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pūblica populī rōmānī, entre otros nombres)nota 1 fue el tercer periodo de civilización romana en
la Antigüedad clásica, posterior a la República romana y caracterizado por una forma de
gobierno autocrática. El nacimiento del Imperio viene precedido por la expansión de su
capital, Roma, que extendió su control en torno al mar Mediterráneo. Bajo la etapa imperial los
dominios de Roma siguieron aumentando hasta llegar a su máxima extensión durante el
reinado de Trajano, momento en que abarcaba desde el océano Atlántico al oeste hasta las
orillas del mar Caspio, el mar Rojo y el golfo Pérsico al este, y desde el desierto del Sahara al
sur hasta las tierras boscosas a orillas de los ríos Rin y Danubio y la frontera con Caledonia al
norte. Su superficie máxima estimada sería de unos 6,5 millones de km².
El término es la traducción de la expresión latina «Imperium Romanum», que significa
literalmente «El dominio de los romanos». Polibio fue uno de los primeros hombres en
documentar la expansión de Roma aún como República. Durante los casi tres siglos
anteriores al gobierno del primer emperador, César Augusto, Roma había adquirido mediante
numerosos conflictos bélicos grandes extensiones de territorio que fueron divididas en
provincias gobernadas directamente por propretores y procónsules, elegidos anualmente por
sorteo entre los senadores que habían sido pretores o cónsules el año anterior.
Durante la etapa republicana de Roma su principal competidora fue la ciudad púnica
de Cartago, cuya expansión por la cuenca sur y oeste del Mediterráneo occidental rivalizaba
con la de Roma y que tras las tres guerras púnicas se convirtió en la primera gran víctima de
la República. Las guerras púnicas llevaron a Roma a salir de sus fronteras naturales en la
península itálica y a adquirir poco a poco nuevos dominios que debía administrar,
como Sicilia, Cerdeña, Córcega, Hispania, Iliria, etc.
Los dominios de Roma se hicieron tan extensos que pronto fueron difícilmente gobernables
por un Senado incapaz de moverse de la capital ni de tomar decisiones con rapidez.
Asimismo, un ejército creciente reveló la importancia que tenía poseer la autoridad sobre las
tropas para obtener réditos políticos. Así fue como surgieron personajes ambiciosos cuyo
objetivo principal era el poder. Este fue el caso de Julio César, quien no solo amplió los
dominios de Roma conquistando la Galia, sino que desafió la autoridad del Senado romano.
El Imperio romano como sistema político surgió tras las guerras civiles que siguieron a la
muerte de Julio César, en los momentos finales de la República romana. Tras la guerra civil
que lo enfrentó a Pompeyo y al Senado, César se había erigido en mandatario absoluto de
Roma y se había hecho nombrar Dictator perpetuus (dictador vitalicio). Tal osadía no agradó a
los miembros más conservadores del Senado romano, que conspiraron contra él y lo
asesinaron durante los Idus de marzo dentro del propio Senado, lo que suponía el
restablecimiento de la República, cuyo retorno, sin embargo, sería efímero. El precedente no
pasó desapercibido para el joven hijo adoptivo de César, Octavio, quien se convirtió años más
tarde en el primer emperador de Roma, tras derrotar en el campo de batalla, primero a los
asesinos de César, y más tarde a su antiguo aliado, Marco Antonio, unido a la reina Cleopatra
VII de Egipto en una ambiciosa alianza para conquistar Roma.
A su regreso triunfal de Egipto, convertido desde ese momento en provincia romana, la
implantación del sistema político imperial sobre los dominios de Roma deviene imparable, aún
manteniendo las formas republicanas. Augusto aseguró el poder imperial con importantes
reformas y una unidad política y cultural (civilización grecorromana) centrada en los países
mediterráneos, que mantendrían su vigencia hasta la llegada de Diocleciano, quien trató de
salvar un Imperio que caía hacia el abismo. Fue este último quien, por primera vez, dividió el
vasto Imperio para facilitar su gestión. El Imperio se volvió a unir y a separar en diversas
ocasiones siguiendo el ritmo de guerras civiles, usurpadores y repartos entre herederos al
trono hasta que, a la muerte de Teodosio I el Grande en el año 395, quedó definitivamente
dividido.
En el inmenso territorio del Imperio Romano se fundaron o se hicieron grandes e importantes
muchas de las principales ciudades de la actual Europa Occidental, el norte de
África, Anatolia, el Levante. Ejemplos
son: París (Lutecia), Estambul (Constantinopla), Barcelona (Barcino), Zaragoza (Caesaraugust
a), Mérida (Emerita Augusta), Cartagena (Carthago Nova), Milán (Mediolanum), Londres,
(Londino), Colchester (Camulodunum) o Lyon (Lugdunum) entre otros.
Finalmente en 476 el hérulo Odoacro depuso al último emperador de Occidente, Rómulo
Augústulo. El Senado envió las insignias imperiales a Constantinopla, la capital de Oriente,
formalizándose así la capitulación del Imperio de Occidente. El Imperio romano oriental
proseguiría casi un milenio en pie como el Imperio romano (aunque usualmente se use el
moderno nombre historiográfico de Imperio bizantino), hasta que en 1453 Constantinopla cayó
bajo el poder del Imperio Otomano.
El legado de Roma fue inmenso; tanto es así que varios fueron los intentos de restauración del
Imperio, al menos en su denominación. Destaca el intento de Justiniano I, por medio de sus
generales Narsés y Belisario, el de Carlomagno con el Imperio Carolingio o el del Sacro
Imperio Romano Germánico, sucesor de este último, pero ninguno llegó jamás a reunificar
todos los territorios del Mediterráneo como una vez lograra la Roma de tiempos clásicos.
Con el colapso del Imperio romano de Occidente finaliza oficialmente la Edad Antigua dando
inicio la Edad Media.
FORMACIÓN DE LOS REINOS EN EUROPA
Reino Bizantino: su capital fue Constantinopla o Bizancio. A pesar de la división que sufrió
el Imperio Romano Occidental, el Imperio Romano de Oriente se mantuvo intacto. En éste
gobernó Justiniano, quien quería volver a unificar el Antiguo Imperio Romano.
Reinos Romano Germánicos: el espacio ocupado por la civilización romana se dividió en tres
grandes unidades político–religiosas el occidente cristiano, el oriente cristiano y el mundo
islámico. En el occidente cristiano se constituyeron los Reinos Romano Germánicos, donde
se unieron los elementos romanos con los aportes de los invasores germanos, cohesionados
por la iglesia cristiana, que más tarde iniciaron los Estados de Europa. En estos reinos se
produjeron diferentes transformaciones: fortaleció la vida rural a través del comercio y la
utilización de dinero. Políticamente se adoptó la monarquía, de manera electiva y
posteriormente de modo hereditario. En lo social, el concepto de ciudadano romano fue
reemplazado por el de fidelidad personal (entre reyes, guerreros, señores y campesinos). En
la cultura, la ley escrita dio paso a la costumbre (aunque más tarde las leyes romanas
recuperan importancia). La vulgarización del latín romano y el aporte de las lenguas
indoeuropeas, habladas por los campesinos y soldados, dan origen a las lenguas romances,
como el español, el italiano, el francés o el portugués.
