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NOTITAS TEOLÓGICAS

-3-
© 2018 – Dr. Andrés Omar Ayala, DD
ISBN 13 978 - 1717417251
ISBN 10 1717417251
Andrés Omar Ayala

Notitas
Teológicas

- 3 -
A manera de introducción

Nuestros sufrimientos más dolorosos a menudo


provienen de quienes nos aman y a quienes
amamos. Las relaciones entre marido y mujer,
padres e hijos, hermanos y hermanas,
profesores y estudiantes, pastores y feligreses,
son las que nos causan heridas más profundas.
Aun a una edad avanzada, sí, aun cuando
aquellos que nos hirieron ya han muerto hace
mucho tiempo, puede ser que todavía
necesitemos ayuda para desentrañar las cosas
que sucedieron en aquellas relaciones.

La gran tentación es seguir culpando por


nuestra situación actual a aquellos que
estuvieron más cerca de nosotros. Y lo hacemos
cuando decimos: “Tú me hiciste lo que soy hoy, y
odio lo que soy.” El gran desafío es reconocer
nuestras heridas y reconocer que lo que somos
es mucho más que el resultado de lo que otras
personas nos hayan hecho. Solamente cuando
podemos reclamar como fuente verdadera de
nuestro ser a Dios, que nos hizo lo que somos,
tendremos libertad para perdonar a los que nos
han herido.

- Henri Nouwen
1. Hay alegría en la presencia de Dios

El filósofo dinamarqués Soren Kierkegaard,


parafraseando a Lutero, escribió: «La oración no
cambia a Dios, pero sí cambia a quien ora».
Concebir a Dios como un hombre gigante y
egoísta que espera nuestras oraciones para
satisfacer su vanidad no solamente desnaturaliza
el propósito de la oración, también la transforma
en una carga pesada, dolorosa y repetitiva.

"Me mostrarás el camino de la vida. Hay gran


alegría en tu presencia; hay dicha eterna junto
a ti." Salmos 16.11

Orar o meditar no es una obligación, es un


privilegio. La plegaria es un encuentro íntimo
con Dios, debe ser gozosa y llena de significado.
A diferencia de lo que popularmente se piensa,
explícita o implícitamente, la oración no se limita
a los momentos que consideramos
«espirituales». En la presencia de Dios, y en la
luz de su Verdad, todo lo que hacemos es
oración.

"Alégrense siempre en el Señor. Repito:


¡Alégrense!" Filipenses 4.4

Dios ha creado todo con amor y belleza, y nos ha


concedido el privilegio de gozar de su maravillosa
creación. Debemos reservar tiempo para el ocio y
el esparcimiento, o nos volveremos
improductivos y destructivos. La recreación
consiste en disfrutar de la alegría, que es una
expresión de Dios, y no como un tiempo perdido
que sirva para orar mejor después. La alegría
manifestada en cada momento y actividad de
nuestra vida, es la oración más santa de todas.

2. Nuestra Pascua

La Pascua resume en sí misma todo el plan de


Dios para la regeneración de la humanidad. El
Creador no nos hizo para vivir en la limitación, el
miedo y el error, sino para glorificarlo y gozar
para siempre de su comunión. El propósito de la
Providencia es que despertemos a nuestra
verdadera naturaleza espiritual, muriendo a las
obras de las tinieblas, y resucitando con Cristo
para vivir de una forma completamente nueva.
Esa es la verdadera Pascua.

"Así que echen fuera esa vieja levadura que los


corrompe, para que sean como el pan hecho de
masa nueva. Ustedes son, en realidad, como el
pan sin levadura que se come en los días de la
Pascua. Porque Cristo, que es el Cordero de
nuestra Pascua, fue muerto en sacrificio por
nosotros. Así que debemos celebrar nuestra
Pascua con el pan sin levadura que es la
sinceridad y la verdad, y no con la vieja
levadura ni con la corrupción de la maldad y la
perversidad." 1 Corintios 5.7-8

Jesús, nuestro Redentor, enfrentó la oscura


noche del Getsemaní, la traición, el abandono y
el desprecio; atravesó la dolorosa cruz del
Calvario, y por la senda de la muerte fue hacia la
gloriosa resurrección del día de Pascua. Cada uno
de nosotros es invitado a contemplar por fe la
obra del Salvador, siendo crucificados al mundo,
para que ya no vivamos por nosotros mismos,
sino que la vida de Cristo resplandezca en la
nuestra.

"[Cristo] fue entregado a la muerte por nuestros


pecados y resucitado para hacernos justos."
Romanos 4.25

Por medio de la fe, cada uno de nosotros debe


aspirar a hacer la misma senda en sí mismo, de lo
cual nuestro bautismo es un permanente
memorial de que con Cristo hemos muerto a los
deseos del mundo, con él fuimos juntamente
sepultados, y juntamente con él hemos sido
resucitados a una nueva vida. Nuestra Pascua ya
fue sacrificada, ya no vivimos en el temor y la
oscuridad del pecado, ahora tenemos libre acceso
al santuario. ¡La vida venció a la muerte para
siempre!

"Hermanos, ahora podemos entrar con toda


libertad en el santuario gracias a la sangre de
Jesús, siguiendo el nuevo camino de vida que él
nos abrió a través del velo, es decir, a través de
su propio cuerpo." Hebreos 10.19-20

3. ¿Libertad o determinismo?
"Tú eres digno, Señor y Dios nuestro, de recibir
la gloria, el honor y el poder, porque tú has
creado todas las cosas; por tu voluntad existen
y han sido creadas." Apocalipsis 4.11

Sin importar la cultura, clase social, edad o


educación, la mayoría de las personas atribuye
las cosas que les suceden al azar o un misterioso
destino. Los detalles más triviales son tomados
como señales seguras de un determinado favor o
disfavor. Las casualidades, por insignificantes
que sean, son vistas como páginas de un destino
inexorable. Las Escrituras afirman sin lugar a
dudas que Dios es soberano y que todo está bajo
su autoridad.

"En cuanto a ustedes mismos, hasta los cabellos


de la cabeza él los tiene contados uno por uno."
Mateo 10.30

Todo el universo, desde las inmensas galaxias


hasta cada cabello en nuestras cabezas, tiene
sentido y propósito. No somos esclavos de
eventos accidentales porque no hay tales. La fe
nos permite ver lo invisible y esperar contra toda
esperanza, en la integridad de la voluntad divina.
Este principio es verdadero para cada individuo,
y también para cada familia y para cada nación.

"En cuanto a mí, que he vivido una vida sin


tacha, tómame en tus manos, manténme
siempre en tu presencia." Salmos 41.12
4. Soy la luz del mundo

Jesús enseñó su doctrina de forma sencilla y


práctica. Para enfrentar los desafíos de la vida,
las enseñanzas de Jesús resultan ser
instrucciones positivas, cimentadas sobre la base
de una transformación interior. El mensaje de
Jesús no es solamente inspirador, también es
práctico y aplicable. Una de las señales
características del ministerio y la enseñanza del
Maestro es la sanidad integral del ser humano.

"Jesús recorría toda Galilea, enseñando en la


sinagoga de cada lugar. Anunciaba la buena
noticia del reino y curaba a la gente de todas
sus enfermedades y dolencias." Mateo 4.23

Todos, alguna vez, hemos enfrentado problemas


de salud de mayor o menor importancia. A casi
todos nosotros nos ha tocado tener que respirar
hondo y orar antes de recibir los resultados de un
examen médico nuestro o de algún ser querido.
No hay cómo negar que la salud es uno de los
factores fundamentales de una vida plena.
¿Acaso las enseñanzas de Jesús ofrecen un
consejo práctico acerca de las preocupaciones
sobre nuestra salud?

Sin dudas los contemporáneos de Jesús lo


reconocieron como un auténtico sanador.
Aunque las curaciones que Jesucristo realizó
eran señales de un mensaje mayor y más amplio,
las mismas sirven para ponernos en armonía a
nosotros también. El Maestro enseñó, sin
ninguna ambigüedad, que la verdadera fuente de
toda sanación es Dios. Él demostró su poder
divino al curar a la gente que sufría
enfermedades e incluso resucitar personas de la
muerte. Jesús manifestó la luz y el amor de Dios
para sanar, curar y bendecir.

En una ocasión, al sanar a un ciego de


nacimiento, Jesús dijo a sus discípulos:
“Mientras estoy en el mundo, soy la luz del
mundo” Juan 9.5. La luz sanadora de la
presencia de Dios fluye eterna y directamente
hacia nosotros. Sin embargo Dios muchas veces
se sirve de médicos, enfermeras, y medicamentos
apropiados, como medios para restaurar nuestra
salud. Dios desea que vivamos en plenitud.

"Yo he venido para que tengan vida, y para que


la tengan en abundancia." Juan 10.10

5. Todo tiene su tiempo

Nos ha tocado vivir en una época de cambios


impresionantes y acelerados. Rodeados, como
estamos, de comunicaciones instantáneas,
teléfonos inteligentes y transportes veloces, nos
parece que todo debe suceder ya, y que la espera
es una pérdida. ¿Es que las cosas deben ser así?
Un antiguo y sabio proverbio dice: «Para vivir
contento, no vayas ni muy rápido ni muy lento.
Cada cosa tiene su tiempo.»

"En este mundo todo tiene su hora; hay un


momento para todo cuanto ocurre." Eclesiastés
3.1

Cierta vez, una niña criada en la ciudad estaba,


por primera vez, acampando junto con la familia
en un bosque. Su padre le mostró una tórtola
sentándose sobre su nidada de huevos y le dijo
que un día un pequeño pichón nacería de cada
huevo. La niña estaba maravillada con la idea de
ver nacer a los polluelos y cada mañana, saliendo
veloz de su tienda, corría hacia el nido con la
esperanza de presenciar el milagro.

Los días en el campo pasaban y en el nido nada


sucedía. Los huevos se veían tal cual como el
primer día. No había ningún cambio en las
apariencias y, poco a poco, la fe de la niña se fue
desvaneciendo. Finalmente, con gran decepción,
llegó a pensar que su padre la había engañado, y
que de aquellos huevos no nacería nada.

El último día de campamento, tal vez sólo por la


costumbre, salió de su tienda y corrió hacia el
nido, pero sin esperar nada, solamente pensando
que era tiempo perdido. Sin embargo, al llegar,
quedó encantada ante el espectáculo de los
pequeños polluelos rompiendo el cascarón; ni
antes, ni después, sino en su justo tiempo.
"Así que no debemos cansarnos de hacer el bien;
porque si no nos desanimamos, a su debido
tiempo cosecharemos." Gálatas 6.9

Durante todo ese tiempo que la niña observó,


aunque a simple vista no lo pareciera, dentro de
cada huevo se produjeron cambios maravillosos,
cuyos resultados solamente fueron percibidos al
final. Casi todo en nuestra vida sucede de ese
modo. Si queremos ver un desarrollo real y
manifestar plenitud de vida, debemos dejar que
dentro del cascarón la vida se desarrolle a su
ritmo. Esa es el ritmo de la creación, ese es el
tiempo de Dios.

"Jesús dijo también: Con el reino de Dios sucede


como con el hombre que siembra semilla en la
tierra: que lo mismo da que esté dormido o
despierto, que sea de noche o de día, la semilla
nace y crece, sin que él sepa cómo. Y es que la
tierra produce por sí misma: primero el tallo,
luego la espiga y más tarde los granos que
llenan la espiga." Marcos 4.26-28

6. Enfrentando al monstruo

Es bastante frecuente que los niños, y muchos


adultos, teman a la oscuridad. Al apagarse la luz,
la imaginación infantil es invadida de temores, y
debajo de la cama surgen brujas, monstruos y
dragones que amenazan devorar a la pobre
criaturita indefensa. Los sollozos atraen a mamá
o a papá, quienes diciendo unas palabras de
seguridad y encendiendo la luz disipan sin
esfuerzo los terrores nocturnos.

