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Este año ya era, en agosto de 2017, el tercer peor año de la década según el
MAPAM: 8.785 incendios se produjeron en España hasta ese momento;
también fue, para mayor indignación, el año del incendio en el Parque Nacional
de Doñana. En Portugal, que ya sufrió un tremendo incendio en junio que se
cobró la vida de 64 personas y quemó más de 65.000 hectáreas, se ha vuelto
a reproducir la catástrofe en un octubre extraordinariamente caluroso y
fuera de lo común en cuanto a la sequía previa. El huracán Ophelia y las
condiciones ambientales provocaron múltiples intervenciones criminales
concertadas, con más de 40 vidas humanas y miles de animales, de hectáreas
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de bosques, reservas naturales y, de forma generalizada, han afectado a
núcleos urbanos, desde Vigo o Bayona a otros municipios menores.
Los datos son tan apabullantes que impiden ver por qué el bosque se quema y
qué nuevas formas innovadoras de prevención habrían de emplearse para
evitarlos. Por si no tuviéramos bastante con el aumento de las temperaturas
y el efecto invernadero, el calor y la contaminación en las ciudades,
sublimamos unos bosques "pasivos" cuya concepción es anticuada: su uso,
aprovechamiento y disfrute podrían ser palancas de acción contra los efectos
del cambio climático. Las ciudades están desprevenidas, pero no pueden
seguir así, a expensas de la fortuna o de la tragedia, en la gestión del
territorio que las circunda. Es en las ciudades donde se decide la lucha contra
el calentamiento global pero su entorno puede hacerlas vulnerables.
Como se ve en estos días, pirómanos los hay en todos los sectores, por lo
tanto, las políticas y las gestiones de la prevención tienen que
multiplicarse; los mapas de riesgo, redibujarse; las acciones escalarse,
emplazarse en el tiempo y en el espacio; el trabajo de prevención debe
rehacerse en función de una metodología interactiva y avanzada; la vigilancia
del fuego debe comenzar mucho antes de su inicio; debe haber información
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preventiva, con planes urbanos de contingencia evaluables sobre cada
escenario; estrategias disuasorias a los incendiarios, coercitivas y
persuasivas; planes de alternativas al impacto sobre las poblaciones, al
momento, al sitio, al entorno; planes de desalojo y realojo de emergencia.