You are on page 1of 4

Cómo recuperar el ardor por el Señor

“Pero tengo contra ti, que has dejado tu primer amor” (Apoc. 2:4)

Es muy posible que en alguna ocasión nos hayamos dado cuenta que hemos perdido el ardor por
las cosas del Señor y nos hemos hecho la pregunta, ¿cómo podemos recuperar ese ardor? Hay
quien posiblemente ha cambiado su ardor por Cristo por una vida rutinaria. ¡Qué triste es cuando
la vida cristiana se le puede tornar a uno en un asunto rutinario! Se supone que esto no debe
pasar en la vida del cristiano. Cuando una persona recientemente ha tomado una decisión por el
Señor Jesucristo, esa persona está en fuego por el Señor, la llama está encendida, es su primer
contacto con el Dios del cielo.

Obviamente una persona que empieza en los caminos del Señor va a tener un gran celo y ardor
por el Señor, pero por alguna razón muchas veces el tiempo pasa y esa persona ve que ese ardor
lo ha perdido. Quisiéramos aprender a través de la Palabra del Señor cómo podemos recuperarlo.

Pon al Señor en primer lugar

Lo primero que debemos hacer para recuperar ese ardor por el Señor Jesucristo es lo que se nos
dice en Apoc. 4:2: “Pero tengo contra ti, que has dejado tu primer amor”. La palabra “primer”
quiere decir que si yo deseo encender la llama de ese ardor, tengo que darle la prioridad al Señor
en mi vida. ¿Qué es lo que me motiva a vivir la vida? ¿qué hay detrás de mi caminar, de mi
andar, detrás de mi vida completa; esa sería una buena pregunta que nos podemos hacer. Cristo
debe ser lo primero en nuestra vida. No olvidemos de dónde Cristo nos sacó. Él nos libró de la
muerte, de la condenación y del infierno. Esto me debe hacer pensar que Cristo no se reservó
nada para sí mismo. La Escritura dice en Lucas 9:23, “Y decía a todos: Si alguno quiere venir en
pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame”.

Hay gente que nos ve como fanáticos, no pueden entendernos y se preguntan: “¿Oye, cómo es
eso? Ese hombre va con una Biblia. Yo he notado que la vida de fulano de tal o de fulanita de tal
siempre gira alrededor de las cosas de Dios”. Pero eso es precisamente lo que va a ser una
persona que ha sido transformada y cambiada por Cristo. No hay otra manera de poder
expresarle al Señor que le amamos y que estamos agradecidos. El mundo no va a entender esto.

Dentro de nosotros ahora hay una nueva naturaleza, si yo fuera como fui no estaría predicando,
sino que diría: “voy a perder el tiempo ahí”. Si no lo hubiese hecho Jesucristo, si yo no creyera lo
que dice la Palabra del Señor, yo entiendo que vana sería mi fe.

Ahora soy libre; me siento libre en Jesucristo, me siento con paz en mi corazón, siento
tranquilidad, siento reposo, siento como que una agua fresca me baña, a la cual puedo ir
diariamente, para que esa agua fresca fluya sobre mí. Pedro dijo: “arrepentíos y convertíos, para
que vengan de la presencia del Señor tiempos de refrigerio”. Pero hay gente que no conoce ese
refrigerio, hay gente que no conoce esa frescura, hay gente que no puede palpar y no va a poder
conocer qué es lo que significa esto para nosotros. Por eso es que cuando nosotros miramos a las
personas, tenemos que mirarlos con misericordia, porque un día usted y yo estábamos iguales, un
día usted y yo estábamos con calor y no había quién nos lo quitara. El calor más pesado que
puede tener una persona es el pecado y nosotros no podíamos hacer nada para quitar nuestro
pecado; pero gloria a Dios que Cristo entró y nos cambió.
Hermanos, Cristo debe ser lo primero. “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí
mismo”. La gente dirá: “¡éstos son unos locos!” Pero es que la palabra de la cruz es locura. Así
es, “porque la Palabra de la cruz es locura para los que se pierden, pero para nosotros, para los
que se salvan es poder de Dios”. Así que, la gente no puede entender esto, de negarse a sí mismo,
de tomar la cruz y seguir al Señor Jesucristo.

Nuestra primera obligación con nuestro Salvador está en Romanos 12:1. Si él me compró, si él
me salvó, lo que el Señor espera de mí es que yo me consagre a él. Eso es lo que él espera de mí.
El Señor espera que yo consagre mi vida a él. Romanos 12:1 dice: “Así que, hermanos, os ruego
por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable
a Dios, que es vuestro culto racional”. Cuando se vive en el primer amor, todo lo que uno quiere
hacer es por él y para él. Cuando vivíamos en los primeros días, cuando conocimos al Señor,
ardíamos por el Señor, todo lo que hacíamos, todo lo que pensábamos lo relacionábamos con el
Señor. Así que, pensar lo que pienso, hacer las cosas que hago, reaccionar de la manera que
reacciono, todo va a estar sujeto a mi relación con Cristo. Mientras mejor sea mi relación con
Cristo, voy a ser un creyente más dominado, más controlado, más entendido, más preparado, con
más sabiduría.

