You are on page 1of 40

ANATOMIA DE LOS HOMBRES QUE EJERCEN VIOLENCIA HACIA SUS

PAREJAS:
PRIMER LEVANTAMIENTO DE DATOS PARA EL DISEÑO DE UN PERFIL

ANATOMY OF MEN WHO PRACTICE VIOLENCE AGAINST THEIR FEMALE


PARTNERS:

FIRST SURVEY DATA FOR THE DESIGN OF A PROFILE

Javier Roberto Barría Muñoz1 Atilio Macchiavello Rodríguez2


Universidad de Chile Servicio Nacional de la Mujer

La presente investigación, es de carácter exploratoria-descriptiva y propone un perfil


preliminar psico-socio-demográfico del hombre que ejerce violencia contra su pareja. Su
relevancia radica en que para la descripción de las formas de violencia, el riesgo y la
peligrosidad de los sujetos, la presente investigación se basó en el reporte de los propios autores
de violencia. De una población de 611 sujetos, se obtuvo una muestra de 234 sujetos que pasaron
la fase de diagnóstico y evaluación para ingresar a una intervención psico-socio-educativa
grupal. Se aplicaron: el Cuestionario General de Maltratadores, de Barría y Macchiavello (2011),
adaptada de la Entrevista General de Maltratadores de Echeburúa y Fernández-Montalvo, (1997);
el Test de Identificación de Trastornos Relacionados con el Uso del Alcohol (AUDIT, Babor, De
la Fuente, Saunders y Grant, 1989); el Listado de Síntomas SCL-90 (Derogatis, 1975); y el
Inventario de Pensamientos Distorsionados sobre la Mujer y sobre el Uso de la Violencia
(Echeburúa & Fernández-Montalvo, 1997). Los resultados obtenidos muestran que los
maltratadores son un grupo homogéneo. Por medio del análisis de clúster, se obtuvieron dos
grupos: primero (clúster 2) con semejanzas parciales a los violentos sólo en la familia, agrupa al

1 Javier Barría Muñoz, Escuela de Postgrado, Facultad de Medicina de la Universidad de Chile. Programa de
Doctorado en Psicoterapia y Etiología Clínica. La correspondencia relativa a este articulo deberá ser enviada al
autor Email: jbarria@med.uchile.cl; jrbarria@uc.cl o barria@gmail.com

2 Atilio Macchiavello Rodríguez, Encargado Nacional de los Centros de Hombres por una Vida Sin Violencia,
Servicio Nacional de la Mujer de Chile. Email: atiliomr@gmail.com; amachiavelo@sernam.gob.cl
82,3% de sujetos derivados de Tribunales de Familia y espontáneos, con un tipo de violencia
denominada “violencia de control coercitivo”. Además se obtuvo en el clúster 2, un subgrupo de
un 17,1%, con un tipo de violencia situacional. Y el clúster 1, estuvo constituido por un 17,7%
de sujetos derivados de Fiscalías que correspondería a hombres que maltratan con rasgos
antisociales de bajo nivel delictual.

Palabras clave: violencia de género, hombres de maltratan a su pareja, Violencia de Control


coercitivo.

This exploratory and descriptive research proposes a preliminary psycho-socio-demographic


profile of the man who practices violence against his female partner. Its relevance is that in order
to describe forms of violence, risk and danger of the subject, this research was based on the
report of the men authors of these violent acts. Out of a population of 611, a sample of 234
stubjects was obtained. These men passed the stage of diagnosis and evaluation for
administrated: General Abusers Interview (Barria and Macchiavello, 2011, adapted from the
General Abusers Interview (Echeburúa & Fernández-Montalvo, 1997); Identification Test-
Related Disorders Alcohol Use (Babor, De la Fuente, Saunders, & Grant, 1989) (AUDIT
Questionnaire), the Symptom Checklist SCL-90 (Derogatis , 1975), and the Inventory of
Distorted Thoughts on Women and the Use of Violence (Echeburúa & Fernández - Montalvo,
1997). The results show that the offenders are a homogeneous group. Through cluster analysis,
we obtained two groups: the first group (cluster 2) of violent only with their family groups to
82.3% of subjects derived from family courts and spontaneous, with a type of violence called
violence of coercive control. Also obtained in cluster 2, a subgroup of 17.1% with a type of
situational violence. And the cluster 1, consisted of 17.7% of subjects derived from prosecutors
that would correspond to men who abuse with low-level antisocial traits delict.

Keywords: gender violence, men abuse their partners, coercive control Violence
Introducción

Este documento corresponde a una primera aproximación investigativa en 6 regiones del


país (IV, V, VI, VII, X, y RM) con la finalidad de explorar un perfil psico-socio-demográfico de
los hombres que ejercen violencia hacia su pareja, que fueron atendidos en el programa
“Hombres por una Vida sin Violencia” del Servicio Nacional de la Mujer de Chile. Durante el
año 2012, se realizará la continuación de ésta investigación con la ampliación a 11 regiones del
país, con la incorporación de nuevas variables de análisis, tales como: estudio del apego,
psicopatología, personalidad, identidad de género y formas de resolución de conflicto.
La problemática del estudio de los hombres que ejercen violencia contra su pareja,
implica entender que la detención de la violencia intrafamiliar pasa por un cambio y un proceso
de desaprendizaje y resocialización de los sujetos (varones), donde se intervenga tanto en las
dimensiones comportamentales, afectivas-fisiológicas, cognitivas, educativas (creencias,
esquemas de mundo y valores) y biográficas vinculares (Grupo-25, 2010), promoviendo un
cambio multidimensional y un cambio en la identidad, que implique una desidentificación del
Modelo Masculino Tradicional y Hegemónico (Bonino,1998; 2006).
Hay un cierto nivel de dificultad en la terminología que se utiliza en describir la violencia
que ejercen los hombres sobre las mujeres. Se han utilizado los conceptos de violencia machista,
terrorismo íntimo, violencia doméstica y violencia intrafamiliar. Si embargo, desde una
perspectiva de género, la violencia doméstica, describiría las desigualdades que se producen a
partir de la estructura social patriarcal; y el adjetivo familiar, describiría el tipo de vínculo o
relación víctima-victimario, pudiéndose incluir en el término, la pareja, los hijos, los padres
(abuelos) incluso la violencia de hijos a padres. La violencia contra la pareja, se inscribe, en la
lógica de una variedad de relaciones íntimas que incluyen matrimonios, convivencias, y
cohabitaciones entre parejas homosexuales (Loinaz, 2008).
Los comportamientos de violencia de los hombres, son aprendidos en un proceso de
socialización primaria, en las relaciones familiares significativas y en una socialización
secundaria, a través de la adaptación del sujeto a su entorno extrafamiliar (escuela y amigos). Por
lo cual, se va a operacionalizar la violencia contra la pareja, como un conjunto de
comportamientos que conforman un patrón abusivo, que sostiene y/o genera asimetría e
inequidad (poder y control), y no como un problema de impulsividad. Con un fuerte raigambre
cultural, que genera consecuencias negativas en la salud de las mujeres, en las relaciones de
pareja, en niños y niñas, y en los propios hombres que la ejercen, también indirectamente en la
comunidad masculina sin historia de violencia contra su pareja.
Desde ésta visión, se entiende que la violencia usada por los hombres abusivos, rompe
con el principio de paridad en la relación de pareja, como una condición básica para poder
mediar un conflicto entre pares. Es por ello, que no se define la violencia como una estrategia de
resolución de conflictos, sino como una herramienta que busca anular la demanda y subjetividad
de la pareja.
El uso de violencia, implica una mirada socio-jurídica, ya que constituye un delito (una
falta en el caso de la violencia psicológica y un delito en el caso de la violencia física), y como
tal es opcional para el sujeto o dicho de otra forma, es una elección que el hombre decide entre
muchos otros comportamientos no abusivos. Un ciudadano común sabe que no puede agredir a
sus congéneres sin recibir un castigo penal o una demanda. Por lo cual, la violencia intrafamiliar
no soluciona los conflictos, sino los tiende a agravar y formar un circulo vicioso que “enferma” a
la pareja (Dutton, Corvo, & Hamel. 2009). Consecuentemente, esta violencia instrumentalizada,
tiene como su máxima expresión la anulación total de la mujer, en forma de femicidio o
asesinato de la pareja.
Del mismo modo, hay que diferenciar la violencia de la agresión, no reduciendo la
violencia sólo al cuadro de la agresión física o verbal más evidente, sino entendiendo que la
violencia puede ser cualquier intento de imponer la propia voluntad de una de las partes (en este
caso del hombre) a la otra (a la mujer). Lo que implica tratar de restringir, limitar o bloquear el
ejercicio y goce de derechos y libertades personales y civiles.
Por lo cual, en la evaluación de si una situación es constitutiva de violencia, o para poder
determinar si se trata de un acto de violencia entendida como vulneración de derechos y
libertades, es necesario conocer no sólo el hecho o acción en sí misma, sino el significado
subjetivo que tiene el conflicto para las partes, e incorporar una perspectiva de derecho o
sociojurídica en su análisis.
Estudios Tipológicos de Hombres que Maltratan a su Pareja

El estudio de la violencia intrafamiliar, y específicamente de los hombres que maltratan a


