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Prevención de adicciones en el ámbito educativo

Clase 2. Las adicciones desde una perspectiva relacional

Propósito
Analizar la problemática de las adicciones desde una perspectiva relacional que dé cuenta de las
condiciones de los sujetos y su entorno para entender las distintas relaciones que pueden
establecerse con sustancias, objetos o actividades.

Sinopsis
En la clase 0 comenzamos a definir las adicciones y planteamos la necesidad de analizar al consumo
problemático de sustancias, no como algo aislado, autónomo, singular explicado a partir de causas
individuales (como expresión de inadaptación, carencia o desajuste de los sujetos), sino
como situaciones problemáticas complejas que surgen como manifestaciones de la cuestión social.
Es decir, situaciones que expresan contradicciones y conflictos del sistema social y, en tal sentido,
deben ser analizados desde una perspectiva de totalidad ya que se produce la interacción de
distintas dimensiones.

En esta clase abordaremos dos dimensiones fundamentales de la problemática a través de las


miradas de Graciela Touzé y Carlos Damín. Graciela Touzé es licenciada en Trabajo Social,
especialista en Ciencias Sociales y Salud ,y presidenta de Intercambios Asociación Civil. Por toda su
experiencia en la temática, Touzé nos propone un abordaje de la problemática desde un modelo
que reconozca el carácter relacional de las situaciones de consumo en tanto que se produce una
interacción entre tres dimensiones: el objeto de consumo como elemento material; los procesos
subjetivos en la relación de la persona con el objeto de consumo; y el contexto en el cual se
produce esta relación. Para ello, la autora apela a una perspectiva histórica, mostrando que el uso

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de drogas es una práctica muy antigua, que durante siglos estuvo integrada socialmente. Las
rupturas, producto de la modernidad, condujeron a que los sentidos que se le asociaban fueran
cambiando, transformando al problema de la droga en motivo de creciente alarma social.

Utiliza el concepto de representaciones sociales y lo aplica para describir la percepción social


acerca de las drogas y de sus consumidores. Esto nos permitirá reconocer preconceptos y
estereotipos.

A partir de establecer que en cualquier uso de drogas debemos prestar atención a las interacciones
entre las sustancias, los sujetos y los contextos, ya que los tipos de relación pueden variar
significativamente, la autora define distintos niveles de consumo y plantea las condiciones que
constituyen un consumo problemático.

Por otro lado, Carlos Damín es médico especialista en toxicología, Jefe del Área de Toxicología del
Hospital Fernández, CABA y titular de la Cátedra de Toxicología de la Facultad de Medicina de la
UBA,. El especialista nos permitirá adentrarnos en la cuestión de las sustancias como objeto de
consumo.

Inicialmente, el autor expresa que el abuso de sustancias se constituye actualmente como uno de
los mayores problemas de la salud pública siendo también un fenómeno social complejo que
requiere lecturas complejas para poder encontrar soluciones. En tal sentido define
la toxicodependencia como hecho social que implica un cambio antropológico que modifica la
mirada y la significación del uso de drogas. Cabe aclarar que dicha significación no se encuentra en
ellas, sino en nuestra cultura. Seguidamente define y clasifica legal y farmacológicamente las
sustancias psicoactivas y sus efectos orgánicos. Finalmente, a partir de una perspectiva situacional,
ubica los consumos de sustancias en el marco de la cultura social haciendo hincapié en la tolerancia
social, la naturalización y la estimulación del consumo por parte de los medios de comunicación y el
marketing para explicar la difusión de ciertos consumos, como el de medicamentos por parte de los
adultos u alcohol por parte de jóvenes y adolescentes.

Palabras clave: Representación social, estereotipos, interacción sustancia-sujeto-contexto, uso-abuso-dependencia, sustancias


psicoactivas, toxicodependencia, intoxicación, medicamentos, alcohol, promoción de la salud.

Los/as invitamos a continuación a leer los textos de Touzé y Damín.

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Las adicciones desde una perspectiva relacional
Graciela Touzé

El uso de sustancias psicoactivas —una práctica enraizada en la historia de la humanidad— se ha


constituido en un problema que convoca a la comunidad científica, a los encargados de diseñar y
ejecutar políticas públicas, a los profesionales que actúan en los más diversos ámbitos, a la
comunidad toda. Este hecho —que a priori se nos presenta como natural y necesario— es producto
de un conjunto de interacciones materiales y simbólicas contingentes e históricamente situadas.