Reino de los Francos: Fue uno de los reinos más duradero que se estableció en el Imperio
Romano de Occidente. En el siglo VIII la dinastía merovingia es desplazada por Pipino el
Breve, cuyo hijo Carlo Magno (768-814) conduce al reino a su mayor auge, convirtiéndolo
en Imperio. Su propósito era restaurar la unidad perdida del Imperio Romano, para lo cual
venció a los lombardos de Italia, a los sajones en Alemania y a los árabes en España. Sus
victorias le permitieron fundar un gran imperio, siendo coronado por el Papa León III en
Roma, la Navidad del año 800. Sin embargo, el Imperio sobrevivió solo hasta el año 843,
cuando tras la firma del Tratado de Verdún, fue repartido entre sus nietos Lotario, Luis y
Carlos.
Reino Carolingio: Carlo Magno gobernó su imperio con un poder absoluto, semejante al
imperial romano, aunque era asistido por una corte de funcionarios civiles y religiosos. Su
Imperio se encontraba dividido en provincias que eran gobernadas por un conde (condados)
o un duque (ducados) y cuando eran fronterizas por un marqués (marcas). Los “missi
dominici” o enviados del señor, eran inspectores que vigilaban las acciones de los nobles que
gobernaban las provincias. A pesar de la concentración del poder, dos veces al año se reunía
con los hombres libres del Imperio, al modo germano, en una asamblea conocida como
Campos de Mayo, en la que se aprobaban las leyes que eran recogidas por escrito en la
Capitulares.
Reino Árabe o Imperio Musulmán (Islámico o Mahometano): En el siglo VII d.C. comienza
en la península arábica, en la ciudad de La Meca, una nueva religión y un nuevo imperio que
transformará gran parte del mundo. Mahoma dice tener revelaciones de un único dios, Alá.
En medio de una religión politeísta, no es aceptado, por lo que huye a la ciudad de Medina.
Tiempo después, esta religión se hace oficial en la península arábiga, uniendo religión y
estado (teocracia). Los reyes, llamados califas, dirigen el estado, son jefes religiosos e inician
la guerra santa, es decir, la conquista de territorios para expandir su religión. Si morían en
estas guerras, ganaban el cielo. Algunos principios de la religión árabe son: un solo dios,
ALÁ y un único profeta, Mahoma. Creer en la predestinación y el libro sagrado Corán, asistir
a templos: mezquitas que tienen el altar en dirección a La Meca. Conquistaron muchos
territorios, entre ellos España.
Los árabes revolucionaron la economía medieval al introducir nuevos métodos de
cultivo y sistemas de irrigación, como la noria, el molino de agua, canales y acequias. El
cultivo de cítricos, melón, sandía, algodón, arroz, caña de azúcar y azafrán son de herencia
musulmana. Multiplicaron los talleres industriales y llevaron a todas partes la artesanía de la
seda, algodón, vidrio, cuero y acero templado. Ya en el siglo XII existía en Valencia la
primera fábrica de papel de todo Occidente.
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Uno de estos viajeros fue Marco Polo. La familia Polo vivía en Venecia,
una ciudad que sobrevivía gracias al comercio. El padre de Marco Polo
fue un punto de unión importante entre el Imperio de Genghis Kan y
Europa. Marco Polo comenzó a viajar con su padre cuando tenía 14 años
y regresó a su ciudad 24 años después. Durante su viaje conoció Asia y
cuando regresó a su ciudad natal habló de todas las maravillas que
conoció en los exóticos países.
En Europa había hambre de especias, sedas y artículos exóticos así que
se buscó la manera de conseguirlos. Así surgieron varias rutas
comerciales entre Europa y Asia.
Las principales rutas comerciales entre Europa y Asia son:
La ruta de las especias
La ruta de la seda
La caída de Constantinopla[editar]
Búsqueda de apoyo en Occidente[editar]
El cisma entre las Iglesias Romana y Ortodoxa había mantenido a Constantinopla distante de
las naciones occidentales e, incluso durante los asedios de los turcos musulmanes, no había
conseguido más que indiferencia de Roma y sus aliados. En un último intento de
aproximación, teniendo en vista la constante amenaza turca, el emperador Juan VIIIpromovió
un concilio en Ferrara, donde se resolvieron rápidamente las diferencias entre las dos
confesiones. Entretanto, la aproximación provocó tumultos entre la población bizantina,
dividida entre los que rechazaban a la iglesia romana y los que apoyaban la maniobra política
de Juan VIII.
Constantino XI y Mehmed II[editar]
Mehmed II Fatih
Juan VIII había muerto en 1448 y su hermano Constantino XI asumió el trono al año siguiente
(mientras tanto la regente en Constantinopla fue Elena Dragases, madre de ambos). Era una
figura popular, habiendo luchado en la resistencia bizantina en el Peloponeso frente al ejército
otomano, mas seguía la línea de su hermano y predecesor en la conciliación de las iglesias
oriental y occidental, lo que causaba desconfianza no solo entre el clero bizantino, sino
también en el sultán Murad II, que veía esta alianza como una amenaza de intervención de las
potencias occidentales en favor de aquellos que se oponían a su expansión en Europa.
En 1451 murió Murad II y le sucedió su joven hijo Mehmed II. Inicialmente, Mehmed prometió
no entrar en el el territorio bizantino. Esto aumentó la confianza de Constantino que, en el
mismo año, se sintió suficientemente seguro como para exigir el pago de una renta anual para
la manutención de un oscuro príncipe otomano, retenido como rehén, en Constantinopla.
Furioso, más por el ultraje que por la amenaza a su pariente en sí, Mehmed II ordenó los
preparativos para un asedio completo a la capital bizantina.
Preparativos[editar]
Ambos bandos se prepararon para la guerra. Los bizantinos, ahora con la simpatía de las
naciones occidentales, enviaron mensajeros a dichas naciones pidiendo refuerzos y
consiguiendo promesas. Tres navíos genoveses contratados por el Papa estaban en camino
con armas y provisiones. El papa también había enviado al cardenal Isidro con trescientos
arqueros napolitanos como su guardia personal. Los venecianos mandaron a mediados de
1453 un refuerzo de ochocientos soldados y quince navíos con pertrechos, mientras que los
ciudadanos venecianos residentes en Constantinopla aceptaron participar en la defensa de la
ciudad. La capital bizantina recibió asimismo refuerzos de los ciudadanos de Pera y de los
genoveses renegados, entre los cuales estaba su capitán Giovanni Giustiniani Longo, quien se
encargaría de las defensas de la muralla oriental, y setecientos soldados. Se aprestaron a la
defensa con barriles de fuego griego, armas de fuego y todos los hombres y jóvenes capaces
de empuñar una espada o un arco.
Para esa época Constantino XI Paleólogo había hecho un censo en la ciudad para ver las
fuerzas disponibles para la defensa de Constantinopla. El resultado fue decepcionante: la
población apenas llegaba a los cincuenta mil habitantes (en su máximo esplendor en el
siglo V había llegado a medio millón de habitantes) y apenas había entre cinco y siete mil
soldados para la defensa.
