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¿Qué es la música?

La música es un conjunto de sonidos y silencios, organizados de manera lógica, que se rige por una
serie de leyes como la armonía, el ritmo y la melodía, haciendo uso de la sensibilidad que
caracteriza al ser humano con respecto a la emoción y percepción de elementos artísticos. Éste
término proviene del vocablo griego “μουσική” (mousikē), que se puede traducir como “el arte de
las musas”. Ciertamente, la música tiene una connotación mayormente espiritual y emocional, por
lo que su complejidad sólo ha ido aumentando a lo largo de la historia, pues, no se ha logrado
definir lo que realmente representa, más allá del uso corriente que se le da.

musica

En épocas de la Antigua Grecia, se consideraba que la música no podía existir sin la compañía de la
poesía (o líricas) ni la danza, pues era bastante común que en las celebraciones organizadas por los
altos funcionarios se invitaran mujeres que cumplían estas funciones y al ver que existía una
armonía importante entre las tres disciplinas, se impuso la creencia de que fueron creadas para
que una acompañase a otra. Sin embargo, en épocas posteriores, esto fue decayendo y se
introdujeron nuevas concepciones sobre el arte de la música.

¿Los primeros indicios musicales?

La conexión entre sentimientos y sonidos pareciera ser la responsable de que en todas las culturas
(independiente de su grado de evolución) se hayan encontrado evidencias de la ejecución musical.
En vestigios arqueológicos dejados por las grandes civilizaciones se han hallado testimonios
escritos, restos pictóricos y escultóricos de instrumentos y danzas acompañadas de música.

Culturas como la sumeria dan cuenta de himnos y cantos en sus ritos litúrgicos.

Egipto alcanzó también un alto grado de expresividad musical, incorporando en sus ceremonias
arpas y diversas clases de flautas. En Asia, la civilización china e india constituyeron los principales
focos de propagación musical.

El desarrollo de la música occidental (que es a la que nos referiremos en este artículo) posee una
tradición que se relaciona fuertemente con la evolución de las primeras comunidades cristianas.
Fue así como, durante el primer milenio de la era cristiana, surgió la música litúrgica inspirada en
la teoría musical de la Grecia clásica.

En los siglos II y III se compusieron diferentes tipos de himnos, cantos litúrgicos que fueron
sistematizados en el siglo IV gracias a la acción de Ambrosio, arzobispo de Milán. Con
posterioridad, la reforma y recopilación de cantos llanos efectuada bajo el papado de Gregorio I en
el siglo VI, significó la adopción de los llamados cantos gregorianos. En el siglo VIII este género
dominó, junto con el trovadoresco (música popular no ligada a lo religioso), el panorama musical
de la edad media europea.

París, con la escuela de Notre-Dame, representó el término de esta manera de hacer polifonía
conocida a través de la historia como ars antiqua (arte antiguo). Pero, además, Francia se convirtió
en el centro musical del siglo XIV, instaurándose una nueva forma de hacer polifonía, corriente
denominada ars nova (arte nuevo), que se caracterizó por el motete o composición musical breve
formada sobre versículos de la Biblia, que se cantaba en las iglesias.
Música propia de Bolivia

La música tradicional boliviana tiene siglos de antigüedad. La música comercial andina de Bolina,
sin embargo, es muchísimo más reciente, y es -para bien o para mal- uno de los más importantes
canales de difusión de ese folklore dentro y fuera del país.

A mediados de los 6o, la música tradicional boliviana había conseguido impactar en los medios de
comunicación y en los ámbitos urbanos, pero sólo en su forma más mestiza y criolla (cuecas,
taquiraris, kaluyos...). Su vertiente indígena era rechazada, e incluso despreciada. Buscando la
difusión de esas expresiones nacieron exponentes tempranos de la música andina, como Los
Jairas. Ese cuarteto, fundado en La Paz en 1966, llevó, junto con músicos de la talla del guitarrista
Alfredo Domínguez, los sonidos andinos por Latinoamérica y Europa. Su repertorio y su sonido
representaron el nacimiento del “neo-folklore'’, una forma estilizada de interpretar la música
indígena de los Andes bolivianos. Por la misma época, el grupo Ruphay (uno de cuyos miembros,
Hery Cortez, fundaría años más tarde el grupo Ukamau) no sólo recuperó la tradición indígena,
sino que la interpretó con sus vestimentas tradicionales y, en 1969, grabó su primer disco con el
emblemático sello Discolandia. Además, Ruphay fue la primera formación boliviana en pisar el
escenario del célebre teatro Olimpia de París.

En aquel entonces iniciaron su andadura musical quienes luego serían grandes figuras de la música
boliviana. Es el caso de Los Kjarkas, que empezaron humildemente tocando zambas argentinas por
pueblos y villorrios, o del maestro William Ernesto Centellas, que brindó sus primeros conciertos
de charango.

Una década más tarde, en la estela de aquellos pioneros, acompañando a la nueva canción
latinoamericana en Chile y Argentina y sumando su trabajo al de numerosos músicos que
intercambiaban inquietudes y experiencias en lugares como la Peña Nayra de La Paz, nacieron
agrupaciones famosas. Savia Andina se fundó en 1975 e integró a los que hoy son solistas
renombrados, como Gerardo y Rafael Arias, Eddy Navia o Alfredo Coca. Siguieron sus pasos los
hermanos De la Zerda, componentes del grupo Fortaleza (1978) y Los Kjarkas, que se presentaron
en La Paz por primera vez en 1975. Los solistas no se quedaron atrás: para 1977, la tarijeña
Enriqueta Ulloa era considerada la mejor voz femenina del país, Luzmila Carpió recuperaba la
tradición del canto Quechua y Luis Rico iniciaba su carrera como cantautor.

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