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UNIVERSIDAD AUSTRAL DE CHILE

FACULTAD DE CIENCIAS JURÍDICAS Y SOCIALES


ESCUELA DE DERECHO

LA CLÁUSULA “SE FACULTA AL PORTADOR”: ¿MANDATO U OFERTA DE


MANDATO? VERIFICACIÓN JURISPRUDENCIAL

GUSTAVO ALEJANDRO ENOC CARRASCO RAMIREZ

MEMORIA PARA OPTAR AL GRADO DE LICENCIADO EN CIENCIAS JURÍDICAS Y


SOCIALES

PROFESOR PATROCINANTE: DR. EDINSON LARA AGUAYO

VALDIVIA – CHILE
2013
Listado de abreviaturas:

Art.: Artículo

Arts.: Artículos

CA.: Corte de Apelaciones

CBR.: Conservador de Bienes Raíces

CC.: Código Civil

C de Com.: Código de Comercio

CPR.: Constitución Política de la República

CS.: Corte Suprema

El Reglamento: Reglamento del Registro Conservatorio de Bienes Raíces

Inc.: Inciso

SS.: Siguientes

VVAA.: Varios autores

1
Índice

1.- Introducción………………………………………………………………………...………… 4

2.- El origen de la cláusula “Se faculta al portador”…………………………………………..… 6

2.1 Circunstancias legales y fácticas que originan la cláusula……………………………..… 6

2.2 Referencia al sistema registral chileno…………………………………………………… 7

3.- “Se faculta al portador de copia autorizada”. Posiciones doctrinales……………………..….. 8

3.1 Estado actual de la discusión…………………………………………………………..…. 8

3.2 Tesis de don Arturo Alessandri Rodríguez……………………………………………….. 9

3.3 Tesis de don Daniel Peñailillo Arévalo…………………………………………………. 10

3.3.1 Naturaleza jurídica de la cláusula “Se faculta al portador”………………...…… 11

3.3.2 Consecuencias prácticas………………………………………...………………. 13

3.4 Planteamiento personal………………………………………………………………….. 15

4.- Revisión de la Jurisprudencia nacional……………………………………………………… 18

Caso 1: Juan González con Néstor González, CA Concepción, 16 de mayo de 1985………….. 19

Caso 2: Banco de Chile con Sociedad de Inversiones Ocoa S.A, CA Santiago, 6 de mayo
de 1994………………………………………………………………………………………….. 20

Caso 3: JAA con MALC, CA La Serena, 25 de junio de 1998…………………………………. 21

Caso 4: JAA con MALC, CS, 13 de julio de 1999……………………………………………… 23

Caso 5: Inés Bazán Martínez con Jorge Bazán Urrutia, CA Santiago, 23 de septiembre de
1999……………………………………………………………………….…………………….. 24

Caso 6: JV con IC, RZ, RG y AG, CA Rancagua, 30 de septiembre de 1999…………….……. 24

Caso 7: María Muñoz Segovia con Noemí Herrera Zamora, CS, 3 de agosto de 2004………… 25

2
Caso 8: Sucesión de Lucía Daza Beltrán con Nicolás San Martín Daza, CA Concepción, 21 de
abril de 2009…………………………………………………………………………………..… 28

Caso 9: Conservador de Bienes Raíces de Coronel – Corte de apelaciones de Concepción, CA


Concepción, 29 de septiembre de 2009…………………………………………………….…… 30

Caso 10: Hugo Veloso Castro con Juana Meza Lara, CS, 31 de agosto de 2010………………. 31

Caso 11: Inés Valdivia Campos con Olivia, Luis y Albertino Meza Miranda, CS, 13 de junio de
2011………………………………………………………………………………………...…… 32

5.- Resumen estadístico………………………………………………………………….……… 34

6.- Conclusiones………………………………………………………………………………… 34

7.- Bibliografía……………………………………………………………………………...…… 35

7.1 Libros y revistas…………………………………………...………………………… 35

7.2 Textos legales y reglamentarios…………………….………………..……………… 36

7.3 Jurisprudencia………………………………………………..……………………… 37

3
1.- Introducción

La investigación, que se expone en las páginas que siguen, busca determinar qué teoría ha
tenido mayor aceptación en la jurisprudencia nacional respecto a la naturaleza jurídica de la
cláusula: “Se faculta al portador”.
La inserción de la mencionada disposición es de gran utilidad práctica en materia de
contratos, he allí su popularidad y tan extendido uso; sin embargo, se trata de una cláusula no
regulada legalmente, cuya naturaleza jurídica no está del todo definida y cuya validez ha sido
incluso cuestionada por un sector de la doctrina nacional.
En décadas pasadas, algunos importantes autores nos han dado sus posturas en torno al
tema señalándose, al respecto, que la cláusula constituye una oferta para celebrar un contrato de
mandato, hipótesis planteada y defendida por el profesor don Daniel Peñailillo Arévalo; o bien,
argumentándose que la disposición constituye, lisa y llanamente, un mandato, teoría defendida,
entre otros, por don Arturo Alessandri Rodríguez.
Habiendo pasado ya varios años desde que los referidos autores han planteado sus
posiciones, y manteniéndose hoy en día el mismo silencio legal respecto a los caracteres de la
cláusula, la presente investigación hace un estudio comparativo de las diferentes sentencias de
nuestros Tribunales superiores de justicia en que se ha debatido el tema, contrastándolas con las
posiciones de los autores recién mencionados, para así -utilizando el método inductivo-
determinar el estado general de la situación en la jurisprudencia nacional y, desde luego,
constatar cuál es la teoría que ha prevalecido y cuál ha sido descartada a nivel jurisprudencial.
La hipótesis que planteo al respecto es que los Tribunales chilenos se han decantado por
la teoría del mandato como indicativo de la naturaleza jurídica de la cláusula: “Se faculta al
portador”, descartando -salvo excepciones- la tesis de la oferta de mandato.
Las situaciones concretas en que se llega a discutir en Tribunales la naturaleza, validez y
efectos de la cláusula: “Se faculta al portador” no son aisladas ni carentes de relevancia. ¿Qué
sucede, por ejemplo, si una persona adquiere un bien raíz pero fallece antes de realizar la
inscripción tradición en el CBR? ¿Puede un portador facultado de la escritura efectuar
válidamente la inscripción tradición a nombre de un contratante fallecido? ¿Es la cláusula: “Se
faculta al portador” un “mandato” de aquellos destinados a cumplirse después de los días del
mandante? Naturalmente, en todas estas disputas hay intereses patrimoniales contrapuestos, a
modo ejempla, los herederos del fallecido versus su contraparte en la venta. La respuesta a todas
estas interrogantes y la solución definitiva de los pleitos pasa por determinar qué es y qué validez
tiene la cláusula insertada en el final de la escritura. Sabiendo eso, no habrá dudas respecto del
desenlace del conflicto. En este contexto y considerando que existen dos teorías, sustentadas por
autores de mucho prestigio a nivel nacional, estimamos que resulta muy justificado hacer un
estudio del tipo verificación jurisprudencial a fin de determinar cuál es la tesis que ha primado en
Tribunales a fin de estar prevenidos y saber qué argumentar, y qué no, en un litigio futuro.
Para el desarrollo de este tema, en una primera parte explicaremos el origen de la
cláusula: “Se faculta al portador”, dando cuenta de las diferentes disposiciones legales y
reglamentarias, así como de las circunstancias fácticas que han dado lugar a la generación y uso
de la cláusula haciendo -necesariamente- una breve descripción del sistema registral chileno;

4
luego, daremos cuenta del estado actual de la discusión doctrinal respecto a la naturaleza jurídica
de la cláusula: “Se faculta al portador”, deteniéndonos a exponer en detalle, desde luego, en las
dos teorías que hemos mencionado más arriba, a saber, la de Alessandri y la de Peñailillo.
Una vez realizado lo anterior, comenzaremos con el estudio de las sentencias en
particular, siguiendo para estos efectos un criterio estrictamente cronológico. Cabe señalar que
nos remitiremos únicamente a los fallos de los Tribunales superiores de justicia, vale decir, a
sentencias de Cortes de Apelaciones y de la Corte Suprema, sin perjuicio de hacer mención a lo
resuelto en primera instancia en algunos casos. Para efectos del estudio de las resoluciones
judiciales, en ningún caso, nos referiremos a los problemas o cuestiones secundarios tratados en
ellos, sino únicamente a las consideraciones que tengan directa relación con la presente
investigación.
En último término, esbozaremos las correspondientes conclusiones.

5
2.- El origen de la cláusula: “Se faculta al portador”

2.1 Circunstancias legales y fácticas que originan la cláusula

El origen de la cláusula: “Se faculta al portador” está en directa relación con el sistema
chileno de transferencia de la propiedad inmueble. Es sabido que nuestro Ordenamiento jurídico
ha optado por un sistema de transferencia de bienes entre vivos en virtud del cual se requiere la
concurrencia de un título y de un modo de adquirir. Este es el sistema llamado del efecto personal
del contrato, o sistema romano, en oposición al denominado sistema del efecto real del contrato o
sistema francés.1
Esta opción del codificador nacional queda de manifiesto en varias disposiciones del CC,
por ejemplo: el Art. 588, que menciona cuáles son los modos de adquirir el dominio; los Arts.
670 ss., en especial, el Art. 675 que habla de la necesidad de un título para la validez del modo de
adquirir tradición; el Art. 1824 que habla de la obligación del vendedor de efectuar la tradición;
entre muchas otras diseminadas a lo largo del CC.
El sistema dual recién descrito significa que para la transferencia efectiva de la propiedad,
o de algún otro derecho real sobre determinado bien, se requiere la doble concurrencia de un
título y de un modo de adquirir. Del título nace la obligación de hacer operar el modo de
adquirir, y con este último, se produce efectivamente la transferencia de la propiedad o derecho
real que se transfiere. Cuando se trata de bienes inmuebles, la tradición sólo puede ser ficta, y
opera mediante la inscripción del título en el CBR. 2 Cabe recordar en este punto que la tradición
en tanto modo de adquirir el dominio es una convención, vale decir, un acuerdo de voluntades
que requiere, por tanto, el consentimiento de las partes involucradas según prescriben claramente
los Arts. 672 y 673 del CC.
Los anteriores preceptos deben necesariamente relacionarse con los Arts. 60, 61 y 78 del
Reglamento, preceptos que por su importancia transcribiremos a continuación:
Art 60: “Los interesados pueden pedir la inscripción por sí, por medio de personeros o de sus
representantes legales.”
Art 61: “Sólo si la inscripción se pide para transferir el dominio de un inmueble, o de algún otro
de los derechos reales comprendidos en el número 1° del artículo 52, será necesario que el
apoderado o representante legal presenten el título de su mandato o representación; en las
inscripciones de otro género bastará que exhiban la copia auténtica del título en virtud del cual
demandan la inscripción.”
Art 78 segunda parte: “Si se pidiere la inscripción de un título traslaticio de dominio de un
inmueble o de alguno de los derechos reales mencionados en el artículo 52, numero 1º; y en el
título no apareciere facultado uno de los otorgantes o un tercero para hacer por sí solo el
registro, será necesario además que las partes o sus representantes firmen la anotación.”

1
Cfr. DÍAZ DUARTE, RAUL.: La Compraventa en el Código Civil Chileno, Editorial Jurídica Conosur, Santiago,
1993, pp. 189-191
2
Cfr. FELIU SEGOVIA, JUAN.: Manual de estudio de títulos de dominio de la propiedad inmobiliaria, Tercera
edición revisada y actualizada, Editorial Jurídica de Chile, Santiago, 2010, p. 56

6
Es de la conjugación de las normas arriba mencionadas de donde nace la cláusula, ello,
principalmente, debido a la gran utilidad práctica que implica la posibilidad de simplemente
facultar a un tercero para requerir las inscripciones conservatorias que fueren procedentes y
evitarse de ese modo la necesidad de que las partes concurran personalmente al CBR respectivo,
para solicitar la inscripción.
El beneficio es mayor cuando los contratantes residen en localidades distantes entre sí o
del CBR respectivo. Recordemos que nada impide en nuestro Ordenamiento jurídico, por
ejemplo, la celebración en Santiago de un contrato de compraventa sobre un inmueble ubicado en
Valdivia, teniendo del comprador -para hacer más notorio el efecto- domicilio en Arica y el
Vendedor en Punta Arenas. Cualquier Notario puede otorgar y autorizar la escritura pública, no
obstante la inscripción debe necesariamente realizarse en el CBR respectivo, vale decir: aquel en
cuyo territorio jurisdiccional se encuentra ubicado en inmueble, en nuestro ejemplo, será el CBR
de Valdivia.
La justificación y utilidad de la cláusula: “Se faculta al portador” no resiste mayor
análisis. Su masivo uso, extendido actualmente a todo tipo de escritos y contratos, subraya el
inefable beneficio de la disposición.
A continuación, haremos una breve alusión al sistema Registral Chileno a efectos de
entender mejor el contexto en que se enmarca el estudio de la cláusula: “Se faculta al portador”.

