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INDICADORES DE MORTALIDAD (CAUSA) EN LA

COLONIZACIÓN
El contacto de varias potencias
europeas con lo que consideraron el
Nuevo Mundo llevó a la conquista y
colonización del continente
americano por los habitantes de las
futuras potencias coloniales, con
emigrantes (no siempre voluntarios)
del "Viejo Mundo", junto con otros
obligados, estos mayoritariamente
africanos como consecuencia de las
predicaciones del Padre Las Casas,
estableciéndose permanentemente
en América.
Las enfermedades infecciosas inexistentes en América, portadas por los colonizadores
europeos, principalmente la viruela, fueron el principal factor del colapso que afectó a la
población indígena americana, que no poseía defensas contra las mismas. Hay que tener
en cuenta, además de las enfermedades portadas por los primeros exploradores, la
expansión que tuvieron las enfermedades venéreas del Caribe, especialmente la sífilis,
como causa del colapso de la población, además de la muerte de indígenas causada en las
guerras entre ellos y los conquistadores y sus auxiliares, también indígenas. Además,
tenemos la variación sufrida en las condiciones de explotación de los indígenas por los
nuevos señores. Los historiadores y demógrafos discrepan acerca de en qué grado
contribuyeron unas y otras a la debacle demográfica, pero existe consenso sobre la
realimentación de ambos grupos de causas.
Entre las enfermedades que causaron bajas en el periodo de la colonización podemos
mencionar: gripe, viruela, sarampión, peste neumónica y tifus.
Otros factores añadidos fueron los desplazamientos forzados de población por las
políticas de reducción (pueblos de indios, aldeas) y por desplazamientos forzados de
fuerza de trabajo hacia entornos distintos, así como lo que el historiador Nicolás Sánchez
llamó "desgana vital", es decir, la decepción psicológica por la conquista y la
desesperanza causada por el derrumbamiento del mundo indígena, así como la
destrucción de economías de susbistencia en algunas sociedades.
Se debe mencionar que las enfermedades también provocaron una mortalidad indirecta
debido a que causaban en varios casos abortos e infertilidad a quienes las sufrían o habían
sufrido. Por ejemplo, una mujer enferma de sarampión tenía altas posibilidades de parir
hijos mal formados o enfermos. También es muy posible que entre los varones las paperas
y la viruela causaran infertilidad.
Hay que mencionar también que las pestes se propagaron muy rápido, llegaban antes que
los ejércitos españoles, así por ejemplo una peste de viruela afectó al Imperio inca en
1524 varios años antes de la llegada de Francisco Pizarro y que las zonas costeras de
Colombia se vieron afectadas desde el año 1500, veinte años antes del establecimiento de
asentamientos permanentes europeos.

SALUD Y ENFERMEDAD EN LA COLONIZACIÓN


El Descubrimiento de América se ha estudiado sobre todo en relación a los efectos
políticos, sociales y culturales, sin embargo el impacto sanitario ha sido estudiado
últimamente, encontrando datos de interés general.

