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1 Orientación bibliográfica
2 Estructuras de la orden franciscana en Hispanoamérica
2.1 Invasión franciscana de América
2.2 Estructuras súper-nacionales: comisarios y comisarías generales
2.3 Estructuras regionales y provinciales
2.3.1 Provincias
2.3.2 Custodias
2.4 Estructuras Locales
2.4.1 Conventos
2.4.2 Vicaría
2.4.3 Doctrina
2.4.4 Visitas
2.4.5 Vicarías y asistencias
2.4.6 Curatos de indios
2.4.7 Misiones; conversiones vivas
2.4.8 Estructuras especiales: Los Colegios de Propaganda Fide
2.4.9 Invasión de América en la Orden Franciscana
2.5 Acción evangelizadora y civilizadora
2.5.1 Aclaración previa
2.5.2 Etapas de la acción franciscana en América
2.5.3 Itinerarios misionales
2.5.4 Métodos e instrumentos de evangelización
2.5.5 Contribución de la evangelización franciscana a las letras y a las ciencias
2.5.6 La visión de la evangelización en los grabados de Valadés
Orientación bibliográfica
El tema de la presencia franciscana en América propongo presentarlo bajo un doble aspecto: institucional o estructural y
dinámico o apostólico. Es obvio que un tema tan amplio no puede ser expuesto de manera razonablemente adecuada en
una comunicación como la presente. Juzgo, por tanto, conveniente comenzar por señalar una selecta bibliografía
moderna, con cuya ayuda el lector que lo desee podrá colmar las muchas lagunas que necesariamente encontrará en las
páginas siguientes.
LINO GÓMEZ CANEDO, Evangelización y conquista. Experiencia franciscana en Hispanoamérica (Biblioteca Porrúa; México
1977) 379 pp.
Franciscan Presence in the Americas. Essay on the Actunties 01 the Franciscan Friars in the Americas, 1492-1900, Ed.
Francisco Morales (Publications of the Academy of American Franciscan History; Potomac, Maryland 1983) 501 pp.
Diffusione del francescanesimo nelle Americhe. Atti del X Convegno Internazionale, Assisi, 14-15-16 ottobre 1982 (Societa
Internazionale di Studi Francescani 10; Perugia 1984) 303 pp.
Actas del I Congreso Internacional sobre los Franciscanos en el Nuevo Mundo, La Rábida 16-21 septiembre 1985 (Madrid
1986) 1068 pp.
Actas del II Congreso Internacional sobre los Franciscanos en el Nuevo Mundo, siglo XVI), La Rábida, 21-26 septiembre
1987 (Madrid 1988) 989 pp.
- Actas del III Congreso ... (siglo XVII), La Rábida, 18-23 septiembre 1989 (Madrid 1990) 1286 pp.
Actas del IV Congreso ... (siglo XVIII), Cholula-Puebla, 22-27 julio 1991.
- Congreso Franciscanos Extremeños en el Nuevo Mundo. Actas y Estudios, Monasterio de Santa María de Guadalupe
(Cáceres) 28-31 octubre 1986 (Guadalupe 1987)
MARIANO ERRASTI, América Franciscana. I: Evangelizadores e indigenistas franciscanos del siglo XVI (Cefepal; Santiago de
Chile 1986) 390 pp.; II: Doctrina, misiones y misioneros (Cefepal; Santiago de Chile 1990) 506 pp.
SALVATORE ZAVARELLA, I Francescani nel Nuovo Mondo. Storia della Missionarietá francescana in America Latina (Cerbara
(PG), Cerboni Editare, 1991) 316 pp.
FÉLIX SÁIZ DÍEZ, Los Colegios de Propaganda Fide en Hispanoamérica (2a ed.; Lima 1992) 373 pp.
Estructuras de la orden franciscana en hipanoamérica
Se puede hablar con toda propiedad de una verdadera invasión -una invasión espiritual- de los franciscanos en América.