"Tu palabra es una lámpara a mis pies y una


luz en mi camino." Salmos 119.105

Aunque pueda provocarnos una tierna sonrisa el


temor a los monstruos debajo de la cama,
muchos de nosotros actuamos de forma similar
al enfrentar los problemas de la vida. Cuando
surge alguna dificultad muchos pensamos
enseguida: “este es un problema muy serio” y,
entonces, llenos de temor y aprehensivos,
comenzamos a orar insistentemente para ser
librados de la dificultad.

Si bien es lo más frecuente, actuar así es


completamente erróneo. Darle preponderancia lo
que hace es elevar la dificultad a algo mucho
mayor de lo que era originalmente. La actitud
correcta; la que trae victoria es pensar: “Dios
puede resolver este problema y lo hará”. La
sosegada confianza en la presencia de Dios nos
librará del temor.

En lugar de buscar consuelo en la Palabra de


Dios desde una actitud de miedo y limitación,
confiando en nuestra propia perseverancia y
confianza. Paremos, alabemos al Señor, dejemos
de pensar en el problema y elevemos nuestra
conciencia a la presencia de Dios. Habiendo
reposado en la paz de la divina presencia,
esperemos confiadamente en las promesas de la
Palabra de Dios, y el problema será resuelto.
"Porque la palabra de Dios tiene vida y poder."
Hebreos 4.12

7. Volvernos niños

"Les aseguro que si ustedes no cambian y se


vuelven como niños, no entrarán en el reino de
los cielos." Mateo 18.3

Al escuchar esas palabras de Jesús es seguro que


a muchos de nosotros nos vienen a la mente
imágenes de inocencia infantil, de ternura y
bondad inmaculadas. Es posible que esa imagen
de la niñez sea válida para la publicidad, para los
cuentos de hadas y para la imaginación de
quienes no tienen hijos. Quien ha convivido con
niños sabe muy bien que éstos pueden ser, y de
hecho son, egoístas, maliciosos y para nada
tiernos o inocentes.

Fuera de las beaterías literarias o


cinematográficas, podemos percibir que Jesús
era muchas cosas menos ingenuo. Los seres
humanos somos exactamente los mismos que
hace dos mil años, los mismos desde el inicio de
la especie. Podemos pensar que los niños que
rodeaban a Jesús eran como esos cuadros
clásicos, inocentes, rechonchitos y angelicales.
Pero no. A diferencia de la televisión, las vacunas
y los teléfonos inteligentes, los niños de entonces
eran iguales a los de ahora. Entonces, ¿por qué
diría Jesús que si no nos volvemos como niños
no entraremos al reino de los cielos?

Los adultos vemos y entendemos el mundo a


partir de las diferencias. Observamos,
analizamos, diferenciamos, separamos e
individualizamos. Ponemos nombres a las cosas
y las etiquetamos, creando así un catálogo que
nos permite ordenar los objetos, los hechos y las
personas de acuerdo con el valor que les
asignamos. Para nosotros, los adultos, la verdad
consiste en establecer claras diferencias, en
separar un evento de otro y poder decir: ¡esto es
así!

Los niños, en cambio, ven el mundo a partir de


sus similitudes, de las características parecidas y
compartidas. Los niños ven, aprehenden,
comparan, juntan y sintetizan. Con una única
palabra pueden abarcar todo un universo de
objetos, hechos y personas relacionados entre sí
por características comunes. Para los niños todo
tiene valor, porque está presente. Para los niños,
la verdad consiste en compartir, en juntar, en
vivir y en jugar, y en poder decir: ¡todo está aquí!

El teólogo y poeta brasileño Rubem Alves


escribió: «Los niños están jugando. Uno de ellos
estira el dedo hacia otro y dice:
—“!Bang! Te maté”. Y el otro cae al suelo, en los
estertores del hacer como si...
Los adultos están jugando. Uno de ellos apunta el
arma hacia otro y “¡Bang!”. “Yo te maté.” Y el
otro cae, muerto.
El juego de los niños termina con la resurrección
universal de los muertos.
El juego de los adultos termina con la sepultura
universal de los muertos.
La resurrección es el paradigma del mundo de los
niños. Del mundo de los adultos nace la cruz
pues solamente los que lo toman en serio se
transforman en verdugos.»

"Les aseguro que el que no acepta el reino de


Dios como un niño, no entrará en él." Marcos
10.15

Jesús nos reta a cambiar nuestra manera de ver a


Dios, a nosotros mismos, al prójimo y al mundo
entero. Él nos invita a volvernos como niños y
empezar a vivir la comunión con todo y con
todos. Dejando de lado nuestra ilusión de
separación y exclusivismo, dejémonos llevar a la
plenitud del Espíritu, el reino de los cielos que no
consiste en una existencia etérea sino en la visión
de que todo en el universo, también cada uno de
nosotros, está unido y existe para la gloria de
Dios.

8. La luz divina

"Envía tu luz y tu verdad, para que ellas me


enseñen el camino que lleva a tu santo monte, al
lugar donde tú vives." Salmos 43.3
Detrás de cada ser, de cada situación, sean
agradables o no, se encuentra la permanente
presencia divina. Esto significa que, sin importar
las apariencias, la luz divina puede ser percibida
en todo tiempo y en cualquier lugar. Con
frecuencia, en especial cuando nos toca enfrentar
experiencias adversas, tenemos la tendencia a
pensar que los problemas no tienen solución.
Nos quedamos contemplando las densas nubes
de la dificultad, y nos olvidamos que el
resplandeciente sol de la presencia de Dios jamás
deja de brillar, aunque las tinieblas nos lo oculten
momentáneamente.

"Entonces los justos brillarán como el sol en el


reino de su Padre. Los que tienen oídos, oigan."
Mateo 13.43

La contemplación nos permite descansar en la


presencia de Dios, y recordar que,
independientemente de las circunstancias, el
Amor y el Poder de Dios siempre permanecen. La
oración es el medio que nos posibilita elevarnos
por encima de los densos nubarrones de las
dificultades y contemplar la resplandeciente y
bondadosa luz de Dios.

«Mi espíritu es un grano de mostaza, si su sol lo


trasluce, crece igual a Dios, con jubilosa delicia.»
- Johannes Angelus Silesius
9. El poder de Dios se perfecciona en la
debilidad

No cabe duda que vivimos en medio de una


sociedad exitista. Nuestro grado de realización se
mide por los logros obtenidos, el dinero
acumulado, la apariencia de felicidad. Toda
complicación o dificultad es vista como una
barrera a la plenitud de vida. Incluso los
predicadores han ido mudando su mensaje,
vaciando el evangelio de su elemento
escandaloso y transformándolo en una fórmula
para "triunfar en la vida". El verdadero éxito no
consiste en la ausencia de luchas, sino en la
superación de las dificultades.

"El Señor me ha dicho: «Mi amor es todo lo que


necesitas; pues mi poder se muestra plenamente
en la debilidad.» Así que prefiero gloriarme de
ser débil, para que repose sobre mí el poder de
Cristo." 2 Corintios 12.9

Son numerosos y conocidos los casos de personas


que, pese a sus dificultades y limitaciones, no
fueron vencidas, sino que las mismas fueron el
fundamento de su realización. Es posible que
consideremos heroicas estas historias de
superación, pero difícilmente pensaríamos que
nosotros podemos hacer lo mismo. Nuestras
flaquezas son un obstáculo únicamente si nos
hundimos en ellas, si las entregamos en las
manos de Dios, Él mismo hará que sean el factor
determinante de nuestro éxito.
El místico alemán Johannes Tauler escribió: «El
amor de Cristo es superior a toda ciencia cuando
el hombre privado de cualquier consuelo exterior
o interior, abandonado y privado de todo apoyo,
puede permanecer de verdad en invariable
abandono, como nuestro Señor Jesucristo estuvo
abandonado». Si nos abandonamos en los
amorosos brazos del Redentor, nuestras
debilidades serán fortalezas y cada problema un
poste indicador en el camino a Dios.

"¿Quién nos podrá separar del amor de Cristo?


¿El sufrimiento, o las dificultades, o la
persecución, o el hambre, o la falta de ropa, o el
peligro, o la muerte violenta? Como dice la
Escritura: «Por causa tuya estamos siempre
expuestos a la muerte; nos tratan como a ovejas
llevadas al matadero.» Pero en todo esto
salimos más que vencedores por medio de aquel
que nos amó." Romanos 8.35-37

10. Cuando Dios permanece en silencio

"¿Por qué te escondes? ¿Por qué te olvidas de


nosotros, que sufrimos tanto, tanto?" Salmos
44.24

Si se nos preguntara, es probable que todos


nosotros diríamos sin sombra de duda que
creemos que el amor de Dios es infinito, que
nuestro amoroso Padre celestial es
omnipresente, omnipotente y omnisciente.
Todos, en cierto grado, creemos que Dios se
interesa por nosotros, que nos valora y que nos
cuida. Pero, si bien es cierto que muchos no
dudamos al confesar nuestra fe, pocos somos los
que experimentamos la seguridad y la paz que
provienen de la comunión con el Señor. ¿Por qué
sucede esto?

Lo cierto es que, para la mayor parte de nosotros,


la "fe" se reduce a una acumulación de fórmulas
guardadas en nuestra mente, pero sin relación
práctica con ninguna área de nuestras vidas.
Conocer y recitar verdades sobre Dios, sus
atributos y cualidades, no sirve de nada si ese
conocimiento no nos transforma.

"Altísimo Señor, ¡qué bueno es darte gracias y


cantar himnos en tu honor! Anunciar por la
mañana y por la noche tu gran amor y
fidelidad." Salmos 92.1-2

Conocemos realmente a Dios en la medida que


buscamos expresar en nuestras vidas sus
atributos y cualidades. Es importante meditar en
su palabra, contemplar sus obras y descansar en
su presencia diariamente si deseamos que el
suave susurro del Espíritu se oiga en cada latido
de nuestros corazones.

11. La base sobre la roca


"Por tanto, el que me oye y hace lo que yo digo,
es como un hombre prudente que construyó su
casa sobre la roca. Vino la lluvia, crecieron los
ríos y soplaron los vientos contra la casa; pero
no cayó, porque tenía su base sobre la roca."
Mateo 7.24-25

Jesús fue muy específico en esto; estamos


edificados sobre base firme en la roca o no. No
hay punto medio: u oímos y hacemos lo que
Jesús dice, o no. Si nuestra base es espiritual,
cimentada sobre la persona y la palabra de
Cristo, estaremos firmes. Si nuestra base es
carnal, cimentada sobre nosotros mismos y
nuestra sabiduría, caeremos sin duda.

Ser espiritual no se trata de vestir raro, hablar


misteriosamente ni adoptar un aura mística, sino
de darle a Dios todo el poder sobre nuestros
pensamientos, nuestras emociones y nuestras
acciones. Dios es siempre soberano, queramos o
no; pero debemos conscientemente saber,
reconocer y aceptar su poder sobre nuestra vida,
por medio del Espíritu que nos habla a través de
su palabra.

Podemos fácilmente constatar si estamos


viviendo sobre la roca o sobre la arena. Si la
palabra de Dios guía nuestras decisiones; si
creemos en el amor infinito de Dios por nosotros;
si la oración se hace más que un ritual, una
necesidad vital; si comenzamos a ver la presencia
de Dios en todas partes, en todas las
experiencias, en todas las circunstancias;
entonces estamos siendo espirituales, no
carnales.

"Acérquense a Dios, y él se acercará a ustedes..."


