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L ECTIO DIVINA

1. “Disciernan lo que agrada al Señor”1


La búsqueda de la voluntad de Dios en
nuestra pastoral
Flp 1, 9-10; Ef 5, 8-10.15-17

Ambientación

Es muy conveniente que el lugar de la reunión para vivir


este encuentro con la Palabra a través de la Lectio divina
sea ambientado con elementos sencillos que nos ayuden a
crear un ambiente adecuado según el tema propuesto.

Es importante que se coloque en un lugar muy digno la


Biblia y, si es posible un Cirio encendido, como signo de que
el Señor Jesucristo, Palabra eterna del Padre, ilumina cada
momento de nuestra vida.

Se puede iniciar con un canto como:

La Biblia es Palabra de vida,


la Biblia es Palabra de Dios,
y es la palabra del Pueblo,
que busca y construye su liberación.

1
La otra posibilidad es que sea el pasaje de Mt 16,14 sobre cómo interpretar los
signos del os tiempos o Lc 11,24-28 sobre la necesidad de no vivir en estas
definitivos.
2
La Biblia es como las tortillas,
que hacemos en el comal,
pues es para compartirse,
en calor de fraternidad.

Introducción

Las personas en general y particularmente los jóvenes,


especialmente quienes estamos en contacto con actitudes
de fe y prácticas religiosas, tenemos un riesgo permanente:
confundir voluntad de Dios con capricho personal. Cuando
se cae en este atrevimiento se llega al extremo de
identificar opinión con Verdad, fe de la Iglesia con
mentalidad.

Los espacios en los que se alcanzan a evidenciar estos


excesos pueden presentarse en la vida cotidiana: en la
familia, en el trabajo, en las relaciones de amistad, en el
noviazgo, incluso, en el campo del trabajo pastoral. Es ahí
donde un mal discernimiento ocasiona sufrimiento,
desesperanza y desánimo. Pero lo peor no está ahí; cuando
hacemos un discernimiento equivocado no sólo nos
llevamos entre los pies a quienes Jesús prefirió, sino que
además sacrificamos los valores y principios que orientaron
su vida.

Es pues muy importante descubrir los elementos principales


del discernimiento que nos permitan ir buscando más y
optando mejor por la voluntad del Dios, de Jesucristo.
Estamos convencidos de que la pregunta más importante
no es qué me pide Dios, sino con qué elementos y desde
qué experiencias de vida decido cuál es su voluntad.

3
A. LECTURA

Leamos atentamente Filipenses 1, 9-10:2

“Y le pido (a Dios) que su amor


crezca más y más en conocimiento y
sensibilidad para todo. Así sabrán
discernir lo que más convenga, y el
día en que Cristo se manifieste los
hallará limpios e irreprensibles”.

Ahora preguntémonos:

¿Qué pide Pablo a Dios para la comunidad de Filipo?


¿Con qué se relaciona el amor en este pasaje? Según
Pablo: ¿En qué se debe crecer para saber discernir
(escoger) lo más conveniente?

Pablo insiste en la capacitación para el discernimiento;


para conseguir esta capacidad es necesario crecer en el
amor. Para los filipenses y Pablo el discernimiento no es
consecuencia de una determinada manera de pensar sino
principalmente de la experiencia del amor mutuo. Más
aún, si tenemos en cuenta que la expresión “crezca más y
más” supone “abundar”, “engrandecer”, “exceder la
medida”, se puede estar hablando de una experiencia
intensa, sobreabundante, creciente. De acuerdo a los
temas que Pablo abordará en su carta (2, 1-18) este amor

2
Recordemos que Pablo introduce esta súplica después de saludar a los
miembros de la comunidad de Filipo y de agradecer a Dios su disponibilidad (1,
1-8).
4
se refiere al amor fraterno.3 Así pues, de acuerdo a este
texto el amor a, y entre los hermanos capacita en la
búsqueda de lo mejor, de la voluntad de Dios.

