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BREVIARIOS

del
FONDO DE CULTURA ECONÓMICA

352
LA CIENCIA FfSICA EN LA
EDAD M_EDIA
LA CIENCIA F1SICA
EN LA EDAD MEDIA
por
EDWARD GRANT

Traducción de

ADALBERTO WEINBERGER

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CONACYT

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FONDO DE CULTURA ECONóMICA


MÉXICO
PRÓLOGO

CORRESPONDE a las ciencias una parte cada vez más


grande del esfuerzo intelectual del mundo occidental.
Cultivadas por sí mismas, junto con pretensiones re­
ligiosas o filosóficas, o con la esperanza de alcanzar
innovaciones tecnológicas o de poner nuevas bases
para la actividad económica, las ciencias han creado
principios conceptuales distintivos, forjado normas
de la preparación y la práctica profesionales y han
dado nacimiento a organizaciones sociales e institu­
ciones de investigación características. Consecuente­
mente, la historia de las ciencias -astronomía, física
y sus métodos matemáticos asociados, química, geo­
logía, biología y diversos aspectos de la medicina y
el estudio del hombre- muestra, a la vez, gran
interés, con una complejidad excepcional, y opone
a la investigación e interpretación dificultades nu­
merosas.
Desde hace más de medio siglo, un grupo inter­
nacional de eruditos ha estudiado el desarrollo his­
tórico de las ciencias. A menudo, tales estudios han
requerido del lector un grado considerable de com­
petencia científica. Además, estos autores suelen es­
cribir para un pequeño público de especialistas en
el campo de la historia de la ciencia. De tal modo,
tenemos la paradoja de que las ideas de los hombres
que se han comprometido profesionalmente a elu­
cidar el desarrollo conceptual y el influjo social de
7
8 PRÓLOGO

la ciencia no estén al fácil alcance del hombre ins­


truido moderno, a quien le interesan la ciencia, la
tecnología y el lugar que éstas ocupan en su vida PREFACIO
y cultura.
Los editores y los autores de la serie Historia de
la Ciencia [de la Universidad de Cambridge] se han EN su sentido más significativo la historia de la
propuesto llevar la historia de la ciencia a un audi­ ciencia medieval es la historia de su difusión y asi­
torio más amplio. Las obras que componen la serie milación y de su reacción frente a la antigua cien­
tienen por autores a personas plenamente familiari­ cia griega transferida desde el Imperio bizantino
zadas con la bibliografía erudita pe su tema. Su hasta el mundo islámico y, posteriormente, hasta la
tarea, que nada tiene de fácil, ha consistido en sin­ Europa occidental. Aunque tengo plena conciencia
tetizar los descubrimientos y las conclusiones de la de la enorme deuda científica que la Europa me­
moderna investigación en materia de historia de dieval contrajo con la civilización árabe y en un
la ciencia y presentarle al lector común un relato grado menor con la bizantina, mi objetivo en este
breve y preciso, que es a la vez un análisis de la trabajo es el de describir con brevedad los procesos
actividad científica de los periodos principales de científicos y las interpretaciones formuladas en Euro­
la historia de Occidente. Aunque cada tomo es com­ pa occidental durante el periodo que transcurre entre
pleto en sí mismo, los diversos tomos en su conjunto el bajo Imperio romano y el año 1500, aproxima­
nos dan una panorámica general comprensible de la damente.
tradición científica de Occidente. Cada tomo, ade­ La descripción integral de estos procesos, destinada
más, comprende una amplia bibliografía de las ma­ a abarcar el conjunto de las ciencias específicas,
terias de estudio.* requeriría un volumen -tal vez varios volúmenes­
GEORGE BASALLA de un alcance mucho mayor que- el .contemplado
en este trabajo. Afortunadamente el contenido y los
W1LLIAM CoLEMAN
conceptos que con el tiempo prevalecieron en la
ciencia medieval desde la segunda mitad del siglo xn
en adelante estuvieron firmemente conformados y
dominados por la ciencia y la filosofía de .t\,ristóteles
( 384-322 a.c.) . Sus explicaciones e interpretaciones
* Además del presente tomo, el FCE ha publicado de de la estructura del mundo y de su funcionamiento
esta serie los trabajos de William Coleman, La biología en
. físico fueron tan incisivas que la plena comprensión
el siglo XIX, y de Garland Allen, La ciencia de la vida
en el siglo XX. de la amplia gama de problemas y soluciones plan-
9
10 PREFACIO PREFACIO 11

teados por sus escritos proporcionará al lector una de Aristóteles. El interés medieval . por la física y
visión genuina de la naturaleza, logros y deficiencias la cosmología aristotélicas y su papel preponderante
de la ciencia medieval. Debido a esta razón impera­ en la conformación de la cosmovisión medieval jus­
tiva y después de caracterizar la primera etapa de tifican ampliamente este enfoque.
la ciencia medieval en los primeros dos capítulos
EDWARD GRANT
de esta obra, he centrado mi atención en problemas
y polémicas asociados a la ciencia física aristotélica
en la baja Edad Media.
Aristóteles, o los integrantes de su escuela, tuvie­
ron algo que expresar, ya sea superficialmente o en
profundidad, respecto a casi todas las ciencias es­
tudiadas en la Edad Media. Un conjunto importante
de bibliografía técnica y científica especializada fue
también producido en los finales de la era antigua,
poco después de la época aristotélica, aunque mu­
chos siglos antes de su introducción a la Europa
occidental.·
Una descripción detallada de estos procesos exce­
d�ría los propósitos del presente volumen. Sin em­
bargo, cuando sea apropiado y significativo, incluiré
rasgos e ideas esenciales extraídos de este amplio con­
junto de literatura científica, que, o fueron incorpo­
rados a la ciencia aristotélica o fueron rechazados en
el curso de las polémicas . que agitaron las universi­
dades medievales en forma ininterrumpida. Espe­
ramos que este procedimiento también permita la
presentación de un cuadro más amplio de la historia
de la ciencia medieval. Sin embargo, mi objetivo
primario es transmitir una adecuada proyección del
efecto general del pensamiento aristotélico y la reac­
ción medieval ante algunos de los principales pro­
blemas físicos y cosmológicos derivados de las obras
I. EL ESTADO DE LA CIENCIA ENTRE
LOS AÑOS 500 Y 1000

DESDE LA época en que la filosofía y la ciencia grie­


gas penetraron en el mundo romano, durante los
siglos I y II a.c., es un hecho indiscutible que la
ciencia decayó a su punto más bajo en Europa occi­
dental aproximadamente entre los años 500 y 1000.
Luego fue mejorando gradualmente hasta que el
influjo de los tratados científicos griegos y arábigos
de los siglos xu y xm introdujo un conjunto virtual­
mente nuevo de literatura científica. ¿ Cómo se sus­
citó un estado de cosas tan desastroso y qué es lo
que lo perpetuó durante tantos siglos?
Debido a que el periodo en cuestión estuvo pre­
cedido por la gradual desintegración y transforma­
ción del Imperio romano y el triunfo del cristianismo
como religión del Estado, estos aconteci:r;nientos cons­
tituyen casi inevitablemente el gran trasfondo histó­
rico contra el cual debemos considerar la decadencia
de la ciencia. Ya durante el reinado de Diocleciano
( 285-305), la inestabilidad política de varios siglos
había provocado la división del Imperio romano
( oriental y occidental), división que se volvió irre­
parable después de la muerte de Teodosio en. el año
395. En el transcurso del siglo v el sector occidental
fue presa de tribus germánicas invasoras que hacia
el año 500 ya dominaban gran parte de su territo­
rio. A pesar de los subsiguientes esfuerzos del �m-
13
14 EL ESTADO DE LA CIENCIA EL ESTADO DE LA CIENCIA 15

perdur�ban los ata­


p erador oriental, Justiniano, sólo piaron de ideas y rituales de una manera recíproca
encia había perecido ,Y. Europ
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sino que también llegaron a compartir un cierto nú­
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cido algunos siglos antes. Con el � si se apartaba de l as cosas terrenales para cultivar
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que se resmtiera
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la vida intel�ctual de .
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y patroci nio de algún tipo r e sul t an ese n �ial:s. o por filosóficas de la época, tales como el neoplatonismo
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lo menos p ropulsore s e la a v

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m anera general, cómo la compren emplearon medios más intelectuales, no desdeñaron
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ya en el periodo helenístico y :onti griegos como Hermes T rismegisto ( "Hermes Tres
el emperador Teodosio, en el ano 392,
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legal . A m dida
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los n i:�les d e �a
para las grandes masas en todos a lgunos aspectos de la teoría y conocimientos de la
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distantes puntos del Imp er r an

S I ict s (So I�victo), as1 intuición y el misticismo. Debido a que estos trata­
Isis, Mitra, Cibeles, ol nv u l
, no solo se apro-
como los gnósticos, cristianos y otros dos eran atribuidos al dios Hermes y hacían hincapié
16 EL ESTADO DE LA CIENCIA EL ESTADO DE LA CIENCIA 17

en la sabiduría egipcia, los lectores los aceptaban romano, cuando el cristianismo fue relativamente
incondicionalmente como obras de gran antigüedad, débil y poco influyente y luchaba por sobrevivir
anteriores a Platón e incluso, tal vez, a Moisés. Se frente a sus numerosos rivales, cuando se escribieron
trataba de repositorios de una fuente prístina de algunas de las obras científicas más grandes del
sabiduría antigua y como tal ejercieron una enorme mundo antiguo (como siempre, en lengua griega),
influencia. Incluso los Padres de la Iglesia los leían algunas de las cuales ejercerían una profunda influen­
y admiraban. Lactancio (fl. 300), que los leyó en cia sobre el curso posterior de la ciencia medieval
el original griego, expresó gran respeto por Hermes, y aún más allá, hasta llegar al Renacimiento.
a quien consideraba un profeta gentil del cristia­ El primer siglo presenció las significativas obras
rtismo. San Agustín, que leyó por lo menos uno de de Hero de Alejandría (que escribió sobre neumá­
los tratados en su traducción latina y que rechazó tica, mecánica, óptica y matemáticas), Nicómaco
una descripción de la vivificación de estatuas de (sobre aritmética pitagórica), Teodosio y Menelao
dioses egipcios por medios mágicos, aceptaba ple­ (que escribieron sobre geometría esférica; la Geome­
namente a Hermes como alguien que había ejercido tría esférica de Menelao reviste especial importan­
una gran influencia moral en Egipto después de la cia en el tratamiento de triángulos esféricos y en la
época de Moisés, pero mucho antes de los antiguos trigonometría) . La culminación llegó en el siglo II
filósofos y sabios de Grecia. Aunque algunos de los cuando Claudio Ptolomeo escribió el Almagesto, el
tratados herméticos eran obtenibles en traducciones más grande tratado en la historia de la astronomía
latinas y ejercieron considerable influencia durante hasta la época de Copérnico en el siglo xv1, así como
la Edad Media, su autoridad plena se manifestaría obras técnicas sobre óptica, geo'grafía, proyección
en el Renacimiento, en cuyo periodo sirvieron de estereográfica, e incluso la mayor de las obras astro­
guía ampliamente aceptada para el estudio y la lógicas, el Tetrabiblos (conocida en latín como el
valoración de la naturaleza y la religión. Quadripartitum, la obra en cuatro partes). En la5
Esta intensa y difundida búsqueda de salvación ciencias médicas y biológicas, Galeno y Pérgamo
ultraterrena, en la cual el mundo físico era despre­ produjeron alrededor de 150 obras que abarcaban
ciado o abordado por medio de fuerzas mágicas y tanto aspectos teóricos como prácticos. Sus tratados
ocultas, ¿ no ocuparía las mentes y las energías de sirvieron de fundamento para la teoría y el estudio
aquellos que, en una época anterior, habrían de­ de la medicina hasta los siglos XVI y xvn. Incluso
dicado su talento a la ciencia y a las matemáticas? durante el siglo m hubo aportes significativos en
Esta posibilidad no sería fácilmente verificable, por matemáticas por parte de Diofante en álgebra y
lo menos no antes del triunfo del cristianismo. En posteriormente por parte de Pappus, quien no so­
realidad fue durante los primeros siglos del Imperio lamente escribió comentarios y grandes· obras ma-
18 EL ESTADO DE LA CIENCIA EL ESTADO DE LA CIENCIA 19

temáticas de la antigüedad griega sino que, en su religión y el saber paganos, que había caracterizado
Colección matemática, exhibió un alto grado de ori­ la larga lucha emprendida por el cristianismo, tornó
ginalidad y comprensión. Estos logros, extendidos sospechosa la filosofía y la ciencia griegas. En su
a lo largo de tres a cuatro siglos, fueron típicos de momento de triunfo, el cristianismo contempló con
la forma en que la ciencia griega había evolucio­ temor y desconfianza, si no con franca hostilidad, a
nado y progresado. En todo momento producto su enemigo caído. Pero en el campo cristiano no
de un reducido número de hombres concentrados reinaba la unanimidad en este aspecto. La reacción
en pocos siglos, la ciencia griega resultó ser una más extrema la representaba Tertuliano ( ca. 160-
frágil empresa capaz de avanzar y conservarse úni­ ca. 240), quien veía en los filósofos a a�entes de
camente en un medio intelectual favorable, o por lo la condenación y la herejía. Cualquier alianza entre
menos no abiertamente antagónico. Atenas y Jerusalén era inimaginable. Quizás más·
Con el triunfo del cristianismo en el siglo 1v, este genuinamente representativos fueron aquellos que,
pequeño pero esencial puñado de hombres, que en como Justino Mártir ( m. ca. 163-167) y Clemente
siglos anteriores había de algún modo logrado asi­ de Alejandría ( ca. 150 y m. antes de 215), conside­
milar, promover y perpetuar un acervo de ciencia raban a la filosofía y al saber griegos como auxilia­
teórica de alto nivel heredado del pasado, dejó de res de la teología, que debían utilizarse para una
emerger en el Imperio, tanto en Oriente como en mejor comprensión de la religión cristiana, pero
Occidente ( debido a que el griego era la lengua que no debían estudiarse en forma aislada, indepen­
del sector oriental y algunos de los tratados cientí­ dientemente. Así como la filosofía había preparado
ficos . podían leerse en el idioma original, un nivel a los griegos a aceptar el cristiaI\Ísmo y la perfección
mucho más elevado de comprensión se mantuvo en de Cristo, debía igualmente realizar la misma buena
esta área; pero la chispa de la originalidad se había obra a favor de otros. El dilema cristiano fue bien
extinguido) . Hacia el año 500 la Iglesia cristiana ilustrado por San Agustín, cuya influencia durante
había ya atraído a la mayoría de los hombres ta­ toda la Edad Media fue enorme. En el año 386
lentosos de la época a su servicio en actividades ya destacó la importancia de las artes ·liberales, las
sea misioneras, organizativas, doctrinarias o pura­ cuales, desde la época de la Grecia clásica, habían
mente contemplativas. El honor y la gloria ya no incluido cuatro ciencias: geometría, aritmética, as­
estaban vinculados con el conocimiento objetivo y tronomía y música. Estas disciplinas tradicionales
científico de los fenómenos naturales sino más bien demostraban ser muy útiles para una vida virtuosa
con la promoción de los objetivos de la Iglesia uni­ e indispensables para una comprensión cabal del
versal. universo. San Agustín llegó incluso a proyectar la
La intensa y áspera polémica dirigida contra la redacción de una enciclopedia de las artes liberales
20 EL ESTADO DE LA CIENCIA EL ESTADO DE LA CIENCIA 21

que había de incluir secciones correspondientes a se les designaba- que empezaron a aparecer en
las disciplinas científicas antes mencionadas. Sólo el siglo 1v. Hacia los siglos v y VI algunos cristianos
una pequeña parte de este proyecto llegó a concre­ comenzaron a manifestar un cierto grado de interés
tarse, tal vez porque a una edad más avanzada su por las ciencias; en consecuencia nos vemos impul­
actitud frente al saber pagano y secular sufrió un sados a identificar los tratados y textos científicos
cambio drástico; Pocos años antes de su muerte disponibles en esa época, de los cuales los eruditos
se lamentó amargamente de su énfasis anterior en extraían sus conocimientos y sus opiniones acerca
las artes liberales, arribando a la conclusión de del mundo.
que las ciencias teóricas y las artes mecánicas no Lo que sigue demostrará que las fuerzas sociales
eran de modo alguno útiles para un cristiano. que entraron en actividad para debilitar y diluir el
A pesar de una evidente preocupación, combi­ interés por las ciencias en la Antigüedad tardía fue­
nada con elementos de confusión, en lo que res­ ron auxiliadas y fomentadas por un proceso inde­
pecta a los peligros potenciales del saber pagano, del pendiente cuyos modestos inicios son ya claramente
cual la ciencia y la filosofía eran partes integrales, discernibles en la era helenística (320-30 a.c.), pro­
las circunstancias forzaron una precaria tregua y ceso que avanzaría en el transcurso de los primeros
compromiso. Virtualmente el único saber secular cinco o seis siglos de la era cristiana. Hago referencia
disponible era de origen pagano. Tanto la enseñanza a la tradición enciclopédica y de compendios en que
elemental como la avanzada estaban impregnadas se basaban los eruditos cuyo objetivo era popularizar
de referencias pagano-religiosas, filosóficas, mitológi­ y difundir las teorías y los resultados -pero n? el
cas y literarias. Las ilustraciones contenidas en los contenido técnico o los procedimientos- de la cien­
textos gramaticales y retóricos eran extraídas masi­ cia griega.
vamente de fuentes paganas. Los cristianos que Los glor1osos logros científicos de la Grecia clá­
recibían enseñanza secular formal absorbían, inevi­ sica, que culminaron con los monumentales aportes
tablemente, grandes cantidades de material pagano de Aristóteles, fueron profundizados y promovidos
tradicional. De mala gana la Iglesia admitió la durante la era helenística, cuando las obras de Eucli­
necesidad de modificar su actitud, si no su desasosie­ des, Arquímedes, Apolonio de Perga, Hiparco y
go, en relación con la ciencia y el saber paganos. En otros, en las ciencias físicas, rivalizaban en impor­
los hechos el relato de la creación contenido en el tancia con los aportes igualmente significativos en
Génesis exigía a los cristianos algún tipo de expli­ el campo de las ciencias médicas y biológicas, por
cación física acerca del mundq, como lo ponen de parte de hombres de la talla de Teofrasto, Herófilo y
manifiesto los numerosos comentarios sobre los seis Erasístrato: Como ya hemos visto, la labor realizada
días de la creación o tratados hexamerales -como a este nivel continuó hasta el siglo IV, Pero, como en
22 EL ESTADO DE LA CIENCIA EL ESTADO DE LA CIENCIA 23

nuestros días, debe haber existido un vasto público do información de la astronomía y cosmología he­
culto intensamente interesado en el mundo físico lenísticas así como de la aritmética y las matemá­
aunque con escasa inclinación o preparación para ticas pitagóricas. Los comentarios en torno al Timeo
enfrentar las imponentes obras teóricas en su más de Platón constituyeron una parte significativa de
alto nivel. Para llenar las exigencias de este grupo, la tradición de compendios desde el periodo hele­
una multitud de divulgadores científicos adaptaban nístico hasta la alta Edad Media. Dado que el Timeo
y· hacían más accesibles los resultados técnicos de era un tratado científico relacionado no solamente
diversas ciencias que eran entonces incorporados a con el cosmos sino también con la estructura física
compendios y manuales. No es pues de sorprender y las funciones del hombre, representaba un vehículo
que algunos de estos tratados aparecieran llenos admirable para un estudio de compendios ya que
de informes contradictorios quedando a cargo del permitía. la inclusión oportuna de material físico
lector la tarea de conciliarlos lo mejor posible. y biológico.
Los siguientes autores griegos participaron acti­ Cuando, como consecuencia de su conquista de
vamente en la conformación de la tradición de Grecia, los caballeros romanos entraron en contacto
manuales: el polifacético Eratóstenes de Cirene ( ca. con la cultura griega en el curso de los siglos I y
275-194 a.c.), quien aportó abundantes conocimien­ 11 a.c., la tradición griega de compendios quedó fir­
tos geográficos al saber tradicional; Crates de Males memente establecida y sus tratados fueron admira­
(fl. 160 a.c.) y especialmente Posidonio (ca. 135-51 blemente adaptados a las exigencias culturales ro­
a.c.) , cuyas numerosas obras no han sobrevivido, manas. Sucedió que aunque los romanos quedaron
pero cuyas opiniones sobre meteorología, geografía, impresionados e intimidados por los logros intelec­
astronomía y otras cienéias fueron incorporadas a tuales de Grecia, no manifestaron interés por la
compendios posteriores para convertirse en aspec­ ciencia teórica y abstracta. De ahí que cuando
tos permanentes del saber tradicional. Siguiendo las la moda dictaba que los romanos cultos debían
huellas de Posidonio aparecen otros autores griegos a9,quirir un conocimiento informal de. los resultados
tales como Gémino ( ca. 70 a.c.) y Cleomedes (si­ de la ciencia griega, el método de compendios era
glos I o II d.c) , quien escribió la obra astronómica fácilmente accesible. Indudablemente algunos ro­
y cosmológica De los movimientos cíclicos de los manos que aprendieron griego podían consultar
cuerpos celestes, y Teón de Esmirna (primera mitad los compendios escritos · en ese idioma en forma
del siglo 11), quien escribió el Manual de conoci­ directa, pero la gran mayoría probablemente adqui­
mientos matemáticos de utilidad para la compren­ ría sus conocimientos por vía de las traducciones
sión de Platón en el que estudia el universo en su latinas. Muy pronto los romanos mismos comenzaron
totalidad, a la manera del Timeo de Platón, derivan- a redactar sus propios compendios de las ciencias,
2 4- EL ESTADO DE LA CIENCIA
EL ESTADO DE LA CIENCIA 25
que resultaron ser, previsiblemente, inferiores a sus
el Libro I, Plinio presenta un esquema detallado
homólogos griegos.
de los temas tratados y una lista completa de los
Aunque la tradición enciclopédica latina se micio autores consultados para cada uno de los 36 volú­
en realidad en el primer siglo a.c. con Marco Te­ menes subsiguientes. De esta manera podemos decir
rencio Varrón ( 116-27 a.e) , sus dos representantes que Plinio se ocupó de honrar a sus predecesores
antiguos de mayor significación fueron Séneca ( m. 68 y no de plagiarlos. En su obra se enumeran 473
d. c.) y Plinio el Viejo ( 23/24-79 d.c.). En sus Cues­ autores de los cuales, presumiblemente, los cien an­
tiones naturales Séneca se ocupó fundamentalmente teriormente mencionados sirvieron de fuente prima­
de temas geográficos y de fenómenos meteorológicos ria mientras que algunos de los otros eran conocidos
( por ejemplo de los arco iris, halos, meteoros, truenos a través de intermediarios o eran quizás utilizados
y rayos) a la manera de la Meteorología de Aris­ incidentalmente para unidades aisladas de informa­
tóteles. Se valió en gran medida de los escritos de ción factual. El Libro II está dedicado a la cos­
Aristóteles, Posidonio -quizás su máxima autori­ mografía; los Libros III al VI a la geografía re�io­
dad-, Teofrasto y otras fuentes griegas. Dado que nal; el Libro VII a la procreación humana, a la vida
Séneca a menudo extraía enseñanzas de los fenó­ y a la muerte; los Libros VIII al XXXII se oc�­
menos naturales, su libro tuvo mucha aceptación pan de la zoología y de la botánica, incluyendo am­
entre los cristianos. Reviste importancia el hecho males fabulosos y los poderes curativos asociados a
de que su obra transmitió a la Edad Media una los animales y a las plantas; y los Libros XXXIII
estimación de la dimensión de la Tierra lo suficien­ al XXXVII tratan de la mineralogía.
temente reducida como para inducir a Colón y a Recopilador infatigable, Plinio destaca lo curioso
otros a pensar que los océanos eran lo bastante y lo raro en los fenómenos naturales. �unque en la
estrechos como para ser fácilmente navegables. De totalidad de su obra abundan confusiones, contra­
su obra se deriva una nota de ·optimismo en lo que dicciones y malentendidos, las secciones más débiles
se refiere al progreso de la ciencia y de los cono­ son las que involucran tentativas de explicación de
cimientos, al predecir Séneca que la investigación la ciencia teórica griega, que Plinio asimiló en escala
ininterrumpida revelaría los secretos de la natura­ muy reducida.
leza. Si bien la obra de Plinio era confusa y a menudo
La Historia natural de Plinio en 37 libros cons­ incongruente, era por lo menos el producto de una
tituyó una notable colección de hojas móviles de gran laboriosidad unida a un honesto respeto por
vastísimo alcance y de minucioso detallismo. Según .
las fuentes que suministraban el grano para su insa­
su propia estimación el autor examinó alrededor de ciable molino. Con escasas y notables excepciones
dos mil volúmenes escritos por cien autores. En sus sucesores compartieron en muy pequeño grado
I. EL ESTADO DE LA CIENCIA ENTRE
LOS AÑOS 500 Y 1000

DESDE LA época en que la filosofía y la ciencia grie­


gas penetraron en el mundo romano, durante los
siglos I y II a.c., es un hecho indiscutible que la
ciencia decayó a su punto más bajo en Europa occi­
dental aproximadamente entre los años 500 y 1000.
Luego fue mejorando gradualmente hasta que el
influjo de los tratados científicos griegos y arábigos
de los siglos XII y XIII introdujo un conjunto virtual­
mente nuevo de literatura científica. ¿ Cómo se sus­
citó un estado de cosas tan desastroso y qué es lo
que lo perpetuó durante tantos siglos?
Debido a que el periodo en cuestión estuvo pre­
cedido por la gradual desintegración y transforma­
ción del Imperio romano y el triunfo del cristianismo
como religión del Estado, estos acontecimientos cons­
tituyen casi inevitablemente el gran trasfondo histó­
rico contra el cual debemos considerar la decadencia
de la ciencia. Ya durante el reinado de Diocleciano
(285-305), la inestabilidad política de. varios siglos
había provocado la división del Imperio romano
(oriental y occidental), división que se volvió irre­
parable después de la muerte de Teodosio en el año
395. En el transcurso del siglo v el sector occidental
fue presa de tribus germánicas invasoras que hacia
el año 500 ya dominaban gran parte de su territo­
rio. A pesar de los subsiguientes esfuerzos del em-
13
14 EL ESTADO DE LA CIENCIA EL ESTADO DE LA CIENCIA 15
p era dor o riental, Justiniano, sólo perdur�b an l os ata­ piaron de ideas y rituales de una manera recíproca
víos del Imperio, la esencia había perecido Y Europa sino que también llegaron a compartir un cierto nú­
_ .
occidental desarro lló nueva s formas de actividad so­ mero d e creencias básicas. El mundo era perverso
cial y gubern amental p ara hacer frente ª condicione s y fina lmente desaparecería. El ser humano, pecador
,
drásticamente diferentes de las que habian prevale­ p or naturaleza, podría lograr la dicha eterna sólo
cido a lgunos siglos antes. Con el colapso de un go­ si se apartaba de , las cosas terrenales para cultivar
biern o centra l fuerte y la gradual desintegración de la l as del reino espiritual eterno. Conjuntamente, con
vida urbana, tan característica de los primeros si�los variados grados de ascetismo, muchos de los cultos
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del Imperio, no es de sorprender que s� resmtiera creían en un dios redentor que habría de morir a
la vida inte lectua l del sector occidental. Si un grado fin de ofrecer vida eterna a sus fieles seguidores d es­
ra zonable de esta bilidad p olítica, actividad urbana pués de la muerte. Incluso algunas de las escuelas
y patrocinio de algún tip o resultan esenciales. o por filosóficas de la época, tales como el neoplatonismo
lo menos pro pu lsores de l a activi? ad científica , la y el neopitagorismo procuraron guiar a sus adheren­
ausencia de estos factores nos p ermite capt ar, d e una
tes hacia la salvación y la unión con Dios, y aunque
m anera general, cómo la co mprensión de las ciencias
_ emplearon medios más intelectuales, no desdeñaron
y los logros científicos pudi eron deteriorarse y esta:i­ la utilización de la magia para el logro de sus fines.
carse du rante un periodo t an prolong ado de la his-
En efecto, la aceptación de la magia y los poderes
toria de Europa occident al. ocultos estaba ampliamente difundida en el Imperio
El triunfo del cristianismo fue, entre otras cosas,
romano durante los primeros siglos de la era cris­
la culminación de la lucha y de la comp etencia entre
tiana, como lo demuestran los numerosos .. tratados
las religiones de misterios y los cult� s, que se iniciaron
atribuidos al dios egipcio Tot, conocido por los
y a en el periodo helenístico y :ontmuaron h�sta que
griegos como Hermes Trismegisto ( "Hermes Tres
el empera dor Teodo sio, en el ano 392, decreto qu� el Veces Grande"). Aunque incluía elementos de di­
cristianismo era la única religión leg al. A medida versas filosofías coetáneas tales como ·el platonismo,
que la opresión económica se volvió más a gobiante el neoplatonismo, el estoicismo y otras, y utilizaba
para las grandes masas en todo� los ni�:l es d e �a algunos aspectos de la teoría y conocimientos d e la
socieda d las religiones de misterios se hicieron mas época, la literatura hermética representaba una reac­
p opular�s y su s doctrinas se dif�ndieron fác�lmente ción frente a l enfoque racional tra dicional d� la filo­
por vía de los excelentes cammos que uman los sofía y la ciencia griegas, ya que intentaba aprehen­
distantes puntos del Imperio romano. Los �ultos d der y explicar el universo mediante la magia, la
t;
Isis, Mitra, Cibeles, Sol Invictus ( Sol I�v1cto), as1 intuición y el misticismo. Debido a qué estos trata­
como los gnósticos, cristianos y otros, no solo se apro- dos eran atribuidos a l dios Hermes y hacían hincapié
16 EL ESTADO DE LA CIENCIA EL ESTADO DE LA CIENCIA 17

y'
en la sabiduría egipcia, los lectores los aceptaban romano cuando el cristianismo fue relativamente
incondicionalmente como obras de gran antigüedad, débil poco influyente y luchaba por sobrevivir
anteriores a Platón e incluso, tal vez, a Moisés. Se frente a sus numerosos rivales, cuando se escribieron
trataba de repositorios de una fuente prístina de algunas de las obras científicas más grandes del
sabiduría antigua y como tal ejercieron una enorme mundo antiguo ( como siempre, en lengua griega),
influencia. Incluso los Padres de la Iglesia los leían algunas de las cuales ejercerían una profundFl influen­
y admiraban. Lactancia (fl. 300), que los leyó en cia sobre el curso posterior de la ciencia medieval
el original griego, expresó gran respeto por Hermes, y aún más allá, hasta llegar al Renacimiento.
a quien consideraba un profeta gentil del cristia­ El primer siglo presenció las significativas obras
nismo. San Agustín, que leyó por lo menos uno de de Hero de Alejandría ( que escribió sobre neumá­
los tratados en su traducción latina y que rechazó tica, mecánica, óptica y matemáticas), Nicómaco
una descripción de la vivificación de estatuas de (sobre aritmética pitagórica), Teodosio y Menelao
dioses egipcios por medios mágicos, aceptaba ple­ ( que escribieron sobre geometría esférica; la Geome­
namente a Hermes como alguien que había ejercido tría esférica de Menelao reviste especial importan­
una gran influencia moral en Egipto después de la cia en el tratamiento de triángulos esféricos y en la
época de Moisés, pero mucho antes de los antiguos trigonometría). La culminación llegó en el siglo u
filósofos y sabios de Grecia. Aunque algunos de los cuando Claudio Ptolomeo escribió el Almagesto, el
tratados herméticos eran obtenibles en traducciones más grande tratado en la historia de la astronomía
latinas y ejercieron considerable influencia durante hasta la época de Copérnico en el siglo xv1, así como
la Edad Media, su autoridad plena se manifestaría obras técnicas sobre óptica, geografía, proyección
en el Renacimiento, en cuyo periodo sirvieron de estereográfica, e incluso la mayor de las obras astro­
guía ampliamente aceptada para el estudio y la lógicas, el Tetrabiblos ( conocida en latín como el
valoración de la naturaleza y la religión. Quadripartitum, la obra en cuatro .par�es). En las
Esta intensa y difundida búsqueda de salvación ciencias médicas y biológicas, Galeno y Pérgamo
ultraterrena, en la cual el mundo físico era despre­ produjeron alrededor de 150 obras que abarcaban
ciado o abordado por medio de fuerzas mágicas y tanto aspectos teóricos como prácticos. Sus tratados
ocultas, ¿ no ocuparía las mentes y las energías de sirvieron de fundamento para la teoría y el estudio
aquellos que, en una época anterior, habrían de­ de la medicina hasta los siglos XVI y xvu. Incluso
dicado su talento a la ciencia y a las matemáticas? durante el siglo m hubo aportes significativos en
Esta posibilidad no sería fácilmente verificable, por matemáticas por parte de Diofante en . álgebra y
lo menos no antes del triunfo del cristianismo. En posteriormente por parte de Pappus, quien no so­
realidad fue durante los primeros siglos del Imperio lamente escribió comentarios y grandes obras rna-
18 EL ESTADO DE LA CIENCIA EL ESTADO DE LA CIENCIA 19

temáticas de la antigüedad griega sino que, en su religión y el saber paganos, que había caracterizado
Colección matemática, exhibió un alto grado de ori­ la larga lucha emprendida por el cristianismo, tornó
ginalidad y comprensión. Estos logros, extendidos sospechosa la filosofía y la ciencia griegas. En su
a lo largo de tres a cuatro siglos, fueron típicos de momento de triunfo, el cristianismo ·contempló con
la forma en que la ciencia griega había evolucio­ temor y desconfianza, si no con franca hostilidad, a
nado y progresado. En todo momento producto su enemigo caído. Pero en el campo cristiano no
de un reducido número de hombres concentrados reinaba la unanimidad en este aspecto. La reacción
en pocos siglos, la ciencia griega resultó ser una más extrema la representaba Tertuliano ( ca. 160-
frágil empresa capaz de avanzar y conservarse úni­ ca. 240), quien veía en los filósofos a a�entes de
camente en un medio intelectual favorable, o por lo la condenación y la herejía. Cualquier alianza entre
menos no abiertamente antagónico. Atenas y Jerusalén era inimaginable. Quizás más·
Con el triunfo del cristianismo en el siglo 1v, este genuinamente representativos fueron aquellos que,
pequeño pero esencial puñado de hombres, que en como Justino Mártir (m. ca. 163-167) y Clemente
siglos anteriores había de algún modo logrado asi­ de Alejandría ( ca. 150 y m. antes de 215), conside­
milar, promover y perpetuar un acervo de ciencia raban a la filosofía y al saber griegos como auxilia­
teórica de alto nivel heredado del pasado, dejó de res de la teología, que debían utilizarse para una
emerger en el Imperio, tanto en Oriente como en mejor comprensión de la religión cristiana, pero
Occidente ( debido a que el griego era la lengua que no debían estudiarse en forma aislada, indepen­
del sector oriental y algunos de los tratados cientí­ dientemente. Así como la filosofía había preparado
ficos . podían leerse en el idioma original, un nivel a los griegos a aceptar el cristial\ismo y la perfección
mucho más elevado de comprensión se mantuvo en de Cristo, debía igualmente realizar la misma buena
esta área; pero la chispa de la originalidad se había obra a favor de otros. El dilema cristiano fue bien
extinguido) . Hacia el año 500 la Iglesia cristiana ilustrado por San Agustín, cuya influencia durante
había ya atraído a la mayoría de los hombres ta­ toda la Edad Media fue enor�e. Én el año 386
lentosos de la época a su servicio en actividades ya destacó la importancia de las artes liberales, las
sea misioneras, organizativas, doctrinarias o pura­ cuales, desde la época de la Grecia clásica, habían
mente contemplativas. El honor y la gloria ya no incluido cuatro ciencias: geometría, aritmética, as­
estaban vinculados con el conocimiento objetivo y tronomía y música. Estas disciplinas tradicionales
científico de los fenómenos naturales sino más bien demostraban ser muy útiles para una vida virtuosa
con la promoción de los objetivos de la Iglesia uni­ e indispensables para una comprensipn cabal del
versal. universo. San Agustín llegó incluso a proyectar la
La intensa y áspera polémica dirigida contra la redacción de una enciclopedia de las artes liberales
20 EL ESTADO DE LA CIENCIA EL ESTADO DE LA CIENCIA 21

que había de incluir secciones correspondientes a se les designaba- que empezaron a aparecer en
las disciplinas científicas antes mencionadas. Sólo el siglo IV. Hacia los siglos v y VI algunos cristianos
una pequeña parte de este proyecto llegó a concre­ comenzaron a manifestar un cierto grado de interés
tarse, tal vez porque a una edad más avanzada su por las ciencias; en consecuencia nos vemos impul­
actitud frente al saber pagano y secular sufrió un sados a identificar los tratados y textos científicos
cambio drástico; Pocos años antes de su muerte disponibles en esa época, de los cuales los eruditos
se lamentó amargamente de su énfasis anterior en extraían sus conocimientos y sus opiniones acerca
las artes liberales, arribando a la conclusión de del mundo.
que las ciencias teóricas y las artes mecánicas no Lo que sigue demostrará que las fuerzas sociales
eran de modo alguno útiles para un cristiano. que entraron en actividad para debilitar y diluir el
A pesar de una evidente preocupación, combi­ interés por las ciencias en la Antigüedad tardía fue­
nada con elementos de confusión, en lo que res­ ron auxiliadas y fomentadas por un proceso inde­
pecta a los peligros potenciales del saber pagano, del pendiente cuyos modestos inicios son ya claramente
cual la ciencia y la filosofía eran partes integrales, discernibles en la era helenística (320-30 a.c.), pro­
las circunstancias forzaron una precaria tregua y ceso que avanzaría en el transcurso de los primeros
compromiso. Virtualmente el único saber secular cinco o seis siglos de la era cristiana. Hago referencia
disponible era de origen pagano. Tanto la enseñanza a la tradición enciclopédica y de compendios en que
elemental como la avanzada estaban impregnadas se basaban los eruditos cuyo objetivo era popularizar
de referencias pagano-religiosas, filosóficas, mitológi­ y difundir las teorías y los resultados -pero n? el
cas y literarias. Las ilustraciones contenidas en los contenido técnico o los procedimientos- de la cien­
textos gramaticales y retóricos eran extraídas masi­ cia griega.
vamente de fuentes paganas. Los cristianos que Los gloriosos logros científicos de la Grecia clá­
recibían enseñanza secular formal absorbían, inevi­ sica, que culminaron con los monumentales aportes
tablemente, grandes cantidades de material pagano de Aristóteles, fueron profundizad.os Y. promovidos
tradicional. De mala gana la Iglesia admitió la durante la era helenística, cuando las obras de Eucli­
necesidad de modificar su actitud, si no su desasosie­ des, Arquímedes, Apolonio de Perga, Hiparco y
go, en relación con la ciencia y el saber paganos. En otros, en las ciencias físicas, rivalizaban en impor­
los hechos el relato de la creación contenido en el tancia con los aportes igualmente significativos en
Génesis exigía a los cristianos algún tipo de expli­ el campo de las ciencias médicas y biológicas, por
cación física acerca del mundq, como lo ponen de parte de hombres de la talla de Teofrasto, Herófilo y
manifiesto los numerosos comentarios sobre los seis Erasístrato. Como ya hemos visto., la lab_or realizada
días de la creación o tratados hexamerales -como a este nivel co�tinuó hasta el siglo 1v. Pero, como en
22 EL ESTADO DE LA CIENCIA EL ESTADO DE LA CIENCIA 23

nuestros días, debe haber existido un vasto público do información de la astronomía y cosmología he­
culto intensamente interesado en el mundo físico lenísticas así como de la aritmética y las matemá­
aunque con escasa inclinación o preparación para ticas pitagóricas. Los comentarios en torno al Timeo
enfrentar las imponentes obras teóricas en su más de Platón constituyeron una parte significativa de
alto nivel. Para llenar las exigencias de este grupo, la tradición de compendios desde el periodo hele­
una multitud de divulgadores científicos adaptaban nístico hasta la alta Edad Media. Dado que el Timeo
y· hacían más accesibles los resultados técnicos de era un tratado científico relacionado no solamente
diversas ciencias que eran entonces incorporados a con el cosmos sino también con la estructura física
compendios y manuales. No es pues de sorprender y las funciones del hombre, representaba un vehículo
que algunos de estos tratados aparecieran llenos admirable para un estudio de compendios ya que
de informes contradictorios quedando a cargo del permitía. la inclusión oportuna de material físico
lector la tarea de conciliarlos lo mejor posible. y biológico.
Los siguientes autores griegos participaron acti­ Cuando, como consecuencia de su conquista de
vamente en la conformación de la tradición de Grecia, los caballeros romanos entraron en contacto
manuales: el polifacético Eratóstenes de Cirene (ca. con la cultura griega en el curso de los siglos I y
275-194 a.c.), quien aportó abundantes conocimien­ 11 a.c., la tradición griega de compendios quedó fir­
tos geográficos al saber tradicional; Crates de Males memente establecida y sus tratados fueron admira­
(fl. 160 a.c.) y especialmente Posidonio (ca. 135-51 blemente adaptados a las exigencias culturales ro­
a.c.) , cuyas numerosas obras no han sobrevivido, manas. Sucedió que aunque los romanos quedaron
pero cuyas opiniones sobre meteorología, geografía, impresionados e intimidados por los logros intelec­
astronomía y otras ciencias fueron incorporadas a tuales de Grecia, no manifestaron interés por la
compendios posteriores para convertirse en aspec­ ciencia teórica y abstracta. De ahí que cuando
tos permanentes del saber tradicional. Siguiendo las la moda dictaba que los romanos cultos debían
huellas de Posidonio aparecen otros autores griegos ac;lquirir un conocimiento informal .de los resultados
tales como Gémino (ca. 70 a.c.) y Cleomedes ( si­ de la ciencia griega, el método de compendios era
glos I o II d.c), quien escribió la obra astronómica fácilmente accesible. Indudablemente algunos ro­
y cosmológica De los movimientos cíclicos de los manos que aprendieron griego podían consultar
cuerpos celestes, y Teón de Esmirna (primera mitad los compendios escritos · en ese idioma en forma
del siglo 11), quien escribió el Manual de conoci­ directa, pero la gran mayoría probablemente adqui­
mientos matemáticos de utilidad para la compren­ ría sus conocimientos por vía de las traducciones
sión de Platón en el que estudia el universo en su latinas. Muy pronto los romanos mismos comenzaron
totalidad, a la manera del Timeo de Platón, derivan- a redactar sus propios compendios de las ciencias,
24 EL ESTADO DE LA CIENCIA
EL ESTADO DE LA CIENCIA 25
que resultaron ser, previsiblemente, inferiores a sus el Libro I, Plinio presenta un esquema detallado
homólogos griegos.
de los temas tratados y una lista completa de los
Aunque la tradición enciclopédica latina se m1c10 autores consultados para cada uno de los 36 volú­
en realidad en el primer siglo a.c. con Marco Te­ menes subsiguientes. De esta manera podemos decir
rencio Varrón (116-27 a.e), sus dos representantes que Plinio se ocupó de honrar a sus predecesores
antiguos de mayor significación fueron Séneca ( m. 68 y no de plagiarlos. En su obra se enumeran 473
d. c.) y Plinio el Viejo (23/24-79 d.c.). En sus Cues­ autores de los cuales, presumiblemente, los cien an­
tiones naturales Séneca se ocupó fundamentalmente teriormente mencionados sirvieron de fuente prima­
de temas geográficos y de fenómenos meteorológicos ria mientras que algunos de los otros eran conocidos
( por ejemplo de los arco iris, halos, meteoros, truenos a través de intermediarios o eran quizás utilizados
y rayos) a la manera de la Meteorología de Aris­ incidentalmente para unidades aisladas de informa­
tóteles. Se valió en gran medida de los escritos de ción factual. El Libro II está dedicado a la cos­
Aristóteles, Posidonio -quizás su máxima autori­ mografía; los Libros III al VI a la geografía regio­
dad-, Teofrasto y otras fuentes griegas. Dado que nal; el Libro VII a la procreación humana, a la vida
Séneca a menudo extraía enseñanzas de los fenó­
y a la muerte; los Libros VI�I . al �XXII se oc�­
menos naturales, su libro tuvo mucha aceptación pan de la zoología y de la botamca, mcluyendo am­
entre los cristianos. Reviste importancia el hecho males fabulosos y los poderes curativos asociados a
de que su obra transmitió a la Edad Media una los animales y a las plantas; y los Libros XXXIII
estimación de la dimensión de la Tierra lo suficien­ al XXXVII tratan de la mineralogía.
temente reducida como para inducir a Colón y a Recopilador infatigable, Plinio destaca lo curioso
otros a pensar que los océanos eran lo bastante y lo raro en los fenómenos naturales. -:'-unque en la
estrechos como para ser fácilmente navegables. De totalidad de su obra abundan confusiones, contra­
su obra se deriva una nota de ·optimismo en lo que dicciones y malentendidos, las secciones más débiles
se refiere al progreso de la ciencia y de los cono­ son las que involucran tentativas. de .explicación de
cimientos, al predecir Séneca que la investigación la ciencia teórica griega, que Plinio asimiló en escala
ininterrumpida revelaría los secretos de la . natura­ muy reducida.
leza. Si bien la obra de Plinio era confusa y a menudo
La Historia natural de Plinio en 37 libros cons­ incongruente, era por lo menos el producto de una
tituyó una notable colección de hojas móviles de gran laboriosidad unida a un honesto respeto por
vastísimo alcance y de minucioso detallismo. Según .
las fuentes que suministraban el grano para su msa­
su propia estimación el autor examinó alrededor de ciable molino. Con escasas y notables excepciones
dos mil volúmenes escritos por cien autores. En sus sucesores compartieron en muy pequeño grado
26 EL ESTADO DE LA CIENCIA EL ESTADO DE LA CIENCIA 27
sus loables métodos. En sus trabajos el plagio y la los más importantes de este grupo figuraban Calcido,
falta de comprensión fueron rasgos característicos. Macrobio, Marciano Capella, Boecio, Casidoro, Isi­
A título de ejemplo, Solino, que vivió en el siglo III doro de Sevilla y el Venerable Beda. Calcidio (fl.
o IV, escribió una obra enciclopédica titulada Colec­ ca. siglo IV) tradujo la mayor parte del Timeo de
ción de hechos notables, cuya característica más Platón al latín y añadió un comentario cuyas partes
saliente fue el hecho de ser en gran parte un plagio .i,:nronómicas son un plagio del Manual de Teón de
de Plinio. A su vez Solino fue tan metódicamente Esmirna. Macrobio (fl. 400), un neoplatonista, in­
plagiado que los eruditos modernos son frecuente­ corporó erudición enciclopédica a un comentario
mente incapaces de determinar si fue Plinio o Solino del Sueño de Escipión de Cicerón. Marciano Capella
la fuente de una determinada opinión, o de iden­ (!l. 410-439) escribió el difundido Matrimonio de la
tificar la época en que ésta fue emitida. Los autores filología y Mercurio, un relato recargado y florido
enciclopédicos consideraban los compendios dispo­ de las siete artes liberales y un pálido reflejo de la
nibles como un repositorio de informaciones de erudición y sabiduría clásicas. Boecio ( ca. 480-524)
propiedad pública al que se podía saquear, embelle­ fue uno de los mejores enciclopedistas latinos po­
cer y readaptar a fin de adecuarlo a sus propósitos. seedor de un buen conocimiento del griego. Escribió
Los productos finales eran entonces exhibidos como · sobre el quadrivium ( término que puede haber intro­
tratados doctos directamente derivados de las fuen­ ducido para las cuatro ciencias matemáticas de las
tes originales. Los trabajos científicos y las opiniones siete artes liberales), pero sólo sobreviven los tratados
de figuras de la talla de Platón, Aristóteles, Arquí­ sobre música y la aritmética pitagórica, esta última
medes, Euclides, Teofrasto y otros eran reiterada­ en forma de traducción libre de la Jntroducción
mente citados en los compendios como si el reco­ a la aritm.ética de Nicómaco. A estos escritos Boecio
pilador tuviera un conocimiento directo de ellos. Sin agregó sus traducciones de algunos de los tratados
embargo, en casi todos los casos, es flagrantemente lógicos de Aristóteles, quizás los Elementos de Eucli­
evidente que dicho recopilador no estaba directa­ des, y obras no especificadas de Arquímedes que no
mente familiarizado con los grandes autores cien­ han sobrevivido. Sus comentarios sobre determinados
tíficos del pasado y sólo repetía -en los hechos, tratados filosóficos por él traducidos y su obra más
distorsionaba- lo que un redactor un poco antes ya famosa, De la consolación de la filosofía, escrita en
había repetido y distorsionado. la cárcel mientras esperaba su ejecución, tuvieron
Entre los siglos IV y vrn los autores enciclopédicos mucha influencia. Casiodoro ( ca. 488-57 5) incluyó
produjeron una serie de obras latinas que hubieron secciones sobre las. siete artes liberales e_n su Intro­
de tener una influencia significativa durante toda ducción a las lecturas divinas y humanas y fue razo­
la Edad Media, especialmente antes de 1200. Entre nablemente escrupuloso en la identificación de sus
28 EL ESTADO DE LA CIENCIA EL ESTADO DE LA CIENCIA 29

fuentes. Isidoro de Sevilla (ca. 560-636), además Media analicemos un problema astronómico que in­
de un tratado, De la naturaleza de las cosas, redactó volucra los movimientos del Sol, Mercurio y Venus
una vasta enciclopedia denominada Etimologías. Los y el orden fijo de los planetas. Hacia el siglo IV
tres primeros de sus veinte libros versaban sobre a.c. ya se había observado que Mercurio y Venus se
las siete artes liberales; otros estaban dedicados a la veían siempre como estrellas matutinas o vesper­
medicina y a la zoología. Finalmente el Venerable tinas nunca más alejadas del Sol que en aproxima­
Beda ( ca. 673-735) fue uno de los más inteligentes damente 29 y 47 grados, respectivamente, mientras
de los enciclopedistas latinos. Además de una enci­ que Marte, Júpiter y Saturno eran observables a
clopedia convencional, De la naturaleza de las cosas, cualquier distancia angular del Sol. Para interpretar
escribió dos tratados, De la división del tiempo y estos hechos astronómicos Heráclides de Ponto (ca.
Del cálculo del tiempo, que se ocupaban del cálculo 388-ca. 310 a.c.) había argumentado que mientras
de calendario y de tópicos tales como cronología, que Marte, Júpiter y Saturno giraban directamente
astronomía, cómputos de calendarios, tablas pascua­ en torno a la Tierra como su centro físico, Mercurio
les y mareas. Aunque tomó mucho material de y Venus, los planetas inferiores, eran excepciones que
sus predecesores, especialmente de Isidoro, Beda fue giraban directamente en torno al Sol, que a su vez
capaz de ágregar aportes inteligentes a su magro giraba alrededor de la Tierra ( véase figuras 1 y 2) .
legado. Por ejemplo, formuló el concepto de "esta­ Cuando en el siglo xvn Tico Brahe amplió esta
blecimiento del puerto" y anotó que las mareas se teoría y postuló que todos los planetas giraban en
retiran aproximadamente a la misma hora en un torno al Sol que, a su vez, giraba anualmente en tor­
determinado lugar de la costa, aunque las horas no a la Tierra, su teoría se planteó como una seria
de producción varían de un lugar a otro. alternativa al sistema heliocéntrico copernicano. El
Considerados en su conjunto, estos libros conte­ postulado de Heráclides obviamente revestía una im­
nían virtualmente la suma total de los hechos cien­ portancia potencial en la historia de la astronomía
tíficos de índole general y de su asimilación en el pues representaba una discrepancia básica con la
curso de la alta Edad Media. Colocaron a autores cosmología aristotélica según la cual todos los movi­
posteriores frente a un fárrago informativo carente mientos planetarios tenían supuestamente a la Tierra
de sistema, caótico, contradictorio y frecuentemente como su centro físico. En los hechos también im­
incomprensible que muy pocos pudieron superar plicaba la negación de un orden planetario fijo
hasta el momento en que nuevos conocimientos cien­ con respecto a la Tierra dado que a veces el orden
tíficos pudieron derivarse de fuentes arábigas y grie­ lo constituía el Sol, Mercurio y Venus (fig. 1) y
gas. Para ilustrar las confusiones que abundaban en otras veces Venus, Mercurio y el Sol (fig. 2).
la literatura científica disponible en la alta Edad El conocimiento del sistema heraclideano se ha re-
30 EL ESTADO DE LA CIENCIA EL ESTADO DE LA CIENCIA 31

