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“No es bueno que todo el mundo lea las

páginas que van a seguir; sólo algunos podrán


saborear este fruto amargo sin peligro”

LAUTRÉAMONT

TOMADO DE
APORTACIONES PARA UNA LÓGICA
DEL FEMINISMO,
VICTORIA SAU,
1986.

NINGÚN DERECHO RESERVADO,


ALENTAMOS EL ROBO, INCLUSO EL INTELECTUAL.
PIRATEA, COPIA Y DIFUNDE.
IMPRESO EN ALGÚN LUGAR DEL MUNDO ANCHO Y
AJENO.
EL MES IV DEL AÑO XXXIV DE LA ERA ORWELL.
VICTORIA SAU

EVA Y LILITH, LAS RAÍCES MÍTICAS


DE LA OPRESIÓN DE LA MUJER

LA MUJER EN AMÉRICA

Ediciones Fe de erratas
EVA Y LILITH,
LAS RAÍCES MÍTICAS
DE LA OPRESIÓN
DE LA MUJER1

«Los hombres hacen los dioses ,


las mujeres los adoran.»
FRAZER

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YH]HQ(O9LHMR7RSRQƒ犈犎HQHUR犇犏犍犏
No hay ninguna opresion que el
opresor no pretenda justificar. La justifi-
cación sirve simultáneamente a dos fines:
primero, neutraliza cualquier acción de
rebeldía e inconformismo del oprimido al
explicarle que su situación es tal porque
no puede ser de otra manera; segundo,
mantiene limpia la conciencia del opre-
sor, que a veces acaba creyendo su propia
mentira como mecanismo de defensa ante
un intolerable sentimiento de culpa.
Las ideologías dominantes se con-
cretan y materializan en instituciones
que las hacen circular entre las gentes y
las transmiten de una generación a otra.
La religión, entendiendo por tal un siste-
ma ordenado de creencias que pretende
orientar la conducta de los individuos de
modo que ésta resulte complaciente a un
poder o poderes invisibles y suprahuma-
nos, es una institución más, o incluso la
primera, en todas las civilizaciones.

5
La mujer en la magia, la religión
y los mitos.

Es obvio que la magia precede


a la religión, no sólo en el acontecer
histórico -como lo reconocen los autores
más calificados- sino en el individual. Así,
como bien dice Frazer, entre las gentes
ignorantes y supersticiosas de la Europa
moderna, la magia es lo mismo que fue en
Egipto o en Asia hace miles de años.
Cuando el ser humano descubre
que no tiene poderes mágicos, que las fases
de la luna, la lluvia y el viento se producen
sin contar con él, y que sus ritos mágicos de
fertilidad o de salud sólo dan resultado de
vez en cuando, por casualidad, empieza a
creer en la existencia de una fuerza o poder
sobrenatural que es quien hace y deshace.
Complacer y obedecer los supuestos
deseos de esta fuerza todopoderosa es
entonces el objetivo, tanto a fin de aplacar
sus iras como de obtener sus favores. Así
nace la religión.

6
La mujer en la magia es maga y
hechicera en la medida en que trae al
mundo la vida, el bien más inapreciable en
un pasado remoto en el que el mundo -o
el territorio que para ellos fuese entonces
el mundo- estaba mínimamente poblado.
Pero cuando los poderes mágicos, fallan y
se hace el tránsito a la religión, esto es, a la
subordinación a la divinidad, ésta es aún
esencialmente femenina: la Gran Diosa
Madre. Así encontramos es Asia a Cibeles,
en Babilonia a Istar, Afrodita en Grecia, Isis
en Egipto. Pero lo curioso de estas mujeres
endio adas es qu tienen amantes mortales,
tan mortales que tienen fines trágicos,
Atis, el amante de Cibeles, es muerto por
un jabalí en una cacería y también Adonis,
el compañero de Afrodita. Hipólito,
compañero de Artemisa -la célebre
Diana de Efeso-, muere pisoteado por
sus caballos; Osiris es descuartizado y su
hermana-esposa entierra sus fragmentos
en lugares diversos ...
En todas estas leyendas en las que
la magia se hace ya religión -las deidades
exigen determinadas conductas tales

7
como sacrificios humanos, en los que un
hombre representa al semidiós fallecido,
y prostitución sagrada que garantiza la
fertilidad y la vida- flotan dos aspectos
esenciales: la mujer es anterior al hombre en
cuanto que fuente de vida y reproducción,
y el incesto es una relación natural puesto
que los amantes de las Diosas Madres son
a su vez sus hijos, pues de ellas han nacido.
Aunque ellos no sean sus hijos concretos,
como Diosas Madres que son, estas
mujeres endiosadas, los lloran, defienden
y protegen maternalmente cuando llega su
fin. A ellos se les atribuyen a veces madres
vírgenes. Dice Frazer al respecto:

Estas historias de madres vírge-


nes son reliquias de una época de
ignorancia infantil en la que los
humanos no habían reconocido
aún como causa verdadera de la
preñez la cópula intersexual2.

Es curioso hacer notar también


que estos amantes-hijos vivían en los
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&XOWXUD(FRQyPLFD犇犏犍犊S犊犆犉

8
bosques, como reyes de los mismos o
como pastores. El decorado de estos mitos
es pastoril o cazador, pero no agrícola aún.
El árbol es un elemento predominante del
paisaje, hasta el punto de que el semidiós
es identificado a veces con uno de ellos.
Nos estamos acercando al mito del Paraíso
Terrenal.

