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A mis padres, a mi esposa y a mi hija.
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Agradecimientos:
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TABLA DE CONTENIDO
I. INTRODUCCIÓN _____________________7
4. LAS CATEGORÍAS
DRAMATÚRGICAS _____________________37
4.1 Situación, Acción y Personaje _____________________37
5. PERSONAJE _____________________39
5.1 Personaje, Persona y Rol en Santiago García _____________________40
5.2 El acercamiento al Personaje Teatral en Duque Mesa _____________________43
5.3 Recorrido histórico y crisis del personaje en Robert
Abirached _____________________44
5.3.1 El personaje desde el Siglo VI a.c.
hasta el siglo XVI y XVII _____________________45
5.3.2 El personaje desde el siglo XVIII
4
hasta el siglo XIX _____________________46
5.3.3 El personaje a finales del siglo XIX _____________________47
5.3.4 El personaje a principios del siglo XX _____________________49
5.3.5 El personaje en el siglo XX _____________________50
5.4 Otra posible respuesta a la crisis del
Personaje _____________________52
6. LA PRESENTACIÓN DE LA PERSONA
EN LA VIDA COTIDIANA _____________________54
6.1 Mimesis y realidad social, retomando la
poética de Aristóteles _____________________57
6.2 Mímesis y realidad social en el campo de
la docencia _____________________62
6.3 Elementos estructurales del drama en el
campo de la docencia _____________________68
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10.2 Signos de cortesía _____________________96
3. ANÁLISIS _____________________109
3.1 Análisis de los diarios de campo _____________________109
3.1.1 Vestido _____________________109
3.1.2 Objetos _____________________110
3.1.3 Quinésica _____________________112
3.1.4 Proxémica _____________________116
3.1.5 Palabra _____________________120
3.1.6 Prosódica _____________________127
3.2 Análisis de las encuestas _____________________130
3.2.1 Sobre la percepción del rol _____________________130
3.2.2 Utilización de signos _____________________132
3.2.3 Relación entre la técnica del personaje
y la planeación educativa _____________________134
3.2.4 Naturaleza del rol de docente de
Actuación _____________________136
V. CONCLUSIONES _____________________148
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I. INTRODUCCIÓN
De esta forma empecé a tratar de encontrar algunas relaciones entre ser docente y
la naturaleza del personaje teatral. Así que ahondando en el tema, fui encontrando
algunas pistas que me llevaron a confirmar las fuertes relaciones entre el
personaje teatral y el rol cotidiano. Así, como se verá a continuación, en la
primera parte procuro hacer un recorrido por algunos referentes que nos permitan
identificar dichas relaciones, retomando el análisis teórico que se llevó a cabo
durante la ejecución del proyecto.
Después regreso a la idea del docente de actuación como un rol asumido en dos
campos complementarios: la creación y la educación. Sugiero elementos de
autorregulación del docente como rol, para distinguir los signos que utiliza en la
relación con el estudiante en el aula. Finalmente, se sugiere la idea de la
reinvención del docente a través de hechos poéticos en términos sociales y
artísticos.
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II. MARCO TEÓRICO
William Shakespeare
Como Gustéis. Acto II. Escena VII
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1. ENTRE LO REAL Y LO FICCIONAL
Por otra parte, es importante resaltar que la creación teatral tiene por objeto seres
humanos que se expresan a través de sus acciones y palabras en lo que,
pudiéramos decir, es una reflexión sobre la condición humana. En este sentido, en
la teoría teatral aparecen diversas categorías con las cuales se puede analizar tanto
el texto escrito como el artefacto operativo teatral. Lo que podríamos inferir
inicialmente, es que a pesar de ser la obra de arte un universo estructurado en sí
mismo, tiene algunos rasgos que se alimentan de la vivencia humana, ya que son
los seres humanos sus creadores; éstos asocian a través de su imaginación algunas
percepciones que se han generado en su mente a partir de su experiencia en
relación con el mundo1. Podríamos plantear que las categorías de análisis del
personaje teatral, podrían trasladarse al contexto real para analizar e interpretar las
acciones y palabras del hombre desde una perspectiva estética en la cotidianidad.
1
En 1740 el filósofo Hume en su Tratado de la Naturaleza Humana, establece que las ideas
tienden a emparejarse debido a su proximidad, semejanza o vinculación causal en las operaciones
mentales, a partir de la experiencia; esta visión empírica sostiene que no hay ideas innatas, sino
que provienen de la experiencia. En ese sentido podríamos plantear que la obra de arte, a pesar de
alejarse de la realidad, ha partido de la mente del artista, y éste a su vez ha debido crear su visión a
partir de la relación con el mundo. En un sentido más amplio, la obra de arte pertenece a la
realidad; sin embargo, dentro de ella, construye una realidad ficcional mediada por el artista.
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Es decir, si el hombre crea personajes o pone de relieve la acción humana en el
hecho teatral a partir de sus experiencias, sería posible utilizar teorías teatrales
para pensar al hombre en sí mismo.
1.1 Realidad:
En diversos escritos de Platón (2003) encontramos que éste distingue dos modos
de realidad; la primera inteligible y la segunda sensible. La primera, se caracteriza
por ser inmaterial y se constituye en una especie de modelo arquetípico de lo que
entiende como ideas eternas. La segunda es una especie de copia de la realidad
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inteligible y para Platón es corruptible y es apenas un reflejo de las ideas eternas.
En este sentido, elabora una propuesta de dos estructuras de la realidad, la primera
referida a sus esencias y la segunda a sus formas. La realidad por tanto, no se
limita a ser, en este caso, sólo la cosa sensible sino aquella esencia que la cosa ha
contenido.
1.2 Imitación
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humano y de ejercer sus funciones. Es así como, en ocasiones, tendemos a repetir,
replicar y perpetuar estereotipos que no permiten hacer ningún ajuste a la realidad.
1.3 Mímesis:
Se genera en ese sentido una especie de distancia, pues se atenúan los efectos de
la representación de hechos reales que en realidad no están ocurriendo, pero que
han configurado una nueva realidad y en ella sí podrían ocurrir. De alguna
manera, la mímesis hace que la representación logre cierta independencia de su
referente, constituyéndose como algo equivalente. Lo interesante para resaltar es
el hecho de que la mímesis no sólo se entiende como imitación, sino como una
reelaboración de la realidad.
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Remitimos al lector al texto Literatura, Mímesis y Antropología de René Girard, (1984), en el
cual estableció un análisis de la mímesis partiendo de las obras literarias al análisis de la violencia
en la sociedad. Para este autor, la mímesis en la vida cotidiana muestra los deseos humanos que
han sido configurados por influencia de los deseos de los demás. En esta postura, existen tres tipos
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es el otro. Si bien se nos indica explícita o implícitamente los pasos que debemos
seguir para pertenecer a una sociedad, a un grupo social o para ejercer una función
social, tenemos la capacidad de asumir autónomamente dentro de los rasgos
deseados, algunos cambios que no son sólo lo que se nos indica, sino la
interpretación personal de eso que se nos ha indicado. Si no fuera así, para asumir
cualquier función social habría un manual que, si fuera seguido al pie de la letra,
nos garantizaría el éxito en la ejecución de dicha empresa. Sin embargo, no todos
los que nos preparamos para una función específica nos desempeñamos de igual
manera. Digamos que cada uno a su manera va encontrando la forma de
acomodarse más efectivamente al cumplimiento de su rol.
Cabe resaltar que la mímesis teatral y la mímesis social tienen tendencias en dos
esferas de realidades distintas, pero que se ligan en la reconstrucción de los
modelos ideales, los cuales en el caso del arte permiten la configuración de
universos de ficción y en el caso de la sociedad la generación de nuevas formas de
ejercer una función y, en última instancia, de construir la realidad social.
1.4 Poiésis:
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2. LA POÉTICA DE ARISTÓTELES:
Uno de los primeros autores que aborda las cuestiones poéticas es Aristóteles, en
su texto La Poética. Éste ha sido de gran influencia histórica y estética por cuanto
aborda elementos esenciales del arte, específicamente en el ámbito de la tragedia.
En su texto analiza la especificidad de la poesía, los elementos constitutivos de la
tragedia y las diferencias y semejanzas entre epopeya (dentro de la rama de la
épica) y la tragedia (dentro de la rama del drama), preguntándose por aquello que
hace que la tragedia sea un arte. Su texto, a pesar de su postura reflexiva, se
sustenta en un abordaje investigativo de algunos textos trágicos de la Grecia
Clásica, a partir de lo cual categoriza algunos elementos de la tragedia.
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adelante, por las acciones que ejecutan y por la pretensión que se tiene de
purificar, a través de ellos y gracias a la catarsis, las pasiones humanas.
2.1 La acción
Las acciones necesarias para que la tragedia sea compleja (y por ello mejor), para
Aristóteles, son la peripecia, el reconocimiento y el acontecimiento patético o
sufrimiento; realmente hace mayor énfasis en las dos primeras, pues para él son
los elementos más poderosos de la fábula. La peripecia “es la transformación de
lo actuado en su contrario” (Ibíd. Pág. 12); es aquella acción que al pretender
algo, termina impactando de forma contraria a la cual se esperaba. El
reconocimiento “comporta un cambio de la ignorancia al saber, que (genera) el
amor o el odio de quienes están predeterminados para la felicidad o la desdicha”
(Ibíd. Pág. 13); con esta acción, los personajes se enteran de aquello que los
acontecimientos, o más bien su organización, les han deparado. El personaje
dentro de la tragedia suele tener desconocimiento de algunos elementos de la
situación. Al descubrir dichos elementos, las acciones tienden a desenvolverse de
manera probable. El tercer elemento, al que le presta menor atención, es el
acontecimiento patético, el cual muestra, por la naturaleza de la tragedia, torturas,
muertes, heridas y otras acciones relacionadas con el sufrimiento.
