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"GÁLATAS - Un Estudio Expositivo"

Capítulo 1:6 -10 "Un Evangelio Diferente"


Puede leer Gálatas 1 aquí. El texto bíblico abrirá en una página separada,
por lo que podrá moverse entre este estudio y la Escritura correspondiente.

Comencemos este estudio con cuatro preguntas:


1. ¿Cuántos evangelios hay?
2. ¿Cuál es el verdadero evangelio?
3. ¿Qué suerte corre quien predique un "evangelio" que no sea el verdadero? y,
4. ¿Qué metas persiguen aquellos que predican un falso evangelio y los que
predicamos el verdadero evangelio?

I. ¿Cúantos evangelios hay? Tal pregunta bien pudiera dar la impresión de que
hay más de un evangelio verdadero; es decir, que hay varias vertientes del
evangelio que, en su mensaje, son "la verdad de Dios". Después de todo, oimos tan
a menudo que "todas las religiones son buenas", o que "todas las religiones llevan a
los hombres al mismo Dios", etc.

Si bien es cierto que en el mundo siempre hubo, hay y habrá muchas religiones,
de ahí no sigue que todas, o tal vez algunas de ellas sean buenas... que cuenten
con el favor y aprobación de Dios... que varias sean "legítimo camino hacia
Dios". La Biblia nos asegura que "hay un solo Dios": "Yo soy Jehová, y no hay
otro... Yo soy Jehová que hablo justicia, que anuncio rectitud... No hay más Dios
que yo, un Dios justo y salvador; ningún otro hay fuera de mí" (Isaías 45:18-25).
También nos testifica la Palabra eterna que "hay un solo Dios, y un solo
mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre" (1 Timoteo 2:5).

Dado el caso de que Dios es uno, y que su Hijo Jesucristo, el


Mediador, es también uno, no debe extrañarnos que la Palabra también nos
afirme, de manera categórica, que el "evangelio", ese mensaje de buenas nuevas
de lo que Dios ha obrado en su gracia a favor del hombre pecador,
sea uno también. Pablo así lo afirma en los versos 7 al 9 cuando dice "no que hay
otro" y luego asegura que ni "un ángel del cielo" podrá traer un evangelio distinto al
que ya Dios ha revelado al hombre.

La pregunta, pues, tiene una sola respuesta, a saber, "hay un solo evangelio",
hay sólo un mensaje que Dios trae al hombre tocante al estado de pecado y
condenación en que éste vive así como la provisión misericordiosa de Dios
mediante la sangre de Cristo sobre la cual estableció el nuevo pacto, fundamento
único del evangelio de la gracia de Dios en Cristo, llamado también en el Nuevo
Testamento, "la ley de Cristo" (Gálatas 6:2 y 1 Corintios 9:21).

Cuando Pablo alude a ese "otro evangelio" (v. 6), enseguida dice de manera
enfática: "no que haya otro" (v. 7). Es decir, NO HAY sino un solo evangelio;
NO HAY otro fuera del verdadero evangelio de Cristo que le fue encomendado al
apóstol. Lo que los judaizantes procuraban introducir al evangelio de Cristo lo
convertía, realmente, en "otro evangelio", o para decirlo un poco más claramente,
un evangelio falso, un evangelio que no procedía de Dios. Y, si no es el verdadero,
es otro; es falso.

Antes de pasar a la segunda pregunta, es necesario notar que el apóstol les


expresa su "asombro" ante tan rápido abandono de la verdad que él les había
predicado. Les dijo: "Estoy asombrado de que tan pronto estéis desertando del que
os llamó por la gracia de Cristo, para seguir un evangelio diferente" (v. 6). El
estudiante cuidadoso, humilde y sujetado a las Escrituras notará que Pablo en nada
está sugiriendo que estos creyentes se hayan "ido al mundo" o a "vivir en los
placeres de la carne". Esa es la interpretación que algunos grupos evangélicos
quieren imprimirle no sólo a estos versos sino a la epístola completa.

De esa manera esquivan el mensaje central de la carta; dejan de ver que la


amenaza sobre los gálatas, contra la cual escribía el apóstol, era la de los
judaizantes... la de incorporar al evangelio de Cristo -la ley de Cristo- elementos de
la ya caducada ley del pacto antiguo, la ley del Sinaí, los diez mandamientos.
Es decir, la amenaza principal, insidiosa no era el pecado que en la carne del
creyente siempre se manifiesta de una manera u otra, claro que no. Era, más bien,
la perversión del único y verdadero evangelio que resulta de la inclusión de lo
mosaico con el evangelio del nuevo pacto en Cristo.

¿A qué se refiere, pues, el apóstol con estas palabras? Se refiere, ni más ni


menos, a lo que es el tema central de esta carta, a saber: "la deserción de ellos del
pleno evangelio de la gracia de Dios en Cristo que trajo el nuevo pacto" para
regresar, aunque en varias cosas nada más, a la ley mosaica, al pacto antiguo al
cual Cristo le dio fin mediante su muerte. El evangelio del nuevo pacto es tal que
cualquier esfuerzo por agregarle lo más mínimo de los requerimientos antiguos del
viejo pacto (los que en su tiempo de vigencia fueron totalmente legítimos) lo
contamina y altera de tal modo que viene a ser "un evangelio diferente"... un
evangelio que no es evangelio... algo que merece la más enérgica maldición y
repudio de parte de Dios.

Enseñar -y así requerir de los cristianos su obediente sumisión- que los diez
mandamientos son parte del evangelio de Cristo del nuevo pacto es desmentir las
Escrituras. Nada tiene que ver con el hecho de que Dios los haya dado a Moisés y al
pueblo, siendo en su tiempo legítimas exigencias de parte de Dios a su pueblo.
Enseñar y requerir de los cristianos la observación del sábado -¡aunque sea en el
domingo!- bajo la premisa de que el sábado y las demás leyes del decálogo son de
duración eterna, es faltarle al testimonio bíblico sobre el particular; es desmentir la
Palabra de Cristo y de sus apóstoles; es querer saber más que Dios; es levantar un
dios falso, a saber, "un evangelio diferente".

No se equivoca el lector de estas líneas si cree que estas son palabras y


afirmaciones fuertes, contundentes. Tiene toda la razón en tal observación; todo
se basa en que ninguna otra carta de Pablo es tan fuerte, tan tajante en lo que se
refiere al grave peligro que el "judaizantismo" representaba -y representa- para el
verdadero evangelio de la gracia de Dios en Cristo como esta carta a los
gálatas. Muchos enseñan que esta epístola es la que instruye, por excelencia, en
la libertad cristiana; mas, sólo dicen la verdad si tal libertad es aquella en la cual
el pueblo de Dios queda librado de la condenación de la ley del pacto antiguo, del
"yugo de la esclavitud [ley]" (5:1), fundamentado, ya, en la sangre del nuevo pacto
en Cristo. Tal énfasis errado sobre "la libertad cristiana" lleva a una enseñanza y
aplicación del contenido de esta carta que dista muchísimo de la original razón de
ser de la misma. El énfasis inspirado de dicho texto trata de esa "libertad que
resulta por no estar, ya, bajo la ley mosaica", el pacto antiguo, los diez
mandamientos.

Pablo estaba "asombrado", maravillado de que estos hijitos espirituales hubiesen


caído tan rápidamente en el error de los judaizantes, ese "legalismo" que surge
cuando se impone como legítima ley sobre el alma aquella que nació en el Sinaí en
lugar de la que fue implantada mediante sangre en la cruz de Cristo. Ellos habían
sido "inquietados" por falsos maestros y ya caían en la trampa mortal, eterna que
le habían tendido estos falsos "hermanos y maestros". ¡Cuidado con aquellos que,
hablando dulces palabras acerca del evangelio y/o la gracia de Dios, le tienden la
trampa de la ley de Moisés, los diez mandamientos! Suena bonito cuando dicen,
"Dios nos ha dado una ley eterna". Suena muy atractivo cuando enseñan que Dios
requiere que andemos en su ley. Mas, ¡no todo lo que atrae al oído es la verdad de
Dios! ¡Hay tal cosa como el comezón de oídos!

Sin embargo, si no despierta a tiempo quien así es enseñado, se hallará en el


mismo grave problema y peligro de los gálatas: a punto de cambiar la gracia de
Dios en Cristo por una justicia y santificación que pretenderá hacerle crecer en la
gracia cuando todo lo que hará será robarle el gozo de la salvación, además de
sacarle del fundamento de la ley de Cristo para llevarle a la ley de Moisés que sólo
puede condenar y hacer crecer el pecado. Así llegará a ser un seguidor de "un
evangelio diferente", un supuesto "evangelio de ley antigua" que sólo puede
condenar.

II. ¿Cuál es el verdadero evangelio? Es el "evangelio de Cristo" (v.7). Es el


evangelio que Pablo les predicó cuando estuvo por esas regiones. El jamás predicó
un "evangelio de la ley"; sólo el evangelio de gracia, de Dios y de Cristo. Pablo no
cambiaba su mensaje según el lugar en donde estaba; su mensaje dependía de la
revelación dada a él por el mismo Señor Jesucristo. Por tanto, estuviera donde
estuviera, escribiera a quien escribiera, su mensaje siempre sería el mismo. A los
corintios él escribió un excelente y breve resumen del evangelio, a saber:"Porque
en primer lugar os trasmití lo que asimismo recibí:Que Cristo murió por nuestros
pecados, conforme a las Escrituras; y que fue sepultado y que resucitó al tercer día
conforme a las Escrituras" (1 Corintios 15:3,4).

Además, Pablo nos hace saber -sin duda alguna- que para ser un fiel mensajero
de este evangelio, Dios lo "capacitó como ministro de un nuevo pacto, no de la
letra, sino del espíritu; porque la letra mata, pero el espíritu vivifica" (2 Corintios
3:6). De esta manera tan breve y clara, vemos cómo Pablo sabía que él era
mensajero del evangelio de Cristo y que, como tal, era un ministro del nuevo
pacto. Estos hermanos en Galacia estaban abriendo sus mentes y corazones a
leyes del antiguo pacto, lo que pervertía el evangelio de Cristo del nuevo pacto.
Estaban a punto de perder todo lo que habían recibido mediante la fe de Cristo. Ya
habían iniciado su "deserción" del evangelio de Cristo.

Pablo les enseñó la verdad según era en Cristo. El había sido fiel a su encomienda
como ministro del nuevo pacto. En esta epístola él sigue siendo un fiel defensor del
evangelio del nuevo pacto. En ello vemos su consistencia en la fe, doctrina y su
amor a los hermanos; sobre todo, su amor al Señor que lo llamó a llevar su
evangelio a los perdidos. Pablo sabía que él era un mensajero llamado por "Jesús,
el Mediador del nuevo pacto y de la sangre rociada que habla mejor que la de Abel"
(Hebreos 12:24).
III. ¿Qué suerte corre quien predique un "evangelio" que no sea el
verdadero? De dicha suerte no se nos deja a oscuras; se nos dice claramente que
tal mensajero de ese otro evangelio que no es el verdadero
será maldito ;será anatema. Son palabras muy fuertes, mas, son palabras
inspiradas del Espíritu de Dios. Él no ve con buenos ojos a quienes pervierten su
evangelio del nuevo pacto en Cristo con "pedacitos aquí y allá" que procedan de la
ley antigua, mosaica. El evangelio de Cristo no es una mezcla de la gracia y la
ley, de Cristo y Moisés. Es el mensaje de una obra nueva, un pacto nuevo y mejor
que dio por terminado al primero. Le remito a Hebreos 8, en especial el verso 13. El
pacto nuevo no dio por terminado a partes del antiguo; lo dejó caducado -como
pacto regente sobre el corazón y la conciencia del pueblo de Dios- en su totalidad.
Enseñar lo contrario es enseñar "un evangelio diferente".

Recordemos que, dado el caso de que Dios no cambia -"es el mismo ayer, hoy y
por todos los siglos" (Hebreos 13:8)- su ley, sus preceptos, sus mandamientos son
eternos, por lo que sus preceptos se reflejarán en cualquier pacto que él haga con
el hombre. Su santidad mostrada en el pacto antiguo es la misma mostrada en el
nuevo. Los principios morales y espirituales que se ven en el pacto antiguo también
se ven en su gran mayoría en el nuevo.

La gran diferencia no estriba en el contenido sino en la manera en que Dios


establecio los distintos pactos, "con quién hizo tales pactos" así como los términos
de ambos.

A. El antiguo mostraba el pecado, no podía justificar, fue hecho con Israel, y sus
términos fueron: "haz y vivirás".

B. El nuevo, en la sangre de Cristo, satisfizo las demandas de Dios tocantes al


pecado, obró justificación perfecta, fue hecho entre Dios Padre y su Hijo Jesucristo,
el Mediador y sus términos fueron satisfechos por Cristo: "el obró, cuántos creen en
él vivirán".

El antiguo pacto tampoco podía santificar; sólo mostraba el pecado y, como


resultado, condenaba. Cristo, por el contrario, es quien santifica mediante su
sangre; también por la obra diaria de su Espíritu Santo en cada creyente. Un
conocido ministro y escritor cristiano -aún vive y pastorea- escribió en uno de sus
libros que "el Espíritu de Dios devuelve a los creyentes en Cristo a la ley de Moisés
para que allí seamos santificados". ¡Cuán errado está! ¡Cuán ofensivas son sus
palabras al Señor Jesucristo! 1 Corintios 1:30 nos dice categóricamente que "Cristo
nos es hecho... santificación...".

Cuando usted vea u oiga a un supuesto mensajero de Dios que le recomienda ir a


Moisés para recibir de él beneficios añadidos a la salvación en Cristo, el tal no anda
en la verdad; no guía a quienes le siguen en el sendero de la vida en Cristo; es un
judaizante, ni más ni menos. Si le enseña que la santificación del creyente en
Cristo se logra mediante la instrucción en los mandamientos mosaicos y su
posterior sujeción a los mismos, tal enseñanza es mentirosa, pues, contradice el
evangelio de Cristo. Es "un evangelio diferente".

No importa cuántas veces, ni con cuán piadoso tono de voz insistan en que la
gloriosa obra santificadora de Dios se efectúa cuando el Espíritu de Dios nos lleva a
los diez mandamientos para, por ellos, ser instruídos en la santidad, tal insistencia
es mentirosa, engañosa, no importa la sinceridad de motivos que tenga el que
habla. No olvide que Saulo persiguió a la iglesia de Cristo pensando que "servía a
Dios". Recuerde: la verdad no es establecida por la sinceridad, fama o elocuencia
del maestro sino sólo por el testimonio de la Palabra de Dios; "Sea todo hombre
mentiroso, mas Dios verdadero".

En la iglesia de Galacia había, al parecer, unos cuantos judaizantes y Pablo les


sale a la carga con esta carta cuyo único fin es recordarle que sólo en Cristo está la
salvación, santificación y esperanza de ellos. Si siguen a estos falsos maestros, bien
podrían también caer bajo de la maldición pronunciada por el Espíritu: "¡sean éstos
anatema!". Serían ciegos siguiendo a ciegos, juntos bajo el anatema divino.

IV. ¿Qué metas persiguen aquellos que predican un falso evangelio y los
que predicamos el verdadero evangelio?

Veamos el texto del verso 10, que dice:"Pues, ¿busco ahora el favor de los
hombres, o el de Dios? ¿O trato de agradar a los hombres? Pues, si todavía
agradara a los hombres, no sería siervo de Cristo".

Aunque en los capítulos siguientes del libro veremos algunas motivaciones tanto
del apóstol así como de los judaizantes -me refiero a Pablo quien quería "ver
formado a Cristo en ellos" y a los judaizantes que querían "provocarlos a celos"-
habremos de limitarnos a lo que dice este texto en particular. Pablo va al grano en
lo que a motivos en nosotros, los humanos, se refiere. O hacemos las cosas con el
fin de agradar a Dios o de agradar a los hombres. Es un tema que Cristo enfatizó
en sus enseñanzas cuando dijo: "No podéis servir a dos señores... no podéis servir
a Dios y a las riquezas" (Mateo 6:24). Consideremos, de manera muy breve, estas
dos motivaciones.

A. Agradar a los hombres - Es de nuestra naturaleza humana el querer agradar


a los hombres, en especial si conlleva algún beneficio ulterior para nosotros, un
premio, galardón o tal vez un reconocimiento. En el Nuevo Testamento leemos
cómo ciertos hombres procuraban "congraciarse con los demás"... querían su favor,
su aprobación. Los políticos son muy adeptos en estos menesteres. Con tal de
recibir su voto en una elección, hasta andan repartiendo besos, y quien sabe qué
más. Si ganaran, son los primeros que desoirán a los mismos con quienes tan
habilmente se congraciaron. Tales cosas ocurren en todos nuestros países. ¡No se
puede esperar más de los pecadores!

Mas, cuando de las cosas "espirituales" se trata, este mal toma otro giro; asume
otra personalidad. Queriendo contar con el favor (¿las ofrendas tal vez?... ¿favores
ulteriores?) de sus oyentes, son muchos los que acomodan las enseñanzas bíblicas
a lo que "a la gente le gusta", "lo que está de moda", "lo que no ofende", etc. He
conocido a pastores que aseguraban que iban a quejarse contra la denominación
por alguna inconformidad, mas, llegado el momento crucial, callaron para no echar
a perder su futura pensión económica del retiro. ¡Más vale el dinero que las
convicciones espirituales a los tales! Se me contó de otro pastor que se quejaba
porque, habiendo él levantado una "grande iglesia" con una enorme flota de
autobuses, la universidad evangélica de donde se graduó aún no le había
reconocido sus labores con un doctorado honorario. ¡Asombroso! ¡Ministerios con
"motivos personales, egoístas"!

Otros predicadores no quieren más que contar con el favor del "grupo que los
rodea" con el resultado de que, cerrando sus ojos y corazones a la entrada de la
"luz espiritual" que Dios bien les pudiera traer a través de otros vasos de barro a
quienes él ha visto bien enseñarles verdades gloriosas, quedan a oscuras,
convertidos en guías ciegos de ciegos, juntos acercándose más al hoyo del error
destructor. Todo lo hacen, sin embargo, con tal de contar con el favor de los
hombres que los rodean, no comprendiendo que muy probablemente esos con
quienes hoy se han congraciado, mañana serán los primeros en echarlos a un lado,
en abandonarlos como si nunca los hubiesen conocido, en traicionar la confianza
puesta en ellos. Así ocurre a quienes confían en el brazo del hombre y no en el del
Señor.

No pocos se afanan por ser comunicadores de los escritos de "hombres venerables


del pasado" por la única razón de que tal es una práctica aceptada por el grupo en
el que andan. Otros se ocupan excesivamente en ajustar sus prédicas
y enseñanzas
a documentos históricos de la fe tales como las "confesiones de fe" (vea nuestra
sección sobre "Confesiones") como si éstos fuesen el fundamento de la fe de Cristo.
¿Y si tales escritos no se ajustan del todo a la Palabra de Dios? No importa; se
busca la manera de justificarlo todo, logrando así el favor y los encomios de los
demás que hacen igual, agradando, así, a los hombres.

Hemos visto cómo algunos que así actúan terminan dando más importancia a las
fuentes humanas de donde extraerán sus mensajes -o parte de ellas- que a la
Palabra de Dios, que tiene que ser LA ÚNICA FUENTE de dónde deberían estar
predicando. Sus motivos bien pudieran ser sinceros... muy sinceros; lo
sabemos. Mas, la realidad es que en ésto agradan a los demás hombres a quienes
tienen en alta estima. Así, su mensaje viene a ser, en total o en parte, "un
evangelio diferente".

Cuando se agrada de veras a Dios, se comunica sólo lo que está escrito en la


Palabra eterna, guste o no a los demás que nos rodean. El genuino profeta de Dios
no quiere, es más, le huye a ese terrible pecado de querer "agradar a los hombres",
ocupándose sólo en agradar a Dios mediante la fiel predicación de todo su
consejo. Para el tal no hay lugar para la enseñanza de las tradiciones humanas, no
importa cuán nobles hayan sido aquellos hombres cuyos escritos son parte de las
mismas.

Vivimos en días en que el predicador que comunica única y exclusivamente la


Palabra de Dios es una excepción entre muchos. Mas, al tal eso no le intimida;
mucho menos le descualifica. Esa es su "carta de recomendación", especialmente si
cuenta con el favor de Dios por hallarse comunicando sólo la verdad eterna.

Pudiéramos ofrecer otras ilustraciones de nuestra propia labor en el evangelio a


través de los años, pero pienso que con lo dicho basta. Cuando los hombres quieren
mantener el favor y la aprobación de los hombres, no importa cuál doctrina esté de
por medio, no importa si la Biblia habla claramente y contrario a lo que ellos en el
momento afirman sea la verdad, su prioridad será contar con el favor de los
hombres. Buscarán cómo justificar su posición como una que cuente con el favor de
Dios; mas, al final será a Dios a quien darán cuenta por no haberse dado del todo a
la verdad de Dios que es en Cristo Jesús.

B. Agradar a Dios - Pablo establece su muy definida prioridad de servir a Dios


mediante estas preguntas que, retóricamente, preguntan si acaso él habrá de
agradar a los hombres antes que a Dios. Su conclusión o respuesta a tal pregunta
es: "... si todavía agradara a los hombres, no sería siervo de Cristo" (10). Estas
palabras del apóstol se desbordan en significados amplios y
profundos. Consideremos brevemente lo que él nos dice.

1. Comencemos con sus últimas palabras, "si todavía


agradara". ¿Todavía?... ¡Sí, así es! Debemos recordar aquellos días cuando Pablo
(Saulo) perseguía a la iglesia de Cristo. Hoy diríamos de él que "era un hombre
bravo, valiente". ¿Quién como él? Años después de su conversión, le escribió una
carta a los hermanos en Filipos, a saber, la epístola a los Filipenses, en la que él
habló sobre ese pasado suyo en el que persiguió a la iglesia de Cristo. Hoy le
llamamos a eso su "resumé", su "carta de recomendación". Él dice que "tenía
mucho de qué confiar en la carne". Enfatiza tal hecho repitiendo: "Si alguno piensa
que tiene de qué confiar en la carne, yo más". Según él, era "sin reprensión alguna
ante la ley" de Dios. Su dedicación a la causa judía era tal que en cuanto a su celo,
"era perseguidor de la iglesia", etc. (citas de Filipenses 3:3.7)

2. Pablo agradó mucho a sus contemporáneos. Cuando lo hizo, pensaba servir a


Dios, según sus palabras. Sin embargo, ya él ha aprendido la verdad de las
palabras de Cristo en el sentido de que es imposible agradar a Dios y a los hombres
a la misma vez. Ya él conoce de corazón que jamás podrá agradar a Dios si se
aferra también de ese "querer agradar a los hombres". Ya a él no le interesa lo que
los hombres puedan decir ni lo que le puedan hacer. Su único afán, su única meta
es ser un siervo fiel del Señor Jesucristo, comunicando el evangelio que se le había
encomendado en aquellos días cuando el Señor se lo llevó al mismo cielo para
revelarle cosas que los hombres jamás habían ni podrían conocer... cosas que hoy
conocemos a través de la Palabra de Dios, en particular, las espístolas de Pablo.

3. Ese "agradar a Dios" significa que él será obediente en comunicar todo el


consejo de Dios. Dios le había hecho saber que Cristo había establecido en su
sangre un nuevo pacto, cosa que se recuerda cada vez que la iglesia de Cristo
participa de la cena del Señor. Esa celebración no tendría significado alguno si el
pacto antiguo estuviera en vigor. La copa de vino fue descrita por Cristo, esa
misma noche, como "su sangre del nuevo pacto". Si no hay nuevo pacto, los
elementos de la cena del Señor nada significan. Pablo conocía el significado de la
copa y del pan, ya que en 1 Corintios 11:23-34 escribió: "Porque yo recibí de parte
del Señor lo mismo que os he enseñado..."

Dicha cena es un testimonio visible de la obra de Cristo en la cruz y de la futura


esperanza de todo creyente. Pablo sabía que la incidiosa labor de los judaizantes
entre los gálatas podría destruir la obra del evangelio entre ellos, ya que en el
corazón mismo del "judaizantismo" estaba -y está- esa peligrosísima noción de que
no hay un pacto nuevo, cosa que en última instancia no significa otra cosa
que: "estamos aún bajo la ley del antiguo pacto, estamos aún bajo la maldición de
dicha ley, la muerte de Cristo no obró lo que los elementos de la cena asegurán sí
se obró, etc." (recomendamos que lea el libro "Esta Copa Es El Nuevo Pacto En Mi Sangre",
en vozdegracia.com - en sección de libros).

En conclusión, afirmamos que Pablo sólo quería ser un fiel siervo de Cristo, contar
con el favor de Dios, ser un instrumento para llevar y aclarar el evangelio a estos
hermanos y tantos más que estaban bajo la muy seria amenaza de los judaizantes,
hombres malos que traían otro evangelio que no era evangelio, enemigos
verdaderos del evangelio de Cristo. El apóstol estaba maravillado de que estos
hermanos se hubiesen alejado tan rapidamente del verdadero evangelio que él les
había enseñado y en el cual ellos habían creído.
Habiendo pronunciado esta maldición sobre los pervertidores del evangelio -los
perversos judaizantes- y habiendo afirmado que su única motivación para escribir
esta carta es su deseo de agradar a Dios, procederá en los siguientes versículos a
ofrecer un repaso de su propio testimonio, de cómo Dios lo salvó de una vida de
persecución a la iglesia de Cristo, de cómo Dios le reveló las gloriosas verdades de
la gracia del nuevo pacto que ahora comenzará a defender de manera tenaz,
aunque amorosa, ya que Dios le ha hecho un ministro del nuevo pacto.

"GÁLATAS - Un Estudio Expositivo"

Capítulo 1:11-24 "No Es Según Hombre"


Puede leer Gálatas 1 aquí. El texto bíblico abrirá en una página separada
por lo que podrá moverse entre este estudio y la Escritura correspondiente.

Comencemos este estudio de la parte final del capítulo 1 con cuatro preguntas:
1. ¿De quién recibió Pablo el evangelio que predicaba?
2. ¿Quién llamó a Pablo a tal obra y, cuándo lo llamó?
3. ¿Con quiénes tuvo contacto luego de su conversión?
4. ¿Qué reacción provocó su testimonio entre los fieles?

I. ¿De quién recibió Pablo el evangelio que predicaba?

Tan pronto como Pablo le escribió a los gálatas que su motivación, al ministrar
entre ellos la Palabra de Dios, había sido "el agradar a Dios en todo y no a los
hombres", introduce de inmediato la fuente de ese evangelio que les predicó. Es su
manera de dar énfasis al hecho de que lo que él les comunicó no había surgido de
origen o fuente humana. Les afirmó en el v. 11: "no es según hombre".

¿Por qué habrá enfatizado ese hecho? Nos parece que la razón más obvia guarda
relación con su propósito principal al escribir esta carta a ellos, a saber, el hecho de
que estaban descuidando el evangelio de Cristo -el que les había predicado- ante la
influencia de las tradiciones judáicas traídas por los judaizantes. Su conocimiento
de ese evangelio le había llegado por revelación directa de Cristo a él; las
tradiciones judías, aunque en su mayoría de origen divino en el momento en que
Dios estableció aquel pacto (antiguo) con ellos, eran, ya, sólo tradiciones que los
"hombres" procuraban forzar sobre ellos.

Tal esfuerzo de los judaizantes no contaba con la autorización ni el favor de


Dios. Pablo enfatiza, pues, la autoridad divina tras el evangelio que él les predicó a
fin de recordarles que ese sí era el verdadero evangelio de Dios en Cristo,
totalmente distinto a la antigua ley ya desautorizada a través de la muerte y
resurrección de Cristo.
Resumiendo, pues, las palabras de Pablo en los versos 11,12, vemos que "el
evangelio anunciado" por Pablo:

A. "No es según hombre..." (v. 11).


B. "No lo recibió ni lo aprendió de hombre alguno..." (v.12).
C. "Lo recibió y aprendió por revelación de Jesucristo..." (v.12).

II. ¿Quién llamó a Pablo a tal obra y, cuándo lo llamó?

Como para abrir los ojos de los hermanos a la realidad de que era imposible que
este glorioso evangelio de Cristo hubiese procedido de fuente humana alguna, les
recuerda algo que ellos ya sabían, a saber, su anterior conducta en el judaísmo y la
manera en que él se había dedicado a perseguir a la iglesia de Dios (v.13, 14). Así,
él procura dejar claro que en su vida ocurrió algo grande y maravilloso. No
meramente le había revelado Dios el evangelio sino que, primero, Dios lo había
sacado de donde estaba, llamándole desde el vientre de su madre para ser objeto
de su gracia y misericordia.

Ni siquiera el hecho de haber aventajado a sus hermanos judíos contemporáneos


tenía importancia ante el hecho de que fue Dios quien reveló en él al mismo Señor
Jesucristo. Pablo describe esa obra misericordiosa de Dios así:

A. "Dios le separó desde el vientre de su madre" (v.15).


B. Dios "lo lllamó por su gracia" (v.15).
C. Dios lo llamó, "revelando a su Hijo" en él (v.16).
D. Dios lo llamó a fin de que "predicase el evangelio entre los
gentiles" (v.16)

Es importante entender el proceso, la secuencia que Dios usó en la conversión y


llamamiento al apostolado. Son muchos los que, profesando ser "ministros de la
Palabra", rechazan la doctrina bíblica de la soberanía de Dios en la salvación del
pecador, no importa dónde en la Biblia se enseñe. Con tal prejuicio, llegan a este
pasaje bíblico y sólo ven que "Dios llamó a Pablo a ser un apóstol de
Jesucristo". No ven, y menos quieren aceptar, que el llamado a ser apóstol
descansa sobre un fundamento primario, a saber, la determinación soberana de
Dios de llamar por su gracia a tal pecador y revelar a Cristo en él.

Es Dios Padre quien trae un pecador a Cristo mediante la obra de su Espíritu.


Cristo dijo claramente en Juan 6:44: "Nadie puede venir a mí si el Padre que me
envió no le atrae". El traer un pecador a la fe en Cristo... la previa determinación de
así obrar... todo obedece a la perfecta voluntad de Dios. Por tanto, tenga muy claro
el estudiante de estas líneas que el primer paso que Dios obra en un pecador a
quien él ha determinado traer la vida en Cristo es el llamado -o
la determinación- para vida desde antes de nacer. Tal propósito se realiza
cuando DIos "revela a su Hijo" en uno, dándonos la fe para oir, mirar a y creer en
Cristo.

Otra cosa que Pablo había llegado a conocer era la realidad de que Dios lo había
predestinado para ser un mensajero del evangelio de Cristo entre los gentiles. Esto
sólo lo supo luego de su conversión a Cristo, claro está. Es algo de lo cual no tuvo
duda alguna. Dios lo había llamado a ser su hijo y también a ser su siervo. ¡Era
para él una dicha doble, algo glorioso!
III. ¿Con quiénes tuvo contacto luego de su conversión?

Con cierta similitud a lo que vimos arriba en el I., ahora vemos cómo el apóstol
enfatiza que, luego de su conversión en el camino a Damasco, con ningún ser
humano consultó. Sabemos, por el testimonio escrito en los Hechos de los
Apóstoles, que tan pronto el Señor se le apareció en aquel camino, momento en
que fue transformado por la gracia de Dios a un hijo de luz, fue a la casa de un tal
Ananías, probablemente el anciano de la iglesia del Señor en esa ciudad (Hechos
9). Estuvo con estos creyentes durante algunos días; no sabemos cuántos. Fue allí
que lo bautizaron. También llegó hasta las sinagogas del área en las que hablaba a
los judíos de Cristo, afirmando que éste era el Hijo de Dios. Así sería,siempre, en su
futuro ministerio, a saber: yendo primero, en cada ciudad, al lugar de reunión de
los judíos.

Cuando él dice en el v.16 y 17 que "no consultó en seguida con carne y sangre",
que "no subió a Jerusalén a presentarse a los que eran apóstoles" sino hasta
pasados tres años, se refiere no a sus días entre los discípulos en Damasco sino al
hecho de que no "consultó" asuntos de fe y doctrina con otros. Así podemos
entender que tampoco entró en consultas con los de Damasco sino que sólo les
habló lo que ya Dios había puesto en su corazón. Entendemos que lo que él procura
establecer con estas palabras es el hecho de que, lo que predicó a los que vivían en
las regiones de Galacia no fue algo que recibió mediante consulta con los apóstoles
en Jerusalén, sino que fue recibido, en su totalidad, por revelación del Señor.