A finales de los años sesenta, Berger y Luckmann (1994) marcaron un hito en el desarrollo de las
corrientes simbólicas al mostrar que toda la realidad social es una construcción de la misma
sociedad. Los significados que una sociedad da a una cierta cosa repercuten en el modo mismo de
ser de esa cosa, en las formas en que nos comportamos en relación a ella, y también en las maneras
en que la “cosa” se comporta. De ahí que hechos que consideramos objetivos “verdaderos” y
“eternos”, son producto de procesos sociales generados por circunstancias históricas específicas.

En esta clase vamos a aplicar este tipo de análisis al “problema de las drogas” para comprender la
manera en que ha sido construido.

Para ello, apelaremos a una perspectiva histórica, mostrando que el uso de drogas es una práctica
muy antigua, que durante siglos estuvo integrada socialmente. Las rupturas, producto de la
modernidad, condujeron a que los sentidos que se le asociaban fueran cambiando, convirtiendo
al problema de la droga en motivo de creciente alarma social.

Utilizaremos el concepto de representaciones sociales y lo aplicaremos para describir la percepción


social acerca de las drogas y de sus consumidores, identificando los preconceptos y los estereotipos
que operan en estas percepciones.

Vamos a analizar la problemática de las adicciones desde una perspectiva relacional que nos
permita entender las distintas relaciones que pueden establecer los sujetos con sustancias, objetos
o actividades, en un determinado contexto social.

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Con ello, queremos significar que en cualquier uso de drogas debemos prestar atención a las
interacciones entre las sustancias, los sujetos y los contextos, ya que los tipos de relación que se
establecen pueden variar significativamente.

Perspectiva histórica
El uso de sustancias de características muy variadas, clasificadas como drogas desde épocas
recientes, es muy antiguo. Ya en la prehistoria se utilizaban plantas con fines rituales, mágicos o
como remedio.

La primera noticia escrita sobre la adormidera aparece en tablillas sumerias del tercer milenio antes
de Cristo. Se muestra también en cilindros babilónicos más antiguos y en imágenes de la cultura
cretense-micénica. Los egipcios ya mencionan el jugo extraído de las cabezas de adormidera —el
opio—, y lo recomiendan como analgésico y calmante.

Si el cultivo de adormidera parece originario de Europa y Asia Menor, el de cáñamo remite a China.
Allí se encontraron los primeros restos, fechables aproximadamente 4.000 años antes de Cristo. Su
empleo también es inmemorial en India.

El uso de estimulantes, basados en drogas como cafeína y cocaína, es igualmente muy antiguo. El
arbusto de la coca es originario de las regiones andinas sudamericanas, y desde el siglo III antes de
Cristo hay esculturas de rostros con las mejillas hinchadas por la masticación de sus hojas.
Asimismo son de origen americano el guaraná y el mate (que contienen cafeína), y el cacao (que
contiene teobromina). El té —que contiene cafeína y teína— se usa en China desde hace cuatro o
cinco milenios. De África son originarios la nuez de cola y el kat. También son numerosísimas en la
antigüedad, las referencias a las bebidas alcohólicas, obtenidas de una infinidad de plantas.

Estos usos, tan antiguos como el hombre mismo, han ido sufriendo múltiples adaptaciones, según
las épocas y los lugares, los contextos étnicos, religiosos o políticos. En las sociedades ancestrales,
el consumo de drogas estaba equilibrado por pautas culturalmente establecidas y sus efectos eran
funcionales e incluso beneficiosos para los individuos y la organización social. Al respecto, el filósofo

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Olivier Ralet señala: “Tradicionalmente los psicotropos juegan el doble rol de `facilitadores del
vínculo social´ (ilustrado en los cristianos por el milagro de la transformación del agua en vino en las
bodas de Canáa) y de `vehículos hacia lo sagrado´ (ilustrado por la transformación del vino en
sangre de Cristo). Los consumos ritualizados no se consideran `problemas´. Su uso no se define
como abuso y el abuso eventual es considerado como un accidente” (Ralet, 2000: 39).

