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E,SPAÑA, E,TJROPA

YE,L MTJNDO DE, IJTTM


(1500-1800)
.1,,1 tN I I lit,l,t( )'l"l'

f,sPAñtrA, ELIRoPA
YT.LMT]NDO DT, I.]LrM
(1500-1800)

Georg Wezeler, Atlr¿s sostiene Ia e.sfera ctrmilar, ca. 1530, a partir cle un cartón
atribuido a Bernard van Orley. Originariamente creado para el rev de Porttrgal,
este tapiz pasó a fornrar parte de- la colección cle los reyes de Esparla, qtrienes,
como soberanos de trn irnperio de ultramal hicieron su-va la irnagen de Atlas
soportando la carsa del rnundo. (Palacio Real, Madricl @ Patrimonio Nacional)

taurus historia
T
lNr)t(:r,l

Siultillarr¿r [iclic'i()llcs (it'ncr'¿rlcs, S. 1.., 20I 0


Torrelaguna, 60. 28043 Madrid
Teléfono 91 744 90 60
Telefax 91 744 92 24
www. taurus.santillana. es

Coordinación de la versión española: Marta Balcells yJuan Carlos Bayo

Agradecimientos.... .. .. .... .. 11
Listadeilustraciones...... .... .. .. 15
Prefacio .. .... 77

PruunRA PARTE: EUROPA

I. UnaEuropademonarquíascompuestas. .... .. 29
Imagen de cubierta: Georg Wezeler, Atlas sostiene la esftra armilar; Palacio Real, Madrid II. Aprendiendo del enemigo: Inglaterra y España
@ Patrimonio Nacional enlaedadmoderna .... ... 55
m. La crisis general en retrospectiva: un debate
interminable.. o. .. ..o... 87
ry. Una sociedad no revolucionaria:
Castillaenladécadade1640 .... .... 113
ISBN: 978-8+30G0780-8 V. Europa después de la Paz de Westfalia. . L33
D.p. Legal: M-53013-2009
Printed in Spain - Impreso er1 Esparia
SECUXDA PARTE: UN MUNDO DE ULTRAMAR

VI. La apropiación de territorios de ultramar


porlaspotenciaseuropeas .. ...... .... 153
Queda prohibida, salvo excepción
prevista en la ley, cualquier forma
VII. Ergañoydesengaño: Españuy lasIndias... .... 179
de reproducción, distribución, VIII. Inglaterray España en América: colonizadores
comunicación púrblica y transformación
de esta obra sin contar con la atrtorización
ycolonizados. .. .. .... .. 201
de los titulares de la propiedad intelectual. IX. R.yypatriaenelmundohispánico.. .. ... 231
X. Mundosparecidos,mundosdistintos.... .....
La infracción de los derechos mencionados
puede ser constitutiva de delito contra
255
Ia propiedad intelectual XI. ¿Emp ezando de nuevo? El ocaso de los imperios
(arts. 270 y sgts. Código Penal).
enlasAméricasbritánicayespañola.... .. 277
I
I

XII. El Mcditerráneo de El Greco: el encuentro i


de civilizaciones. 303 I

XIII. La sociedadcortesana en la Europa el siglo xvr:


Madrid, Bruselas, Londres . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 327
XfV. Apariencia y realidad en la España de Yelázqtrez . . ., . . 355

Índiceanalítico. .. .. 381

AJonathan Brown
AcRADECtM r llN'r'Os

I. "AEurope of Composite Monarchies',, publicado originalmente en


núm. 137 (noviembre
Past and,Present: AJoumalof HistoricalStudies,
1992). Reimpreso en inglés con autorización de The Past and Present
Society, 175 Banbury Road, Oxford. Versión española: "IJna Europa
de monarquías compuestas>>, traducción deJuan Carlos Bayo.

JI. "Learningfrom the Enemy: EarlyModern Britain and Spain", Dacre


Lecture, Oxford, 2007, Tiustees of the Dacre Trust y Facultad de Histo-
ria de Oxford. Versión española: "Aprendiendo del enemigo: Inglate-
rra y España en la edad moderna', traducción deJuan Carlos Bayo.

III. "The General Crisis in Retrospect: A Debate without End", en


Early Modem Europe : From Crkis to Stability, ed. Philip Benedict y Myron
P. Gutmann (University of Delaware, 2005). Versión española: "La
crisis general en retrospectiva: un debate interminable", traducción
de Marta Balcells.

IV. "A Non-Revolutionary Society: Castile in the 1640s", en Étud,es


d'Histoire Europémne. Mélanges offrts d René a Suzanne Pill,orget (Presses
de I'Université d'Angers, 1990). Versión española: "LJnasociedad no
revolucionaria: Castilla en la década de 1640", traducción de Xaüer
Gil Pujol, en 1640: La monarquía hispá,nica en crisis (Centre d'Estudis
d'História Moderna "Pierre Vilar" ,/ Editorial Crítica, Barcelona,
1992), reimpresa enJohn H. Elliott, España en Europa. Estudios de his-
toria comparad,a (Universitat de Valéncia, 2002).

V. "Europe after the Peace ofWestphaliao, en 1648: Paix d¿Westphali,e,


I'art entre Ia guenz et Ia paix (Musée du Louwe Éditions / Westfálisches

11
l,.rrrrlr.srr¡r¡scrrrrr lrir l(urrsl r¡rtrl lirrllut!.1(,s( l¡ir lrtr. Iililrr lisi<.r 1., l,:r¡ ¡s.
l{t'irrr¡rr('s() ('tt irruli's r'oll:rulr¡r'iz¿rcirir¡ <l<.N,l r¡stir.<lu l,orrvrr.
1.1)l)11)-
rlcls irr tlrr'l',:rrlv l\l,rrlcrr¡ \\irlrl ,ll(:1,.\ (:('nt('r l,rr l'¡'tlr ñ ll'itlr
( jcnlrrrvStrrlics, l,os,\rruclcs. l(X)7.\t'rsirirrt's¡lrrrollr: ..;l',rrr¡rt'zlrrr<lo
l'ltliliorrs, Wt:stliilist'll('s l iur(l('srnus(,r.lnl liir Krlnst tulrl Iir¡ltrrr-gc-
schiclrte y Éditions Klircksieck. Vcrsi<i. española: <lt' nrrcvr/ lll o<'lrso <lc los irrr¡lt'r'ios ('ll lrrs,\nli'r'it':rs cspilñ()l¿l y britá-
rle la Paz de westfári¿', rraducción cre Xavier Gil ptliol,
"E.ropa después nicu", trir<ltrt'r'i<ill rk' Marla B¿rlct:lls.
en prrrrorbor.
Reuista d'histüin modettta,núm. I g ( I ggg)
XII. "El Creco's Mediterranean: The Encounter of Civilizations", en
\T. "The seiztre of overseas Territories by the European powerso, lil Greco, ed. David Davies (National Gallery Publications, Londres,
e' 2003). Con la autorización de la National Gallery. Versión espariola:
T'he Eu'ropean Discouery of the w'orld ancl Its Economit L:ffects
on pre-Indus_
trial' soci,ety, 1500-1800, ed. Hans pohl (Franz steinei, stutrgart,lgg0), "El Mediterráneo de El Greco: el encuentro de civilizaciones>, tra-
y reimpreso en Thcories of Empire, r450-rg00,ed. Daüd Arrtltug. ducción deJuan Carlos Bayo.
larn-
eate, Kent, 1998, Variorurn, \,o1. 20). \.ersión española:
"La apropia_
ción de territorios de ultramar por las potencias.r.op.u.o, traducción XIII. "Court Society in Seventeenth-Centtrry Europe: Madrid, Brus-
de Marta Balcells. sels, London", publicado originalmente en versión española, "La
sociedad cortesana en la Europa del siglo xr,u: Madrid, Bruselas, Lon-
\{I. "Illusion and Disillusionment: Spain and the Indieso, creighton dres", tradtrcción de María Luisa Balseiro, en Velazquez, Rubens y Van
Lect.re, l99l (universityof London, rgg2). versión española: .En- Dyck. Pintores cortesanos del siglo xlrn, ed.Jonathan Brown (Museo del
Prado / Ediciones El Viso, Madrid, 1999), reimpresa enJohn H.
.qaño y desengaño: España y las Indiaso, traducción diuan carros
Bayo. Elliott, España en Europa. Estadios d¿ historia comprtrada (Universitat cle
Valéncia, 2002).
vIIL "Britain and Spain in America: colonists a'cl colonizeclo, sten-
ton Lecture, lg94 funiversity of Reacring, lgg4). versión española: f,I!."Appearance and Realityin the Spain ofVelázquez>>,ert Velá,zquez,
ed. Dawson W. Carr (National Gallery Publications, Londres, 2006).
"Inglaterra y España en América: colonizarlores y col..izados,, tra- Reimpreso en inglés con autorización de la National Gallery. Versión
ducción de Marta Balcells.
española: "Apariencia y realidad en la España de Velázq¡1sz", traduc-
IX. "King and Pa,triain the Hispanic world", publicado originalmen- ción deJuan Carlos Bayo.
te en versión española:
"Reyy patria en el munclo hispánico", trad.uc_
ciórr de Marta Balcells, en Er i.mperio subre.uado. Monarquía y naciones
en
España e Hispanoarnéricu,ed. víctor Mí'guez y Ma'uél (co.se- chust
jo Strperior de Investigaciones Científicas, Madrid, 2004).

X. "The Same World, Diff-erentWorldso, publicado originalmente


en
versión española: -Mundos parecidos, mu'dos distintoio, traducción
de Marta Balcells, en Mélanges de la casa d,e velázquez, núm. z4 (2004)
,
reimpresa como preámbulo a h[ezclad,o y sospechiso. Mouilidart e
id¿nti-
dades, Españay AmMca (sigros xtr-xrat),ecl. Gregorio
salinero (casa cle
Yelázquez, Madrid, 200b ) .

XI. "5¿¿¡¡itrgAfiesh? The Eclipse of Empire in British and spanish


America", conferencia pronunciada deniro del ciclo *Imperial
Mo_

t2 l:l
Ilustración p. 4. Georg Wezeler, Atlas sostiene la esftra arm'ilar, ca.
1530, a partir de un cartón atribuido a Bernard van Orley
(Palacio Real, Madrid @ Patrimonio Nacional)
I . Anónim o, El Escorial en construcción (Hatfreld House, Hert-
fordshire; por gentileza del marqués de Salisbury) . . . . . . . 62
2. Alzado del Templo de Salomón, grabado deJuan Bautista
Villalpando , De postrerna Ezechielis Prophetae Visione (1605) . . . 63
3. Juan Bautista Maíno, La recuperación de Bahía de Tbdos Los
Santos(MuseodelPrado, Madrid,zAkg-images). . . . . . . . . . 742
4. Frontispicio de Bernardo de Vargas Machuca, Miliciay des-
cripción de las Indias (Madrid, 1599) .. 185
5. Angelos Akotanto s, La Virgen Kardiotissa ( Museo Bizantino
y Cristiano, Atenas) .. 306
6. Atribuido a Nikolaos Tsafouris, LaVirgen "Madre dellaConso-
lazione" y san Francisco de Asís (Museo Bizantino y Cristiano,
Atenas) ...... 307
7. Tiziano, Felipe II, d,espués d¿ la uictoria de Lepanto, al cielo
ofrece
aI príncipe don Fernando (Museo del Prado, Madrid / Akg-ima-
ges,/ Erich Lessing) . . 313
8. El Greco, Adoración del nombre de Jesús (Monasterio de El
Escorial, Madrid / Giraudon / Bridgeman Art Library) . . . 315
9. El Greco, Martirio d¿ san Mauricio (Monasterio de El Escorial,
Madrid/Akg-images,/Erichlessing) .....318
10. El Greco, Vista y plano de Tbl¿do (Museo Casa del Greco, To-
ledo/ Akg-images,/Erichlessing) .......319
11. El Greco, El expolio de Cristo (Upton House, Warwickshire;
Bearsted Collection, National Trust @ NTPL / John Ham-
mond) . .. . ... 320


l:1. l',1 rlr'l Loltvt (', l';u ¡s
( ,l t'r ( ), ,lnlt)ttto tlt'( ,'ot,(n t ttltttt\ (Nlt¡sco
irtt:tg('s i li,r'it'lr l,t'ssittg)
,\1..q :i? I

l:i. \\'('n('('sl:rus I Ioll:rr'., l7,s/¿t rlrl lrtlrrt'io tl( \'l'ltilrltull rltstlt' lrt olt'rt
tn'illtt, rlel 'l'ri tn,esi.s ( Mtrsco Br-it¿inico, l-,{)l)ch-es / tsriclgcnr¿rn Ar-t
Libr-ary,) 330
l,+. Atribtriclo a Félix Castelo, Vistct, delAká,za,r cle Madrid (Museo
Municipal / Museo Ar-queolóeico Nacional, Madrid) 330 .

15. ,hónimo, Elpalacio de Coud,en,berg (Mr-rseo del Prado, Madrid) 331


16. YelázqLlez, El, conde-duque de Oliurrcs (Museu de Arte de Sáo
Paulo) . 336
17 . Rubens, Alngoña d,e h, Paz (National Gallery Londres / Bridge-
man Art l-,ibrary) 347 TT
18. Van Dyck, LordJohn Stuart y lord Bnnct'rd Stuart (National Gal- ,F-n 1989 publiqué un volumen de ensayos escogidos, Españay nt
lery, Londres / Rridseman Art Library) . 350 .
muzd,o ¡Isoo-t700¡, ruyuintención era ilustrar diversos aspectos de
19. Yeláz,qLtez, La Inmac'ula,do Concepción (National Gallery Lon- lni interés por el mundo hispánico en el transcurso de dos siglos crí-
dres / Bridsernan Art Library) 360 ticos, durante los cuales la historia de Europa se vio ensombrecida
20. Yelázquez, Cristo después de laflagela,ción contemplado Po', el alma por el poder españolr. La acogida dispensada a ese libro me ha ani-
una selección de
cri.stiana (National Gallery, Londres / Akg-images / Erich -udo a publicar esta continuación, que contiene
Lessing) . 361 escritos basados en artículos y conferencias fechados a partir de 1990'
21. Yelázquez, El bufón Pablo de Valladolid (Museo del Prado, La may oríaeran obras de circunstancias, preparadas originalmente
Madrid/ Akg-images/JosephMartin). .. 362 como participaciones en congresos o conferencias honoríficas, o
22. YelázqLLez, Luis de Góngore, (Muserrn) of Fine Arts, Boston / bien cómo contribuciones a homenajes a un colega historiador. Al
Akg-imases / Erich Lessirg) 368 publicarlos aquí, he eliminado en general las alusiones a lugares y per-
23. Atribuido a.|usepe L,eonardo, Vista clel Palacio del Buen futiro .oru, qrr. ....rltuban apropiaclas para la ocasión, Pero carentes de re-
en 1636-1637 (Patrirnonio Nacional / Akg-images) 36S) levancia directa para el tema. Por lo demás, con la excepción de unos
24. Carmen Blasco, Reconstrucción virtual del interior del Salón pocos cambios di vocabulario yla puesta al día de referencias biblio-
de Reinos (Carmen Blasco). 370 gráfrcas donde parecíaadecuado, he dejado los ensayos más o menos
25. Yelázquez, El prín,cipe Bal,tasar Carlos a caballo (Mtrseo del io-o estaban. Inevitablemente, se solaparán algo escritos que Pre-
Prado, Madrid / Akg-irnaqes / Erich Lessing) 37r tendían ser independientes, pero que comparten terreno comirn'
26. Yelázqlrez , FeliNte II;, rey d,e España (retrato de Fraga) (Frick
A pesar de que he tratado de eliminar repeticiones innecesarias, no
Collection, NuevaYork / Ak1-irnages / Joseph Martin) ono
3t3 ptrede evitarse que algunas alusiones y ejemplos reaParezcan, aunque
27. \'elázqlrez , La i,nfrtntct Mu,r'ga'r'ita en azul (Kunsthistorisches a., aonta*tos distintos. Buscar alternativas, quizá menos relevautes e
Museum, Viena / Akg-imases / Ettch Lessitg) 376 inmecliatas, hubiera sido una tarea fútil.
28. Yelázquez , El príncipe Felipe Próspero (Kunsthistorisches Mu- .¿Debería uno v<¡lver a dar a imprenta ensayos historiográficos que
seurn, Viena / Akg-imases / Ench Lessirg) 377 ya han sido publicados una vez?". Tál era la pregunta que, algo a la
29. YelázqLrez, Fel'ipe n' (National Gallery Londres / Gtraudon / áefensiva, pianteaba Hugh Trevor-Ropel- en Lrn volumen de estudios
Bridgeman Art Library) . .. 378 que da testimonio abundante de su maestría en el género como fc¡rma
30. Clharles Le Brtrn y Adam Frans van der Meule n, Entranista de
Felitrte N y Lu,is XN en la Isla de los Faisanes, el 7 de junio de 1660 I H. Elliott, Spain an¿ itsWot'kl, I 500-17011 New Haven (Connecticut) y Londres'
1.
(colección prir,,ada, Londres; Christie's Images Ltcl, 2000). 37e rcAOinrpnnoy su tírund,o ( 1500-1700), trad. Ángel Rive.o Ro¿ríguez y Xavier Gil Priol'
Mach'icl, Tatu-us, ?0071.

l6 t7
lrlr'¡ :r r i;r '. l',r r cl ¡rt cscr
lc lilrt o, ur ur ('\( ('1,( ior r rr los tt :rlr;r jr )s l)r ('\'r:u ¡ r('u
r sol¡l¡ llt lristol i:t rft'l',s¡llttrlr ¡tt l:t ¡lt illtt't:¡ l¡rit:rrlrft'lsi¡¡1, \\'ll (l:r l"s¡llt
tr'¡rrrlllir lrlos, tur:rs \'('( ('s ('u irr¡.¡lt:s \'()lr'rts t'tt r lrslt'llruto, r's l:r l)r'irn('r'lr rür rk.l r.()rrrlt-rlrrr¡rrr.<lt.( )livltrt's). l('nlll cl r'ltrtt¡l(' l,lll('lr(
ltlll('ltl('l)¡llll
<lt' lirs ( k¡nfi'r't'rr<'i:rs l):r< l't', r.rn ('i('l() allu:rl <[r:rlit::r<lo 1r su n)(:nl()r'ia, r¡rrt: rrrí sok¡. l,rls ¡rxrlrlctlllls (lll(' ilrr¡rlit irlxr llt irlvt'stig:tcitill t't'ittl tlt: t:tlvt:tr
pnrnrrnt:ié en Oxftrrcl er) octubre de 2007". He decidido mantenerla g:rrlttt'it, ¡lt'trr {alttlliótr l<¡ eratr lirs posibilicl¿rdes'
en sll fbrma original por estar estrechamente relacionada con algunas lll nlt.cli<l sigkr transcurrido desde entonces ha conocido una trans-
de las principales preocupaciones de Trevor-Ropery haber sido inspi- I r ¡r.ilr:rción asornbrosa. La transición
española alademocracia a me-
rada al menos en parte por su obra (véase capítulo II). Al responder <li¿tclos de la década de 1970 se vio acompañada por
la aparición
su propia pregunta, argumentaba que <ensayos [...] de tiempo, pro- <lt. una nueva hornada de historiadores que viajaban al extranjero
fundidad y tema tan diversos sólo pueden soportar la reimpresión si <.orr una frecuencia impensable paralageneración de
la Guerra civil
la filosofía del autor les confiere una unidad subyacente". En el pre- ysefijaroncomoobjetivoPonersealdíaresPectoalastendenciasdo-
sente caso, no sé hasta qué punto se puede decir que estos trabajos nrinantes en la historiografía internacional. La expansión de las
uni-
hizo
expresan una filosofía subyacente, si es que la hay. La medida en que versidades, posible gracias a una economía renovada y floreciente'
posean unidad se debe a que se derivan de mi ocupación con algunos que prolifeiurun l^ ittu.stigaciones. A consecuencia de esta evolución,
temas que me han atraído durante mucho tiempo y a que reflejan lo ta tristoriografía española compite hoy en igualdad de condiciones
las
que espero sea unaüsión unificada de los modos en que esos temas se con la de Jros paísás y sus representantes comparten las actitudes,
relacionan entre sí y con el proceso histórico como un todo. Aparte perspectiva, y.i l.ng.raje de una comunidad histórica internacional
de ello, todos los ensayos procuran presentar mis reflexiones y los re- donde se han integrado por completo'
sultados de mis investigaciones en forma que sea accesible a lectores La transformación de la historiografía española ha implicado na-
que quizá no compartan mis intereses especializados. turalmente Ia transformación del papel que los estudiosos extranjeros
Aunque los estudios reunidos en estevolumenvan mucho más allá pueden esperar tener al escribir una historia que no es la propia'
de España, su historia, sobre todo durante la edad moderna, ha segui- ilttuchos de éstos, conocidos en España como hispanistas en
general,
do siendo el foco de mis intereses. Como expliqué en España y su han hecho en el transcurso de los años contribuciones impresionan-
mundo ( 1500-1 700), mi afición por el lugar y su civilización nació como tes a la comprensión y el conocimiento de la literatura'
la historia y el
fruto de un üaje de seis semanas en las vacaciones de verano de 1950, arte hispánicos, y sin duda seguirán haciéndolo en los años venideros.
la actua-
durante el cual un grupo de estudiantes de licenciatura de Cambrid- Sin emúargo, el número de investigaciones emprendidas en
lidad por lás estudiosos españoles y su voluntad de volver la espalda
ge recorrimos la península lbérica3. Bajo las secuelas de la Guerra
CiüI, a pesar de los esfuerzos de un puñado de excelentes historiado- a la pieocupación tradicional de sus predecesores por
lo que perci-
que
res que trabajaban aislados en condiciones muy difíciles, la historio- bían como "lu dif.r.tt.iao o uel problema" de España han hecho
fin. Ya no hay ne-
grafía española estaba atrasada según criterios internacionales y los la era de los hispanistas haya tocado en verdad a su
de
ricos archivos del país se hallaban relativamente sin explotar. Fernand cesidad de acudir a investigadores extranjeros para llenar lagunas
Braudel, en su hito La Méditerranée et le monde méditerranéen d l'époque conocimiento, ni de proponer interpretaciones generadas por los
de Philippe II [El Mediterráneo y el rnundo mediternineo en la época de Fe- últimos desarrollos en el ámbito internacional. Los estudiosos espa-
Iipe IIl, publicado por primeravezen1949,habíarevelado algo de los ñoles son perfectamente caPaces de hacerlo por sí mismos'
Ha sidó un placer y un privilegio presencia¡ y vivir para contar,
ese
tesoros que esperaban a ser desenterrados, pero por aquel entonces
en la
había pocos investigadores sobre el terreno. Así pues, cuando a prin- proceso de transformación, un proceso que ha dejado su-huella
cipios de la década de 1950 emprendí en los archivos mis pesquisas selección y tratamiento de los temas estudiados en este libro. sin em-
bargo, sigo estando agradecido a la experiencia formativa de esos
aún
años tempranos .n qrr. vastas extensiones del pasado español
con-
estaban relativamente por explorar. En aquel entonces, el reto
I
H. R. Tievor-Roper, HistoticalEssays, Londres, 1957, p.\'.
tra-
sistía en abrirse paso a través de las barreras de interpretaciones
.t
Véase nota de los traductores al principio del cap. 2 de este libro.
o
.)
J. H. Elliott , S'pain and, its World, p. ix lEspaña y su mundo ( 1500-1700), p. 1 II.

r8 r9
rl¡r io¡¡:tlcs \'( ()ns(.!liln olt:ts nu(.\,:rs r¡ttt.:tlr.:tttz:lr.lur (.( () llurlo r.r¡ l:t
[',slllttilr < t'l't'tt<lit <lt'lil'itttt'<l ('()ilr() ('D lur rnt¡Drlr¡ ('xl(.1'r()l (lu(' l(.llr¿t lrrl
li¡lcllt'losr\ttslti:tsr¡ttclcsttrcrlictot¡fttcl:trtt:¡\'r¡r nr()lr:u(llu;r(()nr
cotljttnto clistirlto de itrtereses histriric<ls, ¿rclt:nr¿is <lc rura visi<irr ¿r nlrr l)u('slll rlr'( )<'<'i<l<'trlt', <'ortslilr¡i<Lr ¡xll rrrr t orrr¡llcj<¡ rl<' r't'irros r'¡rrrrvirr-
< ils <'rr llr
ntrdo distorsionada cle España y su historia. ll<'rrírrsrrlir Ib<:l'ir'¿r y r:l rcsto <lc l.irrropa, ¿trIt:rn:is rle los
rkrniui<¡s ¡rrnt'r'ir:arr<¡s, "erl llnperio clc las lndias" (capítulo IX). Espa-
Esa clistorsión provenía de un sentido largamente arraigado
del rlrr tirrnl¡ii'n fonn¿lba parte cle una comunidad atlántica en desarrollo
excepcionalismo español. Aunque parte de él estaba inspiraclo e' el
r¡rr<' irrici:rhnente ella misma había creado en gran parte, al tomar la
romanticismo d cimonónico, en gran medida era de cosácha propia,
irrici¿rliv¿r en c¿rptura¡ subvugary colonizar extensas regiones de te-
fi'to en particular de la desesperación del país anre lo que se p.r.ibíu
rriror-io al otro lado del océano (capítulo VI). El mundo europeo en
como la constante incapacidad cle España para llevar a cabo la transi-
<¡rrt' lisparia tenía un papel protagonistay el de ultramar que trataba
ción a la modernidad lograda lareo tiempo atrás por los clemás estados
rlt' incorporar a sll esfera de influencia son dos de los explorados
nacionales. con u'a hábil inversión, el régimen del general Franco
rlt'srle distintas perspectivas en estos ensayos. España, Europa y las
reinterpretó el fracaso como si fuera un éxito. sólo E.spaña había lo-
,\nlór'icas eran comunidades entrelazadas y sus historias no deberían
grado resistir la tentación de sucumbir a los cantos de sirena del libe-
r r)il l) tenerse separadas.
ralisrno y el ateísmo para mantenerse fiel a los valores eternos que
l,a búsqueda de conexiones es parte esencial de la empresa histo-
tladicionalmente se había esforzado en clefender. El régimen, pues,
rir¡sráfica y también un modo de contrarrestar el excepcionalismo
se enorgullecía de proclamar que
"España es difererlte>. De hecho, (f uc emponzoñala escritura sobre historia nacional. Una red de rela-
toclos los países s ver a sí mismos como excepcionales de alqúrn modo,
ciones (diplomáticas, religiosas, comerciales y personales) enlazaba
pero el excepcionalismo español, utilizado como recurso para explicar
It'r'ritorios y gentes en la Europa de la edad moderna, trascendienclo
la desviación de España,parabien o para mal, respecto al camino to-
lr'ontelas y salvando límites políticos e ideológicos. También se exten-
mado por otras sociedades occidentales, estaba firmemente atrinche-
<lía a través del Atlántico a medida que las comunidades colonizadoras
rado en la época er que comencé por primeravezai'vestigar en los
st: establecían y maduraban en las Américas e intentaban definir su
archivos peninsulares. Los resultados de esas indagaciones,ju'to a mis
Irrsar en el mundo (capítulo X). La cultura de la imprenta, en rápido
amplias lecturas sobre historia británica y erlropea para mi docencia
rlcsarrollo, hizo a los europeos más conscientes los unos de los otros
universitaria, me convencieron de que en realidad la España clel si-
v tarnbién de los países más allá cle los confines cle la cristiandad. Los
glo xrat pprardaba muchas afinidades con otros estados clel continente.
Al examirrar aspectos de su pasad.o, ya fuera en libros o en artículos, ¡rríncipes y estaclistas seguían cadavez rnás de cerca las actividades cle
srrs rivales y contemporáneos y no dudaban en copiarse mLltuarnente
he tratado cor'lstantemente de situarlos, donde resultaba aclecuado,
rnétodos y prácticas cuando convenía a sus propios fines. En el mun-
dentro del contexto más amplio del mundo occidental.
rlo altamente competitivo del sistema de estados europeo en desarro-
Este emperlo me ha hecho reflexionar sobre la natnrale za d,e la
llo, la imitación resultaba natural, sobre todo entre aquellos que se
historia nacional y la mejor ma'era de abordarla. A pesar cle los es-
sentían en situación de relativa desventaja. Así pues, aprender del
firerzos de muchos historiadores por tratarlas como tales,'ing,na
t'nemigo, corno indica mi tratamiento de las relaciones anglo-espa-
nación es una isla-. La Esparla de la edad rnoderna fbrmaba parte cle
riolas (capítulo II), se convirtió en un rasgo de la vida internacional.
una conlunidad europea que era un mosaico de entidacles políticas
La predisposición a imitar a los vecinos y rivales cobró aún mayor
que iba' desde citrclades-estado y repúrblicas hasta mona.q.riu, .orr-
vigor por el hecho de que la imprentahizo posible que nuevas doc-
puestas supranaciorlales, tema de uno de los ensavos de este libro
trinas e ideas, como la filosofía neoestoica deJusto Lipsio o las teorías
(capítulo I). De hecho, la mo.arquía hispánica gobernada p.r Fe-
rle Giovanni Botero sobre la naturaleza del poder y la conservación
cle los estados, encontraran púrblico por tocla Europa y moldearan las

"' Alttsititl a las palabt'as IIo rnr¿n'i.s c¿n, isl,and,,.Ning'tin ¿rctitudes de toda una generación, independientemente de su afilia-
hornSr-e es ¡¡a isla", de la
'tt
'lletlilar'¿rín It del poeta v predicackrr inglésJohn Donire (1b72-1631 ) , casi pl'ovel'bia-
ción nacional o religiosa. Las clases dirigentes del continente, inspi-
les en cl rnrrndo zrnglof()no. radas por un mismo legado clásico y cristiano y suietas a un conjunto

'20
('()llllill rl<'iltllttt'tt<'i:ts, o¡lt't'rtllrur <lt'rrllo rlr.r¡rr ('()ul(.x'lo i¡rlr.lr.r
l¡:rl lr:r\'('s<lcl lit'trr¡rot't'l t's¡ltciot'llrs lirr¡it¡trl¡rslrsr¡r icrl:rrlcs( ()n un uriu
(ltl(] c()lIlp¿ll'líarl. Hrl ('()llsccllor)('iir, srrs ir<'lilrr<k's y ¡.:r<.r.iorr<.s, 1sí r.r¡rrrr¡ (ot-i('r)l.iuili<o1'r'trrttol<igir'<¡rruis()nr('u()ssir¡rillrr vit'rrt'rlictrrrllr¡rolr'l
las políticas que adoptaban, tendía. a segrrir lí'eas e' r¿c'cr-ar
sil.i- f i¡lo rlt'r'rrcsliont's
¡rl:rrtlc:r<lirs. l,os invcstigir<lorr:s rlt'l¿rs cicllcias so-
lares. Aunque la Europa posterior arapaz dewestfalia, surgida
de los < i:rlt's
l)uc(l('r) tcnrlcr a lávorecer las prirneras y los historiadores las
trastornos de mediados del siglo xvrr, continuaba siendo unlontinen- riltirnirs, l)cr'() runbas elecciones poseen validez dentro de sus propios
te dividido en muchos aspectos, también tenía muchos rasgos
comu- I rinlr irros rlc rel'erencia.
nes (capítulo v). No sólo las élites, sin embargo, estaban exluestas al l.lrr t'rralquie r caso, sea cual fuere la decisión, sobre toda tentativa
impacto de información e ideas nuevas.
¿Hasta qué punto fr..or, ..o, r l<' <'ornparación se cierne el peligro de que la búsqueda de similitudes
trastornos de mediada la centuria, hoy denominadás en conjunto ora llt'r,t' ir srrbestimar las discrepancias. En todo trabajo contrastivo, la
crisis general del siglo xvr' (capítulos III y r$, er resultad.o de un irlt'ntificación de diferencias es al menos tan importante como el
virus revolucionario que se propagaba por todo el continente y crea- rlcst'rrbrimiento de semejanzas. La constatación de que en muchos
ba focos de infección a los que ningún grupo social era inmune?
:rsl)('('t()s España no era tan diferente de otros estados europeos como
si trazar conexiones puede contribuir aacabat con el excepciona- sc srr¡ronía tradicionalmente ha contribuido a devolverla a la corrien-
lismo al que tan propensa a sucumbir es la escritura de historia nacio- tr' ¡r'incipal de la historia e historiografía occidentales, con claros
nal,realizar comparaciones puede desempeñar una función pareci- lrt'ncficios para nuestra comprensión del pasado no sólo del país sino
daa. En fecha tan lejana como 1928, Marc Bloch hizo un
elocuente t¿rrlrllién del continente. Con todo, dejar borrosas las diferencias pue-
llamamiento a favor de una historia comparada de las sociedades rlc llcvar como exagerarlas con un énfasis excesivo
europeas5. Desde entonces, los historiadores se han mostrad.o ^tantadistorsión
más cn t:l carácter excepcional de la experiencia nacional. En aproxima-
inclinados aalabar las ürtudes de la historia comparada que a culti- cir¡nes recientes a la historia de España, se corre el riesgo de que el
varla. Su vacilación, aunque lamentable, no deja dá ser comprensible.
¡rí'rrclulo oscile demasiado lejos hacia el otro extremo. Después de
La escritura de historia comparada presenta numerosos problemas, torlo, la España del siglo xvI fue única entre los estados de la Europa
tanto técnicos como conceptuales.. Hayque dominar una Libhografía o<'cidental en tener dentro de sus fronteras una numerosa minoría
inmensa y en rápido crecimiento, no sóro de una sociedad o estado, tilnica en su mayor parte sin asimilar, la cual, a pesar de su conversión
sino de dos o más. El material publicado es inevitablemente desigual rrominal al cristianismo, continuaba aferrada a su fe y costumbres is-
en calidad y profundidad, ro que complica ratareade realizar compa- liirnicas tradicionales. También era única en la posesión de un impe-
raciones que se hallen libres de prejuicios y distorsiones. Támpoco rit-¡ de ultramar poblado por millones de habitantes indígenas con sus
resulta siempre claro qué unidades es mejor sereccionar para fines
¡rropios sistemas de creencias y formas de organización social; un
comparativos, si bien es de suponer que la alternatiuu.nti. las com- irnperio, además, donde se descubrieron el oro y la plata tan codicia-
paraciones en términos generales que se extienden ampliamente rlos por los europeos en cantidades que excedían sus sueños más
a
desmedidos, pero que demasiado a menudo se convirtió en escoria a
ojo de los mismos españoles (capítulo VII). Estas diferencias por sí
a Véase mi National
and-Cor,nfgmtlue Hístory: An Inaugural Lecturc Deliuerert b¿fore the solas tuvieron profundas consecuencias para el gobierno y la sociedad
uniaersity of oxford on l0 Mq 1991, oxford,, clarendon"press, 199r.
La cantidad de de España y contribuyeron decisivamente a que el país se adentrara
alusiones circunstanciales de esta lección inauglrrar la hace poco
adecuada para s'
reproducción en este volnmen, pero he retomido algunos de sus argumentos
al es-
en la edad moderna por una senda distinta al camino seguido por los
cribir este prefacio. estados vecinos.
5 Marc Bloch, .Pour^u^ne histoire
comparée des sociétés européennes,, Retne d¿ La identificación de diferencias no es suficiente por sí misma. Una
synthise historique,46 (1928), pp. lb-30 ["A favor de una historia

,
comparada cle las
vez establecidas, tanto las semejanzas como las disimilitudes han de
':Ti:,:;:iK::r:'í:;:*,#l?:T#:: ser explicadas. La perspectiva comparada, al llevar de la identificación
blicado de mi lección inaugural. a la búsqueda de interpretaciones, es un valioso instrumento para
en Michael Kammen
(ecr.),ThepastBefme(Js,Ithaca (Nueva""*,,oi,iá31#story>' poner a prueba las hipótesis al uso, formular otras nuevas y derribar

22 23
slllx)sl(l()ll('sItlt<lir'iotl:tl<'s(ltt('¡rtrt'rlt'rrcsl¿u lrorrl¡unr.l¡lr.:uI¿ti,l¿t(l:t¡i l,r (lu('t¡rc lt:tsl:rrlr':rl lrrsliltttr¡ rlc l'.slrrrlios,\r'.rrrz,rrl,rs rlr' I'l ilrr cloll
(:r) l¿r i(l('¿r (lu(' rrr)¿l so<'it'<l¿r<l lit.rrt.<lt'sí nlisnllr,. s<.
lr.rrt:r rlt. rrrr <.rrl<l<¡rrt, crr l1l7ll. l,rr¡lrrj:rrrzl<lt'lrrlrislorirrrl<'l ilrl('('nl'rirr¡r'torrlrr<'rnr:r<iclr-
que aparece en rnuchos de los clts¿Iy()s clt: cstt: lillrrr. Irrs¡lixi llri (t.lrla- t(' \ rn(' ltizo cont¡rt't'rt<[<'t' llt ittrprlt lltncilt <lt' lr<'t't'< rtltttc lrl ¡llrsrtt[o a
tiva de estudiar en paralelo las carreras de los cl<¡s estadistas que cliri-
tr :rvrls <lc srrs int¿iucncs ilsí c()nl(), lrr?is ('()r)ve lrcion¿llrnt:nte , a trar,és de
gieron las fortunas de Francia y España en las décadas de l620 y 1630, l.r ¡ rlrl:rlrr-a t'sr:rit¿r.
el cardenal Richelieu y el conde-duque de olivares respectivamentes, '
li rvc lrr lirrtnna cle vivir-en el vecindario del mayor experto enVeláz-
y en tiempos más recientes me llevó a emprend.er.r.rá.o-puración ,
¡rrcz r l<' I.lst¿rdos Uniclos,Jonathan Brown. Después de muchas gratas
sistemática a gran escala de los imperios español y británico en Amé- , ,,nvo srciones sobre distintos aspectos del arte y la historia del arte
rica,parael cual sirvió de prueba el artícuro incluido en este volumen crr l;r l,)s¡rzrña del siglo xvtl, ambos decidimos emprender un pl'ovecto
sobre colonizadores y colonizados (capítulo VIII¡0. Me gustaría pen_ , r r r ol¿rlror:rción que nos permitiría allnar nuestras respectivas com-
sar que este trabajo estableció una relación más estrecha entre un
¡rctt'rr< ias. fl,scogimos como tema el Buen Retiro, el palacio de recreo
cuarteto de mundos (el europeo y el americano, el español y el britá- r r ¡r rst rrri(l<) por el conde-duque de Olivares para el rey Felipe [V en
nico) demasiado a menudo compartimentados, sin minimizar al mis- l.rs rrlr rcr'¿rs de Madrid en la década de 1630. El libro resultante, Un pa-
mo tiempo las numerosas diferencias entre ellos. En el capítulo XI, Ittt itt lttrrr, el rey: cl Buen Retiro y la corte de Felilte IVo, fue una tentativa
sobre el eclipse del imperio en las Américas españolay británica, in- rlr' ¡rr'o<ltrcir una "historia total", que abarcara tanto el palacio en sí
tento identificar algunas de estas divergencias y buscar explicaciones ( onr() t'l contexto, en su sentido más amplio, en que fue eclificado y
para ellas. r rs;rr lr r. Oornprendía el estudio no sólo de la economíayla política de

exploran aspectos d.e estos cuatro mundos, alavez


Si estos ensayos
l;r r orrstLr.lcción palaciega, sino también del mecenazgoylacultura
parecidos y diferentes, también abordan otro que me ha interesado r lc l:r <'<¡r-te, así como de las relaciones de los artistas y hombres de
durante mucho tiempo: el del arte. Mi primeia visita al Museo del It'tns corl la corona, las clases clirigentes y la sociedad de la que for-
Prado en el verano de l9b0 fue una revelación, sobre todo porque nurlxrr) parte.
abrió mis ojos a la grandezadeyelázquez.yaen una fase temprana l)t'scle la publicación de ese libro, Ia historia del arte ha ampliaclo
de mis investigaciones me di cuenta de que el arte y la cultura eran ('n()r'lnenlente su territorio y la contextualización de las viclas y las
parte integral de la historia que qu ría co'ta4 pues el periodo que ha olnrs rle los artistas se ha hecho habitual. En consecuellcia, se rne ha
sido considerado traclicionalmente como el de la deiadencia de Es-
¡rt'r lirlo que contribuya a los catálogos de cierto número cle importan-
paña es también conocido como la edad de oro de sus artes creativas. tt's t'xposiciones internacionales. En todas las ocasiones se lne solici-
No era fácil, sin embargo, ver cómo se podía alcanzar la integración trrlr¿r una explicación accesible del entorno cultural, político y social
de estas dos caras tan diferentes del siglo xvlr hispánico. La naturale- ('u (lue el artista vivía y trabajaba, tura explicación que enriqueciera
za exacta de la relación entre los logros culturales d.e una sociedad y
l:r <'omprensión y la apreciación por parte del pirblico de las obras
su ventura (o desventura) política económica siempre ha sid.o escu-
cxllibidas. Tres de esas contribuciones a catálogos se reimprirnen en
rridiza y el problema no había ocupado seriamente mi atención has- cslr'l'olumen: dos para sendas exposiciones celebradas en la National
( )¿rllerv de Londres (capítulos XII y XIV) y la otra para una en el Mu-
sr'o del Prado (capítulo XIII). Aunque ninguna tiene pretensiones
' s.brc el método comparado co'o urst^lmento par-a po'er a prueba hipótesis,
véase Willianr H. Sewell,Jr'., "Marc Bloch and the Logiá of Compu.,.iir= History", l7¿¡_ <lt: originalidad, todas ellas tratan de reunir e integrar información
tory ond fheorl,6 (1967), pp. 208-218. (lue se halla a menudo inconexa.
u H. Elliott, Richelielu
J. and, ori.aares, cambridge, cambridge uniyersity press,
1984, reinrpr. l99l lRichelieu,¡ oliuares, trad. Rafaél Sánchez üurrt..o, Bar.celona,
Crítica, 1984, reimpr. 20021.
o
H. Elliott, Empires of the Atlantic world,: Britain arul spain in America, t4g2-Igi0, r0
-, J_ Jonathan Brown yJohn H. Elliott, A Pakr,ce for a King: 'I-h,e Buen futiro and the
New Haven (connecticut) y Lo'dres, yale university press, z0oo
llmpnios d¿l mundo Oourt of Pltilip II{ New Haven (Connecticut) y Londres, Yale Universitv Press, lf)80;
r¿tlántico: España y Gran.Bretaña, en Amériut (1492-1g30), trad. Mar-ta
Bálcells, Madrid, ecln. r'er'. y anrpliada 2003 lUtt pa.ktcio para elrey. I)l Bum Retiro 1 la corte. tle I'elip¿ I\r, trad.
Táurus, 20061.
Vicente Lleri v Nlaría Luisa Balseiro, Maclrid, Taurus, 20031 .

'21 '27-t
Si lrirv urt llr<¡livr¡ r'<¡rttlttclr¡r'r'll tlt't'slt'\,olrul¡r'l¡, r'sl¡rr
l<¡s ('lls¡ry()s
encucnl-rc on rni aspir:rcion ¿r rcl¿rci()niu'y c()nll)irral'. lln los
r'() (lr,rc s(:
últimos años,la prolif'eración de investigaciones combinada con un PruUERA PARTE
grado excesivo de especialización ha conducido a menudo a una re-
ducción en los enfoques y a un nivel de concentración en las minucias
que hacen dificil apreciar las relaciones con el panorama más amplio.
Aún más recientemente, y al menos en parte como reacción, se nos
han ofrecido estudios macrohistóricos que recorren de forma emo-
cionante, aunque vertiginosa, continentes y pueblos a costa de algo
de esa nitidez que sólo se puede obtener con reconocimientos más
cercanos al suelo. Espero haber conseguido en estos ensayos cierto
equilibrio entre ambas aproximaciones al abordar problemas que
creo de importancia e interés general y al mismo tiempo anclarlos en
contextos históricos específicos conformados por el tiempo y el espa-
EunoPA
cio. El distinguido historiador francés Emmanuel Le Roy Ladurie
clasificó una vez los historiadores en paracaidistas y cazadores de tru-
faslr. Me gustaría pensar en este volumen como en la obra de un pa-
racaidista con unas cuantas trufas en su mochila.

ll Cuando Ie pedí a Ladurie la referencia hace algunos años, no pudo recordar-


la, pero me afirmó que podía citarle con seguridad (carta al autor, 4 de mayo de 1999).
Se trata del contraste entre los paracaidistas que realizan una batida en vastas áreas de
territorio, como los soldados franceses en Argelia en torno a 1960, y los buscadores
de trufas que sacan alaluz tesoros enterrados.

26
CnpÍ'I'uL() I

UNn EunopA DE MoNAReuÍ.ds coMpUESTAS

r]r
Í-l .orr..pto de Europa implica unidad. La realidad de Europa, es-
¡rt'cialmente tal como se ha desarrollado en los últimos quinientos
rrños más o menos, revela un grado acusado de desunión, derivado
<lt:l establecimiento de lo que ha llegado a considerarse el rasgo ca-
rircterístico de la organización política europea en contraste con la
rle otras civilizaciones: un sistema competitivo de estados-nación te-
rritoriales y soberanos. "F{acia 1300 Strayer en un
-escribióJoseph
libro pequeño pero muy perspi caz- resultaba evidente que la forma
¡rolítica dominante en la Europa occidental iba a ser el estado sobe-
rano: el Imperio universal nunca había sido más que un sueño; la
Iglesia universal se veía forzada a admitir que la defensa del estado
individual tenía prioridad sobre las libertades eclesiásticas y las rei-
vindicaciones de la cristiandad. La lealtad al estado era más fuerte
que cualquier otra y estaba adoptando para algunas personas (en su
mayoría funcionarios gubernamentales ) ciertas conn otaciones de
patriotismo>r.
Aquí tenemos en fase embrionaria los temas que componen el
programa de la mayor parte de la escritura de la historia en los si-
glos xx y xx sobre el devenir político de la Europa moderna y con-
temporánea: el derrumbamiento de cualquierperspectiva de unidad
europea basada en el dominio de un "Imperio universal" o una "Igle-
sia universal", seguido por el fracaso predeterminado de todos los
intentos ulteriores de alcanzar tal unidad por medio de uno u otro de
estos dos elementos, y el largo, lento y a menudo tortuoso proceso por

1
Joseph Strayer, On the Med,ieual Origtns of the Modnn State,Princeton (NuevaJer-
sey), Princeton University Press, 1970 lSobre los orígenes medieaales d,el Estado moderno,
trad. Horacio Vázquez Rial, Barcelona, Ariel, l98lL p. 57.

2!)
cl r u:tl :tlgttttos cslltrlos solx'ruros in(l('l)t'rrrlicrrlcs logtrr orr rl<'f irrir rlcsrlclnrs('(lot ittcs¡rct:rrlo¡lororlcs¡rrrcsrlcllrScgrrrrrl;r(lr¡r'll:tl\'lllt
srrs f rrrrlt'r'irs lt'r'r'il<¡r'ilrl('s lr'('nt(: ¿l sus \,('('ir)()s (' inrl)()n('r'r,tr)ir ¿ltrt()l'idad rl¡;¡l,r'rt:urrkl lictn:utrl lllirtrrk'l lllf.lunr('nl(;('n I1l.l1l(llr(',('()n ll rt'lrcli-
('('r)trirliza(l:r sobrc sus poblacioncs stibclitas, rnientras que al mismo r.rr iorr cr'ottr¡lttir':t rlc lrls sigl<ls xv y xvl, lit coytrrrlrrr'rr l)lso ¡t s(:r'<('()n-
tiempo proporcionaban un fbco de lealtad a través del establecimien- \rst('lrl('nr('lltc firv<lrablt: ¿r los estad()s f{ran(les () lnuy graltdes, a los
to de un consenso nacional que trascendía las lealtades locales. "\r rp('l'('sl:r(los" qrr<: hoy se vuelven a considerar como la pauta para el
Como resultado de este proceso, una Europa que en 1500 estaba Ir r tr ¡, rl<'l lnisnro rnodo que parecieron serlo brevemente a princi-
rr r

compuesta de .unas quinientas unidades políticas más o menos inde- ¡rios lcl rsiglo xvrtt, cuando Rusia se expandía bajo Pedro el Grande y
pendientes" se había transformado hacia 1900 en una Europa de \(' l)r o\/('('t¿lba rrna unión dinástica como mínimo entre la Francia de
I ,rris X lV y la España de Felipe V"a.
"aproximadamente veinticincoo2, entre las cuales se consideraban las
más fuertes aquellas que habían conseguido el mayor grado de inte- L:r i<lt:¿r cle Braudel de que la historia es favorable o desfavorable
gración como estados-naciones con todas las de la ley. Todavía sobre- .rltcr rurlivarnente a extensas formaciones políticas no parece haber
vivían anomalías (sobre todo la monarquía austro-húngara), pero su cst i r r r r r Irrrlo muchas investigaciones entre los historiadores económi-
condición de tales quedó ampliamente confirmada por los aconteci- . r\ \' Irolíticos, acaso por la dificultad inherente de calcular el tamaño
mientos del cataclismo que fue la Primera Guerra Mundial. El subsi- ,¡rtirrro rlc una unidad territorial en un momento histórico dado.
guiente triunfo del "principio de nacionalidad" en el Tratado de Ver- l.rrrr¡xrco las implicaciones de la recuperación de la idea imperial por
salles de 19193 pareció ratificar el estado'nación como la culminación ¡
r.r r I <' r k' (larlos V, sob e cuya importancia insistió Frances Yates, pa-

lógira, y de hecho necesaria, de mil años de historia europea. r ('( ('n lraber sido aceptadas del todo por los historiadores del pensa-

Epocas diferentes conllevan perspectivas diferentes. Lo que pare- ¡¡ricrrto ¡lolítico5. Las ideas sobre el estado territorial soberano siguen
cía lógico, necesario y hasta deseable a finales del siglo xIX parece srlr rr k ¡ r'l principal foco de atención en las üsiones de conjunto sobre
menos lógico y necesario, yun tanto menos deseable, desde nuestra l.r tcor'í:r política de la edad moderna, a expensas de otras tradiciones
priülegiada atalaya de principios del xxI. El desarrollo, por una parte, r u(' s(' ocupaban de formas alternativas de organización política des-
f

de organizaciones económicas y políticas multinacionales y, por otra, ¡rr rr:s r'onsideradas anacrónicas en una Europa que había vuelto las
el resurgimiento tanto de nacionalidades "suprimidas> como de iden- cs¡rrr l<las a la monarquía universalo y había subsumido sus particula-
tidades locales y regionales medio sumergidas han ejercido presiones r rsrrros locales en estados-nación unitarios.
,lr r I re estas formas alternativas de organización política, una
simultáneas sobre el estado-nación desde arribay desde abqjo. Estos f que
dos procesos, sin duda relacionados de formas que habrán de diluci- lrrr srrs<:itado especial interés en los últimos años ha sido el
"estado
dar futuras generaciones de historiadores, han de acabar por poner r orrr¡xresto"7. Este interés debe ciertamente algo a la preocupación
en tela de juicio las interpretaciones al uso de la historia europea,
concebida desde el punto de vista de un avance inexorable hacia un
¡
l.'r'rrrand Braudel, La Méd,itenanée et l¿ mond¿ rnéditerranáen d, l'e.poquc d,e Philippe II,
sistema de estados-nación soberanos.
ll vr rls. l)rrrís, A. Colin, 1949 [El Mediterróneo, el rnundo mediterráineo m la,Qoca dc Felipe
Este proceso de reinterpretación histórica implica claramente una //. tr:r<[. Mario Monteforte Toledo y Wenceslao Roces, 2 vols., México, Fondo de Cul-
nueva evaluación de intentos más tempranos de organizar entidades t r ¡ r :r l,i'onómica,
19801 , p. 508.

políticas supranacionales. A decir verdad, uno de tales intentos, el '


I'rances Yates, "Charles V and the Idea of Empire>, en su Astraea: The Imprrial
I ltrtnt'in the Sixteenth Century, Londres, Routledge & Kegan Paul, 1975, p. 1.
imperio de Carlos V en el siglo xvt, obtuvo una aprobación a medias
" l'¿rra un estudio del tema de la monarquía universal, véase Franz Bosbach, Mo-
tttt ¡t h iu (-lniae¡salis. Ein politischer Leitbegriff d,erfrühen Neuzeit, Gotinga, Vandenhoeck &
lirr¡rr t'cht, 1988.
2 Charles Tilll', '
"Reflections on the History ofEuropean State-Making" en Charles "Estado compuesto> (cornposite state) fue el término usado por H. G. Koenigs-
Tilly (ed.), TheFormati.onof NationalStatesinWestemEurope,Princeton (NuevaJersey), l,( r u('r' e¡r 1975 en su lección de inauguración de la cátedra de historia en el King's
( lr rllt'st¡ de Londres: H. G. Koenigsberger,
Princeton University Press, 1975, p. 15. "Dominium regale or Dominium politicum et
3 Eric Hobsbawm, Nations and, Nationalism since 1780, Cambridge, Cambridge trgulo,, en st Politicians and, Virtuosi: Essays on Early Mod,ern History, Londres, Hamble-
University Press, 1990, p. 131 fNaciones,¡ nacionalisrno desd¿ 1780, tad.Jordi Beltran, r lor r Press, 1986. Conrad Russell, al aplicar el concepto a la historia británica, prefiere

Barcelona, Crítica, 7992, p. 1 42). lr:rlrlirrcle"reinosmúltiples" (multipkkingdonzs):r'éase,porejemplo,ConradRussell,

30 3l
.r( lu;rl('urol)(':t lrot l:t uni(,n lcrlt'l:rl Vr onlcrlr.r:rl.:r nrr.rlrrl,r (lu(.n:t Ir:r l()(l:t1'r:r ('s('lr( iltlttt('ttl('( (ttttlttl('rilrr s('l¡ltlil:ll):l:l:tf-ll('l-l:ll llll ( ('lll
riotlrlirlrtrlcscrtl<'tt¡trl¡tst'rrclt'r'nlirll()rlr rlilsul)('rli(it'¡l:rlrrt'tllunlrr' ¡rorrcrrlt'nlis:r:r(lrt('llos <¡rrt'\'ll ('rilltl)¡ltt l)lt('sl(tti ('ll ritl lttq:tt.
stt ltturtl'rtl sols, ¡rt:xr littttlriritt r t'llt'i:r urr r'('('()n(x'inrit'nl<¡ Irisl<iri< t¡ c:xla Si l:r l,,rrl o¡rlr <k'l sigkl xvt ('¡'¿r ur)1r l'lul ()l)l (l(' ('sl1r(l()s ('()tl)l)tt('iit()s,
vcz nrayor cle lir
ve rclarl cn r¡rrc se b¿tsa la afinrraci<in rlc Koenigsbcrger .n r ot'xrsl('n('ril ('()lr un:r rnir'ía(l¿r dc turiclirrlcs tcrritorilrles yjurisdic-
de que "la mayoría de los estados del periodo rnoderno fireron esta- , r, ¡n:rl<'s rruis ¡x'r¡ttt:ñas qtte guardaban celosamente su estatus inde-
dos compuestos,los cuales incluían más de un país bajo el dominio ¡r.rrrlicrrlt', r'('sull¿t trecesario evaluar su historia desde este punto de
de un solo soberano". Koenigsberger clasifica estos estados en dos vrst:r rrris <lrrt: rlesde la perspectiva de la agrupación de estados-nación
categorías: en primer lugar, los estados compuestos separados entre rnrirrrr ios <¡rre llegaría a ser más tarde. Es bastante fácil suponer que
sí por otros estados o por el mar, como la monarquía de los Habsbur- .l cstlr< k r ('()rnpuesto cle la edad moderna no fue más que una parada
go españoles, la monarquía de los Hohenzollern de Brandeburgo- rrrrcr rnt'<li¿r y obligada en el camino que llevaba a la estatalidad unita-
Prusia o la corona inglesa con su dominio sobre Irlanda; en segundo r r.r, lx'11) no debería darse por sentado que a caballo entre los siglos xv
Iugar, los estados compuestos contiguos, como Inglaterra y Gales, r \\'r ristt' cra ya el destino final del trayecto.
Piamonte y Saboya o Poloniay Lituanias. I ,:r crt'irción en la Europa occidental medieval de algunas unidades
En el periodo de la edad moderna sobre el que escribe Koenigs- r, rlr tir':rs arnplias (Francia, Inglaterra, Castilla) que lograron construir
¡

berger, algunos estados compuestos, como Borgoña y la Unión de \ nr:urt('ner lur aparato administrativo relativamente fuerte y que se
Kalmar escandinava, ya se habían disuelto o estaban a punto de ha- cierto sentido de la unidad colectiva, alavezque lo fomen-
,rlrr rr':¡l¡rrn en
cerlo, mientras que otros, como el Sacro Imperio Romano, luchaban r.rlr:¡n, ir¡rtrntaba ciertamente en una dirección unitaria con firmeza.
por su supen'ivencia. Por otro lado, fueron los sucesores imperiales No olrslrurte, la ambición dinástica, derivada de un seutido de la familia
de Carlos V provenientes de la rama austriaca de los Habsburgo, l c l ¡ xrt rirnonio hondamente arraigado en Europa, estaba por encima
quienes iban a formar con slls propios reinos heredados y tierras pa- r lc lrrs tt'rrd€ncias unitariasy arnenazaba constantemente, por su conti-
trimoniales un estado cuyo carácter compuesto perduraría hasta su rrrrrr lxisqueda de nuevas adquisiciones territoriales, con disolver la
final. Aunque algunos estados modernos eran claramente más com- r r ¡lrcsi<¡rr interna que se estaba alcanzando con tanto trabaio.
puestos qrre otros, el mosaico de pa¡s d'électionsy pays d'états enla I'lrra nnos monarcas preocupados por el engrandecimiento, la
Francia de los Valois y de los Borbones es recordatorio de un proceso , rcrr<'i<in de estados compuestos parecía un camino fácil y natural
histórico que se volvería a repetir cuando Luis XIII unió formalmen- I ¡r' i¿r ¿rdelante. Nuevas adquisiciones territoriales signifi caban un
r:

te el principado de Béarlt a Francia en 1620t0. Un estad<¡ cuyo carácter ¡rlcstieio realzado y en potencia nuevas yvaliosas fuentes de riqueza.
'lirrlur,ía se preciaban más si poseían las ventajas adicionales de la
r orrtiqiiidadylo que se conocía como
"conformidad".JacoboM (de
'l-lte Causes of tlte
Englislr Cit,il War, Oxfold, Oxford Urrir,'ersiw Press, 1990, p. 27. Más re- l,,sr'ocizr) y I (de Inglaterra e Irlanda) usaría el argumento de la con-
cienteurenteJohn M<¡rrill, con el argumento de qlle .la lloción de rnonarquía corn- rigiii<lad para fortalecer su razonarniento a favor de la unión de las
¡rttesta tieue trna connotación clernasiado estable e instittrcional", se ha decantado por ( ( )11)nas de Inglaterra y Escociatr. Támbién se consideraba más fácil
la poco eleeante
"aglomeración dinástica" ($nastic aghrnerate) , para comunicar mejor
la sensación de "crtán inestable era el cornpuesto en evolnción". Véase.lohn Morr-ill, r r r r tener la nueva unión donde había marcadas similitudes di lingua,
rrr

""Uneas\- lies the Heacl that Wears the Crown". Drrrastic crises in Tüdor and Stewart. tli t o.stumi e d,i ordini, "de lengua, de costumbres y de instituciones',
Britai¡r t50+1746., The Stentou Lecrure, Universitvof Reading,2005, pp. l0-ll.
I Véase, por ejemplo, la ref-erencia a desarrollos eru'opeos contemporáneos e n el ( ()rn() Maquiavelo observaba en Elpríncipd?. Francesco Guicciardini

prefacio a Mark Greengr;rss (ed,.), ConEt"est nnd Coal¿scence: The Sh.aping of the Stt.te in. rrlrrrrrdaba en la misma opinión al referirse ala conformititqtehacía
Iinrly A[odtrn Europe,l.,onch'es, Edrvat-d Amold, 1991, una ct¡lección de ensayos que
pl'esenta estuclios de fusión, o intentos de firsión, enb'e unidades políticas mayores 1,
nenores en la Etrropa moderna. I I
\¡éase Brian P. I-evack, The Fonnation of the British State: Engl,antl, Scotl.a.ruI, and. the
!) Koenigsberge¡ I 'nion, 1603-1707, Oxford, Clar-endon Press, 1987, p. 6.
"Dorninhtm, rcgale or Donúniun politi.tum et rcgalo,, p. 12. l:
10 P:rr-a una explicación sucinta de los acontecimientos Nicolló Machiavelli, Il Principe, ed. Luigi Firpo, Turín, Einaudi, 1972, cap. 3
cle 1620, r'éase Christian
Desplat, "t,ouis XIII and the Union of Béarn to France", en Greengrass (ed.), ó¿n- lcxisten diversas traducciones españolas, entre ellas Nicolás Maquiavelo, El príncilte,
qtt e.st nn d Coa.lescc nce. rr rr<1. Helena Puigdomenech, Madrid, Tecnos, 1988; también Cátedra, 19971 .

32 3rl
rlcl rt'r ictt r ottr¡ttisl:trlr¡ ¡r'irto rlc Nlrr':rr lr un:r:rrlr¡rrisir iirr¡ l:rt¡ r.xr r' t rlc lrcr lto sc lc irrt¡t(tttt¡t ( (tttt(t olrltg;tr iott, t¡ttr'
\(.(.sl)(.r:rlr¿r rlr,l rr.t',
It'rrtt'¡r:ttlt lit't ¡tltll<lo t'l (ilrtrilir or'. Sirr t'¡nl¡¡rrL¡o, llr r orrliuiii<larly'la nr:utlllvi('ri('<'l csl:tlt¡s t' itlt'rlti<llrtl <lislirrlivos rlt't lltl:t ttlto <lt't'ill¡s.
cotlloltltitlil(l llo llcvab¿ul llcccs¿rliunlcr)tc p()r'sí ruisnlirs lr la rrni<in l,lstc s<.grrrrrkl rntilr¡rlo <lt'trni<irr ¡rost'íit (:i('t'lits v('tlt¿I¡1ts t'litl'¿ts t:tnl-tr
integral. La Navarra espariola siguió siendo en uruchos aspectos un t):u ll U()lx'l't)iltll('s
('()ll)() ¡:at'a gobet-llil(los en las circunstancias de la
reino aparte y no conoció transformaciones de envergadura en sus l,,rrro¡r:r r1l(xlerlla, pol'ttrás que Fratlcis Bacon abundara en Sus insu-
leyes, costumbres e instituciones tradicionales hasta 1841. lir.icnci¿rs posteriorrnente en A Brief Discourse Tbuchi'ngthe Happl Union
Segúrn eljurista español del siglo xvrrJuan de Solórzano Pereira, tl tln Ki,n,grlom^s of England and Scotland; ["Breve discurso sobre lafeliz
había dos maneras en que un territorio recién adquirido podía unir- r r r I i<in de los reinos de Inglaterra y Escocia" I . De las dos
recomenda-
se a los otros dominios de un rey. Una de ellas era la unión <acceso- r iones ofrecidas por Maquiavelo en sus lacónicos consejos sobre el
ria", por la cual un reino o provincia aljuntarse con otro pasaba a tr ltamiento que hay que dar a las repúblicas conquistadas, <arruinar-
considerarsejurídicamente como parte integral suya, de modo que lrrs, o si no .ir allí a habitar Personalmenteo, la primera resultaba
sus habitantes disfmtaban de los mismos derechosyquedaban sujetos r lcsventajosa y la segunda impracticable. No obstante, también pro-

a las mismas leyes. El ejemplo más destacado de esre ripo de unión <vivir con sus leyes, exigiéndo-
¡ronía dejar a los estados conquistados
dentro de la monarquía hispánica lo proporcionan las Indias españo- lcs un tributo e instaurando un régimen oligárquico que os los con-
las, que fueron incorporadasjurídicamente a la corona de Castilla. s('r-ve amigos>r7. Este método eralaconsecuencia lógica de la unión
La incorporación de Gales a Inglaterra por medio de las llamadas (tKlue principalitery fue empleado con considerable éxito por los Aus-
Actas de Unión (UnionActs) de 1536 y 1543 también podría conside- rrias en el transcurso del siglo xVl para mantener unida su inmensa
rarse una unión accesoria. r I onarquía hispánica.
r

Además había, segúrn Solórzano, la fbrma de unión conocida como La mayor ventaja de la unión a,eque principaliterera que, al garanti-
aeque principaliter,bajo la cual los reinos constituyentes continuaban l^r lasupervivencia de las instituciones y leyes tradicionales, hacía
después de su unión siendo tratados como entidades distintas, de r¡rás llevadera a los habitantes la clase de transferencia territorial que
modo que conservaban sus propias leyes, fueros y privilegios. oLos cr-a inherente aljuego dinástico internacional. No hay duda de que a
reinos se han de regir, y gobernar Solórzano-, como si el nlenudo se producía inicialmente un considerable resentimiento al
-escribe de cada uno de ellos,r{.
rey que los tiene juntos, lo fuera solamente ('ltcontrarse subordinados a un Soberano "extranjero". Sin embargo,
Lamayoría de los reinos y proüncias de la monarquía hispánica (Ara- ll promesa del soberano de observar las leyes, usos y costumbres tra-
gón, Valencia, el principado de Cataluña, los reinos de Sicilia y Nápo- <licionales podía mitigar las molestias de estas transacciones dinásticas
les y las diferentes provincias de los Países Bajos) encajaban más o El respeto
l,ayudar a reconciliar a las élites con el cambio de señores.
menos dentro de esta segunda categoríar5. En todos estos territorios <le las costumbres y leyes tradicionales suponía en particular Ia per-
Dado que los
¡retuación de asambleas e instituciones representativas.
r3 Francesco Guicciardini, LegnzionediSpagna,Pisa, l82S, pp.61-62 (cartaxvr, l7 soberanos del siglo xvt estaban habituados en general a trabajar con
de septiembre de 1512). titles organismos, no se trataba en sí de un obstáculo insuperable,
:rrurque con el tiempo podía acarrear complicaciones, como sucedió
ra
Jtran de Snlórzan<-¡ y Per-eira, Obras pósthunn¡s, Madrid, 1776,pp.1S8-l8g;Juan
de Soltirzano r,Pereira, Políti¿ ind,iann, Madrid, 1647, reed. Madrid, Compañía Ibe-
roamericana de Publicaciones, 1930, libro M cap. 19, $ 37. Véase tambiénJ. H. Elli-
ott, Tlte Reuolt of tlre Catttla,ns: A Stud.y in thc Dedine of Spain 1598-1640, Cambridge,
Cambridge University Press, 1963, p.8 [La rcbelión d,e los ratalanes. [Jn estud,io sobre la l6 Francis Bacon, the Happy Union of the King-
"A Brief Discourse Touching
d,eca,rl,encia d,e España. (1598-1610), trad. Rafael Sánchez Mantero, Madrid, Siglo xxr, r[<rrrrs Spedding, l4
of England and Scotlando, ert T'heWorks of Ftands Bacon,ed.JaInes
1977,p.141;F.JavierdeAyala, Idea"sltolíticnsdeJuandeSolórzano,sevilla,Publicaciones rrrls., Londres, Longman, 7857-1874, X, p.96.
de la Escuela de Estudios Hispano-Arnericanos de Sevilla, 1946, cap. 5. ,7 .Quondo quelli stati che s'acquistano, come i d.etto, sono consueti a ttiuere con l¿ loro
15 El reino de Nápoles era en cierto rnr¡do
una anomalía, pues ionstituía parte de legge e in tibertá, a-aotzrli tenere, ci sono tre mod,i: el primo, ruinark; I'altro, andarai ad abitare
la herencia aragonesa medieval, pero también había sido conquistado en tiempos eI terzo, lasciarle uiuere con le sua bgge, traentlone una pensione e creand'oui
¡tt:r.sonalmente;
más recientes a los franceses. En la práctica era clasificado dentro de la categoría de t¡¡,¡ttounostatodipochichetekconsetuinoam.iche,,Machiavelli, IlPrincipe [Maquiavelo,
aeque pri,ncipaliter. Iil ltríndpel, cap.5.

31 35
( r)il l:r luliorr rlc l:¡s ( (,r()uils rlr.( l:rstill:r r',\r:rgrirr. l,rrs rt.slr ir.r ir¡nt.s rl<,
llts irrsliltl<'itlll<'s ll'it<li<'iot¡rtlt's sollrc la rt.:rlr.z:r t.r':rn rnrrclrr¡ rrr:is fir<'r.lt's ;(-)ttti ittslt unr('nl()s csl¿¡l¡lttt:rl:rlr ltrrr ('l)iu:r r orrsr'¡¡rrir lo/ l,:r r r¡:rr r iri¡l
en los territorios aragoneses que en Iu\,() sll ¡lir¡lt'l t'n cl t'slirl¡lt'<'iluicrrl<¡ rlr'< it'r'llrs rrrriorrt's llt<l<lr.l'lr:rs,
l¿t Castilla dcl siqlo xvr, uurto que
( ()lrt() l¿r <[t' l)ol'ttrgal c()n ( jastilla crt ll-rflO,
para una corona acostumbrada a una relativa libertad de acción en ¡rt'xl t'l tn¿rr)t(:t)ilnicnto de
rrrr t'jór'cito clc ocupacirin era no sólo ull asllltto costoso, como descu-
una parte de sus dominios llegó a hacerse difícil aceptar que sus po-
deres eran considerablemente limitados en otra. La disparidad entre
lricron en Irl¿rnda los insleses, sino que además podía ir en contra
r lt' l¿r misma política de integración que trataba de seguir la corona,
los dos sistemas constitucionales también favorecía los roces entre las
( ( )nlo se dieron cuenta los austriacos hacia finales del siglo xvII con
partes constituyentes de la unión cuando la expresión llegó a ser una
srrs intentos de poner Hungría bajo el control real20.
creciente disparidad entre sus respectivas contribuciones fiscales. La
dificultad para extraer subsidios de las cortes de la corona de Aragón Excluida una presencia militar más o menos permanente, las po-
sibilidades se reducían a la creación de nuevos órganos institucionales
convenció lógicamente a los monarcas para dirigirse cada vez más a
menudo a las cortes de castilla en busca de avuda financiera, que t'n el nivel superior de gobierno y al uso del patronazgo para conse-
resultaban más dóciles a la dirección real. Los castellanos llegaron a urrir y conservar la lealtad de las üejas élites políticas y administrativas.
sentirse molestos por la mayor cargafiscal que se les pedía soportar, l)aclo que el absentismo real era una característica inevitable de las
mientras que los aragoneses, catalanes y valencianos se quejaban de rrronarquías compuestas, era probable que el primery más importan-
la frecuencia cada vez menor con que se convocaban sus cortes y te- tt' cambio que había de experimentar un reino o provincia puesto en
mían que sus constituciones estaban siendo subvertidas en silencio. rrnión con otro más poderoso era la partida de la corte, la pérdida de
lrr condición de capital de su ciudad principal y la sustitución del
A pesar de todo, la alternativa, que consistía en reducir ros reinos
recién unidos al estatus de provincias conquistadas, era demasiado nronarca por un ürrey o gobernador. Ningún virrey podía compensar
<lcl todo la ausencia del monarca en las sociedades altamente presen-
arriesgada para ser contemplada por la mayoría de los soberanos del
siglo xvr. Pocos dirigentes de la edad moderna estuüeron tan bien situa-
ciales de la Europa moderna. No obstante, la solución española de
dos como Manuel Filiberto de saboya, quien, tras recuperar sus territo-
rrombrar un consejo de representantes nativos para asistir al rey con-
rios devastados por la guerra en 1559, se encontró en posición d.e co- tribuyó en cierta medida a paliar el problema, al proporcionar un
r':rnal a través del cual se podían expresar las opiniones y agravios lo-
menzar la construcción de un estado saboyano casi desde cero y legó a
<':rles en la corte y utilizar el conocimiento local en la determinación
sus sucesores una tradición burocrática centralizadora que haría de
<le las directrices políticas. A un nivel superior, un consejo de estado
saboya-Piamonte un estado excepcionalmente integrado, al menos para
(compuesto mayoritariamente, pero no siempre exclusivamente, por
lo habitual en la Europa modernals. En general parecía más seguro, a
la hora de tomar posesión de un nuevo reino o proüncia que funciona-
consejeros castellanos) quedaba en reserva como un instrumento
barazonablemente, aceptar el statu quoy mantener la maquinaria en nominal al menos para las decisiones definitivas sobre la línea gene-
r-al y para la coordinación a la luz de los intereses de la monarquía
marcha. Algunas innoy¿ciones institucionales podían ser factibles, como
la creación de un consejo colateral en el reino español de Nápolesre, lrispánica en su conjunto. En la monarquíabritánicadel siglo xvrr un
pero era primordial eütar la alienación de la élite de la proüncia con la consejo de estado era algo que brillaba por su ausencia.Los priuy
introducción de demasiados cambios excesir,amente pronto. rcuncils o consejos asesores de Escocia y de Irlanda operaban en
Por otro lado, cierto grado inicial de integración era necesario si Edimburgo y en Dublín, respectivamente, en lugar de en la corte, y
el monarca pretendía tomar control efectivo de su nuevo territorio. niJacobo I ni Carlos I procuraron crear un consejo para toda Gran
Bretaña2r.

l8 Para un breve resumen sobre el destinc¡ del Piamonte v sus instituciones repre-
sentativas, véase H. G. Koenigsberger, parliaments from their origins to
"The Italian 20
the lnd of the Eighteenth Century" , en st politicians and, Virtuosi, pp. b4b9. ¡ohn P. Spielman, Leopotd, I of Ausfna, New Bmnswick (NuevaJersey), Rutgers
le Estoy agradecido a Giovanni Muto de la universidad Urriversity Press, 1977, pp.67 y I32.
cle Miün por sus orienta- 2r Ler.ack, FormationoftheBritishstate,p.6l;ConradRussell, TheFalloftheBritish
ciones sobre los asuntos de Nápoles.
Nlonarchie.s 1637-1642, Oxford, Oxford University Press, 1991, p. 30.

36
27
l'lrr l,rs ttivt'l<'s irlfi'r'ir¡r't's rlt'l:r rrrlrrrirristllrr irin l:r r onr r'¡x irirr ¡xrlli- ',( nli:il:r I'lr;rllt:ttt ll)r('n(lirlo lr:rr r¡nrorl;rts(':r ('sl:r irrcvil:rlrlc tr':rlirl:trl.
rtx)nial <lc' l<¡s ('¿u'{.t()s t:rt la l'lrxr¡)ir nl(xl(:r'nir ll:rr'ílr (lilí('il suslilrrir ir l<¡s nr) si('nrl)l('rlt's<lit lutrl:t. in<'lttso lurl('s (l('llt ttttiort rlc llrs ( {)r()nlrs.
füncionarios existentes por otros que pudierAn sel consider¿tdos más ,\ r':u¡rllio <k' rul <'i<'l'lo ltlxur<lotto lr<'ttrirrrlo, lrrs rililcs lr¡<'rtl<'s tlisf i'rr-
leales al nuevo régimen. Además, bien podía haber estrictas reglas t,rlr:ur <lt' lur frr-u(l() rlt'arrt<lgobicrrro t¡rrt' lt's <k'jirllir sill ltintlrurA ne(:e-
constitucionales que gobernaban los nombramientos, como ocurría .,rr l:rr I r ¡ r'eclr tr' <lc: crr(:sti()nar t'l .sl,a,ltt qu.o. En otrits p:rlabras, las monar-

en partes de la monarquía hispánica. En la corona de Aragón las leyes r


lu r:ts ('( )nll)rrest¿ls estaban construidas sobre un contrato mutlro entre
y constituciones prohibían la designación de funcionarios no nativos l,r r olrr)u y la clase clirigente de sus diferentes provincias, que confería
y regulaban el tamaño de la burocracia. Támbién en Sicilia los cargos rr rr lr rso a las uniones más artificiales y arbitrarias una cierta estabilidad

seculares estaban reservados a los naturales de la isla22. En la Italia r r csistcncia. Si a partir de aquí el monarca fomentaba, especialmen-
continental la corona tenía más margen de maniobrayfue posible la t(' ('ntre la alta nobleza de sus diferentes reinos, un sentimiento de
infiltración de funcionarios españoles en la administración de Milán lr':rltacl personal a la dinastía, que superase las fronteras provinciales,
y Nápoles. Con todo, aquí, al igual que en todas partes, no había al- l,rs ¡rr'obabilidades de estabilidad aumentaban todavía más. Esto era
ternativa a una fuerte dependencia de las élites provinciales, cuya ,rlgo c¡ue Carlos V procuró conseguir cuando abrió las puertas de la
lealtad sólo se podía conseguir y conservar mediante el patronazgo. , rr <lt'n borgoñona del Toisón de Oro a los aristócratas de los diversos

Esto daba a su vez a las élites proünciales, como la de Nápoles23, una rcinos de su monarquía compuesta. Fue algo que también lograron
influencia sustancial, que podía utilizarse por un lado para ejercer L rs H¿rbsburgo austriacos del siglo xvtt a una escala mucho más esplén-
presión sobre la corona y por otro para ampliar su dominio social y r lirl:r y sistemática por medio del desarrollo de una espectacular cul-

económico sobre sus propias comunidades. trrr'¿r cortesana2s.


Esto indica ciertafragilidad respecto a las monarquías compuestas, Era más fácil generar un sentimiento de lealtad a un monarca tras-
la cual obliga a plantear preguntas acerca de su viabilidad a largo pla- ccndente que a una comunidad más amplia creada por la unión polí-
zo. No cabe la más mínima duda de que para todas ellas el absentismo tica, aunque sin duda ayudaba que la entidad tuüera un nombre acep
real constituía un grave problema estructural, que ni siquiera el vigor lable. Los monarcas que unieron las coronas de Castilla y Aragón
itinerante de aquel viajero incansable que fue Carlos V pudo resolver trataron de resucitar vagos recuerdos de una Hispania romana o visi-
del todo. Ahora bien, las constantes quejas de los catalanes y aragone- gótica con el fin de proponer un foco de lealtad potencialmente más
ses del siglo xvl de que se veían privados de la luz del sol2a, aun siendo arnplio b{o laforma de una "España" históricamente restaurada. Pero
seguramente expresión de un sentimiento legítimo de agravio, pue- h Unionin Name, o "Unión de nombre>, como la llamaba Bacon26, no
den también ser consideradas útiles estrategias para obtener más de cra fácil de alcanzar. Para algunos escoceses del siglo xvII, la palabra
aquello que apetecían. A los catalanes, al fin y al cabo, como miembros Rritain, "Gran Bretañao, poseía todavía connotaciones negativas2?.
de una confederación medieval, no les era desconocidalarealezaab- Una asociación más estrecha, especialmente si conllevaba benefi-
cios económicos o de otro tipo, podía contribuir a fomentar esta leal-
tad más amplia, como sucedió entre los escoceses en el siglo xvtll. Tám-
22 H. G. Koenigsberge r, T-he Gouetnment of Sicily under Phitip il of Spain: A Stu(tl in bién podía contar la magnética atracción ejercida sobre las noblezas
the Practice ofEmpire, Londres, Staples Press, 1951 [existe versión española de la edn.
rev., Lapráctica delinperio, trad. Graciela Soriano, Madrid, Alianza,l989l,pp. a7-48.
23 Rosario Villari, La rittolta antispagnola a Napoli: Iz origini (1555-1647), Bari, La- 25 Véase RobertJ. W. Evans, T-he Making of the Ha,bsburg Monarchy, 1550-1700, Ox-
terza,7967 lLa reuuelta antiespañola en Nápoles. Los orígenes (1555-1647), trad. Fernan- ford, Oxford University Press/Clarendon Press, 1979, esp. pp. 152-154 lla rnonarquía
do Sánchez Dragó, Madrid, Afianza,l979l. La medida en que la vieja nobleza conser- d,e los Habsburgo, 1550-1700, Barcelona, Labor, 1989, esp. pp. l3l-1321.
vó su dominio después de la revuelta napolitana de 1647-1648 es aún tema de 26 Bacon,
"Brief Discou¡5s", p.96.
27 Véase Roger
discusión. Véase especialmente Pier Luigi Roüto, "La rivoluzione costituzionale a Na- A. Mason, "Scotching the Brut: Politics, History and National
poli (1647-1648)", RiuistaStoricaltaliana,g8 (1986), pp.367462. No obstante, las éli- Myth in Sixteenth-CenturyBritain", en RogerA. Mason (ed.), Scotlandantl.England,
tes provinciales, que incluían un nutrido número de togati., también dispusieron de 12861815, Edimburgo,John Donald, 1987. Estoy agradecido aJohn Robertson por
amplias oportunidades para ejercer influencia política. esta referencia y también por sus útiles comentarios a un primer borrador de este
24 Elliott, Rnolt of the Catalans, pp. 12-14
lLn rebelión tle los catnlanes, pp. 17-181 . ensayo.

?R ?q
lor¡tlcs¡lot l:t(ltlltttitVlitl('ul-iu;rrlcr¡lt¿t((,tl(.(l()ntin;utl(.: r.rrlr.rlr;tll¡l l,r ¡s r:ilr¡lrir¡s r cliti(}sr¡s rlr'l siglo \\'l riilnr:u I ilil ilil('\'(' ( ('ilrlr(,lr('il
l('llll)lllllll(()lll() Il1)5rrlrlu'rsl()(urlllllt'llgon(.s(llt(. lllr<lrrrurrlrrlilrr.o 'lr
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tlcl cittaliilt :tl c:tstt:ll¿tut¡ sc r-cli:rí:l
(istc riltirr¡o ('()r)r() r:l i<li<¡¡tra de
¿l lir.rli( ()s, ltislril'i< r¡s, ilrstilttt'ir¡nitl('s )', ('lr alsun()s ('¿ls()s, lirrgiiísticos)
(rlllestra Hysparla"2*. (]on todo,
"E5p2¡rizl,, Aul) sicndo capaz cle des- r¡rrc r orrllillrry<i ir c()nstituir cl scnticlo c()lec:tivo de la iclenticlad de
pertar lealtad en determinados contextos, continuó lejana en compa- rrrr:r ¡lr'ovirrc:i¿r c()rl re lacir'rn ¿r lu comunidad más amplia del estado
ración con las realidades más inmediatas de castilla y de Aragón. ( ( )nrl)lr('st() y al territorio dorninante dentro de é1. El protestantismo
Ahora bien, el sentido de identidad que una comunidacl tiene de .rrir rr liz<i cl sentido cle identidad distintiva de unos Países Bajos siem-
sí misma no es ni estático ni uniforme2e. La fuerte lealtad a la comu-
¡rr r' < orrscientes de las diferencias que los separaban de España, del
nidad natal (la patriadel siglo xvr) 30 no era incompatible de por sí con rrrisnro rnodo que lo hizo el catolicismo entre una población irlande-
la ampliación de la lealtad a Llna comunidad mayor, con tal de que las s,r sonletida al dominio inglés protestante. Así pues, las presiones
ventdas de la unión política pudieran ser consideradas, al menos por r lcsrlc el centro para conseguir la confbrmidad religiosa tendían a
grupos influyentes de la sociedad, de más peso que las desventajas.
l)r1)\'()car reacciones explosivas en comunidades que, por útaarazór.
Aun así, la estabilidad y las perspectivas de supervivencia de las mo- rr oI l':r, sufrían ya la sensación de que sus identidades corrían peligro.
narquías compuestas del siglo xvr, basadas err una aceptación mutua ( lrurndo se producía el estallido, los rebeldes podían albergar la
y tácita de las partes contratantes, serían puestas en peligro por el ('slx'l-anza de aprovechar la rlueva red internacional de alianzas con-
rurnbo tomado por algunos acontecimientos en el transcurso de la lcsir¡nales para obtener ayuda exterior. En esto los gobernantes de
centuria. En potencia, el más alarmante fue la división religiosa de ('st¿r(los compuestos muy extendidos eran extremadamente vulnera-
Enropa, que enfrentó a los súbditos tanto contra er monarca como lrlcs, pues las provincias alejadas bajo control imperfecto (como los
entre sí. si bien los grandes cambios religiosos del siglo constituyeron I'rríses Bajos e Irlanda) ofrecían oportunidades tentadoras para la
nna amenazapara todos los tipos de entidad política, los estados com- i r r t t:rvención extranjera.
puestos más extensos estuvieron especialmente expuestos, aun cuan- Las consecuencias de la nueva dinámica religiosa del siglo xvl no se
do la comunidad polacoJituana, fortalecida por la unión de Lublin lirlritaban a las proüncias periféricas ansiosas por conservar sus identi-
en 1569 y fundamentada en un alto grado de consenso entre la aris- t lrrrles distintivas frente a las presiones del centro. Castilla e Inglaterra,
tocracia, capeó con éxito el temporal. f,a conciencia de este peligro t'stados ambos que constituían el núrcleo de monarquías compuestas,
alentó a los Habsburgo austriacos de finales del siglo xu en su búrs- rrvivaron sus propias identidades distintivas durante los trastornos reli-
queda cadavez más desesperada de una solución ecuménica a los siosos del siglo xu y desarrollaron un sentido agudo y combativo de su
problemas de la división religiosa, un remedio que no sólo reuniera Irruar excepcional en los designios proüdenciales de Dios. Al contribuir
a una cristiandad escindida, sino que también salvara su propio patri- :r clefinir su propia posición en el mundo, su agresivo nacionalismo
monio de una desintegración irreversible. r:ligioso tuvo un impacto inevitable sobre las relaciones en el interior
<lc las monarquías compuestas de las que formaban parte. Las respon-
28 Citado en Alair-r Milhou, sabilidades extraordinarias conllevaban privilegios extraordinarios. Los
Colón .¡ .stt mmtaliclad m.c.¡ián.ica en el ambiente.francisca_
nista.español, Valladolid, Casa-Museo cle Ctolón, 1983, p. 14. <'irstellanos, escribía un caf;'lár' en L-c57,.volen ser tan absoluts, i tenen
2e Para una estimttlante discusión
sobre el caráctér polifacético cle un sentido de
lcs coses própies en tan, i les estranyes en tan poc que sembla que són
identidad eu el proceso de construcción de estaclo en Errropa, véase Peter Sahli¡s,
Boundru'ie.s: I'he Llahing of rirtnce and, spttin in the L)renaes, Berkeley (california), uni t'lls sols vinguts del cel i que la resta dels homes és lo que és eixit de la
versity of california Press, rg89 [rronlavs i id¿ntiktts. Lafonnació tt;Espanya i Franga a la terra> ("quieren ser tan absolutos, y tienen sus propias cosas en tanto,
Ctnlanya,,,reglas xrzr-v.r; rr¿rd. catalana.Jordi Argenté, Vic, Eumo, 19931 esp. pp. I l0_
, v las {enas en tan poco, que parece que ellos han venido del cielo y que
l 13.
:t0 VéaseJ. H. Elliott, cl resto de los hombres es lo que ha salido de la tierra")31.
"Revol.tior a.d continuity in Early Modern Europeo, e'
Pnscnt,42 (1969), pp. 3l-r-56, reimpr. en spain and its world, 1500-17ó0,New
Pa.st and
Haven (Connecticut) l.Londres, lg8g [.Revolución y continuidad en la Europa mo_
derna", et España v su munrJo (1500-1700), tracl. Ángel Rivero Rodríguez y Xavier Gil 3r Cristófol Desptrig, citado en Elliott, Rnolt of the Catakm; p. l s l La rcbelión tle los
Pr{ol, Madricl, Taunrs, 20071, cap. 5. t atalanes, p.16l.

40 1t
l"l st'rrlirlo rl<':lltl(rllttl)()l l¿tttci¡t ( l('('r(), lilnlr) (,¡ ( lrrstill:r (.()¡r{) (.'
nr('n()s(:tlro rlc srrs lilrcr l¡trlt's csr'ttrlt in:rll:rrr r:rrl;r nr,rvit¡ricrrlo rlc los
lrt¡¡lltl<'t'r'lt, t'otl llt ir<lt¡rrisit'irin (l('ur) irrr¡lt'r'io rl<'rrllr.lr¡l¿rr,
¡¡¿r ill<lic¿r- Ir¡rtr iorutt ios t'r'ltlcs(lu('l)u(li('r'lr inl('r'l )r'('l:u¡i('( ()nr() un:l vi()ll('i(in (l('
ci<ill aclicional cle litv<ll'clivino. [,os r:astell¿r.n<¡s, nl conquistzrr
las Indias sus lr'\'t's v rcf irlzab¿ul sus (l(:li'rrsirs corrslilrr<'iolr¿rl<'s <l<lnrlt'<¡rriel'¿r qt¡e
y reservarse los beneficios para sí mismos, a*ment
ron enormemen- k's f r rcr':r lx)siblc. No t:s c¿rsu¿rliclacl qtre el firrn<lso-jurillnento de lealtad
te su propia riqueza y poder con relación a los otros
reinos y provin_
cias de la monarquía hispánica. También los ingleses,
.rr:rgon{1s "rnediev2ll>, con sll rotunda fórmula
"Si no, ¡gr, f¡era en
al hacerse con r crrlirla<l trna invención de mediados del siglo xvl 34. Losjuristas de
sus colonias americanas, ensancharon la distaricia
que res separaba ,\r:rgrirr, como los de otras partes de Europa3s, estaban muy ocupados
de los escoceses y los irrandeses. Los reyes de Escocia
habían intenta- r orr t'l redescubrimiento o invención de constituciones y leyes tradi-
do anteriormente oponerse a las demandas inglesas
d.e una corona r ir rurlr:s. Las alteraciones de Zaragoza en 1591 fueron la rer,r.relta de
imperial con la adopción d.e una propia32; en er siglo xvrr,
a medida rrrr:r i'lite dirigente, o una sección de ella, que buscó y encontró la
que la idea de llegó a incluir
"imperioo ra posesió"n de dominios de r rst if icación para su resistencia a la corona en la defensa de susjustas
ultramar; los proyectos de coroniz ciónescoceses en el ¡

Nuevo Mundo
podían servir parareforzar la d.emanda del .imperio, en
(
¡rcro no siemprejustamente interpretadas) libertades aragonesas.
su nlrevo y l.ir respuesta de Felipe II ante este levantamiento se enmarcó en
más moderno sentido' En general, el imperialiimo
y ra monarq'ía un ('()rnedimiento que sin duda debía algo a su prudencia natural,
compuesta no hacían buenas migas. La posesión de
un imperiá de r crrlirrnada por la experiencia de la rebelión de los Países Bajos en la
ultramar por una parte de una unión animaba a pensar
en términos r lr:r':r<la de 1560, pero que también parece expresar las actitudes mo-
de dominación y subordinación de un modo qr. ibu
contra la entera r:rlt's y dinásticas que gobernaban la visión del mundo tradicional en
concepción de una monarquía compuesta ,tti.lu aeque principariterrz.
l, rs I Iabsburgo. A pesar de las suposiciones contemporáneas y poste-
Allí donde una parte componente de una monarquía compuesta
riolt:s en sentido contrario, el reino de Aragón, aun despojado de
no sólo es eüdentemente superior a las otras en podery
recursos, sino ;rlgrrnos de sus privilegiosyacuerdos institucionales, retuvo su carác-
además se comporta como que ro es, las otras partes
tendrán ra sen- t c r csencialmente contractual y constitucionalista3o. Unos pocos años
sación nat'ral de que sus identidad.es se hallin bajo
una ao,e,'aza :url('s una predisposición similar a aceptar los arreglos institucionales
cadavez mayor' Es lo que sucedió en la monarquíi hispánica
en el r'< onstitucionales existentes había sido el fundamento de la política
siglo xvr y principios del xvrr, cuando con relación a castilla
se üeron r lt' l,'clipe II para la unión entre Castilla y Portugal. Según el tradicio-
en una creciente desventaja los demás reinos y provincias.
La preocu- ¡¡:rl estilo de los Habsburgo, esta unión de coronas en 1580 fue otra
pación aumentó por los comenta ios amenazantes o despectivos
de r r r r irin dinástica, aeque principaliter, cuidadosamente concebida para
castellanos en altas instancias y por el reforzado .orrt.ol
.u.tellano l-t:rrantizar la supervivencia de la identidad diferente de Portugal, así
sobre la administración después de que en lb6l la corte
se establecie_ ( ( )lno la de su imperio. La única medida específicamente integradora
ra definitivamente en Madrid. Las necesidades financieras
de un rey lrrt' la abolición de puestos aduaneros entre los dos reinos, un intento
que tendía a servisto cadavezmás como exclusivamente
castellano rk' trnión arancelaria que fue abandonado en 159237.
eran también fuente de creciente inquietud. Incruso
dond.e, como en
la corona de Aragón, la existencia de asambleas e
instituciones repre-
sentativas actuaba como un freno eftcazsobre las nuevas :tr Véase Ralph A. Giesey, If not, not: The Oath of the Arugonese and the Legendary
iniciativas
fiscales, había una desconfianzagenerarizada y comprensible I turts of Sobrarbe, Princeton (NuevaJersey) , Princeton University Press, 1968.
sobre :t5 Véase Donald R. Kelle¡ Foundations of Motlrrn Historical Scholarship: Language,
las intenciones de Madrid a rargo prazo. Los reinos
que temían el ltut¡ r¿nd History in the French Renaissance, Nueva York, Columbia University Press,
I1)70.
:lri Sobre la supervivencia del constitucionalismo aragonés, véase Xaüer Gil Pqjol,
3? Estoy agradecido ,1,:rs cortes de Aragón en la edad moderna: comparación y reevaluación", R¿uista d,e
a David stevenso' por s.s orientaciones sobre
33 compárese este punto. lt,; (lort¿s Gmerales,22 (1991), pp. 79-119.
con la equiparación e'tri italianos e indios realizada por :tt Parauna breve visión de conjunto sobre la unión durante sesenta años entre
un minis-
tro de Felipe II, citado en Koenigsbe rger, Goarrnmmt of sicity
lLa práctica det imperiol,
"The Spanish Monarchy and the Kingdom of
( l:rstilla y Portugal, véaseJ. H. Elliott,
p. 48.
l'<rrtrrgal, 1580-1640", en Greengrass (ed.), Conquest and coakscence.

12
l',ssigrrif i<rtlivor¡trcsir llcrrrvS¡rvilt',rtl cousi<lt'r:rt t'rr l(i0.l t'r¡stt
\ ,,('l),u:rr ir¡tt tl<'( ()r:l/()lr('s,. lt,r'u sttsl¡tltttrlcs Ir()\'('( los rclotnrisl;tsrlr'
¿tn¿ilisis rlt: los J)r'()yc('t()s rlt:.f ir<'olr<l I ¡rirr':r lir rrni<in an¡¡lot:scocesa una
l,rrllt:rrl:rrlc l(i?0,<¡rrt'irt<'lrrr'lurlurllturirirrrruis<'slr<'<lr:r¡rot'ttt<'tlirr
,lr' l.r rlcli'rrs:r uurlul. l,ir rrni<irt (lt'<'or':tzr¡nt's (lrt "rrttirin <lt'iullol-" cle
serie de ejernplos histriricos (Lituania y Polonia, Noruega y Suecia,
l,rr .lro l¡ *.'t'-', t'l t't:sttltitrlo nattrr¿ll de la Uni<in cle Artnasis.
tt
Aragón y Castilla, Bretaña y Frar,cia, y España y la Inglaterra de María
I r r I rr i< l< ¡s rlt' l:r rloctrina deJtrsto Lipsio sobre el estado ordenado y
Tüdor), seleccionara la unión entre Castilla y Portugal como <en mi r r

r lrsr r¡rlir r:r<lo (rlonrle la unidad de religión se consideraba indispensable


opinión la más parecida a la nuestrao:]s. Aunque a duras penas fuera
,, r r r'l r n:rn l t'nilniento de la cohesión política y social), los gobernantes
el tipo de unión perfecta al que aspirabaJacobo I, una unión dinás-
r ,
¡

tica, aeque principaliter, que conservaba las identidades distintas de los


,lll siglo xr'¡t utilizaban el cliscurso de la unión en todas partes{6. No
,Irst:r n Ir', Li¡rsio también había advertido contra un excesivo celo en la
reinosjuntados, seguía siendo la forma de unión más fácil de conse-
r r tr or lr rr'< irin cle cambiosaT. A pesar de ello, hacia la década de 1620 se
guir, y su medida integracionista de mayor alcance (la abolición de
.r¡,r cr i:rr r ('ntre estos gobernantes indicios de una creciente impaciencia
barreras aduaneras) resultó ser tan imposible de mantener en el caso
, r rr r r'l sistcrna de unión aeque pri'ncipalitcry su corolario de unificación
escocés colno en el portugués3e.
La prueba de la realeza apartir de entonces, yJacobo I fue lo bas- ¡,, 'r rrrtit<xl{rs lentos y pragmáticos. Había llegado al poder una nueva
r,r'n ('t :t( i(in de estadistas con un alto concepto de la prerrogativa real y
tante sabio para comprenderlo, era buscar cualquier oportunidad para
I r r r, r r r r('r l()l' tolerancia que la de sus predecesores respecto a una diver-
inducir a los dos reinos en unión hacia una mayor uniformidad (en
',rr l:rr I vist:r colno un obsláculo a un gobierno eftcaz. Las actividades de
legislación, religión y gobierno), mientras que se trabajaba, por enci-
lr ¡s cst:r<kls rnayoritariamente protestantes en las tierras patrimoniales
ma de todo, para suprimir la hostilidad mutua que acompañaba a toda
.rrrstr i:r< as, que culminaron en l618-1620 con la re\,'uelta cle Bohemia,
unión de estados independientes. Esta misma política pragmática sería
rr'.rlir rrr¿rron a ojos de Fernando II y sus consejeros la importancia fun-
seguida por Luis XIII en la unión de Béarn con Francia en 1620a0 y
,l.rrrrcntal cle la unidad religiosa para la supen'ivencia de su propio es-
concordaba en gran medida con el pensamiento contemporáneo ela-
l.rr lr r r'<rrrlpuesto. Aunqlle una vezaplastada la revuelta se permitió a
borado dentro, y acerca, de la monarquía hispánica. Teóricos como
ll, rl¡t'rrri¿r conseryar cierto grado de su anterior autonomíaag,labúsque-
Giovanni Botero, Tommaso Campanella y Baltasar Alamos de Barrien-
,l.r r lt' rrniformidad en las creencias y prácticas religiosas parecía una
tos dedicaron muchos esfuerzos al problema de cómo conservar una
, , ,rrr onlitancia natural del ejercicio apropiado del poder del príncipe
monarquía compuesta y prepararon abundantes propuestas, tales
( \('qri n pensaba también Carlos I Estuardo respecto a Escocia).
como los matrimonios mixtos entre las noblezas y una distribución
equitativa de los cargos, que conducirían a una "justa correspondencia
y amistad" entre los pueblos de España y les haría posible "familiari- tt,\lrnnri.ale,st(ftrtasdelCond¿Du.qued.eOlitto¡es,ed.J.H.ElliottvJoséF.dela
zarse los unos con los otroso{r. Esta idea de "familiarizar,a2 a los pue- l', n:r. ? vols., Madrid. Alfaguara, 1978-1981,I, p. 187.
rr .lntroduction" a Jarobean Llnion, ed. Galloway y Levack, p. xli ("1¡¡iqn .¡
blos de la monarquía hispánica entre sí ser-ía retomada por el conde- lorr" ).
duque de Olivares, con el fin de acabar con lo que llamaba la "sequedad l-' St¡bre la Unión de Armas, véaseJ. H. Elliott, I-h.e Ctntnt-Du.he oJ Oliua,res: The
\lttl('\ntutt in an Age oJ Derline, New Haven (Connectictrt) r, Londres, Yale University
l'r , ss. l1)tl6 lEl conde-duqtre de Oliaarcs. El pol.ítiro en una épora d,c decad¿ncia, trad. Teófilo
38 Sir Henry Savile, ,lc Lozoy,a, Barcelona, Clrítica, 1990], cap. 7.
(Jnion: Si.x
"Historicall Collections,, reimpr. en T'lteJacobean l(i .Por lo tanto, ésta es rni opini<in inalterable: que en url reino se ha de obscrvar
Tratts ol 1604, ed. Bnrce R. Galloway y Brian P. Levack, Edimburgo, Scottish History
rnr;rsrrliileligión,, IustiLiltsipoliticorumsiaeciuilisdortrina¿libri,s¿¡,Leiden, 1589,fV,3.
Society, 1985. p.229. ( ,ir;r< lr ¡ err Mark Morford , Stoirs and Neostoit's: Rubens and thc Circle oJ Lipsius, Princeton
3s Levack, Form.ation of tlrc British State, p. l4B. La reciprocidad comercial entre
t Nrrt'r':rJersey), Princeton University Press, 1991, p. 108.
Inglaterrav Escocia, introducida en 160'[, ttrvo que ser abandonada en l6l l. 17 Gerhard Oestreich, Neostoi,ristn and the Early Mod¿nt State, trad.. inglesa David
+0 Desplat, XIII and the Union of Béarn to France".
rr Tommaso"LouisCarnpanella, A Disrourse'Ibuching the Spanislt Monarch.y, Londres,
i\lt Lintock, Cambridge, Carnbridge University Press, 1982, p. 182.
18
1654, p. 125 [existe versión espariola cornparativamente reciente de De monarrhia
Véanse Evans, Habsburg Monarclrg fla rnonarquía de lns Habsburgol , cap. 6, y R.J.
\\'. llvans, "The Habsburg Monarchv and Bohemia, 1526-1848", en Greengrass (ed.),
hispanica discurszs: Tommaso Camparella, La monat'quín hisltáni.ca, trad. Primitivo Ma- ( itnqu.est and Coalescence, cap. 7. Estoy agradecido al Prof. Evans por sus comentarios a
riño, Madrid, Centro de Estudios Constitucionales, 19821 . ('sl('l otros argunentos expuestos en este ensayo.
12 Elliott, RrtoltoftlnCatalan.s,p.204,n.2llnrebelióntl¿lnscatutktnes,p. 183,n.481.

41 4-r
l'ot cttr inr;t rlc lorlo, l:t tilr('ul t'l:r rlr'¡rtcsiorr cr onotrrir;l l)iu('( riln l,.ts nr,rn:u(llu:rsr otrr¡rrrcsl;rs lr;ts:trl,ts('rt un,r rlt¡r lrl nnrr)rr rlrtr:rslrr:r,
tt'lot zltt los rttgtttttt'nl()sr llrvor'<k'l¡r t r¡n< ('nlll( iorl rlt'l ¡lorlt'r. Illrllí¿t lcil('r ('sl)('r:ilr/.rs rlc sr¡lrrcIivir si lrls
ttttlut' l)nil( ilntltlt't, srllrl ¡rrlrlr;rn
t¡ttt' rttrlvilizill'r'('('uls()s, tlilir¡il'la ¿tt'tivi<ll<l ('('()n(inli('¿r y ¿lrrrn(f ntar los ',r\l('nr:rs rl<'¡llrlrrrtlrzuo s('nllnl('ulur ('n lrurr ioniuni('nl() nl('ti('ltl()s:t-
itrgt'csos de lir corona para pagar los gastos de def'ensa. Todo ello rrrcnlc t'si lrnllxts l)al'l('s s('lrl('nílllr lt lrts rtel¡rs l¡risiclts t'sl¿tlrlt:citlas etr
convertía un superior grado de unión en la orden del día. Para Michel ll :rr r¡<'r<kr r¡r'ir¿inill <k'ruli<in. lln allllros asl)c(:t()s los gobiernos de
de Marillac, canciller de Francia bajo Luis XIII, y probablemente f 'r'li¡rt' lV r'( l:rrlos I habían fi'acasaclo des:rstrosamente. Habíantrazado,
también para el cardenal Richelieu (al menos hastaque le parecieron l)( )r r llz()n('s lxren¿rs o malas, programas políticos dictados por una
entrar dudas en la década de 1630) +e ,hacía falta ampliar el sistema de scr ic r k' ¡rlioridades que tenía más sentido en Madrid y Londres que
los pays d'électionsalos pays d'états. Para Olivares, siempre listo con su rrr l,islxrir y Edirnburgo, respectivamente. Luego, al no mantener
aforismo Multaregn&, sed una /ex, "¡4ug¡.s reinos, pero una ley"50, la ,rlricltrrs líneas adecuadas de comunicación y patror,azgo, se habían
diversidad legal e institucional de los reinos de la monarquía hispá- r isto ¡rrir':rclos del conocimiento local necesario para evitar errores de

nica representaba un impedimento intolerable para sus planes de . jt'r r r< irirr desastrosos . Unavez cometidos esos errores, el número de
potenciar al máximo los recursos y conseguir la cooperación militar '¡x ionr:s quedó reducido a dos: o bien la retirada, o bien una unión
,

entre aquellos que era esencial para la superüvencia. ,lc r orrr¡rrista e integración al estilo de Bohemia, en la que se imponía
Las medidas en dirección a una estructura estatal más unitaria, r orr ll irerza de las armas un grado mayor o menor de uniformidad.
f

con la unión concebida primordialmente en términos de uniformi- l,.n slrs relaciones con Escocia, Carlos I se vio obligado a una humi-
dad de religión, leyes e impuestos,justificaban la advertencia profe- ll, rr r tt' r-ctirada, mientras que el posterior intento de Cromwell de una
rida por Bacon de que "el apresuramiento forzado perturba el tra- r n r irin irrtegracionista por lafu,erza, concebida para producir la con-

bujo y no lo despachao5r. Al dar la impresión de desafiar a los reinos l, ¡r rrri<l¿rd legal y religiosa entre los reinos británicos, no logró sobre-
y provincias periféricos en su punto más sensible, su sentido de iden- r rvir rr su propio régimen. Es más: destruyó cualquier futura perspec-

tidad distintiva, tales pasos desencadenaban movimientos contrarre- I r'; r lr: rrna clase de unión tan comple ta al reforzar precisamente el
r <

volucionarios, sobre todo en las monarquías británica e hispánica. scrrtirlt¡ de identidades separadas de escoceses e irlandeses que
El conde de Bedford, por ejemplo, se mostró consciente de los para- ( lr onlwell se había afanado en erradicar a toda costa5:r. En la penínsu-
lelos entre las remeltas de Escocia y Portugal5?. Éstos, naturalmente, l.r llrí'rica, Castilla, el estado núrcleo, también resultó ser igualmente
no eran del todo exactos. La religión, aunque desempeñó su parte irrr rr¡rzrz de imponer una solución integradora perrnanente por la
en la rebelión de Portugal (así como en la contemporánea de Cata- Ir ¡t'r'zut de las armas y los resultados fueron semejantes. Cataluña, des-

luña contra el gobierno de Olivares), no estaba en disputa como en ¡rrrris de doce años de separación, reanudó su lealtad, pero con los
Escocia. No obstante, la revuelta de los escoceses contra el gobierno r r r isnlos derechos constitucionales que antes del conflicto. Portugal,

de Carlos I fue algo más que un mero conflicto religioso. Fue en r on la a1'uda en distintos momentos de franceses, holandeses e ingle-

esencia un levantamiento para defender la integridad de una comu- scs, r'esistió veintiocho años de glrerra hasta alcanzar su independen-
nidad histórica, hasta cierto punto idealizada, que se sentía en peli- r irr clefinitiva respecto de Castilla. En ambos casos, el sentido colecti-
gro de muerte por las acciones de un socio más poderoso, con el que vo rle nna identidad distinta se había reforzado por las experiencias
había estado unida con cierta molestia en tiempos recientes. En este
aspecto fundamental guardaba un estrecho parecido con la rebelión
portuguesa. rr H. R. Trevor-Roper-, "The Union of Britain in the Seventeenth Century>, en su
lit'lirlion, Lhe Refonnation a,ntl, Social Change, and Other Essays, Londres, Macmillan, 1967

| ., l,¿r Unión de Gran Bretaña en el siglo xt¡II>, en Reli$ón, reforma,¡ mntbio social) otros
ae Véase R..f. Ihecht, Richelieu, Londres. Longman, f 991, pp. 139-141, para un t'tt\eros, trad. Estrella Oliván yJoaqr.rín Vidal, Barcelona, Argos-Vergara, 19851, p. 464.
panorama breve y equilibrado del debate sobre las intenciones de Richelieu. Ir()l ()trA parte, como me ha indicadoJohn Rober-tson, la "conqnista" cr<¡mwelliana
50 Elliott, Count-Dukeof Oliuares,p.797
lEtconde-duquedeOliuares,p.2S2l. l:rr ilitó en algunos aspectos la posterior unión de las coronas, sobre todo al eliminar
5l Bacon, l;rs jrrrisdicciones hereditarias independientes de la alta nobleza y alentar un ambien-
"BriefDiscou¡ss", p.98.
!'e Rnssell, FaIl of the British hlonarchies, p. 240. tt <lorde los escoceses podrían reevaluar los arglrmentos para la unión.

46 47
vr('(u('r(los(()nrl):lltirlr¡srlt'l:to¡ltcsiottr':rslcll:rrr:rvl:¡lr¡rlur¡ror l:r nr('nror i:ts, luvorrtcjot('sr('riull;rrloscn.tl¡',tttt:tsll(,\nr( r.r\(lu('('nolr:rs.
strl)('r Yl\'('rr( tit. l',rr cl l,'llrrrrlcs ll:rjo rlo¡ttittio lr:u¡r ('ri l)ilrcr c lr:rlrcr sirlo r orrlr:r¡rtorlrt
l'll <lcs¿rsllrrsr¡ f irrcaso del expr:rirncnt() dc ()liv¿rn's pilr'¿l r.ulir iutegra- ( ('nt('lr:rslrr r¡rrc llr (x ul):l( irirr lrrrgl<>lrollrnrk'sl <lt' ITtlS-l7Il', rk'rrrostrrr
ción rnás estre('lra de los reinos y provincias cle la península lbérica .r los lnlrilllnl('s (lu('las rtllct'llittivits t'tiul ¡)<'orcsr". l'lrr lrr rt'girirr ¡rirr'-
parecíajustificar la sabiduría del planteamiento tradicional de los cl lr':rtlrlo <lt'¡rirz rlt' I(il-r1), sc
rr:ri<';r <lc lrr (k'r<l¿rrl¿r, irrlr¡rrilicl¿t (:()n
Habsburgo sobre los derechos y privilegios provinciales. Resulta sig- inr¡rrrso lir rrnilirr-nlirlirrl ¡xrlític¿r y ¿rdlninistr¿rtiv¿r, pcnl las rncdiclas de
nificativo que una generación másjoven formada en la escuela de .rsirnil:rc'irill ('ultlll'¿rl y linuiiística (aplicadas, corno mucho, tímida-
Olivares (figuras como el obispoJuan de Palafox y el diplomáticoy nr('nt(:) seríalr abandonadas tras la Gtterra de Sucesión española
hombre de letras Diego Saavedra Fajardo) insistiera ahora en el reco- r lc I 70I-17135".

nocimiento de la diversidad como condición necesaria del buen go- l'll rclativo grado de unidad nacional alcantzado por la Francia de
bierno. Si Dios-según argumentaban- había creado provincias que Lr ris XIV ofiecía Lrn acusado contraste con el carácter marcadamente
eran naturalmente diferentes las unas de las otras, era importante r onr¡xresto de sus rivales, Gran Bretaña, las Provincias Unidas de los
que las leyes por las que eran gobernadas se ajustaran a su carácter | ': r íscs Bzrjos y las monarquías española 'y austriaca. Las presiones para

distintivosl. Así pues, el argumento basado en la naturaleza, que había l:r r r rr ilic¿rción, pues, volvían otra vez a alrmentar, como en la década
sido utilizado en pro de la unión por Bacon a principios del siglo xvl, rlt' l(i20. El primer soberano en reaccionar, aunque con todas las
era ahora empleado a mediados de la centuria a favor de la aceptación .urrllisriedades ünculadas tanto a su tradición de Habsburgo como a
de la diversidad por parte de los teóricos españoles. l:rs t'xis-encias bélicas opllestas de Francia por un lado y el imperio
Con todo, la continua diversidad comenzaba a parecer un costoso ot( )rl¿uro por otro, fue el emperador Leopoldo I de Austria5e. Cuando
lujo en un sistema de estados competitivo donde el más poderoso de I I r r nsría fue reconquistada a los turcos entre 1684 y 1689, un grupo
ellos, Francia, era también el más unido. La Francia del siglo xvrt ,lr' ¡rresión ejerció influencia para que firera tratada, al igual que Bo-
compartía en la práctica muchos de los problemas de las monarquías lrcnri¿r en la década de 1620, como lrn reino conquistado. Sin embar-
más evidentemente compuestas. Sin embargo, Llna vez se hubo res- r', r, los magnates y la pequeña nobleza terrateniente eran demasiado
taurado la unidad religiosa y la corona hubo superado los trastornos Ir rt'r'tr:s, y la administración irnperial demasiado débil, para poderse
de mediados de siglo, estaba bien situadapara atar más corto al centro srr¡rriurir fácilmente las libertades magiares tradicionales; la rebelión
a las proüncias periféricas. Gran parte de este proceso de nnificación rlc l{¿ikóczi en 1703-1711, en def'ensa de esas libertades, recalcó el
nacional fue alcanzado mediante el hábil uso del patronazgo, como rrrcrrsuje de que a los húrngaros había que tratarlos con cuidado.
en Languedoc5s, pero Luis XIV adoptó en slr tratamiento de las pro- Ni el gobierno de Carlos II de Inglaterra ni el de Carlos II de Espa-
vincias recién adquiridas una línea consciente de afrancesamiento nrr, :unbos perseguidos por reclrerdos de la década de 1640, estaban
político, administrativo y cultural. "Con el fin de aftanzar mis conquis- crr ¡rosición de tomar mediclas más que indirectas para Lura Lrnión más
tas con una unión más estrecha a mis territorios ya existentes>, escri- r':ilrr:clrA de sus clesunidos reirlos, si l¡ien la reluelta de Sicilia en1674
bió en slrs memorias, "intenté establecer en ellas las costumbres l(i7lJ ofreció a la corona española una oportunidad para reducir los
francesas"56. Esta política, nunca tan sistemática como sugieren sus ¡rr ivileeios de Mesina60. Haría falta el ascenso al trono espairol de la

5+ Diego Saavedra Fajardo, Entpre.sas políticns. Id,ea de un


lríncipe político-cristiano,
ed. Quintín Aldea Vaquero, 2 vols., Madrid, Editora Nacional, 1976, II, p. 614 (em- " Alainl-ottin,"[,orrisXlVanclFlanclers",enGr-eensrass(ecl.), Oonrltestnnd.Coa-
presa 6l ) ;Juan de Palafc¡x y Mendoza, .,Juicio interior y secreto de la monarquía para lt \t t'tt( l, CAp. 5,
mí solo", apéndice aJosé MaríaJover', "Sobre los conceptos de Monarquía y nación '" Sahlirrs, Bountluri¿s lÍ-nnteres), pp. I l:]-l2li.
-'11
en el pensanriento político español del siglo x'.'nt", Ouacbrnos d¿ Historia de España, 13 \'ézrsc Spiehnan, Leopold. I,czrp.6; Evans, Hu.bslntrgilIonan'h¡lla monarquía delos
(1950), pp. 138-150. I I rr I nb r t rgof . czrp. 7 .
55 Véase William Beik, Absolutism and Soci.el",l in Satente¿nth-Century Frane: State Pozu¿¡ Sr¡l¡r'e el traslbllclo cle cstos rlisturbios sicilianos, r'éllse I-uis Antonio Ribot Gar--
';"
and, PtwincialAri,storaq in Languedot:, Cambridge, Cambridge University Press, 1985. t t¡. Itt reuu¿lta unliespu.rktkr pn AIesinn: (utt\us \ tnlerudetttes (1i91-1674), Vallaclolid,
56 Citado en Sahlins, Boundaries
lFronteresf , p. 117. l'r¡Irlicirciones cle la Llnilersiclad de \'¿rllacl<¡licl, I9l|2.

48 -t s)
rlilr:rslrlr llo¡ lrorrir'¿r crr I7(X) t'<.1 srrlrsigrri<,r¡lc r(.(.ll¡tz(, rlt. los (.¡tl:tl:ut(,s. r nrr i;tsrlc l¿t corrrut rlc Anrgritt. No r¡l¡sl¡urlr', ir¡r lrrso:rr¡rrr llrs rrrcrlirl¡rs
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¡llrllr cl'r.trr rrrrir si- , lc urriliclci<itt, r¡ttt' ittt'lttí¡ul l¡t t'linlirtir<'irin tlt'r,it'i¿rs irrslil rr< iorrt's y lrr
tttacióD ctr lzr que la ab<¡licitin clc lt¡s eu'r'r:glos (:()nstituci()ltales tr.¿ldi-
,r l rolir ir ir t k' l¡itt't't't'its :ttltt¿ule l':ts, no lo abarcab¿rn tockr. l,os t':rt¿rlirnt:s,
<
cionales de la corona de Aragón pudiera volver a ser conternplada
seriamente por Madrid. l,('s(' ;r srr <lt'slirt:itckr papel en la rebelión, conservaron su lcgislación
, rr rl l lrr nuryor-¡r:u-te de la penal, mientras que el uso obligatorio de
En Escocia carlos II recurrió a las bien probadas técnicas de patro-
l, r c r gr rir r'¿tstellana se limitó al mundo de los actos administrativos y la
l r

nazgo, tan eftcazmente empleadas por su abueloJacobo VI y I, pero


r r )r r ('slx)n(lcncia oficial62.
no podía ava.'zar más lejosot. como en España, er conflicto dinástico
,\ ¡rt'sll de tales superüvencias, y en parte a causa de ellas, durante
iba a proporcionar en Gran Bretaña el catalizador para nuevos pasos
l, rs r lr ¡s siglos siguientes habríauna tendencia acelerada en Europa a
hacia la unificación. La necesidad de proreger la Revolución Glorio-
l,r u r'¡rcirin cle estados-nación unitarios. La monarquía compuesta, en
sa y el acuerdo protestante de 1688-168g, y la continua preocupación
r .u¡rlrio, parecía débil y anodina. Sus debilidades eran obvias y de
por la seguridad nacional en tiempo de guerra, mientras la unión de
lrcr lro st: han enfatizado mucho en estudios recientes: los inevitables
las coronas seguía incompleta, se combinaron para crear las condi-
r csc r l I irrrientos por el absentismo real, el reparto de cargos y la exclu-
ciones en que podía volver a debatirse en serio una base más sólida
s o r r k' los mercados interiores y coloniales, las dificultades que aca-
r <
para la unión anglo-escocesa. Irlanda, en su condición d.e reino re-
r r r':rlr¡r ¿rsegurar una distribución equitativa de los costes de la guerra
conquistado a sangre y fuego, se quedó como un asunto diferente.
r l.r rk'f L'nsa, el problema de la diversidad religiosa en reinos que de-
Dadas las enormes diferencias en su equilibrio d.e fuerzas interno
lrr:r r r lt'altad a un solo monarca, y el peligro de intervención extranje-
y su situación internacional, no es sorprendente que las tres monar-
r ¡r crurndo se acumulaban los agraviosos.
quías compuestas de Europa (la austriaca, la españolaylabritánica)
,,\rrn con todas estas debilidades,las monarquías compuestas de los
se reorganizaran de formas muy diferentes. Aun así, esta reord.ena-
sirlos XVI y xVII mostraron una notable capacidad de resistencia y su-
ción general, que ocurrió entre 1707 y rzrl,sirvió en todos los casos
¡x'r vivencia. Llama la atención que, durante el periodo que transcu-
para vincular más estrechamente entre sí a las partes componentes.
r r iri ortre la disolución de la Unión de Kalmar escandinava en 1523
La solución austriaca de 1711 fue realizar un pacto con los húngu.or,
l cl cstablecimiento de la unión anglo-escocesa de I707, sólo tuvieran
laPaz de Szatmár, por la cual se garantizaban la continuación de la
cxil<¡ tres secesiones de monarquías compuestas: la de las provincias
diversidad religiosa y la supervivencia de la constitución magiar a
sr'¡rtt:ntrionales de los Países Bajos respecto de España, la de Suecia
cambio de que reconocieran la sucesión hereditaria por la línea mas-
r cs¡rccto de Polonia, con la renuncia de la lealtad a Segismundo III
culina de los Habsburgo. Quedaba así abierto el camino para la Mo-
,'rr 1599, y la de Portugal respecto de España en 1640.
narquía Dual de 1867. En 1707 también los ingleses habían llegado a
;(lómo se mantuvieron durante tanto tiempo uniones tan artificia-
un acuerdo por el cual los escoceses, como los magiares, conservaban
Ics r:r-r su origen y tan poco trabadas en su articulación? La contigüi-
sus propias leyes e identidad religiosa. sin embargo, con el insólito
rlarl, como afirmaban los contemporáneos, era evidentemente de
establecimiento de una unión parlamentaria y con sus medidas para
: rvr rcla, pero resultó insuficiente para mantener a Portugal dentro de la
fomentar la unificación económica,launión anglo-escocesa iba mu-
rrronarquía hispánica. La "conformidad", sin duda, también contri-
cho más lejos que laPazde szatmár en la creación cle un estado cohe-
lrr ríir, pero se trata de un término vago y ambiguo: ¿acaso tenía Escocia
sivo y unitario.
La solución más integracionista de las tres fue la adoptada por
Madrid. su victoria sobre los rebeldes de Aragón, valencia y cataluña r;: Sobre los decretos de Nueva Planta en Aragón yValencia, véase Henry Kamen,
Ie había dado carta blanca, y los decretos de Nueva planta d,e 1707- I ltr War of Succession in Spain, 1700-1715, Londres, Weidenfeld & Nicolson, 1969 LLa
1716 suprimieron para siempre los regímenes distintivos de las pro- qtrtrra d,e Sucesión en España (1700-1715), trad. Enrique de Obregón, Barcelona, Grijal-
lrr r, 19741 , caps. l2-13; sobre los de Cataluña, véase Joan Mercader i Riba, Felip V i
( htulunla, Barcelona, Edicions 62, f 985 (2." edn).

6l Tier,or-Roper, ,,union of Britai¡, 'i:t Véase Conrad Russell, "The British problem and the English Civil War", .Flis-
¡..La Unió¡ de Gran Bretaña,], p. 466. tur\72 (1986), pp. 395-415.

50 51
(oltrr rrrit'rrtllrrr rlc unlr uni()lr r otrligtt:t) tr¡:rs r ottlot trrirllr<l r'orr lngllt- ('tn(.ttl(.¡( itt. l,:rs lttt'tz:tsrlctttl tcitto ¡lotltlttt trtili¿'rr¡i('l):ttlt solot llt
¡listrrr.lrir¡s (.n ()lt1): l:rs rt.st'r'r,irs rnilitirt't's v litrltllt'it't'lts rlt'(
tclr'¿l (lrr('ltrrlrru':rl < orr l'isllirri:r/ l[',r'a int'r'illrlrl<'llr ¡rt'r'rrr:rrrcrrci:r rlt'llr l:tslillit:tvtt-
unión de Escoci¿r c()n Inttl¿r[c:r'r'a (lc ur) nl(xl() r¡rrc l:r rlt' l\r'trru:rl ('()n r l:¡r olt :r IicliPc ll it tllttlltt:trcl' t'l t:ontt-<¡l
sobrc N:ipolt:s y Arag<in, las
inten-
España no lo era? Se diría que cuesta trab:1jo r:rccrlo. rk. lnul;rlr.r-r.:r ¡lr:rlniticron a los Tudor persistir elf sus costosos
Si consideramos el carácter general cle la Eur-opa rn<lder-na., con su trls <lt, r.t,lOrzar su clorninio en Irlanda y los Habsburgo
austriacos
proftindo respeto por las estrlrcturas corporativas y por los clerechos, tierras Patrimoniales para continuar eier-
¡rrrrlictrrtr hacer uso cle stts ofrecían
priülegios y costumbres tradicionales, la unión de provincias entre sí i i,',,.1., prcsi<i' sobre los magiares' Las mo'arquías múltiples
aeque principaliterparece encdar bien con las necesidades de los tiem- rr r i I t i rl cs oporttttlidades además
r
de múrltiples limitacio¡es'
¡

pos. La misma falta de rigidez de la asociación era en cierto sentido 1.,,'¡rrueúa de la calidad cle los estadistas entre los gobernantes de
su mayorfuerza. Permitía un alto grado de autogobierno local conti- l:r <.<lacl rnoderna se cifraba en si eran caPaces de darse
cuenta de las
nuado en un periodo en que los monarcas simplernente no se halla- () tiempo que seguíansiendo conscientes de las limi-
¡r()r.trrnidades al
ban en posición de someter reinos y proüncias periféricos a un estric- til<'iones. Formas ¿e .rttiOn que en el siglo xlr parecían bastante ade-
comenzaban u pur"... inadecuadas a principios del xvtl'
to control real. Al mismo tiempo, garantizaba a las élites provinciales No
crutrt¿ts
lograr
el disfiute prolongado de sus privilegios existentes, combinado con olrstante, las presiones ejercidas por el aparato del estado para
manera convencional en tér-
los beneficios potenciales que se derivaran de su parúcipación en una rrrra unión más perf'ecta (concebida de
el modelo
asociación más amplia. rrrinos de conformidacl legal, institucional y cultural con
El punto hasta el que tales beneficios se materializaron en realidad ¡rt.(rporcionado por el
mie;bro dominante de la asociación) tan sólo
varió de una unión a otra y de un periodo a otro. En cuanto a seguri s.ruio., para refórzar el sentido de iclentidad distinta entre los pueblos
la posibilidad
dad militar y provecho económico, las ventajas para Portugal de su llr)rellazados con Ia absorción. Esto a su vez planteaba
unión con Castilla parecían mucho mayores a la generación de 1580 <le recurrir a medidas más drásticas, incluida la
conquista abiertay el
general
que a la de 1640. Las esperanzas depositadas por las élites provinciales tr¿rslado masivo de poblaciones. SirWilliam Petty, inspector
habitantes a gran escala entre
en un aumento de las oportunidades económicas y un continuo flujo rle lrlanda, propuso Lrn intercambio de
de cargos y honores se vieron defraudadas demasiado a menudo, pero lrrglaterra . trlárrdu, y los comisionados de Leopoldo I en el
gobierno
los alemanes
los atractivos de la corte y de una cultura rival dominante las podían cle Hungría recomendaron Lln trato preferencial para
fin de templar
convertir en cómplices voluntarios en la perpetuación de una unión cn la rep"oblación de tierras tomadas a los turcos, con el
de la que todavía esperaban cosas mejores. Las presiones para la per- la rebelde sangre húrngara con la lealrazagermánicao{'
petuación, de hecho, podían proceder en igual o mavor medida cle El estado fiscal-militar dieciochesco, con más poder a su disposi-
ofrecer
las élites provinciales que del gobierno central. Incluso si llegara el ción que su predecesor del siglo xr'lt, tenía también más que
desengaño, como a menudo sucedía, ¿a qué otra parte iban a acudir? en términos de empleo y opo.t"ttidades económicas' Con todo' las
Como las proüncias septentrionales de los Países Bajos descubrieron r.onarquías "ilustradas, dei siglo xvttl siguieron siendo esencialmen-
durante los primeros años de su lucha contra España, los moürnicntos ,".o-p.,..tas;allídondesebuscómayorintegración'continuósien-
secesionistas que terminaban en alguna forma de república erurr rni- clo difícil de alcanzar,como descubrió el emperadorJosé
II a su propia
rados con recelo en el mundo monárquico de la Europa nroclerna. costa. El súbito surgimiento del nacionalismo a caballo
entre los si-
del estado-nación
Una de las razones del éxito de la reluelta lusitana fue que Portrrgal, glos xvrn y xrx daríJun mayor impulso a la creación
en la persona del duque de Braganza, tenía un rey potencialrncrrl<' irnitario que el sumaclo p.r los decretos reales y las acciones de los
legítimo a la espera. burócratis a lo largo de muchas décadas' En ese mismo momento'
En la medida en que la perpetuación de estas uniones cle ¡x'rrclíit irónicamente, los iiricios del movimieuto romántico dotaban a la di-
también del elemento disuasivo de la coacción, los soberanos rlt' los
reinos múltiples poseían una ventaja sobre los de reinos sirnplt's ¡lor'
6r M. Perceval-Maxwell, .Ireland atrd the Monarchv in the Early Str'rart Mr'rltiple
los recursos adicionales de los que se podían servir en l<¡s cirsos <k' a:n' I'eopold I' pp' 39-1 40'
Kingdorn o, H istori.crilJo urrt¿L 34 ( 1 99 1 ), p' 295; Spielm 1

i1'2 l--'3
\'('r¡ii(lll(lt:rr¡iclr y r¡:rr io¡r:rlrlc ulr:r nu(.\,:r:rrrr:r rlr.lt'uiti¡rrirl:rrl;rl
¡rrr,¡ror
<'iotl¿tt'lt'f ttlltllttllt'ttlos ltistrir i< os, linuiiísf i<'os v lilt'r.:rr.ir¡s rrr:rs li¡ rur.s.
Cn lri'r'u l-,() I I
Por cotrsigttietrtc, t'¡l t'l t'sl:trkr rurillrio, iurr:rl r¡rrt'(,n su
l)r.('(l(.t.r.s9r; llrs
relaciones de las n'r¡i<¡llcs v ¡rnrvincias comp()nclltos l¿lnl() (.lll r.(. sí
ApnENDTENDo DEL ENEMIGO:
como con el mismo estado inrplicarían oscilacio'es cornplejas c i'ce-
Irvcr.,ATERRA v EsPAñA EN LA EDAD MODERNA
santes en la balanza de las lealtades, unas oscilacionei bisaclas en
cálculos políticos, realidades económicas y actitudes culturales cam-
biantes.
Ahora que las insuficiencias de esa creación del siglo xrx, el estado-
nación integrado, están quedando a suvez penosamente al descubier-
to y la unión uqrc princrpalitervuelvea ser la orden del día, la monarquía
compuesta de los siglos xvl y x\TI puede comenzar a comprenderse
como lo que fue: no simplemente como un insatisfactorio preludio a
F--.,, ,*, cle diciembre de 1956 Hugh Trevor-Roper me escribió para
la construcción de una forma más eficaz y permanente de ásociación
<l<'r'irme que había cancelado su prevista visita a España: "Tenía la
política, sino como uno de los varios intentos de reconciliar, desde el
ir r tcrrción de ir en relación con el tema que había esco-
punto de vista de las necesidades y posibilidades contemporáneas, las -escribía-
ui<lo para las Conferencias Ford, las cuales había suplresto confiada-
aspiraciones opuestas de unidad y diversidad que han seguido siendo
nr('llte que me iban a pedir que diera". Sin embargo, el consejo rector,
una constante de la historia europea. como tal, la monarquía compues
r¡rrc procedía de manera misteriosa (como sin duda lo hace todavía),
ta conoció éxitos y fracasos. Es probable que hasta la unión m:ís
pérfec- tr¡rnri otra decisión. "Así pues, ahora escribía Trevor-Roper-,
ta, después de todo, tenga sus imperfecciones en un mundo donde -me
('n vez de proseguir con mis frustradas investigaciones, estoy maqui-
citar el razonamiento del obispo palafox tras la carásfofe de los
-por
planes de olivares paralaunión de España- en valencia crecen na-
n¿urdo mi venganza". Aunque su nombramiento como Regius Professor
rle Historia Moderna en Oxford seis meses después le proporcionó
ranjas pero no castañas, mientras que en yizcayacrecen castañas
pero str clesquite contra los medievalistas que impidieron sll elección para
no naranjas, y así es como creó las tierras Dios65.
l¿u Conferencias Ford, es de lamentar que las dejara sin escribir ni
¡rronunciar. El mundo se vio privado de lo que habría sido un brillan-
te panorama de las relaciones anglo-españolas entre 1604 y 1660.
(ltnndo fui honrado por el consejo rector de la Fundación Dacre con
la invitación a inaugurar el ciclo anual de Conferencias Dacre, me
pareció apropiado escoger un tema relacionado con el de esas otras
.jamás dictadas por Trevor-Rope¡ por más que no se pueda subsanar
su ausencia. Con ello, rindo hornenaje no sólo al mayor autor de en-
sayos históricos de mi época, sino también a un hombre al que siem-
pre estaré agradecido por la amabilidacl v generosidad que mostró a
turjoven historiador en los inicios de su carrera acadérnica''.

"' Hugh Trevor-Roper' (1914-2003) escribió ensa)'os históricos sobre una gran
variedad de temas. Su investigación de la muerte de Hitler le ganó fama mundial,
pero también realizó destacadas contribuciones al estudio de la edad moderna britá-
nica. En 1979 se le concedió el título de lord Dacre o barón Dacre de Glanton. Las
Conf'erencias Ford (Ford l-ectures) sor:. un prestigioso ciclo de conferencias sobr-e his-
(i5 toria británica, instituido en honor deJanes Fold ( I 779-185 I ) , que es pronunciado
Palafox y Mencl oza,,.Juicio interior,,, pp. l4b-146.
cada año en la Universidad de Oxford por un distinguido especialista en la materia.

54 5ir
llr¡r.llr'licvr¡¡-l{o¡lcr virrjo¡ror ¡lrirrrt'rlr\,(.r:r l,)s¡rrrrr:rr.rr l,l).rrl {, rrr,,, l',slccnslrvorlir't'nrcttossolrtr'(lrttlonr.u (lcl,rr¡rr''l'rcvor l{o¡x't
:tli()silllt('s<lt'l¿tt'ttt'llt(ltt('ttt('('uviiu'íl)vcst'ril¡irillli(.t'nlt<l lk.lcr¡sorr lrrrlrit'r:r <li< lro v t'lu<k'('n r-{llln ¡xrr.l<'ll l< livirl;rrl rli¡rlorrr:iti< lt <'nltt'llt
que el país visitacl<¡ Il¿rbía llt:g¿rrkt ¿l l()nlilt.(:ll slts s('llliuti(.nt()s ..r//r/, l,,s¡lrrrra <k'los r\rrstl'ius 1'l:r Irrglirlt'r'l'¿r rlt'kls llsltr¿rrrkrs, (lrt('('s <[r'sttpo-
aunque no del todo", el lugar hasta entonces ocupado por ltali:r. er rr,< ki rr<'r lurlrr'íu sirl<¡ t:l f irc:o rlc ¿rtención cle srrs conl'erencias. Todavía care-
profundamente impresionado por'
"el lacío dorado, infinito, elevaclo y r lt' rura rlcscripci<in cclrnpleta de esas turbulentas relaciones, sólo
( ('r r l( )s
maraülloso de la meseta castellana> y por orrr¡rrt:nsibles si se tiene en cuenta el anterior contexto de enfrenta-
"la grauitasclásicade hasta el r
más mísero labrador español"r. El país, según escribió, le fascinaba y, r¡r it'nt<> cntre la España de Felipe II y la Inglaterra de Isabel I durante
como historiador, tarnbién lo hacía su pasado. Mientras se preparaba l:rs riltinl¿rs décadas del siglo xvt3. Gondomar, en una de sus cartas,
para üsitar el monumental Archivo General de simanczrs en la provincia r r'< rrrl¿tba qtre Carlos V solía decir:
<
"Guerra con toda latierray paz
de Valladolid en verano de 1953, escribió a Berenson:
" ¡eué maraville t r ¡r r I nglaterrá"+. En los años inmediatamente posteriores a la muerte
sos temas históricos hay en España! ojalá hubiera historiadores para r k' M¿rría Tlrdor en 1558, la tradicional amistad anglo-española se des-

explotarlos"e. Siempre atento a las sirnilitudes y diferencias entre Espa- r¡¡or'on:rba a ojos vistas y, por los años de 1580, a pesar de la natural
ña y otras sociedades contemporáneas, estaba persuadido de que el
¡rlrr<lt:ncia de los dos monarcas, la grieta entre ambos países se estaba
conocimiento de la historia hispánica era esencial para comprender r orrviltiendo en Lln abismo. El fracaso de Felipe II en
"la Ernpresa de
desarrollos en la Europa de la edad moderna como un todo, una con- lrrul:rterr-a" en 1588 fue seguido por 16 años de guerra abierta, la cual
vicción reforzadapor su admiración hacia Fernancl Brauclel y su obra srilo terminaría en 1604, después de su muerte y la de Isabel I.
Et Mediterraruoy el mund,o m¿ditenáneo m tn
eorn dz Fekpe ILNo es exrraño, Los acontecimientos de los reinados de María Tudor e Isabel I iban
pues, que impartiera regularmente un curso de licenciatura sobre Es- :r cnturbiar todo lo que sucedió más tarde. Iban a crear imágenes
panay Europa en el siglo xvr;sus conferencias Ford, dedicaclas al si- rct'íprocas que persistirían hasta el siglo xx y que quizá todavía no se
glo xvu, hubieran sido un desarrollo lógico de algunos de los temas llrrvan desvanecido del todo incluso hoy en día. En ambos países, el
tratados en esas clases. si hubieran llegado aserpronunciadas, sospecho < onllicto religioso agudizó el sentimiento de identidad nacional y
que habría hecho hincapié en las actividades del famoso embajador <'ontribuyó aformar ideas del otro que cobraron la rigidez de estereo-
esparlol en la corte deJacobo I, el conde de Gondomar. Una vez me ti¡r<rs. Irrglaterra se identificabaahora con orgullo con la causa pro-
pidió que intentara hallarle una rara publicación relacionacla con el l('st¿rnte. Al mismo tiempo, entraba en la conciencia españolzr como
influyente diplomático,yleyó los cuatro volúrmenes publicados de su rur:r nación de herejes. Esta imagen negativa de los ingleses se vio
correspondencia con tanto detenimiento corno para redactar una lista :rlirnentada por las noticiirs de persecuciones difundidas por los exi-
mecanografiada de correcciones. En ella identificaba personajes de la lilclos católicos refugiados en España!'. En l58B eljesuita Pedro de
corte deJacobo I que recibían pensiones de los españoles y aparecían l{ibacleneyra, quien había estado en Londles en la época de la muer-
sólo b4jo seudónimo; al mismo tiempo, señalaba queJulio César no era t<' cle María Tüdor, ofreció a los lectores españoles en su Historia ecle-
un alias (según suponía, no ilógicamente, el editor español), sino que
se trataba nada rnenos que de sirJulius Caesar, el Master of the Rolk, un
puesto clave en la cancilleríayla rnagistratura cle Inglaterra. :t He proporcionado un resumelr cle esas relaciones bajo el título
"A Trotrbled
l{t'lationship: Spain and Great Britain, 16041655", en.fonathan Brown y.fohn Elliott
(ecls.), 'I'he Snlt of the Centut\,: Artistir Relation,s bettuee¡t Spain and Great Britr¿in, 1604-
/óij, New Haven (Connecticut) y Lor-rdres, Yale University Press, 2002, pp. 17-38
Alguuas de las rtniversidades británicas tradicionales cuentan con cátedras creadas por ["LTna relación agitada: Esparla v (iran Bretaña, 16041655", trad. María Luisa Balsei
la corona. El puesto de fugius Professor oJ fuIod,e.rn History en oxforcl al que se alude en ro, en l,n alnzonedr¿ del siglo. Rtlr¿ciones artísticas mtre España,t Gran Bretaño., 1604-1655,
este párrafo data de 1724 y puede ser ocupado, y a menudo lo ha sido, por medievalis- Madrid, Mtrseo Nacional del Prado, 2002, pp. 17-381.
tas (Historia Modema se utiliza aquí simplemente como ténnino opuesto a Historia a Corrcspottdencia ofitial tLe Don Di.ego Sa,rm.iento d,e Acuña, Conde de Gond.onmr, ed.
Antigua). Sobre las Confet-encias Dacre (Dare Lectures), véase el Prefacio de este libro. Drrque de Alba et al., en Doannentos inéd,itos para k¿ historia de l)spaña,4 vols., Madrid,
I I'etten ¡rom oxfmd: Hu,gh'Iino¡.Ro\er to Ba-narcl Bnenson, ed. Richard Davenport- 'Iipografia de Archivos, 193G1945, II, pp. 102-103.
Hines, Londres, weidenfeld and Nicolson, 2006, pp. 72-73 (zb de septiembre de lgbl). 5 Véase Albert.f . Loomie, T-he Spanish Elizr¿bethans: The English Exiles at the Cottrt of
2 lbid., p. 122 (9 de a¡¡osro de t9b3).
Philip II, NuevaYork, Fordham Universitv Press, 1963.

