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JUAN FLORES
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They were always on time
They were never late1
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l 31 de enero de 1847, diecinueve días antes de su muerte,
José Joaquín de Olmedo, ya de vuelta de su estancia de dos
años en Lima, escribía desde Guayaquil a su amigo y compa-
dre don Andrés Bello en un tono filosófica y políticamente desen-
cantado, más cercano al spleen de fin de siglo que a su habitual
serenidad y equilibrio espirituales:
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Pese a lo dicho acerca del plan, es el mismo Caro Hay unidad en La Victoria de Junín; pero esta
quien refuta las afirmaciones de los Amunáteguis: unidad proviene, más que de la profecía del Inca,
«Ciertamente Olmedo es poeta clásico, en todo de la virtud unificadora de la forma, maravillosa-
sentido; jamás imitador servil. Su poema tiene el mente sostenida en su pujanza y belleza; –unifi-
sabor de antigüedad que le comunican el castizo cación por cierto más que suficiente; y que hace
lenguaje y la entonación levantada y noble».18 Juan más sensible el que tan a costa suya se empeña-
León Mera, en su Ojeada histórico-crítica sobre ra Olmedo en una unidad material más tangible
la poesía ecuatoriana (1868), concluye: pero menos estética.20
¡Y Olmedo se paraba a calcular cuando así es- Marcelino Menéndez y Pelayo, quien realizó quizá
cribía!, ¡y estos versos y otros de igual belleza y la más completa obra crítica sobre la poesía ameri-
fuerza, casi todos los que produjo su admirable cana del siglo XIX, consagra de forma definitiva a
numen, son más bien obra de una especie de ha- Olmedo como «uno de los tres o cuatro grandes
bilidad mecánica, y no del estro en que hervía poetas del mundo americano» en su célebre Histo-
su alma! Nos inclinamos a creer que los señores ria de la poesía hispanoamericana, de 1913: «pin-
Amunáteguis juzgaron así de tan insigne poeta, dárico, la continua efervescencia del estro varonil y
solo por el simple antojo de juzgarle; pero anto- numeroso, el arte de las imágenes espléndidas y de
jo que ha venido a poner en duda su buen gusto los metros resonantes, que a la par hinchan el oído
y discernimiento, como los de quien dijera que la y pueblan de visiones luminosas la fantasía».21
aurora es verde y que el panal sabe a zumo de Pero, mucho antes que la larga serie de criterios
verbena.19 de los especialistas e historiadores literarios, las opi-
niones primeras de Bolívar acerca del Canto consti-
El P. Aurelio Espinosa Pólit, S.I., analiza minu- tuyen un testimonio especial y único que parece ex-
ciosamente el problema de la unidad del poema, traído de la metaliteratura cervantina: un personaje
confronta las opiniones de Bello y Caro, y comenta histórico con conciencia de ser un personaje de la
la ruptura del precepto horaciano de unidad en di- ficción literaria que se ve a sí mismo en un libro ofre-
versas obras como el Áyax, de Sófocles, o las cido al público en una librería. La mirada ciega del
Euménides, de Esquilo, señalando que los clásicos guerrero Aquiles confrontada con la ceguera visio-
no se preocupaban por cumplir reglas sino por naria del poeta Homero, la atronadora confusión de
desentrañar la condición humana, para zanjar con la guerra con la silenciosa iluminación de la poesía.
18 Citado por Hernán Rodríguez Castelo en Olmedo, el 20 Aurelio Espinosa Pólit, S.I.: Olmedo en la historia y en
hombre y el escritor, Quito, Academia Nacional de His- las letras, Quito, Editorial Clásica, 1955, pp. 113-114.
toria, 2009, pp. 134 y 137. 21 Citado por Hernán Rodríguez Castelo en Olmedo, el
19 León Mera: Ob. cit. (en n. 17), p. 231. hombre y el escritor, p. 157.
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En Olmedo también existe de manera constante se ha prolongado más de lo que pensé. Creí ha-
el descontento con lo que produce su escritura. Es cer una cosa como de 300 versos, y seguramen-
como si la idea que tiene de lo que quiere conseguir te pasará de 600. Ya estamos en 520; y aunque
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Es una idea grandiosa pretender formar de todo Y el rayo que en Junín rompe y ahuyenta 5
el Mundo Nuevo una sola nación con un solo la hispana muchedumbre
vínculo que ligue sus partes entre sí y con el que, más feroz que nunca, amenazaba,
todo. Ya que tiene un origen, una lengua, unas a sangre y fuego, eterna servidumbre,
costumbres y una religión, debería, por consi- y el canto de victoria
guiente, tener un solo Gobierno que confederase que en ecos mil discurre, ensordeciendo 10
los diferentes estados que hayan de formarse; mas el hondo valle y enriscada cumbre,
no es posible, porque climas remotos, situa- proclaman a Bolívar en la tierra
ciones diversas, intereses opuestos, caracte- árbitro de la paz y de la guerra.
res desemejantes, dividen la América.30
La presencia de Bolívar en el campo de batalla
Casi todo en los primeros años de la indepen- lo domina todo. Las tropas se mueven bajo su mi-
dencia de nuestra región gira alrededor de Bolívar: rada y su mando. Él es el héroe que conduce a sus
los afectos de quienes admiran y admiten su lide- huestes hacia la victoria patriótica. Bolívar es el
razgo; los desafectos de quienes lo ven como un guerrero sin par, una especie de semidios griego,
obstáculo para sus intereses y sustraen el gobierno «el hijo de Colombia y Marte», que mueve sus ejér-
de su comarca al de la república grande. Olmedo, citos con la voluntad de su palabra inflamada de
con el Canto a Bolívar, escrito y publicado en patriotismo, «lidiar con valor y por la patria / es el
medio de la celebración de la victoria pero también mejor presagio de victoria», con el arrojo de sus
de las mezquinas realidades políticas, viene a tomar movimientos, «un corcel impetuoso fatigando / dis-
partido de manera gloriosa y sin temores por el Li- curre sin cesar por toda parte», en el escenario de
bertador, convirtiéndolo en un héroe poético des- la guerra:
pojado de sus debilidades humanas.
