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2018

primavera nº 10 (0+9)

Destacado:
*Una historia de los
fanzines de Burgos,
de Javier Ortega y
Alberto Labarga
*Carpeta artística de
María José Castaño

Además:
*Artículos, ensayos,
relatos, poemas...
La nación está dividida, mitad patriotas mitad traidores, y nadie puede diferenciarlos
Mark Twain

Los cuadros Luz que acaba en sabor, luz que se toca y San Pelayo, de María José Castaño, sirven de portada y con-
traportada respectivamente a este número.

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En las bibliotecas municipales y pública de Burgos hay a disposición del lector ejemplares impresos de esta revista.
No podemos sino expresar nuestra gratitud por ello.

Cul ura es un empeño de: Fernando Ortega, Fernando Arnaiz, José Mª Izarra, Alfonso Hernando, Jesús Borro, Jesús
Pérez, Luis Carlos Blanco y Félix J. Alonso, entre otros.
©de los textos (faltas de ortografía incluidas), ilustraciones y fotos, los respectivos autores.
©del logo, grafismo y maquetación: el maquetista, JMI.
Contacto: culdbura@gmail.com
Sumario
125 aniversario del Orfeón Burgalés, Domingo Ortega Gutiérrez.............................Pág. 5
Arahuetes y Cía ......................................................................................................9
Templarios, Ignacio Galaz ......................................................................................13
Burgos, tema literario en textos del XIX, Leonardo Romero Tobar ................................19
Diez, Félix J. Alonso Camarero ................................................................................27
El sistema (educativo), Lino Varela Cervino ..............................................................31
El sentido de las ruinas, de Jean Yves Jounnais, José Luis Cancho................................35
Los refugios de la memoria, de José Luis Cancho, José María Izarra .............................39
Una historia de los fanzines de Burgos, Javier Ortega y Alberto Labarga .......................43
A Raquel Hortigüela Capilla, Diego Alonso Díez .........................................................71
Hasna, Esther Pardiñas ..........................................................................................75
El repartidor de pan, Pascual Izquierdo ....................................................................79
Aranea fugit, José María Izarra ...............................................................................81
Una compañía recomendable, J. A. Martínez Gutiérrez “Guti” ......................................85
Manual de autoayuda, Alfonso Hernando ..................................................................89
Carpeta artística de María José Castaño, Félix J. Alonso Camarero ...............................91

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Tejer y destejer, Roberto López .............................................................................111
Fragmento de Plectropatia, Javi Martín Rodríguez ....................................................113
Epifanía, Jesús Barriuso........................................................................................115
L´ultima volta, José Gutiérrez Román.....................................................................117
Rapa Nui, Miguel Ángel Barbero.............................................................................119
Sombra, Carlos de la Sierra ..................................................................................121
Confesión general, Pascual Izquierdo......................................................................123

El último en discordia
Harto, junto con mis compañeros de aventura, de mendigar la colaboración desinteresada de un artista
plástico local que iluminara el número 9 (10, contando el 0) de Culdbura sin resultado alguno, he tenido
que decidirme (empleo bien la persona verbal, porque para lo que se dirá no he contado con mis colegas)
a desempolvar algunos de mis poemas visuales a fin de paliar en la medida de lo posible la carencia alu-
dida.
Dada mi absoluta falta de destreza para pintar monas, mis poemas visuales están confeccionados, soft-
ware de edición de gráficos mediante, con materiales de desecho pacientemente recogidos en los suburbios
de Internet.
En mi cualidad de cuarto en discordia, huelga decir que han sido tres los plásticos que nos han negado
las imágenes de su obra. El primero de ellos, aduciendo que lo representaba un agente y que todas sus
creaciones estaban sometidas a derechos de autor, los cuales, creía ―y acertaba en su conjetura―, no es-
tábamos dispuestos a pagar; también, para rematar el fino discurso, que él sólo colaboraba en causas com-
prometidas para mejorar la sociedad.
El segundo se mostró dispuesto a prestarnos los archivos de imagen que fuesen necesarios, siempre y
cuando le cediéramos no sé cuántas páginas para exponer en ellas su manifiesto artístico. Obviamente, de-
clinamos el trato. Para dar el tostón, nos servíamos y bastábamos solitos.
La que me precedió, tercera, figuró sentirse halagada; pero nos pidió una semana para pensárselo. No-
sotros, cómo no, se la concedimos. Faltaría más. Sin embargo, transcurrido el plazo, se excusó diciendo
que, por circunstancias ajenas a nosotros ―y suponemos que a más gente―, no lo veía factible.
¡Con lo que nos hubiera gustado ―y a mí especialmente― dar a cualquiera de los tres las gracias!
Cepillo músico-dental
© J. M.ª Izarra

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125 aniversario del Orfeón Burgalés

¡Felicidades, Orfeón!

Felicidades, querido Orfeón Burgalés, porque este año cumples 125 años de vida, fecunda
y admirable. Los años te han hecho crecer y también madurar. Has cambiado mucho; has
sufrido como lo hacen todas las instituciones y también sufrimos las personas. Tu historia
ha sido intensa, brillante, secular ya, y muy laureada.

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Nacías en el año 1893, justamente en un siglo que trajo a Burgos instituciones de gran
rango que modelaron definitivamente su carácter de plaza rectora. Al Concejo y el Arzobis-
pado centenarios se añadieron la Diputación, la Audiencia territorial, la Capitanía general, el
Gobierno civil, el Banco de España, la Cámara de Comercio, etc. Pero esas instituciones ve-
nían de fuera; pero dentro nacieron otras muchas que definían la capacidad creadora y re-
novadora de quienes quieren comunidad humana. Esta actividad tuvo en Burgos en los
últimos años del siglo XIX abundantes y singulares manifestaciones. Permíteme que te re-
cuerde algunas: el Círculo de la Unión, el Círculo Católico de Obreros, el Diario de Burgos…
Y naciste tú, querido Orfeón.
El Orfeón nació de un clamor popular que exigía en Burgos la misma institución que ya
existía y brillaba en ciudades similares a la nuestra. Naciste de la convergencia de una doble
corriente: de una parte la aristocracia local, sensible en la presencia del mundo obrero y
que quiere culturizarle mediante la música coral; y, de otra parte, el mismo obrero, cons-
ciente de su derecho a la perfección.
Hoy quiero recordarte, Orfeón querido, la importancia que has tenido en la función edu-
cadora y gozadora de la música en la sociedad burgalesa. Importancia derivada de tu ac-
tuación particular en cuanto masa coral, pero a la que hay que añadir su consecuencia
multiplicadora en la proliferación de tantos coros como felizmente animan el aire musical de
Burgos. Entonces (1893), solo actuaban la Capilla de la catedral y la Schola Cantorum del
Círculo Católico.
A ti hay que atribuirte el acordado resplandor de coros que hoy llenan nuestra cultura y
la Escuela Municipal de Música, y el Conservatorio municipal y las dos corales infantiles que
aseguran tu continuidad. A ti se te debe el mérito de reestrenos de canciones y bailes bur-
galeses que el tiempo había olvidado y que tus directores, sobre todo Federico Olmeda y
Antonio José, recogieron a tiempo en los pueblos, hoy agonizantes. A ti debemos agradecerte
que el nombre de Burgos, su himno y el recio carácter burgalés haya sonado en multitud de
ciudades, pueblos y en numerosas naciones. Con razón, pues, fuiste laureado con primeros
premios nacionales e internaciones. Eres, orgullosamente, Medalla de Oro de la ciudad de
Burgos y de la Diputación; cantaste ante reyes (Alfonso XIII, Juan Carlos I) y numerosas
personalidades de la cultura o de la ciencia, de la música y de la política.
De ti nacieron o vivieron momentos intensos de tu vida y de su carrera musical nombres
famosos: el violinista Estefanía, Rafael Frühbeck de Burgos, “Sotillo”, Amoretti… y diste con-
ciertos famosos.
Hoy quisiera agradecerte a ti que hayas llevado el nombre y la voz de Burgos por España
y Europa. Tu presencia en TVE en la transmisión de la misa desde Torrelaguna, patria del
cardenal Cisneros, y en Radio Nacional de España. Quiero recordarte aquel viaje a Sevilla
donde la sociedad sevillana vibró con tu repertorio. Y, sobre todo, que la ciudad de Burgos
te despidiera en la Plaza Mayor, llena como en las grandes fiestas y acontecimientos de la
vida de los burgaleses.
Además, un día después de la celebración del primer centenario (en el palacio de la
UNESCO de París y en el Auditorio Nacional de Madrid, donde se presentó el libro de la His-
toria del Orfeón) alguien pensó en que merecías correr la aventura de tu internacionalización.
Era arriesgado, difícil, laborioso, pero mereció la pena. Y comenzaste a embelesar a gentes
de otros países que te acogieron con afecto y admiración.
Italia con sus grandes culturales: Roma (concierto en el Vaticano), Altopascio, Florencia,
Verona, Ferrara, Milán, Padua, Venecia… También Checoslovaquia, Austria y Alemania (Co-
lonia, Salzburgo, el paseo por el Rhin…), Bélgica (Bruselas, Lovaina), Francia (Notre Dame,
el Instituto Cervantes de París…).
En España conquistaste el Primer Premio de Habaneras (Torrevieja y Mieres), y se oyeron
las canciones burgalesas, y siempre el Himno a Burgos, en Valencia, Santander, Santiago,
Cuenca, Tarancón, Esquivias…
Recordar, querido Orfeón, es volver a pasar por el corazón. Tu casa está llena de títulos,
diplomas, placas, testimonios, escritos, regalos… En definitiva, de recuerdos que llenan de
ilusión y de vida alegre la soledad de tus silencios y de tus esperas. Porque sigues esperando,
ilusionadísimo, los días de ensayo, la preparación de los grandes conciertos, los encuentros

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de los orfeonistas, de los niños, de los coralistas adultos.
En tu nombre quiero agradecerles a muchas personas e instituciones que te hayan dedi-
cado tiempo, amor y sacrificio. Yo sé que tú le agradeces especialmente al Ayuntamiento su
acogida, la casa, las ayudas y el amor que te ha tenido desde el primer día de tu nacimiento.
Agradecerles a las instituciones oficiales (Diputación. Cámara de Comercio, Diario de Burgos,
Ministero de Cultura) y financieras (Caja Círculo y Caja Municipal de Burgos), a las familias
de los orfeonistas que fueron un público generoso y entusiasta.
¡Cómo no recordar a los directores!: José Garay, Artola, Federico Olmeda, Antonio José,
Beobide, Sarmiento, Emilio Rayón, Amoretti, J.A. Quesada, Salvador Vega, M.A. Palacios
Garoz, Carlos Martínez Pérez, Juan Gabriel Martínez y la actual directora, Marta Pilar Her-
nando. Todos grandes maestros, grandes ahormadores de la masa coral.
Lugar preeminente y tu agradecimiento a las juntas directivas que guiaron de manera
humana y legal la marcha de la institución: tu economía, las celebraciones de santa Cecilia
y la organización de los viajes. También quiero abrazar en tu nombre a los socios protectores,
burgaleses anónimos pero que cooperan para que el Orfeón siga cantando a Burgos.
No quisiera terminar mis líneas de felicitación sin una mención especial a algunos de los
últimos, resonantes, conciertos tuyos para que sigas animado a seguir y seguir, por muchos
años, cantando a Burgos. Por ejemplo, la inauguración del renovado Teatro Principal, el es-
treno de la Misa polifónica para las fiestas patronales de san Pedro y san Pablo, obra del
querido y recordado Alejandro Yagüe, la inauguración del palacio de Congresos (Fórum Evo-
lución) con el maestro Rafael Frühbeck, o la ópera de Antonio José “El mozo de mulas”.
… Y muchas más cosas que alguien, con amor a Burgos y al Orfeón, deberá dejar escritas
en la segunda parte de tu historia, Laureado, Secular y Querido Orfeón Burgalés.
¡¡¡Felicidades, Orfeón!!!

Domingo Ortega Gutiérrez


(expresidente de la institución)
Página 7

Instrumento cifrado
© J. M.ª Izarra
Cambiar el paisaje
© J. M.ª Izarra

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Arahuetes
&
Cía.
El Origen

Mucho antes del fin todo conducía a nada.


La luz que sepultaba insospechados labe-
rintos. La pócima secreta de las formas
desgranadas. El gran caleidoscopio del
color. El hombre dio la luz y vio una som-
bra proyectada en la mesilla. Sin saber por
qué pensó en un hacha. Luego miró lahora
en el móvil. Abandonó la cama y se en-
frentó al estertor de la mañana: Allí estaba,
tras el vidrio, un universo rancio, lleno de
movimientos ymayúsculas. Pese a todo, co-
rrió de un manotazo la cortina, abrió de
par en par la ventana, y como si el aire
tibio le devolviera al sueño, pensó en mí,
muriéndonos juntos.
Eliseo González Martínez (2018)

Página 10
Inspira profundamente
coge impulso y salta
desde la cumbre más alta
y olvídate de la mente.
Festeja este presente
del que eres observador,
deléitate con humor,
boquiabierto y sin peso,
tu Ser está en embeleso:
Antropoplastia es Amor.

Noemí Oca
Nubes y Claros

En los días de viento,


cuando nubes y claros crecen en el rostro,
me suelo detener para observarles.
Al instante les borro y poso mis pupilas
en cualquier otro sitio.
No es que no quiera ver su arquitectura
de líneas imposibles,
la bebida que les resbala por las comisuras
o el bronce de sus cuerpos.
De buen grado caería en el ridículo
si con ello pudiera recobrar un instante
de lo que ahora sienten.
Mi insensato deseo de volver a ser joven
―nubes y claros crecen en el rostro―
no me avergüenza.
Es otra cosa lo que temo:
que su mirada me delate.

José Gutiérrez Román

Página 11
El corazón se fundió en trozos de los que
está hecha la luna en la noche oscura y en
los colores de la mañana: eran las formas
que toma el aire, que forman la vida y
llenan el vacío... preludiando la voz de la
alegría.
María José Castaño Rodríguez
Perso

Corría desnudo por un jardín que, en realidad,


era un laberinto. Los larguísimos pasillos esta-
ban formados por paredes de apreses, maravi-
llosamente recortados, de perspectivas
interminables, en los que se abrían calles trans-
versales igualmente rectilíneas e infinitas.
Cuando me cansé, arranqué una gálbula y la
mordí: era tierna y jugosa como un albaricoque;
su jugo estalló en mis labios y cayó viscoso por
mí cuerpo, como resina. A mi alrededor, brota-
ron mil colores. Y entonces fui capaz de recono-
cerlo: allí, palpitando y flotante, estaba el perso,
ese misterioso color del que hablaba Petrarca en
un poema y que yo nunca había sido capaz de
imaginar.
Verdi panni, sanguigni, ascuri o persi / non vestí
dorna unquancho, pronuncié a media voz.
Luego todos aquellos colores se disiparon, igual
quelos fuegos artificiales mueren en la noche.
Terminé decomer el fruto, saboreándolo. Me
sentí restablecido y eché, de nuevo, a correr.
Óscar Esquivias

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El viajero

Regresa el mar de sus devastadoras cumbres;


dentadas sus sienas, por abismales yunques afiladas:
para segar el triste silencio de las obras yermas...
Despliega un momento sus remotos esplendores,
sus parentales dominios amontonando urgente,
para de nuevo partir a sus planicies milenarias;
allá, donde las generaciones del brit y de las algas...
Y un viajero en su ondeante grupa se ha montado,
cabalgando alegre, sin añorar el día, la vida y la
memoria: hada los confines de las marítimas estirpes,
donde los baldíos de las aguas legendarias..
Alzando su osadía en los hádales ábsides:
para redimir a sus vestales del sacrificio blanco,
para perdonar a sus esclavas las profanaciones...
y pastorear esculturas de sal por los promontorios,
por las praderas, por las simas abisales:
enumerando las dinastías, tutelando las inmensidades,
soñando los inexpugnables pabellones,
que le lleven hasta los celestes pórticos
que conducen al secreto altar de la Belleza.
Miguel Ángel Barbero
Templarios

(Extracto del libro Literatura de la Edad Media para lectores curiosos, aún no publicado)

Las cruzadas ―hubo hasta ocho, de 1099 a 1272― movilizaron a reyes y a caballeros eu-
ropeos, amén de a una turba sin nada que perder, que deseaban recuperar para la cristian-
dad los Santos Lugares, en manos sarracenas (pese a este dominio, hasta el s. XI los
peregrinos cristianos pudieron acceder sin problemas a Palestina). Por otra parte, los inte-
reses económicos ―pensaban hallar grandes riquezas en Oriente― también espoleaban a

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los cruzados (un agudo aforismo de Arthur Schopenhauer reza: ¿Acaso no son, en el fondo,
casi todas las guerras otra cosa que expediciones de pillaje?).
Los beneficios materiales que procuraron las cruzadas fueron escasos. Ciudades como
Génova y Venecia prosperaron a costa de ellas, pues alquilaban barcos para el transporte
de tropas y pertrechos y concedían préstamos. Le Goff resume en tono burlón lo conseguido:
Apenas veo más que el albaricoque como posible fruto traído de las cruzadas por los cristia-
nos.
Mencionamos en un capítulo anterior que el concepto de guerra santa o yihad permeó el
cristianismo durante estas sangrientas campañas militares Según la Iglesia ―pronto cono-
ceremos a Bernardo de Claraval―, a los cristianos que participaran en la guerra contra el
infiel se les perdonarían los pecados y tendrían ganado el cielo (también apuntamos que eso
no les impidió saquear el emporio cristiano de Constantinopla durante la cuarta cruzada).
En este ambiente no tardaron en surgir órdenes que conjugaban lo militar con lo monacal,
una relación cuando menos extraña. Los hospitalarios, que atendían a pobres y enfermos, y
los templarios son ejemplo de ello. Sus miembros son laicos, pero hacen vida cuasi monacal.
Su misión consistía en proteger a los peregrinos que acudían a ver el Santo Sepulcro, donde
―se supone― estaba enterrado el cuerpo de Cristo. Beduinos y ashashins (feroces acólitos
del Señor de la Montaña) constituían un peligro real para aquellos que, tras mil dificultades
―en Europa tampoco los caminos era seguros― llegaban a las puertas de Jerusalén. Estos
peregrinos solían desplazarse en grupos numerosos y parte de la travesía la realizaban en
barcos desde puertos como Marsella. Jacques de Vitry, teólogo e historiador francés (s. XII―
XIII) explica en su Historia Orientalis para qué se fundó la orden del Temple:
Eran caballeros amables y entregados a Dios, llenos de sentimientos caritativos, que ha-
bían renunciado al mundo y se habían consagrado al servicio de Jesucristo mediante profe-
sión de fe y votos solemnes ante el patriarca de Jerusalén, jurando defender a los peregrinos
frente a los bandidos y a los salteadores criminales, proteger los caminos y luchar por el
Rey Supremo, viviendo como canónigos regulares en la obediencia, en la castidad y sin po-
sesiones.
Las palabras de Jesús recogidas en el Evangelio de Mateo refrendaban esta labor desin-
teresada de los que llevaban una cruz de color rojo sobre una capa blanca:
El Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida en rescate por
muchos. (Mt 20, 28).
Respecto al uso de la espada contra el enemigo también tenía Jesús una opinión. Cuando
fue arrestado por gente armada junto al huerto de Getsemaní, el más impulsivo de sus dis-
cípulos cortó con una espada la oreja del criado del sumo sacerdote. Y Jesús dijo:
Guarda tu espada, que todos los que empuñan la espada, perecerán a espada (Mt 26,
51).
No obstante, el fin justificará los medios: Bernardo de Claraval, monje cisterciense, re-
dacta, a petición de su amigo Hugo de Payns, un sermón titulado Elogio de la nueva milicia
templaria mediante el que justifica la guerra santa:
¡Qué felices mueren los mártires en el combate!
el soldado de Cristo mata con seguridad de conciencia y muere con mayor seguridad aún.
Bernardo es inteligente, memorioso, conoce al dedillo las Escrituras y escribe bien; así
define, por ejemplo, al nuevo monje-guerrero:
El soldado que viste su cuerpo con la armadura de acero y su espíritu con la coraza de
la fe…
La frase es magnífica. Antes ha vituperado a la milicia secular, esos guerreros corrientes
y molientes a los que tilda de modo indirecto de afeminados. Pero los templarios son otra

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cosa (y no se equivoca: pronto se convertirán en una fuerza de élite que no desfallece ni re-
trocede en la batalla, unos espartanos redivivos).
En otra parte de su sermón realiza una interesante semblanza de la vida de los templa-
rios:
Tanto en tiempo de paz como en tiempo de guerra, observan una gran disciplina y nunca
falla la obediencia […], se visten con lo que les dan y no buscan comida ni vestido por otros
medios […] Se abstienen de todo lo superfluo y solo se preocupan de lo imprescindible. Viven
en común…
Nunca permanecen ociosos ni andan merodeando curiosamente […] No hay en ellos fa-
voritismos; las deferencias son para el mejor, no para el más noble por su alcurnia.
Están desterrados el juego de ajedrez y los dados. Detestan la caza y tampoco se entre-
tienen ―como en otras partes― con la captura de aves al vuelo. Desechan y abominan a
bufones, magos y juglares, canciones picarescas y espectáculos de pasatiempo, por consi-
derarlos estúpidos y de falsas locuras. Se tonsuran el cabello, porque saben por el Apóstol
que al hombre le deshonra dejarse el pelo largo. Jamás se rizan la cabeza, se bañan muy
rara vez, no se cuidan del peinado, y van cubiertos de polvo, negros por el sol que los abrasa
y la malla que los protege.
San Bernardo añade otra frase lapidaria:
saben compaginar la mansedumbre del monje con la intrepidez del soldado…
Me picó la curiosidad en cuanto a las palabras de ese Apóstol que cita san Bernardo. El
Apóstol ―escrito con inicial mayúscula― por antonomasia fue san Pablo, quien recurrió al
género literario de la carta para catequizar a algunas comunidades cristianas. En su primera
carta a los Corintios, cuando habla de la compostura de las mujeres en las asambleas litúr-
gicas, menciona el cabello:
¿No os enseña la misma naturaleza que es una afrenta para el varón llevar el pelo largo,
mientras que para la mujer es una honra llevarlo así? (I Cor 11, 14―15)
¿Qué hacemos entonces con todo el arte figurativo de Occidente y de Oriente en que,
tanto Cristo como sus discípulos llevan el pelo largo en frescos, tablas, lienzos, mármoles,
vidrieras alabastros, metales… siglo tras siglo? Bueno, dejémonos de disquisiciones vanas y
sigamos con el Temple y sus esforzados caballeros.
Añadiré a lo dicho por el abad de Claraval que todos eran barbados y que, cuando se
acostaban en el jergón, no se quitaban ni la camisa, ni los pantalones, ni el cinturón ni los
zapatos. Respecto al día a día, se gobernaban por la regla de san Benito. Solo la comida era
más abundante que la que consumían los monjes del Císter, puesto que un guerrero nece-
sitaba energía para luchar. Régine Pernoud nos detalla qué comían: Generalmente, los her-
manos tienen una escudilla para dos, pero cada uno su copa, con igual medida de vino.
Comen carne tres veces por semana; los domingos hay dos platos de carne para los Caba-
lleros y uno para los escuderos y los sargentos. Las sobras se daban a los pobres. Todos los
días se revisaba dos veces el estado de los caballos, complemento básico del templario, ade-
más del equipo, aunque no se descuidaba el rezo. Resulta curioso el hecho de que dos coman
del mismo plato. También había en la Orden un sello para lacrar documentos donde aparecían
dos caballeros montados en el mismo corcel. ¿Recuerdo de la carestía de medios en los ini-
cios? ¿Un gesto de humildad? Nada concluyente he encontrado al respecto.
Huizinga dedicó un capítulo de El otoño de la Edad Media a las Órdenes militares y los
votos caballerescos, cuyo origen relaciona ―con cautela, eso sí― con antiguos ritos que aún
persisten en comunidades tribales: … las raíces de las Órdenes militares, como las del torneo
y las de la misma ceremonia de armarse caballero, se remontan a los usos religiosos de un
lejano pasado. El espaldarazo es un rito de pubertad, modificado ética y socialmente; es la
entrega de las armas a los jóvenes guerreros […] Las Órdenes militares no pueden separarse