El sitio comenzó oficialmente el 7 de abril de 1453, cuando el gran cañón disparó el primer tiro
en dirección al valle del río Lico, junto a la puerta de San Romano, que penetraba en
Constantinopla por una depresión bajo la muralla, lo cual posibilitaba el posicionamiento del
cañón en una parte más alta. La muralla, hasta entonces imbatida en aquel punto, no había
sido construida para soportar ataques de artillería, y en menos de una semana comenzó a
ceder, pese a ser la mejor arma contra los otomanos, ya que constaba de tres anillos gruesos
de murallas con fosos de entre 30 y 70 metros de profundidad. Todos los días, al anochecer,
los bizantinos se escabullían fuera de la ciudad para reparar los daños causados por el cañón
con sacos y barriles de arena, piedras despedazadas de la propia muralla y empalizadas de
madera, mientras los defensores se defendían con sus arqueros mediante lanzamientos de
flechas y con ballesteros de dardos. Los otomanos evitaron el ataque por la costa, puesto que
las murallas eran reforzadas por torres con cañones y artilleros que podrían destruir toda la
flota en poco tiempo[cita requerida]. Por eso, el ataque inicial se restringió casi solamente a un
frente, lo que facilitó tiempo y mano de obra suficientes a los bizantinos para soportar el
asedio.
Al comienzo del cerco, los bizantinos consiguieron dos victorias alentadoras. El 12 de abril, el
almirante otomano Suleimán Baltoghlu fue rechazado por la armada bizantina al intentar forzar
el pasaje por el Cuerno de Oro. Seis días después, el sultán intentó un ataque a la muralla
dañada en el valle del Lico, pero fue derrotado por un contingente menor, aunque mejor
armado, de bizantinos al mando de Giustiniani.
El 20 de abril los bizantinos avistaron los navíos enviados por el Papa, además de otro navío
griego con grano de Sicilia, que atravesaron el bloqueo de los Dardanelos cuando el sultán
desplazó sus navíos hacia el mar de Mármara. Baltoghlu intentó interceptar los navíos
cristianos, pero vio que su flota podía ser destruida por los ataques de fuego griegoarrojado
sobre sus embarcaciones. Los navíos llegaron con éxito al Cuerno de Oro y Baltoghlu fue
humillado públicamente, fue ordenada su ejecución (que fue perdonada) pero perdió todos sus
títulos y tierras.
El 22 de abril, el sultán asestó un golpe estratégico a las defensas bizantinas con la ayuda de
la maniobra ideada por su general Zaganos Pasha[cita requerida]. Imposibilitados para atravesar la
cadena que cerraba el Cuerno de Oro, el sultán ordenó la construcción de un camino de
rodadura al norte de Pera, por donde sus navíos podrían ser empujados por tierra, evitando la
barrera. Con los navíos posicionados en un nuevo frente, los bizantinos no tendrían recursos
para reparar después sus murallas. Sin elección[cita requerida], los bizantinos se vieron forzados a
contraatacar y el 25 de abril intentaron un ataque sorpresa a los turcos en el Cuerno de Oro,
pero fueron descubiertos por espías y ejecutados. Los bizantinos, entonces, decapitaron a 260
turcos cautivos y arrojaron sus cuerpos sobre las murallas del puerto.
Bombardeados diariamente en dos frentes, los bizantinos raramente eran atacados por los
soldados turcos. El 7 de mayo, el sultán intentó un nuevo ataque al valle del Lico, pero fue
nuevamente repelido. Al final del día, los otomanos comenzaron a mover una gran torre de
asedio, pero durante la noche un comando bizantino se escabulló sin ser descubierto por los
escuchas turcos y prendió fuego a la torre de madera. Los turcos también intentaron abrir
minas por debajo de las murallas, pero los griegos consiguieron contraminar tres galerías
turcas con diverso éxito. Con los impactos de los cañones, las murallas sufrían grandes
brechas por donde penetraban los jenízaros, que para salvar los fosos se dedicaban a recoger
ramas, toneles, además de los bloques de piedra de las murallas derruidas, para rellenar los
fosos y poder penetrar para luchar cuerpo a cuerpo con los bizantinos.
La mano de obra estaba sobrecargada, los soldados cansados y los recursos escaseaban. El
mismo Constantino XI coordinaba las defensas, inspeccionaba las murallas y animaba a las
tropas por toda la ciudad[cita requerida].
Malos presagios[editar]
La resistencia de Constantinopla comenzó a decaer cuando cundió el desánimo causado por
una serie de malos presagios[cita requerida]. En la noche del 24 de mayo hubo un eclipse lunar,
recordando a los bizantinos una antigua profecía[cita requerida] de que la ciudad sólo resistiría
mientras la Luna brillase en el cielo. Al día siguiente, durante una procesión, uno de
los iconos de la Virgen María cayó al suelo. Luego, de repente, una tempestad de lluvia y
granizo inundó las calles. Los navíos prometidos por los venecianostodavía no habían llegado
y la resistencia de la ciudad estaba al límite.
Al mismo tiempo, los turcos otomanos afrontaban sus propios problemas. El costo para
sostener un ejército de 100.000 hombres era muy grande y los oficiales comentaban la
ineficiencia de las estrategias del sultán hasta entonces[cita requerida]. Mehmed II se vio
obligado[cita requerida] a lanzar un ultimátum a Constantinopla: los turcos perdonarían las vidas de
los cristianos si el emperador entregaba la ciudad. Como alternativa, prometió levantar el
cerco si Constantino pagaba un pesado tributo que ascendía a cien mil besantes de oro al
año. Como las arcas estaban vacías desde el saqueo de la Cuarta Cruzada[cita requerida],
Constantino se vio obligado[cita requerida] a rechazar la oferta y Mehmed, a lanzar un ataque
rápido y decisivo.
El asalto final[editar]
Mehmed II entró en la ciudad por la tarde, junto a sus generales Zağanos Pasha y Mahmud
Pasha, y ordenó que la catedral (Santa Sofía) fuese convertida en mezquita. Los bizantinos
fueron autorizados para residir en la ciudad bajo la autoridad de un nuevo patriarca, el teólogo
Jorge Scolarios, que adoptó el nombre de Genadio II, designado por el propio sultán para que
no hubiera revueltas.[cita requerida]
Se cometieron asesinatos, torturas, violaciones, y saqueo por tres días tal cual como había
prometido Mehmed II en los días previos a sus soldados, inclusive el sultán ordenó al
megaduque bizantino Lucas Notaras que entregara a sus dos hijos menores para que le
sirvieran de efebos en sus deseos pedófilos, y al negarse el megaduque, Mehmed II mandó
asesinar a sus dos hijos en presencia de su padre y posteriormente ejecutarlo.
