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Índice
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BLOQUE 1
UNIDAD DE COMPETENCIA
INTRODUCCIÓN
A los hombres prehistóricos Se les pudieron ocurrir muchas ideas, quizás algunas muy
practicas y simples; otras, seguramente profundas, pero el hecho de ser nómadas,
carecer de una escritura y un lenguaje medianamente desarrollados hizo que estos
pensamientos se perdieran, al no haber modo de dejar un registro. En las pinturas
rupestres tenemos una muestra de sus expresiones y cómo estaban basadas en
creencias mágicas. El hombre prehistórico creía que al pintar a los bisontes y otros
animales podría tener mejor fortuna en la cacería. Otra fuente de información de la
prehistoria es su escultura y cerámica. En éstas
también podemos encontrar su vinculación con
cuestiones mágicas. Pero es poco lo que sabemos
del pensamiento) del hombre primitivo.
El mito y su estructura.
Los mitos son relatos fabulosos que explican o dan respuesta a las interrogantes o
cuestiones humanas fundamentales. A través de argumentos o relatos, se trata de
fundamentar una costumbre, tradición o práctica con base en historias que mezclan la
leyenda y la fantasía. Por lo común, son una combinación entre los aspectos emotivos y
los racionales.
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El mito puede ser considerado un saber pre filosófico, pero eso no significa que lo
debamos ver como menor o contrario a la razón. Por el contrario, el mito tiene su propia
lógica interna, y algunos de ellos destacan por su imaginación y valor literarios. El más
antiguo de los mitos que se conoce es La epopeya de Gilgarnesh, poema épico sumerio
cuya antigüedad aproximada es de 2000 años antes de nuestra era. A continuación te
mostramos un fragmento del mismo:
«Tú, Aruru, que has creado al hombre, crea ahora una imagen suya; que a su tiempo
sea él un retrato de Gilgamesh, lucharán entre sí y Uruk se calmará». Cuando Aruru oyó
esto formó en sí misma una imagen de Anu. Aruru se lavó las manos, cogió un pedazo
de arcilla, la lanzó a la tierra, y con la arcilla creó al héroe Enkidu, progenie sublime, de
la tropa del guerrero Ninurta, Todo su cuerpo estaba cubierto de pelo, la compostura de
su cabellera era como la de una mujer; el crecimiento de su cabello era denso como
Nisaba. El no conoce ni gente ni país, va vestido con una ropa como Sumuqan, como un
pastor.
Tomemos un fragmento del poema: «Aruru se lavó las manos, cogió un pedazo de
arcilla, la lanzó a la tierra, y con la arcilla creó al héroe Enkidu, progenie sublime, de la
tropa del guerrero Ninurta E...]». Como puedes apreciar, en los mitos encontramos
aspectos mágicos y religiosos.
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Entre las primeras civilizaciones humanas encontramos la mesopotámica, egipcia, china
e india. Estas contaban con una estructura social estable, con leyes públicas y
aceptadas, así como un lenguaje tanto oral como escrito estructurado y consistente, un
cierto nivel de educación y un conjunto de reglas sociales y morales. Con esta base se
crearon una serie de ideas y explicaciones acerca de la realidad natural y de la vida
social y personal que formaron parte de su cultura y de la sabiduría de cada pueblo.
Enseñanzas de Ptahhotep
• No te enorgullezcas de tu conocimiento;
toma consejo tanto del ignorante como del sabio.
• Nos alcanzan los límites del arte; de
hecho ningún artista ha alcanzado la habilidad perfecta.
• El buen discurso está más escondido que la esmeralda, sin embargo, puede
hallarse entre las doncellas de los molinos […]
• Sigue a tu corazón mientras vivas [...]
• No pierdas el tiempo en los cuidados cotidianos, más allá de proveer a la familia.
• Cuando llegue la riqueza, sigue a tu corazón; ¡la riqueza no es buena si uno es
sombrío!
• Sé generoso mientras vivas...
• La bondad es una conmemoración del hombre [...]
• Si escuchas mis consejos, todos tus asuntos irán adelante.
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En la India destacó Siddartha Gautama, conocido por sus seguidores como Buda. Se
calcula que vivió en el siglo VI a. C. Algunos autores aseguran que nació
aproximadamente en el 560 a. C.
De acuerdo con la tradición, Siddartha era un joven noble, que vivió en medio de la
riqueza y la abundancia. Pero pese a haber alcanzado la juventud no sabía cómo era el
mundo. Una ocasión en que traspasó los muros del palacio en que vivía pudo ver la
vejez, la enfermedad y la muerte. Esto causó una gran impresión en el joven, pues
nunca había visto que las personas envejecían, enfermaban y morían, y tampoco había
visto la miseria; estuvo meditando ante estos hechos y decidió dejar su mundo de lujo y
comodidad. Tomó la decisión de abandonar su casa; renunció a su matrimonio y se
dedicó a la reflexión y la meditación.
Sus discípulos le pusieron como nombre Buda, que significa «el Iluminado». Aprendieron
de él que las causas del dolor humano son producto de nuestros deseos. Sufrimos
porque deseamos y estamos encariñados con los objetos. Lo mismo pasa con nuestro
apego por las personas y nuestro propio yo. Desearíamos que los seres queridos nunca
envejecieran ni murieran. También quisiéramos ser jóvenes y saludables toda la vida.
Pero todo ello es posible. Para caminar por la senda de la virtud hay que aprender a
aceptar la realidad, no aferrarse a los bienes materiales y renunciar a nuestros deseos
irreales.
Como puedes apreciar, estos escritos estaban llenos de sabiduría. Constituían un saber
producto de la experiencia y la tradición, y de lo que llamamos sentido común. A veces
se constituyen como un conjunto de consejos sueltos de tipo moral que están muy
vinculados con sus concepciones religiosas, míticas e ideológicas. No obstante, algo que
seguramente habrás notado es que se refieren tanto a la humildad como al arte, a las
buenas ideas como a la generosidad. Son pensamientos muy interesantes, pero les falta
la sistematicidad, el orden y el método con que procede la filosofía.
El nacimiento de la filosofía
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1.2 Definición de filosofía
Para entender qué es la filosofía, primero debemos conocer un poco acerca de sus
orígenes, fines que persiguen, métodos de investigación, así como los rasgos que la
hacen ser distinta a otros campos del conocimiento.
Se dice que la palabra filosofía fue inventada por Pitágoras cuando, al preguntarle si era
un sabio, contestó: «No, soy tan sólo una persona que ama la sabiduría». Con esto
quería dar a entender que no poseía la verdad, sino que andaba en su búsqueda. Al
igual que Pitágoras, los filósofos no son sabios, sino que exploran algún aspecto de la
realidad con la intención de entenderla racionalmente.
Los filósofos son personas a quienes les gusta pensar acerca de cómo es la realidad que
vivimos. Por lo común son observadoras. Suelen reflexionar sobre algún problema o
asunto que les ha llamado la atención, pero también reflexionar acerca de sí mismos. En
ocasiones se concentran tanto en lo que están pensando que se abstraen por un
momento.
Los filósofos observan cada aspecto de la realidad; sobre ella reflexionan y formulan
preguntas acerca de las cuestiones fundamentales para cada uno de ellos; por ejemplo:
¿qué sentido tiene la vida?, ¿qué es lo real?, ¿qué es el mundo?, ¿qué es la libertad?,
¿qué es el amor?, ¿cuál es el origen del universo?, ¿existe Dios?, ¿cuál es la naturaleza
del alma humana?, ¿qué sentido y valor tiene la existencia humana?, ¿cuál es el valor
(le una persona?, ¿cómo podemos llegar a la verdad?, entre muchos otros.
Las respuestas a las que han llegado los filósofos a través del tiempo han sido diversas,
y es raro que sus puntos de vista sean similares. Esto muestra la riqueza del
pensamiento humano.
Es difícil encontrar una única definición de filosofía; más bien encontramos diversas ex-
plicaciones que nos muestran el punto de vista de quien las elabora. Veamos qué dicen
los diccionarios al respecto:
«La ciencia que se ocupa del estudio de la esencia, propiedades, causas y efectos de
las cosas naturales».
Diccionario Bruguera.
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«El estudio racional del pensamiento desde el doble punto de vista del conocimiento y de
la acción».
Para Platón la filosofía es una empresa en que entra en juego el destino final del
hombre. No hay filosofía sin virtud, ni virtud sin filosofía.
Para Aristóteles es la ciencia teórica de los primeros principios y de las primeras causas
de los seres; representa un gran esfuerzo para dar solución al problema del ser y de la
ciencia.
El filósofo inglés Bertrand Russell nos dice que toda definición que se haga de filosofía
variará con las ideas que se tengan y con la corriente que se adopte; por lo mismo,
algunas personas no estarán de acuerdo con esa definición, lo cual mostrará su posición
filosófica. Agrega Russell, aunque cuando la filosofía no siempre nos da respuestas a los
problemas que plantea, es capaz de sugerirnos ideas que amplían nuestros
conocimientos.
Emmanuel Kant sostenía que la filosofía tiene como misión el conocimiento racional,
pero que primeramente habría que delimitar las condiciones y posibilidades de la razón.
Schopenhauer decía que es la ciencia del principio de la razón como fundamento de los
demás saberes.
De acuerdo con Marx, la filosofía es una actividad para la transformación del mundo.
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Como puedes apreciar, el concepto de filosofía ha cambiado con el tiempo, es decir, es
histórico. Esto se debe a que, en general, las ideas de los individuos están determinadas
por la época en la que viven, los sentimientos, el carácter, su propia historia de vida, las
circunstancias sociales, el momento histórico, etc. Por lo mismo, la idea que se tenga de
filosofía depende igualmente (le estas cuestiones.
Para que nos quede más clara la forma en que la propia situación
personal y el contexto influyen en la forma de pensar, vamos a
poner como ejemplo el caso del filósofo griego Epicteto, quien
vivió en el siglo segundo de nuestra era. Su nombre quiere decir
«adquirido» o «comprado», lo cual muestra su origen esclavo;
había quedado cojo a causa de los maltratos de su amo. Su
condición le impedía hacer lo que deseaba o ir a donde
necesitaba, pero lo que nadie le podía impedir era ser libre de
pensamiento. Su filosofía es ante todo práctica. Aquí te
presentamos algunos fragmentos de su pensamiento.
• «No son las cosas las que atormentan a los hombres, sino las opiniones que se tienen
de ellas».
• «Propio de ignorantes es el culpar a otros de las propias miserias. Aquel que así mismo
se culpa de su infortunio comienza a entrar en el camino de la sabiduría; pero aquel que
ni se acusa a sí mismo ni a los demás es perfectamente sabio».
• «Nunca pidas que las cosas se hagan como quieres; mas procura quererlas como ellas
se hacen».
En efecto, Epicteto nos confirma que la filosofía que cada quien desarrolla se hace a
partir de un determinado contexto e historia de vida personal: con esto puedes ver que la
relación que existe entre lo que pensamos y lo vivimos, con la filosofía que se practica.
Para que tengas una idea muy general de filosofía a lo largo del tiempo, a continuación
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te presentamos una síntesis del devenir de la misma por la historia, a manera de línea
del tiempo ilustrada, que sintetiza lo que se consideraba en cada época por filosofía, el
papel que desempeño y sus representantes más sobresalientes. Al lado del cuadro
podrás apreciar los avances del pensamiento latinoamericano.
Podemos afirmar que la búsqueda del saber tuvo su origen en la curiosidad natural del
ser humano. La curiosidad puede apreciarse desde que se hace. Si observas con
detenimiento a un bebé en su cuna podrás verlo curioseando en su pequeño mundo;
todo lo quiere tocar o llevárselo a la boca. Cuando los niños tienen entre tres y cuatro
años entran en lo que se llama «la edad del preguntón»; pareciera como si todo
quisieran saber y por ello para todo formulan a sus padres pregunta tras pregunta: «Y
por qué papá?».
Pregunta
Quien quiere conocer pregunta. Pero para que cualquier asunto o tema pueda ser
conocido debemos saber formular correctamente las preguntas. Sólo obtiene respuestas
satisfactorias quien sabe formular preguntas inteligentes.
Duda
a) De la ignorancia, pues a una persona que nada sabe acerca de algo le elementos
para realizar un juicio, por tanto, no hay una opción que lo dudar.
c) De la certeza. Cuando el sujeto tiene elementos para inclinarse por una idea o
juicio y no acepta una idea contraria o paralela.
Aceptar que no lo sabemos todo, ser capaces de reconocer nuestras dudas, nos
permitirá llegar al conocimiento. Aquél que cree que sabe mucho no avanzará en el
camino del saber. Tampoco avanzará quien llega a las cosas con una idea previa. Quien
duda es porque tiene la capacidad de observar primero antes de emitir un juicio. Se debe
ser humilde para reconocer nuestras propias limitaciones; quien duda es el que se ubica
en el camino del conocimiento.
Para saber cuál es la verdad debemos actuar con precaución, plantearnos bien el
problema. Dice al respecto Aristóteles en su Metafísica: «Es de importancia para todo el
que quiera alcanzar una certeza en su investigación saber dudar sensatamente a
tiempo... los que investigan sin haberse planteado antes las dificultades son semejantes
a los que desconocen a dónde se debe ir, y, además, ni siquiera conocen si alguna vez
han encontrado o no lo buscado».
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Asombro
El origen psicológico de la filosofía —nos dice Lozano Paz— «se encuentra en nuestra
capacidad innata de asombrarnos frente a lo desconocido, que nos desorienta. Esta
misma capacidad evidencia nuestra ignorancia ante un mundo lleno de enigmas que nos
interroga con sus problemas y contradicciones».
«Lo que en un principio movió a los hombres a hacer las primeras indagaciones
filosóficas fue, como lo es hoy, la admiración. Entre los objetos que admiraban [...] se
aplicaron primero a los que estaban a su alcance; después, avanzando paso a paso,
quisieron explicar los más grandes fenómenos; por ejemplo, las diversas fases de la
Luna, el curso del Sol y de los astros y, por último, la formación del Universo. Pero el que
plantea un problema o se admira reconoce su ignorancia».
Visión totalizadora.
Los filósofos no se enfocan en un punto de vista particular sino que procuran que sus
explicaciones se relacionen con otros conocimientos, buscando englobar las
explicaciones y formar un todo coherente al tratar que aquéllas abarquen problemas
generales y no particulares.
A partir de lo anterior surge una nueva definición de filosofía: es una disciplina racional,
objetiva y rigurosa; a través de ella nos explicamos la esencia, las causas y propiedades
de las cosas. Se basa en una actitud indagadora que el ser humano toma ante las
situaciones que le rodean, buscando una explicación racional.
Las interrogantes de las ciencias son similares a las de la filosofa. ¿Cuál es el origen del
universo?, ¿qué es la vida?, ¿qué es el hombre?, ¿qué es la mente humana?, ¿cómo se
caracteriza la conducta humana? son ejemplos de cuestiones que pueden ser tratadas
desde el punto de vista filosófico y científico. La diferencia está en el procedimiento.
La filosofía está formada por diversas disciplinas. Cada una de ellas se encarga de
estudiar algún aspecto de la realidad. A continuación describiremos en qué consiste
cada una de ellas.
Ontología
El término es de origen griego y significa «el tratado o estudio del ser», es decir, el
estudio de aquello que está primero que todo, qué es, cómo es y cómo es posible que
sea. Como puedes apreciar, es una disciplina compleja y abstracta, pues se refiere a lo
que está en la base de toda la realidad; a eso se le llama ser. Para que se entienda,
supongamos que nos preguntamos si Dios existe. Y sigamos pensando que después de
una seria reflexión llegamos a la conclusión de que sí, por tanto nos plantearíamos las
siguientes preguntas: ¿de qué manera existe Dios?; ¿qué es Dios? O mejor aún, ¿quién
es Dios?; ¿cómo es y en qué condiciones podríamos pensar que sea?
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Así, la ontología se ocupa de la definición del ser y (le
establecer las categorías fundamentales o modos generales
de ser de las cosas a partir del estudio de sus propiedades.
Un ejemplo más. Supongamos que alguien dice: «el número
13 trae mala suerte». A lo mejor esa frase la hemos
escuchado mil veces, hemos visto que algunos edificios no
tienen el piso 13 y que los aviones pasan del asiento 12 al
14. Pero ese día no lo tomamos a la ligera y nos ponemos a
pensar: ¿Existen entidades abstractas como los números?
Porque los números no existen, aunque sí los podemos
pensar y representar. ¿Entonces —nos seguimos
preguntando—, qué tipo de existencia tienen? Con esa
reflexión que hacemos ya aprendimos algo: hay diferentes
acepciones de existencia.
Metafísica
Metafísica quiere decir, literalmente, aquello que está más allá de lo natural. Pero el
nombre lo recibe por partida doble, por su sentido y por una casualidad del destino.
Resulta que Andrónico de Rodas se había dedicado a catalogar las obras de Aristóteles.
Las puso todas en orden: las obras de ética con sus similares, las de biología con las
que le eran afines y así, pero aquellas que trataban sobre la filosofía primera no les
encontró acomodo, por lo que las ubicó después de las correspondientes a la física,
refiriéndose a estos libros como «los de después de la física» (ta meta ta physiá). Es la
rama de la filosofía que estudia la naturaleza, estructura, componentes y principios
fundamentales de los seres que forman parte de la realidad en sus aspectos
trascendentales. Es también un intento de ver al mundo en su totalidad. Algunos de sus
temas de estudio son: ¿cómo es la existencia?, ¿cómo se le presentan las cosas al
hombre?, ¿cómo es la existencia humana?, ¿cómo existe una persona de manera
auténtica?, ¿en qué formas se expresa la existencia?, ¿tenemos alma?, etcétera.
Antropología filosófica
Es aquella rama de la filosofía que tiene por objeto el estudio del hombre en sí mismo,
que lo considera como objeto y a la vez sujeto del conocimiento filosófico; estudia qué se
entiende por ser humano, cuál es naturaleza, cómo se distingue de los demás humanos
y de los otros seres de la naturaleza. Aquí se ubican las interrogantes sobre la
posibilidad del hombre para poder conocer o hasta dónde pueden ser válidos sus
conocimientos. Contesta preguntas como ¿qué significa ser hombre?, ¿existe una única
manera de ser humano?, ¿cuáles son las cualidades de la existencia humana?, entre
otras.
Epistemología
Lógica
Ciencia que estudia la estructura del pensamiento y la validez del conocimiento humano.
La lógica es la disciplina filosófica que tiene como objeto ordenar nuestros pensamientos
para que éstos puedan aportar resultados válidos y verdaderos.
Axiología
La axiología es la rama de la filosofía que estudia los valores, sus características y tipos.
Estudia lo que es valioso, la naturaleza de los valores y de los juicios valorativos. La
problemática axiológica generó dos corrientes: el objetivismo axiológico, que sostiene
que los valores existen independientemente de que alguien los descubra o no, y la
corriente subjetivista, que afirma que los valores deben su existencia al sujeto que los
descubre o los aprecia.
Ética
Estudia la conducta humana, poniendo atención
en lo que se considera como bueno y malo de
las acciones. La ética, como la filosofía de la
moral, hace recomendaciones de las formas de
vida deseables para que el hombre alcance su
fin último; el análisis valorativo de nuestros actos
nos indica si éstos son buenos o malos, si nos
aproximan o nos alejan de nuestra naturaleza
humana. Nos indica, asimismo, cómo debemos
comportarnos en la sociedad y de qué manera
respetamos las normas. Podemos decir que la
ética estudia la moral, es decir, los principios que
regulan las acciones humanas, basándose en las nociones del bien y del mal; éstos son
universales, pero hay diferencias dependiendo de la sociedad en que nos desarrollemos.
Estética
Estudia lo bello y cómo las personas lo expresamos a través del arte. Cuando los
resultados de nuestros actos se materializan en una obra de arte, hacemos una
valoración artística basada en las reglas proporcionadas por la estética o filosofía del
arte bello. Esta disciplina tiene como objeto de estudio la belleza: ¿qué constituye la
belleza en el arte?
El logro de los objetivos de cualquier actividad racional requiere seguir una serie de
pasos para asegurar el logro del propósito. A estos pasos o modos ordenados de trabajo
intelectual le llamamos método. El término método es compuesto y su origen es griego.
Los componentes son meta, que significa «lo que está al final», y odos, «camino».
