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LAUTRÉAMONT
TOMADO DE
APORTACIONES PARA UNA LÓGICA
DEL FEMINISMO,
VICTORIA SAU,
1986.
LA MUJER EN AMÉRICA
Ediciones Fe de erratas
EVA Y LILITH,
LAS RAÍCES MÍTICAS
DE LA OPRESIÓN
DE LA MUJER1
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La mujer en la magia, la religión
y los mitos.
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La mujer en la magia es maga y
hechicera en la medida en que trae al
mundo la vida, el bien más inapreciable en
un pasado remoto en el que el mundo -o
el territorio que para ellos fuese entonces
el mundo- estaba mínimamente poblado.
Pero cuando los poderes mágicos, fallan y
se hace el tránsito a la religión, esto es, a la
subordinación a la divinidad, ésta es aún
esencialmente femenina: la Gran Diosa
Madre. Así encontramos es Asia a Cibeles,
en Babilonia a Istar, Afrodita en Grecia, Isis
en Egipto. Pero lo curioso de estas mujeres
endio adas es qu tienen amantes mortales,
tan mortales que tienen fines trágicos,
Atis, el amante de Cibeles, es muerto por
un jabalí en una cacería y también Adonis,
el compañero de Afrodita. Hipólito,
compañero de Artemisa -la célebre
Diana de Efeso-, muere pisoteado por
sus caballos; Osiris es descuartizado y su
hermana-esposa entierra sus fragmentos
en lugares diversos ...
En todas estas leyendas en las que
la magia se hace ya religión -las deidades
exigen determinadas conductas tales
7
como sacrificios humanos, en los que un
hombre representa al semidiós fallecido,
y prostitución sagrada que garantiza la
fertilidad y la vida- flotan dos aspectos
esenciales: la mujer es anterior al hombre en
cuanto que fuente de vida y reproducción,
y el incesto es una relación natural puesto
que los amantes de las Diosas Madres son
a su vez sus hijos, pues de ellas han nacido.
Aunque ellos no sean sus hijos concretos,
como Diosas Madres que son, estas
mujeres endiosadas, los lloran, defienden
y protegen maternalmente cuando llega su
fin. A ellos se les atribuyen a veces madres
vírgenes. Dice Frazer al respecto:
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bosques, como reyes de los mismos o
como pastores. El decorado de estos mitos
es pastoril o cazador, pero no agrícola aún.
El árbol es un elemento predominante del
paisaje, hasta el punto de que el semidiós
es identificado a veces con uno de ellos.
Nos estamos acercando al mito del Paraíso
Terrenal.
La creación de Eva
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original. Era necesario hacer hincapié en
ello, pues convenía abrumar a la mujer
con el peso de la culpa para que así su
opresión quedase justificada.
Sin embargo, para que exista una
Eva pecadora, ésta tiene que haber llegado
al jardín del Edén de algún modo. La Gran
Madre no necesitaba explicarse a sí misma,
pero con la introducción del monotcísmo
en el pueblo hebreo, los habitantes del
bosque-Paraíso pierden estatus.
Polarizados en el relato de la caída,
del que se derivan tan grandes males para
la humanidad, el mito de la creación de Eva
queda en un discreto segundo término, a
pesar de su importancia, para los teólogos
y el pueblo que se basa en sus enseñanzas.
Sin embargo es en esta leyenda donde
está encerrado el secreto de la primera
opresión de la mujer por el hombre a causa
de la procreación. El hombre, no contento
con su papel en la fecundación, desea
apropiarse del fruto de la mujer: el hijo.
Y a falta de su poder de procrear, crea, a
imitación de dios, que ya es por ahora un
dios masculino.
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El Génesis contiene dos relatos
de la creación de Eva, completamente
contradictorios entre sí, aunque ello
apenas haya suscitado comentarios. En el
capítulo I se dice:
Y creó Dios al hombre a imagen
suya, a imagen de Dios lo creó, y los
creó, macho y hembra. (Gn 1, 27.)