Santiago 4.8

Cuando, por medio de la palabra divina,


comprendemos que estamos en un universo
ordenado, que Dios está siempre presente y que
es su voluntad tener comunión íntima con
nosotros, nos damos cuenta que todo es
espiritual. Oír y obedecer la palabra de Dios no es
un ejercicio religioso, es el secreto de la vida
plena. Oír y obedecer la palabra de Dios es la
única definición válida de fe. Oír y obedecer la
palabra de Dios es poner la base sobre la roca.

12. El poder de la oración

"... en momentos de angustia los fieles te


invocarán, y aunque las aguas caudalosas se
desborden, no llegarán hasta ellos." Salmos 32.6

De forma poética, el salmista expresa su total


confianza en el poder de la oración. Diariamente
enfrentamos las más diversas circunstancias y
eventualidades, alegrías y tristezas, triunfos y
derrotas; en todas podemos ser victoriosos por
medio de la oración. Es claro que tomaremos los
recaudos necesarios y todo paso práctico acorde
con la situación, usando la sabiduría de la
oración. Por medio de la plegaria, lo
aparentemente imposible adquiere su justa
perspectiva a la luz de la presencia amorosa de
Dios.

"Si a alguno de ustedes le falta sabiduría,


pídasela a Dios, y él se la dará; pues Dios da a
todos sin limitación y sin hacer reproche
alguno. Pero tiene que pedir con fe, sin dudar
nada; porque el que duda es como una ola del
mar, que el viento lleva de un lado a otro."
Santiago 1.5-6

Al hacernos conscientes de que Dios es realmente


omnipotente, no sujeto a los límites del tiempo,
del espacio, de la materia, o a las fluctuaciones de
nuestra humanidad, se nos hace natural confiar
en el poder de la oración. "Aunque las aguas se
desborden" podemos orar y resolver cualquier
situación, porque "Dios da a todos sin limitación
y sin hacer reproche alguno".

"La oración fervorosa del justo tiene mucho


poder." Santiago 5.16

13. ¿Es egoísta orar por sí mismo?

"Señor, dígnate escucharme [...] Señor, ten


compasión de mí, que a ti clamo a todas horas."
Salmos 86.1, 3

Influenciados por una idea de humildad que


nada tiene que ver con la Biblia, muchos
cristianos opinan que orar por sí mismos es una
actitud egoísta, y piensan que deberían orar
únicamente por otras personas. Hay quienes
llegan incluso a pensar que Dios se encoleriza
con quienes se acercan a Él con peticiones
personales. Ésta es una idea ridícula, contraria al
carácter de Dios y a su voluntad amorosa.

No sólo es correcto, sino que Dios mismo nos


invita (en realidad nos manda) a orar
constantemente por nosotros mismos. Y no
podría ser de otra manera, siendo Dios un Padre
bondadoso y providente para todos sus hijos e
hijas. Por medio de su palabra, Dios nos invita a
creer en Él , confiar en Él, y a amarle de todo
corazón. Él nos creó para su gloria, y para que
gozáramos de su comunión. Y la oración, la
conversación espiritual con el Padre, por medio
del Hijo, en la unidad del Espíritu Santo, es la
mejor forma de experimentar ese compañerismo
íntimo.

"Tú eres mi Dios; ¡salva a este siervo tuyo que


en ti confía! Señor, alegra el ánimo de este
siervo tuyo, pues a ti dirijo mi oración." Salmos
86.2, 4

Cuanto más frecuentemente oremos por nosotros


mismos, tanto más profundidad, unción y poder
tendrán nuestras plegarias para orar por otras
personas también, no por algún efecto mágico,
sino por el hecho de la mayor intimidad y
comunión con Dios. Orar por nosotros mismos,
lejos de ser egoísta, es precisamente lo contrario;
es glorificar a Dios y amarle de modo filial,
confiándole todas las necesidades y anhelos de
nuestro corazón.

14. La preocupación no es oración

"Señor, tú eres mi Dios; yo te alabo y bendigo tu


nombre, porque has realizado tus planes
admirables, fieles y seguros desde tiempos
antiguos." Isaías 25.1

Frecuentemente pensamos que la oración es


exponer ante Dios, con cierta dosis de queda e
indignación, nuestras preocupaciones y afanes.
Sin embargo, poco esperamos de nuestras
plegarias, ya que derivamos una cierta
satisfacción malsana al sentirnos victimas de las
circunstancias. De poco provecho son nuestras
plegarias si no pasan de un placebo mental. Orar
pensando que “si esta oración no hace bien,
tampoco hará mal”, no puede ser considerado
orar.

"Y al orar no repitan ustedes palabras inútiles,


como hacen los paganos, que se imaginan que
cuanto más hablen más caso les hará Dios. No
sean como ellos, porque su Padre ya sabe lo que
ustedes necesitan, antes que se lo pidan." Mateo
6.7-8

Jesús nos recuerda que el Padre conoce todas


nuestras necesidades, y podemos confiar que no
son las palabras, sino el corazón, lo que hace
válida a la oración. Las repeticiones y lamentos
pueden proporcionar un cierto alivio mental,
pero de ningún modo fortalecen el espíritu. La
plegaria tranquila y sinceramente, la silenciosa
espera en la presencia de Dios, son la clave de la
oración eficaz. Como escribiera John Bunyan:
“En la oración es mejor tener un corazón sin
palabras que tener palabras sin un corazón”.

15. ¿Qué significa buscar el Reino?

"Por lo tanto, pongan toda su atención en el


reino de los cielos y en hacer lo que es justo ante
Dios, y recibirán también todas estas cosas."
Mateo 6.33

Muchos de nosotros hemos quedado


desconcertados ante estas palabras de Jesús. En
teoría aceptamos muy bien el principio, pero no
encontramos la forma de llevarlo a la práctica.
Solemos pensar que nosotros, nuestras
circunstancias y problemas, existimos en un
plano; y Dios existe en un plano completamente
diferente. Ese sutil error nos ha llevado a
considerar la oración como una llave mágica que
abre los portales para que la dimensión divina
intervenga en la nuestra.

"Tu reino es un reino eterno, tu dominio es por


todos los siglos." Salmos 145.13
El reino de Dios no es una dimensión etérea y
ultramundana, sino la prístina presencia de Dios
en todo lo que es. Lo que Jesús no está diciendo
es que nosotros debemos buscar y percibir el
reino de Dios en nuestra misma vida, en nuestras
circunstancias y experiencias. Tenemos que
saber que Dios está aquí, ahora, sin importar lo
que nos parezca a nosotros. Cuando aprendemos
a buscar primero el reino de los cielos, la
luminosa presencia de Dios nos permite gozar de
la plenitud de todo lo que él es. Esto es realmente
oración.

16. ¿Dios puede hacerlo?

"Abre mis ojos, para que contemple las


maravillas de tu palabra." Salmos 119.18

Por toda la Biblia encontramos afirmaciones del


poder y la bondad del Señor. Dios es
todopoderoso y amoroso, siempre dispuesto a
obrar para nuestro bien. Pero, si Dios es tan
poderoso y bueno, ¿por qué no interviene de una
vez para cambiar todo lo que está mal? Una
respuesta corta es: Dios puede hacerlo todo, pero
actúa siempre de acuerdo a su justicia y
sabiduría.

Hay algunas cosas que Dios no puede hacer, y


jamás hará, y eso es muy bueno para nosotros. El
primer uso de la Ley de Dios es revelarnos su
carácter: Dios es justo, sabio y bueno; siempre
gobierna de acuerdo con su propio ser. La
injusticia, el capricho y la maldad son imposibles
para Dios. El profeta nos recuerda que sus ojos
son «muy puros para contemplar el mal». Y los
apóstoles de Cristo nos dicen que el Padre está
siempre dispuesto a atender nuestras oraciones
cuando «pedimos según su voluntad».

"El Señor es justo en sus caminos, bondadoso en


sus acciones." Salmos 145.17

¿Qué es lo que Dios puede hacer? Él puede


hacerlo todo, es omnipotente. Él puede, y desea,
establecer su reino de justicia, amor y paz aquí y
ahora, y de hecho ya lo hizo en Cristo Jesús. En
su Hijo, Dios nos ha dado, toda clase de bienes,
«en los lugares celestiales con Cristo». Y en esto,
Dios no ha faltado en nada a la Ley eterna, sino
que la ha cumplido a cabalidad.

17. Busquen, y encontrarán...

La mayoría de nosotros ha visto películas de


ficción, o documentales, o hemos leído sobre los
grandes esfuerzos que hacen los buscadores de
tesoros para encontrar metales o piedras
preciosas en naufragios o antiguas poblaciones.
El arduo trabajo, generalmente, parece ser inútil,
poco o nada fructífero. Pero, el aparente fracaso
no detiene la búsqueda, sino que la intensifica,
llevando a los exploradores a cavar más profundo
y con más ímpetu. La búsqueda incesante ha
llevado al hallazgo de fabulosos tesoros en la
tierra y en el mar que, eventualmente, han
proporcionado gigantescas riquezas a los
buscadores.

"El reino de los cielos es como un tesoro


escondido en un terreno. Un hombre encuentra
el tesoro, y lo vuelve a esconder allí mismo;
lleno de alegría, va y vende todo lo que tiene, y
compra ese terreno." Mateo 13.44

Para la mayoría de la gente, la oración es un


ejercicio superficial, tan solo una formalidad
para sentirse mejor, y haber "cumplido con
Dios". Esa clase de oración no puede, si es que
acaso puede algo, llevarnos a la íntima comunión
de la vida divina. Si nosotros queremos penetrar
tras el velo del Lugar Santísimo y descansar en la
luminosa presencia de Dios, debemos pedir,
buscar y llamar sin desistir, sin distraernos,
sabiendo que el tesoro que buscamos está allí.
Uno de los antiguos Padres del Desierto dijo:
«Mientras el hombre no diga en su corazón: "En
este mundo estamos sólo Dios y yo", no tendrá
paz ni descanso en su vida.»

"Pidan, y Dios les dará; busquen, y


encontrarán; llamen a la puerta, y se les
abrirá." Mateo 7.7

Con todo, encontrar el tesoro de la divina


presencia y disfrutar de él, no depende de
nuestro esfuerzo o dedicación, es un regalo
gratuito del amor de Dios. Algunos piensan que,
si Dios todo lo sabe y todo lo da por amor, de
nada sirve la oración. Jesús afirma sin
ambigüedad que el Padre conoce y atiende
nuestras necesidades antes que le pidamos, y del
mismo modo nos exhorta a perseverar en la
oración.

"El Padre, en su bondad, ha decidido darles el


reino." Lucas 12.32

Todo lo que el Padre tiene es nuestro, está


presente y disponible para todos. Somos
herederos de Dios y coherederos con Cristo,
según afirma el apóstol, si nosotros, por medio
de la fe nos unimos con Cristo en la plenitud del
Espíritu. Busquemos, como quien busca el tesoro
más valioso, y encontraremos, porque desde el
principio ese es el deseo de Dios.

18. Morir al ego

"Señor, no es orgulloso mi corazón, ni son


altaneros mis ojos, ni voy tras cosas grandes y
extraordinarias que están fuera de mi alcance.
Al contrario, estoy callado y tranquilo, como un
niño recién amamantado que está en brazos de
su madre. ¡Soy como un niño recién
amamantado!" Salmos 131.1-2

Una expresión que usamos frecuentemente en la


práctica de la oración es la de «morir al ego» o
«negar el yo», pero, ¿qué significa eso de manera
concreta? ¿Por qué es tan importante para el
seguimiento de Jesús y la disciplina espiritual?
Alguien dijo una vez: «El silencio no es la
ausencia de ruido sino la ausencia de ego».

