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INTRODUCCIÓN ............................................................................................................................. 2
CAPITULO I .................................................................................................................................... 3
LO ANDINO Y LA CULTURA ANDINA .......................................................................................... 3
¿QUÉ ES LO ANDINO?............................................................................................................ 3
¿QUÉ ES LA CULTURA ANDINA? ............................................................................................ 5
CAPITULO II ................................................................................................................................... 6
LA COSMOVISIÓN ANDINA Y SUS FUNDAMENTOS ................................................................... 6
¿QUÉ ES LA COSMOVISIÓN ANDINA? ................................................................................... 6
LOS FUNDAMENTOS DE LA COSMOVISIÓN ANDINA ............................................................ 7
CAPITULO III ................................................................................................................................ 11
LA FILOSOFÍA ANDINA ............................................................................................................. 11
ALGUNAS CONSIDERACIONES PRELIMINARES .................................................................... 11
ELEMENTOS FUNDAMENTALES DEL PENSAMIENTO ANDINO ............................................ 11
CAPITULO IV ................................................................................................................................ 18
LA TECNOLOGÍA ANDINA ........................................................................................................ 18
REFLEXIONES PRELIMINARES .............................................................................................. 18
¿QUÉ ES LA TECNOLOGÍA ANDINA? .................................................................................... 20
ALGUNAS CONCLUSIONES........................................................................................................... 22
BIBLIOGRAFIA .............................................................................................................................. 22
INTRODUCCIÓN
En la coyuntura sociocultural actual, se debe de entender que la cultura andina se manifiesta
como el agrupamiento o compendio de marcados rasgos culturales distintivos, como producto
del desarrollo histórico de diversas culturas desarrolladas autónomamente en la extensa
ecorregión andina sudamericana. Se debe de entender también, que los herederos actuales de
la cultura andina, son los pobladores quechuas y aimaras que aún habitan en los ayllus
(comunidades campesinas) de los Andes, practicando sus costumbres, su cosmovisión; usando
sus lenguas y realizando actividades económicas variadas y manteniendo una rica gana de
conocimientos ancestrales en las diversas áreas del saber humano. Son también herederos de
la cultura andina, los pobladores que por diversas situaciones se instalaron en las ciudades
andinas y costeñas, y que a pesar de estar en contextos urbanos, mantienen arraigados rasgos
culturales distintivos andinos.
En el primer caso, el término "andino", se utiliza para nombrar al gran macizo montañoso o
cordillera que recorre de norte a sur el continente sudamericano, ocupando los espacios
territoriales de siete países: Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia, Argentina y Chile. El
espacio andino en el flanco occidental es bajo y árido, y por el lado oriental, húmedo y cubierto
de vegetación perteneciente a la floresta amazónica. Dentro de estos límites, tal como fue
descrito en el capítulo III de este trabajo, la ecorregión andina posee una topografía muy
peculiar.
En el tercer caso, el término andino de acuerdo con Estermann (ibid.: 50-58) también se refiere
a una categoría étnica, hablando de este modo del "hombre andino" o del "pueblo andino". Esta
característica dice el autor- no sólo se refiere a una "raza pura" prehispánica, sino al ser humano
que se siente identificado con y arraigado en el ámbito geográfico, social y cultural andino. Para
denominar a este "hombre andino" con una terminología no-ideológica y auto-denominante,
nos vemos ante una gran dificultad.
Desde la histórica equivocación de Cristóbal Colón de haber encontrado por la vía occidental a
la India, los aborígenes de Abya Yala son llamados "indios". Esta denominación, aparte de ser el
resultado de un error histórico, se ha convertido muy rápidamente en un título despectivo y
peyorativo, hasta ser usado en nuestros días como un insulto de muy mal gusto. Existe ya una
conciencia en el mundo científico (etnografía, teología, sociología) de ya no usar más este
término, pero su sustituto propuesto parece un intento de "echar al diablo por Beelzebub". La
denominación "indígena" (tanto sustantivo como adjetivo) hoy día es ampliamente usada por la
inteligencia, no sólo al referirse al ámbito andino, sino extendiendo su uso a una variedad de
expresiones indígenas en todo el mundo, sin darse cuenta del mismo origen erróneo de la
palabra. "Indígena" viene de la expresión latina indius genitus y quiere decir: "nacido como
indio", "de origen indio".
Aunque la palabra "indígena" continúa el autor- no lleva el mismo peso histórico como el
término "indio", sin embargo se trata de una denominación exógena (o heteróloga) que de
ninguna manera corresponde a la auto-concepción de las personas así denominadas. Lo mismo
ocurre con los términos "América", "americano" o "latinoamericano", pués que cada uno refleja
el proceso traumático de la Conquista y de la hetero-determinación posterior (Américo Vespucio
no sólo quería eternizarse, sino dejar para siempre la huella de su nombre en el continente) En
este sentido, los términos usados reflejan un cierto estado de conciencia o su falta. En todo caso,
pueden ser considerados como la expresión cultural y humana del hombre de este continente.
