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b) Alto nivel de paralelismo político3, esto es, los medios están altamente
vinculados y alineados con una tendencia política general (politizados) y hay
una amplia tradición de periodismo de opinión y comentario. De esta forma, las
noticias de actualidad, los contenidos periodísticos, se orientan políticamente en
un alto grado, los medios son muy dependientes de las administraciones y
partidos políticos que ejercen en los medios una gran influencia, los periodistas
suelen trabajar en medios cuya línea política coincide con la suya y reciben
encargos porque su filiación les abre puertas—periodistas-políticos y políticos-
periodistas—, las audiencias también son partidistas porque los seguidores de
los partidos o tendencias políticas se informan a través de los medios que
representan sus actitud política y la cultura periodística conjuga la intención de
influir en la opinión pública—desempeñan en ocasiones un papel activista para
movilizar a los lectores en alguna causa política—con una gran filtración de la
opinión en las noticias de actualidad ejercida por profesionales, esto es, se
mezcla información y opinión. Este alto paralelismo político conlleva que los
medios operen mediante un modelo de pluralismo externo, donde el pluralismo
sólo se consigue en el ámbito del sistema de medios de comunicación en su
conjunto, a través de toda una gama de productos u organizaciones que reflejan
los puntos de vista de diferentes grupos o tendencias de la sociedad (Hallin y
Mancini, 2008:27); esto es, cada medio se alinea con una ideología y mantiene
un discurso muy homogéneo, luego el pluralismo interno en el seno del medio
no existe—. Así mismo, se aplica un modelo de radiotelevisión pública
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Durante el siglo XIX estas élites eran fundamentalmente aristócratas cuya riqueza dependía de sus
tierras y no del comercio, por tanto, no dependían tanto de la circulación constante de información y, por
eso, no se desarrolló una prensa de gran tirada.
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Los niveles de implicación política de la población española son relativamente bajos (Hallin y Mancini,
2008:124).
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Concepto que hace referencia al grado de sintonía entre una determinada tendencia política general y el
medio de comunicación, que se manifiesta en la orientación de los contenidos noticiosos de actualidad,
las relaciones entre los medios y los partidos políticos u otras organizaciones (e.g. Iglesia), la filiación
política de los periodistas, el partidismo de las audiencias de los medios y la orientación y práctica
periodística (cultura periodística: estilos de redacción, organización del trabajo).
gubernamental, partidista, controlado y definido por la mayoría política del
parlamento quien decide el nombramiento4 de los directores de los entes
públicos, con el evidente sesgo que se da hacia los intereses políticos del partido
en el poder. Las audiencias de los informativos de televisión y de la
programación radiofónica también se difieren según las actitudes políticas de los
ciudadanos. El alto nivel de paralelismo político del sistema español incide
además en menguar el nivel de profesionalización del periodismo. La selección
de noticias no se considera puramente una cuestión de criterios periodísticos de
“interés”, sino una cuestión de política.
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Ha de ser aprobado por mayoría de dos tercios lo que implica una gran negociación.
sobre el control de la propiedad de la radiotelevisión pública y la agencia EFE.
En el pasado el estado franquista poseía parte de la propiedad de las radios
privadas y la totalidad de la prensa del Movimiento. Durante la década de 1980
se produjeron importantes subvenciones a la prensa y actualmente se usa la
publicidad gubernamental como forma de subvención, sobre todo para los
diarios más pequeños que no podrían existir sin esa ayuda. Destaca también el
aumento de escándalos políticos en los contenidos de los medios que han optado
por el combate a modo de adversarios con sus enemigos políticos. Por tanto, el
papel de los medios españoles como actores políticos ocupa una posición más
central que en el pasado. Esto también puede significar el desarrollo de medios
poderosos basados en el mercado con un desplazamiento cultural hacia una
profesionalidad crítica en el periodismo y con un constante debilitamiento de las
lealtades tradicionales hacia los partidos políticos.
Breve reseña histórica del proceso de evolución del sistema de medios español.
De entre todos los rasgos con los que estos autores dibujaron el sistema español a
partir del modelo pluralista polarizado, hay uno que tiene especial importancia en
nuestro estudio. Hallin y Mancini (2008:273) señalan que la población es muy leal
hacia ideologías políticas y que dicha lealtad va acompañada de un escepticismo muy
extendido con respecto a alguna idea de “bien común” que les podría trascender. Así
mismo, señalan que en este modelo se produce un consumo desigual de la información
pública que supone una división bastante clara entre la población políticamente activa
que consume con avidez el comentario político en la prensa, y una población
políticamente inactiva que consume poca información política.
1.1.1 El déficit democrático
Además de algunos trabajos en los que se advierte de que el periodismo en España
atraviesa por una profunda crisis de credibilidad (Diezhandino, 2005) referida a la
relajación de los medios españoles en la tarea de obtener relatos veraces, encontramos
otros estudios en los que se ha profundizado de manera monográfica en el déficit
democrático del sistema de medios español. Bernardo Díaz Nosty ha desarrollado uno
de los análisis más recientes sobre el sistema español de medios. En su obra, El Déficit
mediático, analiza el sistema desde el lugar de las audiencias, a través de los sedimentos
que en ellas dejan los medios, ya que en opinión del autor, los sedimentos acercan a los
requerimientos de la cultura democrática, valores asociados al sustrato constitucional de
la pluralidad, libertad de expresión y el derecho a la información de la sociedad civil
(Díaz Nosty, 2005:188).
