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El problema crítico:
La enseñanza escatológica del Cuarto Evangelio es una cuestión que necesita someterse
a un análisis riguroso. Una comparación superficial entre los Sinópticos y Juan deja la
impresión de que la escatología no es un tema que preocupe especialmente a Jesús
juanino. El tema central del Jesús sinóptico es el Reino escatológico de Dios
irrumpiendo en la Historia a través de su persona. La vida eterna es parte de ese reino.
En Juan se menciona el Reino de Dios sólo dos veces; el mensaje central de Jesús es la
vida eterna, que se ofrece a las personas en el presente. Juan carece totalmente de la
visión apocalíptica de la parusía del Hijo del Hombre en las nubes del cielo.
Sustituye el discurso del monte de los Olivos y su esquema de los eventos de los
últimos tiempos con el discurso del Aposento Alto y la venida del Espíritu en lugar de
la parusía de Cristo.
Según el Nuevo Testamento, la muerte lleva a los creyentes a Cristo. Juan cree que la
vida resucitada sigue inmediatamente a la muerte; pero su perfecta consumación no se
puede alcanzar hasta el fin de todas las cosas cuando el mundo actual desaparezca y
Cristo lleve a los suyos al cielo, que es un estado más que un lugar.
Sin embargo hay un estribillo escatológico que aparece en el Evangelio “en el día
postrero” y un texto muy claro sobre la resurrección corporal (5:28-29) que contradice
directamente la resurrección presente en 5:25. Bultmann resuelve el problema
afirmando que estos fragmentos escatológicos son interpolaciones redaccionales para
hacer que la escatología existencial de Juan armonice con la escatología futurista
tradicional.
Algunos investigadores consideran la diferencia entre Juan y los Sinópticos como una
cuestión de énfasis teológico, y creen que en realidad Juan comparte los aspectos
esenciales de la Escatología cristiana primitiva.
Según Kümmel, Juan no pretende completar los Sinópticos sino aclarar su verdadero
significado. La gloria de Dios estaba presente en Jesús pero sólo fue reconocida por
algunos que tenían fe. Lo oculto tanto de Cristo como de la salvación tiene que llegar a
su fin, y por tanto la manifestación plena de la salvación y el triunfo final sobre la
muerte tienen una dimensión futura. Por tanto la esperanza de una parusía y de una
consumación escatológica resulta ser un elemento esencial en el pensamiento de Juan.
Esto no expresa esta esperanza en términos no apocalípticos porque su preocupación se
centra primordialmente en el destino de la persona, no en el cosmos.
La estructura escatológica.
Ante estos datos se presentan dos alternativas: sostener que este dicho es un residuo de
la Escatología tradicional que no armoniza con la estructura básica de Juan que
contradice abiertamente y reconocer en este Evangelio un pensamiento escatológico
además de un dualismo vertical.
No hay ninguna razón para rechazar el significado escatológico del Reino de Dios. “El
que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios”. Este es un equivalente juanino
de un pasaje sinóptico: El que no reciba el reino de Dios como un niño, no entrará en él
(Mc. 10:15). Aquí el Reino de Dios es una realidad presente que debe recibirse ahora y
que le hace digno a uno para entrar en el Reino de Dios en el futuro. En el presente y
futuros están inseparablemente unidos.
Debemos recordar que los Sinópticos tienen tanto un dualismo vertical como un
dualismo escatológico. Si los Sinópticos reconocen un dualismo vertical a pesar de
enfatizar lo escatológico, Juan reconoce lo escatológico pero enfatiza lo vertical.
La venida de Cristo
Aceptamos que la idea juanina de la “venida” de Jesús es mucho más compleja que en
los Sinópticos. Jesús habla de su partida y de su regreso después de la resurrección
(16:16), aunque Jesús no utiliza el lenguaje de ir y venir, esta idea está presente.
Más aún, hemos concluido que Jesús habla de venir de nuevo en la venida del
Paracletos (14:18). Algunos estudiosos han pensado que esta promesa se refiere a la
parusía, y que resulta más fácil de entender como una referencia a la venida de Jesús en
el Espíritu.
Con referencia a (14:3) muchos intérpretes insisten en que se trata de la misma venida
de Jesús en el Espíritu que se menciona en 14:28. Sin embargo, no se puede determinar
que Jesús pretendiera reemplazar la parusía con el Paracletos.
Dodd admite que en14:3 “tenemos el enfoque más próximo al lenguaje tradicional de la
Escatología de la Iglesia”. Dodd compara este pasaje con las palabras de Pablo en 1
Tesalonicenses 4:13-18, las cuales representan la creencia de la época sobre el retorno
de Cristo y la reunión de sus discípulos con él.
Es difícil que Juan concibiera el suceso redentor como un solo evento complejo que
abarcaba la muerte, la resurrección, la ascensión y la parusía (espiritual), como
sostienen estudiosos como Dodd y Robinson. Juan presenta un aspecto diferente de la
ascensión al concebirla como algo separado de la resurrección.