Como en muchos otros casos, la terminología nos plantea un problema que tiene que ver con la
misma condición supercultural de la ciencia: El lenguaje "científico" refleja una cierta cultura
(ante todo la occidental) y un cierto modo de concebir el mundo. La terminología extra-científica
y heterodoxa (jerga) no llega a alcanzar "dignidad científica", y, por lo tanto, es excluida del
lenguaje técnico de las ciencias establecidas.
En este sentido, hoy día se habla de una "teología indígena", de una "filosofía latinoamericana",
de una "filosofía indígena", de una tecnología indígena, etc., y todas las corrientes que están
detrás de estas expresiones justamente pretenden acabar con la alineación cultural y la
inautenticidad del quehacer antropológico y filosófico en América Latina. ¿Se podría emplear
una terminología netamente "endógena", autóctona y auténtica, sin renunciar a la posibilidad
de hacerse entender? ¿Podríamos pensar en una antropología, sociología, o filosofía con una
terminología distinta a la que se acuñó y "dogmatizó" en Occidente?
Me parece que esto por el momento no es posible ni deseable como un ideal inmediato y a corto
plazo, sin arriesgar una incomunicación completa y entablar un verdadero "diálogo de sordos".
Pero si es posible inducir parcialmente una terminología no-occidental y endógena en el sentido
de "equivalentes homeomórficos" lingüísticos con un trasfondo conceptual propio. Esto con el
propósito de una subversión intelectual dentro del sistema terminológico y conceptual
dominante del mundo científico actual. La "alteridad" lingüística puede irrumpir de esta manera
en el gran monólogo universal de la cultura dominante.
Los primeros dos se originan en la etnología y antropología social, y son de uso universal; sin
embargo tienen una referencia temporal de "origen" y llevan un significado (inconsciente) de
"antigüedad", "primitividad" y "naturalidad". La "natividad" se contrapone a la "culturalidad" y
"civilización", lo cual refleja un cierto punto de vista ideológico. Los demás términos
provenientes de los idiomas vernáculos de la región andina, no pueden ser aplicados a otras
regiones.
del mundo, ni al mismo continente americano. "Runa" es la palabra quechua para "hombre" o
"ser humano", y es usado por los quechua-hablantes (endógenamente) para referirse a la gente
autóctona de origen pre-hispánico y distinguirla de los "misti" (mestizos) y de los "wiraqocha"
(blancos). "Qheswa runa", "queswa" y "aymara" contienen una referencia idiomática y/o
topográfica: los dos idiomas dominantes de la región andina -el quechua y el aimará- también
tipifican las etnias y culturas respectivas. Además, el término "qheswa" significa "quebrada o
valle plano de clima templado o moderado, generalmente surcado por un río principal"; se
relaciona entonces con una característica topográfica eminentemente del espacio andino. El
"qheswa runa" entonces sería el poblador autóctono de habla quechua de las quebradas y valles
andinos. Es preferible usar el término "runa" (en quechua) o "jaqi" (en aimará), por las siguientes
razones: 1. Nos limitamos ante todo a la manifestación filosófica de la población quechua y
aimará hablante, porque los pensamientos no difieren en los principios básicos, sino sólo en
algunos matices. 2. Se trata de dos términos "endógenos", usados por la misma población
autóctona en el sentido positivo de mucho aprecio. 3. Los términos runa / jaqi no solamente
tiene una aceptación étnica ("la raza india"), sino cultural y geográfica: es el hombre arraigado
e identificado con el mundo andino. 4. Se podría distinguir un sentido estricto (runa / jaqi como
"raza pura prehispánica"), un sentido más amplio (runa / jaqi como "hombre andino") y hasta
un sentido universal (runa / jaqi como "ser humano") Para nuestro propósito, preferimos el
sentido más amplio, porque la "pureza de sangre", aparte de animar perspectivas racistas, no
refleja la amplitud de la cultura, el modo de vivir y de la concepción ancestral del hombre andino.
En el cuarto caso, hoy se utiliza lo andino como gentilicio, es decir una denominación genérica
para decir "yo (como quechua o aimará) soy de... o pertenezco a la ecorregión andina". Más o
menos en la misma forma de uso del término europeo, para denominar al que proviene de
Europa; asiático, para denominar al que procede de Asia; africano para denominar al que
procede de África.