..=r6 ó7
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tt'itlt'lnlfttlt'ttt¿ un er;ilir o ¡r.l:rlo rl¡ l¡s 9r 1_¡r.¡r.s
tto sulrrlilos Y sus( ilr¡ tut:r lnr('\':r olr':rrl:r rlt'scnlinricr¡t,r,rrrlics¡r:rrrol r¡rrr'
v t'l rlt's¿tl'lrrll<t <lt' ltt I1'li)l'lrtlt
l)rr)l('sl:ull(,: "lur r'(.iu() n()l)l(., r i< o, ¡r'tlt, irrr¡rrrlsri:tlrrg-lltt<'rt:tlltinr'ottttosrlt'qu('tt':t(()nlt:tl,,s¡r:rrrlrcrr l(i?5r'.
roso [...J que solía ser Llll paraíso clc rlcleitcs 1... I Irct.lr., t¡l¿r <.rrr:v1 rlc:
l)ut'ltttlcllrrli'r'l<llr(l('l(;:J0, lr¡sinlt'nl<ls<lt'(llllosl<lclrrultrt('r'r'ir<k'
bestias fieras, un ref'gio de traidores, Lrn p'erto de corsar-i.rs,
r cf i rrziu' los litzos t:lllrt: arnllos
'.a ¡raíscs corttribtryt:r-()r) it ¿l(:onltr¿tr el dis-
espelunca de ladrones, una madriguera de serpientes>6.
t:rrrci:rrnit'n1() (:ntrc i'l y sus súrbclitos. Veinte arios después, cnando
Los ingleses, por su parte, pagaron con la misma moneda. Fue en ( ironrwcll l¿rnz<'r en 1655, al estilo isabelino, su Western Design-un
la segunda mitad del siglo XVr cuando la Leyenda Nesra clel fanatismo
¡rl:rrr ¡rirr-:r l:r política exterior occidental con una expedición contra
y la crueldad españoles quedó grabacla en la concieircia'acional
in- cl ( liu'ibc español-, se sirvió de un profundo caudal de hostilidad
glesa. Esta tenebrosa imagen de España se r,,io exacerbada por ciertos
I¡rrcia un país sobre el que todavía se consideraba que aspiraba a la
elementos adicio'ales: los recuerdos desgraciados del reinado de
rrrorrarquía nñiversale. "Plles, en verdad Cromwell en su fa-
María Tlrdor, las noticias de las atrocidades perpetradas por el duque -decía
rnosr¡ discurso de apertura del Parlamento en septiembre de 1656-
de Alba y sus tropas e' los países Bajos, las hisrorias sobie la Inqtúsi-
vu('stl'o gran enemigo es el EspañoI... Es un enemigo natural, tal por
ción española que no parabar de circular por la Europa protestante, ¡ ltt ttl'alezar
l{).
los relatos del exrerminio de los puebros indígenas deAÁérica (a
los Sin embargo, hayotra cara, alrnque menos conocida, de la historia
que añadió credibilidacl la publicación en lbg3 de la primera versión
rlc las relaciones anglo-españolas en la edad moderna. Como poder
inglesa de la Breaísima relación de la deüruición d,e las Ind,ias d,efray Bar-
rklrninante de Europa, España era una fuente de fascinación hipno-
tolomé de las casas), y los rumores espeluznantes sobre Felipe II y su
tizadora para otros estados del continente. Aunque su hegemonía
corte atribuidos al ex secretario del reyAntonio pérez,quien en lbg3
¡rolítica no se veía acompañada por la cultural, firmemente basada en
encontró refugio en Inglaterra por algún tiempo?. Italia, su influencia en este plano (expresada en la lengua, la moda,
Las imágenes negativas de Inglaterra y de España crearon clima lu literatura, el teatro y los tratados devotos) estaba muy extendida y
en la opi'ión púrblica en ambos países que complicó y obsta '. culizó A veces era profunda. Isabel I, lord Burghley y sir Robert Cecil domi-
cada tentativa oficial de acercamiento durante las áécadas que siguie-
naban el español; es posible que el segundo, fascinado por el país y
ron al tratado de pazanglo-español de 1604. El concle de Gtndomar, su literatura, poseyera la mayor colección privada de libros españoles
que desplesaba todo su ext.aordinario talento diplomático para pro-
en la Inglaterra isabelina: 56 títulosrt. A partir del decenio de 1590 se
mover unaalianza dinástica, fue el hombre más odiado de Londres
durante el reinado de Jacobo I, como nos reclrerda el espectacular
éxito teatral de A Game at Chess l*tJnapartida de ajedrez,I áe Thomas
s Sobl'e el fi'acasado enlace v sus consecuencias, r'éanse: Thomas Cogswell. T/ze
Middleton en 1624. La perspectiva de un matrimonio e'tre carlos,
[Jlc.sscd. Ran¡httion: Iinglish Politics nnd. tlte Coning of Wan l62l-1624, Cambridge, Cam-
el príncipe de Gales, y la hermana cle Felipe IV, la infanta María, era lrridge Urriversity Press, 1989; Brown y Elliott, Lr¿ r¿ltnoned,a del siglo; Glyn Redworth,
contemplada con profunda desconfianza en España; c.ando carlos 'I'\rc Prince and tlu Infantr¿: 'I-ltc ()ultural Politüs of'the Spanish,V¿¿l¿l¿, New Haven (Con-

regresó de su desastroso viaje a Madrid sin una novia en otoño de rrecticrrt), Yale University Press, 2003 [El Príttt'ipe y h Infanta. (Inn l¡oda renl fr"ustrada,
tlad. Oscar Recio, Madrid, Taurtrs, 20041 ;Alexander Samson (ed.), l'he Spnnish
1623, su retorno fue motivo de locas celebraciones entre sus firturos
I[a.tuh: Pñnce Charlzs'sJottrrte,¡ to Madrid, 1623, Ndershot, Ashsate, 2006.
!) Vé¿rse a modo de ejemplo Benjamin Worsle¡ 'flrc Aduocate
["El abogaclo"], de
{i Pedro de Ribadanevra, S.L, Historiz.s 1652. citado en Steven C. A. Pincus, Protestantism r¿nd Pa,triotisn¿: Ifuoln$es and tlte Ma-
d.c kr ootttrnn'ejbn¡¿r¡, Maclrid, Biblioteca de king of English Foreign Policy, 1650-1668, Cambridge, Can.rbridge Univelsity Press,
Autores Crisrianos, 1945, p. I lg6.
7 1996, p. 48: "El plan de España es alcanzar la monar-quía universal de la cristian-
véase william s Milibt The Bku'k Legertd. in Engrantr: The Deuehpment oJ.Anti- dacl".
SPnnish Scntinunt, 1558-1660, Durharn (oarolina del ñorte). Duke
universirv press, to The Witings antl Speethes of Oliiter Crornzuell, ed. Wilbur Cortez Abbott, 4 r'ols.,
l97l fl'a I'e'\enda Negra ?n In.glút¿rrn. De.sarrollo d¿l senth¡tiento anti-hi..spánico, I5 5g-1660, 1937-1947, Cambridge (Massachusetts), Prentice Hall, 1937-1947; reimpr'. Oxford,
tr-ad.Juar.rJosé Utrilla, México, For.rdo de Culrura Económica, tOSZ]
. eará ¡n esrudio Oxford University Press, 1988, M p. 261.
cle conjunto sobre la ir-nagen cle Esparia en la edacl moclerna
lo. extranjeros, tl Gustav Ungerer', .The Printir-rg of Spanish Books in Elizabethan England", Tñe
véase J. N. Hillgarth, 'I'lu h'Iirror of' spain, t 500-t 700: "r-rtr"
T'hc Fomtrúion of a h[yti, Ann Lilnnr¡t, Serie V 20 (1965), pp.177-229. Véase el Apéldice II par-a la lista de los títulos
Arbor (Michiean), Unir,ersitv of Michigan press, 2000.
españoles de la colección cle Burghley.

58 5o
l)ils()(l(,ilro(l:rlrl)r(.lr(l(.l. lltlr.r¡g1¡¡¡r:r vs(,(.()lr¡(.ulllt1)n:r¡lrrlllirrrr titilr.s r (':unr(l¡r('i(lll (l(' llls rclrtciort<'s ('()nr('l r'ilrlcs ltizo volvt'r lr los urcr r'rrrlr'-
uuíirs, ('()nl() ¡l l)irl.it¡nt.t'ir itt Spt.rti.rlt. uttrl Iittgl,ish l"tJ rl rlicr.i<¡n¡u.ir¡ <lc r ('ri in,.il('s('s lr ll l)t'nínsrrla. ( lon l<lrkr, l)s¡r:rri:r, t'<¡lr srrs rlilír'ilt's coltdi-
espariol e inglés"l deJohn Minsheu e' r b9g, su A sprurish ()r.,r.t,nta,t. r ior lt's ¡llrrir viajur; sus h<¡rl'iblcs p<lsirdas y, sobre todo, sus riesgos reli-
["una gramática espar-rola,] y ros preasant nnd, Detightfut Diarogues ¡¡iosos uun('¿l llegó a lbrrnar parte del gyandtour,elitinerario europeo
["Agradables y deliciosos diálogo5o] en español e ingies,r. (lrr(' s(' <'<¡nsideraba esencial en Inglaterrapara completar la educa-
Para aquellos que carecían de la incri'aciór o la cipacidad de leer ciriu <k' Ios.j<ivenes de las clases pudientesl6.
obras en el idioma original, un aluvión de traduccioires del español Sirr t:rnllerrgo, la llegada inesperada a Madrid de Carlos, el príncipe
aparecieron en las décadas iniciales del siglo xvrr, encab ezadopor la rlt' ( ):rlcs, en la primavera de 1623 añadió toda una nueva dimensión
versión de la primera parre de Don rr lus rcl:rciones no sólo políticas sino también culturales entre España
euijoteacargo de Thomas shelton
en 1612, siete años despr,rés de la publicación del libro en Madrid. t' Inql¿rterra. Sus casi seis meses en Madrid iniciaron al príncipe en
A pesar de las diferencias religiosas, la literatura d.evota hispana encon- luur c()rte, y en una cultura cortesana, muy diferentes al desorden pa-
tró lectores ingleses, yJohn Donne y Richard crashaw fig'raron entre lrrcicso de su padreJacobo I. A su acceso al trono en 1625, los inten-
quienes buscaron inspiración en ros rnísticos españoles. Donne escri- tos de Carlos I de introducir una mayor gravedad y decoro en el ritual
bió sobre su biblioteca que encontraba allí .más autores d.e esa nación v t'tiqueta de la corte inglesa parecen reflejar la fuerte impresión que
que de cualqnier otraot. En cuanto a la indumentaria, el negro espa- It'causó su contacto con los complicados protocolos de la corte de
ñol llegó a ser considerado el colmo de la elegancia. .He oido _.._ F-clipe fV, meticulosamente concebidos para mantener al rey a dis-
cribía Francis Bacon en 1616- que en Esparia (una nación solemne, tanciarT. Además, su descubrimiento de la extraordinaria colección
a la que desearía que pudiéramos imitar en esto) se permite r-cal española de pinturas, con sus magníficos Tizianos y otros gran-
a actores
y cortesanos la vanidad de ricos y costosos ropajes, pero que se le veda cles rnaestros venecianos, agudizó su propia afición por el arte y con-
a hombres discreros y marronas bajo pena de infámia,lu. Dudo tribuyó a convertirle en uno de los mayores coleccionistas entre los
q.r.
sus palabras estaba' dirigidas al futuro duque de Buckingham, príncipes del siglo xvIIrs. También pudo ver con sus propios ojos El
caye-
ron sin duda en saco roto. Escorial, que visitó con Felipe fV en la primera etapa de su viaje de
Este interés por España no se veía reforzado en general por un regreso. El Escorial había ejercido fascinación durante largo tiempo en
conocimiento cle primera mano del país. pocos ingleses, aparte de los las capitales de Europa. Lord Burghley poseía un notable dibujo del
exiliados católicos, vi4jaron a la península durante los años d.e guerra edificio en proceso de construcción durante la década de 1570,anotado
abierta bajo Isabel I, pero co' la vuelta alapazen 1604 la situación con slr propia mano como "La casa del rey de España" (fig. I ) to. Cuan-
cambió. un buen ntimero de cortesanos tuvieron su primer contacto
directo, no siempre bien'enido, con el país en 160b, iuando el conde
de Nottingham viajó con'n séquito de q'inientos acompañantes a 16 VéaseJohn Stoye, linglisi, Traaelbrs Abroad, 1604-1667: Their Influence on English
valladolid para ratificar el tratado cle paz, y en los años posteriores la ,Soriety a.ndPolilirs, Londres,.f onathan Cape, 1952, edn. rev. New Haven (Connecticut)
v Lor.rdres, Yale University Press, 1989, caps. l0 y I 1. La visita de la delegación de Not-
tingham se desclibe en pp. 233-240.
17 Kevin Sharpe, Tlrc Personal Rule of Chailes 1, Nerv Haven (Connecticut) r'
.^-f'? Grr¡11 tlngerer, Anglo-spani.sh Rerations in T7uror Liternture,Berna,Francke, L,ondres, Yale Universit'l' Press, 1992, pp. 21&219. Sobre la ctrltura cortesarla españo-
1956, pp. 168-171. la, véase J. H. Elliott, Spuin u n d ils Workl, 1 5 00- 1 7 00, New Haven (Connecticut) y Lon-
clres, 1989 lEspaña y su nnmd.a ( 15()0-1700), trad.Árgel Rivero Rodríguez,v Xavier Gil
Pr$ol, Madrid, Táunrs, 20071, cap.7.
18 Véase Brown y Elliott (eds.), La alnronerlr¿ rLel sight;Jonathan Brorvn, Kings and
Connoissntrs: Coll.ecting Art in Seunteenth-Centurl Europa, New Haven (Corrnecticut) y
Londres, 7995 [El triunfo dz la pintura. Sobre ¿l coletcionismo corlesa.no en el sigl,o Xttt, trad.
María Luisa Balseiro, Madrid, Nerea, 19951 , cap. l.
re George l(trbler, Buikling the Escorial,Princeton (NuevaJelsey), Princeton Uni-
versitv Press, 19U2, p.21 [Lu obra. del Escotiu.l, tlacl. Feluando Villaverdc, Maclrid,
Alianza, l9¡f31, p. 21. Para una discusión del clibulo v str autoría, véase Pedro Navas-

60 (il
ii
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EEE¡E¡IETTII¡ E

r,imf-¡liffinlI

Figura l. Anónimo, El. Escorial en constnrcción (Hatfield House, Hertforclshire).

do Carlos I pensó en reconstmir el palacio de Whitehall, parece haber


tenido en mente El Escorial en gran medida. En sus días de cautiverio
en el castillo de Carisbrook se le podía ver absorto en los tres volúme-
nes de comentarios deJuan BautistaVillalpando sobre el profeta Eze-
quiel, con slls ilustraciones para la reconstrucción del Templo de $
Salomón enJerusalén, considerado entonces el modelo para el mo-
nasterio-palacio de Felipe II (fig. 2)'?o.
La influencia española en el comportamiento y las actitudes de
Carlos I es un ejemplo, a un nivel rnuy elevado, de unos vínculos cul-
turales entre Inglaterra y España cuya diversidad y riqueza todavía
están por explorar del todo. Además, la historia de las relaciones,
tanto cultnrales como políticas, merece ser situada en el contexto más
amplio, tan relevante hoy como lo era en los siglos xu y xvtl, de las

ctrés Palacio, "La obra como espectáculo: el dibqjo Hatfield", en Las Casn.s Renles. El
Palacio, fV Centenario del Monasterio de El Escorial, Madrid, Comturidacl cle Maclrid,
1986, pp.55-67.
20 Véase Roy Strong, Britannia Triumphans: InigoJones, Rubens antl Wtitclutll Pnku'c,
;'F
Londres, Thames aud Hudsor-r, 1980, pp. 5G63. Aunque la idea de trn palacio segrfu.r ¡¡
'\,tF
el modelo salomónico podría haberse sugerido durante el reinado cle.facobo I v lJ ü¿
haber sido adoptada por InigoJones, parece lógico suponer que la impresi<in qrre l:r
visita a El Escorial causó en Carlos diera un nuevo impulso al pr-ovecto. Figura 2. Nzaclo clel Ternplo de Salc)lnon.

6'2 63
r'('l( ( i(,n('s int'r,illtlrlt'rttt'rtlt'lttttl¡ivlrl<'ttlcs rlc los <'sl:rrlr )s nr('rr(,r ('s:url(' l,tnzristt prut ¡rllur l):u:r lnrir vit¡r trl:rr ¡or¡ rn:rscsltcr lr,r <'rrl¡r'lr¡srlivcr
el poclcr hcgcrrt<irtico. Entrt: liu rlér:irrlirs clt: I I-r5O y l(i50, l')s¡rirñir, <'orr sos t t'irtos t' ¡lt ovitt< ilts rlt' llt trtr¡nlrt r¡trt:r lris¡r:rnit l¡ r r )n ulril ll:uturrllr ¿r
slrs enormes recursos militares y financieros, c'jcrcíir la hcgcrn<lnía, l;r I Tttirirr tlt'r\r'r¡lrts, t'on<'t'lri<llt l):u'ir:ls('ulllilr'(lu(' lo<lrrs l:ts l)at'Lcs
aunque a veces precariamente, sobre el mundo occidental. La res- .rr r¡rlict'irn crt :tyttrlit tle ctrrtl<¡tricl'()tr'¿r <¡rrc Irrcr-a ¿ttacada. Dos años
puesta de quienes se sienten bajo la amerraza, o la presión, de un es- r lt's¡rrrtis, r:l st'r:r'eurrio Ooke siguió el ejemplo espariol. Tras observar

tado que posee un poder aplastante y se supone motivado por una r lcslrn'r¡lkrs sirrlilares en el Sacro lmperio Romano y Francia, notaba

ambición de dominio global va con facilidad de la desconfranzayla (lu(' ,(('()l'l su reciente unión o asociación los españoles hanünculado
sospecha a la abierta hostilidad. Al mismo tiempo, es probable que el tor llrs srrs distantes provincias para la defensa mutua y son capaces así
antagonismo se vea acompañado por cierta admiración, teñida de rlt' r't'<'lrrtar grandes firerzas para extender su monarquía tanto por
envidia. ¿Qué se puede aprender del enemigo, si es que tiene algo que rnirr'('()rr)o por tierra. Mi propuesta, por tanto, es aprender sabiamen-
enseñar? Ic tlt: nuestros enemigos". Después de comentar la conveniencia de
Inglaterra, al igual que España, era una de las monarquías com- r¡nrr asociación más estrecha entre las potencias protestantes de Eu-
puestas de Europa, y todavía lo sería más con la unión dinástica con r ( )l)ir, proseguía:
"Con todo, nuestra unión interna es la que más nos
Escocia en 16032t. Era lógico que, en el debate sobre la forma que la irn¡rorta ¡ así pues, Su Majestad tenga el gusto de considerar si no es
unión debería adoptar después del ascenso al trono deJacobo VI de rrt'ccszrrio, por las mismas razones de estado tomadas en cuenta por
Escocia y I de Inglaterra, los participantes recurrieran al ejemplo los cspañoles, juntar sus tres reinos en una unión y obligación estric-
español. En A Brief D'iscourse Tburhingthe Happy Union of the Kingdoms ta clltre sí para su defensa mutua cuando cualquiera de ellos fuere
of England and Scotland ["Breve discurso sobre lafeliz unión de los lrtacado, cada uno aportando tal proporción de caballería, infantería
reinos de Inglaterra y Escoci¿" ] , sir Francis Bacon observaba: "El r llota como sejuzgue proporcionalmente adecuada"?5.
destino de España fue que se unieran diversos reinos peninsulares En la monarquía hispánica los planes para una Unión de Armas
(con la excepción de Portugal) en una época no muy distante, y en <'ondujeron a la fbrmación de una fuerza expedicionaria conjunta
nuestros propios tiempos incorporarse al resto también el de Portu- <:¿rstellano-portuguesa para recobrar Brasil de los holandeses, y en
gal, el último en oponerse,22. Consideraba que las formas de unión ()ran Bretaña, a la creación del regimiento escocés del conde de Mor-
incluían "la unión de nombre", lengua, leyes, costumbres y cargos, y ton. Támbién llevaron a negociar infructuosamente con los terrate-
notaba, bajo "la unión de nombreo que "el nombre comúrn de Espa- nientes ingleses católicos de Irlanda concesiones reales a cambio de
ña ha sido sin duda un medio específico parala mejor unión y agluti- contribuciones, y a los igualmente fallidos intentos de Olivares para
nación de los diversos reinos de Castilla, Aragón, Granada, Navarra, rrsegurarse la cooperación militar de la corona de Aragón. En ambas
Valencia, Cataluña y el resto, que úrltimamente comprende Portugal":r:¡. rrronarqrrías, los esfuerzos de la corona por avanzar hacia una unión
Sir Henry Savile, por su parte, señalaba la unión entre Castilla y Por- rn :is perfec ta resultarían al final pelierosamente con traprodu centes.
tugal de 1580 en particular como "la más parecida a la nuestra en mi Ni Carlos I ni Olivares tomaron bastante en serio lasagazadvertencia
opinión":+. tle Bacon de que <un apresuramiento forzado perturba la labor en
Llegado el momento, tanto la unión anglo-escocesa como la de vez de despacharla"2o.
Portugal con Castilla estuvieron lejos de ser perfectas, según se con- La preocupación por la solidez de los lazos que ataban los dispares
sideraba en Londres y Madrid. En 1625 el conde-duque de Olivares reinos y provincias era Lrna característica propia de la vida de las
rnonarquías compuestas en la Europa de la edad rnoderna. Tal in-
2l Véase más arriba, cap. l.
22 Spedding (ed.), Works of Franris Bacon,X, pp. 90-99, en p. 92. 25 Sobre la Unión de Armas, véaseJ. H. Elliott, 'fhe Count-Duke of Oliaates: The
23 lbid.,p.97. Stulesnunt in an ,ige o.[ Declinc, New Haven (Connecticut) 1' Londres, Yale University
24 Press, 1986 fEI conde-duque de Olittares. Elttolítirc tn una épotu de derade'nda,, trad. Teófilo
"Historical Collections", reimpr. e:n'I-he.lacobean LJnion: Six'frurts ol l(t01, erl.
Bruce R. Gallovav v Blian P. Levack, Edimbrrrso, Scottish Hist<¡n' Socictr', l1)l3l'r, 1r. de Lozoya, Barcelona, Crítica, lg90l, cap. 7.
229. Citado nrás an'ib¿r, cap. 1, n. 38. 26 Spedding (ed.), Urorfts of l)nncis Bacon, x, p. 98.

6-l 6ir
(llti('lll(1, (ltt('s('illt lt irrlt'nsili<lrr rlrrlrrrl<'l:r
¡trirrr<.r;r rrril:rrl rl<.1 si- ( ()nf li( lo:tlricll(),('ttll)('zort('n('()nlr:u srt
¡rrrlrlir ocl trrctts:rjcrlc l'.rlcn
glo xvlt, ha tlt: scr t't:l¿tt'ionit<la ('()r) ()lr'() <lt'l¡irlt'rruis lrrrrplio <¡rrc lt'rrítr solrtt'l;t(()n\'('lli('u(ilt<lt'llt('xl)lllrsi(;n('nullr:un:u.l)rrlrult't's¡rrlri<¡r-
lugar en aquella misma época: el de l¿r sr¿rurlez¿r y rlrrralrilirl¿rcl cle los rl:r. rttit'ttllas llrs ltclivitlir<lc:s (:()l's¿u'ias ctt cl (l¿rrillt'('r':ln s('fllli(lirs ¡,rot'
estados y las fuentes de su poder. Los térmiltos de este deb¿rte, aso- ('r n pr'('sls col<lrtiz¿rr[<¡r'¿ts cll Terranova y ccrc¿t cle l¿r c:ost¿r cle Car-olina,
ciado en particular a dos pensadores a caballo entre los siglos xr,r yxr,u, Iiir lrrrr <l I luklrrvt el.joven retomó el asunto donde Eden lo había de-
Giovanni Botero yTommaso Campanella, habían sido conformados j:rr lo, r, sr: r'rnbarcó cle por vida en una campaña de persuasión para
y hasta cierto punto fijados por la ascensión de España a su posición r
¡r rt' lr rulirtt:n'a irnitara el eiemplo español y tomara en sus manos el
de dominio y sus supuestas ambiciones de monarquía universal. r lcstirlo irrr¡terial que le correspondía2s.

¿Cómo había alcanzado España tal posición de preeminencia abru- r\ r'<rnsect-rencia de los esfuerzos de Hakluyty otros, haciaL607,añ.o
madora? ¿Cómo se podía poner freno a sus ambiciones globales? r k' l:r iulrlacrón enJamestown del primer asentamiento permanente
f

¿Qué podían aprender otros de los logros, y de los fracasos, españo- lrr itlinir'o cn el continente norteamericano, una considerable canti-
les? Se trataba de preguntas que, a medida que Inglaterraavanzaba r ll<l rlt' infbrmación estaba disponible para los lectores ingleses inte-

hacia su enfrentamiento con la España de Felipe II en la segunda rcslr<los en las empresas españolas de conquista y colonización del
mitad del siglo xvl, iban preocupando cada vez más a la clase dirigen- Nr¡<'rrr Mrrndo. Es significativo que, cuando la Breuísimarelación de la
te inglesa. tl,rtrtt,irión de las Indias de fray Bartolomé de las Casas apareció en in-
La posesión de un imperio de ultramar, rico en metales preciosos, q-ltis t'n 1583, el título fuera cambiado a The Spanish Colonie ["La colo-
hizo aEspaña distinta de sus rivales europeos. Ya en la década de lbbO rr il cspariola"]. Aquel mismo año, sir George Peckham, un destacado
el matrimonio de María Tüdor habíar,'uelto a despertar el interés por l,11)r)rotor de los viajes de sir Humphrey Gilbert, podía listarlas Déca-
España y había animado a uno o dos súrbditos de Felipe y María a r/¿r.s rlc Pedro Mártir de Anglería, así como las respectivas historias de

observar con más detalle la empresa transatlántica hispánica. En lbb8, ( l<inr¿rra v Zárate sobre las conquistas de México y de Perú, como
aprovechando las estrechas relaciones anglo-españolas en ese mo- ..('xistentes en lengua inglesa".
"Por ello deseo de corazón
mento, el piloto principal de la Compañía de Moscovia, Stephen Bo- s1¡ii¡- que al verlo Dios todopoderoso, con su misericordia -prose- infinita,
rough, obtuvo penniso para visitar la Casa de Contratación en Sevilla st' r'<lmplazca por fin en despertar a algunos de nuestros eminentes
y quedó muy impresionado por la instrucción sistemática que recibían corrrpatriotas de la pesada modorra en la que durante tanto tiempo
los marinos españoles en las técnicas de navegación. Quiso qlre Lrna lr:ur estado sumidos, de modo que ahora no tengamos que sufrir el
enseñanza sirnilar fuera impartida a los navegantes de su país (un t t'rnblar por falta de mantenimientoo30. La perseverancia y la determi-

aspecto que sería retomado más tarde por Richard Hakluyt) y en 1561 rración eran necesarias si Inglaterra había de emular a España en la
Richard Eden, a instancias de Borough, tradujo para los lectores in- f rrndación de un imperio colonial.

gleses el Breae compendio de la esfera y del arte de nauegar, el manual pu- Fue sobre todo en el círculo de sir Walter Raleigh donde se abra-
blicado por Martín Cortés en Sevilla diez años atrás2z. tli cc¡n mayor fervor el sueño de un imperio inglés segúrn el modelo
Por medio de estas y otras traducciones Eden trató de proporcio- lris¡ránico. El mismo Raleigh podría haber fracasado en su búrsque-
nar información para sus compatriotas sobre las actiüdades en ultra- <la cleEl Dorado, pero sus desgracias personales no empañaban su
mar de los españoles y animarles a seguir sus pasos28. Aun así, sólo
en la década de 1580, cuando España e Inglaterra avanzaban hacia un :1' Pala una visión de codunto reciente de los escritos y la car-rera de Hakluyt,
vti¿tsc Peter C. Mancall, Hakluyt's Pronise: An Elizal¡etl¿a.n's Obsession for an English Ame-
ri¿ ¿, New Haven (Connecticut) 1'Londres, Yale Urriversity Press, 2007.Jonathan Hart,
27 David Waters, T-he Art of Nauigution in England in Elizabethan
ant!. Earh Shtart I ielrcsenting the Nau Woild: tlte English antl l-rmch Use of the Example of Spain, Nueva York
Times,Londres, Hollis and Carte¡ 1958, pp. 103-106; véase Apéndice l6 sobre los es- l llasingstoke, Palgrave y St. Martin's Press, 2001, es un írtil cornpendio de las referen-
fuerzos de Hakluyt para establecer un puesto de profesor de navegación en < ias inglesas 1'francesas al ejernplo espariol en la colonización de ultramar-.
Londres. :lrf Richard Hakluyt, The Principall Nauigations \biages and Discoueri¿s of tlu Engtish
e8 VéaseJohn Pzrrker, Books to Build an Empire: A Bibliographical ,\zliorz (facsímil de la edición de 1589), 2 vols., Carnbridge, Cambridge Univelsity
History of Englistt
Oaersea.s Interests to 1620,Ámsterdam, N. Israel, 1965, cap. 4- l'ress / Hakhryt Societ¡ 1965, II, p.704.

6Éi 67
('nlusi:rsnro l,(,r'l:r ( llus:r. l',r¡ srr Ili.stotl'of tlt lllttlt/ l'. 1lisrot itr rlr'l \'( on( ('nluu :r l()s( olr)llos ('n ( ilt(lil(l('s\'\'ill¿ts. l,llr r¡n;r r:r¡ l;r:rlgolrr.r tr:r
lt)tttl(l()D |, t'st'r'itit ('uan(l() s('('('r'lrí1ll) sr¡ll'<' r'l llrs tirri<'lrl¡rs, r'slc t'nt'- rk¡r t'r'l cottst'jorlt'l¡t cokrlilt, lrt ( krttt¡llrrlí:r irrsislt¡r ('n (llr('krs ¡xrlrllrrkr
nrigo declarado rlc L,spaña t:sclibir¡ rul u)('ns¿tic l)lu':r srrs t'orrr¡lirtrio- r('s. ('lr lttgltr <lt'<lis¡rct's:trsr'¿t lo liu'rro rk: las orill¿rs <lt'l (ilrt'str¡rr:trkt',
tas que se puede leer en retrospectiva cclmo srr leg¿rclo Ilnal: rlclrcl ílrrt ¡lclnrirtrt'r't'r'.jurrtos con el lin clc clcl'cnclt'rsc mejor de los
"No
puedo abstenerme de alabar la paciente virtud de los españoles: .rtir(f u('s ilrrli<¡s: "'lhl es lir nranera más aclecuadav eficazde proceder
raramente o nunca se encuentra que ninguDa nación haya sopor- r r ¡n llrs nll('\'AS c<llonizacioues; aparte de los antiguos, el ejemplo de
tado tantas desventuras y miserias como ellos en sus descubrimien- k rs t's¡xrñolt:s c:n lim Inclias Occidentales es buena ilustración de ello"33.
tos de las Indias; sin embareo, perseverando en sus empresas con ,,\rrrr<¡rrt' la lección er-a evidente para los oficiales de la Compañía, no
Lrna constancia invencible, han anexionado a su reino tantas buenas l, r n'sultab:r.t¿ulto para los colonizadores de Virginia. Según ellos ha-
provincias como para enterrar los recuerdos de todos los pelieros lri;r rnt:jorcs nlaneras, aunque más brutales, de ocuparse de la amena-
pasados>31. ¿:r inrli:r: .Nuestra primera tarea el gobernador sir Francis
Raleigh escribió estas palabras hacia I610, cuando el reciente asen- \Arvlllt- es expulsar a los salvajes"s4. -escribía
tamiento deJamestown se tambaleaba v estaba a punto de seguir el Ll cxpulsión (hov conocida como limpieza étnica) era un mecanis-
desastrado camino de la empresa de la isla Roanoke. La constanciay nr( ) (pre ya se había aplicaclo en la Plantación del Ulster. Fue también
la perseverancia hispánicas como modelo para los pioneros ingleses un r'('crlrso adoptado a escala masiva en la península Ibérica, de donde
iban a ser de hecho Lrn continuo estribillo en la temprana empresa rrnr¡s 300.000 moriscos fueron deportados entre 1609 y 16\4. SirJohn
de colonización británica. Aunque Hakluyty otros habían introduci- l)rn'ics, al propugnar la expulsión de los "antiguos> terratenientes ir-
do un füerte componente comercial en sus propuestas de expansión lirrrrlcses en una cartaasir Robert Cecil en noüembre de 1610, se refe-
en ultramar, los primeros colonizadores de Virginia, y del modo más r'ía t'xpresamente no sólo a las prácticas de antaño en el imperio roma-
evidente el capitánJohn Smith, se veían a sí mismos en el papel de n() \,en la misma Irlanda, sino también a los acontecimientos recientes
conquistadores españoles. Se trataba de un papel que exigía coraje y () ('n cllrso en España:
"Los españoles han expulsado últimamente a
resolución frente a la adversidad. Después de la Gran Masacre cle 1622, f <¡r[<¡s los moriscos de Granada a la costa de Berbería, sin proporcio¡rar-

en la que unos 400 de los 1.240 pobladores ingleses murieron a manos k's nuevos asentamientos allí"3s. Sin embargo, al principio parecía ha-
de los indios, Edwarcl Waterhouse, un oficial de la Compañía de Vir- lrcr r¡tras maneras, menos drásticas, de ocuparse de las poblaciones
ginia, publicó un tratado en el que recurría al ejemplo español para inctíeenas, incluidos los nativos irlandeses. Sir Henry Sidney, LordDepu-
reagrupar a colonos e inversores en un momento de desánimo: "Dado /y rle lrlanda'' en la década de 1560, había pasado en España tres años
que el Español (segun vemos) ha pasado por muchos más peligr-os en ('()rno legado de María Tudorv bien pudiera haher tenido en mente el
sus colonias, y por rnuchas más dificultades de las quejamás hemos Nrrevo Nlundo cuando trazó sus planes para la colonización del Ulster.
tenido nosotros, del mismo modo y con mayor razón no debemos de- Si los esparioles podían donrar,v civilizar a los bárbaros aztecas, lno
sistir, pues, al considerar lo que ha ocurrido, sino más bien prestarnos
a proceder con valor y constanciar32.
A ojos de los oficiales de la Compañía en Londres, la masacre de
:¡'r Citaclr¡en.J.H.L,lliott. Iimpircso-ftheAtkmt.icWorld:Britnina,nrtspaininAmetitu,
Virginia de 1622 subravaba la necesidacl de seguir el ejemplo español
1192-1830, Ncw Flaveu ((krunecticut) 1, L,orrrh-es, Yale LJniversirv Press, 2006, p. 42
I Inlx,rios rlcl rn.undo atlántico: España ¡ G.mn Breto,ña en Amtóñcn ( 1492-18301, trad. Marta
tlalcells, N4adricl, Taurus,200ti, p. 8ll.
sr Sir \,\,'alter Raleigh, Histor.t oJ the World.. en 'I-h,e Work.s of Sir Wlter Rnlegh, Kr., erl. :]{ Citado i,bid.p.85 [p. la3].
Williaur Oldys Thomas Ilirch, Oxford, Clarendon Press, l8?9, VI, pp. I l3-l 14.
v :\i' Historiu¿lTiarts ln
Sir.lohn Dauies, Attmne¡ (hnaal, Dublín, \{illizul Porter, 1787,
3e Edrvard Waterhouse, A Det:Ia,ra,tion of the State oJ-thc Colony and Alfaires in Virginin. pp. 283-284. VéaseJane H. Ohhneyer; ""Cirilizing of those Rude Partes": Colonizati<¡n
( 1622),ecln. facsímil, timsterdam y NuevaYork, Theátnrm Orbis Teriimm y Da Capo rt ithin Britain and lreland, 1580s-1640s", en Th,e Oxford, History of'the Britíth Empit", ed.
Press, 1970, p. 31. Véase tarnbién sir William Alexander, An Enrourugemcnt to Oolonies, Wnr. Roser Lotis et n1.,5 vols.. Oxford, Oxford Unirersity Press, 1998, I, pp. 135-137.
Londres, 1624 [ecln. facsímil. Ámsterdam v NueraYork, Theatnrm Orbis Terrarum v '' Representante del rey vjefe del poder cjecutivo irlandés, cargo homólogo clel
Da Capo Press, 19681 , p. 8, para palabras con un propósito similar. virrev en la España cte la nisnra época.

6Ét 6S)
lxxlt'írttt lutt't't'lr¡rttisrttolosirrglt'scscott lr¡slr:itll:rrosirl:rrrrlcscs/"'ltr' l,osirrglcscs,¿rl)('slr <lcsr¡ol,l¡nririntoirriri:¡lsolrtcl:trlr¡rtltrl:trlrlcl,rs
stlltó, sill ertll)irt'u(), (luc l()s illiul<lt'st's s('ll\,('uí:ul nr('n()s (lu(' l()s azl('('its n;tlt\'oslt()tl('lun('t't('ln()s,('n(()nlllr()nnrirsllrrilcx¡rrrls¡tt ()l¡ttltllittilt'
a que les impusieran las bendiciones (le la c:ivilizirt'i<ilr. ,r los inrlios (lu(' in('()r'l)()r'illl()s (r'<lrn<l lr¿rlrí¡tn iult'nlu<kl Ilitt t't' los cs-
Enfrentados primero a los irlancleses y desptrés :r los indígenas ¡r:rrrolt's) (l('ntr'o <lcl nl¿u'c:o s()ciitl y reliqi()so cle las sociedades colo-
americanos, los ingleses no podían por menos que expresar su admi- rr i:rlt's ('n l)l'()ccs() (le colrstrucción.

ración, a regañadientes, ante al logro español de "reducir> a sus súbdi- I ,os t:s¡r:rñoles, a dif'erencia de los ingleses, consiguieron convertir a
tos indios a la civilidad y el cristianismo3T, incluso si era b{o una forma los in<lios ell una rnano de obra slrmisa. La prueba de su éxito podía
de cristianismo llena de supersticiones papistas. Al mismo tiempo, las \'('r's(' cl.l l¿r continua corriente de plata que afluía a Sevilla desde las
historias de atrocidades que denunciaban Las Casas y otros les hacían r r r i r l¿rs clc México y Perú, la cual se consideraba de manera convencional

ser conscientes de la brutalidad de los métodos empleados. ( ( )r r r( ) la firente del poder imperial hispánico. Sir Benjamin Rudyard se
"El espa-
ñol Richard Eburne en su A Plain Pathtuay to Plantations rrrriti:r trna larga cola de comentaristas cuando observó en la Cámara
-escribía lc lr rs (lomunes en 1624: "Son sus minas en las Indias Occidentales las
["Un camino llano a las plantaciones"]- ha ciülizado razonablemen- r

te,y quizáhubiera podido hacerlo mejor de no haber tiranizado tanto, r rc srrministran combustible a su inmenso y ambicioso deseo de mo-
¡r
a gentes mucho más sal@es y bestiales" que cualquiera de aquéllas en rurrr¡rrízr universal"+0. La conciencia de la dependencia hispana de la
las colonias briránicas38. ¡rlrrt:r iunericana había inspirado en el reinado de Isabel varios Proyec-
Los defensores tempranos de la colonización británica del Nuevo tos <lc ¿rtaque contra las Indias Occidentales y las flotas de plata, pero
Mundo esperaban evitar la brutalidad al estilo español, a la cual atri- trunbién planteaba interrogantes sobre la extensión y profundidad del
buían el desastre demográfico que afectaba a los pueblos indígenas ¡
ro< lt'r de Madrid si alguna vez se viera privado de tales tesoros. Hakluyt,

de la América hispánica. RobertJohnston observaba que "el honor de rrrrrr siendo un temprano defensor de la colonización comercial, en la
Lrn rey consiste en la muchedumbre de sus súbditos" y exhortaba en <
¡r rt:
los ingleses se volcarían por defecto al no lograr encontrar metales
Noaa Britanniaasts compatriotas para que convirtieran <no como ¡rrcciosos en Norteaméricalr, también era partidario de un asalto a las
en las Indias Occidentales a punta de espaday disparo de mosquete, ¡r<rsesiones españolas en el Nuevo Mundo. En su Discourse of Western
asesinando tantos millones de indios desnudos, como cuentan sus l'lantingl"Discurso sobre la colonización occiden¡¿["] de 1584 afirma-
historias, sino por mediosjustos y caritativos, apropiados a nuestro lrir que
"cualquier hombre razonable que conociera la esterilidad, de-
carácter inglés"3e. Por desgracia, el carácte_r inglés no estuvo a la altura s<rlación yfaltade hombres en España [...] debe reconocer por necesi-
de la tarea. En una fase temprana, tanto en Virginia como en Nueva <lacl que tienen fuerzas muy escasas allí. Las proüncias que posee son
Inglaterra, las relaciones con la población indígena se deterioraron. <lc hecho muchas, pero más desnudas que nunca lo estuvo ningún
irnperio desde la creación del mundo [...] Su poder y grandeza uo es
tirl como podría parecer a primeravistao42.
36 Véase Nicholas Cann¡ Tl¿e Elizal¡ethan Conqu,esl rf lreland.: A Pattetn Estul¡lished.,
En realidad, el poder militar de España seguía siendo formidable,
1565-1576, Hassc¡cks (Sussex), Har-vester-Press, 1976, pp. 66, 126 y 133-134 sobr-e la po-
('()rno podían confirmar los soldados ingleses que prestaban servicio
sible influencia de la colonización española en Sidnev y otros en sus planes para el so-
metimiento y la colonización de Irlanda. También Daüd Beers Quinn, The Elizabelhans
and the lrish,Ithaca (Nue'uaYork), Cornell University Press, 1966, pp. lOGl07.
37 Véase Elliott, Empirn, pp. I I y 66 +0 Leo Francis Stock, Ptot:ectlings and Debates of the British Prnliaments Respecting
llmperios, pp. 39 y I 16l sobre .reducir al pue-
blo salvaje a la cristiandad y la ciülidad". Véase también p.72 lp. l24l sobre la incó- NorthAm.erica (1542-1754),5 vols., Washington (DC), Carnegie Institution of Wash-
moda pregunta de William Strachey de si "acaso tenemos nosotros menos medios, irrgton, 192+1941,I, p. 62 (19 de mayo de 1624).
espíritus más débiles o una caridad más fría, o trna religión más vergonzosa" que les
{l Sobre la comercialización de la colonización inglesa, véase Carole Shammas,
impedía emular los logros españoles en la conversión de indios. "English Commercial Development aud Arnerican Colonization, 1560-1620", en Tlte
38 Richard Eburne, A Ptain Pathzua4 to Plantations (1624), ed. Louis B. Wright, Weshtta.rclEnterptise: English,Actiaities inlrel,and, theAtlantic andAmerica 148G1650,ed.K-R'.
Ithaca (NuevaYork), Cornell Universiw Press, 1962, p. 56. ,Andrews, N. P. Canny y P. E. Hail Liverpool, Liverpool University Press, 1978, cap. 8.
3e RobertJohnston, Noua Britannia (1609), en Peter Force, Tracts antl Other Pa- a2 The OriginalW'ritings antl Conesporzdcnrc of the Two Richatd Hakluyts, ed. E. G. R.
pers, Rdating Principally to the Origin, Settlement, and Progvss of th,e Colonies in North Amer- Taylor, 2" serie, 2 vols. (7G77), Londres, Hakluyt Societ¡ 1935, r'ol. 77 , p. 2bl ("The
ica,4vols., Washington (DC), Peter Force, 183G1846, I, nirm. 6, p. 14. Discourse of Western Planting", cap. 8).

70 7t
('il l(¡s l';usr's lLrjos. ( ion rcf r':rs(), ('n l:r rrlrirr¡:r rlr:r:rrl;¡ rlr.l siplo \\'r, los rrtr ion;rlcs. l,os ltollrttrlcst's,;tl tcl:tt r on csilo r'l :r¡rl;rsl;rrrlr'¡rorlct trr
tl':rtittlos ¡llililal't's t's¡xtñolcs, t'tt srr k'nurr:r origirrlrl o lr lrrlrr<'irk)s, (.nl- t's¡lltrrol,lluttlririlt l¡lrllt:ut rlt's¡tli:ttlo lrt o¡littiort itrr¡rcr;rr¡lr'. Sirt r('('lu's()s
pezaron a causar un vivo interés e n Irrglirlcllir. Sir'( l<'<lrgr. ( h|t'y lt,:qir- rurlru'¿rlt's cvirlt'nlt's r¡uis rrllii rk'l:r ini<'i¡rlivir v t'l lnrlxrio rlrrrr¡ <l<'strs
ría cuatro de esos manlrales, todos en espaliol, a l¿r llibli<lteca Boclleia- lurbilant<'s, rrrt ¡lt'r¡rr<'rio t'st¿r<lo, st'grirt ¡l:tr'c<'í;t. ¡ro<lía no srilo rlcf'en-
na de Oxford+3. Al mismo tiempo, por otra par-te, el optirnisrno <lt:rse contr¿l la rrriryor potencia clel planeta, sino que además había
generado por la derrota de la Armada Invencible en lb88 y los rel'eses cncontraclo las llavcs que abrirían nuevas e insospechadas fuentes de
sufridos por España en los últimos años del reinado de Felipe II con- nqueza.
tribuyeron areforzar la sensación de su r,rrlnerabilidad y a inspirar la El éxito de los holandeses contribuyó a un debate cada vez más
esperanza de que los clías de hegemonía hispánica estaban tocando arnplio sobre los metales preciosos y el equilibrio entre comercio,
a su fin. Sir Henry Wotton, en sw The Estate of Christend,om ["El estado irnperio de ultramar y tamaño de la población. Giovanni Botero, en
de la cristiandad"], daba razones para pensar que
"no hay que temer en str mtry infl uy ente Delh ragion di stato [
"De la raz6n de estado" ] de I 589,
gran medida su pode¡ ni excede su riqueza en mucho a la hacienda había ayudado a divulgar la noción de que la baja densidacl demográ-
de Su Majestacl y otros príncipes'a+. Los que, como sir Walter Raleigh, fica era una fuente de clebilidad para España. No obstante, también
se oponían a cualquier negociación de paz con España, tendían na- argumentaba, de forma no demasiado convincente, que un imperio
turalmente a resalta4 y de hecho exageral la debilidad clel adversario disperso era tan seguro y duradero como uno compacto, y que el es-
en la esperanza de poder librar un golpe decisivo contra una potencia pañol, "que podría parecer por lo demás despercligado e inrnaneja-
descrita por Wotton como <nlrestro enemigo declarado y mortal,rs. bls", debería ser considerado "rurido y compacto> porque así era
"El imperio español -escribía Raleigh en los primeros años cler rei- rnantenido por su poder marítimo+8. La potencia naval estaba llegan-
nado deJacobo I- ha quedado enormemente sacudido y ha empe- do a ser consiclerada como la clave de la supervivencia y el éxito.
zado en los últimos años a declinar [...]. Ypor lo común, una vez que Francis Bacon, al examinar los argumentos a favor de la grrerra, man-
las grandes monarquías empiezan a declinar en lo más mínimo, poco tenía, al contrario que Botero, que el carácter disperso del imperio
clespués se sigue su disipación"+t;. español lo hacíavr,rlnerable y que la o¡rinión general era que las flotas
Hablando de "declinación" (una palabra que los mismos comen_ combinadas de Inglaterraylas Provincias Unidas podían vencerlo en
taristas españoles estaban comenzando a utilizar en este preciso mo- el mar'. "Si es así los eslabones de la cadena con la que
mento alanalizar los problemas a los que se enfrentaba su patria)a7, -escribía-,
sostienen su grandeza se desvanecenr+1).
Raleigh, estirnulado por las lecciones de la historia, situaba a España El hurnillante fracaso británico en la guerra anglo-española
en el discurso acostumbrado de trayectoria imperial. t,os imperios se de 1625-1630 clejó claro que Bacon, como otros antes que é1, había
lerantaban y caían; así pues, ¿qué iba a impedir a la nación inglesa, si
actuaba con resolución, tomar el relevo que ahora soltaba la desfalle-
ciente mano española y lanzarse con ánimo ala carreraque llevaba a rs Giovanni Botero, 7'h¿ Rcasot¿ of State, tr¿rd. inslesa de P.J. y D. P. Wale1,, Londres,
Rorrtleclge&KeganPat¡l, 1956,pp. 143-146yIl-12 [LaobradeGioranniB<tte¡r: I)ella
un imperio mundial?
ragion di Slato, Iibñ. d.i¿ci. Con tw libri d.clle cause d¿lla grandena. dell¿ ritlit (Venecia, 1589)
Aunque los términos de tal discurso habían sido definidos con fue traducida por Antonio de Herrera al castellano por mandato de Felipe II con el
referencia al desti'o de la Roma imperial, la debilidad de España títttk> Din libns de la razón de estado. Oon t¡vs libros d,e kts causns d,e la grandeza, 1 rnagniJi-
t iencia dc k¿s cittdndcs, d¿ Iuan Botero (.Madrid, 1593). Se hir publicado un faLcsínril cle l¿r
también llegaría a analizarse con relación a las ideas internacionales
leedición de l613 de esta traclucción a cargo del Servicir¡ de Publicaciones del Sena-
en desarrollo sobre las verdaderas fuentes del poder y la prosperidad clo, Maclrid, 2001. Existe además una tradncción moclerna parcial: Giovanni Botero,
Lr¿ razón de cstado y otros estitos, ed. N{annel García Pelavo v tr¿rcl. Luciana de Stefano,
Czrracas, Institutc¡ de Estudios Políticos ,¿ Universidad Ccntral de Velezuela, 1962].
+3 Urrgere r, Anglo-Spanish Ret,atio?ts, {e Spedding (erl.), }Izorfts of Í)'nnci.s Bucon, .Cottsiderations Touching a War with
pp. ti0-G7.
l] Sir Henry Wotton, Tlre State of Christenclo'm, Lonclres, 1657, p. 110. Spairr" (1624) , XIV, pp. 498-499. Sobre el contexto político en que Bacon se vr¡lviír
+5 Ibirt., p.2.
partidalio de la gr.rerra contra Esparia. véase Noel Malcolm , Rtason of State, Propagan-
+(j
"A Discourse Tcrtrching a War with spain>>, en Raleigh ,IUorks, VIII, B, p. 30g. and the Tltirt"¡ llea,rs' \Alru: An LTnhnotln 'franslation by T'lnntas Hobl,¡¿¡, Oxford, Claren-
rl.a,
17 \'éase Elliott, spnin and its world,,
p. z4B lEspaña y ,r, ,r,undo,p. 308]. don Press, 2007, pp. 82-83.

7',2 73
stlllt'sliltt:ttlo l:t t'it¡ltt'irlltrlrlc r('( lll)('llrciorr t's¡llrrrollr vsolrlcslir¡urrl<r rlc lrtrli:rs ¡l:tut l:t :trltr¡irrislt:tr'irilt rlt' l:rs t olotti;ts rlc l:r ,\tl¡r't ir :t lrt ll:t
la ¡rott:rtt'iit It¿tvul inulcsir 1, la ¡xrsillili<lirrl tlt' rur¿r lrt't'i<in ('()l)illlrtil ('()rl nt('lt,illul(lu('l)('ns()tl('('('s:llt()t'r¡llitttl vtl<'f<'ltrlt'l sttt'lt'tririrltlt'l
los holandeses. A pesar de las rebelioners clc 1640, que p¿ll-ecían ¿unc- rrrorlt'lo (lu(. s(' <lt'llí¿r t'o¡riitr': "A<lttí st' ¡ltttlr'í:t ollit'litt'-('s('l'il)ía-
r'azar ala monarquía hispánica con un desrnoronamieltto inminente, r¡rrc los cs¡r:rñ<llt:s u<l <'ottstittrvett tI)tly btteltas Palltas a segttir etr
en las discusiones en Londres sobre la política que debía seguirce con- rringrrrr:r lornra o pl:ttt cle gobierno; a lo cual se podría contestar que
tinuaba rondando el f-antasma de las ambiciones de Madrid a la mo- r rr:rl<¡rrit'r'ir <¡tte considere las leyes e instituciones políticas de Espa-
narquía unilersal: es significativo que el tratado De monarchia hispanica I ur, l¿rs cucontrar¿i tan bien ideadas y ordenadas con tanta destreza y

["De la monarquía española"] de Tommaso Campanella, escrito en ¡rrrrrlcnci:r como probablemente en cualquier país del rnundo, de
la creencia de que España era el instrumento elegido por Dios para el ¡norlo que los errores que se observa cometer a la gente de vez en
imperio universal, apareciera por primeravez en traducción inglesa en <'rurrldo no proceden de planes malos y equivocados, sino de una eje-
165350. En realidad, el decepcionante resultado del WesternDesignde < rr<'irin poco firme, relajada y negligente de las disposiciones de sus
Cromwell de 1655 mostró que Esparla todavía conservaba la capacidad <'r lnsejoso¡:t.
de defender su imperio de las Indias, pero en el transcurso de la déca- lin general, sin embargo, la imagen inglesa de España a partir de
da de 1660 se hizo cadavezmás eüdente que los días de su hegemonía linirles de siglo xvII fue profundamente negativa. Para Slingsby Bethel,
europea habían acabado. Los temores ingleses a proyectos de monar- r¡tre escribía en 1680, "España [...] es una clara muestra de que el mal
quía universal se transferirían ahora de la España de Felipe IV a la sobierno, al tolerar todo tipo de fraudes y descuidar el interés de la
Francia de Luis XIVy en 1663, al embarcarse en su misión a Lisboay rración, puede abatir los reinos más poderosos y echar por tierra su
Madrid, sir Richard l-anshaw recibió instrucciones de dejar claro a los llonor,¡'+. En su condición de entonces, España pasó a ser una terrible
ministros españoles que "la monarquía española ha caído en una gran Irclvertencia y proporcionó un úrtil contraejemplo para quienes tenían
declinación, sobre todo en su potencia marítima"5r. ParaAlgernon sus propios planes. El recurso a casos extranjeros constituía, después
Sidne¡ que escribía aproximadamente por aquel mismo momento, rle todo, un procedimiento útil para criticar los tlefectos reales o ima-
<el vasto poder de España, que en estos úrltimos treinta años ha hecho qinarios de la propia sociedad. Para Algernon Sidney, España propor:
temblar al mundo, es ahora como el cadáver de una res sin sangre ni cionaba la prueba de las nefastas consecllencias del gobierno monár-
aliento, de modo que todos esperan su descomposición"5e. quico sin controles. Inglaterra, según argumentaba, también podía
A partir de entonces, la imagen de España como una nación en quedar abatida por "príncipes débiles y tiránicos y sus malvados
decadencia irreversible comenzó a fijarse tan firmemente en la ima- rninistros"ss. Para William Petyt, el autor de Britannia Languens, un
ginación inglesa como la anterio¡ ya caduca, de gran potencia en discurso sobre el comercio publicado en 1680, el caso español confir-
camino a la monarquía universal. Con el cambio de imagen, vino rnaba la importancia de la tolerancia religiosa paraalcanzar la pros-
un cambio de actitud sobre las lecciones por aprender. Durante un peridad nacional: oTenemos el ejemplo de España, cuyas crueldades
siglo, los logros de España habían sido tan impresionantes y su po- execrables e inexorables hacia los disidentes han contribuido princi-
der tan imponente que proporcionaron un modelo como mínimo palmente a la actual pobreza y debilidad de la nación"5'r.
para la imitación selectiva, sobre todo respecto a la construcción del Como indican las palabras cle Petyt, el caso español proporcionaba
irnperio de ultramar inglés. Todavía al final del siglo x\Tr, cuando la una batería de ejemplos particulannente úrtil para quieues participaban
España de Carlos II se había convertido en sinónimo de desgobier-
no, Charles Davenant proponía un órgano equivalente al Consejo
53 .On the Plantation Trade", en 7-he Political nrul Conmerdal Woús oJ Charlcs
Whitworth, 5 r'ols., Londres, 1771, II, discurso 3, pp. 30-31.
D'Auenan,t, ed. sir Charles
¡'0 Pincus, Prote.stantis m and Patriotism, pp. 1 841 85. 5r Slingsby B ethel, The lnterest of Princes antl. states, Londres, 1 680, p. 75.
t't Original Lettas of his Excetlency Sir Richanl Fanshatu during h,is Ernbassies in Spai.n 55 Siclne¡ Court lVIaxims, p. 79.
nnd.Portugal, Londres, 1701, p.5. 56 William Pe tyt, Britannia I'angu.ms or a Di.scourse of Tind,e, Londres, 1680, en A S¿l¿r:f
52 Algernon Sidne¡ Court Mnxims, ed. Hans W. Blom, Eco Haitsma Mulier y Ron-
Collection of Ear\ Engtish Tracts on Comtnerce, ed. John Ramsay McCulloch, Lonclres,
alclJansen, Carnbriclge, Carnbridge Unir,ersiq'Press, 1996, p. 78. Political Economy Club, 1856.

71 7lt
('lt ('l flr':ur <k'lxtlt'rutciorutlrk'lin:tk'srk'l siqkr \\'ttr'¡rrirrr i¡riosrk'l rvttt (l('s:rslr(,s:r ()l)s('s¡ort (l('loscs¡¡:tltr¡lcs ¡tot l:r ¡rl;rl;r. St'ttttt csr lilll:t sit
st¡bl'c l¿r liulci<ilr rlt'las <'<¡loniiuvt'l t'<¡rnt'r't'io t'rr t'l lorrr<'rrto <l<'l ¡ro<lt'r-r' losi:rlt ( llriltl, ..l,ir l¿rlroli<¡si<llt<l ittt<'llslt t' titrir':t tlt' los t's¡xtltolt's ('ll l:ts
la prosperidacl¡'7. l,a expansión colonial, v¿r lirt'r'a cn Irlirn<lir o t:n Anlóri- rnirurs <k.<¡l'<¡ v l)lirlir |... I lcs llizo cit'r'l;ur)('lll('tlt's<'ttitlltl'clt Qrilt) lllc-
ca, tenía todavía firmes críticos, como el citado Petvt o Roger Coke, euien r lir l¡r cl ('ulti\r) rlt' l¿r ticrt'lt y lit ¡tt'oclttcción de lrlercalrcías derivadas de

en 1670 advertía de los peligros de despoblación de la rnetrópoli: "Corn- ,'1 .'"r. Lir srr¡rosiciól), ?rceptada clogrnáticalnente en el transcurso del
paremos el estado de Inglaterra con el de Españayveamos si su condi- sitrk ¡ \\'llt, rlc que llsparia había postergado, por una parte, el comercio
ción no ha degenerado necesariamente a partir de causas no disímiles. r ('sl)('(:t() rlc la conquista ¡ por otra parte, el cultivo del suelo y la pro-

Prirnero, Irlanda y nuestras colonias extraen más hombres a Inglaterra r¡rot i<irr rle la inclustria respecto de la extracción de plata dejaba claro
de lo que en proporción lo hacen las Indias Occidentales a España"58. r rc I rrulaterra debía evitar a toda costa ia tratnpa en que los españoles
¡r
Táles críticas obligaban a los partidarios de la colonización americana, lrrrlríun caído.
corno sirJosiah Child oJohn Locke5e, no sólo a impugnar los cargos, sino t,ll cjemplo desastroso de España servía, pues, para recalcar la lec-
además a iclentificar los defectos en cómo España había tratado a sus ci<in vir irnpartida por los holandeses de que el comercio, la industria
posesiones americanas y a señalar el camino alternativo que había de v l:r i¡rici¿rtiv¿l eran componentes fundamentales del poder y la pros-
seguir l,ondres en unos tiempos en que surgían proyectos colonizadores ¡rcrirlacl de una nación. Subrayaba la necesidad de una cultura de
por todas partes. La constitución cle Locke para la nueva colonia de ('nrl)r'csa tanto en la metrópoli como en las colonias y contribuía a
Carolina del Sur tenía como objetivo una fbrma de asentamiento que rlivrrls¿rr la noción ds "mejoralniertto> como clave del éxito nacio-
eütara los errores cometidos por los españoles, como explotar a los in- nrrl'i:. Fln su A Plan of theEnglish Co¡nmene ["Un plan para el comercio
dios y depender demasiado de la minería, y en su lugar creara una socie- irrg-lés"l de 1728, Daniel Defoe, uno de los más enérgicos partidarios
dad bien gobernada y laboriosa que cultivara y mejorara la tierratn. rlt' rrna cultura de empresa, se complació en señalar los contrastes
nación
Durante mucho tiempo había sido una fuente de asombro para los cr rtre ingleses y españoles:
"Si los españoles hubieran sido ttua
ingleses que España, con toda la riqueza de las Indias a su disposición, in<ltrstriosay con espíritu emprendedot'como los ingleses, las islas de
siguiera siendo un país estéril y empobrecido. Los metalistas- podían ( jtrba y La Española, plantaclas y mejoradas como nLrestra pequeña
estar en retirada, pero era fácilparalos ingleses, que habían fracasado isla cle Barbados, habrían producido másaztrcar, algodón, at1il, cacao,
rotundamente a la hora de hallar minas de plata, explayarse en la ¡rimentón y otras cosas valiosas de las que toda Europa habría podido
r'onslrmir,63. La iniciativa v el mejoramiento iban a ser componentes
t'se rrciales de una ideología de imperio británica en ciernes, distin-
r" Sobre las discr¡sic¡rres a cab¿rll<¡ entre los siglos xt'tt y'xlrlt, véase en particular gtricla por su insistencia en aquellos elementos que habían brillado
Jo1'ce Oldharn Applcb,l', lironot¡¿it'I-ltought und ldeolag'in Seitettlcentb0entur¡ England,
Princet<rrr (Nrrera.fersev), Princeton Unilersin'Press, 1978, e Istvan Hont,Jeal,ortst oJ' l)()r sll ausencia en la práctica imperial española: la fe eu la producti-
'Ii'nd¿: Infetnational Cornpctition nnd, thc Nation-\tat¿ in Hi"storical Per.spediue, Oambridge virlad en lugar de en los metales preciosos como fuente de la verda-
( Massachrrsetts), Halvard Universitr Press, ?005.
<lcra riqueza, una política de puertas abiertas a los inmigralltes (tanto
:'8 Roger (loke, A l)isrt¡urse on'Iind¿, f,<¡ndles, 1670, p. 12.
5s Véase, Barbar-a N'neil,.ftthn Locke r¿nd A¡ncñcn: The Defcnre of linglish Coloniali.stn, <:n la metrópoli como en las colonizrs) como corrtribuyentes en poten-
Oxford, Clar-endon Press, 1996.
60 lbid.. p. 122.
"' Los¡r¡ehlistas-euinglés bullionists,debtillion,"oro)'plata(enlingotes)",cle rif Sir.[<rsiah Chilct, ,{ Nntt l)istourse of l.-rrule. f,ondr-es, l{i93, p. 192.
(i2
ahí que a \¡eces tarnbiéu se les llamc bullionistas o bullonistas- definían la liqueza Sobl'e la noción de "metol'amicnto". \'éase en especial f)avid Hancock, Oil.izens
dc una nacitin por Ia cantidad de metales preciosos de la que era pl'opletana; cn con- ttl lhe Workl: London Mnchants antl l.ln Integra,tion oJ'th? British Atktntic Communitl, I7)5-
secuencia, eran partidari<¡s de la regrrlación estlicta pol'parte del estado de las tran- 178j, Canrbridge, Carnbr-idge Universitv Press, 1995, cap.9.
6s Daniel Defoe, APlnn of thrEnglish Comn.en:c (172¡l), edn. facsírnil, Oxford, Basil
saccioues con el exterior en rnetales precios<.ls para favorecer su acnlnulación. El
rnetalismo nace en el siglo xtt a raíz de obserlar- qrre Inglaterra, a pesal'(le no tencL lllackwell, 1927, p.231. Sobre Delbe v la cultura de empresa, véase Peter lVlathias
yacimientos de oro y plata, poseía importantes canticlades cle metales preciosos gra- .Economic Growth and Rc¡binson Ctusoe", European Reuinu,15 (2007), pp. 17-31, v
cias a trna balanza de pagos favorable. Thornas Milles ( 1550-1627) y sobre torlo Ge- Laurence Dicker', "Powcr, Cornmerce, ancl Natrtr¿rl Lat'in the Political Writings of
rard de Malvnes ( 158C t 641 ) fueron los principales representantes de esta corriente, D:rr-riel Defoe ", en A Lhúon forEnQire: Politica,l'fhought and the British Ltniott -oÍ 1707, ed.
inrportante para la corrfigtrración rlel rnercantilismo. .f ohn Robertson, Cambriclge, Carnbridge
University Press, 1995, cap. 3.

76 tl
r i:¡ :¡ l:t l)r()sl)('r irl:rrl n:r( ion:ll"', t'ict lo gt:trlo rlt' lolcr:ur( ('n ('slr l{r't'rro, r¡ttc lrcr:rtt ¡tlr:rrlr:ts t nrr}rt:rsl('r ros, lo nr.li ('sl;r rlcr r ilr.r
(¡t:u':t :t('()ntl):ut:tt' lo rurlt't'ior') )'., sol)r't' torlo., la :tus('nt'ilt rlo v r:n'rlo, rl<'rto llivirlo uirrlril:t<lo""'.
bitr¿u-io. El irn¡rcrio britirnico, a cliferencizr clel csll¿rriol, ,\ ¡lcslrr'<lt't'lkr t's int¡rt'olxtllk't¡rrc lo<lo st' I'r'<lttz<'lt rt Ilt ignol'rutt'i¿t
imperio de hombres libresGi'. cn lo r¡rrt'l'('sl)('('l:l ir lirs l-c¿rc'r'ioncs cspatlolas rcs¡rccto a ltrglaterra.
Había enemigos, en acto o en potencia, por todos los lados en el ,; l,.r r r il rr-' nrcrli<l¿r sc lr¿rlla interesada cualquier superpotencia en apren-

despiadado ambiente de rivalidades internacionales de la Europa de r lcr <lt'srrs cncrnirros cuando se encuentra en la cúrspide de su poder?

la edad moderna y para los ingleses había lecciones que aprender, l{r'sr lta tcrrt¿rdor traer a colación la respuesta de un asesor de la Casa
r

negativas y positivas, no sólo de España sino también de Franciayla lll:rrr<'rr <'n 2004 cuando un comentarista le sugirió más bien tímida-
Repirblica Holandesa. El largo periodo de hegemonía hispánica, con nr('nt(' r¡rre las soluciones a los problemas políticos nacen de un .es-
todo, había mantenido a España durante más de un siglo en el centro Ir rr lio s<'nsato cle la realidad apreciable".
"Esa ya no es la manera como
de la atención mundial; además, su papel pionero en la adquisición de Ir rr r<'iolla el mundo", replicó el funcionario.
"Ahora somos un impe-
un imperio de ultramar indicaba que los británicos podían aprender r io r,<'rrando actuamos creamos nuestra propia realidacl"'i8. A pesar
de sus esfuerzos colonizadores muchas cosas, tanto de las que convenía r k' los rccientes reveses, los gobernantes españoles de alredeclor cle 1600

imitar como de las que conveltía evitar. Por otra parte, es razonable torllrr,ía estaban convencidos de que creaban su propia realidad; en
plantearse si aprender del enemigo fue un proceso unidireccional: ( ( )r rsccuencia, no estaban por la labor de escuchar.
;aprendieron los españoles de los ingleses, así como los ingleses llabía, con todo, al menos un español captz de hacer un estudio
aprendieron de los españoles? :i('ns¿rto cle la realidad apreciable: el conde de Gonclornar. Su natural
Una barrera era la pura ignorancia. En 1619 el conde de Gondo- ¡rcrspicaciaysus muchos años en Inglaterra (de l6l3 a 1618 ymás tarde
mar se quejaba con amargnra de su misión en Londres que "en seis r k' l(i20 a 1623) lo conürtieron en un experto bien informado de lo que

años que ha estado a mi cargo, no haverse sabido en Spaña dónde esrá o<'rrrría en la isla. Desde su atalaya de Londres, se dio cuenta de que el
Inglaterra, sino es para embaxadas, presentes y cosas de gusto"60. Des- n l t n do a su alrededor estaba cambian do. La guerra, por ej emplo, p no
r

de el reinado de María Tüdor, habían llegado a la isla pocos españoles, <'r'l kr que había sido:
"El guerrear oy de los Hombres, no se reduce a la
aparte de aquéllos en misión oficial o como prisioneros de guerra, y li rt'rc¿r natural, como los toros, ni aun a latallas, sino a augrnentar amigos
la corte española dependía sobre todo de ernbajadores y enviados, r'<'ornerqios"6e. Thmbién observó el aumento de la riqueza en Londres
adernás del testimonio de exiliados ingleses, para información pri- < lt'scle el tratado de paz de 1604. Con Inglaterra y las Provincias Unidas
mordial. El conde de Villamediana, que llegó a Inglaterra en 1604 :urrnentando su poder mercantil y marítimo, era fundamental que su
para iniciar las negociaciones para el tratado de paz, escribió desde ¡rropia patria hiciera lo misrno: "en el aumento de navíos y marineros
Richmond una carta privada al futuro conde de Gondomar donde <'onsiste la grandeza y conservación de España, porque el mundo está
describía Londres de esta lnanera: "Grande lugar y mucho trato, no r cducido hoy a que el que es señor de la mar lo sea también de la tierra,

muy pulido ni limpio, gentil ribera y bien poblada de nabíos, que son v lodos ven lo que España va perdiendo en esto'7o.
los castillos y murallas deste Revno sin tener otros [...] y quitado Lon- Los comentarios de Gondomar coincidían con los de un creciente
dres, no ay ciudades ni villas de gran consideragión y lo que la tenía núrnero de críticos, dentro de la misma España, respecto a las direc-

(;7
BibliotecaNacional,Maclrid,Ms. 13141 (correspondenciadeGondomar'),fol.
(t1
Cf. Coke, A Di.scour.se o.f lindl p. 12, yJohn Locke, Lorke on L,lon4, cd. P. H. l-l!), el conde de Villamecliana a don Diego Sarmiento de Acuña, 4 de febrero de
Kellv, 2 r'ols., Oxford, Clarendon Pr-ess, II, pp. 487-492 ("For a Gencrirl N¿rlr.rr¿rli- I (i04. Estoy agradecido a Fernando Bouza por llanral mi atencióll sobre esta carta )'
zation" ) . I)r-oporcronarme una tr-anscrrpclon.
6i' Soble la ideoloeía de imperio dieciochesca, véanse Davicl Arrnitir sc, 'l'hr Id,rc- 68 RonSnskind,"With<.¡utaDs¡¡l¡,,NanrlbrhTlittwshfagazrrr, l7deoctubrcde2004.
bgiml Origins oJ the British Enltirc, Oambridge, Cambridge Universin, l)r't-ss, 2(XX), esp. 6tt Correspond,encia ¿lc Oondontar, ll, p. 140 (a Felipe III, 28 de marzo de l619) .
pp. 166-167, y Lincla Collel,, Britons: Forgng tlw Narion 1707-l¿137, Ncw I lirvt'rr (( )on- 70 Cinco cattas político-literarius d"e don Diego Sarmiento tJe Acuñ.a, prirner condr d.e C,on-
necticut) y Londres, Yale Universitv Press, 1992. rlonar, ed. Pascual de Gal,angos, Maclrid, Sociedad de Biblióhlos Españoles, 1869, pp.
t\6 Oorrcspondznria dp Gondatnnr,ll,p. 132. 53 v 59 (carta de I de noviembre de l616).

78 79
It ir cs ¡lolrlir lrs rk' l"r'li¡rt' lll t't'l rlrrr¡rrt'rk' l,r'r nr:r'r. l,('rr¡ lrrc solo lr':rs ( ¡lnlilist¡l ( (,llx'l li:rrro, lltl',lit rrrirrllr nr,rs ('l¡ stt lrttsr¡ttcrl;r tlt' tt'trtt'
llr srrl¡i<llr lrl tll)n() <lt' liclil¡r' lV t'n l(i? l cruulrk) unl nll('\,il rrrlrrriuislllr- rlios t'r r¡rrr¡rrricr¡s lllrr iir los f nult cst's r¡rrc lurr i:r los irr¡.ilt's('s, lx't o lt¡tlltlt
t'i<iu, <l<¡tttinit(l¿r p()r'la fiutu'it tlcl collc[t:-tllrr¡rrr: r[c ()livarcs, crnprcn- visita<k¡ lnullrlcrrir, a(l('lnl¡s tlt' Ilolrur<l¡t v l"nttt<'iit'"', 1'ltirlrílt (ltt('([¿t(l()
dió en serio un progr¿una de refcl'lna econólnica. Aunclue Olivares irrr¡rrt'si<rrt:r(l() l)()r't'l t'fi'<'t<¡ ¿l lalr¿() ¡rlitzo tlt: lns Nouigtttion Ads, las
pensaba, con algo de razón, que Clondomar tendía a exagelar el po- It'r'cs tlc n¿t\'('g¿tci(')ll inqlesas;i.
derío inglés72, tenía clara conciencia de la creciente brecha económi- lJt,Lzit'izcscril-rí¿r ttna déczrcl¿r clespués clel final de la Guerra de Su-
ca y tecnológica entre España y el norte de Europa y propuso planes t'csi<in espariola, cuando su patr-ia y Gran Bretaña estaban de nuevo
para fornentar la industria y el comercio que, de haber sido aplicados, (:n paz, al menos temporallnente. No obstante, estaba preocupado,
hubieran acercado el país al modelo anglo-holandés de crecimiento al igual que los ministros a quienes servía colno oficial real, por la
económico. Sin embargo, su prograrna de reforma se fue a pique ante rrecesidad de reconstruir el poderío español. Ahora que el país había
la oposición interna y el caos de la guerraTs; en el periodo subsiguien- sido despojado de sus posesiones en los Países Bajos e Italia, su futuro
te, la mentalidad imperial resultó en sran medida insensible al cam- ('staba en una administración más eftcazde su imperio de las Indias.
bio.Incluso en fecha tan tardía como 1699, Alexander Stanhope, el lil poderío británico estaba claramente en auge y IVladrid se daba cada
embajador inglés en la corte de Madrid, observaba que, por más mi- vez más cuenta de que había mucho que aprender de las directrices
serable que el estado de España pudiera parecer a los extranjeros, tomadas por Londres para el desarrollo y explotación de sus territo-
<están muy contentos en su propla vanidad, pues se creen todavía la rios arnericanos.
mayor nación del mundo, y son todavía hoy tan orgullosos y arrogan- La lección sería explicada letra por letra en1743, en tiemPos de
tes como en tiempos de Carlos V"?{. lenovado conflicto anglo-español, por otro burócrata,José del Carn-
Sólo en el siglo xvtIt, cuando el advenimiento de una nueva dinas- pillo y Cosío, cuyo Nueuo sistetna de. gobierno económico para Amffi,ca,
tíaylapérdida de las posesiones españolas en Europa por el Tratado ¿lunque no publicado hasta 1789, circuló ampliamente en ambientes
de Utrecht de 1713 produjeron una aguda conciencia de lo que había gubernamentales y llegó a tener un profundo impacto en la formula-
disminuido el país en el panorama internacional, España comenzó a ción de directrices políticas durante la segunda mitad del siglo78. Su
observar de cerca los métodos y prácticas de sus rivales europeas. tratado estaba empapado por la conciencia de que Gran Bretaña,
Francia, la República Holandesa e Inglaterra captaron la atención de todavía más que Francia, se beneficiaba del comercio con sus colonias
Gerónimo de U ztánz, que publicó en 17 24 la primera edición d,e fei ¿r¡nericanas como no lo hacía España. "Al principio sobre
-escribía
rica y prácticn de comercto y morzna, un tratado ampliamente leído y ad- ¿unbos rivales- siguieron el exemplo de España, y establecieron con
mirado en el continente, publicado en inglés en l75l con el título poca diferencia las mismas prohibiciones, que nosotros con subidos
The Theory and Practice of Commerce and Maritime Affair{!'. Corno mer- derechos; pero con el tiempo vino el desengaño". Londres y París
h¿rbían llegado a darse clrenta de que "era preciso darla [a la Colonia]

7r VéaseElliott, ,Spain andits\\Iorktltispañnlsurnunrktl,cap. ll ("Sclf:¡rclccptior.r


libertad y ensanche, quitando los embarazos y t'estricciones que opri-
and f)ecline in Earlv Seventeenth-Century Spain" ["Introspección colectiva v deca-
rnan su industria, ydándola primero los medios de enriquecerse ella,
dencia en España a principios del siglo xru"l ). ¿rntes de enriquecer a su madre>7e. Todo ello indicaba que Madrid
i2 lvlntorinles | rurt($ tlel r ond,e-duque tle Oliaa¡ps, ed.J. H. Elliotn'.f osi. F'. rlc la Pena,
lVlaclricl, Alfágl:rara,2 r'ols., 1978-l9Bl, II, p. I14.
73 Véase Elliott, Count-Duke oJ Oliua,res
lEl cond,e-duque de OlitLarz.sl, cs¡r. c:rp. -1, para Stanlev.f. Stein v Barbara H. Stein: Sifuer; Tinde, tnd Wtr: Spain arul Ama'icrt in lhe Mak-
el proerarna de reforma y Ia oposición que encontró. ing of Earl:¡ Mod.rrn Eu.rope, Baltimore (Mawlancl) ,v Londres,Johns Hopkins Universitv
7+ Alexander Stanhope, Spain under Charles the Second, (on l)xtractsJtom t.lu'Convsltort- ['ress, 2000, pp. 164t79.
7ri Fernánclez Durán, Gerónitno rte Uzttir iz, p. 257
dence of the Hon. ,ll¿xandcr Stnnhope, British fuIinister a.t lVIo.drid, 1690-169q),2" edn., .

Londres,J. Murav, 1844, p. 152 (cartaal marqués de Normanb¡ (i de enero cle 1699).
7i lJztáriz,'fheórica, y práctim, cap. 30.
78
75 Gerónymo de lJztáriz, 'fheórü:a, ,l prú,ctica d,e comenio, ,t d.e vmrina, Madrirt, I 724; José del Carnpillo v Cosío, Nueao sistcma de gobierno económito pora Annri,cu. ecl.
I-heTheor"¡ andPracti,ce of Comrne¡ce antl MaritineAffairs, trad.John Kippax, 2 r'ols., Lon- Nlanuel Ballesteros Caibr-ois, Oviedo, Gmpo Eclitorial Asturiarro, 1993. Soble Canpi-
dres, 1751. Sobre el autor, véase Re]'es Fernández Durán, (krónimo d,c Llzkitiz (1670- llo, véase también Stein, Siftre4 TiutLe and Wh,r,pp.20+215.
71'|
17J2). Una polítita ¿conómica para Felipe 11 Madrid, Minerva, 1999. \'ézrse además Canrpillo, Nunto sistunu, pp. 79-tt0.

80 8l
n('( ('sil:rlr:r lr(l()l)trr un¡r nu('\'it lx)ltli(:t ('n l:t ('\l¡lollrr iorr rlc los l('( ut rlc crt r¡ttc rrrt'rlirl:r los ruotlclr¡s ('\lr;uri('r(,s:i( )rr srrs( ('lrl¡lrlcs rlc Itt¡il:¡
s()s ([('slls l)()s('si()t)('s ¿tlrt('l'i('lll1ls, ('lr l¿t crurl *l¡rs r'<'lltlri:rs I'rrlilirllr<lcs riorr¡rl s('r irl)li(:rrlost'nlln:unl)i('nlcrlislitrlo. l,:rrcliuir)n('l:tttttol¡s-
del cornercio' srtstitrriríiur "t:l t:s¡rír'ilrr rk: r'orr<¡rrislus' (lu(' lrirsl¿r t:ll- t:rr rrlo t'rr ¡xrllicrrlilr, \'(;iulrlx)nriul('s <lcr'i<lio clrt<lit'('n su r'('sllnr('n (lc
tonces había prevalecidos". l:rs ¡rr o¡lrt'stirs <lt'( lllil<l los l)¿ls¿lics s<¡bl'c l:r lilrt:l't¿tcl rlc c<-¡ncieuc:i¿r en las
La distinción entre imperio de conquista e imperio de cornercio r olonils lrritiilrir'¿rs (lo que el inglés ll¿unaba <ulra libertad al estilo de
trazada a finales del siglo xvrr en Inglaterra porJohn Locke,Josiah r\r¡rslcrrliun cn r)uestras plantaciones")8+ por no ser <compatible con
Child y otrossr se introducíaahora en el discurso español. Los minis- nu('sllir rr:lit¡ion'$5. Ello cornplicaba inevitablemente la tarea de Cam-
tros de Carlos III tratarían de reorientar sus políticas de manera que lx )n)rur('s a l¿r hora de tratar el efecto de la emigración en la metrópoli.
potenciaran al máximo los beneficios comerciales que podían deri- Srr ¡rr'opuesta era que España debería seguir el ejemplo briránico y re-
varse de la posesión de un imperio de ultramar. Esto significaba se- rlrr<'ir cl impacto de la emigración en el país de origen permiúendo a
guir, en la medida que lo permitían las circunstancias, el modelo k rs cxtr-:urjeros establecerse en las colonias. Por razones religiosas, sin
británico de organización de relaciones transatlánticas, aunque iró- t'nrlrarqr¡, éstos deberían ser católicos irlandeses o alemanes. Si se les
nicamente en el preciso momento en que Londres empezaba a tener lrrrbiera permitido asentarse en el siglo anterior, <nuestras colonias
problemas con é1. Los ministros españoles adoptaron la práctica in- :rvr'írrn logrado la actividad que las Inglesas" (sicf6. Sin duda, la libertad
glesa, al menos entre ellos, de referirse a las posesiones americanas <k'conciencia hubiera sido un paso demasiado lejos.
como "colonias> en vez de "reinos", colno habían sido llamadas tra- l.ll interés de Campomanes por la obra de Child, altn a setenta años
dicionalmentes2. El desarrollo económico y la explotación colonial rlc clistancia, indica cómo el ejemplo del enemigo (como volvía a
eran ahora la orden del día y la clase de mercantilismo liberal propug- st'r'lo Inglaterra al escribirse el cornentario) podía estimular nuevos
nado por el conde de Campomanes, uno de los principales responsa- t'rrfbqnes y a veces nuevas líneas de conducta. Carnpomanes era de
bles de la formulación de las políticas adoptadas bajo Carlos III, tenía lrccho uno de los principales promotores de la política de "libre co-
una deuda reconocida con el pensamiento económico inelés de fina- nlcrcio" que había de aplicar su gobierno. Con todo, era, y siguió
les del siglo xvrt. sicndo, un "libre comercio" dentro del marco del pensamiento neo-
Manejando la traducción francesa de A Nau D'iscou,tse ol"l:rad,e l"Un nrercantilista de finales del siglo xvlt lo que le inspiraba y lo que con-
nllevo discurso sobre el comercio"], Campomanes escribitl en 1762 lo tinuaría dominando la práctica internacional dieciochesca. España,
que tituló "Examen de las reflexiones deJosías Chilcl sobler el progreso :rl liberalizar parcialmente su política comercial tradicional alavez
de las Colonias Españolas de las Indias Occidentales'. Profirndamente <¡rre seguía protegiendo la producción y el transporte, estaba senci-
impresionado por los éxitos marí[irnos y comerciales brit:inicos, señaló llarnente poniéndose al día.
que en el siglo x\u, mientras España se distraía coll sr.ls suel'r'¿ts, Ingla- En realidad, ponerse al día era básicamente de lo que se trataba al
terra "echaba los cimientos de esta revolución merc¿ullil, que inclinó aprender del enemigo. Era lo que los ingleses intentaron cuando el
labalanzade su lado [...]. De aquíse puede inferir qtrí::rtrasacl¿r r.ir'ía la poder esparlol estaba en su cúrspide y era lo que los españoles proclrra-
España en los verdaderos principios del comercio"*:t. Silt cnrltirr¡;o, al lr¿rn hacer a medida que los ingleses avanzabant hacia la posición que
examinar el análisis de Child de los defectos de las políticas cs¡rirriolas, ¿urtes habían ocupado ellos. Dependía de la voluntad de imitar, al me-
Campomanes tropezó con el problema, comúrn a todos los inritaclores, nos selectivamente, y tener tal voluntad es más fácil encontrándose en
segundo lugar que en primero. Thmbién exige cierto grado de humil-
clatl, aturque quizá no por demasiado tiempo. RobertJohnston, en la
80 lbid.,p.72.
8r Arneil,rloñ n l.ocke h Anrcrica, p. 106.
segtrnda parte de stt Noaa Britannia, publicada en 1612, consideraba
s2 Gt¡illemrn Céspedes del Castillo, Ensroos sobre los reinos ca,stelktnt¡s dt I nd.itts,ll/'a-
drid, Real Academia de la Historia, 1999, p. 300.
83 Pedro Rodrígr.rez Campomanes, Reflexiones sobre el comercio e.spnñol cn Ind.ir¿s ri+
Clrild, ,I ltleu D'istourse, p. 1!11.
(1762), e d. Vicente Llombart Rosa, Madrid, Instituto de Estudios Fiscales, 1988, p. $ir
CanrponrAll.es, Reflexiones, p. 238.
86
242. r'r,éase tanrbiér'r la introclucción del editor. tbicl., p. 241.

8',2 83
l:rlrrrr¡rilrl:rrlrrrr¡rlo¡ll.tzor'otttoll;rst'rlt'otgttllo:tl:ttqo¡rl:tzo. l)r's¡rtrcs nri¡r;rnrr¡slosltcssigl,¡srlcltisloti:rcttlr)1,('.rrltt('t.tttrlc lir(lll.r llilX),
rlt' insl¡rr lr r¡rrt' lrrql:rlt'r'r'lr olrst'r'r,:u'lr r'l t' jt'rrr¡rlo t's¡llrrrol rk' < olonizl- ¡rorlr.trr,rs rlt't it't¡ttt' Itt<'t'tt tlt'll<'tltl lttl l)('l iotlrI tl<' ¡rroQtt'so".
l',1 ¡rnr-
ción cle ultriurnr l)al'lr <(:sp()lt'¿rr-rros". l)11)s('guí1r ('()n (lu(' - los iugk'scs gt(.s(). 1ltgutn('nlirl¡lr, rrrl f ttc srutvc rri rutifirrttt(', l)('t'() ('tt ('s[('('t)slt\'()
son los mejores imitadores y pronto supe r¿ur :r sus lllacstl'()s)>si. srr ¡rr.i rrci¡nl ¡rrcocrr¡rirt'i<ill t:r'a ltrrscirr tura cxpliczrciórl de l¿rs razorles
Una buena disposición para imitar presupone lógicamente la exis- ¡ro: las crurlt's t'l lirlt:razgo ecouómico e intelectual de los países me-
tencia de algo digno de imitarse. Respecto a este plrnto, había varias <litt.r.r':irrt'<¡s cll el Renacirniento pasó a las naciones septelltrionales
posibilidades al alcance de los elrropeos de la edad moderna. Una de cn la llrrstr'¿rci<in. .Así como eu el primer periodo las nacinnes sePten-
ellas era volver la mirada al pasado: al cristianismo primitivo para la t l'ion:rk:s ltrrscaltau ideas en el Mediterráneo, en el segundo las mecli-

reforma de la lglesia y a la antieua Grecia y Roma para modelos tanto It,r'r-¿ineas volr'ían sus miradas al ttorter, escribíar)0. La historia de las
de organización social y política como de esplendor cultural. Así, el rt'l¿rt:iones auelo-españolas proporciona un buen ejernplo de este pro-
republicanismo clásico proporcionaría un modelo para los filósofos de ('('s(): ell el siglo xu, Inp¡laterra buscaba ideas en Esparia; hacia finales
la política del siglo xvu, la organización de los ejércitos romanos <lcl xvttt, Espirria las buscaba ert Inglaterra.
daría la pauta para los tratadistas militares y comandantes, v la Roma Creo que esta voluntad de volver la mirada hacia otras partes Pro-
imperial serviría de ejemplo para los conquistadores y oficiales españo- ¡trlrciona Lrna clave del progreso que Trevor-Roper cotlsideraba una
les que se enrl)arcaron en la construcción de un imperio en América8s. cle las características generales de la Europa de la edad moderna' En
Otra posibilidad era dirigir la mirada en busca de modelos no al cl contexto internacional altamente comPetitivo de esos siglos críti-
pasaclo sino al presente. Estambul ofiecía rur punto de referencia cos, ningúur estado podía permitirse por mttcho tiempo el ltljo de
obr.io, pero la transposición de algunos de los rasgos más admirados iqnorar los logros de stts rivales con mayor éxito. A meclida que se
del imperio otomano, como su dlsciplina militar, a Lln entornc¡ cris- clesarrollaban criterios lllrevos y más sofisticados para evaluar el poder
tiano planteaba problemas evidentes. Los príncipes errropeos habrían v la riqueza nacional, se hacía rnás importante examinar la conducta y
encontrado clifícil llevar al campo de batalla ejércitos cle soldados los recursos de otros estados y socieclades con el fin de evitar qttedar-
abstemios según el nrodelo musulmán. l,a propia Europa contempo- se atrás. Elt consecuencia, sociedades todavía imbuidas congéuita-
ránea tenía mucho que ofrecer, sc¡bre tod<l por su prodigiosa \¡arie- nrente de uua profunda clesconfianzahacialo nuevo se vierol-l forza-
dad. Bajo la unidad superficial de la cristiandad había un continente das a considelar la necesiclad de cambios.
diviclido, fragmentado en entidades políticas rivales, desgarrado por La couciencia de los otros (abrurnadt)ramente <otros" clel Viejo
confesiones opuestas y atomizado por la diversidad étnica, nacional IVIIrndo hasta qtte la expansión de Europahizo entrar enjuego <otros'
1'social. Tal variedad abría perspectivas para la comparación y', por cle un mundo más extenso) fue, Por tanto, un elemento esencial en
tanto, para la imitación. cl proceso por el cual la civilización europea cambió y evolucionó
Una de las preocupaciones de Hush Trevor-Roper era la cnestión en lugar de mantenerse estática. Como muestra la historia de la agi-
de cómo y por qué las socieclades se hacen dinárnicas en ciertos mo- tada relación er-ltre España e Inglaterra en la edad rnodei-tta, la con-
mentos de su historia. Es un tema que abordó directamente en uno ciencia del otro podía verse afectacla por altas dosis cle ignorancia v
de sus ensayos más brillantes, "Religion, the Reformation and Social clistorsionada por imágenes uegativas y los más burdos estereotipos.
Change" ["Religión, refbrma y cambio social"], publicado por pri- Aun así, el ejernplo de cómo hacer las cosas y cómo no hacerlas estaba
mera vez en 196381'. Este escrito comienza con la afinnación "Si exa- a la vista de quien tuviera ojos y quisiera usarlos. Otro asunto, natu-
r-almente, es pasar de la observación a la acción. No obstante, la expe-
s7 Rol'relt.folrnston, 7h¿A'¿zt I.ifeof Virgin¿¿ (1til2), en f-oLce, Tinllr, I, p. l1).
riencia del pasado hace pensar qtre incluso tlna stlPerpotencia puede
ss Davicl A. f,trpl'rer, Il.otnan.s in n N,eu Workl: Clnssitn.l AIod.cIs i.n Sixteen.tbCentur¡^ zrprender algo de sus enemigos.
Spnnish.lne¡ica, Ann Arbor (l\Iichigan), Urriversin'of i\{ichigan Prcss, 200ÍJ.
8rl Reirnpreso en H. R. Trevor-Ro¡rer', Rdi.gion, th.e Refonnation und Sorial ()huttge,
und Oflter !)ssnts, l,ondres, Nlaorillan, lLJ67 [Religrón, refonna.y t,rnnbio socinl \' otros (n-
.rrrt'r,r, ttad. Estrella Olir'án r',foaquín Viclal, Ilarcelon¿r. Argt-rs-\¡elgala, 19851, cap. l. lbid., p. 2.

¡t4 8ir
CrurÍ'I'LJr.,() III
LA CRISIS GENERAL EN RETROSPECTIVA:
UN DEBATE INTER]VIINABLE

FIu.. unos cincuenta años, Eric Hobsbawm publicó en Ia revista


I'u,.st a,nd Presmt (7954) un artículo que iba a desencadenar una de las
grandes controversias historiográficas de la segunda mitad del si-
glo xx: el debate sobre "la crisis general del siglo xvII>. Fue una dis-
cusión que determinó la perspectiva de toda una generación de his-
toriadores sobre la Europa del siglo xvIl y, en realidad, sobre el
desarrollo de Europa durante la edad moderna en general. Fue ob-
.jeto de una revisión crítica en fecha tan lejana como 1975 por parte
cle Theodore K Rabb en el capítulo inicial de The Struggl,efor Stability
in Early Modem Europe ["La lucha por la estabilidad en la Europa mo-
derna"] y más recientemente por Francesco Benigno en su estudio
de conjunto Espejos de la ranolución, de 1999. Ha sido incluido en varias
selecciones de artículos, en particular en Crisis mEuropa (156G1660),
preparada por Trevor Aston ( 1 965), y más tarde en The General Crisis
of the Sanmtemth C,entury ["La crisis general del siglo xvII"], a cargo de
Geoffrey Parker y Leslie Smith, publicada por primeravez en 7978y
de la que salió una nueva edición, con contribuciones adicionales, en
fecha tan reciente como 1997.
El mundo ha cambiado mucho desde aquellos dramáticos días de
las décadas de 1950 y 1960 en que historiadores de la talla de Hobs-
bawm, Hugh Trevor-Roper, Lawrence Stone y Roland Mousnier ver-
tían su tinta, y a veces su sangre, en una serie de encuentros que no
desmerecían, en pasión y duración, de la propia Guerra de los Trein-
taAños. Tal vez se le permita a un superviviente de aquellas batallas
hoy lejanas una observación preliminar sobre su carácter, que puede
sorprender algo a las posteriores generaciones de historiadores que
las sometan a un serio análisis retrospectivo: el debate, aunque dura-
mente disputado, era muy agradable.

87
l ,os ot tgt'nt's lt'jlrr ros r lc llt l('( )r r;r r lt' l:t r ¡ isis gcr tct:tl lr;tv r ¡t tc lrt tsr :u los l)r('glurl:l ( ('nlr:rltlt'...'l'¡rt r¡ttt'llt cx¡r:tttsiott rlr'lilt;rlcsrlcl srtil,l \\ \ \\'l
('n ('l ('linut 1't'l <':rnictt't'< lt'l Irt tttt<k ¡ <k' in ntt'< liitlil lx )sgu('r lr, lr:r( i:r lir t:r- rr,r < orrrlrr jo rli¡'t'r lllnr('nl(':r l:r ti¡lo< lt <lc lrr l{t'r'olt¡r iott lrrtlrrslr i;rlrlt'
les de l¿r <lécacla clc l!)40, rlorrrk: n)r.r('h¿rs <lt'lirs vit'ils ct'r'ti<lrrnrlx's st' los siglos x'\'ttt y xt\/", llollsl¡lwnl:trrr¡tli<i llt <list'rtsitirl l)lll'll <¡ttt':tlxtt'-
habían venido abajo y había gralrdes esperanz:rs, dt:rn¿uilrrlt) pl'onlo r ;rr tr l,,rrrrr¡lit ('t) ('()nirrnlo:. Srr rcspucst¿r apullt¿tl)it ¿l contr?rcliccirlnes
defraudadas, de que estaba alboreando una era nuevay rnejor. Desde el il I tcrnirs (.t) la (:(:()ll()ltrín ctll'()pea y al "fiaCaso en SllPelar Ciertos obS-
purlto de vista historiográfico, fue el periodo de ascenso, en especial erl t:r< rrlos u(:rrcr¿rlcs que todavía se encontraban en el carnino al pleno
la Europa continental, cle la historia marxista y rnctrxisantv del estableci- r It'siu.r'ollt'¡ rlel capitalismo,,3. En el fbndo de este fracaso estaba la in-

miento clelos Annalzscomo la escuela dominante de escritura histórica. r':r¡rir<'iclzrd pau'a revolucionar el <marco social" de una estructlrra to-
La prinrera edición de El Meditnrá,neo y el mundo merliterráneo en La época ¡ lrrr'í:r li'trclal y agraria, que consiguió contener las firerzas elnergentes

deh^eliln IIde Fernand Braudel fue publicada en 1949. Como sienrpre, r k'l clpitalisrno+. El siglo xvu llega así a ser un siglo de <crisis general>,

el continente estaba aislado de Gran Bretaña por la niebla, pero, en mi crr t'l qrre las dificultades de la economía aumentau las tensiones y
época de estudiante en Cambridge, a principios de 1950, la historia lrrrstrirciones que suministran el impulso para la re\rLrelta social. "Este
briránica, tradicionalm nte pragmática y muy escéptica con las grandes. r orr jtrnto de revoluciones Hobsbawm- ha llevado a algu-
teorías, ofiecía áreas de considerable vigor v ütalidad, con la historia
-escribe
rr< ¡s historiadores a ver algo como una crisis general social y revolu-

económica entre las más robustas. La insularidad, sin embargo, segrría cion¿rr-ia a mediados de siglo"5. La nota a pie de página en este punto
siendo su gran defecto, por lo que uno de los objetivos del grupo de st' xrfiere a Lrna historia seneral de Europa entre 1fi40 y 1789 publi-
historiadores marxistas que fundaron Post and Presenten 1952 era pro- crr<llr por el historiador ruso Boris Porshnev ell 1951, con el comenta-
pinar una buena sacudida a la historiografía briránica con la introduc- rio adicional de que <sigue una indicación de Marx en 1850 ['.']. La
ción en sus debates contemporáneos de algo de los combates con las coirrcidetrcia se ha notado a menlrdo, p. ej. Merriman, Six Contempo-
grandes cuestiones históricas y las aspiraciones de l'histoire totale qtre trt n(ous Ranolutiotts (Oxford, 193fi) ',6.
lrabían hecho de los Annal¿suna revista tan animada e influyente. La alusión a las revolttciones contelnporáneas de la década de t640
Fue dos años después, en 1954, cuando Eric Hobsbawm publicó el n() era más que una referencia pasajera en Llll artículo que se ocupaba
famoso artículo que iba a iniciar la controversia sobre la crisis general, ¡l'incipalmente de aducir información y explicaciones sobre la exis-
orisinalmente titulado "The General Crisis of the European Economy tcrrcia de una crisis económica elrropea geueral y qtte se inspiraba
in the Seventeenth Century" por "The Crisis of the Se- Irrndamentalmente en el debate rnarxista interno sobre el desarro-
-cambiado
venteenth Centurvo en la antología de TrevorAston-. Ante todo, el llo del capitalismo. Sin embargo, el artículo de Hobsbawm iba a
artículo de Hobsbawm era una importante contribución a un debate r('ner una amplia resonancia en el ambiente de los historiadores
marxista interno en crlrso sobre el proceso v el ritmo de la transición llritánicos, que se hallaba en Lln proceso de renovación y transición.
del feudalismo al capitalismo, reabierto por la aparición en 1946 de l)l enfoque comparativo y euroPeo atraio a losjóvenes historiaclores
los Estudios sobre el. desarrollo del ru,Ntitalis'mo de Maurice Dobb y las pu- ('orno yo, en plena reacción contra el espíritu cle campanario propio
blicaciones de Christopher Hill que describían "la Revolución Ingle- rle la profesión en Gran Bretatla, mientras qtle stt enfoque socioeco-
sa' de 1640 como una revolución burguesa que despejaba el camino nrirnico sintonizaba con el cambio de clima en la historiografía bri-
al desarrollo cle Inglaterra como sociedad capitalistat. Al abordar la t¿inica a principios de la década de 1950, donde el gran debate eutre

I : E..f. Hobsbawrn, Aston


Para t¡n ritil r-esurnen, véase Francesco Beni¡¡no, Sperchi dellu riuoluzione. ConJlitto "The Crisis of the Seventeellth Centrtry", eIr Tt'evt>r
e irlentitit polilicil nell'Europa ¡noderna, Rorna, Donzelli, 1999 lUspejos de ln rcuolu,ción: (crl.), Crisis in Europe, 156()-1660, Lotrdt-es, Routledge, 1965, p' 14 lCrisis en l)utof'ttt
ronfi.tto e irlentidud polÍtim en lr¿ Euro!¡t ntodanra, Barcelona, Crítica, 20001, pp. 6472. i 1560-1660¡, tr-ad. Manuel Rodrí¡rtrez Alonso, Maclrid, Alianza, 19831.
Una bibliografía completa del debate, ordenada por fecha de publicacitin, puede 3lltid.,p.29.
encontrarse en Philip Benedict v Mvron P. Gutmann (eds.), l:arh Modcn¿ l)urol¡e: From I lhi(¿., p.27.
O'rs¿.r l¿r StúiliL,t, Newark (Delarvare), University of Delaware Press, 2005, pp. 25-30, " Ibid., p. 12.
6
rrrlunlen para el que fue escrito originalmente estc'ensayo. lbid.,11. 17.

,q8 8S)
'litwttt'y, Slr¡ttt'1"1i't'r'or'-l{<l¡rt't'stlllrt'r'l irsr <'rrso o r':rrrl¿r rlc l;r lcy rr:tlrtutl, rrrtivt'tslrlntcttlr':tcr'¡llltrl:t t'tt l:t t'¡tot lt, \'('slit cl:t cl :tpt'lt
¡r('(llr('-
Ila uobleza terrateniente se hallaba en pl('lr() rlt'slu r ollo. l,lnr rrrr rrro- lc r ct'oltrcior¡:u io,'*.
mento, también, de crisis inminente en t:l rnrrrlrlo rlt:l lllirlxisrno Mis lt'r'r¡r'r'rkrs <lt'lo r¡rrt: p:ts<i ur¡ttcl rlía sotr hoy bast:tttte vitg()s,
internacional, que se iba a escindir con el levantantiento htinq¿rr<r Ir('r'(), lx)r'lo r¡rrc rttc ¡ltcdo ¿tcord¿rr, el escepticismo de Laslettno fue
de 1956 y su brutal represión por los tanques soviéticos. Pa,st ond :r¡x rvlr<lo rri cornp:rrticlt¡. El concepto de crisis, cuya historia sería exa-
Presentera una revista marxista (una
"revista de historia científica", rrrin:r<la por Randolph Starn en un valioso artículo, "Historians and
r,egún proclamaba orgullosamente en su subtítulo) y su comité edi- "( llisis"", publicado en Past andPresent,S2 (1977), había arraigado en
torial estaba muy preocupado por la evolución de los acontecimien- l:r lristoriografía occidental ya en el siglo xIX, aunque había sido usado
tos internos e internacionales. A un nivel más prosaico, estaba tam- <' r r r I i lbrentes contextos y sobre diferentes temas por Karl Marx yJacob

bién ansioso por lo limitado de la circulación y el público de una llrrn'khardts. Como demuestra Starn, la noción de crisis fue amplia-
revista que, por más animada que fuera, estaba fatalmente compro- nlente adoptada por los economistas e historiadores de la economía
metida para muchos por sus afiliaciones con el Partido Comunista. t'n el periodo que siguió a la Primera Guerra Mundial y se convirtió en
El Instituto de Investigaciones Históricas de Londres, por ejemplo, tcrna habitual de los Annales en la década de 1930. Sin embargo, no
se negaba a suscribirse, incluso en fecha tan tardía como 1961, si ('r'ir en modo alguno el monopolio de los historiadores marxistas o
mal no recuerdo. ttrrrxisantsy proporcionó el principio organizador central para el in-
En verano de 1957, en un intento de aprovechar el interés provo- f lrryente estudio de conjunto de Roland Mousnier, Los sig!.os xn y xwl, de
cado por el artículo de Hobsbawm y abrir la discusión a un grupo más l1)l-r3, donde todos los aspectos dominantes de la vida del siglo xvtt
amplio de historiadores, el comité editorial organizó un simposio de son descritos en términos de crisis y lucha por contenerlal0.
un día en Londres sobre el tema de las "revoluciones contemporá- Estábamos, por tanto, bien preparados para un enfoque de la
neas> del siglo xvrl. El encuentro, cuyas actas resumidas en Past and lrjstoria del siglo xvu concebido en términos de crisis, si bien la for-
Present, 13 ( 1958) todavía se leen con interés, atrajo a unos treinta nrrrlación de Hobsbawm le confirió una nueva especificidad. En con-
historiadores. En ausencia de Hugh Trevor-Roper, que debería haber sr'<'uencia, muchos de nosotros nos inclinábamos a dar por sentado
iniciado la discusión, el debate fue abierto por Eric Hobsbawm con srr ¡rlanteamiento general, aunque observo que en una contribución
la afirmación de que "la anómala "aglomeración de revoluciones" c¡ l)ost and,Presentsólo seis años después del simposio londinense, en
entre 1640 y 1660 se había de entender como parte de un periodo de l1)(i3, yo mismo señalaría que "quizá ha llegado el momento de
dificultades, tanto económicas como políticas, hoy reconocido por la r lt't'l:rrar una moratoria para la palabra Icrisis] antes de que se con-

mayoríade los historiadores en el siglo x\tI"7. vi<'r-ta en otra moneda devaluada del vocabulario histórico"rr. En
El concepto del siglo xvII como un periodo de crisis elaborado y gt'ncral, a pesar de todo, la idea del siglo xvII como periodo de crisis
expuesto por Hobsbawm parece haber sido aceptado por los parti- sc inrpuso de manera aplastante, aunque Maurice Ashley todavía era
cipantes como un punto de partida natural paraladiscusión poste- ( irl)az de publicar en 1969 un panorama decididamente optimista,
rior. Sólo Peter Laslett, de manera típica, adoptó una línea contra- I'hc ()old,en Century ["El siglo dorado"], reseñado por T. K. Rabb en
ria, como puede verse en el siguiente resumen de su intervención: Irtttrno,I of Modern History en 1973junto al recién aparecido El siglo de
"T. P. R. Laslett (Cambridge) expresó sus dudas sobre si se estaba lti,r'ode Henry Kamen. "Sería difícil imaginar dos visiones genera-
discutiendo un problema real. Tanto la interpretación marxista It's de aproximadamente el mismo siglo de la historia de Europa,
como la liberal, desde diferentes puntos de vista, concedían urr lugar ¡rrrblicadas con una diferencia de tres años, que pudieran ser más
de especial importancia al siglo x\,TI, pero ¿es necesario hacerlo? En
caso de haber alguna unidad en "Europa" durante este periodo, era s lhid,.,p.65.
intelectual. Las ideas revolucionarias estaban omnipresentes en la rf Randolph Starn,
r'f "Historians aud "Crisis"", Past andPresm¿ 13 (1958), p. 63.
Roland Mousnier, Lcs XWe et XWIr Sücles,París, Presses Universitaires de Fran-
t siglos nt y.xrz¿ trad. y rev. Juan Reglá, Barcelona, Destino, l98l I .
t', I 954 lLos
II .Notes and Commen ts", Past and. Presmt, 25 (1963), p. 96.
"Seventeenth-Centurv Revolutions" , Past a,nrJ P'resent, 13 ( 1958) , p. 63. lohn Elliott,

90 9l
<lili'r't'nlt's,', ('()nt('lrzirl¡rt, r'or¡ rullr rrf ir ru:rcion (lu('sc r¡rtcrl:r r ot l:t, l;t .nl:unr('nlo ( on g:ttr.t (1il('llr r r isisg('n('r;tl lttr' ..i¡tr:t r nsts no (l('lut.t
recensiónr!. r onslilttciriu ni (l(' ttn sisl<'rnlt rl<' ¡lt r¡rlrrcr iorr, sirrr¡ <lcl l',stl¡rlo o, lnlis

Recavó sobre mí abrir la sesión de la tal'dc clcl sirrrposio lt¡ntlincrr- l¡rcrt, rlc stt t'r'lrt< i<iu ('()lr l:r socicrlit<1,'r". I ln irsl¡r't lo furr<l¿rr¡rt'rrtrrl tlc
se de P¿sf and Present de 1957 exponiendo brevemente las conclttsio- csl:¡ r'r'isis ('r'a cl ('r'('('inri('nt() clcsnlcsul':r(l() \,'rlilíc'illncrrtc st.¡stenible
nes generales de mi investigació sobre las causas de la revuelta cle r lr' l:rs ('()t'l('s ¡rrirrt'iJtt:sc:rs.
Cataluña de 1640, que aparecería en tbrma de libro sólo en 1963. Mi I lrr:r rlt'las rlebiliclacles de la tesis de Hobsbawm aplicada a las re-
intervención fue seguida por rura ponencia de Brian Manning sobre volr¡<'ir¡nt's <le lnecliaclos de siglo era que, incluso si se aceptaba la
el estallido de la Ci.uerra Civil inglesa, que enfatizab¿r "el papel de los t'ristt'rrcilr rle una crisis económica generalizada, no había una expli-
movimientos de rnasas campesrnas y urbanas en la cristalización de la r :¡r irin solrre el mecanismo qlre la convertía en actividades revolucio-

situación política y la precipitación de acontecimientos críticos" r:r. rr:rr ils. ,\l <lesplazar la atención a la estmctura del estado y su relación

Aunque la inclusión de la comunicación de Manning por parte de los r


'rr l¿r socieclad, Trevor-Roper ofiecía de hecho tirl explicación de
organizadores del sirnposio representaba un claro intento por su par- nr:ur('l'ir qlre conservaba elementos irnportantes de la teoría de una
, r isis cconórnica general.
te de incorporar el pasado británico al marco europeo comparativo "La clepresión de la década de 1620 -ar-
que Hobsbawm proponía, es evidente que todos los comentarios re- r,,rrrrrt'rrlirba-es quizá no menos irnportante, como nlomento crucial,
cogidos sobre ella se limitaron exclusivarnente a clesarrollos internos r
¡r rt' la clcpresión de 1929: atulque fue una quiebra econírmica tem-
ingleses, con Lln <consenso general clesfavorable a la opinión de Tre- ¡ror irl. rll¿rrcó un cambi<.r político duradero"ri. Enfient¿rdos a los costes
vor-Roper de que [a pequeña nobleza terrateniente] formaba una crr lrunento clel aparato del estado, los gobiemos respondieron en-
clase en decadencia"rr. Inglaterra, seeirn los indicios, era todavía trt'giinclose, con rnayor fbrtuna unos que otros, a las reformas. En
una isla historiográfica. Hol', ullos cllarenta airos después,Jonathan Irrsl¿rtcrra, la incompetencia de los Estuardos significó que no hubo
Scott insiste en sus l)ngla'nd.'s Trouble.s [ "Los problemas de Inglaterra" ] '. r r i lquna revolución prer.ia colno tal, ninguna reforma parcial como
r

en recuperar el contexto europeo para los desarrollos políticos ingle- rrrl". En coltsecLlencia, el "país", definiclo como todos aquellos que se
ses clel siglo xvlt5. Clío, por lo que parece, es Llna musa flemática. , r¡rortíArt a trn <aparato de burocraciar parasitaria altmm:rclor, opresivo

Había un historiado¡ pese a todo, que era muy consciente de la l t'r¡ransionista", se levantó exasperado contra "la corte más intran-
necesidad de situar los trastornos británicos dc rnediados del siglo xvtt sigr:nte de todas v la derribó violentamente>r8.
clentro de un contexto europeo más amplio de asitación revolucio- [,¿'t cosa se ponía emocionante. TrevopRoper había elaborado un:r

naria: se lrataba cle Trevor-Rope¡ el gran ausente clel simposio. Fue It'sis extremadamente ingeniosa, argumentada col su típico brío y
dos años más tarde cuando Pust a'nd Present (en cuyo comité editorial, ( ()n gr-an riqtteza de detalles ilustrativos. Pero jera su tesis correcta?

Llnavez abandonacla la pretensión de ser Llna "reüsta de historia cien- \lt'rlia docena de histori¿rdores (británicos, europeos y un norteame-
tífica", habíamos entrado Lawrence Stone, TrevorAston,vyo mismo) r icirrro,Jack Hexter) fueron invitados por Past a,nd Prcsenta emitir un

publicó el brillante artículo de Trevor-Roper que, al presentar una jrricio crítico sobre ella; sus coürentalios, publicactos cn 1960, contri-
tesis alternativa, iba a dar un nlrevo impulso al debate. En este ensayo, Irrn,eron en gran medicla a ampliar e intenracion¿rlizar el debatetl'.
l{cctrerrdo que Ti'evor-Roper lne conrelltó luego que le habíanlos de-

r2 Mar,rrict: Ashley; 'I'lu, Gt¡ld,en rcntu.r): liurope l59f|-17./-1, Lc¡ncires, Weiclenfeld


-l'h.¿ lri H. R. Trevor-Roper, .'Ihe General Crisis oI'the Selenteenth Cel'rtur\',, etl
arrd Nicols<rrr, 1969; FIenrv Kanrert, Inn Ocnturt': Sorial Chnnge itt F,urope 1550-
1660,L,onrh'es, Weidenfeld ancl Nicolson, l97l f i!'/.u.qlo de hicn'o. Can.l¡io sorialenliu- ,\strrrr (eci.), Crisis in I)uropeICrisis en Europnl,p.95.
ti lhid.
ropa 1550-1660, trad. M¿rría Luis¿t Balseiro. N{aclrid, Alianza, 19771;Theoclore K.
t8 lbi¿., pp.9405.
Rabb, Modenr Europe fiortr Above ar-rcl Below",./ournnl of il'Iodern History, 45
"Earh' Itr Rolancl Mousnier',.f. H. Elliott, LarvLente Stt-rue, H. R. Tr-evor--Roper, E. H.
(1973), pp.45{r-462.
I3 Iiossntantt, E..f. Holtsbarvm r'.f. H. Hexter, "Discussi<¡n of FI. R. Trevor-Ropet', "The
.Sel'en teenth-Centurv Revoltrtions,, pp. 69-70.
t+ (icrrer'¿rl (lrisis ol the Seventecr-lth Centurv"", Post and.Pr¿selt, 1,3 (l9{i0), p¡t.8-12.
Ibid., p.71.
r¡ orrathan Scott, Ensl¿r?d',s'lioul¡lps: Scztcnteenth,-cettt,urt English Pol.iti.rnl. Instabilitt l)csaf()l trurada )', creo, cquivoca.clamcntc, sólo mis colnentarios v los de Nlotrsnicr lire-
.f
in Iüro|ea,n ()ontext, Oambriclge, Carnbridge Llniversitv Press, 2000. rorrincluiclosen ()i.sis inlüt.ropelOri.si.senliutopu),ac¿trgorleAstou.

()') f)ít
.jl<lo cscirprrr sirr rr¡rt'rrlrs crrsligirrlo. Mi o¡ritri<irt, t'tt <:ttttlrir), ('ul (ltr(' irrr¡rort:¡rrcilrrlccx:r¡rtiturt losolriclir'osvlrrs;ts¡rit:rriot¡r'srlclosgolrict
abrimos un¿r brecha en srr b¿u'co por rlcbajo <lt' lir línt'¿t <lt' f lotltt'irirr. rr()s(('nlr':ll('s,(lu('lrit'tt¡rtt<lit'r':lnl('slrll¿u nt:ls..tt't'olttciotllti()s',(ltt('
Lo que había hecho en realidad era transponer er la L,uropa contillen- l;rs lrrt'r z:rs (l('lir x'volrrt'i<in ¡lrrr<lrrt'i<lirs llol llrs ¡lrt'siottt's t'r'<¡llrilnit:its
tal una explicación basada en el enfrentamiento entre corte y país que l so< ilrl<'soriuillll(lils rlt:sclt: abzrjo.
había propuesto originalmente para dar cuenta de la Guerra Civil Llt'grrtl l l¿rl conchnión tras haber estudiado la política del conde-
inglesa. E. H. Kossmann, Roland Mousnieryyo mismo pensábamos r lr rr ¡r rt' rlt' ()liv¿tres en las décadas de 1620-1630ylareacción explosiva

que, incluso si la explicación fuera correcta para Inglaterra, la analo- (frr('l)rr)v()cróenCataluña.En Larebelióndeloscatalan¿-sintentémostrar
gía no funcionaría en nuestras regiones europeas, respectivamente crirrro liu ¡rresiones y los costes de la guerra obligaron a Olivares y su
los Países Bajos, Franciay España. La definición de Trevor-Roper de solrit'r'rro en Madrid a idear medidas que movilizaran los recursos de
corte planteaba, por ejemplo, graves dificultades. Si los cargos oficia- unr nr()narquía hispánicayun imperio integrado por territorios muy
les eran parte de la corte, ¿cómo se explicaba su participación en la rlis¡r<'r'sos, cada uno con sus propias leyes, instituciones y arreglos
Fronda? Támpoco esrábamos convencidos de que los gastos de la corte r orrslitrrcionales distintivos, es decir, lo que después comenzaríamos

ascendiesen a nada comparabl e ala cargaimpuesta sobre las socied4 :r rlt'norninar <monarquía compuesta". Cataluña, ylo mismo Portugal,

des del siglo xnt por los costes de la guerra. cstrrlrt le-jos de cargar con unacorte desmesuraday, en comparación
Creo que demostramos estar en lo cierto. También creo, y creía r r ¡r r ( lirstilla, era una sociedad gravada con pocos impuestos y con una

entonces, que Trevor-Roper, incluso si discrepaba con Hobsbawm, lrur'ocracia muy reducida de oficiales reales. A pesar de ello, fue en
argumentaba de hecho dentro de los mismos términos de referencia. ( htulruia, no en Castilla, donde estalló la revuelta. Al buscar posibles
Para ambos dos, a su propia manera, los trastornos de mediados de t'r¡rlicaciones, quedé impresionado por el importante papel que en
siglo eran fundamentalmente revueltas osociales", de algún modo cl nloclo de pensar de los catalanes del siglo x\TI desempeñaba la idea
más profundas que otros tipos de desorden,yhabía que buscar sus tk'l''i. pir,tria como comunidad fundada en elementos compartidos:
causas y su explicación en el fondo de la estructura de la sociedad. Mi t's¡racio, recuerdos, experiencias históricas, leyes e institucibnes, y
propia opinión, tal como expuse en el libro Larebelión de los catalanes, l)rutas de üday conducta.
publicado en 1963, y después en una conferencia inaugural leída en En retrospectiva, pienso que esta idea de la importancia tanto de
el King's College de Londres en 1968, titulada "Revolution and Con- h pifria (la cual explicaría con mayor detalle en mi conferencia de 1968)
tinuity in Early Modern Europe", era que tales suposiciones no debe- ('()rno del modo en que se convirtió en el punto de encuentro para la
rían darse por sentadas y que podría haber razones para comenzar rt:sistencia contra las demandas del gobierno central, empeñado en
no con la sociedad, sino con el estadoeo. Esto no excluye, como es introducir cambios fiscales, administrativos y constitucionales, fue mi
natural, la necesidad de análisis de las sociedades en rebelión, del tipo r'<¡ntribución más útil al debate sobre la crisis general. Apuntaba la
que intenté realizar en mi estudio sobre las relaciones eutre el prin- nccesidad de observar con más cletenimiento no sólo el estado del
cipado de Cataluña y Madrid. Sin embargo, hay qtte pensat-en la siglo xvll como entidad política transformadora, sino también la re-
sistencia a las innovaciones del estado por parte de las comunidades
Iratjo presión. Esta oposición, qlre se remontaba a un pasado distante
tt'
J. H. Elliott, The Reuolt of tlrc Cata,lans: A Stud,¡ i¡t the Decline ol '\nitt lt98-1640, t'n busca de argumentos, tendía a expresarse con fórmulas conserva-
Cambridge, Cambridge University Press, 1963, reimpr. 1984 ].a nln'lititt le los crt'ta- rloras, aunque las contrarrevoluciones en nombre de leyes y libertades
lanes. LIn esturlio sobre la d,ecndencia de España (1598-1640), trad. Rafir'l S:irrt'lrez Mante-
ro, Madrid, Siglo XXI, 1977; La reuolta uúalana, 1598-1640. Un estudi .vl¡n' lu detadincin históricas puedan tener ciertamente consecuencias innovadoras y
d'Espanta, trad. catalatraJosep Valh'erdir, Barcelona, Vicens-Vivt's, l -(Xi(i | ; " Rcvolution revolucionarias, como de hecho ilustra claramente la rebelión de los
and Contintrity in Early Modeln Europe", Past and Presenr, 42 (l!X;f)), ¡r¡t. ili->56, re- Países Bajos en el siglo xvI.
impr. enJ. H. Elliott, Spain ttnd its World, 1500-170(), New Havcu (()otrttt'ctictrt) r'
Londres, 1989 f"Revolución y continuidacl en la Europa moderna", cn li.sltuña. "¡ su Pienso que esta formulación contribuyó a concentrar la atención
mundo (150G1700),trad' Angel Rir,rro Rodrígrrez v Xaüer Gil Pt{ol, Madlicl,'launts, en el punto necesario en esta fase de la discusión: en las intenciones
20071 , cap. 5, y en Geoffrey Parkel y Lesley M. Smith (ecls.), 7.áe General Ori.sis of the del estado y la resistencia a é1. A su vez, esto indicaba la necesidad de
Seaentuenth ()mtury,2" edn., Londres, Routledge, 1997, cap.2.

94 95
(.stu(li(,sntouol-ltilli(()s:,i()lrtcrclrcliott('s('slx'(lli¡¡tstslts()tttl('ll('ri,(l('l Ittlt¡,r'r¡lrticrlr¡o¡rlitttisrrrrl,,,'l'l¡r'(llisisof tlrcScvcrrlccrrtlr(l'r¡lurt':
ti¡roirrlcrrtrr(l()l)()l lrrít'n 1.¡¡ n'lt'liontlt'ltrtttlttlttt rxolx)t l{<¡slttioVillal'i ,'\ l''¡rn'wt'lli'. " ";At lir is ¿r lir <'l'isis rk'l sigk ¡ x\ tti- l. l .os l nr x k'k rs cst¿itic<¡s
1

e n su libl'() sol)l'e l<ls or'ísc:nt:s <lc lir n'r'ttt'llit rt:t¡rolilitttit tlt: I


(il7-l641t, pr ('sulx,n('n sr¡<'i<:rl¿rrk:s (:uy() cst¿ul() n()rrnirl es de equilibrio, el cual de
r.
publicado ctratr-o años más t¿rrdt: etl l 9(;7'r El ¿rttrbiente clit propicio \'('z ('n ('u:ur(l() pue(lc verse fatalmente perturbado bajo la presión
a tal empresa. La década de 1960, rnarc¿rda ella mislna por la protesta r k' l:rs <'ilcrurstancias. Como nota Koenigsberger, este enfoque no tiene

v la revuelta, fue un periodo en que, sobre todo en el mundo anglo- ('n ('ll(:nt2t cl carácter inherentemente inestable de las sociedades eu-
sajón, los estudiosos de las ciencias sociales como ChalnrersJohnson r olr(:¿rs <le l¿r edad moderna, siempre propensas a alborotos y revueltas.

prestaron sran atención a la tipología de las revoluciones, y los histo- l')stl nl:rla interpretación, como indiqué en mi conferencia de 1968
r-iadores no tardaron en adoptar sus interesesz!. En 1967-1968 Robert ., l{r'v<¡lrrción y continuid¿d", forma parte de un enfoque de los procesos

Forster yJ ack P. Green e or ganizaron e n la Unive rsidadJohns Hopkins r cvolucionarios que toma la Revolución Francesa, o más bien una in-

un ciclo de conf'erencias titulado Rsuoluriones y rebeliones de la Europa tt'r ¡lrctación determinada de ella, como paradigma para los movimien-
modentu:S. Las rebeliones escogidas no se limitaban a la década de tr ¡s rlc sislos anteriores. Sin embargo, las sociedades de la edad moder-
1640 (incluían Ia revuelta de los Países Bajos y la sttblevación de Pu- nlr cstaban estructuradas no tanto horizontal como verticalmente.
gachov), pero tres de los cinco couferenciantes (Mousnier, Stone yvo ( lorno
1,.o mismo escribí,
<<no se puede esperar que una sociedad agru-
mismo) éramos también participantes en el debate sobre la crisis ¡
rirrla en corporaciones, dividida en órdenes y ünculada verticalmente
general. En stt contribución sobre la Revolución Inglesa, Lawrence ¡ror firertes lazos de parentesco y clientelaje se comporte de la misma
Stone intentó introducir a ChalmersJohrtson en su análisis de los nrilr)era que una sociedad diüdida en clases'26.
orígenes identificando por su parte condiciones prev-ias a largo plazo, Fln vista de la inherente inestabilidad de las sociedacles de la edad
precipitantes a medio plazo y desencadenantes a corto plazo parala ¡llr¡clerna, apenas pueden considerarse motivo de sorpresa las re-
revuelta2r. vucltas frecuentes. A causa de ello, se debe cuestionar el presunto
En el volumen resultzrnte los editores lucharon vivamente pata ela- <'rrr¿icter único de la aglomeración de revoluciones de 1640 % con
borar Lrn sisterna de clasificación para nuestras diversas revueltas y re- <il. todo el concepto de crisis general del siglo xvII. Por las fechas en
voluciones, pero el intento, me temo, estaba condenado al fracaso. Se <¡rrc leí mi conferencia inaugural de 1968 había acabado precisa-
hicieron mlrchos esfuerzos para lleear a ull marco general, pero lo que nlcnte de escribir un libro sobre la historia europea en la segunda
sobre todo impresionaba ela la v¿rriación más que la similitud de las nritad del siglo xvr, La Europa diuidida (1559-1598,), y me llamó la
dif'e¡entes rebelio¡es. Los modelos tenía¡, V tienen, una forrna aburri- ¡rtención cuando lo escribía el elevado número de revueltas ocurri-
da de derrumbarse ante una ntirada analítica. ¿Es realmente posible, <l:rs en la década inicial de ese periodo. Llegué a contar siete en to-
por ejernpl o, trazar una distinción nítida entre condici<¡nes previas y tal. Esto me lleró a añadir una irónica nota a pie de página en la que
precipitantes? Además, los modelos et-an en esencia estáticos. como rlecía que parecíamos enfrentarnos a <una crisis general de la déca-
obsen'aría después H. G. Koenigsberger ell ulla de las más agudas eva- rla de 1560,,tt y en mi conferencia llevé la broma algo más lejos.
luaciones del debate sobre la crisis general, un ensayo de 1986 que ti- Nadie, lamento decir, ha aceptado mi desafío de estudiar las rer¡uel-
tus de 1560 como grupo, pero, al insistir en las continuidades sub-

er R<rsari<¡ \'illari, Ln riztolkt a,nlislxrgnola, n Napoti: lc origirri (1r8r-1647)' Bari, I,a-


terza, ll)67 lLn reurclta antiespañola ert Nápoles. Los orígenes (1585-1647), tra<I. Feruan-
do Sír'rchez Dragó, Maclrid, Alianza. 19791 25 H. G. Koenissberser,
"The Crisis of the Seventeenth Century: AFarervell?", en
?: C)halnrcr-s.Johnson, Rnolution and the Sotinl S¡sl¿r¿, Stanfbr-d (Calif'ornia), Stau- stt Politü:ians and Virtuosi: Lssays on liarly Modern Histor"¡, Londres, Hambledon Press,
forcl Liniversin'Press 1964. 1986, cap. 7.
2:t Robert Forster v]ack P. Greene. P¡zrontlitions qf Rnohúion in Earll Modern Eu-
'o J. H. Elliott, .Revolurion and Continuity in Early Modern Europeo, en Elliott,
roy'¿,Baltinrore (Man'l:rnd),.|olrus Hopkins tlrrivelsitv Pless, 1970 lReuoltuiones r rubc- 'Slnin and. its World, p. 99 ["Revolución v continuidad en la Europa moderna", en .Es-
lioncs dc ia Euntpn ntod¿t na., tfatl. Blalca Pa 'ecles Larrucea, Nlad|id, Alialrza, 1978] . paña y su rnundo, p. I 331 .
1{ l,arnrence Stone, .-Ihe English Revohrfiott", ert Forster,v Gleene (ecls.), Ptu,ott.- 27
-¡ohn H. Elliott, EuropeDiuidtd,, 1559-1r98,Londrcs, Collins, 1968 llaEurofta di-
d.itions of Retttilulion lPtaolurioncs y rcbeliones.J, p. 65. uidida ( 1559-1598), trarl. Rafael Sánchez Mantelo, Barcelona, Crítica, 2OO2l, p. 107.

txi 97
\'¿r(('lrl('s t'rt llr l',rrro¡¡rr rlc l¡r r'<l:ul nrorlcl n;1, ('slx'r o lurlrcr ¡ll:rrrlr':rrlrr \'('rt ( lif('r ('ut(' nt('(li(l:r,,'r. ( ir ('(, (lu(' lorl:rt,r:r lrr ¡t, l ir.ir¡l.r ,ur )s nt.ui l:rr rlr.,
algtttras tltttlas sollrt'('l siunifi('¿rrlo, r't¡rrizri irr<'luso lir <'xistcnci¡r, <lt: sct ttt:tttt¡rli:tltt('ttl('r( ('l)lil(l:l 1:tl li¡r nrr¡krr iorr. lrrr lr¡s¡r l:r ltr.¡lriltlir':r I lrr
un:r crisis general eD el siglo xl,ll. l:t t tt lt'srt lllr':r\'('s(; sus lif i<'trltit< l<'s t'<'or rriru icrrs,
< <'or r ro.f or urt ltlrr r lsr'¿rt.l nos
No era el úrnico en pensar así. Precisamente por aquellas f'echas It:r t t't'or'<llt<kl t'rt stt nl()r'runlenlal estuclio s()l)rc cll¿r:
"El cornercio de
un potente ataque corltra toda la iniciativa fue lanzado desde Lenin- rrltnrur¿rr hr¡l:rrrrlí's haltía c¿ríclo ert recesión (1621-1632). t...] En térmi-
grado por Alexandra Lublinskaya. En los capítulos iniciales de su rr()s e-('n('r'ales, cl perioclo 1621-1647 ftte de crecimiento vacilante; los
libr o Frm. c h Ab s o lutism : T he C ru.ci al Plt as e, 1 6 2 0- I 6 2 9 [ " El absolutismo r('\'('s('s t'n el coltrercio europeo fueron compensados, por Lrna parte,
francés: la fase crucial, 1620-1629"], al cual Cambridge University ¡ror- lir dern:lnda en Alemaniay los Países Bajos meridionales de proü-
Press me pidió contribuir con un prólogo, Lublinskaya abrió fuego siont's rle todo tipo suministradas por los holandeses y, por otra parte,
sobre cada uno de nosotros por turnos. El impacto iba a producir ¡rol lrrs ganancias del conercio colonial"32.
estragos generalizados. "Incluir bajo la denominación genérica de l)t's¡nés de examinar las pruebas, Steensgaard desarrolló una nue-
"revolución" fenómenos en esencia tan distintos como \':r ('lapa de su argrrmento al indicar que, visto el aumento de los costes
-escribía-
la revolución bnrguesa inglesa, la restauración de la independencia r lr'
¡rrotección provocado por la Guerra de los Treinta Años, la crisis
portuguesa, las revueltas de Nápoles contra el gobierno español y, rlt'l sislo xvtl fue "una crisis de distribución, no de producción".
finalmente, la compleja red de diferentes movimientos llamada la .,(irralquier intento de comprender la crisis económica
Fronda es testimonio, ante todo y sobre todo, de que el rnismo con- k'l sielo xvll sin tomar
<
-escribía-
en consideración la distribución de ingresos
cepto de "revolución" está siendo utilizado sin rigor científico":8. (lu(' tuvo lugar a lo largo del sector pirblico está condenada al
En cnanto a la crisis económica, "las dificultades encontradas eran f lll('?rso,,3:r. Una cle las grandes virtudes de su argumento, al menos

de un tipo especial y no proporcionan base para la discusión de una ¡xrra los historiadores de las revoluciones de rnediados de siglo, es que
"crisis del capitalismo" en el siglo XVn":e. Eso iba por Hobsbawm: la silrrirba al estado en el centro de atención y con ello señaló el meca-
inaprensible crisis que tanto btrscaba se había desvanecido en el rr isrno que relacionaba las crisis económicas con las políticas. Lo que
all'e. ('n('()ntramos durante este periodo es, segirn la formulación de Steens-
Pero ¡de verdad se había esfumado? Es cierto que el caso de la r.lr:rrd, un <absolutismo dinámico" (una expresión quizá menos aceF
República Holandesa en particular ha sido siempre difícil de encajar t:rllle hov que hace treinta años) , el cual
"violaba con slt política fiscal
en el panorama de una crisis general, ya sea económica o política. lrrs leyes consuetudinarias y amenazaba con perturbar el equilibrio
Kossrnann había señalado los problemas en su contribución al debate s.t'ial o con privar a partes de la población de sus medios cle sustentoo.
sobre Trevor-Roper (omitida a mi parecer equivocadarnente de la an- .Srr conclusión era lo que yo había querido exponer desde el principio
tología de TrevorAston) y, en fecha tan temprana como 1964, Ivo Schóf, rlt'l clebate, aunque quizáno lo hubiera expresado tan contundente-
fer había planteado la pregunta ";Coincidió la edad de oro holandesa nlcllte: "Las seis revoluciones contemporáneas tan sólo pueden con-
coll un periodo de crisis?":](). En un artículo publicado en 1970, que me siclerarse cotno unidad si las rebautizamos "las seis reacciones
sigue pareciendo uno de los tratamientos más inteligentes sobre los ('( )ll temporáneas"n3+.
testimonios de presunta crisis económica en el siglo xvtt, Niels Steens- Fueran las revlreltas específicas de 1640 reacciones, revoluciones
gaard argumentó que "la crisis del siglo xrat no fue un retroceso uni- o algo intermedio, a principios de la década de 1970 estaba bastante
versal, sino que [...] afectó a diversos sectores en diferentes momentos claro que era necesario un estudio más detenido si se había de avan-

!8 A. D. Lublir-rskava, bnnch,4l¡solutis¡n:T'he ()ucial Phas4 1620-1629, trad. inglesa :tl NielsSteensgaard,*TheSeventeenth-Centun'Crisis",enParkerySmith(eds.),


Brian Pealce, Cambridge, Carnbriclge Universin'Press, 1997, p. l0l. ( )eneral Crisis,p. 44.
2e tbi.d.,p.z29. :i2
.for-rathan lsrael,'l'he Dttttlt Republic: Its Ri.se, C,reatnes.s and, Ihll, 1477-1806, Ox-
rl0 Mousnier'¿l ¿/..
"Discrrssion r¡f H. R. Trevor-Roper", pp. 8-ll; Ivo Schóffer, firrd, Clarendol Press, 1995, p. 610.
Holland's (iolden Age Coincide rvith a Period of Crisis?", en Parker y Smith :r3 Steensgaard, .Seventeenth-Centurv
Crisis o, pp. 4{45.
"Did t+ Ibitl.. p. 47.
(eds.\, (kneral Crisr, pp. 87-107.

s) ¡t c)q
/.:u,\'(llr('lr¡irlr':tl¡i('rr:r(lu('tttvict:tlt¡urtt rl<'rrltorlctttrnr¿lr(o(()nrl):t- srr ¡rt'rs¡lcclir':r lrislorir:r nr:ri l:rrg:r clr l:r ¡rcrs¡rr.r rir':r rlr.rrrr ttnrt,¡\'
rilli\,o. Sc lnrl:r <lt' rrrur r¡lrst'r.r'irci<irr llt'r'lllr ¡ror l,lovrl lllo<¡t<'('n un vir- rnr rlr'tltttr;.t,< orr <'s¡rt'r'ilrltiul:rsis('n ('sl('rillirrrrl. l,,l qrlrn ttnlt,:ltt' l:r r.rl¿r<l
lios<l.juicio crític() sr¡ll'c r:l ck'butt', prrblit':r<lo t:n I1)7i1, rk¡rrtlt' l(l('nlris rlc l;t lt'lirt'tlttt, ('lt l)ar'li< trliu'llrs ln's ¡rrinrt'r'as rki<'¿rrl¿rs rk'l sigl<l xvt,
intentaba relacionarlo con las recientes teorías de l¿r rt:r,oltrci<in y si- r ¡ r ¡: r f ;rs<' r lt' I r'¿rsl r lrn< ls sísln icos qrre transfbl'mar()ll para sienrp re lafaz

tuar los trastornos de la década de 1640 en el contexto míls amplio de rlr' l,)rrr.¡rir. l;,1 rle.slrues sc localiza en los años posteriores a 1660, un
los levantarnientos europeos desde la rermelta de los Países Bajos has- ¡r.r ir<l<r r¡rrr'.f . H. Plurnb había caracterizado recientemente como
ta la Revolución Francesas¡. Perez Zagorinrealizó un intento en esta scrurl¿rrkr ¡ror lzr consecución gradual de la estabilidad política en In-
dirección en su Reuueltas y reuoluciones en la Edad Moderna de 1982, gl:rtt'r'r'u:i'. I)c una lnanera más bien poco diferenciada, Roland Mous-
doncle trató valientemente de clasificar los diversos trastornos de los rri.r'lr:rbía descrito el conjunto del siglo x\,'rr como una edad de crisis,
siglos xu y xvtl según categorías generales tales corno revoluciones, r: r r lr l<'lirrn ente a la cual corría la
¡ "lutte contra la crise,, también sin
rebeliones y guerras civiles revolucionarias, pero la escala era qtrizá rlt'tcnninar temporalmente, aunque acabada con Llna especie de
demasiaclo general y las explicaciones sobre las revueltas demasiado .r¡rrililrrio alcanzado en 17153e. La cronología de Rabb es más precisa,
esquemáticas para pennitir la comparación detallada que habían pe- r ¡ ¡rr Icr)siones que crecen hasta puntos críticos en el segundo tercio
dido Lloyd Moote y otros36. r l.l siql() xrryl y crisis resueltas con éxito en las siguientes décadas. Esto

Supongo que es demasiado cierto que todo debate tiende a ago- nr(' l)llrece lrn rnarco cronológico más úrtil y satisfactorio que el pro-
tarse con voces de queja que piden rnás trabajos, y a este respecto la ¡r, rr'<'ionado por Mousnier; además, llama debidamente la atención
discusión sobre la crisis general no fue ninguna excepción. A princi- sr ¡ll't: la necesidad de examinar de cerca no sólo las causas sino tam-

pios de la década de 1970 un debate que había comenzado en la de 1950 lririn las consecuencias de los trastornos de la década de 1640. parece
estaba perdiendo impulso, lo que no es de sorprender. No obstante, lr;rlx:r algo en los historiadores que les hace más propensos al estuclio
esjusto señalar que, además de exponer algunas significativas bolsas t l. lirs callsas que de las consecuencias, por lo cual resulta saludable

de ignorancia en nuestl-o conocimiento de la historia económica y cl ll¿unamiento de Rabb.


política del siglo xul, centró la atención en problemas históricos cle Rabb no sólo alarga la perspectiva sobre las revoluciones de me-
gran importancia que después se han negado a abandonar la escena. rlirrrlr¡s de siglo, sino que también la amplía, de forma que recuercla
Estos fueron definidos y explorados con elegancia por 1-. K. Rabb en ( )rr'¿r vez a Mousnier, al insistir
en las características y manifestaciones
The Strugglefor St&bilüt en 1975. Después de resumir el clebate sobre cr¡ltrlrales de la crisis v su resolución. Se trata de un avance arriesgado
la crisis general, comentaba qlre <uno no puede cscapar a la impre- l valicnte, e inevitablemente algunos resultados iban a ser dudosos.
sión de que algo cle gran importancia tuvo lugar rezrlmente hacia el ..1.a búrsqueda de autoridad y certidumbreo, que considera fundamen-
segundo tercio del siglo xvII,'37, una afirmación con la que me encllen- tll en la empresa clel siglo xvII, era en sí misma ambigua yvacilante y
tro de acuerdo a pesar de cualquier observación que haya realizado l.s testimonios proporcionados por las artes pneden apuntar en mll-
sobre las continuidades subyacentes del periodo. El valor específico .hirs direcciones, como era consciente el propio Rabb-to. su interpre-
de la contribución de Rabb está, en mi opiniór-r, erl su empeño de si- tlción de determinadas pinturas es discutible, pero no se puede dejar
tuar ese "algo de gran importancia" en una perspectiva l-ristórica más <lc ¿rdmirar su resolución de relacionar los argumentos sobre la crisis
largay amplia. t'conómica y política con las inquietudes estéticas e intelectuales de
la Europa barroca. Nunca acabarernc¡s de comprender del todo los

35 A. Llovcl Moote,
"Thc Pleconditions of Revohrtion irr Eur lv Nlorlt'r'n Europe;
'fhc Grotttth of Political Stabilit\ in Enghnd, 1675-l72j, Lonclres,
Did Thev Really Exist?" , CanadianJournal of Historl, tl ( 1973). pp. 2{)7-2:l-1.
:rG Perez Zagorin, RebeLs and Rulcrs, 1500-1660,2tols., Caurbriclgc, Oarnbridge
"u J. H. Pl.mb,
Macmillan, 1967.
:re Roland Mousnier, Les x\T? ?t x\ru
Llniversiw Press, l9tJ2 lRatueltas \ ¡woludones en ln ErLad. hk rk,rnn, tt'ad. Alliedo Ah'ar Siirl¿s,2 edn. rev., parís, presses Universitai-
Ezquerra, 2 r'ols., Madlid, Cátedra, 19851. res de France,1967 [Los.r¿.glo,r.]it7,y xtz, trad. v rer,..fuan Reglá, Barcelona, Destino,
37 Theodore K. Rabb, 'l'h.e Stntggte l98ll, pp.208v276.
for Stabititr in Early ll4odzrn Europe. Oxford 1,'
Nueva Y<rlk, Oxford Universit.v Pless, 1975, pp. 27-28. {0 Rabb, The Strugte.for Stability, pp. I07 I23.
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lrirslotnos(l('nr('(lr;t(losrlcsiglosinlt:rr('r unr,i('tir¡inlcl¡lorlr'¡x'ttclt:tt ( livil irrtlcs:t. Stt ¡rttttlo rlc visl;r crrlor:rlr:r cl ¡rrolllcrrr.r ¡rl:rrrlr':rlo por
('n ('l nl(,(lo rl<' ¡rt'ttsltt lltttlo rlr'(lui('u('¡i rlcli'rrrluur llt:tulorirl;trlt'stlt- los tlit'<'t'sr¡s t('irr()s tlt' lrrul¡rlt'r't¿r, tr lrrrr<llr v l,,sr rlr i:r, lorlos lrls r'rr:rlcs
blccirla c()nl() rlt' <¡trir:rrt's s<' o¡rorríirrr ir t'llir. rlcl¡írrrr Ir'¡rlt¡r<l :r ( iiu k¡s l.li.¡ 'l'lu,(htses ol tlu, t',rtgli.slt On,il ll,'rur ["[,¿5
Al rnisrno tienrpo, 'l'lu¿ Stl- ugqh' litr Sktlúl.it^t1)uc(lc: scr vista ('()nt() cl pr-e- ( lusils <k: lir q'ur:r-l'ir t'ivil inqlcs¿r" l, Rtrssell escribe: "[,a llipótesis de
sagio de un alcjarniento respccto (lel lr¿rLuniento relativ:uncntc preciso r¡rr<' <'l ¡lrrrlrlt'ura dc los re in<-¡s múrltiples fue una de las callsas princi-
de la crisis de mediados del siglo xvtl que había caracterizado la mayor ¡r: rl<'s <lt' inr:st¿rbilicl¿rd briránica encaja perf'ectamente si se la conside-
parte del debate. Esto podría reflejar en parte Lrna sensación de que la r:l ('n un c()ntexto europeoo+!.
discusión, tal como había sido formulada hasta entonces, era más bien Arrnqrre 'I'he I'all of the British Monarchies, 1637-1642 ["La caída de
lenta y no estaba llevando a ninguna parte, pero también correspondía Lrs rrr.narquías británicas, 1637-1641"] de Russell se halle relaciona-
al clima historiográfico cambiante de la década de 1970: la reacción rl, s<ik¡ clébilmente con los acontecimientos contemporáneos en el
contra Fernand Braudel estaba cobrando fuerza, la correlación de fuer- r ontinente elrropeo, situar la rebelión inglesa en el contexto británi-
zas de los Annal¿sse estaba desplazando de la historia social y económica r o rn¿is arnplio formado por los tres reinos contribuyó, en mi opinión,
a la historia delas menta,lités, el determinismo histórico se batía en retira- ;r lDilntener una conciencia tal vez precaria en el ámbito de los histo-
da a medida que avanzaba la recuperación de lo contingente y lo indivi- r i¿rrk¡r-es cle habla inglesa de qr"re el problema de la simultaneidad,

dual, la historia política. se reinventaba, el arte narrativo renacía (para ¡rlrrrrtcado tanto por Merriman en su six Contemporaneous Rnolutions
asombro de Lawrence Stone) y los revisionistas empezaron cou la de- | ,.Scis revoluciones contemporáneas"] como por el debate sobre la
construcción sisternática de todo lo que pensábamos que sabíamos y clisis seneral, no podía ser ignorado del todo o rechazado sumaria-
comprendíanos antes de que aparecieran sus brigadas de demolición. nr('nte como la idea sin base real de algunos historiadores que tendÍan
Tál ambiente era poco propicio para la teoría de la crisis general, ;r vcr crisis por todas partes como reflejo de las preocupaciones de su
o de hecho para cualquier otra teoría. Los vínculos, o presuntos víncu- ¡rnrpia época{3. Táles preocupaciones influyeron ciertamente en Me-
los, entre economía y política se habían roto y lo que arltes se consi- r rirnan cuando publicó su libro en 1938. Como él mismo explica, al

deraban grandes revoluciones qr"redó reducido con hart¿l facilidad a .s<'r'ibirlo tenía en mente no sólo las revoluciones simultáneas cle 1848,
la contingencia de acontecimientos cotidianos. Aun así, uo todo se sinc¡ también la revolución bolcheüque y su irnpacto contemporáneo.
perdió en este periodo de desolación. En particular-, tuve la felicidad l'.sto ayuda a comprender tanto su elección de tema como su enfoque
de comprobar que, a fin de clrentas, no había escrito en vano La.rebe- gcneral. Merriman dedica mucho espacio a lo que llarna .corrientes
lión de los catalanes. Conrad Russell, en su estudio sobre la Guerra Civil t'r'uzadaso, las conexiones transnacionales entre rebeldes y los inten-
inglesa, había retomado de mi obra la idea de monarquía cornpuesta, l.s de intervención de un estado en los trastornos internos de otro
aunque la expresiíln sólo aparecería más tarde (fue inventada, creo, (algo que parece haber sido inspirado en particular por la interven-
por Koenigsberger, aunque élparezcapensar que la inventé yo)rt. Mi t'irin de potencias extranjeras en la Guerra Civil española) {r. Por otra
libro había tratado de demostrar el impacto sobre la sociedad catala- l):rrte, este libro puso de manifiesto que los mismos coutemporáneos
na del absentisrno real, que había surgido necesariametrte de la sobe- rlc los acontecimientos eran muy conscientes de I'iür en un periodo de
ranía del rey de España sobre tantos reinos y provincias dif'erentes, t'onmociones y trastornos fuera de lo comúrn. En otras palabras, el
todos ellos con sus propias leyes e instituciones. Esta idea dernostró ¡rloblema de las revoluciones contemporáneas lo fue para los coetá-
ser crucial para el tratamiento de Russell de los orígenes de la Guerra lleos mucho antes de serlo para los historiadores.