2.2 Referencia al sistema registral chileno

Respecto del sistema registral chileno, solo cabe reforzar aquí la idea ya expresada más
arriba referente a que dicho mecanismo constituye el medio por el cual se hace operativa la
transferencia de la propiedad del dominio y de otros derechos reales constituidos sobre los
inmuebles (salvo la servidumbre).
Ya en el mensaje del CC el codificador planteaba: “La transferencia y transmisión del
dominio, la constitución de todo derecho real, exceptuadas, como he dicho, las servidumbres,
exige una tradición; y la única forma de tradición que para esos corresponde es la inscripción en
el registro conservatorio.” Otro pasaje del mismo mensaje señala: “la tradición del dominio de
los bienes raíces y de los demás derechos reales constituidos sobre ellos, menos el de
servidumbre, deberá hacerse por inscripción en un registro semejante al que ahora existe de
hipotecas.”
El Art. 695 CC dispone: “Un reglamento especial determinará en lo demás los deberes y
funciones del Conservador, y la forma y solemnidad de las inscripciones.” En cumplimiento a
esta disposición, se dictó el 24 de junio de 1857 el Reglamento del Registro Conservatorio de
Bienes Raíces, norma que, en términos generales, se mantiene sin mayores modificaciones hasta
la actualidad.
Desde luego, se trata de un sistema complejo en cuanto a su estructura y funcionamiento.
El CBR cumple muchas otras funciones además de servir de medio para efectuar la tradición del
dominio y otros derechos reales constituidos sobre inmuebles, sin embargo, no ahondaremos en

7
ese tema por ser ajeno a los fines del presente trabajo.3 Bástenos dejar claro para estos efectos dos
aspectos: nuestro sistema de transferencia de la propiedad es dual, vale decir, se requiere de la
concurrencia de un título y de un modo de adquirir; tratándose del dominio o de otro derecho real
constituido sobre un inmueble el único medio idóneo para efectuar la tradición es la inscripción
del título en el CBR.

3.- “Se faculta al portador de copia autorizada.” Principales posiciones doctrinales

3.1 Estado actual de la discusión

Como advirtiéramos en la introducción de este trabajo, pese al masivo uso de la cláusula:


“Se faculta al portador”, la naturaleza jurídica de dicha estipulación no es del todo clara. Se trata
de una cláusula que no está regulada legalmente y cuya validez ha sido incluso puesta en tela de
juicio.
La discusión doctrinaria tendiente a dilucidar la naturaleza jurídica de la cláusula ha sido
hasta hoy, por decirlo menos, escasa. Pareciera ser que la evidente utilidad práctica de este
mecanismo hace a muchos desistir de la posibilidad de cuestionarlo. Señala don Rodrigo Winter
Igualt que como la cláusula “cumple tan bien su objetivo, se ha producido una complicidad tácita
entre los abogados y la magistratura para fingir su pureza legal (…)”4
Son básicamente dos las respuestas que los autores y la jurisprudencia han dado respecto
a la interrogante de cuál es la naturaleza jurídica de la cláusula: “Se faculta al portador”, a saber:
la que hemos llamado teoría del mandato y la que nos permitimos designar como la teoría de la
oferta.
La teoría del mandato, como indicativo de la naturaleza jurídica de la cláusula: “Se faculta
al portador” tiene como principales exponentes en la doctrina nacional a don Edmundo Rojas
García, quien defiende a rajatabla la validez y eficacia de la cláusula aun en caso de muerte de
alguno de los otorgantes5; don Ramón Raposo; don Renato León; don Antonio Vodánovic; don

3
Vid., respecto a las características y principios que rigen al sistema registral chileno, VIDAL DOMINGUEZ,
IGNACIO.: El estudio de los títulos de dominio, Ediciones Jurídicas La Ley, Santiago, 1994, pp. 197-227;
MOHOR ALBORNOZ, ELIAS.: “Los principios del derecho registral en nuestro sistema”, en Manual de Práctica
Registral Chilena, Edición Corporación Chilena de Estudios de Derecho Registral, Santiago, 2007, pp. 51-57
4
WINTER IGUALT, RODRIGO.: “El portador facultado”, Revista del Abogado, N° 13,
http://www.colegioabogados.cl/cgi-
bin/procesa.pl?plantilla=/cont_revista.html&idcat=32&id_cat=3&id_art=11&nseccion=%BFPor%20Qu%E9%20As
ociarse%3F%20%3A%20Revista%20del%20Abogado%20%3A%20Revista%20N%BA%2013%20%3A%20TEMA
S (5 de junio de 2013)
5
Cfr. ROJAS GARCÍA, EDMUNDO.: “Validez de la Cláusula por la que se Faculta al Portador de Copia del
Título para requerir las Actuaciones Registrales en el caso de Muerte de uno de los Otorgantes”, Revista de la
Corporación Chilena de Estudios de Derecho Registral, Edición N° 26, 2010.
http://fojas.conservadores.cl/articulos/validez-de-la-clausula-por-la-que-se-faculta-al-portador-de-copia-del-titulo-
para-requerir-las-actuaciones-registrales-en-el-caso-de-muerte-de-uno-de-los-otorgantes (10 de junio de 2013)

8
Neftalí Cruz6, y desde luego, don Arturo Alessandri Rodríguez, de quien expondremos
detalladamente su planteamiento ya que su teoría es una de las dos que tendremos a la vista para
nuestra verificación jurisprudencial.
La teoría del mandato no ha estado exenta de cuestionamientos. Así, señala Winter que “a
la luz de las normas del mandato, tal cláusula es de sospechosa validez. En efecto, el mandato es
un contrato intuito personae, es decir, que se celebra en consideración a la persona: se basa en la
confianza que inspira el mandatario. Esta característica nos hace vacilar acerca de la eficacia de
un mandato que se confiere a un desconocido, quien asume su condición de mandatario por el
solo hecho -en sí pedestre- de portar la copia autorizada de una escritura. Pero además, el
mandato es un contrato, y como tal requiere la concurrencia de dos partes bien determinadas,
cuyas voluntades en orden a celebrarlo son imprescindibles, lo que tampoco se cumpliría en este
singular mandato conferido a persona indeterminada.”7
La otra posición con cierto arraigo en la doctrina y jurisprudencia nacional es aquella que
describe la cláusula: “Se faculta al portador” como constitutiva de una oferta para celebrar un
contrato de mandato. El autor de esta hipótesis y su más vehemente defensor es don Daniel
Peñailillo Arévalo.
A continuación, expondremos detalladamente las dos opciones recién reseñadas a la luz
de lo planteado por los propios autores en diversas publicaciones.

3.2 La tesis de don Arturo Alessandri Rodríguez

Este autor dedica una parte de su tratado “De la compraventa y de la promesa de venta” a
exponer su visión respecto de la naturaleza jurídica y efectos de la cláusula: “Se faculta al
portador”. Veamos a continuación sus planteamientos.8
Dice Alessandri que la cláusula comentada no implica otra cosa que un mandato
conferido al portador de la copia autorizada de la escritura para que practique y firme las
inscripciones correspondientes, y que constituye además la manifestación del consentimiento de
las partes, el cual -como sabemos- es necesario para efectuar la tradición. El autor constata que
para la validez de la tradición, según lo prescriben los Arts. 672 y 673 del CC, es esencial la
voluntad del tradente y del adquirente o de sus representantes, voluntad que debe concurrir al
tiempo de efectuarse la tradición. Como en el caso de las transferencias de inmuebles la tradición
se lleva a cabo mediante la inscripción en el registro del CBR, resulta que dicha voluntad debe
concurrir en este momento. Por otro lado, el Art. 78 del Reglamento dispone que las partes deben
firmar la anotación en el caso de transferencia de bienes raíces o de derechos reales constituidos

6
Todos ellos en: SEPÚLVEDA LARROUCAU, MARCO ANTONIO.: Estudio de Títulos de Inmuebles, Editorial
Metropolitana Santiago, 2002, p. 248
7
WINTER IGUALT, RODRIGO.: El portador facultado. Op. Cit. http://www.colegioabogados.cl/cgi-
bin/procesa.pl?plantilla=/cont_revista.html&idcat=32&id_cat=3&id_art=11&nseccion=%BFPor%20Qu%E9%20As
ociarse%3F%20%3A%20Revista%20del%20Abogado%20%3A%20Revista%20N%BA%2013%20%3A%20TEMA
S (5 de junio de 2013)
8
Cfr. ALESSANDRI RODRIGUEZ, ARTURO.: De la compraventa y de la promesa de venta, Tomo I, Volumen
2. Editorial Jurídica de Chile, Santiago, 2003, pp. 675-682.

9
sobre ellos, pues de este modo se manifiesta el concurso de ambas voluntades. Estas firmas no
pueden faltar, salvo que se confiera poder a uno de los otorgantes o a un tercero para que firme la
inscripción en nombre de ellos; en este caso, será el otorgante o el tercero quien estará encargado
de practicar la tradición según los Art. 672 y 673 del CC.
Para Alessandri, la voluntad concurrente a efectuar la tradición queda manifestada por el
hecho de facultar a una persona para que lleve a efecto la inscripción.
Los Arts. 60 y 61 del Reglamento señalan que la inscripción puede solicitarse por sí o por
medio de apoderados, y tratándose de un título traslaticio de dominio, es menester que ese
mandato conste en un instrumento auténtico. El modo más utilizado para facultar a una persona
es la cláusula: “Se faculta al portador”. Uno de sus objetivos es además evitar que las partes
tengan que concurrir personalmente a requerir la inscripción por parte del CBR.
Resumiendo, la cláusula desempeña un doble papel: por un lado, es la manifestación del
consentimiento de las partes -necesario para efectuar la tradición-, y es, además, un poder
conferido al mismo portador de copia autorizada para que recabe del CBR la inscripción
correspondiente.
Alessandri señala claramente que la cláusula, fuera de los alcances recién mencionados,
no tiene ningún otro. Además, se pone en algunas hipótesis de posibles problemas que puedan
suscitarse y los soluciona bajo la premisa general de que el portador que requiera la inscripción
sea el comprador. De este modo, si luego de otorgada la escritura surge algún inconveniente para
practicar la inscripción y éste es solucionable por el mismo comprador, ninguna responsabilidad
cabe al vendedor. Si, por el contrario, los impedimentos que el comprador encuentra no son
solucionables sin acudir al vendedor, entonces éste queda obligado a subsanar esos obstáculos, de
lo contrario, el comprador tendrá derecho a solicitar el cumplimiento o la resolución del contrato
más la correspondiente indemnización de perjuicios conforme al Art. 1489 del CC. Por último, si
el comprador no tiene obstáculo alguno para requerir la inscripción y no lo hace por simple
desidia no puede pedir la resolución del contrato y cesa la responsabilidad del vendedor.
Finalmente, el autor se pregunta: ¿qué sucede si fallece uno de los otorgantes antes de
efectuarse la tradición? La respuesta tiene como base la premisa general de Alessandri de que la
cláusula es un mandato, siendo así, el mandato termina en virtud del Art. 2163 número 5 del CC.
La inscripción hecha en estas condiciones es entonces nula, sea que la requiera el otro contratante
o un tercero portador de copia de la escritura. Es menester, en este caso, que la inscripción sea
requerida por el contratante que quedó vivo y los herederos de su contraparte, ya que de lo
contrario no se estaría actuando con la voluntad de los contratantes al tiempo de efectuarse la
tradición.

3.3 La tesis de Don Daniel Peñailillo Arévalo

Lo que sigue ha sido extraído de un artículo publicado por el propio Peñailillo en la


Revista de Derecho y Jurisprudencia. Dicha publicación se titula: “Se faculta al portador de copia

10
autorizada…”9 Para efectos de este estudio y, procurando exponer de la mejor manera los
planteamientos del autor, dividiremos esta parte en dos sub títulos: en el primero de ellos, se
expondrá la naturaleza jurídica de la cláusula; y, en el segundo, las consecuencias prácticas que
de ello se derivan, siempre siguiendo lo planteado por el autor.

3.3.1 Naturaleza Jurídica de la cláusula: “Se faculta al portador”

La afirmación de que la cláusula: “Se faculta al portador” constituye un mandato es


insatisfactoria por varias razones: primero, porque no es admisible un mandato a persona
indeterminada, el mandato es un contrato y, como tal, requiere que las partes que a él concurren
estén plenamente identificadas. Segundo, aun cuando la redacción de la cláusula contenga la
determinación precisa de la persona mandatada, sigue siendo necesario que ésta acepte el
encargo. Estos problemas podrían solucionarse si el mandatario fuese uno de los contratantes,
pues, en tal caso, la suscripción de la escritura (título) incluiría el consentimiento en cuanto a
aceptar el encargo que se está dando.
Es más preciso plantear entonces, señala Peñailillo, que la cláusula contiene una oferta de
mandato. Dicha oferta puede ser a persona determinada, si se individualiza a quien se está
facultando; o, a persona indeterminada, cuando se faculte simplemente al portador. Esa última
situación es, desde luego, la más frecuente.
Esta oferta de celebrar un contrato de mandato tiene -por ser tal- las siguientes
características:
1. Es un acto unilateral, pero con la particularidad de que tiene dos oferentes, a saber,
tradente y adquirente. En estricto rigor, habría dos ofertas, ya que las voluntades de ambos
en el fondo no son idénticas: el tradente querrá entregar la cosa y el adquirente recibirla.
2. Está sometida a las reglas del C de Com. en cuanto a la oferta y a la formación del
consentimiento, reglas que están contenidas en los Art. 97 y siguientes de dicho cuerpo
normativo.
3. De acuerdo a lo anterior, la oferta pierde vigencia por la retractación del oferente y por la
caducidad de la oferta, la que, a su vez, se produce por la muerte o incapacidad
sobreviniente del oferente.
4. El consentimiento, y el negocio mismo, se forma cuando la oferta es aceptada por el
destinatario.
5. La aceptación debe darse en forma oportuna, es decir, vigente la oferta; además, debe ser
pura y simple.
6. La aceptación puede darse en forma expresa o tácita.