En sus orígenes, tal como propone Valcárcel (1967), la cultura andina se nutre de dos fuentes
importantes: de las culturas de los pueblos de clima tropical del mundo amazónico y de los
pueblos ubicados en la cordillera. "Si examinamos las bases económicas de ambos mundos dice
el autor- encontramos que realmente se ha producido la fusión. Tenemos, por ejemplo, que el
mundo tropical amazónico consigue para el hombre la experiencia extraordinaria del cultivo o
domesticación de plantas de gran importancia para la alimentación como son el maíz, la yuca,
la batata o camote, el maní, el fríjol, el tomate, el ají, etc. Mientras que, por otro lado los pueblos
de clima frío, domesticaron la papa, cañihua, quinua, olluco, papa, etc., alimentos de gran virtud
nutritiva"
Considerando la perspectiva cultural, en esencia, los actuales herederos de la cultura andina,
son los pobladores quechuas y aimaras que desde sus ancestros viven en las comunidades
campesinas (la herencia del ayllu ancestral) de la ecorregión andina, practican sus costumbres,
su cosmovisión y sus lenguas (quechua y aimará); crían las razas de alpacas wacaya y suri, las
llamas y el cuy; saben elaborar y consumir el ch'uño la tunta y el ch'arqui; practican rituales y
ceremonias religiosas ancestrales; utilizan la coca como un alimento suplementario mediante el
chacchado, y en los rituales a la Pachamama; cultivan tubérculos mayores y menores (papa, oca,
olluco e izaño) y cereales andinos (quinua y cañihua); consumen los alimentos andinos;
conservan formas de tratamiento de enfermedades, les gusta el huayno y practican las danzas
originarias; realizan actividades agrícolas utilizando instrumentos tradicionales como la
chakitaklla y la rawk'ana; realizan la agricultura en parcelas fragmentadas y dispersadas en
diferentes lugares del espacio andino; tienen un profundo respeto por la tierra, la misma que
esta personificada en la Pachamama; su valor fundamental es el trabajo, la reciprocidad y la
solidaridad; poseen elementos mitológicos comunes manifestados en los cuentos y leyendas.
En fin, andino u originario perteneciente a la cultura andina, es aquel hombre y mujer ligado
íntimamente a todos aquellas prácticas ancestrales relacionadas con el saber humano, de
acuerdo a su tradición cultural identificándose plenamente con ellas y recreando sus
conocimientos y costumbres de generación en generación. Estas poblaciones originarias no
viven cerradas en la autarquía, desde la colonia recibieron la influencia cultural occidental
(religión católica, vestimenta, cultivos, crianzas, técnicas, etc.) Conforme fue penetrando el
capitalismo a la sociedad peruana, también está insertada, de acuerdo a sus posibilidades, en la
economía de mercado, y utiliza los elementos culturales del mundo moderno occidental,
interaccionando dinámicamente y en forma cotidiana dentro de ella. Conforme ya se precisó en
el capítulo I, la escuela lingüísticamente castellanizadora y culturalmente asimiladora, fue la que
cumplió exitosamente esa tarea de inserción.
También son herederos de la cultura andina, los cientos de miles y hasta millones de migrantes,
que desde la década del cuarenta del siglo pasado, se instalaron en las ciudades andinas y
costeñas, como parte de su proyecto de vida destinada a satisfacer las carencias económicas y
fundamentalmente la falta de mayores oportunidades en sus lugares de origen. La fuerza y la
intensidad de la migración andina, por ejemplo hacia Lima, donde se ubica la tercera parte de la
población peruana, modificó irreversiblemente el mapa socioeconómico y cultural virreinal
colonial existente en la ciudad de los reyes. La modificación de este mapa sociocultural virreinal,
se manifiesta en la imposición de la basta tradición cultural andina (mediante asociaciones de
migrantes de todas las latitudes del Perú andino, imposición de la música, las danzas, la
alimentación, las fiestas patronales, entre otros), dándole un nuevo rostro al Perú, es decir un
rostro típicamente andino (Matos, 1986).
CAPITULO II
Los mitos cosmogónicos pretenden legitimar divinamente a los arquetipos originarios que
explican, justifican y sancionan los hechos básicos de la condición humana: sexualidad y
fertilidad, vestimenta, alimento y trabajo; felicidad, pecado y castigo; vida sufrimiento y muerte;
y en general, las relaciones del hombre con su medio social, natural y sobrenatural. Brevemente,
el mito cosmogónico es el resumen de la cosmovisión que inspira a una cultura (Van Kessel,
1991) Por ejemplo, el mito de los tres chicotillos, explica mitológicamente el origen de la helada,
la granizada y el viento, como consecuencia del rompimiento de los valores andinos centrales
del trabajo como consecuencia de la flojera, la ociosidad y la mentira de las personas.
La cosmovisión andina, tal como sugiere Van den Berg (ob. cit.) se ha formado sobre la base a la
experiencia y la percepción del universo como una totalidad. Kusch ha definido el cosmos andino
como "una totalidad orgánica", como "algo orgánico total" (ob. cit., 100 101) Dentro de esta
realidad considerada como totalidad, todos los elementos o componentes están en una relación
mutua, que se caracteriza por la reciprocidad, un dar y recibir que se extiende a todas las
dimensiones del universo.
Al interior de cada comunidad los componentes no tienen una existencia autónoma, sino una
existencia de diálogo, intercambio y reciprocidad, donde prima el respeto, el cariño, el cuidado,
dentro del concepto andino del uyway, criar la vida. El desajuste, el desequilibrio de las
interrelaciones y la acción unilateral perturban la armonía y causan daños, que inevitablemente
han de ser restaurados. El t'inku, el equilibrio tenso y fértil en las relaciones, es lo que da fuerza
a la vida, una vida sumaq kawsay, que es la armonía integradora de la pacha (Van Kessel y
Enríquez, ob. cit.)