su pareja, ha tenido dos fases. La primera, generada en las décadas de los 70‟ y 80‟, que tuvo
como objetivo describir la violencia y sus tipos, sus fases y los riesgos hacia las víctimas
(mujeres, niños y ancianos). Una segunda fase, se comenzó a generar a partir de los 90‟, cuyos
estudios se centraron en establecer tipologías en base a tres dimensiones: la gravedad de la
violencia, la generalidad de la violencia (hacia su mujer, niños y demás personas) y la presencia
de psicopatología clínica y trastornos de personalidad (Johnson y Ferraro, 2000).
Como mencionan Holztworth-Munroe & Stuart (1994), los primeros esfuerzos de
clasificación empíricos-deductivos de tipologías de maltratadores, se generaron a partir de las
experiencias clínicas y de consultas a los profesionales que comenzaban a trabajar con hombres
que abusaban de sus parejas y sus familias, siendo un avance importante el establecimiento de
perfiles diferenciales psicopatológicos y de trastornos de personalidad a partir de instrumentos
como el MMPI (Minnesota Multiphasic Personality Inventory) y del MCMI (Millon Clinical
Multiaxial Inventory) (Amor, Echeburúa, Loinaz, 2009).
Las primeras tipologías son las de Dutton y Golant (1997), que separan a los hombres que
maltratan en tres categorías: a) Tipo A: Maltratador Básico, b) Tipo B: Maltratador
Hipercontrolador y c) Tipo C: Maltratador Psicópata. Y la tipología de Holztworth-Munroe &
Stuart (1994), quienes a partir de un análisis de 15 investigaciones, llegaron a la conclusión que
hay tres subtipos de hombres que maltratan: a) Violentos sólo en la familia (FO). Establecieron,
que aproximadamente el 50% de los maltratadores son Violentos sólo con su familia, con una violencia
de baja severidad y generalidad, con baja implicación delictiva por parte del agresor y niveles bajos de
abuso de alcohol e intensidad moderada de la ira. Vendría siendo símil al maltratador Básico
informado por Dutton y Golant ( 1997).
Una segunda categoría de Holztworth-Munroe & Stuart son los maltratadores, b) los
Disfóricos/Borderline (DB). Un 25% de las muestras analizadas, la constituían sujetos violentos contra
la pareja, más severos que los FO, con una violencia extrafamiliar e implicación delictiva bajas o
moderadas. Este subtipo padecería, además del trastorno de personalidad borderline o esquizoide,
niveles moderados de abuso de alcohol y altos niveles de depresión e ira.
Un tercer grupo, lo constituyen los c) Violentos en general (GVA). Un 25% de la muestra,
presentaban niveles moderados a alto de violencia hacia su pareja, con una implicación delictiva y
características de la personalidad antisocial, con consumo abusivo de alcohol, y niveles moderados de ira
y bajos de depresión, que vendría siendo similar al Maltratador Psicópata de Dutton y Golant
(1997).
Una segunda modalidad de perfiles es la sugerida por Cavanaugh & Gelles (2005).
Están basadas en el riesgo potencial del hombre que agrede hacia la mujer víctima. Se establecen
tres niveles: a) Agresores de bajo riesgo, a lo menos el 50% de las muestras de hombres que
maltratan presentan menos patología y similar al resto de la población. Un segundo grupo b)
Agresores de riesgo moderado, con presencia moderada de violencia, con moderado a bajo
control de la ira, y con moderado a alto nivel de psicopatología. Este grupo, es similar al
informado por disfórico/límite de Holztworth-Monroe y Stuart, y los hipercontroladores de
Dutton. Un tercer grupo, o de alto riesgo, con una larga historia de violencia intra y extrafamiliar,
con consecuencias asociados al abuso y el maltrato, que permiten reconsiderar una de las
primeras teorías tipológicas de Dutton (1988) sobre antisociales, con un alto nivel de
psicopatología, con un alto riesgo incluso de femicidio.
Cavanaugh y Gelles (2005), establecen un perfil de hombres que maltratan a partir del
nivel de riesgo. Los hombres que maltratan de bajo riesgo y de riesgo moderado que han
realizado asaltos ocasionales a su pareja, tienen un mejor pronóstico de revertir sus conductas
violentas (Hamel y Nicholl, 2005). Sin embargo, los hombres que maltratan de alto riesgo o
antisociales se cuestiona que si una terapia sea suficiente (Dutton, 1988), como señalan Hamel y
Nicholl (2006). Un hombre antisocial en general, lo más probable es que tenga que estar
sometido a otras medidas restrictivas que permitan su control conductual de manera más
efectiva.
Una tercera modalidad, desde un enfoque fisiológico, es la propuesta de Gottman y
Levenson (1995, 1998, citados en Cáceres, 2008), quien midió la respuesta cardiaca de hombres
que maltratan a sus parejas, en reposo y durante un conflicto, identificaron dos grupos;
Maltratador Tipo I o Cobra, y maltratdor tipo II o Pitbull. Se produce, lo que denominaron,
ensamblaje fisiológico: el contagio de la aceleración fisiológica del uno al otro. Este ensamblaje
fisiológico, cuando se analizan con detalle las emociones subyacentes, no es simétrico, sino que
existen sutiles diferencias en la devolución y el contagio de elementos negativos de las mujeres y
de los hombres. Las emociones negativas que predominan entre los hombres son ira y desprecio,
mientras que las correspondientes de la mujer son tristeza y miedo.
A su vez la tipología disfórica-límite de hombres que ejercen violencia, propuesta por
Holtzworth-Munroe y Stuart (1994), que se describe e implica a una persona necesitada,
dependiente, y abrumada emocionalmente, que recurre a la violencia en la frustración. Jacobson
y Gottman (1998) llamó a esto el "pitbull" tipo de agresor, y fueron capaces de demostrar la
excitación emocional extrema y física y angustiosa, en comparación con la "cobra" el tipo. Este
tipo de hombres que abusan -pitbull-, es más probable que muestren evidentes problemas de
ajuste emocional y angustia, como depresión, el temor al abandono, y una gran dependencia
emocional de la víctima.
La limitación de los modelos tipológicos según Robinson (2005), es que sólo hay
consenso, con el tercer tipo o maltratador antisocial, sin embargo, los subtipos I y II, varían en
sus formas de agrupación, entre los autores.

Tipos de relaciones de violencia

En una cuarta modalidad, Johnson y Ferraro (2000), sostienen que hay cinco tipos de
relaciones de violencia. La primera es La violencia de pareja común; cuando hay uno o máximo
dos incidentes de violencia, y no se utiliza como parte de un patrón de conducta para controlar a
la pareja. El segundo tipo es el Terrorismo íntimo; como una táctica de generar control y
manipulación. Cabe aquí señalar, que la violencia aún puede haber ocurrido sólo una vez o dos
veces, y puede ser relativamente de "baja intensidad". Sin embargo, todavía implica el abuso
emocional y los hombres que muestran este patrón de abuso tienen más posibilidades de matar a
sus parejas. Este tipo es más probable que utilizan la violencia como una forma de control, si
bien pueden parecer muy angustiados durante los episodios violentos, la aparición de la rabia
casi incontrolable es un acto, una herramienta de muchos para intimidar y controlar a los demás.
Estos hombres que maltratan son más propensos a participar en venganza cuidadosamente
planeada y más violenta cuando termina la relación, y por lo tanto, son mucho más peligrosos
para sus víctimas.
Un tercer tipo es La resistencia violenta; donde la pareja masculina se transforma en una
figura de control y miedo para la mujer, por lo cual, la mujer puede responder con violencia en
defensa propia. Johnson y Ferraro (2000) llaman a este patrón de violencia de auto-defensa. Este
tipo de violencia se produce en respuesta a una amenaza percibida, puede ser un evento de una
sola vez, y no es parte de un patrón de control y manipulación.
Un cuarto tipo, es el Control violento mutuo; este tipo de violencia puede ser lo que se
piensa como un “combate” o pelea mutua. Asimismo, señalan que las mujeres tienen más
probabilidades de sufrir un daño más grave.

Método

Participantes:

La población en estudio, estuvo constituida por 611 sujetos, siendo la totalidad de los usuarios
atendidos entre Enero y Diciembre de 2011, en los centros “Hombres por una Vida sin
Violencia” del SERNAM, en 6 centros, de 6 regiones (IV, V, RM, VI, VII, X). Sin embargo,
hubo una pérdida muestral conformada por: un 27,1%, de sujetos que desertaron del programa en
las primeras cuatro sesiones de evaluación, y un 34,6% de sujetos que omitieron información o
que los instrumentos no se contestaron en su integridad. Por lo cual, la muestra definitiva quedó
constituida por 234 sujetos (38,3%), que terminaron la etapa de evaluación, antes de entrar a la
intervención individual y grupal. La muestra quedó conformada de la siguiente forma: 22 sujetos
de La Serena (IV región); 55 sujetos de Viña del Mar (V región); 30 sujetos de Estación Central
(RM); 22 sujetos de Rancagua (VI región); 57 sujetos de Talca (VII región); y 48 sujetos de
Puerto Montt (X región).

Instrumentos

1. Entrevista General Estructurada de Maltratadores adaptado en Chile por Macchiavello,


2010, y luego por Barría & Macchiavello, 2011 de la Entrevista General de maltratadores
de Echeburúa & Fernández-Montalvo, (1997). Recoge información sociodemográfica del
sujeto, explora el desarrollo evolutivo, antecedentes de salud mental y física, antecedentes
delictuales, consumo de alcohol y sustancias. Explora además variables de relación de pareja,
como celos, uso del alcohol en episodios de violencia. Se incorporaron ítemes que exploran
las formas de violencia que usa el sujeto contra su pareja y además acciones de cambio
psicoterapéutico en él.

2. Test de Identificación de Trastornos Relacionados con el Uso del Alcohol (Babor, De la


Fuente, Saunders y Grant, 1989) (Cuestionario AUDIT). Tiene por objeto la identificación
de personas con un consumo peligroso del alcohol, antes que presenten una dependencia
física, o que hayan surgido problemas crónicos de tipo médico. Consta de 10 preguntas que
puntúan de 0 (nunca) a 4 (diariamente) en las 8 primeras preguntas y de 0 a 2 en las 2 últimas.
El corte de 8 puntos revela la existencia de problemas relacionados con el alcohol. En la
muestra chilena el instrumento arroja un índice de fiabilidad, Alpha de 0,73.

3. Listado de Síntomas (SCL-90-R) (Inventario de Sintomatología Asociada) (Derogatis, 1975;


versión Argentina, 2008). Es un cuestionario autoadministrado de evaluación psicopatológica
general. Consta de 90 ítems, con 5 alternativas de respuesta en una escala de tipo Likert, que
oscilan entre 0 (Nada) y 4 (Mucho). Este cuestionario está constituido por nueve dimensiones
de síntomas primarios (Somatización, Obsesión-compulsión, Sensibilidad interpersonal,
Depresión, Ansiedad, Hostilidad, Ansiedad fóbica, Ideación paranoide y Psicoticismo).
Además ofrece tres índices globales que reflejan el nivel de gravedad global. En este estudio
se ha utilizado el GSI (Índice Global de Gravedad, que tiene un punto de corte de 63) en la
evaluación inicial. La fiablilidad test-retest es de 0,70 y el coeficiente alfa de consistencia
interna es de 0,90. En cuanto a la validez predictiva, la sensibilidad es del 83% y la
especificidad del 80% (Echeburúa et al, 2009). En el caso de la muestra chilena, el SCL-90,
obtuvo un Alpha de 0.91.

4. Inventario de Pensamientos Distorsionados sobre la Mujer y sobre el Uso de la Violencia


(Echeburúa & Fernández-Montalvo, 1997). Consiste en un listado de 29 ítemes dicotómicos
(Verdadero o Falso), cuyo objetivo es detectar pensamientos irracionales hacia la mujer y la
violencia. Consta de dos subescalas, de 13 ítemes y 16 preguntas respectivamente. La primera
subescala de 13 itemes, evalúa pensamientos distorsionados hacia la mujer, y la siguiente
escala de 16 preguntas, evalúa el uso de la violencia como una forma aceptable de resolver los
conflictos. Los autores, sugieren que el instrumento sólo sirve para la exploración de los
pensamientos distorsionados y no ofrece propiedades psicométricas. En la muestra chilena, el
índice que confiabilidad del instrumento es de un Alpha de 0.66.

Procedimiento

Los instrumentos fueron aplicados por los equipos técnicos de cada ciudad donde se
ejecuta el programa Hombres por una Vida sin Violencia, siendo asesorados por el investigador
principal en la aplicación y tabulación de dichos instrumentos. El investigador principal,
confeccionó una base de datos a nivel nacional, y realizó devoluciones de los aspectos
psicométricos de los instrumentos a los equipos técnicos de cada sede.
Cada sede entregó los datos en bruto, en papel y CD-rom, y el investigador ingresó y
tabuló los datos por medio del programa SPSS 15.0. Los instrumentos se aplican en las 4
primeras sesiones, que sirven de diagnóstico del sujeto, para posteriormente pasar a intervención
psico-socio-educativa grupal.

