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Introducción

El ser humano se sostiene por un atravesamiento de saberes. Su relación es


compleja y ha suscitado una gran cantidad de desacuerdos que los reinventan e
intensifican. Los saberes ponen en marcha un laboratorio de humanidades, cuya
performatividad establece puntuaciones, coordenadas, dispositivos y flujos que orientan
los circuitos del poder. Esta relación ha acompañado a la historia humana, no sin la
sensación de explotación y alienación, pero también crea interrogantes que superan la
fragmentación disciplinaria y las fronteras del lenguaje, promueve encuentros donde se
pregunta el sentido de una transmutación de valores y los logros culturales, donde los
mismos saberes son cuestionados por sus complicidades discursivas y se abren a
problematizar, tanto conceptos como prácticas, para aproximarse desde otro lugar al saber
sobre lo humano, sobre el enigma que lo constituye, avocarse al encuentro con los otros,
desde el margen o el centro, en el mundo común o disperso desde donde han surgido las
preocupaciones que inquietan una escritura que está por venir.

En el laberinto de realidades, teorías y prácticas se encuentra una inquietud por considerar


una trama apretada por el espacio doliente de nuestro tiempo. Esta preocupación viene de
lejos. La ambivalencia moral de políticas públicas, el sentido empresarial trastocado por
la voracidad económica, el desvarío social ante las propuestas de felicidad, la
degeneración ética de experiencias individuales y colectivas despliegan un escenario
donde deambulan los proyectos y esperanzas no realizadas de generaciones pasadas,
presentes y futuras.

En este sentido, la transversalidad no sólo es de los saberes, sino del dolor y el


sufrimiento, de la falla de un conjunto de promesas modernas y transmodernas que
trastocan la sonoridad de instancias desechadas por el discurso institucional, de
experiencias ajenas a las promesas del discurso, de esfuerzos que resisten a ser absorbidos
o disueltos por la vorágine de la violencia y la crueldad establecida como telón de fondo
de la vida cotidiana. Eso que traspasa la vida de todos, de lo que nadie escapa por más
esfuerzos argumentativos y civilizatorios que se realicen, eso que difiere no es lo
indiferente, sino lo rechazado, lo abyecto, lo más vacío y sin significación alguna, es la
cuenta pendiente del pensamiento que piensa no desde sí, sino desde lo otro.

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Ante el vértigo del laberinto de realidades, la producción de teorías y estandarización de
las prácticas, el mercado de soluciones se despliega intensificando la disparidad social y
comprensiva, se establecen manuales y protocolos de responsabilidades, se realizan
programa de habilidades para afinar la comunicación, para ejercer la cooperación
solidaria y comprometida, para soportar abusos y ejercer la crítica como estrategias
paliativas del reverso de los saberes de la vida actual. El juego parece infinito, y tal vez
lo sea, pero en esa infinitud se abre el campo donde acontece lo inesperado, donde lo
abyecto no está sitiado, ni simulado en su carácter contingente e histórico. Sin fraude
alguno, y ante la proliferación de discursos de poder que intensifican la impotencia, el
pensamiento se atreve a escribir lo que viene del otro, a la manera de un toque de espada,
de una voz que alcanza a tocar los nervios de una ciudadanía sin estado, sin lugar, cansada
por la furia diseminada que deja un sello sobre el cuerpo, sobre las relaciones y las
expectativas que ciernen su futuro y agudizan su pasado.

Si toda organización asegura un lenguaje de sentido, de derecho o de verdad, revela la


podredumbre como efecto y razón de la autoridad de su creencia, del depósito de fe
establecido por las organizaciones del otro que pretende resolver los conflictos, eso devela
su verdad y establece su derecho. La coartada parte de una ficción de pureza que apunta
a una posición cínica que rentabiliza, con conocimiento de causa, la propia
descomposición. La mascarada tensiona las promesas establecidas con los ideales para
garantizar el bienestar, y la corrupción de la cual participa, para reproducirla y
beneficiarse de ella. La producción normal de víctimas y perversos en tanto que postulan
la aceptación del poder de forma inevitable que no se debe o que no se puede transformar,
y que retorna sobre los derechos no realizados las mismas interrogantes de las cuales no
se tiene respuesta, ni representación ni objeto. Es el sistema, impersonal y abstracto que
diluye las responsabilidades históricas y concretas.

