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#YOTAMBIÉNQUIEROSERBRUJA
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Había una vez un pequeño reino creado por unos dioses muy malos los cuales
hechizaron a sus habitantes, condenándolos a vivir en un mundo triste y gris sin que
fueran conscientes.
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Los ciudadanos hacían caso a todo lo que decían los dioses y cuando intentaban
salirse del camino se sentían tristes y culpables, sin que supieran que estaban bajo un
hechizo. Desde que nacían, ya diferenciaban a los niños de las niñas con normas muy
tontas.
Las niñas tenían que tener una piel muy bonita, suave y gris, también debían de ser
delicadas, refinadas y dulces para poder casarse, ya que encontrar un príncipe azul
era la máxima prioridad que tenían en sus vidas. Debían llevar un pelo precioso y
larguísimo, además no podían comer mucho porque querían estar delgadas para
tener contentos a los dioses aunque eso les hiciera infelices. En cambio, los niños
debían llevar el pelo corto y ser muchísimo más altos y fuertes que las niñas, ya que los
dioses decían que debían protegerlas muy bien y no mostrar nunca el sentimiento de
tristeza.
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En este reino gris había un rey y una reina, los cuales tuvieron una hija llamada Gisela.
Al nacer ya notaron algo diferente en ella. Tenía los ojos lilas, eran tan grandes y tan
brillantes que reflejaban toda su ternura e inocencia.
A medida que fue creciendo le contaron miles de historias sobre el otro lado de la
barrera.
-Nuestros dioses construyeron una barrera para no permitir que lo desconocido se nos
acerque, jamás debes cruzarla pequeña- le explicó el rey.
Gisela creció y cumplió 15 años, era una chica muy inteligente, valiente y demasiado
curiosa; deseaba cruzar la barrera, aquella de la que sus padres la habían alejado
toda su vida, y en la que todos le contaban que allí solo habitaban brujas, ogros y más
monstruos horribles que devoraban princesas.
Pero ella realmente no creía que ese lugar fuera
tan malo, a Gisela le apasionaba leer muchos
libros sobre brujas: eran de colorines, tenían
gatitos bonitos y se les veía felices y libres,
podían volar con sus escobas donde quisieran,
sin barreras.
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También le daban clases para ser la princesa perfecta; Gisela tenía que llevar tacones
aunque no quería, tenía que llevar vestidos de color rosa, aunque no soportaba ese
color. Ni siquiera la dejaban ir a jugar a la pelota con sus amigos, ella debía de
quedarse en el castillo con las otras niñas, donde aprendían a coser mientras tomaban
el té.
Se acercaba el día más deseado para el reinado, en cambio para Gisela llegaba el
día más aterrador de su vida. Hicieron un gran baile donde estaban todas sus amigas;
ellas eran más altas que la princesa, tenían el cabello largo y brillante y un cuerpo tan
fino y débil que parecía que si las tocabas se iban a romper. Gisela comenzó a
menospreciarse al ver que todas cumplían el modelo ideal del reinado. En cambio,
ella se sentía fea porque era bajita, regordeta y tenía los ojos lilas, sabía que era
diferente a las demás y eso la entristecía. Además sus padres se enfadaban mucho
porque no se comportaba como debía; a todas les gustaba estar con príncipes ya
que soñaban con casarse con ellos algún día.
Las princesas comenzaron a hablar de príncipes; de cómo les gustaba estar con ellos,
de cómo las protegían de todo porque una princesa tiene que decirle a su príncipe
donde está en cada momento y también tienen que prepararles deliciosos pastelitos
para que estén muy contentos con ellas.
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Gisela seguía bajo los efectos del hechizo, continuaba
triste por no poder ser igual que todas las princesas,
pensaba que por culpa suya los dioses, su madre, su
padre, sus amigas y todo el reinado estaban
enfadados. También estaba muy asustada porque no
quería estar con un príncipe, nunca se había fijado en
los chicos como se fijaban sus amigas, a ella no le
gustaba que tuvieran un cuerpo fuerte y unos ojos
bonitos, lo que realmente le gustaba de los chicos era
jugar con ellos a la pelota.
-¿Quiénes sois vosotros para decidir si me caso o no? ¡Si ser princesa se supone que
tengo que ser la esclava de un príncipe bobo no quiero serlo jamás! –exclamó Gisela
enfadada.
-¡Cómo te atreves hablarnos así jovencita! Vas a ser lo que nosotros te digamos.- dijo la
reina.
-Yo lucharé por lo que realmente quiero, no por lo que vosotros queráis para mí. ¡No
quiero ser una princesa robot quiero ser una BRUJA!