2.2 El Personaje:
Esta estructura permitirá centrarse en una acción única que se irá desarrollando y
desenvolviendo a medida que tanto los personajes como el coro emiten sus textos,
los cuales permiten al lector reconocer sus posturas frente a los eventos. No
obstante, para Aristóteles es necesario que la tragedia gire en torno a un relato
único, pues de lo contrario no podrá condensar efectivamente la acción en
cuestión. De esta forma los acontecimientos podrán relacionarse unos con otros de
manera probable, permitiendo el desenvolvimiento del conflicto. El filósofo
plantea:
Puesto que la tragedia no es sólo representación de
una acción perfecta sino también de (acontecimientos)
temibles y lamentables, y esto se logra, sobre todo,
cuando ellos suceden de modo insospechado, pero
dependiendo unos de otros, pues en tal caso causarán
más asombro que si se produjeran automática o
casualmente, estos argumentos resultan
necesariamente más bellos. (Ibíd. Pág. 12)
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La belleza también está dada por su extensión, pues condensar la acción no
implica necesariamente que la tragedia sea más corta, sino que la acción sea más
efectiva. Según él, entre más extensa sea la tragedia, será más bella; siempre y
cuando resulte comprensible para el espectador (Ibíd. Pág. 10). Dado que la
efectividad depende de la probabilidad de concatenación de acontecimientos, la
mayor extensión exige mayor juicio en el autor para la construcción de la fábula, y
mayor número de acontecimientos o de versos. En otras palabras, “el límite
adecuado está dado por la extensión que hace posible el tránsito de la fortuna a
la desgracia y de la desgracia a la fortuna a través de diferentes sucesos
necesarios o probables” (Pág. 10). Esto implica que los sucesos sean tan
contundentes que necesariamente desemboquen en una transformación profunda
de la situación. Bajo la aparición de los sucesos dispuestos por el autor, la
situación se resquebraja y potencia la aparición de nuevos eventos, o de nueva
información que continúe desestabilizando las circunstancias. Para ello, cada
acontecimiento debe estar compenetrado con la totalidad de la fábula, y dispuesto
en relación con los demás, de tal modo que si es cambiado o suprimido trastoque
la obra en sí; ya que “algo cuya presencia o ausencia no produce ningún efecto
visible no forma parte del todo” (Pág. 10). Lo mismo se diría de cualquier objeto
bello. La belleza depende de que cada una de sus partes sea necesaria para
completarlo. El autor logrará dicha efectividad si logra imaginarse el argumento
claramente ante sus propios ojos (Ibíd. Pág. 19); esto es, revisar y planear
sistemáticamente la relación de cada una de las partes.
2.4 Verosimilitud
Las obras de arte permiten construir posibilidades diversas que, en el caso del
drama y del teatro dramático, deben estar justificadas dentro del marco de
referencias de la obra en sí misma. Digamos, por ejemplo, que los seres humanos
nos comunicamos con algún tipo de dios. Ningún ser humano ha podido
demostrar con datos empíricos su encuentro con éste o estos. Sin embargo, en el
universo de ficción, siempre que la elaboración del poeta sea efectiva, un ser
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humano puede encontrarse con su dios y desarrollar unos acontecimientos en
conjunto. En un ejemplo más claro, en el drama o en la obra teatral un ser humano
podría volar. Para el primero (el texto dramático), su credibilidad radica en la
forma en la que este suceso esté dispuesto y las razones por las cuales logra volar
sin ninguna ayuda de herramienta o dispositivo tecnológico. Para la segunda (la
obra teatral), en la realidad el actor o el creador de la obra podría disponer de
algunas herramientas tecnológicas de la tramoya con el fin de hacer creer al
espectador que el personaje vuela; sin embargo, puede también utilizar otros
procedimientos poéticos como la elaboración de un gesto corporal que indique la
acción de sobrevolar un espacio determinado. Aunque el actor no esté
sobrevolando realmente el escenario, el personaje, en el universo de ficción, sí
sobrevuela el espacio representado. Por lo tanto, se representa un ser humano
(personaje) que vuela sin ayuda tecnológica (acción); esto no ha ocurrido en la
realidad y, dadas las leyes de nuestro mundo, es probable que no ocurra. Sin
embargo, las obras de arte tienden a abrir las posibilidades de realización y
resolución, siempre y cuando sean justificadas. En este sentido, Aristóteles dice
que “es verosímil que sucedan muchas cosas al margen de lo inverosímil” (Ibíd.
Pág.22). En la vida misma ocurre que a veces, diversos eventos e incluso
discursos casi increíbles se den. No obstante, cuando los datos empíricos nos
arrojan la información del evento, tendemos a creer que realmente ocurrió. Por
otra parte, la calidad de verosimilitud del suceso dentro del drama, al estar
elaborado con suficiencia, permite que se pueda creer en lo que se está
percibiendo de la obra; para Aristóteles se preferiría algo imposible verosímil a
algo posible inverosímil (Pág. 31).
2.5 Mímesis
Como ya se ha dicho, los personajes dramáticos son mejores o peores que los
sujetos en la realidad. Esto implica que el personaje no es una copia del real sino
más bien una traducción. En este sentido, la obra de arte no se reduce a ser un
reflejo o reproducción de la realidad, sino una invención equivalente en el sentido
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de su existencia. Es decir, el personaje que se encuentra en el universo de ficción
tiene autonomía, dada por los niveles de coherencia, adecuación, bondad y
semejanza; pero el mundo construido o inventado le permite ciertos niveles de
novedad, tal cual comentamos al hablar de verosimilitud. En otras palabras, la
mímesis, como traducción, nace de la realidad pero se independiza en cierto modo
de ella, puesto que el poeta está en la capacidad de crear nuevas leyes y nuevas
posibilidades que quizá el mundo real no permite.
31
poesía es propia de quien tiene la naturaleza bien dispuesta o de un loco” (Pág.
20).
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3. ANÁLISIS DEL DRAMA
34
3.1 Elementos estructurales del drama
Según Alatorre (Ibíd.: 16-20), el drama recurre a dos tipos de materiales que se
desprenden de la forma como el ser humano percibe la realidad: por una parte se
recurre al material probable cuando se dan procesos de generalización de la
percepción de la realidad. De esta forma se observa al hombre y la relación con
sus circunstancias de manera vasta, utilizando así caracteres complejos que son la
representación típica de las características y actitudes humanas más complejas,
con lo cual se elabora una anécdota que configura las dinámicas sociales y
morales en su dimensión más amplia; esto ocurre en la tragedia, la comedia y la
pieza. Por otra parte, se recurre al material posible cuando se dan procesos de
particularización de la percepción de la realidad. Se acentúan las circunstancias y
se simplifica el carácter, utilizando caracteres que reducen las características y
actitudes humanas, desarrollando una anécdota que acentúa movimientos sociales
y morales específicos, lo cual se evidencia en el didáctico, el melodrama y la
tragicomedia. En ambos casos (la utilización de material probable y material
posible) será la colisión entre el personaje y el medio ambiente la que generará el
desarrollo de la anécdota; es decir, el conflicto representado será el detonante para
el desarrollo de los acontecimientos.
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4. LAS CATEGORÍAS DRAMATÚRGICAS
El autor, director, actor y teórico teatral Santiago García (1989: 204) expone en su
libro Teoría y Práctica del Teatro, que la dramaturgia no se limita a la
configuración literaria del texto dramático, sino también a lo operativo; es decir,
que la dramaturgia no sólo se refiere a la creación del drama, sino también a la
creación de los aspectos teatrales3. A partir de esta noción, desarrolló
conjuntamente con otros investigadores teatrales tres categorías que, según ellos,
se encuentran en interrelación en la dramaturgia. Éstas son la Situación, la Acción
y el Personaje.
García (1984: 204-228) expone en su texto la idea de que estas tres categorías se
encuentran conjuntamente y en activa relación, tanto en el texto dramático como
en el escenario en la representación teatral. Esta relación permite que, según
determinadas búsquedas de los creadores, se ponga de relieve alguna de las
categorías en relación con las demás.
3
Se diferencia aquí el término drama del término teatro, ya que, en principio, el primero se refiere
a la creación literaria y el segundo a la relación entre actor y espectador; es decir, a la
representación o la presentación de acciones por entes corporales humanos vivos en el escenario y
el auditorio.
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circunstancias espacio-temporales; en segundo lugar, la acción es aquello que
acontece, lo que ocurre; por último, el personaje es aquel que ejecuta las acciones.
Para analizar una perspectiva de las relaciones, podríamos decir que el personaje
tiene unas características internas (emociones, deseos) y otras externas (voz,
cuerpo). En este mismo sentido, podríamos observar la acción, que puede ser
interna en el personaje, externa a través de su cuerpo o, en un nivel más amplio,
un suceso que afecta la situación. Estas acciones del personaje pueden ser
internas, luego externas y finalmente afectar la situación (también puede
analizarse otro tipo de acciones en un nivel explícito como el que ocurre en
presente, y un nivel implícito como las que han ocurrido previo al momento que
se desarrolla en escena). O, en otro sentido, cuando el personaje se encuentra en
otra situación, ésta reconfigura sus acciones.
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5. PERSONAJE
El teatro, por lo tanto, surge de estas raíces en cuanto aparece el observador que
percibe la representación o la presentación del sujeto que se encuentra en el ritual,
el juego o la narración. El actor y el espectador establecen una convención en la
cual se acepta por ambas partes que el primero propone un dispositivo al cual el
segundo debe entrar bajo las condiciones dispuestas por aquél. Por ello se notará
que en la representación teatral, aceptamos que el actor juega a ser otro, de una
forma similar a la del niño que juega. Sin embargo, la diferencia en términos
generales radica en la intención: el niño juega para él, el actor “juega” para el
espectador. Pese a lo anterior ambos buscan, en esencia, divertirse, sentir placer.
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Haremos más adelante (Capítulo 5.4) la diferencia entre representación y presentación. En
principio asumamos que la primera se remite a hacer pasar una cosa por otra (el actor se hace pasar
por su personaje, el escenario se hace pasar por un castillo, etc.) y en la segunda no hay
mecanismos que pretendan otra cosa que la que realmente hay en el escenario.
5
El término inglés play se refiere, en términos generales, a jugar y a actuar en representación
teatral. Incluso a la obra se le denomina play.
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espectador, por su parte, acepta también que se encuentra en una representación,
en un “como si” esto ocurriera o este alguien existiera. En la paradoja del
comediante, Diderot en el siglo XVIII ya planteaba la contradicción constante del
actor en relación con su personaje, que radica, en términos generales, en que
pretende ser los dos sujetos, pero no es totalmente ninguno de ellos en la
representación: digamos que por encima está el actor, pues éste es quien controla
la expresión del personaje sin llegar a sentir realmente lo que él siente, más bien
simulando que lo siente, ya que lo que importa es lo que el espectador perciba.
Desde este punto de vista, el actor en la representación se pone una máscara que le
permite mostrar lo que quiere destacar de la humanidad. Esta máscara, sin el
actor, es superficie, necesita la esencia humana para, precisamente, proyectar la
esencia humana.
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Se acepta históricamente que el teatro como ahora lo conocemos surge formalmente en Grecia, a
partir de las fiestas dionisíacas desarrolladas en Atenas, aproximadamente en el siglo VII a.C.; de
allí su origen ritual.
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“prósopon”, la cual le da origen a la palabra persona que, en sentido general,
alude a la máscara.
7
Se trataba de una estructura dramática planteada, sobre la cual se efectuaban cambios a través de
la representación, pero que demarcaba una trama y unos acontecimientos generales que servían de
fundamento.
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con mayor claridad la profundidad de su ser y sus constantes contradicciones a
medida que transcurre la obra. Aquí el personaje implica un resumen de la
individualidad (Ibíd.:220).
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Su origen también es inglés: “role” significa la función que alguien o algo cumple.
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Autor alemán fundador del teatro épico, que no pretende “mostrar” sino “narrar” los
acontecimientos, para generar reflexión en el espectador.