En este sentido, la aceptación de un discurso de poder se ejerce en la confesión de una


podredumbre. La ciudadanía obturada en su experiencia es reducida a cosa, a
descomposición, lo mismo que quienes ejercen el poder, que lo saben, pero sin confesarlo.
La realidad cancelada, los saberes negados y las prácticas rechazadas, en cuanto voces
que denuncian la inmundicia, por todas partes rechazada, pero que sostienen todas las
partes de la representación de omnipotencia de un sistema glorioso y civilizatorio del que
participan los afiliados por el hecho de reconocerlo. Por esa complicidad involuntaria o

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voluntaria, servil o libertaria, resistente o colaborativa, se puede asumir, desde la
impotencia, una posición sobre la cual funciona el teatro del poder.

Las voces quedan hechas palabras en la escritura de los siguientes ensayos. Su tono se
desdobla con sinceridad ante en el griterío de la multitud ensombrecida por la lucidez de
la publicidad estrambótica, en el momento en que denuncia la fuente del poder desde su
propia escritura. El ensayo que denuncia es un ejercicio de ciertas teorías y prácticas que
se presentan como alternativas dialógicas y reflexivas ante las vías legitimadas por el
poder del otro que escucha pare reprimir, para ejercer el dominio desde la hipócrita
disposición atender para disolver la inconformidad. El poder no ensaya, dicta. Y muy a
su pesar, las voces anuncian denunciando la descomposición como grito murmurado, con
indignación sin escándalo ni estremecimiento, con una pertenencia sin secretos, con el
riesgo de comprometer el privilegio de ser reconocidos por las insignias del poder. Si la
pertenencia es la disposición necesaria para el funcionamiento interno de las instituciones
y, de manera simultánea, colaborar con el señalamiento de los actos del adversario, del
enemigo, del extranjero, la transversalidad de lo que nos atraviesa convoca a subvertir el
orden en el papel inverso de ser una expresión que no encaja sobre una adhesión
identificada.

El laberinto de la realidad, la teoría y de las prácticas no se guardan el peaje de lo que se


dice y se denuncia; en ese trayecto se produce el asentimiento a partir de una exterioridad
que se resiste la convocatoria del poder. “Cuando los proyectos utópicos (revolucionarios)
suponen en un decir la fuerza de determinar un poder, o en la institución la capacidad de
devenir la expresión visible de una ‘verdad’ dicha o por decir, cuando estos proyectos
conservan por lo tanto una estructura ‘evangélica’, la tortura restaura la ley de los que
sucede realmente”1. La solicitud del poder implica la transgresión de un deseo que señala
a la persona lo que debe ser para que las instituciones tengan sentido, para que éste pueda
creer lo que ellas muestran por sí mismas y para que sea adoptado y reconocido. Así estará
sorprendido de encontrarse con un poder que no esperaba, pero requería, y aunque no
exige exponer como verdadero lo que tiene por falso, reconoce la verdad de las
aberraciones de su dependencia. El sujeto atravesado por el poder es conducido delante
de una falla y una putrefacción íntima para debilitar su potencia y enfatizar el velamiento
de su inmundicia: el poder produce envileciendo y retira la posibilidad de develación. Así

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DE CERTEAU, Michel, “La institución de la podredumbre: Luder”, en Historia y psicoanálisis,
Universidad Iberoamericana, México, 2003, p. 133.

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no se pone en tela de juicio al poder, sino al pensamiento, donde la maquinaria de
humillación refina las estrategias y tácticas, teóricas y prácticas, que ensombrecen
realidades denigrantes, de exclusión y barbarie, en la espeluznante realidad que nos
embarga.

Ante ello, este libro, Saberes en conflicto: realidades, teorías y prácticas. Fractales de
una ciudadanía en tránsito, muestra las formas en las que se anudan esas instancias en
una variedad de escenarios, desde los cuales nos dirigimos hacia territorios y temáticas
que requieren de atención urgente: los saberes legitiman posiciones políticas y, en ese
acontecer, privilegian ciertos escenarios de las ciudadanías. Así, en el marco cultural de
nuestro país, existen conflictos privilegiados que permanecen desde una agenda
impregnada de intereses políticos y económicos, prescindiendo de la responsabilidad
histórica ante quienes son atravesados por la injusticia y la precariedad. La participación
y la responsabilidad no radica únicamente por los imperativos éticos de su posición
sociopolítica, ni de la lucidez de su consciencia, sino por las prácticas que de suyo se
realizan en la sociedad que lo circunda, sea motivado por el bien común o individual, por
el goce o el dolor, por el compromiso o la apatía; las acciones o indiferencias deambulan
por derroteros que pronto los hacen evidentes.