La meta final de la crianza es compartir el sumaq kawsay, que viene a ser un estado de plena
armonía consigo mismo y con los semejantes (runa), con la naturaleza (sallqa) y con las deidades
(wak'a). Por este motivo, sumaq kawsay para el andino, esta relacionado con la armonía
cósmica, una triple armonía: "ecológica, social y ética", a la vez que integradora en la pacha. Con
este anhelo y para esta utopía se afana el andino cuando se dedica a su labor cotidiana en la
chacra. Sumaq kawsay es su humilde esperanza y su gran meta, cuando se dedica sin reservas a
la crianza de la vida y cuando se siente crecer al dejarse criar por la vida.
El pensamiento del andino, en cambio, afirma Kusch, es un pensamiento "seminal", que sigue el
modelo de los procesos biológicos: los acontecimientos y cosas "se dan" como en el reino de la
flora y la fauna. Brotan por la fuerza vital y generadora del universo divino: la Pachamama;
crecen, florecen, dan fruto y se multiplican cuando las condiciones son favorables y cuando son
cultivados con cariño, respeto y comprensión. El "cariño" indica la relación personal del hombre
con el objeto de su trabajo. Ésta no es una relación fría y racional, sino que está cargada de
afectividad y dedicación. Es casi una relación de convivencia entre el poblador andino y su
chacra, su ganado, su casa, su tejido y sus herramientas.
La cosmovisión del andino, según Van Kessel (ob. cit.), expresada en su mitología, su religión y
su ética, es la que da el sentido al quehacer económico, a la tecnología y al trabajo del andino;
un sentido que va más allá de los valores económicos y que alcanza el nivel de los valores
afectivos, humanos y religiosos. Esta valorización es la que da, en última instancia, sentido y
relevancia social a su tecnología y a su trabajo técnico. Esta cosmovisión define y sanciona
también el modo particular en que el hombre andino se relaciona con su medio natural, la clave
ideológica de su tecnología y su ética de trabajo.
Al principio Dios creó el cielo y la tierra La tierra estaba desierta y sin nada y las tinieblas cubrían
los abismos... Dijo Dios: "Haya luz", y hubo luz. Dios vio que la luz estaba bien hecha" Dijo Dios:
"Haya un firmamento..." Dijo Dios: "Júntense las aguas de debajo de los cielos en un sólo lugar
y aparezca el suelo seco" Y vio Dios que estaba bien hecho. Dijo Dios: "Que produzca la tierra
toda clase de plantas... hierbas... árboles que den fruto, con su semilla adentro" Y vio Dios que
estaba bien hecho.
Dijo Dios: "Haya lámparas en el cielo... que brillen para iluminar la tierra" E hizo dos grandes
lámparas, una grande para el día y otra más chica para la noche, y también hizo las estrellas. Las
colocó en lo alto del cielo para alumbrar la tierra. Y vio Dios que estaba bien hecho.
Dijo Dios: "Llénense las aguas de seres vivientes y revoloteen aves sobre la tierra". Produzca la
tierra animales vivientes, bestias, reptiles y animales salvajes..." Y vio Dios que estaba bien
hecho.
Dijo Dios: "Ahora hagamos al hombre..." Entonces formó Dios al hombre del barro de la tierra y
sopló en sus narices aliento de vida y lo hizo un ser viviente... Vio Dios que todo cuanto había
hecho era muy bueno. Y atardeció y amaneció el día sexto.
Así fueron hechos el cielo y la tierra y todo lo que hay en ellos. Dios terminó su trabajo el séptimo
día y descansó en este día... de todo su trabajo de creación. (Gen.1/1, ss)
Otro aspecto del mito bíblico judeo-cristiano llama poderosamente la atención: A consecuencia
de su "trabajo", el Dios Hacedor es el propietario y dueño absoluto del mundo y su plenitud. Las
criaturas le deben estricta obediencia.
Dijo Dios: "Ahora hagamos al hombre. Se parecerá a nosotros y tendrá poder sobre los peces,
las aves, los animales domésticos y los salvajes y sobre los que se arrastran en el suelo": Y así lo
hizo. Cuando Dios creó al hombre, lo creó parecido a Dios mismo... (y dijo:) "Llenen el mundo y
gobiérnenlo: dominen a los peces y a las aves y a todos los animales que se arrastran...." y les
dijo: "Miren, a Ustedes les doy todas las plantas de la tierra y todos los árboles..." (Génesis 1:
26-29)
En todas estas expresiones bíblicas sobresale la relación de propiedad y poder respecto a los
elementos del medio ecológico: Dios es su dueño y propietario y delega esta propiedad al
hombre. Adán es su representante, su mayordomo. Pero, a su vez, el hombre debe a su Hacedor
la más estricta obediencia, bajo la sanción del castigo máximo: "...Si no, morirás..." (Génesis 2:17
y 3:3)
Una tercera característica muy notoria, es que el hombre "se parece a Dios": En el relato bíblico,
el hombre se parece a un Deus Faber y a un Dios Propietario todopoderoso. Leemos: "Hagamos
al hombre a nuestra imagen y semejanza" (Génesis 1: 26) La realidad es que el hombre a partir
de su autodefinición se forma una idea, una imagen de Dios. Esta característica, tan acentuada
en la Biblia, justifica que el hombre occidental cristiano, se auto-define y se desenvuelve también
como Homo Faber, como ingeniero y como propietario de su medio natural con la vocación de
controlar, dominar y conquistar el mundo. Mientras el hombre de Occidente se auto-define
como Homo Faber, hombre hacedor y ve a su creador como "el Supremo Hacedor", el hombre
andino, que es pastor, agricultor, padre o madre de sus hijos, podría definirse como hombre
partero, el que ayuda a parir a la Madre Tierra, la eterna y universal parturienta.