Varios siglos después, en el tránsito a la modernidad, la tradición y lo divino dejan de ser los valores
dominantes que dan sentido a la existencia; se producen rupturas en las formas de regulación
colectiva que ponen en cuestión la estabilidad de los lazos sociales y permiten el desarrollo y la
valoración de la subjetividad individual. Aparece la burguesía como clase; el comercio se
institucionaliza bajo las leyes del mercado que va desplazando el poderío de los Estados. Junto con
la emergencia de la subjetividad, diversas prácticas se privatizan. Surge el YO de la modernidad,
vinculado al derecho de la persona y a los vínculos contractuales. Se constituye la familia moderna
como familia nuclear; los ámbitos de lo doméstico y lo privado se delimitan con mayor fuerza.
También cambia la representación del cuerpo, la apropiación del sujeto de su propio cuerpo. En
este movimiento, el uso de drogas va perdiendo su sentido de “facilitador del vínculo social” o de
“vehículo hacia lo sagrado” y se convierte en una práctica privada que refiere a la predilección por
un producto.

Es recién en la segunda mitad del siglo XIX, cuando el uso de drogas comienza a ser percibido como
anormal y definido como problema. Robert Castel y Anne Coppel describen así este cambio: “Para
las sociedades occidentales, solo a partir del siglo XIX la toxicomanía plantea un problema social.
Momento que se puede formalizar de la siguiente manera: cuando una sociedad no puede ya
conformarse con movilizar sus regulaciones tradicionales para enmarcar el consumo de los
productos. Este momento no puede simplemente pensarse en la lógica del abuso o del exceso, sino
en la de la ruptura” (Castel y Coppel, 1994: 222).

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Construcción social del “problema droga”
Lo que planteamos hasta aquí nos indica que el “problema de la droga” se ha construido social e
históricamente.

Los usos de drogas son un fenómeno plural, con múltiples manifestaciones según el momento
histórico, la cultura, el modelo económico, la situación particular de un país, los diversos
significados que les asignan los sujetos y las propias diferencias entre las sustancias. No obstante, se
insiste en homogeneizar el “problema de la droga”, como si fuera un mismo fenómeno universal,
atemporal y ahistórico.

Vamos entonces a analizar los modos en que la sociedad concibe este problema, lo que nos ayudará
a comprender las respuestas que instrumenta.

Para ello, utilizaremos el concepto de representaciones sociales y lo aplicaremos para describir la


percepción social acerca de las drogas y de sus consumidores. Esto nos permitirá reconocer
preconceptos y estereotipos que son fuente de procesos de estigmatización social.

Representaciones sociales y estereotipos


Los aspectos sociales vinculados al uso de drogas pueden estudiarse recurriendo al concepto
de representaciones sociales. Este concepto permite articular aspectos de lo psicológico y lo social.

Desde esta perspectiva, las representaciones sociales son concebidas como fenómenos complejos,
siempre activos y determinantes en la vida social. Los elementos informativos, cognitivos,
ideológicos, normativos, creencias, valores, actitudes, opiniones, imágenes, están organizados bajo
el espacio de un saber que dice algo sobre el estado de la realidad. Existe consenso en definir a la
representación social como: "una forma de conocimiento, socialmente elaborado y compartido,
con una orientación práctica y orientado a la construcción de una realidad común en un conjunto
social" (Páez et al, 1991:31).

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Las representaciones sociales del “problema droga” no se corresponden necesariamente con las
características objetivas del fenómeno en sí. Son conocimientos que reproducen sentidos,
imágenes, prácticas y afectos y tienen una lógica diferente a los conocimientos científicos.

Pero, en los fenómenos sociales, tan importante es lo que en realidad pasa, como lo que la
gente cree que pasa.

Para la gran mayoría de la población —incluidos los propios usuarios de drogas— el “problema
droga” se define y se diseñan respuestas al mismo, a partir de una serie de preconceptos y
estereotipos. Siguiendo el análisis del criminólogo español Carlos González Zorrilla (1987),
describiremos los más representativos.

El concepto de droga

Para la representación social, la droga siempre es un producto “mortalmente dañino”, lo que


justificaría la prohibición de su uso. Por ello, considera drogas a algunas sustancias (cocaína,
cannabis, opiáceos) y no reconoce como tales a las sustancias permitidas (alcohol, tabaco,
psicofármacos) o, en todo caso, estima que su nocividad es mucho menor.

