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Una demostración de la existencia de Dios.

El argumento ontológico de San Anselmo

San Anselmo de Canterbury (1033-1109) dedicó gran parte de su vida a encontrar una
demostración irrefutable de la existencia de Dios. En su Proslogion (1078) nos dejó su famoso
argumento, denominado tradicionalmente como argumento ontológico. Dice aproximadamente así:

1. Si nos ponemos a pensar en la cosa más grandiosa tal que nada más grandioso (perfecto) pudiera
pensarse (aliquid quo nihil majus cogitari possit) nos viene a la cabeza la idea de Dios. Parece
evidente que Dios es lo máximo pensable.

2. Entonces, como mínimo, Dios existe en mi mente (o entendimiento) ya que puedo pensar en él,
es un contenido mental; pero si existiese además fuera de él (en la realidad) sería aún más grandioso
(perfecto). Si tenemos dos objetos, uno que existe y otro que no, parece lógico afirmar que el que
existe es más perfecto que el que no existe. La existencia es un atributo de perfección (sin embargo,
si analizamos bien esta afirmación, parece gratuita. Y de hecho, el concepto de perfección es muy
ambiguo. Si entendemos perfecto, a lo griego, como algo que ya está acabado pues no carece de
nada – o que ya ha actualizado todas sus potencias – algo que no existe es tan perfecto o quizá más
que algo que existe).

3. Si Dios sólo existiera en mi mente cabría pensar en otro ser superior a él que existiera también
en la realidad. Pero como Dios es lo máximamente pensable (lo más perfecto que cabe concebir)
ha de existir también en la realidad ya que si no sería lo máximamente pensable. Ergo, Dios
necesariamente ha de existir.

Esta demostración, al igual que todo argumento que intenta demostrar la existencia o inexistencia
de algo a priori, es falaz como bien vieron Santo Tomás y Kant. Probemos otro argumento de
estructura similar para reducirlo al absurdo:

1. Como soy un glotón, para mí, en este instante del presente, lo máximamente deseable es tener
delante de mí un exquisito chuletón de Ávila.

2. La existencia parece atributo de deseabilidad. Es absurdo desear cosas que no existen. Por lo
tanto, si el chuletón de Ávila no existiera en este instante del presente aquí delante, no sería lo
máximamente deseable para mí.

3. Ergo, el chuletón de Ávila ha de estar necesariamente delante de mí ya que si no fuera así


contradecimos el punto 1.

En general, el argumento de San Anselmo confunde el plano mental con el real. La necesidad lógica
sólo implica la correcta deducción a partir de las premisas, nunca la existencia de algo en la
realidad, y lo realmente discutible son siempre las premisas. No obstante, este argumento quedó
no como una demostración irrefutable sino, más bien, como un refuerzo de la fe de los que ya la
tienen. Para un creyente puede servir como ayuda, pero para un no creyente no sirve
absolutamente para nada más que como juego intelectual.
Descartes y las pruebas de la existencia de Dios

Estos días estamos leyendo las pruebas que da Descartes de la existencia de Dios, y que
supuestamente servirían para romper la singularidad y clausura de la conciencia hacia el mundo
real. La evidencia de una realidad independiente y exterior a mi conciencia, Dios, la idea de un ser
perfecto (y que por su misma perfección, debe existir), rompería el solipsismo en el que se
encontraba la conciencia; una conciencia que había escapado de la duda metódica, pero no podía
afirmar todavía la existencia de una realidad exterior, ni siquiera de su propio cuerpo. Para ello,
Descartes recurre a la idea de Dios, que algunos autores interpretan como un símbolo de la razón,
una garantía de que la realidad se rige por una racionalidad homogénea a la de nuestra conciencia,
lo que posibilita su conocimiento. El mundo y nuestra conciencia se rigen por una misma y única
razón, simbolizada en la figura de Dios.

Argumentos de Descartes sobre la existencia de Dios en el texto que hemos comentado (4ª parte
del Discurso del Método):

- Argumento de la idea de la perfección divina en nuestra conciencia. Descartes afirma que él


que no es del todo perfecto (pues mayor perfección conocer que dudar) poseía la idea de algo
perfecto. Pero, si es imposible que algo perfecto surja de algo imperfecto, ¿de dónde podía haber
extraído entonces esa idea? Y concluye que tuvo que ser de una realidad, un ser perfecto, que existe
independientemente de su conciencia. Luego Dios existe y es la causa de la idea que yo tengo de
tal perfección absoluta.

- Argumento de la dependencia humana, en su imperfección, respecto a la perfección divina.