RESULTADOS

A. Antecedentes Socio demográficos.

Como vemos en tabla N° 1, el promedio de edad de los hombres que maltratan es de


39 años, estando el 66,7% en el rango de 31 a 50 años, siendo la edad mínima 18 años y la edad
máxima 67 años. Dutton (1997) plantea que según la edad promedio, estos hombres se
encuentran en la etapa de la Intimidad v/s el Aislamiento según el modelo de Ciclo Vital de
Erickson. En este sentido, la tarea fundamental de esta etapa se relacionaría con la capacidad de
establecimiento de relaciones interpersonales saludables, que el ejercicio de violencia hacia la
pareja generaría daños en éste vínculo y en la intimidad relacional afectiva.
Tabla N° 1. Datos socio-demográficos Hombres que ejercen Violencia contra su pareja

Universo 631 sujetos, 6 centros (Regiones IV, V, VI, VII, X y RM)

muestra 234 sujetos, de los 6 centros que completaron etapa de Diagnóstico

Edad 39 años promedio

Estado civil 48,3% casado


19,6% soltero
7,4% separado

Ingreso $ 358.484 promedio

escolaridad 33,1% educación media completa


35,1% educación superior Técnica y Universitaria
30% educación menor a segundo medio

Ocupación 93,6% se encuentra trabajando


12,8% vendedores
9,7% trabajadores independientes
8,9% trabajadores dependientes (comercio, ventas y servicio)

Vías de derivación 49,5% de Tribunal de Familia, Tribunal de lo Penal y Fiscalías


39, 7% ingresa en forma voluntaria

Estado civil y relación de pareja. El 48,3% de los sujetos están casados, el 19,6% es
soltero, y sólo el 7,4% está separado. El 87% de los hombres, se encuentra en una relación de
pareja en la actualidad, estando el 68,2% viviendo con la misma pareja que agredió. El 32,8%
terminó o terminaron su relación de pareja, el 18,8% volvió a tener otra pareja y el 27% ha
tenido entre 2 a 4 relaciones de pareja. Lo que implica que en la mayoría de los casos (68,2%) en
el que un hombre ejerce violencia, sigue viviendo con la mujer a la cual ha ejercido maltrato.
Esto es coherente con la información obtenida a través del sistema informático del SERNAM
sobre los Centros de la Mujer (2012), cuyos registros indican que 64% de las mujeres atendidas
mantienen una relación de pareja o conviven con el hombre que las maltrata, con el riesgo que
ello implica para la salud física y mental de la pareja. Es decir, los hombres (18,8%) que tienen
una nueva pareja y que ya han ejercido violencia, podrían volver a ejercer la agresión con su
nueva pareja, con una alta probabilidad que la violencia persista, se mantenga o comience, y que
la mujer esté en riesgo de vivir episodios de violencia. En este sentido, la violencia puede estar
presente tanto si la pareja se mantiene como si se separa, en este último caso no es poco
frecuente que la mujer reciba hostigamientos y ataques.

Origen Étnico. El 97,4% es chileno, y el 2,6 % proviene de otras nacionalidades (Perú,


Argentina, Italia, Holanda y Japón). Sólo el 4,3% declara ser de origen mapuche. Lo que es
coherente con las investigaciones (Garda, 2007) que mencionan que se deben considerar las
características locales e idiosincrática de la violencia como una variable interviniente, porque
contextualiza el marco ideológico y la valoración de la identidad de género de esa determinada
cultura.

Escolaridad. El 33,4 % de los sujetos ha completado la enseñanza media, el 35,1% tiene


estudios técnicos y universitarios, incluso hay 3 sujetos con postgrado (maestría). El 30,3%
presenta un nivel educativo de enseñanza básica a segundo medio, teniendo sólo el 18,2%
educación básica. Las regiones con menor educación son Talca y Puerto Montt, con educación
menor a 4 medio (15%) y la educación más alta, se encuentra en la V región (Viña del Mar) y en
la región metropolitana (Estación Central) (11%) concentrado en Educación Universitaria y
Técnica Profesional. De los datos se desprenden, que hay tres grupos reconocibles, los que tienen
educación básica, los sujetos con enseñanza media completa, y los Técnicos-Universitarios
profesionales. Lo que implicaría distintos desarrollos cognitivos, compresión lectora, y
habilidades socio-afectivas para enfrentar las intervenciones psicosociales.
Una de las hipótesis, es que la socialización primaria y secundaria, o educación informal,
podría ser un factor más determinante que la educación formal; es decir, que podrían haber
estado expuestos a comportamientos de violencia y abusos en su desarrollo evolutivo. Y que de
esta educación se producen sujetos con déficits en habilidades sociales, comunicacionales y falta
de recursos no violentos para la mediación de conflictos. También, podría implicar un desafío en
relación a las formas de intervención con hombres maltratadores, dado que la intervención no
debe basarse sólo en elementos informativos y cognitivos, sino que en aspectos vinculares,
resocializadores y relacionados con las vivencias en la historia de vida.

Ocupación e Ingreso. El 93,6% de los sujetos declara que se encuentra trabajando en una
diversidad de oficios que van desde: obreros de la construcción, obreros agrícolas y pesqueros,
carabineros, ingenieros, vendedores, pescadores, bodegueros, etc. Siendo las ocupaciones de
mayor porcentaje: los vendedores con un 12,8%, los trabajadores independientes con un 9,7%,
los trabajadores dependientes en áreas de ventas y servicios con un 8,9%, el 4,7% son obreros
agrícolas y de la construcción. Sólo el 6,4% está cesante, y el 4,8% son estudiantes. Los datos
anteriormente mostrados, rompen con los mitos que pudieran afirmar que los hombres que
maltratan a sus parejas son desadaptados, cesantes, que no están insertos socialmente, o que se
pueda reducir a un segmento de la población con menor educación y con oficios que demandan
más trabajo físico, como obreros de la construcción.
El 38,6% de los sujetos tiene contrato indefinido, el 16,3% trabaja en forma independiente
y el 24% trabaja a plazo fijo o a trato. El promedio de ingreso es de $358.484.-, el ingreso que
más se repite (moda) es de $300.000. El 64% gana entre $150.000.- a $450.000.- y el ingreso
más alto es de $ 2.500.000. La población correspondería al decil 3 y 4, por lo que el ingreso y el
nivel económico no sería un factor determinante para ejercer violencia. Estos datos viene a poner
en duda y análisis lo mencionado por Larraín (1987), sobre que la educación y la pobreza sería
un factor de riesgo y/o sostenedor de la violencia, lo cual en este caso aplicaría sólo para las
mujeres.
El 63,8% está satisfecho con su trabajo y el 69% se siente con tensión en el mismo. En
relación a si el trabajo le afecta en su comportamiento familiar u otra circunstancia externa, el
55,3% menciona que no le afecta. Sin embargo, el 17,2% utiliza el trabajo para criticar a su
familia, discutir con ellos, o trae los problemas a su casa. Lo que lleva a reflexionar en un
aspecto doble de la relación trabajo-violencia; por un lado, un grupo (17,2%) de sujetos no sabe
filtrar ni elaborar sus tensiones y frustraciones laborales de otra forma que no sea descargándose
con su pareja e hijos. Pero ¿Por qué se descargan en su familia y con su pareja? ¿Por qué no la
descargan con alguien en la calle, con su jefe u otra autoridad? Ya que, por otro lado, aparte de
descargarse, lo que los hombres pueden estar haciendo es ocupar su trabajo como excusa y
justificación para ejercer malos tratos, lo cual no nos permite dar con una relación causal, sino
que nos muestra un comportamiento abusivo donde se aprecia una distorsión en el entendimiento
de lo que es la confianza, la cercanía y la intimidad. Un 12,4% utiliza el trabajo para aislarse de
los problemas en su casa, lo cual nos hace referencia a un comportamiento de micromachismo
relacionado con la distancia afectiva y comunicacional (Bonino, 2006).

Vivienda. El 46,3% de los hombres tiene casa propia, el 29,3% arrienda, y el 19,2% vive
de allegado. El 75,2% de las viviendas de los usuarios tiene entre 2 a 3 dormitorios, siendo el
promedio 2,5 habitaciones por vivienda, entre un mínimo de 1 dormitorio y un máximo de 10.
Duermen en un promedio de 2,5% camas por vivienda y el 79,1% menciona que no le afecta la
vivienda en su relación de pareja. En general no se observa precariedad en la vivienda, ni
hacinamiento en el núcleo familiar.

Vías de Derivación. El 39,7% asisten a los centros del Programa de atención, por
demanda espontánea, el 49,5% es derivado por el Sistema Judicial: Tribunales de Familia
principalmente por violencia psicológica, y principalmente por violencia física más severa desde
Fiscalía, y Tribunales de Garantía. Siendo el principal vía de derivación los Tribunales de
Familia con un 28,6%.
El 10% restante es derivado de Municipios, Colegios, Programas del SENAME, empresas
y Centros de Mujer. Sin embargo, se sigue apreciando un alto nivel de laxitud de las instituciones
judiciales y policiales en el momento de la denuncia y derivación. Por una parte, existe un vicio
de la gestión judicial en las Suspensiones Condicionales de los Procedimientos de las causas,
donde se da una salida alternativa rápida y mecánica (que siendo un beneficio legal para la
persona sin antecedentes previos, muchas veces no favorece la interrupción de la violencia, ya
que lo que éstos hombres requieren para dejar de ejercer violencia son consecuencias sociales y
legales reales que frenen su maltrato), en la cual no se escucha con tiempo, ni técnicamente bien,
y no se valora bien los riesgos y la pertinencia o no de la participación del hombre en un
programa especializado.
Por otro lado, el que muchos hombres se acerquen de manera espontánea a los Centros de
Hombres, no sólo nos habla de hombres netamente responsables de su violencia y motivados al
cambio, sino, podría significar que algunos de los espontáneos prefieren acercarse directa y
discretamente al Centro de Hombres por la vergüenza que genera el reconocerse frente a otros
como maltratador, y otros para adelantarse a las consecuencias negativas, como una separación o
evitar quedar con antecedentes penales por violencia intrafamiliar, o recibir una sanción penal
más „blanda‟.
El 40,2% tiene como medida cautelar prohibición del acercarse a la pareja y a los hijos, y
el 10,6% tiene como medida la condición de asistir a un programa de atención de hombres que
maltratan como medida de suspensión condicional de la condena. Otro hecho que debe
consignarse, es que los Tribunales de Familia derivan más casos que los Juzgados en lo Penal.
En este sentido, falta una mayor indagación sobre ¿Qué pasa con los casos penales que no son
derivados? ¿Se tratará de una subvaloración o un desconocimiento?