Con Cristóbal Colón no solamente vinieron los conquistadores, sino también animales de
carga y domésticos, posteriormente llamados «animales de la conquista» como caballos,
mulas y perros y los «animales de la colonia» que fueron vacunos, ovinos, porcinos y
gallinas.
En términos epidemiológicos América había estado aislada del contacto con pobladores
de Eurasia por muchos siglos, de manera que lo que inicialmente se denominó «el
contacto de dos mundos», se convirtió en realidad en un intercambio de enfermedades.
Con los humanos y con estos animales también los acompañaba una carga de micro-
organismos que producían enfermedades para la cual los nativos de América no tenían
protección; de igual manera los conquistadores se enfrentaron con enfermedades que no
tenían en el antiguo continente, y por tanto causó efectos catastróficos, pero de mayor
magnitud para los habitantes nativos de América.
Los estudios han demostrado que uno de los eventos que predispuso a una mayor
propagación de las enfermedades entre los indígenas fue que su dieta se basaba en maíz
y otros vegetales, con pocas opciones de ingesta de proteínas derivadas de la carne, lo que
pudo haber derivado en desnutriciones y anemia que los predisponían a enfermedades
infecto-contagiosas, algunas claramente nativas del Nuevo Mundo, como lo eran la
disentería amebiana, hepatitis, poliomielitis y tosferina.
A pesar de que por muchos años se ha pensado que la viruela fue la primera epidemia en
impactar a los indígenas, recientes investigaciones han rastreado hasta la ciudad de La
Isabela en lo que actualmente es Santo Domingo, el inicio de la primera epidemia, con
una fecha posible de inicio el 9 de diciembre de 1493, un día después del desembarco del
segundo viaje de Colón. El responsable fue la influenza o gripe porcina en una variante
probablemente muy similar a la que se sufriera en el Siglo XX.
La segunda epidemia fue sin duda la viruela. Es así cómo ésta y la influenza acompañan
a Hernán Cortez y Francisco Pizarro durante la conquista de la América Continental. Para
1519 aparecen los primeros casos de sarampión en Santo Domingo y en 1923 en
Guatemala.

La población indígena americana se vio agobiada por tres grandes epidemias en un


periodo menor a 40 años. No hay duda que las armas, los maltratos y otros vejámenes que
sufrió la población indígena favorecieron la aniquilación, pero el impacto de las
enfermedades en una población susceptible sin duda fue el mayor responsable en el
exterminio de los indígenas. En aspectos de sanidad América ya no sería la misma
después del descubrimiento. Aún a la fecha está en disputa qué enfermedades fueron
“traídas” por los españoles y cuáles se “llevaron” de América al Viejo Continente.

MÉTODOS Y DIAGNOSTICO DE LAS ENFERMEDADES


“Cuando un indio, hombre o mujer, viejo o joven, grande o chico, se halla enfermo, se
llama al médico, quien hace colocar al enfermo a sus pies, y después de repetidas
fricciones en la parte dolorida, si ésta es, por ejemplo, el vientre, se pone encima, de pie
o de rodillas, y lo pisotea fuertemente. Cuando la parte enferma es la cabeza, las espaldas
o el hombro, entonces se cambia de procedimiento: se reemplazan los pisotones por
tremendos puñetazos, que el enfermo recibe con resignación.