Y, dado el caso de que lo que él les había predicado, cuando estuvo entre ellos,
fue recibido por revelación del Señor, es un asunto muy serio el que ellos anden,
ahora, echando a perder ese evangelio que les llegó de Dios a través de Pablo.
Corren gran peligro al estar mezclando lo "viejo" con lo nuevo que Dios les ha
hecho llegar por medio de su apóstol. Era necesario que Dios les recordara, a
través de esta carta, lo sublime de la verdad del evangelio que estaban por
desechar a cambio de echarse encima una vez más la cargas y la condenación de la
ley mosaica; ley que ya no era la ley de Dios sobre su pueblo.

¿Cómo, cuándo y dónde fue que el Señor se le reveló a Pablo y le enseñó estas
gloriosas verdades del evangelio de Dios? En el v.17 leemos que en vez de irse a
Jerusalén, se fue "a la Arabia", de donde regresó a Damasco. ¿Qué fue lo que
ocurrió durante ese tiempo indeterminado que Pablo describe como su "viaje a la
Arabia"? Creemos que la respuesta está en 2 Corintios 12:1-6, cuando él habla de
un "hombre en Cristo... que fue arrebatado al paraíso... hasta el tercer cielo". Dice,
de ese hombre, que no sabe si era "en cuerpo o fuera de cuerpo".

Cuando escribe que no se gloriará de sí mismo, aunque de este "otro hombre" sí


se gloriará, significando que dicha experiencia fue una tan gloriosa que, sobre la
misma, mucho podría decir, mucho podría gloriarse. Se trata de él mismo cuando
en Arabia -y desde Arabia- el Señor se lo llevó al paraíso para allí revelarle
"palabras secretas que el hombre no puede decir" (2 Corintios 12:4).

Después de esta experiencia "fuera del cuerpo" en la que Cristo le reveló gloriosas
verdades eternas, Pablo regresó a Damasco por un tiempo y luego subió a
Jerusalén por unos quince días para visitar a Pedro. Dice que "a ningún otro de los
apóstoles vio, salvo Jacobo, el hermano del Señor" (v.19). Y como para darle peso
a tal afirmación, juramentó la verdad que les había declarado (v.20). Luego de su
breve visita a Jerusalén, se fue a las regiones de Siria y Cilicia donde había
creyentes, que aunque no le conocían de vista, habían oído de sus temibles
hazañas de persecución contra la iglesia, ya cosa del pasado (v.21-23).

IV. ¿Qué reacción provocó su testimonio entre los fieles?

Su testimonio diáfano, inequívoco de la gracia que Dios había obrado en él


mediante la fe en Cristo caló hondo en los corazones de estos creyentes en Siria y
Cilicia. Pablo afirma, y me imagino que con gran gozo y humildad: "Y glorificaban a
Dios por mí" (v.24). Todo siervo de Dios deberá desear que los demás den gloria a
Dios por el testimonio honroso a Cristo que ven en él. Mas, pienso que Pablo tenía
varias razones en mente cuando les contó cómo esos creyentes reaccionaron a lo
que vieron y oyeron en él. Me refiero a lo siguiente:

Más adelante en esta carta habremos de leer palabras con las que Pablo expresó
su preocupación en el sentido de que quizás "habría trabajado en vano entre ellos"
(4:11). En ese mismo capítulo les dice que está como quien vuelve a tener "dolores
de parto hasta que Cristo sea formado en ellos" (19). Tal parece que la recepción
favorable de los creyentes en Siria y Cilicia se narra con el fin de compararla con el
descuido tan grande en que habían caído los creyentes en Galacia.

No sería la primera ocasión en que Pablo procurara estimular a unos creyentes a


mayor fidelidad y obediencia mediante la comparasión de sus pobres conductas
según eran contrastadas con otros que exhibían más amor, consagración,
dedicación, generosidad, etc. Ejemplo de ello son las palabras de Pablo a los
corintios, en ocasión de hablarles de la gran generosidad material y espiritual de los
macedonios, todo con el fin de estimular a los primeros a imitar a los segundos (2
Corintios 8,9).

Todo cristiano ha de tener siempre-presente el motivo mayor de que todo lo que


piense, sienta, diga y haga traiga gloria y honor al Rey de reyes, nuestro Señor
Jesucristo. Quienes tenemos la enorme encomienda de comunciar la Palabra de
Dios, sea cual sea el medio de comunicación usado, debemos tener siempre como
nuestro norte el que todo lo hagamos de tal manera que Dios reciba la gloria y no
nosotros mismos. Tan a menudo ocurre en actividades cristianas que, los que
ocupan un lugar céntrico de atención, ya sea como predicador, músico, evangelista,
etc., afirman públicamente que "la gloria sea toda para nuestro Dios" para luego
inflarse, aunque sea un poco, ante los comentarios favorables y las felicitaciones
recibidas.

Dar toda la gloria a Dios realmente no es tan fácil, pues nuestra carne tiene, por
naturaleza, buen apetito por la humana adulación y el encomio. Aun el predicador
que fielmente comunica todo el consejo de Dios está sujeto a tal detracción, a tal
robo a Dios de la gloria que a él sólo le pertenece. ¡Ni hablar de aquellos que
gustan bañarse en la gloria de otros al hacer amplio uso de los escritos de los tales
en sus elocuciones! El fiel siervo de Dios se sentirá gozoso, sumamente satisfecho
cuando vea que Dios lo ha usado para comunicar fielmente la Palabra eterna con
el resultado de que los hombres se doblegan ante nuestro Señor. Permita el Señor
que todo maestro de la Palabra que lea estas líneas pueda, como Pablo, decir: "Y
glorificaban a Dios por mí".

En nuestro próximo capítulo consideramos algunas palabras adicionales del


apóstol tocantes a un segundo viaje a la ciudad de Jerusalén, ocasión en que se
reune, ya, con todos los apóstoles.
"GÁLATAS - Un Estudio Expositivo"

Capítulo 2:1-10 "La verdad del evangelio..."


Puede leer Gálatas 2 aquí. El texto bíblico abrirá en una página separada,
por lo que podrá moverse entre este estudio y la Escritura correspondiente.

Comencemos este estudio del capítulo 2 con varias preguntas:


1. Pablo viaja a Jerusalén después de 14 años... ¿Por qué?
2. La verdad del evangelio... ¿Qué es?
3. Las aparentes "columnas"... ¿Quiénes eran?
4. ¿En qué difiere el "evangelio de la circuncisión" y el "evangelio de la
incircuncisión?
5. ¿Qué obra caritativa se le encomendó a Pablo?

Al seguir estudiando las palabras inspiradas de Pablo a los fieles en Galacia,


veremos cómo él abunda un poco más en algo que ya les ha declarado en los
postreros versos del capítulo 1, a saber: Que el evangelio que él predica sólo le
llegó de la única y exclusiva fuente divina... la misma revelación de Dios a él. Y,
aunque fue a Jerusalén en varias ocasiones, jamás "recibió" instrucción espiritual
de los líderes en la iglesia allí. Por el contrario, él les instruyó a ellos en el
"verdadero evangelio" que el Señor le había revelado, y ellos así lo reconocieron.
Siguiendo, pues, en nuestro estudio, consideremos que...

I. Pablo viaja a Jerusalén después de 14 años... ¿Por qué?

Escribe Pablo que "después de catorce años" subió de nuevo a Jerusalén, llevando
consigo a varios hermanos, entre ellos Tito y Bernabé(2:1). Entendemos que este
lapso de 14 años sigue a su anterior y muy breve visita a Pedro, ocurrida unos tres
años luego de su conversión a Cristo. Durante esa visita de unos 15 días también
tuvo contacto con Jacobo, hermano de Jesús (1:18).

Si comparamos esta visita a Jerusalén con la que Lucas narra en Hechos 15,
veremos que se trata de la misma ocasión: viaje hecho a raiz de los estragos que
estaban causando los judaizantes en la iglesia en Antioquía, iglesia de donde había
salido Pablo y Bernabé en aquel primer viaje evangelizador (lea Hechos 13:1-).
Cuando Pablo regresó de ese primer viaje, halló serios problemas doctrinales
causados por los judaizantes. Con gran presión, insistían en que sólo creer en
Cristo no bastabapara la salvación del alma; hacía falta, también, someterse
alrigor de la ley y tradición mosaica, a saber, la circuncisión. El apóstol no toleró
-ni por un solo segundo- tal doctrina falsa, por lo que la polémica que surgió en la
iglesia dio lugar a que sus líderes espirituales decidieran enviar una comitiva
consultora a Jerusalén, siendo líder de dicho grupo el mismo apóstol Pablo.

Es digno notar el que Pablo especificara que "subió según una revelación" (v. 2).
Aunque no sabemos, en concreto, detalle alguno acerca de dicha "revelación", tal
parece que surgió en medio de la disputa que ocurrió en Antioquía. Sólo podemos
imaginarnos que, "según Pablo oraba al Señor, implorando su perfecta dirección",
Dios le habría concedido esa "dirección" por medio de una revelación, ya sea en
sueño o de otra manera. Lo cierto es que, Dios le reveló que debía llegar hasta
Jerusalén con tal de que este asunto se ventilara ante los apóstoles que dirigían los
asuntos de la iglesia allí. ¡Así lo hizo, y lo testificó!

II. ¿La verdad del evangelio... ¿Qué es?

En el verso 2, Pablo escribió: "...les expuse el evangelio que predico entre los
gentiles..." Luego dice que "...ni por un momento accedimos a someternos, para
que la verdad del evangelio sea salvaguardada para nosotros". Con esta mención
de la verdad del evangelio, él vuelve a tocar en lo que ya ha introducido como
"el tema principal" de esta epístola, a saber: que hay sólo un evangelio, el cual
con lujo de detalle habrá de definir en los próximos capítulos, según lo contrasta
con la ya pasada, caducada ley de Moisés, el pacto antiguo escrito en las tablas de
piedra en el Sinaí. Su celo por la verdad del evangelioes de gran importancia para
nosotros, ya que nos recuerda que ese "único, verdadero evangelio" es aquel que
hemos recibido los hijos de Dios mediante la fe en Cristo.

A través de los años hemos escuchado predicarse y definirse el evangelio de


Cristo sólo en su aspecto distintivo de ser "esas buenas nuevas que al oir, creer y
obedecer", nos conducen a Cristo. Y aunque esa sí es una verdad gloriosa, no es
"toda la verdad" ya que, si tenemos en cuenta la vertical defensa del apóstol Pablo
de ese "verdadero evangelio", no podemos dejar de ver que la perfección y gloria
del evangelio descansa en su marcado contraste con lo que fue
su sombra prefiguradora, a saber, la ley del pacto antiguo, dado por Dios mediante
Moisés, que siguió años después de la promesa del evangelio hecha a Abraham
unos 430 años antes de Sinaí (3:17).

Por tanto, afirmamos que la verdad del evangelio es ésta: Que en Cristo, Dios
satisfizo las demandas de la ley del pacto antiguo; que la santidad requeridad la
cumplió Cristo a favor de los escogidos de Dios de tal manera que, todos cuantos
vienen a Cristo en fe, confesando su pecado ante Dios, hallan la justicia obrada por
Cristo, quedando, así, libres de toda culpa; libres para obedecer a Dios en Cristo,
descansando en los méritos de él, logrados cuando cumplió la ley de Dios en
nuestro lugar en ese glorioso momento cuando, con su sangre ofrecida en la cruz,
obró y, así, puso en lugar el pacto nuevo en su sangre, ese pacto que
recordamos cada vez que participamos de la copa en la cena del Señor, pacto que
dio por terminado el primero que, para un tiempo limitado, Dios dio en el Sinaí.

Ya Pablo pronunció maldición (1:8,9) sobre quienes prediquen otro evangelio que
no sea el que él anunció por revelación de Cristo, a saber: el evangelio de la sangre
de Cristo del nuevo pacto. Luego, habrá de ofrecer detallados y muy específicos
argumentos que describen lo "temporero" de la ley moisaica según se contrasta con
la permanencia eterna de la ley de Cristo. En su momento los habremos de
considerar.

III. ¿Las aparentes "columnas"... ¿Quiénes eran?

El apóstol Pablo también identifica a las personas con quienes se reunió en


Jerusalén. Las define de varias maneras; veamos:
1. "...los que figuraban como dirigentes..." (v.2)
2. "...los que parecían ser algo..." (v.6)
3. "...los que figuraban..." (v.6)
4. "...Jacobo, Cefas (Pedro) y Juan, que eran considerados como columnas..."
(v.9)

Pablo describió cómo se reunió, privadamente, con estos varios apóstoles que
dirigían la iglesia en Jerusalén. Con el fin de asegurar que, en nada, llegaran a
influenciar su doctrina -que le había sido revelada por Cristo- no sólo dice
que: "...nada nuevo me dieron..." (v.6), "...nos dieron la diestra en señal de
compañerismo..."(v.9) y "...nos pidieron que nos acordásemos de los
pobres..."(v.10) sino que afirma que su acompañante, Tito, siendo griego, "...no
fue obligado a circuncidarse" (v.3).

Por la narración en Hechos 15, sabemos que los apóstoles que estaban en
Jerusalén se gozaron al oir el testimonio que Pablo dio de cómo Dios había
mostrado su gracia salvadora a los gentiles. Viendo que Dios le había abierto esa
amplia puerta de ministerio a Pablo, además de enviar una breve carta con varias
recomendaciones prácticas -tales como "no comer sangre, ahogado y no practicar
la fornicación"- le encomendaron la tarea de allegar ofrendas en los lugares que él
visitaría a fin de aliviar las necesidades materiales de los cristianos de Jerusalén
que, debido a las sequías -además de su pobreza- padecían grandes necesidades.
Esta petición Pablo la aceptó con mucho gusto. Evidencias de sus esfuerzos al
respecto se leen en textos como 2 de Corintios 8 y 9.

Sin embargo, no debemos perder de vista la firme insistencia del apóstol en el


sentido de que la doctrina del evangelio que él enseñaba la había recibido
directamente del Señor Jesucristo, sin intervención alguna de hombres, sea apóstol
u otro. Creo que es importante notar esta clara distinción que Pablo hace en cuanto
al mensaje, el contenido del evangelio de Cristo que él predicaba, en el sentido de
"cuál había sido la fuente de origen", pues, la historia bíblica nos habrá de mostrar
la consistencia del apóstol en su obediencia y proclamación de la verdad revelada a
él, tan marcadamente contrastada con la ambivalente actitud y práctica exhibida
por estos apóstoles en Jerusalén, según queda demostrado en Hechos 21, ya
iniciada la narración del regreso de Pablo a esa ciudad y los posteriores juicios que
darían lugar a su "apelación al César" ante un magistrado romano.

¿Que a qué nos referimos con esta breve mención de la falta de convicción -de
parte de los apóstoles en Jerusalén- respecto al verdadero evangelio según
contrasta con la ley de Moisés? Para responder, les invito a considerar en Hechos
21:17 en adelante, que dice: "Cuando llegamos a Jerusalén, los hermanos nos
recibieron con gozo. Y al día siguiente, Pablo entró con nosotros a ver a Jacobo, y
se hallaban presentes todos los ancianos... cuando ellos oyeron, glorificaron a Dios,
y le dijeron: Ya ves, hermano, cuántos miles de judíos hay que han creído; y todos
son celosos de la ley" (v. 17,18,20).

Esta historia incluye muchos otros detalles que en este espacio no vamos a
considerar. Sin embargo, ¿No es asombroso el hecho de que, luego de tantos años
en el evangelio, los pastores de esta iglesia en Jerusalén no hayan logrado instruir
y guiar a esos miles de convertidos judíos en el verdadero evangelio de Cristo?
¡Pedro (Cefas) está entre esos pastores! Tal parece que lo que Dios le enseñó en
aquella experiencia con el gentil, Cornelio, aún no ha calado muy hondo en su
espíritu. ¡Asombroso! Tampoco han comprendido los demás apóstoles
la exclusividad del nuevo pacto en la sangre de Cristo. Bajo su tutela
espiritual, había una mezcla de lo legítimo, vigente y lo caducado. ¡Extraña mezcla!
Fíjese que le dicen a Pablo: "Ya ves, cuántos miles de judíos hay que han
creído..." Hasta ahí, todo bien. Cierto es que la conversión de miles de judíos a
Cristo es algo glorioso, algo por lo cual dar gracias a Dios. Pero, las palabras que
siguen son muy claves por lo que revelan, a saber: "... y todos son celosos de la
ley". Es evidentemente claro que tal "celo por la ley" no se refiere a la ley de
Cristo; ¡No! Es a la ley de Moisés. En la iglesia de Jerusalén se profesaba fe en
Cristo a la vez que se sometían a, cuanto menos, algunos de los rigores de la ley.
Nada más el someterse implica que dicha ley "tenía autoridad sobre ellos", que
era aún válida. Ése no sólo era -y es- un grave error; era colocarse bajo la
maldición de Dios, según Pablo escribió en el 1er capítiulo de esta Epístola.

Más revelador resultan las palabras de estos ancianos de la iglesia en Jerusalén


cuando, más adelante, dicen: "Pero, en cuanto a los gentiles que han creído,
nosotros les hemos escrito que no guarden nada de esto..." (v.25), en clara alusión
a la carta enviada unos años antes, por manos de Pablo, a la iglesia en Antioquía.
Es nuestra clara convicción de que estas palabras muestran una gran dicotomía en
el entendimiento espiritual de lo ya revelado por el Señor tocante a su evangelio en
la sangre de Cristo, a saber: que aunque judíos y gentiles tenían que creer en
Cristo, los primeros debían, también, seguir la ley, de la cual quedaban exentos
los gentiles. Esos pastores estaban errados; guiaban a sus ovejas por un camino
de fe contrario al verdadero evangelio, porque el evangelio de Cristo es el único
evangelio, es la única verdad. Es luz eterna que desplazó a las sombras del
pacto antiguo de la ley mosaica.

Quien lee estas líneas con gran cuidado y sin prejuicio deberá notar varias
aplicaciones sobresalientes para nuestros tiempos:

Primero, el hecho de que el modelo de la iglesia en Jerusalén no es uno que refleje


la doctrina de Cristo en este asunto.

Segundo, la implicación tajante para quienes, hoy día, pretenden llevar a la iglesia
de Cristo (mayormente gentil) bajo la tutela y el rigor de "partes de la ley
moisaica", alegando que los 10 mandamientos de Moisés son ley eterna para la
iglesia.

Si fuera cierto -¡y no lo es!- el que Dios mantenga, en Cristo, a dos gentes
(gentiles y judíos), cada cual con sus peculiares leyes y ordenanzas, ¿acaso no
serían dichas gentes los "judíos creyentes" y los "gentiles creyentes"? Los ancianos
en Jerusalén habían entendido, correctamente, que los gentiles creyentes
estaban libres de obligación a la ley de Moisés, ya caducada. Lo que no habían
aprendido, aún, era que los judíos creyentes en Cristo tampoco estaban sujetos a
la ley mosaica, pues ésta había sido abolida por Cristo en la cruz cuando
estableció, mediante su sangre, el pacto nuevo, eterno entre él y su Padre.

¿Dónde, pues, deja ésto a los que hoy día insisten en llevar a sus iglesias en "la fe
de Cristo unida a la ley de Moisés", los 10 mandamientos? Si dicha ley del pacto
antiguo ya no era para la iglesia de Cristo de aquel día, mucho menos es aplicable
hoy. No hay punto intermedio, y de eso Pablo nos hablará mucho más en este libro
de Gálatas cuando diga que el que quiere estar bajo la ley moisaica, la tiene que
obedecer toda o, de lo contrario, caerá bajo su condena debido al incumplimiento a
cualquiera de sus partes.

Concluyendo, pues, esta observación tomada de Hechos 21, afirmamos que,


aunque los ancianos de la iglesia en Jerusalén estaban confundidos en su
entendimiento de cuál pacto de Dios regía la fe de los cristianos, una cosa sí habían
aprendido, a saber: que los cristianos gentiles NO ESTABAN SUJETADOS,
EN LO MÁS MÍNIMO, A PARTE ALGUNA DE LA LEY DE MOISÉS. Al menos en esa
parte su entendimiento era correcto, aunque en lo demás muy errado.

IV. ¿En qué difiere el "evangelio de la circuncisión" y el "evangelio de


la incircuncisión?

Siguiendo en nuestro estudio de esta porción de Gálatas 2, vemos que el apóstol


dice en los versos 7,8: "...sino que, por el contrario, como vieron que me había sido
confiado el evangelio de la incircuncisión, como a Pedro el de la circuncisión (pues
el que actuó en Pedro para el apostolado de la circuncisión, actuó también en mí
para con los gentiles)..."

A primera vista, tal parecería que se trata de dos evangelios completamente


distintos. Mas, si así fuere, habría que hacer la pregunta: ¿Cuándo dejó de ser
"evangelio" uno de estos?, o, ¿Existen dos evangelios hoy... uno para judíos y
otro para gentiles? La respuesta es muy sencilla; no hay que elaborar mucho.
Pablo testifica diáfanamente cuando dice: "Porque no me avergüenzo del
evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree; al judío
primeramente, y también al griego" (Romanos 1:16). Recordemos que al principio
de esta epístola que estudiamos, el apóstol dijo: "Mas si aun nosotros, o un ángel
del cielo, os anuncia otro evangeliodiferente del que os hemos anunciado, sea
anatema" (1:8).

¿Hay, pues, dos evangelios? Esta es la respuesta: Hay UN solo evangelio... el que
anunciaba Cristo... el que predicaba Pablo. ¿Por qué, pues, Pablo dice que Pedro
predicaba el evangelio de la circuncisión y él (Pablo) el de la incircuncisión? Es tan,
tan sencillo. Pablo no da lugar a dudas cuando en la frase parentética del verso 8
dice, al final: "...actuó también en mí para con los gentiles"; en otras palabras,
la incircuncisión. Vemos, pues, que el término "incircuncisión" es, llanamente,
otra forma de referirse a los "gentiles". De manera similar, decir "la circuncisión" es
otra manera de referirse a los judíos; es decir, a los circuncidados.

Es decir, Dios envió a Pablo y a Pedro (y tantos más) a llevar el mismo


evangelio a dos grupos generales de seres humanos, a saber: los gentiles y
los judíos. Es así de sencillo. Por ello no hemos de entender que les estaba vedado
hablar el evangelio a persona alguna fuera del género cultural asignado... ¡claro
que no! Sabemos que a quienes primero hablaba Pablo, en sus viajes
evangelizadores, era a los judíos del lugar inmediato. De manera similar -pero
opuesta- Dios usó a Pedro para llevar el evangelio a Cornelio, un militar romano
(gentil). Sencillamente se trata del hecho de que Dios encomendó a ambos un
ministerio que, en términos generales, llevaría el evangelio de Cristo a esas dos
clases de personas, y por ende, a todo el mundo.

V. ¿Qué obra caritativa se le encomendó a Pablo?

Concluímos esta sección de versos (2:1-10) con una final observación sobre la
encomienda que los ancianos en la iglesia de Jerusalén le hicieron a Pablo, a
saber: que procurara recoger ofrendas de los creyentes en otros lugares a fin de
subsanar las serias necesidades que padecían los cristianos pobres de la ciudad. A
lo ya comentado arriba sobre el particular, sólo nos queda reseñar la buena
disposición del apóstol a esta encomienda, descrita en sus propias palabras: "...yo
también procuré hacerlo con diligencia" (v.10). ¡Quiera Dios darnos a todos sus
hijos la buena disposición de hacer lo que él nos pide, sin gemidos y quejas!

¡Quiera él darnos corazones que puedan ver la necesidad de nuestros hermanos


en la fe que están tan cerca de nosotros! Cuántas veces oímos de los apuros que
pasan los que viven lejos de nosotros, siempre prestos a dar alguna pequeña
aportación, mas, no logramos oir y ver quienes igualmente padecen a nuestro lado.
¡Dios nos ayude a aprender de su Santa Palabra cómo vivir ante él así como con
nuestro prójimo!

"GÁLATAS - Un Estudio Expositivo"

Capítulo 2:11-21 "No Desecho la Gracia de Dios."


Puede leer Gálatas 2 aquí. El texto bíblico abrirá en una página separada,
por lo que podrá moverse entre este estudio y la Escritura correspondiente.

Al continuar en el estudio del capítulo 2, hagámonos varias


preguntas claves:

1. Pablo resistió, cara a cara, a Pedro... ¿Por qué?


2. ¿De qué consistió la simulación o hipocresía de Pedro?
3. ¿Qué es la verdad del evangelio violentada por Pedro?
4. ¿Qué son las obras de la ley en que Pedro tropezaba?
5. "Edificar las cosas que destruí"... ¿Qué significa?
6. "Muerto a la ley por medio de la ley"... ¿Qué significa?
7. ¿Qué significó Pablo cuando dijo, "Vivo en la fe"?
8. ¿Cómo podemos "desechar la gracia de Dios"?

Al seguir en nuestro estudio de esta inspirada y tan importante epístola enviada


por Pablo a las iglesias en la región de Galacia, hacemos hincapié en que debemos
cuidarnos de no perder de vista lo que hasta aquí hemos leído y estudiado:
el tema tan importante que el apóstol está trayendo ante la consideración de estos
creyentes que estaban bajo el insidioso asecho de los judaizantes en esa región. De
lo contrario, caeremos fácilmente en ese peligroso error de "no ver la unidad
temática" de la carta, para en su lugar ver una variedad de temas buenos,
importantes, pero, no entrelazados entre si.

Teniendo en mente tal consejo, consideremos el contenido textual que nos espera
en estos versos del 2:11 hasta el :21. ¿Está el apóstol meramente narrándoles un
aislado episodio que ocurrió en la iglesia de Antioquía durante la visita de Pedro, o
es que aquí tenemos algo mucho más allá de un mero recuento histórico de un
triste evento en la vida de ambos? Sin rodeo o explicación adicional, declaramos,
sin titubeo alguno, que este recuento que Pablo le comunica a sus hermanos
gálatas tiene íntima relación con el argumento teológico, doctrinal de la carta.

Es más, es una de las piezas claves en el extenso argumento que está por
comenzar, en el cual se demuestra, con pruebas claras y contundentes, la gloriosa
verdad evangélica de que el nuevo pacto en la sangre de Cristo dio por terminado
el pacto antiguo de la ley mosaica, los diez mandamientos. Tampoco debemos
perder de vista que en esta porción de su carta a los creyentes en Galacia, el
apóstol Pablo les narra, de manera completa, lo que él le dijo a Pedro cuando lo
reprendió ante todos. Es decir, desde la segunda mitad del v.14 hasta el v.21,
inclusive, son las palabras originales que Pablo dirigió a Pedro, delante de todos, en
la iglesia de Antioquía. Comprender esto último será de mucha ayuda en el
entendimiento de sus palabras a Pedro.

Antes de considerar las ocho preguntas ofrecidas como guión de estudio en este
capítulo, deberíamos preguntarnos: ¿Cuándo ocurrió este episodio entre Pablo y
Bernabé? Lucas no nos narra detalle alguno sobre este evento en los Hechos de los
Apóstoles por lo que sólo podemos sugerir que, muy probablemente, ocurrió
después del Concilio en Jerusalén, luego de que Pablo y Bernabé regresaran a la
iglesia en Antioquia, lugar donde permanecieron "por algún tiempo" (Hechos
15:33). De dicho "concilio" habían surgido unos consejos espirituales para los
creyentes gentiles en Antioquía. Pedro fue uno de los apóstoles que, junto a Jacobo
y otros, articularon dichos consejos, por lo que no nos extrañaría que dentro de
pocos días, él quisiera visitar a estos hermanos para ver, con sus propios ojos, lo
que Pablo les había contado. Repetimos: esa es nuestra opinión, ya que nada hay
escrito sobre tales detalles específicos..

Lo cierto es que, aquí, Pablo no ofrece un mero recuento histórico por aquello de
que sepamos algo que Lucas no narró. ¡No! Es, más bien, un recuento -de una
conducta totalmente reprochable de parte del apóstol Pedro- con el propósito muy
específico de instruir, mediante dicho ejemplo, a los creyentes en Galacia. Revela
no meramente su hipocresía en medio de la situación sino la causa de su error, a
saber, su ambivalente conducta que delataba su desconocimiento de que, bajo la
gracia del nuevo pacto, él estaba ya libre de la ley de Moisés porque ésta ya había
caducado como ley rectora sobre su fe y la fe de la iglesia de Jesucristo.

La semilla del error y pecado de Pedro se había estado sembrando en la región de


Galacia. Había que cortar dicho mal desde la raiz. Era asunto muy serio el que los
creyentes "ordinarios" en la iglesia estuvieran expuestos a las doctrinas erradas de
los judaizantes legalistas. ¡Cuánto más serio el que un apóstol de la verdad
estuviera tropezando en algo tan fundamental de la fe de Cristo! ¡Y ese pecado
sigue siendo una realidad hoy en día... no lo dude ni por un solo segundo!

I. Pablo resistió, cara a cara, a Pedro... ¿Por qué?

El v.11 dice que "cuando Pedro vino a Antioquía, le resistí cara a cara, porque se
había hecho digno de reprensión". En otras palabras, algo ocurrió en la conducta de
Pedro que mereció una reprensión inmediata -"cara a cara"- de parte de Pablo. ¿Por
qué no habrá escogido hablarle o reprenderle a solas, sin que nadie más se
enterara? Después de todo, así es que se haría hoy, en ese remoto caso de que un
creyente realmente procediera a reprender a su hermano en Cristo. Nos es difícil
entender este tipo de conducta hoy en día, tal vez porque hemos perdido el celo
por la pureza del evangelio... ese testimonio personal que refleja, para bien o para
mal, sobre nuestro Señor y Salvador.

Como pastor, he procurado enseñar a las ovejas según estas normas bíblicas de
conducta cristiana. No es que andemos como espías buscando a ver de qué
podemos acusar al hermano. ¡Mil veces no! Sin embargo, me temo que la mayoría
de nosotros los cristianos padecemos de ese temor o miedo a las reacciones del
prójimo. Preferimos "verle y dejarle" en su andar desobediente antes que hacerle el
bien de corregirle en el temor de Dios.

Por otro lado, demasiados cristianos son tan defensivos que, ante la más mínima
palabra de corrección de un hermano que le ama en Cristo, surge la expresión de
molestia o inconformidad, la defensa de lo indefensible, etc., etc. Quiera Dios
darnos corazones que acepten la corrección apropiada cuando nos llega de parte de
un(a) hermano(a) amoroso(a), así como darnos ese amor sincero que, como Pablo,
no nos inhiba de hablarle cara a cara a otro creyente que tropieza en su pecado...
que sepamos lo que es vivir de acuerdo a estas palabras: "Hermanos, si alguno de
entre vosotros se ha extraviado de la verdad, y alguien le hace volver, sepa que el
que haga volver al pecador del error de su camino, salvará de muerte su alma, y
cubrirá una multitud de pecados" (Santiago 5:19,20).

II. ¿De qué consistió la simulación o hipocresía de Pedro?

Los versos 12-13 nos dicen que "...antes que viniesen algunos de parte de Jacobo,
comía con los gentiles; pero después que vinieron, se retraía y se separaba, porque
tenía miedo de los de la circuncisión. Y de su simulación (hipocresía) participaron
también los demás judíos, de tal manera que aun Bernabé fue también arrastrado
por la hipocresía de ellos".

Tal parece que al poco tiempo de Pedro llegar como visitante a la iglesia en
Antioquía, otros de los hermanos judíos convertidos de Jerusalén también
decidieron llegar hasta allí para compartir con Pedro y los demás las bendiciones
espirituales que Pablo les había contado. Jacobo es el hermano de Jesús, quien
parece haber sido el anciano principal de la iglesia en Jerusalén y, al decirnos que
vinieron "de parte de Jacobo", queda claro que su visita fue por encomienda de él.
Hasta aquí, todo bien. ¡Qué bueno que hayan venido para auscultar personalmente
la obra que Dios había hecho en Antioquía entre los gentiles!

