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El modelo pluralista polarizado

Comenzaremos con una descripción de las características definitorias del sistema de


medios español. Hallin y Mancini (2004) sostienen la hipótesis de la existencia en las
democracias occidentales de tres modelos de sistemas de medios definidos por medio de
la relación que mantienen con sus respectivos sistemas políticos, el papel social del
periodismo y los medios informativos o medios de prensa y—en menor medida—por
las políticas y legislaciones de los medios.

Su propuesta teórica es el resultado de un análisis empírico de los sistemas de


medios. Ha dado lugar a una aplicación más certera y ajustada a la realidad de los
sistemas de medios que las teorías sobre la responsabilidad social de los medios y la
teoría liberal de la prensa—enunciados en los años cincuenta por Peterson y
Schramm—porque añade nuevos factores de análisis como la historia política
(naturaleza del estado, sistema de partidos políticos, relaciones de poder), la estructura
social (desarrollo de la sociedad civil) y económica, la cultura, el papel del estado y la
profesionalización del periodismo. Por tanto, el marco teórico propuesto por Hallin y
Mancini contempla el funcionamiento real de los sistemas de medios de comunicación y
el funcionamiento del sistema social dentro del que operan los medios.

En atención a la hipótesis de los autores puede hablarse de tres diferentes


sistemas político-comunicacionales en Europa. A saber: el modelo de pluralismo
polarizado, el democrático corporativista y el liberal.

De aquí en adelante nos referiremos en exclusiva al modelo pluralista


polarizado, ya que es en esta categoría en la que los autores incluyen el sistema español
junto a los sistemas de otros países de la franja mediterránea como Francia—en menor
medida—, Grecia, Italia y Portugal. Dicho modelo tiene como características
principales la integración de los medios de comunicación en la política de los partidos,
un desarrollo histórico más débil de los medios de comunicación comerciales y un
importante papel del Estado (Hallin y Mancini, 2008:10).

En el caso español, la distancia entre los ideales normativos y la realidad es


abismal ya que los periodistas se declaran fieles seguidores del modelo Liberal de
neutralidad y objetividad, a pesar de que la práctica real del periodismo esté
profundamente arraigada a una tradición de prensa de opinión partidista (Hallin y
Mancini, 2008:13). En otras palabras, los medios de comunicación se desvían en
muchos aspectos de la norma liberal predominante de profesionalidad neutral y de un
papel “vigilante” (Hallin y Mancini, 2008:128). La hipótesis de estos autores plantea
que estos sistemas de medios se especifican por la presencia de las siguientes
características:
a) Prensa de baja circulación y políticamente orientada a las élites1, principalmente
urbana, instruida y políticamente activa—mayoritariamente masculinas, pues las
diferencias de género entre los lectores han sido superiores a las de otros
países—. Los contenidos son sofisticados y politizados2—interés primordial por
temas de la vida política—, y los periódicos están implicados en un proceso
horizontal de debate y negociación entre las diferentes facciones de la élite
(Hallin y Mancini, 2008:20). El público general cuenta principalmente con la
televisión para informarse sobre asuntos políticos—es el verdadero medio de
comunicación de masas, el que más influye en la opinión pública—, la prensa es
un medio marginal. Ausencia de tabloides o periódicos populares—tras intentos
fracasados de la industria—, sustituidos por un rentable prensa deportiva y
prensa del corazón, medios que no informan de cuestiones de interés público,
cuya circulación es muy elevada en comparación con la prensa de calidad.