Además, el texto enfatiza que esta experiencia de amor a


los hermanos suscita en los creyentes un especial
conocimiento y sensibilidad para todo. El término que se
refiere al “conocimiento” implica una especial comprensión
del asunto que se trata. Este conocimiento es fruto de la
adultez de la fe (Ef 4,13), característica imprescindible del
hombre nuevo (Col 3,10), es un don de Dios (Ef 1,17; 2 Tim
2,25) que acompaña a los que viven en el amor como
hermanos (Col 1, 9-10).4

Por esto, el conocimiento al que se refiere Pablo no es algo


puramente teórico, sino fruto de una experiencia; es una
penetración, una profundización; un conocimiento que
llega hasta el fondo de las cosas y hasta el fin de sus
consecuencias, sin olvidar la parte sensible, lo intuitivo, que
se consigue a través de los sentidos.

Complementemos el mensaje de Filipenses 1, 9-10 con la


exhortación de Efesios 5, 8-10.15-17:

“En otro tiempo eran tinieblas, pero ahora son luz en el


Señor. Pórtense como hijos de la luz, cuyo fruto es la
bondad, la rectitud y la verdad. Disciernan lo que agrada
al Señor (...). Pongan, pues, atención en comportarse no

3
Recordemos que Pablo cuando habla de “amor” por lo general se
refiere a la actitud que se debe tener con los hermanos; cuando quiere hablar de
amor a Dios, por lo general, utiliza los términos “fe” y “gloria”.
4
Este conocimiento es el que precisamente faltó a los paganos (Rom
1,28) y a los judíos (10,2).
5
como necios, sino como sabios, aprovechando el
momento presente, porque corren malos tiempos. Por lo
mismo, no sean insensatos; antes bien, traten de descubrir
cuál es la voluntad del Señor”.

¿Qué eran los efesios antes de vivir en la luz del Señor?


¿Cuáles son los frutos de la luz? ¿Qué pide Pablo que
disciernan? ¿Cómo les pide que se comporten? ¿Qué les
ruega al pedirles que no sean insensatos?

De acuerdo con este texto lo que caracteriza a los hijos de


la luz es precisamente que disciernen lo que agrada al
Señor. El mismo texto clarifica que discernir significa, entre
otras cosas, tratar de descubrir, comprender a fondo, ya no
sólo con la inteligencia, sino también de manera cordial,
pues el órgano de esta comprensión es el corazón (Rom
1,21; Col 2,2). La profundidad y seriedad de la búsqueda
corresponde a los frutos: bondad, rectitud y verdad.

Ahora bien, el apóstol contrapone esta manera de


comprender a profundidad lo que Dios quiere con la
actitud de los irreflexivos, quienes proceden sin inteligencia
y de modo imprudente. Lo que está en juego no son ideas,
sino valores; no va de por medio una opinión sino la
voluntad del Padre y su presencia salvadora entre las
personas.

Una característica del discernimiento es precisamente la


apertura con la que se trata. Así, por ejemplo, se afirma:
“Dichoso el que pueda tomar una decisión sin sentirse
culpable” (Rom 14,22b); “que cada uno examine su
conducta y sea ella la que le proporcione motivos de
satisfacción, pero sin apropiarse méritos ajenos” (Gal 6,4);

6
“el alimento sólido es para los perfectos, los que por el
hábito han aprendido a distinguir entre el bien y el mal”
(Heb 5,14).

Esta apertura que, de ninguna manera puede ser


considerada imprecisión, es con mucha probabilidad algo
expresamente pretendido. Quizás en el fondo está la
convicción, por un lado, de que el discernimiento es una
realidad abierta a todo lo que es bondad, servicio y amor;
por otro, de que el discernimiento no es para obtener unos
resultados prefijados sino para abrirnos a una experiencia
original y profunda, la experiencia que da la presencia del
Espíritu.

En esta apertura que supone el discernimiento cristiano,


desempeña un papel muy importante, la conciencia.5 El
significado que le da el apóstol al término conciencia no
siempre tiene un sentido uniforme pues a veces quiere decir
sencillamente “ser conscientes de algo” (1 Cor 4,4), o en
otras, “un testigo que acompaña al ser humano en sus
actos (Rom 2,15; 9,1; 2 Cor 1,12). Sin embargo, salvada esta
variedad, Pablo también considera la conciencia como
juicio moral y reacción sobre el comportamiento ético de
una persona (Rom 2,15; 1 Cor 8,7; 10,12; 10,25.27.28.29). Un
criterio decisivo para la formación de la conciencia en
orden a decidir adecuadamente es el amor y el respeto
hacia los demás.