Las estadísticas de misioneros franciscanos pasados de Europa a América arrojan los siguientes datos: siglo XVI, 2.782
frailes; siglo XVII, 2.207; siglo XVIII, 2.736; siglo XIX (hasta 1820) ,711. O sea, desde 1493 hasta 1820 pasaron a América
8.441 franciscanos, un 55,91% en relación con los demás religiosos misioneros.[1] Además de los peninsulares, ya desde
el principio entraron en la Orden otros nacidos en América, criollos y mestizos; se sabe que éstos fueron siempre en
aumento llegando hacia el final del período colonial a superar en número a los que procedían de España.
Se puede, pues, calcular en unos 16.000 los franciscanos que trabajaron en América en los tres primeros siglos de
evangelización. Aunque la mayoría de los franciscanos europeos procedían de España, más concretamente de la corona
de Castilla, hubo también una buena representación de otras naciones, de Bélgica, Francia, Italia, Alemania... Unos y otros
eran Observantes, es decir, del movimiento restaurador de la observancia de la Regla, que en 1517, por la bula pontificia
«Ite vos», asumió el gobierno de toda la Orden, «totius Ordinis Fratrum Minorum». Sólo a ellos me referiré en adelante.
Si los franciscanos llegaron a América a millares, no llegaron ni vivieron allí a la desbandada, ni a su propio aire. Iban
mandados por la obediencia y continuaban allí bajo la obediencia, organizados según ciertas estructuras que la Orden ya
poseía desde antiguo, o que hubo de crear precisamente ante el impacto de América. De ellas me ocuparé a continuación,
por este orden: estructuras súper-nacionales, estructuras regionales y provinciales, estructuras locales y, por último,
estructuras especiales. Omito las estructuras centrales o generales (Ministro general y Capítulo general de la Orden)
porque, si bien son fundamentales para toda la actividad misionera de la Orden, sin embargo, en el caso de América
intervinieron raramente y casi siempre a través de otras estructuras, como veremos.
Los comisarios y las comisarías juegan un papel muy importante en la organización del franciscanismo americano. Ya desde
antiguo existían unos vicarios-visitadores, nombrados por el capítulo general ad triennium para que, en ayuda del ministro
general, y en nombre suyo, visitasen los conventos y corrigiesen los abusos. Más tarde se llamarían comisarios. Lo que no
existían eran las comisarías o circunscripciones en donde los comisarios ejercían su jurisdicción.[2] Con América tanto los
comisarios como las comisarías se convierten en estructuras estables.
El primer comisario general de que se tiene noticia fue fray Juan Trasierra, nombrado en 1505, con jurisdicción sobre las
tierras descubiertas o por descubrir en las Indias.[3] Años más tarde se crea la comisaría general de Indias con sede en
Méjico, y a mitad del siglo comienza a figurar un comisario general para las «provincias del Perú», llegando así a dividirse
en dos la comisaría general en Indias: comisaría general de la Nueva España, con jurisdicción sobre las provincias
franciscanas de Méjico y Centro américa hasta Panamá, y con su sede en Méjico, y comisaría general del Perú, con sede
en Lima, y con jurisdicción para toda Sudamérica. Estas comisarías quedaron definitivamente confirmadas en el capítulo
general de Aquila (1559) y sus titulares duraban en el oficio seis años.
Estas dos instituciones fueron suprimidas en 1769. J. Torrubia trazó la lista y un sucinto curriculum de los comisarios
generales de la Nueva España desde 1531 hasta 1755;[4] un total de 47 comisarios; lo mismo hizo para los 38 comisarios
que ocuparon la comisaría de Lima desde 1548 hasta el año 1755;[5] estos comisarios del Perú encontraron un historiador
moderno en L. Arroyo, que completa la lista de los mismos hasta la extinción definitiva.[6]
De más trascendencia para los asuntos de América fue la creación de la comisaría general de Indias en Madrid, de la que
dependían las dos anteriormente citadas. Esta nomenclatura comenzó desempeñando un papel intermedio en doble
sentido: entre el Ministro general y los misioneros de América y entre el General y el Rey; de hecho terminará por
convertirse prácticamente en estructura central, suplantando la autoridad del General de la Orden. El cargo de comisario
general de Indias en la Corte de Madrid, como simple delegado del Ministro general, fue instituido entre 1568 y 1572;
pero como oficio ordinario fue reconocido por la Orden solamente en el capítulo general de Toledo de 1583.[7] Por esas
mismas fechas, Felipe II, interesado directamente en la institución de este oficio, pedía y obtenía la creación de un
comisario en cada una de las demás Órdenes misioneras en América: dominicos, agustinos, mercedarios y jesuitas. Pocos
habrán ganado a los franciscanos en querer secundar los deseos del Rey.