La creación de Eva

La tradición hebrea, reflejada en


los libros del Antiguo Testamento -que el
cristianismo comparte como herencia que
le es propia- está embebida, y no podría
ser de otro modo dada la proximidad de
todos aquellos pueblos, de tales mitos y
leyendas. Sin embargo, es obvio que hace
tres mil quinientos años, cuando Moisés
-u otros en su nombre- escribió el Génesis,
el hombre ya conocía el rol biológico de
la paternidad. A pesar de todo, tanto el
judaísmo como el cristianismo, por boca
de sus exégetas, han destacado siempre
del primer Libro de la Biblia, y primero
también del Pentateuco, el mito del pecado

9
original. Era necesario hacer hincapié en
ello, pues convenía abrumar a la mujer
con el peso de la culpa para que así su
opresión quedase justificada.
Sin embargo, para que exista una
Eva pecadora, ésta tiene que haber llegado
al jardín del Edén de algún modo. La Gran
Madre no necesitaba explicarse a sí misma,
pero con la introducción del monotcísmo
en el pueblo hebreo, los habitantes del
bosque-Paraíso pierden estatus.
Polarizados en el relato de la caída,
del que se derivan tan grandes males para
la humanidad, el mito de la creación de Eva
queda en un discreto segundo término, a
pesar de su importancia, para los teólogos
y el pueblo que se basa en sus enseñanzas.
Sin embargo es en esta leyenda donde
está encerrado el secreto de la primera
opresión de la mujer por el hombre a causa
de la procreación. El hombre, no contento
con su papel en la fecundación, desea
apropiarse del fruto de la mujer: el hijo.
Y a falta de su poder de procrear, crea, a
imitación de dios, que ya es por ahora un
dios masculino.

10
El Génesis contiene dos relatos
de la creación de Eva, completamente
contradictorios entre sí, aunque ello
apenas haya suscitado comentarios. En el
capítulo I se dice:
Y creó Dios al hombre a imagen
suya, a imagen de Dios lo creó, y los
creó, macho y hembra. (Gn 1, 27.)
En el capítulo II, sin embargo, Eva nace así:

Hizo pues, Yavé Dios caer sobre


el hombre un profundo sopor; y
dormido, tomó una de sus costillas,
cerrando en su lugar con carne, y
de la costilla que del hombre tomara
formó Yavé Dios a la mujer, y se la
presentó al hombre. (Gn 1, 21-22 y 23.)

En esta segunda versión Eva no es


hecha simultáneamente con el hombre
sino que nace de éste. Y ésta es la idea
que ha prevalecido, hasta el punto de que
todavía es frecuente, en lenguaje popular,
oír referirse a la esposa de un hombre como
a su costilla.

11
Eva, segunda esposa de Adán

El nacimiento de Eva es un misterio


-e incluso el apóstol Pablo lo reconoce
así- desde el momento que cuando el
hombre se atribuye una procreación que
es materialmente imposible, la sublima
diciendo que crea y lo convierte en artículo
de fe.
La tradición judía habla de una pri-
mera esposa de Adán que no fue Eva pre-
cisamente, y cuya existencia reforzaría la
impostura del mito de Eva tal como nos ha
sido transmitido por la Iglesia.
Esta primera esposa de Adán se
llamaba Lilith y según el folklore y la
tradición judías fue creada de la tierra
como el propio Adán, lo cual encajaría con
la primera versión del Génesis.
La Enciclopedia Británica dice de
Lilith:

Demonio femenino del folklore judío


equivalente al vampiro inglés. Su per-
sonalidad y nombre (mounstruo de

12
la noche ) se deriva de un demonio
asirio-babilónico, Lilit o Lilú. Se creía
que Lilith tenia un poder especial para
dañar a los niños. La superstición se
extendió hacia un culto sobreviviente
entre algunos judíos tan tardíamente
como hasta el siglo VII d.C. 3

Ser demonio o divinidad subte-


rránea, en mitología, no tiene el mismo
sentido de Malo Anti-Bien que le ha dado
el cristianismo, Buena prueba de ello es
que estos personajes recibían un culto
-tan avanzado que llega hasta el siglo VII
de nuestra era en esta ocasión- y se les
reconocían poderes cuantitativamente
iguales a los de las demás divinidades.
El mundo de abajo expresaba el reino de
la muerte, pero con personajes tan vivos
como los de arriba, con sentimientos y
pasiones, que interactuaban con el mun-
do superior.
Veamos lo que dice Theodor Reik de
Lilith:
3 Cita de A. Rascovski: Conocimiento de
la mujer. Orion, 1974, p. 62.

13
Según la leyenda, la primera
esposa de Adán permaneció a su
lado un corto tiempo y luego lo
abandonó por haber insistido en
gozar de completa igualdad con
su marido. Escapó y desapareció
convirtiéndose en aire tenue. Adán se
quejó al Señor diciendo que su mujer
lo había abandonado; los ángeles la
encontraron después en el Mar Rojo.
Lilith, sin embargo, rehusó volver
junto a su esposo y quedó viviendo
como un demonio que injuriaba a los
recién nacidos.4

La supervivencia en el folklore ju-


dío de la leyenda de Lilith es una prueba
irrefutable de que se trata de un mito tan
poderoso -en el sentido de que explica una
realidad concreta aunque remota- como el
de Eva. Pero el que la Biblia conserve úni-
camente el relato de esta última se explica
no sólo por la misoginia de su autor o auto-
4 T. Reik: La creación de la mujer.
Ediciones Peuser, 1962, pp.21-22.