5
El término que se traduce por conciencia (syneídesis) es muy
socorrido en las cartas y en otros escritos (Hech 23,1; 24,16; Rom 2,15; 91;
13,5; 1 Cor 8,7 y muchos más). Lo más seguro es que Pablo haya tomado esta
terminología de la filosofía popular de su tiempo.
7
Esto aparece con claridad en el caso de la comunidad de
Corinto; aquellos cristianos creían que no debían comer
carne que había sido consagrada a un ídolo (1 Cor 8,7).
San Pablo no da la razón a los que piensan de ese modo (1
Cor 8,8; Rom 14,14; cf. Fil 2, 16-23); son gente de conciencia
débil e insegura (1 Cor 8,7.10). Eso no es el ideal cristiano
en lo referente a la formación de la conciencia. Lo ideal es
ver por el otro, por su conciencia, por sus sentimientos (1
Cor 10, 25-30); al grado de, hasta ceder en su derecho con
tal de no hacerle daño al hermano (1 Cor 8, 9-13; 10, 28-29).
Pues lo verdaderamente decisivo en el asunto del
discernimiento es lo que favorece la paz y construye la
comunidad (Rom 14,19). Es en resumen, el hecho de que:
“Todo está permitido, pero no todo es constructivo. Que
nadie busque su propio interés, sino el ajeno” (1 Cor 10, 23-
24).

En este sentido la originalidad de Pablo no está en la


formación de la conciencia sino en la primacía del amor;
sólo la caridad auténtica puede sensibilizar realmente en la
búsqueda de la voluntad de Dios. Y es que existe una gran
diferencia entre el mero conocimiento de la ley aunque se
siga al pie de la letra y el conocimiento de los valores que
la fundamentan. Cuando no se entiende adecuadamente
todo esto, se insiste más en las verdades que el cristiano
debe saber y las normas que debe cumplir.

8
B. MEDITACIÓN

Hablar de discernimiento es, en el


fondo, hablar de nosotros mismos,
de lo que somos, pensamos y
hacemos; es afrontar nuestra
propia manera de pensar y nuestra
peculiar forma de resolver las
situaciones en la vida personal. Y
en el caso concreto de los jóvenes
cristianos, hablar de discernimiento
es hablar de la vida en la familia,
en el trabajo, en la escuela y en la
pastoral, de nuestro servicio y responsabilidad, de nuestros
procesos pastorales.

Debemos tomar conciencia de que el discernimiento es, en


primer lugar, una responsabilidad que nos afecta a todos.
Nadie está exento de este regalo; nadie puede evadir esta
responsabilidad. Tomar en serio el discernimiento es una
cuestión capital para cada joven cristiano y su comunidad
(Rom 12,2). Lo importante en la vida familiar, laboral, de
escuela, universidad, o en la pastoral no es que haya
siempre alguien quien discierna, sino que lo hagamos todos
con la responsabilidad requerida. Más importante que
alguien solitario marque el rumbo es indispensable que
entre todos lo busquemos; lo primero provoca una eficacia
efímera, lo segundo garantiza procesos.

En segundo lugar, de acuerdo con san Pablo, el


discernimiento exige generosidad en el amor. No es
posible preguntarnos por la voluntad de Dios sin antes
hacer un serio propósito de servicio, de amor a los demás.
9
Se discierne mejor en la vida no sólo porque se sepa mucho
sino porque, especialmente, se ama intensamente a las
personas concretas (Flp 1, 9-10; 2, 1-18). El crecimiento en
el amor al hermano proporciona una serie de experiencias
que suscita verdaderos brotes de sabiduría para la vida.
Pero la verdadera sabiduría en la vida no sólo es
consecuencia, sino también, punto de partida. Es decir,
sólo podremos decidir adecuadamente si partimos de una
sana y evangélica manera de comprender y ejercer mi
papel en la vida que tenga como elemento fundamental
el amor. Y esto es un círculo virtuoso.