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de las sociedades de varones, que existen en los pueblos en estado de naturaleza. Recordaré
al lector que el espaldarazo era un golpe dado de plano con la espada en el hombro o en la
espalda del elegido, que estaba arrodillado, para armarle caballero (como curiosidad diré
que en la capilla de Santiago del burgalés Monasterio de las Huelgas existe una figura arti-
culada de Santiago Apóstol que sirvió para tal fin, si nos referimos a miembros de la re-
aleza)..
La Orden de los Caballeros del Templo de Jerusalén fue fundada por Hugo de Payns en
1118. En total la constituían nueve hombres de ascendencia francesa y flamenca. Javier
Martín Lalanda describe el lugar donde se les permitió residir: A su llegada a Jerusalén, Bal-
duino [rey Balduino II] alojó a los nueve fundadores de la Orden en una de las alas de su
palacio, la antigua mezquita de al―Aqsa, donándoles como iglesia la cercana mezquita Kubet
es―Sajra [Cúpula de la Roca]. Este edificio de planta octogonal […] era denominado por
los cristianos el Templo de Salomón. De ahí que esos hombres pasaran a llamarse Templarios
(antes fueron los Pobres Caballeros de Cristo). Poco imaginaba este puñado de valientes
que la Orden del Temple llegaría a ser una institución poderosa, tanto como para prestar di-
nero a príncipes y reyes soberanos.
La estructura de la Orden era piramidal. A la cabeza figuraba un maestre, cuyo papel era
similar al realizado por el abad de un monasterio; era elegido por un capítulo de doce miem-
bros. La jerarquía social se mantenía: los caballeros, que podían tener un escudero, llevaban
un manto blanco (luego se añadiría una cruz bermeja). Sargentos y escuderos vestían uno
gris o negro. Había numerosos cargos. Los miembros solían ser reclutados entre los cruzados
que acudían a liberar Tierra Santa y que, en vez de regresar a sus hogares, tomaban la op-
ción de profesar en una orden militar famosa por la austeridad y el espíritu de sacrificio de
sus componentes.
Los templarios recibían abundantes donaciones y no pagaban el diezmo, de ahí que su
patrimonio creciera con rapidez. De hecho llegaron a ser los banqueros de Europa: guarda-
ban, transportaban y protegían el dinero ajeno, como el de los peregrinos, además de con-
ceder préstamos (hasta custodiaban patrones de pesos y medidas, dada la confianza que
en ellos se tenía). Eran casi independientes, debido a que Robert de Craon, el segundo maes-
tre de la Orden, se ocupó de que esta dependiera exclusivamente del papa, hecho que pro-
vocó el recelo y el malestar de los obispos, al no tener jurisdicción sobre ella. Para más inri
podían construir oratorios e iglesias, entre las que no eran infrecuentes las de planta circular,
por mímesis con la iglesia del Santo Sepulcro. Se han conservado documentos ―cartas de
donación y cartularios― que dan fe de lo que era entregado al Temple (incluso una vez al
año se realizaba una colecta en las iglesias a favor de la Orden). Tampoco faltaban testa-
mentos que les otorgaban herencias. ¿Qué se donaba? La investigadora Régine lo detalla:
… una tierra, una propiedad abandonada, pastizales, las recaudaciones de un diezmo, los
derechos impuestos a los siervos o campesinos del lugar, etc.
Los templarios también fundaban su riqueza en la agricultura, puntal de la economía de
la época. Adquirían ―o les eran donadas― tierras donde sembraban cereales, viñas y hor-
talizas. Eran explotaciones agropecuarias con un caserío formado por viviendas, capilla, cua-
dras, horno y molino. Recibían el apelativo de encomiendas y destacaban por su
autosuficiencia, característica que compartían con las granjas monacales. Es probable que
tuvieran bosques en usufructo paras abastecerse de leña y de madera para la construcción.
Disponían de miel, lana, harina, leche, huevos, vino, carne de cerdo o de vacuno, mantequilla
y queso. Muy importante era la cría caballar para dotar de monturas a los hermanos que
desempeñaban su labor en Oriente. Se calcula que la Orden poseía unas nueve mil enco-
miendas cuando fue suprimida.
¿A qué se debió tal supresión? Puede que a la coexistencia de un rey ambicioso y un papa
indeciso. Ese rey fue Felipe IV, señor de Francia, y ese papa gobernó la Iglesia con el nombre
de Clemente V, el primero que ocupó la sede de Aviñón. En el año 1307 los templarios más

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importantes instalados en suelo francés fueron detenidos. ¿Bajo qué cargos? Unos cuantos:
apostasía, ultraje a Cristo, ritos obscenos, sodomía e idolatría. Fueron torturados y confe-
saron lo que sus verdugos quisieron. El papa, bajo cuya jurisdicción estaban, protestó ante
el rey, pero luego cambió de opinión y en el año 1312 publicó dos bulas; una aprobaba la
supresión de la Orden del Temple y otra la entrega de los bienes incautados a la Orden Hos-
pitalaria.
A modo de anécdota ―triste anécdota― contaré que existe una leyenda según la cual Ja-
cobo de Molay, el último y malhadado maestre de los templarios, antes de morir abrasado
por las llamas, emplazó al papa y al rey: ambos rendirían cuentas a Dios por su injusticia en
un tiempo dado (un año al parecer); la realidad es que ambos murieron antes de que trans-
curriese dicho plazo. ¿Coincidencia? Helen Nicholson, una historiadora seria y competente,
no da ninguna credibilidad al hecho. Pero, ¿y si de verdad Jacobo de Molay profirió esa mal-
dición antes de que su garganta se llenara de humo? Más de un centenar de templarios mu-
rieron de forma tan cruel.
.En otros países en los que la Orden también estaba implantada la represión resultó mo-
derada, si la hubo. En España los templarios pidieron ser admitidos en órdenes militares au-
tóctonas, como las de Alcántara, Santiago o Calatrava, creadas durante el.s. XII (un siglo
después las seguiría la de Montesa). La Reconquista fue, sin duda, el acicate para que sur-
gieran. Siguiendo la estela del Temple, llegaron a acumular importantes patrimonios.

Ignacio Galaz
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© J. M.ª Izarra
Página 18 © Mayoral&Izarra
Burgos, tema literario
en textos del XIX

Siguiendo el planteamiento teórico de Elizabeth Frenzel o Raymond Trousson, expliqué mi


entendimiento de la noción “tema literario” cuando se establece la marca gramatical del nombre
propio como el perfil identificador de lo que define formalmente un tema literario”1, incluí en la
selección de monografías reunidas en el volumen abajo citado una monografía ―La Alpuja-
rra― que se ajustaba a la idea además de consistir en un topónimo. En el volumen II de esta
obra se incluyeron topónimos que, además, iban determinados por alguna determinación
como “Huesca, Campana de “ o “Zaragoza, Sitios de”. En la presente ocasión circunscribo el
ámbito semántico al topónimo que designa a la capital de Castilla a la que Cervantes recordaba

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en la primera línea de La ilustre fregona: “Burgos, ciudad ilustre y famosa”.
Estos calificativos corresponden a un tiempo ―1613― en el que la ciudad castellana, a
pesar de conservar el prestigio simbólico que le habían conferido su Historia, su posición
geográfica y los hábitos morales de sus habitantes, ya había iniciado una decadencia de la
que tardaría siglos en recuperarse. Con todo, la creación literaria de los siglos XVI y XVII haría
frecuentes alusiones a la ciudad evocándola en romances y piezas teatrales como cuna de hé-
roes medievales y la sede de los jueces, condes y monarcas del condado y posterior reino de
Castilla2. Durante el siglo XVIII, y a pesar de la renovación urbanística emprendida bajo la
égida de Carlos III3 , la actividad cultural de la ciudad estaba bajo mínimos; escritores como
Zavala y Zamora o el P. Flórez tuvieron que desplegar su actividad fuera de Burgos, las impren-
tas antiguas habían decaído en su actividad y se procedió a la demolición del teatro público.
Con todo, el estereotipo milenario de la honradez y el orgullo burgaleses aparecería en textos
descriptivos de carácter costumbristas como son las Cartas marruecas (1793) de José Ca-
dalso.
Pero habrían de ser los viajeros foráneos de los años románticos los que solaparían los
viejos tópicos de caracterización heroica con las emociones que les deparaban paisajes y edi-
ficios históricos; Théophile Gautier, Ernest Merimée, Richard Clifford, Victor Hugo, Isidoro Tay-
1
Leonardo Romero Tobar, Temas literarios hispánicos (I). Zaragoza, P. U. Z., p.10.
2
Alfredo Hermenegildo, Burgos en el Romancero y en el teatro de los Siglos de Oro, Madrid. F.U.E., 1958. Libro al
que sería preciso sumar numerosas monografías sobre textos concretos que tocan los asuntos citados más arriba y los reper-
torios bibliográficos dedicados a sus instituciones eclesiásticas como es el tomo XXVII (1772) de la España Sagrada del P.
Flórez o los muy expresivos relatos de visitantes y viajeros como Andrea Navagero, fray Antonio de Guevara, o Teresa de
Jesús.
3
Recuérdese que la construcción del Ayuntamiento fue el año 1788 a partir de dibujos de Villanueva, esta fecha
nos sitúa en la ampliación extramuros que experimentó la ciudad , así como e diseño del Paseo del Espolón en paralelo al
río Arlanzón.
lor, Hans Christian Andersen, Edmundo De Amicis y otros más proyectarían una emoción muy
intensa en su contemplación de los relieves arquitectónicos de la capital4 .
Allí estaba Burgos. Burgos debe ser, porque entre esa masa compacta y oscura de techos
puntiagudos, de torres almenas y altos miradores, he visto destacarse como dos fantasmas
negros, las gigantescas agujas de su catedral. En este momento me ocurre qué pensarán
esos monstruos de piedra, esos patriarcas y esos personajes simbólicos, tallados en el granito,
que permanecen día y noche inmóviles y asomados a las góticas balaustradas del templo, al
ver pasar entre la sombras la locomotora ligera como el rayo y dejando en pos una ráfaga de
humo y chispas encendidas (G. A. Bécquer, “Caso de ablativo”, Obras Completas, Madrid, Agui-
lar, 1954, p. 1042).

TEATRO-NOVELA

Consideraré, por consiguiente, los textos literarios del siglo XIX en los que el cuerpo de su
cronotopo es el resultado de una ficción teatral o narrativa y en los que ―adelanto una con-
clusión― la gravitación de los tópicos desplegados en los textos del Siglo de Oro aún seguían
vigentes. Hemos de partir del Romanticismo pues, como afirmaba el poeta Juan Ruiz Peña “es
Burgos una ciudad eminentemente romántica. Su medievalismo histórico, su goticismo ar-
quitectónico, su democrático sentido de lo popular definen este romanticismo”5 Varios escri-
tores, en el tránsito del XVIII al XIX desplegaron en sus creaciones variantes de estos asuntos
medievalizantes: el conde de Noroña en su tragedia Mudarra, Cadalso en Don Sancho García,
Álvarez Cienfuegos en La condesa de Castilla (1798, ed. de 1817), Joaquín Francisco Pacheco

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en Los Infantes de Lara, además del poema del mismo asunto del P. Arólas.

Estas obras dramáticas situadas en la capital de Castilla desarrollan conflictos relacionados


con los héroes medievales ― los jueces y condes anteriores al reino, el Cid, los infantes de
Lara―, conflictos para los que una anotación inicial de los textos señala que la acción sucede
en Burgos y que en las sucesivas acotaciones o en las intervenciones de los personajes sólo
se reitere esa referencia. Una reelaboración de Las mocedades del Cid de Guillen de Castro es
el drama de Hartzenbusch La jura en Santa Gadea (1845) cuyo primer acto transcurre en Bur-
gos y su muro exterior, el acto segundo pasa a un salón del alcázar de la ciudad y el acto ter-
cero se despliega de modo espectacular en la entrada de la iglesia de Santa Gadea con amplia
descripción de la decoración que representa el exterior del templo en los actos de juras. Alusión
general a la ciudad encontramos en las acotaciones escénicasde ///*La condesa traidora (1803)
de Álvarez Cienfuegos///, El favorito del rey (1847) de Juan Ruiz del Cerro o la pieza en un
acto Fernán González (1872) de Bernardo Aparicio. La localización urbana en Burgos se pre-
cisa con fina percepción en la segunda parte del Torquemada (ed. en 1882) de Víctor Hugo
para cuyo acto primero de la segunda parte leemos: “Le patio-royal, dit Conde-reyes, au pa-
lais-cloítre de la Llana, á Burgos. Cour carré, entourée d’une galerie á arcadestrilobées (...)”.
Más detenidas son las ambientaciones burgalesas de José Zorrilla tanto en su poesía como
en sus piezas teatrales, debido todo ello probablemente a la vinculación familiar que el valli-
soletano tuvo con la capital y pueblos cercanos. En el drama Sancho García (1842) la acotación
del acto primero indica que “la acción en Burgos por los
primeros años del siglo XI”, indicación topográfica que cobra una dimensión de ámbito histó-
rico-político en el canto colectivo que abre la acción de Entre clérigos y diablos (1870):
4
Véanse Femando Ortega Barriuso, Burgos, paseos literarios Salamanca, CELYA, 2002.-Leonardo Romero Tobar,
“Viajeros ilustrados en el Burgos del siglo XVIII”, CuldBurg (revista electrónica), n° 2, enero, 2016.
5
Juan Ruiz Peña, *Burgos en la literatura romántica española. Discurso de recepción en la Institución Fernán Gon-
zález (...) Discurso de contestación ... José María Codón..., 1957, Burgos, imprenta El Castellano, 26 pp.
Burgos es hoy altar,
y están por santos en él
debajo la Beltraneja
y encima doña Isabel;
porque las dos para Burgos
son el diablo y San Miguel;
el diablo, la Beltraneja
y el ángel, doña Isabel6
Una pieza teatral del año 1843 se ambienta en el Burgos del momento en una situación vi-
vida por un imaginado visitante al que las circunstancias de su viaje a Vitoria le han forzado
a pasar en Burgos una noche en la que vive dos enredos amorosos. Su autor es Manuel
Bretón de los Herreros cuyo sobrino Cándido Bretón en los Recuerdos de su vida y de sus obras
(en la edición de 1883, p. XI de las Obras del comediógrafo) señalaba cómo su tío tuvo que re-
fugiarse varios meses en Burgos en casa de una sobrina tras el polémico estreno madrileño de
La Ponchada en octubre de 1840. Posiblemente estos acontecimientos sugirieron al autor rio-
jano la escritura de una comedia titulada Una noche en Burgos o la hospitalidad (impresa en
1843), pieza cuyo protagonista es invitado por su hospedador burgalés a dar una vuelta por la
“nobilísima ciudad” como le propone su anfitrión don Celedonio:
Pero sin ver al menos
por delante y por detrás
por adentro y por afuera
esa fábrica inmortal,
nuestro magnífico templo metropolitano,

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audaz maravilla de las artes,
gloria de la cristiandad.
No te dejaré salir de Burgos (...)
Subiremos
a la torre principal (…)
Y luego que todo
nos lo enseñe el sacristán,
iremos al Espolón
(Bretón de los Herreros, Una noche en Burgos,,,, 1843, pp. 34-35, acto I)

También en los textos narrativos la ciudad Burgos aparece sóloen leves toques caracteriza-
dores, A principios de siglo Mor de Fuentes, en la Serafina. Novela en cartas escritas desde
Zaragoza a Burgos (1798), pone la pluma de su figura femenina para la comunicación escrita
con Alfonso Torre Alegre, avecindado en su “nuboso Burgos”. Y Braulio Foz en el viaje desde
Madrid de su Pedro Saputo (1844) escribe que su personaje “tomó el camino de Burgos.
Esta antigua corte de Castilla, esta primera capital de la antigua Castilla, dijo al llegar, no
hiede como la otra (Madrid). Ese es el palacio, con gusto lo vería todo; esa es la catedral,
hermosa, magnífica, digna de su famosa admiración” (p. 209).

Pasados los años románticos, otra escritora aragonesa ―María Pilar Sinués— plantearía un
conflicto amoroso vivido por una familia en la que la nieta y protagonista ―Rosa, publicada
1857― vive reduplicativamente el conflicto amoroso que había sufrido su madre; Rosa, ya
huérfana de padres y después de haber habitado en varios lugares de España, se traslada a
Burgos en compañía de su abuela y aquí culminará su amor con el hombre que había sido
también el amor de su madre. El capítulo primero de la novela lleva el título de una calle de la
ciudad castellana ―“La calle de San Esteban”―y estas son las primeras palabras de la novela
(no hay más palabras sobre Burgos en el texto):
6
Véase mi contribución al catálogo de la Exposición dedicada a Zorilla este año 2017 en Valladolid bajo el titulo
de “Zorrilla y Burgos”.
Cualquiera que haya recorrido la antigua ciudad de Burgos, habrá experi-
mentado un sentimiento de tristeza al cruzar sus barrios. / La ciudad nueva,
edificada debajo de la primitiva población, se asemeja a una linda doncella dor-
mida a los pies de su anciana abuela. Aquellas cuestas, en las que crece la
hierba que huella apenas la planta de sus escasos habitantes; aquellas sombrías
y tortuosas calles, dan tristeza al alma en medio del día y la llenan de terror en
las tinieblas de la noche. / La de San Esteban es sin duda la más triste del barrio
de este nombre; a su fin se ve el solar del Cid, venerado por aquel pueblo que
le vio nacer, una de las puertas de la grandiosa Catedral da también a esta calle,
destacándose soberbias las aéreas agujas de sus torres hacia el límpido azul del
firmamento./ Alguna que otra mezquina casa, de mísera apariencia, se ve aquí
y allá, y la neblina que obscurece casi siempre aquella parte de la ciudad, con-
densa la atmósfera hasta el punto que apenas dispensa a sus edificios la luz
opaca de un débil crepúsculo / (Sinués, Rosa, 1857, pp. 13-14).

Apenas encuentro relatos de la segunda mitad del siglo XIX que sitúen la ciudad como es-
cenario de sus tramas, salvo en una publicada por entregas en el periódico local El Orden
Público (1880) de autor Vicente García. En este enteco panorama, la ciudad es una simple re-
ferencia para los personajes realistas que, como los clásicos viajeros, la atraviesan sin mayores
consecuencias. Sirvan de testimonio de lo dicho los textos galdosianos en los que sus perso-
najes hacer rápido turismo de sus antigüedades; en Fortunata y Jacinta (primera parte, capí-
tulo V) , Juanito y Jacinta viven una noche de sus viaje de novios en la ciudad: “llegaron a las
tres de la mañana, felices y locuaces, riéndose de todo, del frío y de la oscuridad (...). El ruido
del ómnibus sobre el desigual piso de las calles, la subida a la fonda por la angosta escalera,

Página 22
el aposento y los muebles de mal gusto, mezcla de desechos de ciudad y de lujos de aldea,
aumentaron aquel frío invencible”. Distintos personajes de los Episodios pasan por lugares
de la provincia o tienen en ella relaciones familiares como le ocurre a Tito Liviano
cuya tía Bonifacio vive en Burgos (Amadeo I, cap.XIV).

POESÍA

En contraste con los apuntes tomados de la tradición aureosecular o de las impresiones li-
geras y rápidas producidas por un lugar carente de los atractivos de la ciudades modernas del
XIX, la creación poética fue ―y sigue siendo― mucho más intensa en percepción y estima.
Circunstancias biográficas generaron también la redacción de diversos poemas en los que
se exalta la belleza de los monumentos burgaleses o algún acontecimiento imprevisto7 . La
catedral y la Cartuja de Miraflores fueron, como era de esperar, objeto del canto enfervorizado
de distintos autores. Para la Cartuja recuérdense los poemas de Théophile Gautier de su libro
Espana(1845) titulados “En allant a la Chartreuse de Miraflores” y “La fontaine du Cimitiére”, la
oda de Ramón de Campoamor “En la Cartuja de Burgos” recogida en su libro Aves del alma
(1842) y el poema “ A la Cartuja” de Emilia Pardo Bazán (ed. Hemingway).

Pero fueron los poetas románticos quienes más intensamente cantaron las arquitecturas y
el alma burgalesas. En primer lugar, el duque de Rivas en su poema El Moro Expósito o Córdoba
y Burgos en el siglo Décimo , escrito en su exilio maltes y publicado en 1834. En este extenso
7
Es el caso del soneto de “Corina” escrito “En la muerte prematura del joven escultor D. José Álvarez , acaecida
en Burgos el 22 de agosto de este año (1830). Soneto: “Cuando esperanza grande confiriera/ mi patria con un hijo laborioso,/
la Parca horrenda el golpe tenebroso/ a su cuello asestó con risa fiera./ Álvarez murió ya; fue el hijo fuerte/ retrato fiel del
escultor famoso,/ que de la España a un hecho bien glorioso/ la vida en mármol su cincel le diera.//En la ciudad por Rómulo
fundada/ su estudio fue y allí su fama dura/ en la bella academia conservada. / Llórele el Tíber (...) gima la escultura,./
¡DeCastilla la Corte celebrada/ doliente le cavó su sepultura!” ( Biblioteca Nacional de Madrid, manuscrito 8483, Fol.. 221-
222)
relato de doce romances escritos en endecasílabos heroicos la ciudad musulmana y la urbe
cristiana son los polos en los que se significan los acontecimientos clave del relato, presen-
tando una antítesis entre la valentía y religiosidad de los habitantes de la ciudad castellana
contrapuesta a la brillantez de la Córdoba nativa del poeta:
Oscuro el cielo entre reacias nubes,
y entre nieblas oculto blanquecinas;
desnudo el suelo, donde invierno crudo
Su rigor y sus sañas ejercita;
y un horizonte de hórridas montañas,
que con peñascos áridos se erizan,
do nacen sólo verdinegros pinos,
y que abrumen las nieves, me lo indican.
………………………………………………..............
Ya la ciudad descubro belicosa, que es de los con-
des castellanos silla; ¡De la corte de Hixen
el poderoso, en todo cuan diversa y cuan distinta!
No cual Córdoba al cielo de zafiro
alza opulenta las gallardas cimbrias
Burgos naciente, ni de mármol y oro
alminares altísimos empina.
Gruesos muros levanta y torreones
de tosca piedra, donde el sol no brilla;
pero que a las tormentas y huracanes

Página 23
y al furor de la guerra desafían.
(Duque de Rivas, El Moro Expósito..., romance sexto, versos 45―64))

Ahora bien, el vallisoletano José Zorrilla es el poeta más implicado en el canto lírico a la ciu-
dad castellana. He recordado más arriba las huellas que dejó Burgos en algunas piezas tea-
trales suyas y este es el momento de traer a cuento sus leyendas “Historia de un español y
dos francesas”, “El montero de Espinosa” y La leyenda del Cid (1882), texto este último en
el que el poeta reconstruye en verso el plano de la ciudad exterior, fotografiándola en su me-
moria para llevársela consigo:
Tu Espolón entre dos puentes,
el torreado frontispicio
del arco imaginariado
que restauró Carlos Quinto,
tus desmantelados cubos,
tus arabescos postigos,
tus agudos campanarios
tus cruceros cupulinos,
tus filigranadas torres,
tus nobles templos tan ricos.
En sus recuerdos memorialísticos y en el poema confesional El Drama del alma-Algo sobre
México y Maximiliano reconstruye en el libro 5o sus visitas infantiles a la gótica catedral:

Yo que he venido a ella pequeñuelo


con mi madre infeliz que me enseñaba
a oír misa y a invocar al cielo,
mientras yo, ignaro aún, sólo saciaba
de ver el templo mi infantil anhelo
y sus palabras santas no escuchaba,
y en lugar de atender al sacrificio
admiraba encantado el edificio.
Para exponer en este libro 5o del poema la yuxtaposición de su experiencia trágica como
doliente amigo del emperador Maximiliano de Méjico al caer arcabuceado por sus sublevados
subditos ―tal como lo representó Manet en un lienzo famoso― al contemplar el Cristo camino
del Gólgota que esculpió Philipe Vigarny en los relieves del trascoro del templo:

¡Sueños, visión, delirio..., los antojos


disipa con que el alma me acongojas!
Sondar me aterra lo que ven mis ojos
de lanzas y de sables, hierros y hojas...,
rojas divisas..., uniformes rojos...,
¡la librea imperial!..., no...,¡blusas rojas!
¡forman el cuadro! ¿Quién? , ¡delirio insano!,
¡él... es él! ¡mi infeliz Maximiliano!
(Zorrilla, *E1 drama del alma, libro 5o “Vae victis!)