Pedro Borges caracteriza con trazos seguros esta estructura franciscana tan importante para la historia de América: «Por
Comisarios generales de Indias [en Madrid] entiendo aquella dignidad u oficio que, además de su nombre, incluía cuatro
condiciones esenciales:
a) jurisdicción sobre todas las provincias americanas de la respectiva Orden; b) lugartenencia casi omnímoda del
propio Superior General; c) intervención directa del rey en la designación del candidato; d) residencia del Comisario
en Madrid».[8]
Custodias
La Regla franciscana menciona varias veces (ce. 4 y 8) a los custodios en general junto con los ministros, sin que especifique
mayormente sus atribuciones. Durante los siglos medievales y bajo el conventualismo gobiernan, bajo la dependencia del
provincial, una custodia formada por un grupo de conventos. Cada provincia se componía de varias custodias. Los
custodios de cada provincia elegían a uno de ellos para enviarlo al capítulo general con el título de «custos custodum».
Durante el mencionado período, las custodias son subdivisiones normales de una provincia y no se conocen custodias
independientes.
Si en una región determinada los conventos no eran en número suficiente para constituir una provincia, se organizaban
en forma de una vicaría, no en forma de custodia. Con el fenómeno de las reformas, el sistema custodial viene
completamente alterado. Grupos de reformados se juntan para formar una custodia pero con una vinculación muy externa
a una provincia; por otra parte, las nuevas provincias de la Observancia, así como las antiguas vicarías de donde aquellas
evolucionaron, no admitieron las subdivisiones custodiales; conservaron, en cambio, el título de «custos custodum» que
ahora no representaba en los capítulos generales obviamente a los custodios que no existían, sino a los guardianes de la
provincia.[26]
En América no se da el caso de estructura custodial de tipo medieval. Ni siquiera en el caso del Perú, de cuya provincia
dependían al menos unas cinco custodias en los años anteriores al 1565. Pero este caso es totalmente diverso de las
estructuras de las provincias medievales. La provincia del Perú, como la del Santo Evangelio de Méjico y, en cierto sentido,
Santa Cruz de la Española respecto de Caracas, eran provincias constituidas como tales sin estructuras custodiales, pero
que se prestaban para servir de cobertura jurídica a determinados grupos de conventos no suficientemente numerosos
como para formar una provincia, pero que se preparaban para serlo. Fue lo que sucedió con las cinco citadas custodias
dependientes del Perú que fueron declaradas provincias en el capítulo general de Valladolid de 1565, continuando la
provincia de los Doce Apóstoles con sus estructuras internas como antes.
Tenemos, pues, aquí el primer tipo de estructura custodial americana: una provincia en formación. Todas las provincias
americanas, menos la de la Santa Cruz de la Española, pasaron por esa fase. Hay otro tipo de custodias misioneras,
Existieron en buen número. Solamente en Méjico se contaban unas cinco: Tampico, Nuevo México, Rio verde, San Carlos
de Campeche y San Carlos de Sonora. No faltaron intentos de emancipación -traducidos en realidad a veces-; pero,
normalmente dependían de una provincia, Se llamaban misioneras, porque estaban formadas por doctrinas o misiones,
de las que hablaremos más abajo. El custodio era encargado del gobierno ordinario, pero en problemas graves intervenía
el provincial. Así, por ejemplo, cuando se trató de ceder algunas misiones de la custodia de Nuevo México al Obispo de
Durango no fue consultado el custodio, sino el provincial del Santo Evangelio del que dependía dicha custodia.[27]
Por último, conviene tener presente que en América continúa en vigor el título de «custos custodum», o simplemente
«custodio» para indicar al representante de los guardianes de la provincia en los Capítulos Generales.