La conversión de Bolívar en héroe mítico de la ¿Quién, aquel que, al trabarse la batalla,
gesta de la independencia aparece en entrada triunfal ufano como nuncio de victoria,
desde los trece primeros versos del Canto, altiso- un corcel impetuoso fatigando, 110
nantes, marciales: un trueno horrendo, un rayo que discurre sin cesar por toda parte...?
rompe y ahuyenta, un canto victorioso, lanzan la ¿Quién sino el hijo de Colombia y Marte?
proclama en medio de la Naturaleza atónita, «árbi-
tro de la paz y la guerra»: Ahora bien, los héroes míticos mueren sin ver
coronados sus anhelos y, en más de una ocasión,
El trueno horrendo que en fragor revienta derrotados por las fuerzas que se han opuesto a
y sordo retumbando se dilata sus buenos deseos para con la Patria. Contribuyen
a la construcción del héroe mítico su renunciamien-
30 Simón Bolívar: Ob. cit. (en n. 7), p. 84. to a posiciones, rencores y su generosidad para con
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Habéis presenciado mis esfuerzos para plantear La mitificación temprana convirtió a Bolívar en
la libertad donde reinaba antes la tiranía. He tra- objeto partidario de lecturas contemporáneas, las
bajado con desinterés, abandonado mi fortuna y más de las veces arrancadas de su contexto sin
aun mi tranquilidad. Me separé del mando cuan- contemplaciones por la historia ni la rigurosidad
do me persuadí [de] que desconfiabais de mi des- académica. Así, Bolívar ha sido convertido en mon-
prendimiento. Mis enemigos abusaron de vues- tonero liberal o en enemigo gratuito de causas au-
tra credulidad y hollaron lo que me es más tonomistas de hoy, en precursor del movimiento
sagrado, mi reputación y mi amor a la libertad. guerrillero de los sesenta o en vocero de proyectos
He sido víctima de mis perseguidores que me de tendencia caudillista de corte autoritario.
han conducido a las puertas del sepulcro. Yo los Los países requieren de los héroes pero a con-
perdono. […] ¡Colombianos! Mis últimos votos dición de que dichos héroes, Bolívar incluido, no
son por la felicidad de la patria. Si mi muerte impidan con su presencia ahistórica el surgimiento
contribuye para que cesen los partidos y se con- y desarrollo de las nuevas prácticas y el discurso
solide la Unión, yo bajaré tranquilo al sepulcro.31 crítico necesarios para la patria del presente. La
literatura heroica, como lo es el Canto a Bolívar,
Y Olmedo, salvo en su proximidad a la muerte, cumple su función al constituirse en la memoria poé-
consolidará la figura de Bolívar como la de un hé- tica de la gesta fundacional de un pueblo y para ello
roe singular a quien la Patria le debe su existencia. su difusión pedagógica es fundamental, pero se vuel-
Olmedo redactó la inscripción en el túmulo de ve nociva cuando se la lee ya no como literatura
Bolívar, en sus exequias en Guayaquil. Las pala- sino como verdad bíblica.
bras del poeta acentúan la imagen mítica del hé-
roe, cuya figura, ya en la tumba, vislumbra la ta- El «lazo federal» del Canto
rea de aquellos que tienen que continuar la
construcción de la Patria bajo los preceptos lega- Olmedo mantuvo en su Canto un punto programá-
dos por el Libertador: tico con el que el Libertador no estuvo de acuerdo
cuando escribió los postulados de la «Carta de Ja-
A Dios Glorificador maica»: «No convengo en el sistema federal entre
BOLÍVAR los populares y representativos, por ser demasiado
Creador, Libertador, Padre de la Patria perfecto y exigir virtudes y talentos políticos muy
a su Colombia superiores a los nuestros».33 Olmedo, en cambio,
al pueblo americano
dio 32 Publicado en El Colombiano, No. 83, el 10 de marzo de
1831, en ob. cit. (en n. 6), p. 355.
31 Ibíd., p. 391. 33 Bolívar: Ob. cit. (en n. 7), p. 81.
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e vuelto en estos días a pensar a Ángel Rama, en su manera
de construir una cultura. A medida que me aproximaba a él
percibí que desde hoy una nueva mirada es necesaria y que
en ella aparece otro Ángel Rama. Dedicaré estas reflexiones a mos-
trar a ambos Rama: el que tuvimos y el que tenemos de la lectura de
su trabajo intelectual.
Comienzo con una cita:
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arto de una breve lista de consideraciones iniciales para apo-
yar en ellas la forma en que organizaré la exposición de mis
argumentos.
1. Vivimos en un continente en el que las mayorías mantienen con
la educación académica convencional una relación tensa. En algu-
nos países y regiones, inclusive, existe una herencia de inadecua-
ción al canon educativo clásico y a la propia escritura en la lengua
oficial de los Estados en lengua española y portuguesa.
2. Nuestros países se conocen muy poco y se intercambian en
esa misma medida sus experiencias, a no ser cuando son vehicula-
das por el gran mercado comprador de ideas, el Norte, o por
medio de representaciones autorizadas y oficiales de sus realidades
que muchas veces filtran la dinámica contenciosa interna.
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