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que para existir en el teatro (o en el drama), deben “hacer algo”, esto es, hacer
parte activa del desarrollo de los acontecimientos que configuran la fábula y
transforman o afectan las situaciones. Bajo esta premisa, García incluye a todos
(persona y personaje y, digamos también, al rol) dentro de la categoría de
personaje teatral siempre que se encuentren en la obra dramática o en la obra
teatral (a pesar, claro, de haber intentado distinguir la sub-categoría de personaje
frente a la de persona).
Para Duque, la triada propuesta por Bajtin configura el tratamiento que el autor o
creador hace del personaje; la triada está compuesta por: “El físico o aspecto
exterior del protagonista; la vivencia de los límites externos que lo rodean; y la
realización o ejecución de las acciones en su proceder exterior” (Duque,
1994:35). Sin embargo, lo que configura la permanencia y contundencia del
personaje no es el cumplimiento exacto y chato de lo que se espera de él, sino la
generación de nuevos códigos que rompen con los moldes establecidos de
antemano. Para sustentar su análisis retoma al reconocido personaje de Don
Quijote de la Mancha, dado que Cervantes alcanza a romper la máscara de un
caballero andante, individualizándolo y particularizándolo del estereotipo (Ibíd.:
33), en la medida en que no es bello ni corpulento, ni anda en un hermoso corcel y
mucho menos logra alcanzar la consecución de los objetivos que se le proponen
como caballero.
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Para Duque, la clave de la elaboración del personaje reside en el hallazgo de
elementos que saquen al personaje del anonimato y le den relevancia social. Para
él, el material del que disponen los creadores son los elementos portadores de
sentido, pero en especial “incidentes y hechos interesantemente insólitos, casi que
únicos” (Ibíd.: 35). De esta forma, si el creador ha tomado como referente la
realidad, en los procedimientos miméticos habrá también de elaborar con cuidado
los elementos que hagan al personaje desbordar sus límites sociales y sus marcos
de referencia situacionales. De esta forma, el personaje, visto en escena y leído en
el papel, desborda toda maraña espacio-temporal y cobra carácter universal.
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En el escenario, esta acción es asumida por el actor quien, como ya se dijo, se
esconde, pero no por ello deja de existir. El escritor le da apertura al personaje,
permitiendo que preexista a todos sus intérpretes, pero que logre completarse sólo
gracias a ellos, generando así una nueva mímesis y un nuevo intercambio
(Ibid.:67), dado que el actor rellena la máscara, traduce su sentido, le da
coherencia, convirtiéndose de esta forma en su mediador para llegar al espectador,
quien a través de la identificación logra liberarse o al menos regocijarse de sus
propias contradicciones, de su existencia individual y colectiva. Así, el personaje
retorna a la realidad de la cual surgió para afectar a la sociedad que lo creó a
través de su autor; y la realidad influye en el imaginario del autor, quien a su vez
elabora un ser de ficción, que es rellenado por un sujeto dispuesto a mediar por él,
para ejercer una actividad del imaginario en la realidad, de la cual el espectador es
huésped para su purificación o su regocijo.
De esta forma, durante los siglos XVIII y XIX el personaje teatral se convierte en
un dispositivo de identificación y complacencia social, que permite mantener y
salvaguardar las estructuras socio-económicas. El espectador-cliente paga su
entrada para que lo complazcan y le muestren lo que de antemano ya sabe o se le
ha dicho, y de esta forma no haya fisura ni pretensión de cambio desde la escena,
lo cual, en última instancia mantiene estables a la sociedad y al colectivo creador.
Se busca perpetuar una condición de obediencia frente a la clase social dominante.
47
forma, el espectador no será ya objetivo de control, sino de emancipación, de
conmoción particular, lo cual le liberará también de su propio mundo.
48
5.3.4 El personaje a principios del siglo XX:
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El personaje brechtiano será, entonces, más que un ser con referencias en la
naturaleza, un ser que se referencia en la sociedad (Ibid.:61). La contradicción del
personaje no se regirá por sus constantes desvaríos emocionales, sino mejor por su
encuentro y oposición con la estructura social. Las condiciones sociales vendrán
una y otra vez, en la representación, arremetiendo contra el personaje como un
barco en plena tormenta. De allí que además de tener un personaje que narra su
vida, el actor pueda aparecer y mostrar, en una redundancia intencional, aquello
que ocurre u ocurrió. De esta forma, para Brecht, el espectador hará sus veces
viéndose a sí mismo frente al mundo real y criticando su propia realidad.
El legado de Artaud, lejos de ser una técnica de actuación, invita a una reflexión
metafísica de la presencia del actor, su cuerpo y su ritualidad. Para él, si el teatro
simula, no podrá inquietar realmente al espectador, dado que las consecuencias de
lo representado se evaporarán en el universo de la ficción; en su burbuja, por así
decirlo. Lo que ocurra en el escenario no generará en el espectador mayor
conmoción si le ocurre a ese otro que es el personaje. Sin embargo, si algo
realmente ocurre, ataca y violenta directamente al espectador, podrá sacudirlo de
su plataforma que es la realidad. Así, según Abirached (Ibid.:327), Artaud recurre
a la metáfora del teatro como peste, pues ésta no deja más que lo esencial, sin
importar que el escenario mismo consuma el incendio. Aquí, el actor tiene sólo su
cuerpo para desentrañar el misterio que la cavidad escénica está llamada a
mostrar. La única forma de hacerlo para el actor artaudiano, será abandonando al
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personaje, e incluso abandonándose a sí mismo, en una especie de desdoblamiento
que le permite trascender el ser cotidiano, dado que para él no es lo mismo
caminar en su cotidianidad y caminar en la incertidumbre del escenario. En el
escenario las fuerzas universales, diría Artaud, entran en movimiento y
transforman al actor en su doble, sin ser un personaje; esto es, sin representar. Se
entra por tanto en un ritual en el cual el actor es catalizador. Artaud, por cierto,
pone en peligro franco la existencia del personaje y el imán de la mímesis, no
obstante emerger una especie de arquetipos y seres superiores en el escenario en la
empresa escénica-ritual.
Por otra parte, para Abirached (Ibid.:377) los teatristas del absurdo, lejos de
intentar liquidar el teatro, buscan reivindicar la mímesis en su máximo esplendor,
pero despojándola de sus apariencias engañosas y estereotipadas. Es más bien un
resurgimiento de la mímesis explotando al máximo su propia naturaleza en el
escenario. El personaje, aún existente y por cierto revitalizado, termina
abandonando la ingenua referencialidad al humano común, poniendo de
manifiesto un nuevo ser humano que evidencia la duda frente a la existencia y se
corroe a sí mismo en un contexto que lo apura a profundizar en la ruptura de los
cánones racionales, llevando al extremo la ausencia de sentido en sus acciones,
situaciones, nombres y rasgos. Según Abirached (Ibid.:381), se reduce al máximo
todo pasado y todo porvenir del personaje, además de minimizar sus rasgos
culturales, morales, psicológicos y sociales, entrando cada personaje en un
universo de ficción que le niega toda posibilidad de comunicación tradicional,
elevando muros que lo precipitan a lo inesperado. De esta forma, la realidad se
constituye en pretexto para ser mutada en universo de ficción que reevalúa todo lo
posible y todo lo probable. En este contexto, el actor no está llamado a encarnar el
personaje para llenarlo de sentido y traducirlo para el espectador, sino más bien
para animar una “marioneta” que se presenta al espectador, no con el fin de que
comprenda la fábula sino que se integre en la construcción de este nuevo universo.
51
5.4 Otra posible respuesta a la crisis del personaje
Por otra parte, reconocemos hoy algunas propuestas que ya no sólo ponen en
riesgo al personaje, sino que lo niegan por completo, generando así una especie de
liberación de la escena al supuesto yugo de la mímesis. Destaquemos una de las
propuestas más importantes en la actualidad: la idea de un “teatro del presentar”
de Frederich Chevallier, por cuanto ataca directamente el problema de la
representación y, además, porque entre otras ideas, argumenta que la crisis ha
terminado. De aquí es importante valorar el rescate de la presencia del actor y el
interés por el espectador, quien dentro del marco de la representación posee otros
medios más efectivos para que le “cuenten historias” según los teatristas
posdramáticos. Para Chevallier, es posible desprenderse de la representación, de
hacer pasar una cosa por otra, a través del teatro del presentar. Un teatro que se
despoja de los elementos de poder, y no tiene ninguna pretensión de decirle al
espectador lo que debe pensar. Más bien, sugiere la posibilidad de que ante la falta
de intencionalidad de significados, el espectador esté en la libertad de elaborar
interpretaciones múltiples, de agenciar ideas y sensaciones sin que el artista le
diga lo que debe pensar, sin que le imponga nada. La herramienta de la que
52
dispone para lograrlo es la presencia misma del actor y la capacidad del
espectador de presenciar el evento.
La propuesta de Chevallier cobra validez como respuesta a la crisis, toda vez que
más allá de convertirse en una propuesta actual de creación teatral, ataca
principalmente los peligros que la representación genera en el espectador. Por una
parte está el peligro de permitir que le digan lo que debe pensar. Por otra, está el
peligro de volverse un agente pasivo de la realidad. La representación ha logrado
lo inimaginable, convertirse en un potente elemento de poder y de manipulación
de los sujetos. La pregunta para nosotros será desde ahora, ¿si estamos imitando
moldes en nuestra vida cotidiana sin reflexión alguna, no estamos también siendo
manipulados, no estamos también manipulando?
53
6. LA PRESENTACIÓN DE LA PERSONA EN LA VIDA COTIDIANA
10
La palabra persona, como se mencionó anteriormente tiene dos acepciones etimológicas
comunes. La primera a partir del griego prósopon, con la que se denomina la máscara de las
representaciones griegas. En una especie de equivalencia, personare, en latín, significa “para
54
(Abirached, Óp. Cit: 23), lo cual es un “reconocimiento del hecho de que, más o
menos conscientemente, siempre y por doquier, cada uno de nosotros desempeña
un rol” (Park, citado por Goffman, 1997: 23). En este sentido, el aporte de
Goffman se fundamenta en la creencia de que desempeñamos roles, los
presentamos y construimos rutinas creadas por actividades que tienen lugar en
ciertas circunstancias (períodos de tiempo y espacios determinados) ante un
número determinado de observadores.
sonar”, y ésta era la función de las máscaras en las representaciones teatrales, ya que permitían la
resonancia para que el público escuchara el texto expresado por el actor.
11
Los modales se remiten a la acción del sujeto, es decir a las acciones a través de las cuales
interacciona en el medio. Sin embargo, la acción tiene lugar, en un sentido más amplio, desde los
acontecimientos que afectan y transforman la situación y no estrictamente al personaje.
55
idealizar, en algún tipo de abstracción o generalización colectiva, la percepción
que tienen de su rol, por lo cual procurarán crear una imagen ideal en su
presentación. Para lograrlo, mantienen un control expresivo y conciencia
constante para construir una impresión de legitimidad a través de la proyección
del rol que se les ha asignado.