Al aplicar las seis características recién indicadas por Peñailillo a la cláusula: “Se faculta
al portador”, podemos concluir lo siguiente: una vez perfecta la escritura pública en que se
insertó, quedó emitida una oferta por parte de ambos contratantes, comprador y vendedor, futuros

9
Cfr. PEÑAILILLO AREVALO, DANIEL.: “Se faculta al portador de copia autorizada…”, Revista de Derecho
y Jurisprudencia y Gaceta de los Tribunales, Vol. 81, Tomo 3, Septiembre de 1984, pp. 69-86.

11
tradente y adquirente. La oferta es para celebrar un contrato de mandato, cuyo encargo consiste
en efectuar la tradición del inmueble mediante la inscripción conservatoria.10
La oferta, cómo se indicó más arriba, puede ser destinada a persona determinada cuando
se indica a la persona que se está facultando; si esta persona es una de las partes, con el solo título
ya habrá mandato. Lo más usual será sin embargo que la persona esté indeterminada y es lo que
ocurre cuando: “Se faculta al portador de copia autorizada.” En este último caso, aclara
Peñailillo, la indeterminación del destinatario no es absoluta. No puede ser cualquier persona sino
que debe tratarse de alguien que esté legitimado por la posesión de la copia autorizada de la
escritura. Sin embargo, aun estando legitimado por la posesión, el contrato de mandato no se
reputará perfecto sino hasta que el destinatario acepte el encargo ofrecido; una persona puede ser
portadora de copia autorizada por varias razones sin tener la menor intención de constituirse en
mandatario de las partes ni de requerir la inscripción de la misma en el CBR. Solo aceptada la
oferta habrá contrato y nacerán para las partes los derechos y obligaciones propios del mandato.
En cuanto a la forma de producirse la aceptación, ésta puede ser expresa o tácita. Habrá
aceptación tácita cuando el portador acude al CBR y requiere la inscripción.
Especial análisis requiere el tema de la oportunidad de la aceptación de la oferta. En este
aspecto el C de Com. dispone en su Art. 98: “La propuesta hecha por escrito, deberá ser
aceptada o desechada dentro de veinticuatro horas, si la persona a quien se ha dirigido residiere
en el mismo lugar que el proponente o a vuelta de correo, si estuviere en otro diverso. Vencidos
los plazos indicados, la propuesta se tendrá por no hecha, aun cuando hubiere sido aceptada”.
Desde luego, si se aplica esta regla a la cláusula: “Se faculta al portador”, ésta carecería de toda
eficacia y sentido, pero hay fundamento suficiente, afirma Peñailillo, para entender que esa regla
sólo es aplicable a las ofertas dirigidas a persona determinada 11, de hecho, el precepto mismo
indica “si la persona a quien se ha dirigido la oferta”. El plazo, por tanto, en las ofertas
indeterminadas deberá ser uno prudencial en relación a la naturaleza del contrato. En el caso del
mandato, para efectuar la tradición de un inmueble, el plazo de aceptación de la oferta de
mandato puede ser bastante extenso y bien puede estimarse que la oferta está vigente hasta que se
extinga por prescripción la obligación de efectuar la tradición.
Cabe señalar, por último, que, a contrario sensu, de lo recién planteado, la regla de la
aceptación en veinticuatro horas o a vuelta de correo, según corresponda, sí rige para los casos en
que la oferta de mandato es a persona determinada, lo cual podría traer, desde luego, importantes
inconvenientes.

10
Cabe señalar que esta facultad implicará todas las gestiones necesarias aunque no aparezcan expresamente
mencionadas, por ejemplo: la previa anotación en el repertorio. Sin está anotación no es posible efectuar la
inscripción.
11
Vid., en el mismo sentido, MILLAS FERNANDEZ, ROLANDO.: Las ofertas públicas o a personas
indeterminadas, Editorial Universitaria, Santiago, 1956, p. 21

12
3.3.2 Consecuencias prácticas

Expuestas las características de la cláusula: “Se faculta al portador”, se deben distinguir,


según el autor, dos etapas en la vida de la cláusula: antes de ser aceptado el encargo y después de
que se aceptó.
En la primera etapa, la cláusula no es más que una oferta y termina, por tanto, con alguno
de los acontecimientos a los que la ley asocia la consecuencia de hacer perder vigencia a la
oferta. Considerando esto, resulta ocioso discutir si el mandato termina con la muerte del
mandante, ya que el Art. 101 del Código de Comercio, dispone claramente que si uno de los
contratantes fallece la oferta termina. En este caso, pensando como ejemplo en un contrato de
compraventa, si fallece el vendedor es su oferta la que caduca, no así la del comprador, por lo que
tendrán que requerir la inscripción los herederos del vendedor y el comprador, o los herederos del
vendedor y el portador facultado que comparezca por el comprador, incluso los herederos podrían
nombrar a un apoderado y todavía más, este apoderado de los herederos podría comparecer por
ellos y por el comprador. Si el fallecido fuera el comprador, habrá que proceder de igual modo
mutatis mutandis. Si ambos contratantes son los que fallecen, entonces ambas sucesiones deberán
requerir la inscripción personalmente o representadas.
Si es el caso que a uno de los contratantes le sobreviene una incapacidad, la oferta
nuevamente caducará en base al Art. 101 del C de Com. En este caso, será el representante legal
quien deberá requerir la inscripción con el otro contratante. En general, vale para esta situación lo
mismo dicho para el caso del fallecimiento de un contratante.
La hipótesis de la retractación de la oferta es un poco más compleja. Como es sabido, éste
es un modo de hacer perder vigencia a la oferta y, en el caso en estudio, cualquiera de los
contratantes podría retractarse y producir la consecuencia recién mencionada. Recuérdese además
que para la validez de la tradición se requiere el consentimiento de tradente y adquirente al
tiempo de efectuarse la tradición.
Señala don Daniel Peñailillo que, en este caso, habría fundamento para decir que no cabe
la retractación de la oferta; recordemos que ésta fue formulada por las partes contratantes y,
aunque se estime que cada una efectuó una oferta individual, la cláusula sería en su conjunto un
pacto más del contrato, es decir, ya hubo acuerdo y se prestó el consentimiento para efectuar la
oferta al suscribir el contrato como un todo; siendo así, rige la regla del Art. 1545 del CC. La
única forma de dejar sin efecto la oferta sería entonces el mutuo acuerdo de los contratantes.
Otra hipótesis posible es la retractación unilateral. Asumiendo que esto sea posible
tenemos que la oferta del otro contratante persiste y que, por tanto, deberá requerir la inscripción
personalmente el contratante que se retractó (de la oferta de mandato) y su contraparte o el
portador de copia autorizada de la escritura. Recuérdese además que el contratante que se retracta
lo hace de la oferta de efectuar el encargo y no de la inscripción, ya que efectuar la tradición es
una obligación que nació del contrato y no es posible retractarse en forma unilateral. Si
pretendiere retractarse de efectuar la tradición estaríamos abiertamente ante un incumplimiento y
se deberá proceder de acuerdo a las reglas pertinentes.
Una especial referencia merece el tema de cómo efectuar la retractación, en caso de
considerarse admisible esta posibilidad. En virtud de lo dispuesto en el Art. 99 inc. 2° del C de

13
Com. ésta no se presume. Tampoco está reglada en Chile la comunicación tratándose de ofertas a
personas indeterminadas. Si en la cláusula se facultó a persona determinada, el asunto es
relativamente sencillo: habrá que comunicar la retractación a esa persona por cualquier medio. Si
en la cláusula se facultó al portador, la comunicación es mucho más difícil: habría que aceptar
como suficiente una comunicación en términos similares a la forma en que se originó la oferta,
solicitando al notario autorizante que deje constancia de la retractación en la escritura matriz y
tratando de efectuar la misma anotación en todas las copias que se alcanzaron a emitir; para
mayor seguridad, podría comunicarse por escrito al CBR en cuyo registro corresponde inscribir
haciéndose presente la retractación e indicando las medidas adoptadas en la matriz, solicitándole
se niegue a inscribir mientras no lo requieran quienes tienen facultades para ello, es decir, las
partes o apoderados con poderes vigentes.
Si se estima inadmisible la retractación unilateral, tenemos que aun cuando una de las
partes se retracte, la inscripción que después se practique a requerimiento de un portador de copia
autorizada sigue siendo válida.
La segunda etapa de la vida de la cláusula comienza cuando la oferta que ella contiene es
aceptada, teniéndose a partir de esto por configurado el contrato de mandato. Cabe señalar que
esta aceptación puede ser expresa o tácita, siendo lo más frecuente que sea tácita, concurriendo el
portador al CBR a requerir la inscripción. Lo que ocurre, en este caso, es que nacen para las
partes, mandantes y mandatario, los derechos y obligaciones propios del contrato de mandato;
deberá el portador mandatario efectuar todas las diligencias tendentes a cumplir con su encargo.
El mandatario puede perfectamente ser una de las partes, por ejemplo, el comprador;
también puede ser un tercero, caso en el que el portador representará la voluntad de ambas partes.
No es atendible objetar esta última posibilidad argumentando que el mandatario estaría
representando intereses contrapuestos, ya que el interés es más bien el mismo en orden a efectuar
la tradición.
Respecto a la terminación, considerando que estamos ya en la etapa en que alguien aceptó
y hay un mandato propiamente tal, habrá que remitirse a las reglas de los Art. 2163 y siguientes
del CC, siendo relevante en este contexto revisar dos de dichas causales: la muerte del mandante
y la revocación.
En cuanto a la muerte del mandante, hemos de señalar, primero, que éste es doble:
vendedor y comprador (teniendo siempre en mente como ejemplo un contrato de compraventa),
por tanto, si un mandatario muere el mandato del otro continúa. ¿Termina este mandato con la
muerte del mandante? No encontrándose el caso en estudio dentro de ninguna de las excepciones
en que el mandato continúa luego de la muerte del mandante no podemos - señala Peñailillo-
sino responder afirmativamente. Con todo, se trata de una cuestión discutida en la doctrina
principalmente extranjera.
Desde otro punto de vista, debemos recordar que dentro de esta causal de terminación está
la regla de que mientras el mandatario ignore la muerte del mandante lo que ejecute será válido;
pero lo común es que el fallecimiento se produzca cuando la cláusula aún constituye una simple
oferta, es decir, antes de que un portador se convierta en mandatario. El tiempo real que media
entre la aceptación del mandato y la ejecución del mismo es muy breve, recuérdese que la
aceptación más común será la tácita por medio justamente de la ejecución del encargo

14
requiriendo la inscripción en el CBR. Si el fallecimiento se produce cuando la cláusula aún es una
oferta, esta naturalmente caduca, como se ha sostenido más arriba. Si se presentare el caso en que
la muerte se produce cuando ya se ha iniciado la gestión requiriendo la anotación en el Repertorio
y el Conservador objeta el título, ignorando además el mandatario la muerte del mandante, puede
sostenerse que el mandato persiste en virtud del Art. 2168 del CC. si de suspender las gestiones
se sigue perjuicio a los herederos. En esta situación, el mandante finalizar la gestión iniciada.
Respecto a la posibilidad de revocación del mandato, vale, en general, lo dicho respecto a
la posibilidad de retractación de la oferta: siendo la cláusula que contiene el mandato un inserto
dentro de un contrato de más envergadura en que concurrieron ambas voluntades, no es posible
una revocación unilateral.
Por último, Peñailillo se plantea la siguiente pregunta: ¿es posible pactar la
irrevocabilidad de la cláusula “Se faculta al portador”? La respuesta debe darse en dos etapas ya
que, como se ha sostenido, primero hay una oferta de mandato y después un mandato perfecto.
En la primera etapa estimamos que nada impide se pacte la irrevocabilidad -en este caso- de la
oferta de mandato. Aquí la retractación posterior no tendría efecto, y si falleciere el oferente
(otorgante de la escritura donde se contiene la cláusula) continuarían en calidad de tales los
herederos del difunto. Lo mismo vale para el representante legal en caso de incapacidad del
oferente.
En caso que la muerte sobrevenga al contratante una vez que ya hay mandato: ¿Puede
pactarse que éste sea irrevocable? Considerando el principio de la autonomía de la voluntad y que
la legislación nacional contempla casos en los que sin duda el mandato persiste, no podemos sino
responder afirmativamente.
Dicho esto, la redacción sugerida por el autor para la cláusula es la siguiente: “Se faculta
al portador de copia autorizada de esta escritura para requerir y firmar las anotaciones,
inscripciones y subinscripciones que procedan. La concesión de esta facultad es, desde luego,
irrevocable y persistirá aunque sobrevenga la muerte o incapacidad de cualquiera de los
contratantes o de todos ellos.”

3.4 Planteamiento personal

De manera personal, estimamos que para optar por una u otra de las hipótesis planteadas
es menester primero entender el contexto cercano en que se enmarca el uso y utilidad de la
cláusula “Se faculta al portador”, el cual por regla general es el de la transferencia de la
propiedad o de otros derechos reales constituidos sobre inmuebles.12
Debemos además tener en consideración que, como ya hemos señalado más arriba, el
sistema nacional de transferencia de la propiedad inmueble es aquel denominado del efecto
personal del contrato, o sistema dual, que requiere para la transferencia misma la concurrencia de
un título y un modo de adquirir. En el ejemplo más común, el título es el contrato de compraventa
y el modo, la inscripción en el CBR, que no es sino la tradición.

