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Antonella J.

Peluso

DNI 38536133

Parcial de Metafísica

Docente: Mario Martín Gómez Perdrido

Alumna: Antonella Peluso

2° Cuatrimestre 2017

Pregunta 1

En el parágrafo 39 de El ser y el tiempo, Heidegger caracteriza la noción de cura o


cuidado, el ser del Dasein, como una totalidad originaria. Esta cura o cuidado está
constituida por la existencialidad, la facticidad y la caída. Luego de haber recorrido la
analítica del Dasein o “ser ahí” en parágrafos anteriores, el autor trata ahora de
reconducir esa explicación impropia hacia una explicación de carácter propio o
autentico. El fin de esta empresa es dejar de lado la vacuidad que lleva consigo la
anterior explicación como descripción general. Ya que, como hemos dicho, la cura
manifiesta la totalidad del todo estructural del ser del Dasein, es menester explicar
esta totalidad.

1.1 La totalidad del ser del Dasein no puede desandar el recorrido teórico ya hecho
por el autor hasta el momento, y por lo tanto no solo no debe contradecir lo dicho,
sino que tiene que sustentarlo. En este sentido puede decirse que el concepto de
totalidad que se ponga en juego debe destacar y no contradecir el carácter
fundamental del Dasein, a saber: él es un ser al que le cabe su propio ser. El ser del
“ser ahí” es un “tener que ser” a cada momento, es decir, la posibilidad y la finitud lo
definen. Por este motivo la totalidad propuesta por Heidegger debe articularse con el
poder-ser-propio. La posibilidad mencionada que caracteriza al “ser ahí” se patentiza
en la angustia. Esta disposición (encontrarse) es el fenómeno privilegiado en el cual
vislumbrar la totalidad original del ser del Dasein. De esta manera, se sientan las
bases de una interpretación auténtica y originaria ya que hay una apertura de la cura y
se deja de lado la definición impropia. En otras palabras, la angustia nihiliza las

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cadenas remisionales, es decir, se abstrae de ellas, para poner en suspenso la


cotidianeidad y, así, reorientar su atención hacia la pregunta por sí mismo.

Cabe aclarar que para desarrollar la idea de totalidad que el autor propone, hay que
dejar de lado el concepto tradicional o heredado de totalidad. No puede tratarse de una
mera síntesis o yuxtaposición de las estructuras que constituyen al ser en cuestión. Es
decir, no puedo simplemente ensamblar la existencialidad, la facticidad y la caída,
sino más bien encontrar una explicación fundante de esos tres elementos. El análisis
debe ir de lo fundado a lo fundante y por ello, la totalidad en sentido propio está a la
base de lo que aparece, lo sustenta.

1.2 Habiendo caracterizado la cura o cuidado como la totalidad estructural del ser del
Dasein, Heidegger retoma la pregunta por el sentido del ser de este. Explicitando el
sentido del “ser ahí”, se abre la posibilidad de hacer la pregunta por el ser en general y
buscar la respuesta de la misma. Entonces, retomando lo dicho en 1.1, la posibilidad
más propia del ser del Dasein sería la posibilidad de la máxima imposibilidad. Esto se
encuentra en el “ser para la muerte”. El Dasein es siendo en cada momento, por lo que,
como hemos dicho, lo caracteriza el “tener que ser” frente al cual debe resolverse o
decidirse. El pre-ser-se o anticiparse es elemento insuprimible de la cura o cuidado
y por lo tanto la totalidad propuesta por el autor es compatible con este. La
totalización no se desentiende de la existencia del Dasein; la existencia prima sobre la
esencia en su ser. Él es en cada caso el mismo, aunque constantemente se encuentre
en un estado de inconcluso.

Por todo lo dicho, la muerte debe ser tomada como un fenómeno “ontológico
existentivo”. En otras palabras, la muerte es la máxima expresión de la posibilidad y
no un hecho especifico y efectivo. Por lo tanto, debe darse una explicación ontológica
o existenciaria del concepto de muerte. Esta explicación es caracterizada por la
vacuidad y la formalidad. De esta manera denota la posibilidad como rasgo
característico. Por el contrario, una explicación óntica de la muerte, presentaría a esta
como una concreción. La muerte desde esa perspectiva es entendida como un fenecer
o finar, una conclusión o un acabamiento que no le cabe al ser del Dasein como cura o
cuidado. Sin embargo, cabe aclarar que el Dasein tiene una muerte bilógica o física
pero que solo es entendida por el “precursar la muerte” en sentido ontológico. Es

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decir, toda interpretación óntica de la muerte se comprende y se sostiene por la


posibilidad más propia desarrollada en la explicación ontológica de la misma.