construido a partir de cuatro autores latinos, de los confundían y mezclaban los materiales que repetían
cuales tres son los enciclopedistas Calcidio (quien con tan escasa comprensión.
sólo menciona a Heráclides por su nombre), Capella
y probablemente Macrobio. A pesar de su aparente
aceptación del sistema, todos ellos presentan puntos EL "QUADRIVIUM" O LAS CUATRO DISCIPLINAS
de vista discrepantes respecto al orden fijo de los MATEMÁTICAS
planetas, que presupone la aceptación de un orde­
namiento inalterable para el Sol, Mercurio y Venus. Si el nivel de asimilación de los conocimientos era
Así, Macrobio prefiere el ordenamiento de Platón bajo, ¿ qué podemos decir del contenido de la ciencia
(Tierra, Luna, Sol, Venus, Mercurio, etc.) con pre­ durante los siglos de la alta Edad Media? Si es
ferencia al de Cicerón (Tierra, Luna, Mercurio, que hubo algo que podríamos denominar un núcleo
Venus, Sol, etc�), con angelical olvido de la incom- central de conocimientos científicos, podría hallarse
en el quadrivium de las siete artes liberales. En los
hechos las cuatro ciencias matemáticas ( aritmética,
geometría, astronomía y música) que lo integraban
recibieron su forma final condensada de los enci­
clopedistas latinos. De los diversos escritos el más
difundido y representativo fue redactado por Isidoro
de Sevilla en su extensa Etimologías. Como lo sugie­
re el título, Isidoro se ocupó a menudo de las de­
rivaciones etimológicas de términos claves, en la
FIGURA 1 FIGURA 2 creencia de que el conocimiento del origen de un
término permitía una íntima compenetración con
patibilidad de uno y otro ordenamiento con los la esencia y la estructura de las cosas.
movimientos de Mercurio y Venus por encima y por Al llamar la atención sobre la importancia de la
debajo del Sol. Similarmente Márciano Capella, en aritmética para una adecuada comprensión de los
el mismo párrafo en que adopta entusiastamente el misterios de las Sagradas Escrituras, Isidoro analiza
sistema heraclideano, lo que le mereció los elogios la división de los números en pares e impares, y las
de Copérnico, presenta los dos ordenamientos pla­ diversas subdivisiones dentro de cada categoría. Re­
netarios fijos, rivales tradicionales. Contradicciones curriendo frecuentemente a los escritos de Casio­
de este tipo podrían multiplicarse y revelar paten­ doro, quien a su vez había extraído matérial de la
temente la frecuencia con que los enciclopedistas extensa traducción boeciana de la Introducción a
32 EL ESTADO DE LA CIENCIA EL ESTADO DE LA CIENCIA 33

la aritmética de Nicómaco, Isidoro enuncia una mes­ lando de este modo todas las figuras cuadriláteras
colanza de definiciones pitagóricas incluyendo las con cuadrados! *
correspondiente s a números excesivos, defectuosos Y La sección más larga del quadrivium está dedica­
perfectos ( esto es, cuando la suma de los factor�s da a la astronomía (la música, al igual que la geome­
de un número excede, es menor e ig ual a, respecti­ tría, consta de una breve secuencia de definiciones).
vamente, al número mismo), así como números dis­ En una presentación descriptiva y no técnica, Isidoro
continuos, continuos, lineales, planos, circulares, es­ analiza l a diferencia entre l a astronomía y l a astro­
féricos y cúbicos. Agréguese a esto las definiciones logía, la estructura general del universo, el Sol, la
de cinco tipos de relación matemática discriminados Luna, los planetas, las estrellas fij as y los cometas.
por Nicómaco y tendremos virtualmente la totalidad Leernos que el Sol, que está hecho de fuego, es más
de la aritmética d e Isidoro. Enfrentado a algo que grande que la Tierra y la Luna; que la Tierra es
es muy poco más que . un a colección inconexa de más grande que la Luna; que además de su movi­
definiciones inútiles, complem entada por algunos miento diurno el Sol posee un movimiento propio
ej emplos t riviale s, el lector de la sección aritrnét�ca y se oculta en lugares diferentes; que la Luna recibe
de Isidoro no podrí a sacarle provecho alg uno. Solo su luz del Sol y se eclipsa cuando la sombra de la
un a compara ción con los libros de aritmética de los Tierra se interpone entre ella y el Sol; que los pla­
Elementos de E uclides (Libros VII al IX) puede netas poseen un movimiento propio; y que las estre­
ilustrar el abismo en que h abía caído dich a disci- llas, fij as e inmóviles en los cielos, son arrastradas
plina. . circularmente por una esfera celeste, aunque las
,
Isidoro aporta incluso m enos geometn a que arit- estrellas mismas están distribuidás a distancias va­
mética. Comenzando con una extrañ a división cuá­ r iadas de la Tierra, una deducción extraíd a de la
druple de l a geometrí a en fig uras planas, m agnitud observación de su brillo desigual. Isidoro creía que
n umérica, magnitud racional y figuras sólidas, t er­ alg un as de l as estrell as más remotas y pequeñ a s eran
mina con definiciones de punto, línea, círculo, cubo, en realidad más grandes que l as estrellas brill antes

cono, esfera, cuadrilátero y algunos más. Es así que observamos, siendo su aparente pequeñez sim­
que h allamos el . cubo definido como " una • figura plemente la consecuencia d e la distancia. Es impro.;.
sólida propiamente dicha contenida por su longit�d, bable que Isidoro hubiera siq uiera concebido que
ancho y espesor", definición aplicable a cualqmer un a esfera inimaginablemente anch a y transpare nt
e
otro sólido (Euclides lo define corno "una figura h abría de . ser necesaria para dar cabida a estrellas
sólida contenida por seis cuadrados iguale s"). Una * He cambiado ligeramente estas citas de la traducci6n
figura cuadrilátera es " un cuadrado dentro de un
" . realizada por Ernest Brehaut en An Encyclopedist of the
plano que consta de cuatro 1,m eas rectas , ¡ 1gua- Dark Ages, Columbia University Press, 1912, p. 133.
34 EL ESTADO DE LA CIENCIA

fijas que variaban de tamaño y en distancia, y dis­


tribuidas según las condiciones descritas. Compuesta,
en su mayor parte, de detalles elementales y esque­
II. EL COMIENZO DEL COMIENZO
máticos, el análisis astronómico de Isidoro representa Y LA ERA DE LA TRADUCCIÓN,
su mejor aporte a los temas de quadrivium. DEL 1000 al 1200
Isidoro y sus colegas enciclopedistas merecen nues­
tra gratitud por su valiente esfuerzo para preservar
y asimilar los remanentes ruinosos de la antigua SIN ACCESO al núcleo central de la ciencia griega, el
ciencia. Pero es imposible negar que un verdadero mundo occidental no podía elevarse por encima del
oscurantismo científico había descendido sobre la nivel de los enciclopedistas latinos. Mientras que
Europa occidental. en los siglos vm y IX los árabes traducían la mayor
parte de la ciencia griega a su idioma, agregando
su aporte a este legado, y durante el periodo en que
la ciencia griega continuaba siendo leída y estudiada
en el Imperio bizantino grecoparlante, el Occidente
sólo tenía-ante sí -la rudimentaria ciencia enciclo­
pédica antes descrita; Hacia el 500 el conocimiento
del griego se había vuelto poco común y el de la
ciencia técnica menos común aún. Exceptuando oca­
sionales traducciones que a veces no se divulgaban
o que desaparecían completamente, es muy poco lo
que se agregó a la ya dominante tradición enciclo­
pédica. Antes que los europeos occidentales pudieran
ser seriamente inducidos a explorar· nuevos conoci­
mientos derivados .de civilizaciones y culturas veci­
nas, tenían primero que ser motivados y estimulados
en pos de un nuevo interés por la ciencia y la
naturaleza. Como frecuentemente sucede en la his­
toria de .la ciencia, un determinado individuo puede
desempeñar un papel fundamental en la. ejecución
de esta tarea esencial.
En la segunda mitad del siglo x, Gerberto de Au-
35
36 EL COMIENZO DEL COMIENZO EL COMIENZO DEL COMIENZO 37
rillac (ca. 946-1003), un francés que luego fue el berón de Laon, Juan de Auxerre y especialmente Ful­
papa Silvestre II (999-1003), utilizó contactos de berto de Chartres. Entre las escuelas- catedralicias
la Iglesia en España septentrional para adquirir cuyos comienzos ó madurez están asociados a sus dis­
algunos tratados arábigos en su traducción latina. cípulos figuran Colonia, Utrecht, Sens, Cambrai,
Por estos tratados se enteró de la existencia del Chartres, Laos, Auxerre y Ruán. Hasta el surgimiento
ábaco y del astrolabio,,: escribiendo un tratado sobre de las universidades en la segunda mitad del siglo xn,
el primero y tal vez otro sobre el segundo. La parte estas escuelas constituyeron los centros más impor­
sustancial de su obra entronca directamente en la tantes del saber en Occidente.
tradición latina. Sin embargo Gerberto no fue un Fue en este medio escolástico donde se nutrió el
pensador original y su subsiguiente influencia se basó interés intelectual por los temas seculares y cien­
en gran parte en su experiencia como preceptor tíficos. Numerosas pruebas de este interés están
de ciencias. Del 972 al 989, enseñó las siete artes contenidas en un extraordinario intercambio de ocho
liberales en la escuela catedral de Reims, poniendo cartas sobre las matemáticas que tuvo lugar alrede­
de relieve nociones matemáticas y astronómicas muy dor de 1025 entre dos egresados de escuelas catedra­
elementales. Haciendo hincapié en los medios visua­ licias, Ragimboldo de Colonia y Radolfo de Lieja. A
les' Gerberto ganó una merecida reputación de gran pedido inicial de Radolfo, se planteó una serie
docente en una era de pobreza intelectual. No so'lo de preguntas matemáticas y las respuestas llegaron
explicó cómo construir una esfera para representar no sólo a los dos corresponsales sino a otros que
a los cielos sino que llegó a confeccionar una es­ aparentemente hicieron las veces de jueces en lo
fera que simulaba los movimientos de. las constela­ que puede apropiadamente designarse como un tor­
ciones, utilizando alambres fijados en la superficie neo científico. Ignorantes de las matemáticas griegas
para delinear las configuraciones estelares. Profun­ o arábigas, y subordinados a datos muy someros de
damente impresionados por la inventiva y dedicación geometría extraídos de manuales de agrimensura ro­
de Gerberto, sus discípulos siguieron sus pasos con manos o de un tratado geométrico esquemático atri­
gran entusiasmo, continuando y ampliando sus en­ buido a Boecio, su conocimiento de la geografía era
señanzas y destacando la importancia de la ciencia ínfimo y fragmentario. Ninguno de los dos poseía
como parte integral de las artes liberales. Muchas de noción alguna sobre la demostración geométrica. En•
las escuelas catedralicias que alcanzaron distinción y tre otras cosas tuvo lugar un debate muy confuso
que remplazaron a las escuelas monásticas como sobre el significado de los ángulos exteriores e in­
centros de aprendizaje en los siglos XI y XII fueron teriores de un triángulo. En una pregunta extraída
fundadas, o por lo menos revitalizadas, por sus discí­ del comentario de Boecio sobre las Cátegorías de
pulos, de los cuales los más eminentes fueron Adal- Aristóteles, Radolfo solicitaba a Ragimboklo que
38 EL COMIENZO DEL COMIENZO EL COMIENZO DEL COMIENZO 39

calculara el lado de un cuadrado que es el doble explicar la estructura del universo. Fue cobrando
de un cuadrado dado. Aunque ambos sabían que el impulso un enorme respeto por la sabiduría anti­
lado del cuadrado más grande es la diagonal del gua, rayando en la adoración, con el reconocimiento
cuadrado dado más pequeño ( véase figu�a 3) , nues­ de la incalculable deuda contraída con los pre­
tros competidores ignoraban que los lados de los decesores. La ampliación de sus horizontes cognos­
dos cuadrados no podían relacionarse por razones citivos fue sólo posible, como lo expresara Bernardo
de número entero tales como 17/12 (razón de Ra­ de Chartres, porque sus coetáneos tuvieron el privi­
gimbolelo) o 7 /5 (razón de Radolfo), dado que los legio de encaramarse sobre los hombros de los sabios
dos lados son inconmensurables y por lo tanto sus- gigantes de la Antigüedad, sentimiento que fue a
menudo reiterado a través de los siglos e incluso
consignado en una carta de Isaac Newton. Pero
las obras de estos gigantes o no eran obtenibles o
1
sólo se conocían de una manera fragmentaria. A
medida que el interés por los conocimientos, espe­
�1
cialmente de la ciencia y la filosofía, se intensificó
durante el siglo XI y primera. mitad del xu, el magro
saber tradicional quedó superado. Las noticias sobre
FIGURA 3 tratados disponibles en griego o arábigo, pero que
en Occidente se conocían sólo por sus títulos -o
ceptibles de correlación mediante una razón irra­ eran totalmente desconocidos-, no hicieron más
cional, en este caso \/2/1. El bajo nivel de com­ que reforzar un sentimiento de carencia. Negándose
prensión es de menor significación que el hecho de a aceptar por más tiempo un statu quo intelectual,
que este torneo se llevara a cabo de la manera los eruditos del mundo occidental emprendieron una
descrita. Su realización refleja claramente el creciente acción directa para llegar a la herencia científica
interés por las cuestiones científicas y es poco pro­ del pasado. Las traducciones que �iguieron cons­
bable que tal competencia hubiera podido tener lu- tituyen uno de los verdaderos momentos cruciales de
gar cien años antes. la historia de la ciencia occidental y de la historia
La creciente preocupación por las actividades cien­ intelectual en general.
tíficas dio por resultado un mayor interés por las Ya a mediados del siglo x se realizaron traduc­
obras de la antigüedad. El Timeo de Platón, por ciones del árabe al latín en el norte de España, en
ejemplo, fue estudiado intensamente por los neopla­ el Monasterio de Santa María de Ripoll, en la falda
tónicos de Chartres, quienes utilizaron la obra para de los Pirineos. Estas traducciones estaban en gran
40 EL COMIENZO DEL COMIENZO EL COMIENZO DEL COMIENZO 41

parte relacionadas con la geometría y los instru­ la ciencia técnica y la filosofía de la lengua arábiga
mentros astronómicos y tal vez fueron conocidas a un idioma que había sido mayormente ajeno a
directamente por Gerberto. En el siglo XI, Hermann tales temas. El carácter internacional de esta extraor­
de Reichenau ( 1013-1054) tuvo conocimiento del dinaria actividad lo pone de manifiesto la mera
astrolabio árabe y Constantino el Africano, un per­ relación de los nombres de los traductores más sig­
sonaje poco conocido asociado al centro médico de nificativos: Platón de Tívoli, Gerardo de Cremona,
Salerno, Italia meridional, realizó traducciones de tra­ Adelardo de Bath, Roberto de Chester, Hermann de
tados médicos de autores griegos y arábigos del Carintia, Domingo Gundisalvo, Pedro Alfonso, Sa­
árabe al latín. Pero la actividad traductora que vasorda, Juan de Sevilla; y en la primera mitad del
habría de revolucionar el pensamiento científico oc­ siglo XIII tenemos a Alfredo Sareshel ( o Alfredo el
cidental y determinar su curso durante los siglos Inglés), Miguel Scot y Hermann el Alemán.
subsiguientes, tuvo lugar en el siglo xn. Entre 1125 De los centros españoles en que se hacían tra­
y 1200 un verdadero alud de traducciones vertió al ducciones, Toledo llegó a ser el más importante. En
latín una parte significativa de la ciencia griega y Toledo y en otras partes se realizaban traducciones
arábiga, lo que fue seguido por nuevos aportes en de diversas maneras. Si el traductor había logrado
el siglo xm. Nada comparable había ocurrido des­ dominar adecuadamente el árabe, efectuaba traduc­
de el siglo IX y la primera mitad del x, cuando una ciones directas; de lo contrario, se asociaba a un
parte considerable de la ciencia griega .fue traducida árabe o a un judío. Ocasionalmente, siempre que
al árabe. conociera el castellano, podría haber empleado a
La gran era de las traducciones fue precedida alguien para realizar la traducción del árabe al cas­
por el retroceso de los musulmanes en España y tellano para luego verterlo al latín. Una traducción
su total derrota en Sicilia durante el siglo XI. Con latina de un original griego puede ocasionalmente
la caída de Toledo en 1085 y la captura de Sicilia haber sido transferida a través de una secuencia
en 1091, una Europa cristiana dinámica entró en de idiomas, por ejemplo, griego-siriaco-árabe-caste­
posesión de grandes centros de erudición arábiga. Los llano-latín; o, quizás, árabe-hebreo-latín. Por su­
libros en árabe eran fácilmente accesibles y los eu­ puesto la versión latina final generalmente contenía
ropeos, hasta entonces víctimas de privaciones inte­ diversas distorsiones.
lectuales, estaban ahora ansiosos por darlos a conocer Aunque las traducciones de los siglos xn y xrn es­
en latín, la lengua universal del saber en Occidente. taban fundamentalmente integradas por obras cien­
Acudían de todas partes de Europa para unirse a tíficas y filosóficas -las humanidades y las bellas
los naturales de España, ya sea cristianos, judíos o letras estaban escasamente representadas-, · 1a selec­
árabes para asociarse a la gran empresa de verter ción de dichas obras para su traducción revestía
42 EL COMIENZO DEL COMIENZO EL COMIENZO DEL COMIENZO 43

frecuentemente un carácter fortuito. La disponibili­ III), así como su Analítica posterior) magno tratado
dad y la brevedad eran a menudo factores decisivos de análisis del método científico. Entre las nume­
para determinar si una obra había de ser traducida. rosas obras matemáticas, tradujo los Elementos de
Tratados de genuina significación eran a veces Euclides, el Álgebra de Al-Khwarizmi y La geome­
pasados por alto mientras que obras menores y ocasio­ tría de los tres hermanos) que incluía técnicas mate­
nalmente triviales eran traducidas y luego estudia­ máticas arquimédicas que habrían de tener una
das con gran intensidad. Dado que los traductores gran influencia posterior. Además de muchas otras
trabajaban en lugares distantes y mantenían escaso obras astronómicas, astrológicas, alquímicas y está­
contacto entre sí, la duplicación de esfuerzos era cosa ticas, Gerardo tradujo numerosos tratados médicos,
muy corriente. A pesar de tan grandes obstáculos, la incluso muchos de Galeno, el Canon de Avicena y
suma total de los logros alcanzados es digna de el Liber continens (esto es, El libro de las divisiones
destacar. A título de ejemplo, la producción total con 154 capítulos) de Rhazes. Estas obras formaban
de un único traductor, Gerardo de Cremona (m. por sí solas el núcleo central de los estudios médicos
1187), habría de por sí alterado drásticamente el medievales. A los fundamentales aportes de Gerardo
curso de la ciencia occidental. Como tributo a éste, cabría agregar otras numerosas versiones producidas
el más grande de todos los traductores occidentales, por los traductores ya mencionados y por algunos
y como garantía de que la posteridad reconocería otros.
su deuda y no atribuiría a otros lo que correspondía Aunque considerablemente menores en número,
a Gerardo, sus devotos discípulos anexaron un breve también fueron efectuadas traducciones de · signifi­
bosquejo biográfico y una lista de traducciones a la cación directamente del griego y del latín. Éstas
versión latina del Tegni (Arte médico) de Galeno, fueron realizadas casi exclusivamente en Italia y Si­
realizada por Gerardo. Este apéndice nos infonna cilia, donde los contactos con el Imperio bizantino
que después de asimilar todo lo accesible para los grecoparlante nunca se habían interrumpido. Du­
latinos, Gerardo se trasladó a Toledo para hallar rante el siglo xn, los gobernantes normandos de Italia
el Almagesto de Ptolomeo, que no podía ser ubicado meridional y de Sicilia hicieron uso de estos con­
entre los latinos. Impresionado por las riquezas in­ tactos para reunir textos teológicos, científicos y fi­
telectuales de Toledo, Gerardo aprendió el árabe y losóficos griegos. En Sicilia, el M enón y el Fedón
tradujo no solamente el Almagesto sino que también de Platón fueron traducidos (por Enrique Arístipo),
por lo menos setenta tratados más. Puso a disposi­ así también el Almagesto de Ptolomeo, la óptica, la
ción de· los lectores las obras básicas de la física Catróprica y los Datos de Euclides, y algunas de las
de Aristóteles (Física) De los cielos y el mundo) De obras de Aristóteles. Del árabe, Eugenio ·et EmirJ que
la generación y corrupción) MeteorologíaJ Libros I al era trilingüe (árabe, griego y latín), tradujo la óp-
44 EL COMIENZO DEL COMIENZO EL COMIENZO DEL COMIENZO 45

tica de Ptolomeo . En la Italia septentrional, donde l a revolución científi ca d el siglo xvn difícilmente
se conservan los nombres de Jaim e de
Venecia, Bur­ podría h ab erse producido. El volumen de "nueva"
Bé g m , se realizare� cie�cia , tan abrumadora en su alcance y magnitud,
gundio de Pisa y M oisés de r a o
del gr eg l latí n. P ero as1 debia, ante todo, ser absorbido, proceso que abarcó
traducciones adicionales i o a

como Gerardo de C rem ona s up er ó a t o d os los otros virt:1almente to do e! siglo xm. Sobrevino luego u n
s d l á b l l tí , t mbié G uillermo p��10d? de elabor _ ac1ón detallada y de cambios sig­
traductore e ra e a a n a n

de M oerbeke ( ca. 1215-ca. 1286),


dominico fla­ n!f1c �t1vos . �a<:1a la primera mitad del sigl o xv, l a

menco f ue el más grande de los t raductores del c iencia escol astica medi eval h abí a al canzad o su pl e­

griego ' al latín. Alentado p or su amigo Santo To�á no desarr ollo fundada en una cosmovisión aris to­
s

de Aquino, quien se , h abía l a m e nt a d o p or l a 1�­ télica, estaba compl ementada por numerosas críticas
perfección de las traducciones de las obras de Aris­ específi camente antiaris totélicas, f orm ul�das, sin em­

tóteles del árabe, Moerbeke completó nuevas traduc­ bargo, dentro del propio marco de l a ciencia ari s­
ci ones de los m anuscritos gr iegos de ca
si todas las totélica. D espués de un p eri odo de relativo estan­
d A tót le x pt la camiento en el sigl o xv y p rimera mit ad del xvr la
ob ras e ris e s e ce o Analít ica anterior
y la Analítica posterior. Además agregó trad�cc!ones ciencia escolástica había de quedar sometida a � rí­
de los comentarios sob re l as obras de Anstoteles ticas severas a medida que se materi alizaban nuevas
s
p or algunos de los más importantes coment_arista corrientes divergentes que culminaron en una r e­

griegos de la Antigüedad tard í a t a l es co m o Al ep � �


d o volución científica. Sin embargo, sin l as traduccio­
de Afrodisías, Juan Filopón, Simplicio
y Tem1st10. nes de épocas anteriores, que aportaron un conglo ­
de
En 1269 tradujo casi todas l as num erosas obras merado maduro y articulado de cienci a t eórica a
j tame t imp t t � o�en­ la Europ a occidental, grandes revolucionarios cien­
Ar químe d es con un n e con or an es

tarios griegos. Los traductores del Renac1m1ento tíficos tales como C opérni co, G alileo, Kepler, D es­
u tilizaron estas v ersiones sin h acer
mención de M oer­ cartes y Newton h a brían contado con p oco mat eri al
i o n un gran �ome­ capaz de sustentar la reflexión o el techázo o d e cen­
b eke, a quien sin embargo rin� er
10 en la pn_mera trar la atención en problemas significativos de la
naje al p ublicar sus t rad �
uc nes
A qmm d de Venecia en cien�ia física . M uch os de los candentes temas y con­
versión de las obras d e r e es
.
1503. En total M b ke l zó a p ro ximadamente fhct1v�s problemas científicos resuelto s en el siglo
.
oer e rea i
qu b c tem t ológ icos, cien- xvn h icieron su entrada a la Europ a occidental j un­
49 traducci ones e a ar aron as e

tíficos y filosóficos. to con l as _traducciones, o fueron planteados p or


Sin la valiente labor de este p equeño ejército de autor es medievales que comentaron si stemáticamente

traductores de l os siglos xu y xm, no sólo no hubiera dicho conj unto de conocimientos. Fueron fundamen­
logrado materializarse l a ciencia m edieval sino que tales en la elaboración de este conglomerado de
NZO
46 EL COMIENZO DEL COMIE
. . s de Aristóteles so
bre
ciencia Y er udi'ción' las obra · g da
asallante e mt III. LA UNIVERSIDAD MEDIEVAL Y
física y filosofía, con su av
e ra
n va en
enteram ent
visión científica del cosmos, �.
e e
y
EL EFECTO DEL PENSAMIENTO
inada clar ific ar
Occidente , algunas v eces dest
a
_ p · ARISTOTÉLICO
problemas , p r m �
otras a confundir l os
re
e o sie
z
d l rud t .
p ensa a dom'1nar las m ent
i os a
.
es
,.
e os e

an stotehca y l as posterior
es
1. nflu nci d e la ciencia HACIA el año 1200, l as unive rsidades de Pa rís, Boloña
e a
irán el tema ce nt l
reacciones a la mism a constitu
• ra
y probabl em ente Oxford constituían centros flore­
.
de los capítulos subsiguientes cientes de erudición. Aunque hasta el siglo XIII prác­
ticamente no existen documentos que infonnen sobre
sus orígenes y desarrollo primitivo, se sabe que hacia
esa época ya estaban . bien esta blecid as y que el
surgimiento espontáneo de las universidades estaba
íntimamente vinculado con la nueva e rudición que
había sido traducida al latín en el curso del siglo xn.
En los hechos la universidad era el instrumento
institucional mediante el cual la Europa occidental
organizaba , absorbía y expandía el gran volumen
de los nuevos conocimientos , y el instrumento del
que se valía para moldear y difundir una herencia
intelectual común en beneficio de las generaciones
venideras . -Mientras que las universida des de París
y Oxford adquirieron renombre como . centros de fi.
losofía y ciencia, y la de Boloña por sus escuelas
d e derecho y medicina, las tres instituciones , así
como aproximadamente ochenta universidades fun­
dadas posteriormente y estructuradas según el patrón
d e Parí s (Europa septentrional) y de Boloña (Euro­
pa m eridional), dieron forma a la universidad si­
guiendo lineamientos que han persistido hasta la ac­
tualidad. La universidad medieval era una asociación
47
48 EL PENSAMIENTO ARISTOTÉLICO
EL PENSAMIENTO ARISTOTÉLICO 49
de preceptores y erudi¡os que actuaban en distintas
altura, el núcleo cent ral del currículum. El progra­
facultades (primordialmente de artes, de�echo, me­
ma vigente, que culminaba con el título de licen­
dicina y teología) ' en las que se segman c�rsos
ciado en ar tes en las universidades de París y Oxford
formales y obligatorios para los títulos de bachiller,
no estaba -como l o podrían suponer l os que están
licenciado o doctor. Aunque irreconocible par� los
p oco familiarizados con la Edad Media- recargado
,antiguos griegos, romanos Y ára�es, la umversi?ad
_ . de cursos de teología y metafísica. Antes b ien, dicho
medieval sería claramente ident'l.Ílcada por estudian­
programa constaba, en su mayor parte, de cursos
tes y docentes de cualquie� universidad moderna.
de lógica (que habían absorbido muchos componen­
Colegios residenciales especialmente en Oxford y
tes gramaticales), física, que abarcaba cambios físicos
Cambridge, donde se desarr?llaron para formar la
, de todo tipo, cosmología y elementos de astronomía
unidad intelectual básica, exist1an ya en la segunda
y matemáticas. Dado que virtualmente todos - los es­
mitad del siglo xn (uno de ellos, el Co!egio Merton
tudian tes de ar tes seguían cursos comunes, se hace
de Oxford estaba destinado a desempen�r un papel
_ evidente que la educación superior de la Edad Me­
fundamental en la historia de la c1encia medieval
_ dia era en esencia un p rograma de lógica y ciencia.
durante el siglo x1v). Hacia 150� aprox1madamente
_ Nunca ha sucedido, ni anterior ni posteriormente,
sesenta y ocho colegios habían sido establecidos en
que la lógica y la ciencia hayan constituido la base
diversas universidades.
. ., de la educación superior para todos los estudian­
La gradual introducción de la nueva erudic1on
tes de artes.
volvió obsoleto el magro currículum trad�cional de !
, Dejand o de lado las obras lógicas de Aristóteles,
la escuela catedralicia, currículum que hab1a p reser­
que eran cuidadosamente estudi3idas, fueron funda­
vado un equilibrio entre la ciencia, �a lit�ratura y las
mentales los siguientes tratados científicos escritos
humanidades. A medida que las umvers1�a�es ado�­
por él: Física (en ocho libros), dedicada a las con­
taban con entusiasmo los nuevos conoc1m1entos fi­
diciones y principios del cambio así como al movi­
l osóficos y científicos, elaboraban, paral�lamente, un
miento en gener al; De los cielos y el mundo (De
currículum nuevo y sumamente expandido �ue des­
caelo et mundo; en cuatro libros), que trataba de
truía este equilibrio. Hacia mediados del s1�lo x�u,
los movimientos de los cuerpos celestes y terrestres;
los cursos de arte requeridos para el gra�o de hcenc�a­
la A1eteorología (en cuatro libros), que describía
do en artes, título exigido para p rosegmr los e�t�d1os
y explicaba una amplia variedad de fenómenos que
en las facultades superiores de derecho, medic1�a y Aristóteles suporía que ocurrían en los puntos más
teología, estaban marcadamente orienta�o� hac1� la elevados de la región terrestre, justo por debajo de
lógica y la ciencia natural. Las obras log1cas, cien­ la esfera de la Luna (por ejemplo el vientó, la llu­
_
tíficas y filosóficas de Aristóteles constituían, a esta via, el trueno, el relámpago e incluso los cornetas
50 EL PENSAMIENTO ARISTOTÉLICO
EL PENSAMIENTO ARIST
OTÉLICO 51
y la Vía Láctea, que Aristóteles tenía por. fenómeno
, ; otros textos corrientes requerido
meteorológicos más bien que astrono�1cos) ; y D s para los estudios
universitarios. Una forma de com
la generación y corrupción, que estud1�ba la :ras­ entario implicaba
, la presentación sistemática de
mutación de los cuatro elementos mat�riales bas1cos, un texto -frecuen­
temente alguna obra de Aristótele
así como el cambio químico que mvolucraba a s- seguida inme­
diatamente por la explicación
elementos y compuestos. También integraban el cu­ de su significado por
. , el comentarista con ocasionales
rrículum los tratados aristotélicos sobre b1�logia, intercalaciones de sus
propias opiniones o interpretacione
metafísica psicología y ética. En astronomia las s. Tomás de Aqui­
no empleó esta modalidad en
obras más' difundidas eran el anónimo Teoría de los la mayoría de sus
comentarios· aristotélicos.
planetas (Theorica planetarum)' escr�t � �lrededor ?e
Pero el método más común
1200 y que contenía una serie de defm1c1ones de ter­ y más significativo
de análisis de los textos escolástic
minos técnicos, y De la esfera (De sphera) de Juan os corrientes asumía
1a forma de preguntas o proble
de Sacrobosco. En matemáticas, los Elementos de mas, bajo la desig­
. nación de Questiones. Aunqu
Eucl'd
1 es, L1'bros I al VI, eran especialmente reque- e la presentación de
. los problemas científicos en fori
ridos para los estudios geométricos, mientras que na de preguntas se
remonta a la Antigüedad (po
la Aritmética de Boecio y los Elementos de Eu­ r ejemplo, los Pro ble­
mas, falsamente atribuido a Ari
clides Libros VII al IX, servían de te�to para stóteles y las Pregu,z­
tas naturales de Séneca), con
el est�dio de la aritmética teórica, o teona de l?s una posterior apari­
_ ción en el siglo xn (por ejem
números. La familiaridad con las oper�c1�?es arit­ plo las Preguntas
, naturales de Abelardo de Bat
méticas (suma, multiplicación, rest� y �1v1s10n � de­ h), no fue hasta el
, siglo xu1. cuando adquirió su estr
rivaba del conocimiento de la antmet1ca �phcada uctura ··típica, para
convertirse posteriormente en
o práctica, siendo en este aspecto el Al�orzs�o �e el modo de expresión
de la ciencia escolástica en el
Juan Sacrobosco uno de los tratado; mas �1�und1- curso de los siglos x1v,
. xv y XVI. Si bien algunas de las
dos Aunque algunos de los textos bas1cos ut1bz�dos preguntas variaban,
muchas estuvieron en boga
en �ursos de astronomía y matemáticas son conoc1�os durante siglos. Un con­
junto típico de preguntas apa
a través de programas existentes, el mod� de ensenar rece en el Libro IV
de las Preguntas sobre los
estas materias en el aula y el contemd.o concreto ocho libros de la fisi­
ca de Aristóteles, formuladas
de los cursos son, hasta el momento, virtualmente por Alberto de Sajonia
( ca. 1316-1390), famoso com
desconocidos. entarista escolástico de
la Universidad de París. Entre
La mayoría de los conceptos científic�s, teon�s las diecisiete pregun-
tas examinadas, figuran :
y polémicas que serán mencionados Y. analizados mas
adelante, están incluidos en comentartos sobre estos y
EL PENSAMIENTO ARISTOTÉLICO 5'.3
ISTOTÉLICO
52 EL PENSAMIENTO AR
negativa ; o i nversamen te, si el aspecto n egativ o
constituye una super-
1. Si un lugar específico aparecía prímero, podía suponerse que el autor pos­
ficie. ·
mm ' vil · t eriormente adoptaría y defendería el lado afirma­
o se encuen:rª.
o
,3 Si un lugar específic 1a
s· Si el espaciroa nat ural y car a cte n st 1 c o
/e tivo. Estas opiniones iniciales, que serían posterior­
u-
agua o d ent ro d mente rechazadas, se denominaban los "argumentos
a s
tier;a se encuent en el
e

d l gu . principales" ( rationes principales). El autor podría


perficie cóncava e a a
e s el
ava de l a Luna
6. Si la (superficie] cónc entonces describir su m odalidad de procedimiento
.
lugar natural del fuego y tal vez clarificar y calificar la pregunta con una
8. Si la exis t e nci a d e un vacío es p os1'ble . precisión aún mayor, o definir y explicar determi­
descendente,. un cuerpo
9 s·1 en su movimiento Y, nados términos contenidos en ella. A esta altura ya
una res•istencia mterna;
· ple posee
P.esa·. do ' sim m · nt a e nd ente ., está preparado para presentar sus propias opiniones,
en su mo v1
o s e
s1m1l arme nte ' · [si]
1e
[s1mple] livian o [posee una resistencia generalmente p or vía de una o más conclusiones
un cuerpo o p roposiciones detalladas. Ocasionalmente, a fin de
interna]. . • cada adelantarse a p osibles obj eciones, plantearía dudas
o res1 stent� p ara
1O Si se requiere un medi dos y livianos. acerca de sus propias conclusiones para luego resol­
pes a
mov1:miento de los cuerp.os . cuerpo
ca de xist i r un v ac,1 0, un verlas. Justo al final respondería a cada uno de los
11. Si, en so e
d
,
el.
s d nt "argumentos principales", dando así término a la
pesado podría trasladar e e ro e

ulsado dentr� �� �� pregunta c on el rechazo f ormal de l os puntos de


12. Si algo podría ser imp
n una v eloc1d
vac10 , _:_si éste existiera- co vista contrarios. Aun cuando es verdad que la gran
m ovnm • · ento de alte-
nita o movimiento l ocal mayoría de estas Questiones eran poco imagi nativas,
o

ración. a la v ez que reitera tivas, es necesario de stacar qu e


l a rarefacción son p o-
13. Si la condensación y un cierto númer o de eruditos escolásticos eminentes
sibles. (por ej emplo, Guillermo de Occam, Jua11 Buridan,
en- Nicolás de Oresme, Alberto de Saj onia y otros) ha­
eguntas, l os �o�
En sus respue stas a dichas pr
.
, t1c
taristas e scol as os se cm ,,., eron ª un p ro c e d 1m 1ento llaron en esta austera es tructura literaria un vehículo
conveniente para la interpretación de Aristóteles y
d d l as polémicas v e
r?al_e,s so�ten;-
f ormal d er iv a o e
para la formulación de algunas de sus importantes
1on,
versidades . La enunciac
e a
das en las uni . m s lu- divergencias en relación con su física y su cosmo­
re segm'dª de una o . a so
P.regunta era siemp a tiva o la
logía .
posición afirm
ciones que sostem' a o la n
a
. . . mente
m 1cial Por más identificadas que las obras de Aristóteles
firmativa er
negat.1va. Si la p osición a ,c n f'iadamen·,te pudieran estar con la enseñanza , y vjda intelectual
a supon
favorec1·¿a, el lector p odí
o
er
• del medievo, fos teólogos abordaron sus obras cien-
l ut or a d pt a n a l a pos1c10n
que en d e fini tiv a e a o
54 EL PENSAMIENTO ARISTOTÉLICO EL PENSAMIENTO ARISTOTÉLICO 55
tíficas y f ilosóficas con desconfianza y h ostilidad du­ las variantes de las cosas que Él eventualmente
rante gran parte del siglo xm. Fue así que durante crearía.
la segunda mitad de ese siglo, una reacción teológica . La reacción en contra de los postulados arriba
c ontraria a Aristóteles y sus celosos seguidores pro­ enunciados n o se hizo esperar. En 1210, poco des­
dujo consecuencias que afectaron profundamente pués que l as obras de Aristóteles sobre filosofía
el curso de la f il osofía medieval y -aunque este natural se hicieran accesibles en l atín, el sínodo pro­
punto sea más difícil de identificar-, pare:e haber vincial de Sens decretó, hajo pena de excomunión,
influido sobre los lineamientos y la esencia de la que los l ibros de Aristóteles sobre la filosofía natural
c ontroversia científica. El temor a la influencia de y todos los comentarios sobre l os mismos n o habían
Aristóteles derivaba de sus libros sobre la filosofía de leerse en Pa rís, ni en público ni en secreto. Re­
natural, que contenían juicios y opiniones que tras­ legada al escenario pa risiense, esta prohibición fue
trocaban la fe y el dogma cristianos. Las más agra­ reiterada en 1215, específicamente para la Univer­
viantes de sus conclusiones definitivas eran las si­ sidad de París. El 13 de ab ril de 1231, la misma
guientes: J) El mund o era etern o, l o que en los p rohibición fue modificada recibiendo la sanción
hechos negaba el acto creador de Dios. 2)_ Un acci­ papal de Gregorio IX, 9uien en una famosa bula,
dente o propiedad no podía existir independiente­ Parens scientiarum ( a menudo llamada, por otras
mente de una sustancia material, opinión que cho­ razones, la Carta Magna de la Universidad de Pa­
caba con la doctrina de la Eucaristía. De acuerdo rís), ordenó que los t ratados aristotél icos agraviantes
con esta doctrina, después que la sustancia integral fueran expurgados de errores, para cuyo propósito .
del pan y el vino se ha transformado en la sus­ designó el 23 de abri l una comisión de t res hom­
tancia integral del cuerpo y sangre de Cristo, los bres. Por razones aún desconocidas, la comisión papal
accidentes visibles del pan y del vino siguen exis­ no llegó a presentar su informe y el mandamiento
tiendo aunque sin incorpor arse a ninguna sustancia. de expurgar los libros de Aristótel�s m:1nca fue eje­
3) Los procesos de la naturaleza eran regulares e cutado aunque, curiosamente, en 1245, el papa Ino­
inalterables, lo que eliminaba los milagros. 4) Y, cencio IV extendió la · prohibición a la Universidad
finalmente, el alma n o sobreviviría al cuerpo, lo que de Tolosa, de la cual había emanado, algunos años
negaba la creencia cristiana fundamental de la in• antes ( 1229), una invitación dirigida a preceptores
mortalidad del alma. Por otra parte, al negar l a teo­ y estudiantes para que viajaran a Tolosa, donde los
:ria platónica de ideas y creación en el tiempo, la. libros de Aristóteles, proscritos en París, eran abier­
filosofía de Aristótel es en los hech os negaba la doc­ tamente estudiados y leídos en voz al ta. Con base en
trina agustiniana del ejemplarismo según la cual, a datos reconocidamente escasos parecería que la pro­
través de toda la eternidad, Dios ha conocido todas hibición se mantuvo en vigor en París durante apro-
56 EL PENSAMIENTO ARISTOTÉLICO EL PENSAMIENTO ARISTOTÉLICO 57
ximadamente cuarenta años, ya que e n aparie ncia mostrar que de acuerdo con Aristóteles y la filoso­
sólo las obras éticas y lógicas de Aristóteles fueron fía: 1a ete rnidad del mundo, la inalterable regu­
enseñadas en ,forma pública e n esa ciudad ( las obras laridad de los hechos naturales, y otras doctrinas
sobre física y filosofía eran indudablemente leídas que discrepaban con interpretaciones teológicas nor­
en privado) hasta 1255, como máximo. En este año males del siglo xu, o eran demostrables por la
u na lista de textos e n uso para cursos magistrale s
razón natura! o por lo menos no podían pro­
e n la Univ ersidad de París, incluía todas las obras
barse como falsas. Al ser apremiados, algunos de
de Aristóteles entonces obtenibles. De este modo se estos preceptor es admitían con prontitud que cuando
puso término a las one rosas y poco prácticas res­ las opiniones de Aristóteles estaban en conflicto con
tricciones impuestas a los eruditos de París y éstos la fe, era ésta a la que había qu e ate nerse. Por
pudieron desde ese momento disfrutar de los privi­ ejemplo, �i?er de Brabante ( m. ca. 1285), un pre­
l egio s que estaban al alcance de los eruditos de c�ptor parme�se de las artes, insistía e n que su propó­
Oxford, a quienes nunca se había negado el derecho sito era explicar los puntos de vista aristotélicos
de estudiar y comentar todas las obras de Aristóteles independientemente de la verdad revelada. Ciertas
opiniones filosóficas en discrepancia c on
durante los largos años de la prohibición parí, la fe no
siense. podían -argüía Siger- ser refutadas por la razón
C on el camino ahora expedito para su estudio natural. Sin embargo él mantenía su adhesión a las
público y legítimo, discípulos y preceptores de las verdades de la fe. Otro contemporáneo, Boecio de
artes debatieron y analizaron la filosofía y metafí­ Dacia ( o Suecia), no admitía que 1a revelación
estuviera si tuada más allá de la razón; él
sica natural de Aristóte les, y aplicaron sus métodos se d edicaba
d e análisis filosófico a la resolución de problemas únicamente a la filosofía, por m edio de la cual so­
e n todas las áre as d el pensamiento humano . Como
metía . todos los argumentos a la r�zón. humana.
guía para el pensamiento auténtico de Aristóte les, Boecio insistía en que el filósofo debía emplear sólo
muchos siguieron los comentarios aristotélicos de la razón natural en sus indagaciones en torno al
Av erroes, a quien llamaban "el Comentarista", . en mun�o físico y sus principios. Con base en este plan­
señal de profundo respeto, a semejanza de su ape­ t�amiento era correcto argumentar que no era po­
lativo de "Filósofo" para designar a Aristóteles. Y sible demostrar e l comienzo temporal del mundo o
así como Ave rroes había anteriormente establecido la resurrección de los muertos, pues estos son acae­
una marcada distinción entre la filosofía y la teo­ c:res estricta?1ente vinculados con 1a f e. -Aunque
logía, lo mismo hicieron muchos de sus seguidores S1ger y Boec10 no respaldaban explícitame nte una
cristianos. Más que intentar conciliar la filosofía de �oct�i�a de "�oble-verdad" por la c�al un postulado
Aristóteles con la fe cristiana, ellos procuraron de- füosofico podna ser verdadero en el dominio natural
58 EL PENSAMIENTO ARISTOTÉLICO EL PENSAMIENTO ARISTOTÉLICO 59

y su versión antagónica ser independientemente ver­ en un ú n�c? intelecto para todos los hombres y en
. _
dadera en el ámbito de la fe, dichos autores repre­ la 1mpos1bil !dad de alcanzar la inmortalidad. Algunos
_
sentaron una tendencia ideológica que dejó a los teó­ anos despues, en 1270, el obispo de París intervino
logos perturbados e inquietos, Los teólogos, que Y condenó trece postulados directamente derivados
habían utilizado ellos mismos el lenguaje filosófico, ?e las ens�ñanzas de Aristóteles o a través "de las
los conceptos y los argumentos de Aristóteles para mterpretac1ones de Averroes. Ah ora ya era punible
dilucidar y explicar doctrinas teológicas, hallaron c ?n la excomunión aceptar como verdades la eter­
muy poco consuelo en las reiteradas declaraciones mdad del mundo, un único intelecto para todos los
de los filósofos en el sentido de que a pesar de las de­ h ombres, el necesario dominio de los acaeceres te­
m ostraciones filosóficas contrarias u hostiles a las r restres por parte de los cuerpos celestes, que Dios
doct rinas de la fe, éstas tenían precedencia sobre n o c?noce otros seres además de El mismo, y así
to da otra manifestación. Tomás de Aquino expresó sucesi vamente. En 1272 a los preceptores de las
su desagrado respecto a los filósofos que declaraban �rtes de la Univ�rsidad de París se les exigió bajo
que al formular ciertas ideas filosóficas contrarias J?r�mento que evitaran el análisis de cuestiones teo­
a la fe estaban simplemente exp oniendo los puntos logi cas; pero si por cualquier motivo lo hallaban
de vista de Aristóteles que ellos mismos .no sus-· ineludible, debían nuevamente jurar que resolverían
c ribían. dichas cuestiones a favor de la fe. La intensidad de
La tensión que se originó en la Universidad de l� con troversi� fue subrayada p or los Errores de los
,
París entre los p receptores de las artes, que enseña-· filoso/os de Gil de Roma, escrito en algún periodo en­
han filosofía pero que carecían de formación teoló­ t re 1270 Y 1274. En este tratado Gil recopiló una lista
no
.gica, y los teólogos, creó un ambiente de antag o­ . � �rrores extraídos de las obras de los filósofos
d
nismo. Ambas corrientes estaban divididas p or un� cristianos: Aristóteles, Averroes, Avicena' Algazalí'
cuestión fundamental. Si los principios de la filo­ Alkendi y Moisés Maimónides.
sofía natural eran necesariamente verdaderos, debían La enunciación de esta lista de errores fue sólo
contradecir directamente a la verdad religiosa re­ un preludio del estruendoso punto crítico alcanza­
velada. Pero si tales principios eran únicamente un do en 127_7 c�ando el papa Juan XXI, preocupado
conjunto de probabilidades, la filosofía natural, esto po r una mqmetud intelectual causal de tantas di­
es, la ci encia de la naturaleza en su sentido más vision�s, di o instrucciones al obispo . de París, Esteban
amplio, n o tenía un carácter demostrativ o y no podía Tempier, para que investigara las controversias que
de modo alguno alcanzar la verdad indubitable. acosaban a la Universidad .de París. Y, efectiva­
En 1267 Bonaventura denunció a los p recep tores mente, esta investigación se llevó a cabo. A las tres
de las artes que creían en la eternidad del mundo, semanas, Y por consejo de l os teólogos, Tempier
60 EL PENSAMIENTO ARISTOTÉLICO EL PENSAMIENTO ARISTO
TÉLICO 61
emitió una condena genérica de 219 postulados e x­ mente en debates públicos o en
traídos de numerosas fuentes, incluso de las obras conversaciones pri­
vadas. Algunos de los artículos
de Tomás de Aquino, que había muerto tres años expuestos nos permi­
ten comprender el sentimiento de ultr
antes. Aunque Tempie r procedió sin el conocimien�o aje y hostilidad
que los filósofos deben haber
del Papa, éste aceptó la disposición que establecia despertado en los
teólogos si las siguientes afirma
la excomunión como castigo para todos aquellos que ciones hubieran te­
nido amplia aceptación:
albergaran incluso uno solo de los errores conde­
.
nados. En un acerbo preámbulo a la lista de l?� 152. Que las discusiones teológ
fábulas. icas se basan en
postulados condenados, el obispo de París denuncio
al cuerpo docente de la Universidad de París qm: 153. Q�e la teología cognoscitiva
vos conocimi_ entos. no aporta nue­
trataba ciertos errores contrarios a la fe como si
fueran únicamente falsedades dudosas y no false­ 154. Que los únicos sabios del
mundo son los fi­
lósofos.
dades abominables. Igualmente nefando, en opinión
de l obispo, era la aparente tendencia de algunos La doctrina, de _ la doble verdad
estudiosos de seguir la doctrina de la doble verdad. ., halla su expre­
sion en el articulo 90, que dice
Aunque quedaba aún por identificar a los postula�te s "Que u n filósofo
natural de�í� negar absolutament
e la novedad [esto
confusos de la doctrina de la doble verdad, el obispo es, la creauon] del mundo de bid
de París fue inducido a creer que entre los precep­ o a su dependencia
�e las causas y razones natura
tores de artes había individuos que osaban sostener les. Los fieles, sin
embargo, pueden negar
la eternidad del mundo
que dos ve rdades opuestas podían ser defendidas porque dependen de causas sob
con sólo argumentar que una era ve rdadera si era renaturales". Entre
los postulados derivados de Averro
es figu ran no so­
demostrada por la razón natural a partir de las lamente la e ternidad del mundo (
premisas de la física y de la metafísica ( �unque artículo 87) sino
también la afirmación de "que no
pudiera ser falsa según la te ología y la fe) , mientras hubo un primer
hombre ni habrá uno último; por
que la otra verdad e ra aceptada en virtud de la fe el contrario, siem­
pre existió y siempre existirá
la generación de un
y del dogma ( aunque fuera falsa según la razón hombre a partir de otro" ( artícu
lo 9), y "Que para
natural). �acer que un accidente exista sin un suj
. eto cons­
El gran número de postulados condenados� mclu­ tituye un argumento imposible qu
e implica una con­
yendo los trece denunciados en 12�0� configuraba tradicción" ( artículo 140) .
.
una extraña mezcla de creencias y opimones, algunas Un cierto número de postulados
probablemente nunca expresadas _Públic�n:iente por eran pecaminosos
por ser d�terministas y por estab
lecer límites· al po­
e scrito pero que pueden haber sido emitidas oral- der de Dios para actuar libre
e impredeciblemente
.
62 EL PENSAMIENTO ARISTOTÉLICO EL PENSAMIENTO ARISTOTÉLICO 63

