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¿Usted le prestaría dinero a su vecino que apenas conoce? ¿cree en las promesas de un
candidato? ¿cree que obtendrá justicia en el poder judicial? ¿cree que los periódicos
dicen la verdad? ¿dejaría al cuidado de su casa a un amigo reciente? Cierto que no.
¿porqué?
Pero ¿qué es la confianza? Etimológicamente viene del latín con (junto, todo) fides (fe),
es decir, es tener fe de manera conjunta, fe en la acción del otro. Desde el punto de vista
sociológico es creer o pensar que otra persona, un grupo o una comunidad, actuarán de
una manera determinada, es decir es una presunción de comportamiento en el futuro.
Esto permite eliminar la incertidumbre o reducir los riesgos, haciendo predecible el
futuro. Por ello, la confianza es fundamental en la constitución y funcionamiento de una
sociedad. Por ello, que en general en la sociología se asume que la confianza es la base
de las instituciones. Si entendemos por instituciones reglas y organizaciones que sirven
para resolver los problemas de la convivencia humana en sociedad, éstas no podrían
existir si los que se ponen de acuerdo en las reglas no confían en que todos actuarán
de acuerdo a ellas.
Al analizar el caso peruano, nos percatamos que las instituciones no resuelven los
problemas que deben resolver, el sistema judicial no imparte justicia “justa”, la policía
nos cuida a medias, las reparticiones del estado no hacen bien su trabajo, la evasión
tributaria es una muestra de la total desconfianza en las capacidades del estado, el
contrabando es romper la reglas de importación y los ejemplos pueden seguir. El tema
es ¿por qué no hemos sido capaces hasta ahora de construir instituciones y confianza.
La solución a este problema pasa por varios procesos. En primer lugar, por una
reconstrucción del estado, el problema es quién y cómo se hace. En segundo lugar, es
cómo recuperamos los principios éticos sobre los que reposa la confianza, cómo
hacemos para no mentir, no robar, no sacarle la vuelta al estado, no engañar. Aquí se
requiere de una especie de rearme moral y de la construcción de liderazgos éticos. En
tercer lugar, es crucial reducir la corrupción estatal, que es el peor alimento para la
desconfianza de todos. En cuarto lugar, cómo incorporamos en la educación de todos
los niveles la necesidad de confiar y de vigilar las instituciones como si fueran nuestras,
ahora nos parecen que pertenecen a terceros. Finalmente, es importante que las
ideologías –políticas, religiosas, sociales, económicas- incorporen el comportamiento
ético social como fundamento del funcionamiento social y humano.
4 de febrero 2016.