{l Véase la versión ptrblicada de la conferencia inaugural de cátedra cle l(oeniss-


+: conracl Russell, T'lp cau.ses of the English ciuil war, oxfbrd, oxforcl university
berger err el King's College de Londres, leída en 1975, "Dotniniunt rcgnleor Donti'niut¡t l'r'ess, 1990, p. 29.
politicurn et regala, en Politidans and Virtuosi, p. 12, donde explica que (la rnal'or'ía de
r:r Conrad Russell, The li¿ll oJ'ttrc British h[onrurhies 1637-1612, Oxforcl. Oxford
los estacl<¡s de la edad moderna fueron estados colrpuestos>; tanrbién.f . H. Elliott, "A Llniversit]' Press, 1991.
+a Véase la conclusión cle R. B.
li,ru o¡rt' <rf (krrrr¡rosile M<¡u¡rr-chics", Pr¿st r¿nd Prcsent, 137 (1992), pp. 48-71, incluido Merriman, Six Conternporancous Reuolutio¡¿s, Ox-
t'n t'l ¡lr'<'s<'rrlc trrltuncn <'orrro ca¡). l. fbrcl, Clarendon Press, 1938, esp. pp. 215-216.

l( )') roíl
l,lt cottcicrt< i:t conlcttt¡lot:irrr':t vit Ir:tl)r:l sirlo ol¡sct r':rrl¡r rl<'srlc ll¡s vcrirlos,(our()iltrslurl:rrcrrrciorrrlcl{irlrclicrr:¡l.rsrcvr¡r'lt:rsrlc llilo
ct¿tpitstttiistcltt¡rt':ulit-s(l('l <[t'b¿tlr:s<¡lrt't'l¿rclisisu('tI('r¿rl. Iit'r,oI'l{oIl<'r' crr ( i:rl:rltuut v l)r¡t'lttu¡rl.,St'grirr \,'o ¡rtisnlo irr<lir¡rrc crr rrricr¡rrl<'rt'ttci:r
mencionó las palabras de un predicad()l'inglés cn l(i.|3, .cst()s (líirs .. ltcvolttcirin 1'<'ottlirttti<l¿t<1" y Kot'triuslrcl'gcr n'¡litiri (:n su .l'iu'(:well>
son días de temblorgs,,, yyo mismo cité en el sirnposio lorrdinense ;r ll <:r'isis rk:l siqlo xvtl, l¿ts rr:voltrciones rle rrrediacla l:r centuria no
de 1957Ia observación de Olivares, transrnitida por el embajador en ¡
l rc<lt' r l ratirrse sim plenren te como f'enómenos independientes, en
r

Madrid, de que "si los reyes no miran por sí mismos, no van a quedar ¡xrrticrrl:rr por lo que hace a su desarrollo y resultadosae. Al llegar a
más que algunos reyes en pocos años"45. Desde la década de 1950 ('st(' prrnto, el análisis social guarda silencio y un conocimiento de la
hemos aprendido mucho tanto sobre la recopilación de noticias y las ¡xrlítica interior deja de ser suficiente. Del mismo modo que el estudio
publicaciones periódicas en la Europa moderna como sobre las redes rk' lirs relaciones internacionales es fundamental para entender el
por medio de las cuales se difündía la información+6. La sed de saber irrr¡xrlso recibido por la nueva fiscalidad real de las décadas de 1620
qué estaba ocurriendo en otras partes era enorme.Jonathan Scott v l(illO, también lo es para comprender el desenlace de las revolucio-
escribe sobre Inglaterra que tan sólo en la década de 1622 a1632 n('s qlle esa política de impuestos desencadenó.
llegaron a circular 600.000 corantol'a7. Debe de haber ya disponible De Io anterior se deduce qlre la discusión sobre la crisis general es,
bastante información sobre corantosy boletines como para hacer po- , r ll menos debería ser, un reproche constante al tratamiento aislacio-

sible un estudio general y sistemático que trate tanto la difusión por r¡ista de las historias nacionales. Es un debate que apunta, aunque sea
toda Europa de información relativa a las remeltas como la rapidez irrr¡rerfectamente, el potencial enriquecedor de un enfoque paneu-
con qlre llegaban las últimas noticias, ya fueran comunicadas con r ()J)eo que exige llevar a cabo conexiones y comparaciones. Estas se

impresos o enviadas con la correspondencia privada, como las cartas r lt:berían efectua¡ a mi parece¡ no sólo entre las propias sociedades

de René Augier desde París a Giles Greene, un miernbro del comité lt'nrlucionarias, sino también entre ellas y las sociedades donde no
parlamentario inglés de asuntos exteriores, informándole de la evo- r¡<'rrrrieron revoluciones. En fecha tan lejana como 1957, en el sim-
lución de los acontecimientos en Nápoles en 1647+8. ¡rosio de Past and Presmt,Lanvrence Stone planteó el problema de la
La difusión por toda Europa de información sobre la insurrección inr:xistencia de revoluciones en aquellas sociedades donde parecían
catalana, el ascensoycaída meteóricos de Masaniello en Nápoles en 1647 <llrrse todas las condiciones preüas necesariassr). Su llamamiento ape-
y la ejecución de Carlos I en Inglaterra nos devuelve otra vez a las r las ha encontrado eco, que yo sepa, aunque por mi parte haya llevado

pregllntas de Merriman sobre la propagación del r.irus revolucionario ;r r-abo un intento de analizar las razones parala ausencia de revolu-
y el impacto de las noticias de las revueltas sobre las decisiones de los ci<in en uno de los casos más notables de sociedad no revolucionaria,
gobiernos. Los informes de disturbios internos eran una invitación la (lastilla de la década de 1640, en un ensayo, incluido en el presente
permanente para que los estadistas pescaran en el río revuelto de sus libro como capítulo M que apareció originalmente en un volumen
rle homenaje aRené Pillorget, uno de los principales estudiosos de la
15 H. R. Trevor-Roper, tipología de las revueltas del siglo xvll¡r.
"General Crisis", p. 59; "seventeenth-Centurl'Revolu-
tions",P¿sf ¿¿n d Prescnt, I 3 ( 1958) , p. 65. ¡Dónde estamos, pues, y adónde hemos de ir? Como he indicado,
+6 Véase por ejemplo Paul Arblaster, rlrtrchos de los retos planteados por el debate, como la comparación
"Current-Affairs Publishing in the Habsbulg
Netherlands, 1620-1660, in Comparative European Per-spective", tesis doctoral, Uni- ('lltre las sociedades revolucionarias y las que no lo fueron, esperan
versicla<ldeOxfr¡rcl, 1999; BrendanDooleyl'SabrinaBaron (eds.),TltcPoliticsol'Infor-
mation in Earl,¡ Motlern Eu.rope, Londres, Routledge, 2001.
* Los corantos eran hojas sueltas que recopilaban noticias extraÍclas de periódi-
cos extrirnjeros. Fuer-on lc¡s holandeses quienes desarr<¡llaron la práctica gracias a srr +!' Elliott. Spain and üs World ,t su muntlol , cap. I I ; Koenigsberge r, Politi-
lEspaña
ventajosa posición geográfica y comercial.El Courante uyt Italien, Duytslandt, ür.., picr ri nns and. Virtuo.ri, 167.
nero de tales publicaciones, comenzó a aparecel semanalmente en Amsterdam en 50 Lawrence Stone, .Seventeenth-Century Revolutions", P¿¿sl and Prescnt, 13
1618. (1958), p.65.
17 Scott, Englantl's'froubtzs, p. 700. ot H. Elliott, .A Non-Revolutionary Societv: Castile in the 1640s", en.fean de
J.
a8 Rosario Villari, Elogio della disimulazionc. La lotta Vigerie (ed.), Etud,es d'histoirc euro|éene. Méktnges offens d Rrné et Suzanne Pillorgct, An-
Politica nel Seicento, Roma y
Bari, Laterzn, 1987. gers, Presses Universit¡rires d'Anger-s, 1990, pp. 25y267.

r04 lOr-r
Iorlltt'r:t :t r¡uictr los:rt t'¡rlr': lrrlclr¡:rs, llts ltislor i:rs rlc r:rsos r.s¡rr.r rf ir os r )l)r r('slo. Los lt islot ilrr lr ¡t cs r lc llr n r('l('( )r oloqt:r Ir:u I csl.rr lo cx ¡rlir ;r t rr lr r
Itt('t'('('('lt ('slll(li()s llllis tlt'lctrirkrs. Sirr t'tttllrt'go, lo <¡rrc sc lr:r t'<¡rlvt'r'ti<l<r .r t¡rtictt r¡rrisit'r'rt ('si( u( lriu lt's r¡trt'ltt¡lro tttt <l<'lcr ior() g('lr('rlrlrlcl r lirnrt
ell ttl) r'icjo prublenla ltisl<it'i<'() n() l)u('(l('. () (lcl)('l'íit, llitlill's('(:()n vi(:j()s crr t'l siul<¡ \\'l¡, ('()u llnir ('irí(lil rk'lrrs l('u)l)('r'lrtur'as (lll(: l'('lil('i()llan ('()n
métodos. Las mentu.liú1.sclc los histoliadoles h?ur c¿trnbi¿rclo desde las I Ir ¡r I r ur<'ior r('s (l(' lirs Ittar)cll¿ui s()l¿rres y un (h'all)ático incretnento de

décadas de 1950,v 1960, para bien y para mal, y las perspectivas y datos l,r : rr I ivi< llrr I volt'iinir:a¡r. Así ptres, se ¿lsorna ante nosotros la posibilidad
nuevos que han surgido desde aquellos estimulantes decenios tienen r lc oI r r¡ rlt'lxrte:, csta vez sobre la crisis global del siglo xvII. Esperarnos

que incorporarse de a-lgún modo en los términos de la discusión. r or r irn ¡xrciencia los hallazgos de Geoffrey Parker a medida qlre con-
Por lo que hace a la crisis económica de Hobsbawm, seguramente I ir r ri¡r r'orr strs infatigables pesquisas sobre los disturbios sociales y po-

ya ha pasado el tiempo en que los historiadores podían referirse a una lr l icos t'n c'l le.jano oriente, aunque tengo la incómoda sensación de
economía <europea)>. Desde las primeras etapas del debate se hizo r rr'. si t'l clirna y la revolución se sitúlan en próxima conjunciórl, pue-
¡r
eüdente que había enol'nes diferencias en el ritmo y el alcance de la r k'
¡rrrlrltrcirse Lul €fran acaloramiento sin un correspondiente aumen-
recesión, incluso donde ésta podía demostrarse, y que la depresión t( ) ('n ll recogida de resultados.
de una región podía implicar el crecimiento de otra. El caso mejor l)t' jcmos por el momento el destino del mundo a otros 1'volvarnos
documentado y más conüncente de crisis económica a escala europea :r l,,rrrrrp:r, en particular a los años de 1640y los desafíos a los que, me
signe siendo el de los arlos 1619-1622 estudiado por el tristemente l):u ('('e, r)os enfrentarnos al relacionar los trastornos de esa década
desaparecido Ruggiero Romano, pero dos décadas lo separan de las r or r los intereses y preocupaciones de la historiografía actual. A rnodo
revoluciones de I 640 ¡ de cualquier modo, la naturale za delvínculo r lt' <'onclusión, intentaré esbozar brevemente dos o tres áreas donde

entre depresión económica y trastornos sociales y políticos sigue es- Ios <lcs¿rrrollos de los úrltimos alios me hacen pensal- que es necesaria
tando tan poco clara como siempreóe. Romano, a pesar de mantener lrr rt'cxarninación y profundización de los temas en los que tradicio-
la tesis de un descenso en la actividad productiva en la Europa del nlllrneltte se ha celltrado el debate.
siglo xul (con las excepciones cualitativa y cuantitativa de Inslaterra l',rr prirner lugar, hemos aprendido rnucho más sobre larealezay
y cuantitativa de los Países Bajos), cambió de opinión sobre el desa- srr ¡rroyección en la Europa de la edad moderna de lo que sabíamos
rrollo económico de la América hispánica, cuyos metales preciosos r rurndo se emprendió la discusión en la década de 1950. Los estndio-
estaban tan estrechamente relacionados con las vicisitudes fiscales y sos de la historia política se hallan probablemente más inclinados en
económicas de los estados europeos. La tesis clel libro de Romano l:r :rctrralidad que hace media centuria a prestar atención al carácter
Co¡unturas opuestas, publicado originalmente en 1992, es que el si- srrsrado de la realeza erl el siglo xvtt. Ciertamente, la corte principes-
g¡lo xvtt, si bien de crisis económica para Europa, fue un periodo de r'¿r, tal colno es descrita por los contribuidores a un volumen reciente
crecimiento para la América ibérica tienden ahora a sostener sobre las cortes europeas, presenta todos los rasgos de una institución
-como
los especialistas en historia colonial-, a pesar de los inclicios de tras- r Lrarsi-religiosa, donde las liturgias de la capilla real y la etiqueta de la
tornos y reveses temporalesi':t. ( ()l'te son cornplementarias y se refuerzall mutllamente'-'5. La exalta-
En una época en que la tónica dominante ha sido hacia la decons-
trucción de las crisis económicas y políticas del siglo xvtI, resulta iró-
nico que al menos en un áreala tendencia haya sido en el sentido ¡l \'éase Geoffrev Parker v Lesley M. Smitll,
"Intl'oduction" en Parker 1' Smith
l 'cls.\, General Crisis, pp. 1-31; Willi¿rnl S. Atwell, "A Seventeenth-Centur'1' "General
( llisis" ir.r East Asia?", en Parker Srnith (eds.) , (hnerul Ori.si.s, pp. 253-25i1;.f ohn A.
l
l'.dcl¡ "The "Maunder Mirrirnurn": Sunspots ancl Clinrate in the Reign of Louis Xfv"",
52 Ruggiero Romano, .Benveen the Sixteenth and Seventeenth Centuries: t'rr Palker y Srnith (eds.), General Cnsrs, pp. 26+298.
The Econonric Crisis of 1619-22" (1962), en Parkery Smith (eds.), Genera.lCrisis, ''" Paul Kléber- Monod, The Pozuer oJ Kings: LIonarch,¡ and Religion in liwope, 1589-
pp. 153-205. 1 7.1j, New Haven (Connecticr.rt) v Lonclres, Yale University Press, 1999 lEl poder de
5:r Rrrggiero Romano, Conionduns oltposáes. La
"oise, du X\rllc siicl¿ en llurope et en lo.s raies: nrcnurquin y religión en Europa, 1589-1715, tlad.Jesírs Izquieldo Martín, Ma-
Amerique ibhiqu¿, Ginebra, Droz, 1992 lCot'unturas opu,estns. Ln rrisis del siglo xttt en Eu- rlrid, Alianza, 2001l;John Adamson (ed.), The Print:el"t Co¿t¡-tl of liurope: Ritual, Poli-
ropn e Hi.spunonmériu\ México, Colegio de México y Fondo de Cultura Económica, tit,s untl Culture under tl¿e Ancien Regintc, 1500-17úrl-l (Londr-es, Weidenfeld and Ni-
l!)!)ii l. Sobrr: las excepciones inglesa l holandesa, véase p. 91. cholson, I999).

I (X; 107
( ion ( (,ns( i('nl('rlc lrt rr'¡tlczlr slrgr:r<l:r <'rr l;rs rlr:r:rrllrs itrir i:¡lcs rlcl si- ,t((.1)lil(losytottllilrttt'rt:ll)l('l):tl:tt cl lt'tl('ll(tlt:ll:rl:ts¡rtr¡lcsl'ts;tllit'l
gl(, \\'ll l)lr('(l('r otlsi<l<'rills(' llnr r'('itlirrulr( i(irr tlc llrs slll)()si('i(,n('s t.rsrlt'l:r<lr:<:r<llr<lt'I(i 10.Sirr('rttl):lluo. lll)('s:lt tlt'l¡tr't<'t'ltti¡trlt'()li-
fl'itrlit'i<¡n¿tlcs s<¡lll't: l:t nr:r:t'si<littl llru¡riul:r <lt' lr¡l¡lirr'('()rrr() nl(xl(:l() l() r.:¡ t.s r lr.(ltl(. <si los l't.l,r's n() tt)it'illl lx)l'sí rllisltt( )s, I l() \'iltl il
(lll('([ltl'llliis
divino. Sin embargo, esa misrna reafirrnaci<in exige explicación. Aun- (llt(. lleutt()s t'cy('s (:n l)()c()s all()s>, l¿r nrcclid¿t ell qLle esta clisconftrt-
que refleie en parte la importancia conf'eridaa realzar la autoridad de población contra la institución de la mo-
r¡rirlrr<l (.s(¿Il):l v()lvie Irclo a la
la corona como reacción a los desórdenes civiles y religiosos del si- n:nIluía cl) sí lnisma sigue estando poco clara. En los últimos arios, los
glo xr,'I, también parece responder a la necesidad sentida por los eo- lrisrr'¡r.iir<lol'cs de la teoría política han dado un ntlevo impulso al es-
biernos del siglo xvII de desplegar toda la panoplia del poder real para rrr<li0 <lt: la tradición republicana en la Europa de Ia edad modernay
movilizar más eficazmente los reclrrsos de sus sociedades en una épo- srrs lrirll:rzgos deben incorporarse a la historia de las revoluciones de
ca en que se veían arrastrados a los conflictos internacionales de la rrrcrlirrrkrsdel siglo xvII60. Desde luego, es posible que hayamos subes-
Guerra de los TreintaAños. rir¡r.r<lo lzr parte áesempeñada por el pensamiento rePublicano en las
La panoplia del poder incluía la imaginería de la realeza. Hoy ,..r.,,lrrciones, quizá porque sólo en Inglaterrav Nápoles parece haber
todos somos conscientes de la amplia utilización que hicieron de tcrri<lo trn irnpacto significativo. Podríamos habernos engañado con
las ceremonias, las representaciones üsuales y el teatro cortesano los l.r rlisinrulación del siglo xvtt y haber subvalorado el úgor de los idea-
monarcas de la edad moderna para proyectar la gloria y los triunfbs lr.s r.r.publicallos. La supervivencia de repúblicas en una Europa pre-
r lonlillantemellte rnonárquicay la incorporación triunf'zrute
a sus filas
de sus dinastías. Sin duda, tales recursos podían contribuir a mitigar
las funestas consecuencias de una realeza ausente, hasta tan lejos r lr. lrrs provincias rebeldes de los Países Bajos septentrionales ProPor--

como en los virreinatos de Nueva España y Perúr56. Por otra parte, es t iolrirban ciert¿rmente un moclelo de vida y funcionalniento de un
fácil sobreestimar su eficacia, como me parece que le ocurrió aJosé sistt'rrt¿t cle organización política alternativo y aparentemente viable'
Antonio Maravall en La cultura d,el Banoco,7. En su elegante librito ( k r' toclo, trasladar ese modelo de estados pequeños a otros mayores
Elogr.o della dissimulazione ["Elogio del disimulo"], de 1987, Rosario ¡rl:rnteaba problemas, en particular en
cuanto a la participación po-
tendía a desencadenar temores
Villari llamó la atención sobre la importancia de la disirnulación en ¡rrrlur.en el ejercicio ctel poder, pues
la vida y pensaniento del siglo xut y la manera en qlre ayudó a crear irrvt:terados de la nación política a la ley del populacho(;l'
un espacio para el movimiento y la innovación en sociedades que se La lealtacl al monarca permanecía finnemente arraigada en estas
encontraban constreñidas por el pesado aparato del poder estatalss. st rcic:dades y paraarrancarla era necesaria una poderosa combina-

Por su parte, los historiadores de la literatura y del teatro han descu- r irin de circunstancias, ya füera en Cataluña, lnglaterra o Nápoles.
bierto ambigüedades e intenciones subversivas en obras cle autores Sirr embargo, en Llnos tiempos ell que la opinión púrblica estaba en-
como Calderón, que inicialmente daban la apariencia de hallarse (.()rrtranclo SLI voz V había de ser tomada en consideración cadavez
totalmente identificados con las directrices de la corte v la conserva- nuis por los reyes y sus miuistros, el mismo realce de la majestad en
ción del statu qu,ee. un irltento de maxirnizar el poder contribuyó a aislar a la corte y
No hay duda de que en estas sociedades monárquicas había una
fnerte vena de crítica y disensión, la cual subvertía los puntos de vista
,u, pr¡cock, :'lw lllruJt.iuttellitn Mt¡ntcnt: I'lt¡vntin¿ Political Thortght and the
J. (;. A.
Ittrtntí ReputtlitQ.¡t Tliltl.iiiut¿, PrincetoD (Nueva.|ersey), Princeton University Press,
l,l)7ir: Qrreirti¡ Skin¡er, l'ltc Fou,n¿lations of l\'Iod.n'n PoliticalT'hough.t,Z vols., cambridge,
i'6 Véase Víctor Mínguez Cornelles. Los re.tes di.stantes. lmágene.s d,et podn m el México t ;alrbridse uniYersity Press, 1978; David \4bott<¡n, Rtqu.blicanisut, Libeú",-nntl commer'
t i(! Slriety, 1649-l776,Stanforcl (California), Stanford Universin'Press'
1994; Martin
uinrinnl, C¿rstellón cle la Plana, Universitat.faume I, 1995. Véase más abajo, pp.24l-242.
i'7
-¡osé Antonio Maravall, La rulttua del Banoco: análisis d,e unn estructttra. histórica,
VrrnGelderl,QrrentinSkinner(ecls.), Rzpttblüanistn: ASlmrcdEuropeanHeritage,2vols',
Barcelona,Ariel, 1975,r'.f. H. Elliott, "ConcertoBalocco",en Na¿ lbrkRntiauof Rooks, ( lambriclse , Cambridge Universitv Press' 200?'
34:6 (9 de abril de 1987) [reseña cle la versión inglesa].
0t U.'C. Koenigsiterger, "Rep¡blicanisrn, Monarchism, and Libertv", en C. G.
58 Villari, Elogio delfu dissimuknione,p.17. ( tibbs, Robert Olesio .-u il. M. Scott (e<ls.), Ro'¡aI a,nd' Repnblit:an Soaereignty in Earh
¡'{) Margaret Rich Greer, T'he Play of Potutr: Mythological Court Dramas of Cald,erón dc ,\kttl,ent Etuope. I)ssuys in ntemon oJ'Rngnhild Haúfo¿, cambridge, cambridge University
l.a Ban n, Pr i uceton ( Ntreva.f ersey), Princeton Universitl' Press. 1 99 1. I'r'ess, 1997, cap. l.

108 10t)
:tlir'¡¡:rl rlt'llr r (,1()ttit clt't¡tt'nlossrrlr¡ilir;rliv,s rlr. l:r r¡:rr ior¡ nr;ri('sll(lrlcl:rrr':tlcz:tvsu(l('lx't lt:tri:tsttsnron:r(.rs: l).u('((',r(lr'¡¡r;rs
¡rolrlir:r.
l'.¡l cslt'st'llli<lr¡. ( ()ltl() rrtíniu¡(), l:r <li< olr¡urílr rlr,'l'r.t.r,or-lt()l)(.r.(.llll.(,
ll:rlrcrst'f rurrl:rrlo ('n unlr <l¡¡r'llin:r rrt'r¡r'sloir lr (lu(' irrsistlr crr l;r rlisr i-
('()l'l('v ¡laís t<lrlar'í:t Il¿t rlc tctlcl's<: (:r) ('lr()nll, va s('il
t'n lnel¿rlcl'r.il () clr ¡rlirr:r, r'l ot'<lt:lr v lit rtttlol'i<lit<1, rnrir lilosolí¿r < rrva irrr¡r<lrl:rrtci¿r r:n la
.l c<¡ntinente. Las lnáscaras de l¿r corte de (]arlos I y las i'estiviclades lor rrurcirirl rk: l:rs ¿rctittrdcs de lzrs élites etrropcas de pr-incipios del si-
cle Felipe IV en su palacio del Buen Retiro ...u.on
al rne'os entre slo \\'l s<' ha hccho en los últimos años cada vez más evidente65.
los mismos sobera'os ilusio'es de poder y armonía derivad.os
de srr ;\l nrisrn<¡ tiernpo, con el fin de alcanzar sus objetivos, los validos
propio gobierno benévolo, imaginaciones q.e res protegían de las sc vicl'on obligados a recurrir a redes de parentesco y sistemas de
desagradables realidades del desobediente mundó de fiiera r licntt'la, ¿rspecto que ha sido tema de estudio detallado en las últimas
de los
muros de palacio62. Inevitablemente, estas celebraciones de majestad r lcr':l<las'i';. Esto a sll vez alienaba a los rniembros de la nación política
provocaban quejas ge'eralizadas sobre la extravagancia real en tiem- ,lu(' s('r,cían excluidos del círculo mágico de los car€ios e influencias
pos de guerra y penuria. Incluso en el caso de lasielectas audiencias
v orir¿in(i tanto comentarios sombríos sobre súbditos demasiado po-
a las que estaban destinadas, las opulentas representaciones
de la r lcrosr)s como la corrupción que acompaña al ejercicio sin trabas del
realeza triunfante, ya fuera en el teatro o en ia imaginería
vis.al, ¡
rr x k'r' personal. Aun cuando despertaran una oposición generalizada,
tendían demasiado a menudo a provocar más escepti.ir-o que ad- los vlrlirlos prestaban paradójicamente un senicio inestimable al mo-
miración reverencial entre quienes estaban al tanto cle lo que pasaba n:u('ll ¿rl actuar como pararrayos que desviaban la ira que de otro
entre bastidores6s. r¡rorlo ¡roclría haber caído en la persona del rey.
una creciente desconfia nza enlas décadas cle 1620 y 1630 no pudo l)r'scle la perspectiva general del siglo xvII, por tanto, las revolucio-
por rnenos que socavar la capacidad de la coro'a para reunir apoyos rrcs rlc mediada la centuria pueden considerarse, al menos en parte,
cuando llegó la crisis. con todo, el impacto a laigo prazo sobre ( r)nr() una reacción a la política, el comportamiento y la misma exis-
ra
misma monarquía parecía mitisarse con la existencia á" ot.u
institu- tcn<'izr de validos, privados v favoritos que parecían usurpar las fun-
ción cuya importancia se ha precisado con mayor claridacr en los úrl- r iorres del soberano. Su destitución del cargo y la decisión expresa de
timos años: los validos o primeros ministros fávoritos clel monarca.
str ,rlsrrnos rnonarcas (Felipe M Luis XM el emperador Leopoldo I) de
estudio colno fenómeno erlropeo fue el tema cle Lrn congreso golrt'rnar en el futuro por sí mismos contribuyeron a reducir las ten-
en
oxford en 1999 cryas actas fueron luego publicadas y traduiiclas con sir rnes y crear las condiciones propicias para alcanzar la estabilidad
el títnlo El mundo dc los uarido.f+. Hubo uuii.lo, de mrichos tipos cr r l:r Europa de finales del siglo xul, las cuales constituyen el tema de
en la
Europa de la primera mitad del siglo xvrr y su impacto en la política 'I'hr Struggk
y for Stability in Early Modent, Eu'rope de Theodore Rabb.
en la sociedad fue profundo.
Los aspectos resurnidos pueden proporcionar algunas pistas e in-
Validos inflexibles como Richelieu y olivares no cejaron hasta im_ rlicir¡s sobre las posibles direcciones que pueden tomar los nuevos
poner prolectos fiscales y militares qr-re hicieron que se acumulara un
resentirniento arnplio v profirnclo, echanclo leña al f,eso de la rebe-
crrf oques sobre
"la crisis general" del siglo xrryl. No tengo ninguna
rlrrrla de que resultan deseables y necesarios. Cualesquiera que fueran
lión. Su falta cle escrirpulos se derivaba de un se'ticlo exaltarlo de la los defectos del planteamiento original del debate sobre la crisis ge-
rrcral, sus participantes identificaron una serie de cuestiones sobre la

_,,6_.K¡r'inSbarpe,T'hepersonalltuk,of'Charlzs{NewHaven(Connecticut)vLondres,
Yale Universitv Press, lg92;-Joy$t Brown 1,.foh¡ H. Elliott, pakrcefrn:
A a King: I.he ';5 \'éase, por ejemplo, (ierhard Oestreich, Neostoicisnt and 7-lp I',arh t\Iod.ern Stu.te,
Bt¿en futim a.nd the Court oJ Phil.¿p It1 New Hayeri-lconnecticut)
r,Londre'.s, yale Univer_ ( lrrrrrbridse,Cambridge trnilersih.'Press, 1982,1'Peter N. Miller, Peiresr's Eurup¿: Leant-
sitv Press, lg80; edn. rer,.-v.anrpliada20o3
lLh ptulatio pant. el ró: et Blen Rctiro y la corte irrg'and Virtue in the Snenteenth Oentttrl, New Havell (Connecticut) v Londres, Yale
an n1!\Pe u trad. Vicente Lleó y M:rría L.isa Balseiro,
o' H. Elliott, .powe-r Madrid, Thur.us, 20031. I iniversitv Press, 2000.
J. a'ri propaga'da ir.r the Spai' ;i¡i,tt;;rü;,;; ."s¡ta.in nnd it.s
{i6 Slraron Kettering, Patron\ Broke¡s, antl Clients in Se.uenteenth-Cmtury l'rance: Gift-
Worltl. I E.spaña su ntundof , cap. t\.
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¡*
'Brockliss r!¡lrin.g and. Pabonage in Early lVlod,an Franre, Oxford, Oxford Universitv Press, lg86;
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Jesúrs r\Jborés y Eva Rodríguez Halffte¡ Madr-id, Taurts, lgggl. l'bli|e III, Madild, Marcial Pons, 20021.

lto lll
il¡lct:tr r iott rlt'l:r ¡roltlir:r. lrt ('( (,nonrur, l:r sor ir.rl:rrlr l:r r r¡llul:r (lrr(. ( l¡tl'l'l'l ll ,( I I V
s()ll lllll(l¿lltt('ltlrrl('s l)1lril Iu¡('slril ( ()nll)r'('rrsirirr rro sr¡lo rlr.l si¡.1lrl xVtt.
sino rle la !)trr'o¡r:t <lt: l¿t c<lutl lnork'r'nir t'rr gt'lrcrlrl. (llr¡r<¡ sit.ur¡r't', UNn soctEDAD NO Rr.lv()r,ucIONARIA:
todar'ía hay espacio para tura invcstigaci<in rniis dctall¿rcla clt: l¿rs c¡lusas Casrrlr-A EN r-a oÉcanA DE 1640
v consecuencias de rer,rreltas y revoltrciones específicas. No obstante,
espero por lo menos que los historiadores que se ocupen en ese de-
bate logren demosrrar las posibilidades, así como las dificurtacles,
de tratar el tema a una escala europea y enfbcar los acontecimientos
nacionales dentro de un narco comparativo internacional más am-
plio. Con todos sus defectos, los historiadores de aquella generación,
a diferencia de algunos de sus sllcesores, no tenían miedo de plan-
tearse grandes preguntas y pintar con enérgicos trazos sobre un lien- fr
zo de amplias dimensiones. Es lo que necesitamos hoy rnás que cual- l{-,1 uran clebate histórico de las décaclas de 1950 y 1960 sobre la lla-
quier otra cosa67. nr;r<ll "crisis general del siglo xvII" condujo a importantes e intere-
\:url('s intentos de comparar los distintos moümientos revolucionarios
, rcru'ridos en Europa a mediados de siglo y a elaborar una tipología

r k' ll revoluciónt. Una faceta sorprendente del debate, sin embargo,

('r.i (lue las comparaciones han sido siempre revolucionarias, en el


st'rrtickt de que un movimiento de protesta ha sido comparado con
( )tr'(), A lo largo del tiempo o del espacio. Lo que hasta ahora se echa

r lc nrcnos en la discusión es un intento de comparar sociedades que

rro se rebelaron con aquellas que sí lo hicieronz. Ulta comparación


crrtl-e sociedades revolucionarias v no revolucionarias, que en la su-
¡rcllicie parecen hallarse sometidas a parecidas presiones (revolucio-
rr rr li¿i.so, qluizá nos permita identifi car con mayor precisión algunas de

l;rs condiciones esenciales para la rebelión. Frente a esto puede ar-


r1-iiirse cort razón que establecer cornparaciones r'álidas entre socieda-
r lt's r-evolucionarias es ya bastante difícil como para embarcarse en

ur):l cornparación de las revolucionarias con las que no lo fueron.


l't'rr¡ dif'erencias manifiestas pueden a veces sel'más r-eveladoras que
siulilitrrdes superficiales. Y los escépticos acerca del estudio de la no
r cvolución no deberían olvidar que Sherlock Holmes no perdió por

r ornpleto su tiempo cuando se percató de que el perro no ladró en la


rroche.

67 Otra prtreba de que se trata de


un clebate interminable la proporciorra la ev¿r- I Véase más arriba, cap. III.
luación más reciente, publicada tres años clespués de la mía: .The Gel'¡eral Crisis of : Para rur inteuto dc este tipo, ernpero, vélse .|. G. Casev, T'he Kingd.om of'Valenci.a
the Seventeenth centur,v Rerisitecl", AF1ll Forum. Am¿rican Histori.cal Reuieat, ll1 in the Seu¿ntet'nth Centurr, Oambr-iclge, Camblidge Llniversitv Press. 1979 fEl reino de
(2008), pp. 1029-1099. El Forum indica q.e los historiadores está. comenzando a lltl¿nriu en cl siglo xtzr, trad.Juan Faci Lacasta, Madlid. Siglo XXI, l9l33l, que intenta
reconsiderar la teoría de la crisis del siglo xvll desde una perspectiva comparativa crplicirr la ausencia en I ti40 de uua "l'ebelión de los valenciarx)s> compar¿lble a la de
global además de europea. Acaso se lrlelva al tr-azo fuerte. sr rs vecin<ls c¿rtalanes.

I l'2 r 1i]
I)ttt:ttttcl:trlcr:trllttcvolttciol¡¡¡ti¡rrlr'|(ilOl¡r¡lrorclrcliortvrct'olu lrr.lirrrr srrlrsigrrir.lltr'. l,lrs ¡losilrlcs rrl()rt('s rlc l:t:tttscttr i:t tlc l¡ v,llt't'tt
cirirr t'r¡ l:rs trt's gllur(l('s tttorrirrr¡rrílrs r¡< r irlcrrl:rlt's: llr l¡r il:uri<:r, lrr Inur- /r,,¿r,(.slx't 1l(llt ( ()tlslitlt\'('tt ('l lt'ltttt tlt'('sl('('tlsll\'(). 1 ,:tltlt'tllltlrl('ltl('lll(',
ccsa y la cs¡titttoltt. [)ct'o nlicntt'its lt¡s lllr¡r,ir¡lit'nl()s r'('\()lrrcir¡n:rt'ios cll r.rlrr.urr)slllnl)(x()solrrt'(ilrstillirt'ltlit<ltlt'ittl:r<lt'l(il0,v('tll)itl'li('ttlar
las Islas Británic¿rs y en Flancia s¿rctrclier-on el c()raz(in nlisnlo clc l¿r r.rr los ¿lit()s l)()sl('t'i<¡l'cs ir la t':títla clel pocler clcl cotrde-duque de Oli-
monarquía, incluidas las propias capitales, los de la penínstrla lbérica \'.u ('s ('n ('n('r'() <lc l(i43, que tut análisis pormenorizado de la coyun-
quedaron confinados en las regiones periféricas Portugal tr r r :r ¡lolít icil, s()cial y ecoltólnica qtleda de momento descartado. Por
y,
-Cataluña,
en fonna rnuy modificada, Andals6i¿-s, y dejaron su base interior, lo lrrrrto, <'trirlqrtier couclusión será probablemente mlry esPeculativa.
Castilla, prácticarnente ilesa. ¿A qué debió Castilla verse libre de esta I'r'r o t'xtr-ir¡)()lar a partir de sucesos coetáneos en Francia e Inglaterra
epidemia de alcance europeo? Mirando retrospectivamente a la In- ¡rr rr'<lt' ¿rvll(lar a identificar ciertos asPectos
del orden sociopolítico
glaterra o a la Francia de inicios de la década de 1640 desde laatalaya r :rst<'lllrno que merecen investigarse como posibles explicaciones de
de fines de la misma, solemos decir con naturalidad, gracias a nuestro sr r r ¡ rr it:tud política. Y como corolario, la ausencia de revolución en

conocimiento de lo que sucedió a continuación, que estas sociedades ( l:rstilla puede a su vez ayudar a destacar aspectos particulares de las
se encontraban ya en Lrna situación prerrevolucionaria. Diríamos lo ('r.i( ('nas fiancesa e inglesa.

mismo de Castilla en aquellos momentos si a continuación hubiera I ln¿r comparación del estado de Francia y España al inicio de la
sucutnbido a su propia versión de la Froncla o de la Guerra Civil in- r lr'<'l<[a cte 1640 los encuentra en una situación en términos generales

glesa. De rnodo parecido, con la ventaja de la retrovisión, no resulta- sirrr ilar''. Los dos países estaban involucrados a fondo en Llna guerra
ría difícil completar una lista impresionante de motivos de descon- l:u su v agotadora, una guerra en la que, desde 1639-1640, los franceses
tento social y político castellano y presentarlos adecuadamente como rlr:rrr irnponiéndose poco a poco. Ambos países habían estado some-
"precondiciones de la revolución". El único problema en este caso es tir los, clurante casi dos décadas, a regímenes autoritarios firmemente
que llo hubo revolución. Contra toda expectativa "racio¡¿1", €l perro t olrtrolados por un ministro principal, en quien stls mollarcas pare-
no ladró en la noche. t í:rrr clepositar una conftanzainquebrantable. Estos regímenes se vie-
Hay datos de tales expectativas en Lln despacho escrito en cifra al r r ¡rr obligados por las exigencias de la guerra a embarcarse en un fis-

Senado veneciano por el embajador de Venecia en Madrid en abril t :rlisrno casi obsesivo. A ambos lados de los Pirineos los gastos del
de 1642. Describiendo la miseria y pobreza del país, el estado desastro- cstlclo se habían incrementado espectacularmente desde la década
so de la moneda de vellón y la denuncia pública contra el gobierno r lt' I 620, y para hacerles frente la corona se había visto abocada a es-

clescle los púlpitos, observó que, <rro sin razón", se temía alguna soll,eaa- tll¡lecer nlrevos impuestos y a recurrir a multitud de expedientes fis-
zionC. Sin ernbargo, no se materializó ninguna sublevación. En otras crrlcs que habían infringido o acabado con los derechos y exenciones
palabras, si hemos de hacer caso al embajadorveneciano, tenemos lo l rrclicionales de los grupos privilegiados de la sociedad. Para Inglate-
que los contemporáneos veían como precon iciones, pero sin la re- r r :r, a diferencia de Francia y España, gran parte de la década de 1630

lrrrlría sido una época de paz. Pero los costes de la guerra durante la
r kicada de 1620 v los de la manutención de una flota durante la déca-
:r Para Catalurla, r,éase.l. H..Elliott, 'fhe Reuolt of the Oatalans: A Studt in the Decline <lrr cle 1630 habían lanzado al gobierno a nuevas fórmulas financieras
oJ Spain 1598-1610, Cambridge, Cambridge University Press, 1963, r-ein-rpr. 1984 lla (lu(:, corrlo en Francia y España, eran objeto de agrias protestas, y la
rcbelión d.elosralalanes. (rn e,studio,sobr¿kt d,etr¿tlcnciadeEspaña.(1598-1610), tracl. Rafael
Sárrclrez l\{antelo, Madrid, Siglo XXI, 1977; La reaolta catalana, 1598-1610. Un e.sturli confiontación militar entre el gobierno de Carlos I y los escoceses al
.sol¡¡v la duaünria d'I)spa.nya, tracl. catalanaJosep Vallvcrdúr, Barcelona, Vicerrs-Vives, f inirl de la década llevó a la corona al mismo tipo de crisis económica
1966]; parzr los antecerlentes de l:r revolución portuguesa, véase António lVI. Hespar-rha, (f rre amenazabacon aplastar a los gobiernos de Luis XIII y Felipe IV'
\'í.speras d¿l Leaiukitz. Institut:iones I potler político (Portugal sigln xt'rr), trad. Fernando
Jesirs B<rrrza Alvarez, Madrid, Taur-us, 1989, yJean-Frederic Schaub, Le Portu,gal au
t¿tn'Ps d'u comt¿-duc d'Oliaare.s (1621-1640), Madrid, Casa de !'elázquez, 2001; para Anda-
Incía, A. Dorrrínguez Ortiz, Alteraciones anda,luzas, Madrid, Narcea, 1973. n H.Etliott, Richelieu and Olitares, Can-rbridge, Cambridge University Press,
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abril de 1642. t a. 1984, pp. 189-1911.

1 1-t 115
l',1 l¡rrrrrlirrri('nl() (l('l gollit'r n() l,(.tsoll;rlrlr'( i:rr los I v l:r r.jr.r r¡r iorr (rlnlr:ui:rtrrctrlr':rl lr:rr:rsorlr'()lir';rrcs :r¡rl:rSl:rr rclrr.lron(.\l)to\nt
<lcl t'tllttlt' <lt' .Stl'lrf Ir¡r'<l ll<¡rtrlrt c tl<' l¡it't r (, (lu('. ( ()n un nr(,nlr ( l
-t'l ¡rolcttciltltn('nt(' Ix'liljr()slrs llnl('s rlt'r¡rrt' ¡lrrrlicr lllr its('nl:lls('\,
r t:tlcs
lnenos descortfiad<¡, httbicl'u lxxli(l() s('r'su ('iu (l('nlll lticllr.lit'rr o su crtcnrlt't st'. l'ltt'ir I(i 12. llr <lisirk'llciir t'n Nornlirrrrlílr v I'tlrigt¡l'rl hirltía
conde-duqlle de Olivares- tnostl-aron vir'¿ulle ntc lo <¡trt' ¡torlí:r srrcc- srr L ¡ silcrt<'irt<llt, rnit'lllr'as qu(' clr la lx:nínsrrla lbéric¿r l¿rs revclluciones
derle a un régimen que se había alejaclo tzrntr-¡ de sectorcs arrrplios de r lr' ( l:rt:rlrrñ¿r l, Pollrrg:rl habían echado raíces y crecido.
la nación política que éstos no quisieron correr en str ayuda cuandcl ,\rrrr<¡rrt' los cnernigos aristocráticos del cardenal siguieron repre-
se encontró ante una emergencia. Un problema comparable de ale- scntlur(l<¡ urur arnelt¿lza constante, parece que logró contenerlaopo-
jamiento afectaba a los regírnenes de Richelieu v Olivares al inicio de sir irin <lt: los oficiales mediante su habilidad política y su capacidad
la década. Ambos ministros eran objeto de inrenso odio yvilipendio r lc corn¡)r'orniso7. Consiguió asimismo estabilizar la moneda, tarea en

colno encarnaciones visibles de lo que era mayoritariamente enten- l:r r¡rrt'()livares también fracasó. Los últimos meses del concle-duque
clido como gobierno tiránico. A lo largo de casi veinte años, con la cn t'l ¡r<lrler- transcurrieron en un clima de profunda depresión eco-
ayuda de un grupo leal de confidentes y secuaces, habían utilizado r ¡, rnri<'a v arnplios temores de inquietudes sociales tras la clrástica de-

la autoridad de sus respectivos regios señores paralanzar a sus países llrrcirirr ¿r que su gobierno recurrió en septiembre de 1642, en un es-
por el camino de la guelra total. En el proceso habían pisoteado de- Ir rclz<¡ ¡ror atajar la inflación de los precios de vellón8. En Francia, en
rechos y sensibilidades tanto perconales como corporativas, v no es de . ;rrrrlrio, la gran operación monetaria de 1640-1641 estabilizó la libra
extrañar que se vieran rodeados de enernigos. El pueblo llano se mos- t( )r'l l('sil, ,v la fuerza y solvencia de la rnoneda francesa iban a propor-
traba hosco o abiertamente hostil; las élites tradicionales y las filas de r ion¿rr tur importante elemento de estabilidad durante la a otros efec-
la burocracia se habían ido apartando a calrsa de la erosión de sus tos vol¿itil situación creada por el fallecirniento de Richelieu en di-
privilegios y de la intromisión en sus esferas de influencia por parte r it'rnbre cle 1642 y de Luis XIII en la primavera siguiente!'.
de las cráa,tureso hechurasde los dos ministros; y de la alta aristocracia Mecliante una combinación de habilidadvsuerte, Richelieu aguan-
se consiguió la enemistad, tanto en Francia como en España, por el tri cl clique de contención de las fuerzas de la contrarrevolución. Su
trato desdeñoso que les clispensaba un ministro todopoderoso v por r r r r l('rte comportó una reducción inmediata de las presiones antes de

la clara voluntad de éste de excluirla de lo que consideraba era sll r¡rrt' puclieran volver a fbrmarse en ult nuevo reinado y contra un
prerrogativa natural de ofrecer conse-jo al rey. n r r('\/o primer ministro. En España, por el contrario, dnrante el invier-
En semejante situación ambos ministros eran rnuy\ulnerables, y lo r ro rle 1642-1643 englllirían a su rival Olivares, que abandonó palacio

sabían. Uno y otro se encontraron con un incipiente moümiento con- lrrr<'ia el exilio doméstico el 23 de enero de 1643, después de que
tralrevolucionario desde dentro de la nación política contra los cam- l;r'lipe fV le concediera permiso oficial para retirarse del cargo. Dado
bios revolucionarios en los catnpos de administración, hacienda y sr r b¿rlance de fracaso y derrota a lo larg^o de los úrltimos tres años, bien
política con los que se acabó asociando a sus regímenes. Para sobreü- ¡roclernos preguntarnos cómo no cayó antes y qlre el rev claba
vir, los dos dependían total y absolutamente del continuado apoyo de -va
l:lnt¿rs rnuestras de no querer prescindir de sus servicios- en circuns-
su rey, y hav indicios en 1642, durante la conspiración de Cinq-Mars, I lr ncias más violentas.

de que el apoyo de Luis XIII a Richelieu estaba flaqueando.o Pero en En las Islas Británicas, la caída del gobierno personal de Carlos I
otros aspectos la posición subyacente del cardenal en 1642 aparece st' ¡rrodrljo por una conjunciírn de fuerzas de oposición en el centro
como bastante más favorable que la de su rival español. Francia podía
estar hastiada de la guerra, pero por lo menos la marea bélica se había
rr,relto a su favor. El prestigio qne conllevaba la r.ictoria proporcionó a ' A. Lloycl Moote, 'l'he Rettolt of tlte.ludges: 'I-he Pnrlemcnt of'Prnis arul th,e |'t'onde, 1643-
/ o 52. p.¡r,..a,lr (Nueva-f ersev) , Plinceton Universit'1' Press, l97l , p. 6ii.
Richelieu una fortalezapara hacer frente a sus enelnigos domésticos 8 A¡rtorrio Dornínguez Ortiz, Polítit:a I Hut:i.mda de Felipe lti Madrid, Editorial cle
con la que srl rival español ya no poclía coltrar. Talnbién había logrado l)t'r'echo Financiero, 1960. pp. 262-263.
tlVéanseRicharrlBonney,'theKing'sl)ebts:IinanceontlPoliticsinFtan¿c, 15891661,
( )xfbrd, Oxfold University Press, 1981, p. 170-, René Pillorget, Les lllouaetncnts insur-
_V
Ibirl., pp . I+7-l +fl Ipp. ru tionnel.s tle Ptoucnce (ntre I 596 et 1715, París, Editions A. Pédone, 1975. pp. 486487 .

l l(j fi7
\'('tt l:t l,('t il('t ilt. l''rrc l;r rclrclir)n ('s( (¡r cs:t lr) (lu('lrct nrilio:r los crrr' ( nri('ru:ui¡lc vcittlc r otts¡lit:¡r'iot¡r's c ir¡stttr('( ( r(,n('s;u tslo( t:tlir:tsr'.
tltie()s irrult'st's rlt'l rtiginlt'tr lut< t'r'st'r'orr l:r inicirrlir':r ¡rolílir':r \', !lnr( ils I'or r'l ('()nlllrio,r'n( jrrstill¿r,(lu('s('lilrrrrrlt'l:rsgrrcn:rsrk'rcliti<irrrlt'l
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concesiones que exigíaur('. ¿Hubicrzr potliclo l¿r lebclirin rlt: (lataluñ¿r l;r r k'r':rrllr <lt' l(i1i0, l<¡s t'ncrniqos clc ()livarcs cn las lilits cle la aristocl-a-
ser utilizada por los enemigos del conde-duque ell Maclrid par¿r ef'ec- r i:r cstlrlrirrr nlalllu¡nor'¿rclos, o bien se declicaban a inof-ensivas disctt-
tos similares? Hay datos de cierta simpatía en Castilla hacia el levan- \ron('s cl¿ulrkrsl.inas, corno las qtte tenían lugar en la casa madrileña
tamiento cafz,lár. contra el gobierno de Olivares y hay datos también, r lcl <lrr<¡rrt: <le Meclinacelirr. Entre estos nobles el sentido de lealtad al

en las fases iniciales de la rebelión, de contactos entre ciertos aristó- n r( )r urr'('ir cst¿rba profiurdamente arraigado, y su objetivo principal era
cratas castellanos disgustados y los rebeldestr. Pero el tipo de coordi- .rlrr irlr: los ojos a lo que estaba pasando a su alrededor. Esto debía
nación habida en las Islas Británicas entre las fuerzas de oposición Irrr'<'r'sr: sin que se enemistara con ellos ¡ por lo tanto, sin correr el
periféricas y centrales era impracticable en la España de los primeros r icsso rle hipotecar slls propias perspectivas de funrro.

años de la década de 1640. En efecto, los portugueses se habían ( ln


Posible marco para el derrocamiento del régimen de Olivares
puesto ellos mismos al margen al reemplazar a Felipe [V por Lrn mo- ¡rrrt[o haber sido la aplicación de una intensa presión aristocrática
narca propio. Aunque esto dio estímulos a ese equivocado noble sollc e I rey, en combinación con una insurrección popular en
andaluz, el duque de Medina-Sidonia, a complacerse en una insen- l\l:r<lricl. Pero no hubo tal insurrección, ni entonces ni después, en la
sata conspiración por su cuenta en 1641, no podía plantearse una r lr:<'¿rrl¿r en momentos de serias presiones. En este particrilar, Madrid

asociación entre la oposición cortesana a Olivares y un "tirano,12 que ollt'<'e un llamativo contraste con París. El hecho de qtte fuera una
había usurpado el trono de Portugal. Los catalanes, por su parte, r :r¡ritirl relativamente reciente v artificial, habitada por cortesanos y
pronto se echaron en brazos de los fLanceses, y desde ese momento lrr r rricratas, y de cuya población una parte significativa se ocupaba cle
toda confabulación entre los disidentes de Madrid y los líderes de la s:rtisltrcer las necesidades de la corte, explica en buena medida su
rebelión catalana olería a traición. Además de esto, la cuestión reli- rl):u-ente pasividad. Era también unavilla bien vigilada, con su cente-
giosa, tan decisiva en el desarrollo de los acontecimientos de Ingla- r urr rle alguaciles de corte bajo la superüsión de la Sala de Alcaldes de

terra, estaba completamente alrsente en España. Al intentar innova- ( ilsa y Corte15. Pero, a falta de un estudio de historia urbana que se
ciones religiosas que afrentaron a significativos sectores de opinión ( )( upe de su policía, su abastecimiento y su estructura profesional y

entre sus súbditos, tanto ingleses como escoceses, Carlos logró que so<'i¿rl, no puede haber una explicación satisfactoria de por qué esca-
las fuerzas de oposición se solidificarar' alrededor de una cuestión ¡rri rle las turbulencias de un París y un Londres en aquella décadat6.
que rebasaba las fronteras entre reinos y trascendía agravios locales
y sectoriales.
Los enemigos de Olivares se sentían muy frustrados por la renllen- r:t Roland Mousnier,
"La Franciada Richelieu aMazzaúno: le rivolte contadine ",
cia del rey a destituirlo, pero el problema que se les planteaba era t t I tr Storia.,5 vols., Tr.rrín, UTET, 1987, \', p. 27+.
' ' J. H. Elliott, T-he CountJ)uke of Oliz,arcs: Tlrc,\tutesnt.r¿n in an Age of Declin.e,Nett
cómo forzar la mano de Felipe. De entre las opciones posibles, la in- t l:rvcn (Connecticut) v Londres, Yale Universitv Press, 1986, p.557 lEl conde-duque de
surrección armada era la.menos atractiva y la más impensable. En ( )liuurs. Elpolítico en u,na á.pom dc dttnd¿nria, trad. Teófilo de Lozoya, Barcelona, Críti-

r :r. l!)90, p. 5431.


Francia, el uso de la violencia para lograr fines políticos constituía una l¡ José Deleito 1'Piñuela, Sól,o Lla.dlid e.s il)rte. (I-a ru.'pital, de d.o.s mundos brtjo l-eli-
contintra faceta de la vida nacional: entre 1602y 1674lban a produ- y'r'llJ, Madrid, Espasa-Calpe, 1942, pp. 142-\45 Enrique Villalba Pérez, La. adninislra-
t itin dc la. iusticia pennl en Cnstilla y en la cort¿ a comienax del siglo.rtz¡, Madrid, Actas,
l1)1)ii, 2." parte.
Iti Dar.id R. Ringrose, Madtid and the Spanish Econotny, 1560-1850, Berkelev y Los
r0 Conrad Russell, Th,e Crisis of Parlinm,ents: I)nglish Histo'ry, 1509-1660, Oxforcl, ,\n¡geles, Urriversity of California Pr-ess, 1983, p.89 lMadrid y la economía españoh.,
Oxford Universitv Press, 1971, pp. 329-330 I i60-185(), trad. Alfonso Crespo Arana y Angel Bahamonde, Madrid, Alianza, 1985,
rr Elliott, The Rnolt,pp. a53 y 460 llarebelión,pp.40Iy a$1. ¡r¡r. I I l-l 14], apor-ta algunas cifras sobre la estnrctur-a ocupacional de Madrid en el
tt J. H. Elliott v.José
h. de la Peria, Menoriales y iarta.s del Oonrle Du,Ete de Olittares, sigkr xt'II, pero se interesa más por los siglos siguientes. El estuclio de la oligarqr.ría
2 vols., Madrid, Alfaguara, 1978-1981, II, p. 236 ("Cargos contra el (londe Duque"). rrrrrrricipal de Madrid por Mauro Hernández, A la sombra d.e la coronr¿. Pod¿t lncult oli-

I l¡r l ls)
Sitt I t'r t¡t t it ;t l¿t violcttr i:t, lnct¿r :u i¡ilor r;rlir lr o ¡ro¡rrrllrr, r'l r¡uir rr l,r rlcsu:rllrclo, l,i'li¡rc ll. r'nr)s('l{un <'l rk'srr ¡r:rtlrr', l,'r'li¡lc lll.:rlr¡rrr'
tll()(l() <lt: itst'gttt'itt'st'l¿t t'¡títl¡t <lt'( )livlrrt's ('ul lr'¿lrnlu lut tiollx'(l(.(.sllr- sc lc rt'r rirrrirurlxr,, llirlrt'r'f iit<lor'l ¡rt'sotl<'su nr()nlll(llu:r:r olros lronr-
do cn palacio. !-st<¡ cs de het:llo lo r¡trc (x'ru'r'i(i t'rr t'l irlvit'r'rro rk' l(i.{2- l rr cs.,. l,,r l olnrs
l)alill)r'as, los ur':tn<lt's t'xigíar r l¿r irll<¡lit irin lt'l u()l)i('r'lx)
<

1643, cuando la combiuación de la protesta col)c(:r't¿lrla por krs ur¿rn- ¡ror rrrr'<lio rlt' rul litv<¡rito.
des y la defección de miembros clave de la conexi<in lamiliar de St'urirr cntcll(lí¿ur, ull regreso ala realeza personal al modo de
Olivares, preocupados por su propio futuro en una época postoliva- l,r'li¡rc ll t'orrr¡rrlrtab¿t un regreso a un estilo de realeza que seguía las
rista, dejaron al rey sin otra elección que prescindir de los servicios l.r nuls <k'biclas, unas fbnnas que habían sido üoladas por la conduc-
de su ministrori. No podía sorprender que en Espaha, como en Fran- t,r :u'lrillaria del conde-duque, en detrimento sobre todo de lavieja
cia, la desaparición del autoritario primer rninistro prodqjera una rrolrlt'zir. [,os nobles habían visto devaluarse su estatus a calrsa de exi-
disminución inmediata de tensiones. Dado que se habíaconvertido ricr rt'ilrs iscales arbitrarias, encarcelamientos injustos, venta de títulos
f

en ull hábito atribuir a su mal consejo y gobierno tiránico todos los r ¡rr ivilcuios, y adquisición de un poder y riqueza intolerables por
tnales que afligían al cuerpo político, era natural suponer que, una r r i r r ist ros y oficiales letrados, los cuales habían acabado pareciéndose
r

vezfuera,los males también desaparecerían. La España del siglo xvrr :r los sr:urdes del siglo xv, mientras qlre los grandes del momento eran
era Llna sociedad que, por su literatura política y religiosa, y particu- rr :rrrrrlos como oficiales del siglo xv. Esta era una vieja queja aristocrá-
larmente por su teatro, estaba condicionada a mirar al monarca para I ir rr clr Oastilla y en otras partes, pero el folleto no revela las profunclas

la solución de sus problemas. Por consiguiente, cuando Felipe anun- rlivisiorres entre noblesse d'épéey noblesse deroá¿existentes en laFrancia
ció, para delicia de sus súbditos, que iba a tomar las riendas del go- r lc ll.ichelieu y Mazarino. El auténtico blanco del ataque de los gran-

bierno en sus propias manos y que iba a ser su propio primer minis- r k's cr-an los nuevos ministros, los confidentes y seguidores del conde-

tror8, levantó de modo natural muchas esperanzas de una época r lrrr¡tre , y la contrarrevolución por la que abogaba el folleto de Mena

nuevay más feliz. ('r ir rula contrarrevolución contra prácticas administrativas recientes
Un cambio revolucionario, o así lo parecía,habíasido alcanzado rrr:is cltre contra todo el orden burocrático. De hecho, era este orden
sin recurrir a la revolución. Los agravios y aspiraciones que habían cl t¡rre los oponentes del conde-duque querían ver restaurado. Su
contribuido a provocar ese cambio encontraron expresión en un fo- cxisencia propugnaba Lrn retorno a los viejos e idealizados tiernpos,
lleto impreso que contenía una serie de acusaciones contra el minis- . r¡llldo los asuntos eran llevados por ministros cualificados que
tro caído y que corría por la corte a las pocas semanas de la caída del ;r( tuaban a través de los canales burocráticos apropiados. Esto signi-
conde-duquere. Este folleto, escrito porAndrés de Mena 6¡ 6fi- licirba la restauración del gobierno conciliar ef-ectivo, en lugar del
cial real muy relacionado con uno de los nobles desafectos-¡¡¡a Olivares, gobierno porjuntas creadas con carácter especial, la odiada marca
el duque de Béjar-, era en gran medida un catálogo de los pecados rlistintiva del régimen de Olivares. Además, los ministros tampoco
del conde-duque por omisión y por comisión, pero el catálogo estaba r lcbían ser forasteros, otra característica de los días de Olivares que

infbrmado por una filosofía política subyacente que puede ser descri- I rlbía provocado amargo resentimiento.

ta como profirndamente tradicionalista. En su base se encontraba la En efecto,los nobles estaban librando las batallas de los burócratas
exigencia de que Felipe IV.debía ser un auténtico rey, según el mode- ¡ror ellos, por cuanto la.jerarquía profesional de los letrados, con su
t ttr.\tts honotum cuidadosamente graduado, se había visto tan atrope-
llrrrla como los grandes por la práctica del conde-duque de apartar de
garquía urbana (tuIndrid, 1606-1808), Madrid, Siglo XXI, 1995, indica algunas de las los consejos asuntos importantes y llevarlos a las nuevas.juntas. Estas
ltlatteras ert que la proxinriclad v la dependencia res¡recto a la corte limitaba la capa- jrrntas estaban copadas porsus propias crianrras, de las cuales algunas,
cidad de la villa par-a desarrollar su propio espacio social y restringía su margen para
( ()rrro el historiador boloñés Virgilio Malvezzi, no eran siquiera caste-
la acción indeper-rdiente.
t7 Para la caída de Olivares, véase Ellit-rtt, I'lu Count-Duke. pp. 640-651 ll:rnas. Lajerarquía profesional de los letrados no hubiera tenido di-
l.El contle-
dtu¡ue, pp. 61 9-6291, aunque perduran airn muchos misterios. f icultad en suscribir la forma de gobierno en la época postolivarista
rs rbid., p. riSt [p.629].
re Elliott,v De la Peña, Iúernoriales,¡ carto.s,ll,doc. XXa. r t'clamada por Menay sus amigos. Nobles v letrados reaccionaban por

l'¿o 12l
iurt:rllr l:rs ¡rr:ir tir':rs <lc l<¡s ruros rlr'( )lir,:rrcs, <'xiqicrrrlo l:r ¡r'sl:rur:rciort r ('slr('( lr¡ rlr'l solrt itto ¡lcl r ottrl<'-rlttr¡rtr', tlr¡tt l.ttis rlc l l:tt r,. r¡ttr' ilr;t lt
rlc rur¿r nrorrirrt¡rríir t'st'nci¿rlllrr:rrlt: r'r¡uslrltivrr, rlirigirlil lx)r'ulr l'('\'(lu(' lrcrcrl:rr (¡rt'rrr(lu('s('rrrirllrt'í:r<lt'nolrr<ir)t'l lrlrtlorlt'srrlrorlr'<rln-
se ocupara el) slls papeles, cli¡4iera (:()rr)() lnilrisll.(¡s ¿r "ll()nrl)r'('s lricll ,lc r lrrr¡rrt' <k' ( )livrrr t's. Si rrn:r li¡r'nlrt Iur¡<lili<'ir<l:t tlt' gollit'r'tt<l ¡rot' l'it-
vistos y amados del pueblo"20 y tomaril sus propias decisioncs a l¿r luz ro.rito vr¡lviri irl cirlro ¿r Marlricl en cl pcriodo ¡rosterior a Olivares,
de las consultas que le enüaban sus consejos. Se trataba de un progra- r.r¡rrlririn lo lli<:ir:rrrl v¿rrios de los más irnpopulares aspectos de su
ma constitucionalista, dentro de la tradición constitucionalista caste- r r'¡-iirrrt'rr. [)r' nroclo gradual y sigiloso, lasjuntas y los extranjeros hi-

llana, que ponía pocos límites institucionales a las prácticas de la r r('r ()u srr leirpalición2:r.
realeza, pero que esperaba que fuera sumamente sensible a la ley ( l¿rurbit¡ y, sin embargo, falta de cambio parecían esta¡ pues, a la
divina y humana, y a las pretensiones legítimas de súbditos leales de , r l<'rr rlt:l clía en la España posterior a Olivares. La sensación de de-
'r
que sus agravios fueran atendidos y ellos tomados en serio cuando scrrg:rño cra profunda, pero el régimen en Madrid, pese a encontrarse
prestaban consejo a sll monarca. ( ()rr nunlcrosas crisis en la ciudad de Valencia en 1646-
Este programa conjunto, aristocrático y letrado,parala contrarre-
-disturbios
l{i.17, rura nueva bancarrota real en 1647, rebeliones en Nápoles y
volución en 1643 quería hacer retroceder el reloj a una idealizada Sir i I i rr <:n 1647 -1648, la conspiración del duque de H{ar en 1 648 y una
época anterior a Olivares. Pero ¿hasta qué punto tuvo éxito? El rey scr it' rlc sublevaciones urbanas en Andalucía entre 1647 y 1652-, no
daba todas las muestras de querer gobernar por sí mismo, y hubo un tr r\'( ) (lue habérselas con un tipo de desafío generalizado a su autori-
desmantelamiento inmediato de esa muy detestable característica del r lrrr I t¡rre sr-rmió a Francia en el caos entre 1648 y 1652.

régimen de Olivares: el gobierno porjuntas2t. Además, una o dos de l{irzrin principal de ello puede estribar en Lrn área de la psicología
las figuras más vinculadas al ministro caído fueron destituidas, aun- r r ¡l<'r'tiva que los historiadores aún no han empezado a penetrar. To-
que, en la superficie por lo menos, es la continuiclad más que el r l:rr,íir no han ideado formas para medir la lealtad; y la lealtad de una

cambio lo que ante todo llama la atención en los años posteriores a ..( llstilla fiel y domesticada, llena de un respeto religioso a la autori-
Olivares. Esto fue lo que vino a decir el embajador de Módena cuan- r l:rrl real" contrasta firertemente con la naturaleza díscola de Catalu-

do en septiembre de 1643 observó que "el nuevo gobierno sigue los rr:r, PortugalyYizczyz2a. Si Castilla era, en efecto, inusualmente leal,
mismos preceptos que el conde-duque, pero sin su rigor".zz En el torlavía es preciso explicar por qué fue así. La lealtad, después de
campo de la política exterior la continuidad era más notable. A pesar t or lo, puede ser entusiasta o de mala gana, y puede simplemente estar

del inmenso hastío por la guerra sentido en Castilla, se tardarían aún crrr':tizada por la fierza de la costumbre. Puede también verse fomen-
cinco años en concluir lapaz con los holandeses, mientras que la trr<la por las circunstancias, y es muy posible que el simple hecho de
guerra con Francia iba a continuar durante otros dieciséis. Pero hubo r clleliones en tantos territorios que debían obediencia a su rey con-

asimismo una impresionante continuidad de hombres y de medidas. t r ilrtryera a reforzar entre los castellanos, por vía de reacción, su pro-

Aunque varios de los nobles que más se habían opuesto a Olivares ¡ria irnagen de pueblo cuya fidelidad no desfallecía.
regresaron a la corte, y aunque uno o dos de los familiares de éste
sufrieron un eclipse por lo menos temporal, resultó claro, cuando el
humo de la batalla se hubo disipado, que las cotas decisivas del poder :r L A. A. Thompson, "The Government of Spain in the Reign of Philip fV", en
seguían en manos de miembros de la misma conexión familiar Guz- st Oroun and Cort¿s: Gouetntnent, Institutions and Reprcsenkttion üz Enrfi-fuIodrrn Castik,
,\ltlt'rslrot, Variorrul, 1993), cap. 4. p. 59 ["El reinado de Felipe fV", en La crisis d,e la
mán-Haro-Zúñigaque las había tomado en 1621 con el advenimien- Itlst,ntonía e.spañola..Sr'g1o.nzr, enJosé Andrés Gallego (ed.), Historia general dc E,spaña "t
to de Olivares. Nada subrayaba mejor esta continuidad que la cre- Inu,¡ira, Madricl, Rialp, 1986, r'ol. VIII, p.4771.
!+ Domínguez Ortiz, Alternciones, p. 20. Después de la ptrblicación original de
ciente dependencia del re¡ a pesar de todas sus buenas intenciones,
( st(' ensayo en I990, Ruth Mackal'ha investigado con provecho la cuestión de la
Ir':rltacl y obediencia popular en Tl¿e l-imils of Royal Authority: Resistance and. Obed.ienrc
in Staenteentlt-Century ()astiLe, Cambridge, Carnbridge University Press, 1999 ILos lími-
20
Ibid,,, p. 244. tr'¡ de la autoricktd rer¿L. Resistencia.¡ obetliencia en la Castill¡t, del sigto.{lz, trad. Matrro
2l Elliott, The Co'unt-Duke, p. 653 lEl r:onde4uqtte, pp. 630-6311. I [. Benítez, Valladolid, Consejería de Cultura y Turismo -Junta de Castilla y León,
9c)
Elliott, The Cotmt-Duk¿, pp. 66+666 lEl conde-duque, pp. 6531. 'l(x)71.

t22 123
l,:r lr':rll:rrl l:tttrlrir:rr ¡rrrcrlc nllurl('n(.ts(.lr()t nrir.rlr) \ lu(.t/lt. lr('t() .,rrl,r lrrcrtos:rgttrl:r v l:rs llu< lt¡:¡r ioncs rlc r oscr lr;rs lrr,'rr,rs lrr usr;ts rlu('
ltll() (l('los lts¡rt't'los ttuis sor.¡rt('n(l('lrl('s <lt'ltr ( jlrstilllr rk'l sigl¡r xvlt,lrl , rr,\rrrl:tltt<t;r:r".,\utrr¡ttt'tlt'srlclltr':uilltrlr'()lit':tr('sn()r,i('<'sllrlllcci<'tr¡n
cotn¡lar:irs('la ('()lr l"l'¿rllt'ia, t's l:r lltltu rlt' instlrun('ul()s ¡ro<lcrrlsos tlc nn( \'os iur¡lrrt'slos:r", las <'lrrg'¿rs f iscirlcs ('r'an nnr\' ¡rrolt'sllr<l:rs, ('r) l)¿u'tc
represión. El gobierno en Ma<lri<l no tcní¿l fircrz¿rs ef'cctiv¿rs l)arzr ha- ,rl .rncrros l)()r'('strr-lirn irtt't¡rritativill)te t)1(: <lisll'illtridas, tanto entre
cer frente a emergencias, toda vez que los clos o tres mil hornbres que , l.rscs sot'irrl<'s ('()nl() clrl.l'c: ull¿l locnliclacl v otrzr; pero los desafíos im-
integraban las Guardas de Castilla parecen haber sido en gran parte l)( )r t:lnt('s irl rrlqilncn cle Haro tendrían que proceder de las filas de
inoperantes25. Requería bastante tiernpo reLrnir un ejército en la Pe- l.rs r llrscs ¿rltas y, er) ln¿lrcaclo contraste con Francia. un desafío tal no
nínsula para sofocar una rebelión, como Olivares hubo de comprobar .,r' rr ¡l l<'r'iitlizri.
a su pesar con ocasión de la rebelión cle Cataluña. Poclría parecer que I'ol r¡rró c-'sto fue así viene en parte sugerido por el carácter de la
la ausencia de firerzas de emergencia dejaba a Madrid en estado muy l,r or rr lit. ( lon un trasfondo general de inquietudes rurales v urbanas,
vnlnerable, / sin embargo los propios hechos iban a demostrar que l.rs r llst:s irlt¿ls en Francia aprovecharou la oportunidad creada por
Lrna fuerza tal no era necesaria. Las rebeliones urbanas de Andalucía r¡n:r crisis cle autoridad en el gobierno central parasatisfaceruna serie
a finales de la década acabaron sencillamente sin más, sin necesidad rll rlcrrralldas indivicluales y corporativas. La crisis de autoridad la
de recurrir a la represión, y bien pudo ser que la misrna ausencia de ¡rr cr i¡ritaron los agudos problemas hacendísticos que acosaban a la co-
fuerzas represivas ayudara a mantener bajo el nivel de violencia en la r,rrur fl'¿rncesa en 1647-1648 y los intentos de los gobernantes por
sociedad castellana del siglo xvu, toda vez que la violencia ensendra r csolvcrlos. Pero su origen estaba en los problemas constitucionales

violencia. r ¡rolít icos propios de una minoría de edad real, en unos años en que
Incluso en la esfera local el grado de desorden era limitado. A lo l;rs ¡rlcsiortes de la guerra eran implacables y en que el poder era
largo del siglo xrnt hubo en Castilla y Andalucía una notable falta de t' jcr cido para la reina regente Ana cle Austria por un favorito extran-

agitaciones en el campo. Aunque se producía una continua enajena- l('r () nluy odiado, el cardenal I\{azarino, que aún contaba con la ma-
ción de tierras y derechosjurisdiccionales por parte de Llna corona r
¡rrirrirlia administrativa de Richelieu a su disposición.
en aprietos económicos, a los compladores les fue difícil imponer l,'r-cnte al importante desbaratamiento del sistema político fi-ancés
nllevas y pesadas exigencias a unos campesinos que siempre podían ¡rr or'ocado por el fallecimiento cle Luis XIII debe situarse la conti-
sacar provecho de la escasez de población rural trasladándose a otra rr rri<lad de la realeza en España durante la década de 1640. Al sobre-

parte. Aveces, como en el valle deLozoya en 1646, un señor que in- r ivir', v a cliferencia de su cuñado francés, Felipe IV ofieció en su
tentó aplicar lnano dura pagó su intransigencia con sll vida, pero se- l)('r'¡i()na trn elemento \¡ital de continuidacl v estabilidad en tiempos
mejantes estallidos de violencia fueron raros26. Las sublevaciones lx )t('nci¿rhnente trlrbulentos. No hubo mirrorías de edad reales que
urbanas andaluzas, aunque preocupantes, fueron espontáneas pero l)r ()\/ocal'an intrincadas cuestiones sobre clistribución de poder, v la
br-eves ebulliciones de cólera popular contra los agentes del gobierno nlucrte en 1646 del príncipe heredero Baltasar Carlos suplrso una
central, recaudadores de impuestos, corregidores y comisarios espe- ;uucnAZa a largo plazo para la supervivencia de la dinastía, más que
ciales de uno u otro tipo:7. Carecían cle programa coherente, recibie- r u r¿r crisis inmediata. Clomo resultado. no hubo pretexto constrtlrcro-

ron escaso apoyo de los sectores intermedios de la socieclad urbana y, rr:rl para organizar un asalto al sistema. La clave clel poder radicaba,
por razol)es que aún cleben explorarse, no se extendieron a las ciuda- ( ()n)o slempre, en conseguir la atención clel re,i'. Aquí la creciente
des castellanas, donde las exigencias fiscales seguían siendo altas, pero inf lrrencia de don L,uis de Haro representaba nn obstácrrlo potencial.
donde la presión poblacional sobre abastecimientos parece haber l't'r-r¡ Haro no era Olivares. La nueva situación füe bien descrita por
cl t'ortesano Matías de Novoa en su diario al escribir que <no se cono-
r Íl cnteramente meclianero o valido ni de potestad entre el príncipe
25 Dornín gue z Ortiz, A ltenrion e.s, pp. 2 l-2?.
26 Ángel García Sanz, De.sarrollo ,t rri.si.s del nntigtto t'é$rnen en Castilla kt l'ieia, Ma-
drid, Akal, 1977 , pp. 270-271; Domíngrrez Ortiz, Alttracion.?s, pp. 137-138. ls |bid., p.:12.
27 Dornírrgrre z. Ortiz, Ah,erut:i,one.s, p. 155. 2lr 'fhotn¡rson, .(it¡r'c'r'nnlent ()I Slrail-r>. p. {i0
["El reinado,, p. +83'l.

l'2 + l'21)
v los ¡rrct<'rrrlicrrtcs. Srilo l). l,uis rlc lllu(, 1...1 l)()s('lt llnlt l,t ir':urz:r r r)il( r'sir;rr rlr'¡llcrros ¡lorlcrcsr:'. l,lsl;rs rlis¡lrrl:rs rr.llr.j:rlr:rrr l;r ir;r y l;r
nrorlt'r'lrrllr, s('\'('r':l )'un l)(xl('r'linlilir<k¡"'"'. l)orr l,uis cl':r:rlalrlr'('lt srrs ll ttslt:t( irlll t l<'t'it'tllt's rl<'lits oliu:rrr¡rrr:rs rrrrrrrici¡llrlr.s
¡ror l:rs r.siu<.lr-
lnll()s ('()n l¿l ¿u'ist()cr-?rci¿r ctranrl<¡ ()lir,¿u'es h¿rltía sirIo :tbl'¿rsivo, y el ( r:rs \'('xl)('rlicrrlcs fis<':rlt's <lc l;t <'<¡rrrn¿r, l:rlr.s ('()ln() lit rt'lr:nci<irr rlcl
clesconterlto aristocrático volvió a car.alizarse a través cle clisputas en- ¡':rso rlt' inlt'r'r'scs rk' los.jrrrrrs, <¡rr: :rli:<'tirb¿r rlil'r:r:l,arnente al bienestar
tre facciones palaciegas. r l. l:rs i'litt's rrrll¿rn¿rs. l.:r r:or<ln:r, por tanto, se enfientabaen IG4G|647

En el vacío creado por la debilidad de la autoridad real en Francia, ,r l;r ¡r,sillilirlacl rlt: trrr serio choque con los patriciados urbanos en un
los parlements, y en especial el de París, fueron capaces de establecer ilr.'nr('nl() clr que caminaba hacia la bancarrotay con las cortes reuni-
una posición para sí mismos, lo cual, en las circunstancias de 1648, r l.rs. l't'rr¡ rlc nlrevo las cortes manifestaron su debilidad fundamental

creaba el potencial para un cambio revolucionario. Si el potencial no , r r:rrr<lo se les pusieron delante unos ministros decididos y con todos
fue al final materializado fue debido en parte a que el Parlementde lr rs r r'<'ru'st)s del patronazgo regio a su disposición. El año 1647, con

París, a diferencia de la Cámara de los Cornunes inglesa, no logró sil <'.,l¡rbin¿rción de altos precios de grano, alteraciones urbanas en
presentarse de modo conüncente como un foco alternativo de lealtad , \ r rr lrrlr rcía y la suspensión de pagos a los banqueros reales en octubre,
que trascendiera intereses sectoriales. Las cortes de Castilla, aunque Irr. rrr año excepcionalmente difícil para el gobierno de Madrid.
nominalmente estaban en posición de hablar a nivel nacional de un I'r'rr ¡, r'on las cortes ya disueltas, pudo maniobrar un acuerdo con las
modo en que el Parlemenf de París no podía, adolecían de otras limi- r i r ¡r lrrrles, al tiempo que contenía inquietudes populares en las ciuda-
taciones que disminuían seriamente su eficacia como órgano de pro- r lcs:rnclaluzas mediante oportunas concesiones respecto a impuestos

testa. En los años iniciales del siglo xvu habían logrado obtener la s.lrrt' alimentos básicos, y atendía las quejas de los patriciados urba-
suficiente influencia hacendística sobre la corona por medio de su il()s ('()n el restablecimiento del pago de intereses de losjuros y la
control sobre el nuevo impuesto de los millones como para poder r cs<'isión del impopular impuesto de 1642 sobre la propiedad33.

actuar como foco de oposición constitucionalista3r. Pero incluso en- l,¿rs cortes de Castilla, por lo tanto, al no hacer de las preocupacio-
tonces su capacidad de acción estuvo limitada por su reducido tz;rr:.a- n.s v descontentos específicos de las oligarquías urbanas un amplio
ño y lo estrecho de su representación, restringidas como habían que- l)rr )erama reformista que las colocara en posición de enfrentamiento
dado a los procuradores de dieciocho ciudades, los cuales solían rlirr:r:to con el régimen, siguieron un camino muydistinto al que tomó
actuar ante todo como portavoces de sus respectivas oligarquías mu- cl I'rt'rlemenf de París en 1647-1648. En Francia, el impulso tras tal
nicipales. Sus alas habían sido sujetadas un poco más por Olivares, l)rrxrrama procedía de los agravios acumulados de una clase de ofi-
que logró insistir en que los procuradores füeran enviados a Madrid r irrlcs que había üsto su influencia y autoridad continuamente mina-
con plenos poderes de sus ayuntamientos. r Lrs por las actividades de una clase alternativa de intendentes,
y que
Labatalla, empero, no estaba ganada por la corona para siempre, r lt's¡rués se encontró con su control hereditario sobre los cargos ame-

y la apertura de las primeras cortes después de Olivares en 1646 se r r:rzado por la resuelta interferencia de Particelli d'Hémery
mediante
retrasó por disputas entre la corona y las ciudades a propósito de la lrr ircción del droit annuel3t. Sobre este particular,lasituación castella-
nrr sencillamente no podía compararse. Adiferencia del Parlementd,e
l'lrr'ís, las cortes no eran un foro de la clase de los que ocupaban
( l l l.sos, y aunque los ministros y oficiales castellanos tenían
:r0 Matías de Novoa, sus propios
"Historia de t'elipe fV,, en Col,erción dr d,t¡tu¡nentos inéditos
parn la hi.storia de España, Madrid. 1886, vol. 86, p. 391. Don Luis de Haro y sus méto-
dos de gobierno son el tema de una tesis doctoral, toclavía sin publica¡ defendida en
Oxford por Alistair Malcolm, "Don Luis de Haro and the Political Elite of the Spa- ''t Jugo, p. 223.
:t:t lbid. "HabsburgAbsolutism",
nish Monarchy iu the Mid-Seventeenth Century" ( 1999) .
3l Para l¿rs cortes castellanas clel siglo xtt¡, r'éase CharlesJago, :rr El grado en que el programa del Parlement era at¡ténticamente
"Habsburg,A.bsolu- leformista e¡
tisrn and the Cortes of Castile", Amcrican Historical Rmtiau,86 ( l98l ) , pp. 307-326, e I. ( ll¿tllto qtle oPuesto a una defensa de los intereses corporativos sigue
siendo objeto
A. A. Tlronrpson, .Crown and Cortes in Castile, 1590-1665", Pa,rliament, I)states and r lt' <lebate. véanse Moote, The Reuolt of theJudges, y Richard Bonne¡ .La
Fronde cles
Ilepn',strtkttiott,2 ( 1982), pp. 29-45, reirnpr. en C¡"ozun r¿nd Cortes, cap. 6 ["La Corona y r¡lficiers: mou\€ment réfbrrniste ou rébellion corporatiste?", xwle si?ct¿,14b (lgg4),
lrrs ( lt rrlr's rlt' ( lastilla, 1590-1665", RnLista d.e las Cmte.s Gmaal¿s,8 ( 1986), pp. 8-421 . ¡r¡r.323-340.

l'2(; 127
nrr)li\'()s(l('(lu('iir,(()ln()l.tntttlttt(tttn(tlttsr¡lltcloss:tl:rtios.rtolcs¡¡tttr'- rlr.lrilit:rrlirs¡lot lltstrrt'rlirl¿tsrlt'()lir':r¡('s((,1¡ll;tli:ts:tt'll.rslr¡ttcl;tro-
lrirz¿ll):r llr lr¡xrri<'i<irr rlt'rrrr¿r lur('\'11 lrrrrocnr< ilr ¡rrlrrrin¡slt¡rlivrr. lqrurl- I onlr lr:rlrl:r lrcr lro t'l ritil rlcst'rrlrt it¡ricltlo rlr'r¡ttt'¡to<ltlr sot lt'ttt'ltts ¡rot

lnel)tc, nunc¿r habían lcni<lo <lt'l't'<'lto il llnil lr':rnsrlrisitirt lrt'r't'<lilitt'i:t r orrr¡rlt.lo t.sllrlrlr'< it'rlrl<l rrt'gocirtcirlltt's <lil't't'tlts t'oll t'tt<llt ttllt¡ tlc los

del cargo, aunque esto no había irnperli<lo lu lirnrlt'it'rr clc clinastízrs .¡ rrrrt:rr¡i¡lllos'ts. r\ t'csttll¿rs clc estt: descubt'inlietrto, las Cot'tes Colllo
de letrados con ventdas inter-nas a l¿t hora de cf ccttr¿u-sc nornbramien- nlslitut'i<in lilt't'ott l'crltrciéttdose ir algo marginal en lavida castellana
tos j udiciales y administrativossr'. \', 1uu)(lrrc srr nlrtel'te no estaba aúrtl asegurada, quedó marcado el ca-
Cualquiera que füese el alcance de las aspiraciones reformistas del rnirro <¡rrt: las llevaría a desaparecer de escena después cle 1665-
Parl¿ment de París, sus exigencias desencadenaron lo que de hecho L¿r <¡r:asióu, la-justificación y un foro institucional adecuado para

constituyó una lucha por el poder en un reino donde el accidente de l:r ¡rrrrtesta revolucionaria: todo esto faltaba en la Castilla de después
una minoría real había abierto inesperadas oportunidades para todo rlr' ()livares. Esto no significa que algún gran levantamiento, de la
tipo de intereses sectoriales y corporativos, con objeto de hacer retro- t.scirla cle la Fronda, esttwiera fuera de toda posibilidad. A fin de cuen-
ceder los límites de la autoridad monárquica que tan enérgicamente tlui, n() es más concluyente proporcionar, con visión retrosPectiva, una
habían sido extendidos bajo el gobierno de Richelieu. Había suficien- listl rle razolles más o menos plausibles sobre la imposibilidad de la
tes ambigtiedades constitucionales acerca de la disposición del poder r <'r,olución que de razones sobre su iltevitabilidad una vez ha ocurri-

durante una minoríareal en Francia como para proporcionar a esos rlr¡. Revolució.n o no revolución, en toda interpretación explicativa
intereses sectoriales una legitimación por lo lnenos artificiosa para su sit'rnpre debe quedar espacio para el papel de la personalidad, la
¡rsit'ología colectiva, la gestión política y la pura conjunción
asalto al ¡¡obierno de la regencia. A ninguna filosofía legiúmadora de de suce-
este tipo hubiera podido recurrir un movimiento de oposición en la sos. Pero, dada la supen'ivencia de Felipe [V, la balanza de probabili-
Castilla de la década de 1640, en la que la principal reclamación se- rllrrI parece marcadamente inclinada en contra de una revolución en
guía siendo, como siempre, que el rey gobernara personalmente. lrr (litstilla de la década de 1640 tras la caída de olivares, y quizá el
Potencialmente, la mejorjustificación disponible para la oposición rrrt'jor de todos los argumentos favorables a esta suposición sea que
en Castilla se hallaba en la teoría del contrato. Aunque había conoci- ur)ir l'evolución del tipo que más probabilidades tenía de ocurrir en
do una especie de resurgimiento en la Castilla de principios de siglo lrr ( lastilla de mediados del siglo xvII )¿ había, de. hec'ho, ocurrido'
y encontrado expresión en la oposición constitucionalista encabeza- F-sta afirmación se entiende mejor si miramos de nuevo a la Fron-
da por Lisón y Biedma y sus amigos en las cortes de inicios de la dé- r lir y Ia vemos como Ia confusa reacción de una confüsa sociedad en
cada de 16203'i, no alcanzó una institucionalización efectiva como sí rrrr periodo en que el aparato del estado se había arrogado poderes
sucedió en Cataluña, donde la rebelión de 1640 fuejustificada por ('xtraordinarios y aplicado exigencias sin precedentes sobre la pobla-
los representantes elegidos del pueblo con el arslrmento de que el r'i<in, en pos de laüctoria en la guerra. En stl parte más profunda, fue
rey había roto las condiciones de su relación contractual con sus va- ult¿r reacción anti-Richelieu, pero que se demoró casi seis años des-
¡rrrés de que el propio Richelieu estuviera muerto y enterrado-
sallos catalanes y que por este motivo el contrato había terlninad<l:t7. El fa-
En los primeros años de oposición a Olivares, las cortes de Castilla lkrcimiento del cardenal, las incertidumbres subsiguientes a Lrn cam-
mostraron no ser lo suficientemente fuertes y resueltas como para l¡io de monarca y la inminente esperanza er:, úr'a paz victoriosa
lograr establecer sobre bases sólidas la idea de una relación contrac- contribuyeron a pospouer el eventual día de echar cuentas, que pudo
tual finne entre rey y reino. Aúur hubo nenos oportunidades de lo- s(:r-tanto más explosivo cuanto largo había sido el tiempo de espera.
grarlo durante la década de 1640, Llna vez que las cortes habían sido lilagmentada como estaba Por agudas diüsiones sectoriales, dado que
<listintos grupos competían en defensa de sus respectivos intereses

r.orporativos, la oposición estuvo al fin de acuerdo erl reclamar un
.fanine Favar-d, Les l\'Iemb¡vs d.u Con,scil de Ca,stille d l'epoquc noderne (1621-1746), de cosas, por distintas que fueran las
Ginebra y París, Droz, I 979 [Z¿.¡,r m,ie¡nbms del ( )on.sejo tlc (irsti.ll,a ( 1621-174ó ), trad. Rufi- rcgreso al estado "ordinarioo
na Rodríguez Sanz, Madlid, Siglo XXI, 19821, 2^ parte.
:t0 Elliott, 'l-he Cour¿t-Duk¿, pp. 109-l l0
f|l conde-duque,pp. t2GlZ8l.
:t7 Elliort, l-he Rntolt,1t.549
ll-a nlnlión. pp. aSal . Thompsolt, "Ct'own and Cortes" ["La corona y las cortes>], pp. 4I-12.

l2rJ l'29
lll:lll('l:ls ( {)ll (lll('('slll l):ll:ll)l:l s('iill('r l)t (.lilt:t (.il (lil(.1(.il1(.s s(.( l()t (.s r i.rlcs ¡rolcrrr irrlt¡rcnlr'¡rcliurr¡s:rs lcur¡r nr:rs lxl li.ur.u (lu('lror ¡rcrrlct
tlc l¿t sot'it'<littl, f t't'lltt'itl ¿tst'ltliulli('nl() .('xlt'rlorrliluu io,, rlt.l
¡rork.r <k'l ¡rrcsl:rtrrlosu:rl)()\'o:rl tceitrtcttrlcrlorrl,rrisrlcllrut¡. 1',rrl,'urrrri:r,r'n
estado:Jtr.
, ;rrr¡lrio, ltir'lrt'licrr lr:tlríl nru('r'l(), l)('r () n() ll:rllírt ('ltí(l(), y ('l In¿u)(l¿rto
El mismo regreso a la fbrma de gobierno ordinaria, o acostrrurbra- rlc sr¡ su< r'sor t'lt't.Iirl<1, M:rzarirlo, ('r'l urr r1'('()r'(l¿rt()r'i<l coustante de
da, se había pedido en España en lG4z-1643 por los op'.ertes de cslc ltt'r'll<¡.
olivares. Alcanzaron su objetivo inmediato obteniendo su destitu- l'ln l (i.lht l¿rs firclzas rlc op<-rsicion en la élite política francesa pre-
ción. Pero también alcanzaron, con contratiempos y cambios, su ob-
Iriu lu ()n srr t'<¡rrivirlente ¿rl ataqlre español de 1643 al sistema de go-
jetivo, mucho más importante a largo plazo,de detener el moümiento lriclrro "t.xl,r'¿r<lrclinario>. El resultado del ataque, sin embargo, fue
hacia la concentración de poderes extraordinarios en manos de la rrrrn'<listinto. El sistema de Richelieu, aunque impopular, no estaba
corona con que se identificaba al conde-duque y a su régimen. El r lcsrrcr'<'rlit¿rdo, en particular gracias a su continuada capacidad de
conde-duque siempre se había visto a sí mismo metido en una lucha olrtt'rrt'r'é'xitos militares en la guerra con España. Esto, a su vez, au-
a vida o muerte con los
"poderoso5,, las fuerzas oligárquicas de la n c r r t <i la capacidad de la corona para resistir. Y al encontrar resisten-
r

sociedad castellana que poco a poco erosionaban la autoridad de la co- r irr, r'l utaque de la oposición tomó un giro violento, sólo para acabar
rona+'. Los poderosos eran la alta nobleza y los señores locales, los ,rt ra¡xrclo en las contracorrientes de antagonismos sociales e intereses
oligarcas municipales y los burócratas letrad.os, miembros d.e una red st'< tr¡r-iirles rivales que inevitablemente entraron en acción cuando las
de intereses familiares y sistemas de clientelismo que constantemen- Ir rcrz¿rs cle la oposición no consiguieron establecer sobre base consen-
te se ramificaba y que paulatinamente consolidaba su poder e influen- srur<lir una legitimidad decisivaparasus acciones. Con el final oficial
cia en la esfera local y en la nacional. vistos retrospectivamente, los r l<' la rninoría real desapareció toda preterlsión de legitimidad, y el
sucesos de 1642-1643 resultaron ser un momento decisivo en las for- ;rt:r(¡re se hundió en la derrota. Correspondió después a la monarquía
tunas de aquéllos. olivares no sólo había caído, sino que había que- r lt' l,tris XfV construir un nuevo equilibrio de fuerzas sobre la base de
dado desacreditado, y la revolución desde arriba que había procura- r ¡ r r sistema de orden que superara y aboliera la distinción entre siste-
do aplicar quedó desacreditada con é1. cierto que varios aspectos del rrurs de gobierno ordinarios y extraordinariosar.
régimen de olivares sobrevivieron o regresaron, como lasjuntas. pero Pudo haber sido, pues, lo muy completo del fracaso de Olivares lo
la atmósfera política era profundamente distinta en la época postoli- r¡rrc irnpidió un levantamiento violento en la Castilla de la década
varista. El impulso reformista habíadesaparecido del gobierno, y el rlt' 1640. Había tan extendida unanimidad acerca de cuán poco de-
poder era compartido por grupos aristocráticos rivales y unajerarquía scuble era repetir las experiencias de los años de Olivares que no
de letrados que gobernaba mediante un conglomerado de consejos rr¡r:rrecieron divisiones en el seno de la nación política para provocar
tradicionales. El carácter global de este sistema de poder compartido rrn conflicto violento. En lugar de ello, se reunió alrededor de la co-
era tal que satisfacía los intereses de los poderosos. En esencia, 1643 rrrrra el calor del statu quorestaurado. A este respecto, España se dife-
les había dado lo que querían, y las fuerzas de ra contrarrevolución r cnciaba de Inglaterra, donde las innovaciones introducidas en reli-
habían ganado. ri'i(')n y política por el gobierno de Carlos I estaban asociadas tan de
No había necesidad, por lo tanto, de que la élite castelrana ranzara ('(:rca con el propio rey que se cuestionó el papel de la corona. Fueron
más desafíos contra el gobierno en los años inmediatamente posre- lr ¡s clesacuerdos resultantes acerca de los debidos alcance y límites del
riores a olivares. Había otros modos para, con menor grado de con-
¡rocler real lo que finalmente llevó a la nación política al enfrenta-
frontación, asegurarse lo que quería, y en tiempo de inquietudes so- nriento y aryudó a precipitar una guerra ciüI.
Sin embargo, e irónicamente, Castilla pudo a la larga haber salido
¡rcrdiendo, más que ganando, de la pasividad con que respondió a los
39 Para la distinción entre gobierno
ordinario y extraol-dinario, r,í'ase Robert Des- retos de la década de 1640. En Francia, a resultas del colapso de la
cimon y christianJouhaud, "La Fronde .r, -ouu.Á.nt: le clévclo¡r¡;<'rnt:nt de la crise
politiqrre entre 1648 er 1652", XWIesiicl¿,14b (1984), pp. 30432i, ts¡r. i30tt.
40 Elliott, The Count-Duke, ¡r.
pp. 4l0, bl+bl6 lEl conde-duquc pp. 4r)il, i0+SOSl. +l Descimon yJotthaud, ..La Fronde ell motlvement,,, p. 320.

130 131
l'torrrl;t. l:r irtir i:rtir':r ¡tolrlir':r ¡l:rso:r lit ( (,tollir v l,uis \lVsr.r.ltr onll() (lnl'l'l'tfl,(l V
('ll lx)si('i()lt <lt't'orrr¡llclrtt'lo (llr('(lu('r'rir <lt'ltr r<'r'olrrr iorr ¡rolrliclr t'
adtnitristrativlt illit:iar[¿t p<lr l{i<'lrt'li('ll. [,]r) Inql¡rlcl'l'lr. ('()nr() ('()lts('('ll('n- tluR()PA DI,sPUES Du l¡ P¡z t)H WF]S'T.I.ALIA
cia de la ejecución de Clark¡s I, la iniciativ:r pas(i a lu n¿rcirin 1;olírica,
que desde 1660 estaba en gr¿ur lneclida rerrnirlzr nueviltrrcnte ¿rlrede-
dor de una monal-quía restaurada pero lirnitada. Las mismas limita-
ciones de esta monarquía restaurada ayudaron a crear un clima en
qlle el poder ejecutivo pudo ser expandido y utilizado durante la se-
g;unda mitad del siglo xul para algo que era ampliamente percibido
como el interés nacional. En España, por el contrario, el poder mo-
nárquico siguió sin restricciones institucionales, pero la iniciativa
política pasó a las fuerzas de dentro de la sociedad que habían derro-
tado a Olivares. Corona y poderosos, por consiguiente, coexistieron L .,,, l',,, cle Westfalia ha quedado grabada en la memoria colectiva cle
sobre la base de una dependencia mutua que excluía cambios inno- r¡ra corno la que puso fin a un conflicto europeo más devastador
I',r r rr
vadores. Como fuerzapotencialmante capaz de provocar cambios, la t r rc cr ralqtrier otro antes clel siglo xx. Voltaire, en El siglo de Luis Xlll,
¡

corona quedó inmovilizada por el peso muerto de los poderosos. t k'scribe


"la célebre paz de Westfalia" como un tratado "que sir-r.ió de
Ellos, a su vez, dependían hasta tal punto de la coronaparacargos, lxrs<' ir todos los tratados del porvenir". En otras palabras, esta paz
favores y concesiones que les protegieran cle los tiempos económica- scrlirlt'r el inicio de un rluevo orden internacional en el cual el sistema
mente difíciles, que no tuvieron ni el deseo ni la capacidad de em- ('urr)peo de estados iba a ser regulado en lo sucesivo según una serie
prender nuevos caminosa2. El resultado fire medio siglo de estanca- r l<' :rt:uerdos políticos forjaclos a mediados del siglo xt,tt y aceptados

miento e inercia, que contrastaba fuertetnente con el dinamismo de ¡ror las principales potencias europeas. Entre estos acllerdos figura-
la Francia y la Inglaterra contemporáneas. El precio de la revolución lr:rn la aceptación internacional de la soberanía de la Repúrblica Ho-
bien pudo ser alto, pero quizá el precio de la no revolución lo ftre l:rnrlesay de la Confederación Suiza¡ algo de la máxima importancia,
incluso más. cl <'stablecimiento de una constitución para el Sacro hnpericl Roma-
r rr r. Iin efecto, el acuerdo de paz apaltó el espectro de una monarquía

rrniversal Habsburgo que había atemorizado a Europa durante largo


ticrnpo, v confirmó el carácter del hnperio como una confederación
l:rx:r de unidades inclependientes, que prncurarían resolver sus dife-
r <'rrcias mediante una serie de elaborados procedimientos constitu-

l! r ionales sin recurrir a la guerrar.


Par':r la tntrttta dependencia eutl-e colol¿l l noblezzr, según iba desarl-<'¡lltinclose
va en lir primera mitad clel sislo xtrt, r'éanse (lharles.faeo, "Tlrc Influencé of Debt on
the Relations betvveen (lr<xvn and Aristocracv in Seventeenth-Centurv Castile", Ztr¡
nomit Hi.story Rntian,26 (1973), pp. 218-236; I. I. A. Thc-rmpsott, W:r¿r ond. ()otternnrcnt in i
\trltaire, L¿ sticle d.e Loui,s XII', ecl René Gros, 2 vols., París, (iarnier, 1947 [El sigl.o
HabslturgSpa,in, 1560-1620, Londles, Athlone Press, 1976 lGuenny ilerurlentiu,. Oobier- rh' Lrtis,YI\/, tracl. Nélida Orfila Reynal, México, Fondr¡ cle Culttrr¿r Econórnica, 19541 ,
ttoy udninislrntión n h lispañt dc los Austria.s, 1560-1620, tracl.-loldi Beltr-rin, B¿rrcclo- l. (i6, en c;rp. 6 ("Cette célébre paix de Vestphalie [...] devent¡ pottr I'aveuir la base
¡r.
rra, Crítica. l9B I ] , cap. 5; Ignacio Atienza Hernánd ez, ,¿bistorrad¡t, pod,er,¡ riqueza an ln r lt' tous les traités"). En los tiltimos años se ha debatido mtrcho, especialmente entre
lispañu nod¿rna. Ln rasa de OstLna., sig/os.xtr.v.v, Madrid, Siglo XXI, 1987, pp. 53-54. La los cstrtdios<¡s del clerecho y krs historiadores cle las relacit¡les internaci<-¡nales, acel-c¿r
coutitrua deper-rclcrrcia de la nobleza lespecto de la colona srrgicle la clebilidacl del rlc lu Paz de Westfalia en tant() que hito que malca la apariciírn cle un nuevo ol-den
término "r'cfeuclalización" según es comtinmeute aplicaclo a lzr Espari:r clel siglo xul. ir¡tt'r nacional, en cl cual los estados erirn ace ptack)s como s<ll¡eranc¡s v las relacir¡nes
Véase A. Domínguez Ortiz, "Algunas consideraciones sobre la refeuclalización clel . rrtlt'ellos llegaban a ser rcgrrladas por el nacientc derecbo internacional. En reali-
siglo xrll", er Nlaría del Carrnen lslesias, Carlos Moya v Luis Rodrígtrez Zriñiga (eds.), r l:r<1. lVestfalia puede ser vista como rur pas() más elr la codificación de un pl-oceso, er-r

Homenaie tJosá Antonio lIarultnll,S vols., Madrirl, Centro de Irrvestigaciones Sociológi- los czrrnpos tanto rle la soberanía estatal como clcl desarrollo de nr¡rmas para la regtr-
cas. 1985, I, pp.499-507. llrciolr de las relaciones estatales, qrre venía evolucionando desde hacía largos siglos v

r32 1ti3
l'lsllr visirir r < l<' los clt'r los r lc Wcsl l:rli:r. g('r r('r ¡rlr r rcr r lc f :rvor lrl¡lr', lr rr' lr:rlrt:urrlislrrrl:rrlo¡ror lonr('noslr:rsl:rcl Irlcr'ncrorlc llill.lcrll¡t
cucsti()tl¿l(lit ¡rot' ¡rt'ittt('r'll \'('z ¡rot' lit it'rlt'i< lr l{iills t'n l,u l5, ¡lcro solo r¡rrc lrrt'f irurlrnt'nlt'('on\'('ni(ll llirs ('n( onlrrl:¡s n('l.i(,( i:rr ir¡rtt's.
iba a ser puesta seriarnentc t:rr r:nlr'<:rli<:lr<¡ rlrrr':rrrlc r.l ¡lt'r'i<l<k) ('()ln- No t's rlr'('xlr'añlr'(llr(', l)()('() ir lxx'o, los ¡ltrrlcsl:url('s in('luy(:r'itl) cl
prendido entre finales del siglo xrx y 19411, ilñ()s cn los rlrrc nirci()t)¿r- ,uri\'('r'siu'i() <lt'l:r ¡raz ('n su lislir rlc cr¡llnlt:nr()r'ir('i()ncs anLlales3. En
listas alemanes arguyeron que el tratado de paz había irnpeclido esta- sr'¡rt it'rrrbrt: <lc I 74tl la ciuclad cle Halnburgo, jLrntamente con otros
blecer una unidad alemana y hat:ía condenado a Alemania a dos cstlr<lr¡s y t:itrcl:rdes, decidió conmemorar el primer centenario de
siglos de impotencia, en beneficio de Francia2. Pero la creación de la Wt'stlirlia. Se celebraron servicios religiosos especiales en todas las
República Federal Alemana tras la Segunda Guerra Mundial repre- iglt'siirs, se interpretó un oratorio de Georg Philipp Telemann en
sentó una reversión a los principios de 1648,y esto, a su vez, contribu- l:r iult:si¿l de San Pedro y se compuso una oración adecuadamente co-
yó a revitalizarla reputación delaPaz de Westfalia. Hoy en día suele ¡rrctli<l¿r, la cual pedía a Dios que se apiadara no sólo de los protestantes
ser vista en gran medida como lo era en época de Voltaire y de Rous- sin<r también de todos los cristianos y celebrabalaPaz de Westfalia
seau, es decir, como un hito que marcó los inicios de una ordenación ( )rn() el fin del conflicto religioso y el inicio delapazyla prosperidad
(

nueva y más racional del sistema europeo de estados. r lt' Ilarnburgoa.


En el corazón de esta reordenación se hallaba, por supuesto, el Así pues, en los mundos de la política y de la religión los acuerdos
reconocimiento de ciertas realidades tanto religiosas como políticas. rk' Westfalia eran vistos, al cabo de un siglo de ser firmados, como un
Con variantes grados de reticencia, la diversidad confesional de Ale- l)unto de inflexión para Alemania y Europa. A ojos del siglo xvIII, el
mania y de la cristiandad fue aceptada en Westfalia como un hecho ¡rrrrblema del Imperio se había solucionado. El imperio de la ley, así
de la vida. Inocencio X, a quien Yelázqluez iba a pintar en toda su in- ('()nlo un sistema cuidadosamente negociado de contrapesos y equi-
quieta obstinación al año siguiente del congreso de paz, se vio redu- lilrrios, había reemplazado la anarquíayviolencia de una época bár-
cido a protestas impotentes contra un acuerdo que el emperador y lxrra, al tiempo que las garantías de libertad para minorías religiosas
las principales potencias elrropeas habían negociado sin recurrir a la v rrrr grado de tolerancia habían puesto punto ftnal a los agrios con-
mediación papal y que iba a disminuir la influencia vaticana en las f lictos sectarios del pasado. La Europa de las Luces volvía su mirada
tierras de Centroeuropa. Los acuerdos de paz contra los cuales Ino- lrircia estos logros con satisfacción, como signos claros del progreso
cencio tronó en vano reafirmaron la libertad religiosa concedida a <lc la civilización europea a lo largo de un siglo. Generaciones futuras,
los luteranos en 1555, al tiempo que extendieron el beneficio de esos l)ol- su parte, han venido a ratificar el veredicto.
mismos derechos a los calvinistas y a las minorías religiosas que los Pero ¿hasta qué punto, podemos preguntar, respondía este vere-
rlicto a las realidades históricas? El propio Imperio fue disuelto en
l1106 y el siglo xx iba a ver guerras mucho más devastadoras que las
todavía estaba lejos de haberse completado en 1648. Para una refutación concisa del r¡ue asolaron el continente entre las décadas de 1620 y 1640. Además,
supuesto "cambio de paradigma" de 1648, véase Stéphane Beaulac, "The Westpha- ('stas guerras, al igual que la de los TieintaAños, se originaron en esas
lian Legal Orthodoxy Myth or Reality?", Journal of the History of Intnnational Lau,2
(2000), pp.ta8-777. - rrrismas partes de Europa cuyos problemas quisieron resolver los ne-
2 Martin Heckel, Deatschland,'im. konfessionelkn -¿eitatter; Gotinga, Vandenhoeck & gociadores en Münstery Osnabrück. Es cierto, naturalmente, que de
Rrrprecht, 1983, pp. 208-209; Geoffrey Parker (ed.), The Thirt^t Years'War,2 edn., rringún acuerdo de paz, por muy inteligentemente que haya sido
Londres y NnevaYork, Routledge, 1997, pp. 192-193 lLa guura d.e los treinta años, trad.
Daniel Romero Alvarez, Madrid, Visoa 20041. Para Rühs y los planes trazados duran-
<'oncebido, puede esperarse que vaya a durar para siempre. Pero,
te el Tercer Reich para cambiar tres siglos de historia europea en la proyectada con- incluso si tomamos una visión más limitada y no salimos de las cele-
memoración del tercer centenario de la paz en 1948, véase el catálogo de la exposi-
ción, no 1253 a 1256,y el ensayo de Heinz Duchhardt, "The Peace of Westfalia as li¿z
d¿Mémoire\nGermanyandFrance",enKlausBussmannyHeinzSchilling,eds., 1648:
:i Etienne Franpis,
War and Peace in Europe, S vols., Miinster,/Osnabrück, Westfálisches Landesmuseum "De I'uniformité á la tolerance: confession et société urbaine
für Kunst und Krrlturgeschichte Mfinster, 1998, I: Politits, Religion, Law nnd Sociefi, pp. t'rr Allemagne, 1650-1800", Annales,3T (1982), pp. 783-800, esp. p. 789.
+
47-47 ["La Paz de Westfalia como liat de mémoire en Alemania y Europa", trad. O. Ca- Joachim Whaley, Rzligious Tbbtation and, Social Change in Hamburg, 1529-1819,
ballero y P. Molas, Pedralhes. R¿.uista d'História Moderna, 19 (1999), pp. la7-1551. ( iambridge, Cambridge University Press, 1985, p. 194.

l:i-t 135
lrl'lt<'iol¡t's<lt'srr¡rtirtl<'tr't'rtlt'tutt'io,r'stlilí<il rrr¡r'rrt'sliorlrr':rlqrrrursrlr. rlc l:r ¡l:rz ltrc crrrlrrrt'( ('r ('n rrrr¡r lros:ril)('( los l:ts rltt'tst,rttcs tcltgios;ts,
l¿rs ¿rsttllciollt:s llt¿is liit:ilcs:t('('r'('¿l <k' los lrt'nitrllos cli't'los <k.l a<'rrt.rrlo nr;rs (llr('su:lvizllll:rsr'. l',1 lcsrrll;r<lo rlr'\\i'stl¡rli:r lttt's:tltt iot¡;tt l:t lt't't i-
de Westfalia. tor i:rliz¿rcirirl rk't'n'<los, si llit'u los:rt'rrt'rrk¡s lrs('ulll'iur)rt lit str¡rt'n'ivc:tr-
En primer lugar, el acuerdo no af'ectó a la guerra entre [,spaña y r i:r r lt' rrrrir Sajonia pr'()tcst¿lnl(' ('rrirn(l() srr cils¿l qobernante se con\¡irtió
Francia, que continuaría hasta 1659 (una segunda guerra de tr.einta ;rl < ltr¡licisnr() a lin¿rles clel siglo xVII. Experitnentos ecuménicos, como
años), y tampoco puso fin a las hostilidades entre las potencias bálti- l, ¡s rk'l lllct't<ll P¿rlatino Carlos Luis, se saldarían con Lln fracaso estre-
cas. Aunque el espectro de la monarquía universal Habsburgo pudo ritoso, l)r:l'o eil unos pocos estados y ciudades, esPecialmente en la
¡
haber sido conjurado, pronto iba a ser sustituido por el de una Euro- ,\l<'ruirni¿r lnericlional, se alcanzó la coexistencia religiosa sobre la base
pa dominada por la Francia del ambicioso Luis XIV. Entre 1600 y 1650 r k' rura auténtica paridad, en función de la cual protestantes y católi-

sólo hubo un año del calendario sin ninguna glrerra entre estados ( ()s ('()lnpartían en pie de igualdad los cargos. Pero una tolerancia
europeos: 1610. En la segunda mitad del siglo, hubo seis ( 1669-1671 r t'liuir¡sa real apenas apareció en tierras alemanas antes de firtales del

y 1680-1682), pero la civilización europea ftre y siguió siendo una ci- sisl<r xVIIt. vla exclusión religiosa siguió caracterizando lavida confe-
ülización militar, cuyo estado natural eralaguerrai'. El tamaño de los sion¿rl cle la mayoría de las ciudades del Imperio. Parecidamente, los
ejércitos era apreciablemente mayor en la segunda mitad del siglo irrrlíos siguieron siendo objeto de duras discriminaciones, como siem-
que en la primera, prolif'eraron las guerras en una escalada hasta la ¡rr'<'lo habían sido.
guerra global europea de Sucesión española entre 7707 y I 71 3 y es Oon todo, aunque el panoram:r religioso e internacional seguía
qrñzásintomático del carácter belicoso cle la ciülización europea que si<'ndo sombrío después de 1648, esto no significa que no se proclu-
un buen número de príncipes de finales del siglo xvrr gustara de ves- jclirn importantes cambios en la estela de los acuerdos de Westfalia.
tir uniforme military se hiciera retratar de esa guisa6. La guerra siguió I Ino de los más notables fue la aparición de un nuevo sentido colec-
siendo expuesta de las dos maneras (alegórica y documental) en que I ivo de la propia Europa. El despliegue de periódicos y gacetas duran-

lo había sido durante la primera parte del siglo. It' el transcurso de la guerra había ayudado a desarrollar una visión
Si Westfalia no logró traer una paz duradera a Europa, también l)rrrrenropea de los acontecimientos coetáneos. La Nieuue Tijdinghen
tuvo menos éxito de lo que a veces se dice en cllrar las pasiones reli- rlt'Abraham Verhoeven, las diversas gacetas holandesas e italianas y
giosas de la época. La revocación del Edicto de Nantes por Luis XIV lit ()azettefrancesa de Théophraste Renaudot dependían, todas ellas,
en 1685 es prueba de que laépocade la persecución religiosa estaba <[t: una red de contactos e informadores esparcida a lo ancho del
aún lejos de su final, si bien la inclusión de Alsacia en los acuerdos de <'ontinente, y sus esfuerzos combinados pusieron los cimientos de un
Westfalia significó que por lo menos los protestantes alsacianos se ¡rúrblico europeo informado y de una opinión pública también euro-
vieron a salvo del destino de sus hermanos francesesT. Pero se haar- ¡rea e informada. Esta era la opinión pública a la que Richelieu ape-
gumentado persuasivamente que incluso en el Imperio el resultado l¿rba en su poco logrado drama alegórico, titulado significativamente
Iiuro|e, en el cual Francion llega al rescate de una Europa a punto de
ser raptada por Ibéree. Esta nueva Europa de estados soberanos no
5 George N. Clark, The Se,aenteenth Cmtury,2" edu., Oxford, 1950, p. 98. S<¡bre ircabó de un plumazo con la vieja cristiandad, la cual iba aúrn a cono-
Europa como una "civilización militar", véase su War and Society in the Seuenteenth Cen- ('er momentos de recuperación, especialmente en tiempos de ame-
f¿r), Carnbridge, Cambridge University Press, 1958, p. 10.
6 Michael Roberts, Essaw in Stuedish History, Londres, Weidenfeld & Nicolson, n¿rza exteriol como sucedió durante el sitio turco de Viena en 1683.
1967, cap. l0 (..The militarv revolution"); Geoffrey Parker, T-he Military R¿uohttion: l)e hecho, la ausencia de una tzlanttenazadurante las décadas de 1620
.Llililar"¡ Innouation and, tl¿e Rüe of theWest, 1500-1800, Cambridge, Cambridge Univer- v 1630, cuando los turcos estaban ocupados en su frontera con Persia,
sity Press, 1988 [t¿ reuohttión, militar. Innoaarión militar y apogeo de Occid¿nte (1500-
1800), Madrid., Alianza,2002l , pp. 43-44. Sobre los monarcas en uniforme, véase Ro-
berts, -l*sa1s in Stuedish Histor\, p.206.
7 Warren Candler Scoville, Tlu Pe¡seru,tion of Huguenots and French Economic Danel- E \¡éase Franqois,
"De I'uniformité á la tolérance".
opment, 1680-1720, BerkelevyLosAn¡¡eles (California), Universigvof CaliforniaPress \tEurope. Cotnéd,ie hfuoique, París, 1643. Véase también t,éopold Lacour, Richclieu
1960, p.5, n. ll. drnmaturge et ses colk¿borateurs, París, Librairie Ollendorff, 1925, palte 3, cap. 4.

136 t37
irtgotrtt¡r:t¡lcl irrr¡lrlrllurl('r'nronlornuucl rlrt:rrl('r\'{ursorlcllrtlttt'- ¡¡(.\,()s r ir osr¡rrr.lr¿rllllrrr g:trr:rrlo stts rlittctos ctt l:t gtl('l l;l: l¡tt;tttt tt'los,
rrir civil ('u11)l)('ir <lru'lrr¡lc cs¿rs rrrisnl¡rs rlti< lr<llrs \,, (l('('sl('rr¡otlo, r'n r.rnl)r (.s¿u ir¡s lrrililrrrr.s, r orrr¡rrrrl:trrlcs rlt'l t'it'r'r ilo v trrirtisll os v olit'iltlt's
fbrtalecer la visirill sc('ular rk' rulir l')rrrrr¡n rlt' r'strr<krs sr¡lrt:r'irn<¡s. I'cl'o ( ( )¡ :r('( (.s( ) ¡rr ivilcuiirr lo irl ¡llrl r'(,l l1tzu() t't'rtl. M ttt'llos tlt: t'stos lx:t's()ll¿r-
t-i<¡ttezzr para Promover Lln
si la idea de Europa coexistía con la cle la cristi¿rncl¿rrl, c()rn() sucedía l(.s, :l su vt'2, rrlilizirr'()n l):lt'l(' <lt' stt llttcva
en la mente de Richelieu, era Europa la que estaba irnponiéndose a r.stik I r k' r,i<l:t r¡rtc ttlv() ('()l ls(:t'ttt'tlt'i¿ts significativas para las artes. Fi-
finales del siglo xvIIro. r¡;rrrr.it'r.os (.orll() Bzrrthélcnty Hcrwarth, por ejemplo, contribuyeron
Hay razones poderosas para argüir que la Europa que nació de las r k. rruutr:rar itnportante al desarrollo trrbanístico del París de
mediados
décadas centrales del siglo xvII era una Europa transformada, pero rlr. sigl1¡rr. Comandantes rnilitares como el marqués de Leganés en
debemos tener una visión más amplia que la de los puros tratados de l,.s¡xrñ:r y cl mariscal de Créquy en Francia reunieron impresionantes
paz si queremos entender lo que estaba sucediendo. Es de suponer r , rlt'r'r'i<ltes de pinturast2.
que la transfolmación no se derivó tanto de los acuerdos de paz como 'l'trlcs manifestaciones de riqueza no hicieron sino agravar las ten-
del carácter e intensidad del conflicto que los hizo necesarios. siorrr:s sociales ya existentes. Las poblaciones urbanas, exprimidas
Durante dos o más décadas, grandes partes de la Europa continen- ¡ror. los recaudadores de impuestos,
encontraron blancos adecua-
tal habían sido sometidas a tensiones muy intensas impuestas por un r l(ls
¡rirra su odio en aquellos que sacaban
provecho de Ia guerra y en
guerrear más o menos continuo. Incluso las poblaciones que no esta- l()s oficiales reales enriquecidos. Miembros de la vieja nobleza y de
ban directamente afectadas por los tránsitos militares ni por la des- l:r <'lase dirigente tradicional se resentían de verse orillados por mi-
trucción física provocada por el conflicto habían sentido el impacto Ir ist r'os de clase social baja aupados hacía poco. Todos estos resen-
de la guerra en sus casas, cuando los recaudadores de impuestos lla- tinlit:ntos políticos y sociales culminaron en los levantamientos re-
maban a sus puertas y los sargentos reclutadores se llevaban a padres vr ¡lrrcionarios que sacudieron la Europa continental a lo largo de la
e hljos. Al mismo tiempo, estas mismas exigencias de la guerra habían rlricitda de 1640.
puesto a prueba hasta el límite las capacidades administrativas y polí- [,zrs causas de estos levantamientos han sido objeto de un prolon-
ticas del estado de inicios del siglo xvII. Los gobiernos luchaban en s:rrkr debate histórico, pero no pueden ser comprendidas sin tomar
todas partes por movilizar los recursos requeridos para la financiación cn consideración las tensiones impuestas sobre la sociedad y sobre la
de ejércitos y flotas. De cara a una gestión más eftcaz de la guerra, esto ('str-uctura del estado por un periodo de guerra intensa y prolon-
exigió frecuentemente la concentración de poderes en manos de s¡rl¿rr:t. Las revueltas y disturbios continentales de la década de 1640
f rrt,ron en gran parte una respuesta a las presiones generadas por
unos pocos personajes elegidos, en particular ministros-privados el
como Richelieu y Olivares, quienes, a su vez, confiaban en la lealtad r intervencionismo del estado moderno, en Sus esfuerzos
<'<.l.ecido
las exigencias de la
de un pequeño grupo de funcionarios para asegurar que las exigen- ¡ror hacer frente a los desafíos Presentados por
cias de la corona fuesen obedecidas. Los esfuerzos de estos gobernan- grr(:rra. En este sentido, pueden servistos como movimientos contra-
tes comportaron la infracción, a gran escala, de derechos y privilegios I ¡t:volucionarios frente a las actividades innovadoras del estado, si
corporativos, al exigir ayuda económica y militar a instituciones, gru- lrit:n la contrarrevolución quería restaurar una armonía política y
pos sociales, regiones y provincias que hasta entonces habían disfru-
tado de un número relativo de exenciones ante las exigencias del I
I
Depping, *Barthélemy Herwarth. un banquier protestan-t-en France au dix-
G.
estado. st'¡rtiéme s1¿cie",-Rnue Historique,l0 (1879), pp. 285-338, y l1 (1880)' pp' 63-80; Pie-
Las tensiones sociales y políticas creadas por estas incrementadas ,,.' Frun.u.t.l, oVs¡t.¡11.t et i'architectttre urbaine a' XVIIe siécle", Annal¿s' I0
( l1)!-r5), pp.465a79.
exigencias del estado se mezclaron con la irrupción de un grupo de tt l¡i.y Crawford Volk, "New Light on a Seventeenth-Century Collector: the
l\{arquis olleganéso, The Art Bulletin,62 (1980), pp. 256-268;Jean-Claude Boyer e
lsirlrelle Volf, ,.Rome á Paris: les tableaux du maréchal de Créquy (1638)"' Rnue d'e
r0 Para la aparición de la idea de Europa, véase Denys Huy, Europe: The e'mergence t',rrt, 79 ( 1988), pp. 22-41.
of a,n id,ea, Edimburso, Edinbtrrgh University Press, 1957, que, no obstante, no dice
l:| Sobre el d-.^bate histórico en torno a los trastornos de mediados de siglo, véase
gran cosa sobre el siglo xvII. rrriis arriba, cap. 3.

138 139
s()( ¡lrl itrr:rtirlrrl:r. trt:is r¡rrt'l:r r¡rrc rr':rlrrrctrlc lr:rlrr;r cxislirlr), \'it (llt(' Irrlrlt.s rlr.siglo sc ltcrrr'lici:rrolr rlcl rlcsco tlc l:ts r lltst's,t( r)rrx¡rlltrl¡ts
rliltrilntt'ttlcsr'¡rrr<'rk'<lt'r'irr¡rrt'l¡rssot'icrllr<lt'srlt'llrl'irrrrr¡r:rrrrr¡rlt'¡'nrr rlcr¡rrcs('r'('slalu':lt':l('l ()r'(l('nt'r'l lrttt'rtgolriclrto. l't'totltrttllititlltt-
vit'ict'iul llnlr silllil('i(irr <k'r'<¡rrililrrio irnl<'s cIc la (hrclra <lc los'Ii'cinta r ir.r orr r¡rrt. lrit< r'r'('()n('('si()n('s 1r ('sirs Inislnlls t'l:tst's l)irrrl :ll('illtz:ll' tlll
Ail<lsrr. Peto t:stas alteraciortes, si bicn obligaron al estado interven- ,rr r ¡r u o< lo (l u(' r('sultas(: rll tttu¿tt)lcll tt: sitl isf itct()t'i().
cionista a ponerse temporalmente a la defensiva, también liberaron I lrr:r <lt'l:rs nl:is significativas (le esils ctoncesiones fue el abandono
fuerzas políticas v sociales qlre asustaron a las clases propietarias ¡ al ¡ror rrrrr<'lros gobernantes de la práctica del ministro-privado, tan ca-
cabo de cierto tiernpo, fuese en Cataluña, Nápoles o en la Francia de r:rclt'r'ísti<'ir cle inicios del siglo xul. Un rasgo llamativo de la Europa
la Fronda, las empujaron de nuevo a su lealtad tradicional para con r lc lrr ( lrrcrra de los Treinta Años había sido el dominio de ministros

la corona, la cual parecía ofrecer la mejor garantía de estabilidad y r rr'


¡r ¡lllccían todopoderosos, cllyo poder se basaba en ganary retener
orden. cl lrrror rlcl príncipe, un dominio vívidamente sugerido por la impo-
Como por reacción, pues, a las condiciones de anarquía o semi- n('n[(' I)r'esencia del condeduque de Olivaresjusto detrás de Felipe IV
anarquía que porun momento amenazaron con anegargrandes áreas c r r t'l grirn ctradro deJuan Bautista Maíno, La recuperación de Bahía d¿

de la Europa de mediados del siglo xrrr, el clima psicológico del pe- lixltx lo.s Santos,para el Salón de Reinos en el nuevo palacio del Buen
riodo posterior a Westfalia se caracterizó por un ansia de nueva esta- l{t'tirrr en Madrid (fig. 3)tt.Los movimientos revolucionarios de la dé-
bilidaclts. Aunque un creciente hastío ante tanta guerra pudojugar r :r<llr rle 1640 habían sido, por lo menos en parte, una reacción contra
su papel en animar a los artistas Rubens o un Callot- a subray'ar cstc rlominio. Cuando Olivares caÉ del poder en 1643, Felipe fV anun-
-un
los horrores de la guerra y, en contraste, las bendiciones de la pazt6, r iri <¡ue en el futuro iba a gobernar por sí mismors. Aunque nunca con-
no parece que tuviera mucha repercusión en la conducta real de los sisr riri hacerlo, don Luis de Haro, que negoció la Paz de los Pirineos con
estados de finales de siglo, los cuales mostraron estar tan dispuestos cl cirrclenal Mazarino, no llegó aalcanzar tanto poder como su tío, el
como sus predecesores a inicios del mismo a tornar las armas en la . ,rrrrle-duque. En 1661, a la mtterte de Mazarino, eljoven Luis XIVsor-

¡rr t'rrclió al mundo alrechazar poner en su lugar-, como se


persecución de ambiciones territoriales y dinásticas. Pero sí pudo esperaba, a
haber a¡rdado a la aparición de uno de los hechos políticos firnda- N i<'r ¡las Fouquet y anunciar que también él procuraría en el futuro gcr"'
mentales de la Europa de finales del siglo xtu: la tendencia creciente lrt'r'niu- por sí mismore. Cuatro años después, a la muerte del príncipe
del estado a hacerse con el rnonopolio de la fuerza. l'<'r'clinand Portia, el ernperador Leopoldo I hizo un alruncio parecido.
Le roi. seul a droit de glaiae ( "Sólo el rey tiene derecho de espada" ) . I ;r tlpoca del ministro-prilado estaba oficialmente clausurada2o.
Éste iba a convertirse en un tema central de la segunda mitad del siglo,
conforme los monarcas intentaban domeñar aquellos elementos en
sus estados que poseían el potencial de desencadenar las fuerzas de la r7 P:rra los valiclos del siglo xvll, r'éanseJ. H. Elliott v [,. \4¡. B. Brockliss (eds.). 7]¿
anarquía, y al mismo tiempo obtener un control personal más estrecho llln ll
ol th,e Faao¿ril¿., New Haven (Connecticut) y Londres, Yale University Press, I 99!)
I l,.l tttund.o dc los u¿¿lidos, trard.Jesús Alborés y Eva Rodr-ísuez Halffter, Madr-icl, Tattt'tts,
sobre sus ejércitos, esas grandes maquinarias militares que, como
l1)1)f )1, vJ. H. Ellir¡tt, Rirheli¿u r¿nd. Oliuues, Cambridge, Cambridge Uuiversitv Prcss,
mlrestra la carrera de Albrecht von \A/allenstein, se habían hecho de- l\.1,\I IRit:heliett y Oliaares, trad. Rafael Sánchez Mantero, Barcelotra, Cr'ítica, 1984].
masiado formidables para.ser dejadas en manos de condotieros. En Vtl¡nsc también más arriba pp. 109-lI I v I l5-l 17.
sus intentos por afirmar su monopolio de lafierza,los príncipes de '* J. H. Elliott, T-he Count-Duke oJ'Oliuares: I'he Statesman in an Age ol Decline, New
I l:rvcrn (Connecticut) y Londres, Yale Univcrsitv Prcss, 1986, p.651 [El rutnde4uque dt
( )lit'lres. El polítito en una ipoca d.e d.ectd.en.cir¿, trad. Teófilo de Lozoya, Barcelona, Críti-

t :r 1990, p. 6291 .
l{ Véase Helmut G. Koenigsberger, "The Crisis of the Seventeenth Centurv:
Itr Para el caso.Fouquet. véase lVlarc Fumaroli, Le Poit¿ et le Roi. Jenn d.e k¿ lbntaine
A Farewell?", en stt Politiciu.ns nnd. \'irtuosj.'Essa1.s in Earh hlod,ern Hi.stor,¡, Londres, Editions de Fallois, 1997, cap. 4.
,'tr .sott.siicle, París,
e0 Para el desarrollo de los acontecimientos en el irnperi<.r. véase.feau Bérenger,
Hambledcn Press, 1986, p. 165.
15 Sobre el tema de la estabilidad en Europa a finales del siglo xr,rl, véase Theod<> . I'he Demise of the Minister-Favoru-ite, or a Political Model at Dtrsk: the Austrian

"La supresión del rninis-


re K. Rabb, I'hc Struggl.e for Stabilit\ in L)nrly Mod.ern Eu,rope, Oxford v Nuer-a York, ( lase,, en Elliott y Brockliss (eds.) , T-he Woild of the Fuuourite [
Oxford Universitv Press, 1975. trr¡firvorito, o el crepúrsculo de un modelo político: el caso austriase", en El w¿undo de
16 Véase ibid.,pp.723-125.!tase más abajo, fig. 17. los ualidosl, cap. 16.

l.to l-ll
irlr';rl ¡lrccr¡lirrcrrlr'\'r rrlrrioror¡ rrrr lr:ru¡izrlcr it'ilirl;rrll:rslrrr lt.ts¡lot r'l
¡rorlcr t't'l irrt'uo rlt'inlt'r('s('s (lu('( lulr( l('r izrrllttt lrt t'itllr tlcttlto t'lrllis
:rllr rlt' lir t'<¡r'tr'. llstt't'r-ir t'l rnun<k¡ r'rr t'l <¡rrc cl (húr'ttht<k' llalt¿rsar Cira-
r ilin, ¡lrrlrli<'irrkr ¡xrt' ¡rritrtt'r'it \/('z cn I (il-r11, sc cotrvirtió ell un manual
r rr'<'t'sitrio, rrn lxltiquín dc superr,,ivencia para el cortesano en las artes

cscn<'i¿rllncllte cortesanas de la disimulación y el engaño22.


l)t:rrr l¿rs cortes, pese a que proporcionaban eüdentes oportunida-
rk's l los lnonarcas para imponerse sobre sus noblezas, deben ser
visl:rs más bien como espacios donde los intereses de la corona y las
rrrisl<¡cracias se entrecrtzaban en beneficio mutuozn. Incluso los lla-
nl¿rclos estados
"absolutistas" de finales del siglo x\¡II, empezando por
ll rnisma Francia de Luis XIV, dependían de una relación estrecha
ortre el reyy las élites dirigentes tradicionales, una relación que fue
rt'<rrdenaday revitalizada tras las conmociones políticas de los años
( ('ntrales del siglo. Coronay noblezas siguieron siendo mutuamen-
It' clependientes, pero el equilibrio entre ellas variaba inevitable-
nrcnte de un estado a otro, reflejando tradiciones nacionales y el
i'xito de cada uno de los monarcas en combinar sus funciones como
rrrlnrinistradores, dirigentes ceremoniales y dispensadores de patro-
nazgo. Entre los dirigentes de finales del siglo xvtl, Luis XfVmostró
Figura 3.Juan Bautista Maíno, La recuperación de Bahía de Todos los Sa.ntos.
st'r particularmente hábil en combinar estas tres funciones, del mismo
rnodo que había mostrado serlo también en utilizar a los artistas y a
Esto tuvo consecuencias importantes, no sólo para el mundo de la los hombres de letras para proyectar su imagen realza.
política, sino también para el del arte. Richelieu, Mazarino, el mismo La proyección del esplendor y gloria del Roi Soleil, o "rey sol", por
Fouquet, habían utilizado sus influencias y riquezaspara ejercer un tocla Europa era un reflejo del cambio en el equilibrio de poderes
mecenazgo cultural de gran prodigalidad. Su desaparición reforzó el
papel del monarca como patrón supremo de las artes y consolidó la
posición de la corte monárquica como centro ejemplar y árbitro del 22 Para la influencia de Gracián en la Europa de finales del siglo xvtI, véase
gusto. La parte final del siglo xvu iba a ser preeminentemente la época ( )tto Brunner, Ad,eliges Lantlleben und, europáischer (ki.st, Salzburgo, Otto Müller, 1949,
de la sociedad cortesana, una sociedad cortesana que Norbert Elias nos ¡r¡r. 130-133.
!3 Ronald G. Asch,
ha enseñado a ver como una poderosa fuerza del proceso civilizador2l. "Introduction: Court and Household from the Fifteenth to
tlrt. Seventeenth Centuries", en Ronald G. Asch y Adolf M. Birke (eds.), Princes, Pa-
Elias tomó como su modelo la corte de Luis XIVy presentó la corte t¡ ot¿age and the Nobility: The Court at the Beginning of the Modern Age, c. 1450-1650, Ox-

monárquica como un instrumento para la domesticación de la noble- lrrrcl, Oxford University Press, 1991;Jeroen Duindam, Myths of Pozun: NorbntElias and
tht h)ar\ Modern Court, vad. inglesa Lorri S. Granger y Gerard T. Moran, Amsterdam,
zaque contribuyó a la gradual reducción de laviolencia en la Europa ,\nrsterdam University Press, 1995, cap. 4.
posterior a Westfalia. La cultura y el ceremonial cortesanosjugaron, 2l Para Luis XIV y su relación con las clases dirigentes tradicionales, véase espe-
sin duda, su papel en refrenar las pasiones. Politessese convirtió en el r ialrnente William Beik, Absohtti.sm and, Society in Snmtemth-Centur\ France: State Power
tnrl, ProuincialAristocraq in Langued,oc, Cambridge, Cambridge University Press, 1985.
I'ar-a las evoluciones en otros estados europeos, véase la panorámica enJohn Miller
(<'<1.), Absolutisrn in Sermteenth-(,entur,¡ Europe, Londres, Macmillan, 1990. Para la pro-
2r Norbert Elias, Die hófische Gesellschoft, Darmstadt/ Neuwied, Suhrkamp, 1969 rtcción de Ia imagen de Luis XIV, véase Peter Burke, The Fabrication of Louis XIV,New
I La socied,ad, cortesana, trad. Guillermo Hiratv, México, Fondo de Cultura Económica, I laven y Londres, Yale University Press 1992 fLafabricación d¿ Luis X]V, trad. Manuel
le82l. S¿icnz de Heredia, Madrid, Nerea, 1995].