Por otra parte, plantea que las interacciones de estos sujetos-personajes mantienen
la estabilidad de la estructura social y las instituciones. Si hay algún tipo de
disrupción o quebrantamiento en la presentación del rol, no sólo supone un
peligro para el sujeto-actuante y su respectivo sujeto-personaje, sino también para
la estabilidad del sistema social. Si alguien pone en duda a un sacerdote se pone
en duda a la iglesia; si alguien pone en duda al médico, se pone en duda al
hospital; lo mismo con un docente y la institución educativa. Ya veremos más
adelante en la presente tesis (capítulos 9 y 11) cómo, si las disrupciones y
quebrantamientos son regulados y conscientemente elaborados, no sólo permiten
generar la crisis, sino también generar soluciones críticas y transformadoras que
reivindiquen nuestro papel activo en la sociedad. Por ahora, acerquémonos a otras
miradas que permiten vislumbrar la teatralidad de la cotidianidad.
56
6.1 Mímesis y realidad social: retomando la poética de Aristóteles
La cuarta, la coherencia, nos muestra unidad dentro del rol; ya no, digamos, en
relación con los demás, sino consigo mismo. Se mantiene, más o menos, una
estabilidad frente a las posibles actitudes del rol. Un docente de actuación teatral,
si se nos permite acercarnos ya a nuestra tesis central, que plantea que para él lo
más importante en el teatro es el actor, y luego plantea que lo más importante es,
digamos, la iluminación escénica, no sería coherente, por lo cual su rol perdería
credibilidad frente a sus estudiantes. Esto no quiere decir que un docente no pueda
cambiar de opinión, sino que el cambio debe ser coherente o, al menos, tener un
fundamento racional. Supongamos que un docente es flexible en extremo con sus
estudiantes, y que un día, de buenas a primeras, quiere ser estricto; no será
fácilmente aceptado por sus estudiantes, a menos que haya una razón que
justifique el cambio, lo cual le daría coherencia. Digamos que en otro extremo hay
un docente que cambia de estado de ánimo constantemente; lo que sería extraño es
que de un momento a otro se estabilice, y esto generaría también cierto nivel de
incoherencia. Las cuatro cualidades mencionadas anteriormente configuran al
personaje; pero éste, para Aristóteles, no es el elemento fundamental del drama,
sino la acción. Aquí podemos confirmar la propuesta de Duque (1994) y García
(1989), pues es la acción la que configura la individualización del personaje.
La tragedia está constituida por seis elementos que son “argumento, caracteres,
lenguaje, pensamiento, espectáculo y el canto” (1990:7). Como se dijo
61
anteriormente, para el filósofo el eje central de toda poesía dramática está en la
acción, y en segundo lugar están los caracteres, dado que lo importante no es que
los personajes “hablen” sino que algo ocurra cuando lo hacen. Es decir que la
palabra, y también el movimiento externo o interno, se constituyan en acción
dramática: que afecten de forma irreversible el transcurso de los acontecimientos
implicando una transformación de las situaciones. Por esta razón suele ocurrir en
autores dramáticos nóveles, que el personaje se recargue de discursos sin provocar
el desarrollo de la fábula. De nuevo recordemos que drama significa acción; si no
fuera así, cualquier escrito filosófico a manera de diálogo sería un texto
dramático. Como ya se mencionó, la cuestión central de la tragedia se encuentra
en la concatenación de acciones probables y necesarias. A pesar de que estas
acciones son ejecutadas por los personajes, es la misma acción la que los define a
ellos. En otras palabras, sin acción no tendríamos la posibilidad de conocer los
cuatro elementos constitutivos del personaje mencionados en el párrafo anterior.
Es a través de ella que el personaje se completa en el drama, así como en la
realidad ocurre que los acontecimientos nos permiten asumir los roles que se nos
asigna socialmente. Digamos que es el transcurso de nuestra vida lo que nos lleva
a tener que asumir determinada función en el contexto social: pasando por
nuestras propias acciones, como por actos administrativos o interpersonales que
van legitimando, poco a poco, nuestra conducta y la apropiación de nuestro
comportamiento adecuado en el desarrollo de nuestro rol. De allí que al asumir un
rol, todas nuestras acciones se encauzan finalmente a que cumplamos nuestra
función y, si esto se da, nuestro rol se legitima cada vez más.
62
desentrañar y comprender las acciones, una persona al asumir un rol habrá de
comprender cuáles son las acciones que le redondean y legitiman.
Es por esto que considero pertinente hacer aquí un paralelo entre algunos de los
aportes de Aristóteles (en relación con los elementos que salvaguardan la
mímesis) con la especificidad de la realidad social en el campo de la docencia.
Aristóteles le recomendaba a los autores dramáticos planear cuidadosamente cada
uno de los aspectos relacionados con la creación dramática; a propósito, decía:
“es necesario organizar los argumentos y desarrollarlos verbalmente,
situándolos en la mayor medida posible, ante los propios ojos” (Ibíd.:19).
Algunos autores dramáticos cometen errores cuando no visualizan en su mente las
acciones del drama, en casos como el mencionado por el filósofo, en el drama
Tiestes. En éste, un personaje se encontraba lejos del templo y después salió de él
en una escena, lo cual generó silbidos en los espectadores, por ser improbable y
contradictorio. Así mismo, si se nos permite entrar en la especificidad del
contexto educativo, el docente puede visualizar el desarrollo probable del curso
procurando al máximo una ruta clara de trabajo o, al menos, un horizonte trazado.
El docente se constituye por tanto en autor (o mejor dramaturgo, como lo veremos
más adelante) y ejecutante de su rol, y debe elaborar una especie de argumento
general a partir del cual sostiene cada encuentro con los estudiantes y cada
63
momento de las clases. Esto es coherente con la idea de que los argumentos
“deben ser primero trazados en líneas generales, y luego divididos en episodios y
amplificados”. (1990: 20). Si bien Aristóteles prácticamente da un consejo o
receta para aplicar al universo de la creación, en el mundo real ésta parece ser una
manera de proceder casi universal, pues generalmente antes de toda acción
voluntaria las personas crean un panorama general de los acontecimientos, y
posteriormente algunos episodios con los cuales se construye la situación general,
sin tener necesariamente establecido un tiempo determinado para hacerlo. Para un
curso académico diríamos: el docente planea en términos generales la totalidad del
curso; la división, antes y durante el curso de lo que se trabajará en cada clase, y
finalmente cada momento de cada clase.
En este sentido, el curso cumpliría con la definición según la cual “la tragedia es
representación de una acción perfecta y completa y dotada de cierta extensión”
(Ibíd.:9). Si la transformamos de la siguiente manera: un curso es la presentación
de una acción perfecta y completa y dotada de cierta extensión. Completo es lo
que tiene principio, medio y fin, como ya se dijo. La perfección estaría
relacionada, por un lado, con la delineación y la claridad del curso, con los
elementos constitutivos de los roles; y, por otro, con la belleza o, mejor, la
armonía de la disposición de las partes: un curso perfecto sería aquel en el cual se
siente que nada falta ni nada sobra, ya que “lo bello, ya se trate de un ser viviente,
ya de una totalidad compuesta de partes, no sólo debe tener dichas partes
ordenadas sino también, y no por accidente, una determinada dimensión” (Ibid).
La acción es el eje central de toda esta estructura, pero no se entiende sólo como
un “hacer”, sino como aquello que se convierte en un acontecimiento. Sea por
acción corporal o por acción verbal. Cuando una persona dice “acepto”, la palabra
implica en sí misma la acción de aceptar12. En este sentido, a pesar de que en el
capítulo XIX el filósofo nos recuerda que en la acción se muestran los mismos
principios que en el lenguaje (pero la primera muestra a través del acto, sin
explicación; la segunda debe ser producida por el hablante) no podemos negar la
posibilidad de acción de la palabra. Sea por habla o por acto, el suceso debe
condensar la esencia del contenido o, mejor, del proceso. La acción en la palabra o
en el cuerpo permite que se constituya en un hecho importante para los
estudiantes y para el docente. Sin pretender un activismo sin sentido, lo que se
quiere hacer notar es que, sea porque se desarrollan temáticas o procesos “en
12
J. L. Austin sugiere en Cómo hacer cosas con palabras que, aunque se suele suponer que la
función de los enunciados es constatar hechos o estados de cosas, con la palabra se puede realizar
un acto. Diferencia entonces los enunciados descriptivos de los enunciados realizativos.
66
presente” en el aula de clase, o sea porque las cuenta o narra el docente u otro
integrante del colectivo, deben ser contundentes en el desarrollo del proceso
general. En otras palabras: los acontecimientos que se desarrollan en la clase
deben estar planeados y estructurados de forma que generen transformaciones,
tanto en el docente, como en los estudiantes y el proceso en general.
67
6.3 Elementos estructurales del drama en el campo de la docencia
69
7. DRAMATURGIA DEL DOCENTE:
De aquí se desprende que el creador del texto dramático sea el dramaturgo, por
cuanto él establece las bases para la configuración del universo creado. La
dramaturgia como práctica implica entonces el diseño de las convenciones a
70
través de las cuales se relacionarán los eventos creados con sus lectores o sus
espectadores. Las teorías dramatúrgicas esbozarían principios o supuestos a partir
de los cuales los textos son creados o pueden crearse. No obstante, cabe aclarar
que por dramaturgia no se entiende sólo el proceso o marco desde el cual se crea
un texto literario, sino también todos los elementos inmersos en la elaboración de
la obra teatral.
Cabe aclarar que, según lo que se ha dicho, no todo espectáculo teatral proviene
de un texto escrito con anterioridad. Se puede tomar el texto de un autor como
texto básico o como pretexto, se puede tomar cualquier otro tipo de escrito
literario que se encuentre en la lírica o en la épica; o bien, se puede partir de una
idea, de un evento, de una intuición, para llegar al espectáculo teatral. Digamos
que el texto dramático ha sido preponderante, pero no es imprescindible.
Anne Ubersfeld, en su libro Escuela del Espectador (1997), plantea que el sentido
del texto dramático varía en la producción del hecho teatral. Para ella, el texto
dramático está cargado de significación, más no de sentido, toda vez que la obra
ha sido pensada de alguna forma para ser representada en un espacio real, en un
hecho efímero de encuentro y comunión. Nos recuerda que para pasar del texto
dramático al texto representado no se habla de traducción ni de interpretación,
sino de producción de sentido. En otras palabras, en la creación dramatúrgica
siempre estamos queriendo decir algo. Pedro Miguel Rozo lo llama construcción
72
del sentido y para él “la construcción de sentido va a estar siempre ligada más a
una condición humana y lingüística, antes que a una propiedad exclusiva del
oficio del dramaturgo” (2009:1). Supone y argumenta que cuando nos contamos
un chisme, hablamos de situaciones actuales o pasadas, cuando recordamos
anécdotas, somos dramaturgos. La dramaturgia nos permite organizar los signos y
códigos a través de los cuales nos comunicamos y producimos sentido. Se puede
decir entonces que en la realidad social, si producimos o construimos sentido,
estamos siendo dramaturgos. Esto implica que para que se dé un hecho
dramatúrgico debe haber una intención más o menos clara al elaborar la estructura
narrativa de algún tipo de evento.