Entre estos postulados, los siguientes so n dignos de a taque de los teólogos contra las numeros as afir­
mención ( corno se verá, los articulo s 3� Y �9 e�taban maciones de los filósofos e incluso de ciertos teólo­
.
de stinado s a de se mpeñar un p apel significativo en gos, respecto a l a posibilidad de demostrar, presun­
las po lémicas científicas del siglo x1v) : tamente, ciertas doctrinas y dogmas teológicos. L as
r estricciones impuestas al poder absoluto de Dios
21. Que nada ocurre p or azar sino que p�r el p or filósofos aristotélicos y algunos teólogos fueron
contra rio todas las cosas son fruto de la necesidad gradualmente eliminadas m ediante l a demostración
y que toda s l as c?sas futuras que tengan lugar del carácte r poco concluyente de ciertas pruebas
existirán por necesidad y las que no te
ngan lugar propuestas en el ámbito d e l a teología. En última
es imp o sible q ue e xist a n . . . . , instancia la única base de aceptación de las creen­
34. Que la primera causa [esto es, Dios] no podia cias y dogmas teológicos er a exclusivamente la fe. En
crear vario s mundos. el proce so de la defensa del poder absoluto de Dio s,
35. Que sin un agente apropiado, tal c?mo un e n el sentido de que Él podía actuar d e acuerdo con
padre y un homb re, Dios [solo] no podia crea r su voluntad, los teólogos no solamente h umillaron
un ho mb re .
48. Q ue Dio s no puede ser l a causa de un. nuevo a la filosofía y a los filósofos, sino que utilizaron
acto [o cosa], ni tampoco puede Él pro ducir algo a rgumentos filosóficos para demostrar cuán trivial es

nuevo . eran los intentos encaminados a probar lo que Di os


49. Que Dios no podía m over lo s cielo s [e�t� es, podía o no podía hacer, o demostrar su existenci a
e l cie lo y po r lo tanto e l mundo] co n u�
mov1m1e_:1- o atributos. Esto se logró sólo después de una incisiva
to rec tilíneo ; y la razón es que queda 3:
n un ':ac10. crítica de los conocimientos, que co n el tiempo de­
141. Que Dios no puede causa r la ex1stenc13; �e rivó en empirismo filosófico y en el nominalismo
un accidente sin un suj eto �i puede
h acer ex1st1r
del siglo XIV. Aunque Guillermo de Occam ( ca.
más [de tres] dimensiones simultáneamente . 1280-ca. 1349) no inició este proceso, fue él quien
147. Que lo absolutamente impo sible no puede lo llevó a su culminación. Lo que ei decreto ecle­
se realizado por Dio s o p�r o tro ag�nte ; un
r
e rro r, siempre que sea impo sible ,
se entiende de siástico y la amenaza de excomunión habí an inten­
acuerdo con ) a natur a leza. tado alcanzar en 1277 fue finalmente logrado por
la controversia filosófica de l a primera mitad del
Dado que la exco munión automática era la pena siglo XIV.
impuesta a todo aquel que tuviera la audacia de Talentoso logista y filósofo, Occam fue ante tod o
defender co mo verdade ro s cualesquie ra de l o s 219 un teólogo profundo. Desde su punto de. vista el
postulados, e l e fecto de la condena· de 12?7 fue mundo dependía totalme nte d e 'la insond able vo ­
inmediato y durade ro. Puso en marcha un vigo ro so '.untad de Dios, quien, mediante su absoluto poder,
64 EL PENSAMIENTO ARISTOTÉLICO
EL PENSAMIENTO ARISTOTÉLICO
65
podría haber hecho las cosas de un modo diferente
podría sin embargo originar una cognición intui
al existente. De este ra zonamiento era inferible que tiva
todas las cosas existentes son contingentes, vale decir, dado que Dios mis�o podría optar por proveer 1� "
_
podrían hab er sido hechas de otra manera o no causa de la cogmc10n en forma directa, más bien
hab er sido hechas del todo. En su calidad de agente que proceder de la manera corriente a través de
una ? aus� secundaria . En un o u otr
enteramente libre, Dios puede realizar cualquier cosa o caso nuestra
exp eriencia de ese obje to sería la
que no involucre una contradicción . Independiente­ misma. Por otra
mente de lo que pudiera crear a través de causas parte D'ios pod' na también inducir en nosotros la
.
naturales o secundarias, Él podía también producir cr�e�cia de que el objeto inexistente en realidad
y conservar directamente sin agentes intermedios. Tan e�1s�1a. _D� es�a mantra la certeza psicológica se vol­
grande es el poder de Dios que Él podrí a, si lo v!a �?di� ti�g��ble de la certeza basada en la eviden
­
deseara, crear un accidente sin su sustancia, o una
cia obJ etiva adquirida a través de los senti
dos.
Aunq ue Occam difícilmente podría ser cl
sustancia sin sus accidentes; o producir materia sin asificado
forma, o forma sin materia. Partiendo de estas con­ co_mo _ un escéptico, el hecho de que no aport
ara
sideraciones estrictamente teológicas, que tan cabal­ entenas para establecer una distinción entre est s
o
mente reflejaban el espíritu teológico que dio origen casos (P�: ej emplo, criterios que permitieran
_ la di­
a la condena de 1277, Occam fue orientado hacia
f�renciac10n_ en�r� un sueño o a lucinación y la
rea­
una epistemo logía que ha sido caracterizada como
lidad ), podia facilmente generar escepticismo como
un empirismo radical. podría haber ocurri do con algunos de sus'
segui­
El rasgo fundamental que sustentab a su empirismo dores.
as consecuencias que Occam
era la convicción de que todo conocimiento se de­ .� derivó de . este em­
pirismo fueron verdaderamente "radicales".
riva de la experiencia a través de la "cognición Es así
q�e argumentó que el conocimiento de una
intuitiva", expresión que Occam adoptó de D uns cosa
existente n o nos p ermite inferi
Escoto . Mediante ella Occam quería significar que _ r la existencia de cual­
qmer o�ra cosa, dado que no se pueden p
los obj etos externos a la mente, así como los e stados ostu lar
correlaciones necesarias entre cosas contingent
mentales personales, eran aprehendidos directa e in­ . es que
aparte de D10s, son las únic
mediatamente. Con base en esta aprehensión directa as clases de entes exis:

era posible dedu cir si una cosa existía o n o . No


�ent��· Por lo tanto, a fortiori, Occam no podía
JUstificar las deducciones derivadas de la exp
hacía falta ninguna prueba, y ninguna podía ser _ eriencia
exhibida, para demostrar l a existencia de cualquier �ue trasciende la experiencia. De ahí que sería vano
mtentar demostrar la existencia de Dios a
cosa aprehendida de esta manera. En realidad, in­ partir del
cluso si u n obj eto no existiera o fuera inaccesible,
orden de !ª existencia natural percibida a través
de los sentidos. Dado que la conocida pru
eba de la
66 EL PENSAMIENTO ARISTOTÉLICO EL PENSAMIENTO ARISTOTÉLICO
67
existencia de Dios de Tomás de Aquino pertene­ s al secundario y la intervención directa de Dios
como
cía a esta categoría, ella fue rechazada por infundada agente primario. Incluso bajo condiciones
ideales
( Occam ofreció u n tipo muy diferente de prueba p ara la observación reiterada de secuencias de
acon­
de la existencia de Dios, pero negaba la validez de tecimientos, sería imposible identificar con
certez a
las demostraciones que procuraban probar l a nece­ al agente ca usal específico. Este
estado de cosas
sidad del principio de que sólo era posible la exis­ socavó seriamente el concepto aristotélico
de l as
tencia de un único Dios) . relacio�es causa-efecto definidamente cognoscib
les y
Al negar las n ecesarias conexiones entre las cosas n e�e�a�ias qu� habían sido tan difundidam
. ente -y
contingentes, Occam fue inducido a emprender un qmz�s 1nc�nd1c10nalmente- aceptadas en el
_ siglo xm.
examen crítico de la noción fundamental de las N1 s1qu:era la fam?sa "navaja", o princ
ipio de
relaciones causales. En su Comentario de aforismos la econom1� del propio Occam, podía aplic
arse al
sostenía que una cosa podía ser interpretada como mundo radicalmente contingente que él visua
lizaba,
una causa inmediata cuando el efecto que producía puesto ��e n� era posible determinar por
un medio
tenía l ugar en su pre sencia, no ocurriendo en su cognosc1tI:o s1 el mu do en que vivim
� os es. simple
ausencia en idénticas condiciones. Sin embargo sólo o comJ:>le3 0. D1.0� J:>odia deliberadamente opta
r por
a través de la experiencia -y no por razonamiento producir acontec1m1entos y cosas por proced
imientos
apriorístico- era posible que secuencias de acon­ complicados más bien que simples. En
los hechos
tecimientos que reunían las condiciones arriba descri­ la men:e humana no era siquiera capaz
_ de deter.:
tas, pudieran ser justificablemente caracterizadas mmar s� el mundo era una creación teológic
a. Así, el
como relacionadas causalmente como, por ejemplo, borde filoso de la navaja quedaba reserv
ado única­
cuando percibimos que el fuego es la causa de la n:iente p ar a las :�tidades filosóticas y las de scrip­
combustión de una tela. Un razonamiento apriorís­ ciones que se utilizaban para explicar
el m undo y
tico no podría desempeñar papel alguno como ocu­ sus procesos E estas situaciones era
_ : ? siempre pre­
rría en controversias anteriores sobre la causalidad, ferible la m as simple de l as explicacion
es: Teniendo
porque Occam había demostrado que l a existencia e sto como objetivo Occa
m cercenó numerosos "mol­
de una cosa no debía necesariamente implicar la des" anteriormente invocados como m
ecanismos ex­
existencia de otra cosa. Pero ni siquiera la expe­ plicativos o como realidades formales
en l a filosofía
riencia podía proporcionar certeza en el estableci­ y en la teología .
miento de relaciones causales dado que Dios podría EI1!pirista cabal Occ am insistía en que
_ las premi­
haber prescindido de la causa secundaria y haber s�s b�sicas de l a ci: encia debían deriva
rse d� la expe­
prendido fuego a la tela directamente. Occam no riencia. Dado que tales premisas no podí
an implicar
aportó criterios para distinguir entre el agente cau- relaciones necesarias de causa-efecto,
debían expre-
68 EL PENSAMIENTO ARISTOTÉLICO EL PENSAMIENTO ARISTOTÉLICO 69

es o hipotéticos.
sarse como enunciados condicional ti dades y formas inobservables eran consideradas
c r pre sentada s en los irreales y perdían su condición de mecanismos expli­
L a existencia de las osas e
.
deducida con
postulados condicionales no podía se: cativos ontológicos. El empirismo y el rechazo de la
1a sostenerse la
b ase en la necesidad ; tampoco pod stula­
realidad de lo inobservable se convi rtieron en rasgos
onexión entre tales . p o característicos de la modalida d nominalista del pen­
existencia de ning una c
gente real . E acti , re­ samiento en l a ciencia y en la filosofía . Entre Jos
dos y el mundo contin �,
st tud

a de a n c1on d l p teólogos seguidores de Occam existía una marcada


lacionada con la influenci
l o e oder

nvic ción n min a i ta ge­


absoluto de Dios, y una c tendencia a sustentar e incluso ampliar las conse­
o o l s

q n e b rvab le no es cuencias de su crítica del conocimiento, que había


neralizada de que lo ue o s o se
ob ra de J n
real se reflejó poco después en la perseguido una drástica l imitación de la capacidad
ua
izar s eg a
Buridan ( ca. 1300-ca. 1358). Al anal d e aplicación de la prueba filosófica al dominio de
r l s
la
.
aristotél icas del movimiento en su la teología. En este grupo que incluía a Juan de Mi­
Com enta rio a la
q e en f ormulación �e :sta r ecourt, Pedro de C effons, Roberto Holcot, Santiago
s
física, B u rida n señ ala u la
rz n m v1m 1 nt de Eltvill e, Pedro de Ailly y otros, Nicolás de Au­
reglas se presume que las fue as e o e o

as no s e hayan
son constantes , aun cuando tales fuerz t recourt era el más destacado y quizás el más radi­
. "Y c n ba se en est�s 0�­ cal. Nicolás, que ha sido llamado el Hume medieval,
ob servado en la naturalez _
a o
rec q es nece sario mferir insistía en que la certeza de la prueba podía no tener
servaciones a mí me p a e ue
ba que estas re­
que raramente o nunca se comprue límites. Argumentando, desde la posición de Occam,
arg o estas regl� s
glas produzcan su efecto. Sin emb . que la existencia de una cosa no n os permite inferir
s s1 las cond i­
son condicionales y verdaderas, pue necesariamente la existencia de cualquier otra cosa
an observad as,
ciones establecidas · en las reglas fuer y que una causa n o puede ser lógicamente deducida
po las regl�s - �or de su efecto, Nicolá s negó todos los postula dos de la
todo sucedería según lo enunciado ,
r
egl son mutile� filosofía natural aristotélica. En su opinión la mul­
esta razón no debe decirse q ue las r as
d icio�es no sean
y ficticias porque aunque estas con titud de conclusione s de la filosofía natural de Aris­
eres na a s, es sm embargo tóteles eran indemostrables y por lo tanto inconvin­
satisfechas por los pod tur le
lo sean por el
posible, en un sentido absoluto, que centes. Llegó así a la conclusión de que sólo era
poder divino." posible un conocimiento prob able y se esforzó por
orrientes int�
La influencia de Occam sobre las c presentar una alternativa más plausible a la física
Q

er . D1
lectuales del siglo XIV fue profunda y ? aristotélica · basada, precisamente, en el atomismo
dura d a

a n if n i a en dencia a aceptar el emp griego tan vigorosamente rechazado por Aristóteles.
lugar u a d u d d t
el
to de todo aquello que Nicolás de Autrecourt argumentaba que el movimien­
rismo como el fundamen
cap z e a c nza . En- to y el cambio podían ser más pl�usiblemente expli-
verdadero conocimiento era a d l a r
70 EL PENSAMIENTO ARISTOTÉLICO EL PENSAMIENTO ARISTOTÉLICO 71

c ados por el movimiento de átomos invisibles e indi­ court, que el conocimiento adquirido inductivamente
visibles. a pa�tir de la observación y la experiencia podía p ro­
Si de los teólogos occamistas se puede decir que porc10n ar una certeza que se adecuaba totalmente
tendían hacia interp retaciones radicales, lo mismo a las exigenci as de la ciencia natural. Antes que
no puede afirmarse de los p receptor es de las artes poner el acento en la incertidumbre de nuestro
occamistas. A estos preceptores, que no p oseían conocimiento de la correlación causal, los autores
una preparación formal en teología, les estab a ge­ mencionados destacab an los aspectos p ositivos del
neralmente prohibido tratar cuestiones teológicas. conocimiento humano. Para ellos la inducción incom­
Tal vez deberíamos asignarle una mayor importancia pleta podía ap ortar un grado de certeza enteramente
al hecho de que sus carreras p rofesionales estuvieran ajustado a l a formulación de juicios en la ciencia
dedicadas a la enseñ anza y al estudio de la filosofía natural. Burid an, por ejemplo, argumentab a que si
natural aristotélica. En contraste con los teólogos que a través de l a experiencia no nos es dable descubrir
considerab an la filosofía aristotélica con sus "demos­ un caso en que el fuego no es caliente, se justifica
t raciones" como una amenaza a la teología, a la fe y la afi rmación general de que todo fuego es caliente.
al poder absolut o de Dios, los preceptores de las Con b ase en tal prueba empírica, Bu ridan rechazaba
artes tenían un interés directo en la preservación la existencia de vacíos en la naturaleza argumen­
de un alto grado de respetabilidad y plausibilidad t �ndo que en todo el reino de la naturaleza perci­
_
para l as explicaciones aristotélicas en ciencia y en bimos la presencia de cuerp os m ateriales. En los
filosofía. De ahí que, aunque las tendencias críticas hechos, otro tipo de experiencia corriente sólo sirve
del pensamiento del siglo XIV también provocaron para reforzar esta conclusión puesto que, sin excep­
en los occamistas, según veremos en capítulos pos­ ciones, tenemos conciencia de que al separar dos
teriores, un a actitud crítica hacia Aristóteles, estaban cuerpos siempre se produce la interposición de otro
lejos de desear el socav amiento de los cimientos de cuerpo. Frente al rech azo, por parte de Autrecourt,
su filosofía y visión del mundo. Eminentes p recep­ de todos los principios indemostrables, Buridan ar­
tores parisienses del siglo XIV tales como Juan Bu­ gumenta que muchos de esos principios deben ser
r idan, Alberto de S ajonia y M arsilio de Inghen acep­ acept ados sin demostración y con base en l a induc­

t aron el hincapié hecho en el empirismo ( después ción, por medio de los sentidos, la memoria y la
de todo, Aristóteles, en oposición a Pl atón, había experiencia como, por ejemplo, que el fuego es ca­
hecho hinc apié en los fundamentos empíricos del liente y que el Sol produce calor.
conocimiento, aunque de una manera diferente de De esta manera para Buridan, como para muchos
Occam), pero argumentaban, en oposición a la opi­ otros, los principios generales inferidos a· través de
nión de teólogos de la talla de Nicolás de Autre- la inducción constituían un adecuado fundamento
72 EL PENSAMIENTO ARISTOTÉLICO EL PENSAMIENTO ARISTOTÉLICO 73

para la indagación científica. En situaciones en que del libro de Aristóteles De los cielos, que ciertos
muchos teólogos tendían a emplear el empirismo astrónomos adoptaban diferentes hipótesis acerca de
radical de Occam con el fin de socavar la ciencia los mecanismos del movimiento celeste, sin declarar
y. reducir sus conclusiones a probabilidades, los pre­ que tales mecanismos existían realmente en los cielos.
ceptores de las artes se apresuraban a adoptar el �as te?'d�ncias e influencias nominalistas del siglo XIV
empirismo como una base aceptable para las cien­ solo sirvieron para reforzar la doctrina de "salvar
cias, cuyos principios fundamentales, aunque reco­ l ?� fe�óme �os:' . y probablemente aportaron la jus­
nocidamente indemostrables, estaban dotados de toda tificac1on filosof1ca para su difundida aplicación a
la verdad que ellos exi gían. la física y a la filosofía natural en general. Emi­
A pesar de sus diferentes actitudes respecto a los nen �es esco�ásticos del siglo XIV tales como Juan
,
principios básicos y los fundamentos de la ciencia, Bundan, N1colas de Oresme, Alberto de Sajonia,
tanto los teólogos como los preceptores de las artes Pedro de Ailly y muchos otros, hallaron tales ex­
hablaban frecuentemente de "salvar las apariencias" plicaciones conveni entes y útiles.
o los "fenómenos". Se entendía por esto que las di­ Pero la incertidumbre generada por el nomina­
ferentes hipótesis o explicaciones podían, indistinta­ lismo hizo algo más que reforzar y alentar la for­
mente, explicar un determinado fenómeno físico; o mulación de explicaciones probables y plausibles
de lo contrario, que una explicación podría parecer respecto a la doctrina de "salvar los fenómenos fí­
más plausible que otras alternativas. En tales casos, sicos". Fue tal vez el factor esencial que llevó a
no se exigía la realidad física para los mecanismos algun�s escolásti cos a evitar un compromiso sobre
de explicación. Formulada por los antiguos grie­ l � :V�hdez de los principios científicos y la cognos­
gos, la doctrina fue por primera vez aplicada a la c�bihdad d� correlaciones causales. En sus exposi­
_ _
astronomía, en la que los movimientos de los planetas ciones c1e?'tIÍlcas, los fenómenos físicos contingentes
eran representados por medio de círculos y combi­ eran analizados en forma hipotética. Al hacer hin­
naciones de círculos, o excéntricas y epiciclos, como capié en el rigor lógico y al no formular afirma­
se les designaba. Los griegos pretendían representar ciones en torno a implicancias existenciales, Occam
los movimientos planetarios observados con la mayor puede �aber alentado, en Oxford y en París, una
precisión posible y en general evitaban cautelosamen­ t���enc1a que i �ducía a imaginar todo tipo de po­
te la afirmación de que las excéntricas y los epiciclos s1b1hdades -e mcluso aparentes absurdos- sin to­
reflejaban los movimientos verdaderos de los plane­ ma : e� conside:ación su realidad física o posible
,
tas. En un pasaje conocido desde 1271 en una tra­ aphcac1on. El signo característico de este enfoque
ducción latina, Simplicio, importante comentarista era la frase secundum imaginationem, "de acuerdo
griego del siglo VI, mencionaba en su comentario con la imaginación". En ningún lado era esta tenden-
74 EL PENSAMIENTO ARISTOTÉL
ICO EL PENSAMIENTO ARISTOTÉLICO 75
s y análisis refer�­
c ia más evidente que en los tratado tación dem ostrara estar justificada, inevitablemente
er a dable co?cebir sugeriría que l a revolución científica, generalmente
dos a las posibles m aneras en qu e
s de las cuah?'ades
las variac. iones de las intensidade cos e
asociada en sus comienzos al g ran nombre de Ga ­
hipotéti
o mov1m . 1entos. En los problemas físicos . p o-
lileo, fue la continuación de las corrientes científicas
circu �stanc� s, antiaristotélicas generadas en el siglo xrv. El repudio
imaginarios planteados en estas
a

dían introducirse, casi a voluntad,


variant e s m ob �er­ de l a física aristotélica por parte de Galileo podría
que n p sible
v ables y distinciones formales, por entonces ser considerado como el triunfo de las
o era o

nclu sion es alca?zad as fueran


un fuerzas intelectuales que actuaron firme e inexora­
postular qu e l a s co
física pli l � � l . bl emente a partir de la décad a de 1270.
refl ej o de la realidad
o a cab e e a

sínt esis so bre las consecuencia


s mtelec­ ¿ O es que la verdad radica en otra parte? ¿No
En nu st
na de
e ra
ivad s d l nde cabría afirmar que la condena de_ 1277 originó es­
tuales fundamentales der .
a e a co
manera -si es
1277 nos resta aún inquirir de qué casos cambios esenciales en la estructura de la ciencia
na, concretamente,
que de alguna- influyó la conde aristotélica como lo sostiene Alexandre Koyré, pro­
eval. Al socavar
sobre el curso de l a ciencia m edi bablemente el más eminente historiador de la re­
la confianza en los postulcaa,do¿slibera deterministas �e �a volución científica? ¿No tendrían los artículos cos­
ba a l a cie�ci_a m ológicos condenados, a los que Duhem atri buye
filosofía natural aristotéli
den i de l os preJ m­ tanta importancia, una función meram ente irritati­
m edieval de absoluta depen c a
s d A istót el es y �e sus v a? ¿Servían ellos solamente para oscurecer y pa­
cios cosmológicos y filosófi
co e r
nta ión? ¿E n los art1cu�m ralizar el ej ercicio de la física y la cosmología aristo­
modalidades de argum . _
e c ra
dmitir que D10�
34 y 49, que obligaban a todos a a télicas al arrancar pronunciamientos for zados en
ea recta aun s1
p odía impulsar al universo en lín , , el sentid o de que Dios, m ediante Su poder absolu­
El . p_odrn crear
restara un vacío, y a reconocer que t o, podía haber hecho o creado l as cosas de una
suficientemente
tantos mundos como Él quisiera, l o manera diferente? ¿ Podían las alternativas citadas
l físi ca aristotélicas por los preceptores de las artes · ser · consideradas
subversora de la Cosmología y a
. .
como para estimular l a im � � a i ac ión e? ?irecciones c omo opciones genuinas a las conclusiones aristoté­
¿S1rv1eron. p�ra licas o únicamente como posibilidades desagradables
fructíferas aunque no aristotehcas?
a, según lo so�tie ­
d ar nacimiento a la ciencia modern _ emitidas bajo coacción? ¿ Constituía la insistencia en
sor de la 1�ve�t1ga- el poder absoluto de Dios para producir cualquier
ne Pierre Duhem, el gran precur
. eval? S1 as1 fue-
' de la historia de l a ciencia m edi
c1on · efecto físico algo que lindaba con una contradicción
que un a vio1a� ion lógica nociva para el ejercicio intenso de la ciencia
·'
ra resultaría irónico comprobar
gación . hubiera
de' la libertad de expresión y de inda aristotélica, ciencia cuyas partes estaban demasiado
d ado or igen a la ciencia modern a . s·1 esta mterpre• integ radas como para permitir su adaptación efec-
76 EL PENSAMIENTO ARISTOTÉLICO
. . ,
tiva a las exigencias teo 1og1cas· de la condenación?
C oncretamente, si la condena tenía el poder de
., . . .
generar una reaccion radical frente a la ciencia ans-
IV. LA FÍSICA DEL MOV
· ,
IMIENTO
totélica, como Duhem opmaba ' c.•por que no fue la
, ,
ciencia aristotélica medieval alterada mas drastica-
. , . YA HEMos resumido el tra
mente, o meJor aun' subvertida en los siglos XIV y sfondo intelectua l e his­
tórico que sirve de fundam
xv ? . Por qué fue demorado su total repud'10 hast ento a la introducción
� de la ciencia y la filosofía
la �e�nda parte del siglo XVI y la primera del xv1 1 . aristotélicas y el subsi­
. guiente efecto de ese formid
Aún no se han dado a con ocer respuestas sati.s- able conjunto de con o­
. • cimientos sobre el pensam
facto rias a estas sigm'f'icat1vas preguntas · Un estudio iento medieval. En este
capítulo y en el siguiente
fondo del efecto de la condena sobre el desarro 11o intentaremos descubrir y
sintetizar ciertos aspectos
; logros cientfficos sería de suma utilidad en la for- , de la física y la cosmo logía
medievales a medida que
mulación de respuestas adecuadas. 9ue la c?ndena éstas se desarrollaron den
. . , tro del amplio marco de la ­
tuvo cierto efect o sobre la indagacion c1entifica, no ciencia aristo télica.
puede ser negado. Muchos años después de s:,i su- Hasta su resolución en el
siglo xvn algunos de l os
., problemas más fundament
puesta anu 1ac10n en 1325, uno o más de los articulos ales de la historia de la
condenados eran frecuentemente citados por autores física derivaban de intent
os de explicació
qu é, por ejemplo, una pie n de p or
científicos ta les como Bradwardine, Buri�an, Ore me dra lanzada al aire se
,
y otros. En los capítulos que siguen se citaran atgu proye ctaba al principio ha
cia- arriba a una velocidad
: desacelerada y luego, desp
n os de los artículos condenados en context?s apro u és de una aparen
te de­
. tención momentánea, descen
d Sólo al final de este volumen se realizara un día a la tierra con una
t�:v:\ntento destinado a sugerir �I e�ecto �o velocidad acelerada. Fue
. � :: probablemente Aristóteles
eJerc1'do sobre la sustancia de la ciencia me� ie quien inicialmente concibió
el problema- en estos
. términos y denominó al
p or 1a condena de 1277 · En ausencia de estud'10s movimiento ascendente de
.
detallados, este intento será n�cesariamente de .ca­ la piedra movimiento vio
lento o antinatural y al
rácter eminentemente especulativo. trayecto descendente movim
iento natural. Amb os ti­
pos fueron clasificad os baj
o la categoría más genera
de movimiento local, o cam l
bio de lugar o p osición,
lo que constituía uno de
los cu atro tipos de cambio
que Aristóteles distinguía
en la r egión terréstre del
universo que se extendía
desde la Tierra hasta la
esfera de la Luna. L os o
tros tres tipos que form aba
n
77
78 LA FfSICA DEL MOVIMIENTO LA FfSICA DEL MOVIMIENTO 79

p arte del estudio de la física terrestre eran el cambio antes del surgimiento de la nue va física, prevaleció
de sustancia ( com o cuando un tro nco
se transforma en l a E dad Media un considerable descontento con
m rs ) , c bi cual idad ( �om? las explicaciones de Aristóteles, que fueron sometidas
e n ceniza al que a e am o de

g c b co ) , 'y el au m e nt o o dismi­ a d�ra crítica. Ya sea que la crítica medieval pueda


cuando al o am ia de lor
n cantid . E t t re s c a mb io s n o se p rodu­ considerarse parte de una tradición persistente de
nución e ad s os

c ían en la re gión q ue se extiende desde


la esfe�a l unar antiaristotelismo que se extiende desde alrededor del
hacia afuera' hasta la esfera de la s e strella
. s ÍIJ as, que 1300 hasta el sigl o xvu, o ya sea que se considere
re presentaban los límites e xtr emo s de l 1:1mverso es- co�o alg� radica}m�nte diferente de los ataques
. .
férico f inito. Aqu í n o e x istí a la m a t er i a sub�unar a ntianstotehcos mas impor tantes que
se in ician con
p st d cu tr ment o s ( tierra, Galileo, l a física medieval es digna de estudio por
ordinar ia c om ue a e a o ele

a gua , a i re y f ueg o ) . S e p re sum í a qu e un quinto . Y mérito pr opio y constituye u n capítulo significativo


d ivino elemento, el éter, llenaba este vasto espacio d e l a historia de la ciencia. A fin de hacerlo inteli­
su pra lun ar, fo rmando la sustancia de todos
l os cuer­ gible presentaremos en primer término una breve
m str a�a ;p or exposición de los rasgos conceptuales básicos de l a
p os celestes . Su divinidad quedab a de o

su inmunidad a todo ca mbi o , e xc e pt o e l m o vimi en­ física aristotélica en tanto que centrado en el pro­
to. Sólo el movimie nto n a t ural de u n t i p o e special blema del movimiento l ocal. Aunque Aristóteles abor­
n reg ón l st , p st q ue l o s pla­ dó frecuentemente el tema del movimiento local en
se producía e la i
b
ce
n
e e
t rn
ue
m
o
t n esfer �s
.
nmguna de sus obras conocidas se plantea su trata-
'
netas y la s e str ella s ro t a a e e � � e e e

físicas que girab an sobre trayectonas circulares um­ miento sistemático e integral. El si uiente resumen
g
formes. D e este m odo Aristótele s dividió nítidame nte se basa en exposicion es dispersas e n vari
as de sus
a l univer so en un a reg ión terrestre o sub lu
nar, Y en obras, especialm ente en su Física y en De los cielos.
s t p m t eri a y su La división aristotélica del movimiento terrestre
otra supralunar o celeste. Lo i os de a

comp ortamiento difería n rad ic a lm en e


�. e n c �da ;� so . e n nat ural y violento se origi nó p robablement
e en
cambi l f1S1c anst otehca, observacion es prima facie. Al caer de -lo alto al unos
D e los cuatro t ip os de o de a a
g
a c a s c n l v � m ie t o local cuerpos -trátese, p or ej emplo, de piedras- se ob­
los problemas so i do o e mo �
co nstitu y ero n p u nt os cla ves en la hist or i a J e la ser va ba que recorrían trayectorias rectas
hacia el
física. centro de la Tierra, lo que se consideraba com o
L a sol ución general de est os problemas en los si- coincidente con el centro geométrico de un universo
glo s xv1 y xvn dio origen a un a nue;7a física Y � esféric o. Otros cuerpos, tales como el fuego o el
u na revolución científica que destr u
yo y remplazo humo, parecían siempre e levarse hacia la esfer a
a l a física y l a c o sri:ol o gía a ris t o télic as que habí an lunar. Dado que era factible obser:var, con base en la
predominado durantJt' tan lar g o t ie mp o . Pero mucho experiencia , que los cuerpos que caían n aturalmente
80 LA FÍSICA DEL MOVIMIENTO LA FÍSICA DEL MOVIMIENTO
81
hacia el centro de la Tierra eran más pesados que liviano, más aún, carente de peso, y estan
los que se elevaban, Aristóteles deduj o que, en au­ do libre
de , o bstáculos siempre se elevaba desde
sencia de un impedimento, un cuerpo pesado o las regiones
. inferiores hacia su lugar natural p or
terrestre descendía naturalmente en línea recta hacia encima del
aire y por d ebajo de la esf
era lunar. El agua y e
el centro de la Tierra . D e este m o do el centro de la
aire eran el ementos interm
l
edios que sólo poseía
Tierra -o más precisamente, el centro geométrico pesadez y liviandad relativas. Cuand n
del universo- constituía el lugar natural de todos o esta ba si­
tuada por debajo de su lugar natural
los cuerpos pesados. Inversamente, los cuerpos �i­ en algún punto
, dentro de la Tierra, el agua se
vianos se elevaban naturalmente en lmea recta hacia eleva ba natural­
mente ; pero situada p or encima de su
l a esfera lunar, la que se concebía como su lugar lugar natural,
en el aire o el fuego, e
natural. To dos estos movimiento s naturales, asce1:­ l agua caía. El aire, sin
embargo, caía cuando estab
dentes o descendentes, se calificaban como movi­ a situado en el lugar
natural del fuego, pero se elevab
a cuand o estaba
mientos acelerados. en la tierra o en el agua
.
Aristóteles aportó importantes explicaciones teó­ Tres pares de antagonistas desemp
eñaba n un pa­
ricas en relación con estas observaciones de carácter pel significativo en la interpretación
aristo télica de
aproximativo. De Empédocles y Platón adoptó el la estructura del mundo terrestre o subl
punto de vista de que to das las cosas del mundo unar. Dichos
pares pueden ser esquematizados
sublunar estaban compuestas de cuatro elementos como sigue:
básicos: tierra, aire, agua y fuego . En los hech�s la Superficie cóncava de Centro geométrico del
materia de tod o cuerpo terrestre podía en realidad la esfera lunar universo ( o de la Tierra )
ser considerada como un compuesto de proporciones Arriba Abaio
variadas de los cuatro elementos, simultáneamente . Liviandad absoluta Pesadez absoluta
Los cuerpos que caían naturalmente hacia el centro (fuego) (tierra )
de la Tierra se comportaban de ese mo do porque Estos antagonistas servían de el
eri1entós limita ti­
su elemento predominante era pesado ; los que �e vos virtuales de la difusa descripc
e levaban naturalmente tenían un elemento predomi­
ión a risto télica del
movimiento de los cuerpos. La colu
nantemente liviano . La tierra era considerada abso­ mna de la izquier­
da nos indica que un cuerpo abs
olutamente liviano
lutamente pesada p orque caía hacia el centro del ( el fuego ) se elevaría naturalm
ente en f orma rec-
planeta toda vez que se hallaba p or encim_a del lugar tilínea hacia la esfera lunar, mie
n atural de la tierra, ya sea con r eferencia al agua, ntras que la co­
lumn a de la derecha nos informa
al aire o a la región ígnea situada por encima del que un cuerp o
a bsolutamente pesa do
caería naturalmente · en línea
aire. El fuego era concebido como absolutamente recta en dirección de] centro de
la Tierra. Aunque
82 LA FÍSICA DEL MOVIMIENTO
LA FíSICA DEL MOVIMIENTO
83
Aristóteles sabía que la tierra era más densa que
animales, el impulsor era el alma, y el cuerpo
el aire y el agua, hubiese sin embargo negado que este del
animal, el objeto impulsado; en el movimie
hecho fuera capaz de explicar de modo alguno la nto ce­
leste o planetario, el impulsor era la
caída de una piedra a través del aire o del agua. inteligencia
celeste y el objeto impulsado era el
Una piedra cae únicamente porque es absolutamente . orbe físico del
planeta En ambos casos, el impulsor
pesada. El fuego no se eleva a su lugar n atural y el objeto
impulsado eran distinguibles pero no
cercano a la superficie de la esfera lunar . por _ser estaban física
o espacialmente separados el uno de
menos denso que la tierra, el agua . Y. el aire, smo l otro. Sin em­
bargo, en el movimiento violento y
más bien porque es absolutamente hviano. En re�­ natural de los
objetos inanimados el impulsor y el
lidad el fuego ni siquiera posee peso en su prop�o ente impulsado
eran físicamente diferenciables. El
lugar natural, de modo que si el aire situad� deba�o impulsor inicial
en el movimiento violento era a me
de él fuera eliminado, ni caería ni se mover!ª. hacia nudo fácil de
identificar dado que era necesario
abajo. Si examinamos la historia de l a fmca en que estuviera en
contacto físico directo con el objeto
forma retrospectiva no sería exagerado argu�entar que impulsaba.
De esta manera un hombre se con
que la introducción aristotélica de la nocion de vierte en el im -
pulsor, o fuerza impulsora, cuando
pesadez y liviandad -la segunda equiv�lente a la tira hacia sí o
empuja una carga pesada o cuando
de ingravidez- significó un obstáculo importan�e arroja una pie­
dra. Aun cuando admitía que se
al progreso de la física, aunque Aristóteles la consi­ trataba de algo
difícilmente demostrable, Aristótel
deraba un avance significativo comp�rado co? el es identificaba la
causa primaria del movimiento natur
punto de vista de Platón y los atomistas, qme�es al libre como
el agente específico ( denominado
habían atribuido peso a todas las cosas Y Pª:ª quie­ el generans, o ge­
nerador, en la Edad Media) que
nes la n oción de peso era un concepto relativo. había originaria­
mente p roducido el cuerpo efectiva
Aunque era "natural" que los cuerpos pesados, mente en movi­
miento. Por ejemplo, el fuego prod
por ejemplo las piedras, cayeran a su lugar n �tural uce fuego ( como
_ cuando un tronco es encendido) y
en la Tierra cuando eran desplazados, Anstoteles confiere al nuevo
fuego todas las propiedades que pert
fue inducido a ofrecer una explicación causal -para enecen al fue­
go, sien do una de ellas la capacidad
este fenómeno. Postuló como principio funda�ental espontánea de
elevarse naturalmente en ausencia de
que toda entidad capaz de moverse, ya sea ammada todo obstácu­
lo. Similarmente, con prescindencia del
inanimada es a su vez impulsada por otra cosa. tipo de agen-
te natural generador de una piedra,
;or lo tanto' era inferible que un impulsor o fm:rza dicho agente le
confiere todas sus propiedades esenciale
impulsora era teóricamente distinguible del _obJeto s, incluso la
tendencia natural a caer sobre la tierr
impulsado. Así, en objetos animados, por eJemplo a cuando es
desplazada de su lugar natural .
84 LA FfSICA DEL MOVIMIENTO LA FÍSICA DEL MOVIMIENTO 85

Pero, como ya se ha mencionado, Aristóteles re­ la densidad del medio (y manteniendo constante el
conocía que todos los cuerpos adquirían una mayor peso del cuerpo) . Similarmente, el tiempo de mo­
aceleración a medida que se aproximaban a sus vimiento podía duplicarse ya sea duplicando la den­
lugares naturales. ¿ Cómo se explicaba este fenóme­ sidad del medio (pero manteniendo constante el
no? ¿ Era la aceleración una carasterística esencial peso) o dividiendo en dos el peso del cuerpo ( y
del movimiento natural conferido a todos los cuer­ manteniendo constante la densidad del medio) .
pos por sus generadores? ¿ O eran todos los movi­ Para el movimiento violento, Aristóteles formuló
mientos naturales uniformes, con la aceleración como una serie de reglas específicas en las que describía
factor adicional que requería una explicación cau­ las consecuencias derivadas de la aplicación de una
sal? Sobre este importante punto fue muy poco lo fuerza impulsora a un objeto resistente. Aunque las
que Aristóteles dijo, correspondiéndole a comenta­ reglas están expresadas en términos de fuerza, cuer­
ristas posteriores la formulación de una variedad de po resistente, distancia recorrida y tiempo, más bien
explicaciones. En los hechos, a pesar de admitir que que directamente en términos de velocidad, es po­
los movimientos naturales son acelerados, Aristó­ sible la formulación de un resumen más convenien­
teles los trataba como si fueran uniformes, o, en el te. La velocidad de un cuerpo en movimiento vio­
mejor de los casos, como velocidades promediales. lento es inversamente proporcional a su propio poder
Por otra parte, aunque identificaba al generans como de resistencia, que queda sin definir, y directamen­
una especie de causa impulsora remota del movi­ te proporcional a la fuerza impulsora o fuerza apli­
miento natural, Aristóteles trataba la caída (y as­ cada. Expresado en símbolos, tenemos V oc F/R,
censo) como si el peso (o liviandad) fuera la causa donde V es la velocidad, F la fuerza impulsora y
inmediata de la velocidad uniforme natural des­ R la resistencia total ofrecida a la fuerza aplicada,
cendente ( o ascendente) de un cuerpo. A igualdad incluyendo, presumiblemente, el medio externo en
de condiciones, Aristóteles llegaba a la conclusión de el que se produce el movimiento así como el objeto
que la velocidad es directamente proporcional al o cuerpo resistente.
peso del cuerpo en movimiento natural e inversa­ Para duplicar la velocidad V, la resistencia R po­
mente proporcional a la densidad del medio a dría ser dividida en dos, manteniéndose F constan­
través del cual se mueve; que el tiempo de su mo­ te; o F ser duplicada,� manteniéndose R cons­
vimiento es directamente proporcional a la densi­ tante. Para dividir a V en dos, F podría ser dividida
dad del medio e inversamente proporcional a su en dos, manteniéndose R constante; o R duplicada
peso. Por ejemplo, la velocidad de un cuerpo podía manteniéndose F constante. En la reducción de una
duplicarse, ya sea duplicando su peso ( pero man­ velocidad por la mitad Aristóteles recon0cía que,
teniendo constante el medio) o dividiendo en dos con respecto a R, F podría ser debilitada hasta el
86 LA FÍSICA DEL MOVIMIENTO LA FÍSICA DEL MOVIMIENTO 87

punto en que ya no le fuera posible impulsar a R. R, y se produjera un movimiento, F no podría vol­


En· circunstancias alteradas de este tipo Aristóteles verse igual a o menor que R, dado que la división
insistía en que el movimiento cesaría inmediatamente de V por la mitad ya no se lograba dividiendo F
y que las reglas que lo regían dejarían de aplicarse. por dos o duplicando R. Para reducir una velocidad
Este principio aristotélico no fue tenido en cuenta en un tercio, era necesario tomar la raíz cúbica de
en el siglo x1v y su ley de movimiento, V oc F /R, F/R, esto es, (F/R) 1/ª , y así sucesivamente. Ve­
fue rechazada en forma general. Sus críticos argu­ locidades dobles y triples podían producirse elevan­
mentaban que al dividir cualquier velocidad por do F/R al cuadrado o al cubo, esto es ( F/R) 2 o
dos' F podía ser sucesivamente dividida por dos, ,o ( F /R) 3 Ya no era posible lograr este resultado con
R sucesivamente duplicada hasta que F se volvia sólo duplicar o triplicar F, o dividir R por dos o
igual a o menor que R, en cuyo punto se podía por tres.
inferir, como algo totalmente obvio, que el mo�i­ La identificación del impulsor inicial en un mo­
miento cesaría o sería incapaz de comenzar. Y sm vimiento violento parecía bastante directa, pero la
embargo, matemáticamente, la ley aristotélica indi­ fuente de la fuerza que permitía a un cuerpo con­
caría una velocidad positiva, dado que F /R podía, tinuar moviéndose después de perder su aparente
como mínimo, ser representada por una fracción, no contacto con el impulsor inicial no aparecía muy
importa cuán pequeña. Parecería, pues, que la ley clara. Después que una piedra había sido lanzada
de Aristóteles comprometía a sus sostenedores ya o arrojada, ¿ qué es lo que la mantenía en movi­
sea a defender el postulado, físicamente absurdo, de miento? Aristóteles creía que el medio externo -el
que cualquier fuerza, no importa cuán pequeña, po­ aire en el caso del movimiento de una piedra- era
día impulsar cualquier resistencia, no importa cuán la fuente de movimiento continuo. Asimismo postu­
grande, o a postular una teoría matemática que laba que el impulsor original no solamente pone a
seguía registrando velocidades matemáticamente des­ la piedra en movimiento sino que también activa al
pués de suscitarse la imposibilidad de su producción aire simultáneamente. En aparienci� la .primera por­
física. Para evitar esto se optó por una nueva rela­ ción o unidad de aire activado empuja a la piedra
ción matemática basada en la proporcionalidad geo­ y simultáneamente activa la unidad de aire adya­
métrica que en los hechos involucraba la utilización cente o segunda unidad, que impulsa la piedra un
de exponentes. Para dividir una velocidad en dos, poco más adelante. La segunda unidad, a su vez,
con arreglo a la nueva ley, fue necesario adoptar la simultáneamente activa a la próxima o tercera uni­
raíz cuadrada de la relación F /R; esto es, (F/R)
1/
2
dad de aire y así sucesivamente. A medida que el
generaría la mitad de la velocidad producida por proceso continúa, la fuerza impulsora de las sucesi­
F/R. Por lo tanto, si F es inicialmente mayor que vas unidades de aire disminuye gradualmente hasta
88 LA FÍSICA DEL MOVIMIENTO LA FÍSICA DEL MOVIMIENTO 89

alcanzarse una unidad de aire que es incapaz de violento y los numerosos conceptos, argumentos e
activar la unidad de aire contigua. En este punto hipótesis físicas que se acumularon en torno a estos
la piedra comienza a caer con su movimiento des­ dos movimientos contrarios, constituyó el núcleo bá­
cendente natural. Con base en este mecanismo, Aris­ sico de la física sublunar de Aristóteles. Mucho antes
tóteles empleó el medio simultáne�mente como fuer­ que la ciencia física aristotélica llegara al Occidente
za impulsora y como resistencia. Sucede que no sólo latino en los siglos xn y xm, comentaristas griegos
estaba convencido de que la fuerza impulsora tenía y arábigos habían producido una literatura muy
que estar en constante contacto físico con el cuerpo completa en la que el movimiento local era inten­
que impulsaba, sino también que un medio resistente samente debatido. Ocasionalmente se formularon
era esencial para frenar y enlentecer el movimiento, críticas significativas, y algunas de las opiniones de
pues de lo contrario éste no podía ser ni finito Aristóteles fueron puestas en tela de juicio, como
ni sucesivo. En los hechos sería instantáneo, lo que por ejemplo cuando Juan Filopón, un comentarista
resultaría absurdo. Se daba por sentado que la re­ griego del siglo v1, impugnaba la función y el papel
sistencia al movimiento aumentaba a medida que la que Aristóteles había asignado al medio exterior. No
densidad del medio se incrementaba y disminuía a solamente negó Filopón la necesidad de un medio
medida que el medio se rarificaba. Dado que una resistente en el movimiento local sino que también
rarefacción indefinida del medio daba por resultado rechazó el medio externo, especialmente el aire, como
un aumento proporcional e indefinido de la veloci­ el agente o causa del movimiento violento y sugirió,
dad, Aristóteles llegaba a la conclusión de que si un en su lugar, una fuerza incorpórea impresa. Los co�
medio se desvanecía enteramente, dejando un vacío, mentaristas árabes, familiarizados con las obras de
el movimiento resultante sería instantáneo ( o más algunos comentaristas griegos, frecuentemente amplia­
allá de cualquier relación matemática, para utilizar ban estas ideas, de las cuales algunas ingresaron a
sus palabras). Esta y otras absurdas consecuencias la Europa medieval a través de su traducción latina.
que él creía imputables a la existencia efectiva del Fue de esta manera como Averroes trans�iti6 U!!_
espacio vacío, lo indujo a argumentar vehemente­ breve ensayo crítico antiaristotélico· de Avempace (la
mente contra la existencia del vacío en cualquiera forma latinizada de Ibn Bajja), un árabe español
de sus formas. El mundo era necesariamente un. ple­ (m. 1138), que puede haber sufrido la influencia
num colmado, en toda la región sublunar, de cuer­ de Filopón.
pos compuestos de los cuatro elementos, y en los En su comentario sobre la Física de Aristóteles,
espacios más alejados, de un éter divino incam­ A verroes nos informa que Avempace negaba el pos­
biable. tulado aristotélico de que el tiempo de caída de un
La división del movimiento local en natural y cuerpo es directamente proporcional a · su densidad
90 LA FÍSICA DEL 'MOVIMIENTO LA FÍSICA DEL MOVIMIENTO 91

y por lo tanto a la resistencia del medio externo a velocidad final en forma de movimiento observa­
través del cual cae. La hipótesis de Aristóteles sería ble? ¿ Cómo debe medirse dicha resistencia? Apenas
verdadera, argumentaba Avempace, sólo si el tiempo en �l siglo XVI, cuando Juan Bautista Benedetti y
requerido para impulsar un objeto de un punto a Galileo adoptaron una postura antiaristotélica si­
otro fuera atribuido únicamente a la capacidad de milar, se realizó un esfuerzo genuino tendiente a
resistencia del medio interpuesto. Sobre este punto desarrollar un procedimiento para la medición ob­
crucial Aristóteles mismo proporcionaba a Avempace jetiva de la resistencia de un medio.
un poderoso argumento en contra. Aristóteles había Poco después que las obras de Averroes fueran
observado que los planetas y las estrellas, al igual que obtenibles en su traducción latina, el ensayo crítico
todos los cuerpos terrestres, no se trasladan instan­ de Avempace se hizo ampliamente conocido e in­
táneamente de un punto a otro. Y sin embargo fluyente, dando origen a ulteriores ampliaciones y
Aristóteles había también insistido en que los cuer­ controversias. Uno de los primeros en realizar su
pos celestes se trasladaban sin esfuerzo alguno a análisis fue Santo Tomás de Aquino ( 1225-1274).
través de un éter celeste material que no ofrecía Aunque no mencionó a Avempace por su nombre,
resistencia. Resultaba así evidente que se podían pro­ su sucinta argumentación contra los postulados de
ducir velocidades planetarias finitas sin la resistencia Aristóteles y Averroes dejó bien en claro su adop­
activa de un medio. Avempace llegaba a la conclu­ ción del punto de vista de Avempace. Como prueba
sión de que no solamente no era esencial la existencia empírica de que el movimiento en un medio sin
de un medio resistente para la producción del mo­ resistencia sería finito, Tomás repite la ilustración
vimiento sino que su única función era la de re­ del movimiento a través del éter celeste, presentada
tardarlo. El movimiento observable corriente era lo por Avempace, ilustración que pronto se convirtió
que restaba del movimiento hipotéticamente libi:e en un lugar común. Pero la razón también nos dice
después de la deducción del retardo debido al me­ que el movimiento en un vacío sería finito y sucesivo
dio. La vaguedad del enunciado de Avempace hacía dado que el espacio vacío, en un grado no menor
imposible la determinación efectiva del movimiento que el espacio lleno de materia, es una magnitud
observable. El autor árabe no sugirió mecanismos extendida y dimensional. Para trasladarse de un
que permitieran medir el movimiento en un medio determinado punto a otro, un cuerpo debe atravesar
carente de resistencia o en un vacío. ¿ Debía medír­ el espacio intermedio vacío o lleno, lo que implica
sele por el peso del cuerpo, por sus dimensiones, por que las partes del espacio más próximas al punto
la energía inherente o de alguna otra manera? Con­ de partida han sido recorridas antes que las más
cretamente, ¿ cómo retarda la resistencia total del alejadas.
medio al movimiento natural y cómo produce una Independientemente de si Tomás de Aquino dio
92 LA FÍSICA DEL MOVIMIENTO LA F1SICA DEL MOVIMIENTO 93

o no origen a esta polémica, lo cierto es que ella raleza, de los cuerpos compuestos o mixtos, que eran
estuvo destinada a convertirse en una justificación mezclas, en proporciones variadas, de los cuatro ele­
medieval cotidiana de la posibilidad de un movimien­ mentos que constituían los cuerpos observados efec­
to finito dentro de un vacío. Estos movimientos tivamente en la naturaleza. Con relación a los cuerpos
eran ahora concebibles en términos puramente es­ mixtos Aristóteles había postulado que uno de los
paciales y temporales. ¿Podían también volverse plau­ elementos prevalecería y determinaría el movimiento
sibles con arreglo a los principios dinámicos corrien­ natural del cuerpo, esto es, determinaría si éste as­
tes asociados a los movimientos normales de los cendería o caería naturalmente. Si bien esta inter­
cuerpos físicos? Si un cuerpo real fuera colocado en pretación siguió siendo aceptable para muchos du­
un vacío, suponiendo que éste existiera, ¿ascendería rante la Edad Media, algunos estudiosos llegaron a
o caería con un movimiento natural? Si fuera lan­ creer no solamente que un cuerpo mixto podía estar
zado violentamente, ¿podría trasladarse con un mo­ compuesto de dos, tres o cuatro elementos sino tam­
vimiento continuo? Aunque Aristóteles había repu­ bién que un elemento predominante no determinaba
diado la posibilidad del movimiento en un vacío su movimiento natural. Más aún, era entonces opi­
y no podía aportar pautas a aquellos que planteaban nión generalizada que la fuerza total de los elemen­
estos interrogantes, la respuesta medieval fue sin tos livianos estaba potenciada para enfrentar la fuer�
embargo formulada teniendo muy en cuenta los za total, dirigida en sentido contrario, de los
principios físicos aristotélicos, particularmente aque­ elementos pesados. Si predominaba la liviandad, se
llos que sentaban la premisa de que todo aquello producía un movimiento ascendente; si predominaba
que es impulsado lo es por una entidad específica la pesadez, tenía lugar un movimiento descendente.
e identificable, y que todo movimiento involucra la Los elementos livianos y pesados en los cuerpos mix­
acción de una fuerza que actúa contra una resis­ tos se concebían como compuestos de partes o gra­
tencia. dos. La suma de las partes revelaría el predominio
La solución referente al movimiento natural sur­ de las cualidades impulsoras pesaqas Q livianas, con
gió con la introducción, en la segunda mitad del la consiguiente determinación de la dirección del
siglo xm o primera del x1v, de un nuevo concepto, el movimiento natural. Cuanto más elevada la pro­
de la resistencia interna. Esta solución resultó posi­ porción de las partes pesadas con relación a las
ble gracias a una nueva interpretación de la noción livianas, tanto mayor la velocidad descendente; si­
aristotélica de un cuerpo mixto o compuesto. Aris­ milarmente, la velocidad ascendente aumentaría con
tóteles había diferenciado los cuerpos elementales el incremento de la proporción de los elementos
puros ( tierra, aire, agua y fuego) , que eran meras livianos en relación con los pesados.
abstracciones hipotéticas no observables en la natu- Partiendo de este postulado sólo restaba un paso
94 LA FlSICA DEL MOVIMIENTO LA FlSICA DEL MOVIMIENTO 95

