a los otros pero, al mismo tiempo, todos los otros tienen la misma presión
que él, de modo que su anhelo de diferencia vuelve a colocarlo en el lugar de la identidad. El afán por
la singularidad está hoy profundamente ligado al mercado y su lógica consumista, por lo cual,
sostiene Bauman, "la lucha por la singularidad se ha convertido actualmente en el principal motor
tanto de la producción en masa como del consumo de masas". Ser un individuo cuesta mucho dinero.
Por ello, no todos están en condiciones de pasar de ser un individuo de derecho a un individuo de
hecho. El temor a no alcanzar el nivel económico que permita ejercer la libertad de consumir y el
temor hacia aquellos que han quedado fuera de las posibilidades de esa libertad amenazan a quienes
tienen hoy la pretensión de enarbolar su individualidad. Esto último tiene, además, consecuencias
muy severas en cuanto a la vida ciudadana, ya que, afirma Bauman, "la tendencia a retirarse de los
espacios públicos hacia islas de uniformidad se convierte, con el tiempo, en el mayor obstáculo a la
convivencia con la diferencia". Es decir, cuanto mayor es el temor, y más grande la distancia que se
impone a aquellos a los que se teme, menores son las probabilidades de que se logre comprenderlos,
aceptarlos.

El perfil consumista del individuo de la modernidad líquida no concierne únicamente a su trato con los
objetos. El mensaje de la sociedad de consumidores es que "todo es o podría ser una mercancía, o,
si todavía no lo es, debería ser tratado como tal". Como ya lo había hecho en Amor líquido , Bauman
insiste aquí en la precarización de las relaciones personales, que fluctúan al ritmo vertiginoso que el
"síndrome consumista", caracterizado por la exaltación de "la rapidez, el exceso y el desperdicio", le
impone. Las rupturas de pareja ya no sorprenden a nadie. Al contrario, se sospecha de aquellos que
demoran demasiado tiempo en llevarla a cabo (Bauman cita un informe según el cual "el tiempo
óptimo para desanudar el nudo matrimonial ha pasado a ser de entre 18 meses y dos años").

Otro ejemplo del cambio de una modernidad a otra se puede encontrar en el cuerpo. Mientras que
hasta no hace demasiado el parámetro para juzgar el buen o mal estado de un cuerpo era la salud,
ahora lo es el "estar en forma". El problema es que el concepto de "buena forma" es tan vago y
subjetivo, y se presta de tal modo a comparaciones con los criterios de otros, que nunca se llega a su
realización plena. Y no puede llegarse porque, precisamente, el consumo -y el fitness es según el
autor una práctica típicamente consumista- se mueve a partir de una insatisfacción que él mismo
tiene que alimentar.

¿Cuáles son los referentes de ese individuo líquido? No, sin dudas, los mártires premodernos,
capaces de sacrificarse por una causa, aún a riesgo de ser incomprendidos por sus propios
congéneres. Pero tampoco los héroes modernos (versiones secularizadas de los mártires), que
podían inmolarse por una utopía política o por un futuro mejor para los suyos. Su modelo lo
constituyen las celebridades mediáticas, cuyo reinado -efímero, por cierto, pero permanentemente
sustituible- se autoalimenta en "la abundancia de imágenes suyas y la frecuencia con la que se
mencionan sus nombres en los programas de radio y televisión".

Mencionábamos al comienzo que luego de un demorado descubrimiento entre los hispanoablantes,


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Bauman se ha convertido en un fenómeno editorial. ¿A qué se debe esto?

En buena medida, a su estilo. Los libros de Bauman (y Vida líquida es un claro exponente de esto)
pueden leerse en el subte, en una plaza, en la playa. No requieren una concentración monacal ni un
desmesurado esfuerzo exegético. Su discurso apunta más a la persuasión que a la demostración. Y
en esto el uso de los ejemplos es clave. Es muy difícil no identificarse con las situaciones que
describe. Intuitivamente uno "siente" que Bauman tiene razón y tiende a dar crédito a sus palabras sin
necesidad de que el autor aporte pruebas de lo que dice.

Pero, además, al hecho de que aún en los pasajes más duros (como cuando se refiere a las "vidas
desperdiciadas" de quienes no pueden encontrar un lugar en el sistema de consumo) deja lugar a la
esperanza. Para él los seres humanos "no podemos conformarnos con ´lo que es o lo que hay,
porque no podemos captar realmente qué ´es sin tratar de ir más allá".