En el capítulo II, sin embargo, Eva nace así:
11
Eva, segunda esposa de Adán
12
la noche ) se deriva de un demonio
asirio-babilónico, Lilit o Lilú. Se creía
que Lilith tenia un poder especial para
dañar a los niños. La superstición se
extendió hacia un culto sobreviviente
entre algunos judíos tan tardíamente
como hasta el siglo VII d.C. 3
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Según la leyenda, la primera
esposa de Adán permaneció a su
lado un corto tiempo y luego lo
abandonó por haber insistido en
gozar de completa igualdad con
su marido. Escapó y desapareció
convirtiéndose en aire tenue. Adán se
quejó al Señor diciendo que su mujer
lo había abandonado; los ángeles la
encontraron después en el Mar Rojo.
Lilith, sin embargo, rehusó volver
junto a su esposo y quedó viviendo
como un demonio que injuriaba a los
recién nacidos.4
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res, como hacen notar Reik, Frazer y otros,
sino porque el segundo relato respondía
a un plan preconcebido de opresión y ex-
plotación femenina, que no ha variado con
los siglos y en el que está basada nuestra
judeocristiana civilización occidental.
Resulta evidente que Lilith había
sido creada simultáneamente con el
hombre, era su igual, y que cuando éste
quiso dominarla ella lo dejó. Sin cópula no
hay hijos -el autor ya conocía este hecho-,
de modo que Lilith representa el rechazo
de la maternidad; lo más probable es que
el rechazo de una maternidad impuesta
por la fuerza. Eva, en cambio, es una
Diosa Madre venida a menos, no sólo
desmitificada en lo que tenía de más como
divinidad, sino rebajada y utilizada como
simple instrumento de procreación cuyo
funcionamiento depende del hombre.
Lilith sería el capítulo primero del
Génesis; Eva, el segundo. Entre tan corto
espacio, sin embargo, media un cambio
fundamental.
Luego vendrá el relato de la caída
y la expulsión del Paraíso. Adán no tendrá
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la muerte trágica de sus predecesores
-Adonis, Dionisos, Atis, Hipólito- pero en
cambio está condenado a morir un día :
polvo eres y al polvo volverás.
El mito de Eva, desmitificado
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hace poco que quizás podría hacerse
una inversión del mito. Esto aclararía
el relato. Eva sería la madre de quien
Adán habría nacido, y entonces esta-
ríamos ante el incesto materno, tan
familiar para nosotros ( ... ).5
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detalles estudiaremos más adelante- han
hecho decir a Theodor Reik:
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todos los demás de la tribu, los cuales no
podrá comunicar jamás a las mujeres ni a
los niños bajo pena de muerte.
El joven -o jóvenes, si la ceremo-
nia es colectiva- es asistido por todos los
hombres del poblado, los cuales le hacen
re-nacer por medio de esta ordalía, de
modo que cuando regresa ya no es hijo de
su madre, pues son los hombres quienes le
han devuelto a la vida.
Cuenta Frazer que en Nueva Gales
del Sur,
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Schurtz, Frazer, Reik y otros auto-
res declaran que las fiestas de iniciación
son en las sociedades primitivas, el acon-
tecimiento de más importancia, estando
por encima de las fiestas de nacimiento y
matrimonio.
La única diferencia significativa en
el mito del Génesis es que Adán da a luz
una mujer en lugar de un varón. Pero este
aspecto de la cuestión responde a otro fin.
Mientras el sueño de Adán, la extracción
de la costilla y el despertar posterior
se encuadran en un rito de pubertad
sumamente generalizado, en el que Adán
es el novicio y Yavé el espíritu que traga
pnmero y regurgíta después al mancebo,
el que Eva pase a ser hija de Adán en
lugar de su madre tiene como finalidad
la prohibición del incesto, puesto que la
pareja va a mantener relaciones sexuales.