Morir al ego no es algo que sucede una vez y para


siempre. Es una disposición que va madurando
como fruto de la gracia. Es la obra de la cruz en
nuestras vidas. Cuando somos despreciados o
calumniados y no nos irritamos por ello; cuando
se malinterpretan nuestras intenciones o nos
ponen en ridículo, pero lo soportamos por amor
del Señor; cuando nuestras opiniones y valores
son insultados, y nos refugiamos en la presencia
de Dios; entonces sabemos que la cruz actúa en
nuestras vidas y estamos muriendo al ego.

"Y ya no soy yo quien vive, sino que es Cristo


quien vive en mí. Y la vida que ahora vivo en el
cuerpo, la vivo por mi fe en el Hijo de Dios, que
me amó y se entregó a la muerte por mí."
Gálatas 2.20

Negar el propio yo y estar crucificado al mundo,


es dejar de buscar lo que no es Dios ni su
voluntad. La fama, la fortuna y la justicia propia,
y el reconocimiento de la gente, dejan de ser
nuestro interés y objetivo. Morir al ego es
reconocer que Dios pone las reglas y guía en el
camino. Ser manso, humilde y dispuesto a ser
corregido solamente es posible cuando negamos
el yo. Sin morir al ego es totalmente imposible
ser discípulo de Cristo.
"[Jesús] les dijo a todos: — Si alguno quiere ser
discípulo mío, olvídese de sí mismo, cargue con
su cruz cada día y sígame." Lucas 9.23

19. ¿Huir de la vida?

"Vengan a mí, que yo los salvaré, pueblos del


extremo de la tierra, pues yo soy Dios, y no hay
otro." Isaías 45.22

Cuando nuestros problemas, tribulaciones y


dudas parecen multiplicarse, la mayoría de
nosotros tratará de solucionarlo poniendo el
mayor empeño y esfuerzo. Pero,
paradójicamente, cuanto más nos esforzamos,
más parecen crecer nuestras contrariedades. Las
Escrituras contienen numerosas invitaciones y
exhortaciones a no poner nuestra esperanza en la
propia fuerza, sino a refugiarnos en la presencia
de Dios. Para la mente pragmática eso no es más
que una fuga, una huida para no enfrentar la
realidad. ¿Será así?

Dios nos creó para vivir. Huir de la vida


significaría fugarse del propósito para el cual
fuimos creados. No obstante, y a pesar de cierta
mentalidad heroica, escapar del mal no es
cobardía, es prudencia y sabiduría. Supongamos
que estamos a bordo de un barco que se hunde,
¿qué podemos hacer? Lo más sabio y prudente es
abandonar la embarcación tan rápido como nos
sea posible. Eso no sería en modo alguno fugarse
de la vida; más bien es escapar rumbo a la vida.

"Sé tú mi roca protectora, ¡sé tú mi castillo de


refugio y salvación! ¡Tú eres mi roca y mi
castillo!" Salmos 71.3

Aunque a menudo se nos acusa a los cristianos


de creer un cuento de hadas con el sencillo
propósito de no enfrentar la realidad, lo cierto es
que incluso los detractores deben concordar con
que el pecado, el miedo, y las limitaciones no son
vida en modo alguno, sino que son signos de
muerte. No podemos superar el mal con nuestras
propias fuerzas. Tan sólo podemos hacerlo por
medio de la abundancia de vida que únicamente
Dios da por medio de Cristo. Apartarnos del mal,
de la duda y del pecado, y aquietarnos en la
presencia de Dios nos garantiza la victoria. No se
trata de una fuga cobarde, sino de un refugio
confiable.

"Sométanse, pues, a Dios. Resistan al diablo, y


éste huirá de ustedes." Santiago 4.7

20. Dios es bueno siempre y siempre es


bueno Dios

"¿De qué sirve una escultura en cuanto ha sido


terminada? ¿De qué sirve una imagen que sólo
lleva a la mentira? Los ídolos no pueden hablar;
¿cómo, pues, podrá confiar en ellos el hombre
que los fabrica?" Habacuc 2.18

Todos conocemos la ley espiritual que dice: "la


boca habla de lo que en el corazón abunda". No
importa lo que profesemos o aparentemos,
muchos de nosotros creamos ídolos en nuestro
interior y luego los identificamos como "Dios".
Frecuentemente nosotros hacemos una imagen
idólatra de nosotros mismos y la llamamos Dios.
Ninguno de nosotros bebería veneno en lugar de
agua, o pondríamos piedras como leña para el
fuego, pero sin embargo cometemos
constantemente la necedad de crear ídolos
mentales.

"Pues deben saber que cada uno, sea esclavo o


libre, recibirá del Señor según lo que haya hecho
de bueno." Efesios 6.8

Recordemos que Dios es bueno siempre y


siempre es bueno Dios. Dice la Biblia: "Dios no
es como los mortales: no miente ni cambia de
opinión. Cuando él dice una cosa, la realiza.
Cuando hace una promesa, la cumple."
(Números 23.19) Cada vez que nos percibamos a
nosotros mismos atribuyéndole a Dios las
creaciones idólatras de nuestras mentes,
afirmemos con toda confianza: "Dios es bueno".
Derribemos los ídolos mentales inmediatamente
y adoremos al Dios vivo y verdadero, quien
siempre es el Bien infinito e inalterable.
21. Razón y meditación

"El hombre bueno se alegrará en el Señor y


buscará protección en él..." Salmos 64.10

Todos lo sabemos; nuestras mentes están


constantemente analizando, calculando,
disecando. En su debido tiempo y lugar, y
aplicada a objetos adecuados, esta capacidad que
tenemos es útil y asombrosa. Sin embargo, para
poder dividir cualquier cosa en sus elementos
componentes, primero debemos matarla,
desmantelarla.

Los análisis y razonamientos tienen su lugar en


la ciencia, la tecnología y la educación, pero
aplicados a la oración y la meditación, son
fatales. Para dividir, clasificar, analizar y
dominar, es obvio que debemos ser superiores al
objeto de nuestro análisis. Querer ser superiores
a la divinidad, encerrándola en las categorías de
nuestros pensamientos, no es presunción, es
tontería.

"¡Qué profundas son las riquezas de Dios, y su


sabiduría y entendimiento! Nadie puede
explicar sus decisiones, ni llegar a comprender
sus caminos." Romanos 11.33

No podemos analizar a Dios, ni su poder, ni su


sabiduría, ni su amor, tan sólo podemos
aceptarlo como presente. Hacer teorías acerca de
Dios y su acción puede ser un ejercicio
interesante, pero las respuestas son sólo
tentativas no absolutas. No obstante, lo que para
nuestra razón es imposible, Dios nos lo otorga
gratuitamente por medio de Cristo e instrumento
de su palabra.

Como dijera Jakob Boehme: «Si quieres llegar a


esto; si quieres permanecer intocable para las
cosas sensibles; si quieres contemplar la luz
misma de Dios, y ver todas las cosas con ella
considera entonces las palabras de Cristo, que es
dicha luz, y que es la verdad. Considera ahora sus
palabras de Cristo cuando dice: "Sin mí no
podéis hacer nada".»

22. Heme aquí, envíame a mí

"Yo no puedo hacer nada por mi propia cuenta.


Juzgo según el Padre me ordena, y mi juicio es
justo, pues no trato de hacer mi voluntad sino la
voluntad del Padre, que me ha enviado." Juan
5.30

A todos los creyentes nos gusta pensar que


hacemos la voluntad de Dios, que nos
conducimos fielmente y que nuestra vida entera
está consagrada al servicio del Altísimo. Sin
embargo, con frecuencia nos damos cuenta que,
en el fondo, aún queremos que se haga nuestra
voluntad, nuestro deseo. ¿Cómo, entonces,
podemos tener una vida realmente consagrada?
El secreto de la vida consagrada no es la
actividad, sino la confianza. Nuestra
consagración consiste en estar listos en todo
momento para que se haga la voluntad de Dios;
cuando aceptamos con gusto lo que es, y
acogemos el presente como una manifestación de
la voluntad divina. Podemos saber que nuestra
vida está consagrada a Dios cuando dejamos los
resultados en sus manos y sencillamente
permanecemos en su amor.

"A mí me agrada hacer tu voluntad, Dios mío;


¡llevo tu enseñanza en el corazón!" Salmos 40.8

23. Con los ojos en el cielo y los pies sobre


la tierra

Hace algunos años se hizo muy popular un librito


que pregonaba la llamada "Ley de la Atracción".
Según la autora de dicho libro, todos los bienes y
males que se manifiestan en nuestra vida se
deben a la tónica y contenido de nuestros
pensamientos. En resumen, si pensamos de
forma optimista todo estará bien en nuestras
vidas, si pensamos mal se manifestarán los
problemas y dificultades en nuestras vidas.

"Así ustedes serán hijos de su Padre que está en


el cielo; pues él hace que su sol salga sobre
malos y buenos, y manda la lluvia sobre justos e
injustos." Mateo 5.45
Solamente por pensar o decir que todo está bien
no hace con que las cosas estén bien. Claro que,
si tenemos fe, creeremos que Dios cuida de
nuestras vidas y tendremos un pensamiento
optimista. Pero carece de todo sentido esperar
que nuestros pensamientos y palabras,
optimistas o pesimistas, van a hacer que se
manifiesten mágicamente tal o cual circunstancia
concreta.

"Señor, muéstrame tu camino; guíame por el


buen camino..." Salmos 27.11

Por ejemplo, si estamos pasando por una


enfermedad, no hace ningún bien fingir que
estamos sanos, ¡Necesitamos medicina! No tiene
nada de espiritual, ni de sentido común, el
optimismo barato que pretende ver todo color de
rosa. Necesitamos reconocer nuestra carencia,
problema o mal, para presentarlo como es ante la
Presencia de Dios para que Él, en su gracia, nos
guíe correctamente.

24. Dulce será mi meditación...

"Quiera el Señor agradarse de mis


pensamientos, pues sólo en él encuentro mi
alegría." Salmos 104.34

Todos, querámoslo o no, pasamos por


dificultades y tribulaciones con mayor o menor
frecuencia. Cuando aparecen los problemas nos
alarmamos y buscamos solucionarlos con todas
nuestras fuerzas y habilidades. Solamente
cuando todo falla, y casi sin esperar que en
realidad produzca algún efecto, es que
recurrimos al auxilio divino.

Pensemos en algo que nos preocupa en este


mismo instante, puede ser algo sencillo o
complejo. Humildemente dejemos el asunto en
la silenciosa presencia de Dios. Ante Dios todo
toma su justa medida, o sea, es nada. Toda
perturbación se desvanece en la dulzura de la
meditación. Descansando silenciosamente en la
Presencia percibimos que no necesitamos
nuestra fuerza, porque no tenemos ninguna. Tan
solo Dios es.

"Guarda silencio ante el Señor; espera con


paciencia a que él te ayude." Salmos 37.7

No digamos nada, guardemos silencio ante el


Señor, dejemos que sea Él quien actúe. ¡Quién
diera que pudiéramos permanecer para siempre
así! Pero nuestra vida, nuestro prójimo y nuestro
tiempo nos reclaman. Así, al despedirnos del
momento de meditación silenciosa, hagámoslo
dando gracias. La gratitud es la oración más
poderosa y la demostración cabal de la fe; damos
gracias porque sabemos que Dios siempre está
con nosotros.

«Si la única oración que dijera fuera: ¡Gracias!,


bastaría.» - Meister Eckhart
25. Confianza en Dios

"Cuando tengo miedo, confío en ti." Salmos 56.3

Hay momentos, a veces prolongados, en que nos


sentimos débiles y desorientados; centremos
nuestros pensamientos en Dios y sus bondadosas
promesas.