Sin embargo, las próximas palabras nos revelan un cambio abrupto en la conducta
de Pedro. Todo indica que hasta que llegaron los hermanos de Jerusalén, él se
sentía muy cómodo en compañía de estos gentiles convertidos. Como diríamos aquí
en Puerto Rico, estaba de "tú a tú" con ellos. Pero, su conducta sufrió un repentino
cambio al llegar sus hermanos judíos, convertidos de Jerusalén. Ahora, él se
"retraía" de los gentiles. Sólo podemos suponer las razones, ya que "el porqué" no
se nos ofrece de manera específica. Sabemos que los judíos seguían ciertas reglas
de "limpieza" y/o "pureza" que los mantenía separados de todo lo que se pudiera
considerar inmundo... ésto debido a la ley de Moisés y sus diversos reglamentos. Y
esa separación de lo "inmundo" incluía, también, a los gentiles.

Pero, estos hombres eran creyentes en Cristo; la ley de Moisés había sido abolida
al morir Cristo en la cruz; para todo efecto de la actual ley de Dios (la de Cristo)
que regía en la iglesia, ya no estaban bajo la mosaica. Mas, ellos aún no habían
comprendido esta gran verdad. Decían tener la vida eterna que sólo se recibe en
Cristo, pero, seguían reglamentos mosaicos como si la ley de los 10 mandamientos
fuera aún vigente. Había una mezcla "extraña" en su fe y práctica, y fue la
conducta hipócrita de Pedro la que puso de manifiesto su errada fe y práctica.

Resumiendo, pues, esta observación del apóstol Pablo, vemos que la "simulación"
o hipocresía de Pedro consistió en su abrupto cambio de conducta hacia los
creyentes gentiles de Antioquía: antes comía con ellos -tenía comunión abierta-
mas ahora les "sacaba el cuerpo". ¡Cuánto habrá chocado este cambio de conducta
a esos amados hermanos! Seguramente se habrán preguntado: "¿Qué habrá
pasado con nuestro hermano Pedro? Ayer él no se comportaba así. Ahora, como
que no nos conoce, como que no somos hermanos. ¿Qué será... por qué
disimulará"?

Pudiéramos visualizar tal conducta en nuestros tiempos con una ilustración


personal de este servidor. Soy cuarta generación de un emigrado de Irlanda a los
Estados Unidos de América del Norte. Aunque nací en este último, llegué a lo que
llamo mi nación terrenal, Puerto Rico, a los cinco años de edad; ¡eso ocurrió hace
55 años! Por tanto, mi aspecto físico es más europeo que hispano, no importa cuan
"quemado" del sol esté. Sin embargo, me siento como uno con mis hermanos en
Cristo y compueblanos hispanos, no importa en qué país vivan. Quienes me
conocen y han compartido conmigo son testigos de ésto que afirmo. Nunca se han
sentido que, en mí, tienen un extraño en su medio; tampoco me he sentido extraño
en el suyo.

Ahora, si el día que me acompañara un visitante anglosajón en cualquiera de mis


visitas de ministerio entre mis hermanos hispanohablantes, yo diera lugar a un
comportamiento en el que se manifestara cierta "separación o frialdad" hacia esos
mismos hermanos con quienes tan cercana y afectuosamente he sido en toda
momento, habría lugar para que alguien se preguntara: "¿Y qué será lo que pasa
con el hermano David? ¿Será que teme mostrar la misma cercanía y el mismo amor
debido a la presencia de este ministro visitante quien no es hispano?" Tales
preguntas y dudas serían de esperarse, pues, mi conducta habría sido un cambio
radical de como era antes. ¿Cuál sería la razón para tal cambio?

En el caso de Pedro, este cambio tenía una causa, una razón de ser muy clara,
muy específica; no buena, y mucho menos loable, pero muy real, ¡y censurable!.
Consideremos, pues...

III. ¿Qué es la verdad del evangelio violentada por Pedro?


El v.14 lee así: "Pero cuando vi que no andaban rectamente conforme a la verdad
del evangelio, dije a Pedro delante de todos: Si tú, siendo judío, vives como los
gentiles, y no como judío, ¿cómo obligas a los gentiles a judaizar?"

La reprensión pública hecha por Pablo hacia su hermano en Cristo, Pedro, acusa
directamente la desobediencia de éste a la "verdad del evangelio", por lo que,
obviamente, algo en ese disimulo de Pedro significaba que andaba contrario a las
normas del evangelio de Cristo. Pablo no lo está reprendiendo por algo que pasó
cuando hablaron en privado o por algún desliz personal que le llegó a su atención.
¡No! Su disimulo o hipocresía ante sus hermanos de Antioquía y los que llegaron de
Jerusalén fue un acto de desobediencia a la verdad del evangelio. ¿Y cómo
puede ser tal acto una desobediencia tan sería? Es sencillo...

La ley de Dios dada bajo Moisés -los 10 mandamientos, las tablas de la ley, las
tablas de piedra, el pacto hecho en Sinaí- era una que requería: "Haz", y
prometía: "Vivirás" (Exodo 19: 4-6; Deuteronomio 5:33). Pero, Cristo puso fin a
ese pacto cuando murió en la cruz y, bajo el nuevo pacto que él estableció
mediante su sangre -lo recordamos cada vez que tomamos de la copa durante la
cena del Señor- la palabra es: "Creed", y la promesa es: "Vivirás" (Juan 3:16 y
muchos más).
A grandes razgos, vemos que la ley del pacto antiguo -el de la ley mosaica- era
una de obras, imposibles de producir debido al pecado del corazón de cada uno,
mientras que el pacto nuevo es uno en donde la obra requerida la hizo Cristo,
cuando ganó por su obediencia la justicia prometida y, a través de su sangre, pagó
el precio demandado sobre cada uno de los sustituídos. El pacto nuevo era -y aún
es- uno de fe en la obra completa del Señor en la cruz. Los requerimientos del
pacto antiguo, así sean unos pocos, o aun uno sólo, no son opcionales para la
iglesia de Cristo bajo el nuevo pacto: quedaron atrás, anuladas, caducadas, o
cualquier otro término que signifique lo mismo.

Por eso, el mero hecho de que Pedro -y los que le imitaron tan vergonzosamente-
se dejara llevar en su conducta por cualquier elemento de esa ley caducada,
mostraba que andaba en abierta desobediencia a la "verdad del evangelio", lo
entendiera así en el momento o no. Como ya indicamos, aunque Pablo no menciona
el reglamento, ordenanza o ley específica a la que Pedro, en ese momento, se
estaba sometiendo tan hipócritamente, sabemos, en sentido general, además de
por las palabras de Pablo, que en el corazón o fondo de la conducta de Pedro
estaba esa dicotomía entre la ley antigua -ya no vigente- y la de Cristo, que tan
evidentemente éste aún no había llegado a entender o a vivir.

Si estuviera andando en la perfecta luz del evangelio, no hubiera actuado de esa


manera. ¡Cuán necesario es que cada hijo(a) de Dios procure aprender de Cristo la
verdad del evangelio a fin de vivir de acuerdo a ella! Tal vez -y lo más probable- no
será que estemos a punto de someternos a la ya caduca ley de Moisés; es más
probable que en nuestra vida se trate de la gran variedad de tentaciones que
enfrentamos a diario , las cuales, si nos llevan tras si, nos llevarán a desobedecer la
tan amplia verdad del evangelio, que no sólo nos libró de la ley del viejo pacto sino
que también nos libra, a diario, del pecado que nos rodea..

Pero, en el caso de Pedro, no se trataba de tentaciones comunes hacia el pecado.


¡No! En su caso, se trataba de un acto que, virtualmente, mostraba total rechazo
del evangelio de Cristo en virtud de que por su conducta estaba diciendo, en efecto,
"la ley mosaica aún obra en mí, por lo que la debo obedecer en este particular que
hoy atañe a mi vida". Más adelante veremos cómo Pablo llega a dejar la puerta
abierta a la posibilidad de que la gracia de Dios no hubiere aún obrado en el
corazón de Pedro. ¡Así de serio fue su pecado!

Vemos que las palabras de Pablo reconocen que Pedro, un judío convertido a
Cristo, había estado conduciéndose de lo más bien, propiamente entre sus
hermanos en Cristo gentiles ("...vives como los gentiles") sin mostrar ataduras a
las variadas costumbres judías, que serían normales en él. Su pregunta a Pedro,
"¿como obligas a los gentiles a judaizar?", muestra, por el otro lado, que la
conducta simulada de éste, ante la llegada de sus compañeros judíos de Jerusalén,
era, en efecto, una acción que "forzaba sobre esos gentiles creyentes" la noción de
que aquello de la tradición antigua, judáica que lo movió a "poner cierta distancia
entre él y ellos" -haya sido cual haya sido la motivación- aún era legítimo ante
Dios; es decir, que los cambios propiciados por el advenimiento del nuevo pacto no
eran legítimos.

Al examinar cuidadosamente este pasaje bíblico, no vemos acción alguna de parte


de Pedro en el sentido de que hubiere estado instruyendo u obligando con
argumento de palabra a que estos gentiles judaizaran. Por el contrario, su conducta
con ellos fue una de franca y sincera confraternización cristiana. Por tanto, no
queda duda de que esa acción de "obligar a los gentiles" -de la que le acusa
Pablo- no es otra que no sea "la obligaciónmediante la fuerza del ejemplo".
Seguramente que nuestras diversas culturas hispanas tendrán algún refrán local
que comunique la idea de que "el ejemplo de nuestra conducta habla más
fuertemente, con más peso que nuestras palabras". Eso fue lo que ocurrió ese día
en Antioquía: Pedro había hablado con su "ejemplo contradictorio a la verdad del
evangelio" y Pablo, guiado del Espíritu de Dios, le reprendió por tal conducta.

Es importante notar que este episodio del "mal testimonio de Pedro" es


comunicado por Pablo a los hermanos gálatas por la sencilla razón de que dicha
conducta de Pedro es una clara muestra del error y el pecado que se comete
cuando uno no se somete a la verdad del evangelio, la cual nos enseña que la
conducta de la iglesia de Cristo es una que solamente será aceptable ante Dios si
está fundamentada en la ley de Cristo del nuevo pacto. Cualquier intento por
mantener viva la ley de Moises o los 10 mandamientos sólo será una resistencia a
la verdad del evangelio. No importa la fachada externa que se le ponga a esa
resistencia a la ley de Cristo; será, siempre, un acto que niegue la suficiencia y
perfección del nuevo pacto que Cristo obró en la cruz mediante su sangre
derramada. Dios no ofrece otra opción que no sea esa: resistencia a su evangelio.

Resumiendo este punto, vemos, pues, que la conducta falsa, simulada, hipócrita
de Pedro reveló que su causa principal era la falta de entendimiento acerca de la
clara diferencia entre la ley de Moisés que, como pacto, había caducado el
instante en que Dios rompió el velo de arriba abajo el mismo instante en que Cristo
dio su espíritu al morir, y el nuevo y mejor pacto en Cristo que dio por terminado
al antiguo pacto de los 10 mandamientos. Además, su conducta era, para todo
efecto práctico, una acción que obligaba al creyente gentil a entender que lo
nuevo en Cristo no había dado por terminado lo antiguo bajo Moisés.

IV. ¿Qué son las obras de la ley en que Pedro tropezaba?

Esta frase, "obras de la ley", es una que ha sido tergiversada por muchos
maestros de la Biblia, seguramente sin comprender lo que hacen. En el capítulo 3
de Gálatas, veremos el uso del término en varias ocasiones. Invariablemente,
quienes enseñan que la iglesia está bajo una "ley eterna de Dios, la ley mosaica de
los 10 mandamientos" insistirán, de una manera u otra, que estas "obras de la ley"
no son otra cosa que "el obrar de la carne" en su pecado natural, es decir, "las
obras de la carne", término usado en Gálatas 5 -ciertamente- para refierirse, sin
lugar a dudas, a la conducta pecaminosa de la carne.

Sin embargo, igualar "las obras de la ley" con "las obras de la carne" -en el caso
que acabo de señalar- es ser deshonesto con las Escrituras inspiradas; es
manipular la Palabra con el fin de acomodarla a unas teorías preestablecidas,
teorías que responden a escritos de hombres con el fin de dar fundamento a
enseñanzas y prácticas tradicionales que no se quieren dejar atrás en las sombras,
en la oscuridad de donde proceden y a donde pertenecen.

¿Qué son, pues, las "obras de la ley" a las que se refiere Pablo en el v.16?
Notemos, en primer lugar, que Pablo le señala a Pedro una dicotomía -una
oposición entre si- de dos opciones o vías por medio de las cuales se podría hallar
la justificación del alma ante Dios, a saber:
1. Mediante "las obras de la ley", o
2. Mediante "la fe de Jesucristo".
Según la teoría alegada por algunos -mencionada arriba- estas dos opciones
serían:
1. Justificación mediante el pecar(la carne), o
2. Justificación mediante "la fe en Jesucristo".

Adelantándonos un poco al 3:2, vemos que Pablo le pregunta a los creyentes


gálatas: "Recibistéis el Espíritu por las obras de la ley, o por el oir con fe?" ¿Será
que les está preguntando si fueron salvos mediante "una vida de pecado" según
se contrasta con "la fe en Cristo"? La respuesta bíblica es sencilla, es clara: Por
"obras de la ley" NO se tiene en mente una "vida de pecado, desobediencia,
libertinaje", etc., etc. ¡Claro que no!

Las "obras de la ley" no son otra cosa que "ese esfuerzo en la conducta diaria por
implementar y obedecer los mandamientos" requeridos por el pacto antiguo
mosaico y todas sus leyes, mandamientos y ordenanzas subsidiarias. ¡Ni más ni
menos! No hay duda de que los esfuerzos por cumplir esas leyes aparte de fe dada
por Dios venían a ser obras infructuosas. Ya veremos, luego, la imposibilidad de
poder obedecer a cabalidad dicha ley, todo por causa del estado pecaminoso del
hombre ante Dios. Veremos cómo la infracción a un solo mandamiento hacía
culpable a la persona como desobediente a toda la ley.

Al final del v.16 Pablo enfatiza -¡y cómo!- que nadie será justificado a base de "las
obras de la ley". Yerra de manera muy seria quien enseña que estas palabras
significan que un ser humano no podrá ser justificado ante Dios mediante las obras
de pecado de su carne. Eso es atentar contra el mensaje de esta carta inspirada; es
trastocar la verdad enseñada de que "nadie podía ser justificado ante Dios
mediante su esfuerzo por obedecer la ley mosaica del pacto antiguo". Pero,
quienes procuran mantener viva y vigente la ley de los 10 mandamientos sobre la
iglesia de Cristo, caerán en este grave error. Domina en ellos el afán por mantener
viva una tradición de hombres antes que el llegar a conocer lo que Dios enseña en
su Palabra.

Su errada tesis de que la ley de los 10 mandamientos es "ley eterna para la


iglesia de Cristo" les obligará a interpretar y enseñar las "obras de la ley" no por
lo que son sino como esos esfuerzos de la carne que intentan hacer obras buenas
para así ganar el favor de Dios. Pero, "obras buenas" de la carne son sinónimas con
"obras pecaminosas de la carne", pues, todo lo que procede de nuestros esfuerzos
humanos, carnales no es otra cosa que pecado ante los ojos de un Dios santo.

Los que no se atreven negar que estas palabras, "obras de la ley", se refieren a la
ley de los 10 mandamientos, le buscan "la vuelta", enseñando que es una
referencia a unas tales "leyes ceremoniales". Es decir, admitirán la relación general
a la ley mosaica, pero negarán que se trate de los 10 mandamientos en si,
señalando, más bien, a las "leyes ceremoniales" como las "imposibles de cumplir" a
fin de lograr adquirir justificación ante Dios. Tal postura doctrinal muestra plena
ceguedad de las claras enseñanzas bíblicas en el sentido de que los 10
mandamientos eran "el pacto que obligaba al pueblo a Dios" y los demás preceptos
y mandamientos eran las implementaciones detalladas del pacto.

El arca se llamaba "arca del pacto" no por la vara de Aarón o el maná que tenía en
su interior sino porque allí estaban las dos "tablas del testimonio" o del "pacto".
Toda la religión judía giraba alrededor no de las ceremonias sino del pacto que
requería esas ceremonias. Por tanto, enseñar que las ceremonias cesaron a la vez
que el pacto supuestamente sigue vigente es cerrar los ojos al testimonio bíblico.
(Le recomiendo la lectura del libro "Tablas de Piedra" -sobre este tema- en nuestro
sitio hermano Voz de Gracia. Trata todos los textos bíblicos sobre el tema.

Cuando Cristo murió en la cruz, dejó atrás el pacto antiguo; no era ya un pacto de
ley vigente. Por consiguiente, toda ley accesoria, tales como las que afectaban lo
civil, lo moral, la salud, la familia, etc., etc., quedó cesante en su carácter como ley
obligatoria debido a que el "corazón" de dichas leyes, el pacto mosaico de los 10
mandamientos, había sido sustituída por un pacto mejor con mejores promesas
(Hebreos 8). Tanto la ley del pacto como el sacerdote que la administraba quedaron
cesantes cuando Cristo murió (Hebreos 7:12).

Resumiendo, pues, este punto, vemos que el serio pecado de la conducta de


Pedro ese día reveló que aún estaba dando lugar a ciertos aspectos de la ley
mosaica que habían caducado; y, darle lugar a cualquier parte de esa ley "ya
caducada" era legitimarla en el presente, "obligar" mediante el ejemplo que dice
que "aún es válida para nosotros" esta ley. En ello, Pedro violentó la perfecta obra
de Cristo en la cruz y puso en tela de juicio su relación -aunque fuera por unos
minutos- a la ley de Cristo del nuevo pacto. No había sido un pequeño error que se
podía pasar por alto; por el contrario, la implicación doctrinal de su conducta puso
en tela de juicio la obra redentora de Cristo, la sangre derramada que estableció el
nuevo pacto, pacto que no puede coexistir junto al pacto antiguo.

Son mutuamente exclusivos, si es que recibimos el testimonio de la Biblia. Un


ejemplo contemporáneo del error de Pedro se observa en iglesias que, por un lado,
enseñan a sus miembros la actual legitimidad y vigencia de los 10 mandamientos
sobre sus almas como "la eterna ley de Dios" y por el otro lado celebran la cena del
Señor, llevando la copa a sus labios mientras escuchan leerse las palabras de
Cristo, "Esta copa es mi sangre del nuevo pacto". Predican la ley mosaica como "la
vigente ley eterna de Dios sobre ellos" a la vez que beben de la copa que simboliza
la verdad de que Cristo puso fin al pacto bajo el cual pretenden ellos vivir. ¡No
disciernen la copa del Señor!

Es una absoluta dicotomía; es una contradicción; ambas cosas no pueden ser la


verdad. Pablo reprendió a Pedro "delante de todos" por este pecado de hipocresía.
¿Haremos menos los que hoy observamos similares contradicciones y afrentas a la
verdad? No es asunto de la "sinceridad" de la persona. Se puede ser muy sincero y
a la vez estar muy equivocado. Le invito a leer mi libro, "Esta Copa Es El Nuevo
Pacto En Mi Sangre" sobre este mismo tema. Era muy evidente que Pedro no había
"destruído" algo que, para Pablo, ya había sido "destruído". Consideremos...

V. "Edificar las cosas que destruí"... ¿Qué significa?

Lo primero que le invito a observar es "la voz" del verbo usado por Pablo para
describir su muy personal posición ante este tema tan serio que queda de relieve a
través de la reprensión que le hace a Pedro. Fíjese que Pablo dice "destruí".

Comparemos esta "voz verbal" con otros verbos ya usados en sus palabras
públicas de reprensión a Pedro. En el v.16 le
dijo: "...nosotros también hemos creído en Cristo Jesús, para ser justificados a
base de la fe de Cristo, y no de las obras de la ley...". Le dice,
"nosotros... hemos..."; es decir, incluye a Pedro como beneficiario junto a si
mismo de esa preciosa experiencia de haber creído, de haber sido justificados. Es
decir, no pone en tela de juicio la profesión de fe en Cristo de parte de Pedro. Le da
el beneficio de la duda; lo trata como un hermano en Cristo. Se trata de "tú y yo".
De igual manera, cuando en el v.17 hace una ligera mención de la muy real
posibilidad de que, siendo justificados por la fe de Cristo, pudieran aun así caer en
pecado, preguntándole si tal eventualidad haría a Cristo un ministro de pecado, le
dice, "si hemos sido hallados pecadores...". Es decir, lo incluye junto a si como un
creyente que pudiera tropezar en el pecado. Mas, en el v.18 vemos un giro en esta
voz verbal que, en el v.19, se hace muy patente como un testimonio
absolutamente personal de Pablo. Esto deja abierta la puerta para una clara duda,
de parte de Pablo, sobre lo que ha o no ha ocurrido en el espíritu de Pedro tocante
a la ley mosaica y su vigencia en él.

En el v.18, Pablo dice: "Porque si vuelvo a edificar las mismas cosas


que destruí, me constituyo transgresor." No le dice a Pedro: "Tú has vuelto a
edificar...", pues queda sobre el tapete la interrogante de si "había destruído" o no
aquello a lo cual se refiere Pablo, que no es otra cosa que la vigencia de la ley del
pacto sobre su espíritu. Vemos en estas palabras cómo Pablo va estableciendo
"distancia" entre si y la fe y práctica de su hermano Pedro. Pablo está claro; él sabe
"en quién ha creído", pero quiere poner a Pedro a pensar, a examinarse, a pasar
por la vergüenza de ser reprendido debido a su pecado público.

La implicación de sus palabras para con Pedro es evidente. Están calculadas como
para que Pedro se pregunte si en realidad él ha "destruído" el dominio de la ley
mosaica en su vida, o si habiéndola destruído, la ha vuelto a edificar. Aquí se ve
claramente que el pacto nuevo en Cristo y el pacto antiguo de los 10 mandamientos
son dos cosas distintas, mutuamente exclusivas, aunque en su origen ambos
vinieron de la mano de Dios. Si lo viejo ha pasado, ha sido "destruído"; lo "nuevo"
es lo que toma su lugar. Pero, si se vuelve a edificar lo viejo, Dios dice que se
ha transgredido... ("transgresor me hago" v.18). ¿Trasgresor de qué? De la ley de
Cristo, de la ley de Dios para su iglesia que está fundamentada sobre la sangre del
nuevo pacto.

¿Entendemos el significado tan serio de todo esto? Resumimos este punto


enfatizando que todo intento por mantener vigente sobre la iglesia de Cristo -sea
colectivamente como una congregación o como oveja de Cristo particular- cualquier
parte de la ley del antiguo pacto es "transgredir" la Palabra de Cristo que ha sido
dada para su instrucción y dirección. No importa cuánto se llegue a afirmar que
"creemos en Cristo; que predicamos el evangelio de Cristo en su sangre", u otras
expresiones similares, la verdad del caso es que pretender añadir a la ley de Cristo
cualquier parte de la ley de Moisés es una transgresión contra Dios y su Palabra.
¡Es un asunto serio! ¡Es un pecado por el cual darán cuenta los culpables!

La manera más fácil para saber si una iglesia mantiene a sus ovejas sujetadas a la
ley de Moisés es preguntar, averiguar, si predican los diez mandamientos como "ley
vigente" sobre las almas del pueblo de Dios. No importa si le llaman a esa antigua
ley "la eterna ley de Dios" o si usan otros nombres. No es el nombre peculiar que
lleve dicho grupo, iglesia o secta: es la naturaleza de su postura "doctrinal,
teológica". Si enseñan que los 10 mandamientos son ley presente, vigente sobre la
iglesia, si enseñan que el primer día de la semana es el sábado mosaico mudado a
un nuevo día, mas, con la misma santidad y obligación de observarlo, están
incurriendo en la misma "transgresión" de la que fue culpable Pedro.

No se trata de pequeñeces en la doctrina de la iglesia, sino de la misma


legitimidad del evangelio de Cristo. O se vive al amparo de "las obras de la ley" -
imposible de hacer, además de ser un reto a la verdad del evangelio- o se es
justificado por la fe de Jesucristo. Ambas no pueden ser, pues, son contradictorias o
como ya dijimos, mutuamente exclusivas.

Resumiendo, pues, este punto, vemos que Pablo, luego de darle el beneficio de la
duda a su hermano en Cristo, Pedro, en cuanto a su participación junto a Pablo en
la "fe de Jesucristo", abre la puerta a un área en donde él está claro en cuanto a lo
que ha recibido de Cristo por la gracia, aunque no incluye a Pedro, por el momento,
en esa particular seguridad de saber que su fe en Cristo ha roto con la pasada ley
de Moisés. Veremos, ahora, cómo Pablo identificará su total "muerte" a la ley de
Moisés, cosa que definitivamente no se ve en su hermano Pedro.

VI. "Muerto a la ley por medio de la ley"... ¿Qué significa?

En el v.19, Pablo le narra a los gálatas que también le dijo a Pedro: "Porque por
medio de la ley yo soy muerto para la ley, a fin de vivir para Dios." ¡Palabras
asombrosas, llenas de significado! Veamos, pues, qué es lo que él le ha dicho a
Pedro:

1. "Porque por medio de la ley...


2. "...yo soy muerto para la ley...
3. "...a fin de vivir para Dios".

Primero, "la ley" (el pacto antiguo, los 10 mandamientos) tuvo su función legítima
en algún momento: "por medio de la ley...". A la luz de los argumentos que
hallaremos en el capítulo 3, además de la innegable realidad histórica de la vida de
Pablo quien, como Saulo, fue un celoso seguidor de dicha ley hasta el punto de
perseguir a los cristianos, pensando en ello servir a Dios, no cabe duda de que él
había entendido que la ley, en su momento de vigencia legítima -por haber sido
dada por Dios- había obrado según el plan de Dios, trayendo su propio deceso
mediante el advenimiento de Cristo y, así, el establecimiento del pacto nuevo bajo
el cual el creyente está fuera del alcance de la ley antigua. El viejo pacto dio lugar
al nuevo (Hebreos 8).

Es necesario, sin embargo, señalar que la función legítima del pasado, que Pablo
le reconoce a la ley del pacto antiguo, no es una que continuó después de la muerte
y resurrección de Jesucristo. En el próximo capítulo de Gálatas veremos palabras
tajantes, explícitas en el sentido de que esa ley no es la que el Espíritu de Dios usa,
hoy, para traer pecadores a Cristo. Algunos predican que la ley "es" nuestro ayo
para "traernos" a Cristo, no pudiendo aceptar el clarísimo testimonio bíblico que
deja esa legítima función del pasado, precísamente, en "el pasado". La legitimidad
a la que se refirió Pablo, arriba, fue en el pasado; fue cuando ese pacto antiguo
apuntaba hacia Cristo. Pero, una vez llegado Cristo, ya no hay que anticiparle,
esperarle. ¡No! Ahora es asunto de creer en él... en su obra completada en la cruz.

Vemos, pues, en segundo lugar, que Pablo "había muerto a la ley"... estaba fuera
de su alcance, fuera de su control, libre de cualquier obligación a la misma. Debería
ser fácil el comprender que uno que ha muerto a lo que le rodea deja de ser
afectado o influenciado por ese medio ambiente. Un muerto dentro del ataud no
reacciona a lo que le rodea; no puede desmentir a quien, ante el cadáver, le acusa
de lo que no hizo; está fuera del alcance del acreedor que se acerca,
pensando: "¡Se fue, y tanto dinero que me debía!". Así, quien ha venido a Cristo en
fe, creyendo, ha quedado fuera del alcance de la ley del antiguo pacto...
"estoy muerto para la ley".
Ya la ley no puede amenazarle con sus rugidos legalistas ni puede infundirle
temor; no porque hayamos aprendido algún truco secreto que, ahora, nos ayude a
zafarnos del alcance de dicha ley sino porque Dios declara que esa ley ya cesó, ya
no es vigente, ya caducó, ya trajo su condenación justa sobre nuestro Sustituto,
Cristo, en quien ahora descansamos libres de la condenación de la ley, libres de la
sujeción a ella. ¡Ya no podemos responder a algo a lo cual estamos muertos!

Sin embargo, es importante notar que Pablo ya dejó de usar verbos y voces
"colectivas" como nosotros, hemos, etc. Ahora dice, de manera afirmativa,
"he muerto", y no "hemos muerto". ¿Por qué? Porque ya no puede dar fe de que
esa sea la verdad de la experiencia de Pedro. De hecho, la conducta de éste
muestra todo lo contrario. Son palabras que debieron haber penetrado
profundamente a la conciencia de Pedro... "Pablo no me incluye en los que han
muerto a la ley... no me incluye en los que viven para Dios". ¡Debió ser una
experiencia terrible, vergonsoza para Pedro!

En tercer lugar, Pablo dijo que "había muerto a la ley a fin de vivir para Dios".
¡Estas son palabras poderosísimas! Quien no ve su significado se expone a vivir
como aquellos a quienes algún día Cristo dirá: "Apartaos de mí, pues nunca los
conocí." En estas palabras de Pablo, el "vivir para Dios" no es una mera descripción
de cómo vive quien cree en Cristo a la vez que se sujeta a la ley del viejo pacto.
¡Mil veces no! Aquí se afirma que quien "vive para Dios" es, exclusivamente,
aquella persona que ha "muerto a la ley". ¡Ni más ni menos!

Hay aquellos que procuran cambiar estas palabras para que signifiquen que el
creyente sólo está muerto a una categoría de leyes bajo la ley mosaica denominada
"leyes ceremoniales", según se contrastan con "leyes morales". Sepa el lector que
tales categorías son pura invención humana con el fin de buscar cómo justificar la
sujeción de los creyentes bajo su cuidado a los 10 mandamientos. Son categorías
creadas por confesiones de fe y otros escritos humanos, pero no por la Palabra de
Dios. Esto quedará meridianamente claro cuando lleguemos al capítulo 4, punto de
la carta en que Pablo hablará sobre Sara y Agar, los dos pactos y los herederos de
"la sierva" y de "la libre". Basta, pues, en este momento, afirmar lo que dice
Pablo, que quien ha "muerto a la ley" es quien "vive para Dios". No hay otra
opción o alternativa. Le pregunto, pues, ¿vive usted para Dios, o vive sujetado a la
ley del pacto antiguo, los 10 mandamientos?

Resumiendo, pues, esta breve y sencilla declaración de Pablo a Pedro, vemos que,
habiendo estado bajo esa ley del viejo pacto, esa misma ley le obró su "muerte" a
ella, trayéndolo a "vivir ante Dios". Pablo así lo afirma de sí mismo, aunque no lo
afirme de igual manera a favor de Pedro. Los que hoy profesamos ser hijos de Dios
mediante la fe en Cristo, ¿sabemos que estamos muertos a la ley del pacto antiguo
en todos sus sentidos, o estamos aún atados en alguna manera a la misma?

VII. ¿Qué significó Pablo cuando dijo, "Vivo en la fe"?

Ahora llegamos a uno de esos textos muy conocidos, amados y citados de la


Palabra de Dios, a saber, el 2:20, que dice: "Con Cristo estoy juntamente
crucificado, y ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí; y lo que ahora vivo en la
carne lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por
mí."
Encabezamos esta sección con la pregunta, "¿Qué significó Pablo cuando dijo,
'Vivo en la fe'"? Responder correctamente, según el testimonio bíblico encerrado en
esta sección del capítulo 2, es de vital importancia, pues, de lo contrario, sólo
veremos una bonita, preciosa palabra de testimonio personal del apóstol tocante a
su relación a su Salvador, Cristo. No debe sorprenderse el estudiante de estas
líneas ante esta importante aclaración, ya que muy a menudo se pierde el peso y
significado de textos bíblicos debido a que, por ignorancia, error o algún otro
motivo, se aislan de su contexto inmediato, quedando sólo una declaración bonita,
inspiracional, pero desvirtuada de su significado principal. Y estoy convencido de
que ese es el caso con este texto de la Palabra.

Si bien es cierto que estas palabras comunican un precioso testimonio de cómo


Pablo vivía en la fe de Cristo, no olvidemos que acabó de decir que "estaba muerto
a la ley para vivir a Dios". No olvidemos que este texto forma parte de las palabras
de reprensión que Pablo dirigió a su errado hermano en Cristo, Pedro. No olvidemos
el corazón de dicha reprensión hecha al apóstol. Acababa de comportarse de una
manera que daba indicios de que aún no sabía lo que era vivir libre del control de la
ley, no importa cuán pequeña fuere dicha influencia o control. Es decir, no estaba
viviendo "por la fe"; estaba viviendo en las obras de la ley.