Las ciudades como tema literario ofrecen muchas posibilidades. Su descripción documentada
o impresionista, la caracterización de sus habitantes, el escenario para acciones reales o ima-
ginadas, su conversión en un personaje más que interactúa con los traídos al texto por el es-
critor. Los textos sobre Burgos que he recordado se sitúan en una etapa intermedia entre la
hipertrofiada recuperación de sus viejas glorias antiguas y la apertura a la nueva forma de es-
cribir desplegada en el siglo XIX. Falta en ellos la conversión de la urbe en ese personaje de
los textos más recientes ―de Rodríguez Santerbás y Osear Esquivias, por ejemplo― en que

Página 24
Burgos vive como un personaje de ficción.

Leonardo Romero Tobar

Haber vivido únicamente para disfrutar de ese gran invento de los hombres habría sido
suficiente
(Desde el Más Allá)

Mirando al cielo © J. M.ª Izarra


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Canon de perfección
© J. M.ª Izarra
Página 26

Claqué
© J. M.ª Izarra
Diez

Haber vivido únicamente para disfrutar de ese gran invento


de los hombres habría sido suficiente
(Desde el Más Allá)

GENIALES

Página 27
“Ni la casa ni el corazón del señor Allworthy estaban cerrados para nadie, pero tanto una
como otro estaban particularmente abiertos a las personas de mérito. A decir verdad, la
suya era la única casa de todo el reino en la que se podía estar seguro de conseguir una co-
mida si uno se la merecía.
Por encima de todos los demás, los hombres de talento y de saber compartían el lugar
principal en su favor. A este respecto poseía un gran discernimiento porque, aunque había
carecido de la ventaja de una educación ilustrada, estaba tan bien dotado naturalmente y
había aprovechado hasta tal extremo su vigorosa aunque tardía aplicación a las letras y el
trato con hombres eminentes en este campo, que era un juez...”.

REALISTAS
“Transcurrió el día en la misma forma que el anterior. La señora Hurst y la señorita Bingley
habían pasado unas horas de la mañana al lado de la enferma que seguía mejorando, aunque
lentamente. Por la tarde Elizabeth se reunió con ellas en el salón. Pero no se dispuso la
mesa de juego acostumbrada. Darcy escribía y la señorita Bingley, sentada a su lado, seguía
el curso de la carta, interrumpiéndolo repetidas veces con mensajes para su hermana. El
señor Hurst y Bingley jugaban al piquet y la señora Hurst contemplaba la partida.
Elizabeth se entretenía con una labor de aguja, y tenía suficiente diversión con lo que pa-
saba entre Darcy y su compañía. Los constantes elogios...”.

AUDACES
“El señor de Rênal, que iba pasando por todas las habitaciones del castillo, volvió a entrar
en la de los niños, con los criados que llevaban la paja. La entrada repentina de aquel hombre
fue, para Julián, la gota de agua que desborda el vaso.
Más pálido, más sombrío que de costumbre, se abalanzó hacia él. El señor Rênal se detuvo
y miró a sus criados.
―Señor― le dijo Julián― ¿cree usted que con otro preceptor sus hijos hubieran aprendido
tanto como conmigo? Si responde usted que no― continuó Julián sin dejarle tiempo para
hablar al señor de Rênal― ¿cómo se atreve a echarme en cara que los desatiendo?...”.

NOVEDOSAS
Al día siguiente, Goriot y Rastignac sólo estaban esperando ya la buena disposición de un
recadero para irse de la casa de huéspedes cuando, a eso del mediodía, el ruido de un ca-
rruaje que se detenía precisamente en la puerta de la Casa Vauquer, retumbó en la calle
Neuve―Sainte―Geneviève. Bajó del coche la señora de Nuringen y preguntó si estaba to-
davía su padre en la casa de huéspedes. Al oír la respuesta afirmativa de Sylvie, subió ve-
lozmente las escaleras. Eugène estaba en su cuarto aunque su vecino no lo supiera. Mientras
almorzaban, le había rogado a Goriot que se hiciera cargo de sus cosas, diciéndole que se
verían a las cuatro en la calle de Artois. Pero en lo que el buen hombre iba a buscar a los
mozos...”.

DIDÁCTICAS
“La primera decisión que tomó la señorita Murdstone, cuando el día de la ceremonia hubo
pasado y las ventanas de la casa se abrieron nuevamente para que entrara la luz, fue des-
pedir a Peggotty y anunciarle que tenía un mes para marcharse. Estoy convencido de que,
por mucho que le disgustara seguir a su servicio, Peggotty habría preferido quedarse con-
migo a la mejor colocación del mundo. Ella misma me dijo que teníamos que separarnos, y
me explicó el motivo; los dos fuimos muy sinceros al expresar nuestra pena.

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En lo que se refiere a mí o a mi porvenir, nadie pronunció una sola palabra ni dio el menor
paso. Creo que se habrían sentido muy felices si...”.

INCREÍBLES
“Yonville L’Abbaye (así llamado por una antigua abadía de capuchinos de la que ni si-
quiera quedan ruinas) es un pueblo a ocho leguas de Rouen, entre la carretera de Abbeville
y la de Beauvais, al fondo de un valle regado por el Rieule, riachuelo que desemboca en el
Andelle, después de haber hecho mover tres molinos hacia la desembocadura, y en el que
hay algunas truchas que los chicos se divierten en pescar con caña los domingos.
Dejando la carretera principal en la Boissièr, se continúa por la llanura hasta lo alto de la
cuesta los Leux, desde donde se descubre el valle. El río que lo atraviesa hace de él como
dos regiones de distinta fisonomía: todo lo que se queda a la izquierda son pastos, todo lo
que se queda...”.

ORIGINALES
“Cuando regresé a la posada, encontré a Queequeg totalmente solo. Había salido de la
capilla poco antes de la bendición. Estaba sentado en un banco, frente al fuego, con los pies
tendidos hacia la boca de la estufa. Con una mano tenía cerca de su cara el idolillo negro y
lo examinaba atentamente, tallándole delicadamente la nariz con un cortaplumas mientras
canturreaba para sí en su estilo pagano.
Pero al verse interrumpido, dejó la imagen. Poco después fue hacia la mesa, tomó un
gran libro que había en ella y apoyándolo sobre las rodillas empezó a contar sus páginas
con cuidadosa regularidad, deteniéndose un momento cada cincuenta páginas...”.

SUBLIMES
“¡Buen comienzo para la vida de un ermitaño! ¡Cuatro semanas de tortura, de dar vueltas
y de enfermedad! ¡Ay, los gélidos vientos de estos amargos cielos norteños! ¡Ay, los caminos
cortados y la lentitud de los médicos rurales! ¡!Y, ay, esta escasez de rostros humanos! Y, lo
peor de todo: la advertencia: la advertencia de Kenneth de que no espere salir de la cama
hasta la primavera.
El señor Heathcliff me acaba de honrar con su visita. Hace siete días me hizo llegar unos
grévoles, los últimos de la temporada. ¡Qué bribón! No está libre de culpa por mi enferme-
dad, cosa que pensaba decirle en cuanto lo viera. Pero ¿cómo iba a arriesgarme a ofender...”.

AMBICIOSAS
“El stárets había estado ausente de la celda unos veinticinco minutos. Eran ya más de las
doce y media y Dimitri Fiódorovich, por el que se habían reunido todos, aún no se había
presentado. Pero era como si se hubieran olvidado de él, y cuando el stárets entró de nuevo
en la celda encontró a sus huéspedes enfrascados en una conversación general animadísima,
en la que participaban sobre todo Iván Fiódorovich y dos monjes sacerdotes. También Miúsov
intervenía en ella y, por lo visto, con mucho calor, pero tampoco en esta ocasión el éxito le
sonreía; era evidente que se había quedado en un segundo plano y los demás no se moles-
taban mucho en responderle, hasta el punto de que esta nueva circunstancia acentuaba...”.

SORPRENDENTES
“Napoleón había comenzado la guerra contra Rusia porque no pudo por menos de ir desde
Dresde. Dejarse aturdir por los honores, vestir el uniforme polaco, ceder a la impresión de
la mañana de junio, dominar el acceso de ira en presencia de Kurakin y, posteriormente, de
Balashov.

Página 29
Alejandro I se negó a parlamentar porque se sentía personalmente herido. Barclay de
Tolly procuraba dirigir el ejército lo mejor posible a fin de cumplir su deber y merecerse la
gloria del gran capitán. Rostov se había lanzado al ataque contra los franceses porque no
había podido dominar su deseo de galopar por el campo llano. Toda aquella innumerable
cantidad de personas que participaban en esa guerra obraban de la misma manera...”.

(Una iniciativa de Félix J. Alonso Camarero,


con la colaboración inestimable de William Somerset Maugham y la mediación necesa-
ria de los traductores, que siempre están dispuestos a guiarnos certeramente por los in-
trincados caminos de la cultura.)

Sin palabras © J. M.ª Izarra


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Bolsa llena de ternura © J. M.ª Izarra


El sistema (educativo)

En 1901 Francisco Ferrer Guardia fundó la Escuela Moderna.


Siguiendo una línea pedagógica similar a su contemporánea, Institución Libre de Ense-
ñanza, en sus aulas no se impartían enseñanzas religiosas, sino sobre todo científicas y hu-
manistas. Se practicaba la coeducación (de sexos y de clases sociales), insistiendo en la
necesidad de la higiene personal y social. Fomentaba la no competitividad rechazando los
exámenes y todo sistema de premios y castigos. Abría la escuela a las dinámicas de la vida
social y laboral, al pensamiento libre e individual, fomentaba el aprendizaje en el medio na-
tural y el desarrollo integral del niño.

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Los niños y niñas tenían una insólita libertad, hacían juegos y ejercicios al aire libre, y
uno de los ejes del aprendizaje lo constituían sus pro-
pias redacciones y comentarios de estas vivencias.
Una rotura verdaderamente revolucionaria con los
métodos tradicionales.
Durante todo el primer tercio del siglo XX, muchas
escuelas, ateneos libertarios y universidades popula-
res seguirían los planteamientos ‘ferrerianos’ de la Es-
cuela Moderna.
Ciento diecisiete años después, la enseñanza tradi-
cional y globalizada camina por rumbos muy distintos
a los imaginados por Francisco Ferrer.
Asomémonos por un momento a la ventana del aula
(cualquier aula, da lo mismo) y observemos con dete-
nimiento lo que ocurre dentro de ella: Los alumnos y
alumnas llegan por la mañana y permanecen sentados
durante 5 ó 6 horas. Llega el profesor, comienza la
clase. La clase consiste normalmente en que uno habla
y los demás copian y escuchan. A la mayoría de los
profesores no les gusta que les interrumpan. Los alum-
nos lo saben y creen que es mejor estar callado y
hacer que escuchan la clase (“No le digas nada al pro-
fesor y mucho menos le lleves la contraria”, aconsejan
con frecuencia madres y padres). Por lo que el aula no
es (salvo en contadas ocasiones) un lugar de debate ni de intercambio de ideas y opiniones.
El alumno adopta un papel pasivo, cómodo para el profesor y seguro para él mismo. El pro-
fesor se comporta como un ser superior que todo lo sabe y el alumno copia (religiosamente)
todo lo que se le dice, sin poner en duda la vigencia, veracidad u objetividad de los conte-
nidos.
Adentrémonos ahora en el proceso evaluativo. Durante un periodo más bien corto los
alumnos tienen un número amplio de exámenes, por lo que se ven obligados a “chapar” un
montón de horas para memorizar los contenidos. Es decir, se evalúa en muchos casos la
memoria sin prestar excesiva atención al resto de las capacidades. No sabemos con certeza
si el alumno ha comprendido la materia, si sabemos que es capaz de reproducirla en un
papel. Imaginemos unas notas altas, un boletín atractivo lleno de notables y sobresaliente.
Ahora bien, preguntemos al cabo de 3-4 semanas… Et voilà! ¡El alumno ya no se acuerda de
casi nada! ¿Es este un sistema de enseñanza digno y propio del siglo XXI?
“La lengua de las mariposas” es una película dirigida por José Luis Cuerda en 1999. Está
basada en un relato de Manuel Rivas y en ella se cuenta como Moncho (Manuel Lozano),
tiene miedo de ir a la escuela, porque le han dicho que los maestros pegan a los alumnos
(“sistema pedagógico” imperante en la escuela española hasta los años 80, doy fe… “me
cago en la leche”). Pero para su suerte y sorpresa su maestro no es así. Don Gregorio (Fer-
nando Fernán Gómez) utiliza el método de observación como enseñanza. Es un maestro de
la República y cautiva a los niños con habituales salidas al campo. Efímera suerte la de Mon-
cho: Enseguida llega la dictadura franquista y la película y el método de enseñanza se acaba.
El aula es un espacio de cuatro paredes, normalmente triste y poco atractivo. Es un es-
pacio parecido a un lugar de reclusión. Para nada se parece al oxigenado, diverso y colorista
mundo real. La propia biología de un muchacho de 12 ó 14 años le incita a moverse y estar
activo. Los chicos se aburren. La clase revienta. El profesor grita y se incomoda. Ir al colegio
es un castigo. Para unos y para otros. Qué pena…
En España ha habido 6 reformas educativas en poco menos de 35 años: LOECE en 1980,
LODE en 1985, LOGSE en 1990, LOCE en 2002, LOE en 2006 y LOMCE en 2013. Salvo la
LODE (si no recuerdo mal) que intentó tímidamente y sin fortuna dar casi la misma impor-

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tancia a los contenidos que a las capacidades (y que fue descaradamente boicoteada por
muchos profesores que no estaban dispuestos a cambiar su anquilosado método de ense-
ñanza), todas estas leyes parten de las mismas premisas: el colegio como castigo, el profe-
sor como tirano y el alumno como vasallo. Triste.
La realidad es que las reformas educativas sólo han servido para imponer por el partido
de turno unos postulados pseudoideológicos alejados de cualquier posibilidad de consenso.
¿Dónde está la pedagogía del siglo XXI?
Francisco Ferrer Guardia fue fusilado el 13 de octubre de 1909 acusado (injustamente)
de haber instigado la semana trágica de Barcelona. Fusilado como Don Gregorio, el entra-
ñable maestro de “La lengua de las mariposas”. Que extraño fenómeno este, que cada vez
que alguien quiere cambiar el sistema educativo es fusilado… ¿Por qué será?
En Bruselas hay un monumento erigido a Francisco Ferrer en el que se le homenajea como
mártir de la libertad de pensamiento. Allí hay una placa que dice lo siguiente:
“La enseñanza racionalista puede y debe discutirlo todo, situando previamente a los niños
sobre la vía amplia y directa de la investigación personal”

Lino Varela Cerviño


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© J. M.ª Izarra
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Cresta de gallo © J. M.ª Izarra


El sentido de las ruinas,
de Jean Yves Jouannais

El nuevo ensayo de Jean-Yves Jouannais, El uso de las ruinas (Acantilado, 2017), está di-
vidido en veintidós capítulos breves pero fulgurantes, centrados en la devastación de una
ciudad o de un pueblo, y ligados a su vez a la historia de diferentes personajes, cuyos nom-
bres dan título respectivamente a cada uno de los capítulos.
Los nombres que encabezan cada una de las partes no siempre son conocidos personajes
históricos, como en el caso de Escipión Emiliano, el general romano destructor de Cartago
y de Numancia; o de Óscar Andrade Guimaraes, aniquilador de una revuelta de harapientos
en el sertao brasileño.; o de Agis II, caudillo espartano, que arrasó la ciudad de Mantinea

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cambiando el curso del río y dirigiendo sus aguas hacia las murallas de adobe, que acabarían
disolviéndose como un azucarillo. Militares todos ellos que, a pesar de sus acciones devas-
tadoras, se veían a sí mismos más como pacificadores que como guerreros, más como fun-
dadores que como destructores, más como artífices de una armonía universal que como
soldados sanguinarios. Contradicciones tan palpables que los convertirían en “hombres ator-
mentados y melancólicos”, tal como afirma el propio autor.
Por el contrario, la mayoría de los nombres que dan título a los diferentes capítulos son
personajes anónimos, o poco conocidos, como Emmanuil Evzerijin, que cubrió como fotó-
grafo la batalla de Stalingrado, y en una de cuyas instantáneas vemos, en medio de una
plaza destruida, una escultura intacta, que representa a seis niños bailando en corro alre-
dedor de un cocodrilo amenazante. El corro infantil se convertirá en el símbolo del mayor
giro de la Segunda Guera Mundial.
O como Otto von Gentz, el soldado alemán que escribió un diario en las trincheras de
Vauquois: “El 28 de diciembre de 1914, al mediodía, dos batallones franceses se lanzan a
un combate perdido de antemano. Avanzan a pecho descubierto. Caen todos. Al día siguiente
vuelta a empezar. Esta vez a las cinco de la mañana. Caen todos. Viernes, 30 de octubre:
mismo ataque de la víspera y de la antevíspera. Empantanados en las ciénagas, los franceses
se han detenido al pie del cerro. Nuestra artillería obra maravillas. A veces, se lanzan a la
carnicería con la banda de música a la cabeza y las banderas al viento. Asistimos a una co-
secha que, de tan eufórica, acaba por descorazonarnos”. La batalla por Vauquois duró de
1914 a 1918, cuatro años y dos días exactamente. Y el pueblo desapareció literalmente bajo
tierra, al ser horadado su subsuelo, donde los dos ejércitos enfrentados instalaban toneladas
de explosivos con la intención de hacer saltar por los aires a las tropas enemigas, que indis-
tintamente vivían como animales agazapados en las trincheras.
O como el periodista sueco Stig Dagerman, que visitó la ciudad de Hamburgo en 1946, y
que escribiría: “Desde este tren, durante un cuarto de hora, se contempla una vista ininte-
rrumpida de algo que parece ser un enorme depósito de paredes rotas, paredes solitarias
con ventanas vacías que se asemejan a ojos que miran al tren. A una velocidad normal el
tren atraviesa esa desolación. El tren está lleno como todos los trenes alemanes, pero aparte
de mí no hay una sola persona que mire por la ventanilla para ver lo que posiblemente sea
el campo de ruinas más horrible de Europa, y cuando miro a la gente me encuentro con mi-
radas que dicen: Este no es de aquí”. Dagerman no podrá olvidar ese momento en el que se
le vio, se le reconoció, como el extranjero que visita el campo de ruinas. Él, que por nada
del mundo quería recorrer como enemigo la nación castigada, había sido delatado por su
mirada.
O como el bibliotecario londinense Peter J. Bibring, retratado en la biblioteca de Holland
House, tras el Blitz de Londres en septiembre de 1940. El edificio ha sido destruido, pero
aún se mantienen en pie algunas estanterías con sus libros. Bibring, rodeado de polvo, sos-
tiene en sus manos las Historias, de Polibio. Se acuerda de haberlo estudiado en la univer-
sidad. Bibring cuenta en su diario que leyó la ultima página en un estado de sonambulismo.
Y algo hay de sonámbulo en el texto de El uso de las ruinas.
O como Bernardo Belloto, pintor, cuyas telas y dibujos, debido a su precisión, servirán de
modelo para la reconstrucción de los edificios de Varsovia destruidos durante la Segunda
Guerra Mundial.
Y para concluir este listado, no me resisto a citar uno de los capítulos más fascinantes del
libro, el que encabeza el escritor y filólogo Victor Kemplerer que, a raíz de los bombardeos
de los aliados, es el único que ve en Dresde lo que está a la vista de todos pero que nadie
parece ver.
El paisaje de las ruinas se yergue, en la mirada de Jean-Yves Jouannais, como una nueva
forma de enfrentarse a la historia de las ciudades. Es a través de sus ruinas como se podría

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detectar el valor de los edificios. O lo que es lo mismo, el valor estético de todo conjunto ar-
quitectónico dependería de lo que anticipa o promete como vestigio, como ruina. El autor
nos recuerda incluso una llamada “ciencia de la devastación”, cuya función sería predecir el
futuro de los países mediante la interpretación de los escombros de guerra. “Escombros
sembrados al azar. El más hermoso orden del mundo”, escribió Heráclito, cita que le sirve a
Jean-Yves Jouannais para reflexionar sobre el valor y el sentido de las ruinas.

José Luis Cancho

Máxima autoridad © J. M.ª Izarra


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Cuelgue numérico © J. M.ª Izarra


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El siete-seis
© J. M.ª Izarra
Los refugios de la memoria,
de José Luis Cancho

El 14 de marzo de 2018, los medios de comunicación de todo el país se hacían eco de la


concesión, ex aequo, del Premio de la Crítica de Castilla y León a José Luis Cancho y Ángel
Vallecillo. Al primero de ellos, por Los refugios de la memoria; al otro, por la novela Akú-
side.
Vaya por delante nuestra enhorabuena a ambos.
Hemos leído Los refugios de la memoria (Papeles Mínimos Ediciones, Narrativa 4, Madrid
2017; 85 páginas), que reseñaremos muy brevemente acto seguido.

