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TEORÍA DEL ETIQUETAMIENTO (LABELING

APROACH): O CUANDO EL ESTADO CONSTRUYE


AL DELINCUENTE.
La teoría del etiquetamiento (o “labeling approach”), en síntesis, nace en Estados
Unidos a mediados de los años 60', casi como una réplica al excesivo empirismo de las
teorías criminológicas de la época, preocupadas casi exclusivamente por dar respuestas a
los estados acerca de las causas que originan el delito, las formas para mantener y
reproducir el orden y el logro de las mejores estrategias para la prevención de las conductas
desviadas. Como lo explica Lamnek, el labeling approach demuestra también que la
importancia práctica de los criterios biológicos subsiste por su aplicación estigmatizante en
el comportamiento social, siendo esperable en la esfera de las prácticas cotidianas, incluso
en el futuro, repercusiones de los enfoques biológico antropológicos[1], en buena medida
retomados por el nuevo realismo de derecha anglosajón a partir de los años 80’. la teoría
crece un contexto histórico particular, que incluye la guerra de Vietnam, las
consecuentes movilizaciones populares contra esa invasión armada, contra la
segregación racial, contra la discriminación de las mujeres y a favor del aborto, su
impronta novedosa la produce, sin duda, el corrimiento de la pregunta acerca de las
causas de la delincuencia hacia la indagación respecto de los procesos de definición
del delincuente.

Surge, además, en medio de una nueva concepción de la vida, más libertaria,


menos materialista, no tan consumista como la que proponía el capitalismo
welfarista, al punto de que se pone en crisis la idea misma del sueño americano y
del “american way of life”.
La teoría cuestiona, en primer lugar, el proceso de definición del delito. Se
pone en jaque la idea de que las normas penales sancionan las conductas
socialmente más reprochables, argumentando que, en realidad, esas normas
responden a los intereses de grupos sociales poderosos, muchas veces
sintetizados en empresarios morales, con aptitud para decidir e influir en lo que
legalmente está prohibido y lo que está permitido. Lo que acontece es,
primeramente, un “proceso de calificación”, en un contexto de interacción en el que
los hombres le atribuyen a otro la condición desviada. Si una persona incumple
estos mandatos normativos grupales, seguramente, será considerada desviada
desde la visión de esos grupos. Sin embargo, a la inversa, “Desde el punto de vista
del individuo que es etiquetado como desviado, pueden ser outsiders aquellas
personas que elaboraron las reglas, de cuya violación fue encontrado culpable”[6].
Luego sobreviene una instancia de aplicación de las normas, mediante la
cual son definidos como desviados los contraventores de las mismas.
Esta relativización de la ontología del delito, a su vez, es necesariamente
ributaria del interaccionsimo simbólico, ya que no puede comprenderse el crimen
sino a través de la reacción social, del proceso social de definición y selección de
ciertas personas y conductas etiquetadas como criminales. Delito y reacción social
son términos interdependientes e inseparables[7].
En la visión de Howard Becker, la teoría del etiquetamiento puede ser
presentada con arreglo a estas características:
1) Ningún modo de comportamiento contiene en sí la cualidad de desviado;
antes bien, los mismos modos de comportamiento pueden ser tanto conformistas
como desviados, lo que se demuestra con facilidad interculturalmente como también
intracultural e históricamente.
2) Por la fijación de normas, a determinados modos de comportamiento se
les atribuye el predicado e desviado o violador de las reglas. Por lo tanto, los que
establecen las normas son los que definen el comportamiento desviado.
3) Estas definiciones del comportamiento desviado sólo influyen sobre el
comportamiento cuando las mismas son aplicadas. Las normas implícitas o
explícitas son realizadas en interacciones.
4) la aplicación de la norma como forma de etiquetamiento del
comportamiento desviado es realizada selectivamente, esto es, los mismos modos
de comportamiento son definidos diferencialmente según las situaciones y personas
específicas.
5) Aquellos criterios que determinan la selección pueden ser subsumidos
bajo el facto poder. El poder puede ser concebido, operacionalmente, como la
pertenencia a un estrato.
6) la rotulación como desviado pone en movimiento, bajo condiciones que
deben ser aún más especificadas los mecanismos de la self-fulfilling prophecy que
permite esperar modos de comportamiento ulteriores que están definidos como
desviados, o bien que serán definidos como tales. Por una decisiva reducción de
las posibilidades de acción conformista por expectativas de comportamiento no
conformista se inician las carreras desviadas”[8].
En términos de política criminal, la teoría del etiquetamiento supone una
crítica de las instancias punitivas del estado, basada en que éste, a través de sus
instancias de criminalización (primarias y secundarias) favorece la identidad del
delincuente, visibilizándolo como tal y estigmatizándolo de tal manera que la
persona termina asumiéndose como tal, como portador de un nuevo rol desvalorado
que lo obliga a iniciar procesos de socialización en grupos vinculados a
comportamientos desviados, lo que no hace más que favorecer su inserción en la
“carrera delictiva”.
Por lo tanto, desde el labeling se proponen estrategias basadas no tanto en la recurrencia
al sistema penal cuanto en medidas de descriminalización, vinculadas a la reparación o
restauración de los daños causados por el ofensor, evitando el proceso de
estigmatización que, de manera irreversible, ocasiona el sistema penal a través de sus
normas, sus símbolos, sus prácticas y sus gramáticas cotidianas.
http://www.derechoareplica.org/index.php/233:teoria-del-etiquetamiento-labeling-13

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