Una de las cuestiones más generales con respecto al método es la relación que se
establece entre el método y la realidad que se trata de conocer. La misma diversidad de
objetos y cuestiones que estudia la filosofía determina que también haya diversas formas
de abordar cada uno. No puede, por ejemplo, emplearse el mismo procedimiento para
aclarar una cuestión de la filosofía de la ciencia, que una propia de la historia o de la
moral. El método a seguir depende, en cada caso, de la naturaleza misma de los
fenómenos, al igual que la estrategia en un juego de futbol depende de las
características del equipo contrario y de las condiciones en que se desarrolle el juego.
Durante un tiempo se consideraba que los problemas relativos al método eran exclusivos
de la metodología, como parte de la lógica del pensamiento. Hoy ya no se acepta esta
posición, pues las cuestiones relativas al método tratan no sólo con cuestiones lógicas,
sino también con problemas del conocimiento.
Sócrates es uno de los más grandes filósofos de todos los tiempos. Nació en Atenas en
el 470 a. C. y murió en el 399 a. C. Su madre Fenaretc era una partera o comadrona
(mayéutica en griego), y su padre, Sofronisco, era un escultor. Fi decía que su forma de
proceder en filosofía era una mezcla de las actividades de sus padres. Como su madre,
él ayudaba a parir las almas, es decir, ayudaba por medio de la conversación a aquellos
que estaban llenos de dudas e inquietudes. Una vez que se tenía un alma nacida de las
dudas, había que construirla. Allí seguía la actividad de su padre y ayudaba a cada
persona a esculpir su alma.
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No escribió ninguna obra, pero sus discípulos, sobre todo Platón, nos han hecho llegar
sus enseñanzas a través de los Diálogos, obras en las que Sócrates es el protagonista o
personaje central. Sócrates tuvo muchas envidias como producto del cariño que le tenían
sus discípulos y lo bien que era aceptado por quienes estaban en el poder, como el caso
del gran Pendes. Fue acusado de pervertir a los jóvenes y condenado a beber la cicuta,
que era un veneno que se molía y tomaba con agua.
Fue un hombre generoso que decidió educar a la juventud. Solía ir al ágora, que era la
plaza pública de la ciudad, donde con su grupo de discípulos dialogaba sobre los más
diversos temas. No era un profesor que hablara y hablara, sino que procuraba establecer
un diálogo con sus alumnos. Creía firmemente que se podía llegar a la verdad por medio
de la reflexión conjunta.
Método cartesiano.
La solución cartesiana
1. Exigir evidencia (le las cosas para aceptarlas como verdaderas. Por evidente
debemos entender aquello cuya verdad se manifiesta de modo inmediato y claro a
nuestro pensamiento.
2. Dividir cada una de las dificultades que salgan al paso, para su mejor examen y
solución.
4. Hacer en toda enumeración tan completa y revisiones tan generales que se ad-
quiera la seguridad de no omitir nada.
Al respecto, Lobosco y otros sostienen: «El método de Descartes se inspira, por un lado,
en la matemática euclidiana, por cuanto consiste en una larga cadena de deducciones a
partir de unos principios obtenidos por intuición (los axiomas y definiciones euclidianas).
Por otro lado, en las reglas de análisis y la síntesis se aprecia la influencia del método de
resolución—composición de Galileo, con la diferencia que Descartes no hace ninguna
referencia a la experimentación y se centra en la deducción puramente racional».
Descartes buscó por un lado la fundamentación del conocimiento; por otro, elementos
que le dieran fuerza y validez evidente, como las verdades matemáticas: objetivas,
axiomáticas y rigurosas. Para ello tiene como punto de partida la duda metódica, que
consistió en negar la existencia del mundo y su propia existencia, no considerando como
verdadero nada que no fuera justificado por la razón. De esta manera, René Descartes
puso las bases de lo que posteriormente sería el método científico.
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BLOQUE 2
UNIDAD DE COMPETENCIA
A los primeros filósofos de Grecia se les suele llamar «filósofos de la naturaleza» porque
se interesaban por explicar la naturaleza y sus procesos. Abordaron los mismos
problemas que se narraban en los mitos, pero no se quedaron en lo que decía la
tradición o la costumbre. Tuvieron la capacidad de prescindir de los elementos religiosos
y míticos que se encuentran en ellos. Estos filósofos no se atuvieron tampoco a lo que
percibían con sus sentidos, sino que, por medio de la razón, trataron de comprender el
orden de la naturaleza y los cambios que en ella se presentaban.
Las más famosas obras de la literatura mitológica griega, y que hoy forman parte de la
literatura universal, son La Ilíada y La Odisea, ambas obras atribuidas a Homero,
mientras que La Teogonía y Los trabajos y los días se adjudican a Hesíodo. Como antes
no existían los registros históricos, es difícil saber con exactitud la fecha en que fueron
escritas, pero se calcula que fue entre los siglos IX a VII a. C.
La inquietud de algunos sujetos condujo a que las historias y los mitos se fueran
haciendo cada vez más complejas, pero dada la extraordinaria habilidad narrativa de los
griegos adquirieron además gran belleza.
Los mitos siempre fueron importantes para los griegos. Su religión y literatura estaban
alimentadas de ricas tradiciones orales, pero un tipo distinto de pensadores, haciendo a
un lado los mitos, leyendas y fábulas, buscaron explicar la realidad sirviéndose única y
exclusivamente de la razón; a este tipo (le pensadores se les conocería como filósofos.
En efecto, la cultura que hoy tenemos la debemos en gran parte a los griegos. Hay
algunos rasgos particulares que tenían que pueden servir para definir la mentalidad
griega. Creían con mucha firmeza en la libertad, la claridad del espíritu, la armonía, la
unidad que debe haber de contenido y forma, la simetría, entre otros aspectos. Pero dos
rasgos les caracterizaban de manera muy clara: su sentido de la totalidad de las cosas y
su firme creencia en la razón o en el orden».
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Distinguimos en la filosofía griega cuatro etapas:
Los primeros filósofos que pretendieron hallar una explicación sobre el orden, naturaleza
y origen del universo fueron conocidos como cosmogónicos, físicos o presocráticos.
El primer nombre lo reciben debido a que sus preguntas trataban de determinar cuál era
el orden del cosmos y el origen de todas las cosas, que en griego se dice “arjé”. Se les
conoce como presocráticos, pues su temática es anterior en tiempo a las
preocupaciones de Sócrates. Finalmente, algunos autores los llaman físicos, porque el
término fisis en griego antiguo hace referencia a la naturaleza. La filosofía presocrática
comprende desde los inicios del siglo Vi a. C. hasta finales del siglo V a. C.
Debido a que han transcurrido m:ís de veinticinco siglos desde que estos filósofos
discutían sus ideas en la plaza pública y a las invasiones de los persas, macedonios,
romanos, turcos y otros, se han perdido muchos de los documentos históricos de la
Grecia antigua. De los filósofos presocráticos se han perdido casi todos, sabemos que
existieron. Los pocos que existen fueron muy bien documentados por Hermann
Alexander Diels. Posteriormente, Waither Kranz hizo adiciones al trabajo de Diels. El
libro que escribieron, Los Fragmentos de los presocráticos, es considerado el clásico del
tema (cuando se usa esta referencia se abrevia Con las iniciales DK y se escribe luego
el apartado que se utilizó). Otra fuente para conocer a estos pensadores fue Aristóteles,
quien en su libro Metafísica dejó información importante, de primera mano. Sobre el
tema son las únicas fuentes seguras. Otras fuentes carecen de sustento histórico.
Para los griegos, el universo es concebido esencialmente como una entidad viviente,
pero con orden. De tal modo que aunque se observen cambios en la naturaleza, como
por ejemplo las estaciones del año, el movimiento de los astros, el nacimiento y la
muerte, las migraciones animales en épocas de invierno, entre otras similares, muestran
una sucesión ordenada. Con la excepción de Parménides, para los
demás pensadores la naturaleza fue considerada como un orden
dinámico.
Para los griegos, de los objetos originados nos podríamos percatar por los sentidos; así,
por ejemplo, podemos ver la luz del sol, oler el perfume de las plantas, y así con otros
seres naturales, pero el principio ordenador sólo podía ser captado por medio de la
razón. Este principio debe tener carácter universal, es decir, debe explicar la creación en
todos sus aspectos y de todos los objetos.
Estos elementos estarán presentes en los distintos autores que abordemos; no es una
excepción con los pensadores de las comunidades establecidas en las islas jónicas y en
las costas del Asia Menor.
Es curioso que la filosofía naciera no en un lugar tranquilo, propicio para la reflexión, sino
en un lugar ruidoso, debido al gran comercio que allí se realizaba. En efecto, Mileto era
en el siglo VI a. C. la ciudad más rica y evolucionada del mar Egeo; era el centro textil y
de comercio, pero también era una polis en la que florecieron el arte, la literatura y la
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filosofía. La ubicación de estas islas propiciaba el comercio, pero también favorecía el
intercambio de ideas, pues los marinos y comerciantes de distintos lugares llevaban los
pensamientos de sus lugares de origen y traían nuevas noticias e ideas.
Tales de Mileto
Al reflexionar sobre la causa última y originaria de todo, Tales encontró que ese
elemento es el agua. Tal vez podrías pensar que es un pensamiento muy simple, pero él
obtuvo esa conclusión observando que sin agua no pueden vivir las personas, los
animales ni las plantas; por otra parte, cuando llueve todo reverdece. El semen es
húmedo y la leche con la que se amamanta a los bebés es fuente de vida. Seguramente
también tuvo en cuenta que el agua puede presentarse en tres estados: sólida, líquida y
gaseosa. Además, debes recordar que vivía en una isla y que toda la vida se hacía por
mar, desde la pesca hasta el comercio con otros lugares. Aristóteles nos relata que Tales
sostenía que incluso la Tierra se asentaba sobre agua: era un disco flotando en el agua.
Por otra parte, algo de verdad existe en su propuesta, pues debemos recordar que los
científicos han determinado que la vida inició en el agua. LI vez hay sencillez en la
explicación pero debes considerar que fueron los inicios del pensamiento humano. En
todo caso, debes valorar que es mejor ofrecer una explicación racional por más sencilla
que sea que una mítica, basada en suposiciones.
Anaximandro
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Anaxímenes
Quizá Tales y Anaxímenes hicieron sus afirmaciones a partir de lo que observaron. Por
ejemplo, cuando llueve se renueva la vida, mientras que la sequía trae la muerte. En
cambio, Anaximandro no quiso identificar la causa con algo concreto: tal vez él buscaba
algo más complejo.
Cuando afirmó que el número dio origen al cosmos se refería a que en la realidad hay un
orden; de otro modo el mundo no habría dejado de ser un caos. De esta manera,
Pitágoras quería afirmar que el orden del mundo implicaba que estaba gobernado por la
armonía NI, por tanto, era medible matemáticamente. Puede apreciarse que Pitágoras
interpretaba la naturaleza como dotada de proporción y armonía. Con el tiempo la
escuela de Pitágoras se convirtió en una comunidad más de tipo religiosa que filosófica,
en la que se predicaba la santidad '' la abstinencia.
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Pitágoras desarrolló la teoría de la inmortalidad del alma, porque creía que al morir el
cuerpo el alma transmigra hacia otro ser y se reencarna nuevamente. A esta idea se le
conoce como «trasmigración de las almas», que con algunas variantes Platón tomaría
posteriormente.
«Los llamados pitagóricos cultivaron las matemáticas, y nutridos de estos pensaron que
sus principios eran los principios de las cosas. Ahora bien, puesto que los números eran,
por naturaleza, los primeros de estos (principios) y de los números les parecían
contemplar muchas semejanzas con las cosas que existen y con las que se generan...
Y en fin, dado que las demás cosas, en toda su naturaleza, parecían semejarse a los
números, y que los números (parecían ser) los primeros de toda la naturaleza,
supusieron que los elementos de los números, eran los elementos de todas las cosas
existentes, y que universo entero era armonía y número.
Sus ideas no fueron muy aceptadas por la sociedad de su tiempo, y como era tina
persona un poco rebelde y agresiva respondió con mucha energía a quienes se oponían
a ellas. Por eso mejor se retiró a vivir en la soledad.
Para Heráclito, los seres humanos podemos conocer a través de los sentidos y la razón.
Los primeros sirven para percibir las cosas materiales, pero son limitados, pues
afirmaba: «Malos testigos son para los hombres los ojos y los oídos cuando tienen almas
bárbaras», y agregaba: «A la naturaleza le place ocultarse». Este último enunciado
expone las dificultades de los sentidos para la comprensión de la naturaleza.
Heráclito se propone determinar qué es o qué constituye el ser de las cosas. Lo que se
encuentra es que la realidad está en constante movimiento; es decir, es continua. Por
ejemplo, no podemos conocer qué es un río, pues sus aguas están permanentemente
fluyendo; en ningún momento el agua de un río es la misma aunque así parezca a simple
vista. Es conocida la frase «Nadie se baña dos veces en un mismo río, porque nuevas
30
aguas corren por su cauce». Heráclito afirmaba que lo mismo que sucede con el río,
acontece con todas las cosas de la realidad: siempre están transformándose y en ese
cambio dejan de ser lo que son y se transforman en nuevos seres. Todo fluye como un
río: todo se apaga y enciende como fuego continuo.
Para Heráclito la ley de la naturaleza sólo puede percibirse usando la razón, pues la
naturaleza se presenta a nosotros como una armonía o conjugación (le todos los
elementos: el sol brilla, las aves cantan, en fin, todo parece armónico. Pero gracias a
nuestra razón percibimos que la realidad está presente con sus contrarios, tales como
nacimiento y muerte, o generación y degeneración, entre muchas otras. Pero si los ojos
no captan estas contradicciones, la razón sí lo hace. La unidad en mediocre cambio se
percibe sólo con la razón.
Según Heráclito este movimiento es provocado por el logos o razón, que es la fuerza que
provoca el impulso generador. El «logos»» es la ley implícita en la naturaleza que
manifiesta en su interior esa fuerza universal de generar cambios o seres, tal Como la
función del fuego, que destruye para construir algo diferente.
«Este cosmos (el mismo de todos) no lo hizo ningún dios ni ningún hombre, sino siempre
fue. Es y será fuego eterno que se enciende según medida y se extingue según medida»
Algunos autores han retomado las ideas de Heráclito de Éfeso acerca del devenir del
mundo. La influencia de Heráclito y Parménides ha sido decisiva en Occidente. Heráclito
en su teoría de la unión de los opuestos revive en él Pensamiento de los místicos, sobre
todo en la dialéctica de Hegel y de Marx. Ambos encuentran en Heráclito una fuente (le
conceptos muy interesante que utilizarán posteriormente. Por su parte, Parménides
influirá en Platón. Plotino y Spinoza.
A continuación vamos a tratar a uno de los filósofos más complicados de entender, pero
cuya aportación ha sido fundamental para la filosofía occidental. Parménides desarrolló
su doctrina tanto en el plano de la metafísica como de la lógica. Cuando lo entiendes, te
das cuenta l.luc es el más lógico de todos los pensadores de la Antigüedad. Influyó
enormemente en el pensamiento le Platón, Aristóteles y el pensamiento cristiano
posterior.
31
2.6 El pensamiento de Parménides como medio para llegar a la verdad y la razón
Parménides tenía una concepción del ser general. Él distinguía el «ser», para decirlo con
palabras más sencillas aunque inexactas, pero que nos pueden ayudar a comprender: la
realidad toda, el universo íntegro por una parte, y por la otra, los seres materiales que la
integraban. Cuando él se refería al ser, lo hacía únicamente en el primer sentido. Por lo
mismo, no aceptaba la idea de que el ser (o la realidad) pudiera considerarse como
cambiante, pues si la realidad cambia, deja de ser. Hay pues una evidente oposición
entre la concepción de Heráclito y la de Parménides. Para este último, es imposible que
algo sea y no sea al mismo tiempo. La realidad es una, permanente e inmóvil. El ser se
caracteriza por Jo siguiente: eterno, sin principio ni fin, inmóvil, llena todos los espacios,
ya que no admite modificaciones. Este ser sólo es captado por la inteligencia, que es al
mismo tiempo el camino de la verdad. Afirmaba que el ser:
El camino que siguió Parménides es mantenerse dentro de la más estricta lógica a partir
del principio de identidad: lo que es, es; lo que no es ni siquiera puede ser pensado. Así
que ni hablar de lo que no es, pues no solo es incorrecto, sino que ni siquiera la razón
puede ocuparse de ello. Debemos tener siempre presente que para él “ser” y pensar son
lo mismo.
Empédocles
Así nos relata Aristóteles lo que se había transmitido en su época del pensamiento de
Empédocles:
«Empédocles admite cuatro elementos, añadiendo la tierra a los tres que quedan
nombrados. Estos elementos subsisten siempre, y no se hacen o devienen: sólo que
siendo, ya más, ya menos, se mezclan y se desunen, se agregan y se separan»
Como vemos, Empédocles regresa a la identificación de la »arjé» (el origen de todo) con
elementos físicos.
Demócrito
Estaba de acuerdo con Heráclito en que todo en la naturaleza fluye. Las formas van y
vienen. Pero detrás de todo lo que fluye, se encuentran algunas cosas eternas e
inalterables que no fluyen. A estas cosas es a lo que Demócrito llamó átomos. El átomo
es el elemento infinito y eterno que no se puede captar a simple vista, sino sólo a través
del intelecto: los átomos se mueven azarosamente en el vacío y allí se encuentran de
manera espontánea. En el momento en que hay una transformación o un cambio, se da
en los espacios libres o vacíos.
Anaxágoras
BLOQUE 3
UNIDAD DE COMPETENCIA
El ser humano, por su capacidad racional, es un ser problemático; las piedras no tienen
problemas. Podemos afirmar que los problemas nunca se acaban, pues a medida que se
resuelven unos surgen otros; así, por ejemplo, las condiciones de trabajo del siglo XIX
eran poco justas. Los obreros laboraban en fábricas malolientes, sucias, contaminantes;
las labores se hacían en condiciones infrahumanas y los trabajadores realizaban un
trabajo que sentían ajeno a sí mismos. Con el paso del tiempo muchas condiciones
laborales han mejorado, pero eso no significa que ya no existan problemas. Ahora los
problemas son otros. Por ejemplo, Carlos Marx nos hablaba de esa sensación del obrero
de sentirse ajeno del objeto que producía, que lo definía como enajenación. Pero casi
150 años después de las reflexiones de Marx, el problema de la enajenación no se ha
superado, pues parece que se presenta de otra manera. Es más, podemos afirmar que
ahora el hombre vive más enajenado: se la pasa ocho horas los domingos pegado frente
al televisor, recorriendo aparadores de las tiendas comerciales, leyendo los últimos
chismes de los artistas de cine, radio y televisión, o viendo tres partidos de futbol en un
día. La enajenación no ha desaparecido, se ha refinado. Ahora no es sólo el trabajo el
que enajena, sino son sobre todo los medios masivos de comunicación, en particular la
televisión.
Algunos de los problemas que enfrenta el ser humano en la actualidad son: hambre,
pobreza; grave deterioro ecológico que está provocando el calentamiento global;
dificultades de integración social e intercultural, que se traducen en racismo y
discriminación; corrupción, narcotráfico, terrorismo y violencia; violación de los derechos
humanos; deficiencias en los sistemas de salud, educación y desarrollo social, entre
muchos otros. Podríamos enumerar un sinnúmero de problemas, pero de lo que se trata
no es de hacer una lista de ellos, sino de reflexionar, acompañados de la filosofía, por
qué somos así.
35
Desde luego que podemos afirmar que muchos de los problemas son producidos por los
bajos deseos, las traiciones, las ambiciones, la prepotencia, el egoísmo y la agresividad,
además de otras pasiones que nos cuesta trabajo dominar y que son responsables de
muchas de las grandes dificultades de la vida social. Estos vicios y sentimientos son
propios del género humano; no hay animales pecadores, prepotentes o ambiciosos.
Algunos filósofos han querido encontrar la clave de esto en la propia condición humana,
la cual se entiende como el marco o estructura en que se mueve la vida humana. Así
que para entender a cualquier persona o pueblo, hay que considerar aquellas cuestiones
tanto internas como externas que influyen y determinan a una persona o grupo social. En
cuanto a lo externo, en primer lugar deben tomarse en cuenta las condiciones
geográficas, sociales, históricas e ideológicas en que se ubican la o las personas. En
cuanto a lo interno, debemos considerar las partes: biológica (cuerpo, instintos,
funciones), intelectual (ideas) y emocional (sentimientos, emociones y pasiones). Este
marco incluye la totalidad de experiencias y características del hombre: cómo ha sido,
qué ha pensado y sentido, así como su forma de actuar. Se considera a las personas
siempre dentro de una sociedad, donde cada quien hereda una cultura, recibe una
educación y actúa dentro de un determinado marco legal.
