Professional Documents
Culture Documents
1) Evolución del lenguaje , por Karol Wojtila (SS. Juan Pablo II)
“Y se dijo Yahvé Dios: ‘No es bueno que el hombre esté solo, voy a hacerle una ayuda proporcionada a él’.
Y Yahvé Dios trajo ante el hombre todos cuantos animales del campo y cuantas aves del cielo formó de la
tierra, para que viese cómo los llamaría, y fuese el nombre de todos los vivientes el que él les diera.
Y dio el hombre nombre a todos los ganados, y a todas las aves del cielo, y a todas las bestias del campo,
pero entre todos ellos no había para el hombre ayuda semejante a él.
Hizo, pues, Yahvé Dios caer sobre el hombre un profundo sopor; y dormido, tomó una de sus costillas,
cerrando en su lugar con carne,
Y de la costilla que del hombre tomara, formó Yahvé Dios a la mujer, y se la presentó al hombre.
El hombre exclamó:
‘Esto sí que es ya hueso de mis huesos y carne de mi carne’.
Esta se llamara varona, porque del varón ha sido tomada.
Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre;
Y se adherirá a su mujer.
Y vendrán a ser los dos una sola carne.”
1
3) Tres sonetos de Francisco Luis Bernárdez (Argentino, 1900-1970)
Las cosas
De “El Ruiseñor”
Alguien
La Palabra
2
4) El hombre frívolo , por Gilbert Keith Chesterton (fragmento)
“La persona frívola es aquella incapaz de apreciar en su totalidad el peso y el valor de la nada”
(...) Muchísima gente tiene la idea fija de que la irreverencia, por ejemplo, consiste principalmente en hacer
bromas. Pero es muy posible ser irreverente con una dicción carente del más leve indecoro y con el alma impoluta
del más mínimo asomo de humor. La definición espléndida e inmortal de la verdadera irreverencia la encontramos
en aquel mandamiento mal comprendido y desatendido que declara que el Señor no considerará libre de culpa a
quien toma Su nombre en vano. Se supone vagamente que esto tiene algo que ver con las bufonadas y la
jocosidad y los juegos de palabras. Decir algo con un toque de sátira o de crítica individual no es decirlo en vano.
Decir algo fantasiosamente como si fuera algún fragmento de las escrituras del País de las Hadas no es decirlo en
vano. Pero decir algo con una gravedad pomposa y sin sentido; decir algo de modo que sea al mismo tiempo
vago y fanático; decir algo de modo que sea confuso al mismo tiempo que es literal; decir algo de modo que al
final el oyente más decoroso no sabrá por qué diablos lo han dicho o por qué él lo ha escuchado; esto es
verdaderamente y en el sentido serio de aquellas antiguas palabras mosaicas, tomarlo en vano. Los predicadores
toman el Nombre en vano muchas más veces que los seglares. El blasfemo es, en verdad, fundamentalmente
natural y prosaico, pues habla de un modo trivial de cosas que cree son triviales. Pero el predicador común y el
orador religioso hablan de modo trivial de cosas que ellos creen que son divinas.
Esta es la violación de uno de los Mandamientos; es el pecado contra el Nombre. Si queréis, tomad el Nombre
desatinadamente, tomadlo en broma, tomadlo brutalmente o con enojo, tomadlo puerilmente, tomadlo
erróneamente; pero no lo toméis en vano. Usad una santidad para un propósito extraño y justificad ese uso; usad
una santidad para algún propósito dudoso o experimental y jugaos por vuestro éxito; usad una santidad para
algún propósito bajo y odioso y sufrid las consecuencias. Pero no uséis una santidad sin popósito alguno; no
habléis de Cristo cuando lo mismo podríais hablar del señor Perks; no uséis el patriotismo y el honor y la
Comunión de los Santos como relleno de un discurso vacilante. Este es el pecado de frivolidad, y es lo que
caracteriza principalmente a la mayoría de la clase religiosa convencional.
Así volvemos a la conclusión de que la verdadera seriedad es mal acogida lo mismo entre los religiosos que entre
los no religiosos, lo mismo en el mundo carnal que en el espiritual”.