Recordemos que según Pablo acababa de declararle a Pedro que "él había muerto
a la ley", ahora le está diciendo que dicha muerte tomó lugar al ser "crucificado con
Cristo". Su muerte a la ley no lo llevó a una especie de libertinaje "sin ley", sino
que, por haber sido dicha muerte una crucifixión en la muerte de Cristo, él ahora
era poseído por Cristo por lo que su única y exclusiva alternativa de vida ante Dios
era, no bajo la ley antigua sino en la ley de Cristo, su Señor y Salvador. Verdad
similar declaró el apóstol Pablo a los corintios cuando escribió: "Me he hecho a los
judíos como judío; a los que están bajo la ley (aunque yo no esté bajo la ley) como
si estuviese bajo la ley, para ganar a los que están bajo la ley; a los que están sin
ley (no estando yo sin ley de Dios, sino dentro de la ley de Cristo), para ganar a
los que están sin ley" (1 Corintios 9:20,21). También leemos en Gálatas 6:2,
"Cumplid así la ley de Cristo".

¿Recuerda Ud. cuando indicamos que el que vivía bajo la ley, vivía "obrando la
ley" a fin de ganar el favor de Dios? Obediencia le proporcionaría vida; pero, no
podía obedecer porque su pecado se lo impedía. Esas obras infructuosas por
obedecer la ley eran esfuerzos hechos en la carne... esfuerzos inútiles, sin
esperanza de éxito. Pero, Pablo ha sido librado de la ley; ahora vive para Cristo,
por lo que "lo que ahora vivo", dice él, lo vive "en la fe del Hijo de Dios".

Pablo, pues, le está diciendo a Pedro -delante de todos- que él está viviendo
según un principio de vida espiritual muy contrario al que está viviendo Pedro. Le
está diciendo, en efecto: "Tú estás aún viviendo según la ley; yo estoy viviendo
según la fe del Hijo de Dios". Recuerde que las primeras palabras de Pablo a Pedro
lo incluyeron, junto a Pablo, como copartícipe en el "creer en Cristo", etc., pero las
últimas -las que describen lo que es vivir exclusivamente al amparo de la gracia de
Dios en vez de por la ley- no incluyen a Pedro junto a Pablo; sólo describen la fe
que Dios le había dado a Pablo... la fe que él deseaba que Pedro llegara a conocer
también.

Resumiendo, pues, esta penúltima sección, vemos cómo Pablo afirma que él ya
no vive según las obras de la ley sino en la fe del Hijo de Dios. Y ésto,
porque murió a la ley cuando fue crucificado con Cristo. Quien afirme haber
muerto al pecado en Cristo a la vez que intenta vivir sujetado a la ley del antiguo
pacto sólo se engaña a si mismo(a), pues, está viviendo "contra-natura",
espiritualmente hablando. En la casa de la fe no hay lugar para la ley mosaica,
y quien resiste esta eterna verdad resiste a Dios y a su Palabra, así sean pastores o
no.

VIII. ¿Cómo podemos "desechar la gracia de Dios"?

En el v.21 leemos: "No desecho la gracia de Dios, pues si por medio de la ley se
obtiene la justicia, entonces Cristo murió en vano".

Hasta ahora, hemos visto cómo la conducta de Pedro -un siervo de Dios que había
conocido la gracia salvadora en Cristo hacía ya unos cuantos años- había
evidenciado que todavía no estaba claro en cuanto a que la ley mosaica, en todos
sus aspectos y requerimientos, había caducado cuando Cristo murió en la cruz. Tal
vez él conocía más de lo que en ese momento dio a entender; sin embargo, su
temor ante los otros hermanos judíos convertidos le llevó a un acto de hipocresía
para con los hermanos gentiles con quienes había compartido durante algunos días
en la iglesia en Antioquía. Esta situación mostró que aún no estaba firme en su fe y
dependencia de la perfecta obra de Cristo en la cruz. Su comportamiento fue, en
efecto, un acto que echaba a perder la obra de la gracia de Dios en su vida.

No significa ésto que él hubiera perdido su salvación o que estuviese cercano a


perderla. Después de todo, el testimonio bíblico enseña que la salvación de los
escogidos de Dios es eterna, no se puede perder: "Nadie puede sacar las ovejas de
Cristo de sus manos ni de las de su Padre"(Juan 10:28,29). Mas, no hay duda de
que de continuar por ese camino, habría puesto en serios aprietos su estado
espiritual ante Dios. La advertencia de Pablo a Pedro es en el sentido del testimonio
personal del primero, a saber: Pedro, "No desecho la gracia de Dios". Como que le
está diciendo: "¡No la deseches tú, Pedro!".

Cuando en estas palabras finales del capítulo Pablo le dice que "de ser la justicia
por medio de la obediencia a la ley, entonces por demás, o en vano, murió Cristo",
le está advirtiendo que su intento de obedecer cualquier parte de esa ley antigua
pone en tela de juicio la necesidad o el valor de la muerte de Cristo. En otras
palabras, si pudiéramos lograr ser justificados ante Dios por obedecer la ley,
entonces, "vamos a obedecerla; la muerte de Cristo está demás... no hace falta,
pues, todo lo que hace falta es que pongamos en práctica la ley del pacto escrito en
tablas de piedra".

Recordemos que a lo sumo, la parte de la ley mosaica que Pedro aparentaba


querer implementar era algo mínimo. Sin embargo, como veremos en un próximo
estudio, quien quiere vivir bajo la ley de los 10 mandamientos no tiene opción
alguna como para obedecer las partes que quiera, así sea una -un ejemplo sería el
querer observar el sábado (mudado a domingo o no) debido a que es parte de la
ley de Dios. ¡No! La tiene que guardar toda, sin falla alguna, o sufrirá bajo su
condenación total.

Vemos, pues, que las palabras de Pablo a Pedro -narradas luego a los gálatas- no
dan lugar a que se pueda creer en Cristo y a la vez guardar algunas leyes u
ordenanzas del viejo pacto. O se gana la justificación ante Dios mediante la
obediencia a la ley, o se recibe mediante la fe en Cristo y su sangre derramada del
nuevo pacto. No hay intermedio, no hay mezcla posible de "lo mejor de los dos
mundos".
O la ley es válida hoy y la muerte de Cristo fue en vano, o el único camino a la
vida eterna es mediante la fe en Cristo, habiendo quedado la ley mosaica cesante
cuando Cristo murió en la cruz y resucitó al tercer día. Yo acepto el veredicto de la
Palabra eterna. ¡Cristo no murió en vano! De lo que por la ley no podíamos ser
salvados, Cristo lo obró todo en su sangre a favor de los escogidos de Dios. ¡Por su
gracia, me incluye a mí! ¡A él sea toda la gloria! ¡Amén!

"GÁLATAS - Un Estudio Expositivo"

Capítulo 3:1-5 "¿Quién os fascinó...?"


Puede leer Gálatas 3 aquí. El texto bíblico abrirá en una página separada,
por lo que podrá moverse entre este estudio y la Escritura correspondiente sin dificultad alguna.

Al seguir en el estudio de la epístola de Pablo a los Gálatas, capítulo 3, hallaremos


cómo el apóstol entra en algunos detalles muy específicos que tocan
en, 1. El origen de la vida en Cristo que poseen estos creyentes (:1-5), -¿por
obras de la ley o por el oir de la fe?- 2. La promesa que Dios le hizo a Abraham
(:6-18) y 3. El verdadero propósito o razón de ser de la ley mosaica (:19-29).

En el presente estudio habremos de considerar los versos 1 al 5 en los cuales


hallamos reveladoras palabras de reprensión de parte del apóstol Pablo. ¡No son
palabras suaves sino, mas bien, fuertes amonestaciones que cuestionan el mismo
fundamento de la fe profesada por los creyentes en la región de Galacia! Se
relacionan a varias preguntas que él les hace tocantes a la fuente de dónde les
llegó su vida y esperanza en Cristo, es decir, dónde originó dicha vida.

Las siguientes preguntas nos servirán de guía al examinar estos cinco versos que,
tan al grano, ponen en tela de juicio la fe que ellos profesaban poseer, a saber:

1. ¿Que significan las palabras insensatos y necios?


2. ¿Que significa fascinó o hechizó?
3. ¿Por qué Pablo les pregunta, "Quién os fascinó?
4. ¿Cuál era la verdad que ellos estaban desobedeciendo?
5. ¿Cuál es la diferencia entre recibir el Espíritu por la ley o por la fe?
6. ¿Qué está comparando Pablo cuando habla de "comenzar por el Espíritu"
y "terminar por la carne"?
7. ¿Por qué les pregunta, "¿...tantas cosas habéis padecido en vano"?
8. ¿Por qué Pablo pregunta si quien ministra entre ellos lo hace por las obras de
la ley o por el oir con fe?

Al continuar nuestro estudio de esta inspirada y tan importante epístola enviada


por Pablo a las iglesias en la región de Galacia, hacemos hincapié, una vez más, en
que debemos cuidarnos de no perder de vista lo que hasta aquí hemos leído y
estudiado: el tema tan importante que el apóstol está trayendo ante la
consideración de estos creyentes que vivian bajo el constante asecho de los
judaizantes en dicha región. De lo contrario, caeremos fácilmente en ese peligroso
error de "no ver la unidad temática" de la carta sino sólo una variedad de temas
buenos, importantes, pero, no entrelazados entre si.

I. ¿Que significan las palabras insensatos y necios?

Ya hemos visto, en capítulos anteriores, la gran fuerza y peso del argumento de


Pablo en contra del grave peligro que las enseñanzas de los judaizantes
representaban para la iglesia de Cristo. Su celo por la pureza del evangelio del
nuevo pacto en Cristo le llevó a pronunciar maldición sobre cualquiera que trajera
"otro evangelio" que el que él ya había predicado allí. En este punto de la carta él
llega al nivel personal -¡y de qué manera!- cuando les declara con gran emoción,
"¡Oh gálatas insensatos!, ¿quién os fascinó para no obedecer..."

Es evidente que su preocupación por ellos es muy profunda y de gran urgencia.


Estas son palabras fuertes, no lo dude por un solo segundo. Me atrevo pensar que
un creyente demasiado sensitivo -como suelen ser demasiados cristianos- habría
tomado ofensa ante tales palabras. Tal vez el pensaría, "Y quién se cree que es
Pablo para hablarnos así... diciéndonos que somos insensatos... qué atrevido!" A
quien pensara así sólo habría que recordarle que Dios no sólo ama a los suyos sino
que nos reprende con vara espiritual, la cual en muchas ocasiones está en manos
del pastor amante de sus ovejas, pastor que no le teme a la resistencia de sus
ovejas más tercas y endurecidas.

En este punto de la carta, Dios asoma su vara correctiva para darle unos azotes
no meramente a los judaizantes -muchos de los cuales ni conocían el evangelio-
sino, mas bien, a sus ovejas errantes cuyos pies resbalaban del firme fundamento
del evangelio de Jesucristo. Es a los gálatas cristianos a quienes Dios les está
llamando "insensatos". Es a ellos que él procura rescatar del grave error de mezclar
el evangelio del nuevo pacto en Cristo con la ley ya caducada de Moisés, a saber,
los diez mandamientos.

Más adelante en este pasaje, Pablo les exclama: "¿Tan necios sois?" (v.3). Así
que, algo muy serio estaba ocurriendo entre estos creyentes que atentaba contra
su más básica fe en Cristo... tan serio como para decirles que actuaban de
manera insensata y necia. Actuar así bien podría ser por causa de falta de
conocimiento. Sin embargo, a ellos no les faltaba conocimiento sobre las verdades
y doctrinas envueltas ya que Pablo les había instruído en el evangelio. Por tanto, es
muy evidente que la insensatez y la necedad que Pablo reprende en ellos se debe a
que no andaban conforme a lo enseñado por él. Desobedecían los preceptos divinos
que él les había llevado a través de la comunicación del único y verdadero
evangelio de la sangre de Cristo, el evangelio del nuevo pacto.

Ya hemos visto en los capítulos anteriores -así como en la introducción a este


comentario sobre Gálatas- que el problema espiritual, doctrinal que había entrado a
estas iglesias era "el error de los judaizantes", los cuales procuraban
introducir al"evangelio de Cristo" diversas partes de la ley moisaica, creando así un
evangelio "nuevo", distinto. El que estos creyentes se hubiesen dejado llevar por tal
engaño los hacía merecedores de la reprensión del Señor, la cual evidenciaba que
actuaban como necios e insensatos. ¡Es cosa muy seria ante los ojos de Dios el
adulterar el evangelio que él reveló a través de su Hijo Cristo y los apóstoles
enviados por él!
II. ¿Que significa fascinó o hechizó?

Tan pronto Pablo se dirigió a esos gálatas "insensatos", les pregunta: "¿Quién
os fascinó para no obedecer...?" (v.1). Pablo quería saber, "¿Quién los
había hechizado?"... "¿Quién había capturado sus mentes y corazones de tal
manera que se desviaran en su fe y práctica a algo tan contrario, tan opuesto al
evangelio de Cristo?"

Seguramente Ud. sabe lo que es un "hechicero", un "fascinador". A veces se les


llama "encantadores", magos o adivinos. Caer bajo el hechizo de otro es quedar
atrapado por su atractivo, su encanto, sus dones y/o talentos. Muchos de los que
hablan desde los púlpitos son así, ¿verdad? Cautivan a sus oyentes con su
elocuente oratoria, con su música, con sus dotes del buen humor... saben tomar el
control de las gentes, convenciéndolas a su antojo. Los seres humanos somos así
en una medida u otra. El que mejor vende un producto nuevo es la persona que
sabe "hechizar" al potencial cliente con los beneficios de lo que vende.
¿Admitiremos que en ocasiones hemos admirado tanto los dones del habla de otras
personas que hemos deseado poseerlos también?

Así había ocurrido -y seguía ocurriendo- en las iglesias de la región de Galacia.


Los judaizantes habían logrado penetrar las iglesias cristianas recién formadas con
sus poderes de la razón, convenciendo a los incautos de que, si bien Dios había
dado a su pueblo los diez mandamientos a través de Moisés, seguramente él
querría que la naciente iglesia no dejara a un lado del todo esa ley tan buena y
necesaria. Y así sigue ocurriendo hoy en día, aunque con sus esperadas variantes.

Hace ya muchos años que hemos observado cómo los miembros de tantas iglesias
quedan mesmerizadas ante el poder de convencimiento de algunos predicadores. A
veces ha ocurrido que un pastor nuevo ha conducido a los miembros de su nueva
congregación en un cambio radical de las doctrinas que antes creían y practicaban.
Esto podría ser bueno, beneficioso, pero también suele ser muy dañino. "Bueno" en
el sentido de que el nuevo pastor les haya conducido a "pastos" de sana doctrina en
donde antes nunca habían sido alimentados, pero "dañino" cuando les convence de
que la verdad que antes creían no es, realmente, la verdad. ¡No nos asombremos
por un solo segundo de que así pudiera ocurrir! De hecho, ocurre muy a menudo.

Como ejemplo de la vertiente "dañina" de de este efecto mesmerizante de un


predicador sobre sus oyentes, consideremos un caso actual en el cual, desde un
país centroamericano, recibimos varias cartas electrónicas de un caballero que nos
acusa de ser "herejes" por atrevernos afirmar que estamos predicando el
"evangelio de la gracia". Según dicha persona, hay un sólo apóstol de la gracia...
tiene nombre, apellido y un grupo de seguidores que se someten a su liderazgo de
corte sectario. Se les olvidó que la "verdad" del evangelio no está encerrada en el
puño controlador de un hombre particular, sino en la Palabra eterna inspirada, y ha
de ser proclamada por todo ser viviente que ama a Cristo y le sirve como el Señor
de Señores. El Señor y dueño de su evangelio de gracia es el mismo Señor
Jesucristo; ¡ningún otro!

Sin embargo, cuán fácil logra un solo individuo persuadir a unos pocos (o muchos)
seguidores de que sólo él es el "portador" del evangelio de la gracia. Algo similar
había ocurrido con los gálatas, sólo que en relación a la ley mosaica del antiguo
pacto. Otro nombre bíblico para los tales es "anticristo", los cuales han estado entre
nosotros desde los tiempos bíblicos según el testimonio de 1ra de Juan.
Tal tendencia a "cambiar la verdad por el error" -aunque crean que lo nuevo sea
"verdad"- es prueba de nuestra propia fragilidad espiritual. Un día afirmamos
dogmáticamente que creemos lo que la Biblia enseña sobre tal o cual doctrina,
mas, muy pronto llega el día en que perdemos nuestro celo por esa verdad,
especialmente si ésta está bajo ataque, aceptando como verdad lo que el nuevo
predicador o pastor nos esté enseñando. Por eso Pablo le escribió a su hijo
espiritual, Timoteo, que "era buena cosa afirmar el corazón en la verdad".

Con el fin de implementar tal directriz de "afirmar el corazón en la verdad" es que


siervos fieles de Dios enseñarán siempre toda la verdad del evangelio. Si llegaran a
ocupar el púlpito de una iglesia en donde la enseñanza previa y actual no se ajusta
de manera consistente a las verdades bíblicas, se ocupará en instruirles según la
Biblia. Lo hará con paciencia, mansedumbre y amor; pero eso sí, ¡lo hará! Este
sería el caso de instruir a una iglesia con tal de que ponga la verdad en el lugar del
error en que andaban. Por tanto, todo cambio de doctrina no es dañino a las
ovejas, sólo aquel que los desvía de la verdad hacia el error.

Resumiendo, pues, este punto, afirmamos que somos muy propensos a ser
"llevados de aquí para allá con todo viento de doctrina", por lo que una de nuestras
constantes oraciones a Dios debería ser: "que nos haga crecer en el conocimiento
de la verdad como es en Cristo". Los hermanos en las iglesias de Galacia
enfrentaban ese mismo problema, a saber: "se les estaba llevando de la
verdad al error"... del evangelio de Cristo según se lo había predicado Pablo a una
perversión de ese evangelio al cual se le estaba agregando elementos de la ley
mosaica como si ésta aún estuviera vigente.

Es importante notar que no tenemos evidencia -al menos, en mis muchos años de
ser instruído por el Espíritu de Dios nunca la he visto- de que al cuerpo del
evangelio enseñado por Pablo se le estuviese quitando, cortando o eliminando
algunas de sus partes y/o doctrinas. La perversión al verdadero evangelio de Cristo
predicado por Pablo consistía -¡tan sencillo como usted lo lee en estas líneas!- en
que se le había agregado algo extraño, algo que no pertenecía allí, no importa que
haya sido parte vital de la antigua y ya caducada ley del pacto antiguo, los diez
mandamientos dados por Dios al pueblo de Israel a través de su siervo Moisés.

Por tanto, aquí vemos cómo un cristiano puede ser tan hechizado por un
mensajero del error que, aunque no le quite nada a lo que ya aprendió de Cristo,
con gran facilidad se atreve agregarle al evangelio creído como si esa añadidura
pudiera de alguna manera mejorar lo que Cristo ya estableció como su perfecta ley
para su iglesia. Debo agregar aquí que lo mismo ocurre cuando el liderato de una
iglesia intenta obligar una Confesión de fe sobre la iglesia para que la misma sea la
regla de fe y práctica de las ovejas allí congregadas.

No es que estemos en contra de las Confesiones humanas. Tienen su lugar y valor


siempre y cuando no sean la regla por la cual se mide la ortodoxia doctrinal de la
iglesia. Le invito a leer nuestra sección intitulada "Confesiones" en donde hallará
este tema examinado de manera extensa y detallada. La cosa es que, aunque no se
aparente "quitar" algo de la fe y doctrina profesada, es muy fácil añadir a dicha fe y
doctrina ciertos preceptos interpretativos que llegan a tener igual peso de autoridad
divina como la misma Biblia. Ocurre a menudo, ¡y de manera muy sútil! Por eso es
que a veces hay pastores y líderes en las iglesias que ante la imposibilidad de
afirmar: "esto es así y así", se ven forzados a reclamar: "Esto es así porque la
Confesión lo declara, por lo que es ley sobre nosotros", o "Esto se ha de creer así
porque es un legado de los santos varones de Dios de siglos pasados". Y así, tan
fácilmente, establecen fundamentos alternos a la fe de Cristo que sólo es legítima
cuando se basa en las santas Escrituras y en nada más.

Habiendo dicho ésto, debo agregar que hoy día se ve esta práctica de utilizar una
Confesión de fe con la intención de traer a los miembros de una iglesia bajo el
dominio de la ley mosaica, aunque sean sólo algunas partes de la misma. Este es
un asunto muy serio y merece nuestro rechazo y repudio tal como Pablo lo hizo con
las novedades judaizantes que eran impuestas sobre las iglesias de Cristo en
Galacia.

Pasemos, pues, a considerar la siguiente pregunta:

III. ¿Por qué Pablo les preguntó, "Quién os fascinó?

Habiendo ya definido las palabras que Pablo utilizó al reprender a los gálatas en
este inicio del capítulo 3, preguntémonos: ¿Por qué fue que él les preguntó, "Quién
os fascinó"?

La respuesta es, por un lado, muy sencilla. El ya sabía que ellos habían "abierto la
puerta" de sus iglesias y, más que nada, de sus mentes y almas al error doctrinal
llevada hasta ellos por los judaizantes, esa gente que no podía soltar a Moisés, los
diez mandamientos ni las tradiciones comunes que habían recibido de sus padres.
Él sabía que no meramente habían escuchado a los judaizantes sino que ya estaban
implementando en sus iglesias algunas de esas tradiciones que sólo fueron
legítimas cuando el pacto antiguo era el pacto vigente sobre el pueblo de Dios. Más
adelante habremos de considerar varias de esas tradiciones que se mencionan de
manera específica en el capítulo 4.

Habiéndose dirigido a ellos así, "¡Oh gálatas insensatos!", les pregunta, "¿Quién
os fascinó para no obedecer?..", debido a que le extraña sobremanera que
creyentes, que en un momento de su vida como cristianos fueron tan celosos en
amar y obedecer la verdad según es en Cristo, hayan podido dejarse engañar o
hechizar de tal manera como para dar lugar a la práctica de esta nueva modalidad
"pervertida" del genuino evangelio que él les había enseñado cuando estuvo entre
ellos.

No puede más que atribuir tal desliz al hecho de que alguien los ha hechizado...
los han engañado de tal manera que ni siquiera su espíritu o consciencia se dio
cuenta de que le habían "pasado gato por liebre" (refrán muy conocido en Puerto
Rico). Es decir, tal parece que les quiere dar el beneficio de la duda, no acusándolos
de haber abandonado el verdadero evangelio debido a su obvia desobediencia e
incredulidad. Sus palabras les dan a entender que él atribuye tal tropiezo al hecho
de que "alguien los había hechizado". Se les había presentado esta nueva versión
del evangelio con "brillo de oro". Parece que se les olvidó que "no todo lo que brilla
es, realmente, oro refinado".

Volviendo sobre algo que señalé arriba, le recuerdo, estimado lector y estudiante
de la Palabra, que todos nosotros somos muy propensos a tropezar en el mismo
tipo de engaño. ¡Cuántas veces no aceptamos lo escuchado como "verdad" debido
a la personalidad tan magnética del orador! ¡Cuántas veces no somos atraídos por
los variados talentos, sean musicales, gráficos u otros, de quienes se nos presentan
en el púlpito de la congregación o en la tarima en alguna actividad "religiosa" en
otro lugar, pensando que, "si son tan talentosos, ciertamente tienen que contar con
el favor de Dios"... "si los oyentes los aplauden, seguramente Dios también los
aplaudirá"!

Algunos de ustedes saben que soy músico pianista, siervo del Señor. Sin
embargo, he visto cómo tantos evangélicos no me reciben en sus iglesias
argumentando que mi estilo de interpretar los nuevos himnos que Dios me ha dado
así como los ya conocidos y amados por tantos cristianos es uno demasiado
conservador; que no tiene el atractivo del ritmo que tanto gusta a los jóvenes, y
que la letra es excesivamente bíblica, doctrinal. ¿Qué refleja tal tipo de argumento?
Que la filosofía predominante en una gran cantidad de iglesias es una que juzga
como "bueno" aquello que atrae, que brilla, que gusta a los jóvenes, etc. ¡Y eso que
muchos de estos nuevos cánticos tienen sabor musical de distintos países
hispanohablantes!

A muchos se les ha olvidado que Isaías profetizó de Cristo que, "Verlo hemos,
pero sin atractivo..." (Isaías 53). No es que el evangelio verdadero no tenga su
especial atractivo espiritual; sí tiene ese atractivo, pero sólo para los que tememos
a Dios. El pecador no ve el evangelio como algo atractivo, y aquellos que
predicamos fielmente el evangelio nunca debemos olvidar que nuestra meta al
llevar la Palabra no ha de ser la de atraer a los hombres hacia algo bonito y
atractivo sino, mas bien, la de anunciarles que Dios abomina el pecado y al
pecador, llamándoles a que se arrepientan de su pecado cuanto antes y crean en el
Señor Jesucristo.

Sin embargo, hay una realidad innegable, y es que los cristianos vivimos aún en la
carne... carne que tiende a gustar lo llamativo, lo nuevo, lo bonito... en fin, lo que
brilla como el oro. Y eso también afecta lo que a doctrina respecta. A veces lo que
hemos creído por mucho tiempo suele perder su brillo -y aquí asumiremos que
hemos creído en el verdadero evangelio- "por lo que venimos a ser fácil presa de
quien trae algo nuevo, o cuanto menos, unas variantes interesantes a esa doctrina
que ya no nos llena o satisface por haber llegado a ser rutinaria.

Oremos que Dios nos ayude a ser como Pablo, quien dijo que "...sabía en quién
había creído, y que era poderoso para guardar su depósito (de fe) hasta el día de
su venida". Tampoco olvidemos el hecho de que, en las primeras líneas de esta
carta a los gálatas, el mismo apóstol declaró que si "él llegara a cambiar la doctrina
del evangelio que había predicado", que fuese él, también, "maldito". Es decir, dejó
abierta la posibilidad de que su carne y espíritu le traicionara, llevándole a pervertir
el verdadero evangelio que había conocido y predicado por lo que también debería
ser maldito de Dios. Sin embargo, esa poco probable eventualidad no cambió el
hecho de que testificara sin duda alguna de su fe en Cristo y la fidelidad del Señor
para con él y todos los que en él (Cristo) creyeren.

Resumiendo, pues, este punto, vemos cómo Pablo reprende a estos hermanos por
haberse dejado llevar de estos "hechiceros" a otro evangelio. Les afirma que se han
dejado fascinar o hechizar a tal grado que "han dejado de obedecer la verdad". Esto
nos lleva a la siguiente pregunta:

IV. ¿Cuál era la verdad que ellos estaban desobedeciendo?

La respuesta a nuestra pregunta no está lejos, ya que forma parte de la pregunta


de Pablo a los gálatas, "¿Quién os fascinó?" Les dice en su pregunta: "... a vosotros
ante cuyos ojos Jesucristo fue ya presentado claramente entre vosotros
como crucificado?"
Aunque los versos que siguen elaboran sobre la manera en que la fe de Cristo les
llegó, el corazón del problema está en que algo habían perdido de vista, algo
habían pervertido en lo que al significado de la crucifixión de Cristo respecta.
Muchos yerran al describir esta porción de la pregunta como una mera mención de
la verdad histórica de que Cristo realmente fue crucificado, infiriendo que a ellos se
les había olvidado la realidad histórica de su muerte. Nada podría estar más lejos
de la verdad en este caso.

Así, pasan por alto el corazón del trágico error acaecido en estas iglesias quien así
explica este texto. Aquí hay algo más, algo de suma importancia a la fe de Cristo,
algo que toca en la profunda y gloriosa diferencia entre la ley del antiguo pacto
bajo Moisés y la nueva ley del nuevo pacto en Cristo. Tiene que ver con
el significado de la crucifixión.

¿Qué fue, pues, lo que ocurrió en la crucifixión de Cristo que tanto incide en este
problema doctrinal tan serio en las iglesias de Galacia? ¿De qué manera incide lo
que Cristo obró en su muerte en el problema tan serio que los judaizantes habían
creado en estas iglesias? Aunque la meta nuestra es ofrecer un adecuado
comentario práctico sobre la epístola de Gálatas, requeriría otro comentario o libro
completo para tratar de manera adecuada lo que la Biblia nos enseña acerca de la
muerte de Cristo en la cruz, desde las profecías hasta el cumplimiento y todos los
aspectos prácticos que surgen después en los escritos inspirados de los apóstoles.

Sin embargo, consideremos de manera muy resumida el significado de la muerte


de Cristo en la cruz, en particular lo que atañe al argumento que Pablo está
presentándole a los gálatas mediante esta carta, no perdiendo de vista este hecho
tan evidente: el error en que habían caído estos creyentes debido a la poderosa
influencia del "hechizo" sobre ellos confligía directamente con el propósito, la obra y
el resultado de la obra de Cristo en la cruz. Si así no fuere, Pablo no les diría tan
específicamente que la "desobediencia" de ellos -"para no obedecer"- ocurría sólo
porque se habían apartado de algo que se les había enseñado de manera muy
"clara" -presentado claramente-, a saber, la crucifixión de Cristo -"...Jesucristo...
crucificado".

No es que ellos hubiesen comenzado a negar que Cristo de veras haya muerto en
la cruz. Tampoco sugiere que habían puesto en tela de juicio el que la muerte de
Cristo ocurrió con el fin de traer "salvación", esperanza eterna al hombre pecador.
Es importante recordar que, de acuerdo al testimonio bíblico, el error traído por los
judaizantes no se caracterizaba por "eliminar" alguna de las obvias obras realizadas
por el Señor Jesucristo, sino más bien por "añadir o agregar" a dicha obra -no
vista por ellos como perfecta y completa- algunos elementos de la ya caducada ley
mosiaca, alegando ellos que tal combinación era la que produciría la verdadera
salvación eterna.

La verdad de esta afirmación queda demostrada en el caso ocurrido en Antioquía


de Siria, cuando, según Hechos 15:1, "...algunos que venían de Judea enseñaban a
los hermanos: Si no os circuncidáis conforme al rito de Moisés, no podéis ser
salvos". A pesar de que algunos argumentarían que la circuncisión no era en sí
parte de la ley mosáica debido a que llegó a la misma desde los "antiguos" días de
Abraham, sería cerrar los ojos para no querer ver lo escrito en la Biblia si
negáramos que este texto afirma la "necesidad de la circuncisión" dentro del muy
específico contexto del "rito de Moisés".
Puesto de otra manera... en palabras comunes de nuestro diario hablar... lo que
estos judaizantes imponían a los creyentes era algo así (nuestro resumen): "Está
bien que ustedes crean en Cristo. Es cierto que él murió en la cruz. Pero... PERO...
no dejemos a un lado algo tan importante de la ley de Moisés como la circuncisión.
La ley de Moisés es aún válida, al menos ésta parte y varias otras, por lo que no la
dejemos a un lado si es que de veras ustedes quieren ser salvos". Eso era lo que le
requerían a los gálatas.

¡Y estas ovejas de Cristo se habían tragado espiritualmente la carnada con todo y


el anzuelo! No es difícil ver algunos de los serios errores en tales afirmaciones, el
mayor de los cuales es -en mi opinión personal- la negación de que la obra de
Cristo en la cruz haya sido una completa, perfecta, capaz de producir eternamente
una salvación eterna. Fíjese, mi estimado lector y estudiante, que estos judaizantes
no estaban negando cierta validez de la muerte de Cristo -recuerde las palabras de
aquellos discípulos que iban rumbo a Emaús luego de la resurrección de Cristo. Le
preguntaron a Cristo, no sabiendo quién él era: "¿Eres tú el único forastero en
Jerusalén que no te has enterado de las cosas que en ella han acontecido en estos
días?"

Es decir, nadie, o al menos casi nadie, se atrevería negar la muerte de Cristo y su


posterior resurrección. Ni aun los judaizantes. Por tanto, la táctica venía a ser:
intentar que los creyentes de Jesús agregasen algunos requerimientos de la ley de
Moisés a lo que ahora profesaban creer tocante a Cristo. Así, y sólo así, podrían
ellos ser salvos. Así pensaban y enseñaban estos enemigos del evangelio de Cristo.
Y así estaban tropezando muchos nuevos creyentes ante la persuasión encantadora
de estos fascinadores. Una final observación sobre esto último:

Conocemos a pastores y maestros de la Biblia que negarían rotundamente la


necesidad de obedecer elementos de la ley mosaica a fin de que la salvación en
Cristo sean completa y perfecta, quienes por el otro lado insisten que los creyentes
vivan bajo el dominio de la llamada "ley eterna o pacto eterno" de Dios -la cual no
es otra cosa que los 10 mandamientos- por lo que el llamado "día del Señor"
adquiere, para ellos, un estado autoritario y obligatorio sobre todo creyente que
pretenda obedecer y agradar a Dios. Luego de algunas vueltas en sus
razonamientos admitirán que sólo se santificará el cristiano cuando esté sometido a
toda la ley de los mandamientos, obedeciendo cabalmente sus requerimientos.