Una postura distinta la representan aquellos filósofos que piensan que el hombre es
36
capaz de todo lo bueno y lo malo. Nietzsche, por ejemplo, partía de una concepción
negativa del hombre; decía que es «un animal fundamentalmente defectuoso; es como
una enfermedad en el universo», pues es el único animal que no ha llegado a
consolidarse. No obstante, creía que podía aspirar a lo más grande. Según él, el hombre
es un ser indeterminado, híbrido, mezcla de animalidad y humanidad; no obstante, en su
recorrido evolutivo poco ha sido lo alcanzado.
Hay que recordad que no todo el existencialismo es ateo, pues por ejemplo, Japers y
Marcel si son creyentes. En lo que todos los existencialistas están de acuerdo es que no
puede haber una naturaleza humana. Al contrario, cada humano es como el decide ser.
No hay primero una esencia y cada quien tiene que encajar en esta. La esencia de cada
quien se va definiendo de acuerdo con su propia existencia, es decir, no hay una
naturaleza humana, cada quien decide libremente como quiere ser.
En todo caso, la condición humana se relaciona con lo humano de manera integral. Las
personas no nos comportamos de una manera en una situación y de otra en otra, sino
que nuestra manera de ser es siempre homogénea. Así, un sujeto que es egoísta, celoso
y violento, lo va a ser en las distintas situaciones en que se encuentre. Desde luego que
las personas podemos cambiar, pues nuestra libertad nos permite siempre decidir, pero
si cambiamos, seremos de la manera que cambiemos en las distintas situaciones. Se
puede fingir un momento, pero no mucho, ni siempre. Eso que lo que somos se
manifieste en todas las áreas de nuestra existencia.
Kant afirmaba que las preguntas más importantes que una persona se puede formular
son: ¿qué podemos conocer?, ¿qué debemos hacer?, ¿qué tengo derecho a esperar? y
¿qué es el hombre? De todas, la última pregunta es la central, pues la respuesta a esa
pregunta nos permitirá determinar su naturaleza y cómo se va a expresar en los ámbitos
ético, social y político.
Las distintas teorías de la ética, la sociología y la política se basan en una idea del
hombre. Presuponen una dilucidación de la naturaleza y condición de lo que somos.
La época de grandeza de la filosofía griega inicia con Sócrates (470 -399 a. C). Este
peculiar filósofo ateniense no escribió una sola línea. Conocemos su pensamiento de
manera indirecta por sus discípulos Platón y Jenofonte, quienes sí escribieron acerca de
Sócrates y su pensamiento. Platón quería tanto a su maestro que lo idealizó. Por eso en
sus diálogos vemos a un Sócrates de gran talla moral; Jenofonte en cambio nos
presenta a Sócrates como si fuera un maestro moralista. Con base en la información que
disponemos podemos ubicar a un Sócrates más real. Sabemos, por ejemplo, que poseía
una conducta intachable, que era un buen vecino, un ciudadano cumplido y un padre
37
cariñoso y estricto a la vez. A Sócrates le tocó tener como esposa a Jantipa, quien ha
pasado a la historia por ser difícil y enojona. El hijo adolescente de Sócrates se quejaba
de lo insufrible que era su madre. No obstante que Jantipa se ha hecho famosa en la
historia por su trato difícil, se sabe que amaba y respetaba muchísimo a Sócrates.
Era un sujeto admirable que no sólo hablaba palabras hermosas, sino sobre todo su vida
era un ejemplo de buena conducta. Su más grande virtud era la humildad. Reconocía
que era mucho lo que ignoraba. Una ocasión un discípulo de él, Querofonte, asistió al
oráculo con muchas dudas, pues él admiraba a su maestro y le tenía en gran estima,
pero mucha gente lo criticaba por ser pobre y no tener ni para una túnica decente. A la
sacerdotisa del oráculo le preguntó quién era el hombre más sabio de Grecia. El oráculo
contestó que Sócrates.
Fue tanta la alegría de Querofonte que apenas retornó a Atenas esparció por todos lados
las palabras del oráculo. Este hecho, lejos de engrandecer a Sócrates, lo hizo
reflexionar, porque el oráculo no se equivocaba. Después vio cómo la mayoría de la
gente discutía sin saber, pero por soberbia era incapaz de reconocer la cantidad de
cosas que desconocía; es más, se percató Sócrates que mientras más se ignoraba
había más necedad e impertinencia en las personas; por eso la mayoría discute de lo
que no sabe. Sócrates se dio cuenta de que ellos eran muy ignorantes, pero que su peor
ignorancia era no saber que eran ignorantes. De allí la frase socrática «sólo sé que es
mucho lo que ignoro». Con el tiempo, el verdadero significado del oráculo se aclaró para
Sócrates. «El significado era que la humanidad ignoraba lo único que importa en verdad
saber: cómo conducir rectamente la vida, cómo cuidar su propia alma y hacerla tan
buena como fuera posible, y todos padecían una ceguera sobre esta cuestión. Sócrates
es la única excepción; si él tampoco posee este conocimiento supremamente importante,
conoce por lo menos su importancia, y conoce su propia ignorancia».
El maestro insistía a sus discípulos y amigos que se preguntaran continuamente cuál era
su deber en el mundo y que hicieran un análisis de sí mismos. Sócrates había visto en
un templo la inscripción: «Conócete a ti mismo». Esta frase le impactó mucho y la adoptó
como parte de su filosofía. De esta manera, Sócrates les indicaba a sus discípulos que
empezaran por buscar la verdad en sí mismos.
Para Sócrates era importante aclarar los conceptos sobre los cuales se reflexionaba. Se
le reconoce por su preocupación por enseñar a sus discípulos la importancia de tener
claro el concepto de todas las cuestiones.
Platón nació en Atenas en el año 427 y murió en el 347 a. C. Su verdadero nombre era
Aristóteles, pero —según Diógenes Laercio— dado que era muy fuerte y había
desarrollado mucho su espalda recibió el apodo de Platón, que
es con el que ha pasado a la historia.
Platón consideró que los sentidos nos dan la doxa u opinión, pero no el conocimiento
real y verdadero de las cosas de este mundo. Para él, existe un mundo verdadero, al
cual se llega mediante un proceso de desprendimiento, despreciando todo lo material
para buscar lo espiritual.
El alma es espiritual; es una especie de aliento que le da vida al cuerpo. Cuando alguien
muere su alma se va y regresa al topus uranus, que es el lugar celestial, el más allá en
40
donde se encuentra lo ideal, lo perfecto, lo que debemos anhelar y alcanzar; allí
permanece junto con las ideas. Después de un tiempo de permanecer en el mundo de
las ideas, el alma debe alojarse en otro cuerpo; en su camino olvida mucho de lo que
sabía con anterioridad. Mediante un gran esfuerzo puede recordar todo lo que vio en el
topus uranus; a esto se le conoce como reminiscencia. En el diálogo Menón hay un
fragmento en que Platón hace que Sócrates aparezca interrogando a un esclavo acerca
de una cuestión matemática. El filósofo va preguntando y poco a poco, para sorpresa de
todos, el esclavo va respondiendo a los planteamientos matemáticos. Lo que se intenta
demostrar es que cualquiera, inclusive un esclavo con poca educación, puede recordar
lo que su alma ha vivido en el mundo inteligible.
Pues bien, para Platón en el interior de las personas hay una lucha entre los apetitos o
deseos del cuerpo y las aspiraciones del alma, que está dirigida por la razón; a esto se le
conoce como concepción dualista del alma. Tales fuerzas del alma las aplica Platón para
explicar el proceso de conocimiento, pero también lo hace con el ámbito político, cuando
propone cómo deberá conformarse la constitución social del Estado o de la República.
De acuerdo con él, la organización social fue creada por los dioses, quienes han
destinado a cada clase su propia función. También explicaba que la esencia humana
radica en el alma y no en el cuerpo; por ello, la organización social surgía de las
tendencias del alma. Al imaginarse cómo sería la sociedad ideal, Platón estableció una
similitud entre los tipos de personas que, según su concepción, componen una sociedad
y las partes de un ser humano.
3.4 La concepción platónica de las estructuras sociales y políticas por medio del
modelo de la Republica.
En La República, Platón afirma que la sociedad es el medio de vida natural del ser
humano. Las personas no son autosuficientes ni en lo que respecta a la producción de
bienes materiales necesarios para su supervivencia ni en cuanto a los aspectos morales
y espirituales. Hay tendencias naturales que inclinan al ser humano al amor, a la amistad
y a la convivencia en general.
La vida del hombre se identifica, de alguna manera, con su vida social. Difícilmente se
podría concebir la vida del hombre manteniéndose ajena al Estado.
41
De ahí las similitudes que establecerá Platón en La República entre la moral individual y
la moral colectiva. Además, hemos visto que para Platón tenía que existir el «bien» en sí
(la idea de bien), por lo que difícilmente la referencia del buen comportamiento del
individuo puede ser distinta de la del buen comportamiento del Estado. Tiene que existir
un único modelo de comportamiento moral. Y ese modelo ha de tener un carácter
absoluto. Platón expone su teoría política en La República. En esta obra trata de
determinar en qué consiste la justicia. Según el tipo de alma que posee cada sujeto es el
tipo de grupo social al que pertenece. De esta manera, se forma la organización social
siguiente:
De esta manera, se formaba una jerarquía social en la que, como puede apreciarse, no
estaban incluidos los esclavos. Es decir, se utilizaban sus servicios, pero no se les
consideraba siquiera parte de la sociedad. En la cúspide estaban los gobernantes,
quienes representaban al alma racional. Debemos recordar que Platón creía firmemente
que el Estado debía estar dirigido por una persona con gran preparación y claridad
mental. Por ello sostenía que los gobernantes tenían que aprender filosofía o, en su
caso, que un filósofo fuera preparado como gobernante. De esta manera, ellos no
tendrían más preocupaciones que buscar el bienestar de su comunidad o polis a través
de las virtudes más importantes, que son la justicia y la sabiduría.
El alma irascible del Estado estaba comprendida por los guerreros (el ejército), quienes
representan la fuerza, la energía, el ánimo o valor, es decir, las pasiones nobles del
cuerpo; por ello, cuidarían y defenderían al Estado. Por último, se presentaba la clase
inferior de la polis, la cual estaba representada por el alma reproductora o concupiscible,
donde se incluía a los obreros, campesinos, comerciantes y artesanos. En la sociedad
ideal que planeó Platón no había lugar para los esclavos; sin embargo, tanto Grecia
como Roma fueron sociedades esclavistas.
Cada clase deberá recibir la educación que le ayude a realizarse como tal: artesano,
militar o gobernante. Si cada persona recibiera la formación adecuada según su clase
42
social, entonces podría formarse una organización ciudadana en la que se pudieran
establecer las normas que promoviesen la felicidad de todos los ciudadanos y
expresaran su ideal de república.
Cabe señalar que Platón hizo especial énfasis en la adecuada educación de los
gobernantes. Los futuros dirigentes tendrían que salir del grupo de los guerreros. Se
elegiría no sólo a quien fuera más valiente y decidido, sino también a quien tuviera una
idea clara de lo que es la justicia. El criterio para elegir al gobernante se basaría tanto en
su actitud altruista, es decir, que no fuera una persona con mentalidad centrada en el
lucro como en su honestidad y coherencia, con la finalidad de que no se convirtiera en
un demagogo o sofista.
Platón expresó estas ideas en sus dos grandes obras de madurez: Las Leyes y La
República, e intentó poner estas ideas en la práctica en la polis de Siracusa, donde un
discípulo suyo lo presentó con el tirano que gobernaba esa ciudad.
En La República, Platón establece una relación entre los ciudadanos y cada una de
las formas de gobierno; tal como se describen a continuación:
e) Tiranía: es otro tipo de gobierno que aparece cuando hay necesidad de instalar
orden en la sociedad, pero no es ejercido por el pueblo, sino por personas
acomodadas en complicidad con los mandos militares. Emplea toda clase de
recursos sometiendo los derechos individuales o particulares en bien del Estado y
para lograrlo hace uso de la fuerza, debilitando al pueblo espiritual y
materialmente, lo que provoca disturbios sociales, robos, asaltos, pillerías y otros
desmanes, de manera que el pueblo sienta la necesidad de un jefe, alguien que
acabe con la inseguridad social, y ese alguien es el ejército, encabezado por el
tirano, quien finge estar dispuesto a proteger al Estado.
Platón percibía que muchas veces el pueblo no estaba preparado para vivir con libertad.
Esto se debía a que sus representantes no habían tenido una adecuada educación, por
lo que en caso de llegar al poder esas personas no tardarían en dar muestras de
corrupción; así, el gobierno se pervertiría. Puede fácilmente apreciarse que la visión de
Platón es parcialmente cierta, pues si bien la educación es necesaria para
desempeñarse como gobernante no es suficiente. La experiencia nos ha mostrado que
algunas personas con mucha educación de todos modos se corrompen. La democracia
es el régimen más adecuado para los estados cultos y educados, si faltan estos factores,
se puede degenerar en una tiranía o dictadura que someterá a la población a una
situación de agresión y mortificación.
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3.5 Los conceptos de materia y forma, acto y potencia, y el modelo de las cuatro
causas de Aristóteles como estructura integradora de la antropología clásica.
Aristóteles nació en el 384 a. C., en Estagira, Tracia. Esta era una polis del norte de
Grecia. La gente de las polis más ricas, educadas y cultas, se refrían a las polis ubicadas
al norte con cierto desprecio, pues las calificaban de bárbaras. Pero más allá del lugar
donde vio la luz este afamado filósofo, nos demostró que cuando se tiene capacidad las
condiciones externas no son determinantes.
Su padre Nicómaco era un médico afamado, por lo que el rey Amintas III, rey de
Macedonia, lo hizo su médico de cabecera. Debido a la desahogada posición de su
padre, «el joven de Estagira» estudió con los mejores maestros de la época. Cuando le
contó a su padre que quería estudiar filosofía lo envió a la mejor escuela de aquella
época: «La Academia», escuela de Platón, que se encontraba en Atenas. Aristóteles se
trasladó y permaneció allí durante 20 años. Se sabe que Platón le tenía mucha
estimación y afecto. Le llamaba «La inteligencia» (el nous). Después de la muerte del
maestro, retornó a Estagira; años más tarde regresó nuevamente a Atenas, donde
estableció su escuela de filosofía llamada «El Liceo».
Aristóteles no estaba de acuerdo con la doctrina de las ideas y la existencia del mundo
ideal de su maestro Platón. Para él conocer surge a partir del mundo sensible, real,
material y concreto; el mundo que Platón llamaría apariencia o copia. Para Aristóteles,
los conceptos se captan por los sentidos y éstos llegan al intelecto, donde se forman las
ideas.
45
Aparte del conocimiento, el otro gran propósito de «el
estagirita» era explicar el sustento de la realidad. En efecto,
la gran preocupación de Aristóteles era la metafísica. Según
él, las demás disciplinas estudian al ser y sus accidentes;
sólo la metafísica estudia al ser en tanto ser.
Aristóteles afirmaba que el ser puede estar en potencia o en acto. Ser en potencia es la
capacidad o posibilidad de ser otra cosa conforme a su especie o transformarse en algo
diferente; por ejemplo, la niña es una abuela en potencia.
El ser como acto es la realización de lo que estaba en potencia. Un ejemplo muy simple
sería: «este gran futbolista es una realidad. Hace seis años apenas era un promesa»;
con esto estamos dando a entender que una cualidad que estaba en potencia hoy está
en acto.
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La sustancia es el soporte de todas las formas de ser y se manifiesta como materia
(hyle) y forma (morphé); por ello a la teoría de la sustancia aristotélica se le conoce como
«Hilemorfismo». La primera es aquello de lo que está hecho algo; la forma es lo que
actualiza a la materia; por ejemplo: una persona está constituida de músculos, huesos,
cabello, tejido, etc.; ésa es la materia; la forma es la apariencia exterior de cada uno.
Otro tema fundamental de la metafísica aristotélica es la tesis sobre las cuatro causas
como origen y principio de todo:
1. Causa material: es aquella que explica de qué está hecho tal o cual ser.
4. Causa final: que explica el motivo o propósito por el cual se hizo o causó tal
cosa.
Para Aristóteles, “Dios es el motor inmóvil que se manifiesta como acto puro. En él nada
está en potencia; es la causa incausada”, el primer principio que hace que el cosmos
exista.
¿Por qué se dice que el ser humano es un animal político (zóon politikon)? Acuérdate
que polis era el nombre de las ciudades griegas, donde los hombres se reunían para vivir
en sociedad; es entonces cuando nacía un ciudadano, al convivir con los demás. Para
Aristóteles era inadmisible el desarrollo humano fuera de una sociedad. Quien es
incapaz de vivir en sociedad decía el filosofo es o porque no tiene necesidad por ser
autosuficiente o porque es una bestia o un dios.
Para Aristóteles la política debe estar estrechamente vinculada con la ética, pues
solamente en la convivencia con los demás es posible alcanzar la virtud y, por tanto, la
felicidad.
El desarrollo del hombre solo puede lograrse en una sociedad política, esto es, en el
Estado. El Estado es quien regula la vida social, por lo que no solo tiene la obligación de
velar por el bienestar material de los ciudadanos, sino también, sobre todo, por su
47
educación moral para conducirlos a la virtud.
Aristóteles aportó dos famosas definiciones de ser humano: lo definió como un animal
político «animal social» (zóon politikon) y como un ser racional. De la primera definición
ya hablamos brevemente cuando se abordó el tema de la política. Ahora nos
ocuparemos de la segunda.
La lógica aristotélica se ocupa del estudio de los conceptos, los juicios y las formas de
razonamiento, prestando especial atención a los razonamientos deductivos categóricos o
silogismos como formas de demostración especialmente adecuadas al conocimiento
científico.
48
Iniciemos por el «concepto». Habíamos comentado que a Sócrates se le consideraba el
descubridor del «concepto», pues cada vez que se iba a discutir un tema Sócrates
insistía en que se precisara el concepto que se iba a usar, de lo contrario se cae en
discusiones interminables, pues unos entienden algo por un concepto, mientras que
otros entienden algo diverso. Supongamos, por ejemplo, que dos amigos discuten
acerca de una película. Uno afirma que la película es buena y otro que es mala.
Después de tanto discutir, uno le dice al otro: «Bueno, a ver, ¿tú qué entiendes por
bueno?» Como puede apreciarse, para discutir acerca de algo, primeramente tenemos
que ponernos de acuerdo acerca de qué vamos a discutir. El «concepto» es entendido
como la representación intelectual de un objeto. Un «concepto», para decirlo con
palabras sencillas, es una idea general que tenemos sobre algo. Se compone de una
comprensión y una extensión. La primera denota las características esenciales que
contiene un concepto, y la segunda, la imagen que tenemos del objeto, pero también
podemos entender como extensión el número, la cantidad de sujetos a los que puede
aplicarse, de los que se puede predicar. Aclaremos esto mediante un ejemplo.
Supongamos que pienso en el concepto silla. En mi mente aparece una imagen de silla.
Esa es la extensión de silla, es decir, los referentes a los cuales se les puede aplicar el
concepto silla; pero si alguien me pide que le mencione las características de silla,
entonces me está solicitando la comprensión del concepto. Todos los conceptos tienen
una comprensión y una extensión.
La ley de los conceptos dice: «Cuanto mayor sea el número de características que
contiene un concepto, menor será el número de sujetos a los que pueda aplicarse, y
viceversa». Este significa que si yo pienso, por ejemplo, en el concepto jugador de futbol,
entonces la extensión, es decir, el número de posibles referentes, va a ser muy alto, pero
si le agrego más características, por ejemplo, jugador de futbol, con cinco años de
experiencia jugando, con fuerza muscular, buen toque de pelota, etc., entonces menos
personas se encuentran en la extensión; mientras más cualidades o características
agregue a la comprensión, menos referentes tendrá.
Los «conceptos» son entes mentales que expresamos mediante el lenguaje. A esa
expresión lingüística del concepto le llamamos «término».