En tercer lugar, el discernimiento no es una búsqueda


superficial; es una comprensión profunda y bien
intencionada de la voluntad de Dios. Por eso, quizás, San
Pablo insiste en la cordialidad de esta tarea y en los frutos
que emanan de ella: bondad, rectitud y verdad. Los
resultados del discernimiento más que ideas y elenco de
opiniones son valores y actitudes. Más aún, el
discernimiento se convierte en algo superfluo, cuando
egoístamente sólo se busca constatar lo que siempre se ha
pensado. Por eso, el discernimiento sólo se puede hacer si
se tiene una auténtica y permanente apertura al Espíritu y a
nuestros hermanos. En las personas se nota que se tuvo un
adecuado discernimiento no por los resultados sino por los
frutos; se percibe que hay auténtico discernimiento si se
logra la fidelidad al Evangelio no si se consigue el éxito; se
nota que hay discernimiento si logra ser una familia o una
comunidad discipular alternativa no si competimos como si
fuéramos una empresa más.

El discernimiento, por último, requiere que no se haga según


el modo corriente de ver las cosas. Debe hacerse desde la

10
originalidad que proporciona una auténtica conversión. Así
parece afirmarlo Pablo: “No se acomoden a los criterios de
este mundo; al contrario, transfórmense, renueven su
interior, para que puedan descubrir cuál es la voluntad de
Dios, qué es lo bueno, lo que le agrada, lo perfecto” (Rom
12,2). Por esto, la clave fundamental para el discernimiento
es la propia persona; su renovación y transformación (1 Cor
2, 14-16). En otras palabras, no puede haber discernimiento
si no hay una verdadera conversión personal: esa es una
condición fundamental. Enfrentamos la eterna tentación
de querer decidir por lo que sabemos y no desde lo que
debemos vivir –o mejor todavía- deberíamos estar viviendo;
al mismo tiempo tenemos el riesgo de decidir con el
nombre de cristianos, pero con criterios que contradicen la
voluntad del Dios de Jesucristo. Más aún, en nuestras
comunidades cristianas siempre tendremos el peligro de
resolver preguntas importantes con respuestas superficiales;
escuchar o ver sólo lo que nos conviene, pero ignorar lo
que nos exige.

Nota:

Entregamos a todos los miembros del grupo la siguiente


oración y la hacemos todos juntos pausadamente. Luego
dejamos unos minutos de silencio para hacer como un eco
de aquella frase que más nos haya gustado.
Espontáneamente, quien guste repite en voz alta esa frase
que le haya gustado.

11
C. ORACIÓN

Señor, nuestra responsabilidad


en la vida personal, familiar, de
trabajo y en la relación con las
demás personas, nos pide, a
cada momento, poner atención
en criterios correctos que
emanen del Evangelio pues más
que conseguir resultados
queremos producir frutos. Por
eso volvemos la mirada hacia Ti.
Tú orientaste y organizaste tu
conducta de acuerdo con la
voluntad del Padre (Mt 6,10; 7,21;
Mc 3,35) hasta afirmar que eso era el alimento de cada día
(Jn 4,34). Tu convencimiento fue tan grande que lo llevaste
hasta el extremo (Mt 26,42; Lc 22,42); tu conducta
edificante beneficiaba a todos, sin excepción; lo cual no
significa que agradara a todos. Por eso, no sólo optaste
por un fin bueno, sino que, lo más importante, fue que
elegiste también los medios adecuados. Ayúdanos a
buscar de manera auténtica tu voluntad; que nos
preocupemos en nuestra vida, como jóvenes, no sólo por
conseguir buenos fines, sino que, además, los procesos y
medios que elijamos sean los más adecuados desde el
Evangelio. Concédenos percibir el discernimiento como
una tarea personal y comunitaria, no sólo porque las
decisiones nos afectan a todos, sino porque a todos nos
corresponde ir caminando unidos, de manera
corresponsable.