Pero, más que en la percepción del tiempo, el "hombre partero andino" se distingue del
"hombre hacedor occidental" por el modo en que se relaciona con su medio natural. El hombre
occidental considera a las cosas de su medio ecológico como "la materia", inerte y sin vida. Para
él, el universo natural no es más que una inmensa reserva de recursos naturales que está a su
disposición para trabajarlo a su gusto y criterio autónomo, y aún legitimado por la Biblia cuando
dice:
"Después Dios (el empresario divino) plantó un jardín en Edén y puso allí al hombre... para que
lo motivara y cuidara (Génesis 2/8)... Llevó todos los animales de la tierra al hombre para que
les pusiera nombre. El hombre le puso nombre a todos los animales y ese nombre quedó"
(Génesis 2/19)
Este detalle de los nombres puestos por Adán, expresa que él es su dueño. Así se justifica a partir
del mito bíblico, una relación hombre - medio natural de dominio, un modo de tratar el mundo
como materia disponible, y de trabajarla con una tecnología de fuerza, sujetando, dominando,
y controlando este medio, y aún violentándolo; y ello se apoya en una autonomía total a imagen
del Supremo Hacedor. Por este motivo, el hombre occidental moderno, se prepara en los
estudios para dominar y transformar la naturaleza.
La relación del hombre andino con su medio natural es muy distinta. Consciente de ser un hijo
de la Santa Tierra y como un "hermano de madre" de la flora y fauna, el andino ha desarrollado
de esta conciencia una ética, no de poder y dominio sobre la tierra, sino de respeto, gratitud y
responsabilidad para la flora y fauna, una ética de compartir la vida. Es más, el andino no conoce
el concepto "materia" que es un concepto de origen griego-occidental incompatible con su
cosmovisión.
En su visión, todas las cosas, llamadas "materiales" (la piedra, el río, el manantial, el árbol),
tienen una vida íntima que merecen respeto. Cuando el andino se relaciona con los elementos
de su medio ecológico, en su trabajo, y en su uso y consumo, entabla un diálogo con ellos. Los
trata como seres vivos, casi personales. En los ritos de producción los personifica y les habla en
un tono de respeto y cariño, pidiéndoles "licencia".
CAPITULO III
LA FILOSOFÍA ANDINA
ALGUNAS CONSIDERACIONES PRELIMINARES
En el mundo académico se habla con exclusividad de la herencia filosófica de Sócrates, Platón o
Aristóteles como pensadores griegos universales. Esta filosofía, tipificada como occidental,
acerca al estudioso peruano y andino al modo de pensar europeo, ligado a un determinado estilo
de vida. Sin embargo, es una filosofía que se repite como fórmula en el ámbito académico y el
sistema educativo del mundo andino, una realidad donde la forma de pensar, como dijera Kusch,
"gira en torno a otro eje", y no necesariamente dentro de los causes del pensamiento occidental,
considerado equivocadamente como único y universalmente válido.
Muy pocos estudiosos reconocen la existencia de una sabiduría y una forma específica de pensar
en el mundo andino. Es el caso del filósofo Josef Estermann, quien escribió un importante libro
titulado: Filosofía Andina: estudio intercultural de la sabiduría autóctona andina, publicado en
Quito, ediciones Abya Yala, en 1998. Antes de la publicación de este voluminoso libro, se publicó
como documento de estudio para los estudiantes de la Facultad de Ciencias Sociales de la
Universidad Nacional del Altiplano, una versión resumida denominada: "Filosofía andina:
Elementos para la reivindicación del pensamiento colonizado", editado por el IECTA CIDSA,
Iquique Puno, en el año 1997. A continuación, por la importancia de su contenido, se transcribe
textualmente esta breve publicación.
En este trabajo se demuestra fehacientemente que el Nuevo Continente no era una tierra de
nadie en cuanto a filosofía; tampoco lo es hoy en día, aunque la sabiduría occidental ha logrado
realizar un trabajo radical de en-cubrimiento. Existe una Filosofía Andina propia. Desde el punto
de vista práctico este sistema de relaciones aparece como ética cósmica. Dos formas particulares
de relacionalidad hay que resaltar: complementariedad y reciprocidad. La dinamización de la
realidad es decisiva para el pensamiento andino; sin embargo el concepto de tiempo es
básicamente cíclico. La afinidad principal entre todos los entes se manifiesta en el principio de
la correspondencia entre el orden cósmico y humano; además en una actitud de cuidado y
profundo respeto del ser humano hacia la totalidad de la naturaleza ("conciencia natural")
Estos elementos sustanciales, no se presentan para ser considerados como simples recuerdos
de lo que fue el pensamiento andino durante los Incas, el último estadio de desarrollo autónomo
de la cultura andina. Por el contrario, se presentan como contenidos sustanciales para ser
aplicados y desarrollados por los maestros en el proceso educativo intercultural, que ponga
énfasis en el reconocimiento, respeto y atención pedagógica en las diferencias y en la diversidad
cultural.