B. Historia familiar

Entorno familiar y la violencia sufrida durante su infancia. El 72,9% de los sujetos


proviene de una familia nuclear: padre y madre. Sólo en un tercio, el 34,3% de los usuarios sus
padres se separaron. El 59,7% menciona que tuvo una relación cálida y respetuosa con sus
padres y el 27,9% tuvo una relación distante, y sólo el 11,8% tuvo una relación conflictiva. El
74,3% recibió maltrato físico a veces o con frecuencia y un 7,7% sufrió violencia sexual. El
38,6% menciona haber recibido maltrato psicológico, sin embargo, la violencia psicológica se
percibe cuando es “evidente” como descalificaciones, groserías, y gritos. El 52,6% recibió
castigo físico a veces y con frecuencia de parte de sus profesores.
Llama la atención la alta tasa (74,3%) de violencia física recibida en su familia y escuela
(52,6%), lo que permite hipotetizar que la violencia ha sido una forma legítima de corregir y
disciplinar a los niños. En la vida cotidiana de los sujetos, la violencia estuvo legitimada como
forma de educar, es decir, fueron socializados en una cultura que avalaba la violencia como
recurso válido en las relaciones. Incluso el código civil consideraba la violencia como forma de
educación al estar permitidos el corregir y castigar con uso de fuerza moderada.
Esta cultura de la violencia, se puede percibir ya que sólo 11,8% de los hombres
entrevistados, refiera una relación conflictiva con sus padres, pese a que a los menos un 74,3%
recibió castigo físico de ellos. Esto se podría interpretar como que el uso de la violencia está
normalizada, naturalizada por el grupo de hombres que ejercen violencia, y/o que su afectividad
y valoración de la relación corre por un cauce paralelo a los malos tratos en la relación, como le
sucede en su relación afectiva y de pareja de adulto.

Abuso y violencia ejercida por su padre hacia la madre del usuario. El 43,6% señala
que su padre maltrataba físicamente a veces y con frecuencia a su madre. Y que el 46,6% de sus
padres abusaban del alcohol. El 22% menciona que su padre abusaba sexualmente de su madre.
El 46,5% señala que su padre abusaba psicológicamente de su madre. Lo que es consistente con
las investigaciones de Dutton (1998) sobre que el hombre que maltrata a su pareja presencia
violencia de su padre hacia su madre, especialmente violencia física, psicológica y sexual. Por lo
que se podría entender que su violencia actual está fundada en parte en esta experiencia, y en un
43% de los sujetos ha incorporado como testigo la violencia como una forma habitual de resolver
conflictos familiares.
Hay un grupo del 21,8% menciona que agredió entre 1 a 4 veces a sus padres y que un
30% utiliza la fuerza física y las amenazas para resolver sus problemas cotidianos. Sin embargo,
es importante tener cuenta que los hombres que abusan de sus parejas o ex parejas, tienden a
justificar sus comportamientos de violencia. Algunas de estas formas de justificación para no
asumir plenamente la responsabilidad, van desde el minimizar, el externalizar su responsabilidad,
culpar a la víctima, hasta la negación más flagrante que es desconocer los comportamientos que
se han ejercido, muchas veces a pesar de haber denuncia de la policía y un expediente judicial.
Por lo tanto, hay que considerar que es muy probable que en las respuestas de esta investigación
exista una subdeclaración de los hechos de violencia. A pesar de ello, la importancia que tienen
los datos es que es la propia declaración y reconocimiento de los hechos por parte de los sujetos
protagonistas del maltrato a sus parejas. Lo anterior concuerda, con las investigaciones de Rathus
y Feindler, (citados en Loinaz, 2008), que mencionaban que la información de los maltratadores
es poco fiable, con una tendencia a mostrar una cara mas deseable.
De acuerdo a los datos anteriores, es importante considerar que muchas de las formas de
violencia psicológica por las que se les preguntó, son formas de violencia psicológica muy
aceptadas, normalizadas o invisibilizadas en nuestra sociedad, por lo que es muy posible, que
estos hombres al contestar estas preguntas, haya sido ésta la primera vez en que se veían
enfrentados a qué éstos comportamientos eran formas de maltrato hacia la mujer en la relación
de pareja.
Historia Delictual. El 69,5% reconoce que el único delito por el cual lo han detenido ha
sido el episodio de violencia. El 36,9% ha estado involucrado en actos de violencia fuera de la
pareja, especialmente discusiones con sus hermanos en un 32,4%, el 10,2% presenció
apuñalamiento de una persona y el 2,8% ha participado en peleas callejeras. Un 18,8% ha sido
detenido por consumo de alcohol en la vía pública. Si bien no existe un perfil delictual habitual,
el uso de la violencia es un delito en Chile, por lo que aquellos hombres que reiteran el abuso
podrían ser considerados como delincuentes habituales.

Violencia hacia parejas anteriores. Un 35% informa que ejerció violencia psicológica,
un 30% de violencia física, un 24% de destrucción de objetos, y un 17% de violencia sexual con
sus parejas anteriores. Lo que implica que un tercio de los agresores son reincidentes, y que
seguirán cometiendo este tipo de delito, si no se previene o detiene esta situación.
En relación a las acciones de violencia cometidas, los mayores porcentajes están en:
insultar o humillar un 41,9%; abofetear un 25,8%; agarrar un 25,2%; empujar un 25,2%; y
prohibir que su pareja haga cosas un 14,8%. Otras formas de violencia que declaran los
maltratadores que han ejercido con su pareja anterior, son: amenazar con pegar 11,6%, tirar al
suelo 11%, tirar el pelo 9%, amenaza de suicidio 8,4%, amenaza de asesinato 7,1%, pegar con el
puño (combo) 6,5%, dar patadas 6,5%, estrangular (que puede considerarse intento de femicidio)
5,8%, morder 3,2%, atacar con un arma u objeto 1,3%, y forzar a tener relaciones sexuales sin el
consentimiento de la pareja 3,9%.
Podemos apreciar, que la violencia puede tener una extensa gama de comportamientos
que desembocan en formas físicas de enfrentar los conflictos. Sólo el 12,9% ha tratado de
resolver problemas con terapia de familia, y el 9% ha intentado dialogar con su pareja. El 91%
de los hombres entrevistados declaran que no se dan un espacio para escuchar lo que ella quiere
decir sobre el conflicto.

C. Violencia con la pareja actual.

Perfil socio demográfico de la Pareja Actual. El 34,9% de las parejas de los hombres
que maltratan, tiene educación superior o técnico profesional, 30,9% tienen educación media
completa y sólo el 31,8% tienen menos de segundo medio. El 54% de las parejas trabajan
actualmente. Lo cual muestra, que los niveles de estudios son similares entre hombre que
maltrata y mujer víctima de violencia. También se rompe el mito de la mujer dependiente
económicamente y que el hombre es el único proveedor, ya que más de la mitad de las parejas
trabaja. Sólo el 46% de las mujeres dependen económicamente de sus parejas. Sin embargo, se
presume que entre 15 a un 20% de las mujeres que dependen económicamente de sus parejas,
adicionalmente realizan trabajos esporádicos, sin que el hombre los visualice, ya que sólo se
declaran los trabajos formales y que se ejercen fuera de la casa.

Nivel de satisfacción con su pareja actual. El 60% se encuentra satisfecho con su


relación de pareja. El 51,3% tiene un nivel de satisfacción sexual alto y muy alto con su pareja.
Se podría hipotetizar por un lado que los HEVPA (Hombres que Ejercen Violencia de Pareja)
presentan un egocentrismo producto de una socialización tradicional de género, que fomenta que
los hombres sólo estén centrados en sí mismos, en sus propias necesidades y satisfacciones,
versus la socialización femenina tradicional que enseña a la mujer a centrar su identidad
alrededor del cuidado otros y los vínculos. Por lo que los hombres tienden a percibir su propio
placer y no captar las señales y emociones en sus parejas. Esto podría explicar que su
satisfacción sea unilateral y no se sienta incómodo o insatisfecho con los daños de la violencia en
la mujer, es decir, que no empatize con ella en su daño de la violencia. Lo que podría confirmar
una de las hipótesis de los investigadores de la teoría del apego que han sostenido que la
violencia “corre” por un canal paralelo al afecto. Estas investigaciones (Kimmel, 2006),
mencionan que los agresores tienen miedo de perder a sus parejas, y quedarse solos, y sin su
pareja e hijos. Presentan estilos de apegos dependientes e inseguros, lo que los vuelve
susceptibles a la separación y abandono y los hace más peligrosos en períodos de separación y
abandono por parte de la pareja (Kelly & Jhonson, 2008).
Si bien el 31,3% ha manifestado haber tenido problemas de infidelidad con su actual
pareja, sin embargo, cuando se le consulta por la cantidad de parejas extraconyugales, el 43,7%
refiere haber tenido entre una a tres parejas extraconyugales, con un tiempo de duración de
menos de 6 meses hasta 4 años y más. El 65,3% se considera una persona celosa, sin embargo,
sólo el 21,9% piensa que su pareja le es infiel, además un 24% declara que su pareja se lo contó
o se enteró por otras personas, y en un 56,2% piensan que su mujer es provocadora y llama
excesivamente la atención de otros hombres. La información en relación a la celotipia, presenta
una doble dimensionalidad, porque permiten apreciar que los celos podrán no ser sólo
sentimientos, sino que traducirse en celar o comportamientos de control, y a su vez, esconden el
patrón de apego, y son usados -sin sentirse realmente- para silenciar la violencia, como excusa
para justificar la agresión.

Violencia ejercida a la pareja actual. El 85% de la violencia se produce antes del cuarto
(4) año de iniciada la relación de pareja. Por lo cual, se va desarrollando en la convivencia diaria
con la pareja. El 32% de los actos de violencia se produce cada uno a tres meses, el 30% es
semanal, y sólo un 3,5% menciona que es diaria, siendo la violencia diaria especialmente
psicológica. El 57,5% señala que ha apreciado un aumento de la violencia, el 72% señala un
aumento de moderado a severo. El 47,4% menciona que el aumento es mensual a diario y el 63%
señala que este aumento de la violencia termina en violencia física.
Como vemos en la tabla N°2, podemos ver los tipos de violencia que se ejercen sobre el
50% de la muestra. Como señalamos en el apartado sobre la violencia contra la pareja anterior,
se hipotetiza que hay un patrón de violencia que se repite, que primero son los gritos y
descalificaciones, luego la sujeta, la empuja y la abofetea.