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Lo primero que llama la atención del volumen de que se trata es su número de páginas:
no llega al doble de las 49 que, como mínimo, considera la UNESCO debe tener un impreso
no periódico para constituir un libro.
El aspecto señalado es todavía más llamativo si tenemos en cuenta que nos encontramos
ante una autobiografía, género que, habitualmente, da para cientos de páginas, pues los
autores correspondientes no solo cuentan las batallas que han librado de verdad, sino tam-
bién las que no han librado. Suelen ser de estas, por cierto, de las que más detalles recuer-
dan.
Estructurada en 20 capítulos, huye de todo lo anecdótico, resultando más interpretativa
que narrativa y descriptiva. En el primero de ellos, el autor da unas cuantas pinceladas
acerca de lo que es su existencia en el momento de comenzar a escribir el libro en cuestión:
pérdida de memoria, lentitud en la búsqueda de la palabra adecuada, dificultad para escribir
con soltura (nada de lo cual es cierto; en realidad, está abogando por una escritura esencial,
meditada, sin ampulosidades y justificando al mismo tiempo la brevedad del texto final), no
fuma, no bebe, no va al cine, el amor le parece empalagoso… “Mi única pasión ―confiesa―
es la indiferencia”. Y a continuación hace la siguiente declaración de intenciones: “Escribir
desde la perspectiva de un muerto, ese es mi propósito”.
Los cinco capítulos siguientes se desarrollan en torno a lo que José Luis Cancho denomina
su caída (no se atreve a hablar de su defenestración, porque no lo recuerda, aunque todos
los indicios apuntan a que, en efecto, fuera tal) desde una ventana del tercer piso de la co-
misaría de Valladolid, después de haber sido regalado con toda suerte de golpes y vejaciones
por parte de cuatro inspectores de la Brigada Político-Social, en enero de 1974. No escribe,
sin embargo, con ningún ánimo de revancha hacia sus verdugos (ni siquiera siente curiosidad
por saber qué ha sido de ellos, manifiesta); por el contrario, sí tiene palabras de admiración
y agradecimiento hacia el “gris” que no quiso sostener en instancias judiciales la versión tor-
ticera de los inspectores de la política-social que lo sometieron a “hábil interrogatorio”. Lo
sustancial de seis meses de hospital y dos años de cárcel completan la memoria de los tres
años más lóbregos de su existencia.
La salida de la cárcel y retorno al domicilio paterno a las afueras de Valladolid (describe
por primera vez el triángulo constituido por la prisión, el cementerio y el barrio ―su barrio―
del que hace formar parte a tan singulares edificios), la vuelta a un activismo agotador que
le impide tener una vida propia, la conclusión de los estudios de magisterio y el abandono
del partido tras una de sus primeras crisis existenciales son los hitos abordados a continua-
ción.
Del capítulo undécimo al decimocuarto, el autor memora el ejercicio de la profesión de
maestro en Irún y su traslado voluntario a la isla de La Gomera, donde, antes de comenzar
el curso y a raíz de una nueva crisis existencial, renuncia a la plaza y, consiguientemente,
pierde la condición de funcionario.
El largo viaje por tierras de Latinoamérica es el tema tratado en los dos capítulos siguien-
tes. “Me detenía en cualquier pueblo o ciudad, me sentaba en los bancos de las plazas, de-
jaba pasar el tiempo”, refiere el autor. Y, asimismo, unas líneas más adelante: “Los caminos
de tierra que recorría me trasladaban a las calles de mi barrio. Y pensaba que no había exis-
tido en mi vida una etapa tan importante como aquella (el triángulo se alzaba de nuevo ante
mí: el barrio, el cementerio, la prisión)…”
Seis o siete años después (esa cifra imprecisa viene a ser la duración de cada uno de los
ciclos por las que transcurre su existir, según sus propias palabras), ya de regreso, capítulos
17, 18 y 19, en medio de una fiesta bulliciosa, siente el impulso de aislarse en la única ha-
bitación vacía de la casa para comenzar a escribir. Así es cómo en un ambiente de penumbra,
garabatea las primeras líneas de la que será su primera obra, inaugurando su etapa de es-
critor al mismo tiempo que ponía fin a su época nómada.
Después de su primera novela, creó otras tres, más estas memorias que estamos comen-
tando, cuya publicación, al decir de su responsable, representa el final de su aventura como

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escritor, y el comienzo de una nueva etapa, indefinida todavía, por más que las dos frases
con las que cierra el libro (“cada vez me gusta más esta vida en la que participo cada vez
menos. Tengo temperamento de vagabundo”) nos lleven a pensar que va a iniciar un periplo
viajero y contemplativo.
En fin, Los refugios de la memoria es una autobiografía que no solamente se lee; se de-
gusta, se paladea desde el comienzo. A un léxico rico y patrimonial, preciso, hay que unir la
claridad expositiva y la exclusión de todo lo superfluo. Escrita en primera persona y en tiem-
pos verbales pretéritos, intercala, dentro de algunos capítulos, partes en presente de indi-
cativo, constituidas mayormente por frases cortas, a veces paradójicas, muchas veces llenas
de temblor poético, siempre cargadas de significado, auténticas confidencias.
La recomendamos encarecidamente.

José María Izarra

© J. M.ª Izarra
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© J. M.ª Izarra

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© J. M.ª Izarra
Una historia de los fanzines de Burgos
Primera parte

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Javier Ortega y Alberto Labarga
Una historia de los fanzines de Burgos
Primera parte

¿Qué es un fanzine?
El diccionario de la RAE lo define como “Revista de escasa tirada y distribución, hecha
con pocos medios por aficionados a temas como el cómic, la ciencia ficción, el cine, la música
pop, etc.”, siendo en origen un vocablo inglés proveniente de la contracción de fan (afi-
cionado) y magazine (revista). El término fue acuñado en 1940, en el entorno de los afi-
cionados a la ciencia-ficción, que creaban sus propias revistas para publicar historias de un
género literario que cada vez contaba con más adeptos; autores como Asimov, Bradbury o
Moorcock escribieron en este tipo de medios.

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Dicho esto, que nos permite tener una idea, resulta necesario, e incluso imprescindible,
destacar algunas características que nos ofrezcan una aproximación más certera a este fenó-
meno cultural.
¿Qué características tiene un fanzine?
Algunos términos familiares que nos acercan a este mundillo son ‘prensa alternativa,
marginal, amateur, edición pirata’, siempre teniendo en cuenta que son medios de comuni-
cación independientes de principio a fin: el autor o autores generan contenidos, diseñan,
financian, montan y distribuyen; es decir, cada cual elige lo que quiere contar y cómo lo
quiere hacer, le da el formato y diseño que su sentido estético le indique (escribir a mano
era bastante común y el ‘corta y pega’ era real, con tijera y pegamento; los ordenadores es-
taban por llegar), busca cómo costearlo (las fotocopias nunca han sido muy caras), se pasa
unas cuantas horas montandolo (qué gran invento el de la grapadora) y luego busca cómo
distribuirlo (se acude a los bares conocidos, tiendas afines, de mano en mano...todo muy
local) dejando unas copias para el correo postal; importante. Si se vende (normalmente a
un precio módico), queda pendiente la recaudación para poder financiar el siguiente número,
lo cual implica volver a los bares, tiendas...
Hacer un fanzine es, sobre todo, una necesidad, una urgencia, un deseo de contar algo,
de hacerse ver y oir, lo cual requiere pasión. Bendita pasión esa que nos abre la puerta a
aventuras para las que la lógica no tiene llave. La pasión es el motor principal que nos lleva
a mostrar lo que queremos hacer al resto del mundo, ya sea escribir, dibujar, fotografiar,
diseñar... Y la verdadera pasión se mueve por objetivos; es imparable. No importa demasiado
que uno escriba con faltas, dibuje mal o diseñe peor; lo importante es que lo haga con pasión
pues es lo que le va a ayudar a superar todos los obstáculos y poner su fanzine en marcha.
Hemos mencionado que suelen ser ediciones pequeñas y esto es por varias causas;
por un lado se escribe para un grupo de aficionados, generalmente reducido, también la dis-
tribución suele ser local, y luego está la economía, siempre austera. ¡Que funciona y se ha
vendido todo! Pues vuelta a la fotocopiadora a por otras cuantas copias, o a preparar el sigu-
iente número.
Cuando se habla de medios escasos nos podríamos referir desde lo más básico: escribir
a bolígrafo y reproducirlo tal cual, hasta formas más evolucionadas como las que surgieron
con la llegada de los ordenadores, pero lo más común era poder acceder a una máquina de
escribir en buen estado y que permitiese obtener unos textos bastante nítidos y, ¡a diseñar!
Para ello la herramienta básica era una buena tijera (el ‘cúter’ indicaba que uno era más
profesional, o tenía aspiraciones). Se puede pensar que con estos medios reinaba el cutrerío,
lo cual podía ser cierto en algunos casos, pero predominaban aquellos en los que se imponía
una estética decididamente personal que caracterizaba cada fanzine y había otros absoluta-
mente impecables, arriesgados, vanguardistas e, incluso, con un exquisito acabado a mano.

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Fanzines de allá

Los fanzines suponen un auténtico medio de expresión personal e independiente, una


alternativa a la cultura comercial predominante y de consumo, una celebración de lo indi-
vidual frente a lo corporativo, un torrente de pensamientos y sentimientos de quienes no se
sienten reflejados en lo que ven, escuchan o leen habitualmente. Son un excelente ejemplo
del DIY (do it yourself, háztelo tú mismo) que, para el caso, podríamos interpretar como
crea tu propia cultura versus consume la que crean para ti.
¿Cuándo surgen los fanzines?
Ya le hemos puesto una fecha y origen, discutidas y discutibles. Pero lo que en realidad
nos interesa es cómo y cuándo nos llegan a nosotros, a nuestro entorno. Para ello es nece-
sario destacar algunos momentos importantes: uno es el fenómeno de la ‘contracultura’ en
los años 60, en Estados Unidos, dando lugar al surgimiento, entre muchas otras cosas, de
algunas revistas de comics underground, con autores como Crumb, Williams, Shelton, Clay
Wilson y otros. Eran publicaciones que trataban temas que no tenían mucho espacio en
medios convencionales (cómic, sexo, drogas, música, política radical, comunas, estilos de
vida,...) de gran interés para muchos jóvenes de la época. Otro momento sería a mediados
de los 70 con la llegada del punk y la urgencia por cambiar lo establecido; a estos efectos
los barrios londinenses vieron eclosionar un movimiento que incluía música, política, es-
tética,... y fanzines que hablaban de todo ello. Sin duda hay otros hechos y momentos im-
portantes, pero estos marcaron un antes y un después, y se difundieron como las vibraciones
de un seísmo, llegando a todos los países y mezclándose con la idiosincrasia local.
Ya en la península, aun bajo el peso del miedo y la censura del régimen, surgieron du-
rante los primeros 70, algunos autores como Nazario, Mariscal,... que, bebiendo de la con-
tracultura americana, crearon y editaron cómics (El Rrollo Enmascarado, y otros) en una
Barcelona más permisiva y abierta a las nuevas ideas. No hace falta decir que el contenido
de aquellas publicaciones no tenía nada que ver con las viñetas bienintencionadas de la
prensa juvenil del momento.
Pero sería unos años más tardes, en la segunda parte de la década de los 70, cuando se
produjo otra revolución juvenil que empezó en la música y fue extendiéndose a otros ám-
bitos: el punk. Jóvenes desairados e irreverentes asaltaban la escena de un rock autocom-
placiente, previsible y, sobre todo, aburrido. El epicentro era el Reino Unido y pronto llegaron

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a sitios como el rastro de Madrid los primeros comentarios de conciertos, discos, fanzines...
que encendieron la mecha de la creación local para explotar poco después. La creación de
fanzines relacionados con el nuevo movimiento tuvo una progresión vertiginosa; empezó en
las grandes urbes pero pronto se extendió por todos los rincones. Lo podríamos definir como
un fenómeno viral. Viral y duradero. A este respecto, el libro De Espaldas al Kiosco, de Kike
Babas y Kike Turrón, es una minuciosa guía para profundizar más en una historia de la que
aquí hemos dado tan solo un par de pinceladas.
Y ¿cuándo llegaron los fanzines a Burgos?
En el citado libro de Babas & Turrón, se menciona La Cosa Nostra, a mediados de los 60,
de la mano del siempre adelantado Diego A. Manrique, si bien la verdadera eclosión llegó a
principios de los años 80 siguiendo aquella revolución musical que había empezado con el
punk y continuó con la nueva ola, el tecno o, un poco más cerca, la movida madrileña.
Algunas emisoras de radio a nivel nacional empezaban a reflejar dichos movimientos:
hablaban de nuevos grupos, de salas de conciertos y conciertos, de discos, de fanzines, de
sellos discográficos independientes, de fotografía, de pintura, de películas... algo estaba
pasando y nos llegaba por las ondas. O porque alguien viajaba a Madrid y volvía impresionado.
O a Londres!
El Diario de Burgos incluía, los viernes, un breve suplemento de 4 páginas que bajo el
nombre Mundo Joven (precursor del Todomundo) y la firma de José María Rey, nos ponía al
día en lo referente a grupos de música, discos, conciertos y noticias de interés para los
jóvenes más inquietos en lo referente a la cultura. En Marzo de 1983 su sección Mondatta
de Pop llevaba el siguiente título: Especial prensa alternativa: la batalla local de los
fanzines. Los FANZINES llegan a Burgos o “Hazte tu propia revista”, dedicándole dos
amplias páginas al fenómeno, con un poco de historia y unas cuantas columnas para los tres
primeros fanzines que hacía meses circulaban por los bares y tiendas de la ciudad: Cuarto
de Hora, Frente Idiota y Klub Klux Klam. El artículo es de recomendable lectura.
El mencionado suplemento, Todomundo, en su número 200 de Marzo de 1989, le dedicaba
varias páginas a recopilar datos sobre publicaciones locales, que han sido ciertamente útiles
para elaborar este artículo y por lo tanto de obligada consulta para profundizar en el tema.
Desde entonces se han producido numerosas aventuras editoriales de las que nos ocupan
y se siguen produciendo, adaptadas a las nuevas vías de comunicación. Intentamos, a con-
tinuación, mencionar todas las que hemos podido encontrar y dar una pincelada sobre algu-
nas de sus más distinguidas características, fecha de aparición, contenido, línea editorial,...
siendo conscientes que mucho se queda en el tintero, o no ha sido localizado o incluso no
correctamente descrito. La intención de este artículo es hacer una revisión de los fanzines y
similares (incluimos publicaciones menos ‘fanáticas’ y más profesionales, que escapan al
concepto de fanzine pero mantienen la difusa idea de publicación alternativa), editados en
Burgos, sabiendo que es un terreno movedizo y difícil de abarcar, por lo que desde aquí,
agradecemos a cualquier persona que pueda aportar más documentación o información útil
para ello. La propia filosofía del fanzine conlleva una difusión marginal y a veces única, como
sucedía con los paródicos pósteres de “Mórbido jueves”, en los que se realizaba un sólo ejem-
plar. Por este criterio de “No trascender más allá”, todo lo contrarío de la tendencia actual
de las redes sociales, muchas publicaciones son inalcanzables para un entorno diferente al
de su creación, por eso, al volver a contactar con muchos de los protagonistas de estos
fanzines, hemos recopilado y limpiado de polvo estas revistas para cederlas posteriormente
al Centro de Cultura Contemporánea, Espacio Tangente, que crearán una biblioteca de

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Fanzines de acá
fanzines para regocijo y consulta de antropólogos y curiosos habitantes de esta sala de lec-
tura. Desde allí se puede ir ampliando la colección y sobre todo, conservar esos pensamien-
tos contraculturales que no estaban de acuerdo con lo establecido.
Siendo, este artículo, un intento de poner un poco de orden y arrojar algo de luz sobre el
pasado reciente de un fenómeno en su acepción más local, somos conscientes que puede
contener imprecisiones y algunos errores así como posibles olvidos. Esperamos que no sean
de gran importancia pero queremos que esta plataforma pueda servir para completar todo
ello y pedimos que cualquiera que tenga algo que aportar o haya descubierto alguna de las
imprecisiones, errores u olvidos mencionados, se ponga en contacto con nosotros escribiendo
al correo electrónico culdbura@gmail.com para poder rectificar e incluirlo en una segunda
parte.
Y empezaríamos la historia con La Cosa Nostra (mediados de los 60)

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La España gris de la dictadura se impone como una losa entre los jóvenes. Pero unos in-
quietos amigos no se resignan y proponen un proyecto de revista underground. Nombre:
Cosa Nostra. Entre los instigadores está Diego A. Manrique (Pedrosa de Valdeporres, 1950).
A nuestro más reconocido e inigualable crítico musical, le gustaba hacer las cosas bien, y
después de dibujar la cabecera, inscribe la publicación en el UPS (Underground Press Syn-
dicate) y en el Registro de Publicaciones Periódicas.
Entre el vaivén del proceso de búsqueda de contenidos, colaboradores e imprenta, un in-
esperado protagonista hace su aparición en el planillo, la policía. No era el agente de barrio,
era la policía de la dictadura de Franco, la Brigada Político Social, que perseguía delitos políti-
cos, eso es, desde masones a comunistas subversivos. Desde Madrid, tenían el encargo, de
investigar qué era eso de una revista que pertenecía a un sindicato underground y que
encima se llamaba Cosa Nostra. No encontraron nada porque no había nada pero los Man-
rique’s sí tuvieron que visitar la comisaría. Días después les llegó la negativa de la inscripción
en el Registro, porque según ellos, la revista “no tenía viabilidad económica”. Ahí se quedó
el loable intento.

Cuarto de Hora
1980. Cuatro números
El fanzine salió por una iniciativa de Moncho Prada, un gran aficionado de la música, y de
Rafa Sáiz, devorador de cómics y tebeos. Eran los ochenta, cuando a imagen de lo que se
hacía en grandes capitales, se plantearon sacar unas hojas con su visión particular de los
asuntos que les apasionaban. Por ampliar un poco el espectro añadieron la tele y los video-
juegos como temas de interés, para los que contaron con colaboradores (Juan y García) que
aguantaron el primer número, sufrieron el segundo y se perdieron en el tercero, que es
cuando ficharon de lleno al ilustrador Eloy Luna (algo había dibujado en el 2º) que aportó
unas historietas más divertidas y localistas.

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Sacaron a la calle cuatro ejemplares entre finales de 1980 y 1981. Eran 8 hojas fotocopi-
adas por las dos caras (en el CUA ―la futura Universidad se llamaba así―, que era más

barato) y los vendían en plan voceador en la Flora los domingos, a 20 pelas los dos primeros
y a 25 los dos últimos. Se autoimpusieron la medalla del “primer fanzine burgalés” al ade-

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lantarse al “Frente Idiota” por un número. El quinto ejemplar se quedó en máquinas sin salir
a la calle.

Chomix
1981. Un número
Eloy Luna y su compañero de fatigas Antonio Alonso se embarcan en un proyecto de
fanzine, de contenido cómic, que realizan hasta el mínimo detalle. La portada, con sus

caricaturas, está dibujada con una técnica parecida al pirograbado, en este caso con una
técnica más casera, pegamento quemado con cerillas. Historias propias como En el planeta
Mokordo, La apuesta, Osti tú (premiada en la revista Toutain), ¡Dios mío! ¿por qué ocurren
estas cosas?, Sucesos en el mundo del chomix, Los cabritillos y hasta 32 páginas donde no
falta el detalle del consultorio de cartas de Heleno F., la divertida entrevista imaginaria y la
tarjeta de pedido para los siguientes números. Un imaginativo y laborioso trabajo que no
llegó a publicarse por falta de medios y del que solo existe un ejemplar, incunable, que con-
servan los autores.

Klub Klux Klam


1983. Dos números.
Surgido pocos meses después que el Frente Idiota, también respondía a la inquietud
general que algunos jóvenes intentaban manifestar, reclamando un espacio para la expresión
de aquello que escuchaban, veían, sentían, vivían, y de lo que no veían reflejo en los medios

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de expresión habituales, excepto algunos programas de radio, en concreto Radio 3. Se
publicaron dos números de este fanzine en el que, según escribía J.M.Rey en el suplemento
de DB, Mundo Jóven, “todo es destacable, comenzando por su absoluta coherencia ideológica

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y continuando por su impecable transparencia y consiguiente credibilidad juvenil… hecho
por, para y desde una verdadera pasión de fan, algo personalmente entrañable” para con-
tinuar con elogios hacia “una publicación musical en el sentido más combativo del término,
que pasma por el insólito dominio del terreno y la lucidez expositora”, ofreciendo “una autén-
tica lección de mordacidad y adrenalina provocadora”;”sin duda el ejercicio más competente
realizado en Burgos hasta la fecha”. La tercera entrega se quedó entre las manos del Cartujo,
principal artífice de la criatura, tanto a nivel de textos como de ilustraciones y diseño, y
Javier Ortega así como algún cómic de Moisés Berro. Sus creadores generarían otros
fanzines, crearían grupos de música, rodarían películas...

Más allá de Pulidor


1983. Cuatro números
Gerardo Cancho, Enrique Herrera, Manuel Alonso, Carlos Vadillo, Fernando Goicoechea,
compartían un piso en el centro de Burgos por el que pasaban numerosas personas con in-
quietudes artísticas y creativas. Alguien se puso a transcribir alguna de las divertidas con-
versaciones y se trasladaron a un fanzine que así fue tomando cuerpo. El objetivo principal
era pasarlo bien. El meollo tertuliano se realizaba en la cuarta planta de un edificio de la
calle Laín Calvo. En la tercera había un rótulo que describía la actividad profesional del
cabeza de familia: Pulidor. De ahí el nombre de la revista: “Más allá de Pulidor”, un guiño
sarcástico al libro “Más allá del bien y del mal” de Friedrich Nietzsche. En esos años, el libro
y su pensador eran muy populares y seguro que tuvieron algo que ver.
Entre los colaboradores estaban Enrique de la Torre, Guillermo Martínez, José Luis Cancho,
Carlos Arandilla, Belén, Alberto Labarga, Ana Moratinos, Juanjo Alegre y Miguel Ruiz. Varios
de los promotores formaban parte de la popular copistería Copinova, lo que facilitaba el pro-
ceso de producción. Su contenido era mayormente literario y político, con una original gráfica
y sátira y humor a raudales. La sección “Plus Ultra Pulidor Times” (Noticiero antiespasmódico,
diurético y vasodilatador) incluía noticias como: “Los salvadoreños sortearon múltiples difi-

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cultades para votar. La principal, estar vivos.” “Presentación del libro “Burgos en la Edad
Media”. Aunque ya estamos saliendo”. Hay que resaltar el informe “La guerra de la comuni-
cación” donde se apoyaba la creación de Radios Libres y el desternillante dossier sobre defe-
cación de 17 páginas de color amarillo, elaborado por Defecasa, donde recoge los hábitos
cacatorios de los burgaleses. Una joya de ingenio y crítica social. Su anuncio en la portada
era con una cagarruta de ovino envuelta en una bolsita de plástico.
Eso sí, muy poco o nada de música, cosa rara en las revistas del momento. Llegaron a
imprimir cuatro números y 100 ejemplares por número. Formato en A4 y entre 30 y 40 pági-
nas. Sin publicidad, su periodicidad era entre tri/cuatrimestral. La distribución, en este caso,
era mano a mano, entre conocidos y amigos de los coordinadores con mente abierta y es-
píritu crítico.