Sólo a partir del respeto a la diversidad cultural, se podrá lograr una educación en valores de
ciudadanía intercultural, como el fundamento y la finalidad de la educación intercultural,
considerada como el camino más apropiado para corregir los desequilibrios sociales a través de
la interacción de las culturas como una vía para la convivencia pacífica, justa, solidaria y
responsable. Los elementos fundamentales del pensamiento andino son los siguientes:
En contraste, para el pensamiento andino el individuo como tal es vano y perdido si no está bien
insertado dentro de un sistema de relaciones múltiples. Si una persona ya no pertenece a una
comunidad (ayllu), porque ha sido excluido o se ha excluido él mismo, es como si ya no existiera.
Desligarse del conjunto de la naturaleza - una reivindicación de la Ilustración - significa para el
hombre andino, prácticamente firmar su propia sentencia de muerte.
De acuerdo al fundamento e inicio (arché) cartesiano, el individuo pensador más allá de cada
duda (cogito ergo sum), se convierte dentro del ambiente andino en una verdadera an-arquía,
es decir un "ser-sin-fundamento": Cogito ergo non sum. Si yo en mi razonar, juzgar y actuar sólo
recurro a mí mismo, porque soy mi propio fundamento y mi propia norma ("autónomo"), ya no
existo, me reduzco a una monada cerrada, en un mundo sin relaciones.
Al pensamiento andino corresponde lo siguiente: el arché de toda vida, de todo actuar y saber
es la relación. Sin ella nada existe. El sistema múltiple de relaciones es la condición de la
posibilidad de vida, ética y conocimiento. La trascendentalidad del sujeto es pura apariencia, la
soberanía del hombre particular es auto-engaño. Sin relación no "hay" individuo.
El intercambio entre cielo (hanaq pacha) y tierra (kay pacha) en los fenómenos
atmosféricos y cósmicos es la garantía para la vida y la perduración en el tiempo.
La relación viva con los antepasados garantiza la continuidad moral y epistémica.
Las diferentes formas de reciprocidad en una comunidad (minka, ayni) recién hacen
posibles el bienestar y la fertilidad.
Las relaciones de parentesco juegan, en la lucha por la sobrevivencia, un papel
indispensable; relaciones libremente escogidas (el llamado "matrimonio de amor") son
secundarias en comparación con aquellas relaciones determinadas por nexos étnicos o
familiares.
Una decisión independiente para una pareja de vida es, en el contexto andino, algo absurdo,
tanto moral como existencialmente.
Re-ligio es relación por excelencia, y la negación de ella equivaldría a la negación de aquel quien
la niega. Un individuo existencialmente flotante que se decidiría para una fe religiosa en una
independencia completa y sin relación alguna es para el pensamiento andino una contradictio
in adjecti. La fe siempre precede a la libertad; estudiosos occidentales suelen llamar esto de
manera peyorativa "tradición".
El individuo concebido como ser particular y autónomo es para el pensamiento andino algo sin
lugar (u-tópico), sin fundamento (an-árquico) y sin centro (excéntrico) En cierto sentido este
pensamiento es muy similar a tendencias postestructuralistas y post modernas de la filosofía
europea; pero con la gran diferencia de que el primero sí tiene como fundamento un orden
arquimédico: la relacionalidad de todo ser.
Contrastando con esto el pensamiento andino (a la par con la fe cristiana de la creación) subraya
la dimensión esencialmente cósmica de la ética. La hipótesis de Leibniz de que el acontecimiento
más pequeño tiene impactos para todo el universo, podría resultar verdadera también para el
pensamiento andino bajo la modificación ética: todo está (éticamente) relacionado con todo.
El principio de complementariedad
Dos tipos particulares de relaciones destacan en el pensamiento andino: complementariedad y
reciprocidad. El principio de complementariedad significa que a cada ente y cada acción
corresponde un complemento (elemento complementario) con el que recién hace un todo
integral. El contrario de una cosa no es su negación (negatio, contradictio), sino su contra-parte,
entonces su complemento y su correspondiente necesarios.
Dicho de otra manera: Según el principio de complementariedad no hay negación absoluta, sino
sólo relativa. A escala ontológica esto significa un rechazo a la concepción de "sustancia" como
un ser que existe en y de sí mismo (ens ex se subsistens) Según el pensamiento andino ningún
ser, ni siquiera Dios, es "sustancia" en este sentido, porque nada es suficiente y nada puede
existir de manera absoluta.
