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Evidencias del Diluvio del Génesis

Puesto que el diluvio, tal como se lo describe en las Escrituras, fue un acontecimiento
singular, es difícil establecer un modelo hipotético de su desarrollo. Debido a que lo
mismo puede decirse de algo que nunca ocurrió, ésta no es una razón válida para negar
que ocurriera el diluvio. Un sistema lógico de investigación debiera admitir
acontecimientos singulares. Al paso que no es posible obtener evidencias directas del
diluvio, una catástrofe inmensa de tales proporciones debiera dejar evidencias
circunstanciales abundantes en apoyo de su existencia.

1. Distribución de los sedimentos marinos.-

Una característica singular de las capas de sedimento que están sobre la tierra es que la
cubierta sedimentaria de los continentes tiene un espesor cuyo promedio es unas cinco
veces mayor (1,5 km.) que el grosor de la cubierta que se encuentra en el lecho de los
océanos (Fig. 1). Algunos de los sedimentos originalmente llevados al océano por los
ríos pueden haber sido absorbidos por un proceso de inmersión que hace penetrar la
litosfera dentro del manto (Sección V-A). Sólo se puede conjeturar cuánto fue lo que
podría haber sido inmerso. Para la cuestión de un diluvio de alcances mundiales, es
más importante el hecho de que más o menos un tercio de los sedimentos que están
sobre los continentes contienen fósiles marinos, y por lo tanto se originaron en el mar.
Esto concuerda bien con la idea del levantamiento de sedimentos marinos dada por E.
G. de White (Sección III). Una inferencia interesante es que en la actualidad los
sedimentos del océano son escasos porque se han acumulado tan sólo a partir de las
últimas etapas del diluvio y después de él. Los sedimentos marinos de los continentes
representan lo que había en los océanos antes del diluvio. Los geólogos que no creen
en una catástrofe de alcance mundial, como el diluvio, por lo general explican la
presencia de abundantes depósitos marinos en los continentes suponiendo que extensas
zonas de los continentes acumularon depósitos marinos mientras estaban debajo del
nivel del mar durante largos períodos (por ejemplo, Brooks 1949, pág. 206; Sloss y
Speed 1947). Esta idea no se ha librado completamente de desafíos (Wise 1972). La
idea de continentes ubicados a un nivel inferior en lo pasado es similar al primer
modelo que ya presentamos (Sección VI-B-1), según el cual los continentes se
hundieron durante el diluvio. Si esto no se toma en cuenta, la gran abundancia y
amplia distribución de depósitos marinos en los continentes resulta insólita, a menos
que se acepte un diluvio como el del Génesis.

2. Abundancia en los continentes de depósitos terrestres singulares.-

La abundancia en los continentes de depósitos sedimentarlos singulares que contienen


fósiles terrestres es una evidencia de una acción catastrófica sufrida por los continentes
que no admite analogías en el presente. En el suroeste de los Estados Unidos, el
conglomerado Shinarump del triásico, que pertenece a la formación Chinle, es un
ejemplo notable de conglomerado fosilífero que contiene madera. Este conglomerado,
que ocasionalmente se convierte en arenisca de grano grueso, por lo general tiene
menos de 30 m de espesor, pero ocupa casi 250.000 km² (Gregory 1950). Esto sugiere
que se necesitaron fuerzas mucho mayores que las actuales para esparcir un depósito
continuo y grueso, como es éste, sobre una zona tan amplia. Es difícil imaginarse que
actividades sedimentarias locales, tal como lo pretenden algunos, pudieran producir
semejante continuidad. Conglomerados que se presentan en la base de otras
formaciones muestran la misma evidencia.

La naturaleza amplia, continua y singular de muchas formaciones también indica una


extensa deposición en una escala que sugiere un diluvio mundial. Por ejemplo, la 99
formación Morrison, jurásica, multicolor y con fósiles de dinosaurios, en el oeste de
los Estados Unidos, se extiende desde Kansas hasta Utah y desde el Canadá hasta
Nuevo México (Hintze 1973). Sin embargo su espesor por término medio es sólo de
unos 150 m. Estas amplias formaciones, de las cuales podría presentarse una extensa
lista, reflejan una continuidad de deposición lateral en una escala desconocida en la
actualidad. Muchos geólogos las explican como un conjunto de características
sedimentarias locales. De nuevo es sumamente difícil imaginar fenómenos de
sedimentación local que produjeran esas formaciones relativamente delgadas pero
amplias y continuas. Uno también se pregunta cómo pudo haber sido tan uniforme una
actividad local durante los largos períodos supuestos para la deposición de las
formaciones. Los datos concuerdan mejor con la idea de un diluvio catastrófico como
el que se describe en el Génesis.

