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LOS DÍAS DE JULIÁN BISBAL 1

LOS DÍAS DE JULIÁN BISBAL


de Roberto COSSA

Reparto
Julián Bisbal Juan Carlos Gené
Carmen, su mujer Norma Aleandro
Don Bouza Hugo Caprera
González Beto Gianola
Alberto José Novoa
Chela Adriana Aizeniberg
Marta Beatriz Alemany
La madre Marta Gam
El padre Fausto Aragón
Vacaro Emilio Alfaro
Derisi Julio de Grazia
Morandi Pepe Soriano
Dora Hilda Suárez

Escenografía Antón
Dirección David Stivel

"Los días de Julián Bisbal"


fue estrenada en el Teatro Regina el 14 de enero de 1966

ESCENA I
(Cocina del departamento de Julián Bisbal. Es un ambiente pequeño; en el
centro una mesa cubierta con un hule a cuadros; atrás una cocina y un aparador; a
la izquierda una cocina eléctrica sumamente vieja. Son las ocho de la mañana de un
día jueves. Al comenzar la escena, Carmen, la mujer de Julián Bisbal, pone a
calentar café. Es una mujer de unos veintiocho años, fea, aunque con un dejo de
dulzura en el rostro. Se acaba de levantar de la cama; está despeinada Y cubierta con
una bata descolorida. Saca una taza del aparador y la coloca sobre la mesa. Luego se
dirige hacia la derecha y se asoma a la puerta que da a la habitación).
CARMEN: (Llamando.) ¡Julián! ¡Vamos! son las ocho ya. (Vuelve a la cocina;
mira el café y pone a calentar un jarro con leche.) Después te
amargás si el viejo Bazán te protesta. (Pausa.) Eso pasa por acostarte
tan tarde. No puede ser que te pases la vida durmiendo cinco o seis
horas. Cómo no vas a estar cansado todo el día. (Controla el café.) Tu
mamá dice que no te ve muy bien. Me lo dijo el otro día, ¿te conté? Le
dije que dormías poco y me dijo que tengo que obligarte a descansar.
(Se asoma a la habitación.) ¡Todavía estás en la cama! ¡Son más de
las ocho! ¡Vamos! (Se hace una pausa durante la cual, se presume,
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Julián se levanta.) Te conté lo de tu mamá, ¿no? Ella habla de vos


como si todavía fueras un chico. Tenés una camisa en el ropero. No,
ésa está sin planchar. La blanca. ¡Pero apurate! (Se vuelve hacia la
cocina y coloca una taza sobre la mesa. Se hace una pausa.) Me
hizo gracia lo de tu mamá... Le dije que te acostabas tarde todas las
noches y te empezó a defender. (Breve pausa.) Se ve que tu mamá no
me quiere. Debe pensar que te merecías otra mujer, aquella vecina que
tenías cuando vivían en Flores. (Se asoma a la habitación.) ¡Pero
apurate, Julián, que ya va a estar! (Se vuelve y saca el café del fuego.
Sirve en la taza y, luego echa un poco de leche.) Ya está servido,
¿eh? Uf... esta cafetera es de lo más incómoda. No hay vez que el café
no se vuelque. El otro día vi una preciosa en lo de don Ramón. esas de
tipo italiano, con filtro, pero estaba carísima. Casi mil pesos. (Se
acerca a la habitación.) ¡Dale, que se enfría! Después te ponés la
corbata. (Carmen vuelve hacia el centro de la cocina, Saca del
aparador una lata de galletitas que coloca sobre la mesa. Desde la
habitación llega Julián Bisbal. Es un muchacho gordo, de treinta
años. Se ha levantado recién y camina pesadamente. Se sienta frente
a la taza de café con leche mientras da cuerda a su reloj pulsera.
Mira un instante a su mujer.)
JULIÁN: Ese batón que tenés puesto podrías archivarlo de una buena vez.
CARMEN: (Con extrañeza.) Y eso a que viene.
JULIÁN: Te queda mal.
CARMEN: Hace dos años, desde que nos casamos, que me lo ves todas las
mañanas.
JULIÁN: Será por eso. (Breve pausa. Julián termina de dar cuerda a su reloj.)
¿Qué hora es?
CARMEN: Las ocho y media. Si no te apurás, vas a tener otro lío con el viejo
Bazán.
JULIÁN: ¡Ma que reviente! Total, si llegás temprano todos los días no te lo
reconocen. Miralo a Estévez, nunca llegaba tarde y lo echaron lo
mismo.
CARMEN: Siempre decís que no te gusta llegar tarde.
JULIÁN: Claro, porque no quiero darle motivos a ese viejo para que me diga
nada. Ya la semana pasada me callé la boca, pero otra no se la
aguanto. (Imitando.) "Bisbal... son las nueve y cinco. ¿No sabe que el
horario es a las nueve?" Cuando te dice así da ganas de ahorcarlo. (Se
hace un silencio. Julián comienza a tomar el café con leche
mientras Carmen arregla algunas cosas.)
CARMEN: Ah, Julián, me olvidé de decirte... Ayer habló mamá para invitarnos a
almorzar el domingo. Es el cumpleaños de papá y parece que piensan
hacer una fiesta grande. Van a ir Jorge y Ester con los nenes. Le dije
que íbamos. (Julián hace un gesto.) ¿Vamos a ir, no?
JULIÁN: Y sí... ¡Qué sé yo!
CARMEN: Le vamos a dar una alegría a los viejos. Ellos que te quieren tanto...
Lástima que vivan tan lejos; si no podríamos ir más seguido. ¿No es
cierto? (Julián no contesta. Carmen lo mira y se queda en silencio.
Julián bebe un sorbo de café con leche y separa la taza.)
JULIÁN: Esto no se puede tomar.
CARMEN: ¿Qué tiene?
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JULIÁN: No sé... Tiene un gusto especial.


CARMEN: Es el café de siempre. A lo mejor el filtro que es nuevo. Te preparo
otro.
JULIÁN: No, no quiero. Además se me hace tarde.
CARMEN: Te lo hago en cinco minutos.
JULIÁN: No quiero, Carmen. Se me hace tarde. (Julián se dirige hacia la
habitación de donde vuelve un instante después poniéndose la
corbata. Trae en la mano el saco y el sobretodo que coloca sobre la
silla.) Esta noche no vengo a comer.
CARMEN: ¿Por qué?
JULIÁN: Tengo la cena con los compañeros del Nacional.
CARMEN: ¿Qué cena?
JULIÁN: La que te dije ayer, Carmen. Nos juntamos los cuatro compañeros que
hicimos todo el Nacional juntos.
CARMEN: ¿Y vas a ir?
JULIÁN: Eh... Cómo no voy a ir. Hace doce años que no nos vemos, desde que
terminamos el secundario. Los otros tres van a ir. No puedo fallar.
CARMEN: Otra vez te vas a acostar a las cuatro de la mañana.
JULIÁN: (Con sorna.) Sí... Todos los días me acuesto a las cuatro de la mañana.
CARMEN: Ayer volviste a las dos.
JULIÁN: Esto es distinto.
CARMEN: ¿Y ayer? ¿Y los demás días?
JULIÁN: ¿Empezamos otra vez, Carmen?
CARMEN: Siempre tenés un pretexto para llegar tarde a casa. Hoy es la cena con
los compañeros del Nacional.
JULIÁN: (Áspero) ¡Pero no te digo que éste es un caso distinto! Fuimos íntimos
amigos durante cinco años y hace doce años, desde que terminamos el
secundario, no nos vimos más. ¿Cómo voy a dejar de ir?
CARMEN: Ya sé, Julián... Si no me refiero a lo de hoy. ¡Mirá lo que me va a
importar que te encuentres con tus compañeros! No es eso. (Se hace
un silencio.) ¿Qué te pasa, Julián?
JULIÁN: ¿Cómo qué pasa?
CARMEN: Sí... ¿Qué te pasa conmigo?
JULIÁN: Nada. (Carmen lo mira.) ¿Qué me va a pasar?
CARMEN: (Se acerca a él.) Y entonces porque estás así...
JULIÁN: ¿Así, cómo?
CARMEN: Lejos... (Julián hace chasquear la lengua en señal de protesta.) Sí...
Hace un tiempo que estás lejos. Como si te molestara estar conmigo.
(Breve pausa.) ¿Qué pasa, eh?
JULIÁN: Nada, Carmen. Que va a pasar.
CARMEN: Julián.. No trates de engañarme. ¿O te creés que no me doy cuenta?
(Breve pausa.) ¿Tan sonsa me creés? (Julián hace un gesto.) ¿Cuánto
hace que no estamos juntos, eh? (Pausa.) ¿Sabés cuánto? (Julián le
da la espalda, molesto por la pregunta.) ¿Y eso qué es? (Se hace una
pausa. Carmen lo mira.) Anoche te esperé despierta hasta las dos de
la mañana y cuando quise acercarme me rechazaste.
JULIÁN: Tenía sueño.
CARMEN: No... Disimulás muy mal, Julián. (Pausa.) ¿Qué pasa? ¿Ya no me
querés más? (Breve pausa. Julián no contesta.) ¿Es eso, Julián?
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JULIÁN: (Molesto.) ¡Por favor, Carmen! ¿Ahora salís con eso? (Breve pausa.)
Lo que pasa es que no aguanto más la oficina; es eso. No hay caso,
tengo que irme de Ribaudo y conseguirme otro trabajo. Un corretaje o
algo así. Algo que sea más libre.
CARMEN: Siempre estuviste en Ribaudo, Julián. Pero antes no era así. (Breve
pausa.) Hace un tiempo, cuando hablamos, me dijiste que no estabas
bien, que se te iba a pasar. Me pediste que te diera una semana de
tiempo, ¿te acordás? Pasó más de un mes. Estuve esperando a que te
decidieras a hablarme. (Pausa.) ¿Es otra mujer, Julián?
JULIÁN: ¿Eh?
CARMEN: Si te gusta otra mujer.
JULIÁN: (Protestando.) ¡No!... ¡Qué otra mujer! (Breve pausa.) Bueno, me
voy. (Inicia el mutis. Carmen se acerca y lo toma.)
CARMEN: Julián... No nos vamos a separar nunca, ¿no?
JULIÁN: Se me hace tarde, Carmen.
CARMEN: Contestame, Julián. ¿No nos vamos a separar nunca?
JULIÁN: (Molesto.) Está bien... No. (La besa.) Chau.
CARMEN: (Lo retiene.) Dame un beso bien. (Julián la besa en la boca,
rápidamente.) ¿Vas a ir a la cena, hoy?
JULIÁN: Y sí... Chau.
CARMEN: Chau. (Julián sale rápidamente. Carmen se sienta frente a la mesa,
pensativa. Las luces decrecen rápidamente.)

ESCENA II
(Un café de barrio, ubicado en la esquina de la casa de Julián. Un mostrador y
varias mesas. Detrás del mostrador se halla su dueño, Don Bouza, un hombre de
unos cincuenta Y ocho años, leyendo el diario de la mañana. Un instante después
entra Julián y se acerca al mostrador.)
JULIÁN: Buen día, Don Bouza
DON BOUZA: Hola... (Don Bouza se dirige hacia la máquina de café.)
JULIÁN: Rápido ese cafecito, Don Bouza, que estoy apurado.
DON BOUZA: Tranquilo, hombre, tranquilo... "Vísteme despacio, que estoy
apurado". ¿Sabe quién dijo eso? Napoleón. Y es una gran verdad.
Piénselo. Quiere decir que las cosas que se hacen con apuro siempre
tardan más. "Vísteme despacio, que estoy apurado." Se lo dijo a su
ayudante. (Breve pausa.) ¿Se quedó dormido hoy?
JULIÁN: Eh... Anoche estuve aquí hasta las dos. Gerardo trajo la guitarra y se
puso a cantar tangos... Yo me fui a las dos, pero algunos se quedaron.
Estuvo lindo. (Breve pausa. Julián enciende un cigarrillo.) Soy el
primero como siempre.
DON BOUZA: Eh... Todas las mañanas es igual. Hasta las diez no se vende más que
cuatro o cinco cafés. Cada vez viene menos gente. Antes sí que valía
la pena, pero ahora... (Coloca el café frente a Julián, )
JULIÁN: Usted tendría que poner un "grill" como hacen todos.
DON BOUZA: ¿En éste barrio? No vale la pena.
JULIÁN: Está a dos cuadras de la estación.
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DON BOUZA: Igual... Eh, yo ya no estoy en edad para innovaciones. Dentro de un