para arribar al concepto de la resistencia interna. vir de explicación de cualquier movimiento terrestre
Dado que los elementos pesados y livianos deben, natural. Pero su utilidad mayor radicaba en la jus­
por su naturaleza intrínseca, moverse en direcciones tificación del movimiento en un vacío hipotético,
contrarias, y dado que se había formalizado la prác­ pues las condiciones previas esenciales generalmente
tica de asignar grados a cada uno de los elementos aceptadas para dicho movimiento estaban ahora de­
integrantes de un compuesto, alguien aparentemente terminadas en términos de fuerza y resistencia. La
dio un paso adicional y concibió la pesadez y la resistencia interna funcionaba para impedir la ve­
liviandad como fuerzas o cualidades actuantes opues­ locidad instantánea en ausencia de un medio resis­
tas dentro de un único cuerpo mixto. La calidad tente externo. Todo cuerpo mixto podía ser con­
con el mayor número total de grados era, por lo cebido como capaz de moverse en el espacio vacío
tanto, designada como la fuerza impulsora y su dado que poseía fuerza y resistencia intrínseca. ¿ Pero
antagónica, como la resistencia. Ahora bien, si dos podía decirse lo mismo de los cuerpos elementales
cuerpos mixtos fueran comparados de modo tal que puros? Aunque, según hemos señalado, tales cuerpos
en uno la pesadez excediera la liviandad en una no existían en la naturaleza, los escolásticos estaban
relación de ocho a tres y en la otra la excediera en aún muy interesados en estas entidades hipotéticas
una proporción de ocho a cinco, sería razonable y seguían ocupándose de su movimiento. La caída
presumir que en el mismo medio externo, el cuerpo de cuerpos elementales puros y sin mezcla tales como
con un menor número de grados de liviandad cae­ el aire, el agua y la tierra podía producirse única­
ría con el máximo de velocidad. Esto podría explicar­ mente en medios materiales ( siendo un elemento
se por el hecho de que el cuerpo con la velocidad absolutamente liviano, el fuego no podía caer a tra­
mayor posee menos liviandad, o resistencia interna. vés de medio alguno) . Sin embargo, tratándose de
Si ambos cuerpos tuvieran grados iguales de livian­ un vacío extendido, era opinión generalizada que
dad y sus velocidades descendentes difirieran, el tales cuerpos caerían con una velocidad infinita dado
cuerpo con el descenso más rápido obviamente ten­ que toda resistencia, tanto interna · como externa,
dría más grados de pesadez. De una manera general, estaría totalmente ausente. Obviamente, los cuerpos
en un cuerpo que cae, la pesadez sería interpretada elementales puros no podían poseer resistencia inter­
como la fuerza impulsora y la liviandad como la na en el sentido descrito para los cuerpos mixtos. En
resistencia; en un cuerpo en ascenso, la liviandad vista de que no era posible una relación de fuerza
sería la fuerza impulsora y la pesadez la resistencia. impulsora a resistencia, el resultado sería una ve­
Dado que todos los cuerpos físicamente reales y locidad infinita. A pesar de un ocasional intento
potencialmente observables en la región sublunar de formular una hipótesis sobre el medio ·empleado
eran cuerpos mixtos, la resistencia interna podía ser- por un cuerpo elemental para trasladarse con un
96 LA F1SICA DEL MOVIMIENTO LA FfSICA DEL MOVIMIENTO 97

movimiento natural dentro de un vacío, dicho mo­ y pesar más, dos de estos cuerpos caerán, sin em­
vimiento era en general considerado como dinámi­ bargo, con v�locidades idénticas dado que se suponía
camente imposible. Sólo el argumento cinemático, o que la velocidad estaba regida únicamente por un
.
espacial y temporal, propuesto por Tomás de Aqui­ factor mtenso, en este caso la relación de fuerza a
no, según lo descrito anteriormente, podía hacerlo resistencia por unidad de materia, antes que por
conceptualmente aceptable. un factor extenso tal como el peso total, según Jo
Dentro del contexto de la física medieval y limi­ propuesto por Aristóteles.
tado a los cuerpos mixtos, la resistencia interna Enfrentado al mismo problema más de dos siglos
parecía constituir el modo más razonable de jus­ después, Galileo formuló un planteamiento similar
tificar el movimiento natural en un vacío. Después ( en su De motu o Del movimiento) escrito alrededor
que esta noción quedó firmemente establecida, un de 1590) al rechazar la explicación aristotélica de
resultado interesante y significativo se formalizó al la caída natural. En lugar de una relación de fuerza
poco tiempo. Tomás Bradwardine (m. 1349), Al­ a resistencia interna por unidad de materia, Galileo
berto de Sajonia y otros llegaron a la conclusión de se atuvo a la noción de peso por volumen unidad
que dos cuerpos homogéneos, de tamaño -y por lo o peso específico. Galileo argumentaba que los cuer­
tanto de peso- diferente caerían en un vacío con pos homogéneos de tamaño desigual y por lo tanto
idéntica velocidad. Desde el punto de vista de la de peso desigual, caerían con velocidades iguales en
física aristotélica, según la cual la velocidad es pro­ el plenum y en el vacío aunque sus respectivas ve­
porcional a la pesadez o peso absoluto, vale decir, locidades en el segundo de los medios sería mayor
que a mayor peso, mayor velocidad, se trataba de que en el primero. Fue inducido a esta conclusión
1

una conclusión sorprendente. Se estaba ahora pos­ al adoptar el peso efectivo, más bien que el peso
tulando, por lo tanto, que los cuerpos homogéneos bruto, como el determinante definitivo de la velo­
de peso desigual caerían a velocidades iguales, con­ cidad. Pero para Galileo el peso efectivo era igual
clusión que se hacía factible a través de la hipótesis a la diferencia en el peso específico de un cuerpo
de la homogeneidad material. Cada unidad de ma­ y el medio a través del cual caía. De ahí que en
teria en un cuerpo mixto homogéneo posee una los hechos era una diferencia en los pesos especí­
naturaleza idéntica. Por lo tanto toda unidad · de ficos lo que detenninaba las velocidades. La velo­
materia contiene la misma proporción de elementos cidad de un cuerpo que cae puede ser representada
pesados a livianos, esto es, la misma relación F/R, como el peso específico V oc del cuerpo menos el
de fuerza impulsora a resistencia interna. Aunque peso específico del medio; la velocidad de un cuerpo
un cuerpo puede contener más unidades homogéneas en ascenso como el peso específico V oc del medio
de materia que otro y por lo tanto ser más grande menos el peso específico del cuerpo. De ahí que, en
98 LA FfSICA DEL MOVIMIENTO LA F1SICA DEL MOVIMIENTO 99
un vacío, en el que el peso específico del medio es no podían hacerlo, perdió toda su significación en
cero, un cuerpo caería con una velocidad directa­ la física del De motu de Galileo. Partiendo de su
mente proporcional a su peso específico, o peso por concepto más fundamental de peso específico, Ga­
unidad volumen. Obviamente, si los pesos específi­ lileo trataba a todos los cuerpos de idéntica ma­
cos de dos cuerpos desiguales son iguales, caerán nera, con prescindencia de su composición, y llegaba
con igual velocidad en el mismo medio o en el va­ a la conclusión de que todos los cuerpos pod'ian
cío. En su obra más famosa, Dt'scursos sobre dos caer o moverse en el vacío o en el plenum. Con
nuevas ciencias ( 1638), Galileo amplió el alcance Galileo las magnitudes arquimédicas homogéneas
de su ley declarando que todos los cuerpos, no im­ remplazaban a los cuerpos mixtos elementales y p e­
porta de qué dimensión o composición material, cae­ ,
sados de la baja Edad Media. La falta de adecuac1on
rían con igual velocidad en un vacío, generalización de esta dicotomía al análisis galileano del movi­
destinada a transformarse en parte integral de la miento y su rechazo de la pesadez y liviandad ab­
física newtoniana. solutas, privaba de significado al concepto de la
La similitud de planteamiento y las conclusiones resistencia interna. La resistencia interna, que en
casi idénticas alcanzadas por Galileo y sus predece­ la Edad Media había sido invocada para hacer po­
sores medievales resultan notables, pero tal vez sean sible una explicación, en términos dinámicos, del
meramente fortuitas. Aunque existe la posibilidad movimiento finito en el vacío, dependía de tenden­
de que Galileo se hubiera puesto al tanto de las cias opuestas de elementos distinguibles como liviano
polémicas medievales sobre el tema durante su época y pesado en un cuerpo mixto. En e_l . movimie�to
de estudiante, no existen pruebas concluyentes que descendente, los elementos pesado y hv1ano funcio­
fundamenten tal presunción. En realidad puede afir­ naban como fuerza impulsora y resistencia interna,
marse que allí donde los aristotélicos medievales respectivamente; en el movimiento ascendente, sus·
explicaban la dirección del movimiento en términos _
papeles quedaban invertidos. Sin embargo a Galileo
de liviandad y pesadez actuando como cualidades no le hizo falta ni la resistencia interna-ni la externa
impulsoras, Galileo se atenía a la relación entre el para la producción de velocidad finita en un vací?,
peso del cuerpo y el medio. No era ya necesario donde la velocidad de un cuerpo que cae sena
diferenciar el c;omportamiento de los cuerpos ele­ directamente proporcional a su peso específico. La
mentales simples o puros del de los cuerpos mixtos. fuerza y la resistencia externa de un medio, tomando
El difundido punto de vista medieval de que úni­ a éste como factor, eran medidas objetivamente por
camente ciertos cuerpos (mixtos) podían caer con el peso específico. Aunque el peso específico resul­
velocidad finita en un espacio vacío hipotético, y _
taba un procedimiento inadecuado para explica: la
de que todos los demás (cuerpos elementales puros) caída natural, su utilización en la segunda mitad
lQO LA FÍSICA DEL MOVIMIENTO LA FtSICA DEL MOVIMIENTO 101

del siglo XVI por parte de Galileo y algo antes, en sistencia , en los cuerpos mixtos sometidos a movi­
dicho siglo, por Juan Bautista Benedetti, representó miento natural, eran de escasa utilidad cuando se
sin embargo un progreso respecto a las nociones trataba de explicar el movimiento violento. Un cuer­
vagas y mal definidas de fuerza y resistencia que po mixto en el que predominara la pesadez debe­
prevalecieron en la Edad Media. ría, por definición, ser impulsado hacia arriba u
La justificación y explicación más congruente y horizontalmente durante el movimiento violento de
simplificada de la caída en el vacío y en el plenum modo que su pesadez predominante no podría actuar
formulada por Galileo no debe, sin embargo, oscu­ como una fuerza impulsora. Aparte de negar la po­
recer el hecho histórico de que éste heredó la idea sibilidad de un movimiento violento en un vacío, la
concreta de la inteligibilidad del movimiento finito única respuesta razonable compatible con los prin­
en un vacío de una tradición que se remonta di­ cipios físicos de la baja Edad Media está repre­
rectamente a la Edad Media latina, a Avempace y sentada por un enunciado hecho por Nicolás Boneto
aún más lejos, a Filopón. En los hechos Galileo (m. 1343?) en el que se expresa que "en un mo­
reconoció indirectamente esa deuda. Fue a partir vimiento violento queda impreso en el móvil alguna
de esta tradición antiaristotélica que dedujo la forma no permanente y transitoria de modo que el
idea de que un medio resistente es meramente un movimiento en un vacío es posible en tanto que esta
factor de retraso en la caída de los cuerpos, cuyos forma persista; pero cuando desaparece, ese movi­
movimientos naturales reales se producen sólo en miento cesa".
un vacío, aunque éste sea sólo hipotético. Gran parte de lo que era significativo y vital
En contraste con las prolongadas y numerosas po­ para la física de la baja Edad Media está sintetizado
lémicas sobre la posibilidad de un movimiento na­ en este breve enunciado. La fuerza impresa descrita
tural en un vacío, la factibilidad de un movimiento aquí como una "forma no permanente y transitoria"
violento en un vacío fue apenas planteada. Se tra­ fue conocida en la Edad Media como "ímpetu" y
taba de un problema de dimensiones formidables. representaba un radical abandono de la física aris­
Ninguno de los dos elementos básicos del movimiento totélica, a la vez que un importante aporte a la
violento, a saber, fuerza impulsora y resistencia, misma. Ya en la Antigüedad tardía, Juan Filopón
parecían estar presentes en un vacío. En ausencia señalaba que si un volumen de aire en contacto
de medios físicos tales corno el aire o el agua, no directo con un objeto podía causar y mantener su
podía invocarse una fuerza impulsora externa o una movimiento durante un tiempo, como lo suponía
resistencia, corno ocurría con la explicación aristo­ Aristóteles, debía entonces ser posible, por ejemplo)
télica del movimiento violento. La liviandad y la poner en movimiento una piedra con sóro agitar el
pesadez, que funcionaban corno fuer.la interna y re- aire que está detrás de ella. Dado que esta hipótesis
LA F1SICA DEL MOVIMIENTO LA F1SICA DEL MOVIMIENTO 103

contrariaba, obviamente, toda experiencia, Filopón zada a una distancia mayor que un trozo de madera
rechazó al aire como fuerza impulsora y en su lugar liviana o una pluma. Ontológicamente Avicena con­
postuló el principio de que una fuerza impulsora cebía al mail como una cualidad permanente que
incorpórea impartida a una piedra o proyectil por persistiría en un cuerpo en forma indefinida en
un impulsor inicial, era la causa que permitía a la ausencia de resistencias externas. Partiendo de este
piedra continuar su movimiento. Con la fuerza im­ razonamiento llegó a la conclusión de que si un
presa actuando como fuerza impulsora y la piedra u cuerpo era impulsado violentamente en un vacío, su
objeto funcionando como resistencia, se llenaban movimiento tendría una trayectoria y una duración
los requisitos demandados por el movimiento violen­ indefinidas ya que no habría razón para su deten­
to. El aire aportaba muy poco, o nada, a este ción, conclusión también formulada por Aristóteles
proceso. Filopón llegó a la conclusión de que el ( aunque sin invocar las fuerzas impresas) y por
movimiento violento se produciría más fácilmente en cuya razón, entre otras, rechazaba la existencia del
un vacío que en un plenum, dado que ninguna re­ espacio vacío. Dado que la experiencia no revela
sistencia externa podía impedir la acción de la fuerza movimientos de esta clase, Avicena negó también
impresa. la existencia del espacio vacío. En el próximo siglo
Autores islámicos, para quienes la fuerza impresa Abu'l Barakát ( m. ca. 1164) propuso un tipo di­
era conocida como mail ( inclinación o tendencia) , ferente de mail, que era transitorio y autodisipante,
analizaron la explicación de Filopón en detalle. Uno el tipo descrito por Nicolás Boneto. De esta manera,
de los principales proponentes islámicos de la teoría incluso en un vacío, un cuerpo en movimiento
del mail fue Avicena, quien la concebía como ins­ violento dejaría eventualmente de moverse a causa
trumento de la fuerza impulsora original capaz de del natural e inevitable agotamiento de su fuerza
continuar su acción en el cuerpo después que la impresa, consecuencia que no podría constituir un
fuerza original había dejado de actuar. Avicena argumento serio contra la existencia del vacío. Estos
distinguía tres tipos de mail: psíquico, natural y y otros argumentos islámicos respe�to � la fuerza
violento. Descartando el primero, que es ajeno a impresa hallarían eventualmente sus contrapartes
nuestro análisis, los mail natural y violento tenían en el Occidente latino. Aún se desconoce si estas
por función proporcionar explicaciones causales para ideas fuesen transmitidas directamente por vía de
los dos tipos correspondientes de movimiento dife­ las traducciones latinas de las obras arábigas, o si
renciados por Aristóteles. De acuerdo con Avicena, un se desarrollaron independientemente en el Occidente
cuerpo era capaz de recibir un mail violento en latino.
proporción a su peso. Esto explicaba, por ejemplo, La teoría ya era conocida en el siglo. XIII dado
por qué una pequeña bola de plomo puede ser lan- que algunos autores latinos, tales como Rogelio Ba-
104 LA FÍSICA DEL MOVIMIENTO LA FÍSICA DEL MOVIMIENTO 105

con y Tomás de Aquino rechazaron la idea de que hierro recorrería una mayor distancia dado que su
una fuerza impresa incorpórea podía dar razón del mayor cantidad de materia podría recibir más ím­
movimiento violento continuo de un cuerpo. Sin petu y retenerlo durante más tiempo contra las re­
embargo no fue hasta el siglo XIV que alguna va­ sistencias externas. Así fue que Buridan adoptó las
riante de la teoría de fuerza impresa alcanzó plena nociones de cantidad de materia y velocidad como
difusión, especialmente en París. Ya en 1323 Fran­ un medio para determinar la medida del ímpetu, los
cisco de Marchia propuso una versión según la cual mismos elementos que sirvieron para definir el mo­
la fuerza impresa incorpórea, o virtus derelicta ( "la mento de fuerza en la física newtoniana, aunque
fuerza que queda atrás"), como él la designara, en ésta el momento es generalmente concebido como
constituía una fuerza transitoria autodisipante que una cantidad de movimiento o una medida del efecto
era capaz de impulsar un cuerpo en sentido con­ del movimiento de un cuerpo, mientras que el ím­
trario a su inclinación natural. En este proceso, el petu es una causa de movimiento. En los hechos el
aire seguía desempeñando un papel subsidiario pues ímpetu fue visto como una cualidad interna de
sucedía que cuando el cuerpo era puesto en movi­ la fuerza impulsora que Arist6teles había supuesto
miento Francisco creía que el aire recibía una como externa. Parecía éste un medio más conve­
fuerza impresa que le permitía reforzar el movimien­ niente de coincidir con el aforismo aristotélico que
to del cuerpo. sustenta que todo lo que es impulsado lo es por
La teoría mejor formulada fue presentada por otro cuerpo.
Juan Buridan, que es tal vez también el responsable Al igual que Avicena, Buridan atribuía al ímpetu
de la introducción del término "ímpetu" como un una cualidad de permanencia y postulaba que du­
vocablo técnico para la fuerza incorpórea impresa. raría indefinidamente a menos que fuera disminuido
Buridan concebía el ímpetu como una fuerza im­ o corrompido por la resistencia externa. Aparente­
pulsora transmitida desde el impulsor inicial hasta mente Buridan razonaba que una vez que el impulsor
el cuerpo puesto en movimiento. La velocidad y la imparte· ímpetu a un cuerpo y éste se pone en movi­
cantidad de materia de un cuerpo fueron adoptadas miento y pierde contacto con la fuerza impulsora
como medidas de la potencia del ímpetu productor original, no podía producirse un ímpetu adicional
del movimiento. Partiendo de la presunción correcta en ausencia de una causa identificable. Dado que la
de que hay más materia en un cuerpo pesado y cantidad inicial de ímpetu no disminuiría a menos
denso que en uno más liviano y rarificado del mismo que éste quedara corrompido por la resistencia que
volumen y forma, Buridan explicaba que si un trozo actúa sobre el cuerpo ( esto incluiría no solamente
de hierro y uno de madera de idéntica forma y la resistencia externa sino también la tendencia na­
volumen eran impulsados con la misma velocidad, el tural del cuerpo a trasladarse a su lugar �atural) , el
106 LA F1SICA DEL MOVIMIENTO LA FfSICA DEL MOVIMIENTO 107

ímpetu se mantendría constante bajo condiciones permanente el movimiento en un vacío podría haber
ideales, aunque inalcanzables en los hechos. Por lo sido solamente de una duración finita.
tanto Buridan da a entender claramente que si todas Aunque el concepto de un movimiento indefinido,
las resistencias al movimiento pudieran eliminarse uniforme y rectilíneo, ingrediente esencial del prin­
de alguna manera, un cuerpo puesto en movimiento cipio de inercia, era incompatible con la física me­
seguiría moviéndose indefinidamente y, presumible­ dieval, el ímpetu permanente de Buridan incorporó
mente, en línea recta a velocidad uniforme. No características y propiedades de los que era posible
existiría razón para que cambiara de dirección o inferir dicho movimiento. Antes de que Newton
alterara su velocidad inicial dado que ni siquiera concibiera la inercia como una fuerza interna que
su tendencia a caer a su lugar natural mantendría su permitía a los cuerpos resistir cambios en sus estados
cualidad activante o sería capaz de interferir de de reposo o movimiento rectilíneo uniforme (la
manera alguna con el movimiento violento. Lamen­ idea de que el reposo y el movimiento rectilíneo
t�bl�mente Burida? no analiza a fondo esta signi­ uniforme son estados idénticos de un mismo cuerpo
ficativa consecuencia de la inercia potencial derivada no fue nunca formulada en la Edad Media, en cuyo
de la teoría del ímpetu, probablemente porque la periodo el reposo y el movimiento eran considerados
mera idea de un movimiento rectilíneo indefinido condiciones o estados opuestos) , el físico inglés había
bajo las condiciones ideales descritas habría parecido considerado la inercia como algo muy afín al ímpetu
absurda en un mundo aristotélico finito. Si Buridan de Buridan, a saber, una fuerza interna que, en
hubiera admitido o incluso concebido un movimiento ausencia de fuerzas o resistencias externas, produ­
rectilíneo indefinido de este tipo probablemente ha­ ciría el movimiento rectilíneo indefinido.
bría considerado necesario idear un mecanismo para Si el movimiento rectilíneo uniforme indefinido
detenerlo. Este dilema potencial fue evitado cuando causado por una fuerza impresa era inaceptable
Buridan negó la posibilidad de un movimiento finito para la física medieval, el movimiento circular uni­
y sucesivo en un vacío, aunque, al igual que otros forme indefinido no planteaba problemas. La revo­
que se expresaron después del efecto de la condena lución continuada de la rueda de un· molino después
de 1277, admitió que Dios podía producir tal mo­ de haber cesado su propulsión activa indujo a Bu­
vimiento en forma sobrenatural. Buridan podría· ha­ ridan a conjeturar que, en ausencia de una resis­
ber aceptado el movimiento en un vacío hipotético tencia corruptora, la rueda podía hacerse girar per­
si hubiese adoptado una variedad de ímpetu perma­ petuamente mediante el ímpetu recibido cuando se
nente y autodisipante, según lo descrito en una ex­ le puso en movimiento inicialmente. Como un po­
posición anterior de Nicolás Boneto, aceptada du­ sible ejemplo concreto de movimiento circular in­
rante cierto tiempo por Galileo. Con un ímpetu no definido producido por la acción de un� cantidad
108 LA FÍSICA DEL MOVIMIENTO LA FÍSICA DEL MOVIMIENTO 109

constante de ímpetu, Buridan citaba los movimientos consideraban la pesadez o peso de un cuerpo como
celestes. Más bien que postular la existencia de in­ la causa primordial. Para explicar la aceleración se
teligencias como impulsoras celestes, cosa común en agregaba a veces una segunda causa totalmente in­
su época, sugirió que al crearse el mundo Dios dependiente. Buridan encaraba el problema según se
imprimió una cantidad fija de ímpetu en cada orbe describe a continuación. Dado que el peso de un
celeste. Dado que la región celeste era concebida cuerpo se mantenía constante durante su caída, iden­
como carente de resistencia al movimiento, el ím­ tificaba su pesadez o gravedad (gravitas) como la
petu original impreso a cada orbe planetario debía causa de su caída uniforme natural. Después de
permanecer constante y producir movimiento circu­ eliminar algunas posibles causas de la aceleración
lar indefinido, opinión que Buridan formuló caute­ corrientemente postuladas ( tales como la proximidad
losamente para evitar un posible conflicto con las a un lugar natural, rarefacción del aire debido al
enseñanzas de los preceptores teológicos. calor producido por un cuerpo que cae y la dismi­
No hemos aún agotado el tema de la utilización nución de la resistencia del aire con la caída del
del ímpetu por parte de Euridan. De una manera no­ cuerpo) , Buridan explicaba la aceleración por medio
tablemente similar a la de los teóricos islámicos del de los incrementos acumulados de ímpetu. La ace­
mail que le precedieron, Buridan también aplicó d leración se produce porque la pesadez de un cuerpo
ímpetu para explicar la aceleración de los cuerpos que no sólo inicia su caída sino que también da lugar
caen. En todo el transcurso de la historia de la física a incrementos sucesivos y acumulativos de ímpetu o
hasta Galileo, el problema de la caída fue tratado "pesadez accidental" según se le designaba algunas
desde un doble punto de vista. Un aspecto del proble­ veces.
ma consistía en explicar la causa de la caída en gene­ Los incrementos sucesivos de ímpetu generan enton­
ral sin tener en cuenta su admitida aceleración; el se­ ces incrementos sucesivos y acumulativos de incre­
gundo aspecto tenía que ver con su aceleración. Ya mentos de velocidad, produciendo de este modo un
hemos visto que Aristóteles sugirió que el generador movimiento continuamente acelerado. Tres elemen­
de una cosa era la causa de su caída natural, pero en tos son distinguibles en el proceso de la caída : 1 ) la
sus formulaciones concretas hacía hincapié en el peso pesadez del cuerpo, P; 2) el ímpetu, I; 3) la veloci­
como el determinante de la velocidad descendente dad, V. Inicialmente, al final del primer instante
uniforme de un cuerpo pesado. Su aceleración era temporal, � t, la pesadez o peso, P, produce una
virtualmente pasada por alto. En el Occidente latino velocidad original V. Simultáneamente, durante el
medieval, algunos autores identificaban la forma sus­ mismo intervalo de tiempo, la pesadez del cuerpo,
tancial de un cuerpo como la causa de su caída, que permanece constante, produce una cantidad de
mientras que otros, particularmente en el siglo x1v, ímpetu, I, que será activo durante el segundo instante
11 O LA FÍSICA DEL MOVIMIENTO LA FíSICA DEL MOVIMIENTO 111

de tiempo y producirá un incremento a la veloci­ fuerza impulsora constante y el aumento de la ve­


dad, A V. De este modo al final del segundo intervalo locidad es, en el mejor de los casos, indirecta.
de tiempo, 2 A t, la pesadez y el ímpetu, P + I, A pesar de ciert a oposición, las teorías de fuerza
aumentan la velocidad del cuerpo a V + a V. impresa ejercieron una influencia inint_errum?ida
Durante el segundo intervalo de tiempo, 2 A t, se hasta bien entrado el siglo xv1, cuando Galileo mismo
generó un seg undo incremento de ímpetu que se agre­ se convirtió en uno de sus entusiastas proponentes
gó al primero. Por tanto, en el intervalo de tiempo durante los comienzos de su carrera en la Univer­
3 A t, P + 21 producirá la velocidad V + 2 A V. sidad de Pisa. En su tratado inédito De motu, intentó
Durante el cuarto inte rvalo, P + 31 a umentará la explicar el movimiento ascendente forz ado y la sub­
velocidad a V + 3 � V, y así sucesivamente. La ex­ siguiente aceleración descendente de los cuerpos pe­
plicación de Buridan concuerda plenamente con la sados. Como fundamento de s u explicación adoptó
tradición aristotélica dado que la fuerz a es siempre la . idea de una fuerza residual, que él derivaba de
proporcional a la velocidad, y no a la aceleración Hiparco, cuyas opiniones fueron descrit�s en la ob�a
como ocurre en la física newtoniana. Esto se hace de Simplicio Comentario sobre De los cielos de Aris­
evidente porque todo inc remento de velocidad es tóteles, trat ado ampliamente conocido en la Edad
precedido por un incremento proporcional del ím­ Media. A esto Galileo agregó el mecanismo de una
petu. De este modo, si desp ués que la fuerza P + 31 f uerza impresa incorpórea autodisipante, o ímpetu,
produjera V + 3 � V y no se agregaran incrementos que probablemente extrajo de fuentes medieva_les.
adicionales de ímpetu, l a velocidad se mantendría Inicialmente, el impulsor imparte una fuerza im­
constante a V + 3 � V y continuaría siendo pro­ presa a una piedra que es lanzada a lo alto. A
porcional a una fuerza, ahora constante, de P + 31. medida que la fuerza disminuye, el cuerpo gradu al­
Solamente si el peso o la pesadez fuera adoptado mente disminuye su velocidad ascendente hasta que
como una fuerza impulsora constante q ue produce, la fuerza impresa es contrarrestada por el peso de la
en forma directa, incrementos de velocidad más bien piedra, en cuyo momento ésta comien�a a . caer, len­
q ue incrementos de ímpetu, podría argumentarse que tamente al p rincipio, y luego más rápidamente a
Buridan habí a arribado a algo que pudiern parecerse medida que disminuye la fuerza impresa que gra­
al concepto de que la fuerza es p roporcional a la dualmente se disipa. La aceleración es producto del
aceleración. Pero existen escasos f undamentos pa ra continuo aumento de la diferencia entre el peso de
esta interpretación dado q ue el peso del cuerpo debe la piedra y la fuerza impresa decreciente. De este
producir primero un incremento del, ímpetu antes modo, en el tramo descendente del movimiento, la
q ue un incremento proporcional de la velocidad pue­ fuerza impresa funciona en los ,hechos cQmo una
da ser generado. La relaci ón ent re peso como una resistencia. Teóricamente, si el cuerpo cayera a tra-
IMIENTO 113
112 LA FÍSICA DEL MOVIMIENTO LA FiSICA DEL MOV
. xIV
vés de una distancia suficientemente prolongada, el nt p rop · rc1 . ona . 1 a 1 t1'empo · Ya en e1 s1g}Q
tatrte e o
y pru eb as f u n d a-
ciertas de finiciones
total de la fuerza impresa se desvanecería, en cuyo se formularon ev entu alm ent e por
ser aplicadas
punto el cuerpo caería con una velocidad uniforme. menta1es q. ue a1 rivaron en la con-
· t . los c ue p os que caen, de
Eventualmente Galileo abandonó el concepto de una Gah. éó a al al .ti. emp•o
r
. ve1oc1'dad es proporcion
fuerza impresa autodisipante y explicó la caída ace­ clus1o, n de que 1.a la distancia
concom1'tante de que
lerada mediante la noción de un ímpetu que se Y en la deducc1o, n e es directa-
cuerpo en caída lib r
conserva y que es acumulativo, explicación que recorri'da por n de su tiempo de
a1 cuadrado
difería muy poco de la de Buridan. mente proporc1':10na1 2
).
El problema de la caída acelerada dio origen a caída ( esto es, soct . en una peculiar
una confusión y a una ambigüedad históricamente Estos ª.·.portes ti�nen su or1gen en qu e. las
on l a manera
significativas. Un cuerpo en caída acelerada parecía ac1 on m ed1eval . c
1
p d . ¿·Cóm ' p or e1 em­

P re ocu
. . iahan de mtens1'da
o
aumentar de velocidad en razón directa al tiempo cualida • .. de. s var e intens1·aad
l os colores de .tonalidad a?· El estu-
de su caída y la distancia recorrida. Tan íntima Plo' cambiaban . naba el agu
resultaría la asociación de ti empo y distancia con se calentab ª1y se en f
Y cómo d e ta .
es pr ble mas eventualmen .
te se
la caída, que el aumento de velocidad parece plau­ dio . y ana , ¡·is ·
1 s o
. tens1'f'1ca. c1'6n y disminución. de
siblemente vinculable con el primer factor o con el designo, como "la in te la primera mita
d
I ades" · D uran
segundo o con amb os. Buridan, Alberto de Saj onia formas y cual'd . de la U niv ers ida d
o e 10 M erton.
y Leonardo de Vinci adoptaron ambas correlaciones del siglo XIV en el C 1 � de la je­
e uditos ingleses
(Leonardo las situaba en la misma cláusula) sin de Oxford, un grupo ;umblet on y Swineshead
_ry ,_
advertir la naturaleza contradictoria de sus puntos rarquía de Heytesbu 1oc1. dad' o m ovi-
ac1ones en ' ve
de vista. Incluso Galileo, en una fecha tan tardía llegaron a tratar van . . nes en la in-
f ueran vanacw
como lo es el año 1604, erróneamente postuló que miento local, como si u na
la velocidad es directamente proporcional a la dis­ dad de una cu a r1d ad. La intensidad de do
te • nsi . r emento en un gra
con su me
tancia (Vocs) más bien que al tiempo (Vcx:: t), según veloc1dad aumentaba. oJ· o de .una man-
ens 1'dad de1 r
se percató más tarde. La confusión puede derivar, en no menor a1 de la mt Durante
gradua1 maduración.
parte, del hecho de que sólo desde el siglo xvu se zana rea1zada por la. . ast a
llegó a aceptar, de una manera general, que el m o­ . ntos an- os sigUient es desde el siglo XIV .h
los trescie , ' re cualidades variables
ogia ent
vimiento de un cuerpo en caída libre era uni f orme­ fines del xv1, l a anal , t 1' ca permane.nte . de
mente acelerado. Si esta aceptación generalizada o c1'dad fue una carac'tens •,
Y vel '
I·n tens 1 f1cac1on
y dismmuc1o, n
hubiera prevalecido en el siglo xrv, pr obablemente los tratados sobre que el estudio de la
s
habría dado por resultado la demostración de que f r mas cu alidades. Aun . em-
de Y ', }a-rgo t1
. as pers1stio durante
o
la velocidad de un cuerpo en caída libre es direc- variaciones cualit . ativ
114 LA FÍSICA DEL M
OVIMIENTO
p o,
LA FÍSICA DEL MOVIMIENTO 115
procesos
los que se eneraron
significa tivos en la h1s ' to ? Y que resultaron
ÍOf!D.ulados en el · ª
na de 1 f'lSl·ca fue
ron todos ciendo del fundamental concepto de límite de tazón
Oxford y París e:!
1o en las universidades matemática, que sólo se incorporó siglos más tarde
. _so, tv o cuando el contexto de
al cálculo, la definieron en términos de velocidad
gico y metafísi�op .
m1c1al' en cuyo am teoló-
blemas fueron , b.1to uniforme. Ésta· se expresaba corno la distancia que
orig • .amente tra tad h estos pro-
· man sería recorrida por un punto o cuerpo en movi­
a bandonado o dej os, ub.iera sido
ado de lad o. miento si dicho punto o cuerpo fuera impulsado
_El aporte medieval
originales y corre se centr� en las de . uniformemente durante un periodo de tiempo con
fmiciones
mov1m .
• 1en to c tas de ve oc1
1 dad u m"f0rme y la misma velocidad que poseía en el instante en cues­
uniformemente acel de
u tilizadas or Galil erado, definiciones tión. Aunque la definición constituye irremediable­
. p eo pero que éste no
c1onar. En el Cole p udo perfec- mente un círculo vicioso, ya que define la "teloci­
gio Me t � en otros lugares, el
movimiento unifor dad instantánea" como una velocidad uniforme igual
me era � �m��o com
de distancias iguales o el recorrido a la misma velocidad instantánea que requiere ser
en c a�quiera (o en
in tervalos de tiemp . todos) los definida, los eruditos de Merton merecen ser. elogia­
igual que Galileo' � � �es tomados en cuen ta. Al
gua
os autores med· ieva1e dos de todos modos por reconocer la necesidad de
vamen te agregab s persuasi- tal concepto. Cabe señalar que Galileo lo utilizó
an 1 a pa Iabra "cu
de evitar la p os1'b' alquiera" a fin
1l'd
1 ad de que d'ist . de idéntica manera. No solamente plantearon la
fueran recorridas en . ancias iguales noción de velocidad instantánea de una manera di­
· tiemp os igu ales por velocidades
no uniformes Co recta -aunque inadecuada- mediante su defini­
• . · n 1 a generalización
c1as iguales son. re de que d"istan- dón, sino que también la abordaron indirectamente
• . corn"das en cualquie·
1 os mtervalos de . · Y en todos
ra a través de sus definiciones del movimiento uniforme
t'I�n:1��' no imp orta cuán cor to o
p rolongado su d y uniformemente aceletado donde se implican con
efin1cion garant íza
d e movimie, nto. ª b um·¡orm idad claridad velocidades en intervalos de tiempo infi-
Amp liando la de¡·1m • nitesirnalrnente pequeños.
• ·c10, n de mo. v1m • to unif
· 1en .
a 1 tipo más sencillo de vel orme Mediante un admirable e ingenioso uso de estas
di tos de Mer ton o cid ad variable,
arn'baron a una def . . los eru- definiciones, los eruditos de Merton dedujeron lo
de 1a aceleración 1mc10., n pre.cisa
um'forme como un . . que se conoce corno Pl teorema de la velocidad
el que se adquiere . mov1m 1ento en
un mcremen · to ig ua1 de veloci. media, probablemente el más destacado aporte me­
en todo in tervalo . . dad dieval a la historia de la física. En símbolos puede
1·gua 1 de tiem o' no. .
prolongado o cor . p importa cuán expresarse como S == 1 /2 V t, donde S es la dis-
to. Tamb ie_ , n procuraron defin
difícil noción de ir la
una ve 1oc1dad ins t tancia recorrida, V r la velocidad final y t ·el tiempo
antánea. Care-
de aceleración. Dado que se presume que la velo-
116 LA FlSICA DEL MOVIMIENTO 117
LA FlSICA DEL MOVIMIENTO
ciclad es uniformemente acelerada, Vf =
a es una aceleración unifo rme. Mediante
at donde rante los siglos x1v y xv. De éstas, la más conocida
sust itución es la prueba geométrica de Nicolás d e Ore
sme, for­
S
=:= 1/2 at , lo que constituye la formulació�
2
mulada alrededor de 1350 en u n a obra titulada De
c?n:iente para la distancia recorrida s g ram t el
p or un mo­ las configurac iones de cualidades , e u en e
vimiento uniformemente acelerado. Cua t pla t d la int sifica­
· i·ci• arse ndo, en ·1u.. m ás o rigin al y c ompl e o n eo e en
gar d em
. n
en el r epo so, la aceleració
n uniforme ción y disminución de las cualidades.
comie za en alguna velocidad determinada, re
presen­ En la figura 4, sea la línea AB la representación
tada por V -un caso frecuentement
º e discuti do­ del tiempo y sean las perpendiculares trazadas sobre
la versión medieval p uede representars AB la representación de la velocidad de un cuerpo ,
e por S ==
fV0 + (Vr - �) /2] t, o simplemente S == V t
º
z comenzando desde el reposo en B y aumentando
+ 1/2 at2, dado q ue V _ y == at. u�iformemente hasta una determinada velocidad
E 0 máxima en AG. La totalidad de las intensidades de
as
-� expresiones matemáticas y los símbolos arriba velocidad contenida en el triángulo CBA se concibió
u tihzados no existían en la Edad M
_
cisas formulaciones modernas aquí empl
edia. Las con­ como representación de la distancia t otal recorrida
expresado retóricamente de un m odo
eadas se han por Z durante su traslado de B a C a lo largo de la
que podría línea BC en el tiempo total AB. Sea la línea DE
Pª:e;e� engorroso, difuso, excesivamente de
tallado y la representación de la velocidad instantánea que
qmz�s mcomprensible para los lectores actua
les. Ellas adquiere Z en el instante intermedio del tiempo
exph��n qu: un cuerpo, o punto, que inicia
la ace­ medido a lo largo de AB. Si Z fuera ahora impul­
leracion umf rme a partir del reposo
. ? , recorrería sada uniformemente con cualquiera de las veloci­
cierta distancia en cierto tiempo. Se form
ula enton ­ dades que tuviera en DE, la distancia total que
ces el postulado de que si el mismo cue
rpo hubiera reco rrerá al trasladarse de G a F a lo largo de la
de est r en movimien to du
� rante el mismo interva­ línea GF durante el tiempo AB, aparece represen­
lo de tiempo con u na velocidad uniforme tada por el rectángulo AFGB. Si se puede . demostrar
_ igual a la
velo�idad mstantánea adquirida en el i que la superficie del triángulo CBA · es �gual a la
n stan te inter­
�edio . de . su aceleración uniforme, recorrería una superficie del rectángulo AFGB, se habra probado_
distancia igual. Así, un
movimiento uniformemente que un cuerpo uniformemente acelerado a partir
ace�erado es quiparado a un movimi del reposo recorrería la misma distancia que_ un
� ent o uniforme,
hacie;11do pos1bl e presar la distancia cuerpo que está en movimient� duran �e el m_1smo
; � _ recorrida por
el primero en termmos
de distan cia recorrida por e
l intervalo de tiempo a una velocidad umforme igual
se?undo. Numerosas pruebas aritmética
s y geomé­ a la del instante intermedio del movimiento unifor­
tricas de este vital teorema fueron
propuestas du- mente acelerado. Vale decir que S = 1/2 V f t,
118 LA FíSICA DEL M
OVIMIENTO
la distancia recorrida LA FÍSICA DEL MOVIMIENTO 119
or z 2 con �ov
m e, es igual a S ==
r/2 at ' la distanc
. . 1mi�nto unifor..
del xv1, es muy p robable que Galileo adqui rió un
or z , . ia recorrida
P cuando esta , umfor conocimiento razonable de las mismas. Convirtió
memente aceler
igualda d de las do ada.. La
s a reas se demuestr el teorema de la velocidad media en el primer pos­
da do que L BEG - a como sigue :
- L CEF (los an ' gulos ve,rtic · tulado del Tercer Día de sus Discursos sobre las
son igua
. les), L BGE ales
==L CF'E (ambos s dos nuevas ciencias, donde lo utilizó como funda­
r ec tos), y GE
== EF (la línea DE . on angu los
secciona la línea mento de la nueva ciencia del movimiento. No
GF) , los tnan . , gu los EFC ' B son igu sólo es la dem ostración de Galileo n otablemente
los Elementos de Euc EG . ales (según
l idet ' L1 bro I, p ostul similar a la de Oresme sino que la figura geomé­
Cuando a cada u ado 26) . t rica agregada es virtualmente idéntica, a pesar de
n o de estos tnan · ' gul os igu·
agrega la superficie ales se una reorientación de 90 ° , que ya había sido efec­
CBA y el rectáng
BEFA forma r el triángulo
ulo AFG �ara
se ;11el ve al instan tuada p or algunos autores medievales.
e vid;nte que las te
superficies d�l tn. ang En algunos de l os conceptos y teoremas funda­
rectan gu lo . ulo CBA y del
AFGB son igua les. m entales relativos al movimiento, Galileo había sido
La prueba geom anticipado p or sus predecesores medievales. Ya n o
étrica de O resme
pruebas aritméti - y numerosas
cas d l t or es p osible dudar que sus aportes en cinemática, que
media estaban �� la velocidad
ampl ia:ent: �� I und I as _ en en una ép oca se c onsidera ron enteramente origina­
d�rante los siglos Europa
xrv y xv Y eran les, han sido muy exagerados, en gran parte por­
bien vis tas en It , particularmente
al'1ª· A traves de e que las interpretaciones tradicionales de los logros
de la segunda m dic1
· ·o�es imp resas
itad del s1g . lo xv y primera de Galileo, formuladas entre los siglos xvu y XIX,
mitad fueron elaboradas con casi total ignorancia de los
l ogros de la cíencia medieval. La meticulosa inves­
tigación llevada a cabo en el siglo xx n o sólo ha
puesto en descubierto las realizaciones medievales
hasta ahora descon ocidas, sino que también las ha
t omado en cuenta al revaluar el lugar de Galileo
en la historia de la ciencia. En consecuencia, se ha
planteado un nuevo interrogante. Si l os teoremas
y corolarios básicos anteriormente atribuidos a Ga­
lil eo ya habían sido enunciados en la Edad Media,
¿ en qué sentido -si es que en alguno- puede ar­
FIGURA 4 gumentarse que Galileo fundó la moderna ciencia
de la mecánica?
121
120 LA FÍSICA DEL MOVIMIENTO LA FiSICA DEL MOVIMIENTO
s caían �n l a natu­
La rec tificación del panorama histórico no ha dis­ de la manera en que los cuerpo
c mpo e tes medievales,, �a­
minuido la estatura y el genio de Galileo' no lo ha raleza. A partir de los o n n
.
privado del derecho a ser honrado como el fundador lileo desarrolló una nueva c
iencia de la me�am�a
te vital d� la �1�nc1a
de la mec ánica moderna. Aunque Galileo había que se transformó en una par
de por s1 suf1c1e�te
sido anticipado por algunos de los aportes descritos newtoniana. Este logro sería
po selecto de gemos
en este volumen, y se transformó en heredero de para ubicar a Galileo en el gru
e ta n to, �an a��erado
otros que aún requieren ser establecidos con pre­ científicos que, de tanto n
la orientac1on de
cisión, su originalidad y genio derivaron de su profundamente la naturaleza y
excepcional capacidad para utilizar, previa identi­ la ciencia.
ficación, los elementos directamente vinculados con
la descripción matemática y cinemática del movi­
miento, basada en la difusa d octrina medieval de
la intensificación y disminución de las cualidades.
Las innumerables conclusiones y teoremas expuestos
en tratados sobre la intensificación y disminución de
las cualidades y velocidades durante los siglos x1v
al XVI, no pasaban de ser ejercicios intelectuales
que reflejaban la sutil imaginación y la agudeza ló­
gica de los pensadores escolásticos. Salvo escasas
excepciones, éstos se contentaban con tratar las
velocidades como cualidades variables e intensas, en­
teramente desvinculadas del movimiento de los cuer­
pos reales. Oresme, por ejemplo, caracterizaba las
representaciones geométricas de las variaciones de
cualidad como ficciones de la imaginación sin ningún
vínculo con la naturaleza. Galileo, por el contrario,
reunió todos los conceptos, definiciones, teoremas y
corolarios sobre el movimiento y los distribuyó en
un todo lógico y ordenado que aplicó al movimiento
de los cuerpos reales. La aceleración uniforme deja­
ba de ser un concepto reducido a uha mera defi­
nición para convertirse en una descripción verdadera
LA TIERRA, LOS CIELOS Y MAS ALLÁ 123