Humanamente hay gente que está dispuesta a dar su vida por ciertas personas o ideales. ¿Sabe
qué es lo que pasa en el cristianismo de hoy? Primero, hay falta de identificación con Cristo y
falta de compromiso. Los cristianos no están identificados con Cristo; los cristianos no están
comprometidos con Cristo como debieran de estarlo.

Así que en el cristianismo, Cristo es el centro, Cristo es el eje, todo gira alrededor él. El
cristianismo es, por lo que Cristo es. Lo que hace a las religiones son sus hombres, pero ninguna
religión ha contado con una persona como Jesucristo. Ninguna, porque ninguno de ellos ha
podido decir: “al tercer día yo voy a resucitar”, pero Jesucristo lo dijo y lo cumplió. Cuando hay
un hombre y una mujer comprometidos con el Señor, ya no depende de lo que otros digan. Y su
vida no depende de lo que los otros esperen de él. Hay muchos creyentes cobardes, hay muchos
creyentes miedosos que no están comprometidos con el Señor. Si las iglesias locales tuvieran a
Cristo en primer lugar, usted puede estar seguro que las cosas serían bien distintas. Nosotros lo
tenemos a él, pero él no nos tiene a nosotros. Si nosotros verdaderamente queremos recuperar
nuestro primer amor, tenemos que darle la prioridad al Señor. Por ejemplo, el asistir a la iglesia
es una obra que uno la hace por el Señor. Yo no la hago por mí, yo la hago por el Señor. Y
cuando uno empieza a hacer eso, uno comienza a refrigerar su vida, su vida empieza a
convertirse en algo diferente. Lo que hago debo hacerlo agradando al Señor. En I Corintios 10:31
dice: “Si, pues, coméis o bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios”. A veces
usted va a ser malinterpretado y eso puede ocurrir hasta en la misma familia de uno. ¿Usted sabe
que la Biblia dice que los primeros enemigos que nosotros tenemos son los de la casa? Esos
pueden ser los primeros burladores.

Responsabilidad individual

En Apocalipsis 2:4 dice: “Pero tengo contra TI”. Está hablando de TI, sentido individual, “contra
TI, que has dejado TU primer amor. Recuerda, por tanto, de dónde HAS caído, y arrepiéntete, y
HAZ las primeras obras; pues si no, vendré pronto a TI, y quitaré TU candelero de su lugar, si no
TE hubieras arrepentido”. Hay un sentido de responsabilidad individual al cual tengo que
responder. La responsabilidad de mantener el fuego ardiendo es individual. Nadie puede hacerlo
por usted. Ni su familia, ni un hermano de la iglesia, ni el pastor. Eso es algo personal. Esto de
avivar el fuego, es algo que nadie más lo va a poder hacer por mí. Cuando a aquel paralítico se le
dijo: “levántate y anda”, él tenía que levantarse de allí. Cuando nacemos, salimos del vientre y
después de un tiempo empezamos a gatear y llegamos a cierta edad cuando empezamos a
caminar solos, papá y mamá nos dejan; ya ellos dejan que nosotros sigamos caminando.

Para que una lámpara alumbre, hablando de las lámparas de antes, tenía que tener aceite. Si no
tenía aceite se apagaba. En la parábola de las vírgenes, las insensatas estaban dependiendo del
aceite de las prudentes; no dependa de nadie para que su fuego arda, dependa usted de Dios. Ni
de su esposa, ni de su esposo, ni de su hermano, ni del pastor. En Mateo 25:8 dice, “Y las
insensatas dijeron a las prudentes: dadnos de vuestro aceite; porque nuestras lámparas se apagan”
—Miren el problema en que nosotros estamos ahora. Ellas tuvieron la misma oportunidad de
prepararse que las otras. Mire el verso nueve: “Mas las prudentes respondieron diciendo: para
que no nos falte a nosotras y a vosotras, id más bien a los que venden, y comprad para vosotras
mismas”. Pero fue tarde, “pero mientras ellas iban a comprar vino el Esposo”. Hay gente que
dice: “cuando se convierta mi esposo o cuando se convierta mi esposa, yo me convierto. El día
que mi papá se convierta, yo me convierto. El día que mi mamá se convierta, ese día me
convierto”. Y se quedan esperando a que les traigan el aceite, y nunca lo tienen. Hay gente que
espera años a que ocurra algo. Estuve hablando con una señora, y eso fue lo mismo que ella me
dijo. Ella aparentemente está esperando que su esposo se convierta, para ella convertirse. ¡Mire
qué error tan grande! Esto es una cosa individual. La Escritura dice, “mientras ellas iban a
comprar, vino el esposo, y las que estaban preparadas entraron con él a las bodas; y se cerró la
puerta. Después vinieron también las otras vírgenes, diciendo: ¡Señor, Señor, ábrenos! Mas él,
respondiendo, dijo: De cierto os digo, que no os conozco. Velad, pues, porque no sabéis el día ni
la hora en que el Hijo del Hombre ha de venir”. Le puede pasar como al necio, a quien le dijeron:
“Esta noche vienen a buscar tu alma”.

