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Zeus, es un Dios griego, que gobernaba a los dioses del monte olimpo y a los
hombres, como si fuera un padre de familia, de esa forma sus hijos naturales se
dirigían hacia él como padre, y de la misma manera los hombres le llamaban padre
Zeus; gobernaba a los dioses, y a los hombres, y se encargaba del universo, desde
el cielo o el monte Olimpo.
El mal de ojo
Es uno de los mitos de El Salvador más populares. Se dice que existen personas
que tiene un espíritu muy fuerte y que con solo ver o admirar a otra persona, pueden
“hacerle ojo”. Esto suele ser muy común en los niños pequeños. El mal de ojo se
manifiesta con vómitos, diarrea y decaimiento en general que puede llevar hasta la
muerte. Para contrarrestarlo se debe visitar algún “curandero” que usa ciertas
hiervas, mezcladas con alcohol y tabaco en todo el cuerpo de la persona afectada.
Se cree que para evitarlo en los bebés recién nacidos, se les coloca una cinta o
pulsera de color rojo, en algunos casos son populares unas que tienen unas semillas
de ojo de venado.
La ciudad de las baterías descargadas
Entonces, pasó lo peor. De repente, todos los juguetes y aparatos que llevaban
pilas o batería se apagaron. No funcionaba nada. Los gritos y los llantos no
tardaron en aparecer. La desesperación pronto reinó en la ciudad.
De repente, una luz iluminó el cielo y una nave espacial con forma redonda
descendió lentamente, aterrizando suavemente en la plaza del pueblo. Poco a
poco, los habitantes de la ciudad se reunieron en torno a la nave.
No tuvieron que esperar mucho para que un gran puerta se abriera en la nave y
descendiera una gran rampa. Al poco, unos curiosos seres se asomaron a la
puerta y se deslizaron por la rampa hasta llegar al suelo.
-No nos controla nadie -dijo, por fin, uno de los juguetes gigantes-. Llevamos
siglos viajando por el Universo buscando un planeta donde hubiera la suficiente
energía para cargar nuestras baterías. Desde hace unos años orbitamos la Tierra,
pero nunca antes habíamos encontrado una ciudad donde poder conseguir toda la
energía que necesitábamos de una sola vez. Hasta hoy. Gracias, amigos.
Los juguetes gigantes, muy tristes, empezaron a subir por la rampa para
marcharse, mientras todos los observaban en silencio. Estaban ya casi todos a
bordo cuando un niño pequeño dijo:
Todos los niños pequeños que había por allí empezaron a saltar de alegría por la
idea.
Al final del día cada niño escogió un juguete y se lo llevó a casa. Para sobrevivir,
la ciudad tuvo que prescindir de todos los juguetes con pilas y con baterías, y se
limitó el uso de los móviles, que desde entonces solo se usan para llamar.