humanistas en el siglo xv. Por otra parte, a pesar


V. LA TIERRA, LOS de unas pocas y n otables excepciones, la cosmolo­
CIELOS y
MÁS ALLÁ gía de Aristóteles era compatible con las S agradas
Escrituras y la teología.
La mayor preocupación para los cristianos, así
�� OOSMOLOGÍA, en como para los musulmanes y los judíos, lo constituía
un grado aún mayo
ÍlSlca, Aristóteles r que en la el postulado aristotélico, con sus respectivas "prue­
transmitió a la Eda .
cuadro altamente d Media un bas" adjuntas, de que el mundo era eterno y que
. integrado y en g
no de la estructur enera1 sati. sfacto - no tenía ni comienzo ni fin. Ningún acto de creación
a de1 mundo. Au
en tanto uno u otr nque de tanto dio lugar al nacimiento del mundo y ningún acto
o aspecto de
jeto de intensos ata es_te cuadro fue oh­
ques p or 1:1otivos ast de destrucción podía p onerle fin. Un episodio su­
físicos o teológicos, ronómicos premo del drama cristiano quedaba de ese modo
mantuvo sm embarg
1 uto dominio hasta . o un abso- '
negado con el consiguiente repudio --considerado
su derrocam1ento en
y xvu. Presentaba 1os s1g• 1os XVI como un punto esencial- de la doctrina aristoté­
un mundo ordenado y
f'ac1·1mente intelig
ible para 1a mayona , armoni.oso lica. Durante largo tiempo, cristianos, musulmanes
bres educados y su de los hom­ y judíos procuraron formalmente -pero sin expe­
s rasgos más visib
vívida y gra, /icame les p odían ser rimentar un genuino éxito-:- refutar el repelente
nte represent dos p
niveles de la socie
dad. S u I� . / . ara todos los postulado de Aristóteles. Algunos habían pensado
fue además facilitad 1scut1do predominio
o p or el ingenuamente que hacía falta una prueba que re­
la
· Edad Med'1a cosmo ec ho de que durante
log1a
' s nv pudiara la eternidad del mundo para . preservar los
eran o desconocid · a1es de la antigü
as como en el c edad mismos fundamentos de sus respectivas religiones,
heliocéntrico de Ari ' aso del sistema pues si tal postulado no pudiera ser refutado for­
stareo de S amos o
su mayor parte a trave,s conoc1"das, en malmente podrían surgir dudas en cuanto a si Dios
tóteles, en las que ' de obras ' hostiles
eran descn. tas y I uego a Aris- fue, después de todo, el creador del mundo ; el
como en el caso . refutadas, propio fundamento de la creencia én Dios podría
del atom1smo de De , ·
hechos el atomis· m mocnto . En los ser seriamente socavado. Moisés Maimónides, el fi­
o era Ob" 1eto de doble condena
por su tradicional . ción lósofo judío del siglo xn, que vivió en el mundo
. asoc1ac1.o, n con el
que qmzá s .explique p or qué ate' ism , h ec ho árabe, percibió el peligro que entrañaba esta po­
eI ma, xi. mo tratado
o
mista' De la natur, a t o- sición. Si la creación del mundo, un dogma fun­
aleza de las cos
quedó relegado . as de Lucrecio,
durante un p eriodo damental de la religión, estaba condenada a la in­
la Edad Media h prolongado de certidumbre a menos que una prueba inc�ntrastable
asta su redescubrim
iento p or los demostrara para siempre la imposibilidad de la eter-
122
124 LA TIERRA, LOS CIELOS
Y MAS ALLA
LA TIERRA, LOS CIELOS Y MAS ALLÁ 125
nidad del mundo, los pro
pios fundamentos de la
religión habrían de tambale una deidad, no representó sin embargo un rival
arse si dicha prueb
f u�ra presenta�a. Maimó a no valedero. C arecía del complej o f un?ament? meta­
, _ nides argumentaba que ni
Anstoteles m nmguna otra físico de la riqueza de det alles confirmatorios y de
persona había en ningún
momento formulado una los v�hementes llamados al sentido común, caracte-
prueba auténtica que de­
mostrara la eternidad del
universo. Si esto se h u­ rísticos de Aristóteles. ,
biera log rado, las enseñanz En el centro geométrico del vasto, aunque :sfe­
as de las S agrada
crituras habrían de ser ab s Es­ rico' universo aristotélico est aba situada una Tierra
esférica. En oposición a una falsa noc1. o, n contem-
andonadas. Admitien
s�n reservas que ninguna pru do
eba exitosa j amás había
sido elaborada para demos poránea, muy difundida, en el sentido _de que an�es
trar la creación divina ,
del mundo, Maimónides, sin del descub rimiento de América por Cnstobal 901on
embargo , adoptaba di­ _
cha opinión como incuestio se pensaba que la Tierra era plana, en la p:actica
nab le. Esta creencia
gozaba del sostén inequívoco el Occidente latino no conoció ningún autor impor­
de las Sagradas Escri­
turas, que él consideraba su t ante que sostuviera es a teoría. Los argumentos de
ficiente para su acep­
t ación incondicional . Según Aristóteles en f avor de una Tierra esférica eran
lo expresado en su
fa­ tan razonables y acertados que su validez fue rá­
�oso tratado, Guía de los perplejos, los p unto
vista de Maimónides eran con s de pidamente aceptada. Como prueba,5 b asadas en la
o cidos en su tradu
ción latina, e indujeron a T c­ observación, había invocado las lmeas curvas de
omá s de Aquino a
otros a admitir que, en vi y la superficie de la Luna, deduciendo correctamente
sta de q ue el p ost
ulado que estas líneas eran producidas por la sombr a de
de Aristóteles sobre la etern id
a d del m undo carecí
pr uebas formales, podía s a de una Tierra esférica interpuesta entre el S ol y la Luna.
er rechazado únicamente
con base en la fe sin el requ A ristóteles también señalaba que los cambios de po­
isito de una demostración
for�al de su falsedad. Y sición observados sobre la superficie de l a Tierra
fue así que, aunque la
p osible eternidad del mund h acían visibles diferentes configuraciones estelares, lo
o f ue motivo de frec
controversia, su rechazo com uente que indicaba una superficie esférica. Basa?º incl�so
o contrario a l a fe
el r �quisito de una demos sin en princ ipios teóricos, Aristóteles estaba convencido
. t ración formal, otorgó 'a la
cristiandad medieval l a libe de la esfericidad de la Tierra. La caída de cuerpos
rtad p ara aceptar
to de la cosm ología de Ari el res- pesados en líneas no paralelas hacia el centro de la
stóteles. Curiosame
aunque la cosmolo nte, Tierra indicaba la formación natural de una esfera
gía de Platón, gran parte
cual era obteni ble en la de la a medida que porciones innumerables de tierra se
traducción latina de Cal­
ci�io, resultó pr ma acie acumul ab an en t orno al centro.
� más atractiva que la de
Ansto, teles pues mclmta la Las opiniones medievales sobre el · t am,-:i.ño com­
creación del mundo p or
parativo de la Tierra fueron tomadas fundamental-
S Y MÁS ALLÁ 127
126 LA TIERRA, LOS CIELOS Y MAS ALLÁ LA TIERRA, LOS CIELO
dia por medio de De �
a
m ente de Aristóteles y Ptol omeo ; a mbos conside­ agada en la Edad Me id t tad o g e ogra ­
l difund _ ra
�sfera de Sacrobosco y e
o
raban a la Tierra como un pequeño punto en medio
dro de Ailly, Im
Pe ag en _del
de la vasta dimensión del universo esférico . Rep etida fico y cos m o lóg ico de
­
por Sacrobosco y aceptada por todos l os estudiosos , completado en 141_0 e im
mun do (Ymago Mun di) J p e
5. De Ailly, que e� tra 0 art
que leyeron _ su famos � texto m edieval De la esfera, preso entre 1480 y 148 r ­
, . d Sacrob osco, describe el p �
esta d r�mat1ca expres1on de la vastedad c omparat iva de su información e
la ci f ren cia
al se midió
rcu n e
del universo debe servir para anular el frecuente­ sunto método p or el cu
m ente repetid? -aunque engañoso- juicio de que de la Tierra . largo
r o al n orte a lo
la mente medieva l se complacía en encerrarse en un Cualquiera que viaj e al su u
que el p ol o desp e . s lac
universo pequeño y privado, cuya cómoda intimidad de un meridian o hasta rrid o
grado, comprobará que _h�
rec o
fue destruida apenas en el siglo xvu con la gradual elevación en un
ios que, mu _ ltip hca do � r p o
aceptación de su extensión infinita . Si es que hubo una distancia de 700 estad mil sta i �s o
a una cifra de 252
e d
una sensación de cómoda intimidad ella derivó más un grado , darí
legu a e _s igu al a do : llas.
mi
bien de una supuesta inteligibilidad del universo 15 750 leguas, d onde una ncia de la
as , l a circunfere
antes q ue de su tama ñ o . Para la m ente humana un De acuerdo con est as cifr ante
millas, un cálculo bast
u�iverso que se extiende, a título de ejemplo, por Tierra sería de 35 500 s
. Aristóteles pero de odo t
cientos de millones o incluso billones de milla s, es más correcto que el de Era tó � s
real. Aunque
s ene
a pen as más imagina ble que un universo infinito , modos lejos del valor n 252 mil ��­
aunque, por supuesto, parezca más comprensible. estimaba l a circunf
erencia terráquea e
o r De Ail ly es e l u tili­
tadios el método descrito p
no
A p esar de ser concebida como un punto en rela­ í su ifra g eo­
uien o bt �
zado � or Eratóstenes -q
en a
ción con el universo , l a Tierra posee una dimensión bes en
te- in l ela b or ado p or l os ara
m ensurable, existiendo por l o menos tre s estima­ métricamen s o e
c lad a l o largo
l que un gr cal u o
el siglo IX en e
ado
ciones conocidas. En De lo s . cielos, Aristóteles nos ba s e e n
h ace saber que los matemáticos estimaban la cir­ de un m e �id i an o medía 56 2/3 milla�. C�m
Alf rag�­
cunferencia de la Tierra en 400 mil estadi os que, a este valor de un gra
d o, De Ailly asevera que
ron un valo : d e 20
400 mi­
pesar de nuestro desco nocimiento del valor exacto ni y otr os árabes determin � a ( e es ,
a d e l a Ti�rr
sto
del estadio, representa una sustancia l sobrees tima­ llas para la circunferenci ide r ble me n te
ación cons a
ción, pues su cálculo duplicaría aproximadamente 360.56 2/3), tercera estim
la cifra real de 24 902 . millas inglesas. Otr a estima­ menor de la cifra real.
en el Ymago .Mu
ndl
ción, proporcionada p or Eratóstene s, un griego del Este último valor, que figura i cid e tal
_�
ió e
_ do a una observac n n n
sigl o m a.e, la establecía en 252 mil estadios, una de De Ailly, asocia ep
. , aproxima
r epresentac10n
.
da del valor rea l. Fue pro - Aristóteles , desernpeíió su
pap el en la a c tacwn
129
LOS y MAS ALLÁ
128 LA TIERRA, LOS CIELOS Y MAS ALLÁ LA .TIERRA, LOS CIE
int répido
de la plausibilidad del viaj e de Colón, dest inado pleno apoyo para su
a fin de obten er
a descu br ir América. Convencido de que podía lle­ to
pr central de l a T�erra en :
1
gar a la India navegando hacia el oeste desde Es­ i�� �e la localización ia� en t e im p
paña, a Colón le hacían falta pruebas para con­ onal no fue ser he�f:� -
!
cosmol¿gía tradici , rmc• u so su sistema
vencer a las autoridades . españ olas de l a factibilidad ?p e o p r o p
hasta que C uesto estado de r epos
o
de una empresa t an audaz y costosa. Colón tenía siglo xv1, su sup
trico en el l . 1 XIV
conciencia del respaldo de las concepciones aristo ­ i e te re xam
total fu e cu dadosam � _ �o qtt!�Ií:: =�;i�uirs;
télicas que podían servi r de fundamento a la pre­ :u en
D las clases de movm . d 1
sunción de que España y la India estaban unidas ficat� P:;: �� �is!::��
a �a Tierra, la �ás sigt �t
i e a ó c:t:
por el mismo océano. En el ej emplar del Ymago en cia s e r efen a a a pos
Mundi de De Ailly, que se conserva en S evilla, con
ci , ra expl icar e1
ascenso y el ocaso
diana qu e servia pa
celestes.
a notaciones manuscritas de Colón, éste se valió de de todos 1o_s cuerpos. lomeo
toda posible oportunidad para señalar que un g rado o nd a d c? n J un ta de Aristóteles y Pto
La aut i ón r e ferida
ant1'f'1cab a la trad ic
mide solamente 56 millas romanas y 2/3, y que por garanti. zab a y casi s óvil si tu ad a en e1
lo tanto la · circunferencia de la Tierra es de 20 400 a la ex1 sten
. ci· a de una T'1erra 1• nm en os celes-
'icab a los. fe n óm
millas, el más pequeño de los cálculos g eneralmente e ntr o d e l universo y e�pl las
c . ian o d e t odas
aceptados. Dado que 56 2/3 daba el valor más ov1m1ento cot 1·¿·
. tes med'iante e1 m ent ra li s mo
tóteles explicaba el c
pequeño de la circunferencia terrestre y prestaba esferas celestes . Aris , d e-1 m o v1m
• 1
· en to y lugar
. u t eon a
credibilidad a su suposición, C olón declaró expre­ t erráqueo m ediant e s . el lug r natural
a
samente que constituía la m edida exacta de un grado natu rales . El
centro de1. u mverso i'era to recti-
a m�apaz de movimien
y en algunos casos trazó recu adros al rededor de este de una T. ierra pesad P to lo meo ' en
dios naturales.
fundamental número . Una Tierra má s pequeña hacía líneo o c1rcu1ar p or me . oso e influyente tratado
probable la presunción de que u na extensión menor el m ás meticu1
su Almag.es to,
de océano se i nterponía entre España y la India. Para , mico hast a la pub·1·icaci. o, n de D e las rev
olu-
o n o
as tr niéo en 1543 ,
reforzar su prop uesta Colón, sin embargo, exageró e l est es de C opér
ciones d e las esfera� c
, onant e conJUnto
. de argumentos
el apoyo de Aristóteles at ribuyéndole no solamente la desp1ego un ' mpresi ierra, f undam
ent a l-
ax1. a1 de . la T
teorí a de que un ú n ico océano separaba a Españ a
contra la rot aI ci. on , . hum n,a y el "sen­
xperienci a �,
de la India, s ino también la creencia de que dicho mente con b ase en la e que una.
océano podía ser at ravesado en pocos días debido . A u nq u e Pt olomeo admit 1a
t1do com ú n" . , ar l os mov1-
s 1var" o exp lic
a su pequeñez Muy lejos de apa rtarse de los con ­
. rotación axial P ºdna " � • · e xp licar . fe-
odi a a su JUI· CIO,
c eptos antiguos y medievales, Colón buscó, por el mi. entos ce1estes, no p n te por encima
dos' d Ir' ectame
contrario, el sostén de pu nt os de vista tradicionales nómenos físicos observ a
130 LA TIERRA, LOS CIELOS Y MAS LA TIERRA, LOS CIELOS Y MAS ALLÁ 131
ALLA
d� la _ Tierra. Si la Tierra rotara r ealmente en cluso defendida en l a antigüedad grieg a llegó a s
er
, se­
direcc107:1 este sobre su eje, todos los objetos situ b ien conocido por todo lo que e tud b n en
ados
s s s ia a y
por ;ncima de su superficie, incluso l as nube
_ s, p a ­ ñab an en las universidades, o por aquellos que leían
n�cen�� ser dej ados atrás con un movimiento
en informalmente temas vinculados con l a astronomía
d�recci?n oeste, fe�órneno opuesto a la experienci
a. y la cosmología. Aunque estuvo destinada a p�rsistir
Si el aire compartiera el movimiento rotatorio de
_ la como una teoría inaceptable en la Edad Media, re­
Tierra, al observ dor terrestre le parecería que
_ � todo cibió sin embargo un sorprendente grado de apoyo
lo contenido en el debía quedar atrás o ap are
. nt aría por parte de Juan Buridan y Nicolás _ de Oresme,
­
moverse h c1a el oes te a med
� ida que la Ti erra quienes se ocuparon del tema con considerable ha
rotaba hacia e! e_ste. Aun si todos los objetos pose­ bilidad en sus preguntas y comentarios s ob re De los
y�ran un movimiento rotatorio en común con l cielos de Aristóteles.
a
Tierra Y el aire, quedarían siempre situados en l as Buridan , que fue probablemente el primero en
�ismas posiciones relativas. Dado que observarnos · escribir sobre el tema, creía que el movimiento diur­
directamen te que los objetos que están en el a
ire no de la esfera estelar y
de los planetas podría
alteran s s posiciones r elativas
� , Ptolo meo deducía confirm ar se sea med ian te la hipótesis de un cielo
otación o lo opuesto.
ya
que l a Tier
_ ra n o posee u n movimiento de
rotación. estacionario y una Tierr a en r
e la
En el siglo XIV estos argumentos eran bien conocido Una opción a favor de una r otación diurn � �
Y según veremos, brillantemente refutados .
s
r d un movim iento
Tierra de oeste a este, en lug a e
los
Los argu�entos a favor de la rotación axial diu
r­ diurno de este a oeste de las estrellas f ij as y de
mb rgo, que l e fer as
� de la Tierra con un cielo estacionario ya habían
a
planetas, demandar ía, sin e a as s

sido propuestos en la Antigüed uar n us re pectiv os ov m � e � to s


ad principalmente planetarias contin a s s � i

por Heráci ides de Ponto (ca. 388-310 a e ) e t pes r de l mmov 1hd ad


periódicos de oe te
. . y An:,-
a
·� s a s e a a
po­
t arco de S amos ( ca. 31O-ca. 230 a.c.) . Sus
ideas de la esfera más externa. Sólo de esta manera
fueron preservadas y perpetuadas sólo indirect dían los planetas cambiar sus posicione s rel a tiv as
amen­
Tie ra y los
te por oponen tes que las mencionaban únic
amen te entre sí o con las estrellas fij as. Si l a r

par� refutarlas, como fue el caso de Ptolo
meo. A planet as se trasladaran del oeste al este en una r
p artir de fuentes tan hostiles, la teoría riva volución diurna, la T ierra omple t í u rot ac ión
l ingresó c ar a s

a �a Europa medieval con las características de en un día natural, l a Luna en un mes, el Sol en u
n
una los
opmión cient�fica de acreditada. Con pos año, y así sucesiva me te. De e t m e , todo s
terioridad
an ra
� n s a
a las tradu cciones l atmas de fenómenos astronómicos diurnos y periódicos so
n
los siglos XII y xm el
hech? de que la posibilidad de 1a rotación form t n direct omo con la �ipó­
ax ial' de explicable e n a a a c
la Tier ra babi,a sido ya seriamente plante
s
mos
a da e in - tesis alternativa. En el contexto de los · mecams
132 LA TIERRA, LOS CIELOS
Y MAS AL.LA
LA TIERRA, LOS CIELOS y MAS ALLÁ 133
c osmológicos de Aristótele
s ( véase infra, pp. 143-
144), todas las esferas cele alternativas. A favor de l_a �o�ació� axia� diurna de
stes que a nteriormente , ,
participaron en la produc
ción del movimiento diur­ la Tierra figura ba el prmc1pio anstotehco comu�­
no se considerarían ahora mente aceptado de que el reposo es un esta�o �a�
en reposo, mientras que ,
l as restantes, cuyos movimien noble que el movimiento. ¿No seria, por cons1gmen
tos generan los m ovi­
mientos progresi_yos__y_ _regresi t más apropiado que los cuerpos celestes, espe­
vos a lo largo del zo­
diaco , funcionarían como c�;lmente la esfera más noble y eJ,Cterna de l as
a nteriormente.
Según lo definido por Burid estrellas fij asJ estuvieran en reposo m�entras que l_a
an, el problema ten
que ver básicamente con e ía
l m ovimiento relativ Tierra, el cuerpo más innoble, estuviera en �ov 1-
Aunque nos parezca que la o. _
Tierra en que nos en­ miento? Buridan también señalaba la conv�menc!a
contramos está en reposo mie d explicar los fenómenos utilizando los med:os mas
ntras que el Sol es
arrastrado en torno nuestro sobre si:iples posibles. En este sentido parecía �as ade­
su esfera, lo opues­ _
to podría ser físicamente verd cuado suponer que la relativa1?ente pequena Tie�ra
a dero, dado que los fe­
nómen os celestes observados gira con la ma yor velocidad mientras que las esfe1as
seguirían siendo los
mismos. Estaríamos tan ajen superiores y grandes perma�ecen en :eposo. Par
os a este movimient
rotatorio terrestre, insistía Bur o _ �
idan, como el pasajero completa r una rotación cotidiana, la Tierra dema n
de un buque en movimiento que daría una velocidad diurna mucho may or que la de
pasara a otro barco
que está en realida d inmóvil las esferas celestes, de tamaño inmensam�nte mayor.
. Si el observador del
buque en movimiento se ima En esta argumentación,. básicament� re�t�rada po r
ginara a sí mismo en
estado de inmovilida d, el buq Oresme Copérnico y Galileo, l a simplicidad y la
ue rea lmente inmóvil
parecería estar en mo vimien credulidad quedaban más convenientemente satis­
to. Similarmente, si el
Sol estuviera rea lmente inm fechas por una Tierra que rotaba.
óvil y l a Tierra rota ra,
percibiríamos lo opuesto. Con A pesar de estos . y otros argumentos fav�rables al
base en motivos estric­ _
tamente astronómicos, Bur movimiento terrestre cotidiano, Bunda� !1�almente
idan esta ba claramente
convencido que una u otra optó por . la opinión tra dicion al. A su JU1c10 la ro
hipótesis podía explicar . :
los fenómenos cel
estes. Ni siquiera los astrón tación de la Tierra no llega ba a ex�licar por que
podían resolver el punto om os . .
y determinar la verdad una flecha disparada verticalmente hacia arriba siem:
física . Esta ba n sólo empeñ pre cae en el mismo lugar del cual fue proyectada . �1
a dos en explica r
riencias celestes y podían las a pa­
utilizar la alternativa que la Tierra girara realmente de oeste � este, deb�na
pudiera parecer más con rotar aproxima damente una leg�a hacia el este m1e�­
veniente.
Parecía que sólo criterios tras la flecha estuviera en el aire. En consecuencia
y argumentos no astro­
nómic os podían inducir la 1a flec ha debería caer a tierr a alrededor de una
adopción de las
posibles
legua hacia el oeste. Ahora bien, un pa·rt1'dan· o de
134 · LA TIERRA,
LOS CIELOS Y MAS
ALLA
la teoría de la rotac
LA TIERRA, LOS CIELOS Y MAS ALLA 135
ión de la Tierra p od
argument�ndo que el ría replicar
aire se m ueve resentar una serie de importantes r azones para
con 1a Tierra en ro conj untamente
tación y ar rastra la ruponer que la Tierra rota, re sulta sorpren?ente que
sigo, explicando de es flecha con­ el efecto global de su s correctos razonamientos re­
te modo p or qué _
la flecha cae
en
: !uga r en que fue disparada . sultara insuficiente para alej arlo del punt o de vista
En virtud del
1
m ovimie:ito rot atorio tradicional. En r espuesta al argumento basado en
com ún compar .
r�a, el aire, 1a flecha tid o por 1a Tie­
y el observador, el m la experiencia cotidiana de que "vemos" l a sahda
c�rcular eal de la flec o vimiento
� ha pasa ría desap ercibid la p uesta de l os planetas y estrellas, de lo que
b id o a ciertas o. De­ .
consecuencias
que deberían derivarse ?'nferimos que los cielos se mueven, Oresme, al igual
de su teoría d I í p �ue Buridan, recurre al movimiento rel ativo de los
� et u, Burid an c o
table esta exphca � nsideró i nacep­
b uques. Por otra parte , si un hombre fuera t�ans­
c10n . Cuand o
la fl ech a es dispar .
da u�a canti? d de a- p ortado en dirección circular por un mov1m1ento
í pe
d�bena perm1t1�rle r _ � tu le es impreso, lo que .
diurno de los cielos y pudiera ver la Tierra en de­
_ esistir el mo vim
aire mientras iento lateral deJ
ac ompaña a la
Ti t alle le parecería que ésta se t rasladaba con un
erra en s u
miento de rotación. Co m ovi­ movimiento diurno en forma semej ante a nu�stra
mo resultado de su re
al m ovimien
to del aire , la
sistencia impresión d e que . los cielos se t rasladan con dicho
r etraso respecto a 1a flecha debe sufrir un
Tierra y el aire y caer movimiento .
m�nte más hacia el sensible­ A l a afirmación de que si l a Tierra girara de
oeste de su
lugar de l an
� . Como esto resulta za­ este a oeste debería soplar constantemente u� fuerte
_ contrario a la experie
ien to
cia Bunda n llegó a la c o n­ viento desde el este, Oresme replica que el aire rota
� nc lu sión de q
ue la Tierra
esta en repos con la Tierra. D ado que somos transporta1os con­
o . En un típi
co estilo nom inalista
rivó una crucial deduc
ción física -no astron de­ juntamente con l a Tierra, que v a acompanada del
del movimi n to de ómica­ aire nuestra experiencia sería análog a a l a de una
� la Tierra. Sin embar
tan temer no
com o para afi
go no fue p er:ona que está en una cabina cerrada a bordo de
� rmar que el c
onj unto de .
d atos derivados de un buque en mo vimient o. No se �enera viento por­
la experien cia debían
una verdad constituir
necesaria . Un p
lanteamiento de esa q ue el pasaj ero el aire y l a cabma ·que . los rodea
dole h ubiera estado ín ­ s on t ransportados junto con el b arco.
J

en contradicc ió
n con la actit
e colást ica qu
� e predominab d Otro argumento, que Oresme atriht�ye a Ptolomeo,
a en el siglo . _
u
bien, la inmovilidad x1v. Antes es muy similar a la crucial exp eriencia �e la flecha
de la Tierra p arecía
bable que 1a hipóte más pro­ de Buridan, aun que éste no es menc10n ado ?�r
sis alternativa.
En un análisis incl Oresme . B asándose en la hipót esis de l a r?tacion
uso más brill
de Oresm e arribó a ante, Nicolás
idéntica conclusión . D d e la Tierra, Ptolomeo dedujo que si el p�saJ ero de
espués de
un buque que se mueve rápidamente hacia el este
136 LA TIERRA, LOS CIELOS Y MÁS ALLÁ 137
LA TIERRA, LOS CJELOS Y MÁS ALLÁ

disparara una flecha verticalmente h acia arriba la vertical y horizontalmente rectilíneo, como su­
o que la
fl�cha �aería ?acia el oeste detrás del buque, a �na qede con el movimiento del brazo ). Dad
ue
_
dist ancia c?ns1derable. Similarmente , si a lguien lan­ p rt l movim i t ci c l r d e l a Tie -
�lecha com en o r u � .
cidad mdepen-
a e e
zara una piedra en línea recta h acia arriba mientras rra y gira con ella a la misma velo
super f1 c1· e
q?e la Tierra rotara rápidament e de oeste a este, la dientemente de si está d epositada : la n
piedra debería caer h acia el oeste, muy p or detrás v rtic lm en el
d la Tierra o si es disparada e a ente
del lugar desde el que f ue arrojad a. Dado que cae m t p ci d l lugar
a�re se elevará directa en e or en ma e
en el lugar desde el cual f ue l an zad a y este efecto no disp d , y d v m e�!e
desde el que fue a ca en o nue a
e t amb1e n
ara
es observado, Ptolomeo ll egab a a l a con clusión de
en dich g . P r e l o b se rv a d or , q ?
erra , la �le ­
lu ar a a

comparte el movimiento circular de la Ti


o
q ue la Tierra está en reposo. Argument ando desde
s� teoría del í m petu, Buridan, según ya vimos, coin­ cha aparent ará poseer sólo un com p te ":�rttcal
,
onen
c 1dia con Ptol omeo. D ad o que la flech a r etorna a l c clus1on de
de movimiento. Oresme llegab a a a on
su lugar de proyecció n _. B urid an concluí a que la Tie­ que era imposible determ _ i c � la e�pe ­
.
nar on ase en
rr a est aba i nmóvil. Sin emb argo Oresm e no veía ci s 1 un m v1 1;1-1en­
riencia si por un lado los ? ,
elo ose an o
e el.
na da i ��ompatible entre el retorno de la flecha y
. to diurno y si por el otro, la Tierra carecia �
la rotacion de la Tierra. Una ve z más el movimiento r t ció diu d l Ti erra no
Sin embargo la o a n rna e a
d e u� barco es utilizado para ilu strar los puntos
_ constituí a mer�mente una a
lternativa_ igualmente
s astro­
prmc1pales. L os movimientos de un buque que na­ plausible . Podían aducirse a su favor virtude
tr d e oes�e
vega en direcció n este se producen de l a misma nómicas positivas. Una rotación . terres e
manera que como cuando el b uque está inmóvil. De n p ct o m as
a este present aría al un iverso baJO u as e
este mo do, a p esar d el h echo d e que el bra zo d e un s v í en la
armonioso . Todos los cuerp os e mo er an
hom bre experimentarí a dos movimi entos rectilíneos misma dirección en p i do q t b , par­
_
er o s ue aume n a an
si�rmltáneos, vertical y h orizonta l, si la persona mo­ tiendo d� la Tierra, dir e cció n e xt er i or h a ci a �as
ern_ativa
en
viera l �ano verticalmente h acia abajo en el plano e strellas.· De e st m d o p o dí a e vit a rs � l a
_a lt
s movimientos_ s1:11ul­
e o
d el mas ;,
til del buque, su mano parecerí a extenderse menos agradable por la cual lo
sólo con un movimiento vertical. Ahora bien , si su­ táneos opuestos -este a oeste para _ el . m ovim ��
1e o

ponen:ios que l a Tierra, el aire ambiental y tod·a la diurno y oeste a este para l o_s mov1m 1 en t os p �no­
m ate na sublunar rotan cotidianamente de oeste a dicos- son atribuidos a los cielo s. L a s o p er a � 0nes
1

est e, :1 retorno de la flecha al lugar desde el cual de la naturaleza debían , en l o p os ibl e , e xp h �arse
fue disparada puede explicarse h acie ndo referencia p q ño d p cion es
m ediante el número más e ue e o era
a sus dos movimientos componentes simultáneos a sim ples. D ado que el p oso es má s no lJl e q ue el
e nte a
re
saber , vertic al y horizontalmen te circ ular ( más bie n movimiento, est e o rd e n am ie nt o d e jarí a s ola m
ALLÁ 139
CIELOS y MAS
13_8 LA TIERRA, LOS CIELOS Y MÁS ALLÁ LA TIERRA, LOS
ez
ay or economía
de esfuerzo, tal v
l m
Dios en un estado supremo de reposo, digno y de­ En vista de a
ro de est a
m anera .
coroso . Por otra p ar te, si el movimiento de los cuer ­ Dios realizó el 1;11·1a_g erie de argument
os
o de una s
pos celestes disminuye con el aumento de las distan­ Al llegar al termin rprende al comprobar que
u no se so e1
cias desde la Ti erra, no solamente sería el movimiento tan notables , nt e expres� 1 a
creencia de que
Oresme n o l a m e . que e-
reciso ,_ sino
o s ad
de la Tierra más rápido sino que l a esfera de las
s ie ntífi camente imp . , icio.-
estrellas fijas, ahora pr iva da de un mo vimiento diur­ problema .. e c
a dhesión a l a
opimon tr ad
nifi t u l u m-
,._.... s m . a est'a en reposo en el centro
s a s
no, poseería el movimiento má s lento de todos , rea­ .-ná a e d e
La Ti rr c n un
nal. . a . su a!rededor
e
lizando aproximadamente una revolución cada 36 . o
, en
1 cie1o s giran , a ta
rotac10n de la Ti
os
mil años para coincidir con la precesión de los ver . .so y err es

equinoccios , según lo p ostulado p or l os as trónomos movi. miento diurno · La ión norma1 ,


., a la razón natura1 o compr ens .., n en· s-
griegos. De este modo se evitaban las velocidades oposicion mas de la rehgio ena
algunos dog
excesivas atribuidas a las esferas cel estes más gran­ como lo est,an ep tad �s p r . 1a fe pero parec r
tiana.É t ab andona
son ac
des y más remotas. s os
msuf�iciente 'para
La rotación diurna de la Tierra también obviaría que la fe es una razón ete rm. inac ión de una
cues-
ral en la icos,
d
la necesidad de crear una novena esfera invisible y la ra zó n n atu p ri ipi o s fí s
on base en
nc
• tl'f ic . C
tión física o ci ª pótesis contrarias
a
, .
en
sin estrellas , cuya sola función sería la de producir
n , mic· os y cosm ologicos , l s hi ·
ecidir " sob re
un movimiento diurno de este a oeste de todas l as as tr o o
• a1mente so stem"bles. E. s difíc il d
· a. La
esferas planetarias y estrellas fijas. Al asignarle a l a son 1gu.
¡ · z d e la ciencia
. y la experi• enci.
d or
la relativa v u na hipótesis p
a i e
Tierra una rotación diurna, Dios, que no hace nada d efensa de
y b ll an te h b ía
detallada i ' a él m ismo
· tiv
r r
en vano, no habría solamente eliminado l a nece sid ad a
m qu e en de fi n1 r.
e Y . ul t
Parte de O tema en en un motivo
r s e er io
de una novena esfera , sino que también habr ía , su orig
creado un mundo menos complicado. de rech za r , fe cr isti l as

r
a an a de
. . l de proteger la
La presunta inclinación divina de actuar de la Su obj etivo era e l r az onamiento , 1 a e
x-
m t a i ne s b�sa�as c pa e de
manera más directa y simple es, una vez más, apro­ de :nos eran i
r c o a c s
os
ciencia.
n .
ie n­
vechada para explicar la interven ción milagrosa en perienc ia y la uy ent e un p roblema c
ma c?nc�
ap oyo del ejército de Josué (Josué lD: 12-14), demostrar en for , nto más incapaces
e t dir tº e�:
tífico relativ m ernera-
empleaba t
a n e
c uando Dios prolongó el día orden ando al Sol que ;; ;e
ult r cu an
se detuviera encima de Gibeón.Dado que l a Tierra deberían r e s a
o por pro
b ar dogmas
u v ano esfuerz
es sólo un punto si se le compara con l as estrellas, el riamente e n n
ión se b asab a
s c uy a e redi'bT i 1dad y aceptac
mismo efec to memorable podría haberse logrado re ligios o
fe
con un mínimo de desorganización derivada de la únicamente en la : p ara desconcertar la razón,
iliza n l a razon
interrupción transitoria de la rotación de la Tierra. Ut do
140 -LA TIERRA, LOS CIELOS Y MAS ALLA LA TIERRA, LOS CIELOS Y MAS ALLÁ 141
Oresme revela que es el heredero de la tradición Europa oriental y quizás estudiadas en la Univer­
escéptica Y probabilista que emergió de la lucha sidad de Cracovi a en la segunda mitad del siglo xv
entre la filosofía y la teología cuando los teólogos cuando Copérnico era un discípulo en ese centro
_
r �currieron a la filosofía para confundir a los fi­ docente? Aparte de un a notable similitud, que en
losofos. Oresme, el teólogo y científico, desplaza el cierto modo parece algo más que una mera coinci­
c ampo de batalla h acia el ámbito de la ciencia en dencia, no existen pruebas de que Copérnico co­
el que desconcierta a los científicos con la ciencia nociera estos tratados u obtuviera sus argumentos
Y la razón . El conocimiento verdadero sólo podía de fuentes medievales. De cualquier m anera Buridan
lograrse a través de la fe. En cuestiones relativas y Oresme merecen nues tro elogio y nuestra admi­
a l mundo físico, Oresme, a imitación de Sócrates ración por formular una serie de argumentos en
confesaba jovi almente que "sólo sé que no sé nada "� favor de la rotación axial de la Tierra que Copér­
. Aunque Burid an y Oresme llegaron a la conclu­ nico consideró digna de ser incluida en su obra.
sión de que la Tierra no poseí a movimiento ro­ La negación de l a rotación diurna de la Tierra
.
tatorio, a lgunos de sus argumentos a favor de la no significaba, sin embargo, que no había que atri­
r �tac�ón reap arecen en la defensa del sistema helio­ buirle ningún movimiento. En realidad en la misma
centnco por parte de Copérnico, quien asigna a la pregunta en que se considera la rotación de la Tie­
.
Tierra una rotación diurna y un a traslación anual rra y en otras secciones de su Preguntas sobre el
en torno a l Sol. Entre los postulados formulados De los cielos de Aristóteles, Buridan y otros admitían
_
figuran la relatividad del movimiento, según lo ilus­ la · existencia de movimientos rectilíneos incesantes,
tra el m�vimiento de los buques; que es mejor aunque ligeros, de toda la masa terráquea, producidos
que la Tierra complete una rotación diurna con por continuos desplazamientos del centro de grave­
una velocid�d mucho menor que la requerid a por dad de la Tierra, en cuyo punto se suponía que el
l �s vastos cielos; que el a ire comparte la rotación peso total del planeta estaba centrado. Si· 1a Tierra
_
dmrna de l a Tierra; que el movimiento de los cuer­ era una esfera homogénea, su centro de gravedad
pos q�e ascienden y que caen se origina en un y centro de magnitud serían obviamente coinciden­
.
�ovim1ento co1?puesto de elementos rectilíneos y tes. Pero la Tierra no es homogénea pues está com­
circulares; y, fmalmente, que en vista de que · el puesta de partes de variada densidad y pesadez. Por
estado de reposo es más noble que el movimiento lo tanto su centro de gravedad difiere de su cent ro
es más lógico que la innoble Tierra mantenga s� de magnitud. El movimiento de la Tierra es el re­
r �tación y no los cielos más nobles. ¿ Obtuvo Copér­ sultado inevitable de un esfuerzo incesante destinado
mco algunos de estos postula dos -o todos ellos- de a lograr que su centro de gravedad coincida con el
Burid an y Oresme, cuyas obras eran conocidas en centro del universo. De acuerdo con Buridarr, cuyas
142 LA · TIERRA, LOS CIELOS Y MÁS ALLÁ
LA TIERRA, LOS CIELOS Y MAS ALLÁ
opiniones sobre este tema ejercieron mucha influen­
143

cia, puede afirmarse que el proceso comienza con erosión, se va produciendo su descenso hacia el
1:1uchos pequeños trozos de tierra arrastrados por mar. Las piedras duras remanentes son elevadas
nos Y arroyos desde las montañas hasta las profun­ repetidamente por cada desplazamiento del centro
didades
_ de los mares. De esta manera las regiones de gravedad de la Tierra. Al cabo de un largo pe­
elevadas de la Tierra se vuelven más livianas y riodo estos agregados de rocas duras habrán formado
las �egiones cubiertas por las aguas, más pesadas. A montañas elevadas. En una época muy anterior,
medida que avanza el proceso de redistribución Avicena había formulado una explicación más co­
del peso, el· centro de gravedad de la Tierra se rrecta, al describir el efecto de la intemperie sobre
desplaza. Dado que estaba ampliamente difundida la roca blanda como una causa accidental de la
la creencia de que el centro de gravedad de la formación de montañas. Las r ocas duras que sub­
Tierra _ -no su centro de magnitud- se esfuerza sisten después de la excavación de valles profundos,
p or coincidir con el centro geométrico del universo emergen como elevaciones que con el tiempo se
cabría _ inferir que la Tierra sufriría un ligero movi� convierten en montañas. Reviste interés el hecho de
miento hasta que la coincidencia fuera alcanzada. que, a diferencia de Buridan, Avicena también tomó
En el proceso, regiones anteriormente cubiertas del en cuenta el papel de los terremotos en la forma­
�la�eta serían empujadas hacia arriba, con el con­ ción de montañas; en los hechos los consideraba
siguiente afloramiento de nuevas tierras. Partes de más importantes que la exposición a la intemperie.
la Tierra que en un momento dado se encontraban Sin embargo, las teorías geológicas de Buridan fue­
sumergidas cerca del centro de gravedad, son gra­ ron ampliamente discutidas en el siglo x1v; también
dualmente empujadas hacia la superficie, elevándose lo fueron por los jesuitas en una etapa tan tardía
gradualm�nte p or encima de las aguas y extendién­ corno lo es el siglo xvu. Y, aunque rechazándola,
dose hacia las alturas de montañas anteriormente Leibnitz la consideró una teoría muy ingeniosa.
sometidas a erosión. Como el centro de gravedad Ascendiendo desde la Tierra hacia la región su­
de _ la Tierra se desplaza continuamente para coin- pralunar, los comentaristas escolásticos -adoptaron
_ _
cidir con el centro geométrico del universo, el pro- una versión simplificada de la cosmología aristoté­
ceso de disolución es siempre contrarrestado por el lica. El sistema de Aristóteles, basado en obras
. anteriores de Eudoxo de Cnido y Cálipo , constaba
afloramiento ?e partes anteriormente sumergidas.
Lo de 55 esferas celestes concéntricas que rotaban en
. , s . m:camsmos y procesos aquí descritos tam­ torno al eje de la Tierra, proyectado a través del
bien sirvieron para explicar la formación de las
montañas. A medida que las piedras blandas su­ centro del universo. En el sistema matemático de
fren los efectos de la intemperie, con la consiguiente Cálipo, en el que Aristóteles basaba directamente
su cosmología de esferas concéntricas, al planeta
144 LA TIERRA, LOS CIELOS Y MAS ALLÁ LA TIERRA, LOS CIELOS Y MAS ALLÁ 145

Saturno, por ejemplo, le estaba asignado un total


de cuatro esferas que servían para explicar su mo­
vimiento: una para el movimiento diurno, una para
el movimiento apropiado a lo, largo del zodiaco o
eclíptica y dos para sus movimientos retrógrados
observados a lo largo del zodiaco. Aristóteles dio
una interpretación física a este sistema matemático.
A fin de impedir que los movimientos zodiacales
y retrógrados fueran transmitidos a Júpiter -la
siguiente esfera inferior-, introdujo tres esferas que
se desenrollaban y cuya función era la de contrarres­
tar el movimiento de las tres esferas que controlaban
todos los movimientos, excepto el diurno. En vista
de que el movimiento diurno era común a todos
los planetas, a cada uno de ellos se le asignaba
una esfera especial para dicho propósito. En ese
momento Saturno requería un total de siete esferas,
en vez de cuatro. De un modo similar, Aristóteles
consideraba necesario agregar esferas contrarrestan­
tes a todos los planetas excepto la Luna, que estaba
situada directamente por encima de la región sub­
lunar. De este modo las 33 esferas de Cálipo aumen­
taron a 55. Más que hacer frente a estas numerosas FIGURA 5
esferas incrustadas, algunas de ellas girando en una
dirección y otras en dirección opuesta, la Edad Me­ ( véase figura 5) . Se pensaba que !ºs planetas estaban
dia asistió a la introducción de una simplificación fijos o incrustados en sus respectivas esferas y arras­
básica. Ocho (y ocasionalmente nueve o diez) es­ trados por ellas con movimientos que se �onservaban
feras concéntricas físicas (más los agregados de un y se prolongaban debido al amor de Dios, que los
_
tipo no astronómico, como lo era la esfera empirea­ impulsaba indirectamente como obJeto de �se amor.
_
na) remplazaron a las 55 esferas de Aristóteles, una En su ardiente deseo de aproximarse a Dios en el
para cada una de los siete planetas, con una octava mayor grado posible, los planetas divinos giran in­
esfera que servía de portadora de las estrellas fijas interrumpidamente en movimiento circular. Innova-
146 LA TIERRA, LOS CIEL
OS y MAS ALLA LA TIERRA, LOS CIELOS Y MAS ALLÁ 147

dole d1 e Juan Bundan podrí


dores audaces de la ín Astronómicamente, por supuesto, este sistema de
sugerir que el ímpetu an
d:�;: : l�s. esferas pla
im esferas concéntricas era incluso más inadecuado que
rias, pero 1a mayoría �eta­
ru 1tos Y estudiosos el de Aristóteles y no era siquiera capaz de explicar
compartirían la opi'mo. , n de Mois las obvias variaciones de las distancias planetarias.
que "es el amor lo qu . ,es Ma1m
. om
, .des de
e hace girar al mundo". Para hacer frente a los problemas técnicos del mo­
vimiento planetario era esencial recurrir a la astro­
nomía matemática del Almagesto de Ptolomeo, tan
altamente desarrollada, o a las obras derivadas del
mismo. Entre las innumerables diferencias que dis­
tinguen al sistema ptolemaico del aristotélico figura
el hecho de que el primero admitía movimientos
en torno a los ejes, diferentes de aquellos que atra­
viesan el centro del universo. Esto permitía el des­
arrollo de una astronomía de excéntricas y epiciclos
( véase figura 6), que se convirtió en la base misma
de la astronomía técnica hasta el momento en que
FIGURA 6. Epiciclo
sobre un círcul? . exc , las elipses de Kepler los suplantó en el siglo xvn.
movimiento del centro entric
(L) de� Pzczclo qu o. El Fueron pocos los que en la Edad Media dominaron
portaba al planeta P) e trans­
con respecto al centro
trayectorza
· czr
(
· cular recorrida
r/f n sz/eraba uniforme no
/I c¡el de / erente [esto
es, . la
las complejidades de la astronomía ptolemaica, y las
discusiones escolásticas en las que se destacaban
rra (T), sino con res por (L)], o de la Tze
minado el. "ecuante",
pect o ª. otro punto (E) deno-
­ los epiciclos y las excéntricas tenían que ver fun­
damentalmente con su existencia o inexistencia fí­
es deczr < LEA , consz
unz·¡ormemente crecie •derado
nte Me¿·zante la adecua sica. Incluso un aristotelista tan ferviente como Ave­
&ación de los puntos E. da ubi­
, C, y T, y la determina rroes admitía prestamente que la utilización de
de las razones de los ción
d.zametros d_el ep·zczc · lo ,Y sus excéntricas y epiciclos era un método adecuado para
deferentes, y la eleeció
n
e inclinaciones correct de d'ireccz°'!es, velocidades
el cómputo y predicción de las posi�ionés planeta­
s para lo
fue p osible explicar t s dt?ersos c�rculos, rias, esto es, para explicar los fenómenos astronó­
(La figura y la leyena¡ :/ p ren tes zrreg?flarzdades. micos, pero se oponía vigorosamente a la opinión,
ducidas, con la autorizac
a
z_.,o f
¡unta han sido repro­
Press, de A Source Book n de ªr�ard University
m G ree Sc1ence, Harva
sostenida por algunos, de que los epiciclos y las
excéntricas poseían una existencia física real dentro
University Press' . 1958
. , ' P· l29 · Hemos agrega rd del cosmos. Esta admisión habría implicado el total
descripcion entre corche do la abandono de la física y la cosmología ari�totélicas y
tes.)
148 LA TIERRA, Los C
IELOS y MAS ALLA
LA TIERRA, LOS CIELOS Y MAS ALLÁ 149
una clara violación
del dog:{1� fu:-1dame
el cual el centro g . n tal según tiempo podría existir allí, puesto que dependía del
eom étneo e umverso es el ún
cen tro de los mov1· . ico movimiento de los cuerpos Pero si más allá de los
m1en tos celestes por .
esta y otras
de 1 vis
razones, el pun to . · cielos no había ni materia, ni lugar, ni vacío, ni
respaldo de casi tod ta � �verroes rec
os os esco�asticos qu ibió el tiempo, no cabía entonces duda alguna de que nada
1a probable verdad ' .
f1s1ca de Ja versi·on , e p os1tul aban existía del otro lado. La descripción sólo podía
de las ocho esferas .
enunci da por Aris

si•mp if1c • ada corresponder a una carencia total y absoluta. Otros,
con la admisión d tóteles, junto
que 1 a �� tronom a
; incluso muchos aristotelistas posteriores, opinaron que
era esencial para : · cion í p tolemaica la respuesta del maestro era estrecha e insatisfacto­
1 exp ica de los fenómenos
astronómicos. ria. No podían abstenerse de preguntar qué era lo
La región supralu que había realmente más allá del cosmos. ¿ Otros
nar del cosmos m .
su sucesión de es edieval con mundos? ¿ Espacio vacío? ¿ Dónde se situaría una
feras concen , tricas ªJus
comprimidas tenn · tadamente
i
inaba, segun al no , lanza u otra arma, si pudiera ser empujada a través
esfera de las estr gu s' en la octava de la esfera celeste exterior? La respuesta de Aristó­
ellas fi 'as y, seg�, n
novena esfera inv o tros, en una teles no podía suprimir estas reiteradas preguntas.
isib1e.
del mundo or:ginab . a . aceptación de la finitud Hasta 1277, la posibilidad de la existencia de otros
i a mev1tablem_ente m · dagaciones
acerca de la p osibili mundos no había sido seriamente planteada por los
dad d la ex1sten .
cosa situada má s c1a de alguna autores cristianos. La creación de Dios era única
all' d ;a esfera ce
Aristó teles mismo leste externa.
h :,a e f ºrm ulado en su gén�ro y el hombre era su punto focal. Era
había llegado a 1a I . , la pregunta y suficiente un solo mundo para el drama humano en
. co:elus1on de que tod .
existente estaba con a 1a
te 'd: den tro de nues materia desarrollo, inexorablemente encaminado hacia el gran
finito. Afuera no qu � tro mundo
e a a nada suscept día del juicio final. En lo referente a la existencia de
origen a 1a fonn acw . ible de dar un solo mundo, Aristóteles y sus seguidores cristianos
,n
que m ateria alguna de o.tro . mund°; ni era p osible
1 adqmner a consis tencia en ese estaban en plena armonía. Pero si ésa fuera su
lugar. Pues to que ·t ' voluntad, ¿ podía Dios crear otros mundos? Antes
e concepto arJs ote1'co de lugar
planteaba Ia ex1g · •
capaz de ocuparlo
enc1a de qu 1 e• un cuerpoI f'lSl.co de 1277, una pregunta tan hipotética· no se hubiera
su º fuera discutido seriamente. Después de 1277, el contexto
no �dí an existir I� : ;� ::�! ebía establec�r q�e
gare e intelectual quedó dramáticamente alterado y la in­
tenc1a de cuerpos m mundo. La mex1s­
te na. l_e � má cógnita sobre la existencia de otros mundos, así
implicaba también s allá del mundo
. ía com la �mpos1bI1I.dad de un como un gran número de interrogantes insólitos, no
se defm o algo en el que la v�c10,, que solamente fue planteada sino que su formulación
cuerpo era poten . presencia de un
cialmente posible N' se convirtió en un lugar común. El artículo 34, que
· 1 s1qm
. .era el negaba la posibilidad de que Dios pudiera hacer
LOS y MAS ALLÁ
151
LA TIERRA, LOS CIE
ificativa- ver-
150 LA TIERRA, LOS CIELOS Y MAS ALLÁ
históricamente sign
más de un mun do era uno de los artículos ana te­ L rechazad o.
. , e:: �: qu�ristóteles h abía también
a r ra

m atizados en 1277 y esta condena provocó con tro ­ s1 n sepa ­


'bTdi i �d de que mundos
Postulaba la posi
o
versias so bre la exis tencia de otros mundos. A partir sí; pod rí an xistir
te exteriores .entre . . '-
rados, totalmen • ia b 1
e
de ese momen to se hizo necesario admitir que Dios imagma no L v
tá t e en un espacio
e su
a
podría h aber creado, o podría aún crear, otros mun­ simu eci. � d d
or no d
ante �ml. ento ' p
neam en

lidad de este P1
l a
dos apar te del nuestro. En tre se tenta y cinco y cien
a
le a
r

damen t im p r b b
pla ·bTd d parecia extrem a
a
c p-
o
a ños más ta rde au tor es d e l a talla de Juan Buri­ a
e

lic a , univ
m t
�e 1 idea aristoté
i

dan, Nicolás de Oresme y Alberto de Sajonia, se ª¡ � os


la t�
en e

, la cua1 si se admitía que los el emen


ersal
u
o cuparon de la posibilidad de una plur alidad de tada, segun m ás allá de
nu ro st
er . co1 oc ados
pesados po<lían, s
e
mun dos teniendo claramente presen te la condena
emb argo' a c ae
r h acia el cen-
d e 1277. Adelantándose a la mera presen tación de mundo, tendenan, m niverso p u e.
de
puesto . que en el u
s

nuevas ideas cosmológicas ellos procuraron incluso tro de1 mun do' , co centro verdadero. L e1os
ente un um
resolver problemas físicos hipotéticos que plant eaban existir solam . · exp1·i ca ción,
Ores-
un serio desafío a la física aris totélica. A men udo de qu d r 1 pres1onado por esta bj et os
l
que ,· co.n respecto
m

me argume.nt· aba
e a o
a mplia ban la a plica ción de los principios físicos aris ­ ''aba-
a os
" rn 'b " y
nocmnes de
totélicos a los otros posibles mundos hipo téticos c uya pesados y 1 ivianos , la s . pesados
a a

. l m te que los obJetas


exis tencia Aristóteles h abía ne gado ro tundamente. J o. " significab an e l os obJ. etos
almente al centro d
s o a en

Se distinguían tres clases de pluralidad, por lo se trasladaban n atur esados serí an


entonces
ob' �,tos
menos. Una sucesión de mundos únicos, versión que livianos, o raros. L�s . J ivi os cir­
b ios obj etos
catalogados co mo a . J ,
an
esado
l
Empédocles había defendido y Aris tótel es repu dia­ obj t p
"arn� � iero si u n
.ª .
cundantes como mu n­
e o
do, no llegó a transformarse en el pun to f ocal d e llá d nu tro
stu viera mas ,
o trozo de tierra e. .
e to p esado
es
disc usión. Simplemen te se admitió que Dios pudo
e

por un vac10, � b '


haber realizado esta tarea en el pasado y a ún podría do y separad? de él cia . el centro
ese o J
d ría h
erra, n o se tr
r emplazar un mundo por otro . Un segundo tipo de o trozo de ti .
a
ano, com o el
asla a

d °· Si un cuer po 1·i vi
d e nuestro m
pluralid ad linda con la ficción científica y fue pro ­
e an do el cue
rpo pesado, las no -
un n

bablemen te considerado apenas algo más que · un aire o el fuego, rod . Por lo
arriba y abaJo
�on indistin guibles.
ejercici o intelectual que no debía ser encarado como dones de . p u i r n entre
. va c1os se in ter
tanto si 1 Os espacios • 1 os
e a
una posibilidad formal. En este caso la pluralidad
s

1 u s 0 l n e tro,
coexist entes, me
todos los mundos
• u s
es simultánea pero los mundos coexis tentes caben el ellos
e

ca d ª de
ciados c.on
u no dentro del otro. Oresme insistía en q� ni la ex­ obj etos pesados aso ión
, an a moverse hacia " abaJ· o" en .direcc
un o

.
periencia ni la razón podían demostrar la imposibi­ no tende n do que l s b J t
os
o mundo , da
del centro de nuestr
o o e
lidad de tales mundos.
MAS ALLÁ 153
152. LA TIERRA, LOS CIELOS Y MAS ALLÁ LA TIERRA, LOS CIELOS Y
to material y sin v a­
l i vianos q�e h acen falta para r odear los o bj etos pe­ ás allá de nuestro mundo fini as , este p os­
sideracione teológic
sados a fm de permi tir la diferenciación de una lI!
os D ebido a con
m
s
m r posibilidad
�• lad o no fue planteado
e a
dirección hacia "abaj o", están necesariamente au­ co o una
ntica realidad deriv
� 0 más bien como una auté
ada
sentes en un vacío. De este modo, si Dios creara pn .
ipresencia de D'10
del infinito poder y omn
s
otro m undo como el nuestro, la Tierra y los ele­ ue cm n­
d d, ciertos es toicos, aunq _
mentos de este mundo quedarían allí y se compor­ Ya en la · Antigü e a
c mo s propia­
stót l qu 1 ) l
cidían con Ari
e os
tarían en forma idéntica a sus equivalentes de nues­ e es en e
lleno
sin v acíos ( estaba
tro mundo . A la afirmación de Aristóteles de que mente dicho es una esfera id y m ateria
tod
de neuma) y en que 2)
rea l ad
d ebía presumirse que toda la materia existente en a
rgo en
c í él, insistían sin em ba
nuestro mundo no podía dar origen a la formación existe ntes ab an en
p or un
ito st r
que nuestro mundo fin . _
ode ado
d e otro mundo, los teólogos y filósofos medievales e aba
eto capaz de rec1b
1r m�­
replicaban que, en virtud de s u poder absoluto' Dios vacío tri dimensional concr t , l v
. Efectivamen �c1�
,a crear nueva materia de la nada y crear otro teria y se ir de r eceptáculo
e e
podn s mf1 -
o de nuestro � 1?
rv

infinito si e de receptácul
c s o
m undo. um c f ­
su
rv

parece ser
nito. En l a práctica, ésta
a un
A p esa� de estos y otros arg umentos, los post u­
_
lantes vmbles de una pluralidad de mundos no se ción, ya que n i e g a la in teracción entre el �osmos
e no
se
el hecho de que est
h icier on presentes. Aparentemente bastó con demos­ y el vacío infinito con base en d , anera
s � o pu �
posee propiedades exclusiva
e e de
trar que si Dios efectivamente creó otros mundos
que es�� her­
y
-naturalm ente se daba p or sentado que podía h a­ , f t l m undo m aterial del
algu ec ar a
o no puede dmpars
na a
méticamente aislado. El mund
e
cer� o s i éste fuera su de seo--, éstos serí an muy pa­ d
_ itiendo que l _ m
dentro del v acío. Pero adm
e un o
recidos al nuestro, suj etos a las mismas le yes y a l os m rro ­
el v acío, se pl�nt � _ _e l te
está rodeado por
eab
mismo s principios físi cos. mfm 1to. E
sup one r l n
gante de por qué debe
se e
Aun admitiendo que no existían otros mundos que dado
t pr g t a se arg umentaba
más allá del cosmos, el interés en la cuestión de la respuest es a e un
stir más all� d�l 3:
a a

que ningún cuer po podía exi


mndo
posible · existencia extracósmica persistió después de t
aterial p od1a hm
ar �l
físico, ninguna sustancia m
1
1� i�!erdicc _ ión de 1277. Una r espuesta positiva y q vac1�
supone: ue
vacío ; y como era absurdo
el
s1gmf1cat1va fue eventualmente formulada al hipo­ ,
bi t erm�­
10
podía limitar al v acío o qu
e el vac de a
tético, aunque acuciante, interrogante relativo al
que en tro -u � �vi­
nar en un punto más bien
o n
destino de un obj eto empuj ado d entro d e l a esfera r zón f1 c1e n­
i pio d
dente transgresión del princ
e la a su
exterior: interrogante que no con tab a con un fun­
cio v cí se p �
te-, la infinitud del espa
a o esen taba
damento racional en la austera cosmología aristo­
tible.
télica. Se afirmaba que un vacío infinito se extendía como una conclusión irresis
154 LA TIERRA, LOS CIELOS Y MÁS ALLÁ
LA TIERRA, LOS CIELOS Y MÁS ALLÁ 155
�unque la cosmol ogía estoica era muy poco co­
un p a­
nocida en la E dad Medi a, Si mplici o aportó un ar­ de materia, concepto destinado a desempeñar
cos podría
pel vital en las discusi ones acerca de q ué a
gumento significativo s obre el tema . En la traduc­
ción _ l ati na del comentario de Sim plicio sobre el DP. existir rnás allá del cosmos .
Asclepius tuvo una influencia perceptible sobr
e
los cielos de Aristóteles, hecha por Moerbeke en 1271 ✓

q ie , e n su e xtens o t r ata d o
se expr �sa que los estoicos habían demostrado 1�
. Tomás Bradwardine u n

ex1sten ia de un vacío má s allá del mundo. ¿ Qué


� �eológico De causa Dei contra pelagium (Defensa
de Dios contra los pelagios ), aportó al tema
una
sucedena, se preguntaban, si alg uien extendiera su
r ci l c ri s i an a b sa d en el infin ito
brazo desde la extremidad más exte rna del mundo? justificac i ó n a ona � � � _
poder de Dios y la ommpres��cia d1v1�a . Se� �
tan o
O el brazo se extendería fuera del mundo d e l o cual
se podría deducir que había un vacío más allá O el la premisa de que la perfecc1on de Di o s s er ! m�s
ª
l g a r es · s 1mult a­
br�zo tropezaría con un obstáculo en forma d� ma­ completa si Él existiera en muchos u
lu g ar ú ni c o , B rad war­
teria,. en cuyo caso la persona debe entonces estar neamente más bi en que en un
de pie en la extremidad del obstáculo y extende r dine demuestra que Dio s exi ste ne ce sa ri am e nte en

l u iv o así como en c ua l­
su brazo nuevamente. Dado que al mundo se l e cada uno de los lugare s de n ers

presume i nfinito, este acto puede - ser repetido sólo quier lugar sit u ado m á s a llá d el mun do real , . en
.
un número finito de veces . Eventualmente el brazo un vacío infinito imaginario . Puesto que D10s existe
l
no tropezar � con obstáculos, en cuyo m om ento es
. _ omnipresente en un vacío infinito más allá de
posible mfenr la exi stencia de un vacío. Aunque este mundo debemos deducir -y aquí percibim os l a i n ­
argumento fue citado por Tomás de Aqui no, Buri­ fluencia de Asclepius- que aunque el vacío puede
e existir s in l a pre-
dan, Oresme y otros, su significació n f ue eclipsada existir s in un cuer po, no pued
por un concepto derivado de otra fuente antigua . sencia de Dios.