Además, continúa Descartes, puesto que existen muchas perfecciones que yo no poseo, mi
existencia debe depender de un ser más perfecto que yo, pues si yo existiese por mí mismo,
independientemente de cualquier otro ser, me hubiese dado todas las perfecciones que concebía en
Dios.

- Por último, Descartes presenta una variante de la prueba ontológica de la existencia de Dios.
Afirma que la idea de triángulo conlleva de modo claro y distinto sostener que sus ángulos sean
iguales a dos rectos. Esto no demuestra que existan triángulos en el mundo, pero sí demuestra, de
modo necesario, que no puede concebirse un triángulo en el que sus tres ángulos no sean iguales a
dos rectos. Respecto a la idea de Dios, Descartes afirma que ve de modo claro y distinto que es un
ser absolutamente perfecto. Pero, además, en este caso, tal idea debe ir acompañada necesariamente
de la existencia, porque negar la existencia de un ser perfecto sería tan contradictorio como negar
que en el triángulo sus tres ángulos sean iguales a dos rectos.

Entremedias de estos argumentos, Descartes también analiza la naturaleza de ese ser perfecto,
Dios. Y, para ello, utiliza la que se conoce como vía negativa: en Dios no cabe la posibilidad de lo
imperfecto por lo que negamos en él los atributos de los seres imperfectos. Así, ni la tristeza, ni la
duda, ni cualquier otra imperfección se pueden atribuir a Dios.
Igualmente, tampoco se lo puede concebir como compuesto de cuerpo y alma, pues la
complejidad implica independencia; es decir, imperfección. Dios debe ser simple, sin mezcla con
la naturaleza corporal, subsistir por sí mismo (causa sui), en tanto que en los seres imperfectos la
esencia no va acompañada de la existencia.
Agustín: La existencia de Dios y las ideas ejemplares

Pruebas de la existencia de dios

Dado que dios en tanto ser absoluto y creador de todas las cosas es central tanto para la religión cristiana
como para la Filosofía de Agustín, este tiene la necesidad de justificar la existencia de aquel no sólo por
medio de la fe, sino por medio de argumentos racionales.

Sin embargo el fin último de la necesidad de la demostración de la existencia de dios no es el de explicar la


existencia del cosmos como haría Aristóteles sino el de disfrutar de dios —frui Deo— para colmar el vacío
existencial de su alma.

Estas son las pruebas de la existencia de dios según Agustín.

(1) Prueba de la perfección de los rasgos del Mundo. La variedad y mutabilidad de las cosas del mundo
se nos aparece ordenada. Encontramos belleza en el mundo. Esta belleza exige un creador, aún mayor y
más bello que esta belleza mundana; Dios es el artífice de los rasgos del mundo. Este era un argumento ya
conocido para los griegos.

Aun dejando de lado los testimonios de los profetas, el mundo en sí mismo, con su ordenadísima variedad y mutabilidad
y con la belleza de todos los objetos visibles proclama tácitamente que ha sido hecho, y hecho por un Dios inefable e
invisiblemente grande, inefable e invisiblemente bello." — Agustín. La ciudad de Dios.)

(2) Dios y la verdad se identifican. Dios y la verdad se identifican: probar la existencia de esta supone
probar la existencia de aquel.

(3) Consensus gentium. “El poder del verdadero Dios es tal que no puede permanecer totalmente oculto a
la criatura racional, una vez que haya comenzado a hacer uso de la razón. Si se exceptúan algunos hombres
cuya naturaleza esta corrompida por completo, toda la especie humana confiesa que Dios es el creador del
mundo”.

(4) Ascenso por los grados de bien. Encontramos cosas buenas y agradables en el mundo. Una puesta de
sol, comida sabrosa, aire cálido… pero podemos concebir que lo que hay de bueno en estas cosas es
parcialmente bueno. Todas comparten una cualidad que, una vez despojada de sus ejemplos concretos, se
nos revela absoluta. Eso es dios.