Para todos es más fácil seguir las normas impuestas para obtener una supuesta
felicidad ,te preguntarás una y otra vez cuándo podrás ser feliz, cuando te sea difícil
cumplir las órdenes entonces estarás despertando del hechizo.
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En este reino no importa si eres extremadamente bella por dentro ya que la belleza se
mide por tu envoltorio. Ser fea es el peor castigo que te pueden dar los dioses ya que
así nunca serás aceptada. A ellos con tan solo pronunciar la palabra BRUJA ya les
entran náuseas; bruja significa asquerosidad, temor, una palabra tan maligna que es
repulsiva, antónimo de princesa.
BRUJA es igual a una mujer fea, mala, diferente e increíblemente poderosa ya que en
realidad su firmeza y seguridad deslumbra tanto que hace que ellos tengan que mirar
para otro lado ocultándola con envidia y temor.
Hoy conocería a su futuro marido, el príncipe Eric. Gisela tenía que estar perfecta para
la ocasión, sus sirvientas la ayudaron a ponerse el vestido más bonito que tenía,
también la peinaron y la maquillaron como una señorita.
-Parezco un pavo real con tantas plumas y tanto maquillaje, ¿es necesario ir
disfrazada? apenas me reconozco.-se quejó Gisela.
-¿Pero qué dices? ¡Estás preciosa para tu futuro marido! seguro que le encantarás.-
exclamó una de sus sirvientas.
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Gisela no pronunció ni una palabra, su padre hablaba de ella como si fuese
mercancía, un simple objeto intentándola vender a buen precio a ese muchacho
desconocido. Si te entrego a mi hija quiero la mitad de tus sirvientes, más una cuarta
parte de tu terreno (…) Es demasiado joven, la tendrás que cuidar muy bien (…) Ponla
a tu gusto si no te gusta así.
El príncipe parecía que tampoco le agradaba aquella conversación así que pidió
estar a solas con ella.
-Eres una chica sincera y directa, sé que no te hace gracia que en tres días estemos
casados, pero te aseguro que conmigo no te faltará nada, no te trataré como lo hace
tu padre, te cuidaré y te protegeré de todos los peligros.
A pesar de que a Gisela no le gustaba la idea de casarse, vio al muchacho con buen
corazón. Eric era gris como todos ellos pero no era muy alto ni tampoco parecía muy
fuerte. Era agradable hablar con él pero a la vez le incomodaba su mirada, notaba
que era algo tímido con ella y se esforzaba por gustarle.
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Sus manos temblaban y su corazón se aceleraba con tan sólo pensar que mañana a
esta hora ya estaría casada. Gisela no quería ser una buena princesa y menos una
buena esposa, le angustiaba tanto esta situación que deseaba desaparecer, así que
optó por ello.
Por la tarde, cuando nadie estaba pendiente de ella se fue hacia el bosque, Gisela
tenía mucho miedo, no sabía si estaba exagerando la situación pero estaba tomando
su propia decisión, sabía que esta travesura la pagaría muy cara si la pillaban, la
tomarían por loca y se pasaría el resto de su vida en las mazmorras con aquellos que
intentaron ir más allá del bosque, al mundo de las brujas.
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Se hipnotizó al ver esos preciosos ojos dorados, su piel verde resplandecía como su
melena anaranjada tan larga y bonita dónde terminaba con unas ondas que caían
sobre su espalda. Lo que más la maravillaba era lo que más la diferenciaba del
resto...un símbolo que muchos repugnaban pero Gisela admiraba. El gorro acabado
en punta, eso hacia etiquetarla como BRUJA…era lo más bonito que había visto en su
vida, no estaba apagada como los demás sus colores demostraban que estaba viva,
cegando al resto por la envidia.
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El príncipe fue corriendo hacia ellas, desenvaino su espada para atacar a su amenaza
pero de repente se tropezó con unas piedras y cayó al suelo obstaculizando su
objetivo ya que la brujita, asustada cogió la escoba e inmediatamente se fue volando
más allá del bosque hasta que desapareció de los ojos de los jóvenes.
-He venido a protegerte, una chica no puede ir sola por el bosque a estas horas.- dijo
Eric mientras intentaba ponerse en pie.
-¿Por qué no?, ¿porque siempre tengo que ir al lado de un hombre? Ya soy mayorcita
no soy un bebé.-Dijo ella con seguridad.
-Porque te pueden hacer daño, ¿no lo ves? ese monstruo se te estaba acercando,
seguro que quería hacerte algo malo, pero por suerte ya ha venido tu príncipe, te dije
que te protegería y te cuidaría, eso es lo que debemos hacer los hombres. -Contestó
Eric.