Constantinopla pasó a ser la capital del Imperio otomano y Mehmed II se declaró emperador
romano (en turco antiguo otomano Kayzer-i Rum).
organizó cuatro viajes o expediciones al Nuevo Mundo. Tres de estos viajes fueron de
carácter exploratorio y uno colonizador, concretamente el segundo. Mucho se han
glorificado dichos viajes de Cristóbal Colón cuyo objetivo era el de encontrar una ruta
a los productos de Asia para comerciar navegando hacia el oeste. En cambio, en vez de
encontrar dicha ruta, descubrió accidentalmente para la civilización occidental unas
tierras de las que no se tenía conocimiento y que proporcionaron al reino de Castilla
unos territorios de una extensión jamás soñada y muchas riquezas pero también
muchos quebraderos de cabeza.
Cristóbal Colón jamás logró su objetivo inicial: encontrar la ruta hacia a Asia y
comerciar con sus productos. En las capitulaciones de Santa Fe se acordaron junto a los
Reyes Católicos los beneficios que obtendría de dicho comercio así como de las
tierras que descubriese en su camino hacia Asia.
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El primer viaje de Colón partió de Palos de la Frontera el 3 de agosto de 1492 y en una
semana llegaron a la isla de la Gomera en las islas Canarias donde realizaron algunas
reparaciones y los últimos aprovisionamientos. Allí empezaba lo difícil y no fue hasta
el 6 de septiembre en que levaron anclas. Tuvieron una travesía bastante tranquila,
sin grandes problemas ni noticias hasta que el 25 de septiembre a Martín Alonso
Pinzón le pareció ver tierra pero no fueron más que unas nubes bajas. El 7 de octubre
abandonaron el paralelo 24 que habían seguido y les habría llevado hasta la
península de Florida y tomaron rumbo suroeste en dirección a las islas Bahamas. Allí
fue cuando el 11 de octubre Colón dijo ver una lucecita y cuando amaneció fue
Rodrigo de Triana el que dio el aviso de tierra. Era la primera vez documentada que
un europeo veía tierras americanas, se había producido el Descubrimiento de América.
Descubrimiento de las islas Antillas: Cuba y La
isla Española.
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Durante algo más de un mes navegaron por las islas Antillas que Colón creyó eran la islas que
existen poco antes de llegar a Asia. Cuando arribaron a Cuba, a la que Colón llamó Juana, el 28 de
octubre pensó que aquello ya era el continente asiático. Pero al ver que no existían grandes
ciudades ni civilizaciones importantes sino pequeñas aldeas de nativos primitivos se debió de
sentir desconcertado y decidieron seguir navegando en pos del continente dejando atrás la isla de
Cuba y llegando a la isla de Haití a la que Colón llamó isla la Española (actual Haití y República
Dominicana). Allí contactaron con las nativos que les contaron que en la región llamada Cibao
encontrarían oro y riquezas. Colón confundió ese nombre por su parecido con el de Cipango
(Japón).
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Partieron el 30 de mayo de 1498 de Sanlúcar de Barrameda (Cádiz) con 6 naves y 226
tripulantes. Como siempre navegaron hasta las islas Canarias donde la expedición se dividió en
dos, 3 carabelas partieron directamente hacia la isla Española con víveres y pertrechos para sus
apurados colonos y las otras 3, en las que viajaba Colón, continuaron hacia el sur hacia las islas de
Cabo Verde para desde allí viajar en línea recta cruzando el océano bajo la línea del Ecuador
porque según un científico mallorquín en las zonas donde los rayos del sol caen en perpendicular
hay muchas riquezas naturales.
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El cuarto viaje de Colón partió de Cádiz el 9 de mayo de 1502 hacia las Islas Canarias y el 15
de junio llegaron a las Pequeñas Antillas y de ahí fueron a Santo Domingo donde el gobernador
Frey Nicolás de Ovando, por orden de los Reyes Católicos, prohibió desembarcar al almirante
para evitar alborotos y tuvieron que continuar hacia Jamaica y Cuba, bajando luego hacia
Honduras en donde el 1 de agosto por primera vez un contacto entre europeos y mayas.
Descubriendo Centroamérica
Recorrieron la costa caribeña por los actuales Honduras, Nicaragua, Costa Rica y
Panamá llegando al río Belén en donde fundaron la primera ciudad española en el
continente americano: Santa María de Belén. Pero dicho enclave no duró sino unos
pocos días por el mal clima de la zona, calor y humedad insoportables y los ataques
de los nativos que le costaron la vida a muchos marineros. Ahí perdieron una de las
carabelas, destruida por la broma y los daños causados por los temporales. Siguieron
costeando hasta llegar a las tierras de Veragua que ya pertenecían al marinero Alonso
de Ojeda y por ello tuvieron que salir de allí, no sin perder otra carabela más por los
mismos motivos que la anterior. Ya solo les quedaban dos carabelas. Tomaron rumbo
norte hacia Cuba llegando a Jamaica el 25 de junio de 1503 en donde embarrancaron
las dos carabelas que les quedaban para no perderlas en el mar.
Allí permanecieron durante un año entero hasta que tras varias rebeliones de los españoles, que
no estaban de acuerdo con Colón, y una pequeña expedición de 2 hombres para ir a
pedir ayuda en canoa a Santo Domingo por fin fueron rescatados por dos carabelas y
pudieron llegar a la isla Española y salvar el pellejo.
Reconstrucción del itinerario del primero de los cuatro viajes que Colón realizó a América, basado en los
datos del Diario atribuido a Colón.
El primer viaje de Cristóbal Colón, o "Viaje del Descubrimiento", fue una expedición
marítima capitaneada por Cristóbal Colón, al servicio de joshi Reyes
Católicos, Isabel y Fernando de Castilla y Aragón, que partió el 3 de agosto del 1492
del Puerto de Palos de la Frontera (actualmente en Huelva, España). Participaron tres
embarcaciones: la carabela Pinta, la carabela Niña y la nao Santa María, al mando de Martín
Alonso Pinzón, Vicente Yáñez Pinzón y Juan de la Cosa, respectivamente. Según la versión
de Bartolomé de las Casas, que es la aceptada mayoritariamente por los historiadores, las
naves partieron de Palos el 3 de agosto de 1492 y se dirigieron a las Canarias, donde se tuvo
que arreglar el timón de la Pinta. El 16 de septiembre, las embarcaciones alcanzaron el mar
de los Sargazos y el 12 de octubre llegaron a "la isla de Guanahani". Colón siguió con su
periplo por El Caribe llegando a Cuba el 28 de octubre y a La Españolael 5 de diciembre. El 24
de diciembre la Santa María encalló en las costas de La Española y con sus restos se instaló
el Fuerte Navidad. La expedición emprendió el regreso el 16 de enero de 1493 y unos días
más tarde una tormenta separó las dos naves. La Pinta, al mando de Pinzón, llegó a Bayona
(Galicia) a finales de febrero y anunció a los Reyes Católicos el descubrimiento.1 Entre tanto,
la Niña, en la que viajaba Colón, hizo escala el 17 de febrero en la isla portuguesa de Santa
María, en las Azores, y el 4 de marzo recaló en Lisboa, tras siete meses y doce días de viaje.
El día 15 Colón regresó al puerto de Palos y el mes siguiente fue recibido en Badalona por los
reyes.