El «sujeto» del juicio es el concepto del que se afirma o niega algo; el «predicado» es el
concepto que se afirma o niega del sujeto.
Por experiencia sabemos que el juicio verdadero es el segundo. ¿En qué son distintos?
El predicado de la segunda afirmación es más pertinente o adecuado que la del primer
enunciado.
c) Principio de tercero excluido: sólo hay dos valores: falso y verdadero; una
tercera opción está excluida.
En términos generales, los sofistas no admitían que existiera una verdad válida para
todos. De acuerdo con ellos cada quien tenía su verdad y ésta podía cambiarse a
conveniencia. Alguien podía sostener que algo fuera cierto y posteriormente armar un
nuevo discurso en el que se sostuviera que eso mismo era falso. Esto es conocido como
relativismo, es decir, la verdad es relativa. En cambio Sócrates sí creía en la posibilidad
de hallar la verdad, la justicia, la piedad, la belleza o el bien. En cada uno de los diálogos
de Platón vemos cómo Sócrates se propone encontrar éstos y otros conceptos. Si no
creyera que existían no se habría esforzado por determinarlos. Por eso mismo, Sócrates
combatía con vehemencia a los sofistas, quienes no hubieran pasado a la historia
universal más que como buenos oradores, pero no filósofos. De hecho, no se conoce
nada de la mayoría de ellos; no obstante, hay unos cuantos que además de hacer
buenos discursos, se distinguieron como pensadores. Tal es el caso de Protágoras,
Gorgias y Calicles.
Protágoras
51
Gorgias
1. Nada existe.
2. Si algo existiera no podría conocerse.
3. Si algo se pudiera conocer, no podría comunicarse.
Calicles
Calicles defendía la doctrina del derecho natural del más fuerte. Afirmaba que la ley
había sido creada para proteger a los débiles; pero en la vida natural, vemos cómo los
más fuertes dominan a los débiles. A esto le llamaríamos la justicia natural, en cambio, la
ley jurídica es antinatural. En una discusión que tiene con Sócrates, Calicles se propone
poner al descubierto la oposición entre la ley natural (physis) y la ley de los hombres
(nómos).
3.8 Las diversas corrientes helenísticas como referencia para comprender las
ideologías actuales
52
Epicureísmo o hedonismo
En cuanto a lo segundo diríamos que los placeres más positivos son los del intelecto.
Para Epicuro, una persona es feliz cuando mediante el dominio de sí mismo logra el
estado de serenidad del espíritu conocido como «ataraxia». Este estado de paz y
serenidad se alcanza en la autonomía, en la íntima serenidad del espíritu; cuando se
puede dominar todo sin ser dominado por nada, cuando se han logrado controlar todos
los miedos, tales como miedo al futuro, a la pobreza, a la vida o a Dios.
Debido a que esta escuela tuvo su apogeo en los momentos en que la gran civilización
griega de la Antigüedad llegaba a su fin, algunos de los discípulos griegos brillaron en
épocas posteriores, como el caso de Apolodoro, mientras que la escuela tuvo un
momento de renacimiento con discípulos prominentes en los poetas romanos Horacio y
Lucrecio, y el estadista Plinio.
Esta escuela quedó en el olvido por muchos siglos. Fue revivida en Francia en el siglo
XVII por Pierre Gassendi. En el siglo XX Sigmund Freud también sostuvo que uno de los
grandes móviles de las personas es el principio del placer, pero la salud mental se
basaba en el principio de realidad.
53
Estoicismo
El estoicismo fue una escuela de filosofía, pero también un modo de vivir y de concebir el
mundo. Su influencia se proyectó hasta la cultura romana. Hasta la fecha, los más
conocidos estoicos son romanos. Destacaron Séneca, Epicteto y el emperador romano
Marco Aurelio.
Por ejemplo, ejemplo, Epicteto, de quien ya hablamos en el primer bloque, era esclavo y
eso no lo hacía sufrir. Pero no era una aceptación del destino pasiva, por el contrario, se
aceptaba racionalmente la vida.
Además, las personas sabias saben «vivir de acuerdo con la naturaleza». El universo es
racional y todo sucede según el destino y la providencia. Todo es racional y justo. Los
epicúreos recomiendan alcanzar la tranquilidad del espíritu, haciendo a un lado las
pasiones, pretensiones y deseos. Quien acepta el destino y supera las pasiones alcanza
la virtud.
Escepticismo
Con la gran aportación de Sócrates, además de la que hicieron los sofistas Gorgias,
Protágoras, Calicles e Hippias, la filosofía maduró enormemente; adquirió orden y
profundidad y dio paso a la tercera etapa: la filosofía sistemática.
54
BLOQUE 4
UNIDAD DE COMPETENCIA
Antecedentes
Roma se volvió el centro del gran imperio. Hasta allí llegaron ciudadanos de diferentes
lugares. Roma construyó caminos por los que se pudo comunicar a todo el imperio con
la metrópoli. De aquella época salió la famosa frase: «Todos los caminos llevan a
Roma».
Roma dominaba a sus territorios conquistados, pero les permitía vivir según sus
costumbres y tradiciones. Esto era consecuencia de la llamada «Paz romana», que
consistía en dar a todos los beneficios de la forma (le vida pacífica. No obstante, en
muchos casos, se trataba de una paz forzada, lograda con la fuerza de las legiones del
Ejército romano.
Como parte de esta apertura, se permitía que gente de todos lados viviera en la
metrópoli. Se hablaban distintas lenguas y se practicaban las más diversas religiones.
Por lo mismo, el cristianismo en un principio pasó como una religión más, entre muchas
otras, aunque poco a poco fue creciendo.
55
Esto obligo a los romanos a subir los
impuestos, lo que ocasiono mayores malestares
y, por lo tanto, crecientes revueltas. Por otro
lado, la península italiana fue víctima durante
mucho tiempo de las invasiones bárbaras. Del
norte de la península llegaba continuamente las
hordas de los germanos, vándalos, hunos,
godos, visigodos y ostrogodos entre otros.
La caída de Roma marca el fin de una época y el inicio de la Edad Media. Todavía hubo
un intento de lograr la cohesión europea con el imperio de Carlomagno, pero muerto él,
Europa quedó dividida.
La gente necesitaba protección contra las tribus bárbaras que provenían del norte en
busca de mejores condiciones para vivir, pero también de las continuas invasiones
musulmanas. Para protegerse de las invasiones de estas tribus se levantaron muros
alrededor de las villas. Así la gente se sentía segura en los castillos feudales; en cambio,
sentía miedo de adentrarse en los caminos, pues había muchos bandoleros y
malvivientes.
4.1 La importancia del conocimiento del hombre como un ser en relación con la
divinidad
Uno de los temas básicos al estudiar una cultura o una época histórica es averiguar qué
concepto se tiene del hombre. Es uno de esos conceptos básicos, pues nos
proporcionan elementos importantes para comprender a un determinado filósofo.
El concepto del hombre en la Edad Media es radicalmente distinto del que existía en la
Antigüedad. Para los griegos el ser humano era básicamente racional; para el cristiano
era de naturaleza espiritual. Por ejemplo, una virtud griega era la prudencia, mientras
que una cristiana es la compasión. Para desarrollar la prudencia se necesita de cierta
capacidad racional para saber cuándo es el mejor momento de actuar; la compasión, en
cambio requiere de la capacidad emocional de sentir lo que el otro siente; de ponerse en
el lugar del otro. En el cristianismo, el acento se pone en el sentimiento.
San Agustín planteó, siete siglos después que Aristóteles, la pregunta ¿qué deberemos
entender por hombre? El punto de partida agustiniano era la filosofía helenística, es
decir, nos referimos a las escuelas posteriores a Aristóteles: hedonismo (o epicureísmo)
y estoicismo. Ambas escuelas buscaban la felicidad del hombre en este mundo; los
hedonistas, a través de la obtención de placer; los estoicistas, a través de la tranquilidad
del espíritu. Para san Agustín la felicidad sólo es posible alcanzarla en el plano
sobrenatural, es decir, en Dios. Aun cuando el hombre está hecho a imagen de Dios, su
voluntad y capacidades le hacen cambiante e insuficiente para sí mismo. No cabe duda
que los sujetos virtuosos logran mayor felicidad que los de mal corazón, pero ni siquiera
el sujeto más virtuoso puede lograr la total felicidad si no es mediante Dios.
58
Él formula una pregunta dirigida a Dios, pero en realidad es una
pregunta para sí mismo. ¿Cuál es mi naturaleza, Dios mío? A
través de su persona busca la naturaleza humana. El punto de
partida es la interioridad del alma humana que asciende
progresivamente hasta el Ser Supremo. Hay que buscar la
verdad para trascender hasta Dios.
En algunos escritos, realizados cuando san Agustín era joven, afirmó que el alma se
transmite directamente de padres a hijos en el momento de la generación. Mediante esta
afirmación san Agustín trataba de defender el dogma cristiano del pecado original; pero
más maduro sostendría que el alma espiritual del hombre está creada directamente por
Dios, aunque no definía el momento de dicha creación. Aquí surgía un problema: si el
alma humana es creada por Dios, quién es la suprema bondad, entonces es difícil
explicar cómo es que el hombre hace daño a sus semejantes. El mal no puede provenir
de algo creado por Dios. San Agustín aclara que una vez creado el hombre actúa con
total libertad, pues aunque el alma haya sido creada por Dios posee una voluntad y una
razón, las cuales, cuando se ejercen, pueden llevar al hombre a hacer el mal. «El
hombre —dice san Agustín— es algo intermedio entre los brutos y los ángeles; de modo
que el bruto es un animal irracional y mortal; el ángel, en cambio, racional e inmortal; y el
hombre está en medio: es inferior a los ángeles, pero superior a los brutos; tiene en
común con los brutos la mortalidad; con los ángeles, la razón: animal racional mortal».
59
¿Cómo entiende san Agustín el mal? La tradición pagana (griega) sostenía que el mal
era algo que le acontecía al sujeto como producto de su destino, como en el caso que
describe la tragedia de Edipo; también el mal puede ser producido por una fuerza
sobrenatural o un dios, como le pasó a Prometeo, quien recibió castigo eterno de Zeus
por haber robado el fuego del Olimpo y haberlo dado a los
hombres. Una característica del mal en los griegos es que el
sujeto que lo padece no puede hacer algo para controlar o
cambiar el efecto. En el cristianismo se concibe que el mal no
es algo que Dios permita, mucho menos algo que él realice.
El Dios cristiano es la fuente de eterna bondad, por eso no
puede hacer mal. La fuente debe provenir del hombre y éste
tiene que asumir su responsabilidad moral frente al hecho de
hacer mal. El mal es producto de la voluntad humana, es
decir, es consecuencia de una mala decisión.
Para san Agustín existe una sola verdad: la revelada por la religión. Cuando quiere
explicar la relación entre el alma humana y Dios, encuentra que la razón puede contribuir
a conocerla mejor. Su convicción la afirma en la siguiente frase: «Cree para
comprender», en una clara expresión de predominio de la k. No obstante que sostiene
que la fe y la razón no se excluyen, sino que se complementan, son medios o
instrumentos que se exigen mutuamente para encontrar la verdad. Ni creer es algo
irracional, ni el conocimiento racional (de Dios) destruye la fe. Concluye esta idea el
pensador de Tagaste asegurando que sin la creencia en los dogmas de la fe no
podremos llegar a comprender la verdad.
Para superar estas posiciones excluyentes, san Agustín propone que la fe se sitúe al
comienzo y al final de la especulación racional. Primero como una condición necesaria
para que se ponga en marcha una investigación sobre temas que de otra manera
permanecerían ignorados (la fe es guía y pauta de la razón). Por otro lado, la
investigación racional dirige al hombre hacia la fe; ésta elimina las dudas consolidando el
conocimiento racional. San Agustín confiaba plenamente en el poder del verdadero
amor. Si una persona verdaderamente ama no puede hacer el mal. Por ejemplo, una
madre que realmente ame a su hijo no puede sentir odio o desear causar mal a otro
niño. Por ello dice:
«Ama y haz lo que quieras. Si callas, callarás con amor; si gritas, gritarás con amor; si
corriges, corregirás con amor; si perdonas, perdonarás con amor».
¿En qué se basa esta enorme confianza de san Agustín? En que el amor, sobre todo en
el amor a Dios, nos lleva a una cierta conducta y actitud.
60
Su teología está por ello unida al problema del hombre; el filósofo es el hombre que
busca la verdad partiendo de su propia contingencia (mutabilidad), para transcender
hasta Dios, que siendo lo más íntimo al alma humana desborda su contingencia.
En algunos lugares de Europa, Aristóteles apenas era conocido. Tal vez había uno o dos
textos de él, y a veces ni siquiera eso. Es probable que no se le conociera, pero se le
rechazaba. ¿Te das cuenta de que a veces las personas somos así de prejuiciosas?
En este medio intelectual tan activo aparece santo Tomás de Aquino (1225-1274). La
diferencia fundamental con san Agustín es que ya no pensará en términos platónicos,
sino aristotélicos. Desde luego que en un principio eso representaba todo un reto, pues
la mayoría de los filósofos de la época eran personas vinculadas con la Iglesia, ya fuera
como presbíteros regulares o monjes, pero todos ellos creados en el platonismo.
61
En esta época le tocó a santo Tomás realizar una nueva síntesis, pero esta vez se
realizó al pensamiento aristotélico, el cual se adecuó al cristianismo y a la teología
medieval.
Para santo Tomás y Aristóteles, todo está compuesto de materia y forma (hilemorfismo).
Esto mismo sucede en el caso del hombre. El alma es la forma sustancial del cuerpo; es
el principio que da forma a la materia y determina su grado de ser. Gracias al alma el
cuerpo adquiere existencia, y es que en el hombre como individuo todo está ligado a la
materia, ya sea que hablemos de su cuerpo y su sexualidad, sus emociones que se
manifiestan en lágrimas o en el color rojo de su cara; en su temperamento que se
traduce en sus rasgos faciales y en todo su cuerpo. Esta misma vinculación con una
parte material en sí mismo le obliga a la satisfacción de ciertas necesidades. Además,
como individuo, el hombre está regulado por las leyes del cosmos y por la historia.
Para santo Tomás, en cambio, el alma racional o intelectiva realiza todas las funciones
en su unión con el cuerpo, pero aunque alma y cuerpo están unidos cada uno realiza
una función. El cuerpo tiene la función de las sensaciones, mientras que el alma tiene
como operaciones pensar y querer.
Santo Tomás distinguía distintos niveles en que se podría hablar del ser humano. Una
primera distinción es la que podemos establecer entre lo humano y lo del hombre. Lo
humano es más alto; mientras que lo propio del hombre es similar a lo que realizan los
animales. Las acciones humanas se diferencian de las propias de las criaturas
irracionales, en que el humano es dueño de sus actos, pues posee razón y voluntad, por
lo cual también dispone del libre albedrío, esto es, la facultad de actuar según lo desee,
guiado por la razón. Aquellas acciones que se dicen propiamente humanas proceden de
la voluntad deliberada.
La actividad del hombre, sí se puede sustituir; por ejemplo, el trabajo que un hombre
desempeña, puede hacerlo otro sujeto. En cambio, la actividad del alma es insustituible,
así como sus operaciones. Además, si mi actividad está conducida por mi parte
espiritual, entonces actúo como persona, como individuo único, esto es, mi actividad se
vuelve única e irrepetible.
A diferencia de lo que pensaba san Agustín, quien siguiendo a Platón concebía al cuerpo
como más bajo y similar a las funciones animales, y por tanto propenso al pecado, para
santo Tomás el cuerpo es parte de un todo, ni más bajo, ni más malo. Esta idea del hom-
bre como unidad integral la expresa santo Tomás de la siguiente manera: «Uno mismo
62
es el hombre que a un mismo tiempo percibe, que entiende y que siente; y puesto que
no es posible sentir sin el cuerpo, es preciso que el cuerpo forme parte del hombre». De
aquí que el entendimiento es parte de cada sujeto y se encuentra unido al cuerpo.
4.2 El pensamiento de Tomas de Aquino con respecto a las vías para demostrar la
existencia de Dios, así como sus concepciones sobre la configuración del mundo
y la causalidad
Hemos revisado algunas ideas de santo Tomás acerca del hombre; ahora haremos una
revisión más amplia de temas relacionados con su concepción metafísica.
Ahora bien, ¿de dónde vamos a partir? No podemos partir de la idea de Dios, puesto que
esto es lo que tratamos de demostrar. Sólo nos queda, partir del conocimiento que
proporciona la experiencia humana, de los seres materiales, de las cosas. Para Santo
Tomás, el hombre puede alcanzar una explicación de la existencia de Dios mediante el
establecimiento de un paralelo, pues no lo puede hacer de manera directa. De esta
forma, desarrollará sus cinco pruebas de la existencia de Dios a partir siempre de la
experiencia sensible. Cada una de ellas es independiente.
El siguiente cuadro presenta en forma esquemática las cinco vías de santo Tomás y su
estructura común. Debajo del mismo se explican brevemente cada uno de los elementos
que lo componen.
63
Como vemos, santo Tomás siempre parte de datos empíricos o seres contingentes
cambiantes que nos rodean hasta llegar al ser necesario, en quien se identifica la
esencia y la existencia, o como diría Aristóteles, el motor inmóvil, el que mueve todo sin
moverse a sí mismo, por quien fue creado el mundo a partir de la nada en un tiempo
determinado.
Todo cambio sucede en algún lugar y un tiempo, por tanto, todo cambio lleva implícita la
idea de espacio y tiempo en el que se suceden los hechos en la realidad. La idea de
movimiento de santo Tomás es la misma que la de Aristóteles: el paso (le la potencia al
acto. Tomás también tomó de Aristóteles la idea de las cuatro causas: material, formal,
eficiente y final.
En cuanto al tiempo lo explica de esta manera: nosotros tenemos idea del tiempo
pasado, lo mismo que del presente. Pensar en el futuro nos remite por lo común a la idea
del infinito, porque no podemos imaginarnos cuándo se detiene el tiempo. Pero si nos
fijamos con más cuidado nos daremos cuenta que si pensamos en el pasado también
llegamos a la idea de infinito, pues no sabemos cuándo empezó. Entonces, como sin
querer, la idea de tiempo siempre nos lleva a la idea de Dios creador, pues tuvo que
haber un inicio y tiene que haber un fin hacia el que se dirige todo. Así, la vida en el
mundo se explica como un proceso natural en el que todas las criaturas se dirigen a su
creador. Es en ese proceso donde se manifiestan el movimiento, el cambio, el tiempo y
el espacio de la realidad natural.
Para santo Tomás, el tiempo puede entenderse igualmente en el sentido material que en
el espiritual: «... nuestra noción del tiempo está causada por la percepción del fluir de la
hora, y la de eternidad lo está por la idea de la hora permanente», de esta manera,
podríamos decir que el tiempo terrenal sería la sucesión de momentos en un espacio
igualmente determinado, propia de seres finitos y, por tanto, contingentes, quienes
deben su existencia al ser necesario, Dios. El mundo depende de Dios no sólo en su
comienzo, sino también en su duración.
Por su parte, la eternidad es propia de Dios, a quien, como nos había mostrado
Aristóteles, le compete la actualidad y la existencia pura. Dios puede ser conocido por la
razón de modo imperfecto, ya que es infinito y la inteligencia humana es finita. A Dios no
se le puede conocer desde la finitud del hombre. Por lo mismo, Tomás de Aquino
establece que de Dios solamente podemos saber lo que no es.
El conocimiento de Dios está fuera de los sentidos; el hombre puede alcanzar una
explicación analógica o paralela de la existencia de Dios; es decir, no podemos conocer
a Dios de manera directa, pero sí lo podemos conocer a través de sus obras, por
ejemplo, el universo, el mundo, el mar y la naturaleza, así como a la mayor de sus
creaciones, que sería la persona humana.
4.3 Las influencias del pensamiento de san Agustín y santo Tomas de Aquino en
el cristianismo actual
Los ciudadanos romanos comunes no podían entender muchas de estas nuevas ideas.
Por ejemplo, no comprendían la creación en nihilo (a partir de la nada). Para los griegos,
y posteriormente para los romanos, la creación se había realizado a partir del caos, pero
era algo que ya existía. Otra idea que no cabía en su cabeza era que el hombre fuera
pecador, sólo por el hecho de que Adán y Eva hubieran pecado. Como éstos, eran
muchos los temas de la nueva religión que no comprendían, por lo que la rechazaban.