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Gisela levantó a Eric del suelo, estaba tan equivocado por tener esas ideas frívolas y
sin sentido. Era ella quien lo protegía; él se había hecho una herida en la pierna
derecha y apenas podía andar sin sentir el dolor que le provocó la caída. A Gisela no
le quedaba otra opción que llevarlo a cuestas a su
casa.
-Ya puedes soltarme Gisela, estoy bien, no necesito que nadie me acompañe a casa-
exclamó frustrado.
-¿Pero qué dices? No puedes andar, Eric enserio, no me importa cargar contigo, no
voy a dejarte tirado en el bosque no llegarías a casa vivo. -dijo Gisela.
-Eric no voy a volver…ya lo sabes… ¡y para de decir tonterías! estas herido, no pasa
nada… ¿acaso te avergüenza que te ayude?- exclamó Gisela con seriedad.
-Obsesionado por aparentar ser lo que no eres, tan sólo para que unos seres ignorantes
te acepten seguir vivo en un mundo muerto.
Tristemente era cierto, él temía que los demás descubrieran como era en realidad. Un
chico sensible, bueno, tierno e inocente ¿acaso es malo que un príncipe sea así?
Gisela se preguntaba demasiadas cosas, cada vez dudaba más sobre los dioses y
cada vez se hacía más fuerte cuando pensaba por sí sola…Notaba que estaba
comenzando a despertar, el hechizo se estaba rompiendo, ya los dioses no limitarían
su libertad.
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Finalmente acompañó a Eric a casa, él la miro asombrado por su valentía aún estaba
enamorado de ella pero sabía que tenía que dejarla ir, no la odiaba, al contrario, la
quería y nunca podría obligarla a hacer algo que la hiciera infeliz.
-¿Tan lejos del reinado y a estas horas? ¿No intentarás pasar la barrera?
-¡No sabe lo que es la barrera!-exclamó uno de ellos con risa. -Ay niña…Verás, más allá
de aquí se acaba el mundo, nadie ha cruzado la barrera, ya que si la pasas te pueden
ocurrir cosas muy malas…-explicó uno con tono amenazante.
-¿Qué cosas?
-Allí tan solo hay monstruos que comen a curiosos como tú.
-Mira niña se acabó ya tanta pregunta, ¡vas a venir con nosotros al reinado!-Exclamó
uno de ellos nervioso.- A una princesa delicada y dulce pueden ocurrirle cosas
horribles-confirmó otro con un tono más dulce.-¡En el reinado estarás segura de todo
peligro!.-Exclamó el tercero con agresividad.-
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-Pero no feliz.- Contestó Gisela con rebeldía.
Tras esa contestación Gisela salió disparada, los pájaros corrían tras ella de manera
muy agresiva la picoteaban obligándola a que fuera con ellos. De repente se oyó un
gran trueno, comenzó a llover inesperadamente con fuerza. Ella tan solo corría
desesperada, sin importarle que el suelo comenzara a resbalar, ni como su cuerpo frío
se sumergía en el agua. No iba a dejar que la atrapasen, tenía claro lo que quería
hacer y no permitiría que esos pajarracos le contagiaran el miedo.
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-Hola, ¿Cómo estas Gisela?- Dijo ella alegremente, como si no hubiera pasado nada y
con toda naturalidad.
La brujita se rio-¿De verdad no sabes dónde estás? Cómo olvidar tu nombre después
de que tu amiguito lo chillara desesperado antes de intentar matarme.- dijo ella con
simpatía.
-Tranquila, lo sé… estás en el lugar adecuado, los grises nos tienen miedo, pero es por
el efecto del hechizo.-
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La brujita hizo un gesto con la mano para que le diese la suya, la ayudo a levantarse y
la dirigió hacia el espejo. Gisela se quedó impactada, no podía ser, no creía lo que
veía…Su piel…tan delicada tan triste y tan GRIS se estaba extinguiendo…su cascara se
rompió dejando ver una maravillosa piel anaranjada.
Ahora lo entendía todo…ella no fue la oveja negra del reinado, ella era una auténtica
superviviente de aquel infierno oculto.
-Esta noche haremos una gran fiesta, ya verás cómo te animas, conocerás a la gente
de este maravilloso mundo ¡Te caerán todos genial! también tienen muchas ganas de
verte, sobretodo Tuti, ¡es un amor!-dijo la brujita.-
Gisela tenia curiosidad por saber cómo serian las fiestas en el mundo de color, pero le
agobiaba un poco la idea de conocer gente nueva y a ese tal Tuti. No extrañaba su
antigua vida, sólo extrañaba a las dos personas que más quería…sus padres...ahora
solo vivían en su recuerdo y permanecerían en el pasado eternamente.