b) Alto nivel de paralelismo político3, esto es, los medios están altamente
vinculados y alineados con una tendencia política general (politizados) y hay
una amplia tradición de periodismo de opinión y comentario. De esta forma, las
noticias de actualidad, los contenidos periodísticos, se orientan políticamente en
un alto grado, los medios son muy dependientes de las administraciones y
partidos políticos que ejercen en los medios una gran influencia, los periodistas
suelen trabajar en medios cuya línea política coincide con la suya y reciben
encargos porque su filiación les abre puertas—periodistas-políticos y políticos-
periodistas—, las audiencias también son partidistas porque los seguidores de
los partidos o tendencias políticas se informan a través de los medios que
representan sus actitud política y la cultura periodística conjuga la intención de
influir en la opinión pública—desempeñan en ocasiones un papel activista para
movilizar a los lectores en alguna causa política—con una gran filtración de la
opinión en las noticias de actualidad ejercida por profesionales, esto es, se
mezcla información y opinión. Este alto paralelismo político conlleva que los
medios operen mediante un modelo de pluralismo externo, donde el pluralismo
sólo se consigue en el ámbito del sistema de medios de comunicación en su
conjunto, a través de toda una gama de productos u organizaciones que reflejan
los puntos de vista de diferentes grupos o tendencias de la sociedad (Hallin y
Mancini, 2008:27); esto es, cada medio se alinea con una ideología y mantiene
un discurso muy homogéneo, luego el pluralismo interno en el seno del medio
no existe—. Así mismo, se aplica un modelo de radiotelevisión pública
1
Durante el siglo XIX estas élites eran fundamentalmente aristócratas cuya riqueza dependía de sus
tierras y no del comercio, por tanto, no dependían tanto de la circulación constante de información y, por
eso, no se desarrolló una prensa de gran tirada.
2
Los niveles de implicación política de la población española son relativamente bajos (Hallin y Mancini,
2008:124).
3
Concepto que hace referencia al grado de sintonía entre una determinada tendencia política general y el
medio de comunicación, que se manifiesta en la orientación de los contenidos noticiosos de actualidad,
las relaciones entre los medios y los partidos políticos u otras organizaciones (e.g. Iglesia), la filiación
política de los periodistas, el partidismo de las audiencias de los medios y la orientación y práctica
periodística (cultura periodística: estilos de redacción, organización del trabajo).
gubernamental, partidista, controlado y definido por la mayoría política del
parlamento quien decide el nombramiento4 de los directores de los entes
públicos, con el evidente sesgo que se da hacia los intereses políticos del partido
en el poder. Las audiencias de los informativos de televisión y de la
programación radiofónica también se difieren según las actitudes políticas de los
ciudadanos. El alto nivel de paralelismo político del sistema español incide
además en menguar el nivel de profesionalización del periodismo. La selección
de noticias no se considera puramente una cuestión de criterios periodísticos de
“interés”, sino una cuestión de política.

c) Escaso grado de profesionalización del periodismo. Las raíces políticas y


literarias del periodismo, la escasa autosuficiencia de los medios poco rentables
y la intervención estatal durante el franquismo lastraron el desarrollo del
periodismo como profesión en España. Pese a que la instrucción de los
periodistas es más alta incluso que en otros sistemas, (i.e.: calidad en la
redacción y análisis político sofisticado a causa de que ha sido una ocupación
elitista), los periodistas españoles disfrutan de poca autonomía profesional
dentro de las organizaciones y medios de comunicación, donde se ha disputado
abiertamente el poder y la autoridad dentro de las organizaciones informativas.
Débil afiliación a organizaciones y sindicatos periodísticos, que no son además
organizaciones sólidas e influyentes en los procesos que conciernen a las
decisiones. Por tanto, el periodismo en España carece de una cultura común y de
fines sociales diferenciados de los propósitos de los actores políticos con los
cuales los medios de comunicación se alinean—el periodismo y el activismo
político van de la mano—. Débil autorregulación—no existen sistemas formales
de responsabilidad (e.g. consejos de prensa) y no se han institucionalizado los
códigos éticos en la cultura y la práctica—e independencia profesional.
Precarización y marginalización del empleo periodístico. Dificultad para orientar
la profesión hacia la ética y el servicio público. Ideologización e alta
instrumentalización del periodismo y los medios por parte de gobiernos, partidos
políticos y empresas con intereses políticos en común. El trabajo de los
periodistas sufre modificaciones por razones política y ante este tipo de
conflictos existen recursos como la cláusula de conciencia. No obstante, suele
coincidir la orientación política del medio con la de muchos periodistas de sus
plantillas a quienes suele encargarse los temas más sensibles.