El incesto padre-hija es de tono menor, y
así lo corrobora la historia. Sin embargo
la auténtica relación incestuosa que debió
de existir en el tiempo de las Grandes
Diosas Madres con sus hijos-amantes es
sustituida en el Génesis por una actitud
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patriarcal que, aunque condene también
el incesto padre-hija, lo hará con muchos
más paliativos. Aunque el incesto puede
alcanzar, según los tabús, a muchos
miembros de una familia, el núcleo del
mismo se centra en la relación madre-hijo.
Dice Malinovski:
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Malinovski ni otros dejan claro, a pesar
de su afán es esclarecedor, es que la
mayor contrariedad del incesto madre-
hijo es que enfrenta a los hombres entre
sí y vuelve a hacer de la mujer la figura
central de la sociedad. Con la prohibición
del incesto los hombres dejan de ser
rivales y se asocian colectivamente para
apropiarse y distribuirse las mujeres a su
antojo, con fines sexuales pero también,
y esto es importante, para apoderarse
de sus hijos, la primera mercancía en la
historia del mundo.
En los ritos de iniciación de las
sociedades primitivas los jóvenes rompen
el vínculo con sus madres y pasan al
estado adulto el cual les convierte de
alguna manera en padres -en el sentido
de mayores o superiores- de todos los no
iniciados. En este grupo, como hemos visto,
las mujeres son equiparadas a los niños,
de modo que los nuevos varones pasan de
haber sido sus iguales o inferiores, a ser
sus jefes, esto es, a detentar el poder. Poder
sobre su cuerpo y el fruto de su cuerpo.
Por esto dice el Génesis que Adán llamó a
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la mujer Eva, que significa madre de todos
los mortales, porque no era su compañera
sino su máquina reproductora.
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evangelistas, también con iguales palabras,
narran cómo en una ocasión en que su
madre y hermanos pretendían verlo él
dijo:
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en el que haya una coinciencia de textos
idénticos en los tres, esto nos hace pensar
en una sola fuente común. A este respec-
to los propios comentaristas católicos de
los evangelios hacen notar la curiosa uni-
formidad en la narración de discursos y
sucesos, explicados no sólo siguiendo un
mismo orden sino también con idénticas
palabras, lo cual les hace pensar más en la
copia común de textos precedentes que en
la recopilación personal de la tradición de
aquellos hechos.
El cuarto evangelista, Juan, que
escribió su evangelio en Efeso, una vez
levantado el destierro que sufrió en
Patmos y que había durado hasta finales
del siglo I, a pesar de ser de los cuatro el
único testigo presencial superviviente,
describe el bautismo de Jesús sin la frase
de referencia, y omite el relato del rechazo
de la madre de Jesús por éste, lo cual no
deja de ser significativo. Juan escribe un
evangelio original, «diferente», cuando
ya están circulando copias y traducciones
cuyo parecido con la realidad pudo ser
incluso pura coincidencia.
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Ahora realmente es cuando
podríamos empezar a hablar de la
opresión de la mujer bajo el cristianismo,
pero esto excedería el propósito de este
trabajo que consiste en denunciar la
impostura que subyace en la raíz misma
de los hechos.
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LA MUJER EN AMÉRICA
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ajenos a la actividad bélica (y masculina)
sobre todo en lo que concierne a la vida social
y familiar, al desarrollo de las instituciones, al
desenvolvimiento económico, etc. (2)
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con que se equipan unos berganines, o a
continuación del número de caballos con
que se micra una expedición.