Bajo el anterior planteamiento, y con la idea de que tanto el hecho teatral como el
encuentro entre docente y estudiante son hechos comunicacionales, Serrano
sugiere el concepto de dramaturgia docente. Propone el paralelo a través del cual
se puede decir que en el aula presencial el acto educativo se logra a través de la
expresión corporal y de la voz (del habla y del cuerpo) del profesor, y del carácter
observador de los alumnos. Retoma lo que denomina modelos dramáticos pues,
para él, consciente o inconscientemente el docente apela a un modelo
interpretativo para vincularse con su público-alumnos. Propone, pues, un paralelo
entre el modelo utilizado por el docente y los principales planteamientos de
Stanislavski, Artaud y Grotowski.
Sea como un ser coherente apropiado del discurso, sea como figura chamánica o
como actuante presente en el testimonio de su auditorio, Serrano propone ver al
actor y al docente como los creadores y los responsables del hecho comunicativo.
Lo más relevante de la propuesta es que permite pensar que es necesario que el
docente siempre esté al tanto de su función en relación con el estudiante, dado que
de la forma como construya el sistema de comunicaciones depende en gran
medida el aprendizaje de éste. No obstante, observemos que si bien los elementos
principales del hecho teatral son el actor y el espectador, la idea de pensar en la
dramaturgia supone la acción de otros agentes creativos con funciones
determinadas; por esta razón, cabe resaltar los planteamientos de Comelles, pues
acude a una diversificación de dramaturgias del docente que no sólo lo ponen en
paralelo con el actor, sino también con el dramaturgo, el director, el escenógrafo,
el técnico y el crítico. Esto ya que, como se ha mencionado, el hecho teatral se
dinamiza con la participación de todos ellos.
Comelles sustenta que, dentro de las clases, el docente se divide entre el discurso
dramatúrgico y el discurso de representación del mundo. En el discurso
dramatúrgico pone de relieve todas las estrategias comunicativas que utiliza para
ponerse en escena. En el discurso de representación de mundo, elabora y reelabora
constructos teóricos relacionados con los contenidos temáticos. La explicitación
del discurso dramatúrgico puede darse en cualquier momento del curso, o de
cualquier situación comunicativa dado que se sustentan las razones y objetivos
por las cuales se desarrollan los procesos. Esto puede generar claridad, confianza
o lo contrario. Supone que en la primera sesión se darán con mayor
preponderancia los elementos dramatúrgicos y que entre mayor sea esta aparición,
mayor será la expectativa del auditorio.
Bajo esta mirada, se puede comprender y aceptar que los estudiantes distinguen el
equilibrio entre las habilidades relacionales del docente y de la profundidad de su
conocimiento. No siempre que un docente tiene conocimiento sobre un tema
específico, así sea en profundidad, podrá enseñarlo. Pero en el otro extremo, es
76
necesario destacar que el docente, por mayores habilidades relacionales y
comunicativas que tenga, tiene la responsabilidad de desarrollar contenidos
específicos sobre los cuales debe tener conocimientos en profundidad. De esta
forma podemos pensar que se debe generar un equilibrio entre la profundidad del
conocimiento y la eficacia de la comunicación del mismo por parte del docente.
Para Comelles, “el docente es el vehículo del conocimiento y de alguna manera
también es un modelo” (2009:409), por lo cual podremos preguntarnos: ¿Qué
hace que un estudiante necesite asistir a clase y no sólo leer los textos existentes
en torno a los campos del conocimiento? Así, si pensamos que el docente domina
el conocimiento específico, pero además se plantea propósitos claros, establece
estrategias claras y es eficaz en los elementos de comunicación que permiten
dinamizar el conocimiento con su auditorio, reivindicamos la necesidad de los
discursos elaborados por el docente.
77
a) El profesor como dramaturgo en el sentido moderno del término (planificación
general): el docente traza unos objetivos del curso. Los adapta a las expectativas
del grupo, al número de asistentes. Por esta razón es el responsable de planificar
cada una de las sesiones de la clase y gestionar la dinámica de las mismas.
Además, desde sus objetivos propone una visión crítica del mundo.
c) El profesor como escenógrafo (espacio): los espacios son asignados para los
docentes. En algunas aulas existe algún tipo de decoración en la que los docentes
no han participado necesariamente. La preocupación del docente tiene que ver con
la distancia y distribución del espacio entre él y los estudiantes.
De cualquier modo, no podemos negar que el docente asume un rol específico que
depende en gran medida de la naturaleza del campo que enseña. Por esa razón,
pasaremos a tratar de describir la forma como se asume un rol y las
especificidades del rol de docente de actuación.
79
8. PRESENTACIÓN DEL ROL DOCENTE
8.2 En el aula
13
En este punto se pretenden clasificar los campos en los cuales el docente se proyecta en el aula a
partir del artículo de LOAIZA Z, Luis Fernando. Pedagogía y Teatro. En: Revista Colombiana de
las Artes Escénicas 2 (2008) Universidad de Caldas, en el cual se analiza la posible relación entre
la pedagogía y el teatro.
81
estudiantes; y también le corresponde sugerir aportes en el desarrollo teórico y
práctico de ejercicios teatrales, con el fin de fortalecer el proceso creativo del
estudiante, asumiendo una especie de rol de director escénico.
Tanto la educación como la creación artística son actividades exclusivas del ser
humano por cuanto que está dispuesto tanto a transmitir la visión del mundo que
culturalmente se ha edificado, como su visión particular, para ponerla en diálogo
con las visiones de sus congéneres. En este sentido el docente de actuación se
ubica en este doble proceso pues es educativo y creativo. Construye y reconstruye
conocimiento con sus estudiantes y crea y recrea ejercicios y búsquedas artísticas.
Para hacer claridad, retomando las categorías dramatúrgicas planteadas por García
(1989) se puede decir que en el aula de clase, en un tiempo determinado
(situación), la presentación del docente (rol) se proyecta en los campos
mencionados anteriormente a través de su cuerpo y de su palabra (acción
particular), dentro de unos acontecimientos (acción general).
83
9. RELACIÓN DIDÁCTICA
85
9.2 El proceso de comprensión de la proyección del rol de docente en el
aula de clase
15
Greimas, en su Diccionario Razonado del Lenguaje ha establecido, a partir de los estudios de
Propp y, Souriau, seis “actantes” en todo relato: sujeto, objeto, destinador, destinatario, oponente y
ayudante. Estos actantes son unos entes que realizan una acción, un acto o cumplen una función.
La relación central se da entre Sujeto y objeto, la cual es una relación de deseo, de querer.
86
poner en práctica la metacognición, que le permite repensar y estructurar sus ideas
sobre el proceso de enseñanza y aprendizaje.
Este efecto estaba pensado para el espectador, pero podríamos plantear que el
docente puede dar un salto cognitivo de manera que evalúe y regule su
comportamiento en la vida real. Partiremos de este planteamiento para entender la
necesidad de que el docente se distancie de su propia práctica y genere
comprensión sobre ella para transformarla. En esta medida, el docente puede
revisar su relación con el estudiante para verse a sí mismo, como si fuera otro. Es
16
Recurso utilizado ya en el teatro medieval y el moderno, pero teorizado por este reconocido
autor alemán.
88
decir, rompiendo su identificación consigo mismo, distanciándose de su propio yo
para verlo desde fuera y poder interpretarlo.
89
10. LOS SIGNOS: DENTRO DEL ROL SOCIAL
Toda relación humana está mediada por el lenguaje. Entendamos por lenguaje
todos los signos que permiten las relaciones comunicativas; es decir, no sólo nos
referimos al lenguaje verbal, sino también a los lenguajes no verbales. El lenguaje
se construye a través de los signos que, en el caso del proceso docente, emergen e
influyen en la relación didáctica. Para hacer el estudio de este proceso, se pueden
revisar ciertos signos que aparecen en esta relación que podemos ubicar en lo que
Guiraud en La Semiología, establece como código social de protocolo, en el cual
aparecen diversos signos de identidad y de cortesía (Guiraud, 1997: 107-126).
De las relaciones que se dan entre estos elementos surgen las funciones, las cuales
nos permiten comprender la situación comunicativa. Para Guiraud (Ibíd.: 12-15),
las seis funciones enunciadas por Jakobson desde la lingüística, son válidas para
analizar todo sistema semiótico. La función referencial define las relaciones entre
el mensaje y aquello a lo cual hace referencia: permite formular una información
certera sobre el objeto en cuestión. La función emotiva define las relaciones entre
el mensaje y el emisor: además de la información certera que tenemos sobre el
referente, en la comunicación se evidencia la postura o actitud que tenemos frente
al objeto referido. La función connotativa define las relaciones entre mensaje y
receptor: cuando nos comunicamos nos dirigimos al intelecto o a la afectividad
91
del receptor, por lo cual éste construye su propio sentido frente al mensaje y el
referente. La función poética define las relaciones del mensaje consigo mismo: en
la expresión artística el mensaje se transmite a sí mismo, es auto-referencial, es su
objeto propio. La función fática mantiene o detiene la comunicación: permite
atraer o distraer la atención del interlocutor. La función metalingüística define la
relación del mensaje con el código: permite remitir los signos al código del cual se
extrae su significación. Tiene una relación directa con el médium utilizado en el
sistema comunicativo.
92
Los códigos lógicos se refieren a aquellos que pretenden enunciar los mensajes
con la mayor objetividad posible y que son homológicos al fenómeno u objeto
sobre el cual gira la comunicación; el número 5, por ejemplo, es unívoco según el
contexto y se refiere a una cantidad entera verificable. Así también ocurre con el
código Morse o las fórmulas químicas; están muy convencionalizados y permiten
informar claramente sobre el referente. Cabe destacar que, dado que es un código,
el receptor debe estar empapado del mismo para que el sentido producido por él
sea objetivo. Los discursos académicos se basan precisamente en tratar de precisar
una materia o fenómeno determinado, y se utiliza la argumentación desde la
lógica para dar una postura clara y aceptable por la comunidad académica; de allí
se desprende que un sistema filosófico tiende a resquebrajarse cuando
encontramos incoherencias en él.
Los códigos estéticos, por su parte, pueden construir sistemas de signos de orden
hetero-referencial en sentido analógico. Pretenden conmover al espectador sobre
algún fenómeno del mundo o de la naturaleza, pero pueden hacer del mensaje un
ente ambiguo, no son unívocos, y el espectador construye sentido de forma libre.
También pueden ser sistemas auto-referenciales, como en las artes no figurativas,
y promover una sensación o emoción en torno al objeto-mensaje, y liberan la
asociación de ideas en la mente del espectador. Además del mensaje, las artes van
construyendo convenciones autónomas. Para citar un ejemplo, en la narrativa, sea
cual sea la estructura, se alcanza a identificar un inicio, un desarrollo y un
desenlace, o bien de orden cronológico o bien de la disposición de las partes17.