Entre estas agencias y magnitudes, el texto presenta fractales, momentos, iluminaciones


que intensifican la oscuridad de nuestros tiempos, esfuerzos ambivalentes de una
ciudadanía que se realiza, desde una multitud de manifestaciones, en una espacialidad en
luto pero no apesadumbrada. Así, cada uno de los autores de la presente obra ha tenido
un acercamiento al devenir de este anudamiento, a la historia de la relación de los saberes,
del atravesamiento de lo que nos aqueja, al padecimiento de las promesas no realizadas
por el discurso y los espacios del poder, al titubeo de ciudadanías que no cesan de transitar
en una variedad de espacios que muestra la variedad de formas y perspectivas en que se
concentran temas específicos de investigación, su confluencia y divergencia dan rumbo
particular a las argumentaciones y preocupaciones, así como a la interpretación desde
varias tradiciones que confluyen en una espacialidad hospitalaria. Se podría considerar
que la forma en que se ha construido cada apartado del libro, muestra la posición en que
la historia ha atravesado a sus autores, desde su caminar particular, en un estilo en el que
se ha apropiado de su inserción en la historia.

Conviene tener en cuenta que en el cuerpo de los textos, se encontrarán muchas maneras
de concebir los saberes, las prácticas, como visiones y experiencias de la historia; así
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también el modo de acercarse a esos lugares desde su lectura, ofrecerán un punto de
partida al dar un lugar relevante no sólo al tema del texto, sino al debate que se genere
con él, a esos fenómenos de inquietudes transferenciales que involucran activamente al
lector con su lectura. Así, el texto se abre para realizar una hospitalidad imposible; el libro
se abre y, en su apertura, los ojos pasean no sólo por las denotaciones e intenciones de la
escritura, ni tampoco por la connotación, sino por los nexos dinámicos de la teoría, las
prácticas y la investigación que se enfrentan permanentemente en la conflictividad de la
realidad histórica. La práctica, en este caso, de la lectura, abrirá una serie de enigmas en
la reiteración argumentativa desde un cuerpo teórico en constante movimiento y como un
territorio de investigación no conclusiva.

Los argumentos y planteamientos temáticos del libro Saberes en conflicto: realidades,


teorías y prácticas. Fractales de una ciudadanía en tránsito, devienen en preguntas sobre
el acontecer de los fenómenos contemporáneos, y ese es el interés que materializa la
publicación. Sus premisas teóricas, sus intervenciones y deducciones, se enfrentan a la
complejidad de los escenarios en los que se gesta desde una exigencia ética que se expresa
en el nivel subjetivo e intersubjetivo. En este marco, Gustavo Fernández Cortés aborda la
responsabilidad social empresarial como una práctica reciente en insipiente desarrollo, su
objetivo consiste en presentar un punto de partida para el análisis del marco de referencia
existente a nivel internacional, incluyendo prácticas exitosas en Españas, con las cuales
considera la pertinencia de la creación de un marco institucional situacional a partir de la
participación de los sectores público, privado y educativo, así como las orientaciones
generadas de la OCDE para las empresas multinacionales. Bien se podría decir que las
orientaciones plasmadas en el documento, son los únicos códigos de conducta empresarial
responsable multilateralmente. Por su parte, el ensayo de Badir Nakid Ceja presenta un
panorama sobre la posible relación entre el placer y el crecimiento estancado en México;
asimismo analiza factores seleccionados que pueden afectar directamente el desarrollo de
México. Su argumento presenta a una sociedad que no está dispuesta a renunciar a una
cierta moral orientada al goce, al sabor de la vida y, a sentido con ello, una sensación de
felicidad; sin embargo, por la fuerza del relativo desabastecimiento económico, habrán
de comenzar ciertas experiencias microcomunitarias caracterizadas por un
neohedonismo, relajadamente sobrio.