142 143
('ur rl)('( )s (lu(' Wt'sl irlirr lur jo cor rsig( ), l)('r'( ) l:r lrcgcrrron r:r ( ult ur:rl n( )
f lr:r(()((,nrl):lr:rlllcrrlcsllrrlolr:rnr('s,('sl;lrullrrrit(('rl('s:ur:t(onnurri('
iba:tc<lttt¡ltñittl¿t rlt'r¡t<¡<kr irulolllrilit'o ¡ror ll Irt'gt'rrrorrílr ¡lolíti< lr y, Irizo lrtttt nl¿is <'t tr< ilrl ('()nro ltr<'lot rutiliclrrlot rlt'lo r¡rrr'('l¡l ('u l¡r l,'r'¡rrr-
militar, y en este caso iba rezagada. [,ar irrr:rgcn rlcl sol llabía si<lo ¡-u'c- , ilr rlt' l,rris XlV. ( lont<¡ ('('nll(, tk'tul¿t Ilolllt'zit inlt'l'n:r<'i<¡tt¿tl, lit cot'tc
viamente aplicada al tío de Luis, el "Rey Planeta", Felipe IV de Es- r lr' \'icrrir, rn:is lrrir) r¡rrt' la clt: Versallcs, ligaba al príncipe y a la :rristo-
pañazs, y en el encuentro entre tío y sobrino en la isla de los F¿risanes , ¡;¡r'i:t ('rr ul)ll lt:l¿tcirin nllrtua que se basaba en la aceptación de una
en 1660 para ratificarlaPazde los Pirineos, la riqueza ceremonial de scr ir'<k' irlt:ales políticos, r-eligiosos y culturales. La nobleza, a suvez,
la corte española eclipsó a la de Luis26. Los franceses, además, no tr ilnrin)itía esos ideales a slrs tierras de origen. A través del arte y la
contaron con un Yelázquez que dispusiera la decoración de su pa- .r rr
¡rritr:r:tura, de la literatura y la rnúsica-especialmente la ópera-,
bellón en la isla. Tras 1665 la frágil figura de Carlos II no era rival, ni lrr < ortc cle Viena fbmentó la difusión por tierras de Europa central y
en lo simbólico ni en lo político, para el vigorosojoven Luis XlV, pero ¡ ¡r icntitl cle una civilización barroca compartida, haciendo de sí misma

el estilo de realeza de Luis debía mucho más al ceremonial español rr r r


¡rolo alternativo a la corte de Versalles2s.
de lo que él pudo estar dispuesto a admitir2T. l)t'sc a todos sus rasgos católicos, esta cultura barroca se derramó
Los lazos tradicionalmente estrechos entre Madrid yViena hicie- l)()r'('ntl'e las sociedades protestantes. Se ha sugerido, por ejemplo,
ron que las influencias españolas fueran asimismo intensas en la cor- r¡rrc los luteranos de Augsburgo, que eran mayoría a finales del si-
te de otro de los beneficiarios de los acuerdos de paz,los Habsburgo gl<l xvil, se apropiaron de algunos de los motivos y métodos de sus ri-
austriacos, que compartían la inclinación de sus primos españoles por r':rlt's católicos, precisamente para afirmar de modo más intenso su
un estilo de gobierno cuyas características principales eran la graaitas irlt'ntidad protestante. Sus iglesias adquirieron algo del exuberante
yla pietas. Dado que \Alestfalia les privó de toda nueva posibilidad de cs¡rlendor de las iglesias católicas coetáneas, al tiempo que sus f'estivi-
imponer suvoluntad sobre el Imperio, Fernando III y Leopoldo I se r Ilrrles conmemorativas revestían una vistosidad más asociada común-
dedicaron a consolidar su autoriclad en sus dominios patrimoniales nr('lrte con los días de fiesta católicos2e. Pero, en general, todavía dis-
y en elreino conquistado de Bohemia. Era una autoridad que descan- l)()nemos de poca información precisa sobre el grado en que las
saba en gran rnedida en la sanción divina, y su proyección se erlcon- :rf iliaciones religiosas influyeron en las sensibilidades estéticas, por
traba íntirnamente vinculada a la difusión de las doctrinas y valores t'jt'rnplo en el terreno de la compra o encargo de obras de arte. En un
de la contrarrefbrma. rrrtículo sobre la posesión de cuadros en Metz durante el siglo xvll,
En manos de Fernando y particularmente en las de Leopoldo, la f 'lrilip Benedict utilizólainformación contenida en inventarios redac-

corte imperial se convirtió en Lln instrumento vital para la creación rrr<los en 1645-1647 y 7667-1672 para mostrar que había contrastes
de una cultura política y religiosa que trascendía frontelas nacionales siunificativos, así como similitudes. entre el gusto católico y el protes-
y que contribuyó grandemente a inculcar un sentido de lealtad a la tlr)te. El número de cuadros propiedad de protestantes y católicos de
dinastía entre poblaciones multiétnicas. A falta de un "estado> aus- rrna misma clase social era aproximadamente el mismo, pero, como
t'r'¿r de esperar, los cuadros de tema religioso eran menos abundantes
t'rr los hogares protestantes, donde constituían el27 por ciento de su
25 'fhe Buen Rctiro and the tr¡tal de obras de arte, en contraste con el 6l por ciento en los hogares
Jorratharr Brorvn vJohn H. Elliott, A Palat:e for a King:
Court of Phili.p lli New Haven (Connecticut) y Lonclres, Yale Universitl'Press, 1980;
edn. rer'. y anrpliada 2003, p. 1O [LIn palacio parn el rey. El Buen Retiru y kt ¿:orte de FeliPe
ltl trad. \'icente Lleó r'María Luisa B¿rlseiro, Madrid, Taulus, 2003, p. a2l.
26 2s Robert.f . W. Evans, Th.e Llaking of the Hab.sburg L'Ionarclry, 1550-1700, Oxlbr-d,
Jonathan Brown, Iblázquez: Painter and C,ourtin, Nerv l{aven (Connecticut) v
Londres,Yale University Press, 1986, p.249 lVel.tizqun, pintorr¡ cortesano, trad. Fernan- ( )xf<rrclUniversity Press/Clar-endon Press, 1979, esp. pp. 152-154 fla rnonatquía de los
clo \¡illaverde Landa, Ivladrid, Alianza, 2000, pp. 249-2501. I labsburgo, I 550-1700, Barcelona, Labor, 1989, esp. pp. I 3l-1321, y Victor L. Tapié,
27 Btrrke, Ihbriration of Louis XIV
[Lafabricación d.e Luis )I\1, pp. 183-184. Para las llunx1u,e et Classici.sm¿, París, Plon, 1957 lBanoco,¡. Clasicismo, trad. Susana.fakfalvi, Ma-
ambivalentes relaciones fiancoespañolas durante el periodo, véaseJean-Frédér'ic rllid, Cátedra, 19781, libro 3, cap. l, para el barroco en la Europa central y oriental.
Scharrb, La France espagnolt. Les racincs hispaniques d¿ l'al¡solt¿tistne Jransais, París, Seuil, \'í'ase también Duindarn, )VI"¡ths oJ Pozoer, pp. 126-133, para una comparación entre
2003 lI.a I'tnnrin española. Lus raíces hispanns d,cl absolutismo Jrancés, trad. Alicia Marto- Viena v Versalles.
rell, Marlrirl, IVlar-r'ial Pons, 20041. 2e Fr:angois, .De I'uniformité á la toléran6s", p. 789.

l++ 145
r:rlrilir os. l'or ( ()ull:r, los lrrtur)nor('s ¡losr'ílrrr ¡r¡¿is r rr:r<lr.s rlr.g<:rrr.rrr \(xi('(l:t(l(('lr:r(l:r,(:lr:r(l('lizltrl:r¡rr¡t l:rt¡trilorlr¡irl.rrlcrrrcligir)nvpor
V (l('t('ttltt I¡isl<it'it'o v ntitr¡lrigir'() (lu('sus vccillos <.lrlrili<.os. Nr¡ t.s <lt' cl tttotto¡rolio rk'l ¡lo<lt'r'r'rr t'l ¡rr írrr i¡rt'.
extrañal- que los ht¡t¡¿rres c¿tt<ilicos t:sluvicr'¿rn llt.n<¡s <lt. inl¿iucllcs l,lslrr rr¡r ('l'il unll lt't'<'irirr (lu('rnu('lr()s l('\'('s <lt'llr [,)rrxr¡¡ir rlt: finalcs
devocionales, entre las cuales lavirgen, los santcls, la (lnrcifixi<in y San- r k'l siglo xvu t'stuvit'r'an l)r'(:p¿u'a(l()s p¿u'a apre rlder, si bien el éxito de
to Entierro y la Magdalena eran las que gozabande rnayor popularidad. los lroliur<lt'scs rlcbio, sin dud¿r, de h¿rcerles conscientes de la correla-
Los cuadros religiosos en casas de hugonotes, en cambio, describían r irir r r:nt11: pnrspericlacl y poder. Pero situar en las agendas del gobierno,
episodios bíblicos, con un 37 por ciento sobre temas del Antiguo Testa- \' ('r I I r'(' srrs prirneros plrntos, medidas a largo plazo para el fomento de
mento, frente a tan sólo el 6 por ciento en los hogares católicosso. l:r ¡rnrsperidad exigía un reajuste, aveces doloroso, de las prioridades
La información de inventarios en una ciudad religiosamente mix- tr rr<licionales, relegando los objetivos del fiscalismo y el confesiona-
ta no proporciona una base suficientemente sólida para generaliza- lisrno ¿r un segundo lugar. Por este motivo los abogados de la reforma
ciones amplias sobre el carácter de la civilización europea a finales r'<'orrr'rmica encontraron a menudo difícil que se aceptarasu mensaje.
del siglo xvII. Pero en su sentido más general, parece razonable ver la l,,n Alemania, por ejemplo,los cameralistas, que defendían medidas
Paz de westfalia como un factor que endureció y perpetuó la división
¡ro¡xrlacionistas y de otro tipo destinadas a fomentar la recuperación
entre una Europa protestante y una Europa católica que había surgi- v t'l crecimiento económicos, se vieron envueltos en un arduo con-
do a lo largo del siglo xr,r. En uno de sus ensayos, Hugh Trevor-Roper f li<'to con los fiscalistassz. En otras sociedades las consideraciones
habla de "la unión fatal de la iglesia de la contrarreforma con el esta- collf'esionales y los prejuicios inveterados fueron también un obs-
do monárquicoo3r. En la Europa posterior aWestfalia parece haberse t¡i<'ulo evidente para el avance económico. Su continuada fuerzir se
dado una acentuación apreciable de las diferencias entre las socieda-
¡rrrso de manifiesto en la legislación antijudía que cubrió la Europa
des que se plegaron a esta
"unión f2¡¿1" y las que tantearon embarcar- <'t'rrtral después de 1648 y que alcanzó un clímax en 1669-70, ctr¿rnclo
se por el rumbo alternativo que habían inaugurado los holandeses. l.r:opoldo I expulsó a losjudíos de Viena y la Baja Austria.
La creciente prosperidad de la República Holandesa, así como la de Pero el emperador, presionado a un mismo tiempo por el imperio
la Inglaterra posterior a su Guerra CiüI, ofrecía una llamativa prueba ()lolnano y por la Francia de Luis XIV, hubo pronto de aceptar que
de que un cierto grado de libertad política y religiosa no era necesa- rro podía prescindir así como así de los servicios de losjudíos y se vio
riamente contrario al éxito, incluso al éxito según lo entendían unos obligado a hacer concesiones que paulatinamente llevaron a su
estados monárquicos obsesionados con la necesidad de maximizar su rc¿rdmisión. Otros gobernantes fueron mis rápidos que Leopoldo en
poder. En la Europa anterior a la Guerra de los TreintaAños se acep- Iccr las señales económicas. En su determinación por reparar los es-
taba por lo general que la desunión religiosa significaba la quiebra ll'asos de la guerra en sus tierras, el Elector Palatino Carlos Luis y el
del estado. Pero la supervivencia de los holandeses en su prolongada ( iran Elector Federico Guillermo de Brandeburgo-Prusia hicieron
confrontación con la mayor potencia de Europa había hecho ver no lrente al antisemitismo de sus súbditos y promovieron activamente la
sólo que esto no era axiomático ni mucho menos, sino además que rcadmisión de las comunidadesjudías33. Federico Guillermo siguió
una sociedad relativamente abierta, que estaba dispuesta a aceptar nredidas similares cuando la revocación del Edicto de Nantes arrojó
una diversidad de credos y que alcanzaba sus decisiones políticas me- rura oleada de refugiados hugonotes por Europasa. Por lo menos en
diante la discusión en el seno de asambleas representativas, podía de irlgunos estados, las ventajas económicas fueron vistas al cabo como
hecho tener una mayor capacidad de resistenciay adaptación que una rnils importantes que la uniformidad de credos.

so Philip Benedict, .Towards the Comparative 32 Ingomar Bog, .Mercantilism in Gennany,, en Donald C. Coleman (ed.), Rni.-
St'dy of the popular Market for
Art: The ownership of Paintings in seventeenth-century Metz, , prct and presmt, l0g tion.s in Mercantilistn,Londres, Methnen, 1969, p. 176.
(1985), pp.100-117. 33
3r Hr.rgh R. Tievor-Rop er, Retigion, the Rtformation and, Social Change, Jonathan lsrael, Europea.nJetury in the Age of Mercantilism, 1550-1750, Oxford,
and Othn Es- (llarendon Press, 1985, pp. 14G152 lLa juderíaeuropeamlae¡ad,eln¿e¡'cantil;ism,o, 1550-
sa1s, Londres, Macmillan, 1967 fReligión, reforma "y carnbi.o social y otros ensa)os, trad. Es- I 750, trad.Pepa Linares, Madrid, Cátedra, 1992, pp. 17G1821.
trella Oliván yJoaqr.rín Vidal, Barcelona, Argos-Vergara, l98bl, p. 40. 31 Scoülle, Penecutionof Hugumots,p. 125.

t46 t47
,'\ttttr¡ttt'los ittt¡x'tirli\'()ri ('( on(¡¡rrir os ¡rrtrlir.rort lr;¡llr.t r.rrr¡lr.zlrrlo,
l,('rl('(ririt¡:rl:rs:rs¡rit¡rrir¡rtcsrlclr¡sr¡ttclrttsr.tlr.rt¡r'rlr.r('r (,rrlcrrrlr'l
t'n cit'r'll n¡r'<lirllr, il llr('nll)('r'ar l.s vi.rrlos <k. ll ¡llrsir'rrr x,liuir¡srr <'n l:r , .ros. l;r nor'irirr rlt'tur luri\r'rio r {,n¡ilr t¡irlo t n¡:url('nirlo ctt t¡tovirrticu-
Fiuropa posteri()l'a W't'stlhlia, tallrbirin t'<¡ntrillrycl <¡rr l aerr<liz1r. l¿rs t()l)()l un(;lilnl{t'lrlit'rrrt'lxrsrr<lrl('rrl('\'('sr¡urlcrruilir'lrnl('nt('(()un()s-
rivalidades internacionales, pues lc¡s t:staclos cornpetían p()r vcntajas r illlcs (llr('('rr su lilllnulir<'iritt nuis ¡ll<'rtit ¡ro<lí:t ('ll('()ltlr¿lrse
comerciales sobre slrs vecinos, en lul rnundo en el qtre toclavía se -n(x'i(;ll
crr lr¡s l'ri tttiltirt rl<' ls:r:rt' Nt'u'l<¡n ( l(iu(;-l(;¡17)- oli-ecíit ul)¿r Irueva
concebía la riqueza como algo severamente limitado. siendo las con- r orrlilrrrzir ('n (lr.rc c¿rda pl-oblernzr ¡r<ldría en útltilna instancia ser solu-
sideraciones comerciales cada vez más importantes en las guerras r ir rr urrl<¡ p()r un csfircrzo de la voluntad )'por la aplicación de la razón
europeas de finales del siglo xvn, el objetivo último de los estados era .¡ lr¡s:rsrrntos hrunanos. Los resultados de este punto de vista iban a
Ia maximalización de su poder. Para alcanzarlo pensaron en una or- \'('r's(' r)() sólo en los nuevos desctrbrirnientos astronórnicos de los años
ganización más racional de sus recursos, proceso que obligó a desa- rlt' lirvle y Huygens, sino también en los grandes sistemas filosóficos
rrollar la burocracia y a aportar una nueva precisión a las tareas su- r lt' S¡linoza, Hobbes y Leibniz:r8.
bernativas, a través, por ejemplo, de la estadística o lo que sir william ( lon la llegada de los constructores de sistemas, Europa ingresaba
Petty llamó
"aritmética política". crr la í'poca de la pre-Ilustración, una época en la que los discursos
Este nuevo enrusiasmo por la aplicación de las matemáticas y la tr':rrlicionales de la brujería, por ejemplo- coexistían incómo-
razón a la organización del estado3r'reflejaba el cambio más profunclo -el
rllrrrrente, tanto en la esfera individual como en la colectiva, con el
de todos los que ocurrieron en Europa durante las décadas centrales r r r r('vo discurso de la razón:ie. Pero hay durante estas décadas posterio-

y finales del siglo x\¡rr: la gran transfbrmación intelectual que pode- rt's ir Westfalia suficientes indicadores de cambio como para sugerir
mos describir como el triunfb de los constructores de sistemas. una (
llt(' ull¿l nlleva Europa estaba en fase de construcción. Era una uru'<¡
Europa que había experimentado el trauma del colapso nacional e
¡xr t:aracterizada por un mayor grado de orden y estabilidacl. En cl
internacional era una Europa que ansiaba nuevas certidumbres. La :ilnbito interior, los estados lograron afirmar su monopolio de poder
ola de escepticismo que creció a finales del siglo xrq e inicios del xr,t solrre aquellos sectores de la sociedad cuyo descontento había provo-
clio pie a rura rariedad de respuestas por parte de aquellos que querían r':rcl<¡ las rewreltas v disturbios de la década de 1640. Como r:esultado,
atajar sus efectos destructivos3., y Marin Mersenne en particular quiso l:r violencia ftre amansada ¡ en consecuencia, nna cierta cahna des-
demostrar la existencia de un tipo de conocimiento que no podía ser <'t'nclió sobre la vida política de fronteras adentro. En el árnbito inter-
cuestionado. Pero la variante de Mersenne de escepticismo construc- rrircional, el sistema de estados europeo er-a tan competitivo'r belico-
tivo fite insuficiente para satisfacer las necesidades de su época37. s() como siempre, pero durante la época de Luis XfVse empezaron a
Ésta e.u, después cle todo, una época que se había acostumbrado al rr¡rlicar ciertas contenciones en la conducción cle la guerra que ten-
movimiento preciso y ordenado de los relojes. Tales máquinas del <lí¿rn a moderar su violencia+0, en tanto que los principicls mecani-
tiempo, con ese sentido que transmitían de un movimiento regula- ( istas que, según se pensaba, gobernaban el funcionamiento clel uni-
do por una ley exacta y cognoscible, compendiaban la precisión, vt'rso fueron aplicados a la escena diplomática pzrra prodtrcir los
equilibrio y control que el siglo xvlr reclamaba. A dif'erencia del l'('iuustes necesallos que aseguraran y mantuvieran un equilibrio de
escepticismo de Mersenne, el mecanicismo cartesiano, qlle empe-
zaba por la duda pero acababa en la certidumbre, respondía a la
:tH Vé:rse Rr-rdolf W Meyet Leibniz uttd. tli.e eutopáisrhe Ordnu.ngskrise, I{amburgo,
I Iarr-.ischer Gildeuvellag, 1948 lleibnitz and. tl¿e Seu¿nte¿nt.h-Cpnln'¡ Rcuolutir¡n, trad.
irrelesa.f . P. Stern, Cambridge , Bowes & Bowes, 1952], para un intento de relacionar
:15 Para
una exposición cle esta cuestión en la Francia cle Luis XI\', no siempre lu construcción de sistemas filosóficos de finales del siglo xvtt con los otros ploblemas
convirrcente, véaseJ. E. King, science a.nd Rationa,lis¡n in the Gouernment of Lottis xI\,, rlc la época.
I 66 1-I 683,Baltimore (Maryland),.fohns Hopkins Press, 1949. :ltl Para ull palloralna úrtil cle trirbaj<¡s recientes sobl e la historia de la brr-{ería,
:J6 Véase
especialmetrte Richaicl H. Popí<in, Tltc History of Scepticisnz ftonr lirasmus vtlase.fonathan Barrr,, Marianne Hesterv Clareth Robelts (ecls.), Iliifzlrr n{t in Early
to I)esru'rtes, Assen. Vatr Gorcunr & Comp., 1960 [l,¿ l¿istoria drl esrepticisrno tl¿sde Erctstno ,\ lodern, Europe, Cambridge, Carubridge Universitl' Press, 1 996.
hastn_spinozu., trad..fuan-fosé utrilla, México, Fondo de cultura Económica, lgg3l . +0
:17 John U. Nef', \|hr nnrl Humon Pmgress, Cambriclge (Massachtrsetts), Flan'arcl
Robert Lenoble, Llerscn.ne ou la na.is'anrc tl., ¡nécanisnu,parís, Vl-in, 1943. t Iniversin. Press, 1950, pp. I l-r5-157.

r 4É3 1-1t)
l,()(l('r'('s ('rtlI('('sll(los l i\':ll('s. Solltc f orlo. rur¡r rr'¡lrilllir lr crttrr¡lr':t tl<'
lirs lt'lr'¡ts, (llr('sill\':ll)¡t l:rs flrrrlt't'rrs r'orrlt'sion¡tlt's v st't't'ílt fltvr¡tr'r'i<l:t
por l¿rs ¿rcadelr)i¿rs y ¡rol la <lilirsi<in rlt' ¡x:l'i<i<li<'()s, s(' lurllrrll¿r ('n l'ilsc SncuNDA PARTE,
de formación, y con ella la creaci(in de una nucv¿r cr¡urrrnid¿rd del
espíritu y de las artes.
En qué medida laPaz de Westfalia fue responsable de los cambios
psicológicos, políticos y sociales de finales del siglo xvII es tema abier-
to a la discusión. Pero el vasto esfuerzo diplomático que finalmente
alumbró los acuerdos de paz de 1648 puede considerarse de modo
apropiado como una respuesta a un colapso general europeo, que
provocó terribles sufrimientos y un agudo hastío de.guerra entre los
grupos populares y dejó a las élites políticas a la búsqueda de una
fórmula que impidiera una vuelta a los horrores de la Guerra de los
Tieinta Años. Su búsqueda fue vacilante e insegura y sufrió numerosos
UN MUNDO DE ULTRAIVIAR
reveses. Pero por lo menos había dado los primeros pasos, aún poco
resueltos, por el largo y tortuoso camino que podía llevar, un día, a
una Europa unida por el comercio y los modales.

150
(lnPl'l'ttl,() Vl

LA ApRoprA(;ttir\ DL,'|'ERR[I'ORIOS DF], ULTRAMAI{


POR I-AS POTENCIAS EUROPEAS

( :()N I )I( ;IONL,S PREVIAS

* Et establecimiento de colonias europeas en América y las An-


tillls no nació de la necesidad", escribió con famosas palabras
,,\rlu¡n Smitht. IJna extensa bibliografía se ha acumulado en torno
;rl tr'¿rsfondo europeo de los viajes oceánicos de descubrimiento:
sr ¡llr-e las motivaciones, la tecnología y los métodos que hicieron

¡rosible a los europeos traspasar los confines de su espacio tradicio-


rrrly', con el tiempo, abarcar el globo. Muchas de las publicaciones,
sirr embargo, han tendido a ignorar la distincióntrazada por Smith
('nll'e sl "proyecto de comercioo que, segúrn é1, llevó a los europeos
rr las Indias Orientales, y el <proyecto de conquista" que produjo
<'l cstablecimiento de los españoles y más tarde de otros europeos
t'rr las Américas2. En su lugar, ha habido una tendencia a subsumir en
rrrr solo proceso, concebido como "expansión de ultramaro o .im-
¡rt:rialismoo, toda una serie de actir,idades europeas durante la edad
rrroderna, las cuales, por un lado, iban del comercio a la conquis-
t:r sin solución de continuidad ¡ por otro, no siempre o por nece-
siclad se apoyaban, e incluso podían llegar a resultar incompatibles
cntre sí.
Hay razones sólidas para esta tendencia a agrupar actividades que
Aclam Smith halló conveniente separar. Basta con considerar la ex-
¡redición de Hernán Cortés a la costa de México en 1519, que co-

I Adam Smith, Tñ¿ Wealth of Nations, ed. Edwin Cannan, 2 vols., reimpr. Londres,
r\,Iethuen, 1961, II, p. 68 llnacstigación sobre la naturaleza y cau.sa d,e la riquna d,c lns na-
t iones, ed' Edwin Cannan, trad. Gabriel l'ranco, México, Fondo de Cultura Económi-
ca, reimpr. 19901 (libro ry cap. 7, parte I ) .
2lbid.,p.7b.

l5:l
ilr('il,/r):iltlr)tiz:rrl;rr()nt()('\lrr.rli<ir¡ltrlr.,.t(.s(:rl(..(r;tntl)t()r)lttt<.r¡ttr.) T rttrlir:t l:r rlisr usir¡n sol¡tc los.,¡slcsrlr'lr()l('( r rott rlcl ( onr( rr I,r rlc tll
Ill(ill)(ltrlrlrslir¡tltltrl:tl)()t riurr¡rrr:ulrl;rnlr.t.rrt.x¡rr.rlirir¡lrrl<.(()n(luis- lr:nn:ul, r¡rtc t:rl r orttlrilt:tr ir¡rt lttcr:r cl ¡uclorlo rlc r)l)('r:r( iott ttt:ts lrr'-
t¿l, l)¿ll'¿l ¿ll)l'c('iitl'lit rlt'lr¿-itck'z <k' llr línt'¿r (lu('s('l)llll lulrlns i¡r.nllrs rlt'
f rrclir ioso cr'onriruit ltntt'nlt' ¡r:tlt lt<¡trt'll()s (lu(' l;t:ttlo¡rlltt'<¡n. r\ tltu'its
actividad. Los intentos cle clasili<'¿lci(il) ticnclcll, puos, a
l)¿lr'('(.('1.¿u.ti- l )('n:ri s<' ¡rrrt'<lt' r'<¡llsitk'r'¿u'r'l irtt¡lt't'io ¡rot'lttetti's rlc lit lltrli¿t c()lrto Llll
ficiales y habrían resttltado en gran palte incclnrprensibles a rlrrrchos lrr illlurlt' r'jt'rrr¡llo rlt' las vctttitjas clel tuo cle la fitelza sobre la compe-
de los europeos del siglo xvr que se lanzaron al océano en busca de
I c r rr'ilr <'onlt'l-cial pacífica'r.
ganancia. A pesar de ello, dista cie ser evidente por qué tanta actividact ,\sí ¡rrrcs, ;a qué irnpulsos obedecían los europeos de la edad mo-
eru-opea en el r-esto del mrurdo hubo de adoptar la for-ma particular
r lcr nl crrirndo deciclieron arriesga¡ en palabras de ese fino observa-
de la captura y colonización de los territorios cle otros pireblos. El r lor. f i'ancés del siglo xvl que fue Lancelot de La Popeliniére, <sus
mismo Aclarn Smith parece haber quedado argo perplejo: <no nació r it l:rs, strs posesiones, sll honor y su couciencia para molestar la bue-
de la necesidad". A rnedida que dcsarrollaban la clestreza, la expe- rr:r vi<la cle quienes, como hermanos que habitaban con nosotros en
riencia y la audacia para lealizar viajes oceánicos cle larga distancia, l:r snrrr casa del mundo, tan sólo pedían üür el resto de sus días enpaz
los europeos cle los siglos xv y xvr se enfrentaron a una serie de posi-
r r r¡ntento>?6. Segúrn Adarn Smith, al comparar las primeras colonias
bilidades en su acercarniento a las otras civilizaciones con que entra- ('r r r1 )peas con las establecidas por Grecia y Roma, aquéllas, a diferen-
ban en contacto. Estas opciones podrían resurnirse básicamente ell
comercio, rapiña y conquista con asentamiento, o en una combinación
r irr <lc éstas, no se derivaban de una
"necesidad irresistible, o utilidacl
de las tres. De estas posibilidades, la menos seguida en la edad media
r lrrra y evidente"T. Para é1, la
"necesidad irresistible" parece haberse
r lt'f inido por el exceso de población; a este respecto, aunque ptreclarr
había siclo la de conqnista y asentamiento rnás allá cle los confines de lrrrberse dado situaciones locales (como en las tierras de la orclcn rlt'
Europa. Los estados cruzados de oriente medio,junto coll Islanclia S:rrrtiago en la Extremadura del siglo xv)3, donde la lirnitación de opor-
y Groenlandia, rnarcaron el alcance de la expansión europea rnedieval
trrniclades en el país de origen alentara sueños de conquista y colo-
en ultramar arltes del asentamiento portugués en Macleira y lasAzores
rr ización en los nuevos territorios de ultramar, Llna Europa que se
y la conquista espariola de las canarias en el siglo xr'. A este respecto,
t'st¿rba reclrperando lentamente de la catástrofe dernográfica del
la apropiación europea a gran escala de territorios cle trltranlar cons-
sirrlo xtv no tenía ninguna gran obligación de exportar a sus habi-
tituyó una fáse nlreva y distintiva de la relación del viejo conrinenre tantes. La situación cambió lentamente, a medida que se compen-
con el resto del mundo:t. srron las pérdidas demográficas y la población de Europa volvió otra
Por tanto, los antecedentes medievales de la conquista \¡ asenta- vr:z a eje rcer fuerte presión sobre los recursos disponibles. La Ingla-
rniento en ultrarnar son limitados, aunque htrbo alqtrr-los preceden- tt'rra de a caballo entre los siglos xvl y xvII parece haber sido la
tes intenros importantes dentro del misrno continc'nte: el lnovimien-
¡rrirnera sociedad donde se vinculó la promoción de la colonización
to colonizador en la Europa central y oriental, las ac.tiviclacles cle la <lc ultramar con afirmaciones de superpoblación en el país de ori-
Gran compariía catalana en la Grecia del siglo xr\'\,; s()l)r.(' r.clo, el pro-
longado proceso de la Reconquista frente al Isliurr t'rr lir
¡rt'nínsula
Ibérica, ell pal-te conquista y en parte colonizirr.i<in. N. ()l)stallte, I
Véanse los ensavos de Frederick C. Lane reunidos en la tercera parte de su l?n-
aunque existan precedentes, apenas parecel) srrfit.icDtcs il Histotl, Baltimole (Mar,vlancl),Johr-rs Hopkins Univelsitv Pless, 1966, y los co-
¡ror-sí mis- attd,
mos para fundamentar la cornbinación de conqtrista \,(.rnl)r-es¿r eco- nrc'rrtarios cle Niels Steensgaard, I-l¿c ,lsir¿n l't'ad,e Reuoluíion o.f tlte S¿ttenteettth. Centur\':
'l'ht East Inrlia Companies and th¿ Derline o.f'the Carauan I)nd,e, Chicag,o (Illinois)
v
uómica que iba a convertirse en Lln rasgo t¿rn rlonrinllnt('(lc l¿rs rela-
l.orrdres, Chicago Universitv Press, 1973, pp. lti-21.
ciones de los elrropeos coll otros pueblos. Tirrn¡ror.o t'srli r.lar.o, c()lno " M. N. Pearson, .The Portuguese in lnclia" , I'he N¿.u Canúritlge Hi'st¿ry of InrLia,
( )arnbridge, Canrbridge LTniversi¡v Press, I 987, l, I, pp. 7 1-7 5.
ti LarrcelotVoisin, sieur-de la Popeliliére, l¿s Tiois Monde.s, París, 1582, p. 38.
7 Smitlr, Wealth of Nntions lla ñc1ueza rLe k¿s nacionesl, rI, p. 68.
S9!.. este Pturto, véase.f . R. S. Phillips, 'I-lu
Medinutl li.t:lut tttiott rtf l,.rt roln,,( )xf ord, s Mario Góneora,
"Régimen serlorial mlal en la Extremadura de la Orden de
^ ^' y
!xfotrl Llrriversitt'Pr-ess, lg88 ll,a expan.sión ntedicttal dt liint,lttr.l\lririr,,, l.irrrr¡r clc Santiaeo en el rnomento de la emigración u ¡¡1¿i¿s",./aárbuchfiir Gesthitltte zton Strutl,
Cultula Económica, tr-acl. Rafael L,assaletra. l9g.ll, p¡r. 2l-r-l-25ii. ll'irtschaft und. G.¿scllyhaft La.teinanterikas, 2 (1965), pp. 1-29.

l5+ l.-15
r-l('n'r. l)('ros()lo('il1:rsrlr.r:rrl:rsl)r,sl(.riorr.s:r l7(i0,rr¡rrr<l¡st, lr:r¡s- l,r r ottlittt¡lu ion rlt'l¡r l{t'r'ottr¡ttisllr ir lr:rvcsrlcl csl¡r'r lro rlr'( lrlrr.rllrrr
li rt'tt t¡tt t lr ¡t llts llts l)t ( )lx )r r iot ¡r's r lc lrr rr¡ iur'¡rr'ior r r.r rro¡lr.:r ll r\rnrir.ir.irrr, ,'rr cl sitlo rV v ¡rrirr< i¡¡ios rlr'l xVt ('r:l l:r r onlitru:rr ion lr:rlrnlrl<lc rtrt
('()llli('l)za Iit o<'tt¡llt<'i<itl <lt' lit'r'r'rts rlt' rrltrirn)ilr it
l)1lr'(.(.t'r.r,t'rrla<lt'r.¿r- l,r( x ('so vlt llit'n ('xlx'l'iln('lll¡trlo, uuit ¡rr rllottulrcirirt t¡rtt' l)lll'('('í¿l srlbl'c
mente tllla <Ilecesiclacl irresistiblc" rlt:r'ivacla cle un gl':ln aurnellt<l cle torlo nt'<'r'siu-i:r cn vist¿r rlcl rcsurgitrticnto rlcl nlrrnclo nlrrsulrnán a
la población en Enropa. rrrcrlirllr r¡rrt'los turc()s otolll¿ulos proseguían coll su avarlce inexora-
Parece, por tanto, q'e deberíamos buscar causas más allá de la lrlt'. L:r irrrr¡rli:rcirin del margen de maniobra de los europeos gl'acias
presión demográfic'-paraexplicar por qué los estados europeos de . r sr r r l<'surr'ollo cle las artes de la navegación creaba por primeravez, a

la edad moderna decidieron apoderarse cle territorios cle ultramar. lirrlk's <lcl siglo xv, la posibilidad de hacer Lrna guerra sasrada a esca-
Tárnpoco deberíamos esperar necesariamente encontrar esa .utilidad l,r glolxrl, flanqueando al Islam por el océano Indico yAsia.
clara y eüdente" que Adam smith buscaba en vano como motivo para l,ir Rcconquista también había inculcado a los castellanos y portu-
el establecimiento inicial de las colonias europeas, aunque bien pu- qu('s('s ciertos supuestos acerca del caráctery del tratamiento adecua-
diera haber más de eso de lo que estaba dispuesto a admitir. La ocu- rlo <lc l:r riqueza, la tierray los pueblos extranjeros. Corno se podía
pación por los portugueses de las islas del Atlántico en el siglo xv es- ('r,il)('r':rr de sociedades dedicadas durante siglos a Llna guerra a lo lar-
tuvo cansada en gran meclicla por rul deseo de aumentar el área que qo <k' rlna frontera móvil, la riqueza se concebía fundamentalmente
tenían disponible para el cultivo cle cereales y cañade azircarr. con lrrr jo la fbrma transportable de oro v botín. La tierra era considerada
todo, la apropiación de territorios tuvo una complicada variedad de r'¡ r tér'nrinos de señorío y los pueblos extranjeros como vasallos, escla-
motivos, derivados en parte de las aspiraciones y predisposiciones que \'(,s v conversosr2. Estas actitudes, que no estaban lirnitadas a nobles e
se habían desarrollaclo durante la edad media en Europa, en partitu- lri<lirleos, coexistían con otras más calculadoras hacia el comercio, la
lar la mecliterránea, ,v en parte de circunstancias locales de los mismos glu)iurcia y el mejoramiento, las cuales se podí:rn ellcontrar en los
territorios de ultramar. ('('ntros comerciales y marítimos de Portugal, Andalucíayla España
una ojeada al mapa del mundo en 1800 hace pensar que la mavor r¡rcditerránea y del norte, reforzadas a finales de la edad media por
porción de los territ.orios de trltramar en manos europeas recayó en la afluencia de mercaderes v capital italiano, y más específicamente
lo que se podría llamar las tres .socieclades de conquista" de la Euro- gt'r)o\'és, a la península lbéricar3. Aveces, la tensión entre ambos con-
pa tardomedieval y del siglo xu: porrusal, España e Inglaterra. por- jrrrrtos de actitudes alcanzaba el punto de rt-ptura; así, un factor o
tugal y España habían fb{ado muchas de sus caracterísricas y aspira- rgente comisionado veneciano protestaba sobre el viaje de Pedro
ciones sociales durante su larga guerra contra el Islam. Esta guerra les ,\lvares Cabral en 1500 con destino a la India: "Si quieres comerciar,
había dado un enemigo tradicional y herecritario, el munJo musul- uo debes robar los barcos de los competidores'r+ . No obstante, las
mán, contra el cual se medían; en respuestaaél,habían desarrollado ls¡riraciones comerciales de Europa a finales del siglo xv (la necesidad
rrna tradición crtrzaday bélica que se mantenía üva por la proximidad rrpremiante de metales preciosos, el hambre de especias, el deseo de
de los moros e' el norte cle África, aun cuando habia desápareciclo el rrrlquirir nuevos territorios para el desarrollo de plantaciones de carla
peligro musulmán dentro de la misrna península Ibérica. por tanto, rle azúrcar) crearon como míninro una unión de intereses provisional
t¡tre permitió al mercader y al soldado cooperar en sus empresas y
hablar el mismo lenguaje enérgico.
Sin embargo las condiciones, primero en el norte de África y des-
¡rtrés en las tierras a orillas del océano Indico, resultaron poco propi-

r2 Véase Pedl'o Corominas, El sentimiento de ñqueza en Castilla Madrid, Publicacic¡-


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nt(.1(.lnlil(.s rlr. llt l,,s¡xrrur rlt'l:r lccitltt lt't tttittltrl:t l{r'r ottr¡ttist¡r. l¡lrilr
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('sl)itll()l('s illul :t <lt'scttl¡l it l)()r'llu'n()s <¡rtt' l:rs so< icrllr<lt's lrrrrstrlnllrr¡rs
, rl I r.r'ílt <liyt't's:ts ¡rt't's¡tt't'lir':ts <lt' r'i<¡trt'zlt, llllIl() ¡lrlr t'l llolírl
clel M:rgl'eb cran (lclnirsiarlo I'ir:¿ts, solislic:¿trlas y ¡ro¡rrrlosirs l)¿u':r l)r'cs- t'oltto Pot'
tarse a una conquista fácil; todo lo que pudieron obtetlcr lire un¿t serie r.l r ¡t¡lr.l'<'io y t'l rlt'sitt't'ollo; y Ioclo t:sto, atlelll¿is, ('()lll() Pr()llto se hizO
de puntos de apoyo, que comenzó en l4l5 con Ceuta en Marruecos r.r,ir k.rrtr', (.ll lul rtrrrnclo que lto parecía haber oído hablarjamás de la fe
y se extendió gradualmente durante las siguientes décadas por la r r ist irrnl, a clil'ere nci¿r clel tnusulmán, y era por tanto propicio a la evan-
costa de Africa. Se trataba de fuertes, factorías y presidios o puestos r¡r.lizir<.i<in. Esto ¡o sólo era un importante incentivo para la interven-
fronterizos, que podían servir de base parala rapiña, el comercio o r ir in <k, lir lglesia y la corona castellana, sino que además hacía posible
establecer conexión con el tráfico de oro y esclavos del interior de : r¡i(.s u r.itrsc la autorización papal requerida Para la conquista
(b{o cier-
t:rs <'orrrliciones específicas) de sociedades infieles que la tradición
[¡¡6¿rs. Este esquema se iba a repetir cuando los portugueses pasaron me-
a Asia. Desüados hacia el este por las nuevas y brillantes posibilidades r li<.rtrl rle clerecho canónico había llegado a reconocer como entidades
del comercio indio y asiático, pudieron utilizar su superior tecnología Virrl¡lt's con sus proPios derechos legítimos a la propiedad y la sobera-
náutica y artillería para tomar ventaja inicial y ensartar un imperio de r r írrr*. lln la cristiandad de finales del siglo xv
no había condición previa
bases dispersas desde la costa occidental de Africa a las Molucas. No rrllis obligatoria que ésta para apoderarse de territorios de ultramar.
obstante, fracasaron en lugares cruciales, como Adén, y la India iba a ( tuanáo Cortés desembarcó en la costa oriental de México en 1519,
resultar tan poco favorable como el norte de Africa a la penetración nrrrcltos de los rasgos característicos de la sociedad castellana de la Re-
r rtnquista ya se habían reproducido al otro lado del Atlántico: la
interior y la conquista en gran escala. La Popeliniére, al intentar ana- ra-
bajo el signo de la
lizar en 1582 su fracaso, lo atribuyó no a una falta de voluntad (uolontQ, ¡riña, el pillaje, la esclavización y la explotación
sino de potencia (puissance). Los portugueses se vieron enfrentados a (.t.uz, en Lln nuevo mundo caribeño con una frontera móvil. No obs-
estados poderosos y bien consolidados y a sociedades altamente civi- t:ulle, también había otro elemento de la Reconquista mucho menos
lizadas que pronto aprenderían a imitar sus métodos militares; así nurnifiesto en las Antillas: el asentamiento y la colonización. A pesar
pues, llegaron a la conclusión de que en palabras de La Popeliniére, rlt' los esfuerzos de la corona española, por medio de su gobernador
la partida no valía la vela ("lejeu ne valait pas la chandelle")16. Poco Nicolás de Ovando ,paraestabilizar la sociedad de La Española con
han añadido los análisis posteriores a este diagnóstico del siglo xvr. ll lirndación de ciudades y el repartimiento de los habitantes indíge-
Támbién los españoles fueron desüados del norte de Africa, pero nlrs a los colonos a cambio de su instrucción y conversiónle, el descen-
por el mundo muy diferente de América. Aquí, según decía Cristóbal s( ) catastrófico de la población nativa y las noticias de oro y
botín dis-
antillana en un estado de
Colón al informar sobre su primervi4je de IL92,habíaperspectiva de ¡ronibles más al oeste dejaron a la sociedad
<oro sin cuento>, ruibarbo y canela, especiería y algodón, además de r.ontinuo cambio, a medida que los aventureros se desPlazaban de una
esclavos "de los idólatras"r7. Se trata de una lista de lo más deseable, isla a otra y después al continente en busca de riquezas fáciles. Se
rr:rtaba menos de una apropiación de territorio que de su devastación
15 Andrew C. Hess, The Forgotten Frontin: A History of the Sixteenth Century lberoAfri- ¡ror bandas de merodeadores'
Chicago (Illinois) , University of Chicago Press, I978, esp. cap. 3; Fernand
can Frontier, .,Quien no poblare, no hará buena conquista, y no conquistando la
Braudel, "Les Espagnols et I'Afrique du Nord de 1492 d7577", en Reuue africaine,69 I iorra, no se convertirá la gente: así que la máxima
del conquistador ha
(1928), pp.184-233 y 351-428 ltambién en Fernand Braudel, En torno al fuIeditenáneo,
trad. Agustín Lópezy María Tabuyo, Barcelona, Paidós, 1997, pp. 4l-f 001; E. W.
tlc ser poblar,2o. Esta máxima expresaba el modo de pensar de Cortés;
Bov1ll, The Gold¿n Trad,e of the Moors: West African Kingd,oms in. the Fourteenth Century,
Oxford, Oxford University Press, 1958.
ro La Popeliniére, las Trois Mond,es, pp. 51-53. Para un panorama valioso y actuali- rB
James Mr,rldoon, Popes, Lauyers, and.
Infittek: The Church antl the Non-Christian
zado de las actividades portuguesas en ultramar, véase Francisco Bethencourt y Diogo ll,(,rtdi250J550, Filadelfia (Pensilvania), University of Pennsylvania Press, 1979.
Ramada Curto (eds.), Portuguese Oeanic Expansion, 140G180Q Cambridge, Cambrid-
re Ursula Lamb, Frev Nicolás d,e Ouando, gobernador tle las Indi'as (1501-1509),Ma-
ge University Press, 2007. rh-icl, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1956'
r7 Cristóbal Colón, Tbxtos"l d,ocummtos compl¿ns,ed,. ConsueloVarela, 2'ed. aumen- ti, F.urrlir.o López de Gómaá, Historia general de las Ind,i.as, Madrid, Imprenta de
tada, Madrid, Alianza,7992, "Carta a Luis Santángel" ( 15 de febrero de 7493),p.225. l:r Real Academia de la Historia, f 852, p. 181.

158 159
:l (;llls:l tlt'st¡ r olttlt iltti<'¡tlo rlitcr lo rlc l:r rlr.sll rrr r iol¡ rlr.l:rs,,\rrlilllts. solltc stts I ir':tlcs. l'ot csl;l r¡tl.()n, ('lr l¡tolxtlllc r¡rtc l:r r ir¡rrcz.r rr'( t('n
('slitl)ll rl<'r itlirlr¡ lt ('\'il¡tr'(lu('s(' r r'¡riti<'r'lr llr l¡islor irr < rurrrrkr
r.l irrr¡rt.r i<r ll:rlllrrl:rt'nllrslrrrlilrs<k'scrr<:rrlt'nrullnl('\()sr'¡riso<lios<l<'rlis¡rrrtrr,lr<k'
It)(:xi('¿l tlt' Mot'lt'zttltllt t'¿tvri ('lr slls rniln()s. l,rr rlis¡lt'r sirin <lt, l<ls r¡¡;is rlt' inlcnlos rlt'r'nrrrlirciolr. AI l)11)nr()v(:r'los viitjt's rlt: t'x¡llorat'ion,
r.r¡n-
qttistadores por e l c()l) tit)e ntc
¡-lt'osiurriti, s<¡l¡rr: torlo a lnt.rlirla (lrrc c()- lr ¡s r¡lisrn<¡s lt'l'n¿ur<lo c lsabcl estaban clando en parte Lrna respuesta
merlzaban a filtrarse noticias de las fábtrlos:rs r.iqrrezas dc perti, que ya .r k ¡s tlxitos cn rrltrarn¿rr del rey cle Portugal, Manuel I, autoproclamado
eran Lln rnito por la década de 1520, antes de qre se hicieran realiclad ..s<'ñ<rr rle l¿rs conquistas, navegación y comercio de Etiopía, Arabia,
definitivamente con la conquista por Fr-ancisco pizarro en la década l'<'r'si¿r e India,,2?. Mientras los españoles cerraban su puño sobre las
de 15302t. con todo, dos características del mundo hispánico en ex- l r rt li¿rs, los portueueses responclían por la década de 1 530 con rápidos
pansión en el continente americano contribuyeron a asegurar que los
¡rlr'¡>arativos para la toma de posesión de Brasil, clonde la población
españoles someterían partes sustanciales de él a una irrrlíeena resultó estar menos dispuesta a ser subyrgada y explotada
ta", segirn interpretaba cortés esas palabras. La primera de ellas era la
"buena conquis_
r
¡rrt' la de México y los Andes. Con la medida de dividir el territorio en
prese'cia de grandes poblaciones sede'tarias, sobre todo en la mese- ( at()rce capitanías (en quince franjas de tierras) a cargo de doce dona-
ta central de México y en la altiplanicie de los Andes. La segunda fue Iti¡ios, que habían de asentarse y desarrollar el país a su propia costa
la aparición de cantidades importanres de artefactos de oio y plata, Ixritr el sistema de cultivo obligatorio o sesmariayaaplicado en las islas
seguida por el descubrimiento en ambas regiones de yacimientos de rrlliinticas23, la corona portuguesa esperaba salr,ar los recursos de Bra-
plata excepcionalmente ricos en las décadas de lb40 y lbbO. sil, en potencia o en acto, de caer en manos de sus rivales europeos.
Para los castellanos y andaluces que habitaban mentalmente el Las rivalidades dinásticas y nacionales del viejo continente, por
mundo de la Reconquista, poblaciones infieles susceptibles d.e ser t:ruto, ya operaban por las décadas de mediados del siglo xvt estimu-
subyugadas significaban también almas que salvar y....rpo, para s'- lirndo Ia ocupación de nuevos pedazos de territorio en ultramar, bien
ministrar trabajo y tributos. por su parre, el oro y la plata iirdicaban la lirera para proporcionar protección adicional a aquellas regiones ya
presencia de minas que podían producir u'flujo continno de metales t<rrrradas, bien para servir como garantíacontra la pérdida de futuras
preciosos para la corona española y riquezasin precedentes para per-
¡rosesiones potenciales. Por lo que hace al último ejemplo menciona-
sonas indi'iduales. En consecuencia, se llegó a considerar qrrl h <lo, el palo Brasil podía atraer inmediatamente a otros predadores
upro-
piación del continente americano (o adquisición cle un
las Indias") justificaba la inversión de hombres, dinero y recursos
"irrp..iá d. (:uropeos, en especial Francia?4, pero siempre había la esperanza de
(lue se descubriera oro y, aunque este sueño en particular habría
nacionales a una escala que hubiera sido impensable si. la perspec- <lc tardar casi doscientos años en hacerse realidad, el desarrollo de
tiva no sólo de'na prosperidad instantánea,sino también de rendi- sr'¿rndes plantaciones de azúcar, altamente rentable, en el fértil litoral
mientos continuos a largo plazo. Esta inversión, como la Reconquista atlántico de Brasil iba a constituir hacia principios del siglo xvII una
del sur cle España contra los musulmanes, resultó atractiva pordife- recompensa especialmente valiosa. Desde las primeras etapas de su
rentes razones a los diversos sectores de la sociedad castellana (coro- t'xpansión en ultramar, los portugueses y españoles habían tomado
na, Iglesia, hidalgos, mercaderes, labradores y artesanos). Así pues, posesión formal de suelo extranjero en nombre de sus respectivos
la apropiación de la Ameri.ca cenrral y meridional pudo adopiar la nlonarcas2s. Ahora, a medida que las rivalidades del Viejo Mundo se
forma de empresa colectiva, llevada a cabo, comora Reconquista
lo había sido, bajo Ia supe^'isión reguladora de Lrn rey a quien perte-
necía el serlorío úrltimo de las tierras recié' co'quistadas. e2 Steensgaard, T-he A.¡ian T'rade Rntolt¿tion, p.84.
La coro'a española operaba cle'tro der marco de u'sistema ellro- !3 Verlinden, Bcgin nin gs of lVlodern Colonis ation, p. 220.
2r Charles-AndréJulien, Lcs Débuts de I'expansion et tle ln colonisation
peo de estados altamente competitivo, donde cualquier acumnlación frangtises (X\b-
X\Ie sücles), París, Presses Universitaires de France, 1947, caps.2y 4.
de poder y riquezapor parte de uno tenía reper..r.iorr., i'mediatas !5 Cf. Cortés en Veracruz, quien .tomó posesión de toda aquella tierra con la
clemás por descubrir, en nombre del emperador don Carlos, rey de Castilla", en Fran-
cisco López de Gómara, La conquista dc IVIéxico, ed.José l,uis de Rojas, Madrid, Dastin,
?r Arrtotlello Gerbi, Il lllito del Perit, Milán, Franco Anseli, lt)88, pp. 2+26. 2000, p.99.

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ll:tsl:ttl:tl¡rtrr¡tl NucvolVl urtrlovolrossollt't:ln()s('urrrlx'oli,(orn(.uz¿ur- rlr. ..¡rl:rrrllrr iorrr.s,,\' ..t olrttti¡ls,,rlc itrtttigt¡llllr'\ lllIl('\('ri \'('s( (,( ('s|s.
tlo p<lt lit'itttt isr'r¡ I, s<' rrt'gltlxln ¡r r ('( ()nr¡r't'l l¡r r,¡rli<lt'z rlt.l lrllritr lri<. (llt(.s(.o( ltl,ltl)tt tttt l,llis(ltl('\'ll ('l¡t l)lo¡lit'rl:trl lcgrlirrr:r tlt'l.r r ()l()llll'
paPal sobre las tit:t't'¿ts I't:c'ií'n <lt:st'rrlricltirs l)()r'lr¡s llt<¡rr¿u'r'irs <k'ltr l,lr jrrstifi<'il< iriil <k.l :rsclrllilrri('lrt() t'tt litt':ts l)l'('\'llllll('lll('ll() ( (tll(lllls-
península Ibérica, se llegó poco ¿r poc() al entcn(lilr)i(:nt() (lc c¡rrc el tlrrlls sr. l¡rst'ri t'rr t'l irrgrrrn('nt() ([('lit trtilitl¡r<l tlt'las tit'l'l'¡ts, l)ttes pzl-
derecho a la posesión exclusiva se había de basar en el establecirnien- r r.r í:r r.r'r'<ill('() (lu(' t'l btttrtr stlel() irlandi's
(ltlcclara sill t:ttltivirr28. Si a
to fijo y permanente26. De esta forma, la apropiación y ocupación del (.st() s(' irñark: (llrc: se srr¡totría que los irlan<lcses eran a todos los efec-
territorio se conürtió en una condición sine quanonparala actividad tos ¡lni<'li<'rlnlcllte P2tganos y sejuzgaba necesario, en palabras de la
de nltramar de las sociedades europeas, bien fundamentada en su r t'irrir Is:rbcl, .hercer cntr¿rr en la ciülidad a esa nación bárbaray
gro-
conciencia territorial altamente desarrollada. s(.1.1t'2!), result¿r claro que una batería de argumentos ya estaba en po-
A pesar de toda su actividad en Brasil y más tarde en las Antillas y si<'i<irr pzrra la posteriorjustificación de la apropiación y colonización
Canadá,los franceses iban a ser participantes tardíos y no especial- r lt' I it'n'as en Norteamérica. Támpoco es una coincidencia que
varios de
mente exitosos (antes del siglo xtx) en el proceso de reparto y ocupa- k rs ¡rioneros que promovieron los primeros proyectos de asentamien-
ción de grandes áreas del mundo no europeo. Las divisiones religiosas ro lrr.itánico en América (sir Humphrey Gilbert, sirWalter Raleigh,
y los trastornos civiles de la Francia del siglo xvl fueron sin duda un l{rrl¡rh Lane) estuvieran estrechamente relacionados con los planes
de útil laboratorio para los
obstáculo para una empresa de ultramar sostenida y eftcazen las de- r lr.
¡rlantaciones en Irlanda. Esta isla sirvió
cisivas etapas iniciales de la partida. Los ingleses, pese a comenzar más ir relcses, como Andalucía para los españoles, para el experimento de
r k'sarrollar las ideas y técnicas que harían posible el subsiguiente
tarde, iban a resultar más hábiles. Una razón importante para ello es-
pudo ser que los ingleses, a diferencia de los franceses pero al igual t:rlrlccimiento de un imperio de ultramar.
que los españoles y portugueses, eran también una
"sociedad de con- Aunque el primer sentamiento permanente británico en el con-
euista" cuando se embarcaron en la empresa de ultramar. La tierra rin(:nte imericano, el deJamestown en 1607, fue realizado bajo los
elegida parala conquista, en contraste con la mitad sur de la penín- inlsl)icios de una comPañía de accionistas, sería un error interPretar
sula Ibérica,7ba a ser una isla vecina, no parte del continente, y el ..stii circunstancia co o una orientación exclusivamente mercantil
pueblo a ser subyugado no estaba formado por musulmanes, sino por r.rr l¿r nueva empresa. Al igual que los intentos dirigidos por la casa
católicos gaélicos. Con todo, hay indicios de que la conquista de Ir- lr¿rncaria alemana de los Welser Para conquistar y explotar Venezuela
landa en el siglo xvl fue un útil preludio, y qtizáincluso una condi- t.n las décadas de 1530 y I640to,los esfuerzos de la compañía de vir-
ción previa necesaria, para el subsiguiente éxito en la ocupación de qinia se caracterizaban por una mezcla de motivos e intereses: la sed
territorios de ultramar2T. rlt: rnetales preciosos, el deseo de comerciar con los indígenas, las
colonización3r. En ambos
La corona inglesa pensaba que había establecido su derecho sobre ¡rosibilidades de rapiñay los vagos planes de
la mayor parte de Irlanda como resultado de la ofensiva normanda r :rsos había deseo de ganancias rápidas y en ambos casos las com-
de los siglos xII y xIII. Por más que después los nativos irlandeses hu- ¡rañías fracasaron. Como en Irlanda,
había un fuerte componente
bieran recuperado la posesión de gran parte del país, se daba por ..,n-rquistador en el asentamiento deJamestown. Al igual que en la
supuesto en el siglo xvl, al proponerse planes para el establecimiento española, muchos de los primeros colonizadores eran aven-
'\nrérica

e6
lrrlien, LesDébuts,p. 114.
:8 Cann¡ The Eli.zabethan Conquest, pp. 118-l19.
27 El tema de la conquistay c<¡lonización de Irlanda como
preludio a la coloniza-
ción de América, expuesto por David Beers Quinn, The Elizabethans and the lrish,ltba-
ca (NuevaYork), Cornell University Press, 1966, esp. cap. 9, ha sido desarrollado por
Nicholas Cann¡ sobre todo en The Ekzabethan Conquest of lreland: A Pattem Established,
1565-1576, Hassocks (Sussex), Harvester Press, 1976, y Kinglom and Coloru9: Ireland, in
the Atlantic Workl 1560-1800, Baltimore (Maryland) v Londres,Johns Hopkins Univer-
sity Press, 1988. I'r'css, 2007.

162 163
Itll('l(ts (lll('sotttll)¿ltt r (,n l¡:tll:rr r¡ro t'¡ll:rl:r. rlr.lr.sl¡rlr:rr¡ r.l lr;rlr:rjo r rr-
littltl io \'('sl)('tlrl¡:trr vivil rlt' los lr;rlxrjr¡s y lrilrrrtos rlt. l¡r ¡rolrlrrr irirr ¡rrttil;ttt:rsrlt'Nttcr':r lrrtl:tlcrt:t) ltct¡:trlos l)()r un;r csl¡ir l;t rlisr i¡rlitrrr
s, rr ilrl r¡ttr'<ltrt'rtrtlc tttt lit'nt¡lo sot ¡ltttttlcttlcrncnlc l:tt go logt o colrlr'-
st:r'vil irltlígt'lt¿t. Sill t'ntlriu'go, los in<li¡rs (lu('(.lt('(,nlt'¡ltr)rr,lr
<lif i.n.nr.iir
rrcr l:ts ¡rt'r'sirlrtt's ecnct':t<llts laul() lx)r'l:t irtnti¡3t'lt< irin contr¡ l)()r utl
de los del Mi'xict) cclttr'¿tl v l<ls All<k's, lrr¡ r'csrrltirr'()n un¿l u¡aut¡ <le
r r ccirrrit'lrlrl rk'llrogl'iifi<'o nalrrrirl v t'xct'¡r<'ionalrnent(: vitlor<ls<l:r:t. Sólo
obra útil. El asentamiento de Vir¡rinia se salvó por el rlesarnrlk¡ de lrn
:r lirr:rlcs tlt'l siglo xvttt, y c<xr la lle:garla rlc lil inclependetrcia, se abriría
cultivo, el tabaco, en el que no iban a Llsarse indios. sino prirner-o
lirr:rlnrcnle una brecha en las fionteras y una marea migratoria avan-
trabajadores ingleses bajo contrato de sen'idumbre y después esclavos
¿o lrlrt'i:r el ot:ste a través cle los rnontes Apalaches para tomar y colo-
africanos.
r r izlrr Ius t.ierras del interior.
El cambio de perspectivas de la colonia también rransformó ineü-
l,rr rlif'erencia entre los modos español y británico de apoderarse
tablemente la actitud de los colonos respecto a las tierras y sus hab!
r lcl tt'r'r'itorio indio puede derivarse en cierta meclida de diferencias,
tantes indígenas. Ahora que el suelo se había hecho deseable, su ad-
( ( )nr() rnínimo de énfasis, en sus respectivas actitudes hacia la tierra.
quisición a lo largo de las riberas del ríoJames se convirtió en objetivo
,\ ¡r<'sar de sus pretensiones altisonantes, ambos países dieron mues-
principal de los colonos. como en Irlanda, esto significaba el desarro-
tr:rs <lt' incertidumbre inicial acerca de sus derechos sobre la tierra en
llo de una (empalizada",la cual hacia 1G33 incluía unas 120.000
l:rs,\lnéricas. Cortés ideó una transferencia "voluntaria" del título
hectáreas de tierra libres de derechos por parte de los indígenas32.
De hecho, se había establecido una frontera con los nativos que, a
irrr
¡rclial de Moctezuma al emperador Carlos V; a obvia imitación del
pesar de intentos esporádicos de mantenerla y de gararrtizarlos d.ere- ¡rrr'<'cdente español, el capitán Christopher Newport, siguiendo las
ir rsl nrcciones de la Compañía de Virginia, .coronó" a un reacio (em-
chos de los indios sobre las tierras más allá de ella, retrocedería cons-
tantemente ante la presión del crecimiento demográfico de la comu- ¡rcrlrrloro Powhatan como vasallo deJacobo I en 16083a. A pesar de
cllo, Ios españoles, dejando de lado las delicadezas legales y la autori-
nidad colonizadorzylainsaciable sed de tierras paralaplantación y
z:rcirin papal, llegaron pronto a considerar las Indias como una <<con-
el cultivo del tabaco.
La experiencia de virginia indica, y la de los asenramientos britá-
r
¡rristao de la corona de Castilla, lo que daba derecho a ésta, al menos
crr lcoría, a disponer libremente de la tierra. Por su parte, la corona
nicos en Nueva Inglaterra confirma, que había irnportantes diferen-
irrslt'sa, ignorando con despreocupación cualquier derecho indio
cias entre los modos británico y español de apropiarse cle territorio
en las Américas. Los españoles, al llega¡ encontraban algún pretexto ¡rrcvio, concedió a la Compañía de la Bahía de Massachusetts el dere-
cIro ir "tener y retener, conservar, poseer y disfrutar todas v cada una
para (conquistar" vastas regiones de territorio y hacían profundas
r lt' las cosas antedichas: continente, tierras, territorios, islas, hereda-
incursiones en el interior, para después ocupar lentamente las zonas
tlcs Y predios, mares, aguas, pesquerías"ss.
conquistadas mediante la fundación de ciudades y asentamientos. Los
británicos, por su parte, tendían a establecer una base, asentarse en
una franja costera o ribereña relativamente estrecha y después, poco :f:f \''éase, por ejemplo, Philip Greven , Four Gene¡ntions: Population, Land, andFam-
a poco, hacer retroceder las fronteras y, con ellas, a los indios. Este tlt in Colonial Andouer, llúas.sr¿chusetts,Ithaca, Nueva York, Cornell Universiq'Press,
proceso podía ser muchas veces muy lento, como ocurrió en Nueva I comparaciones adicionales entre las colonizaciones espariola e inglesa de
1)70. Para
, \nr<1rica. véase rnás abajo, cap. 8, yJ. H.Elliott, Empire,s of the Athntic Worl.tl: Britain and
Inglaterray las colonias centlales*. Durante generaciones, los colonos \lmin in Amerira, 1492-1830, New Haven (Connecticut) y Londres, Yale University
estuüeron pegados al litoral atlántico, en parte retenidos por la geo- l'r t'ss, 2006 llmperios dcl ¡t¿un.do atlántico: E.spafiay Gran Bretuña cn Anérira ( 1492-1830),
grafíay el miedo a los indios y en parte (como mínimo en las colonias tr:rt[. Marta Balcells, Madrid, Thurus, 2006] , parte I.
:tr Sobre Cortés, véaseJ. H. Elliott.
"Cortés, Velázquez and CharlesV", en Herní¿n
t in'tás: Lettersfrom Mexico, ed. 1'trad. inglesa Anthony Pagden (1971), reimpr. rev., New

3e I l:n'en (Connecticut) v Londres, Yale University Press, 1986, pp. xxvii-xxviii; sobre
WesleyFrankCraven,.IndianPolicvinEarlyVirginia,,l4/¡¿¿¡n*onrtMaryemr-
Ncrv¡rort, véase Philip L. Barbour (ed.) , Thc Complete Work.s of Captain John Smith, 3
tnly,3 serie, I (1944), pp.65-82.
* En inglés, Middle coloni¿s, denominación utilizada para agrupar las colonias
rols., Chapel Hill (Carolinadel Norte), Universiwof North Carolina Press, 1986, I, p.
'-r37.
correspondientes a los actuales estados de NuevaYork, Nueva.fersey, pensilyania v :t5 Citado por lvVilliam Cronon, Changes in the Land: Ind,ians, Colonists, and, the Ecol-
Delarvare.
t411 of Nru England, NueraYork, Hill and Wang, 2003, p. 71.

164
I Éiir
( irrt torltl,
¡rltt'tt lttttlxts ¡lolt'tt< irrs < olr¡niz:r<lor;rs r¡rrr.rl:rlllr urr;r ( rr(.s- r,rlrlcs ir¡r irlcltlcsi". l,:t lct¡rlcttr i:r gcttct:rl, lo olrsl;u¡lr'. f rtc r¡rrc llr r rr
l¡it'lt lonnttlirrlir ¡ror l{olrt'r't ( il'r¡r,r'rr stt .l ( )txxl ,\lurtl ltt
li<irr ¿tt'trt'iarltt', r,n.r ( ottr crlicur sirtt¡llctttcnl('Br¡rttrlcs cxlcrrsir¡trcs rlr' lit'¡ ur ¡r lr¡s
Virginia ("Viento el) pop¿r hat'ia Vir'¡¡iniir"): "1,¿r l¡r'in¡r.r'ir olrjct'i<irr t:s r ,,lolros, sol¡tt'lrt lxtsc llutlrl rlc sus l)r'('slullos rlt'tt'r'llos rlc sr¡llr:l'iulí¿t
con qué derecho ojustificación poclernos entr¿lr err l:rs tit:n.as rle esgs r r ln r( ) r lt' llna liclrl tlt' j:rtlir sin vall:u'y sirt cttltivar
llr str¡rosicirirr rlt' (lu('
salvajes, despojarles de su legítima herencia y asentarnos ell strs luga- rro ¡rorlirt t'slar sit'ntlo usirrl¿r ('()ur() t'l'lr <lt'llirkr. La apropiación del
res, sin habernos provocado o hecho ningún ffizl,3o. La corona espa- srrclo irr<líg('na, l)u('s, sc llcg(i a.irrstif i<'art:rt lérminos de unadoctrina
ñola, aunque ansiosa por impedir el desarrollo de una aristocracia ,lr' .. r rrc jonrnlit'rrlo", rrn:r p:tlzrbra <¡rrc ibir :r ser ampliamente utilizada
feudal en las Indias, no tenía ningún reparo en ejercer sus derechos cu los ¿ls('nlarr)ie ntos británicos en lzr Anrérica continental y en las
de conquista al recompensar los servicios de quienes la habían llevado .\ r r tillls <lr¡rante los siglos xvII y xvtll r0. Así se estableció el contraste
a cabo con concesiones de tierras. Al mismo tiempo, reconocía tam- , r,rr <'f "vcr-rn()> Quilderness) que los colonos habían encontrado a su
bién derechos indígenas anteriores. Influida por conceptos del dere- IIcr:rrllr: "Ilcgaron a un yermo William Penn-, pero no se
cho romano sobre la propiedad del suelo ,trazóuna distinción entre -escribía
¡ror lr:r lr<'t'¡rtar que lo dejaran así>{r.
las tierras usadas de hecho por las comunidades indias para ra pro- ,'\l rr'<'rrrrir al discurso del mejoramiento, los colonos briránicos (ya
ducción y aquellas que estaban desocupadas, las cuales repartió entre Ir rcr lrn uranjeros en Nueva Inglaterra, cultivadores de tabaco en Vir-
los españoles37. sin embargo, una vez distribuido el suelo ribre (y rlrrr i:r r ¡rl:rntadores de caña de azicar en el Caribe) de hecho estaban
<

grandes extensiones llegaron a estar disponibles al disminuir la po- r r t i I i zlr l<l<¡ parajustificar su ocupación de territorio indio americano

blación indígena y ser reagrupadas las comunidades indias bajo las r r r tri lln illo que iba ganando terreno continuamente en la Inglaterra
r

órdenes de sus gobernantes europeos), se tendió a olvidar la distin- ¡rr cirr<lrrstrial y expresaba una perspectiva sobre los recursos marcada
ción entre propiedad y uso, a pesar de los esfuerzos virreinales para ¡ror lir ac:trmulación y el desarrollo. Es difícil determinar en qué medi-
asegurarse de que la tierra asignada a los colonos fuera confiscad.a en rl:r los csparloles de América compartían tal punto de vista. Como
caso de no ser explotada sin dilación38. nrr rstr'<i Hernán Cortés con su plantación de caña de az(tczr en Cuer-
En laAmérica británicase trazó una distinción similar entre pro- n:r\':r('¿r y sus planes para el comercio en el Pacífico, había un fuerte
piedad y uso de la tierra, con consecuencias que, dado el modo de ( olnlx)nente empresarial entre al menos algunos de los conquistado-
üda de los nativos en grandes regiones de Norteamérica,fueron to- r cs r,
¡rrimeros colonizadoresa2. Lópezde Gómara escribía con aproba-
davía más perjudiciales para los derechos indios que en México y r irirr cn 1552 sobre la medida en que los colonos españoles habían
Perúr. Los colonos ingleses no lograron comprender la concepción . r r rc jor:rdo" La Española y Nueva España, mientras que Gonzalo Fer-
indígena de la propiedad basada no en la tierra, sino en lo que se r¡:irr<lcz de Oviedo refería con orgullo que "ningún ingenio destos
encontraba sobre ella en las diferentes estaciones del año. por consi- lrrrllarnos en estas Indias, y que por nuestras manos e industria se han
guiente, ocuparon suelo que a sus ojos, pero no a los de los ind.ios, se
había dejado vergonzosamente sin aprovechary, cuand.o en vez de
tomar tierras indias las pagaban, los malentendidos mutuos sobre lo :t1) Oronon, Changes in the Land, pp. 65-69.
que realmente se estaba comprando yvendiendo lleraron a innume- ttt lb¡d., pp.77-78, yJack P. Greene, Pursuit.s oJ Hrtppiness: The Social Dnel,oNnnent of
I rrt ly- illodmn Bñtish Colonies and the lbnnation of Mod,ent. Culture, Chapel Hill (Car-olina
r lt'l Norte) y Londres, University of North Carolina Press, 1988, pp. 197-1 98.
36 rr Citado por Michael Zuckerman,
.6b. "Identity in British Amer-ica: Unease in
Berke,
37

Gmera
7ii,:J"il3Tlíi'Éinry"l[i;
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f

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llittll., 1500-1800, Princeton (NuevaJer56y), Princeton University Press,
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1987,

Económica, 19851, pp. 3&39. l: Véase France V. Scholes,


38 Flangois Chevalier, "The Spanish Conqueror as a Business Man: A Chap-
Terre et société tt'r' irr the History of Fernando Cortes", Nea¡ Mexico Quarterly,2S (1958), pp. l-29, y
aux XWe-XWIq siicles,Pafis los tatifundios \\'rrlrl Barrett , The Sugar Harimda of the Marqueses d,el Valle, Minneapolis (Minnesota) ,
en México: haciendas y soci,etl entadá, trad. I rniversity of Minnesota Press, 1970 lLa hacimda e.zucarero, de los marqueses d,el Valle,
Antonio Alatorre, México, l5]i-1910, trad. Stelia Mastranselo, México, Siglo XXI, 19771.

r66 167
lcr lro ('n liu r l)r ('\'(' li('ilr lro.. rr. ( i rt t lor lr r, nr, ('sl:l ll¡rr o si los cs¡r:r r rolt's r l:¡ ¡nt(.nl(. lut l)lll,(.1 ('t ll( i:ll ('r¡ ('l ('sl:tl)l('{ ittti('lllo rlc l¡r tlolltitt:lt lott
( ()rnl)¡rt li;tn l¡t ( ()n( ('lx iott ittglt'slr rk'l Nrrt'r'o Mrrrrrk) ( onr().,\'('r'nr()' it (.nt()l)(.:t, solr¡r'lr¡rlo t.ll lt¡s t'sllt<li<ls itrit'iltlt's <lt'l ¡ltrrc.sr) ( ll:tll(l(¡ s('
la t's¡lt'rlr tk'scr rk's¿rrn¡llirrl() )', ('n <'irst¡ <lt' no ll:rct'r'k¡, si l:r rlivclgcrrciir ,lislr r'rl:rlrit ltxl¿tvílt tlt'llt vctrt:tia clc las()rprcsllr5' !)l ¡ro<lt'r'lllal'ítilIX) ll()
se derivaba cle at:titrrclcs rlistint¿rs ll¿rcia l¿t riclrreza (:ll ¿unl)ils s(x:i('(l¿rdcs r, rlr ¡ lh<'ilitti t'l ¡rrirner establecimiento de bases portuguesas en
Asia'
de origen o del hecho cle que h¿rltían llegaclo a Arnóriczrs clilerentes. sirro <¡rrr: lalnbién permitió a los españoles tanto asegurarse un com-
La América española, con sus lninas de plata y sus poblaciones indias I,l(.1(, (.()'trol sobie la capital
aztecade Tenochtitlán, al dominar el
numerosas y sedentarias, erartrraAmérica diferente y esto contribuye l;rgo'l'cxcoco con sus bergantines, como destruir el imperio de Ata-
sin duda a explicar enfbques opuestos sobre la ocupación de las [ierras t,,,,,1¡ra en la altiplanicie andina al hacer Pasar a sus hombres y Provi-
indias. N{ientras que los ingleses, si habían dejustificar la retención de sir ¡nt's a través de un océano que los incas consideraban una
barrera
sus colonias americanas como inversiones a largo plazo (dado lo decep n r lr.irrrqueable+6. De modo parecido, sería el control
del mar lo que
xul yxvlil mantenery extender
cionante de las recompensas a corto plazo), no tenían otra opción que ¡,,.,.,,ritiría a los europeos en los siglos
clesarrollar los recursos de un continente por lo visto ürgen con su prG. *,,*.,aberas de puente en Asiay dominar el comercio local por medio
pio tr-abajo o el de los esclavos africanos importados, la principal pre- r lcl rt:curso al terror y la fuerza.

ocupación de los españoles era explotar sus ricos yacimientos de mine- 'l arnbién en tierra una tecnología militar superior daba a los euro-
rales, adernás de la mano de obraylos tributos de sus pueblos indígenas. ¡rr.()s importantes ventajas
iniciales, sobre todo cuando se combinaba
Esto hacía que la ocupación material de la tierra, una vez formalmente ,',,n la utilización del caballo+7. El uso de la caballería ofrecía todas las
conquistada, no fuera tura prioridad absoluta ni para la corona ni para y¡rrtajas de la sorpresa en las Américas, donde se trataba de un animal
sus colonizadores. Para ambos por igual, lo fundamentalmente nece- , k,scJnocido, y también permitió a los portugueses
realizar conquistas
sario era la clominación no tanto del suelo como de sus habitantes. Esta r.rr lndia y volver a capturar Goa al beneficiarse de la escasez local de
exigencia implicaba métodos y ritmos para todo el proceso de conquis- il)()llturas en regiones que dependían para su aprovisionamiento
ta diferentes de aquellos que caracteÍizaríanla posterior expansión <lc Persia yArabiat*. con todo, la superioridad europea en tecnología
inglesa en Norteamérica. Al mismo tiempo, ambas sociedacles se en- rnilitar, y equina. pronto comenzó a tener una importancia menor en
fientarían a muchos de los mismos problemas,y pata solucionarlos l:rs Indias orientales e incluso las occidentales. En Asia, que ya
fbrmaba
adoptarían rnuchas de las mismas técnicas, las cuales también serían ¡ritrte de la cultura de la pólvora, la mera proporción numérica tendió
aplicadas por los europeos, con mayor o menor éxito, cuando intenta-
ron adueñarse de territorios en otras partes del mundo de ultramar. tf, Véase Carlo M. Cipolla, Guns nrul Sails in the Earh Pl¿ase of Euroltean Expansion,
Ii()0-I70T,Londres, Coliins, 1965 lCañones'9 aelas en ta primemfase dt lrt txpnnsión
ert-

E¡ecucróN ntfea 1400-1700, trad. Gonzalo Pontón, Barcelona, atenta pon-


Flacia 1800, los europeos se habían asegurado el control sobre el 35 rlóración por los euroPeos del coste y los factores dirse por el
lrierro forjado, el bronie o el hierro colado' véase Guihnartin
por ciento del total de la superficie terrestre del globotl. El desarrollo
f r.. "The
iu.mon of the Bataaiaand the Sacramento:. Earlv Modern Cannon Founding
en la Europa renacentista del barco de vela con artillería desempeñó (Jndnzuatt Exploration'
i{econsidered ,,, Internati.ona,lJou,rnal of Nautical Archneolog and
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celente panorama sobre el poder militar euroPeo y el mundo n_o euro_peo; sobre
las
\4'est, 1500-18110, Cambridge, Carnbridge University Press, l9Utl f ln tnnlut irin militar
Las innoztaciones militares ^¡ eI apogeo de Occi.tlentc, 1500-1800, trad. Albcrtr¡ Piris, Barce- nr*us e iu<lígenas en América, véase Alberto Mar-io salas, Las armas de la
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"r.op.as
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168 169
.r nnlx)n('rs('rlcs¡rttcsrlc l:rs,rr l,r('s:r rrrir i:rlrlc l:r llr'1i:rrl;rrlc lr)slx,rlugu(' T l,()srlr)sqililt(lr.sirrr¡¡r.li('s(,1\'(l()ll(r)ll ,lt'llt,lsl,t,l.rr;r¡rirlcztlttt
Irrvir.lorr lir.tu¡ro rlt'lrtl:r¡ltlrlst'ltlrl¡sr ollot itlo cslilo tIt'gttt'ttlt
scs. l,:r ¡xrlrl:rr ir¡n rk'l'or lrrg:rl:rlx'nlrs:rlr:urz;rllr lnr rnillorr rlc l¡:rl¡itrrrrlt's:
r':t llt
rt lin¡tl<'s r lt'l sigk r \\'1, r'l ir r r¡rt'r io tt togol k' l:r l¡ lr lilr l('n lr ('u sr rs cj<irtitos
< rr r r('\':r lt't't tologílt, ¡lt't r I los il r< lios r lt' los
tl t;it g-t't lt's r lt' l:rs l)()scsl()lles
de difíCil
r.s¡r:rirollts v ltls <lt' Not'tt'ittlttlt'i<'it f irt'trrtr ()ll1) lll)lAl-' Di'cacl¿rs
(:sc l)rill)cr'()<lc lt<¡nlllt's(()nr() rrríninr(), rnu( lr()stk't'llos()(luil)ll(l()s('()ll (
eurOpeas hi-
n)osquetesrl'. l,os indit¡s a(l()pt¿u'()n r':i¡ri<lanrcntc t'l arrn¿urrcr)t() ()cciden- r or.xislt'lrcir r,<lc ('()tltintl¿r cx¡losiciórt ¿l l:ts inlltteucias
tal 1'tan sólo hacia mediados de I siglo x\/ut, cu¿urdo tur¿r seguncl¿r, revolu- r it'r'on ¡losiltle rltre al lnellos algunas tribus llegaran
a conocer de
, ,',.,',, l,r, lrrét<tclrls bélicos de los intrusos y adquirieran arrnas
suyas
ción militar dio a los europeos una artiller-ía cle campaña ligera y relati-
de Asia'
vamente poco costosa, fueroD éstos capaces de tomar de nuevo la l)( )r. ill(,(li() clel conercio, tal como habían hecho los pueblos
iniciativa y avar,zar con eficaciahacia el inlerior del subcontinente5o. i',r ( lllile, por ejemplo, los arattca'os se convirtieron e' formidables
Más al este, los chinos, cor-l sus propias armas de fuego, y losjaponeses, ( )lx)n(inte; de ios españoles al incorporar el caballo
a stls ejércitos
.1..*rlc finales de la década cle 1560, aclaptar la silla de rnor-Itar
a srts
que habían irnportado y copiado cañones europeos en el siglo xvt,
y alargar sus picas Para respol-lder a las cargas de
poseían culturas militares y máquinas de guerra que los convertían en ¡rrr r¡rias necesidad'es
formidables adversarios en potenciaparalos europeos, muchos de los r illr¿rllería5:r. Por otra parte, los chichimecas de
la fiontera septelltrlo-
de adap-
cnales estaban en cualquier caso más interesados en el comercio que ilrrl espariola en Méxic rnostraroll una caPacidad parecida
elrro-
en la conquista en regiones tan lejanas de sus países de origenir. t.r.iriri,los i'clios cle las grancles llanttras se equiparon al estilo
Lrna clrltura ecuestre' y las tribus del norte
Aunque la distancia tecnológica que separaba a los europeos de Ix'() v se transfbrmaror, .n
otros pueblos era mucho mayor en América que en Asia, un total . .,,tro los pequot v los iroqueses adoptaroll las al-l-nas
de fuego y se
de menos de setecientos españoles, con una fuerza combinada de l8 <lt,clicaron a formas de gt érra de guerrillas qtle a slr vez
fbrzarou la
cañones y 83 caballos, a duras penas hubiera podido derrocar los lcrrlturación militar de los invasores:'l'
de
imperios aztecas e inca, con sus muchos rnillones de habitantes, si no Eu las Américas tanto del norte como clel sur' pues' el proceso
incluso detuvo, por la
hubieran podido echar mano de otras muchas ventajas aparte de la IrPr.opiación de tierras se hizo más lento, o se

mera superioridad de sus instrumentos. El efecto sorpresa de los ca- ,..,rirü'cia cle pueblos ctispersos, que 'tilizaron el intervalo temporal
sus terrl-
ballos y los cañones, arurqlre poderoso al principio, tendía a desgas- illltes de que los europeos se elltrometieran seriamellte elf
e idear
tarse, y para aztecas e incas era probablemente mellos clifícil adaptar- torios paia farniliarizarse con los nlrevos métodos de grterra
a los
se a tales innovaciones que al estilo de guerra de los recién llegados, respue;hs aclecuaclas. No se había dado ttn tiempo comParable
incas' que además se
con objetivos muy distintos a aquéllos de las hostilidacles a las que grarlcles imperios seclentarios cle los a:ztccasy los
estaban acostumbraclos. Mientras que los europeos luchabal) para
conqtristar y mzta\ los aztecas luchaban para tomar catrtivos, y los
i:] tr-arl'-l:tcr¡trcs l'a-
escrupulosos rituales que gobernaban sus fbrmas cle combate y las cle Alvaro.far-a , Gturrt ct sotiáté u.tt ()hiti.. tissni. d¿ sotiologte t'olottinle,
f arc,
p¿rrís, Institut cles Ha¡tcs Étucles <le I'Amériqrre l,atine, l9{il Iver-'si<in <¡l'igitritl
los incas colocaron a ambos en seria desrrentaja en sus plirneros y títttlo Guet .sotiedttd ¿n Chik': h trunsfonnat iótt dr la
¡rrrlrlic:rcla poster.iormente
con el rtt \'
críticos encllentros con los conquistador-es52. 'gr,rrrn
,l,o Arnrtto \ ln esrl.rn,iÍ ud d.e los irldios, Santiaso cle
chile, Editorial universitalia,
l97l l, cap. 3.
¡i pnitip Wa1,ne Powell, Sokl.ier.s, Indinns rtnd Siltter: 7-h¿ Northittard Athtrtnce of Nmo
+!f Parker, 7-1rc Mi.litar"¡ ReuoLution La ranludón militai, p. 129. (lalifo'..iaPress, l-c)52; Edrvarcl
I :;pain, l55ti160f¿ Belkelev ic;aliforlia¡,-LTnivcrsiwof
50 Plrilip D. Curtin, Cross-Culturtil'l'rad,¿ in \Aorkl. Histr¡rt, Canrbriclse, Oanrbr-iclge É. Spi."r, Crcles of Oonqtrcit:1-he Intpatt of Sp(tin, LIexito, antl th'e Lrnitud States on tlu In¿i-
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Davicl \
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(lar.li'a Press'
52 Sobre la concepción azteca de lzr guer-r'a, véase h-rga Clendinncn, .The (krst r¡f i:nnt ojcour¡u'ur, ChapeÍ Hill (üroli'a clel Norte). U'iver-sitv of North
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t7o l7r
lt('tonlx.tilt(li(:t(lo:il)r)t(.l luisntr¡ltr.rllorlr.srritllol,¡:rrlorlr.orqlrrri lrlcrrcrortl¡,tll:ur(lu('(l:trl,rcs,:rs;rr('rrlr'¡rolrl.t,l.ts,.ulcnr.rs. l.rsr'¡rrrlr.
/il('l()ll' ( lrlltt¡ irtt¡rt't l()s ('('trlltliz¡rrlos, r'(.fiull:rl)iur li( ¡li¡ ¡r(.¡l(, r¡r;rs ( (¡ttlitrt¡;ttr¡rt tctlt¡r icrttlo cl ttttrrct,r rlr'¡rlrl¡os lr()r l(';un('r ir:rilos
l):u
clébiles estrilt(:{fiir ir¡tlicirrla sl¡(.(.s¡\,llll)(.trt(,
¿t l¿l lr.rst:r lricrt crtlrrrlo r'l si¡¡lo \\ lll. Si sr'¡lrrcrlc r onsirlcr:lr, il l)lu tir <lt'ruur
lx)t.( lr¡l.li.s r, lrizlrr.r.. <lt.
capturaral etnperaclory¿tsíclejitrsin c¿rbr:z:r l¿r <'strrrr.trrra ( \tr:rl)olrrr irirr rl<'l:rs r if r':rs ¡r:rnr r'l Nlrixir r¡ r'r'nlrirl, r¡rrc'l:r polllaci<in
il¡¡rer.iirl.
También eran vulnerables p'r el reserti'riento ¿lcrrlr.r:rcro rrrrlrg-r'tt:t rlt' llts,\nttit it'rts ctr t'ott jttttlo sttlt'iri tul:t c¿tícla clel orclen del
p'r r.s
pueblos que había' subl'ugaclo dura'te el proceso de 1l(l¡ror < icrrlo t'rr cl siul() qrrc siutri<i a srr ¡tlirrrt'r-contacto con los euro-
exte'cler strs
domi'ios. Por consiguiente, ra conquista de México'perú fire
testi- l)('()s, ri(' lur<'<: nrrr<:ho nr¿is corrrprensible la rt--lativafacilidad con que
monio del talento político cre los españoles al menos t'stos lu('r'()r) c¿rl)uccs de irpoder:tlse de talr vastas áreas de territoliosT.
tanto como de
s'destreza nrilitar- Al explotar las diüsiones internas cre Lrrs r'<'rrtajas bi<ll<iuicas de que disfi'utaban los europeos ell Améri-
ambos impe-
rios, ccrrtés y Pizarro con'irtieron invasiones e'ropeas
de poca en\e r- ( :r, l)()r'r'l contlario, se vieron cambiadas por claras pérdidas en sLls
gadura en levantar'ientos nativos en gmn escala orquestados cl:rciorrt's r'on Asi¿r. Al cornpartir las misnras enfennedacles pandémi-
en su r
propio beneficio, v conqrustaron vastas áreas cre terriürio c.' r :rs. Ios lrsiiiticos no esttrvierotl explrestos a eftectos leta]es rnasivos por
lo que
eran e'realidad operaciones combinacras españolas cl r r¡rrtirclo col) europeos; en cambio, era más que probable que éstos
e indígenas. En
Asia los portlrg'eses hicieron .n comparable de la colaboración su< runlrier¿rn a los ef'ectos nocivos de un clirna y ullas condiciones
aborigen, pero con resultados menos 'so
espectacula,.es¡,5. Este tipo cle cxtr':rrias a ellos. Un aho índice cle nlortaliclad era endétnico a las
tnaquinación política alca,zabas'srado máximo cle ('nrl)r'cs¿rs ellropeas en Africa yAsia, y la sanería de recursos humanr¡s,
eficacia en lu_
gares como México y Perúr, en ros c'ales los e.ropeos I
se leían e'fre.- crr t:s¡rec:izrl para un país con una población tan peqtrer-ra corno l¿r dt'
tados a estruct'ras estatales gra'des e i.flexibles. P()r'tuq¿rl, tiene que haber llegado con el tiernpo a funcic¡ltat'coltt() llll
Res'ltó mucho más
difícil de ernplear, y co' resultaclos cre mucho menor alcance,
cuancro
I lrrctor illhibitorio a la hora cle apoderzrrse de toclavía más ter-ritol-i<ls.
los adversarios era' ahanzas de pequeños estacros I l,rr a¡l'opiación y mantenimiento de éstos irnplicaba costes qlle po-
o aerupaciones
tribales, colno e'ytrcatán, sin un .",-rt.o formal ¿" aor'ina.ión I
rlíirn ser estirnados al menos aproximaclamente, incluso cuando no
qtre t
t

impusiera una lealtad a regañadientes¡r;. sr' plest:rban a cálculos precisos; además, resultaba probable, como
La biología, sin embargo, tuvo un papel mavor que cualquier.es_ irrclican las disctrsiones llenas de ansiedad de los arbitristas españoles
fuerzo corsciente de los i'trusos e invasores erlropeos <lcl sielo xvu sobre el irnpacto de la ernigración a l¿rs Indias,-rs, eue
e. soca'ar la
resistencia de los pueblos i'dígenas cle América,r, llt'qara Lrrl rromento al hacerbalance del imperio en que no pudieran
áespe¡ar las tierras
para s. ocupación. El impacto de las e'ferr'eclades tráíclas scr-cornpletanrente ignorados los costes dernográficos de la elnpresa
por los
recién llegados f.e derastador para unos p'eblos que rk: trltramar para el centro metropoliÍuro.
habían'iviclo
aislaclos de las plagas l'errfermeclacles qne se había. Tirl balance, pol rnuv irnproüsado y aproximado que fuera, comen-
hecho encrémicas
en el conjurlto continentrl euroasiático. La r.irrrela minó z<i a hacerse desde los lnisrnos principios cle lil ernpresa europea de
la resistencia cle
los gue'reros aztecas q.e defe'dían Te'<¡chtitlán
co'tra las fuerzas
de Cortés y la conquista española cle la América central y
del strr fire
acompañada, y seguida, cle tLna catástrofe clemográfico. "'
Lo. insleses El tr:rbajo pionelo en el análisis estadístico de la Anrérica espairola de Sherbur.
llegaron a u'a Nol'teamérica do'cle las enfernre¿"aaes ¡rt' F. (look ¡ \lboclrorv Bolail ha sido l'eunid<¡ c()lrvenieutelllcute elr los tres r,'oltilne-
europeas ya res
r tt's (le stts ltir¿¿],.r ¿'¡¡ Population Hi,sLory, Berkeler' ,/ l-os Artgeles (Oalif()r r-ria) 1' I-oDdr es,
habían precedido, por ro que muchas de las áreas en ta,
qr. se esta- [ :nivet'sitv of (]alif brnia Press, M7l -197!l lf]nsqo.s sob¡v h istot ia d.e ln loblurión, trad.
(,lcrncntiua Zirnror;r, 3 r'ols., Nléxico. Siglo XXI, l!177-19801. S<.¡ble la polémica plo-
rocacla p()r sus r¡étortos v conclrrsiones, r'éase rnás abajo, calt. tl, n. tjl. No existe ur
,.. ""
Scamtnell, "h1¿¡*.t-to,tsAssistance", en Clorreia-Afonso (ecl.). trabajo cle conrplejiclad courpalable, sobre N()l'tear)rérica, pala la cual se dispone de
In¿.-portrtgtte,se
History, cap. I l. ('scAsos inclicios r-elativos al taln¿uio de su población en la época de la int¡-usión eulo-
56 Ralph L. Rovs, 'l'h.e
Intliun ¡;c:r. \7éase.Jerrrrinss, I-ln Intwsion ol Aneñru, cap.2.
Washingt
Carnegie i,rrtit,,ti.r,-r'of
NInw and Spaninrd in Yutatan, i5
!r:i::r:r:;Y;::::;;,??il,l?"?, 58 Véase pol ejenrplo, Peclro Femández Navar-r-ete,
, (hnscrttuitín de non.urquítts
. Cambridge U'i'ersir' I,r-ess, ( 1626), discttrso VIIL Sobre l¿rs rellexic¡nes en Espllña cle las ct¡usecuencias ¡tala ella
1987. dt'lzr zrclquisicit'rn cle su itnpelio ¿rnlericano, r'éase más abzrjo. cap. 7.

t72 l7u
ullr:ur:u. I.:ts cr¡rcrlir i,rrtcs rlc tlcsr ttlr rnrcttlr) \ ( ()n(lur\l.r ('\rgt:rtt T .r l;' t,. rlr.l:t lt'ltlct:l s('l)l('lllt tolt,tl ¡lcl t rllcitt,tl, rl| Nrtcr't l's¡r'ttt't'
l,I
ilil1)()r lllill('s lil\('lrir()rrcs illir'i;rlcs, \'ir llr('r:ilr ¡r()r r'lcsl;rrlr), l)()r I)('ili()- rrrrltrg:rrtlr¡lttlt'ttlt:ttlllcli,rtt'x¡r:tttsi()lll('llilori.rlollt'tl;tl)()(lls('ril)('-
rtirs ilr<livi<lual('s () l)()r'anrlx)s. l,a <'x¡rt't'lrrtir':r, r'l:r irrlt'rr< irirr, t'ur (lu(' l.lll/;ls rlt'g:tttlttl<.ilt.'l:rlt's Z()lllts ltrltllt.t izlts. r¡ttt't.xigíltrt t.l t.stlrlllt't.i-
la cotrqttista )'el iurperi<l sc autolinlnciuscn l)r1)nt(): lrrc t'n f rul<'itin llll(.lll()(l(.gtllll.ll¡(.i<ltlt's\,|)tl('sl()srlt,fi'Ilsirrts,itrrlltlrrítrtrpesadasc:u-
cle tales esperanzas que lzls din¿rstías reinantt-'s er) I)()r'tugal v lispaña ri.rs lirr:rrrt.it.r.:ls (1.('*.' Il,ilrí,,,', clc clcrtltrcir de Ios itrgresos asegtlrados
,, ,, 1,,, l.(.si( )ll(,s lniis ltrcrativas clel virreinatodr.
Esto iba a reslrltar una
estuvierar-I dispuestas ¿1 reunir préstarnos y desernpcnar rrn papel di- ¡
(,'n las elnpresas cle ttltratnar de la Europa de la eclad
recto en la financiación de las primeras etapas de la empresa de ultra- ¡,,,,rt,, .'.,,tt.i,, Por
nral, antes de tener cualquier idea clara cle los rendimientos que se ,,'.,, l,'t'nit (:?rcla \¡ez que implicaban la adquisición de territorio'
la ftterza tenía beneficios que no eran
podían esperar de su inversión. Tan pronto colno se hizo evidente ( )tr ir
l)ru'tc, l:r aclquisición por
il('( ('s:lt'i:llrlellte a corto Plazo' como puede verse ell el Asia
meridional
que se podían prever suculentas ganancias en Asia y Arnérica, los
)( )r.( l luuesa. Los cálculás apro*i'naclos preparaclos
pol' el Estado cla
banqueros v mercaderes peninsulares y extranjeros (genoveses, flo- |
lrrr lia ctr la década de 163O indican que la corona
obtenía corno rní-
rentirlos y alernanes) i tervinieror] y asrunieron la mayor parte de la
rrirrrr¡ rttl 31 por ciento de sus itlgresos de sus Posesiones
ell tierra'
responsabilidad financiera. A partir de entonces y a medida que los
lr r.lrlt: n .r,, 47 por ciento cle stts actividades comerciales
marítimas'
pnmeros asentarnlentos de ultrarnar se arraigaban, se hizo posible
,\r It'ttths, en comParación con los fluctuantes derechos
de aduaua' las
movilizar localnrente ulla proporción de lecursos ell alunellto para (loll
ulteriores expecliciones de conqlrista, como ocurrió en la América I('IIttrs cleriYadas del suelo ofrecían tlna bienvenida estabiliclad"'r'
espariola. En este caso, los inversoles en las expediciones fbrmaron t o< ft r, aquí, corno elt otras partes,
los costes de la def'e¡sa n() s(il() ('l'illl
( )'(.r.os;s, sino que asimismo tendía' a crecer a medida
qlre sc l-('afrl'tl-
sus propias compañías privadas, colno Ia montada entre Pizarro v
y aparecían en escella rivales euroPe()s'
Almasro para emprencler la conquista de Perirs!'. ¡rrrlxru las firerzas locales
corl-
La inversión privacla, por tanto, exigía dividendos relativamente lror más que los aventureros y clérigos de la península Ibérica
rápiclos y este requisito tlrvo ull impacto decisivo en el car'ácter de la I i I I I rirran propol-rielldo a finales clel
siglo xvl ambiciosas expedicione s
,t.. conquista en el sureste asiático{i3, una conciel}cia cada vez
rnás
elnpresa de nltramar europea, con largo alcance al detenninar tant()
el carácter de la colonización colno los límites de la expansión terri- s( )mbría cle los costes del irnperio para la corona
contribtlyó a ahogar
(.n 121 cuna tales proyectos. Quizá la coacción llo era, a fin de cllelftas,
torial'r). En el sislo xr,'l resultó pr-ácticarnente irnposible, por ejemplo,
obtener los fbndos necesarlos para Lura guerra contra los chichimecas t'l ltrodo más rentable de realizar comercio con el exterior-' En pala-
l¡r-irs dc Gcorgc cokayne después de uua visita a las
Molucas, "el co-
illcrcio hecho a la fuelza no ofrece benef]cios"(ia. Actuar segúrn est.a
¡1) Sobr-e l<rs -l-h¿
¡rorttrerreses, ré¿rse (1. \'. Scanlntell,'lhe \|'ortd. Iinrutnpa.sscrl: Iir.st
nlzixima, sin embargo' era más fácil para las corporaciorles puramel-l-
European IlaritinteEmltire.s, r.800-165f1 Berkelevvl,osArrseles (Califomia), Unir,ersi-
y etrcotl-
t,v of'Oalif<rrnia Press, p. 2()4; sobre los esparioles en las Inclias, r'éanse Mario G<irgo- t(' rnercantiles que para los gobiernos sujetos a las ¡rúrltiples
r'¿r,.!1¿¿¿fi¿r intln(k¡lonial Iti.strtrytlSpaniú,lme¡itn. tlacl.inglesaRichalcl St¡utheln, I l-irdas presionei cle eclesiásticos
y burócratas mercaderes'
y
(ianrbr-iclgc, Oambr-irlg-e Llnirersitr Pless, 1975 fli.sturiio.ssobre lu histotia rolonial d¿ 'rilitares,
tanto protección del estado y
r<¡clos Los c.rales procuraban obtener
Hisltanoanhic¿, tracl. ()<¡nzllo Rojas Sánchcz v lVlalcia l)arves (lal'rzrsco. Santi:rgo clc
favorables para stls proplos
Chile, llditorial f Iniversitaria, I99ttl, pp. 5-l 6, \' Her-mann Kellenbeuz, " Dic Fiuzrn- ¡lrivilegios esPeciales como decisiones
las relacioues colnerciales
ziertrrrg cler spanischen L,ntrleckungen', en Vin leljnltrschrit'l. d.er Soziul-tutd \\'it Lsrhtfis-
irrou.Ja, particulares. Al i'troducirse en
gesclti.chtc,69 (19U2), pp. 153-lBl. compariía cle Pizarro vAlnragxr, jrrnto con el
Lzr
r ir existentes y tolnar colno criterio la relrtabilid¿ld
eu Yez de la "victo-
coDtr()\¡efticlo papel rle Hel'nando de Luque, rur sacel'dc¡te con rrrcntulirlarl e m¡rresa-
rial, es objeto cle estudio en.fanres l,ockhar-t, 'l-hc NIcn of ()ajauturu. A .\ot inl und Ri.o-
gralhiral Sturl¡ of'the lirsl Oottqueror.s of Perú, Austin (Texirs) r'l,oncL-es, trnivelsitv t¡f'
Texas Pr-ess, 1972 [Los de ('ajantna. L!¡t estudio soririlt biog'((iro ile los ltrinrros tottt¡ui.s-
tir Pon,ell, Sokliers, In¿lians rtt¿d Sihpr, esp' cirp' 7'
,i2 Véase AnthoD),Disne1', "The Portuguesc EDrpire in India, c' 155(11650'' eu
tadorc.s d¿ Pcrú, tr-ad. Marjana Morrlcl cle Pease, 2 r<rls., Lim¿r , Milla llatr cs,lgu(i-19áJ7l,
pp.70-73. (l<rlt-eia-Aftrrrso (ecl.), Indo-Portttgtrese Histo\, cap' l0' pp' 150-l11l'
(i0 (Yj
D. W. NIcinig, 'l'he Sh.aping ol Ameriru: A Geogralúital Per,slttt littc otr i()0 \7at.s
{;:t Boxer-,
"Por.tuguese auct
Spa'ish Prti¡ectt fi¡r the O.uq.te st .f Sotttheast Asia'
lirti0-I600", err str Porlagu ese Conquest and Cotnnrcrce' cap' 3'
of Histon;, NervH¿n,en (Conrectictrt) 1'l,onclres,\hleLIniversin'Pless. I9tt{i, I,¡rp.7
(i+ (litatlo por Steeusgaa rcI, T'he Asirut 'l'rc¿de Rcuoltttion' p' 123'
r 311.

l TIr
17+
I l:l (' ( ()llllllltilil"r"' l:tlcs ( ()t
l)()r'¡l( rrlt(.s, ( ()n slts lirrtilltrl¡s ¡lrj<.fi''s r iorr r'r)n l()sg(¡llcuuutlcsrlc llr l{t'¡lrilrlir;r Ilr¡llurrlcs:r t r¡rrr'l,r ( lrrrr¡r:r
('('()ll( )ll ll('()s' t'sl¡tlr¿tl l l tlt'i< lI t r ¡lo<'¿rrlrts
l)ll l'il r'( )n r lx.r cl t i¡x r t ¡. lrl:rr lr ¡.¿rs rr¡:r <k'l:ts lu<li:ts ( )r it'rtl:tk's ingl<'s:t. ( on su irrrlt'¡rt'tt<k'rrcirr rk'l:rs ittsli-
que impedían la libel't¿ld de lltaniobr'¿r rlt: k¡s r.*tirrl.rr-rr¿rt.i<irr
<'orr ¡rr.cr> Irrr ir¡nt's ¡xllílicits ('xisl('nl('sr;8, l)r'()l)()r'(:i()nir nl(:l()r'¡rir'<h:r <k' to<¡rrt'. Sin
cupaciones territoriales.
crrrlxu'uo, ¿uln(lu(' nlrr('hos de los clirec'tolr:s de esta Conrpiuiía lucha-
Esto parece cierto ar menos en teoría, y las actividades
de las com- ron llnrcrne:nte para evit¿u'que incun'ier¿l en el tipo de costes de pro-
f
pañías de las Indias orientales horandesa e inglesa
hacen pensar que, tt'<'r'i<'¡n rnilitar que Lrnto abrumaban a portugueses y holandeses, tam-
como mínimo asta cierto punto, también fue verdad en
la práctica. lririn se rieron al final luchando por Lrna calrsa perdida. Las ücisitudes
No obstante, del mismo modo que ras cuestio'es de rentabilidad
te- r lt' t'st¿r Compañía, de hecho, proporcionan Lln paradigma de los dile-
nían su manera de introducirse en ras perspectivas
estatales sobre la rnlls que implicaba intentar aislar el comercio de la conquistaoe.
empresa de ultramar, ras compariías creadai con escrituras
de consti- l,os directores de la Compariía inglesa en el siglo xvtl esperaban
tución reales o gubernamentares también se vieron incapaces
de li- sirl rluda asegurarse una existencia relativamente sin problemas al
brarse de las preocupaciones territoriares normalmente
asociadas a corrcentrarse en actividades comerciales en regiones como Carnatic
los estados. Esto se hizo especiarmente evidente e'el
caso cre los ho- v llcngala, donde los rivales europeos no ofiecían una fuerte compe-
landeses,llegados con retraso ar e perimento imperial.
su compañía Icncia v los estados indios nativos eran débiles70. A pesar de ello, como
de las Indias occidentales fue co'iebida clesde ei
principi. como un Ics había ocurrido antes a los portugueses y los holandeses, llegaron
instrumento para romper el monopolio ibérico'e' la,
Américas y :r depender para su comercio de la presencia de asentamientos forti-
pronto se üo involucrada en una larga campaña, en último
término f icaclos def'endibles desde el mar. Estos, al igual que en ambos prece-
frustrada, para conquistar v coronizár gru*l¡,t,t. En Asia,
er principal r lt:ntes, resultaron ser al mismo tiempo ventajas y desventajas: ventajas
escenario de los intereses holandeses en ultramar, la
compañía Ho-
landesa de las Indias orientales (voc), descubrió rápidamenre lx)l'que, en caso de desórdenes locales y ataques, ofrecían protección
que, rr l<ls ciudadanos ingleses y los mercaderes con quienes comerciaban;
como los portugueses, necesitaba centros de alma."rru¡.,
factoríis y <lcsventajas, porque los costes de clef'ensa locales podían absorber y
bases para proteger sus vías marítimas, ro cuar impricaüa
a su vez ob- <lesviar una parte a veces sustancial de los beneficios derivados de las
tener concesiones, de grado o por fuerza,de los.tb..u.ro,
nativos v, operaciones comerciales. Esto, a su vez, intensificó la búsqueda de
en algunos casos, como sucedió en las Molucas, la conquista
abierta, firentes alternativas de ingresos, con la consecuencia de que el cobro
ya fuera a los portugueses o a débiles potentacros
localei. como argu- rle imptrestos locales se hizo una parte cadavezmás importante de las
mentaba en l6l4Jan pieterszoo' coen, el futuro firndador
de Bata- actividades de la Compañía cle las Indias Orientales inglesa.
via, "sl cornercio no puede ser mantenido sin guerra,
la s'erra sin Por más que se esfbrzaran los directores de la Compañía en Lon-
comercioodi. Los directores podían intentar fren¿rrle 'i
desdeia metró- <lres para que sus agentes en la India evitaran involucrarse en asuntos
poli, pero ni entonces ni más avanzad.oel siglo loeró la voc
resistir locales, tal política había dejado por completo de ser realista hacia
a las tentaciones de conquista y colonizaciór
e.r to-qr,. h:rbían caído nrediados del siglo xvIlI dados los cambios en el mismo subcontir-lente7r.
otros pueblos europeos dedicados a la empresa de r.ilt.u_o..
Fll establecimiento de asentamientos franceses en la zona de activida-
Se podría argumental naturalmente, que la
VO(_l se'i' cle algírn cles de la Compañía significó que no podía escapar a ver-se enrmelta
modo contaminada desde sus primero, uño, por s, estr-echa
asocia-
6s Steensgaard, T-he,lsinn I:rade Rruohdi.on, p. 120.
ti' Ibi(t'' p. 137. Para la discusión de r,arias perspectivas s<¡br.t' t'l t'<¡nrt,r.<.i. e*ropeo 6!) Véarrse en par ticular K. N. Chaudhu ri, Thl'fradi ng World of Asin a nd. the English
cle larga distancia v las conrpariías mercantiles
én h edad m<¡dt,rna, r,tiurrst, l<¡s d.s r.r¡lú Iinst India Cornpanl. 166()-1760, Cambriclge, Cambridge Llniversity Press, 1978, cap. 6,
menes colectivos editados porJames D. Tracv, Tht Rise
of Metrhnn! ntt¡ti,.s. i.ong Distance r L Bmce \Atatson, "Fortifications ancl the "Idea" of Force in Eally English East India
Tind¿ in theEarlry Mod¿rn wTrd j50-^175!),cambridge,
.i cámbriclgc urrii,.,"iw pr.ss, 1990, Oornparrv Relations with hrdia", Pr¿st nnd Prcsen¿, il8 ( 1980), pp. 70-.97.
y Th.e Poktift¿l lronoy! of fuIenhant Enr.pires: state poíue.r and, workr,.rfutth,, I j j(L r 70 Parker, 7'h¿ Milita.rt Rntolution, p. 133.
750, cam_
bridge, cambridge univenitv press, i9gl, q.,. contienen 7r Véase P.J. Marshall, Bengril:'fhe British Bridgehead, Eastern India 174()-1828, en
rnuchos nurt:riares ritiles.
:: c.R Boxer, TheDutchin Brazil, rc22-rcs+,oxford, clare.clr¡, pr.css, lgb7.
rj7 Citado en par-ker, The N¿zu Cantbridge Histor\ ol India,, II, 2, Camblidee, Cambridge Ur.riversity Press,
Thc Military Rna"r¡* fi,.'r*"1;;r;;;;i;;;;;1.;'.\"ü. 1987, p. 3.

t76 177
('n llt (onlltr lo.rrrglr¡ ll.urr r.s r;rrl.t \,(../ nl:ts tlolr,rl. l,or olt.t
l),ttl(.. (.1 ( l¡tl'l'l'[ ll ,( ) V I I
'l\'lll( (' ll:tr i:t r'l Ilol
lt'tlt' los nr:rurllulri ¡iir( r¡rlio tr¡rl:r l:r r r.gi¡rr y r¡r lrsirr I

rrri sr'¡ ios <llrirr¡s lr l:rs rir (.iui l.r(.trs ),1)r.(xlu(.livirs <l<. li<,ug,,1"
,,., irlt.ullrl. EruGANO y DtrstrNGANO: EspnNA y r-as INnns
Atlcllt¿is' cl cttt¡lt'ot'itt)ti('rtl() rlc las c:()n(lici()ncs
¡lolítir:rs ),(.('()lr(i¡li(.lls
obligó cada'ez'rás a l.s age'tes a i'ter.verir l'calr'r.'r.e, yu rrrera
para proteser o intimidar a los clientes cle la zona o pzlra salvaguarclar
los i'tereses de la cornpañía. con'l] sran ejérciio que había
q'e
pagar' la cornpañía de las I'dias orie'tales irqlesa neiesitaba
reclr--
sos todavía nlayores, q'e sóro podían obtenerse asegurá'dose
la ce-
sió' de terrirorio. El tratado de l76b co' el erriperador rnogol
'rás
de la I'clia, qtre clio a la compañía el co'tror efectivo sobre la rica
regió'de Ber-rgala,'o fue más que la consecuencia lógica cle u'
proceso por el que la corporació' se había vrsto progreiivarne'te
arrastrada a rur cen¿rgal indio del c*al sns directores no deben
Er', s., Histmia tle luinuención d,e la,s Inclias, escrita er-r la década de 1520,
de haber t'l lrtrrnanista espariol Hernán Pérez de Oliva nos cuenta que Colón
vrsto manera alguna de escapar. por la clécacla cre l7B0
se d.ecía que la
cornpariía poseía u' -deseo voraz>> de suelo y territorios, y hacia "¡rartió de Esparia a mezclar el mundo y adar a aquellas tierras estra-
fina- ñ¿rs fol'ma de la nuestraor. En estas pocas pero vívidas palabras pode-
les de la década de 1790 el gobernador general, Richarri
wellesle¡ r.nos ver cómo se despliega ante nosotros la historia de cinco siglos de
afirrnaba con la conqllista los derechos briránicos sobre la IndiaT:.
cxpansión europea en ultrarnar y de imperialismo, que clertamente
Fste proceso parece característico cle toda la empresa
de ultramar lograron .mezclar el mundo", aunque al "dar forma de la nlrestra> los
cle los ellropeos e'la edad mocrerna: cada paso aiela'te
creaba u' resultados fueron más bien menos satisfáctorios. Pérez de Oliva nos
ruevo trastorno q'e restaba solidez al suelo bajo sus pies y hacía
más llarra una historia de imperialismo europeo, durante largo tiempo
clifícil echarse atrás. La irnage', si' embargo, no deja cle ser parciar.
uno de los temas históricos preferidos, pero en general el impacto del
F'stos europeos estaba' dispuestos a arriesgai", e' palabras de
La Popeli'iér'e, -q,e
irnperio sobre los pueblos sometidos y las consecuencias de los inten-
.s¡¡s vidas, s.s posesiones, sll ho'or y s' co'cienciao
tos por parte del poder imperial de molclearlos a su imagen han inte-
para pertrlrbar la paz del ln*'do- llo eran r,íctimas p.si'as
cre resado más a los historiadores que la repercusión de la experiencia
f-errómeno'atural. Tarnpoco f.eron sus fallos clebiclos a la rnera 'n
eje- imperial sobre I s rnismos centros metropolitanos. La repercusión
cttcióu. A¡rtes bieu, éstos estaban irnplícitos en las nrismas
co¡diciones de un imperio, el de las Indias, sobre la España peninsular es el tema de
previas e ideas p.econcebidas que los lanzaro. a'ltranr¿rr. co'sumi-
este ensayo.
dos por la codicia de_gana'cias, impulsados por.n ac'cia'te
irnpe- No se trata, ciertamente, de un asunto nuevo. En particula¡ esta-
rativo territorial que les rracía aplicar'aturalme'te r's co'ceptos
de mos bien informados de muchas de las collsecuencias materiales y
i'rperio y sobera.ía a las relaciones no sólo entre ellos si.o tarnbié'
económicas del imperio para España, como nos recuerdan enseguida
con naciones de otros colltlnentes, arrogantes y cacla vez rnás seglrros
los nombres de EarlJ. Hamilton y Pierre Chaunu2. No es fácil, por el
de sí mismos en slrs actitudes hacia los pueblos no cristi¿rn.s
clel mun- contrario, hacer e una impresión de las conseclrencias psicológicas
do, fireror i'capaces de .on."ruur u'a disti'ció' e'tre la
'bservar., e ideológicas del imperio:qué significó la posesión de un imperio de
dedicació'a las actividacres comerciales y el ejercicio clel poder-. Así ultramar para los españoles de los siglos xvl y xvtt y cómo conformó
pttes, si se vieron arrastrados a cenagal, f'eron a él co. los ojos
medio abiertos y ellos ntismos lo''habían creado.
I Hern¿in Pérez cle Olit'a, Hi.storia de lu inuenrión dc las India.s, ecl.JoséJuan Ar-r-om,
Boeotá, Instituto Caro y Cuerr,o, 1965.
72 C. A- BaYh', : EarlJ. Hamilton, An¿eri¿an'h¿t¿sure and the Pric¿ Reaolution in Spttin., 1501-1650,
Ittdirt,n Societl,rntcl, tlte hlctkirtg oJ llte Briti,sh Entpire, el) 'l-he i\etu Crtnt-
l¡t irlse Flistor'¡' of Indirt, II, 1, Clanrbriclge, (lanrbri,lg. Oarnbridge, Massachtrsetts, Han'ar-d Universitv Press, 1934; Pierre y' Huguette
LI¡iyersit' press, I !)88, p. 7!) )' B I . Clrarrnrr, Seuill.e et I'Atktntique, 1504-165(),8t'<¡Ls., París, Armancl, 1955-1959.

l7¡r
179
sllli l('sl)ll('sl:ts ltl tt¡tltttlo r¡ttc lcs rorlr,ltll:r. l,ll lr.¡rr;r,
l,or riu ¡rro¡ri;r nnnr(lo"'. l'lstlr visiorr rlt' rrttlr sot it'<l¡r<l :tll('t lt:tlir':r, l<'i:rrrlr l)('to n()
l)ilttll'1tl('z:1, t's rlilí<'il rlt'lt¡rt'r'lr<'rrrl<'r'r', sirr <lrr¡l:r. lr¡s frrlr¡ros l¡islor.irr-
rlcl lorlo irtt¡losilrlr'<lr':rlr'¿urz¡rr', rlt'lrt'<l<'lllrlrcrst'irrcrrlt'lr<lr¡ t'rt lir
dores de Gran Bl-eürrja drrr-antt: los sitrl()s xtx y x\' s(,(.u(.()nlr.iu.:ln (.()ll
nr('nl(' <k' lr¡<lo t:s¡>irñol clt:l sir¡l(), r¡li-e<:ienclo la perspectiva, por
las mismas dificultades a lirs que ¿rh()ra sc. onli'cnlan los cstrrrligs<¡s
r ('ur()lir r¡rrt' lirr:rir, clc una vida rnejor en Lln mundo más allá de los
de la España de los Austrias. El pri.cipal problerna cc¡'siste e n clis-
nllu'('¡i.
cernir hasta qué pllnto las actitudes mentales q,e podernos percibir
l'¡t lixit, l/oirc and Loyalty,Albert Hirschman esbozó tres opciones
entre los castellanos y andaluces de lo que se podría clefini¡ en tér-
minos generales, como la edad del barroco son de hecho atribuibles ¡xrrir r:l ciucladano-consumidor contemporáneo que resultan igual-
nr('r)tc aplicables a los súbditos de los monarcas europeos de la edad
a la experiencia del imperio v hasta qué punto son totalmente inde-
ruorlcmari. Los castellanos tenían la posibilidad de salir, o emigrar, y
pendientes de ella. A veces podemos barruntar que la relación es
l:r t:jercieron en número cadavezmayor: probablemente se embarca-
estrecha, pero es poco probable por lo general q.e nuestras intui-
rr )r) por año hacia las Indias 2.500 en el siglo xvt y 4.000 en la primera
ciones se presten a la verificación. sin embargo, si nos negamos a
nrit¿rd del xrnli. La mera existencia de esta opción debe de haber ayu-
plantear cualquier conexión causal directa sobre la base de la ausen-
< lirclo a reducir los riesgos de la voz, la protesta social y política, y, por
cia de pruebas documentales firmes, podríamos perfectamente ser
tanto, haber contribuido al alto grado de quietud y conformidad po-
culpables de falta de imaginación, que a su vez ller,a a una distorsión
lítica que parece Lrna característica tan marcada de la Castilla de la
histórica no menos grave que dar por sentado que la posesión del
crl¿td moderna después del derrumbamiento de la revuelta comune-
imperio ftre el elemento decisivo en ra tbrmación de la mentaliclad
rir en 152 I . La salida se podía hacer con facilidad, ,.66¡ tanta facilidad
barroca. ('omo se va el labrador de su aldea a la villa", escribía el gran historia-
La imagen popular de los virreinatos de México y perú era de
rlor.jesuitaJosé de Acosta en 15908. Se podía comprar un pasaje a las
tierras de riquezas inagotables y oportunidades ilimitadas. Se trata
lndias sin licencia, nos dice un contemporáneo, "de la misma mane-
de una imagen que aportaron la llegada anual de las flotas cle plata
la que se compra y bende el pan y carne assí en San Lúcat Cádizy
a sevilla con regularidad, las remesas en metálico enüaclas desde el
Sevilla [.. .J y a veinte y cinco ducados y a veinte se conciertan con ellos
Nuevo Mundo para constrtrir capilras familiares con slls retablos de
ilos capitanes, maestres, y pilotos] v pasan quantos quieren"s. Como
plata labrada y el estilo de vida slrntuoso de los llamados .indianos,
ténnino de comparación, trn buen peón de albariil ganaba en el
o "peruleros", los emigrantes que habían hecho fortuna en las Indias
yvolvían para ostentar su riqueza en las ciudades del sur de España.
Tal imagen también fire difundida por las cartas que los colonizado-
5 calta 173.
res enviaban a los parientes que se habían quedado en casa. En lbi.rl.,
6 All)eft O. Hirschman, Exit, Voice, rtnd Lqa,lt"¡: fu.sponses to Derlinc in Í-inns. Orgruti-
1559, por ejemplo, un emigrairte llamado Antonio pérezescribía
zations, and States, Princeton (Nueva.]ersey), Princeton Universitv Press, 1970 lSalid,n,
desde Puebla, en México, a su hermano en Albuquerque, en España: utn 1 leultrtrl. RtspLtestas ol detaiorc d.e ernpresas, orga,nizttciones ¡ e,statlos, tracl. Edtrard<-¡ L.
Srrár'ez, Ivléxico, Fonckr cle Cultura Econ<imica, 1977 (la traducción clel tínrlo es nlu),
"Acá no nos hace falta el dinero, y por s' carta veo la gran necesidad literal y al discutir el libro de Hirschman se ha preferido a veces traducir exitc<'¡mo
que tiene"3. "Después que r¿enimos a esta tierra Diego de
-escribía "renuncia> y aoiecottto "denuncia" I "protesta")].
Pastrana a su hijo en 1571- nos han ido yva muy bien, loaclo Nues- ' Para estadísticas sobre la emigración, véanse Wo<¡dron'Borah, "The rnixing of
tro señor, porque en ella después que venimos habemos ganado Populations", v Magnus Mórner, "Spalrish migration to the New Wrrrld prior to 1800",
muy largo de comer'a. en Frerli Chiapelli (ed.) , First Irnages oJ'Arwrirrt: Th,e Impact of the New World on the Okl,
"Animados Sebastiá¡ pliego a su 2 vols., Berkeley 1' Los Aneeles, Universin¡ of California Press, 1976, ll, pp.707-722v
hermano- porque a buena tierra-escribe venís, la mejor que hay en el 737-782, respectivamente; también Nicolás Sánchez-Albornoz, "The Population of
Spanish Colonial America", en 'flte Cuntbridge Hi,story of Latin A'merica, Cambridge,
Carnbridge Universitv Press, 1984, II, cap. I.
8
3 Enriqtre Otte, Cartas prittadrn José rle Aco sta, Il ist oria n atural,¡ moral de k¿s l n tl,ias, ed. de Edmlrndo O' Gorman,
de entigrantes a Ind,ia.s,Set'illa, Consejer-ía cle Cglt¡- Nléxico, Fondo de Ciultura Económica, 1962, p. 49.
ra, l98tJ, cnrta 1 53. e Rodrigo de Vivero, Du.lapon et d.u bon gouan'nemazt tle l'Espagne et dzs Ind¿s, ed.y
4 il,id., carta I 60.
trad.Juliette Monbeig, París, SE\,?EN, 1972, p.93.

lf-t0 r8r
M¡rrll i<lrl<'l siUlo \\'tt :rlgo ¡t(.¡(,s rlr.r¡rr rlrrr:rrlr¡:rl rlr:rr,,. ,,\rrrr < r¡¡'rrltr
l.:r ittt;tgctt rl<'l tlr¡lxr f r¡r'tilt:r l('il1;r{ r()il ( ('llsl:url('.:illn(llr('('ntiln(,si¡r,
l('llq¿llll()s llllil ¡(l('il t'¿tzoturlrlt'<k' la irrurg(.lr
l)()l)lrllu <lc llrs lrr<li¿rs v ;r lr('ns:lrr¡tt<'<'l ntttttrl<¡ ('r:r lx'(llr('n() ('lt v('z <lt't,ltsl<¡, ltsír'<lrtto uni(l()
podatnos ver ctimo t:l Nttt:vt¡ Mtuttlo rt'¡lx'st'rrlirlxr al lnr.rrr¡s llnil ()lx)r.- ('n \'('r rl<'rlivi<li<k¡. ( irlrro cs<'r'il¡ílr <'l Inr:a (iarcil¿rso <lc la Vc¡;a, <no hay
, tunidad para los habitantes cle castilra yArrcralucí:r, l:r rr:¡rcrcrrsió¡ de rrr:is r¡rrt' lln nlun(l(), v ¿llul(lll(' ll:unlrmos MundoViejoy Mundo Nuevo,
la posesión de las Indias sobre la opinió' ctrlta y la fbnna en que af-ec- ('s l)()r' lrirbt:rsc clescubicrlo :rqtrí'l nuevamente para nosotros, y no
tabaa las políticas y acciones del gobierno necesitan un análisis más
lx )l'(lll(: s(:¿Ln dos, sino tod<l un()'r:t.
detallado del que hasta ahora han recibido. En este punto será nece- Si t'l nrundo era pequeñ(), y un() en potencia, se lo podía evidente-
sario establecer cómo las actitudes y las imágenes cámbiaron con el
nr('nt('someter a conquista y control, tal como dabaa entender Ber-
tiempo, y también cómo variaron según el punto de vista del especta-
rurr'<l<r de Vargas Machuca cuando ilustró su Miliciay d,escripción de las
dor. En el estado actual de nuestros conocimientos no se puede más lndiu,:; de 1599 con un grabado en el que se le veía sosteniendo un
que proponer una o dos hipótesis generales. conrpás sobre un globo terráqueo y el siguiente lema debajo: "A la
La opinión culta española del siglo xvr se vio enfrentada al doble cs¡rirrla y el compás / Másy más y más y más" (fig. 4). El hombre, y más
desafío de situar el imperio español tanto en el espacio como en el or ¡rzrrticular el castellano, estaba en posición de dominar el globo.
tiempo, es decir, comprenderlo geográftca ehistéricamente. Esto podía sorprender que Gonzalo Fernández de Oüedo, cuando
se hizo de una forma que contribuiría a determinar las respuestas y '\¡rt'nas
s(' l)rrso a escribir su Historia genrraly natural d¿ las Indias en las décadas
reacciones a medida que las relaciones con las Indias oscilaban bajo
<lt' 1520 y 1530 en Santo Domingo en La Española, describiera con
la presión de los acontecimientos. por lo que hacía a las cuestiones de
or-qullo a Carlos V como "Emperador del universo"la. El águila de los
espacio, el círculo de humanistas en torno a carlos V parece haber
I lirbsburgo, con sus alas extendidas sobre la esfera terrestre, simboli-
desarrollado una imagen enorrnemente pod.erosa con efemblema del z',rba gráfrcamente España y el poder imperial concebido en términos
emperador en el que las columnas de Hércules enmarcaban un globo
ulobales y creaba expectativas de dominación sin límites. La misma
terráqueo, una imagen que se grabó de manera indeleble en las men- irnagen se transmitía también con las columnas de Hércules, al trans-
tes de generaciones de españoles. Tomemos para comenzar el globo,
f ormar su antiguo mensaje de limitación y confinamiento en otro
coronado por un águila romana de una cabezao el águila de los Habs- nuevo de posibilidades sin restricciones mediante el orgulloso lema
burgo con dos cabezas,un emblema que se repite .., iu, dependencias I'lus Ultra. Tal mensaje expresaba Llna visión del mundo nueva, más
del emperador en la Alhambra y después en su nuevo palácio de Gra- cxpansiva y mucho más optimistats.
nadalr. El mundo üsto como un globo, con sus continentes, incluid.a
La novedad de estavisión se extendía además del espacio al tiem-
la recién descubierta América, estrechamente unidos clentro del al-
¡ro. Al penetrar mucho más allá de las columnas de Hércules y esta-
cance de un estrecho compás, debe de haber contribuido mucho a
blecer su dominio sobre pueblos desconocidos de tierras hasta enton-
reducir a vr'aescala humana distancias previamente inconcebibles. ces ignotas, los castellanos y andaluces sobrepasaron en gran meclicl¿r
En 1566 carlos de Borja, el hijo de san Francisco cle Borja, escribía los logros de todos cuantos les habían precedido, como Hernán Pérez
para agradecer a su padre el regalo de una esfera: <Antes de verla no <le Oliva explicaba con orgullo:
me había dado cuenta de lo pequeño que es el m'nclo,, le decíarp. "Hércules queriendo andar el mundo,
en Gibraltar puso fin, que fue fin a todos nuestros antepassados, por

r0
Jonathan Brown yJohn H. Elliott, A palace for a King: 'l'he lJuen Retiro and, the 13 Garcilaso de Ia Vega, Prinna parte tlc los comentarios reales tl.e las incas, en Obras
^
court ofPhilip ltl edn. rev- y ampliada, New Haven (connácticrrr) r, Lt.¡ndres, yale tompl.etasdellnta Garcilaso de lnVega, ed. Carmelo Sáenz de Santa María, Biblioteca de
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l)<.arrcht:sne, 1940, Etnperor Charles Y", Jou,rnal of the Warburg anrl Courtaukl Institutes, 3a (1971 ) , pp.
p.92, n.3. 20+228.

182 r83
t¡licrlo r¡rtc lt¡r'ictorr ;rl or r':rtto |...l. ,\g,u:r \:r lr;ris() sus ( olttnrtt;ts t'l llns(,(,l l)i(. 1')t l)¡l¡('t¿l\'(./,(.1¡llrs,'\r¡lilllrsyl()lllo¡xrscsirttl('llllotl¡lrtt'si<¡r illlt'r'-
unttt ¡xrrl<'t'<lt'uttt'sltos l'r tttr'i¡rt's, t'r¡t:rtrilcstri lit'ulrs v ll('lrl('s sirr lin. il,. l,,r rt,r,t.s l,'r.l r''r(1. (. lsirllt'1, lit t'rtt¡rt't'stt <¡' lll<liits lr¿rlrt¿t
('()l¡() l)ttl l(' (l(' los tlcsiglli()s l)l'()vi(l()trci¿tles tle l Scrlor' A la
tlut: clc n()s()trl)s tr¡rn¿u'rin l{<'ligirirr, lt'tt's v k'rr¡4rrir. l',sl;rs st'r'iin sicrrr¡llt' ¡rr r.ttr<llr
obedieutes a Esparia, qrrc p()r'rrtatlr-c tt'l-n¿in rlt' toclt¡ t:l lricrr. r¡rrc rlc
agora adelante uvielen. Assí que el peso clel nlunclo, y la c:onscrv¿rción
de las gentes a esta tierra acuesta>rti. Este desplazarniento del centro de
gravedad del mundo (yPérezde Oliva no deja en slrs lectores ninguna ,
(" á.1

duda de que considera slr ciudad natal de Córdoba el nuevo centro


de un mllndo que se había agrandado por su dirnensión transatlántica
en expansión) era un fenómeno que se había de situar en el marco de
un proceso histórico general. Para ello, había un concepto convenien-
te y disponible en forma dela translatio impaii.
L,a trunslatio impn'i.i era una idea que apareció por primera vez en
la historiografía de la Roma imperial, como explicación del proceso
por el cual la suprernacía pasaba de un pueblo a otro, y se había in-
corporado a la historiografíamedieval occidental por medio del co-
mentario de sanJerónimo al Libro de Daniel. En el siglo xrl, Otto cle
Freising Ia había vinculado a otra idea popular del periodo, el movi-
miento de la historia de oriente a occidenterT. Fue bajo esta forma en
que Pérez de Oliva se la apropió para intentar interpretar los dramá-
ticos acontecimientos que habían ocurrido durante su vida. "Al prin-
cipio del rnundo fue el Señorío en oriente, después más abaxo en la
Asia. Después lo r,rvieron Persas y Caldeos: de ayvino a Egypto, de ay
a Grecia, y después a ltalia, postrero a Francia. Agora de grado en
graclo viniendo al occidente pareció en España, y ha avido crecimien-
to en pocos días tan grande, que esperamos ver su cumplimiento. Sin
partir ya de aquí, do lo ataja el rnar, y será tan bien guardado, que no
pueda huyr'ts. ¡Cuán equivocado estaba! Otros estaban esperando
para retomar el tema, por no decir el relevo, corno nos recuerda el
obispo Berkeley: "Hacia Occidente toma su camino el curso del Im-
perio" (hasta que, rraturalmente, se detuvo por fin en California). fn_Ü"{";r efcorynate
España, por tanto, asurnió su lugar en un proceso histórico y divi-
no, el nrovimiento hacia poniente clel imperio, que ahora alcanzaba
str señalado final con l¿r conquista y colonización castellana de las
nuevas tierras más allá de los nlares. Desde el motnento en qtre Colón

ili Hemán Pérez de Oliva, Las oár¿s, Córdoba, 1586, ff. 133r.134.
r7 M. Heacllel,, I-u.l,hn's Vieat oJ Church Hi.stor,¡, Nerv Haven ((lonnectictrt) v
Jrrhrr
Figura 4. Fro'tispicio cle Bernarclo de \hrgas Mlchtrca, Milicin t descripción
[-<-rrrdres, \'ale Universitv Press, 1963, pp.240-242. ' (te l,as Intlir¿.s (lV adricl, 1599) '
I8 Pérez de Olira, Las obra.s, f .734.

184 185
t¡ttcrl:tst'
ilr()il:u(:rs cr:trr l:ttorcr irl,s rlc nr:ilr('rit
( r('('n( r:r rlc r¡rtr'l',s¡r;rtr:r Ir,ius ,lc l\l;rlit'ttzo ctl stl I )ttlttt't tttt tlt'l l\'ttl t'lt l l-r{i'i ' l)'ll:l tlll(' ll(t
( \t:t tl(.nl('llit lr;ttlt l)('l'l)('ltlllltlt'rtlt'tllvi<llt<llt, ltttlt's lr¡t'st't'ltscttlttllt t'll
tittitlt¡xr l)iosrortltil¡ur:tttlltrttntosfi'r:rlrir¡rrl:rlisl;r rlcl:rrorlcrlclos
Re:t'cs (l:tttili<'os rll ¿rl)l'()xinlitt'st't'l t'it'lol'ioso lirr <lt'll l{r'r'orr<¡rristl1' l.r ¡r,rlir l:r lrruruullt v lt's lttt'stl ¡llcrli<'arlo SLl Silllt() l'lt'ittlgClitt"'"r"'
li rr Ir I itrr¡lt.r.i0 ll(.(.('sita ul]a ideología v trna razórt de st:r, y
el de
quedar rerstauracl¿r l¿t trnirlarl rk: la lls¡lirria visig<iticl, las cs¡rt'r'anz:rs
mesiánicas centradas en l¿r fisur¿r dc Fcr-nando el (lat<ilico y cl rnile- ( ,.rstilllr t to lttt' llit)r¡Lll)¿l excepción' La visión mesiániczr o providencia-
lrst:r r lt. l:r lllisi<in irrrperizrl cle España fire uua fuente
de orgtlllo y solaz'
llarismo franciscano qlle anticipaba con ilusión la coltversión del
de
mundo como un preludio a slr fi¡¿ltrt. .r,lr.illlis <l<. trnu legitirnación del clorninio castellano. Para frayJuan
españolase
La adquisición de un imperio en las Indias que parecía milagrosa S.rl;rz:rr., rrn lteneclictino cuya mu1'proviclencialista Política
ti <:n 1619, .es el ptteblo esparlol semejante al hebreo en lo que
y el rnismo carácter de las tierras recién conquistadas confirmaban la 1,r rlrli<
.'s s.''' ¡lrreblo de Dios", y carecía de duclas, siguiendo
la tradición de
interpretación providencialista de la historia española y liegaron a ser
l't'r cz rlc Oliva casi tln siglo atltes' respecto a que "la Monarquía
espa-
elementos importantes en el desarrollo de la conciencia nacional
castellana er-r el siglo xvt. Estos rluevos territorios ofrecían, o así lo n,,l:r tlttrará por muchos siglos y que será la úrltitna":a'
parecía, riquezas incalculables en forma de oro y plata y además mi- l',rt retrospectiva, con ntlestr-a agucla conciencia cle los problemas
( l( . s(. le acumulaban a España a caballo eutre los
siglos xr,l v xl'u, resttl-
llones de ahnas que atraer a la fe. En un famoso pasaje del relato de lr
como de
slr clrarto y úrltimo viaje en 1502-1504, Colón escribía: "El oro es exce- r:r l;ir il r-echazar esta clz-,sé cle pensamielrto providencialista
Se había
lentísimo, del oro se hace tesoro, y con é1, quien lo tier-re hace cuanto ('s( ilsa lmportancia. Sin embargo, sería un error rgnor¿rrlo'
durante
quiere en el mundo,2O. oNo da aquella tierra pan a su vez i,,,.rrlr.aclá profi'rclamente en la clase dirigente castellana
Pérez de Oliva-, no da vino, mas oro da mucho, en que el Señorío
-escribiría :\ I l.l ils generaclones, proporcronal)do Llna serlsación
de supcrioridad
consiste'21. n rr t r u-irl qtle parece haber sido uu rasgo
duradero de los goberuantes
El proceso providencial tarnbién se manifestaba en la supuestzr ,1,.1 inrperio. cr"ó una disposición cle áuirno que podría haber influi-
,1.¡ sutihnellte en las relaciones cle los oficiales castellanos
con los
coincidencia entre las fechas de nacirniento de Martín Lutero y Her-
( )t l.( )s p¡eblos cle España 1, los súrbditos italianos
cle los Austrias2¡" ori-
nán Cortés. En el preciso momento en que millones de almas se per-
qtte
dían en el este a manos de luteranos y trlrcos, un número rnucho *ri,rn,rbo quejas de que los castellanos se comportaban petlsando
.srin ells solsvinstrts del cel i que la resta dels hornes és lo que és eixit
mayor de seres humanos, hasta entonces sumidos en las tinieblas y
privados de la luz del Evangelio, pasaban a dominio español en occi- r lt. la terra, ("sólo ellos han venido
clel cielo v el resto de los hombres
dente22. Se había encomendado a Castilla, er-r este momento culmi- cs lo que ha saliclo de la tierra'):'i'
t:n la
nante de la historia universal, una rnisión sagrada: la conversión v Fln contraposición a esta tradición heredacla de couflarlzit
civilización de los ptreblos de las Indias. Era el plan providencial del nrisi.. irnperial de Castilla por clesie'ación di'i'a' hzrv qtte sitttitt'ttlt:t
Señor que las Indias fueran conquistadas por España, escribíaJuan rr lrclició' alte'rati'a cle deie'gar1o con el
imperio qtte c6t¡t:ttz<i t'lt

19 Sobre estas tradicior-les cliversas y su fusión en la mente de Coltin. r'é¿lse Alair-r


::r ()ohi.et'no dcl P¿rti (1567), ed. ci'uillerlno Lohm¿urn \t'illela'
NIill-rou, Colórt y su ment.nli.d.rul ne.siánita en eI atnltiente liandstanistn español, Valladolirl, .fuan cle Matienzo,
l'lr'ír; rjLiIr-r¿r, Iusritrrt Fr-irtrgzris cl'Éttrcles Anclines, 19(i7' ¡r'
l3'
Casa-Mrrseo cle Colón, 1983.
20 Crist<ib¿rl Colón, 'Ibxtos y dorut¡¿ento.s ronrpletos, ed. (lonsuelc¡ Val'ela, 2" ccl. au- :t Fral..f tran cle Salazal-, Polítira r.sl.ttrñoltt (1619),cd. Misucl IIelt'cro G¿rrcíir' M¿r-
rnentadir, Mach'icl, Alianza, 1992, p. 497. Para una interpletación de este pasaje v srr ,lri<1. hrstiiiio clc Estrrdios Políticos' l9{5, p¡r' 88r'199'
errigmática continrración de que el oro llela las almas al paraíso, véase Milhou, Colón,
!:, Sobr.e lit ec*rir.ale'cia tr¿rzarl¿r 1r.,r ,i. oflcial e'trc italian<¡s c- i'cli<¡s' r'éase H'
( l. Ii<rerrissbc:rg.r, "Ei al'te de f¡()l)ie lrr() clc Felipe ll' , Rm'isttt tl¿ Ou
irknt¿' 107 ( l !172 ) '
c:rp. 4.
2r Pérez cle Olir.a, Las ohrls, f. l35v ¡r. I138.
'!l¡r¿h itt the Ded;inc rú Slmin
!0 1598-
:2 \'éasc.f ohn Ledcly Phelart,'l'h¿ t\Iillcnnin.l Kingd.otn ol'th.e linncisurn,; in tltc N¿zu Véase.J. H. Elliott' '1'¡7¿ lf¿1tolt ttf-tlte (krlaktr,ts: 'l
rebeliótt d'e los tataLrntes: tttt (s-
W'r¡rttt,2" ecln. rer'., Berkelev v Los Ánseles (Oalifrrrnia) , Llniver-sitv <¡f (lalifi¡rnia Pre ss, /lil(/' Canrbriclee' Cambridge Ur.riveisitl'Press' l9(i3 ll'n
1970 [¿l ¡¿ino mil¿nario de los frrmci.stano.s ¿n el Nuet¡o t\'[und.o, tlad..]osefina \/ázqtrez de tttrli0 sobty lrt d.¿utd.cnrirt dcE$atlrt. ( I5c)8-i610),tlacl. Rafael Sánchez Marlte|o' MadIicI'
Iúrauth, México, LIniver-siclacl Nacion¿rl Autónoma de México, 19721, p. 32, con citir iift. xxr, lg77; Itt ra,olkt cr¿tr¿lana, 15919-1640: un eshuli sol¡rc lrt decadintia tL'lisfrm¡n'
tli l. .otal^tto.f osep Vallvelclír, Barcelona, \'icens-\'ives' 19661 ' p' l3'
de Clerónimo de Meuclieta.

l8(; 187
llll:l ('l:ll)¡t tt'l¿ttir':ttttcttl('f('nrl,r;r¡llr rlc l:r r.x¡lr.rir.rrci;r:un(.ti(:ur:t. p(.r() r.r(l('lr( i:t v r :ttrl¡r rlt'l irrr¡lcr io t r¡ttt¡tno r oll llr lrrolir ir' \' ( or I rt¡lr iorr
r¡ttc srilo <'olltri íttt¡rt'ltt <lt'r't'r<lrrrl:r
¡rlirrt'i¡lios <lt.l siulr) \\'u. /r'l ttillt¡t¡ , .rt¡s:rrl:ts ¡lol llt ('x( ('sivlt ()l)lrl('n('ill. I):rrlos los ¡lrurl<'los r otr ltottut <¡ttt'
dtl l)uttttltil¡,¡rttblit':ttlocn ll-r21)¡lort:l li'ant'isr':rnoAntonior¡,6¡t:v¿r- lr.rl¡r:rrr ¡r('()nll)¿liul(lo cl srrrginri('nl() <lt'l irrr¡lcri() ('sl)ari()l cn el si-
rA, n()s recuerda que descle los ¡rrinreros años cle lzr coDqtrista clel llo \\'r, r'<'srrllitbir incvit¿rblr: (il1('slr travr:ctoria presenle y firtura se
Nuevo Mundo hubo Lrna corriente persistente cle críticas hacia la r ¡r'r:r sr¡l¡l('lirla a ilrtr:lrtos paret'idos de comparación. En el prefacio
conducta y los motivos de los conquistadores. En este relato, que pasó ¡ stt lllrntot"ia,l dt'. l5l-rll, I-tris Ortiz, un contador de la real hacienda,
a la corriente principal de la literatura europea y resurgió en su forma ,lcsr rilri<i t'<irno, llegaclo el momento, "el pueblo romano y otros im-
más famosa en las Fábulasde La Fontaine, Guevara usa claramente el
¡rcr ios. sr: irbandonaron a "los deleites y ociosidad, codicia y otros
discurso del campesino del Danubio ante el senado romano para r rr ir ¡s, r¡rre fireron calrsa de su destrucción, como de ello largamente
enviar un mens{e a sus propios compatriotas. Aunque en la versión l.rs l¡ist<¡r-i¿rs antiguas nos enseñan, de donde nacieron las calamidades
impresa el üllano tiene una barba larga y espesa, mientras que en la r rt' lurrt p¿rdecido y estas mismas padecerán todas las proüncias don-
¡r
manuscrita era lampiño como un indio, los lectores a duras penas r lc cstr¡s males están>21r. El tratado que seguía era una amonestación

habrán podido dejar de advertir los paralelos entre los romanos y ellos .r los t'sp:rñoles para que evitaran la tentación de sucumbir al funesto
mismos: <yo no sé qué locura que le tomó a Roma de enviar a conquis- r ir lo <lc riqueza-ociosidad-vicio-decadencia que había destruido al
tar Germania. Porque, si lo hizo con cobdicia de sus tesoros, sin com- i r r r l<'r'it-r romanollo.
¡
paración fue más el dinero que se gastó en conquistarla y agora se l,irs advertencias a los castellanos implícitas en esta tradición mo-
gasta en sustentarla, que no lo que renta ni rentará por muchos años r:rlist¿r y ejemplificadas por el destino de Roma se vieron reforzadas
Germania"2?. si bien la repentina lluvia d.e oro y plata de las Indias c r la segunda mitacl del siglo x\t por las reflexiones de quienes, como
r

acalló por algúrn tiempo a aquéllos inclinados a poner en rela dejuicio lirnr¿is de Mercado, habían observado y estudiado el funcionamien-
lasventajas prácticas del imperio, tan sólo añadió motivo de inquietud to <lcl mercado americano y el impacto de la plata indiana en los ni-
para aquellos que estaban preocupados por sus collsecuencias mora- vt'lt's de los precios en Castilla v Andalucía. Los que operaban el sis-
les adversas. En la codicia que caracrcnzabala conquistayexplotación tcr rr:r, escribió,
"destmyen ambas repúblicas, a España y a las Indias"st.
del Nuevo Mundo, condenada rotundamente hasta po. mismo l,:r sofisticación de las teorías monetarias de la escuela cle Salamanca,
colón28,la intensa tradición moralisra de la castilla del siglo"t xvr en- ( ()r'l sll descubrimiento de la correlación entre la abundancia de me-
contró un objetivo primordial de ataque. La rapacidad, profetizó t:rk:s preciosos y la inflación, confirió a las prédicas p¡eneralizadas del
Guevara, sería la destrucción de Espana. t'lcrnento moralista de la sociedad castellana un grado de precisión
Las razones de los moralistas contra la codicia, estimuladas por la cicntífica que hacía su pronóstico sobre el futuro de España toclavía
dominación española de las Indias, eran tanto más significativas al ruiis alarmante. Hacia finales del siglo xu se abría paso la dolorosa
situarlas, al igual que la üsión providenciarista del imperio, dentro de r onciencia de que, por razones tanto morales como prácticas, la po-
un marco de referencia histórico. Había en el pensamiento europeo s<'sión de riquezas era el camino más rápido a la miseria.Justo Lipsio,
una inveterada correspondencia entre riquezas y decadencia moral, r¡rre observaba la situación desde los Países Bajos, explicó en Lrna
y una tradición en la historiografía occidental, que se remontaba a curta de 1603 a un amigo español la ironía que ahora comenzaba a
los propios historiadores romanos (sobre todo salustio, a menudo a¡rreciarse como implícita en la hercncia imperial hispánica: "Venci-
citado por los escritores españoles), relacionaba en particular la de- r k r por vosotros, os ha vencido a su vez, el Nuevo Mundo v ha agotado

27 Antonio de Gtter,ara, 2'r Alcmot'inl tlel contador Luis Ortiz n I'elipe II (\hlladolid, I marzo dc 1558), ed.José
"
El \tittnn o del Dan ubio, y otros fragm cn lr¡.s, ecl. Arnérico
castro, Princeton (Nueva.fersev), unive rsity c¡f princeton pi"rrl tg+s, p. g; Augustin L:rn-az, Madricl, Instituto cle Esparia, 1970, p. 25.
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I
28 Véase. por ejemplo, :ir Tomás de Mercado, Sutn.a rk lratos \ rcntrato.s, ed. Nicolás Sánchez-Albornoz,2
el Libro rcpindor tre üsnbd corón,, ecr.Anronio Rumeu de
Armas, 2 vols., Madrid, Testirnonio, lg8g, II, pp. 479,v b35. rr¡Is., Madrid, Instituto cle Esttrdios Fiscales, 1977, I, p.20tl.

r88 l8f)
o rlclrililtrrlr¡ \'llt'slt():lnliurlo viHor. Nrrrx lt lt:ln llr.r':rrlo olro lr rrlo llts t l¡rlr:r ¡r:rurrloirrs ¡ror lrxllrs ¡r;rrlcs. l,¡t ltllttttrl¡tttt irt rlc llrs ltrrli:rs. r¡rrt'
t'i<¡ttt'zits":t:. ,k'lrr.r r:r lurlrt'r'lrr'<'llo l)tr)sl)('r':u'it lit tttt'lni¡roli, tto llltlrlrt ('ttt'i(llt('( i(l()
Le correspondi(i zr la ucnel'itcitin rlc ¡rrinci¡rios rlt:l siukr xvl ex¿r- n r, ts ( ll t(. :l sr ls (.ll('t n ig< ls. llspait:t, c()rlt() sc solí¿t tlcc:il; sc h¿tbí¿t coltvel'-
minar hasta el fondo tal ironía. Se trataba de hombres que habían rr(lr,('n,. lirslrrtli¿wttcE,ttropa":ri'.EnvezdequedarseenlaPenínsula
üvido las derrotas y decepciones de los últimos años de Felipe II, que ,'rr l¡r'rrcf i<'io <lc la ccollomía, la plata simplemente se había escurrido
habían sido testigos de la bancarrota de l5g7 y que habían experi- , L' r'll:r rr t ravós rle los conductos establecidos Por los genoveses y otros

mentado la hambrunayla plaga con que se había inaugurado el rrrcr r rrrlt'r'r:s extranjeros. Para detener la hemorragia, LuisValle de la
nuevo reinado de Felipe III en 1598. Era la generación de los llama- ( l'r r lrr
l)l'()puso su famoso plan para la creación de un sistema banca-
"Indias sin Erarios, y con usuras, no es otro sino
dos "arbitristas", los moralistas y planificadores de la economía que r ro r rircir¡n¿ll. ruyno
trataban de diagnosticar y prescribir remedios para los muchos ma- rlc rrrrt'stra grandezay de la antigua Magestad de España, Pues no
les del cuerpo político español. Todas las paradojas de este terrible rrr vt' tlt' ()tra cosa aquel desentrañar la tierra, y convertir las aguas de
momento quedaron plasmadas en el fámoso tratado paralarestau- ('\:r nrirr clel Sur, en baxeles cargados de oro y plata, que de dar mate-
ración de España que escribió en 1600 Martín Gonzálezde Cellori- r i:r v lircrcas a nuestros enemigos", escribía en 160036.

go, qtizá el más inteligente de todos los economistas de la España No t:ra sólo la pérdida de plata en beneficio de sus enemigos lo que
del siglo xvu. En la sección titulada
"De cómo la república de Espa- rlclrilitaba a España. Los escritos de Giovanni Botero habían dado
ña de su gran riqueza, ha sacado suma pobreza>, pronunciaba el ,rrrrplia clifusión a la idea de que una población numerosa era la clave
siguientejuicio sobre las consecuencias para España de su imperio r lt'l
¡rocler nacional y a partir de finales del siglo xvl hubo una
crecien-
americano: "Ha puesto tanto los ojos nlrestra España en la contrata- tc scnsación de que España, en comparación con otros estados euro-
ción de las Indias, donde les viene el oro, ylaplata, que ha dexado ¡rt'os, estaba subpoblada. En el mismo momento, Pues, en que los
la comunicación de los Reynos sus vezinos: y si todo el oro y plata l)r'()rnotores ingleses, siguiendo los pasos de Richard Hakluyt3T, pre-
que sus naturales en el Nuevo Mundo han hallado, yvan descubrien- scnt¿rban la empresa colonial en América como la respuesta al pro-
do, le entrase no la harían tan rica, tan poderosa, como sin ello ella lrlcrna cle la superpoblación,los españoles habían llegado a consi-
sería"3s, rk'rar las Indias como responsables de privar a Castilla de su más
Este tema paradójico de la pobreza a pesar de las riquezas, y la ¡rrcciada posesión: sus gentes38.
debilidad a pesar del poder, encontró resonancia en uno tras otro de En un fascinante pasaje de su Historia gennal de España,Juan de
los teóricos preocupados por el futuro de la España imperial, ansiosos M¿rriana resume los sentimientos ambivalentes de su generación, la
por impedir que sucumbiera al mismo proceso de decadencia que <lt: la España de Felipe III a principios del siglo xvtl, sobre la experien-
había destruido antes el imperio romano. La sociedad. castellana, < ia de las Indias:
"De la conquista toda de las Indias han resttltadtr
según era descrita por el famoso historiadorJuan de Mariana y otros ¡rrovechos y daños. Por lo menos las fuerzas flaquean por la mucha
contemporáneos, había llegado a desarrollar una adicción a conti- q'(:nte que sale y por estar tan derramadas; el sustento que la tierra nos
nuas inyecciones de plata de las Indias y, mientras tanto, había perdi- rl:rba, y no mal con sus frutos, ya todos los años le esperamos en gran
do la voluntad de trabajo; así pues,
"la ociosidad es causa del ücio de
la luxuria, y destruydora de Imperios', como recordaba en 1614 a sus
:ti' Pierre Vila\ Crecimiento y desanolh, p. 192.
lectores eljesuita Pedro de Guzmán3l. 3'j Luis Valle de la Cerda, ilelpatrirnonio de Su Magestad' Madrid' 1600,
Desempeño
t.157v.
"The Discourse of Western Planting" ( 1584) , e¡ T'he Origin.al
37 Richard Hakluyt,
32 Episnknio ttcJusto Lipsio,'t los españolzs (1577-1606), ed. Alejandro Ramírez, Ma- ll'ritings and Correspond,e.nce of the Two Rich'ard Hakluyts, ed. E' G. R' Taylo¡ 2" serie,
drid, Castalia, 1966, p. 374. 2 vots. (7&77), Londres, Hakluyt Societ¡ 1935, vol. 77 , p.234.
33 Martín González de Cellorigo, Memorial 38 Pedro Fernández de Navarrete, Conseruación d,e monarquías, Madrid' 1626, dis-
d,e la política necesaria y útil restauración
a la repúblicaEspaña,Yalladolid, 1600, f. l5v.
d.e t.rrrso vIII ("La segunda causa de la despoblación de castilla ha sido la muchedum-
3a Pedro de Guzmán, Bienes d¿ el honesto trabajo y d,años lrre de colonias que de allá salen para poblar el nuevo mundo hallado y conquistado
de la ociosidad, Madrid,
1614, f.69. ¡ror los españoles").