d) Fuerte intervención del estado en el sistema de medios, caracterizado por la


desregulación salvaje del sector. El Estado combina una tradición autoritaria de
intervención y una tradición democrática del Estado de Bienestar. No obstante,
la efectividad del Estado está limitado por la falta de recursos, ausencia de
consenso político y relaciones clientelistas. El control autoritario se hace
generalmente a partir de presiones legales sobre los propietarios de los medios y

4
Ha de ser aprobado por mayoría de dos tercios lo que implica una gran negociación.
sobre el control de la propiedad de la radiotelevisión pública y la agencia EFE.
En el pasado el estado franquista poseía parte de la propiedad de las radios
privadas y la totalidad de la prensa del Movimiento. Durante la década de 1980
se produjeron importantes subvenciones a la prensa y actualmente se usa la
publicidad gubernamental como forma de subvención, sobre todo para los
diarios más pequeños que no podrían existir sin esa ayuda. Destaca también el
aumento de escándalos políticos en los contenidos de los medios que han optado
por el combate a modo de adversarios con sus enemigos políticos. Por tanto, el
papel de los medios españoles como actores políticos ocupa una posición más
central que en el pasado. Esto también puede significar el desarrollo de medios
poderosos basados en el mercado con un desplazamiento cultural hacia una
profesionalidad crítica en el periodismo y con un constante debilitamiento de las
lealtades tradicionales hacia los partidos políticos.

Como ya advertimos, dichas características se relacionan en el modelo de Hallin y


Mancini con las características del sistema político. En este caso, los valores de la
historia política que inciden en el sistema español son tales como los siguientes:

a) Tardía democratización y desarrollo de las instituciones liberales respecto al


resto de Europa y asentamiento del neocapitalismo, lo que redujo el peso del
Estado del Bienestar. Pasado violento (guerra civil) y dictatorial en el que los
medios se usaron como instrumentos de lucha o adoctrinamiento ideológico.
Papel importante de los partidos políticos tras la transición democrática. Historia
caracterizada por el estatismo y la ausencia de democracia social, esto es, el
estado ha tenido un papel fuerte en la economía y la sociedad, sin tener un
Estado del bienestar fuerte. La escasa rentabilidad de la prensa ha tenido una alta
implicación en el desarrollo de las siguientes dimensiones del modelo.

b) Alta polarización política y modelo de crispación y conflicto que está asociado


con el pluralismo polarizado y un nivel alto de paralelismo político porque
compiten entre sí visiones del mundo muy diferentes encarnadas en medios de
comunicación estrechamente vinculados a facciones políticas en lucha por el
poder. Pese a que PSOE y PP no son antagónicos en los enfoques políticos,
manifiestan un antagonismo de ficción como estrategia de comunicación
política. El pluralismo polarizado ha limitado la legitimidad de las instituciones
de los medios de comunicación, en particular el de la radiotelevisión pública,
que ha sido objeto de polémica y examen público, por las profundas divisiones
ideológicas. Los medios de comunicación, especialmente los diarios, participan
en la negociación de las fuerzas políticas. Con ellos las élites siguen y comentan
la marcha de las negociaciones, deciden los temas a tratar, señalan posiciones y
compromisos, ejercen presiones entre sí y llegan a acuerdos.

c) Gobiernos de mayoría, que conlleva mayor vulnerabilidad frente a la influencia


de la tendencia política dominante, que se manifiesta en el modelo
gubernamental de regulación de la radiotelevisión que supone un control
efectivo por parte del Gobierno.

d) Fuerte papel de los partidos políticos en una coyuntura de pluralismo


organizado5 por la élite política durante la Transición que ha motivado el
pluralismo polarizado, el pluralismo externo y el paralelismo político a costa de
una sociedad civil débil y desorganizada.
e) Autoridad racional-legal débil basada en el clientelismo6, esto es, los
empresarios de los medios de comunicación tienen alianzas fuertes y estables
con los partidos políticos y, asimismo, utilizan sus propiedades mediáticas como
instrumentos para intervenir en asuntos políticos. Por tanto, el compromiso con
intereses particulares es más fuerte y la noción del “bien común”, más débil. El
clientelismo es el responsable de la instrumentalización política de los medios
públicos y privados. En los públicos, los nombramientos se hacen en base a
lealtades políticas en vez de en base a criterios profesionales. En los medios
privados, los propietarios tienen conexiones políticas que les aportan el éxito
económico. En cualquier caso, la adhesión a las normas jurídicas de ambos es
muy débil. La escasa profesionalización del periodismo en España también es
fruto de la débil autoridad racional-legal y el clientelismo a causa de los vínculos
de los periodistas con partidos, propietarios o patrocinadores.