El fetichismo de la sustancia

La droga se identifica con un ente mágico, se le asignan poderes y capacidades contaminantes, se la


explica como algo externo a la sociedad que amenaza a la población “sana”. El “problema de las
drogas” aparece asociado así al temor y la inquietud, a un peligro omnipresente que atenta contra
el conjunto.

La droga como oposición a la sociedad

Otro contenido presente en las representaciones sociales de la “droga” la identifica como expresión
de una actitud individual o colectiva de oposición a la sociedad, de no aceptación de las normas
sociales; a su vez se asocia a los jóvenes con esta postura.

La imagen del usuario de drogas

En el caso de las sustancias ilegales no se admiten diferencias en los patrones de consumo. Esto es,
al consumidor —cualquiera sea la dosis, frecuencia y circunstancias del uso— se lo asocia con un

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patrón único de uso de drogas y con escasos vínculos sociales e institucionales. Se lo considera un
“adicto”, lo que deriva en identificarlo necesariamente como alguien peligroso “para sí” o “para
otros”, violento, con una personalidad autodestructiva y una actitud despreocupada respecto de su
salud.

El consumo de drogas como fenómeno complejo: interacción entre


sustancia, sujeto y contexto
Abordar este tema como un fenómeno complejo implica poner el énfasis en su totalidad y no en sus
componentes simples, privilegiar los contextos en los que se sitúa y por ende, las condiciones y
circunstancias en que se manifiesta su organización específica.

Desde esta perspectiva, los expertos españoles Domingo Comas Arnau y Javier Arza Porras
proponen definir el fenómeno desde un modelo de carácter multidimensional que busca superar
las visiones simplificadoras. Plantean que en cualquier uso de drogas se produce siempre una
“interacción entre tres subsistemas”:

 La sustancia como elemento material.


 Los procesos individuales del sujeto que toma posición ante la sustancia.
 La organización social, incluso los componentes políticos y culturales, como marco en el que
se produce la relación.

“Desde este modelo podemos observar cómo los efectos de una sustancia no tendrán que ver
únicamente con sus características farmacológicas, sino también con las características del sujeto
que la consume, el contexto en el que se produce esta relación entre el sujeto y la sustancia y el
momento histórico en el que acontece la interacción” (Comas y Arza, 2000:238).

Es decir que debemos tener en cuenta al menos cuatro factores conjuntamente:

Qué se consume: procedencia, composición química, efectos sobre el sistema nervioso central,
calidad, pureza, estatuto legal, uso clínico y farmacológico, modo de presentación y de preparación.

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Quién la consume: diferencias por edad, género, sector social. El sentido que tiene el uso de
sustancias para una persona se inscribe en su historia singular.

Cómo se consume: dosis, frecuencia de consumo, vía de administración, si se utiliza una única o
varias sustancias combinadas, intencionalidad.

Cuándo y dónde se consume: los “escenarios” condicionan material y simbólicamente el uso; los
sentidos y formas de vincularse con otros varían según el tiempo y espacio. Las leyes, normas y
valores, el contexto social y económico.

Niveles de consumo: uso, abuso y dependencia

A partir de lo expuesto anteriormente, remarcamos la importancia de distinguir los distintos niveles


de consumo y diferenciar las relaciones de uso, abuso y dependencia de sustancias.

Podemos hablar de uso cuando las sustancias son utilizadas como un caso aislado, episódico y/u
ocasional sin generar dependencia o problemas asociados.

En una relación de abuso, la frecuencia del consumo y la cantidad consumida aumentan. La


sustancia juega un papel importante en la vida y cumple funciones cada vez que la persona la
consume, por lo que es muy probable que lo haga repetidamente.

Cuando el consumo de sustancias psicoactivas se vuelve compulsivo, se depende de la droga y del


contexto, y del estilo de vida en torno a ella, hablamos de una relación de dependencia. La vida
cotidiana empieza a girar en torno al consumo de la sustancia y se entra en el círculo vicioso de
CONSEGUIR – CONSUMIR – CONSEGUIR. En la persona dependiente hay una sensación de pérdida
de control, siente una fuerte ansiedad al bajar el efecto, que solo se alivia al consumir de nuevo.