año termino de pagar todas las deudas, vendo mi parte y me vuelvo a
España.
JULIÁN: ¿Se vuelve?
DON BOUZA: .- ¿Qué voy a hacer acá? No quiero saber más nada con la Argentina.
Vea, en Buenos Aires no se puede vivir más. Cuando yo vine, hace
cuarenta años sí que era lindo. Pero ahora... (Hace chasquear la
lengua.) Ahora todo es materialismo. Antes era distinto. Usted tomaba
un ómnibus o un tranvía y viajaba sentado. leyendo el diario. La gente
era amable. ¡Qué sé yo! Mire usted a estos muchachos que andan
ahora... Trece, catorce años y son ladrones o cosas peores... ¡Una
barbaridad! ¡Qué me dice? (Julián asiente en silencio.) Y todo es así.
Yo creo que el error de este país es que se hayan cerrado los
prostíbulos. Por eso la muchachada anda así. Pero... aquí mandan los
curas. Antes, usted ese problema lo tenía resuelto y la juventud era
más sana. ¿No es cierto?
JULIÁN: Claro.
DON BOUZA: Vea... Yo trabajé cuarenta años en esta tierra... ¡Cuarenta años! La
quiero más que a mi patria, créame, y eso que soy español y que tengo
a toda mi familia allá. Pero aquí no se puede vivir. No entiendo... Un
país tan rico como éste... ¡El país más rico del mundo! Y ya ve... Por
eso, si Dios me da salud, el año que viene me vuelvo a España. Hace
cuarenta años que no veo a mi pueblo. Tengo dos hermanos que no
conozco y mi madre que tiene ochenta años. Cuando me vine le dije
que a los tres o cuatro años volvía... Eh, después vino la guerra. (Breve
pausa.) Lo que son las cosas, ¿eh? Cuando tenía treinta años me
ofrecieron entrar en un negocio para la venta de frutas en el sur. No
quise aceptar para quedarme en Buenos Aires. Ahora sería millonario.
Ya ve, lo que no se hace a los treinta años, después no se hace más,
¿entiende? Eso me lo decía siempre mi padre, que era un hombre
culto, no vaya a creer. Un hombre que estudió, ¿eh? Había empezado
la Universidad y todo, pero después se tuvo que ir al campo. Me decía
siempre: "José, tienes tiempo hasta los treinta años para probar.
Después, el hombre queda moldeado". Y mire usted lo que es el
destino. Mi padre quería que yo me fuera a Madrid a estudiar y yo le
dije que no, que me venía a América porque quería hacer fortuna. Me
embarqué a los dieciocho años y a los treinta tuve mi gran
oportunidad. Pero... ¡Qué se le va a hacer! (Se hace una pausa
prolongada. Julián termina de beber el café en silencio y Don Bouza
vuelve a leer el diario. En ese instante entran al café dos parejas:
Luis González y Alberto -dos muchachos de poco más de treinta
años, vestidos con elegancia-, acompañados de dos mujeres: Chela y
Marta. Estas no son bonitas, pero tienen un tipo excitante y se
advierte inmediatamente que son "mujeres de la noche" Los cuatro
han pasado la noche juntos y llegan al café del barrio a rematar la
jornada.)
CHELA: (Riendo a carcajadas, ruidosamente.) ¡Ay, pero la cara que puso el
tipo del hotel! (Ríe.) Este Luis es loco.. (A Luis.) Se creyó en serio que
éramos matrimonios.
GONZÁLEZ: ¡Claro que se lo creyó! ¿No te diste cuenta que se lo comentó al otro?
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CHELA: ¡Ah, no! ¿Se lo comentó!


GONZÁLEZ: Y claro. ¿No viste cómo nos miraba?
ALBERTO: Pero, ¿qué pasó?
GONZÁLEZ: Nada. Que al salir me acerco al mostrador y le digo al tipo: "Oiga,
¿qué es esto? Resulta que vengo con mi señora creyendo que es un
hotel decente y resulta que es una amueblada." El tipo me miraba y no
sabía qué decirme. Y después se lo comentá al mozo. (Ríen.)
CHELA: ¡Ay, que grande! Che, Marta... ¿Vos viste cuando se lo comentó?
MARTA: Sí... Calláte... No sabía dónde meterme. (Ambas mujeres ríen. )
GONZÁLEZ: Siempre les hago lo mismo. Pensarán que estoy loco. (Señala una
mesa frente a la ventana.) Nos sentarnos aquí. (Alberto, Chela y
Marta se sientan. González se vuelve para llamar al mozo y ve a
Julián.) ¡Bisbal!
JULIÁN: ¡Hola! ¿Qué hacés González? (González se acerca y se abrazan.)
GONZÁLEZ: ¡Tanto tiempo! ¿Qué hacés por acá?
JULIÁN: Yo paro en este café. Vivo a media cuadra.
GONZÁLEZ: Pero mirá qué casualidad.
JULIÁN: ¿Y vos?
GONZÁLEZ: (Con intención.) Vengo del hotel de la vuelta. (Sonríe y Julián hace
un gesto de complicidad. Luego mira a las mujeres que están en la
mesa.) No sabía que vivías por acá... (Lo palmea.) ¡Gordo! ¡Cuántos
años sin verte! ¿Qué es de tu vida?
JULIÁN: Y... ahí andamos.
GONZÁLEZ: ¿Siempre en Ribaudo y compañía?
JULIÁN: Qué le vas a hacer... ¿Y vos? Te habías ido a Salta, ¿no?
GONZÁLEZ: A Tucumán, pero hace tiempo que volví a Buenos Aires. Me dedico a
la fotografía. (Desde la mesa llega una carcajada.)
CHELA: Che, Luis...
GONZÁLEZ: (Se vuelve.) Pará. Ahora voy.
CHELA: Alberto dice que está cansado.
GONZÁLEZ: Por algo será. (Risas. A Julián.) Así que estás siempre en Ribaudo.
(Julián asiente.)
JULIÁN: Pero qué sos, ¿fotógrafo?
GONZÁLEZ: No, ya no. Ahora me dedico a la venta de máquinas y artículos
fotográficos.
JULIÁN: ¿Y te va bien?
GONZÁLEZ: Sí, bastante bien. La semana que viene inauguro un local en la calle
Santa Fe.
ALBERTO: ¡Dale, Luis!
GONZÁLEZ: Sí, voy. (A Julián.) Vení a tomar una copa con nosotros.
JULIÁN: No, viejo, me tengo que ir a trabajar. Ya llego tarde.
GONZÁLEZ: ¡Dale! Qué, ¿el viejo Bazán te va a protestar? (Ríe.) ¿Está todavía?
JULIÁN: Todavía.
GONZÁLEZ: ¡Vamos, Gordo! Tenemos que festejar el encuentro. Vení.
JULIÁN: No... están con ellas.
GONZÁLEZ: No te hagas problemas. Vení. (Lo arrastra hacia la mesa.) Chicas...
aquí un ex compañero de trabajo. (Lo presenta.) Julián Bisbal. (Chela
le extiende la mano.) Chela... Más conocida por la loca Chela. (Ríe)
CHELA: ¡Che! (Ríe y le tiende la mano.) No le haga caso a éste.
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JULIÁN: No, si ya lo conozco.


GONZÁLEZ: (Sigue presentando.) Marta... (Julián le da la mano.) Y Alberto
(Alberto y Julián se dan la mano.) Sentate, Gordo. (Don Bouza se ha
acercado a la mesa y espera el pedido.) ¿Qué van a tomar?
¿Seguimos con whisky'?
CHELA: Yo sí.
ALBERTO: A mí no, che. (A Don Bouza) A mí no me traiga nada.
GONZÁLEZ: Dale, el último.
ALBERTO: No. Dentro de un rato tengo que ira visitar a un cliente.
GONZÁLEZ: Mejor. Un whisky más y le vendés quinientas heladeras. (Ríe.)
ALBERTO: No, en serio.
GONZÁLEZ: Bueno, cuatro whiskys entonces.
JULIÁN: Yo tampoco quiero.
GONZÁLEZ: Dale, Gordo. Dejate de macanas. (A Don Bouza.) Cuatro whiskys.
(Don Bouza sale a buscar el pedido.)
JULIÁN: (Con un gesto, a González.) No puedo empezar tan temprano... Ahora
tengo que ir a la oficina.
CHELA: ¿A la oficina? ¿Ahora? ¡Ay, pobre...! (Todos ríen.)
JULIÁN: Qué le va a hacer...
GONZÁLEZ: A aguantarte al viejo Bazán, che Gordo (A los demás.) Ahí, donde
trabaja Julián, trabajaba yo antes. Hace... cuatro años. El jefe es un
cretino; decile, Gordo. El viejo Bazán. Tiene setenta años y es de esos
que usan mangas negras... (Todos ríen.) En serio, ¿no Julián? (Julián
asiente.) ¡Pero es un cretino! (A Julián.) ¿Te acordás deL día que casi
le pego? (Julián asiente; a los demás.) Me quería descontar el día
porque llegué cinco minutos tarde. Y había paro de trenes... Claro, yo
no viajaba en tren, pero él no lo sabía... (Todos ríen.) ¡Ay, cuando me
dijo que me iba a descontar el día! (A Julián.) ¿Vos estabas presente,
Gordo?
JULIÁN: No.
GONZÁLEZ: Pero estaba ese otro muchacho... el Pelirrojo...
JULIÁN: Vasallo.
GONZÁLEZ: ¡Vasallo! Preguntale. Le dije de todo. "Usted es un viejo cretino". Así.
"Si me suspende lo mato". El viejo estaba pálido, pero no me
suspendió. ¡Pero qué viejo atorrante! ¿Te das cuenta. Alberto? Tener
que aguantar a un tipo así, ocho horas por día.
ALBERTO: Es para pegarse un tiro. (Llega Don Bouza y coloca los cuatro vasos
de whisky sobre la mesa.)
DON BOUZA: Bueno. Aquí están los whiskys.
GONZÁLEZ: ¿Cuántos van con éste? ¿Doce, no?
CHELA: A mí me parece que fueran cien. (Ríe y se abraza a González.) Un
beso... (Le alarga la boca. González la besa y ella le pellizca la
mejilla.) ¡Hum... qué rico sos! (Con un mohín.) Mirá cómo están las
flores que me regalaste. Se están secando.
GONZÁLEZ: (Burlón.) No importa, mañana te mando un canasto de rosas.
CHELA: Mentiroso. (Restregándose a él.) ¿Mañana te vas a acordar de mí?
GONZÁLEZ: (Igual.) Toda la vida, mi amor.
CHELA: (Separándose.) Sos un malo. Te reís de mí.
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GONZÁLEZ: (Ríe, luego levanta el vaso.) ¡Bueno, salud! (Bebe un trago. Le da un


golpe en la rodilla a Julián.) ¡Julián, carajo! El mejor compañero que
tuve en Ribaudo, ¿eh, Gordo? (A Alberto.) Vos sabés de las que me
salvó... Cada vez que había que hacer un informe, Julián me lo hacía.
¿Te acordás? Yo no daba pie con bola con esos informes. (Ríe.) Y vos,
finalmente, eras jefe mío.
JULIÁN: Jefe no.
GONZÁLEZ: Bueno, encargado de sección. Como si fueras un jefe. (A Chela.) El
Gordo era jefe mío; mirá vos. (Pausa.) La verdad, Gordo, siempre me
acordaba de vos. Varias veces estuve a punto de ir a Ribaudo a
visitarte. (Breve pausa.) ¿Estela está siempre?
JULIÁN: Siempre.
GONZÁLEZ: ¿Y siempre tan bien? (Julián asiente, González lanza una especie de
rugido.) ¡Qué bien estaba esa piba!
CHELA: ¿Quién es Estela?
GONZÁLEZ: Una compañera de trabajo.
JULIÁN: Se casa a fin de mes.
GONZÁLEZ: ¿Se casa? ¿Con alguien de la oficina?
JULIÁN: No, con un arquitecto.
GONZÁLEZ: ¡Qué bien estaba! (Breve pausa.) Y vos qué metejón que tenías con
ella... (Gesto de Julián.) ¡Vamos, Gordo! Donde iba Estela, estabas
vos. ¿Eh, Gordo? (Julián queda confundido.) Vos vivías en Flores y
la acompañabas todos los días hasta Belgrano. Decíme, Alberto... Un
tipo que todos los días acompaña a una compañera de trabajo desde el
centro hasta Belgrano y él vive en Flores... ¿No es metejón?
ALBERTO: Por lo menos es un trabajo bárbaro. (Todos ríen)
JULIÁN: Nos habíamos hecho amigos.
GONZÁLEZ: ¡Vamos, Gordo! Un día apareciste con una cara que parecía que el
mundo se te venía abajo. Le digo: ¿Qué te pasa, Gordo? Me dice:
Estela tiene novio.
JULIÁN: (Protestando.) Terminala, González.
GONZÁLEZ: ¡Dale, Gordo! ¿Te vas a enojar ahora? (Lo abraza.) ¡Gordo! Pero no te
preocupés que dentro de cinco años va a ser una gorda inaguantable.
Siempre pasa así. Por eso, viejo... ¡Hay que vivirla! (Ríe a
carcajadas.)
ALBERTO: Bueno, yo me voy.
GONZÁLEZ: ¿Ahora te vas a ir?
ALBERTO: Tengo que ir hasta Banfield a visitar a un cliente.
GONZÁLEZ: ¡Dale! Vas mañana. Ahora terminamos el whisky y nos vamos a dar
una vuelta por la Costanera.
ALBERTO: ¿Pero vos estás loco, Luis? Son las nueve de la mañana.
GONZÁLEZ: ¿Y qué hay? Yo a esta hora no puedo dormir ir. (Lo palmea.) ¡Dale!
Lo llevamos al Gordo.
JULIÁN: Yo no puedo.
GONZÁLEZ: Dejate de macanas, Gordo. Vos venís con nosotros. Marta. decile a
Alberto que se quede.
MARTA: Por mí, que haga lo que quiera. Total, para estar con esa cara...
ALBERTO: (Hosco.) ¿Qué cara?
MARTA: La que tenés. Hace una hora que estás ahí sin hablar.
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ALBERTO: Vos sabés por qué estoy así.


