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CENTRO DE ESTUDIOS PSICOANLITICOS SIGMUND FREUD

MATERIA: INTEGRACIÓN TEÓRICO-CLÍNICA


TRABAJO FINAL DICIEMBRE 2014
LIC. MARCO MÁXIMO BALZARINI

Tema: ¿Final(¿es?) de análisis?

¿Por qué un título como pregunta? La verdad es que es difícil teorizar sobre este tema, por lo cual se
torna inseguro establecer un título como afirmación de que exista un final(¿es?) de análisis. Pienso
que la inseguridad puede estar dada porque teorizar un final sería desconocer la particularidad.
Primero desglosemos los elementos para pensarlo y sobre el final, ensayemos una opinión.

Por empezar, si debatimos por la existencia de un final, se supone que hubo un inicio. Un inicio no
es simplemente estar frente al médico y contarle un padecer. Desde Freud (1913) el análisis no
comienza en la primera entrevista, sino que es necesario un periodo de prueba que anteceda a la
investigación de las condiciones infantiles de amor. Bleichmar (2001) sostiene que la construcción
de un sujeto de análisis es ir del motivo de consulta a la razón de análisis.

En los tiempos actuales –podemos decir tiempos que corren- las personas que sufren buscan, en el
mejor de los casos, un espacio analítico que les provea de soluciones inmediatas, eficaces y en
periodos cortos. Sobre esto, hace un siglo ya, Freud (1913) se preguntaba ¿por qué el análisis no
puede abreviarse? Porque “unas alteraciones anímicas profundas sólo se consuman con lentitud;
ello sin duda se debe en última instancia, a la `atemporalidad` de nuestros procesos inconscientes”
(p. 131). El inconsciente no tiene noción de tiempo. Si el análisis depende del inconsciente entonces
sería infructuoso planificar de antemano el momento final.

Tampoco puede apurarse, ni siquiera comunicándole, regalándole al paciente el saber inconsciente


ignorado que viene a buscar, por más que el analista lo haya ya captado:

“Considerábamos una particular suerte obtener de otras personas información


sobre el trauma infantil olvidado, fueran ellas los padres, los encargados de la
crianza o el propio seductor1, como era posible en algunos casos; y nos
apresurábamos a poner en conocimiento del enfermo la noticia y las pruebas de su
exactitud, con la segura expectativa de llevar así neurosis y tratamiento a un

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Freud en este momento andaba por la teoría de la seducción, previo a la teoría de la fantasía.

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rápido final. Serio desengaño: el éxito esperado no se producía” (Freud, 1913:
142).

Años más tarde, sobre el final de su enseñanza, Freud (1937) se interroga ¿la duración del análisis
es condición de curación? Toma el ejemplo de Otto Rank el cual fue un empeño de abreviar el
análisis y eliminar la neurosis íntegra. Un intento al compás del tiempo y la época norteamericana, o
sea el “todo ya”, el consumo, el llenar la falta. Luego toma el ejemplo del Hombre de los lobos a
quien le fija un plazo de fin pues el paciente estaba en un periodo de poca producción psíquica. Esta
estrategia activó al paciente pero no garantizó la tramitación completa de la tarea, “al contrario, se
puede estar seguro de que mientras una parte del material se vuelve asequible bajo la compulsión de
la amenaza, otra parte permanece retenida y en cierto modo enterrada” (p. 221). Así Freud enseña el
error de apresurar el decurso de una cura analítica. El éxito no pasa por la cantidad de tiempo que se
estuvo en análisis.

Entonces, se pregunta Freud (1937), ¿de qué depende el efecto de un análisis? Depende de la
conjugación de tres fuerzas: traumáticas, constitucionales y pulsionales. De estas, la pulsional dice
Freud es la que nos interesa, pues el análisis se trata de una “tramitación duradera de una exigencia
pulsional” (p.227). Esto no significa que se haga desaparecer el factor pulsional de suerte que nunca
más dé noticias, pues esto es una tarea imposible. Significa un “domeñamiento de la pulsión”, que
el yo pueda cortar el circuito de descarga al que tiende la pulsión: la satisfacción. Freud habla de
robustez, armonía del yo. Un yo con otros recursos frente a nuevos embates pulsionales que pueden
acrecentarse en ciertos momentos o épocas accidentales (ejemplo: pubertad). El desenlace depende
de la relación entre intensidad pulsional con el yo.