Este autor, que toma los argumentos y parte obviamente de los hallazgos y
trabajos previos de otros investigadores como Hallin y Mancini (2008[2004]) o Norris
(2000), defiende la hipótesis de que el sistema español es de baja intensidad periodística
en comparación con otros sistemas europeos. Mientras que Hallin y Mancini
hipotetizaron que es plausible que los distintos sistemas de medios europeos tienden a
evolucionar hacia un modelo más cercano al Liberal, Díaz Nosty rechaza que el sistema
español converja con Europa y describe el déficit democrático del sistema español de
medios a partir de los siguientes aspectos, que—en opinión del autor—lo diferencian de
los sistemas europeos (Díaz Nosty, 2005:190-ss):
a) El peso dominante del emisor. Esto es, un protagonismo muy acusado de los
propietarios de los medios, tanto públicos como privados, que no se corresponde
con la experiencia menos polarizada de otras naciones europeas. Los medios
privados han tendido a la concentración hasta el punto de que se condiciona el
espacio público de acuerdo con la ideología y los intereses de sus propietarios.
De esta forma, Díaz Nosty define a los medios españoles no como
contrapoderes, sino como instrumentos de poder, constructores del discurso del
poder. Así, habla de un sistema dominado por intereses mercantiles sin tradición
ejemplar en términos de cultura democrática en el que se extiende la idea de que
la libertad de expresión radica en la empresa. Describe prácticas relacionadas
con la simulación informativa—contraria al derecho a la información— en las
que la selección, valoración y jerarquización de los contenidos responde a los
intereses extra periodísticos del emisor y de su entorno (hipótesis de la pre-
agenda, márquetin cruzado)8. Y no olvida el decadente papel del periodista,
relegado a su consideración de recurso humano de la empresa mediática. Por
otra parte, el autor destaca la excesiva privatización del escenario de medios que
impide el acceso a la gestión de éstos a entidades y colectivos sociales que
podrían enriquecer la pluralidad y el espacio público.
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Desde una perspectiva normativa, podría decirse que estas prácticas periodísticas se alejan del ideal que
entraña la credibilidad periodística.
b) Predominio de los medios audiovisuales de perfil comercial generalista,
centrados en su proyección sobre el “gran público”, en un ambiente de bajo
consumo de prensa y, en general, de información de actualidad. Díaz Nosty
advierte de que el público que ve exclusivamente televisión no pierde su
condición de audiencia activa real o potencial, aunque quepa definirlo mejor por
el no consumo de otros medios, por su condición de no público del resto del
sistema mediático. Público descrito por un déficit relativo, por su auto
privaciones mediático-culturales, por las zonas de sombra y limitaciones
cognitivas o de escasa e incompleta contextualización. Según el autor, la
televisión en España impone el predominio cultural y estético de su núcleo de
audiencia mayoritario. Las características sociológicas del “gran público” de la
televisión en España, inciden en la lógica comercial de las programaciones y
también en los códigos lingüísticos empleados por los líderes de opinión que
tratan de ajustarse al público mayoritario de la televisión pese a la pérdida de
rigor y la devaluación política.
“Puede afirmarse, por consiguiente, que algo menos de la tercera parte de la población
española está, relativamente, bien informada—suele leer la prensa, ver la televisión y
escuchar la radio—. Otra tercera parte accede a la información a través de la
televisión, con algunos reforzamientos provenientes del medio radio. La tercera parte
restante no se interesa habitualmente por la actualidad, pero tiene la televisión como
escenario informativo potencial en caso de necesidad o ante un acontecimiento
excepcional.
El sistema español, que aparece orientado hacia el ocio y el entretenimiento, se
caracteriza por una dualización en los consumos informativos, razón que le convierte
en uno de los escenarios deprimidos, en términos de orientación periodística de la
Europa comunitaria.
Al igual que Klapper, el autor sostiene que los efectos limitados de los medios
cobran mayor fuerza entre los sectores más desprotegidos. El análisis de Díaz Nosty se
sustenta en la diferenciación entre clases mediático-culturales en las que el elemento
más relevante es la fuerza informativa de la televisión en sus consumos de medios:
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Aquí se retoman las clásicas argumentaciones funcionalistas en las que la “desinformación” de la
sociedad puede constituir una disfunción del sistema.
o manipulables por mensajes que, como consecuencia de la falta de información previa,
suelen estar mal contextualizados y contrastados.
d) Ratignación del periodista, que lleva a que se mida el valor profesional de éste
según el rating de audiencia que alcanza. Una acentuación del “periodista de
estrellas” muchas veces vinculado con el espectáculo, que perjudica el crédito
profesional y degrada los valores de responsabilidad social del periodista,
obligándole a seguir la lógica comercial. En este sentido, el autor informa de que
se usan sutiles estrategias de atracción de las mayorías, sin reparar en la
degradación que implica la espectacularización de la realidad, la banalización, la
manipulación o la apelación descarada a los sentimientos. Este fenómeno es más
habitual en los medios audiovisuales donde el entretenimiento se adorna de los
símbolos retóricos de la información. Por todo esto, la población desarrolla
dificultades para distinguir quién es realmente periodista y es comprensible
hasta cierto punto porque los medios degradados terminan por devaluar también
los catalizadores mediáticos que se ponen al servicio de la publicidad. Por otra
parte, la profesión está sumida en la precariedad laboral que no es aplacada
debidamente por organizaciones profesionales y sindicatos.
e) Abandono del papel fundacional de la televisión pública, con el consiguiente
efecto en la pérdida de referentes audiovisuales en el conjunto del sistema.
Estrategia comercial enfocada a la captación de audiencias que ha incidido en el
empobrecimiento general del sistema, debido a la desatención de los intereses
plurales de la sociedad española.