MARTA: ¡Por favor!
CHELA: ¡Ufa, che! ¿Qué pasa?
ALBERTO: Nada... Que tu amiguita se hace la difícil.
MARTA: No seas sonso.
GONZÁLEZ: Bueno, termínenla. Terminamos el whisky y nos vamos todos a la
Costanera.
ALBERTO: No, viejo, no puedo. Cómo me voy a perder esa venta.
MARTA: No importa. Vamos nosotros lo mismo. (A Julián.) ¿Usted viene?
JULIÁN: En realidad...
GONZÁLEZ: No, sin el coche no vamos.
ALBERTO: Hagan como quieran. Yo me voy.
GONZÁLEZ: Esperá que tenés que llevar a las chicas a la casa.
ALBERTO: ¿Pero no van a ir a la Costanera?
GONZÁLEZ: No, sin el coche no.
JULIÁN: Con el colectivo estamos a media hora.
CHELA: (Lanza una carcajada.) ¡Colectivo!
GONZÁLEZ: ¿En colectivo? Estás loco, Gordo.
JULIÁN: Yo decía... Si querían...
ALBERTO: Bueno. (Se pone de pie. A González.) ¿Nos vemos esta noche?
GONZÁLEZ: Claro. Hoy tenemos la despedida de Carballo.
ALBERTO: ¿Ustedes qué hacen chicas? (A Marta.) ¿Vos venís?
MARTA: (Lo mira un instante y se pone de pie.) Sí, vamos. (Alberto enfila
hacia la puerta del café. Marta se despide de Julián tendiéndole la
mano.) Encantada.
JULIÁN: Si quiere quedarse, después yo la acompaño.
MARTA: Con mucho gusto, pero no puedo. Adiós.
JULIÁN: Adiós.
ALBERTO: (Desde la puerta.) ¡Vamos! (Marta se acerca y Alberto la toma del
brazo A González.) ¿Vos qué hacés, Luis?
GONZÁLEZ: Me voy a casa a dormir,
ALBERTO: ¿Quedamos así, entonces?
GONZÁLEZ: Sí viejo. Llamame.
ALBERTO: Chau. (A Julián.) Hasta pronto.
JULIÁN: Que le vaya bien. (Alberto sale con Marta. Chela se acerca a
González y lo besa.)
GONZÁLEZ: Chau, querida.
CHELA: (Lo toma.) ¿Me vas a llamar?
GONZÁLEZ: Sí, uno de estos días.
CHELA: ¿No te vas a olvidar?
GONZÁLEZ: No. (La mira; asegurándole.) Te voy a llamar.
CHELA: (Lo besa.) La pasé muy bien.
GONZÁLEZ: Chau. Andá que Alberto se va.
CHELA: No te olvidés, eh.
GONZÁLEZ: No, te llamo. (Chela hace un saludo y sale hacia la calle. González
se sienta junto a Julián que termina de beber el whisky.) Uf... A
éstas no te las sacás más de encima. (Se hace una pausa.)
JULIÁN: Esta piba... Marta, ¿qué tal es?
GONZÁLEZ: ¿Cómo querés que sea? Como todas.
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JULIÁN: Parece que no anda bien con tu amigo. ¿Se llevan mal?
GONZÁLEZ: Si apenas las conocernos... Las levantamos con el coche en la calle.
Anoche, a las nueve de la noche, hasta ahora. (Hace un gesto.) ¡Qué
locura! Y justo hoy que tenía que hacer una punta de cosas... El
miércoles que viene inauguro y todavía me falta la decoración. Y
bue... (Breve pausa.) ¿Y vos no vas a trabajar?
JULIÁN: Ya se hizo tarde. Prefiero no ir. No quiero tener un lío con el viejo
Bazán.
GONZÁLEZ: ¡El viejo Bazán! (Breve pausa.) ¡Qué época!, ¿eh, Gordo? A mí me
parece que hubieran pasado diez años. (Se hace una pausa.)
JULIÁN: ¿Tomás otro whisky?
GONZÁLEZ: No... Basta por hoy. Me voy a dormir.
JULIÁN: (Enciende un cigarrillo. Se hace una pausa.) Vos hiciste bien en irte
de Ribaudo.
GONZÁLEZ: ¡Pero si en Ribaudo no vas a ninguna parte! No tenés ningún porvenir.
JULIÁN: Sí, yo hace tiempo que quiero irme.
GONZÁLEZ: Hacés bien. En Ribaudo te morís de hambre y además tenés que
cumplir horario... ¡Por favor! Yo creo que si tuviera que volver a
Ribaudo me muero.
JULIÁN: Sí... pero el problema es a dónde voy. ¿En dónde voy a sacar veinte
mil pesos de entrada? Esta mañana le decía justamente a mi mujer que
lo bueno sería conseguirme un corretaje, ¿no te parece? Es un trabajo
libre, y hay cosas que dejan bien.
GONZÁLEZ: Claro.
JULIÁN: ¿Vos no sabés de algo?
GONZÁLEZ: (Restregándose los ojos.) No, Gordo... (Breve pausa.) Estoy muerto.
Hace diez días, no te miento... Desde el lunes pasado... estarnos a
jueves... sí, justo diez días que no duermo más de cuatro o cinco horas.
Y ahora, con el asunto del local, voy a tener un baile bárbaro. (Breve
pausa.)
JULIÁN: Y decime: ¿cómo empezaste con la fotografía?
GONZÁLEZ: Bueno, con un muchacho amigo que es fotógrafo: Aprendí a sacar y
me compré una máquina. Y así, ¿no? Después me di cuenta que el
gran negocio está en la venta de máquinas y me metí en eso.
JULIÁN: ¿Pero cómo se te dio? ¿Compraste una máquina y la vendiste, así?
GONZÁLEZ: Bueno, no. Conseguí una partida de contrabando, tenía unos pesos y
me metí. A partir de ahí empecé a hacer el negocio, ¿te das cuenta?
JULIÁN: (Hace un gesto de asentimiento. Luego de una pausa.) A mí siempre
me gustó mucho la fotografía. ¿Te llevó mucho aprender?
GONZÁLEZ: No, sacar es fácil. En poco tiempo le agarrás la mano.
JULIÁN: Las máquinas deben ser caras.
GONZÁLEZ: Depende. Un equipo profesional cuesta mucha plata. (Se hace una
pausa prolongada. Julián queda pensativo.) Bueno, Gordo, te dejo.
JULIÁN: ¿Por qué no tomás otra copa?
GONZÁLEZ: No, viejo, no doy más.
JULIÁN: Dale... Hace mucho que no nos vemos Charlamos un rato y después
almorzarnos juntos, ¿eh?
GONZÁLEZ: No, Gordo... Me voy a dormir: no doy más. (Se pone de pie y se
acerca al mostrador) ¿Cuánto es, patrón?
LOS DÍAS DE JULIÁN BISBAL 11

DON BOUZA: Cuatro whiskys... Doscientos sesenta pesos.


GONZÁLEZ: (Tira tres billetes de cien sobre el mostrador) Está bien.
DON BOUZA: .- Gracias. (Julián se ha puesto de pie y se acerca a González.)
JULIÁN: ¿Te vas?
GONZÁLEZ: Sí, Gordo. ¿Por qué no te venís un día por el local? La semana que
viene lo tengo instalado. Es en la galería de Santa Fe y Rodríguez
Peña. (Lo mira.) Cuando quieras... ¿eh? Tomamos una copa y
charlamos.
JULIÁN: Bueno, te voy a ir a ver.
GONZÁLEZ: ¡Claro! (Lo abraza) Chau, hermano.
JULIÁN: Chau, González.
GONZÁLEZ: Te espero, ¿eh? (Sale hacia la calle.) Chau.
JULIÁN: Chau. (Julián queda solo. Consulta la hora y se acerca al mostrador.
Toma el teléfono.) Sírvame un whisky, Don Bouza (Julián disca.)
Hola... ¿Señorita Delia? Habla Bisbal... Sí, escúcheme: avísele al
señor Bazán que hoy no voy a ir a trabajar.... Ah, ya preguntó por mí...
No, dígale nomás que no pude hablar antes... Sí que mi mujer no se
siente bien... No, nada grave, pero no tengo quién la atienda... Dígale
que a lo mejor voy a la tarde. No se olvide, ¿eh? Gracias. (Cuelga y
vuelve a marcar.) Hola... Con Calise, por favor. Gracias. (Pausa.
Luego, alegremente.) ¡Hola, Carlos! Sí, Julián... ¿Qué tal? Bien,
viejo, bien. Con ganas de verte un rato... Pensé en pasarte a buscar por
la oficina así almorzarnos juntos.... (Con desilusión.) Ah... No, no
importa. Te llamo otro día... Sí, está bien. Chau. (Cuelga y vuelve a
marcar. En ese instante Don Bouza le sirve el vaso de whisky.) Hola,
Pedro... (Alegremente.) ¿Cómo te va, atorrante? Julián, che...
¡Bisbal!... ¡Qué tal, tanto tiempo.... No, nada, es que ando de franco,
¿sabés? y como tengo que ir por tu barrio pensé hacerte una visita, así
charlamos un rato... Sí, ahora... (Con evidente desilusión.) Ah... ¿y
por qué no nos encontramos por el centro?... Ah, con tu señora... No,
no importa. Te llamo otro día. Chau. (Cuelga.) Gracias, Don Bouza
(Toma un trago de whisky. Mira el reloj.) Son las diez, ya.
DON BOUZA: Y cinco. (Se hace una pausa prolongada.)
JULIÁN: Y bueno... ¡Qué se le va a hacer! (Julián termina de beber el whisky,
paga y luego de saludar a Don Bouza sale hacia la calle. Mira hacia
ambos lados y luego se echa a caminar lentamente. Las luces,
entretanto, decrecen lentamente.)

ESCENA III
(La casa de los padres de Julián Bisbal. El comedor de un departamento
modesto, cargado de muebles. Cuando comienza la escena han terminado de
almorzar. La madre está retirando algunas cosas de la mesa. Julián y el padre
permanecen sentados.)
MADRE: Comiste poco, Julián.
JULIÁN: No tenía mucho hambre.
MADRE: Si me hubieras avisado que venías, te hacía algo mejor.
JULIÁN: Está bien, vieja.
MADRE: ¿Querés otro café?
JULIÁN: No, gracias.
LOS DÍAS DE JULIÁN BISBAL 12

PADRE: ¿Querés un coñac? Servile, vieja.