12
Tú no te guiaste por lo más práctico sino por lo más
conveniente para el Reino. Y es que en muchas ocasiones
lo más práctico puede ser cosa del Maligno; lo más
conveniente, lo bueno, huele a voluntad de Dios.
Anímanos a buscar la claridad suficiente para no
confundirnos; que no confundamos una opinión con la
Verdad, que no prevalezca sólo lo que nosotros queremos
sino lo que nuestras familias, nuestras comunidades y
nuestra sociedad están necesitando. Que a la par de la
urgencia que sentimos de estar mejor organizados para
servir mejor en los diferentes ambientes y realidades conde
nos toca vivir, nos preocupemos también por ser más
amigos, más honestos entre nosotros mismos, más
hermanos. Tú nos enseñaste que lo más práctico siempre
será el amor. Tú y nosotros sabemos cuánta falta hace el
ingrediente del amor en las diversas realidades y
circunstancias donde nos toca compartir la vida.

Además, Señor, no elegiste cualquier forma de solidaridad.


Optaste por una solidaridad sin límites dejando claro que tu
Padre, nuestro Padre, quiere recrear a todo hombre y a
todo el hombre.

Perdónanos por haber querido hacer planes y tomar


decisiones dando la espalda a nuestros hermanos más
necesitados. Ayúdanos a buscar tu voluntad sin traicionar
a los más desprotegidos; danos tu Espíritu para estar
siempre convencidos de que en la vida no se puede ser
neutral, que no es cierto que se pueda ser verdaderamente
tu discípulo sin hacer eco de las opciones y principios que
tú viviste.

13
Ayúdanos a asumir el discernimiento como una
responsabilidad permanente; que procuremos buscar tu
voluntad desde la experiencia fraterna, desde el
crecimiento como amigos. Que nuestro deseo de tener
una familia, una Iglesia y una sociedad mejores
corresponda a un profundo convencimiento de conversión
que afecte lo más nuestro en nuestra vida, en nuestra
familia, en nuestro servicio en la Iglesia.

D. CONTEMPLACIÓN - ACCIÓN

El discernimiento, si se asume
como una responsabilidad
personal, comunitaria y
eclesial, garantiza procesos.
¿Qué puedo hacer para que
cada vez más en nuestra
familia, en el trabajo, en la
escuela en nuestros grupos de
Iglesia tengan detrás un
verdadero discernimiento
corresponsable y no dependa
sólo de las ideas de unos cuántos?

El discernimiento sólo se podrá hacer si lo que pensamos,


proyectamos y realizamos, lo mismo que sus espacios y
estructuras, se van impregnando cada vez más del amor y
del servicio según el Evangelio ¿Qué podemos hacer para
crecer en el amor y amistad no sólo entre quienes somos
amigos o compañeros en el trabajo, la escuela, la familia,

14
la Iglesia, sino también con las personas de manera
particular con los jóvenes que vamos encontrando?

El discernimiento exige frutos concretos ¿Cuál es la


diferencia entre un trabajo de familia, o en la escuela, o en
una empresa o, incluso en la Iglesia, que busca resultados
con uno que se afana en que se produzcan los frutos que
van haciendo realidad el Reino del Dios de Jesús entre
nosotros? ¿Qué podemos hacer para tener una vida
personal y comunitaria más de fidelidad al Evangelio que
de falsos éxitos?

El discernimiento nos exige conversión ¿En qué deberíamos


mejorar, personal y comunitariamente, para decidir en la
vida, más que por lo que sabemos, por lo que debemos
vivir?

Nota:

Este momento de la Contemplación – acción, podemos


hacerlo en pequeños grupos para compartir la reflexión
que provoca en nosotros las preguntas.

Terminamos con un Canto que nos parezca apropiado


para este momento

15
A NEXO

LECTIO DIVINA
Pasos para su realización

Existe una variedad de modalidades para la realización


de la Lectio Divina; el esquema más común es el de los
cuatro pasos: lectura, meditación, oración, contemplación-
acción.

1. Lectura (Lectio) ¿Qué dice el texto?

Leemos el texto; lo escuchamos con atención.

Si queremos realmente percibir lo que dice el texto bíblico


debemos realizarle las preguntas apropiadas; es como si
estuviéramos entrevistando a una persona. Sin embargo,

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debemos tener mucho cuidado pues no todo lo que se nos
ocurra preguntarle al texto encontrará respuesta. Hagamos
bien las preguntas, pensémoslas detenidamente. No son las
preguntas que se nos ocurran sino las que permitan saber
todo lo que dice el texto bíblico. Puede ayudar como guía
el elenco de preguntas que se sugieren, pudiendo agregar
otras que se consideren oportunas para comprender
adecuadamente el pasaje6.