Con mucha razón se podría denominar el pensamiento andino como" dialéctico" en la medida
de que la contradicción no paraliza, sino dinamiza. Lo dialéctico no solamente se presenta
ontológicamente en el sentido de que cada ente es una "contradicción resuelta" o que como
complemento tiende a la resolución. También se presenta temporalmente, porque el futuro sólo
se vuelve posible a través de una revolución total de lo que existe (pachakuti)
El principio de reciprocidad
El principio de reciprocidad es la manifestación del principio de complementariedad en lo moral
y práctico: Cada acción recién cumple su sentido y fin en la correspondencia con una acción
complementaria, la cual restablece el equilibrio (trastornado) entre los actores sociales.
La base del principio de reciprocidad en última instancia es el orden cósmico como un sistema
balanceado de relaciones. Cada unidireccionalidad de una acción (y por lo tanto de una relación)
trastorna este orden y lo desequilibra. Por eso cada relación tiene que ser bi-direccional; es
decir, recíproca.
Esto no significa que los polos de la relación tienen que ser equivalentes. Pero sí implica que una
iniciativa de un polo tiene que corresponder con una reacción respectiva o contra-iniciativa por
parte del otro polo. Una relación en la cual uno sólo da (activo), y el otro sólo recibe (pasivo), no
es imaginable para la filosofía andina, si se trata de una relación perdurable.
El principio de reciprocidad casi no es compatible con una de las concepciones más centrales de
la teología y moral cristiana: la gracia.
El Dios del hombre andino está más cerca al Dios "justo" de la Biblia Hebrea que al Dios
"benigno" de Jesucristo.
El principio de correspondencia -ya formulado por los Pitagóricos ("como en lo grande, tanto en
lo pequeño") y supuesto por la astrología, la homeopatía y la teoría física de la relatividad- no
habla tanto de la correspondencia proporcional-analógica, sino más bien de la correspondencia
representativasimbólica.
Las polaridades cósmicas entre sol y luna, día y noche corresponden en el nivel humano con la
polaridad sexual entre lo masculino y lo femenino. En el tiempo incaico estos acontecimientos
fueron representados simbólicamente por el Inca como Intip Churin (Hijo del Sol) y su esposa
Quya quien mitológicamente es descendiente de la luna.
Los nevados más importantes todavía corresponden con ciertas estrellas o constelaciones
astrales.
En la mente de la gente muchos de estos fenómenos llamados chaka (o chakana: puente) tienen
un carácter sagrado.
El relámpago (illapa), el arco iris (k'uychi) y la neblina (phuyu) son "puentes" divinos entre cielo
y tierra. Los nevados se elevan hacia la infinidad del firmamento y tienen por lo tanto carácter
divino (Apu) Pero también los manantiales (pukyu) son fenómenos sagrados de transición,
porque emanan del vientre de Madre Tierra.
Las transiciones entre día y noche -amanecer y atardecer-, como también los cambios de luna y
los solsticios necesitan una atención y un acompañamiento ritual-simbólico especial de parte
del hombre para que la vida siga en su orden establecido.
La fiesta del solsticio de invierno (Inti Raymi) representa simbólicamente la precaución que el
sol reinicie su recorrido para garantizar una vez más la siembra y por lo tanto la vida en general.
Así las "transiciones" agrícolas - siembra y cosecha- tienen que ser acompañadas ritualmente
por el hombre.
También las transiciones en la vida del individuo -los rites de pasaje- de la antropología-
requieren en el ámbito andino de un acompañamiento ritualsimbólico especial por parte del ser
humano; podría mencionar los ritos pluriformes en torno al embarazo y el parto, el primer corte
de cabello (chukcha rutuchiy), la entrada a la adolescencia (warachikuy), como también el
acompañamiento ritual en la muerte.
Muchos ritos y costumbres del hombre andino tienen la finalidad de establecer las transiciones
diversas entre elementos opuestos pero complementarios para asegurarse de la relacionalidad
fundamental entre éstos y para protegerse del peligro que está latente en estas "transiciones".
En los actos simbólicos la comunidad humana (runa) ejecuta en pequeño lo que pasa realmente
en dimensiones cósmicas. La base de estas prácticas es la conciencia de la relacionalidad y
correspondencia de todo ser, tanto en lo grande como en lo pequeño.
La conciencia natural
La filosofía occidental trata desde la Edad Media de liberar al hombre de sus nexos naturales y
de otorgarle la importancia de un punto arquimédico fuera del proceso natural (concepción
antropocéntrica).
La "conciencia natural" de la coexistencia primordial con otros seres tiene que dar paso a la
"conciencia absoluta" y a la constitución trascendental por un sujeto fuera del mundo y de la
naturaleza.
El pensamiento andino no está -como ya se explicó centrado en torno al sujeto; pero tampoco
es antropocéntrico. Si el hombre se desliga de las relaciones diversas del mundo natural, esto
significa entonces su caída, sea como individuo o sea como especie. Sobreponerse a la
"conciencia natural" (como ocurre con el tecnicismo) es finalmente una hibris que amenaza la
vida, que atomiza y absolutiza (es decir: "suelta de las relaciones") al hombre.