Tabla N°2. Tipos de Violencia Física, psicológica y sexual ejercida a la pareja actual

Tipo de Violencia Porcentaje

1 Le gritó 80,1%

2 Le dijo garabatos y ofensas 75,3%

3 La empujó 63,8%

4 La sujetó 62,5%

5 Le hizo sentir culpable 62,1%

6 La trató como sirvienta 60%

7 Le dijo que la culpa fue de ella 58,4%


8 Le asusta con la mirada 58%

9 Le atacó su autoestima 55,5%

10 La menosprecia 53,3%

11 La abofeteo 53%

12 No le dio importancia a la violencia usaba 51,8%

13 Golpea paredes o muebles 50%

En un análisis más detallado por formas de violencia. En relación a la violencia física, el


63% empuja a su pareja, el 62,5% la sujeta, el 53% la abofetea, y un 44,8% la zamarrea. Del
mismo modo, la escupe, le da golpes de puño, la patea, le rompe la ropa y le tapa la boca. Sin
embargo, también se cometen intentos de femicidio como: ahorcamiento en un 13,4%,
sofocamiento en un 8,2% y un 16,5% ha amenazado con matarla. Incluso, hay un grupo del
11,8% que golpeo o empujó a su pareja o la trató a choques cuando ella estaba embarazada.
Un hecho que debe consignarse, es que el 25,6% de la violencia ocurre cuando ellas están
durmiendo y han consumido algún tipo de barbitúrico cuando se produce la violencia. El 50,5%
de los agresores menciona que su pareja había consumido fármacos para dormir. Ello puede
implicar, que el sujeto busca en momento de mayor vulnerabilidad de la víctima y donde sea más
fácil someterla.
Se podría hipotetizar que hay un uso premeditado de la violencia, que iría en contra de la
idea que el sujeto golpea a su pareja generalmente en un acto impulsivo, o por acumulación de
tensiones, ya que este dato estaría indicando que un grupo de sujetos escoge el momento donde
la pareja está más vulnerable para discutir y golpearla.
Como vemos en la tabla N°2, sin bien los datos no nos indican que son comportamientos
asociados unos con otros, podríamos sugerir o imaginar una escena con una secuencia de
comportamientos, que podrían comenzar con el uso del miedo, al gritar usa intimidación; sigue
con abuso emocional, donde insultar y humillar es un ataque a la autoestima, con desprecio o
menosprecio, intentando disminuir, y ocupar o recuperar una posición de superioridad, ya que en
algún ámbito se siente inseguro o ha sido desplazado en su poder; para luego llegar a la físico,
primero empujarla (corporalmente indica un rechazo, „córrete‟, „no quiero saber de ti‟), para
seguir con agarrarla o sujetarla (aplacar la demanda de la mujer, limitarla, „sentarla‟,
„tranquilizarla‟), llegando al recurso de abofetearla (corregir, disciplinar, educar). En este sentido
se podría hipotetizar que los recursos para controlar se vuelven más físicos y fuertes cuando los
otros recursos no bastan. Estos tipos de comportamientos van a tener similitud, como veremos
más adelante, con la violencia ejercida con la actual pareja.

Tabla N° 3. Episodios de violencia en el último año.

Tipo de Violencia Porcentaje

VIOLENCIA PSICOLOGICA 99,9%

VIOLENCIA FISICA 22,2

LANZAMIENTO DE OBJETOS 38,5

VIOLENCIA ECONOMICA 48,8%

Se da cuenta de la ira: El 59,2% se da cuenta que se va a poner violento. El 50%


experimenta malestares físicos y fisiológicos, el 15,2% tiene pensamientos persistentes y un
25,8% menciona que no se da cuenta de ningún signo.

Forma de mediación de conflictos. El 97% menciona que la violencia no es una forma


aceptable de resolver conflictos. El 79,5% cree que puede llegar a evitar problemas de violencia.
El 53,7% cree que ha discutido problemas en forma relativamente calmada. 78,9% cree que le
pide la opinión a su pareja de algunas veces a frecuentemente. El 82,3% cree que escucha a su
pareja desde algunas veces a frecuentemente. Que le ha pedido disculpas en un 79,4%. El 80,8%
menciona que ha intentado hacer algo en beneficio de su pareja como buscar información,
quedarse callado, contar hasta 10 y buscar ayuda.
Los datos anteriormente señalados, podrían indicar la alta deseabilidad social con la que
se presentan e incluso la distorsión por percibirse a sí mismos de manera positiva, propensos y
motivados a no usar violencia. Si bien, por un lado, existe un grupo de hombres en los cuales la
situación de violencia que están viviendo podría incomodarles, o les produce disonancia y tienen
una motivación efectiva de cambio. Por otra parte, existe otro grupo, que al percibirse
incorrectamente, la forma más viable de la detección y detención de la violencia ha sido la
denuncia y/o el control de la policía.

Violencia Psicológica.

Uso de Intimidación. Entre las acciones con mayor frecuencia, están: Le grita un 80,1%.
Le asusta con la mirada un 58%. Golpea paredes o muebles un 50%. Se acerca de manera
amenazante un 46,5%. Destruyó cosas u objetos un 38,5%. Realizar actos violentos a su
alrededor un 28,8%. Destruyó su propiedad un 19%. Y le muestra armas un 9,3%. Este tipo de
violencia, el 46% mencionan que hicieron de 4 a 10 veces. El 72,4% de los hombres estudiados
menciona que su mujer alguna vez ha tenido miedo de él.
Al hombre que maltrata de su pareja le es difícil apreciar la violencia psicológica, sólo
aprecia la más extrema o burda. En este punto se podría hipotetizar que la forma de relacionarse
y comunicarse con su pareja es en un tono elevado, agresivo, y descalificador, y genera acciones
alrededor de ella para intimidarla o provocarle miedo, hasta el extremo de mostrarle armas si es
necesario, todo ello, para antes de recurrir a las agresiones físicas más graves, para que la
discusión se termine rápidamente a su favor, y avisándole a ella (por medio de las acciones
intimidantes) que si no se termina la discusión podrían venir agresiones físicas más graves y
fuera de control.

Abuso Emocional. Le dijo garabatos y ofensas un 75,3%. Le hizo sentir culpable un


62,1%. Le atacó su autoestima un 55,5%. La menosprecia un 53,3%. La humilla un 48,9%.
Intentó disminuirla como persona un 44,9%. Le dijo apodos ofensivos un 37,9%. La interrumpía
mientras comía o dormía 22%.
Acto de violencia más grave. Los hombres declaran en un 20,9% ahorcamiento a la
pareja, el 19% comenzó con una discusión y se terminó en golpes (bofetada, codazo, golpe en la
cara), el 31,6% comenzó con agresiones verbales, y amenazas, y un 30,4% usó armas y objetos
contundentes. Por lo cual, estamos hablando de episodios muy violentos, que podrían ser
considerados como “asaltos” a la mujer. Respecto a los actos de violencia más graves, los
hombres declaran en un 48,7% que ejercieron entre una a 3 veces estos asaltos y un 34% entre 4
a 6 veces y más.

Aislamiento. 42,2% la interrogaba acerca de sus actividades; 36% le impidió o trato de


que no fuera donde deseaba; 36% le revisó el teléfono, o la agenda, cartera; 32,4% le impidió
tener ciertas amistades; 27,6% escuchaba sus conversaciones telefónicas; 17,8% la seguía;
14,2% le abría las cartas.

Formas de Justificación de la violencia. El 60% de los varones declara que usa este tipo
de justificaciones. Le dijo que la culpa fue de ella un 58,4%. No le dio importancia a la violencia
usada un 51,8%. Le echó la culpa a otra persona un 35,8%. Dijo a la mujer que no se acuerda de
la violencia usada un 23%. Le dijo que él actuó en defensa propia un 15%. Llama la atención que
no se acuerda y que actuó en defensa propia.

Manipulación de niños y niñas y uso del Maltrato hacia ellos. Los sujetos estudiados,
señalan que sus hijos han presenciado o visto episodios de violencia en un 63,9%. Los hombres
creen que a los niños les afecta la violencia en un 45,9%. Mencionan que los niños reaccionan
con miedo, llanto y corren (41%). Sus hijos también participan o se ven envueltos en los actos de
violencia (40,2%). Reprimen la violencia que están viendo (20,9%). Han despertado y llegado a
la habitación donde estaban peleando (18,2%). Incluso mencionan que sus hijos agredieron a su
madre (22,1%) como una forma de reacción ante la violencia.
Por otra parte, 18,7% han amenazado con quitarles a los hijos a su pareja. Les han dicho a
sus hijos que ella no es una buena madre, un 17,3%. Han usado a los niños como mensajeros, un
16,9%. Utilizan las salidas con los niños para acosarla o agredirla, un 5,8%.
El 23,7% menciona que sus niños reciben castigo físico en la casa; y un 52,3%, que se
castiga a veces o con frecuencia a sus hijos. El 24,3% de los hijos de los hombres que maltratan
tienen comportamientos problemáticos en la escuela y en la casa. El 64,2% cree que sus hijos se
pueden ver beneficiados con información o apoyo por los efectos de la violencia recibida. Sin
embargo, hay un grupo que menciona que una intervención externa o de un programa no va
afectar en nada el comportamiento de sus hijos (20,9%).

Privilegios Masculinos. La trató como sirvienta 60%. Tomo decisiones sin consultarlas
37,2%. Le dijo cual era su lugar y el trabajo de ella en la casa 35,4%. No hizo las tareas de la
casa que les correspondía 35,4%. La mandó como si fuera patrón 31%. No colaboró con el
cuidado de los niños 30,5%. Estableció reglas en su casa sin consultarla 30,5%. Esperaba que
ella estuviera sexualmente disponible cuando él quería 27%.

Violencia sexual. Presionan para tener relaciones sexuales sin su consentimiento, 18,6%.
Presionan para mirar pornografía con él, 9,5%.

Abuso Económico. Tomó decisiones financieras sin consultarle, 24,3%. Le pide que le
rinda gastos que ella hace, 21,7%. No dejó que ella supiera cuanto gana 19%. Se gasta el dinero
en salidas, alcohol descuidando a su familia 16,8%. Le impidió que ella trabajara fuera de la casa
14,2%. No le deja usar dinero, o chequera, o tarjetas 13,3%. Hizo que ella le pidiera dinero
10,6%. No hizo los pagos para mantener a sus hijos 9,3%.

Amenazas y Coerciones. La amenazó con hacerle daño 29,2%. Trató de forzarla a retirar
la medida judicial 10,2%. Amenazó con hacerle daño a sus familiares 9,3%. La chantajea o la
presiona para salirse con la suya 25,2%. Le hizo que hiciera algo ilegal, 2,2%.

Que podría pasar si no deja la violencia, a largo plazo. Pérdida de metas 25,6%. No
recuperar a su familia 23,8%. No va a pasar nada 18,9%. Perder el trabajo 8,5%. Quedarse solo
9,8%. Terminar preso o muerto 3%.
Que cambios positivos le gustaría hacer. No sentir más ganas de ser violento o
controlarla 39,5%. Recuperarme y quererme, 25,9%. Conocer herramientas para manejar la
violencia 16,7%. Tener más raciocinio, calmarme y aceptar al otro 12,2%.

D. Creencias distorsionadas sobre la mujer y el uso de la violencia.

Como vemos en la tabla N° 4 se desprenden dos interpretaciones, primero que existe un


grupo de varones a los que la violencia les produce disonancia y que podrían estar visualizando
que poseen un problema psicológico. Sin embargo, las creencias elegidas: “Siempre es un delito
que un hombre maltrate a una mujer” y “Los hombres que maltratan a sus parejas, son personas
con graves problemas psicológicos que a menudo no saben lo que hacen”, son respuestas
esperables, de una alta deseabilidad social. Hay que señalar que un grupo de los sujetos han
llegado a los centros derivados de tribunales por violencia intrafamiliar e intentan mostrar una
mejor faceta. Sin embargo hay un 18,7% que cree que el golpear a su pareja no es un delito y que
los hombres que golpean no tendrían ningún problema de índole de salud mental.

