You are on page 1of 4

En la sociedad actual está muy extendida la idea de que lo traumático es lo único que nos

marca. Sin pensarlo mucho, pasamos por alto la importancia de otros hechos, como el querer
y el ser querido, redundando en la idea de que solo lo negativo dejará huella, marca, cicatriz
o trauma, dejando el querer y las posibles huellas emocionales alejados el uno del otro, sin
posibilidad de reconciliación.

Lo cierto es que es una auténtica pena, dado que la realidad de las huellas emocionales puede
ser muy distinta a esa concepción que parece sacada de película de miedo. Concretemos. ¿De
qué estaríamos hablando cuando hablamos de la idea que tiene la sociedad acerca de este
tema?

De forma general y partiendo de lo que la televisión, el cine y los libros no se cansan de repetir,
podemos aventurarnos a decir que la sociedad piensa que una huella emocional es aquel
cambio que se da en una persona tras haber pasado una situación traumática.Cambio
normalmente radical y sin conexión alguna con la personalidad que conocíamos del
protagonista.

Por lo tanto, como ya veíamos al principio, aparentemente todo aquello relacionado con las
huellas emocionales es malo o doloroso. No obstante, aún no ha entrado en escena la segunda
opción de la que hablábamos al principio; ¿Qué pasa con los acontecimientos positivos? ¿Y
con el querer y ser querido?

En busca del querer

La pregunta está lanzada; ¿qué es lo que pasa con los acontecimientos positivos? ¿tienen algo
que ver con el querer o el ser querido? Bien, hay muchas formas de que responder a esta
pregunta, pero todas, absolutamente todas, pasan por el embudo del sí.

Antes de nada, busquemos las preguntas adecuadas. ¿Pueden influir los acontecimientos
positivos en nuestro comportamiento, nuestras emociones y nuestros pensamientos? Si nos
pasa algo bueno, por ejemplo, si nos dan una buena noticia o accedemos aun buen puesto de
trabajo ¿notaremos cambios en estos aspectos?
Si tomamos la personalidad como un concepto compuesto de comportamientos, emociones y
pensamientos de una forma estable en el tiempo, ¿podríamos decir que si fuésemos capaces
de vivir acontecimientos positivos durante el tiempo suficiente, estos nos estarían
marcando?

Y por último, ¿podríamos decir que el querer o el ser querido es si no el más, uno de los más
bonitos y puros acontecimientos positivos que pueden aparecer en nuestras vidas? En
definitiva, este quizás sea uno de los motores más potentes que el ser humano alberga.
Es extraño pensar que con la cantidad de neuronas, hormonas, comportamientos,
pensamientos y sentimientos unidos al amor, nuestra personalidad sea absolutamente
impermeable a él.

Por tanto, ¿podríamos decir que si queremos o nos quieren durante el tiempo suficiente (algo
extremadamente personal y variable) nuestra personalidad podrá cambiar? ¿Es el amor
una huella emocional si es expresado de forma correcta?

Un ejemplo de querer y ser querido

La psicología ha hablado mucho del amor y del vínculo creado entre las personas, catalogando
varios tipos y empleando muchos términos distintos. Pero, posiblemente seamos capaces de
entender mejor cómo el hecho de querer y de ser querido influye en nosotros a través de un
ejemplo cotidiano.

Tenemos pareja desde hace poco. Hace tiempo que no teníamos relaciones, hasta que
aparece esta pequeña persona que trastoca un poco nuestro mundo. O al menos, lucha por
hacerlo, porque claro, nosotros también tenemos nuestras cicatrices y nos cuesta creer que nos
estemos enamorando de nuevo. Con todo lo que hemos sufrido! Además, ya no
somos colegialas.

Conforme avanza la relación de pareja, casi sin querer, se nos va olvidando aquello que tenía
que frenar nuestro impulso de disfrutar, de lanzarnos de bomba a la piscina. Así, mientras esa
personita se encarga de llenar esa piscina en secreto, nos van dando cada vez más ganas de
tirarnos. Y lo acabamos haciendo, una y otra vez, cada vez con más ganas.
Finalmente le buscamos un hueco en nuestra vida a base de ilusión. Esta persona se convierte
en parte de nuestro esquema mental, nuestro estándar de felicidad y nuestra expectativa de
vida. Volvemos a ser nosotros mismos, sin tapujos ni secretos. Si hay convivencia, aparecen
manías, bobadas, tonterías y costumbres que, siendo más o menos incómodas, acabamos
relativizando y aceptando.

Pero también, como por arte de magia, descubrimos aspectos de nosotros mismos que
considerábamos mentira, olvidados y acabados. La empatía por la persona querida. La
preocupación por su bienestar. Ese tartamudeo imposible en nosotros, que antes teníamos
nervios de acero. Esas ganas de compartir y disfrutar.Y sobre todo, esa bondad en nosotros
mismos que considerábamos imposible y demasiado de película como para ser cierta.

Nos descubrimos cambiando, en definitiva. Cambiamos, no por esa persona, a quien


posiblemente todo le parezca bien, sino por ese sentimiento engendrado y regalado en
nuestra mente y nuestro corazón. De hecho, cambiamos, y abrazamos el cambio, con alegría y
agradecimiento, olvidando miedos y superando cicatrices y traumas. Creamos una huella
mucho más profunda que las anteriores, más visible, y desde luego, mucho más bonita.

¿Por qué tanto empeño?


Durante todo el texto nos hemos esforzado por convencernos de que el amor puede tener
una fuerza mucho mayor en nuestra psique y nuestra personalidad que los acontecimientos
negativos. Obviamente, esto puede o no ser cierto, es necesario que atendamos a todos los
factores de ambos tipos de acontecimientos. Entonces ¿por qué tanto empeño?

Pues sinceramente por justicia. Justicia a esa emoción, a las relaciones sanas y a los
sentimientos positivos. A diario vemos situaciones en las que se generan emociones negativas,
clichés y estereotipos en torno al querer y al ser querido, argumentos que nos desalientan de
volver a lanzarnos a la piscina, miedos latentes, límites a nuestra capacidad de ser felices en
pareja.

Por ello, para quien esté dudoso de lanzarse, para el que tienda a centrarse en cicatrices y no
pueda ver donde volverá a dejar huella o para aquel que sabe que quiere lanzarse y no se
atreve, este es un mensaje de ánimo. Al fin y al cabo, ¿por qué no estamparse un par de
huellas emocionales más? Pero esta vez, que sean de las buenas.

De forma que no solo podamos sentirnos agradecidos y orgullosos de nuestros sentimientos y


huellas emocionales, sino de aquello en lo que, tras vivirlos, ser consciente de ellos y
comprenderlos, nos hayamos convertido. Aquello resultante de haber puesto como base el
querer y el ser querido.

You might also like