Breve reseña histórica del proceso de evolución del sistema de medios español.

a) La prensa se dirigía a una aristocracia cuya riqueza provenía de sus tierras y no


del comercio, por tanto, no dependían tanto como los burgueses de la circulación
constante de la información.
b) La debilidad histórica de los mercados privados facilitó la dependencia de
“patrocinadores”7 que refrenaron la profesionalización y la diferenciación de la
institución mediática como institución autónoma del sistema político o
económico.
c) En el siglo XIX aparece una prensa de opinión que resulta clave en la formación
del estado liberal durante la Restauración canovista, en la que se usaron los
periódicos para la organización de los movimientos encabezados por los líderes
del país.
d) Tras un tímido repunte de los mercados de prensa comercial entre 1880 y 1920,
la década siguiente supuso la paralización del desarrollo de la prensa debido a la
dictadura. Pese a la creación de la Prensa del Movimiento, los periódicos de
5
Sistema caracterizado por grupos sociales fuertemente institucionalizados que representan a diferentes
segmentos de la población y que a menudo desempeñan un papel importante en la mediación de las
relaciones de sus miembros con la sociedad en general.
6
Modelo social en el cual el acceso a los recursos sociales está controlado por patrocinadores y permitido
a los clientes a cambio de deferencia y varias formas de apoyo. Es una forma particularista de
organización social en la cual las reglas formales tienen menos importancia que las relaciones personales,
o , en formas posteriores de clientelismo, que las relaciones que cuentan con intermediarios tales como
los partidos políticos, la Iglesia u otras organizaciones (ver Hallin y Mancini, 2008:54).
7
Iglesia católica, partidos políticos, empresarios particulares.
partido no han desempeñado ningún papel importante en el período democrático
español. No obstante, los periódicos de propiedad privada son, en general,
fuentes partidistas.
e) A partir de las décadas de 1970 y 1980 se produjo un movimiento hacia una
prensa impresa más orientada hacia el mercado (aparición de El País y Diario
16) al combinar el viejo enfoque político con otros contenidos (e.g. interés
humano). Durante la transición democrática se la prensa pese a nacer en un
contexto comercial, tenía fuertes vínculos políticos y el estilo preponderante era
el del periodismo de opinión.
f) En la nueva democracia española el paralelismo político aumentó con el
resultado de los medios de comunicación en dos campos: los medios que
apoyaban al PSOE en el poder y los medios que apoyaban al conjunto opositor.
Los cambios en el poder conlleva el intercambio de roles de los grupos
mediáticos implicados.
g) Aumento de las tiradas en la década de 1990 aunque el perfil del lector sigue
siendo elitista.
h) El partidismo de los medios de comunicación y las presiones gubernamentales
aumentaron a medida que las elecciones se hacían más competitivas en la década
de 1990.

Hallin y Mancini (2008:128) concluyen su descripción del modelo pluralista


polarizado con un resumen de los aspectos más problemáticos y más positivos. Entre los
primeros destacan el número reducido de lectores de prensa impresa y el desequilibrio
entre los géneros de esos lectores; ciertos remanentes de una cultura autoritaria que se
reflejan en un acceso restringido a la información pública y las presiones oficiales
contra el periodismo crítico; y una tendencia hacia la instrumentalización de los medios,
tanto por parte de las élites políticas como por parte de los propietarios comerciales que
en muchos casos son las mismas personas. Entre los aspectos positivos subrayan el
pluralismo de los medios que representa una amplia gama de puntos de vista.