MADRE: (Saca del aparador una botella Y una copita. Al padre.) Vos no vas a
tomar, ¿eh?
PADRE: No, mujer, no.
MADRE: Después empezás a quejarte del dolor.
PADRE: Está bien... Dije que no voy a tomar.
JULIÁN: (Al padre.) ¿Una copita, qué te va a hacer?
MADRE: Sí... después le empieza el dolor y no puede dormir. Y yo me tengo
que pasar la noche en vela. (Recoge las tacitas.) Hacé lo que quieras,
pero después no te empieces a quejar. (La madre sale hacia la cocina.
Se hace una pausa.)
JULIÁN: ¿No andás bien, vicio?
PADRE: (Se señala el costado.) El dolor ese, de siempre, no me deja tranquilo.
JULIÁN: ¿No fuiste al médico?
PADRE: ¡Dejame de médicos! (Breve pausa.) A veces no es muy fuerte, pero
otras... Como si me clavaran una aguja. (Se toca.) Aquí, justo aquí. No
sé qué puede ser. Y si respiro fuerte me duele también. Y bue...
(Tratando de ser normal.) Quizá me esté llegando la hora...
JULIÁN: (Protestando.) Eh, viejo... (Se hace una pausa. Julián bebe un trago
de coñac.) Así que Ricardito tiene un examen el lunes.
PADRE: Sí, está estudiando en la casa de un compañero. Iba a venir a almorzar,
pero después habló que se quedaba allí. Cuando tiene examen nosotros
casi ni lo vemos. (Breve pausa.) Servite más coñac.
JULIÁN: Está bien. (Se sirve.) ¿Qué materia da Ricardito?
PADRE: Mirá, no sé. Sé que está estudiando mucho y le oí decir el otro día que
es muy brava... (Bosteza.) Lo que son las cosas, ¿eh? Tanto querer
jubilarme y ahora me aburro sin hacer nada. (Breve pausa.) ¿Y a vos
cómo te va?
JULIÁN: Como siempre.
PADRE: El otro día leí que había un aumento para los metalúrgicos.
JULIÁN: Sí, pero a nosotros no ¡los corresponde. Es para la rama mecánicos.
PADRE: Lástima, ¿ves?, eso está mal. Si le dan aumento a unos, tendrían que
darle a todos, ¿no? (Julián hace un gesto.) Pero... es así. Eh ... todo el
inundo se queja. ¡Es un desastre! (Pausa.) Ahora dicen que los
militares van a hacer una revolución.
JULIÁN: Vaya a saber...
PADRE: Así oí decir el otro día. (Bosteza.) Ves, cuando bostezo también me
duele. (Hace chasquear la lengua.) Será que uno nunca tuvo nada...
Pero me tiene preocupado. (Se hace una pausa prolongada. Julián se
sirve más coñac y bebe. Un momento después aparece la madre.)
MADRE: ¡Ay, ese calefón me va a volver loca! (A1 padre.) Así no se puede usar
más.
PADRE: Hay que desarmarlo.
MADRE: Ya sé que hay que desarmarlo. Pero ¿cuándo lo vas a hacer? ¿O querés
que un día vuele la casa?
PADRE: ¡Eh ... ! qué va a volar la casa.
JULIÁN: ¿Qué tiene?
PADRE: Está tapado. Hace años que está tapido.
JULIÁN: Un rato nomás...
LOS DÍAS DE JULIÁN BISBAL 13

PADRE: (Se pone de pie.) Bueno... Si no te veo... (Lo besa a Julián.)


JULIÁN: Chau, viejo.
PADRE: A ver cuándo venís. Cuando quieras... Chau; saludos a Carmen.
JULIÁN: Chau, viejo. (El padre sale lentamente. Julián se queda un instante
solo. Se sirve más coñac y enciende un cigarrillo. Un instante
después entra la madre.)
MADRE: ¿Y tu padre?
JULIÁN: Se fue a acostar.
MADRE: Ah... Tu padre. Está cada vez peor.
JULIÁN: Parece que no anda bien.
MADRE: ¡Qué sé yo! Anda con ese dolor, quejándose. Pero no quiere ir al
médico...
JULIÁN: (Con tono de protesta.) Tendría que hacerse ver.
MADRE: ¡Eh! Decíselo vos. Yo estoy cansada de decirle que tiene que ir al
médico. Pero tiene miedo, eso es lo que pasa. No quiere ir porque
tiene miedo que le encuentren algo. (Breve pausa.) Si últimamente ya
no duerme de noche... Dice que tiene miedo de quedarse muerto.
¡Fijate vos lo que se le ocurre! Se queda con la radio hasta las cinco o
seis de la mañana... Te das una idea de las que estoy pasando... La otra
noche, ¿ cuándo fue ... ? El lunes. Llamó a Radio Rivadavia...
Escucha esa audición que dura toda la noche... Llamó por teléfono
para decir que no pusieran tanta música y que hablaran un poco más
porque le gusta oír que alguien hable de noche. El creyó que yo
dormía, pero lo escuché. ¿Sabés lo que le dijo al hombre de la radio
que lo atendió? Que era un hombre solo... ¡Fijate vos! ¡Como si no
tuviera familia! (Breve pausa.) Yo no le dije nada, porque ya no se
puede hablar con él. (Breve pausa.) Yo no sé... Antes no era así.
Ahora no le interesa nada. El mundo se puede venir abajo que a él no
le interesa ¡lada. Esto del calefón... Hace meses que le vengo diciendo
que lo tiene que arreglar. Al final voy a tener que llamar a un hombre
para que lo arregle.
JULIÁN: Y... a lo mejor ese dolor... (Se sirve una copa de coñac y la bebe de
un trago.)
MADRE: ¡Che, no tomés así!
JULIÁN: No... Es que tengo frío. (Breve pausa.) Así que Ricardito tiene un
examen.
MADRE: Sí. Está estudiando mucho. La verdad es que estoy muy contenta. Si
pasa este examen, no le quedan más que cuatro materias. ¡A ver si por
fin el uno que viene se recibe! (Breve pausa.) Miralo a Ricardito
abogado. ¡Quién lo iba a decir! (Nueva pausa. La madre lanza un
suspiro.) Si vos hubieras seguido estudiando... Tendría un hijo
abogado y otro ingeniero. Sería mi máxima felicidad.
JULIÁN: Está bien, vieja.
MADRE: ¡Ah, Julián! Fue una tontería que no siguieras. (Julián hace un gesto.)
Ahora serias ingeniero, ¿te das cuenta? Fue un capricho. Te dije que te
ibas a arrepentir. Pero no...
JULIÁN: Está bien, vieja. ¿Vamos a hablar de esto otra vez? Ya tengo treinta
años.
LOS DÍAS DE JULIÁN BISBAL 14

MADRE: Por eso. Porque tenés treinta años. (Breve pausa.) Y mirá lo que son
las cosas... Yo te tenía más confianza a vos que a Ricardito. Será
porque siempre fuiste mejor alumno... Sin embargo... (Pausa.) Pero
no. Un capricho. Y cuando vos te encaprichás... (Breve pausa.) ¿Por
qué no te ponés a estudiar otra vez?
JULIÁN: (Hace chasquear la lengua.) Eh... Cuando se trabaja todo el día y se
está casado...
MADRE: Algunos lo hacen. Es un sacrificio por unos años, pero después...
Aunque no sea ingeniero. Una carrera más corta: escribanía, por
ejemplo, como tu primo.. O dentista.
JULIÁN: ¡No, vieja, no puede ser!
MADRE: Si no te hubieras casado... (Julián hace un gesto de fastidio.) Ya sé...
Carmen es una buena chica, pero ¿por qué te apuraste a casarte?
Tenías tiempo.
JULIÁN: Está bien, vieja.
MADRE: Yo no digo... Es lógico que los hijos quieran casarse alguna vez. Pero
vos estabas bien aquí. No te faltaba nada. Siempre pasa así, ¿eh? Los
hijos se apresuran a irse y después extrañan la casa de los padres. Es la
ingratitud. (Se hace una pausa. Julián bebe un trago de coñac.)
JULIÁN: Escuchame, mamá... (La madre lo mira. Julián habla con dificultad.)
Bueno... quería hablar con vos de un asunto. (Breve pausa, Con
decisión.) Pienso irme de Ribatido.
MADRE: ¿Irte? ¿Porqué?
JULIÁN: Por muchas razones...
MADRE: ¡Pero Julián, eso es una locura!
JULIÁN: (Violento.) ¡Mamá, Dejame hablar! (Pausa.) Es un proyecto que
tengo; todavía no está decidido. Pienso conseguirme un corretaje, o
alguna cosa así. Algo que tenga más porvenir. Claro que al principio
no va a ser fácil. Vos sabés cómo son esas cosas... (Bebe un trago de
coñac.) Si dejo Ribaudo voy a tener que dejar el departamento
también. Además, dentro de dos meses vence el contrato y seguro que
nos van a aumentar. (Breve pausa.) Una solución sería que nos
viniéramos a vivir aquí.
MADRE: Aquí?
JULIÁN: Por un tiempo, nomás. Hasta que me estabilice. Qué sé yo... cuatro o
cinco meses.
MADRE: ¿Y dónde se van a meter?
JULIÁN: Bueno... pensé que si Ricardito nos deja la pieza y se acomoda aquí...
(Se hace una pausa. Julián se sirve más coñac y vuelve a beber.)
MADRE: No sé... Y Carmen, ¿qué dice?
JULIÁN: No hablé con ella. Es una cosa que se me ocurrió.
MADRE: (Luego de una pausa.) ¿Qué querés que te diga? Esto es muy chico.
Además... Con el carácter de tu padre. (Breve pausa.) ¿Pero estás
seguro que hacés bien en dejar Ribaudo? (Julián hace un gesto.) En
todo caso conseguí algo primero y después renuncia. Además, ahí
tenés antigüedad y eso es muy importante. Lo que vos tenés que hacer
es pedirles aumento de sueldo. ¿Cuánto hace que estás ahí? Ocho
años.
JULIÁN: Nueve .
LOS DÍAS DE JULIÁN BISBAL 15

MADRE: Bueno, nueve. Que te aumenten. Hablá con el patrón. No es posible.


JULIÁN: No se trata de eso.
MADRE: Vos siempre fuiste corto para estas cosas. En eso salís a tu padre. El es
igual. El otro día, en la farmacia, le dieron cien pesos de menos en el
vuelto y no quería ir a reclamarlos. Le daba vergüenza. Fijate vos.
Tuve que ir yo con él, y se los dieron sin ningún problema. Pero si
fuera por él perdía los cien pesos. Y vos sos igual. Tenés que decirles
que vos precisás ganar más. ¡Cómo no te van a aumentar!
JULIÁN: Sí, vieja... pero el problema es otro... (Desde el interior llega el padre,
evidenciando un estado de alteración.) ¿Qué pasa, viejo?
PADRE: Nada... No puedo estar en la cama. ¿Te quedaste, Julián?
JULIÁN: Estaba charlando con la vieja.
PADRE: Me empezó otra vez la puntada.
MADRE: ¿Querés que te haga un té?
PADRE: Sí... Con un poco de limón. (La madre se dirige hacia la cocina. Se
hace una pausa.)
JULIÁN: Tenés que hacerte ver, viejo. Puede ser la presión.
PADRE: (Hace un gesto con la cabeza.) Yo nunca tuve presión. (Breve pausa.)
Debe ser nervioso. Pienso mucho; eso es. (Pausa.) Dame un poco de
coñac.
JULIÁN: (Mientras sirve.) ¿No te va a hacer mal?
PADRE: ¡Eh ... ! ¿A esta altura? ¿Te acordás de tu tío Hernán? El médico le
dijo: "Si toma una gota más de alcohol, se muere". Salió del
consultorio y se emborrachó en el café de la esquina. (Ríe.) Tenía
sesenta años... Dos días antes de morirse, me dijo, no me olvido más,
tomando una grapa en el café ése que siempre iba: "Hermano, ¿a esta
edad voy a dejar la bebida? ¿Para qué? ¿Por uno o dos años más de
vida?" (Ríe.) Y se mandaba la grapa. ¡Y tenía razón! (Bebe un trago
de coñac y se hace una pausa.) ¿Sabés, pibe? Lo que uno siente son
las cosas que no hizo cuando tenía tu edad. Haber viajado, por
ejemplo. Ahí está. Esa es una cosa que siempre me hubiera gustado
hacer: viajar. (Bebe otro trago.) Ves... la bebida me calma. Ya se me
está pasando. Y este es un buen coñac. (Bebe otro trago cuando entra
la madre.)
MADRE: Estás tomando.
PADRE: Una copita, nada más.
MADRE: ¡Una copita! Pero si sabés que te hace mal.
¿No lo querés entender? Vos mismo decís que té hace
mal.
PADRE: Estaba charlando con Julián y me serví una copita. (Le acerca la
copita a Julián.) Terminalo Vos.
MADRE: No hay caso, ¿eh? Sos cabeza dura. ¡Pero qué cosa! (Saca tazas del
aparador.) ¿Vos querés té, Julián?
JULIÁN: No, vieja, me voy.
MADRE: ¿Ya te vas?
JULIÁN: Sí, tengo una cita.
MADRE: Tomá un té y después te vas.
JULIÁN: No, vieja, no.
MADRE: ¿Un café?
LOS DÍAS DE JULIÁN BISBAL 16

JULIÁN: No. Se me hace tarde. Chau, viejo. (Lo besa.)


