Cada ciudad, cada pueblo, tiene sus monumentos, sus
dulces típicos, sus fiestas patronales… y su agua del grifo. El líquido elemento que sale de las cañerías (y que de forma más técnica se llama agua apta para consumo humano o, simplemente, agua potable) es diferente en cada lugar. Porque lo que llamamos agua no es solo un conjunto impoluto de moléculas de H2O, sino que lleva disueltas muchas otras sustancias: su composición química depende de factores como su procedencia o su tratamiento, y de ella dependen características como el sabor o el olor (las propiedades organolépticas). Por eso esta agua no es, como suele decirse, inodora e insípida. En la composición del agua de consumo es fundamental el carácter geológico del lugar de donde procede, por ejemplo, si son aguas subterráneas o superficiales. El agua es uno de los mejores disolventes que conocemos, está siempre deseando disolver cosas, así que, en el caso de las subterráneas, no es lo mismo que provengan de un medio calizo o yesífero, que disuelve en el agua sulfatos y carbonatos (produciendo un “agua pesada”, que puede tener cierto sabor), que la procedencia de medios de granito o gneis, que disuelven pocas sales en el agua. Estos son los medios de los que suelen proceder las aguas de montaña, que suelen tener mejores propiedades organolépticas. Además, el agua también puede contener ácidos y sales de carácter biológico, producto de la materia orgánica de los suelos. A veces, estos compuestos le pueden dar a ciertas aguas cierto sabor a barro. Cloro y sales El agua del grifo también contiene cloro, que se utiliza para potabilizarla, eliminando los microorganismos patógenos. El término “dureza” del agua se refiere al alto nivel de minerales, especialmente sales de magnesio y calcio, y suele verse escrito en los envases de los detergentes. Es porque a las aguas duras les cuesta más generar espuma, y los detergentes, que son tensoactivos, funcionan de ese modo. Es importante, pues, ajustar la cantidad de detergente utilizado a la dureza del agua de nuestra zona. Podemos rechazar ciertas aguas del grifo por un sabor u olor levemente desagradables, pero esto no quiere decir que no sean potables. Según los expertos, el agua del grifo no le tiene nada que envidiar a las aguas embotelladas (además, elude el problema de generar residuos como los envases). Pero la producción de este producto llega a los 5.331 millones de litros embotellados al año Potabilización El agua de consumo se somete a tratamientos de potabilización y los parámetros que se controlan son los microbiológicos (esos que pueden afectar a la salud a corto plazo), los químicos (contaminación producida por la actividad humana), los indicadores (que dan idea de la eficacia del tratamiento del agua y su control) y la radiactividad (natural, debida a las características del terreno y más frecuente en aguas subterráneas). Hay otras formas de obtener agua potable, por ejemplo, las desalinizadoras, que hacen apta el agua del mar. Son aliadas perfectas, porque hoy en día existe la tecnología suficiente para convertir cualquier tipo de agua en apta para el consumo. En algunos países está prohibido, pero en otros, como Singapur, llegan a tratar aguas residuales, como las del alcantarillado. Puede que esta idea aquí pueda generarnos repulsión, pero con la tecnología disponible se puede conseguir el mismo nivel de calidad.