De entre todos los rasgos con los que estos autores dibujaron el sistema español a
partir del modelo pluralista polarizado, hay uno que tiene especial importancia en
nuestro estudio. Hallin y Mancini (2008:273) señalan que la población es muy leal
hacia ideologías políticas y que dicha lealtad va acompañada de un escepticismo muy
extendido con respecto a alguna idea de “bien común” que les podría trascender. Así
mismo, señalan que en este modelo se produce un consumo desigual de la información
pública que supone una división bastante clara entre la población políticamente activa
que consume con avidez el comentario político en la prensa, y una población
políticamente inactiva que consume poca información política.  
1.1.1 El déficit democrático  
Además de algunos trabajos en los que se advierte de que el periodismo en España
atraviesa por una profunda crisis de credibilidad (Diezhandino, 2005) referida a la
relajación de los medios españoles en la tarea de obtener relatos veraces, encontramos
otros estudios en los que se ha profundizado de manera monográfica en el déficit
democrático del sistema de medios español. Bernardo Díaz Nosty ha desarrollado uno
de los análisis más recientes sobre el sistema español de medios. En su obra, El Déficit
mediático, analiza el sistema desde el lugar de las audiencias, a través de los sedimentos
que en ellas dejan los medios, ya que en opinión del autor, los sedimentos acercan a los
requerimientos de la cultura democrática, valores asociados al sustrato constitucional de
la pluralidad, libertad de expresión y el derecho a la información de la sociedad civil
(Díaz Nosty, 2005:188).

Este autor, que toma los argumentos y parte obviamente de los hallazgos y
trabajos previos de otros investigadores como Hallin y Mancini (2008[2004]) o Norris
(2000), defiende la hipótesis de que el sistema español es de baja intensidad periodística
en comparación con otros sistemas europeos. Mientras que Hallin y Mancini
hipotetizaron que es plausible que los distintos sistemas de medios europeos tienden a
evolucionar hacia un modelo más cercano al Liberal, Díaz Nosty rechaza que el sistema
español converja con Europa y describe el déficit democrático del sistema español de
medios a partir de los siguientes aspectos, que—en opinión del autor—lo diferencian de
los sistemas europeos (Díaz Nosty, 2005:190-ss):

a) El peso dominante del emisor. Esto es, un protagonismo muy acusado de los
propietarios de los medios, tanto públicos como privados, que no se corresponde
con la experiencia menos polarizada de otras naciones europeas. Los medios
privados han tendido a la concentración hasta el punto de que se condiciona el
espacio público de acuerdo con la ideología y los intereses de sus propietarios.
De esta forma, Díaz Nosty define a los medios españoles no como
contrapoderes, sino como instrumentos de poder, constructores del discurso del
poder. Así, habla de un sistema dominado por intereses mercantiles sin tradición
ejemplar en términos de cultura democrática en el que se extiende la idea de que
la libertad de expresión radica en la empresa. Describe prácticas relacionadas
con la simulación informativa—contraria al derecho a la información— en las
que la selección, valoración y jerarquización de los contenidos responde a los
intereses extra periodísticos del emisor y de su entorno (hipótesis de la pre-
agenda, márquetin cruzado)8. Y no olvida el decadente papel del periodista,
relegado a su consideración de recurso humano de la empresa mediática. Por
otra parte, el autor destaca la excesiva privatización del escenario de medios que
impide el acceso a la gestión de éstos a entidades y colectivos sociales que
podrían enriquecer la pluralidad y el espacio público.

8
Desde una perspectiva normativa, podría decirse que estas prácticas periodísticas se alejan del ideal que
entraña la credibilidad periodística.
b) Predominio de los medios audiovisuales de perfil comercial generalista,
centrados en su proyección sobre el “gran público”, en un ambiente de bajo
consumo de prensa y, en general, de información de actualidad. Díaz Nosty
advierte de que el público que ve exclusivamente televisión no pierde su
condición de audiencia activa real o potencial, aunque quepa definirlo mejor por
el no consumo de otros medios, por su condición de no público del resto del
sistema mediático. Público descrito por un déficit relativo, por su auto
privaciones mediático-culturales, por las zonas de sombra y limitaciones
cognitivas o de escasa e incompleta contextualización. Según el autor, la
televisión en España impone el predominio cultural y estético de su núcleo de
audiencia mayoritario. Las características sociológicas del “gran público” de la
televisión en España, inciden en la lógica comercial de las programaciones y
también en los códigos lingüísticos empleados por los líderes de opinión que
tratan de ajustarse al público mayoritario de la televisión pese a la pérdida de
rigor y la devaluación política.