_
E n un diálogo hermético latino anónimo deno­ C onsideraciones teológicas parecen haber impul-
m mado Asclepius, escri to en el siglo u O m Hermes sado a B radwardine a asociar
estos lugares vacíos
e
Tri smegi sto ( "Hermes Tres Veces Grande")' le expli­ con Dios. Antes de la creación del · mundo, deb
ca a Esculapio que si existi era un vacío más allá def haber existido un lugar que l e diera ca b id a ; en
les lugares, puesto
cosmos, lo que él pone en - d uda, estaría vacío- úni- realidad, una infin idad de p osib
gar
call;�nte de cuerpos físicos pero nunca de sustancias que Dios podría haber cread� � mu�do �n el l� l
divm a . Si Di os h u bi era
espmt� al es sólo inteligibles a l a mente. Dado que dispuesto por su voluntad
Asc�e�zus f ue conocido en la E dad Medin y el Re­ creado el lugar - o p os ibl e s lu g are s- d e l m un do
nacimiento, puede h ab er transmitido el concepto d e Él c al m und o mis m o , el p rimero,
antes de qu e reara
un espacio extracósmico con espíritu pero vacío no el segundo, hubiera si do su
primera creación Y
la singularidad de ésta se hubiera perdido. Para
S Y MAS ALLÁ 157
156 LA TIERRA, LOS CIELOS Y MAS ALLA LA TIERRA, LOS CIELO
vist� de Arist�t�les. Sus
�lu�i� este dilema, Bradwardine postulaba que la bían apoyado el punto de p1mones �e
contradecian las �
mfmidad de los lugares potenciales d ond e situar conclusiones también g d?res, quie-
308) y se u1
Duns Escoto ( ca. 1265-1
sus
el mundo reviste un carácter eterno y aj eno a to da
e Dios, no su
ue la voluntad d ' ·
creación. Sin embargo, la c oeternidad con Dios no nes argumentaban q ·,
la accion divma.
fue in terpretada como una falta de dependencia de cia , con stituía la base de
omnip resen
ar muy
er sobre un lug
Dios. Tal interpretación hubiera implicado la exis­ Dios podía ej ercer su pod ro de
ia efectiva y actu ? t a r en
tencia de dos entidades no creadas y habrí a disminui­ alejado de su presenc mi la pre-
to necesario p,res u r
do en grado sumo la singular jerarquía divina . En e'l· No era por lo tan 0 q ue h a b'ia
de Dios en el lugar v ac1 en
cierto sentido, es necesario, por consiguiente' aso-
.
c iar estos lugares y es pacios c on Dios e incluso
senda previa
creado el mundo, por
cuya razón . E sco t o n eg a b a �a
div m n s�ª?1º
encia a en � �
tal vez identificarlos con Él. Quedaba sin explicar necesidad de la omnipres o mfmito
i d e Di os en un v.aci ,
la manera en que este punto debía ser in terpretado. vac'0i . L a pr ese nc a .
¿ Están los lugares en Dios, o Dios en los lugares ? roa, s allá del universo'
según la descrip. cio ·r .
n de Brad -
1 icattv� en
o n uevo y s1�?
¿ Son los lugares atributos de Dios ? Eludiendo estos wardine, era un element o postenor�s
al, que promovi
y otros interrogantes, Bradwardine trató de evita r la cosmología mediev el Renaci-
ad Media y e n
trampas teológicas más obvias e inmediatas mante­ polémicas en la baja Ed
n iendo sim ultáneamen te su convicción de que Dios mien to. . los, com-
cés de De los cze
es omnipresente en un lu gar infin it o imaginari o En su comentario en fran me e xp resaba la
ás de Or es
vacfo de todo, excepto de la deidad. pletado en 1377, Nicol atura�ment�
umana estaba �
A pesar de la infinita omnipresencia divina Brad­ idea de que la mente h a l m as alla
existenci a espaci
wardine previene contra la posibilidad de d�scribir propensa a conce bir la un en�oque
o. Incluso con
a Dios como una "magnitud infinita" en el sentido de nuestro mundo finit creep.c1a �e
satisfactoria la .
ordinario de una en tidad extendida y dimensi onal. intuitivo resultaba poco t d o l e spacio
me te cup a o

Dios está i nfinitamente extendido sólo en un sentido q ue un mundo fin ito real � ?1co es descri to com o
p io e xt rac osm
exis tente. El
metafísico, sin poseer una extensión y dimensión es ac
sustenta n � so­
o e indivisible qu�
concretas. Por más incomprensi ble que esto p arezca un vacío infinit id ­
es eviden te que, frente a la negativa aristotélica lamen te la inmens
idad de Dios, smo �ue �� �?
fic c1on
mismo. A través de su 1d
ent i a
de un vacío extracósmico, Bradwardine pudo for­ tifica con Dios m ente
ósmico era ap are nte
m ular un a respuesta basada en la teo logía cristiana con Dios el vacío extrac me � ta lo
xistente. O � r s
. � en
contemporánea. Su posición provocó expresiones dis­ concebid� como algo e pa cia l mf m 1 to
ipiente es
�ordan�es de grandes p ensadores de la Iglesia, de la imaginaba como un rec lo menos
m vim ien t o absoluto e ra p or
J erarqma de San Agustín y Santo Tomás, que ha- el que u n o
158 LA TIERRA, LOS CIELO
S y MAS ALLA LA TIERRA, LOS CIELOS Y MAS ALLÁ 159
con cebible si Dios optara
por impulsar nuestro cos de serias implicancias teológicas. A pesar de las
mo s esférico finito en ­
línea recta. Si negáram vagas, escasas y a menudo ambiguas pr�ebas exhi­
el poder de Dio os
or,esme, estana, mos aceelptalognro de este efecto' señala
s en
bidas parece que la mayoría de los teologos me­
do el artículo 49 ( ve'ase dievales postulaban un vacío infinito que carecía de
mas arn'ba, p. 62) , co
n denado en París
ante�. Esta mt . cien años dimensiones.
eresante ilustración de u n
considerado absoluto a mo vimien to Ciertos comentaristas jesuitas del siglo XVI que
cau sa de la inexistencia estaban íntimamente familiarizados con las interpre­
otro c�erpo fuera del de
. mundo con el que dicho taciones medievales de la alta Edad Media y que
movim ien to puede ser vinculad
o, fue también pro­ a menudo re flejaban las opiniones de sus predece­
pue sta por Samuel Clarke
en oposición a Le
la famosa correspon dencia ibnitz en sores, negaban que el vacío in finito situado más
Clarke-Leibnitz de 1715- allá del mundo represen tara una can tidad verda­
1716. En su de fensa del
espacio absoluto
ton, Clar� argumentab de New­ de ra con dimensiones autén ticas. El vacío no poseía
; a que si el espacio es sólo un carácter real o positivo, dado que esto habría
un� relac:io entre cosas
_ � coexistentes, como lo sos­ implicado un a coeternidad independiente con Dios.
tema Leibm tz, y Dios impulsara la
m undo finito, podría totalidad del Su de signación corriente de vacío infinito "imagi­
_ decirse que éste n o hab nario" puede i ncluso originarse en su presunta
experimentado ningún ría
movimiento, dado que no ausencia de cualidad dimensional verdadera y de rea­
existe cosa algun
_ a fuera de él y con e l q
posible mantener algún u e resultara lidad positiva. Aunque a vece s se le describe e�
tipo de relación. Al ig términos de lon gitud, anchura, altura o profundi­
q ue Oresme, Clarke co u al
n sideraba que
n_egar la produ era absurdo dad, como si fuera dimensional, dichas descripciones
cción de movimien to en
ciones p ostuladas. las con di- deben interpretarse en un sentido trascenden�e e s­
La iden tificación de la pecial adaptado a la insuficiencia del lenguaJ e or­
. f' · in mensidad de Dios d
la m
· f · mita extensión del un
iverso con un vac Y e dinario aplicado a las "dimensione s". de. un _ser
im · io divino totalmente carente de dimensión en el sentido
�n to situado �s allá del mu
1��errogantes dif .� n do plan teó algu
n os literal de la palabra. Cuando, por ejemplo, un autor
1ciles que merecieron e
cwn �urante la Edad M scasa aten­ medieval, Juan de Ripa -que escribió aproxima­
edia. ¿ Es el vac
po� Dios un espacio físico ío llenado damente en 1350- su girió que el vacío infinito es
tridimen sional O es una en re alidad tridimensional, establecía un a distinción
entidad o dimension al?
� A diferencia de los estoic entre la dimensión del e spacio infinito y la inmen­
q1;1e seg�n ya vimos, pos os
� tu laban un vacío infinito sidad divina. Estos dos conceptos no se coe�tienden
tndi�ens10nal pe ro libre
de espíritu, los cristianos dado que se presume que el segundo circunscribe
medievales en frentaban
un problema dif
ícil, lleno y excede ilimitadamente el vacío infinito imagin ario
MÁS ALLÁ 161
160 LA TIERRA, LOS CIELOS Y MAS ALLÁ LA TIERRA, LOS CIELOS Y

o la atención en la
que se concibe como algo irreal y carente de atrib utos eventualmente haber centrad
s q quedarían atrás mien­
positivos. sucesión de lugares vací o ue
al m nd en línea recta. Todos
El desarrollo del concepto de un Dios omnipre­ tras Dios impulsaba u o

sente en un vacío infinito situado más allá del mun­ estos l u gares vacío
s estaban situados fuera del cos­
abandonaba. De ahí
do carente de vacío, por Él creado no admite una mos finito que los penetraba y
l m u ndo -aunque
expli�ación coherente si se le rorm'ula con prescin­ que, si algo existía más allá de
¿ no sería razona­
dencia de las poderosas corrientes intelectuales in­ no f uera más que espacio vacío-,
mni pr sente dentro del
ble suponer que si Dios es o
e
ducidas por la condena de 1277. La insistencia en el n todo lo que
mundo' estaría también pr s nte e
poder absol�to de Di?s, con sus n umerosas y a
e e ,
. nd ? P r -y éste es el pro-
existie ra f uer a del m
u o e o
veces extranas derivaciones, caracterizó el pensa­
de reconstrucción
.
m1ent? teol??ico, filosófico y científico del siglo XIV. ximo eslabón e n nuestra cadena
ende más allá del
La afirmac1on de que la presencia de un Dios infi­ especulativa- si lo que se exti
infinito, ¿ no sería
nitamente poderoso no debe exceder el cosmos m u ndo debe contener un Dios
rio, que este vacío
finito de su propia hechura simplemente porque Aris­ más apropiado, e inclu so necesa
ito? En realidad,
_
toteles había negado la existe ncia extram undana extramundano sea también infin
¿ qué arg umentos plausibles po drí a n presentarse para
?e�e ��her parecido una restricción desagradable � d t ndría término el
asegurar su finitud? ¿ Dón e e
lilJ ustif1cada de la deidad. La correspondiente de­ ipre sente en un vacío
u niverso? Pero si Dio
s e s omn
m ostración aristotélica había involucrado precisa­ del mundo con el
.
m ente el tipo de atractivo reprimido durante el infinito que se extiende más allá
e no asume el ca­
oscurantismo teológico y filosófico del siglo XIV. El q ue se coextiende, indudablement
nal, p uesto que
e spíritu de 1277 había inducido un n uevo enfoque rácter de una entidad tridimensio
n un sentido m a­
de las posibilidades existentes fuera de la cosmolo­ Dios no p uede ser dimensional e
. D ahí que el vacío
terialmente extenso o corpóreo
e
gía y la física tradicionales, au nque aportara muy bid o como carente de
pocas real�dades nuevas y n uevas le yes. S e comprobó infinito imaginario f ue conce
en n sentido trascenden­
q ue el articulo 49 de la condena ( véase más arriba dimensión o dimensional u
el reiterado adj etivo
p. 62) , estaba vinc ulado con el problema del v�cí� te, como '10 intentaría sugerir
tal vez, alg u�os e�­
e xtracósmico, siendo citado en relación con los pos­ "imaginario". De esta manera,
creer en la ex1stenc1a
tu�ados de Bradwardine y de Oresme . Negar que colásticos fueron inducidos a
im aginario lleno de
D10s fuera capaz de impulsar el m undo en un m o­ de un espacio vacío infinito
un Dios omniprese
nte y asociado a Él.
vimiento rectilíneo, a pesar del vacío dej ado detrás es básicas aéerca
de
s uyo, era una invitación a la excomunión. La re­ Alg unas de las ideas medieval sig ie-
o e imaginario u
flexión sobre las consecuencias del artículo 49 puede un vacío. extracósmico infinit
S Y MAS ALLÁ 163
162 LA TIERRA, LOS CIELOS Y MÁS ALLÁ LA TIERRA, LOS CIELO
e bombas, se
ediante el uso d
ro? ejerciendo su influencia en el siglo xvn y la superficie terrestre . M Y
. s en volúmenes ce:rados
primera mitad del xvm. Samuel Clarke, por ejem­ crearon vacíos artificiale rp ­
que ne?aban las mt e re
plo, insistió en defender la presencia de Dios en el aunque estab an aquellos otr os a ce
stos expenment�s, t
vacío infinito que él consideraba vacío solamente taciones derivadas de e f ec tiva del ':acio
xis te nci a e
de cuerpo. Otto von Guericke, en su justamente taban sin reservas l a e
atomismo
or otra pa rte, el
celebrado Nuevos experimentos de Magdeburgo so­ artificial y del n atural. P nsi o na l que se_
vacío t ridim e
bre el espacio vacío) publicado en 1672, planteó primitivo con su espacio te ní a s u s parti­
_ tambié n
el mterrogante estoico de qué es lo que se exten­ extiende 'hasta el infinito,
la cosm olog ía es � ca que
o �
día más allá de nuestro mundo esférico finito, y darios, como los tenía ito her ­
e un m undo fi�
�le�ª?ª a la conclusión de que un vacío imaginario postulab a la existencia d io ext�a ­
ado por un vac
mfmito lleno de Dios existía allí. Consciente de que méticamente a1slado rode
real. El efecto acumulativo
m uchos matices habían sido asociados a la significa­ mundano tridimensional
s puede haber_ aler�ado a
ción del término "imaginario", Von Guericke con ­ de estas diferentes f uent e ncia real
a otorgar�e . exist�
sideró útil mencionar algunos de ellos. El espacio los postulantes del vacío m ns 10 nales se
va�íos tnd 1 e
imaginario se concebía como la nada; vacío de toda y tridimensionalidad. Los l d e u n a nueva
rte mtegr a
realidad; la negación de todo s er; una entidad com­ habían convertido en pa
pletamente ficticia; y Dios mismo, difundido por física. .
to de v1s�a
t mb ié n ad optar?n el pun
todas partes. . A los q ue a
ornmpresent; �n un. va:
10
Si bien es cierto que la influen cia medieval sobre medieval de que Dios es . S i D io s
. dilem,¡. autentic o
estos conceptos reviste un carácter inequívoco, n ue- · 1nf'1n1' to , se l es planteó un d n, q u e s e r
nsional, ¿ no ten
a
vas tendencias so n también evidentes. Von Guer icke llena un espacio tridime ., f'1s1ca real?•
n
una exte�s 1o
_ '
identificaba el espacio vacío infinito e imaginario concebido corno un ser con uede
dim e nsi on a l, ¿ e n que sei:itido_ J?
con el espacio verdadero que él describía como u na Pero si es no e sp a cio tnd 1m en­
llenar un .
entidad tri�i
��nsion al real y positiva, d escripción decirse que es capaz de b en
dia este dilema queda a
que se co�v1rtio en un lugar común en el siglo xvn. sional? En la Edad Me sol a m en te
sado por . �lto, no
Los experimentos y descubrimientos relativos a la gran parte obviado o pa_ rq el p ro
o ta:11b1�n po � , � u
presión atmosférica --especialmente los realizados por razones teológic_ �s sm ia v!� cu
m1 o ext racosm1 co no t e�
por Pascal, Von Guericke y Roberto Boyle- habí�n . blema del vacío inf t
1ol ogía a ns totehcas
y la cos�
demostrado que la naturaleza no le tenía horror lo alguno con la física ­
se aplicaban. al funciona
a l v�cío, como se creía en la Edad Media, y q ue la corrientes, ya que éstas zo ne s
m undo. Entre ot ra� ra
presió n atmosfér ica disminuía a medida que aumen­ miento sistemático del ica de la
acep tación escolás
t
ta ba la altura del aire que se elevaba por sobre la esto tal vez explique. l a
Á 165
CIELOS y MAS ALL
L A TIERR A, LOS
a Edad Media
164 LA TIERRA, LOS CIELOS Y MAS ALLÁ
. f . ntras que en l
realidad de un espacio vacío extramundano -des­ materia� m i�ito . .M'i� las pro­
de Dios determinaba
pués de todo Dios podía crear un cuerpo en ese la no d1mens1onahda vac1'o i'nfinito, extramundano
c.o
espacio- y el rechazo de su dimensionalidad real p.iedades de un espa i . 1os XVII y xvm fue e1
va-
c on la consiguiente adopción de significados trascen­ in dim ension�s, en_ los s1g que,
y s eva física lo
nal de
dentes asociados a términos tales co mo "extensión" y do infinito trid1mens1o 1�
con m. o
�� a la deidad la.
nte,
"dimensión" aplicados a Dios. Sin embargo , la si­ tal vez inadvertidame
tuación de los siglos xvn y xvm era bien diferente. tridimensionalidad.
C onvencidos de que el espacio vacío es tridimensional
y que Dios es allí omnipresente, muchos aut ores y
estudiosos fueron inducidos a co ncebir a Dios como
un ser tridimensional extendido . José Raphson, por
ejemplo, creía que Dios podía ser omnipresente sólo
si estaba realmente extendido en el espacio ya que
su o mnipresencia constituía un requisito indispen­
sable para la existencia de todas las cosas. Demo s­
trando su familiaridad con los argumentos medie­
vales Raphson expresa su desaprobación hacia la
c oncepción escolástica de que la extensión de Dio s
es trascendente. ¿Pero cómo -se interroga a sí mis­
mo- pueden los seres extendidos derivarse de algo
que está extendido sólo trascendentemente y n o real­
mente? Newton, Samuel Clarke, Enrique More y
o tros compartían el punto de vista de Raphs on. Por
o tra parte, no solamente aso ciaron a Dio s con un
vacío infinito físicamente extendido sino que, en . di­
versas op ortunidades, se expresaban como si Dio s
estuviera realmente extendido en el espacio físico,
tendencia que Leibniz se esforzó por contrarrestar
porque ella transformaría a Dios en un ser tridi­
mensional y corpóreo. En los hechos Spinoza adoptó
este punto de vista al convertir la extensión en un
atributo de Dios, quien era concebid o como un ser
167
CONCLUSIÓN
nuinos
ntes no . originaron ge
planteamientos diverge ir o remplazar la cos­
ados a r econstru
esfuerzos destin fenó­
VI. CONCLUSIÓN La explicación de este
movisión aristotélica. fa ct ore s que
oner. Entre los
men o no es fácil de exp dir ec to de�
iento o repudi o
SóLo hemos analizado algunos de los numerosos te­ impidieron el derrocam dest aca d o est e
tal vez el más
mas que podrían haberse incluido en este bosquej o sistema aristotélico, de una estr uc tur a alt a­
vinculado a la existencia ecto s esen­
s�bre l os :asgos salientes y el destino global de la
_ a. E l r e cha zo de ciertos asp
mente integ r ad parte
ciencia aristotélica m edieval. Sin embargo a esta do el colapso de gran
ciales habría provoca si e mb arg?,
�lt�ra ya es posible extraer algunas conclusiones pre­ e. En los hech
os, n
hmmares pertinentes. de la estructura restant c o n c o r da n cia
o s lo fueron en
Es evidente que la ciencia m edieval no constitu­ los elementos modificad élicos. Nuevos cambios Y
stot
c on los principios ari dos con
yó una reit�ración servil o una ampliación trivial de s f u e r o n a menudo elabora
l?s pensamientos y opiniones de Aristóteles. Las nuevos agrega do
aunq�e a veces
aristotélicas y, .
figuras destacadas de la ciencia medieval hallaron arreglo a las normas con virtieron, a
b stan t e dis cordantes, se
resultab an a
plo, la
muchos motivos para criticar a Aristóteles, no sola­ sistem a . Así, por ejem
s u vez, en p artes del t e xtern o
�ente por razones teológicas sino también por mo­ mplazaba el cont ac o
tivos netamente científicos. De las nuevas teorías teoría del ímpetu re n co r órea ; �a
a fuerza i �
l empuje de un
formuladas durante l os escasos siglos de ciencia es­ del aire por e anta g o msta s b a­
un par de
colástica medieval, algunas fueron elaboradas por­ liviandad y la pesadez, p u e st a s e n f un­
élica, f ueron
sicos de la física aristot ul­
que la respue�ta aristotélica a determinados proble­
o f ue rza s opuestas ( f uerza imp
cionamient o com Y el
�as era considerada poco satisfactoria, como, por na ) en . cuerpos �ixtos; _
eJ�mplo, los co nceptos de ímpet u, vacío extracós­ sora y resistencia inter que dis­
la Tierra, n oc1on
mico Y la ley exponencial del m ovimiento. Algunas m ovimiento rectilíneo de expl�cado
. aristotélic�, era
de las opmiones representaban esfuerzos p ara pre­ crepaba con el postulado os continuos
sentar alternativas igualmente plausibl es, por ejem­ me diante l a teor
ía de los desplazamient que
de la Tierra a medida
pl�, la pluralidad de los mundos y la rotación de la del centro de gravedad geom étr ico del
n el centro
Tierra. Otras, sin embargo, surgieron independien­ ésta buscab a coincidir co in a co sm o lóg ica
temente de las teorías de Aristóteles; tal fue el caso universo, punto
básico de la doctr
d e la teoría de la intensificación y la disminución de y física de Aristóteles. .
dispa-
s o s cam bio s y agregado s er�n
las f?rmas y cualidades, y el teorema de la v elocidad Estos num e r o
esta
fue formulado en respu
media. res y cada uno de ellos iente . C o ns-
adición independ
Pese a esto, hasta los siglos XVI y XVII estos a un problema y a una tr
166
168 CONCLUSIÓN
CONCLUSIÓN 169
tituían partes a utónom as y a veces discordantes del
Alternativas y posibilidades que en el siglo XIII e��n
sistem a aristotélico más bien que cuñas capaces de ,
difícilmente imaginables o susceptibles de anahsis !
desmenuzar al edificio. El maltrecho cosmos aris­ _
fueron plant eadas y exploradas en el siglo xrv. Si
totélico hizo frente a muchos cambios y agregados
las consecuencias de las nuevas ideas y conc:ptos hu­
en el curso de unos p ocos siglos. En realida d ni si­
bieran sido claramente formalizadas con muas a su
quiera los principales postulados cinemáticos tan
aplicación a l a naturaleza, la fe medieval en el sist em a
brillantemente elaborados e n el siglo XIV, fueron
aristotélico p odría haber quedado total ent e des­
j amás integrados en un todo más amplio precursor truida para ser remplazada por concepciones nue­
1:1

d e una nueva mecáni ca. Este gran logro no se al­ vas. Sin embargo, aunque la confianza en el siste1:1 ª
c anzó hasta Galileo, cuyo éxito se derivó, en parte, .
físico aristotélico había quedado claramente debili­
de su convicción de que era necesario desvincular t ada este debilitamiento se debió en gran p arte a
l o que era susceptible de una adecuada formulación la f�lta de confianza en las explicaciones físicas, tan
matemática, del amplio y difuso contexto de la difundida en esa época. La gran mayoría d� los
variación cualitativa.
autores escolásticos no tenían deseos de destrmr la
La extraordinaria t enacidad del sistema aristoté­ cosmovisión aristotélica y en general, probablem en�e,
lico puede haberse visto fortalecid a e i ntensificada
la consideraban un sistema tan razonable y sat�s­
p or el hecho de que muchos nuevos conceptos, in­
factor io como cualquiera de los otros en vi gencia.
cluso aquellos aparentemente incompatibles con su
Aun baj o--fos efectos de la condena de 1277, c�n su
física y cosmología, eran enunciados en forma hi­ .
insistencia en el p oder absoluto de Dios, su obJ etivo
p otética y las numerosas consecuencias d erivadas de
fue demostrar que la existencia de opciones para
dichos conceptos no fueron seriamente aplicadas a
una varie dad de explicaciones de la física aristoté­
la naturaleza. Según ya hemos señ alado, este estado
lica no era sólo lógicamente posible, sino �u� en
de cosas fue el resultado directo de la cond ena de
algunos casos era tan plausible como las opimones
1277. En cierto sentido, naturalmente, la condena
de Aristóteles. Los resultados de este enfoqué fueron
d ebilitó el dominio que la ciencia y la filosofía
intelectualmente estimulantes y productivos p ero no
a ristotélicas ej ercían sobre el mundo docto. La cer­
lo suficientemente vigorosos como p ara debilitar per­
teza y la co nfianza que habían caracterizado a los
c eptiblemente el predominio del sistema físic? �ris­
filósofos naturales d el siglo xm, quedaron socavadas.
totélico. Ningún rival serio del sistema fue siqmera
La insistencia en el poder absoluto de Dios, unido a
propuesto hasta el siglo xvr. I nclu�o e�ton�es, a
las críticas legítimas de los fundamentos de la certeza
p esar de la publicación del revoluc10nano -�istema
científica y filosófica, alteraron considerablemente
heliocént rico de C opérnico, cuyas consecuencias po­
el carácter y el alcance del planteamiento científico .
! drían, en circunstancias normales, haber apresurado
170 CONCLUSIÓN CONCLUSIÓN 171

se
su defunción, Reforma y C ontrarreforma sir vieron De los argumentos especulativos que podrían haber
para atrincherar la física y la cosmología aristotélicas invocado para dem ostrar su falta de plausib
ilidad
e s f rente
aún más profunda e inflexiblemente que en ningún sólo analizaremos un o . Se refiere a las actitud
y l h pót i c nc ernien-
�tro_ �o�ento anterior. Las fascinantes y a veces a " salvar los f enómenos" as i es s o

s1gmf1ca tlvas opcion es anti a ristotélicas ta n entusi as­ tes a la realidad fí sic a .
tamente �ebatidas en el siglo xv1 eran ahora des­ La condena de 1277 y las con secuencias filosó-
echa das y a menudo olvidadas . T anto l os protes­ ficas y teológicas derivadas . de e_lla en el t�an s?urs
o

tantes como los católicos se aferraban tenazmente del siglo XIV, cre aron un chm
a mtelectual m us it ado

ª. l a cosmolo g�a de Aristóteles a la vez que denun­ en el ámb ito de la ciencia y la filosofía . D ejó
de

nc fun d , e q
ciaban �on vigor las teorías copernican as . Apenas prevalecer la creencia, ent o es di di a d ue

en era posible el log d a c t z n c nt


�l �1glo XVII logr ó el sistem� heliocéntrico de ro e l er e a e ua o a las

c ope�1co su�lantar la cosmol ogía aristotélica geo ­ causas y las leyes de la naturaleza. De entre diversas
, pro­
centnca ; y so�o e�t?nces f ue posible observar que posibilidades se trataba ahora de elegi r la más
fuero interno creí an
l�s �onsecu�ncias fISicas derivadas del supuesto mo­ b able . Incluso aquellos que en su
fic a p o­
vm�1ento dmrno anual de la Tierra lograron des­ que la adquisición de la verdad cient í a er

r d l art - se
trmr, entre otras cosas, l a física aristotélica . sible -en su m ayoría bachille
es e as es

¿ Pero por qué demoraron estos acontecimientos vieron obligados, debido al c a m b io de a ct i t ud , a

en l nguaj h p tétic . S
tanto tiempo en producirse ? ¿No deberían haber formular sus conclu sion es e e i o o e

tenido lugar mucho antes ? DespUés de t odo l os es­ formalizó un a actitud p osi t i vis t a so fi s tic ad a e n c u y o
,
colástic os como Buridan y Oresme ya habí�n plan­ contexto muchos de los mertonian os y parisienses
teado la posible rotación diurn a de la Tierra sobre l may p rt p n am iento
que realizaro n os ores a o es al e s

su ej e, anticipando así al gun os de l os p ostul ados científico del siglo XIV, aban donaron l a e speranza de
del mundo físico .
de C opérnico . Si hubiesen tenido n otici as de l a t eo ­ adquirir conocimientos verdaderos
­
ría h eliocéntrica compl eta de Ari starco de S amos En lugar de eso, canalizaron sus ene�gías •.e? c�?
habrían indudablemente compartido, de una u otr� sideraciones hipotéticas tales como
la mt en s1fic a c1 o n
m anera, la idea de que l a Tierra también giraba y disminuci ón de las formas ; o ideaban problemas
anualme:ne en torno al S ol, o viceversa. Es posib le hipotéticos fascinantes tales, corno por eJ emp�o, l a
que el sistema heliocéntrico, que representa el pri­ m anera en que se comportarían los cuerpos s1 f ue­
os h ubiera creado
m er paso trascendental en el sendero d e la revolu­ ran colocados en un v acío que Di
c!ón científica, podría haber sido proclamado en el entre la Lun a y l a T ierra . A u nqu e , según ya hemos
siglo XIV. En los hechos, sin embargo tal a conte­ visto se f ormularo n much as r es p ues tas interesantes,
cimiento habría resultado sum amente ' improbable . significativas y a menudo inge
niosas a una vasta
173
172 CONCLUSIÓN CONCLUSIÓN
Efec-
gama � e preg untas hipotéticas, f ue m uy poco lo que una nu eva cosmo
logía y una nueva físi'ca..
, Pº r
que sucedió con Cope1:1
1co .
se r ealizo para aportar r esultados concre tos en be­ tivamente, esto es lo
decesores del s1g ? �' l
n efic� o del progreso de l a ciencia. Los pen sadores En contraste con sus pre nt d1st1'?�ª
actitud radicalme �
del siglo XIV se conformaban con ej ercitar su inven­ Copérnico reveló una d esvm culac1on
aturaleza . S�
tiva escolástica en problemas hipotéticos "de acuer­ hacia la ciencia y la n a e n ��s arg_u­
do con la imaginación" ( secundum imaginationem). de la tr adición
del siglo XIV no radic
e l a r o t ac1 on runal
poyo d
Las soluciones a dichos problem as no estaban mentos que formuló en a
realidad, m uchos de estos
destin�d�s a ser apl�cadas a la naturaleza. El princi­ diurna de l a Tierra . En l as �x­
lugar �om�n de
pal obJ et1vo persegmdo era la congruencia, n o la bús­ argumentos constituían un en la !n­
arece, n:ias b ien,,
q ueda de la realidad física. Cientos de los tópicos posiciones escolásticas. Ap rra e sta so m �tida
can a de que la Tie _
t�atados en este contexto y las conclusiones y solu­ sisten ci a coperni ra c 1on ah s�o
o real y en el
c10nes pro�uestas estaban destinados a desempeñar a un movimiento físic
e esta p ro f u nd a c
� '?cia.
ee
un papel vital durante el desarrollo de la revolución metodológico deriv ado d e stab a n mt1?1�­
aspe�tos
científica en los siglos xv1 y xvn. Tenemos como Para Copérnico estos dos d e q ue l a �1po­
en cid o
ej emplos las exposiciones sobre la rotación diurna mente ligados. Estaba conv T1e�ra
urno y anual de la
de la Tierra, los teoremas cinemáticos incluidos en tesis de un movimiento di t s, s�no
s fenóme�os celes �
l os tratad os sobre la intensificación y dismin ución no . solamente explicaba lo as sim­
orden umv ersal m
de las formas, y las investigaciones concernientes que también revelaba un s e e n estas
oni s . C n ba
a vacíos hipotéticos. Pero estas ingeniosas conclu­ ple, y por lo tanto más arm ? � ?pi. amente que
mo mtr� �
siones y soluciones n o pudieron desempeñar papel n ociones, Co pérnico procla al en
ribí a r e alm e nte un a orbita an�
alguno en el desarrollo de una cien cia n ueva hasta la Tierra desc b r e s u e J e . Los
z al . día so
q ue se independizaron de una visión de la naturaleza torno al Sol y giraba una v e an ua l es , d e l Sol,
urno s y
c aracterizada por secundum imaginationem y "salvar movimientos observados, di os m o vim i entos
ncias deriva d a s d e l
los fenómenos", par a asoci ar se, en cambio a una eran m eras aparie
indagación de la realidad física. Sólo entonce� podían v erdad e r os d e l a Tierra.
ien os
emerger n uevo s r umbos significativos en la hist�ria L a rea firm a ción de la realidad de los movim :
l- por par te d e Co p�r­
d e la ciencia. de l a Tierra -diurno y anua
sus prede�eso r es m � d!e­
No fue hasta cuando aquellos que proponían teo­ nico distinguieron a éste de err a un um co
ar a l a Ti
r ías, leyes y explicacion es de índol e antiaristotélica vales, que se negaban a asign tu r a e hac e
argo, la rup �
-o por lo menos no aristotélicas- fueron inducidos movimiento diurno . Sin emb om p rue ba q ue I:3-
tiv a cuando se c
a descubrir la realidad física, que llegó a ser posi­ aún más significa
óte sis era un o de los térm
inos que aph-
ble destruir la ciencia aristotélica para remplazarla palabra hip
174 CONCLUSIÓN CONCLUSIÓN 175

c�ba a sus postulados fundamentales acerca de la tesis po día ser má s probable que algunas hipótesis
Tierra. E n l os hechos no entendía por hipótesis una verdaderas. Copérnico, sin embargo, aportó una
_ perspectiva y un temperamento totalmente diferentes
mera formalidad para explicar l os fenómenos 0
una p osibilidad más plausible que otras . Se trat�ba a la astronomía y a la ciencia. La admisión de que
de una ve:dad f unda mental del universo físico . úni­ dos hipótesis po dían igualmente salvar l os fenómenos
c�mente si las hipótesis son verdaderas pueden los fe­ astronómicos habría significado p ara él una confe­
n?menos ser realmente explicados . El movimiento sión de ignorancia y confusión. Dos hipótesis incom­
d m�o Y anu�l de la Tierra era la hipóte sis que patibles sobre la condición de l a Tierra no podían,
. _ después de una reflexión crítica, salvar los fenómenos
Copermco creta mdudablemente verdadera. E ste do­
bl� movimiemo producía una simetría en el u niverso de una manera verdadera. Era necesario buscar cri­
evidentem e?te super ior al esquema anterior . L as terios adicionales que, una vez identificados, permi­
retrog:ada�i?nes y 1� pr ?gresiones de los planetas
tieran una correcta discriminación entre lo f also y
se haciai:i f�sicamente mtehgibles. Estas consec uencias lo verdadero. Para Copérnico "salvar los fenómenos"
del m ovimiento de la Ti err a p arecen hab er servido en astronomía significaba elaborar hipótesis verda­
en f�rma decisiva , para convencer a Copérn ico de qu: deras. La ciencia y sus hipótesis deben ocuparse de
l a Tierra se m ovi, a realmente y que sus hipótesis er an r ealidades, no de ficciones. Es en este sentido que
_ un verdadero �eflejo de la realidad cosmológica. Copérnico debe ser considerado como la primera gran
Un gran abismo separa la actitud de Copérnico figura de la revolución científica. Fue fundamen ­
d� la de sus predecesores del siglo x1v. Para Copér­ talmente su actitud la que prevaleció en l as mentes
mco " salvar los fenómenos" no era cuestión de de Ga lileo, Kepler, Descartes y Newton .
con veniencia sin? de verdad ; para B uridan y Ores­ No debe p ensarse que durante la E dad Media
me no er a cuestion , de verdad sino de conveniencia. existía escaso interés en la búsqueda de conocimien­
,
�llos creian que una u otra hipótesis podía indis­ tos vinculados con la realidad física. Por el contra­
tmt��ente salvar los fenómenos astronómicos. La rio, puesto que Aristóteles mismo estaba . conyencido
declSl n a favor de la inmovilidad de la Tierra se de que había accedido a un sistema que represen­
� taba la realidad física, sus numerosos seguidores del
adopto c n base en fundamentos no astronómicos.· A

los c?smologos especulativos medievales no les era siglo xm, notablemente Tomás de Aquino, eran tam­
de nmguna manera necesario que las hipótesis as ­ bién realistas físicos, a semejanza de Copémico. Dado
tronómicas reflejaran la verdad cosmológica. En los que la búsqueda de la realidad física, que constituía
h �chos cualquier número de hipótesis diferentes po­ un aspecto importante de la revolución científica,
d1a salvar las apar iencias físicas. I ncluso era gene­ estuvo también bien representad.a p or aristotélicos
r almen te p ostu lado que una determi nada f alsa hipó -
fieles y más or todoxos, ¿ por qué no les fue posible
178 CONCLUSIÓN CONCLUSIÓN 179

litar sus esfuerzos. Copérnico derribó este andamiaje glo XIV se desarrolló un alto grado d� �ofi�ticación
al insistir, con base en principios astronómicos y cos­ filosófica en torno al papel de las hipotesis en la
mológicos directos, que sus revolucionarias hipótesis textura de la ciencia. Ya sea por compulsión o por
eran verdaderas. Nociones físicas tradicionales acerca opción, pocos autores escolásticos albergaban falsas
de la Tierra tenían que ser drásticamente alteradas. ilusiones en cuanto a la posibilidad de alcanzar ver­
Copérnico tuvo que idear una física apropiada que dades indiscutibles acerca de la realidad física. Tal
por lo menos tuviera en cuenta el movimiento de vez a causa de esto elaboraron un animado con­
la Tierra. Previsiblemente, su física, que consta glomerado de ciencia hipotética y, �n �l?un_os casos,
de una serie de observaciones dispersas en el Libro anticiparon teoremas y conceptos s1gmficativos des­
I de su De las revoluciones (De Revolutioníbus), hizo tinados a desempeñar un papel fundamental en la
uso de principios aristotélicos y escolásticos. Sin em­ nueva ciencia. Pero una tradición que ponía el ac��­
bargo, la debilidad de su física es mucho menos to en la incertidumbre, la probabilidad y la posibi­
significativa que su decisión -que bajo esas circuns­ lidad en contraposición de la certeza, la , :xactitud
tancias representaba una necesidad- de encauzar y la fe en la teorfa de que, las verdades fmcas fun­
_
la física para cubrir las exigencias de su revolucio­ damentales -que no podian ser smo v�rdades­
naria astronomía y cosmología. La física debe adap­ eran alcanzables, no podía llegar a producir una r�­
tarse a las demandas y decretos de la astronomía. De volución científica. Una fe profunda y la creencia
este modo se moldeó una ruptura trascendental con en la capacidad del hombre para adquirir la verdad
una tradición casi santificada. Si Copérnico no se de la realidad física eran casi indispensables. Esta
hubiera apartado de la tradición escolástica y hu­ fe ardía intensa y firmemente en Copérnico. Cuand�
biera enunciado sus hipótesis con carácter de meras Andreas Osiander un teólogo luterano, procuro
nociones útiles y elementos de computación cuya persuadido para �ue plante_ �ra su siste�a heliocén:­
,
verdad o falsedad no estuvieran en discusión, los trico como un mero dispositivo astronm:_mco. que po­
grandes nuevos problemas de la dinámica y la me­ día salvar los fenómenos pero cuyas hipótesis podrían
cánica celeste que se plantearon como consecuencia ser falsas, Copérnico se negó rotunda�ente a hace�­
del movimiento real de la Tierra, podrían no haber lo. En el siglo XIV la actitud de Os1ander habna
surgido. La doctrina física hubiera quedado ligada sido un acto rutinario. Para los nominalistas, que
a una Tierra inmóvil con explicáciones dinámicas produjeron mucho de lo que fue int�lectualm�nte
expresadas en términos de teoría del ímpetu, lugar estimulante en la filosofía natural medieval, el siste­
natural, movimiento violento y explicaciones medie­ ma copemicano implicaría una inferen�i� que tras­
vales correlacionadas. _
cendía la experiencia. Su mayor simplicidad Y cla­
Hay que reconocer, sin embargo, que en el si- ridad de exposición, que no era posible poner en
180 CONCLUSióN

duda, no hubieran justificado la trascende


ntal de­
cisión de otorgarle realidad al sistema.
Dios podría
haber hecho de este mundo contingente
algo com­
ENSAYO BIBLIOGRÁFICO
plejo más bien que simple. Su pode
r absoluto e
impredecible hace que a la mente hum
ana le sea
virtualmente imposible adquirir ciertos LA SIGUIENTE bibliografía recalca los ternas anali:.
conocimien­
t?s diferentes de los que son inmediata zados en este libro, pero incluye ta':flbi�n o�ros .as•
mente percep­
tibles. Al desechar esta filosofía esen pectos de la ciencia medieval . La �1�ncia b1zantma
cialmente pesi­
mista y al permitir que su mente y la arábiga han sido, en general, omitidas. Dado que
replanteara la las traducciones vernáculas modernas de fuentes
estructura del mundo, Copérnico conc
ibió un mo­ originales son obviamente más. significativas .Y. úti­
delo cosmológico más simple, cuya
misma simpli­ les, las fuentes primarias son citadas en las ed1c10nes
cidad significó para él una garantía
de realidad latinas solamente en algunos casos.
física. Éstos son los ingredientes del
error, de la En primer término se enumeran las obras de ín­
fantasía y de las revoluciones cien
tíficas. dole general que resultan útiles pa�a todos. los pe­
riodos y ciencias de la Edad Media. La mf?rma­
ción sobre las vidas y las obras de todas las figuras
mayores, y de muchas menores, de la . h�storia de
la ciencia medieval, aparece en el Dictwnary of
Scientific Biography (Nueva York, Scribner's Sons,
1970) del que ya han aparecido dos volúmenes (de
un total de 13) . Cada artículo va seguido de una
bibliografía crítica. Sigue siendo aún indispe;11sable
-aunque ligeramente anticuado-- lntroductwn t.o
the History of Science (3 vols. en 5 _p�rt�s; Ba!�1-
more 1927-1948). Contiene abundante mformac1on
biográfica y bibliográfica y constituye una obra ver­
.
daderamente monumental que cubre todos los as­
pectos de la ciencia antigua y medieval hasta 1400.
La New Catholic Encyclopedia (15 vols., Nueva
York, 1967) incluye bosquejos biográficos y art�culos
sobre la ciencia y la filosofía medievales (Ja pnme�a
edición conocida, corno la Catholic Encyclopedia,
aún mantiene su vigencia). Iniciada en 1967, la
Jnternational Medieval Bibliography (editada por
181
182 ENSAYO BIBLIOGRAFICO
ENSAYO BIBLIOGRÁFICO 183
el Department of History, Uni
versidad de Minne­
sota) abarca todos los campos, LA CIENCIA EN LA ANTIGÜEDAD TARDÍA
incluyendo la ciencia
y la filosofía. Los títulos son citado y LA ALTA EDAD MEDIA
s sistemáticamen­
�e con base en centenares de re vistas. Orig ina
1mpr�sas en tarjetas de siete ce lmente No existen historias complet as de la cienc�a en l a
ntímetros por trece,
las bibh_ ografia
,
s son ahora publicad Antigüedad tardí a o la alta Edad Medi a hasta
as tr imestralmen­
te en forma de folleto o revista. alrededor del año 1000. Una breve y excelente ex­
posición del destino de la ciencia grie�a y del papel
de las fuerzas espirituales hasta aproximadamente el
ARISTÓTELES
año 900 está contenida en Mar shall Clagett, Greek
Science in Antiquity (Nueva Yor�,, 1955), !?arte II.
Dos excelentes ediciones ingle El n ivel y los métodos de educacion y la hte�atura
sas regulares de las del periodo son descritos en M. L. W. La1stner,
obras de Aristóteles son las de J.
A. Smith y W. D.
Ross ( comps.), The Works of Thought and L e tters in Western Europe A. D. 500
Aristotle translated to 900 (rev. ed., Londr es, 1957). La enseñanza
into ]!nglish ( 12 vols., Oxford, 1908
_ -1952) y la Loeb crist iana primitiva está resumida en H. I. Marrou, A
Classical Lib rary (Londres y Cambridge,
. ,
donde la traduccion aparece jun Mass.), History of Education in Antiqui�y (Nueva York,
to al texto griego. 1956), caps. 1x-xr. Sobre los c�n:1b1os en el plantea­
Una edición muy conveniente ,
de un solo volumen m iento de las ciencias matematicas entre la. epoca
q�e incluye 1a Physica (Físic�
) , D e caelo (De
ciel? s), De generatio et corrupt lo; de Boecio y Casiodoro, véase H. M. Klinke_nberg,
ione (De la gene­
racw, n y la corrupc"':�
zon) y Parva Naturalia (Los "Der Verfall des Quadrivh1ms im frü�en M1ttelal­
breves tratados físicos), pero ún ter", en Josef Koc h ( comp._), Artes Lzb erale�; von
icamente con breves
ex!r��tos ?e las obras biológ der antiken Bildung zur Wissenschaft des Mzttelal-
icas, lo constituye la
edicion Richard McKeon d e ters (Leiden y Colonia, 1959), pp. 1-32. .
_ The Basic Works of
Aristotle (Nueva York, 1941). Las interpretaciones y teorías de los est01cos �rie ­
Una introducción
l�cida y es�im l�nte a l pe!ls mie gos aristotélicos y neoplatónicos sobre �spacio Y
� � nto físico, y espe­
cialmente biologico, de Ans tot tie�po materia m ecánica sublunar, modalidades de
eles lo constituye G.
E. R. Lloyd, Aristotle : The Gro acción 'físic a, fí�ica celeste y unidad de l cielo y la
wt
of His Thought (Cambridge, Ing h and Structure Tierra son descritas por Samuel Sambursky en The
_ laterra, 1968); me­
nos útil desde el punto de vista Physic�l World of Late Antiquity (Nueva Yor�,
biológico, p ero con
una buen a exposición de física 1962). Diversas opiniones de los Padres de l a Iglesia
y cosmología, tene­ _
mos a D. J. Allan The Philosop y de otros autores sobre :i,ina gr:i,n ;�nedad de fe­
hy of Aristo,t[e ,
(Londres, 1952). Véase t ambién nómenos n aturales y cuestiones cientl��cas estan con­
la exposición intro­
ductoria de W. D. Ross, Aristotl tenidas en comentarios sobre la creac10n del mundo,
e' 51.l ed. (Londres
1949). ' según se describ e en el Génesis. Estas opiriio es son

an aliz adas por Pierre Duhem en Le Syste me du
134 ENSAYO BIBLIOGRÁFICO ENSAYO BIBLIOGRÁFICO 185

monde (10 vols., _París, 1913-1959), vol. 2, pp. 393- ]sis, vol. 12 (1929), pp. 184-193 y �ary C. W�lb��'
501; F. E. Robbms, The Hexameral Literature · a "Lotharingia as a Center of Arab1c and Sc1ent1f1c
Study of the Greek and La tin Commentaries 'on Influence in the Eleventh Century" ]sis, vol. 16
Genesis (Chi�ago, 1912); y Lynn Thorndike, A His­ (1931), pp. 188-199. Para el siglo xm, véase J. C.
tory of Magzc and Experimental Science (8 vols.,
Russell, "Hereford and Arabic Sci ence in England
Nueva York, 1923-1958), vol. I. about 1175-1200", ]sis, vol. 18 (1932), pp. 14-2� y
Una espléndida descripción de l a tra dición de Theodore Silverst ein, "Daniel of Morley, Enghsh
compendios _de l�s enc�clopedistas griegos y latinos Cosmologist and Student of Arabic Science", Me­
h ast a el p eriodo mmediatamente ant erior a las tra­ diaeval Studies, vol. 10 (1948), pp. 179-196.
ducciones del siglo xn aparece en William Stahl Sobre los traductores y traducciones de España
Roman Scie17;ce (M�diso!1,. Wis., 1962). Los siguien� de este p eriodo existe un �uen resum�n de J .. M.
tes compendios enc1cloped1cos pueden adquirirse en Millas-Vallicrosa "Translat1ons of Onental Sc1en­
su v�rsión traducid a : William H. Stahl (tr.), Ma­ tific Works" en Guy S. Métraux y Fran�oise Crouzet
crobzus, Commen tary on the Dream of Scipio (Nue­ (comps.) The Evolution of Science (Nueva York,
va -york, 1952); Ernest Breh aut (tr.), An Encyclo­ 1963), p�. 128-167. La e�posición m�s _detallada Y
pedz�t of t he Dark Ages (Nue':a York, 1912), que ,
sist emática de las traducciones del arab1go al latm
con!1ene extractos de los vemt e libros d e E tymologiae corresponde a Moritz Steinschneide�, Die e'!"rop�is­
(E!zr_n_ologías) � e Isidoro de Sevilla e incluye un chen Vbersetzungen aus dem Arabzschen bis Mztt e
an ahs1 s de las siete artes lib erales [extractos médicos des 17. Jahrhunderts (Graz, 1956; r�i:r:npresión ?e
de _ l �s Et ymologiae h �n sido publicados por el doctor artículos anteriores). Las diversas subd_1�1s1ones est an
W1lh am D. Sharp e, , Isidore of Seville The M edica! ordenadas alfabéticamente para facilitar su u so.
Writings, An English Translation with an Introduc­ Charles H. H askins, Studies in the History of Me;
tion _and Commentary'' en Transactions of the dieval Science, 211- ed. (Cambridge, Mass., 1927), esta
American Philosophical Society, N ew S eries, vol. 54, d edicado casi exclusivamente a los traductores y
p arte II (1964)]; y L. W. Jones (tr.) Cassiodorus traducciones del árabe y del griego. Una :versión
Senat or, An lntroduction to Divine and Human condensada aparece en el exce lente volumen de H as­
Readings (Nueva York, 1946). kins The Renaissance of the Twelfth Century (Nue­
va York, 1957 [1927], cap. IX ("The . Transl�tors
from Greek and Arabic"). A. C. Cromb1e, Medzeval
LA TRADUCCIÓN Y TRANSMISIÓN DE LA CIENCIA
and Early Modern Science (2. vols., Nueva ���k,
ARÁBIGA Y GRIEGA ENTRE LOS SIGLOS X y XIII
1959), vol. I, pp. 33-64, co�stltuye una expos!c�on
demasiado breve pero contiene t ablas muy ut1les
Para l a fase temprana del proceso de transmisión (pp. 37-47) en las que se cita el autor, la obra,. e}
véase J. W. Thompson, "The Introduction of tra ductor l atino y la lengua de la que se realizo
Arabic Science into Lorraine in the Tenth Century", la traducción, así corno el lugar y fecha de la tra-
ENSAYO BIBLIOGRÁFICO 187
186 ENSAYO BIBLIOGRÁFICO

ducción latina. Las numerosas traducciones de Ge­ 112; véase también H. Lattin, "Astronomy: Our
rardo de Cremona, del árabe al latín, fueron enu­ View and Theirs", simposio sobre el siglo x, Me­
m�radas por Sarton, lntroduction to the History of dievalia et H umanistica, fase. IX (1955), pp. 13-17.
Sczence, vol. II, parte I, pp. 338-344; l as de Gui­ El surgimiento de la escuela médica de Salerno,
llermo de Moerbeke por Pierre Thillet Alexandre Italia , durante los siglos XI y XII constituyó un
d'A_phrodise 'De Fato ad imperatores'' version de acontecimiento not able en la historia de l a medici­

