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No deja de resultarme curioso ese adjetivo que tanto le gustaba emplear a Trotsky,
"desorganizador". Ya en su etapa menchevique, cuando compartía las tesis de Mártov,
hablaba de Lenin como "el desorganizador del Partido" y "jefe del ala reaccionaria del
Partido"; solo cuando comprendió la grandeza del camarada Lenin cesó en sus ataques y se
arrastró a sus pies para arrimarse al poder; y cuando tras sus fallecimiento fue su legítimo
sucesor, el camarada Stalin, quien fue elegido democráticamente como tal, su infantil
rabieta personalista le llevó a actuar como la Historia nos cuenta. Qué más se puede decir de
un hombre cuyos seguidores resultaban ser agentes de la CIA (Orwell), terminaban
convirtiendose en liberales acérrimos (Hook), o rechazaban el marxismo (Burnham). Otros
(los más ilustres por lo general), con algo más de acierto, terminaron reconociendo su error
y reconocieron en Stalin al Arquitecto del socialismo que realmente era (Frida Kahlo).
El único organizador de derrotas que ha conocido el movimiento obrero ha sido este traidor,
para gloria de sus amos y amigos estadounidenses y burgueses.