Esto lo vemos en nuestro derredor y nos apena mucho ver a estos modernos
judaizantes -aunque rechacen tal descripciópn como ofensiva- llevar presas a las
ovejas bajo su custodia a la ley mosaica con tal de que sean santificados en su vida
diaria. La Palabra de Gálatas es una advetencia contra los tales. Es una advertencia
para nosotros a fin de que no caigamos en tal trampa de error. Volviendo al
corazón del argumento ante nosotros, queda meridianamente claro que el dar lugar
a la más mínima "añadidura" de la ley de Moisés a la fe de Cristo constituía -y
constituye- de por sí una negación del verdadero significado de su muerte en cruz.
Eliminaba la "exclusividad" de la obra de Cristo para poner en su lugar una obra
híbrida, un "fuego extraño" contrario a lo revelado y obrado por Dios.

Más adelante veremos cómo la "circuncisión" no era el único elemento de la ley


mosaica que los creyentes en Galacía habían estado incorporando a su fe cristiana.
Sin embargo, el severo pecado de despreciar la perfecta obra de Cristo en la cruz
no se constituye como tal cuando se cometen más de "X" número de violaciones,
ya sea por añadidura o por eliminación. ¡No! Se resiste la verdad de Dios cuando,
en lo más mínimo -ya sea un sólo detalle- rechazamos que lo revelado en la
Palabra tocante a la obra de Cristo en la cruz y el nuevo pacto establecido en su
sangre sea la verdad completa y perfecta; cuando insistimos en que es necesario
"retener" lo que Dios quitó en la muerte de su Hijo. Tal vez algún lector tomará
estas palabras de manera personal y se ofenderá, sintiendo que no es justo que se
afirme que la persona que así cree y practica esté rechazando la Palabra revelada.

Sin embargo, afirmar que se recibe la Palabra como autoritativa y que se obedece
no cambia el hecho de que insistir en mantener viva y vigente la ley mosaica en
cualquiera de sus partes, ya sean mínimas o no, constituye un rechazo al
testimonio específico de la Palabra tocante a estas áreas de doctrina. Negar ésto es
-como decimos aquí en Puerto Rico- "intentar tapar el cielo con la mano". A fin de
cuentas, afirmamos que insistir en retener la circuncisión como parte legítima del
evangelio de Cristo es una afrenta al mismo.

También afirmamos que insistir en retener cualquier parte de la antigua ley


mosaica, ya caducada, tales como la observación de días, meses, sábados, leyes
dietéticas, etc., como parte legítima del evangelio de Cristo es una afrenta al
mismo. Es negar que el nuevo pacto en Cristo es el único fundamente de la fe. Es
negar el testimonio bíblico al respecto. Es caer bajo el efecto del hechizador que
busca cautivar las almas para retenerlas presas bajo el yugo de la ley que mata.

En su muerte, Cristo cumplió y satisfizo las demandas de la ley. Estableció el


fundamento del nuevo pacto que, según Hebreos, dejó como viejo y caducado al
antiguo. Le ley de Cristo es la de la libertad -¡no de "libertinaje", que es otra cosa
muy distinta al evangelio de Cristo!. Intentar vivir, pues, en el evangelio "con
elementos de la ley mosaica aún presentes" era y es desconocer el verdadero
significado de la muerte de Cristo en la cruz. Consideremos, pues, nuestra próxima
pregunta:

V. ¿Cuál es la diferencia entre recibir el Espíritu por la ley o por la fe?

Habiendo Pablo reprendido a estos hermanos en la fe con su pregunta, "¿Quién os


fascinó para no obedecer a la verdad...?" y afirmado que ahora no veían o
entendían claramente el significado de la crucifixión de Cristo, les dice que desea
averiguar algo... algo de suma importancia, ya que la respuesta revelará si en
realidad han conocido a Cristo o si lo que tienen es una mera apariencia de vida
espiritual lograda a través de la obediencia a la ley. Veamos.

Pablo les preguntó: "¿Recibisteis el Espíritu por las obras de la ley, o por el oir de
la fe?" Sin pausa alguna, les hace tres preguntas más, las primeras dos siendo:
"¿Tan necios sois? ¿Habiendo comenzado por el Espíritu, ahora vais a terminar por
la carne?" De la primera pregunta se desprenden varios hechos innegables:

1. Ellos habían recibido el Espíritu de Dios; no hay duda de ello. Recordemos que
"recibir el Espíritu" de Dios es sinónimo con "ser salvos", haberse "convertido" a
Cristo, haber "nacido de nuevo". Es decir, ellos eran genuinos creyentes, seguidores
de Cristo. La salvación de ellos no estaba bajo tela de juicio o duda alguna. Como
hemos visto desde el principio de esta epístola, se trata de creyentes diseminados
en numerosas iglesias a través de una vasta región territorial conocida como
Galacia. Habían recibido el evangelio... habían creído en Cristo... poseían esperanza
eterna.
Mas, estaban bajo el constante ataque y presión de parte de los judaizantes para
que "agregaran a su profesada fe" en Cristo algunos elementos básicos de la ley
mosaica del antiguo pacto.

2. Que o se recibe el Espíritu (salvación) mediante "las obras de la ley" o "por el


oir de la fe". Definitamente no fue por una combinación de ambas. No es que Pablo
esté sugiriendo que la vida en Cristo podría recibirse de manera indistinta por uno
de dos caminos o precesos, a saber: por "la ley" o por "la fe". ¡Definitivamente no!
Si así fuera, sus argumentos a través de esta epístola se mostrarían ser altamente
conflictivas entre sí.

No hay que abundar más sobre ese particular. Lo que el apóstol procura hacer con
esta pregunta es poner a los destinatarios de su carta a pensar... a preguntarse:
"¿Cómo fue que llegamos a conocer a Cristo? ¿Cómo fue que el Espíritu de Dios
obró en nosotros para traernos vida? ¿Fue acaso por esfuerzos nuestros por
obedecer la ley de Moisés o fue porque oímos la Palabra del evangelio y la creímos
debido a la fe que Dios nos dio?

En esta pregunta no cabe lugar para duda alguna sobre la fuente de la vida eterna
en Cristo. ¡O se recibe mediante la sujeción plena a la ley mosaica de los diez
mandamientos -es decir, el antiguo pacto- o se recibe mediante la fe en Cristo
obrada por el Espíritu. Afirmar que la vida en Cristo pueda llegar a un pecador
mediante su obediencia a la ley ya descrita sería retar el testimonio claro del Nuevo
Testamento. La ley, o letra, mata, mas el Espíritu es el que vivifica.

Por el otro lado, ¿quién se atrevería negar el glorioso mensaje del evangelio de
Cristo tan elocuentemente entregado a nosotros por el Espíritu a través del Nuevo
Testamento, en el sentido de que la esperanza eterna nos llega sólo mediante la fe
en Cristo: fe que nos es dada como un don de Dios de tal manera que nadie se
gloríe? Hay quienes insisten en enseñar que la ley de Moisés es el instrumento que
nos "trae" a Cristo. Tal afirmación raya en ser una blasfema, ya que es
el atribuirle a la ley lo que es obra exclusiva del Espíritu de Dios.

Quien así habla realmente tiene vendas sobre sus ojos. No hace mucho leía cómo
un pastor cristiano -de cuyo testimonio como creyente no tengo la más mínima
duda- había escrito que "la leyES nuestro ayo para traernos a Cristo". Sin darse
cuenta, torcía las palabras en el capítulo 3 de esta epístola (que luego estaremos
considerando) que dicen que "la ley FUE nuestro ayo para traernos a Cristo" con el
fin, así, de justificar el uso actual de la ley de Moisés como instrumento
evangelizador conducente a la fe en Cristo.

El no podía comprender que esas Palabras de Pablo son un testimonio al hecho de


que la "pasada" -ya caducada- ley mosaica condujo al pueblo de Dios hasta ese
momento en que Cristo obraría en la cruz el nuevo pacto con sus beneficios
eternos al alma, basados éstos en su sangre derramada. Le tuve que escribir sobre
el particular; luego de un tiempo me respondió aceptando lo que yo le había
aclarado, aunque con ciertas reservas. El asunto importante en todo esto es que,
primero, la vida espiritual en Cristo comienza con la obra del Espíritu de Dios quien
es el único que nos convence de nuestro pecado y, segundo, nos comunca la fe que
nos capacita para creer en Cristo como Señor y Salvador. Esto no lo hace la ley...
nunca pudo ni puede ni podrá hacerlo. ¡Es obra exclusiva del Espíritu de Dios!
Olvidar la realidad de este glorioso comienzo de "la vida en Cristo" donde
poseemos "esperanza eterna" tiene graves peligros. No sólo nos priva del gozo y
las múltiples bendiciones de nuestra salvación sino que abre la puerta a que
comencemos a dar lugar a otros elementos "añadidos" que supuestamente
"incrementarán" los beneficios de dicha esperanza eterna.

Olvidar lo que Dios comenzó en nosotros mediante la obra de su Espíritu nos hace
merecedores de la próxima pregunta tan corta: "¿Tan necios sois?" No vayamos a
pensar que Pablo es demasiado dado a las ofensas contra sus hermanos. Los ha
llamado insensatos... y ahora, ¡necios! Es que se trata de asuntos tan serios que no
se le puede "pasar la mano de manera suave".

Son palabras fuertes las requeridas para despertar a un creyente del hoyo de su
propio error. A veces un(a) hermano(a) creyente reacciona ofendido(a) a una
reprensión legítima de otro hermano(a) que no sólo le ama sino que también de
veras ama a Cristo. El genuino cristiano se dará cuenta de su error de "sentirse
ofendido", y buscará el perdón de Dios por ello, ya que entenderá que Dios azota al
que ama y tiene por hijo. Es parte de la disciplina en la fe que nos conduce hacia la
rectitud ante Dios.

¡Sí! Eran necios por haber olvidado. Mas, también eran necios en cuanto dicho
olvido ahora les ha colocado en un derrotero carnal, legalista con el fin de obtener
así lo que sólo se obtiene por la obra del Espíritu de Dios "aparte de la ley".
Consideremos este aspecto en la siguiente pregunta:

VI. ¿Qué está comparando Pablo cuando habla de "comenzar por el Espíritu" y
"terminar por la carne"?

Repasemos esa pregunta ya citada arriba, a saber: "¿Habiendo comenzado por el


Espíritu, ahora vais a terminar por la carne?" La anterior pregunta ya considerada
deja muy claro el hecho de que era el Espíritu de Dios el que habían recibido
cuando creyenron. Esa pregunta giró más alrededor de la dicotomía entre haber
"recibido el espíritu por las obras de la ley" o "por el oir con fe".

Sin embargo, la pregunta que tenemos de frente en este momento toma por
sentado ese mismo hecho de que la "vida en Cristo" de estos creyentes había
comenzado con la obra del Espíritu de Dios. No había duda de tal hecho. Mas, la
pregunta concluye agregando lo que sigue: "¿... ahora vais a terminar por la
carne?" ¿Cuál es la comparación que el apóstol está estableciendo entre ese
"comienzo por el Espíritu" y el subsiguiente "terminar..." o proseguir "por la
carne?

No entender el significado de estas palabras conducirá a muy serios errores, pues


una de las claves para un claro entendimiento de lo que aquí se dice es el saber a
qué se refiere Pablo con el término "carne". En un punto anterior ya hemos tocado
en el término "carne", señalando que al llegar al capítulo 5 habremos de considerar
otro significado o uso para el mismo. Por el momento, sólo afirmaremos que, en el
uso que tenemos ante nosotros, por nada está ni siquiera sugiriendo "obras de la
carne" en ese sentido particular de la "conducta pecaminosa de la carne".

Aunque ese sí es uno de los usos principales para dicho término en la Biblia, en el
texto ante nuestra consideración en nada se refiere al pecado de la carne en ese
sentido general que a todos nos toca. Aquí habla, según vimos en varios textos en
el capítulo 2, de ese esfuerzo humano por intentar implementar en carne propia los
requerimientos o demandas de la ley mosaica. Esa era la primordial razón por la
cual dicha ley no podía santificar... ¡un pecador esforzándose a obedecer lo
que su alma naturalmente aborrece! ¡Imposible de hacer!

El pueblo hebreo recibió a menudo el aviso de que si "hicieren las obras de la ley,
vivirían". "Hacerlas" significa ponerlas por práctica... hacer de ellas la verdadera
norma de conducta del diario vivir. Sin embargo, el testimonio bíblico es más que
claro en el sentido de que la ley mosaica, dada por Dios en el Sinaí, aunque
buena, no podía ser cumplida por sus súbditos. ¿Sería por algún defecto de la
ley misma, de su contenido? ¡Definitivamente no! El defecto consistía en la
incapacidad humana de poder cumplirla debido al pecado innato en cada ser
humano, incluyendo a los hebreos.

"Terminar por la carne", pues, tiene un muy claro significado que un honesto
escrutinio de esta Palabra nos revelará. Se trata de un presente y futuro esfuerzo
por implementar aquellos aspectos de la ley mosaica que los líderes les imponían
como necesarios para complementar su salvación. Eso de guardar un día o de
observar cualquier otro requerimiento no era cosa pequeña o inocente sin serias
repercusiones dañinas y destructivas. Era echar a un lado la obra del Espíritu
santificador para poner en su lugar la obediencia a la ley como el facilitador para la
santificación.

Me he dado con "maestros" de la Palabra que aunque admitirán que la


observación del sábado y otros aspectos de la antigua ley mosaica -a pesar de que
ellos no aceptan el calificativo "antiguo"- quedan a la discreción de una supuesta
"libertad cristiana", por otro lado mantienen una constante presión sobre las ovejas
bajo su cuidado en el sentido de que los diez mandamientos SON ley sobre
nosotros... son el "eterno pacto de Dios", cosas sin respaldo bíblico alguno.
Conozco a un pastor quien afirma ante sus ovejas que "la manera en que las ovejas
obedecen los diez mandamientos está sujeta al criterio personal de cada uno".

Si así fuera, no sería difícil mostrar que se han inventado una nueva ley extra-
bíblica, ya que la moisaica había que cumplirla al pie de la letra so pena de muerte;
mas la ley de Cristo, obrada en los corazones de los creyentes, es implementada en
nuestras vidas bajo la dirección y ayuda del Espíritu de Dios. Pero, ¡que enseñen
que hay unos diez mandamientos cuya obediencia está sujeta a la discreción de las
ovejas!... es asombroso. No sé, pero para mí eso surge de otra Biblia que no es la
Palabra de Dios. Me huele a "otro evangelio" que no es evangelio.

En resumidas cuentas, lo que Pablo les pregunta a los creyentes con estas
palabras es tan sencillo como esto: "Si su vida en Cristo comenzó por el oir de la
Palabra mediante la fe obrada en ustedes por el Espíritu de Dios, cómo es que
ahora ustedes pretenden proseguir en su crecimiento espiritual al amparo de una
ley de obras que no les pudo salvar? ¿Acaso les podrá santificar, cuando ni siquiera
la primera obra santificadora, salvadora estaba a su alcance? En realidad, estas
preguntas de Pablo son retóricas.

¿Qué significo con ésto? Es muy sencillo... la respuesta queda implicada en la


pregunta. En otras palabras, Pablo les está afirmando que ellos recibieron, en
efecto, el Espíritu mediante el oir con fe; que realmente no son necios; que de
veras no podrán terminar o progresar en su fe mediante la sumisión a la ley. Sus
Palabras tienen el propósito de sacudirles la conciencia, de hincarles un tanto en el
espíritu a fin de que vean el grave error que han cometido. Por eso su próxima
pregunta sugiere el posible fracaso y vanidad de su tan profesada fe en Cristo.
Veamos:

VII. ¿Por qué Pablo les pregunta, "¿Tantas cosas habéis padecido en vano?, si es
que realmente fue en vano."

¡Tanta profesión, tanta fanfarria con su nueva vida en Cristo para dejarlo todo
"irse a pique" por dejar el camino de la fe para regresar al de la ley! Queda claro
que ellos habían padecido mucho por su fe. Habian sido perseguidos, lo que implica
que amaban lo suficiente a su Señor como para estar dispuestos a pasar por la
injuria de la persecución. La pregunta, pues, "¿...habéis padecido en vano?" revela
que la fe de ellos había sido lo suficientemente clara como para atraer el rechazo y
odio de aquellos que nada querían saber de Cristo y su evangelio.

Preguntarles si todo esto habría sido en vano es, para mí, una forma de obligarlos
a pensar seriamente en lo que estaban haciendo ahora, de traer sobre ellos cierto
sentido de vergüenza y humillación. Indudablemente ese fue el resultado en
muchos de ellos. Esto se infiere de las palabras finales de este texto, "...si es que
realmente fue en vano". Ahí abrió la puerta para que se pueda afirmar, en su
momento, que jamás fue en vano la obra de Dios en ellos y la subsiguiente
persecución. Habían tropezado; habían abierto la puerta de sus almas para ser
subyugados por "la ley que ya no regía sobre ellos". Por eso Pablo alberga la
esperanza de que todo lo ya transcurrido no habría sido en vano.

Es una palabra de aliento en medio de la prueba, un aliciente en medio de la


tormenta. Teniendo en mente que este azote judaizante contra los creyentes en las
iglesias de galacia no había cesado, les recuerda mediante esta última de las seis
preguntas hechas en tan breves palabras que, no sólo era constante el ataque de
los enemigos de la gracia de Dios sino que también era fiel y constante la
instrucción espiritual de parte de sus amados maestros. A tono con esta realidad,
consideremos:

VIII. ¿Por qué Pablo pregunta si quien ministra entre ellos lo hace "por las obras
de la ley o por el oir con fe"?

Al igual que la antepenúltima pregunta –arriba– hecha a los creyentes de Galacia,


el Apóstol quiere con esta última pregunta obligarlos a meditar sobre la realidad de
la función de sus pastores en la enseñanza de la Palabra a ellos. Es, nuevamente,
una pregunta retórica que "no busca averiguar algo que se desconozca" sino que
"afirma lo que todos ellos ya conocen por experiencia", a saber, que sus maestros
NO están ministrando a sus almas al amparo y con la fuerza y el poder de la ley
mosaica -los diez mandamientos- sino bajo la dirección del Espíritu de Dios quien
obra en los corazones mediante le fe de la Palabra oida.

Recordemos esas tan incisas palabras de Pablo a los romanos cuando les dijo: "Así
que la fe viene por el oir; y el oir, por medio de la Palabra de Dios" (Romanos
10:13). No es asunto de "oir y hacer" sino de "oir y creer por la fe". Esa es una de
las grandes diferencias fundamentales entre vivir bajo la
ley mosaica y vivir en la fe de Cristo.

Si bien es cierto que vivir en la fe de Cristo requiere nuestra más concienzuda


obediencia, la misma no es causal para la obtención del favor de Dios sino más bien
la demostración de que él ha obrado su gracia en nosotros. Por el contrario,
cualquier intento por poner en práctica (obedecer) el más mínimo requerimiento de
la ley hace de tal acción una "obra de la carne... obra de la ley". Tome nota,
estimado lector y estudiante, que lo que digo no es opinión mía. ¡No! Es lo que la
Palabra de Dios establece y, por tanto, hemos de sujetarnos a lo revelado. Esta
identificación particular de que "el poner la ley por obra" se exprese como "obras de
la carne" se repite varias veces en esta epístola de Pablo a los gálatas.

Tal vez la línea divisora entre éstas no sea tan marcada para algunos. Sé de
pastores que con sinceridad de espíritu entienden que guían a sus ovejas en la
gracia al requerirles a ellos la fiel sumisión a los diez mandamientos. En el proceso
también le requieren a sus ovejas someterse a los rigores sabáticos propios sólo del
tiempo cuando la ley mosaica tenía vigencia. Ellos admitirán que la ley de Moisés
no está sobre nosotros a la misma vez que insistirán en que los diez mandamientos
sí lo están, no comprendiendo el claro testimonio bíblico de que ambas cosas son
una y la misma cosa.

Hace poco un pastor me escribió -en defensa de su posición legalista, aunque no


admitida así por él- y en cierta literatura que me envió insistió en que los diez
mandamientos nada tienen que ver con Sinaí y Moisés sino con la Creación cuando
Dios descansó en el séptimo día. ¡No podía creer lo que leía! Yo me preguntaba, "¿Y
qué Biblia será la que él usa ya que la mía me enseña que Dios dio su pacto a
Moisés, las diez palabras, en el monte Sinaí, el día que sacó al pueblo de Egipto por
la mano?"

Este estudio jamás pretenderá entrar a todos los argumentos esbozados por los
defensores del híbrido, "ley/gracia" -los dos juntitos y bien mezclados- mas, no
podemos pasar por alto esta triste realidad de que sí existe en nuestro derredor un
gran esfuerzo por promover la sujeción a los 10 mandamientos, tal como existió
entre los gálatas en los días de Pablo. Es el mismo error teológico; es el mismo
enemigo de la gracia verdadera aunque se vista con atuendo de gracia y tome para
sí mucha de la misma terminología. Esta pregunta de Pablo a los creyentes gálatas
tiene tanta validez hoy como en los días de Pablo.

Cuando un legítimo ministro de Dios alimenta a las ovejas de Cristo, sea


instruyéndolas, corrigiéndolas o reprendiéndolas (eso es lo que implica el término
"suministra el Espíritu"), ¿lo ha de hacer con la fuerza y rigidez de la ley mosaica –
es lo que significan las palabras, "por las obras de la ley"– o con espíritu de fiel
maestro de la Palabra quien depende de que el Espíritu de Dios sea quien haga la
obra en ese corazón? O es uno o el otro, pero no ambos, ¡y definitivamente no la
primera opción!

Quien guarda el sábado (ya sea en domingo) porque se le requiere y/o ayune ese
"sábado" porque es la norma o "ley" en la iglesia, anda en el camino de "las obras
de la ley". No importa que el tal lo esté haciendo con sincero corazón y plena
intención de sujetarse obedientemente a su pastor o pastores. Está "haciendo" u
"obrando" con tal de recibir el beneficio prometido. Por el contrario, quien sabe que
no está bajo ley y entiende que no se le requiere sujeción a ley alguna que no sea
la "ley de Cristo", hará todo lo que hace sólo por amor al Señor, sabiendo que ya
goza del favor de Dios debido al sacrificio perfecto de Cristo en la cruz. Agregaré la
observación de que ciertamente el pastor que guía ciegamente a las ovejas en el
camino de las obras de la ley tendrá mayor culpa que la oveja que humildemente le
obedece. Es una gran responsabilidad que pesa sobre los que pastoreamos la grey
del Señor; hemos de hacerlo según la ley de Cristo y ningún otra.
Debo ofrecer una palabra de aviso a cada lector en el sentido de que se cuide de
quienes le ataquen su genuina libertad en la ley de Cristo del nuevo pacto
acusándole de ser un "violador de la ley de Dios" o uno que sigue tal postura
doctrinal con tal de abrir la puerta al libertinaje de la carne. En cuanto a lo primero,
no dude por un solo segundo el testimonio de la Palabra de Cristo en cuanto a la
naturaleza del nuevo pacto. Pídale a Dios que le conceda compasión por quien anda
en tal error y confusión, y procure mostrar al tal el amor de Cristo. Sólo así podrá
mostrarle la gloria de lo que es vivir "libre de la condenación de la ley".

Deje la obra de convencer al tal en las manos del Señor, pues sólo él podrá obrar.
En cuanto a lo segundo, deberá cuidarse usted mismo(a) de caer en el error de que
"libre de la ley mosaica o 10 mandamientos", puedo hacer lo que quiera. Vivir así
sólo mostrará que no conoce y mucho menos vive en la gloriosa libertad de la
gracia. Esa libertad no abre la puerta a la satisfacción de la carne. Por el contrario,
la cierra más fuertemente porque nos cautiva al amor de Cristo. Nos hace desear
agradarle en todo.

Nos ayuda a vivir según el precepto revelado cuando Pablo preguntó a los
Romanos, "¿Qué pues, diremos? ¿Seguiremos en el pecado para que la gracia
crezca? ¡En ninguna manera! Los que hemos muerto al pecado, ¿cómo viviremos
aún en él! (Romanos 6:1-2). Repite el mismo aviso un poco después diciendo,
"¿Qué pues, pecaremos, porque no estamos bajo la ley, sino bajo la gracia? ¡En
ninguna manera! ¿No sabéis que si os sometéis a alguien como esclavos para
obedecerle, sois esclavos de aquel a quien obedecéis..." (6:15-16).

Notemos esta muy evidente verdad bíblica en el sentido de que "estar bajo la
gracia de Dios", según contrasta con el "no estar bajo la ley", es la norma para el
creyente en Cristo, no es una opción. No estamos bajo la ley. Así como "en
Cristo" hemos de vivir libre del pecado, también hemos de vivir libre del yugo de la
ley, pues, a fin de cuentas, el esfuerzo por obedecer la ley ya caducada es una obra
de la carne, la cual automáticamente nos constituye obradores de pecado, ni más ni
menos, pues todo lo que es de la carne es pecado.

Cerramos así este capítulo del estudio preguntando a cada lector, ¿Vive Ud. bajo
la rigidez de la ley o vive por la fe de la Palabra de Dios escuchada en su alma?
Solo la segunda es la vida espiritual que Dios tiene para los suyos, por lo que
deberá estar seguro(a) de que usted esté realmente viviendo en Cristo y no bajo la
condenación de la ley o letra que mata. Seguiremos proximamente en nuestro
próximo estudio. Hasta entonces, Dios le bendiga y ayude mucho.

"GÁLATAS - Un Estudio Expositivo"

Capítulo 3:6-12, parte 1


'Benditos con el creyente Abraham'
Puede leer Gálatas 3 aquí . El texto bíblico abrirá en una página separada, por lo que podrá moverse
entre este estudio y la Escritura correspondiente sin dificultad alguna.

Al continuar en nuestro estudio del capítulo 3 de la epístola de Pablo a los Gálatas


–comenzado ya en el capítulo anterior del presente estudio
expositivo– consideraremos el segundo de los tres sub-temas en Gálatas 3 que
desglozamos al inicio de dicho estudio. Para ayudarle a recordarlos, a continuación
hallará esos tres principales sub-temas, a saber:

1. El origen de la vida en Cristo que poseen estos creyentes [:1-5]... ¿Por obras de
la ley o por el oir de la fe? (examinado en el estudio anterior.)

2. La promesa hecha por Dios a Abraham [:6-18] (Tema que, en parte [:6-12],
nos ocupará en el estudio cuya primera parte comienza abajo y su segunda parte
concluirá en el próximo capítulo; los versos 13 al 18 se considerarán en los dos
estudios que le seguirán a la segunda parte ya indicada: 13-14, 15-18)

3. El verdadero propósito o razón de ser de la ley mosaica [:19-29] (Tema a


considerarse en un futuro estudio.)

Al dar inicio al estudio del segundo sub-tema: 2. La promesahecha por


Dios Abraham, que comprende los versos 6 al 18 del capítulo 3, Dios
pone ante nuestra consideración un personaje de suma importancia
en la inspirada revelación progresiva de su obra de gracia salvadora,
a saber: el patriarca Abraham. Dios le imprime gran importancia al
lugar de este varón de Dios dentro de la promesa del Mesías
prometido y cómo su advenimiento pondría fin a la etapa
anticipatoria que por tantos siglos duró bajo el dominio del pacto
antiguo, los 10 mandamientos dados por Dios a Moisés en el Sinaí.

Veremos cómo ese conjunto total de leyes, mandamientos y


estatutos dados al pueblo hebreo bajo el manto del fundamento Dios-
dado –aquel pacto antiguo (no antiguo en aquellos días, sino sólo 'el
pacto' hecho en el Sinaí)– serán descritos como un 'tutor
disciplinario', o 'ayo', el cual es quitado como resultado de la perfecta
obra de Cristo en la cruz en el Gólgota, muerte que produjo el tan
esperado y anunciado 'pacto nuevo' que sería escrito en corazones en
vez de en piedra (ver Jeremías 31:31+).

Cristo mismo dijo tan claramente que "Abraham vio su día (el de
Cristo) y se gozó". ¿Qué fue lo que Abraham vio mediante la fe que
Dios obró en él? ¿Por qué se gozaría tanto? Es una triste realidad,
aunque tan cierta, el que tantos llamados 'maestros de la Palabra'
conocen tan poco y enseñan aún menos estas claves verdades
centradas en Abraham a la vez que le dan importancia desmedida a
Moisés y todo el régimen del pacto, ley y orden que Dios estableció
'después' de Abraham, pacto que dio lugar a la tan esperada obra del
Mesías prometido. Ya hemos tocado en algunos de esas penosas
realidades en capítulos anterios.
Ahora, sin embargo, nos tocará considerar lo que Pablo escribió a las
iglesias diseminadas a través de esa vasta región conocida como
Galacia, tocante a lo que Dios reveló a su siervo, Abraham, sobre la
brevedad histórica del pacto y la ley que, en un futuro distante, él
(Dios) habría de obrar en su pueblo escogido, Israel, bajo el liderato
de su también siervo, Moisés. Como señalamos en páginas
anteriores, es necesario acercarnos al estudio de la Palabra inspirada
libres de toda atadura, ya sea de creencias fundamentadas en
documentos humanos como de esquemas interesantes y curiosos,
productos del genio humano.

Es decir, pidámosle a Dios nos conceda un espíritu reverente ante su


santa Palabra y facultades del entendimiento deseosas y dispuestas a
ser enseñadas por él, y solamente él. El enemigo primario al humilde
estudio y aprendizaje de lo revelado en la Palabra de Dios surge de
nuestro propio interior, nuestro espíritu tan fácilmente llevado por
'estratagemas de hombres'.

Dado el caso de la amplitud, profundidad e importancia de esta


sección conformada por los versos :6-18, repartiremos este material
en tres secciones con el fin de facilitar su estudio. Por ello, luego de
haber estudiado los versos :1-5 en el capítulo anterior, en éste y el
próximo capítulo nos proponemos considerar los versos :6-12. En los
siguientes dos capítulos examinaremos, con el favor de Dios, los
versos :13-14 y, luego, los versos :15-18.

Siguiendo nuestro ya establecido formato de preguntas que


anticipan el estudio actual y sirven de bosquejo preliminar,
hagámonos las siguientes 16 preguntas (por ahora del 6 al12):

1. ¿Qué significa la afirmación: "Abraham creyó a Dios"?


2. ¿En qué sentido ese 'creer' de Abraham le fue contado
a justicia?
3. "Los que son de fe"... ¿Qué significa 'son de fe'?
¿Quienes son esos 'los'?
4. En este contexto, ¿Qué significa ser 'hijos de Abraham?
5. Cuando la Escritura 've antes', ¿Qué signifca?
6. ¿Qué fue lo que la Escritura 'veía'?
7. ¿Qué significa: 'Por fe había de justificar a los gentiles?
8 - 16 (próximo capítulo)

I. ¿Qué significa la afirmación: "Abraham creyó a Dios"?

Habiendo Pablo pronunciado palabras de 'reproche amoroso' a estos amados


creyentes en la región de Galacia, palabras que cuestionaban, 'dónde estaba la
consistencia de la fe' ya que se palpaba ahora un viraje hacia las obras de la carne
con el fin de ir creciendo en espíritu, ahora les pone de frente el ejemplo de la fe y
obediencia de Abraham. Es ahí, en la fe de Abraham, que es necesario llevar al
creyente contemporáneo que titubea ante el hechizo del judaizante, sea el de
aquellos tiempos o los de nuestros tiempos. A fin de cuenta, es el mismo error, el
mismo rechazo de la obra perfecta de Cristo, no importa si es por desconocer la
doctrina particular que atañe o por rehusar creer lo revelado por Dios en su santa
Palabra. Ambas sion actos o actitudes que evidencian que, para ellos, Cristo no es
el Todo en todo.

Volvamos a lo que es tan fundamental en todo ese error que no acepta la realidad
de que Cristo puso fin al pacto escrito en tablas de piedra ... los 10 mandamientos.
La obra que impuso ese fin –ese terminar de una vez por todas– fue anunciada a
ese siervo de Dios, Abraham, quien vivió mucho antes que existiera el pueblo
hebreo, Israel, y su magno comienzo, teñido con profundo pecado del pueblo, en
medio del desierto y el monte Sinaí. La promesa del Mesías no fue dada allí sino
cientos de años antes al nómada Abraham.