Pero los que verdaderamente presentaban un problema eran los paganos que poseían
altos niveles de cultura. Sobre todo, había algunos que dominaban la filosofía griega.
La patrística
• Padres de la Iglesia (le Occidente (san Ambrosio, san Agustín de Hipona, el papa san
Gregorio 1 y san Jerónimo).
• Padres de la Iglesia de Oriente (san Atanasio, san Basilio, san Juan Crisóstomo y sao
Gregorio Nacianceno).
• Los primeros padres orientales (Clemente de Alejandría, san Justino Mártir y Orígenes).
• San Irineo y a san Juan Damasceno.
Cuando se enfrentaron los primeros cristianos con los filósofos sucedió que los primeros
no tenían argumentos muy sólidos. «Los primeros escritores de la patrística se
mostraron, pues, más bien defensivos ante el ataque hostil; pero a medida que se
afianzaba el cristianismo, desarrollaron su pensamiento y su formación intelectual; el
elemento filosófico tendió a hacerse más claramente reconocible en sus obras»
La filosofía se consideró un arma para defender con la razón sus creencias religiosas.
No obstante, quienes sabían filosofía no practicaban la religión cristiana.
San Agustín
Agustín de Tagaste, mejor conocido en la Iglesia como san Agustín de Hipona, pues fue
obispo de esa ciudad africana (actualmente tiene el nombre de Annabad). Se le distingue
como el primer gran pensador que tuvo la religión católica. Si bien en un sentido se le
considera uno de los padres destacados de la patrística, su importancia para la Iglesia
hace necesario que lo tratemos aparte. Su actividad como sacerdote y su gran
inteligencia le llevaron a entrar en polémica con los pensadores romanos formados en la
sabiduría clásica, pero también a enfrentarse con los líderes de las numerosas sectas y
variantes del cristianismo (como el arrianismo, el nestorianismo, el donatismo, el
monofisismo, el gnosticismo, entre las más destacadas). Así, san Agustín estableció una
dirección doctrinal que prevaleció posteriormente en la Iglesia.
San Agustín realiza una adaptación de la filosofía al cristianismo. Desde luego que parte
de una previa adaptación realizada por los pensadores cristianos del siglo III. En su obra
analizará los distintos sistemas filosóficos griegos mostrando una especial admiración
por la obra de Platón, la cual conocía sobre todo por su atenta lectura de los diálogos
Fedón y Timeo.
68
La primera gran aportación de San Agustín consistió en establecer una distinción entre el
mundo material y el mundo espiritual. Esa distinción la hace en el libro La ciudad de
Dios. Allí narra la lucha entre las fuerzas del bien y del mal, dirigidas por la providencia
divina. Se sostiene que el desarrollo de la historia del hombre, movido por Dios, en orden
a la consecución del bien universal. La providencia lo abarca todo, la existencia del bien
que Dios quiere, y la presencia del mal que Dios permite para que se obtenga de él
beneficios mayores. Así, para S. Agustín el proceso histórico es la lucha entre la ciudad
terrenal (la construida por el egoísmo humano) y la ciudad de Dios, dirigida por la
caridad. En realidad, al hombre siempre le mueve el amor, que puede tener un doble
sentido, el primero hacia intereses materiales y el otro hacia la caridad. El hombre elige
libremente entre los dos sentidos. Según la opción la historia avanzará negativa o
positivamente, pero siempre en orden al fin que la providencia de Dios ha previsto.
Lo valioso y admirable en la filosofía agustiniana está en el haber partido del interior del
hombre para buscar la fundamentación de la existencia de Dios y, a partir de esa interio-
rización, ir al encuentro con Dios, que se nos descubre como verdad y como amor que
guía nuestro espíritu en la búsqueda.
Para san Agustín predomina la fe sobre la razón; «creer para comprender». De acuerdo
con esto, debemos partir de los dogmas de la fe, que no podremos llegar a comprender
la verdad, Dios y todo lo creado por Dios (la sabiduría de los antiguos no sería para (51
más que ignorancia).
La filosofía tomista es la base actual de la religión cristina. Desde los días de san Agustín
probablemente nadie ha ejercido tan poderosa influencia en la Iglesia como santo
Tomás, a quien se conoce también como el «Doctor Angélico». Los papas, los
presbíteros, los profesores universitarios y en general todos los interesados en los temas
teológicos han encontrado conocimientos fundamentales en la sabiduría del filósofo de
Aquino. Su importancia e influencia más importante puede explicarse si recordamos que
representa lo mejor que el mundo cristiano ha conocido en filosofía y teología. La obra
69
de su vida puede resumirse en dos enunciados: estableció la verdadera relación entre fe
y razón; sistematizó la teología. El papa Pío V nombró al santo de Aquino doctor de la
Iglesia en 1567.
Algunos autores sostienen que el joven Nicolás estudió en la Academia de los Medici,
una especie de universidad que retomaba el pensamiento y el espíritu de la filosofía
platónica y que era impulsada por la poderosa familia florentina. Los Medici ejercieron el
control sobre la provincia de la Toscana a fines del siglo X\ lo perdieron un tiempo y lo
recuperaron en la primera década del XVI.
«Vivo en esta finca mía, y desde los últimos sucesos políticos, no suman veinte los
diferentes días que he estado en Florencia. Hasta ahora cazo tordos... Cuando llega la
hora de comer, lo hago con mi brigada de trabajadores, alimentándome con lo que mi
pobre finca y escaso patrimonio me produce... sumido en esta villanía impido que se
enmohezca mi cerebro».
Si comparamos la situación en que vivía Maquiavelo con la forma en que vivía la gente
pobre de aquel entonces nos percatamos de que es falso que viviera con restricciones
como afirmaba en la carta; lo que es cierto es que así se sentía, si se compara con la
forma como antes vivía.
Para que su cerebro estuviera trabajando —corno él decía— escribió uno de los libros
más conocidos en el ámbito de la política: El príncipe. Esta fue su obra más famosa, y
fue escrita — según afirmaba— para que los gobernantes aprendieran el arte de llevar la
administración pública. En realidad, el libro tenía una finalidad oculta; se escribió con la
intención de reiterarles a los Medici que en cuestiones políticas simpatizaba con ellos.
El tema central del libro giraba en torno al problema que representaba la división de
Italia. Para unificarla, Maquiavelo proponía en primer lugar a un príncipe. En segundo
lugar sugería la forma en que esa persona habría de llegar al poder. Gran parte de su
obra está dedicada a sugerir esta estrategia. Con Maquiavelo da inicio una nueva forma
o método de pensar en cuestiones políticas.
Al describir al príncipe que unificaría a Italia señala que sería un hombre comprometido,
responsable, que no se dejara manipular; un gran legislador, una especie de arquitecto
del Estado, la sociedad y sus instituciones morales, religiosas y económicas. Que
supiera cuidar y atender las dificultades; que conociera cómo resolver los problemas
presentes para que en el futuro no fueran irremediables.
Se puede llegar al poder por méritos propios, por el apoyo del pueblo, por el apoyo de
otros príncipes o por medio de crueldades.
De esta manera, aunque mostraba que lo propósitos del pueblo son mas honrados que
los de la nobleza, encontraba a la crueldad como la más adecuada para el caso de la
unificación de Italia. Distingue entre un buen y un mal uso de la crueldad. En el buen
sentido, las crueldades, el uso de la fuerza y los castigos tendrán el fin de evitar
enfrentamientos sin sentido, como los que se vivían en aquel entonces, y establecer un
orden eficiente. Así no importaba la fama de cruel que tuviera un príncipe siempre y
cuando fuera para conseguir la obediencia y fidelidad de os súbditos. El príncipe debería
conseguir ser amado y temido a la vez para lograr ser respetado como dirigente,
apareciendo como un sr piadoso, fiel, humano, religioso, integro, pero con el carácter
decidido para actuar en la forma que se requiriera.
Afirmaba que todos los medios son buenos o se justifican si son para defensa de la
patria, así sean medios vergonzosos, humillantes u honorables; si para evitarle a la
sociedad un mal mayor se cometen males menores, entonces estas acciones son
justificadas. La idea anterior ha llevado a algunos a afirmar que la postura de Maquiavelo
puede resumirse en la frase el fin justifica los medios, pero esa frase no es de la autoría
de Maquiavelo.
Según Maquiavelo, la sociedad es la gran entidad por la cual se deben esforzar los
gobernantes, anteponiendo el bien común sobre los bienes particulares. Sostenía que
quien ostenta el poder en la sociedad es responsable de la paz y la seguridad de su
Estado, y toda acción que sirva para lograr estos propósitos es aceptada y justificada. El
gobernante no buscará sus propios beneficios porque los ciudadanos se darán cuenta y
le aborrecerán y buscarán el momento y los motivos para destituirlo. El buen gobernante
debe ser astuto, hábil en el manejo de recursos para mantener contento a su pueblo o
Estado.
De acuerdo con Maquiavelo el Estado debe ser fuerte, con plena autonomía.
72
4.5 Contexto en el que se desarrolla la reforma protestante propuesta por Martín
Lutero.
Era común comprar papeles que otorgaban el perdón a quienes habían cometido graves
daños. También se comercializaban los cargos. Así, se convertía en obispo o cardenal a
personas que nunca antes habían pertenecido a la Iglesia como miembros regulares.
Todo se comercializaba, aprovechando la fe y la buena voluntad de las personas, pero
también su ignorancia.
Para criticar a la Iglesia en sus discursos Lutero se basaba en la Biblia, pero lo hizo tam-
bién en sus escritos y enseñanzas. Sostenía que la Iglesia se conducía de manera muy
distinta a como enseñaba la doctrina de la Iglesia. Por muchas razones la juzgaba
corrompida por el poder y la ambición de sus dirigentes.
En 1512, obtuvo el grado de doctor en teología. Este logro le permitió ser nombrado
vicario de su orden, quedando bajo su cargo varios monasterios. Ahora siendo ya una
autoridad, tuvo la oportunidad de intentar modificar las iglesias a su cargo. Enseñó que el
73
perdón y la salvación eran algo que sólo se podían obtener mediante la piedad y gracia
de Dios y no mediante papeles que se compraban. En esto podía tener razón, pero en lo
que se equivocó seriamente fue en sostener que el hombre sería salvado sólo con su fe.
La fe es necesaria sin duda para la salvación del alma, pero también es importante que
las personas se porten bien a diario con sus semejantes.
Las creencias de Lutero se radicalizaron más cuando se intensificó por parte de la Iglesia
la venta de indulgencias a la comunidad, pues se necesitaba dinero para reparar la
basílica de San Pedro. Esto impulsó a Lutero a enfocarse a la transformación de su
comunidad dentro de un cristianismo más apegado a las enseñanzas básicas de los
primeros cristianos y más alejado de la religión dirigida desde Roma.
En un principio Lutero evitaba criticar al Papa, pero conforme la situación se tomó más
complicada lanzó una acusación muy fuerte al papa León X. Afirmó entonces que la
esencia del cristianismo no se encontraba en la organización encabezada por el papa,
sino en la comunicación directa de cada persona con Dios.
Las críticas de Lutero no eran las únicas que habían existido. Ya desde los siglos XIV y
XV habían existido molestias.
En ese mismo año, Lutero rompió definitivamente con la Iglesia. Su pensamiento quedo
plasmado en tres escritos reformistas: llamamiento a la nobleza cristiana de la nación
alemana, La cautividad babilónica de la Iglesia y Sobre la libertad cristiana. Finalmente,
el rey Carlos I de España y emperador Carlos V de Alemania lo declaro proscrito tras
escuchar sus razones en la Dieta de Worms de 1521.
Ante la persecución, Lutero permaneció un año escondido bajo la protección del elector
Federico de Sajonia; pero sus ideas habían hallado eco entre el pueblo alemán y
también entre algunos príncipes deseosos de afirmar su independencia frente al papa y
frente al emperador, por lo que Lutero no tardó en recibir apoyos que lo convirtieron en
dirigente del movimiento religioso conocido como la Reforma.
Lutero defendió la doctrina del «sacerdocio universal», que implicaba una relación
personal directa del individuo con Dios en la cual desaparecía el papel mediador de la
Iglesia, privando a ésta de su justificación tradicional; la interpretación de las Sagradas
Escrituras no tenía por qué ser un monopolio exclusivo del clero, sino que cualquier
creyente podía leer y examinar libremente la Biblia, para lo cual ésta debía ser traducida
a idiomas que todos los creyentes pudieran entender (él mismo la tradujo al alemán,
creando un monumento literario de gran repercusión sobre la lengua escrita en Alemania
en los siglos posteriores).
Hemos revisado el concepto del hombre en san Agustín, santo Tomás y Maquiavelo.
Ahora lo haremos con Lutero.
En Lutero predomina una concepción pesimista del hombre, pues según él está
corrompido desde el pecado original (se refiere al pecado cometido por Adán y Eva). Por
lo mismo, está privado de toda rectitud. Sólo con la ayuda de la gracia puede hacer
algún bien. La rectitud moral, pues, no puede ser consecuencia de la libertad del
hombre, ya que ésta no es más que una vana creencia.
BLOQUE 5
UNIDAD DE COMPETENCIA
Identifica los problemas que surgen en relación con las fuentes del conocimiento, los
criterios de verdad y veracidad, la distinción entre conocimiento empírico y racional, y
conoce la síntesis que se produce en la teoría del conocimiento moderno.
El problema del conocimiento tuvo un gran auge en el marco histórico de una nueva
época: la moderna. A inicios de ésta prevalecieron dos grandes corrientes de
pensamiento que explican ese problema: el racionalismo y el empirismo.
El racionalismo
El empirismo
- William Harvey, publicó en 1628 su libro Un estudio anatómico sobre la moción del
corazón y de la sangre de los animales, en el que argumentó su teoría de que la sangre
era bombeada alrededor del cuerpo por el corazón, en un sistema circulatorio.
Para los inicios del siglo XVII, la humanidad estaba ante la necesidad de poner en duda
lo que hasta entonces había creído, pero también de construir nuevos cimientos. Había
muchas dudas acerca de si las formas utilizadas hasta entonces, para conocer los
fenómenos, eran las adecuadas. ¿Cómo podemos afirmar la veracidad de lo que
conocemos?, ¿Puede un fenómeno ser conocido?, ¿Qué método hay que seguir para
constituir un conocimiento válido? En ese momento histórico vivió Descartes.
77
La concepción cartesiana del mundo y de Dios como consecuencias del
descubrimiento del cogito y la superación del solipsismo
Veamos con sus palabras cómo expresaba este ambiente de duda e incertidumbre
generalizado en que vivía, pero también la necesidad de construir algo sólido sobre lo
cual basar sus creencias:
«He advertido hace ya algún tiempo que, desde mi más temprana edad, había admitido
como verdaderas muchas opiniones falsas, y que lo edificado después sobre cimientos
tan poco sólidos tenía que ser por fuerza muy dudoso e incierto; de suerte que me era
preciso emprender seriamente, una vez en la vida, la tarea de deshacerme de todas las
opiniones a las que hasta entonces había dado crédito, y empezar todo de nuevo desde
los fundamentos, si quería establecer algo firme y constante en las ciencias...
Ahora bien, para cumplir tal designio, no me será necesario probar que son todas falsas,
lo que acaso no conseguiría nunca; sino que, por cuanto la razón me persuade desde el
principio para que no dé más crédito a las cosas no enteramente ciertas e indudables
que a las manifiestamente falsas, me bastará para rechazarlas todas con encontrar en
cada una el más pequeño motivo de duda».
El joven noble francés se hizo mayor y vivió en medio del ambiente escéptico y
revolucionario de sus días. Leyó los descubrimientos de Galileo y Harvey con especial
interés, y dada su facilidad para las matemáticas los pudo comprender a cabalidad.
Después de haber valorado la importancia de los escritos de Galileo y Kepler se
convenció de que estaban formando nuevos conocimientos sobre la realidad. Era
necesario crear un método para aquella ciencia, establecer una forma de hacerla que
estaba emergiendo en aquel entonces y en la cual Descartes estaba profundamente
interesado.
78
Por ese entonces había muchos filósofos con ideas escépticas, que sostenían que nada
podía ser conocido, pues siempre podría haber algún engaño que sedujera a la razón.
Descartes, en cambio, no cayó en el escepticismo simple, pero tampoco en la confianza
ciega. Decidió no dudar no tan solo porque era lo más fácil y lo que estaba de moda,
sino por conducir su razón en orden y de esa manera encontrar certezas para su
pensamiento. La duda en su filosofía era intencional y parte crucial de su pensamiento,
pero ella no lo llevaba a creer que nada pudiera ser conocido, por el contrario, lo
impulsaba a creer, lo cual sería un arma de importancia vital en el conocimiento del
mundo.
Descartes, como casi todos los filósofos, tenía claro que conocemos por medio de ideas.
Él entendía por «idea» aquellos contenidos de la mente que referidos a objetos
materiales (cosas) e ideales (de naturaleza mental) nos proporcionan una imagen de la
realidad.
Adventicias: las ideas venidas de fuera, a través de los sentidos, como la idea de azul.
Ficticias: las que inventamos nosotros mismos; son producidas por la propia conciencia
mediante nuestra imaginación y voluntad; por ejemplo, la idea del minotauro.
De las tres, ¿cuáles le eran útiles? Sólo las innatas, porque de las otras dos no podía
tener seguridad en cuanto a su verdad.
«Pues bien, de esas ideas, unas me parecen nacidas conmigo, otras extrañas y venidas
de fuera, y otras hechas e inventadas por mí mismo. Pues tener la facultad de concebir
lo que es en general una cosa, o una verdad, o un pensamiento, me parece proceder
únicamente de mi propia naturaleza; pero si oigo ahora un ruido, si veo el sol, si siento
calor, he juzgado hasta el presente que esos sentimientos procedían de ciertas cosas
existentes fuera de mí; y, por último, me parece que las sirenas, los hipogrifos y otras
quimeras de ese género, son ficciones e invenciones de mi espíritu. Pero también podría
persuadirme de que todas las ideas son del género de las que llamo extrañas y venidas
de fuera, o de que han nacido todas conmigo, o de que todas han sido hechas por mí,
pues aún no he descubierto su verdadero origen. Y lo que principalmente debo hacer, en
este lugar, es considerar, respecto de aquellas que me parecen proceder de ciertos
objetos que están fuera de mí, qué razones me fuerzan a creerlas semejantes a esos
objetos».
Descartes insiste en que una idea sólo puede ser aceptada si se le presenta de manera
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clara y distinta. Son claras aquellas que se imponen simplemente con la presencia a una
mente abierta y podemos advertir todos sus elementos sin la menor duda; son distintas
aquellas que no pueden confundirse con ninguna otra debido a que se nos presentan
claramente diferenciadas y separadas de las demás, de tal manera que no podemos
confundirlas con ninguna otra idea.
Para René Descartes son ideas innatas los primeros principios del entendimiento, como
el principio de identidad o el de no contradicción. También lo eran los conceptos
matemáticos y algunas ideas metafísicas, como la idea, de causa y las de sustancia,
entre las que incluía la idea de Dios. Creía pues, que la verdad tenía que encontrarse en
una idea innata que se presentara al espíritu de manera clara y distinta.
Descartes tenía una gran desconfianza por las ideas provenientes del exterior. Siempre
tuvo temor de que sus sentidos lo engañaran y de las consecuencias que se seguían de
esto; por ello sólo daba crédito a las ideas innatas. Además, tenía claro que la idea de
Dios no podía formarse con ideas provenientes del exterior.
«Enseñan los filósofos una máxima que es de perniciosas consecuencias. «Nada hay en
el entendimiento que no haya impresionado antes a los sentidos». Las ideas de Dios y
del alma nunca han pasado por los sentidos... ».
Para Descartes la idea de Dios, que es la suma perfección, no pueden formarla los seres
imperfectos como nosotros. Por lo mismo, estaba convencido de que ya la traíamos
desde el nacimiento y que había sido puesta por Dios en nuestra mente.
Como podemos ver en este fragmento, las personas ya nacemos con ideas, es decir,
son innatas en nosotros. Gracias a ello podemos entender a Dios. Según Descarte, Dios
es tan infinito que in ser finito y limitado como es el ser humano no podría formarse una
idea de algo tan grande como ello.
Inicia su filosofía dudando de lo que le rodea. Pero no quiere dudar por dudar. Por tanto,
duda pero con una intención definida: encontrar una idea, un punto que sea seguro. Para
lograrlo procede con orden; por eso se dice que su duda es metódica, es decir, hay un
conjunto de pasos que su postura de duda va a seguir.