12
Supra. 2.1 Circunstancias legales y fácticas que originan la cláusula.

15
No debemos olvidar tampoco que la cláusula: “Se faculta al portador” es -como su
nombre lo indica- una cláusula, que por ser tal va inserta en un acto jurídico macro cual es el
contrato mismo. Siendo así, hay algunos elementos que estimamos son de toda pertinencia a la
hora de procurar una calificación jurídica para la cláusula, elementos que no han sido
considerados hasta ahora por la doctrina nacional en sus intentos por desentrañar la naturaleza de
la tan mentada estipulación. Nos referimos específicamente a las reglas de interpretación de los
contratos; nos parece que es de toda lógica echar mano de estas normas a la hora de buscar un
significado a la estipulación, no olvidemos que la actividad interpretativa implica, por
antonomasia, determinar el verdadero sentido y alcance de las cláusulas del contrato.
Dentro de las reglas de interpretación relativas a los elementos intrínsecos del contrato,
encontramos tres a las cuales nos referiremos brevemente por tener directa relación con el tema
que estamos desarrollando.
Regla de la armonía de las cláusulas: establecida en el Art. 1564 inc. 1° del CC, a cuyo tenor:
“Las cláusulas de un contrato se interpretarán unas por otras dándose a cada una el sentido que
mejor convenga al contrato en su totalidad”. Señala don Jorge López Santa María que “esta
regla la impone el más elemental sentido común. Cualquier intérprete, en cualquier materia,
comienza por observar el conjunto o totalidad de aquello que debe interpretar.”13 Las cláusulas
de un contrato generalmente se encuentran subordinadas unas a otras, por tanto, es de toda lógica
examinarlas en su conjunto y no aisladamente.
Regla de la utilidad de las cláusulas: recogida en el Art. 1562 del CC, señala que: “el sentido
en que una cláusula pueda producir algún efecto, deberá preferirse a aquel en que no sea capaz
de producir efecto alguno”. “Nada más elemental que las cláusulas hayan sido introducidas en
el contrato precisamente para producir algún efecto.”14 También es una regla de uso obligatorio,
además de ser de toda lógica y sentido común.
Regla del sentido natural: mencionada en el Art. 1563 inc. 1° del CC, dispone: “En aquellos
casos en que no apareciere la voluntad contraria, deberá estarse a la interpretación que mejor
cuadre con la naturaleza del contrato.”15 Es decir, se debe esclarecer el sentido de la cláusula
dudosa atendiendo a la naturaleza y fines del contrato en que está inmersa.
A la luz de estas reglas se hace mucho más fácil esclarecer el sentido de la cláusula “Se
faculta al portador”. ¿Qué es lo que se quiere lograr con el contrato macro donde se inserta la
cláusula? La respuesta dependerá del contrato en particular en que se incluya, pero en el ejemplo
más común de la compraventa no es muy difícil concluir que la parte vendedora busca transferir
la propiedad del bien y recibir a cambio un precio, y que la parte compradora busca adquirir el
bien, vale decir, que la propiedad se radique en su patrimonio. Siendo este el objetivo de las
partes, estimamos que la tesis de don Daniel Peñailillo resulta un tanto alambicada y discordante
con las reglas de interpretación contractual más básicas que establece nuestra legislación positiva.
En efecto, plantear que al firmar la escritura queda emitida una oferta de mandato que por ser tal
está sujeta a las reglas de la caducidad de la oferta puede generar inconvenientes que retrasarían o
dificultarían innecesariamente el cumplimiento del contrato, no siendo por tanto “útil” esa
13
LOPEZ SANTA MARÍA, JORGE.: Los Contratos, Parte General. Legal Publishing, Santiago, 2010, p. 390
14
Ídem
15
Ídem

16
interpretación a los fines buscados por las partes. Piénsese, por ejemplo, lo que ocurriría si luego
de firmar la escritura y antes de inscribir, una de las partes cae en incapacidad o fallece, como
suele suceder.
Estimamos entonces mucho más armónico y útil entender que la cláusula: “Se faculta al
portador” constituye un mandato, el cual tiene por objeto que el mandatario requiera por sí solo la
inscripción conservatoria, conforme lo posibilita el Reglamento. La voluntad de las partes en
orden a efectuar la tradición queda de manifiesto al facultar al tercero para requerir dicha
inscripción. Con todo, pese a adherir en términos generales a la Tesis de Alessandri, discrepamos
en cuando a los efectos y características de este mandato. Recordemos que el autor plantea que en
caso de fallecer uno de los otorgantes el mandato termina en virtud del numeral 5° del Art. 2136,
situación que acarreará la nulidad de la inscripción practicada en tales condiciones y la necesidad
-en caso que la inscripción no se haya practicado aun- de que esta sea requerida por los herederos
del fallecido y la contraparte viva o sus representantes o herederos.
Tanto Peñailillo como Alessandri al referirse a las situaciones en que la inscripción debe
ser requerida por la sucesión de un contratante fallecido junto con el que quedó vivo, o ambas
sucesiones, según corresponda, omiten mencionar que este proceso no es tan sencillo: se requiere
primero cancelar la inscripción nula (si ya fue practicada), obtener e inscribir el decreto judicial o
resolución administrativa que conceda la posesión efectiva de la herencia 16, y entonces efectuar la
tradición válidamente por parte de los herederos inscribiendo el inmueble a nombre del
comprador original. Demás está decir que la burocracia de rigor puede tardar mucho tiempo, es
por ello, que consideramos la siguiente como una posible solución más armónica, útil y acorde
con el sentido natural del contrato originalmente pactado (pensando siempre, como ejemplo, en
un contrato de compraventa de inmueble): la respuesta consiste en entender que el mandato
contenido en la cláusula: “Se faculta al portador” no termina con la muerte, ya porque interesa al
mandatario o porque forma parte o accede a otro contrato que se ha querido o previsto cumplir
mediante su gestión.17 De este modo podemos dar solución a prácticamente la totalidad de las
situaciones conflictivas que pudieran suscitarse respecto a la cláusula: “Se faculta al portador”,
especialmente, a la contingencia en que fallece uno de los contratantes, cual es una de las más
recurrentes en los procesos judiciales que se han tenido a la vista para efectos de este trabajo.
Hay además un importante sentido práctico en abordar el tema de este modo: si
sobreviene la muerte a la parte vendedora y de todos modos se efectúa una inscripción
conservatoria a requerimiento de un portador facultado, los herederos del vendedor podrán
solicitar la anulación de la inscripción por falta de voluntad del mandante, pero lo cierto es que
aun cuando se les conceda esta petición, igualmente tendrán ellos la obligación de practicar la
referida inscripción conservatoria posteriormente ya que como continuadores de la persona del

16
Cfr. SANHUEZA MARAMBIO, MARCELO ANIBAL.: La inscripción en el Registro Conservador de Bienes
Raíces.,
http://www.academia.edu/3738615/LA_INSCRIPCION_EN_EL_REGISTRO_DEL_CONSERVADOR_DE_BIEN
ES_RAICES_MARCELO_ANIBAL_SANHUEZA_MARAMBIO_ABOGADO_PROFESOR_DE_DERECHO_CI
VIL (6 de noviembre de 2013)
17
Cfr. STITCHKIN BRANOVER, DAVID.: El Mandato Civil, Quinta edición actualizada por Gonzalo Figueroa
Yáñez, Editorial Jurídica de Chile, Santiago, 2008, pp. 482-483

17
causante ellos le suceden en todos sus derechos y obligaciones transmisibles según las normas
generales. Sucedería entonces que, luego de un largo camino, volvería a ser necesario practicar
una inscripción conservatoria en favor de aquel que había sido privado de ella por falta de
voluntad del mandante en la tradición.
Con todo, no podemos desconocer que ésta solución no pasa de ser sino una
interpretación, la cual, al igual que los planteamientos de Alessandri y Peñailillo, puede o no ser
considerada por los Tribunales, no existiendo obligación legal alguna por parte de ellos de ceñirse
a una u otra alternativa. Por ello, estimamos, en subsidio, que sería del todo deseable que el
legislador se haga cargo de esta situación estableciendo por medio de una ley cuál es el verdadero
sentido y alcance, naturaleza jurídica, y efectos de la cláusula: “Se faculta al portador”, a fin de
que no haya más dudas ni largos procesos judiciales en donde la cuestión controvertida sea
justamente ésta.
Como idea final, no es descabellado plantear una solución más radical: la revisión de
nuestro actual sistema de transferencia de la propiedad inmueble por uno de efecto real del
contrato, hipótesis que cuenta con importantes adherentes en la doctrina nacional.18

4.- Revisión de la Jurisprudencia nacional

En este capítulo nos dedicaremos a revisar la Jurisprudencia de nuestros Tribunales


superiores de justicia. Desde luego, se trata de un estudio de fallos donde la cláusula: “Se faculta
al portador” ha estado en el debate. El orden en que expondremos las sentencias obedece a un
criterio estrictamente cronológico, comenzando con la más antigua y concluyendo en la más
reciente. Como señalamos anteriormente, nos avocaremos únicamente a las partes de los fallos
que digan relación con el tema en estudio, descartando profundizar en aquellos elementos
secundarios o irrelevantes para nuestros efectos.
El esquema que utilizaremos para esta sección es el siguiente: primero,
individualizaremos cada sentencia por el nombre de las partes, Tribunal que la dicta y fecha de la
resolución; luego, resumiremos la cuestión controvertida presentando los hechos que la originan,

18
Al respecto, se ha cuestionado la justificación y necesidad de que las partes tengan que manifestar su voluntad dos
veces para lograr la efectiva transferencia de la propiedad o derecho real de que se trate, señala doña María Sara
Rodríguez Pinto: “Lo curioso es que así las cosas las partes deben reeditar su voluntad en el modo de adquirir
(tradición-inscripción), un negocio jurídico en sí, para que sea plenamente eficaz la voluntad negocial ya expresada
en el título, otro negocio jurídico en sí. No deja por esto de tener lógica el paso del codificador francés que, a
comienzos del siglo XIX, simplemente eliminó la obligación de repetir la voluntad de enajenación en el modo de
adquirir, dando plena eficacia real al título o convención traslaticia de propiedad” (RODRIGUEZ PINTO, MARIA
SARA.: “La cláusula se faculta al portador y la transferencia de propiedad por tradición”, en Revista Chilena de
Derecho, 27, N° 1, Santiago, 2000, p.174). En el mismo sentido, don Javier Barrientos Grandon plantea que “Esta
doctrina es antigua, pues la defendía expresamente Pothier y… pero que en la línea del autor francés resultaba
explicable supuesta su concepción general de una “Tradición de efectos posesorios” y no de una “tradición de
derechos”, cual es el sistema adoptado por nuestro codificador” (BARRIENTOS GRANDON, JAVIER.: “Título y
modo de adquirir: intención de transferir el dominio en la tradición. Tradición por mandatarios. Cláusula se faculta al
portador”, en Íñigo de la Maza Gazmuri y Claudia Bahamondes Oyarzún, Jurisprudencia Civil Comentada, Legal
Publishing, Santiago, 2011, p. 563)

18
a continuación, expondremos la decisión que el juzgador hace del asunto para finalmente hacer
los comentarios pertinentes.

Caso I
Sentencia analizada: Juan González con Néstor González19
Tribunal: Corte de Apelaciones de Concepción
Fecha: 16 de mayo de 1985
Cuestión controvertida: En este caso, se produjo la venta forzada de un fundo perteneciente a
María Mercedes Hann. Los demandantes, sucesores de la ex dueña del predio, intentan demostrar
la ilicitud de la venta forzada, y en subsidio, declarar la nulidad de la tradición aduciendo que el
mandato para requerir la inscripción caducó al morir la ejecutada un año antes de requerirse la
inscripción.
La sentencia que se dicta, resuelve una intrincada cuestión sobre posible ilicitud de la
venta forzada del inmueble derivada del posible concierto entre el adjudicatario y el representante
de la ejecutada. No entraremos en esa discusión por ser ajena a los fines del presente trabajo.
Respecto a la segunda petición de los demandantes, es decir, la declaración de nulidad de
la inscripción, es necesario señalar que la escritura de venta contiene una cláusula que indica “Se
faculta al portador de copia autorizada de esta escritura para requerir y firmar la inscripción
traslaticia de dominio del fundo”.
Decisión del tribunal: Para resolver el caso, el Tribunal comienza aclarando que en las ventas
forzadas, la persona cuyo dominio se transfiere es el tradente, y el Juez su representante legal;
tratándose de ventas forzadas sobre inmuebles, esta representación está limitada por el Art. 498
del CPC a la suscripción de la escritura respectiva y nada más, ya que el rematante se entiende
facultado para requerir y firmar la inscripción por sí solo en virtud del Art. 497 del mismo cuerpo
legal.
Considerando esto, la muerte del ejecutado después de terminado el juicio con la
sentencia de remate y extendida ya la escritura respectiva, pero antes de su inscripción, no priva
en lo absoluto al rematante de la facultad de requerir la inscripción en el CBR, ya que su facultad
tiene un origen legal y no convencional. Nada impide tampoco que el adjudicatario requiera la
inscripción por medio de un representante. La tradición no es nula por falta de consentimiento de
la ejecutada; de hecho, aun cuando ella estuviese viva, carecía de la facultad de efectuar la
tradición.
Respecto a la cláusula que estamos estudiando, la escritura de venta contenía la
disposición “Se faculta al portador de copia autorizada de esta escritura para requerir y firmar
la inscripción traslaticia de dominio del fundo”, lo que, a juicio de la Corte, implica que el
rematante, único autorizado para inscribir, delega esta facultad en el portador de copia autorizada
de la escritura. Nótese que el mandato no lo otorga el Juez representando a la ejecutada, quien
carecía de facultad para hacerlo, sino que el rematante. Aún los sucesores de la ejecutada no
heredan la facultad de inscribir.