Por eso es que el Espíritu de Dios inspira a Pablo a recordarle a estos creyentes
tambaleantes de su día que, a la fe de ellos en Cristo nada se le podía añadir con
tal de perfeccionar su fe y sus almas ante Dios. No tan sólo no se le puede ni debe
agregar elementos del pacto mosaico ya caducado, sino que deben ver en Abraham
ese ejemplo espiritual en donde la justicia del alma se conoce y posee únicamente
a través de la fe y obediencia –tal como en el caso de Abraham– en la promesa del
único y verdadero Dios quien envió a su Hijo, el Mesías, Jesucristo.

De ahí que Pablo enfatiza el hecho de que 'Abraham creyó a Dios y le fue contado
por justicia'. Es decir, ante la pregunta en el verso anterior (:5) en el que Pablo les
pregunta retóricamente si quien obraba entre ellos lo hacía por 'las obras de la ley'
o por 'el oir de la fe', (retórica la pregunta porque la respuesta queda implicada, sin
duda alguna: 'por la fe') la respuesta es afirmada en el hecho histórico de que,
'Abraham creyó a Dios'.

Y no es que el creer de Abraham fuera 'una de sus opciones'. Ahí no había, ni hay,
opciones. La justicia no puede ser lograda mediante esfuerzos por obedecer la ley
mosaíca, ya que nadie puede obedecer a cabalidad la 'ley que mata'. Sólo una
fuente existe para que nosotros, pecadores mortales todos, podamos hallar el favor
de Dios... su perdón... su justicia. Y es la fe en él, es decir, en su Palabra... sus
promesas y demás.

Por tanto, la respuesta a nuestra primera pregunta es la más sencilla y breve que
se pueda ofrecer (aquí en Puerto Rico decimos que 'se cae de la mata'... es decir:
no puede ser más sencillo u obvio): 'Abraham creyó a Dios' significa eso mismo, a
saber: que él creyó que lo prometido por Dios era la verdad. Ejemplo de esa fe
absoluta y obediencia a lo que Dios prometió se evidenció cuando llevó a su hijo,
Isaac, rumbo al monte donde lo habría de sacrificar en conformidad a lo ordenado
por Dios. Él creyó que aún de la muerte podría Dios resucitar a su hijo. Y así fue
que, ya acostado sobre la leña que estaba sobre aquel altar recién construído por
ellos, Dios le proveyó un carnero sustituto que estaba enrredado en la maleza
cercana. ¿Casualidad fortuita? ¡Mil veces no! Fue esa la misericordiosa provisión de
parte de Dios.

Mas, el creer el testimonio de Dios trae sus resultados buenos; y no porque


nuestra obediencia pudiera ser causante del favor de Dios sino porque, ante la
presencia en el corazón de esa fe que sólo Dios puede dar al alma del pecador,
creemos en la verdad de las promesas de Dios, recibiendo de él esa nueva posición
o estado legal/espiritual ante Dios: su justicia... el ser justificados ente Dios,
realidad preciosa que consideraremos al considerar la próxima pregunta:
II. ¿En qué sentido ese 'creer' de Abraham le fue contado a justicia?

En cierto sentido, la respuesta a esta pregunta ya ha sido anticipada en la


sección I, arriba. Repasemos de manera breve y sencilla varios términos básicos y
claves ya que son, a veces, los pequeños detalles no entendidos que nos llevan a
creer y enseñar –aun con genuina sinceridad y buena intención– lo que suele ser
contrario a, o conflictivo con la Palabra inspirada de Dios, la santa Biblia.

En primer lugar, al decirnos el verso :6 que 'Abraham creyó a Dios', significa


precisamente lo que ese término declara e implica: Que Dios habló -no importa
cómo o por cuál medio haya hablado- y que Abraham recibió como 'verdad
indiscutible' las palabras de Dios. ¡Tan sencillo, mas, tan difícil también!

Traigamos a nuestra memoria aquellas palabras tan incisivas y reveladoras que


Dios inspiró al autor de Hebreos cuando, al describir la triste realidad de los
hebreos que salieron de Egipto, mas, no pudieron entrar a la tierra prometida luego
de tantos años vagando por el desierto, identificó de forma muy clara la razón de
ser de tal situación. Leemos en Hebreos 3:18 que Dios "juró que no entrarían a su
reposo... aquellos que desobedecieron". Primero se identifica la 'desobediencia'; el
verso :19 completa esas palabras así: "Y vemos que no pudieron entrar a causa de
su incredulidad."

Ahí está el corazón mismo del problema entre el ser humano y Dios. Somos, por
naturaleza, 'incrédulos'. El día que Adán y Eva cayeron en pecado sobrevino en
ellos lo prometido por Dios: "El día que comieréis del fruto de este árbol, ese día
moriréis". Y el día que comieron –digámoslo así: desobedecieron por no creer en las
palabras que Dios les habló– aquello que Dios les había prohibido, ese mismo día
murieron y trajeron la muerte a todos sus descendientes... la raza humana. Su
conducta tanto de alma como de cuerpo fue contrario a lo que es el 'creer'. Le
llamamos 'incredulidad', porque Dios así lo dijo primero.

Sin embargo, Abraham 'creyó', y el efecto de esa fe fue la justificación ante Dios...
"Creyó, y se le contó por justicia". El 'creer' es la acción u 'obra' de un alma
humilde ante Dios que recibe como bueno y veraz lo que Dios pone ante sí. Cuando
en el alma no hay fe dada por Dios, cualquier ejercicio de 'creer' no pasa de ser de
orden carnal, intelectual, emocional, etc. Pero, cuando hay fe... ese 'don de Dios
para que nadie se gloríe', el alma cree en Dios y le obedece con santa humildad.

En Juan 6:25+ leemos una muy reveladora conversación entre Jesús y la gente
que le siguió al otro lado de la mar luego de haber sido alimentados
milagrosamente por él. Cuando ellos le preguntaron: "¿Qué debemos hacer para
poner en práctica las obras de Dios?" (v.28), Jesús les respondió: "Esta es la obra
de Dios, que creáis en el que él ha enviado" (v.29).

Recuerdo cuando, hacen ya unos 40 años, prediqué un mensaje durante una


campaña evangelizadora en PR al que intitulé: 'Obras Que Condenan... Obra Que
Salva '. Mi texto principal era Juan 6:29; el mensaje tenía como meta mostrar al
oyente que sólo hay una acción u obra que un pecador puede hacer que contará
con el favor de Dios. Esa obra o acción es la de 'creer' en el Enviado de Dios,
Jesucristo.

Es importante recordar que la fe que 'cree' en el testimonio de Dios... que cree en


Jesús el Señor y Salvador, es un don de Dios por lo que 'hacer esa obra de creer'
es, desde su principio, obra de Dios. No faltan los religiosos que aseguran al
pecador que en su interior espiritual existe una pequeña chispa de fe. Y que esa fe
sólo hay que avivarla un poco para que la flama creciente de dicha supuesta fe
pueda abrazarse de la cruz y del Salvador que allí se entregó por el pecado. Esta y
tantas variantes de la misma mentira no merecen más atención aquí. Lo que
enfatizo en estas líneas es la gloriosa realidad de que es 'la obra de Dios en un
alma' la que trae la fe, da vida al muerto y le capacita para esa 'obra de creer' el
mensaje de Dios y en su Hijo, Cristo Jesús.

Por tanto, el 'creer' de Abraham es como todo otro 'creer' obrado por Dios en
almas a quienes él muestra su gracia y amor. Es esa 'obra de Dios' que trae la
particular bendición de que uno sea declarado justo ante la justicia perfecta de
Dios. "Abraham creyó a Dios, y le fue contado por justicia". Y era esa fe tan sencilla
y sincera en Abraham la que se veía deteriorar en los gálatas debido a su debilidad
ante los judaizantes que les acechaban con sus presiones que buscaban obligarlos a
ceder un poco en su 'exclusiva fe en Cristo' para mejorarla un poco con extrañas
mezclas con lo mosaico que ya Cristo echó a un lado. Estaban en grave peligro esos
creyentes, y Dios los lleva a dar un vistazo al patriarca Abraham para en 'su fe que
creyó' ellos pudieran ver 'la de ellos que flaqueaba'.

Dios los obliga a través de esta carta inspirada a examinarse en lo más profundo
de sus almas; a mirarse en el espejo de las palabras de Dios enviadas en esta carta
para saber, a ciencia cierta, si eran verdaderos hijos de Dios por medio de la fe. En
la siguiente pregunta veremos cómo Dios ata la fe salvadora en ellos –si de veras
'son de fe'– a un parentesco espiritual con Abraham. Veamos...

III. "Los que son de fe"... ¿Qué significa 'son de


fe'? ¿Quienes son esos 'los'?

Ya han tenido que responder a varias preguntas que obligan a un


examen de espíritu con tal de asegurarse si lo que había ya obrado
en ellos había sido mediante las obras de la ley o por el oir con fe. Se
les puso el ejemplo de la fe de Abraham como una regla para su
auto-medición espiritual. La respuesta de cada creyente a estas
interrogantes estaría formándose en cada alma individual. ¿Cuál
sería? ¿Algunos dudarían si estaban en genuina fe salvadora? ¿O
todos habrán podido decir dentro de si como dijo Pablo: "Yo sé en
quién he creído..."?

Si tenían dudas hasta este punto, ya pronto deberían estar más que
claros, pues, Pablo les asegura que sólo existe relación familiar
espiritual con Abraham cuando esa persona descansa en la fe
verdadera de Cristo. No menciona el nombre de Cristo en el contexto
inmediato, pero, muy pronto el Espíritu de Dios les dirá que la
promesa 'creída' por Abraham era, precisamente, aquella Simiente de
él en quien serían benditas las naciones. Esa Simiente es el Verbo
encarnado. Esa Simiente es Jesucristo.

Por tanto, si ellos de veras creían por fe en las palabras de Dios, en


sus promesas, etc., tal como Abraham 'creyó a Dios', eso lo describe
Dios como que 'son de fe' (han creído y siguen creyendo en Dios).
Todo pecador que ha venido a Cristo en fe salvadora viene a ser uno
más de 'los que son de fe'. Al oir estas palabras de Pablo, "Los que
son de fe...", entenderían que se trataba de ellos mismos quienes
habían 'creído' el evangelio de que el Mesías, el Cristo, murió,
resucitó y ascendió al cielo como Señor y Salvador de todos cuantos
creen en él.

Finalmente, sobre este punto, deberían entender que también se


establece un marcado contraste entre "los que son de fe" y "los que
son de la ley". No puede uno ser de los dos; o se es de la fe por
haber creído en Cristo o se es de la ley porque la esperanza del tal
descansa en su tan deseado cumplimiento cabal de los
requerimientos de la ley que, en su entendimiento, deberían ser
cumplidos para lograr cumplir esa ley. Pero, como ya hemos visto y
seguiremos viendo en esta epístola escrita a los gálatas creyentes, la
vida en Cristo sólo se recibe mediante fe en él... en su sangre del
nuevo pacto, sin las obras de la ley. Ellos habían creído de veras en
Cristo, mas, peligraba su estado espiritual ante el acecho judaizante
que, tal parece, iba camino a lograr sus nefastos propósitos. Querían
los enemigos del alma convertir a estos cristianos en 'hijos de
Cristo/Moisés', lo que nos lleva a nuestra próxima pregunta:

IV. En este contexto, ¿Qué significa ser 'hijos


de Abraham?

Pienso que cada lector cristiano entiende esa tan básica realidad y
concepto divino existente entre los verdaderos creyentes en Cristo y
Dios Padre. La Biblia nos habla de los tales como 'hijos de Dios'. "A
los que creen en su nombre, dioles potestad de ser hechos 'hijos de
Dios'" (Juan xxx). Es algo tan básico en la misma existencia humana.
Los engendrados en una familia se les conoce como 'hijos' e 'hijas' de
su padre y madre.

Es decir, el ser llamados 'hijos de' alguien identifica una relación de


padre e hijo, sea cual sea esa relación. En el caso de los que sirven a
Satán, por estar muertos en sus delitos y pecados, se les llama 'hijos
del diablo'. Cristo lo dijo meridianamente claro al dirigirse a los
rebeldes y pecaminosos ''líderes espirituales de Israel': "Vosotros de
vuestro padre el diablo sois, y los deseos de vuestro padre queréis
hacer". La referencia al diablo como su padre es una manera de
decirles: 'sois hijos del diablo'.

Siendo Abraham el hombre que fue, con tan grande bendición de ser
la persona a quien Dios escogió para ser el siervo cuya Simiente
prometida sería nadie menos que el Mesías prometido, es fácil ver el
porqué de este simbolismo familiar que Dios establece con él.
Además, vemos que 'Simiente' o descendiente, hijo, etc.,
necesariamente implica la existencia de un padre, no importa cuál
sea su lugar en la genealogía de los 'abuelos' y/o los hijos de hijos o
nietos de nietos descendientes de ese padre o abuelo.

En fin, debido a que Abraham no sólo es la persona a quien Dios


prometió enviar –como Simiente suya– al Mesías, el Verbo
encarnado, sino que también es aquel el que creyó lo que ningún
humano podría creer aparte del regalo de fe dado por Dios en el
corazón, y por ello viniendo a ser 'modelo del que cree' y no del que
'intenta cumplir la ley'... debido a todo esto es que Dios declara que
"los que son de fe" son, también, hijos de Abraham. No es que sean
'hijos de Abraham' en lugar de ser 'hijos de Dios', sino que lo son
simbólicamente –según la analogía de fe aquí señalada– porque son
'hijos de Dios' junto al mismo Abraham quien, por su fe, era también
'hijo de Dios'.

La familia de Dios nunca tuvo, no tiene ni jamás tendrá dos cabezas.


Todos los que somos de la fe de Cristo somos 'hijos de Dios'... "los
que creemos en su Nombre". En resumen, este simbolismo que
describe a los genuinos cristianos –o hijos de Dios– como 'hijos de
Abraham' tiene valor de gran peso dentro del argumento de esta
epístola inspirada enviada a los gálatas debido a que, en el orden
divino del obrar de Dios, lo que Cristo es para su pueblo y la realidad
de la fe en él que Dios ha obrado en nosotros tiene conexión directa
con la promesa hecha por Dios a Abraham y no con Moisés y el pacto
de las 10 palabras que Dios estableció en Israel bajo su (Moisés)
liderato.

La Biblia nunca identifica a los que son de la fe de Cristo como hijos


de Moisés. ¡Y hay buena razón para ello! Moisés es identificado muy
específicamente en Hebreos 3 como 'fiel líder de su pueblo o casa'
(entiéndase Israel) en contraste con Cristo, quien es descrito
como fiel sobre "su casa, cuya casa somos nosotros". Nada más esas
palabras tan específicas deben despejar toda duda y error sobre cuál
es la 'casa espiritual' a la cual pertenecemos 'nosotros' (entiéndase la
iglesia de Cristo). No somos de la 'casa presidida por Moisés' sino de
la 'casa sobre la cual Cristo es fiel'.

Si bien es cierto que el sacerdocio levítico y todo el aparato


espiritual, ceremonial que administraba tenía como su enfoque la
revelación del Mesías prometido en todos sus detalles, también es
cierto que Moisés es descrito en el v. 5 como un 'criado fiel' sobre esa
casa (Israel). Mas, lo que no es cierto es el alegado vínculo entre
Moisés y Cristo que supuestamente requiere que los que somos de
Cristo tengamos también que 'obedecer a Moisés' en aquellas leyes
que los 'judaizantes modernos' nos imponen debido a su insistencia
en que 'la ley de Cristo' no es más que una nueva administración de
un supuesto pacto eterno comenzado bajo Moisés (o según algunos,
desde el Edén).

Repetimos: Dios vincula a los creyentes en Cristo ('los que somos de


la fe de Cristo') con Abraham en vez de con Moisés debido a que fue
a Abraham a quien Dios le hizo la promesa de la Simiente (Cristo), y
Abraham 'creyo', en genuina fe, lo que Dios le prometió. De ahí que
el Espíritu de Dios describe a los genuinos creyentes en Cristo como
'hijos de Abraham'. Vemos así que Abraham es un personaje y un
'punto histórico' de suma importancia en el plan redentor de Dios
Padre, Hijo y Espíritu Santo.

Moisés tiene gran importancia y relevancia dentro de 'su casa' por


ser ésta el 'Tutor disciplinario' en el camino hacia el cumplimiento de
la promesa hecha a Abraham, según veremos luego en este estudio
sobre Gálatas. Pero, ser fiel sobre la casa en que operaba el Tutor (la
ley del pacto hecho en el Sinaí) es muy distinto a ser aquel a quien
Dios hizo la promesa en cuestión; aquel en cuyos lomos estaba Leví
(esto es, un Leví subordinado e inferior a la Simiente prometida a ese
siervo de Dios, Abraham), ese sacerdocio de 'la casa sobre la cual
Moisés fue fiel'. Y dado el caso de que ninguno de los planes de Dios
surgen por contingencias celestiales o terrenales sino que son de
origen eterno por la sencilla razón de que Dios es eterno, hagámonos
la siguiente pregunta:

V. Cuando la Escritura 've antes', ¿Qué signifca?

Parecería, de primera vista, que la Escritura tuviera algún tipo de


mecanismo que se ocupaba de averiguar las cosas que ocurrirían a fin
de estar bien informada y poderlas informar como eventos seguros.
Esa sería la lógica equivocada, humana, usada para explicar
satisfactoriamente la curiosidad que nace en nuestra mente limitada,
finita.

Pero, para limitar nuestra respuesta a lo más básico y sencillo de la


Palabra inspirada, hemos de recordar que 'la Palabra de Dios',
expresada en cualesquiera de sus muchas formas no es otra cosa que
no sea la mente, la voluntad, los designios o los propósitos de Dios.
No es que tenemos cierto místico escrito espiritual que se asoma por
los pasillos de la historia futura para averiguar lo que Dios va a hacer.
Lo que Dios todopoderoso ha hecho, hace y hará es siempre su
perfecta voluntad, establecida desde la eternidad.

Por tanto, cuando leemos en las Escrituras inspiradas que "la


Escritura, previendo que Dios había de justificar por la fe..." lo que
estamos leyendo no es más que una expresiva descripción de que la
Palabra de Dios ha recogido en su contenido lo que Dios ha
expresado y/o determinado en cualquier área de su quehacer divino,
eterno.

Consideremos por unos momentos esa palabra tan preciosa que nos
describe en el evangeio de Juan cómo el Verbo era en el principio no
sólo 'con Dios' sino que era 'Dios mismo'. Ese nombre 'Verbo' es
virtualmente igual que decir: 'Palabra'. De hecho, en el inglés ese
nombre es: 'Word', que es la misma palabra para decir eso mismo,
'palabra'. Sin profundizar más en ese aspecto de la terminología,
vemos que Cristo, la Simiente prometida a Abraham era, en todo el
sentido de la Palabra, el Verbo o la Palabra de Dios. Y cuando usamos
el término 'Escritura', es a esa realidad de la 'Palabra' a la cual nos
referimos.

Por tanto, cuando leemos que, '...la Escritura, previendo...' lo que


nos describe es más bien esa inalterable realidad de que lo que Dios
ha dicho, establecido y prometido (todo lo mismo) es lo que habrá de
ocurrir en el tiempo establecido por Dios.

Consideremos otro muy sencillo detalle que, fácilmente, se nos


puede escapar. Tiene que ver con este libro encuadernado que
leemos para conocer de Dios, etc., ese libro que, a pesar de ser un
producto encuadernado y forrado con papel y piel muy costosa o, por
el contrario, impreso con el más barato material de imprenta. Se
trata del libro que amamos los hijos de Dios, el cual lleva en su
portada el título, 'La Santa Biblia', o 'Las Sagradas Escrituras', etc.

Le haré una pregunta muy sencilla: ¿Cuándo, cree Ud., que se


publicó la primera copia física de la Biblia? Algunos pensarán en la
fecha en que se fabricó la primera imprenta, y tal vez hasta se
acordará alguno de ustedes el nombre de publicación de esa primera
Biblia impresa según nosotros definimos una 'imprenta'. Mas, si
vamos a hablar de las verdaderas primeras copias de la 'Palabra de
Dios', en cualesquiera de sus presentaciones más básicas, tendríamos
que irnos a los tiempos antes de Cristo para reconocer los papiros o
rollos en los que escribas copiaban a mano el texto de los muchos
libros inspirados que ya tenían en sus manos.

Algunos de esos rollos eran de material vegetal (el papiro) y en


otros casos se trataba de pieles de animal. Recordemos que en el
Sinaí Dios le dio a Moisés las 10 palabras del pacto, a saber: los diez
mandamientos. Y esa 'Palabra de Dios' (pues, de él vino) se escribió
en dos tablas de piedra. En Deuteronomio leemos que Dios instruyó a
Moisés no sólo a colocar esas dos piedras dentro del 'Arca del Pacto'
sino también a colocar justo al lado del arca los escritos de todas las
leyes, mandamientos y estatutos que les había dado para que, en
obediencia a todos esas palabras dadas por Dios, el pueblo hebreo
pudiera agradar a Dios. Aunque no sabemos el material físico en que
fue escrito o grabado esa colección de mandamientos a colocarse
'afuera del arca', debió ser o piedra o rollos de material similar al
papiro, ya que habían vivido tanto tiempo en Egipto, aprendiendo y
aún mejorando las distintas técnicas de construcción, escrituras
textual, etc.

Lo que este siervo de Dios quiere que Ud., estimado estudiante de


estas páginas, pueda comprender es el hecho histórico de que, el uso
de materiales físicos, no importa cuál haya sido su naturaleza
material comenzó en un tiempo identificable dentro de la temprana
historia natural de este planeta tierra. Mas, antes de aparecer ese
primer 'escrito' en materiales físicos, materiales, la Palabra de Dios –
dada por primer vez a Adán y Eva– le fue comunicada por la boca de
Dios mismo además de su colocación o implantación en su mismo
corazón y espíritu por obra de Dios. En adelante, las palabras de Dios
fueron dadas por los padres a los hijos, y así sucesivamente por
generaciones hasta el día cuando Dios capacitó al ser humano para
poder crear medios y materiales para la escritura, lo que ya para los
tiempos 'modernos' ha venido a ser el papel, tinta, imprentas. ¡Y qué
diremos de las modernas herramientas electrónicas como lo es la red
internet, medio por el cual muchos de ustedes están leyendo estas
líneas en este mismo momento.

Resumiendo, pues, estos últimos párrafos, vemos que al decirnos el


texto bajo consideración que '...la Escritura previó...' no puede
estarnos hablando de un libro inspirado escrito en material alguno. Y
muy especialmente se ve ésto en el hecho de que se coloca esa
acción de 'la Escritura' en tiempos cuando la Palabra de Dios se
trasmitía oralmente, de padres a hijos. Por tanto, no se trata de una
acción de vaticinio de parte de la Biblia escrita sino de la voz o
palabra misma de Dios.

Y por tratarse de la voz o determinación de Dios, podemos afirmar,


categóricamente, que esta acción de la Escritura de 'pre-ver' el
advenimiento de la bendición a las naciones debido a la Simiente
prometida... promesa hecha a Abraham y no a Moisés... no es otra
cosa que la acción del Trino Dios en que declara su propósito eterno.
Propósito que anticipó de forma muy sencilla cuando, en el Edén, y
como parte de sus palabras de reprensión tanto a la serpiente
(Satán) como a Adán y su esposa Eva, declaró que "la simiente de la
serpiente heriría a la Simiente de la mujer en el calcañar" (los pies)
mientras que esa Simiente heriría en la cabeza (entiéndase,
mortalmente) de la simiente de la serpiente. En ese momento,
acabados Adán y Eva de usar su 'libre albedrío' para voluntariamente
desobedecer a Dios, es que se escucha esa promesa segura, aunque
sin lujo de detalle. Es luego, muchos años luego, que la Palabra
inspirada nos narra que fue a Abraham a quien le habló con más
detalle, prometiendo enviar, a través de él, la Simiente redentora.

Habiendo examinado el significado de las palabras: '...la Escritura,


previendo...', nos preguntamos ahora:

VI. ¿Qué era lo que la Escritura 'veía'?

Teniendo en cuenta los párrafos anteriores en donde hemos visto


que ese 'pre-ver' de las Escrituras es, en efecto, algo tan sencillo
como la voluntad determinativa de Dios, estableciendo lo que habría
de hacer y anunciándolo a través de las Escrituras según estas van
conformándose mediante la inspiración divina que Dios depositaba en
sus escritores/profetas humanos, lo que la Escritura, o Palabra
eterna, pre-vió o determinó es tan fácil conocer con sólo leer el texto
que está ante nosotros.

Dice el verso 8: "Y la Escritura, previendo que Dios había de


justificar por la fe a los gentiles, dio de antemano la buena nueva a
Abraham, diciendo: En ti serán benditas todas las naciones."

Ese 'pre-ver' de la Palabra eterna de Dios... esa voluntad eterna de


Dios revelada a Abraham, era la realidad futura de que los gentiles
también habrían de ser justificados ante Dios por medio de la fe, tal
como el mismo Abraham fue justificado ante Dios por haber 'creído'
(fe) en la promesa hecha por él (Dios). Claro está, el transcurrir del
tiempo mostraría la única diferencia de magnitud entre el creer estos
dos entes, a saber: Abraham y los gentiles.

¿Y cuál es esa diferencia? Que la fe de Abraham creyó en la verdad


de la promesa de Dios de un Mesías que habría de venir algún día...
muchísimos siglos luego de la promesa. Por el contrario, la fe
salvadora que Dios obra en el gentil mira hacia atrás, al Calvario, y
cree en la verdad bíblica de que esa muerte de Jesús, el Cristo, como
Sustituto perfecto, es el cumplimiento de lo prometido por Dios a
Abraham. Dicho de otra manera, la fe de Abraham miraba al futuro;
la fe del gentil (nuestra) mirá atrás al hecho consumado. Pero, la fe
en ambos es fe dada por Dios, y descansa en el mismo Mesías
Salvador, Dios hombre, Jesucristo.

Nuestra próxima pregunta trata la segunda declaración en ese texto


tocante al pre-ver de la obra futura de Dios entre los gentiles, la cual
también dará a ellos la fe salvadora. Consideremos, pues,

VII. ¿Qué significa: 'Por fe había de justificar a los gentiles?


En gran medida, ya hemos ofrecido la respuesta más básica en lo
que hemos estudiado hasta ahora en este capítulo 3 de Gálatas.
Hemos visto que Dios justificaría almas de entre los Gentiles, y que la
fe en ellos para creer sería, también, dado por Dios. Mas, queda algo
sencillo y a la vez muy importante con relación al señalamiento que
identifica a los gentiles como de esa obra futura de la gracia de Dios.

Preguntémonos en primer lugar: ¿Quiénes eran y/o son los gentiles?


Somos todos los seres humanos que no somos judíos. En este sentido
étnico comunicado en la Palabra de Dios, nada se dice con respecto a
raza, color de piel, lengua (idioma), etc.
Aparte de la dicotomía entre 'pecadores' y 'salvados por la gracia
Dios', sólo existe la que identifica a los humanos como judíos
(hebreos) o como gentiles.

Siendo, pues, el término 'gentiles' uno tan abarcador, nos


preguntamos: ¿Será que la promesa hecha por Dios a Abraham
significa que todo gentil gozará de ese favor divino por el cual cada
uno vendrá al conocimiento de Cristo y la esperanza de vida eterna
en él? La respuesta sencilla es: ¡No! Es un triste hecho histórico que
la inmensa mayoría de los humanos mueren en sus pecados. Y es
indiscutible que, proporcionalmente, la mayoría de los pobladores de
este planeta tierra somos gentiles y no judíos.

Así que, ¿Cómo se puede hablar de 'justificar a los gentiles' si la


mayoría muere en sus delitos y pecados? ¿Morirán, pues, en su
pecado aunque hayan sido justificados? ¡Mil veces no! Es que en ésta,
como en tantas otras declaraciones bíblicas que usan términos
cuantitativos o cualificativos, la mención de 'gentiles' es en contraste
con los judíos en lugar de ser una afirmación de que 'todos los
gentiles' habrán de alcanzar la fe salvadora.

Debido a esta realidad es que podemos afirmar que, de haber el


evangelio tan sólo llegado a uno que otro país gentil, ya se habría
cumplido la promesa de 'justificar por la fe a los gentiles'. No es una
afirmación cuantitativa sino, más bien, cualificativa o comparativa
que asegura que los judíos no son los únicos objetos de la gracia de
Dios ya que Él habría de evangelizar a los getiles. De ahí que
consideramos la próxima pregunta:

Cerramos, pues, este capítulo preguntando a cada lector, tal como lo hicimos en
el estudio anterior: ¿Vive Ud. bajo la rigidez de la ley o vive por la fe de la Palabra
de Dios escuchada en su alma? Solo la segunda es la vida espiritual que Dios tiene
para los suyos, por lo que deberá estar seguro(a) de que usted esté realmente
viviendo en Cristo y no bajo la condenación de la ley o letra que mata. Oramos a
Dios que haga de este estudio que acaba de leer una genuina bendición a su
alma.
Las preguntas del 8 al 16 seguirán en el próximo capítulo.

"GÁLATAS - Un Estudio Expositivo"

Capítulo 3:13-14
'Cristo Nos Redimió De La Maldición De La Ley'
Puede leer Gálatas 3 aquí . El texto bíblico abrirá en una página separada, por lo que podrá moverse
entre este estudio y la Escritura correspondiente sin dificultad alguna.

Al continuar en nuestro estudio del capítulo 3 de la epístola de Pablo a los Gálatas


–comenzado en el capítulo 9 de este estudio expositivo– seguiremos considerando
el segundo de los tres sub-temas en Gálatas 3 señalados al inicio de dicho estudio y
repetidos abajo, aunque, en esta ocasión, los versos 13 y 14.

1. El origen de la vida en Cristo que poseen estos creyentes [:1-5]), –¿por obras
de la ley o por el oir de la fe?– (examinado en el estudio anterior.)

2. La promesa hecha por Dios a Abraham [:6-18] (Tema que, en parte, [:13-14]
nos ocupará en el estudio que sigue abajo.)

3. El verdadero propósito o razón de ser de la ley mosaica [:19-29] (Tema a


considerarse en un futuro estudio.)

Al comenzar el estudio del sub-tema 2, La promesa hecha por Dios a


Abraham, que comprende los versos 6 al 18 del capítulo 3, vimos, en
primer lugar (versos 6-12), cómo Dios puso ante los gálatas de
aquellos días (...a nosotros también) ese personaje de tanta
importancia en la revelación progresiva de su obra de gracia
salvadora, a saber: el patriarca Abraham. Vimos cómo la 'fe de
Abraham en las promesas de Dios' se compara con la débil fe de
estos creyentes que, poco a poco, parecía estar cediendo ante las
presiones de los judaizantes que procuraban llevarles a vivir,
al menos en algunas cosas, según la antigua ley mosaica: no
echando a un lado su fe en Cristo sino, más bien, añadiéndole a esa
fe de Cristo algunos aspectos de esa vieja ley de pacto ya
caducada, convencidos de que, así, su progreso personal en la
santificación sería ayudada. ¡Nada podría estar tan lejos de la verdad
de Dios!

Si tomáramos el espacio y tiempo para considerar los muchos


pasajes bíblicos en que los apóstoles, principalmente Pablo, instruyen
a los nuevos creyentes –especialmente los judíos convertidos a
Cristo– en la exclusiva obra de Cristo para la santificación de cada
hija e hijo de Dios, veríamos que era cosa común el que los
judaizantes evitaran contradecir o rechazar las doctrinas básicas de la
fe de Cristo. Su táctica era más bien una de congraciarse con los
creyentes en las iglesias y, usando de muchas sutilezas, introducir
poco a poco esas sugerencias e ideas de que 'no estaria tan mal ni
haría tanto daño el retener algunas de las costumbres tradicionales
de su amado judaismo', es decir: las leyes y normas del ya caducado
pacto antiguo de los diez mandamientos.