Es imposible, pues, determinar en
qué momento llegan las primeras mujeres
españolas a Indias. Parece ser que no se
embarcó ninguna en el primer viaje de
Colón, pero pudiera ser que sí lo hicieran
en el segundo, según deducen algunos
autores de la Historia del Almirante
Cristóbal Colón escrita por su hijo
Fernando. Pero de lo que no cabe duda
es de que las autóctonas, las del Nuevo
Mundo ésas ya estaban ahí antes del 12 de
octubre de 1492; porque de lo que se trata
es de que las mujeres, blancas, negras o
indias, están presentes ahí, y ejerciendo su
rol, desde el primer momento.
Hasta 1502 no hay certeza de la
llegada de españolas a Indias, las cuales
fueron con el Comendador Ovando. No
se conoce su número ni sus nombres,
pero sí que formaban parte de «familias
principales». Sin pretender quitarles,
valor, no a éstas sino a todas las mujeres
que cruzaron el Atlántico durante un
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siglo, con sólo un 50 % de probabilidades
de llegar y, si llegaban, expuestas a rudezas
y esfuerzos sin cuento, es de suponer
que antes que las que eran miembros
de «familias principales» lo harían las
más humildes, necesitadas, perseguidas
y aventureras. Pero sobre ellas pesa
el silencio: la Historia está escrita por
hombres.
El «Catálogo de Pasajeros a Indias»,(4)
por otra parte, ademas de empezar a
confeccionarse en 1509, apenas aporta
datos, salvo el nombre y la procedencia,
acerca de las mujeres. Como detalle curioso
puedo decir que en el susodicho año de
1509 la lista es de 27 pasajeros, de los cuales
sólo una es mujer (Ana Rodríguez, negra
cristiana hija de Pedro Mateos y de Catalma
Rodríguez), la cual figura con el número 21.
Pero leyendo detenidamente se encuentran
tres mujeres más, dos que viajan en calidad
de esposas y una tercera, de hija, lo cual
eleva el número total a cuatro. No hay un
número por persona sino por cabeza de
grupo; algunos hombres viajan con chicos,
con escuderos y criados o con varones
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de su parentela. También, por supuesto,
con esposas e hijas. En el año 1510, de 108
pasajeros sólo cuatro son mujeres, pero
otras tres viajan como esposas, dos como
hijas y una como criada. En 1511, de 295
pasajeros, 16 tienen número ellas mismas,
pero otras 16 viajan como esposas, 6
como hijas, 3 como hermanas y una como
criada, lo cual hace que sumen en total 42.
Y así en los años siguientes, sólo que cada
vez, hombres y mujeres, en número más
crecido.
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entre las propiedades del hombre. Si
sus virtudes son ponderadas a veces,
esto es en la medida en que las mujeres
proporcionan beneficios, solucionan,
curan, salvan, alivian, colaboran, y hasta
sustituyen al hombre con plena eficacia.
De alguna manera, pues, en tanto que
sirven a sus fines. Y siempre dentro de un
plano individual, porque genéricamente
hablando las mujeres en América
son robadas, secuestradas, regaladas,
trasegadas, apareadas, casadas, descasadas,
intercambiadas, fecundadas, violadas,
distribuidas, adjudicadas, repartidas,
torturadas y explotadas, como es obvio,
sin su consentimiento. Tendríamos que
visitar muchísimos pueblos primitivos
para poder reunir la gran cantidad de
formas de extorsión que hallamos de una
sola vez todas juntas en las Indias, y esto
ciñéndonos sólo a la primera mitad del
siglo XVI.
En una ocasión en que corrió la
voz de que Hernán Cortés y los hombres
que lo acompañaban habían muerto, «el
factor mandó que todas las mujeres que se
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habían muertos sus maridos en compañía
de Cortés, hiciesen bien por sus ánimas y
se casasen...».(6)
Como la esposa de uno de ellos,
Juana de Mansilla, no se quisiera casar
porque tenía confianza en Dios y creía
que su marido, Cortés y los demás estaban
vivos, el factor «y porque dijo estas
palabras la mandó azotar por las calles
públicas de México por hechicera».(7)
Cuando Cortés regresó, efectiva-
mente, la volvió en su honra de la afrenta.