Estructuras Locales
Conventos
Vulgarmente se denomina convento el edificio en donde residen habitualmente los frailes. En la documentación aparece
también a veces el término «monasterio», de sabor más monacal. Según la legislación antigua de la Orden renovada en la
época moderna por los Estatutos lugdunenses (1518),[28] es convento solamente aquella casa en que residen como
moradores fijos 12 frailes, al menos. Al superior se le llama guardián, de ahí que el convento reciba también el nombre de
guardianía. En América, fuera de los casos de las principales ciudades, no debieron de ser muchos los conventos que
llenaban los requisitos necesarios para ser guardianías; en parte, porque el personal no era mucho, sobre todo al principio;
en parte también, porque se evitaba aumentar el número de frailes en un convento determinado, para no ser demasiado
gravosos a los indígenas que los socorrían con limosnas.
Vicaría
Las residencias conventuales que no tenían capacidad para recibir al menos 12 frailes, no gozaban del título de convento
en sentido estricto; se quedaban en vicarías, que mantenían cierta relación de dependencia del convento formal más
cercano. Sus superiores se llamaban vicarios. El tener en cuenta este detalle podrá ahorrar fatigas al investigador que se
propusiese indagar quién era el guardián de un convento, del que se conoce sólo el vicario. Pues era el mismo vicario. No
es raro encontrar en la documentación, sobre todo si es de proveniencia extraña a la Orden, que a este tipo de vicario,
por el hecho de que es superior, se le designe, aunque impropiamente, con el título de guardián.
Tanto los conventos como las vicarías constituían la capital o «cabecera» de una serie de estructuras inferiores,
típicamente americanas, de las que me propongo hablar ahora, aunque sólo sea para exponer su vocabulario, en gracia
de los menos familiarizados con ellas.
Doctrina
Esta estructura se toma en doble acepción: lugar donde se «doctrinaba» o enseñaba; comunidad de indígenas
«doctrinada» o cristianizada. Los encargados de «doctrinar» eran «doctrineros». Yendo los misioneros a América con el
fin principal de evangelizar, de «doctrinar», es obvio que en torno a cada convento naciese una «doctrina».
Visitas
«Visitas» eran los lugares «visitados» regularmente por los misioneros, pero donde éstos no tenían residencia
permanente, excepto en casos especiales motivados por la distancia o por lo numeroso de los habitantes.
Vicarías y asistencias
El término «vicaría» se refiere aquí a una realidad diversa de la que más arriba hemos expresado con el mismo vocablo.
Allí tenía un significado de estructura netamente conventual; aquí se refiere a una estructura puramente misional, o si se
quiere, a una sobre-estructura. En efecto, «vicarías» o «asistencias» seguían bajo la jurisdicción de la «cabecera», y en
ellas solían residir permanentemente algunos religiosos. Hay que tener presente que las «visitas» comprendían a veces
territorios muy extensos, los que caían bajo una «encomienda»; de ahí la necesidad de agruparlas en estructuras
intermedias.
Curatos de indios
Toda «doctrina» o «visita» después de un cierto tiempo de desarrollo (legal y normalmente diez años, pero
ordinariamente eran más) pasaba a constituir una verdadera parroquia. La evangelización se convertía en pastoral con
tareas de catequización, predicación y administración de los sacramentos. En América a las parroquias de «españoles»
(comprendiendo bajo este nombre tanto los peninsulares como los criollos), administradas siempre por clérigos seculares,
se las designaba con el nombre de «curatos». Tal vez esto influyó para que más adelante las «doctrinas» plenamente
desarrolladas se las denominara también «curatos de indios». Nunca, sin embargo, los «curatos» de españoles fueron
llamados «doctrinas», relacionadas siempre con los indígenas.
