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en
1
en pos
de la Paz
A
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guerra
Ninguno está ajeno al temor. Cuando
yo era niña, frecuentemente me sen-
tía atemorizada. Sentía miedo de pe-
rros grandes, de puentes por los que
uno podía ver hacia abajo, de caba-
llos y de cabras (especialmente luego
de que uno muy grande me tratara
de morder.) Mi padre era evangelista
y maestro de la Biblia, especializado en la profecía bíblica. Algunas de las predicciones para
los finales tiempos son muy intimidantes. Por lo tanto, también sentía temor del futuro, y fre-
cuentemente padecía de pesadillas. Mis padres me daban buenos consejos para sobreponerme
al temor, y el Señor me ministró mucho en esa área. Pero no sólo los niños sienten temor, sino
que muchos adultos también luchan con eso. Podemos sentir temor al fracaso, a personas, a
hablar en público, a ruina financiera, al peligro físico, al envejecimiento y a estar solo.
Durante el reciente conflicto en Gaza, Puentes para la Paz estuvo presente para ministrar a
los poblados que llevaban ocho años en la línea directa de fuego. Poco tiempo de iniciarse la gue-
rra, fui a conocer los alcaldes de las ciudades afectadas para expresar nuestro apoyo cristiano.
La noche antes de ir, tuve que sobreponerme a un repentino sentido de temor. Me preguntaba:
“¿Por qué quieres ir a una zona de guerra?” Pero fui, a pesar de ese temor natural, y me alegro
de haberlo hecho. Varias semanas después, las sirenas de emergencia también sonaron en Jeru-
salén. No nos habían advertido sobre una prueba, y cuando escuchamos el sonido ondulante de
la sirena, asumimos que Jerusalén se encontraba bajo ataque aéreo. Tomé mi abrigo, celular y
cartera, y me uní al resto del personal de Puentes para la Paz en nuestro cuarto de seguridad en
el sótano. Aunque no estaba aterrorizada, mi cuerpo respondió con un aumento de adrenalina
y fuertes latidos de corazón. La última vez que habíamos escuchado esas sirenas en Jerusalén
(excepto por medidas de práctica) fue durante la Guerra del Golfo en 1991, cuando nos refugia-
mos en cuartos sellados con máscaras de gas mientras Saddam Hussein disparaba misiles Scud
contra Israel.
¿Qué es
el Temor?
Primero, tenemos que reconocer que hay más de un tipo
de temor en la Biblia. Está el temor positivo, del cual habla-
remos en un futuro estudio, como el temor del Señor, pero
en este Estudio de Israel hablaremos del temor que destru-
ye la paz en que Dios quiere que andemos.
El temor es una aprensión mental de que algo malo pu-
diera acontecer. Es una emoción que experimentamos en
anticipación a algún dolor o un peligro específico. El temor
tiene que ver con nuestra mente, nuestro patrón de pensamiento y nuestro sistema de creen-
cia. Otra definición dice que es una respuesta natural a ciertos estímulos, una interpretación
hecha en base a nuestro trasfondo individual y nuestras experiencias pasadas. Un diccionario
En Pos de la Paz 3
define el temor como “una fuerte emoción causada por la anticipación o la percepción de un pe-
ligro; razón por estar alarmado; preocupación ansiosa.” Algunas variantes del temor pudieran
“…todo incluir desasosiego, ansiedad, preocupación, timidez, susto, alarma, horror, terror o pánico, los
cuales son temor en diversos grados o niveles. Mientras reflexionaba al respecto, me dí cuenta
lo que no que los seres humanos aceptamos el temor como algo natural en nuestras vidas. Pero para el
cristiano, el temor no debe ser normal. Aunque ciertamente es algo natural, no es el plan de
procede Dios para nuestras vidas.
Luego de mis temores de niñez, pensé que había dejado eso atrás. Cuando llegué a los 40
de fe, es años de edad, me regresaron los temores. A mi esposo le habían diagnosticado una condición
de diabetes, y un buen amigo me dijo que eso acortaría su expectativa de vida. Cuando me dí
pecado.” cuenta que las mujeres estadísticamente viven más tiempo que los hombres, concluí que yo vi-
viría más tiempo que mi esposo. Habíamos servido al Señor en Israel por varios años, y depen-
Romanos 14:23 díamos del apoyo económico externo. Nunca teníamos más allá de lo esencial, y no contábamos
con un fondo de retiro. Además, no teníamos hijos y, a los 40 años de edad, no esperaba que lo
tuviésemos (sin que hubiese un verdadero milagro de Dios). Ante esos hechos, a menudo decía
que me quedaría sola, sin ingreso por concepto de ahorros o retiro, sin hijos que me cuidaran,
y terminaría comiendo comida de gato. Así transcurrieron varios meses hasta que una noche,
en un servicio de la Iglesia, el Señor penetró mi corazón y me hizo ver que estaba difamando
Su nombre al no confiar en que se encargaría de mi futuro bienestar. Me sentí culpable por ese
pecado de duda, me arrepentí, y luego tuve un verdadero cambio de actitud.