El ser humano no es en primer lugar productor, sino cultivador (es decir: "cuidante"); la fuerza
propiamente productora es la Pachamama (Madre Tierra) que genera vida en un intercambio
con los fenómenos celestes (sol, luna, lluvia) Por lo tanto, el ser humano es en primer lugar y
sobre todo agricultor.
Una relación parecida de cuidado y profundo respeto se muestra también hacia los animales;
muchos animales son para el hombre andino compañeros de camino y de infortunio que
merecen protección y respeto.
CAPITULO IV
LA TECNOLOGÍA ANDINA
REFLEXIONES PRELIMINARES
La tecnología andina como concepto, surge de los cuestionamiento que efectúa el filósofo de la
cultura Claudio Alvarez (1977), quien a partir de sus estudios rompió el mito de La tecnología,
única y universalmente válida, monopolio de occidente y por tanto aplicable al resto del mundo.
Demostró que la tecnología es un fenómeno cultural y que existen tantos sistemas tecnológicos
diferentes en el mundo, como culturas hay. De ahí que sea muy justificado e ineludible
considerar la tecnología andina como un sistema tecnológico propio, que se distingue técnica y
culturalmente de la tecnología occidental, y que es necesario calificarla por sus propias
características y evaluarla por sus propios méritos.
Quién no ha podido constatar a lo largo del recorrido de la ecorregión andina, que la agricultura
y la ganadería, como actividades económicas básicas en esta realidad pluriecológica, las llevan
a cabo los pobladores rurales organizados en comunidades y parcialidades campesinas, antiguos
ayllus heredados de la cultura andina. Quién no ha podido constatar que esos cientos y hasta
miles de hectáreas de tierras cultivadas anualmente, visibles en los cerros, como mantos
cuadriculados y multicolores sembrados con variedades de diferentes cultivos domésticos
(granos, menestras, tubérculos, quenopodiáceas, frutales, verduras, etc.) las llevan a cabo
utilizando desde siempre esa tecnología y los conocimientos heredados de los ancestros. Lo
propio se puede decir de la actividad pecuaria, desde la crianza de camélidos domésticos (alpaca
y llama) en el altiplano, hasta la crianza del cuy, vacunos y ovinos en la extensa ecorregión
andina.
Toda esta herencia cultural justifica de por sí la necesidad de dedicarle la máxima atención a los
conocimientos y la tecnología andina. Algunos de los fundamentos que permiten estudiar a la
tecnología andina son los siguientes:
Por su parte, Ravines (1978: XVII), manifiesta que "como aspecto cultural, la denominación
tecnología andina es igualmente válida en cuanto sus prácticas o procedimientos específicos o
generales son andinos, no solamente porque fueron inventados o desarrollados en esta parte
del mundo, sino porque sugieren o reflejan la actitud de un pueblo, etnía, nación o colectividad,
hacia su mundo material o espiritual". Resaltando su milenario origen, manifiesta "que la
tecnología andina es el resultado de un proceso de varios milenios, en el cual el hombre logró
apropiarse e integrar un mundo natural a un mundo cultural". La tecnología andina, también es
parte de la economía de solidaridad, que viene a ser el llamado ético a la ayuda mutua para
abordar problemas compartidos en las comunidades y parcialidades campesinas, integradas por
vínculos de amistad y reciprocidad (Razeto, 1997)
La tecnología andina tiene muchas ramas, las mismas que están ligadas a las diferentes áreas
del saber humano. La mayoría y las más desarrolladas de ellas se encuentran en la agricultura y
la ganadería, las que son las actividades fundamentales que sustentan a la economía andina.
Dentro de la actividad agrícola destacan las técnicas relacionadas con la construcción de
infraestructuras agrícolas: andenes, camellones (De la Torre y Burga, 1986), cercos, sistemas de
riego; el uso de múltiples parcelas fragmentadas y dispersadas en las diferentes zonas de
producción del espacio andino; la organización de las tierras de cultivo mediante el sistema de
la aynuqa; el uso de los policultivos y la conservación de cientos de variedades; el sembrío de
cultivos en diferentes fechas o épocas; diversas formas de elaboración de surcos (wachu) en
pampa y ladera para cultivo de los tubérculos andinos (papa, oca, olluco e izaño) y granos
andinos (quinua y cañihua).
De igual forma son importantes las diversas formas de selección de semillas y uso de abonos
naturales. Es muy significativo el conocimiento relacionado con la previsión agrometeorológica
mediante el uso de señas y señaleros (cf. Van Kessel y Enríquez, ob. cit.), orientada a conocer el
ritmo de las heladas y las lluvias durante el ciclo agrícola, así como las épocas de sembrío de los
diferentes cultivos; técnicas de defensa contra heladas y granizadas; control de plagas y
enfermedades, etc. Son importantes las técnicas de clasificación de suelos y su manejo, la
variabilidad genética de los cultivos andinos (Tapia, 1986) y las herramientas e implementos
agrícolas en los Andes del Perú (Herrandina, 1986; Rivero, 1987; Bourliaud, 1988)
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