Sobran comentarios.
Veamos cómo se expresa don Pedro
de Alvarado, Adelantado y Gobernador
de Guatemala, al referirse a un lote de
mujeres cuya llegada anuncia y que
vienen con su segunda esposa. Segunda no
por viudez, sino porque la primera esposa
de Alvarado fue una india de sangre real,
una de las que le tocaron en el reparto
de las que habían sido dadas a Cortés por
los mexicanos, no habiendo sido dicho
matrimonio legitimado. Escribe Alvarado
al cabildo de Guatemala:
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...Doña Beatriz (su esposa) está muy buena,
trae veinte doncellas, muy gentiles mujeres,
hijas de caballeros y de muy buenos linajes.
Bien creo que es mercadería que no me
quedará en la tienda nada, pagándomelo
bien, que de otra manera excusado es
hablar de ello...(8)
38
escoger el mozo que quisiéramos en lugar
del viejo...(9)
39
Al principio de la conquista la
Corona española prohibió el traslado de las
solteras a las Indias, pero la prohibición no
debió de ser cumplida como se desprende
de la Real Cédula de 1514 en la que se daba
entera libertad a españoles y españolas de
casarse con quien quisieran. Dicha Cédula
fue confirmada por Felipe II en 1575.
Los hombres de la Península
que embarcaban hacia las Indias con su
mujer, o que una vez allí la mandaban
llamar, tenían muchas prebendas: mejores
cargos, mayor repartimiento de indios y
distribución de tierras, etc. La insistencia
de los Reyes era machacona y manifiesta,
y aunque también se alude a veces a la
moral y las buenas costumbres, el motivo
era económico y político:
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hacer, por lo cual los pueblos no van en
el aumento que conviene, como sería si
vivieren poblados con mujeres e hijos como
verdaderos vecinos...
41
Majestad, trataron los gobernadores de
casarlas de su mano, y así lo hicieron en
todo el Perú.
42
sirvientas hicieron un gran papel en esto.
Se llamaban «ladinas», por corrupción de
«latinas», las que aprendían el castellano y
podían hacer de intérpretes. Giménez Ca-
ballero cita unas pocas:
43
cación de esta tierra no se de hacer sin la
dicha Isabel Corral, a causa de ser lengua
de Hurava, y no haber otra ... (14)
44
las aventureras, las brujas, las esclavas, las
parturientas, las madres, las torturadas, las
asesinadas, las suicidadas (como aquéllas
que tomaron solimán en venganza de la
afrenta que Diego de Carvajal les había
hecho). Anónimas la mayoría, como
aquélla que el propio cronista Fernández
de Oviedo dice que mandó azotar y sacar
los dientes porque acusó a su marido
falsamente. O como aquella Elvira, hija de
Aguirre, asesinada en algún recodo, ¡ay!,
del Amazonas, de la que sólo sabemos el
nombre y que era mestiza. Y la mujer del
Henríquez, que metieron los indios tierra
adentro y que nunca más apareció. Y las
que cita Cieza de León cuando dice: «...y
tomaron dos o tres mujeres vivas y les
hicieron mucho mal». Y las que menciona
Jaime Rasqui al escribir al rey, «que tengo
por cierto que hay más de mil doncellas
para casan ». Y las criadas:
45
Isabel de Irala, hija de Agueda, mi criada;
y doña Ursula de Irala, hija de Leonor, mi
criada; y Martín Pérez de Irala, hijo de
Escolástica, mi criada; y Ana de Irala, hija
de Marina, mi criada; y María, hija de
Beatriz, criada de Diego de Villaspando.(15)
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Notas bibliográficas
47
América, Ed. Nacional, p. 69.
13. Ibídem, p. 69.
14. Citado por N. O’Sullivan, op. cit., p. 216.
15. Del Testamento de Irala, citado por N.
O’Sullivan, op. cit., p. 256.
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