Briviesca Arde
1983. Cuatro números
Briviesca Arde es una canción del grupo Los hijos del enterrador, grupo nacido en La Bu-
reba que hizo furor en la zona durante los 80. Hartos de escuchar a los Stones, Zeppelin y

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Julio Iglesias, llegaron a sacar cuatro números con la intención de “ser el tubo de escape
que saque toda la contaminación de este jodido pueblo, aunque sea tan solo durante los
momentos en que nos afanamos para hacer que esto llegue hasta tí”. Verdadera inmediatez
y rabia punk. Domingo Ortega, una de las plumas más activas del fanzine y el resto del
grupo, consiguieron ser profetas en su tierra por la buena acogida de la publicación que so-
licitaba la beatificación de Sid Vicious. Algún número iba acompañado con una cassette con
grupos como sus adorados The Clash, Siniestro Total, Nikis, Desechables y ¡como no!, Los
Hijos del Enterrador.

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Tiempo de construcción
1984. Un número
No pasaron del primer número. Con el subtítulo de fanzine futurista, Juanjo Relaño, Arturo
Vicario, Alberto Serna y alguno más, amigos de Gamonal que compartían interés por la mú-
sica electrónica y la tecnología, deciden poner sus ideas en papel. El brazo musical del fan-
zine era el grupo Drama, drama, con la participación de Víctor Alonso que llegó a presentarse
en algún concurso Pop-rock.
Juanjo participó en varios grupos musicales como Kalashnikov y en la actualidad sigue su
faceta creativa tanto en la música como en la multimedia.

El acomodador del bosque


1984 Tres números
Tres amigos, Raúl, Andrés y Félix, se enzarzan en una aventura creativa que les lleva a
editar un fanzine singular y cambiante a cada número, siendo el último en forma de original
cilindro tipo papiro y el contenido merodeando siempre la nueva ola y la movida madrileña.

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En un elogioso artículo sobre Paloma Chamorro y su programa La Edad de Oro, declaran:


“hemos pasado del aburrido playback a ser la primera y la única televisión del mundo que
hace un programa con este tipo de música, en directo y sin censura. Nunca hubo ni habrá
otro programa mejor en televisión”. Sentencias que para algunos siguen siendo válidas más
de 30 años después. Sus páginas recogían comentarios y entrevistaban a los artistas más
novedosos del momento: Los Nikis, Alaska, Coyotes, Almodóvar, La Mode, Seres Vacíos, Pis-

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tones,... Pero El Acomodador era algo más que un fanzine y sus miembros, además de editar
otros fanzines (Histérica Pasión, Historias de un hombre biunívoco) formaban un grupo mu-
sical con el mismo nombre, grupo que se llegó a presentar al Primer concurso pop-rock ciu-
dad de Burgos y cuya puesta en escena era lo más atrevido y surrealista que se había visto
sobre las tablas locales.

Combate en el Congo
1984. ¿Un número?
De espigado formato y cuidada estética, este fanzine, con un pie en Cantabria y otro en
Burgos, del que solo hemos podido rastrear un número, se centraba en la música rock y la
nueva ola, con revisión de bandas, listado de temas destacables y algunos comentarios, fal-
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tos de mordiente, sobre nuevas tendencias: “el punk surgió, arrasó, escandalizó y murió de-
vorado por su propia velocidad y condición en apenas dos años. Bastaba con que cualquier
chaval con la suficiente rabia contenida y una fuerte dosis de descaro subiera a un escenario
y vomitara unos cuantos versos furiosos con unas cuantas ráfagas básicas de guitarra para
que hubiera una nueva estrella del punk. Era más importante lo que se tenía dentro para
expresar que el cómo se expresaba”. Así lo veían. De su núcleo surgirían varios grupos mu-
sicales con el devenir de los años.
La Garrafa
1984. Cinco números
Fanzine que marcó el camino de las publicaciones contraculturales en Miranda. Se editaron
cinco números con un contenido musical, principalmente influidos por el emergente rock ra-

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dical vasco y la movida de Madrid. El colectivo también organizó conciertos como el de La


Polla Records y el rock Miranda 85 y montaron la I Muestra de Vídeo Musical en el 86.
Más adelante, también en Miranda, surgió Chatarrería, un intento de revista juvenil que
absorbió el propio ayuntamiento que editó dos números con temática magazine, un poco de
todo, y que no llegó a consolidarse.
Nuevo Gótico
Enero 1985. Un número
Intento de fanzine gratuito, financiado por publicidad, que no llegó a cuajar. Sus escasas
páginas contenían noticias de conciertos y grupos locales junto con otras de la viva escena

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pop nacional y alguna ilustración. El Colectivo Gótico, que era el que lo creó, volvió a inten-
tarlo poco después con Metropol Musical Magazine, hoja volante que publicitaba al bar del

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mismo nombre, sin pasar del primer intento. Tiempo más tarde, de sus cenizas y repitiendo
el formato de hoja volante, surgió La Voz de la Sombra, que sólo se distribuiría por correo
postal y se hacía eco de otros fanzines, ediciones en cassette, propuestas de arte postal, al-
gunas ilustraciones y relatos propios llegando a poner en el correo varios números. La Hoja
Fav, surgida a continuación, compartía creadores e intenciones.
Patinaje interestelar
¿1985?
Un fanzine eminentemente musical, deslumbrados por la música de Police y tendencia al
género más experimental como Diseño Corbusier, Neo Zelanda y Esplendor Geométrico, del

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que dicen: “el primer grupo que graba un disco totalmente independiente en España”. Se
trataba de “Necrosis en la polla”, un disco de culto. Tampoco faltaba la crítica social: en su
editorial llamado Manifiesto, arremeten contra el ayuntamiento de la ciudad y el clero.
Hal 10.000
1985. Un número
Con un diseño limpio y cuidado y un nombre inspirado por la novela de Arthur C. Clark.
“2001, Odisea en el espacio”, este fanzine de temática musical y cómics de producción pro-

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pia, con entrevistas a Jesús Arias, de la banda granadina TNT y artículos sobre Aviador Dro,
Los Iniciados, Laboratorio Fromm y The Lords of the New Church, no llegó a tener una se-
gunda entrega.
Cantarranas
1985
Antonio Grigelmo y Alberto Labarga pusieron en marcha esta revista a finales del 85. La
primera guía de ocio de Burgos. Un magacín crítico y protestón con las políticas municipales

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llevadas a cabo por el alcalde entonces, el populista José M. Peña y su equipo. Con colabo-
raciones periodísticas del extinto periódico El papel burgalés (7 de junio al 10 de octubre de

1983), firmas como las de Pachi Larrosa, Alejandro Alcalde, Eloy Luna y Julián Velasco
(cómic), Enrique Muñoz, Carlos Salvador, Tino Barriuso, Miguel Calvo, Visitación Andrés y
otros más. Posteriormente recogió el relevo Ignacio F. Ordoño, que consiguió editar la revista
durante varios años, publicando más de cien números, y subsistir a base del menudeo pu-
blicitario. Este proyecto demostró que no es incompatible editar una guía de ocio y de ser-
vicios con contenidos interesantes, dignos y literarios.

La Burgatti ataca
Marzo-Junio 1986
El Wicha es un dinámico personaje que ha tratado de vivir de la música en cada una de
sus acepciones y en una ciudad con tan pocos significantes como era el Burgos de los se-
tenta. Estuvo de vocalista en “Los Vivos” y se hizo manager y promotor de otros muchos
grupos. Tanto organizaba una verbena rural, un concurso pop-rock como unas memorables
noches musicales en el escenario más modernista de la ciudad, la cafetería Pinedo, que aca-
pararon la noche burgalesa con los grupos locales durante una buena temporada. También
estuvo detrás de la publicación “La Burgatti ataca”, cuatro números, eminentemente musi-
cales y de promoción de los grupos locales, con perlas como los reportajes de Julio Aréchaga
sobre los pioneros del rock en España, las aventuras de Homero Punk, un cómic de Jesús
Susilla, la movida de Villalar 86 y los concursos de pop-rock. Siempre apoyando a los grupos
locales, JL Martínez, el Wicha, ha conseguido sobrevivir con lo que siempre ha deseado, la
música, y lo más importante es que, ejerciendo de manager, esta profesión de alto riesgo,
lo puede contar.

Babia
1986
Esta revista se realizó en el bar del mismo nombre, la primera de varias propuesta que
aglutinaron un colectivo que “movió” la ciudad con nuevas propuestas y ganas de romper
con la caspa municipal. En este caso la revista fue ideada para distribuirse en el bus del
viaje organizado para ver a los Cure en Donosti, el 2 de agosto del 86. Un contenido emi-

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nentemente musical con un dossier sobre los Cure elaborado por Chuso Dj. También apare-
cían Elegantes, The Nativos, La Fura dels Baus, The Three Johns, The Woodentops,
Fuzztones, The Pedrol Emotions y reportajes sobre la prevención del Sida y el colectivo gi-
tano.
Bugati
1986. Noviembre
Carlos Bacigalupe promovió esta Guía de Ocio en Burgos de periodicidad mensual, formato
cuartilla y 34 páginas de cultura en general, música y ocio y otros temas de interés. Encontró

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en Luiso Orte y Fernando Portillo los coordinadores perfectos para hacer un producto atrac-
tivo en sus contenidos, comercial en sus propuestas y profesional en diseño e impresión. La
plantilla de colaboradores era muy amplia y creativa: Jesús López Sobrino, Charo Martínez
Rodríguez, Julio Aréchaga, Azucena Rico, Fermín Ángel G L, El Tío Antonio, Nacho Bacigalupe,
Juanjo Bagües, Pepe Berjano, Carlos de la Sierra, Roberto Bacigalupe, Pilar Canales, Ignacio
Tudanca, Mediavilla y Gallardo, Ana Hervás, Blanca Arriola, Jk ose, Echevarrieta-Letelier, Ro-
berto Trelles, Chema Varona, Javi Gil, Juanito Mediquilla, José Álvarez Calviño.
El propio Carlos, comenta las claves de su viabilidad: “Nos preocupaba bastante la calidad
de la impresión y sobre todo que las portadas fuesen a todo color, en una época en que la
impresión era muy limitada, para diferenciarnos de otros fascines y atraer la atención del
público al que nos dirigíamos. Por este motivo y por ser gratuita, se encontró la viabilidad
económica. También hacíamos nuestros pinitos de marketing con regalos de viajes, organi-
zando concursos ocultos en la revista, etc, que hacían a la gente seguirnos mes a mes. Todos

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los beneficios económicos se repartían comprando material que necesitaba la gente que nos
ayudaba, pequeños pagos a los colaboradores y alguna cena que otra.”
Bugati se distribuía en bares de Burgos, Miranda de Ebro, Briviesca, Lerma, Roa y Aranda
de Duero y ofrecía suscripción gratuita para quien lo deseara. Otras actividades realizadas
con la marca del fanzine fue un libro, “De Bardulia a Castilla”, un trabajo de investigación de
la historia de los orígenes de Castilla realizado por Carlos de la Sierra.
Ricardo Blackman
1986
A modo de “hojas volanderas” y carteladas, postales, pegatinas, los pasquines de Ricardo
Blackman han sido constantes en la ciudad desde 1986 hasta 1992. Con periodicidad “alea-
toria, una demencia así solo puede ser aleatoria”, según sus palabras, calcula que en total

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serían unos 25 ó 30 mensajes diferentes, distribuidos por toda la ciudad, sobre todo por los
bares.
Él se lo hacía, él se lo comía. Entre la genialidad surrealista y el “cachondeo mental”, los
mensajes de Blackman vapuleaban a la sociedad mojigata salida de la dictadura franquista.
“Estaba harto de callármelo todo y decidí compartir la fiebre”, dice cuando quiere definir sus
contenidos que abarcan a todo tipo de género y personal; desde el postureo taurino hasta
la intocable iglesia, el negro futuro para los jóvenes, el desengaño de convertir la joven de-
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mocracia en el acto de introducir un voto cada cuatro años y el contenido que él llama psi-
quiátrico y que servirá de terapia para su público preferido, el de “los inadaptados”.
A Raquel Hortigüela Capilla
“Pequeña y dulce corazón coraza”
Mario Benedetti

“Cuando mi voz calle con la muerte,


mi corazón te seguirá hablando”
Rabindranath Tagore

Este texto está dedicado a Arturo, Marisa, Eduardo,


Asunción, Joaquín & Daniel.

No parece octubre. Las mañanas son calurosas (gente que viste camisas de manga corta
y faldas de seda, manchas de sol reverberando sobre las paredes de los edificios) y los ár-

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boles se muestran frondosos, verdes aún. Hay terrazas junto a las cafeterías y anochece
más tarde: ninguna farola se enciende antes de las diez de la noche.
Mientras camino por las avenidas comienzo a evocarte, igual que cuando tú las recorrías
y eran otras. Te reconozco en los ecos que me llegan (alguien que llama por tu nombre a
otra persona), en la imagen que ofrece una plaza, un ventanal donde se refleja la claridad
de la tarde. Parece que, de un momento a otro, voy a coincidir contigo en mitad de la acera
o doblando una esquina o mientras espero en un paso de peatones.
Cada latido de la ciudad me devuelve a ti.
Los recuerdos se agolpan y difuminan, vienen y van. Son esos pájaros que se elevan y
descienden casi simultáneamente, tan pronto a ras de tierra como posados sobre los aleros.
Uno de ellos me dirige al día en que me saludaste por primera vez. Había entrado en el Bar-
deblás para hacer una parada en mi vuelta y, de paso, tomar algo que aliviase la sed. A
pesar de la gente reunida en el local, en modo alguno esperaba tropezarme con un conocido:
sólo mataba un poco el tiempo antes de reanudar la marcha. Y entonces, escurriéndote entre
la concurrencia, apareciste. Habías quedado, comentaste tras decirme “¡hola!”, con la segu-
ridad de estar saludando a un viejo amigo. Hablamos sobre las conferencias literarias en las
que habíamos coincidido durante los meses anteriores, sin conocernos en persona; la mu-
danza que estabas terminando de realizar; la posibilidad de reencontrarnos en las reuniones
del nuevo curso, unas semanas después. Seguro que nos veríamos, dijiste sonriente (tu
sonrisa pequeña, cálida, como una mano que acabara de abrirse), despidiéndote con un par
de besos en las mejillas antes de desaparecer tras el bullicio. Volví a casa sorprendido por
un encuentro tan inesperado y, lo confieso, también feliz. Según avanzaba reparé en el bo-
chorno que flotaba sobre el ambiente y los cielos cristalinos, sin nubes, dispersos alrededor:
aún no había llegado el otoño.

¿Cómo iba a imaginar lo que aquel primer encuentro supondría para mí? ¿Puede uno ser
consciente de hallarse ante una persona que llegue a ser parte fundamental de su vida, a
pesar de ignorarlo casi todo sobre ella? Y, sin embargo, desde ese primer día, albergué la
certeza de que tú no serías una más, que, de algún modo que aún no acertaba a explicarme,
habías estado siempre muy cerca de mí.

Nos fuimos convirtiendo en asiduos de nosotros mismos, entrelazados por cada evento
en el que nos juntábamos. Descubrimos tener más puntos en común: además de los libros,
estaban Bob Dylan, Sixto Rodríguez, las oposiciones, cierto idealismo compartido a la hora
de entender la vida. Sí: los lazos que comenzaron siendo tan frágiles habían adquirido con-
sistencia poco a poco, también naturalidad y confianza.

El pasado verano (qué remoto ahora; como si hubiese transcurrido una eternidad entre
aquellos días y esta mañana de invierno) nos vimos más que nunca: los sábados por la ma-
ñana, en el paseo que nos llevaba río arriba, la luz de agosto filtrada por entre las ramas de
la arboleda, andando sobre los dibujos proyectados por las sombras en la tierra, el discurrir
tranquilo de la corriente a nuestro lado; los jueves, en los conciertos de la universidad; la
excursión improvisada a la sierra, un domingo por la tarde; la celebración de cumpleaños
en el Bardeblás. Cuando nos despedíamos mi sonrisa se elevaba, tomaba aire, incrédula.
Me resultaba imposible asimilar cuanto estaba ocurriendo: aquella felicidad real, plena, viva.
Y, sin embargo, bastaba con verte aparecer en la lejanía (el sueño que adquiere forma según
se acerca) para darme cuenta de que sí, que eras tú y estabas aquí.

Resplandecía en el horizonte una tenue rosa de esperanza…

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***

“En mi ciudad, sin vida,


con lluvia en la ventana…”

Tino Barriuso

«Un solo ser nos falta,


y todo está despoblado»

Alphonse de Lamartine

Un muro se ha levantado sobre estas calles. Más sólido que la piedra, más profundo que
el silencio. Hay nubes negras, árboles desnudos, barro en los caminos. Sombras que deam-
bulan por la ciudad.

No tengo ganas de nada. Me siento cansado, vencido por un peso muy superior a mis
fuerzas. Recluido en la torre de la desolación, sin asumir el vacío incomprensible de tu mar-
cha. Una lluvia lenta, gris, nos envuelve como un sudario. Contemplo, desde el alféizar de
la ventana, cómo cae monótona, los codos apoyados sobre la repisa. Los charcos que se
forman sobre el hormigón, los paraguas que los bordean, avanzando en ambas direcciones.

Todo sigue igual, pero nada es lo mismo.

Nunca he vivido un dolor semejante. Los días y las noches pasan sobre mí sonámbulos,
igual que botes a la deriva. En ocasiones pienso en el próximo verano, cómo vendrá, cómo
se irá. Qué soledad llegará después. Con qué fuerzas trataré de soportarla. Si sucederá lo
mismo al año siguiente, y al venidero.

No hay respuesta para esas preguntas. Son las piedras de ese muro, las gotas de esa llu-
via, las estelas que dejan esos barcos en la piel:

Sobre qué arena habré de detenerme para volver a encontrar tus pasos,

En qué mar será posible ahora escuchar tu voz,


Cuál será la herida que oculte la caricia de tu mano,
Cuáles las estrellas donde observar el reflejo de tu mirada,
En qué pan, en qué vino hallar tu generosidad de corazón desparramado.

Qué recordaré cuando te nombre por última vez.

El río es una mancha incolora, lánguida, que se desliza en dirección a ninguna parte.

***

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Estoy convencido de que no aceptarías el cierre de esta carta con un “adiós”. Me obligarías
a reencontrarte en otro recuerdo que hubiese pasado por alto antes de despedirla. Por eso
la concluiré de modo diferente a como lo tenía pensado: te haré caso una vez más.
Hago memoria de una tarde de julio, hace casi tres años. Venías hacia la Puerta de Ro-
meros, en el Hospital del Rey, donde te esperaba para asistir a un concierto. Jamás te vi tan
hermosa como aquel día: llevabas un vestido estampado de colores, el cabello suelto sobre
los hombros y, en el rostro terso, juvenil, una línea de maquillaje azul sombreaba tus pár-
pados. Sentí algo inexplicable al saludarte desde lejos, de una intensidad desconocida, que
me recorrió de arriba a abajo como una exhalación. Noté la boca seca, repentinamente
muda. Me respondiste alegre, la mano alzada en el aire, aquella luz rosada envolviéndote.
Y según te aproximabas supe que, a partir de entonces, nunca más me sentiría sólo, que
esta ciudad ya no sería la misma, que lo que estaba naciendo en ese instante habría de vivir
y perdurar para siempre.

Diego Alonso Díez


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© J. M.ª Izarra
Hasna

¿Qué sucedería si una mujer dijese la verdad acerca de su vida?


El mundo se vendría abajo
Muriel Rukeyser

Me llamo Hasna y nací en un pueblo cubierta con la abbeya para servir a los
del interior, cerca de Tánger, al recitar hombres té verde con menta, agua de
el ulema el primer Aleyah de la oración azahar si el calor apretaba, dátiles y
de la madrugada. dulces de almendra. Entre nosotras re-

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No hubo jolgorio ni arbórbolas entre partía por igual vasos de te, dulces es-
las vecinas congregadas porque yo era camoteados que nunca llegaban al
una niña, la tercera de la casa, pero mi patio, y algún pescozón por ser dema-
padre, resignado de nuevo a no tener siado curiosas o excesivamente ruido-
un varón, me tomó en brazos y me sas.
acogió en su casa. Desde aquel mo- El patio pertenecía a las mujeres por
mento yo era parte de la familia. Mi la mañana. Nafisa venía del pueblo
padre corrió después a la mezquita a todos los días a ayudar a mi madre y a
dar gracias a Alah por su misericordia. mi abuela. Antes de que nos hubiéra-
Una familia de mujeres. mos levantado encendía el fuego en la
Mi madre lloró aliviada mientras la cocina de leña y sacaba agua del pozo.
doula del pueblo hacía su trabajo y mi Después barría el patio inclinando su
boquita, por fin, ansiosa, se cerró en cuerpo sobre la escoba hecha de reta-
torno a su pezón. mas, dejando tras de sí fantásticos sur-
cos en la blanca arena apelmazada.
La casa de mi padre era grande, con
habitaciones amplias que se abrían a Era ella la que iba las mañanas que
un patio cerrado que tenía pozo propio tocaba al horno comunal del vecindario,
y la sombra de un lentisco que conver- llevando nuestras tortas de pan recién
tía aquel espacio en un lugar agradable amasadas por la abuela, a veces se me
en las largas tardes del verano, cuando permitía acompañarla y partíamos las
mi padre, en las jornadas de ocio, invi- dos por la estrecha callejuela, dejando
taba a sus amigos a sentarse bajo la atrás el portón azul de la casa. Ella,
sombra perfumada para hablar horas avanzaba menuda con la cesta en la ca-
interminables, y nosotras, llegamos a beza, bien cubiertas las tortas con un
ser cinco hermanas, desaparecíamos paño húmedo; correteaba yo con mis
en el interior de la cocina oscura, atis- chancletas rojas, dando patadas a las
bando, a través de la cortina de lana piedrecillas, deteniéndome en cada es-
listada, los paseos que daba mi madre, quina y gritando bulliciosa:
―Nafisa, Nafisa corre ―permanecía demás niñas en la piscina de agua ca-
yo ajena aún a los dolores de la vida. liente. No era muy grande y siempre
En el horno las vecinas esperaban su estaba llena de mujeres que manotea-
ban para que no las molestáramos.
turno, dejaban las cestas en el suelo y
charlaban entre ellas sobre el nuevo El olor del argán y del aceite de rosas
imán del pueblo, de la mejor novia para lo impregnaba todo. Las mujeres habla-
un hijo casadero, la muerte de un fami- ban formando círculos, se daban masa-
liar. El cabrero bajaba por allí a vender jes unas a otras, se peinaban y
el queso fresco de sus cabras entre las aceitaban el pelo y formaban parte de
potenciales clientas. No había nada un mundo conocido y libre en el que se
mejor que el pan recién hecho con sentían seguras, algunas incluso esta-
queso de cabra. Mientras, las tortas de ban allí a salvo de sus maridos. Los mo-
pan se cocían pegadas al seno curvo ratones que la vecina de mi madre lucía
del horno de piedra y esparcían un olor en su cuerpo lo decían todo, aunque de
dulce que alcanzaba varias callejas. eso nunca se conversaba y menos de-
Cuando por fin llegábamos a casa con lante de los niños. Era un mal que se
el pan reciente y caliente y la boca llena aceptaba sin más, como se aceptaban
de queso, el lentisco ya daba sombra, lo hijos, el velo, los límites de la casa y
y en la cocina humeaba el potaje de mi sus postigos cerrados y lo que imponía
abuela llenando el aire del olor al ajo pi- una cultura milenaria. Sin embargo la
cado y de especias raz el hanout. compasión no faltaba, más de una vez
aquella desgraciada mujer lloraba abra-
La vida fluía lenta, tranquila y rara zada a alguna amiga, húmeda por igual
vez se veía alterada por episodios que del vapor y de las lágrimas. Yo enton-