Si fuera necesario hay que ir un poco más atrás o delante


de la cita para comprender mejor nuestro texto. Este es un
elemento importantísimo para captar con más precisión el
contenido del texto bíblico. Verás que poco a poco va
saliendo, con mucha claridad, el contenido del evangelio.

Hagamos todo lo posible por no inventarle nada al


texto bíblico.

Nos irán llegando ciertas dudas; aquí es el momento en que


podremos utilizar un apoyo; en el caso del presente
material se te ofrecen algunos elementos que servirán, más
o menos, dependiendo de la lectura que se haya hecho
del texto. Tengamos presente que se trata de un encuentro
con la Palabra no de una lectura de un tema bíblico. Por
eso insistimos en que el presente material en sólo un apoyo
que será mejor o peor si nos ayuda a saborear mejor la
Palabra.

No dejemos de hacernos las siguientes preguntas: ¿Qué


dice el texto? ¿Cuál es su tema principal? ¿De qué habla?

6
No es suficiente con hacerle preguntas al texto; es importante realizar
las preguntas adecuadas que el texto puede y debe responder.
17
No se trata de repetir el texto sino de explicarlo. Si alguien
repite lo que se leyó y oyó, al pie de la letra, no está
interpretando la Palabra sino repitiéndola y, con mucha
frecuencia, haciendo invenciones de mensajes que no
contiene.

Recordemos que sin una lectura personal, cuidadosa y


atenta del texto bíblico es imposible hacer una adecuada
Lectio Divina. En la medida que se lea mejor el texto serán
más útiles los elementos de apoyo que se ofrecen; de lo
contrario se habrá adquirido más información bíblica pero
no necesariamente más encuentro con la Palabra de Dios.

2. Meditación (Meditatio) ¿Qué me (nos)


dice este texto bíblico?
¿En qué me hace reflexionar? ¿Qué
comportamientos y sentimientos me transmite?

 Ahora actualizamos el tema de la Palabra que


hemos leído y escuchado. La Biblia fue escrita hace

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muchos años, tanto para aquellas personas como
para nosotros. Si les dijo algo importante para su vida
también tiene algo muy importante reservado para
cada uno de nosotros y de nuestras comunidades.

 El mensaje de la Palabra tiene algo que decirnos,


tiene que ver con nuestra vida personal y
comunitaria.

 Es muy importante que en este momento no


olvidemos el tema principal del texto que hemos
leído o escuchado.

 La meditación nos ayuda para hacer actual la


Palabra de Dios. Meditar significa reflexionar en los
valores permanentes que presenta el texto bíblico; es
buscar el sabor de la Palabra. La Meditación nos
ayuda a descubrir el sentido que el Espíritu quiere
comunicar hoy a su Iglesia a través de los diversos
pasajes de la Biblia.

 Si la lectura nos ayudó a saber lo que dice el texto, la


Meditación nos introduce en su sentido para nuestra
vida.

19
3. Oración (Oratio) ¿Qué me inspira
decirle a Dios el pasaje que he leído y
meditado?

Pero el diálogo que ha iniciado Dios con nosotros a través


de su Palabra necesita una primera respuesta: la oración.
No se trata de rezarle a Dios en el sentido de decirle lo
primero que se nos venga a la cabeza, lo que se nos
ocurra. Él, a través de su Palabra, ha iniciado una
conversación; sigámosle la plática, no nos salgamos del
tema. Ciertamente hay muchas cosas que presentarle a
Dios; sin embargo, no es el momento. Debemos presentarle
en nuestra oración sólo lo que esté en relación con la
lectura y meditación que hemos hecho hasta este
momento.

Es como cuando platicamos con una persona; no


hablamos de todo al mismo tiempo; no siempre platicamos
de lo mismo. Si así fuera las conversaciones serían
monótonas y aburridas. Si cuando platicamos con alguien
le seguimos la conversación con más razón cuando

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dialogamos con Dios. Si Él nos ha presentado un tema de
conversación en su Palabra (la justicia, el perdón, el amor a
los más desprotegidos…) sobre eso debe ir nuestra oración.