Por medio de esa experiencia, comprendí que el temor y la falta de fe están ligados. Podemos
decir que confiamos en Dios, reconocer que Él es el Todopoderoso, Omnisciente Creador del
universo, pero si permitimos que el temor tenga un lugar en nuestras vidas, le decimos que no
creemos que nos podrá cuidar. Pablo dijo que “…todo lo que no procede de fe, es pecado” (Rom.
14:23). Si dudamos del cuidado protector de Dios, no tenemos fe. Por esa razón, me atrevo a
decir que el temor es pecado.
CONFIANZA
podemos sobreponernos al temor:
1. Debemos conocer la verdad en la Palabra de Dios.
Cuando desconocemos las promesas en la Palabra
de Dios, tendremos razón por temer. Ese desconoci-
miento de las Escrituras hará que caigamos en error.
“Están equivocados por no comprender las Escri-
turas ni el poder de Dios” (Mat. 22:29). Busque las
promesas de Dios en las Escrituras, y medite en ellas.
Pídale al Señor que las haga real en su vida. Sus pala-
bras son vida para aquel que las reciba. Para comenzar,
lea el Salmo 91 y el Salmo 23.
En Pos de la Paz 5
“Muchas puede hacer, quien es más grande que todo, a quien nadie lo detiene, quien todo lo sabe,
y quien aún así nos ama. Imagínese, ¡conoce cuántos cabellos tenemos en nuestra cabe-
son las za, un número siempre cambiante! Dios nos ama, y por ser el amor personificado, desea
echar fuera el temor de nuestras vidas. Él desea perfeccionar nuestro amor. Recuerde que
aflicciones Dios no es quien da el temor. “Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de
poder, de amor y de dominio propio.” (2 Tim. 1:7).
del justo, Cuando niña, mi madre frecuentemente me citaba Proverbios 3:5-6. Me dijo que lo
memorizara y que lo repitiera cada vez que sentía temor. “Confía en el SEÑOR con todo
pero de tu corazón, y no te apoyes en tu propio entendimiento. Reconócelo en todos tus cami-
nos, y El enderezará tus sendas.” Cuando conocemos a Dios y le amamos, podemos com-
todas ellas prender Su amor por nosotros y podemos confiar en Su cuidado protector.
lo libra el
3. Debemos rendir nuestras preocupaciones y temores ante Dios.
SEÑOR.” Repetidamente en las Escrituras, Dios pide a Su pueblo que se rinda ante Él. Como seres hu-
Salmos 34:19 manos que somos, creados a la imagen de Dios para razonar, resolver problemas y pensar crea-
tivamente, a menudo caemos en la trampa de creer que podemos manejar nuestras propias vi-
das. Frank Sinatra cantaba, “A mi manera,” pero Dios nos llama a que vivamos “a Su manera.”
En meses recientes, he estado meditando en oración este asunto de la rendición. Su manera es
mucho mejor que cualquier cosa que pudiéramos realizar por cuenta propia. A veces resistimos
la rendición porque no queremos perder control de nuestras vidas. Pero el salmista dice:
“Encomienda al SEÑOR tu camino, confía en El, que El actuará…Yo fui joven, y ya soy viejo, y
no he visto al justo desamparado, ni a su descendencia mendigando pan…Porque el SEÑOR ama
la justicia, y no abandona a Sus santos; ellos son preservados para siempre, pero la descenden-
cia de los impíos será exterminada” (Sal. 37:5, 25,28).
“Muchas son las aflicciones del justo, pero de todas ellas lo libra el SEÑOR” (Sal. 34:19).
“Humíllense, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que El los exalte a su debido tiempo,
echando toda su ansiedad sobre El, porque El tiene cuidado de ustedes” (1 Ped. 5:6-7).
En Pos de la Paz 7
PAZ
debemos poner nuestra esperanza en el Todopoderoso Dios quien ama a Sus hijos.
Yeshúa animó a Sus discípulos diciendo: “La paz les dejo, Mi paz les doy; no se la doy a uste-
des como el mundo la da. No se turbe su corazón ni tenga miedo” (Jn. 14:27). El mensaje bíblico
es claro: Dios desea que pongamos nuestra atención en Él para que nos dé Su regalo de paz,
pero la decisión es nuestra. Quiero cerrar con las palabras que el apóstol Pablo usó para animar
a los creyentes en Roma: “Y el Dios de la esperanza los llene de todo gozo y paz en el creer, para
que abunden en esperanza por el poder del Espíritu Santo” (Rom. 15:13).
M
uchos pastores, maestros bíblicos y personas laicas han escrito preguntando si pueden utilizar estas
notas para sus mensajes y clases. La respuesta es un enfático, ¡sí! Por tal razón enviamos estos Estu-
dios de Israel. Es mi esperanza que la información contenida en ellos pueda ser dise-minada vez tras
vez, ya sea oralmente o por medio de copias fotostáticas. “Porque de Sion saldrá la ley, y de Jerusalén
la palabra de Jehová.” (Is. 2:3)