Sin duda alguna, tu sólo amas el bien, porque es buena la tierra con sus altas montañas, sus onduladas colinas, sus
campos llanos; bueno es el terreno variado y fértil, buena la casa amplia y luminosa, con sus habitaciones dispuestas
con armoniosas proporciones; buenos los cuerpos animales dotados de vida; bueno es el aire templado y saludable;
buena la comida sabrosa y sana; buena la salud sin padecimientos ni fatigas; bueno es el rostro del hombre, armonioso,
iluminado por una suave sonrisa y por vívidos colores; buena el alma del amigo por la dulzura de compartir los mismos
sentimientos y la fidelidad de la amistad; bueno es el hombre justo y buenas son las riquezas que nos ayudan a quitarnos
problemas de encima; bueno el cielo con el Sol, la Luna y las estrellas; buenos los ángeles por su santa obediencia;
buena la palabra que instruye de modo agradable e impresiona de manera conveniente al que la escucha; bueno es el
poema armonioso por su ritmo y majestuoso por sus sentencias. ¿Qué más podemos agregar? ¿Para qué seguir con esta
enumeración? Esto es bueno, aquello es bueno. Suprime el esto y el aquello, y contempla el bien mismo, si puedes;
verás entonces a Dios, que no recibe su bondad de otro bien, sino que es el Bien de todo bien. En efecto, entre todos
estos bienes –los que he recordado u otros que se ven o se imaginan– no podemos decir que uno es mejor que el otro,
cuando juzgamos de acuerdo con la verdad, si en nosotros no estuviese impresa la noción del bien mismo, regla según
la cual declaramos buena a una cosa buena, prefiriendo una cosa a otra. Así es como debemos amar a Dios: no como
a este o aquel bien, sino como al Bien mismo. – Agustín. Trinidad.
Kant y la existencia de Dios

Entidad trascendente y causa del mundo. No se puede conocer su exis-tencia, pero sí postularla a
partir de la reflexión relativa al mundo moral.

Kant sistematizó y resumió los argumentos tradicionales para la demostración de la existencia de


Dios en los tres siguientes:

Argumento físico-teológico: parte de la observación de la existencia de finalidad en el


mundo y concluye en la afirmación de Dios como causa de dicha finalidad;

Argumento cosmológico: parte de la existencia contingente de las cosas y concluye en la


afirmación de Dios como causa necesaria de la existencia de todo lo real;

Argumento ontológico: afirma la existencia de Dios partiendo de la idea de Dios como el


ser perfectísimo.

En la “Crítica de la Razón Pura” criticó estos argumentos mostrando que eran falaces, que
escondían errores que los hacían inaceptables. Sin embargo no negó la existencia de Dios,
simplemente supuso que no era posible su conocimiento científico aunque sí un tipo de
“conocimiento” denominado “fe racional”.

Los postulados de la razón práctica son proposiciones que no pueden ser demostradas desde la
razón teórica pero que han de ser admitidas si se quiere entender el "factum moral".

Kant dice que de ellos no cabe conocimiento pero sí un peculiar modo de asen-timiento o creencia
que denomina fe racional. Los postulados de la razón práctica son la existencia de la libertad, la
inmortalidad del alma, y la existencia de Dios.

Fe Racional

Creencia o fe en la realización del Sumo o Supremo Bien como consecuencia de que sólo dicha
realización hace posible la razón práctica.

Kant defendió respecto de lo metafísico las dos tesis siguientes:


no es posible el conocimiento objetivo o científico de la inmortalidad del alma y de la
existencia de Dios;
pero es necesario postular ambas cuestiones para que tenga sentido la experiencia moral.

Dado que parecen dos tesis opuestas, Kant tuvo que explicar que la segunda –el acceso a lo
metafísico mediante el mundo moral– no supone propiamente un conocimiento: en sentido estricto
los postulados de la razón práctica no se pueden demostrar, aunque es preciso creer en ellos, y dan
lugar únicamente a fe racional: fe porque de ellos sólo podemos tener un convencimiento subjetivo
(no una prueba científica), pero racional porque no vienen dados por exigencias de la revelación
(como ocurre en el caso de lo que habitualmente llamamos fe) sino de la propia razón.
ACTIVIDAD
Pedir al alumno que redacte un enunciado en el que proponga una manera de argumentar la
existencia de dios o un enunciado que crea valido para demostrarlo, negarlo o proponerse escéptico.

Ejemplo:

Idea o argumento: ¿Por qué creo en Dios? / ¿Por qué dudo de la existencia de Dios? / ¿Por qué
no creo en Dios?

Desarrollar por puntos:

1. Porque no le he visto en ninguna parte.

2. Porque veo a los creyentes y más que mostrarme lo que Dios es, me muestran lo que no es. Esto
siguiendo la argumentación filosófica, en la que lo mental se aleja de lo material.

3. Porque, al parecer, para creer se necesita el elemento de la fe en algo superior, en algo intangible
y por lo tanto, no puedo asociar una realidad a eso.

4. Porque dudar es mi naturaleza y no puedo dejar de buscar evidencias que me indiquen una
primera verdad

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