3. Menor limitación territorial en el registro de los fósiles.-

La ubicación en zonas determinadas (localización de distribución) de seres vivos es


mucho mayor ahora que en el registro de los fósiles. En otras palabras, las especies
fósiles aparecen mucho más esparcidas en la superficie de la tierra que las especies
vivas. Muchos paleontólogos se han referido a esta diferencia (por ejemplo Sohl 1969;
Barghoorn 1953; Valentine y Moores 1972; Valentine 1973). Se espera menor
localización de fósiles en un diluvio de alcances mundiales en el cual tuvieron que
ocurrir algunos esparcimientos laterales de seres orgánicos. Esto también podría haber
sido el resultado de condiciones climáticas más uniformes en la tierra original (White
1890, pág. 46; 1947, pág. 46). En cualquiera de estos casos, los datos confirman la
descripción dada mediante la inspiración divina.

4. Turbiditas.-

El nuevo concepto de rápida sedimentación por agua, provocada por corrientes de


turbidez, tratado en la Sección V-B, concuerda bien con una catástrofe tal como el
diluvio del Génesis. Sólo el tiempo dirá qué proporciones de los sedimentos se
identificarán finalmente como depósitos de turbiditas. Las turbiditas con frecuencia
son complejas, no siempre se sedimentan granulométricamente, y a veces no se pueden
identificar. Dott (1963) identifica "algo menos del 50 por ciento" de turbiditas en
algunos sedimentos de la cuenca de Ventura, en California. En una sección que abarca
desde el devónico hasta el eoceno, del noroeste de los Estados Unidos, él estima que el
30 por ciento son turbiditas sedimentadas granulométricamente, 15 por ciento son
rocas calcáreas, 15 por ciento volcánicas, y 40 por ciento son de origen incierto.

Es posible postular corrientes de turbidez en grandes lagos y sobre porciones


continentales sumergidas, y luego suponer la intervención de largos períodos de
tiempo. Pero el número creciente de depósitos en los continentes que se identifica
como turbiditas, indica actividad subacuática en una escala que correspondería con el
diluvio y que no concuerda con los procesos actuales de sedimentación en los
continentes.

5. Escasez de características de erosión en las discordancias.-

Las discordancias que representan "hiatos"* provocados por el tiempo en el registro


geológico son frecuentes en muchas secuencias sedimentarias. Esos hiatos de tiempo
extenso debieran mostrar los efectos del tiempo. La erosión durante esos largos hiatos
debiera ser evidente, y a veces debiera haberse preservado, al quedar sepultadas esas
características debajo de un nuevo ciclo de sedimentación. La falta casi completa en
las discordancias de las características principales de la erosión, tales como los 100
numerosos cañones que ahora vemos en la superficie de la tierra, sugiere poco tiempo
entre los ciclos de sedimentación, tal como podría esperarse en un diluvio. Existen
pocos cañones fósiles* (por ejemplo, Cohen 1976), pero su casi completa ausencia en
todos los sedimentos antiguos comparada con su actual abundancia en la superficie de
la tierra apoya el concepto de que la deposición de los sedimentos en el pasado fue
rápido y dio poco tiempo para la erosión.

Algunos geólogos han usado el concepto de las penillanuras en un esfuerzo por


explicar la ausencia de características grandes de erosión en las discordancias. Las
penillanuras son consideradas como superficies amplias erosionadas de bajo relieve.
La secuencia singular de acontecimientos requeridos para producir penillanuras
(Thornbury 1969, págs. 185-188) ha inducido a muchos a poner en duda este concepto
(por ejemplo, Holmes 1965, pág. 575; Foster 1971, pág. 65). Si las penillanuras son
una característica común del registro de los fósiles, debería haber ejemplos modernos.
Sin embargo, Bloom (1969, pág. 98) pone en duda la existencia de penillanuras
modernas.

Parece evidente que las características de las discordancias en el registro geológico


apoyan la acumulación relativamente continua requerida por un modelo del diluvio.

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