Tabla N°4. Creencias distorsionadas sobre la mujer y el uso de la violencia

Creencias distorsionadas hacia la violencia Porcentaje

28.- Siempre es un delito que un hombre maltrate a una mujer: 82,3%

29- Los hombres que maltratan a sus parejas, son personas con graves 70,4%
problemas psicológicos que a menudo no saben lo que hacen:

20.- La mayoría de los hombres que agreden a sus parejas se sienten 69,4%
avergonzados y culpables por ello:

Creencias distorsionadas hacia la mujer porcentaje

7.- Una mujer que permanece conviviendo con un hombre que la maltrata debe 65%
tener un serio problema psicológico:
11.- Muchas mujeres provocan deliberadamente a sus parejas para que éstos 60,1%
pierdan el control y les golpeen:

13.- El hecho de que la mayoría de las mujeres no suele llamar a la policía 56,5%
cuando están siendo maltratadas, prueba que quieren proteger a sus parejas:

A su vez, en las creencias distorsionadas relacionadas con la mujer, se observan


justificaciones que los hombres que maltratan pueden usar, para no hacerse responsables del
delito y responsabilizar a la mujer víctima, como “El hecho de que la mayoría de las mujeres no
suelen llamar a la policía cuando están siendo maltratadas, prueba que quieren proteger a sus
parejas”. Es decir, los hombres atribuyen a ellas la responsabilidad de la violencia. Existen
creencias de la cultura popular religiosa que la mujer debe aguantar a su pareja y soportar
dignamente, la importancia de los actuales cambios en la legislación es que ha permitido
aumentar el nivel de denuncias haciendo emerger el problema antes invisibilizado de la violencia
intrafamiliar.

E. Salud mental

Entre las enfermedades que han declarado tener los hombres estudiados están:
Depresión 13,3%, Hipertensión 16,4, Asma 22,7%, Lesiones por apuñalamiento 3,9% y 14% han
intentado cometer suicidio. Se han encontrado relación entre la depresión, sobre todo la
depresión bipolar y los ciclos de la violencia (Calvete, 2008) y las amenazas de intento de
suicidio sobre todo en las etapas de separación y alejamiento de la pareja (Castellano, Lachica,
Molina, y Villanueva, 2004). Existe un grupo (3,9%) que ha participado en riñas en ambientes
extrafamiliares y han quedado con secuelas producto de las lesiones.
A su vez, existe un grupo de 31% que ha recibido tratamiento psicológico individual, y un
grupo del 24,6% que ha recibido terapia de pareja, sobre todo orientado a la resolución de los
conflictos que ellos tienen como pareja.
Ellos mencionan, que sus parejas han solicitado ayuda psicológica o médica, a raíz de la
violencia, en un 50,2% de las parejas. Siendo en un 44,6% terapia psicológica en el Centro de la
Mujer de SERNAM, el 33,1% psicoterapia particular y un 20,3% que ha solicitado atención
médica por lesiones. La importancia del dato anterior es el reconocimiento por parte del hombre
victimario, que su pareja ha recibido ayuda médica, lo que generalmente es subdeclarado tanto
por la víctima como por el victimario (García, 2008).
El 26,6% menciona que su principal fuente de apoyo es su familia y un 41,1% menciona
que no tiene red de apoyo o amistades. El 41,6% reconoce ser una persona solitaria. En este
contexto, el hombre que agrede tiende a aislar a la víctima y a cortar los posibles nexos de ayuda,
con esto busca no sólo que ella disponga de menos recursos de apoyo, sino también evitar que
sus conflictos familiares se hagan públicos y lo sindiquen como un agresor.
Para la exploración de la Salud Mental y psicopatología de la muestra de agresores se
utilizaron las normas del instrumento adaptadas a Argentina por Casullo y Pérez (2008),
básicamente por su facilidad de interpretación y utilización por parte de los equipos. Las autoras
fijaron el puntaje de corte el percentil 63 para fijar la presencia de trastorno, y entre el percentil
50 y 53 hay un rasgo de personalidad que no se consideraría trastorno. Bajo el percentil 50 no
existe presencia de síntomas. Sin embargo, existe una adaptación del SCL-90 llevada a cabo por
Gempp y Avendaño (2008), que fue consultada para verificar si la información sobre los
puntajes de corte diferían sustancialmente, siendo muy similares en tanto población elegida y
puntajes obtenidos.
La escala de Somatizaciones nos muestra que la población presenta malestares
corporales, nerviosismo y tensión. Podría decirse que los sujetos se sienten afectados por la
situación conflictiva que están viviendo, por lo cual podríamos señalar que su malestar se
correlaciona con su disonancia en relación a la violencia. O quizá la somatización es una
característica propia del Modelo de Masculinidad Tradicional y Hegemónica, donde existe una
dificultad para una adecuada expresión de los conflictos y afectos.
Si se analizan las subescalas de Ansiedad Fóbica y Depresión, vemos que las tasas son
similares (39,3%) y (34,2%), lo cual nos puede reflejar que existen tres grupos distinguibles, por
una parte existe un grupo de hombres que podría tener un cuadro depresivo no tratado. El
segundo grupo, podría estar efectivamente preocupado, por lo que podría pasar en relación a
condenas de presidio, pérdida de empleo y pérdida de su pareja. Existe un tercer grupo que
podría responder al criterio bipolar, informado por las investigaciones de Dutton (1995) y
recientemente por Calvete (2008).
De acuerdo a la subescala de Hostilidad, un 43,2% presenta problemas con el manejo de
su ira. Existiendo un grupo del 17,9% que presenta un riesgo de trastorno en relación al manejo
de la ira, y un 25,3% que tendría problemas de manejo de su ira (con un riesgo medio).
Tabla N°5. Salud Mental y Psicopatología de los hombres agresores según Listado de
Síntomas (SCL-90) de Derogatis (1975).

SOMATIZACIONES 71,2% (Riesgo de trastorno)


(malestares corporales) 28,8% (Riesgo medio)

PSICOTICISMO 39,4 % (Riesgo medio)


(estilo esquizoide, soledad, alucinaciones) 31,7% (Riesgo de Trastorno)

ANSIEDAD FOBICA 39,3% (Riesgo de Trastorno)


(malestar persistente de miedo) 36,7% (Riesgo Medio)

DEPRESION 39% Riesgo medio (distimia)


(estado de ánimo disfórico, falta de motivación, desesperanza, 34%,2 riesgo de trastorno
ideaciones suicidas (Depresión)

IDEACION PARANOIDE 21,1% (Riesgo de Trastorno)


(suspicacia, perdida de la autonomía) 39,7% (Riesgo Medio)

ANSIEDAD 19,6% (Riesgo de Trastorno)


(nerviosismo, tensión) 40,4% (Riesgo Medio)

SENSIBILIDAD INTERPERSONAL 19% (Riesgo de trastorno)


(inferioridad e inadecuación) 38,8% (Riesgo medio)

HOSTILIDAD 17,9% (Riesgo de Trastorno)


(enojo) 25,3% (Riesgo Medio)

OBSESIONES-COMPULSIONES 9,5% (Riesgo de trastorno)


(pensamiento, sensaciones e impulsos no deseados) 38,9% (Riesgo medio)

INDICE TOTAL 27,8% (Riesgo de Trastorno)


(intensidad del malestar percibido) 35,9% (Riesgo Medio)
Para pesquisar el consumo de alcohol, se utilizaron dos fuentes de auto-reporte: uno
mediante el test de identificación de trastornos relacionados con el uso de alcohol (AUDIT), y la
otra, se incluyeron ítems al cuestionario general sobre violencia para detectar el consumo
problemático y su relación con la violencia.
De los reportes anteriormente nombrados, se detectó que el 73% bebe alcohol de
moderado-social a grave. El 31,2% es un bebedor problema, o beben en exceso. Sólo el 42,3%
sería un bebedor sin riesgo. El 20,1% se emborracha los fines de semana. El 37,8% se
emborracha de dos veces al año a una vez a la semana. En relación a otras drogas consumidas, el
9,3% menciona que adicionalmente al alcohol, consume cocaína y marihuana.

Violencia y Uso de Drogas. El 36,5% bebió alcohol en el episodio de violencia, y el


6,3% marihuana. La mujer en un 50,5% había consumido fármacos para dormir. El 53,3% cree
que el alcohol contribuye a empeorar la relación de pareja. El 35,3% reconoce haber estado bajo
la influencia del alcohol al causar el acto de violencia.
Análisis de Clúster

Tabla N° 6. Análisis de clúster por vía de derivación y riesgo de sufrir trastornos


psicopatológicos.

Proclividad de sufrir trastornos psicopatológicos

2,4
Alto

2,2

Medio
1,8

1,6

Bajo
1,4

1 2
Conglomerado 1: Usuarios derivados de Fiscalía
Conglomerado 2: Sujetos derivados de Tribunales de Familia y que
Asisten en forma voluntaria