Rompiendo con el suspenso, es menester describir concretamente el concepto de “ser


relativamente a la muerte”. Este concepto da cuenta del Dasein como un ser que porta
su fin a cada instante. La muerte no es, entonces, algo que viene de fuera, sino que por
su carácter de existente porta su propia finitud, aunque en sí mismo siga siendo un ser
total. También, ella es inherente a cada una de las estructuras del “ser ahi”. En una
palabra, tiñe o atraviesa a la existencia, la facticidad y la caída. La muerte es
inminente y evidencia el poder ser más peculiar de Dasein. Se habla de ser “para” la
muerte o de “precursión” ya que se trata de sostener esa posibilidad que pigmenta a
todas las otras posibilidades. Hay una orientación hacia el fin, hacia la posibilidad
más extrema. La muerte es, por tanto, la posibilidad más peculiar, irreferente e
irrebasable se tenga o no conciencia de ella. Es esencial a la estructura del ser del
Dasein, cura o cuidado, ya que en ella se funda. La estructura de la cura se encuentra
plagada de esta finitud y esta negatividad.

1.3 Heidegger, luego de haber hecho la delimitación ontológica de la noción de


muerte antes explicada (1.2), analiza el “ser para la muerte” desde una perspectiva
impropia. En la cotidianeidad, la muerte es vista como “uno muere” desde las
habladurías del uno, pero “no aun” como si se tratase de un ente ante los ojos. Se
esquiva y se encubre la posibilidad más propia; esta se estanca en una ambigua
certidumbre de la muerte que aun encubre más. No obstante, el esquivar mismo
atestigua la muerte, es decir, la posibilidad más peculiar del Dasein. Su ser es
relativamente a la muerte, aunque sea fugitivamente.

Sin embargo, esta perspectiva impropia tiene a la base una posible propiedad, a saber:
precursar la posibilidad más propia, cierta, respectiva, insuperable, irrebasable. Un ser
para la muerte propio no esquiva la posibilidad más extrema, sino que la precursa. Es
decir, se orienta hacia ella y se sostiene en la misma. El Dasein se conduce a la muerte
en cuanto posibilidad misma y no hacia algo posible (disponible) como ente a la mano.
Esta posibilidad se revela en su ser y para él en su máxima posibilidad, como
existencia propia.

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Es en el marco de la explicación del “ser relativamente a la muerte” propio donde el


concepto de “libertad” aparece. Una de las características más distintivas del ser
relativamente a la muerte es su ser “irrebasable”. Es la posibilidad más extrema y el
Dasein, al precursar esta posibilidad irrebasable, ya no la encubre o esquiva
impropiamente, sino que se pone en libertad para ello. Asume la posibilidad más
propia que define su existencia. En otras palabras, la libertad surge como resultado del
precursar la muerte como posibilidad más propia y extrema. De esta manera, se aleja
del “estado de perdido” y de las habladurías del uno para elegir radicalmente las
posibilidades que estén determinadas por el fin o la finitud.

Otro de los rasgos distintivo es la irreferencia. El Dasein toma sobre sí mismo la


posibilidad más propia. La muerte reivindica su singularidad. Por otro lado, la
indeterminación también es definitoria en lo referente a la certidumbre. Precursar la
muerte que es indeterminadamente cierta pone de manifiesto la amenaza constante
que ella ejerce.