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fueran más allá de aquellos muros. ces no sabía nada y nada se me con-
El caserío contaba también con un taba, mi mundo se reducía a la espuma
hamman. El ritual del baño, aunque a de las pastillas del jabón beldi y a flotar
mí de niña nunca llegó a gustarme, pa- en el agua calida mirando las estrellas
ralizaba durante horas las actividades que adornaban la cúpula del hamman,
de las mujeres. Tres días a la semana un cielo fácil y cercano que a mí se me
el hamman les pertenecía por las tar- antojaba maravilloso, en el que la exis-
des. Aquellas tardes la calle que bajaba tencia no daba pesares más allá de los
a los baños se llenaba de las siluetas restregones con la esponja.
coloridas de las abbeyas, del repique- También iba a la escuela con mis her-
teo gracioso de las sandalias de tacón, manas. Las primeras letras se apren-
del ir y venir de las bolsas y las cestas dían en el suelo de una pequeña
con los jabones y aceites para el baño, habitación decorada con un mapa y una
de las risas de las niñas y de los varo- imagen del rey Hassan II. La maestra
nes, ellos sí, menores de siete años. señalaba cada letra y cada número en
En el hamman me dejaba hacer, mi la pizarra y todos los cantábamos a
madre cubierta con una toalla desapa- coro, balanceándonos adelante y atrás,
recía entre los vapores, después de que con tan poco espacio que si te despis-
las bañeras le hubieran frotado todo el tabas y cambiabas el ritmo del balan-
cuerpo con la kassa, y me dejaba al ceo te golpeabas en la cabeza con el de
cuidado de una de esas mujeres fuer- atrás o el de delante. A los seis años las
tes, habituadas al calor húmedo del clases se separaban por sexos y tenías
lugar. No me gustaba que me restrega- derecho a ocupar un pupitre en el que
ran la piel, pero permanecía quieta el francés y las matemáticas llevaban
mientras duraba el suplicio, era lo más dejando huellas de tinta indelebles año
sencillo para que acabara cuanto antes, tras año.
porque después quedaba libre para Aquella era mi vida y yo la amaba. A
reunirme con mis hermanas y las veces, acompañábamos a mi padre a
Tánger o a otras ciudades donde desa- El piso que nos prestó un primo de
rrollaba sus negocios comerciales y mi padre era pequeño, no tenía patio,
aunque a mí me gustaba mucho visitar- y era muy ruidoso, pero era todo lo que
las y recorrer sus bazares bulliciosos o había. Apenas si cabíamos todos, dor-
contemplar mezquitas y palacios de míamos todas las hermanas en la
otros tiempos siempre anhelaba el re- misma habitación y discutíamos por el
greso a casa. espacio todo el rato. Acostumbradas a
Cuando cumplí los 17 años y las mu- la cocina de la casa de Marruecos la que
jeres de mi casa empezaron a revolo- teníamos ahora parecía de juguete, nos
tear a mi alrededor porque pronto causó sorpresa que el agua saliera di-
podría convertirme en una futura novia, rectamente de los grifos, sin necesidad
el comercio textil de mi padre quebró y de que nadie la extrajera del pozo con
nos vimos acosados por los deudores. una bomba. Y tuvimos que aprender a
Las reuniones de hombres bajo el usar la cocina de gas. Todo esto eran
lentisco se hicieron largas, serias y te- mejoras según mi padre. Él volvía a
diosas, y después de mucho deliberar trabajar y su mujer y sus hijas se aco-
se concluyó que la marcha de aquel modaban a lo que fuera necesario.
lugar era la única salida. Yo no. No podía. Me sentía distinta,
Dejar el pueblo supuso una mezcla diferente a los demás, culpable por no
encontrada de sentimientos. Abando- agradecer que mi padre tuviera trabajo
nar la casa, que dejó de pertenecernos, de nuevo aunque no fuera su propio
nos trajo una tristeza infinita. Por un negocio. Me pasaba el día llorando y no
lado nuestro padre marchaba con la es- quería salir a aquella ciudad que se me

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peranza puesta en España, en darnos antojaba hosca y cruel. Tenía tanto
un fututo mejor a sus hijas, por otro se temor de todo lo nuevo que no quería
habían quebrado todas las expectativas moverme del piso. No entendía el
creadas con los años. Nuestros corazo- idioma y me negué a estudiarlo, mien-
nes se rompieron al despedirse de mi tras que mis hermanas ya lo chapurrea-
abuela, que a pesar de quedarse sin la ban y aprovechaban cada minuto de
casa, sin su familia, no quiso abando- libertad que les proporcionaba el nuevo
nar aquella tierra donde yacía su ma- país, su nueva vida. Podían salir solas,
rido y se refugio en la morada de unos asistir a clases de español y vestir como
parientes cercanos que la acogieron occidentales, siempre que guardaran la
con ellos. decencia.
En el ferry que nos llevaba a Algeci- ―Así llamamos menos la atención
ras me dolía el alma. ―decía mi hermana Layla, la mayor,
Mis hermanas pequeñas marchaban vestida con vaqueros y el pelo recogido
bastantes alegres sin embargo, les ha- en una abundante coleta.
bían prometido muchas cosas bonitas,
tantas como nunca habían soñado, no Yo lo echaba todo de menos: mis
importaba que apenas hubiéramos po- amigas y las tardes de baño, la cola del
dido llevarnos cuatro cosas con noso- horno del pan, las comidas picantes de
tros. Todas nuestras pertenencias se mi abuela, la sombra del patio…
reducían a dos o tres maletas. No me aclimataba y empecé a adel-
Lloré mucho y no me gustó España, gazar, en mi casa hacían lo posible por
odié en cuanto lo pisé el puerto de La animarme pero yo no podía salir de
Línea. Rodeada del tráfico y de los gri- aquel lugar de melancolía en el que
tos de la gente me sentí perdida. Tenía había caído. Me pasaba las horas muer-
miedo, mucho, y apreté el bolso que tas en el dormitorio sin hacer nada,
llevaba contra el pecho; quería desapa- oyendo como una muñeca rota el ince-
recer. sante tráfico de la calle.
Mi madre tomó la costumbre de subir
conmigo en los atardeceres a la terraza
del bloque de pisos, para que allí me
diera un poco el aire, para espantar el
djinn, el mal espíritu, que se había apo-
derado de mi alma, puesto que ni pala-
bras ni promesas de futuro hacían
mella en mi ánimo. Desde aquella te-
rraza, mirando hacia el sur, sabía que
estaba mi país, pero a mis ojos sólo se
extendía una ciudad desconocida y
amenazante. Había pasado casi un año
desde que dejamos nuestro pueblo y yo
no me había acostumbrado ni siquiera
un poco y anhelaba volver.
Aquella terraza me daba vértigo y sin
embargo me atraía como un imán. Un
día que faltó mi madre un impulso ex-
traño me llevó a ella sola: el djinn, Sólo
recuerdo que casi era la hora del ano-
checer y que el sol teñía de rojo el ho-
rizonte allá por donde estaba mi ciudad
natal. El djinn maligno se apoderó de
mí y me hizo saltar. Yo tenía 18 años y

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toda una vida por delante en un país
que no era el mío.
Me llamo Hasna y he nacido dos
veces, la primera vez en un pueblo de
Tánger al recitar el ulema la primera
oración de la madrugada, la segunda
vez en la mesa de operaciones de un
hospital de Algeciras.
Vivo en España y he vuelto a cami-
nar. Mis hermanas se han casado y
ahora tengo sobrinos. Sigo viviendo
con mis padres en una nueva casa que
tiene ascensor en la que puedo subir
fácilmente al cuarto piso a pesar de mis
muletas, ahora mis compañeras inse-
parables. Habló español tan bien como
el francés y el árabe y le sonrío a la
vida. Sigo amando mi país y disfruto
muchísimo cada vez que tengo la opor-
tunidad de volver a él, aunque ya no te-
nemos la vieja casa familiar, ahora sé
La derecha
que también puedo vivir en otro lugar
y ya no hay lugar en mi espíritu para
ningún otro djinn que alimente mi
pesar. de Adriana Skleranikova,
“la pierna más larga del
mundo”
© J. M.ª Izarra
Esther Pardiñas
El repartidor de pan

Como todos los días, hoy, que es un sá- mulatas que me esperan en ropa interior. A
bado de finales de octubre, también recorro mí y a muchos otros, pero yo no reparo en
los pueblos de la zona. Y cumplo así con mis los demás para que parezca que me esperan
obligaciones de repartidor de pan. sólo a mí. Me entra de pronto un intenso
calor en el vientre, una sacudida repentina,
He comenzado por el primer municipio de
y luego me baja la sangre al pantalón como
la ruta, Torre de Valconde, que tiene una igle-
si fuera una cascada. Finalmente, se me
sia grande como una catedral y una casa de
pone un bulto enorme en la bragueta y siento
piedra que parece un palacio. A mí que no

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entonces la imperiosa necesidad de tocar la
me hablen de arte, que no me obliguen a ex-
piel de una mujer, de estar desnudo y a solas
presarme como el autor de una guía de tu-
frente a ella, de liberar toda la energía acu-
rismo que leí hace años. Yo no entiendo de
mulada a lo largo de una semana intermina-
retablos, ni de espadañas, ni de ábsides. No
ble.
sé lo que es una gárgola, ni un canecillo, ni
un hastial. Yo sólo entiendo de viejos y de Me he distraído de lo que al principio es-
pan. Y de mujeres. Aunque hace tiempo que taba contando, cuando comentaba que sólo
no me acerco a ellas sin pagar. entiendo de viejos y de pan. Decía que los
viejos, aunque cambien de nombre y de
De viejos entiendo bastante, porque es lo
casa, aunque sean distintas las maneras
único que veo en mis diarios recorridos con
como llamen a los pueblos donde viven, son
la furgoneta. Viejos es lo único que hay en
todos iguales. Viejos o viejas. Unos con más
estos pueblos, además de casas arruinadas
arrugas y otros con menos. Unos con panta-
o a punto de arruinarse, olmos secos, huer-
lones de pana y otras con sayas y pañuelos
tos abandonados, eriales y viñas. Unos viejos
en la cabeza. Unos con un músculo sin vida
que son iguales a los que hay en otros sitios:
que oscila como si fuera un colgajo y otras
tacaños, ruines y cobardes. Unos viejos que,
con la piel dada de sí como un chicle estirado.
sin decir una sola palabra, expresan el mismo
Pero todos asustados, todos viviendo sin es-
cansancio, la misma tristeza y la misma re-
peranza, todos aguardando a oír el ruido del
signación que los que no esperan ya nada.
motor y el tronar de la bocina, agazapados
Yo, al menos, espero con ansiedad la lle- como lagartos al sol, como si no existieran,
gada del sábado para acicalarme y acer- como si no hubiera nadie en esas grandes
carme al club abierto en la capital de la casas de piedra que expulsan columnillas de
comarca, donde hay tres mulatas que me re- humo por sus chimeneas, como si nadie cul-
ciben en bragas y sujetador. Me paso toda la tivara ese puñado de huertos que todavía se
semana pensando en ese momento mágico cultiva, como si todo se hubiera muerto en
del sábado, cuando aparco mi furgoneta de estos pueblos perdidos en el mapa, abando-
reparto y, bien vestido y duchado, empujo la nados por Dios y por los curas, olvidados de
puerta del club y me encuentro con las tres las promesas que hacen los políticos en las
campañas electorales y que luego entierran losamente lo que piden. También yo me
cuando llegan al poder. quiero llevar bien con ellas y causarles buena
impresión. Y por eso me ducho y me perfumo
Sólo este humilde repartidor de pan cum-
y visto mis ropas más presentables y acudo
ple con sus compromisos y se acerca todos
sonriente a la cita del sábado y muestro la
los días a traerles un alimento sin el cual no
mejor de las sonrisas cuando abro la puerta.
sabrían comer. Se interrumpe el reparto de
Luego, al verlas, cuando me baja el calor a
pan durante una semana y los campos se lle-
la bragueta y parece que me va a estallar el
nan de cadáveres, de docenas de viejos que
pantalón, me entran las prisas, la urgencia
no se han podido alimentar. Porque sin pan
de tocar una piel desnuda de mujer. Y aun-
no saben comer. Llevan toda la vida co-
que trato de dominarme, no puedo evitar que
miendo pan y si les quitas eso, te digo yo que
se me nublen los ojos después de ver las
se mueren. Se muere uno detrás de otro y
tetas medio tapadas por el sujetador, des-
las chimeneas dejan de echar humo y los
pués de ver las bragas transparentes que
membrillos siguen en las ramas hasta des-
muestran una zona algo oscura, después de
pués del invierno.
ver los culos grandes y prietos que producen
Pero estoy yo para aliviar su soledad. Ya vértigo.
antes de divisar los tejados del pueblo toco
Sé que yo acudo a las mulatas como los
la bocina para alegrar los campos y el pai-
viejos al pan. Por eso entiendo la expresión
saje, para despertar de su letargo a tanto
de su rostro cuando se acercan a la furgo-
viejo oculto en los portales; toco la bocina y
neta, por eso entiendo el brillo de codicia que
cuando llego a las últimas tapias aparece el
se enciende en sus ojos, por eso sé que re-
primero de la serie, con expresión de alarma
sucitan cuando oyen la bocina estruendosa
en el rostro porque de ninguna manera
que alborota el pueblo y ven llegar el vehí-

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quiere quedarse sin pan. Algunos llevan más
culo blanco de reparto que se para en su calle
de una hora sentados en la puerta de sus
y aguarda a que ellos se aproximen, aunque
casas, con los pellejos del culo apoyados en
caminen con paso vacilante y tarden una
los sillares de granito, esperando mi llegada
eternidad.
para no morirse. Y no se agolpan en la pri-
mera calle ni se pelean para coger sitio por-
que saben que yo respeto el orden de Pascual Izquierdo
colocación de las viviendas y que nunca le he
dejado a nadie sin pan. Porque si existiera la (Del libro inédito Sesenta sin propina)
© J. M.ª Izarra
mínima sospecha de que alguno se iba a que-
dar sin él, se matarían unos a otros para ocu-
par el primer puesto de la cola.
Pero a pesar de que saben que voy a llegar
todos los días y que no voy a subastar las ba-
rras, a pesar de que saben de sobra que voy
a respetar su turno conforme la furgoneta se
desplaza a lo largo del pueblo, esperan mi
llegada desde una hora antes del horario ha-
bitual, o incluso más, y se sientan al acecho
con su bolsa entre las manos, una bolsa mu-
grienta que casi tiene tantos años como ellos,
hasta que oyen la bocina. Entonces se levan-
tan y se ponen en situación de alerta como
si fueran a cazar, y se acercan al comienzo
de la calle para ahorrarme a mí el trabajo de
desplazarme hasta su puerta.
Se quieren congraciar conmigo aunque me
paguen, al igual que yo también me quiero
congraciar con las mulatas y pago escrupu-
Dado de la vida
Aranea fugit

Escribiré como si no me lo hubiera contado trata: la araña había desaparecido por su


nadie, en primera persona. Cuando levanté cuenta, y por su cuenta había regresado,
la tapa del retrete, desenfundé mi espita y al como puede verificar ese mismo día, en mi
mismo tiempo que desaguaba me puse a decimoprimera o decimosegunda incursión
mirar al techo, ella, como el dinosaurio de mingitoria en el excusado.
Monterroso, ya no estaba allí. La alegría me duró poco, porque, a los dos
―¡Vaya! ―me dije, decepcionado―, des- días de su regreso, en mi incursión de las
pués de año y medio en esta casa, a la mo- tres y pico de la tarde, recién llegado de la

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rita Soraya se le ha ocurrido levantar la oficina, para mi disgusto, la calavera se había
cabeza, y, ni corta ni parva, ha invertido la evaporado de nuevo.
posición normal de la escoba y ha dado Lo primero que se me ocurrió para expli-
buena cuenta de la araña que señoreaba el carme tal ausencia es que la araña no había
cuarto de baño colgada del techo, bocarriba, podido satisfacer su hambruna, o no en la
como si estuviera contemplando su propia medida deseada, y había emprendido una
sombra (probablemente, ella, con alguno de nueva expedición a la busca y captura de
sus cuatro pares de ojos también nos veía a algún insecto iluso o contemplativo. Después
nosotros, los humanos, bocarriba, colgados de haber acabado con la última de sus hijas
del techo y prendados de nuestra propia si- (recuérdese que a Valle Inclán las arañas le
lueta), con desplazamientos mínimos por el resultaban repugnantes, entre otras cosas,
tramo de la moldura de escayola que recorre por su homofagia), llevaba meses haciendo
el perímetro visible del pilar adosado en el la estatua en su mundo del revés (al menos,
ángulo izquierdo de la pared que da al patio. tal era mi apreciación, que juzgo acertada,
Me extrañó, bien es verdad, que la morita dada la cantidad de veces que diariamente la
Soraya, a la par que había dado buena sometía a escrutinio) y no era ni mucho
cuenta de la fauna, no hubiese hecho lo menos improbable que, después de tanto
mismo con sus primorosas labores. Digo esto tiempo, se sintiera anquilosada a la hora de
porque las telarañas permanecían en su sitio. cobrar alguna pieza, eso en el supuesto de
que la hubiera avizorado, ya que, última-
Pues no, como me temía, la morita Soraya mente, lepismas y polillas (fauna en otros
no había sido tan selectiva (en su descargo, tiempos abundante en aquel cuarto de baño)
tengo que decir que no estaba entrenada en no se dejaban ver por los sitios habituales,
tales faenas ni contaba con las herramientas tal vez porque estaba haciendo un frío fuera
de precisión necesarias, y que ni siquiera un de lo usual o porque, a la chita callando, el
prestidigitador hubiera conseguido maniobrar arácnido había acabado con ellas (de haber
con la debida soltura ante la situación plan- sucedido tal, desde luego a mí me había pa-
teada); de hecho, no había realizado inter- sado inadvertido), aunque yo no había obser-
vención de ningún tipo en el techo de que se vado nunca que tales especímenes formaran
parte de su dieta; ni siquiera se movían en que ya estaba decidido a borrar toda huella
los mismos ambientes ni habitaban las mis- de mi inquilina. No lo hice porque era lunes y
mas esferas, por más que en alguna ocasión, preferí dejarlo para el próximo fin de se-
no digo que no, hubieran coincidido en al- mana. Menos mal, porque el martes al ama-
guna parte. necer la phalangioides había vuelto por
Pero, retomando la hipótesis del hambre, donde solía. Bendita procrastinación.
si se había ido porque la acuciaba la necesi- A la alegría lógica del reencuentro suce-
dad del sustento (como ya he referido, hacía dieron las incómodas preguntas, que, aun
meses que se había zampado a la última de formuladas en voz alta para que, si era dable,
sus descendientes; pero también hacía más me fueran contestadas por mi interlocutora,
de un mes que polillas y lepismas brillaban tuve que responderme yo mismo, y eso ya lo
por su ausencia), ¿por qué había esperado hice en voz baja. ¿Estaba saliendo a buscar
tanto y por qué había regresado tan pronto pitanza? (Torcí la boca, en un gesto de desa-
para marcharse otra vez a los dos días? Si se grado hacia mí mismo: ¿otra vez la misma
había ido de nuevo era porque había fraca- pregunta? No podía evitarlo). ¿Cómo era po-
sado, pero ¿qué significaba entonces su re- sible que ahora tuviera esa necesidad, siendo
torno? ¿Me estaba dando a entender que mi que había permanecido por lo menos más de
cuarto de baño era su lugar en el mundo y un mes sin llevarse un bocado a su estó-
que se encontraba muy a gusto compartién- mago? ¿Por qué, de pronto, le había entrado
dolo conmigo, y que, en cuanto saciase el el prurito de comer, o de salir a buscar de
hambre, regresaría? ¿Hasta el día de su de- comer, que no lo tenía yo muy claro, con
saparición no se le había manifestado la ne- tanta frecuencia? ¿O es que no salía a comer,
cesidad de comer, o tal necesidad había sido o a buscar de comer, sino a aparearse? Está-
llevadera hasta el extremo de considerar la

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bamos en primavera, eso era cierto, y por lo
opción del reposo como preferible a la de visto tal estación es la que, preferiblemente,
salir a cazar? eligen las arañas para embarazarse. Ahora
En cualquier caso, el motivo era lo de bien, si era esta la finalidad de sus salidas,
menos. Lo sustancial era el hecho en sí. Mi ¿qué estaba pasando, que necesitaba apa-
araña (ya la hacía mía) se había marchado rearse varias veces para conseguir su propó-
por segunda vez, y yo estaba empezando a sito, o es que no encontraba a un macho de
sentir nostalgia de ella. Me había acostum- su gusto? Las mujeres… siempre tan capri-
brado a su presencia, a su compañía en una chosas. (Bostecé). ¿Se estaba, acaso, despi-
circunstancia tan solitaria y aburrida (bien es diendo de mí, y lo estaba haciendo por
cierto que, cuando la presión soportada es capítulos, dosificando los intervalos, distan-
excesiva , también feliz) como es la de ori- ciando cada vez un poquito más los regresos
nar; pero no solo eso, se me había venido para que, conociéndome como me conocía y
abajo el proyecto que, para dentro de dos teniéndome en la máxima consideración, no
años o puede que menos, me había pro- me afectara tanto su marcha? ¿Se estaba
puesto llevar a cabo con su inestimable cola- despidiendo de mí porque había quemado
boración como araña vudú para hacer una etapa y debía empezar otra, o porque
emerger una snow spider (araña blanca había agotado su ciclo vital?
como le nieve que teje una red negra como La bailarina, a la que, a modo de saludo,
el azabache) en toda la propaganda, tanto toqué una pata con el índice en el instante
impresa como aparente, de la coalición Uni- del reencuentro, me obsequió con un baile
dos podemos de cara a la próxima cita elec- eléctrico. Éramos todo alegría. A pesar de lo
toral, al objeto, más que de amedrentar, de cual, en esta ocasión apenas permaneció un
poner sobre aviso a sus posibles votantes. día conmigo. En mi segunda expedición al
Pero había vuelto de su primera escapada. excusado del miércoles, una vez vestido de
Eso hacía que albergase alguna esperanza de calle, mi amiga (por qué no llamarla así, si
que, asimismo, retornase por segunda vez; ninguna mujer lo había sido tanto y, sin em-
mas, al cuarto día sin aparecer, esa espe- bargo, se presentaban y las presentaba con
ranza se disipó del todo. Hasta el punto de ese título) había hecho mutis por el foro.
Lo peor de que se hubiera largado una ter- Luego, claro, me arrepentí de mi con-
cera vez no era el hecho en sí, sino las pre- ducta, no tanto por haber roto el cristal de
guntas que machaconamente, como en un mi vecina (a la que no tenía ningún inconve-
bombo de lotería girante, rebotaban en mi niente en contarle lo sucedido y pagarle la
cabeza: las mismas preguntas que la última reposición del vidrio) como por haber em-
vez y con idénticas respuestas. ¡Joder, qué pleado la violencia de género con mi amiga
aburrimiento! ¿Qué otro motivo podía ha- del alma. Sé positivamente que matarla no
berla empujado a marcharse además de los la maté (nadie es capaz de matar un insecto,
ya señalados como probables? ¿Y qué podría por más fuerza que tenga, voleándolo contra
haber hecho yo para evitar que se marchara, una pared o cualquier otro obstáculo), pero
salvo encerrarla en una grillera? Ya sé que estaba seguro de que no me perdonaría
habrá quien diga que facilitarle el condumio jamás y de que ni siquiera tendría la oportu-
no hubiera estado de más, y no le faltaría nidad de pedirle perdón porque no volvería a
razón, pero también es posible que no hu- visitarme.
biese servido de nada porque no fuera esa la Mea culpa.
causa de que diese el piro. Y, ya puestos,
hasta puede que a algún gracioso se le haya Ahora solo me queda confiar en la provi-
ocurrido pensar que, asimismo, no hubiera dencia. Lo digo porque ya no podré sabotear
estado de más aparearme con ella… Sin co- a Unidos Podemos en las próximas eleccio-
mentarios. Ahora solo falta que los animalis- nes, al menos de la manera que tenía pre-
tas oigan campanas y me denuncien por visto hacerlo.
bestialismo y malos tratos. No me fío de mi
suerte.
José María Izarra
La araña tornó a su rincón siete días des-