190 191
l,:tl t('(l(' los vicltlos v tlc l¡ts ol;rs rlcl trt:rt;r'l ¡llrrrr'r¡r('nt;lri lrcr t'sirl¿rrlcs un ( itl)tlrrlo: .,(.Jrrt't'l rrrrlclro rlittt'rrr lr() sltsl('ttllt lr¡s csllttlos l¡i csl¡t t'lt
(lll(':lltla's, l)()t':t('ll(lil liil'zos¡uttcill('ir llilrltts l)llt'l('s; llr gt'rrlt' lrrrrcllc t.ll:rrir¡rtt'zlt<lt'<'llr¡s"r:i./'[)(;lt(l(',l)tl('s,s('¡rotlíitIt¡tll:rt lltvt'lrl¿ttlt'l'lt
¡ror cl Inuclr() r'('f¿trl() t'n t'onri<l¿rs V lt'irjt.s',:ttr. r ir¡rrr.zlrl l,'tut<l¿unt'lltal¡ucttLt', ctr el tl'al)iljtl <lttt'o Y la prodtrctiviclad
Una cliversidad cle respucstas t'r'a ¡losiblc anl(' l()s <lilt'nrirs cxpresa- r l<' k rsIrirlritantcs (lc un país, que habrían de dedicarse a las rnanufác-
dos en este dictamen de Marian¿1. La nt¿is sinrple, y nceativa, era la r r r r':rs,r'l ('( )nlerci() y la agricultttra. Este tema iba a resonar una y otra
xenofobia. Resultaba fácil, o facilísimo, culpar a otros, en particular vcz rlrrrirntc las tres décadas siguientes, a medida que los arbitristas y
a los genoveses y los holandeses, de las desgracias de España. Hubo r¡rclrrr¡r'iirlistars se explayaban en la necesidad de desarrollar los recur-
en el país a lo largo de todo el siglo xvrr un fuerte elelnento de hosti sos rrirtru':rles de la Península en vez de sucumbir al brillo del oro y la
lidad hacia los extranjeros. A mediados de la centuria, el memorialis- ¡rLrla rle las lndias, descritos por uno de ellos, Miguel Caxa de
Leruela,
ta Francisco Martínez de Mata no hacía más que resumir una opinión ( ( )rn()
¡rarecidos a Lln <tesoro de duendes, y que el mismo viento que
muy arraigaday extendida cuando escribía que "el comercio que It ¡ I r'¿rc lo llela"#. Para algunos, como el mismo Caxa de Leruela, se de-

asentó España con las Indias fue el más felicísimo que jamás se ha I x'r'íit dar prioridad al ganado lanar. Las minas de oro y plata de las Indias

üsto" y proseguía con el argumento de que <aquesta felicidad destm- s<'lsotirban rápidamente, pero elvellocino de oro de las ovejas españo-
yó y usurpó para sí Génovau cuando obtuvo de Carlos V el derecho a lrrs no se extinguía+5. Otros pedían a¡rda urgente para los labradores.
comerciar libremente con Castilla y,acto seguido, procedió a mostrar Sirr embargo, por más que fueran portavoces de diferentes intereses
su gratitud explotando su posición priülegiadaparasus propios inte- v gnrpos de presión, estaban unidos en su preocupación por Io que
reses egoístasao. llirnraban la.,restatrración de España" mediante la toma de medidas
Este tipo de xenofobia daría pujanzaal moümiento proreccionista ( uc ¿rlrmentaran su productividad.
|

castellano de la década de l6?0 y encontraría una saiida destructiva en Esto significaba, de hecho, cambiar las costumbres de sus compa-
la campaña, que alcanzó su punto crítico a finales de la década de 1630, rt'iotas, pues a fin de cuentas el defecto no estaba en las Indias, sino
para excluir a los mercaderes portugueses de las posiciones de promi- t'n los mismos españoles. A pesar de titular uno de sus capítulos "La
nencia que se habían ganado en la vida económica de la América ¡robreza de España ha resultado del descubrimiento de las Indias
española y la península Ibéricaar. Sin embargo, aunque la paradoja ( )ccidentales,, Sancho de Moncada continuaba el texto matizando
imperial tendió a reforzar los prejuicios de los castellanos colltra el tiur rotunda afirmación con una explicación sobre el estado de su
mundo exterior, también tuvo el efecto más saludable de persuadir ¡r:rtria: "El daño de ella no puede atribuirse al dicho descubrimiento,
al menos a unos pocos de ellos para que pusieran en tela de.juicio los l)orque las Indias antes han sido muyútiles, pues sólo han dado su oro
supuestos previos tradicionales sobre la relación de los metales pre- v plata, mercaderías muy provechosas, han gastado las de España, y
ciosos con la prosperidad nacional. Ios fiutos que sobraban. Pero es llano que el daño ha resultado de
Los sentimientos antimetalistas ya visibles en el Memorialde Luis cllas, por no haber usado bien de la prospericlad en España,r0- Etr
Ortiz de 155842 se hicieron insoslayables a principios del siglo xvrr, a
medida que González de Cellorigo y sus contemporáneos batallaban a3 González de Cellorigo, Mem.orial, f . 22. Para una discusión adicional de este
con el problema de la naturalezade laverdadera riqueza. La esencia <lcbate sobre la naturaleza de la riqueza, véase Michel Cavillac, Gueux et Marthands
del tratado de Cellorigo quedó captada en su encabezamiento para tlun.s le Guzná,n de Alfarache ( 1599-16041. Roman picaresque et nentrtlité bourgeoise dans
l'li.spagne du si?cl¿ tl'or, Burdccrs, université de Bordeaux, 1983 ÍPítaros t tnercaderts en
rl Guzmán d.e Alfaraúe. Reformismo burguás y mentnlidad. aristocmtira m la Espnña del Siglo
tle Oro, ed:n. rev. y condensada, trad.Juan M. Azpitarte Almagro, Granada, Llniversi-
Ite rlad de Granada, l99al, pp. 263-268.
Jtran de Mariana, Historia generat de E.spana, ecl. Francisco Pi y Margall, Bibliote-
ca de Autores Españoles, 3G31, Madrid, Ribadenewa, 18641872, r'ol. 31, p. 245 (libro a+ Migrrel Caxa de Leruela, Rz.stauración d¿ ln abundancia de España, ed.Jean Paul
XXVI, cap.3). l,e Flern, Madrid, Instituto de Estudios Fiscales, 1975,p.32.
+o Menoñal¿s y discu,rsos de liuncisco Mnrtín.ez dc Mnta, ed. Gonzalo Anes, Madrid, +ó DiegodeColmenares,HistmiadeLn,insigneciudaddeSegouinyt'ornpmdind¿lashisto-
Monedav(lrédito, 1971, p. 147. ¡i¿u de Castilla, Segoüa, Academia de Historia v A¡'te de San Quirce, 1969-1974' I, p. 316.
4r Cf. ao Sancho de Moncada, La restauración polífica de España, ed.Jean Vilar, Madrid,
José Pellicer, El comercio im.pedirto, Madrid, I 640.
r2 Vilar, Crcdnientu ¡ desanollo, p. 195. Institutr¡ de Estudios Fiscales, p. 142.

l9'2 193
()ll:lsl¡:llrlr:rs. lor¡ttclt:tlrltr¡ttcr:urrlriru ('r;llrrl:rlsr¡sislctrur(l('\':rl()- ,\trrrr¡rrr. llt sr.rrs:rr iolr rlc rlcscttr ttttlo r¡ttc sttltit:l rlclr oltll;lsl('('llll('
rt's. l',1 tli'sco rlt'lt'lutsli)l nr:u l:t ¡rsir'okrgnt rt:rr iort:rl rk'( hstill¿r cont,it' .r¡r:rr ir.rrt'ilr v rt'lrlirl¿r<lt'r'lr irrlrct('nl('ll l:t ctrllttt:t rlt'l lxtt tot'o, lt'stlllit
ti<i a los rt'lix'rnisl:rs tlt'lir t'<'ou<¡r¡rilr t'n nror'¿rlislirs, r¡rr<'rk'rrrrrrcilrban ,lrlrril('\,illl lltitrt¡rt't'si<ilt(l('(ltl('l):ll'ltl()s('sl)lllt(,1('stlt'l sigloXVllse
el pecado de la ociosirlacl y ¡lrt'<licaban t:l virlor rlt:l lrirbir jo rlrrr<l y la vr, r I r.li¡r'z¿ltltt t'll Ul'alt Ill(:(li(la por l:r cxpct'it'llt'ilt tlc las lndias. Autes
sobriedad. s¡¡rrl¡olo rlt' r'ir¡rrt:z:rs sill línrite, irhora ofiecí¿ttr ttna imagen muy Pode-
No era, sin embargo, una lección fácil de aprender. La repugnan- r , rs:r (r k' lrt:cho, tal vez la rnás poderosa entre todas Ias disponibles,

cia contra los falsos valores presuntamente inculcados por la pose- r lr.s¡rrrris rlt: lir misma muerte) delauanitasde las esperanzas humanas

sión de las Indias se convertía sin apenas notarlo en asco a las mismas r lrr I r r r il irl¿rd tiltima de la búsqueda de oro y Plata. Francisco de Que-
Indias. No todos habrían estado de acuerdo con el parecer del doctor r r.r l< r, ¡rol ejernplo, extrdo una conclusión adecuadaalescribir en su

en Elpassagerode Cristóbal Suárez de Figueroa, cuando opinaba que I ttlu tlt, Ma'rco Bruto (1631) que "es mejor y más cerca ser Indias que
rst'a Llzlsri l.
"las Indias, para mí, no sé qué se tienen de malo, que hasta su nom-
I rr

bre aborrezco>>|i, pero no es fácil escapar a la impresión de que las ion todo, sería una simplificación excesiva' y grave, pensar que
(
Indias, como principal proveedor de lo que Luis de Góngora llamó rros t'nfi-entamos en un momento dado, situado en algún punto de
l:rs <lticadas iniciales del siglo XVII, con una transición de una evalua-
"metales homicidas" en slls SoledadeÍg, se habían convertido en una
fuente de profundo desencanto para muchos castellanos cultos. Tal t irirr positivaaotranegativa sobre las consecuencias del imperio por
desengaño encontró una de sus expresiones más attorizadas y sor- ¡rlrtc cle los españoles cultos. Por el contrario, la fascinación de la
prendentes en una observación realizada por el conde-duque de l,,s¡raria barroca radica en la misma coexistencia de dos puntos de
Olivares al tratar asuntos alemanes en el consejo de estado en sep- vrslir opuestos, uno resueltamente esperanzadoy otro pesimista. San-
tiembre de 1631: "las grandes conquistas [...] han puesto esta Mo- c I ¡ cle Moncada indicó tal coexistencia en La restauración políticrt' de
r<

narquía en tan miserable estado que se puede decir con gran funda- l').slmñu,,en 1619, al escribir qlre (a muchos Parece eterna la Monar-
mento que fuera más poderosa si hubiera menos aquel Nuevo rlrrí:r cle España por su grandeza. Pero mucho se habla de su peligro
Mundorr+e. crr todas partes>52. Mientras Quevedo lamentaba los efectos del des-
Es difícil pensar que el conde-duque llegara a expresar tal parecer < rrbrimiento de las Indias, Lope de Vega seguía representando Amé-

si no hubiera reflejado una opinión de moda y muy extendida. Un r.ir.¿r en los viejos términos simplistas de la tierra del oro y la plata y
organismo bien calificado, el Almirantazgo de los países septentrio- r.t'tratando una España victoriosa y excepcion lmente bendecida por
nales, una corporación mercantil creada para el comercio con el nor- l)ios53. Y mientras González de Cellorigo y Sancho de Moncada inten-
te de Europa,había hecho comentarios igual de punzantes en una tirban concienciar a sus contemPoráneos respecto al falso sistema de
carta de 1627 al rey donde se contrastabalamiseria entonces impe- virlores que los tesoros de las Indias habían introducido en EsPaña,
rante en España con la felicidad y prosperidad anterior al descubri- f i-:ryJuan de Salazar felicitaba a sus compatriotas Por tener un imperio
miento de las Indias5o. Aunque los mercaderes de Flandes tenían in- "clonde hay tanta abundancia de minas de platay
oro [...] que como
tereses propios específicos que promover, está claro que el discurso l)erennes fuentes, bañando de continuo a España, la entretienen y
de la desilusión encontraba resonanciaen la corte de Felipe IV. (.onservan con todos sus estados adherentes y dependientes de ella
cn un verdor y frescura continua>>5'1. Esta imagen de la eterna fuente
lire tan persistente como seductora en SuS funestas conseclrencias'
{7 Cristóbal Suárez de Figueroa, Elpassagno,ed. Francisco Rodríguez Marín, Ma-
drid, Renacimiento, 1913, p. 147.
a8 f'r Francisco de Quevedo, obras contpletas. Prosa, ed. Felicidad Buendía, Madrid,
"Soledad primera", v. 419, en The Solitud¿s of Don Luis tle Góngora, ed. y trad.
inglesa Edward M. Wilson, Cambridge, Cambridge University Press, 1965. ,\suilar, 1966, p. 825.
ae Archivo General de Simancas, Estado, legajo2332, consulta, 7 de septiembre 5e Moncada, Restauración
Política, p. 96.
¡,3 Marcos A. Morínigo, Améri,ca en el teatro de Lope de vega,Brr nos Aires, Revista de
de 1631.
50 Antonio Domínguez Ortiz, Filología Hispánica / Instituto de Filología, 1946.
"El Almirantazgo de los países septentrionales y Ia i'+ Salazar, Políticaespañola, p. 183.
política económica de Felipe [V", Hispania, 7 (1947), pp. 272-290.

r94 195
l',rr lliltlit'l crrrlxtj:trkrt ittqlcst'rr lVlltrltirl,lrl t'r'trlr¡:rr l:rs¡r(.tsl)(.(tivlrsrlr. ('\l:tlr:r ('u nl:uros rlt' I)ir)s v rto rlc los ltotul¡tcs. l,.slo sigtrilir:rlrir r¡rrc rrrr
gu('r'l':t, t:x¡lrcstrlllr cl ¡lltn'<'r'r'<lt' t¡rrt' l<ls golx.r'ruull('s ('sl):urr¡lr.s r'r't'írul
¡r, rr lr:r Iurlx'r' r't't ir':r< lir r lt'l irtt ¡r<'r'io, ni rur lrlr:u rrk r ¡r ¡ f i rrnr:rl <k' srrs llrt's-
qtle <stt lllallatltial tlt'<llrr, (lu('. ('()nr() cl ut¡rrtr lx,tt'rtrti,trk' N4an'ilrl, vic- tos rlt'u'lrnzlr<lir nuis vrrlnct'itl)lcs. A coltst:crrcn(:i¿r (le este modo de
ne cle las Indias, los mantetrclr¿i li'cscos ilquí ('uitn(lo l'r'irnt'ia st' h¿rva l)('ilsril; lo t¡rrt' hoy conocemos como teoría del dominó se convirtió
secado por completo"55. ('n un lrtícrrkr de f'e. El condeduque de Olivares lo explicó claramen-
Así pues, parece que encontramos en la Espzrira clel siglo xvrr dos rc crr l(iii5,.jrrsto antes de estallar la guerra contra Francia: "Los peli-
actitucles opuestas ante el poderío español y el irnperio de las Indias, rir os ¡lrirncr<>s y más f'undados amenazan a Milán, a Flandes y a Ale-
que representan los límites dentro de los que se movían las opiniones rr ¡:rr r i:r. ( )tr:rlqrriera destos golpes es mortal para esta monarquía, y tal

bien fundamentadas: en uno de los extremos se halla la creencia r¡rrc si llega a suceder golpe grande en cualquiera destas partes, lo
continuada en la misión providencial de la monarquía hispánicay el r ('strntc de la monarquía seguirá, pues a lo de Alemania seguiráltalia

imperio español, que esperaba su triunfb pese a la aclversidad tempo- r' l.lurrcles, a Flandes las Indias, a Milán el reino de Nápoles y el de
ral; en el otro, havun pesimismo cadavezmayorsobre las perspectivas Sir iliit"i(;.
de España a largo plazo, agudizado por los paralelos con la decaden- [.]l clebate, por tanto, se llegó a centrar en los medios más que en
cia v caída de Roma y, en consecuencia, propenso en cualquier mo- los f iues. Había halcones, que eran partidarios de ataques preventivos
mento a sumirse en el fatalismo. Si es razonable pensar que había una ( ( )ntr'¿l los enemigos de España incluso a riesgo de extender conflictos
tensión continua entre triunfalismo y fatalismo, tal hipótesis nos po- inlcrlacionales, y palomas, que estaban ansiosas por no debilitar Es-
dría ayudar a comprender mejor tanto la mentalidad colectiva de los ¡rrrñ:r comprometiendo demasiado slrs recursos y preferían esperar a
hombres que gobernaron España bajo Felipe III y Felipe fV como la vt'r't:l crlrso de los acontecimientos. Sin embargo, a pesar del des-
clase de procesos mentales que determinaron sus prioridades y dieron :rt'rrerdo en cuanto a los métodos, el ohjetivo universalmente acepta-
lu¡¡ar a las decisiones que tomaron. <lo era la consentaciónde la monarquía hispánica. Esto colocaba una
No se trata, naturalmente, de insinuar que los miembros del con- ¡rt's:rda carga sobre los hombros de la clase dirigente española, fornen-
sejo de estado podían dividirse nítidamente en otrilrnfalistas" y t:urdo una mentalidad conservadora y defensiva que parece haber
"fa-
talistas", aunque ciertos consejeros individuales podrían merecer sirlo una característica de la élite gobernante en los centros del irnpe-
tales etiquetas. En los primeros años del reinado de Felipe IV por rio. Al fin y al cabo, la posesión del imperio tendía a ser vista como
ejemplo, don Pedro de Toledo, que poseía unavisión exaltada de la rrna misión sagraday, por tanto, colno una responsabilidad imponen-
capacidad militar de España, era una especie de triunfalist.a, mientras t('v extraordinaria. Esta actitud es propensa a proclucir rigidez mental
que don Baltasar deZuñiga, un diplomático que admiraba a Mon- v rniedo a la innovación, y la clase dirigente de la España del siglo xr,rt
taigne yJusto Lipsio, era proclive al fatalismo. Su sobrino, el conde- no fue Lrna excepción a este respecto. Era poco probable que la.jerar-
duque de Olivares, podría acaso ser descrito como un fatalista con <¡uía de consejeros y ministros que gobernaba el imperio, legalista v
momentos triunfalistas. A partir de este choque de actitudes contra- rlada a lajurispruclencia, tonrara iniciativas que lo pusieran en riesgo.
dictorias se formó una especie de consenso, que tomaba como punto ,\rrn cuando España parece poco comírn por su desconfianzahacia
de partida la idea de consen¡ación, pero con reputaci.ón. Si la herencia lir novedad, incluso según los parálnetros del siglo xvIl, esta actitud
imperial de Castilla había sido decretada celestialmente, le incumbía ¡lodría estar relacionada con la posesión de un imperio de ultramar,
acada generación mantener ese legado y transntitirlo a la próxima, con todo el peso que acarrea de bagaje ideológico.
previa aceptación de que la disposición final de los acontecimientos A pesar de todo, la pura lógica de los acontecimientos de las pri-
nreras décadas del siglo xvIl corlspiraba para obligar a una reacia
clase dirigente a cierto grado de cambio e innovación, aunque sólo
'" J. H. Elliott, The Count-I)uhe of Oliuarcs: Thc Statestnnn in an Age oJ'Decline,Nett
Haven (Connecticut) v Londles, Yale University Pless, 1986, pp. 520-521 [El, cortde-
d.uEte rl.e Ol,iztnre.s. El políti.co cn unn íltocn dc decadencia, trad. Teófilo de Lozora, Barcelo- n" l{. Elliott, Iil rcnd.e-duque dc Olit ruv.s ll,Yalladolicl, Univcr-
.1. I la hennúa tle Í-etiltc
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196 r97
Ittclt¡lrrtr¡ttt'tlt'locoltlt:ttiol:tl:ttr':trlc t.,n\t't.t¿t(ir¡ll:u¡rcrr:rz:rllrrort l,,l rcl:rj:rrrri(.ltl(, lr¡rrr'( llrslill¡t lutll¡:r stlr tttttlrirlo ¡rorlt:t;rll ilrrritsc
<'r¡rlr,'r'r'lilst' t'rr innl:rncjlrlllr'. l,ist:rlxr r'¡rrllr \'('z nl:rs r l:rr o r¡rrc los <'<lslt's rlrrr.r l:unr.rrlclr lost'f t'r'tos(()r'rlll)l()r'('srl<'l irrr¡lt'lio. (llrttillls()(l('lit
de la def'cnsa iltt¡rcriirl, tanl() t'rr t'l Vit'jo Mrurrk¡ ( ()ln() t'n t'l Nut'vo, \i'grr lrrrlrílr ('s( t'il() t'n stt 1/i.slr¡ ri.u. gvtttrril, ful I'rrú,: "l,os clttc lllir¿ul coll
estaban colocando cargas insoportablcs s<lblt: lr¡s lronlbrr)s clc un:l 'los ojos (¡r('l()s cotl)tllles las riquezas que el Perú haantes enviado al
le han
real hacienda empobrecida; ¿rdemhs, esto succclí¿r pre-cisalnente cuall- i\lrrrrrlr¡ Vit'jo y rlel'r¿rnrhudolas por todo é1, dicen que
do los beneficios más palpables del imperio, en fbrrna. de las remesas r l:ur¡rrlt¡ (lrrt: ¿rpl'ovechado, porque dicen que las riquezas comúnmen-
provenientes de América, estaban comenzando a disminuir dramáti- l('. :lnl('s s()ll callsa de vicios que de virtudes; porque a sus poseedores
camente. Un descenso en los ingresos de las Indias de dos millones lr rs irr<'lin¿rn a la soberbia,ala ambición, a la gula y lujuria, y que los

de ducados anuales al principio del reinado de Felipe III a menos de lronlllrcs criándose con tantos regalos, como hoy tienen, salen afemi-
un millón en sus úrltimos años proporciona una confirrnación elo- rurtlos, irrírtiles para el gobierno delapaz,y mucho más para el de la
cuente clel argumento de que había que hacer algo, el cual se oía aho- trrt'r'r'¿r,5'7. A ojos de sus nuevos gobernantes, la Castilla que habían
ra por todas partes (las cortes, los arbitristas y sectores de la misma ad- lrcrr:<lado de Felipe III eravivo testimonio de lo acertado de este
ministración real). Fue esta convicción , cadavez más difundida entre r lirrur)óstico. No había duda de que había caído víctima del mal que

los entendidos de la sociedad castellana, lo que contribuyó a llevar a un lrrrlrí:r matado al imperio romano.
régimen reformista al poder en 1621. l)¿rra invertir el proceso y detener la enfermedad, era fundamental
Los dos puntales maestros del programa de este régimen reformis- rr ¡lvcr a la moralidad y las ürtudes de la era preimperial. Algunos años
ta de Zúñigay Olivares fueron la restauración de la deshecha econo- ¡urtcs, Quevedo había proporcionado un texto a los hombres del nue-
mía castellana y una organización más racional del plan de defensa vr r r'ésimen al escribir en La España fufendida: "Pues si b{amos los ojos

imperial, pensada para repartir su carga más equitativamente entre r¡ l¡rs costumbres de los buenos hombres de Castilla, de quinientos y
los diversos reinos y provincias de la monarquía. En este aspecto, rlt'cuatrocientos años a esta parte, ¡qué sanidad, qué virtud y qué
como en otros muchos del programa, el nuevo régimen se inspiraba vcrdad veremos, que no imitamos ni heredamos, contenrándonos con
profundamente en los escritos de los arbitristas del reinado de Fe- kr urenos, que es el nombre! [...J pobres, conquistamos riquezas aje-
lipe III. No obstante, detrás del programa de reforma fiscal y econó- rrus; ricos, las mismas riquezas nos conquistan>"8. Esto era lo que Cas-
mica, concebido para conservar la monarquía y el imperio, había un lilla necesitabaparavolver a ser grande otra vez: austeridad, trabajo
fondo moralista, también compartido por muchos arbitristas, que casi rluro, las virtudes militares de la lealtad, la integridad y la valentía.
podría ser descrito como antiimperialista por estar suscitado, al me- ( lirsi se podría decir que fue una especie de fundamentalismo caste-

nos en parte, por la sensación predominante de desilusión con las llano lo que proporcionó el impulso para el Programa reformista del
consecuencias del imperio. ri:gimen de Olivares, una nostalgia de una Castilla medieval idealiza-
El régimen de Olivares pedía una profunda regeneración moral de rl¿r antes de que la üctoria trajera consigo riquezas, y éstas a su ve z l¿t

Castilla como compañera indispensable de la renovación económica t'orrupción.


a la que se había entregado. El programa de regeneración moral fue Así pues, las ideas reformistas desarrolladas por los escritores en
provocado por un clima de repugnancia contra el relajamiento gene- cl reinado de Felipe III y adoptadas como medidas gubernamentales
ralizado del gobierno y la sociedad durante el reinado que acababa de <¡ficiales bajo Felipe M destinadas a aumentar la productividad y res-
terminar. Por medio de una especie de limpieza general, que llevaría t¿lurar la moralidad, pueden ser consideradas, según la perspectiva
al régimen de Olivares a imponer nueva legislación suntlraria, cerrar propuesta aquí, como un intento de hallar un camino intermedio
burdeles y hacer más estricta la censura de libros y comedias, se espe-
raba coaccionara Dios para que volüera a mirar otravez favorablemen- 57 Garcilaso de la Vega, Segund,a parte d'e los cornentarios reales d,e los incas, en Obras
te a su pueblo elegido de Castilla. Pues, ¿qué otra explicación podían rompl.etas d,el Inca Garcilaso d,e la vega, ed. carmelo Sáenz de santa María, Biblioteca de
tener las presentes calamidades, si no eran debidas a los pecados de Autores Españoles, 132-135, Madrid, Atlas, 1960-1965, vol. 134' p.26 (libro II,
cap.7).
una nación que, como los hijos de Israel, se había descarriado? 58
Quevedo, Obras compl.etns. Prosa, pp.523-524.

r98 r99
('llll('l()s('\ll('ltt()riirltflt'xivosrlcl lritrrrf¡rlis¡r¡oyl¡rrlr.silr¡sir¡rr.:rrul¡r¡s
Cnrrí'r't,r,() VIII
<lt'los ('tt¿ll('s, tl<'<lili'rr'lrt(' rrtlur('r'll, lulrr'¡rirz¡rl¡irrr ir l,)s¡r:rrr:r r.r¡rr t'l <lt-
sastre. -fatlttl cl tritrtllirlislll() (:()rn() lir <lt'siltrsi<in
l):lr'(.(.(,n lr¡rl¡t:r.sirl9 INcunrERnA v EspnNA EN Aurmc,a:
estimulados por la experiercia i'rperiar es¡rari<lla. Ést:r lirt, ta. clra-
COLONIZADORES Y COLONIZADOS
máttca,y tan ab^rmadora por sus consec'ellcias, que res'lta sor-
prendente que la atmósfera de la sociedad castellana'ocle la era del
barroco oscilase bruscamente entre momentos de exaltació'y deses-
peración profu'da. Thmpoco asombra que la propia clase de movi-
miento reformista que se desarrolló como respuesta a estos vaivenes
de ánimo estuüera también fuertemente influida por la experiencia
imperial, ya que trataba de volver a una era anterior con el fin de re-
sucitar las ürtudes que en un principio habían daclo a castilla su im-
perio y la habían señalado como elegicla por el señor. con tod.o, la TT
(J uo de los placeres de la invesúgación histórica consiste en el hallaz-
nostalgia por un pasado preimperial era en sí un tipo de il'sión. En
r{() de relaciones inverosímiles. A primera üsta, parece que no podría
las circunstancias del siglo xur ya no se poclía volvei atrás. sin duda,
lraber nadie más distante de la América española que Beda el Venera-
como decía Quevedo, .ss mejorymás cerca ser Indias que buscarlas,.
l¡le, el gran cronista de la Inglaterra anglos{ona. Ocurre, sin embargo,
Pero tal vez ser Indias mientras se poseían las Indiai era pedir lo r¡rre Beda cruzó el Atlántico en el siglo xvt, aunque lo hizo en una nave
imposible.
t'spañola en lugar de una inglesa. Al menos en espíritu, era compañe-
ro de viaje de fray Bartolomé de las Casas, el "Apóstol de los indios",
<¡rrien ctrenta a los lectores de su Apol,ogética historiaque, según Beda, el
l)¿rpa san Gregorio Magno no despreciaba a los ingleses y escoceses a
l)esar de sus costumbres brutales y depravadas, sino que envió a san
Agustín para que los convirtiese. Las Casas explicaba que Beda en
persona "tradujo las artes liberales en la lengua inglesa" con el fin de
climinar de sus compatriotas el estigma de la barbariet. El mensaje
cle Las Casas estaba claro: una vez se hubiera acabado su larga noche
cn las tinieblas, los habitantes indígenas de América serían no menos
capaces que los antiguos britanos de ocupar el lugar que les corres-
pondía por derecho propio entre los pueblos civilizados del mundo.
Las alusiones a Beda en los escritos de Las Casas en los cleJosé
-o
cle Acosta, otro español preocupado por la evangelización de Améri-
ca-2 indican en parte la intrincada interacción que se desarrolló entre
Inglaterra y España cuando se embarcaron en la conquistay coloniza-
ción del Nuevo Mundo. Aunque sus imperios americanos evoluciona-
lon bajo condiciones muy diferentes y tuvieron rasgos distintilos, se

I Frav Bartolomé de las Casas, Apologética historia su.rnaria, ed. Edmundo


O'Gorman, 2 r'ols., México, Porrúa, 1967, II, pp. 633 v 638.
2 Véase José de Acosta, Historia nahral y moral de las Indias, ed. Edmundo
O'Gorman, 2" edn., México y Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica. 1962,
p.228.

200 20t
('lrll('nl:u()n ¡lrolllctn:r¡i ( rrnlul('s r',:rl lr:rl:u rlc tcsolt't't lr¡s,
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Hub<l prurtos tanto de senrej¿urza c()l)l() dc (:()ntrastc ('n l()s nl(xlos nt(lil sul)l'aya la pl'()liulcl¿r clif'erencia cle carácter eutre las sociedades
en que españoles e ingleses respondieron ¿r algruros de k¡s clesafíos a r r ¡lr¡niirlt's i1rr. liabía' surgiclo en las Américas británica y
esPañola
los que se enfrentaron, en particular al que representó el enclrentro (.r r \,íslx)r.as cie la i'depende'cia. En su composición racial, así como en
con los pobladores indígenas de las tierras en las que habían hecho llrrrt.h<¡s ()tros aspectos, eran mundos muy diferentes. No obstante,
incursión. Poco después de que las colonias británicas hubieran al- r rirn<¡ llegaron a ser tan diferentes merece análisis.
En su ensayo of
canzado la independencia, Henry Knox, el ministro de guerra esta- ,\,1 t t I it ¡ n.lóharacters [
"
Sobre los caracteres nacionals5 " ], David Hume
y se
dounidense, notó el contraste entre el tratamiento de los indios por r.s<.r.ibió: ouna nación seguirá el mismo conjunto de costumbres
parte de ingleses y españoles: "Es triste pensar al presiden- r¡tlherirá a ellas por todo el globo, así como alas mismas leyesylengua.
te Washington en 1794- que nuestros modos
-escribía
de población han sido I ¿rs colonias españolas, inglesas, francesas y holandesas
son todas dis-
más destructivos para los nativos indios que la conducta de los con- rirrstribles incluso entre los trópicos"7. Henry Knox, al distinguir entre
quistadores de México y Perú. La prueba es la completa erradicación ..t iiestino de los indios norteamericanos y los de la América hispáni-
de casi todos los indios de las partes más populosas de la Unión. Algún <:r, hallaba la explicación en el contraste entre lo que llamaba
los
futuro historiador podrá indicar las causas de esta destrucción de la ,,r'odos de poblációno de españoles e ingleses. Este ensayo intenta
razahu:mana con negros coloresra. t'rplorar la áiferencia entre esos <modos de población" Y considerar
lu rnedida en que la herencia cultural de los colonizadores pudo
Knox realizaba esta observación sobre las consecuencias de la co- ser
lonización hispánicaybritánica de lasArnéricas en una época en que lt'sponsable de ella.
la población indígena de la América española, devastada en el si- Cuandolosespañoles,ydespuéslosingleses,cruzaronelAtlántico
nuevas sociedades coloniales no se
glo xvt por las enfermedades europeas y el trauma de la conquistay l)irra asentarse en América, sus
colonización, comenzaba a mostrar señales inequívocas de recupera- cstablecían en el vacío. Al contrario, se fundaban en un suelo que
ción demográftca. En 1789, cinco años antes del comentario de Knox rrsaban u ocupaban (y a veces con gran densidad) pueblos que
en
sobre "la completa erradicación" de los indios de laAmérica británi- lrzrstantes casás habían estado allí desde hacía muchos siglos.
Esto
ca, las colonias americanas de España contaban con ocho millones de s¡scitó inmediatamente una incómoda cuestión, planteada concisa-
indios y uno de mestizos dentro de una población total calculada en rnente por Robert Gray cuando escribió en su A Good, speed to virginia
objeción es Por
catorce millones de habitantess. La población total de la Norteamé- ["Vienio en popa haciaVirginia", 1609]: "La primera
rica briránicaen 1770 era 2.283.000 habitantes, de los cuales 1.816.000 qué derechá ojustificación podemos entrar en las tierras de esos
luga-
eran blancos y 467.000 negros. Es significativo que las estadísticas ülua¡es, despojarles de su legítima herencia y asentarnos en sus
contemporáneas no incluyeran cifras aparte para los nativos ameri- ."., rin habernos provocado o hecho ningún mal'8'

:l Para un estudio comparativo más extenso sobre los imperios español v británico ;ohn-¡. McCusker y Russell R. Menard,
6 The Econorny of British America,-1607-1789'

en Arnériczr, para el cual este ensa)'o fue una investigación prelimina¡ véaseJ. H. CnapÉl Hiíl (Carolina áel Nortc), University of North Caroli.a Press, 1985, p' 54;
Countrey": Indians u11.99l"Itis in Early
Elliott,EmpiresoftlreAtkrnticWorl.tl:BritainandSpaininAmerica, 1492-1830,NewHaven .l^á, U....iI, ""Th" Customes of our Morgan (eds'), Strangers Within the R¿alm: Cul-
(Connectictrt) y Londres, Yale University Press, 2006 llmpffios d¿l mundo atlántico: Espa- imerica", en Bernard Bailyn y Philip
ña | (han Breta¡ia en Atnfuca (1492-1830), trad. Marta Balcells, Madrid, Taurus, 20061. turalMarginsoftheFirstBritin'n pú,ChapálHill(CarolinaclelNorte),Universityof
+ Citado en Richard \{/hite, The fuIid.dlc Orountl: Indions, Empirs, nnd fupublics in North Carolina Press, 1991.
? David Hnme, en sus .Lissa1s.' Moral, Political arul Lite'
the C,rcat Lakes fugion, 1650-1815, Cambridge . Cambridge University Press, l99l . "Of National Characters",
rary, Oxford, Clarendon Press, 1963 ['De los caracteres nacionales"' en Escnfos impíos
' Véase la Thbla I en Richard Morse, "The Urban Development of Colonial Span-
ish America", en'fhe Camltrid,ge Hisnry of Latin Am,nicq ed. L. Bethell, Cambridge, Cam- y aiitirreligios;os, trad.José Luis Tasset, Madrid, Akal, 2005' pp' 97-1081'
-' 8 -166.
bridge Universiw Press, 1984, II ["f'l clesarrollo urbano de la Hispanoamérica colonial", Md arriba, p. Citado en Wesley Frank Craven, "Indian Policy in Early Vir-
e¡ Historin d¿ Anth'ica Latina, trad. Angels Solá, Balcelona, Crítiia, 1990, IIII , p. 89. ginia", Willirtm antl Mat"v Quarterlv,3'" serie, I (1944) en p' 65''

202 203
littctott los cs¡lltttolcs los ¡rt itttctos (lu(' lttt'ict¡rn (lu(' lirli:rr r r¡rt cl ,.rif,¡rlclltscx¡lcrlicit¡ttt's:ll:ts,'\t¡tt'tir'lts."l,ost's¡r:tltolt'st¡tlttr:tl'l()s-
(lis( ltl r rlt t'l
('sl)in()s() ¡rrolrlt'rrlr tlt'lrr lcriitirnirl;rrlrk'srr rr¡rro¡rilr<'irirr <k'lrts tict'lits l)(.lir(,rr rri ¡,rr:r'lrlt.t.it'r'<¡rr sillt¡ rl.rr<¡'s('¡rs('rrlrlr'()1t",(]¿tl'tiel'solrrt:¡lrt-
1,,, i,,,r l1 l¡¡rlrrt'r'i<irr <lr. l¿ts l'cl¿rcit¡ttt:s t[t:.fltt't¡ttt:s
stts
¿uncl'icallirs. Al ¡llirrci¡li<1, la fitrt<l:un('nliu1)n ('(,ln() <lorurcitin ¡lir¡lirl 1',
arrnque el examen crític() del tt'<'rl<xr() F rarrcisco rlt' Vitoria v sus cole- r i:rics irl ( lirrr¿rrl¿i ¡rrrblicarl:r en l5ll0 porJohn Florio,
uu miembro del
gas escolásticos plantearía cor] el transcurso clel tiernpo gr:rves clles- r ¡r crtlr¡ rlt' Ilaklttvtr".
tiones sobre el derecho del papado par-a disponer de lugares no cris- ;\rrrrc¡ttc los colc¡uizadores ingleses, ell sus encuentros con los in-
tianos, la responsabiliclad conferida por el papa a los gobernantes de ,li,,s. nrurc¿r llegarou a tanto como a producir un equivalente anglica-
¡rizrrtlo del reqirerinriento (el tristemente f-amoso documento leído
a
España de llevar las bendiciones del cristianismo a los pueblos de Amé
rica, sumidos en las tinieblas, tendría siempre una importancia básica l, ¡s intlios instándoles a la surnisión sobre el cual Las Casas no sabía si

en la empresa española de las Indias. La conquista era una condición r <'ír'o llorar), RobertJohnson, en su sermón
de 1609 ante la Compa-
previa parala conversión, o al menos así se suponía, y la conquista r r írr <le Virginia, titulado Noua Britannia,
parece haber pensado en un
eftcaz clependía del asentamiento en el territoriol'. .1,,r'tunento similar, aunque más benévolo, para uso de los coloniza-
H,s evidente que la awtonzación papal no era una opción al alcance rkrr.es deJamestown. ..Y por lo qtre hace a desplazar a los salvajes
tal intención: nuestra
de los ingleses cuando se tuvieron que enfrentar a idénticos proble- -rlijo ante su congregación-, no tenemos mayor beneficio, y de
i r I t romisión en sus posesiones redundará en
mas de conciencia, aullqlre la tónica general del argumento basado su
en la donación papal se podía adaptar fácilmente a las circunstancias illiu)era alguna en su daño, a menos qlre como animales sin freuo se
1,, provoqiren ellos mismos. Tenemos el plan de proclamar
y hacer
británicas, tal como hizo Richard Hakluyt: "Actualmente los reyes y
reinas de Inglaterra tienen el título de Defensores de la Fe, y por tal *,,ber a todos por medio de algúrn acto público que nuestra llegada
título pienso que esfán encargados no sólo de mantener y proteger la :rllí es para asentarllos en su país, pero no para desplazarlos y err:rdi-
fe cle Cristo, sino de propagary extender la misma"r('. Así pues, Ingla- ..,,rlor, sino para llevarlos de su vil condición a otra mucho mejor:
su Redentor si
terra, lo mismo que España, cobraba una misión proüdencial en Amé- ¡rlirnero, respecto de Dios, el Creador, yJesucristo,
rica, una misión concebida, por ejemplo por Christopher Carleill i¡,,i.ren creer en Él; y segunclo, respecto de las bendiciones terrella-
en 1583, en términos de "reducir el pueblo salvaje al cristianismo y la lcs, de las que ahora no hacen buen uso, sino de bruta manera como
civilidad"tt. ru'imales, ion la promesa de defenderles contra todos los enemigos
r{.
Los prornotores de las empresas de ultramar en la Inglaterra isa- 'xiblicos y privados"
¡

los ingleses, al considerar el asentamiento en esas tierras


belina se habían leído a Peclro Mártir de Anglería, a Francisco López A.rnqué
de Gómara y a Agustín de Ziratet2, y tenían ante sus ojos el modelo de v la conversión dé la población nativa al cristianismo ]'- la civilidad'
colonización español cuando se embarcaron en su propio intento rcnían ante sí el modelo, tanto positivo como negativo, de los espatio-
de establecer un imperio en las lndias. La emigración y el asentamien- lcs, no eran de ningún modo inexpertos en las artes de la coloniz¿r-
to sistemático, como pronto comprenderían, eran esenciales para el ción. La Inglaterra de los T¡dor', clespués de todo, estaba fundand<r
irsentamientos y manteniendo subyugada una población extraña eu
su reino y colonia cle lrlanda, del rnislno modo que castilla, antes
de
e Cl. las palabras de Francisco López de Gómara: ..Quien no poblare, no hará embarcarse en la conquista de las Indias, había estado asentándose
en tierras recién conquistadas y estableciendo su dominio sobre u¡a
buena conquista, r' no conquistando la tierra, rlo se convcrtirá la gente: así que la
nráxima rlel conquistador ha de ser poblzrr", Historia gcneml d¿ las Indias, Madrid, hn-
prenta de la Real Acaclenria de la Historia, 1852, citado más arriba, p. 159. población extraña en el antiguo reino musulmán de Granada. Tanto
t0 RichardHakluyt,"TheDiscourseof \4'esternPlanting" (1584), en'fheOriginal
Writings nntl. Cor respondcnce of the 'fiuo Ri¿:hard Ha&ftr1ls, ed. E. G. R. Tavlor, 2" serie, 2
vols. (7G77) , Londres, Hakluyt Socie6', 1935, vol. 77 , p. 2lú.
tr Thc Voynges arul Oolnnizing Enterprises of Sir Humphre"¡ Gill¡e¡t, ed. D. B. Qrrinn,
Hakltryt Sociery 7940,2." serie, vols. 83-84, l,ondres, 1940, II, p. 361.
12 Véase la relación de sir George Peckham de sus propias ftrentes er-r
Quinn, Vo-
^tages oJ Sir Humphre¡ Gilbert,ll,p.444449.

'2O1 '201)
l',s¡l:rrrlt((,ttt{tlllul:rlcrllt,¡lot rlccillorlcoltonlorlo.¡lrrr.rlcrrcorrsirlt.- unl('rnlrsicrrt¡rtr'rlt'lir:trlo.,'\t¡tcrlirt¡krsrlr'l siglortt,rnoliri;tlcs¡rrtrol
l':ll's('('()ll tlloliVo ¡lolt'ttt'ilts ¡rrrllo<'olotri¡rlcs ilr< lrrsr) lnl(.s rlr.t¡rrt.t'rr- crr l'r'r'ri,.f rriur (l('M¡rlit'nzo, s('nr()slt':rl¡:r rrtlrs lolct:rttlr'(lu('rnu('lr()s
viaran r'olonizarl<¡l-(:s ¿l l¿rs In<liirs. Err iullb<¡s ('us()s ('s rk.r's¡rt'r-ur-<¡rre r lc srrs < ortr¡rirlliolits s()l)r'(' la t'ostttntbl'(' iur(lir)ir <lt' llcv¿tr los cabellos

su anterior experiencia eur()pea lnarc:lr:l sus respucst¿rs fi-ente a los l.rr gos: "llst<l alqunos lo tienen por malo; lnas yo no hallo inconve-
pueblos de las Américas, pero hasta el momento carecemos de un rricrrlt' r¡rrc los traigan, si no es por la limpieza"2r. La argumentación
análisis exhaustivo y sistemático de las formas en que las instituciones r or r lr'l t'l pelo largo en el mundo angloamericano sería expresada con
y actitudes que habían daclo forma a la conquista y colonización de nr:r\'()r'<'<¡ntturdencia porJohn Bulwer a mediados del siglo x\aII, cuan-
Andalucía e Irlanda, respectivamente, influyeran en el proceso de co- r k r o'itic<i tal práctica tanto entre los irlandeses como entre los indios,

lonización de Américat5. :r r¡rricnes condenaba por <nunca cortarse ni arreglarse el cabello,


Basta, sin embargo, con echar un vistazo alas cartas d¿ reraciónde ( ( )nr() si asintieran a entrar en una alianza más estrecha con los ani-
Hernán cortés para darse cuenta de cómo los conquistadores tendían rrurlcs cle lo quejamás quiso la naturalezao2e.
instintivamente a equiparar a los mexicas con los moros: se d.escriben La ciülidad era lo primero que se necesitaba si se había de condu-
como mezquitas los templos aztecasr;, se trazan comparaciones entre r il ir estas gentes al cristianismo, pues los católicos gaélicos eran con-
Tlaxcala y Granada (favorables a la primera) 17 y se pinta a los mexicas sirk'r'ados tan paganos como los indios americanos23. Así pues, la ex-
cuando luchan como perros rabiosos, como se acostumbraba a hacer tir'¡ración de la barbarie se convirtió en una justificación para la
con los musulmanesrs. De manera parecida, los ingleses tenían ten- r lonrinación e indujo a los ingleses y españoles a verse a sí mismos

dencia a equiparar indios e irlandeses. .Los nativos de Nueva Ingra- ('( )nlo sucesores y herederos de los romanos del Imperio y como por-
terra Thom¿5 l,{6¡¡en- están acostumbrados a construir trr<lores de parecidos beneficios a los pueblos sometidos2a. El obispo
-escribía
sus casas de manera muy parecida a los irlandeses salvajes,re. Según l)ir:qo de Landa, ensu Relación d¿ las cosas deYucatán, escribe cómo los
notaba Hugh Peter en 1646,
"los irlandeses salvajes y los indios no se inclios disponen ahora de moneda española y herramientas y se les
diferencian mucho'20. Ir¿ur enseñado artes mecánicas, gracias a lo cual
"viven sin compara-
¿Cómo influyeron estos paralelos en la práctica colonial? Una po- cirin con ellas más como hombres"25. Al explicar los beneficios que
blación extraña, ya fuera irlandesa, morisca o india, era vista básica- krs indios podían esperar de la llegada de los ingleses, RobertJohnson
mente como inferio¡ pues carecía de ciertos aspectos esenciales de tr'¿rza en su Noua Britanniattna analogía, parecida a la hecha por Las
la civilidad, tal como ponían de manifiesto indicios tan reveladores
como su estado de vestimenta o desnudezylalongitud de su cabello,
2r
Juan cle Matienzo, Gobiemo il¿l Perú (1567), ed. Guillerrno Lohrn¿urn Villena,
I'arís y Lima, Institut Francais d'Études Andines, 1967, p. 80.
22 VéaseJames Axtell, The Inua.sion Within: The Cont¿st of Culfwes in Col,on itl Nortlt
15 De todos modos, véanse
Antonio Garrido Aranda, Moriscos e ind,ios. Preced,entes .lmerica, NuevaYork y Oxford, Oxford University Press, p. 175.
hispánicos de la e.urm.gelización en México, México, Universidad Nacio¡ral Autónoma de 23 Nicholas Canny, Thc Eti.zabethan Conquest of lrclantt: A Pattern Estal¡Iish.ed, 1565-
México, 1980, y Mer Moriscos e indio liT6,Hassocks (Sussex) y NuevaYork, Harvester, 7976,p. 125.
rado de métodos de ación", Chrcn.ica 2+ Sobre ingleses y romanos, véanse Muldoon,
"The Indian as Irishman" y Karen
175. Sobre Irlanda, , oThe Indian as litrpperman, Settüngwith th,e Irulians: 'fhe Meeting of Engli.sh and,IntLirm Cultures in Amer-
(19
ctions, Tll , Alden T. Vaughan, it u, 1580-1640, Totowa (NueraJersey), Rowman and Littlefielcl, 1980, p. 113. Sobre la
Paradigms for the American Antiqua- .\mérica española y cl modelo romano, véase el admirable estudio de David A. Lu-
2 (1992), pp. el papel de Irlanda pher, Romans in a Nau World,: Classical Mod,ek i,n Si,xteenth-Century Spanish America, Ann
como modelo formativo en la colonización británica de América. Arbor (Michigan), University of Michigan Press, 2003. El tema imperial romano en la
16 Herná' Cortés, Crtrtas y tlotumentos,
ed. Mario Hernández Sánchez-Barba, A.rnérica española en su expresión arquitectónica es analizado porValerie Fraser, The
IVIéxico, Porrúa, 1963, p. 25. Architectureof Conquest: Buildingi.ntheVircm.¡altyof Peru, 1535-1635, Carnbridge, Cam-
17 lbid.,p.45. Irridge University Press, 1990.
ta lbid.,p.),b9. 25 The Maya: Diego d,e Land.a's Account of tlw Affai.rs of Yucatrín, ed. y trad. A. R. Pag-
re Thomas Morton, Nau English Canaan (1632), en Force, 'fraús,ll,nírm. 5, p. 19. den, Chicago,J. Philip O'Hara, 1975, p. 163 [existen varias ediciones del texto espa-
20 Citado en H. C. Porter, The Inrcnstant Saua,ge: England and, the North American riol, p. ej. Diego de Landa, Rtlación d,e las cosas d.e Yucatán, ed. Miguel Rivera Dorado,
In dian 1 5 0 0- 1 6 60, Londr es, Duckworth, 197 9, p. 202. Las Rozas (Madrid), Dastin, 20021.

206 207
( i:rs:rscrr srr lcr trurrrlc lk'rl:r, ('rrlr'('l¿r r orrrlir iorr rlc los lrrilrrrrosrrnlt's nrlr;rs"'. Sitr cr¡tll¡tt¡¡o. llt lr('o( ull:r iorr rlc lr¡s r r¡lorros ¡lot r'l ltorror
v<k's¡lrrtisrlt'lir llcglrrl:r rlt'l<¡s rl,nlln()s,.( ()nrl)lu:ur<lr¡ r¡rrcsl u¡ l)rl's('n- ,ll rrr lirnrjr', srr¡rrrcslilnr('ul<', l¡izr) (lu(' pr'()nlo solr¡ los t olotlos Itl¿is
te I'elicicla<l r'<¡lt nrrt'slr'¿rs unlcrir)l'('s iluligulrs nris('r'iils, l)(,r' lirs (lu(' ¡r,rlrrcscorrllirjt'r'lru tnllrinrottios('()n itttlígclrits:t').Portltr¿tparte,ull
habríamos seguido siendo hautir hoy britanos polrlt:s, rlcsnrr<krs y sirl- nr('r(:r(lt'r <k'l¡rt'irr<l¿r<l<k'Mtixi<'<¡ir¡fi¡t'tnabaenLrnacartadeLSTTa
vajes, siJulio César con sus legiones romanas, o algírn ()tl'(), lx) hrrbitr rrr¡ solrr irro srryo cn l.)s¡rirñlr (lu('('slal)a f'elizmente casado coll una
ra preparado el terreno para domesticarnos y civilizArlfos>'r6. Con nnrl('r irrrliirf irrladía: "Yirtrnr¡rrcirll:i r¡sparecerácosareciaenhaber-
todo, hubo dif'erencias importantes entre los modos español y britá- rrrr' , :rs:rr k r r'orr india, acri llo sc pit'l'<lc honra ninguna, porque es una
nico de abordar la cuestión de estos pueblos indígenas y no está claro rr,rr rorr ll <k' los indios tr:nicl:t en rnucho>:ll. Esto podría no ser más
hasta qué punto deberían atribuirse a los antecedentes coloniales en , r rc t'l i n t cr rtr ¡ cle un inclividuo de presentar su propia conducta desde
¡

Europa. , l r r rcior rine'rrk¡ posible, pero, ¿runqlre no todos los colonos españoles
En particular, existe una diferencia crítica entre las actitudes espa- nrn\lr rriln lanto entuslilsrno en contraer matrimonio con mujeres
riolas e inglesas hacia el matrimonio mixto y la cohabitación. Isabel y rrrli,rs. rro tt'ní¿rn ningúrn escrúrpulo en tomarlas como amantes. Es
Fernando,los Reyes Católicos, mandaron en sus instmcciones de 1503 nr,r\, ( orno nrínimo en las prirneras fáses de la colonización, antes de
a Nicolás de Ovando, el nuevo gobernador de La Española, que pro- ,¡rrr'¡rlolifi'r':rse su número, muchos de los niños mestizos nacidos
curase (que alsunos cristianos se casen con algunas mujeres indias, y r lc t¡rlt's rrnit¡nes fueron reconocidos por sus padres españoles.

las mujeres cristianas con algunos indios, porque los unos e los otros ,\ ¡rt's:rr.tlel ejemplo de Pocahontas, hija deljefe indio Powhatan y
se comuniquen y enseñen, para ser doctrinados en las cosas de nues- , ,rs.rr l:r < <¡n el colonizador inglésJohn Rolfe, los matrimonios mixtos
tra Santa Fe Católica, y asímismo, corno labren sus heredades y en- , rr l:r ,,\rntil'ica británica eran prácticamente inexistentes: no hay cons-
tiendan en sus haciendas, y se hagan los dichos indios e indias hom- r,rrrr i;r <lt' rringún matrimonio legal entre ingleses e indígenas en Mas-
bres y mujeres de razón"27. En 1526 los franciscanos de México s,rr l¡ r rst't[s entre 1630 y 167Ü2. Robert Beverley deplora esta situación
escribieron al emperador Carlos V en un sentido semejante, instando c n s r r / /i.s1¿r ry an d Present State of Virginia [
"Historia y estado presente
en pro de la conversión a "que el un pureblo y el otro sejuntase, cris- rf r'\'irginia,,,I705l, con palabras que recuerdan las de losfrancisca-

tiano e infiel, y contrajesen unos con otros matrimonio, como ya se r r, rs r lt' México en 1526:
"El matrimonio mixto había sido ciertamen-
comienza a hacer"?8. t ¡' r'l r rritodo recomendado muy a menudo al principio por los indios,
r

Aunque en las Indias españolas el matrimonio interracial se auto- ,


¡rrc lo ¡lroponían con frecuencia como una prueba segura de que los
rizó oficialmente v en ciertos momentos, como indican estas citas, se
estimuló decididamente, sigue sin estar claro hasta qué punto se '"' f't'gg¡.K.Liss,Mexict¡und,erSpa,in., l52I-1556: SoriefiandtheOtiginsofNationalit¡,
practicó. Al principio cierto núrmero de conquistadores y encomen- ( lrir;rst¡(Illinois)yLondres,UniversigvofChicagoPress, 1975[Orígent.sd,ekt,tzaciona-
deros se casaron con hljas de la alta nobleza mexica e inca, y en1534 Ittlt ttl ntxil u,na ( 1521-1556). La Jormación d,e una nueta soúe¿Lad., tratl. r\grrstín Bárcena,
\lr rit r¡, Fondo de CulturaEconómica, 1986], p. 136.
veinte cle los ochenta colonizadores varones de Puebla tenían esposas
" Mónr er, Race Mixture f La mezcla dc razas], pp. 37 y 26.
'f

tr llrrrique Otte, Cartas priuatlrls dr emigrantes a Indias, Sevilla, Consejería de Clrl-


trrr:r, l1)tltl, p. 61.
26 Force. Trads,l, núrrn. 6, p. 14. tr ,\xtell, 'fhe Inuasio'nWithin, p. 304; Muldoon,
"The Indian as Irishman", p. 284;
27 Richard Konetzke, Cokcción de documentos pa.ra kt historia de laJbrmación social d¿ \ \('iurs('er-r particular los dos panoramas sobre las actitudes hacia el matrimonitr
Hi,sltanoam.h'iru, 1493-1810, 5 vols., Madrid, Consejo Superior de Investigaciones ¡nisto, cn Vilginia y Nueva Inglaterra respectivamente, publicados por David D.
Cientificas, Madrid, 1953-1958, I, doc. 9, pp. l2-13; véase también Magnus Mórner, \¡nits, ."Abominable Mixture": Toward the Reptrdiation of Anglo-Indian Intermar-
Rnce Mixture in the Histot"v oJ Latin America, Boston (Massachusetts), Little, Brown and ri:rut' irr Seventeenth-CenturyVirginia", Vi.rginia Magazine of History and,Biograph1,95
Compan¡ 1967 [La mezrla de raz&t tn la hi;toria de Atnhca Latina, trad. ]orge Piatigor- r l1)lt7), pp. 157-i92, I
""We A¡e Not to Grow Wilcl": Seventeenth-Century New Eng-
sk1; BuenosAires, Paidós. 19691, p. 26. l:rrrrl's Repndiation of Anglo-Indian Intennarriage,', An.etic(nt Ind,ian Culture and Re-
28 vnn lt.lournal, l1 (1987), pp. l-32. Estoy agradecido al Dr. Kenneth Mills por llamar
"Carta colectiva de los franciscanos de México al Emperador", 1 de septiern-
bre de 1526, en fray Toribio de Benavente o Motolinía, L'Iernorial¿s o libro d¿ las cosas de ¡rri atención sobre estos artículos. También lo estoy al Dr. Clifford Potter por su ana-
h Nueaa España "¡ de los natural,es d.e ¿lkt, ed.. Edmundo O'Gorman, México, Universi- lrili<lacl al recopilanne información sobre la legislación y Ia práctica en la Norteamé-
dad Nacional Autónoma de México, 1971,p.429. r ir lr lrritánica.

208 '209
U
ittglcst'stt(,('l:rrlstts:ttttiqossi lr¡rcrlr;rzlrlr:ur.\'rro¡rrrr.rlor.r'il:rr lr(.u:i;u lrrcn¡rrcrlis¡r,rrtctlcsrrl li¡rorlcnrcsltz:tjcrrtllrrr:rlr¡rrcllcrr,,rrr,r.rs('r un
<¡trt'ltttllit'r':t lt'ttitlr¡ lt'li<'r's ( ()ns('('u('n( itrs ¡lrlr t's<'¡lrrclllr¡ si sr. l¡rrlli<.- r:rsuo lllrr ll:un:rlivorlc l:r sor icrllrrIcoloIritrl<lc Nr¡r'r':r l,,s¡r:rnlr \, l't'rri".
ra aceptado tal pt'opttcstit, l)uos l¿r irnilll:rrlvcl si(;lt <lt' los in<lios, <lrrc ,'\ ¡rcsltt rl<'los l',slllrrf os rl<'l(ilkt'rlrrv, t'rr rr'¿rli<lirtl llrtlto nlttch<ls
tengo por causa de la mayclr partc cle los sac¡treos v irst'sirr¿rtos r¡rrt: lrarr nr:rtr irrrouios lrrqlrrirlitrr(lcscs:i", lo cltre hace clifícil sabersi las actitu-
cometido, se hubiera prevenido totalmente por tzrl nrcclio y eri c()r)- r lcs lurciir <'l nntrintoni() r)rixl() irclqtriridas en Irlanda tuüeron conse-
secuencia se hubiera evitado el derramamiento de sangre que abun- r rrt'nciirs ¡rrii<'ti<:as en la c()ndrrcta social de los ingleses. En ctralquier
dó por los clos bandos; 1...] la colonia, er'vez de esas pérdidas hu- (:rs(), ('ulln(lo sc llesa a Ia cohabitación, hay indicios de pautas de
manas por ambos lados, habría crecido en niños para su beneficio; r on<lrrcl¿r cnlrc los colonizadores ingleses que resultan difíciles de ex-
t...] y, con toda probabilidad, muchos, si no la mayoría, de los indios ¡rlit'lrr si n<¡ sc t()man en clrenta actitudes culturales previas.
se habrían convertido a la cristiandad por este suave método,33. Arrrrr¡uc es probable que hubiera un srado consiclerable de coha-
Lacolonización de Irlanda ofrecía un precedente para el rechazo lritaci<in clandestina en laAmérica británica, no fue ni mucho menos
del matrimonio con la población nativa. Los Estatutos de Kilkenny lo l¡lrslante cotrlo para proclucir ei tipo de sociedad mestiza que estaba
(1366) habían prohibido el matrimonio o la cohabitación con los srrlsicndo en laAmérica hispánica hacia el sielo xut. En laAmérica
irlandeses, bajo la creencia de que los matrimonios mixtos tentarían lrr itrinica parece que hubo, casi desde el principio, una corriente de
al cónyuge inglés a caer en las degeneradas costumbres irland.esas3a. o¡rirri<in contra el amancebamiento con las nativas. SirWalter Raleigh
En la España medieval la religión, más que la cultura y el origen étni- ir r li l-rna con orgullo sobre una de sus expediciones que, a diferencia
co, era la línea divisoria entre los mundos hispánico y musulmán, y r lt' los conqtristaclores españoles, nineuno de sus hombres en ningu-
técnicamente las barreras contra el matrimonio mixto podían supe- rr:r or'¿rsión ha puesto las manos sobre rrna muier i¡6112:rtt. En caso de
rarse con la conversión al cristiani5l¡63r;. s('r'vel'dad, su conducta les separaba un abismo de los españoles que
Por más que los castellanos del siglo xv libraran guerras contra los 11'r)l()ntaron el río Paraglray en la década de 1530, quienes, al ofiecer-
musulmanes, sus propias vidas estaban impregnadas de influencias It's los indios sus hijas, decidieron terminar su viaje y asentarse allí
andalusíes. Sus casas, sus muebles, sus vestiduras y sus gustos culinarios
¡xrra fundar lo que llegaría a ser la ciuclacl de Asunciónr(). Dada la es-
estaban todos marcados por la huella de una vida transcurrida en la t rrsez de mr{eres inglesas en Virginia (los hombres excedían a las
estrecha proximidad de una población musulmana que poseía una rrrrrjeres en Lrna proporción de seis a uno entre los ernigrantes de
pericia técnica y artística deslumbrante36. Aunque los españoles del l,ondres a Chesapeake a mecliados cle la clécada de 1630)rt v el des-
siglo xvt llegaron a despreciar a la población morisca que permaneció cr¡rrilibrio generalizado entre ambos sexos por todas las colonias, esta
en la Península después de terminar la Reconquista, la larga experien-
cia medieval de coexistencia con una sociedad que sólo a duras penas
podía ser considerada como inferior culturalmente a la propia pudo :t7 Véase (larrnen Bernand y Serge Grtrzinski, Histoi.re du Nou.tu¿¿tu. A4onde,2 vols.,
hacer más fácil a los españoles llegados a las Indias contemplar la po- l'irrís, Favar-d, l99l-1993, ll, Les n.átissr¿ses, 155()-1640[HistoriadelNua'ofuIundo,2vols.,
tr:r<1. Mar'ía Antonia Neira Bigolra, Méxic<¡, Fonclo cle Ctrltru'a Económica, 1999, II,
sibilidad de matrimonios interraciales, al menos cuando el estatus
I t n ne.st izaje.s ( I 5 50- I 640)1.
social del cónyuge indígena era lo basrante elevado. Ello pudo tam- :tB Art (lossrove,
"Marriage in Meclieval h'el¿urd", er )\I¿rriagc in lrehnd, ed. Art
( irsqrove, Dublín, College Press, l98r'r,
¡r. 35. Estoy agradecid<¡ al Dr. T<-¡bv Barnard por
ll:rnrat lni atención sobre este artículo. También lo estoy al Pxrf . Nicholas Oanny' por'
33 Robert Beverle¡ T'lze History nnd Present Stnte of
Virgini¿, ed. Louis B. Wright, srrs consejos sobre la cuestión del matrinronio rnixto en Irlancla clur¿urte siglo xltl.
Cha^pel Hill (Carolina del Norte) , University of North Carolina press, 1g47, p. 38. :rr) Véase Nich<¡las Canny Anthonv Pasden, Colonial ld.entit.,¡ in tlw Atlrmtic Workt,
v
3a Muldoon,
"The Indian as lrishman,, p.284; Smits, ..,We Are Not ro Grow Ii00-1800, Princet<¡n (Nueva.fersev), Pdnceton UniversityPress, lgU7, pp. 145-l4ii.
Wild"", pp.G7. 1{) Véase rrn informe cle un.jesuita anónimo de 1620 cit¿rckr en 'l'he Ctnnbridge Hi.s-
3i' Thomas F. Glick, Ish.mic an.tl Chtistir¿n Spain in the Early Mirtd,le
Ages, princeron tor¡ of La.tin America,ll lHistoña de An¿é¡ira l-r¿tina.III] , p. 89.
(NtrevaJersey), Princeton Unive rsity Press, 1979 lcristianos y musulmoncs cn la España. lf Tlrad W. T:rte v David 1,. Amrnerrnan, l-h.e Ohesapea.ke in th,e Sapnteenth Century,
medi¿ual(711-1250), trad. PilarAguirre, María LuzLópezyvíctor Navarro, Madrid, Nueva York, W. W. Norton, 1979. No obstante, casi la rnitad de los inmigrantes de
Alianza,19911, p. 166. Nrreva Inglaterra e n la décadir de 1630 eran rnrrjeres. Cf. Virginia DeJohn Anclerson,
3ti Véase García Arenal,
"Moriscos e indios,, pp. l5b-1b6. .\ieu llngland's Genn'ation, Carnbridge , (lambriclse University Press, 1991, p. 21.

'2lo '21I
r ('nu('n( irr rt lor¡r¡tr lun¡url('s irlrlilts :rl)lntl,r :¡ rur rlisl:ur( t:uut('lrl() (l(' l.ur( i:rs,:ll)('uls llr('(l('sr)r'l )r ('n(l('r (llr(' los ('sl)lrr¡olcs rlc llt t¡tr'lt o¡loli
rn:r\'()r'('n\('l'glt(llllrrr('slx'('l()<l<'loslurlrilirrrlt'sirtrltgt'turs(lu('(lil('l('n- llr.g:rr:rrr :r ( ()nsi(l('r'ill (llr('sus l)r'inl()s ct'iollos sc Irlrllíltll t't llit<lo tt lx:t'-
cia ¿r los itrglcscs no stik¡ rlt'l<¡s t:s¡rirñol<'s, sino <l<'lo<los los <lt'tn¿is t k't't'lt cl liirlgrri<l<l ('lll()t'l)() ¿l¡lr(:t'ical)() \'qtl(: l()s llrcstiz()s deberíau ser

colonizadores europcos del Nrrevo N{rrnrkr. vistos conro lrt'rcclcr<¡s de l¿rs peores características de cada una cle las
L,as razones para esa resistencia no estzin en ¿tl>sohrtr¡ clar'¿rs. En un r :¡z¡rs <k' r¡rrr: rlcscetrdían.
mundo donde el color de la piel solía creerse detenninaclo por el gra- l,:rs noti<'iirs cle los ef'ectos de la mezcla de razas en las colonias es-
do de exposición al sol, el color de los indi<¡s (descrito porJuan López ¡r:rr\olus al otro lado del Atlántico les llegaron a los ingleses antes de
de Velasco en 1574 como "membrillo cocho" y por William Strachey r r r(' ('( )rncl'r r.aral aemigrar a AméricaaT y sólo pueden haber reforzado
f

a principios clel siglo x\.II como parecido a <un membrillo remojado")tt sus l(:nr()res de que aquellos que se transplantaran al Nuevo Mundo
no parece habersejuzgado un grave impedimento. Támpoco se con- con'cr'í¿rn los mismos riesgos de la degeneración cultural que ya había
sideraba a las mujeres indias como poco atractivas fisicamente, aunque sor'¡rrcnclido a demasiados de sus comPatriotas tras asentarse entre
el estatus sr¡cial influía en la determinación de las reacciones sobre el los s:rlvajes irlandeses. Así pues, no es de extrañar que el senticlo de
aspecto femeninoa3. La gran línea diüsoria no era racial, sino cultural. rnisi<'¡n providencial en la promoción de las temPranas empresas co-
Los ingleses, a diferencia de los españoles, parecen haber considerado loniales se viera acompariado de una machacona insistencia ell qtre
la cohabitación con los indígenas como proclive a sumirles otra vez en rr los que siguieran el ejemplo de Abraham en salir por su propio pie
un nmndo de degeneración cultural del que habían logrado escapar < lcl país "hacia la tierra que os mostraré> se les instara firmemente
pror.idencialmente y no sería de extrañar que esta idea fuera, al menos rr nlantenerse aparte. "Así pues, los descendientes de Abraham deben
en parte, un legaclo de sus experiencias en Irlanda. r r rilntenerse entre los strvos William Symonds en su sermón
-observaba
El miedo a la degeneración parece haber estado profundamente rk' 1609 a los aventureros v colonizadores de Virginia-. No pueden
arraigado entre los colonizadores inglesesa+. En algunos aspectos pue- ni c¿rsarse ni darse en matrimonio a los paganos, que no están circun-
de considerarse colno parte de una tradición europea comúrn sobre cirl¿rdos t...]. El quebrantamiento de esta regla puede romperle la cris-
el irnpacto en el temperamento del clima y el entorno{5. Cuando Co- rrr¿r a todo buen fin de este üaie"+s.
lón le dijo a la reina Isabel que, a causa cle la pltwiosidad de las Indias, En Nueva Inglaterra, el sentido que tenían los puritanos de sí mis-
los árboles de La Española echaban raíces poco profundas, la respues- rrros como pueblo elegido reforzó naturalmeute los instintos segre-
ta de ella fue: "En esa tierra, clonde los árboles no se arraigan, poca g:rcionistas de los colonizadores y los convirtió en críticos acérrimos
verdad y menos constancia habrá en los hombreso{6. En tales circuns- <le los desviacionistas como Thomas Morton, cuyo asentamiento de
Ma-re Mount era desde el punto de vista cle ellos escandalosamente
hospitalario con los indiosle. Ahora bien, los colonizadores de Virgi-
+! nia, incluso sin la filos<lfía coherente de ttn "lsrael en Nlreva Inglate-
Jr,ran L<lpez de Velasco, Geografín y desrrilx,ión 'uniuersal d¿ la,s Indias, ed. Justo
Zaragpza, Madrid, F()rtanet, ltl94, p. 27; Wesley Frank Craven, Wite, Red, and Bkrck: rra" quejustificara su separación de las tribus indias *cananeasor', Y2
'fht ,\ru¿nleentlt-Century \lirginian, Charlottesville (Virginia), Unirelsity Press of Vir-
ginia. 1971, p. 59. habían comenzado tras la masacre de 1622 a dar expresión material
+:t Smits,
""We Are Not to Grorv Wild"". pp. 5-6; Kupperm an, Settling utith the Indi
ir sus instintos segregacionistas. Hacia 1633 habían establecido una

"empalizad¿" (otra herencia de Irlanda) de unos diez kilómetros de


nns, p. 37 .
a+ Sobre el tema de la clegeneración en la Nucva Inglaterra colonial, véaseJohn
Carrtrp, Out rl the Wild.crncss: 7-he Emergence of nn Arna'icnn lden.tit,l in Colanial Nau Eng-
longitud, detrás de la cual viví¿ur en 120.000 hectáreas libres de dere-
/r¿'¡id, Miclclletown ( Connecticut), Wesleyan Univer-sity Press, 1 990.
r5 Véase Marian.|. Toole¡
"Bodin ancl the Medieval Theory <.¡f Climate", SP¿.cz- a7 Smils,
Iam,2tJ ( 1953). pp. 64.tt3; Cantrp, Out oJ tlu WikLcrness, pp. l0-l l; Iktren Ordahl Kup- ""Aborninable Mixture"", p. 162.
a8 Véase Alexander Brown, 7'1rc Genesis oJ'the Llnited St¿l¿r, 2 vols', Londres, Hein-
perrnan, .The Puzzle of the American Climate in the Early Colonial Period",,Am¿.nl-
mn Histo'riu¿l R¿uinu (lt-J82¡ , pp. 1262-1 2119. e mann, 1890, I, doc. LXXXM, pp. 287 v 290.
+ti Fernández de Oüedo, citado en Antonello ()erbi, Lu disputa
tl,el Nuan Mundo.
a9 Sobre las reacciones ante la actiüdad de Morton, véase Canup, Ottt of th'e WiL
Hi.stoúndeunapolénticrt, 1750-l900,trad.AntonioAlatorre,México.FondodeCultura d¿rness,pp. l05ss.
Ec<;nómica, 1982, p. 37. 50 Con refer-encia a esta analogía, véase Canup, Out of thc Wildetness' pp. 79-80.

'2L'2 '213
r ltos ttttltr¡s'r. |)r'lrt'r lrr¡. los lirgitri;rrros lr:rlr:rrr lr;rz;rrl. ¡rr.r l¡rr':r lrotr
I l,o r¡rrc csl:rlr:r n:rr ictrrlo <'r;t tul:t lronlct;r s{'1,¡¡tt cl rrrr¡rlclo rlc l:¡
It'l izlt':'r'llr cxislcr¡r i:r <lt' lrtl lrr¡r¡tct:r irrrlir;t l:t nlils irrr¡ror l:rrrlc r¡rriz:i crrr¡r:rliz:rrl;r ir l:rnrlcs:r. ;unr(lu(', ( ()nr() r:sllr, r csr¡llri crr llr ¡rni< li('a Iull-
rlt: totl¿ts llts <lift'l't:llt ilts ('lrll('llrs:rt'lilrr<lcs rlc los < ololriz:rrlr¡rt's l¡r'il:i- r llo r¡uis l)()r.()sit <lt'lo t¡rrc sc srtclt'sul)()n('l'r"i. lFuc cstafionterade
nicos y esp¿ul()les ante l:ts s()cic(lu(l('s irlrlígt.rr:rs <k' ;\lrrí.r'i<'1. ,'xr lr rsirir r lo <¡rrt' los ir lelt:scs tlcseab¿ur y esperaban establecer o lo que
También había ft-outer¿ts elt l¿t Autí'r'ica cs¡lrrlrl:r (ir lo laret¡ rlt:l r'ío sc rlcslrrrrrllri sirrr¡rlcrrrcnte colrlo consecllencia del carácter de la po-
Biobío en Chile, por ejemplo, y en el lx)r'te cle México). Sin cnrltars(), lrlrrr itirr inrlíucn¿r y l:rs concliciones locales? l,os indicios parecen se-
se trataba de fionteras trazadas a regañaclielltes y, seqúur se esper¿rba, r r;r l:r l t'n lrrnl)as clirecciones.

provisionalnlente en aquellas regiones doncle había resultado impo- l,,rr la Arnérica británica no existía ala llegada de los europeos
sible subyugar a indios que se habían ntostrado diestros para la resis- rrirrl¡rrrru socieclad comparable en concentración de autoridad a los
tencia (como los alaucanos en Chile y los chichimecas en México). i r r r rcrios de los rnexica y los incas (excepto quizá,y en medida limita-
¡

Corno colonizadores, los esparioles se dispersaron por el espacio, cu- r l:r. r'l
"irnperio" de Powhatan)¡'7. Se ha señalado a menudo lo mucho
briendo vastas áreas y fundando aquí y allá ulta ciudad para establecer r rt' t:stu concentración de autoridad por sí misma contribuyó afaci-
¡r
su presencizt en Lln mundo indio que los rodeaba y casi los sumergía. litru'lir conquista por parte de los españoles. Las capturas de Mocte-
Su rnundo era Llllo cuyas fionteras se pueden describir más adecua- /un):r y Atahualpa dejaron a slrs respectivos imperios en posición su-
d¿rrnente colno "fronteras de inclusiól]>, en el sentido de que en cier- nrilrr)cnte vulnerable. En aquellas regiones como elYucatán, donde
to modo se extendía la expectativa o la invitación de participar en la l:r ¿rrrtoridad estaba dispersa, el proceso de conquista fue enormemen-
vida de la sociedad que se hallaba en proceso cle creación a los pue- rc rrr¿is clifícil y prolongado. Al tomar de los mexica y los incas extensas
blos inclíser)as que habitaban dentro de sts confines¡S. :ir t'as cle territorio que contenían poblaciones sedentarias y subyuga-
Después de que hubieran fi-acasado los prirneros y frágiles intentos r llrs,.jtrnto con Lln aparato administrativo para la recaudación de tri-

de coexistencia, la fi'ontela en Ia Arnérica británica se convirtió, por lrrrtos y la organización de las obras públicas que todavía funcionaba
el contrario, ell Lrna fl-ontera cle exclusión, a medida que los coloni- llrzonablemente, los españoles estaban bien situados para recrear en
zadores ingleses despejaban territorios para sí mismos a expensas de lrrs Indias el tipo de sociedadjerárquica basada en el señorío y el va-
los inclios, a quienes ernpnjaban hacia los rnárgenes. sirllirje al que estaban acostumbrados en su país de origen.
"Nuestra prime-
ra tarea sir Francis Wyatt, gobernador de Virginia, poco En comparación, las poblaciones indígenas de las áreas coloniza-
-escribía
después de la masacre de 1622- es expulsar a los salvajes para ganar < lirs al principio por los ir-rgleses resultaron avenirse mucho menos a
pastos y dejar el campo libre con el fin cle alurrentar reses, cerdos, r ul control disciplinado. Los primeros proyectos en Virginia para la

etcétera, lo cual nos va a cornpensar col) creces, pues es infinitamen- rccaudación de tributos de losjefes tribales y para la prestación de
te mejor-no telter entre nosotros a pasanos (quienes en el mejor de scrvicios laborales regulares segúur el modelo del Caribe español,
los czrsos er¿ll] conlo una espina clavada) qLle estar en paz y en alianza México y Perúr"s no tardaron en irse a pique por la resistencia de los
con ellos"il. Esto distaba mucho del elevado ideal proclamado para irrdios de Powhatan y por slr rnanifiesta falta de idoneiclacl para el tipo
Virginia porWilliarn Crashaw en 1609: "siendo el principal y alto fin <le trabajos que hubieran permitido a los ingleses llevar la vida de
la implantación de una iglesia y comturidad inglesa 1', por consiguien- scñores a la que creían tener derecho. Los designios de la Providen-
te, la conversión de los paeanos":5. cia, por lo que parecía, eran inescrutables: a los españoles les había

'rl Véase (lraven. "Inclian Policv in Earh'Virginia,, r'rn¿is ar-riba, ¡r. 1(i4.
52 Bailrrr v MoLsan, ,\lrn.nger.s zttit,hin thp Reahri, p. I I ll. ¡ti Cf. Francis.f er-rnings, I'he Ambigu,ous ltoquois EntPi¡y: T'he Ooaenant Chai.n Confed,e-
5:t S<¡brc la
"firruter-a de inchrsión", r'éase M¿rgnus M<ir-ncr, .Tht- (lrlonization of ralion of Indirnt l)ibes uith English Col.onies, NuevaYork y Londles, Norton, 1984, quien,
Nolllancl bv Se ttlers cltrrilg the Nineteenth (lentulr in Brrr¿r<lcl Pt.r's¡rective", Srandi- 2rlurque señala las dif'erencias entre las diversas fronteras en Norteamérica, llega a
rt¡n,ian lout nr¿l ol H i.stor¡,7 ( l9u2), pp. 315-337. hablar en este contexto de una "frontera de inclusión".
:'4 .Letter of Sit'Francis Wvatt, Governor-of Virsinia, l(i2 l-l 626",l4/illi.ilnt a,td f'7 Wilcomb E. Washbtu'n, 'I'he Indian in Arnerita, NuevaYork, Harper & Row, 1975,
[Ia,r¡ ()uurl.erl¡-,2." serie, (; (1926), pp. I14.121, en p. I ltl P. 46.
5i' Br-owr-r, Genc.sis of the Ltnitcd Skttes, r, cloc. OXX, p. 3(i(i. 58 Craven,
"Indian Policy in Early Virginia", p. 70.

'211 '215
<lcslin¡rrlo utitt:ts rlr' ¡ll:rl:t c irt<lios ¿l l()s (lu('sr' ¡rorllr rlot¡rcsll( ¡u, ( ()- l,,r:ur tttiuut( i()tt l)lll il:tll:l (l('l:t <lt;t lt<llt rlt' l(ill0":'. l,;t r ¡¡ttsitltlicttlc ittt-
lrt'itr ittt¡rircstos v rrliliziu'('lr lx'n('f i< io ¡lilrli< r)i l l()s irruk'scs, ('lr ('¡un- ¡rrr.siorrrl<.rrrrl)¿lís\,:r('í()scvir¡tcforzit(l1ll)()r'lt¡sltt<¡<losirr<li<ls<lt'ttstl
bio, no les habí¿r:si¡¡ttat[o ni t¡na t'osrr rri lu r¡trir. r lc llr I it.l'l'lr, llttt :t jr't t<ts 1t l()s ('()l)('('[)t()s (:Ltl'()pc()s (le pr()pieda(l y culti-
Unavez superada la clecepci<in inicial, la lr:¿r<'r'itin rk: los insk:st:s \'(, (lu(' kls ¡rt'irttt'tr)s (:()l()l'riz¿r(lores encontraron nattlral que gmndes
fue hacer de la necesidad virtud. Sus indios, a clif'erencia cle los cle los r.xtclrsior)cs rk: lo quc les parecían eriales y bosques vírgenes fuesen
españoles, podían resultar inadecuados corno potencial mano de sr l\'1ts l)itril apr()piárselas(i:r. Los ingleses, por tanto, tuvieron la sensa-
obra, pero también eran mucho menos nlrmerosos. La catástrofe r ir ir r <lc lr¿rbcr llegado a un <yermo" (zuilda'n.r.s.l), un concePto que no
demográfica que seguía de cerca a los españoles había alcanzado f ):u
('('(' ('sl¿u- presente eu la literaftrra de la colonización española.
Norteamérica antes de que llegaran los colonizadores ingleses en l'll vcllno teuía sus horrores, Pero estaba allí para ser clominado6{'
cantidades significativas5e, con la consecuencia de que éstos se encon- l'x'st'nl¿rba tanto una dura pmeba como una excelente oportunidad,
traron con tierras mucho menos pobladas que un siglo antes. Se ha r. lt r I i t c rzrttrra promocional concebida para atraer colonos a la Amé-
calculado en alrededor de un millón el número de indios que se de- r ictr inglesa dio gran importancia a la abundancia de tierras. Para los

bían de hallar al este del río Misisipí en vísperas de los asentamientos ¡rrrlit:rnos, que llegaban a dar al yermo un significado redentof"', el
permanentes británicos60. A esta cifra hay que contraponer cálculos Irr.<'lro cle que este país hubiera sido evacuado de sus ocupalrtes origi-
aproximados de cinco a quince o hasta veinticinco millones en el ruu'ios por la propagación de enfermedades era prueba evidente de
México central y nueve millones en Perú antes de comenzar la con- krs <lesignios providenciales de Dios. El, aseguróJohn Winthrop, "ha-
quista española6r. l¡rit <'onfirmado con este acto nuestro derecho a este lugar"';';.
Mientras que en algunas regiones (como las marismas deVirginia, I.ll capitánJohn Slnith, en sus Aduertisements.for the Une.xperienced
la NuevaYork central y occidental o el área fronteriza entre Carolina l'lu,ntet'.s of Neu England or Any Whe.re [ "Consejos para los colonos sin
del Sur y Georgia) los indios todavía tenían una presencia lo suficien- ('xperiencia cle Nueva Inglaterra o de cualquier lugar", 1631], trazabz
temente densa como para representar un obstáculo para el asenta- rul nítido contraste entre la proporción de colonizadores y coloniza-
miento erlropeo, en otras no se hallaban sino escasos y dispersos. En <k¡s en las Américas británica e hispánica. I)espués de observar que
Nuera Inglaterra, por ejemplo, los colonizadores excedieron prácti- t'n las,A.ntillas un puñado de esparioles había "sqiuzgado millones de
camente desde el principio a los nativos americanos, miles de los cua- Ir:rbitantes, <le modo que han despoblado tanto los países que han
les habían sido abatidos por gna epidemia de ümela en vísperas de la r'<lnquistado que se alegran de poder comprar negros en Africa",
¡rroseguía explicando que, a pesar de ellos, "hay Por cada cuatro o
!'9 FlancisJennings, cinco españoles naturales doscientos o trescientos inclios v ncgros,
7-hc Inuasion of Amnicn: Indians, Colonic¿lisn, and the Cant oJ
Conque.st, Chapel Hill, University of North Carolina Press, 1975. rnientras qlre en Virginia y Nueva Inglaterra hay más ingleses que
6()
.fames Merrell, ""The
(lustomes of our Oountrev"o en Bailyn y Morgan (eds.), s:rlvajes que puedan reunirse Paraatacarles o perjudicarles"- Desde
Stranger lUithit¿ tlu R¿alm,p. 122.
6l Las elevadas cifras par-a las poblaciones precolombinas de las Arnéricas pro-
puestas por Sherburne F. Cook y Woodrow Borah en sus diversas publicaciones y
posteriorrnente recogidas en sus./ltsa,ys in Popu,lntion HistorJ,3 vols., Berkeley y Los 62 T. H. Breen, .Creative Adaptations: Peoples aud Cultr'tres", enJack P- Greeue
Angeles (California) y Londres, University of California Press, l97l-1979 lEnsayos r J. R. Pole (eds.), Colonial Btitish A'meriut, BaltiDrore (Marylar-rd) y Londres,.fohns
.sobre histori.a de la población, trad. Clementina Zamora, 3 vols., México, Siglo XXI, 1977- Hopkins Liniversitv Press, 1984; T. H. Breen, Pztrita,¡ts and Adaenturet:s, oxfbrd, 1980,
1980] han sido impugr-radas con firmes argumentos y continrian siendo tema de con- ¡rp. 75-76.
siderable debate. VéanseJ.-N. Biraben, "La population de I'Amérique pré-colom- 6:r Williarn Cronon. Ch,anges in th¿ Land: Itttlinns, Colonists, and the l)rolng of Neu'
bienne", en Qonferencia Internationale [sic]. El PobLamicnto de las Américas, V¿¿racruz, lingktnd, NuevaYork, Hill and Wang, 1983
6{ Cf. la afirnración de Williarn Penn de que yermo, (toider
1 8-23 mayo t 992, París, Institut National d'Études Démographiques, 1992; Hugh "habían llegado a un
Thomas, 7'he Conqtrest oJ Mexico, Londres, Hutchinson, 1993 [La conquista d,e Méxit:o, nr"s.s), pero que <no era apropiado que lo cleiaran seguir así", citacla por Michael
trad. VÍctor Alba y C. Boune, Barcelona, Planeta, 19941 , apéndice l; y Linda A. New- Znckerman en Cannvy Padgen (eds.), Colonial ldnúitl, p. 133.
65 Avihu zakai, Exilr ntr,d, Kingd.om: Histor'g and Apocal,¡pse in the Puritan lvligration kt
son, "The Demographic Collapse of Native Peoples of the Americas, 1492-1650", en
WarwickBray (ed.),TheL[eetingof'futoWorlds:Europeand.th,eAttprit'as, 1492-1650,Pr<> America, Cambridge, Cambridge Universitv Press, 1992, p. 145.
66 Cronon, Changesin, the l-and"p.90.
ceedir.r¡¡s of the British Academ¡ 81, Oxford, Oxford University Press, lgg3.

'216 2t7
riil l)ilnl() (l('\'isl:r. ('sl:r s¡lu:r( ¡(,n l)r('s(.nl;rl,:r \,(.nl:rl:rs (.\'i(l(.nl('s
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lr¡s il¡r.llt'st's: ,. 1',s lttt¡r lto tttciot :rvr¡rl:rr rr
¡rolrl:rr lrl l):uri r¡rrr.rl<.s¡rollllrr- clst¡t, tttt:r ur¡rirllr r orrr¡rrisllr inir ilrl <lt'llr ¡rolrllr< irin in<lrgt'lt¿r, t's <lt'
lo y rlcsptrtis t't'¡tolrlitt'lt¡,. A pcslrl rlc lo<lr¡, ('()nlinllll)1r, .lrllí lrlrl¡í1 \ul)()n('r r¡rr<'llrs l't'lr¡r'iont's ('lltr'('lits rl<ls c<¡llrtrnicladcs se h¿rbrían
indios ell tan qraltdcs tttttltitrrrlcs r¡rrt: los cs¡rirñolt's no Irrvic:r-r¡ll ()tr-() ,lcslu lolllrrk¡ rk' irrnl¿rs rrriis ¡l'rixiuras a las encontradas en laAmérica
f

remedio, mientras que a los nuestlos, tar) poc()s y t¿ur rlisper.sos, no lris¡rirri< :r. 'lirl r'<¡nro lirc, e I enfoque inslés de la colonización (con el
cuesta nada obligarlos en breve tiempo al trabajo y la obediencia,(i7. cst;rlrlt'r'irnit'llto clc cornrrnidades de colonos autárquicas(;e y la eva-
Una de las ironías cle este pasaje escrito por Smith es qlre, en me- r r r;rr irirl rk: in<li<>s clel territorio y su expulsión al otro lado de períme-
nos de cinclrenta años, los virginianos recurrirían con entusiasmo al tr os <lt'f i:n<liclos por fuertes y fortines) tendió a multiplicar los pro-
procedimiento espariol de importar esclavos africanos con el objetivo lrl<'rn¿rs clc seguridad a que se enfrentaban los asentamientos. En
de solventar su déficit de mano de obra. Támbién se eqnivocaba en lt icrrlar', este estilo de colonización daba a las tribtrs indias füera del
rr r
¡
su opinión de que los ingleses tenían ventaja en cuanto a la domesti-
¡rcr'írrrctro el tiempo para hacer grandes reajnstes políticos y econó-
cación de los inclios. Fueron los españoles, no los británicos, quienes n r i< os ¿rnte la presencia de los ellropeos
¡ sobre todo, para aculturar-
"en breve tiempo" redqjeron a sus indios "al trabajo y obedienciao, sc rr los estilos de guerra europeos en sus hábitats del bosque, tan
al menos en extensas regiones de laAmérica central, Nueva Granada rrr istcliosos y arnenazadores para los colonos.
y los Andes. El mundo indio de España (con la excepción de algunos lln los márgenes del imperio americano de España tuvo lugar nn
de sus rnár-senes como la Guayana, donde los caribes clel orinoco
l)rr)ccso similar de aculturación rnilitar entre las tribus indias no sub-
podían llamar en su ayuda a los holandeses)ris era tanto literal como vugadas colno los apaches. Hubo tiempos y lugares ell que ello plan-
tnetafóricanlente un mundo desarmado. En Norteamérica, en cam- Icrl ¿tsuclos problemas a las autoridades españolas, y durante genera-
bio, cualquier esfuerzo hecho por las autoridades o colonos briránicos r iones la guerra araucana en Chile representó Lllta grave sangría de
de negar armas a los indios estaba en gran medicla condenado alfra- r('('rlrsos humanos y materiales para España. Sin embarso, los espa-
caso de anternano, pues había comerciantes fi'anceses y holandeses rroles lograron desarrollar respuestas a este problema en las áreas
dispuestos a suministrárselas. lr'onterizas, las cnales, aunque no turifbrmemente szrtisfactot'ias, hi-
Aunque los indios cle la América hispánica tenían sus propias es- t'iclon cle la presencia de pueblos indios insnmisos más allá de los lí-
trategias de resistencia, la rebelión abierta fue infiecuente Llna vez rnites del imperio una preoclrpación menos acuciante para los virrei-
acabadala era de la conquista y su alcance fue limitado antes del gran n¿rtos anrericanos durante gran parte del periodo colonial que para
levantamiento andino acaudillado porTúrpacAm¿rru II en I780-17gl. lirs colonias británicas. Tan sólo en el siglo xvtll, con la respuesta czrdzr
En la América britár-rica, por el contrario, hubo grandes masacres de vez más organizad¿r y enérgica de los indios fronterizos ¿r la <'r¡nlinrrir
colonos virginianos en 1622 y de nuevo en l644,mientras que la re- t'xpansión de Nueva Esparia en el norte, llegó a constituir l¿r rlcf i'rrslr
lativapaz que descendió sobre Nueva Inelaterra tras la Guerra pequot <le las resiones limítrofés desde el golfb de Méxic<t a'lbxirs rrrr ¡rrrrlrlt'
cle 1636-1637 tuvo un final sangriento en la década de l620 con la rrta rnilitar a gran escala para las atrtoridades espaircllasio.
Guerra del Rey Felipe. Estos y otros enfrentalnielltos menores crearon Hacia finales del siglo xvII, por el contrario, los ingleses )/a sc ha-
entre los colonizadores ingleses una imagen del indio *traicionero, bían creado Lrn nlrevo problema inclio al alentar de hecho a los pne-
que les hizo albergar una profunda desconfianza y sospecha de sus
vecinos indios y todavía agrar,ó más una relación que había sido ines- (itf
George M. Fledricks<-rtt, White Suprcntru',¡: A Cornpurotittc Studlt in ,|tncri¡:nn and
table desde el principio. .\orrtlt Afrizn Hi.slor"¡, Oxfor-cl, Oxforcl Univelsity Press, 1981, pp. l7 y 58.
70 Véanse Davicl.f. Weber, 1'he Spa.ni:;h, F-rontier in No¡th Amcriut, 151)-I821,New
Haver v Londres, \ále Universitv Pr-ess, 1992 lla fiontaru españokt. en Anit'ü'a d.cl No¡f¿,
compkte woth.s of caltt.in.John sm.ith, ecl. philip L. Barbo'r, 3 vols., chapel
T'he tlatl..for-ee Felreiro, IVIéxico, Fondo de (.I¡ltura Ecolrimica, 2000], cap. 8, y su -BrÍr-
_ _...1;j
Hill.(Calolina clel Norte), Universiw of Nor-th Carolina press, lgg6, III, pp. 2g}_2g4. lturos: SpaniarrLs antl'I-l¿eir Saltages in th.e Aec of Enlightennent, New Haven (Connecticut)
rj8 Véase Manttel Ltrcena
Giraldo, Lr¿bo¡uto¡io tropicat. Ln expediciói d,e límites al v Londr-es, Yale University Pless, 2005 f llrirbatos. Los españolls y su.s.v¿lz,rj¿s en la ern d.e ll
orinoto, 1750-1767, caracas, Monte Ávila v consejo superior de Investigaciones cien- llustrati.ón, tracl. Ale.iandra Chapan'o v l-tris A. Noriesa, Barcelona, Crítita, 2(X)7 I
tíficas, 1991, p.45. sobre el abanico de leacciones es¡rarinliu ante los ¡tueblos no subyugirdos.

'218 '21{)
llloslr:rtivosr.nlr¡srrr:it1¡r.nr.srlr.srtsrololri:rsitt(.{onslilt¡itsusr.rrlirl¡t l.:rsvicj:ts¡r(lilu(lcsscgtr'¡i:rr'iottisll¡s((,nlrnr:u(,nl:lnlrrcrlcs(oln()
<lt's ¡rrtlít i<'its('lt sll <'slt¡<'t'z<¡ l)lllr rnllnl('n('r'ir t':t\,:r il los ir¡llrrsos. l,lsltrs \r('ilrl)l'('.
etrtid¿tclcs ¡r<llílicas, il st.t \'('2, st't'oltvirlicr'()n ('lt rnl:t f rrt.r'zl it l(,n('l'('n l ,os t'slxrrrolcs rlt' lirs f r:rrrias lir¡ntc:r'izlrs <lcl iurperio se las arregla-
cuenta, en especial ctranclo Nol-tt:¿rrní'r-ica llr:t¡(i ¿t scl- lln cs(.(irlari() rr )n ('u cl lritnscrrrs<¡ tlt: los sislos xvII y xvnt para desarrollar el tipo de
de conflicto entre potencias erlropeas riv¿rles. [,a c<loperación inclia cslnrlcsilts l)anl cre¿ll'y extender un terreno intermedio que seguía
resultaba esencial tanto para fines de defensa com() para abrir el ca- csr¡rrivirrr<lo u lr¡s inslcses. Estas franjas fionterizas, como en todas
mino hacia el interior del continenteTr, y esta dependencia de los in- l):u l('s, r'l'arl regiones cluras v üolentas, donde se ignoraban o suspen-
gleses respecto a unos indios de los que tenían alavez necesidad y r lr:rrr lirs rcglis h¿rbituales. La esclavitud india, por ejemplo, prohibida

desconfianza dio a los iroqueses y otros pueblos del este de Nortea- crr lrrs l,cycs Nuevas de 1542, se permitía en los territorios limítrofes
mérica una formidable influencia sobre los colonos. ( ( )nr() Ohile y Nuevo México, donde los españolesjuzgabarl que esta-
A pesar de todos sus tratos con los indios a lo largo de las fronteras lrrur Iilx'anclo Llna guerrajustai5. Sin embargo, los soldados españoles
de sus colonias, los ingleses tuvieron dificultades para desarrollar y ( r r(' suarrlecían los presidios o fortalezas fronterizas y encontraban
f
cultivar lo que Richard White ha denominado "el terreno interme- r it'r'tir c()rrlpensación en prender esclavos para el servicio doméstico
dio", ese mundo donde las lionteras étnicas entre europeos e indíge- ('r r ('st()s plrestos de avanzada del imperio, por lo demás ingratos, tam-
nas se firndían y arnalgamaban y donde los franceses llegaron a insta- lritin tornaban esposas y amantes indias. Al hacerlo, propagaban una
larse con comodidad en Canadá72. Había, como es natural, numerosos ¡rolllación biológicamente rnixta, los ocupantes naturales del terreno
ejemplos de colonizadores británicos que habían vivido entre los in- irrtcllnedio. Los habitantes nominalmente españoles del reino de Nue-
dios, a menudo como prisioneros, y habían llegado así a conocer sus vo México, fundado en 1598, fueron descritos en la década de 1630
costumbres; de hecho, no parece haber un auténtico equivalente es- ('()nlo .mestizos, mulatos y zambohijos" (término este para la prole
pañol de la narrativa de cautiverio inglesaT3. Sin embareo, a pesar del r k' ¿rli-icanos e indios)
¡ dado que se trata de una región que recibió
conocimiento muchas veces íntimo que proporcionaba la cautividad l)ocos inmigrantes de la península Ibérica, la descripción es sin duda
y de los frecuentes contactos entre los colonos v mercaderes británi- r'< ¡rl'ecta7{i.
cos y los indios locales, el mundo de población inglés que surgió al En busca de soluciorles para sus problemas fronterizos, los espa-
oeste de los montes Apalaches en la década cle 1760 permaneció rioles recurrieron a instrumentos tanto civiles como religiososTi. El
obstinadamente separado y desdeñoso de sus vecinos algonquinosTa. ('¿lnrparnento minero y el presidio llevaron indios hispanizados a las
r()llas fronterizasi8 y contribuyeron a difundir influencias culturales
t'spañolas entre los pueblos inclios aún no sometidos bajo contr<ll
7r
.Jerrnings, Atnbiguous lroquois, p. 367; Richarcl R..f ohnson, "The Search for a cspañol. Al rnismo tiempo,las misiones establecidas por l¿rs diversis
Usable Indian: An ,{spect of the Defense of Colonial New England
",Journal, of Arneri-
rnn Historv64 (1977), pp. ti23-ti5l.
ie White, 7'he \liddte Ground. Véase la httr.t¡clucciótr, p. x, respecto al trso cle esta
expresióu p()r parte de \4thite. 75 Ramón A. Gutiérrez, Wen.lesus Oame, the Corn XÍothex Went AtLtn\: NIaniage,
73 Sobre los cautivos británicos en Nortearnérica, véase Lincla .\nu.alitry a'nd Pozoer in Nat lVlexico, 150U1846, Stanford (California), Stanford Univer-
Collel', Cnptiues:
Britain, Ern,pire and. the World,, 1600-1850, Londres, Cape, 2002. parte 2. S<.¡bre los catr- sitl Press, l99l [CuandoJesús llcgó, las nadr¿s dtl maíz seJúeton. il'Iah'hnonio, sexualidady
tivos españoles, véase Susan M. Socolow, "Spanish Captives in Indian Societies: Cultu- lxrler en Nuato llléxirc, 1500-1846, trird.Julio Colón C)ómez, México, Fontlo de Cultura
ral Contacts along the Argentine Frontie¡ 1600-1835", Hispanir-Am.eriran Historical liconómica, 19931, p. 159. Las mismas reglas fueron aplicadas a los prisinneros de
Ratint\72(1992),pp.73-gg,yFernandoOperé, Hi.storiasdelafrontna. I)lcautitterioen suerra indios por los colonos británicos de Car<¡lina del Sur en el siglo xutl; r'éase
la América hispánira, Brtenos Aires, Fondo de Clulttu'a Económica. 2001 . Para rrn ejem- llaill'rr y Morgan, eds., Strangers uithin the Realm.
plo aislado de narrativa española de cautiverio, véase Francisco Nírñez de pineda v 76 Véase Cirtiérrez, WnnJcsus ()anre
lCuandoJwús llzgó), p. 103.
Bascurián, cautiueriofeliz. Santiago de chile, Imprenta del Ferr<¡carril, 1863, sobre su 77 Edwar-d H. Spicer, C'¡rle.s of Conquest: T'he hnpact oJ'Spain, Mexü:o, and, the Llnitcd.
cautividad entre los indios araucanos de Chile en 1629 [entre las ecliciones más re- ,\tates ott Indian.s oJ the Sou,thwest, 1533-1960, Tircson, University ofArizona Press, 1962,
cientes, se puede mencionar la de Mario Ferreccio Podestá v Raissa Kordi Riquelme, ¡rarte 2.
2 r'ols., Santiaso de Chile, RIL, 2001I . 78 Grrillermo Céspedes clel C¿rstillo, ,|rnáim Hispánira (1492-1898), Barcelona,
7+ W.rite, Thc Mid,rtte Grou.nd, pp.
315-317. l,abor, 1983. p. 125.

220 '221
()l(l('n('li rclitir):i;ts, ('n cs¡rcr t:rl ¡r,rr los jr.strtl:rs,".:r( lllnr¡r¡ r t¡llrr¡ it¡t T ('lnl)l('ri:r (':il);urol:r ct¡ l:rs lrrrlirrs- l,:rs r:rzr)n('s l):u:r cllr¡ l):u('( ('n s('l
l)()tllttlt('ift¡tostlt'¡trrrllln:l(i()n,iunr(lu('sutlllt(lorlccs,ilorlr'¡rcrrrlí:t t.rrlo otgltttizltlivas r'onto tl<¡r'tt'itutlcs. l)t'srlc t'l ¡rr irrr'i¡rio, llrs <livisi<¡
tlt: torllt ttttit vllt'i('(l1t(l (l('<'it< ttttsllrtr< ilrs. r'<'llr< ir¡llrrl;rs lllrlo corr t'l n('s ('rr cl st'no <k'l ¡rlott'slirrrlisrrt<¡ ineli's iru¡rirlicrort lógicatneute ttn
carácteIy calic[itcl rlc l<¡s rllisrn()s Il)isi()ll('rr)s ('()lu() ('()t) l()s lilsr-f()s (lo ,'slrrt'r'zo rulilir'¿rt[o y las rlcbilidacles institucionales de la Iglesia de
las comuniclacles indias y grulx)s trib:rlcs crr ¡tirrtic:rrlat'a los quc inten- lrrglrrt<'r'r':r, (lrrc rl() loÉ¿r(i establecer ni un solo obispado anglicano en
taban convertir. ,\rrrriliclr rlru'ante toclo el periodo colonial, hizo difícil montar y sos-
Aunque inevitablemente había roces entre las atrtoridaclcs civiles t('u('r' ur)u política misionera eftcaz.Además, los ministros protestan-
y las órdenes religiosas, el compromiso de la corona española con la tcs.:r rlift:rencia de los misioneros católicos tanto del Canadá como
empresa misionera durante el transcurso de tres siglos subraya uno r lc lrr Anrérica hispánica, al parecer no pudieron o quisieron adaptar

de los más marcados puntos de discordancia entre las actitudes bri- sr ¡s rloctrinas y prácticas a las necesidades de la población indígena.

tánica e hispánica respecto a la colonización. Los intentos ingleses l,.r'a ¡rrobable que cualquier intento de adaptación fuera obstacu-
de convertir a los indios, aunque no tan insignificantes como a nle- liz:r<l<¡ por la estrecha dependencia del protestantisrno respecto a la
nudo se da a entender8o, fueron descle el principio mucho menos ¡xrlrrbr-zr impresa y por la ausencia de la clase de ritual y ceremonial
intensivos y mucho peor organizados que los de los españoles. La ( r(' se poclía encontrar en el catolicismo español, una forma de cris-
lr
Compañía de Virsinia no envió rnisioneros a Américast y las misiones tirrnisrnr¡ que quizá podían apropiar más fácilmente los indios a su
protestantes de Nueva Inglaterra comenzaron tarde y siempre andu- scnticlo de lo sagrado. Además, en laAmérica puritana, por más que
vieron escasas de ministross?. Las catorce llamadas "ciudades de ora- lrrrbiera algunos intentos de asimilar a los nativoss{i, la doctrina de los
ción" (praying touns) del este de Massachusetts8:r (que guardaban clcqidos por Dios estimulaba un exclusivismo que tendía a dejar fue-
cierta afir-ridad con las reducciones en que los españoles reasentaban r l rr los indios. Los puritanos, por usar una de sus palabras favoritas,

a los indios para colocarlos bajo más estrecha vieilancia civil y ecle- cs<'ogieron encerrarse tras un <cercado>87. Una vezmás, en la Améri-
siástica) tuvieron algo de éxitos+, pero tanto en la Nueva Inglaterra <'l británica las fronteras y barreras (en esta ocasión religiosas) obs-
puritana como en la Virginia anglicana los experirnentos educativos tluyeron el camino hacia el mutrro acuerdo entre colonizadores y
entre los indios resultaron decepcionantes. Los ministros ingleses no < olonizados.

parecen haber alcanzado el nivel de sus homólogos españoles en el En los primeros años de Nueva Inglaterra, los colonizadores pare-
dominio de las lenguas aborígenes americanas, alrnque hasta cierto ccn haber esperado que los beneficios del cristianismo resultaran cle
punto ello sc compensó en Nueva htglaterra con la voluntad de ins- rrna claridad tan meridiana para los indios que se dirigirían por pro-
truir y utilizar ministros inclios nativossr' (un nítido punto de contras- ¡ria voluntad hacia la luz88. No hubo paralelo con los batttismos cle
te con la Iglesia española en América, la cual, clespués cle algunos nrasas llevados a cabo por los frailes de México en l¿r clécarl:r clt' I I-r20.
bochornos iniciales, se opuso resueltamente a la ordenación de in- lls cierto que más adelante muchos de los mismos fiailes lleqar'í¿tn rr
dios como sacerdotes). ctrestionar la sinceridad de los convertidos y su grado de comprensiórr
En general, la Arnérica británica careció del fuerte impulso para rle una religión que al parecer habían adoptado con un f'ervor tan
convertir a la población indígena que daba forma a sran parte de la verdadero en el momento de la derrota. No obstante, a pesar de todas
l¿rs dudas en torno a la eficacia del prograrna de evangelización en

7s Spicer, Cycl.e.s of Conquast, p. 298; Lucena Cl,iralclo, Lr¿l¡orntorio


tropiurl,pp. 4G58.
80 WeslevFrankClravetr,'l-heColoniesi.n'fran,sition, 1660-t7l3,NucvaYork/Evan-
ston (Illinois) y Londres, Harper ancl Row, 1968, pp. I l7-l 18. 86 Véase la ir-rtroducción (pp. x-xi) a la eclición revisada cle Alder.r T. Vaughan,
3r ,ntrczu Engla.nrlFrontin: Puritons a,nd, Indiarz.s, 1620-1676, NuevaYork, Norton, 1979 (1.^
Jennings, Inua.sion of Arnaica,p.55.
82 t'cln. Bostor-r, Little Brown & Cornpilny', 1965).
Janres Axtell, Afta' Cohunbu.s: fr)ssay.s in tl¿e lithnoh.istoly of Cotonial North Amerirn,
NuevaYork y Oxford, Oxford Unive rsitl Press, 1988. 87 Véase Peter N. Carroll, Purik¿nism and the W'ikl¿rness: 1-he Intellertu¿l Signifiranrc
s:r Bailyn y Morgan (ec\s.), Strangets tuithi.n thc Realm, p. 750. rl the Neut England l-rontie.r, 1629-1700, Nueva York, Columbia University Press, 1969,
8r Axtell, Aftn' Coht,mbus, pp. 49-50. pp. l7y87-90.
85,{rtell, The Inur¿.sion Within, p. 225. 88 Cf. Axtell, The InaasiotzWithin,p.2l9.

'22',2 223
Nt¡r'r,t l',s¡r,rrr,rt I'r't u. n() Ilr('(lc r,rl¡r'r nrrllurr;r s,¡lrrc clcrrlr¡si.rsnro v
l;t t'trlt('rlir (lrr('1,, irrr¡¡ttlsr¡ lt:tr i,r;rrlcllurlr',:rl ¡rrcrrrls ('n l:rs l:rscs irrit ilr-
I rr()s ('slr:urr¡lcs.
lrrs¡r:r rr iz:rt ir in o
lncvil:rlrlt'rn('nl('. ¡lrtcs, l:t r t islr:uri.t:rr tr)n llnlrlir o
:rsirr r illr< irir r cr rll ru':tl <k' los cor t<¡r rislltr los lt llt sot'it'tl¿ttI
l;r

It's <lt'llr cttt¡ltt's:r t r¡louirrl. ,l, los r orr<¡rrisl:r<lolcs.


[,a rlctlit'¿t<'itirl <lt' llr ¡rt'irrrt'ur g('n('rlr('i(in rlt'lnrilt's ('n lirs Inrlilrs L:rs t'xiscnt'i¿rs t'contirnicas v lzts pt'esiones clemográficas incidieron
inspir<i ttlt rx)t.irl)le itttcltto tk'r'our¡;r't'nrk'r't'l ( ar'1i( l('r'r' llrs t'oslrullltrt.s t.rnrlririrr n('fraliviu)lcr)te en la conservaciírn de ttna repriblica cle los
de los pueblos iudísertas ¿l los que ¡rrrrctrrirllarr ('()nvcrtir. L¿r r\nlór'ic'¿r rrrr lios r'<'lltivanrr:rrtc ilrcol)tan'rinada. Descle los ¡rrirnerc¡s arlos de la
colonial británica no ofrece nacla c:ornpar¿rl)lc a lirs rrr-¿rnclcs investig:t- ( r )lr(luistlr v l¿r cr¡lonización, existía clemancla de inclios como poten-
ciones etnográficas de un Toribio Motc-¡linía, un Bartolc¡tné de las , i: rl nr¿u ro rle <lbra. A rnedida que se descubrían ),acimientos de plata
C¿rsas o un Bernzlrclino de Sahagún. Aunque, como los observaclores r sc rlt'sul'r'oll¿'rba la economía minera, firerort reclutados lnuchos mzis
insleses cle la socieclacl indígena, estos observadores esparioles atl'i-
¡r:rr':r tnrbajal- en las minas de Nueva España v Perúr. Otros fireron
buían rápiclarnente las prácticas que no zrprobab¿rr) a las maquinacio- .rtr:rí<k¡s ¿r un mundo urbano en rápido crecimiento como trabajaclo-
ncs del diablo (que zrcechaba el Nuevo IVIundo ya fuera español o r t's rlourésticos o ¿rrtesanos al sen'icio de la élite criolla. Encirna de
blitírnico)Bt', parecen rnucho más inclinados que ellos a aceptar el to<[o, l¿r c]atlistrofe demográlica transformó radicalmente el carácter
car¿icter cle la civilización inclia 1'hacer un esfuerzo por- comprendel- r lc lrr socied¿rcl india. A meclida que la población sLlcrunbía a las ole¿r-
la en sus prclpios térnlinos. < l:rs <le c'pidernias europe¿rs, se disolr'ían las viejas estrLrctlrras socizrles
Básicarnente este esf'nerzo fue motivaclo por sn deseo cle ller,¿u'a r lrr <'orona v los colonos se encontrar()n compitiendo por una lnano
los inclios al redil cristiano, pelo también podría reflejar la insistencia r lt' r¡br¿r en disminución. Con ello miles cle inclígenas se vieron arras-

clel penszrmiento escolástico español del sielo xu en la viabiliclad de tr rr<los inexor¿rblemente al munclo clc los europeos v se clebilitó tocla-
las socieclades no cristianas y el derecho cle strs gentes, a pesar de sus r írr uriís la repriblica de los inclios.
graves cleficiencias, a vivir strs propias vicl¿rs. El resultado cle este plan- lin con-rparaciór-r, las colonizrs británicas encolrtlaron clifícil o irn-
tealniento fire la aceptación, al menos en principio, de la existencia
¡rosible transfc¡rmar a la población indíeena ell lnano de obra para
continLlada bajo la soberanía espariola de unu "repúrblica de los in- sus ec()nomías en clesarrollo. Se realizaron algunos intentos de escla-
clios". Las instmcciones de 1530 a los gobelnad<¡r'es provinciales esti- vizar a los inclios, y er1 rur momerlto dilclo de principios clel siglo xvul
prrlaban que los buenos usos y costtrmbl-es de los indios deberían tislos llegaron a constittrir alrecledor de un telcio cle todos los esclavos
conser'\¡arse en la medida en que llo fuesen contrarios a la r-eligión rlt' (larolina clel Surl'r. Sin embargo, clesde 1659 \¡irginia rechazó el
cristianal)0. En realicl¿rd, habría qtre incorporar, pero no integrar, a los rrso dc los inclios com() esclar'ost': v para s()lventar su necesidacl rle
indios en la nueva socieclad colonial en desarrollo. n)ilno cle obra los colonos tuvieron o bien que recurrir a trirbirjadoles
Mantener-este objetivo resultó imposible. El ideal de cristianiza- bujo contrato de sen'iclumbre entre los inmigrantes o bien <]rrt's<'r¿'rrir'
ción ¿rb¿rrcaba tantas costlunbres v prácticas sociales, como las relacio- t'l c¿rrnino adoptado pol los colonizadores españoles v brit¿inicos ck'
nadas con el matr-irnonio o las c<trrcepciones de l¿r clecenci¿r, qlre lto la-. Antillas v adquirir esclavos afiicanos irnprlrtados. Conro ha indica-
se ptrdo separar la conversión de los indios al cristianismo del ideal rlo Ceorge Frederickson, este abandono del intentcl de coll'ertir a los
cle reducirlos a la "policía", es decir', la civiliclad definida segiur crite- inclios en firerza laboral posiblemente refleja en parte el hecho de que
lus regiones relati\/arnente poco poblaclas donde se establecieron los
sl) S<rbt e el cliablo cn la Anlérrica española, r'ciasc Felnandt¡ (le
rvilntes, 'l'h¿ Dmtil i n ingleses no poclínn suministr'¿lr mano de obra en cantidacl suficiente
lltt Netu ll/o¡li:'l'ltc Inpatl of DiaboListn in NciLt Spairr, Nerv Havt'rr (Oonnccticut) r,
¡rzrla las necesicl¿rdes de los colonizadores, pel'o ulrnbién refleja cier-
Ltrtrtlt'es, Yale Univer-sit]'Press, 1994 IEI d,iabla del liuar¡ fuluttfut. Ii!. inlnúo d¿l dir¿l¡oLis-
t'.unente el rnodelo de colonización británico en gener¿rl c()rl su ten-
mo t ttl,zt¿.s d¿ lo colonization dr Hisparutrrnutrica, tracl. Nicole d'Allrortville, Barcelona,
Ht:r-cle r-, 19961 .
lx) Clitarlc¡ cn \A¡r¡odrorv Boralrr,.lu:;t.üe lty In.ntrr¿nrc:7-ht (i'ncrttl Ittdinn (iturt Qtlo-
qf
nial Alexit'o und llu Legtl Airtes of the HaLf-Rea.1, Berkelt-v v l.os Ánsclcs ((lalifbr.nia), 1)r F reclerickson \l'ltite Supren¿ft(.\',
, ¡r. 5(); Bailvn v Nlorgarr (ccls. ) . .tlrir/¿par.r ui I lt i tt lhe
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11. 79.

'2',¿ 1 '22:-¡
rlr'¡tr i:t:l ('lttlrttjltt :t lr¡s irtrlios:r lr¡s nr:ull(.n(.ri rlr.los:rsr.rrl:rrr¡ir.¡¡los lris¡r:rrrir:t(()nlitttt:ttortrottsirlcr:ln(lo:rl:trr¡t,rr:l(()rn(,riltl)r()l('(l()l:r
c{llottiltlcs. l'.rlr rlr:is llt< il tt¡:utlcrrcr r'l ( ()nlr(¡l sol¡r(.unr cs¡rcr ilrl lrrsl:r r'l lirt:rl, <¡rtt'llr griln nlirr('ro rlc r orrnrrri<l¡r<lt's lourirtrll
¡rolrl;rr i<irr
ali'it'ittllr ittt¡rortlt<llt (llr('s('lr¡rlllrll:r:l nrilllu(.ri rlr.kilrirrrr.trr¡s <ft.slrs ,rlcr r:rlsc rr srrs lit'r'r'irs il lx'slu'rlt' lrls ilttt'ltlos ct'i<lllr¡s rlc alrebatárselas
lugares dc ori¡¡cn clttt: solrt'c lit ¡rolllir<'ion iullt.r'icirn¿r nirlivir t¡rrt,
¡rost,ílr r r¡rrc t'l f rrn<'ion¿unit:lrto clel sisterna les dio un margen de maniobra
un profündo conocitnietrt<l clel llrun(l() libl'r'rk'Ios ltos<¡trt:s, torl¿rví¿r r¡rrt' lt's ¡x'r'rrrititi rn¿ll)tenel'su identidad colectiva a lo largo de todos
tan peligrosamente cercanol):t. l, rs siglos coloniales.
Mientras que, a pesar de la existencia de los llamaclos <asentamien- l,.r'ir naturalmellte un sistema donde su estatus de subordinación
tos indios"ea, la verdadera
"república de los indios" en la América sc rLrlxr p()l'supuesto. Considerados originalmente como bárbaros,
británica se hallaba fuera de las áreas de colonización europea, en la a los esfuerzos de Las Casas y sus colegas-
l):rsir r'( )n a ser vistos
América hispánica se encontraba situada rearmente dentro de los ( (,nr() -pese
rleficientes en algunos aspectos relativos a la capacidad racional
confines de la sociedad colonial. como tal, se veía expuesta a incon- l lx)r-tiulto con necesidad de estrecha supervisión.Jurídicamente se
tables presiones sociales, culturales y económicas, que representaban lcs <'lirsificó como miserabil.esy por consiguiente requerían protección
una continua amenaza a su integridad y supervivencia continuada. lcuirl especialeT. Se tratabade una actitud paternalistay en la práctica
A medida que descendían las cifras de la población indígena,la co- cl r'onsenso desarrollado por las autoridades tanto civiles como reli-
munidad colonizadora de los criollos se veía reforzad.a por la llegada
siosas en el transcurso del siglo xvI fue que su <natural por ser muy
de nuevos inmigrantes de España. Al mismo tiempo, una población lr:rio y muy inperfecto"justificaba que se les tratara como niños y que
mestiza en rápido crecimiento trataba de hacerse un lugar para ella sc les castigara cuando errabanes.
misma dentro del mundo en desarrollo de la sociedad colonial. 'Iambién los americanos ingleses llegaron a adoptar esta actitud
Los indios, aunq'e maltratados y explotados, no se hallaban en
l)r'()tectora y hablaban de los indios, al igual que lo hacían los españo-
modo alguno completamente indefensos ante la opresión. En muchas It:s, como <nlrestros hermanos menores>ee. Sin embargo, en la Amé-
partes de la América española aprendieron las artes cle lo que se ha rica británica el paternalismo no se veía acompañado del mismo
llamado "adaptación resistenteoes, a menudo con resultados notables. grado de protección hacia estos niños díscolos. Incluso en Nueva In-
No obstante, también se ha de reconocer que fueron beneficiarios gLrterra, donde las relaciones entre los colonosylos nativos americanos
de una cultura política hispánica en la que ahora se veían incorpora- fireron relativamente armoniosas durante las cuatro décadas que si-
dos de mala gana. Desde los principios de la colonización hasta la
rruieron al fin de la Guerra Pequotr0o, los derechos legales de que éstos
llegada de la independencia para las posesiones america'as de Espa- rlisfrutaban inicialmente se estaban rnenoscabando ya antes de que la
ña tres siglos más tarde, la corona española sostuvo coherentemente ()uerra del ReyFelipe de 1675-1676llevara al desmantelamiento de strs
que tenía una especial obligación de velar por los intereses de sus juzgados y a un brusco incremento de la legislación antiindiar{}r.
vasallos indios. Para cumplir con esta obligación se desarrolló con los
La corona británica tuvo una presencia mucho menos eficaz que
añog un amplio cuerpo de legislación con el fin de proteger a ros in-
la española en el Nuevo Mundo. Por tanto, cuanta protección se les
dios*i. Hubo ineütablemente grandes divergencias entre la intención
¡rroporcionó a los nativos americanos tuvo que venir de los mismos
yla realidad, pero laverdad sigue siendo que los indios de laAmérica gobiernos coloniales y, aunque se realizaron esfuerzos (como en Vir-
ginia en 1662) t02 paraasegurar una distribución equitativa de las tie-
e3 Frederickson, Whi.t bGb8.
er Bailyn y Morgan (e ithin the Rcnlm, p. I19.
1)5 Steve.¡.
stern (ed.) llion, and conscious,,es.s in thc Awlean peasant s7 lbid.,p.Bo.
world, l Stlt to 20th ccnturi¿s, Madison (wisconsin ) , university of wisconsin press, l9g7 e8 III
José Arrtonio Llaguno, La personalidad jurídicn del indio y el Concilio Proaincial
f Rnsi.stencia, ¡¿belión 't rcntiencia rarnpesina en los And.es, .sighs xtLtt 1l xx, trad. Carlos Iván
tuIexicnno (1585), México, Porrúra, 1983, p. 195.
Deeregori v sandra Patow cle Derteano, Lima, Instituto de Estuclios peruanos, l9g0], ee I(trpperrnan, Settlinguith the Indians, p. 170.
p.9. r00 Breen, Puritans u.ndAducnturers, p. 76.
Sobre esta legislación en México, véase el estudio exhaustivo deBorah,Justice r0r Bailyn y Morgan ( eds. ), Strangers uithin tlrc Rzalnt, pp. 7 441 46.
.
lty
_e6
Insurance flilJuzgad,o General dt Indiosl. 102 Craven, .Indian Policy in Early Virginia", p. 80.

'2'2(;
227
ursvs¡ll\'¡t,llr:u(l¡u losrk'r('( lros itrrlir¡s. l:t tcllcliotr rlc N¡rtlr:rrrit'l llrt- lr.rr i:r los irrrlios llr,\lrrr:r ir':r r r¡lorrilrl t's¡llritr¡llt lttt' ilrr lrrsivisl:¡ t'l:r lrr i
('lr l(i75-ltiTti irrrlit r.l lr¡ linlitlrrlo (llr('('rl su nulr',1('n <k'rrurrriolrr'¡r
('()lr t,rrrir':r r.xclrrsivistlr, l(.n('nr()s r¡rrc liiirt'nos t'n llts <'olttlir iottt's tttt'ltrr¡lrr
('u:ut(l() los t'ol<¡ll<ls lt'llí¿ut ltnsiits <k' liclrirs. Nr¡ lrrt'liicil ¡rt'r'srtittlir it lrt;rrr:rs lsí <'onr<¡ r.ll llrs kr<'¿rlt's ¿rrncric'¿rtt¿ts pitrit cx¡rli<'ltllo. Al x'f lexirr
los lniembl'os de las ¿ts¿tntblt'¿rs t'ok¡ni¿rl('s l)unr (lr¡('¿r('lrr¿rs('n ('()ntr'¿t ¡ l:rr, lr llr lrrz. <k' lu t'ottt¡.titt'itt'i<ill etttre antbos, sobre las clireccit)lles tal)

los deseos de sus congétreres y, cualrd() la coxn¿r proclirrnri cn 1763 r lilclt.lltcs lr¡lnarl¿ts p()r estos clcls mundos coloniales, resulta difícil n<l

su determinación de proteger a l<¡s inclios en srrs posesiones territo- r¡rrt'rl:rr irn¡rresiouaclo por el miedo casi obsesivo al peligro de dege-
rialesr03, eraya demasiado tarde y su comprorniso estaba lejos de ser rrr.r'l<'iril'r crrlttrral entre los colonizadores ingleses del siglo XvtI. De
totalroa. ;rlurin rnodo, a pesal- de todas sus valientes palabras, Parecen haber
Visto en retrospectiva el panorama de dos o más siglos de coloni- , ¡rr'<'t'irlo de la confianza que demostraron los españoles en la supe-
zación hispánica y británica en las Américas, resulta difícil discrepar r iori<lirrl cle su propia religión y cultura. Si este diagnóstico es correc-
del "triste pensar> de Henry Knox según el cual los modos de pobla- to, lus razor-Ies de su inseguridad deben ser investigadas. En cualquier
ción briránicos fueron "más destructivos para los natil'os indios que la , lso, hav ya bastantes indicios que hacen pensar qlre en algúrn punto
conducta de los conquistadores de México y Perúr". Hubo una tenden- r k'l irrgumento, y no por primera vez, la cuestión de Irlanda merece

cia persistente en las colonias inglesas a considerar a los indígenas no l('n('r'sll lugar.
como propios sino como extraños y a tratarlos en consecuencia. Wi-
lliam Penn parece haber sido una excepción con su deseo de integrar
a los indios en la üda de su nuel'a colonia, y es significativo que fuera
uno de los escasos colonizadores ingleses que realizó un serio esfuer-
zopara comprender los usos y costumbres de los nativosro5.
Los españoles. por otro lado, aunque no menos convencidos que
los ingleses sobre su propia superioridad cultural, encontraron en la
nueva sociedad que estaban creando un lugar para los indios, por
humilde que fuera. En cierto sentido, el estilo expansivo de su proce-
so colonizadory el gran número de indios que puso bajojurisdicción
española no les dejó otra alternativa. También contribuyó a la inte-
gración de la población indígena en el mundo hispánico la rapidez
con que se acomodaron a la ctrltura de los conquistadores muchos
indios, especialmente en las regiones densamente pobladas del Méxi-
co central y Perú. Al mismo tiempo, el carácter estratificado y fuerte-
mente corporativo de la sociedad hispánica tal como se reprodtljo en
ultramar fue en sí mismo un importante factor de apoyo, pues permi-
tió mantener a las comunidades indias cierta apariencia de una iden-
tidad colectiva mientras les concedía algunos derechos dentro de la
estructura de la sociedad colonial en su conjunto.
En palabras de David Hume, "el mismo conjunto de costumbres"
siguió a ingleses y castellanos a través del Atlántico. Si en su actitud

t{):} p. 36.
Jennings, Inuasion of Arnerica,
r0+ White, 'fhe fuIiddle Grottnd, p. 308.
r05
Jerrninss, Ambi,guons lroquois,, pp. 238 y 2a2.

228 '22{)
Cnltl'l'L,1,() IX
Rnv Y PATRTA EN EL MUNDo HIspÁNICo

El ,rrl,rrdo hispánico de los siglos xvl, x\rl y xuII era un mundo de


rrrriltiples lealtades. Lazos de parentesco y de obligación ligaban al
intlividuo y su familia inmediata a la familia extensa, más numerosa,
v sr.rs representantes más destacados. Estas redes familiares se entre-
luzaban y solapaban con redes de patronazgo y clientela en las que se
t'speraba que la lealtad fuera recompensada con favores y mercedes.
( ltrando el duque y la duquesa de Cardona, protectores del letrad<l y
rliarista catalánJeroni Pujades, rindieron su primeraüsita a su pobla-
ción de Castelló d'Empúries enjulio de 1628, éste compuso un poema
r:ncomiástico de bienvenida: oDe ver mis señores / cumplióse el de-
seo; / alegro les veo / y espero favores" r. Eran los sentimientos de una
sociedad que vivía en un permanente estado de expectativa: la expec-
tativa, demasiado a menudo defraudada, de que la lealtad recibiría la
recompensa merecida.
La lealtad al patrón, real o supuesto, coexistía con la lealtad a las
asociaciones corporativas a las que el indiüduo pudiera estar afiliado
(gremios y cofradías, instituciones civiles y eclesiásticas) en una socie-
dad estructurada como un conglomerado de corporaciones, todas
con sus propios estatutos y privilegios. Más allá de estas lealtades cor-
porativas se encontraba, además, la lealtad a la comunidad, en primer
lugar a la comunidad local, pero también a comunidades más amplias
en las que se compartía en mayor o menor grado un espacio común,
experiencia histórica o puntos de referencia.
Abarcando, al menos en teoría, todas estas numerosas lealtades
estaba la lealtad suprema: la lealtad debida por los súbditos a su mo-

I Dietari d,eJeroni Pujad,rs, ed.Josep M. Casas Homs, 4 vols., Barcelona, Fundació


Salvador Vives Casaj uana, I 976, fV, pp.l 43-l 44.

23t
n:lr(:r. l',tt st¡ r ottrlir iott rlc ttt¡rs;tll() l('ll('ri('nl:ull('rlc l)ios solrtt'l:r Si r.sfr. r'r:r r.l (.1(.t no rlilcrrt¡r rlt' l:t ntottitt (lllllt lllotlt't tt¡t' t t'sttll:tll¡t
Iit'r t:t, r'l rttr¡rt:¡t(:r ('r ¡r cl qtt:ttrli:irr v f-ilu¿lrrl('rlcl or rlt'tt ('n rlrr:r sr¡r it'<l¡t<l r.s¡rr.r itrlrrr¡nl(.:lgu(l() (.n ll (.sl)ilrl<lllr, llt l)t'ittl('l1l -lll()ll1ll'(ltllit ttlllv(lt'-
.jr:r'ailtlrricir (lu(', ('r) lir rnt'rli<l:t <lt'kr lluururiln)('nl('¡rosilrk', s('('slx'r'rr- \,,1,, .1.. l,rrr'o¡la: <lt' tl<ls it Il'('s s('lllltnas p¿rra que los nrensajes de Bru-
sr.l:rs llt,gast.ri ir Marh-irl, cle trr:s a ocho meses para que una cédula
real
ba qtre lircra ficl ilnilat'i<in tk:l tlivirto. l'irr cl ¡rtil¡rilo 1, 1'¡, lirs lirlrl:rs, r'n
li, ,rir<¡i'¡;.r' F'clipe lI llcg:rse a stt virrev en Nueva España, quizá hasta
tratados de tcoría política v ell l:$ ¿lllcs \risu¿rlt:s, t'l rcv cr-a l)r'('s('ntir(l()
,1,,s rrñ()s pirra que el intercarnbio de lnensajes hiciera el viaje
de ida
constantemente como <una senrej¿urzir dt: Dios, qrrc adrninistra 1,gr>
vierna todas las cosas>, según escribiíl Gregorio L,(tpez Maclera citan- V Vrrt.ltir entl-e Nladrid v Lima. ¿No era la distancia, como Geoffrey
do a Plutarco!. La concepción de la monarquía en estas diversas fbr- l':rr.kt,r se preg¡nta sobre Felipe II, su oenemigo núrrnero Lrno>?5 Du-
mas de representación era paternalista en esencia, con el soberano r:urtt: tres sigios los dirigentes de la monarquía española se vieron
como padre severo, pero que vela por sus pueblos, Ios gobierna y r rlrlir¿-¿rclos a encontrar un camino Para rodear
oafztiat tales problemas
administra imparcialmentejusticia, a imitación del Padre dirino que l,,sírticos, que inevitablemente obstaculizaban la ejecución eficaz de
monarquía sobrevivió, aunque
rige el cielo y la tierra. Era, pues, clel todo apropiirdo que Felipe IV, lrr ¡rolítica iegia. A pesar de todo, la
en un emotivo llamamiento a los catalanes en las cortes de 1626, se . ,,rr ltajas a lo largo del camino: Ias proüncias del norte de los Países
dirigiera a ellos como .hljos":t. Itrrj.s a finales deisiglo x\,1, Port*gal en 1640 (después de sesenta años
Los hljos, sin embargo, son propensos a la desobediencia, y una de ,lt: trnión), y Flandes y los territorios italianos como resultado de tra-
las artes que todo rnonarca debía aprender era cómo mantener la trrrlos internacionales derivados del cambio de dinastía en 1700.
Se pueden propoller varias explicaciones a esta capacidad de
la
lealtad a str real persona. En El príncipe en kt guema y en la paz, publica-
do en el año de las lealtades vacilantes, 1640, Vicente Mut advertía nrOnarquía española para evitar la fragmentación y superar tantos
que "la lealtacl es un mantenimiento delicado; y el mantenimiento no r lcsafíos internos y externos a los que tuvo que
hacer frente6. A pesar
se ha de quitar de las manoso+. En toda sociedad monárquica de la <le sus limitaciones, la fuerza coercitiva desempeñó su papel, aunque
Europa moderna existía siempre un clelicado equilibrio que mante- t'l poderío militar español, Por muy impresionante que pareciera a
nel entre la necesidad de afirmar la autoridad regia y los peligros de l,ri ojos contemporáneos, siguió siendo peq'eño con relación a la
adoptar medidas que pudieran alienar el afecto de los sírbditos hacia vastedad de la monarquía y se hallaba concentrado en gran parte en
sus gobernantes. Toclo dirigente, por tanto, era como un funámbulo t.l Milanesado y los Países Bajos. con todo, la conciencia de que, tarcle
que andaba sobre una cuerda floja en un ejercicio de equilibrio entre o temprano, el rey poclía ejercer un poder arrollador servía como
<>bvia disuasión contra el estalliclo de remeltas. Tampoco escapaba
a
"rigor" y "blandura>>, lln núrmero más difícil todavía en una época en
que los problemas logísticos y las limitaciones prácticas en la aplica- los o.jos de los súbditos clel rey que el poder de su señor también tenía
ción del poder real restringían la capacidad de la corona de sojuzgar r,"ntu.¡u, en un mundo hostil. El hecho de que durante gran parte de
la resistencia por lafuerzade las armas. los siglos xvr y xvrr el rey de España dispusiera de mayores recul's()s
fiscalés y militares que cualquier otro soberano ofrecía un alicieutc ¿r
l¿rs unidades menores de la monarquía para permanecer
detrás de su
!Gregorio López Madera, Exrclcncias de la nonarquía y rryno tle Espuña, Nfadrid, amplio escudo protector. Era poco probable que Nápoles y sicilia
1625, fol. {v: fireran acaeren la tentación de romper susvínculos de lealtad mien-
:r Citarlo enJ. H. Elliott, T'he Rntolt of thc Catalans; A Str¿dl in th.e Decline ol Spain,
tras los turcos estuvieratr a la ofensiva en el lVfediterráneo. Miembros
1598-1640, Cambriclge, Cambridge l-Iniversitv Press, 1963, reimpr. 1984, p. 230 lla
rcl¡elión dc los rntalnnes. LTn estud,io sobre la decad¿ncia d,e Espnña ( 1598-1640), trad. Rafael
Sárrclrez Mantet¡, Madrid, Siglo XXI, 1977,p.206; I-a reaolta rutr¿lnna,, 1598-1640. LIn
t'studi .sobrc la ¡l,t:rad.?nria d'E.span1a, trad. Josep Valh'erdír, Barcelona, Vicens-Vives,
5 Geoffrey Parker,'fheGrand strateg of Philif II, New Haven (connecticut) y Lon-
clres, 1998 lLa gran esh'ategia d( l-?tipe II, trad.José Luis Gil Aristu, Madrid,
Aliauza,
1966, reir.npr'. Crítica, 1989, p. 2191.
4 (;itado en-|uan E. Gelabert, ,,Spnza ru.nore. El tránsito de Castilla por el tiernpo 19981, cap. 2.
-iease.l.
de las revoluciones conternporáneas", en El poder en Europa"¡ Arnhira: nito:s, tópiros
se is
,; H. Elliott, .A Fornula firr- Sun'ival: the Spanish Molarchl-and Ernpi-
,t reulidad.es, ed. Ernesto Gal'cía Fernández, Bilbao, Universidad del País Vasco, 2001, rc,, 17' Congreso htternacionalde cient:ias Histó¡'ic¿.s,2 vols., Madrid, c<¡mité hltematio-
p. l19. rral des Scieirces Historiq.es, 1992, Sección cro'oló¡¡ica, ll, pp' 722-726'

'2:)',2 '2',33
itrllrltIrtlcstlc
scL',t¡l¡
l:r r'lilr'lt()rlugu('s;r<'r¡ ll¡li( l( r(.r.ur r.r¡rrir,,rr.rrl:¡¡rr.rrlr.,
s<'tlt'l¡t.sltt¡- r¡ttt'l:ts l)()ri('sr,t¡r's trllriuniu it¡:ts r.sll¡ r:¡r ¡rils
I lirtttltiltttion tlt'lrtt lt'¡'r't tlt'lntlitts sr'¡r;tt:rrl:r ('s un:r ¡rtrrclr:r r l:rt:r rlc l:r
nr;ur('r:r('n(lu('un(()r'l)lrslt'uirlst'lurl¡írrrlt's¡ulolllrrlo(()nl()r1'sl)u('slil
s('Qlll'ils lllll(' :llll(lll('s <'tlt'tttiqos si
¡lorlr:trt ltcr¡rlir lr los ¡ (,( l¡.s()s <lt, tttt .r l:rs cin r¡rrstrul<'ias t's¡lcr'ífit':rs <lc Anrór'ic¿r1'. En lealidacl, ni siquiera
t'cy <lc (l¿rstilla t¡rrc ttrrrrlritill t.l.a lr.r,rlr,
lror.luutrl. cstr¡ inicirrtir,¡r firc srrficicnte p:rra satisfacer las demandas locales.
Con todo, la anlt'rr:rz:t, r,t,lr lrlgr',,t()s (.as()s lir cs¡rt.r.irrrzir, rlt,
la intcl. f,,rr I(iltl-r. t'inco arios después de salir a la luz la Recopiktrión, el virrei-
vención de l¿rs fiterz¿ts at'tlr¿r(las cra s<il<¡ rrn() ck) Ios rntrchos
element()s rurto <lt' Pc:rti rcspol-rdió con la publicación de su propia Recopihción
que contribuían a lnantener turicla esta clispersa rnollarquía
en contr¿r Itttttrittt'ial,, quc contenía ordenanzas virreinales desde los días del vi-
de los desafíos del tiernpo y er espacio. si h.biera q.,"
propo'er Llna r r t'r' <lon F rancisco de Toledo en adelanter0. A todos los ef'ectos prác-
úrnica explicación general para la supervivencia de la
monarquía es- tir os, la rnonarquía había llegado a ser gobernada a ambos lados del
pañola, se hallaría probablemente en el paulatino desarrolro
de una ,\tliintico "como si el Reyque los tienejuntos, lo fuera solamente de cada
comu'idad de intereses (culturales y económicos, icreológicos y sec-
r¡n<l d(: ellos".
toriales) q'e mante'ían el núrcleo de la mo'arq.,ía y r.,s partes
'nido Ln aceptación de la diversiclad inherente cle la monarquía por
componentes. La formación de tal com'nidad de intereses se proclu-
jo a pesar de, y a causa de, una est.rct'ra constitutirra que, al r
¡rrit:nes la gobernaron durante la mayor parte cle su existencia
menos -una
rlivcrsidad reflejada en la enorme variedad de sus leyes e institucio-
s'perficialrrlente, parece la fórm'la perfecta para la fiagmentación
política.
n('\- refbrzó la importancia de los pocos elementos internos que
ltrr'orecían su unidad. En el centro, naturalmente, se hallaba el mo-
El) tanto qlre <monarq.ía cornplresta> la expresión rf lrca, el reyque eraalavez reyde cadaunoyreyde todos: Lln monar-
hoy corrie'te entre los historiacrores de la -por.tilizar-
iruropa moclern¿-;, sl cu sagrado elevado y fortalecido por una religión que era también
meJor res'men clel principio que inspiraba el gobie.ro
cle la monar-
q'ía española es la conocida fórmula enunciada porJuan de solór- ¡xrtrimonio comúrn de todos slls numerosos súrbditos. A su disposición
cstaba un complejo aparato burocrático dotado de ministros y fun-
zano y Pereira en su Política indiano (1647): *los Reinos
se han cle cionarios, muchos de ellos, aunque no todos, letrados con formación
reglr' y governar, como si el Rey que los tiene.i.'tos, lo f*era
solamer- rrniversitaria. Estos hombres encaraban su trabajo con una visión muy
te de cada uno de elros,s. Esta fórmula te'ia s' orige'
en el hecho lcgalista de las tareas de gobierno y tenían una clara conciencia de la
histórico de que la mayor parte cre los reinos v proüncias constituyen-
necesidad de sostenery exaltar la autoridad realrr.
tes de la mo'arquía se habían integracro por medio de una
"n "llu Nos hace mucha falta una biografía colectiva de estos servidores
unió. dinástica bajo la cual te'ía' el derecho de co'servar slls lcyes, cle la rnonarquía, un tratamiento prosopográfico en la línca del es-
fireros y privilegios tradicio'ares. Aunque es'erdad que
algunas par- tuclio deJanine Fayard sobre los consejeros de Castilla, pero de
tes de la monarquía particular Navarra, las Inclias y 1r"g.,n .ror-
te'drían algunos) Nápoles--e' eran territorios conqui.,oáo, y por tan-
lna)¡or alcance y envergadrlra que esa valiosa obr¿rrr. En cs¡rcciirl,
sería de gr-an interés seguir las carreras de qnienes se dcs¡rlaz:lr-()n
to jurídicamente anexionados en de
condicio'es, cada uno de ellos llegó 'ez ''idósa en
e'la práctica
igualclacr de
disfr"trtar de .na
forma de tratamiento diferenciada, determinada en rnayor (f Véase.fosé Manuel Pérez Prendes, La ntonarquia indiana
o menor- I el estnd,o de derutho,
grado por las circrurstancias locales. si las Indias, como co'quista \hlencia, Asociación Francisco Lírpez de C}ómar-a, 1989, pp. 174-181.
cle
castilla, e.an gobernadas fnndamentarmente de acuerdo cán r0 Rtrggielo Romano, Oonjonttures oltposées. Lu. .crise. du X\TIe siid.e en Euroln et en
ra ley
castella'a, la'ecesidad a fi'ales clel siglo xvn de llevar a cabo .lrneriqne ibériEre, Gir-rebra, Droz, 1992 f()o¡unturas opu?stus. Lr¿ rrisis d,el siglo tt'tt en I)u-
una ropa e Hispanoa.ntérica., México, Colegio de México 1' Fondo de Cultura Econírmica,
19931, p. 187.
1l Véase Richalcl L. Kagan, Studettts and Sotiet"¡ in liarh X'lodern.Spain, Baltimore
' Véase-|. H. Elliott,
"A Etrrope of cor.p.site M.nar.chies", I,rt.st antr pru.tent, rs7 (Marylarrcl) v Londres,Johns Hopkins University Press, 1974 f Lhiuenid.nd y .sot ü,d,ad. en
(1992)' pp. lft-71 ("una Etu'opa il. rn.',,rnrqi,*s
c()lrpuest¿Is,, r-eirnpreso couro czrpí_ I.a. Españn, ntoderna, trad. Luis Tohar-ia, Madrid, Tecnos, I 981 ] .
tulo I del presente volurnen). I2
8 .falrine Fayard, Les Aletnbre.s du Conseil de (itstilte d l'tpoqtu modern¿ ( 1621-1746),
Jtran de Solór'zano v perevra, porítit'a. indiantt,rib. rV, cap. rrx, 3!r, Biblioteca de Ginebra v Par-ís, Droz, 7979 [Los mientbros d,el Consejo tle Cnst ilkt ( 1621-1746 ), trad. Rufi-
A.to.es Españoles, r'.1. ccLI\', Madrid, Atlas, 1g72, p. s0l,
citaclo'rás:rr.riba, p. 34. na Rodrísuez Sanz, Madlid. Siglo XXI, l9t321.