Guzl�aume �e Moerbeke édition critique avec intro­ na y determinó un vuelco decisivo a favor del des­
ductzon et zndex (París, 1963), pp. 29-35. Nóminas arrollo de dicha disciplina. Una excelente exposición
para am?os traductores con títulos y nota s en inglés de la evolución de Sa lerno aparece en Paul O. Kris­
apareceran en Edward Grant A Source Book in teller, "The School of Salerno", Bulletin of the
Medieval Science (en prensa): History of Medicine, vol. 17 (1945), pp. 138-194;
L a ciencia de este periodo fue realmente modes­ re.impreso en P. O. Kristeller, Studies in Renaissan­
ta, aunque. l a situación m�joró un tanto al aproxi­ ce Thought and Letters (Roma, 1956), pp. 495-551.
m arse el siglo xn, .ª �art1:, del cual continuó pro­
Además de útiles artículos sobre Salerno ( "The Rise
of Medicine at Salerno in the Twelfth Century",
gresando, ha sta su fmahz ac1on. El material vinculado
con la geometría de la alta Edad Media (la corres­ Annals of Medical History, n.s., vol. 13 [1931], pp. 1-
pon�encia matemática entre R adolfo de Lieja y 16, y "Salernitan Surgery in the Twelfth Century",
R ag1mboldo de Colonia -mencion ado en este vo­ The British journal of Surgery, vol. 25 [1937-1938],
lumen-, un tratado sobre la cuadratura del círcu­ pp. 84-99), George W. Comer ha traducido cuatro
lo por Franco de Lieja, y otros tópicos), es an alizado textos anatómicos salernitanos en Anatomical Texts
por Paul Tannery, "La géometrie au XIe siecle" of the Earlier Mjddle Ages (Washington, D. C.,
Mé":oires scientifiques, v?l. 5 (1:ar!s, 1922), pp. 79� 1927). Para la medicina en el norte de Europa,
102 '. muchos de los mismos top1cos son también véase Loren C. MacKinney, Early Medieval Medi­
analizados en otro lugar del mismo volumen por cine with Special Reference to France and Chartres
Paul Tannery y Abbé Clerval, "Une correspondance (Baltimore, 1937); Wilfrid Bonser, The Medical
d'��?l atres du onzieme siecle", pp. 229-303. La trans­ Background of Anglo-Saxon Engla!ld . (Londres,
m1s1?1: de los textos de los agrimensores romanos, que 1963); y C. H. Talbot, Medicine in Medieval En­
_ gland (Londres, 1967). Charles Singer escribe sob�e
sum1mstraron a l a baJ a Edad Medi a l a poca geo­
un médico y místico poco corriente de la Alemama
!!1etría que �onocían, es analizada por B. L. UÜman del siglo xn, "The scientific views and visions of
?e?metry m t�e Medieval Quadrivium", Studi · di
bzbliografza e dz storia in onore di Tammaro de Saint Hildeg arde of Bingen", Charles Singer (comp.),
Marinus, vol. . 4 (Verona, 1964), pp. 263-285. En Studies in the History and Method of Science (2
astronomi,a, Pierre Duhem estudia l a influenci a del vols.; Oxford, 1917-1921; reimpreso en 1955), I,
sistema astronómico heraclideano a través de la Edad pp. 1-55 y Gertrude M. Engbring, "Saint Hilde­
Media en Le Systeme du monde, vol. 3, pp. 44- gard, Twelfth Century Physician", en Bull. Hist. of
188 ENSAYO BIBLIOGRÁFICO ENSAYO BIBLIOGRÁFICO 189
Medicine) vol. 8 (1940), pp. 770-784. Sobre sido analizados por: T. Gregory, "L'idea della natura
la con­
servación de las tradiciones médicas hipocráticas, véa­ nella scuola di Chartres", en Giornale critico della
se Loren C. MacKinney, "Medica! Ethics and filosofia italiana (1952), pp. 433-442; M. D. Che­
Eti­
quett� in th� Early Middle Ages: The Persistence nu, O. P. "Nature and Man at the School of Char­
of H1ppocrat1c Ideals", en Bull. Hist. of Medicine, tres in the Twelfth Century", en G. Metraux y
vol. 26 (1952), pp. 1-31. F. Crouzet (comps.), The Evolution of Science
Durante el siglo x, la enseñanza de la ciencia fue (Nueva York, 1963), pp. 220-235; J. M. Parent, La
mejorada por Gerberto de Aurillac cuyas técnicas
' Doctrine de la creation dans l'école de Chartres (Pa­
y meto , dos son descritos por O. G. Darlington, "Ger- rís y Ottawa, 1938); Etien�e Gilson, "_Pl�tonis�
bert the Teacher", en American Historical Review, in the Twelfth Century", en Hzstory of Christian Phz­
1947, vol. 52, pp. 456-476. Gracias a sus· estudiantes losophy in the Middle Ages (Londres, 1955), pp.
Y a sus descendientes intelectuales, la escuela de 139-153 y "La Cosmogonie de Bernardus Silvestris",
Chartres se convirtió en un famoso centro de eru­ en Archives d'histoire doctrinale et littéraire du
dición que alcanz� su punto culminante en la moyen age, vol. 3 (1928), pp. 5-24; y Theodore
_ pri­
me;ª mitad del siglo xu. Sobre la evolución y las Silverstein, "The Fabulous Cosmogony of Bernardus
.
�ct1v1dades de la escuela, véase J. A. Clerval, Les Silvestris", en Modern Philology, vol. 46 (1948-
e� oles de C�artres au oyen age (du Ve
, ?1 au XV/e 1949), pp. 92-116. Facetas ocultas adicionales del
szecl�) (Pans, 1�9?; reimpreso). Muchos de
los que pensamiento de Adelardo de Bath, Guillermo de
ensenaron o rec1b1eron su instrucción en Char Conches y Bernardo Silvester son descritas por Lynn
tres
fueron partícipes del creciente interés por la cienc
Thorndike, A History of Magic and Experimental
Adelardo de Bath, por ejemplo, no solamente ia.
_ tra­ Science, vol. 2, caps. XXXVI, XXXVII y XXXIX.
d�J º los Elementos de Euclides y las tablas astron
ó­ Sobre los cambios y fermento intelectual del si­
mica� de al-�(�;varizmi del arábip;o al latín, sino que
, _ glo XII, que ha sido frecuentemente denominado un
tamb1en escnb10 las Ques�zones Naturales, que exhi "Renacimiento", véase G. Paré, A. Brunet y P.
be una nueva confi.anza mtelectual y concomitan ­ Tremblay, La Renaissance du XIJe siecle: les écoles
te
desdén por la erudición latina más antigua· una
et l'enseignement (París y Ottawa, 1933) y Charles
traducción de esta obra aparece en Hermann' Go
l­ H. Haskins, The Renaissance of the 12th ·century
lancz, Dodi Vcnechdi ( Uncle and Nephew), the
(1957). Esta última obra también contiene capítulos
work of Berachva Hanakdan, now edited from
the sobre el renacimiento de la ciencia y la filosofía
JvfSS at Muni�h and Oxford, an English Transla­ en el siglo xu, basado en nuevas traducciones. Una
tzon, Introductton etc. to Which is Added the First opinión calificada sobre la conveniencia de designar
English Translation from the Latín of Adelard
of al siglo xu como un Renacimiento es expuesta por
Bath'� Quaestiones Naturales (Londres, 1920). La
, Eva Matthews Sanford, "The Twelfth Century -Re­
creac1on y la estructura del cosmos fueron intensa­ naissance or Proto-Renaissance", en Speculum, vol.
mente debatidos en la escuela de Chartres y han 26 (1951), pp. 635-642. Selecciones y extractos
190 ENSAYO BIBLIOGRÁFICO
ENSAYO BIBLIOGRÁFICO 191
refere
_ i:ites a la J:>olémica sobre la realidad del Re­
nac1m1ento del siglo xn y su cotejo con respecto al versities in the Thirteenth and Fourteenth Centu­
Renacimiento italiano, aparecen en Charles R. ries: An lnstitutional and lntellectual History (Nueva
Young (comp.), The Twelfth Century Renaissance York, 1968). De especial significación son Guy
(Nueva York, 1969). Beaujouan, "Motives and Opportunities for Science
in the Medieval Universities", A. C. Crombie
(comp.), Scientific Change (Nueva York, 1963),
UNIVERSIDADES pp. 219-236, y Vem L. Bullough, The Development
of Medicine as a Profession: The Contribution of
�ctualmente existe un conjunto muy importante de the Mediaeval University to Modern Medicine (Nue­
h�eratur� m�dez:na sobre todos los aspectos de la va York, 1966), que incluye un valioso ensayo bi­
vid� umversitana medieval. Las universidades de bliográfico sobre la enseñanza médica medieval. Una
Pans, Oxford y Boloña servían de prototipo para excelente y amplia col�cción de lecturas de fuentes
las demás universidades europeas y eran a la vez originales en versiones traducidas referentes a la
grandes centros del pensamiento científico. Por lo organización, estatutos, programas de estudio, vida
tanto. estos centr�s re9ui�ren un tratamiento muy estudiantil, polémicas, etc., está contenido en Uni­
especial. El tr�baJO mas importante sobre las uni­ versity Records and Life in the Middle Ages (Nueva
_
versidades m�d1e�a�es lo constituye Hastings Rash­ York, 1944). Véase también Charles H. Haskins,
dall, The Untverszt!e� of Europe in the Middle Ages "Life of Mediaeval Students as Illustrated by their
(3 vols.; nueva ed1c10n , Letters", y "Manuals for Students", en Studies in
por F. M. Powicke y A. B.
Emden, Oxford, 1936), que contiene bibliografías Mediaeval Culture (Oxford, 1929).
detalladas (consultarlas por referencias a otras va­ Sobre Oxford, París y Boloña, las siguientes obras
liosas historias ?� universid�des).. De un conjunto son dignas de mención.
de breves expos1c10i:ies la mas legible y apasionante
es Charles H. Haskms, The Rzse _ Oxford: Charles E. Mallet, A History of the Univer­
of the Universities
(Nueva
_ York, 1923 ; reimpreso en 1957); también sity of OxfordJ vol. I: The Mediaeva;l U!Liversity
mteresante es Lowne _
J. Daly, The Medieval Uni­ and the Colleges Founded in the Middle Ages (Nue­
ve�sity 1200-�400 (Nueva York, 1961). Resulta muy va York, 1924) ; para datos biográficos sobre los
estimulante, mtelectualmente hablando, un reciente que estudiaron o enseñaron en Oxford hasta 1500,
volu1?en sobre las universidades de Oxford y París, véase A. B. Emden, A Biographical Register of the
qu� 1?-cluye no sol�mente la descripción de acon­ University of Oxford to A. D. 1500 (3 vols., Ox­
. .
t�c1m1entos mstituc 10nales y académicos sino tam­ ford, 1957). Son también valiosos A. G. Little, The
bién controversias doctrinarias (la condena de 1277 Grey Friars at Oxford (Oxford, 1892) y A. G. Little
y las corrientes escépticas del siglo XIV son tratadas y F. Pelster, Oxford Theology and TheologiansJ 1282-
en detalle): Gordon Leff, París and Oxford Uni- 1302 (Oxford, 1934). Con referencia a los tratados
científicos estudiados, véase James A. Weisheipl,
192 ENSAYO BIBLIOGRÁFICO ENSAYO BIBLIOGRÁFICO 193

"Curriculum of the Faculty of Arts at Oxford in the V (Ginebra, 1926). Sobre medicina véase Vern
Early Fourteenth Cent:ury", .Me. diae val Studies, vol. L. Bullough, "Mediaeval Bologna and Medica! Edu­
26 (1964), pp. 143-185. El Colegio Merton, de cation", en Bull. Hist. of Medicir.. e , vol. 32 (1958),
tanta significación en las ciencias físicas durante el pp. 201-215.
siglo
_ XIV, es estudiado por G. C. Brodrick, Me mo­ Dado que la Universidad de Montpellier era un
nals of Merton College (Oxford, 1885). importante centro médico en el si�lo XIV, véase
también Sonoma Cooper, "The Med1cal School of
París: Charles Thurot, D e l'organisation de l'ense ig­ Montpellier in the Fourteenth Century", en Annals
n e me nt dans l'Université de Paris au moye n age of Medical History, n.s. vol. 2 (1930), pp. 164-195;
(París y Besan�on, 1850); Palémon Glorieux L e s Vern L. Bullough, "The Development of the Me­
Origine s du College du Sorbonne (Notre Dame, dica! University at Montpellier to the End of the
Indiana, 1959). De utilidad para la filosofía y la Fourteenth Century", Bull. Hist. of Me dicine, vol. 30
ciencia es P. Feret, La Faculté de théologie de Paris (1956), pp. 508-523; y Michael R. MeVaugh,
(7 vols., París, 1900-1910); la información sobre "Quantified Medica! Theory and Practice at ��ur­
los maestros teólogos de París en el siglo xm es teenth-Century Montpellier", Bull. Hist. of Me dicine,
suministrada por Palémon Glorieux, Rép ertoire de s vol. 43 (1969), pp. 397-413.
maür e s en théologie de Paris au XJIJe siecl e (2
vols., París, 1933). Con respecto al. estudio de la
medicina en París, véase Pearl Kibre, "The Faculty LA RECEPCIÓN DE LAS OBRAS DE ARISTÓTELES EN EL
of Medicine at París, Charlatanism and Unlicensed ÜCCIDENTE LATINO Y SU EFECTO SOBRE LA
Medica! Practices in the Later Middle Ages", en FILOSOFÍA, LA CIENCIA Y LA TEOLOGÍA
Bull. Hist. of Medicin e, vol. 27 (1953), pp. 1-20;
Vern L. Bullough, "The Medieval Medica! Univer­ La abrumadora e incomparable significación de Aris­
sity at Paris", en Bull. Hist. of Me dicine, vol. 31 tóteles para la ciencia y la filosofía medievales, ha
(1957), pp. 197-211, y "The Development of the dado origen a proyectos importantes dedicados a la
Medica! Guilds at París", Me die valia et Humanisti­ publicación de las traducciones medi�':al�s (fun­
ca, vol. 12 (1958), pp. 33-40. damentalmente latinas) de sus obras, as1 como las
de sus destacados comentaristas griegos y arábigos.
Boloña: Una historia general de la universidad apa­ Ediciones de todas las traducciones latinas de las
rece en A. Sorbelli, Storia della universita di Bo­ obras de Aristóteles del griego y árabe serán even­
logna, vol. I: Il medio evo, saec. x1-xv (Bologna, tualmente publicadas en Corpus philosophorum
1940). El clima intelectual y social está descrito m edii aevi, Aristote l e s Latinus, editado por G. La­
en G. Zaccagnini, "La vite dei maestri e degli combe, L. Minio-PalueJlo e t al. (Brujas y París,
scolari nello studio di Bologna nei secoli XIII e 1953). Entre los textos publicados hasta el momento
x1v", Biblioteca dell'Archivum Romanicum, ser. I, figuran versiones de las diversas obras lógicas de
194 ENSAYO BIBLIOGRÁFICO ENSAYO BIBLIOGRÁFICO 195

Aristóteles, Posterior Analytics, Physics, De mundo blicados. Como introducción a la serie ha aparecido
(Seudo-Aristóteles), Politics, Poetics, y On the Ge­ un breve volumen de Klibansky, The Continuity of
neration of Animals (De generatione animalium) . the Platonic Tradition (Londres, 1939).
Dos volúmenes separados, más un suplemento, sirven Otras valiosas informaciones y análisis de las tra­
de introducción general del proyecto y también enu­ ducciones medievales de las obras de Aristóteles
meran todos los manuscritos latinos medievales aparecen en Marie-Therese d'Alvemy, "Les traduc­
conocidos de las obras de Aristóteles (Aristoteles tions d' Aristote et de ses commentateur", XII Con­
Latinus, Codices, editado por G. Lacombe, E. Fran­ greso Internacional de Historia de las Ciencias, texto
ceschini, L. Minio-Paluello, et al.: vol. 1 [Roma, de las conferencias, Revue de Synthese, tercera
1939]; vol. 2 [Cambridge, Ing., 1955]; y Supple­ serie núms. 49-52, vol. 89 (1968), pp. 125-144;
menta altera [Brujas y París, 1961]). Las traducciones Mar�in Grabmann, "Methoden und Hilfsmittel des
latinas de los comentarios griegos existentes sobre Aristotelesstudiums im Mittelalter", en Sitzungsbe­
Aristóteles están en vías de publicarse bajo la di­ richte der Bayerischen Akademie der Wissensschaf­
rección general de G. Verbeke, Corpus Latinum ten, phil.-hist. Abteilung (Munich, 1939), Heft 5, que
commentariorum in Aristotelem Graecorum (Lovai­ constituye una importante introducción a las tra­
na y París, 1957). Hasta el momento han aparecido ducciones y comentarios aristotélicos; S. D. Wingate,
cuatro volúmenes (comentarios de Temistio y Filopón The Mediaeval Latín Versions of the Aristotelian
sobre De anima, de Amonio sobre De interpretatione Scientific Corpus, With Special Reference to the
y de Alejandro de Afrodisía sobre la Meteorologica). Biological Works (Londres, 1931; reimpreso Dubu­
Ediciones de traducciones latinas y hebreas medie­ que, Iowa, s. f.); D. J. Allan, "Me?iaeval_ Ve�sio_ �,s
vales de los comentarios arábigos de Averroes sobre of Aristotle, De caelo y del Comentano de S1mphc10 ,
las obras de Aristóteles están siendo editadas en la Mediaeval and Renaissance Stuefies, vol. 2 (1950),
serie Corpus philosophorum medii aevi, Corpus com­ pp. 82-120; y L. Minio-Paluello, "Henri Aristil?pe,
mentariorum Averrois in Ari.stotelem, editada por Guillaume de Moerbeke, et les traducteurs latmes
H. A. Wolfson, D. Baneth, y F. H. Fobes bajo los médiévales des 'Meteorologiques' et du 'De genera­
auspicios de Mediaeval Academy of America. Aun­ tione et corruptione' d'Aristote", Revu-e philosophi­
que mucho menos influyente que Aristóteles, edi­ que du Louvain, tercera serie, vol. 45 (1947),
ciones de las traducciones latinas medievales de • las pp. 206-235.
obras de Platón están siendo editadas bajo la di­ Aun antes de las traducciones de las obras físicas
rección general de Raymond Klibansky, Corpus y biológicas �e los siglos XI! y �I�T, algunos t;lem�nt?s
Planonium medii aevi, Plato Latinus (Londres, 1940). de la filosoha natural anstotehca se hab1an mf1l­
El Menón y el Fedón de Platón y las partes latinas trado dentro de la Europa occidental, fenómeno
existentes del Parménides y el Timeo (el primero analizado por A. Birkenmajer, "Le R?le j�u� p�r l_es
acompañado por el comentario de Proclo, el segundo médecins et les naturalistes dans la recept1on d Ans­
por el comentario de Calcidio); han sido ya pu- tote au XIIe et XIIIe siecles", La Pologne au
196 ENSAYO BIBLIOGRÁFICO ENSAYO BIBLIOGRÁFICO 197

V/e congres international des sciences historiques, siglo xm. Dos valiosas obras breves de Paul Vignaux,
Oslo, 1928 (Varsovia, 1930). Que la fuente de mu­ una autoridad en nominalismo, son Philosophy in
chos de estos elementos eran las populares traduc­ the Middle Ages: An Jntroduction (Nueva York,
ciones de las obras astrológicas de Abu Ma'shar, es 1959) y Le Nominalisme au X/V siecle (Mont­
e

postulado por Richard Lemay, Abu Ma'shar and real, 1948). Un importante artículo de Ernest A.
Latin Aristotelianism in the Twelfth Century (Bei­ Moody, "Empiricisrr1 and Metaphysics in Medieval
rut, 1962). Philosophy", en Philosophical Review, vol. o7 ( 1958),
La introducción y estudio de los tratados cientí­ pp. 145-163, hace hincapié en la profunda descon­
ficos aristotélicos es descrito en detalle por Pierre fianza y hostilidad de la Iglesia y los teólogos hacia
Duhem, Le systeme du monde, vol. 5, en especial la filosofía y los filósofos -hostilidad que persistió
caps. vm-xm, pp. 233-580; F. Van Steenberghen, hasta después de la Reforma protestante- y el
Aristotle in the West (Lovaina, 1955) ; y D. A. uso que hace la teología de la filosofía para des­
Callus, "Introduction of Aristotelian Learning to acreditarla.
Oxford", Proceedings of the British Academy, vol. Las graves aprehensiones de la Iglesia y sus teó-
29 (1943), pp. 229-281. logos respecto al efecto de la ciencia y la filosofía
La reacción ante la filosofía y la ciencia aristotélicas arábiga y griega pueden medirse con base en la enu­
y sus consecuencias posteriores está bien descrita meración de los errores cometidos por filósofos, re­
en diversas historias de la filosofía medieval. Dos copilada entre 1270 y 1274 por Gil de Roma en
prolongados estudios aparecen en Etienne Gilson, su Errores philosophorum, editado y traducido por
History of Christian Philosophy in the Middle Ages Josef Koch y John O. Riedl (Milwaukee, 1944) y
(Londres, 1955), que contiene excelentes citas bi­ por la condena de 219 errores _en 1277 �raducid� :por
bliográficas y que es actualmente obra de consulta L. Fortrin y Peter D. O'Ne1ll, Medieval Political
sobre filosofía medieval, y en Frederick J. Coples­ Philosophy: A Source Book, editado por Ralph Ler..
ton, A History of Philosophy (vols. 2, 3; Westmins­ ner y Mushin Mahdi (Gleucoe, Nueva York, 1963),
ter, Md., 1953-1957). Algunas de las conclusiones pp. 337-354. El análisis más meticuloso de bs _con­
fundamentales de Gilson son adoptadas por David secuencias de la condena de 1277 aparece en Pierre
Knowles, The Evolution of Medieval Thought (Bal­ Duhem, Le Systeme du monde, vol. 6,. que tiene
timore, 1962), que describe las principales corrien­ por título "Le Reflux de l'Aristotelisme: Les con­
tes de la filosofía medieval de una manera cautivante demnations de 1277"; sobre la condena de 1277
y lúcida. Julius Weinberg, A Short History of Me­ también trata D. A. Callus, The Condemnation of
dieval Philosophy (Princeton, 1965) es una exposi­ Saint Thomas at Oxford ( Oxford, 1946).
ción breve, brillante y a menudo analítica. En
oposición a Gilson, Weinberg considera que los
logros filosóficos de los nominalistas del siglo XIV
son muy superiores a los de sus predecesores del
198 ENSAYO BIBLIOGRAFICO ENSAYO BIBLIOGRÁFICO 199

LA CIENCIA EN LA BAJA EDAD MEDIA alquimia, geología, biología, medicina y la condena


de 1277. . ,. ,
Se han escrito muy pocas his torias generales de la En el ámbito del pensamiento ÍlSlco y cosmolo-
ciencia medieval aceptables. Una notable excepción gico las obras de Pierre Duhem marcai:i lo verda­
_ s
es A. C. C rombie, Medieval and Early Modern deros inicios de la evaluación y el conocimiento mo­
Science (2 vols.; Nueva York, 1959). Un breve, dern�s de los aportes medievales a la historia de la
confiable y convenien te esquema de la ciencia latina ciencia. En Les origines de la statique ( 2 vols.; Pa­
medieval de Guy Beaujouan aparece en René Ta­ rís, 1905-1906); Duhem re�e!ó la exis!encia de t ra­
ton (comp.), History of Science: Ancient and Me­ tados medievales sobre estatica, _antenorm�n te , d�s­
�ieval Science from the Beginnings to 1450, tradu­ cuidados y virtualmente desconocidos. La cmematica
cido del fr ancés por A. J. Pomerans (Nueva y la dinámica medievales �ir�ieron de tema, para su
York, 1963), cap. VII, pp. 468-532. U na excelente Étu,des sur Léonard de Vincz (3 vols.; Pans, 1�06-
exposición resumida de las corrientes i ntelectuales
1913) donde se describen el teorema de la velocidad
y de la ciencia medi evales ( excluyendo la biología y media, el ímpetu y otros conceptos. :'-lgunos de
la medicina) apa rece en E. J. Dijksterhuis, Thé estos tópicos, y muchos otros, son es tudi�
dos en su
_
Mechanization of the World Picture (Oxford, 1961), monumental Le Systeme du mon � e: hzstoz �e des
pp. 99-219 y 248-253. Aunque en p roporción se doctrin es cosmol ogiques de Platon a Copern zc ( 10
dedica más e spacio del necesario a Alberto Magno vols.; París, 1913-1959). En esta ob r� Duhe� an�­
y a Tomás de Aquino, James A. Weisheipl, The liza en detalle la doctrina de la posible existencia
Development of Physical Theory in the Middle Ages de u na pluralidad de mundos, la rotación de la
(Londres, 1959), transmite una adecuada aprecia­ Ti'erra' el movimien to en un vacío y ot,ros. temas
ción de la ciencia escolástica medieval en un cen trales. Persiste, sin embargo, una autentica ne-
espacio resumido. Dedicado casi exclu sivamente a la cesidad de una revaluación crítica de los n umeros ?
s
magia y a las seudociencias, per o con un eno rme pos tulados e interpretaciones de Du �em. Su . obv10
volumen de valiosa i nformación biográfica y biblio­ prejuicio en favor de la ciencia medieval lo mduce
gráfica, se destaca la ob ra enciclopédica de Lynn a exagerar sus logros a expensas de Galil�o y de _ 1�
Thorndike, A History of Magic and Experimental ciencia del siglo xvu. Duhem muy raramente exammo,
Science (8 vol s.; Nueva York, 1923-1958). Los los manus critos latinos redactados fuera de . l �s li­
primeros sei s volúmenes cub ren el periodo des de el mites de París, lo que cons tituye un p ro�edimie�to
s iglo I ha sta el s iglo xv1; los dos volúmene s finales
muy riesgoso en el ámbito de los estudios medie­
versan sobre el siglo XVII. Véase también la colección vales. En Études Galiléennes (3 fase._; París,. 19��),
de l ecturas básicas en la t raducción de Edward G rant un estudio fun damental del pensamiento cie�t1f1co
( comp;), A Source Book in Medieval Science ( en de Galileo Alexan dre Koy ré n egó la asever�cion de
�rensa), que incluye secciones sobre física, matemá­ Duhem d; que los logros científicos del : siglo xrv
ticas , astronomía, cosmología, a strología, química, hubieran influido sobre Galileo o que hubieran des-
201
200 ENSAYO BIBLIOGRÁFICO ENSAYO BIBLIOGRÁFICO
tos
empeñado determinado papel en el desencadena­ luego c onvertirse en su editor general. Los tex_
y tradu cci nes de esta in <;> lvidable serie han s � rv1do
miento de la revolución científica. En el periodo de o . tos
p osguerra, los estudiosos de la ciencia medieval pro­ para profundizar y ar�phar nues�r?s conoc1m1�n.
, c sm l g1a, matem at1ca � Y med1c ma
curaron una evaluación más equilibrada y objetiva de la física o o o .
de los logros medievales. La reacción más significativa medievales. Muchos de los títulos subsiguientes apa-
provino de Aneliese Maier en una serie de cinco recieron en esta serie.
n otables volúmenes bajo el título general de Studien
zur Naturphilosophie der Spatschlastik (Roma, 1949-
1958): vol. I. Die Vorlaufer Galileis im 14. Jahrhun­ CLASIFICACIÓN DE LAS CIENCIAS
dert (1949); vol. II. Zwei Grundprobleme der scho­
lasti�chen Naturphilosophie (2� ed., 1951), que La relación jerárquica entre todas las ciencias den­
contiene dos monografías, "Intensificación y dismi­ tro de la esfera de los conocimientos y de la filosofía
nución de las formas" y "Teoría del ímpetu"; vol. fue tema de considerable interés durante la Edad
III. An der Grenze von Scholastik und Naturwis­ Media. Un excelente estudio que se extiende desde
senschaft (2� ed., 1952), que cubre la estructura de la Antigüedad hasta la Edad 1':-f�di� aparece en _Ja­
la materia, la causa de la caída, la aceleración, la mes A. Weisheipl, O. P., "Class1ficat1on. of the Sc1�n­
caída libre en un vacío, así como un tratamiento ces in Medieval Thought", en Medteval Studtes,
adicional de la intensificación y disminución de las vol. 28 (1966), pp. 54-90. Una exposición más �reve
formas; vol. IV. Metaphysische Hintergründe der limitada a la Edad Media aparece en la primera
spatcholastischen Naturphilosophie (1955) ; y vol. pa;te de Marshall Clagett, "Sorne Gene�al Aspects
V. Zwischen Philosophie und Mechanik (1958). Una of Physics in the Middle Ages" en lsts, vol. 39
c olec�ión de breves artículos sobre el pensamiento (1948), pp. 29-44; véase también J<;>seph �ari�tan,
del siglo XIV, de los que sólo algunos tienen vincu­ Probleme de la classification des sciences d Aristote
lación directa con la ciencia, fue posteriormente a St. Thomas (París, 1901). Para dos estudios bá�icos
publicada por Maier bajo el título de Ausgehendes del siglo xn, véase Jerome Taylor (tr.); The Dtdas­
Mittelalter (2 vols., Roma, 1964-1967). El conjunto c alicon of Hugh of St. Victor: A Mediev.al Guide to
de polémicas y controversias requiere ineludiblemen­ the Arts (Nueva York, 1961), pp. 62-64 y 67-73.
te la publicación de textos científicos medievales (Hugo refleja la tradición latina anterior a las tra­
adecuadamente editados, en lo posible con traduc­ ducciones de la ciencia arábiga y aristotélica), y
ciones adjuntas para ponerl os al alcance del máximo Marshall Clagett y Edward Grant en Edward Grant,
número de lectores. Aunque l os textos científicos A Source Book in Medieval Science (en prensa), que
latinos han sido publicados esporádicamente desde contiene una selección traducida de De la división de
el siglo xrx, fue Marshall Clagett quien organizó la filosofía (De divisione philosophiae) de Domingo
(1952) la serie Publications in Medieval Science Gundisalvo; el sistema de clasificación de D omin­
(publicado por University of Wisconsin Press), para go se deriva de fuentes arábigas.
202 ENSAYO BIBLIOGRÁFICO ENSAYO BIBLIOGRÁFICO 203

FÍSICA la idea de Buridan sobre un Ímpetu permanente y


su explicación de la caída libre, así como los análisis
Una obra fundamental, que incluye traducciones y mertonianos del movimiento acelerado. La acepta­
comentarios analíticos detallados de la física medie­ ción por parte de Occam de la cinemática de Avem­
val, es Marshall Clagett, The Science af Mechanics pace (y de Tomás de Aquino) y el rechazo de sus
in the Middle Ages (Madison, Wis., Publications in implicancias dinámicas son analizados por Moody
Medieval Science, 1959). El autor describe y analiza en "Ockham and Aegidius of Rome", Franciscan
la mayoría de los aportes medievales significativos Studies, vol. 9 (1949), pp. 417-442.
en el campo de la estática, la cinemática y la diná­ Sobre la posibilidad del movimiento en un vacío
mica, incluyendo el teorema de la velocidad media, y las consecuencias derivadas del mismo, véase Ed­
la teoría del ímpetu, la caída libre de los cuerpos, la ward Grant, "Motion in the Void and the Principie
posible rotación de la Tierra y la ley del movimiento of Inertia in the Middle Ages", en ]sis, vol. 55
de Bradwardine. Los textos y las traducciones lati­ (1964), pp. 265-292, y "Bradwardine and Galileo:
nas de los tratados medievales básicos sobre estática, Equality of Velocities in the Void", Archive far
asociados fundamentalmente con el nombre de Jor­ Histary af Exact Sciences, vol. 2 (1965), pp. 344-
dans de Nemore, han sido publicados por Ernest 364; también A. Maier, "Die freie Fall im Vakuum",
A. Moody y Marshall Clagett, The Medieval Science An der Grenze van Schalastic und Naturwissenschaft,
of Weights (Madison, Wis., Publications in Medieval pp. 219-254. Cuatro argumentos medievales contra
Science, 1952). La tradición estática medieval es la existencia real del vacío son descritos por Charles
ampliada por Joseph E. Brown, The Scientia de B: Schmidts, "Experimental Evidence for and Against
panderibus in the Later A,fiddle Ages (tesis doctoral, a Void: The Sixteenth Century Arguments", en Isis,
Universidad de Wisconsin, 1967). vol. 58 (1967), pp. 352-366.
Ernest A. Moody ha escrito una serie de brillantes El tratado básico en que Tomás Bradwardine
artículos sobre las leyes del movimiento y su influen­ formuló su nueva e influyente ley del movimiento,
cia sobre Galileo. En el más significativo de los ha sido editado y traducido por H. Lamar Crosby,
artículos, "Galileo and Avempace: The Dynamics Jr., Thomas of Bradwardine His Tractatus de pra­
of the Leaning Tower Experiment", en Jaurnal af portianibus lts Significance for the Development af
the Histary af Ideas, vol. 12 (1951), pp. 163-193 Mathematical Physics (Madison, Wis., Publication
y 375-422, Moody argumenta que la dinámica ga­ in Medieval Science, 1955). Para la ampliación de
lileana del primer periodo ( el periodo de Pisa) era, la ley de Bradwardine realizada por Oresme para
en definitiva, una derivación de la ley de velocidades abarcar las relaciones matemáticas irracionales y su
de Avempace. En "Galileo and His Precursors", Gar­ aplicación de los resultados matemáticos, véase Ed­
lo L. Golino (comp.), en Galileo Reappraised (Ber­ ward Grant (comp. y tr.), Nicole Oresme De pra­
keley, 1966), pp. 23-43, Moody demuestra que du­ portionibus propartianum and Ad pauce respicientes
rante su posterior periodo paduano Galileo adoptó (Madison, Wis., Publications in Medieval Science,
204 ENSAYO BIBLIOGRÁFICO ENSAYO BIBLIOGRÁFICO 205

1966). Véase también Ernest A. Moody, "Laws of ducido con una introducción y notas por Stillman
Motion in Medieval Physics", en The Scientific Drake (Madison, Wis., Publications m Medieval
Monthly, vol. 72 (1951), pp. 18-23. Estos y otros Science, 1960).
tópicos son presentados lúcidamente por Marshall Aún no ha sido escrita una historia apropiada
Clagett, "Sorne Novel Trends in the Science of the de la óptica medieval. La obra de Vasco Ronchi
Fourteenth Century", Charles S. Singleton (comp.), Historia de la lumiere (París, 1956), una revisión
en Art, Science and History in the Renaissance (Bal­ general de la historia de la óptica, no se ajusta a
timore, 1968), pp. 275-303. Para el análisis de un las exigencias de la Edad Media. Una selección
tratado medieval en el que se utiliza la física, la extensa y representativa de lecturas básicas que cubre
matemática y la lógica para la solución de sofismas toda la escuela de la óptica medieval ha sido com­
y en el que los problemas físicos estudiados son pilada por David C. Lindberg y aparecerá en Ed­
de carácter hipotético (secundum imaginationem), ward Grant (ed.), A Source Book in Medieval
véase Curtis Wilson, William Heytesbury: Medieval S cience (en prensa). Son obtenibles buenos estudios
Logic and the Rise of Mathematical Physics (Ma­ eruditos sobre tópicos y aspectos especiales de la
dison, Wis., Publications in Medieval Science, 1956). óptica medieval. A. C. Crombie, Robert Grosseteste
Son también dignos de mención otros dos libros and the Origins of Experimental Science. 1100-1700
sobre Oresme: Marshall Clagett, Nicole Oresme and (Oxford, 1953) versa sobre la metodología científica
the Medieval Geometry of Qualities and Motions, a vinculada con la óptica medieval (incluye una ex­
Treatise of the Uniformity and Difformity of In­ celente bibliografía). Para una edición latina con
tensities known as Tractatus de configurationibus traducción contrapuesta, introducción y notas crí­
qualitatum et motuum, con una introducción, tra­ ticas del más popular de los tratados medievales
ducción inglesa y comentario (Madison, Wis., Pu­ sobre óptica, véase David C. Lir:dberg (comp._ y
blications in Medieval Science, 1968), que versa tr.), John Pecham and the Science of Optics:
magistralmente sobre la intensificación y disminuciói;i "Perspectiva Communis'' (Mad., Wis., Publications
de las formas; y Edward Grant, Nicole Oresme and in Medieval Science, 1970). Un estudio de la me­
the Kinematics of Circular Motion, Tractatus de todología utilizada en los tratados de óptica de Teo­
commensurabilitate vel incommensurabilitate motu dorico de Freiberg, quien presentó la primera ex­
um celi, editado con una introducción, traducción plicación cualitativa apropiada de los arcos iris
inglesa y comentario (Madison, Wis., Publications primario y secundario, aparece en William A. Wa�­
in Medieval Science, 1971). El De Motu de Galileo, lace, O. P., The Scientific Methodology of Theodoric
frecuentemente mencionado en este volumen, ha of Freiberg (Friburgo, Suiza, 1959). En "Alhazen's
sido traducido en Galileo Galilei 'On M otion' and Theory of Vision and its Reception _in the _ West",
'On Mechanics', que comprende De Motu (ca. ]sis, vol. 58 (1968), pp. 321-341, Da�1d C. Lmd�erg
1590), traducido con una introducción y notas por .
demuestra que Bacon, Pecham y W1telo tránsm1t1e­
I. E. Drabkin; y Le Meccaniche (ca. 1600), tra- ron fielmente los aportes esenciales de Alhazen a
206 ENSAYO BIBLIOGRAFICO ENSAYO BIBLIOGRAFICO 207
Kepler y al siglo XVII. Con referencia al efecto de la ford, 1921), pp. 102-120. Los dos tratados astronó­
filosofía y la psicología sobre la óptica medieval micos medievales más populares fueron el De spera
véase Graziella F. Vescovini, Studi sulla prospettiv� (De la esfera) de Juan de Sacrobosco y la más
medievale (Turín, 1965). técnica Theorica planetarum (Teoría de los plane­
Uno de los más importantes tratados empíricos tas) atribuida falsamente a Gerardo de Cremona. La
de la ciencia medieval lo constituye La carta sobre prin:'iera de estas dos obras ha_ sido preparada para
el imán de Pedro Peregrino (Pedro de Maricourt). su publicación y luego traducida por Lynn Thorn­
Esta primera descripción sistemática de las propie­ dike The Sphere of Sacrobosco and Its Commen­
dades del imán, escrita en el siglo :xm ha sido tato;s (Chicago, 1949) y la segunda ha sido tradu­
traducida al inglés por lo menos tres veces.' De éstas cida por Olaf Pedersen y aparecerá en mi Source
véase Brottier Arnold [i.e. Joseph Charles Mertens{ Book in Medieval Science, a publicarse próxima­
The Letter of Petrus Peregrinus on the Magnet, l mente. Un texto astronómico en inglés de los si­
D. 1269, con una nota preliminar del hermano
glos xn al XIV ( quizás, en parte, escrito por Chau­
Potamian (Nueva York, 1904). El tratado es analiza­
cer) para el cálculo de las posiciones de los planetas
do por S. P. Thompson, "Petrus Peregrinus de Ma­ por medio de un instrumento especial, ha sido tra­
ricourt and his Epístola de Magnete", Proceedings ducido en The Equatorie of the Planetis por Derek
of the British Academy, vol. 2 (1905-1906), pági­ J. Price (Cambridge, 1955). En el capítulo vn, Price
nas 377-408. explica los elementos principales del sistema ptole­
maico, en el que se basaba la astronomía n:iedieval
técnica. Dos tratados sobre los cometas escritos por
ASTRONOMÍA, ASTROLOGÍA Y COSMOLOGÍA Alberto Magno y Tomás de Aquino aparecen tra­
ducidos en Lynn Thorndike, Latín Treatises on Co­
Aún no se ha escrito un resumen analítico de la mets Between 1238 and 1368 A. D. (Chicago, 1950).
astronomía medieval en el Occidente latino. Puede El concepto de "salvar los fenómenos" en la astrono­
consultarse a J. P. J. Delambre, Histoire de l'astro­ mía es indagado por Pierre Duhem, To Save the
nomie au moyen age (París, 1819). En muchas Phenomena, An Essay on the Idea of Physical Theory
partes de su Le Systeme du monde, Duhem trata from Plato to Galileo, traducido del fráncés por
temas astronómicos y E. J. Dijksterhuis aporta in­ Edmund Doland y Chaninah Maschler; con un
formaciones -pero con planteamientos muy limi­ ensayo introductorio de Stanley L. Jaki (Chicago,
tados- en su Mechanization of the World Picture, 1969).
pp. 209-219. Un resumen y análisis crítico de los Un interesante esquema general de la astrolo�í_a
primeros cinco volúmenes de Le Systeme du monde ,
medieval que carece, sin embargo, de un anahs1s
de Duhem aparece en J. L. E. Dreyer, "Medieval justificativo de la astrología como �isciplina,. está
Astronomy" y en Charles Singer (comp.), Studies contenido en Otto Wedel, The Medzaeval- Attztude
in the History and Method of Science, vol. 2 (Ox- Toward Astrology, Particularly in England (Nueva
208 ENSAYO BIBLIOGRÁFICO ENSAYO BIBLIOGRÁFICO 209

Haven, 1920). No ha llegado a mi conocimiento si a Arquímedes y a su influencia sobre la Edad Me­


un tratado integral astrológico latino ha sido to­ dia, el mejor estudio de la geometría teórica medieval
talmente traducido o analizado. Afortunadamente, aparece en Marshall Clagett, Archimedes in the
un espléndido tratado arábigo técnico está conteni­ Middle Ages., vol. I: The Arabo-Latín Tradition
do en The Book of 1nstruction in the Elements of (Madison, Wis., Publications in Medieval Science,
the Art of Astrology by al-Biruni., traducido por 1964). Sobre la historia de los Elementos de Eucli­
R. Ramsay Wright (Londres, 1934). Los principios des, véase John E. Murdoch, "The Medieval Cha­
descritos por al-Biruni diferirían poco -si es que racter of the Medieval Euclid: Salient Aspects
en algo- de la astrología latina. Los ataques de of the Translations of the Elements by Adelard of
Oresme contra la predicción astrológica están con­ Bath and Campanus of Novara", XII Congreso In­
tenidos en G. W. Coopland (comp. y tr.), Nicole ternacional de Historia de las Ciencias, Revue de
Oresme and the Astrologers: A Study of His Le Livre Synthese (1968), vol. 89, pp. 67-94. Sobre la pro­
de Divinaciones' (Cambridge, Mass., 1952). porción y la teoría de la proporcionalidad, véase
John E. Murdoch, "The Medieval Language of Pro­
portions: Elements of the Interaction with Greek
MATEMÁTICAS Foundations and the Development of New Mathema­
tical Techniques", A. C. Crombie (comp.), Scientific
A pesar de la existencia de una literatura especia­ Change (Nueva York, 1963), pp. 237-271 (véase
lizada razonablemente extensa sobre la matemática también los comentarios de L. Minio-Paluello y H.
medieval, ésta no ha sido estudiada en su conjunto Lamar Crosby, Jr., y la respuesta de Murdoch). Dos
de una manera adecuada; tampoco lo han sido sus tratados básicos del siglo XIV sobre las proporciones,
diversas ramas. De todos modos, el tratamiento más de Bradwardine (compilados y traducidos por Ed­
amplio del tema aparece en Moritz Cantor, Vor­ ward Grant) han sido citados anteriormente bajo las
lesungen über Geschichte der Mathematik (4 vols., leyes del movimiento en la sección sobre física. En De
Leizig, 1880-1908), vols. 1 (3� ed., 1907) y 2 (21.l proportionibus proportionum., Oresme desarrolló el
ed., 1899-1900). Una buena revisión reciente, que concepto de un exponente irracional. La descripción
versa sobre las matemáticas china, india, islámica de cómo manipuló exponentes racionales aparece en
y europea e incluye una extensa bibliogr1.fía de más Edward Grant (tr.), "Part I of Nicole Oresme's
de 240 títulos, está contenida en A. P. Juschkewitsch, Algorismus proportionum"., en ]sis., vol. 56 (1965),
Geschichte der Mathematik im Mittelalter (Leipzig, pp. 327-341. Sobre aritmética, véase Robert S. Steele
1964). Selecciones de aritmética, álgebra, teoría (comp.), The Earliest Arithmetics in E1!-glish., Early
numérica, probabilidad, serie infinita, proporciones, English Text Society, serie extra, núm. 118 (Lon­
geometría y trigonometría están incluidas en Ed­ dres, 1922). Una traducción inglesa de 1:1na arit­
ward Grant (comp.), A Source Book in Medieval mética francesa aparece en E. G. R. Waters, "A
S cience (en prensa). Aunque básicamente limitado Fifteenth Century French Algorism from Liege", en
210 ENSAYO BIBLIOGRÁFICO ENSAYO BIBLIOGRAFICO 211