19
REVISTA DE DERECHO Y JURISPRUDENCIA Y GACETA DE LOS TRIBUNALES.: Vol. 82 N° 2,
mayo agosto, año 1985, pp. 58-64

19
Los herederos, en la réplica de la demanda de primera instancia, argumentan a fin de
solicitar la anulación de la tradición que la oferta de mandato contenida en la cláusula caducó por
no ser aceptada en 24 horas según prescribe el Art. 98 del C de Com, sin embargo, el Tribunal
estima que esta regla rige solo para las ofertas a personas determinadas, no siendo este el caso.
La Corte plantea que la cláusula en estudio contiene una oferta de mandato dirigida a
persona indeterminada, la que se mantiene vigente hasta que se extinga por prescripción, cosa
que no ocurrió en este caso, ya que fue “aceptada” tácitamente antes de ello (Considerando 22°).
Se rechaza la demanda, la inscripción-tradición que se efectuó no es nula.
Comentario: Este caso es diferente a todos los que, en general, estudiaremos en adelante, ya que
no se trata de una compraventa sino de una venta forzada, sin embargo, también se estudia la
naturaleza jurídica de la cláusula “Se faculta al portador”.
Aquí se puede observar claramente cómo el uso de la disposición aludida no es exclusivo
de los contratos de compraventa sino que se extiende a muchos otros contratos y actos jurídicos,
aun cuando su inclusión no es necesaria en muchos de estos.20
Respecto a la naturaleza jurídica de la cláusula, es claro que la Corte adhiere a la teoría de
la oferta; así lo expresa abiertamente en el considerando vigésimo segundo. En un primer
momento la parte demandante argumenta también sobre la base de entender a la cláusula como
una oferta de mandato, y plantea la caducidad de ésta por no haber sido aceptada oportunamente.
La Corte, recogiendo la misma calificación jurídica, establece que el plazo para aceptar la oferta
de mandato contenida en la cláusula es más amplio en el caso de ofertas dirigidas a personas
indeterminadas.21
Con este último elemento es más notorio aún que la Corte sigue íntegramente la tesis del
Profesor Peñailillo, ya que concuerda tanto en la calificación general de la cláusula como en las
características de la misma. No está de más mencionar que esta sentencia se dicta el 16 de mayo
de 1985, vale decir, a menos de un año de publicarse la teoría del profesor Peñailillo; y
justamente en Concepción, ciudad donde a la fecha el autor mencionado era un reconocido
académico.

Caso II
Sentencia analizada: Banco de Chile con Sociedad de Inversiones Ocoa S.A22
Tribunal: Corte de Apelaciones de Santiago
Fecha: 6 de mayo de 1994
Cuestión controvertida: El litigio trata de la inscripción de una hipoteca. La parte demandada
ejecutivamente aduce que la inscripción hipotecaria en virtud de la cual se le está ejecutando es
nula por no haberse indicado en ella el domicilio del requirente de dicha inscripción: don Raúl

20
WINTER IGUALT, RODRIGO.: “El portador facultado”, Op. cit. http://www.colegioabogados.cl/cgi-
bin/procesa.pl?plantilla=/cont_revista.html&idcat=32&id_cat=3&id_art=11&nseccion=%BFPor%20Qu%E9%20As
ociarse%3F%20%3A%20Revista%20del%20Abogado%20%3A%20Revista%20N%BA%2013%20%3A%20TEMA
S (5 de junio de 2013)
21
Cfr. MILLAS FERNANDEZ, ROLANDO.: Las ofertas públicas o a personas indeterminadas, Op. cit. p. 21
22
Cita Microjuris: MJJ1447

20
Fuenzalida, contraviniéndose así el requisito preceptuado en el Art. 2432 N° 1 de CC, razón por
la que la inscripción sería nula y no habría cumplido con los requisitos del Art. 81 del
Reglamento tornándose de este modo en ineficaz. Así, la demandada opone a la ejecución la
excepción del Art. 464 N° 7 del CPC: “La falta de alguno de los requisitos o condiciones
establecidos por las leyes para que dicho título tenga fuerza ejecutiva, sea absolutamente, sea
con relación al demandado”.
Cabe precisar que tanto en el contrato de hipoteca como en su inscripción en el CBR se
individualizó debidamente a las partes del contrato, incluidos los representantes.
En el contrato, las partes facultaron al portador de copia autorizada de la escritura para
requerir y firmar las anotaciones, inscripciones y sub inscripciones registrales que procedan.
Decisión del tribunal: La Corte señala que don Raúl Fuenzalida, al solicitar la inscripción no
actuó como apoderado del Banco, sino como portador de copia de la escritura, situación en la
cual no es necesario indicar su domicilio, por tanto la inscripción se ajusta a derecho.
Se desestima la aplicación de la excepción de falta de mérito ejecutivo del título.
Comentario: Como puede observarse, en este caso no estamos ante una transferencia de la
propiedad de un inmueble sino ante la constitución de un derecho real, a saber: una hipoteca.
La Corte no entra en la discusión sobre la naturaleza jurídica de la cláusula, en este
sentido, no se pronuncia expresamente a favor de lo que hemos llamado teoría del mandato, ni
tampoco opta por la teoría de la oferta, sin embargo, hemos decidido incluir esta sentencia como
una muestra del total y absoluto valor que se le reconoce a la cláusula “Se faculta al portador”.
Esto es importante ya que hay autores que han cuestionado aun la validez de la estipulación23,
afirmación que ha sido refutada por la doctrina mayoritaria y -como apreciamos en este fallo-
también por la jurisprudencia.
Además, resulta sumamente interesante lo que la Corte deja asentado respecto a la
individualización del portador que requiera la inscripción: “no se hace necesaria su total
individualización en la referida inscripción” (Considerando 4°).

Caso III
Sentencia analizada: JAA con MALC24
Tribunal: Corte de Apelaciones de La Serena
Fecha: 25 de junio de 1998
Cuestión controvertida: Los hechos que originan la contienda son los siguientes: con fecha 9 de
septiembre de 1988 una persona vende a su hija un inmueble de 1.800.- hectáreas ubicado en el
23
Vid. WINTER IGUALT, RODRIGO.: “El portador facultado”, Op. cit. http://www.colegioabogados.cl/cgi-
bin/procesa.pl?plantilla=/cont_revista.html&idcat=32&id_cat=3&id_art=11&nseccion=%BFPor%20Qu%E9%20As
ociarse%3F%20%3A%20Revista%20del%20Abogado%20%3A%20Revista%20N%BA%2013%20%3A%20TEMA
S (5 de junio de 2013) Y ROJAS GARCÍA, EDMUNDO.: “Validez de la Cláusula por la que se Faculta al
Portador de Copia del Título para requerir las Actuaciones Registrales en el caso de Muerte de uno de los
Otorgantes”, Op. cit. http://fojas.conservadores.cl/articulos/validez-de-la-clausula-por-la-que-se-faculta-al-portador-
de-copia-del-titulo-para-requerir-las-actuaciones-registrales-en-el-caso-de-muerte-de-uno-de-los-otorgantes (10 de
junio de 2013)
24
VVAA.: Jurisprudencia Civil Comentada, Legal Publishing, Santiago, 2011, pp. 553 y 554

21
cerro La Chimba, de la comuna de Ovalle. El día 11 de noviembre del mismo año fallece la
vendedora (madre de la compradora). El decreto que concedió la posesión efectiva de la herencia,
de fecha 26 de abril de 1996, incluye en el inventario de los bienes el mencionado predio ya que
aún se encontraba inscrito a nombre de la causante. Posteriormente, con fecha 18 de junio de
1996 y a requerimiento del portador de copia autorizada, el CBR de Ovalle procede a inscribir el
inmueble a nombre de la compradora (que recordemos es una de las hijas) rechazando por ende la
inscripción de la posesión efectiva de la herencia toda vez que el inmueble era de propiedad
exclusiva de una de las herederas.
En primera instancia y ante el Primer Juzgado de Letras de Ovalle, la demandante solicita
se declare que el inmueble pertenece en común a demandante y demandada, únicas dos
comuneras en la sucesión de su madre. Sostiene la actora que ambas adquirieron la propiedad
mediante sucesión por causa de muerte. Apoya su solicitud además en que la inscripción
tradición efectuada es nula por falta de consentimiento de la mandante. La demandada se
defiende argumentando que el mandato contenido en la cláusula “Se faculta al portador” no se
extingue por la muerte del mandante ya que se trata de un encargo conferido por dos personas:
vendedor y comprador. El Tribunal a quo da la razón a la demandada señalando que no es
posible sostener que la inscripción es inválida ya que el mandatario requirió facultado por ambas
partes y, por lo demás, actuó manifestando su propia voluntad.
La sentencia de primer grado fue apelada ante la C.A de La Serena.
Decisión del tribunal: La Corte confirmó la sentencia del Primer Juzgado de Letras de Ovalle en
el sentido de resolver que la demandada es propietaria exclusiva del inmueble que se pretende
común ya que adquirió en virtud de un contrato de compraventa celebrado e inscrito válidamente
a solicitud de mandatario autorizado para ello. Siendo así, no cabe posibilidad de declarar que el
inmueble pertenece a ambas herederas ni menos pretender anular la tradición que fue, por lo
demás, bien hecha.
Comentario: Podemos observar claramente en este fallo que tanto el Tribunal de primera
instancia como la C.A de La Serena entienden que la cláusula “Se faculta el portador” en virtud
de la cual se requirió la inscripción conservatoria a nombre de una de las hijas de la fallecida no
es sino un mandato. De haber optado por la tesis de la oferta de mandato, tendríamos que
concluir que ésta caducó por la muerte del oferente y que por tanto la inscripción practicada es
nula debiendo inscribirse el inmueble a nombre de la sucesión o, en este caso, haberse dado lugar
a la inscripción solicitada del decreto de posesión efectiva de la herencia. Ello no ocurrió así por
la sencilla razón de que a criterio de los juzgadores la cláusula importa un mandato. Es más, se
estima que el mandato no se extingue con la muerte del mandante en atención a la naturaleza de
la obligación impuesta al mandatario, y considerando además que se trata de un mandato
conferido por dos personas, una de las cuales sigue viva.
Volveremos sobre este mismo caso a continuación ya que contra la resolución de segunda
instancia se apeló a la Corte Suprema mediante un recurso de casación en el fondo.

22
Caso IV
Sentencia analizada: JAA con MALC25
Tribunal: Corte Suprema
Fecha: 13 de julio de 1999
Cuestión controvertida: Se deduce recurso de casación en el fondo contra una sentencia dictada
por la CA de La Serena con fecha 25 de junio de 1998. Los hechos y la historia procesal de este
fallo han sido ya expuestos en el caso anterior, por lo que nos remitimos en cuanto a estos puntos
a lo allí expuesto.
Decisión del tribunal: La CS se hace cargo primeramente de una de las discusiones que se
suscitó durante el proceso y que dice relación con el momento en que se adquiere la posesión de
la herencia. En efecto, la CA respectiva señaló que ésta se adquiría mediante el decreto de
posesión efectiva en tanto que la CS plantea que se adquiere por el solo ministerio de la ley. No
ahondaremos en esta controversia por ser ajena a nuestro estudio.
Respecto a la naturaleza de la cláusula: “Se faculta al portador”, la CS da por establecido
que se trata de un mandato declarándolo, sin embargo, terminado por la muerte del mandante en
virtud del N° 5 del Art. 2163 del CC. Señala el máximo Tribunal que como a la fecha en que se
requirió la inscripción el mandato ya no existía, se sigue que “tal inscripción se realizó sin el
consentimiento de tal parte, lo que se traduce en la nulidad de la tradición” (Considerando 9°).
En consecuencia se acoge el recurso de casación en el fondo revocándose la sentencia
apelada y dictándose en su lugar una sentencia de reemplazo en la que se ordena cancelar la
inscripción que favorecía a una sola de las herederas y en su lugar efectuar la inscripción especial
de herencia en nombre de las dos.
Comentario: Aun cuando en la CS se revocan las sentencia anteriores, dándosele la razón a la
parte demandante en orden a entender finalizado el mandato en virtud del fallecimiento de la
mandante, situación que derivó en que se otorgue a la actora íntegramente lo que solicitaba, la
calificación jurídica que la CS hace de la cláusula “Se faculta al portador” es exactamente la
misma que en su momento dio la CA de La Serena y el Primer Juzgado de Letras de Ovalle.
Es claro que la teoría seguida en este caso por el máximo Tribunal es aquella que entiende
a la cláusula como un mandato, es más, lo que señala la CS coincide exactamente con lo
planteado por don Arturo Alessandri incluso en cuanto al efecto que tiene en este mandato la
muerte de uno de los otorgantes; recordemos que al autor planteaba que ante tal situación el
mandato termina en virtud del Art. 2163 N° 5 del CC.
Con todo, no deja de ser curioso que aun cuando todos los Tribunales que conocieron de
este proceso hayan otorgado la misma calificación jurídica a la cláusula “Se faculta al portador”,
las resoluciones hayan sido diametralmente opuestas en la primera instancia, en la CA y en la CS.
Esto es muestra patente de la incertidumbre jurídica imperante actualmente a este respecto, y da
cuenta claramente de la necesidad de intervención legislativa en cuanto a este asunto.