'231
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r[r'r isi()ttcs rlc l(|s t t'llst'¡ils tlt'
(l('un;r l).u l(':t ('ltlr (l('l.r ilrorr:urlur:r, \:t lrtcr:r r ()nro rirrct('s (l ( ont() l()tl()s r ()rr r.l ¡rt()lr()stl() rlc itlllrril ctr l:ts
llt t ot lt''
oirlor t's rlr' llrs lur(li('n( ilrs. l',st:r, ¡lor r'¡r'trr¡llo. rlon l't'rltr¡ rlc llt ( l:tsr':t, \l:rrlr irl tlrt'tli:ttrtt' tllllt llll('llsit ¡lt t'siotl t'lt
st't.r,istlt t:t¡Illtl tlll \,:lst() c<ltnple.
t'ottst'jclo <k'l:r ln(llrisi( i(lrr v visillt<lot rlt'l tt'irto <lt'\':tlt'nci:r lurl('s l ,lt tttrlttlttr¡llíil' l)()l.l<l llrttt<l' ¡ltttl<lt:
jo rlt' ¡3-t'tr¡los tlt: ¡-lt't:si<irl c illtereses' toclos en
rivalidad entre sí por la
cle scr envia(l() ¡ror'Oarlos V irl I't'l'rr l)al'ir :r('lrl)ar'< on l:r lclx'li<irr ¡ri-
zarrista, o don.f uatt cle Merlrloza \' [,una, l('r('(:r'rnlu'qrrés clc Motrles- lrtt,tlt.irit¡r,cllitv<lrcleltrrotlzlrczr.Estosinteresestendíatraacumlrlarse
dispares en lo que era en
claros, asistente de Sevilla el1 1600, 1'irrev clc Nrreva Espana cle 1603 r r ¡rr t'l tictttptl, trallalrclo eruPos 1'regiones
l;r x'irli<ltrcl tul sistema gtoüut' topoz de
ofiecer beneficios slrstanciales
a l606 y del Perúr cle 1606 a 1615, rnás tarcle consejero de Estado,
,r r¡rtit'ttt-'s se encontra,É" posición cle sacar partido' Por esta r^zóln'
HacienclayAragón en Madridi:t. ¿Qué imagen tenían tales hornbres "" el centro y la periferia
de la monarquía? ¿Y hasta qué punto la veían corno una uuidad ('s illlPortante llo exageru' la tlicotomía entre
cle la monarquía espa-
( ( )*() firlla cle clesgarümiento en la estructura
coherente a consecllencia de sus experiencias a ambos lados del de una hacienda en
Atlántico? rrolirr¡. Un noble napolitatro o el propiet.ario
Consejeros y ministros corno ellos contribuían a mantener unida Ntttlt'alispar1aq..".,t..'{"ranbien.r.elacionarlospodíanapror'eclrar
de la corolta' para negociar
ulla rnonarquía fragmentada. Lo mismo hacían muchos otros sribdi- slls ('()lttilctos, y las necesidades acuciantes
si sabían'iugar sus cartas coll
tos del rev en diferentes esferas de la socieclad: los soldados cle los \'('ntiti2rs econórnicas v sociales Para sí'
lrrrcnzl rnalto v t.níut-r .,t-t poco de stterte'
Esto significaba que' si bien
tercios castellanos que estaban estacionados en el Milanesaclo y eran
lurlría mucho que separ;ba el centro v la
periferia' tarnbién había
de pronto enviados A <p()lrer trnar pica en Flandes",los rniembros de
er¿ln a meuudo invisibles e
las órdenes religiosas que se habían afanado sin mucho éxito por rrrrrcho que los ur-ría' Y aunque los lazos
irrtangibies, no deiaban de constituir tura
firerte ataclttra'
convertir a los moriscos de Cl.ranada y se marchaban a evangelizar a el mero interés persotlal
Nueva España o el Perú, los rnercaderes dedicados al comercio entre Sin enlbargo, estaba implicado más que
o sectorial, a pesar de toda su importancra
para rnantener unida
Arnberes v Sevilla y entre Sevill¿r y \¡eracruz, v aquellos rniles cle emi- clel rev
r na monarquía fragmentada
Y clispar' F n toclos los dominios
grantes que cnrzaron el Atlántico para lograr una vida rnejor,v que r

<lc Fispaña rá notto¡o hondamente


arraisado el concepto olgánico cle
trataban de pernranecer en contacto lo rne.jor qrre podían con sus
parientes que se habían quedado en Castilla o Extremadura. Estas r-c¿tleza:elconceptodequeelreyysttpLleblocot-tstitttía.t-lcolliun-
era esencial para stt
gentes, por toln¿rr prestado el eráfico título de tura reciente colección talnente un clrerPo político' doncle cadzr parte
( orrecto funcionamiento, Pero cuva cabeza
era el monarca' La leal-
de cartas transatlánticas, constituían "el hilo que uneor+. La monar-
tacl era componente esencial de tal
concepto: la lcaltacl a.un sobera-
quía estaba entrecosicla por redes de gln"pos de pare ntesco v contactos
personales, todos los ctrales contribuían a articularla y manteuerla ll()qtreaSuVeZctriclabacorrbenevolenciaclela¡lrcls¡ler.icladdt'stts
unida. De estas redes surgieron grrpos con intereses específicos, sribditos.
Restrltaimposibleconrpretrderlasrrpervl\'cllci¿lclclztttr<ltt:tt.<¡tttlt
e iustiutiva h¿lcia lir Pcl's()lllt
sin tener en cuenta esta lealt¿rcl profirr]cla
l:1 \'í'arrsc Tcoclor-o H:ampe Martínez, Don Ptdn de lu Gr¿sra. Su obra
lnlilita ut Espa- rleltnorrarca,guardad:rcasitrl)i\'et.saltnerltepol"talltotreurpocorlx)
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,2"JT
'2:X;
()lt(}S lr.()tir r¡Srlr. l:r ¡r()ltlir:t r ()lll('llllXtl;lll('('s'tt' lr',tt Irll(tS l('lll()S'( ()lll()
..\'isr:rcl lici innrr('nlr.urlr¡rs! (..¡\'ir':rcl rr'tvnnr('r.urloslr:rirlorcs!.)r".
l',1rlrrr¡rrt'rlr',\rtos,r'irrcrrlcN;i¡rolcs,infirrrrr:rlr;rcrr I(il7<lt'r¡rrclrr ! .'rr lrtr()l()ttittlt'r\t:ttfott't'slltllltfirtltlttllttlovltl('s()llttlot'lt
tlll(()tllllll-
tltlcs c:ollro la l)i-
ll)rtltitu(l .\'('r(ll(l('r'lur)('lrl(' llir nl<¡slr';rrl() unll f il'nrt'lt'lrll:rrl v lrrn<¡r':rl trI rk. lr.\,t's.,*¡r.'.',,,1.',r; r'¡lt'tlt<'Uitlo ¡l<lt'ittstittlci()ll(:s
( liirirltrña ,, .:1.¡,rrti.'i'l Mav()l'cle Aragó'' I-'a uaturalezadel
servicio de V. Magcl. saclur(l() stts l'ctrat()s ck' l:ts nlisnras cirsirs r¡rrt' lrirrr lrr rtrr<'iri <lt'
t,, t'<rtrslitrtcio,tul ."ri,lt^'rte queclaba expresada en
un Memorialy
quemado, abatiénclole sus vanderas y clicierrdo siempre viva e I Rey y 1,,,.
hay una obligación
r.iva Esparia"rT. Esta lealtad instintiva se podía encontrar en todos los r/j,s.r¡:r, r.¿rt:rliill rle 1622: "8,¡tre v.M. y sus vasallos
V'M'
í¡rt-ot'rt, ¡tor lo ctral como ellos deben servir y obedecer
a
estratos de la sociedad. En 1730 los rebeldes rnestizos de Cochabam- r r'<
y
ba en el Perúr lanzaban el grito que se oía tradicionalmente durante ,,,,r,., it stt Rey v Señor, clebe también V'M' guardarles stls leyes
los disturbios en cualquier rincón de la monarquía: ivilt'uios":r.
"Viva el Rey, mue- ¡lr la
i<irmt,la legitimaba la resistencia y, como úrltimo recurso,
.1.¿rl
t'.
ra el mal gobierno ! " Qr. éste fuera el grito universal de los suble-
a pesar de la uesativa de Fer-
vados es prueba de la persistencia en los dorninios clel rey de España r clrt'li<iu, y también cruzó el Atlántico,

Ir:rn(lo e Isabel a perrnitir que se e tablecierarl cortes en slrs reinos de


de la conveniente ilusión de que los responsables cle los actos de in-
a las capitulaciones
justicia eran los malos consejeros y los malos ministros, y de que si el l.rs l.clias. La idea de ttn .ár-ru.rrro era inherente
las expedicio-
rey fuera informado adecuadamente de lo que sus subordinados es- lrcchas primero con Colón y clespués con otros.iefes de
presentadas cotno
taban haciendo en su nombre, intervendría de inrnediato para reme- rrt's cle cot q.rista, incluso si eran oficialmente
diar los agravios. ,.nrt'rcecles, otorgadas por el monarca:2' La coincidencia entre la re-
Vrrc'lta de los .orrt.r.,".os en Castilla y la conquista
de México por
La vieja fórmula vasca y castellana, "Obedezco pero no cumplo",
al traslado
que cruzó incólume el Atlántico para iniciar una nlreva vida en las l lt'rrrírtl Cortés dio trn impulso acliciorral, y talvezdecisivo,
Cortés y otros
Indias, servía para el misrno objetivo de preservar alavez la aparien- <lt' icleas contractualistas del Viejo al Nuevo Mundo:s'
con las Siete Partidus
cia de lealtad del súrbdito v la imagen del reyrt'. El supuesto previo de t.orrqtristaclores emineutes estaban familiarizados
procedentes
estas fórmulas e ilusiolles era que la relación entre el rey y el pueblo r los principios políticos qtre las ir-rspiraban2r' los cuales'
iban ser reformu-
rlc Aristóteles a través cl. s.,-rto Tomás cle Aquino,
a
no estaba guiada sólo por los términos de la relación natural entre el
lirclos en el plano teórico para los españoles clel siglo
xvl Por los pen-
padre y sus hijos, sino también, en muchos casos, por los de un pacto
sirdores neotomistas de La Escuela de Salamanca' De
aclrerdo con
mutllamente acordado. En algunas partes de la rnonarquía, en espe-
cial en Castilla, este convenio era en esencia tácito, aunque la tradi- ('staspremtsaselpríncipeylossúrbditosformabarrjtrtrtosttnt'orpu's
ción pactista y constitucionalista castellana perduró durante los si-
glos xvt y xvII. Lo hizo a pesar de la tendencia de Madrid hacia el
in (lastilc'
autoritarismo regio y las deficiencias de las Cortes castellanas, y en- :10 Véase por elemplo Cl'rarles.faeo, "Taration ancl politit'irl t'ttllttre
(eds') '!ralrr' liurrtln tht rlllurt-
contró su expresión manifiesta en los escritos deJuan de Mariana v 1.i90-1640", err Richarcl t-' Iiagan y ót'offi-e1'Parker ' 1nd
l'tcss'
tit.WorkL:át,sn1,.s Horuu, o¡ioh.,iH. t¡ttiott,Canrbriclgc, Oa'rbr-idge U.i'et.sit1
rirz
Castilla, 1ir90-1 640 ", ett lisprr.¡ rt, I:t,rlt^ t el nt u tt do
I ()gb [.Tribtrr,r, ,, c, ,lt.,ro p,1úti.n .'r.,
p:U¡or,tra¿. L'cía lllirsco Ma'or v María Condor, Ma¿r'id'
tttlrint.ito. Hontenttie a.lohuh.
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]
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:: véanse Milagros
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llJ Sobl-e esta fór'l-nul¿r de acataruiento sin aplicacióu, vé¿urse Bar-tolonlé (llavero, cn el reino cle Castilla y su proye cción en A¡lét'ica" ) '
93 véase Manuel Giménez Fernánclez, Htrnti,n corté.s ¡ su rntolución rctttttnera ¿n la
De¡pcho rLe los tyint¡s, Sevilla, Uuiversiclad cle Sevilla, 19i30, pp. 125-130; Bcrrjitrnín Gon-

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Reaista
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2+ de
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'2',39
238
,,t\'\lt( ttttt. ( ()lt( ('lrirlo ¡r;tt:r l'( l nrlir ;t srrs lnir.ll¡lrlos llr.r;u lutit lrrrcrt:r T rrislt:ttt ctt cl t¡t:ttr o irtsl ilttr iott;tl. l',1sistcrlr:r rlc r ottscios t'r'l csl:tlrlr'
tirl:t tlcrllto tlc l;r ( ()tltltrrirl:rrl cr¡ t.r¡l'rnurl:rrl r orr srrs rr.s¡rt.t f ir.:rs , irrrir.lrlo rlc t il I cirr:rlos, Llollcr ntrciortt's t'¿ttt<licltt iits <lt' ttlt:t l)lll'l('¿l
llosit iottt's s(x illl('s, lxtio llr <lirr'r cirirr llcrrcvolt'rll<'rlt, t¡rr rr¡()ll:rr (':r (lu(,, .Ir;r rlr. l:r nlorurr r¡rrítr corrtlilrrrían rt Illiu'ltclle r l¿r ilrrsi<in de t¡tre el rev
siguielld() los rlictirclos (l('sll ( ()n(.i('n(.i¿1, golrt,r nlrlllr rlt.ar.ut,r.rlo r.r¡lr ('n lx'r's()r)a t'slltlxt ¡rt't's<'trlt'('rt ('a(l2r lul() de slrs reinosyen Persona se
la lev natural v clir,ina. Se cs¡xrlalrir (lu(. t'l írr<-i¡rt' n() ('ll\,(,r-11 t'rr l¿r ti- ,,. rr¡lrlxr <k' srrs ¡.rt'olllt'ttrts y tlecesiclades.
¡rr
rallía, lnielltras que pol'sll pal'tc lc¡s sriltrlit<¡s rlcltíirn scryit'[:, <llrs<ft:- l,.n t'stt's('nli(l(), r'l sobiertto cle las Indias llo el'a diferente de los
cerle v aconsejarle lo mejor que porlían. ,lc Nri¡rolt's v Sit'ilia, los ctrales, tras el establecimiento de la corte err
A medicla que los couqtristaclores se fr:ursfitlntab¿ur eu poblaclores. \llrtlritl, lro ib¿rtt it \'(:l'21 slrs lnollarcas ltlrnca más. Casi lo mismo se
no se mostl'abirn rn¿ís inclinados a ¿rb¿rndon¿rr estos rt'r cir de la ¡tr'opia peníusttla Ibérica, donde las visitas regias a
k'
¡lrinci¡rios, y la I
rr <le
relación contr¿lctlral que les sen'ía de expresión, de lo quc- estaban a ( l:r trr lr Valencia serríatr pocas ,v espaciadas. Fuera de la corona de
rlr ir y
abarrdonar su rel¿rción natural con el ahor¿r clistante paclre regio. Aun- ( lrstilla, el gobiertro real era tur eobierno abseutista e-jerciclo a distan-
que solicimban eu vano el establecinriento de col'tes o algrula fbrntzt r irr. Nr¡ obstante, en lo qtte se refiere a las Indias la rnera escala de las
de as¿rulblca representati\¿r, su fi-ac¿rso no excltrí¿r el uso cle otros fbl-os. r lislirncias ocasiotraba desafícls cle una magllitud sin paralelo en Eu-

colrlo el cabildo, para dar voz a agr¿rvios colectir,os:i. .\urrqrre la ausen- ro¡n. Siempre existíil la posibilidad cle que Felipe II o uuo de stts stt-
cia de ¿rsambleas representativas iba a pl'ovectal- un¿r sclmbLa alargacla ( (.s()l'es firera en pelsona a visital'stts posesiones en Italia o Ios Países
sobre la historia cle l¿r Arnéricir espariola, se dcsarrolló poco a p()c() ull lirios, y de hecho Felipe Ñ'expresó su intención de hacerlo en 162{)27'
corrjunto de reglas no esclitas que eran bien enterrcliclas por anbas Sirr crnbargo, el ejercicio de la realeza personal en l¿rs Inclias estaba
partes clel contrato. La ex¡rcliencia de las Leves Ntrevas v la rebelión < lt'scartado descle el principio. No cabía ni la más l'emota posibilidacl
pizarrista sin'ió de saluclable aclveltenci:r tallto a la corc¡na c6rno a los r lt. que ull motlar-ca crllzara el Atlántico para ver a stls súbditos de las

pobladores. sobre la base de la desgraciacla experiencia collstl.rrveroll lnclias v atender en persona a su gobierno.
.juntos por meclio de trn comprorniso lnutuo, aunque no r-econociclo, Fln lo que se refiere a la administración, el absentismo real en las
un sistema estatal patrimonizrl para el imperio espariol cle las hrclias lnclias estaba contrarrestado por la compleia esl-ructura institucional
qtre ctunplízr su proprisito de pleser\'¿lr un gr':rclo r-azon¿rble cle estabi- <¡tre la corona logró imponer elt los virreinatos americanos y el rnavol'
lidad social rr)?rlgen de manic¡bl'a de que disfrutaba colno conseclreltcia cle la
'política a rra\.és de enonnes rlistancias y' a lo lareo de
vastos territorios a rniles cle kilórnetros cle M¿rdricP,i. f ¿rlta de aquellas instituciones representativas qtle tendíarl a estorbar

I.lu tttr sistema cle gobiet'no patrinroni¿rl el abscntisrno reirl la afirmación de str poder en los territorios euroPeos. Esto hacía po-
¡rresen-
ta rrn problema perpetuo. N'lientras que Callos v l-rizo cuanto pudo sible, al menos en teoría, que el soberano desplegase en stt gobierno
par¿r contl'¿lrrestar sus reper'clrsioncs políticzrs po| medio cle Yiajes rle Anlérica aqttel "podet'ío real absoluto" que los.jtrlistas de la coro-
collstalrtes, y a menuclo fi-enéticos, cle un reino a otro cle str irnperi<r n¿i habían defendido en Castilla desde el siglo xv:8. T¿rtnbién podía
ctlropeo, el est¿rblecitniento pt: lrnanente del rcv v la corte e tr N{¿rclrid :rcuclir, por medio del Patronato Real, al apoyo y a los recttrsos de ltr
bajo Felipe II ptrso fin a l¿r era cle la rnonarquía irilrelante y dcstacó (llte era en la práctica Lrlla Iglesia estatal, sin riesgos de interf'erencia
tod¿rr'ía tn:is la ilnpot tzrncia. de nrecanisrnos c()nlpellsártorios. Élsto, r,n l)or parte de los ltturcios papales.
El valioso l'efuerzo del poder real que strministraba una Iglesia
sr,rborclinada se \¡eía acotnpañado pol' un dcspliegue irnpresiollante
2¡ (irrillenrr<r Lohtl¿rttt.l \/illena, (]olles r:lr Ilcli¿rs". ,-lttrutrio ¿L¿ llislo¡itt rt¿l I)¿- cte sírnbolos de rnajestad. Víctor Mínguez, en ¿os reles di,stunt¿s, nos
"[,as
vtho I',spañol, I tl ( l{)+7). ¡ry. {iir5-662; !\i-rr¡clrol, Bor.irh, . Rcpr.escnrarive Insrir¡rig¡s irr
th e spar.r islr Ern pi'e in rhc sixtet'.th ( tc'tun'., 7'he .lrttirns, I 2 ( l gir{j ) , p¡r. 2-1G2I17.
2{i Sol.¡l'c' el estaclo
¡tzrtrin'ronial crr las lnrllas, r'éilse es¡.rcc ialnrente Nl¿rr.io (irilrgor¿r,
,t
J. H. Elliott y'José Ir. de la Petia, Menotiale.s y utrlas del rcnde-duque d¿ Oliuar¿.s,2
.
Studies in the Oolttninl Hi.stort of ,\lxtttish Atneritu, (lanlbliclse, Oa¡lbririee It¡itersiry vols., Machid, Alfáetrara. l!)78-1981, II, doc. rri
Prtss. 1!)75 llisludios ln hislo¡itt rolttnial e8 l,uis SánchezAgesta, "poderío r-eal ahsoltrto" r'n el tcstamento de 1554", en
sobre d.e Hislrtnoutniritn. tt'acl,. Gonzalo R6ja.s "El
Shrrchez I M¿rrcia f)arvt's (l¿ulasco, Sartiar¡o tle (lhile. Flctitol'ial Llniler-sitaria. l!)!)ltl, (hrlo.s V. Hornerutje de ln Lrnit,ersid,ad, rJe (lrr¿narh, (l'r'anacla, Universidad de (lrauada,
cap. 3. t!)513, pp. 439-460.

'210 '211
rlr'sr r rlrr':rlgrrrrr¡s vrvirlos cjcrrr¡¡lr¡s rlc l.ts lot nr;ri ('rt r¡ttc l;rs lln:rg('n('r.i T z,rsrlr.trlt,¡rlt. l;tnton:tl(lttt:t,(lclrilitlrrrrlolcttllr)llr)\(()lllr)N;t¡rolcsv
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vit'r't:irt¿rlcs<¡rrt'irttilrrlril¡l ¿r(listalr( iir lir r'<¡l'lt'r'('lrl (l('[Vllr<lli<[, l:t oslt'tt- ( ( )rr tr ir llr is< lli< Lrtl r tirl. lln ltinllinos sot'iitlt's, i¡r'titlccicrott a :rclrtellos
f
f

de
tación de l¿rs entr¿rclas cle lcls vir r-cycs cn las villas 1, t'irr<lir<k's cn lir rrrlll rlr illx)s <lt' l¿t sot'it:<lzt<l r¡ttt: poclían sacar partido de las necesidades
de Veracruz a México, la pompa y el boato cle las cerer])ollias piu'll i.,,,,,',,,t,,, it itt¡ttcllos <ellelnigos de la patria, los poderosos de los
celebral las noticias de nacimientos, bodas y firnerales reales. I'oclas Irrslr.r.s, y los ¡terversos ministros de v. Majd. inferiores,,, tan dura-
estas representaciones púrblicas y cerernoniosas de rnajestad indic¿ur ilt(.ilt(. <lc,nunciaclos por el conde-duqtte de olivares en 1637:11. El
cónro larealeza invisible se había elevado al rango de arte sublime en r r.srrlturlo fire el afiauzamiento cle las fuerzas
de la oligarquía a ambos
de
la rnonarquía española. Lo que no reslrlta del todo claro, y merece ser lrrrkrs <lcl Atlántico duratlte el siglo xVIl. Aunque la cousolidación
investigaclo, es si existía Lura con'elación entre el esplendor clel cere- lrrs oliuitrquías representaría a largo plazo Lrn grave debilitarniento
rnonial y la distancia con Madrid. La corte presidida por el virrey de r lt' lir cot'otta y slr alrtoriclad, a corto plazo tuvo
el paradójico efecto
Esparia en Nápoles era ciertamente más esplendorosa qrre las cortes t lt. f or-ralecer los lazos que ligaban las élites provinciales a Madrid. La

de los virreyes de Cataluña yValencia't", pero ¿era su esplendor eclip- rrolrlcza cle Nápoles, por ejemplo, se mostró casi uniformemente hos-
sado por las aúur más distantes cortes virreinales de México y Lirna? ril :r lir t evtrelta napolitana d,e 1647-76483:' ¿Por qué volverse contra
Con todo, ni siquiera el cerernonial más sofisticado podía ocultar unlr corolla qug había hecho tanto por arranzaf su ascendencia local
por cornpleto las tensiones latentes en la monarquía compuesta de la V |c:gional?
Casa de Austria. Esta no era un sistema estático, sino sornetido a pre- Los constantes esflrerzos de la corona por movilizar con mayor
siones constantes para carnbiar y adaptarse a Lul mundo en transfor- cf icacia los recursos fiuaucieros y humauos de sus clominios
introdu-
rnación. El principal motor cle cambio a lo largo de toda la rnonarquía jcr.on inevitablemente tensiones en su relación, sobre todo cuauclo,
ftre la fiscalidad real. Los onerosos gastos ell que incurría la corona, ('()rno sucedió durante el gobierno de Olivares' se sospechó' y con
con sus esfirerzos por defender sus dorninios en varios continentes y r.rrzrin, que la corona quería reescribir los términos del acuerdo
para
seguir una serie de directrices cuyos costos guardaban escasa relación r.c.fbrzai su propia autoridad. Si el mouarca faltaba a sus obligaciones
con los recLu'sos que poclía movilizar, provocaron una cadena inter- ( ()ntractllales y se cOmportaba rlo Como rey, SinO COmo tiratlo, aqtle-
rninable cle rnedidas fiscales concebidas para aliviar sus agudos pro- llos reinos y provincias cuyos convenios constitucionales estaban ba-
blemas financieros. La introdncción de nuevos impuestos e inventivos saclos.r-r ,lo.ion.s de contrato podían declararlo cancelado en casos
expedientes fiscales, la enajenación de propiedades cle la corona, y ('xtremos, como en Cataluña en 1640' Sin embargo, esto presuponía
la venta cle cargos y honores fueron todas medidas que tuvieron pro- la existencia de un foco de lealtad alternativo. Este fbco alternativo
fiurdas irnplicaciones constitucionales, económicas y sociales en la cr:r la patria: oNon s'ha da osservare la fede a tiranni, tna ¿tlla Patria"
i"No se ha de observar la fe a los tiranos, sino a la patria"),
rnonarquía en general. En térrninos econórnicos, contribuyeron du- cleclat':tb¿t
lante el clrrso de los siglos xvt )/ xvII al cambio del equilibrio de fuer- (:l antor de ttu Distorso escrito en Nápoles etr 1647:t:r'
En propiedad, naturahnente, la patria era Lrna entidad cor.rstituida
por eliey y el pueblo u'idos, cou el rey como caput rcrnmunitatis'\t'y
21r Víctor Nlínguez Corne lles, lLts ta¡es di.stnnte.s. Ittrigenes del pod.er en el mundo uirn,i-
r¿¿l Castellri clc la Plarra, Llniversitat.launre I, 199r.r.
:fr) St¡bre Nápoles, véase Carlos.fosé Hernández Sírnchez, (hstilln t Nír.pole.s en el
srg1o xt r. lil uine¡ Pedro de Tbkdo, Salarnamca, Junta de Castilla I' León, 1994, cap. 6, ;' r3r Elli()tt l,De la Pefia, I\Ienorialtsy rurtus,II, doc' xiv, p' I7l'
s<rble Méxic<¡, Alejandlo Carleque, 'l'h,e King's Litting Inagc: T'he Oulturc and. Politirs of .Rivoluii<-¡r.ri periferiche Monarchia cli
Í'iteregal Pouer i.n Colonial hl¿xiro, Ntreva\brk 1'Londres, Rotrtleclge, 2004. Par-a algrr- Sp it'a dc 1640, (juntlerttos de ra' ll (1991)'
nas r'¿rlios¿rs r-cflexiones sobr-e las cortes virreinales'r' str cliversidad, r'éase Xavier Gil l)p riféricas 1'cleclive de I¿l m ola"' ert l(>10:
Pujol, "Una cultura cortesaua pr'ovincial. Patria, comunicación y lengtraje en la Mo- La is, Barcelora, Crítica, l()!)
:r3 Villari, Pcr il rc o
rralqtría Hispárrica de los Atrstrias", en Alona.rquíu, inlnri.o y pucblos en kt. España noder- lter la patria' p. 34.
rra, ecl. Pablo Femández Albaladejo, ,lctus dc I,n IV Reunión Científira de h Asorio,t:ión de r|+ Arrtoui Sintor-r i Tarré.s, Ets o)ígens ideotógit.s de la ¡vttohtriti uúaktila de 1640, Bat
Hisloria Alodcrnu,Alicante, L:nive rsidacl cle Alicante, 1997, pp. 22rt-257. celona, Ptrblic¿rcions cle I'Abadia de Mt¡ntserrat, 1999, p' 279'

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('n ('\los l('r rninr)\ ( ()rr\('ur rr)n.tl( \ l)( n\.tlr.r ( )lr\.u('\ ( u.urlr) (l('nun
rittlxur los,r'ttctttir¡osrlt l:r l).rtrr.t crr l(rl i) l"rr('sl()sl('nrrinosl:tntlrir:tt
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nlicnltits(ltt('1.,\. \. l'ltortt¡rsott Ilit t'x¡rlr¡tlttlo losolrslltt ttlostolllt:t
tt'lttlírtlt l)('tts:u lotl:tvr.r l;r nr;rrr¡r r,r rlr'l ¡rrrclrlo. it¡r lttsr)( u;ur(locslltllrt l.r r.r'olrrr irirr rlt'l totttt'¡tto tlt'¡xttlilt ('()tll() ('()ltlttlli(l¿l(t llati<lrral cll
sie'nrl<lal'r'ilstr-a(l()l)()t l:rln:u(':rrcvr¡lr¡ri,rr:rri:r(()ln()r'rr(l:tlrtlr¡ilt<ltt- ( ,:rsl illlt:;".
ralttelaplirnitvcr:t\/\'('uur()rlt'l(ilO. Nosr'<r¡rrsirlcnrlltr¡ttt'lltlcrtltitrl l,tr ¡rirtl.iir c'r-u uil?r colllLrniclacl tan imagiDacla cotno idealizacla.
al l'evestuviera en corrlur<lir'< i<irr t orr llr lt'lltlr<llr l:r ¡rrlrilr:i:'. r'st'.jrrzeir ( ,,,1n0 <.t¡tnulri(t¿xl, el-lr pzrra eutpezar local: el lugar donde Llllo había
ba ¿r los malos mil'ristl ( )s v lnilflisl nr(l( )s .l llirk ¡r.r's" a iulrl)()s. Silr ern- rurr i<lo <¡ r'iviclo siernpre.Jer'oni Ptljades, por ejernplo' hablaba de 'la
bargo, muybr-evemenlc el) Bar<'clorra clrrnrnlc cl <¡toño t'irlviemo de rr r i:r
¡lirt r-iu i cara cigtat cle
Barcelo¡a, ( <mi patria y querida citrdad de
aquel ¿rño y de nuevo e n Nápoles durante I(i+7- I (i-1f1, cornenz¿) a con- lirrr tlt.lt¡na,,),,,,. Pero parzr él era talnbién la comturidad rnás
alnPlia
cebirse la antes impensable iclea de rrna p:rtliir silr rer', :r rneclid:l que r lc il<¡rrellos naciclos y e ducaclos en el principado
cle cataluña, qtte
las leyes y libeltades ganadas
los clirieentes cle la rel-¡elión se r,olr'ían, corno posible solución cle sus , ,,rrr¡tar.tían Lllla misrna cledicación a
ploblenras, hacia un sisterna republicano cle gnbierno, como el clis- rlru.irnte sielos Cle lucha C()rltlil ()pl'esores autóctonos Y enelnrgos eX-

frut¿rdr¡ por Suiza, Venecia o la Repírblic¿l Holanclestr, otra socieclad tt :lllir:ros. Los concept<ts cle n¿rcionaliclad, basados ell lengua
y etlli-

que h¿lbía clesafl¿lclo al rey de Espzrña, r'lo había hecho con éxito. , irlacl colltlllles, no estaltan claran)ellte definidos y carecían de la
Si bien krs sentimientos reptrblicanos eran, y seguirían sienclo, r(.s()ll:lllcizr que iban a alcallzar con la llegada del movimiellto rolnlill-
poco colllulles ell las socieclades profirr-rclallrente rnonhr-quicas cle la I i( ( ) elttre los siglos XVIII y XIX, pero esto llo
sigr-rifica qtle ll() existiera
tnclnarquía espariola, las presiones ejercidas por N{aclrid contribtn'e- ur) firerte sentimielrto cle identiclacl colecti\¡a. Por eiertrplo,
los halli-
y
ron a lefolzar v ilhondar la nociírn cle patria con-lo corntrnidacl terri- trultos clel principaclo cle Cataluña, coillo los de otros r('inos pl'()-
toli¿rl e hist<iric¿r. clr,vos intereses firndament¿lles no er¿lll necesari¿r- yirrci:rs cle la monarqtría, gustabau de pensar ell Sí llrisllros c()lll()
y
Inerlte corlpatibles colr ¿rquellos del aparato estatal que pretendía ill()l-ad()fes <le rrn país bencleciclo de bienes y bello colno nirlqllno,
est¿rr llevando zr cabo los deseos del monarc¿r. Desde que hace lnuchos ( ()'rpal-tían llo sóio leyes c iustitnciones, sillo feclrerdos colectivos'
arios llarnara la atención sobre la importanci¿r del concepto de pittrin, [.as que veíal] e.jeurplificaclas en srr c()nrullidird ptldíau ser
'irtucles
(.x¿rgeraclas, y srn tr?rcliciri.es a ruell'clo iuventadzts, Pero los siglos de
para la urentalid¿rd de los catalanes clel siglo xvu:](;, las nociones de
piltria v p:rtriotisrno han recibido una creciente zrtención pol- parte (.()lN,ivencia habían alentaclo rul courprensible orgtlllo ell stls logt'os
cle los historiadr¡res de la mon:rr-quía española y de la Etu'opa rnoder- (.rc¿rtiYos. su percepción cle sí rnislnos llo se \/eía afectada por stl dis-
n¿l en general, estilnrrlada, al lnenos en parte, por las lecientes cliscu- riutcia cle Mach'icl. Se ha obset'r'ado qtrc la posición cle los territorios
sioues sobre los r¡rígenes del nacionzrlismo rnoderno v por la clescrip- italianos cle Esparia, ¿lParelltell'lellte periférica Iespecto a la tnetropoli,
n() provocó sentimientos cle inf'el'ioriclad, Ptles, pol" lo que:'t ellos
st'
ción de las naciones con-ro "comunidades imasinad¿rs' por parte cle
('l'llll
Beneclict Anderson:J7. En los últimos años, por ejenrplo,.jarnes Czrsey l.Cf'ería, era¡ el Cel)tlO, V COll IOS rOrnatros COInO a¡cestros ll()
i nf'er-iorcsltadie r".
zr

:r¡ Lrris R. (lor-teeucr-'¡. I'in lh¿'Ountnton ()ttxl: Polulat I\iitits in Brtnrlonu. l5tl}- Los habit:tntes cle las posesiones italianas clc la corona o clc los
sen-
I610,lthzu.a (Nrrcvr Vrrk) r' Londrcs. 20(12 |h nl l¡á t ontú. In lnlítit tr lxtpulur t lJant'lo- l.eiltos ibéricos habían teniclo lnuchos siglos pala desarrclllar su
nu, 15U(I1610, tra(I. c¿rtllanu.f t'sris \/illarrrr<rva l,ti¡rez, \'ic. Eunro, 2{)0irl, p. 153. tilriento cle iclenticlacl colectiva y articttlar su propia risión de la patria'
:i{i Ellic¡tt. Ilet,olt ol tlt.r (lttttlu¡t¡, 12- [!l La n'lnlión rlt los ttttnltncs, .12-41t1 I.a
¡r¡>. I PP.
¡t't¡r¡l.l t t t u, ¡rp. i313-{{)l .
t t ! a Ia n
:t7 Bc-rrerlict Andctson, lntug'inrrl (ittn¡nunitit't: [il'llertittn.s rtn Ih.e Origin nnilSPread ol
Nnl.ionalisn, Lonrlr-es l Nrrcvu \trk. \i'r'sr¡. l1)ttll [ (irlrroiidttd.rs inta{inntl.as. I?eflet;iortes :,8 \¡i'.rsc Kasan r Pat'ker, Slrtin, Iiunpe ttnd Lhe.ltl¿tttlit \|Itrkl ll"spañtt' Iiuropuv el
v¡bp el orig¿,n 1' ln dilitsiritr tlil nttt it¡nttlitnra. 1r:trl. Flcltrar-do [,. Suár'cz, NIéxico, Fonclr> cle t¡utnd,o alkinlito], caps. 5 r'7.
(lrtltrrla Ec<lrólnica, l!)l)il; (iu¿r¿riltrlr intng'irtaú's Refkxions sobre I'origen i la lroltugtrió :i1) Citadc¡ cn Ellir¡tt, lln,olt rl tl¿e (,ttt.rtlrnts¡t.12 ll,u rchctiótt de lr¡s tatuiluttes,p' 43: I'a
del nncionali,;tx¿, trad. r'lrlt'rrr i:rn:r l\'lr¡r i:r ,\ngcls (lirnénez, \'alencia, Urriversitat de \¡zu nttoltu rnLul.r¿nn, p. 381.
10 Nlir.('ille Pcl tar.in, .Esp¿rrioles e itali¿ruos en Sicilia' Nápoles v Nlilán clttraute los
lArrcia, !0()11 l. Véasc trrrrlririrr l,.rir llolrsbtrrun. ,\'¿llnrrr nnd lt'ationali.sn sinu lTll(),
(h'upos polílitttt lot nl¿s t,t nte kt t ort¿ dc \Iarh id '
Oarnbliclge, (lanrlrrirlsr' Unirt'rsitr'l'n'ss, l!l!)0 ll\taciones ¡ nndonulitnut devlr l7liU, siglos xtr I xrt t,, ell L¿ ,,, orr¡/rrrlrí,, cslrr tioltr.
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'241 '21i-)
sirr rlttrl:t.r;r ttr;r ( r)r( ('lrr ir¡tr r.lirrsr:r ('t t¡rr¡r lr.s:rsl)(.( r.s,
li<llrrl t ollto It¡t'l'zlt ttrrificrr<lor lr <¡rrcrl<i:rl rlr.sr rrlrir.r lr,, ,,,,
\ srr rr:rqi I l:tslcvcsltlctcrltostlcr¡rrcrlisltttl:tlr:tnlossttlrrlrlosr:rslcll,rt¡osrlt'l tcv
l:r* r r.r,r¡r.ll:rs \lrn'¡rr()nl() ('sl;r cntirl:rrl ¡rolrlir lt, f tut<ltrrl:r lst s1'1¡'f i1¡-('n lur
clel siglo x\'¡r en (lat¿rlrrñir v Nii¡lolr.s lrl rlir.igir. los <.lrrr¡r¡sirr.s -()
lrs ( ( )n lr :rl( ), ilrlr lr :r< l<lr rilir'. r'r ¡r no srrs t'< rivtrlclrlt's rlt'l Vicjo Munckl, unzt
artesanos su ira colrtra sus propizrs élit<'s. Sill t,nlb¿rr.q-r¡, r.sr6 '
,r,, *iu'i_
¡r
rlinrcnsi<in llist<ilir':r v gr'ognilica. En lti04 Bernardo de Balbuena
fica q'e no les moviera la lealtacr a l:r patria. Las cr:rsr:s.rtas
rk. rir s<> r :rntrrlr¿r t'n srr (irz¿r¿rlezrt ntexicu,nr¿ las bellezas de la ciudacl cle México
ciedad catalana podían manipular las constituciones cle 6at¿rl¡ñ:r
e¡ r
¡rr<' lc ll¿rbía visto crecer y de los campos que la rocleaban. En 1630
su propio interés, pero ello no impeclía a los artesa'os
cle Barcelo'¿r lr':rv lhrt'rr¿u'entru'a de Salinas exaltaba las glorias del Perúr, sus riquezas
verse a sí mismos como miembros de una comunicracl
de hombres en términos que se hacían eco de los publicistas patrióticos
v srr <'lirn¿r,
libres y, por tanto, calificados para disfrutar de derechos
históricos+t. ()r)t('r)rpor¿ineos de los reinos ibéricos.
"En fin -escribía-, todos se
(
Laamarga clivisión social no annlaba por sí misma toclo el
sentido cle Ir:rllan en esta Lima [...] con satisfación y gusto, teniéndola en lngar
.na comlrnidad ideal, siquiera entre los menos privilegiados y los
clesposeídos. 'i r lt' ¡rirtria"r5. El oreullo clel lusar
-un
lugar bendecido por Dios como
rrinsrin otro- iba a ser la piedra angular clel edificio cada vez más
En las sociedades del viejo Munclo la idea de la patria, alimentacla
r orn¡rlejo del patriotismo criollo.
por los ideales de la antigriedad clásica transmitiáos por los huma- 'Rrdar,ía quedaba el problerna de la localización exacta cle la patria
había tenido largo tiempo para arraigarr:, perá
'istas, ¿q.,é oc'rría crr el espacio. ¡(luáles eran su extensión v límites territoriales? Las
con las sociedades der Nuevo M'ndo que estabi' .o
formació'? En las lejanas orillas del Atlántico la noción i.o."so cre sociedades del Vie-lo Mundo ya poseían por entonces fronteras bien
cle patria rlcfiniclas; las clel Nuevo Mundo, en cambio, estaban aírn en pr()ceso
tenía que empezar desde cero, pero a pesar de ello se desarrolló
con rlc definición. Los dos virreinatos de Nueva España y del Peni cran
rapidez{rt. Desde el momento en q'e Hernán cortés clesembarcó
en scncillamente demasi¿rdo vastos y diversos para constituir un fb<'o de
las costas de México ytra'sformó su fuerza expeclicionaria en una lc¿rltad instintivo: las patrias cle un Balbuena o un Salinas eran esen-
comunidad'rba'a formalmente constitrida, ia Villa Rica cle Vera
ciahnente la ciudad de México v Lima, cuyas ár eas de influencia se
cruz, u'a n.eva patria comenzó a ser tanto inve.tacla corrlo imagi-
cxtendían hacia le-janos horizontes. No es extrario, por tanto, que
nada. Esta comu'iclad imaginacla iba a ser construicla sobre
I's asra_ ¡r:rtriotismos locales y regionales comenzaran a desalrollarse en las
vios cle los conquistadores y sus descencrientes, que creían
que no Indias. Las municipaliclacles, y poco a poco también las áreas.jurisdic-
había' recibido las mercecles a las q'e s.s propios ser'icios y los de
cionales más arnplias de audiencias v gobernaciones, llegaron a pro-
sus antepasados les hacían acreedores v miraban hacia
el monarca porcionarles un marcc¡ territorial. En el Quito clel siglo xvtt un firn-
esperando reparación!.
cionario criollo de Lima estaba ya tan explresto a ser consirlt'rado r¡rr
La patria en el Nuevo Mundo iba así a adquirir, ar menos
en las fbrastero como un funcionario llegado de Madl'id r';.
mentes de los poblaclores, una firme base constitucional, en
este caso Más problernático iba a resultar clotar a las patlizrs rlcl Nrrt'r'<¡ Mrur-
do con una dirnensión histór'ica qtre con una climensión gcoer-:Ílic:r,
¿rlrnqlre sólo fuera porque las sociedades criollas fueran de creación
v_éase corteg.era, Rn'th.p conuron oootr.fper ar contúl.Sobre Nápoles, r,éase
-....+r.
Villali,

tan reciente. Con todo, también esto iba a lograrse a su debiclo rno-
Per il lxr h lntriu.
re o
P.Véase. po|ejerirplo. mento, en primer lugar insertándolas en una historia divina y provi-
Xavier'()il Prjol, ..oitrclaclirrría, patr.ia r. lrunra¡isr¡t¡ círit.r¡
err el.Alagirrr ftr.al:Jrran Cosra,, LIanusrl.if.s,lg (2001), clencialista. La leyenda de que santo Tornás había dirigido nna misión
+:' sobre el clesalrollr¡ pp.,St_tff i.
c el patriotisrno criollo, r,éise especiallnente
dittg' l-he I'irst Atnericrt' T-he Spani.sh fuIon.a.rcl4,, Crcolc Patriots
Da'icl Bra_ en el Nuevo Mundo apuntaba a un proceso de evangelización ante-
and rhe Liberal St(¿t(, 1492-
1867, c'anbúrlge, carnbrid.qe universitv press, lg!)l
forrn Indiano. De kt ntonarqttín
catól:ira a la repúbtica. triolkt, 1492-1g67, trad..fuar-rJosé
utr.illa, México, Fo'clo cle crrl_
trtra Econónrica, 1991j' Véase también BerirarclLavallé, La.s ri' Frav Btrenaventura cle Salinas v Córdova, lllem.orial d.e la.s Histotia.s rLel Nuetto
ltrorne.sas a.tnbiguns. {:rir>
llismo rolonial en la' And'', Lima, pottiflcia Ll'i'ersidacl
4+ véanse, por
católica ctel perir, l'993. NIundo Pirú, Lima, Universiclad Mavor cle San Malcos, 1957, p. 2'16.
ejemplo, las qtrejas de Baltasar Dorantes de Car-ranza, Srn,..rir¿
,
hrión rlc las cosa's de la Nuar¿ E.sl¡añr¿, México, porrtia, lgg7, pp.
re- +{j Pilar Ponce Leiva, Certezn.s unte ln inrcrlitLunb¡v. Iilitc l, cnl¡il.d.o de Quito en el
2O:J_204. .siglo xrtr, Qtrito, Ab1'a-Yala, I 998, p. I 9ti.

216 '217
t io¡ ;r l:r llcg:trl:r ¡lr. ltrs orrlclrr.s. l,.l lug;rr ¡rrol,irlr.r¡r r,rlrlt. Nlr.rrr o t.rr l;r I l,un('nl('rlcr irlirlos;t rro st'r irrrlios, stt lursios:t lrttst¡rtcrl:r rlc urt,t irlt'rt
llist()t.i¿il'illttl¿t(lit illt lt s<'t ('onf ¡r rnl¡rlo s:rlisf :¡r lori:u¡rcnlr. lr sr¡ rlt'l¡irlrr tirl:rrlr olt't livlr illr lt lrr lu r('iu l<'s rlivcrsirs ('()nl()lsiottt's irrlt'lt'< ltutlcs
tienrp<-r col) la:tprrrici<irr tlt: l¿r \/irs(.n (l(,Grurrllrlrr¡rt., (lu(.t.rr t.l si-
¡r;rr;r rrror[t'llrr trnl irrurgcrr ('()lr\'('lrit'ntt: dc sí nlislnosrlr. r\Lllt así, la
glo xVIl iba ¿r asumir su posición dc piltr'()r):r y sírnlrolo <lt' lir Ntrr.r,rr nn:ul('r) no ¡ritraba tlt' r'llt¡c¿rr'('()lltr'¿l realiclades desagradables. A nle-
España criollar?. En cuanto al virrcinatr¡ clcl Pcr'úr, un posible cluni¡() r lir llr <¡rrc st-- clesarrollaban las nuevas sociedades coloniales y aulnell-
fue indicado por el Inca Garcilaso de la Vega, al clescribir a sus ante- t:rlxr t'l clcrnento mestizo cle la población, se hacía illenos fácil esta-
pasados rnaternos adoradores del sol colno los precursores clel perri lrlr'<'r'r'<1trién era español v quién no lo era. La creciente obsesión con
cristiano al que los españoles habían aportado el inestimable conoci- l:r <lt'nourinación y la diferenciación de castas era en sí misrna uu in-
miento del único Dios vercladero. No obstante, en l67l perú consi- t o r t o iitil y clesesperado por preservar distinciones que ya se estab¿ur
f

guió su propia patrona (el primer santo nacido en las Indias) con la lurcit:ndo borrosas. Al mismo tiempo, mientras nlrevas generaciones
canonización de Isabel Flores cle oliva como santa Rosa de Lima, r It'<'r'iollos continuaban insistienclo, coll l]rayor estridencia si cabe, en
proclamada por el papa clemerte X como <patrolla trniversal y prin- srr irlcntidad española5'), sus estilos de vida estaban cesando de pare-
cipal cle toda la Anrérica y dominios de Esparla,i*. ( ('r'sc en rnuchos aspectos a los de sus primos rnetropolitarlosir. No es
Existían obvios problemas, no obstante, para las élites criollas res- rlt'l toclo sorplendente que los peninsulales lecién llegados tuvieran
pecto a la incorporación cle las sociedacles inclígenas en su percepción tt'rlrlencia a mirar por encima del hombro a los criollos colno si hu-
de patria. En la concepción corporativa cle la monar-quía, la llicr-¿rn degenerado en el rnedio arnericano y se hubieran contamina-
"repúbli-
ca de los indios" poclía reivindicar su propio espacio distintir¡o, tan rlo de las características incleseables de la población indígena entre
legítirno corno el cle la
"repúrblica de los españoles,. Sin embareo, llr que transcurrían strs viclas.
para los criollos qLre se enorgullecían cle ser españoles, los orígene.s y El resultado del constante desprecio por parte de los esparioles
la inf'erioridad natrrral de los indios constituía una barrera insupera- rnetropolitanos iba a reforzar no sólo la insistencia de los criollos en
ble para su inclusión dentro de la patria. por consiguiente, en su de- srr abolengo ibérico, sino también su deseo cle identificación con el
ternlinación cle guardar las distancias con sus poblaciones indígenas, rrrundo americano que habían hecho propio. Si todar,ía no erall <ame-
los criollos se vielon oblig:rdos a desarrollar str propia forrna distinti- ricanos", al rnenos se estaban üansfbrnanclo en "españoles arnericallos>,
va de patriotisrno, másjerárquica y más exclusivista que sLr equivalen- rrn térnino que utilizarían para sí rnismos a f-inales clel siglo xvIII'r2.
te en la España metropolitana. (lon este paulatino proceso de translirrnrat'i<in se prodtljo una aper-
Las c.ndiciones locales de las I'dias, sin embargo, estaban cam- ttra hacia el mundo anterior a la conquista, (lrr('1'a se estaba ale.janrl<l
biando, y así también las ideas de los criollos sobre sí misnros. comc¡ con rapidezhaciael pasaclo renroto. Si bien los inrlios vivos pemrzrrrt-
españoles que ya no eran del todo españoles pero que estaban r-esuel- cían en los rnárgenes cle la patria, el camino csl¿rba abierto al rnerros

17 Fr-atrcisco cle la Mazzr,


lil guadu.Lupaniqnto nuxi.runo, México, Fo¡clg de C¡lt¡ril +1) \¡éaseJorge C¿rñizalcs-Esgrrerla,
"Nerr'\4lrrld, Neu'Stals: Patriotic Astr<¡logv
and the Inr,entiorr of Incli¿rn and (,rcole Bt¡rlies in Colonial Spanish Amelica, l6(X)-
1650", ,|lnzritan Historicul RettitzLt, 104 (1999), pp. 3?9-i]'19, reirnpres<,r eu stt N¿¿fi¡rr',
linliru a.nd Nr¿lion: Lxploratiorts ol lhe Hi.story oJ Stituce i.n the Ibcrinn W'o¡l¿l, Stanfot'cl
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,\,Iationalisn¿, Can-rbridge, Carnbr idge Llnivelsitr Ple ss, 1985 f Los orígene.s tlel ntt:ionr¿listno
nexiutno, tlad. Soledarl Loaeza Grave, México, Era, 1980], y 'l'he lirst Anrerira fOrlte
Indirntol; y vézrse más abajo, cap. 10.
50 Lavallé, I.ns pronresus antbigua.s, p.21
5r Véase Solange Alberr<t, Les llspngnols d.uns le i\'Iexique colnn.ial.. Hi..stoire d'unc atrul-
turatio'n, París, Armand Clolin, 1992 [Del ga.rhupín al ¿riollo. O de cómo Lrt.s espariole.s rk'
t\Iéxico dejrtron dt.serlo, México, El Colegio de México, 19921 .
5? Grrillermo Céspedes del Castillo, Anú'ica h.isltri,nirn, 1192-1¿198, Barcelona,
Labor, l9lt3, p.401.

'218 '21!)
l):ll:l l:l itlr ot ¡rot;tt ir)tt t('ltos¡rcr lir';rcrt r.lllr rlc lr¡s r¡rrr.r.sl;rl):ut lnu('t l()s
t ¡rolillrn:r. l',1 ;rrlvcnirrricrrto tlc lr¡s llor lrorrcs v l:r irrr¡rosir ion <l<'los tlt'-
v tlostt¡loití¿ul rrirtUrin l¡r.ligrr¡. I':u:r irrrliUrlrr iolr rlr.l virrr.r, l,¡rllrfirr, ( r ('l()s rlc Nrtcr':r l'lltrrllr crr l:r < or r¡rr;r <lt' r\r'¡tg(ln luiu'('ilr'()ll c:()ll
etl el sigl() xvll lit t'itr<llt<l tl<' Mí'ricr¡, r'olvit'rr<kr srrs r.s¡xrlrl:rs lrl cs<'rrrkl r r¡rrlrurrlcrrr'ilr, ll¡nlo t'rr la lr'or'ílr ('()nr() t'rr l:r ¡rt'iictica, el fin en la pe-
de armas collcedido p<ll'( iarlos V <'<lrn<'nzri il ¿l(l()r'r)1u's¡s q(lili(.i()s (.()rl rrínsrrll llltlrit'ir <lt' lir rnoll¿rrc¡rrízr c()nll)r.r(:sta que la nLreva dinastía
uno que exhibía el ásuila y la serpientc clc los nrcxicai,:r. !}l l6110 si- lurlrílr Irt'r'r'rlirrlo clc la (l¿na cleAtstria. Aunque Navarraylas proüncias
güenza y Góngora proyectó su famoso arco trirurf'al para la entracLr clcl vrs('1ls ('()nscrvilr'¿ur todavía sus fueros e instituciones tradicionales, la
nuevo virre¡ con slrs estatuas de los doce emperaclores rnexica clescle vit't<¡r-ia rlc Fe lipe V sobre la Corona de Aragón señaló "el trittnfo de
la ftrndación de Tenochtitlán en l327tr. En el perir de finales del si- lrr l)s¡ririra vertical sobre la España horizontal de los Austrias"r'7. La
glo xvu y del siglo xvrrl, las fiestas en que los incas eran representados nu('vir Hsparia metropolitana, Llna "España vertical", iba a se¡ o al
con todo su traje ceremonial ayr"rdaban a alimentar las üsiones de una r n('n()s tal era el propósito, un estado uniforme y centralizado, donde

utopía andina entre criollos, mestizos e indios por igual¡,r,. n<¡ hubiera barreras institucionales, leuales o eclesiásticas para el ejer-
Hacia el siglo xlrrr, por lo tanto, las patrias criollas de Nueva España cicio de la voluntad soberana del rey y donde la lealtad a las patrias
v el Pen'r habían adquirido pasados idealizados o legendarios que les irrclivicluales iba a estar encajada dentro de la lealtad inclusiva a Espa-
otorgaban una respetabilidad comparable, al menos a sus propios ñu como estado-nación.
ojos, a la de las patrias de los dominios elrropeos del rey de España. Tarde o temprano esta nueva concepción de la monarquía tenía
Las divisiones étnicas podían hacer estas patrias todavía más frágiles (lrre crllzar el Atlántico. Existían demasiadas fuerzas, a ambos laclos del
que las de los territorios europeos, donde las agudas divisiones socia- océano, orientadas hacia el cambio. Impresionados por los beneficios
les subvertían a menudo el ideal de comunidad, pero las sociedades que los imperios ultramarinos cle Gran Bretaña y la Repúrblica Holan-
que se estaban formando en la América española habían alcanzaclo clesa habían proporcionado a sus respectivas metrópolis, los ministros
un sentimiento de identidacl colectiva suficiente para proporcionar un v firncionarios de Madrid no abrigaban dudas sobre la validez cle los
foco potencial de lealtad alternativa en momentos en que se hacía argumentos cleJosé del Campillo en favor de lo que llamaba Lln <nlle-
tirante la relación entre el rey y los sírbditos. Tal tensión iba a agucli- vo métodoo de gobierno de las Indias <para que tan rica posesión nos
zarse en la segunda mitad del siglo x\¡rrr con la imposición por parte clé ventajas,¡'8. Es señal de su cambio de actitud que los ministros co-
de Madrid de un sistemático programa de reformas. rnenzaran a usar bajo Carlos III, al menos entre ellos mismos, la palabra
El drama representado en las I'dias a finales del siglo xvrrr,'n d.ra-
"coloniaso para lo que hasta entonces había sido conocido como los
ma cuyo clímax fue la crisis de los primeros años cte 1780 con la insu-
"reinoso de Indias'-'l'. La misma terminolosía indica en qué meclida la
rrección de los comuneros de Nueva Granada y la rebelión de Túrpac burocracia de Madrid había vuelto sus espaldas a las filnnas de petrsar
Amaru en el Pert'r5ti, puede ser contemplado como una versión ame- asociadas con la monarquía compuesta de los Arstrias.
ricana diferida del que ya se había escenificado en la España lnetro- No era sólo cuestión de hacer las Indias más provechos¿rs ¿r l¿t Es-
parla metropolitana. Con la rápida escalada en los gastos de clefensa
para los territorios ultramarinos, los argumentos en favor de una re-
":f Enriqrte Florescano, I.r¿ hantl¿rct mexirana. Breae hi.stoña d,e su fornrltrión y sintbolis- forma fiscal radical en los virreinatos americanos se estaban haciendo
rzo, México, Fondo de Cultura Económica, 19g8, p. 48.
5r Carlos de Sisiienza v Górtsora, Th,cat¡o rte irirttrrtes potr'tlra.s
(México, 1680) , en
stts obras histó¡rirn.s, ed.José Rojas Garcidueñas, México, porrria, 19g3, pp. 22b-261.
!'i' Karine Perissat, .Los incas representados (Lirna i'7 Segtin la terminología acruiada por Ricardo García Cárcel , lblipe Vy los españo-
- siglo xrur¡, ;..,p..uivencia o
renacinriento?", Reaista d.e lrulias,60 (2000), pp. 623-649. Sobre la trtopia anclina, Al- l¿s. Lhta ui.sión perilérira, delproblema de Esfxtñn, Barcelona, Plaza &J:rnés, 2002, p. 114.
berto Flores Galindo, Btt,v antlo un inra. Identidad y tttopía en los Antl,es, iima, Horizon- 58
.fosé del Campillo y Cossío, Nuan sistem.n de gobierno económico para la Amérira,
re,1988. cap. l. ed. Manuel Ballester-os Gaibrois, Oviedo, Grupo Editorial Asturi¿rno, 1993, p. 63.
i'6 soble la crisis cle la década cle 1780, 5!r Grrillermo Céspedes del Castillo, I)nsa"¡os sobre lo.s reinos castellanos d¿ Ind,ias,Ma-
véase -f. H. Elliott, Ewtpi.res oJ the Atlantir
world: Britain and spain in Atnerira, 1492-IBJ1, Nerv Haven (connecticut) v Lor.rdres, drid, Academia de la Historia, 1999, p. 300; Antonio Annino, "Some Reflections on
Yale UrriversiW Press, 2006, pp. 353-368 [Inenio,s dcl mundo atlántico: España'y Gtrnt Bre- Spanish American (lor-rstitutional and Political History", Itinerario, l9 ( 1995), pp. 2G
taña en Américr¿ (1492-183()), trad. Marta Balcells, M¿rdrid, Thtrms, zooo, pp. rto-sso]. 43, en p. 37.

2t5O '2í)l
;tlrt r¡nr:trlot cs. Sirr (.rrl):u !_l(,, (.r;r rlilrr il \(.r ( onr( ) un:r r r.lr ¡nn.r oltttt-
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<llr¡rrlrlrílis<'l itrlto<ltIri<lrtt'lir:rznrt'rrl('('rrsorit.rl:rrlr.s(llr(.('rrl:r¡rrrir- NrrcvoMtll<los<'r'it'r()nilsrltlist¡r¿ts
¡rrrclrloll;rsirrrrl:rslr¡nnli<l:rst'rrt'l
ticit hallíall cilí([() ('r) Irlllr)()s <lt'lrrs tilitt's <'r'ioll¿rs. l,,sllrs <:lilr.s lurlrílur ( ()nr() igrrlrlt'slr llr ..nlrt'irir). ('sl)11ñ()llrcn srr lrrcll:rc()ntf¿lklsli'¿urceses(;:t.
sacado parti(lo cle la clcbilirlacl rk: l¿r con¡rr¿r c.n cl sigl<¡ \\,tr Los <li¡rrrtrr<los anrt'r'icun()s cn las (lortes de (ládiz no llegarotr a la
),:l ¡rr-irrr.i-
pios del xvlll pal'a comprar puestosjtrcliciales y irclnrinistlatives. ga- l't'rr irrsrrl¿r t'orr aslriurciones de inclepenclencia, siuo con esperanzas
bían logrado además establecer una compliciclacl con los ase¡tes clel cn llr rt'sturnrcitill rlt' rrna monerrqrría complresta el) que los reiuns de
gobienro que actrnba en beneficio rnutuo. El restrltado de su acuerclo llrs lrr<li¿rs firc:r'un lrricrnbros plenos e iguales. Sus esperanzas se ibatr a
tácito era que los oficiales reales, en lugar de ser agentes v ejecutores \'('r'lrnlllq¿lnrente rlefiaudadas. Los liberales resultaron ser los here-
eficaces del gobierno central, tendían a adoptar el papel de interme- rlcrrs no <le la "Esp¿rrla horizontal" cle la Casa cle Austria, sino cle la
diarios entre las élites y Madridt;0. ., l.s¡laña vertic¿ll" de los burócratas dieciochescos, y los criollos des-

corno correspo'día a l's úrltimos grancles supervivientes de la mo- crrlrit'r-on para su desilusión quc estaban clestinados a sel los sribclitos
narquía compuesta de lc¡s Austrias, los reinos de las Indias r-esponclían < olt¡ni¿rles cle un estado-nación español(i'.
a la decisión de los Borborres de poner en orden su casa americana lin t¿rles circunstancias, r-lo es extralio que las élites cle las Indias se
echando mano de las armas def'ensivas traclicionalmente empleadas rolvieran h¿rcia el republicanisrno, Lll) republicanismo que )txtaponía
en los reinos y provincias de la monarquía colnpllesta cuanclo se veían ('n unzl combinación incómocla el patriotismo criollo que se había
atacados. De forrna instintiva las élites criollas buscaron Lln contra- rlcs¿rrrollado en el clrrso de los tres siglos precedentes )'el republic¿r-
peso a Maclrid en la patria, una entidad que era ahora mucho más rica nisrno virtuoso v clirsicista de la Francia v las colonias brit¿init'as rlt'
emocional y conceptuahnente que cien años antes. su respuesta es- Norteamérica de finales del siglo xvttI, con srt rechazo de los rlert'<'lt<ls
talra caracterizada además por uD creciente resentinriento hacia la llistór'icos en nornbre de la libertad ), los derechos u¿rttrrales del honl-
rnadre patria que empujabacadavezmás a las élites a afirmar el com- ble';i'. Entre l810 v lll30 el republicanisrno iba a triunfar sobre la
ponente americano de su iclentidad dual6r. Con todo, su lealtad hacia monarqtrí:r, v las patrias criollas se iban a elnbarcar en ttn proceso
el monarca permanecía intacta. La devoción a la patria era toclar,ía lcnto ,v vacilante de transformación en estados-nación. La mouarqttía
compatible, corno en tantas rer.ueltas de la monarquía cornpuesta cle española, en clranto monarquía universal, había expiraclo finaltnen-
los Austrias, con la ficlelidad al ideal de la monarquía univeisal finne- te, r,íctilna de los ataques conrbinados del racionalisrno, el liberalisrno
rnente firndarnentada en larealezanatulal y colltractual. En este caso, y el nacionalisrno de nuevo cuño; en cuanto monarqnía compuesta,
y por úrltima vez, sll fe estaba.jtrstificada. A los movirnicntos de protes- también había tocado a su fin. Habrían de transcurrir c¿rsi clos siglos
ta y rebelión de las clécaclas de 1770 y l7B0 se les pnso fin con el tipo antes de qtre la Constitución de l97B para l:r nue\'zl Es¡rañir rlertrt¡crii-
de concesiolles mlrtllas que tan a menudo habían salvaclo en el borde tica lograra su restarlracióll.
del abisrno a la rno.arquía española en lr¡s días en que estaba gober-
nada por la Casa cle Austria,j?.
6:i McF¿lrliure.
Fueron, naturalmente, los acontecilnientos d.e lBOtt y la crisis cons- "Idt:ntitl', Enlightcnment ¿rncl Political Dissent", l-¡. li?1). \'tlast' nuis
abajo. pp. 288-290.
titucional que provocaron le que rompió fatalmente el delicado equi_ {i+ Tirnothv Anna, Spain und the Los.s of Atneritu, Lincr-¡ln (Nebraska), Universitv ol
Nebraska Press, l9ll3 ll')spuñn y la ind4nndcntin d.¿ Anáriru, tracl. Merccdes e Ism¿rel
Pizarro, México, Fc¡ndo de Crtltru'a Ec<.¡n<iuric¿r, l98til , p. {)a.
'lir
'i0 Véase Holst Pietschlnal)u, (Actores locales 1 el pocle l centlal. La her-eucia co- 'ii David Blailing, "El patliotisnr<¡ cl-iollo 1 nacitin rlrcxicnna,, cn David A. Bra-
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tE/
pueltlo l el tcy. I'rt rarcluri.ón contun?ra en Colombia ( 175I ), tlad. He¡ta¡clo\iale¡cia Silió, Barcelona, Planeta, l99lL cap. 6 ("The End of Enrpire: Simón Bolír'ar and the
Goel-
kel, Bogotá, Car-los Valencia, lgUll. Libcral Republic") ["El final del inrperio: Simrin B<¡lívar'1' la repriblica liberal"].

25',2 '2.--¡!l
CnpÍ'¡'r.Jt.,O X
MuNDos rARECIDoS, MUNDOS DISTINToS

LJnu tensión continua ha caracteri zadolarelación entre Europa y


América: la tensión entre la presunción de la semejanzay el recono-
t'imiento de la diferencia. Por una parte, los europeos han concebido
t:n el curso de los siglos el que bautizaron como ..Nuevo Mundo"
(:omo una prolongación del suyo propio. En consecuencia, los pro-
<:esos por los que imaginaron, colonizarony organizaron este mundo
¿tmericano se desarrollaron a partir del supuesto de que debía, y po-
rlía, obedecer a los modelos y expectativas europeos. Si en un princi-
pio, como argumentabaJohn Locke, "todo el mundo eraAmffi,carr,
rro existía ninguna razón por la que la propiaAmérica no hubiera de
lransformarse aimagen de Europamediante las técnicasylos recursos
superiores y el trabajo duro de los que procedían de ésta. Por otra
parte, ya desde los primeros días habíauna incómoda conciencia de
que América no era exactamente otra Europa, ni siquiera una Europa
en potencia, de que era en cierto modo, y por algunarazón, diferen-
te. En otras palabras: que América era,y seguramente iba a seguir
siendo,América.
¿Cómo reaccionaron los españoles ante la incipiente yfrecuente-
mente molesta toma de conciencia de que América era diferente, en
tanto que pioneros de su conquistaycolonización? ¿Cómo explicaban
la diferencia y qué trataron de hacer al respecto? ¿Ycuáles fueron las
implicaciones de su respuesta.para el desarrollo tanto de las relacio-
nes de España con las Indias como de la sociedad colonial americana?
Estas son cuestiones muyampliasyhan sido abordadas con frecuencia,
de una forma u otra, desde diversos ángulos. A pesar de ello, en nuestra
actual fase de conocimiento se pueden dar argumentos a favor de
intentar proseguir con el asunto de la semejanza supuesta y de la dife-
rencia percibida (o no) durante los tres siglos de la dominación espa-

255
ll()l.l s('ll.ll.l (lt. tltt lCl¡t;t(1il('t(':tlr:il('( r'( ott\l.iltl( ilt(.il1(., sl lrir.lt ln:t
Irilcsl:irrtlr)s(' (()rr rlif crcnlcs \';ui:r( i()n('s, rlur:rrrtr. lr¡tl:r l,r (.1)()(:l
I ,¡ttr'r'l nr.rs( ()n\'('lr('lrl('rtontlr('l)lul csl:t rlir lr;r lrcr l.t ('r;t ll:rnr:nsc l:r
).l rtcr':r l'.s¡llrrrlr <lcl rrt:rt ( )t cluro":r. ltt'srtltlr llurrllicrr llluturlivo (lu(', r(L
c<ll<l¡ti¿rl: sc inicitr t'oll t'l rt'< onr¡r'itni(.nlrl v llr srrllvrrr.¡lrr irirr <lc llrs lrr¡t.- , r¡r r i<'rr<lo rlc nr¡t'r'o lr llr t'r¡lt'r'it'n<'i¿r rlc srr ticrra llatirl, <lesclib¿r l<ls
vas tlerrasVSus gcntcs, rlt's¡rtrtls vr¡t.lvr.ir (.nr('lg(.r ir nr(.(li(l:r r¡rrc st.r,lr tcrrr¡rlos rlt' N4i'rit'r¡ ('()nr() "nr('zqtritas". t¿rl como los.jerónirnos que
establecienclo l¿r socied¿rtl t'olon ial, r' l i nll nrcn lt' aclrl xl < orr rr'<.r'i nr i- lolrt'r'nll¡lrrr [;r ['.s¡lirñola ltabí¿rn descrito en l5l7 a los indios colno
n¿tciírtl Y llralentenclidos mlrtttos qtrc tcnclr'í:u) ('()r)s('('r.r(,nci¿rs r-clrrlu- .('sl()s ill0l'<)s"i.
cionarias taltf.o para Esparla conto p:tr-a Arr-rér.rca. Sirr t'lnlr¿u't¿<¡, los incli<¡s n() el'an <nloros>>. Ni elan, conlo Colón
En nri libro El uieio y el nu,euo n?und,oi.ntetrté tr:rzal' er lrlrllíl st'ñ:rl¿rrkr en str primer viaje, <negros como en Guinea"r. Del
¡rr.oceso por- el
qtre los etrropeos proctll'al'on comprender'1'zrsimil:rr elt su concie¡cia nrisrrro rn<¡rl<1, no h¿rbía hallado "hombres rnosimclos" v, al no poder
los paisajes y las sentes de lo que era, segúur sll pel'spectir':r, tura región lr;r< r'r'lo. había abierto el camino para que fuelan asulnidos por los
clesconocida cle Ia Tierlar. Mi argumentr.¡ consistía básicanrellte erl ('r ¡ r'( )l)('()s corno parte de la hurnanidad. Aunque la aceptación no fire
que los erlropeos, c()nlo todos los qne se enfientan a lo clesacosturn- ir r r rrcrli¿rta, r, sólo recibiría el sello de l¿r autoridad con la declaración
brado, lo hicieron forzosarnente mecliante los principios cle orsani- r lt' l):rlrlo III en Sublimis De¿¿s en 1537 de que
zación qtre habían claclo fbnna a stn propios mtrnrlos mentales. Esto
"los inclios eran verda-
r It'r'anrente hornbres". l¿r czrusa a firvor de su racionaliclacl se vio refbr-
significa pasar lugzrres y pueblos extrahos a través de una especie cle zl<[a cn gran nredida pol el descubl'imiento de las civilizaciones de
molde concepttral, de modo que puedan ser encajaclos en categorías Nltlxico v Pelir. No obst¿rnte, Gonzalo Fernández de Oviedo, cuva
preexistentes sin af'ectal ni a la fonna ni a la estmctura del mismo cr¡reriencia se hallaba lirnitada al área caribeña, no dudaba en clasi-
molde. l,a estnrctura del rnolde conceptual de los europeos de finales f ical'incluso a los indios de La Española (a quienes había obserr'¿r<l<r
clel siglo xv v del xvr había sidc¡ determinada por la vrxtaposición e rlt' cerca) conlo seres hurnanos racionales 1'los describía de nucr,<r
interacción cle la tradición.jtrcleocristiana v la herencia de la antigrie- tolllanclo las nornras elrropeas corno ref'erencia: "la gente de esta isl¿r
dad grecolatina. Al poner los ojos por primera vez en el Nuevo Mnn- t's de estatul'a rnenor qtre la de Esparia conlúurmente, v de color loros
do cle Alnérica, colón y sus sucesores inrnediatc¡s lo vieron sobre la cl¿rros f ...1. Tienen l¿rs frentes anchas y los cabellos rlegl'os v muy lla-
base de las expectativas derivadas cle irnágenes bíblicas y clásicas, arn- r)os, y ningunzr b¿rrba ni pelos en ninguua parte cle l:r persona"s. En
plificacla por un caudal de infbrmación (y desinfbrmación) geográ- lo que se ref'er'ía a sus capacidades mentalcs, existíirn el pun-
fica v etnolóeica procedente de los relatos de viajes y el conocirniento -descle
to de vist¿r de Or.'iedo- diversos grados clt' r'at'ion¿rliclacl, pero en
de prirnera rnallo 'eces próxirno, a veces clistante- cle aquellos
cualquier caso estos pucblos de las Incli¿rs el-¿rlr rrrit'rnbr'<ls rlc la r¿lzir
pueblos de firera de -a Europa y lzr cristiandacl que hasta entonces
se llunrana.
habían situado en su órbita. Segrin Oviedo, el medio americano era ltuc\'() \'('\lllul(). ¡rt'r'o los
El lesultaclo inevit¿rble de este proceso de situar lo clesconocido pueblos que lo habitaban pclclían identificarse c()n)() llrruurnos \',
dentro de lzr gama de lo conociclo fire bor-rar clif'erencias y encontrar- en consecuencia, también resultaban cornparables ¿r los rk:l x'sto rlt'l
semejanzas donde no existían apenas o en absoluto. un ejemplo clá- lnulrdo. La misma insistencia en la novedacl clel medio natural clc las
sico cle este proceso se puede hallar al final de la segtrncla carta-rela- Inclias % en contr-aste, la hurnanidad fund¿rmental de sus habitantcs
ción cle Hernán Cortés descle México, en la que escribe: .por lo que
yo he yisto y comprendido cerca cle la similitud que tocla esta tierra
tiene a España, así en la fértiliclacl como en la grandeza y fríos que en ! I{ernárr(loltés, (h¡ta.s\d.otunt¡ttt¡t,ed.NlalioHelu;intiezSárchez-Bal'b¿r.!Ii'xi-
ella hace, v en otras muchas cosas que la equiparan a ella, me pareció < o, Polr'ír¿r, l9tiit, ¡r. I 11.
:r Er-wirr \{hlter-Pal¡1, l¿¡,r montt¡tenkts aryuitertonitos tk'l,u Espuñok¿, 2 r'ols., (liuclacl
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1t
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\tlir-lrncla, N,léxico, Fc¡rldo cle ( jrrltrrr¿r Ec onórnica, 1950, p. 91.

2l-¡o '2 r--t7


ittrlrgcrlrs sc rr'¡rirc crr l,r:rnr isr o Lo¡rr.z rlr.( ronr:rr:r. (lui(.n :r rlilr.
t ('n un:r f :tsc lcttr¡)r;ur,r (lcl rlcsr rrlr irnictrlo y l:r r r¡lr¡rriz:rr iorr r¡rrr'¡rt'r
l'('ll('i¿l(l('()\'i('(l()-tt()l('ltt:l('\l)('ticr¡r'ilrrlr'¡rrirrrr.rit nt:urosollr<.r.1 rrrili<'rrrllt'r.lltr ir(()nrl)rcnrlct cl cltt'¿it'lcl'nu('\'()t'<lislilttr¡<lt';\nltit'ic¿t.
Nttevo Mttllrlo, IX:l'() Iull)ía lt¡rrcrrrlirkl rrrut llo lr( (.r'(':l <1t. i'l ¿r l nrvris <k. l rr< lr rso lo lr rlril r liclu n('n t(' n u('\'( ) ¡rorlía vet'sc clcsproüsto cle rnucha de
su estrecha relación cotr Hct-lr¿in (iorli's. lln lir <lt.rlic¿rtori¿r ir ( lirrlr¡s V srr ¡rrrrrzirrrlc rlr¡r't'clirrl t:orr cl hallazgo de algúur pllnto de referencia
de la primera parte de la Historiú g?nuel d,e Ln' In d irt.r ( l bl-r2) , (]<inriu.ir r k'rrtrrr <lt: l:r lrclcncia cristiana y clásica de Europas, así corno la rnisrna cli-
afirma que sejustifica por sí mismo que el Nuevo Munclo sea c:rlific¿r- vcrsirl¿rrl ¡roclí:r ser preser]tada como rasgo integrante del gran plan
do como tal "por ser todas slrs cosas diferentísimas cle las clel nuestr<¡. r livin<¡. Un buen ejernplo de la incapacidad para ponerce a la altura del
Los animales en general, aunque son pocos en especie, son cle otra rtl o ¡rluntezrclo por el carácter clistintivo de A¡nérica se halla en la obra
maner-a; los peces del agua, las aves del aire, los árboles, fnrtas, yerbas t'sclit¿r lr¿rcia 1570 por Tomás López Medel De los trcs eletnentos.'fru.todo
y grano de la tierra, que no es pequeña consideración del creador, stltrc lo naturaLeza.l el hotnbrc d¿l nt¿euo mundót.
siendo los elementos Lrna misma cosa allá y acá,. oEmpero Hrulanista en cierta medida, López Medel se había educado en la
gue- los hombres son como nosotros, fuera del color; que-prosi- de otra I Iniversidad de Sevilla antes de pasar aAlcalá de Henares para estudiar
manera bestias y monstruos serían, y no vendrían como vienen, de <lt'recho canónico. Estuvo en las Inclias de 1550 a 1562, sirwiendo como
Adáno'i. oiclor primero en la Audiencia de los Confines de Guatemala y después
El principio cristiano fundamenral de la si'g,laridad de la crea- cn la del Nuevo Reino de Granada en Santa Fe cle Bosotá. Su tratado
ción y el linaje comúrn delarazahumana quedaba así preservado. sin I)e los tres eknmntos, que no apareció irnpreso hasta una f'echa tan tardía
embargo, habría siclo más difícil de mantener si la civilización ellro- corno 1990, es una descripción del Nuevo Mundo americano, al que
pea no hnbiera absorbido ya el concepto de una d,iuersidndesencial se aproxlma coll clerto candor, corno puede esperarse del título, por
dentro de un rnarco seneral de unidad. Enfrentado a la novedad de rnedio del aile, el asua y la tierra (esta úrltirna incluye sus habitantes).
las extrañas fauna y flora americanas, Gómara podía recurrir en últi-
López Meclel se ellcllentra claramente fascinado por la difurenciade
mo término a la admiración ante la variedad y fertilidad infinitas de funérica, sobre la que hace frecuentes cornentarios, pel'o se dernuestra
la creación divina. oviedo reaccionaba de modo semejante: oeuan- del toclo incapaz cle hallar explicaciones para ella. Al hablar, por ejern-
to son más varias y cliferentes tanto es más hermosa la plo, cle la atuencia de tligo en A¡nérica antes de la llesada de los espa-
natlrra"T. Las diferencias físicas-escribía-
y culturales más eüdentes e inmedia- rioles, escribe (que en todo puso Natur¿rlez¿t tanto cliscrirnen entre el
tas entre los pueblos de América y los del resto del mundo conocido rnundo de acá v aquél que no sin admir'¿rci<in k¡ consicler¿r ull entell-
suscitaban una respuesta comparable. Los orígenes de la diversidad climiento discurriendo por ello". De mancra part'<'irla, <'rranclo trat¿r
hurnana podían remontarse al arca de Noé y la torre de Babel. Todo de la inexistencia en las Indias de tantos ¿11i¡1¿lg¡; t'k'f lrlllt's,
esto hacía más fácil a los observadores europeos cle América asumir carnellos- que se encontraban en los dernás contincntcs, no ¡trr<'<lt' -r'aballos,
la existencia de diferencias significativas entre los pueblos de la Tierra hallar ninguna explicación, aparte de que quizá la Nattrralcz¿r s('('st1l-
respecto a apariencia y costumbres, y también ayudaba a amortiguar ba conteniendo para que prrdieran ser introducidos allí torlos ¿r lir vt'z
el irnpacto de la novedad de este extraño Nuevo Mundo. a continuación de la llegada cle los europeosr0.
Así ptres, tanto la naturalezacomo el hombre americanos se intro- En lo que respecta al rnedio ambiente, sólo quizá conJosé cle Acos-
drrcían en Lrn molde mental europeo preexisten te q.uizácon una fa- ta, ya muv a finales del siglo xvt, se encllentra un intento profundo y
ciliclad excesira corrro para provocar un esfuerzo intelectual profundo sistemático de aprehender la extrañeza del rnundo americano. Oüedo,

I
r,,dir¿s
ti

'
T.{iitri,!:KÍ{!ii!.
Nouc.
,tr¿ d,ellp IntJie oa
tt¿s

p. 524.
Véase Michacl 1-. R'r'an, "Assimil¿rting Nerv \rlt¡rlds in the Sixteenth and Seven-
teentlr (lentrr ries" , Cont Pr¿rr¿liue Stud,ie.s i.n. Sot
ieh¡ utul. H islor ¡-,23 ( l98l ) , pp. 5 l9-ir38, en

()orza les, Ricciarcli, l97b In_ !) Ttrnrás López lvledel, I)e las trcs elenentos. 'fruttnd.o sobtp la nalurale'.n. \ rl ltom,bre dcl
dia.s nu,eaas. De Cristól¡nl, Colón a Gonzalo I'nnlínd.ez d¿ Ouictlo, trad. Antonio Alatorre.
nuar¡ nundo, ecl. Be r-t¿r Ar-es Qtreíja, Maclricl, Alianza, 199().
México, Fondo de Cultr-rra Económica, 1g781,p.270. t(t lbi(l., pp. 155 v 138.

2ó8 23!)
:urn(lu('( llullnr('ul('( ()ns( icrtlc rlc l;r .,tt,rvcrl:trl.' rlcl Nrrcro l\lt¡ntlorr, nr,.lx)r(lu('rro lr¡rlr)ss()nrosrlc t¡n:t ntisttt:t rt.tltt¡.tlcz:t ". 1',:;lcsitlrrif i'
llitl¡íit si<kr t'st'ltt'iltlrtr<'nl('lnr r¡lrscrr':r<lor v urr < rr¡rrisl:r:r llr nuur('ril (l(' r.rlt\r) I('( ()n('r itnicttl() tlc r¡ttt'..n() l()rl()s sr¡iltr¡srlc t¡tllt illisllltt nltttt-
Plitrio el Viejo. ¿r llr('rlr.r(l() <'onf rtn<li<k) lx)r.su ittt llllt'i<ll<l rk'< orn¡rx'rr- r.rlr'.t.r ilr:r:r st'r un 1trnrlr <l<'<l<¡lll<'lilo. l'or tut l¿ttlo, ¡toclíaclarpie
cler, pero que equiparab2r lo c()n()ciclo ('()r) l() clt'scr¡rrot'irlo sit'rrr¡rn'<¡rrr' rr ¡ lc lrcr lro lo lrizo) u rula invcstigacirin concienzuda por parte de los
era posible. Acosta, por el contral'io, se esfor-z¿rba t¿lllt() l)()r-('()lnl)l'('n- I r n lcs sol¡r t'
,
¡ror' <¡rri' algunos pueblos cle las Anléricas parecían rnejor
der como por explical'. A veces tenía una corlciencia ¿rguda rle la rlif <- , lrrl ¡r rcstr )s ( r(' ()l l'()s a accptar- las verdades clel evangelio cristiano v
lr
rcncia c:ntre América v Europa: "Tiene tarnbién cuasi cu¿urt¿l tierl'¿l \,( ) .rr l.r¡rt;rr s<' rr llrs ll()nnas cl-istianas de condttcta, estitnttlándolos así a
he visto en Indias, vecindad de sierras alt¿rs por rul cabo o pol'otr(), v .unr.rr cl ..irrgcnit)> a la "firel'za" en sus campañas evangelizadoras.
algunas veces por todas partes. Tanto es esto, que much¿rs veces dii(' I', r o t r : r ¡ xr rt t'. abrí¿r la posibilidad de trazar una tajante línea diviso-
allá qrre deseaba verme en parte donde todo el horizonte se termin¿rs(' r r. r. ( ( )r r los cspañoles y su descendencia a un lado, v al otro los pueblos
con el cielo v tierra tendida, como en Esp:rñzr e n mil campos se ve. per() rrrrlrlicnlls <¡rrc podían agruparse indiscriminadamente bajo el norn-
jilrnás me acuerdo haber visto en Indias tal üsta ni en islas ni en tierra l,r c qcrrtirir'<¡ de
"indios" y considerarse en ciertos aspectos como
firne, aunque anduve bien más de setecientas leguas en largo"r2. No ,l.lrt icnlcs l)()r' <naturaleza'. I-as doctrinas aristotélicas de la esclavi-
se encllentran aquí los parecidos strperficiales entre España v Nuev:t trrrIrlrIrrlirl ¡l<ldíanadoptarseentollcesparajustificarsrrtratarniento
España que Cortés descubre con tanta facilidacl, y si Acosta halla algtr- r , )n r( ) ¡lrrt'blos inferiores.
no busc¿r trna razón para él: "La tierra que rnás se parece a Esparia y zr I ,:r lsorrrll'osa diversidad de los pueblos del Nuevo Mundo se había
las demás regiones de Europa en todas las Indias Occiclentales es el lrlr Iro t'r'iclcrrte desde el rnomento en qlle Cortés v sus seguidores
reino de Chile, el cual sale de la regla de esas otras tierras, por ser fire- lr.rl¡urn l)r.lcsto pie en la,{mérica continental. Resultó obvio para ellos
ra de la Tórricla v Trópico de Capricornio su asiento'1 i. ,
¡rrc los ptreblos del Yucatán y clel valle de México ofiecían utr srado
La descripción y clasificación del meciio natural americallo era ull ,lr' . ¡rolicía" srrperior a cualesquiera otros qtre hubieran encontrado
reto intelectual para quienes, corno Acosta, se preocupaban por las l,,s cs¡rirñoles en el culso de sus descubt'ilnieutos. Enfrentados a una
disparidades existentes entre lo que veían con slrs propios ojos v lo que r.rr it'<lircl cle lenguas extraordinaria, la primera geueracióu de frailes
les había enseñado la cosmografía tradicional. Con todo, carecía de la sc cn¡'qultrci cAra a cara con la cliversiclad esencial cle los pueblos asig-
urgenci:r v la inmediatez del desafío que constituía la naturaleza de los rr:rrlos a su cuiclado. Sns investigaciones histór'icas s()l)r'e l¿rs autigrras
habitantes de estas rluevas tierras. Estas sentes representaban un pro- r ost rurrlfres v tradiciones cle sus rebaños sólo sit'r'it'r'on ¡nlit t e f irlzar-
blema práctico inmediato. Después de haber siclo sublueados, tenían l,r ¡rt'r'cepción cle la cliversidad indígena. Esta pert't'¡r<'irirr, :t stt x'2, lt's
que ser convertidos v gobernados segúrn fbrrnas que los debían adaptal ,urirrraría a cla,sificar los prreblos de las Améric¿rs s('etir) stt rtivt'l tlr'
a las normas v expectatir.as europeas t'cristianas. Prollto, en cuanto el lr:u'l rirrie o civilizaciól-1. Las (lasas. sin clejar cle irrgurttcttl¿tt'obscsiva-
primer momento de entusiasmo hubo pasado, se hizo evidente que nr('nte a fávor de la hurnaniclaci \/ la racionalidacl cle toclos los ¡lrclrlos
ello no era tal) fácil como en un principio se había previsto. r lt' lrrs Arnéricas, trazal¡a con cr¡idado clistinciorles entrc ellos al intt'rr-

Ya en los primeros días de Ia colonizaciót cle La Española, fi'av t:rr rlefinir el sienificado del ténnino "bárbalo"15. En los úrltimos ¿ños
Ramón Pané había observado que algunos cle los h¿rbitantes indíge- ,lt'l siglo tales clistinciones animarían a Acr¡sta a proponer str escal¿r
r.rzrs acept:rban la conversión al cristianisrno con clociliclad, rnientlas cvoI rrtir,a de la civilizaciórt [. |

que otl'os no. (lon éstos, escribía, "hay necesid¿rd de firerza y de inge- Si bien la inherente clivelsiclacl cle los pueblos de América sugería
:¡ los obserryaclores n-rás sensibles rura diversiclacl eu los lnodos cle apr-oxi-

f r ¡\rrthorrv Pagclen, litropeun llnrounter.s tuith f h.e Nnu Wotl¡1.: fi'om Renrti.ssann' t.o
Ronunticisnt, NervHaverr (Connecticut) r'l,onclres,Yale fJnivel'sitr,'Press, lt)93, Jr.58. | | Frav l{zul<in I'a¡é, Iltlotititt o(n'ilí ile ltts a.ntigüetl.ud¿s de los indios, ed..lost'Jrran
r1 \r r orn, México, Siglo XXI, lt)7 {, p. 5ir.
.]osé de Acosta, Historia nttunrl .y' noral d.e las Indias, ed. llclurur-rclo O'(ionnau,
2" edn., tr{éxico v Buerros Aires, Fondo de Cultura Económir¿r, l(){}2, p. 126 (lib. il, ri Fra\¡ B.lrtolonré de las C:rsas, Apolog'ítittt. h.isloria sutturitt, ecl. Edrnrrncl<l
ca¡r. l -t)) . ( ,'( ;()nilan, 2 r't¡1s., Méxit'o, Porrri¿r, 1967, II, pp. 637-6,18.
ri lhid.. pp. 13{)-l3l (lib. 3. cap. 22). tt; Hi.stotia nalutn[1t moral, ¡'tp.323-:]24 (lib. 7, cap. i3).

'2(;O 2 (;1
ln:r( i()lr:t cllr¡s:r l;r lr¡z rlc srts r(':il)('( lir';rs silu;rr iorrr.s l,rr .¡lr.s, l:rs ¡rrr.si,r ( n un:r lulcl:r r:tsi ittrlclinirl:t ¡l:tlt g('nl('s (lu(', ('n cl trrcjor rlc lr)s(:ui(ts,
ll('s(lll('('lll;lll;ll)llll lltltlo <lc llt rttistn:t l',s¡r:rrr:r ( ()nt() rlc l:rs sor ir'<llrrlr.s ('r:ilr l)()( () llllls (lll(' 1ilil()s.
<'<¡l<¡rtiirlt's('tt (l('sill'l()llo ¡rrrr<lrrr'í:ur un:r lut'r lc lcrrrlcnr i:r lr;rr i:r l:r It'- l,,x:rclrurrt'rrtc t'rr r'l rnistrt<¡ nr()nr('nl(), l)()l'lltltt(), ert el qtte la Inez-
ducci<in cle esta helr:rrrgrlnt'ir ¡lollllrci<in in<lígcnlr lr rullr r¡lrif irrnli<llrrl r l:r ¡rr ogrcsivir rlt' srurgr-r: in<líge na 1' cspairola estaba creando una
al mettos nolnin¿rl. L¿r tnislrra crlll)r'esa rk't'r'islilnizilll()s c irlrlrr<'irlos lr nrr('\'il lrrzrr rlt'nlr:stizos, las clistinciolles entre los descendientes de
adoptar las norrnas de conducta europ('lrs tcn<lílr lr t'rn¡ttrjalk)s ltecc- cs¡xr rrolcs v los clasific¿rclc¡s corno indios se iban haciendo más este-
saliamente en Llna dirección ruriforme. Al nrisrn<¡ ticrn¡t<1, los ciunltios r cot i¡xrclas v tr¿rzanclo cle una manera más tajante. El propósito de

sociales y demográficos, la política laboral v fiscal cle l¿r colona, y las clt'r'iu'¡r ('stos a los niveles españoles de civilización era, según se llegó
reacciones de los mismos pueblos indígenas ¿r la dramática transfbn il ('r'('cl', ul1¿r elnpresa condenada al fracaso. ¿Por qué, sin embargo,
mación de sus üdas a medida que emisraban a las ciudades y entraban lr:rlrí:r rle ser así? ¿Qué era lo que impedía a los indios transformarse
en la órbita de la comunidad colonial, tenían el efecto de borrar algu- crr cs¡rirñoles?
nas de las viejas distinciones y reforzar la imagen típica del indio. I Ina explicación posible era lo sobrenatural. El diablo estaba al
A principios del siglo xru el dominico frav Gregorio García podía es- :r< t'cho en América y retenía a los indios en su servidumbre. Sin em-
cribir: "Quien hubiera tratado los Indios del Pirúr, y Nueva España, lr:rr'r¿o, había eüdentes diferencias tanto físicas como psicológicas en-
hallará que reducidos a su natural v costumbres, todo es un Indio,r7. t rt' lzr población indígena y los españoles y sus descendientes nacidos

Confbrme avanzab^ el siglo x\/r, esta imagen se fne haciendo cada t'rr América, que pedían recibían- una explicación "natural>. La
vez más negativa en su evaluación del carácter indio y de sus perspec-
-y
rlit'erencia más obviamente inmediata era sin duda el color de la piel,
tivas de mejoramiento. La evangelización no parecía haber ido más tul como había señalado Gómara. Aunque la negritud poseía una serie
allá cle la superficie demasiado a menudo. Tál como eljesuita Barto- (le connotaciones negativas en el pensamiento elrropeo clel siglo xvt,
lorné Hernández escribió aJuan de Ovanclo en 1572: v en particlrlar se había llegado a asociar- estrechamente a la maldición
"De los inclios
puede creer VS [...J que por la mayor parte se están corno los moros lríblica de Cam, el color de los indios, descrito tanto por López Medel
de Granada, y que los más a tod<ls sólo tienen el nombre cle christiano como porJuan López de Velasco como .de membrillo cocho"20, no
y las ceremonias exteriores, y que interiormente llo tienen concepto los condenaba de por sí a Llna condición de inferioridad natural.
de las cosas de nuestra fe, y lo peor es que no tienen pía afección a En realiclad, para López Medel, "los qtte están apartados de los
ellas, sino que todo lo que hazen lo hazen cumplidos o por miedo que trópicos poco difieren de nosotros en el color.Ygentes y naciones hav
no les castiguen"rs. Corno resultaclo surgió Ltn consenso creciente muchas harto blancas, y lo serían más, sino que aquellas gentes, toclt'¡s
tanto entre los religiosos y los oficiales esparioles cotno entle los crio- ellos y ellas desde su niñez hasta que mueren, se críall por:tqut'llos
llos (quienes tenían sus propias y buenas razones para minimizar la cainpos>?r. En la medida en que su color era consider:rclo t'<¡rno t'l
capacidad cle la población indígena) en que, segúrn palabras de Alon- resultado de la exposición a los rayos de un sol ardiente, ?rpenlls r'('-
so de la Vera Cruz, "incluso los más sobresalientes entre ellos si son presentaba un motivo para la discriminación. No todos, sin eurbarso,
comparados con nuestros españoles se les encuentra deficientes en estaban satisfechos con la explicación tradicional de las difereucias
muchos aspectos>tt). Esto sugería que la respuesta apropiada consistía de color. Para Gómara, al tratar del color de los indios, <este color es
por naturaleza,rro por desnudez como pensaban muchos". Dado que
los pueblos que habitaban en las mismas latitudes eran de diferentes
r7 ()r'egor-io (]arcía, Origen d,e los inclios d,el Nueutt XIundo e Ind.ius Occid.cntales,Yalcn- colores, "es opinión qlre va en los hombres, y no en la tierra". "Que
cia, 1(j07, ¡r. 109 (hat eclicióIr Ittc¡tleLr.t¿r, ed. (1. Bacier-o ¿lr¿1., IVIadricl, Oolsejo Supe- bien puede ser, aunqlre todos seamos nacidos de Adán / Eva", prose-
rior- rle Investigaciones Científicas, 2005).
l8 Antouio de Egaria, .I-a visión hulnanística clel inclio arnericaro en los prinreros
Jestrit:rs penr¿uros (1568-1576)", ,lnalerta Ovgoñnno,70 (1954), pp. 291-306, en p. 302.
It) Citado enJ. H. Elliott, Sprin and it.s Workt. 1i00-17()0, Nerv Haven (Connecti- !0 López Medel, De los tres elernentos, p. 204;Juan López de Velasco, Geogufía y
crrt) v Lonch-es, 1989, pp. 52-5ii fb).sltnrit 1t su nundo ( 1500-1700), tacl. Ár.rgel Rivero desrripción uniaersal de las Ind,ias, ed..ftrsto Zaragoza, Madrid, Fortanet, 1891, p. 27 .

Roch-ísuez v Xavier- Gil Pr{ol, I\4adrid, TauLus, 2007, p. 8l l. 2t Lóper- Medel, De los ttys elcrnentos, p.201.

'26'2 '263
tlll:1, rii lrit'll vcl¡t <'lt cllr) ttt('tt():i rnrit (:ulsit rlr'¡rtcr'( ul).t( t(ln (lu(. lnt I rrr.rr.sirl:rrlrlcirrllr¡rlrrtrr r.rr¡:rlrlcs¡t¡llttl;tl<'stolrcl lilrtlccr¡rlrr:tl llts
lll()li\'(t ¡r:tr:t;trltrrir:ttsc tlc l:r rlivirrlr ..orrrni¡rr¡lcnt i:r vs:rlrirlrn r;t ('n llut olrvi:rs rlilt'lcrr< i:rs cntrc l:rs r oslrunl¡tcs <lt'los <lislilrlos ¡rrrt'lllos tlttt'
diversa varic(lil(lrlt: <'r¡lor.t.s <¡rr<.ti<'rrt'n lr¡s ltor¡rlrrr's,,r':'. Itr¡lr vt,z nuis r ivr:rrr t'rr siruillu cs < onrlir ir¡rrt's t'linttitit'as.'['irntbiérr ct'¿t lrritiqerclo de
ia aceptación de la clivel'sirla<l llirllíu ¿l('u(li(l() al t.cs(.ilt(.. \'(.r (.r) r'rurn<lo por lit t'l't't'tl< ia tlc qtte el ttlistno clima poclía ser alte-
En el siglo x\l, al menos, era cl cristi¿ulislr)() r'l¿r civilirlir<1, :lllt(.s (lrrc lrrkr ¡lor inlt'r'r,etrci<in tlivirut. Oviedo, por ejernplo, argumentabzr que
el color, lo que dif-erenciaba principalmente al español rk:l inrlio ir los ,'l tit'nr¡ro l'ritbía tne'joratlo v los huracanes habían cesado desde que
o.jos clel primero. Al tratar de explicar por qué ostensibrernc:ntc la r.l Sirn I ísilno Sacr¿rmeuto había sido instalaclo en las iglesizrs y mon¿rs-
mavoría de los indios no lograba adaptarse a las normas espariolas en to'i<¡s rlc Santo Domingo en la isla de La Españolalo. A pesar de todo,
ningtrno de ambos aspectos, se recurría cadavezmás, a rnedicla que ll tr'or'ía, por más qtte ruclimelttaria, no deiaba de ser uu arma a la
avanzabael siglo xvr, a Lrna teoría de carácter esencialmente determi- ('sl)('ra de ser emputiada, .v desde mediados del siglo xvt iba a tener
nista. Era la teoría clirnática, segúur la esbozó Bc¡clin en particular en t'l<la vcz ntayor inflrtencia al moldear los.ir-ricios de los espatioles no
stt Methodu,s ad facilern historiarunz cognitionem ( 156b) \¡ qlre conoció una s<ilo solrre los indios. sino también sobre el nútmero creciente de co-
anrplia diftrsión a partir de finales del siglo xvr sracias alas Relazioni lr¡nos de origen español nacidos eu las Inclias.
'un.iuersali de Cl'iovanni Botero, elt extremo influyentes. (lomo eiernplo de las collsectlencras etl poteucia delastztcloras de
La teoría del clima como explicación de la diversidad de la natu- lir teoría clirnátic¿r de cara a una evaluación negativa de los indios y su
raleza hurnana no er-a ciertamellte nada nlrevoe:t. Existía una vigorosa ca¡racidad para el cristianismo y la civilidad, o "policía", se pttecleu
tradición clásica y medieval que explicaba la diversiclad humana ba- Irrlucir las palabras escritas en 1569 a san Francisco de Bor-ia POr tlll
sándose en las ideas de Hipócrates y Galeno sobre la interacción cle jcstrita, el padre Luis López. Éste erzr pesimista en cttant() :t lirs ¡le rs-
constelaciones, clima y temperamento. De esta tradición echaba tte los
¡tectivas de couversióu auténtica, etl parte debido a la couclucta
mano Isabel la católica cuanclo pronunció str famosa réplica a colón mismos españoles, quienes considerabau a los indios no hombres siuo
al ser infbrmada de que las raíces cle los árboles en la isla de La Espa- bestias, pero también debiclo a la inconstaucia irldia: <gente facilísirna
riola no eran profundas: "En esa tierra, donde los árboles no se arrai- cle creer v más fácil para volver atrás, inconstantísimos, vicio qtre a
ean, Iloca verdad y menos constancia habrá en los hornbLes,2r. Tárnbién todos los que nacerl en esta tierra es natulal t...]. El cielo, de sttyo, está
Las casas recurría a la teoría arnbiental, si bien colno era preüsible la en esta tierra iufltrveudo cuatro vicios principalmente en todo género
interpretaba exactamente al revés que la reina, cuando argumentaba de gentes, que es sensttalidad, avaricia. soberbia, v irrestabilidaci erl
que la zona climática en la que estaba situada La Española la hacía un los que nacen eu ella":7.
lugar ideal para el desarrollo de la mente humana y por tanto para la En lo que se refería a la fisiología de los indios, dut'¿rnte las sis¿tticl't-
racionalidad de sus habitantes indígenas2r. teS décadas tal doctrina se petrificó en clogma. La hrtntetlacl lt¿tltll-itl
El determinismo inherente a la teoría climática corno explicación de las Indias, una par-te del mundo qtle se percibía cada vcz lttlis t:oltl<r
de la conducta hurnana se veía moderaclo en cierta medida por la dominada por constelaciones negatiras?s, había debilitaclo a los itrclios
1'los había convertido en flemáticos pol- temperalneuto. Esto a srt vez
podía ser utilizaclo para.iustificar sisternas cle trabajo coercitivos.Juan
:2 L<ipez clc (icinral-a, I-Iistoriu gener.nl de k¿s lndir¿.s,pp. 28g-2gf).
::i Véa*e Mat'iar-r.f.'I'r¡r¡ler'. .Boclin an<l the l\leclie.ral Theor-r,r¡f (llilrrate
de Solórzano, por eiemplo, argLrrnentab¿r eu su influl'er¡e Polítito.
", ,\l¿r¿r-
lun.28 (1953). pp. {iJ-tt3.
!r ()onzaloFernándezcleovieclo, Histo¡irtgenernlynn.tut'nl.d.ela.slndiu.g,irr.ols.,
Biblioteca de Autt¡res Fisparioles, 117-121, i\{adrid, Atlas. lgl-r9, l, p. gl. Citado más 26 Fernández de Ovie<lo, IIisloña guernl \ nnlurr¿L,I, p' 147.
arriba, p. 212. 17 Citado en Egaña,
"f,a visiól htunatrística", pp. 301-302'
ira l¿isl.ot'ia .nrna,ria,I, p. I lil v ss.;Anthonv Pagclerr, 'thl Íult rlf 2* Po. ejemplo, pal-a Ac()sta, segÍrrr cita.folgc Cariizares-Lsguert'zr, "Nerv rvlbrlcl,
n Ind.inn and tl¿e Origin:; of (innpamlitre Ltltnologl, (iambridge, New Stars: Patriotic Astrolop,and the Invention ol Inclian aud Creole Boclies in (]o-
ess, l9lJ6 f [,a cnidn d.el h.otn,hn n.nhtrnl. EI indio ttrnerirano ¡ los Iorrial SparrishA¡ncrica, I600-t(i50", 'lncritnn Historirnl Ratinu,ll)1(1999), pp.33-ti8,
orígencs dc kt etnología nnltrtrntitta, trad. Belén Llrrutia Domínsuez, Maclúd, Alianza, errp.4S,reirrr¡tr-es<-rensu.\'¿¿lr¿rz, h)npiruand.Nation:I)xplorationsrtl theHi.storyof ,Srienre
19881, pp. 137-139. i.n lh.¿ Ibcriun Ift,lr1, Stanfold ((laliliruri¿r), Stanlc¡r'd [.'t-rivclsitv Press, 200(i. cap. -1.

'261 '267¡
nttlttt,ttt (ltt(. ,.('l l,r.gisl;rrl,rr, r¡rtr.(.s.tl(.nlr),
\ ll u(lr.nlr., rlr.lrr.r,;r¡ i:rr srts T lr('n('rr rrtut lto:tt'iso. ir I)()( ()s;ur()ri:tttrl;trlos rlt'stt llctl¡rrl:r :r ('sl:r lr('r r:r
ttIutrl:tl.,s s('gilil l:rs l{r'gion('s, lr ( u\o ¡,,r\ r(.rno los r.rrr :rninir,,. l,,sr<,
sc lr¡rr cn oll ()s; r'<'slo ¡rictts() (lu('lo lurt't't'l t lirrlrr, r¡ r'ortslt'lltcir¡rtt's tlt'
t't'lt t'l lllolir'() l)()l t'l <¡tt<' los golrt'r n:url('s rlr. lr¡s:rrl(.( ils t,<l¡ l¡¡s
i¡lr.¿ts. cst:r ticrr:r',':r. [,as¡nllrllrirs<¡rtt'c:sct'illí¿rcn l(il2elclotnitricoJuanclela
allte itltlir.'itlrros r¡ rrt'(.I'an .ll()i()s (.¡ g.t:l¡ ¡t:¡l(,t.:t,,l6s lrrrlyiliz¡r.<lll
I'rrcr r tt' r'onf i lnrirbilr) rrr)ir ¿rctitucl v¿r típica entre los españoles penin-
para grandes ()bras prilllicirs, \,
lx)1.(.sil nusnl:l (.lus1l r.r.srrll¿rbir t.¿tz()t)¿t_ sr r l:r r cs: .. lr r ll r rvr' <:l cie lo cle la Arnérica incoustattcia, lascivia y menti-
ble que los españoles exiqier¿rr tr'¿rr)ill()s ri¡l'z¿rrkrs <lc clr.s:r,.
r:r: r'it ios <k' los indios v la constelación los hará propios de los espa-
Este determinismo ambiental er¿r ur)ir rn¿rl¿r notici¿r par¿r
los indios, rrolt's <¡rrc all¿i sc cliaron y rtacierono:t3.
pero también lo erapara ros crioilos, co'o pro'to se iba a poder-
,\sí ¡rrrt's, los cliollos se veían ahora abocados a un agudo dilema.
obser-var. Gracias a la obra de Bernard Lavallé y otros
sabemos que la l'or rrrrir l)alte , se encolltrabau contentos al ver la ínfima opinión que
palabra riollo,usada primero para los negros naciclos e'las Indias,
se Icrrílrr rk'los indios confirmada por la creciente boga de explicacio-
comenzó a aplicar por la década de lb60'o sóro a negros, mestizos
y rrcs nrt'<lio¿rrnbientales. Sin ernbargo, al mismo tiempo se hallaban
rnulatos, si'o también a los hiios y nietos naciclos A-éri.u de pro- r lt'st's¡;clad¿lmente ansiosos por evitar ser metidos en el mismo saco
ge'itores españoles. Los oficiales peninsurares q*e "r,
llegaba'a las In- r
lrrt' t'llos pol'parte cle los españoles peninsulares, quienes va estabau
dias a mediados del siglo xvl comenzaba' a trazar dif'erencias
entre n lrt:lncl() de menospreciarlos y privarles de los cargos y honores que
ellos rnismos y los españores nacidos en América en detrime'to
de It's colrespondían por derecho como descendientes de los conquis-
estos últimos. Segúrn el goberr-rador provisional de perú,
Lope García trrrlorcs v primeros pobladores de las Indias.
de castro, estos criollos de pura ascende'cia española a.ur,
u.,rrq.,a Fis de suponer que el dilema de los criollos se debió de agudizar
espatioles, españoles .decaídos,: .la gente de esta tierra es otra
que :rrin rnás por la circunstancia de que fire precisamente por esta época,
la de antes"rr0. ¿Qué otra causa podía tener esta decadencia
t'n el cambio de los siglos xu y xvll, cuando comenzaron a desarrollar
decadencia tanto física corno pe¡¿l- sino el medio arnerica.o,
au-
nado a la vida fáctly regalada de ros descendie'tes de los co'quista-
srr plopio concepto de una patr ia distintiva
-el "paraíso rnexicano'
<lc Bernardo de Balbuena, por ejemplo-. ¿Cómo poclían reconciliar
dores que se habían criado y hecho acr'ltos e'el Nuevo Mund.o?
srrs propias afirmaciones hiperbólicas acerca de las slorias de su pa-
Ya en una fecha tan temprana como rSz|JuanLópezde
velasco, r'¿ríso terrenal con el estigma patente de los efectos corruptores de ese
en str Geograjía y descripción uniuersc¿r d,e ras Ind,ias,había argumentado
rnismo edén en aquellos que tenían la fortnna de habitarlo?
que los criollos que habían nacido yüüdo e'América habían llegado
La respuesta, en la medida en que se pudo encontrar rura, radicaba
a ser <corno indios" a ca.sa de la i'flue'cia del clima3r. por
estos en la combinación de la explicación climática y el concepto aristoté-
lnismos años, fray Bernardino de Sahagúrn escribió ras siguientes
pa- lico de naturaleza. En su fámoso Examen de ingenio.s cle l117i-r,.f tran
labras en el libro X de su Historia gennar d,e ru,s cosr¿s de Nleua
España: Htiarte de SanJuan, quien tenía mucho que decir sobre la lel¿tci<irt
"Y no me maravillo ta'to cle las tachas y dislates de los de entre clima y carácte¡ trata de mostrar a través de Aristóteles c¡trc lir
esta tierra, porque los españoles qLle en eila habitan, y 'aturales
mucho más los
q'e en ella nacen, cobra' cst¿rs'ralas incri'aciones; ros que en eila "naturaleza llo es otra cosa más que el tenrperamento de las clr¿ltr'()
cualidades primeras Icalor, frialdad, humedad y sequedad], y que éste
nacen, muy al propio dc r<¡s i'dios, e' el aspecto parecen españoles
y en las condicio'es ll<¡ l. s.'; r's q'e soll naturales españoles,
si no
32
_ Frav Bernardino clc Szrhzrgrln, Historia. gerternl d.e las rosns tle Nunm lislnñn, ed-
Arigel María Galibar', -1 r'ols., 2" echr., México, Porrira, 1969, III, lib. 10, cztp.27,
?t'.fuanclest-¡l<irz¿r¡l<¡rl't.¡r.ir:r, p. 160.
Irilíritttind.innn,5r,ols.,BibliotecadeAutoresL,s_ It:] Frar'.f rran cle la Ptrente , Ibru prineto d.e I.a ronueniencia d¿ l.a,s d,os nonnrquía.s tali
pañ<rles, vols. ?,1-r2-21-r(i, Nlirr I r ir 1., \r lrrs, l,! )7.¡, I, pp. lZ Ll7 7 .
:t0 Bct'tr¿tt'cl Liü¿tllt., álrr¿s, Madr-icl, 1612, lib. 2, cap. 35, p. 363, nota al nralsen. También citaclo por D. A.
I 'trs lttttntt'srtt ,,,,,1,¡r!t,t.s. Oriollisnto ct¡lon.inl en los A¡¿.es, Linta, Bradir-rg, The I'ir.st Anprirt.'I-he Slxt.nish. X'Ionarcht, Crcole Pa.triols anrl tltc Libcrul Stnle,
Pr¡rrtif icia u.i'c'sirl:rrl ( trrrririr.:r rlt.l l,t'r.ri, l{)9it, pp. l7-lg (Lope
c-.i" J. castro al 1492-1,967, Cambridge, Canrblidge LTniversiry" Pr-ess, l99l fOrbe Indiuno. I)e Ia monar-
pr-csitlt'rrtc dt'l (irrrs<.jo <1. Iri,li:rs. I <lt.:rlrr it rte tiróZ¡.
:tr .:rrr-l'irrr ltrrlrii's. ..Nt'rv quíu rutólictt a kt. ryptiltlin triolk¿, 1492- 1867,trad.JlanJosé Utrilla, México, Fortdo cle
.f \Ai ¡r rrrs :rr<l l{t..aissa'ce Eth.ology", Histor,,¡ anrl An- (lultura Econónica, 19911, p. 298, ;- Cañizares-Essttella, "Nerv World, Nerv Stat's",
tluolnlogt, (; ( l{)1):t), ¡r¡r lb7 l1)7. t.r¡
¡r. ltil). n. 10. p.46.

2 (;(; '267
('s('l ilt:r('slr()(lu('('n\('n:r;rlitslilrnr,r:i(ortolt,iltrlr',rl¡r.u ''.Nocsl:t T tcl;tr ir¡tt,t tlt'l llll\lll()l('llll)r'l:llll('lll(t(lll('11(¡z:ttt ltls lrrrlirls Scqttttt'l
r llurr si llts irlr':ts rlc l Iulrr lt'rlc S:rr¡ lrr:rrr t'jt'rr icrr¡n irrllr¡r'rrr i;r solrrc llrs
dcl ntétlico t's¡xtttol.ltuur (l(' ( l:ilrlt'rurs, (llri('n ¡lrrlllir r t srs l'trtltlt'tttrtt 1'
se(¡?tos nlnrouilLosos d( l(t.t ln.diu.t cn l,l-r1)l t'n l¿r t irr<lir<l (l(' M(i\i('():i. lr'l
caso es que en esta obra, irtgertiOsa ilull(lu('lr nl('nu(l() r't'l)trscarlir,
Cárdenas argumentaba entre otra.s cosas quc l()s ilrdios lx)scíirn por'
natru'aleza una constitución flemática. Los es¡rarloles, en c1.unbio, eran
de ternperamel)to sangrríneo erl esencia v si se establecían en las hrdias
cualquier rasgo de aquel humor desarrollaclo por ellos v sus descen- \:ul (.()nscl.\,¿urckl con buenas comidas v manjares, como son carller.o'
dientes era purarnente accide ntal. En consecuencia, 1,a pesar clel im-
pacto del meclio, la naturaleza original seguía siendo predominante.
De r,uelta en España, el clominico Gregorio García, que había pa-
sado nueve años en Perúr, también trató de cornprender los el'ectos clel
clima sobre l¿rs características físicas y psicológicas en el Libro II cle su
Origen de lns in,dios del nueao nLundo. En est¿-r obra exarnina la hipótesis
de que los inclios fireran originariamente cartagineses que habían firl cle clef'ender a l<ls criollos cle
t.:ll'()lt .u-, .on¡.,rrto cle teorías cotr el
lrrs cirlurnnias ttredioambientales que pIetelldían clistingttirlos
de los
atravesado el Atlántico elf una de sus expeclicior-res comerciales. No
obstante, trna de las objeciones contra esta tcoria, con la que arma un t'spirñoles pettiusulares, rechazando
lío tremendo, era por qué los indios collternporáneos eran barbilam- tlrcirin que los eqtriparaball c()ll los
piños v carecían en seneral cle vello. Una posibiliclad, que considera lla trazado el desarrollo de estas teo
larso y tenciido, era que los descendientes de estos primeros coloni-
z¿ldores cartasineses poco a poco dejaran de ser peludos, *por la vir:
tucl, inlltrencia y constelación cle aquel ayre )'cielo, y telnperamento
cle aquella tierra". Explica qtre la lnavor parte cle las Indias se halla
debajo dc la zona tórrida v es por tanto cálicla. "Este calor qtre allí re-
vrla, y el avre cle aquella región inmutado del Sol qne rodea y cerca los yir estaban sienclo clesacl-editaclas er-l la Egropa del sigl. \\'ll. l '1r llllttl-
f.^lezahabía hecl-ro los cuerpos y la fisionomía de los iltrlios ir |t't
t,t'lt-
cuerpos de los Inclios, conslrnlen cle tal rnanera el hnmor', o vzrp()r
excremer-lticio [...] de qtre se hazen los pelos cie la barba, que a penas bleinente distintos de aquellos cle pura asceudencilt <'s¡lltitollt. ¡ltit rt-
<l<' los t's¡r:rttolcs
dexa material de clue se hagan, v assí salen pocos, o nillgunos". tt.zrs qLre cualquier clif'erenci¿r físic¿r o telnperame¡tal
lt:lciclos err Alnér'ic:r con los peninsttlat-es era purallr('lll('itt ci<lt'ltl:tl.
Sin embargo, corno el rnismo García seri¿rlaba, existe una posible
c' inclttso de elltal I lllrl'
objeción a esta teoúa: "si fuera veldadera, y cierta la causa que avernos
Atttt rleu lltearn es criollos
clado, porque los L-rdios n(r tienen barbas, hiziera el nlismo ef'eto en
los hijos de los Esparloles que nacen en aquella regi<in, a qtrien llaman teuíau ciert atar ca Por ejem-
cliollos: los qtrales gozarr del mismo cielo. de tut rnisrno a\/re , y cons- 1tlo, el problerna cle los
criollos am¿lrlralltzlclos pol uodrizas indias.
,A.uroi., leche no transtnitía ¿r las criatttras aquellos "delectc-¡s,-v cos-
tumbres pel-\'er-sos> que el'atl congéllitos en los iudios?:ts Pero si hacia
:r{ ed. Rodrigo Sanz,
.}rrarr Huirr-te de San.Jrran, Lxrnnen de ingenios lntn ln.s ritncius,
2vols., N'lachicl, Inrplenta La Rafa, 193{), I, p. I 13.
:t" Está docrunentacl<) qu('un ejemplar c\el l'.xnmen rle irtgeni.os llegó a las lrrclias
Clar-cí¿r, Otigen de lo.s i¡tdir¡.s rlcl ),[tteTto '\Itutrlo,lill.2, c?tlf. il, pp. 1+!)-154'
corr la flota cle lirUil. \'éast' ( )¿rrlos Alberto G<¡tlzálet Siurchez. Los nundo.t del. I.ihn. XIe-
d)os rle d.i.firsión de lu rulttt¡u otti¡lrttlal en [r¿,s Ind.ias de los siglos xrt ¡'.ttzi. Selilla, Llniversi- Cariizal'cs-Esgltel-r¿t, ( Nc'\\¡ \\rclrlcl. Nert, St¿trs".
clacl dc Scvilla. I 91)!), ¡r. 2 I r). Vé¿rse L:u'allé, Pront(.\(t,\ (tntl)igtt¿l's, ll' '[tl'

'2(;8 2 (is)
clsi{lo \\ lll
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los r r l,,llos lr,rll.ut lo1,¡,¡,lo t.sl,rlrlcr r.r .r \lt l)t()ll,r s;rllsl:rr
irl llr r lis¡r:r r ir l,rr l irtrt:t l:t c n lr t' r'llos l lr ¡s ir rr lios, lr.r ll:r rr lr :rr :rs:rr lo cr r
t csl;trlr¡:tllrt .( r('('n r¡ttc l:ts lrrrli;rss('r;ur ( r)nr() un t('tnorlt'l'r¡rlr¡tl:rlo
ir rl<'N:rr';rnrr"rr.(l¡nlo<lt¡, lonr:is¡rrrrlltrlrlt'('nt(lu(':rl llcr.l:rr ¡ror ¡lrirrrt'
stl ()ll'¿l ('llll)l('sll: llt tlc r olr\'('n( ('r ;r l()s ('sl):utolcs r;r \'('/ :r llrs lrr<litrs los <'s¡xrrr<ll('s (lu('lrrs collocíirn s<ilt¡ <lc <líclas se lle-
¡rr.nirrsrrl:rrr.s rlt'<¡rrr.
llo el':lll l1l('il()s ltut('ntt('allr('il1('('sil)iilr()lcs r¡rrt' l()s tr:r<'irlr¡s \'( t.ill(l()s \;rr iur llllll
s()l'l)l'('sil, y ('a(la vez nt?lvor a rneclida que la llueva sociedad
en la tnetró¡toli. r ,lonill t'onlcnzab¿t a surgil'de las ruinas del mundo anterior a la
Es de notar que los c()l()n()s illelt'st's <lc Norlr.lnri'r'i('¿l lrrchzrb:rn r orr<¡rrislir..f rran de Palafox escribió unas reveladoras palabras erl Llna
simultáneamellte colttra la rrrislrr¿r inr¿rgt'n r)('r.r.-¿l(iva v sr'\,eí¿ur consrl- ( ;u ta ¿r l.'eli¡re IV en 1642:
"Yo creí que sabía algo de las Indias con
midos por las mismas ansiedades. (lorn. los es¡riuioles, lles¿rron a lr:rlrcr st'l-r'iclo a Vuestra Maiestad en ese Conse.jo lcle las Indias.l trece
Arnérica con las habituales suposiciones sobl-e el irnpacto climático Vuestra Majestad que es dif'erentísirno verlo que
:u r ( )s, l)('r() aseguro a
sobre el temperamento y la constancia clel clitna en ctralquier latitud l('('l'l()" l2'
cleterminada:*r. El clescubrimiento de que el invierno norteamericano No eran úrnicamente los paisajes y las estrellas, o incluso los mis-
era lnucho rnás frío que el europeo planteó algunas cuestiones clifí- rnos indios,lo que diferenciaba el Nuevo Mundo del Viejo: era tam-
ciles, pero no parece haber hecho mella en las icleas estableciclas. En lririn l¿r rnezcla de razas v el carácter v comportamiento de los que en
un sermón preclicado en Boston en 1689, cotton Mather hablaba en lrr clnersente sociedad de castas se hallaban establecidos con firmeza
tono ominoso de "la falta de educación dernasiado generalizacta entre t'n la cima de la.jerarquía social. Algunos de ellos, que pretendían
la seneración que ahora crece, que si no se previene nos va a exponer
l)lls¿rr por españoles, no lo eran de rnodo manifiesto, a causa de la
de forma gradual pero rápida a ese observado tipo cle cleseneración
¡rlcsencia de sangre inclia en slrs venas. En Paraguay, pol" ejemplo,
criolla que cleprava a los vástagos de los europeos más nobles v respe- st'qúur nos hace saber una cédula cle Felipe IV citada por l,avallé,
"es
tables cuando se trasplantan a A¡nérica, +r). El medio arnericano y acle- r'osturnbre de inmemorial tiernpo a esta parte en aquellas provincias
más la proximidad a los inclios se consideraban casi universahnente t'l ser los hijos de españoles, aunqlre habidos en indias, tratados como
colno una amellaza pa[a las norrnas y valores europeos. cspañoles"+:r. Y no se trataba sólo de una cuestión de rnestizaje, asu-
Para los espzrrioles de la rnetrópoli, y para los peni'sular.es q.e mido u ocrrltado. Estas gentes, comprendidas las de ascendencia im-
cruzaban el Atlántico para ocllpar los puestos que los criollos consi- ¡roluta, habían adoptado colno propias costumbres indias, se alimen-
deraban suvos por derecho pr-opio v eran motejados por éstos como taban de comida india, saciaban su sed con bebidas inclias e incluso,
"sachtrpines", I:ls Indias etu,ndiferentes, y cada vez más. El mero he- como en México, tomaban baños de vapor ¿rl lnoclo inclir¡, en abierto
cho de la distancia entre España v Arnórica duración y los peligros contraste seguramente con el masivo rech¿rzo cn la Es¡xrñ¿l rn('1r'()l)()-
del viaje entre ambas- desempeñaba sin -la cluda su parte al ¿rcentuar litana, fuera de alsunas partes de Andalucí¿r, rle los luilritos <lc liru-
el sentido de diferencia entre los dos mundos, si bien ovied.o se cli- pieza moros#. Aquí se hallaba, sin ducla, la prtrcb:r ¡r:rl¡lllrlt' <lt' lrr
vierte btrrlándose de aquellos
"indoctos oyentes> que nrurca habían clegeneración que se apocleró de los españoles al ascrrlalst' r'rr l:rs
Indias.
:lf) I(aren Ol-clahl Kttppet-nrau,
"The Prrzzle of the Anler-ic¿ur ()lirnate in thc Ear¡'
(irlorrial Per-ir¡d", Anleriran Hi,storitaI Il¿'ttiarr (I982), pp. I2{i2-I28!1.
r0 C<¡tton Mather, St'ru¡on (1689) en 1r Ferrrández de Oviedo, Hi.storia genernl t nttural,IV pp. 299-300.
"Election ", |'lt¿ lúh]l and tl¿¿ Grtr!.en: Sel¿rtul
l67O-t77i, ecl. A. W. Plulnstea(I, Nlinnca¡rolis (NIirrrre-
i\lrtssathu.sctt.s L'lrution Srrnt¡n.s r:
Citacl<¡ en Oavet¿ura Álr'rr.er cle Toleclo, Politir.s antl. Il.elitrtn in Sltain nnd. Nezu
sota), LTtliver-sitr'of Mit-nt's<¡tir I)n'ss, l9{)8, p. ll}7. Algrura I<¡rnl¿r u otr.a cle la .\pa.i.n: I-ln Lilt a,nd 'l'hotqht o.f.luan tle Pa.lafox, 1600-1659, Oxfbr-cl, (llarenclon Press,
ltalabr-a
criollohabía entrarl<¡ en la lcrrr¡tut inglt sa hacia pr-incipios clel sielo xvrr, 2O(14 lPolírica t r(orma en Esfnña ¡ Nuera lispruia. \'idt y pensttniento de.luan dc Palnlox
l)err) P¿u-ece
qtre sólo en la clécacla cle I (ili0 l< ¡s oIiciales ilgleses, o los innrisr-antes r.cciérr llegaclos, (1600-1659), trad. Marta Balcells v.f uan Carlos Bay'o, Maclrid, (lentr<¡ cle Estrrclios Eu-
enlPezal-oll a aplital el ltlnrtirto ¿rr'¡r1¿,¿l strs compatriotas naciclos e¡ el Oaribe 1,el lopa Hispánica v Mar-cial Porrs, de próxima publicaciónl, p. 154 (carta de Palafox al
c()ntinellte alnerit'ittto, o t'st:rlrlt'r irLrs ullí <lesrle llaría uruclro tientp<1. Oonro en los r-er abril cle 164?).
pritrtc'r-os arlos de llt Atlltít it rt t's¡r:tñoll. tarnbién poclía desienal ir krs negros nacidos 1:1 Lavallé, Protn¿'sr¿s ambiguas, p. 47.
cn Ar-uérica. Véast'(lult,l, Slt:urururs. -llllelish-B()m ancl (ll-eole Elites in Tirln<rf-the- a{ Solarrge Alben'c¡, Les E.spagnol.s drtns le Llexiquc colonial. Histoite d.'une nrculturrr
Centrrr'\'Virsilria., ('rr'l'lr:rrl \4'. l:rt<'rurrl Davicl S. Amrnermarr (eds.), 7'lie Ohesnpenke irt Iion, París, Annand Colin, 1992 fDel, gru hupín al riollo. O d,e úno los españolts de fuIét;it o
th,c Sapntrcntlt. (lert,tt'. Nrrr.r:r \irr li r Lrrldres, W. W N.rto., lgZg, p¡r. 27+2g6. deiruon rLe serlo, Nléxicr¡. El (loleei() cle México, 19921, pp. 39-51.

'270 271
l,;ts rr';rr t iorrt's rlc l,,s ¡rr.rrrrrrrrl.rr(.\ ( u.urrl,¡ rt.r.ur l.rs lnrli;rs ¡ror sr
T r,,,"'. l,,tit un l('slinr,rniogr:rlirorlcl ¡rorlct lr:tttslor ttllttlor rlc l:ts llt
tlllslll()ri¡i()ll l)('l f t't l:tlltt'lllr'( ()nrl)r('il\rl)l( s.:ililtsi ;t il¡('nil(l(} lcltrll;til ,lr;rs t¡rtr'( ()n l:url:rs rrrolcsli;ts ittlt't¡l:tl'ttltt tt('ettt l,rs t l iollos <lt'los si-
it('xllg'('l'ltl'llrstlifi'r('tl(iilst'tlltccllr)snusnr(,svl()sr'rlr¡llost'lllrrnci<ilt ,,l')s \\'ll\'\\'lll.
cle stts propios ¡tnrprisilos. l,it srlr icrllrrl r'<¡lorrilrl, jrrrrto ( ()lr l()s cl'ioll<¡s (l rr lo, l:r vcllt'r ncr l tc insistcncirr cll sr-r hispzrr ridad ilta cogicla cle
r I or
qlte la dominabarl, cst¿rbrt rlivt'r'uicrrrl() ('n ntu( lros:rs¡rt't t<)s ([(' la s(F l,r rnruro ( ()n lulr ('r'('ciclrte exalt¿rci(in criolla de let patrizr: tllla patria
cieclacl metropolitalt¿t duriurte el cul's() tk'l sir¡'l() xvu \'lx)t'rloqrrier se nrcxi< lullr l)('r'uan¿r icle¿rliz¿rcla, dotacla cle sr-r propia historia distinti-
()
hall¿rban señales cle este proceso. Iuclrrs<¡ l¿r lcnuuir habl¿rcl¿r por los r:r r ltrt'r'tr'¡ll('llt(' c:¿tre¿tcla cle lesort¿tltci¿ts lnesiátricas v pr-ovidencialis-
criollc¡s llegó a parecer aclornada y lecargacl:r ell exceso al ser- compa- tlrsr". [.os cliollos estaban tomando posesión mentzrlnlellte del espacio
l'ada con las nornras de la metrópohr¡. iun('l icun() r'uplopiátrdosc parzr sí mismos de srt pasado, preserlte v
La reacción de los criollos al persistente ner]ospl'ecio de su carác- I r I r r r'o. ,,\l ll¿rc'el'kr, se vieron fbrzaclos coltfbrlne avanz¿rba el siglo xvtrt
r

ter y estilo de vida por parte de los españoles )'gachupines fue, como , r r It'lt'rrclel'sc ¿l sí lnisnros c()n creciente vigor cotltra uu cloble ¿rtaque:
es s¿lbido, insistir c¿tda vez con rnayor estridencia no sólo en sus dere- l)()r'rul laclo, l¿r agresión de los intelectuales europeos al tnuttdo et't
chos corno descendientes de quienes habían conqtristado las tierras, r
¡rrt' r'ir'í:rn )', por otro, el asalto político de l¿r corotra española baio la
sino tanlbién en su hispanidad esencial e inalienable. Rechazando el n u('\'1.r clinastía borbónica a Ia posición que habían afiauzado pat'n sí
lrolnbre cle criollos, exisiel'on que les correspondiera ser conocidos ruisnros en el estratificaclo rnundo corporativo cle la lnolliu-quía es-
sirnplemente conlo españoles ¡,i. .,Somos españoles", escribía Baltasar ¡xtñolzr.
Dorantes de Carranza en slr Sumuria rclación, d,e la,s co.sas d,e la Nueuu Clonro Autonello flerbi rnostró hace casi tnedio siglo, el vic'io tctlllt
E.spañade 1604, conmovedora expresión cle la sensación que tenían tlt' la cliferencia de Arnérica recibió Lrrla lltre\'zt invecci<ill tlc vi<lit rt
los criollos de haber siclo traicionados. .sornos esparioles, _v cle aquella ( iu'go del conde cle Buffon etr stt FI¿sloi ty n¿turcl,le, gánérule el pu'tit'uliitr
cosecha v gobierno de España, y cle tan gran l'ey v soberano serior, que <lc 174lll77t3, que dio uua credibilidad insicliosa a la tesis de la inlt--
l-rabíamos de ser-sobemados por sus leves, segírr-r firero de (lastilla, r iolicl¿rd del nredio ¿unericano. Montesquietr ya había dado una uue-
pues las leves han de ser iguales"+7. \'a ?lul-il de respetabilidad a la teorí¿l clel cletermitrismo climátict-r, y un
Así pues, los criollos insistían elr la serne-janza rnientras que los t'lernento de lzr argutnentaciól) de Buffon acerca de la excepcion¿rli-
csparioles de la metrópoli enfatizal¡an cada vez lnás la dif-erencia. rlacl americana era la humeclad clel nredio ¿rnbieute¡r). La diftrsión clc:
No sería descabellado sospechar que la estridencia de la respnesta las ideas de Buflbn a través de la Eulop¿r de la Ilustración tlrvo conse-
crioll¿r estaba acentlrada por lzr inseeurid¿rd clerivacla de la percepción cuenci¿ls fulrninantes. Su ataque contra el Nuevo Mtrtlclo y l:rs rniserzr-
al nrenos strbconsciente de que el] realidacl ya no eran exactanlente lrles es¡recies qLre producía oblic-ó a los esct'itot'es ct'ic¡llos \'.iesttil:ts
colro sus parientes esparioles. Uno de los inr-nigrantes a las hrdias en t'xpatriados (como también a Thomas.fefl'erson)1r a exaltar l:ts vil'ltt-
aquella fase temprana plasmó en palabras estzr idea al escribir en l5B4 <les americanas aíul m¿is, en Llll lnolnettto en el qtre etl gt'ttt'so rlt: llt
ir sr.r plimo en E,spariir que al volver a c¿ls¿r "no ser-ii lo qtre antes era, o¡titriótr ilttstt-¿rcla estaba tan itlclillaclo a desprecial-lasi'l. "Si rlitllros
p()rquer il-é talr otro que los que rne conocieron dis¿rn qrre llo soy

tB (iulrts ptit,urlus th enigtntttes a Ind.ins, ecl. Errriqtre Ottc, Sevilla, Oonsc'ler'ía cie
( .trltru'¿l /.frrnta dc Alrclaltrcí¿, l!l8lt, p. irOiJ ( calta I't7 I ).
+i Il¡i¿.., p. ll9: Nichr'¡las CanDr'r',\nthoDvPasden (ecls.), (irlr.rnial ldenti.ty itt llte r1' Lavallé, Pn¡mtvt,t rtntltistttts, p. 122; Blaclins. 'l'lt¿ I'ir.sl .\nrriru lOrlx' Iniliatrrtl,
.\thnlitlú?trlrL, l5O0-t8l,1/,1, Prirtcctorr iN,'.'r'a.¡ci,.",,) . Pr-inceton UnivelsitvP¡ess, l{)f17, (':il). c2rps. l-1 r 17; ] r'éase rtríts all-iba, pp. 2-t(i-2-lft.
pp. llfl-ti9. ¡l) Antr.¡nello Clelbi, l¿ rl.isltuta d,el Ntt¡n'o t\'Ion¡1o,2" erl., Vlilár l Napoles, Ricciarcli,
+(i l-avallé, Ptt¡Dtcsasnnthig'ttrrs,¡r.'2 l.l)cfirrrl¿rsinrilar', It)tt3 [ta d.ispult riel Nunn llunrb. Hilktitt dt uno polánrite, 17i0-19()(), tt'acl. Antoni<r
Ir¿u-ecequelosvireiniauos
tt<¡ sc lefer'ían ¿r sí lnisl.tros ('<¡nlr¡ ¿ rrzl¿r, t on ll cxce¡lcirin tlc rrn rrsr-¡ irrjuico por piu'te .\lertor le, Nléxico, Fonclo <le (ltrltuta EcotróIrtica, 1982] , p. -17.
de \\'illiaur Bvlcl III, sitto t¡ttt't'nt¡rlt'ulltrr nuliznc¡ l'irginitn (Calole Shanlrnas, ¡r Tlrouras.feffér-son, Nol¿.s on the Statc oJ Yi.rginilt, ed. \'\'illialr Pedeu, ()hapel Hill
"En-
glish-Born and (lreole l'llitcs-, ¡r¡r. 2li l-2|{ir. rr. 21). (Ozlrolina tlel Norte) v L,otrth'es, Liniver-sitv t¡f North (letr'olirtir Pless, esp. ¡rp. 59-{i5.
-t7 BrtltasarD<rt:lrllt's<it'(llrruurz:r. \tttntttirtnhrióntl.ekt.stosasrlchtNtut,aEsfañn, r: \,'éase Oerbi, lr¿ disltulu, r Rracling, 'l'h¿ I'ir.st 'lnetiut IOrfu Indiano], caps. l9
Mérico, Pon'ria, l1)tt7, ¡r. 201i. r 20.