Carlos Plasencia García escribe “Corrupción e Impunidad” desde una asociación


consentida y promovida por la impunidad. Su estrecha relación abruman de forma

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generalizada los mercados emergentes, las economías en desarrollo y a los países
marginados del orbe, quienes presentan condiciones culturales, sociales, regulatorias y
políticas que los intensifican su situación vulnerable. Por su parte, Miguel Ángel
Martínez Martínez, reflexiona sobre la “bella moralidad” que se anuda en las sociedades
democráticas, donde el esfuerzo por el reconocimiento de los derechos humanos y el
ejercicio de las libertades públicas y privadas presentan un espectáculo que no se detiene.
La festividad que ostenta, aspira sofocar las fallas o, cuando menos, simularlas ante las
exigencias culturales que se establecen como soporte material del vínculo y de los
espacios privilegiados, caracterizados por la implantación de sentido, la normalidad
discursiva y los comportamientos estandarizados.

Al análisis de la realidad le sigue un momento teórico donde Jesús Barrales Ramírez


aborda los antecedentes de la ciudadanía y los mecanismos de participación directa.
Presenta las características de la ciudadanía griega que permanecen como herencia en la
modernidad. Sin duda, el surgimiento de los nuevos Estados enfatizaron la teoría de la
representación, a modo de la democracia representativa, misma que bajo la premisa de
ser el medio más adecuado para mantener el orden en los grandes territorios de las
comunidades políticas, al tiempo de respetar la esfera privada, delegaron la
responsabilidad de la toma de decisiones a un pequeño grupo por medio de la voluntad
del pueblo establecida en su leyes y reguladas por una constitución. Esta experiencia se
extiende al periodo contemporáneo no sin sus ambivalencias y contradicciones. El trabajo
de Luis Eumir Calderón se adentra en los vericuetos de la corrupción y la impunidad,
haciendo énfasis en la influencia de los medios de comunicación en los derechos
humanos, la reiteración temática no sólo es un lugar común, sino una preocupación
urgente por la realización efectiva del acceso a la información, sea para buscar, recibir o
difundir elementos de interés que provengan de instituciones gubernamentales. Pues, con
base en las Naciones Unidas, la libertad de información es un derecho fundamental y la
piedra angular de todas las libertades consagradas en esa organización. Es un derecho
esencial para todo ser humano, y de su cumplimiento derivan las puntualizaciones para la
consolidación de los demás. La frecuencia del tema de los derechos humanos parece
redundancia a quienes esperan novedades académicas a modo de entretenimiento elitista,
pero para nosotros la investigación implica un compromiso ético y político fundamental
por la situación crítica de los derechos humanos, en un ir y venir infatigable hasta que los
derechos humanos no sean un programa ético, político y jurídico, sino una realidad

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espontánea donde la vida se desarrolle en ambientes caracterizados por la justicia, que
sintetiza todas las aspiraciones del vínculo social. Mientras, un ensayo sobre los derechos
humanos se despliega como gramática de los ofendidos y humillados de la actualidad.

Ivón Cepeda Mayorga escribe “la necesidad de reconocer y comprender la formación en


una ciudadanía activa” como factor clave para consolidar un espacio público en el que se
realice la participación, el diálogo y el debate de los asuntos que atañen al bienestar de
una comunidad en específico, condición fundamental en un régimen democrático. Con
agudeza, la autora describe uno de los retos preocupantes que se enfrenta la promoción y
fortalecimiento de la participación ciudadana: ¿por qué el ciudadano no se vincula con su
comunidad? Problema que expresa la paradoja de la democracia moderna donde
interviene la dimensión individual y relación de la experiencia humana en conflicto. Por
ello, apunta Cepeda Mayorga, no sólo se requiere un modelo de educación académica,
sino una formación en ciertas áreas propias de la ciudadanía activa donde el pensamiento
reflexivo y la acción virtuosa son los ideales regulativos. En este sentido, profundiza no
sólo en la forma teórica del término ciudadanía, sino también aborda el tipo de formación
que se necesita para cultivar y formar al ciudadano activo. El horizonte político y
filosófico puntúan las coordenadas que orientan el papel del ciudadano como sujeto activo
dentro de la sociedad.