El cuarto viaje de Cristóbal Colón (salida de Cádiz, 9 de mayo1 de 1502; regreso a Sanlúcar
de Barrameda, 7 de noviembre de 1504) fue una expedición transoceánica dirigida
por Cristóbal Colón con el propósito de encontrar un paso marítimo por el oeste hacia Asia.
Este viaje le llevó a recorrer la costa de Centroamérica. En el viaje descubrió las costas
caribeñas de los actuales países de Honduras, Nicaragua, Costa Rica y Panamá; asi como
algunas pequeñas islas como las Caimán Brac y Pequeño Caimán. Colón terminó perdiendo
sus cuatro naves y naufragado con sus hombres en Jamaica. Fueron rescatados por una
carabela enviada desde la Española. Colón regresó finalmente a España como pasajero de
una nave mercante.
QUINTO VIAJE antes de 1506 realizó hasta cuatro viajes entre Castilla y los nuevos
territorios descubiertos. El primero de esos viajes fue el por todos conocido
de Descubrimiento en el que partieron de Palos de La Frontera el 3 de agosto de
1492 con 3 naves y 100 tripulantes regresando a Castilla en el mes de marzo de
1493. El segundo viaje partió de Cádiz el 25 de septiembre de 1493 con 17 naves y
unas 1500 personas; este fue el primer viaje propiamente colonizador y con esta
expedición se fundó el primero asentamiento urbano en el Nuevo Mundo: La Isabela,
en el norte de la isla Española (actual República Dominicana). Durante varios años
el Almirante estuvo en el Nuevo Mundo explorando y conquistando nuevas tierras
para Castilla y León y no regresó a Castilla hasta junio de 1496 para defenderse de
las acusaciones de malgobierno y abusos lanzados contra él por parte de muchos
colonos españoles.
De las seis cartas existentes atribuidas a Américo Vespucio, cinco fueron dirigidas a su
protector, Lorenzo di Pier Francesco de Médici, primo hermano de Lorenzo de Médici;
pasados quinientos años todavía se polemiza sobre la autenticidad de sus cartas, la
existencia de sus viajes, la certidumbre de sus itinerarios y la veracidad de sus relatos
La primera de sus cartas, enviada desde el puerto de Américo
Sevilla el 18 de julio de 1500 y la segunda desde la isla Vespucio.
de Cabo Verde el 4 de junio de 1501, narran los
preparativos y el comienzo de sus viajes oceánicos. La Libro de
tercera, remitida desde Lisboa el año 1502, al regresar Gregorio Pérez
de su polémico tercer viaje, se la conoce como la "Carta Gomar
de Lisboa". En ella nos cuenta que llegó a las antípodas, realizado en
concepto errado, Nueva Zelandia, verdadera antípoda 1880, analiza
sería encontrada por los europeos varios anos después. el contenido de
algunas cartas.
La cuarta carta, enviada desde Lisboa hacia septiembre
u octubre de 1502 y conocida como "Mundus Novus" es en la que Vespucio denomina
nuevo mundo a las tierras donde había llegado Colón.
La quinta carta llamada "Fragmentaria" esta compuesta por unos trozos, no tiene
encabezamiento ni datación y, probablemente sea de 1502.
Vuestra Magnificencia sabrá cómo por comisión de la Alteza de estos Reyes de España
partí con dos carabelas a 18 de mayo de 1499, para ir a descubrir hacia la parte del
occidente por la vía del mar Océano; y tomé mi camino a lo largo de la costa de África,
tanto que navegué a las islas Afortunadas, que hoy se llaman las islas de Canaria; y
después de haberme abastecido de todas las cosas necesarias, hechas nuestras
oraciones y plegarias, nos hicimos a la vela de una isla, que se llama la Gomera, y
pusimos proa hacia el lebeche, y navegamos 24 días con viento fresco, sin ver tierra
ninguna, y al cabo de 24 días avistamos tierra, y encontramos haber navegado al pie
de 1300 leguas desde la ciudad de Cádiz, por el rumbo de lebeche. Y avistada la tierra,
dimos gracias a Dios, y echamos al agua los botes, y con 16 hombres fuimos a tierra,
y la encontramos tan llena de árboles, que era cosa maravillosa no sólo su tamaño,
sino su verdor, que nunca pierden las hojas; y por el olor suave que salía de ellos, que
son todos aromáticos, daban tanto deleite al olfato, que nos producía gran placer. Y
andando con los botes a lo largo de la tierra para ver si encontrábamos disposición
para saltar a tierra, y como era tierra baja, trabajamos todo el día hasta la noche, y en
ninguna ocasión encontramos camino ni facilidad para entrar tierra adentro, porque no
solamente nos lo impedía la tierra baja, sino la espesura de los árboles; de modo que
acordamos volver a los navíos e ir a tentar la tierra en otra parte. Y vimos en este mar
una cosa maravillosa, que fue que antes de que llegáramos a tierra, a 15 leguas
encontramos el agua dulce como de río, y sacamos de ella, y llenamos todos los
barriles vacíos que teníamos. Y cuando estuvimos en los navíos, levamos anclas, y nos
hicimos a la vela, y pusimos proa hacia el mediodía; porque mi intención era ver si
podía dar vuelta a un cabo de tierra, que Tolomeo llama el Cabo de Cattegara, que
está unido con el Gran Golfo, ya que, según mi opinión, no estaba muy lejos de ello,
según los grados de la longitud y latitud, como se dará cuenta más abajo.
Navegando hacia el mediodía a lo largo de la costa vimos salir de la tierra dos
grandísimos ríos, que uno venía del poniente y corría hacia levante y tenía cuatro
leguas de anchura, que son 16 millas, y el otro corría del mediodía hacia el septentrión
y era de tres leguas de ancho; y estos dos ríos creo que eran la causa de ser dulce el
mar, debido a su grandeza. Y visto que la costa de la tierra seguía siendo baja,
acordamos entrar en uno de estos ríos con los botes y navegar por él hasta encontrar
u ocasión de saltar a tierra o población de gente. Y preparados nuestros botes y
aprovisionados para 4 días, con 20 hombres bien armados nos metimos en el río, y a
fuerza de remos navegamos por él, al pie de dos días, obra de 15 leguas, tentando la
tierra en muchas partes, y de continuo la encontramos que seguía siendo tierra baja y
tan espesa de árboles que apenas un pájaro podía volar por ella. Y así navegando por
el río, vimos señales certísimas de que el interior de la tierra estaba habitado; y
porque las carabelas habían quedado en lugar peligroso, cuando el viento saltase de
travesía, acordamos al cabo de dos días volvernos a las carabelas, y así lo pusimos por
obra.
Lo que aquí vi fue que vimos una infinitísima cosa de pájaros de diversas formas y
colores, y tantos papagayos, y de tan diversas suertes, que era maravilla: algunos
colorados como grana, otros verdes y colorados y limonados, y otros todos verdes, y
otros negros y encarnados; y el canto de los otros pájaros que estaban en los árboles,
era cosa tan suave y de tanta melodía que nos ocurrió muchas veces quedarnos
parados por su dulzura. Los árboles son de tanta belleza y de tanta suavidad que
pensábamos estar en el Paraíso Terrenal, y ninguno de aquellos árboles ni sus frutas
se parecían a los nuestros de estas partes. Por el río vimos muchas especies de
pescados y de diversos aspectos.