Como se puede apreciar en la tabla N°6, se realizaron dos análisis de Clúster: un análisis
de conglomerados discriminantes y un análisis de clúster en dos fases, arrojando dos grupos: el
segundo grupo (clúster 2), corresponde a los usuarios derivados de Tribunal de Familia por
violencia psicológica y usuarios que han acudido a los centros en forma voluntaria o espontánea,
es decir, estos últimos no asisten derivados desde ninguna institución, sino que por decisión
propia. Y el clúster N° 1, corresponde a sujetos enviados desde Fiscalías por violencia física
principalmente. El grupo 2 representa a los sujetos en el rango de medio-alto en riesgo de sufrir
trastornos psicopatológicos, a diferencia del grupo 1 (sujetos enviados desde Fiscalías) que
presentan nivel bajo o sin riesgo de presentar trastornos psicopatológicos. Para verificar en donde
se encuentran las diferencias significativas entre los grupos de hombres que ingresan al
programa, se utilizó la prueba de Kruskal Wallis.
A partir del análisis de clúster discriminante, se establece que las variables que
correlacionan con los clúster 1 y 2 es el nivel de estudios de los grupos, y de la tenencia de
vivienda. Existiendo diferencias significativas, entre el nivel educacional de los sujetos derivados
desde Fiscalías (p=.00), quienes presentan un menor nivel educacional de enseñanza básica
completa y media incompleta, pero son propietarios de sus viviendas. A diferencia del grupo de
sujetos que ingresan en forma voluntaria que se concentran en la educación de enseñanza media
completa, técnica superior y universitaria, pero en su mayoría son arrendatarios o viven de
allegados. Lo anterior, está en directa relación con el nivel educativo de las mujeres que tiende a
ser similar al de sus parejas en ambos grupos informados anteriormente.
El grupo voluntario, está en un rango superior de ingresos, de $ 150.000 a $ 450.000; en
cambio, el grupo de Fiscalías está en el rango de los $ 0,0 a $ 300.000.
El grupo de Fiscalías, presenta consumo de alcohol y drogas en el último incidente de
violencia intrafamiliar y además poseen antecedentes judiciales de haber sido detenidos a lo
menos alguna vez por incidentes distintos a la detención por violencia física. A diferencia del
grupo de Tribunales de Familia, quienes en un 100% sólo han sido detenidos por la situación de
violencia intrafamiliar.
En relación al tipo de acción violenta cometida. El grupo de sujetos por demanda
espontánea aparece con diferencias significativas con respecto al grupo de sujetos derivados de
Fiscalías, consistentes en declarar ejercer más comportamientos tales como: patear a su pareja,
sofocarla, acercarse de manera amenazante, escupirla y usar a sus hijos para hostigarla. Se
hipotetiza que el grupo espontáneo tiene niveles de violencia similar y hasta mayor que el grupo
de Fiscalías. Se hipotetiza que una parte del grupo de demanda espontánea su intención al asistir
a atención, podría ser recibir una sanción legal más blanda y evitar que la mujer los abandone,
por lo cual, se auto denuncian al solicitar ayuda en los centros de atención, antes de quedar con
antecedentes legales por violencia intrafamiliar. O efectivamente podrían los sujetos de este
grupo espontáneo poseer más reconocimiento de su situación de violencia.
El grupo de Fiscalías, muestra diferencias significativas con el grupo voluntario y de
Tribunales de Familia, en acciones tales como: mostrar armas, asustarla, chantajearla, tratarla
como sirvienta, interrogarla sobre sus actividades cotidianas e impedirle que trabaje. Además, el
grupo de Fiscalías, usa acciones de disminución de la persona, y violencia emocional, económica
y privilegios masculinos, tales como: menospreciarla, hacerla sentir culpable, disminuirla como
persona, le ataca su autoestima, la manda como patrón, se gasta el dinero sin consultarla, toma
decisiones sin consultarla y no reconoce la violencia, usando la justificación que actuó en
defensa propia, lo cual muestra un ejercicio de rol masculino más rígido, controlador y
celotípico, que puede estar asociado a un menor nivel educativo, y a una convivencia estable (el
69,8% está casado o convive con la misma mujer que agredió), en la cual se han instalado roles
de hombres proveedores y mujeres dueñas de casa y cuidadoras de hijos.
Sin embargo, hay algunas acciones, como forzar a tener relaciones sexuales, donde el
grupo de Tribunales de Familia aparece con diferencias significativas respecto al grupo de
Fiscalías, presentando el primero mayor porcentaje. Esto indica que el grupo de Tribunales de
Familia declara y reconoce ejercer más abuso sexual, pero no que necesariamente ejerza más
violencia sexual.
En relación a solicitud de ayuda en salud mental y riesgo de sufrir trastornos
psicopatológicos, el grupo de sujetos por demanda espontánea aparece con diferencias
significativas (por sobre) en relación a solicitar ayuda psicológica y médica, a diferencia del
grupo de Fiscalía.
A su vez, el grupo por demanda espontánea y Tribunales de Familia presenta mayores
índices de somatización, obsesiones y compulsiones, depresión, ansiedad, hostilidad, ansiedad
fóbica e ideación paranoide, a diferencia del grupo de Fiscalías, que presenta un registro de bajos
malestares en trastornos de salud mental. Llama la atención como pregunta a investigar y
explorar: ¿Qué pasa con este grupo de Fiscalías, porque no presenta malestares ni trastornos de
salud mental y/o psicopatológicos, o es que no se ve afectado por la violencia vivida?
Se hipotetiza, que el grupo espontáneo y de Tribunales de Familia, podría estar sufriendo
por la situación de violencia, quizás se sienten incómodos, con somatizaciones y miedo ante la
situación de amenaza de posibles consecuencias legales o relacionales.

Discusión

Como plantea Loinaz (2008) los hombres que ejercen malos tratos y abusos contra sus
parejas o ex parejas constituyen un grupo homogéneo, fundamentalmente en el ejercicio de
comportamientos de violencia, lo que se relaciona más con control coercitivo violento. Sin
embargo, ello no implica que no se sigan haciendo esfuerzos en ir construyendo tipologías, como
son los esfuerzos de Echeburúa (2010) o del mismo Loinaz (2008).
Llama la atención la alta tasa percibida (sobre el 50%) de violencia vivenciada en su
desarrollo y familia de origen. Dentro de su hogar de infancia la violencia ejercida por su padre
contra la madre; la violencia usada en la escuela, por el docente hacia él cuando era estudiante; y
la violencia usada por sus padres hacia él y sus hermanos como un medio legítimo de corrección,
disciplina o de enfrentar conflictos. Lo que implica un aprendizaje de la violencia como forma
cotidiana de habitar en el hogar.
Se encontraron semejanzas parciales de la tipología de hombres que maltratan sólo en la
familia de Holztworth-Munroe & Stuart (1994), con la tipología 3 de los hipercontroladores de
Dutton y Golant (1997), con el clúster 2 (espontáneo y Tribunal de Familia). Los grupos de
hombres que maltratan disfóricos y antisociales, podrían efectivamente reflejarse en una muestra
de mayor tamaño y con otros instrumentos que discriminen variables tales como riesgo potencial,
ejes 1 y 2 del DSM-IV y estilos de apego. Lo que no implica que fenomenológicamente no exista
un grupo que se perciba como inestable emocionalmente.
En relación al grupo de maltratadores antisociales descrito por Holztworth-Munroe &
Stuart (1994), lo que se pudo pesquisar en la investigación, es que existe un grupo a lo menos del
10% (un subgrupo dentro de los espontáneos y el clúster 1 de fiscalía) que se ha visto envuelto o
reportan antecedentes delictuales aparte de la violencia hacia su pareja, pero no podemos saber si
son violentos en otros contextos distintos al hogar.
Una situación no contemplada, es la existencia de sujetos voluntarios que han asistido a
los centros sin medida de derivación de tribunales, que permite suponer desde el sentido común
que dicho grupo podría haber presentado un menor riesgo para la pareja, sin embargo, a partir de
las entrevistas y aplicación de los instrumentos se corroboró que un porcentaje de ellos son
igualmente peligrosos que los derivados del sector justicia.
La diferencia más importante entre el grupo voluntario y el grupo derivado, fue reflejada
en el análisis de clúster que arrojó dos grupos, el grupo de espontáneos y Tribunales de Familia
presenta un mediano y alto riesgo de sufrir trastornos psicopatológicos, y en especial el grupo de
sujetos derivados desde Fiscalía principalmente por violencia física, presentaba bajos riesgo de
sufrir trastornos psicopatológicos. Lo cual indica, que principalmente el grupo voluntario
presenta malestares de salud mental y/o psicopatológica. Lo que no queda claro, son las
motivaciones “reales”. En primer lugar, discriminar dentro de este grupo, a los sujetos
voluntarios que podrían estar más preocupados por su prestigio, posición o condición, más que
por el sufrimiento causado a su pareja. Y que buscarían adelantarse a la medida judicial, para no
tener antecedentes por violencia intrafamiliar, minimizando a su vez las consecuencias legales y
frenando de alguna forma las acciones de la mujer para persistir en la denuncia. En segundo
lugar, un grupo de sujetos dentro de este grupo (clúster 2) donde sus malestares sí se podrían
relacionar con una tendencia a afectarse por la violencia, sintiendo culpa y vergüenza, y por lo
tanto, con mayor inclinación a problematizar la situación.
El grupo derivado de Fiscalía por violencia física, declaran bajo en síntomas y malestares
psíquicos y físicos. Tienen un menor nivel educativo que el resto de hombres que maltratan,
menores ingresos, pero con vivienda. Se puede estar en presencia de sujetos que han accedido a
vivienda social, que para los estratos medios les es más difícil de adquirir. También, este grupo
presenta esposas con menor nivel educativo, con trabajos informales fuera del hogar y trabajo
doméstico, por lo cual, tienen menos recursos sociales y económicos, y menos expectativas de
desarrollo laboral, están más expuestas a desempeñarse en roles rígidos y tradicionales de mujer
(hogar), lo que las hace más vulnerables a formas de control y dependencia económica del
hombre.
Respecto a la violencia psicológica declarada, los sujetos que maltratan sólo perciben las
manifestaciones más burdas y descalificadoras de ésta, como es el caso, cuando la violencia es
más manifiesta y atenta contra la integridad emocional y la autoestima de la pajera. Sin embargo,
no perciben variadas manifestaciones de violencia psicológica, las cuales al estar normalizadas
conforman un modo de relacionarse que podría llamarse un “tono agudo confrontacional”,
parecido al enganche maligno explicado por Minuchin. Se hipotetiza que forma parte del
cotidiano de la relación de pareja (el 100% reporta violencia psicológica en una frecuencia
diaria). Otro aspecto fenomenológico reportado por los equipos de intervención, es que los
hombres que maltratan en las entrevistas y aplicación de los instrumentos van reconociendo y
percatándose de las formas de violencia física y psicológica, que ellos no reconocían como tales.
Tanto los sujetos voluntarios, los derivados por Familia y los de Fiscalía, tienden a
realizar acciones similares de violencia, en relación a la frecuencia, intensidad y peligrosidad de
la violencia y los posibles daños provocados.
Es así, que a partir de estos datos, uno de los hallazgos es que en un grupo de alrededor
de un 20% de toda la muestra, la violencia se presenta en eventos de poca frecuencia, pero en
acciones de violencia grave, los que podríamos llamar o denominar: “asalto a la pareja”. El
asalto a la pareja, se refiere a pocas agresiones violentas, pero de fuerte intimidación y un
potencial o efectivo daño físico grave, inclusive con lesiones, que podría asimilarse a los asaltos
con fuerza que realiza un delincuente común.
Es por ello, que se aboga que exista un tratamiento de la violencia hacia la pareja como
“delito”. Hay una tendencia de los sistemas de control social (policías, personal de tribunales,
Trabajadores Sociales, psicólogos, médicos y otros), a culpar o minimizar a la víctima por el
daño cometido, pese a ello, no podemos negar que pueden estar involucrados ambos en los actos
de agresión, y en especial la mujer en defensa propia, o tratar ellas de justificar las relaciones
abusivas como relaciones enfermas. También se concuerda con Echeburúa et, al (2010) y Loinaz
(2008) que el hombre que maltrata utiliza estrategias ante los sistemas de control social, para
tratar de minimizar e incluso de omitir la violencia, para reducir el malestar por el rechazo social
generado y las consecuencias que pudiera recibir.

