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https://gestion.pe/peru/politica/peru-paises-corruptos-america-latina-mire-ranking-220408
peculado de uso, malversación de fondos, negociación incompatible y
colusión. La mayoría de delitos se cometen por la facilidad que tienen
los funcionarios para disponer de los bienes del Estado.
Las entidades más afectadas por actos de corrupción en el Estado son los
municipios, con un 25%, seguido de los gobiernos regionales con 6%.
Aquí los ilícitos más comunes es la asignación de obras millonarias a
empresas que han sido elegidas porque hay algún interés, a través de
testaferros o porque les ha pagado un 'diezmo'.
En este orden de ideas, cabría preguntarse ¿Por qué, entre el personal del
sector público -representantes del Estado-, hay corrupción cuando
deberían ser ellos los que fomenten políticas públicas y/o acciones que
mejoren la calidad de vida de la población?
Una, de las tantas maneras, de mejorar la calidad de vida de la población
es la contratación pública de bienes, servicios y/o ejecución de obras
públicas; y es el Estado el principal adquiriente y contratista, destinando
cada año cerca del 30% de su presupuesto anual a adquirir bienes,
servicios y/o a la ejecución de obras. La Ley de Contrataciones del
Estado, declara que su finalidad es establecer normas orientadas a
maximizar el valor de los recurso públicos que se invierten y a promover
la actuación bajo el enfoque de gestión por resultados en las
contrataciones de bienes, servicios y obras, de tal manera que éstas se
efectúen en forma oportuna y bajo las mejores condiciones de precio y
calidad, permitan el cumplimiento de los fines públicos y tengan una
repercusión positiva en las condiciones de vida de los ciudadanos.
Pero, que pasa ¿Cuándo estos recursos no se invierten debidamente? ,
¿Cuándo son los funcionarios públicos los que crean su propio sistema
para direccionar obras de envergadura con el único fin de obtener
beneficios económicos de las empresas a las que se adjudican la buena
pro?
III.- JUSTIFICACIÓN
Abordar el tema de la corrupción definitivamente no es una tarea
sencilla. La palabra “corrupción” se encuentra políticamente tan
manoseada, que prácticamente todas las deficiencias de la gestión estatal
se reconducen a ella. La corrupción tiene un fuerte impacto negativo
sobre el desarrollo. Además de consideraciones de ética pública, la
corrupción desincentiva la iniciativa privada y reduce los recursos
públicos disponibles, lo cual se traduce, por ejemplo, en menos
hospitales o educación de peor calidad. La corrupción también
distorsiona el modo en que los gobiernos usan esos recursos y mina la
confianza de la ciudadanía en sus instituciones. A todo lo anterior hay
que sumar que la corrupción es regresiva y golpea más a los que menos
tienen. Según estudios del Banco Mundial, hay evidencias de que los
peruanos con menos recursos destinan un porcentaje mayor de sus
ingresos a pagar coimas para acceder a los servicios básicos que, por
derecho, les corresponden (hasta un 14% frente al 1% de los ciudadanos
con más recursos). También afecta al sector privado. La corrupción está
presente en la relación entre el Estado y las grandes empresas, que
pueden destinar hasta el 5% de su facturación a sobornos con el
propósito de agilizar trámites u obtener contratos. El Informe Global de
Competitividad cita, además, la corrupción como el segundo problema
para hacer negocios en el Perú.
A nivel jurídico, la corrupción ataca frontalmente el Estado de Derecho.
La corrupción es definida como el uso indebido del poder para obtener
beneficios irregulares (económicos o no) violando la ley y afectando la
legitimidad de la autoridad y los derechos fundamentales de la persona.
En este sentido, la corrupción afecta, en primer lugar, al concepto formal
de Estado de Derecho. Ello en la medida de que implica una violación al
principio de legalidad. De acuerdo a dicho principio, las autoridades, los
funcionarios públicos y los ciudadanos se encuentran sometidos a la
Constitución y las leyes del ordenamiento jurídico. En esta medida, la
corrupción implica que los funcionarios públicos y determinados
particulares actúen fuera de los límites ley, buscando satisfacer a través
de medios ilegales la satisfacción de un interés privado.
Asimismo, es evidente que cada vez que la administración pública actúa
guiada por interés privados ilegales se produce un trato que beneficia una
persona o un grupo de personas en particular; a la vez que perjudica a
otro grupo que no se beneficia (o lo hace de manera deficiente) de los
servicios públicos. En este sentido, podemos afirmar que el principio de
igual ante la ley también es afectado por la corrupción Por otro lado, el
fenómeno de la corrupción desnaturaliza el sentido sustancial del Estado
Social de Derecho. Toda vez que los actos de corrupción obstaculizan los
servicios públicos que están encaminados a garantizar una serie de
derechos fundamentales (acceso a la justicia, educación, salud, vivienda,
seguridad, etc.). Esto produce una desigualdad sistémica que daña la
legitimidad de un sistema democrático. Finalmente, la corrupción afecta
al Estado Constitucional de Derecho, en la medida de que tanto el
principio de legalidad, como los derechos fundamentales son parte del
bloque constitucional que todos los ciudadanos están llamados a respetar.