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© J. M.ª Izarra
pués, aunque por tiempo exiguo. Como
mucho, el que puede transcurrir entre una
micción y otra por lo que a mi persona se re-
fiere, que, con ligeras variaciones, no suele
ser más de media hora (al decir de mis de-
tractores ―más ellas que ellos―, tengo la
próstata más grande que el corazón).
Durante catorce días estuve aguardando
su regreso. Al decimoquinto, di por desapa-
recida con carácter definitivo a mi Pholcus
Phalangioides y decidí barrer las telarañas en
ese mismo momento. Bueno, lo fie para des-
pués del desayuno.
Había dejado preparada la taza con una
cucharada de semillas de lino molidas y la cu-
charilla dentro, y había dejado calentándose
el cazo con la leche, así que me dirigí a la co-
cina para aviar cuanto antes. Cuando fui a
verter la leche en el tanque, ¡horror!, allí es-
taba ella, en el fondo, las patas hundidas, mi-
metizándose con la molienda (menos mal
que contrastaba nítidamente con las paredes
blancas del receptáculo). Se me nubló el sen-
tido, y de manera instintiva, cogí la taza y la
arrojé con todas mis fuerzas por la ventana
de la terraza, con tan mala suerte que im-
pactó en un cristal de la terraza de la vecina
de enfrente, haciéndolo trizas.
Inodoro cósmico
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© J. M.ª Izarra
Una compañía recomendable

Se llama Ulises. Pura coincidencia que se concertado con el promotor de conciertos


llame como el héroe griego, hijo de Laertes Blaises Boydan, más no mueve un músculo
y Anticlea. Rey de Itaca, esposo de Penélope para impedirla, y Leopoldo Bloom, el judío
y padre de Telémaco. Participa de forma des- errante, inicia su recorrido por el dédalo de
tacada en la guerra de Troya, no solo en el las calles dublinesas.
combate si no en empresas que requieren Ulises es sencillamente un perro, inquieto,
elocuencia, astucia y audacia. Penetra en cariñoso, glotón, insaciable, de una gratitud
Troya bajo disfraz y dirige a los griegos em- y fidelidad difícil de encontrar en un ser hu-

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boscados en el caballo de madera. Pero Uli- mano. Cada mañana me despierta arañando
ses es célebre, en especial, por las con sus patas la puerta de mi dormitorio.
vicisitudes, pericias y aventuras de su viaje Llegó a esta casa ―sin nombre―, una ma-
de regreso a Itaca donde llega finalmente ñana fría y ventosa de noviembre. Desde el
tras veinte años de ausencia. Vida tan aje- primer día sintió que era su hogar, donde el
treada constituye el argumento del poema dueño es despreocupado e inútil, y donde
épico Odisea, de Homero. puede hacer lo que le viene en gana, con-
Lo mató Telégoro, hijo suyo y de Circe, forme a su humor y sus cambiantes capri-
bruja turbadora, de ojos cuyo color cambiaba chos. Esta casa, humilde, sencilla, rodeada
según la intensidad de la luz que recibían. En de un silencio y de una soledad cartujana,
sus brazos Ulises se perdió en el laberinto de donde es fácil observar el deterioro que el
pasión y deseos con que ella le sedujo. tiempo deja al pasar, es propicia para que un
perro juguetón, inteligente y divertido ―se
Tampoco Ulises, que ahora me mira desde pasa horas intentando morderse el rabo―,
la profundidad de su mirada, de sus hermo- disfrute sin disciplina ni represión alguna.
sos ojos de un negro purísimo, donde brilla
un destello de luz, guarda coincidencia al- Inquieto e impaciente recorre el hogar, va
guna con la obra de Joyce. No aparece en sus de un cuarto a otro, y sin pedir permiso, de
páginas, no pasea por las calles húmedas y vez en cuando, deja su huella intestinal en el
brumosas de Dublín, en compañía de Leopold vestíbulo sobre la alfombra deshilada y des-
Bloom. Agente de publicidad, judío, de me- colorida. Con resignada paciencia lo recojo,
diana edad, casado con Molly, cantante, que abro el frasco de colonia y ventilo la alfom-
por cierto le pone cuernos, y con la que man- bra. El olor se desvanece y el aire queda per-
tiene una relación distante desde la prema- fumado con un aroma que se agradece.
tura muerte de uno de sus hijos. El Ulises de Es un schnauzer, y yo aprecio su cariño y
Joyce transcurre a lo largo de un día, el 16 su fidelidad donde parece resumir toda la in-
de junio de 1904, precisamente este día genuidad y perfección de un diseño magis-
abandona el hogar con el ánimo ensombre- tral. Será perro hasta los catorce años en que
cido y mortificado por la cita que su mujer ha morirá. Yo también me iré, pero bastante
antes. Ulises tiene la piel de color azabache, sones oscurecidos. En su cabeza larga y bas-
el careto con barbas blancas y las piernas tante grande, crece un pelo encanecido y un
con calcetines del mismo color. Ulises es la bigote que no le cubre del todo la boca. Agita
vida que sigue, el círculo que no se cierra las manos, señala un detalle del portón, se
jamás, mientras su amo es solo la elipse ke- acerca, lo mira con detenimiento. Yo que
pleriana y romántica del astrónomo alemán estoy a cuatro o cinco metros escucho su
que busca estirar el círculo: recuerdos, libros, voz, habla para sí, en leve murmullo, seguido
pinturas, palabras, amistades, cosas… En fin. de una tos fuerte y desapacible. El abrigo de
color negro deslucido, le llega hasta los tobi-
Ulises me mira con los ojos asombrados,
llos; los pantalones, anchos, tres tallas más
pensando que desvarío cuando hablo, hilvano
de lo debido, ocultan los zapatos.
palabras, frases huecas, vacías; es simple-
mente un correr detrás del pensamiento, del Le sigo por la calle de la Puebla, con la es-
chispazo que se despierta en la mente. Y me peranza de que algo inesperado puede ocu-
abandono sin revisarlo, sin oponer resisten- rrir.
cia. Es de noche, estoy cansado y este vagar
En el arco de san Juan se detiene ante la
silencioso, atolondrado, me ayuda a olvidar
“Virgen del Rosario que ruega por nosotros”.
ese poso de melancolía que me deja el paso
Una estatua donde la Virgen aparece sen-
fugaz y mudable de la vida.
tada, el Niño está a su lado con cara de pasar
Ciertas noches, resulto más ameno y di- mucho frío, y su madre sostiene con las
vertido. Levanto en el cuarto un escenario manos un rosario. A sus pies han colocado un
imaginario, e interpreto, con mi voz rota y ramo de rosas de papel, de un rojo dema-
quebrada, fragmentos de textos que regre- crado que hiere a la vista. El hombrecillo,
san con facilidad del pasado: “Oh dioses, después de meter a la Virgen en el móvil, de-

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aquí tenéis a un viejo con tantas penas como cide entrar en la iglesia. Yo también.
años. Hablemos de tumbas, de gusanos y
El hombrecillo no duda, atraviesa el tem-
epitafios, que sea el polvo papel y con ojos
plo, pegado a la pared como una sombra. Se
lluviosos inscribamos la pena en el seno de
introduce en el confesionario que está al
la tierra”. Es el rey Lear que clama en medio
fondo, envuelto en una leve penumbra. Veo
de su atormentado destino. El “teatro” está
que se quita el abrigo, lo dobla y lo coloca a
vacío, solo al fondo, en el pasillo del patio de
modo de almohada para apoyar la cabeza. En
butacas encuentro a un espectador, tendido
el templo habrá unos veinte fieles siguiendo
en el suelo, dormido. No me extraña, es Uli-
la liturgia de la misa.
ses.
Aquí hay argumento, pienso, y sin mira-
Esta tarde, después del paseo, he dejado
mientos, llego al confesionario y me arrodillo.
al perro en casa y me he largado a la ciudad.
Se remueve inquieto, y se acerca a mí, sin
He tomado notas en el cuaderno por calles
enojo, sin enfado alguno. Vamos, levántese,
conocidas: rostros, palabras, anuncios, esca-
hombre, qué hace en esa postura. Quiero
parates: “Medio chorizo, 0,50€, entero 1€ y
confesarme. Vaya hombre, aquí llega un “co-
un cuarto gratis”. “Vendo cabeza de toro di-
ñazo”, replica sonriendo, ¿Le he hecho yo
secada y bragas de todos los tamaños y co-
algo? ¿Le he robado, injuriado, he concebido
lores”. “Coleccionista de desnudos femeninos
abuso sexual con su esposa? No, verdad. El
compro lo que se me ofrezca en la materia”.
que tenía que venir a confesarse es el señor
En la plaza de la Flora, un letrero: “Biba la
Rajoy, a quien yo no le daría jamás la abso-
madre que parió al rey desnudo”. “No te
lución. No sólo el reguero de corruptos le
avergüences, el teléfono 666229544 te es-
avala, si no el diluvio de asuntos pendientes,
pera. 30€ un polvo que no olvidarás, super-
mal hechos, o no hechos en el tiempo opor-
tetona, culete grande y tragón”.
tuno. ¿Sabe usted cuánto ha subido su go-
Más lo mejor estaba por llegar. En la plaza bierno la pensión de mi madre? ¡1€! Y esa
del Cordón, de regreso a casa, un hombreci- pensión, no lo olvide, no es una subvención,
llo observa con prismáticos la puerta enorme ni una ayuda, si no un derecho de mi madre
de madera, con el pesado llamador y los bla- que se hartó de fregar y lavar platos, y lim-
piar habitaciones en el Hotel Recamor. Toda y otra vez noticias, eslóganes publicitarios,
su vida. ¿No es humillante para la pobre, esa desdichas, encuentros, miradas, que consi-
subida? El Rajoy habla de crecimiento econó-
mico ¡pero qué crecimiento, ni qué cojones!
Pésima calidad de empleo, contratos humi-
llantes para ellos y ellas, desprecio con la
ayuda de dependencia, una asistencia sani-
taria de la que prefiero no hablar, el copago
farmacéutico. Llegado a este punto, le falta
aliento, y durante un silencio que se hace
eterno, baja la cabeza. Aprovecho y repito:

Carnaval
quiero confesarme. ¡Pero qué coñazo!, me
responde con voz airada. ¿Cree que no le he
visto entrar en la iglesia detrás de mí? ¿Cree
que no sé lo que busca? Distracción, ¿ver-
dad? Pues conmigo no vale, joder.
Acudo a este rincón cálido y acogedor dos
veces por semana. Descanso, alivio el espí-
ritu, aligero el vacío y me confieso yo mismo,
hasta que la iglesia se queda vacía. Dorotea,
que hace de sacristán, se acerca. Incertias,
me dice, deber irte, voy a cerrar. Me acom-
paña hasta la sacristía y por una puerta tra-
sera, salgo a la calle, no sin antes besarla en

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la frente y alargar la mano por si algo quiere
dejar en ella.
No puedo evitarlo, el pensamiento me
arde, y le pregunto. “Pero, ¿se acercan “pe-
cadores” a confesarse cuando usted está?”.
Sólo en dos ocasiones me ha pasado, res-
ponde. En las dos, eran mujeres. Sus “mise-
rias” no merecían la pena. Banalidades.
Debilidades corrientes, menudas. En suma,
sobresaltos del amor, que marchitado es des-
ventura, apatía, aburrimiento y mentira. ¡Ab-
solución, absolución para las dos! Y, ahora,
coñazo, lárguese de una puta vez. Y he
obrado en consecuencia.
Es medianoche y el silencio se puede cor-
tar. Ulises duerme. Leo las citas. En el cora-
zón de esta intimidad pienso que, tal vez, la
lectura de la última obra de Antonio Muñoz
Molina me ha llevado a vagar por la ciudad, © J. M.ª Izarra
tomando notas. La obra del escritor “Un
andar solitario entre la gente”, es un collage guen debilitar, a mí por lo menos, el interés
literario, que necesita en mi humilde opinión, y la paciencia del lector.
de una sensible poda. El escritor-narrador re- Lo que aprecio y retengo del libro, más
coge voces, ecos, anuncios, todo le sirve allá de su conocida y envidiable prosa es la
para recorrer ciudades: Madrid, Lisboa, París, evocación que hace de escritores desarraiga-
Nueva York, y es la vivencia de estas ciuda- dos, desestimados en su tiempo, olvidados,
des lo que impregna al libro de una populosa heridos por la adversidad, por el olvido. Apa-
salmodia, pues no se fatiga de transcribir una rece Thomas de Quincey, cuya obra más co-
nocida, “Confesiones de un inglés comedor afirma que este es su último número, pero
de opio” leí hace tiempo y donde no existe no porque esté muerto o se vaya a morir
“una página que no haya sido templada como pronto ―Dios no lo quiera, ni él tampoco―
si fuera un instrumento, aunándose en ella el sino porque tiene decidido dejar de colaborar
goce intelectual y el goce estético”, afirma con nosotros).
Borges. Aparece Melville, Baudelaire, Poe, Trátese del funeral que sea, y en agrade-
Walter Benjamin. Todos geniales, visionarios, cimiento por los servicios prestados, debié-
no integrados, marginales, derrotados por un ramos habernos adelantado a su deseo no
tiempo más superficial, anodino y vulgar que incluyendo este su último relato en el nú-
ellos. Todos extranjeros, supervivientes de mero 10 (y según él, último) de Culdbura;
mundos extinguidos a los que no pueden vol- sin embargo, posponemos ese no acto para
ver. la colaboración de su arrepentimiento en el
Tomo un ejemplo: Walter Benjamin. El na- número correspondiente de un futuro que
rrador, dice de él: “Alquila un cuarto de pen- conjeturamos próximo.
sión que le cuesta una peseta al día. Al cabo JMI
de poco tiempo ya no puede permitírselo.
Consigue que un compañero le preste una
habitación. Dice en la ensoñación del opio
que la costura es la intérprete del lenguaje
del tiempo. Se sabe fuera completamente del
mundo. Su vida transcurre entre la indiferen-
cia y la hostilidad. No tiene nada y no es
nadie. Sin embargo en los años de la miseria,

Página 88
el exilio, la depresión, la soledad, el pánico
escribe mejor y más lúcidamente que nunca”.
Walter Benjamin se suicidó en 1940 a los 41
años.

*Y no sigo. Estoy cansado, y lo que es


peor, temo contagiar al lector. En su funeral,
éste es el último número, me despido de esta
revista, de vida fugaz, y a todos los escasos
pero fieles lectores, les recuerdo que “todo
sucede en un instante, todo es un largo día,
una tarde interminable, los amigos se mar-
chan, nos quedamos en la orilla”. Es el final
de una espléndida novela, “Años luz”, del es-
critor norteamericano James Salter.

J.A. Martínez Gutiérez “Guti”

*Clarividente, o con información privile-


giada que, desde luego, algunos de nosotros
no poseemos, en este último párrafo, el
autor habla, con aviesa sintaxis, de un fune-
ral que no sabemos si se refiere al de la re-
vista (a la que define como “de vida fugaz”),
al del lector (se entiende que por incompa-
recencia en la lectura; ficticio, por tanto) o al Cóctel © J. M.ª Izarra
de él mismo (figurado, queremos verlo así:
Manual de autoayuda

Texto encontrado por AHG entre los papeles del Viejo Moralista

Morir por una idea es cosa bien ridícula. Una idea no es más que un invento del cerebro.
Una conexión entre neuronas, una fabulación insignificante que habla, sin entenderlas, de
cosas grandes y sublimes. Como el ciego topo que sueña con soles inmensos desde su ca-
verna. Una idea apenas es un cambio en algún neurotransmisor idiota por muy maravillosa
que le parezca a su ensoberbecido recreador.

Página 89
Morir por una persona es todavía más estúpido. Pues todas las personas son reos de
muerte y es como dar agua al desierto. Aun así hay quien lo cree razonable. Sería como
hacer el Camino de Santiago sabiendo que no lleva a Santiago, y que, en realidad, no hay
camino.
Morir, vivir por algo es, pues, sin ningún género de dudas, una forma de tratar de buscar
fuera lo que no entendemos dentro. Vendría a ser como amar la casa porque una vez hubo
un vecino al que, en realidad, nunca se vio, pero que, por algún extraño motivo, nos resultó
simpático.
Así que no nos queda excusa. Pues la vida por sí misma tampoco es algo que parezca su-
ficiente para querernos quedar con ella sin pedirle explicaciones. Es como amar la última
tabla que le queda al náufrago, diciéndole qué hermosa eres, qué grande es tu belleza.
Cuando en realidad está podrida y amenaza a cada momento a su incómodo huésped.
Entonces ¿qué amar?, ¿qué vivir?, ¿qué soñar? Es sencillo: amar es siempre amar una
ilusión, que casi seguro no es nada. Después solo queda una tarea: buscar nombre para esa
ilusión, ponerle cara, dibujarle sonrisa, imaginar un mundo para ella. Y mudarse allí.

Alfonso Hernando
Página 90
© J. M.ª Izarra

Gato negro acechando la luna


Carpeta artística de
María José Castaño

Página 91
Cuestionario: Félix J. Alonso Camarero
Página 92

2015. Ascender como tú, vuelto en cristales.


146x114.Óleo.Tabla
MARÍA JOSÉ CASTAÑO RODRÍGUEZ (Burgos, 1966)
Licenciada en Bellas Artes, especialidad Pintura, Facultad
Bellas Artes.
Universidad Complutense de Madrid, 1991
www.mariajosecastano.es

DOCENCIA
2006. Curso de Paisaje. Mayo 2006. Academia Provincial de Dibujo. Consulado del Mar. Burgos

CURSOS
2005. Taller Libre de Paisaje. Foro Arte y territorio. Espacio Tangente. Aguilar de Campoo (Palencia).

BECAS
2014. Beca de residencia artística en Beijing. Arteaga Galería Internacional Residencia de Artistas.
2004. Beca “El Arte y el Sueño”. Almedinilla (Córdoba), organizado por ECUME. Sevilla.

Página 93
1993/94. Beca Encontros na paisaxe. Valdearte’94. O Barco de Valdeorras (Ourense).
1995. Beca de paisaje Manuel López Villaseñor. Ciudad Real.
1991. Beca de paisaje en Ayllón (Segovia). Cátedra de Paisaje. Universidad Complutense de Madrid.

PREMIOS
2016. III Bienal Pintura Naturalista. Picos de Europa. Accésit Primero.
VII. Premio David García. Tierra de Lara.
2014. Premio de Artes Plásticas Ayuntamiento de Santo Domingo de Silos.
2014,2012. Selección Certamen de Artes Plásticas Fundación Villalar. Castilla y León.
2011,2010. Primera Mención XIV y XIII. Certamen de pintura ACOR. Valladolid.
2010. III Edición Premio Mujer y Empresa provincia de Burgos. Trayectoria profesional.
2002. Primer Premio X Concurso de Pintura Ciudad de Tudela. Navarra.
1998. Primer Premio XII Concurso de Pintura Ciudad de Burgos.
1997. Primer Premio II Concurso de Pintura Ciudad de León.
1996. Mención de Honor XXIV Certamen Nacional de Pintura Cajamadrid.
Finalista XIV Concurso de Pintura Carlos Haes (Madrid).
Primer Premio del IV Concurso de Pintura Rápida de Expansión a la Bolsa (Madrid).
1995. Mención de Honor XXIII Certamen Nacional de Pintura Caja Madrid.
Tercer Premio del III Concurso de Pintura de Expansión a la Bolsa (Madrid).
Segundo Premio III Concurso de Pintura Ciudad de Tudela. Navarra.
Mención de Honor III Premio Manuel López Villaseñor (Ciudad Real).
1994. Mención de Honor XVI Salón de Otoño de Pintura. Plasencia (Cáceres)
1992 Primer Premio de Pintura Ciudad Rodrigo (Salamanca).
1991. Primer Premio de pintura. Ayuntamiento de Ayllón (Segovia).
Primer Premio Jóvenes Pintores de Castilla y León (Burgos).

EXPOSICIONES INDIVIDUALES
2017. “Viaje de Papel”. Asociación Cultural Las Calzas. Villadiego (Burgos).
2016. ”Elementos del alma”. La casa blanca. Finca Marques de Valdecilla. Medio Cudeyo Cantabria.
“Las Verdes Praderas del Cielo”. Sala de Exposiciones Sede Centro de Arte Reina Sofía. Abadía
de Santo Domingo de Silos (Burgos).
2015. ”La leve luz de los caminos”. Centro Cultural de China en Madrid.
2014. ”Viaje al País de la Luna”. Arco de Santa María. Burgos.
2013. ”Cartas desde la orilla”. Sala de exposiciones. Oficina Principal de Correos. Cibeles. Madrid.
2010. “Continúa sucediendo”. Comisión Europea. Foyer Van Maerlant. Bruselas (Bélgica).
2009. Palazzo delle Contesse. Mel (Italia). - Galería Espacio-36 (Zamora).
2009-2010. “Donde sucede”. Arco de Santa María (Burgos).
2008, 2005. Galería Bay-Sala (Bilbao).
2003, 2000. Galería Bay-Sala (Bilbao).
1997, 1995. Galería Bay-Sala (Bilbao).
2007. Galería Vía 2 (Ibiza). 2005. Galería Amparo Gamir (Madrid).
2006, 2004. Galería Paloma 18. (Burgos).
2002, 2000,. Galería Paloma 18 (Burgos).
1997. Galería Paloma 18 (Burgos).
2004, 2005. Constelación Arte. Exposición Itinerante de la Junta de Castilla y León.
2005. Galería Amparo Gamir (Madrid).
2001. Galería Val i 30 (Valencia).
1998. Galería Art Point (Bottega di Cimabue), Florencia.
1996. Galería Parc (Principado de Andorra).
Galería Pedro Torres (Logroño).
1995. Galería Milán (Madrid).
1994. Galería Arlés (Madrid).
1993. Galería Orfila (Madrid).
1992. Sala del Volks-Bank (Eisenberg). Alemania.