Conclusiones

Como plantea Loinaz (2008) los hombres que ejercen malos tratos y abusos contra sus
parejas o ex parejas constituyen un grupo homogéneo. Se encontraron semejanzas parciales de
las tipologías Holztworth-Munroe & Stuart (1994), y de Dutton y Golant (1997), sobre todo en lo
que dice relación con el grupo de hombres que maltratan sólo de la familia, ubicado en el clúster
2 (espontáneos y Tribunales de Familia). En relación a los denominados maltratadores
antisociales en la literatura, lo que se pudo pesquisar en la investigación, es que existe un grupo a
lo menos del 10% que se ha visto envuelto o reportan antecedentes delictuales, independiente del
clúster al que pertenezcan.
Se concuerda con Kelly & Jhonson (2008), que la muestra que representa el 82,3% de los
hombres, constituida por los sujetos derivados de Tribunales de Familia y Espontáneos,
corresponderían a la categoría de los autores denominada “Violencia de Control Coercitivo”, con
predominancia de violencia psicológica, con pocos eventos o episodios de violencia física, sin
antecedentes delictuales y con un nivel educativo medio-alto.
Dentro del grupo anteriormente descrito (clúster 2), existiría un subgrupo de un 17,1%,
que describiría una forma de violencia denominada como violencia situacional de pareja
(Kimmel, 2008), correspondiente a sujetos espontáneos y derivados del Tribunal de Familia, con
una frecuencia de ningún a menos de 3 episodios de violencia física, especialmente zamarreos y
empujones, sin antecedentes delictuales, y sin detenciones por violencia, que se considerarían
como violencia en la cual están relacionados ambos sujetos. Dutton y Corvo (2005) la han
denominado violencia simétrica, ya que ambos participarían de la agresión y violencia al inicio
de ésta, y que con un adecuado diagnóstico e intervención, y una vez detenida la violencia física
y determinando que existe simetría vincular, podrían acceder a terapia de pareja. De no intervenir
en esta fase temprana, la violencia irá seguramente en ascenso en una escalada de violencia de
control coercitivo asimétrico.
Y un 17,7% de muestra restante, de sujetos derivados de Fiscalía (clúster 1),
corresponden parcialmente a la categoría de Holztworth-Munroe & Stuart (2005) de antisociales
de bajo nivel delictual. Sin embargo, las investigaciones han mostrado que son sujetos de
mediano a alto riesgo, y debido a que sus parejas presentan dependencia económica y han vivido
en un clima de violencia permanente, este grupo es de alto riesgo incluso de femicidio.
La importancia de los análisis tipológicos es que se pueden proporcionar antecedentes
para diseñar diferentes tipos de intervención que tienen como núcleo “el control coercitivo
violento”, y determinar variables proximales y distales que puedan estar afectando, como por
ejemplo, en algunos sujetos donde la pobreza en las habilidades comunicacionales y afectivas, o
el consumo de alcohol podría ser el problema principal. Sin embargo, se concuerda con Dutton y
Corvo (2009) que hay que considerar variables de trastornos de personalidad o de salud mental.
La intervención para otros, sobre todo el clúster 1, el problema podría estar más
fuertemente vinculado con conducta antisocial y misógina. Estos antecedentes, podrían permitir
cuestionar si es suficiente la intervención psicosocioeducativa tal como está planteada, o es
necesario también complementar con otras intervenciones en salud mental centradas en los
trastornos de personalidad, en el control emocional y las adicciones.
Del mismo modo, futuras investigaciones nos pueden aclarar ¿Cuál es el peso de los
Tribunales de Familia y Fiscalías en el cambio del sujeto? Como motivadores de cambio, Kelly y
Jhonson (2008), señalan que estas instituciones jurídicas son clave en la identificación de los
sujetos y en una correcta derivación a centros especializados como también incidirían en la
motivación final de asistir o no a un programa de intervención. Es decir, el sector judicial es
importante en la detención de la violencia a través de la disuasión, y en la adherencia a la
intervención a través del seguimiento y control.
REFERENCIAS

AMOR, P., ECHEBURUA, E., Y LOINAZ, I. (2009). ¿Se puede establecer una
clasificación tipológica de los hombres violentos contra su pareja. International Journal of
Clinical and Health Psychology; 9 (3), 519-539.

BABCOCK, J., CANADAY, B., GRAHAM, K., & SCHART, L. (2007). The evolution of
Battering Interventions: From the Dark Ages into the scientific era.

BABCOCK, J. C., GREEN, C. E., & ROBIE, C. (2004). Does batterers' treatment work?: A
meta- analytic review of domestic violence treatment outcome research. Clinical Psychology
Review, 23, 1023−1053.

BONINO, L. (2008). Hombres y violencia de género. Mas allá de los maltratadores y de los
factores de riesgo. Ministerio de Trabajo e Inmigración, Subdirección General de
Información Administrativa y Publicaciones, España.

BONINO, L. (1998): Desconstruyendo la "normalidad" masculina. Actualidad Psicológica,


254, 25-27

CÁCERES, J. (2007). Violencia Doméstica: lo que revela la investigación básica con


parejas. Papeles del Psicólogo: 1, (28), 57-62.

CAVANAUGH, R. Y GELLES, R. (2005).The Utility of Male Domestic Violence Offender


Typologies New Directions for Research, Policy, and Practice. Journal of Interpersonal
Violence; 20 (2), 155-166.

DUTTON, D. (1999). El Golpeador. Un Perfil Psicológico. Editorial Paidós.

DUTTON, D. & HARING, M. (1999). Perpetrator personality effects on post-separation


victim reactions in abusive relationships. Journal of Family Violence; 14 (2), 193-204.
DUTTON, D., CORVO, K., AND HAMEL, J. (2009). The Gender Paradigm in Domestic
Violence Research and Practice Part 2: The Information Website of the American Bar
Association. Aggression and Violent Behavior, 14,1, 30-38.

DUTTON, D. & CORVO, K. (2007). The Duluth Model: A data-impervious paradigm and a
failed strategy. Aggression and Violent Behavior Journal, 12, 658–667

ECHEBURUA, E. SARASUA, B., ZUBIZARRETA, I., Y CORRAL, P. (2009). Evaluación


de la eficacia de un tratamiento cognitivo conductual para hombres violentos contra la pareja
en un marco comunitario: una experiencia de 10 años (1997-2007). International Journal of
Clinical and Health Psychology; 9 (2), 199-217.

ECHEBURUA, E. Y CORRAL, P. (2004). Violencia en la pareja. Instituto de Victimología,


Madrid. Disponible en: http://www.institutodevictimologia.com/Formacion11e.pdf

ECHEBURUA, E. Y CORRAL, P. (2006, 4°).Manual de Violencia Intrafamiliar. Editorial


Siglo XXI, de España Editores.

ECHEBURUA, E., AMOR, P., Y CORRAL, P.(2009). Hombre violentos contra la pareja:
trastornos mentales y perfiles psicológicos. Pensamiento Psicológico; 6 (13), 27-36.

ECHEBURUA, E., CORRAL, P., FERNANDEZ-MONTALVO, J., Y AMOR, P. (2004).


¿Se puede y debe tratar psicológicamente a los hombres contra la pareja. Papeles del
Psicólogo; 88. http://www.papelesdelpsicologo.es/vernumero.asp?id=1159

ECHEBURUA, E., y FERNANDEZ-MOLTALVO, J. (2009). Evaluación de un programa


de tratamiento en prisión de hombres condenados por violencia grave contra la pareja.
International Journal of Clinical and Health Psychology; 9 (1), 5-20.

GARDA, R. (2005). Complejidad e intimidad en la violencia de los hombres. Reflexiones en


torno al poder, el habla y la violencia hacia las mujeres. Disponible en: http://e-
mujeres.gob.mx/e-mujeres/violencia-contra-la-mujer/resolucion-no-violenta-de-
conflictos/complejidad-de-intimidad-en-la-violencia-de-los-hombres.html
GARDA, R. (1998). Modernidad y violencia de los hombres. Reflexiones desde la
masculinidad sobre el espacio-tiempo y el poder. Revista La Ventana, 8, 174-206.

GARDA, R. (2011). La misoginia en el discurso y acción de los hombres. Disponible en:


http://www.engagingmen.net/es/resource/la-misoginia-en-el-discurso-y-la-acci%C3%B3n-
de-los-hombres

GELDSCHLANGER, H., BECKMAN, S., JUNGNITZ, J., PUCHERT, R., JURGIS, A.,
DULLY, C., KRAUS, H., LOGAR, R., DOTTERUD, P., LORENTZEN, J. Y SCHWEIER,
S. (2010). Programas Europeos de Intervención para Hombres que ejercen la Violencia de
género: Panorámica y criterios de calidad. “GRUPO 25”. Intervención Psicosocial; 19 (2),
181-190.

GONDOLF, E. (1997). Characteristics of Batterers in a Multi-site Evaluation of Batterer


Intervention Systems. Minnesota Center Against Violence and Abuse: Providing research,
education, and Access to violence related resources.
http://www.mincava.umn.edu/documents/gondolf/batchar.html#id2370976

HAMEL, Y NICHOLLS (2006). Approaches to domestic violence a gender-neutral guide


for research and treatment. Springer Publishing.

HANSON, R. & SUZANNE WALLACE-CAPRETTA, S. (2005). A Multi-Site Study of


Treatment for Abusive Men 2000 – 2005. Public Works and Government Services Canada.
http://www.eurowrc.org/11.men_violent/men-program-en/06.men_program.htm

KIMMEL, M. (2006). Acercamiento sociológico a la violencia de género: El análisis de la


violencia de genero “simetría de genero” en la violencia doméstica: una revisión conceptual
y metodológica de la investigación. Dirección General de la mujer, Consejería de empleo y
mujer.

HOLTZWORTH-MUNROE & STUART (1994). Typologies of Male Batterers: Three


Subtypes and the Differences Among Them. Psychological Bulletin I, 16, (3). 476-497

JOHNSON & FERRARO (2000). Research on Domestic Violence in the 1990s: Making
Distinctions. Journal of Marriage and the Family, 62, (4), 948-963.
KELLY & JHONSON (2008). Differentiation among types of intimate partner violence:
Research update and implications for interventions. Family Court Review; 46 (3) 476 –499

LOINAZ, I., ORTIZ-TALLO, M., & SANCHEZ, L. (2011). Clasificación Multiaxial de


agresores de pareja en centros penitenciarios. International Journal of Clinical and Health
Psychology; 11(2), 249-268.

LOINAZ, I., ECHEBURUA, E., Y TORRUBIA, R. (2010). Tipología de agresores contra la


pareja en prisión. Psicothema; 22 (1), 106-111.

MAGDOL, MOFFITT, CASPI, FAGAN & SILVA (1997). Gender Differences in Partner
Violence in a Birth Cohort of 21-Year-Olds: Bridging the Gap Between Clinical and
Epidemiological Approaches. Journal of Consulting and Clinical Psychology. 65, (1), 68-78.

SHEPARD M. (2010). Twenty years of progress in addressing domestic violence


A program for the next 10 years.

VILLELA, A. (1996). Un modelo de Tratamiento a hombre que ejercen Violencia


Conyugal. Psykhe; 6 (2), 71-84.

VILLELA, A. (1996). Una aproximación al tratamiento del hombre que ejerce Violencia
Conyugal. Psykhe; 5 (2), 123-135.

You might also like