Recordemos el caso de Rayuela, de Julio Cortázar (1977): este escritor propone
dos formas de lectura de su texto: la primera en orden secuencial tradicional
(capítulo 1, capítulo 2, etc…) y otra en la que propone un orden secuencial no
tradicional (capítulo 73, capítulo 1, capítulo 2, capítulo 16…); son obras distintas
por su disposición. En el caso de textos como La continuidad de los parques
(1969), la disposición es menos convencionalizada por el autor, pero genera una
tendencia a desentrañar el inicio de los eventos. Por otra parte, las obras de arte
17
Véase PROPP, Vladimir. (1998) Morfología del cuento. Madrid: Ediciones Akal.
93
miméticas tienden a tematizar sobre tópicos comunes: la muerte, la vida, la
guerra; de allí que se convencionalice a partir de la temática. La obra de arte,
también desde su autonomía, alcanza a convencionalizarse de alguna forma
consigo misma: si escuchamos una melodía, ella misma nos indicará su estructura,
así se salga de los cánones y parámetros de composición musical.
94
Lo que interesa señalar aquí es que los signos de identidad y de cortesía
pertenecen a los códigos sociales y son emanados por los hombres en sus
interacciones; cabe resaltar que en las últimas décadas la teoría teatral se ha
alimentado de los avances en semiología y ha adoptado los códigos sociales para
estudiar los signos teatrales, pues éstos de una forma u otra mezclan los códigos
sociales con los estéticos en el proceso de mímesis18. Por lo tanto, dichos signos
pueden ser indagados dentro de la presentación del docente en el aula, sea como
ente social en términos generales o como rol (personaje) asumido en sociedad.
Para Guiraud tenemos, por una parte, en cuanto a signos de identidad Objetos,
Uniformes, Insignias, Tatuajes, Maquillajes, Peinados, Nombres y Sobrenombres
(Ibíd.: 109-110). Por otra, en cuanto a signos de cortesía, tenemos Tono de la Voz
o Prosódica, Palabra, Quinésica y Proxémica (Ibíd.: 112-114).
18
Véase CÁRDENAS, A. Discurso teatral y pedagogía del lenguaje. En: Folios, No. 18.
Bogotá: Universidad Pedagógica Nacional. Págs: 11-22; 2003.
95
marcas y carteles, circunscriben los objetos o lugares a una identidad institucional
o personal determinada. Aunque Guiraud no los menciona, nos parece que
algunos objetos son también signos de identidad: un hombre con una guitarra en
la mano nos parece un guitarrista, un joven con un cuaderno y un lapicero nos
parece un estudiante, de allí que podamos distinguir y casi enmarcar a las
personas cuando observamos que utilizan determinados objetos. Estos signos
indican las estructuras de nuestros sistemas sociales.
96
La quinésica la define como “el estudio de los gestos y de las mímicas utilizados
como signos de comunicación, ya sea por sí mismos o como acompañantes del
lenguaje articulado” (Ibíd.: 67). Comprende todos aquellos signos más o menos
convencionalizados que permiten comunicar a través de un lenguaje propio del
cuerpo; cabe aclarar que a pesar de variar de una cultura a otra, alcanzan a tener
características similares. Existen para Guiraud (1994: 67-77) tres tipos de
comunicación que se desarrollan a través del lenguaje cinético: Descriptiva,
Expresiva y Simbólica. La comunicación descriptiva tiene por función reforzar el
lenguaje gestual a través de indicaciones más o menos convencionalizadas; así
podemos indicar que algo es largo, corto, ancho, o que nos referimos a una parte
del cuerpo, a un objeto, a un lugar o a una acción determinados. Estos gestos
alcanzan diversos grados de descripción del aspecto, sea por la tonicidad
muscular, la rapidez, la amplitud o la repetición (Ibíd.:70). La comunicación
expresiva tiene por función mostrar las emociones y sentimientos a través del
cuerpo, sea consciente o inconscientemente. Se diferencian de la Patognomonía,
ya que requieren que se envíe un impulso que genere un cambio en la posición de
uno o varios segmentos corporales por minúsculo que sea. Permite expresar el
estado de ánimo o de situación del sujeto; están más o menos convencionalizados
dependiendo de la cultura, pero ofrecen un amplio espectro de posibilidades a la
espontaneidad. La comunicación Simbólica está conformada por actos corporales
que expresan niveles de relación e interacción protocolaria que se estructuran a
partir de significaciones complejas y muy convencionalizadas. Tal es el caso del
saludo a través del apretón de manos que simboliza paz, comunión y alianza
(Ibíd.:77). Todos los signos quinésicos implican algún tipo de origen natural,
mediado por cierto nivel de arbitrariedad a través de la cultura.
98
Sin embargo, aquí es necesario distinguir dos fenómenos relacionados con la
prosódica. El primero se da a nivel sintáctico, por cuanto la estructura formal del
enunciado nos remite a variaciones en las características del sonido. Por esta
razón, cuando enunciamos las oraciones, tendemos a reorganizar su estructura con
el fin de hacer mayor énfasis en el segmento de la oración que tiene mayor
preponderancia. El segundo se da a nivel expresivo, y remite a la sensación,
emoción o postura desde la cual el enunciante genera la frase. Las características
rítmicas y melódicas nos advierten sobre la función emotiva del enunciado y el
emisor. Se debe tener en cuenta que existen otros sonidos onomatopéyicos e
interjectivos que no acompañan enunciados verbales, pero que también generan
sentido, por lo cual son importantes a la hora de analizar un sistema comunicativo.
100
11. HACIA UNA POÉTICA DEL DOCENTE
Si esto es así, sea cual sea nuestro rol en el mundo, tenemos también la capacidad
de transformarlo a partir de la búsqueda de lo nuevo directamente en el contexto
social e histórico. No se sugiere una búsqueda de lo nuevo por lo nuevo, sino un
proceso de reflexión constante que permita que no nos convirtamos en emuladores
de nuestros maestros, sino que a partir del conocimiento que vamos teniendo
sobre nuestros saberes específicos y sobre la naturaleza de nuestro rol, podamos
hacer nuevas propuestas que permitan ahondar y no quedarnos en la superficie del
saber o de la forma como asumimos nuestro rol. Esta búsqueda inicia desde el “sí
mismo”. La poética del docente, por tanto, se estructura toda vez que éste es capaz
de realizarse a sí mismo como docente. A partir de la constante revisión, reflexión
y retroalimentación de su proceso docente, tiene la posibilidad de romper con los
moldes instaurados sobre la idea de ser docente y realizar acciones que influyan y
marquen el proceso educativo. Así, se reinventa como docente en un aquí y ahora
específico, único e irrepetible, en cada una de sus clases, tal como lo plantearía
Medina en su libro El malestar de la Pedagogía (2006: 107-126).
102
No se trata de dar la espalda a las teorías y prácticas pedagógicas ni didácticas y
caer en un anarquismo extremo. Al contrario: a partir del conocimiento de los
avances en didácticas y de las diversas teorías pedagógicas, se trata más bien de
revisar nuestro papel como docentes y reelaborar nuestras prácticas y nuestros
marcos de referencia en pos de rehacer nuestro oficio, ya no como un acto de
obediencia a la alienación a la cual al parecer estuviéramos destinados, sino como
acto de resistencia frente a nuestra propia cosificación. En otras palabras, el
docente no se construye y constituye a partir de la replicación de moldes,
manuales y pasos, sino a partir de sus búsquedas en torno al conocimiento, a la
creación y a los procedimientos para crear, construir y transmitir. Aquí no nos
referimos sólo al conocimiento como saber teórico científico, sino también
técnico y estético. Así, nos parece que el encuentro en el aula es el espacio
propicio para tomar los insumos para conducir las búsquedas del propio docente.
103
Si se puede resumir la idea de la poética del docente específicamente en el campo
de la actuación, podemos decir que por una parte se encuentra en una constante
reinvención de sí mismo como docente, sea porque su visión como artista lo
moviliza a una búsqueda en el mundo, o porque a nivel pedagógico y didáctico
está en la búsqueda de discursos y prácticas que generen transformaciones
educativas tanto en él como en sus estudiantes. Por otra parte, está implicado
creativamente en la configuración de hechos teatrales contundentes a nivel
técnico, expresivo y poético, en primer lugar al pensar en la formación de sus
estudiantes, segundo porque la formación del artista requiere una honesta revisión
de la realidad objetiva, y tercero porque el docente también participa en la
elaboración poética del ejercicio teatral. Por último, y retomando las dos ideas
anteriores, en el caso de los docentes de actuación en la Licenciatura en Artes
Escénicas con Énfasis en Teatro de la Universidad de Caldas, el docente tiene la
responsabilidad de formar un estudiante que también será docente,
específicamente en el campo de las artes escénicas, lo cual a su vez genera una
espiral de redes educativo-creativas que habrán de influir en nuestro contexto
socio-educativo específico. Lo paradójico, a fin de cuentas, es que en la ruptura de
su máscara el docente, al distanciarse y presentarse, se individualiza, y esto lo
convierte en Personaje cotidiano.
104
III. TRABAJO DE CAMPO
Por otra parte, se aplicaron encuestas abiertas que nos permitieron analizar lo que
el docente piensa y siente sobre determinados fenómenos que consideramos
relevantes en la asunción del rol.
105
1. ESTRUCTURA DE LOS DIARIOS DE CAMPO
A medida que fueron avanzando las clases y se fueron integrando las categorías,
se produjo por nuestra parte la siguiente rejilla de observación a partir de los
signos propuestos por Guiraud (1994; 1997):
Signo Descripción
Vestido
Objetos
Quinésica
Proxémica
Palabra
Prosódica
106
2. ESTRUCTURA DE LAS ENCUESTAS ABIERTAS
Les solicitamos a los docentes que nos contestaran las preguntas lo más
honestamente posible, teniendo en cuenta su ejercicio como docentes de actuación
dentro del programa de Licenciatura en Artes Escénicas con énfasis en Teatro, de
la Universidad de Caldas.
107
8. Generalmente, ¿cómo organiza usted el tiempo de una sesión de clase de
actuación?
9. Generalmente, ¿cómo organiza usted el tiempo total de un curso de
actuación?
10. ¿Qué significa para usted ser docente de actuación?
11. Generalmente, ¿cuál es su objetivo principal en un curso de actuación?
¿De qué forma cumple usted este objetivo?
12. ¿Cómo cree que influyen sus emociones en la clase de actuación?
13. ¿Qué diferencias y similitudes encuentra entre el rol de director escénico
y/o teatral y el rol de docente de actuación?
14. ¿Cuáles considera que son las características que diferencian la docencia
en actuación de la docencia en otros campos que usted haya orientado?
15. ¿Cómo cree usted que se debe comportar un docente de actuación?