Aunque circunstancialmente parezca que Dios se


ha olvidado de nosotros, y que nos falta aun lo
mínimo para vivir; podemos confiar que eso no
es verdad y dar gracias al Padre por su
abundante Providencia.

Si todo a nuestro alrededor se desmorona, y


nuestra paz se ve amenazada; descansemos en el
silencio de la Presencia de Dios y su paz, la paz
que el mundo no conoce ni puede dar, inundará
nuestro ser.

Cuando los acontecimientos nos dejen perplejos


y no sepamos qué rumbo seguir, no tengamos
dudas de que Dios no nos dejará a oscuras y nos
guiará seguros: la palabra de Dios es una guía fiel
y una luz inextinguible.

"Nadie te podrá derrotar en toda tu vida, y yo


estaré contigo así como estuve con Moisés, sin
dejarte ni abandonarte jamás." Josué 1.5
26. En todo tiempo y lugar

¿Qué significado tiene para nosotros la


omnipresencia de Dios? Significa que no hay
tiempo ni lugar en que Dios no esté presente. En
todo tiempo y lugar Dios está disponible, sin
importar si es de día o de noche, sin depender de
la estación del año, independiente de que
estemos en la iglesia o el mercado, Dios está
siempre presente, siempre dispuesto a
consolarnos, a sanarnos, a guiarnos y a
enseñarnos. ¿Creemos realmente en ello?
¿Confiamos en Dios siempre presente y
amoroso? Es imposible practicar la presencia de
Dios y derramarnos ante Él en oración sin recibir
paz, consolación, sanación e inspiración.

"El Señor afirma: «Lejos o cerca, yo soy Dios.


¿Quién podrá esconderse de mi vista? Con mi
presencia lleno el cielo y la tierra. Yo, el Señor,
lo afirmo." Jeremías 23:23-24

Dios no requiere de nosotros tiempos ni lugares


especiales; Él es el hacedor de todas las cosas y
"no habita en templos hechos por manos
humanas". Lo que el Señor espera de nosotros es
que creamos y confiemos en Él de todo corazón,
y que nos deleitemos en su presencia dejando
que sea Él quien actúe. Cuanto mayor sea nuestra
necesidad de consuelo, sabiduría o paz, tanto
más debemos entregarnos silenciosamente a
Dios. El secreto del poder en la oración es: "estén
quietos y reconozcan que soy Dios".
"Pues el Señor está atento a lo que ocurre en
todo el mundo, para dar fuerza a los que
confían sinceramente en él. ¡En esto has
actuado como un tonto! Porque de ahora en
adelante tendrás más guerras." 2 Crónicas 16.9

27. Sabiduría para la vida

"Confía en el Señor de todo corazón, y no te


apoyes en tu propia prudencia. Reconócelo en
todos tus caminos, y él enderezará tus sendas."
Proverbios 3.5-6

De manera más o menos inconsciente casi todos


los creyentes esperamos que, sin importar las
decisiones que tomemos, Dios de alguna manera
nos librará de las consecuencias. Es nuestra
responsabilidad ante Dios conducirnos de forma
prudente y sabia. Dios nos ha dado conciencia, y
la clara guía de su palabra, pero por desgracia la
mayoría de nosotros no las usamos como
deberíamos.

Antes de clamar y reclamar por el "abandono" de


Dios en nuestras tribulaciones, hagamos un
sincero examen de nuestra vida. ¿Hemos cuidado
de nuestro cuerpo con sabiduría? ¿Hemos
mantenido vigilancia sobre nuestros
pensamientos, sentimientos y expresiones?
¿Hemos vivido en comunión con Dios,
permaneciendo en su presencia?
"No te creas demasiado sabio; honra al Señor y
apártate del mal." Proverbios 3.7

Casi siempre somos demasiado indulgentes con


nosotros mismos. Jamás atribuimos nuestras
contrariedades al efecto de nuestras propias
decisiones. Necesitamos más inteligencia, la
inteligencia que el Señor nos da. Es común que
hagamos las cosas como nos parece, pero
raramente consultamos la voluntad de Dios, por
eso nos metemos en dificultades. La Palabra de
Dios es la luz que ilumina nuestra inteligencia,
nos hace prudentes, y nos da sabiduría para la
vida.

28. La fórmula

"La experiencia me ha enseñado que los que


siembran crimen y maldad cosechan lo que
antes sembraron." Job 4.8

Es un principio fundamental de la vida


espiritual: "cosechamos lo que sembramos".
Cuando un químico industrial desea fabricar
cierto tipo de material, sabe que cualquier cosa
que ponga en una determinada mezcla aparecerá
en el producto final y que, por el contrario, a
menos que una sustancia específica sea incluida
en la mezcla, no aparecerá en el producto
finalizado.
"El Señor dice: «Mis ojos están puestos en ti. Yo
te daré instrucciones, te daré consejos, te
enseñaré el camino que debes seguir." Salmos
32.8

Todo lo que llene nuestra mente y nuestro


corazón, los pensamientos, sentimientos y
creencias, llega a formar parte de la mezcla
básica que determina nuestra experiencia de
vida. Si los elementos que mezclamos en la
fórmula no son equilibrados pueden llegar a ser
peligrosos. La práctica de la presencia de Dios
nos proporciona el espacio vacío, el crisol, en el
cual el propio Espíritu pone los elementos
correctos para darnos la plenitud de vida.

29. ¿Por qué Dios no respondió a mi


oración?

"Entonces ustedes me invocarán, y vendrán a


mí en oración y yo los escucharé." Jeremías
29.12

Al finalizar el año casi todos solemos hacer, con


mayor o menor exactitud, un recuento de lo
pasado. Los propósitos realizados y los planes
que se frustraron; los logros y los fracasos; las
alegrías y las tristezas; los encuentros y
desencuentros. Y, entre los elementos de esa
recapitulación, muchos también incluimos las
oraciones respondidas y aquellas que Dios no
contestó. Siendo sinceros, la mayoría de nosotros
atribuimos las victorias a nuestro propio
esfuerzo, habilidad, o suerte, y las derrotas a Dios
que no respondió a nuestros pedidos.

Pero, ¿es verdad qué Dios no respondió nuestra


plegaria? Es imposible, porque ¡Dios siempre
responde! Lo que a menudo sucede es que no
reconocemos la respuesta a la oración porque la
misma no es como nosotros la hemos definido.
De manera inconsciente, o abiertamente,
definimos de antemano la forma concreta en que
Dios debe respondernos, y si no es así, entonces
acusamos a Dios de habernos fallado. Lo cierto es
que probablemente hemos obtenido una mejor
respuesta de la que esperábamos, pero la
insistencia de nuestro ego nos impide verla.

"No consiguen lo que quieren porque no se lo


piden a Dios; y si se lo piden, no lo reciben
porque lo piden mal, pues lo quieren para
gastarlo en sus placeres." Santiago 4.2-3

Imaginemos que somos niños pequeños y


oramos para que Dios nos dé un automóvil
(porque pensamos que tenerlo nos hará adultos)
no lo tendremos, ya que la divina Sabiduría sabe
que no somos aptos para poseerlo. Dios nos dará
un automóvil de juguete, el cual es apropiado
para un niñito. Frecuentemente nos dejamos
cegar por el ego y por las seducciones mundanas,
y oramos por cosas que no corresponden a la
voluntad divina o serían perjudiciales para
nosotros; pero si oramos conforme a la voluntad
de Dios que siempre es el bien, Él nos enviará la
cosa que realmente necesitamos.
No seamos como aquellos que seguían a Jesús
por los panes y los peces. Ni como los israelitas
rebeldes que murmuraron contra Dios porque,
según ellos, la comida de Egipto era más
beneficiosa que la libertad. Busquemos a Dios
por quién es Él mismo, por la alegría de estar con
Él en la paz infinita de su amorosa Presencia, y la
respuesta correcta a las oraciones vendrá por sí
misma.

"Tenemos confianza en Dios, porque sabemos


que si le pedimos algo conforme a su voluntad,
él nos oye. Y así como sabemos que Dios oye
nuestras oraciones, también sabemos que ya
tenemos lo que le hemos pedido." 1 Juan 5.14-15

30. ¿Qué es la gracia?

El amor, el perdón y la reconciliación son el


corazón del Evangelio. El amor, el perdón y la
reconciliación que Dios nos ofrece son
inmerecidos, infinitos e incondicionales, no
concedidos sobre la base de nuestros méritos,
sino por la justicia de Cristo. Por nuestros
propios medios y obras, lejos de conseguir la
justicia y la paz con Dios y nuestros semejantes,
aumentamos más y más la opresión y la
injusticia.

La parábola de los dos deudores en Mateo 18


ilustra con sencillez y plasticidad la amplitud y el
propósito de la gracia de Dios. El rey, gratuita y
gentilmente, libera a un deudor oprimido por el
peso de sus deudas. ¡Qué bueno es Dios!
¿Queremos saber qué es la gracia? El perdón que
no merecemos, otorgado por puro amor, eso es
gracia. A todos nos gusta y reconforta ser
perdonados, pero nos resulta terriblemente duro
perdonar. Y la historia continúa en esa dirección:
el deudor liberado se erige como opresor de su
compañero; y es eso despierta la indignación y la
ira del rey.

"Y perdónanos nuestras deudas, como también


nosotros perdonamos a nuestros deudores."
Mateo 6.12

El perdón de Dios es totalmente gratuito e


incondicional. El rey nos perdona y nos
reconcilia solamente por gracia. No obstante, su
gracia no es carente de propósito. El propósito de
la gracia, la razón de ser perdonados,
reconciliados y liberados de la deuda, es para
hacernos testigos y agentes de esa misma gracia.

"[...] se le acercó Pedro y le dijo: Señor, ¿cuántas


veces perdonaré a mi hermano que peque
contra mí? ¿Hasta siete? Jesús le dijo: No te
digo hasta siete, sino aun hasta setenta veces
siete." Mateo 18.21-22

31. Dejar en manos de Dios


"Pon tu vida en las manos del Señor; confía en
él, y él vendrá en tu ayuda." Salmos 37.5

En todos los ámbitos de la vida, pero


principalmente en la oración, tenemos la
costumbre de decir: "me esfuerzo, me esfuerzo,
pero no lo logro". Aunque nos cueste aceptarlo, la
razón del fracaso es el esfuerzo propio. La
realización no viene de "esforzarse", sino de
"dejar en manos de Dios". Cuando más nos
"esforzamos" por hacer las cosas, más estamos
reforzando lo externo. Cuando dejamos a Dios
obrar en y por medio de nosotros, se manifestará
la obra del Espíritu y el éxito no demorará.

"¿Hay acaso algo tan difícil que el Señor no


pueda hacerlo?" Génesis 18.14

Si leemos con atención el relato de la Creación,


nos daremos cuenta que Dios creó todo cuanto
existe mediante su palabra, sin esfuerzo. Dios
dijo "hágase" en cada acto de la creación y todo
fue hecho. La palabra divina sigue tan viva,
creativa y eficaz como en la Creación. El secreto
de la realización espiritual continúa siendo el
mismo, dejar a Dios ser él mismo y dejarlo actuar
por medio de su palabra, sin nuestro esfuerzo. La
regla de la Creación es siempre la misma: "dijo
Dios: 'hágase...' y fue hecho".

32. A vivir se aprende viviendo


"No debemos cansarnos de hacer el bien;
porque si no nos desanimamos, a su debido
tiempo cosecharemos." Gálatas 6.9

Los cristianos muchas veces nos desanimamos, y


dudamos, al darnos cuenta qué lejos estamos de
la perfección. Pensamos, de manera más o menos
explícita, que por el hecho de ser creyentes
deberíamos estar libres de fallas. Una linda
canción que solemos cantar en familia dice:
«Cada día que comienza es una oportunidad de
abrir nuevos caminos de jugar un poco más»...
Esta canción describe muy bien la experiencia de
vivir. El propósito de nuestra vida cristiana es
básicamente ese: aprender, dejarnos guiar por
Dios, y disfrutar de su gracia infinita.