-Bueno…no se…
-Hay que celebrar que tenemos una despertada más entre nosotros.- Exclamó la
brujita.
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No era como los bailes que ella conocía. Estaban al aire libre, habían muchas luces de
colores iluminaban la pista donde había multitud de gente bailando alegremente al
ritmo de la música. Aquel mundo resplandecía e irradiaba felicidad, Gisela observó
que habían niños y niñas jugando juntos, al principio
le sorprendió un poco, ya que en su reinado era
impensable…Nadie de aquí era gris, todos eran
distintos, personas con pieles de diferentes colores,
altos, bajitos, regordetes, delgados todos salpicaban
alegría.
Paula la llevó donde estaban sus amigos, Gisela vio que era un grupito de chicos y
chicas de su misma edad. Parecían muy simpáticos y divertidos, observó que dos de
los chicos se abrazaban dulcemente, quedo un poco impactada ella nunca había
visto algo así. Paula le sonrió y la saco a bailar.
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Gisela sintió un cosquilleo por su pierna, no le dio mucha importancia ya que era más
interesante seguir bailando con Paula, pero aquel hormigueo avanzó, de la pierna
paso a la espalda y de la espalda al hombro. Paula soltó una enorme carcajada pero
Gisela al ver su hombro se asustó y grito.
- ¿Es que nunca has visto un gato, niña?- exclamo con simpatía el gato.
-¿A mí?
-Tranquila es normal que todavía estés triste, pero se te pasará- le sonrió tuti.
-Echo de menos a mis padres, ellos nunca me han visto así de feliz…
-Pequeña…llevamos años intentando crear una poción mágica para que despierten
del hechizo…pero en este caso la magia no tiene remedio, la solución está en uno
mismo.
-Ya…
-Yo te entrenaré.
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Por la mañana, Gisela fue a casa de Tuti con Paula, iban a entrenarla para las pruebas
de bruja. La habitación de ensayo era enorme, tenía montones de pócimas, baritas y
escobas, todo el material que necesitaba una buena aprendiz.
Empezó el entrenó y a Gisela no le fue muy bien…según Tuti empezaron por lo básico:
pócimas ¡Había tanto que estudiar! Esto era más difícil de lo que pensaba.-Paula
ayúdala con la formula (…) y ni se te ocurra mezclar ojos de ratones con pelos de
sire…no pudo acabar la frase, el calderón explotó sin más.
-Pero que dices, es tu primer día, no puedes pretender que todo te salga bien a la
primera, no dejes la preparación.-Animó Paula.
- Gisela, ser bruja no es nada fácil, hay que estudiar y practicar mucho. Sigue
luchando por lo que quieres, si crees en ti misma, lo conseguirás.- Dijo Tuti.
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-Gisela que te parece si damos un paseo en escoba- le propuso Paula.
-Es precioso Paula…Me siento tan libre…y tan feliz, aquí contigo.
Paula cogió las manos de Gisela y se acercó tímidamente hacia ella. Gisela sintió
como se aceleraba su corazón.
No importa lo que digan los demás, tu corazón tiene libre elección para palpitar por
cualquier persona, hombre o mujer ¿Qué importa?
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Pasaron unos cuantos meses, Gisela se convirtió en una bruja muy poderosa, se esforzó
al máximo para las pruebas y su constancia dio frutos. Ahora sí que nada podía
pararla, era libre, feliz y BRUJA.
Gisela miró su bola de cristal, tenía curiosidad en saber cómo estaban aquellos: los
habitantes del mundo gris. Todo seguía igual en aquel mundo monótono, nada había
cambiado. Por un instante vio a sus padres…algo hizo que se rompiera por
dentro…lloraban por ella…de verdad la querían…
-Mamá, papá…
-¿Bruja?
-Hija mía, los padres también cometemos errores...solo queríamos lo mejor para
ti…siempre te querremos, seas como seas.
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Tuti tenía razón no hay pócima que rompa el hechizo, cada uno tiene que despertar
solo y no todos lo logran. El hechizo para algunos jamás se romperá, aún creen que
son felices haciendo lo que no quieren.
Después de destruir la barrera se mezcló gente de colores y gente gris, cada uno con
sus diferencias. Algunos grises, poco a poco volvían a nacer, rompiendo la cascara
de infelicidad aunque eso les costaba un esfuerzo. Siempre hay que estar atento para
que el hechizo no vuelva, creer en ti es el único antídoto que hay.
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#YOTAMBIÉNQUIEROSERBRUJA es un cuento reivindicativo
nacido en integración social como proyecto de sensibilización. En
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