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11/4/2016 Al rescate: ¡Podemos hacerlo! ­ Por el élder Mervyn B.

 Arnold

Al rescate: ¡Podemos hacerlo!
Por el élder Mervyn B. Arnold
De los Setenta

El Señor ha brindado todas las herramientas necesarias para que


vayamos al rescate de nuestros amigos menos activos y no miembros.

El Salvador comprendió claramente Su misión de rescatar a los hijos de


nuestro Padre Celestial, ya que declaró:

“… el Hijo del Hombre ha venido para salvar lo que se había perdido.

“[Porque] no es la voluntad de vuestro Padre que está en los cielos


que se pierda uno de estos pequeños”1.

Mi angelical madre, Jasmine Bennion Arnold, comprendió claramente su


función de ayudar en el rescate de las ovejas perdidas o lastimadas de
nuestro Padre Celestial, incluso a sus propios hijos y nietos. ¡Qué maravillosa
función pueden tener los abuelos en la vida de sus nietos!

A mamá generalmente se le asignaba visitar a quienes estaban batallando con


su fe, a los menos activos y a las familias en las que no todos eran miembros;
sin embargo, su rebaño incluía a muchos otros que nadie le había asignado
visitar. Por lo general, sus visitas no eran solamente una vez al mes, en las que

calladamente escuchaba, cuidaba de los enfermos y daba aliento amoroso.


Durante sus últimos meses de vida, mi madre estuvo confinada en casa, así
que pasó horas escribiéndoles cartas, expresando su amor, compartiendo su
testimonio y dando ánimo a quienes la visitaban.

Al ir al rescate, Dios nos da poder, ánimo y bendiciones. Cuando Él mandó a


Moisés que rescatara a los hijos de Israel, Moisés sintió temor, tal como
muchos de nosotros. Moisés se excusó diciendo: “… Yo no soy hombre de fácil
palabra… porque soy tardo en el habla y torpe de lengua”2.

El Señor tranquilizó a Moisés diciendo:

“… ¿Quién dio la boca al hombre?… ¿No soy yo, Jehová?

“Ahora pues, ve, que yo estaré en tu boca, y te enseñaré lo que has de decir”3.

En efecto, el Señor dijo a Moisés, “¡Puedes hacerlo!”. ¿Y saben qué? ¡Nosotros


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En efecto, el Señor dijo a Moisés, “¡Puedes hacerlo!”. ¿Y saben qué? ¡Nosotros
también podemos!

Permítanme compartir cuatro principios que ayudarán en nuestros esfuerzos


de rescate.

Principio 1: No debemos demorar en ir al rescate


El élder Alejandro Patanía, quien prestó servicio como Setenta de Área, relata
la historia de su hermano menor, Daniel, que salió a pescar al mar con su
tripulación. Después de un tiempo, Daniel recibió el aviso urgente de que una
fuerte tormenta se avecinaba rápidamente. Daniel y su tripulación se
dirigieron de inmediato hacia el puerto.

Conforme la tormenta se intensificaba, el motor de un bote de pesca que


estaba cerca de ellos dejó de funcionar. La tripulación de Daniel enganchó con
un cable el bote averiado y empezó a remolcarlo hacia un lugar seguro.
Pidieron ayuda por radio, sabiendo que, con la creciente tormenta
necesitaban ayuda inmediata.

Mientras los seres queridos esperaban ansiosamente, los representantes de


la guardia costera, la asociación de pescadores y la marina se reunieron para
decidir cuál sería la mejor estrategia de rescate. Algunos querían salir
enseguida, pero se les dijo que esperaran un plan. Mientras que los que se
encontraban en la tormenta continuaban implorando ayuda, los
representantes continuaban reunidos, tratando de definir el protocolo
adecuado y un plan de acción.

Cuando finalmente se organizó un grupo de rescate, vino un último llamado


desesperado. La furiosa tormenta había roto el cable entre los dos botes, y la

tripulación de Daniel iba a retroceder para ver si podían salvar a sus


compañeros pescadores. Al final, ambos botes se hundieron y sus tripulantes,
incluyendo a Daniel, el hermano del élder Patanía, murieron.

El élder Patanía comparó su tragedia a la amonestación del Señor cuando dijo:


“No fortalecisteis… ni hicisteis volver a la descarriada ni buscasteis a la
perdida… y exigiré mis ovejas de [vuestras manos]”4.

El élder Patanía explicó que, mientras debemos estar organizados en nuestros


consejos, cuórums, organizaciones auxiliares e incluso como personas, no
debemos demorar en ir al rescate. En ocasiones pasan muchas semanas
mientras hablamos acerca de cómo ayudar a las familias o a las personas que
están necesitadas. Deliberamos acerca de quién las visitará y cómo lo harán.
Mientras tanto, nuestros hermanos y hermanas perdidos continúan
necesitando, y a veces incluso pidiendo y rogando, ayuda. No debemos
demorar.
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demorar.

Principio 2: Nunca debemos rendirnos


El presidente Thomas S. Monson, quien ha hecho sonar el llamado del clarín
para ir al rescate, indicó: “Necesitamos recordar a nuestros miembros que
nunca es demasiado tarde cuando se trata de nuestros… miembros menos
activos… a quienes se les podría haber considerado una causa perdida”5.

