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Colombia atraviesa por uno de los momentos más complejos de su historia reciente. La
profundización de la crisis social se revela en indicadores de exclusión, según los
cuales más del 60 por ciento de la población se encuentra en condiciones de pobreza
absoluta, "más de 11 millones bajo la línea de indigencia, es decir [...] no dispone de
un ingreso de un dólar diario para garantizar unas condiciones vitales mínimas de
alimentación y nutrición. Además, el 80 por ciento de la población rural es pobre y
cerca del 60 por ciento indigente"2. En ese marco, el escalamiento del conflicto
armado interno y la presencia histórica de otras formas de violencia hacen del
desplazamiento forzado uno de los problemas de mayor impacto social, económico,
político, cultural y ambiental 3.
"La construcción social violenta"4 del raído tejido social a lo largo de nuestra historia -
desde la conquista española, la colonia, la república y en la actualidad sociopolítica- se
ha caracterizado por la salida falsa de carácter violento a los diversos conflictos de una
sociedad compleja y fragmentada, signada por profundos desequilibrios estructurales
que generan inconformismo social y un régimen político con claras tendencias a la
inestabilidad que no pocas veces centra sus esfuerzos en la represión a ultranza, más
que en la resolución de las causas que propician el deterioro de las relaciones sociales
en un clima de guerra, terror de diverso signo y violencia generalizada.
Constantes agresiones a la población civil por parte de diversos actores armados: los
bloqueos, confinamientos, amenazas y atentados a la población civil; la impunidad; la
desprotección en la que están inmersas personas, familias y comunidades enteras; la
imposibilidad de solicitar, brindar y recibir ayuda humanitaria; la desinformación; la
desintegración del tejido social 5; el creciente deterioro del nivel de vida 6 y la
precaria, regresiva y cada vez mas reducida respuesta del Estado, configuran algunos
de los elementos de las Crisis Humanitaria que aqueja al país.
El propósito, apenas en borrador en este texto es el del intentar dar cuenta de las
condiciones de posibilidad de multiplicidad de agresiones, del destierro, el despojo y la
diáspora y cómo se han convertido en contextos de reiterada socialización que
irrumpen como referentes del ciclo vital que se suman a la exclusión, la marginación,
la segregación y el empobrecimiento como vivencias intergeneracionales que han
marcado la vida individual y colectiva. Aquello que en síntesis denomináramos en otro
texto como "la experiencia histórica de la exclusión y el aplazamiento"7 de la mayoría
de la población frente a "la experiencia de la realización de los derechos y el ejercicio
de la plena ciudadanía" de una muy escasa minoría.
En otros términos, plantear que hay desplazamientos forzados porque existe violencia
resulta simplista y, más que esclarecer causalidades, identificar procesos y proponer
alternativas, esta lectura confunde y oculta poderosos intereses y propósitos que
acuden al desplazamiento como estrategia central de control poblacional, territorial y
de recursos en la lógica de imponer ciertos órdenes locales, regionales e incluso
nacionales.
Son muy diversas las líneas de interpretación teórica sobre las causas de la
emergencia, existencia y expansión del conflicto armado en Colombia. Sin pretender
ahondar en una historiografía de largo aliento sobre la violencia, el conflicto armado
interno o el desplazamiento forzado en Colombia, nos interesa referenciar y contrastar
aquellos enfoques teóricos y trabajos de constatación empírica que permitan
establecer marcos de interpretación que relacionen los contextos en donde se acude a
distintas formas de violencia como recurso estratégico y las dinámicas y tendencias del
desplazamiento forzado.
A continuación de manera esquemática se presentan los principales enfoques
explicativos sobre la violencia en Colombia. Es preciso aclarar que el análisis no se
limita al intento de comprender la relación de causalidad existente entre el conflicto
armado interno y el desplazamiento forzado. La razón principal de ampliar el marco de
análisis a otras formas de violencia obedece a las tendencias y dinámicas que
demuestran que no todos los casos de desplazamiento obedecen de manera mecánica
y exclusiva al desarrollo de las hostilidades en el marco de la guerra interna en
Colombia y que otras disputas referidas a intereses económicos, políticos, sociales y
culturales se mueven bajo el manto opaco de la guerra o sacan provecho de su
existencia a través del desplazamiento.