c) Orientación del sistema de medios hacia el entretenimiento y la


espectacularización de la información, especialmente en los medios
audiovisuales. Predominio del valor de uso de la televisión relativo a la evasión
y el ocio. El entretenimiento predomina en el consumo audiovisual a medida que
las audiencias emplean menos otros medios. Por eso, la orientación hacia la
evasión restringe, entre la amplia audiencia de la televisión, las prácticas de
quienes ven noticiarios a un porcentaje mucho más limitado. Se da un
decreciente interés por la actualidad o una escasa proyección informativa de los
medios en espacios de gran audiencia. El autor sostiene la hipótesis d que en
España, en condiciones de actualidad regular, entre el 35 y el 40 por ciento de la
población no sigue ningún tipo de medio o programa con contenidos
informativos de actualidad.

Díaz Nosty advierte de que la convergencia con Europa en términos


macroeconómicos no se produce en lo que respecta a los consumos de los
medios, aspecto central en la tesis de su obra. Así, una de las características del
déficit mediático español es el consumo limitado de información, tanto de la
prensa diaria como de los espacios de noticias en radio y televisión:

“Puede afirmarse, por consiguiente, que algo menos de la tercera parte de la población
española está, relativamente, bien informada—suele leer la prensa, ver la televisión y
escuchar la radio—. Otra tercera parte accede a la información a través de la
televisión, con algunos reforzamientos provenientes del medio radio. La tercera parte
restante no se interesa habitualmente por la actualidad, pero tiene la televisión como
escenario informativo potencial en caso de necesidad o ante un acontecimiento
excepcional.
El sistema español, que aparece orientado hacia el ocio y el entretenimiento, se
caracteriza por una dualización en los consumos informativos, razón que le convierte
en uno de los escenarios deprimidos, en términos de orientación periodística de la
Europa comunitaria.

Esta debilidad se aprecia en la dieta que nutre la opinión pública, y es posible


interpretar su proyección analizando las huellas que sedimenta. Una dieta mediática
baja en nutrientes informativos limita su sedimentación cualitativa en términos de
opinión pública y aumenta el grado de incertidumbre y desentendimiento social9”
(Díaz Nosty, 2005:178-180).

Y es que el autor comparte la idea de que una sociedad desinformada es, en


términos de opinión pública más frágil y manipulable—en la medida de que cuando se
ignora algo es más difícil cuestionarlo—. Por tanto, el déficit mediático del que
advierte en su trabajo produce carencias en la cultura democrática:

“Esto es, acarrea también un déficit democrático, con disonancias en el proceso de


destilación de la opinión pública, que, lógicamente, se traslada a la calidad de la
representación política” (Díaz Nosty, 2005:181).

“El predominio de los consumos audiovisuales y la escasa riqueza de los nutrientes


mediático-culturales hace más grave, si cabe, el ya endémico descompromiso político”
(Díaz Nosty, 2005:190).

Al igual que Klapper, el autor sostiene que los efectos limitados de los medios
cobran mayor fuerza entre los sectores más desprotegidos. El análisis de Díaz Nosty se
sustenta en la diferenciación entre clases mediático-culturales en las que el elemento
más relevante es la fuerza informativa de la televisión en sus consumos de medios:

“La fuerza informativa de la televisión se atenúa en los extremos de la


estratificación social. En las clases mediático-culturales con perfiles más altos, la
mayor penetración de otros medios informativos—en especial la prensa—convierte a
este segmento de audiencia en el menos dependiente de la televisión y el mejor
pertrechado en argumentos de contextualización e interpretación crítica del mensaje
audiovisual. Por el contrario, en los segmentos más deprimidos suele aparecer aquella
población que no se informan habitualmente por ningún medio. Sin embargo, los
individuos de este último escenario, cuando se informan de manera esporádica o
casual, o como consecuencia de acontecimientos excepcionales, lo hacen normalmente
a través de la televisión. En este caso, la escasa sedimentación de huellas mediáticas
puede hacer, además, a las clases medias y media-baja, más vulnerables, influenciables

9
Aquí se retoman las clásicas argumentaciones funcionalistas en las que la “desinformación” de la
sociedad puede constituir una disfunción del sistema.
o manipulables por mensajes que, como consecuencia de la falta de información previa,
suelen estar mal contextualizados y contrastados.