Consigna 2

Luego de hacer un recorrido por la explicación ontológica del ser para la muerte, es
menester hacer una explicación óntica o existencial del asunto. Es necesario encontrar
una atestiguación del poder ser propio del Dasein. Tal atestiguación debe enraizarse
en la constitución de su ser mismo. Como tal, debe dar a conocer el modo del existir
del Dasein, su poder ser si mismo más propio. En otras palabras, el poder ser total-
que en última instancia es la cura o cuidado, ser de Dasein- se atestigua en el
resolverse que da unidad propia al estado de abierto. Dado que la cura o cuidado está
impregnada toda ella por la nihilidad, podemos ser un ser total a la manera del “ser
ahí” y no como un mero ente a la mano (2.1). Esto se entenderá mejor luego de hacer
un recorrido por los conceptos involucrados.

Para comprender el estado de resuelto debe explicarse primero el “querer tener


conciencia”. La conciencia se devela como vocación. Esta es una llamada que da a
entender algo al Dasein, a saber, invoca al Dasein al su “poder ser sí mismo” más
peculiar y por tanto a asumirse como un “ser deudor”. El “ser ahí” es a la vez vacado

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e invocado. Sin embargo, no es una llamada voluntaria. Tampoco lo empuja a sumirse


en el mismo o en un soliloquio, sino que lo llama a volver sobre sí mismo. Esta
llamada se caracteriza por la falta de ruido o sonido, es decir, su modo es el silencio.
Otro rasgo característico es el anonimato ya que tanto vocador como invocado se
mantienen indeterminados, no se da entre ellos una conversación. Esta vocación de la
conciencia tiene su posibilidad ontológica en el hecho de que el Dasein es cura o
cuidado. Para atestiguar efectivamente la llamada es necesario el “querer tener
conciencia”. Esto quiere decir que debe comprenderse aquello que la llamada da a
entender. Debe haber una comprensión de aquello que la vocación voca para
proyectarse finalmente hacia ello.

El “querer tener conciencia” antes descripto es justamente el que predispone al Dasein


a una interpretación totalizante de su propio “ser en”. Su estado de abierto puede ser
comprendido ahora de modo propio. Ese estado de abierto propio, no es más que “el
estado de resuelto”. Puede ahora abandonar la impropiedad y orientarse hacia su “si
mismo”. Una vez asumida la llamada el Dasein puede resolverse. Es justamente en la
resolución donde se desarrolla su poder ser total peculiar y por esto es alli donde cabe
la atestiguación. Este estado queda constituido por la angustia como forma de
encontrarse, el proyectarse como comprender y el silencio como forma del habla. De
esta manera el “ser ahí” nihiliza las cadenas remisionales dando paso hacia el más
propio ser culpable o deudor. Este ser deudor patentiza el “no” que impregna todo el
ser del Dasein. Es decir, el fundamento de este es, justamente, su no fundamento o,
dicho de otra manera, es un fundamento del “no ser”. El Dasein, como ya ha sido
explicado en el ser para la muerte, es un “tener que ser”. Debe darse el fundamento a
cada paso. Esto es el propio ser de la cura.

2.2 La constitución onto-teo-logica de la metafísica es una obra en la cual Heidegger


describe- desde su peculiar interpretación- la filosofía de Hegel. El concepto
fundamental de la misma es la noción de absoluto. Desde la perspectiva heideggeriana,
se identifican el ser y lo absoluto como una totalidad pensada de la realidad. Esta
interpretación de la totalidad, a nuestro entender, tiene algunas diferencias
sustanciales con la totalidad que Heidegger propone en “El ser y el tiempo”, como
hemos mencionado antes, el “ser para la muerte”.

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La diferencia más tajante que podemos vislumbrar entre los dos autores, es
principalmente la que le da el título a esta obra. Hegel ha abarcado la metafísica desde
una perspectiva que en términos de Heidegger puede considerarse óntica sin base
ontológica en sentido estricto. En otras palabras, Hegel es uno más de los filósofos
que han confundido el ente con el ser y por tanto toda totalización que haya querido
encontrar, tendrá un carácter impropio y no podrá ajustarse la verdadera constitución
del ser del Dasein como cura o cuidado, como posibilidad más propia. La diferencia
ontológica que tiñe toda la obra heideggeriana no se encuentra presente en la filosofía
de Hegel. Por esto puede decirse que Hegel ha sido parte de la historia del
encubrimiento que caracteriza a la metafísica a ojos de Heidegger. El ente que ha sido
confundido con el ser mismo ha sido, también, establecido como un principio
supremo. Esta superioridad ha sido fundamentada en el pensar.