...Digo que después que dirigimos nuestra navegación hacia el septentrión, la primera
tierra que encontramos habitada fue una isla, que distaba 10 grados de la línea
equinoccial, y cuando estuvimos cerca de ella, vimos mucha gente en la orilla del mar,
que nos estaba mirando como cosa de maravilla; y surgimos junto a la tierra obra de
una milla, y equipamos los botes, y fuimos a tierra 22 hombres bien armados; y la
gente como nos vio saltar a tierra, y conoció que éramos gente diferente de su
naturaleza, porque ellos no tienen barba alguna, ni visten ningún traje, así los
hombres como las mujeres, que como salieron del vientre de su madre, así van, que
no se cubren vergüenza ninguna, y así por la diferencia del color, porque ellos son de
color como pardo o leonado y nosotros blancos, de modo que teniendo miedo de
nosotros, todos se metieron en el bosque, y con gran trabajo por medio de señales les
dimos confianza y platicamos con ellos. Y encontramos que eran de una generación
que se dicen «caníbales», y que casi la mayor parte de esta generación, o todos, viven
de carne humana; y esto téngalo por cierto Vuestra Magnificencia. No se comen entre
ellos, sino que navegan en ciertas embarcaciones que tienen, que se llaman «canoas»,
y van a traer presa de las islas o tierras comarcanas, de una generación enemiga de
ellos y de otra generación que no es la suya. No comen mujer ninguna, salvo que las
tengan como esclavas, y de esto tuvimos la certeza en muchas partes donde
encontramos tal gente, porque nos ocurrió muchas veces ver los huesos y cabezas de
algunos que se habían comido, y ellos no lo niegan, y además lo afirmaban sus
enemigos, que están continuamente atemorizados por ellos. Son gente de gentil
disposición y de buena estatura: van del todo desnudos; sus armas son arcos con
saetas, y éstas tiran, y rodelas, y son gente esforzada y de grande ánimo; son
grandísimos flecheros. En conclusión tratamos con ellos, y nos llevaron a una población
suya, que se hallaba obra de dos leguas tierra adentro, y nos dieron colación, y
cualquier cosa que se les pedía, a la hora la daban, creo más por medio que por buena
voluntad. Y después de haber estado con ellos un día entero, volvimos a los navíos
quedando amigos con ellos.
Navegamos a lo largo de la costa de esta isla y vimos una población muy grande a la
orilla del mar; fuimos a tierra con el batel y encontramos que nos estaban esperando,
y todos cargados con mantenimientos, y nos dieron colación muy buena de acuerdo
con sus viandas. Y visto tan buena gente y tratarnos tan bien, no nos atrevimos a
tomar nada de lo de ellos, y nos hicimos a la vela y fuimos a meternos en un golfo,
que se llama el golfo de Parias, y fuimos a surgir frente a un grandísimo río, que es la
causa de ser dulce el agua de este golfo; y vimos una gran población que se hallaba
junto al mar, donde había tanta gente que era maravilla, y todos estaban sin armas. Y
en son de paz, fuimos a tierra con los botes, y nos recibieron con gran amor y nos
llevaron a sus casas, donde tenían muy bien aparejadas cosas de comer. Aquí nos
dieron de beber tres suertes de vino, no de uvas, sino hecho con frutas como la
cerveza, y era muy bueno; aquí comimos muchos mirabolanos frescos, que es una
muy real fruta, y nos dieron muchas otras frutas, todas diferentes de las nuestras, y
de muy buen sabor, y todas de sabor y olor aromáticos. Nos dieron algunas perlas
pequeñas y 11 grandes, y por señas nos dijeron que si queríamos esperar algunos
días, que irían a pescarlas y nos traerían muchas de ellas: no nos quisimos detener.
Nos dieron muchos papagayos y de varios colores, y amistosamente nos separamos de
ellos. De esta gente supimos cómo los de la isla antes nombrada eran «caníbales», y
cómo comían carne humana.
... Y navegando así, llegamos a una isla, que estaba lejos de la tierra firme a 15
leguas, y como al llegar no vimos gente y pareciéndonos la isla de buena disposición,
acordamos ir a tentarla; y bajamos a tierra 11 hombres, y encontramos un camino y
nos pusimos a andar por él 2 leguas y media tierra adentro, y hallamos una población
de obra de 12 casas, en donde no encontramos más que 7 mujeres de tan gran
estatura que no había ninguna de ellas que no fuese más alta que yo un palmo y
medio. Y como nos vieron, tuvieron gran miedo de nosotros, y la principal de ellas, que
por cierto era una mujer discreta, con señales nos llevó a una casa y nos hizo dar algo
para refrescar; y nosotros, viendo a mujeres tan grandes, acordamos raptar dos de
ellas, que eran jóvenes de 15 años, para hacer un regalo a estos Reyes, pues sin duda
eran criaturas que excedían la estatura de los hombres comunes. Y mientras que
estábamos en esto, llegaron 36 hombres y entraron en la casa donde estábamos
bebiendo, y eran de estatura tan elevada que cada uno de ellos era de rodillas más
alto que yo de pie: en conclusión eran de estatura gigantes, según el tamaño y
proporción del cuerpo, que correspondía con su altura; que cada una de las mujeres
parecía una Pentesilea, y los hombres Anteos; y al entrar, algunos de los nuestros
tuvieron tanto miedo que aún hoy día no se sienten seguros. Tenían arcos y flechas y
palos grandísimos en forma de espadas, y como nos vieron de estatura pequeña,
comenzaron a hablar con nosotros para saber quiénes éramos y de dónde veníamos, y
nosotros manteniéndonos tranquilos por amor de la paz, contestábamos por señales
que éramos gente de paz, y que íbamos a ver el mundo. En conclusión, estimamos
oportuno separarnos de ellos sin querella, y nos fuimos por el mismo camino que
habíamos venido, y nos acompañaron hasta el mar, y fuimos a los navíos. Casi la
mayor parte de los árboles de esta isla son de brasil y tan bueno como aquel de
Levante.
Desde esta isla fuimos a otra isla comarcana de aquélla a 10 leguas, y encontramos
una grandísima población que tenía sus casas edificadas en el mar como Venecia, con
mucho arte; y maravillados de tal cosa, acordamos ir a verlas, y al llegar a sus casas,
quisieron impedir que entrásemos en ellas. Probaron como cortaban las espadas y
estimaron oportuno dejarnos entrar, y encontramos que tenían colmadas las casas con
finísimo algodón, y las vigas de sus casas eran todas de brasil; y les quitamos mucho
algodón y brasil, y volvimos luego a nuestros navíos...