Estos «tratamientos terapéuticos» los


juzgan tan necesarios que, si no pudieran
recibirlos, les parecería faltarles el
mundo entero. Es verdad que muchas
veces la impaciencia del alma para
abandonar el cuerpo la obliga a
marcharse antes de que el «tratamiento»
termine; mas, esto’ no es suficiente para
que ellos cambien de sistema.
Estas «curas» van generalmente acompañadas de gritos, imprecaciones, amenazas, gestos
y contorsiones ridículas para obligar al espíritu maligno a huir; pues, según ellos, vive en
el cuerpo del enfermo.”
El procedimiento es propio de todas las tribus salvajes de América. Los hechiceros, que
también eran curanderos, sacerdotes y adivinos, trataban de “ahuyentar al espíritu
maléfico que se había apoderado del enfermo”, mediante sopladuras, succiones, u otros
recursos mágicos. Pero, por otra parte, los indígenas adquirieron conocimiento empírico
sobre las propiedades terapéuticas de numerosas hierbas y substancias naturales: quina,
zarzaparrilla, tabaco, coca, grasa de iguana o de puma, etc. Estos recursos, así como los
“remedios caseros” y supersticiones terapéuticas de linaje español, fueron recogidos por
el saber de curanderos, enraizados en la creencia popular.
Los indígenas también creían que las enfermedades estaban íntimamente relacionadas
con la religión y que los padecimientos eran castigos justos por las faltas cometidas, por
tanto, la salud era un don divino. Para luchar contra las enfermedades y el dolor físico,
imploraban a sus dioses por medio de plegarias y sacrificios. Emplearon una gran
cantidad de medicamentos, algunos sobre todo de las plantas, de las que tuvieron un
conocmiento extraordinario.
Medicina Colonial
Cuando a fines de 1493 Cristóbal Colón llegó por segunda vez a la isla de Santo Domingo
lo acompañaba el fraile que había aprendido la lengua de los indios arawak, pobladores
de la región. Colón le encomendó vivir en sus aldeas para informarse sobre sus creencias,
costumbres y prácticas, entre las cuales estaban algunas relativas a la medicina. Según
cuenta Paré, entre los indios arawaky como suele ocurrir en los pueblos primitivos la
medicina era ejercida por el brujo de la tribu quien debía poner cara de enfermo, guardar
dieta y purgarse juntamente con el paciente. Lo hacía con aspiraciones de polvo de cohoba
que, además, le provocaba alucinaciones.
A veces el enfermo se curaba y, otras, fallecía. En este caso los deudos se comunicaban
con su espíritu y si éste les decía que había muerto por mala praxis, apaleaban al brujo-
médico hasta dejarlo muerto. Sise enteraban que había sobrevivido a la golpiza, lo
atacaban nuevamente y esta vez escribe Pané “le sacan los ojos y le rompen los
testículos”.
Un dato médico valioso lo hallamos en uno de los mitos que recogió el fraile, relativo a
los primeros seres humanos que habitaron la isla. Dice así: originalmente, todos vivían en
cuevas, pero un día, un joven llamado Guahayona decidió buscar otro lugar dónde vivir.
Se fue aunque no sin compañía ya que instó a todas las mujeres a seguirlo, incluso a las
casadas que abandonaron esposos e hijos. Recorrió la isla durante un tiempo hasta que en
un momento dado, quizá porque ya habrían nacido niños que demorarían su marcha,
decidió abandonar el harén y continuar solo. Pero pronto comenzó a extrañar la compañía
femenina y creyó hallarla al encontrarse con una mujer. Intentó conquistarla, pero sucedía
según escribe Pané “que el promiscuo Guahayona estaba lleno de aquellas llagas que
nosotros llamamos mal francés” .
En otras palabras, padecía síilis y Guabonito (que así se llamaba la mujer) en lugar de
ceder a sus requerimientos lo aisló hasta que se curó. Este mito que, como varios, debió
tener alguna raíz histérica responde a una pregunta que se plantea la ciencia:¿los
españoles contagiaron la sífilis a los aborígenes americanos o éstos a ellos?
La conclusión a que nos conduce el mito es que, a fines del siglo XV, hacía mucho que
la enfermedad existía en el Nuevo Mundo, tanto como para estar incorporada a una vieja
tradición arawak. También existía en Europa, donde se la identificaba como “mal francés’
o de “Nápoles”. Es decir que ya entonces estaba difundida por todo el globo.
La Paleontología corrobora el dato ya que en esqueletos aborígenes prehispánicos se han
encontrado lesiones típicas de la sífilis. Años después, en 1533, en la misma Santo
Domingo se produjo un caso de interés médico que narra Gonzalo Fernández de Oviedo,
primer cronista oficial de la Corona española, en su obra Historia General y Natural de
las Indias. Cuenta que a un joven matrimonio le nacieron siamesas, un pequeño monstruo
compuesto por dos cuerpos unidos desde el esternón hasta el ombligo, dos cabezas, cuatro
brazos y cuatro piernas.
El hecho causó asombro general, pero, curiosamente, antes que despertar una inquietud
científica planteó un problema teológico: ese extraño engendro, ¿debía ser considerado
una sola persona poseedora de una sola alma o como personas con dos almas? se preguntó
el sacerdote que lo bautizó, quien concluyó se trataba de lo segundo. Las siamesas fueron
visitadas una delegación compuesta autoridades, vecinos, forasteros, religiosos, más
nuestro cronista quien observó que así físicamente, en un sector, formaban un solo ser y,
en el resto, eran dos personas distinta, a veces actuaban al unísono y otras,
independientemente. Esto avivaba la pregunta: eran una sola persona o dos?.
A la semana las siamesas murieron. Fernández de Oviedo presenció la autopsia y
comprobó que el único órgano que compartían era el hígado; en el resto, “reunían todas
las cosas que en dos cuerpos humanos suele haber… por lo cual concluye muy claramente
se conocía ser dos personas y haber allí dos ánimas Así quedó resuelto el principal
problema que había suscitado el caso.
En la época colonial, la mayoría de las enfermedades se tratan en el hogar sin la ayuda de
un médico. Las responsabilidades de cuidado de la salud recaían en la señora ama de
llaves de la plantación o la madre del hogar. Un suministro de hierbas medicinales y tal
vez una caja de remedios se mantenía en el hogar. Cuando los remedios caseros no
servían, el barbero local con frecuencia era la siguiente parada. Los barberos a menudo
cortaban a los pacientes con abscesos o sacaban los dientes. Otro profesional médico
importante en ese momento era el boticario, que hacía y administraba varios
medicamentos y realizaba a veces los mismos deberes que un médico. Para las
necesidades relacionadas con el parto, se llamaba a la partera. La asistencia de un médico
se guardaba generalmente como un último recurso para pacientes en estado crítico.
Los primeros tratamientos médicos coloniales eran muy primitivos y a menudo tenían
efectos opuestos a sus intenciones. Para empezar, el tiramiento de un médico era
demasiado caro para la mayoría de la gente. El auto-diagnóstico y su tratamiento a
menudo fallaban. Algunos colonos renunciaban al tratamiento por completo, creyendo
que las enfermedades eran castigos de Dios.
Aun cuando se buscaban los servicios de un médico, el resultado no era a menudo
favorable. La falta general de conocimiento impidió tratamientos exitosos. Algunas
prácticas, como el sangrado de un paciente, en realidad podía causar más daño que bien
y los analgésicos podían hacer estos tratamientos insoportables.