'2T',2 '27',,1
( r('(lito:r llullorr ('s( ril,r:rcl r.xili:rrloir.srrit:r(il:rvijr.r()(.nsuvigoros:r Sir¡ r'rrrlr:rrgo, r'slc rlisr rrtso rlc rrntlot tttirl:trlsc vio rt'lxtjlr<lo ¡rt'tsis-
<[t'lt'rrsrt, I Ii,stotiu (tttl¡r'uu tlt' t\lt',tittt (l'i'itl¡ -
, l:r ,\r¡¡rir ir rr t.s rrrr ¡llrís t('nl('nt('nl(' ¡rol t'l rliscru sr¡ rlt' rlilt'r t'rrr i¡r sirrrrrlllinr'o, it tttc<litlrt tlttt:
eltter¿llnet)tc llttt't¡o, lll)('nlts s;rlirlo rlt'll:rjo llrs ¡ruulrs r¡rrt. lo lrirlrílul cl scrrtirkr rlistintivo <k' irlt'ntirla<l (o i<k'rrti<litcles) se hacía más fuerte
anegado [...] tierra infl'liz, ll:rjo rrrr "<'iclo a\,¿lr'()", t.rr lir <'rrirl rr¡tlos los lxr jo <'l irrr ¡rircto rlc l:rs le lirr-nrirs lrorbón icits. ¡Eran España y las Indias
animales del Antiguo continente han rlcgt:nt:I.¿t(l(), y, los rrrur rirricu 1'nrislrrir (:nticlacl () el'iul más clif'erentes que semejantes? He
¡llrl¡ti<)s de su
clima son pequeños, deformes, débiles y privaclos de ann¿rs para su de- :rr¡rrí lir crrt'stitin que había preocupado a las mentes de ambos lados
fensa". Enfrentado a las generalizaciones de Buflbn, no encontraba r l<'l ,,\tl¿intico clesde el rnisrno momento en que los españoles se habían
dificultades para demostrar que existían muchos climas diferentes en cstllllcciclo en las Indias. Fue una pregunta qtle provocó respuestas
el Nuevo Mundo, del mismo modo que contenía muchos pueblos r listint:rs y contraclictorias en momentos diferentes. Attn así, se resistió
diferentes, con sus propias características distintivass3. rr rlt'sap:rrecer.
simultáneamente las sociedades criollas se vieron a sí mismas b{o !ln 1770 Francisco Antonio Lorenzana, arzobispo de México, dio
el ataque cadavez más intenso de la corona española que sentía que lir siquiente respuesta desde el punto de vista de un español: "Dos
las Indias se le estaban escapando de las manos. Los criollos no sólo Mtrndos ha puesto Dios en las Manos de Nuestro Católico Monarca,
se habían aprovechado de las debilidades de la metrópoli para infil- v t'l Nuevo no se parece a el Viejo, ni en el clima, ni en las costurn-
trarse en un número cadavez mayor en puestos administrativos de br-es, ni en los naturales; tiene otro cuerpo de leyes, otro consejo
alto nivel en las Indias, sino que a los ojos de Madrid también se esta- eobernar; mas siempre cou el fin cle asemejarlos: En la España
¡lar-a
ban distanciando emocionalmente de la madre patria al exaltar las Vieja sólo se reconoce una casta de hotnbres, en la Nueva urttcll:ts, v
superiores cualidades distintivas de sus propias patrias chicas. rliferentes"ss.
El nuevo concepto de estado implícito en el intento borbónico de Por lo que se refiere a los mismos criollos, la respuesta clefinitiva
recuperar el control sobre el imperio de las Indias fue visto por las ll pertinaz problema de la diferencia o semejanza llegaría en 1U15.
comunidades criollas como una traición a los principios contractuales lln su "Carta deJamaica", Simón Bolívar dejaría bien claro que los
fundamentales sobre los que las sociedades de virreinato se habían lrabitantes clel Nuevo Mundo no eran espnñoles. Ni siquiera, como
establecido y segúrn los cuales habían sido gobernadas durante los dos alstrnos de ellos habían intentado llamarse a sí mismos, eran españoles
siglos de la casa de Austria. En su lucha contra Madrid, por consi- americanos. Antes bien, eran nntericu.nos, ni rnás ui menosl'(i.
guiente se vieron a sí mismos como los guardianes auténticos de la
comunidad hispánica, defendiendo los ideales y prácticas constitu-
cionales tradicionales y los valores patrimoniales españoles contra
aquellos que desde la metrópoli tan injustificadamente deseaban de-
rrocarlos. En otras palabras: eran más españoles aún que los mismos
españoles. Los colonos británicos norteamericanos, al tener que en-
frentarse tras la Guerra de los Siete Años con presiones comparables
de la metrópoli, reaccionaron de lnanera parecida, y se vieron a sí f'á De la introducción, s.p., de Francisco Antonio Lorenzana, Histoti.a de k¿ Nuan
mismos como los verdaderos rk:f'ensores de las libertades inglesas Ii.spaña estrikt por su esdaredd,o rcn.quistador Hertzltn Cortí.s, México, 1770, citzrdo por'
tradicionalesr'+. Il<rna li;rtzerv, Nat World Ortlet's. Cr¿str¿ Pninting¡ antl Ooloninl Lr¿ti.n Anerica., Nueva York,
.{mericas Societv Ar-t Gallery,, l99ti, p. 108.
sti Sinrón Bolívar,
"Carta cle.lamaicao, en Esrritos dcl libertndor,22 vols., Caracas,
Sociedad Bolivariana de Veuezuela, 1972, r'ol. VIII, pp. 222-248 (r'éase p. e.i. p. 232:
53 FranciscoJavier olavijcr' >, I Ii'¡tr¡itt
anligtn. de México (1779), ed. p. Mariano ya había
Cuevas, 2^ edn., México, I)r¡r'r'ri:r, l{}5tl- lf )59, vol. IV, pp. 79, gg-94, 189.
"siendo nosotros americanos p<lr nacirnieu¡s"). Alexancler von Htrtnboldt
j+ véase¡. H. Elli<¡tt, lirnlirrs ol tltt ,rtluntir observado que "los criollos prefiereu quc se les llanne anericruzos; y desde la paz de
woríd,: Britain and, spain in America, Versalles, y especialmente después de 1789, se les oye decir rnuchas veces col orgrrllo:
1492-1830, New Haven (( i r r r rccr ir r r r ) r' Lonclres, yale university press, 2006 "Yo no soy esftnñol;soy tnnericano"; palabras que clescubren los síutomas de utt antigtto
llmperios
d¿l mundo atlántico: lislxt tttt .y ( )nt n ll¡t'tutit rn A¡nhica ( 1492-15J0), trad. Marta Balcells, resentimiento" (Alejandro de Humboldt, Ensm¡o polífi.co sobrc cl reino de la Ntt.eaa Espa-
Madricl, Thrrnrs,2(X)lil, r:r¡rs. l0 r' I l. ñr¿, ed. Vitr¡ Alessio Roble s, 4 r'ols., México, Petlr<¡ Robreclo, 1941. en vol. II, p. I l8) .

'¿71 27 i-)
(lnPl'r'ur.() XI

¿EMeEZANDo DE NUEvo? Er ocAso DE Los rMpERros


EN LAS AnnÉrucAS nmral.qlcA y ESpA¡{or-a"'

Durante xrrn y las iniciales clel xIx, viejos


las úrltirnas décaclas del siglo
irnperios conocieron su ocaso, otros nllevos surgieron, y los estados-
nación soberanos salieron a plena luz del día. Tanto Gran Bretaña
como España perdieron sus respectivos imperios americanos casi
por completo: Gran Bretaña, entre 1776 y1783, con la excepción del
Canadá y las Antillas; España, entre 1810 y 1825, con la excepción de
Cuba, Puerto Rico y el remoto enclave en el Pacífico de las Filipinas.
Los cincuenta años que transcurrieron entre la rebelión de las colo-
nias británicas v la culminación de los movimientos de emancipación
hispanoamericanos presenciaron cambios trascenclentales no sólo en
el Nuevo Mundo, donde también Portugal perdió su imperio tras
la declaración de independencia cle Brasil en 1822, sino también en
el üejo continente. La Revolución Francesa v las ambiciosas tentatiras
de Napoleón para crear un nuevo imperio europeo en el mismo mo-
mento del ocaso imperial en las Arnéricas desataron poderosas fircrz¿s
(políticas. sociales, económicas e ideológicas) que estrernecieron r'l
mundo occidental durante dos generaciones.
La interacción entre los acontecimientos de Europay las funéric¿rs
1'el continuo intercambio de inforrnación e ideas entre ambos lados
del Atlántico han ocupado durante largo tiempo a los historiadoresr,

* Este ensayo fue preparado or-iginalDrente como poneDcia para ttn coloquio
sobre "Modelos imperiales en el mundo de la edad moderna" celebrado en la Clark
Librarv de Los Angeles en abril de 2007. Deseo expresar mi agradecimiento a srn or--
ganizadores, Anthony Pagden y Sanjay Snblahmanvaru, por permitirnre publicarlo
en este volumen y a Eric Foner por strs comentarios a un borrador posterior.
I Véase en especial, soble el periodo anterior a 1800, R. R. Palmer, The Age of the
I)enocratic Ra,tolution,2 vols., Princeton (NuevaJersey) , Princeton Unir,'ersity Press,
1959-1964.

'277
T ..\rtttr¡ttccltlttt¡l)()s(;lsoslos;lt()lll('(lllll('lllosrlt'l:trlcr:trl;ttlt'l'l'l'(l
\'( l nr( irrricnlo rl<'un,r lrr( \':r . lrislot i:t ,rll.rnlrt;r'. lr.r rl,rtlo un nu('\()
ittt¡lrtlso l ('sl()s lt'nurs:'. Sirr t'nrlxrrg(),:unr sirr sosl:rr:r¡ r'l t orrl('\l():rl r. iilir i()s <lt' l:r rlr. I 7liO ¡rrrcrlcn s('l ('1lr:rctt't lzlttlos.ittsllttttt'tttt'('()lll()
r r isis rlt.l irrr¡r<'r'io, llttrrlritill ¡lo<lt'ían scl'(lcscrit()s colllo crisis de
la
lírntico de los ac()ntccilllicllt()s sr.r('()(li(l()s crr lls r\r¡rt'r ir'lrs. r'l ¡rr o¡ltisi-
to de este ensayo es central'l¿r rnirada lrriis ('sl)('('ílicarnt'rrtt'r'll t'l o<'l- Iil()nilllluíir c()llll)rresta. El imperio mundial levantado por los Habs-
so de los irnperios español't'br-itánic<l en t'l nrrc'\'o cr¡ntirrt'r¡l('\'srrs I rr r.g< I t,s¡taholes e¡ el siglo XVI era, en términos
r
constiftrcionales, una
collsecuencias. Hubo irnpor-tantes dif-ererrci¿rs, r't¿unllitln sillrilitrrrlc:s, Iilorrar.qtrí:r complresta, que consistía en la aglomeración de distintos
en los lespectivos procesos de ocaso irnpelial, así c()n)() las h¿rbía h¿r- |t'irr<¡s y t..ritorios, algunos de los cuales fireron adquiridos por he-
r.(,ncr¿r y orros por conquista. En tal entidad política, el rey
de todos
biclo en el mislno car¿ictel'de ambos inrperios:3. Esas cliltlencias con-
tribuveron en gran p¿rrte a dictar las clistint¿rs respuestas de las clos (.r.a hr;bién .i..y de cada uno, y las disti'tas partes qtte comp.tlían
potencias irnperiales rurte l¿r pérdicla de sus posesiones de ultr¿unar, l1 nronarquía dif'erían ampliamente en slr relación con el mollarca'
clel rnismo nroclo que tarnbién ttrvieron su papel ¿r la hora de rnoldear scgúut las concliciones y circunstancias bajo las cuales habían pasado
,, ür-or^ parte de sus dominios. Dlrrante casi dos siglos la
tnouarqttía
el caráctel de lcls nrle\¡os estados cclnstruidos en Arnérica sobre las
minas clel irnperio. cle ámbitcl mundial española fue una estructura relativamente Poco
r.ígicla, pero colt el adr.'enimiento de la dinastía borbónica en 1700
Ia
Tanto en la Arnérica britár-rica colno en la española la crisis del
sitlación dio un yuelco. Se introdtljo Lur sistema de gobie¡]o mucho
irnperio se vio plecipitacla por los progl'amas cle refbrrna iniciaclos
por los gobiernos de Londres y Madricl, respectivamente, tras el final nrás ce¡tralizado y autoritario, lo cual ttlvo conseclrencias no sólo pal'a
de la Guerra de los Siete Años en 1763. Los gravosos costes de la guerla la propia España sino también para sus posesrolfes en Arnérica, dorl-
1'def'ensa irnperial ftrrzaron a ambas administraciones a reconsiderar- clslas élites criollas habían aprovechado los aprietos fiscales de la
la relación entre la rnetrópoli y sus posesiones de ultr-amar'. Las medi- corona, c davezlnayores, para hacerse con poder e influeucia a niYel
d¿rs fiscales que naciercln de este proceso de revalorización concltlje- local. Cuando la corona trató de recobrar su atttoridad en el transclrr-
rolr elt los dos casos a la rebelión. Cuatro arios clesptrés de que las so clel siglo xvrrt, se üeron relegaclas a la condición de mel-as "colonias"
colonias nolteamericanas proclanraran su independencia cle Gran ,..no, .-o.rniclades que habían llegado a concebirse ¿t sí uristnas con
Bret¿rria, la ren-relta contra las reformas introducidas por el gobierno orgullo como reinos clif-erenci¿rclos dentro de una monarquía coür-
cle (-lzrrlos III de España se extendió corno Lrn reguero de pólvola por p.iltru (los reinos de Nueva Esp^ria, Per'úr y Quito, por ejemplo) y'
los Ancles y Nueva Granzrd¿r, la acttral Cololnbia. En palarbras de .orno tales, co¡ derecho a clisfilt:rr-clt' igrrill est¿rtus qrte los reiuos de
Alexancler von Hurnboldt: "La gran rebelión cle l TBl estuvo a punto la España peninsular. Las rer,tteltlts <lc pt'int'i¡rios <lc la déc¿rcla clc l7tt0
('()lll()
de arreb¿rtar al rev cle España toda Ia r egión montañosa del Perúr en fuerOn, al menos en parte, una reacCi()tl a lt¡ qtt(l s(' ¡rct'<'ibílt
el misnro l'no[lellto en que Gran Bretaria estaba perdienclo casi toclas una disminución de estatus y, aunqtle fin:rltncllte ilt'l'ltrr soli¡< lt<llts'
f

(llllit
sus colonias en el continente americano"r. Al final, las colonias blitá- las élites criollas sigttieron af'errándose a la ide¿t dt' ttlllt l)l()llill
(t'rríittr
nicas se inclepencliz¿u()11, pero la rebelión fire sofbcada en la Anrérica compuesta en la cual participaban en pie de igualclatl r' stts

espariola, donde habría de tlanscurrir- otra generación antes de que propios


- derechos distintrvos.
llesara la emancipación. óescle el siglo xvr tarnbién Inglaterra había constituido LlnA nro-
narquía compuesta, allnque la británica habría de evolucionar de
rnanera distinta a la espariola. Mientras que Espana se movió desde
2 P¿u'¿r ull
l)¿lllorarlla de la biblir¡sl'afía soble la historia atl¿ílrtica, r'éasc Beln¿u'rl
principios del siglo xvrrr en una direccióu autoritaria, la Revolución
Bailrrr, ,lllanlir Histor\: (ktnultl.s nnd (b¡tlour:;, ()anrbliclge (Massachrrsetts) r'Londles, C;to.lora de 1688 había estableciclo la soberanía clel rey en el parla-
Har-r'ar-cl f lnivt'r'sitv Pless. 200ir.
:t Para rur¿l cxtelrs¿r conr¡rarilci<in eDtle ¿unb<.rs ir-nperios v su caíd¿r, r'éztse rili libro mento y la unión d,e 1707 dio a los escoceses rePresentación parla-
littrpirrs ú lh?,lthnli( Wo¡ld. Rrilain und Spain in An¿rit't, 1492-1¿l30, Nerv Haven ((in- mentaria en Westminster como compensaci n a la desaparición de
su propio parlamento en Edimburgo. El resultado fue un nuevo
f-e-
necticrrt) r'1,<¡nclrcs, \'alt' Lf nivelsitr Pless, 2006 |mlnrio.s d.el muttd.o a.tltittLito. Iil;parit ¡'
Oran IJrclttiu en Anh it a ( 1492- 1¿lJ0), tlad. Martzr Balcells, Maclricl. Taunrs, 20061 .
I (litarlo ittid.,1>. itl-r5 [¡r. 5l f3]. nóineno eir la historia cle las monarquías compuestas: Llna mouarquía

'279 '27{)
( ()iltl)il('¡il:t l)lulltn('nl:rri:t rlolrrlr. l:r sr¡lr<.t:uu:t t(.(;u.t (.n <.1 lr.t r.rlr.l t sils ('(lurt':tlcnlt's t¡tt'rit:rrr():i () l)('t tl:ttt(¡s, rlc l:ts t,rlolti:ts ll()l l(':llll('l
I

l)¿tlllllll('lll().Sitlt'ltllrttl'1¡o, lrl;tttrl:rt'llrsrolonitrsn()ll(.iun(.rirlrrr:rsr¡rrr. (:ur:ri(()nr().r('rnos,'st'¡lrr-:rrlr¡s<lt'ttllrr<lt'lr¡s<lorrtirlios<lt'l rtltltllttt:t;.


clatr¡tr al trl¿tl'gt'tt tle t:sl¿t ulli(;r) ¡lrrllrnrt'rrllu i:t Y nllntr¡\'ir.¡rrrr ¡iu¡i
l)r(F Sirr t'rrrl¡lr so. r'u:rrrrkr st' ltizt¡ t'r'i<lt'lllt'<¡trt'.f or'¡4c lIl en persott¿r estaba
pizrs asanrbleas electasi'. L:r consiguierlle asin)ctr-í21 cr-¿r ('n r lcci<[i<k¡ lr vt'r'llr n'lrt'li<in it¡lliutacla por-lzr firerza de las afmas, se hizo
¡rolr.ncia rrrur
callsa dc conflicto collstitucional, que se hizo realir[:r(l ('n ll r ltit'a<ltr irrr¡losilllc rt¿rr nlurch¿t atriis. Pirr'¿r muchos norteamerlcan()s, atrnque
cle 1760 cuando un parlamellto de \Alestminster cloncle los tr:r.r-iror-ios rlt' rringrrn¿r nuln('r¿t toclos, se habíau roto los írltirnos r.'íucttlos cle
nortealrlericanos lro estaban representados comenzó a lcqislal ltue\/as It'lrltirt[. L,n 1776, ¿rl declarar sinrultátreamente stt itrdepencleucia y
mediclas fiscales sin su consentimiento. En las esf'eras donrle l:r s<llre- crr(t:sr¡r'í:r de estaclo, la nueva reptiblica ltorteanlericatra dio rtu saltcr
ranía se coucebía colno inclivisible, colllo en la rtrentalid¿rcl de la clase <'rr cl r'¿rcío, de cottsecuencias incalculables tanto para el resto del
dirigente políticzr de clran Bretaña, existía poco o ninsrin m¿rrsel'r lrt'rnisl'elio corno para el rnundo en .qeneral'.
para el comprorniso, conro revela el hecho de que incluso un arnigo !lr¿r natural que el gobierno brithnicn rercurriera iuicialtlente ¿t la
de las colonias corn() william Pitt observara en l Too que .cuando clos f rrcrz¿r t:on la idea de restalrrar la lealtad de las colonias a la coroua,
países están lisadr)s, conlo Inglaterra y sus colonias. sin formar un solo aunque siempre cou la esperanza de que los colonos acabarau acep-
cuerpo, ha cle gobenrar uno necesariamerlte ; el mayor ha cle dirisir trurclo restablecer el vínculo por propia volttntad. Lo que resulta sor-
al nrenor"'r. En el mornento áleiclo cle la crisis clela,\tnmp,{rro Ley clel
l)rendente, en calnbio, es la t'elativa rapidez con qlre el gobierno irn-
Tirnbre (que gravaba con un inpuesto los documentos legales, ribros, perial tomó la resolución cle clejar la lucha v abandotr:rr l¿ts coloni:rs
periódicos v otros productos de papel), Benjamin Franklin dio lr-reltas t turtinentales a su propicl clestino. L,a tenacicl¿rd de la t-csistcnt'ilt ltot'-
a la iclea de trna unión qtre incorporara las colonias e Inglaterra segúrn tearnericana, aunada a la interveución de Fratrci:t v Es¡titittt t'tl t'l t'otl-
el lnoclelo escocés, pero acabó ciecidiendo que va era clernasiado tar- Hicto, tuvo lógicarnente ult peso sustancial en la clecisi<in rlc solllu'
cle. Para entollces, la suerte cstaba echada y la comuniclacl atlántica alnarras y echar velas. No obstaute, t¿rmbiéu operabau otras cotlsirle-
brit¿inica se mor,ía inexorablemente en clirección a ur-la guerra cir,,il r-¿rciones. E,n algtttros ambieutes se habían albergacio dur¿rutc tnucho
r¡rrt' habíu cle terrniltar con la victoria de un bando Lr otro. tiernpo serias cludas acerca clel valor par:r Gran Bretaña de su itnperio
l,.s c'k¡'os vieron al principio esa gllerra como u.a lucha por la tr.mericano, v rur cicrto clistauciarniento psicológico cle las colouias
Cr¡rrsc|r'acicin de sus libertades ingles:rs, que consideraban amerTaza- continentales respecto zrl país de clrigett poclrízr haberse llegado a
das por un pallamento tiránico que había deseneraclo en ulla cornlp- producir incluso antes del estallido cle la revueltar'. Acletnás, Gran
ción sir-l remedio. clomo participantes en Lll)A monarquía colnpuesta Bre taña estuvo clividicla en cualrto a las opinioltes sobre lar respuesta
británica qne cnrzaba el Atlántico, reivinclicaban igualdacl cle estatus adecuada atrte la rebelión y ltunca mostró Lrn comProtniso tot¿rl cotr
y tratanlrerlto l'especto a sus primos ingleses, del rnismo rnodo qtre lo la guerra. Por stt parte el gobiertro, uada más verse etrfi-etrtado it t¡lla
hacían las élites criollas de Nneva España y Perúr respecto a sus primos fbrmidable coalición extranjera, decidió que la prioridacl firtrcliutrt'rr-
esparioles. Pocos colonos nor teamericanos pensaban en la inclepen- tal era la conservación cle las Antillas británicas y cruzó los dedos es-
clencia antes del est¿rlliclo de las hostiliclades en l77b y la mal,oría se perando que también firera posible salvar del naufragio Quebec )'
habr'ía contentaclo sin duda con volver ¿r la situación anterior a 1762, Ntrel,a Escocia. Más allá de tales cousideraciones inmediatas, había
rrn periodo en que se habían alesrado de pertenecer al imperio bri- tarnbién nacientes perspectivas de un irnperio alteruativo, y toclavía
Linico cle los hombres libres. Pero hacier principios de la clécacl a cle 1770 más provechoso. en Orlente, coru() coltrpeltsaciótr ante Ia previsible
el concepto de imperio británico cornenzaba a ponerse rancio. su
úrltirna esperanza estaba en el rev. En 1775John Aclams, aun recha-
zanclo el concepto de imperio británicc-r, poclía hablar toclar,ía, como ' P..f . Mirrslrall, 7'fu Llrrhing nnd Unmrúitts ol linrltiws: Btitaitt, India, tnd .lncrirrt,
r. 1750-178J, Oxfold, Oxforcl Univclsitv Ptess, 2005. p. l7(i.
3 Sobre el significarkrclel¿rasr¡ci¿rciónex¡rresaclaen 177(jetttleitrcle¡:etrcleucial
r:ategoría de estado, r'éase Davicl Almitage, l'he Det lnration of Independr'ntr, Oanbr-iclge,
\'é¿rsc ibirl., pp. 317-'?r18 [p. +6(i-4b7]. Massachusetts, Har-r'ar-d Uuiversitv Press. 2007.
Clit¿rclo il¡id.. p. :]l8 [p. 4()7]. !' Véase Marshall. Iluhingttnd (Tnnril<ing, pp. 35!)-3{i0.

'2BO '281
V
lx'r(li(l,rrlcl rrn¡rctioclr()rrlrlr.r¡1r.... l,,slot('nlust:tsnt:trloronl:rIlrrli:r s(.n(.qor io lilutltrrcnl('lnt tutl:rrlr) ( ()nr('tr iltlt'ttltc ltlltl):ls llll( l()ll('s ('ll
ilrt:¡ t'tl lTlil fol¡rr l{olriltsolt, rrrinislto rlc cr()n()nu;t (l('l()l(l I ?11 l, < rrlrrrrlr¡ lltt'olt't iri lr ( lt'ltrr llrt'tlttl:t, r't'tt ltil'ltlittos <¡ttt'lt'('()llvC-
Not'l ll-, llt < ttrtl ('()trsi(l('r() ( ()nr() llt sltlvlr<'irin t'llr r i<¡rrcz:r, glln(l(.zll v rrílrn nrrrr lto ttuis t¡trt'lt los.i<i\'('l)('s l'lstarlt¡s Ullitlosr'J'
¡4loliit rlc nrrcstr'o l)aís"
ro. ( lllrcilrs ir rtnlt ltt'gt'llroníit ltav¿rl, sólo esporádicamente interrum-
(ir:ut Bt'ctitil¿r, lr() 1cnía ningrin irrr¡tcli<r
¡ri<llr, r, l srr lli¡ri<lo
España, a clif'elertci:r de ('l'ccil)riellto como potencia industrial, Gran Bre-
alternativo evidente en perspectiva. Su llrisltla supel'\'ivcncia corno t:rña <'onsigrri<i s<lblevivil'l-?rzonablemente bien a la pérdida de stts tre-
potencia erlropea de primera rnagnitud depenclízr cle la ¡tlata y de los <'t. t'oloni¿rs, pese :t las concesiones hechas a los patriotas irlancleses en
impuestos que afluían desde sus posesiones americanas. Por eso, cllan- un rn()nlento de rnáxima debilidad a plincipios de la década de l780rr.
do se encontró arnenazada con la pérdida parcial o total de esas pose- Sin crrrbargo, eu las décadas que sigtrieron hizo tnttcho más qtle so-
siones, primero con las revueltas de principios de la década de l7B0 y ll'cvivir a la pérdida. A medida que luchaba hacia la victoria en las
más tarde en la segunda década del siglo xrx, su reacción natural fue ()uerras Napoleónicas, GI-aII Bretaña conseguía refunclir su imperio
no sólo luchar, sino además hacerlo hasta el último momento e incluso c()lt Lllt rnolde que pl'ometía servir rnejor a los intereses de la metró-
rnás allá. Su resignación a la pérdida de la mayor parte de su imperio
¡roli qtre el viejo. Segúrn escribía Adam Smith en 1776, el imperio
de ultramar sería Lrn proceso largo y doloroso, si bien la conservación de británico había existido h¿lsta ese ntornento .sólo en la imaginación";
Filipinas y el dramático desarrollo de Cuba y Puerto Rico colno colonias Gran Bretaña no poseía un irnperio, sino sólo "el proyect.o de ttn
azlrcareras le permitirían reinventarse posteriormente como potencia irnperio,ri. Había llegado el momento de convertir ese proyecto en
imperial y af-errarse a tal estaflrs hasta el fin del siglo xrxrr. realidad.
La adaptación de Gran Bretaña a la pérdida de las trece colonias Los colonos nortealnericanos y los patriotas irlandeses habíatl at'a-
se hizo más suave por la naturaleza de la relación económica con la riciado la idea de tttta monarquía comptlesta basada en la igualclzrd
llueva repúrblica norteamericana. La emancipación no implicó una cle estattts entre las partes compollentes. La separación de las colouias
reducción inmediata de su dependencia respecto a las mantfacturas nortearnericauas había significado el final de tal suetlo. Su desapari-
británicas, lnierltras que el rnercado hispanoamericano, inmensamen- ción se vio certificada por la Union Ar:t, o Ley de la Unión, de 1801'
te plovechoso de cara a los productos erlropeos, había caíclo desde segúrn el rnodelo escocés, que despojaba a Irlanda de stt propio par-
hacía mucho tiempo en maltos de Francia y Gran Bretaña, los rivales lamento independiente. El firturo no era Lrna monarquía compuesta,
de España, a pesar de las medidas proteccionistas impuestas por Ma- ni una comunidad atlántica de miembros iguales, sillo un irnper-io
drid. Desde un punto de vista financiero, por tanto, Gran Bretaña, a global administraclo centralmente, aLIn cuando se ¡lt:t'tlritit'l'a qll('
dif'erencia de España, podía afrontar la pérdida de sus colonias con tuvieran su debido lugar eu él asambleas rePl'esentali\'1ls, t'orlto t'tt t'l
cierto grado de ecuanimidad, pues su control del mercaclo norteame- caso de Canadár(;. Aunque, ell stl caliclad de irnpeli<) (l(' tlll t'sllt<lo-
ricano seguía estando en gran parte fuera cle discusión. Económica- nación eufáticamente inglést7, esttlviera comPrometido t'ttll los ¡rt'itr-
mente, Gran Bretaña seguía teniendo la sartén por el mango, y era cipios tracliciouales ingleses, tales como la libertad, el itnpclio <lt' ll
consciente de ello. Las órdenes del consejo en la década de 1780, al ley y la primzrcía del comercio, estaría sqjeto a partir de etltouces ¿l Llll
irnponer trabas prohibitivas al comercio estadounidense con los te- gobierno irnperial más interesado que en tiempos anteriores en el
rritorios británicos, hicieron más difícil a los exportadores norteame- intento de dictar los términos en que sus súrbditos habían de clesarro-
ricanos ve nder sus mercancías en Gran Bretaña y las Antillast2 )', sólo

r:r Starrler,Elkinsv Elic McKitrick, 'l-he Age of]-ederrr.li.sn: T'he liarly Ancrirnn Repub-
ro Citaclc¡ iáid., p. 36t1. tü, 17UU-t 800, NtteYa Yot'k v Oxf<¡rd, Oxfbltl Universitv Press' M9i3, ¡rp. 39ü-1.l{'
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'28',2 2 Élll
ll.rt srts;tr lir ¡rl:rrlcs l',1 lrcr lr,r tlc r¡ttr'. ( ()nro sttr crlr,t crr l.r llrrli:¡. t¡rt
nuur('r() ( r('( icnlc rlc csos sttl¡rlitos rro f u('r:r (lt'orrqt'rr lrr il;tnir (), \' llt
t l,:tt¡tiottcst:tl¡lt'rirl:r cttliTT ¡rot los,\rllrtllostlt'l:t(irtrlt'rlt't:ttiolt
st. lrr :rl ¡ri r t.r.t'l:u rr lr ) ( ( )nro lrltlrr¡rt'lllt' ¡rt t'< ltt'iit. ( l<¡tllt¡'litl f¿tll cr¡llit'ttlrlr
( ()trii(l('rrr< irirr <lt'(lu('n('( ('sitll):ur lrr rrivt'l rlr'< iviliz:rr iotr r¡ut'srilo los crr l77i'i, -11¡ gtlttt tlt'sigttitl<litrlt¡ttc htx'erxiste, v es probzrble qtte art-
bl'iuirticos ¡rorlíarr tlarrsrlrilir; l'('f i)r'zru'()n irr<'r'illrlllt'nrt'rr(t'lir lcn<lt'llciir lllcltlr', t.llll't' l<ls r[ifi:r'entes estados eS ulla circunstatlcia mtty adversa"
ctt¿rtrdo se convocó la (lonveu-
hacia el control p()r'l)1lr-t(: rlt' la rrrctr'<i¡toli. ¡r:rlrr llt t'stltbilicl¿rcl tle la ttniórr:('. Para
Los británicos se vierorr r¡blir¿-¿rclos p()l' la pér-cli<la clc sus colonias r itirr (,r¡lrstitucional en 1787, las presioues v tensiones a qtle estaba
llorteamel-ic¿rn:rs a reconstt*ir su provecto im¡reri:ll c()n rnateriales sornt'ti<la l¿r utter,¿r repúrblica eran tales qlle se hablaba de uuos Est¿rclos
tanto vie.jos colno nllevos. Pero ¡qrré sucedió coll sus antigtras col<> I lnirkrs clivicliclos el] tres o nlás coufederaciotles separadzts:r. L,os de-
nias, de repente enfi'entadas al desafío de trazal su propio canlino en sl('ur.l-dos sobre la ctrestión de las tierras del oeste, el problema de la
un mrurdo de estaclos-naci(in e imperios? Los recién creados Estados csr.lavittrrl, la regulación cle la ecronomía y el papel de la repúrblica en
Llniclos enlprendieron su cul'so inclepencliente bajo la bandera de la cl ol'tletr intet-ttaciotlal est¿rban desgau-audo la fr-ágil utrióu' Al esbozar
innovación. "Está en lruestro pocler Torn Paine con pala- lltla constitucitin,.fames Maclison,v sus coleg:rs tuvieroll qtte recotlci-
-esclibió
bras memorablcs- comenzar de nuevo el mundo"r8. La nueva lepri- lial'cle algirn modo las aspiraciones de uu fbrtaleciclo gobierrlo ll:ICio-
blica estaba a far,or del rechazo clel pasado, rrn pasado identificaclo Irnl con las teltclencias p:,rrticularistas cle los estados. El brillar-rte ejer'-
col-l un2l Enropa demasiaclo propensa a sucumbir al pocler arbitrario < icio cle equilibrismo qtle lire el resttltado de sus
esfuel'zos se losr ó
v construida sobre privileeios corporativos v la desieualclacl de estatus. s<ilo gracias a Lrna serie cle cornprornisos, incluido ttrl ¿tl'Leqlo solll'e la
fire lo b¿rstzrntt: s<ilitlo ¡litt'rt
Había llegaclo el rnornento dc crear, en el ambiente más plopicio del ¡r9lérnica cuestión cle la esclavitud qtre
Nuevo Munclo, otra forma de comunidad qtre ellcarnara los elevados posponer, aunque llo para evitar', lil ruptura cle la unitilr'
icle¿rles cle la llustración proclamaclos con las palabras resonantes de A pesar cle toclo, los cotnprollrisos qrte cliet ou a Estados Lltr itlos sr r
la Declaración de Independencia. clonstitución 1, los convirtieroll en Lut estado soberallo tarnbiélr lcs
En realidird. colrlo es bien sabiclo, los fiurdadores de la nación nor- clejalon tttr respiro de ttnos setenta atlos vital ptrrzl transforlllar el es-
te ¿rruericana se inspiralon profiurdal-nente en lo viejo para crear lo taclo ell ttna nación. Esta nacióll enbliollaria era ttu f'etr<itnelfo veF
nuevo. Estaban irnbuiclos de las ideas insles¿rs cle libertad e imperio cle clacler:lmente lflle\/o, aullqtte inspiraclo er] telnas y aspiracioncs tradi-
cionales. Los hornbles que escribieron el borrador cle la
(lonstitución
la lcv, v su ideal siguió siendo el rnixto v equililtrado sistema constitu-
cional inglés, pero con lzr extirp:rción cle aquellos clefectos qtre lo ha- lograron hacer realidacl el viejo sueiro de los colonos cle participarr'
bían hecho propenso a su strbvelsión por parte de tur pocler incontro- plénamente y ell pie cle igualclacl el] tura monarquía compuesta ill
Iad<1, ejercido o bien por el mollarca en person:r o bien por el rey en .r.r,r,,rro repírblica comPuesta, una auténtic f'ecleraciórl de estad()s
el parlarnento. El reto al que se enfi-eutaban los firndadores cle la na- en la cual todos poclían participar eqttif.ativamente a la vez qtte cleptr
ción norteamericana era desafiar la opinión predominante, fbrmula- sitaban algtttros de sus pocleres en ttl] gobierno nacic¡tl¿rl ctr pt'o clt'l
cla por Montcsquieu. cle que sólo en los estaclos pequerlos poclíar-r bien cotnútn. Ett los albores de la era de la sobelanía poprrlar proclit-
conser-\¡arse los valores v las libertades de una reptiblicarr). ;Cómo iba nr¿rcla por la Revolución Frarlcesa, los Estados Uniclos se Inostl'alIol.l
a ser posible fbrjar una repúrblica coherente y duradera, )'coll perspec- {ieles tanto a sus propios principios futrdacionales corno a la época al
tivas cle expansión a escala continental, a partir de trece estados con
inclinaciones inclepenclentistas, cada uno con sus propias lealtades v :(r Citado eu M¿rtsorr r'()nrrf, A I.lnion ol Intercsts, p. 55 (de Richar-d Ptice, "Obst'r--
folnr:ls cle gobierno, adenrás cle su plopia ers¿rrnblea lepresentativa? yat.ir¡rrs <rrr tlre lrrr¡rpltance t¡f the¡\tnericntt Rerr¡lttti<¡tr", 17u5, en Ilichard P¡it¿ ttttd lh¿
lltltiutl l-ountlnliot)s of'tlte ,Invrirnrt Ret,olutit¡n, ed. Belnllltl Peach. Drtlhirtn' (l:rrolilra

ls Th<rm:rs Pline, (¿l¡r¡¿on Sense, ecl. lsa¿rt Kranruick, Har-nronrlsn'<¡r-th, Pcnguin,


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¡lttt'lllrl, lltlll(ltl('ltr<lt'lirli<'irittrl<'r¡rrticltr..r'l ¡rrrclrlo,,ronlirrr¡:rlrsir.n-
t n¡('nl('s rl<' Jr'llctson I sus r olcg;rs rirtini:uros, ('s(' unl¡r'rro, .rl r rr:rl
nun(:rlltlrt:tttrlcj:rrlorlcscrtlitscr¡tgrrllososrlr'¡rt'tl('n('(('l,lllrl¡ltsirlo
clo problelnática. A ¡tcs:tr rlt'l<¡s l('ln()r'('s
¡rrrrlrrrrtlos \,( ()lrlinrlr<los \r('nrl)r(' lnl l:urlr¡ irlr'¡rlizlrrlo. l,o ll¡rlríiul t'otrccbiclo ctt li'l'nrirlos rlc
sobre la sttpervivencia de l:r tttri<in, esta liirrnrrlir sruninistrri ¡l ¡r'¡lr.¡- unir ;rsor irrcir.r¡r rlr' ¡rrrclrlos lil¡r't's, rrnirlos en la def'ensa de icleales e
to que malttu\¡o unido en pie el eclificio f'ecleral. urt('r ('ri('ri ('()lrinr('s, lursta <¡rr<' la política adoptada porJorge III pro-
Aun si se tiene en cuenta el inmenso talento de los r-eclact()r-es cl(, r lrr jo Lr rk'silrrsirin. St: trat-:rlxr rlc lavisión imperial que Edmund Burke
Ia constitución, hay que reconocer que la forja de una sola naciírn ¿r
¡r;rr cr'i<i srrst'r'illil'<'rranclo pr'<>nunció su célebre discurso en pro de la
partir de estados distintos se vio favorecida enormemente por la bue- r or rcililrt'itin con lus colonias tlorteamericanas en marzo de 1775. Des-
na fortuna. La nueva repúrblica tuvo la suerte d.e encontrar, en la
¡rrrr:s <k'r'logiul'cl crolltemporizador sistema español como el más
persona de George Washington, un héroe nacional cuya integriclacl ,r¡rr'o¡ria<lo ¡ralir cl gobierno de un "imperio extenso y separado",
vvirtudes cívicas lo convertían en un candid:rto universahnente acep- ¡r ¡siq'l r i(i t :rr-ircte r-izando el irnperio, en oposición al reino o estado
<
|
table como primer presidente. Támbién tuvo buenaventura la repú- sinsrrlar', c()n)() "la agregación de muchos estados bajo unajefatura
blica en el momento de su nacimiento. Las guerras revolucionarias r orurin, ya sea estajefatura a cargo de un monarca o de una repúrblica
y napoleónicas desviaron la atención de los gobiernos europeos, de rcs¡rrlnsable,:r. En otras palablas, se trataba de una estrlrctura com-
moclo qtle se impidió una interf'erencia en los asulttos inter¡os cle los
l)r r('st2r y e n esencia federal, cuya supervivencia dependía del enten-
Estados unidos y se hizo posible la compra cre Luisiana, tan impor- r linlie:nto y respeto mutuo entre sus partes constrtutrvas.
tante para el futuro crecimiento de éstos. Su estatus de país neutral [.ir consagración de este ideal federal en la Constitución cler I7t{7,
les proporcionó la oportunidad, que no dejaron escapar, cle expanclir t r¡ncebido primordialmente en términos de igualdad y estinrir rrrrr-
su comercio de ultramar y emprender con seeuridad en sí rnismos el trrirs, hizo posible queJefferson concibiera la nue\/a repirblica c()r'n()
carnino que llevaba a la prosperidad nacional. comoJefferson había rrrr irnperio, aunqlle desprovisto de sus connotaciones eur()peas y
previsto, la colonización clel interior podía transformarse en un pro- Irt'uemónicas. Difería del irnperio deJorge III en que era republicano,
vecto de auténtica constmcción nacional, incluso si a veces les pare- rro rnonárquico, y también en que estaría auténticamente fundado
cía a los carsos políticos que podía llesar a hacer pedazos la nueva t'rr el "pr-incipio federativoo. Se trataba de un imperio sin la "jefatura
n¿rción22. <'r¡nrúrno de la que Burke había hablaclo. El principio federativo per-
La nación que.feff'erson y Madison se habían propuesto eclificar rnitiría que la nación creciera por acumulación a partir de una base
pretendía ser una enticlad que no se pareciera en nacla al estado fiscal- <[t'igualdad entre todos los estados que se habían sumado en unión2i'.
militar erlropeo dieciochesco, el cual les repuenaba?:r. con todo, al ,\sí pues, cuando la nueva repúrblica compuesta de los Est¿rdos Unidos
volver sus espaldas al modelo europeo, parece a prirnera vista irónico sc lanzó a la ardua empresa de su expansión continental,Jefl'elsorr
qtreJefferson, al trazar sn visión de la futura nación en términos im-
¡rudo otorgarle la legitimidad de una misión imperial.
periales, recurriera al Viejo Mnnclo en su intento cle crear Llna nlleva La guerra anglo-estadounidense de 1812, al conjurar el cspectlo
Arnérica. Los Estados unidos, tal como los concebía, no iban a ser una <le una reconquista imperial por parte de Gran Bretaña, r-eforz<i el
mera nación, sino un irnper:io: un .irnperio cle la libertad", expresión
que se remontaba al "imperio de los hornbres libres" británico. En las
2+ Tlrc lllrit.ings n,ntl oJ'I)dmund Rurkc, ecl. Paul Lansf()rcl, 9 rols., Oxforcl,
Speech.e.s
(llarendon Press, 1966, III, pp. l2lí v 132. Véase Henclrickson, Peace Pact, p. 101, v
trrnrbién pp. 22-23 sobre las icleas dieciochescas en torno al f'ecleralisrno.
:2 \'éase.fanles U. l,ervis.lr.,!'he Antetienn LInion and tlt¿ Ptohlent ofNeighbourhootl, :5
- "¡Qrrién puecle linritar la neclida en quc el ¡rlincipio feclerativo puede operar
178J-1.929, ()hapt'l Hill (Carolin:r clcl Norte ) r,Lonch'es, l.'niversitv of Noriir (larolina t'fi'ctivamente?', citado clel segturclo disctrr-s<¡ clc toma cle posesión cle.feffcrson por'
Press, 199U. l)ctcr S. Onú, Jefferson's limpirc: l-he Langu.age of Anrerican Na.tionlnod., (lharlottesville
:JSobre la opinión cle Maclison acerc¿r clel estacl<> fiscal-rnilitar, compara¿a co¡ la (\'ir-ginia) r'Londles, Llr.rivelsin'Pr-ess of Vir-ginia, 2000, p. l La r<rcaci<in inrperial de
cle Hamilton, r'éase Gordon s. wood, .Is Ther-e a "fzu-nes Maclison pr-oblern"?,, en Ios ntrevos Estados Unirk¡s se cleclar-¿rb¿r en fecha tan tempran¿r conro l77iJ. Véase
Davicl \4brrrer-sler' (ed.), I'ihcrty and Anterican L)xferiznte in Ilte liighteenth Oentttty,btcli- (ll-ralles S. Maier', Among,Enpitvs: Anteritan A,stendant) rt,nd. its Prcd,et:es,rors, Oarnbriclge
aur'rpolis (Incliana), Libertv Fturcl, 2(XXj, pp. ,125--t-17. (Massachusetts) , Harvard Universitv Press, 2006, p. l.

286 '287
s('ltlitrti('ttl() (l('()ttlttll(' rt.tr iort,rlrlc l:r nrrct';t rr'¡rrrlrlrt;t ('n ('\l¡.rrrsiolt.
,\l lttisl¡tt¡ltctrr¡xr,ttttt\ l('i(¡slt:tri:rcl srrr,l:tstonrrurrrl;rrlcsrqrrclornr:r-
t ;rsr ('r¡ un ('\l)('rrn('nlo r on\lrlu( rr¡n,rl rlr' ¡rr irrrctit nrilgniltr<lctt r ir
( ur¡sl;ur( i;rs r¡rr,' ;r rlrr.rs l)('n;rs ¡rorlr r:rn lr¡rl¡r'r si<lo lrrcn<ls ¡llopicilts.
ball cl irtt¡tt'r it¡ rttllt't i< lttro <lc l')s¡lrrrlr t'sllrl¡;rn lr l)unl( ¡ rlr.t'r¡rl )lu ( lu s(' l,:r rrr;rYor l):u l('rlc l:r ¡rr o¡li:r l,.s¡lirrr:r <'sltrlxr l)1ll':t cllttonces en lnanos
ell stt Pl'opitl viitjc:t lil ('ilt('g()r'í¿t tl<'t'slrrrlr). l)('r'() <'n cirtur¡sl:trrcilrs r¡rrn, rlcl irrvlrsolInrrrct's,rni<:n(r'rrsc¡trelaAnrér-ic¿respaiiolasehallabaen
clif'erentes a l:rs qtte se h¿rbí¿tn enll'(rlrtlr(lo las colonills ( ()nlirrt'ulirlcs r ¡ll <'sllrrl<l <lt' iruita('i(in.

británicas en las décad¿rs de 1780 \, 1790. Atrn<¡ue l¿r l)t't'lur'¿rci<in rk: [)csrle cl principio, los tel'ritorios americanos se implicaron pro-
Irtdependencia estadounidense y la Revoltrcirin F-rances:r ins¡rinrr'orr Irrn<liuncntc e n el experimento constitucional. Sus representantes
a un puñado de raclicales, especialmente en Verezucla, l¿r icle:r cle Irrcl'on ll¿unaclos a palticipar en las Cortes, aunqlre descle el inicio
ernancipación respecto al sobierno de Maclricl, España ¡ter-dería su llirbín clescontento en los terr-itorios americanos sobre el núrmero de
imperio americano collto resultado l1o cle las presiones de l¿r perif'eria, rlt'leq¿rdos que se les habían asignaclo con relación al tamaño cle sus
sino del colapso del centro.
¡roblaciones. Aun así, sus representantes llesaron a Clácliz animados
La invasión por Napoleón de la perrínsula Ibérica en lB0B y la ab-
¡ror la esperanza de hacer realidad el vicjo sueño criollo de participar
clicación forzosa cle los Borbones esparloles orisinaron a antbos lados cn una allténtica monarquía compuesta que abarcara el Atlántico y
del Atl¿intico hispírnico trn vacío de pocler que se esforzaron por llenar les diera iguales clerechos que a los reinos peninsulares. El artículo
ur-ros sribditos que se r,eían súrbitamente despojados de sLr rnoltarca plimero de la Constitución de 1812 parecía plasmar su esperanza: .La
legítinro. Segúrn la tradición constitrrcional castellana, cuando la rea- Nación española es la reunión de todos los esparioles cle anrbos
leza caía en crisis, la soberanía revertía en el pueblo. Tánto en España hernisf'erios"27. LIn imperio, en efecto, se disolvía para sel strstitrrirl<r
como en Arnéric¿r, sejuzgó que este principio constitucional sancio- por Lura úrnica nación que abarczrba dos continelltes \¡ que l-r¿rbría clc
naba la creación de-juntzrs gue eran de carácter rnás o meltos populis- estar basada en la igualdad de representación en la asarlble¿r nacioll¿rl
ta v pretenclían ejercer la autoridad en nombre del depuesto Fernan- v en la igualclad de derechos.
clo \rIL En este pllnto, la teoría constitucionalista tradicion¿rl confluía
Pero una gran discrepancia entre teoría v práctica iba a producir'-
con el concepto revolucionario de soberanía popular para quedar se. A pesar de sus buenas razones a f-avor cle los principios liberales.
sunrersida en é1. A nledida que las tropas francesas ocupaban prácti- los diputados españoles a las Cortes, doncle eran aplzrstante nrayoría,
canlente t<lda España, el mundo hispeinico se üo atr:rpado en un gran eran en rnuchos aspectos herecleros de las ideas borbónicas cle una
debate, sirnilar al clesataclo elt Francia por el estallido de la revolución, nación urritaria más que de una rnonarquía pltrralista y, pese a srr alti-
acerca cle la úrltima firente de autoriclad, los elernentos constitutivos rionante retódca sobre la igualclad, continuaban pensando en térmi-
clel car'ácter de nación 1'el derecho de representaciónlrj. nos de subordinación provincial2E. f)escle el principio exhibieron un¿r
Con los liberales en auge, IaJunta Central corlvocó Cortes en Cá- arrogancia hacia América que había de alienar a qnienes querí:ln
cliz en 1Bl0 para concebir Lllta lllreva constitución. El primer acto de atraer. Esparia tenía una población cle rrnos diez millones cle habitar-r-
la nueva asamblea legislativa fue proclantar-el principio revoluciona- tes, frente a los quince o dieciséis rniliones de la América espariola:!',
rio de la soberanía de la nación. La Clonstitución cuyo esbozo em- v el comprensible temor de los diputados peninsulares de verse des-
prendielon las Clortes de Cácliz pretendía consasrar en Esparia y sus borclados por los americanos les llevó a manipulaciones electorales
posesiones de ultr¿rrnar los ideales liberales encarnados en las revo- cliseñadas para reducir el peso cle la representación arnericana. Por
luciones estadorrnidense v francesa, evitando los extlernos clel repu- más que la nación esparlola fuera definicla en la Constitución coluo
blicanismo al estilo fi'ancés para transfbrmzrr España en ulta, mollar-
"la reunión cle todos los españoles de ambos hemisf-er ie5¡ -¡¡¿
619-
quía constitucional segúrn el modelo británico. Tras un siglo de
gobierno borbóllico autoritario, el mundo hispánico se embarcaba
2i It¿u¡n.slituririn ileOúdi¿(18t2), ecl. Antorrit¡F-clnrinriezGalcía, Maclritl, (lasta-
lia, 20{)2, p. 89.
9s Véase F. X. Guen'¿r, .,El ocaso cle la rnonarquía hispár-rica: revotución v desinte-
rrr Antor-ri() Annino v Frangois-Xzrvier Citrer-r'a (ecls.), In7)?t?te,nrl,r¡ kt n(r( ión. Iberut-
gración", en Arrnin<r v Cluerl'a (eds.l , Inuentr¿nd.o ln rurción,1>. 129-
ftntt;titrt. ,s¿g/o,\¡Y, NIclxic<-r, Fotrclo cle Chltul'a Econíruric¿r, 2003, p. 1:]4. 2!' Elliott, Enpi res. p.'379 [ I mperio.r, p. 551 ].

2 litt 2¡lf)
linir i,)rr rlu('('n solo.r r r ioll,rs, snr, l;tnrlricrr
T rcsrrlt;rrl,, ('r:r l)rcrlcr ilrlr'. l.;r tt'sislcttr i:t sc clttlt¡tcr io, t'l < oltli-
l)r lrtr t¡rio:rl¡:rtr ;rl):r rrr) ;t l',1
irr<lir¡s,rn(':ilizos,(:rsl:rs¡r:ttrl:ts\ n('ltroslilrcs .lr¡stlcrctlrosrlr'¡llcrlr rrcnlr':i('suur('rqiocrrlur;rgrrt'rr:rr'ivil t'ttttt'tt'ltt'l<l<'svlt'¿tlistasvlli
cirttlrt<lltltírt<lt'a<¡rrcllos(()n:ls(('n(l('n(i:rlrlrir;ur:rs('lrrcronrcrlrrcit'u- sir¡rricr':r cl rt'lor rro lrls^()l)i('r'lr() r'ollslilttt'iotutl c<ltr la r-evolución libe-
do a rneclicla quc s('<lt's:u'l'ollirlrlr ('l (l()( lun('nl()ri). St'r'onllrlxr ('()r) (lu(' r:rl r1<' lli?0 loglri s:rlr':rl l¿r sitrr¿rci<'lt. En l[]21 las Cortes españolas,
el efecto de este proccs() s('r-íir l)rrxl(rcil'una ¡xrr i<ll<l rt'lrrtivir ('nlr'('l:ls vrrt'ltirs a ('()r)\'()c¿u, tl'atal'()n dc resucitar una proplresta presentada
rePresentaciones penillsular y ¿ul)ericanir cn l()s lirlrrrr¡s cll('r.lcntr'()s r ¡r'isi n:rlrrrrf rlte cll l 7ti3 por el conde de Arancla a favor de la división
de las Cortes, aunqtre nadie tenía trn¿r icl<'a cl¿u'a rk:l tarn¿ul<¡ cle l¿rs tlt'l irn¡rerio irtlántico español elt tles reinos separados, cacla ttno de
poblaciones implicadas. cllr¡s e'obel'nado pol'un príncipe de la casa real. Igual que tuta pro-
Etr seneral, los cliputados peninslllares n'lostl'¿lron poco conoci- ¡rrrt'st:r b¿rst¿rnte parecida que hizo lord Shelburlte para la América
rniento de la América española y escasa comprensión hacia sus legíti- lrit¿inica en 1782, llegaba demasiado tarde:t2. Un territorio americano
rnas dernandas 1,, como había sucedido con la Arnér'ica britárica co- I ras otl'o había proclatnado ya su ir-rdepencleucia o estaba a punto de

lonial, la discrirninación econórnica en particular siguió siendo lracerlo. Los reinos más autiguos y sóliclamente establecidos, Nueva
motivo de queja por el lado americano. Los rnercaderes de Cádiz, que l)sparia y Perúr, estuvieron entre los írltimos en marchar: México se
ejercían una poclerosa influencia sobre las Cortes, estaban decididos rleclarír independiente en l82l y Perúr en 1824. Para Hispanoamérica,
a Inantener su posición dorninante en la organización del comercio la edad del imperio se había acabado y la edacl de la construcción del
transatlántico, Llna deter-minación que signifi caba una subordinación estado y la nación estaba a pturto de comenzar. Mieutras que las colo-
continu¿rda de los territorios arnericanos al control econórnico de la nias rebeldes de la Arnérica británica habían consegttido, pese a las
rnetrópoli. clificultades, levantar un estado nacional sobre las rttinas irnperiales,
A pesar de todos sus def'ectos, la nueva Constitución de lB12 fue el imperio de la América española se fragmentó en diecisiete estados
ampliarnente aclamada en much¿rs partes de la América española, diferentes. En todos ellos la creación de las institttciones propias de
que experilnentaba ahora la novedad de elecciones a escala nasiva trn estado v el desarrollo de un seutimieuto de iclentidad uacional se
para las nuevas instituciones creaclas por ella y para los a1'untarnien- revelaron incluso más problemáticas de lo qtre habían siclo en las
tos que habían siclo previarnente corporaciones más o menos cerra- antiguas colonias británicas. ;Pot- qué hubo cle ser así?
das:i1. Sin ernbargo, por el tiempo en que este extraorclinario experi- Si comparamos las travectorias divergentes que siguieron a la in-
lnento liberal se des¿rrrollaba, el desencanto hacia las deliberaciones dependencia en las Américas británica y española, ttna primera y
de las Cortes ya había incrernentaclo el núrmero de hispanoamerica- obvia inclicación sobre stts experiencias contradictorias es la enorme
nos que se inclinaban por seguir el ejemplo norteamericano de inde- diferencia en la envelgadura entre ambos imperios en el momento
pendencia en vez del discurso de la unidacl e isualdad dentro de una de su disolución. La superficie clel irnperio español de las Indias era
sola nación española. La monarquía restaurada de Fernando VII corn- cle unos trece rnillones cle kilómetros cttadrados, en contraste con
pletó la labor que las Cortes cle Cládiz habían comenzado sin proponér- los 824.000 cle las colonias continentales británicas:]n. LIlta \¡ez supri-
selo. El regreso del Deseaclo fue seguido por su disolución de las Cortes rniclo el control de la metrópoli, no había ningttua posibilidad de
en primavera cle l8l4y la restauración del absolutismo borbónico. En mantener íntegra esta inrnensa área corno una sola unidacl. Ello, na-
una tentativa de recobrar sll irnperio arnericano y volver ¿r llenar las turalmente, no eliminó las aspiraciones de ttuidad, por no decir de
vacías arcas del tesoro, Fernando se lanzó a sofocar los movimientos de pleno imperio, sobre al rnenos vzrstas regiones. Simón Bolívar, con su
ernancipación que habían brotado por todo el continente. proyecto de una Gr-an Colornbia que se exteucliera de Veuezuela a Chi-

:ttt lbir!., p. 385 :t2 Sobre l:r pr-opuestir <lt. las (k¡rtes cle 1821, r'éase Antonio Annino, .Soberanías
[p. 5l'rs].
:1r
.fairrre E. Rodrí¡¡rrt'z (\.,'t'ltr ltrtl(mtrlcnre ol Spnnish ,-lmetit'a, Carnbridge, Canr- err lrrclra", err Annir.r<¡ r' ( )ue lla (erls.), Inuentando Ia. natión, p. 218; sobr-e las propues-
briclee Llnivelsin'Press. l'l)1)8 l1.a irtrlln,ndencia de h Amórira española, tracl. Miguel tas de A-r-ar-rda v Shell¡turr<'. Llliott. linltire.s, p. 367 flntpcrios, pp. 535-5361 .
Abelardr¡ (larn¿rcho, Nlrlxir r¡, l.irrr<lo <lt'(ltrltura Econórnica,2005], pp. 9+103. :r:i Elliott, l)mfires, :t:3 I lnlx'rio.s. p.4851.
¡r. I

2f )o '2{)l
lr', irrlcnlr'('n \':ur() nr:url('rrcr liti:rrl;rst'rr r¡tr;r urrir¡rrlcrlcr:rll)('rln:u¡('n
t ¡rctrrlcrrt r;r. l,,slr' l);rlr r()lrsrrro lor;rl v rcgiotr:tl :rrlr¡rrir ir lt nttctos v t¡tis
l('('\l('nslrs rurirl:trlcs tcrl ilot i:rlcs (llr('\;r sc t'sl:tlr:ttt rlisr¡lt'it'rrrlo t'tt rir os r¡r:rtir cs crr llrs rlcr lrrllrs irri< illcs rlt'l siulo xtx, a ltl('(li(lll <¡trt: fite-
(:sta(l()s irr<lt:¡rt'rr<licnl('s. l',lr cl virrcirr:rto rlc Nr¡r'r':r l,,s¡xrrr:r sr' ¡rr ocllr- rr¡rr :rlrllrzlr<llrs t on ('nlllsiasnro t'n Anttil'ica las icle¿ts ellropeas de ua-
rnóen 1tJ21tur itnpct'io llitjo rrtt ('x ('()nlur(l:url('l'('llisllt, r\grrslín <lt' r ionali<lirtl, rrt¿rvi:rrllrs ('()r) l()s atuenclos de mocla del romanticismo.
Iturbide, pero dos anos dcsptrí's sc rlt's¡rl<¡nr<i; ltrt: sustilui(l() l)()r'ulla t,:rs lcrrsi<lnes cntl'e las clif'erentes patrias fuelon exacerbadas por
repirblica federal mexicana, cle la cual sc (lcsgaj(') r\rrre ric¿t (lt:ntrirl l:rs inccl'lirlunrbres sobre los límites exactos de las antiguas unidades
para crear las Provincias Unidas clel Clerrtrcl clc Anltir-ica, lrnzr ur)i(in tt'r'r'itoriales esparlolas, Lln prolllen)a agravado por la reciente reorde-
que más tarde se divicliría en cinco naciones indc¡rerrdientcs:tt. De rrlr<'i<in adrninistrativa de los riltimos Borbones que hal)ía creado nue-
manera parecida, Buenos Aires, la capital del antig^tro virreinato de r':rs ¿ireas de ctisputa. Además, en una civilización en esencia urbana
La Plata v de la nueva repirblica de Argentina, no consiguió retener ('()nro la cle la América española, las ciudades de provincia instiutiva-
Paraguay', Unrgnav ni Bolivia'r5. En la América española, pues, los in- nrcnte se lnolestaban por el predominio de las capitales como I\{éxico
tentos de trnión federal a gran escala, según el moclelo de Estados v Btrenos Aires y se oponían a sus pretensiones de ser portavoces de
Unidos, se re\.elaron en gran parte del continente insuficientes para l¿r nación en su conjunto. El colapso de la autoridad sobre gran parte

impedir ul)a fiagmentación en unidades políticas menores3';. rlel imperio dio a esas villas y ciudades un grado de atttonomía siu
Aunque parte de la explicación de la tendencia congénita a la es- plecedente, al crral estuvieron poco dispuestas a renttnciar cuando
cisión del antiguo imperio americano de España reside en slr nlera cornenzó el proceso de construcción clel estado.
nragnitud, otra parte también se halla en la organización y el carácter Por añadiclura, la mera duración y ferocidad de las hostilidades
del difunto irnperio. Después de tres siglos cle gobierno irnperial, las entre patriotas y realistas en comparación con la Cuerra de ltrdepen-
clivisiones territol'iales introducidas por los esparloles se habían con- clencia estadorrnidense fhvoreció la aparición de caudillos c()n slrs
solidado e intensas lealtacles locales se habían desarrollaclo. Estas leal- fuertes bases regionales propias v extensas redes cle clientela:r8. LIna
tades tenclían a centl-arse en primer lugar en villas y ciudades indivi vez clerrotados los españoles, los frágiles estaclos nacidos cle las rlrinas
dtnles, pero irradiaban más allá, atrnque con intensidad decreciente, clel imperio restrltaban clemasiado propensos a caer a merced de catr-
hacia los límites exteriores de las regiones administrativas. judiciales dillos locales o regionales con veleidades de dirigentes nacionales. La
y fiscales a las que pertenecí;rn:ri. El consiguiente sentimiento de patria conseclrencia inevitable fire la militarización de la política,v la consi-
en lo que había llegado a ser Lrna multiplicidad de patrias parece ha- guiente debilitación de las nacierltes instituciones de los estados re-
ber estado más hondamente arraigado en laAmérica española de lo cién independizados. En tales circunstancias, un cauclillo victorioso
que había estado en las colonias blitánicas en el mornento de la inde- poclía presentarse a sí mismo como la úrnica persona cap^z de restatt-
rar el orden e inducir a sociedades atomizadas a aslutinarse en torn()
a un cierto sentido de nacionalidad. Los caudillos habían demostrado
:|+ R<¡ilrísuez, InrLependcnre ol .\puttislt ,inmiru, p. 210;Joldana f)nr, Ín¡nt Sotmtign
su valor como héroes en el enfientamiento contra España. Ahora, a
l'ilkrgvs to )t'ational .\tates: ()ity', .\lult ttntl litl¿tntion in (i'ntntt ,|n¿erirn, 1759-18J2 Albrr-
meclicla que los nlrevos estados entraban en conflicto con sus vecinos
qucrquc (Nuevo l\4éxico), f Inir'<'r'silv r¡l Nt'rv Mexico Press, 2006.
:r5
.felenl'Adelman, .\otu,tt'igttll' tuttl llnnlution i.n thr llnrian ¡lt/nntir, Plinceton a callsa de las fronteras y la clistribución del legado fiscal español:rlr,
(NrrevaJelser,), Princetorr I r r ivt'r'si tv l'r t ss, 2(i(Xj, p¡r. 2tJl-263.
I
dirigieron los sentimientos nacionalistas getrerados durante las luchas
:i(iArrthonl'Pagclen, lttnlsol .lll lht'lli¡tld:ldeologiesoJl:nfriltitt.\pnin, lJtitai¡tr¿nd
por la emancipación cle España contra enemigos más cercan()s.
I'¡anc¿, r.1500+.1!100, Ncl lllrrcrr ((:')nu('( ti('llt) r' Lonclres, Yalc Llnivelsitv Press,
l9!)5 [,tziiorzr d,e todlt el tnttntlt'. Irln,ltryíttt rlt'l ittrltctio en I)sltaña, Inglrr.terra y F¡tntia en los
srglrrs tti. \t7i,) .yl7//, trirrl. \4. l)olors ( i:rll:rll l¡4lesias. B¿rrcclorr¿r. Península, i9()7],
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.

'2:l'2 2{t:i
l.os nltr icr¡lcs l',sl:rrlos I ltrirlos l:r¡r¡lricrr lr:rl¡¡:rn srrlrirlo scrr;rs rlis
T r¡rtc l:rrnlrr<'rr sititt¡ltr.rl¡.r, .rl llrcn,rs ll:rsl:t r¡rrc los tlllrtt,rs Iiotlroltcs
l)ttllts s()l)l'('lits lttllietuts lror¡l<'t'rts r olonilrlt's, l)('r () su ('r.ilt u( lrrur lcrlt' ( l(':uolr llrsrrrrcr':rsurrirl:rrlcs:rrltnirtislltlivlts<lt'lltsit¡lcrtrlr'tt<'iits.t¡ttt'
ral, col) sll tclrclertcia irrr¡rlít'itir ir lirvolt't't'l'r'l t'orrr¡rronlis() ('n l:r n's<¡ n(, ('\rsIr1l nnreun ( u('rl)o rttlt'l'nlt'<lio t'll c'l eqtrivalcrttt'<lt'l rrivel pro-
Iución de conflictos, contribu),ó ¿r s()lvcnt:lt-talcis c()l)t('l)('i()sos sin t.l virrcilrl ¡llrlrr crrlrrir cl cs¡lrci<l clltr-e los ?rvrurtamientos v lits institucio-
reclrrso a la guerra fratricida. Al ntismo tiernpo, los te nrol'c's a los r rcs r l<'l gr¡lrit't'rlo l't'¿ll
I".

trastor-nos sociales y a la caída en la anarqnía, desenczrclerrarlos ¡-rr-rr' No t's sor'¡rr-r'rttlt'nt(', l)()l'tiulto, que las ciudacles v los gobiernos
acontecimientos como la rebelión de Shay en 1786, convencieru¡n a rrrrrrri<'i¡xrl<'s tl-irlirr¿ln <k' sarlvar el vacío con reivindicaciones de atrto-
las élites de los estados de la necesidad de dejar a un lado sts clil'eren- ri<l:rrl soblc cxtcnsas ¿il'eas de territorio. Al obrar así, entraron en
cias y apoyar la idea de un gobierno central lo suficientelnerlte firerte irrt'r'ilublc conflicto con otr-as ciuclades iguahnente determinadas a
para mantener la paz. Como se ha mencionado, las probabilidades t'stirlllccer-srrs propizrs pretensiot-tes. La existencia cle asambleas re-
de estabilidad se vieron incrernentadas además por la circunstancia ¡rrt'sent:rtivas a lrivel ploviucial cllrrante el perioclo colonial podría
de que la relativa brevedad de la Guerra de Independencia estado- lr¿rlrt'r contribtticlo a tnediar en tales disputas internas v tarnbién ha-
unidense originó menores posibilidades qlre en las colonias espario- lr'íir estimulado la práctica de bttscar el consenso. Estr¡ a stl vez habría
las, donde imperaba tradicionalmente el patronazgo y la clientela, f ircilitaclo más tarde el logro de actterdos a nivel nacional e iucluso
parala apariciór-r de caudillos con partidarios locales firertemente rcqional. Dadas las circturstancias, cada ciudad actttaba Por ctleltta
organizados. Todavía más importante quizás, la militarización de la ¡rropia, resistiendo tanto a las demand¿rs cle las poblaciones t-ir'¿rlcs
sociedad civil no se veía fávorecida pol la traclición de republicanismo colno a los intentos de los débiles gobiernos cerltrales para csl:tl)l('('('r'
clásico qlre se había incnlcado en las élites coloniales nortearnerica- lir soberanía nacional sobre el territorio elt stl coniunltl. [,it lttt'ltlt
nas. Corno demostró a las claras su rotunclo rechazo de la conspira- entre ciuclades y villas eu disputa por lel preemineucia rlegetrt't-itlxt
ción de Newburgh, en la qne oficiales desafectos del Ejército Conti- clemasiado a meuudo en una €perra ciül que atneuazaba a los fliigiles
lrental sc clirieieron a él pala tratar de asegurarse slr apoyo de cara a estados con la disolución, aultque en algunas regiones la inclepen-
rrrr ¡rosiblc uolpc de estado, George Washington era la personificación clencia municipal poclía fhcilitar', clel mismo modo que obstaculizar,
rkr lrr viltrrrl lepublicana. Incluso si hubiera tenido tal inclinación,la la tarea cle fbrmación del estado. En Arnérica Central, por ejemplo,
lrn'aiuacla clesconfianza a los ejércitos pennanentes en el mundo an- el vacío creado por el colapso de las institttcioncs de gobiemo virrei-
sloamericano le habría hecho clifícil, por no clecir intposible, tomar nal dejó a las municipalidacles mellores etr bttsc¿r cle tur árbitro que
el carnino que más tarde seguirían un Bolívar o un Iturbide. mediara en slrs disptrtas intcrnas v externas, cle moclo que se dirigie-
Pero el patriotismo con tendencia congénita a la escisión y la mi- ron por instiuto a los nuevos gobiernos estatales pal'¿r qtle astttnierat-t
litarización de la sociedad no eran los úuricos problernas que compli- el papel que arltes habían desernpeñado los agentes dc'llt cc¡rorrarr.
caban el nacimiento de los llLlevos estados hispanoartrericanos. La Con harta frecuencia, sin embargo, el resultado del conllicto etttt'e la
Constitución de 1 BI 2 llevó instituciones representatir¡as a la América hondamente arraigada soberauía mtrnicipal y una soberanía naci<lu:rl
española, pero éstas llegaron demasiado tarde. Al contrario que en la que los gobiernos centrales se revelabatt iucapaces de imponer er¿l
América colonial británica, las posibilidades de participación en el una especie de fedelalismo por defecto.
proceso político, incluso para la élite criolla, eran muy limitadas y'a Finalmente, el proceso de construcción clel estaclo fue obst¿rculi-
fin de cuentas se reducían en gran parte a negociar y regatear con las zado en el antiguo imperio español por la estructul'a social I étnica
autoridades reales, una práctica a la que ésta se aficionó. Mientras que cle las sociedades que acabzrbau de alcauzar la indepenclencia. Las
cada colonia británica había teniclo su propia asamblea represenrati- posesiones de ttltratnar españolas, como lzr propia Esparia, erau socie:-
va, la corona española se había opuesto descle el principio a la trans-
fereucia de Cortes o asambleas representativas aAnrérica. Su ausencia
+o Gtrerra, ,.El ocaso (le la rrror-rarQrtía',, elr Anuitro v Citrel'r'zr (ecls.). Inu(nt(t,nrl,rt lrt
no sólo privaba a la élite y amplios sectores de la población de opor-
tuniclades de ganar experiencia en las artes del autogobierno, sino nftción,p. 19'+.
ll \/éase Dvnl , ,\otrcreign l'illag,s lo l¡lutionftl Slat¿.r, c:¿rp. u.

'2!)1 '29i-)
tl.rrl|sl('l:il(¡tri(.rfi\'(()rl)or,rrir,:rsr:'. 1)ulrr¡rcr.l
¡rr.rir¡rl,rr.l,r¡i:rl,l:rs
oltg;tt t¡ttl:ts r ¡ it¡ll¡ts l¡lrl¡utn irl)r ()v('( lr:rrlo l;rs rlcl¡ilirl;¡rlr.s
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It¡ttrl:rttrcrrl,rl lrrrr':r rlivisr¡r
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i:r ('ntrt'lrllntr ()s v n('{l.tr¡s. Illrlrílr Ittlis o¡-lrlr'-
Y sll ('lol¡ir'it f:rlt:r tlt'fir¡t<lr¡s
l)ru'¿l ('()lls()li<lrtrsrr <krnrilri<¡ sr¡<.ilrl \,(,(.(F trrrrirll<k's <[t'tlxilo t'rr llrs <'rrli<l:rtlt's ¡rolítit'as ¡ll:is irntiguas del]tro del
Ir<ilnit'o, ltl t'tral llo csttlviclott clis¡lrcst¿r$ a r'(:r)unt.i¿tr-<.rr¿r¡<11¡
llcgti l¿r irrr¡lt'r'io t's¡xrirol, ('()nl() Nlt-:ricr¡. Pct'ti v (lhile, que ('n l¿rs nuevas tttti-
elll¿lllcil)ll( i<irl. A pesal'clc qttt: httbo rlt: hc<:h¡r rula nrovilitl¿rrl
social r lrr<lcs irtlrr¡iuistrirlir,¿rs crt'¿rcl¿rs elr cl siglo xvtlt, como ios vin-e inatos de
conside.able durante el peri.clo c'lo'ial,
1'<ler qtre clescle l's prj'rer.os \rrt:r'¿r (il-iurarlav Rí<l rlc la I'iat¿-t, qrre habían clispuesto dc menos
tienrpos cle la colonizaciónse había iniciaclo ,,r, p.o..r.,
cle'restizaje ticrnpo para <lesalr-oll¿rr cierto senticlo de iclenticlacl colectiva. C]on
entre gentes de ascelrdencia europea, indígena y afiicana,
las clivisio_ torl<¡, la <livc'rsiriacl étnica, la firerza prolonuada de las corporaciones
sociales h.bíarr tendido a e.clurecerse con el tiempo
'es siguie'do t r-atlicionilles v clc' lt-¡s r'ínct¡los entre los pocle rosos y su clientela, la
pautas raciales.
srrpremacía cle las citrd¿rdes y la debiliclacl de las ir-rstituciones políticas
Dura.te los ¿rñ.s de clomi.io españ.I, la Iglesia y ra corona
había' tras la eliurillación clel ¡¡^obierno real ftreron fhctores qrre en srr con-
procurarl, integrar, co'cierto éxito, toclos los diver-sos elementos
la sociecla<l b{o strs amplios mantos, pero er corapso
de ir-rnto hicir:r'on la consillrccií¡n del estado y la n¿rción una tarea aún
clel gobier'o real nriís arrlrra rle lo qtre había resultaclo en Est¿rdos Liniclos. l,a inestabi-
hizo aflorar viejas tensiones sociales-y étnicas v
frivó a las comunicla_ iirtacl era cr-ónica cn krs prirneros arios de las nuevas repúbliczrs inrle-
des i'díscras d.e s' protecto. rrur.,.ul contra la depredació'
cle sus ¡rt:nclietrtes. Clonro c¡bserrró.lcllur Qtrinc,v Adams: ..Sus g,-ol;ierllos s()n
tie''as. Al rnislno tiernpo, g^lpo .acial dejó ie se'tir l.s r"ien_
tos de carnbio que soplaban 'i'sún
por t.cio el rrernisf-eiio, ros cuales rraían
c'ollro sr¡mbras chinesc-as; aparecen en el escenario Y se desvarreccn c()ln()
lrrs irrrágerres cle lt;s clesceuclierrrtes clel Banquo en Mud¡cth"tl.
consle'o nLle\¡as ideas cle nacionalidad t'cler.echos de
representación. Las nuevas repLilllicns, aúur inest¿rbles políticarnente v ernpollrr'<'i-
Los experimentos colrstitrrcionales cle ra década
postericrr a rg0B, cltre rlas por guerras intestinas, se vieron ¿rdctnás obligacl¿rs a f rrncionur cn
llegaba'in'lediatarnente crespués de las reformas borbó'icas,
pro- tur clirnar econíunico nttrcllr¡ nrenos bcnigno del qtre habían tenirkr
drliero. profu'clas transfbrmaci'nes en todos los'i'eles cle la socie_
los Estados Unidos r:tr¿rnclo avanzaron en el carnino par?r llegar a ser
dad. El a'riguo sistema bi'ario con separación entre
"reptiblica de una nación. Es cierto (lue se vieron aligeradas cle las cargas fiscales
los espair.lcs" y de ros indios, había
"república se desplomado cle he- clue inrplic¿rba costeztr la metrópclli, ¿rsí corno de las restricciones co-
ch.. Las .'evas leves electorales ampriaron lzrrgame'te el c.erpo
rnerciales inrpuestas por el monopolio irnperial. A estos beneficios,
político v cri<¡llos, rnestizr,rs, i'dios y pardos comp'etía'ahora
por Ll' no obstante, hat'qrre contraponer la clisoltrción cle l¿r extensa trnión
I.gar e' los sobiernos de las mu'iiipaliclades q,r" ,. acababan
cre rnonetaria v aduaner¿r que en otr() tienlpo había sido el impcrio ame-
tr'ificar, los ayu'tamientos constitucionales. Los recién emancipaclos,
ricano de Esparia 1'las dificult:rcles para encolltlar strs propios huecos
con derecho al'oto, no tardaron en aprender el n.e\¡o
discurso de en el rnelcado de una econ()rníir global crrvas mejores posiciones es-
los derechos inclividuales y la soberaníi popular.
En IVIéxico los indí_ t¿rlr¿rn ocupadas p<ll los bl it:inicos, con Llnos mercaderes nortearneri-
geras' que co.stituía'el treinta por ciento de toda la
población, re_ canos cacla vez más segrrros cle sí n.rismt-¡s pisándoles los talonesr¡.
currieron a las doctrinas constitucionales para crefender sus
'.e'as No existe trna ley histórica de evoluci<in del irnpcrio ¿rl est¿rdo-na-
trerras y strs derechos, q,e describían como inherá'tes a Llna nació' ción que ofrczc¿r la inevitabiliclad que se dabzr por supuesfa en l¿rs
lnexlcalla q'e se remontaba a tiempos anteriores a la
conquistalrr. explicaciones corrientes en los siglos xIX v xx, en que se consicleraba
En tales circunstancias, runca iba a ser fácil moldear estaclos
y
nacio'es co' cohesión a pa.tir de entidades con tanta di'ersidacl
ét-
rr
(iitarl<r err Lt'wis. I'!tc.|n¿eritttn Iinion a¡¿d !he I'¡t¡l¡knt ol Neighbouthtnd, p. 162.

Par-a unil lc(ientc risirin <lc t'orrjrrrrto solrlr'l;rs c[ifi'r'<'ntt's cr¿rlu¿rcir¡nes clc lirs
l? .Jo_!reel cor¡rorati'isrno e.N.e'a
consecrrt'ncias t'< orrrinlit lrs tL' ltt t rntrrr i¡ra<'iiin ¡raia l:rs naciones <lc l{is¡rlLnoirrnéric:r,
... España, r,éase An'ick Lernpér.i<-:re, ,ü.n fre r'éaseel ca¡r. lii.ac¿lrg()<lel.canch'oPlarkrsrlel:rllsc<¡srrra,clc'l-he(,rr.rnbirLgeI)onotnir
l)ieu et lt.'IIti, la Rtpuh.rique. IVlexico, xvr*NXesiicte.s, parís, Les Belles-Letires, 2004.
" ¡\ntonl(r Ann¡no, ..ptreblos, liber-¿rlisrnr¡ l.nacií¡n en México,, Hi.story ol'Lrúin ,\tn¿rira,v<tl. l, crl. \'i<'tor' lJrrhnt'r.:fh<¡nurs, f ohr r H. ( k)atsrv()rth v Rol;ertr¡
(ltrelra. I nuen tn n d t¡ la ¡t u r ión. pp. 4 I 4.42 t. en An'i'o (l¡r'ttis Oouclc, Oanrlrliclgc, ()arnblidgc Lluivelsitr I'r'ess, Z(X)(i. \'éase tarnbién Aclel-
' rrtzrr r,,loi,rrzlE t t I \ u. n d Rnu ¡ I u I i on, ¡rp. li-t9- Í]55.

'29(; '297
cl csl;trlo rt:rr ir)n ( onlo l:r r ttlntin;t, i,rtt l,)l,i(;r (lc t¡til:urosrlt'llisloti:t T Irsnt,r t r.l lr.rr l,,lr.rlisln,, l'ol rlcst,,t:tr t,t.lttc llll( \lrt titltt'tllt' ttt;tlr¡qllt-
('ur ol)('lr". l ,o r¡rrc sc olrst'r \':r ('n ('l nnur(lo or r irlt'nl:rl :r f irr:rlt's rlc sigl<l rlo¡ror l:rrrri,,¡rt:t.t'l cgr)lslll()\ l:r¡rolrtirltl(':l((ir¡ttlttilt<lt'l:ttttottitt<¡tttlt
\\'ttt \,¡lrirrt'i¡rios <lt'l xtx t's nrtis lrit'rr rul l)r'()('('so rk'r.t't'orrf igrrlat'i<irr t('s[lrunrrltr. l)tttt,t'l lit'rrt¡lostrfit it'lltt',sitt t'ltllxtl'g(). ¡)itl'Aasegttl'aIqlre
¡-rolíticir ir cs('ala nrirsi\'r,:r ur('(li(l:l (lu('\'i('i()s irrr¡rt'r'ios sc atlu¡rlabitrr ir cl lillt'r:rlisrtto lttt'it'tit tltl ltt{¿'ltt'.itrltto itl trat'ionirlist¡11¡ cl} l:r Hisp:rno-
desafíos desconocirlos clr t'l ¡xrs:r<kr, nut'ían nu(:\'()s inrlrcrios y sc col'ls- lrr uril'iclt i rt<lt'¡rt'trtlit'l I lt' tlt'l sigltl xlX'
Er¿l
truían o reconstrlrían con ckrlol cst¿r(l()s ir partir clc nrinas irnperiales. l,lstil ;\lní.r icir ('l':r, r'si¡¡uiti sietrclo, tttr¿r Aurél'ica Vttltret'able'
c<lrr el Fe-
;Estaba la respuesta erl la cr-ezl('i(irl de estaclos-n¿r(:ión, de unidades r.rrllrt,r'lrlrlt' ¡ror-el h..h., clc rltre el liber¿rlisrno, ¿rl :llitre¿rrse
compuestas más extensas o, corno en el caso de los Estados Unidos, tlt.r.:rlisrno, r:c,rltrjO las Opor-ttuliclacles para la cre:tcitit-l dc arttoriclades
2-t lils tttret'¿rs tttticl¿rdes
en una combinación de ambas moclalidades? En la rnedida en que la t t'n(l'alt's cotl fitt',t'z¿'t t;,,ficietrte ¡litt-ir irtlpotle fsc
cie la iclenticlad na-
creación de estados-nación par-ecía pl-esentar el úurico camino hacia tt.r.r.itor-i¿tles que poseí¿ur p()c() 0 niugútn senticlo
Y eIn
adelante tras haber fracasado los planes de Bolívar para Lrna confede- t.iolt¿rl V ertaltan clivicliclu^s por cOrrflictos st'¡ciales l'étuicosr;'
v tarnbién
ración a gran escala, la transiciirn del irnperio a un estado-nación vrrlnet'able a las frterzas rlel orclen econóulico itrtertr:rciou¿rl
Ir las presi<tnes que ernnnabalt cle lir ntrer'¿r 1' lloclerosa
uacióu:rngló-
viable se reveló rnás tensa y prolongada en los territorios de la Améri-
ca espariola que en los continentales de laAmérica briránica, aunqlle f ona que sur-3^íil en la n'ritad septelltfiolral
clel hemisf'erio.
incluso en éstos se necesitarían muchas décadas, y aun quizá una Iin ltr gtrerl-a enrfe Est¿rclos uniclos YMéxico cle l84Gl84B' éste
guerra civil, para que quedara establecido un sentido permanente de ¡lc,r.clió la rnitacl clc str
territori<¡:r lnltllos de:lqtré1. citrcttetrta anOs
nación. .l.rp,,é, Estaclos L.fniclr¡s, exhillicllclt) utl intel'\'ellcionislrlo cltcllt vt'z
Parte de la explicación, como he apuntado, reside en elementos rnás enérgiccl err l<ls astult()s hispatloirutericirtros,
rompiti las llostili- i

tert-itorios ¿unt'ri<'atlos
del legado imperial español. El momento y el contexto también fue- clacles .,rr-ti.o Espariir Y la cles¡roió cle strs írltiluos
con la <rc.,pación cle (lulta Y la totn¿t clc' ¡losesiótr cle Prte l'to
Rico t'
ron cruciales, no obstante, y plantean la cuestión de si la transformación
que t¿rr-
del irnperio arnericano de Esparia en diecisiete estados-nación inde- Filipinas. I-a guerrir cle 1u!)tl lesrtltti tl ¿rturliitic:¿t p:rla España,
de su
pendientes fue en sí nn proceso histórico predeterminado. En 1808, .lo.ír. sro,l paite clel ltlre\'o sig-l<l etl astttnir lzr ¡lé--r-clida clefirlitiva
cuando las tropas de Napoleón invadieron España, tan sólo una di- ir-,r1r.iio. Desp<ljacl<-, cle la cle strs p.sesi.t-tcs iurperiales
'r¿r'ol''artc
minuta minoría de americanos españoles pensaban en la emancipa- ell LulA época eu qtre stts rivales euroPeos est¿rb¿ltr cousolicl:ruclo o
clificttlta-
ción. En la América española, como en la británica, el sentido de aclqtririericlo stts pr-opios iutperios, el país pasó por-gri'rncles
Eutre tanto, los victol'iosos
nación sigLrió, más que precedió, a la obtención de la independcncia. .1., pnro l'einvcut¿u-s" a,rr',r,, estacl()-tl¿lciírn.
Por tradición la lealtad a la corona estaba muy arraigada entre los EstaclosLlniclosselzruzallansirlvergiiclfza'\'sitrsabel'lotoclar'íadel
toclo, :rl c¿tntino que les lleviu'ía cle est¿rclo-tr¿rciótr a itnpel'io
glollal'
súrbditos americanos del reyy de hecho se vio reforzada por el derro-
camiento de la monarquía borbónica.
Al intentar transformar España y su imperio americano en una sola
nación gobelnada por una rnonarquía constitucional, las Cortes de
Cádiz se embarcaron en un experimento constitucional con un po-
tencial inmenso, pero no re¿rlizado. Se trataba de un experimento
que al rnenos abría la posibiliclzrd de un camino para ir de un imperio
dirigido centralmerlte ¿l lu)a n¿rción de pueblos atlánticos represen-
tada por una sola asamble:r ¡rirr1:rmentaria. De est-e modo combinaba
dos de las más poclerosas t'ou'icntes ideológicas de la época, el libera-
tlel t's-
l7 pru.a t'r¿r eslintrlanlc <liscusitin soblc los ¡tloblettras tle la tt¡llstt'tttcitin
tacl<¡ err las l-rrrc'ils It.¡,.iblit'as il¡t'l'oittrlctit'allas' r'í'¿tsc Nligrrcl 'ingc'l Ocntcrt<>' IJlood'
+6 Véase, lnás re(-i('nl('nl('nl('..f t'r't'nu' Ac[elrnan, ..An ttntl Ddil: \\itt .,tl th¿,\,tttion-.\lutt,in Ltttin .lntr¡ittt, Lrniv'r-sity
PaIk (Pellsih'¿ttliir). PerlD-
Ag. of Irnperial Re'.,oltr-
tions",.lntericr¿n Hi.sto¡'it'ul lil't,it'tt'. I I:'i (200t1),pp. 31-c)-340. srlvani¿r Stzrlc LInivt'r'sitr l'n'ss'')(X)2'

2 f)fl 2f)f)
T

Et- MUNDO DE,L ARTE


CnpÍTULo XII
Er MnorrnnruñEo DE Er Gnnco:
EL ENCUENTRO DE CIVILITACIONES

Et *rrrr¿o mediterráneo del siglo xvl (el mundo de El Greco) era


un mundo donde tres civilizaciones convivían, se relacionabanycho-
caban: el occidente latino, el oriente ortodoxo griego y el Islam. Por
su condición de cretense, y por tanto súbdito de la república de Ve-
necia, Doménikos Theotokópoulos, conocido como El Greco (1541-
7614),pertenecía tanto a la cristiandad latina como a la oriental grie-
ga. Elysu generación pasaron lamayorparte de susvidas alasombra
del enfrentamiento entre la cristiandadyel Islam.
A más de un mes de navegación desde Veneciar, Creta (colonia
suya desde 1211) era en el siglo xvl una avanzada expuesta en un
Mediterráneo oriental dominado por el imperio otomano desde su
capital en Estambul. Los habitantes ortodoxos griegos, pertenecientes
al imperio bizantino hasta que la isla pasó a manos de los venecianos,
habían seguido mirando a Constantinopla como patria espiritual has-
ta que cayó en poder de los turcos enl4SS.Aferrados tenazmente a
su cultura griega frente al represivo régimen veneciano, los cretenses
organizaron insurrecciones periódicas contra él y resistieron sus in-
tentos de imponerles las medidas que en 1439 había acordado el Con-
cilio de Florencia paraacabar con el cisma entre las Iglesias de Romay
Constantinopla. Haciafinales del siglo xv, sin embargo,Iaamenaza
creciente de los turcos comenzaría a obligar aVenecia a replantear las
directrices de su política, incluida la religiosa, hacia una resentida
población colonial.

I El tiempo onormal' de navegación desde la capitat de la isla, Candía, era 33 días


en el siglo xn. Véase Fernand Braudel, Tlu Meditrranean and, the Med,itenaruan WorA in
the Age of Philip ll,2vob, trad. inglesa Sian Reynolds, Londres, Collins, 1972-1973 lEl
Med,itenáruo y el mundo m¿ditaninn m Ia época de Felipe II, 2 vols. , trad. Mario Monteforte
Toledo yWenceslao Roces, México, Fondo de Cultura Económica, 19761, I, p. 362.

303
Si lrit'lll,tsr.tttt¡)('\ttrr)\,t¡ttcttltlrivl;utrllrrrllrt,rr urrsrrclo¡rcrlrr. ? orlorlor:r gr icg:r. ¡rcr o lt,tr i.t rttt'rli:t<lr¡s rlcl sigl<¡ l'Vl llr ¡rolrlir ;t r t'liuir)-
ll()s(),:i('glllilll ()l¡(¡ltictttlrlsc it¡r¡rllrr lrlrlcilrcill('ll sils s( il(¡rr.s f t.ilrl;tlr.s s.r ur:is r t'kr jlrrlrr rlt'\t'rrt'r irr lurlrílr <lisi¡l:rtlo nrttclr¿ts <lt' l:ts vit'jas tcnsio-
\'('ll('( iillt()s, lrl lttt'l¡os ('tl lirs <'ittrl:ttlcs llr sr'¡l:tr':rciritr r¡lror:r l:ri:rrrlt. n('s ('nlr'('los t'trlt<ls gl'it'go )'r'()uriur(). litt cl trttcvo cliura tnás tolerante
elltl'e col()tliz¿tclol'es \'(:()l()lliz:l(l()s cst:rl)ir ('( )ln('r rzlln( k l ¡xrr rlaiin:u n(.u- rlt' <'ocxistt:nc:ia l't:lit:i()s¿r, krs c:reyentes de cada conf'esión visitaban a
te a clifuntiltztl'se. Lt¡s lnalril¡l()ni()s llli\l()s ('n l()(l()s los nivt'lt's <lt'lu rrrcnrr(lo l¿N iqlesi¿rs cle la t-¡tt'¿t, nrientras que ambas comunidades par-
sociedad habían acercado a ¿rnlbas ('ot.nru)i(ladcs v l¿r clasc rlir.igcrrtt' tit'i¡rirbirn en las incontables procesiones que animabau la vida en las
venecialra. que habíir ¿rcept¿.ido ¿r la ¿urti{¡u¿r noltlcza ct-etc'l}se elltt'(' t'lllt's rle (j:urclía y otras poblaciones de la isla, al celebrar su devoción
srrs {ilas, c()rtlenz¿lb¿l a ;rsinrilar la lene.tra, i¡rrirulrelrl¿rlil v t:ostuntlt¡'cs corrr¡rartida a la Virgen María y a san Francisco+.
glrefl¿rs. Otro puente cntre ambas religiones lo proporcionaba el icono
L¿r vicla urlt¿rtra lie¡ró a reflc'jar la nueva pros¡rericl:rcl clc. nna islzr c¡tre ¡roltritil. [,os talleres cretenses cle finales del siglo xv y principios
se bcneficiaba cada vez m¿is de str participacirln err el inrpelio comer-- <krl xvt prosperaban con el floreciente comercio de estas imágenes
ci¿ri v rrrarífinro en expansión clc \''elrecia, rl-¿tci¿rs a la erpoltación cle :iilgrad¿rs, destinadas tanto al rnercado interno como a la exportación
aceite cle oliva, sirl v pasas y a su conclición cie escala parir los barcos ir Venec:ia y al Mediterráneo oriental. Por entonces había surgido tlna
venecianos. Las fanrili:rs cretenses errviaban a strs hijos a estudial zr la t'sctrela cretense, bien diferenciada, de pintura de iconos, que prodll-
Universicl¿rcl cle Padua, en la Venecia continental, r'la vicla culttrral de c:í¿r obras de un carácter híbrido, eu las qtte las tradiciones bizantinas
la isla colnenzaba a responder a las hnsas r-(:na(:entistas que soplaban (fig. 5) se modificaban por influencias occidentales traídas a la isl¿r
clesde la metrópoli, las cuales, :l su \¡c.2, clebían nnrcho a los refugiados ¡ror pinturas y grabados \¡enecianos y artistas que regresaban a ella
grieuos que habían escapaclo hacia occiclerrte cles¡,ltrós de la caícla cle (fig. 6)0.Un evidente talento artístico permitió a Doménikos Theo
(lonstantinopia. Los eclif-rcic¡s v plazas al estik-¡ r'eneciano colnenzaban tokópoulos entrar como aprencliz en el taller de utr pintor de iconos
a cambiar la fisollomía de las viejas ciudacles bizantinas v sobre todo local y hacia 1563 ya erz. conocido públicarnente como un maestro ell
la de l:r capital cle la isla, Candía (la actual Iráklion). que hacia lin:rles el arte de pintar: iconos y tablas al teniple. En esta etapa de su carrera,
cle la edacl n'redi¿r había dadc¡ su nourbre a l¿r isl¿r en su totalidacl. Poco v para alguien con slrs ambiciones, uu traslado de la sociedad provin-
¿r p()co, a caballo elttre los siglos xv v xvt. cl rlriente srieco v el occi- ciana de Creta a la metrópoli cultural de Venecia ofrecía atracti\,os
dente latino se est¿rban alnalgam¿rnclo para crcal llrla cultura distin- irresistibles. Muchos cle sus compatriotas habían dado el mismo paso
tiva rréneto-cl'ef ense2. antes que é1, fascinados por las mayores oportunidades econótnicas
Fue en la cirrclacl cle (lanclía (así llarnacla por El Khanclak, la zanja v sociales que ofrecía la ciudad que se enorgullecía de ser la "reina
defensiva excavad¿r por lcls ár-abcs durante su ocupaciirn de ()reta ctel Adriátiso,, la capital de un gran imperio marítirno.
durante los sislos x v xI) donde eu l54l n¿rciír L)onrónikos'Iheotokó- Cuando El Greco se trasladó aVenecia en 1567, probablernente a
poulos, vástaco de trn¿l cle esas fallilias locitles que habían plosperaclo r rar'és de sus contactos familiares en la ciuclad, se encontró no sólo

zl conseclrencia de sus sen'icios al estaclo veneciano. Su .lll rc ilr¡A hcrencia rle abmmadora lrclleza visual v arquitectónica, sino
¡taclre, Geor-
gios Theotokópoulos, el'a urt recaudador de inr¡ttrestos colt intereses
nar'¿lles v comerciales, t' su helrnluro rnirvor \4anorrssos sequirízr al
principio los pasos cle srr progenitor,t. Se piensa que l:r fálr-rili¿r fire Itlrnl.il.¡'tuiil'!)tn:;fitn,trrlirlr Ir'ct'si<jtr csp:rñola, !.1 (hatt. Idtntid,nrl \ transfhnnatiónl,\Iir-
rl¡ icl. \[trscr.r T'hlsscn-Bor-nt'lr¡isz¿t, l99f), pp. {5--lli. Soblc las It¡t-ttrtr¿rs r :rdvt:t'sicl¿rtlcs
r[c srr lrcnllan<¡. r't1¿lsr,'Nikt,lar¡s N{. Paniuorakis. "N{an<¡uss<ls tl'rc Pirate. lir7l-1572",
en Nicos Harljirricolaou (ecl.). I)l O¡vro in llnh tnd Iltlian Art. Pnxeedittgs of the Itrterno.-
? Sol>t'. la socicclad v crtltrtr¿t clet(')lscs rlc t'rtt'¡rt'riorlo, r'riasc cn csl-rccial Dariri tionul Symposi.un. Ile|h)nnon, Orcte, 22-2'l Sept.cntber 1995, Rethvmr-ton: I-Iniversitt'ot
Flt¡lt<rrr (etl.). Lilt¡uttttv ttttl ,\ot it'l¡ itt linuissunn' ()-t l¿. (lunrbl'irlge, (l¿unbridge Uni- ()'cte. 1t)!)!). pp. t 7-21 .

versitvPless, llJQl. I
( :ln'\ssrin \I¿rl!('1()u, . en i{oltolt. [.ilentlure
:i A pesirl cle trabajos exltartstir,cls elr los r-rltinros años, se lr¿r crrcontr irrl() lnuv p()ca ftnd ,\or iet\'. pp. -ir3 )'{+
infolnratión sr>br-e l¿t f¿rnlilia cle El (irc<o o sus ¡;r'inrcros arlos. \'é'asc t:l artículo de '' \'é.ilse M:rli¿l Clr¡ustuntoucl¿rli.i-Kitlonlilicles, "(llctnn Paintirrg chtring the xl'
.f osé,\halez Lo¡ret'ir. "The
(lorrstnr<'ti<¡lr of a Pairircr: A []enttu t ol Searching f'or ancl ¿r¡rd \\'I Cerrturies', en l'.1 (]nto: Identitt't¡td -finnslb¡natiott llil ()¡vro. Identid.nd ) tratt,s-
Itrtet'pr-etiueF,l (lleco",¡r:tt'ar'l tat¿ílogr¡¡rt'¡ralacftrba-josrrcoorditración l:.1 ()vro: linnat iónl, pp. t{il-!}il.

Iro+ íio5
Figura 5. Angelos Akotantos, La Virgen Kardiolissa Figura 6. Atribuiclo a Nikolaos Tsafouris, Lavirgm "Matlre d¿ll,a, consolaztone"
(Museo Bizantino v Cristiano, Atenas). T san Ft'oncisco da Asú (Museo Bizantino y Cristiano, Atenas) '

también con la presencia de artistas vivos cuyo estilo estaba muy ale- res maestros en vida, Tiziano y Tintoretto, iban a tener una influencia
jado de los pintores de iconos cretenses, con sus figuras cuidadosa- transformadora sobre su obra6. Esos tres años de estancia en Venecia,
mente modeladas sobre brillantes trasfondos dorados. Durante sus tan fructíferos para el desarrollo personal de El Greco, fueron en
tres años en Venecia, donde parece haber trabajado y estudiado por
cuenta propia, asimiló gradualmente las lecciones que se podían
aprender de los artistas del Renacimiento veneciano sobre color, pers- 6 Fernarrdo Marías, Greco. Biogra.ph.ie d'un peintre extr&aagant, trad. francesa Marie-
Héléne Collinot, París, Adam Biro, 1997 [versión or-iginal, El (heco, biografía de un
pectiva y la técnica de pintura al óleo. En particular, dos de los mayo-
pinto'r extraaa.gtunr¿ Madrid, Nerea, I997l, pp- 62-73.

306 307
(;lllll)i() lrillil l:t t('l)ttl)li(:t l slr inrlx'r ir¡;r¡ros rlr.r ¡ lsis irrrrrirtr.lrlr., r.rr l;r ri:rtt:t¡r:rt;rscrittir unrunrlrocnlrclr¡srlos.Srrrcrrrlr;t¡t-l(),('n lir(il'rl:r
('rrirl s('lr('ill)¡u ílr llr¡n<lit'rrrlr¡ l:rl¡rlnrt'r¡lr.sr¡ l¡rrrrili:r t'n ( irt.tlr.
llol:t lttt(:r l)us()silir¡l l\'llrltlr. l',l l<'r'lrnllrnticlrlolirr:rl <k'l:rsr'<lio.ir('()n-
(lon rrnir ¡lolrl:r<'i<in rk. rrnos I?0.(xx) rr:rlritlrrrtcs;, l¡r iir¡<llrrl <lr.\t.-
tnnr;l( irin <lt'l:r llcult(ll <lt'llr r¡l¿rrirur t's¡ririrol:r, rlt:i<i clru'o qtre sólo la
uecia habí¿r adqtriliclo su I)r1)slx'r'irl¿r<lv lcvanll<l<¡ srr irrrpcr.io nrirr.íli- rrrorurrr¡rrílr lris¡xirrit'ir tt'lrí:r lir c;r¡tzrciclirrl y los recursos para proteeer
mo gracias a Lllla hábil explotaci<ill clt: srr
¡tosir.i<in gt:r¡ql.:if ir.a t.orn<¡ cl I\lt'<litt:r'r'iinco ccntr:tl contr¿r los ataques otomanos. Tras haber fra-
punto de encnentro y centl'o de intcrcambio errtl.c cl Or-iente gr.ieu<r t ;rslrrkr t:n Nlalta, los trrrcos, bajo su nue\/o sultán Selim II, habían de
y el occidente latinos. Ilabía sobrevivido tanto a la apertura por lls lrr rscar- larcle o telDprano vengaltza en otro lugar, r'las col<¡nias vene-
portugueses de una nueva rrta para el comercio de especias con Asi¿l r irr r urs cle (
ihipre v Creta eran los objetivos más obvios para una escua-
como a la sustitución del irnperio bizantino por el otomano. servía r lrir Después cle treinta años de paz, los venecianos aún se
¿rs¿rlt¿urte.
a los intereses tlrrcos tanto como a los venecianos asegurar la circu- :rli'r'r'ab¿rn a la esperanza de que sus propios territorios eran inmunes
lación de mercancías, pero los otornanos se habían transformado en ir lltaquesrr, pero en.julio de 1570las firerzas tlrrcas invadieron Chipre
nna formidable potencia naval que planteaba una atttenazade gran r' ¡lrsieron siticl a Falnagrrsta. En Esparia, en esos mornentos, don.fuan
envergadura a las tierras cristianas y a las rutas marítimas clel Medi- <lt'Austria se encontraba en las etapas finales del aplastarniento de la
terráneo oriental y central. La tendencia general de la diplomacia r cvuelta de los rnoriscos granadinos, después de casi dos airos de des-
veneciana era proteser los intereses territoriales y comerciales de la
¡riildacla guerra cle guer-rillas en las Alpujan'as.
república manteniéndose en buenos térnrinos con el sultán otoma- El papa Pío V el más allstero cle los sunlos pontífices de la Contr¿t-
no, scllimán I el Magnífico y, a slr mlrerte en 1b66, con sll sllcesor r lefirrrna, consideró que había llegado la hora de hacer realidarl srr
Selim II. suelio, largamente acariciado, de organizar nna alianza de potenciirs
Hacia mediados del siglo xvr ve'ecia, a pesar de mantener.na cr-istianas contra las firerzas del Islarn. En su esfuerzo por salvar F-¿rnra-
flota considerable, se había convertido en una enana en un mundo gusta, la república veneciana dejó cle lado sus objeciones a un enfien-
mediterráneo dominado por dos gigantes enfrentados: tenía al este tamiento militar contra el imperio otomano y a una alianza con Espa-
un irnperio otomano en expansión y al oeste la monarquía española ria. Después de prolongadas negociaciones, el 20 de mayo cle l57l se
con slr imperio, cuyo gobierno pasó en 15b6 de carlos v a Felipe II. ¿rcordó fc¡l'mar rura Lig-a Santa. Segrin los términos de las capitulacio-
Ambos imperios, tanto el español como el otomano, habían sufrido tres, España, Venecia y el papado turirían sus firerzas en Llna caunpaña
amargas experiencias que todar'ía estaban lejos de haberse bcrrado contra los ttrlcos. a l¿r ctr¿rl España contribuiría con la rnitad de los
de sus mernorias. La presencia de los moriscos en el suelo ibórico era fbndos, tropas y barcos, los venecianos coll un tercio v el pzrpa con un
un constante recordatorio de los siglos de hostilidad entre la cristian- sexto.
dad y el Islam. La herenci:r cle odio religioso era exacerbada por el Por aquel entonces El Greco había estado en Roma ya drrrzrnte:
conflicto de intereses a lo largo de la costa de Berbería y por las con- varios meses. Había llegaclo allí en otorlo de 1570, trayenclo consiqo
tinuas esc¿lralnuzas elr el mar v por tocla la ribera clel Mecliterr¿íneo, obras qtre había pintaclo en \¡enccia. Irnpresionado por str talento, el
pues los tur-cos 1'sus alia"clos norteali'icanos at¿rcaban los b¿rrcos y asal- célebre rniniaturista croata Giulio Clovio lo reconrendó al cardenal
tab:rn las poblaciones de lo-s cristianos, a lo que los corsarios esparioles Alejandro F¿rrnesio ( 1520-1589), el rico y culto nieto ciel papa Pablo III
e italianos les pauaban con l¿r ntisrna lnonecla.
A medicla que los clos imperios a'anzaban hacia un enfrentarnien- 1r
Bratrclel, I'he lll¿rlite¡rutnu.n [El Ilcd.iterrrínco],II, parte 3, proporcion:r trn relato
to decisivo, se hizo necesaria toda la habiliclacl cle la cliplomacia vene-
extenso cle los orígenes 1, la fornraciórr <le la Liga Santa rlel 20 cle m¿rvr¡ de l57l I el
avance del conllicto hacia su clesenlace en f,epalto en <¡cttrbre cle lir7l. com() taln-
l¡ién hace Ketrueth M. Setton, 'I'he Pnpaq a nd tlv L¿ztant, 1 201-157 I,.1 vols., l'iladelfia
(Pensilvania), l9lJ4, Alrcric¿rn Phil<-rsophical Sr¡ciett, 197G1984, ñ', caps. l9-24. Para
' BrirtrrPrrllarr. I?ithan¡lPoot ittR¿naissuntrll,nitc: 7'ln.\txitt! I¡t.slilution,sof n(kttho- un resullrcn del enf r-entanrit'nto entl'c l<ls impelios espariol v otomano. sitnadcl en un
lit Stntc, tr¡ 162(). Oxfbrd, Blackrvell, ig7l, p.2Bg. c()ntexto enr()peo gencr':rl. véase.f. Il. Elliott, Ettropc Diuided, 1559-1598, 2" edn.,
s \tilli¿urr H. NIcNeil, l?'nirc:'l'h¿ Hingr'ol'l\rxlte, 1()lJ1-t797,Clrica!¡¡r (lllinois) r. Oxford, Biackrvell, 20(10 [.ln liuroludit,id.idu (lriq-1i98), ttad. Rafael S¿inchez Nlante-
l.orrdlcs. Linirclsitv r¡f (lhicirso Pr.css, I{)7 ro, Barcclona, (lrítit:r,2(X)21, t's¡r. ra¡r. (i.

:ioÉ3 rtof)
\'('l ilr:r\'()r ilr('( ('n;rs (l(.lr lisl:rs t lrr¡¡r¡lrrr.s rlr.lr.rr:rs rlt.l;r r,¡ror:rr,,. l,,l T
¡rclir iorrcs r lc it r r ¡rr rcslos r' :rvr r< l:rs lit t¡t nr icr lts :r l:r r ir :r lglcsilr cs¡l:r ttol:t.
l'ltlil<'io l''ltl ltt'sio, r lotlr lt' l',1 ( lr cr o r cr ilrio :rl ir r< i¡rir, :rl,,jrrrr rir.r r to. l,,l t'rrrlrlrjlr<lor t's¡l:rirol t'n llr Sanll Sr'<lt', l)u('s, ('r'¿r rrn¿r lig.rrr'¡r <l<lnti-
¡rr
había sirltl cotttplctitrlo ¡xtr Miurrr'l ¡\nut'1, <¡rri<.n tlurrl¡it.¡r r <.lrlizri :r¡l- n:urt('t'rr llr vi<ll <k'lir cirr<l¿rrl, ct¡n str distribución cle pensioues a los
plias refbrmas. Arttlqtte el q'l'atr ar<¡rritcclo, ('s('ultory
¡lirrtor.f l9r.r'¡(i¡<r r':rlrk'rrirlt's, cl)tr-c cll<¡s F-anresio, para aseglrrarse a la muerte de cada
había muerto seis años atrás, era irnposible El ()r-t,r.. i{lr<¡r.ar.srr
¡rara ¡llr¡xr lir clcccirin de un l)uevo slrmo pontífice favorable a los intereses
poderosa presencia cuando caminaba por Ias calles r¡ r,isitaba sall rk' Maclrid. Aunque Felipe II seguía líneas políticas que segirn su
Pedro o cnalquier otra de las iglesias de la ciudad.. EI car.clenal Farne- rnorlo dc ver redr"rndaban invariablemente en beneficio de la Iglesia,
sio, protector y benefactor de losjesuitas, para quienes constmyó la srr sister-na de clientela pmdentemente dirigido estaba concebido para
iglesia del Gesr), transmitió los valores e intereses del humanismo nlill)teller al papado en el lugar que le correspondía.
renacentista a la era más dogrnática de la contrarreforma y favoreció A principios del verano de 1571 España, el papado y los habitual-
en sus gustos artísticos una armoniosa combinación cle lo viejo y lo rnente recalcitrantes venecianos se habían unido por fin en contra
nuevo. Al entrar en contacto con el círculo intelectual clel cardenal,
rle un enemigo cornírn. Ya estaban en marcha preparativos masivos
encabezado por su bibliotecario, el humanista Fulüo orsini, El Greco
1'el 7 de octubre las escuadras aliadas combinadas, bajo el rnando
se volvió a encontrar otra vez en un ambiente ecléctico clonde
se en- supremo de donJuan de Austria, encontraron y derrotaron a la flota
contraban y rnezclaban varios mundos, en este caso los clel humanis- otomana en las aguas griegas cle Lepanto (actualmente Nafpaktos),
rno renacentista, la antigtiedad pagana y la espiritualiclad contrarre-
en el golfo de Corinto. Fue un triunfo extraordinario para las fuerzas
formista católica, segúrn quedó definida por los decretos promulgados cristianas. De la armada otomana, compllesta por unos 300 barcos,
por el Concilio de Trento a su término en 1b63. ftreron capturados 127 por las fuerzas de la Liga Santa y los turcos
El círculo Farnesio era m'y fi'ecuentado por los españoles, c'ya perdieron 30.000 hombres, mientras que las pérdidas cristianas fue-
presencia en Roma, muy nutridav cad,avezmayor, era uno de sus ron de entre 15 y 20 buques y quizá 8.000 bajasr2. En Venecia, adonde
rasgos más llamativos a finales del siglo xvr. En lbg2 se calculaba que
las noticias de la victoria llegaron el l9 de octubre, el dogo y la seño-
había 30.000 esparloles: clérigos, abogados y mercacleres, además d.e ría se dirigieron inmediatamente a San Marcos, donde se cantó la
artesanos y escribanos para cubrir sns diversas necesiclad.es. si la cifia
misa con el'fe Deum la,udamus. En Roma, donde se recibió la nueva
es correcta, significaría que representaban más de un cuarto de
su el22 de octubre, un Pío V eufórico y sus cardenales dieron gracias
población aproximada de 115.000 habitantesr. La influencia española, en San Pedro y se levantaron en las calles arcos triunfales con los
de hecho, lo impregnaba todo en la Roma del papaclo contrar-refor- nombres de Felipe II, el papa yVeneciar:i. A medida que la noticia se
mista. Había Lrn constante ir y ve'ir entre Maclrid y la corte papal. difundió por Europa, se repitió eljúrbilo por todas partes, y en Tole-
Felipe II, al igual que Carlos V antes que é1, ,r, pupádo do, donde se celebró otravezttn 'fe Deum en la gran catedr-al, Felipe II
'ecesitaba
dócil que apoyase sus intereses globales v aprobase sus incesantes dotó una procesión anual para conrnemorar la victoria a perpettriclacl
(fie. 7)'1.
Aunque el impacto psicológico del triur-rfo fire enorrne y prodr!o
l0 Sobt'e El flreco erl Roma, r'éase Lionello Pu¡r¡ri,
"El Greco in ltaly a¡¿ Italian una lllmensa sensación de alivio er-I Lula cristiandad que se había sen-
Arro, err Álvot., I-opera (ecl.),,ttl Oruro: Idnttity and."I\runsjbrrttnÍiort lil (heu¡. Id¿nt¡¿atl
f
) Ixln'srfurntarióri], pp. 95-1{)3. Sobl'c el calclt'n¿rl Fanresic¡ 1'su círcrrlo, r'éa¡se Feclerico
Zeri, Pitturrt e Conttori.fornta. L",trte .scnza t?n¿fo. tti Stipiine d.a Oaetn, Turí¡, Ei¡a¡di, l: Labatalla),suscorlsecuellci¿rssoubienclescl'itaspor'.fohrrF.(luilmartin,Jr.,
1957, v clare Robertsott, -Il ()rnn cn.rrtjnatc": Ate.rsrrrrrin Fn,nosr, pr¿tron o/ fic ()unlnzurlo artd. (kr,llt1-s: Ohnnging'fi'tlt.nologt and Aledi.lertntteun IAat.fhrc ut Sea in the 16lh
A1lr, Nerv
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v Lorrdres, \hle flniversitv Press, 2001 lla Ronn E.spariol,n, l j00-1700, tracl. r,ara Vilá nio Calnsinu.s, Tc¡ledo, hrstituto Provincial de Investisaciones l,Estucli<-¡s Toleclanos.
Tomás, Barcelona, Crítica, 20021 . p. 120.
1999, p. 67.

3lo íll I
lirlorlrll:tttlt'lttttr'llo licttt¡lr,¡rscrli¡trl.t ¡lot r'l lsl¿rrrr,los:rr otrlcr ilrrictr-
los sttl¡siuttit'ltlt's lttt'tr¡¡t llnit lt islt'rlt'r't'ltt irirr crr lrrrr< lros trsl)('( l()s.
I'ío V ¡'<lon.f ttittt <lc Attstl'i¿t liulllrst'irlriul un¡r ( t'uz¿l(l:l <¡rrc lrrrlrit.r':r
contelrlpla(l<l volar las bandclas t'r'istianas sr¡llrt: las t<¡r'r't:s rlt' llst¿unbrrl
y.ferusalén. Los copistas griegos, engolf'aclos cn sus c<,rclict:s en L,spaira,
soñaban con la liberación de su patria de rnanos cle los turcosr5. Sin
embargo, los venecianos sólo estaban interesados por el destino de
Chipre, que entregaron finalmerlte a los turcos en 1573 a carnbio de
paz,y la atención de España se \¡io desviada del Mediterráneo por la
lucha contra los holandeses. Para Felipe II, el reto del Islam estaba
ernpezando a tomar un lugar secundalio frente al desafío protestan-
te proveniente de los Países Bajos, Inglaterra y Francia. Por su parte,
el inrperio otomano se vio cada vez rnás absorbido por la evolución
de los acorrtecirnientos en el frcnte persa. En consecuencia, los dos
irnperios colnenzaron a retirarse de la lucha y la gran guerra del
Mediterráneo se fue reduciendo a un enlpate caracterizado por ata-
ques corsarios y refriegas navales a pequeña escala.
Los sueños de hombres de menor rango que el papay don.|uan de
Austria también se vieron transfbnnados en clesilusión. Entre ellos se
hallaba el herrnano mayor de El Greco, lVIanoussos, que en octtrbre
de 1571, tras la victoria de Lepanto, llegó aVenecia para pedir cuatro
g:rleras armadas y lanzar ataques contra las rutas marítimas turcas. Su
eulpresa, sin embargo, se fue a pique cuando cometió el error de
asaltar un buque mercante que resultó estar navegando bajo bandera
de Ragusa y transportando provisiones para la flota veneciana. Arres-
tado por las autoridades venecianas e incapaz de pagar sus deudas
durante un periodo de depresión en la isla de Creta, se vio obligado
a vender todas sus propiedades. Años más tarde, se reuniría colt su
hermano menor en Toledo, donde moriría en 1604t6.
En Roma las cosas apenas le iban mejor a El Cireco. f)efraudado Figura 7. Tiziano, Felipa II, tlespuás de fut ufutori.a de Lelta,ntg' olterc al cielo
con el nrecenazgo de Farnesiotl, enlST2logró la adrnisión en el gre- al príncipe tlon l-ernnndo (Musco del Prado, Madrid) '
rnio de pintores, laAcademia de San Lucas, que le permitía establecer
su propio estudio. pero no consiguió obtener encargos mavores y su nar su carninors. lJna t'ez rnás, deciclió probar su Suerte en otra parte,
temperamento irritable y opiniones extravagantes no ay,rdaron a alla- esta vez con e,l lneceltas real de Tiziano, Felipe II de España. Enjunicr
de 1577 se le podía encontlar-ya en Madrid.
Es probable que esperar¿r rrnirse a los artistzrs itelianos que estaban
t3 lbitl.,p.66. sier-rtlo contrataclos para trabajar para Felipe II en la decoración del
l6 La historia es contada pol Panavotakis, .Man<-¡nssos thc Pirate", en Hacljinico- morlasterio-paiacio de El Escorial, cuya pritnera piedra se había pues-
la<ru (ed.), El Greco in ltul,t, pp. 19-21.
r7 Prrppi, .EI Gleco en ltalia', en Álvarez Lopera (ert.),,e-l Greco: Identity antl
It{ Marías , ()reco llil G'et'o] , p. ll7.
Tizt r t.sfo rm a t ion [El Graco. I d.t'n t id nd t tm n.s f i n'm u i ónJ, p. 1 03.

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Io clrlor( ('iur()s:url('s, <'rr l1-¡(iilr".,'\ltor:r lrtrlr:r corrrt'rrz¡trlo cl lurlurjrl
l)ilr':l l¡l gt'lttt lltsíli< it ctr t'l ccnllo <lcl r ott jrrrtlr) nr()nlun('ttl:tl 1'totlit
I .'¡l¿

una s(:r'i('rlt' r'r'tirblos ill:rn ir s('r'n('('('s¡u'i<ls ¡xrlir lirs ca¡;ill:rs y irlt¿ues:0.


La prirnera actividacl d<¡r:rurtt:nt¿r<la rlt' lil (i'r'r:r'o, sin ernbargo, fue en
Toledo, y allí iba a permal-lecer. A pesar cle tod<ls sus esflrerzos, nllnca
alcanzaríael favor del rey. Enla Adora,ción d¿I Sa,ntísimo Nombre deJesús,
al parecer pintada en conmemoración de Lepanto, retrató a Felipe II
en oración, junto a sus aliados de la Liga Santa, el papa y el dogo
(fig. 8)tt.Aunque finalmente consiguió obtener un encargo para El
Escorial, stt Martirio de san Mauricio (ftg. 9) no logró ajustarse a las
ideas tridentinas de decoro religioso y fuejuzgado inapropiado para
la basílica. No volvería a recibir ningún otro encargo real22.
Fracasada la búsqueda de empleo en El Escorial o en la corte de
Madrid, El Greco tenía que conformarse por el momento con Toledo,
la ciudad que en 1561 había salido perdiendo frente a Madrid cuando
Felipe II decidió que los inconvenientes de una corte itinerante eran
demasiado grandes y que había llegado la hora de encontrar una
ubicación permanente para la sede del gobierno. Entre otras desven-
tajas, Toledo, colgada en lo alto sobre el río Tajo, era una ciudad de
calles estrechas y empinadas y ofrecía pocas posibilidades de expan-
sión (fig. 10)23.
Todo indica que El Greco fue a Toledo a consecuencia de la amis-
tad que había trabado en Roma con Luis de Castilla, que había estado
próximo al círculo de Farnesio a su llegada a la ciudad en 157024. Luis,

re
José Manuel Pita Andrade, "El Greco in Spain", en Álvarez Lopera (ed.), E/
andTransforrnationlElGreco. Id¿ntid,ady transformaciónl,pp. l3l-163, en
Grero: Id¿ntity
p. 131. Véase más arriba, p. 62, fig. l.
20 Rosemarie Mulcah-v, Tlp Decorntion of the Ron¡al Basilira of El Esconal Cambridge,
Cambridge Llniversiq'Press, 1994 Í "A la tttayor gln¡ia d¿ Dios y el Rey.. La dccora.ción de kt
Rer¿l Blsílica del LIona.steño ¿Le El Estoñal, tl'ad. Consuelo Luca de Tena, Patrimouio
Nacional,19921.
2l Sobre el trasfondo iconográfico de esta pintura, y su interpletación, véase David Figura 8. El Greco, Art,oración o, (Monasterio cle El Escorial,
Davis (ed.), El (heco, Londres, National Gallery 2003, entrada de catálogo nírm. 22. tri::;:;lr.kirí.t
22 Mtrlcahy,, T'he Decoration
l"A la ma^tor glo¿a-], p.65. Existe una conside r-able bi-
bliografia sobre la reacción desfavorable del rev ante esta obra.
23 Vari¿rs posibles razones para la selección de Madrid por Felipe II se discuten en hijo ilegítimo de clon Diego cle Castilla, deán del cabildo de la catedral
Alfredo Alr,ar Ezqterra, Felipe II, la Cortcy Madrid m 1561, Madrid, Consejo Superior de ¿á T.ot.do, estaba bien situado para obtetler encargos en su ciudad
Investigaciones Científi cas, 1985.
2a Soble el tr-aslado de El Greco a Toledo, véanse PitaAndrade, natal para El Greco. Con el tiernpo, don Diego le pidió no sólo que
"El Greco in Spain",
en Árarez Lop era (ed..), ElGrero: Itl¿¡tti! arulTiansfommtionlElGrcrc. klmtirLady transforma- pinrase EI Expoko d,e cristopara la sacristía de la catedral (fig. 11) -en
ciónl,p.l34,l,JonathanBrown,"ElGrecoandToledo",enJonathanBrown (ed.),ElGrero Ll cual El Gieco ya estaba trabajando a principios de 1577-, sino
of Tbkdn,Toledo (Ohio), Toledo Musettm offut. 1986 ["El Greco yToledo",en ElGrcro dB también ocho lietrzos para el retablo mayor y los dos altares laterales
Tbkd,o, trad. Angel Millán y Car-lota Schmidt, Madricl, Alianza, 19821 , cap. 2, pp. 9495.

3r4 3l ir
(l('lnr:rnu('\'lrit.llcsi.r(lu('s('lr:tlrt:trlcrr¡rtsltttit ¡r;tt:rcl ¡r)n\'('nl()(l('
t s.lrrr. l,rl. r.lr r.l rrr¡r lr.rlr'l,,rrto¡l:r, tlotrrlt'l,rs tcl¡r'lrlcs ¡rlolcsl:tttlt's
Slrrrlo l)o¡rrirtuo cl ,'\rrtigrro. l',sloss('r ílur los ¡rr irrrcr()ri ('n( iuqos rlc rrrtlr Irol:ttttlt'st's t'sl¡tl¡ltlt < r¡tlstllitllttt<lo stts ¡rosit ir¡ltl's t'llt lt¡Ulltlt:l'l'lt isltlx-
('ru'r'('l'a ('sl):rñ()lir r¡rrt'ilrit a \'('r'itl ilrlisll llrrlxrjlrrr<lo cn'lillt'rkr rlunul- linl t.sl¿tlt¡t <lt'lltt¡sll'¿tlltlo sct' tllla p()tctl(:ia f ot'lrti<litlllc y cada vez más
te el resto ckr strs clí¿rs:¡. lrgrt'sir,¿t cll :rlta llr¿rr.
Por más que hubiera conociclo zr espalioles elr Ronr¿I, nacla podía ( lastilla, el corazón de la moDarquía hispírnica y su imPerio, se veía
Ir sí nrisrna como la nación elegida por Dios y la campeona
de su cau-
preparar del todo a El Greco para la España de Felipe II, un país
donde los artistas aúrn eran mirados por encirna del hombro como su. Parra conservar el favor divino, no obstante, la ortodoxia religiosa
meros artesanos. Su fbrmación había sido cretense e italiana, y resul- lrabía cle ser impecable. Felipe II no tardó en anlrncial que aceptaba
ta significativo que se le llamara en España con el gentilicio en su los clecretos tridentinos y se hicieron enérgicos esflrerzos para elevar
forma italiana, *Greco, (un nombre por el que llegó a ser conocido t'l nivel educativo de los clérigos, mejorar la moral y la concieucia
en Italia), en lugar de la española, que hubiera sido "El Griego", cspiritual de los legos y normalizar las prácticas devotas Para que se
col]ro podría haberse esperado Llna vez establecido en Castilla. El irjustaran a los nuevos criterios. Las órdenes religiosas iban a ser ills-
registro parroquial de Santo Tomé en Toledo recoge su muerte en trumetrtos activos en esta reforma católica, mientras una entrometida
1614 con el nombre "Dominico Greco,e'j, pero él mismo, incluso en lnquisición censuraba los libros en busca de cualquier expresiórl cle
sus írltimos ar1os, firmaba todavía sus pinturas con letra griega cursi- práposiciones heréticas y mantenía Lrna red de delatores ala caza
va o bieu con sus iniciales o bien por entero como "Dornénikos Theo- de la más mínima pista cle desviación religiosa2e'
tokópoulos". Aunque hacia 1582 había aprendido el suficiente es- La confianza espiritual, pues, se vio acomPañada por una menta-
pañol colno para actuar como intérprete en Lln caso ante la lidad profunclamente defensiva que descubría enemigos a cada Paso'
Inquisición en el que estaba implicado un compatriota griego acll- Al principio del reinado de Felipe II se habían identificado v erradi-
sado de prácticas islámicas:7, en cierto modo seguiría siendo, en Es- caáo células oluteranas, en Valladolid y Sevilla. Nadie estaba a salvo,
paña como en otras partes, un forastero, Lrn natural de Candía hasta ni siquiera el primado de España. En 1558 el arzobispo de Toledo, el
el final. religioso dominico Bartolomé de Carranza, fue arrestado por la In-
l,zr España de la década de 1570 se regodeaba todavía con los pos- qtrisición bajo acusación de clivulgar herejías con un libro de comen-
tles de Lepanto y Felipe Il era el monarca rnás poderoso de la cristian- iariossobreel catecismo. La ortodoxia de Carranza fue def-endida ante
dad. En 1580, con la extinción de la línea leal autóctona, el reino de el tribunal clel Santo Oficio por un distinguido gruPo cle partidarios,
Portugal se añadiría a sus dominios, y los dos imperios ibéricos se entre ellos don Diego de Castilla. Éste lo calificó como 'excelente
extendieron rodeando el globo. Inmensas cantidades de plata afluían prelado, ¡ durante Ia larga prisiór-r del arzobispo, quedó a su c¿rrgo
a Sevilla cada ario desde los virreinatos de Nueva Esparia y Perú y, a Ln efecto la cateclral, como deán suyo qge era. En 1576, Lrn ailo 2u)tcs
los nerviosos ojos de sus enemigos y precarios aliados, la España de cle qtre El Greco llegara a Toleclo, carrantza tnuriír en Roma; había
Felipe II se encontraba en camino hacia la monarquía universal28. Sin abjtirado de dieciséis proposiciones sospechosas, pero 'o pttdo volver
a sll sede:J0. En ausencia de arzobisPo se demoró la causa de
la reforma
embargo, los problemas se le estaban acumulando al rey prudente,
eclesiástica en la archicliócesis y le cupo al sucesor de Carranza, el
inquisidor gener-al Gaspar de Quiroga, seguir adelante con la tarea
2i Solrr-e el encar-go tie Sal-¡to Domingo el Arrtigrro, r'eáse Richard Ci. Mann, El
()rero ntul lti,s Putn¡ns: 7'hrvc Llrrjor ProTrrl.s, Oambridgc:, Oarnbliclgc Linivelsitl Press,
de aplicar la Contrarreforma clurante un arzobispado que se prolon-
l9li6 f¡11 ()rero y .sus ltalronos. 7)e.s grandes pro¡erlos, tr-ad. Isabel Belsinde, Mach'id,
Akal, 19941, cap. l.
:ti Anrlrarle, .I.-l Grec<¡ in Spain", p. 162. te para ul¡a visión strcint¿r v actualizada cle la lglesia y la política religiosa en Espa-
ña cltrrarrte este period(), vé'¿rse Flele[ RarvliDgs, Chu¡'th, Retigion nnd Soci¿t''i
in lirtrLy
l0l.
27 Auch'í:s, Htleniskts, p.
!8 Un panor-ama general de Esparia cltrrantc- cste per-iodo se puede e nc()ntr¿lr en trIoder n.5pnin, Basinestoke, Palgtave. 2002'
i(, Isr'ci(, lellc( l,r'u liiíg,,r':rs. lll ttrzoltispu ()rtrratnt \ stt ticttrpo,2 rols., lVIach'id,
.f. H. Elliott, Inlm'id Sprún, 1469-1716, l.onclres, Echvard Alnr.rld, l{)ti3; reimpr. Pen- .Jo;é
t
gtrirr, 2002 [La lispuña inperial, 1469-1716, trad..f . Marfanl; Barcelona, Vicerrs-\'ives, (;,,urlrii.r¿rnra, I {XilJ, l, ¡r. t30, r Vlann, fi1 herc
( n ntl h i,s Pah ottj I LL Orcco stt.s ltatnn osl,
2005 I . ¡rp. {i-tt.

ilt(; :]17
Figura 10. El Greco, Visla y plano d"e Toled,o (Museo Casa del Greco, Toledo).

gó hasta 1594, aunque fue en gran medida un absentista también y


pasó la mayor parte de su tiempo en la corte3r.
Lapureza religiosa de España se iba aver amenazadano sólo por
los protestantes, cuyas herejías se infiltraban en la Península por me-
dio de literatura subversiva, sino también por las actividades de los
moriscos y presuntos judaizantes. La subyugación de los moriscos
rebeldes de Granada en 1570 había sido seguida por su dispersión
por toda Castilla, una medida que sólo sirvió para exacerbar el
problema al extender al norte el supuesto contagio de creencias y
prácticas islámicas y creaÍ en ciudades castellanas como Toledo
nuevas bolsas de un grupo étnico en gran parte sin asimilar. Unos
cuarenta años después, en 1609-1611, el gobierno de Felipe III
adoptó una solución radical frente a la enconada ctrestión morisc¿l
y ordenó la expulsión de España de toda la minoría, aproximada-
mente unas 300.000 personass2.
LJna vez erradicada la arnenaza interna del protestantismo, la man-
cha de ,ludaizar" habíapasado aencabezar la lista de prioridades de
la Inquisición. Losjudíos practicantes habían sido echados de Espa-

31 Richard L. Kagan,
"The Toledo of El Greco", in El Greco of Tbled,o lEl Greco tle
Tbledol, cap. 1, pp. 5456.
Figura 9. El ()r'ec< >. lllrtt lit io rlr rrtn i\ltut¡'it io (lVlopasterio cle El Escgr-i¿rl, 3e Bernard Vincent y Antonio Domíngr.rez Ortiz, Historia rk las tnorist'os. Vida. I
\'l:rrlrirl). traged,ia d,e una ninoría, Madrid, Revista de Occidente, 1978.

:l1.3 319
tutct¡ Il1ll2,¡lcrorrruclrossclr:tlri:ttt('()n\'('rlirlo¡tl ctisliltttist¡t()l;lnl()
¡url('s ('()rno crr r'l nr()nr('nl() <k'lrt cx¡lllsititr. A <[ifi:r't'llci¡t tlc los tno-
riscos, (luc n()r'nlillnl<:rrlt: tt:ní¿ur <¡ficios hutnilcles, mtrchos de los des-
<'r'rrrlicntes de esos judíos, los llamados <conversos" o "cristianos
nrr('v()s>, ocupaban importantes cargos tanto en la Iglesia como en
t'l cst¿rdo. En el Toledo del siglo xvl se podían encontrar conversos
t:n l¿r floreciente comunidad mercantil, en el capítulo catedralicio y
t:rr el ayuntamiento de la ciudad33. Pero en lú47, contra la fuerte
oposición del deán Diego de Castilla, el cardenal y arzobispo Silíceo
impuso en el cabildo de la catedral un estatuto de "limpieza de san-
gre", el cual excluía de cargos y beneficios eclesiásticos a cualquiera
con rastro de ascendenciajudía en las últimas cuatro generaciones.
En 1566Ia corona ordenó un estatuto parecido para el ayuntamien-
to de Toledo3a.
Aunque muchos descendientes de los.judeoconversos lograron
ocultar sus orígenes fámiliares mediante la utilización de genealogízrs
falsificadas, cambios de apellidos y sobornos abundantes, la extensión
de los estatutos de limpieza en la Castilla de Felipe II hizo crecer las
tensiones en una sociedad donde las autoridades estaban preocllpa-
das obsesivamente por la purezay la conservación de la fe católica.
Con un clima religioso caracterizado por la represión, el dogmatis-
mo creciente y la insistencia en la conformidad, la erudición huma-
nista se encontró bajo presión, las opiniones heterodoxas pasaron
a la clandestinidad y la energía espiritual altamente emotiva, como
la de santa Teresa (ella misma de ascendencia judía), no sólo fue
canalizada hacia la devoción privada y pública, los actos de caridad
y la reforma religiosa, sino que también encontró una salida en la
renovación de la literatura mística que iba a ser una de las glorias de
la época.
No hay pruebas de que El Greco en persona tuviera algún contac-
to con estas corrientes místicas o se viera afectado por su influencia,
pero la ciudad en que se había instalado ocupaba el centro de la

33 Linda Martz, nConu¿rso Families in Fifteenth- and Sixteenth-Centun'Toledo:


The Significance of Lineage", Sefaratl,43 (1988), pp. ll7-196. Véase también su A
Network oJ Conuerso Fhmilies in Earl"¡ lllodem Tbledo: Assimilating a. Minority, Ann Arbor
(Michigan), University of Michigan Press, 2003.
34 Albert A. Sicroff, Les Controunse.s dcs statuts de
"purutá de sang. en Espagne du W¿
au XWIr siicl¿, París, Didier, 1960 [los estatuto.t de limpieza d,e sangta Contuoansias entre
l,os siglos.Io') xt?¿ trad. Mauro Armiño, Madrid, Táunrs, 19851, caps. 3 y 4; véase tam-
bién Linda Martz, nPure Blood Statutes in Sixteenth-Century Toledo: Implementa-
Fi.gtrra ll. F.l (rl'r'C(t. I'lr',r'priirt rl¿, (,'rislo ([ll)f()n f{otrse. \\'allyicks¡irc). tion as Opposed to Adoption" , Sefarad, S4 ( 1994) , pp. 83-107.

ll'2o 321
(lrnlt:¡rrclorilr:r('rilr:rtrrl;t. l',t¡r¡rrnronrcrrrr)('n(lu(.1:¡rotrr.sr. l¡:tlr:t T r¡:rrrrlo su ('slt¡rlio t'l)o( o lr ¡loco tlt'sltt toll<i tttt t'ít<'ttlr¡ tlr':ttl¡ttit:trlrr
l¡¡tsl:trllt<lr¡ rt Mrrrlr irl, 'lolcrlr), ( ()n rrrr;r ¡lollllrr'iorr rlc rrrros (i0.(X)0 rcs r'< licnl('s ( on < r'ilt't'ir¡ (lu('sitl)íltll it¡rl'cciat'stt g('rrio rrt tísli<'o 1'
llaltil¿tlltt's, csl¿tlrit litt't'tt'lrtt'nlt'<l<¡r¡linlrrlir ¡ror llr.j<'r'irlr¡rrílr t't'lt'siris- cstllxrrr <lis¡rrrt'slos 1r l)ugilr por pinturas que desafiallan los grtstos
tica, auuqtre conscl'vab:l ull:r srilicla birsc: al-tcs¿tn:rl, <'orrr¡trrr:sta sr¡ltrr. r'o It trt' ll (' ion¿rlcs:t7.
todo por trabajadores de la seda y otros prodtrctos tcxtiles. El censo 'l-irlcs clientes y admiradores incluían a algunos de los miembros
de l59l registraba 739 clérigos seculares y I.942 rniembros de órcle- uuis ctrltos e inteligentes de la élite toledana, no sólo clérigos sino
nes religiosas, de los cuales 1.399 eran mujeres:t¡,. Sólo la catedral, trrrnbién mercaderes, abogados y profesores de la universidad y cole-
con cllarenta canónigos, tenía un personal de casi seiscientos em- sio cle Santa Catalina. Toledo podía alardear de varios eruditos emi-
pleados36. La Iglesia estaba omnipresente en Toledo y los miembros rrcntes, dedicados a los estudios históricos, filológicos y clásicos, y
de la élite laica de la ciudad, que estaban orgullosos de su herencia lr¿rbía especial entusiasmo en aquel momento por recopilary editar
romana e imperial y tenían gran voluntad de modernizar y embelle- tcxtos griegos, en particular los relacionados con los concilios de la
cer slls edificios púrblicos, no mostraban rnenor interés en fundar y l¡¡lesia primitiva, un tema de vivo interés en una ciudad cuya iglesia
decorar sus iglesias, capillas y conventos, que habían de contribuir rlisfrutaba de la primacía religiosa en España y que iba a ser la sede de
a ganarles un lugar en el cielo y a perpetuar su memoria sobre la trn sínodo provincial reformador en 1582. En tiempos de El Greco
trerra. vivían en Toledo un cierto número de griegos, algunos de los cuales
Como artista extranjero itinerante en busca de empleo, El Greco, encontraron empleo a tiempo parcial en la transcripción de estos
pues, había escogido bien su ciudad, a pesar de haberlo hecho más textos. Entre ellos figuraba un compatriota cretense, Antonio Calosi-
por casualidad que por haberlo planeado. Por encima de todo, To- nás, a quien habían traído a este propósito desde el Concilio de Tren-
ledo prometía patronazgo, tarrto clerical como de la élite culta de to dos de los ciudadanos más distinguidos de Toledo,los hermanos
la ciudad. Los patronos, en acto o en potencia, querían naturalmen- Antonio y Diego de Covarrubias, ambos consejeros reales38. Antonio
te retablos para sus iglesias y capillas, cuadros religiosos para la de- de Covarrubias, que más tarde sería nombrado canónigo de la cate-
voción privada ¡ además, Llllos cllantos de ellos deseaban que se dral y maestrescuela (rector universitario), llegaría a ser el amigo más
pintasen sus retratos. Sin embargo, aunque la religión lo impregna- allegado conocido de El Greco3'g (fig. 12).
ba todo en el Toledo de finales del siglo xvl y decidió el carácter y la Fue entre tales gentes (eruditos, coleccionistas y entendidos) don-
dirección de la proclucción artística de El Greco, la naturalezay el de este orgulloso extranjero parece haberse encontrado más a gusto.
alcance de su propia dedicación religiosa son difíciles de determi- El punto de vista intelectual de El Greco sobre el arte le hacía sentir
nar. La demanda de retablos y obras de devoción significaba que afinidad hacia tal compañía, que por su parte admiraba el virtuosis-
había muchas posibilidades para un artista talentoso y acomodaticio, mo del pintor. A medida que cantaban sus alzbanzas,la fama de El
si bien El Greco, como yahabía indicado su carrera italiana e iba a Greco comenzó a extenderse. Esto a su vez le trajo nuevos encargos,
confinnar la española, era el menos complaciente de los hombres. pero el dinero nlrnca fue suficiente para costear el estilo de vida
Con unos pllntos de vista sobre las artes plásticas poco convencio- opulento al que creía tener derecho y que incluía múrsicos pagados
nales e impetuosamente expresados y una opinión exaltada sobre para entretenerle durante las comidas{o. El consumo ostentoso, con
la vocación artística y su propio valor personal, apenas tardaba en todo, no era en modo alguno insólito en la España de Felipe II y Fe-
entablar litigios y enemistarse con sus patronos. A pesar de ello, lipe III. No sólo individuos sino todo el país vivía por encima de sus
recibió los suficientes encargos de retablos para mantener funcio- medios. Apesar de ello, al tnenos durante laüda de El Greco, Toledo

37 Ka¡¡an,
3s Martz, Linda, Poueüy ntzd Welfare in Habsburg "El Gr-cco )' su er)t()t'no'; véase también Marías, Greco lEl Gretof , cap.5.
Spain: Tlte Exantpte of Tbletl.o, Cam- 38 Andrés, Heleni.skts,¡r¡r. 32 v 36.
bridge, Carnbridge, University Press, 1983, pp. 98-99. 3s Marías, (hvroUil Omof ,1t1t. 166-168; véase tarnbién Kagan,
36 Richald L. Kagan, nEl Greco v su entorlto humano en Toleclo,, "The Toledo of El
en El ()reco. Greco" ["El Tolerlo rlc lll (ln'< o"], p. 64.
Ol¡ras macslrnl Madrid, Amigos del Museo del Pr-ado, 2003, pp. 99-l 15. ro Marías, Grercllil (Jrrrol, l7tl.
¡r.