108
3. ANÁLISIS
Categorías:
3.1.1 Vestido:
La única excepción se dio con dos docentes, quienes se cambiaron por una ropa
más cómoda para la primera clase que se observó de cada uno. El vestido se
acerca al que suele solicitarse a los estudiantes de actuación: ropa cómoda, más o
menos neutra y descalzos. Al final de la clase, el docente vuelve a ponerse ropa
más o menos cotidiana. Esto indica en términos generales, y como se verá más
adelante, que los docentes de actuación no se involucran completamente en los
ejercicios físicos de los estudiantes, como podría pensarse. Más bien se
encuentran con cierta distancia que los distingue, y además les permite estar como
observadores. Si el docente se encuentra realizando los ejercicios con los
estudiantes, se concentrará en su hacer y estimular a los estudiantes desde dentro;
109
en cambio, en casi todas las clases observadas el docente se concentra en observar
a los estudiantes y estimularlos desde fuera.
3.1.2 Objetos:
Objetos relacionados con el conocimiento: todos los docentes asisten a las clases
con un morral o una mochila. Nos parece que estos objetos representan el uso
recurrente de otros elementos que se encuentran dentro de ellos relacionados con
el conocimiento y el arte en el contexto académico. El morral no se representa a sí
mismo, sino lo que contiene; y se asume que contiene diversidad de materiales
que se relacionan con el quehacer docente o artístico, con los cuales el docente se
relaciona para la construcción de conocimiento, para su propia formación, para la
formación de los estudiantes o para la resolución de problemas específicos en el
campo académico. También abre la posibilidad de contener otros elementos de
orden personal, pero no parecen ponerse de relieve cuando el docente se encuentra
en el aula de clase.
En relación con lo anterior, casi todos sacaron en algún momento de las clases
observadas algún libro con los siguientes usos: para leer dentro de la clase, para
revisar algún tópico, para revisar acontecimientos de las escenas (en el caso de los
textos dramáticos), o simplemente para ubicarlos con sus otras pertenencias de
orden académico como lapiceros y cuadernos o libretas de apuntes. Al parecer,
estos objetos recubren al docente de cierta autoridad intelectual: por tener acceso a
los libros, por parecer que los conocen o que los están conociendo y por utilizarlos
como material de referencia general para los estudiantes o para compartirlos con
un estudiante específico.
Objetos del aula: en todos los docentes encontramos el uso de las sillas en tres
dimensiones: la primera para sentarse a observar los ejercicios de los estudiantes;
la segunda, para ubicarse en el eje del hecho escénico, esto es, para que lo
observen cuando hace sus comentarios; y la tercera, para ubicarse en una posición
más o menos cómoda para dialogar con los estudiantes. Dicha utilización
dependió de la disposición del aula (si tiene las cualidades de un espacio escénico
tradicional o no) o de la cantidad de sillas que hubo en el salón. De aquí que el
uso de la silla (y del espacio, como veremos más adelante), además de cumplir su
función de sentarse para estar más cómodo, le permite al docente utilizar un signo
que ayuda en la organización de la clase, es decir, del tipo de actividad que se va a
desarrollar. Algunos docentes utilizaron una mesa en algún momento de sus clases
para ubicar sus pertenencias, demarcando con más claridad un “territorio docente”
y pudiendo tener organizados los elementos que requirieron para el desarrollo de
la clase.
111
Tecnología: uno de los docentes utilizó en las dos clases observadas un
computador. Éste sirvió para integrar el lenguaje sonoro-musical al ejercicio que
se estaba desarrollando, y no tanto, como se podría pensar, para aterrizar un
contenido en términos tradicionales de exposición. Aquí se distingue claramente
al docente como dramaturgo técnico al utilizar lenguajes tecnológicos a
disposición del ejercicio creativo y de la formación del actor.
3.1.3 Quinésica:
Los docentes utilizan los gestos corporales con diversos objetivos relacionados
con la expresión corporal más o menos convencional, con cuestiones técnicas y
espaciales, con intereses didácticos y con la relación con objetos y espacio.
Por otra parte, las indicaciones también se remiten a cuestiones escénicas de los
ejercicios teatrales, sugiriendo con ellas de nuevo qué, quién, cómo y dónde, pero
dentro del universo del ejercicio teatral más o menos desde convenciones
112
escénicas o estéticas. Por último, suelen hacer algún tipo de indicación en el cierre
de los ejercicios para que el espacio sea organizado por los estudiantes.
La acción espejo: los docentes suelen ejecutar dos tipos de acciones como espejo-
tamiz de lo que el estudiante ejecuta actoralmente y lo que se supone que debe
hacer. Primero, el docente, después de haber observado los ejercicios del
estudiante, sea por su adecuada o inadecuada ejecución, recurre a ejemplos
específicos de las acciones corporales de los estudiantes, para destacarlos o para
criticarlos. Segundo, en ocasiones ejecuta la acción corporal con el fin de que el
estudiante observe, comprenda y luego replique. A riesgo de que el estudiante se
convierta en imitador, se genera algún tipo de memoria o de comprensión frente a
lo que el docente espera que haga. Aquí, por un momento, el estudiante se
convierte en espectador del docente.
Esto pone de relieve el manejo que se espera que el docente tenga de la actuación:
esto es, que ejecuta adecuadamente las acciones corporales. De alguna forma el
docente muestra que sabe cómo hacerlo, pero también permite que el estudiante,
así sea por imitación, logre hacerlo en principio para después ir proponiendo
desde allí.
114
Revisión o manipulación de “objetos de conocimiento”: como se mencionó en el
apartado sobre objetos, el docente revisa, lee o manipula libros, o su morral, en los
cuales se pone de relieve su cercanía con los avances en el campo del
conocimiento propio de la actuación en particular, o de las artes escénicas en
general. El docente los suele manipular frente a un solo estudiante, promoviendo
así cambios en él, o frente al grupo en su totalidad.
3.1.4 Proxémica:
Disposición del espacio escénico: en todas las clases observadas hubo una
disposición clara del espacio escénico en el que más o menos se establece el
segmento espacial que será utilizado por los estudiantes-actores, y el espacio
utilizado por el docente para observar. Las aulas en general, unas más que otras,
tienen características técnicas que permiten dicha disposición. De esta forma se
demarcan dos espacios notorios en las aulas de clase: espacio para la ejecución;
espacio para la expectación. Los dos son espacios de actividad y no de pasividad
(sobre todo el de expectación, como podría parecer). El teatro genera conmoción
en el espectador, sea en la representación o en la presentación; en este caso el
espacio para la ejecución está dispuesto de manera que se puedan hacer
elaboraciones miméticas y poéticas: el docente, cuando se ubica en el espacio de
expectación, se encuentra en un intermedio entre espectador y docente, pero es
claro que hay actividad intelectual, sensorial o emocional.
Utilización del escenario: por otra parte, el docente recurre generalmente a esta
disposición espacial (espacio de ejecución y espacio de expectación) para hacer
las devoluciones de los ejercicios. Al parecer, esto se debe a que el poder de
énfasis que genera el escenario carga de cierta magnitud al docente; es decir, al
ubicarse en el escenario, le demarca claramente al estudiante un cuadro de
observación que hace que deba prestarle mayor atención. No recurre ningún
docente, en ningún caso, a efectos técnicos teatrales (digamos encender
reflectores, por ejemplo) para desarrollar este cambio. Se hace, generalmente, con
las características técnicas del aula en términos de iluminación natural, o artificial
de público o de trabajo, más que de la iluminación específicamente teatral. Aquí el
docente se pone de relieve en el escenario como el actor: sobre su cuerpo y su voz
recae la responsabilidad del hecho comunicativo. En general los docentes se
ubican en el proscenio (o al límite entre el espacio de ejecución y el espacio de
expectación) para hacer sugerencias o comentarios de orden general; se desplazan
al segmento espacial concreto en el que se desarrollaron fenómenos sobre los
cuales desea hacer observaciones (como el caso de una escena específica) y,
relacionado con su quinésica, suelen hacer réplicas de la forma como los
estudiantes utilizan el espacio, o suelen hacer propuestas para su utilización. Esto
genera la impresión de la claridad del docente frente al uso del espacio.
117
Ingreso al escenario para dar indicaciones: durante el desarrollo de los ejercicios
puede ocurrir que el docente interrumpa para dar indicaciones concretas, sin
esperar al momento de la devolución o de diálogo con el grupo. Esto indica que el
docente se encuentra activo, y que además considera pertinente hacer el ajuste
inmediatamente, por posible olvido de los estudiantes, o de él mismo, o porque
este cambio tendrá importancia en el posterior desarrollo de los ejercicios.
118
Se pudo observar que en ocasiones el círculo tenía algún tipo de deformidad entre
los estudiantes contiguos al docente; de alguna forma se percibe la jerarquía, pues
finalmente a los estudiantes les interesan más o menos jerárquicamente las
devoluciones del docente y los comentarios de sus compañeros.
Alejamiento para la creación: cuando el docente se retira del salón para dejar a los
estudiantes preparándose para presentar un ejercicio o un ensayo, se percibe un
poco más de libertad en los estudiantes para discutir sus ideas, pero se siente que
el docente se encuentra aún cerca del aula y en cualquier momento puede llegar,
lo que genera cierta premura en la preparación.
La espera: relacionado con lo anterior, ocurrió algunas veces que el docente tuvo
que esperar un poco más de lo pautado o de lo que esperaba para poder observar
los ejercicios que los estudiantes preparaban. En tal caso el docente no se ubicó en
el espacio de expectación, sino en un lugar cercano, casi al límite, o en ocasiones
en la puerta del aula, ejerciendo de esta forma cierta presión, pero permitiendo la
conclusión de la preparación.
119
Reacomodación del territorio: dado que las aulas de clase son espacios
compartidos con otros grupos, otros docentes y otros procesos, a medida que
avanza la clase se va creando una atmósfera nueva. Los estudiantes y el docente
poco a poco se van re-apoderando del espacio, dado que el aula ha quedado como
la dejó el último grupo, o hay elementos de otros cursos. Aunque se cumplen
ciertos parámetros de organización y cuidado del espacio, nunca se deja el espacio
tal y como se encontró, aunque haya intención de cuidarlo. Queda, pues, una
especie de huella del grupo y el docente cada vez que termina la clase.
En los pocos casos en los que se dio que el grupo tuvo que desarrollar una clase
en un salón que no era el que generalmente se utilizaba, el apoderamiento no fue
tan importante. De esta manera, no se dio ninguna actividad de aseo o de cuidado
previo ni final, dado que finalmente es un territorio pasajero.
Cercanía a sus objetos: al entrar a clase, los docentes generalmente ubicaron sus
objetos en los espacios de expectación. Todos los desplazamientos en el aula
terminaron en el lugar en el cual tenían dichos elementos. Al final de las clases,
siempre estuvieron cerca de sus objetos. Esta protección y “coreografía” pone de
relieve el espacio demarcado por el docente, lo cual cubre de importancia los
objetos personales y de conocimiento del docente.