Resurrección
La enseñanza de la resurrección en Cuarto Evangelio tiene que ver tanto con un evento
escatológico futuro como una realidad espiritual presente. Hay un énfasis reiterado en
la resurrección corporal en el último día cuando los muertos serán resucitados en
plenitud de vida eterna; pero también encontramos que la vida que pertenece a la
resurrección ha irrumpido en este siglo y está a disposición de las personas en el ámbito
espiritual. Este disfrute anticipado de la resurrección es gracias a Cristo que es la
resurrección y la vida.
La vida resucitada, tanto futura como presente, está en Cristo; el que cree en él aunque
haya muerto físicamente, vivirá de nuevo; y quienquiera que disfrute de la bendición de
la vida espiritual en el presente por medio de la fe en él algún día entrará en una
existencia inmortal.
Dodd dice que la resurrección de Lázaro es una ilustración de que la vida eterna por
medio de Cristo es algo que se posee en el presente “y no una esperanza para el último
día”. La resurrección, según el Cuarto Evangelio, es tanto algo para su disfrute
subjetivo aquí y ahora como una realidad objetiva en la consumación escatológica.
Esta previsión de la resurrección corporal futura aparece en varias ocasiones. “Y esta es
la voluntad de mi Padre, el que me envió: que de todo lo que me diere, no pierda yo
nada, sino que lo resucite en el día postrero”.
Algunos investigadores sugieren que este pasaje contiene una difícil combinación de
dos escatologías: la escatología del evangelista y la popular que el autor no podía
ignorar totalmente a pesar de estar en desacuerdo. Incluir pasajes como éste produjo la
combinación de dos escatologías diferentes, una espiritual y otra realista. Sin embargo,
no hay ningún conflicto entre ellas: sólo hay una tensión entre la Escatología hecha
realidad y futurista.
La única interpretación que valora de forma adecuada estas palabras es la que reconoce
que habrá en el Siglo Venidero, diferente de la vida de este siglo. Desde esta
perspectiva, la Escatología del Cuarto Evangelio está muy adecuada con la de los
Sinópticos y la del resto del Nuevo Testamento. La vida debe experimentarse en dos
etapas: el presente en ámbito espiritual, y en el futuro, en la resurrección del cuerpo.
La vida eterna puede disfrutarse aquí y ahora respondiendo a la palabra de Cristo, y ese
mismo poder que garantiza la vida eterna a los creyentes durante su existencia terrenal
les resucitará después de la muerte para entrar en una existencia renovada en un mundo
más allá.
El juicio
Así como la vida eterna y la resurrección implican tanto un presente como un futuro, el
juicio también se concibe como una separación futura que se llevará a cabo en el último
día y como una separación espiritual presente entre las personas dependiendo de su
relación con Cristo. El juicio escatológico futuro se afirma en 12:48: “El que me
rechaza, y no recibe mis palabras, tiene quien le juzgue; la palabra que he hablado, ella
le juzgará en el día postrero”.
Este lenguaje escatológico dirigido hacia un día último en el que los seres humanos
serán juzgados. En este caso la norma de este juicio serán las palabras de Jesús.
El pensamiento de separación entre buenos y malos también está dicho de la
resurrección de vida, y los que han obrado mal a la de juicio (Jn. 5:28,29). Los justos
serán resucitados para disfrutar de la plenitud de la vida eterna; pero los malos
experimentarán una resurrección para ser juzgados por sus malas obras.
Hemos descubierto en nuestro estudio de los Evangelios Sinópticos que el Reino se hizo
presente en el mundo en la persona de Cristo, y en él los seres humanos se ven
interpelados por el Reino de Dios, lo cual les exige una decisión. En la medida que
ellos responden afirmativamente con fe al Reino futuro en el momento de su venida
escatológica. Este es en esencia el pensamiento expresado aquí, en el Cuarto Evangelio,
aunque de una forma diferente.
“El que cree en Jesús en cierto sentido ya ha superado el juicio; y es como si estuviera
más allá de él habiendo pasado de muerte a vida”.
Este reconocimiento del juicio como una realidad espiritual presente no nos permite de
ningún modo ignorar el contenido del juicio escatológico. El juicio escatológico futuro
no se convierte en uno espiritual presente, sino que permanece. Más bien tenemos de
nuevo un ejemplo de la estructura escatológica básica de la Teología del Nuevo
Testamento en la que los dos siglos no están divididos por la parusía, sino que por
medio de la encarnación se han superpuesto de tal forma que las experiencia
escatológicas asociadas con el Siglo Venidero han entrado en el presente siglo y han
ocurrido ya en esencia en la realidad espiritual.
Así pues el juicio como la resurrección es todavía una experiencia escatológica futura;
pero también es una realidad espiritual presente por la respuesta favorable o
desfavorable de las personas, de fe o de incredulidad en la persona de Jesús.
Para los que creen el juicio ya ha tenido lugar, se les ha declarado inocentes o se les ha
llamado justos. Para los que no creen, su condenación ya está definida, su juicio es
seguro, porque han visto la luz y la han rechazado. Por lo tanto, el juicio en realidad es
la ejecución de una sentencia que ya ha sido pronunciada. “El juicio escatológico en
el día postrero es una manifestación última del juicio que se celebra aquí y ahora de
acuerdo con la respuesta humana al llamamiento divino”.