ECONOMÍA DURANTE LA COLONIZACIÓN


La economía de las colonias
americanas se baso en minería
del oro y la plata, sobre todo en
el norte de México y en Potosí
(Bolivia), la agricultura y la
ganadería, trabajada por
indígena o por esclavos negros
traídos de África.
El comercio con América era
un monopolio real que se
efectuaba a través de las flotas
de indias, que zarpaban
anualmente con protección
militar.
En 1543, se creo una flota de barco para proteger los cargamentos de oro y piedras
preciosas que se enviaban a España desde América. El comercio se realizaba a través de
unos puercos designados por la corona, lo que dio origen a un estricto sistema
mercantilista en todo el imperio. El monopolio comercial de los puertos de Sevilla y
Cádiz, en la península, y de Veracruz y puerto bello, en América, regulo la actividad
comercial indiana.
El idioma y las costumbres
El castellano, como lengua oficial, jugo un papel unificador en la sociedad colonial. Por
este motivo, después de la conquista se prohibió que los indígenas y los negros hablaran
en sus propias lenguas, por lo cual debieron aprender el castellano. Algo similar ocurrió
con la costumbre y formas de vestir. Era importante homogeneizar los comportamientos
para que la sociedad se unificara.
Hábitos alimenticios
De Europa a América se trasladaron todo tipo de formas de vida, desde bacterias y virus
que producían enfermedades, hasta plantas cultivadas y animales domesticos.la
migración de colonos dependió en gran medida de su habilidad para europeizar la flora y
fauna del nuevo continente. Las islas caribeñas fueron la base casi perfecta en América
para los horticultores europeos. Aunque allí el trigo, las uvas y los olivos fracasaron,
muchos otros cultivos como coliflores, coles, rabanitos, lechugas, melones, cítricos,
manzanas y plátanos prosperaron. Ademas los españoles produjeron trigo en casi en todas
las regiones colonizadas donde el clima lo permitió. Sin embargo, los antiguos pobladores
americanos no cambiaron radicalmente su dieta por la influencia de cultivos de origen
europeo.en cambio, hubo una entusiasta aceptación del ganado y otra animales
domésticos. Los indígenas recibieron las vacas, burros, cabras, caballos, buelles, ovejas,
gansos, cerdo y otras especies como recurso valioso para su dieta alimenticia, y para
obtener de ellos vestimenta o utilizarlos como medio de transporte.