Es importante que la oración sea de forma personalizada;


es decir, que no digamos: “sería bueno hacer una oración”
o “podríamos orar por…”; sino más bien: “perdón Señor por
las ocasiones en que…”; ayúdanos Señor, de acuerdo a lo
que hemos leído y meditado a…”, “! gracias por…!, te
pedimos que nos concedas el don de la…”. Además, la
oración deber ser con sentido eclesial; aun cuando nos
dirijamos a Dios de manera personal siempre debe ser con
un profundo sentido comunitario.

4. Contemplación - acción (Contemplatio


- actio) ¿Qué bien debo hacer a partir
de este mensaje?

Esta es la segunda y definitiva respuesta a Dios con la


Palabra que hemos leído, meditado y orado. Es el aterrizaje;
es la culminación del camino. Si en la Meditación
21
actualizábamos el mensaje de la Palabra, en este
momento nos lo apropiamos a partir de un compromiso
concreto. El mensaje de la Sagrada Escritura debe ser
actual, cercano y útil para nuestra vida diaria.

En este momento no sólo tenemos que preguntarnos: ¿Qué


podemos? sino también, ¿qué debemos hacer? Los
propósitos que surjan tienen que estar en íntima relación
con lo leído, meditado y orado. Deben ser propósitos
concretos, claros; también tiene que ser alentadores, que
nos reanimen en nuestro compromiso; además deben ser
transformadores, es decir, deben ayudarnos a realmente
ser mejores personas y a transformar nuestro ambiente
familiar, eclesial, social… Por eso, para hacer propósitos
adecuados debemos, además de captar con claridad el
mensaje de la Palabra de Dios, percibir lo que está
necesitando nuestra realidad.

Nuestra primera preocupación no deberá ser ¿cómo ser o


sentirme más bueno/a?; si partimos de esta pregunta
vamos a pensar en nosotros mismos, en lo que nos haga
sentir bien. La preocupación inmediata que surge a partir
de la lectura, meditación y oración con la Palabra es ¿qué
bien debo hacer? ¿Qué debo hacer de bueno de acuerdo
con este texto de la Palabra de Dios para que las personas
que viven a mi alrededor sean más felices, se sientan mejor
tratadas? ¿Qué bien debo hacer a partir de este Palabra
para que mi familia, vecindario, colonia, comunidad
parroquial, diócesis, país… viva más y mejor de acuerdo
con el plan de Dios?

Considerando lo anterior podríamos finalizar esta breve


explicación de la Lectio Divina con unas recomendaciones:

22
+ Es importante que las Lectios se hagan completas
para que se realice el proceso adecuado, pero sobre todo
para que la Palabra haga en cada uno de nosotros y de
nuestras comunidades el recorrido fructífero que va de la
lectura a la actualización, del pasado al presente, de la
Palabra de Dios a nuestra vida.

+ No debemos confundir los momentos; cada paso


tiene su finalidad precisa y se complementa con los demás.

+ Cuando nos corresponda dar el servicio de coordinar


un grupo en el encuentro con la Palabra debemos hacer
previamente, si el tiempo lo permite, nuestro propio
encuentro con la Palabra paso por paso. De este modo
llegaremos con nuestras comunidades no sólo con más
conocimientos sino sobre todo con un encuentro más sólido
con Jesucristo en su Palabra.

+ Es muy importante encontrarnos con la Palabra como


personas de fe y con un sentido eclesial serio; el apoyo que
se ofrece para la Lectura Orante es sólo eso, un apoyo.
Ningún libro o material por bueno que sea debe sustituir
nuestro encuentro directo con la Palabra de Dios presente
en la Sagrada Escritura.

+ Se recomienda que en cada reunión de encuentro


con la Palabra todos lleven su Biblia. Recordemos que no es
un tema bíblico sino un encuentro con la Palabra de Dios.

+ Por último, el coordinador debe ser sobre todo


facilitador del encuentro con la Palabra; debemos pasar
de dar temas bíblicos a facilitar el encuentro con Jesucristo
a través de su Palabra.

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