Al igual que muchos de ustedes, he compartido el Evangelio con algunas


personas que pronto son bautizadas o se activan, y otras, como mi amigo Tim
y su esposa menos activa, Charlene, toman mucho más tiempo.

Por más de veinticinco años hablé con Tim acerca del Evangelio y lo llevé junto
con Charlene a los programas de puertas abiertas de los templos. Otras
personas se unieron al rescate; sin embargo, Tim rechazó cada invitación que
se le hizo para reunirse con los misioneros.

Un fin de semana se me asignó presidir una conferencia de estaca. Le había


pedido al presidente de estaca que ayunara y orara para saber a quién
debíamos visitar. Me quedé atónito cuando él me dio el nombre de mi amigo
Tim. Cuando el obispo de Tim, su presidente de estaca y yo tocamos a la
puerta, Tim abrió, me miró, miró al obispo y luego dijo: “¡Obispo, pensé que
había dicho que iba a traer a alguien especial!”.

Entonces Tim se rio y dijo: “Pasa, Merv”. Ese día ocurrió un milagro. Tim se
bautizó y él y Charlene se sellaron en el templo. Nunca debemos darnos por
vencidos.

Principio 3: ¡Cuán grande será vuestro gozo si


trajereis aun cuando fuere una sola alma a Cristo!
Hace muchos años en una conferencia general, hablé de cómo José de Souza
Marques comprendió las palabras del Salvador de que “… si de entre vosotros
uno es fuerte en el Espíritu, lleve consigo al que es débil, a fin de que… se haga
fuerte también”6.

El hermano Marques conocía el nombre de cada oveja en su cuórum y se dio


cuenta de que Fernando faltaba. Buscó a Fernando en su casa, después lo
buscó en la casa de un amigo e incluso fue a la playa.

Finalmente encontró a Fernando haciendo surf en el océano. Él no esperó


hasta que el bote se hundiera, como en la historia de Daniel. Entró
inmediatamente al agua a rescatar a la oveja perdida, regocijándose al traerlo
a casa7.
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a casa7.

Después, se aseguró, mediante la ministración constante, que Fernando


nunca más abandonara el redil8.

Quisiera actualizarlos en cuanto a lo que ha ocurrido desde que Fernando fue


rescatado, y compartir el gozo que viene al rescatar tan solo a una oveja
perdida. Fernando se casó en el templo con María, el amor de su vida. Ahora
tienen cinco hijos y trece nietos, todos son activos en la Iglesia. Muchos de sus
familiares también se han unido a la Iglesia. Juntos han enviado miles de
nombres de sus antepasados para que reciban las ordenanzas del templo; y
las bendiciones siguen llegando.

Fernando sirve actualmente como obispo por tercera vez y continúa


rescatando, tal como él fue rescatado. Recientemente compartió: “En nuestro
barrio tenemos treinta y dos jóvenes activos en el Sacerdocio Aarónico,
veintiuno de los cuales fueron rescatados en los últimos dieciocho meses”.
Como personas, familias, cuórums, organizaciones auxiliares, clases, maestras
visitantes y maestros orientadores, ¡podemos hacerlo!

Principio 4: No importa la edad que tengamos,


todos hemos sido llamados para ir al rescate
El presidente Henry B. Eyring declaró: “Sea cual sea nuestra edad, capacidad,
llamamiento eclesiástico o lugar donde nos encontremos, se nos llama a
trabajar unidos para ayudarlo a Él en Su cosecha de almas, hasta que Él
vuelva”9.

Cada día más y más de nuestros niños, nuestros jóvenes, nuestros jóvenes

adultos y nuestros miembros adultos de todas las edades están prestando


atención al llamado del clarín del Salvador para ir al rescate. ¡Gracias por su
esfuerzo! Quisiera compartir algunos ejemplos:

Amy, de siete años, invitó a su amiga Arianna y a su familia al programa anual


de la Primaria en la reunión sacramental. Unos meses después, Arianna y su
familia se bautizaron.

Allan, un joven adulto soltero, sintió la inspiración de compartir los videos de la


Iglesia, Mensajes Mormones y versículos de las Escrituras con todos sus
amigos a través de las redes sociales.

La hermana Reeves comenzó a compartir el Evangelio con cada uno de los


vendedores que la llamaba por teléfono.

James invitó a Shane, su amigo no miembro, al bautismo de su hija.


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Spencer envió a su hermana menos activa un vínculo del mensaje de la


conferencia del presidente Russell M. Nelson y dijo: “Ella leyó el discurso y se
abrió una ventana”.

El Señor ha brindado todas las herramientas necesarias para que vayamos al


rescate de nuestros amigos menos activos y no miembros. ¡Todos podemos
hacerlo!

Invito a cada uno de ustedes a prestar atención al llamado del Salvador de ir al


rescate. ¡Podemos hacerlo!

Testifico solemnemente que sé que Jesús es el Buen Pastor, que Él nos ama y
que nos bendecirá a medida que vayamos al rescate. Sé que Él vive, lo sé. En
el nombre de Jesucristo. Amén.

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