Todo apunta a la clase media como la más dependiente en España de la


información habitual de la televisión. Su auto privación de la prensa diaria es
extraordinaria y alcanza al 61,5 por ciento, esto es, a cerca de dos de cada tres
individuos, razón por la cual el nivel de reforzamiento intermediático o de contraste
informativo es relativamente bajo en este sector poblacional.

En las clases media-baja y baja, con niveles de auto privación de la prensa


diaria de información general del 74,2 y 87,3 por ciento, respectivamente, se produce,
con seguridad, una sombra informativa muy amplia—ausencia de consumos habituales
de cualquier espacio de actualidad—que podría situarse, en una estimación prudente,
entre el 65 y el 75 por ciento. La debilidad económica de este sector, que comprende a
más de una tercera parte de la población española (38,5 por ciento), se agudiza así a
través de los nutrientes mediático-culturales que crean conocimiento y experiencia
mediática en términos de opinión pública.

Este sector ensombrecido, como se ha dicho, es un espacio de expansión ocasional


y excepcional de la información audiovisual, y sus integrantes, dada su menor y más
frágil fijación argumental, aparecen en teoría como más fácilmente influenciables en
situaciones tales como la toma de decisión política. Pero también, por esas mismas
causas, son los que presentan un mayor índice potencial de reversibilidad; esto es, lo
que, ante el surgimiento de un hecho imprevisible, describen un efecto boomerang en la
opinión, un giro de 180 grados en su tensión emocional que suele conllevar un cambio
de parecer”. (Díaz Nosty, 2005:180-181).

d) Ratignación del periodista, que lleva a que se mida el valor profesional de éste
según el rating de audiencia que alcanza. Una acentuación del “periodista de
estrellas” muchas veces vinculado con el espectáculo, que perjudica el crédito
profesional y degrada los valores de responsabilidad social del periodista,
obligándole a seguir la lógica comercial. En este sentido, el autor informa de que
se usan sutiles estrategias de atracción de las mayorías, sin reparar en la
degradación que implica la espectacularización de la realidad, la banalización, la
manipulación o la apelación descarada a los sentimientos. Este fenómeno es más
habitual en los medios audiovisuales donde el entretenimiento se adorna de los
símbolos retóricos de la información. Por todo esto, la población desarrolla
dificultades para distinguir quién es realmente periodista y es comprensible
hasta cierto punto porque los medios degradados terminan por devaluar también
los catalizadores mediáticos que se ponen al servicio de la publicidad. Por otra
parte, la profesión está sumida en la precariedad laboral que no es aplacada
debidamente por organizaciones profesionales y sindicatos.
e) Abandono del papel fundacional de la televisión pública, con el consiguiente
efecto en la pérdida de referentes audiovisuales en el conjunto del sistema.
Estrategia comercial enfocada a la captación de audiencias que ha incidido en el
empobrecimiento general del sistema, debido a la desatención de los intereses
plurales de la sociedad española.

f) Doble privatización del espacio audiovisual público. Un proceso de alejamiento


de la misión fundacional, producido por la gubernamentalización de los
informativos—poder político—y el uso comercial del emisor—poder
económico—. Las televisiones públicas cuentan con programación de corte
comercial y transfieren el resto de sus espacios productoras externas,
renunciando a la oportunidad de orientar al servicio público los contenidos por
medio de producción propia, ya que las productoras privadas no tienen por qué
atenerse a principios tan elevados. En el seno de estos medios, se observa
además ausencia de autonomía de los profesionales que evidencia el dictado de
los intereses gubernamentales de turno, facilitado por la ausencia de mecanismos
de control como una autoridad audiovisual independiente. En este esquema se
considera a las audiencias un sujeto pasivo, sin derechos de acceso y réplica
efectivos, a los que se niega el prometido servicio público, donde el
incumplimiento de normas y directivas—por ejemplo, respecto a la publicidad—
es habitual.