14
res, como hacen notar Reik, Frazer y otros,
sino porque el segundo relato respondía
a un plan preconcebido de opresión y ex-
plotación femenina, que no ha variado con
los siglos y en el que está basada nuestra
judeocristiana civilización occidental.
Resulta evidente que Lilith había
sido creada simultáneamente con el
hombre, era su igual, y que cuando éste
quiso dominarla ella lo dejó. Sin cópula no
hay hijos -el autor ya conocía este hecho-,
de modo que Lilith representa el rechazo
de la maternidad; lo más probable es que
el rechazo de una maternidad impuesta
por la fuerza. Eva, en cambio, es una
Diosa Madre venida a menos, no sólo
desmitificada en lo que tenía de más como
divinidad, sino rebajada y utilizada como
simple instrumento de procreación cuyo
funcionamiento depende del hombre.
Lilith sería el capítulo primero del
Génesis; Eva, el segundo. Entre tan corto
espacio, sin embargo, media un cambio
fundamental.
Luego vendrá el relato de la caída
y la expulsión del Paraíso. Adán no tendrá

15
la muerte trágica de sus predecesores
-Adonis, Dionisos, Atis, Hipólito- pero en
cambio está condenado a morir un día :
polvo eres y al polvo volverás.
El mito de Eva, desmitificado

Algunos estudios importantes,


pero poco difundidos a causa de ello, nos
ayudan a desvelar el misterio del naci-
miento de Eva, del cual los teólogos nunca
se han extrañado. Adán da a luz una mujer
(¿ ?).
Otto Rank, psicoanalista contem-
poráneo y amigo de Freud, quien aplicó el
psicoanálisis a la interpretación de los mi-
tos, tuvo la idea de que el de Eva sólo podía
entenderse invirtiendo sus términos. (No
olvidemos que el mito es un hecho histó-
rico en clave.) Habló de ello con Freud y
éste se mostró de acuerdo con él, como lo
demuestra la siguiente carta del fundador
del psicoanálisis dirigida a Jung el 7 de di-
ciembre de 1911:
La creación de Eva tiene algo que
es muy peculiar. Rank me ha sugerido

16
hace poco que quizás podría hacerse
una inversión del mito. Esto aclararía
el relato. Eva sería la madre de quien
Adán habría nacido, y entonces esta-
ríamos ante el incesto materno, tan
familiar para nosotros ( ... ).5

Casi medio siglo después, en


1960, otro psicoanalista, joven amigo de
los primeros, exponía su propia teoría
de la creación de Eva. Me refiero a
Theodor Reik, quien se apoya no sólo en
el psicoanálisis sino en la antropología. La
teoría de Reik es que una vez puesto cabeza
arriba el mito (Eva es la madre de Adán y
no al revés) todavía queda algo más en él,
y este algo más consiste en que la leyenda
nos narra un mito masculino de pubertad,
un re-nacimiento de Adán, quien pasa de
ser hijo de una mujer a ser el hijo de un
hombre, en este caso un dios, Yavé.
Los ritos de iniciación de los jóvenes
de las tribus primitivas de Australia,
Africa y América coinciden en sus rasgos
fundamentales:
5 Cita de Reik en op. cit.,p.78
17
1.° Son totalmente distintos de los de
las muchachas.
2.° Se llevan a cabo a escondidas de
las mujeres y los niños, los únicos no
iniciados de la tribu. (El subrayado es
mío.)
3.° Los sufrimientos de los novicios
tienen como finalidad hacerles fuer-
tes y poderosos. Las privaciones y su-
frimientos de las púberes sirven para
hacerlas pasivas y dependientes.
4.° El propósito común de los ritos de
pubertad masculinos es arrebatarle el
hijo a la madre y demostrar que son
los hombres quienes traen los niños
al mundo (envidia del parto). Dice
Bruno Bettelheim: Uno de los fines del
ritual de iniciación masculina podría
consistir en afirmar que también los
hombres pueden engendrar hijos.6

La comparación del relato del


nacimiento de Eva en el Génesis con los
ritos masculinos de iniciación -cuyos
6 Op. cit., 129.

18
detalles estudiaremos más adelante- han
hecho decir a Theodor Reik:

Apartándonos de no pocos exper-


tos de la Biblia hemos analizado la
narración de la creación de Eva y afir-
mado que es una historia intencio-
nadamente disparatada, esto es, una
impostura de la tradición hebrea, un
engaño prefabricado e impuesto a los
no iniciados.7