:t2'2 '.123
l):tl):tsvI('\'(.s, l:rrirrrl,rrlrlcl llriolt'ltí:tstts(()ttll)('lts:ttiotlt's.Srrsri:rics
lr.ltrlr¡rrr¡ llcr':rrlo lrl r¡risr¡ro <'ot'ltzrilt <lt'ltr lis¡llrñit ('()llll'ttt't'('lirt'lrlistit,
Ir rrrr ¡r:rís \, 1l un:l cit¡rllt<l <'otr la cttergía espiritual y los recttrsos mate-
lialr.s rrt.<'t'sitt ios ¡titr':t ¡rtrrp<lrciouarle ttn ambiente donde encolltrara
cicltr¡ gnrrlo rk' at'r'¡rlltción y el suficiente trabajo para poder ganarse
l¿r virlir. Por encintir clc todo, le ofiecía las oporttttlidades y los estímu-

los ¡nr-a res<tlt'er c()lt suprerna originalidad los problernas artísticos


sur-f¿iclos del euctteutro personal de un pintor formado detltro de la
rr-aclici<in uriega con el arte y los artistas del occidente latino: en
'lirledo, conlo en Roma, los mundos de la erudición clásica y la espi-
r-ittralid¿rd de la Contrarreforma se encontraban y relacionaban; en
'Itrledo, como en Venecia y su Candía natal, la cristiandad se tenía que
t'nfrentar a la presencia en potencia vivificante de tradiciones y vesti-
sios rivales, tantojudíos como musulmanes. Aquí, en la ciudad impe-
rial de Toledo, al concluir su largo viaje a través de los mttndos calei-
doscópicos del Mediterráneo del siglo xvl, el mundo personal v írnico
de El Greco encontró un lugar donde por fin encajaba.

Figura 12. El Greco, Ant,onio de Couatrultias (Museo del Lotrvl-e, París).

siguió siendo una ciudad próspera. Tan sólo dos o tres décadas des-
pués de slr muerte en 1614 comenzó a disminuir su población y a
clecaer su industria{r.
Toledo puede no haber sido el destino final que El Greco tenía en
mente cuando dejó Candía para su travesía a poniente en 1567, pero,
como premio de consolación al no lograr situarse en las cortes de

-ll Kasan, ,.The Toleclo of El Cl.reco,' [..E] Toleclo de El C]reco"],p.40.

321 :l'25
( lnr,r'r'[Jr.o XI II
I-A so(:MDAD (:()R'r'r.lsANA EN IA EunopA DEL srcl,o x\[I:
MnuRrD, BnusEras, LoNDRES

aal--¿u, cortes me dan horror', escribía Pedro Pablo Rubens en marzo


de 1636 a su amigo el flancés Peirescr. Era un tema del que podía hablar
con bastante autoridad. Había conocido la corte del duque de Mantua
en los primeros años del siglo; la corte española, primero en Vallado-
lid en 1603 y después en Madrid en 1628-1629;la de Luis XIII cle
Francia en1622, cuando trabajó paralareina madre María de Mécli-
cis; la de Carlos I de Inglaterra en 1629-1630, y, sobre todo, la corte
bruselense de susvenerados soberanos los archiduquesAlberto e Isabel
Clara Eugenia, que le nombraron pintor de cámaraen 1609. Le gustase
o no, lavida cortesana afectó profundamente a su carrera. Otro tanto
puede decirse de sus dos contemporáneos másjóvenes, ambos nacidos
en 1599, Anton van Dyck, que a lo largo de un decenio probó una serie
de cortes antes de afincarse en Londres, como PrincipalPainterin Ordi-
nary de Carlos l, en 76322 , y Diego Yelázqwez, que de los sesenta y un
años que duró su vida pasó treinta y siete en la corte de España, sin otras
interrupciones que los vi{es a Italia que en 1629-1630 y 1648-1651 le
llevaron a la corte pontificia y a las de varios príncipes italianos.
El "horror" de Rubens a las cortes era sin duda profundo y sincero,
o al menos lo fue en determinados momentos de su dilatada carrera.
Pero era también típico de un discurso convencional en Europa, del
cual es buen ejemplo el Menosprecio de cortey alabanza de aldea (1539)
de Antonio de Guevara. Ese discurso trazaba un contraste acusado
entre la ambición, las intrigas y la corrupción que caracterizabanla

I Rubens a Nicolas-Claude Fabri de Peiresc, 16 de marzo de 1636, en Ruth Saun-


dersMagurn (ed.),TluLettnsofPeterPaulRubens,Cambridge(Massachusetts),Har-
vard University Press, 1955, p. 402.
2 Michael Levey, Painting at Court, Londres, Weidenfeld and Nicolson , 1971,
p. 126.

327
\r(l:r(orr('s.ilr:rr l:rsrr¡,u(.sr;lsr,rrrillct r.irro¡r.¡rri.rrlr.r¡n:rvirl.rrr:rrrr¡rri
l:t t'tl l:t ¡rt ovittr ilr. l',r ¡ l<'r ¡r ílr, t'slr r lir orolu rir (.ul¡
r' l:r r ,r lr. t, l:r ¡rr.r,ir rt.i:t
I ( (,tl('('t;l un ( ('nl¡o crlrtr:rlivo t'<'rrllru:rl, (lrr('lltnul ( ()nt() t¡ll ilruitt
t'st'irlrlí¿r l¿r sot'it'<lu<l ('urr)lx':l t.¡l rir t.<l:r<r rrrotrr.r.rur;
llnl() 1r los.i<ivcrrt's <k' liu¡tiliir rtol¡lt'<lt:scosos <lc pulil strs rrrodales y
r.rr r;r ¡i<.ri<.ir, r¿r
¡rr l la ¿rtcnt'i<i¡l <lcl sober¿rno como a poetas, dramaturgos y artistas
l¡u n¿rr
línea divistlri¿r el'a borr<ls:t. Los corlcs¿rnos la ¿rlta
1, nolrk'z:r :rll<.r.ll¿51¡ lr lit t'az¿r de encargos y patronazgo.
sus días entre la pror.'incia y la crlrte, v rr¡s nr()l)¿u.(.¿ls
sc r-t.lir-:rrran clc !ln todas vertientes la corte era asimismo un centro especta-
esas
tanto en tanto a sus reside'cias campestres p¿rra e'tregal.se
ala cztza <'rrlar de consllmo ostentoso, que daba ernpleo a una población urba-
y otras ocupacio es n-'rsticas como desahogo clel
sofocarite ceremo'ial na de artesanos, comerciantes y criados formada a su alrededor para
cortesano. Entre tanto, el pueblo llano segtría co'avidez
lo que acon_ satisfacer las necesidades de la élite y sus dependientes. De las tres
tecía e' la capital mediante los a' sos, gacetas y relaciones
de sucesos ciudades cortesanas que eran Madrid, Bruselas y Londres, las dos
que proliferaron en el siglo xvII europeo, a sabiendas
de que estar primeras eran en gran medida producto de la propia corte. Cuando
lejos de la corte no significaba librarse de las consec,encias
de los Felipe II escogió Madrid para sede permanente de su gobierno en 1561,
grancles cambios q.e se prodtliera' en las'idas
de los prí'cipes y sus era una modesta villa de tan sólo 10.000 habitantes situada en el cen-
ser'idores. Por e'cima de todo, los razos de secra del patrona
zgoy el tro de la meseta castellana. Al acabar el siglo x\al su población ascendía
clientelismo ligaba. la corte con el país en una malra
de leartad, amis- ya a 90.000 almas. Ese número se redtljo a unas 70.000 con el traslado
tacl y obligaciones recíprocas.
de la corte aValladolid en 1601, pero tras su regreso en 1606 no tardó
Por
más que sus costumbres y s' moral pudieran ser
criticadas y en recuperarse y ya en 1630 rond¿rba las 130.000, valor en el qtrc sr:
censuradas desde fuera, la corte era ineütablemente
el centro de la mantuvo hasta bien entrado el siglo xuII5. Antes que Madricl h¿rbía
üda política, social v culturar en las sociedades monárquicas
de ra Eu- surgido Bruselas, que pasó a ser la capital de hecho cuanclo en l I'r3l
ropa del siglo xr"rr. Era, en primer rugar, el hogar del
sáberano, cllyos María de Hungría, gobernadora de los Países Bajos para Carlos V,
servidores
domésticos fomnaban el núrcleo cle la sociedad á'lica.
En 1623 trasladó allí su residencia desde Malinaso. Cuando los archiduques,
el número total de los cargos y servidumbre de palacro
que recogían en su calidad de soberanos de los Países Bajos del Sur, establecieron
los libros de la corte españora era de aproximádu-.rrt.
1.7003. Er su corte en Bruselas en 1599, la ciudad permanecía todavía a la som-
personal cloméstico de ra corte de carloi I de Inglaterra
sumaba más bra de Amberes, la patria de Rubens. Pero tan pronto como se apaci-
cle I '800 ernpleados+. y la corte, además de seJe del
monar ca, era guaron los trastornos del fin de siglo y se reanimaron la economía y
también centro de su gobierno. Eso quería decir que la
sociedad la vida cívica, Bruselas atrajo un volumen de gentes cada veztr-;.ayor,
cortesana se extendía más ailá de ra casa real para abaicar
a ros miem- hasta una población estimada de 50.000 habitantes en 1615 (casi tan-
bros de los consejos, los secretarios l'eares y un sinfín
de funcionarios tos como los de Amberes) y 78.000 en 17097.
que casi siempre realizabansu actividad dentro de ros
muros de pala-
cio: el Alcázar en Madrid, \,trhitehall e'Londres y el coudenberg
en
Bruselas (figs. 13, Ay 15). En sus aledaños hay que contar f'
Sobre el clecirniento de Maclricl, r'éarrse.josé lgr-racio Foltea PLlr-ez, Itttigt'ttts lr
a los innu-
merables solicita'tes que acudían a la corte en busca I)l nundo urbano en la t ot'r¡nu dc (k¿.stilh (siglos xtt-xttrt), Sanundcr, LIuivt'r.
k¿ rliuersida¿|.
de cargos, ho-
nores o pensiones, y andaban dando vueltas por ros pasillos sidad de Cantabria, 1997, pp. 155-156; Alfi'edo Alvar Ezquerra, El nacini¿,nto de ttna
de palacio capital atropea. l\[rulrid entre l56l y ]606, Madrid, Anrntanriento de Madrid v Tirrner,
con la esperanza cle conseguir audiencia y recorocimiento 1989; David R. Ringrose, Lladrkl. and thc Spanislt Econonw, 1560-18r0, Berkeley,/Los
ro
general tardío- de sus servicios reales o imaginarios. por -por Angeles (Califbrnia) v Londres, Ur.rir.ersin'of Califbnria Pless , 1983 fl\Iadrid, I la. econo-
último, la
mía españ.ola, 1560-1850. Oiudad, corte¡ lnís en el Antigno Ré$men,trad. Alfonso Crespo
Arana y Angel Bahamonde, Madrid, Alianza, I g85l .
:J
{; Ghislaine de Boont, trlarie de Hongrie, Bnrselas, La Renaissance du Livre, 1956,
\'éase "Thc Cotrrt of the Spanish Habsburgs: A Peculiar Institution?,,
e¡ Sltaitt nntl p.55.
itsworld, 150(11700, NervHaven (corurectictrr) iLoncrres. 7 Cifras
r989, pp. l-1+r4l¡"Lacorte tomadas cle Her-man \ran der- Wee (ed.), 7'ñe and Declin¿ trt'ban In-
de los Hab luna i rlia ( 150G
Rzs e o.[

|7oo).rr¿<t .igu", ;i;


n,rt,,
p. tn2l.
d,u.stties in ltah tnd llrc Lozu Coutttti.e.s, L<¡r'aina, l-euven Universin'Press, 19fi8, p. 217.
Amberes tenía casi 54.000 habitantes ell l6l2; r'éase.f. A. Van Houtte, .Econ()tnie er
+ G. E.
Snt,r¿n ti,ce . Lonclres, société aux Pirys-Bas á l'époqtre de Rubens", en "Colloque Rubens", Bull¿tin de I'Instihtt
Routleclge & Kegan paul, 196t, p. 22.
Historiqtte Belgc de Rorne,48-49 ( 1978-1979), p. 197.

'329
3',z!)
-mB7,l-
É

Figura 13. Wenceslaus Hollar, Vistct, del polac'io de lMtitehall desde la, otrr¿ orillct
d,el Támesais (Museo Británico, Lonclres).

FiguralS.Arróninro,EtpataciotleCoutlenberg(MtrseoclelPr¿rdo,Madrid).

reinado de Carlos I era costumbre de muchos miembros de la peqtte-


ña nobleza rural pasar el invierno en la capital. Allí se edificaron
hermosas mansiones, al tiempo que la periferia crecía a grall
veloci-
dad para clar acomodo al creciente aflujo de inmigrantes estacionales
a los
o p.r-urr.ntes, y la nobleza grande y pequeña se aficionaba
p^rqrr". yjardines de placer, de modo que Hyde Park' que bajoJaco-
bo I todavía se usaba puru rutur,fue transformado en lugar de paseo
cómo
para coches durante el reinaclo cle su hijoe' La misma época vio
ivladrid se embellecía como capital, mientras los grandes aristócratas
se hacían construir espaciosas quintas ajardinadas en
las salidas hacia

Figura 14. Atribuido a Félix Castelo, Vista d¿l Akázar d,e llladrid el este y los mundanás acudían en masa al Prado de SanJerónimo
(Museo Municipal, Madrid). para tomar el aire Por las tardes.
Lasciudadescortesanaspodríarrdiferirentamañoycarácter,
Por población, sin embargo, Londres constituía una clase aparte, pero las cortes en sí mostrabau marcadas semej ar,zas' Conocer una
con unos 200.000 habitantes en 1600 y la asombrosa cifra de 400.000 .au.., ciertos asPectos conocerlas todas, pues necesariamente las
en 16508. Por ser ciudad portuaria tenía una pujante vida comercial cortes de la Europa moderna compartían un conjunto de caracteres
monar-
yurbana propia, y dependía menos que Bruselas y Madrid de la pre- esenciales. Todas ellas giraban alrededor de las personas del
sencia de la corte y del gobierno. Pero éstos acrecentaban grande- caydelarealfamilia,ydependíanparastrbuenfuncionamientode
mente su atractivo como centro de diversiones y consumo. Ya bajo el un conjunto de usos convenidos que con el tiempo cristalizaron en

ts E. A. Wrigley, ..A Simple Model of London's Importance in Changing English e F.-¡. Fisher, London rtnd the English Econottt/), 1500-1700' Loudres'
Harnbledon
Sociery and Economy, 1 650 -1750" , Pa.st a,nd Present, 37 (1967),pp. 4+70. Press, 1990, cap. 6.

330 il3r
ilil ( (,(li,.l'ilr¡rs () ilr('n()s r rBi(l() (l(.nor ln:rs rlr.r.rir¡rrr.f
r \, l,r.rr¡r..lr¡.
I.':r |t'grrl:rIi<llr<l v rlr rr'¡rt'ticirirr cr:r¡¡ rlr t'st.ur l'i'li¡lc ll cotrlir io l,r solrct;lttt¡r rlc los l':rrscs l!;rjos cs¡¡trrr,¡lcs lr srr lrijlr
i¡r rrt.r:r virll lslrl¡t'l ( ll:rr:r l',rrgctrilr vrrl:rrr lrirlrrr¡rrc r\llrcr l(), su ('sl)()so, sc r¡r'tr¿rnizri
firn<l:rnrcrrt0 <lt'r¡lr <lt'<'r¡rr¡ (lu('s(,<.<¡nsi<k.r.irlxr ¡'rr:rr.it.gir.
ilrr¡rr.r,s<.ir,,lilrl.,¡r,,,.r, l:r cr¡r'lc rlt'irnllx¡s crr llnrscl:rs rlt'ir<'rr<'rrkl <'<ln l¿r traclición borgoñona.
s.atyqirarlar la rnaiestarl. L,n ull¿l (:¿rrt¿r ¿r M¿rlt''
virrtltrcz.,sccret¿rri' 1,,¡:r, rroolrsllrrrlr', rln¿r lr'¿rtlicitill clc B<¡r'gol-ratnodificadavcoloreada
de Felipe II, el duque de Arba come'taba
c,r'ap..rboció' el rna'cra-
to del monarca de que se consignara por escrito *lo ¡ror rrrr'<lio sigl() (l(' rrsos cs¡rarioles, yn que los dos habían vivido los
q'e toca ar orcre' :rrlos rl<'srr firruat'i<in cn M¿rdrid y marcharon a Bruselas acomparia-
de su casa y ceremonias della
t...] y asimismo ras cerernonias tocantes
a la perso'a realo.
r k rs
¡r<>r' la rnzryoría cle sus servidores y firncionarios españolesr:r.
'por cierto, señor -escribía el duque- me pare- 'lilclo h¿rce suponer, pues, que al pasar de una corte a otra Rubens
ce todo ello cosa muynecesaria que se tenga entendiáo y en escrito, s(' ('ncolltraría enseguida como en casa. En todas había nnos funcio-
Porq'e parece muy bien en ras casas de príncipes observar siempre
Lrnas costumbres, que la antigüedad de
nirrios de palacio muy semejantes, con los mismos o muy parecidos
elras hice g.an sombra en la
t ít trlos v obligaciones, un ceremonial con muchas prácticas idénticas
casa, y no se puede conseryar esto sino
teniéndoro por escrito,r0. IJna
vez codificadas, las reglas de la etiqueta cortesana v h¿rsta una distribución del palacio muv similar, por haberse ido re-
no eran fáciles de rnodelando sus espacios para proporcionar marco adecuado a las
cambiar.
La semejanzaera-aúnmayorporque los usos cxigencias protocolarias del sistema cortesano de los Borgoña-Habs-
domésticos y el cere_ btrrgo. Los rasgos fundamentales de ese sistema se pueden deducir
monial de muchas de las cortes de Europa en la
edad mocler'a pro- t¿rnto de los registros del personal de casa como de las ordenanzas v
cedían de un mismo orige', la corte ducal de
Borgoña en el sigro xv.
En Inglaterra, Enrique MI ile'o adera'te las
innovaciones introduci- "etiquetas" que se emitían periódicamente para esclarecer los proce-
das en el ceremonial-palaciego por su predecesor dimientos en vigor o modificarlosH. El objetivo primordial de esas
del siglo xl, Eduar_ ordenanzas, como de los procedirnientos y dispositivos que estable-
do rv "a la manera de Borgoñá'rt. rn ts+s .l
e-perador carros v cíant, eraproteger la dignidad y la seguridad de un soberano a quien
impuso el ceremonial borgoñón en ra casa del
prrn.ipe Feripe, here- se consideraba lugarteniente de Dios en la tierra. En consecuencia se
dero del trono de castilra, y desde ese momento
la corte españora, orientaban a aislar al monarca, y ese afán se llevó hasta el extremo en
aunque conservó argunas fuertes tradiciones castellanas,
se ajustó en Esparla, donde Felipe II asentó una tradición de realezasemioculta
Io esencial al modelo borgoñónr2. A'álogamerrte,
crrarráoL' f fgg que perpetuarían slls sucesores en el siglo xvu. Para llegar al sancta-
sanctórum del monarca, al "aposento", había que atravesar antes Lrna
r0
Library Additio'al 2g,361, fols. t r-12, dtrq'e
quez, .Brirish
l5 de novienrbre de lb7g. 'rs.
cre Alb a aMateoyáz_
rr A. G. f)ickens,
7-!c politic.s,
prúronage nntl Rotaltt,
lourt-s.o!,liutope: 1400_IgOO, cacia la biblioglafía reciente sobre la cultura cortesana de la edad rnoderu¿r, irrs¡rir':r-
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the Spanish Habsbtrrgs,, en Spnin anrt its l\brkl,
hiif isthe Gesell.srhaft ll-a .socierkrcl (ort?senú, trad. Guillelmo Hirata, México, Fonck¡ rlt'
urgos cs nñn y su (lultur-a Econórnica, l9tl2l .
Coult o J
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nage nnd. urt at the "archiduques>, r'éase Diederick Lanove, .Stnrcture and
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d'histoirc érononiEte, sh'iile-Nlntttitt., 24-2g noítt Ig98),parís, clos etr la nota I 2, Antonio Rodrígtrez Villa, Etirlut,tts de ln casrt dc Austria, Madlid, Es-
Ecriti<¡ns de ra Maison cles tablccimientn tipográfico deJaime Ratés, 1913, y Cristina Hofmann, Da,s Spanische
sciences de I'hornme, 1g9g, pp. 67_ÉJ6. p
cultura cortesan¿r en las capitiles de la E Hofzeretnonicll rcn 1500-17fll/, Fráncfort del Meno, Peter Lang, 1985; también Yves
mertta, rnás qrre strstituve, Dickens (ed.), Bottineau, "Aspects de la cortr cl'Espagne au XVIIe siécle: l'étiquette de la chambre
(-erl-.), The Prittrel¡ Couit.s o.[ Eurc,pc: dtr loi", Billetin Hispanique,T4 (1572), pp. 138-157. Sobre la colte inglesa reformada
Riru'al,
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Nueva York, Fordham Universit't, Press, I987.

':132
33rl
su( ('sioil (l('('sr:ur( i:rs: r'l gr:¡rr s:rlr¡rr o s:rl:r, l:r s:rlr.r:t, l:t:rrrr.r;rr¡r:r¡:r 7
l:r lrnrirl:trlcs-r",\'nosr¡lor'utt'l <¡rtt'r'ttlttgltlxtlrrll:rvt'rlcl:rclitrr:u:r<l<'l
lllll('( llllllll illlrr:'. l'.1 it( ( ('s() :r < lrrl:r rur:r <lc t'lllrs r.sl:rlxr rr.ur¡l¡rrlo ' r'\'lr los gcrrlillrorrrllr t's rlt' Il r'¿ts¿r y aytrtlirs rlt' r'iilrr:rr':r, sino qrrc cou-
l¡r¡r. r
Ir()r'nl:rs r:stt'i(las t'n f irnt'i<in <lt'l r':urg() r,<lt,l <.ar.go,
\,t,1 ¡rlo¡llrrr.ir vivíir t'l lxrlsill() un:l llave doble que abría todos los aposentos de
s<'r'r':rbir t:n
resguat'dado del trlttn<lo por rttr:t parrtall¿r rler fiulcionlr.ir¡s
rlc c1¡r-tc, ¡xrlrrci<rri. Nr¡ htrb<l ninguna puerta cerrada paraYelázquez en el
cada uno de los cttales tetría en palacio trna misión cuirlir<¡rs¿u¡elltc
,\I<'iizar cle Madrid.
definida.
l'cro había muchísimas puertas que franquear. El Alcázar, el
Los tres funcionarios de mayor rango en las cortes cle Madrid, ( l¡rrdenbergy el palacio de Whitehall eran auténticas conejeras, am-
Bruselas y Lo'dres eran er mayord.omo mayor o rorrJ High
stezuard, ¡rliacl:rs y modificadas a lo largo del tiempo según variaban las necesi-
responsable de la alimentación y el alojamiento del sobeiano;
el ca_ rl:rcles. Felipe II, unavez que decidió hacer de Madrid la capital de su
marero mayor, o Grand chambe¡rain, cargo que en España desapareció
nronarquía, introdujo importantes alteraciones estructurales en el
cuando sus obligaciones de atender al servicio persánal del
monarca Alcázar para dotarlo de los aposentos privados y las grandes estancias
pasaron al sumiller de corps, hasta que el condá-duque de
olivares lo cle aparato que requería el nuevo ceremonial borgoñón18. De todos
restrcitó en s. persona en 16z6;y el cabaileri ro o Mastm of the rnodos, siguió siendo un edificio incómodo. La combinación de resi-
^uyor,
Hm,se, q'e se ocupaba de las cabarerizas del soberarro
y..,, traslados. dencia real y oficinas del gobierno ocasionaba continuos trastornos,
A ellos se sumaba el capeilán mayor,responsabre globar de
los cultos y una de las razones que movieron al duque de Lerma a trasladar la
que se celebraban en la capilla real y de los músicos adscritos
a la corte aValladolid en 1601 fue el deseo de separar lo uno de lo otro
misma' Laorganización de la casa del reyse repetía en la cle la
reina, para que el rey viviera más retiradore. Cuando el experimento dc'
y en la del heredero der trono cuando ar cumplir la edad reglamen-
Valladolid fracasó y la corte volvió a Madrid, los arquitectos reales
taria pasaba a disponer de casa propia.
Francisco de Mora yJuan Gómez de Mora acometieron nllevas refbr-
cada uno de los tres grandes oficiales de ra casa real tenía a sus
mas, y se reconstruyó la fachada meridional para darle un aspecto más
órdenes Lrna extensa pra'tilra de subordinados. Los pnestos
más co- imponente y alavez disponer de un nuevo conjunto de estancias de
diciados eran los que situaban a slls ocupantes en contacto más
estre- aparato. Pero no había remodelación capaz de transformar el viejo
cho con el soberano. Por co.siguie'te, entre la nobleza había
una alcázar en un palacio consonante con los gustos y las necesidades más
competencia especialme'te reñida por los puestos de mayordomo
modernos, y únicamente con la decisión, en la década de 1630, de
(doce en la corte españora en 1623), ge'tilhombre
de la casa (die- edificar el nuevo palacio yjardines de recreo del Buen Retiro, en la
ciocho en servicio acti'o y otros'einticinco que habían oc'pado
el linde oriental de Madrid, se dio en cierta medida cumplimiento a esas
plresto y consen'aban derechos de entrada) y gentilhombre de
la boca exigencias20.
(cuarenta y siete), que servían a ra mesa real.tr sírnboro supremo
de
acceso ala real persona era la ilave de oro, y er primer ..iru,o
q,-r.
pintóvelázquez del conde-d'q.e de olirares (fig. l6), enr6z4,mlres- ro VéaseJonathan Brown, Velázquez: Painter and Courtier, New Haven (Connecti-
tra llamatir,arnerlte la llave que le había sido confiada en su ctrt) y Londres, Yale Universiry Press, 1986 lVelázqua., pintor 1 cortesano, trad. Fernand<¡
condición Villaverde Landa, Madrid, Alianza, 20001, p. 190.
de sumiller de corps. pero. había otro firncionario que, si
bien de 17 Rodríguez Yllla, Etiquetas d¿ la casa de Austri,a, p. 36.
rango inferior, disfrutaba de'n control singular sobre las llaves, 18 Rodríguez Salgado,
y era "The Court of Philip II,,, pp. 212-213;Véronique Gerard,
e.l aposentador de palacio, el puesto puru.l que De castillo a palacio. El Alcázar d,e Madrid, en el s'iglo xt'r, trad. Juan del Agua, Bilbao,
Velázquez sería de_
signado en 1652. corno aposentador, debía a*nd.er aririmpiezayla Xarait, 1984.
re Véase Antonio Feros, Kingship and Faaouritism in the Spain of Philip ilL 1598-
decoración interior del palacio ésta que, según la ejlrció ve- 1621, Cambridge, Cambridge University Press, 2000 lEl du,que de Lerma. Reakza
lázquez,llevaba aparejado un amplio -tareaabanico de obligacionles y opor- I priuanza en la España de Felipe III, trad. del autor, Madrid, Marcial Pons, 20021,
pp. 87-90.
20
Jonathan Brown yJohn H. Elliott, A Palace for a King: The Buen futiro and the
l5 Court of Philip.Ili New Haven (Connecticut) y Londres, Yale University Press, 1980;
Ltrclrvig Pfancll, "Philipp II trnd clie Einftihrtrng cles burgtrnclischen
Hof2ere- edn. rev. y anrpliada 2003 lUn palacio para el re¡. El Buen futiro y la corte d,e Íblipe N, trad.
üroniells in Spanien", Histo'risches
Jaltrbuch, bB ( 1938) , pp. l-33. Vicente Lleó y María Luisa Balseiro, Madrid, Taurus, 20031.

334 335
Allx'r'lo t'rtt¡rt'r'tttli<i ttllit I't'tl¡o<lt'litt'irilt
l,lrr lh usr.l¡rs, r.l lrr clrirlrrr¡rrc
cxl('lls¿r rk' llr lt'sirlcrrr'i¡t <k'l g<llrt:t'ttittl<¡t't:tt cl (lotrclenberg, arltes
inclrrs<l <k't¡rrt'í'l y srr ('sp()sa hicicr¿tn su entrada oficial en la ciudad
cn 1599!r.'lirr¡rllión (:r) este caso se trataba de adaptar un edificio an-
tiguo a lis exigencias del ceremonial cortesano español de la época.
No sin serias clificultades se abrió en la primera planta un conjunto
de salas cle aparato con acceso cuidadosamente controlado según
criterios dejerarquía, mientras la infanta Isabel, como convenía a su

t
rzrngo de soberana consorte, se instalaba en idéntico número de es-
a
u
tancias pero un piso más arriba. En las dos primeras décadas del siglo
el architect generaelde los archiduques, Wenzel Coerberghe¡ estuvo
constantemente atareado en obras de embellecimiento y moderni-
zación de la residencia. Las mejoras formaban parte de un vasto
programa de reconstrucción y renovación de las viejas residencias

1 imperiales, pabellones de caza yjardines que los archiduques aco-
metieron para afirmar su carácter de soberanos independientes de
un estado, los Países Bajos del Sur, dotado de identidad y coherencia
t propias.
il
ü
I
El palacio de Whitehall, una confusa amalgama de construcciones
de la época Tudor, no se prestaba mejor que el Alcázar y el Couden-
I berg a ser modernizado con éxito. Pero, en 1619, un incendio des-
truyó la antigua sala de banquetes.Jacobo I, con los ojos puestos en
un posible enlace español de su hljo y heredero Carlos, príncipe de
Gales, y en la necesidad de contar con un salón de ceremonias don-
de celebrar esa y otras solemnidades de estado, ordenó a su arqui-
tecto mayor, el Suruqor of the King's Works InigoJones, sustituir la
vieja fábrica por otra de nueva planta. En menos de tres años se levan-
tó la hermosa Banqueting House, primer gran edificio que se com-
pletaba en Inglaterra con arreglo a los cánones italianos de Palla-
dio22. Estilísticamente se alzaba en un espléndido aislamiento,
contrastando a más no poder con los vecinos edificios Tudor; pero
es muy posible queJones lo concibiera como la primera fase de un
magno proyecto, el de un nuevo Whitehall que fuera digno deJaco-
bo I y su excelsa visión de la divina majestad de la realeza. Construir

21 Sobre la reconstrucción del Coudenberg, véase Krista DeJonge et al.,


"Btild-
ing Policy and Urbanisation during the Reign of the Archdukes: The Court and its
Architects", en Thomas y Duerloo (eds.), Albert and.Isabella, pp. l9l-219.
I 22 Para un estudio de la construcción de la Banqueting House y su programa
Figura 16. Velázquez, El conde-duque de Oliuares decorativo, véase Per Palme , Tiiurnph of Peace: A Stud"¡ of the Whitehaü Banqueting House,
(Museu de Arte de Sáo Paulo). Estocolmo, Almqüst & Wiksell, 1956.

336 337
('s('ilu('\'(¡ \4'lritclr:rllsr.¡ ¡:t r.l su(.lr() l:rr¡.1:rrrrcrrf r,;rr:u ir i:rrlo
¡lor srr lrijo
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( i:u los l, r¡rrr. l<.srrcr.rlio r.r¡ r.l ltr¡nr¡ r.n l(i?5. Nrrr¡r:r lrrrl¡o rlirrt,r.o rol):r or r irlct¡l:rl rcrlrr¡r'r.ur surit-l:rsl()s ruilittrrcs, lilrt'r'irrr<l<lasífilrrl<ls
srrlit'icnlt' l)¿ll'ir lx)n('r'l<¡ t'rr rrr¡rrr.lr:r, ¡rt.r.o l<¡<l:rr,írr <.rr I (i.17, <.sllr¡<19 vir
el rey cautivo clel l'arl¿uncllt(), s(. lt'¡lo<líir vcr.t.¿rvili¡r<l<¡ s.,llr-t: l9s l)iulr()tuls()(ul):l(iorlcsrrrcrros¡rqlt'sivas. l.:rsrlosprimerasdécadas
rlt'l siekr, r'rr l,,s¡lrrilr ( ()ln() r'rr Inulaten-a, fireron tiempos de derroche
planos de su grandioso palacio firtrrro, r¡rrc habí:r rlt: rlrr¡rlicar- las di- ('()r'l('silrr(). St't'rrr¡rlt'itr-()n eltt()nces sumas enormes en banquetes,
mensiones de El Escorial2:t.
rrr¿rsr':rrir(l¿rs y ()tr:rs liestas mientras los cortesanos competían en el
Todos esos proyectos de actualizar y hennosear viejos palacios y
lrr jo <kr srr indurnentaria yjoyas y en la ostentación de sus mesas. El
erieir otros nlrevos eran una expresión visible de las grandés noveda-
¡rorLtruués Tomé Pinheiro daVeiga, que üsitaba la corte española en
des, políticas, sociales y culturales, con las que Europa se adentró en
V:rllaclolid, describe con asombro los suntuosos festines que daba la
el siglo xur. Los úrltimos años de la centuria anterior y los primeros
irlta n<lbleza; "En su lugar tienen muchas cocinas de algunos señores
de ésta se caracterizaror, en Europa por una paulatina restauración de
strrna grandeza,y es que en todo tiempo se halla en ellas todo cuan-
lapazal cabo de varios decenios de guerras: paz entre Francia y Espa-
t<r se desea,y allávan también a vender de fuera las cosas extraordi-
ña en I 598, entre España e Inglaterra en I 604, y una tregua de doce
narias, como los pollos, salmón, vaca, uvas y frutas fuera de tiempo
años entre España y la naciente república de las proünciai unidas en
[...1 y de estas cocinas hay más de 150 en Valladolid. Y todo es nece-
1609. uno de los resnltados importantes de la pacificación fue el au-
sario para gastar las inmensas rentas que tienen y para creer que
mento de los viajes y del comercio entre los estados. Durante el largo
gastan 200.000 cruzados, y aun se empeñan, como todos hacen,
periodo de enfrenramiento anglo-español que llenó la segund.a mitad
pues están debiendo muchos millones, como el de Medina Sidonia
del siglo x\r, los contactos directos entre España e Inglaierra fueron
con 300.000 cruzados de renta y el de Osuna con 150.000 y todos los
escasos' y cada país dependía del espionaje y las noticias de segunda
demás que tienen poco menos, que parece que es necesario para
rnano para su conocimiento del otro. con la llegada delapazen 1604,
gastarlos la invención de los reyes de Egipto en fabricar Pirámides
sin embargo, se reanudaron los intercambios comerciales y las rela-
en arenar25.
ciones diplomáticas. En l60b llegó a España una ingente embajada
Hasta cierto punto esa oleada de derroche a comienzos del xvu
i'glesa, presidida por el conde de Nottingham y formáda por quinien-
pudo surgir no sólo de la disponibilidad de capital y crédito, sino
tas personas entre nobles, caballeros y séquito, para asistir a la ratifi-
también de un clima psicológico de euforia producido por la coinci-
cación del reciente tratado de pazpor Felipe III. se les dio un magní-
dencia delapazy el cambio de soberano. En 1597, preüendo lamuer-
fico recibimiento en valladolid, con una sucesión de festejos en los
te del achacoso Felipe II, el duque de Feria escribía proféticamente:
que no se escatimó ningún esfuerzo para impresionarles con la rique-
zay el esplendor de la corte española. Aunque España no tendría "Faltando é1, estamos en otro proscenio, como dicen, y todas las per-
sonas de la comedia han de ser diferentes"26. Cuando al año siguien-
nunca el atractivo de Italia para los viajeros británicos del xvlr, la em-
te murió, los maquinistas cambiaron el decorado y hombres nuevos
bajada de Nottingham abrió una nueva fase en las relaciones anglo-
ocuparon el centro del escenario. Llegaba un reyjoven, Felipe III, y
españolas, dando paso a contactos más estrechos entre los dos pui..,
todo hacía esperar una corte más animada que la de los últimos años
y sus cortes respectivas; esos contactos habrían de culminar en el via-
del monarca difunto. Támbién en Inglaterra la muerte de Isabel en 1603
je de Carlos, el príncipe de Gales, de incógnito a Madrid , en 1622,
y su sustitución por un varón,Jacobo M de Escocia, con esposa e hijos
para solicitar la mano de la infantaMaría2+.
pequeños, significó un cambio radical en la atmósfera de la corte.
Nuevos reyes quería decir nuevos ministros y privados, y nuevas espe-
:n Sharpe, 1'he Personal Rure of charres I, pp. zr2-2r3;Roy strong, Britannia'Ilium-
_
phnns: InigoJones, Ru,bens, an(twhitehaltpalace,Londres,Thames aird Hr"rdson,
lgg0;
v r'éase más arriba, pp. 6l-62. 25 Tomé Pinheiro da Veiga, I'nstiginia. Vida cotidiana en la Corte d.e Vattad.olid, trad.
t* laembajada cle Nottingham v ros riajeros i'greses e'España, véaseJohn
^
stove,
_t:ofl.
llnglrslr l'maellersAbroad., 1604-166z,ecln. rev., NewÉaven (connecticut) ylo.r_
Narciso Alonso Cortés, Valladolid, Ambito, 1989, pp. 20+205.
26 Archive of the Archbishopric of Westminste¡ Ms. E2, fol. 15, duqr,re de Feria a
dres, Yale Lrnivel-sirv Pl-ess, 1989, cap. 10.
Thornas Fitzherbert, 28 de febrero de 1597

338 il39
l;ur/ir:i\'('\lr('( l,tlir':¡s. l)r'r¡torlo ¡r:rrcr irlo, r'rr l,¡s l':uscs li:rjoscs¡r:rno
t rlos¡ror lilrcr,tt l:trr¡tlt'tlcl:rlr¡¡trl:trlt'¡rltrlisilosl'tl<'lt'ltt't'l:trlt's¡rr>
Ics l:t llcql¡rllr rlc lr¡s:ttr ltirlttr¡ttcs,\llrcr to c lsltlrt'l lrlrt ir¡ nt¡r't'<¡s ltot i- Irl:rr i¡¡rr rlr.l <:rrrr¡¡r¡ or rlr'¡r:rrrrlo lr los Itt¡lrlt's)'()Ll'as l)et's()n¿ls tlt't'aliclatl
z()lll('s,('lrlr'('()lr':lsrirz()n('slx)11lu('r't'rtlrrrl<'rirrn('lrl('lt'rrílur(1il('lllzlu' t.l rr.1¡r.t.s' 1l slts tir.l¡trs. l,,rr ¡lalabt'ns de laJurlta de Refbrrnación
un p¿rís nuev() s()l)l'c las rtrirras <lt'l lntt'r'rr¡r'. r lt' l(i l1),
"lr¡s
(lu(' (l('lx'll sirlil-sou los gratrdes y señores y los cavaileros
I-as noblezzls de l-spañ¿r, ()r¿ur Brclañ¿r v l<¡s l)iríst's llirjos, torlas, y u('llt(: rlcsta t'alirla(1, v ul) ntirnero grande qtle hay de viudas nuy
quisieron sacar provecho del carnbio cle réginren. l)c un laclo al otrrr ricus v lttrtl,poclet'Osas,,V otras que nO lo SOn tanto y Se han venido a la
del continente había fámilias de rancio linaje carsadas de detrdas que ( lorlc sin c¿'tttsa lexítirna o la buscan afectada' y rnuchas Personas
mirabau la corona para el pago de slrs descubiertos y la lestaurzrción t't'lcsiástic¿rs, que teniendo obligación de residir en slls beneficios se
de sus fbrtunas, y emprendedores nobles de provincias no menos vienen a ella>2r¡.
ansiosos de obtener su parte en el botín. De ahí que la corte se con- Aunque la clecisión de los ttobles de establecerse en la vecindad
r,'irtiera en escenario de una nueva ronda cle luchas encarnizadas entre cle la corte fuera motivo de grave preocllpación en los gobiernos,
las fácciones nobiliarias por ganarse la voluntacl del monarca, con vista desde los rntrtticipios capitalinos significaba un aumellto slls-
importantes consecllencias para el carácter de la vida cortesana. Para t-¿u o con consectlencias que podían ser be-
estar cerca de la sede del pode¡ cada día eran más numerosos los lle e la sociedad urbana' En el primer tercio
nobles que juzgaban llecesario conseguir acomodo ternporal o per- cle las rentas agresadas de los trobles resi-
marlente en l¿rs proximidades de la corte. Un resultado muy patente clentes en Maclrid ascendían a 3,5 millones de ducados, con tlll pro-
fire el trasvase cle aristócratas a las capitales, donde alquilaban o edi- rnedio de 33.000 clucados por cabeza, aunqlle en la práctica el repar'-
ficaban mansiones y ñjaban sn residencia durante casi todo el año o to era muy desigual, desde los 10.000 clucados o menos ell qtl('
parte de é1. La convergencia de la alta nobleza v la nobleza menor consistía la renta cle algunos hasta los 340.000 del duque de ['errna'
sobre la corte fue un proceso acelerado. y en Esparia el reereso de la Con mucho dinero tarnbién en manos de los banqueros de la coro-
c()r'te a MacL'id en 1606 marcó el comienzo cle lo que se ha descrito na, de los altos funcionarios reales v de la Iglesia y las órdenes reli-
colno (rula irreversible rcrtesanizatión de la alta nobleza", convirtién- giosas, había fondos consiclerables que aplicar a la constmcción de
dose el afltljo en avalancha en la década cle 1630 al tiempo que los iuru, u palacios, a la funclación y dotación de islesias y cotN'entos y al
problernas económicos del estamento noble se multiplicaban. En el embellecimiento cle las ciuclades. La nueva Plaza Mavor deJuan Gó-
úrltirno tercio clel siglo eran ya más de dos centenares los nobles de mez cle Mora, levantacla entre 1617 y 1619, daba testimonio de aque-
título residentes en Madrid?i. lla nueva afluencia en una villa que había pasarlo a ser la capital de
Los gobiernos de Felipe III vJacobo I vieron con consternacií-¡n el una monarquía rnundial, cor] acceso privilegiado a l¿r plata de las
crecimiento vertiginoso de sus capitales, \'tlataron ell vano de poner Jndias:t0.
coto a Lrn proceso que amenazaba con graves desajustes sociales y como señalaba Pinheiro daveiga, sin embargo, cuanto más gasta-
planteaba serios problemas tanto de abastecimiento colno de orden ba la nobleza en conslrmo ostentoso máS se entralnpaba. Su endetl-
ptiblico. El Priq Councilo Consejo Real inglés se ref'ería en 1613 a los darniento creciente la espoleaba a buscar malleras de saqttear las arcas
"inconvenientes que no se pueden evitar de la crecida multitud de reales, pero al mismo tiempo podía hacerla depender clel favor clel
gentes 1...1 que acuclen aquí atraídas de toclas las partes del reino", y monarca. Los archiduqtles Albel'to e Isabel en particular demostraron
dictó proclamas contra la construcción cle edificios lluevos o la par-
tición de los antiguos:8. El Consejo de Castilla hizo esfuerzos reitera-
2!l Angel González Palencia, Ln..[unta dc llefonn.ariótt (1618-1625), Valladolicl, Ar-
chi'rr; Histórico tlsparlol. 1932' pp' 22-23.
:](, qobr.e l<rs in-qresos aristocrirtic<¡s, véase López Cl'arcía (ed.), lil impacto de la corle'
:7 osé Miguel López G,arcía (ecl.) , t:)l imfuttfo
.f dc la cortc ctt Qstilkt. Xladrid'¡ .su ln ri- p. 206. Sobre los p,.,y".to, trrb¿urísricos el el Maclrid cle Felipe III, véase.Jestis Esc<¡-
lotio ¿tt ln (nca nuxllrnn, Madrid, Siglo XXI, l99il, pp. ?04205. Lar,\'h,c I'lnza lVlaior antl. th.e Shn.ping of BaroEre l\'Ind,tid, Oanrbridge, Cambr-idge Lhriver-
28 Perez Zagorin. !'he ()ourt tnd the (i¡untry: I-he Bcginning ol tlu Eneli.sh Rnnlulion, sitv press, 2003 f I.a Plaza h'Iat¡otlt los orígene,s rl.el Mr¿drid banoco, trad. Mel-cecles l\llleclo,
Lc¡nclres, Rotrtleclse & Keu¿rn Paul, I969, p. l3{i. Srur Sebastián, Nerea, 2007 1

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lllll( ll:l l¡:rllilirl:rrl¡r:tt;t olrlcrrcr vcrrl;rj:rs ¡rolrlir :rs rlr.r.s:r rlr,¡rr.rrrl¡rrr.i:r
L:r sr¡lrt'r.:rru:t (llt(. l,i.li¡x, lt lcs lr:rll:r olotg:rrlo,,,rrr¡rr<.nrlí:r
l)lr('s,{oln()('ti(rilriol{r¡l¡r'trsrlcsrlr'\':rll:rrlolirlcn l(;0:i,..rrolcl¿tlllt
¡rott'rrcilrl. (()n(x inlit'lllo <lc l;rs cos;rs lr<'ll:ts" ".
clcrtlt:lltls (l(: l)ltllr)t)¿lze() lllr(lll <l<'srl<'rllrl¡lcs, (.n1,..',ili,,* l:r ¡lol<.stlr<l <lt. l,.l ¡ro<k'r'<k' l,r'r'rnlr 1'srr lir¡rrt'za lc situab¿ul ell ulla clase aparte
distribuir ho'ores y títul()s y rk: r',rr<.r'<lr.r-lir r¡rrk,, <lt,r 'r'<lis<i', y l,s ( ()nr() ('()nslr'tr('l()r'y r:oleccionista, pero no estaba solo ni mucho me-
archiduques utilizaron esos pocleres pirra srrjt:l:rr ir l¿r allti1¡rr¿r
¡1¡blcza r¡r¡s. lln las cortt:s de Madrid, Londres y Bruselas, la vida cultural ad-
de los Países Bajos del sur en s. corte,,r..fac.b<¡ VI y t,'que llesó
a r¡rriri<i a cornienzos del xvu un fuerte sesgo competitivo, al rivalizar
Londres seguido de una hueste hambrienta de nobies y cabalreros
nobles y dignatarios como mecenas y consumidores de cultura. Al
escoceses áüdos de títulos y posiciones en la corte inglesa,
maniobró volver en 1615 de celebrar las bodas reales franco-españolas en la
con cierto éxito entre las facciones rivales, alavezquÉ distinguía
con f r'ontera de España con Francia, el duque de Sessa entró en Madrid
favor especial a uno o dos person4ies: primero a Robert
Carr, aquien llanqueado por un séquito espléndido y con Lope de Vega a su lado,
hizo conde de somerset, y después u c.org. V'liers, apuesto
'n la cimacor-
tesano destinado a ocupar altos cargos del estado y escalar
de
rnientras que eljoven y ambicioso conde de Olivares, dispuesto a no
ser menos, lo hacía acompañado no de uno, sino de dos poetas:t{.
la aristocracia como duque de Buckingham. Buckingham
a su vez pasó Támbién el patronazgo llevaba a menudo aparejado un alto grado de
a ser cauce del favor real, con poderes de patronazgo
cada vez mayores. exigencia, fundado en una mejor información de los entendidos. Lo
En España, con el rrono asediado por los granaesln nobreza
titurada, que decimos vale especialmente para la Inglaterrajacobea, donde el
Felipe III concedió su privan za,y conella poderes extraordinarios
de conocimiento de las últimas novedades del arte y la arquitectura ib¿r
gobierno, aFrancisco Gómezde sandovaiyRojas, marqués de Denia,
retrasado con respecto a la Europa continental. En ese país fire trn
y duque de Lerma desde 1b99.
noble acaudalado, el conde deArundel, quien tomó labatuta. En l(il3
La elevación de Lerma a una posición de preeminencia extraordi-
hizo una larga gira por el continente en unión de InigoJones. Sus
naria en la corte y en el gobierno, seguida pá.o, años después
por la viajes le llevaron aAmberes y Bmselas, donde trabó una amistad du-
de Buckingham en Inglaterra, marcó el comienzo de una tendencia
radera con Rubens, y de allí a Alemania y el norte de Italia, de donde
de enorme significación para ravida cortesana del siglo xvlr,
el auge volvió con un amor perdurable por la escuela veneciana de pintura.
del valido32. Lerma, ejerciendo con el consentimiento de Felipe
I1I La gira continentalreforzó su posición de árbitro del gusto en la cor-
unos poderes que tradicionalmente habían formado parte
de la pre- te inglesa y le capacitó para erigirse en consejero de Lrna nueva gene-
rrogativa real, entre ellos los de patronazgo, dominó irna
corte en la ración de coleccionistas, entre ellos el príncipe de Gales y el duque
que el monarca parecía haber quedado relegado a las sombras.
De de Buckingham3s.
paso restauró la fortuna de su familia, la casa de Sandoval,
tendió una
extensa red de clientes y dependientes para afianzar s'posición
tan-
to en la corte como en el país, y adquirió ingentes ,.rr,u, que 33 Magnm (ed.) , Letters of.Peter Paul Ruhens, p.33 (24 de mavo de 1603) . Sobre
le per_
mitieron hacer prodigiosos dispendios. Mientras gastabá a manos Lerlrra corno mecenas, r'éanseJonathan Br-owl, King's and. Connoi.sseurs: Col,l,r'rting.'lrl
llenas en hospitalidad y entretenimientos cortesanos, se construyó in Haven (Cor-rr-recticut) 1'Lor-rdles, Yale Universitv
SettenteenLl¿-Centurlt Europe, Nerv
o Press, 1995 lEl triunfo pintura. Sobrc el col¿ccionismo (ort?sano en el .siglo xlz¿ trad.
d.e la
remodeló palacios en Valladorid, en Madrid y en su sede ducal
de María Luisa Balseiro, Madrid, Nerea, 19951, pp. I I l-l 14, v Sarah Schroth, "A New
Lerma. También reunió una colección impresionante de pinturas, Sgvle of Grandeur: Politics and Patronage at the Court of Phili¡r III', e l Sarah Schroth
1'Ronni Baer (eds.), El (].reto to \lekrzqu,a: ^|rt During the Reign ol Philip III, Bostou (Mas-
sachusetts), Museum of Fine Arts, 2008, pp.77-120. Sobre la carr-era política de
3r VéaseJonathan br?:l: Lerrna, véase Patr-ick Willialns, I-lze Great Faaourite: 'fhe Duke of Lennn and th¿ Court and
g!:Iirlr of Empires: Spctin, the I.ozL¡ Countrics anrt the Stntg_ Goue¡nnrcnt of Phihp III oJ Spnin, l59B-1621, Manchester, Manchester University Press,
{eforwgrla srpremacv, 1585-rzrJ, Londrei, Hambredon press, l99i,.uf. 1"rr," t 2006,y, sobre su manipulación de los sistemas de patronazgo y clientela, véase Feros,
Court ofAlbert and Isabella, lb98-1621").
32 VéaseJ. H. Elliott Kingsltip and Faaoritistn fEl tluque de Lntnal.
__ y L: W. B. Broikliss (ed,s.), Thc World, of the Fauourite, New 3{ Ltris Astrana Marín (ed.), Epistuknio conplzto de d,on lir¿ncisco de
HuyrS (9ollecticut) y Londres, yale university press, 1999 Quntedo Vitlegas,
t¿l mundo d¿ ros uarid.os, Madrid, Institlrto Editorial Reus, 1946, carta l0 (21 de noüembre de l615).
trad. Jesús Alborés y Eva Rodríg.ez Halffter, Madrid, Taurus, 35 David Howar-th, Lonl Anmdel and. his Cúrla, New Haven (Cor.rnecticut) y Lon-
lgggl ; véase también
más arriba, p. I10.
dres, Yale University Press, l!)85, pp. 33-36.

342 343
l,lrs:rr tiVirl:rrl.s rlr. ,,\r r¡¡rrlr.l ,r¡lrrrrr:rrr rr r¡rr r.lr.r¡rr.rrr, r¡rrr.l¡(.( (,- V' l':t¡scs llttjos cs¡r:utolcs sr';un(,tlir¡rro. Itr.ro l:r rl<.r'lrrl¡r rlt, l(i?0 ilxr lr
tltt'tlt lt llls < r¡t lcs rlr'.flt< olr<¡ I \'l"r'li¡lc lll. l,lrr lrn¡lxrs t.l li<lt.r.:rzg'
¡rt t's<'tt< iltt < ¡ttttlrros nnl)()r'l1lnl('s cn llrs ('()l't('s rlc M¿rrll'i<l v l,orrtllcs,
r rrl-
tttl'itl Ito lltrrl, tlt'lit <'otr¡lul, sillo rlt' rrn <lt.¡rt.r.sorurj<.s
¡rrrrur<lo irr.irrr- r¡rrc lirs irt'r'r'r'ar'íirn irl ti¡ro clc política ctrlttrral que había seguido la de
clalaclos: en M¿r<lricl, sol-l-e t<¡clt¡ Lcr.nla,
),(:ll [,onrlr-cs, l{ollcr.r (].r.1. llnrsclas b:rjo cl gobienro cle los archiduques. La muerte de Felipe III
(uno de los pritneros coleccionistas brit¿iiricos cle pintrlra
italiu..):rr;, ¡rrcc'crli<i cn ruros meses a la del archiduque Alberto yJacobo I murió
Arundel y Buckingham. No'os consra q'e reirpe III .iJacobo
('rratro airos después, en 1625. Los herederos de ambos monarcas iban
tuvieran ni quisieran tener una política real cle 'i fbmento de las artes,r
¿r rnanifestar un vivo interés y gusto por las artes, interés estimulado
y si algo de semejante iniciativa real se puede encontrar
en la corte ¡r<rr-la competenciayla emulación. Eljoven Felipe fVya antes había
inglesa es en el pr^íncipe Enrique, el hijo primogénito
deJacobo, rlemostrado discernimiento para la música y el teatro, y no tardó en
malogrado en l6l2:J7.
rlesarrollar un ojo crítico parala pintura. En el conde de Olivares
Durante esas dos primeras décadas der siglo xv', sólo en Bruselas
te nía, además, un favorito y primer ministro resuelto a hacer a sujo-
se encuentra la figura del soberano en el centro
de la vida cultural. ven señor el monarca supremo de Europa en las artes de lapazcomo
En parte ello refleja el interés apasio'ado del archiduque
Alberto por en las de la guerra. A diferencia de su padre, Felipe IV iba a ser un rey
las artes visuales, perotambién su empeño y el de
,, .rporu en pro_ refinado y elegante en el centro de una corte deslumbrante, un "Rey
yectar el esplenclor de la corte archiducal como un símbolo
de la re_ Planeta" que arrojaría sus rayos sobre Europa y cuyo brillo reflejarían
generación de los Países Bajos del sur. por medio d.el ceremonial
de y diseminarían un sinfín de luminarias menoresilg.
strsJo\euses Entrées en las diferentes ciudades del
país, de su patronaz_ Las ambiciones culturales de Felipe se agudizaron con la visit¿r :r
go de artistas locales como Rubens,Jan BrueeLel el Vie.iá pieter
y Madrid en 1623 de Carlos, el príncipe de Gales, que le llevaba cinco
snayers, de la renovación de sus palacios y de ia construcción
de la arlos y cuya elegancia, refinarniento y apreciación docta de las ¿rrtt-.s
iglesia de scherpenheuvel colno centro de devoción
mariana, senta_ debieron inducirie a darse cuerlta de que aúrn tenía mucho que apren-
ron conscienternellte los cimientos de una sociedad cortesana
con_ dera0. Pero si el afán de Felipe por hacerse entendido en pintura cre-
trarrefbrrnista que se alzaríaer fuerte contraste con la advenediza
ció con la presencia del príncipe cle Gales, también a Carlos le impre-
r-e¡liblica holandesa creada por los rebeldes calvinistas en
las provin- sionó profundamente la rica pinacoteca de los Austrias f a su regreso
ci¿rs del Norte:Js. su recompensa sería un espréndido
florecimiento a Londres, con regalos de Felipe que incluían dos grandes tizianos y
cultural, sostenido no sólo por el patronazgo de la corte sino
también un importante veronés, puso en archa en todo el continente una
por el de los mu'icipios y las élites cívicas, la Iglesia y las órdenes
re- búsqueda de obras maestras que añaclir a su colección. También le
ligiosas, losjesuitas en particular.
causó honda huella el fbrmalismo de la vida cortesana española. La
El archicluque Alberro falleció en l62l, pocos meses después
de corte de su padre en Londres andaba por desgracia escasa de la die-
que expirase la Treg.a de los Doce Años y se rea'udaran las
hostili- nidadyel decoro que habíavisto en Madrid, yal subiral trono en 1625
dades entre España y las provincias [J'ridas. con er retorno
d.e la tomó medidas para snbsanarlo. Poco clespués, el embajadorveneci¿r-
glrerra y laviudez de Isabel, que adoptó corno indumentaria
el hábi- no comunicaba que "el rey observa una regla de gran decoro. Los no-
to de las clarisas, el papel de la corte en la visorosa üda
cultural de los bles no entran en slrs aposentos en confusión como hasta ahora, sino

:|ti Véase A. R. Braunmrrller,


"ftsbs¡¡ Carr, Earl of Somercet, as Collectgr ancl pa_ 3t' Sobre las políticas cultur-alcs de Olivar-es v la cleación del
trorl,, en Linda Le'v Peck (ed.), 'l'he fulental
Worl. o.l theJncobea.n Cou.rt,Carnbridge, "Re1'Planeta>, véase
()ambridge University pr.ess, lgg l cap. Brown v Elliott, A Palnce Jor a King lLh palnrio para el reyl , en palticular el cap. 2; r'éase
. 13.
tarnbién rnás abajo, pp. 33&337.
.-. '' vé-aqRo1'stron¡5' Henry, pri.nre of wares and Engrand! Lost Rpnaírrazre, Londres,
'Iharnes & Hudson, 1g86.
r0 Sobre el impacto ctrltural de la visita del príncipe cle Gales a M¿rdrid en 1623,
:18 Sobr-e véase Jonathan Brown yJohn Elliott (eds.) , I'he Snle of' llte Oentur,¡: Artistit Relations
diferentes manifestaciones de la actividad cultur-al de los archiduques,
bctueen Spnin nnd Grent Britain, 16()4-1655, New Har.en (Connecticut) y Londres,
véarrse los_ ensayos recogidos-en Thornas y Duerloo,
Arbert et Isabeiln Sobre scherpen- Yale Univcrsity Press, 2002 [La alnoneda d.el .siglo. Relr¿cione.s artística,s entre Españu"¡
heuvel, véase la obra magníficalnente ii'strada de Luc D'erroo y
Marc wi'ge's, Gran Bretaña, 1604-1655, trad. Mar'ía Luisa Balseirt'¡, Madrid, Museo Nacional del
s t l¿¿ rPen heu a e l. H et e r u za re nt. r a n tr e Lr¿ge I nd¿n,
.f -. Lov ai¡a, o^ i¿.r""á., i0oz. Prado,2002l.

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Isabel, pero en el fbrnlalisrn<l y la rigidcz <lt: sr¡ ct:rcnlo¡i¿rl, s¡ corte
tendría también afiniclades evidentes co. la cre l-eripe IV.
Las afinidades, sin embargo, iban más allá de las normas de etique-
ta. Aunque carlos I se mantuvo resuertamente anglicano en su creen-
cia personal, su esposa Enriqueta Maríaera francls ay católica, y cul-
turalmente su corte compartía muchos gustos con las de la Europa
contrarreformista. Había en la cultura europea de la época un cos-
mopolitismo que trascendía las fronteras nacionales, e incluso hasta
cierto punto las divisiones religiosas. Al tiempo que la Europa de la
década de 1620 se hundía nuevamente en la g,r.r.u, las líneas d.e co-
municación entre las diferentes cortes permanecían abiertas. Los
diplomáticos, muy conscientes de las aficiones estéticas d.e sus reales
señores, les mantenían al tanto no sólo de los sucesos políticos, sino
también de la actualidad cultural de las cortes de sus rivales. .El mar-
qués de Leganés Hopton, el agente inglés en Ma- Figura 17. Rubens, Alegoría d¿ la Paz (National Gallery Londres).
drid, en un despacho -escribíaArthur
característico de 1631- errá.rrf..mo con una
calentura peligrosa, lo cual para el servicio de su Majestad sólo im-
Inglaterray el continente, practicando simultáneamente la compra-
porta en cuanto que posee buenos cuadros y estatuas, que en caso de
venta de arte y la diplomacia informal en cortes a las que sus conoci-
desgracia podrían ser procurados, si su Majestad así ló ordenare,a2.
mientos de expertos les franqueaban la entradaa+. Pero en aquel mun-
Los embajadores de carlos I y Felipe rv hubieron d.e actuar como
do cosmopolita donde el arte y la diplomacia se daban la mano hay
agentes oficiosos parala compra de importantes obras de arte que
una figura que descuella sobre todas las demás, la de Pedro Pablo
salían al mercado, compitiendo con diplomáticos rivales por pinturas
Rubens. Entre 1628 y 1630 Rubens vinculó a través de su persona las
y esculturas que realzasen las colecciones reales y aristocráticas d.e
sus cortes de Bruselas, Madrid y Londres, mientras se esforzaba en sentar
respectivos países. Ya fuera como objetos de regalo o de adquisición
las bases diplomáticas de un tratado que pusiera fin a cinco años de
reñida, en las décadas de 1620 y l630las obras de arte fueroninoneda
hostilidades entre Inglaterra y España. La coincidencia de gustos ar-
normal de cambio y concurrencia entre las cortes de Europaas.
tísticos entre Felipe fVy Carlos I convertía al fiel servidor de Isabel,
La competencia dio nuevo relieve al papel de entendidts e inter-
que era alavez el más famoso artistavivo de Europa, en un mediador
mediarios Balthazar Gerbier, de origen hugonote, que fue
-como ideal para poner errpaz a las naciones enfrentadas.
asesor artístico del duque de Buckingham- que iban yvenían entre
Estandojustamente en Londres, pintó Rubens para Carlos I su
gran alegoría de lapazy la guerra (fig. l7). También aprovechó la
i: 9iad9 en Sharpe, The pnsonal Rule of Chartes I,p. 210. ocasión para terminar su magnífico programa decorativo destinado
"' British Librar¡ Egerton Ms. 1820, fol. 62. Hopton a lord Dorchester, ll de a celebrar los triunfos y la apoteosis deJacobo I en el techo de la Ban-
septiembre de 1631.
a3 sobre el coleccionismo
rear y aristocrático en esta época, véase en particular
queting House de Whitehall. Las telas recibieron los últimos toques
J. Brown, Kings and Conry.i1se1trc dz la pintural. Sotre h diplomaiia y la en_
trega de regalos, véanse ElizabethlEltriunfo
cropper 1ed..j , rne olplomacy of Art: Artistic creation
Seicm
and,Politits in lloquiavol. 7, Milán, NuovaAlfa, 2000, y 44 Brown, Kings and Connoisseurs
IEI triunfo d,e la pintural, pp. 2{29 Roger Locky-
José Luis Colomer la monarquía hispónica m el sigln xwt,Ma_ er, Buckingham: The Life and Politiral Career of George Villiers, First Duke of Buckingham,
drid, Fernando Vill rdios Europa Hispánica, 200g. 1592-1628, Londres, Longman, 1981, pp. 27+215.

346 347
('il ('l \'('r:ilr(, (l(' l(iii l.
¡ror l¡rs rrrisrr¡:rs fr.r lr:rs (.n (llr(,\t.l:rzr¡rrr.z t,rrrr rlr';\r¡¡lrcrcs llrs glttttlcs rlcr ot:rr ir¡ttcs rlc llt crtlr:rrl:r r ctcrrrot¡ilrlcn l;r
t't¡tri¡lo tlt'rll¡rls ltt'lisltts st'ltlitn:tllrrr t'rr llr rr.lrlizlrr irir¡ rlr. rr¡ (.¡i(l¡(.ll¡r r irrrlit<l<lt'l srrr'<'sorrl<'ls:rlx'l,t'l clrrrk'r¡irl-irrflnl<',r'l l7<lt'alx'il tlc l(ijjl-r,
decor¿rtivo cotnpat':tblo I):ll'it Marlri<l: rrna st,¡'it.<k: r.rur<llr¡s rtc llal:rll¿rs
r':r t <¡nlirtrr:rciritr lit'lillc lV k't'ncarg<i rtu:r serie de pinturas para su
y retratos ecLrestres de la fzrmilia lcal para cl c<¡rrivalcrrtc: ln¿rclrilcñr¡
¡lirllcll<irr <lt' <:irz.a, la Tk¡r'r't' cle la Parada, que le tendrían atareado
de la Banq'eting House, el gra' espaci. cerer'.niar clel Salór,r llirsta t'l li n rle: srrs clíasr1). Pelo quiso evitar la corte y vivió aferrado a str
cle
Reinos en el palacio del Buen Retiro. Las pinturas de R'be's, rt:t'ién h:rll¿rcla libcrtad hasta su muerte en mayo de 1640.
sin
embargo, no se enüaron a Londres hasta octubre de r63b, y él rehu- El desengaño final de Rubens se produjo en un momento en que
só acompañarlas para superüsar su instalacióna5.
lir vida cortesana, tanto en Londres como en Madrid, caía víctima de
Por más que le halagase recibir encargos de un rnonarca ta' exi- str propia artificialidad. La mascarada cortesana era escapista por na-
gente como carlos I, las restricciones q'e normalmente se imponían
turzrleza, y muchas de las piezas representadas ante Carlos I y su corte
a los pintores de cárnara nu'ca se apricaron a Rubens, y
entonces carecían de la ligazón con el mundo real que había dado tanta vitali-
menos que nunca. su contrato original con los archiduques Alberto
clad al teatrojacobeo5o. En la mascarada, actores y público por igual se
e Isabel le dejaba en libertad para vivir y trabajar en Amteres
en lu- veían transportados a un reino mitológico en el que el orden sustituía
gar de atarle a la corte de Bruselasa6, y gran parte de su actividad
no al caos y bastaba una varita mágica para restaurar la calmasr. Carlos
iba destinada a la corre sino a ra Iglesia y miámbros de la élite cívica. veía en aquellas transfbrmaciones una alegoría de su propio y benéfi-
sus experiencias como dipromático en Madrid y Londres no
hicieron co gobierno, que había convertido un país atribulado en unaArcadia
sino refcrrzar su creciente aversión a las cortes, y durante su estancia regia. Anton van Dyck, a sll vez el perfecto cortesano por su deleite en
en el primero' si' duda, tu'o parte en disponer las cosas para qrre el buen vestir, la buena múrsica y la buena vidas2, era el artista iclezrl parir
velázquezpudiera escapar por areúrr tiempo cle la reclusión cortesa- un reino arcádico. A lo largo cle la clécada de 1630, un torrente de
na y ampliar srs horizontes visitando los grancles cerltros artísticos
de retratos deslumbrantes mostró a sus pobladores rey y su familia,
Italia. Artistas como orazio Gentileschi, que llegó a Lorclres en
1626+i,
-el
sus cortesanos y sus nobles- como la quintaesencia de la elegancia en
v str propio discíp.lo Anton van Dvck, qre en 1632 pasó a
ser pintor un mundo intemporal de refinamiento cortesano (fig. 1B). Pero cllan-
cle cámara de carlos I, podía' qvizá admitir v hasti clesear
aquella do Van Dyck murió, en diciembre de 1641, la Arcadia desaparecíaya
fb.ma de ser'idulnbre, pero a esas alturas de su carrera R.bens esta- a ojos vistas. En Escocia, en Irlanda y en Inglaterra la rebelión había
ba'rás deseoso q.e de emanciparse. E. cliciembre de 1633 la disipado brutalmente el áureo resplandor del mito.
m'erte cle la infanta ^rnca
Isabel r<lmpió su lazo emocional más fuerte co' Thmbién en Madrid el nuevo palacio del Buen Retiro, con slrs pa-
la corte brtnelense. Al ario sisuiente escribió a peiresc q'e,
habiendo tios, susjardines placenteros ¡ al final de la década, su Coliseo, dio
estado "lejos de rni casa por espacio de nueve rneses, y obligado a
estar marco a festejos cortesanos y comedias alegóricas que nada tenían en
presente continuamente en la corte,, había tomado la decisión de comúrn con las dolorosas realidades del munclo exterior (véase fig. 23)53.
"obligarme a cortar este n'do clorado de la ambició' para recobrar
mi libertacl,{s. La libertad resultaría ser me'or de lo q.e hubiera
deseado, ya qre tuvo qLre organizar a toda prisa para Ios inagistrados {e
John Rtrpert Martin , T-he D¿rora.tions for the Pompa. Inttoit¿ts Fenhinnridi, Londres ,v
Nrreva York, Phaiclon Press, 1972, v Svetlana Alpers, Th¿ Decoration of the'forre de Ia
Pa¡nda, Lonclres,v NuevaYork, Phaiclon Press, 1971.
Christopher White, Pcter Paul Rubens: illa n nnrl. .Lrti.rt, Nerv I{¿r,e¡ (C.''cct.i- 50 Graham Parry, The Gold.en Age Restor'tl:T'he Culture of the Stut¿rt Court 1603-1642,
.r5
crrt) r'l,ondres, Yale Llrriversiw press. lgg7, p. 2bb. Los pasos por I.a
rendidón ¡l.e Brcdu Manchester, Manchester Universitl' Press, l98l, p. 203.
v los otl-os crtadros de batallas se escalonan entle el verano de 5r Sharpe, ThePerson¿lRukof CharksI,p. 183; véasetanbiénKevinSharpe, Crl'h'-
I634 r,el verano cle l63rl
(r'ézrse Brown y Elliott, A Pnlace.lor. tt 1r.rn.g
¡r. 27!l IUn pal.ruio para elrer, p. pg l ] , n. 7). cism and Contpliment: Tltc Politirs of Literature in tlu lhglantl of Charle.s { Cambridge,
Ohristopher- Brown, ii-r.t tlr" Archcl¡kes", e¡ Thom¿rs y l)rrerl6r_r Cambridge University Press, 1987, cap. 5 ("The Caroline Court Masque').
.16 "Rrrbcns
(eds.\, Albert and Isabelkr, p. l2l. li2 A. K. Wheelock, S. Barnes vJ. S. Helcl (eds.), Anthony uan D\ck, Washington
+7 Gabriele Finaldi (ed"),
ornzio centir¿.schi a.t the cotn, ,f charresr Londres, Na- (D.C. ) , National (lallerr' <¡f ¡\r't, 1990, p¡r. I 2-l 3; r' sobre los ¿rños clel pintol t:n la c<-¡rte
tional Gallerv, 199g. inglesa, r'éase el ensa)'o de Oliver Millar, .\hu I)r'ck irr Lr¡ndr¡n'. en ese catáloso.
r8 Magrrrn (ed.),'t'he Lcttc,s of peterpatil t:f VéaseBro*,nr Elli<¡tt,.-l PaLarcJitraKinglL'npulnriolnrlel tql,c'ap.7.
Ruben.s,p. 3g2 (lg cle ¿iciernbre de 1634).

3-1Ét l]-lf)
v l'il cs¡x'r'l:ir ttkrr or l('s:ur(,rk'( l:rklt'rrin <k'llt lllrn'a /',7 nt(rlo, t'nutnlo, utnrtr,
csccrrilir'¡rrkr crr l(ii15 r'rr rrnir isl¿r cn nlitad clel estartque gr-ande con
acorrr ¡ rir ñ unl it:r r to rlc l-¡rillantes tramoyas del escenógrafo fl orentino
(losimo [,otti, narraba la historia de Ulises cautivo de los hechizos de
(lirce. No era difícil leer entre líneas la historia de un monarca cautivo
de su valido cuando debería haber estado acaudillando a sus ejércitossa.
Mientras Felipe IV hizo lo que Olivares esperaba de é1, y creó en torno
a sí una corte esplendorosa capaz de atraer a una deslumbrante nómi-
na de talentos de Vega, Quevedo, Calderón, Velázquez-, esa
-Lope
corte, como la de Carlos I, vivió en su particular mundo encantado. Las
sublevaciones de Cataluña y Portugal en 1640 fueron un brusco des-
pertar. Tres años después, el conde-duque de Olivares, el que fuera
diseñador y director escénico de la corte del "Rey Planeta,,, se üo rele-
vado de sus obligaciones al cabo de veintidós años de poder.
Es propio de las cortes exaltar la majestad de la realeza,y las de
España e Inglaterra cayeron víctimas de su propia retórica abultada.
Para muchos de sus súbditos, la corte de Carlos, con sus gustos conti-
nentales, clasicistas y papistas, erala manifestación visible de realeza
absoluta que amenazaba destruir el protestantismo y subvertir las li-
bertades inglesas tradicionales. El rey, sumergido en una marea cre-
ciente de descontento, no supo comprender los agraüos de su pueblo.
En 1649, todavía sin entender, salió al cadalso por la ventana de aque-
lla misma Banqueting House que había sido pensadaparaproclamar
el advenimiento de una monarquía más excelsa y majestuosa.
A diferencia de Carlos I, Felipe [V consiguió con Ia defenestración
de Olivares detener el avance de la desafección y recuperar la iniciativa
política. En España, lo mismo que en Inglaterra, el estilo de üda y el
despilfarro de la corte habían llegado a ser motivo importante de irri-
tación popular, y tanto antes como después de su caída el condeduque
tuvo que refutar los cargos que desde todas las direcciones se le lanza-
ban por el dispendio de grandes sumas en la construcción y ornamen-
tación del Retiro55. En un gesto simbólico tras lacaída de su ministro,
el reymandó fundir los doce magníficos leones de plata que adornaban

5a VéanseJ. H. Elliott, "Staying in Power: The Count-Duke of Olivares", en Elliott


yBrockliss (eds.), The World, of the Fauourite l"Conservar el poder: el condeduque de
Olivares", en EI mund,o d¿ los ualid,osl , cap. 8, y Margaret R. Greer, The Plq of Pouer:
X[ythological Court Dramas of Pedlo Cald,erón d¿ la Barca, Princeton (NuevaJersey), Prin-
ceton University Press, 1991, pp. 87-94.
Figura 18. van Dyck, I.ordJohn stuart y lord Be¡nard, stuart 55 Véase Brown y Elliott, A Palncefor a King, pp.242-248
lUn palacio para el rE,
(National Gallery Londres). pp.243-2481

350 351
cl S:rlorr rlc l{r'irros'r'. l'r't(,;rulr(lu(' l,'r'li¡rr'lr('l('n(lio r ¡urrlri:rr rlr.r.slilr¡ rlc l't:rrrr i,r"' Nin,.,ur l)nrlr¡r lr;rsirlonrirs((,tl('s;tttor¡rtt'\i'l:r,rr¡rtcz,r'ttr'l
<l<'grlllit't tt(t l)lllit ltl)lll(:rr cl rlcsr ()nl('nlo ¡rolrlir o,:r¡rcrr:rs llizr¡ rr¿rrltr scnti<lorlt'rrrr;rrirllr;rl:rrl:r.rr¡rrrl¡,rnt;isrltr<'lirstlt'l{trl¡r'rlsr'\'ltttl)r't'k,
¡rot't'ittrrlrill'<lt: t'slilo <k.r,i<l:r. t,:r llrur.r'lr.<lr.srr <'s¡roslr r.rr l (i.l.l v l:r rk' :r l scr vir'io r k' rul soll<'r'¿rnt¡ r' it krs I'il ltalcs cle p:rlacio. Rttbetrs, itrclttstr
su hijo y het'erlctrr llitll¿ts¿u'(l¿tllos t'n l(i l(i lrieiciu¡lr:ntr'<lt'jaxrn crr r r uu lrk r llr t r ¡l'tc ar-c lliclucal ptrso sobt'e él ntal'ot es tletuandas, consert'ó
suspenso las fiest¿rs cortes¿lnas, p(:r-() c()ll l¿t llt:qir(l¿r <k: lir ntrr:v¿r rcin¿r t it'r'to gur<kr clc liberrLrcl personal porvirirl'trabajarenA,rnbet'es, clonde
Mariana de Austria en 1649 la corte volüó ¿r vivir. Los A¡r¿\ros dej eróni- sll ('usil, ('()lr su ur¿rraviilosa colección cle pintttras I'arntigüredades, le
mo de Barrionuevo en la década de 1650 y a principios cle la de 1660
¡rt'r-nritía cs<rapilr a Lur rnundo privado'il'. La pdmeta obligación que tenía
retratan Lrna corte en la que penuria y francachela iban de la mano. Vun Dvck cn Lorrdres era sen'ir a (larlos I, que le imponía firertes cargas;
Las críticas del derroche cortesano de Felipe no amainaron, ni los rcro atin nrírs que de trabajos legios vivió satur¿rclo de eucat gos prirados,
¡
gastos tampoco. En Londres el lord tesorero de Carlos I, sir Richard ('()n Llll continuo desfile de rniembrt¡s de la alta y la baja nobleza que
Weston, había querido reducir los dispendios, pero se vio atado de riescle Ll corte v I:r plorirrcia acuclían ¿r su estttdio de Bl¿rckfi'iars eu soli-
pies y manos por el principesco desprecio con que Carlos miraba la citud de retr'¿rtos que tl'ansfbrm¿rseD su irnagert cle sí nrismos.
economía¡',.Huy en la Europa moderna una tensión constante entre Hasta cielto pru)to, lils clif'erentes experiencias vit¿rles de Rttbens v
la magnificencia que se espera del príncipe y la moderación que tam- Van Dvck, por un laclo,,vVelázquez, pol'otro, reflejan clif'erencizrs eutre
bién se le exige, tensión que captó bien Alonso Núñez de Castro al las cortes c¡ue les clieron trabajo. La cle los archiduques, a pc-s¿rr de ser
escribi¡ en stt Libro histórico político. Sólo Mad.rid es corte una corte a l:r espirriola, la clescribí¿r el cardelral Bentivoglir) ('()ln()
"Yimos conde-
nado el exceso en los aparatos regios; vimos también cuán preciso es ornás arnable v libr"e' que su honróloga cle España, v Rttbeus a¡rt ovt't'lt<i
para el respecto algúrn exterior culto que distinga los reyes de los de- esa libeltacl para aceptal-otros encar-gos acletnás de los clit-r't't:ullcltlt'
más hombres"58. vinculados ¿r lrr colte cle Bruselas'ir. La coLte inglesa, a pesar clt' llulrt't'
Felipe IV, siempre consciente, al igual que Carlos I, de la impor- adqtrirido el forrnalisnro espariol bajo Carlos I, siguió teniendo lnen()s
tancia de la majestad y el decoro, se sacudió las críticas y creó para sí cle corte centr¿rlizada que de agmpación cle cas¿rs nobiliarias en torno
Lrn entorno cortesano que reflejase sus personales sensibilidades es- a lzr cas¿r del r-er, l'los grancles nobles marrtenían utra existencia mrrv
téticas y su idea del esplendor y la dignidad que convenían a un rey independiente, organiz¿rndo f-estejos 1' repartietrdo patrotrazgo a su
de España.Para lograr el entorno soñado, en slls últimos años se libre albeclLío';:. En el aspecto financiero al lnenos, Van Dl'ck se bene-
apoyó cadavez más en el hombre al que había nombrado pintor de fició sin pr-oblernas de la rnezcla de patlollazgo real, alistocrático y
cárnara en 1623, y que con el paso del tiempo había venido a ser una provincizrno, arurque fisica 1'psicolóeicamellte el agobio acabase con
presencia flja en su mundo. Fue Velázquez quien renovó el amuebla- é1. De las tres cortes, la cle Felipe IV fue la rnás parecidzr a uuajattla de
miento del Alcázar y El Escorial en la década de 1650, quien conti- oro, tanto p:rrzr los que sen'ían al rev conlo para él rnismo. No habría
nuamente refinó y recolocó la colección real de pinturas en consul- sido ltrgar para Rubens, corl sn ,,horl'ol'¿r l:rs c()l'tes" v su scd cle incle-
ta con el re1', y quien tuvo el deber, en su condición de aposentador
¡:enclencia. Pero Ia carrera de Vel:izquez, que estlrvo tocla str t,ida lne-
mayor de palacio, de disponer todo lo necesario para el viaje oficial tido en l:r.jaula de ol'r¡, clemuestr¿r que también la coustricciótr, lto sólo
de los reyes a la frontera franco-española en 1660, cuando le queda- la libertad, puede crear concliciones en las qrte florezca el genio.
ban pocos meses de vida. Fue también él quien supervisó la decora-
ción de los aposentos españoles en el pabellón de la isla de los Faisa- :'rr \'éasc Br-orvn. I'tlii:t¡uez: Pttirtt¿t und O¡nttlipt
lli'/ú:qttc:.. pintrn ¡' rorlasarrol , cirps. ti
nes en el que Felipe presentó a su hlja ante slr prometido, Luis XIV l t). Vliis abajo, ¡r. 375 v fig-. iiO.
(i(l
\'ézrse.feffi'evM.NItrllcr, Rub¿n.s: T'hc,lrti,st ns(i¡llalor,Pl'incetr¡t.l (Nuela.felser'),
Princeton f-r r rir ersi [r' Pless, I 9lJ-9.
i,6 Ibirt., p.246. 6r (litarlo
57 Michael van Cleave Alexancler, Chr¿rles I's Lo'rd, Trea.surer: ,Sir ¡rol Dieclelik l,iurove eu'fhoul¿ls l Ducrl<¡o (eds.),,llbc¡t ¿t Lsabella,
Ri,chrrd Weston, Earl p. l{)7.
(;2
of Portlrtnd, I577-16)5, Lonch'ers, N{¿rcnrill¿rn, 1!)75. p. 1518. Malcolnr ^Smtrts. "-I'he Political Failule c¡f Stual-t (lultulal Patrorrage", en Grtt'
5ri Aloltsc> Ntiriez cle (lzrstrct, Libto hislórico polítito. Sólo l\,Iadt'irl,es
cot'te,3.u ecln., M¿r- Fitclr L.r'tle 'r Ste¡lhen ()r'gel, /)alrzli ttgc itt thr R¿nuissttnte, Princeton (Nueva.f elsev),
clricl, 1675, p. 191. l9t3l, p. 17{i.

',Ja1'2 .t=rt
.).).)
(lnr)l'r't-lr.tt XIV

ApanruNcrA y REALTDAD EN I-A Espaxa DE YrrÁzeurz

" Realidod y apariencia. Las cosas no pasan


por lo que son, sino
por lo que parecen; son raros los que miran por dentro, / rnu-
chos los que se pagan de lo aparente [...] ".
(Baltasar Gra cián, Oráculo manuol y arte de prudencia, L647)t

Lu nrpuna donde en 1599 nació Diego Rodríguez de SilvaVel ázqttez


era un país en que las apariencias mostraban señales cada vez más
ominosas de discordancia con la realidad. El viejo reyFelipe II había
muerto el año anterior, después de un reinado de cuarenta y clos ar1<ls.
Como monarca más poderoso de Europa, había dejado al.jovcn
Felipe III un exhausto reino de Castilla, una enorme carga de cleurlas
y la precaria misión de conservar su herencia dinástica intacta y librar
a la cristiandad del avance de la herejía. Con todo, no se escatimaron
gastos a la hora de celebrar las exequias del difunto rey de una mane-
ra digna del soberano cle un imperio global, conocido oficialmente
como "monarquía española". Sevilla, la ciudad natal de Yelázquez,
llegó a superar su propia reputación de ostentación suntuosa al levan-
tar en su catedral un descomunal catafalco donde se representaban
con emblemas las virtudes del fallecido monarca, se describían sus
logros y se proclamaba la extensión de sus dominios mundiales. La
multitud contemplaba sobrecogida el impresionante monumento.
"Voto a Dios que me espanta esta grandeza", escribió Miguel de Cer-
vantes en un famoso soneto. No obstante, no escapó a sus contempo-
ráneos la ironía que se escondía detrás de su exagerada reacción ante
esta soberbia afirmación de la gloria perpetua del reyz.

I Baltasar Gracián, El Héme. Oráculo manualy arte d,e prudmcia, ed. Antonio Bernat
Vistarini y Abraham Madroñal Durán, Madrid, Castalia, 2003, p. 216 (Oráculo, afori*
mo 99).
2 Francisco Gerónim<¡ Collado, Descripción d¿l túmulo y relación d,e las exequias que
hizo la ciud,ad, d,e Sruilkt. en la munte del re¡ don lblipe Segundo, ed. Francisco de B. Palo-
mo, Seülla, Sociedacl cle Bibliófrlos Andaluces, 1869; Melveena McKendrick, Ce:.ntan-
lrs, Boston (Massaclrusetts) v Londres, Little, Brown and Company, 1980 lCeruantes,
pról. Alonso Zanrr¡rir Viccrrte, trad. Elena de Grau, Barcelona, Sahat, 19861, p. 185.

35Ír
Scvill:r, sitt lrrq:rr :r rlr¡rllrs, ¡rorllr ¡lcr rrritirsc r'l t1:rslo rlcl r:rl:rf:rlr r¡.
t rlr' licliPc lll cr¡ los l':ríscs li:rios, rlot¡rk'r'l lor rrrirlltlrlt'r'jtltr ilo t's¡llt-
( lortl<¡
I)trrll() <[t' r't't'<'¡r<'iritl rlt' lits t ('nr('sls lunull('s rlr' ¡ll:rtlr ¡lr or crlcrr- riol <lt' l,'l¿ul<lt's sc vio ('rnl):urlar):r<lo clt llr)l e'uclr':t crl()rrltclttcrttc
tes de l¿rs nrinas cle Nltcva lJsparia v Pcrúr, erl r.uur rlt' llrs t irrrLr<l<'s rrr:is ('()sl()s1r, v ¡r<ll lo vistr¡ inllrosiblr: rle gAnzlr', para tennitrar con la rer,uel-
ricas del hemisf'erio occidental. Aun ¿rsí, (ler-r'¿urtcs n() ('r'1r t'l rinit'o t'rr t:r. lll q()l)ierno cle Madricl trató de distraer la atención de las humilla-
advertir la disparidacl eutre la grandilocuenci¿r rlc l:r ¡rxrr'lanla (lu(' cir¡ncs cle rrna tregua firmada con herejes y rebeldes ordenando el
realizaba este efímero monllrnento y las realidades derl urultclo qlrc lra- nrisrno clía la expulsión de España de su población de unos 300.000
bía fuera de las puertas de la catedral. Un memorialista que escribí¿r rrr<¡riscos. Velázquez, un niño en 1610, debió de ver la línea desorde-
durante el cambio de siglo hacía comentarios significatir,'os sobrc las n¿rrla de unos 18.000 moriscos que hacían camino para embarcarse
contradicciones internas de la España de su época: .Nunca tantos t'rr Sevilla hacia los puertos del norte de Africas. En 1627, diecisiete
vasallos uvo ricos como ahora ay, y nunca tanta pobreza entre ellos, ¿rños más tarde, Felipe ry htjo y sucesor de Felipe III, eligió este acto
nijamás Rev tan poderoso ni de tantas relltas y Revnos: ni le ha avido suprelno de piedad regia como tema para Lln concurso entre los pin-
hasta aquí que aya entrado a reynar que hallase tan disrninul'dos y tores de la corte. El certamen fue ganado por Yelázquez con Lrna
empeñados los estados". Atribuía tal situación al hecho de que la pintura hoy perdida,la Expulsión de los'morisrcs, que mostraba a Fe-
lluvia cle plata americana impedía ver a sus compatriotas la verdad lipe III con armadura señalando con su bastón un grupo de hombres,
fundamental de que la fuente de la auténtica riqueza era el traba- rntljeres y niños llorando, con la figura de España mayestáticay ma-
jo duro y las inversiones productivas. ,.Yansí-proseguía- el no aver tronal sentada a la derecha del monarcao.
dinero, oro ni plata, en España es por averlo, y el no ser rica es por Un acto que podía interpretarse como un e.jemplo de la dedica-
serlo". Engañada con tales ilusiones, España se había convertido ción de España a la causa de la religión pura o como una solución
en <Llna repírblica de hombres encantados que viven fuera de orden necesaria ante Lrn problema étnico inextricable, constituía también
natural"3. una afirmación en la política de gestos. Las cuestiones cle honor y
Frre en esta España, y en Sevilla, la más rica (.y pobre) de sus ciuda- reputación dominaban la vida de España, así como de todas las socie-
des. clonde eljoven Diego VelázqLrez, nieto de inmigrantes portuglre- dacles europeas, durante este periodo. "De los modos de conservar la
ses cle Oporto e hljo del notario nta_vor deljuzgado de testamentos reptrtación > era el tema de una sección d.e La razón d,e estudo ( 1587)
del c¿rbildo eclesiástico+, emprenclió sn carrera artística y alcanzóla de Giovanni Boteroi, y los ministros de Felipe III, como representan-
madurez. Era una España donde los nuevos ministros de un lluevo tes del mayor monarca del mundo, tenían una aguda conciencia acer-
monarca se esfbrzaban por conservar un oneroso legado. A pesar de ca de la importancia de mantener la reputación de su rey. La necesi-
que la plata de las Indias todavía llegaba a Sevilla en grandes cantida- dad de ello era todavía mayor en una época en que el poderío militar
des, las finanzas de la corona no estaban en condiciones de mantener de España parecía flaqueary los aprietos financieros dictaban como
los cotnpromisos exteriores y militares exorbitantemente costosos mínimo un cese temporal de las hostilidades. Lerma y sus colegas
contraídos por Felipe II. A regañadientes, el nuevo régimen, encabe- trtilizaron toda su habilidad para garantizar que lapaz resultante pa-
zado por el duque de Lerma, el valido de Felipe III, comenzó una reciera responder a sus propios términos, Llna pax hispanir¿. Los di-
retirada escalonada. Se puso.fin a dieciséis arios de guerra abierta con plomáticos españoles, ayudados por el dinero español, trabajaban
la Inglaterra de Isabel I por medio de un tratado, firrnado en 1604, con destreza y devoción para aseglrrar que la reputación de su rey y
con sll sucesorJacobo I y VL Cinco años después, el gobiemo de
Madrid acordó una tresua de doce años con los súbditos rebeldes
:' Bernard Vincent v A¡rtonio Dorníngtez- Ortiz, Historia, de lo.s moriscos. Vi.d.a y tra-
gerlia de una minoría, Madrid, Revista de Occider-rte, 1978, p. 190.
3 lVIartírr Gonzálezde Cellorigo, I\'Icnoriald.c Iapolítitn ncccsarir¿\ titil restuurnción n {i Steven N. Orso, Philip IV and tlrc Detoration of rlrc Alcrizar of lvIndrid, Princetotr
ln rtpúblita. dc España,Yalladolid, 1600, fI. 29 1'25r'. Véase también rnás alliba, pp. 190 (NuevaJersey), Princeton Universiw Press, 1986, pp. 52-55.
v 192-3. 7 GiovanniBotero, T'heReasonof state,trad.inglesa deLaRagiondiStatoacargo
+ Luis Méndez Rodr-íguez, de P.J. ,v D. P. Walev, Londres, Routleclge & Kegan Paul, 1956, liblc¡ II, p. 1I [véase
"La lárnilia de Velázquez. Una falsa hidalguía", en Va-
lázqun,¡ Sa¡illn. Estutlios, Sevilla, Aldeasa, 1999. pp. 33-49. más arriba, cap. 2, p. 7it, n. 18 para tradtrcciotres al castellano].

356 3l-r 7
v
s('il(lt s(' llt:ütlil\'¡('t:t {'n l;tri ( r,l l(.s rlc los ¡rr ntr i¡¡(.s (.utol,(.()s t,r¡ttr. l:t r ltcrltuttl¡rcs rlr'¡rttclrl,r ll:urr¡ lurrlrrlr:ul t'tr ¡rror'<'siritr :r lrlrvtis rl<'llrs
l)l'('('lllill('llt ilt ittlt't Itltr iot¡:tl rlr' l',s¡r:rrrlr s(' I (.( oIro< ir.t lt l:rrr rrr:rr¡ttitt:rl- cltllt's ¡lrllr lrr)nr:u :r rur s:url() lot'irl ot't'lclrr'¿rlalgtirr signilicaclo¿lcon-
lllclltc ('n li('ntlx) tlt. ¡l:tz ('()l¡() (l¡ g¡r.t.l'ltr,. tt't'ilnit:nto <lt'l <'rrlcrrrlrrri<¡ litúl'eic(), como la fiesta del Corpus Chris-
H¿rcia l6lfl voh't'l'íittl it itt'rtnnrlrrs(' nul)('s <lt, lonllt'nlit v l,lur.()l)it ti. l'lll est¿rs r¿r'irntlt's ¡rlocesiones, imágenes preciosamente talladas
quedaría al borcle de rtlla rlueva c()nf lir{¿r'¿l('i<in in(cl'nirci<¡n¿rl: l¿r (irrr- y pintadas dc Olisto, la Virgen y los santos, realizadas en los nume-
rra de los Treinta Años. Aunque el interluclio cle paz cli<l un cierto rosos talleres cle Sevilla, era'ít llevadas en alto o transportadas en los
respiro y permitió a la corte y la aristocracia entreg¿rrse ¿rl consllmo p¿rsos. Los sevillanos eran fervientes devotos del culto mariano ¡
ostentoso con prodigalidad, Madrid dependía fuertemente de artifi- cuando la doctrina de la Inmaculada Concepción fue puesta en tela
cios y trucos diplomáticos para mantener la imagen de un poderío clejuicio por un predicador dominico en 1613, la ciudad se levantó
español abrumador. como advertían los observad.ores contemporá- en furia ante esta mancha al honor de laVirgen. Se cantaron infini-
neos más perspicaces, esta imagen no concord.aba con las realidades tas misas y se predicaron innumerables sermones en apoyo de la
sociales y económicas de fondo, las cuales no se mostraba clispuesto controvertida doctrina. La pintura de la Inmaculada de Velázquez
a afrontar el gobierno despilfarradory corrupto de Lerma. La imagi- (fig. 19) fue una de las muchas imágenes creadas durante una cam-
nería y la retórica no podían sustituir a la refbrmae. paña que hizo andar a la greña a las órdenes religiosas y ariadió to-
sin embargo, la imagin eríay la retórica eran esenciales para la so- davía más dificultades a las siempre complicadas relaciones de Es-
ciedad española del barroco, así como lo eran para la Europa de princi- paña con el papadott.
pios del siglo xvrr en su totalidad. Se tratabade una época de teatro e No sería sorprendente que Yelázquez, como aprendiz en el tallcr
ilusión, y en ninguna parte lo era más que en la sevilla de velázquez. de uno de los principales artistas de la ciudad, Francisco Pacheco, se
En los años iniciales del nuevo sislo la ciudad eralacapital teatral de viera profundamente influido por el teatro que veía a todo su alrecle-
Esparia. Hacia 1600 presumía de contar coll cuatro teatros púrblicos, dor. La descripción de su perdida Expukión de los moriscosla hace pa-
y el coliseo, ul] nllevo teatro municipal, abrió sus puertas al
público recer la estampa de una escena de una piezateatral. Hay también una
en l607t0. En sevilla, además, el teatro no estaba red.ucido a los ctralidad teatral en su Cri.sto dcspués de laflagelación conternplado por el
corrales de comedias. La ciudad proporcionaba un espectacular te- alma cristiana (frg.20) y en algunos de sus retratos, como el de Pablo
lón de fondo para el teatro de la calle que constitnía un acompaña- d¿ Valladolid (fig.21), solo y de pie como en Lrn escenario vacíor2.
miento continno de lavida municipal. Los autos sacramentales, des- Había mucho más en Sevilla además del teatro que daba forma y
cendientes cle los alrtos y misterios medievales, se representaban en color a gran parte de lavida pública. Como gran centro portuario, era
lugares púrblicos ante grandes multitudes, y el clero, los dignatarios el punto de encuentro de varios mundos diferentes: las Indias
municipales, los miembros de las cofradías rerigiosas y nutridas mu- según el dicho popular habían empedrado de oro las calles de la ciu-
-que
dad-, el asediado reducto septentrional español de Flandes
mercaderes formaban una importante comunidad extranjera -cuyos
en la
: H R Trevor-Roper, .,Spain and Europe 1598-1621", ett 7-1.¿c N¿¿u (itntbrülge L,Iort-
ern-Historv, ecl.J. P. cooper, cambridse, cambridge u'iversin,press, lgz0, lv urbe- e Italia, la capital espiritual y artística de la Europa contrarre-
t"¡s-
paria v Enropa, 1598-1621 , en Histoña del nund.o rnotl.erno, l{, i,r¿ tl.ecntl¿ntin español.n
" I
kr guet ra, rle los treinta r¿ños, 161(11648/49, trad.. vícor p<¡zanco Villalba, Barcelona,
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n II
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d¡id, Tarurn, 2007, cap. I I ("Intr<.¡cpección corectiva v deiarteircia e' España a prin- culate Conrcption in Sprmish,-lrt, Cambriclge, Cambridge Univer-sitv Pless, 1994 [1-a 1n-
cipios del siglo xlrr" ) I . t¡taculada Concepción en el r¿rt.c espnñol, tracl.José L. Checa Cr-ernadcs, Madricl, Ftrnd¿r-
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l)scrlto¡arqtil- ción Llniversitalia Española, l 9U9l .
Sevilla, Excma. Diputación provincial. 1927, pp. 46_47; Franciscá-J.
tecto e ingenietir, 12 Para el desarrolkr cle cste afgumento, véasc Miguel Morán Tirrina,
"\/elázquez,
corrrejo, Pinturay tca.tro m h sezñlh dcl sigto dc oro. La *san-a MiiarEtín.,seyilla, Fuir- la pinttrra v el teatro clel Siglo rle Oro", Bolztín del |l[usco del Ptr¿do, xrx, nÍrm. 37 (2001),
dación El Monte, 2005, pp. 23-25. pp.47-7t.

35tt ilSs)
Figura 20. \¡elítzquet., ()rislr¡ rlrslntrís dt la fluwlrtt irín rontemltlado lnr el tlnu crisliunrt
( N¿rtiorr¿tl ()zrller-\', Lorrch'e s ) .

rniembros clel clero v las clases profesionales, estaba expuesta a las


nulnerosas influencias que llegaban desde el extranjero a Sevilla. La
Casa cle Pilatos, la residencia fanriliar de los duqnes de Alcalír, alber-
gaba una farnosa colección de antigtieclades romanas, y el tercer du-
que, don Fernando EnríquezAfán de Ribera, mantllvo las tradiciones
hurnanistas de sus predecesores, cle rnanera que reunió una m¿rsnífi-
ca biblioteca y llegó a sel'rur distinguiclc-r rnecenasrl.
El maestro de \¡elázquez, Pacheco, a qr,rien el cluque eucargri la de-
Figura 19. \t'liizr¡uez, La [ntnutultttltt (itrttelxirin (Nutional G¿rllc¡r, l,onclr.cs).
coración de srtr estuclio en la Casa de Pilatos, encabezaba Llna cle las
varias acirden\ o {rnrpos infornrales que florecían en la ciudad a
fonnista con la cual Sevill¿r mante,í¿r estrechos l¿rzos-r,,. Así pues,
-\'
un¡r élite cle la citrclacl lelativanlerlte cult¿r y acauclalacla, cornpuesta
principios del siglo xvrI. Poetas, eruditos, artistas y literatos se reunían
en la casa de Pachcco o clc otras figuras eminentes de la cirrdad para
por mierrrbros cle la noblezir local, canónis¡os cle la cateclr¿rl v otros
l-1 Solr'(' l()s ([u(lu('s rlt' ,\lt':rl:i v la tl-aclici<in cl¿isic¿t en Scvillzr, r¡éanse especial-
lllentt' \/i('('nlc l,l('(i ( l:ttl:tl, ,\'///'?,// l lt¡ n t rt .,\ l i l ol og4'í u ¡' h u nt e n i.s tn.o (n d )'( n e,c i nt.i en t o seu i.-
llrtno, St't'illlr, l)i¡lrt l:tt irirt l'r or int ilrl. 1979, r .|onuth¿ur Brorvtr v Richarcl L. Kagan,
..'flle l)ukt' of ,'\lt:rl:i: I lis (,oilt'r tirrn anc[ its F-r'olrrtit)n,,, ,Itl Bttllrlil/, (i9 (l9ug).
l)p. 2:l l-2ir5.

:t(io :i(;l
rlcl¡lrlil r'rrcslir¡nt's rlc l¡r l('()l r:r rlcl :u'lc v lrr lilcr'¡tltu'lt r¡ I't'l¡tlit,:rs ir I:ts
:rnli¡girt'rlir<lcs v <lcrliciu's(' ir Ios <'orrt:r'¡rl()s (luc t¿urt() cleleitaban a
los ¿rnrllit'ntcs <'ultos rk: lu época. Aquí, además de aprender las técni-
cas ¿rrtísticas necesarias para obtener el permiso para ejercer como
pirrtor, Yelázquez fire introducido a un mundo de ideas que determi-
narían su obra como artista para el resto de su vida. Era un mundo
que, aunqlre imbuido de erudición clásica, también era sensible a los
últimos avances en la ciencia y en las matemáticas y mostraba un par-
ticular interés por la óptica y las leyes de la perspectiva. Es significati-
vo que en la biblioteca personal de Velázquez hubiera un abundante
número de textos científicost5.
La vitalidad artística y literaria de Seülla durante la mocedad de
Yelázquez creaba un ambiente prometedor para el desarrollo de un
joven artista dotado de talento e inteligencia. Sin embargo, a medida
que Velázquez se establecía como pintor a título propio, al casarse
con la hija de su maestro,Juana Pacheco, y establecer una creciente
reputación para sí mismo en Sevilla, topó con los límites que impo-
nían tanto la naturaleza de su profesión como un entorno que en
último término no podía darle todo lo que necesitaba si tenía que
desarrollar su genio al máximo. A pesar de todos sus rasgos cosmo-
politas, Sevilla seguía siendo en el fondo una ciudad proünciana.Era
en la corte de Madrid donde se desarrollabalaverdadera acción.
Además, en la España de Velázquez los artistas eran considerados
todavía como meros artesanos y su estatus social, como profesionales
de lo que eravisto como Lrn arte puramente mecánico, no era alto. El
suegro de Velázquez se f1jó como misión dignificar y ennoblecer su
ocupación: ¿acaso no había alcanzado Apeles la aprobación exaltada
de Alejandro Magno, o no había nombrado caballero a Tiziano el
emperador Carlos V?t6 Sólo en la corte del rey podía un gran artista
ganar lafarnay las recompensas que merecía y asegurar para su pro-
fesión la elevación de estatus de la que durante tanto tiempo había
sido acreedora.
\
l5 Sobre la academia de Pacheco y los intereses culturales cle la élite de la ciudad,
véanse:Jonathan Brown, Intages and.Idzas in Sarcnteenth-Century SpanishPainting,Prin-
ceton (NuevaJersey), Princeton University Press, 1 978 llmágenes e ideas m. la pintura
española d.el siglo nu, trad. Vicente Lleó Cañal, Madrid, Alianza, 1981l, parte I; Vicen-
te Lleó Cañal, "The Cultivated Elite of Velázquez's SeülIe", en Velazquez in Snillz, pp.
2T27; Pedro Ruiz Pérez, De la pintura y las l¿tras. La biblioteca d¿ Velaaqua, Sevilla, Con-
sejería de Cultura de laJtrnta de Andalucía, 1999.
16 Francisco Pacheco, lil arte d,e la pintura ( 1649) ed. Bonaventura Bassegoda i
Figura 21. Velázquez, Et bu,fón Pablo ,
d,e \lal,lr¿dolid (Mtrseo del praclo, Madrid). Hugas, Madrid, (látedra, 1990, pp. l4Gl47 .

362 363
. -tlrr\i'l;izrllr('./.(¡r(':rs¡rir:rlrrrirnr¡r\,(,r(,s()lr(¡rrrr¡li<r:rrlr.sr¡rrr.r:rs.rrr.- rlcst¡sltrrrigoscrr l:r(orl(',t'<'srlt'sul)()n('r'(lll('('()n lltt'ttt:t'urr;r:rl)r(t
t'itllrs ¡lrlr st'r'ill:r rrrvo l:r slr(.l r('<lc r¡rrt,sus (.sl)(.r:rrrz¡rs <lt.
,,,,,,,.,,,.,.,.,.,,,,,, lxr<'irin <k'( )livirlcs, lr¡t'<lt'sigllit<lo ¡titrtor ctel rey ¿rl año sigttit'rrtt'. l"rrt'
la cortc coitlt:iclicl'¿tt) (:()rt un (:sl)(:('l¿r('rrlar rlirnllrir¡
<lt. ¡igi¡rr:¡ (,ll Ma- cl ¡lrirr<'i¡rio cle una c¿ll'rera cortesar'la en la que, además de sc:t'cl ar'-
drid. El d.q.e de Lerma cay<i crel porlcr e' r (i r g srrs .trcc:sores
se tistir ¡rredilecto del monarca, también iría ascendiendo peld:rtios eu
debatían en \ano ante Lula creciente oleada de petiáioncs ' cle refbrma cl cscalafón de oficios palatinos, comenzando en7627 con el de tljier
cuando Felipe III inesperadamenre murió el3l cre mar'ode
t62l a ra rle l¿r cámara realre.
edad de 42 años. S. hlio y slrcesot er ahora rey Felipe
conraba M que Thles nombrarnientos palaciegos (ay.rda de guarclarropa en 1636,
dieciséis años, adoptó medidas inmediatamente para
apartar del poder ayuda de cámara en 1643) uo sólo proporcionaban aVelázquez unos
a los ministros de su padre. como principar ministio
escogió a un úrtiles ingresos suplementarios al estipendio que recibía como pintor
consejero y diplomático experirnentado, don Baltasar
de Zúñiga, pero del re¡ sino que le daban un lugar seguro en la casa real, con todo lo
todo el mundo sabía que entre basticlores el poder era
manejádá por que ello significaba de cara al acceso a Ia persona del monarcay todos
el sobrino de éste, el ambicioso conde de olivares,
q'e había ganado el los beneficios adicionales que podía implicar tal proxirnidad. Sin em-
favor de Felipe en 1615, cuand.o airn era heredero al
trono. ioco -ás bargo, aunque ello le hacía miembro de un grupo selecto cle unos 350
de un año después de la subida al trono de Felipe rv,
Baltasar de Zúñi_ serüdores reales principales en Lrna corte que contaba cou alrededor
ga había muerto y olivares ma'iobró para hacerse
cargo de ras palan- de 1.700 oficiales y miembros de personal de la casa reztl!0, también
cas del poder, que controlaría d.urantá dos décadas
colsecutivas. acarreaba deberes que ocupaban mucho tiempo y resultaban cada
Aunque nacido en Rorna, donde su padre había sido embajador
vez más onerosos, y además le ataba a la rutina de la vida de palacio.
español, el conde de olirares (o
"condeduq.e>, como ilegó a ser co- Con la excepción de sus dos visitas a Italia, en 1629-1631 y 1649-1650,
nocido después de serascendido ar ducado.r, tozs¡ ,..rro.!..[.cía
de y aquellos periodos en que el rey ssc¿paba al campo con los miernbros
ser un
"hlio de seülla" y había viüdo en esta ciudad entre 1607 y l6l b, de str séquito para entregarse ala caza o hacía un viaje a otro lugar,
año en el que consiguió'n puesto en la casa del heredero
ar tronot?. E' Yelázquez pasaría la mavor parte del resto de su existencia dentro, o
esos años se'illanos Olivares fue un renombrado, y
extravagante, pro_ en los alrededores, del Alcázar de Madrid.
tector de poetas y eruditos y se sabe que hizo pi'tar su retraü
a Francis- Con la toma del poder por Olivares y sus parientes y otras personas
coPachecors. Asípues, yerázquezbien pudo en sus
días de aprendiz{e a su carso, se podía decir que la rnisma Sevilla había llegado a Madrid.
haber llegado a tener trato con el hombre que domin aríiraescena
La tradición hispalense cle fatsto y mecenazgo aportó una nueva vita-
política española durante la primera mitad del reinado de Felipe
tV. lidad a una corte en cu)'o centro figuraba ahora unjorren rey toclavía
Era natural que, cuando olivares tomó el poder en la
corte en 1621, sin formar-, pero que va poseía un gusto por el teatro y la múrsica v
st.' amigosyconocidos hispalenses,junto con una multitud
de aspiran- pronto demostraría que había heredado el exiseute ojo de los H¿rbs-
tes, acudieran en tropel a la capital co'ra esperanza
de recibir cargos burgo para las artes plásticas2r. Olir,ares, que en 1621 contaba 34 años,
y favores de un hombre al que considerabur,
,rrro de los suyos. yeláz_
quez era sólo uno entre los muchos seüllanos ambiciosos
qrr. .-p..rr-
clió el camino hacia Madrid d.rante los años iniciales le Feliciano Barrios,
del nuevo reina- "Diego Velázquez: sus oficios palatinos., cn (lartnen Iglesias
do y, aunque su primera visita en l622no tuvo éxito, gracias (ed.), l\lázqu.ez en kt rorte<lc-ldife lll Maclrid, Frurclación Santandcr Central Hispano,
al apoyo
2003, pp.6l-80.
:tt H. Elliott. Spnin nnd. its Wbrkl, pp. \4+145 (cap. 7,
1. "The Court of tl.re Spanish
Habsbrrr¡¡s: A Peculiar Institution") |ispañay.su mundo, cap. 7, "La corte de los Habs-
H. Elliott, The Count_Duke of
es, véaseJ. burgo españoles, iuna institrtci<¡tr singular?") ], v r'éase nrírs ar-riba, pp. 333-3it5, sobre
Haven (Connecticut) y Londres, yalé la estructura de la corte esparinla en un contexto comparado.
lianres: el .pol.ítico ¿n una ápotn tl,e d,ecatl¿nria, 2l Sobre la conexión sevillana v el desarrollo de la vida col'tesana bajo Felipe M
19901. véase Jorrathan Brown r'.f ohn H. Elliott, A Pnlare for a King': T'he Bucn Retin¡ und the
os lcídos nnte la Rzal Acadernia d,e Bellas Arte.s Court oJ Philip IV, Nerv Haven (Connecticrrt) v Londres. Yale Universitv Press, 1980;
san Íbrnando.en ln receltdón ptirtrica rlcr Excmo.
rl¿
Duque rk Benoitk 1
st: rte Atba,Macrri¿, edn. rev. y ampliada 2003 [th¿ palario para el r4: el Buen ]futirc I h cotte de l-eliPe 1l', tmd.
Sucesores de Riradeneyra, 1g24, pp. 23-24.
Vicente I.leó r'María Luisa Balseiro, l\ladrid, Thtuus, 20031.

36-l 365
Y
Ir:rlr;t rlr'¡r.sir:rrl, gr:rrrrlr.s lrnrlrir rr)nr.s (.n un s(,n.¡ r r.;rl
r¡rrr. rr.rrr:r l:r cn s('r.lun(lo lrrg:rr crr cl rnurrrlo rlc llrs lrt lcs. 'li'ttí:r (lll('s('l' lrt t'str-t'llit
lr¡il;rrlrl<'srr¡rr,¡rilrr.rllr<l.r,,rrr.t,rlr.l,,s¡r;rrr:rr.r:¡r.lr¡r:rv,l,r()r:lr.(.llsr¡lrr.t,
< t'rrlr:rl rlt'llr cor l('ru:rs l¡r illrrrrl<'r'r'ttllivit<l¿ttlt'litttrrpit, el
lit lit'l'l-:t v Ft'li¡lt'<lt'lríir st'l'instrrrirl,, "ReyPlaneta",
¡r,,,r, r'rrrrr¡llir <..n t,l cxllllrlo 1r:r¡rt:l ('()n)()lt'llt'¡3<ilrlllrrurr su('()r'l('clcpoctasydramatttrgos.Enlacosmolo-
al que había sido ll¿uttitclo l)i<¡s- [)ulantc l¿r rlti<.¿rlir clc l(i20 Oliva-
¡tol eía <:onl-t:nrpor':inca, cl ctnrto planeta en lajerarquía celeste era el sol.
res inició a turjoven al principio inclolente
y heclonista e¡ l¿rs tareas cle Olivares y el rey resultaron afortunados en que la primera mitad
gobier'o y le preparó u' exte.so programa d.e lt,t:turas
para que am- rlel siglo xvu fuese un periodo de brillante creatividad para las artes
pliase su conocimiento de ra historra y el mtmdo
.,' q.,. .,riuíu. A pri'- en España, pero usaron su mecenazgo para asegurarse de que la acti-
cipios de la década de 1630, Felipe había reunid'
.rr- biblioreca pri- vidad artística se concentraraer' la corte, aunque Luis de Góngora, a
vada impresio'ante qor su amplitud y diversidacl
e' sus aposenros qtrien Yelázqrez pintaría mientras aúrn buscaba promoción en Ma-
palaciegos, donde cada día pasaba dos horas leye'do
a"rp.ré, de ce- drid, acabaría por regresar a Córdoba como un hombre desengaña-
nar' y se puso a trad_'cir él misrno al español los libros
VIII y IX de la do (fig. 22). Otros, sin embargo, tuüeron más éxito: los dos mayores
Historia de Italia de Francesco Guicciaráini:r.
dramaturgos de la época, Lope de Vega y Calderón de la Barca, escri-
un reyverdaderamente culto era fu'damentar para las aspiraciones
bieron una obra tras otra para las representaciones cortesanas; el in-
de olivares para España y su soberano. Él y sus
partidarios habían lre- genio mordaz de Francisco de Quevedo se puso al servicio, aunque
gado al poder con programa concebido pu.ui.rt urar la fortareza y
'n después con dificultad, del régimen de Olivares; el escritor andaluz LuisVélez
la reputación de España de lo que co'sideraban como los fra- de Gnevara, nombrado tljier de cámara del rey en 1625, deleitó a la
casos y humillaciones de los años de Lerrna. .pienso
verdaderamente corte con piezas que crearon una rnoda de obras que dependían para
olivares en 162b, recordando el ascenso al trono clel
-escribía rey e' su efecto de la utilización de cornplicadas tramoyas; por úrltimo, des-
162l- que puedo decir a V. Majd. con verdad. q'e ra reputación de collante entre todos los demás artistas de la corte, Yelázqttez creó una
España y el gobierno de ella corría al paso q'e ros
émulos de s' gra'de- serie de imágenes inolvidables del rey y la familia real.
za pudieran escoger, sin haber'i'gúrn hombre
cuerdo'i experimen- Yelázquez,como integrante de un gmpo muyunido de cortesanos,
tado que estuviese en otra opinióno:s. La rivalidad
entre los irincipes oficiales palaciegos ysubordinados del conde-duque de Olivares, pa-
dela Europa del siglo xvrr r1o se rimitaba al campo de
batalra. La irr.spe- rece haberse encontrado muy a sus anchas en este ambiente de la cor-
radal.isita a Madrid e' 1623 de carlos, prí'cipe de
Gales, en Lrna tenta- te. Su selección como artista predilecto del rey le abrió puertas que de
tiva de alcanzar la mano de la hermani a.t rey, la infanta
María,hizo otro modo le hubieran estado cerradas y le dio algo del prestigio que
que Felipe se encontrara cara a caracon Lrn príncipe
ci'co años ma- tanto ansiaba. Thmbién le proporcionó la oportunidad de estudiar con
yor que é1, c'ya cultura y refinamie'to habíip.r..á .r,
evidencia sus tranquilidad las obras de Tiziano y otros maestros venecianos bien re-
propias insuficie'cias2r. un rey de España'o podía
permitirse quedar presentados en la colección real y examinarlos en la experta compañía
de Pedro Pablo Rubens cuando el gran pintorflamencovisitó la corte
!!Br-orvrr v Elliott, A ptlace en 1628-162925. Con una rnente agudizada por los debates en la acade-
fitr a Krrg p¡t. 11_42 lL,n ltaturio ltara el rey, pp. +l_421.
Los fonclos de la biblioteca prir;acla a.t iá1;.,r,r idertificados mia de Pacheco, Velázqrrez podía disfnrtar y sacar provecho de las
do Borrza Ávarez, Er ribto't ir cetro. La hibríotecrt de Íbripe 1,aisc¡tid<ri'ior Fernan_
IV en. k¿ -forre Arta trer Akázar d¿ alusiones cultas e imágenes conceptistas de Calderón o Quevedo, o
Madnd, Salarna'ca, I'stituto de Historia del Libr-o
2:' la Lect.ra, 2005.
1,cre
A'[enorir¿le.s \ mlnt der conde-duque de orit,arci,ecl..forr' u. riti,rar r:.¡.rsé F. de la
del emdito bibliotecario de Olivares Francisco de Rioja, que había sido
Per-ra Madlicl, Alfagtrar-:r, 2 vols., lgTti_lggl, I, : ''
cloc. MI, p. l4g. trno de los testigos en la boda del.artista en Seülla en 161826. Yelázquez
'* sobre la l'isita crer príncipe-cre-Gales's.s consec.encias, r,éa'seJo'athan
Browr y.Jolrn Elliott (eds.), 'I-he snl¿ of the ceÁnn1: Arti.stic Relr¿tions betzueen sNtain antt.
Grcat Bñtain, 160+i6i5, New Ha'e. ico''ecticrrt) y I-o'dres, y;tre U'iversity press, 25 Vé¿rse Alexander Vergara, Ruben.s and. his .\pani.slt, P¿trr.¡¡ts, Cambridge, Carn-
del siglo. fulat.iones ¿¿rtístira,s enhe España"¡ G.rrnt Bretoña,
?90? ll:o_ajntoneda I604_t 655, bridge Universitl' Press, 1999.
Madrid, Mtrseo Nacion^1d"ip.^g:,.30021, y Gly' Reárvoril.t,.-he prirce 2(i Lía Schw¿u-tz,
t:: 7'he::.:l!u:!:r Poritics of thc spani'h LIa,rh, ñ.* iJuu.r, (connecricut), yare áttt. the Infan_ "Yelázqtrczancl Trvo Poets <¡f the Baloque: Luis de Góngora and
u'iversity Francisco cle Qtrevedo", e¡ l'he (irnilrid.ge Con.panion to \bl.rizquez, cap. 8. Para Rioja
Press, 20.03 [i' l híncipe v kr' tlfanly, Lrna boda rcnr
Thurus, 20041. También más arriba, pp. 6t v g45:346
.frush'a,tra,r*¿-é.... n.c"io, rvra¿ricl, como testigo de la boda, véase Méndez Rodríeuez, "La familia de Velázqtrez", en
Velñzquezy Satilh. E.studio,r, p. 42.

í166 3(;7
Figura 23. Atribuido aJusepe Leonardo, \'ista d¿l Palati.o tlel Buen Retiro en 163G1637
(Palacio Real del Pardo, Madrid).

En 1638 muchas de las actividades y entretenimientos de la corte


se trasladaron del Alcázar al Buen Retiro (fig. 23). Este palacio, inau-
gurado oficialmente a finales de 1633, dominaba magníficosjardi-
nes, lagos y fuentes y estaba concebido para manifestar la brillantez
de la vida en la corte del Rey Planeta2s. Con estancias decoradas con
muebles preciosos y paredes cubiertas de pinturas apresuradamen-
te reunidas o encargadas por todo el continente por agentes yvirre-
ves españoles, el Bnen Retiro también adquiriría al final de la déca-
da un teatro propio, llamado el Coliseo, como el de la Sevilla del
conde-duque.
Cuando el nuevo palacio todavía se estaba levantando, fue critica-
clo por el dispendio qlre suponía; quizáen parte como reacción a tales
acusaciones, slr gran sala central, el Salón de Reinos, se destinó a
actos oficiales solemnes además de a diversiones cortesanas y la pues-
ta en escena de piezas teatrales. Sus funciones ceremoniales se refor-
Figura 22. Yeráz,q..ez, L,is Górtgotrt (Nl'seu'r of Fine
-de Ar.ts, Bosto' ). zaron con un proyecto iconográfico concebido para su decoración v
cornpletado en 1635 $5.2q. Este consistía en tres coduntos de
incluso llegó a hacer u'a aparició' como co'desa cle santiesteban,
pinturas que celebraban las r.ictorias ganadas por los generales de Fe-
cor-l Llrla línea cle cliiílogo, e' *na pieza b.rlesca i'terpretada
por los lipe IV y proclamaban las glorias de la dinastía y su continuidad his-
cortesanos el martes de c)arna'al de 1638, e'la que se r-epresentaba
tírrica. Al mismo tiempo, aunque más indirrectamente, pregonaban
el m.ndo al revés y oli'ares e' persorla hacía er papel
dá portero:;. l<rs éxitos del régimen de Olivares.Yelázqyú., sin duda, debió de estar

..^]1.Ho",I{rE.Bergman,-A()o.rtErre'raitme'tofrti3g", HispatticReuiau,42 28 Sc¡bl'e la construcción dcl Buen Retilo v las actividades que tuvieron lugar en
(1974), pp. rr7-ái1.
él, r'éasc Brrrwn v Elli<¡tt, .4 lftltt e fit tr Kitt g lL'n puktrio pnro. el re¡).

36f-t It(if)
('sl)('lul/lts ('n l(i'll. l)r'srlt't'l ¡rtirrr i¡lio,ll l('nlrtlivl tlt'( )livlrr<'s rlr'
r('slrurrrr llr ¡losit'iriu <[t'srr ¡latria cn cl rt)tu)([t¡ itrv<-¡lttcr<i a la lnon¿rr-
(lullr ('n una srr('csion de gtterras que pusreron en peligro las posibili-
rlirrkrs <k: tlxito tle las reformas internas: la tregua con los holandeses
t'xpiro en l62l y no fue renovada; Madrid se sintió moralmente obli-
saclo a actrdir en ayuda de los Habsburgo austriacos en su combate
contra la herejía y la subversión en las etapas iniciales de la Guerra de
los 'Ireinta Años; Inglaterra y España se volvieron a encontrar eu gue-
rra en 1625 tras el fracaso humillante de Carlos, príncipe de Gales, y

Figura 24. Reconstrucción vir-tual del interior del Salón de Reinos.

estrechamente implicado en el desarrollo del programaylaselección


de artistas y él mismo fue responsable de seis de los cuadros que ador-
naban las paredes: la representación de una de las victorias más famo-
sas del reinado,la rendición de Breda en l62b aAmbrosio Spínola,
comandante del ejército de Flandes, y los retratos eclrestres de Feli-
pe III y Felipe rvy sus respectivas reinas,junto con el deljoven prín-
cipe Baltasar carlos, heredero al trono y esperanza de la dinastía
(fig.25)ru.
El duque de Módena quedó muy impresionado por las maravillas
del Buen Retiro cuando se alojó allí en su visita a España en r63830,
pero ya para entonces la vacuidad de muchas de las victorias repre-
sentadas en el salón de Reinos había quedado cruelmente al descu-
bierto y, con ella, los defectos y fracasos de un régimen cuyo adveni-
rniento había sido recibido a lo largo y ancho de España con tan altas

!r) Aclernás de Brown y Elliott, A pakrcc


J'or a King lun paracio parn. el rq), véase el
catálogo cle la expcrsición celebrada en el Museo del prado_ en 200b, paiitings
for t he
Pltnet King: Pltilip N and. the Bu.en Retin¡ pr¿lr¿ce, ed. Andrés úb.d. de los cobás, Lon-
clres, Patrl Holberton, 2005 lEl pakrcio del R4 planeta: Íblipe IV y el Buen,l?etiro, Maclricl,
Museo N¿rcional del Prado, 20051 .
:r0 salvador Salor-t
Pons, \blázquez en ltali.,Madrid, Fundació'de Apoyo a la His-
toria del Alte Hispánico, 2002, cap. 4.
Figura 25. Velázqrrt'2, Iil ltrínt iltc Raltasar Carlos a cabalh (Mtseo del Prado, Madrid).

370 ll7 r
sil r('t-I('s()il l,(til(lr('ssiil sil l)l('l('il(li(llr il('viir ('sl):ilrr)l:r: l¡(,r ullinro, I l,lts ¡¡ltttrlt's ('slx't:ttt/:l¡i ( (,ll (lll('st'tt'r'illir¡ t'l lttttttt< io <lt'l rt'V solrlr'
lrrs lcrrsiorrcs ('n ¿runr('lll() ('nlr<'llr l,ls¡xrr-ur <lt'( )livrrrts v l:r lit:ln('i:r (l('l srr r t'solttcirilt tlt' lr:r< ('t's('('ltl'fl() ('ll lxrl's()l):t clc l:u utl'c¿ts de gobienttl se
r::rrrlt:n¿tl Rit'ltcllit:tr crrhltill:rxr¡l cn I(illl-¡ ('()n ull¿l ull('r'r'¿r ill)i('l'lir ('llll'(' vit.r'orr rlt'li'atrt[¿t<l:ts t[t'ltritsi¿rclo pl-ol]to. Aunque pasaba largas horas
los dos países. t'rr srr rlespacho y procuraba evitar la impresión de dar preeminencia a
Aunque el gobierno español aúrn podía echar rnano de arnplios t'rnlquier ministro, gran Parte de los asuntos se deslizarou paulatina e
recursos y España obtuvo algunas victorias impresionantes, la guerra inrper-ceptiblemente hacia las manos del sobrino del conde-duque,
continuada sometió a grandes y cadavez mayores tensiones a la eco- rlon Luis de Haro, cuya discreción sumada a un carácter suave y afable
nomía castellana y alafrágil estructura constitucional de la monar-
quía hispánica. El mismo Buen Retiro se convirtió er-r un símbolo de
los fracasos de Olivares y su gobierno: el dinero que se había hecho
pagar brutalmente al contribuyente castellano estaba siendo derro-
chado en frivolidades y extravagantes espectáculos cortesanos; el rey
estaba en el retiro, cuando, como Luis XIII de Francia, debería estar
al frente de sus ejércitos en el campo de batalla. Por encima de todo,
había un abismo cadavez más amplio entre retórica y realidad: por
una parte, estaba la retórica del régimen, expresada visualmente en
el Salón de Reinos y verbalmente en las apologías escritas de encargo
por los propagandistas de la corte; por otra parte, estaban las crueles
realidades de la vida en un país donde los especuladores de la guerra
y los oficiales reales se enriquecían pingüemente con sus ganancias
ilícitas, mientras que la masa de la población, tambaleante bajo la
cargade un sistema impositivo injusto, se veía reducida a la miseriay
el hambreSl.
La crisis estalló en 1640 al levantarse en rebelión contra el gobier-
no de Madrid primero Cataluñay después Portugal. Cuando el ejér-
cito real, que al principio se concentró en Cataluña, se mostró incapaz
de sojuzgar a los rebeldes, Olivares tuvo sus días contados en el poder.
En enero de 1643 Felipe M que durante tanto tiempo había sido
dominado por la imperiosa personalidad del conde-duque, le dio
permiso para retirarse y anunció que en el futuro gobernaría por sí
mismo. Dejando atrás simbólicamente las delicias del Buen Retiro, el
rey se unió a su ejército en el frente catalán y fue en la ciudad arago-
nesa de Fraga donde le retrató Yelázqvez en 1644 (fig. 26), vestido
con el traje con que pasó revista a sus tropas en Berbegal32.

3r Sobre la retórica de la irnagen, véase Elliott, Spain and its Worl.d, fEspaña y lnt,
"Power and Propaganda in the Spain of Philip [V" ["Poder y propa-
mund.of , cap. 8,
ganda en la España de Felipe tV"l.
32
Jonathan Brown, Velázquez: Painter and Cou.rtier, Nerv Haven (Connecticut) y -/
L<rndres. Yale Universitl' Press, 1986 fl'elázquu, linÍor'¡ corlpseno, tlacl. Fernando \¡illa- Figura 26. Velázqtez, IbtiNte I\i rq de Effin (retrato de Fraga)
verde Landa, Madrid, Alianza,2000l, p. 173. ( F'ric k Collectiott, Ntteva York) .

'37',z 373
il¡i('tllll()lill sllltl'lVl\'('ll( l;l ( ()lill' lr(l(l('t (.il lit ¡,ir)ntl)t;t lt;tsl:¡ sr¡ nilt(.tl(. t cnli'r rrrizo, ( l:u lr¡s. Scr lr cl rillirrrr¡ r'iistlrerl <lcl scgtrn<l() n¡lrlr i¡rronirr
t'rr l(i(il rt. Llr ¡rr ior irl:rrl :rlrsr¡lrrllr ¡lr. I l:rlo \,¡itrs (.olt.glrs rnirrislt.r.ilrlt.s rlt' l,'t'li¡rc lV r', t'orr srr ¡rrrr¡riu virla ¡rencliente cle utr hilo, suceclerí¿r ¿r
liK: rrD ¿rcrrcr'(l() g('n(.r'al rk'¡xrz, ¡lt'rrl r.r,srrllri srr ¡raclrc en el trono español.
¡rt.rroslrnr<.ntr.<lili<.il <lt,
alcanzat.Atulqttc Ma<h'i<l t'onsigrri<i ¡rt'g<¡r'iar un tl'¿rtil([() c()rr lil ltcpti-
Mientras tanto, el propio Felipe fV, agotado por la larga sucesión
blica Holandesa en 164u, la guerl'a con Fr-anci¿r iba a contirrrr:rr, co¡
rlc desastres públicos y privados, que atribuía a sus propios pecados v
slrerte cambiante, durante once años más.
a los de su pueblo, envejecía a ojos üstas. En 1653 escribía a Lrna dama
Por algúrn tiempo, ciertamente, pareció que la mo'arq.ía hispá- cn quien confiaba que no le enüaba slr retrato <porque ha nueve años
nica estaba al borde de la desintegración. La década de 1640 fue de-
que no se ha hecho ninguno, y no me inclino a pasar por la flema de
sastrosa en particular. No sólo se alzaron en rer,uelta cataluña y por-
Yelázquez, así por ella como por no verme envejeciendoo3+. A pesar de
tugal, sino que también estallaron reberiones en sicilia y Nápoles. El
ello, el artista parece haber pintado por estas fechas el retrato en bus-
re¡ además, sufrió grandes desgracias personales. La reina, Isabel de to del avejentado monarca, que llegaría a simbolizar gráficamente al
Borbón, murió en 1644 y dos años más tarde el príncipe Baltasar rey en sus últimos años (frg. 29) . Los contemporáneos debieron de ver
carlos falleció enzaragoza, adonde había acompañado a su padre en este retrato la m{estad de su soberano, mientras que las generacio-
parala campaña de verano contra los catalanes. Aunque sobrevivía nes posteriores han visto en su lugar los sufrimientos y flaquezas del
una hija del matrimonio del rey, María Teresa, la muerte de su único
hombre. Yelázquezüo ambos. El re¡ de hecho, mantuvo una sereni-
hfjo legítimo abríael paso a una crisis dinástica de incalculables pro-
dad imbuida de decoro y estoicismo frente a la adversidadyladerrot¿r.
porciones. Después del fallecimiento de ra reina, Felipe dejó ciaro Cuando el mariscal de Gramont llegó a Madrid en 1658 para prep¿rrzrr
que no tenía ningún deseo de volver a casarse, pero la necesidad de
el acuerdo de paz entre Francia y España que llevaría un año desptrós
un nuevo heredero varón le obligó a aceptar lo ineütable. Eligió como
al Tratado de los Pirineos, informó que Felipe "tenía [...] un aire dc
segunda mtljer a sujoven sobrina, Mariana de Austria, la noüa en un
grandezay majestad que no he visto en ninguna otra parte"35.
principio destinada a Baltasar carlos. La nueva reina, que apenas Había que guardar las apariencias a toda costa, y así se hizo en la
contaba quince años, llegó a España desde Viena en 164g.
ceremonia de la Isla de los Faisanes en el río Bidasoa que separaba
Después de años de luto, la llegada de una nueva yjoven reina
Francia y España cuando, el 6 dejunio de 1660, quedó sellada laPaz
produjo unar,rrelta a laüda en una corte lúgubre. se volüeron a mon- de los Pirineos al entregar Felipe fV la mano de su hija, la infanta
tar otra vez fiestas y representaciones en el Buen Retiro que María Teresa, a Luis XIV (fig. 30). La puesta en escena de la ceremo-
provocó una nueva ronda de críticas en la opinión pública-, -loapare- nia recayó enVelázquez en su calidad de aposentador mayor de pala-
cieron nuevos retoños reales y, aunque demasiado a menudo la muer-
cio, un cargo para el que había sido nombrado en 1652y que conlle-
te no tardaba en llevárselos, Yelázqueztuvo tiempo de pintar sus re-
vaba no sólo los deberes rutinarios que entrañaba asegural que se
tratos. uno de los supervivientes, la infanta Margarita, proporcionó
mantuvieran limpios los aposentos del reyy hubiera alojamiento clis-
un tema encantador para el arrista (fig. 27),pero el tan anhelado hljo,
ponible para él y su séquito en sus üajes, sino también los preparativos
el príncipe Felipe Próspero (fig. 28), resultó ser un niño de salud
para los acontecimientos solemnes. Este importante nombramiento
delicada, como insinúavelázqtez,ymurió antes de cumplirlos cuatro
era un reconocimiento tanto del aprecio del rey hacia su artista como
años. cinco días después, el6 de noviembre de 1661, nació otro hijo
de la estrecha relación que se había desarrollado entre ambos hom-
bres. Velázquez, que ahora contaba casi sesenta años, había colmado
33 La segunda mitad del realmente las esperanzas de su suegro de llegar a ser para su rey lo
. reinado de Felipe rv, mucho menos estudiada que la
qrjley, es tratada por Robert Stradling, philip N and the Goaemment of spain, I62r-
1665, cambúdge, cambridge uni'ersity press, lggg lFetipe IVy er gobi;nó d,e España, 3a
1621-1665, rrad. carlos Laguna, Madrid, cátedra, l9g9l,-partá uII La tesis doitoral Joaquín Pérez Villanu eva, Felipe IV y Luisa Enríqua Manrique tle Lara, condesa de
Paredes de Naua. Un epistolario inétlito,Salamanca, Caja de Ahorros y Monte de Piedad,
de Alistair Malcolm, political Elite of the spanish Monar-
"Don Luis de Haro and the 1986, carta XL[V, B dejulio cle 1653.
chy' in the Mid-Seventeenth centurv" (oxford, 1999), todavía inédita, es una 35 Mhnoires tlu l\Iaút:lml tI¿ ()ranont, en A. Petitot y'L.-J.-N. Monmer-qué, Oollertion
impor-
tante investigación sobre la carrera política de Haro v su estilo cle gobierno.
d¿s Mén¿oires relatifs it. I'h.istoi.re de Franre,57, París, Fortcault, 1827 , p. 57.

371 375
(|r('lr:rl)r:r sr(l(,.\1,('l('s l):rr:r,\lr.j;rrrrlro l\t:rqrro. ( lrr¡ rorlr¡, l.r¡¡ solt¡ t (lu('s('tct¡rorrl:rl¡.r;r l'.r¡r':rs Silvio. Sc cttt¡ltcttrlictotr l:rs ltr'oslrrnllr:rrllrs
t.rrl(i5li llt.pr¡l¡r¡rfinlr<.sl¿u:runl):lriorl<.l r.slrrtrrssr¡ril¡l:rlr¡rrt.<lrilrr¡r_ ir r< llrgl< ion('s ri( ¡lr c sr r lir rrr jt' r' r ro ¡rrr lthr jcx ¡l l los l'('sulll( [( )s tlt'st'it<krs.
t(' 1¿llll() tit'rrt¡lo ltltllí:t :ts¡lillt<lo, <'rr:ul<lo frrt' ( irn rrn gol¡x' llrrnlilllrrrtt' prrra su rcputacióu, su caudidatttra fite recha-
¡lro¡lu('sl() l)()1.1.1 ¡-t'\'l)ilt'a
el hábito dc caballerrr clc I¿r t¡l-rlt:ll rkr Siurtiireo. zirrla por la razrill clc que su nobleza había quedado sin demostrar.
Inclttstl elltonces clistaba nrucho rlt: resrrltal cicl-Lo quc su arll l)ici(in Existerr.claros indicios de que Yelázquez pudo haber falsificado
se haría realidacl. Había uua fuerte oposición en el C()ltsej<l cler (ir-rlenes la iclentidad de su abuela materna al solicitar la admisión en la orden
al nombralniento de un simple artista para tal clignidacl. !'eliízqtrez ar- v cle que los testigos que dieron fe de la nobleza de sus antepasaclos
gumetrtó, de modo poco conr.incente, que.jamás había recibido dinelo portugueses rnintieron. Su abuelo materllo resultó ser un sastre
por sus pinturas y que era de noble ascendencia, de una línea cle Silr,as especializado en la confección cle calzones y mercader en paños y

Figura 27. \lelázqtez, I-a infitnta Llargarita an rzzul (Kunsthistorisches Mrne¡nl. Viena). Figura 28. Velázquez, l)t príttcipe \blilte Próslnn (I(rnsthi\r'isches Museurr, Viena).

3 7(; 377
Figura 29. velázqvez, Felipe n'(National Gallery,, Londres). Figura 30. (llr¿rrles f,e Brtrn I'Acliu-r) Fl'uns vtut cler Merttletr,
Lntrytti.strt de Felipe I1')' Lui,s XII'(n lft Lsla rle los F-nisot?('t,
el 7 de junio de 1660 (coleccit-n-r ¡lr-irrada, Lotrclt'es).
sedas, que utilizó slrs ganancias para entrar en el lucrativo mercado
inmobiliario seüllano. Támbién es probable que por el lado paterno Tál ascendencia significaba uu obstáculo tenniuante para la admisión
su familia se dedicara originalmente al comercio y parece como mí- en una orden de la nobleza.Yelázquez, corno tantos otros en la Espa-
nimo posible que, como en el caso de tantos inmigrantes portuglreses ña de su época, no era lo que parecía o pretendía ser. Sin embargo,
que se establecieron en Sevilla, corriera sangrejudía por sus venas36.
or-ígenesjrrclíos. Rafael Cór¡re z, "f,a pareutela cle Velázquez" , I'alxn'atorio d,e Arte. Rnñs-
ta tl,el Deltartamcnto de Historia del Artc (Universidad cle Sevilla), nirm. 15 (2002|+p.
:t(i Kevin Insl'am, 383-38t3, argumellta en calnbio a favor cle una posible extracción morisca. Véase tam-
"Diego Velázqtrez's seclet Histor\,-, Bol¿tín fu,r Lluseo d.pr pra¿o,
Xr,u, núrm. 35 ( 1999), pp. 69-85, basado en nuera infornación cle arcrrivo v que ap¡nta bién Mérclez Roclrísttez, "La famili¿r de Velázqtre2".

378 3 7t)
7
( ()ttt() l;ln;r nr('nrlrlo sol¡:t,\lt( ('(l('t,,\('lllr:url;urltt l:ts:rl):n
s:tlvo l:t l('l)lllltciolr. ( lr':tr ilts:l utr:r rlis¡lt'n,\:t l):rl);rl t's¡lt.t ilrl lxurcn ANnrÍuco
It lx'tit'itirr ¡)('t'ri()nlrl <lt'l nr()niu'('¿r, V('l;i't,<lu('t, l\t(.tr([lnitir[<l
ctl l¿t tlrclclt ol 21) tlc rtovicrnbrr: rlc I()l-r1), nl('n()s c[t: tul ah<r
mLterteltT.
Se trató de una historia típica de su sociedad y de su época. No
obstante, en esta ocasión se dio la circunstancia de que el aspirante a
la respetabilidad y el ascenso social era además un artista supremo. El
artista aspiraba al reconocimiento, para sí mismo, para su familia y
para la profesión que representaba, y trató de ascender en la estima-
ción pública. El único camino hacia ese reconocimiento pasaba por
palacio y, al aceptar las obligaciones que entrañaban los honores,
Yelázqtrez pagó el precio necesario. Sin embargo, aunque el palacio absentismo real ,102, 10tl: banqtreros , 17 4
le irnpuso límites, también le abrió posibilidades como creador de las y colonias, 240,,247 cameralismo ,I17
quejamás hubiera disfrutado si hubiera permanecido en Sevilla. Gra- en monarqttías cotnptlestas, 37, trnific¿rción , I34, 135
cias al apoyo constante de un monarca capaz de reconocer a primera 38,51 :rleonqttinos. \'áase inclios
vista a Lrn gran artista, se le presentaron todas las oportunidades para Acosta,José de, 1Bl, 201, 259-261 algouquinos
sobresalir. Adams,John, 280 Alrnagro, Diego de , 17 4
Por el tiempo en que Velázquezse trasladaba a Madrid, un paisano Aclarns, John Qtrin cy, 297 .AJnriralt tazg.o, 194
de Seülla, Rodrigo Fernández de la Ribera, escribió una obra satírica Aclén, 158 Nsacia, 136
titrrlada Los anteojos dnmejoraist¿, que permitían a quien los llevabaver lrri,cipuliter (fonna de ttnión
(rcqrte Arnbel'es, 236, 329, 34'?r, 348 ., 319,
la realidad por debajo de las apariencias:r8. En la España de Velázquez entre estados) , 34, 35, 42-45, 47 ,, 353
tntrchas cosas, como Gracián observa en el Oró,culo, eranconsideradas 52,54 América:
no <por lo que son, sino por lo que parecen". Tanto en el plano per- africanos. Véa se esclavos, afiicallos áreas cle la española )'la
sonal como en el nacional, se hacían esfuerzos enormes y a veces alta- agricultura, elt las colotrias británica, 29l ,292
mente exitosos para salvar las apariencias ante la importuna intrusión británicas , 225,226 asel)tatnieuto en ,,2(), 21 ,67, 68,
de la realidad. No en vano se trataba de la época de las complicadas Ñutrr.)s cle Barrientos, Baltasar,, 44 158, 159
comedias de tramoya, como las que deslumbraban a la corte del Rey Alba, Feruanclo Ñvarezcle Toledo, conquistas españolas, l Stl-l (;2
Planeta con sus sofisticados artilugios y sus brillantes efectos. Y, como tercer dtrque cle, 58 ,332 conlo clifere nte a Etrropa, 2irl-r-
Gracián ariadía, eran muchos los que quedaban satisfechos con las Alberto e Isaltel, archidtrqttes, 327 , 275
apariencias, pero <r'aros los que rniran por dentro". Diego de Veláz- 333, 337, 340, 341, 344, 315. enfermeclades etll-opeas ell,, 77 2,

quez fue uno de esos raros. I;éase tutnl¡iér¿ Isabel Clara L73,2\6,217
Ettgeuia., infánta historia ltaturAl, 257 -260, 27 3,
(archicltrqtresa ) 274
Alcalá, don Fernando Enríqtrez opiniones sobl'e stts habitantes,
,\fán de Ribera, tercer cltrque de, 256-258, 260 ,261 , 265 ,266
:17 361
Jaime de SalazarvAcha, .Velázquez, Caballero cle Santiago", en Iglesias (ed.),
\'\kízq uez cn lr¿ cortc d¿ l-clipe Il', pp.95-I26. Ncázar. VeaseMaclricl
:r8 Rodr-igo Feurández de Ribera, Los anteojo.s
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en l'ekizqttez in Saille, p. 27 .

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Universitetsbiblioteket i Tromso
Bibliotek for humaniora og samfunnsfag

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