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Domingo | 03.10.

2004

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¿AZUCAR O SACARINA?
Diecinueve años después, un Stubrin volvió a
ser noticia
Julio Blanck
jblanck@clarin.com

Tuvieron que pasar 19 años para que un hijo de Don Benjamín volviera a
salir en las letras grandes de los diarios.

A esta altura de 1985 Marcelo Juan Alberto, el mayor, encabezaba la lista


ganadora en la elección de diputados por la Capital, en nombre del
alfonsinismo aún potente. Casi dos décadas después fue el turno de Adolfo
Luis, el menor, que acaba de trepar a la presidencia de la Convención
radical, la vaca sagrada del partido de Alem y de Yrigoyen, allí donde los
correligionarios se desgañitan discutiendo doctrina.

Fácil imaginar la alegría de Don Benjamín Stubrin, hijo de ucranianos


llegados a principios del siglo pasado desde un pueblo cercano a Odessa,
que se afincaron en la entrerriana Nogoyá. Durante cuarenta años él mismo
fue convencional radical, por Entre Ríos primero y por Santa Fe después,
mientras ejercía como juez, profesor de Derecho Romano y rector de la
Universidad del Litoral.

Marcelo había sido el niño precoz. Todo lo hizo rápido: el título


universitario, la carrera ascendente en la política, la notoriedad y la
figuración pública exasperada, cuando en los 80 la Junta Coordinadora
todavía era la novedad simpática que traía la renovación comandada por
Alfonsín.

Adolfo cultivó otro perfil: más reconcentrado, estudioso hasta la obsesión,


menos seducido por las luces de Buenos Aires. Tanto que cuando
formó familia se quedó viviendo en Santa Fe, en la casa que había sido de
los abuelos maternos. Pero igual de apasionado por la política, porque eso
ya venía en la sangre.

Empezó a militar en la secundaria, cuando el Cordobazo de 1969 le hizo


hervir la sangre a una nueva generación. Después fue dirigente
estudiantil, diputado nacional por Santa Fe en 1983 cuando tenía 30 años y
al tiempo secretario de Educación con Alfonsín. Desde ese cargo construyó
respetos y odios eternos cuando impulsó el Congreso Pedagógico y los
programas de educación sexual. Estuvo en el gobierno radical desde marzo
de 1987 hasta el día que dejaron el poder en manos de Menem.

Acompañó la creación de la Comisión Nacional de Evaluación y Acreditación


Universitaria (CONEAU), donde aún hoy trabaja. Se lo suele ver llegar allí
caminando por la avenida Santa Fe desde su departamento clase media
en la calle Juncal, donde para cuando pasa por Buenos Aires. Pero la
mayor parte del tiempo está en Santa Fe, repartido entre la familia y la
política (está casado con la diputada Liliana Puig), su cátedra universitaria y
la pasión futbolera por Colón, que le tiñe el alma de rojo y negro y
desmiente ese aire académico que luce desde siempre y que parece distante
de las turbulencias terrenas.

La candidatura de Adolfo a presidir la Convención partidaria fue idea de


Jesús Rodríguez, viejo socio político de Marcelo en tiempos en que todos
ellos, entre los que estaba también Facundo Suárez Lastra, reconocían aún
la comandancia de Enrique Carlos Nosiglia (a) Coti, en la Coordinadora
porteña.

Siendo los radicales tan afectos a las maldades sutiles, habrá que concluir
que la postulación de Adolfo Stubrin obedeció a sus méritos personales, pero
también al deseo de clavarle una astilla de su propio palo a Luis Alberto
Cáceres (a) Changui. Se entiende así: Cáceres era el otro postulante fuerte a
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