A partir del anterior razonamiento Descartes podía estar seguro de que existen dos
cosas: existo yo y mis pensamientos. Para tratar de resolver la situación en que se
quedó, el filósofo recurre a la «Divinidad>'. Dios es la esencia perfecta que le
garantizaba a Descartes la existencia de todo aquello distinto a sí mismo y sus
pensamientos. Dios le aseguraba que podía pensar acerca del cuerpo, de los otros y de
sí mismo, «pues Dios ni engaña ni se engaña. Es la garantía de verdad de lo que
pienso».
Descartes también trató de probar la existencia de Dios. En la historia hay dos pruebas
tradicionales: el argumento de la existencia de Dios de san Anselmo y las cinco vías para
demostrar la existencia de Dios de santo Tomás. La primera parte de la propia definición
de Dios, y de allí se afirma su necesaria existencia. En la segunda santo Tomás parte de
las evidencias que tenemos de la grandeza de Dios y de cómo su existencia es
necesaria para que lo demás suceda. Descartes simpatiza con la postura de san
Anselmo y declara su validez.
El método para pensar usado por Descartes dio un impulso definitivo a la filosofía y al
pensamiento científico. Antes de Descartes los filósofos iniciaban su filosofar desde una
perspectiva ontológica, por lo que se preguntaban: ¿qué existe?, ¿qué es la realidad?
Después que las ciencias aportaron nuevos conocimientos y el saber aristotélico-tomista
entró en crisis, la pregunta inicial cambió y se transformó en: ¿cómo puedo tener la
certeza de los alcances de mi conocimiento?, ¿qué procedimiento debe seguir mi razón
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para obtener conocimientos seguros?
Los empiristas sostienen que las ideas las formamos a partir de las percepciones.
Toman la idea aristotélica de que nada hay en el entendimiento que no haya pasado
antes por los órganos de los sentidos.
Locke afirmó que cuando nacemos tenemos nuestro cerebro como una pizarra en
blanco, y nuestra mente la llenamos con los contenidos que proveen los sentidos.
82
Empirismo clásico de David Hume
David Hume (1711-1776) nació en Edimburgo, Escocia. Era de familia noble, pero poco
acomodada. Desde niño mostró tener un talento por encima de los demás estudiantes de
su edad y a los 12 años ingresó en la universidad de su ciudad natal. En un principio
había decidido estudiar leyes, actividad a la que llegó a dedicarse durante unos meses
en Bristol. Posteriormente, se dedicó a la filosofía, pues no toleraba otra cosa que no
fuera la investigación filosófica y el saber en general. Pronto
abandonó su trabajo de abogado y con sus recursos y ayuda
familiar viajó a Francia, donde permaneció entre los años 1734-
1737, dispuesto a dedicarse exclusivamente a la filosofía. En
1737 regresó a Londres, dirigiéndose posteriormente a Escocia,
donde vivió unos años con su madre y hermano.
David Hume, como John Locke, también era empirista. Por lo tanto, pensaba que todas
nuestras ideas provenían de la experiencia sensible. Para él si algo no provenía de los
órganos de los sentidos entonces era una idea falsa.
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Los tipos de ideas y la percepción de ellas
«He aquí, pues, que podemos dividir todas las percepciones de la mente en dos clases o
especies, que se distinguen por sus distintos grados de fuerza o vivacidad. Las menos
fuertes e intensas comúnmente son llamadas pensamientos o ideas; la otra especie
carece de un nombre en nuestro idioma, como en la mayoría de los demás, según creo,
porque solamente con fines filosóficos era necesario encuadrarlos bajo un término o
denominación general. Concedámonos, pues, a nosotros mismos un poco de libertad, y
llamémoslas impresiones, empleando este término en una acepción un poco distinta de
la usual. Con el término impresión, pues, quiero denotar nuestras percepciones más
intensas: cuando oímos, o vemos, o sentimos, o amamos, u odiamos, o deseamos, o
queremos».
a) Las impresiones son contenidos mentales más intensos y violentos como son las
sensaciones, las pasiones y las emociones.
b) Las ideas que son contenidos mentales menos intensos, tanto en el pensamiento
como en el razonamiento.
La relación que existe entre las impresiones y las ideas es la misma que la del original a
la copia. Todas nuestras ideas, o percepciones más endebles, son copias de nuestras
impresiones o percepciones más intensas. Es decir, las ideas derivan de las
impresiones, las cuales son los elementos originarios del conocimiento. El filósofo
Manuel García Morente nos deja esto claro mediante un ejemplo: «Supongamos que
ahora tengo la impresión de verde, y que más tarde, pienso en verde, ya sea que
recuerde o imagine algo verde; en ambos casos es una idea. En el momento que vi
verde tuve una impresión, lo otro es una idea. Como se puede ver, las ideas son
reproducciones de lo percibido».
Para Hume una proposición será verdadera si las ideas que contiene corresponden a
alguna impresión; y falsa si no hay tal correspondencia. «Por tanto, si albergamos la
sospecha de que un término filosófico se emplea sin significado o idea alguna no
tenemos más que preguntarnos de qué impresión se deriva la supuesta idea, y si es
imposible asignarle una; esto serviría para confirmar nuestra sospecha» [de que es
falsa].
Las impresiones, por su parte, pueden ser de dos tipos: de sensación y de reflexión. Las
impresiones de sensación, cuya causa es desconocida, las atribuimos a la acción de los
sentidos, y son las que percibimos cuando decimos que vemos, oímos, sentimos, etc.;
las impresiones de reflexión son aquellas que van asociadas a la percepción de una
idea, como cuando sentimos aversión ante la idea de frío y casos similares. Además, las
impresiones pueden clasificarse también como simples o complejas; una impresión
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simple sería, por ejemplo, la percepción de un color, una impresión compleja, la
percepción de una ciudad.
La capacidad de la mente para combinar ideas parece ilimitada, nos dice Hume. Pero
por poco que nos hayamos detenido a reflexionar sobre la forma en que se produce esta
combinación de ideas se produce siempre siguiendo determinadas leyes:
Según Hume son estas tres leyes las únicas que permiten explicar la asociación de
ideas.
El principio de causalidad
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La relación causa y efecto se ha aceptado tradicionalmente como uno de los principios
fundamentales del entendimiento, y como tal ha sido utilizado por los filósofos anteriores,
tanto medievales como antiguos, del que habían extraído lo fundamental de sus
concepciones metafísicas.
Recordemos que una idea será verdadera si hay una impresión que le corresponde.
Pues bien, no hay ninguna impresión que le corresponda a la idea de causalidad.
Por ejemplo, dos personas juegan billar; una persona le pega a una de las bolas, la cual
a su vez golpea a otra. Cualquiera diría que la fuerza de la primera bola fue la causa de
que la segunda se moviera. Pero la otra persona que estaba en el billar, que era un
empirista seguidor de Hume, diría: «yo no vi ninguna causa, lo que miré fue una bola
correr y luego otra salió igualmente rodando. Eso vi, no vi causas, luego entonces las
causas no fueron percibidas por mí, por lo que no puedo aceptar su existencia». Dado
que la mente no percibe ningún sentimiento ni impresión interna de esta sucesión de
objetos, consecuentemente, no existe ninguna cosa que pueda sugerir la idea de poder o
conexión necesaria.
¿Cuál es entonces el valor del tradicional principio de causalidad? Ninguno, dirá Hume.
Nuestro convencimiento de que las cosas pasan de acuerdo con una causa procede de
la experiencia, el hábito o la costumbre. Nosotros nos convencemos de que esa
sucesión es necesaria, pero en ningún caso la razón podrá ir más allá de la experiencia.
Esta creencia le conducirá a criticar los conceptos metafísicos tradicionales como
pueden ser Dios, el mundo, el alma o la sustancia, cuyo conocimiento se basa en el
principio de causalidad.
La idea de sustancia
El término sustancia o, como se escribía antes, substancia, procede del latín substantia,
que es, a su vez, la traducción del griego ousía. Su significado más general es el de
«fundamento de la realidad» o «lo que está debajo». La sustancia, diría Hume, tampoco
corresponde a algo real, porque no hay ninguna impresión a la cual podamos referir
nuestra idea de sustancia. Lo que percibimos son cualidades sensibles.
El alma y el yo
Para la tradición metafísica la existencia del alma, una sustancia, material o inmaterial,
subsistente y causa última o sujeto de todas mis actividades mentales (percepción, razo-
namiento, volición...), había representado uno de los pilares sobre los que ésta se había
desarrollado.
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Habiendo rechazado la validez de la idea de sustancia, ¿podemos seguir manteniendo la
idea de alma o del yo? ¿De qué impresión podría proceder tal idea de alma? No existen
impresiones constantes e invariables entre nuestras percepciones de las que podamos
extraer tal idea del alma o del yo. No hay ninguna impresión que pueda justificar la idea
de un yo autoconsciente. «El yo o persona no consiste en ninguna impresión aislada,
sino en todo aquello a lo que hacen referencia nuestras distintas impresiones e ideas».
En ese sentido negaría también al yo, el cual es entonces una abstracción. Dice al
respecto el filósofo Manuel García Morente: «A la idea del yo no le corresponde ninguna
impresión; no procede de ninguna impresión; es otra idea ficticia; es otra idea hecha por
nosotros».' Rechazada, pues, la idea de alma, la pregunta por su inmortalidad resulta
superflua.
Dios
Con respecto a la sustancia divina, es decir, Dios, afirma que no hay nada en los datos
sensibles para negar o afirmar su existencia, por lo que se declara agnóstico. La crítica
de la idea de Dios es concebida por Hume como una proyección de nuestra conciencia.
«Nótese que Hume no sostiene que la causalidad o la divinidad no existan. Lo que dice
simplemente es que mediante la experiencia, que es la única fuente de conocimiento, no
podemos decir ni que existan ni que no existan»
Hume basa su escepticismo en dudar de todo aquello que no fuera percibido por medio
de sus sentidos. Creía en las ciencias deductivas, pero desconfiaba de todo aquello que
no presentara una evidencia sensible. A Hume le preocupaba que muchos filósofos
gustaran de construir especulaciones filosóficas y llevados por la vanidad de su mente;
más que por sistemas filosóficos, hacían pura especulación. Según él, el objetivo de la
filosofía es destruir las ilusiones que crea la mente. «Remata, pues, el empirismo de
Hume en un positivismo, en una negación de los problemas metafísicos».
Kant es uno de los cinco grandes filósofos de la historia junto con Platón, Aristóteles,
santo Tomas y Hegel. Nació en 1724 en Könisberg, una ciudad que entonces se
encontraba en Prusia oriental y que ahora es parte de Alemania. Fue educado en el
pietismo, una práctica religiosa protestante muy estricta y apegada a los preceptos
bíblicos. Continúo su formación en el colegio Fridericiarum de su ciudad natal; ahí
también estudio la universidad. Es más se sabe que nunca salió mas allá de unos
kilómetros de su pueblo natal. Murió en 1804. A Emmanuel Kant se le conoce como el
padre de la filosofía crítica (cristianismo).
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Nunca se casó debido a que cuando fue joven no contó con los medios económicos para
formar una familia. «Era muy bajito de cuerpo, no llegaba a 1.50 de estatura y era
extraordinariamente flaco; tenía el pecho hundido y el hombro
derecho más alto que el izquierdo... desde niño su salud fue
precaria».
Escribió varios libros, pero los más importantes son: Crítica de la razón pura, Crítica de
la razón práctica, Crítica del juicio, La metafísica de las costumbres y La paz perpetua,
aunque desde luego la fundamental es la que primero citamos.
Periodo precrítico, que llega aproximadamente hasta 1765. Kant se encontraba muy
apegado a la filosofía racionalista de Leibniz.
Periodo de escepticismo, hasta 1769. Kant afirmaba que la lectura de las obras de
Hume le hicieron apartarse del dogmatismo racionalista.
Periodo crítico, que se inicia en el año 1770. En esta época consiguió entrar como
profesor ordinario en la universidad de Könisberg. A este periodo pertenecen sus obras
más importantes: Crítica de la razón pura, Prolegómenos a toda metafísica futura, Crítica
de la razón práctica, Fundamentación de la metafísica de las costumbres, Crítica del
juicio, De lo bello y lo sublime; Filosofía del derecho y La paz perpetua.
Periodo postcrítico, a partir de 1800 dejó algunos escritos que fueron publicados por
sus discípulos después de su muerte con el título de Opus postumum.
Cuando Kant aprendió filosofía estaban en su apogeo las discusiones entre los
empiristas y los racionalistas. Los primeros afirmaban que todas las ideas que teníamos
se formaban a partir de los órganos de nuestros sentidos, mientras que los racionalistas
afirmaban que las ideas eran innatas. Intentó superar las discrepancias entre ambas,
estudiando las condiciones previas al planteamiento de los problemas del conocimiento y
de la realidad. Quería superar el dogmatismo de la metafísica racionalista, basado sobre
todo en su ciega confianza en la razón y en las ideas innatas. Pero también quería
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acabar con el escepticismo de la corriente empirista. Al realizar su análisis de la
situación, siempre tuvo en mente, además de contestar a las disputas sobre el
conocimiento, fundamentar el conocimiento científico señalando sus límites. No obstante,
la postura de Kant no era imparcial, pues tenía cierta inclinación por la filosofía de
Leibniz.
Uno de los problemas por resolver sería: ¿y cómo tenemos en la mente los conceptos
como luz, escarabajo, verdosa, etc.? Gracias a que poco a poco te los fuiste formando a
partir de lo que viste, oliste, oíste, etc., nos diría un empirista.
Kant aceptaba esa primera parte, pero afirmaba que había dos estructuras que no se
aprendían por los sentidos: el espacio y el tiempo. Para él el espacio y el tiempo eran
categorías «puras»; con ello entendía que no procedían de la experiencia, pues no eran
cosas, sino más bien intuiciones. De tal manera que lejos de derivarse de la experiencia
eran supuestos de la misma: no se derivan de la experiencia, sino que ésta los supone
ya. Nosotros podríamos pensar el espacio sin cosas, pero nunca podríamos pensar
cosas sin espacio. Podríamos pensar cómo se mueve una persona en el espacio sin
tener un antecedente, tal como lo hace un bebé, a quien nunca le hemos enseñado qué
es el espacio, pero él gatea y se mueve en el espacio de su recámara.
Las categorías, como las nociones de espacio y tiempo, son formas a priori, conceptos
puros del entendimiento, que construyen los juicios sintéticos a priori y su resultado es el
objeto de conocimiento. Si afirmo, por ejemplo, que una casa está construida de ladrillos,
estoy formando un juicio asertorio y aplicando la categoría de existencia; o si digo que un
fenómeno A es causa de B, en realidad estoy aplicando la categoría de causa-efecto.
Las categorías las deduce Kant a partir de los distintos modos de juzgar, según el
siguiente esquema:
La filosofía anterior a él aceptaba que los sentidos eran afectados por los objetos. Él
sostuvo que la mente humana no es pasiva, sino que desempeña un importante papel
activo. La mente capta, pero no lo hace pasivamente, sino que en la mente humana la
realidad percibida se acomoda. Asimismo, destaco que las nociones de espacio y tiempo
son innatas, por tanto, aceptaba que los racionalistas también tenían una parte de razón.
Con este esquema Kant presentaba la convergencia de ambas posturas. Con una
argumentación impecable logró que tanto empiristas como racionalistas aceptaran esta
intermediación.
Kant entendió que el problema del conocimiento es previo a todos los demás; en el
mismo sentido que Descartes había sometido a crítica y había dudado de todos los
conocimientos anteriores. Esta crítica del conocimiento es mucho más profunda en Kant.
Descartes ponía en duda a los objetos; en Kant, en cambio, la crítica o juicio previo va
dirigida a la propia razón humana. Se trata de verificar si la razón es capaz de llegar a
conocer alguna cosa con certeza, si tiene las condiciones para establecer en ella la
ciencia misma.
En La crítica de la razón pura, Kant pretende verificar tres condiciones: las condiciones
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de posibilidad y los límites del conocimiento de la naturaleza, del universo y de la
filosofía primera o metafísica. Kant entiende por razón pura a la razón humana antes de
cualquier conocimiento. A esto le llama Kant a priori y, por tanto, trascendental; esta
cualidad trascendental tiene dos significados complementarios: relativo a la especie
humana y posibilitante del conocimiento; así que Kant estudia a la razón humana pura,
desnuda y trascendental, la razón de toda la especie humana; en este sentido afirma en
el prefacio de la primera edición de la Crítica de la razón pura:
«No entiendo por esto una crítica de libros y de sistemas, sino la de la propia facultad de
la razón en general, considerada en todos los conocimientos que puede alcanzar»
Creía que hay verdades que dependen de los sentidos, por ejemplo: «el fuego quema».
Es una verdad que podemos aprender y verificar en la realidad, es decir, son verdades a
posteriori. En cambio, hay verdades que son independientes de la razón, por ejemplo:
«el todo es mayor que la parte». Estas verdades son conocidas como a priori.
En otras palabras, Kant intenta ver cuáles son los juicios realmente válidos para la
ciencia, pues para él esa ciencia físico-matemática de la naturaleza se compone de
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juicios, es decir, se compone de tesis, de afirmaciones, de proposiciones, en donde, a
resumidas cuentas, «de algo se dice algo, en donde hay un sujeto del cual se habla, y
acerca del cual se emiten afirmaciones, se predican afirmaciones o negaciones, se dice
esto es esto, lo otro o lo demás».
Los juicios analíticos son aquellos en los que el predicado está incluido en la noción de
sujeto, como por ejemplo: «Cuadrilátero es un polígono de cuatro lados». Estos juicios
son evidentes, verdaderos y necesarios; son puras identidades o tautologías; su
conocimiento es a priori; no necesitamos los sentidos para comprender su verdad. Los
juicios sintéticos son aquellos en los cuales el concepto del predicado no está contenido
en el concepto del sujeto o en los que el predicado añade una o varias cualidades a la
noción del sujeto, como por ejemplo: «El hierro se dilata con el calor», «La mesa es
verde». Estos juicios no son evidentes; necesitan a la experiencia, a la observación o a
la experimentación para comprender su verdad, son a posteriori, y hacen progresar el
conocimiento.
«Y ahora viene el problema. ¿Cuál de estas dos clases de juicios constituyen el conoci-
miento científico físico-matemático? ¿Los juicios analíticos o los juicios sintéticos? Los
juicios analíticos no es posible... porque el conocimiento científico estaría formado por
juicios analíticos, no se comprende como pudiéramos llamarle siquiera conocimiento.
Los juicios analíticos son puras tautologías; no aumentan nada nuestro saber... [pero]
tampoco es posible que la ciencia esté constituida por los juicios sintéticos pues siempre
se refiere a casos particulares y la ciencia necesita generalizaciones de juicios
universales y necesarios».
La ciencia necesita, según Kant, una combinación de ambos, es decir, la ciencia sólo
será un saber universal y necesario si está construida por juicios sintéticos a priori, que
amplíen el conocimiento y estén revestidos de universalidad y necesidad.
Todas las ciencias teóricas de la razón deben estar constituidas por juicios sintéticos a
priori. En las matemáticas los juicios son a priori pero no analíticos; por ejemplo, la suma
de siete más cinco igual a doce (7 + 5 = 12). En el doce está la unión o síntesis, pero
esta unión no necesita la experiencia, es a priori. Igual sucede en geometría cuando
afirmamos que la línea recta entre dos puntos es la más corta; el concepto de más corta
es completamente añadido al de línea. En la física sucede lo mismo; cuando afirmamos
que en todos los cambios de los cuerpos la cantidad de materia que permanece es la
misma, o en toda comunicación de movimiento la acción y reacción deben ser siempre
iguales. Ambas afirmaciones son necesarias, a priori, y a la vez sintéticas, porque en el
concepto de materia no está su persistencia sino su extensión.
Una vez dicho esto, Kant pasa a analizar en detalle cómo se producen los juicios
sintéticos a priori en la razón humana. Este análisis tiene tres partes, que son las mismas
que componen la Crítica de la razón pura: «estética», «analítica» y «dialéctica
trascendental». La estética estudia la sensibilidad, facultad del conocimiento sensible. La
analítica, el entendimiento, facultad de juzgar. La dialéctica, la razón, facultad de razón.