PADRE: Chau, Julián.
JULIÁN: Y andá al médico. (El padre sonríe y hace un gesto. Julián lo mira
un instante. Luego se vuelve hacia la madre.) Chau, vieja.
MADRE: ¿Vienen el domingo a almorzar?
JULIÁN: No sé... Creo que vamos a ir a lo de los padres de Carmen.
MADRE: Bueno, si cambian de idea, vengan.
JULIÁN: Sí, claro.
MADRE: Avisame así amaso unos ravioles.
JULIÁN: Bueno. Saludos a Ricardito.
MADRE: Chau. (Se besan.) Cerrate el cuello que se te va a enfriar la garganta.
JULIÁN: Está bien, vieja. (Julián sale. La mujer se vuelve hacia la mesa. El
Padre está con la mirada perdida en el vacío. La madre toma la taza
de la mesa y se dispone a salir hacia la cocina.)
MADRE: Está bien, Julián. La vez pasada lo noté medio ojeroso. Pero hoy no.
¿No es cierto? (El padre asiente con la cabeza, mecánicamente.) Sí.
Se ve que descansa mejor. (Las luces decrecen lentamente mientras
la madre se dirige hacia la cocina.)

ESCENA IV
(Una cantina, en el centro de Buenos Aires. En una de las mesas está sentado
Vacaro, un ex compañero de Julián Bisbal. Son poco más de las nueve del mismo día.
Sobre la mesa hay varias botellas de vino. Vacaro se sirve un trago, mira la hora y
luego con impaciencia hacia la entrada del local. En ese instante aparece Morandi.)
VACARO: ¡Morandi! (Se abrazan efusivamente.)
MORANDI: ¡Vacaro!. ¿Qué decís?
VACARO: ¿Cómo te va, viejo?
MORANDI: ¡Tanto tiempo! Pero vos estás siempre igual.
VACARO: Más o menos. Vení, sentáte. (Se sientan uno frente al otro y se
miran, sonrientes.)
MORANDI: La verdad es que fue una buena idea esto de reunirnos después de
tantos años. Yo siempre tuve ganas de llamarlos, pero una vez por una
cosa, otra vez por otra...
VACARO: Yo siempre me acordaba de la barra. Por fin, la otra noche encontré
una foto de cuarto año, cuando fuimos al Abasto... (Morandi asiente.)
Bueno, ahí mismo se me ocurrió llamarlos para ir a cenar. Te habrá
sorprendido cuando te llamé.
MORANDI: Te imaginás... Lo que menos me esperaba. Vos sabés que la empleada
me dice: lo llama un señor Vacaro. En el momento no pensé que
podías ser vos... ¡Después de tantos años! (Breve pausa.) Fue una
alegría realmente. Mirá, tal es así que hoy tenía una cena con otros
abogados que me interesaba mucho, pero decidí no ir.
VACARO: (Le pega un golpe afectuoso.) Vamos a recordar viejos tiempos, ¿eh,
Morandi? ¡Metele un trago! (Sirve vino y beben.) Supongo que
tendrás la noche libre, ¿no?
MORANDI: Mañana tengo una audiencia temprano.
LOS DÍAS DE JULIÁN BISBAL 17

VACARO: ¿Y qué problema hay? Tenemos que festejar el encuentro en forma.


Una vez que nos reunimos los cuatro... (Morandi hace un gesto y
beben.) Así que te va bien con la profesión...
MORANDI: Muy bien. Estoy con otros dos abogados que hace años que están en el
asunto, ¿entendés? (Hace un gesto) Camina bien. Pero de todas
maneras a fin de año me caso, largo todo y me voy a vivir a Mendoza.
VACARO: ¿Y te conviene?
MORANDI: Bueno, sí... Mi futuro suegro es bodeguero. Además está muy
vinculado. (Vacaro asiente. Se hace una pausa.) ¿Y vos te recibiste?
VACARO: Me faltan cuatro materias todavía. Me atrasé, pero el año que viene
termino.
MORANDI: Ingeniería es una carrera larga. Alguien me dijo que te habías
conseguido una beca para Europa.
VACARO: Sí, para Italia. Hace dos años. Pero no pude irme por la vieja. No pude
dejarla sola. Hice los trámites sin decirle nada, pero cuando me dieron
la beca; casi se muere. Como para irme a Europa si un día que llego
una hora más tarde del trabajo me arma un escándalo. Siempre piensa
que me pasó algo.
MORANDI: Me acuerdo que en la época del Nacional no te dejaba salir nunca.
VACARO: Y ahora está peor. Y además no anda bien. Prácticamente se pasa la
vida en la cama. ¡Qué sé yo!
MORANDI: ¡Qué problema!
VACARO: Yo no salgo casi nunca. Estos días la convencí para que se fuera a lo
de una hermana en Rosario. Por lo menos tengo dos días libres. Vos
no sabés el tiempo que hace que no salgo una noche. Hoy tengo que
aprovecharla, ¿eh, Morandi? (Sirve los vasos.) Che, metele un trago.
(Beben.)
MORANDI: ¿Aquellos vendrán, no?
VACARO: Seguro. Derisi me dijo que a lo mejor llegaba un poco más tarde, pero
Bisbal me aseguró que venía a las nueve.
MORANDI: ¡Bisbal! Al Gordo no lo volví a ver más. ¡Era grande el Gordo! ¡Qué
tipo jodón! ¿Siguió estudiando?
VACARO: No sé... Pero me parece que no. Alguien me dijo que había dejado.
¡Ahí está Derisi! (Derisi se acerca a la mesa, alegremente.)
DERISI: ¡Morandi!
MORANDI: ¡Derisi! (Se abrazan.)
DERISI: ¿Qué hacés, Alfredo Palacios? Che, pero qué te pasa... Estás gordo,
pelado...
MORANDI: Eh... los años viejo. Vos estás igual.
DERISI: Más o menos. ¡Vacarito!
VACARO: ¿Qué tal, hermano? (Se abrazan.)
DERISI: Bien, viejo, bien. ¿Y ustedes? (Los tres se sientan. Por un momento
se miran sonrientes, reconociéndose después de doce años. Vacaro
sirve vino en el vaso de Derisi.)
VACARO: Metele, Derisi.
DERISI: (Levanta el vaso.) ¡Salud! (Todos levantan el vaso y beben. Derisi
mira a sus ex compañeros y hace un gesto.) ¿Cómo pasan los años,
eh? (A Morandi.) El mundo marcha hacia el socialismo... ¿eh?
MORANDI: Todavía te acordás de eso.
LOS DÍAS DE JULIÁN BISBAL 18

DERISI: ¿Cómo no me voy a acordar? (Ríe.) Si vos siempre decías lo mismo:


el mundo marcha hacia el socialismo.
MORANDI: (Hace un gesto.) ¿Vos seguiste estudiando?
DERISI: No, me metí en la fábrica de mi viejo.
VACARO: ¿Fábrica de qué era?
DERISI: De alambre tejido. (Los demás asienten.) Mi viejo murió hace dos
años, así que estoy al frente de todo.
MORANDI: Así que sos un ejecutivo... (Ríen.)
DERISI: Che, ¿y Bisbal?
VACARO: Debe estar por llegar. Me dijo que venía a las nueve.
DERISI: Macanudo. Tengo unas ganas bárbaras de verlo al Gordo. Mira que
nos hizo reír...
MORANDI: Se pasaba el día jodiendo. ¿Te acordás las que le hacía la viejo
Irurzum? (Todos ríen.)
VACARO: ¡Pobre viejo! ¡Lo volvía loco! ¿Se acuerdan cuando entraba por la
puerta de adelante y salía por la de atrás? (Todos ríen.) Como el viejo
no veía ni medio se creía que eran muchos alumnos; y era siempre el
Gordo. Entraba por la puerta de adelante: "Permiso, señor" y salía por
la de atrás. Y volvía a entrar. (Todos ríen.) ¡Era bárbaro!
DERISI: ¿Y la vez que nos sacó a todos con el cuento de que había que ir al
dentista? En la hora de física. (Vacaro y Morandi asienten y se ríen.)
Entró el Gordo como si fuera un celador: "La primera fila, al dentista".
Al rato volvió: "La segunda fila, al dentista". (Todos ríen.) Así nos fue
sacando a todos. Chávez nos miraba salir y decía: "¿Qué pasa? ¿me
dejan solo?"
VACARO: ¡Claro! Si no quedaba nadie.
MORANDI: Y eran macanas. Nos fuimos todos al baño a esperar que terminara la
hora. (Nuevas risas.) ¡Qué Gordo atorrante! ¿Y la facilidad que tenía
para las imitaciones? ¿Te acordás como lo hacía al rector?
VACARO: Igualito.
DERISI: Che, ¿pero vendrá? Son las nueve y cuarto.
VACARO: ¿Cómo no va a venir? El Gordo es el plato fuerte de la reunión. ¡Ah,
viejo! Hay que aguantar hasta la madrugada, ¿no, Morandi?
DERISI: Por mí no hay ningún problema.
VACARO: Así se habla, viejo. ¡Che, métanle un trago! (Vacaro sirve los vasos y
vuelven a beber. Se hace un silencio prolongado. Es evidente que los
tres no tienen nada que decirse.)
MORANDI: Y bue... pero el secundario fue una linda época, ¿no? (Los demás
asienten.) Doce años... ¡La pucha! (Nuevo silencio.)
DERISI: (A Morandi.) Y... ¿siempre estás en el partido socialista?
MORANDI: (Hace un gesto evasivo.) Mirá, la política...
VACARO: Preguntale por el negocio del vino... (Derisi lo mira
interrogativamente.) Se casa con la hija de un bodeguero de Mendoza.
DERISI: Ah, con razón... (Ríe.) Alfredo Palacios... te pasaste al capitalismo.
MORANDI: No, no es eso. Uno no deja de tener sus ideales, pero de ahí a hacer
militancia política... ¿En este país? ¿Para qué? Si aquí no hay
ideólogos, ¿te das cuenta? En un país sin ideólogos no se puede hacer
política. Aquí son todos improvisados; lo mismo da ser socialista, que
conservador, que peronista. Distinto es en Europa o en Estados
LOS DÍAS DE JULIÁN BISBAL 19

Unidos, donde las cosas están definidas... ¿Pero aquí? ¡Por favor!
Todos vivos. (Se hace una pausa. Vacaro sirve los vasos. Por la
entrada aparece Julián y se acerca a la mesa. Ha estado tomando
toda la tarde y trae un estado de excitación. Los tres compañeros lo
reciben alegremente.)
VACARO: ¡Bisbal! (Se pone de pie y lo abraza.) ¿Cómo te va, Gordo?
DERISI: ¡Gordo! (También lo abraza.)
JULIÁN: ¿Qué tal, muchachos? ¡Hola, Morandi!
MORANDI: ¡Qué decís, tanto tiempo! (Lo abraza.) Té hiciste esperar.
JULIÁN: Se me hizo tarde... (Todos se sientan a la mesa. Los tres rodean a
Julián, lo miran y se ríen como si fuera el muchacho humorista de
doce años atrás.)
VACARO: Gordo... ¡qué ganas tenía de verte!
MORANDI: Estás siempre igual.
JULIÁN: Un poco más viejo. (Todos lanzan una carcajada, Julián los mira
perplejo.) Bueno, pasaron algunos años. (Más risas.)
MORANDI: ¡Qué Gordo atorrante! ¿Cómo te acordás, eh? Lo mismo que le dijiste
a la Marini. (Los demás asienten. Julián los mira sin entender.)
JULIÁN: ¿Ala Marini?
MORANDI: El primer día de clase, en quinto año. La Marini no te veía desde
primer año y te dijo: "Usted está igual, Bisbal". Y vos le contestaste
como ahora: "Un poco más viejo". (Todos ríen.)
DERISI: No hay caso, los gordos como vos no cambian nunca. (Julián hace un
gesto.)
VACARO: (Sirve el vaso de Julián.) Supongo que tomarás vino.
JULIÁN: Un trago. (Levanta la copa.) Salud. (Los demás levantan la copa y
beben.) ¿Y ustedes cómo andan?
MORANDI: (Riéndose.) Bien, Gordo, bien. (Todos están tentados con Julián y,
finalmente se echan a reír.) ¡Gordo! ¿Te acordás las jodas que hacías
en el colegio?
DERISI: ¡Mirá que nos hiciste reír! ¡Gordo atorrante! (Nuevas risas.)
JULIÁN: ¿Vos seguiste estudiando, Vacaro?
VACARO: (Riendo.) Me faltan cuatro materias para recibirme de ingeniero.
JULIÁN: ¿Y vos, Morandi?
MORANDI: (También riendo.) Soy abogado.
DERISI: Pero pronto va a ser bodeguero... (A Julián.) Alfredo Palacios... se
casa con la hija de un bodeguero. (Julián hace un gesto.)
MORANDI: Pero si precisás plata pedísela a Derisi... tiene una fábrica de alambre
tejido. En serio.
DERISI: La fábrica de mi viejo.
JULIÁN: ¿Y vos estás al frente de todo?
DERISI: Sí, pero es una fábrica chica.
MORANDI: Dale, no llorés que el Gordo no te va a pedir plata. (Ríen.)
JULIÁN: (Con toda seriedad.) ¿Y tienen corredores'
DERISI: (Riendo.) Sí, aquí y en el interior.
JULIÁN: ¿Y se gana bien con eso?
DERISI: (Señalándole la cara a Julián, entre risas.) ¡Qué hijo de puta!
MORANDI: ¡Dale, Gordo! ¿Cuándo te interesó a vos el alambre tejido? (También
riendo.)
LOS DÍAS DE JULIÁN BISBAL 20

VACARO: Es cierto, Gordo. Estás muy serio hablando de negocios.