Misiones; conversiones vivas
El término «misión» no tenía un significado institucional. Equivalía a envío de misioneros o a expedición apostólica. Más
tarde, en el siglo XVIII, cuando el término «doctrina» perdió su primitivo significado de estructura misional para designar
sólo una parroquia de indios, fue sustituido por la palabra «misión» con el significado originario que había tenido el
término «doctrina». El término «misión» con el significado de institución evangelizadora se hizo general en el siglo XVIII.
Sinónimo del término, en este sentido, es la expresión «conversión viva».[29]
El otro caso se refiere a un punto de doctrina. En el siglo XVIII es bien conocida la lucha que se desencadenó contra el
sistema moral del probabilismo, del que eran acusados los jesuitas. Los franciscanos, queriendo ponerse en salvo,
emanaron en el capítulo general de Mantua de 1762, un decreto en que se mandaba que todos los frailes, especialmente
los profesores de las ciencias sagradas, enseñasen y defendiesen las doctrinas más seguras: «doctrinas tutiores et
probabiliores semper doceant et amplectentur». Pues bien, los capitulares de Mantua no hicieron sino copiar a la letra
una prescripción que se contenía en los Estatutos aprobados en 1686 para todos los misioneros de los colegios de
Propaganda Fide.[32]
Aclaración previa
En las páginas que preceden he intentado sintetizar el modo de ser o de estar -«modus essendi»- de los franciscanos en
América. Ahora me toca decir algo sobre su labor misional-de su «modus operandi»-. Y aquí tengo que ser por fuerza
incompleto, al no poder dedicar al menos un volumen de tomo y lomo a cada uno de los aproximadamente 16.000
franciscanos que trabajaron en América durante su vida o gran parte de ella. Pero además de ser incompleto, pudiera
tildárseme de ser injusto al atribuir a la Orden franciscana cosas que son comunes a otras; o al destacar, dentro de la
misma Orden, a unos individuos, silenciando a otros. De ahí que considero oportuna una declaración previa, que
condensaré en dos puntos. Primero: la empresa misional de América -la más colosal que conoció la Iglesia- no se puede
concebir sin la acción mancomunada del clero regular y secular, y especialmente de las llamadas cinco Órdenes misioneras,
a las que se unirían, en tiempo posterior, los capuchinos y otras entidades religiosas.
Todas las Órdenes misioneras -unas por haber sido reformadas recientemente, y otras por recién creadas- estaban en
óptimas condiciones para acometer la tarea de la evangelización. Todas ellas, no obstante pequeñas rivalidades
domésticas -que se dan en las mejores familias entre hermanos- se sintieron unidas a la hora de enfrentarse con los
grandes problemas conexos con la evangelización: la defensa de los derechos y de la dignidad de los indios y la censura
de los abusos cometidos por gobernadores, conquistadores, encomenderos. La documentación sobre esto es bien
conocida.
Segundo: dentro de cada Orden, la obra realizada va atribuida al esfuerzo mayor o menor de todos y de cada uno de sus
miembros, incluso de aquellos a quienes la historia dejó sin nombre. Es sabido que el carro de la historia, así en el terreno
de los hechos como en el de las ideas, no siempre va conducido por héroes de primera magnitud. Todos los religiosos -y
una que otra excepción no hace sino confirmar la reg1a-, aceptando pasar a América -previo un examen de idoneidad
intelectual y moral-, sabían muy bien que allí les esperaban privaciones sin cuento, pocas o ningunas satisfacciones
humanas y sudores abundantes. Hecha esta aclaración, paso al tema que nos ocupa.
Etapas de la acción franciscana en América
Grosso modo, pudieran distinguirse tres etapas en la acción evangelizadora en América. La primera correspondería al siglo
XVI: nos presenta el boom misional, una Orden que vive y se estructura en función de la evangelización, con unos
conventos y unas iglesias orientados hacia las misiones vivas. Piénsese en las fundaciones franciscanas de Puebla, Tlaxcala
y Cho1u1a, con sus capillas abiertas.