Gustavo Santiago

Zygmunt Bauman En Vida líquida , su último trabajo, analiza desde la perspectiva de lo líquido
diversos aspectos de la vida contemporánea.
Bauman, aún en los pasajes más duros (como cuando se refiere a las "vidas desperdiciadas" de
quienes no pueden encontrar un lugar en el sistema de consumo) deja lugar a la esperanza. Para él
los seres humanos "no podemos conformarnos con ´lo que es o lo que hay, porque no podemos
captar realmente qué ´es sin tratar de ir más allá".

PRIMERA MODERNIDAD MODERNIDAD LIQUIDA


fue aquella que hizo estallar las instituciones, los la actualidad seguimos siendo modernos, pero
valores, los pensamientos premodernos. El hemos perdido esa aspiración a la solidez. Hoy
ataque a la tradición, el culto de lo nuevo, el impera lo flexible, lo fluctuante. Es el tiempo de
resquebrajamiento de la idea de autoridad los fluidos.
permitieron a quienes vivieron ese proceso
experimentar que "todo lo sólido se desvanece en
el aire", según la expresión de Karl Marx,
según Bauman, la pretensión última de los En ese sentido seguimos siendo modernos.
impulsores de esa primera modernidad era poner
en marcha un proceso de creación de
instituciones, normas, valores que fueran más
sólidos aún que sus antecedentes premodernos
es la época de la invención del individuo (que el individuo se encuentra asediado desde
rompe el vínculo que unía al hombre premoderno distintos frentes. Por un lado, vive su
con la comunidad), individualidad como una obligación de ser
absolutamente diferente a los otros pero, al
mismo tiempo, todos los otros tienen la misma
presión que él, de modo que su anhelo de
diferencia vuelve a colocarlo en el lugar de la
identidad.
. El afán por la singularidad está hoy
profundamente ligado al mercado y su lógica
consumista, por lo cual, sostiene Bauman, "la
lucha por la singularidad se ha convertido
actualmente en el principal motor tanto de la
producción en masa como del consumo de
masas". Ser un individuo cuesta mucho dinero.
Por ello, no todos están en condiciones de pasar
de ser un individuo de derecho a un individuo de
hecho. El temor a no alcanzar el nivel económico
que permita ejercer la libertad de consumir y el
temor hacia aquellos que han quedado fuera de
las posibilidades de esa libertad amenazan a
quienes tienen hoy la pretensión de enarbolar su
individualidad. Esto último tiene, además,
consecuencias muy severas en cuanto a la vida
ciudadana, ya que, afirma Bauman, "la tendencia
a retirarse de los espacios públicos hacia islas de
uniformidad se convierte, con el tiempo, en el
mayor obstáculo a la convivencia con la
diferencia"
cuanto mayor es el temor, y más grande la
distancia que se impone a aquellos a los que
se teme, menores son las probabilidades de
que se logre comprenderlos, aceptarlos.
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El perfil consumista del individuo de la
modernidad líquida no concierne únicamente a su
trato con los objetos. El mensaje de la sociedad
de consumidores es que "todo es o podría ser
una mercancía, o, si todavía no lo es, debería ser
tratado como tal"
la precarización de las relaciones personales,
que fluctúan al ritmo vertiginoso que el "síndrome
consumista", caracterizado por la exaltación de
"la rapidez, el exceso y el desperdicio", le
impone.
Mientras que el parámetro para juzgar el buen o ahora lo es el "estar en forma". El problema es
mal estado de un cuerpo era la salud, que el concepto de "buena forma" es tan vago y
subjetivo, y se presta de tal modo a
comparaciones con los criterios de otros, que
nunca se llega a su realización plena. Y no puede
llegarse porque, precisamente, el consumo -y el
fitness es según Bauman una práctica
típicamente consumista- se mueve a partir de
una insatisfacción que él mismo tiene que
alimentar.
¿Cuáles son los referentes de ese individuo los Su modelo del individuo liquido lo constituyen las
mártires premodernos eran capaces de celebridades mediáticas, cuyo reinado -efímero,
sacrificarse por una causa, aún a riesgo de ser por cierto, pero permanentemente sustituible- se
incomprendidos por sus propios congéneres. Los autoalimenta en "la abundancia de imágenes
héroes modernos (versiones secularizadas de los suyas y la frecuencia con la que se mencionan
mártires), podían inmolarse por una utopía sus nombres en los programas de radio y
política o por un futuro mejor para los suyos. televisión".

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