Pese a esta aclaración, en este texto hacemos énfasis en los procesos y efectos de la
"configuración y consolidación de agentes especializados en el uso político de la
violencia"8 , así como en la violencia sociopolítica ejercida por "actores organizados de
violencia":
Entendiendo por éstos las organizaciones constituidas con algún fin, sea de lucro
económico, de disputa o defensa de poderes sobre territorios o poblaciones, o con
cualquier otro fin, que usan la violencia como recurso para alcanzar sus metas,
actuando muchas veces a través de terceros. La llamaremos "violencia organizada",
para distinguirla: a) de la violencia espontánea, asociada a la agresividad, que surge
en la interacción cotidiana y es fruto mayormente de las pasiones; b) de la violencia-
recurso que usa la muerte para conseguir beneficios, pero procede artesanalmente, sin
organización interpuesta [. . . ] Es un hecho que la violencia organizada, la que se
utiliza como recurso (de negocio o de poder) obedeciendo a un cálculo más racional y
consciente de costo-beneficio, violencia en la cual median capital, tecnología,
infraestructura e información, ha ido creciendo en Colombia, generalizándose y
banalizándose 9.
En este orden de ideas asumimos el sentido de "lo político" respecto de los actores
organizados de violencia elaborado Cubidez, Olaya y Ortiz (1998) al definir el tipo de
actor político como "aquél que persigue, en últimas, fines políticos, o sea relacionados
con la distribución del poder, factual o formal, en el ámbito de lo público. Esta
tipificación se entiende que procede independientemente de los contenidos
programáticos o ideológicos, de los fines filantrópicos o no, del carácter "primitivo" o
"moderno", del grado de legitimidad o de intimidación, de legalidad o de ilegalidad, de
los actores en forcejeo".
Tal como señalan Cubidez, Olaya y Ortiz (1998) actores organizados violentos con
propósitos con marcado acento económico pueden devenir en "agentes especializados
en el uso de la violencia política" -como se menciona en la más reciente publicación del
Centro de Investigación y Educación Popular Cinep10 - sí consideran pertinente y
necesario disputar espacios de poder y no solamente lucrarse de un negocio ilícito,
como en el caso de organizaciones de narcotraficantes coaliados con grupos
paramilitares encargados de controlar administraciones locales e incluso espacios de
decisión del orden nacional, como ocurrió: "en el caso de los narcotraficantes del grupo
de Medellín entre 1984 y 1991, al enfrentarse al gobierno en busca de hacer eliminar
la extradición y recurrir, para ese fin, a los magnicidios y al narcoterrorismo"11 . Algo
similar ocurre con los casos de intolerancia social en los que actores organizados "se
abrogan la defensa de un orden moral que pretenden preservar, y se representan a sí
mismos como ejecutores de una función de poder en el ámbito público: "limpiar",
"embellecer" la sociedad, así sea a costa de la violación de los derechos humanos de
algunos ciudadanos"12, y en consecuencia aplican mecanismos de intensa agresión y
eliminación de las personas catalogadas como indeseables o peor aún como
"desechables" -indigentes, débiles mentales, exconvictos, o personas explotadas
sexualmente-. Estas violencias en ocasiones conexas a las dinámicas del conflicto
armado, en otras desconectadas de las lógicas e intereses de los actores organizados
de violencia se convierten en factores que en algunos casos motivan el desplazamiento
forzado de población en las zonas de expulsión o incrementan las condiciones de
deprivación en los ámbitos de reasentamiento o tránsito e incluso generan nuevos
desplazamientos forzados.
Otro de los ejes de análisis de los estudios sobre el conflicto es el que aborda desde
una mirada estructural -también en clave histórica- las particularidades de la
configuración estatal colombiana, así como del sistema y el régimen político que se
han movido entre opciones democráticas formales, prácticas autoritarias e incluso
totalitarias de gobernabilidad a lo largo de la historia republicana del país.
Sobre estas dos líneas de interpretación se mueven las reflexiones de este texto que
intenta plantear un marco básico de comprensión de la presencia del desplazamiento
forzado como estrategia histórica de acumulación de capital y ejercicio del poder, que
se intensifica con inusitada crudeza en los últimos 20 años 13.
El Estado fuerte no solo garantiza discursivamente los derechos sino que los realiza
concreta y efectivamente. En ese sentido somos un país sui generis, tenemos
prácticamente para cada problema social un corpus de derechos garantizado en el
discurso, en el texto constitucional, en el texto legal, pero con muy bajos niveles de
realización material de los derechos concernidos en cada caso concreto. En
consecuencia no basta con la promulgación de normas, además éstas deben aplicarse,
ganar eficacia material.