Es clave que tengamos en cuenta que la diferencia entre uso, abuso y dependencia es más una
diferencia cualitativa respecto de las motivaciones y el contexto del consumo que una
diferencia cuantitativa con relación a la cantidad y la frecuencia de drogas consumidas. Estas
diferencias dependen mucho más de las características de la persona y de su entorno que del tipo
de droga que se consume.

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Consumos problemáticos de sustancias

El Plan Nacional de Salud Mental define al consumo problemático de sustancias como el


consumo “que atenta contra la salud y la construcción de proyectos de vida de las
personas. Esto puede darse en los diferentes niveles de consumo (uso, abuso y/o adicción)
y con independencia del tipo de sustancia consumida (legal y/o ilegal). Desde esta
perspectiva, la posibilidad de que el consumo de una sustancia genere un mayor o menor
problema para la persona o para la comunidad, se halla relacionada no con las
propiedades inherentes a la sustancia, sino fundamentalmente con el vínculo que la
persona establece con la misma en una determinada circunstancia vital” (Dirección
Nacional de Salud Mental y Adicciones, 2013:56).

Las sustancias psicoactivas como objeto de consumo


Carlos Damín

La Humanidad utilizó siempre sustancias psicoactivas[1] para modificar la percepción de la


realidad, en su constante búsqueda de apartarse del sufrimiento, sea este físico, psíquico,
social o espiritual.

Desde muy temprano en la Historia se han utilizado sustancias con fines medicinales,
placenteros o para dar cumplimiento a ritos de la época.

Hipócrates consideraba al opio como una panacea, pero también señaló los estragos que
podía producir su abuso y es Galeno quien describió al primer opiómano.

A comienzos del siglo XIX, en Inglaterra, privilegiada por sus estrechas relaciones con
Oriente, se desarrolla el consumo médico del opio y de los anestésicos en general. Su
utilización era por un lado preconizada por su efecto terapéutico y condenado moralmente
su empleo en forma electiva “por falta de fuerza de carácter o voluntad”.

Luego de su descubrimiento, los psicotrópicos fueron incorporados al tratamiento de los


trastornos psiquiátricos, fundando los principios de la psicofarmacología moderna, sobre

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las causas “bioquímicas” de la enfermedad mental, “medicalizando” los trastornos más
invalidantes de ellas.

Sin embargo, el uso de sustancias psicoactivas, en personas aisladas o asociado a


circunstancias tradicionales festivas o rituales, cambió radicalmente a mediados del siglo
XX. Se modificaron las condiciones en que dicho consumo se realizaba, haciéndolo desde
entonces, con el único fin de la búsqueda del efecto psicoactivo.

Esta transformación de las costumbres se expandió rápidamente, en forma de una


“explosión epidémica”, entre las poblaciones de jóvenes de casi todo el mundo.

El lugar que las drogas ocupan en una sociedad, la razón por la cual incluye a algunas y
excluye a otras, debe ser interpretado a la luz de los cambios sociales, económicos,
culturales y científicos que la afectan.

El abuso de sustancias constituye actualmente uno de los mayores problemas de la salud


pública siendo también un fenómeno social complejo, que requiere que sobre él se hagan
lecturas complejas para poder encontrar soluciones.

La toxicodependencia como hecho social, implica un cambio antropológico que modifica


la mirada y la significación del uso de las drogas, significación que no se encuentra en
ellas, sino en nuestra cultura. Remite al paradigma central de la articulación entre el lazo
social y la libertad individual.

Se puede aseverar que no existe una causa única a la que pueda responsabilizarse sino
que son tres los ámbitos concurrentes, necesarios y “obligatorios” para que pueda
desarrollarse el consumo problemático: un contexto social, una persona con disposición y
una o más sustancias.

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Las sustancias psicoactivas

Las sustancias psicoactivas producen sensaciones psíquicas además de efectos físicos,


dependiendo de su pertenencia a distintos grupos:

 Psicoanaléptico (Estimulantes)
 Psicolépticos (Depresores)
 Psicodislépticos (Alucinógenos)
 Cannabinoides

Intoxicaciones agudas por abuso de sustancias

En la Argentina, el ingreso a unidades asistenciales de urgencia, es una modalidad de


presentación de estos cuadros, de frecuencia cada vez más creciente, por cuadros cada
vez más graves y a más temprana edad de los pacientes que consultan.