La estética trascendental
Analítica trascendental
Dialéctica trascendental
En esta parte, Kant se preguntará si son posibles los juicios sintéticos a priori en la
metafísica, es decir, si la razón humana puede tener un uso distinto, además del lógico,
en este caso, saber si las sustancias en la mente no sólo pueden pensarse, sino
conocerlas realmente. Kant concluye que en la metafísica no son posibles los juicios
sintéticos a priori; estas ideas son sólo ilusiones trascendentales, deseos, pues les falta
la materia del conocimiento: el alma, el mundo y Dios no tienen un fenómeno en la
experiencia; no pueden observarse ni experimentarse.
Pueden pensarse, ya que no incurren en contradicción,
pero no pueden ser objeto de ciencia necesaria y
universal.
Encuentra que lo único bueno sin excepción es una buena voluntad. Así lo expresa Kant:
«No hay nada en el mundo, ni tampoco fuera del mundo, a no ser una buena voluntad.
Por buena voluntad hay que entender no el mero deseo, sino la disposición interior que
conduce a la acción». Kant parte del hecho de que la moralidad radica en el querer, en la
voluntad conforme al deber. ¿Por qué? Porque hacer el bien depende de que yo quiera.
Yo soy libre para decidir. De entre todas las opciones que tengo, yo actúo haciendo uso
de mi libertad y mi voluntad.
Pero la voluntad para actuar moralmente tiene que ser libre y madura. Kant distingue
entre moral autónoma y moral heterónoma. Ambos términos derivan del griego:
autónoma de autos, que significa «propio», y nomos, que significa «ley, regla, norma»;
heterónoma proviene de heteros, que significa «extraño, ajeno», y junto con nomos
significa «seguir una ley o una norma externa». Se refiere a que en la moral heterónoma
las personas actúan partiendo de parámetros que otros señalaron, tal como hacen los
niños, que actúan como les dicen sus padres o maestros. En cambio, los adultos actúan
conforme a su decisión libremente tomada y asumida. Es decir, actúan con libertad y
asumen su responsabilidad, actuando conforme al deber.
Las normas tienen un carácter obligatorio o, para decirlo con otros términos, imperativo.
El imperativo categórico no nos dice cómo hemos de actuar, sino el modo en que hemos
de hacerlo. En la razón encontramos normas hipotéticas, por ejemplo: «si quieres
triunfar, trabaja duramente». Estas normas o imperativos señalan el medio para
conseguir el fin, como una meta, un bien.
Sin embargo, estos imperativos no son leyes morales en un sentido estricto. Sólo son
leyes morales los imperativos categóricos, es decir, aquellos que imponen una norma u
obligación moral de modo absoluto, sin condición alguna. En la fundamentación de la
Metafísica de las costumbres afirma la necesidad de establecer un único imperativo
categórico o ley de la voluntad. Una de las formulaciones del imperativo categórico es:
«Actúa sólo según una máxima tal que puedas querer al mismo tiempo que se torne ley
universal». Otra formulación del imperativo categórico es: «Obra de tal modo que uses la
humanidad, tanto en tu persona como en la persona de cualquier otro, siempre como un
fin y nunca como medio». Puede observarse que el imperativo categórico requiere
realizarse mediante el uso de la libertad, actuando conforme al deber por el deber. La
ética kantiana es pues autónoma y formalista. Autónoma porque la ley moral se funda en
la norma misma. Formal porque no prescribe ninguna acción concreta, sino únicamente
la forma en que se ha de obrar, donde de manera pura se respeta el deber.
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La ética kantiana es pues autónoma y formalista. Autónoma por que la ley moral se
funda en la norma misma. Formal porque no prescribe ninguna acción concreta, sino
únicamente la forma en que se ha de obrar, donde de manera pura se respeta el deber.
Sin dar un mandato concreto, material, Kant señala el camino para saber si cualquier
acción está o no de acuerdo con la ley moral; si elevándola a norma de conducta para
todos los hombres se destruye a sí misma, entonces no está de acuerdo con la ley
moral, si no se destruye, es correcta. Con esta consideración Kant establece una tercera
formulación del imperativo categórico: «Para saber si un mandato es una ley moral,
habría que comprobar si podría estar vigente en un Estado de seres racionales que se
tratarán entre sí como fines y no como medios».
a) El realismo exagerado. Esta postura, también llamada platonismo, afirma que los
conceptos universales hacen referencia a una realidad fuera de la mente. Así
existen dos clases de realidades, por un lado, los objetos concretos, y por otro, los
conceptos abstractos. Por ejemplo, a la palabra «animal» le corresponde una
entidad exterior a la mente bajo la que es posible clasificar todos aquellos seres
que denominamos como animales. De esta manera se garantiza la objetividad de
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nuestros pensamientos y de las clasificaciones de la realidad, porque de hecho se
corresponden con ella misma.
b) El nominalismo. Esta corriente defiende que sólo existen individuos concretos y
las nociones generales únicamente aparecen cuando tenemos la experiencia de
una multitud de individuos que comparten algunas características, por lo que los
acabamos denominando de la misma manera. Los términos universales no hacen
referencia a ninguna realidad exterior, sino que son una construcción de nuestra
mente.
c) El conceptualismo. Comparte con el nominalismo su rechazo por el realismo
exagerado, pero al mismo tiempo no acepta que todos los términos aparezcan
debido a la experiencia. Hay conceptos que carecen de representación, como lo
infinito.
San Anselmo se inclinó hacia la solución realista. Según él, la especulación filosófica es
una consecuencia exigida por la fe. Sostenía la necesidad de la inteligencia para
contribuir con la fe. Desde luego que como creyente y como presbítero, antepone la fe a
la inteligencia, pero reconoce el valor de la razón como contribución a la fe.
La prueba sostiene que Dios es aquello mayor que lo cual nada puede pensarse. Por
tanto, Dios debe de existir, pues si no existiera no podría ser aquello que lo cual nada
puede ser pensado.
La formulación de san Anselmo dice de la siguiente manera: «Así, pues, ¡oh Señor!, Tú
que das inteligencia a la fe, concédeme, cuanto conozcas que me sea conveniente,
entender que existes, como lo creemos, y que eres lo que creemos. Ciertamente,
creemos que Tú eres aquello mayor que lo cual nada puede ser pensado».
San Anselmo está consciente de que mucha gente va a objetar esa definición de Dios.
Es más, la respuesta de Gaunilo es: «Entonces si yo me imagino una isla maravillosa,
entonces la isla existe». A esta objeción responde San Anselmo con gran puntualidad
que no está queriendo decir que cualquier cosa, por más maravillosa que ésta sea,
existe sólo porque lo pensemos. Aclara que esto sólo se aplica en el caso de Dios y
aclara por qué: «Aquello mayor que lo cual nada puede ser pensado, no puede existir
sólo en el entendimiento. Pues si sólo existe en el entendimiento, puede pensarse algo
que exista también en la realidad, lo cual es mayor».
La clave del argumento ontológico es de tipo lógico: «Si Dios es aquello mayor que lo
cual nada puede ser pensado, entonces debe existir, porque si no existiera ya no sería lo
mayor que nada puede ser pensado». San Anselmo deja en claro que es más algo que
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existe y que puede ser pensado, que algo que sólo puede ser pensado. Pero esto a Kant
le parecía un salto del pensamiento a la realidad y no podía aceptarlo.
Tiene fama de ser uno de los filósofos más difíciles de leer. En algunas partes esto se
debe a que sus ideas estaban colmadas de una gran riqueza, pero en otras partes hay
falta de claridad.
Si bien con Kant se inicia lo que se conoce como idealismo alemán, con Hegel esta co-
rriente alcanza su punto culminante. A la filosofía de Hegel se le denomina idealismo
absoluto. La filosofía de Hegel se estructuró en estrecha relación con la situación social y
dentro de ella hay un importante lugar para lo que él consideraba la nueva formación del
Estado. Su filosofía sostenía que la razón se manifestaba a través de historia de la
humanidad y que la forma más alta de expresión social es la conformación del Estado.
Método dialéctico
Uno de los aspectos fundamentales del pensamiento de Hegel es el método con que
construye su sistema. Para explicar este método debemos antes establecer algunas
ideas. Primero, que Hegel había leído con mucha atención la filosofía de Heráclito y que
de él obtuvo la idea de que el mundo no es estático, sino que se encuentra en
permanente cambio. De varios filósofos presocráticos aprendió la idea de la oposición de
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los contrarios. Segundo, que retomo el término «dialéctica», usado por Platón. Para este
último, la dialéctica era el modo de conocer el mundo. Es decir que si a una idea se le
confronta con su opuesto, se vuelve evidente en qué consiste cada una de las partes.
Por ejemplo, para definir el bien, es necesario confrontarlo con el mal, o si el blanco es la
suma de todos los colores, el negro tendrá que ser la ausencia de color.
Para Hegel la «dialéctica» es un método para pensar la realidad. «Toda su filosofía está
dedicada a encontrar un método que explique el movimiento; toda ella es una filosofía en
movimiento que requiere responder al hecho móvil de la realidad tanto física como
espiritual» El método puede expresarse con palabras muy sencillas diciendo que
partimos de una tesis (una posible ex a la que oponemos una antítesis (la explicación
contraria a la primera), y como resultado de esta oposición (contradicción) surge una
síntesis (resumen o compendio) que supera las anteriores. Para Hegel este proceso no
sucedía únicamente con las ideas, sino que era la explicación de todo el movimiento y
desarrollo de la historia universal. Es decir, que todo movimiento social se enfrentaba
contra otro de fuerza contraria y del choque entre estos hechos nacía un nuevo estado
de cosas o una nueva situación social.
Para Hegel todo marcha hacia un fin. Recobra la noción aristotélica de teleología (telos--
fin, logos-tratado). Sostiene que la mente o espíritu es la meta o verdad de todas
nuestras nociones y del mundo.
El espíritu
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La visión racional de la historia. Las categorías
Para Hegel la razón rige el mundo y, por tanto, la historia ha transcurrido racionalmente.
La razón es, pues, la sustancia de la historia. Si la historia ha transcurrido racionalmente,
esto significa que ha transcurrido de acuerdo con ciertas categorías o leyes, y es
necesario que las comprendamos para poder explicarla.
Dichas categorías son las siguientes:
El término «espíritu» tiene muchos sentidos. Desde luego que en nuestra cultura
principalmente están el sentido griego y el cristiano. Platón consideraba al alma como la
dimensión más importante del ser humano. Se refiere a ella como establecida o
encarcelada en un cuerpo. Pero esta alma estaría dividida a su vez en tres almas. Para
explicar esto, Platón expone en uno de sus diálogos, Fedro, el mito de los caballos
alados y lo compara con el alma humana: el auriga (conductor del carruaje) es el alma
racional, el caballo blanco representa la parte pasional y el negro es el caballo siempre
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rebelde, que representa la parte de los apetitos. La tarea del auriga es mantener el
caballo negro al mismo galope que el blanco. En otro de los diálogos, el Fedón, el alma
es vista como una sustancia que busca desligarse de los límites y conflictos que surgen
desde su unión con el cuerpo, y que podrá vivir de modo pleno tras el momento de la
muerte. Este diálogo sostiene la inmortalidad del alma.
Para la religión cristiana, el hombre consta de dos partes, que son: cuerpo (lo físico) y
alma (lo relacionado con lo espiritual). De acuerdo con la tradición cristiana, el alma es
uno de los aspectos del ser humano que lo distingue como individuo y le permite realizar
actividades que están más allá de lo material. Gracias al alma el hombre es capaz de
expresar y controlar instintos, sentimientos, emociones, pensamientos y tomar
decisiones, así como de tomar conciencia.
Para Hegel, era de vital importancia reflexionar sobre la historia de la humanidad, así
que se dio a la tarea de examinarla bajo la luz de su doctrina dialéctica. La reflexión
sobre la historia supone una interpretación: la imparcialidad es imposible. Hay que
interpretar la historia desde la racionalidad; hay que atender a los hechos para discernir
el proceso racional que se da en la historia.
Hegel tiene una visión teológica de la historia que implica que todos los acontecimientos
crueles, injustos y bárbaros que se han producido en la historia no tuvieron más remedio
que ocurrir, es decir, que fueron instrumentos o los medios a través de los cuales el
espíritu se realizó para perseguir la perfección.
Hegel no se fija en lo penoso del camino histórico, sino en la meta, en el fin con que se
han llevado a cabo esos sucesos desagradables. Para Hegel, esa meta es el espíritu, y
el fin que persigue éste es la conquista de la libertad.
Para Hegel, la institución que asegura la consecución del fin al que se dirige la historia
es el Estado. Este es algo así como el material con el que se construye la historia y llega
al fin último del espíritu. El Estado es la realización de la libertad, la unión de la voluntad
universal del espíritu y de la voluntad subjetiva del individuo. Sólo en la obediencia al
Estado es el hombre verdaderamente libre. Por eso los grandes individuos históricos han
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sido los creadores de los grandes estados.
BLOQUE 6
UNIDAD DE COMPETENCIA
Nacido en el año 1844, en Rocen, Alemania. Su padre era un pastor protestante, quien
murió prematuramente, hecho que fue muy doloroso para el joven Friedrich. La familia
tuvo que trasladarse a Naumburg, donde creció en medio de cinco mujeres. Realizó
estudios de filología en Leipzig, ciudad ubicada en el oriente de su país natal y también
en la Universidad de Bonn. En Berlín estudió con el profesor Ritschl, quien se asombró
de su gran capacidad por la literatura, por lo que lo recomendó en la universidad para
dar clases de lenguas antiguas. También fue maestro de filología en la Universidad de
Basilea. En 1879 tuvo que abandonar su cátedra por los males
que le aquejaban.
Era una persona muy culta que tenía un amplio dominio de los
clásicos griegos y latinos. Gustaba enormemente de la literatura
y la música. Esta última la compartía con su amigo, el afamado
músico Richard Wagner. Incluso existen obras musicales
escritas por Nietzsche, aunque no son muy buenas.
«Mi sangre circula lentamente. Nadie ha podido comprobar nunca fiebre en mí. Un
médico que me trató largo tiempo como enfermo de los
nervios acabó por decirme: « ¡No! A los nervios de usted no
les pasa nada, yo soy el único que está enfermo».
Obras
Se pueden dividir los libros de Nietzsche en «Obras del primer período», donde realiza
una crítica feroz a la sociedad en la que vive, y «Obras del período de madurez», donde
adquieren un tono más metafísico, al tiempo que se vuelven más aforísticas.
a) Moral decadente. Existen —nos dice Nietzsche— dos tipos de moral: la moral de
los señores, la cual Impulsa los valores de la tuerza, como el racionalidad y
sensualidad, poder, el placer, o la grandeza; mientras que en la moral de los
esclavos prevalecen los valores de la debilidad, como el dolor, la humildad o la
compasión. Nietzsche afirma que en la sociedad actual prevalen los valores de los
esclavos. Por lo mismo, estos valores se oponen a los instintos de la vida. La
base de esta moral está en el «más allá». No es más que una promesa de vida.
b) Religión decadente. Nietzsche parte de la idea de que ninguna religión ha
contenido jamás ninguna verdad, porque todas parten del miedo y de la
necesidad. Critica en concreto a la religión cristiana, porque ha invertido los
valores de la antigua Grecia y Roma, inventándose un mundo ideal que
desvaloriza el mundo terreno. Esta moral considera al cuerpo como algo malo,
que persigue todo lo que tiene que ver con los instintos, a los cuales ve como
sospechosos o negativos. En resumen, el Dios cristiano es un obstáculo para la
vida.
c) Filosofía decadente. Por último, critica a los filósofos tradicionales por no haber
construido el mundo sobre valores superiores, sino haber tenido que inventar otro
mundo en clara referencia al mundo ideal de Platón y de esa manera desprestigiar
el mundo terrenal.
Declara la muerte de Dios. Con eso quiere dar a entender que entonces tenemos que
preocuparnos por el hombre concreto, de carne y hueso, por aquel que quiere valerse de
sus instintos y de su fuerza. El hombre, según Nietzsche, debería estar caracterizado por
lo siguiente:
1. Tener ansia de vivir. Debe preocuparse por la vida, sin traba alguna.
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2. Nueva moral. Ha superado la moral tradicional cristiana.
Su amplio dominio del lenguaje le permitió escribir obras que el público podía leer, pero
el lenguaje demandante, soberbio y despreciativo que usaba le alejaba muchos lectores.
Así, por ejemplo, escribió en Ecce hommo:
«Como preveo que dentro de poco tendré que dirigirme a la «la desvalorización de los
valores humanidad presentándole la más grave exigencia que jamás se supremos», le
ha hecho, me parece indispensable decir quién soy yo. En el fondo sería lícito saberlo
ya: pues no he dejado de «dar testimonio» de mí. Mas la desproporción entre la
grandeza de mi tarea y la pequeñez de mis contemporáneos se ha puesto de manifiesto
en el hecho de que ni me han oído ni tampoco me han visto siquiera».
Nietzsche creía que la mayoría de las personas son mediocres y que sólo un pequeño y
selecto grupo de personas era merecedor de su estimación y consideración.
«Quien sabe respirar el aire de mis escritos sabe que es un aire de alturas, un aire
fuerte. Es preciso estar hecho para ese aire, de lo contrario se corre el no pequeño
peligro de resfriarse en él».
Su agresividad queda manifiesta en su obra. Afirma ser belicoso, fuerte y astuto por
naturaleza, así como obedecer a sus instintos, no a la moral, a la cual no respeta.
«Otra cosa es la guerra. Por naturaleza soy belicoso. Atacar forma parte de mis instintos.
Poder ser enemigo presupone tal vez una naturaleza fuerte; en cualquier caso es lo que
ocurre en toda naturaleza fuerte. Esta necesita resistencias y, por lo tanto, busca la
resistencia: el pathos agresivo forma parte de la fuerza con igual necesidad con que el
sentimiento de venganza y de rencor forma parte de la debilidad.
La fortaleza del agresor encuentra una especie de medida en los adversarios que él
necesita; todo crecimiento se delata en la búsqueda de un adversario —o de un
problema más potente— pues un filósofo que sea belicoso reta a duelo también a los
problemas. La tarea no consiste en dominar resistencias en general, sino en dominar
aquellas frente a las cuales hay que recurrir a toda la fuerza propia, a toda la agilidad y
maestría propias en el manejo de las armas, en dominar a adversarios iguales a no-
sotros. Igualdad con el enemigo, primer supuesto de un duelo honesto».
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Sin embargo, de manera cínica declara que aunque tenga molestia con alguien trata de
eludir los choques y las discusiones.
El nihilismo
Para Nietzsche, al hombre actual se le presenta una vida sin sentido. Según él, e1
nihilismo se define en función de la voluntad de poder, la cual constituye la esencia de la
vida. Cuando esta voluntad disminuye o se agota, aparece el nihilismo. De acuerdo con
el diagnóstico que realiza Nietzsche, este tipo de nihilismo está a punto de presentarse
de manera generalizada, porque todos los valores creados por la cultura occidental
alores ilusorios se derrumben, llegará necesariamente el nihilismo.
Nietzsche entiende por nihilismo que los valores supremos se desvalorizan. Según esto,
el nihilismo es el proceso de la desvalorización de los valores supremos. El nihilismo así
entendido es el momento de la crisis, de la caducidad y caída de esos valores; es la
lógica de los valores e ideales supremos, como también de su historia.
Asegura que el nihilismo estará presente en los dos próximos siglos. Lo dice así:
«describo lo que viene, lo que ya no puede venir de otro modo: el advenimiento del
nihilismo». Nos habla del nihilismo como un acontecimiento futuro; sin embargo, es claro
que nada surge porque sí; necesariamente tenemos que hablar del presente y del
pasado.
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Para detener este nihilismo asegura que está realizando un contra movimiento,
concebido como «transvaloración de todos los valores», lo cual significa voltear la
jerarquía de los valores; lo que es más estimado por el común de la sociedad debemos
ubicarlo abajo, y lo que es combatido por la sociedad pusilánime debemos rescatarlo.
Los valores no caerán por sí solos, sino que son destruidos directamente por la 'voluntad
de poder, que los niega. Y por el otro, es condición necesaria para que la voluntad de
poder cree nuevos valores.