En este sentido, el 'modus operandi' de 'los judaizantes' de hoy es


similar al de aquellos tiempos. Por lo general la gran mayoría no son
judíos sino gentiles cristianos... son parte de la congregación visible
de los santos, sea un líder o no. Sin embargo, a menudo se oyen sus
sugerencias e ideas de que 'no sería una mala idea incorporar
algunas de las preciosas costumbres –a su forma de verlo– del pueblo
hebreo' anteriores a la muerte de Cristo en la cruz. Así,
sutilmente ignoran los textos bíblicos que declaran como cosa
terminada o concluída la ley mosaica... los 10 mandamientos, como
pacto sobre el pueblo, por lo que también ignoran que el sábado,
habiendo sido la señal de ese pacto establecido por Dios, ya no tiene
tal significado por la tan sencilla razón de que un pacto no-existente
no requiere más de una señal. ¿Señal para qué, si ya no existe ese
pacto antiguo como un pacto entre Dios y el pueblo?

Teniendo en mente ese tipo de sútil artimaña del judaizante, el


apóstol arremete contra los tales a la vez que procura darle una
sacudida a la conciencia de los creyentes, escribiendo así:
"Cristo nos redimió de la maldición de la ley, habiéndose hecho
maldición por nosotros (porque está escrito; Maldito todo el que es
colgado en madero), para que, en Cristo Jesús, la bendición de
Abraham alcanzase a los gentiles, a fin de que por medio de la fe
recibiésemos la promesa del Espíritu."

A la luz de estos textos a considerarse en el estudio que sigue,


hagámonos las siguientes preguntas cuyas respuestas nos guiarán en
el estudio de estos dos versos, 13 y 14,

1. ¿Qué significa el hecho de que 'Cristo nos redimió de la


maldición de la ley'?

2. ¿Qué es la maldición de la ley? ¿Qué abarca o


cuánto alcance tiene sobre el alma de cada cual?

3. ¿Qué significa el que Cristo se haya hecho, literalmente,


maldición por nosotros?
4. ¿Qué significa 'el que es colgado en cruz es maldito'?

5. ¿Cuál es la conexión entre la maldición sobre Cristo y la


bendición recibida por los que son de Abraham?

6. ¿Cómo se relaciona la muerte de Cristo, la bendición al


patriarca Abraham y la promesa de que su bendición incluiría
(alcanzaría) a los gentiles?

Sin ningún otro preámbulo, pasemos a considerar de una vez


nuestra primera pregunta:

I. ¿Qué significa el hecho de que 'Cristo nos redimió de la


maldición de la ley'?

Consideremos, primero, el concepto de que "Cristo nos redimió' y en


la próxima sección examinaremos la naturaleza de aquello de lo cual
Cristo nos redimió.

Al hablarnos la Palabra inspirada de la acción de 'redimir', nos está


describiendo esa obra de realizar o poner en efecto lo que la Biblia
llama tan claramente: la Redención. Buscar dicho término en una
concordancia nos llevará a muchos textos que hablan sobre esa obra
del Espíritu de Dios Quien comunica al alma la obra perfecta de
Cristo. Uno de esos textos claves –sobre el cual Dios me inspiró un
cántico espiritual hace muchos años– es 1ra de Corintios 1:30-31,
que dice: "Mas por obra suya estáis vosotros en Cristo Jesús, el cual
nos ha sido hecho de parte de
Dios sabiduría, justificación, santificación y redención: para que, tal
como está escrito, El que se gloría, gloríese en el Señor."

Hemos enfatizado las cuatro obras espirituales efectuadas por Cristo


en cada pecador salvado por la gracia de Dios, cada obra en color
distinto, la cuarta siendo 'redención'. Aunque nuestro tema centra en
la 'redención', este es un buen momento para enfatizar que esas 4
obras (todas igualmente parte de la salvación eterna) son hechas por
Cristo a través de la morada de Su Espíritu Santo en cada
creyente. No son obras a medias o incompletas, ya que es obra de
Cristo desde el principio al final.

Tampoco son obras que el antiguo pacto de los 10 mandamientos


pudiera haber obrado en los creyentes en el pueblo hebreo, ya que el
pacto tenía la función primordial de 'matar' espiritualmente
hablando. Y como ese pacto antiguo cesó el instante en que Cristo
obró el nuevo pacto en su sangre en la cruz, menos aún podría ese
pacto caduco obrar algunas de esas obras espirituales en un creyente
este lado de la cruz. Sin embargo, es enseñanza común, en los
círculos evangélicos que no aceptan la caducación del pacto antiguo
según descrito arriba, que los 10 mandamientos, llamados a veces 'la
ley de Dios' –cuando la Biblia los denomina 'el pacto'– son
herramienta del Espíritu para conducir al cristiano en el camino de la
santificación personal. Tal concepto viola la Escritura en varios
puntos, a saber:

1. Niega que Cristo puso fin al 'pacto sinaítico';


2. Le atribuye un nuevo papel a la ley que, según la Palabra, mataba,
a saber: herramienta santificadora en manos del Espíritu.
3. Coloca a la llamada 'ley de Dios' en el lugar del Espíritu Santo
como agente santificador, lo que...
4. Niega la Palabra inspirada ya citada arriba en 1ra Corintios 1:30-
31.

Hacemos este énfasis por una razón muy particular que atañe a la
Verdad misma de la Biblia. Existen libros de conocidos líderes,
pastores, teólogos y maestros dentro del sector de iglesias
que promulgan los diez mandamientos como 'la ley eterna de Dios' en
vez de lo que son: el pacto que Dios hizo con su pueblo en el Sinaí.

Por lo general presentan muy novedosos argumentos que separan la


ley mosaica en divisiones artificiales, –es decir, que no existen en las
Escrituras– creando, así, 1. un grupo de leyes que aceptan haber
sido quitadas en la muerte de Cristo, y 2. otro grupo de leyes no
quitadas debido a que 'son ley eterna de Dios'. Este segundo grupo
es la tan mencionada división de ley llamada la 'ley
moral', clasificación que existe sólo en las páginas de mortales no
inspirados, mas, no en la Biblia. Repito, ni el término ni tal
clasificación de 'ley moral' existe en la Biblia. Sin embargo, es piedra
angular del argumento legalista que impone el judaizante moderno
sobre las ovejas de Cristo. Se nombra, se habla y se enseña dicha
clasificación como si fuera bíblica. Hay cristianos que han quedado
anonadados cuando la Luz de la Palabra les hace ver tal hecho.

Busque con gran cuidado a ver si encuentra en la Biblia una


categoría o grupo de leyes catalogadas o llamadas 'ley moral'. No
hallará tal cuerpo de 'la ley moral' de Dios. No se trata de que en la
ley de Cristo no hayan leyes de carácter moral. Ya ese es otro
asunto, y es más que claro que una enorme cantidad de leyes y
preceptos divinos dados por Cristo tienen un carácter
moral. Pero, otra cosa es crear una clasificación de leyes en el
Antiguo Pacto llamada 'ley moral' para, de ahí, decir que esa es una
ley eterna con la 'conclusión lógica' de que los diez mandamientos
son esa ley moral eterna. Sencillamente existe tal concepto en los
escritos de hombres del pasado así como en los que hoy día practican
tales conceptos como si fuera ley de Dios sobre ellos.

La fe cristiana jamás puede fundamentarse en clasificaciones


creadas por seres mortales –ya sea en Confesiones de fe, libros,
estudios o sermones predicados– de donde luego se declara como
doctrina cristiana lo que no es más que 'conclusiones lógicas' de
mentes y espíritus que no han discernido la Palabra inspirada en esa
tema o doctrina particular.

Reconocemos que es muy probable que no todos los que defienden


las leyes de Dios según descritas arriba estarán de acuerdo con lo
que vamos a señalar. Pero, es una muy penosa realidad que ese
ministro, estimado como un gran líder entre los que creen como él,
escribe en uno de sus libros de más influencia en el desarrollo del
actual estado de cosas aquí consideradas, que "...como Cristo no nos
dejó un conjunto de leyes codificadas (entiéndase, enumeradas
especificamente así como los 10 mandamientos), el Espíritu Santo
lleva el nuevo convertido a Cristo de vuelta la ley de Dios (entiéndase
de Moisés... i.e., los 10 mandamientos) para en ellos llevar a cabo su
proceso de instrucción santificadora". (Nuestra traducción al español del
original en inglés... palabra por palabra.)

Permítame ser muy franco y muy sincero ante esa declaración


citada arriba. En mi informado entendimiento del significado de las
palabras, aquí leo un claro ejemplo de blasfemia así como herejía
crasa. Me dirá Ud., apreciado estudiante y lector de esta líneas:
¿Cómo se atreve Ud a pronunciar tal juicio? Le responderé de forma
muy sencilla aquello que podrá corroborar en diccionarios de nuestra
lengua castellana:

1. Blasfemia: Palabra o expresión injuriosa contra una divinidad o


personaje sagrado... Una injuria grave contra una persona.

2. Herejía: Una herejía es una doctrina u opinión que se opone a un


dogma de fe.

Veo aquí 'blasfemia' en el sentido de que, aunque no contra la


Persona misma de Cristo, se afirma la insuficiencia de Su obra por no
haber dejado un conjunto de leyes codificadas. Tal parece que quien
escribió esas palabras no comprende que la 'ley de Cristo' nombrada
como tal en varios textos del Nuevo Testamento es la regla de fe para
el cristiano.

También veo blasfemia en tanto y en cuanto se establece que el


Espíritu Santo no es quien imparte instrucción santificadora. La
enseñanza bíblica no sólo nos informa de la función mortal de la ley
mosaica sobre sus súbditos, sino que también enseña que Cristo es la
Persona divina que obra la santificación mediante la obra del Espíritu
de Dios. Por tanto, se le está atribuyendo lo que es la obra del
Espíritu Santo a otro. ¿Y no es ésto pecado del peor tipo?

En tal esquema ajeno a la enseñanza bíblica sobre esta obra


santificadora, el Espíritu Santo es permitido sólo ser el 'transportista'
de un creyente hacia la 'escuela mosaica de la santificación', ya que
se alega que es 'la ley mosaica' la que impartirá la santificación.
Siendo el testimonio inspirado sobre este asunto tan contrario a tal
esquema novedoso, uno se pregunta: ¿Cómo será que tantos no ven
ni reciben el testimonio bíblico?

Sin abundar más sobre cómo estas palabras arriba son blasfemia,
aun cuando el autor de las mismas seguramente ni estaba consciente
de lo que escribía en contra de la obra santificadora de Cristo, le diré
que en esas palabras también hay 'herejía' por la sencilla razón de
que ese autor ofrece su versión de doctrina en el área de la
'santificación' que obra Cristo... versión que contradice de manera
contundente y atrevida lo enseñado en la Palabra inspirada.

Además, al afirmar que la ley de Dios –refiriéndose a la mosaica y,


más específicamente, a los 10 mandamientos– es la que 'santifica'' al
creyente, lo que ha hecho es desmentir el testimonio bíblico en el
sentido de que la ley era un instrumento de muerte. Era buena, pues
vino de Dios, y al hacer la función para la cual Dios la dio, no hacía
otra cosa que no fuera buena. Pablo declaró tan claramente en 2
Corintios 3:6 que su "ministerio Dios dado era de un nuevo pacto y
del Espíritu, y no de la 'letra' (entiéndase, de la ley mosaica o 10
mandamientos), ya que la 'letra mataba' y el Espíritu (nuevo pacto)
vivifica".

A veces vuelvo a leer esas líneas, esforzándome por hallar si quizás


yo había leído mal... que él no dijo tal cosa. Es algo que desafía el
entendimiento del creyente más sencillo. La Biblia nos asegura que
las obras espirituales indicadas arriba son TODAS de Cristo... obradas
por Su Espíritu. Y, claro está, eso incluye la 'redención', tema que
seguirá ocupando nuestra atención abajo.

Hemos enfatizado este punto por la sencilla razón de que nos


sentimos obligados a dejar claro ante Ud. que el texto bíblico citado
arriba no nos dice que 'Cristo 'nos ha sido hecho de parte de
Dios sabiduría, justificación y redención', con la'santificación' siendo
una obra efectuada por el Espíritu de Dios usando de esa supuesta
'ley moral' de Dios, a saber, los diez mandamientos. Esa vieja ley del
pacto antiguo mataba y seguirá matando al que intente crecer en
santidad por medio de ella. Es el papel que Dios le asignó... ¿quién lo
podrá enmendar, alterar o cambiar? ¡Nadie!
Es que Dios quitó ese viejo pacto en la muerte de Cristo en la cruz,
su sangre proveyéndonos un mejor y nuevo pacto. Es lo que
recordamos cuando bebemos de la copa en la Cena del Señor, ¿no?
¿O será que hay creyentes, entre ellos pastores, que beben de la
copa, citando la Escritura que describe la sangre tipificada en esa
copa como 'del nuevo pacto', a la vez no creyendo que ese nuevo
pacto sea realmente nuevo? Por eso enfatizamos que Cristo nos ha
sido hecho (y sigue
siéndolo) sabiduría, justificación y redención', y'santificación'. Jamá
s lo olvidemos. Es el mismo fundamento de nuestra esperanza en
Cristo. ¡No Cristo y Moisés, sino Cristo, sólo Cristo y SIEMPRE
CRISTO!

Si busca en cualquier diccionario bíblico que tenga a la mano, o


cualquier otro libro de ayuda en el estudio de los significados de las
palabras en la Biblia, hallará un consenso general en el sentiido de
que la 'redención' es un término con aplicación legal y comercial. Una
'redención era una transacción entre dos partes en donde el artículo o
producto 'redimido' pasaba a ser la propiedad legal de quien había
hecho el pago de redención. Por su propio peso 'se cae de la mata' el
hecho de que, antes de ser 'redimido', ese objeto, fuere lo que
fuere... mineral, vegetal o un ser humano o animal, era propiedad de
su dueño anterior.

Tal vez podríamos pensar en algo así como una 'fianza' pagada para
lograr la libertad de un acusado ante la ley. Pero, ahí hay una gran
diferencia, y es que la fianza sólo provee libertad en lo que llega el
día del juicio en que el veredicto pudiera variar de un lado al otro...
de inocente a culpable. En el caso de una 'redención' se está
hablando de una compra, por el valor completo, que 'libra al
comprado', de una vez, de su total atadura al previo dueño.

En el pueblo hebreo era de común uso este proceso de 'redimir'


aquello que había sido empeñado por causa de alguna deuda. Si el
deudor no tuviese con qué satisfacer la deuda, quedaba bajo el poder
o control del acreedor, tiempo que pudiera llegar a ser largo si es que
faltaban muchos años hasta el año(día) del jubileo o libertad, evento
que se proclamaba con sonido de trompeta y que, en un sentido
profético, miraba hacia nuestra redención a la final trompeta cuando
venga Cristo en poder y gloria.

De estos ejemplos en el plano humano o material, pasemos a


considerar lo que era y es la realidad del pecado. La Biblia nos enseña
que comenzando con la caída de Adán en el pecado, los seres
humanos vinimos a ser todos pecadores, esclavizados por ese pecado
y sujetos al castigo divino correspondiente al pecado. (Lea Romanos
3:9 en adelante.)

Es así que se nos presenta la obra de Cristo en la cruz. Fue


una obra redentora que pagó el precio exigido por la justiicia de Dios.
'Todos pecaron (pecamos) y están destituídos de la gloria de Dios'.
Por causa de ese pecado todo pecador es esclavo del pecado... del
suyo propio, y vive incapacitado de siquiera desear hacer la voluntad
de Dios... muchos menos de poderla hacer. Y esto es así porque el
pecado se enseñorea sobre el alma de cada pecador, los cuales están
alejados de Cristo y la gloria de Dios.

Cuando Cristo murió en la cruz como Sustituto perfecto, lo que él


obró con Su preciosa sangre fue el precio 'redentor' que dio al
'redimido' la libertad de su antiguo dueño –el pecado en todas sus
ramificaciones– y de la condenación sobre su pecado. Su sangre
vertida en la cruz fue el precio de compra (redención), por lo que la
Biblia nos enseña en varias maneras la gloriosa realidad de que
'fuimos comprados por precio... que ya no somos nuestros, sino de
Aquel quien nos compró' [1 Corintios 6:19-20]. Somos Su
propiedad... somos Suyos; y no como esclavos aterrorizados por un
amo fuerte y abusador sino como hijos e hijas de Aquel cuya 'carga
es liviana y fácil de llevar', y con la que él mismo nos ayuda por
medio de Su Santo Espíritu quien mora en el corazón (Mateo 11:29-
30).

Con esas breves observaciones sobre el significado de la 'redención'


y 'el ser redimidos, tomemos nota de que esa obra redentora de
Cristo fue para librarnos de algo muy real y no algo imaginario de
poca consecuencia. Pablo declara de manera muy específica que
'Cristo nos redimió de la maldición de la ley'. Así que, sin entrar a
considerar los detalles específicos de esa maldición y todo lo que
significa, observamos que, de manera general, según de importante
fue la obra redentora de Cristo, así de serio era el problema de la
maldición de la ley, la cual consideraremos en la siguiente pregunta:

II. ¿Qué es la maldición de la ley? ¿Qué abarca o


cuánto alcance tiene sobre el alma de cada cual?

Para comenzar, hemos de recordar que el texto bíblico bajo estudio


comienza diciendo que: "Cristo nos redimió de la maldición de la ley,
habiéndose hecho maldición por nosotros [porque está escrito;
Maldito todo el que es colgado en madero], para que en Cristo Jesús
la bendición de Abraham alcanzase a los gentiles, a fin de que por
medio de la fe recibiésemos la promesa del Espíritu."

Contestar esta pregunta tan clave en el entendimiento del tema


abarcador de la epístola de Pablo a los Gálatas puede tomar varias
avenidas de acercamiento al tema. Quien suscribe estas líneas de
estudio sobre el tema siente que sería de gran valor identificar,
primero, esa maldición señalada, ya que se trata de algo tan grave.
¿Por qué una maldición? ¿A quiénes alcanza esa maldición? ¿Cuál es
el alcance de esa maldición? y otras tantas preguntas similares que
surgen de las ya expresadas.

Sería bueno comenzar haciéndonos la pregunta: ¿De qué ley se


trata? En el sentido más básico o sencillo, cierta porción de la iglesia
de Cristo ve esa 'ley' como la que Dios estableció con su pueblo en el
Sinaí cuando, junto a leyes tan variadas, también les dio su pacto, a
saber: los diez mandamientos. Aunque las diez palabras sean
identificadas por algunos como 'la ley dada por Dios a Moisés', hecho
que no responde a la Verdad bíblica, los mandamientos, o el pacto,
eran lo que hoy identificaríamos como la ley constitucional de una
nación. Es el corazón mismo de toda ley y a la que vuelven vez tras
vez para resolver discrepancias y diferencias en leyes específicas o
particulares que surjan de la implementación de los preceptos básicos
de la constitución o, en este caso, los diez mandamientos, el pacto en
tablas de piedra.

Cuando se considera la ley mosaica de forma global o abarcadora –la


que regía sobre el pueblo de Israel– se está viendo, por lo general, en
el sentido del 'todo'. Y la sentencia no habla de la 'maldición de la
ley' como si tratara de alguna de sus partes y de otras no, sino
que esa ley, como un todo, es de maldición a quien intente vivir bajo
ella. Tampoco sugiere que había unas partes cuya desobediencia traía
maldición y otras partes que no traerían tal maldición.

La bendición prometida a quienes lograran obedecer esa ley era


'vida'; tome nota: era con gente que la obedeciera toda, sin faltar en
una jota o tilde (símbolos ortográficos pequeños en su lengua) fuera
absolutamente completa y perfecta. Ante la total incapacidad de
poder obedecer esa ley es que las palabras, "la maldición de la ley",
cobran su peso y siginificado principal.

No es; 'La maldición de una porción de la ley, sea la que fuere, sino
la 'maldicón que es parte y esencia natural de esa ley en su
totalidad. Diciéndolo de otra forma, sería algo así: 'Cristo nos
redimió de la maldición que esa ley traía a cada uno que vivía bajo la
misma.'

No nos parece posible que esos nuevos creyentes, bien sea de entre
los judíos como de los gentiles, pudieran haber estado racionalizando
que, 'Gracias a Dios, Cristo murió en la cruz para librarnos de las
leyes en áreas de salud, alimentación, asuntos sexuales y otras áreas
de similar categoría', mientras retenían como 'ley moral incambiable'
otras partes de la ley que, por tradiciones de los venerables teologos
del pasado, les había sido legada.

Es de suma importancia tomar nota de que la Palabra no nos dice en


la porción citada que: 'Cristo nos libró de la maldición de ciertas
partes de esa ley, sino que dijo; 'de la ley', claramente indicando
que la ley como un todo era maldidión, por lo que el alma librada por
la sange de Crisro quedaba libre de toda la maldición que acarreaba
esa ley. Es decir, quedaba libre de la ley.

El tiempo y el espacio no nos permitirá hacer un recuento de todo lo


que la Biblia nos enseña acerca de la ley mosaica. En el material
estudiado hasta ahora hemos visto no poca enseñanza bíblica al
respecto. En nuestro sitio, vozdegracia.com, podrá acceder varios
libros que examinan la enseñanza bíblica sobre este tema de manera
muy seria, detallada, responsable y bien abarcadora. Sin embargo,
queremos volver a enfatizar que el pacto dado por Dios a su pueblo,
Israel, vino, precisamente de Sus manos a través de su siervo
Moises.

La ley, en sí misma, era buena; Pablo así lo afirmó. El asunto es


que Dios estableció este pacto [en dos piedras colocadas dentro del
'arca del pacto', con las diversas leyes colocadas justo afuera del
arca... a su lado (Deuteronomio 31:17], con un pueblo
muy contradictor... i.e., pecador. No eran las mismas leyes dadas
por Dios en el huerto del Edén, aunque no cabe duda alguna que todo
lo que Dios puso en el corazón de Adán y Eva era cónsono con Su
divina santidad y Sus requerimientos eternos de santidad en toda Su
creación. Mas, de ahí a declarar que Dios puso la misma ley en el
alma de Adán que estableció en el Sinaí como pacto con el pueblo es
andar un gran trecho imposible de cruzar.

Hemos leído muchos escritos que elaboran una compleja estructura


de conclusiones basadas en conceptos imaginados con el único fin de
intentar probar que la ley del pacto dada en el Sinaí es la misma
puesta por Dios en el corazón de Adán. Para los que así arguyen, tal
lógica es absolutamente necesaria para poder asentar su tesis de que
hay un solo pacto eterno. Y todo -a sabiendas o no– con el fin de no
dar lugar al pacto nuevo en la sangre de Cristo que puso fin al pacto
antiguo sinaítico tal como Dios anunció a través de sus profetas.

Algunos aceptan que lo que el Nuevo Testamento presenta como un


'nuevo pacto' en la sangre de Cristo es sencillamente una nueva
administración del supuesto pacto eterno o pacto eterno de gracia o
pacto de gracia. Nosotros preferimos aceptar el testimonio divino al
respecto y reconocer con gozo que la sangre de Cristo es el
fundamento del nuevo pacto que Dios estableció con su Hijo para el
beneficio eterno nuestro, la iglesia de Cristo comprada con su
preciosa sangre.

La gran diferencia entre los preceptos o leyes divinas puestas por


Dios en sus primeros creados a Su imagen –Adán y Eva– y las que
luego estableció en el contexto de un pacto con sus leyes auxiliares
no se hallará necesariamente en la naturaleza espiritual de los
preceptos requeridos sino en el tan básico sentido de que fue en el
Sinaí que Dios estableció un pacto escrito, el que requería obediencia
perfecta so pena de muerte... pacto que fue, en las manos de Dios,
un disciplinario o tutor (Ayo) para llevar el pueblo a través de los
años venideros hasta el cumplimiento de la promesa hecha por Dios a
Abraham, 400 años antes de Moisés.

No aceptar que los 10 mandamientos son el pacto que Dios


estableció con su pueblo hebreo en el Sinaí es un acto temerario de
rechazo al claro testimonio de Dios. ¡Dios nos ayude a siempre
recibir con humilde espíritu lo que él nos declara en su Palabra, así lo
entendamos a cabalidad o no! En ese sentido, la verdadera fe dada
por Dios nos ayudará siempre a creer Su verdad aunque a veces no
la podamos entender a cabalidad. Estemos siempre prestos a
rechazar explicaciones teológicas que encuentran su 'legitimidad' en
escritos no inspirados y que, por tal razón, usan muchos 'juegos de
palabras' y malabarismos para intentar asentar su lógica como
legítima. Seamos sencillos para recibir el testimonio bíblico que Dios
inspiró en sus multiples escritores escogidos.

No existe duda alguna de que esa Palabra de Dios prometía vida a


los que obedecieran ese pacto y sus leyes. Mas, igual de clara es la
Palabra eterna cuando nos describe la incapacidad humana de poder
cumplir por causa del pecado. Por esa razón es que la Biblia nos
asegura que la ley era maldición a las almas que vivían bajo la misma
por causa de su propio pecado que los incapacitaba para poder
obedecer en lo más mínimo esa ley.

No eran pedacitos o partes de esa amplia ley que traían maldición


sobre las almas... era la ley en su totalidad, desde los preceptos
incluídos en el pacto propiamente hablando [los 10 mandamientos,
los que incluían 9 mandatos más un décimo como la señal del entero]
hasta los tantísimos preceptos que eran parte de todas las leyes
dadas por Dios a ese pueblo.

Al decirnos la Palabra: "Cristo nos redimió de la maldición de la ley",


es igual que si dijera que 'Cristo nos redimió o compró de la
obligación nuestra a cumplirla con tal de hallar vida'. Al decir,
'maldición', no es alguna parte de la ley que en si misma pudiera ser
de maldición, sino la ley misma en su totalidad, la cual era maldición
a cada alma.

Al leer que "Cristo nos redimió" de esa maldición, quiere decir que el
precio que él pagó para redimir o comprar sacó a las almas de ser
'posesión' de la ley que maldecía para venir a ser 'almas libres de la
maldicion' por haber sido "compradas por precio" y hechas propiedad
del Señor. No es un cambio de 'unas leyes dejadas en sitio y otras
quitadas', sino de un traspaso de la propiedad que antes estaba bajo
el poder de la maldición de la ley para ser propiedad del Salvador que
nos libertó y nos puso sobre un nuevo fundamento... el pacto nuevo
en la sangre de Cristo; ¡y eso sí que es grande! Esa es la gracia
redentora de Cristo.

Si el lector ha seguido con gran cuidado lo ya escrito, deberá serle


fácil comprender que cualquier intento por validar otra vez parte
alguna de esa ley de cuya maldición Cristo nos redimió viene a ser,
aunque no se comprenda como tal en ese momento, un rechazó a la
obra de perfecta y completa redención obrada por Cristo.

Recuerde, apreciado lector, que al Cristo redimir, el resultado ha


sido el pago y saldo del precio exigido por el anterior dueño o señor.
Si Cristo nos redimió, entonces pagó el precio total exigido por la
ley. El que de veras está en Cristo ya no tiene que echarse encima
una carga de temor ante la posibilidad de que pudiera desobedecer
algo requerido en esa vieja ley que maldecía. Ya somos libres en
Cristo... NO libres para pecar, sino libres para servirle a él con amor y
humilde lealtad... libres del poder y de la maldición de la ley.

Un caso comunmente visto entre muchos que siguen creyendo que


tienen que cumplir toda o, cuanto menos, partes de la vieja ley
mosaica es el caso del sábado. De las dos narraciones en Exodo y
Deutoronomio ( sí... hubo dos ) de la ocasión en que Dios dio su
pacto, las 10 palabra escritas con Su dedo en tablas de piedra, una
ata el descanso del séptimo día al 'descanso' de Dios ya acabada la
creación; y la otra ata el mandato del séptimo día a la obra de
Dios cuando sacó a su pueblo de Egipto. Este detalle confunde a
muchos que se esfuerzan por vivir con Cristo en una mano y la ley de
Moisés en la otra, ya que le sorprende a muchos el detalle de que
cada narración ata 'el séptimo día a una causa distinta'.

Los que observan estrictamente la observación del séptimo día como


uno para descanso y el cese de trabajos están siendo más
consistentes que los que aseguran que el séptimo día hay que
observarlo, pero, que puede ser en el 1er día, y el nivel de piedad
demostrada en lo que hacen o dejan de hacer queda a la discreción
de la consciencia del cristiano. ¡Extraña manera de observar lo que
Dios ordenó a través de Moisés!... ¡según a cada cristiano mejor le
parezca! A veces se identifica ese esquema interpretativo como el de
'transferencia sabática al domingo, primer día de la semana. Lo que
olvidan los que así razonan con sus lógicas humanas es que la ley de
Moisés no contenía opciones sujetas al criterio del pueblo, sino que
todo era obligatorio... sin excepción, así fue prohibición o
requerimiento. ¡Ciertamente es un detalle interesante el que se
introduzca la 'libertad cristiana' a lo que supuestamente es un
requerimiento divino mediante la ley de Dios... de Moisés... con tal de
suavizar 'lo obligado' y llevarlo a 'lo que la conciencia dicte'!

El asunto común en los dos ejemplos ofrecidos está en el hecho de


que enseñan y practican que el 4to mandamiento del pacto antiguo
sigue en pie. Ambos están rechazando en sus actos la Palabra que
asegura que "Cristo nos redimió de la maldición de la ley". Nos
preguntamos, pues: ¿Nos redimió? ¿O no nos redimió? Si la ley
mosaica sigue siendo ley vigente, entonces los observadores del
sábado andan de manera consistente a la ley de Moisés. Claro es, sin
embargo, que están negando la eficacia de la obra de Cristo, y no
están redimidos de la maldición de la ley. Sin embargo, los
evangélicos que aseguran 'estar bajo los 10 mandamientos para su
santificación personal' y 'estar en Cristo para su salvación' dan fe de
no haber comprendido aún el verdadero significado de lo que es
'estar redimidos de la maldición de la ley'.

Mas, los que aseguran creer en la perfecta obra de Cristo, y creen


que él nos redimió de la maldición de la ley, realmente violan lo que
profesan creer cuando insisten que es obligatoria la observación del
sábado, aunque sea en el 1er día, domingo. Justifique la observación
del sábado en el día que usted quiera, y está desmintiendo –a
sabiendas o no– que Cristo nos redimió de la maldición de la ley. Sin
embargo, crea el testimonio de la perfecta obra de Dios considerada
arriba y conocerá lo que es la libertad de aquello de lo cual nos
redimió nuestro Sustituto, Jesús.

Si se quieren reunir como iglesia el domingo, o el lunes, o el día que


sea, Dios lo verá con agrado al ver que la motivación es adorar a
Quién les libertó de la condenación de la ley. Si quieren tomar el
precendente de que en las epístolas se ve a los creyentes
reuniéndose los primeros días de las semanas, en ello no hay
problema alguno. No dudamos por un solo segundo que lo hacían
porque ese día les recordaba la gloriosa resurrección de Cristo. Y si es
así, pues, bien. Ahí hay un 'precedente', mas, no una ordenanza o
ley. Existe historia natural de la iglesia de Cristo en los primeros
siglos en donde, por ejemplo, no celebraban un día anual de la
Resurrección porque, para ellos, ese glorioso evento lo
celebraban cada 1er día de la semana.
Por otro lado, no olvidememos que la naciente iglesia de Cristo tenía
su reunión diaria en la que 'partían el pan'. De ese patrón diario
fueron reduciendo los días semanales de reunión por razones que
sólo ellos conocían. Es muy probable que el amor primero trajo gran
estusiasmo, pero, el ir reduciendo los días de reunión no quitó de que
sus reuniones fueran espirituales y con el único propósito de adorar al
Señor resucitado.

Pero, tratar de racionalizar intelectualmente que el primer día de la


semana está relacionada con la señal del pacto antiguo es andar
dando palos a ciegas... es dar coces contra el aguijón. Es tiempo ya
que el pueblo de Dios despierte a la realidad de que Cristo, al
"redimirnos de la maldición de la ley", nos redimió al 100%... no hizo
una obra a medias, sino completa. ¿Por qué somos tan dados a
querer tomar la obra de Dios y virarla al revés a fin de acomodarla a
nuestras tradiciones, nuestras ideas religiosas que a veces distan
tanto de la Palabra escrita?

En conclusión a la pregunta propuesta arriba: La maldición de la ley


es el efecto total o cumulativo de las exigencias no cumplidas de la
ley... nadie las puede cumplir debido a su propio pecado. El alcance
de la maldición es a todos los que viven o tratan de vivir bajo la
ley. Sólo hay una manera de vivir en plena libertad de esa maldición:
siguiendo por fe a Aquel que nos redimió de esa maldición, el Señor
Jesucristo.