Pero, ¿cuál es el objetivo de la terapia analítica? Según Freud (1937), alcanzar un yo fortalecido y
madurado el cual podrá emprender una revisión de las antiguas represiones infantiles, esas de las
que no se tiene conocimiento consciente y que permanecen intocadas por el trabajo analítico.
Algunas represiones serán liquidadas. Otras reconocidas y re-generadas (neo-génesis) a la luz del
nuevo material. Estos nuevos recursos tienen una consistencia más sólida que la anterior, -pues no
cederán tan fácil a los próximos acrecentamientos pulsionales- para evaluar conscientemente en la
actualidad lo que fue reprimido. Esto es, someter sectores no gobernados del ello a fin de integrarlos
en el yo, levantar la mayor cantidad de resistencias, llenar lagunas mnésicas. De esta forma, un
análisis permite lo que Freud define como la operación genuina de la terapia analítica: la
rectificación con posterioridad.

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Si esta idea parece alejarse de lo psicoanalítico –por las referencias al fortalecimiento del yo- pues
lo pensemos de igual manera desde El Proyecto, o desde Lo inconsciente, donde los sentimientos
son cualificados por la instancia Prcc-Cc (yo), y desde ahí se pueda domeñar lo pulsional icc, sin
tener que sacrificar tanto deseo. Es básicamente poner palabras a lo que com-pulsa.

La rectificación con posterioridad, es lo que en términos lacanianos conocemos como cambio de


posición subjetiva ante la castración. Freud lo dice así: “nos interesa asir un cambio cualitativo, y
para hacerlo solemos descuidar, al menos en un principio, un factor cuantitativo” (1937: 231). Es
que sabemos que lo pulsional es constante, por lo cual atenderemos al factor traumático. Esto es,
volver asequibles los posicionamientos libidinales que mantiene el sujeto con el objeto de amor. Ese
es el saber inconsciente ignorado, sentido de los síntomas. De esta manera, el sujeto se compromete
con su síntoma. Se va encontrando responsable, decisivo en sus padeceres.

Sobre esto Soler (2007) plantea que el análisis es un acto que debe ser necesariamente violento.
Violento en el sentido de que encima que tenemos en frente una persona que pide ayuda pues sufre
por padecer de cosas ajenas sobre las que no puede hacer nada, el análisis le devuelve el mensaje
implícito de “tú eres responsable”. Y esto es Freud, pues en toda su obra nos enseña la regla
fundamental: “hable de lo que se le ocurra y ahí veremos la causa en ti mismo”.

¿Sostener la violencia del acto analítico? Esto es en Freud (1937) que un análisis debe transcurrir
exponiendo al paciente a cierta medida de padecer objetivo mediante frustración y estasis libidinal,
pues sólo de esta forma lo empujaremos a un saber ignorado sobre su propio compromiso en sus
síntomas y el nexo con sus posicionamientos libidinales.

El factor constitucional se refiere a las resistencias que el yo opone al descubrimiento de lo


pulsional inconsciente. Freud se pregunta si estas resistencias a las que les llama mecanismos
defensivos son originarias o adquiridas. El producto de estas resistencias son las alteraciones del yo,
a las que Freud dedica un capítulo entero, pensando la importancia que tienen para el final del
análisis pues nos dan una medida del distanciamiento entre el yo y el ello, o sea la complejidad de
las desfiguraciones (si es que las hay). A través de ellas emprendemos el revelamiento inconsciente.

El objetivo del análisis apunta a revelar el inconsciente, lo que el paciente no sabe. Pero el
inconsciente desde Freud sabemos que no se revela totalmente, sino siempre de forma desfigurada,
por lo cual hay un residuo que no se expresa. De esta forma, un análisis nunca lo agota. Lo único
que puede terminar con la producción inconsciente es la muerte. ¿Entonces? El final de análisis

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sería lograr empujar al paciente hacia el saber sobre su inconsciente, hasta el punto tope. Es un
lugar al que los sujetos no quieren llegar a saber. Por eso el dispositivo analítico es violento.

La neurosis no se cura, pues presenta la resistencia pulsional más grande que impide alcanzar la
castración. Siempre queda un resto. Se trata de lo pulsional. Por esto, Freud (1937) niega la
posibilidad de proteger al paciente de conflictos futuros, es decir que impidan neurosis nuevas o que
impidan el retorno de neurosis ya tratadas. Lo que Freud también desaconseja en este sentido es
despertar con fines profilácticos un conflicto pulsional no manifiesto por el momento. “El análisis
lograría, sí, muchas veces, desconectar el influjo del refuerzo pulsional, pero no lo conseguiría de
manera regular” (Freud, 1937: 230).