Tienen una relación casi lineal con cualquier evento relacionado con la reunión de pares,
salidas de fines de semana, fiestas de graduación, recitales, competencias o prendas de
“fondo blanco”, preparación “previa” antes del ingreso a algún local o fiesta bailable,
celebraciones religiosas tradicionales, reservadas inicialmente para ciertas comunidades,

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que fueron extendiendo su ámbito auspiciadas por la promoción de las principales marcas
de bebidas alcohólicas, e incluso medicamentos.

Así el consumo de bebidas alcohólicas en exceso se transformó en “normalidad” en la


adolescencia y en grupos de adultos jóvenes, donde el objetivo en muchos casos es
“perder el control” para lo que es “necesario” intoxicarse. Y además en estos grupos, “no
beber” significa quedar afuera, ser excluido del grupo de pertenencia.

Las causas de ingreso a los dispositivos sanitarios de urgencia son múltiples: intoxicación
aguda, pérdida de conocimiento, estados de inconciencia, alteración de la conducta,
agitación psicomotriz, lesiones por caídas, lesiones por riña, accidentes de tránsito; todas
situaciones de gran riesgo personal y graves implicancias médicas.

Todos los años vemos con preocupación y casi sin reacción, cómo aumenta el número de
intoxicaciones agudas por drogas lícitas e ilícitas en los hospitales y también vemos cómo
nuestra sociedad fomenta el consumo de sustancias a través de la publicidad de bebidas
alcohólicas y de medicamentos como si estos fueran objetos de consumo que como tal se
compran en los kioscos o supermercados, o simplemente con las prácticas de
automedicación que los hijos asimilan de sus padres.

Promoción de los medicamentos vs. Promoción de la salud

Las campañas de promoción de medicamentos y la difusión de información sobre


enfermedades dirigidas al consumidor, con el apoyo directo e indirecto de las compañías
farmacéuticas han distorsionado los límites entre la información para la salud y la
promoción de los medicamentos.

Un medicamento es un fármaco, principio activo o conjunto de ellos, integrado en una


forma farmacéutica y destinado para su utilización en las personas, dotado de propiedades
para prevenir, diagnosticar, tratar, aliviar o curar enfermedades, síntomas o estados
patológicos.

También influyen notablemente los hábitos de prescripción por parte de los


profesionales y su actitud frente a la presión que generan los pacientes para que se les
prescriba un fármaco.

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Los “modelos sociales” auspiciados y promovidos por los medios de comunicación,
implican la solución de casi todos los problemas de la vida diaria, a través del consumo de
fármacos o sustancias.

El fenómeno de la "medicalización" pasó a ser el modo de ordenar los llamados


disfuncionamientos sociales, propiciado por la difusión y circulación masiva de los
psicofármacos, para lograr alcanzar así, un “buen nivel de adaptación”.

No puede dejar de tenerse en cuenta que casi todas las drogas de abuso de hoy fueron
en un principio medicamentos, que por sus particulares efectos psicoactivos comenzaron a
utilizarse por fuera de la prescripción, siendo entonces restringidas o retiradas de su
empleo farmacéutico. Tal es el caso de la cocaína, los opiáceos, las anfetaminas, los
anestésicos, el LSD, la efedrina, etc.

El caso del “paco”

Si bien se denomina “paco” a diferentes productos, la constante en su composición es el


alcaloide cocaína en concentraciones muy pequeñas, “estirado” con otras sustancias como
cafeína y bicarbonato de sodio, lo que lleva al usuario a consumir decenas de dosis
diariamente. Esta modalidad fue extendiéndose, produciendo un gran impacto tanto en lo
social como en lo sanitario.

El clorhidrato de cocaína es la segunda droga de comercio ilegal más extendida en


nuestro medio, después del cannabis[2]. Los indicadores de los servicios de urgencia,
como el Servicio de Toxicología del Hospital “Juan A. Fernández” de la Ciudad de Buenos
aires, muestran que en los últimos 20 años el número de personas asistidas por el
consumo de cocaína ha ido en aumento sostenido, aunque se ha modificado la forma de
hacerlo: hacia fines de la década de los 80, había un consumo importante por vía
endovenosa, siendo casi inexistente esta modalidad desde el inicio de los años 2000. La
vía intranasal fue y es la forma más comúnmente utilizada.