En lo último dicho radica otra de las grandes diferencias que se atisban entre un
concepto de totalidad y el otro. El ser para Hegel es sinónimo de absoluto y este
absoluto a su vez es el ser total o totalidad. El pensar es el lugar en el cual ha sido
fundamentado el ser; “el ser es el absoluto pensarse a sí mismo del pensar”. La
reflexión y el pensamiento son notas distintivas que el autor releva en la explicación
de ser y absoluto como totalidad pensada en la realidad. Justamente eso es lo que aleja
al pensador que está siendo puesto bajo la lupa de un pensador como Heidegger. Él
intenta alejar la concepción de la totalidad como algo que se da a nivel gnoseológico o
reflexivo. No tiene un carácter voluntario y como tal no puede ser algo que se de en el
pensamiento. La cura o cuidado constituye al ser en el carácter más ontológico del
término.

Por último, otro punto en el cual encontramos disonancias entre los autores es el
siguiente: Hegel vislumbra una identidad en la totalidad mientras que Heidegger
siempre se inclina por la aperturidad como rasgo característico del “ser ahí”. Como
este autor ha dicho en el texto analizado en los puntos anteriores, el ser del Dasein
como cura o cuidado, devela un nuevo tipo de concepto de totalidad. La totalidad
original se revela como la posibilidad más extrema que a cada momento amenaza. En
cambio, basándonos en la interpretación de Heidegger, Hegel propone lo absoluto
como totalidad que aborda todo lo pensado y se sabe a sí mismo. En este sentido se
consuma o se cancela la totalidad, cosa impensable desde una filosofía heideggeriana.

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2.3 En la misma obra que antes mencionábamos, La constitución onto-teo-lógia de la


metafísica, Heidegger vislumbra una continuidad entre el pensamiento kantiano y el
hegeliano en lo que respecta a lo absoluto. A nuestro entender, sin embargo, esta
continuidad es, al menos, dudosa.

Kant pretende delimitar el término “absoluto” para que no sea tomado en un sentido
meramente comparativo ya que lo absoluto no puede estar condicionado por otra cosa.
No puede, por tanto, radicar en el “no ser” o en la imposibilidad de concebir un
contrario el rasgo de absoluto de aquello que quiero mostrar. Para esto hay que
descartar el concepto de absoluto en el sentido clásico del término.

Propone como absoluto la totalidad de la serie de las condiciones. Como tal su rasgo
principal es su ser incondicionado. Lo absoluto, como asunto de la razón, da unidad a
los conceptos del entendimiento. Esta tarea la llevan a cabo las ideas de Dios, Alma y
Mundo. No son fingidas, sino que están establecidas por la naturaleza misma. Sin
embargo, estas ideas nunca serán algo de lo que se pueda pregonar un conocimiento
en sentido estricto. Las ideas solo pueden ser pensadas ya que no encontraran en
objeto o fenómeno que sea congruente con ella. Del conocimiento en sentido estricto
se encarga la facultad que llamamos entendimiento. En este sentido decimos que las
ideas- y, por lo tanto- lo absoluto solo puede ser pensado. Por el contrario, en lo que
respecta al concepto de absoluto desde la perspectiva hegeliana (bajo la interpretación
de Heidegger), el pensar es su rasgo distintivo. En otras palabras, el ser abarca todo lo
pensado y todo lo cognoscible. Como hemos dicho antes es el pensarse a si mismo del
pensar.

Por otro lado, la metafísica o la filosofía misma para Hegel se ocuparía en última
instancia de la idea de absoluto ya que esta es el ser. Sin embargo, la metafísica desde
una perspectiva kantiana, en primera instancia, pretender saber si es posible un
conocimiento metafísico que siga una marcha segura. Esto solo podrá suceder, según
Kant, en la primera metafísica o metafísica general, es decir la ontología. Por el
contrario, esto no podrá ser así en la metafísica especial que se ocupa de Dios, Alma y
Mundo. Con esto queremos decir que, para abarcar el concepto de absoluto, ambos
parten desde una perspectiva distinta sobre el asunto más general, a saber: la
metafísica como ciencia misma.

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