Con el mismo compromiso ético, Juliana Vivar aborda un binomio de conveniencia donde
el tiempo se experimenta como la duración del poder que redunda en la barbarie. La saña
de su conveniencia intensifica la impotencia y el sufrimiento. Justicia y política en
México: una relación de conveniencia, considera a la autoridad judicial como un mercader
del servicio público cuyos resultados generan daños irreparables, atrocidades legales
control alterno y la justicia en manos de la venganza.

El tercer momento del libro se desarrolla la palabra como una práctica para pensar la
realidad. Así, un pensar conjunto vincula pensamientos distintos en la coautoría de
Eduardo Miranda y Noé Joffre Monges, quienes abordan el impacto de los medios de
comunicación en época electoral, (especialmente radio, televisión e internet) toman su
punto de partida con una pregunta espontánea y, por ello, tremendamente política: ¿Por
qué les creo a los medios de comunicación? Preguntas que, tomadas en serio, tienen una
fuerza política permanente.

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Francisco Xavier Sánchez Hernández autor de: “todos somos extranjeros: una reflexión
a partir de Emmanuel Levinas” privilegia la extranjería como clave de interpretación para
señalar el reconocimiento que viene del otro. Esta vocación ética se encuentra inscrita en
la condición básica de la experiencia humana sofocada por una sociedad que ha inculcado
el miedo a lo extraño en una idolatría de la identidad del cogito moderno que aún mantiene
sus directrices. Una sociedad globalizada por la economía pero enclaustrada en el
territorio de sus afinidades, es el tópico de una extranjería donde las figuras levinasianas
vuelven con urgencia ética. Por su parte, el texto “La familia como fuente de la
democracia mexicana” de Arán García Sánchez recupera las mutaciones de la familia y
las formas de organización en México, para señalar la importancia que tiene como una
instancia privilegiada en el proceso transformador de las sociedades. Esas
transformaciones se reflejan en las formas de constitución familiar, provocando un
incremento en la conformación de las familias a través de relaciones de consenso. Así, el
recorrido histórico que presenta señala el reconocimiento jurídico de matrimonios
incluyentes a través de las sociedades de convivencia y pactos civiles de solidaridad, así
como la disminución de los matrimonios y de la natalidad, provocando una modificación
en los roles de autoridad donde las mujeres asumen a jefatura del hogar. La familia, en
tanto organización se presenta con una función de regulación, una función de gobierno
democrático.

Si la investigación es un modo de intervención, el trabajo de Francisco Díaz Estrada,


“ciudadanía y derechos humanos: la víctima como disenso”, aborda propuestas desde la
memoria histórica, la ciudadanía ante las víctimas para considerar una justicia y una
mirada de los derechos humanos desde ellas, en tanto que se presentan como una realidad
inédita de la cual la civilización deniega. La herencia de la Ilustración y la Modernidad,
como ágora del debate en la formulación de teorías que configuran al ser humano, el
relato de la víctima produce un disenso en el modo de impartición de justicia y en la
manera de ejercer la ciudadanía. Francisco Díaz Estrada plantea la cuestión de la memoria
histórica con la fuerza del acontecimiento que trastoca al pensamiento y a la cultura, pero
que también exige un replanteamiento desde "nuevas categorías” para considerar los
derechos humanos y su violación sistemática ante las instancias sociales marginadas, ahí
su relevancia mayor, ahí se encuentra la importancia de su línea de pensamiento.

Desde estas coordenadas la realidad se aborda, las teorías se viven y las prácticas se
valoran en la multiplicidad de fractales de ciudadanías en tránsito. Se busca explorar

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latencias, reconocer la diversidad de representaciones y problemáticas políticas, así como
la fuerza del pensamiento que se articula con otras prácticas y otros saberes desde
distintos registros. De esta manera, el presente libro da cuenta de una multitud de
experiencias, no sólo de quienes escriben, sino también de quienes están como testigos
ocultos en la escritura de los autores, sus inquietudes e indignaciones se hicieron presentes
en una imaginación ética que subraya las relaciones individuales y colectivas, sea en
situaciones cotidianas o en problemas transgeneracionales que resulten incómodos y que
fueron abordados con la fuerza del conflicto, instancias que requieren ser abordadas para
mover el rumbo del conjunto de cosas, de esas insignias que mueven al pensamiento hacia
la barbarie sin remordimientos.

Miguel Angel Martínez Martínez y Francisco Díaz Estrada

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