Ninguno de nosotros exigiría grandes resultados


matemáticos a un niño que recién empieza con
los rudimentos de la aritmética; ni esperaría un
trabajo magistral de un aprendiz. A los pies de
Jesucristo todos somos estudiantes, aprendices,
tan sólo discípulos. Nuestras experiencias
frecuentemente están llenas de contradicciones,
malos entendidos, y perplejidades. Esto no es
para desanimarse, es tan sólo lo que se espera de
alguien que está aprendiendo. La vida de cada
uno de nosotros es única. Cada uno de nuestros
días es una aventura, un descubrimiento, un
aprendizaje siguiendo al Maestro, y es el objetivo
final el que importa.

"Por eso no nos desanimamos. Pues aunque por


fuera nos vamos deteriorando, por dentro nos
renovamos día a día." 2 Corintios 4.16
33. El amor es excéntrico

"Si ustedes aman solamente a quienes los aman,


¿qué premio recibirán? " Mateo 5.46

Es posible que, bajo una máscara de piadosa


comunión con el

Espíritu, muchos de nosotros usemos la oración,


la meditación y la contemplación como formas de
fuga para no enfrentarnos con el desafío que
supone lidiar con otras personas. Aunque la
ilusión puede ser deliciosa, la oración, la
meditación y la contemplación que no se
manifiestan en amor concreto son solamente eso:
Ilusión.

Debemos aceptar y acoger a nuestro prójimo en


el corazón, incluso si esa persona no nos ama a
nosotros; si la otra persona se nos oponen, o si
activamente nos odia, ¡amémos! Démosle
nuestro apoyo, nuestro consuelo, nuestro saludo
(aunque debamos hacerlo silenciosamente a
causa de su rechazo). El amor es excéntrico, eso
significa que sale del centro. Quien ama no es el
centro, el centro es el otro.

"Hasta donde dependa de ustedes, hagan


cuanto puedan por vivir en paz con todos."
Romanos 12.18
Demos amor desinteresadamente, de manera
excéntrica, así como Dios nos ama, así como el
Sol derrama su generosa luz,
independientemente de nuestra bondad o
maldad. Respetemos a todas las personas, a
todos los seres vivientes, a toda la creación, y
vivamos en armonía con todo.

Abandonemos las palabras necias, al gusto de la


sociedad. No hagamos diferencias, como hace la
mayoría, juntándonos únicamente con quienes
comparten nuestros gustos y aprueban nuestra
manera de pensar. Abstengámonos de condenar
a quienes piensan y actúan de manera diferente a
la nuestra. El amor es excéntrico, y somos
llamados a manifestar el amor. En el amor,
nuestra oración, meditación y contemplación,
significará acoger al mundo entero en el corazón
para iluminarlo con la luz de Dios.

34. Deja tus preocupaciones al Señor

"Deja tus preocupaciones al Señor, y él te


mantendrá firme; nunca dejará que caiga el
hombre que lo obedece." Salmos 55.22

Todos, con más o menos frecuencia, tenemos


momentos de preocupación y ansiedad. Pero,
aunque aparentemente lo que nos preocupa es
algo material, como la salud o el dinero, toda
ansiedad es puramente mental. La preocupación,
la frustración, el enojo, la impaciencia, no valen
la pena ni aportan nada a la hora de resolver
problemas. Ninguna cosa o situación valen la
pérdida de la paz interior. Frente a la
preocupación y la ansiedad, centrarnos
únicamente en Dios es el remedio infalible.

La verdad de las afirmaciones anteriores


descansa sobre la verdad de la omnipresencia de
Dios. Eso quiere decir que, sin importar qué tan
mal parezcan estar las cosas, Dios siempre está
presente y nunca dejará que caigamos. Sin
importar qué sea lo que nos quita el sosiego, la
oración lo colocará en su debido lugar. Si
nuestras circunstancias actuales aparentan ser
irresolubles, podemos aquietarnos en la
presencia de Dios y dejar que sea Él quien nos
guíe, y nos permita aprender la amorosa lección
que cualquier cosa, situación o persona trae
consigo.

"Por lo tanto, yo les digo: No se preocupen por


lo que han de comer o beber para vivir, ni por la
ropa que necesitan para el cuerpo. ¿No vale la
vida más que la comida y el cuerpo más que la
ropa?" Mateo 6.25

Ninguno de nosotros está libre de problemas,


grandes o pequeños. Y, si algo viniera a
sucedernos ¿qué? Aunque perdiéramos el dinero,
la salud o sufriéramos alguna catástrofe. ¿Qué
con eso? Gran parte del sufrimiento, ansiedad y
desesperanza en esas circunstancias no proviene
del hecho en sí, sino de creernos tan especiales
que esas cosas jamás podrían sucedernos.
¿Entonces qué? Dejemos nuestras
preocupaciones al Señor, y Él nos mantendrá
firmes...

35. Señor, danos un buen concepto de


nosotros mismos

"Dios se propuso dar a conocer cuál es la


gloriosa riqueza de este misterio entre las
naciones, que es Cristo en ustedes, la esperanza
de gloria." Colosenses 1.27

Actualmente se le da mucha relevancia a la


autoestima, equiparando ésta a un alto concepto
de sí mismo que casi es sinónimo de
omnipotencia aunque no tenga el más mínimo
asidero real. Lo que en algunos pueda sonar a
orgullo presuntuoso, en otros más bien queda
como evidente ridiculez. El autodesprecio es
tanto o más dañino que la autosuficiencia; es
sano tener una confianza humilde y mesurada en
nuestras propias capacidades, sin olvidar nunca
que éstas son la expresión de Dios en nosotros, y
no virtudes propias. Una antigua plegaria
escocesa reza: "Señor, danos un buen concepto
de nosotros mismos".

"[...] ninguno piense de sí mismo más de lo que


debe pensar. Antes bien, cada uno piense de sí
con moderación, según los dones que Dios le
haya dado junto con la fe." Romanos 12.3
El desprecio de sí mismo no es virtud, es
negación del maravilloso y divino don de la la
vida. No se debe confundir jamás el
autodesprecio (que es una forma de orgullo
disfrazado) con la humildad ni con la
abnegación. El orgullo, la presunción y la
autosuficiencia también llevaran al fracaso y la
decepción. Únicamente una clara conciencia de
nuestras capacidades, de los dones que Dios nos
ha dado por pura gracia, nos darán moderación,
sabiduría, y estabilidad espiritual y mental. Por
nosotros mismos nada podemos, pero en Cristo
somos nuevas creaciones. Pensemos, hablemos, y
vivamos en la plena libertad, confianza y
fortaleza que nos da el ser hijas e hijos de Dios.

"Yo dije que ustedes son dioses; que todos son


hijos del Altísimo." Salmos 82.6

36. ¿En qué creemos realmente?

"Cuida tu mente más que nada en el mundo,


porque ella es fuente de vida." Proverbios 4.23

Independientemente de los discursos piadosos


que usemos, lo usual es que consideremos la fe
como un simple asentimiento a algunos axiomas
religiosos. Pero lo que importa no es lo que
decimos o pensamos que creemos, sino aquello
que creemos realmente. Las Escrituras afirman
de forma abundante que manifestamos aquello
que somos en nuestra mente y corazón, lo cual se
refiere a la convicción firme, no a un
pensamiento formal.

Si realmente queremos conocer lo que creemos


basta con observar cómo actuamos.
Invariablemente actuaremos de acuerdo a lo que
creemos, si bien con frecuencia hablamos de
manera diferente. Si nos damos cuenta que en
nuestra vida no se manifiestan al menos en
germen los frutos del Espíritu, es señal de que
deberíamos revisar nuestras creencias. Si
nuestras creencias son sólo superficiales o
erróneas no serán congruentes con la voluntad
divina, que es la plenitud de Vida.

"Y así como sabemos que Dios oye nuestras


oraciones, también sabemos que ya tenemos lo
que le hemos pedido." 1 Juan 5.15

Afirmemos nuestra fe en la invariable y firme


palabra de Dios, cualquier otra fuente será falsa e
incapaz de producir en nosotros los frutos de una
vida en Cristo. Llenemos nuestra mente y
nuestro corazón con las promesas de Dios, fieles
y verdaderas, y veremos cómo esa fe nos irá
transformando más y más. Actuemos de forma
congruente con lo que creemos y los resultados
serán sorprendentes. No es nuestra fuerza o
nuestra habilidad, sino el poder de Dios obrando
eficazmente.

37. ¿Hacia dónde estamos yendo?


"Al hombre le toca hacer planes, y al Señor
dirigir sus pasos." Proverbios 16.9

Se nos ha enseñado que la vida consiste en hacer


planes y lograr metas. El éxito es medido por la
cantidad de logros obtenidos, mayormente
materiales. ¿Y cuándo los planes fallan?
¿Significa que hemos fracasado nosotros?
Depende de dónde hayamos fijado nuestra meta.
Parafraseando al profeta Isaías: «los
pensamientos del Señor son muy diferentes a los
nuestros, y los planes del Señor son
incomprensibles para nuestra mente, a no ser
que escuchemos su palabra» (Isaías 55.7-8)

La atención es lo que determina el rumbo en la


vida. Poner la mirada en nuestros propios planes,
nuestras propias metas, nuestros propios valores,
nos dirigirá al fracaso, aunque aparentemente no
hayamos tenido ninguno. En lo que realmente
pongamos nuestra atención, allí llegaremos.
Aquello en que nos concentremos, vendrá a
nuestra vida. Por eso es que la Biblia nos exhorta:
«Fijemos nuestra mirada en Jesús, pues de él
procede nuestra fe y él es quien la perfecciona»
(Hebreos 12.2). Nuestra fe no es nuestra
decisión, es don de Dios por medio de Jesús.
Nuestro camino no lo determinamos nosotros, es
Jesús mismo. Nuestra perfección no depende de
nosotros, sino de Jesús.

"Señor, yo sé que el hombre no es dueño de su


vida, que no tiene dominio sobre su destino."
Jeremías 10.23
38. La divina Providencia

"Tú tienes cuidado de la tierra; le envías lluvia y


la haces producir; tú, con arroyos caudalosos,
haces crecer los trigales. ¡Así preparas el
campo! Tú empapas los surcos de la tierra y
nivelas sus terrones; ablandas la tierra con
lluvias abundantes y bendices sus productos. Tú
colmas el año de bendiciones, tus nubes
derraman abundancia; los pastos del desierto
están verdes y los montes se visten de gala; los
llanos se cubren de rebaños, los valles se
revisten de trigales; ¡todos cantan y gritan de
alegría!" Salmos 65.9-13

Quienes nos hemos maravillado por la


majestuosidad de las grandes cataratas también
lo hemos hecho por el virtualmente infinito flujo
de agua que cae sin cesar. Miles de millones de
litros de agua fluyen incesantemente, pero, si
quisiéramos recoger de ella, la cantidad
dependería del recipiente que llevemos. Si
tenemos un tanque de cinco mil litros podremos
recoger cinco mil litros; pero si sólo llevamos un
balde de cinco litros no podremos recoger más
que cinco litros; y si no tenemos otra cosa que el
cuenco de nuestras manos, no podemos
pretender recoger más agua que la que allí
quepa.
"[Dios] hace que su sol salga sobre malos y
buenos, y manda la lluvia sobre justos e
injustos." Mateo 5.45

Dios es puro amor y generosidad. Él no hace


diferencias, provee en abundancia para toda su
creación. Todo cuanto el Padre ha creado, lo hace
fluir como fluyen las aguas de las cataratas. La
abundancia divina es infinita, pero es la medida
de nuestra fe la que nos permite recoger más o
menos de aquello que Dios pone a disposición de
todas sus criaturas. No hay límites en la
Providencia divina, el único límite lo ponemos
nosotros.