La segunda etapa correspondería al siglo XVII: parece notarse un bajón, un cansancio en la tarea evangelizadora; diríase
que predomina la vida conventual sobre la misional: ésta en función de aquélla. Y, en fin, la tercera etapa inicia con el año
1686, fecha de aprobación de los Colegios Apostólicos de Propaganda Fide.
Estos Colegios constituyeron efectivamente una recuperación o re1anzamiento del primitivo fervor evangelizador,
viviendo en función de las misiones vivas. Dichos Colegios tuvieron, además de los ya señalados, otro grande mérito
histórico: el de haber mantenido viva la presencia franciscana durante la época de la independencia americana hasta la
reconstrucción de la Orden en época moderna.
Por supuesto, no entra dentro de mis propósitos y de mis posibilidades exponer la historia misional franciscana en América
a través de este amplio arco cronológico. Me contentaré con destacar sólo algunas facetas.
Itinerarios misionales
Se pueden señalar tres centros principales: el Caribe, Méjico y Perú. El Caribe fue la primera meta. Ya en 1493, en el
segundo viaje de Colón, llegaban a la isla Española o Santo Domingo al menos dos hermanos legos flamencos, fray Juan
de la Deule y fray Juan Tisín, los cuales antes de finalizar el siglo volvieron a España. En 1500 llegan a la isla los dos
anteriores, de regreso, y tres españoles: fray Francisco Ruiz, fray Juan de Trasierra y fray Juan de Robles. Comienza la etapa
misional propiamente dicha.
Con la llegada de otros refuerzos, en 1505 se funda la provincia de Santa Cruz de las Indias, con sede en Santo Domingo,
la primera provincia fundada en América. A partir de esa fecha y desde Santo Domingo, los caminos se alargan; primero,
a Jamaica, Puerto Rico y Cuba; luego a Tierra Firme, en dos direcciones: a Santa María del Darién (hacia 1510) y hacia
Cumaná desde 1514 en compañía de los dominicos, que en 1510 habían llegado a la Española. Desde el Darién los
franciscanos continuarán hacia Panamá y Nicaragua, mientras que en la dirección de Cumaná se extenderán por la costa
oriental de Venezuela llegando hasta Caracas.
Méjico va a ser el gran centro de llegada y de expansión de los caminos franciscanos; en 1523 llegaban a esa capital tres
franciscanos flamencos, uno de ellos, el más célebre, era fray Pedro de Gante, quien hasta su muerte en 1572 no dejará
el catecismo de las manos; al año siguiente llegaban allí, a las órdenes de fray Martín de Valencia, otros doce, que pasarán
a la historia como los «doce Apóstoles de Méjico». Desde aquí los franciscanos parten hacia el norte hasta alcanzar grandes
territorios que hoy forman parte de los Estados Unidos; y hacia el sur, atravesando Centroamérica, camino del Perú.
Al Perú, después de un viaje de exploración anterior a 1528, llegan los franciscanos en 1531, bajo la dirección de fray
Marcos de Niza; en 1535 fray Francisco de la Cruz inicia la construcción de un convento en Lima, que acababa de ser
fundada; pero las revueltas políticas y militares de esos años impiden toda acción misional y la «custodia del Perú», recién
instituida, tenía su sede en Quito (Ecuador). Finalmente, en 1549, pacificado el país, los franciscanos volvieron a Lima y
establecieron allí no sólo la sede de sus actividades en el Perú, sino también un comisariato general con jurisdicción sobre
toda la América meridional.
Desde Lima llegaron a Chile en 1553, atravesando Bolivia. Tres años antes, en 1550, los franciscanos se encontraban en
Colombia. En los países del Río de la Plata penetraron por doble camino: desde el Perú a la región del Tucumán, antes de
1565, y desde el Atlántico a Paraguay ya desde 1538.[33] Así, pues, apenas doblado el siglo XVI, los franciscanos habían
logrado definir en sus líneas generales el mapa geográfico americano, dentro de cuyos límites desarrollarán sus actividades
misionales.