Posesión de vienes
mo persona honrada. La extensión de la tierra concedida fue variable. Siguiendo la misma
práctica que durante la reconquista española, que señalaba recompensas diferenciadas
según se hubiera luchado a pie o a caballo, en los primeros años las porciones de tierra en
las Indias se diferenciaron en caballerías y peonías. Aunque algunas disposiciones fijaron
las medidas de unas y de otras, en la práctica no tuvieron general aceptación y, según los
accidentes del terreno, parece habérseles dado un contenido diferente según las zonas.
Por lo general, la concesión de una merced de tierra implicaba algunas obligaciones para
el beneficiario, que se orientaban básicamente a que la tierra no constituyera un factor de
especulación sino de arraigo. La principal fue la de "vecindad", o sea la de residir en el
lugar durante cierto lapso. Las Ordenanzas de población de 1573 mencionan, además, la
construcción de edificios, el cultivo de las tierras y la crianza de ganado. Sólo cumplidos
los requisitos exigidos, el dominio queda perfeccionado y su titular puede disponer de la
tierra como dueño para venderla, arrendarla, hipotecarla, legarla, etc.
En un primer momento, dado el interés de la Corona por alentar el proceso de población,
las tierras se distribuyeron gratuitamente. A mediados del siglo XVI, dos factores se
combinaron para modificar la situación: la valorización de la tierra y las necesidades
económicas del real erario. Esto supuso la convivencia de los dos sistemas: la venta, que
se realizaba en pública subasta con adjudicación al mejor postor en aquellas zonas donde
hubiera interesados, y la merced, en la que predominaba el interés por fijar nuevos núcleos
de población (zonas fronterizas o costas amenazadas por desembarcos enemigos).
La composición suponía la legalización de una ocupación de hecho de tierras realengas
al margen de lo determinado por las leyes vigentes. Incluía a quienes hubieran ocupado
tierras sin título alguno, a quienes se hubieran extendido más allá de los límites fijados en
sus títulos, a quienes hubieran recibido mercedes de funcionarios o de instituciones no
habilitados y a quienes no hubieran hecho confirmar las recibidas de autoridades locales.
Una real cédula de 1591 dispuso, en tal sentido, que todos los poseedores de tierras
presentaran a las autoridades los títulos correspondientes a fin de que se procediera contra
los ocupantes indebidos obligándoles a restituir lo mal habido o a pagar una módica
composición. A partir de entonces, la composición se convirtió en la forma preferida de
adquisición: quien pretendía una tierra la ocupaba, la denunciaba a las autoridades,
pagaba la información de realengo y la tasación y, tras el pago fijado, obtenía el título de
propiedad.
El arrendamiento puede considerarse un modo habitual de obtener un provecho de la tierra
que no se posee directamente. En el Nuevo Reino de Granada, la presión que ejerció el
campesinado no indio por la vía del arrendamiento de las tierras de los resguardos
desembocará en un proceso irreversible de extinción y agregación de pueblos de indios y
en el remate de las tierras declaradas "vacantes" a favor de los vecinos. Otras formas de
acceso a la propiedad mucho menos frecuentes fueron la expropiación y el mayorazgo.