"Abres tu mano, y con tu buena voluntad


satisfaces a todos los seres vivos." Salmos 145.16

39. El movimiento se demuestra andando

No importa qué tan espirituales o piadosos nos


creamos, o finjamos ser ante otros, la única parte
auténtica de nuestra religión es aquella que se
manifiesta en nuestras vidas diarias. Dogmas,
ideales y declaraciones abstractas no son más
que engaños si no se verifican en la práctica. A
decir verdad, tal corrección doctrinal e ideales
elevados representan un serio peligro, porque
narcotizan el espíritu y atrofian la conciencia.

"Por lo tanto, cumplan los términos de esta


alianza y pónganlos en práctica, para que les
vaya bien en todo lo que hagan." Deuteronomio
29.9

Nuestra religión y piedad sólo son verdaderas si


las ponemos en práctica. Y el mejor lugar, y el
tiempo más propicio, para poner en práctica
nuestra espiritualidad es aquí y es ahora. Poner
caras angelicales, participar de rituales o recitar
credos no nos hace más piadosos. Las doctrinas,
los ritos y la piedad deben ser fermento de
transformación. En esto consiste la práctica de la
presencia de Dios.

Si la devoción no se manifiesta
en justicia y compasión,
toda aparente piedad no es
más que religiosa masturbación.

"Esto es muy cierto: Si hemos muerto con él,


también viviremos con él; si sufrimos con valor,
tendremos parte en su reino; si le negamos,
también él nos negará; si no somos fieles, él
sigue siendo fiel, porque no puede negarse a sí
mismo." 2 Timoteo 2.11-13

40. El pecado imperdonable

"Por eso les digo que Dios perdonará a los


hombres todos los pecados y todo lo malo que
digan, pero no les perdonará que con sus
palabras ofendan al Espíritu Santo." Mateo
12.31
¿Existe acaso algún pecado que Dios no pueda o
no quiera perdonar? Jesús nos dice que todos los
pecados se nos perdonarán, menos uno:
blasfemar contra el Espíritu Santo. Esa
declaración del Maestro ha turbado a millones de
creyentes durante generaciones, dando lugar a
las más dispares especulaciones y, podemos
decirlo, bizarras prácticas de purificación. La
existencia de un "pecado imperdonable" es
contraria a la naturaleza y carácter de Dios, todo
Amor, Vida y Misericordia. Entonces, ¿qué
estaba diciendo Jesús?

"Los necios piensan que no hay Dios: todos se


han pervertido, han hecho cosas malvadas; ¡no
hay nadie que haga lo bueno!" Salmos 53.1

Debemos ser claros y enfáticos en esta


afirmación: No existe pecado que Dios no pueda
o desee perdonar, de hecho ya lo hizo en Cristo
que "quita el pecado del mundo", no obstante hay
un único pecado que requiere nuestro
asentimiento consciente para ser perdonado.
Este pecado consiste en oponernos y resistir la
luz vivificante y la acción del Espíritu divino. Si
ya hemos resuelto que no hay Dios, si pensamos
que nosotros mismos somos el parámetro de la
verdad y que nuestra forma de ver y hacer las
cosas es la correcta, entonces impedimos al
Espíritu Santo (a causa de nuestros
pensamientos, palabras y acciones) abrir
nuestros ojos y guiarnos a Cristo, "el cordero de
Dios que quita el pecado del mundo". Eso
significa que la resistencia al Espíritu Santo es
imperdonable, mientras permanezcamos cegados
en nuestro ego, negándonos a consentir la acción
de Dios. Si nuestra actitud cambia, la
iluminación vendrá, es más ya está presente, y el
pecado estará perdonado.

"Cuando él venga, mostrará claramente a la


gente del mundo quién es pecador, quién es
inocente, y quién recibe el juicio de Dios. Quién
es pecador: el que no cree en mí; quién es
inocente: yo, que voy al Padre, y ustedes ya no
me verán; quién recibe el juicio de Dios: el que
gobierna este mundo, que ya ha sido
condenado." Juan 16.8-11

41. ¿Quién puede subir al monte del


Señor?

"¿Quién puede subir al monte del Señor? ¿Quién


puede permanecer en su santo templo? El que
tiene las manos y la mente limpias de todo
pecado; el que no adora ídolos ni hace
juramentos falsos." Salmos 24.34

Es probable que, al hacernos conscientes de


nuestras limitaciones, la purificación del corazón
nos parezca una meta inalcanzable, pero
debemos recordar que no nos toca a nosotros
realizarla, sino que es obra de Dios. Por medio de
la palabra, Dios transforma nuestra mente y
corazón, nos moldea con su Espíritu. El
encuentro con el Señor jamás nos deja iguales.
"¡Ábranse, puertas eternas!¡Quédense abiertas
de par en par, y entrará el Rey de la gloria!"
Salmos 24.9

Las puertas eternas simbolizan nuestra mente y


corazón, es necesario que las abramos
ampliamente dando paso al Rey de la gloria, el
mismo Dios, para que Él entre y nos transforme
con la luz de su presencia. Él creador,
sustentados y soberano de todo, desea habitar en
nuestro íntimo, más cerca de nosotros que
nuestro propio aliento. Preguntemos quién es el
Rey de la gloria, y Él mismo responderá.

"¿Quién es este Rey de la gloria? ¡Es el Señor


todopoderoso!¡Él es el Rey de la gloria!" Salmos
24.10

42. No, no, no y no

"¡Cuida, oh Dios, de mí, pues en ti busco


protección!" Salmos 16.1

Una antigua regla de la medicina dice que antes


de poder curar hay que evitar hacer más daño.
Muchas veces, tal vez, nos hemos preguntado por
qué la mayoría de los preceptos y mandamientos
de Dios se formulan de forma negativa. Es que, si
bien estamos de llenos de confianza y pensamos
que podemos hacer todo bien, lo cierto es que no
podemos llenar el padrón divino.
Si bien es cierto que por nuestras propias fuerzas
no podemos cumplir la Ley de Dios, y que esa
falencia radical nos revela la naturaleza y los
efectos del pecado, también es cierto que Dios no
nos ha dejado a la deriva. Las promesas divinas,
firmes pruebas del amor del Padre, nos colocan
en una relación diferente con la Ley, una relación
sanadora, liberadora y transformadora.
Partiendo de cuatro principios basados en las
promesas del Evangelio, meditaremos sobre esa
relación transformadora.

Uno de los mayores problemas de nuestra vida es


la falta de tiempo. Siempre estamos apresurados
y, aunque sea un reflejo inconsciente, esa prisa
no es otra cosa que temor a la muerte. En el
Evangelio Dios nos promete la vida eterna. De
hecho, en Cristo, estamos ahora mismo en la
eternidad. Por lo tanto, ¿por qué agitarse? No
andemos apresurados.

Desconocedores, como somos, del tiempo, el


pasado nos llena de culpa, el presente se nos
escapa y el futuro nos causa preocupación. El
Evangelio nos asegura que somos posesión de
Dios y Dios es amor. No sólo eso, sino que Él
mismo lleva nuestras cargas y nuestras
ansiedades. Por lo tanto, ¿por qué inquietarse?
No nos preocupemos.

Uno de los peores frutos del pecado es creernos


mejores que los demás y con derecho a
condenarlos. Aunque la Ley nos muestre que
somos pecadores, siempre pensamos que los
otros son más pecadores. Dado que no podemos
ver el corazón de otra persona, desconocemos su
realidad, y las dificultades que haya tenido que
enfrentar, por eso no podemos saber qué
habríamos hecho en su lugar. En el Evangelio
Dios nos otorga su perdón infinito, sin
condiciones, solo por gracia. Por lo tanto, ¿por
qué habríamos de juzgar a nuestros semejantes?
No juzguemos ni condenemos.

El corazón endurecido por el pecado es rencoroso


y vengativo. Queremos que todo el peso de la Ley
caiga sobre quien nos ofendió o dañó, pero
olvidamos que "el que a hirro mata, a hierro
muere". El Evangelio nos asegura que la justicia
de Dios jamás falla. Dejemos libre nuestra
conciencia y nuestro corazón, así como a quien
nos ofendió, poniéndolos en las manos de Dios.
El rencor es veneno, pero el perdón es medicina
para el alma. Por lo tanto, ¿por qué
envenenarnos? No guardemos rencor ni
resentimientos.

"Pero si el Espíritu los guía, entonces ya no


estarán sometidos a la ley." Gálatas 5.18

43. Compra la verdad, y no la vendas

"En verdad, tú amas al corazón sincero, y en lo


íntimo me has dado sabiduría." Salmos 51.6
Tenemos fe porque afirmamos la Verdad de
aquello que creemos, y poseemos la Verdad en la
medida que la practicamos. Esto es una
consecuencia natural de la forma en que
funciona nuestra mente, nos confirmamos en
aquello que ponemos en práctica. El mero
conocimiento intelectual no es fe, es sólo un
discurso mental, es estéril e incluso dañino si nos
confiamos en que es suficiente.

"Compra la verdad y la sabiduría, la


instrucción y el entendimiento, ¡y no los
vendas!" Proverbios 23:23

Es imposible que progresemos espiritualmente


confiando en quimeras y especulaciones
mentales que no hemos puesto a prueba.
Acumular frases, fórmulas y afirmaciones,
incluso de las Escrituras sagradas, en nada nos
ayudará hasta que pongamos tales verdades en
práctica. Vale mucho más un mínimo puñado de
conocimiento espiritual y ponerlo por obra, que
poseer un enorme tesoro de recta doctrina
espiritual, la cual nunca ha afectado nada de
nuestra vida diaria.

44. Sin doblez

"En ti está la fuente de la vida y en tu luz


podemos ver la luz." Salmos 36.9
Aquietémonos, y dediquemos un instante a
centrarnos en Dios. Meditemos sobre algunos de
sus atributos que sabemos que son Verdad: su
absoluta Bondad, su Amor interminable y su
Sabiduría infinita. Quietos en su Presencia,
disfrutemos de quien Dios es. Leamos algunos
versículos de las Escrituras o de algún libro
espiritual que nos inspire.

Sin ponernos límites, ni reservas "justificadas",


dispongámonos a perdonarnos y perdonar a
todas las personas, a todas las situaciones, desde
lo profundo de nosotros mismos. Pidámosle a
Dios perdón por todos los errores que alguna vez
hayamos cometido, y con toda certeza aceptemos
su perdón.

En la Presencia de Dios encontramos abundancia


de inspiración, amor y sanación. Confesemos con
toda seguridad que Él nos da todos sus dones sin
límites, porque se nos da Él mismo, y
poseyéndolo a Él nada nos falta. Demos gracias
en todo momento y circunstancia por la gracia, la
paz, y el refrigerio espiritual que Dios nos da
generosamente.

"El propósito de nuestra instrucción es el amor


nacido de un corazón puro, de una buena
conciencia y de una fe sincera." 1 Timoteo 1.5

45. Sólo Dios basta


"¿A quién tengo en el cielo? ¡Sólo a ti! Estando
contigo nada quiero en la tierra." Salmos 73.25

Aunque nos cueste reconocerlo, los valores


imperantes en la sociedad se cuelan también en
el ámbito espiritual. Es una tentación frecuente
realizar prácticas espirituales con el único fin de
obtener beneficios personales; tranquilidad,
realización, sentido de "ser especial", etc. Pero
esos resultados superficiales son inestables; por
eso no es raro que, cada tanto, tengamos
períodos de negatividad. Nos vienen a la mente
pensamiento como "¿de qué me sirve la oración,
si nada sucede?" o "meditar es una pérdida de
tiempo..." o tal vez "voy a dejar todo esto, es una
fantasía".

