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-Manly P. Hall
Pensadores existencialistas, por otro lado, nos dirían que la vida es trágica.
La condición del hombre en el mundo -la muerte, la enfermedad, la
soledad y demás- nos colocan en una situación de estar arrojados, de
alguna manera caídos (sin necesariamente recurrir a la connotación
religiosa). No es de asombrarnos que el hombre sufra, se encuentra en
condiciones sumamente precarias en el mundo, aunque, al menos, es libre
(especialmente en la medida en la que se hace responsable de sí mismo).
A esto hay que sumarle la presión moderna por ser feliz, por ser productivo
y exitoso, como un imperativo categórico social que está
evidentemente ligado al paradigma económico de crecimiento
permanente. Uno debe de hacer algo -que muchas veces requiere
consumir- para lograr sacudirse y alcanzar la felicidad que el cine, la
publicidad y en general la sociedad nos dice es nuestro derecho básico
(pero que parece nuestra obligación, si es que queremos ser aceptados).
Por otro lado, Peterson cree que el significado (meaning) está embebido
en la profundidad de la existencia, no sólo psicológica sino biológica. "Es
el más profundo de los instintos más altos", dice. El cuerpo responde al
significado, por ello cuando encuentra propósito y significado puede
afrontar el estrés sin colapsarse -como sugieren la observaciones en los
campos de concentración de Viktor Frankl y el trabajo más reciente de
científicos que correlacionan la eudaimonía con la salud. El estrés cambia
de significado cuando se acepta como un desafío voluntario y no como una
condena; y con sólo ese cambio de significado el cuerpo genera diferentes
hormonas y neurotransmisores ante una situación, a tal punto que un
estrés significativo no suele mermar el sistema inmune. Cuando
encuentras significado en lo que haces dejas de pensar en lo miserable
que es la vida (¡tan siquiera porque eres capaz de concentrarte!), e incluso
si estás enfermo sigues haciendo lo que crees que debes hacer sin que te
afecte demasiado Es como un estado de armonía, flow o sincronicidad,
que mejor puede compararse a la música: la música puede ser triste o
alegre y demás, pero nos comunica de todas maneras un orden, una
armonía, una estructura basada en ciertos principios. El significado se
siente en el cuerpo como un modo de existencia auténtica y la autenticidad
-como un traje que nos queda a la medida, y que no oculta sino revela- nos
hace más nosotros, más fuertes y más libres -hay una intuición que existe
en todas las culturas: que la verdad libera. El significado o sentido
existencial, cree Peterson, es de hecho una alineación con el Logos de los
antiguos griegos, ese principio de inteligencia y orden en el cosmos, que
para los cristianos se convirtió en el mismo Verbo, en la fuerza de amor
que redime el universo. Cristo, Buda, pero incluso Sócrates y hasta
Pinocho o Harry Potter -explica en sus lecturas Peterson- pueden verse
como arquetipos de una misma figura con la que se llama al ser humano
a "cargar la cruz", a dar la vida por la verdad, a ser el héroe de la propia
experiencia arrojada en el mundo, y cumplir su propósito: crear armonía
en el mundo, balance entre el orden y el caos, ayudar a que la humanidad
pueda evolucionar hacia un destino más noble. Seremos ceniza más
tendrá sentido; seremos polvo más polvo enamorado, dijo el poeta, porque
ante la muerte sólo esto es el antídoto.