FAUNA, FLORA Y RECURSOS NATURALES EN LA


COLONIZACIÓN
Antes de Colón, América era una tierra de espesos bosques antiguos que cubrían costas y
montañas por igual, con miles de especies de plantas y de animales hoy desconocidas.
Hasta que los europeos comenzaron a colonizar el mundo no había ocurrido ningún
cambio físico permanente que afectara a toda la tierra en 500 millones de años. La
difusión de la tecnología e ideología europeas durante los pasados 500 años es comparable
a un aumento en el influjo de rayos cósmicos o al levantamiento de nuevas cadenas
enteras de Andes e Himalayas. Prácticamente nada queda igual.
Colón y quienes lo siguieron no vinieron solos. Con ellos trajeron plantas, animales y
bacterias, los cuales encontraron pocos o ningún predator natural y se propagaron con una
rapidez asombrosa. En el transcurso de cincuenta años el proceso de aniquilar las formas
de vida indígenas -comenzando por la gente nativa, pero sin acabar en ella- fue
irreversible. Cerdos, vacas y caballos europeos literalmente pisotearon las especies
americanas hasta su desaparición. Los cultivos europeos, el azúcar, café y bananas que
los europeos introdujeron, empujaron a las plantas nativas a tierras marginales, donde
pelearon y perdieron la batalla con las malezas europeas.
La «europeización» de la flora y fauna americanas no fue el subproducto accidental del
contacto entre el Viejo Mundo y el Nuevo. Fue un objetivo central de la Conquista:
proveer a los conquistadores de los alimentos y bestias de carga a los que estaban
acostumbrados; debilitar la resistencia de los pueblos nativos; y lo más importante:
proporcionar a Europa los bienes que codiciaba.
La plantación fue la forma organizada que tomó este proceso: la tierra fue desbrozada,
una especie extranjera fue introducida allí donde no existían predatores, y todas las
especies que no conducían a la economía del monocultivo eran perseguidas y a menudo
exterminadas. Para producir azúcar, los bien desarrollados ecosistemas de las llanuras
costeras de las islas caribeñas y de Brasil fueron devastados por la deforestación y la
irrigación. Para producir café, las tierras bajas al pie de los montes boscosos de Colombia,
Venezuela, Centroamérica, la islas caribeñas y la meseta de São Paulo fueron arrastradas
y «reforestadas». El ganado de pastoreo -pastando hasta en los prados del norte de México
y del centro de Norteamérica, la pampa sudamericana y los llanos venezolanos- tuvo un
efecto similarmente drástico. Después de a II Guerra Mundial los bosques costeños de
Centroamérica fueron derribados para dar paso al algodón.
En México, Perú, Bolivia y más adelante en Brasil, Chile y otras partes, la minería fue la
causa más grande del cambio ambiental. Elisabeth Dore escribe de bosques talados para
proporcionar madera para túneles, pozos mineros, barcos y pastaderos para animales de
carga. Los antiguos sistemas de irrigación y los andenes terraplenados que conservaban
el humus precioso fueron abandonados cuando comunidades enteras de nativos se
desvanecieron en los campos de muerte en que se convirtieron las minas, o en
emigraciones prolongadas huyendo de ese destino. El amplio uso de mercurio después de
1570 saturó los ríos y los terrenos. Para principios de este siglo, las emisiones tóxicas de
fundiciones y refinerías estaban dejando grandes áreas virtualmente estériles. Para 1960
la minería estaba moviendo montañas, desviando enormes ríos, creando ciudades enteras
en selvas despobladas y provocando una contaminación gigantesca.
La historia natural nunca fue totalmente independiente de la historia política. Hoy el grado
y el paso de la actividad humana las ha hecho inseparables. La conquista de la Naturaleza
y la de América son dos aspectos del mismo proceso. De modo semejante, en los años
recientes se están juntando las luchas para terminar la dominación nacional y de clase y
las luchas que buscan prevenir la eco-catástrofe que se avecina por el horizonte de
América Latina. Los movimientos populares de los pueblos nativos, campesinos y pobres
de las ciudades están adoptando de modo creciente programas explícitamente
medioambientales. Quizá podamos inyectar una nota de esperanza en esta sombría
historia, pues solamente una política contraria podría poner punto final a los 500 años de
conquista.

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