Esta clase de pensamientos, totalmente


naturales, no deberían desalentarnos ya que son
señales de que las resistencias del ego están
siendo derrotadas. Lo que vale es permanecer
leales a Dios. Afirmémonos tranquilamente en la
verdad, y no juzguemos según las apariencias.
Alimentemos la fe afianzándonos en las
promesas divinas. Los períodos de crisis son la
oportunidad perfecta para el progreso espiritual.
Por lo tanto, acojamos, perdonemos y dejemos
que Dios transforme la negatividad en regocijo.

"Ahora no podemos verlo, sino que vivimos


sostenidos por la fe." 2 Corintios 5.7

Que todo nos esté yendo bien no es señal de que


nosotros hayamos progresado espiritualmente.
Tampoco que las cosas vayan mal y pensemos
que podemos superarlas por nuestra propia
devoción nos ayudará a crecer. Progresamos
espiritualmente cuando, turbados por la
tentación, el desaliento, la negatidad o la
desesperanza, reposamos en la amorosa
Presencia de Dios y perseveramos calladamente
en lo que sabemos es Verdad.

46. ¿Espiritualidad o psicoanálisis?

"Ponte de nuevo en paz con Dios, y volverás a


tener prosperidad." Job 22.21

Sin importar si lo aceptamos o no, todos nos


formamos ciertas creencias, y debemos vivir con
el efecto que ellas producen. Es cierto que las
impresiones recibidas durante la infancia,
positivas o negativas, influyen en la forma en que
se desarrollará toda nuestra existencia. De
algunas de estas impresiones somos
perfectamente conscientes, pero de la gran
mayoría permanecemos inconscientes. Ahora
bien; sin negar que las prácticas espirituales
tienen un efecto benéfico sobre el psiquismo, su
propósito es mucho mayor que resolver nuestros
conflictos.

Gran parte de los conflictos que enfrentamos


son, en realidad, una dramatización de nuestros
temores inconscientes. Lo reconozcamos o no,
hacemos un relato mental de cada
acontecimiento o circunstancia que
experimentamos, y decimos como Job: "Todo lo
que yo temía, lo que más miedo me causaba, ha
caído sobre mí." (Job 3.25) Delante de este
hecho, verificado por la experiencia, muchos
encaran las prácticas espirituales como una
especie de psicoterapia, enredándose así en un
cúmulo de especulaciones que no hacen sino
aumentar la angustia y el temor. Sin embargo, el
propósito del Divino Amor no es calmarnos, sino
transformarnos...

"Les dejo la paz. Les doy mi paz, pero no se la


doy como la dan los que son del mundo. No se
angustien ni tengan miedo." Juan 14.27

Podemos dar gracias a Dios de que no sea


necesario, como regla, andar buceando en las
profundidades de nuestra mente para rastrear el
origen y la manifestación de nuestros conflictos
emocionales. La enseñanza espiritual, y su
práctica, contenida en las Escrituras nos permite
adentrarnos en la plenitud del Amor Divino,
descentrándonos de nuestro ego y entregándonos
a la comunión con Dios, con nuestro entorno y
con nosotros mismos. Esta verdad es
infinitamente superior a encubrir los conflictos
interiores con una máscara de discurso
intelectual, significa enfrentarlos valientemente y
dejarlos ir.

"Así Dios les dará su paz, que es más grande de


lo que el hombre puede entender; y esta paz
cuidará sus corazones y sus pensamientos por
medio de Cristo Jesús." Filipenses 4.7
47. Nuestro verdadero valor

Estamos rodeados de una sociedad de


apariencias, no podemos negarlo. El lema que
dirige nuestra conducta comunitaria es: "lo que
importa es parecer algo y que todos lo crean". Las
comunicaciones instantáneas y las redes sociales
contribuyen mucho a incentivar este tipo de
valoración ficticia. Todos conocemos personas
que están siempre alardeando, aparentando y
nadie las toma en serio.

"Queridos hermanos, ya somos hijos de Dios. Y


aunque no se ve todavía lo que seremos después,
sabemos que cuando Jesucristo aparezca
seremos como él, porque lo veremos tal como
es." 1 Juan 3.2

Lo que realmente da valor a nuestra vida es lo


que Dios dice, lo que somos realmente, y no las
apariencias fugaces. Las personas que se
esfuerzan en alardear, fingir y aparentar,
realmente poseen una opinión muy baja sobre sí
mismas. Si no fuese así, ¿qué necesidad tendrían
de aparentar? Y esta actitud de superioridad
fingida, de positividad forzada, hace que muchas
personas vivan en un vacío total y en frustración
constante.

Si estamos seguros que nuestra vida tiene valor,


que somos hijos e hijas amados por Dios, ni
siquiera soñaríamos en fingir algo diferente. La
satisfacción y contentamiento espiritual son el
antídoto infalible contra la superficialidad.
Cuando estamos conscientes de nuestra
comunión sustancial con Dios no tenemos deseo
ni necesidad de alardear.

"Por lo tanto, mis queridos hermanos, sigan


firmes y constantes, trabajando siempre más y
más en la obra del Señor; porque ustedes saben
que no es en vano el trabajo que hacen en unión
con el Señor." 1 Corintios 15.58

Nuestro verdadero y esencial valor no viene de


nosotros mismos, sino de Dios. Podemos creer,
afirmar y confiar en la verdad de la palabra
divina. Creamos, sin dudar, que somos hijos e
hijas de Dios. Sepamos ciertamente que somos
expresiones de la Vida, la Verdad, y el Amor.
Confiemos firmemente que la Sabiduría infinita
nos guía. Afirmémonos en la verdad de que
somos amados por Dios... y sabremos nuestro
verdadero valor.

48. ¡El Señor todopoderoso está con


nosotros!

"Dios es nuestro refugio y nuestra fuerza;


nuestra ayuda en momentos de angustia. Por
eso no tendremos miedo, aunque se deshaga la
tierra, aunque se hundan los montes en el fondo
del mar, aunque ruja el mar y se agiten sus olas,
aunque tiemblen los montes a causa de su
furia." Salmos 46.1-3

El Salmo 46 es una de las oraciones más bellas,


profundas y luminosas que encontramos en la
Biblia. Desde su primera línea es una expresión
de firme confianza en Dios, sin importar las
circunstancias. Esa es la esencia de la fe, no un
sentimiento vago o una especulación mental,
sino una confianza viva y práctica en Dios, en su
Amor y en su infinita Bondad. Así como el Salmo
inicia con una afirmación de fe, concluye con una
confesión impresionante.

"¡Ríndanse! ¡Reconozcan que yo soy Dios! ¡Yo


estoy por encima de las naciones! ¡Yo estoy por
encima de toda la tierra! ¡El Señor
todopoderoso está con nosotros!" En éstas pocas
palabras se resume todo el espíritu de las
Escrituras. Permanezcan quietos y sepan, sin
lugar a dudas, que Yo soy Dios. Aunque parezca
algo sencillo no lo es, nuestro ego siempre quiere
ser el protagonista. Por naturaleza nos
inclinamos a buscar nuestros propios fines, para
no llamarlos caprichos, y nos parece más sensato
dejarnos llevar por los afanes que rendirnos y
contemplar a Dios, el único verdadero fin de
nuestra vida. Incluso en la oración hay un tiempo
de soltar las riendas y abandonarnos en la
amorosa Presencia divina. "¡Entréguense!
¡Reconozcan que yo soy Dios!".
49. Tengan la mente de Cristo

"La Escritura dice: «¿Quién conoce la mente del


Señor? ¿Quién podrá instruirle?» Sin embargo,
nosotros tenemos la mente de Cristo." 1
Corintios 2.16

Nuestros pensamientos determinan en gran


medida todo lo que experimentamos en la vida.
Percibimos nuestro ambiente de acuerdo a la
cualidad de nuestra mente. Nuestra experiencia
de vida no cambiará hasta que nuestra mente sea
transformada. Esta es la clave de la
transformación: alimentar nuestra mente con la
Palabra de Dios y permitir que la Verdad cambie
nuestros pensamientos hasta tener "la mente de
Cristo".

"No vivan ya según los criterios del tiempo


presente; al contrario, cambien su manera de
pensar para que así cambie su manera de vivir
y lleguen a conocer la voluntad de Dios, es decir,
lo que es bueno, lo que le es grato, lo que es
perfecto." Romanos 12.2

Que la clave para la transformación sea sencilla


de ninguna manera hace que sea fácil. Lo
primero que se requiere es un poco de
determinación para abandonar nuestra soberbia
y nuestro natural egoísmo y llenarnos de la
Palabra de Dios. También es necesario, aunque
parezca contradecir lo anterior, abandonar la
pretensión de transformarnos por nuestra propia
determinación y fuerza de voluntad, esto es don
gratuito de Dios.

50. La senda del amor

"Tres cosas hay que son permanentes: la fe, la


esperanza y el amor; pero la más importante de
las tres es el amor." 1 Corintios 13.13

Todas las grandes tradiciones espirituales


afirman que existe más de un camino a la
presencia de Dios. La búsqueda espiritual
muchas veces se ha comparado con la subida a
una montaña, para lo cual hay varios caminos,
pero todos conducen finalmente a la sima y allí
se encuentran.

Uno de los caminos más populares es el del


conocimiento o de la fe. El conocimiento de Dios,
por la luz de la fe, no es un simple asentimiento a
fórmulas dogmáticas como frecuentemente se
piensa, sino una certeza total por la verdad de la
Palabra. Por ello, la senda del conocimiento no es
para todos. Otro es el camino de la acción, de la
voluntad, y ciertamente es un buen camino, pero
no debe identificarse con el simple activismo que
sólo busca la autojustificación y no la gloria de
Dios.

Sin negar que los caminos de la fe y de la acción


son buenos, Dios nos ha dado una senda más
corta y sencilla, la senda del Amor. Este es el
único camino que es accesible para todos sin
importar sus características personales o las
circunstancias particulares. El Amor es la misma
esencia y presencia de Dios, por medio del Amor
disfrutamos de la unión y comunión divina, y la
realización espiritual no es otra cosa que nuestra
unión con Dios.

"Dios es amor, y el que permanece en el amor,


permanece en Dios y Dios en él." l Juan 4.16

51. Perseverar hasta el fin

"Así hemos llegado a saber y creer que Dios nos


ama. Dios es amor, y el que vive en el amor, vive
en Dios y Dios en él." 1 Juan 4.16

El camino del Amor no requiere preparación ni


grandes despliegues del pensamiento o la
voluntad, tan sólo basta ponerse en las manos de
Dios y dejarse guiar por Él. Todo lo que
necesitamos es perseverar resueltamente en la
práctica de la presencia de Dios. Debemos, con
dedicación, afirmarnos en la verdadera
conciencia del Amor. El Amor cura. El Amor
consuela. El Amor guía. El Amor ilumina. El
pecado, la enfermedad y la muerte se desvanecen
en presencia del Amor.

"Sabemos que Dios dispone todas las cosas para


el bien de quienes lo aman, a los cuales él ha
llamado de acuerdo con su propósito." Romanos
8.28

Pongámonos resueltamente en manos de Dios,


entregados a su voluntad que es el Amor.
Sostenidos por la gracia abundante del Señor,
emprendamos con confianza el camino del Amor.
Tal vez otros busquen la sabiduría del
conocimiento o el servicio esforzado de la
voluntad, porque Dios llama de diferentes
formas. Pero nosotros perseveremos en el Amor
hasta el final, porque es el camino infalible.

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