25
Ídem.

23
Caso V
Sentencia analizada: Inés Bazán Martínez con Jorge Bazán Urrutia26
Tribunal: Corte de Apelaciones de Santiago
Fecha: 23 de septiembre de 1999
Cuestión controvertida: La demanda ante el Tribunal de primera instancia solicitaba por un lado
que se declare la nulidad de la tradición y que además se cancele la inscripción conservatoria
practicada en el marco de un contrato de compraventa.
Lo anterior se solicita debido a que en el lapso entre el otorgamiento de la escritura
pública y la inscripción correspondiente, uno de los otorgantes había fallecido. De la lectura del
fallo de la Corte se colige que el Tribunal a quo dio lugar a la pretensión del actor.
El demandado apela a dicha sentencia ante la CA de Santiago.
Decisión del tribunal: La Corte toma como base que la cláusula “Se faculta al portador”
insertada en la escritura pública de compraventa entre el demandado y su contraparte fallecida
constituye un mandato (Considerando 1°). Una vez aclarado este punto, la Corte señala que este
mandato -por acceder al contrato que se había querido o previsto cumplir- no se extingue por la
muerte de uno de los mandantes. Siendo así, la tradición es completamente válida y no hay razón
alguna para cancelar la inscripción conservatoria practicada, razón por la cual se decide rechazar
la demanda principal.
Comentario: En este fallo la CA de Santiago califica la cláusula: “Se faculta al portador” como
un mandato. Se trata sin embargo de una sentencia que, pese a recoger la calificación general de
don Arturo Alessandri, discrepa de lo planteado por el autor en cuanto a las características y
atributos de este mandato. En efecto, recordemos que Alessandri planteaba que el mandato, aun
el contenido en la cláusula “Se faculta al portador”, terminaba al producirse la muerte del
mandante. La CA en este fallo entiende que este mandato no termina por la muerte de uno de los
mandantes ya que se considera que el mandato accede a otro contrato que se ha querido o
previsto cumplir mediante su gestión. Esta es una idea con respaldo en la doctrina nacional,
especialmente en los planteamientos de don David Stitchkin Branover.27

Caso VI
Sentencia analizada: JV con IC, RZ, RG y AG28
Tribunal: Corte de Apelaciones de Rancagua
Fecha: 30 de septiembre de 1999
Cuestión controvertida: Este caso se origina en el Tribunal de Letras de Rancagua, sitio donde
el actor demanda a la reivindicación de un inmueble que se encuentra inscrito a nombre de las
demandadas, situación por la cual él no ha podido realizar la inscripción que pretende en su
favor. El demandante señala que adquirió la propiedad por cesión del cien por ciento de los
derechos hereditarios quedados al fallecimiento de FVN, cesión en la cual se dejó expresa

26
Cita Microjuris: MJJ273
27
Supra 3.4 Planteamiento personal
28
VVAA.: Jurisprudencia Civil Comentada, Op. cit. p. 557-559

24
constancia de que respecto a la propiedad en cuestión, al causante solo le cabían “derechos
eventuales” (Considerando 3°).
Las demandadas señalan que efectivamente el actor no ha podido inscribir el inmueble a
su nombre toda vez que éste se encontraba inscrito a nombre de CRU, quien compró
directamente al causante (FVN) por escritura pública que se otorgó pero no se inscribió de
inmediato.
El 10 de octubre de 1986 falleció CRU, y una vez que sus herederas obtuvieron el
correspondiente decreto de posesión efectiva, se procedió a inscribir el contrato de compraventa
entre FVN y CRU (ambos ya fallecidos), incluyéndose en el inventario de los bienes el inmueble
en cuestión, el que pasó luego a estar inscrito a nombre de las cuatro demandadas, herederas de
CRU.
El demandante argumenta señalando que en tales circunstancias la tradición es nula por
falta de voluntad. Él busca demostrar que el bien nunca salió del patrimonio de FVN y que por
tanto al haber adquirido los derechos hereditarios, estos incluían íntegramente el inmueble
disputado.
En primera instancia el Tribunal rechaza la demanda de reivindicación fundado en que
para que ésta prospere es necesario que el demandante exhiba un título de dominio que sea mejor
que el que tiene el demandado, situación que no se presenta en este caso.
Así el asunto llega a la CA mediante un recurso de apelación.
Decisión del tribunal: La CA de Rancagua confirma en todas sus partes la sentencia apelada
desestimándose así el recurso de apelación deducido por la parte demandante. La Corte señala
que en el proceso que llevó a la inscripción del inmueble a nombre de las demandadas no se
observa ningún tipo de vicio o problema, y que no es efectivo que la tradición sea nula por falta
de voluntad de los otorgantes, aun cuando estén fallecidos al momento de la inscripción
propiamente tal. “Que, por los mismos razonamientos indicados, también tienen plena eficacia
las inscripciones de dominio practicadas” (Considerando 6°).
Comentario: En este caso, aun sin hacer mención expresa, de lo razonado por la CA se colige
que se está calificando a la cláusula “Se faculta al portador” como un mandato. Ello es así toda
vez que se acepta como válida la inscripción póstuma de una escritura de compraventa a
requerimiento de un portador facultado. Nuevamente, si la Corte hubiese optado por la teoría de
la oferta, tendríamos que ésta habría caducado dada la muerte del oferente, situación en que la
inscripción efectuada debería necesariamente ser cancelada.
La Corte en este caso tiene por prestado el consentimiento necesario para efectuar la
tradición, por la sola inclusión de la cláusula: “Se faculta al portador” en la escritura de
compraventa. Recordemos que Alessandri postulaba ese como uno de los objetivos de la
cláusula.
Cabe señalar que la Corte se aparta del planteamiento del autor mencionado en cuanto al
efecto que produce la muerte en el mandato otorgado al portador facultado: el Tribunal acepta
como válida la inscripción post morten, aceptando con ello la subsistencia del mandato; sin
embargo, no se entregan argumentos doctrinales ni legales que apoyen tal decisión.

25
Caso VII
Sentencia analizada: María Muñoz Segovia con Noemí Herrera Zamora29
Tribunal: Corte Suprema
Fecha: 3 de agosto de 2004
Cuestión controvertida: Los hechos son los siguientes: el día 26 de diciembre de 1996 don
Domingo Muñoz Segovia vendió y transfirió a doña Noemí Herrera Zamora el inmueble
consistente en un sitio con unidad sanitaria ubicado en la población Nueva Coquimbo, de la
ciudad de Coquimbo. El día 30 de mayo de 1997 Don Domingo Muñoz Segovia falleció. El día
20 de abril de 1998 se ingresó la escritura al CBR de Coquimbo, anotándose en el respectivo
repertorio el 12 de mayo de ese mismo año. En la escritura pública de compraventa del 26 de
diciembre de 1996 las partes facultaron al portador de copia autorizada para requerir las
anotaciones, inscripciones o subinscripciones que procedan en los registros respectivos.
El caso judicial comienza en el Tercer Juzgado Civil de Coquimbo, donde se solicitó la
nulidad absoluta de la tradición por falta de consentimiento. La Jueza de primera instancia
rechazó la demanda. Apelado el fallo por la demandante, la CA de La Serena lo confirmó. La
parte demandante dedujo recurso de casación en el fondo ante la CS.
El recurso interpuesto se funda en que la sentencia impugnada rechazó la demanda por
estimar que no obstante que el mandato se extingue por la muerte, tiene como excepción aquellos
que acceden al contrato -en este caso de compraventa- que se ha querido o previsto cumplir
mediante si gestión. Al haber resuelto así, sostiene la recurrente, se ha incurrido en error de
derecho ya que se infringe el Art. 2169 del CC. De la lectura de la norma, sostiene la actora,
queda claro que la muerte extingue el mandato y la única excepción que tiene esta disposición es
que el encargo esté destinado a ejecutarse después de la muerte del mandante, situación que no es
la de este caso ya que el mandato pudo perfectamente ejecutarse antes de fallecer el vendedor, es
más, una vez fallecido éste, ya no es dueño de la cosa sino que lo son sus herederos.
Decisión del tribunal: La CS señala que el mandato termina por la muerte del mandante, salvo
las excepciones que la ley contempla ninguna de las cuales procede ni se aplica en el caso del
mandato contenido en la cláusula “Se faculta al portador”. No obstante, hay que recordar la regla
del Art. 2173 CC en virtud de la cual que para que la muerte extinga el mandato ésta debe ser
conocida por el mandatario, situación que no queda acreditada en este caso, por tanto, el mandato
no es nulo y produce plenos efectos respecto de terceros de buena fe.
A mayor abundamiento, la Corte señala que: “el mandato de autos, que
indeterminadamente facultaba para requerir las anotaciones, inscripciones o subinscripciones
que procedan en los registros respectivos, accedía al contrato de compraventa que se había
querido o previsto cumplir mediante su gestión” (Considerando 6°).
Se concluye así que los jueces del fondo no han vulnerado la norma denunciada, sino que
han aplicado correctamente el derecho, por lo que el recurso de casación interpuesto debe ser
desestimado30.

29
REVISTA DE DERECHO Y JURISPRUDENCIA Y GACETA DE LOS TRIBUNALES.: Editorial Jurídica
de Chile, Vol. 101 N° 2: julio a diciembre, 2004, pp. 208-212
30
Esta resolución se adoptó con el voto en contra del Abogado Integrante Señor Óscar Carrasco, quien estuvo por
acoger el recurso de casación en el fondo, invalidar el fallo impugnado y dictar sentencia de reemplazo dando lugar

26
Otras razones: Sin perjuicio de desestimar el recurso por lo antes mencionado, la Corte señala
que existen otras razones que no han sido invocadas pero que se aplican de igual modo por ser de
derecho:
- la sanción por la falta de consentimiento producida por la muerte del mandante es la
inoponibilidad y no la nulidad absoluta.
- Los herederos del causante le suceden en todos sus derechos y obligaciones transmisibles
(Art. 1097 CC) y si la inscripción tradición se llevó a efecto sin su consentimiento -por la
extinción del mandato de su causante- ellos podían y debían ratificarla, ratificación que no
puede darse en el caso de una nulidad absoluta.
- Aunque la sanción fuese nulidad absoluta, ellos no podrían reclamarla ya que heredaron la
obligación del causante de efectuar la tradición y no tienen legitimación activa para
solicitar dejarla sin efecto, a la inversa, tienen la obligación de garantía de acuerdo a los
Arts. 1838 ss del CC.
- Si ellos tienen el deber de defender al comprador en la posesión tranquila y pacífica de la
cosa frente a la demanda de terceros, con mayor razón no pueden ser ellos mismos
quienes atenten contra dicha posesión.
Comentario: En este caso la CS se decanta claramente por la teoría del mandato. Ello es así toda
vez que en ningún momento se plantea que sea otra la naturaleza jurídica de la cláusula; en todo
momento se razona y -finalmente- se resuelve el caso teniendo a la vista las reglas del mandato.
Esta sola consideración es importante tratándose de una sentencia de la Corte Suprema de fecha
relativamente reciente y que puede, desde luego, generar precedente para casos similares.
En el razonamiento de la Corte hay dos elementos que estimamos de importancia capital
a la hora de resolver casos similares: primero, el Art. 2173 del CC, en base a esta regla si no
queda acreditado en juicio el conocimiento por parte del mandatario de la muerte del mandante,
lo obrado no es nulo y produce plenos efectos contra terceros de buena fe 31. Pues bien, esta regla
puede servir para resolver muchos supuestos similares, pero desde luego habrá casos en que el

a la demanda principal. Argumenta el Señor Carrasco que el mandato otorgado en la escritura de compraventa expiró
al fallecer el vendedor en 1996, por lo que no debió haberse inscrito la propiedad a nombre de la demandada
invocando un mandato que ya había terminado. Señala el Abogado Integrante, entre otras cosas, que para producir un
efecto tan amplio e invulnerable, la cláusula materia del pleito debió ser redactada de la siguiente manera: “Se faculta
al portador de copia autorizada de esta escritura para requerir y firmar las anotaciones, inscripciones y
subinscripciones que procedan. La concesión de esta facultad es, desde luego, irrevocable y persistirá aunque
sobrevenga la muerte o incapacidad de cualquiera de los contratantes o de todos ellos”. Al no haber redactado la
cláusula de este modo, el mandato terminó por la muerte del mandante y faltó naturalmente su consentimiento para
que el adquirente pudiera llevar a cabo la tradición, siendo por tal motivo, nula la tradición.
De la argumentación del Señor Carrasco no queda claro si él entiende la cláusula como un mandato o como una
oferta de mandato. En un primer momento se plantea que el mandato ha cesado con la muerte del mandante, razón
por la que la tradición efectuada es efectivamente nula; pero luego se plantea la necesidad de redactar la cláusula en
los términos expuestos por Peñailillo, situación que nos hace entender que se acepta la posibilidad de plantear la
irrevocabilidad de la oferta de mandato; recordemos que la redacción propuesta por el citado autor implica la
irrevocabilidad en dos momentos: primero de la oferta de mandato y luego del mandato propiamente tal. Al parecer,
el juzgador confunde los propósitos de la redacción que Peñailillo sugiere para la cláusula: “Se faculta al portador”.
31
Esto es una regla general para el contrato de mandato, lo interesante aquí es el efecto que puede tener su aplicación
a la cláusula: “Se faculta al portador”.