Confrontación con la antropología

En la mayor parte de pueblos


primitivos, los jóvenes, al llegar a la
virilidad, son sometidos a un ritual de
muerte y renacimiento después del cual
son considerados adultos con toda la
prerrogativas, una de las primeras de las
cuales es la autorización para mantener
relaciones sexuales y casarse.
Los muchachos son alejados del
poblado aislándoles bien en la «casa de
los hombres», en una cabaña en forma de
7 Op. cit., 133.
19
matriz, o simplemente en el bosque, según
la costumbre. El tiempo de reclusión
también varía de unos pueblos a otros,
pero puede durar incluso varios meses.
También hay diversidad de versiones de
lo que ocurre durante ese tiempo, pero se
trata de imaginar que el muchacho va a
morir, bien porque un espíritu lo engulle,
o le quita la sangre, o le corta la cabeza,
o simplemente lo sume en el sueño de la
muerte. El ritual se suele acompañar de
una auténtica efusión de sangre provocada,
bien por la circuncisión -práctica muy
corriente-, o por la extracción de un diente
u otra clase de herida. Lo importante es
que en el cuerpo quede una huella como
testimonio de lo ocurrido. El monstruo
devorador no ha devuelto su presa sin
lucha, y el cuerpo del novicio debe ofrecer
alguna señal de la misma. El muchacho al
principio cree también que efectivamente
va a morir -y de hecho alguno muere
realmente por infección de la herida
infligida-, pero en el transcurso del ritual
se le explica que esto no es sino un engaño,
y con este secreto se le transmiten también

20
todos los demás de la tribu, los cuales no
podrá comunicar jamás a las mujeres ni a
los niños bajo pena de muerte.
El joven -o jóvenes, si la ceremo-
nia es colectiva- es asistido por todos los
hombres del poblado, los cuales le hacen
re-nacer por medio de esta ordalía, de
modo que cuando regresa ya no es hijo de
su madre, pues son los hombres quienes le
han devuelto a la vida.
Cuenta Frazer que en Nueva Gales
del Sur,

mientras están rompiendo el dien-


te producen un fuerte zumbido con
un instrumento denominado toro
bramador o simplemente bramadera.
( ... ) A los profanos no se les permi-
te ver este instrumento y las mujeres
tienen prohibido presenciar la cere-
monia bajo pena de muerte.8

En en mito del nacimiento de Eva,


según Reik, además de estar invertido el
mito, hay escondido un rito de iniciación
8 Frazer: Op. cit, 776.
21
del supuesto primer hombre. Esto se
demuestra por el hecho de que Adán y
Eva son ya adultos cuando empieza la
narración, Adán es sumido por Yavé en
un profundo sueño, el sueño de la muerte
iniciática; la extirpación de la costilla
es el rito traumático de la ceremonia,
probablemente una circuncisión, paso
previo para la relación sexual. La única
diferencia es que en el Génesis los
personajes han sido reducidos al mínimo:
dos personas y una divinidad, Yavé. Pero la
divinidad, en los ritos de iniciación, es sólo
un engaño para mujeres y menores:

Preguntado un nativo australiano


sobre el significado de los ritos de
pubertad dio esta sorprendente
respuesta: «Nosotros comemos los
chanchos y mentimos a las mujeres».
Se refería a los chanchos preparados
para el espíritu de Balam, quien
libertará de su vientre a los muchachos
a condición de recibir una cantidad
suficiente de chanchos asados.9
9 Reik: Op. cit., 129.

22
Schurtz, Frazer, Reik y otros auto-
res declaran que las fiestas de iniciación
son en las sociedades primitivas, el acon-
tecimiento de más importancia, estando
por encima de las fiestas de nacimiento y
matrimonio.
La única diferencia significativa en
el mito del Génesis es que Adán da a luz
una mujer en lugar de un varón. Pero este
aspecto de la cuestión responde a otro fin.
Mientras el sueño de Adán, la extracción
de la costilla y el despertar posterior
se encuadran en un rito de pubertad
sumamente generalizado, en el que Adán
es el novicio y Yavé el espíritu que traga
pnmero y regurgíta después al mancebo,
el que Eva pase a ser hija de Adán en
lugar de su madre tiene como finalidad
la prohibición del incesto, puesto que la
pareja va a mantener relaciones sexuales.
El incesto padre-hija es de tono menor, y
así lo corrobora la historia. Sin embargo
la auténtica relación incestuosa que debió
de existir en el tiempo de las Grandes
Diosas Madres con sus hijos-amantes es
sustituida en el Génesis por una actitud

23
patriarcal que, aunque condene también
el incesto padre-hija, lo hará con muchos
más paliativos. Aunque el incesto puede
alcanzar, según los tabús, a muchos
miembros de una familia, el núcleo del
mismo se centra en la relación madre-hijo.
Dice Malinovski:

El incesto significaría el trastorno


de la diferencia de edades, la mezcla
de las generaciones, la desorganiza-
ción de los afectos y un violento inter-
cambio de roles en un momento en
que la familia es el medio educativo
más importante.10

Con el relato del grotesco naci-


miento de Eva se da, pues, el paso de una
sociedad matrilineal a otra patrilineal y a
la prohibición de un incesto madre-hijo
que había gozado en un pasado remoto de
cierta tolerancia.
Lo que ni Freud, ni Reik, ni
10 Malinovski: Sexo y represión en la
sociedad primitiva. Nueva Visión, 1974,
p.223.