g) Las dos Españas mediáticas. Signos de dualización aparente en los consumos


mediático-culturales de las comunidades del norte y del sur del país. Menor
distancia del norte del país con los valores medios europeos. Existen grandes
contrastes entre los hábitos de lectura del norte y el sur del país, algo que no
ocurre de forma tan brusca en el consumo de televisión. En los territorios del
sur, el perfil de las cadenas se suele corresponder con los segmentos sociales
más bajos; al contrario que en los territorios del norte.

h) Responsabilidad política y social ante la influencia de los medios en los públicos


desprotegidos. Abandono de los principios de responsabilidad social en las
prácticas mediáticas, consecuencia de un acentuado descompromiso político,
que permite la degradación de los contenidos en emisiones de televisión, con
especial incidencia en la formación de hábitos y conductas de los menores.
Ausencia de debate público sobre el papel de los medios en nuestra sociedad.
Escasa sensibilidad en los contenidos—desplazamiento o desaparición de la
programación infantil—y permisividad y ausencia de controles sobre las normas
de protección. Y frente a esto, los menores españoles ven más televisión que los
de otras naciones europeas, incluyendo programas no orientados a sus edades. Y
los mayores de 65 años son relegados a un papel marginal entre las audiencias
pese a ser cada vez más importantes cuantitativamente.
i) Ausencia de instrumentos especializados en la defensa de la libertad de
expresión y de instancias de regulación y autorregulación. Este es otro de los
aspectos distintivos respecto de Europa, donde no sólo no existe una amplia
tradición en la defensa de los valores democráticos de los medios, sino debate
acerca de la actualización de los mecanismos que garantizan el correcto
desempeño de los medios en la escena de las libertades públicas. La historia
reciente de España está jalonada por excesos de los medios respecto a los
códigos y de transgresiones de la ética, sin embargo, no se promueve una
autorregulación en el sector entre otras causas por que no existe amenaza
regulatoria, porque los profesionales están desorganizados y supeditados al
poder de los emisores, porque la sociedad civil y representaciones de
consumidores no han desarrollado una conciencia crítica y argumental que
active la defensa de los derechos cívicos de las audiencias, porque prevalece la
idea de que la autorregulación equivale a censura, y porque la inexistencia de un
periodismo sensacionalista no pone en tela de juicio tan fácil y frecuentemente
las prácticas constructivas de la prensa. Debido a esto, la liberta de prensa en
España pasa a ser una especie de patrimonio de los editores, que no sólo asumen
una línea de dirección de opinión, sino que administran el juego de las
inclusiones y los silencios de una escena política cada vez más orientada hacia
términos de expresión mediática.

j) Degradación mediática de la lengua española. Ausencia de políticas públicas


destinadas a promover el “buen hablar” en los medios de comunicación,
especialmente en los audiovisuales, como exigencia de la cultura cívica, pero
también como defensa de la riqueza patrimonial de una lengua cuya huella fuera
de España a más del 90 por ciento de sus hablantes.

k) Escasa organización profesional y ciudadana en torno a los valores de calidad,


pluralidad y transparencia de la comunicación y en la defensa de los principios
democráticos en los que se asienta un sistema de medios libre. Díaz Nosty habla
de una escasa o nula presencia de las audiencias en el debate de los medios
como un aspecto singular del déficit mediático en España. También de un
escaso porcentaje de asociacionismo entre los periodistas españoles en
comparación con sus colegas europeos que limita su posición como
interlocutores en cualquier proceso relacionado con la autorregulación o
regulación del sector. Incluso parte de la élite profesional—integrados en la
estructura de propiedad o en cargos de gestión—defiende los argumentos de los
emisores en estas cuestiones. El resto del colectivo ocupa un papel secundario en
los debates debido a su escasa fuerza organizativa.

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