DERISI: Cierto, Gordo. (Lo palmea.) ¿Te acordás de las que le hacías al viejo
Irurzum? (Todos ríen. Julián hace un gesto de circunstancias.) Mirá
que le hiciste cosas... Esa que entrabas y salías... (Todos ríen.)
MORANDI: ¿Y la vez que nos sacaste a todos de la clase de física con el cuento de
que había que ir al dentista? (Más risas.) ¡Gordo! (Lo abraza.) Vos
sabés que en mi familia sos famoso... Siempre me piden que cuente
anécdotas tuyas. La del dentista la conté como veinte veces. (Vuelven
a reírse y se hace un silencio.)
DERISI: Che, Bisbal... Tenés que hacerte unas imitaciones.
VACARO: Claro, Gordo. Así nos acordamos de los viejos tiempos.
JULIÁN: ¿Imitaciones?
MORANDI: Sí, al rector y a aquel celador de cuarto... Cáceres, que lo hacías tan
bien, ¡dale!
JULIÁN: No... ya no me acuerdo más.
VACARO: ¿Cómo no te vas a acordar? ¿Cómo era el rector? "Y bien, jóvenes".
¿Así era? ¡Dale! (Se hace una pausa. Todo miran a Julián,
expectantes.)
JULIÁN: ¿Ahora voy a ponerme a imitar? Charlemos un rato.
DERISI: (Entre las protestas de todos.) Dale. Ya charlamos bastante.
JULIÁN: Pero es que no me acuerdo más. En serio.
VACARO: Dale, Gordo, no te hagás rogar. Imitate al rector.
JULIÁN: Pero es que...
MORANDI: (Se pone de pie y toma a Julián.) Vamos, que tenés que hacerlo con
gestos y todo. Vamos, paráte.
JULIÁN: (Resistiéndose.) Pero es que...
MORANDI: ¿Te vas a hacer el artista, ahora?
JULIÁN: No es eso...
DERISI: Entonces vamos, Gordo.
JULIÁN: Pero muchachos...
TODOS: (Toman a Julián y lo empujan hacia un costado.) ¡Dale! ¡Vamos!
JULIÁN: ¿Y qué quieren que haga?
TODOS: ¡Al rector! (Julián bebe el vino de un trago y se dispone a imitar. Los
demás forman un semicírculo mirándose entre ellos y tiendo. Julián
los mira y hace una pausa. Al comienzo imita con cierta torpeza,
pero a medida que le llegan las risas de los ex compañeros va
creciendo. Da unos pasos hacia atrás y compone unos gestos que
inmediatamente los compañeros reconocen como los del rector, lo
que provoca una risa general.)
JULIÁN: "Bien, jóvenes..." (Los tres ríen. Julián se detiene y los mira serio,
pero en las actitudes de los otros entiende que tiene que seguir.) "El
alumno debe amar la cultura... ¿eh, jóvenes?" (Estira la "s", lo que
provoca la carcajada mayor.)
MORANDI: ¡Ay, qué grande!
VACARO: Pará, Morandi. Dale, Gordo.
JULIÁN: (Ahora más seguro.) "¿Qué nos diferencia de los animales, eh,
jóvenes? La cultura. ¡La cul-tu-ra!" (Esto provoca un estallido de
risas. Los tres se retuercen.)
VACARO: (Ahogado por la risa.) Sí... Lo dijo una vez.
LOS DÍAS DE JULIÁN BISBAL 21

DERISI: Pero claro... ¡Ay, Gordo!


MORANDI: Como los monitos... (Las risas se renuevan, Julián espera que
terminen. Está como un actor ante su público.)
JULIÁN: (Siempre imitando.) "La cultura es la cultura, jóvenesss". (Siguen
riendo, Morandi se levanta y lo abraza a Bisbal. Este vuelve a
quedar serio.)
MORANDI: ¡Gordo! Sos un genio... Menos mal que no te acordabas... (Julián se
sienta.)
DERISI: Dale, Gordo, seguí.
JULIÁN: Es eso...
DERISI: Dale a Cáceres, ahora.
MORANDI: Sí, Gordo, Cáceres... (Nuevamente se crea la expectativa. Julián bebe
un vaso de vino y se para, para imitar al ex celador. Todos empiezan
a reírse. Julián comienza a caminar como Cáceres, lo que provoca
risas.)
JULIÁN: "¿Qué pasa, chicos?" (Risas. Se acerca a Morandi, como se hubiera
acercado Cáceres hace doce años.) "Morandi... ¿Usted es un vivo?"
(Las risas aumentan.) "Mire que yo en mi casa tengo un baúl lleno de
vivos". (Todos ríen a carcajadas. Se retuercen y se ahogan de risa.)
VACARO: ¿Te acordás?
MORANDI: (Riendo.) Pero sí ... Una vez me dijo lo del baúl... (Más risas.) Ay,
Gordo ...
JULIÁN: "¿Y usted, Derisi?" (Todos ríen y se crea una expectativa esperando
qué va a decir Julián.) "Usted es un pichón de vivo..." (Carcajadas,
grita:) "¿Me entendió? ¡Un pichón!" (Las risas continúan. Julián
ahora está eufórico.) Che, ¿y éste? (Retrocede unos pasos y se acerca
caminando de una manera determinada, lo que provoca la risa de
todos.)
VACARO: El de geografía...
DERISI: Berardi.
JULIÁN: (Imita.) "Las Américas se dividen entre: norte, centro y sur...
¿Entendido? ¿Qué decía? (Risas.) Ah, sí... se dividen entre... ¿Está
claro, o quieren que lo explique otra vez?" (Nuevas risas. Julián se
dispone a seguir con la imitación.)
MORANDI: (A los demás.) Ese degenerado me mandó a examen por un punto.
VACARO: Era un desgraciado... Yo me salvé raspando. (Julián ha quedado
parado en medio del salón. En ese momento los otros tres no lo
miran.)
JULIÁN: Che, ¿y éste?
VACARO: (A Morandi.) Murió.
MORANDI: ¿Berardi? ¿No me digas?
VACARO: Hace como cinco años. Salió en los diarios.
MORANDI: No me enteré. Y bueno... pobre tipo.
JULIÁN: Che, Morandi...
MORANDI: (A Vacaro.) Se debe haber muerto de las maldiciones que le eché yo.
(Ríen.)
JULIÁN: Che... (Todos lo miran.) ¿Se acuerdan de éste?: "Sí profesor, por
supuesto que estudié. Lo que pasa es que tengo mala memoria". (Los
tres ríen silenciosamente.)
LOS DÍAS DE JULIÁN BISBAL 22

MORANDI: ¿Quién era?


JULIÁN: Aquél compañero que teníamos en tercero, ¿te acordás?
VACARO: Sí... Uno que nunca estudiaba y siempre decía que el problema era la
memoria.
JULIÁN: Pinto ...
MORANDI: Ah ... el tarado ese. No, pero no hablaba así. Tenía una voz finita. (A
los demás.) Me acuerdo que una vez nos agarramos a trompadas.
DERISI: En el pic-nic
MORANDI: Claro. Vos estabas... Nos peleamos por una piba, me acuerdo.
DERISI: Al que vi el otro día es a Guzmán.
VACARO: ¿Ah, sí?
MORANDI: Sí. Es periodista. Está en "El Mundo".
DERISI: ¿Buen pibe, eh?
MORANDI: Sí... Estuvimos charlando como una hora. ¿Te acordás de Invernizzi?
DERISI: Sí, el petiso.
MORANDI: Es el mismo que fue subsecretario de Educación.
DERISI: ¿Ah, sí?
VACARO: Claro. Ahora está de agregado en la embajada de Italia.
DERISI: Mirá vos. (Se hace una pausa. Mecánicamente todos beben vino.
Julián se ha sentado a la mesa. Ahora está destrozado.)
MORANDI: La verdad es que de ese año el que más o el que menos hizo carrera.
(Pausa.)
JULIÁN: (A Derisi.) ¿Así que estás al frente de la fábrica de tu viejo? ¿Y deja
mucho el alambre tejido?
DERISI: Sí... Lo que pasa es que la producción no alcanza, ¿te das cuenta?
Nosotros estamos entregando el sesenta por ciento de la demanda...
JULIÁN: Claro... pero un corredor tuyo, por ejemplo...
DERISI: La solución es reequiparse, pero para la industria nacional no hay
créditos... Es la política de este país.
MORANDI: Y me parece bien.
DERISI: ¿Cómo que te parece bien?
MORANDI: Y claro... No sé cuál es tu caso, pero como criterio general me parece
bien. ¿Qué solvencia tiene la industria nacional? ¿Créditos para qué?
¿Para fabricar porquerías?
DERISI: ¿Y vos me lo decís? Aquí hay industrias que son tan buenas como las
extranjeras y no tienen ningún amparo, mientras que a las extranjeras
les dan préstamos para que se lleven la plata del país.
MORANDI: Dejate de hacer nacionalismo barato, Derisi.
DERISI: ¿Ah, eso es nacionalismo barato? ¿Defender la industria nacional es
hacer nacionalismo barato?
MORANDI: Pero claro, viejo... Con el nacionalismo no vamos a ningún lado. ¡Por
favor! (Breve pausa.)
DERISI: Viejo, yo te digo simplemente lo que pasa en mi industria. (Breve
pausa.)
JULIÁN: (A Derisi.) ¿Cuánto saca de promedio un corredor de tu fábrica?
DERISI: (Molesto.) ¡Qué sé yo, Gordo! Cincuenta... sesenta...
MORANDI: ¿Y vos, que sos un industrial, me venís a hablar de nacionalismo?
DERISI: Viejo, yo te digo simplemente lo que pasa en mi industria, porque lo
conozco.
LOS DÍAS DE JULIÁN BISBAL 23