24
Malinovski ni otros dejan claro, a pesar
de su afán es esclarecedor, es que la
mayor contrariedad del incesto madre-
hijo es que enfrenta a los hombres entre
sí y vuelve a hacer de la mujer la figura
central de la sociedad. Con la prohibición
del incesto los hombres dejan de ser
rivales y se asocian colectivamente para
apropiarse y distribuirse las mujeres a su
antojo, con fines sexuales pero también,
y esto es importante, para apoderarse
de sus hijos, la primera mercancía en la
historia del mundo.
En los ritos de iniciación de las
sociedades primitivas los jóvenes rompen
el vínculo con sus madres y pasan al
estado adulto el cual les convierte de
alguna manera en padres -en el sentido
de mayores o superiores- de todos los no
iniciados. En este grupo, como hemos visto,
las mujeres son equiparadas a los niños,
de modo que los nuevos varones pasan de
haber sido sus iguales o inferiores, a ser
sus jefes, esto es, a detentar el poder. Poder
sobre su cuerpo y el fruto de su cuerpo.
Por esto dice el Génesis que Adán llamó a

25
la mujer Eva, que significa madre de todos
los mortales, porque no era su compañera
sino su máquina reproductora.

El cristianismo perpetúa el mito

El cristianismo, fiel al Antiguo Tes-


tamento, reproduce un estilo de rito de ini-
ciación en Jesús, aunque ahora adaptado a
la nueva sítuacíón religiosa que se preten-
de crear. El bautismo de Jesús en el Jordán
y su posterior retiro de cuarenta días en
el desierto lo devuelven convertido en otra
persona, dispuesto para su misión.
Es curioso observar cómo son tres
escritores, Mateo, Marcos y Lucas, quienes
reproducen el bautismo de Jesús incluso
con las mismas palabras, coincidiendo
exactamente en describir cómo el cielo se
abrió y se oyó la voz del Espíritu de Dios
que decía: «Éste es mi hijo muy amado en
quien pongo mis complacencias». Dios no
tíene sexo, dicen algunos, pero en adelante
Jesús hablará siempre de su Padre que
está en los cielos. La transferencia ha sido
hecha. Y para recalcarla los tres mismos

26
evangelistas, también con iguales palabras,
narran cómo en una ocasión en que su
madre y hermanos pretendían verlo él
dijo:

¿Quién es mi madre? Porque


quienquiera que hiciera la voluntad
de mi Padre, que está en los cielos,
ése es mi hermano, y mi hermana y
mi madre. (Mt. 12,46-50; Me 3, 31-35;
Lc 8, 19-21.)

Es una referencia a los iniciados.


Jesucristo es llamado también el nuevo
Adán.
El original del evangelio de Mateo,
que era uno de los doce se perdió y se uti-
lizó una traducción griega posterior. Mar-
cos no ha sido un testigo presencial y se
hace intérprete de Pedro. Lucas, por su
parte, es compañero de Pablo y aunque es
probable que sea el amanuense del evan-
gelio que lleva su nombre, el contenido
es paulino y el propio Pablo lo considero
cosa propia. Si considera “cosa propia”
este evangelio y añadimos a este hecho

27
en el que haya una coinciencia de textos
idénticos en los tres, esto nos hace pensar
en una sola fuente común. A este respec-
to los propios comentaristas católicos de
los evangelios hacen notar la curiosa uni-
formidad en la narración de discursos y
sucesos, explicados no sólo siguiendo un
mismo orden sino también con idénticas
palabras, lo cual les hace pensar más en la
copia común de textos precedentes que en
la recopilación personal de la tradición de
aquellos hechos.
El cuarto evangelista, Juan, que
escribió su evangelio en Efeso, una vez
levantado el destierro que sufrió en
Patmos y que había durado hasta finales
del siglo I, a pesar de ser de los cuatro el
único testigo presencial superviviente,
describe el bautismo de Jesús sin la frase
de referencia, y omite el relato del rechazo
de la madre de Jesús por éste, lo cual no
deja de ser significativo. Juan escribe un
evangelio original, «diferente», cuando
ya están circulando copias y traducciones
cuyo parecido con la realidad pudo ser
incluso pura coincidencia.

28
Ahora realmente es cuando
podríamos empezar a hablar de la
opresión de la mujer bajo el cristianismo,
pero esto excedería el propósito de este
trabajo que consiste en denunciar la
impostura que subyace en la raíz misma
de los hechos.

29
11
LA MUJER EN AMÉRICA

Sin la mujer, tanto española como india, la


conquista española no hubiera podido ser
sino una aventura bélica y comercial, que
hubiera cristalizado en meras factorías a la
manera de las fenicias, pero nunca en aquella
pléyade de naciones .. 犇

11 Este texto se publicó por primera vez en


El Viejo Topo, n.° 37, octubre, 1979, con motivo
del 12 de octubre: ex «Día de la raza». Ahora que
se prepara la conmemoración del V centenario
del «descubrimiento» parece interesante dar a
conocer nuevamente este trabajo. (ver notas al
final del texto)
La autora de la cita se asombra en
su libro, una y otra vez, candorosamente
-¡mujer al fin!- .de que no uno sino todos
los cronistas de Indias, desde Bernal
Díaz del Castillo, Garcilaso de la Vega
y Fuentes y Guzrnán, hasta López de
Gómara y Fernández de Oviedo, se olviden
misteriosamente de mencionar a la mujer
en su relato de la empresa americana.

