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El elemento sonoro es el material de trabajo con el cual labora un director. Es el barro para
el artesano. Al tomar una partitura en sus manos, emplea sus conocimientos formales y
musicales para comprender el mensaje que está plasmado en el papel y para diseñar, elegir o
crear un sonido que luego va a construir con su agrupación. De esta manera la capacidad de
tener una audición consciente, analítica, detallada y sensible hará de este músico un
profesional mejor preparado.
La audición del director cumple diversos objetivos, los cuales podremos dilucidar partiendo de
la siguiente visión: La música coral fundamentalmente consta de dos grandes elementos
que son la música en sí, con todo lo que ella comprende, y el texto. Con ello quiero
separar “la emisión cantada” de “lo que se pronuncia”, sólo para fines de trabajo detallado y
didáctico. En el resultado final, ambos forman un todo que es la interpretación.
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La dirección es una disciplina que se nutre de diversas áreas del conocimiento. Quiero en esta
oportunidad referirme a una de ellas, la composición. Aun cuando es un área propia,
independiente y compleja, se hace necesario que la persona al frente de una agrupación coral
maneje algunas herramientas que le permitan analizar y sacar un mejor provecho de la
partitura para beneficio de la interpretación.
¿Qué hace un compositor? Cada uno tiene una forma personal de escribir, una propia fuente
de inspiración y un objetivo definido para cada obra, sin embargo, en todos es común la
facultad de escribir aquello que en un principio sólo suena en su mente creadora. Cuando la
partitura llega a manos del intérprete, no basta con reproducir lo que allí está escrito. Eso sólo
hará sonar lo que limitadamente puede contener el lenguaje musical. Lo mismo logra una
pianola, es decir, una reproducción de alturas y duraciones con velocidad determinada y
quizás con variaciones de intensidad, pero esto no es Música ni lo que el compositor quiso
plasmar. No basta entonces para el intérprete el conocer los símbolos y toda la escritura
musical. Es fundamental, pero hace falta más.
En el párrafo anterior comentaba que el compositor tenía una idea sonora antes de escribir. A
las manos del intérprete llega la forma escrita, el resultado final. ¿Cómo podemos acercarnos
a esa idea original? ‘ Apuntando al espíritu volador del pájaro más que a sus plumas’ (Robert
Henri). Haciendo el camino contrario del compositor. Partiendo de lo escrito hasta el momento
antes de estar plasmado en papel. Es en este ‘dilucidar’ cuando nos formulamos preguntas:
¿qué sentido le dio el compositor a esta sección del texto?, ¿por qué lo resolvió rítmicamente
de esta manera? ¿qué busca con un cambio de textura en este determinado lugar? ¿Cómo es
el tratamiento de la melodía principal y qué busca?¿qué significado hay detrás de este
silencio? …
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• Homogeneidad
• Balance
• Dicción
• Precisión rítmica
• Ataque
• Intensidad
• Articulación
• Flexibilidad
• Ritmos diversos
• Intervalos
• Conducción musical
6 Respirar siempre con el coro y marcar claramente los inicios de los ejercicios con
7 nuestro gesto.
10 Cambiar el ejercicio una vez alcanzados los objetivos, es decir, no repetir por repetir.
12 No vocalizar todo el tiempo con todo el coro, seleccionar cuerdas, personas, grupos,
etc.
13 Unir la vocalización con el momento del ensayo, por ejemplo, el último ejercicio
realizarlo con el coro sentado.
Octavas:
Intervalos:
Dinámicas:
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Regados por el mundo hay muchos coralistas, venezolanos y extranjeros que han vivido la
experiencia de haber ensayado con este gran maestro, precursor de la profesionalización de la
dirección coral en Venezuela, más conocido últimamente en su faceta de compositor de obras
corales, artista total.
Desde enero de este año, ha regresado al salón de ensayo, luego de algún tiempo sin dirigir,
exclusivamente para trabajar un programa de madrigales venezolanos con la Schola
Cantorum.
Pienso que todo en Grau inicia desde el respeto profundo por la música, como lenguaje,
como fenómeno sonoro, como vehículo verdadero del sentimiento humano, ese que en la
zona segura de un salón de ensayo o de una sala de conciertos, puede llegar a expresarse sin
ningún tipo de temor y con toda confianza… si nos dejamos guiar.
Lo tercero, a mi criterio, es que Grau es como un pintor que ya vio en su mente los tonos
de los colores que va a utilizar y no se conforma hasta obtenerlos, porque para él ya
existen antes de que el coro sea capaz de cantarlos. Ensayo a ensayo los va trabajando,
pacientemente, (aunque pareciera que no), con insistencia, repitiendo siempre con sentido y
finalmente, cuando se logran, el coro lo siente, comprendiendo el por qué, tal como sería
caminar por muchos kilómetros guiados sólo por la fe, para luego admirar un paisaje
inesperado que demuestra el recorrido y cautiva por el descubrimiento de su belleza. Muchas
veces estos momentos son irrepetibles.
Toda nota, toda sílaba, tienen un peso, una intensidad, un carácter y una intención específicos,
siempre relacionados con el contexto. Trabaja por el justo equilibrio y el coro intenta responder
a esos niveles. No lo hace porque la partitura tenga una indicación específica o porque el autor
haya escrito con detalle lo que desea. Cuando decide cómo hacerlo es porque para él no
existe otra forma de expresarlo. Y es entonces cuando el ensayo se convierte en una escuela
de sentimiento, sacudiendo al coro con reflexiones sobre las emociones humanas, pero no con
filosofía, sino recurriendo a su verbo claro, a su humor particular y efectivo y por encima de
todo, a su propia y genuina pasión.
Alberto nos ha enseñado que un coro es una escuela de vida. Los que hemos tenido el
privilegio de hacer música con él sabemos que es así. Y conocemos su secreto: Alberto Grau
no se cansa nunca de pensar cómo hacer para que la música sea cada vez mejor.