De acuerdo con Nietzsche cada ser alimenta su vida con la muerte de otros seres: la na-
turaleza es lucha por la existencia, de tal modo que vence el más fuerte. En esta lucha
no hay ley moral a la cual se deba obedecer. «Todo está permitido porque Dios ha
muerto». La moral sólo es propia de los esclavos, de los pusilánimes, del hombre del
rebaño que limita la libre expansión de los instintos y de la vida en aras de la religión, la
moral y Dios.
El eterno retorno
El eterno retorno es una concepción filosófica que postula una repetición del mundo, en
donde este se extinguía para volver a crearse. El mundo se desarrolla a través de ciclos
que se repiten.
En el «eterno retorno», como en una visión lineal del tiempo, los acontecimientos siguen
reglas de causalidad. Hay un principio del tiempo y un fin, que vuelve a generar a su vez
un principio. Sin embargo, a diferencia de la visión cíclica del tiempo, se refiere a que los
mismos acontecimientos vuelven a repetirse en el mismo orden, tal cual ocurrieron, sin
ninguna posibilidad de variación.
En su obra La gaya ciencia Nietzsche plantea que no sólo son los acontecimientos los
que se repiten, sino también los pensamientos, sentimientos e ideas, vez tras vez, en
una repetición infinita e incansable.
Esta idea fue retomada después por Nietzsche en su libro Así habló Zaratustra. El eterno
retorno para este filósofo representa una visión cíclica de los acontecimientos históricos
de la humanidad. Según esta idea estamos destinados a repetir los mismos errores
como sociedad, es decir, no existe un avance en la sociedad.
El valor del concepto de eterno retorno ha sido tan discutido como poco entendido.
Nietzsche, en su teoría del eterno retorno, nos enseña que el hombre logrará
transformarse en el «superhombre» cuando logre vivir sin miedo.
El superhombre
Según Nietzsche los griegos eran amantes de la vida, mientras que los cristianos
practicaban los valores de la decadencia.
Nietzsche contrapone a las negaciones ascéticas del cristianismo todas las afirmaciones
de la vida terrenal, corpórea e irracional a la que hay que enfrentar con la frente en alto y
no con resignación como seres decrépitos y vencidos. El hombre debe enfrentar su
existencia terrenal ya que para esto ha nacido, para vivir en el lugar que le ha tocado;
para este pensador vivir de acuerdo a la moral dionisiaca es mejor que estar viviendo
con una ilusión, ya que se obtiene aquello que se ha buscado con el esfuerzo humano y
con la voluntad de vivir; es bueno todo lo que favorezca la vida feliz y cómoda. En esto
consiste la transmutación de los valores del cristianismo a los dionisiacos liberales,
irracionales sin más normas ni preceptos que el bienestar humano.
Podemos encontrar muchos otros ejemplos. Para el filósofo alemán la doctrina cristiana,
tal como era transmitida en aquel entonces, inculcaba en los feligreses el desprecio por
la vida terrenal a cambio de la promesa de una vida eterna y reprimía al ser humano y lo
privaba de sus distintas dimensiones, quitándole su individualidad hasta reducirlo a un
ser timorato, sin voluntad, miedoso y resignado. Ya sea que estemos aquí en la tierra
para el placer o para sufrir, pensaba Nietzsche, es algo que por lo menos hay que
experimentar en su totalidad, desde nuestro ser, desde nuestra individualidad, y sobre
todo desde nuestra voluntad.
Sólo en el año 1952 se reincorporó, si bien su actividad académica fue ya mucho menos
constante. Aunque recibió de algunos de sus discípulos, como Marcuse, la sugerencia
insistente de que se retractara públicamente de su discurso de 1933, el filósofo
desestimó el consejo y nunca quiso dar explicaciones, decidiendo abandonar cualquier
actividad pública. Si bien para algunos es imposible abordar su obra sin reservas, la
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mayoría de filósofos y estudiosos actuales prefieren tomar el trabajo de Heidegger en su
sentido estrictamente filosófico, que no resulta menos controvertido.
Murió a los ochenta y siete años; su sobrino, sacerdote católico, se encargó del funeral.
Fue enterrado en cementerio católico por expresa voluntad del filósofo, aunque durante
mucho tiempo se manejó la idea de que era ateo.
El libro de Heidegger más conocido es Ser y tiempo, obra que, pese a quedar
incompleta, plantea buena parte de las ideas centrales de todo su pensamiento. En ella,
el autor parte del presupuesto de que la tarea de la filosofía consiste en determinar plena
y completamente el sentido del ser, no de los entes, entendiendo por «ser» (aunque la
definición de este concepto ocupa toda la obra del autor, y es en cierto sentido impo-
sible), en general, aquello que instala y mantiene a los entes concretos en la existencia.
En palabras sencillas, el ser es la totalidad; ente es un elemento: un televisor, una vaca,
una flor, una persona. En 1929 escribió dos obras muy importantes: Kant y e/ problema
de la metafísica y ¿Qué es metafísica?
Opinaba que la primera misión de toda filosofía era aclarar «el sentido del ser», es decir,
lo que significa «ser». La realidad primaria, donde el hombre capta al ser con su sentido
original, es lo que Heidegger llama el dasein. Dasein es una palabra alemana
difícilmente traducible, pero que significa «ser-ahí». Al hombre lo llama «ser ahí» o
dasein porque es como «arrojado a la existencia». En efecto, de pronto uno de niño se
da cuenta de que existe y de que tiene uno que hacer algo con su existencia. El hombre
es un ser que existe en el mundo y actúa sobre las cosas. La filosofía, según Heidegger,
no puede ser más que una analítica e interpretación del dasein.
Mucha gente confunde época moderna con modernismo; aunque tienen alguna relación,
no son lo mismo. Época moderna es una de las cuatros divisiones de la historia: antigua,
media, moderna y contemporánea. El modernismo y el posmodernismo suceden en la
época contemporánea, aunque, desde luego, sus raíces se encuentran en la época
moderna.
Antecedentes
El modernismo
En el modernismo se tuvo mucha confianza que con la ciencia vendría una época de
mejoría para toda la humanidad. Cuando la ciencia empezó a tener logros prácticos y la
gente se percató del poder de los adelantos tecnológicos y de los descubrimientos
científicos, así como de sus aplicaciones, se iniciaron diversas conjeturas acerca de lo
que sería posible lograr si la ciencia se aplicara para el beneficio del ser humano. Por
ejemplo, se pensó, el trabajo que antes hacía un hombre en doce horas de jornada
laboral, ahora podría realizarlo, con la ayuda de alguna máquina, en unas horas, de
manera que el obrero tendría tiempo libre para usarlo para la convivencia familiar, si así
lo quisiera. Se pensó también que el exceso de productividad que traerían los adelantos
científicos serviría para abastecer las carencias de aquellos que no tenían lo
indispensable por falta de recursos. Además, se imaginaron utopías basadas en la
ciencia y sus posibilidades. Por ejemplo, se creyó que habría sociedades con formas de
organización y relación mejores a las actuales. Este impulso reformador tuvo su
influencia en todos los campos de actividad del ser humano: en el arte, en las
humanidades, en los negocios, en la religión, etcétera. Con este deseo de cambio la
ciencia llegó a adquirir un papel primordial en la sociedad.
Vivimos en un mundo cambiante y quizá por eso es difícil para nosotros imaginar la
angustia que sintieron los habitantes del siglo XIX, cuando su mundo habitualmente
estático empezó a transformarse
vertiginosamente. Las costumbres asentadas
por años y años comenzaron a cambiar, los
oficios y los estudios se especializaron. Las
ciudades se expandieron y en poco tiempo la
gente se vio obligada a trasladarse a éstas
para vivir, buscar empleo o hacer negocios,
de manera que hubo que dejar la provincia y
adaptarse al estilo de vida citadino. Todos
estos cambios crearon un clima de
incertidumbre y duda; y las personas de
repente se vieron a sí mismas tratando de
entender el mundo en que vivían (pues éste
de repente les resultaba desconocido), a la
vez que les era irremediable adaptarse a él, ya que de lo contrario terminarían por ser
marginados.
El posmodernismo
Es la confrontación con una realidad que no creía en las utopías y que arrasó con ellas,
con los deseos reformadores, con las revoluciones
sociales y con los ideales de una sociedad mejor.
Después de dos guerras mundiales de consecuencias
catastróficas, el ser humano se encontró con que las
posibilidades de la ciencia no habían sido exploradas
únicamente para beneficio del ser humano, sino
también para la construcción de armas de destrucción
masiva. Se enfrentó con que los dueños de las
empresas no habían reducido la jornada laboral, ni
utilizado el excedente que les proporcionaban los ade-
lantos tecnológicos para beneficiar a los necesitados,
sino que se habían aprovechado de la circunstancia
para tener márgenes de ganancia más amplios. En
pocas palabras, el mundo moderno había sido una
desilusión que produjo indiferencia y apatía.
114
El deseo renovador que aumentó a la modernidad será visto por las nuevas sociedades
como una utopía ingenua. Por lo mismo, los pensadores perciben en la gente el
desengaño y la sensación de vacío. Este desencanto ha conducido a la gente a la
creencia de que la única posibilidad que existe de cambio radica en la introspección del
individuo, en el volcarse éste dentro de su ser; se convertirán así en las características
que moldearán el carácter de las sociedades actuales. En este sentido Aldous Huxley,
un importante escritor inglés, llegará a decir que: ¿Existe con certeza un lugar en el
universo que puedes mejora?; y ese eres tú mismo. Esta frase expresa con claridad el
sentimiento que embargó a las personas en aquel momento. Las personas habían
dejado de pensar en el cambio socia l y se empezaban a hacer cada vez más
introvertidas
Se perdió, por lo tanto, la vinculación con el mundo. El pesimismo hizo pensar a los
ciudadanos posmodernos que el ser humano no tiene verdadero poder transformador
sobre el mundo. Podemos decir que un
sentido de impotencia abruma al individuo
contemporáneo.
Por otro lado, esa desvalorización del ser humano, ese sentimiento de que nadie nos va-
lorará por quienes somos, sino por lo que tenemos o lo que parecemos, nos ha llevado a
sentirnos desamparados ante la desolación que ofrece un mundo sin aparentes
posibilidades de mejora sustancial, donde todo parece ser igual, sin distinciones. La
única posibilidad de diferenciarse radica, como lo dice Gilles Lipovetsky, en las
elecciones que tomamos al consumir. Es decir, las diferencias ya no radican en la
honestidad de la persona, por ejemplo, sino en los productos que consume, en las
variedades entre las que elige.
El ser humano tiene un deseo de trascendencia. Todos deseamos llegar a ser únicos en
cierta medida, a ser distinguidos de los demás por nuestros actos. Pero el mundo
permanece indiferente ante nuestros esfuerzos, por lo que se produce una frustración en
cada uno. Entonces el ser humano se vuelca hacia el deseo de prosperidad y hacia el
anhelo de confort material; como sustituto de su necesidad de realización personal.
• La diversidad;
• El relativismo, dado que antes se vivía con criterios absolutos;
• Un comportamiento menos apegado a la autoridad, incluso un poco anárquico;
• La frustración de los seres humanos al enfrentarse a una realidad que parece
inamovible;
• La ausencia de ideales;
• La frustración de las personas al encontrarse con una realidad que se resiste al
cambio;
• La presencia constante de los medios de comunicación masivos, que transmiten
versiones idealizadas de lo que debería ser un individuo y que promueven el
consumismo;
• El culto a la imagen;
• El entretenimiento (espectáculos, programas televisivos, redes sociales en
Internet, videojuegos) como sustituto de las relaciones sociales y de las relaciones
del ser humano con la naturaleza;
• Y la pérdida de la identidad, donde la masificación ha acabado por hacernos a
todos muy parecidos, en lugar de diferenciarnos.
El posmodernismo, como todas las épocas, tiene rasgos positivos y negativos en las
conductas sociales y culturales. Varias de ellas han sido ya mencionadas en el apartado
anterior, por lo que vamos a tratar de resumir esto mediante un cuadro:
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En lo cultural y social podríamos decir que la • La tecnología ha influido en el comportamiento de la
heterogeneidad es la norma. gente. La vida se ha vuelto más mecanizada.
• Gran confianza en la razón y la ciencia, pero con • De manera contradictoria, en la época de la
cuestionamientos profundos acerca de quién decide lo comunicación la gente se siente más incomunicada que
que es la ciencia, en qué se usa y cuánto se invierte en siempre.
ella. • La desaparición de la percepción directa de los fenóme-
• Más que tener ideales románticos, la gente se guía por nos. Los sentidos ya no perciben el mundo sino a través
decisiones prácticas. de una pantalla y en forma atemporal, lográndose una
• Las relaciones entre las personas han dejado de ser atrofia del instante.
locales. En la actualidad una persona puede tener • Hay una búsqueda individualista del placer, una pérdida
amistades en diferentes partes del mundo. La cultura de preocupación por la realización colectiva y un interés
también se ha vuelto universal excesivo por uno mismo.
Antaño los escritores entraban en el ruedo público para transgredirlo, para reformarlo,
para quemarlo, para revolucionarlo… procedían generalmente de familias acomodadas,
familias asentadas o de una cierta posición, y al tomar ellos la pluma se volvían o se
revolvían contra esa posición: escribir era renunciar, era renegar.., era ir contra la familia.
Hoy los escritores… proceden… de familias de la clase baja…, y su ejercicio más usual
de la escritura es una forma de escalar posiciones en la pirámide social, una forma de
asentarse cuidándose mucho de no transgredir nada.
Uno de los autores más controvertidos del siglo XX es Federico Nietzsche. Mucha gente
lo rechaza por su discurso agresivo y pedante; otros lo veneran y lo siguen como si fuera
un guía espiritual. Este pensador criticó la sociedad de su tiempo porque la gente le
parecía pusilánime. Al convencerse de esta falta de espíritu y fuerza que tenía la gente,
auguró que los siguientes doscientos años se viviría una época de nihilismo, es decir,
que la gente viviría sin sentido y trascendencia, conformada a una sociedad controlada
por una rígida moral.
Para Heidegger la sociedad de su tiempo tampoco hacía nada para acabar o por lo
menos reprobar al nazismo y todas las acciones negativas que un grupo de sujetos
estaban llevando a cabo en contra de la humanidad. Para comprender la dimensión de lo
anterior hay que recordar dos hechos: la hermana de Nietzsche distorsionó los escritos
de su hermano para hacerlos pasar como cercanos al nazismo y de esa manera
alcanzar fama, poder y dinero. Por su parte, Heidegger había sido fuertemente acusado
de haber tenido simpatías declaradas por el nazismo. Estos dos hechos, además de las
simpatías que en el plano intelectual tenía, hicieron que Heidegger tuviera una
identificación con Nietzsche. Durante muchos años lo defendió públicamente, lo enseñó
en sus clases y en 1936 escribió el libro Nietsche.
Como Nietzsche, Heidegger percibía un vacío en la vida de las personas. El tema del
nihilismo es una preocupación en la que ambos parecen estar de acuerdo. Para ambos,
el nihilismo es parte del ambiente de su época. Significa que los valores superiores se
desvaloran y que se vive contrario a lo que es la razón. Nietzsche creía que estas dos
instituciones agobiaban al sujeto común. Cuestiona los supremos valores de la época: la
religión y la moral. Por eso, cuando declara: «Dios ha muerto», hay que entender que su
intención era expresar el deseo de acabar con la institución religiosa. Heidegger corrige
117
la opinión de Nietzsche y argumenta que la religión, la moral y la filosofía no son los
valores mismos, sino las instancias a partir de las cuales se establecen e imponen los
valores. Para él más bien los supremos valores son aquellos que le confieren un sentido
y orientación a la existencia. El nihilismo se experimenta, entonces, como la
desvalorización del mundo y de la vida. Se trata —según Heidegger— de aquellos
valores en los que está basada la existencia. Cuando los valores superiores se devalúan
entonces pierden su carácter obligatorio, ya no nos obligan a nada, ya no nos mueven a
nada. Por ello, el nihilismo pone en juego no sólo el presente humano, sino también su
porvenir.
Vattimo y otros autores han considerado que Heidegger, al hablar del nihilismo que
existe, se convirtió en precursor del posmodernismo. Esta postura es bastante
cuestionable y contradictoria. Se debe más que nada a una inclinación de Vattimo. Las
preocupaciones filosóficas de Heidegger no eran de tipo social, como sí lo son en
Vattimo. Ciertamente hay una vinculación entre los temas abordados por Heidegger y
que después Vattimo retomaría, pero no más. Al respecto, dice el connotado filósofo
mexicano Ramón Xirau: «Tal es en suma la intención de Heidegger. Su intención está
alejada de la realidad de su propia filosofía. Y es que la filosofía de Heidegger que se
plantea a sí misma como filosofía del ser se reduce a la filosofía de un ser (el hombre).
La región ontológica que preocupa a Heidegger es el de la existencia humana, del ser
humano que llama Heidegger el Dasein (el ser-ahí, el hombre)».
La escuela fue fundada en el primer cuarto del siglo XX por un grupo de científicos de
diversas disciplinas. Entre los representantes de esta escuela se encuentran Max
Horkheimer (1895-1973), apoyado muy de cerca por Theodor W. Adorno (1903-1969), el
psicólogo Erich Fromm (1900-1980), Herbert Marcuse (1898-1979) y Jürgen Habermas
118
(1929), quienes proponen utilizar la filosofía para analizar de manera crítica a los
sistemas de producción modernos. Estos sistemas sirvieron para hacer que en su tiempo
respondieran a las necesidades sociales de aquel entonces, pero no pueden seguir
sirviendo para la segunda parte del siglo XX y XXI. Son sistemas productivos sociales
que ya no responden a las necesidades actuales ni en lo político, moral, religioso,
educativo o económico, por lo que se hace necesario un análisis crítico de dichos
sistemas.
Le ha tocado vivir la era de los nacionalismos, tanto del fascismo como del nazismo. Vio
cómo los hombres de manera irracional usaban máquinas de matar para exterminarse,
los campos de concentración y la bomba atómica. En ese sentido, es un hombre realista,
que no se hace falsas ilusiones.
Tanto para Vattimo como para muchos otros pensadores, intelectuales y artistas de su
tiempo, en la actualidad existe una ruptura con las ideas que hasta entonces habían
prevalecido y que se habían considerado incuestionables.
El fin de la modernidad
Las consecuencias de esta situación las podemos observar incluso dentro del aula en la
que recibes tus clases. Todos los alumnos de un grupo pueden ver los mismos temas;
120
sin embargo, eso no significa que tengan las mismas opiniones respecto a ellos. La
pluralidad se ha convertido en un valor indispensable dentro de nuestra sociedad y con
ello la tolerancia hacia lo diferente, pues incluso en aquello en lo que no estamos de
acuerdo puede existir algo de razón. Esta pluralidad del pensamiento ha traído consigo
nuevas interpretaciones de los objetos de estudio en las diferentes ramas del
conocimiento. Así, por ejemplo, recurriendo nuevamente a la historia, Miguel León-
Portilla escribió un importante libro, La visión de los vencidos, en el que nos plantea,
desde el título, una cuestión elemental: la historia hasta entonces ha sido escrita por los
vencedores. Este libro, como muchos otros, nos dice que la historia que conocemos es
cierta sólo en parte, porque también los vencidos vivieron su propia historia y que
también esta historia debe ser conocida.
Se trata de propiciar áreas de libertad para los sujetos débiles, esto es, al sujeto que no
tiene poder de algún tipo. Si se desorganizaran en cierta forma las democracias
posindustriales, se lograría una liberación de las personas. Fortalecer al individuo y
lograr que obtenga mayor autonomía se traduce en un debilitamiento del Estado.
121
El anarquismo de Vattimo se traduce, pues, en un debilitamiento del sistema. Es lo que
se conoce como desorganización de la sociedad. De acuerdo con Vattimo la
transformación política no se consigue a través de la toma del poder social, como
sostienen los marxistas y comunistas; tampoco por la restauración del liberalismo
clásico, sino a partir de contaminaciones del propio sistema. ¿Y cómo podemos
contaminar el sistema? Aprendiendo que debe haber tolerancia y respeto por todas las
personas, en especial por quienes se encuentran en las minorías, y haciendo que se
respete.
La teoría del pensamiento débil intenta convencer que no es posible continuar haciendo
la guerra porque sería el final del ser humano. Es una forma de educar al hombre para
vivir en un mundo donde la beligerancia no es posible.
Lyotard se casó por segunda ocasión con Dolores Djidzek en 1993 y tuvieron un hijo, de
nombre David. Murió de leucemia en París el 21 de abril de 1998.
La condición posmoderna
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