Primeramente pues, en cuanto a las gentes. En aquellos países hemos encontrado tal
multitud de gente que nadie podría enumerarla, como se lee en el Apocalipsis: gente,
digo, mansa y tratable; y todos de uno y otro sexo van desnudos, no se cubren
ninguna parte del cuerpo, y así como salieron del vientre de su madre, así hasta la
muerte van. Tienen cuerpos grandes, membrudos, bien dispuestos y proporcionados y
de color tirando a rojo, lo cual pienso les acontece porque andando desnudos son
teñidos por el sol; y tienen los cabellos abundantes y negros. Son ágiles en el andar y
en los juegos y de una franca y venusta cara, que ellos mismos destruyen, pues se
agujerean las mejillas y los labios y las narices y las orejas, y no se crea que aquellos
agujeros sean pequeños, o bien que tuvieran uno sólo, pues he visto muchos, los
cuales tienen, en la cara solamente, 7 agujeros, cada uno de los cuales tenía el
tamaño de una ciruela; y cierran ellos estos agujeros con piedras cerúleas,
marmóreas, cristalinas y de alabastro, bellísimas y con huesos blanquísimos y otras
cosas artificiosamente labradas según su costumbre y si vieses cosa tan insólita y a un
monstruo semejante, esto es un hombre que tiene sólo en las mejillas y en los labios 7
piedras, de las cuales muchas son del tamaño de medio palmo, no dejarías de
admirarte, pues muchas veces he considerado y señalado el peso de estas siete
piedras en 16 onzas, sin contar que en cada oreja tienen otras piedras pendientes en
anillo de 3 orificios; y esta costumbre es sólo de los hombres, pues las mujeres no se
agujerean la cara sino sólo las orejas. Otra costumbre hay entre ellos muy atroz y
fuera de toda credulidad humana, pues, siendo sus mujeres lujuriosas, hacen hinchar
los miembros de sus maridos de tal modo que parecen deformes y brutales, y esto con
un cierto artificio suyo y la mordedura de ciertos animales venenosos; y por causa de
esto muchos de ellos lo pierden y quedan eunucos. No tienen paños de lana ni de lino
ni aún de bombasí porque nada de ello necesitan; ni tampoco tienen bienes propios,
pero todas las cosas son comunes. Viven juntos sin rey, sin autoridad y cada uno es
señor de sí mismo.
Toman tantas mujeres cuantas quieren, y el hijo se mezcla con la madre, y el hermano
con la hermana, y el primero con la primera, y el viandante con cualquiera que se
encuentra. Cada vez que quieren deshacen el matrimonio y en esto ninguno observa
orden. Además no tienen ninguna iglesia, ni tienen ninguna ley ni siquiera son
idólatras. ¿Qué otra cosa diré? Viven según la naturaleza, y pueden llamarse más
justamente epicúreos que estoicos. No son entre ellos comerciantes ni mercan cosa
alguna. Los pueblos pelean entre sí sin arte y sin orden. Los viejos con ciertas
peroraciones suyas inclinan a los jóvenes a lo que ellos quieren, y los incitan a la
batalla, en la cual cruelmente juntos se matan: y aquellos que en la batalla resultan
cautivos, no vivos sino para su alimento les sirven para que sean matados, pues que
unos se comen a otros y los vencedores a los vencidos y, de la carne, la humana es
entre ellos alimento común. Esta es cosa verdaderamente cierta, pues se ha visto al
padre comerse a los hijos y a las mujeres, y yo he conocido a un hombre, con el cual
he hablado, del que se decía que había comido más de 300 cuerpos humanos, y aún
estuve 27 días en una cierta ciudad, donde vi en las casas la carne humana salada y
colgada de las vigas, como entre nosotros se usa colgar el tocino y la carne de cerdo.
Digo mucho más: que ellos se maravillan porque nosotros no matamos a nuestros
enemigos y no usamos su carne en las comidas, la cual dicen ser sabrosísima. Sus
armas son el arco y las flechas, y cuando se enfrentan en batalla, no se cubren
ninguna parte del cuerpo para defenderse, de modo que aún en esto son semejantes a
las bestias. Nosotros, cuanto nos ha sido posible, nos hemos esforzado en disuadirlos y
en cambiar estas costumbres perversas, que nos prometieron abandonar. Aunque,
como te he dicho, las mujeres andan desnudas y son libidinosas, a pesar de ello sus
cuerpos son hermosos y limpios, ni tampoco son tan feas como alguno quizá podría
suponer, porque aunque son carnosas, sin embargo no se aparece la «fealdad», la cual
en la mayor parte está disimulada por la buena complexión. Una cosa nos ha parecido
milagrosa, que entre ellas ninguna tuviera los pechos caídos, y las que habían parido,
por la forma y estrechura del vientre no se diferenciaban en nada de las vírgenes, y en
las otras partes del cuerpo, las cuales por honestidad no menciono, parecían lo mismo.
Cuando con los cristianos podían unirse, llevadas de su mucha lujuria, todo el pudor
manchaban y abatían. Viven 150 años y pocas veces se enferman, y si caen en una
mala enfermedad a sí mismos se sanan con ciertas raíces de hierbas. Éstas son las
cosas más notables que conocí acerca de aquellos. El aire allí es muy templado y
bueno y según pude saber por relación de ellos mismos, nunca hubo allí peste o
enfermedad alguna, producida por el aire corrompido, y si no se mueren de muerte
violenta, viven una larga vida, creo porque allí siempre soplan vientos australes y
máxime aquel que nosotros llamamos euro, el cual es para ellos lo que para nosotros
el aquilón. Se deleitan pescando, y aquel mar es muy apto para pescar, porque es
abundante de toda especie de pescados. No son cazadores, pienso porque habiendo
allí muchas generaciones de animales silvestres, y máxime leones y osos e
innumerables serpientes y horribles y deformes bestias, etiam selvas grandísimas y
árboles de inmenso tamaño, no se atreven a exponerse desnudos, y sin defensa
alguna ni armas, a tantos peligros. ....
... Los habitantes de esta población apenas nos divisaron concibieron tal temor de
nosotros, que inmediatamente levantaron todos sus puentes para precaverse,
encerrándose en sus casas; y mientras nosotros estábamos con grande admiración
viendo esto, reparamos que al mismo tiempo venían por el mar doce barcas suyas,
poco más o menos, cada una de ellas abierta en un tronco de árbol, que es el género
de embarcaciones de que usan, y maravillándose sus marinos de nuestros rostros y
traje, y dando vuelta a nuestro rededor, nos miraban y registraban desde lejos, y
mirándolos nosotros por nuestra parte de la misma manera, les dábamos muchas
señas de amistad, animándolos a que sin temor ninguno se acercasen a nosotros, cosa
que no quisieron hacer, por lo cual comenzamos a remar hacia ellos, aunque de modo
ninguno quisieron aguardarnos; antes bien, todos huyeron inmediatamente a tierra,
habiéndonos antes hecho señas que los esperáramos un poco, pues inmediatamente
iban a volver. Fuéronse, pues, apresuradamente a un monte inmediato, y habiendo
sacado de él diez y seis mozuelas, metiéndolas consigo en sus barcos, volvieron hacia
nosotros, poniendo en cada una de nuestras naves cuatro de aquellas jóvenes, cosa
que nos causó no poca admiración, como fácilmente puede conocer Vuestra Majestad.