27
mandatario no ignore la muerte del mandante, o bien que el tercero no lo sea de buena fe,
quedando entonces la regla del Art. 2173 del CC sin efecto.
Siendo así, cobra importancia el segundo elemento expuesto por la CS: el mandato
contenido en la cláusula “Se faculta al portador” accede al contrato que se ha querido o previsto
cumplir mediante su gestión, situación en la que tampoco se extingue éste por la muerte del
mandante. Estimamos que esta regla tendrá una aplicación mucho más amplia que la primera y
dará solución a la gran mayoría de los casos que pudieran suscitarse en donde esté en tela de
juicio la naturaleza jurídica de la cláusula: “Se faculta al portador”. Además, independiente de
que en este caso no se hace la referencia en forma expresa, la opción de aceptar la subsistencia
del mandato en circunstancias análogas tiene importante apoyo a nivel doctrinal. 32

Caso VIII
Sentencia analizada: Sucesión de Lucía Daza Beltrán con Nicolás San Martín Daza 33
Tribunal: Corte de Apelaciones de Concepción
Fecha: 21 de abril de 2009
Cuestión controvertida: Los hechos ocurrieron como sigue: doña Lucía Daza y don Nicolás San
Martín celebraron un contrato de compraventa sobre un inmueble el día 28 de enero de 1994. El 4
de febrero de 2000 falleció doña Lucía Daza. Con fecha 21 de enero de 2002 se inscribió la
propiedad adquirida a nombre del comprador.
La sucesión de Lucía Daza demanda en primera instancia que se declare nula la
inscripción conservatoria practicada en favor de don Nicolás San Martín. En el Tribunal a quo se
desestimó la pretensión y así el asunto llegó a la Corte.
En la escritura pública de compraventa se insertó la cláusula: “se faculta
irrevocablemente al portador de copia autorizada de la presente escritura, para requerir las
anotaciones, inscripciones y subinscripciones que fueren procedentes en los registros
respectivos, todo ello para los efectos y en conformidad a lo dispuesto en el artículo seiscientos
ochenta y seis y además del artículo dos mil ciento sesenta y nueve ambos del Código Civil”.
Decisión del tribunal: el Tribunal de alzada razona sobre la base de entender que la cláusula
recién transcrita contiene una oferta de mandato dirigido a persona indeterminada. La Corte
señala que de su sola lectura se desprende que ésta no va dirigida a ninguna persona concreta. El
Tribunal señala que para entender perfecto el contrato de mandato, la oferta debe ser aceptada en
forma expresa o tácita, ninguna de las cuales operó en este caso. La sola firma del contrato de
compraventa en ningún caso es suficiente como para entender configurado y perfecto un mandato
toda vez que, como se dijo, no se indicó siquiera la persona del mandatario.
En el contexto anterior, indica la Corte, cobran vigencia las normas sobre la oferta y la
formación del consentimiento contenidas en los Art. 97 ss del C de Com, en virtud de las cuales
la oferta pierde vigencia por su caducidad, lo que entre otras cosas sucede por la muerte del

32
Cfr. STITCHKIN BRANOVER, DAVID.: El Mandato Civil, Op. cit., pp. 482-483
33
Cita Microjuris: MJJ20254

28
oferente. Así, resulta forzoso concluir que la inscripción fue requerida por quien ya no tenía
facultades para hacerlo, toda vez que la oferta de mandato no se aceptó oportunamente.
En este orden de ideas, los bienes de la vendedora original -incluido el inmueble
disputado- deben pasar a sus herederos, debiéndose así revocar la sentencia de primera instancia e
inscribir el inmueble a nombre de la sucesión, cancelándose así la inscripción que favorecía a don
Nicolás San Martín Daza.
Comentario: En este caso, es visiblemente notorio que la Corte adhiere a la teoría de la oferta de
mandato. Así lo señala expresamente y además se cita al autor que plantea dicha tesis
(Considerando 4°). Cabría preguntarse entonces por qué se desestimó la posibilidad de que esta
oferta sea irrevocable teniendo en cuenta que la redacción de la cláusula en este caso señalaba
“se faculta irrevocablemente (…)”. Recordemos que Peñailillo señala que tanto la oferta de
mandato como el mandato mismo pueden ser irrevocables y subsistir ante la muerte o
incapacidad de alguno de los otorgantes, siempre que ello se pacte expresamente. Pues bien, la
Corte entendió, que la redacción dada a la cláusula en este contrato implicaba la voluntad de que
el mandatario pudiera actuar incluso una vez fallecidos uno o todos los otorgantes, no
desprendiéndose de su lectura la voluntad de que la oferta de mandato sea irrevocable en tanto
oferta. No olvidemos que la posibilidad de la irrevocabilidad de la cláusula “Se faculta al
portador”, según Peñailillo, debe necesariamente evaluarse en dos etapas: primero en tanto oferta
de mandato, y segundo en tanto mandato propiamente tal. Quien redactó el contrato de
compraventa en el caso aquí estudiado, no hizo la distinción anterior y pasó directamente a la
segunda etapa. Siguiendo la teoría de la oferta, no tiene ventaja alguna establecer la
irrevocabilidad del mandato si no se establece también la irrevocabilidad de la oferta, toda vez
que el mandato se entenderá perfecto recién cuando la oferta sea aceptada.
Con todo, es necesario hacer notar un importante detalle de orden práctico: como
señaláramos más arriba, al tener por no configurado un mandato y entender, por tanto, nula la
inscripción, la cancelación de la misma y su inscripción nuevamente a favor de la sucesión de
Lucía Daza Beltrán no es más que un largo proceso que debe necesariamente concluir en una
nueva inscripción del inmueble en favor del comprador original, lo anterior toda vez que la
sucesión queda obligada a las cargas que pesan sobre su causante, quien como vendedora en el
contrato de compraventa, tiene la obligación de efectuar la tradición del inmueble enajenado.
Considerando esto, es vana la pretensión original de los demandantes en orden a recuperar el
inmueble. Esto es un elemento digno de tener en cuenta a la hora de resolver casos similares y es
muestra de lo que planteáramos34 respecto a lo intrincado que puede ser entender de este modo a
la cláusula: “Se faculta al portador”.
Por último, es interesante observar como la CA de Concepción es la única que hasta aquí
ha defendido la hipótesis del profesos Peñailillo, pese al gran salto temporal habido entre las
sentencias en que se conoció del asunto en esta Corte y aun cuando previamente a la dictación de
esta sentencia hubo un pronunciamiento de la CS en otro sentido.

34
Supra 3.4 Planteamiento personal

29
Caso IX
Sentencia analizada: Conservador de Bienes Raíces de Coronel – Corte de apelaciones de
Concepción35
Tribunal: Corte de Apelaciones de Concepción
Fecha: 29 de septiembre de 2009
Cuestión controvertida: El CBR de Coronel se negó a inscribir una escritura pública de
compraventa de inmueble aduciendo que el mandato para efectuar dicha inscripción, contenido
en la cláusula “Se faculta al portador”, no estaba vigente debido a que uno de los otorgantes había
fallecido. En este sentido, el Conservador señala en su informe que, como la cláusula no está
redactada en términos tales que implique su subsistencia luego de la muerte o incapacidad de
alguno o de todos los otorgantes, el mandato terminó al sobrevenir la muerte a una de las partes.
El Tribunal de primera instancia le dio la razón al CBR, de modo que no se ordenó la
inscripción del título.
El solicitante apela a esta resolución y argumenta que el Señor Conservador no tiene
facultades para negar la inscripción ni para requerir la subsistencia del mandato que se concedió
al portador de copia autorizada de la escritura. Además, señala que el Art. 60 del Reglamento es
claro en cuanto a que las partes pueden requerir la inscripción por sí mismos. Esta es justamente
la situación del caso, quien solicitó la inscripción fue uno de los contratantes
Decisión del tribunal: Se revoca la sentencia de primera instancia y se hace lugar a la
reclamación del solicitante ordenándose al CBR practicar la inscripción de la escritura pública de
compraventa.
El Tribunal señala que el Art. 60 del Reglamento, que otorga a las partes la facultad de
requerir personalmente la inscripción, es suficiente para solucionar este caso, sin embargo, a
mayor abundamiento, se dan otros argumentos:
- La cláusula “Se faculta al portador” es un mandato al cual va naturalmente unida la
facultad de representar a las partes. El portador de la copia autorizada representa tanto al
tradente como al adquirente (Considerando 6°).
- El mandato otorgado no se extingue por la muerte del mandante ya que se trata de un
contrato que accede al contrato principal que las partes habían querido o previsto cumplir
mediante su gestión (Considerandos 7° y 8°).
- Siendo así, aun cuando un otorgante de la escritura (que vendría a ser un mandante en este
contrato de mandato inmerso en el contrato principal) fallece, el mandato subsiste y por
tanto igualmente se llega a la conclusión de que la inscripción conservatoria debe ser
practicada.

Comentario: En este caso la Corte opta claramente por la teoría del mandato. Ello se distingue
muy nítidamente toda vez que, de haberse seguido la teoría de Peñailillo -de la oferta de
mandato- necesariamente habríamos de entender que esta ha caducado por la muerte de uno de
los oferentes. Como no alcanzó a producirse la aceptación expresa o tácita antes del
fallecimiento, la oferta ya no tendría valor alguno y deberían requerir la inscripción el otro
contratante y los herederos del fallecido.

35
Cita Microjuris: MJJ273

30
Con todo, hay que mencionar que la Corte se aparta de lo señalado por Alessandri en
cuanto al efecto que tiene la muerte de uno de los otorgantes. Recordemos que el autor señala que
en virtud de las normas generales del mandato éste termina por la muerte del mandante, sin
embargo, el fallo hace eco de la doctrina planteada por don David Stitchkin Branover 36 quien
defiende la subsistencia del mandato cuando éste es condición de un contrato celebrado entre el
mandante y un tercero; y cuando el mandato interesa al mandatario porque forma parte o accede a
otro contrato que se ha querido o previsto cumplir mediante su gestión (Considerando 7°).
Este planteamiento de la Corte, que ya había sido recogido por la jurisprudencia, es
sumamente interesante pues estimamos que el razonamiento utilizado se puede aplicar a muchos
otros supuestos similares. En efecto, la experiencia indica que muchas veces el requirente de la
inscripción, especialmente en los casos de compraventa, será el comprador. Siendo así, el
mandato contenido en la cláusula “Se faculta al portador” interesa lógicamente al mandatario
pues accede a otro contrato que se ha querido o previsto cumplir (la compraventa, por ejemplo),
por tanto, subsiste a la muerte del otro otorgante aun sin mención expresa. Estimamos que lo
mismo puede aplicarse mutatis mutandi cuando el requirente es el vendedor y el fallecido, el
comprador.
Cabe sin embargo dejar claro que, aun con las consideraciones recién expuestas, la Corte
igualmente le da la razón a Alessandri en cuanto a la naturaleza jurídica de la cláusula “Se faculta
al portador” ya que el planteamiento de que el mandato subsiste en ciertos casos tiene como
sustrato básico que la cláusula es justamente esto, a saber: un mandato.
Finalmente, en esta sentencia podemos observar un radical vuelco en la jurisprudencia de
la misma Corte37 alineándose, con muy pocos meses de diferencia, a lo resuelto anteriormente
por la CS.