Acontecimientos casi insignificantes,


que a la preocupacion del hombre moderno
parecen desprovistos de todo interés,
son narrados con escrupulosa nimiedad.
Acciones contra los indios de muy escasa
trascendencia, con todas sus idas y venidas,
anécdotas curiosas y detalles pintorescos,
ocupan largas páginas de los historiadores.
Los movimientos más insignificantes de los
conquistadores, sus rencillas y rivalidades,
son tratadas con desmesurada extensión (...)
Pero se echa de menos ese cúmulo de temas

31
ajenos a la actividad bélica (y masculina)
sobre todo en lo que concierne a la vida social
y familiar, al desarrollo de las instituciones, al
desenvolvimiento económico, etc. (2)

Pero si los cronistas no mencionan


a la mujer española más que para destacar
una figura muy principal, casi siempre por
su linaje, y a las demás sólo casualmente,
cuando representan un suceso harto origi-
nal o se hallan incluidas por casualidad en
un hecho del que no son el núcleo, qué no
sucederá con las de la tierra, con las pro-
pias indias. Carne de placer, de reproduc-
ción y de trabajo como las españolas, pero
en una posición muy inferior debido a su
situación de pueblo conquistado.

« ... avia mucha falta de tales mugeres


de Castilla » (3)

Con ser las mujeres una mercancía


preciosa para los conquistadores no
trascienden a pesar de todo dicho concepto,
y son a menudo mencionadas después de
la larga lista de objetos y herramientas

32
con que se equipan unos berganines, o a
continuación del número de caballos con
que se micra una expedición.
Es imposible, pues, determinar en
qué momento llegan las primeras mujeres
españolas a Indias. Parece ser que no se
embarcó ninguna en el primer viaje de
Colón, pero pudiera ser que sí lo hicieran
en el segundo, según deducen algunos
autores de la Historia del Almirante
Cristóbal Colón escrita por su hijo
Fernando. Pero de lo que no cabe duda
es de que las autóctonas, las del Nuevo
Mundo ésas ya estaban ahí antes del 12 de
octubre de 1492; porque de lo que se trata
es de que las mujeres, blancas, negras o
indias, están presentes ahí, y ejerciendo su
rol, desde el primer momento.
Hasta 1502 no hay certeza de la
llegada de españolas a Indias, las cuales
fueron con el Comendador Ovando. No
se conoce su número ni sus nombres,
pero sí que formaban parte de «familias
principales». Sin pretender quitarles,
valor, no a éstas sino a todas las mujeres
que cruzaron el Atlántico durante un

33
siglo, con sólo un 50 % de probabilidades
de llegar y, si llegaban, expuestas a rudezas
y esfuerzos sin cuento, es de suponer
que antes que las que eran miembros
de «familias principales» lo harían las
más humildes, necesitadas, perseguidas
y aventureras. Pero sobre ellas pesa
el silencio: la Historia está escrita por
hombres.
El «Catálogo de Pasajeros a Indias»,(4)
por otra parte, ademas de empezar a
confeccionarse en 1509, apenas aporta
datos, salvo el nombre y la procedencia,
acerca de las mujeres. Como detalle curioso
puedo decir que en el susodicho año de
1509 la lista es de 27 pasajeros, de los cuales
sólo una es mujer (Ana Rodríguez, negra
cristiana hija de Pedro Mateos y de Catalma
Rodríguez), la cual figura con el número 21.
Pero leyendo detenidamente se encuentran
tres mujeres más, dos que viajan en calidad
de esposas y una tercera, de hija, lo cual
eleva el número total a cuatro. No hay un
número por persona sino por cabeza de
grupo; algunos hombres viajan con chicos,
con escuderos y criados o con varones

34
de su parentela. También, por supuesto,
con esposas e hijas. En el año 1510, de 108
pasajeros sólo cuatro son mujeres, pero
otras tres viajan como esposas, dos como
hijas y una como criada. En 1511, de 295
pasajeros, 16 tienen número ellas mismas,
pero otras 16 viajan como esposas, 6
como hijas, 3 como hermanas y una como
criada, lo cual hace que sumen en total 42.
Y así en los años siguientes, sólo que cada
vez, hombres y mujeres, en número más
crecido.

«Llevó veinte indios que tomó de Ytara


y Potano...»

Si alguna duda pudiéramos tener


acerca del papel que han jugado —y
juegan— las mujeres en la historia del
hombre, no hay sino hacer un análisis
de hechos tan relativamente recientes
como son el descubrimiento, conquista y
colonización de América.
Las mujeres son tratadas en
términos de ganado y de hecho se las
reseña a menudo después de aquél

35
entre las propiedades del hombre. Si
sus virtudes son ponderadas a veces,
esto es en la medida en que las mujeres
proporcionan beneficios, solucionan,
curan, salvan, alivian, colaboran, y hasta
sustituyen al hombre con plena eficacia.
De alguna manera, pues, en tanto que
sirven a sus fines. Y siempre dentro de un
plano individual, porque genéricamente
hablando las mujeres en América
son robadas, secuestradas, regaladas,
trasegadas, apareadas, casadas, descasadas,
intercambiadas, fecundadas, violadas,
distribuidas, adjudicadas, repartidas,
torturadas y explotadas, como es obvio,
sin su consentimiento. Tendríamos que
visitar muchísimos pueblos primitivos
para poder reunir la gran cantidad de
formas de extorsión que hallamos de una
sola vez todas juntas en las Indias, y esto
ciñéndonos sólo a la primera mitad del
siglo XVI.
En una ocasión en que corrió la
voz de que Hernán Cortés y los hombres
que lo acompañaban habían muerto, «el
factor mandó que todas las mujeres que se