Las cifras son altamente significativas de la activa presencia franciscana en varias partes. Así, para 1586, en sólo el
arzobispado de Méjico, los franciscanos administraban unos 530 pueblos, con 83.813 tributarios, lo que nos daría cerca
de medio millón de personas, si suponemos que cada tributario representaba, al menos, cinco personas; y en la diócesis
de Tlaxcala tenían a su cargo 224 pueblos, con 56.588 tributarios, que -utilizando los mismos cálculos- sumarían 282.940
personas.
Para Sudamérica disponemos de una lista de 1589 que nos ofrece el cuadro siguiente:
1) Provincia de los Doce Apóstoles del Perú, con capitalidad en Lima. Tenía 22 conventos, 44 vicarías y doctrinas, y 200
religiosos, de los cuales 22 eran predicadores y confesores, 81 sólo confesores, 27 simples sacerdotes, 32 estudiantes
clérigos y 38 hermanos legos. Además, en el convento de Panamá, que dependía de Lima, moraban 7 religiosos, de ellos
4 sacerdotes, 2 estudiantes y 1 lego. 2) Provincia de la Santísima Trinidad de Chile. Contaba con 10 conventos, 36
sacerdotes que eran predicadores, 20 que eran sólo confesores y 10 simples sacerdotes; además, 5 estudiantes clérigos y
8 legos. 3) Custodia del Tucumán y Paraguay. Tenía 5 conventos en el Tucumán y 3 en el Paraguay; 19 sacerdotes, 1 corista
y 4 legos. Uno de los sacerdotes era fray Luis de Bolaños. 4) Provincia de San Francisco de Quito. Los conventos eran 10,
las vicarías y doctrinas 32; contaba con 15 sacerdotes que eran predicadores y confesores, 31 sólo confesores, 24 simples
sacerdotes, 10 o 12 estudiantes y 7 legos. 5) Provincia de Santa Fe del Nuevo Reino de Granada (Colombia). Tenía 12
conventos y 21 entre vicarías y doctrinas; los confesores y predicadores eran 6; los confesores 26 y los simples sacerdotes
15. Había 10 o 12 estudiantes y unos 13 legos.[34]
Isaac Vázquez (Beariz, Orense, 1926-2003) fue un sacerdote franciscano, teólogo e historiador español, especializado en
Historia de la Iglesia Católica.
Biografía[editar]
Estudió en el seminario menor franciscano de Herbón-Padrón y, terminado el noviciado, en 1944 hizo su profesión simple
en la Provincia franciscana de Santiago de Compostela.
Cursados los estudios eclesiásticos en Puenteareas (Pontevedra) y Santiago, recibió la ordenación sacerdotal el año 1951.
Luego amplió estudios en el Pontificio Ateneo Antoniano de Roma, matriculado en la facultad de teología, sección de
historia eclesiástica, en la que obtuvo el doctorado en 1955, con la máxima calificación.
Antes, en 1952 había obtenido el diploma en archivística y en biblioteconomía del Archivo Secreto Vaticano. A su vez, en
1954 inició de los estudios de historia eclesiástica en la Universidad Gregoriana de Roma, en la que se doctoró en 1956.
Vuelto a su Provincia se dedicó a la enseñanza en su seminario mayor, a la vez que cursaba estudios de historia en la
Universidad de Santiago de Compostela, en la que obtuvo el grado de doctor en 1959.
Isaac Vázquez Janeiro ocupó cargos de responsabilidad y ejerció la docencia en su Provincia y en la Orden, tanto en España
como en Roma. Así, por ejemplo, fue maestro y profesor de los estudiantes de su Provincia, guardián del Colegio Cardenal
Cisneros de Madrid, vice-rector del Pontificio Ateneo Antonianum de Roma (1969-1975) y rector de la Iglesia española de
San Pietro in Montorio (2000-2002).