3.1.5 Palabra:
121
El docente como conciencia: el docente suele hacer comentarios e indicaciones
como si fuera la conciencia del actor. Es decir, permite que el actor haga
conciencia de los elementos que se encuentran en desarrollo dentro del ejercicio o
la clase. Al parecer, el docente asume las funciones de la conciencia del actor,
pues remite constantemente a un proceso de auto-observación corporal y cognitiva
en el estudiante. Asumimos que a medida que los procesos avanzan, los
estudiantes van desarrollando esta capacidad meta-cognitiva, pero el docente no
abandona su función por completo haciendo comentarios, indicaciones y
preguntas que generan reflexión del estudiante sobre sí mismo y sobre el trabajo.
Ideas del docente: los docentes suelen hacer ajustes de los ejercicios desde las
ideas “que se les van ocurriendo” a medida que se desarrollan los ejercicios
escénicos. Parece que cuando el estudiante hace propuestas escénicas, se provocan
“ideas” con mayor efectividad en el docente, el cual a su vez las expone o indica
para que se profundice en ellas. Al parecer las ideas del docente se producen
porque los ejercicios realmente provocan la conexión de la imagen con algún tipo
de referente que el docente tiene a nivel técnico, estético o incluso social. Lo que
destacamos es que el docente se muestra implicado creativamente con el ejercicio
y también hace propuestas que están basadas en su conocimiento, y por qué no, en
su intuición.
El gusto: en ocasiones los docentes utilizan el gusto personal como soporte del
ejercicio en desarrollo. Lo interesante es que el docente está en la libertad de
elaborar juicios estéticos desde su gusto personal y los estudiantes lo respetan y
aceptan. A pesar de las críticas que se puedan generar frente al hecho de que un
docente diga que algo “le gustó”, parece que las experiencias estéticas tienen gran
122
impacto en el gusto personal de los espectadores y no siempre generan cuestiones
conceptuales o teóricas, sino que se sustentan en conmocionarlo. De todas formas,
los docentes suelen conectar las cuestiones del gusto con algún tipo de reflexión
teórica.
d) Los docentes suelen hacer énfasis sobre la construcción del grupo, alejándose
de los contenidos específicos y retomando la preocupación porque los estudiantes
comprendan que, dada la naturaleza colectiva del teatro, se debe aprender a
trabajar y construir el grupo.
El tiempo: en las clases suele haber alguna referencia por parte del docente en
relación con la anterior o la próxima clase dentro del curso, con lo cual provoca
cierto tipo de conexión de los diversos encuentros y temáticas por parte de los
estudiantes. También existen referencias sobre el futuro más mediato; los
docentes suelen hacer alusiones a que algunas cuestiones y ejercicios se
desarrollarán más adelante: dentro de la misma clase, en encuentros más cercanos
o más lejanos en el tiempo del curso. Estos dos fenómenos generan la impresión
de la claridad que el docente tiene sobre el desarrollo del curso.
a) Referencia al mundo real: desde las temáticas internas que se desarrollan dentro
de los ejercicios, los docentes hacen diversos tipos de reflexiones de orden social
124
que permiten que el estudiante las conecte con el ejercicio. Aquí se ponen de
relieve perspectivas personales de los docentes frente a fenómenos específicos de
la vida, para desarrollarlos en el proceso de creación.
b) Referencia a las artes: los docentes hacen algún tipo de paralelo entre el teatro y
otras artes como la música, pintura, danza y la literatura, con los cuales además de
hacer pensar en la formación del estudiante en el campo artístico (o como artista),
generan la impresión del conocimiento que el docente tiene en el campo del arte
en general.
f) Referencia a los demás docentes: en algunos casos los docentes hacen alusión a
otros docentes del departamento de artes escénicas. Ninguna referencia es
negativa, lo cual pone de manifiesto, ante los estudiantes, la estructura de equipo
que tienen los docentes del departamento.
125
g) Referencia al público: siempre se tiene en cuenta que los ejercicios teatrales
requieren al menos un espectador para convertirse en teatro. Por esta razón se da
una constante referencia al público, lo cual además, es una especie de llamado del
docente a que lo traten realmente como espectador en los ejercicios.
h) Referencia a los estudiantes: siempre hay algún tipo de referencia por parte del
docente al proceso de todos o alguno de los estudiantes que se encuentran en el
curso. Tienen en cuenta lo que han hecho, lo que han dicho, lo que han planteado
en sus trabajos y el proceso que han tenido. Esto genera la impresión de una clara
evaluación del docente y de la importancia de la participación del estudiante, pues
su trabajo “realmente” es tenido en cuenta.
3.1.6 Prosódica:
128
Imitación o Voz espejo: tal cual ocurre con los demás signos, el docente suele
imitar las características prosódicas de la interpretación vocal de uno o varios
estudiantes. O hace propuestas con el ejemplo vocal para que el estudiante pueda
hacer lo mismo. Como se ha dicho, esto hace que el estudiante con el ejemplo
pueda identificar la debilidad o la fortaleza, y además, muestra la capacidad
expresiva que tiene el docente.
129
3.2. Análisis de encuestas abiertas
En relación con lo que para ellos significa ser docentes de actuación, las
tendencias se abren, y no sólo se refieren a la relación con el estudiante; tenemos:
En relación con la idea que tienen sobre cómo los perciben los estudiantes,
encontramos:
130
a) Observador cuidadoso de los procesos de los estudiantes y provocador de
procesos de descubrimiento.
b) Relación con el grupo: dinámica, jovialidad y lúdica.
c) Como modelo: a partir de la experiencia, la teoría y la intuición.
d) A nivel ético: transparencia, honestidad, afecto y respeto.
- Categorías de análisis
Relación con el medio teatral: el docente tiene alguna responsabilidad con los
procesos que se desarrollan en el medio teatral, sea desde afuera, desde
actividades de proyección o investigación, o desde el propio campo de la
docencia.
131
3.2.2 Utilización de los signos
a) Dependiendo de la actividad
b) Como laboratorio de confrontación técnica.
c) Como espacio escénico susceptible de transformación
d) Como templo.
Utilizan su cuerpo:
Utilizan su voz:
132
En relación con el uso del tiempo de la clase, ocurre que se organiza:
En relación con el uso del tiempo total del curso, el uso del tiempo se organiza:
- Categorías de análisis:
En general, los docentes plantean que utilizan los signos de la siguiente forma:
133
El docente como modelo: el docente se reconoce como modelo de los
estudiantes. Por esta razón procura regular el uso que hace de los signos como
docente y como actor.
Transformación: tanto el uso del vestido, como del espacio, genera procesos de
transformación. El cambio de vestido del docente, de formal a entrenamiento,
permite que se acerque y “sea uno de ellos”; cabe resaltar que esto sólo ocurre con
dos docentes. El aula es un espacio escénico susceptible de todo tipo de
transformaciones a partir de lo teatral.
134
Sobre lo emocional, en general todos encuentran gran relación entre la emoción
y la influencia que ésta ejerce en la clase.
- Categorías de análisis:
Relación con el grupo: La relación con el grupo está mediada por el afecto y el
respeto, como cualquier otra relación humana. El docente está en búsqueda de la
confianza del estudiante para que éste pueda generar sus propias indagaciones.
135
3.2.4 Naturaleza del rol de docente de actuación.
- Categorías de análisis:
136
Relación con el grupo: el docente de actuación es responsable de fomentar el
amor por el oficio en el estudiante, además de los elementos técnicos y
expresivos. La relación que un director tiene con un grupo de actores formados y
la que tiene un docente con actores en formación, se diferencia porque el primero
toma lo que los actores le proponen, y el segundo promueve propuestas en ellos.
137
IV. INTERPRETACIÓN
Además, los datos de los diarios de campo muestran que el docente de actuación
se presenta como creador, asumiendo en parte la dirección escénica de los
ejercicios desarrollados. Es decir, que a pesar de estar preocupado por la
formación técnica del actor, se implica creativamente a partir de su gusto
particular y elabora también un lenguaje desde la dirección que, es más evidente
en los cursos avanzados (V, VI, VII y VIII semestre) que en los cursos iniciales (I,
II, III y IV semestre).
De todo este proceso destaco que el docente asume su rol en función del
estudiante, procurando establecer estrategias efectivas para el cumplimiento de su
objetivo, que generalmente, según lo demuestran las respuestas de los docentes,
está volcado hacia el desarrollo técnico y expresivo del estudiante. Relacionado
con la forma como cada docente asume el proceso, he percibido que se presenta
como un provocador del estudiante, pues no basta con tomar un contenido y
“transmitirlo” sino que se requiere provocar el pensamiento y la actitud creativa
en los estudiantes desde la teoría y la práctica, lo cual, me parece, permite ver la
enseñanza como un acto de provocación.
139
Profundicemos. Como ya se ha planteado, el docente de actuación asume un rol
en el aula de clase, que lo hace portador y creador de diversidad de signos que
permiten que el estudiante lo legitime como el coordinador del proceso de
enseñanza. Sugiero que no basta con que el docente “se haga pasar por docente”;
al contrario, los signos son más o menos respuestas a los procesos internos del
docente. Aquí ocurre entonces un proceso complementario al sugerido por
Goffman (1997), pues algunos signos emergen naturalmente por el proceso previo
de asunción del rol. Es decir, si para Goffman, cuando presento mi rol en el
contexto me encuentro a mí mismo, puedo decir también, a partir de lo observado
en las clases, que ese encuentro conmigo mismo, en el rol, genera la emergencia
de signos nuevos más o menos involuntarios a medida que lo presento de nuevo.
143
a desarrollar en conjunto con sus estudiantes. En ocasiones recurre a un
dramaturgo externo y se pueden o no hacer ajustes al texto original.
e) El profesor como actor (voz y lenguaje no verbal): funge como espejo del
estudiante, imitando lo que hizo o proponiéndole posibilidades de ejecución a
partir de la actuación propia o del discurso técnico o estético.
147
V. CONCLUSIONES
148
- Como persona, el docente de actuación se presenta implicado emocionalmente
con el proceso. Parte de supuestos éticos más o menos convencionalizados
socialmente, que le permiten interactuar con los estudiantes y relacionarse con
ellos como seres humanos. Esto genera confianza y respeto recíproco, que
permite entrar en el universo que configura cada grupo y en la realidad de
cada estudiante.
149
- Si el personaje teatral es una respuesta a las dinámicas histórico-sociales de la
humanidad, asumimos que si el teatro ha venido despojando al personaje
teatral de sus dispositivos imitativos y miméticos, es porque la humanidad
misma se pregunta por la naturaleza de la imitación y la mímesis en la vida
social. Si los artistas han logrado despojarse del personaje y ver en el teatro
posibles formas de descubrir el mundo y nuestro papel en él, sugerimos que
las personas, al despojarnos de nuestras máscaras, lograremos el mismo fin. Si
bien las máscaras que asumimos socialmente permiten encontrarnos con
nosotros mismos en funciones concretas, es también necesario hacer una
reflexión constante sobre la individualidad y especificidad de cada sujeto,
dado que si no lo hacemos, corremos el riesgo de masificar a la humanidad en
el cumplimiento de funciones y olvidar las potencialidades poéticas de cada
ser humano.
151
VI. BIBLIOGRAFÍA
154
BIBLIOGRAFIA COMPLEMENTARIA
155