Los principales efectos de su consumo se producen sobre el Sistema Nervioso Central


tanto en agudo como en largo plazo con gran deterioro neurocognitivo, y sobre el aparato
cardiovascular, con producción de crisis hipertensivas e infartos, entre otros.

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Drogas de diseño, drogas de síntesis

El concepto de "designer drugs" fue creado en los años sesenta por Gary Henderson, un
farmacéutico de la Universidad de California, incorporándole un doble sentido: drogas que
podían fabricarse en laboratorios clandestinos y "diseñarse" a la medida del consumidor
para imitar los efectos de otras cuyo tráfico era delito y drogas que por su estructura
química novedosa, no estaban incluidas en los convenios internacionales de fiscalización
de sustancias, evitando así la actuación de la justicia.

El policonsumo

Una mención debe hacerse de la modalidad de presentación de los pacientes con


consumo problemático de sustancias psicoactivas en los centros asistenciales de urgencia,
en cuanto a la complejidad de sus cuadros clínicos. Frecuentemente el ingreso está
marcado por la gravedad del cuadro clínico por la suma de sustancias, las que
interaccionan, potenciando o antagonizando sus efectos, siendo más difícil por ello su
diagnóstico y tratamiento. Las asociaciones más comunes son aquellas que incluyen
alguna bebida alcohólica con psicofármacos y/o bebidas energizantes, clorhidrato de
cocaína o “paco” con psicofármacos y/o alcohol, entre otras.

La medicina y la promoción de la salud

La medicina tiene dentro de los ámbitos concurrentes que determinan la


toxicodependencia, incumbencia directa con la asistencia de la persona o sujeto que
manifiesta dicho trastorno. En la mayoría de los casos esta atención se circunscribe, al
“daño ya instalado”.

En los últimos años y frente al fracaso de las políticas de corte prohibicionista, fueron
adquiriendo mayor vigencia las estrategias de intervención denominadas de “reducción de
daño” que tienen por objetivo la prevención de los daños potenciales relacionados con el
uso de drogas y ponen énfasis en facilitar el acceso de los usuarios a los servicios de
salud.

La dimensión de este problema exige conductas y acciones más creativas: la difusión


científica y seria, la prevención a nivel comunitario, el compromiso frente al paciente y su

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entorno, el estímulo de formas de desenvolvimiento social más sanas y menos peligrosas,
etc. Es prioritario trabajar sobre la promoción de la salud destacando la importancia y los
beneficios de una vida con hábitos más sanos en todos los niveles sociales y grupos
etarios.

La articulación estrecha de conocimientos con otras ciencias y saberes, es el camino


adecuado y probablemente el único que puede contribuir a comprender y abordar este
paradigma en el contexto real en el que se desarrolla, para poder así elaborar y construir
las estrategias más convenientes.

Les proponemos acceder al material complementario de la clase 2, en este caso el


capítulo “El problema no son las sustancias” del ciclo Consumo Cuidado, donde alumnos
de distintas escuelas secundarias del país, públicas y privadas, secundaria debaten en
relación a las situaciones de consumo y las diferentes formas de relación que se pueden
establecer con las sustancias psicotrópicas en función de las condiciones de vida de la
persona.

Disponible en: http://www.encuentro.gov.ar/sitios/encuentro/programas/ver?rec_id=123692

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Notas

[1] Sustancias psicoactivas: son sustancias que introducidas en el organismo son capaces de alterar o modificar una o
varias funciones psíquicas, pudiendo inducir a las personas que las toman a repetir su autoadministración por el placer
que generan (acción reforzadora positiva).

[2] Encuesta Nacional de Prevalencia de Consumo de Sustancias Psicoactivas – ENPreCoSP 2008. Los datos obtenidos de
la prevalencia del consumo de sustancias psicoactivas en la población de 16 a 65 años son los siguientes: tabaco 76,2 %;
alcohol 52,6 %; marihuana 6,9 %; tranquilizantes 3,5 %; cocaína 2,1 %; estimulantes 0,8 %; inhalables 0,6 %; éxtasis 0,4
%; pasta base 0,2 %.

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