MORANDI: Pero si este país lo hundieron los nacionalistas... ¡Ma que industria
nacional, Derisi! ¡Patrioterismo!
DERISI: (Violento.) ¡Pero vos no sabés lo que decís!
VACARO: (Alarmado.) Bueno... viejo. ¿Qué? ¿Vamos a arreglar el país, ahora?
¡Vamos! Hace doce años que no nos vemos y vamos a empezar a
discutir... ¡Déjense de líos! (Vacaro sirve los vasos de vino. Todos
beben en silencio. La discusión ha dejado un clima de tensión.)
JULIÁN: ¿Y en tu fábrica no precisan corredores, Derisi?
DERISI: ¡Dejate de joder, Gordo! ¿Todavía me cargás?
JULIÁN: Te hablo en serio...
DERISI: (Igual) ¡Largá, Gordo! (Julián queda en silencio, dolorido. Se hace
una pausa. Derisi lo mira, rompe a reír y lo abraza.)
DERISI: Está bien, Gordo. A vos se te puede admitir una cargada. ¿No es
cierto, Morandi? (La actitud de Derisi alivia la tensión. Morandi
sonríe.)
MORANDI: Claro. Al Gordo se le puede aguantar cualquier cosa. (Le toma la
cabeza como un luchador de judo.) ¡Gordo atorrante! ¡Sos un genio!
Cómo me hiciste reír... ¿Sabés?, vos tendrías que dedicarte a eso de las
imitaciones. ¿Nunca lo pensaste? En serio te lo digo. Si tenés una
facilidad bárbara. (A los demás.) ¿No es cierto?
VACARO: Por supuesto. Podrías trabajar en la televisión.
MORANDI: Pero te tendrías que tomar la vida más en serio... (Ríe. Breve pausa.)
¿Y dónde estás ahora, Gordo? ¿A qué te dedicás?
JULIÁN: Trabajo en una empresa metalúrgica... Ribaudo... En las oficinas.
DERISI: Supongo que te la pasarás imitando desde el jefe a todos los
empleados.
JULIÁN: No... Ya no hago más imitaciones.
DERISI: ¡Vamos, Gordo!
JULIÁN: En serio. Hoy... ¡qué se yo! Fue un día especial. Pero ya no es como
antes. Ahora soy un tipo amargado. (Los demás sonríen incrédulos.)
No, en serio... Lo que pasa es que allí donde estoy trabajando no estoy
muy bien, ¿entienden? Ando buscando otro trabajo, más libre. (A
Derisi.) Por eso te preguntaba de los vendedores de tu fábrica.
DERISI: (Incrédulo.) ¡Dale, Gordo!
JULIÁN: No, en serio, viejo. (Hace chasquear la lengua.) La verdad es que
todo me va muy mal. Finalmente soy un empleado... (Breve pausa.
Los amigos se miran desconcertados.) Y encima me casé... (Julián ha
dicho esto dentro de su propio problema, con absoluta sinceridad.
Pero la frase en sí y un gesto que acompaña hace creer a los amigos
que se trata de una broma y prorrumpen en sonoras carcajadas.)
MORANDI: ¡Me casé!... ¡Qué Gordo atorrante!
VACARO: ¡Qué genial!
DERISI: (Abraza a Bisbal.) ¿Vos sabés que creí que hablabas en serio? (En
medio de la risa y las expresiones de sus compañeros. Julián los
mira desconcertados. Las Pisas siguen por encima de las palabras
de Julián a las cuales nadie presta atención.)
JULIÁN: Pero Escuchame...
MORANDI: Pero yo también me lo tragué... Gordo, sos un actor. (Ríen todos.)
LOS DÍAS DE JULIÁN BISBAL 24

VACARO: ¿Cómo entramos todos, eh? (Riendo.) Parecía que hablaba en serio,
¿no, Morandi?
JULIÁN: (Casi con desesperación.) ¡Pero oíme, Vacaro!
MORANDI: ¡Qué Gordo atorrante! ¡Qué bien lo hizo!
JULIÁN: (Con patetismo.) ¡Pero estoy hablando en serio!
DERISI: Va, va, va... ¿Querés hacernos entrar de nuevo? ¡Vamos, Gordo!
(Siguen las risas.)
MORANDI: Una vez está bien. ..
JULIÁN: Perdonen, pero estoy hablando en serio...
VACARO: Nos tomaste de punto...
JULIÁN: (Casi llorando, grita.) ¡Pero les estoy hablando en serio, les digo! (El
grito de Julián provoca un silencio. Pero los tres no están
convencidos de que no sea una nueva "broma". Julián se toma la
cara, casi lloran do.) ¿No lo entienden? ¡Mi vida es un problema! Les
hablo en serio, muchachos. Créanme... No sé qué hacer... Tengo
treinta años y no hice nada en mi vida. (Bebe un largo sorbo de vino.
Está algo borracho.) ¡Mi Dios! Pasaron doce años, ¿se dan cuenta?
(Breve pausa. Julián los mira.) ¿Te acordás, Vacarito, que íbamos a
estudiar ingeniería juntos? (Vacaro asiente en silencio.) ¿Te acordás
los proyectos que teníamos?
VACARO: (Le pega un golpe afectuoso a Julián.) Claro, Gordo. Cómo me voy a
olvidar.
JULIÁN: ¿Cuántas materias te faltan?
VACARO: Cuatro.
JULIÁN: Cuatro... (Julián vuelve a beber.) Menos de un año. (Está totalmente
alterado. Trata de sonreír.) ¡Qué época bárbara aquella!, ¿eh
muchachos? (Los demás asienten en silencio.) ¿Se acuerdan los
proyectos que teníamos? ¿Qué pasó con todo?
VACARO: Bueno, Gordo, todo eso fue hace muchos años. Lo importante es que
ahora estamos todos juntos y tenemos que festejarlo. Sentate, Gordo.
(A los demás.) Bueno, ya podemos cenar. Son más de la diez. Dale,
Gordo, sentate, ¿Qué vas a comer?
JULIÁN: Nada. Yo me voy.
VACARO: ¿Te vas? Dale, Gordo, olvidate de todo. Cenamos y después vamos a
tomar una copa por ahí.
JULIÁN: (Ahora con decisión.) No, viejo, lo siento. Me voy.
VACARO: (Lo toma.) ¿Cómo te vas a ir, Gordo?
DERISI: En serio, Gordo. Quedate.
JULIÁN: No, muchachos. No puedo. Chau, Vacaro. (Le da la mano.)
VACARO: ¡Pero, Gordo...! Una noche que tengo libre.
JULIÁN: Chau, Morandi. (Le tiende la mano.)
MORANDI: Chau, Gordo. Llamame algún día.
JULIÁN: Chau, Derisi. (También le da la mano.)
DERISI: Chau, viejo.
JULIÁN: Chau. (Los mira un instante. Luego hace un saludo general y sale
lentamente hacia la calle. En la mesa se hace un silencio
prolongado, pesado y tenso.)
MORANDI: (Se sirve vino.) En fin... (Nueva pausa. Los tres no se miran entre sí.)
LOS DÍAS DE JULIÁN BISBAL 25

VACARO: ¿Pedimos de comer? (Derisi y Morandi hacen un gesto como


diciendo "y, sí...") ¿Qué pedimos? Vos, Morandi, que venís siempre.
MORANDI: Aquí hacen una pasta macanuda.
VACARO: Bueno, dale.
DERISI: (Golpeando las manos.) ¡Mozo!
MORANDI: ¿Qué te parece unos "spaghetti", Derisi?
DERISI: Como en la vieja época, ¿eh? (Riendo.) Dale, Vacaro, serví vino.
VACARO: Métanle muchachos. (Vacaro sirve los vasos de vino, los tres charlan
y ríen mientras las luces decrecen lentamente.)

ESCENA V
(El departamento de Dora; es de un solo ambiente, viejo y pobremente
amueblado. En uno de los costados una "kitchinette " . Ha pasado una hora, cuando
suena el timbre de la calle. Dora sale del baño, cubierta con un batón y se apresura a
atender. Es una mujer que aparenta unos treinta y cinco años. Quizás fue bonita,
pero hay en ella algo de gastado y una expresión dura en el rostro. Entreabre la
puerta.)
DORA: ¿Quién es? (Alguien contesta desde afuera.) ¿Quién? (Abre la
puerta.) ¿Vos aquí? (En el dintel aparece Julián.) ¡Qué hacés, tanto
tiempo! Pasá. (Julián entra. La besa. Dora cierra la puerta.)
JULIÁN: Quería verte.
DORA: Linda hora para hacer visitas. Sobre todo después de tanto tiempo.
JULIÁN: Andaba por el centro y me acordé de vos. Te fui a buscar a
"Bagatelle".
DORA: Ahora no voy todos los días. Cuando tengo ganas.
JULIÁN: Sí, me dijo Rosa. Casi todas las chicas son nuevas.
DORA: (Asiente.) De antes quedamos Rosa y yo, nada más. La verdad es que
cada día está más aburrido. A tus amigos tampoco los vi más.
JULIÁN: No sé... Ahora no salgo casi nunca con ellos. (Pausa.) Muchas veces
pensé en ir a verte, pero... por una cosa o la otra... (Breve pausa.) ¿No
tenés nada para tomar?
DORA: Creo que hay ginebra. ¿Te gusta?
JULIÁN: Es lo mismo. (Dora se dirige hacia el armario y saca una botella de
ginebra y un vaso. Julián la mira un instante.) Estás muy linda.
DORA: ¿Sí? (Irónica.) Y eso que me ves sin maquillaje.
JULIÁN: No, en serio... Estás muy bien. (Dora coloca la botella de ginebra y el
vaso sobre la mesa. Luego se sienta frente a Julián. Este se sirve
medio vaso de ginebra y bebe un largo trago.) Hace mucho que
quería charlar con vos. (La mira un instante.) ¿Y vos me extrañaste?
DORA: (Se encoge de hombros.) Al principio, cuando de golpe dejaste de
venir. Después me enteré de que te habías casado.
JULIÁN: En cambio yo sí te extrañé. Casi no hubo un día que no me acordara
de vos. Sobre todo cuando se hacían las dos o tres de la mañana. (Le
toma la mano.) ¿Te acordás de las noches que pasamos juntos, eh?
(Ella hace un gesto.) Esas madrugadas que terminábamos tomando
café con leche con medialunas en el Ramos... (Breve pausa.) ¿Fue una
linda época, no? (Dora se encoge de hombros.) Para mí sí. Creo que
fue la mejor época de mi vida. (Julián bebe un trago de ginebra.) ¿Y
vos? ¿No te pensás casar?
LOS DÍAS DE JULIÁN BISBAL 26

DORA: A lo mejor. El día que encuentre un hombre.


JULIÁN: (Ríe.) Supongo que hombres no te faltan.
DORA: Un hombre de verdad. (Hace un gesto.) Además tiene que tener plata
y ser muy buen mozo... Y tiene que quererme mucho. (Breve pausa.
Mira sin comprender.) Sí, chiquito... Ahora estoy muy difícil. Será
que cada vez entiendo mejor las reglas del juego. (Ríe.)
JULIÁN: Estás cambiada.
DORA: ¿Yo? No... Estoy siempre igual. Un poco más vieja, nada más.
JULIÁN: Antes no hablabas así.
DORA: Vos tampoco. Entonces pensabas recibirte de ingeniero y casarte
conmigo. (Ríe.) ¿Te acordás cuando me lo dijiste?
JULIÁN: Vos no lo creíste.
DORA: Claro que no. Pero me gustaba. (Breve pausa.) Fue la vez que te fuiste
de tu casa y te pasaste tres días aquí.
JULIÁN: Fueron tres días bárbaros, ¿no? Eh... (Breve pausa.) ¿Así que no vas
más a "Bagatelle"
DORA: Dos o tres veces por semana. ¿Y vos qué hacés? ¿Siempre trabajás en
el mismo lado?
JULIÁN: Siempre. (Bebe un largo trago de ginebra y vuelve a servirse.)
DORA: No tomés tanto... Te va a hacer mal. (Julián hace un gesto.) ¿Querés
un café?
JULIÁN: Bueno. (Dora se levanta y se dirige hacia la "kitchinette" Julián se
interpone en el camino y la abraza.) Dora... No sabés las ganas que
tenía de verte... (La besa en la boca. Ella lo deja hacer. Luego se
separa.)
DORA: Tengo que hacer el café. (Prende la cocina y pone a calentar el café,
Julián desde atrás, le acaricia el cabello.)
JULIÁN: Estás muy linda, en serio. Ahora que volvimos a encontrarnos
podemos vernos más seguido ¿eh? (Dora lo mira.) Yo tengo que
arreglar un poco mi vida. Voy a dejar la oficina, ¿sabés? Ando
buscando un corretaje; algo más libre. Entonces te voy a poder ver
seguido.
DORA: (Con un leve matiz irónico.) Ah... sí...
JULIÁN: Sí... Todo este tiempo anduve con problemas pero ahora las cosas van
a cambiar. Lo primero que tengo que hacer es dejar esa oficina. Hoy
me dijeron algo bárbaro: "Hay tiempo hasta los treinta años. Después
uno queda moldeado". Y la verdad es que yo no hice nada hasta ahora.
Recién me encontré con unos compañeros del colegio ... Uno es
abogado, el otro ingeniero, el otro industrial ... Me sentí un fracasado.
(Breve pausa.) ¿Qué hago ahora? Trabajo todo el día y de noche voy
al café. Esa es mi vida. No tengo más nada.
DORA: ¿Y tu mujer?
JULIÁN: Mi mujer... Mi casamiento fue un error. Me di cuenta en seguida.
DORA: ¿Qué pasa? ¿No te quiere?
JULIÁN: Sí, me quiere. Demasiado. Pero no me comprende... Para ella todo está
bien. Todo lo que le preocupa es que esté más tiempo en casa... Y le
explico que no puedo quedarme todo el tiempo en casa... Que me
gusta ir al café... Pero no lo entiende. Con Carmen no se puede hablar.
LOS DÍAS DE JULIÁN BISBAL 27