Llama la atención los peligros y desafíos que implica el paso de los Estados débiles a
los frágiles y de allí a los colapsados. En los Estados frágiles la violencia substituye la
Ley, las fuentes de legitimidad se erosionan, las instituciones no funcionan, los
armados asumen funciones publicas y procesos de mediación social e institucional; se
reducen las condiciones estructurales de la economía; se rompen los equilibrios
interculturales. La disputa entre sectores busca la eliminación o exclusión del otro o de
los otros, surgen entonces respuestas sociales adaptativas: la pasividad, la huida
(desplazamiento y refugio), la integración al sistema corrupto y violento, en algunos
casos la resistencia pacífica o en otros la aparición o el incremento de la rebelión
armada 19.
Un estudio realizado por el United Nations University World Institute for Development
Economic Research y el Queen Elisabeth House (Oxford) indica que entre las raíces de
las crisis se encuentran:
El esbozo antes descrito ilustra en buena medida una de las más profundas crisis
Humanitaria y de Derechos Humanos en la cual se ven inmersas tantas poblaciones,
comunidades y sectores sociales. Crisis que desnuda y expresa la debilidad del Estado
colombiano. El paso de la debilidad estatal a la fragilidad o incluso al colapso estatal
deben ser temas que se afronten con mayor profundidad y que además deberían hacer
parte de las distintas agendas institucionales y sociales.
En uno de los momentos más complejos de la vida nacional, con uno de los picos más
altos de violencia en los últimos 20 años, con posturas radicalizadas respecto de la
"salida militar" y como ya lo mencionábamos líneas atrás, con la cifra de
desplazamiento más alta desde 1985, se configuran además condiciones
estructurantes que obscurecen este panorama . Dentro de estas condiciones-que son a
su vez causa y consecuencia del conflicto armado interno que agravan la problemática
del desplazamiento forzado en Colombia se encuentran la crisis humanitaria y de
derechos humanos, y la debilidad estructural del Estado colombiano.
Es entonces cuando la "cuestión agraria" cobra fuerza como una de las causas
estructurales de la aplicación de diversas violencias. Como lo indican Fajardo (1986,
1993 y 2001), Reyes Posada (1998) y González (1998) la problemática agraria en
Colombia está referida a las dinámicas generadas por la dinámica agraria dominante
de signo latifundista, con altísimos niveles de concentración de la riqueza y de la tierra
agrícola más apta. Todos estos procesos atravesados por intensas dinámicas de
colonización y migración forzada, paramilitarismo y el recurso a la violencia para
resolver reclamaciones sociales referidas a la tierra. Estructuras fuertemente afincadas
en economías basadas en modelos de desarrollo desigual concentrado en ciertas zonas
del país, principalmente en los centros urbanos más grandes. A lo anterior se suma la
presencia problemática del narcotráfico como catalizador de la violencia local y regional
y a los narcotraficantes como agentes de acumulación vertiginosa y violenta de capital.
Además de revisar las "elecciones racionales" de los agentes violentos esta perspectiva
examina los intereses, las "condiciones de posibilidad" o "las estructuras de
oportunidad"35 propicias para la emergencia, despliegue, afianzamiento y expansión
de proyectos colectivos o societales que acuden a estrategias violentas para el logro de
sus propósitos. En este sentido, no todos los proyectos se plantean controles de la
misma escala, aún cuando se presentan conjugaciones de intereses coyunturales o de
largo plazo que acercan agendas aparentemente antagónicas. Así las cosas, objetivos
de control parciales (grupos delincuenciales locales) se pueden articular de manera
coyuntural o en el mediano plazo con grupos armados organizados con vocación
hegemónica y que en consecuencia se propone la disputa del poder local, regional o
nacional.
Nos parece pertinente poder revisar algunos de los intereses de los agentes
desplazadores con el propósito de entender cómo de alguna manera acercarse al
desplazamiento forzado como revelador analítico devela los recorridos de los actores
armados y los intereses de otros agentes especializados en el uso político de la
violencia:
Bibliografía
. 1987. Orden y violencia. Colombia 1930-1954, Ediciones Siglo XXI, CEREC, Bogotá.
RAMÍREZ TOBÓN, WILLIAM. 1990. Estad, violencia y democracia. IEPRI, Tercer Mundo
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Texto contenido EN: VARGAR VELÁSQUEZ, ALEJO. Sistema político Colombiano,
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2003 (a) "Aplazados y desplazados. Las dos caras de la exclusión". En: CONSULTORÍA
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Seminario Internacional sobre Desplazamiento forzado en Colombia. Retos para los
Derechos Humanos, a Democracia y la gobernabilidad.