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Los Centros de Desarrollo Infantil, se conciben como instituciones

dirigidas a atender y promover un desarrollo integral a través de la


educación inicial, con la participación de profesionales idóneos en
temas relacionados con los diferentes componentes de la atención
integral, responsables de gestionar las condiciones materiales que
hacen efectivos todos los derechos de los niños y niñas en primera
infancia, así como de generar oportunidades de expresión y
comunicación con pares y adultos y diversidad de experiencias que
permiten a los niños y las niñas construir y comprender el mundo.

Es importante destacar que los CDI no están solos en el desempeño de


este papel educativo, pues la atención al niño y la niña es también
responsabilidad del Estado y la familia. Por tanto, en el CDI se
coordinan y armonizan acciones del Estado relacionadas con la
nutrición, salud y formación y acompañamiento a familias de los niños
y niñas de 0 a menores de 6 años, y las familias participan en
actividades promovidas por los CDI para articular mejor la atención y
educación que ambos llevan a cabo de acuerdo con las características,
necesidades, demandas y atenciones que requieren los niños y las
niñas.

Hay un estereotipo casi universal: la educación privada es mejor que la


pública. Cuesta encontrar a alguien que realmente crea que nuestras
escuelas y colegios públicos pueden dar tan buenos resultados como las
escuelas y colegios privados. ¿Será cierto?

Año con año, los resultados de bachillerato parecen confirmar la


supremacía de la educación privada: la nota promedio de bachillerato
de quienes vienen de colegios privados es mucho mejor que la de
quienes vienen de colegios públicos.

De los estudiantes que hacen bachillerato, la nota promedio obtenida


por quienes vienen de colegios públicos es de 69,2, mientras que
quienes vienen de colegios privados obtienen una nota promedio de
79,9. Hay más de diez puntos de diferencia a favor de los colegios
privados.

Hay elementos que contribuyen a que los colegios privados tengan


algunas ventajas sobre muchos colegios públicos: infraestructura,
equipamiento, horarios más amplios, mayor involucramiento de las
familias y, claro, en la selección de los estudiantes. Además, el nivel
socioeconómico y el nivel educativo de sus hogares es una de las
variables que más se relacionan con el rendimiento académico.

Nuestros colegios privados suelen ser caros, algunos muy caros. Su


costo puede variar entre ¢200.000 y más de ¢500.000 mensuales. En
consecuencia, atienden principalmente a aquellos estudiantes que
provienen de las familias de mayores ingresos del país. Suelen
pertenecer también a las familias de un mayor nivel educativo y que se
ubican, por lo general, en las áreas urbanas del país, sobre todo en la
Gran Área Metropolitana. Los colegios cuyos estudiantes provengan de
los sectores más acomodados de la sociedad tendrán, sin duda, una
ventaja de partida.
Además, los colegios privados suelen tener no solo una estricta política
de admisión, sino una política muy rigurosa sobre quién puede
continuar en el colegio: sobre todo en los últimos años de secundaria,
se busca retener principalmente a los estudiantes que tienen una alta
probabilidad de enfrentar con éxito las pruebas de bachillerato. A los
demás –a los que fracasan y repiten– se les suele impedir repetir allí y
se les suele invitar a salir del colegio.

Los colegios públicos, por el contrario, están en la obligación de


atender a todos los que lo requieran. De hecho, atienden a la inmensa
mayoría de la población estudiantil del país, desde los más amplios
sectores de la clase media hasta los que viven en pobreza extrema en
las barriadas marginales; desde los que viven en el centro del país hasta
los que viven a pocos metros de las fronteras o en las zonas de más
difícil acceso. En los colegios públicos encontramos no solo a
estudiantes con especial talento y disposición para el estudio, sino
también a muchachos que, por sus condiciones socioeconómicas, por el
nivel educativo de su entorno familiar y por el ambiente en que les toca
vivir, deben superar enormes dificultades para enfrentar con algún
éxito el reto educativo.

Por eso, no deja de ser lógico que las notas promedio que obtienen los
estudiantes de colegios privados que presentan bachillerato, sean diez
puntos más altas que las notas promedio de quienes estudiaron en
colegios públicos. Pero ¿significa esto realmente que la educación
pública es de menor calidad que la privada?

Hagamos una lectura distinta de los datos para matizar esa apreciación
y tener una mejor percepción de las diferencias entre la educación
pública y la privada. Analicemos los mismos resultados de bachillerato,
pero considerando que los colegios públicos no solo atienden a la
población élite del país, sino a toda la población estudiantil.

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