36
habían muertos sus maridos en compañía
de Cortés, hiciesen bien por sus ánimas y
se casasen...».(6)
Como la esposa de uno de ellos,
Juana de Mansilla, no se quisiera casar
porque tenía confianza en Dios y creía
que su marido, Cortés y los demás estaban
vivos, el factor «y porque dijo estas
palabras la mandó azotar por las calles
públicas de México por hechicera».(7)
Cuando Cortés regresó, efectiva-
mente, la volvió en su honra de la afrenta.
Sobran comentarios.
Veamos cómo se expresa don Pedro
de Alvarado, Adelantado y Gobernador
de Guatemala, al referirse a un lote de
mujeres cuya llegada anuncia y que
vienen con su segunda esposa. Segunda no
por viudez, sino porque la primera esposa
de Alvarado fue una india de sangre real,
una de las que le tocaron en el reparto
de las que habían sido dadas a Cortés por
los mexicanos, no habiendo sido dicho
matrimonio legitimado. Escribe Alvarado
al cabildo de Guatemala:

37
...Doña Beatriz (su esposa) está muy buena,
trae veinte doncellas, muy gentiles mujeres,
hijas de caballeros y de muy buenos linajes.
Bien creo que es mercadería que no me
quedará en la tienda nada, pagándomelo
bien, que de otra manera excusado es
hablar de ello...(8)

En una de las fiestas que se dieron


por aquellos días en casa de Alvarado, las
doncellas, escondidas tras unas puertas
por la honestidad, miraban a los que
pronto serían sus maridos y una de ellas
dijo:

Doy los al diablo, ¡parece que escaparan del


infierno según están de estropeados: unos
cojos y otros mancos, otros sin orejas, otros
con un ojo, otros con media cara, y el mejor
librado la tiene cruzada una o dos veces!
A lo que contestó otra:
No hemos de casar con ellos por su gentileza
sino por heredar los indios que tienen,
que según están viejos y cansados, se han
de morir pronto, y entonces podremos

38
escoger el mozo que quisiéramos en lugar
del viejo...(9)

Pero tampoco las viudas lo tenían


tan fácil, como hemos visto por la afrenta
a doña Juana de Mansilla, y podremos
seguir viendo.

... Porque los casados en Indias son los


que perpetúan las Indias (10)

El Comendador Ovando dispuso


desde el principio que se casaran no sólo
los indios entre sí, según lo manda la Santa
Madre Iglesia, sino algunos cristianos con
indias y algunas cristianas con indios.
Las españolas eran inferiores en número,
y aunque los indios las deseaban, los
conquistadores tenían prioridad. Así todos
los casos que se encuentran de blancas
cristianas unidas a indios, es por razón
de robo o secuestro. Los conquistadores
en cambio casaban a veces con indias,
pero las abandonaban cuando tenían la
oportunidad de hacerlo legalmente con
una española.

39
Al principio de la conquista la
Corona española prohibió el traslado de las
solteras a las Indias, pero la prohibición no
debió de ser cumplida como se desprende
de la Real Cédula de 1514 en la que se daba
entera libertad a españoles y españolas de
casarse con quien quisieran. Dicha Cédula
fue confirmada por Felipe II en 1575.
Los hombres de la Península
que embarcaban hacia las Indias con su
mujer, o que una vez allí la mandaban
llamar, tenían muchas prebendas: mejores
cargos, mayor repartimiento de indios y
distribución de tierras, etc. La insistencia
de los Reyes era machacona y manifiesta,
y aunque también se alude a veces a la
moral y las buenas costumbres, el motivo
era económico y político:

... Además de la ofensa que se hacía a Dios


nuestro Señor, se seguía gran inconveniente
a la población de aquellas tierras, porque
no viviendo los tales de asiento en ellas
no se perpetuaban, ni atendían a edificar.
plantar, criar ni sembrar, ni hacer otras
cosas que los buenos pobladores suelen

40
hacer, por lo cual los pueblos no van en
el aumento que conviene, como sería si
vivieren poblados con mujeres e hijos como
verdaderos vecinos...

El matrimonio se convirtió así en


una razón de Estado, y no sólo el de las
solteras sino también el de las viudas.
Porque en indias, si el marido moría, la
mujer heredaba el repartimiento de indios
y tierras, y a la Corona le interesaba que
dicho lote no fuera a parar por un segundo
matrimonio a manos de hombres menos
dignos de confianza y poco serviciales
a la Corona. La pureza de la sangre, el
demostrar que se era castellano viejo,
y la seguridad de que no se era hijo ni
nieto de persona sancionada por la Santa
Inquisición, eran las máximas garantías.
Escribe el Inca Garcilaso:

... Es de saber que como en las guerras


pasadas hubiesen muerto muchos vecinos
que tenían indios, y sus mujeres los
heredasen, porque ellas no casasen con
personas que no hubieren servido a Su

41
Majestad, trataron los gobernadores de
casarlas de su mano, y así lo hicieron en
todo el Perú.

Paridora oficial, vehículo de trans-


misión de la propiedad, perpetuadora de
los usos y costumbres del Viejo Mundo, ¡y
todo por cuenta de otros, de ellos!
¿Y las indias? Manipuladas también,
pero de otra manera. En 1545 escribía al Rey
el capellán González Paniagua:

Acá tienen algunos a setentas (mujeres);


sino es algún pobre, no hay quien baje de
cinco o seis; la mayor parte de quince y
veinte, de treinta y cuarenta.(11)

...Porque enseñaran a los nuestros su


lengua ... trajo Colón siete indias
a España (12)

La mayor preocupación, de Colón


primero, de todo conquistador después,
fue la de la lengua, el vehículo de comuni-
cación y entendimiento. Las mujeres de la
tierra, las indias, además de concubinas y

42
sirvientas hicieron un gran papel en esto.
Se llamaban «ladinas», por corrupción de
«latinas», las que aprendían el castellano y
podían hacer de intérpretes. Giménez Ca-
ballero cita unas pocas:

Hojeda tuvo de intérprete, guía y


esposa a «Isabel». Alvarado, «una india
moza» ...(13)

En Cartagena, en Venezuela, en Ja-


maica, en todo el continente. Pero cuando
siglos más tarde se habla de Hispanidad
nadie las coloca en el lugar que les corres-
ponde. La traición viene de lejos, porque
ya Hernán Cortés, al escribir al Rey de Es-
paña, no le mencionaba a la Malinche, su
amante, a la que había escogido antes que
por su belleza por ser buena lengua.
En Cartagena de Indias la india Isa-
bel Corral no se rindió de amor al hombre
que había de utilizarla, como la Malinche
con Cortés. El gobernador Pedro de Here-
dia informó de ella:

Si saben que la conquista y pacifi-

43
cación de esta tierra no se de hacer sin la
dicha Isabel Corral, a causa de ser lengua
de Hurava, y no haber otra ... (14)

Mujeres, cualquiera que sea el co-


lor de vuestra piel, ¿dónde está vuestra
gloria?

Por la honestidad de la ciudad y


mujeres casadas

Puerto Rico, 1526. El Rey, Conce-


jo, Justícia, Regidores... Hay necesidad de
que se haga una casa de mujeres públicas.
y se hace. Las busconas también hacen
Hispanidad.
Evitando personalismos no hemos
querido hablar de la mujer, las parejas de
los famosos -sólo un recuerdo a la primera
esposa de Cortés, la Marcaida, a la que él
asesinó una noche-, sino de las mujeres,
las indias, las negras, las españolas, en
grupo, en conjunto, en sexo. Las que
empuñaron la lanza y la rodela, las que
sembraron el primer trigo de América,
las ladinas, las prostitutas, las amantes,

44
las aventureras, las brujas, las esclavas, las
parturientas, las madres, las torturadas, las
asesinadas, las suicidadas (como aquéllas
que tomaron solimán en venganza de la
afrenta que Diego de Carvajal les había
hecho). Anónimas la mayoría, como
aquélla que el propio cronista Fernández
de Oviedo dice que mandó azotar y sacar
los dientes porque acusó a su marido
falsamente. O como aquella Elvira, hija de
Aguirre, asesinada en algún recodo, ¡ay!,
del Amazonas, de la que sólo sabemos el
nombre y que era mestiza. Y la mujer del
Henríquez, que metieron los indios tierra
adentro y que nunca más apareció. Y las
que cita Cieza de León cuando dice: «...y
tomaron dos o tres mujeres vivas y les
hicieron mucho mal». Y las que menciona
Jaime Rasqui al escribir al rey, «que tengo
por cierto que hay más de mil doncellas
para casan ». Y las criadas:

Diego Núñez de Irala y Antonio de


Irala, y doña Ginabra Núñez de Irala, mis
hijos y de María, mi criada; y doña Marina
de Irala, hija de Juana, mi criada; y doña

45
Isabel de Irala, hija de Agueda, mi criada;
y doña Ursula de Irala, hija de Leonor, mi
criada; y Martín Pérez de Irala, hijo de
Escolástica, mi criada; y Ana de Irala, hija
de Marina, mi criada; y María, hija de
Beatriz, criada de Diego de Villaspando.(15)

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Notas bibliográficas

1.Nancy O’Sullivan Beare: Las mujeres de los


conquistadores, Cía. Bibliográfica Española, p. 58.
2. Ibídem, pp. 23-24.
3.Fernández de Oviedo citado por N.
O’Sullivan, op. cit., p. 41.
4.Catálogo de Pasajeros a Indias durante
los siglos XVI, XVII y XVIII, Vol. 1 (1509-1534),
Sevilla.
5.Según la Relación del Fidalgo de Elvas, citado
por N. O’Sullivan, op. cit., p. 291.
6. Según Bernal Díaz del Castillo, citado por N.
O’Sullivan, op. cit., pp. 67-68,
7. Ibídem.
8.Fuentes y Guzmán: Recordación Florida e
Historia de Guatemala, Madrid 1882, tomo I, p.
108.
9. Garcilaso de la Vega: Comentarios Reales,
libro II, cap. I, pp. 113-114.
10. Según Enrique de Gandía, citado por N.
O’Sullivan, op. cit., p. 252.
11. Citado por Francisco Morales Padrón en
Los conquistadores de América, Austral, p.129.
12. Cita de Giménez Caballero: Las mujeres de

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América, Ed. Nacional, p. 69.
13. Ibídem, p. 69.
14. Citado por N. O’Sullivan, op. cit., p. 216.
15. Del Testamento de Irala, citado por N.
O’Sullivan, op. cit., p. 256.

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