Quede claro en el corazón de cada estudiante de este tema que la


redención de la maldición de la ley es igual que si se hubiera dicho;
de la ley. Es así porque la ley no consistía de dos áreas o partes en
que la una parte pronunciaba maldición al que desobedecía y la otra
parte bendición a quien obedeciera.

Por tanto, afirmamos que ser 'librados de la maldición de la ley por


medio de la sangre Cristo' equivale a decir: 'Somo libres de la ley
mosaica con todas sus exigencias, reglamentacionses y condenas.

Habiendo ya tocado en esa horrenda labor en que Cristo fue hecho


maldición por nosotros, sigue naturalmente que nos hagamos la
siguiente pregunta:

III. ¿Qué significa el que Cristo se haya hecho, literalmente,


maldición por nosotros?

Esta es la pregunta que nos lleva al mismo corazón de lo que fue y


es la obra redentora en la cruz del calvario. Algunos textos bíblicos
nos describen cómo el Justo tomó el pecado de los injustos: "Él llevó
nuestros pecados en la cruz para que seamos hechos la justicia de
Dios en él" (1 Pedro 2:24). Cuando Cristo oraba en aquel lugar
apartado en el monte cercano a Jerusalén, le expresaba a su Padre su
anticipado sufrimiento al pedirle que 'si fuere posible que esa copa
pasara de él...' a la vez que aceptaba que la voluntad del Padre se
habría de cumplir hasta el último detalle (Marcos 14:36).

Estas palabras inspiradas del apóstol no contemplan un sencillo y


típico evento de 'una muerte' común, sino de una muerte muy
distinta a todas las demás ya que habría de ocurrir, de manera muy
real y literal, una obra de sustitución en la que el Cordero de Dios,
Jesús el Cristo, tomaría, en un acto judicial ante Dios, el lugar de
cada culpable a quien Dios ya había determinado dar la vida eterna...
los sustituídos, identificados en la oración de Cristo en Juan 17 como
'los que tú me diste'.

Es, sin rodeo alguno, una de las doctrinas claves en todo lo que es la
salvación espiritual del humano pecador por obra de un Dios santo y
soberano. En el 'evangelismo' contemporáneo se oye hablar acerca
del pecado –aunque sea en algo– y de la necesidad de 'entregarse al
Señor', de 'dejar que él obre en ti', 'que puedes ser una mejor
personas si le dejas entrar a tu vida,' etc. No diremos más, por
ahora, del penoso estado de tantos predicadores que presentan a un
Cristo Salvador que pide pérmiso al pecador para poder obrar en él o
ella... ¡como si el necesitado tuviera más poder y determinación que
el Salvador!

De manera muy breve, recordemos que la ley bajo el antiguo pacto


exigía una obediencia perfecta a todo lo requerido, sin excepción
alguna. Prometía castigo de muerte a todos cuantos no podían lograr
esa obediencia requerida. Sabemos que nadie podía cumplir debido a
su propio pecado. Por tanto, a cada ser humano en ese pueblo le
esperaba la muerte eterna a no ser que alguien cumpliera la ley en su
lugar. Y es ahí donde entra en escena la muerte del Cordero,
anticipada por tanto tiempo en su capacidad de Sustituto a través de
los constantes sacrificios que, de una forma u otra, obraban
sustitución o satisfacción a favor de quien ofrecía dicho sacrificio.

De tantos sacrificios requeridos por Dios en su pueblo Israel, el que


más sobresale, al menos para este quien escribe, era el del macho
cabrío, una vez al año. Esa celebración o sacrificio anual simbolizaba
la obra sustitutiva que el Mesías haría en el tiempo
prometido. Realmente, se usaban dos animales; uno era soltado
para que se perdiera por 'el monte', simbolo de cómo el Mesías
prometido se llevaría "el pecado tan lejos como el oriente es del
occidente" (Salmo 103:12).

Luego, el segundo animal era sacrificado, habiendo sido señalado


como el sustituto que representaría al pueblo. Su sangre era llevada
por el Sacerdote adentro del velo y rociada sobre la tapa del arca, el
Propiciatorio... el asiento terrenal, temporal de Dios. Un detalle
importante es que el sacerdote de turno ofrecía, primero, un animal y
llevaba su sangre dentro del velo como el sustituto por sus propios
pecados y los de su familia. Entonces era que entraba ese Sacerdote,
por segunda vez, pero, llevando ahora la sangre que representaba al
pueblo ante Dios durante un año. El próximo año se repetía toda la
ceremonia debido a que la sangre de animal no podía quitar el
pecado. (Puede leer sobre este tema con lujo de detalle en la epístola
a los Hebreos, en especial del cap. 5 en adelante.)

Mas, venido ya el Mesías prometido, Cristo, es él el Sustituto


esperado, el Cordero que sería inmolado como el Sustituto de su
pueblo. Pero, es de suma importancia recordar que al asumir ese
papel de Sustituto –que antes le correspondía al animalito
sacrificado– la culpa o pecado del pueblo era transferido a ese
cordero o macho cabrío. Al morir el Cordero de Dios, ese pecado del
pueblo sustituído fue transferido directamente, de forma muy real, al
mismo Señor Jesucristo.

Por eso la Palabra nos dice que "él que no conoció pecado fue hecho
pecado por nosotros, para que seamos hechos justicia de Dios en él"
(2 Corintios 5:21). Ahora bien, en el ceremonialismo hebreo que
anualmente sacrificaba ese inocente animal, había también una
transferencia simbólica del pecado del pueblo al animal que estaba
por sacrificarse. La gran diferencia con Cristo fue que la transferencia
del pecado al Cordero sacrificado ya no fue simbólica sino real; no fue
por un año sino por la eternidad.

No era sencillamente que Cristo iba a morir. Ese hecho, de por sí,
es algo grande... terrible. Pero, que el eterno Dios se haya hecho
hombre para venir a morir como un culpable es algo mucho más
serio, ya que nos deja ver que Cristo realmente fue hecho pecado por
nosotros, no simbólicamente, sino realmente. Yo no entiendo cómo
eso pudo ser; sin embargo, lo acepto como la Verdad que es por el
testimonio bíblico.

Sabemos que el tiempo que duró esa sustitición literal, clavado en la


cruz entre tierra y cielo, fue cuando Dios Padre se vio obligado a 'no
mirar' a Su amado Hijo; Su santidad no le permitía, ni le permite,
mirar sobre el pecado. Fueron esas las angustiosos horas cuando el
Hijo de Dios, colgando en esa cruenta cruz, exclamó con
incomprensible angustía: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has
desamparado?" (Marcos |5:34) ¡No fue fácil ser nuestro Sustituto...
venir a ser maldito por nosotros! ¡Jamás lo comprenderé! ¡Toda
honra y gloria sea a él por haber obrado así a favor nuestro, a favor
mío!

Pero, no sólo es que habría de morir, y que su muerte habría de ser,


literalmente, como un pecador millones de veces más pecador que
nosotros (¡si nuestro pecado como individuos es tan grande ante
Dios, cuánto más horrible fue la suma total de todo el pecado de
todos los escogidos puesta en uno solo, el Cordero de Dios!). Añádale
a eso que la muerte de ese culpable sería 'en cruz'. Como si no
bastara con los elementos ya vistos tocante a Su muerte, ahora se
nos habla de que fue hecho 'maldición' por nosotros. ¿Cuál es la
importancia o el significado de ese detalle... la relación entre la
maldición y una cruz? Esa respuesta la veremos a continuación al
hacernos la próxima pregunta:

IV. ¿Qué siginifica, 'el que es colgado en cruz es maldito'?

Fíjese que el uso del término 'maldito, o maldición' es vinculado no


primariamente a la realidad de la culpa ajena que el Mesías llevada
en sí mismo al morir, sino al hecho de que la muerte era en cruz.
¿Qué diferencia haría el mecanismo para aplicar la muerte? Muerte
es muerte, ¿no? En el sentido físico, sí; mas, en el sentido espiritual o
moral, ¡no! ¿Por qué es ese el caso? Veamos:

No hay más que leer los últimos versos de Deuteronomio 21 para


hallar de causa o fuente de esta maldición. Dios mismo instruye al
pueblo en la acción a tomarse cuando se trata de uno que ha
transgredido la ley de tal manera que merezca el castigo mayor, a
saber, la muerte. Y se habrá de colgar en un madero o cruz. Pero,
Dios le añade la salvedad de que el cuerpo así ejecutado no deberá
permanecer en la cruz más allá de ese mismo día. La razón dada es
que: "el que es colgado en cruz es maldito". Así que, es Dios quien
determina que morir en cruz es morir como un maldito. ¿Puede ver
Ud. en ese detalle cómo Dios iba preparando el camino para que Su
Hijo muriese como nuestro Sustituto,,, Sustituto de seres incapaces
de agradar a Dios en lo más mínimo... gente que sólo somos
pecadores ante él?

Ahora, consideremos por unos segundos que el método usado por


los romanos para la ejecución de sus más viles criminales era,
precisamente, el ser colgados en una cruz o madero. Los dos
términos son usados en la Biblia. Hay quienes hacen gran diferencia
entre el signifcado de ambas palabras. Nosotros lo que deseamos
enfatizar es el muy sencillo hecho de que Cristo, el Mesías, murió en
un cruz romana. No importa su estilo físico, si era grande o pequeña,
las piezas montadas de tal o cual manera o ángulo. Nada de eso
importa al compararse con la realidad del significado de que el que
así fuere ejecutado no sólo moría sino que su muerte era considerada
como una muerte 'maldita'.

Hagamos aquí una pausa y consideremos esa gloriosa, y a la vez tan


terrible, realidad de que Cristo haya muerto bajo tales condiciones de
'maldición'. Ya vimos cómo Dios mismo es Quien
establece que morir en cruz es una muerte maldita. Vimos cómo el
gobierno romano reservaba la ejecución en cruz para el más vil de los
transgresores contra la sociedad. Estos no son hechos
coincidentales, sino más bien, planificadas por Dios desde la
eternidad. La historia natural... los gobiernos que se levantan y se
caen... todo ello es parte de la obra de Dios. En el plan de Dios era
necesario que el Cordero muriera bajo la maldición de cruz, detalle
físico provisto soberanamente por Dios a través del gobierno de
turno: el romano.

Pero, consideremos por un momento qué es lo que, ante los ojos de


un Dios justo, requiere que Su propio Hijo, hecho hombre, tenga que
morir así. Otros métodos de ejecución existían. Era más fácil y
rápido decapitar a la persona. Se podría echar a los leones
hambrientos tal como hicieron luego con millares de cristianos...
familias completas. ¡Y de cuántos otros mecanismos de ejecución no
pudiéramos hablar! El asunto clave aquí es que Dios determinó que
su Hijo moriría en cruz: una muerte maldita.

Con eso en mente, volvamos a meditar en la realidad de la obra


divina que estableció que la expiación del pecado ocurriría a través de
la muerte de un sustituto inocente. Este hecho se veía
constantemente en los sacrificios relacionados al templo, el pueblo
hebreo y el sacerdocio. La culpa del pecado de cada persona era
transferida simbólicamente a un animal, y ese gran sacrificio anual a
favor del pueblo envolvía dos machos cabríos que ningún pecado
habían cometido, mas, en la voluntad de Dios, venían a ser sustitutos
a los cuales se les transfería por el término de un año el pecado del
pueblo... pecado debido a su total incapacidad de cumplir lo reuqerido
por Dios en su santa ley.

De ahí que cuando se cumple el tiempo prometido, y el Cordero de


Dios llega al día de la expiación, es él quien viene a ser el 'maldito'
ante Dios porque ocurre una transferencia literal del pecado del
pueblo escogido de Dios a ese Cordero sustituto. Ya Dios venía
preparando los detalles de la historia para que en el día de ese gran
sacrificio, el Cordero de Dios, limpio de pecado personal, asumiera el
pecado de un enorme pueblo y fuera llevado a morir en una cruz...
cruz que simbolizaba la realidad de que Su Hijo estaba muriendo
como un Sustituto maldito por causa de los sustituídos. La muerte en
cruz enfatizaba esa maldición, y aún los romanos contribuyeron su
parte jurídica a tal muerte usando de la cruz como el lugar adecuado
para la muerte de este judío que el pueblo pedía a gritos: 'Crucifícale,
crucifícale' (Marcos 15:13-14).

Tengamos claro que Cristo no murió como un mero formalismo


general o genérico para proveer salvación a la persona que tuviera
algún interés en ser salva. No fue semejante, según algunos, a un
'depósito a una cuenta bancaría que dependa de la voluntad del
beneficiado para aceptar ese depósito o no'. Mil veces no. Se trata
de una sustitución en el lugar de gente pecadora, maldita, que jamás
pudo ni jamás podría cumplir con la santa ley de Dios. Yo merezco la
maldición de Dios sobre mi pecado; Ud. también. Pero, Cristo tomó
nuestra culpa y aceptó morir de la manera más vergonzosa: una
muerte maldita en cruz

Con lo expresado en las líneas anteriores, debe quedar claro para


cada uno que lee estas palabras que Dios mismo es Quien estableció
que tal muerte era, específicamente, una maldición para quien así
fuere ejecutado. Creemos que, tal como todo lo obrado por Dios en
la historia del mundo tenía sus significados y ejemplos de todo lo que
sería la obra del Mesías prometido, esto de la maldición a la muerte
en cruz era parte del mismo anticipo divino.

Cuán gran contraste entre la gloria eterna del Verbo, quien no


conoció pecado, y Su encarnación para venir a ser nuestro Sustituto,
llegando a ser Él el maldito que moriría en la cruz en nuestro
lugar. Y, debido a que él fue maldito por mí, yo soy bendecido con la
esperanza de la vida eterna porque Su sustitución quitó toda culpa de
mí. Toda gloria sea a él dada.

Teniendo en mente esa realidad de la maldición sobre Cristo y la


bendición recibida por el creyente debido a su relación con Abraham,
nos preguntamos:

V. ¿Cuál es la conexión entre la maldición sobre Cristo y la


bendición recibida por los que son de Abraham?

Volvamos al texto bíblico ante nuestra consideración (v.13-14) y


dejemos afuera –por el momento– la frase parentética (entre
paréntesis) "(...porque está escrito: Maldito todo el que es colgado en
madero...). Leería, pues, así este pasaje: "Cristo nos redimió de la
maldición de la ley, habiéndose hecho maldición por nosotros..()..
para que en Cristo Jesús la bendición de Abraham alcansase a los
gentiles, a fin de que por medio de la fe recibiésemos la promesa del
Espíritu".

Este texto dice mucho; ¡muchísimo!, y abarca un largo período de


tiempo, a saber: Desde la promesa que Dios le hizo a su siervo
Abraham hasta la inclusión de los gentiles en el disfrute de la
bendición dada a Abraham. Estamos hablando de más de dos mil
(2000) años. Notemos que en los dos extremos de este largo período
de tiempo hallamos unos eventos muy benditos, muy especiales:

1. La promesa hecha a Abraham de que en su Simiente serían


benditas un incalculable número de personas alrededor del mundo. Y,
en segundo lugar,

2. El cumplimiento de esa promesa.

Es importante notar que el largo intérvalo de tiempo entre medio de


los dos se identifica en este texto con sólo decir: "la maldición de la
ley". Interesante por demás, pero parte crucial del mensaje que
Pablo les está comunicando como advertencia de que 'se cuiden de
los judaizantes', lo cual es, esencialmente, el tema de Gálatas.

La bendición que recibirían (que ya recibieron para siempre) los


gentiles no procede del pacto y las leyes establecidas por Dios en el
pueblo hebreo, pueblo que vivió en ese tiempo entre la promesa y su
cumplimiento. Por el contrario, Dios hace muy claro que (y lo
veremos dentro de poco) la ley –entiéndase todo lo que componía las
ordenanzas, leyes y el pacto bajo Moisés– era un Ayo, o Tutor
disciplinario, con el fin de llevar o guiar el pueblo hasta el
cumplimiento de la promesa hecha a Abraham.

Estamos convencidos de que una gran parte del judaizantismo


moderno se debe a lo siguiente: que, desde su incepción, 'la ley de
Dios' que describen como un pacto eterno surge por no ver o aceptar
que la bendición en Cristo prometida a los gentiles no nace de las
leyes del Ayo sino del que recibió las promesas unos 400 años antes
de existir ese pueblo llamado Israel, a saber, Abraham.

Como el cumplimiento de la promesa de Dios a Abraham está en la


obra perfecta de Cristo, así sea en judíos convertidos a Cristo como
en gentiles injertados al verdadero olivo, no se puede mejorar o
perfeccionar esa obra con flacos esfuerzos por añadir elementos
populares y fácilmente recibidos de la ley temporera del Ayo.

Oimos hoy en día –y estamos seguros que así fue aun en los días del
Pablo– que es importante no dejar a un lado la 'eterna ley moral de
Dios' (concepto humano, no bíblico) si es que queremos agradar a
Dios en todo. Eso era lo que estaban escuchando los cristianos en
Galacia. Los judaizantes estaban cebándolos tan hábilmente que
Pablo se vio en la obligación de preguntarles: "¿Quién os fascinó
tanto como para no obedecer lo que recibisteis de
Cristo?" Comenzaron bien, ¡y ahora ésto!Parece mentira. (3:1)
Era una triste realidad. Los judaizantes estaban echando hacia
delante su agenda de 'meterles por los ojos' las bondades de lo
mosaico con el fin de que olvidaran que la conexión entre 'promesa y
cumplimiento' no era entre Moises y Cristo sino entre Abraham y
Cristo, siendo el Ayo que estuvo en el medio echado a un lado para
siempre.

La conexión, pues, entre la maldición de Cristo y la bendición


recibida por 'los que somos de Abraham por fe' es sencilla: Cristo
murió como el Sustituto 'maldito', obrando así la bendición prometida
a Abraham. Esa bendición no llegaría por obedecer la ley mosaica
hasta más no poder, sino por recibir como el Mesías Salvador a la
Simiente prometida a Abraham. Por eso, los que creen en Cristo
somos 'hijos de Abraham' y no 'hijos de Moises'.

Arriesgándonos a ser un tanto repetitivos tocante a varias muy


importantes y claves doctrinas del argumento inspirado paulino, sería
bueno hacer un breve repaso o recuento de la revelación salvadora
que Dios prometió desde el mismo huerto del Edén. Recordemos que
allí fue que Dios maldijo a la serpiente diciéndole que, aunque ella
(satán mismo) heriría la Simiente de la mujer en el calcañar o talón
(el Mesías que vendría), esa Simiente la heriría mortalmente en la
cabeza. (Génesis 3:15)

Desde el Edén se anticipaba esa victoria de la Simiente sobre la


serpiente. Al pasar los años, Dios hizo su pacto o promesa a
Abraham, diciéndole específicamente que, de "tu simiente... de tu
parentela vendrá Ese quien bendecirá a las naciones" (lea Génesis
15). Pasarían muchos años hasta verse cómo su descendencia
inmediata sería ese gran pueblo de millones de almas que, por
cientos de años servirían como esclavos a los egipcios, aquellos
creadores de las grandes pirámides.

De ahí fue que Dios levantó a Moisés para ser el líder humano que
sacaría ese gran pueblo de Egipto rumbo a la tierra que Dios les
prometio. Casi al inicio del viaje, habiendo cruzado en seco por el
fondo de lo que había sido, minutos antes, el fondo de un mar que,
en cuestión de horas, ahogaría al ejército del Faraón, Dios los llevó al
monte Sinaí, donde estableció Su pacto con ellos, a saber: los diez
mandamientos(Deuteronomio 4:13). Además de los diez
mandamientos del pacto, habrían muchas otras leyes para regir los
asuntos sociales, morales, y religiosos... todo parte de ese pacto
sinaítico que en el Nuevo Testamento se identificaría como el pacto
antiguo. Note que, 'cuando fue establecido ese pacto en el Sinaí, no
se le llamó antiguo por la obvia razón de que era el único pacto en
existencia con relación a la vida de ese pueblo'. Se identificará como
antiguo o viejo luego de establecerse el nuevo pacto en la sangre de
Cristo.

Ees importante notar que el pacto que Dios hizo con ese pueblo de
Israel en el Sinaí, descendientes todos de Abraham e Isaac, nunca
cambió la promesa que Dios hizo a Abraham, la cual miraba no hacia
Israel con sus leyes y sacerdotes, sino hacia un día después de Israel
cuando la Simiente prometida haría un nuevo pacto con el Padre
basado en la sangre derramada del Cordero de Dios.

No olvide la gran diferencia entre esos dos pactos: En el Sinaí Dios


hizo pacto con un pueblo pecador y contradictor. En la cruz Dios y Su
Hijo, Cristo, establecieron ese nuevo pacto entre sí basado en la
sangre del Hijo. El nuevo pacto Dios NO LO HIZO con nosotros, sino
con nuestro Sustituto, Cristo el Mesías prometido. De ahí su
perfección; de ahí nuestra esperanza eterna; de ahí nuestra libertad
que sólo viene por la obediencia perfecta de nuestro Sustituto.

Llegó, pues, el tiempo en que los mismos Israelitas son los que
logran su cometido de darle muerte al Mesías; Mesías que ellos veían
como un farsante. Pero, Cristo ya les había dicho a los líderes judíos
que "el reino les sería quitado y dado a otros que de veras harían las
obras de justicia" que Dios requería (Mateo 21:43). De esa manera,
al morir en cruz el Mesías, y gritar 'Consumado Es', (Juan 19:30) a la
vez que "Dios rompió de arriba abajo el velo" (Mateo 27:51) frente al
lugar santísimo en el templo, se cumple la promesa hecha a Abraham
y la puerta se abre para que, en pocos años, se comience a llevar el
evangelio a los gentiles por todo el mundo.

Si Ud. siguió los varios párrafos de recuento histórico a grandes


razgos, notará que la existencia y la obra religiosa del Israelita era
algo que ocurrió como parte del rumbo hacia el cumplimiento
prometido a Abraham. Entender ese obra de Dios en que promete a
uno (Abraham) lo que vendrá en el futuro (el Mesías) una vez se le
ponga fin a lo que ocuparía el ínterin (el pueblo hebreo con el
sacerdocio cuyas labores apuntaban todas hacia el Mesías) es
entender lo que la Biblia nos enseña sobre esta relación única entre
Abraham y el Mesías prometido.

Pero, el judaizante de aquellos tiempos, de manera similar a los de


hoy día, se limitaba a creer que la promesa de bendición en un
Mesías futuro era a través de ellos. Se les olvidó lo que Dios le
prometio a Abraham, sólo viéndolo a él como un gran patriarca al
cual respetar y venerar. Pero, aceptar que ellos,los hebreos, eran
actores temporeros en un escenario de una obra divina de mayores
proporciones no les era posible. De ahí que los judíos se dieron a
perseguir a los creyentes en Cristo, siendo un 'agente perseguidor
modelo' ese 'gran judío', Saulo de Tarso. ¿Lo recuerdan... su viaje a
Damasco para arrestar a cristianos?

De ahí que desarrollan ese celo por judaizar a los creyentes en


Cristo, por aquello de no olvidar y descuidar lo importante y, según
ellos, lo válido de la ley mosaica. Los judaizantes modernos obran
similarmente, aunque sus enfoques y argumentos a veces varían. En
lo que concuerdan con sus antepasados es que, de alguna manera, lo
que Dios hizo con Moisés sería de duración perpetua, por lo que, al
menos con variaciones interesantes y curiosas, tratan de observar la
señal del pacto, sábado, en domingo. Además, infructuosamente
tratan de separar la ley de Dios en partes o categorías no
existentes, forzando así sobre las consciencias de las ovejas a su
cuidado lo que llaman la 'ley moral de Dios'. Todo como parte de un
esfuerzo por mantener vivo lo mosaico, cosa que Dios puso a un lado
cuando se cumplió el tiempo: "Consumado está".

Por esa razón es que Pablo arguye tan elocuentemente a los gálatas
que la bendición prometida a Abraham se recibe en Cristo a través de
su muerte maldita en la cruz. Era y es de suma importancia llevar los
corazones de los débiles e incautos a entender que la Biblia nos
enseña que la bendición recibida entre los gentiles se debe a
la promesa hecha a Abraham y no al Ayo que intervino entre
medio de los dos como el disciplinario que llevó el pueblo finalmente
al cumplimiento en Cristo.

Una vez llevados a Cristo, entiéndase, que Cristo ya hizo la obra en


conformidad a la promesa, ya no hay un Ayo con la función de
'llevar a Cristo', porque esa función ocurrió una vez para siempre.
Fue una función histórica y, una vez cumplida esa misión divina de
'llevar hasta Cristo', su razón de ser expiró [Gálatas 3:24-25].

Resucitar ese Ayo, diz que como agente que lleva a los pecadores
a Cristo, no es más que una afrenta a Dios.

Es, ni más ni menos, decirle a Dios: "No acepto tu Palabra sobre ese
particular. Yo seguiré usando el Ayo (la ley) para evangelizar a los
pecadores, no me importa lo que tú digas al contrario. No acepto que
el Ayo fue temporero y que su función cesó según enseña tu
Palabra. Seguiré usando ese Ayo y seguiré enseñando a las ovejas
de igual forma". El pecado ciega al más devoto celote
religioso. [Examinaremos de lleno este tema al llegar alos versos
3:24-25]

Finalmente, nos preguntamos:

VI. ¿Cómo se relaciona la muerte de Cristo, la bendición al


patriarca Abraham y la promesa de que su bendición incluiría
(alcanzaría) a los gentiles?

El estudiante que ha leído con gran atención la sección que precede,


habrá tomado nota de que algunos de los detalles en esa respuesta
son parte íntima de esta pregunta final del capítulo y su respuesta. El
tema sigue siendo la relación o vínculo entre Abraham y
Cristo: la promesa de Dios al primeroy el cumplimiento del Dios-
hombre de dicha promesa.

Si recuerda el breve recuento histórico que ofrecimos a 'vuelo de


pájaro', comprenderá que la obra o manifestación de la obra
salvadora de Dios comienza con Adán y, muy pronto después del
gran diluvio y la promesa hecha a Noé (el arco en el cielo, ¿lo
recuerda?), se halla Dios afinando su esfera de bendición a la
descendencia de Abraham, habiendo hecho una clara promesa
o pacto con Abraham cuyo cumplimiento vendría a realizarse, no
dentro del pueblo hebreo bajo las leyes y el pacto dados por Dios a
Moisés en el Sinaí sino en el Mesías prometido, Jesús el Cristo quien
sería el Sacerdote según el orden de Melquisedec (lea Hebreos 7).

No olvidemos que la introducción del pacto hecho con el pueblo


hebreo, y todo el andamiaje religioso administrado por la tribu de
Leví... los Sacerdotes... no era sino un Ayo disciplinario que
los llevaría hasta el Mesías prometido, el único que podría
obedecer y cumplir todos los requerimientos de la ley mosaica al
tomar el lugar como Cordero sustituto por el pecado del pueblo
escogido de Dios.

Si recordamos las palabras de Dios a Abraham en el sentido de


que en su Simiente serían benditas todas las gentes del la tierra, es
obvio que abarcaba mucho más que el diminuto pueblo hebreo: la
satisfacción y justicia ante Dios obrada por Cristo en su muerte
de cruz no era con el fin de redimir sólo a hebreos, sino a gentes de
toda lengua y tribu. Eso nos incluye a los que no somos judíos... ¡a
Dios la gloria!

Sin embargo, mientras iba pasando el tiempo en la historia natural


hasta que llegara el día en que el Mesías sería cortado a la mitad de
esa última 'semana' de la profecía revelada a Daniel, la obra de Dios
se limitaba mayormente a guiar a los hebreos hacia el día de
Cristo. Y como fueron cientos de años que el pueblo de Israel vivió
con el sacerdocio levítico bajo la ley mosaica, les fue muy fácil olvidar
que la promesa de Dios a Abraham en el sentido de la bendición
prometida envolvía, necesariamente, el 'nuevo elemento de la
evangelización a los gentiles'. Tal parece que las generaciones, una
tras otra, se prestaron para que el pecado les dominara y les hiciera
olvidar que los rituales todos miraban al cumplimiento de la promesa
hecha a Abraham.

Por eso se molestaron tanto los líderes religiosos cuando Cristo les
dijo que el reino les iba a ser quitado y dado a otros que harían las
obras propias de la justicia de Dios (la iglesia de Cristo compuesta
por judíos y gentiles convertidos). Ese componente de los gentiles
'en la iglesia' no fue aceptado por el pueblo, ya que vivían encerrados
en su propia religión, olvidando que la promesa hecha a Abraham
incluía a todas las gentes.

Aunque es cierto que Dios creo al hombre (el humano) y puso en su


alma una consciencia que le capacitaba a conocer lo que Dios
requería de ellos, pronto cayeron en pecado. Y Dios, en Su sabio
plan de redención, no estableció con todos los humanos una especia
de pacto como el de Sinaí, sino que limitó sus promesas a Abraham
y, luego, estableció le 'religión judía' con el Ayo o disciplinario que no
sólo mostraría a ellos su pecado e incapacidad de cumplir las santas
normas divinas, sino que los condenaba debido a la incapacidad de
ellos de cumplir en lo más mínimo esas leyes.

Aunque el pacto de los diez mandamientos fue dado a su pueblo


exclusivo, Israel, podríamos observar que los mandamientos son, casi
en su totalidad, requerimientos que bien se podrían haber exigido de
todos los humanos ya que Dios es santo y él es el mismo para toda
su creación. Claro está, sabemos que Dios les dio la señal de su
pacto, el sábado de descanso, como el mecanismo para ellos mostrar
que se allanaban obedientemente a los artículos del pacto. Sabemos,
también, que aunque los demás humanos estaban en la misma
condición pecaminosa que los hebreos, el pacto fue hecho sólo con
Israel, y el Sacerdocio era sólo para el beneficio de ese pueblo.

Sabemos que Dios les dio leyes que controlaban la manera en que
habrían de tratar con benevolencia a los extranjeros entre ellos. Pero,
la puerta del evangelio salvador no fue abierta a los gentiles en un
sentido general sino hasta que Cristo murió bajo la maldición
prometida por la ley a los que morían en cruz. Murió como culpable
debido a las almas culpables que el Padre le entregó a sustituir en la
cruz. Y esos sustituídos eran y son tanto de entre los gentiles como
de los judíos.

Y así vemos cómo la muerte de Cristo, según la promesa hecha a


Abraham, obtuvo la inclusión de los gentiles al pueblo de Dios. Estos
detalles tal parece que se les habían olvidado a los creyentes en la
región de Galacia, por lo que Pablo les 'baja fuerte' con palabras
correctivas para que no olviden que su vida en Cristo se la deben a la
promesa de Dios a Abraham. Por ello era que no había cabida
armoniosa para elementos mosaicos en la fe de Cristo. Ya él lo
cumplió todo... lo que había sido sombra ahora dio paso a
Luz brillante. La libertad del cristiano se debió no al historial hebreo
sino a la promesa de Dios a Abraham.

Así como Pablo fue usado por Dios para arrestarles la atención a
estos gálatas para que despertaran de la fascinación que ellos tenían
con los judaizantes, nosotros hoy día hemos de estar avisados sobre
las mismas tendencias de los judaizantes modernos que, con tonos
suaves, persuasivos y 'piadosos', se llevan enrredados en la
fascinación momentánea del brillo que les ponen ante los ojos de los
incautos. Suena tan bonito hablar de 'volver a usar las costumbres'...
de 'danzar como ellos' (supuestamente), 'de guardar un día
religiosamente en observación del sábado'. Todo ésto se presenta a
los ojos y oídos de los créduos y no extraña que se fascinen tanto con
las innovaciones propuestas.

Lo que no podemos olvidar es que la comunión con Dios y la


esperanza eterna en Cristo se debe, no a lo que hizo la ley mosaica
por nosotros, sino a que Cristo, en su muerte como Sustituto
perfecto, siendo hecho 'maldición por nosotros', cumplió al pie de la
letra lo que Dios le prometió a Abraham. Y sabemos que Cristo
mismo testificó que Abraham vio su día y se gozó.

Damos toda gloria a Dios por su gracia obrada en Cristo según lo


prometió a su siervo Abraham. Por eso los de fe somos hijos de
Abraham, porque somos, primero, hijos del Soberano Dios a causa de
la sangre de Cristo del nuevo pacto. A Dios dea toda gloria.

DS

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