Ella cree que soy un hombre feliz. (Dora saca el café del fuego y sirve
dos tacitas. Le extiende una a Julián y le alcanza el azucarero.)
DORA: ¿Y vos la querés?
JULIÁN: ¿A mi mujer? Sí... La quiero, como a una buena amiga. Es muy buena,
¿me entendés? Pero... (El bebe otro trago de ginebra.) Tengo que
emborracharme para poder besarla, para sentirla. (Hace chasquear la
lengua.) ¡Qué sé yo! Todo esto no tiene sentido... (Julián se toma la
cara con las manos y se queda un rato así. Dora se sienta junto a él
y lo abraza, enternecida, Julián, casi llorando.) Soy un pobre tipo,
Dora.
DORA: Vamos, viejo... ¿Qué te pasa? Tomaste demasiado. (Julián se abraza
a ella desesperadamente. Quedan un instante así, en silencio.)
JULIÁN: Quisiera quedarme así toda la vida. (Ella lo abraza más fuerte. Julián
le busca la boca y la besa desesperadamente. Ella lo deja hacer.)
Dora... mi vida... (Vuelve a besarla y a acariciarla.) No sabés lo que
te necesito... No tengo a nadie. (Breve pausa.) Quiero quedarme con
vos esta noche, ¿eh? (Se hace un silencio. Julián le toma la mano.)
Yo te quería, Dora. Ahora me doy cuenta que te quería en serio.
DORA: ¿Sí, chiquito? Me querías mucho, pero te casaste y no apareciste más.
Ni siquiera me dijiste que estabas de novio.
JULIÁN: Eh... No sabía lo que hacía en aquella época.
DORA: ¿Y ahora sí? (Se levanta y toma las tacitas. Las lleva al mármol que
hay junto a la "kitchinette". Julián se acerca a ella y la abraza.
Trata de besarla, pero Dora vuelve la cara hacia un lado.)
JULIÁN: ¿Qué paga?
DORA: Basta, viejo.
JULIÁN: ¿No querés besarme?
DORA: No.
JULIÁN: ¿Por qué? (Julián trata de besarla nuevamente. Dora vuelve la cara
y Julián la besa en el cuello, al mismo tiempo que busca su cuerpo
debajo del batón. Dora se desprende)
DORA: No, chiquito.
JULIÁN: ¿Qué pasa? ¿No querés estar conmigo?
DORA: No.
JULIÁN: ¿Por qué no?
DORA: Porque no tengo ganas.
JULIÁN: (La mira un instante y entiende que no se trata de una broma.) ¿Que
no tenés ganas? Es la primera vez que me lo decís. Recién te dejaste
besar.
DORA: Me dio lástima verte así.
JULIÁN: (Trata de tomarla.) Vamos, Dora... Yo te quiero.
DORA: ¡Por favor, Julián! Lo que querés es acostarte conmigo. No, viejo. Ya
no estoy para ese juego. Lo siento.
JULIÁN: ¿Por qué decís eso?
DORA: Porque te conozco. (Breve pausa.) Estoy cansada de ser utilizada, ¿me
entendés? (Julián la mira con cierta extrañeza.) Sí, viejo... no te
extrañe. El cuento del amor no me lo venden más.
JULIÁN: Yo no te estoy mintiendo.
LOS DÍAS DE JULIÁN BISBAL 28

DORA: Quizás en este momento no. ¿Pero qué va a pasar después? (Hace un
gesto.) Hace dos meses caí por última vez. Vino un chico a
"Bagatelle"... Veinticinco años... Tenía un año de casado. Muy rico el
chico. Me gustó. Me gustó realmente. Tenía algo de pibe... (Sonríe.)
Lo tuve que besar yo por primera vez, imaginate. (Breve pausa.)
¡Habló...! Habló toda la noche. Me recitaba versos... Mirá vos. (Breve
pausa.) Después vinimos acá... ¿Sabés qué me dijo? Que era la
primera mujer verdadera que conocía en su vida. No me tocaba...
Estaba sentado ahí (Señala.) y me miraba con sus ojos de nene.
Prácticamente yo tuve que hacerlo todo. Y me gustaba. No le pedí
nada, te lo juro. Sólo que se mantuviera así y me dejara hacer. (Hace
un gesto.) Cuando se sacó el gusto, lo primero que hizo fue mirar la
hora. Y hablar de su mujer, de su pobre mujercita que lo estaba
esperando. Casi se pone a llorar: "¿Cómo pude hacerle esto a mi
mujer?" Se vistió y se fue. (Hace un gesto.) No viejo... A esta altura
de mi vida, eso no. (Breve pausa.) Ahora salgo con un viejo... ¡qué sé
yo! Tiene más de sesenta años. Nos encontramos todos los miércoles
para cenar y bailar. Casi ni me toca y me da tres mil pesos por noche.
Eso es mucho más honesto, ¿entendés?
JULIÁN: ¿Pero no te gustaría estar esta noche conmigo?
DORA: Quizás, Pero ¿para qué? Para hacerme sentir lo que soy. No viejo: yo
soy una puta, pero no me gusta que me lo hagan notar.
JULIÁN: Por qué hablás así...
DORA: (Violenta.) ¡Por favor, Julián! Lo único que falta ahora es que me
tengas lástima.
JULIÁN: (Intenta tomarla.) Vamos, Dorita.
DORA: No me toques. Y por favor, andate.
JULIÁN: ¿Que me vaya?
DORA: Sí.
JULIÁN: Pero, ¿qué...? ¿Acaso hice algo que te molestó?
DORA: (Firme.) ¡Andate, por favor! (Breve pausa.) Y no vengas más a verme
acá. (Irónica.) Recibo en "Bagatelle ". (Se hace una pausa. Julián
comprende que tiene que irse. Toma el sobretodo y se lo coloca.)
JULIÁN: Está bien. Chau, Dora. (Sale hacia la puerta.)
DORA: Chau. (Julián sale lentamente mientras las luces van decreciendo.)

ESCENA VI
(Cocina de la casa de Julián Bisbal. La misma de la primera escena. Es la una
de la mañana cuando entra Julián. Se saca el sobretodo, se deshace el nudo de la
corbata y bebe un poco de agua. Ahora está sobrio, pero bajo los efectos de la
borrachera pasada. Carmen desde la habitación. Se ha arreglado un poco,
evidentemente, para agradar a su marido. Lo observa un momento, mientras Julián
bebe el vaso de agua.)
CARMEN: Llegaste... (Se acerca y le da un beso en la mejilla.) No te esperaba
tan temprano. ¿Se hizo la cena?
JULIÁN: Sí... Pero todos teníamos que trabajar mañana así que...
CARMEN: ¿Querés un café?
JULIÁN: Sí. (Carmen prende la cocina y pone a calentar café.)
CARMEN: ¿Qué dicen tus compañeros?
LOS DÍAS DE JULIÁN BISBAL 29

JULIÁN: Están bien. Cada cual en lo suyo. (Breve pausa.) ¿Vos saliste?
CARMEN: No. (Hace un gesto.) Quería que me vieras sin el batón. Tenés razón,
esta tarde lo estuve mirando y está a la miseria. El mes que viene,
cuando renueve el crédito, me voy a comprar otro. (Se hace una
pausa prolongada. Julián se toma la cabeza con las manos y se
queda en una actitud meditativa. Carmen controla el café. Riendo.)
Ah... Esta tarde habló papá, para ver si vamos el domingo. Le dije que
sí. Y empezó... "¿Seguro que van a venir? ¿No me vayan a fallar, eh?"
Le aseguré que íbamos. ¡Pobre viejo! Parecía un chico. Y a vos te
quiere con locura. (Ríe.) Dice que tenés que jugar un truco de pareja
con él. Y que llevés una botella de coñac, que si no, no te deja entrar.
Pero tenías que oírlo. ¡Estaba enloquecido! A toda costa quería hablar
con vos. Le dije que venías tarde, que tenías una cena. Bueno, ¡qué sé
yo las cosas que dijo!: "Ese gordo sí que la pasa bien". "Que venga
aquí a Garín, a trabajar la tierra". Ah... pero me hizo reír. (Carmen
sirve el café y coloca la taza delante de Julián. Se hace una pausa.)
El domingo vamos a tener que salir temprano.
JULIÁN: ¿Qué?
CARMEN: Para ir a lo de mamá. Digo que vamos a tener que salir temprano, para
que no nos pase lo de siempre, que llegamos justo para la hora de
almorzar. Quiero que a la mañana vayamos a visitar a la tía Chola. Ya
sé que a vos no te cae simpática, pero hace como un año que no la
vamos a ver. Ya la vez pasada se le estuvo quejando a mamá. Mamá
no me dice nada, pero se ve que le duele que no vayamos. Esta vez nos
vamos a dar una vuelta por la casa, ¿eh?
JULIÁN: Está bien, Carmen, está bien.
CARMEN: ¿Te dije que iban a estar Ester y Jorge con los nenes? ¡Tengo unas
ganas de verlos! ¡Mamá me dijo que a Pablito le enseñaron a que diga
tío! (Ríe.) ¡Qué rico! Si está el día lindo los voy a llevar hasta el
parque. (Breve pausa.) Lo ideal sería tomar el ómnibus de las nueve.
Llegamos a las diez y media. ¿Eh, Julián?
JULIÁN: (Áspero.) ¡Qué sé yo, Carmen! ¡Qué sé yo lo que voy a hacer el
domingo! Con todos los problemas que tengo y vos me venís a hablar
del domingo, de tu papá... y de tu tía Chola. ¡No sé lo que voy a hacer
el domingo!
CARMEN: Pero nos esperan, Julián. Les dije que íbamos a ir. Además es el
cumpleaños de papá. Estaba tan entusiasmado cuando le dije que
íbamos...
JULIÁN: Bueno, está bien, Carmen. Vamos a ir. ¡Vamos a ir! ¿Te parece bien?
(Estallando, de pronto.) ¡Carajo! ¿Por qué todo tiene que salir así?
Miralo al idiota ese de González. Lo encontré hoy. Tiene un negocio
de fotografía en la calle Santa Fe.. Cuando trabajaba en Ribaudo era
un infeliz, no sabía ni hacer un informe. Se los tenía que hacer yo.
Ahora está lleno de plata. Y encima me tuvo lástima. Sí, me tuvo
lástima. "Venime a ver al negocio..." Como si fuera no sé quién. Un
analfabeto. Una vez escribió en una nota levantar con be larga. Se hizo
famoso en toda la compañía. Ahora es un señor. Pero se fue de
Ribaudo. Se fue a tiempo.
CARMEN: (Tomándolo.) Bueno, Julián, no te pongás así. Ya se va a arreglar
todo.
LOS DÍAS DE JULIÁN BISBAL 30

JULIÁN: (Desprendiéndose. Con violencia.) Arreglar, ¿qué? Para vos todo es


fácil. (Breve pausa.) Ya lo tengo decidido. Voy a irme de Ribaudo.
CARMEN: ¿Y qué vas a hacer?
JULIÁN: No sé... Irme al interior. Allí hay oportunidades.
CARMEN: ¿Irte solo?
JULIÁN: Por un tiempo. Hasta que consiga algo. (Breve pausa.)
CARMEN: Entonces nos vamos a separar.
JULIÁN: ¡Por favor, Carmen!
CARMEN: Pero si está claro, Julián. Lo que pasa es que querés separarte de mí.
No hay ninguna necesidad de que te vayas al interior. Podés irte a la
casa de tu mamá. El problema soy yo, ¿no, Julián? (Breve pausa.)
¿Qué pasó entre nosotros, Julián? (Se hace una pausa prolongada
Carmen se acerca y lo toma por detrás.) ¿Ya no me querés más?
(Pausa.) ¿Eh? ¿Ya no te gusto más? (Pausa prolongada.) Yo te
quiero, Julián. Te quiero mucho. (Julián, que la ha escuchado bajo
una gran tensión, se vuelve y la abraza desesperadamente. Carmen
se aferra también a él. Quedan un largo rato, abrazados y en
silencio.)
JULIÁN: Sos lo único que tengo, Carmen. (Ella se abraza a él más fuerte. Se
hace un nuevo silencio.)
CARMEN: Ya va a pasar todo, vas a ver. Lo importante es que estemos juntos.
(Breve pausa.) No nos vamos a separar nunca, ¿no es cierto? (Se hace
una larga pausa.) ¿Vamos a dormir? Es muy tarde y mañana vas a
estar cansado. (Julián se queda inmóvil. Ella se desprende e inicia el
mutis. Se detiene en el dintel de la puerta.) Cerrá la llave del gas.
(Julián lo hace.) Traé el reloj. Ponelo a las siete que tengo que
levantarme un rato antes para plancharte la camisa. (Carmen sale
hacia la habitación. Detrás va Julián, lentamente, dándole cuerda al
reloj despertador. Las luces decrecen lentamente.)

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