En Freud (1937) el ejemplo que da es “E”, un paciente que concluyó su análisis, se sentía bien y su
manera de ser había cambiado por completo pero de los síntomas todavía subsistía un resto. Lo que
Freud aquí destaca es que se logró un “éxito práctico”, es decir un efecto terapéutico. Los síntomas
ya no le significan un sufrimiento. Entonces, un final de análisis permite “alcanzar un nivel de
normalidad psíquica absoluta, al cual pudiera atribuirse además la capacidad para mantenerse
estable” (p. 223).

Para Freud (1937) la idea de un final de análisis remite a un tope hasta el cual no se puede avanzar
más, no se puede recordar más. Punto que define como roca viva de la castración, el gran enigma
de la sexualidad. Esta roca viva se compone de lo sexual reprimido, a saber: para el hombre, las
posiciones pasivas; para la mujer, la envidia de pene. El punto de real en la estructura, o sea lo que
no puede circular por el aparato psíquico bajo las legalidades del proceso secundario, lo no
representable, lo que sorprendentemente es doloroso pero se repite, no busca el placer, sino que va
más allá del placer.

Si hacemos una vista panorámica del desarrollo de Freud sobre el tema del final de análisis nos
encontramos con referencias claras a sintetizar y estabilizar funciones yoicas. Es necesario aclarar
que los lacanianos en este punto discrepan, pues para ellos el análisis es todo lo contrario: reducir.
Ellos dirían que el fin de análisis es bordear lo más posible esa roca viva, a la cual ellos llaman
fantasma fundamental.

Para terminar, una última referencia. Constituye también una queja a Freud de haber desarrollado
tan poco sobre la transferencia en el artículo “Análisis terminable e interminable”. Me refiero a la
posición que debe desocupar el analista, la del sujeto supuesto saber, para que caiga la idealización

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transferencial, y emerja un sujeto analizante, independiente del otro, momento en que puede decir…
“¡chau!”. Momentos como este pueden darse muchas veces en el transcurso de un análisis. Sólo hay
que saber sancionarlos, comunicarlos (Belda, 2008). Son momentos de salida, de saber sobre el
goce propio, momentos en que algo de lo imposible intenta emerger. Momentos en los que el
paciente hace cambios sorpresivos. Momentos finales…

Queda claro que, llevar el análisis por un modelo idealizado, se trata de una generalización que
conduce al analista a encubrir el tropiezo, es decir la resistencia del paciente, con lo real del propio
analista. Por esto, Freud dedica todo un capítulo a destacar la importancia del análisis personal
para lograr el conocimiento de los puntos débiles, ciegos de la personalidad, corregir yerros y
errores que le impiden el esclarecimiento del inconsciente del paciente. Estas cuestiones dice Freud
también son decisivas para el éxito de un análisis.

En fin, pareciera que Freud en este artículo no puede sistematizar un final de análisis, pues se lo
nota más preocupado por la eficacia y suficiencia que un análisis pueda garantizar ante la
emergencia de futuras neurosis. Entonces, para definir si puede haber fin de análisis es necesario
definir la postura teórica y metapsicológica desde donde nos paramos. Si entendemos a un análisis
como la eliminación total y eterna de los síntomas, postura en la cual las resistencias son una suerte
de molestia que hay que evitar, estaríamos desconociendo el papel del conflicto psíquico y la verdad
de la estructura (Belda, 2008). Ahora bien, si nos paramos psicoanalíticamente, donde resistencia y
síntoma son las boyas de nuestro camino, me animo a decir, sostenido desde Freud, que un análisis
puede tener un fin práctico, puede ser efectivo, si se trabajó lo suficiente para el gobierno de la
pulsión. Lo que no significa que un analizante no pueda volver a terapia cuando lo necesite.

BIBLIOGRAFÍA
FREUD, S. (1913). Obras completas. Tomo XII. Artículo: “Sobre la iniciación del tratamiento”.
Amorrortu, Bs. As, Argentina.
FREUD, S. (1937). Obras completas. Tomo XXIII. Artículo: “Análisis terminable e interminable”.
Amorrortu, Bs. As, Argentina.
BELDA, S., HORENSTEIN, M. & otros. (2008) “De recorridos y finales”. Trabajo presentado en
el 7mo Symposio de la APC. Argentina.
SOLER, C. (2007). “¿Qué se espera del psicoanálisis y del psicoanalista?”. Letra viva, Bs. As.
Argentina.
BLEICHMAR, S. (2001), Del motivo de consulta a la razón de análisis. Publicado en Revista
Actualidad Psicológica, nº 287, Bs. As.

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