Cuando David salió a pelear con el gigante, a David le quisieron poner la armadura de otra
persona. Pero aquella armadura que él se puso, no le servía. No se podía poner la armadura de
otro. Él tuvo que pelear como él estaba y se la quitó. Y cada uno de nosotros tiene una armadura
que tiene que usar. No podemos depender de armaduras ajenas para caminar. Nosotros tenemos
que empezar a caminar por nosotros mismos para la gloria del Señor.

Si yo tengo una criatura sentada desde que está en los meses y tiene un año y tiene dos y tiene
tres y tiene cuatro y tiene cinco años, ¿qué va a pasar con ese niño? No va a poder caminar.
Necesita un proceso de madurez, un proceso psicomotor, que el individuo tiene que desarrollar
por sí solo. A veces nosotros somos los que le hacemos daño a la gente. Lamentablemente, es
igual en el asunto espiritual como en los niños. Los niños son unos tremendos gigantes, y uno
siempre cree que los niños no saben nada, que los niños no pueden defenderse. Los niños son
unos pequeños gigantes, los que los convertimos en enanos somos nosotros.

El Señor, después que levantaba a los paralíticos, no se iba detrás para agarrarlos por si acaso se
cayeran. El Señor los mandaba y les decía: “Vete, ya estás sano”.

Recuerda de donde has caído

En Apocalipsis 2:5 dice, “Recuerda, por tanto, de dónde has caído”. Esto quiere decir que para
recuperar el ardor tenemos que remontarnos a las alturas. Por eso es que tenemos que hacer
como el águila, volar, pero alto, como el águila que se trepa allá arriba en la altura, hasta que se
ve allá por lo máximo, como el ciervo que sube a las alturas. Mira el valle desde allá arriba,
desde ese punto contempla todo. Y cuando va para abajo va concentrado. Es bien significativo
que diga que caímos de un lugar elevado. Cuando dice: “Recuerda, por tanto, de dónde has
caído”, quiere decir que yo he caído de un lugar alto. Estuve en lo primero, en las bendiciones
más grandes, en el gozo más grande, en las cosas más lindas y en un momento caigo.

La única forma que hay para mantenernos allá arriba es estando en comunión con Dios; allá
arriba están todos los tesoros de la sabiduría y de la bendición. Lo que debemos hacer es
acercarnos aún más. Tenemos que estar un poquito más alto todavía. Si perdimos algo,
preguntémonos: ¿qué hemos perdido? ¿la capacidad de perdonar? ¿el entusiasmo? ¿el esmero?
¿el poder? El Señor dice remóntate a las alturas; “Acercaos a Mí, y Yo me acercaré a vosotros”.
El Señor dice al pueblo: “Buscad mi rostro, mientras pueda ser hallado; llamadme, en tanto que
está cercano”. Eso es lo que dice el Señor.

Arrepiéntete y haz las primeras obras

Para recuperar ese ardor por el Señor, tenemos que hacer algo; en el v. 5 dice, “y arrepiéntete, y
haz las primeras obras”. Es bien sencillo. Para que este cambio se produzca, tenemos que volver
a colocar a Cristo en primer lugar. Si Ud. dice: “Yo quiero volver otra vez a ese tiempo, pues
vuelva a colocar a Cristo el primer lugar–¿Qué hacía antes? –Antes me levantaba por las
madrugadas y oraba al Señor, oraba una hora”. Vuelva allí otra vez; si usted nunca lo hacía,
hágalo ahora y usted va a ver la diferencia. Mateo 10:37 dice, “El que ama a padre o madre más
que a Mí, no es digno de Mí. El que ama a hijo o hija más que a Mí, no es digno de Mí; y el que
no toma su cruz y sigue en pos de Mí, no es digno de Mí. El que halla su vida, la perderá; y el
que pierde su vida por causa de Mí, la hallará”. ¡Qué cosa tremenda! ¿Qué tengo que hacer para
volver a ese primer amor? Colocar a Cristo en primer lugar, tomar responsabilidad espiritual,
recordar las bendiciones que hemos disfrutado antes, arrepentirnos del mal y hacer las primeras
obras.

El Rdo. Roque Becerra es pastor de la Iglesia Bautista Ebenezer en Bayamón, PR.

–El Escudo de la Fe

You might also like