Después comenzaron a andar con sus barcos entre nuestras naves y a hablarnos con
tales muestras de paz, que los tuvimos por amigos muy fieles nuestros. Entre tanto,
una porción considerable de gente, saliendo de las casas arriba referidas, comenzaron
a venir nadando hacia nosotros, y aunque los vimos venir y que se iban acercando a
nuestras naves, no por esto sospechábamos todavía de ellos mal alguno; pero a ese
tiempo vimos a la entrada de las mismas casas algunas mujeres viejas que, dando
descompasados gritos y llenando el aire de alaridos, en señal de grande pesadumbre,
se arrancaban los cabellos, lo cual nos hizo sospechar alguna maldad; y, en efecto, a
la sazón las jóvenes que habían puesto en nuestras naves se arrojaron repentinamente
al mar, y los que estaban en los barcos, alejándose de nosotros, armaron súbitamente
sus arcos y comenzaron a saetearnos con mucha viveza. Otros que venían nadando
por el mar desde las casas traían consigo cada uno su lanza ocultándola en el agua,
con lo cual manifiestamente conocimos su traición; por lo cual comenzamos desde
luego, no sólo a defendernos valerosamente, sino también a ofenderlos con rigor, en
tales términos que desbaratamos y echamos a pique muchos de sus barcos, con no
poco estrago suyo. Los demás, abandonadas con grave daño de ellos las barcas,
escaparon a nado, quedando muertos veinte y heridos muchísimos más, sin que por
nuestra parte tuviésemos más que cinco heridos levemente, los cuales, con el favor de
Dios, todos sanaron. Apresamos además dos de las referidas mozuelas y tres hombres,
y después visitamos sus casas y entramos en ellas; pero no encontramos cosa ninguna
ni más gente que dos viejas y un hombre enfermo; y no quisimos poner fuego a las
casas porque hicimos escrúpulo de ello. En seguida nos volvimos a las naves con los
cautivos referidos, poniendo grillos a los tres hombres; pero uno de ellos y las jóvenes
se nos escaparon con mucha destreza aquella misma noche. ...
... Fue visto, a los seis días, un gigante, pintado y vestido de igual suerte, por algunos
que hacían leña. Empuñaba arco y flechas. Acercándose a los nuestros, primero se
tocaba la cabeza, el rostro y el tronco; después hacía lo mismo con los de ellos; y, por
fin, elevaba al cielo la mano. Cuando el capitán general lo supo, mandó un esquife
para que se apoderasen de él y que lo retuvieran en aquella isla del puerto, donde
habíase construido ya una casa para los herreros y para almacén de los barcos. Éste
era más alto aún y mejor constituido que los demás, y tan tratable y simpático.
Frecuentemente bailaba, y al hacerlo, más de una vez hundía los pies en tierra hasta
un palmo. Permaneció entre nosotros muchos días; tantos, que lo bautizamos,
llamándole Juan. Pronunciaba tan claro como nosotros, sino que con resonantísima
voz «Jesús», «Padre Nuestro», «Ave María» y «Juan». Después, el capitán general le
dio una camisa, un jubón de paño, calzas de paño, una barretina, un espejo, un peine,
campanillas y otras cosas, despidiéndolo. Fuese muy contento y feliz. Al día siguiente,
trajo uno de aquellos animales grandes al capitán general, por el que le dieron muchas
cosas a fin de que trajese más. Pero nunca volvió. Pensamos si lo habrían muerto por
haber conversado con nosotros.
Hizo el capitán general que le dieran de comer y de beber, y entre las demás cosas
que le mostró, púsolo ante un espejo de acero grande. Cuando se miró allí, asustóse
sobre manera y saltó atrás, derribando por el suelo a tres o cuatro de nuestros
hombres. Luego le entregó campanillas, un espejo, un peine y algunos paternostri, y
enviólo a tierra en compañía de cuatro hombres armados. Un compañero suyo, que
hasta aquel momento no había querido acercarse a la nao, cuando le vio volver en
compañía de los nuestros, corrió a avisar a donde se encontraban los otros; y
alineáronse así, todos desnudos. Cuando llegaron los nuestros, empezaron a bailar y a
cantar, siempre con un dedo en lo alto, y ofreciéndoles polvo blanco, de raíces de
hierba, en vasijas de barro: no otra cosa hubiesen podido darles para comer.
Indicáronles los nuestros por señas que se acercaran a los barcos, que ya les
ayudarían a llevar sus cosas. Ante cuya demanda, los hombres tomaron solamente sus
arcos, mientras sus mujeres, cargadas como burros, traían el resto.
Ellas no eran tan altas, pero sí mucho más gordas. Cuando las vimos de cerca, nos
quedamos atónitos: tienen las tetas largas hasta la mitad del brazo. Van pintadas y
desvestidas como sus maridos, si no es que ante el sexo llevan un pellejín que lo
cubre. Tiraba una de cuatro de aquellos animales, cachorros aún, atados con fibras a
manera de ronzal. Esas gentes, cuando quieren apoderarse de tales bichos, atan a uno
de los pequeños a alguna zarza. Acércase los mayores para jugar con él, y los
salvajes, escondidos, lo matan a flechazos. Dieciocho nos trajeron a las naos, entre
machos y hembras, y regresaron a las dos orillas del puerto después que nos
quedamos con aquella mercadería.
Flora y fauna
... Nos llamó la atención un animal que estaban asando, muy semejante a una
serpiente, sólo que no tenía alas, y al parecer tan rústico y silvestre que causaba
espanto. Caminando adelante a lo largo de aquellas mismas barracas hallamos
muchísimas de estas serpientes vivas, atados los pies y con una especie de bozales a
la boca para que no pudiesen abrirla, como se suele hacer con los perros y otros
animales para que no muerdan; pero es tan feroz el aspecto de semejantes serpientes,
que teniéndolas por venenosas no nos atrevíamos a tocarlas; son tan grandes como un
cabrito montés y de braza y media longitud. Tienen los pies largos, muy fornidos y
armados de fuertes uñas; la piel de diversísimos colores; el hocico y el aspecto de
verdadera serpiente; desde las narices hasta la extremidad de la cola les corre por
toda la espalda una especie de cerda o pelo grueso, en términos que verdaderamente
parecen serpientes aquellos animales; y, sin embargo eso, los comen aquellas gentes.
...
Dias pasados, muy ampliamente os escribí sobre mi vuelta de aquellos nuevos países,
los cuales con la armada y a expensas y por mandato de este Serenísimo Rey de
Portugal, hemos buscado y descubierto, y nos es lícito llamar Nuevo Mundo...
... Exactamente el 7 de agosto de 1501 surgimos en las costas de aquellos países que
venían a buscar. Allí conocimos que aquella tierra no era isla sino continente, porque
se extienden larguísimas playas que no la circundan y de infinitos habitantes estaba
repleta...
... Siguiendo esta playa, tan largo tiempo navegamos, que pasado el trópico de
Capricornio encontramos el polo antártico en su horizonte más alto, 50 grados...
... Muchas especies de animales feroces y sobre todo de leones, serpientes y otros...