Caso X
Sentencia analizada: Hugo Veloso Castro con Juana Meza Lara38
Tribunal: Corte Suprema
Fecha: 31 de agosto de 2010
Cuestión controvertida: Doña Marta Lara Arellano, causante de los demandantes, cedió por
escritura pública de fecha 9 de abril de 1996 a doña Juana Meza Lara el 50% de los derechos que
le correspondían sobre un inmueble, además del 50% de algunas patentes comerciales, derechos
que la cedente había adquirido a la muerte de su cónyuge Luis Alberto Meza Gutiérrez. Cabe
señalar que a la fecha de la cesión aún no se había realizado la partición de la herencia.
En la escritura de cesión de derechos se insertó la cláusula: “Se faculta al portador”.
La cedente, y causante de los actores, falleció en 1999. Tres años después, la cesionaria
acudió a inscribir su título al CBR respectivo. Con posterioridad a ello, los herederos de la
cedente acudieron al CBR para realizar la inscripción especial de herencia, cosa que no pudieron

36
STITCHKIN BRANOVER, DAVID.: El mandato Civil, Editorial Jurídica de Chile, Quinta edición actualizada
por Gonzalo Figueroa Yáñez, p 482.
37 Supra Caso VIII
38
ROL N° 8068-08

31
hacer debido a existir una inscripción vigente a nombre de la cesionaria Juana Meza Lara. Por
ello, los herederos demandan solicitando la nulidad de la inscripción conservatoria, petición que
es rechazada en el Juzgado de Letras de San Javier siendo dicho fallo conformado por la CA de
Talca.
Así el asunto llega a la CS por medio de un recurso de casación en el fondo. La parte
recurrente alega que los derechos cedidos en su momento por la causante fueron adquiridos por
ellos, los herederos, cuando falleció su madre en 1999, situación por la que no pudieron ser
adquiridos por la cesionaria al acudir ésta a requerir la inscripción tres años después de dicho
momento. Apoya también su argumentación señalando que el mandato otorgado en la cesión de
derechos, y contenido en la cláusula “Se faculta al portador”, es inexistente toda vez que murió
una de las partes mandantes que lo otorgó, faltando así la voluntad necesaria al tiempo de
requerirse la inscripción. El mandato, señala la recurrente, habría terminado en virtud del numeral
5° del Art. 2163 del CC.
Decisión del tribunal: La CS rechaza el recurso de casación en el fondo y confirma las
sentencias anteriores debido a las siguientes razones: la ley no indica cómo ha de efectuarse la
tradición del derecho real de herencia, por lo que debe entenderse que para ello basta la
exteriorización de las voluntades en orden a efectuar dicha tradición, lo que a su vez puede
entenderse cumplido con la sola voluntad manifestada en la escritura de cesión de derechos.
Siendo así, la cesionaria adquirió el dominio en el mismo momento de otorgarse la escritura
pública de cesión de derechos, sirviendo la inscripción conservatoria practicada posteriormente
nada más que para mantener la historia de la propiedad raíz, pero no como tradición.
Respecto a la alegación referida al mandato contenido en la cláusula: “Se faculta al
portador” la corte señala que “la existencia o no del mandato innominado a tercera persona para
que esta requiera la inscripción de la compraventa-cesión, en nada obsta a lo fallado por los
jueces de la instancia, puesto que dicho mandato debe entenderse conferido a terceros, no
actuando la cesionaria como mandataria sino como parte interesada” (Considerando 7°).
Comentario: Si bien para la resolución de este caso no fue crucial determinar la naturaleza de la
cláusula “Se faculta al portador”, lo cierto es que tanto en la alegación de la parte demandante
como en el fallo de la CS se tiene por incuestionable que la estipulación no importa sino un
mandato, siguiéndose así el planteamiento del profesor Alessandri. La Corte no alcanza a dar su
opinión respecto a la posibilidad de subsistencia del mandato luego de la muerte de uno de los
otorgantes, cosa que es entendible pues el asunto se resolvió entendiendo otras consideraciones
ajenas a la calificación jurídica de la cláusula: “Se faculta al portador”.

Caso XI
Sentencia analizada: Inés Valdivia Campos con Olivia, Luis y Albertino Meza Miranda39
Tribunal: Corte Suprema
Fecha: 13 de junio de 2011

39
ROL N°: 430-10

32
Cuestión controvertida: Se trata de un juicio de cumplimiento de contrato e indemnización de
perjuicios. La demandante compró con fecha 14 de julio de 1988 a doña Manuela Miranda,
madre de los demandados, un inmueble consistente en el “Lote A” proveniente de la subdivisión
de un predio ubicado en el sector “La Compañía” de la comuna de Graneros. El precio de la venta
fue la suma de $60.000.- La inscripción en el CBR no se intentó siquiera sino hasta doce años
después, momento en el cual la compradora se enteró que la vendedora había vuelto a enajenar el
inmueble a sus hijos, los demandados, quienes lo inscribieron a su nombre.
La actora se querelló criminalmente por estafa, pero la causa fue sobreseída debido al
fallecimiento de la demandada, por lo que terminó solicitando que los demandados en tanto
herederos de la vendedora efectúen la tradición del inmueble, para lo cual deberían cancelar la
inscripción conservatoria efectuada a su nombre y proceder a inscribir a nombre de la actora.
Es importante señalar que en la primera escritura de compraventa se insertó la cláusula:
“Se faculta al portador”.
Los demandados oponen entre otras la excepción de prescripción.
En primera instancia se rechazó la demanda, siendo esta decisión confirmada por la CA.
Así el asunto llegó a la CS mediante un recurso de casación en el fondo.
Decisión del tribunal: La CS rechaza el recurso de casación confirmando las sentencias
anteriores, ello debido básicamente a que se constata que en la especie ha operado la
prescripción. Hay un argumento que la CS da en apoyo a su decisión y que se expresa en el
considerando duodécimo: “esta Corte no puede dejar de reparar en que, de acuerdo a la
cláusula sexta del contrato de 14 de julio de 1988, el portador de copia autorizada de la
escritura quedó facultado para inscripciones, anotaciones y subinscripciones a que hubiere
lugar en el Conservador de Bienes Raíces, estipulación reveladora del consentimiento de las
partes en la tradición y significativa, a la vez, de un mandato conferido al portador de copia
autorizada para que requiera las inscripciones del caso (…)”
Comentario: En este caso no fue el punto neurálgico de la discusión el relativo a determinar la
naturaleza jurídica de la cláusula: “Se faculta al portador”, sin embargo, por estar indirectamente
relacionado con el tema de fondo, el Tribunal nos da igualmente su parecer al respecto. La
cláusula en opinión de la CS no es sino un mandato conferido al portador de copia autorizada de
la escritura para que requiera y practique las inscripciones del caso.
Se constata de este modo claramente la adhesión a la teoría de Alessandri respecto a la
calificación jurídica de la cláusula. Lo anterior se ve reforzado por la opinión de la CS consistente
en que dicha estipulación es además “reveladora del consentimiento de las partes”; recordemos
que el autor aludido planteaba expresamente que por medio de la cláusula las partes dejaban
manifestado su consentimiento en orden a efectuar la tradición.

33
5.- Resumen estadístico
Si tomamos como criterio diferenciador la opinión de cada Corte respecto a la cláusula:
“Se faculta al portador”, tenemos que los fallos analizados pueden en resumidas cuentas
agruparse como sigue40:

Cláusula: “Se faculta al portador” como oferta de mandato. Tesis de Peñailillo:

- Caso 1: Corte de Apelaciones de Concepción, 1985


- Caso 8: Corte de Apelaciones de Concepción, 2009

Cláusula: “Se faculta al portador” como mandato. Tesis de Alessandri:

- Caso 3: Corte de Apelaciones de La Serena, 1998


- Caso 4: Corte Suprema, 1999
- Caso 5: Corte de Apelaciones de Santiago, 1999
- Caso 6: Corte de Apelaciones de Rancagua, 1999
- Caso 7: Corte Suprema, 2004
- Caso 9: Corte de Apelaciones de Concepción, 2009
- Caso 10: Corte Suprema, 2010
- Caso 11: Corte Suprema, 2011

6.- Conclusiones

A) La cláusula: “Se faculta al portador” encuentra su origen y justificación tanto en el


sistema de transferencia de la propiedad inmueble imperante en nuestro país, como en el
sistema registral chileno, lo que, entre otras cosas, implica que la única forma válida de
efectuar la tradición es la inscripción del título en el CBR.
B) En el contexto recién mencionado, la cláusula: “Se faculta al portador” se presenta como
una herramienta de gran utilidad a la hora de efectuar los trámites de rigor, ya que permite
facultar a una persona cualquiera para requerir la inscripción conservatoria salvándose así
la necesidad de que las partes contratantes deban concurrir personalmente hasta las
dependencias del CBR respectivo para solicitar personalmente dicha inscripción. Ello por
sí solo explica el masivo uso actual de la mencionada estipulación.
C) La cláusula: “Se faculta al portador” no está regulada legalmente, existiendo
incertidumbre respecto a su naturaleza jurídica, validez y efectos.
D) Dos son las grandes teorías que se han propuesto, al respecto, a saber: la que califica a la
cláusula: “Se faculta al portador” como una oferta para celebrar un contrato de mandato,
tesis defendida por don Daniel Peñailillo Arévalo; y aquella que la califica como un

40
Se omite de la estadística el caso N° 2 debido a que, como se señaló en su momento, este fallo no se pronuncia
expresamente por una u otra opción.

34
mandato propiamente tal, planteamiento éste último defendido por don Arturo Alessandri
Rodríguez, entre otros.
E) La jurisprudencia dominante en los últimos años, salvo muy pocas excepciones, se ha
decantado por la teoría del mandato, confirmándose de este modo la tesis de Alessandri y
descartándose la de Peñailillo. Ello se colige claramente de la sola observación de la
cantidad de sentencias que han fallado en uno y otro sentido. Nótese además que nuestro
máximo Tribunal invariablemente ha resuelto en base a la teoría del mandato. De este
modo, se confirma plenamente la hipótesis planteada al comienzo del presente trabajo.
F) Por último, y pese a que la calificación jurídica de la cláusula es casi unánime, se observa
que no son del todo claros los efectos que este particular mandato puede tener en uno u
otro caso, razón por la cual, estimamos del todo deseable que el legislador intervenga en
el asunto otorgando una calificación estable y definitiva a la cláusula: “Se faculta al
portador”.

7.- Bibliografía

7.1 Libros y revistas

- ALESSANDRI RODRIGUEZ, ARTURO.: De la compraventa y de la promesa de venta,


Tomo I, Volumen 2. Editorial Jurídica de Chile, Santiago, 2003.

- BARRIENTOS GRANDON, JAVIER.: “Título y modo de adquirir: intención de


transferir el dominio en la tradición. Tradición por mandatarios. Cláusula se faculta al
portador”, en Íñigo de la Maza Gazmuri y Claudia Bahamondes Oyarzún, Jurisprudencia
Civil Comentada, Legal Publishing, Santiago, 2011.

- DÍAZ DUARTE, RAUL.: La Compraventa en el Código Civil Chileno, Editorial Jurídica


Conosur, Santiago, 1993.

- FELIU SEGOVIA, JUAN.: Manual de estudio de títulos de dominio de la propiedad


inmobiliaria, Tercera edición revisada y actualizada, Editorial Jurídica de Chile, Santiago,
2010.

- LOPEZ SANTA MARÍA, JORGE.: Los Contratos, Parte General. Legal Publishing,
Santiago, 2010.

- MILLAS FERNANDEZ, ROLANDO.: Las ofertas públicas o a personas


indeterminadas, Editorial Universitaria, Santiago, 1956.

- MOHOR ALBORNOZ, ELIAS.: “Los principios del derecho registral en nuestro


sistema”, en Manual de Práctica Registral Chilena, Edición Corporación Chilena de
Estudios de Derecho Registral, Santiago, 2007.

35
- PEÑAILILLO AREVALO, DANIEL.: “Se faculta al portador de copia autorizada…”,
Revista de Derecho y Jurisprudencia y Gaceta de los Tribunales, Vol. 81, Tomo 3,
Septiembre de 1984, pp.

- REVISTA DE DERECHO Y JURISPRUDENCIA Y GACETA DE LOS


TRIBUNALES.: Editorial Jurídica de Chile, N° 2: julio a diciembre, 2004; N° 2: mayo a
agosto de 1985.

- RODRIGUEZ PINTO, MARIA SARA.: “La cláusula se faculta al portador y la


transferencia de propiedad por tradición”, en Revista Chilena de Derecho, 27, N° 1,
Santiago, 2000.

- ROJAS GARCÍA, EDMUNDO.: “Validez de la Cláusula por la que se Faculta al


Portador de Copia del Título para requerir las Actuaciones Registrales en el caso de
Muerte de uno de los Otorgantes”, Revista de la Corporación Chilena de Estudios de
Derecho Registral, Edición N° 26, 2010, disponible en www.fojas.conservadores.cl

- SANHUEZA MARAMBIO, MARCELO ANIBAL.: La inscripción en el Registro


Conservador de Bienes Raíces, disponible en: www.academia.edu

- SEPÚLVEDA LARROUCAU, MARCO ANTONIO.: Estudio de Títulos de Inmuebles,


Editorial Metropolitana, Santiago, 2002.

- STITCHKIN BRANOVER, DAVID.: El Mandato Civil, Quinta edición actualizada por


Gonzalo Figueroa Yáñez, Editorial Jurídica de Chile, Santiago, 2008.

- VIDAL DOMINGUEZ, IGNACIO.: El estudio de los títulos de dominio, Ediciones


Jurídicas La Ley, Santiago, 1994.

- WINTER IGUALT, RODRIGO.: “El portador facultado”, Revista del Abogado, N° 13,
disponible en www.colegioabogados.cl

7.2 Textos legales y reglamentarios

- Código Civil
- Código de Comercio
- Código de Procedimiento Civil
- Reglamento del Registro Conservatorio de Bienes Raíces

36
7.3 Jurisprudencia

Fallos consultados en la base de datos del Poder Judicial:


- ROL N° 8068-08, Corte Suprema
- ROL N° 430-10, Corte Suprema

Fallos consultados en la plataforma Microjuris:


- Cita: MJJ1447, Corte de Apelaciones de La Serena
- Cita: MJJ273, Corte de Apelaciones de Santiago
- Cita: MJJ20254, Corte de Apelaciones de Concepción
- Cita: MJJ273, Corte de Apelaciones de Concepción

Fallos consultados en publicaciones escritas:


- REVISTA DE DERECHO Y JURISPRUDENCIA Y GACETA DE LOS
TRIBUNALES.: Vol. 82 N° 2 mayo agosto, año 1985, pp. 58-64, Corte de Apelaciones
de Concepción.
- REVISTA DE DERECHO Y JURISPRUDENCIA Y GACETA DE LOS
TRIBUNALES.: Editorial Jurídica de Chile, Vol. 101 N° 2: julio a diciembre, 2004, pp.
208-212, Corte Suprema.
- VVAA.: Jurisprudencia Civil Comentada, Legal Publishing, Santiago, 2011, pp. 553 y
554, Corte de Apelaciones de la Serena y Corte Suprema.
- VVAA.: Jurisprudencia Civil Comentada, Legal Publishing, Santiago, 2011, pp. 557 y
559, Corte de Apelaciones de Rancagua.

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