]sis, vol. 12 (1929), pp. 194-236; véase también lation)", en ]sis, vol. 5 (1923), pp. 339-358. Wa!li_ng­
Dorothy V. Schrader, "The Arithmetic of the Me­ ford perteneció al distinguido grupo de matemat1cos
dieval Universities", en Mathematics Teacher, vol. y físicos de la primera mitad del siglo XIV.
60 (1967), pp. 264-278. En álgebra, dos obras . de
autores arábigos constituyeron el punto de partida
de la álgebra medieval en Occidente. Ambos son QUÍMICA Y ALQUIMIA
obtenibles en su traducción inglesa: Louis Chester
Karpinski y John Garrett Winter, Contributions to A causa de su oscuridad, relativamente pocos tex­
the History of Science, Part 1: Robert of Chesters tos medievales de alquimia han sido revisados Y
Latín Translation of the Algebra of al-Khowarizmi, analizados. De todos modos cabe mencionar la labor
University of Michigan Studies, Humanistic Series, precursora de Pierre E. M. Berthelot reflejad_a en
vol. 11 (Ann Arbor, 1930) y The Algebra of Abu­ una serie de volúmenes, que incluye Introductzo': a
Kamil, texto hebreo, traducción y comentario de l'étude de la chimie des anciens et du mayen age
Martin Levey (Madison, Wis., Publications in Me­ (París, 1889) e Histoire des sciences; l� �hiniie au rr:o­
dieval Science, 1966). El De numeris datis (De los _
yen áge (3 vols., París, 1893). La mas util e mstruct1va
obra de un solo volumen es E. J. Holmyard, Alchemy
números dados), un tratado algebraico de Jordans
de Nemore, uno de los mejores matemáticos medie­
(Harmondsworth, Middle�ex y Baltin;ore, 1957),, que
vales, ha sido revisado por Maximilian Curtze, quien incluye un glosario de termmos; vease tamb1en F.
agregó modernos resúmenes analíticos simbólicos des­ Sherwood Taylor, The Alchemists., Foundcrs of A!o­
pués de cada postulado; véase "Commentar zu dem dern Chemistry (Nueva York, 1949). Sobre aparatos
'Tractatus de Numeris Datis' des Jordanus Nemora­ e instrumentos, véase E. J. Holmyard et al. ( cornps.),
rius", Historisch-literarische Abtheilung der Zeit­ A History of Technology, vol. 2 (Oxford, 1956),
1

schrift filr Mathematik und· Physik (Leipzig, 1891), pp. 731-752. Para una descripció� medie_:va� de ope­
vol. 36, pp. 1-23, 41-63, 81-95 y 121-138. El Liber raciones, procedimientos y materiales qmm1cos, �re­
Quadratorum (Libro de los números cuadrados) de sentados de una manera directa, no oculta, vease
Leonardo de Pisa, escrito en 1225 y que trata de la Libellus de alchimia ascribed to Albértus" Magnus,
teoría de los números y del análisis indeterminado, traducido de la edición latina Borgnet, introducción
ha sido traducido al francés por Paul Ver Ecke, y notas de la hermana Virginia Reines, S. C. N., con
Léonard de Pise, Livre de nombres carrés (Brujas, un prefacio de Pearl Kibre (Berkeley y Los Ángele�,
1952). Sobre trigonometría, véase John David Bond, 1958). Una defensa escolástica d�l arte de la alqm­
"The Development of Trigonometric Methods Down mia y su capacidad para convertir los metales viles
to the Glose of the Fifteenth Century", en ]sis, vol. 4 en oro de Petrus Bonus ( ca. 1330) ha sido tra�ucida
(1921-1922), pp. 295-323. Bond también tradujo por A. E. Waite, The New Pearl of Great. Price_. A
un trntado trigonométrico del siglo XIV en "Ri­ Treatise Concerning the Treasure and Most Preczous
chard Wallingford's Quadripartitum (English Trans- Stqne of the Philosophers. On the Method and Pro-
212 ENSAYO BIBLIOGRÁFICO ENSAYO BIBLIOGRÁFICO 213

cedure o( this I?ivine Art


_ J. . . .(Londres, 1894). Véa­ notas críticas por E. J. Holmyard y D. C. Mandeville
se �amb1en Vmcent R. Larking, "Saint Thomas (París, 1927). Dos libros útiles e interesantes sobre
Aqumas: 'On the Combining of the Elements' " en geografía son los de John K. Wright, The Geographi­
lsis� vol. 51 (1960) pp. 68-72. Para un enfoque o�ul­ cal Lore of the Time of the Crusades (Nueva York,
to y místico en el que es difícil determinar si esta­ 1925) y George H. T. Kimble, Geography in the
mos f�ente a un tratado religioso expresado en el Middle Ages ( Londres, 1938). Conocimientos geo­
lenpuaJe de la alquimia o un tratado de alquimia
_ gráficos medievales tradicionales están contenidos
dIS1mulado en el lenguaje del misticismo religioso' en el Ymago Mundi de Pedro de Ailly, que ha sido
vease A urora Consurgens., A Document Attributed
I
publicado, con texto latino y traducción francesa
to Thomas A9uinas on the Problem of Opposites in contrapuesta, por Edmond Buron, Ymago lv[undi de
Alchemy., revisado y comentado por Marie-Louise Pierre dJAilly (3 vols., París, 1930), vol. l.
v?n Franz ; un� º?ra asociada a C. G. Jung, Myste­
num Comunc _ tzonzsJ traducida por R. F. C. Hull y
A. S. B. Clover (Nueva York, 1966), Serie Bollin­ TECNOLOGÍA
gen, vol. 77.
En un campo en el que los documentos escritos de
los profesionales e innovadores son escasos, Lynn
GEOLOGÍA Y GEOGRAFÍA White, Jr., Medieval Technology and Change (Ox­
ford, 1962), describe brillantemente el efecto social
En Le Systeme du mondeJ Duhem dedica a la geo­ · de la espuela, el arado, los usos del caballo y las
logía gran parte del vol. 9. Una excelente obra es fuentes mecánicas de energía. Dos artículos estimu­
Albertus Magnus Book of MineralsJ traducida por lantes de un mismo autor están contenidos en "What
Dorothy Wyckoff (Oxford, 1967). Sobre un expe­ Accelerated Technological Progress in the Western
rime�to ll�vado a cabo por Alberto Magno para de­ Middle Ages?", A. C. Crombie (comp.), Scientific
termmar s1 los volcanes son causados por la presión Change (Nueva York, 1963), pp. 272-291 ( véase
de vapor subterráneo, véase Rolf A. Koch "Die también los estudios analíticos en pp. 311-314 y
aktualistische Bedentung der Vulkanexperime�te des 327-331), y en "Medieval Uses of Air", eh Scientific
Albertus Magnus", en Abhandlungen des Staatlichen AmericanJ vol. 223, núm. 2 (August, 1970), pp. 92-
Museums für Mineralogie und Geologie zu Dresden., 100. En esta última obra, White explica que, con
vol. 11 (1966), pp. 307-314. En una obra de tra­ anterioridad a la primera mitad del siglo xrx, la
ducción latina, Avicena se ocupa de la formación ciencia y la tecnología eran, en gran parte, entidades
de las montañas; véase Avicennae 'De congelatione independientes. Además del alto horno, el molino
et conglutinatione lapidumJ being sections o/ the de viento y la bomba de sucCÍÓI). primitiva, White
Kitab al-ShifaJJ . Textos latinos y arábigos, editados demuestra que los artesanos medievales también cons­
con una traducción inglesa de la obra arriba citada; truyeron el planeador tripulado, la turbina de gas y
214 ENSAYO BIBLIOGRÁFICO ENSAYO BIBLIOGRÁFICO 213
concibieron el paracaídas. Un breve relato, extrema­ embriología medieval, incluyendo una �valuación de
damente valioso, está contenido en Bertrand Gille, Alberto Magno: está brevemente resumida en Joseph
"Technological Development in Europe: 1100-1400", Needham A History of Embriology (2r� ed.; Nueva
Guy S. Métraux y Fran\'.ois Crouzet (comp.), en York, 1959), pp. 86-96. Una traducción de Pregun­
The Evolution of Science (Nueva York, 1963), pp. tas sobre el De animalibus de Aristóteles de Alberto
168-219; véase también R. J. Forbes, "Metallurgy Magno aparecerá en Edward Grant (comp.), A
and Technology in the Middle Ages", en Centaurus, Source Book in �Medieval Science. En el mismo vo­
vol. 3 (1953), pp. 49-57; reimpreso en Robert Palter lumen también he traducido algunas de las descrip­
(comp.) Toward Modern Science (Nueva York, ciones de animales realizadas por Alberto en su
1969) pp. 257-267. Artículos especializados sobre extenso tratado zoológico, Veintiséis libros sobre ani­
minería, metalurgia, manufactura, transporte, me­ males (De animalibus libri XXVI). Esta obra debe
cánica práctica y química medievales aparecen en ser comparada con descripciones manifiestamente
el vol. 2 de Charles Singer, E. J. Holmyard et al. inferiores contenidas en un bestiario traducido por
(comps.), A History of Technology (5 vols.; Nueva T. H. White, The Book of Beasts being a translation
York y Londres, 1954-1958). Un extraordinario y from a Latín Bestiary of the Twelfth Century (Lon­
complicado mecanismo de relojería astronómico, di­ dres 1954). Este libro es una ampliación del famoso
señado y construido en el siglo x1v, es descrito por Phy;iologus, un bestiario moralizante escrito original­
Silvio A. Bedini y Francis R. Maddison, "Mecha­ mente en griego en la Antigüedad tardía. Durante
nical Universe; the Astrarium of Giovanni de Don­ los mil años subsiguientes fue traducido a un número
di", Transactions of the American Philosophical increíble de idiomas, incluso al latín, y de este modo
Society, nueva serie, vol. 56, parte 5 (Filadelfia, se convirtió en un libro verdaderamente universal.
1966). El tratado zoológico más extraordinario de la Edad
Media, muy admirado por los zoólogos modernos, es
BIOLOGÍA el De arte venandi cum avibus (Del arte de cazar
con pájaros), escrito alrededor d� 1245 por Fede:'ic?
Historias difundidas de la biología tales como Erik II, emperador del Sacro Imperio ro_m_ano-ger:nam­
Nordenskiold, The History of Biology (Nueva York, ,
co. Un estudio detallado de los habitos y adiestra­
1929) y Charles Singer, A History of Biology to miento de los halcones, basado en observaciones di­
About the Year 1900 (ed. rev.; Nueva York, 1959), rectas, ha sido traducido por Casey A_. Woo� Y
no tienen validez para la Edad Media. Tal vez el me­ F. Marjorie Fyfe, The Art of Falconry bezng the De
jor tratamiento de la biología medieval está contenido arte venandi cum avibus' of Frederick II of Hohen-
en H. Balss, Albertus Magnus als Biologe (Stuttgart, staufen (Stanford University Press, 1943)-,
1947). Sobre los conocimientos de Alberto en or­ .
En botánica, el estudio fundamental esta contem­
nitología, véase S. Killermann, Die Vogelkunde des do en Hermann Fischer, Mittelalteriche Pflanzakun­
Albertus Magnus, 1270-80 (Regensburg, 1910). La de (Munich, 1929). Poseen también significación
216 ENSAYO BIBLIOGRÁFICO ENSAYO BIBLIOGRÁFICO 217
Agnes Arber, Herbals: Their Origin and Evolution · Story of Medicine in the Middle Ages (Nueva
1470-1670 (nueva ed., Cambridge, 1938), y Eleanor York, 1935); J. J. Walsh, Med�eval Medicine (Lon­
S. Rohde, The Old English Herbals (Nueva York, dres, 1920); y, a pesar del titulo, C. H. Talbot,
1922). En botánica, como en zoología, Alberto Mag­ Medicine in Medieval England (Londres, 1967),
no surge como la figura principal. Su De vegeta­ contiene abundante material útil y confiable sobre
bilibus (De las plantas) incluye partes teóricas y la medicina de la Europa occidental y supera en
descriptivas, siendo las primeras más numerosas que calidad a los dos volúmenes precedentes. Un fasci­
las segundas. He traducido selecciones representa­ nante volumen ilustrado, con comentarios intere­
tivas de la parte teórica y filosófica en Edward santes es Loren C. MacKinney, Medical lllustrations
Grant (comp.) A Source Book in Medieval Science. in M;dieval Manuscripts (Londres, 1965), que in­
La descripción de un roble, que revela las do­ cluye 18 láminas en colores y 86 ilustraciones. Una
tes de observación de Alberto, ha sido traducida por selección amplia y representativa que abarca toda
Charles Singer, en "Greek Biology and its relation la gama de la medicina medieval ha sido organizada
to the Rise of Modern Biology", en Studies in the por Michael R. MeVaugh y aparecerá en Edward
History and Method of Science, Charles Singer Grant (comp.), A Source Book in Medieval Science.
(comp.), vol. 2, pp. 74-145. Definiciones en térmi­ Hasta ahora no se ha realizado una traducción
nos botánicos utilizados por Alberto Magno están completa del Canon de Medicina de Avicena, el
enumeradas en dos artículos de T. A. Sprague en texto médico más amplio y difundido de la Edad
Bulletin of Miscellaneous Jnformation, Royal Bo­ Media. Han aparecido dos traducciones del Libro 1
tanic Gardens, Kew (1933) : "Plant Morphology ( son cinco libros en total) : una traducción un tanto
in Albertus Magnus", pp. 431-432; y Botanical libre e inexacta de O. Cameron Gruner, A Treatise
Terms in Albertus Magnus", pp. 440-459. on the Canon of Medicine of Avicenna (Londres,
1930) y una traducción más reciente de Mazhar
H. Shah, The General Principles of Avicenna's Ca­
MEDICINA non of Medicine (Karachi, 1966), que incluye la
sección sobre anatomía omitida por Gruner.
La literatura referente a la medicina medieval es Respecto a anatomía, véase Chárles · Singer, A
muy amplia. La mayoría de las historias generales Short History of Anatomy from the Greeks to Harvey
de la medicina incluyen una sección, generahnente (Nueva York, 1957), pp. 62-89. Una traducción del
inadecuada, sobre la medicina medieval. Las his­ más importante texto medieval sobre anatomía rea­
torias difundidas de la medicina y de sus diversas lizada por Mondino de Luzzi aparece en Charles
ramas han sido enumeradas en George Sarton, Ho­ Singer (tr.), The Fasciculo di Medicina, Venice.,
rus: A Cuide to the History of Science (Waltham, 1493, with an lntroduction by Charles Singer (Flo­
Mass., 1952), pp. 184-190. Historias específicas de rencia, 1925), vol. l. Resultan también ':ªliosos !?ara
la medicina medieval aparecen en E. Riesman, The la anatomía medieval !acopo Berengario Carpz, A
218 ENSAYO BIBLIOGRÁFICO ENSAYO BIBLIOGRÁFICO 219

Short lntroduction to Anatomy (lsagogae Breves), pitals (Londres, 1915). Sobre la peste negra, véase
traducida con una introducción y notas de L. R. Philip Ziegler, The Black Death (Nueva York, 1969),
Lind (Chicago, 1959), y Charles Singer, "A Study una extensa descripción que pone particular atención
in Early Renaissance Anatomy", con un nuevo texto: en Inglaterra; contiene una extensa bibliografía.
la Anathomia de Jerónimo Manfredi, transcrita y Una descripción más antigua pero aún interesante,
traducida por A. Mildred Westland, en Studies in rrm láminas ilustrativas y una bibliografía, aparece
the History and Method of Science., Charles Singer en Johannes Nohl, The Black Death: A Chronicle
(comp.), vol. I, pp. 79-164. Véase también los of the Plague (Londres, 1926). Un análisis de die­
textos anatómicos traducidos por G. W. Corner, ci­ ciséis descripciones de la peste bubónica escritas
tados más arriba. entre 1348 y 1350 está contenido en Anna Montgo­
Una historia de la cirugía medieval, que contiene mery Campbell, The Black Death and Men of
162 láminas y una extensa bibliografía, fue escrita Learning (Nueva York, 1931). Un análisis especu­
por Pierre Alphonse Huard y Mirko Drazen Grmek: lativo de las consecuencias de la peste negra y las
Mille ans de chirugie en occident, Ve-XVe siecles enseñanzas que pudieran haberse derivado de la
( París, 1966). Han sido traducidos por lo menos misma para su aplicación a un desastre moderno
tres textos quirúrgicos fundamentales: The Surgery de magnitudes similares, es presentado por Jack
of Theodoric ca. A. D. 1267, traducido por Eldridge Hirshleifer, Disaster and Recovery: The Black Death
Campbell y James Cotton (2 vols.; Nueva York, in Western Europe (Santa Mónica, Calif., 1966).
1955); Lafranc's Science of Cirugie., Early English
Text Society, 1894, serie original 102; y Maítre Hen­
ri de lvlondeville., Chirugie, traduction franraise avec LA SIGNIFICACIÓN DE LA CIENCIA FÍSlCA MEDIEVAL EN
des notes, une introduction et une biographie por RELACIÓN CON LA REVOLUCIÓN CIENTÍFICA
E. Nicaise (París, 1893). Una selección de la obra
quirúrgica de Guy de Chaulia�, que describe acti­ U na discontinuidad esencial entre la ciencia física
tudes hacia la cirugía y los requisitos para ser un medieval y los logros de Galileo y la revolución
buen cirujano, ha sido traducida por James Bruce científica del siglo xvu, es postulada. por. Alexandre
Ross, The Portable Medieval Reader., revisada por Koyré en Études Galiléennes (3 fascículos, París,
James Bruce Ross y Mary Martín McLaughlin (Nue­ 1939), "Galileo and Plato", en Journal of the History
va York, 1949), pp. 640-649. Sobre disección, véase of 1deas, vol. 4 (1943), pp. 400-428 ( reimpreso en
Mary Niven Alston, "The Attitude of the Church Philip P. Wiener y Aaron Noland, Roots of Scientific
towards Dissection before 1500", en Bulletin of the Thought., Nueva York, 1957, pp. 147-175), y "Les
History of Medicine., vol. 8 (1940), pp. 221-238. Los origines de la science moderne", Diogene., vol. 26
hospitales son estudiados en Rotha M. Clay, The (1956), pp. 14.:.42. Ernan McMullin también ha
Medieval Hospitals of England (Londres, 1909), y optado por la discontinuidad en "Medievál and Mo­
C. A. Mercier, Leper Houses and Mediaeval Hos- dern Science: Continuity or Discontinuity ?", en
220 ENSAYO BIBLIOGRÁFICO ENSAYO BIBLIOGRÁFICO 221
lnternational Philosophical Quarterly) vol. 5 (1965), History of Science (Madison, Wis., 1959), pp. 79-101
pp. 103-129 y "Empiricism and the Scientific (en el mismo volumen véase también los comentarios
Revolution", en Charles S. Singleton (comp.), en Art) sobre el trabajo de Crombie por I. E. Drabkin, p. 142-
Science, and History in the Renaissance (Baltimore, 147, y de Ernest Nagel, p. 153-154). Un talentoso
1968), pp. 331-369. Edward Rosen ha argumentado punto de vista intermedio, que atribuye a la ciencia
que la erudición moderna ha confirmado el juicio escolástica medieval la obtención de logros notables
de Burckhardt según el cual la ciencia moderna pero que toma en cuenta las deficiencias y debilidades
comenzó en el Renacimiento, cuando las actitudes que impidieron un adelanto sustancial con anteriori­
escolásticas medievales hacia la naturaleza fueron dad a Galileo, está contenido en Annaliese Maier en
abandonadas en gran parte; véase el artículo de Ausgehendes Mittelalter (Roma, 1964), capítulos XVI
Rosen "Renaissance Science as Seen by Burckhardt ("Die Stellung der scholastischen Naturphilosophie
and his Successors", en Tinsley Helton (ed.). The in der Geschichte der Physik", pp. 413-424) y xvu
Renaissance, A Reconstruction of the Theories and ("Ergebnisse der spatscholastichen Naturphilosophie",
Interpretations of the Age (Madison, Wis., 1961), pp. 425-457). También vinculados con este problema
pp. 77-103. Postulando a favor de la continuidad figuran Edward Grant, "Late Medieval Thought,
científica y de una influencia medieval directa sobre Copernicus, and the Scientific Revolution", en
los logros científicos de la revolución científica fi­ Journal of the History of Ideas, vol. 23 (1962), pp.
guran las numerosas obras de Pierre Duhem citadas 197-220 y Ernest A. Moody, "Galileo and his Pre­
anteriormente. Podemos también citar dos autores cursors", citado anteriormente.
que han sostenido <Jue la ciencia del siglo xvn heredó
una metodología basica de la Edad Media muy bien
formulada: John Herman Randall, Jr., y Alistair
C. Crombie. Para John Herman Randall, Jr., véase
"The Development of Scientific Method in the
School of Padua", en Journal of the History of
Ideas, vol. 1 (1940), pp. 177-206, parcialmente re­
impreso en Wiener and Noland (comps.), The Roots
of Scientific Thought, pp. 139-146 y The School of
Padua and the Emergence of Modern Science (Pa­
dua, 1961); para A. C. Crombie, véase Robert
Crosseteste and the Origins of Experimental Science
1100-1700 (Oxford, 1953), cap. xr, pp. 290-319, y
"The Significance of Medieval Discussions of Scien­
tific Method for the Scientific Revolution" en Mar­
shall Clagett (comp.), en Critica[ Problems in the
ÍNDICE ANALÍTICO

ábaco: 36 des en el vacío, 96, 97;


"abajo", definición de Ores­ y la pluralidad de mun­
me: 151-152 dos, 150; preguntas de
Abelardo de Bath: 41, 51, su Ocho libros de Física,
188, 189, 209 51-52; y "salvar los fe­
Abu-Kamil: 21O nómenos", 73; tiempo y
Abu'l Barakat: 103 distancia proporcionales a
Abu Ma'shar: 196 la velocidad, 112
aceleración: 200 ; confusión Alberto Magno: 198, 207,
del tiempo y la distancia 211, 212; sobre botánica,
en la, 112, 113, 114; ex­ 216; sobre zoología, 214-
plicada por el ímpetu, 215
108-109 ; explicación de Al-Biruni: 208
Galileo de la, 111-112 ; Alejandro de Afrodisias:
uniforme, 115-116; véase 44, 194
movimiento Alfragani: 127
Adalberón de Laon: 36-3 7 Alfredo Sareshel: 41
agrimensores: 186 Algazalí: 59
agua, elemento: 80, 81, 82 álgebra: 43, 210
Ailly, Pedro de: 69, 73, 127- Alhazen: 205-206
128, 213 Al-Khwarizmi: 188, 21O
aire: y la presión atmosfé­ Alkendi: 59
rica, 162; y la rotación alma, corno impulsor: 83
de la tierra, 129-130, 135, alquimia: 198-199; biblio-
136; como elemento, 80, grafía sobre alquimia me­
81, 82; como explicación dieval, "211-212; defensa
del movimiento acelerado, de la, 211
109 ; usos medievales del, Alston, M. N.: 218
213; rechazado como fuer­ Allan, D. J.: 182, 195
za impulsora, 101-102; América, descubrimiento de:
como fuente de movi­ 125
miento, 87, 104 Amonio: 194
Alberto de Sajonia: 53, 70; anatomía: 217-218
igualdad de las velocida- antagonistas, liviandad y pe-
223
224 INDICE ANAL1TICO
INDICE ANAL1TICO 225
sadez: 167; tres pares de, obras de y sobre, 182;
81 obras proscritas de, 53- 28, 36, 49, 50, 198; me­ Beaujouan, G.: 191, 198
Apolonio de Perga: 21 56; obras suyas traduci­ dieval, bibliografía, 206- Beda el Venerable: 27, 28
árabes: 35, 40, 41, 48; y das del árabe y del grie­ 207; determina los pro­ Bedini, S. A.: 214
la medida de la circunfe­ go, 42, 43, 44; Obras: blemas de la física, 177- Benedetti, Giovanni Battis-
rencia de la tierra, 127 Categorías, 37; De la Ge­ 178; y el orden fijo de ta: 91, 100
arado: 213 neración y Corrupción, los planetas, 29, 30; y el Bernardo de Chartres: 39
Arber, A.: 215-216 42, 50; De los Cielos, 42, sistema de Heráclides, 29, Bernardo Silvestre: 189
arcoíris: 205 49, 79, 126, 131; Meteo­ 30; en las Etimologías de Berthelot, Pierre E. M.:
Aristarco de Sarnas: 130, rología, 42, 49; Física, 42, Isidoro de Sevilla, 33-34 211
170 49, 79, 89; Analítica Pos­ atomismo; 69 Bestiario: 213
Arístipo, Enrique: 43 terior, 43, 44; Analítica atomistas: 82 biología: 50, 199; biblio­
Aristóteles: 9, 10, 11, 21, Anterior, 44 Autrecourt, Nicolás de: 69, grafía sobre la biología
24, 26, 2� 2� 43, 44, aristotélica, ciencia: 45, 75, 70-71 medieval, 214-216
45, 46, 50, 51, 53, 55, 76 Avempace: 100; y Aquino, Bizkenrnajer, A.: 195
56, 57, 58, 59, 69, 70, aristotélico, sistema: razo­ 91; y Galileo, 202; la re­ bizantino, Imperio: 9, 35,
102, 103, 105, 132, 157; nes de su permanencia, sistencia del medio, inne­ 43
y Avernpace, 90, 91; y 76, 122, 168-173 cesaria para el movimien­ Boecio: 31, 37, 183; Arit­
Colón, 127-128; y la con­ aritmética: 17, 19, 23, 27; to, 89-90 mética de, 50; enciclope­
dena de 1277, 74, 75; bibliografía sobre la arit­ Averroes: 59, 91; excéntri­ dista latino, 26-27; De la
cosmología de, 122-123, mética medieval, 208, cas y epiciclos, 147; pos­ Consolación de la Filoso­
143; críticas a, 79, 166, 209, 210; de Isidoro de tulados suyos condenados fía, 27
167; su negación de la Sevilla, 31, 32; operacio­ en 1277, 60-61; distin­ Boecio de Dacia: 57
existencia extracósrnica, nes de, 50 ción entre la filosofía y la Boloña, U niversid;d de: 47,
148-149, 160; y la inmo­ Arnold, Brother (Joseph teología, 56; su resumen y 190, 192-193
vilidad de la tierra, 129; Charles Mertens) : 206 adopción de las opiniones bomb� de succión: 213
sobre los elementos y los Arquímedes: 21, 26, 27, 44, de Avempace, 89-90, 91; Bond, J. D.: 210
cuerpos mixtos, 92-93; y 208-209 traducciones de sus co­ Boneto, Nicolás: 101, 103
la eternidad del mundo, "arriba", descrito por Ores­ mentarios, 194 Bonser, W.: 187
123, 124; sobre el movi­ me: 151 Avicena: 59, 105; Canon botánica: 25, 215-216
miento natural, 78, 79-85; artes liberales: 20; siete, 27, de Medicina de, 43, 217; Boyle, R.: 162
un realista físico, 175- 28, 36 sobre la teoría del mail, Bradwardine, T.: 76; igual-
176; sobre el tamaño de Asclepius ( diálogo hermé­ 102-103; sobre la forma­ dad de las velocidades en
la tierra, 125-126, 127, tico latino) : 154, 155 ción de las montañas, el vacío, 96; sobre el va­
128; y los estoicos, 153- astrolabio: 36 142-143, 212 cío extramundano infinito,
154; bibliografía de, 193- astrología: 3 3, 198; biblio­ 155, 156, 157; ley de,
197; y el uso de antago­ grafía sobre astrología me­ Bacon, Rogelio: 103-104, 202, 203
nistas, 81 ; sobre el mo­ dieval, 207-208 205 Brahe, Tycho: Q9
vimiento violento, 85-89; astronomía: 17, 19, 22, 23, Balss, H.: 214 Brehaut, E.: 33, 184
Baneth, D.: 194 Brodrick. G. C.: 192
226 INDICE ANALITICO INDICE ANALITICO 227
Brunet, A.: 189 Cambridge, Universidad de: 170, 172, 180, 200; como secuencias, 168-171; efec­
Bullough, V. L.: 191, 193 48 continuación de las co­ tos sobre la ciencia me­
buque ( s), movimiento de: Campanus de Novara: 209 rrientes medievales, 75; dieval, 74-76
132, 135, 136, 140 Campbel, . A. M.: 219 primera gran figura de la, Constantino el Africano: 40
Burgundio de Pisa: 44 Campbell, E.: 218 1 75 ; y la Edad Media, constelaciones: 36
Buridan, J.: 53, 70, 76, Cantor, M.: 208 175-176; relevancia de la Contrarreforma: 170
135, 136, 154, 170; sobre Capella, M.: 27, 30 ciencia medieval para la, Cooper, S.: 193
las reglas aristotélicas del Casiodoro: 27, 30, 31, 183, bibliografía, 219-221 Copland, G. W.: 208
movimiento, 68; sobre el 184 cinemática: 176, 202 Copérnico: 17, 45, 129, 133,
ímpetu celeste, 108; y Co­ catedralicias, escuelas: 36, círculo deferente: 73 169, 170, 173; y los argu­
pérnico, 140; niega la 37, 48 cirugía : 218 mentos de Buridan y
existencia de vacíos, 71; Catholic Encyclopedia: 181 Clagett, M.: 183, 200, 202, Oresme, 140-141; en con­
explicación de la acelera­ causales, relaciones: 66-67 204, 209, 220 traste con sus predeceso­
ción, 109; y Galileo, 112; celestes, movimientos: 108, Clarke, S.: 164; sobre el res medievales, 173-175;
teorías geológicas de, 141- 143-148 movimiento absoluto, 158; la primera gran figura de
143; sobre el ímpetu, 104- Cibeles: 14 sobre la omnipresencia de la revolución científica,
11 O; sobre la formación Cicerón: 27, 30 Dios en el vacío infinito, 175; sus elogios a Cape­
de las montañas, 141-142; ciencia ( s) : clasificación de, 162 lla, 30; simplicidad y rea­
y la pluralidad de mun­ bibliografía sobre, 201 ; Clarke-Leibniz, correspon- lidad física, 172-176; sub­
dos, 149-150; sobre la po­ hipotética, 179; en los dencia: 158 ordinó la física a la nue­
sible rotación diaria de la últimos años de la Anti­ Clay, R. M.: 218 va astronomía, 177
tierra, 130-134; y el prin­ güedad y en la Edad Me­ Clemente de Alejandría: 19 Copleston, F. J. : 196
cipio de la inercia, 106- dia, bibliografía, 183, Cleomedes: 22 Comer, G. W.: 187
107; sobre el movimiento 198-201; metodología de, Clerval, A.: 186, 188 cosmología: 23, 28-31, 49,
rectilíneo de la tierra, 205 y secundum imagina­ cognición intuitiva: 64 53, 122-165, 198, 199;
141-142; sobre "salvar los tionem, 73; debe ocupar­ Cohen, M. R.: 146 bibliografía sobre la cos­
fenómenos", 73, 174; se de realidades, 175 Colón, Cristóbal: 24, 125, mología medieval, 206-
tiempo y distancia, pro­ ciencia griega: una frágil 128 207
porcionales a la veloci­ empresa, 18; y la tradi­ Colton, J.: 218 Cracovia, . Uniyersidad de:
dad, 112-113 ción de compendios, 21- cometas: 33 141
Buron, E.: 213 24; alto nivel de la, en compendios, tradición de: Grates de Males: 22
los últimos años de fa An­ 21-34, 184 cristianismo: 13, 16, 17; y
caballo, usos del: 213 tigüedad, 17-18 Condena de 1270: 59 la cosmología de Aristó­
Calcidio: 27, 30, 124, 194 ciencia medieval: su crítica Condena de 1277: 63, 64, teles, 122-123; y la edu­
cálculo: 115 a Aristóteles, 166; su fra­ 74, 75, 106, 149, 150, cación pagana, 19, 20-
Cálipo: 143, 144 caso en remplazar la cos­ 157, 160-161, 175-176, 21 ; y el talento científico
Callus, D. A.: 196, 197 movisión aristotélica, 166- 177, 190, 197, 198-199; potencial, 18; triunfo del,
cambio, los cuatro tipos de: 180 algunos postulados inclui­ 14, 15
77, 78 científica, revolución: 45, 78, dos en la, 60-61, 62; con- Cristo: 54
1NDICE ANAL1TICO 229
228 INDICE ANAL1TICO
eclipse: 33 éter: 78, 88, 90
Crombie, A. C.: 185, 191, Diocleciano: 13 ejemplarismo: 54-55 eucaristía: 54
198, 205, 209, 213, 220, Diofante: 17 elementos, los cuatro: 78, Euclides: 21, 26, 27, 32,
221 Dios: 15, 54, 59, 138, 139, 80, 88, 92, 93; como en­ 43, 50, 118, 18, 209
Crosby, H. L., Jr.: 203, 209 180; poder absoluto de,
Crouzet, F.: 185, 189, 214 tidades hipotéticas, 92, Eudoxo de Cnido: 143
64-65, 68, 70, 75, 160, 95; oposición entre pesa­ Eugenio el Emir: 43
cuadrado: 32, 33 168, 169, 180; y la crea­
cuadrilátero, figura: 32-33 do y liviano, 93, 94; en excéntricas: 146, 147
c10n del mundo, 123; otros mundos, 152 exponentes: 86, 209
cualidades, variación en la como ser infinito ( sin di­
intensidad de las: 113 elipse: 144
mensiones), 156, 157, 158, embriología: 215
cubo, definición de: 32-33 159, 160, 161, 163-165; fe: en la capacidad de ad­
cuerpos: su caída hacia el Emden, A. B.: 191 quirir el conocimiento,
extensión corno un atri­ Empédocles: 150
centro de la tierra, 79-80, buto de Dios, 164; y el 179; como base de la
125; homogéneos, 96, 97, empirismo: 64-69, 70-72 ciencia religiosa, 63; y la
espacio vacío extramunda­
98, 99; mixtos, 92, 93, enciclopédica, la tradición: razón natural, 139, 140
no infinito, 156-165; lí­ 21-34
94, 95, 96, 101; pregun­ Federico II: 215
mites del poder de Dios, enciclopedistas: véase lati­
tas sobre, 52 61-62; el amor de Dios Féret, P.: 192
Curtze, M.: 210 nos, enciclopedistas figuras geométricas: 32-33
hace girar al mundo, 145, epiciclos: 146, 147 Filipón, Juan: 44, 100, 194;
146; y el movimiento del equinoccios, precesión de: negó la necesidad de un
Chancer: 207 universo, 74, 158; y el
Chartres, escuela de: 138 medio resistente, 89; so­
38, movimiento en el vacío, Erasístrato: � 1
187, 188, 189 bre la fuerza impresa o
106; y la pluralidad de Eratóstenes de Cirene: 22, ímpetu, 89, 101-102
Chenu, M. D.: 189 mundos, 150, 152; y las 126, 127 filósofos y teólogos: 61, 62-
pruebas de su existencia, Escoto, Duns: 64, 157 63, 197
D'Alverny, M. T.: 195 65, 66 esfera ( s): adscritas a los Fischer, H.: 215
Daly, L. J.: 190 distancia, proporcional a la física: 49, 53, 122, 183,
planetas por Aristóteles,
Daniel de Morley: 185 velocidad: 112 143, 144, 145, 146; oc­ 198 ; bibliografía sobre la,
Darlington, O. G.: 188 doble verdad, doctrina de medieval, 202-206; histo­
tava, 148; novena, 138,
Delambre, J. P. J.: 206 la: 57, 60 ria de, 77, 78, 82; subor­
148
De la Naturaleza de las Co­ Doland, E.: 207 dinada a . la astronomía,
espacio: 183; véase también
sas, de Beda: 28; de Isi­ Dondi, Giovanni de: 214 plenum; vacío 178
doro de Sevilla, 28; de Drabkin, I. E.: 146, 204, Fobes, F. H.: 194
España: 39, 40, 128
Lucrecio, 122 221 Forbes, R. J.: 214
espuela: 213
De mundo ( seudo-Aristóte­ Drake, S.: 205
estadio: 127 Fortrin, L.: 197
les): 194 Dreyer, J. L. E.: 206
estática: 202 Franceschini, E.: 194
Descartes, René: 45, 175 Duhem, P.: 75, 76, 183,
estoicismo: 115 Francisco de Marchia: 104
Dictionary of Scientific Bio­ 186, 196, 197, 199, 206,
graphy: 181 estoicos, escuela de los: 153, Franco de Liege: 186
207, 212, 220; y la Con­ fuego, elemento sin pt>so:
Dijksterhuis, E.: 198, 206 154, 162, 183
dena de 1277, 74 80-81
dinámica: 202 estrellas: 33, 125, 138
Dumbleton: 113
230 fNDICE ANALfTICO
INDICE ANAUTICO 231
fuego, elemento sin peso: generador: 83, 108
80-81 Generaus: 83-84 Gruner, O. C.: 217 horno, alto: 213
fuerza: externa, 105; im­ Génesis: 20, 183, 184 Guericke, Otto von: 162 hospitales: 218
presa, 102, 104, 111; in­ geografía: 17, 25; bibliogra- Guillermo de Conches: 189 Huard, P. A.: 218
corpórea, 102, 104; im­ fía sobre geografía me­ Gundisalvo, Domingo: 41, Hugh de St. Victor: 201
pulsora, 101, 104, 105, dieval, 213 201 Hull, R. F. C.: 212
110, 167 geología: 199; bibliografía Guy de Chauliac: 218 Hume, David: 69
fuerza impersa: 89; véase sobre geología medieval,
también ímpetu 213 halcones: 215 Ibn Bajja: véase Avempace
Fulberto de Chartres: 3 7 geometría: 1 7, 19; biblio­ Haskins, C. H.: 185, 189, Iglesia, aprehensiones de la:
Fyle, F. M.: 215 grafía sobre geometría 190 197
medieval, 186, 208, 209; Heines, hermana Virginia: Iglesia, Padres de la: 16,
Galeno de Pérgamo: 17, 43 en Isidoro de Sevilla, 32; 211 183
Galileo: 45, 75, 79, 91, 108, prueba de Oresme, 118 helenística, Edad: 21, 23 imán, propiedades del: 206
133, 168, 199, 219, 221; Geometría de los tres her­ heliocéntrico, sistema: 29, ímpetu: 100-112, 136, 166,
y la definición de la ve­ manos: 43 129, 169, 179 200, 202; aplicado al mo­
locidad instantánea, 115; Gerardo de Cremona: 41, Helton, T.: 220 vimiento acelerado, 108-
De Motu, 97, 99, 204; 44, 186, 207; el inás gran­ Henri de Mondeville: 218 109; y los movimientos
Discursos sobre dos nue­ de traductor del árabe al Heráclides de Ponto: 29, 30, celestes, 107-108, 145-
vas ciencias, 98, 119; dis­ latín, 42 130, 186 146 ; y la rotación de la
tancia proporcional al cua­ Gerberto de Aurillac: 35-36 ' Herrnan el Alemán: 41 tierra, 134; como cuali­
drado del tiempo, 113; 40, 188 Hermann de Carintia: 41 dad permanente, 105-106;
igualdad de la caída en Gil de Roma: 59, 197 Herrnann de Reichenau: 40 autodisipante, 106
el vacío, 96-100; error al Gilson, E.: 189, 196 Herrnes: 15, 16 India: 128
asumir que la velocidad Gille, B.: 214 Hermes Trismegisto: 15, inducción: 71-72
es proporcional a la dis­ Glorieux, P.: 192 154 inercia, principio de la: 107
tancia, 112; fundador de Glover, A. S. B.: 212 hermética, literatura: 15 Inocencio IV, papa: 55
la mecánica moderna, 120- Golino, C. L.: 202 Hero de Alejandría: 17 inteligencia celeste: 108
121, 168; teoría de la Gollancz, H.: 188 Herófilo : 21 intensificación y disminu-
fuerza impresa, 111-112; Grabmann, M.: 195 Heytesbury: 113 ción de form�s y cuali­
y definiciones medievales Grant, E.: 186, 198, 201, Hildegarde de Bingen: 187 dades: 113, 120, 166,
de mov1m1ento, 114; y 203, 204, 205, 208; 209, Hiparco: 21, 111 171,, 200
sus predecesores medieva­ 215, 216, 217, 221 hipótesis: 176-178; interpre­ lnternational Medieval Bi­
les, 98-101, 119-120, 202; gravedad: 109; centro de, taciones medievales y co­ bliography: 181-182
ciencia y realidad, 175; 141, 142, 167 pernicanas de, 173-175, Isidoro de Sevilla: 27, 28,
ímpetu autodisipante, 106; Gregario IX, papa: 55 178-180 184; sobre el quadrivium,
velocidad proporcional al Gregory, T.: 189 Hirshliefer, J.: 219 31-34
tiempo, 112-113 Grmek, M. D.: 218 Holcot, Robert: 69 Isis: 14
Gémino: 22 Grossctcste, Robert: 205 Holmyard, E. J.: 211, 213, Islam: 9
214 Italia: 43, 187
232 1NDICE ANAL1TICO 1NDICE ANAL1TICO 233
Jaime de Venecia: 44 Lattin, H.: 187 Mallet, C. E.: 191 Mercurio: 29, 30
Jaki, S. L.: 207 Leff, G.: 190 Mandeville, D. C.: 213 meridiano: 127
jesuitas: 143, 159 Leibniz, G. W.: 143, 158, Manfredi, Jer6nimo: 218 Mertens, J. C.: 206
Juan XXI, papa: 59, 60 164 mareas: 28 Merton, colegio: 48, 113,
Juan de Auxerre: 37 Lemay, R.: 196 Marietan, J.: 201 192
Juan de Mirecourt: 69 Leonardo de Pisa: 21O Marrou, H. I.: 183 metafísica: 50, 56
Juan de Ripa: 159 Leonardo de Vinci: 112 Marsilio de Inghen: 7 O metalurgia: 214
Juan de Sevilla: 41 Lerner, R.: 197 Marte: 29 Métraux, G. S.: 185, 189,
Jones, L. W.: 184 Levey, M.: 210 Maschler, C.: 207 214
Jordanus de Nemore: 202, Lind, R. L.: 218 matemáticas: 16, 17, 23, 36, Millas-Vallicrosa, J. M.: 185
210 Lindberg, D. C.: 205 37, 49, 198, 203; biblio­ mineralogía: 25
Josué: 138 Little, A. G.: 191 grafía sobre, en la Edad minería: 214
Jung, C. G.: 212 liviandad: 82, 100, 108, 167 Media, 208-211; torneo Minio-Paluello, L.: 193,
Júpiter: 29, 144 16gica: 48, 204 de, 37-38 194, 195, 209
Juschkewitsch, A. P.: 208 lugar: concepto de Arist6- materia: creac1on de la, Mitra: 14
Justiniano: 14 teles de, 148; no existe 152; no existe más allá Moerbeke, Guillermo de:
más allá del mundo, 149; del mundo finito, 148- 154, 186; el más grande
Karpinski, L. C.: 210 natural, 80, 81, 82, 105; 150, 153; cantidad de la, traductor del griego al
Kepler, J.: 45, 147, 175, anterior a la creaci6n del 105; estructura de la, 200 latín, 44
206 mundo, 155; preguntas McKeon, R.: 182 Moisés: 16
Kibre, P.: 192, 211 sobre 51-52 McLaughlin, M. M.: 218 Moisés de Bérgamo: 44
Killermann, S.: 214 Luna: 33, 125, 131, 171 McMullin, E.: 219 molino de viento: 213
Kimble, G. H. T.: 213 McVaugh, M. R.: 193, 217 momento de fuerza: 105
Klibansky, R.: 195 Lloyd, G. E. R.: 182 mecamca: 17, 168, 183; monásticas, escuelas: 36
Klinkenberg, H. M.: 183 Galileo, fundador de la, Mondi�o de Luzzi: 217
Knowles, D.: 196 MacKinney, L. C.: 187, moderna, 119-121 montañas, formación de las:
Koch, J.: 183, 197 217 medicina: 17, 199; biblio­ 142-143, 212
Koch, R. A.: 212 Macrobio: 27, 30, 184 grafía sobre - medieval, Montpellier, U n i v ersidad
Koyré, A.: 199, 219; sobre Maddison, F. R.: 214 187-188, 193, 216-219; de: 193
la Condena de 1277, 75 Maestros (preceptores) de en la Universidad de Bo­ Moody, E. A.: 197, 203,
Kristeller, P. O.: 187 Artes: 48, 49, 58, ·70, loña, 192-193; en la Uni­ 204, 221
72, 171 (bachilleres de versidad de Montpellier, More, Henry: 164
Lacombe, G.: 193 las artes) 193; en la Universidad movimiento: absoluto, 157,
Lactando: 16 magia: 15, 16, 198 de París, 192 158; acelerado, 84, 109-
Laistner, M. L. W.: 183 Mahdi, M.: 197 Medieval Academy of Ame- 112, 200; calificación de
Lanfranc, cirujano: 218 Maier, A.: 200, 203, 221 rica: 194 Aristóteles de las reglas
Larkin, V. R.: 212 mail: 102, 103, 108 medio: 52, 87-88 del, 85-87; circular, 78,
latinos, enciclopedistas: 26- Maimónides, M.: 59, 123, Menelao: 17 107-108, 145; ley expo­
34, 35, 184 124, 146 Mercier, C. A.: 218 nencial del, 86, 166; ley
234 INDICE ANALITICO
INDICE ANALITICO 235
141; niega la rotación de pesadez: 82, 100-1O1 ,, 108-
de la caída de Galileo, 97- Needham, J.: 215
la tierra, 139; sobre b 109, 167; de carácter ac­
98; indefinido, uniforme neopitagorismo: 15
rotación diurna de la tie­ cidental, 109
y rectilíneo, 106, 107; ve­ neoplatónicos: 38, 183
rra, 130-131, 133-139; y peso: 97-98, 109, 110, 112
locidad infinita, 95; velo­ neoplatonismo: 15
Galileo, 119, 120; sobre peso específico: 97-98
cidad instantánea, 114- neuma: 153
un vacío extramundano peste negra: 219
115; local, 77, 79, 89, 113; neumática: 17
infinito, 157; y la plura­ Petrus Bonus: 211
natural, 77, 79, 82, 83, New Catholic Encyclopedia:
lidad de mundos, 150, Physiologus: 215
88, 92, 98, 101; física del, 181
151; y la prueba del teo­ Pisa, Universidad de: 111
77-121; planetario y ce­ Newton, Isaac: 39, 45, 158,
rema de la velocidad me­ pitagóricos: 23
leste, 83, 108, 137, 138- 164, 175; inercia e ím­
dia, 117-119; y "salvar planeador: 213
139, 143-148; relativo, petu en, 107
los fenómenos", 73, 174 planetas: esferas asignadas
131; simultáneo, 135-136; Nicaise, E.: 218
ornitología: 214 por Aristóteles, 143-145;
dos aspectos históricos del Nicómaco de Gerasa: 17,
Osiander, Andreas: 179 orden fijo de los, 29, 30;
problema de la caída, 27, 32
Oxford, Universidad de: 47, movimientos de 33, 90,
108; teorema de la velo­ Nohl, J.: 219
49, 56, 73, 114, 113, 190, 91, 131, 174; posiciones
cidad media, 115-119, Noland, A.: 219, 220
nominalismo y nominalistas: 211; bibliografía sobre la, relativas de, 131
166, 202; uniforme, 84,
68, 69, 73, 176-177, 179, 191-192 Platón: 16, 22, 23, 26, 27,
114, 116, 117, 118; uni­
formemente a c e 1 erado, 197 30, 54, 70, 124; traduc­
114, 117, 120; en el va­ Nordenskiold, E.: 214 Palter, R.: 214 ciones latinas de sus obras,
cío, 90, 91, 92, 95-101, números: 31, 32 Pappus: 17 194-195; y peso relativo,
102, 103, 106, 160, 200, números, teoría de los: 209, paracaídas: 214 82; Obras: Menón, 43;
203; violento, 77, 83, 85- 210 Paré, G.: 189 Parménides, 194; Fedón,
89, 100, 101, 102-104 Parens Scientiarum, bula 43, 194; Timeo, 27, 38,
1
mundo(s): eternidad del, Occam, Guillermo de: 53, papal, 55 194
54, 58-59, 123, 124; fini­ Parent, J. M.: 189 platonismo: 15
73, 203; influencia de, 67-
tud del, 148; pluralidad 73; resumen de las ideas París, Universidad de: 47, Platón de Tívoli: 41
de, 62, 74, 149-152, 166, básicas de, 63-68; la na­ 49, 55, 56, 58, 59, 60, 73, platonismo: 15
199; radicalmente contin­ vaja de, 67 114, 190; bibliografía so­ flenum: 99; el· mundo, un,
gente, 67; mov1m1ento bre, 192; prohibición de 88
O'Neill, P. D.: 197
rectilíneo del, 74, 157- óptica: 17; bibliografía · so­ las obras de Aristóteles Plinio el Viejo: 24-25
158; inalcanzable, 171 bre la óptica medieval, en la, 55-56 polo: 127
-Murdoch, J. E.: 209 206 Pascal, B.: 162 Pomerans, A. J.: 198
música: 19, 27, 33 Óptica: de Euclides, 43; de Pecham, John: 205 Posidonio: 22
Ptolomeo, 43-44 Pedersen, O.: 207 positivismo: 176
Nagel, E.: 221 Oresme, Nicolás de: 53, 76, Pedro Alfonso: 41 Potamian, hermano: 206
naturaleza: sus operaciones 133, 134, 154, 170, 203, Pedro de Ceffons: 69 Powicke, F. M.:. 190
explicadas en la forma 208, 209; y los argumen­ Pedro Peregrino: 206 preguntas naturales: de Abe-
más simple, 13 7 tos de Copérnico, 140- Pelster, F.: 191 lardo de Bath, 51, 188;
236 INDICE ANALITICO INDICE ANALITICO 237

de Séneca (cuestiones na­ 176; y la revolución cien­ Ross, J. B.: 218 Séneca·: 24, 51
turales), 24, 51 tífica: 175; inalcanzable, Ross, W. D.: 182 Sens, sínodo provincial de:
presión atmosférica: 162 176, 179; no descubierta: Russell, J. C.: 185 55
Price, D. J.: 207 172-173 serie infinita : 208
probabilidad: 208 rectángulo: 117-118 Sacrobosco, Juan de: 50, Sevilla: 128
Proclo: 194 Reforma: 170 Shah, M. H.: 217
126, 127, 207
proporcionalidad geométri- relación matemática: 32; Salerno, escuela de medi­ Sharpe, W. D.: 184
ca: 86 límite de una, 115 Sicilia: 43
cina de: 40, 187
proporciones: 208 religión: basada en la fe, siete artes liberales: véase
salvar los fenómenos: 72-73,
psicología: 50, 206 63; de misterios, 14 131-133, 171, 172, 207; artes liberales
Ptolomeo, Claudio: 17, 42, religiones de misterios: 14 Siger de Bravante: 57
y la conveniencia, 174;
44, 147; sobre la inmovi­ Renacimiento: 189 misión de Copérnico de, Silverstein, T.: 185, 189
lidad de la tierra, 129-130, reposo: 116; contrario al Silvestre II, papa: 36
174, 175; utilizando los
135-136; y el tamaño de movimiento, 10.7; más no­ medios más simples, 13 3 ; Simplicio: 44, 72, 111, 154
la tierra, 126; Obras: ble que el movimiento, y la verdad, 174 Singer, C.: 187, 206, 214,
Almagesto, 17, 42, 43, 133, 138, 140 216, 218
San Agustín: 16, 19-20, 156
129, 147; óptica, 43-44; resistencia interna: véase re­ San Buenaventura: 58-59 Singleton, C. S.: 220
Tetrabiblos o Quadripar­ sistencia Sanford, E. M.: 189 Smith, J. A.: 182
titum, 17 resistencia: externa: 88, 95, Sócrates: 140
Santa María de Ripoll: 39
99, 100, 103, 105, 106; Santo Tomás de Aquino: Sol: 29, 30, 125, 131, 132;
Quadrivium: 27, 31, 34 interna, 52, 92-97, 99, 154, 156, 197, 198, 207, centro del movimiento de
questiones (preguntas), mé­ 167; como tendencia ha­ 212; crítica a algunos fi­ la tierra, 173; composi­
todo de: 51-53 cia el lugar natural, 105; lósofos, 58; y la eternidad sión y movimiento del, 33
química: 198, 214; biblio­ en el movimiento violen­ del mundo, 124; sobre el Solino: 26
grafía sobre química me­ to, 85-87 movimiento en el vacío, Sol Invictus (Sol Invicto):
dieval, 211-212 Rhazes: 43 91; realista físico, 175; 14
Riedl, J. O.: 197 rechazo de las fuerzas im­ Sorbelli, A.: 192
Radolfo de Lieja: 37-38, Riesmann, E.: 216-217 presas, 103-104; rechazo Spinoza, Baruch: 164
186 Robbins, F. E.: 184 de su prueba de la exis­ Sprague, T. A.: 216
Ragimboldo de Colonia: 37- Roberto de Ch ester: 41, tencia de Dios, 65-66 Stahl, W. H:: 184
38, 186 210 Santiago de Eltville: 69 Steinschneider, M.: 185
Randall, J. H., Jr.: 220 Rohde, E. S.: 216 Sarton, G.: 181, 186, 216 Swineshead: 113
Raphson, J.: 164 romano (s): 48; agrimenso­ Saturno: 29, 144
Rashdall, H. : 190 res, 186; Imperio, 9, 13, Savasorda: 41 Talbot, C. H.: 187, 217
razón: para desconcertar la, 14, 16-17; y la tradición Scot, Miguel: 41 Tannery, P.: 186
139-140; natural, 139 de manuales, 22-27; mi­ Schemitt, C. B.: 203 Taylor, F. S.: 211
realidad: física, alcanzable, llas, 127 Schrader, D. V.: 210 Taylor, J.: 201
177; búsqueda de la - Ronchi, V.: 205 Secundum imaginationem: Tempier, Esteban, obispo de
en la Edad Media, 175, Rosen, E.: 220 73, 172 París: 59, 60
238 INDICE ANAL1TICO INDICE ANAL1TICO 239

tecnología: bibliografía so- neo de, 141, 167; tama­ del mundo, negada por prueba de Oresme de la,
bre, medieval, 213-214 ño de la tierra, 125-128, Aristóteles, 148-149; mo­ 118
Temistio: 44, 194 138; esfericidad, 125 vimiento finito y sucesivo Venecia: 44
Teodorico de Freiberg: 205 Toledo: 41, 42 en el, 90-92, 106-107; y Venus: 29, 30
Teodosio: 13, 14, 17 Tolosa, Universidad de: 55 el movimiento del mundo Verbeke, G.: 194
teólogos: y preceptores de Tot: 15 por Dios, 62; vacío infi­ Ver Eecke, P.: 210
las artes, 7 O; y filósofos, Traducciones: 39-46; de la nito más allá del mundo, Vescovini, G. F.: 206
61, 197; y "salvar los fe­ ciencia árabe y griega, bi­ 152-165; movimiento ins­ Vignaux, J.: 197
nómenos", 72 bliografía de, 184-186, tantáneo en el, 88; mo­ Virtus derelicta: 104
Teón de Esmirna: 22, 27 193-196; del árabe al la­ vimiento en el, 95-97, 102- Von Franz, M. L.: 212
Teofrasto: 21, 26 tín, 39-43; carácter de, 103, 199, 203; la natu­
Tertuliano: 19 41-43; del griego al latín, raleza no se horroriza ante Waite, A. E.: 211
Theodoric, cirujano: 218 43-44; importáncia de, el, 162; preguntas sobre Wallingford, R.: 21O
Theorica planetarum (Teo- 44-46 el, 52; prueba estoica del Walsh, J. J.: 217
ría de los planetas) : 50, transmisión de la ciencia más allá del mundo, 153- Waters, E. G. R.: 209
207 arábiga y griega: 38-46, 154; movimiento violento Wedel, T. O.: 207
Thillet, P.: 186 184-188, 193-196 en el, 100-101 Weinberg, J. : 196
Thompson, J. W.: 184 Tremblay, P.: 189 Van Steenberghen, F.: 196 Weisheipl, J. A.: 191, 198,
Thorndike, L.: 189, 191, triángulo: 117-118 Varrón, Marco Terencio: 201
198, 207 trigonometría: 17, 21O 24 Welborn, M. C.: 184
Thurot, C.: 192 turbina de gas: 213 Westland, A. M.; 218
velocidad: 104, 113, 114;
tiempo: 183; y distancia véase también movimiento White, L., Jr.; 213
Ullman, B. L.: 186
proporcionales a la velo­ velocidad: igualdad de velo­ White, T. H.: 215
universidades: 47-61; biblio-
cidad, 112; no existe más cidades en el vacío, 97- Wiener, P. P.: 219, 220
grafía de las - medie­
allá del mundo, 148-149; vales, 190-193; currícu­ 1 O1; expresada como re­ Wilson, C.: 204
de movimiento, 84-85 lum, 48-50 lación proporcional, 85; Wingate, S. D.: 195
Tierra, la: 33, 125, 126, universo: dicotomía del, 78; e intervalos infinitesimales Winter, J. G.: 210
133, 134-135, 140, 171, centro geométrico del: de tiempo, 115; instantá­ Witelo: 205
183; centro de gravedad 79, 141, 142, 148, 167; nea, 114-115, 117; in­ Wolfson, H.. A.: 194
de la, 141, 142, 143; ro­ armonía del, por la rota­ tensidad de la velocidad, Wood, C. A.: 215
tación diurna de la, 129- ción de la tierra, 138; 113; preguntas sobre la, Wright, J. K.: 213
141, 166, 170, 173, 174, esférico, 79; y la simetría 52; incrementos sucesivos Wright, R. R.: 208
199, 202; como elemento, superior del sistema de de, 109; tiempo y distan­ Wyckoff, D.: 212
52, 80, 82; erosión de, Copérnico, 173; reg10n cia proporcionales a la,
142-143; y el centro geo­ supralunar del, 78, 143- 112 Young, C. R.: 190
métrico del universo, 79, 165 velocidad instantánea: 118;
141, 142; inmovilidad de definición, 114-115 Zaccagnini, G.: 192
la, 129, 130, 134, 139, vacío: 52, 90, 166, 200; velocidad media: teorema Ziegler, P.: 219
144; movimiento rectilí- existencia del más allá de la, 115-119, 166, 202; zoología: 25, 215
ÍNDICE GENERAL

Prólogo, por George Basalla y William Coleman 7

Prefacio. 9

l. El estado de la ciencia entre los años 500


y 1000 . 13
El quadrivium o las cuatro disciplinas
matemáticas 31

II. El comienzo del comienzo y la era de la


traducción, del 1000 al 1200 35

III. La universidad medieval y el efecto del


pensamiento aristotélico . 47

IV. La física del movimiento. 77,

V. La Tierra, los cielos y más allá 122

VI. Conclusión . 166

Ensayo bibliográfico 181

Índice analítico . 223

241
Este libro se termin6 de imprimir el
25 de julio de 1983 en los talleres
de Editorial Andrómeda, S. A., Ave­
nida Año de Juárei núm. 226, lo­
cal C, 09070 México, D. F. El tiro
fue de 5 000 ejemplares, empleán­
dose en su composición tipos Bas­
kerville de 8:9, 10: 10, 10: 11 y 11
puntos.

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