En el campo de la docencia, además de enseñar en su Provincia y en la Universidad de Santiago, y también en otros
centros, fue desde 1963 hasta 1994 profesor de historia moderna y de metodología en el Antonianum de Roma, y de 1996
al 2000 catedrático de historia de la Iglesia en la Universidad Pontificia de Salamanca. Por otra parte, fue director de la
revista Archivo Ibero-Americano los años 1962-1963, y de 1966 a 1978 lo fue de la revista Antonianum. Falleció en La
Coruña el 19 de febrero del 2003 a raíz de una arriesgada operación de corazón.
Obra[editar]
Las investigaciones de Isaac Vázquez han tenido por objeto campos muy variados, aunque siempre relacionados con la
historia, y entre las más de doscientas publicaciones que nos ha dejado en diversas revistas científicas, obras colectivas,
enciclopedias y diccionarios, etc, son dignas de especial mención las que se refieren a la historia de la teología y de la
mariología franciscanas. En Archivo Ibero-Americano 64 (2004) 507-520, puede verse un elenco de uilhjkn; kl
Este artículo incorpora texto del Directorio y enciclopedia franciscana, que mediante una autorización han permitido
publicar sus contenidos bajo licencia GFDL.
Notas
↑ BORGES MORÁN, El envío de misioneros a América durante la época española (Salamanca 1977) 537.
↑ BARRADO MANZANO, De historia et iure Commissariorum generalium in Ordine Fratrum (Sevilla 1952) 9.
↑ Vázquez JANEIRO, “Un plan inédito para la evangelización de América. La creación de una Comisaría General Indiana
en 1505'Texto en cursiva”, Antonianum 54 (1979) 487-526; Y las observaciones de P. BORGES, La Comisaría General de La
Española (1504-1505). Observaciones a un estudio reciente Iberoamericano” (= AIA), 40 (1980) 267-76.
↑ TORRUBIA, Crónica de la provincia franciscana de Santa Cruz de la Española (Libro Primero de la Primera Parte de la
Crónica General de la Orden Franciscana), ed. O. GÓMEZ PARENTE (Caracas 1972) notas aclaratorias del editor, 648-53
↑ TORRUBIA, Crónica, 655-81.
↑ L. ARROYO, Comisarios generales del Perú (Madrid 1950).
↑ P. BORGES MORÁN, "En torno a los Comisarios generales de Indias entre las Órdenes misione¬ras de América», AlA 23
(1963) 145-96; 24 (1964) 147-82; 25 (1965) 3-60,173-221; el mismo, «Institu¬ción de la Comisaría general de Indias», ATA
27 (1967) 341-47.
↑ P. BORGES MORÁN, «En torno a los Comisarios», A1A 23 (1963) 145.
↑ A. TIBESAR, «The Franciscan Province of the Holy Cross of Española, 1505-1559», The Americas13 (1957) 377-97; L.
GÓMEZ CANEDO, La provincia franciscana de Santa Cruz de Caracas 1 (Caracas 1975).
↑ F. GONZAGA, De origine Seraphicae Religionis 2 (Venetiis 1603), 1423-1500; Chronologia historico: M, PERUSINI 1
(Romae 1752) 266; para una visión de conjunto del apostolado franciscano en Méjico durante el siglo XVI, véase el
interesante estudio de F. MORALES, «Los franciscanos en la Nueva España. La época de oro, Siglo XVI» Franciscan Presence
in the Americas. Essay on the civilizations of the Franciscan Friars in the Americas 1492-1900, ed. F. MORALES (Potomac,
Maryland, Acadernv of American Franciscan History, 1983) 49-86.
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↑ Agradezco a los organizadores el que hayan querido seleccionar esas y otras ilustraciones entre las varias que les
indiqué; están tomadas de ejemplares de la Biblioteca Vaticana que figuran ahora en la Ex¬posición de la Sala Sixtina sobre
le Evangelización americana