Página 94
EXPOSICIONES COLECTIVAS
Festival Internacional de Grabado y Obra sobre Papel. FiG. Bilbao. Galería Espai d’Art. Pollenca Mallorca. 2017-
2016. “La Visión Alterada”. Fundación Caja Círculo (Burgos). 2016. Everyone/Art 2013. The 8th Culture And Art
Festival Of Songzhuang. Sunchine International Art Museum. Songzhuang. Beijing. China. Chinese & Foreing art-
ist. Shiyou Club. Wangjing. Beijing. China. “El jardín secreto”. Jardines Benedictinos. Oña. Burgos. Muestra “I love
Ibiza, -Ibiza he t’aime”, Hotel Pachá. Ibiza Exposición III y IV Certamen Fundación Villalar. Fundación Díaz Caneja.
Palencia. Arte por Derechos. Sala de exposiciones del Arco de Santa María. Burgos. SALARTE I, II y III Muestra de
arte de Salas de los infantes. “El óxido”. 2012”. La Poesía”. 2013. ”la Oscuridad”. 2014. Del Rio, Cristino, Castaño
y el Mar”. Sala Círculo Central. Caja Círculo. Burgos. 2011. Feria de Forlì 2010 (Italia). Galería Image2. (Bruse-
las). 2010. Estampa-09. Espacio Tangente. (Burgos). 2008. Galería Marita Segovia, (Madrid). “Portmany, Calvet
y Castaño”. Galería Via 2 (Ibiza). 2007. “Colectiva verano 2007”. Galería Amparo Gamir (Madrid). Arcale X, IX. Feria
de Arte Internacional de Castilla y León. (Valladolid). Art- Madrid 2007. Pabellón de Cristal (Madrid). V Premio
Nacional de Pintura Parlamento de La Rioja (Logroño). Holland Art Fair de la Haya (Holanda). “Premio de Pintura
Focus-Abengoa”. Hospital de los Venerables (Sevilla). Feria “Arte Sevilla” 2005 “Colección Caja Burgos”. Centro
Cultural Casa del Cordón, (Burgos). Arco’02. Galería Val i 30. Madrid. Feria Interart’ 2001 (Valencia). Galería La Ga-
llery, (Hossegor). Muestra Ateliergemeinschaff (Schulstrasse Münster). Alemania. Galería Pierogi 2.000. (Nueva
York). Feria Arteroma (Roma). Italia. Galería Docal-Art (Santander). Galería Nolde (Navacerrada). Madrid. Feria
Interart’96 (Valencia). Sala Eloy Gonzalo (Caja Madrid). Galería Bay-Sala. Centenario del Puente Colgante (Bilbao).
Galería Fauna’s (Madrid). Galería Balboa 13 (Madrid). Galería Milán (Madrid). Galería Recoletos (Madrid).

MUSEOS Y COLECCIONES
Museo Vellosillo (Ayllón. Segovia). Museo Pedralba 2000 (Valencia). Fundación Universidad Complutense de
Madrid. Caja Círculo. Sede Social (Burgos). Ayto de Burgos. Ayto de O Barco de Valdeorras (Ourense). Ayto de
Ciudad Rodrigo (Salamanca). Volks-Bank (Eisenberg), Alemania. Ayuntamiento de Tudela (Navarra). La Bolsa
de Madrid. Ayuntamiento de León. Junta de Castilla y León. Teatro Principal (Burgos). Fundación Caja Burgos
(Burgos). Museo de Arte Contemporáneo (Salamanca). Monasterio Santo Domingo de Silos. Parlamento de las
Cortes Regionales (Valladolid). Fundación Focus Abengoa (Sevilla). Consulado del Mar. Academia Provincial de
Dibujo (Burgos). Paradores Nacionales. (Madrid). Museo histórico de las Merindades. (Medina de Pomar). Bur-
gos .PROMECAL. (Burgos). Centro Cultural de China. (Madrid).Fundación Aspanias (Burgos)
La vega, el río, el monte y tu “Testigo del tiempo”... Sabes, hubo una época en que fre-
cuentaba esta carretera, N-234 Burgos-Sagunto. Y en este punto en que se empina ligera-
mente para salvar esa especie de loma en que se alza el pabellón, la luz hacía un extraño a
los ojos, como si pretendiera avisar al viajero. Recuerdo que me entró cierta obsesión por
averiguar qué habría en el vientre de tu “Testigo del tiempo”.
―Cascajares y la histórica Comarca de Lara, ¿qué aporta este escenario a tu persona en
el día a día?
―Me aporta calidad de vida, estar en contacto con la naturaleza, respirar puro y estar
alerta a los cambios, a las estaciones; poder contemplar estos cielos, hacerme preguntas.
―Por algunos de tus WhatsApps, he llegado a pensar que te creías supervisora de los
crepúsculos que se van sucediendo por estos entrañables lugares. Diríase que los hermosí-
simos atardeceres, que las exhibiciones de la luna entre las copas desnudas, que los inefa-
bles amaneceres transcurren solo para tus ojos y para tu sensibilidad.
―¿Qué es para ti la luz?

Página 95

2008.Sueño de luna
O.T.81x100
―Es el sentido de lo que está compuesto el color, que es mi herramienta; es el movimiento
de la vida.
―El color, tu herramienta... Sabes, los pintores tenéis la obsesión por apropiaros de la
luz. Imitadores de Prometeo, la tomáis de su transcurso oscilante y, como los entomólogos
hacen con los insectos, la sacáis de su contexto cósmico, y os dedicáis a emular a los dioses,
tratando de mejorar lo que ellos crearon. Como si la Naturaleza no fuera para vosotros lo
suficientemente perfecta y hermosa.
―¿Qué es para ti la vida?
―La vida es un río que nace y que muere en el mar, un recorrido inevitable, un mar de
preguntas...
―Eso: un mar de preguntas sin respuesta. Sabes, conmueve esta realidad tan debilitada
en un escenario tan cargado de nostalgias heroicas, de hazañas y relatos que hicieron de
estos lugares nuestra primera patria. ¿Qué representa para ti esta realidad, para serla tan
fiel en el tiempo e, incluso, en el espacio?
―La fuerza y la belleza de la tierra que me atrae.
―Como bien sabes, antes de que tú la convirtieras en imágenes, en esos azules que plas-
mas en tus recreaciones, tan obsesivos y envolventes, otros la elevaron a palabras, la trans-
formaron en literatura, en poesía: “Días azules y dorados”, “colinas plateadas”, “cárdenos
roquedos”, “tierras labrantías, como retazos de estameñas pardas”. ¿Te suena? A estas tie-

Página 96

2007.Testigo del tiempo.


114x146.Óleo.Tabla.2007
rras se asomó Machado cuando proyectaba inmortalizar la tragedia de los Alvargonzález. Y
por sus caminos pasó también el viajero Azorín. Venía de Nebreda ―un mes de marzo como
2001.Sueño de Arlanza.
Óleo.Lino.114x146
Página 97
2011_Mágico Arlanza
O.L.60x737
Página 98
este, primaveral en ciernes, de 1912― donde había epilogado su libro “Lecturas Españolas”.
Se dirigía a Cidones, a la venta que “está en la carretera que va de Soria a Burgos”, es decir,
la N-234, donde se erige tu “Testigo del Tiempo”, para ser inmortalizado ante el fogón de los
Ruipérez (con la marmita que borbolla) por el poeta amigo.
―¿Qué esperas descubrir todavía en estos apartados rincones para perfección y beneficio
de tu obra?
―Lo que me queda por expresarla, sumergirme en ella para pintarla mejor, sacar su esen-
cia, sintetizarla y fundirme en ella.

Página 99
2003.Te acercas
O.L.46x92

2018.Variaciones Guijarrón
Óleo.Tabla
―“El campo se extiende ante mi vista ―dice el maestro de Monóvar―; se halla en la pri-
mavera cubierto con el tapiz verde de los sembrados, roto acá y allá por las hazas hoscas,
negras, de los barbechos y eriazos...”. Esto también debe de resultarte familiar porque está
en tus cuadros. ¿Actualmente cuál es tu obsesión artística más destacada?
―El agua, las nubes, y una implicación con los elementos...
―A medida que la vida transcurre, uno lucha por desvelar a través de la realidad o a tra-
vés de los sueños, que también son realidad, tantos misterios como a diario le asaltan: el
agua, las nubes, el vuelo de un gorrión... ¿Y cuál es tu meta más inmediata?
―La inauguración de una exposición en Laredo, y otros proyectos sin concretar.
―Seguro que triunfa tu pintura una vez más. La haces tan exquisita, tan apetecible o,
dicho de otra manera, tan alejada de la severidad y la espereza que encierra el motivo en el
que se inspira... ¿Qué tal te llevas con tu vecina la soledad? ¿Te gusta pasar a su casa o la

Página 100

2012 Río
Oleo.Tabla.60x73cm
invitas a que venga a la tuya para compartir un café con cháchara o una partida de chincho-
rro?
―Me llevo bien, y le preparo buena comida y buenos caldos.
―En cierta exposición que visité de Picasso, éste escribía palabras terribles sobre la so-
ledad, si bien reconocía que gracias a las largas temporadas que había pasado en su sola
compañía había conseguido llegar adonde había llegado. ¿Hay algún secreto en esta tierra
que piensas que te queda por descubrir?
―Seguro que sí, es muy grande con muchos rincones por explorar.
―Grande en su espacio y más grande aún en su historia. ¿Qué es para ti la rutina?
―La acción que se convierte en un hábito…Y el hábito en virtud.
―Confiésame bajito algunos de tus miedos.
―La desilusión, la desesperanza, el desamor...
―¡Casi nada! A uno se le pone carne de gallina al oír semejantes palabras, males liberados
un día de la caja de Pandora...
―Cuba, China, París... ¿Qué han aportado los viajes a tu pintura?

Página 101

2016.Nube de mujer
Óleo.Tabla.114x146
―Experiencia, conocimiento, libertad...
―Tú, que te codeas a diario con el silencio, ¿le temes o ya lo has domesticado como a un
amante que comenzó siendo rebelde?
―Ya es un aliado.
―El silencio necesario para que hable lo más elemental de nosotros, lo más profundo que
quizá encierra el misterio de lo que somos: De esto sabrán mucho tus vecinos, los monjes.
―Bernardo, Jorge, tú y este que te pregunta... ¿A qué distancia te ves y te sientes de la
María José de aquella tarde del 2007 en que nos conocimos?
―Distinta, mayor, pero muy parecida.
―Examinando tu currículum, diríase que ha transcurrido mucho tiempo desde aquella
tarde, a la vista de tus logros y triunfos. A primera vista, me pareciste una chica resuelta
que caminaba hacia sus propósitos sin ningún tipo de vacilación. Creo que no me equivoqué
en esta apreciación. Tan amante de los zapatos como una Imelda Marcos, ¿conservas todavía
aquellos que te probaste y adquiriste en presencia de los tres esa misma tarde?

Página 102

2016.Sacando del cielo las estrella


Óleo.Tabla.60x60
―Si, preciosos botines pardos con tres botones de colores.
―Y seguro que en ese color pardo ves escrito algún bello recuerdo. Y en el mítico número
tres... ¿En qué museo te gustaría ver colgado un cuadro tuyo?
―En muchos museos maravillosos... En los museos de las ciudades donde he vivido.
―Como a algunos, también a mí los museos me dan un poco de pena. Se me antojan
jaulas. Como si las obras expuestas languidecieran lejos del tiempo y de los espíritus que
les dieron la vida.

Página 103

2017.Cumbres borrascosas
Óleo.Tabla.30x30
―¿Has sentido alguna vez sobre tu nuca el aliento pestilente de la envidia?
―No la he sentido pero si la he tenido cerca.
―En el caso del artista, los envidiosos serían los demonios enviados por los dioses para
hostigarlo y hacerle desistir de sus propósitos en cuanto que, como he dicho antes, trata de
insistir en su labor creadora, algo que a todas luces les contraría. ¿Qué te ha dado la pintura
que nunca esperaste que te diera?
―Cordura y locura, sentido, una profesión valiente y libre.
―Cordura y locura unidas suenan a perfección; valiente y libre, a epopeya. ¡Qué afortu-
nada debes sentirte! ¿Tienes ínfulas por trascender más allá de tu tiempo vital?
―No, en este mi tiempo, sí.

Página 104

2009.Mirador
Óleo.Lino.50x50
―Se nota que estás a gusto contigo misma y con cuantos te rodean. ¿Has experimentado
alguna vez angustia ante la belleza por no poder alcanzarla?
―Muchas veces.
―Lo cual te da renovados bríos para seguir trabajando a fin de lograr tus objetivos. ¿Su-
fres cuando pintas o más bien gozas?

2010ÓNolde-Castaño

Página 105
O.L.73x100

―Las dos cosas.


―¡Qué gran afortunada! Por último, el monasterio de Silos, siempre tan exigente en todos
los aspectos, el artístico incluido, te ha reconocido entre sus elegidos. ¿Te sientes por ello
profeta en tu tierra?

Página 106

2013.Viaje al pais de la luna


Acrilico-Óleo-Tintas.Lino.180x90
―Si.
―¿A qué te has obligado con este reconocimiento?
―A seguir pintando.

Página 107
2014.luna de agua
Óleo.Lino.195x195
―En pos del misterio hacia la perfección. Y al lado, la felicidad. Que ésta sea, amiga mía,
tu conquista definitiva.

Las preguntas las hizo Félix J. Alonso Camarero.


Las respuestas las dio María José Castaño, pintora.
Semana Santa de 2018.
ISLA DE LA GRACIOSA

Ante mis ojos se abre


la increíblemente cierta inmensidad de un pequeño cuadro...
es una marina,
una dulce acuarela de azules diversos e inevitables
que crece ante mis ojos

Página 108
hasta hacerse,
hasta llegar a ser el amanecer de un cenote
que empezara en esta sala,
aquí, donde me encuentro,
acompañado de quien quiera que soy en cada instante,
y boqueo y movería en traveling mi pelo,
porque mis ojos ven cosas distintas cuando emerjo
hasta el cuadro que pone
sentido al sifón que atravieso,
a la feliz apnea que me trae hasta un lugar
que es igualmente distinto cada vez
que en él renazco,
que me hace sentirme vivo...
...no quiero,
en realidad no puedo levantarme...:
Me oigo musitando:
Isla de la Graciosa...,

2017.Mar de plata
Óleo.Lino.50x50
Castaño
y una sonrisa me cruza el rostro
y me oigo decir
María José Castaño...
...el milagro de azul;
oigo que digo.

18, 40 de 27 de marzo de 2.018


Jesús Barriuso

Página 109

2016.Elementos del alma


Óleo.Lino.100x100
Página 110
Tejer y destejer
Triste mujer, tú que aguardaste tanto
la lenta vuelta del cruel esposo
que por los mares malogró su anhelo
ávido y denso.
Desazonada en la quietud umbría
del gineceo, mausoleo helado,
decapitaron tu ambición de vuelo,
alas castradas.
Siempre tejer y destejer la tela,
siempre la duda de esperar sumisa
o de rasgar enfurecida el peplo,

Página 111
ménade ardiente.
Abrir tu seno al encendido abrazo
y que la entraña arrebatada estalle,
abrir tus piernas al lascivo empeño,
férvido asalto.
Diez años ya: tus compañeras lejos No más tejer y destejer la duda:
peregrinaron. Al palacio afluyen si naufragó en el sortilegio glauco
tras de tu aroma pretendientes fieros, el rey ausente, tu lujuria incite
y Eros se imponga.
lúbricas ingles.
Rememorando los primeros días
de juegos dulces en la oscura alcoba,
voluptuosas las doncellas besan
lésbicos labios.
Reminiscencias del placer se alzan
en tu memoria y en la carne táctil:
el adivino desveló que el gozo
frágil domina.
Diez años ya: tus compañeras lejos
peregrinaron. Al palacio afluyen
tras de tu aroma pretendientes fieros,
lúbricas ingles.
No más tejer y destejer la duda:
si naufragó en el sortilegio glauco
el rey ausente, tu lujuria incite
y Eros se imponga.

Roberto López
Ñ
© J. M.ª Izarra

Página 112
Fragmento de Plectropatia

No quiero y ya ves,
yo también me acabo
a pesar de aquellos muros
que arrinconaban lo siguiente
como anécdotas barrocas.
“No sé”,
respuesta prohibida en la escuela,
se enrosca ahora y vuelve este yo-yo
y se revela como la única verdad.
“Pasajero ciego de un velero naufragado”,
escribía,
pero con la boca pequeña de los videntes
que disfrutan del crucero exótico de la juventud.
¿Ves el muro como se rasga?,
cualquier otro tema es vulgar,
la vida, ahí está grandiosa,

Página 113
toda palabra la merma;
el amor, es ciencia,
o la nota en la esquina de un cuaderno cuadriculado
diciendo “mañana a las tres”,
lo demás es para ser recibido con el prisma de otros siglos.
Demasiada simplicidad
para poder entenderse sin el regusto dulzón
de la ñoñería ilustrada.
De qué voy a hablarte yo,
si huyo de las comidas en manada
porque veo migas en la comisura de las bocas
en vez de complicidad antropológica,
flemas y no risas;
si me incomodan las formas básicas de la normalidad;
veo en los niños tiranos;
repudio los requisitos de la amistad;
evito ampliar los limes de la complicidad;
me sofoco con un te quiero;
Insulto por lo bajo a los falsos solitarios
que se agrupan como piaras
consolidando los sistemas contra los que luchan.
Me repugnan los que los critican,
por el bufo paso sereno
de quien no se sabe fallecido.
Y huelo las grietas de la descomposición
en los más sutiles indcios de su posibilidad:
una axila perfumada,
[...]
Javi Martín Rodríguez
Página 114

Vitaminas © J. M.ª Izarra


Epifanía

Y de repente,
así,
sin previo aviso,
te ves frente a frente con la vida.

Sencillamente
y aún no sales de tu asombro,
porque es esa que has tratado de inventar

Página 115
mientras huías de ella
y...;
y...;
ya no te vale de nada lo que hizo de ella,
de ti mismo,
esa caricatura que te cubre,
en la que te escudas,
con la que reptas...
y...;
no temas,
no voy a decir que,
entonces,
al tener esa certeza,
des por perdida la que te sirvió para evitarla,
¡que fácil sería!...:
borrón y cuenta nueva...

Y te entran,
te nacen de la entraña,
unas ansias enormes de vivirla,
con una curiosidad de niño,
que no sabías que aún tenías...
quizás la única razón cierta
para tratar de llenar de vida la vida,
tan mentirosa ella.

Jesús Barriuso
Página 116

© J. M.ª Izarra
L´ultima volta

Qué raro que, de pronto, vuelva hoy


el recuerdo de aquella última vez
―l'ultima volta, que dirías tú―,
en el portal de nuestra amiga,
después de la gran fiesta,
y tras todas las fiestas que en honor
de nuestros cuerpos celebramos
durante ese feliz año sin tiempo.
Y qué curioso, sí, que aquella noche,

Página 117
mientras nuestro jadeo
se confundía en la escalera
con el eco de los vecinos,
los dos quisiéramos hacer creer al otro
que no había llegado ya el final,
y que el fin último de aquel trasiego
de placer y mentira era el amor,
un amor embustero y frágil como nosotros.
Al principio solías excusarte
diciendo cada vez que esa sería la última;
y más tarde lo hacías al fingir
que no tendría fin.
Ambas eran mentiras bellas
pero tristes verdades,
como nosotros mismos.
Aquella noche,
apoyados contra una pared fría, y a oscuras,
fue, en efecto, la última
y al mismo tiempo la primera vez
en que sentí el deseo de escribir
un poema que hablase de todas esas veces
que fui premiado con tu cuerpo,
un poema del cual
–por pudor o más bien por cobardía–
me reservo el último verso.

José Gutiérrez Román


© J. M.ª Izarra
Pez Tizona

Página 118
Rapa Nui

¿A quién despedisteis,
que al marchar,
petrificó para siempre vuestros rostros?
¿A quién esperáis,
tutelares vigías de infinito,
que un día partió sin ningún adiós
de vuestra patria ignota?...

Página 119
Mientras las nubes se aventuran inconstantes,
caprichosas, por la bóveda azul,
en los celestes campos
del oceánico templo de la santa lejanía...

Muy antiguo es vuestro vínculo


con la vida y con la muerte,
vigilantes sagrados...
en altiva posición guardando
lo que debe permanecer guardado,
silenciando
lo que pertenece al reino del silencio...
impidiendo el paso del osado pie del hombre
hacia las sendas que no deben ser pisadas...

Heridos estáis,
maltrechos por el paso de los siglos,
pero leves os son vuestros pétreos quebrantos:
pues enhiestos, impasibles,
servís a la Majestad y ésta os inunda,
mientras el silencio sella vuestro designio egregio,
antiguo como el mundo y sus estrellas.

Miguel Ángel Barbero


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Jeroglífico:

¿Cómo se llamaba el sitio

donde estuviste?
© J. M.ª Izarra
Sombra

Sombra. Amplia como la noche, interminable; eterna en su grandeza de alas desplegadas,


inmensa en su brevedad.
Un destello, un fulgor apretado nacido del resplandor que la luz restaña en el filo negro
de la nube.
El manto de viento y plata cubre la piel desnuda de la luna resplandeciente.
Bajo la nube, atemorizado, el hombre alienta estertores de emoción.

Página 121
Rinde pleitesía al arroyo de formas palpitantes que empapa, sangre de la noche,
la tierra, y abre surcos untuosos en sus entrañas cálidas.
Recortada contra el cielo emerge la piedra mágica.
Redimida de su prisión, ahora hecha viento, aire y esencia de libertad.
Amor de luna, de luz de sombra; encuentro deleitable de brisas y silencios.
Sombra retrocede, se oculta en su regazo, se protege y llora…
El alba, apenas un instante. No es nada el alba. Amanece.

Carlos de la Sierra

(Cantos del Infinito. Canto III. Sombra)


Dandismo

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© J. M.ª Izarra
© J. M.ª Izarra
Confesión general
Y,
desde la historia aún no totalmente escrita
de este instante efímero y concreto,
quiero rememorar de nuevo
todo aquello que me hizo temblar y sentir:
la levedad del ala,
la belleza de un cuerpo,
la ternura de un labio,
la agonía de la luz, la rosa o el rocío,
la significación de un capitel.

Aire o lluvia,
azogue o arcoiris,
trazo sutil, paisaje o pincelada,
golpe de buril tallando una sonrisa,
la audaz geometría de los pájaros insomnes,
el delirio de las piernas que se cruzan como una invitación
antes de rozar la apoteosis,
la planitud del campo, recubierto
por el frágil dibujo de la escarcha,

Página 123
el secreto que guardan los canteros románicos
que esbozaron trazos y signos
definitivamente modelados por la lluvia y el tiempo.

Un rumor de hojas espontáneas,


el caminar de una mujer,
un rostro ensimismado que después se desvanece
tras los blancos visillos, la niebla o el cristal,
un rezo, un hábito morado, el paso cauteloso
que se oye en un claustro pletórico de arte y soledad,
una conversación a cuatro o cinco voces
sobre la acera humedecida de una calle desierta,
la plenitud del surco, el nacimiento del albor,
el oro fugaz de los rastrojos,
esa mano que aprieta la tuya con inquietud y fuerza,
esa risa que comparte tu risa en la proximidad de las fronteras,
el sabor de las lágrimas amargas, la sangre, las afrentas,
el dolor que corta las arterias con filos de metal,
esa pupila enamorada que sigue el rastro de la luz crepuscular
cuando se posa sobre la policromía de las vírgenes,
el silencio compartido, un súbito rumor
de espigas y de antílopes,
un libro de poemas escrito con pasión y amor a las esdrújulas,
un ritmo de senoides que se ofrecen,
una boca, un temblor, un círculo de tiza,
un gesto, una palabra,
una asamblea de pináculos coronando la crestería gótica
de un verso inacabable e inmortal.

Pascual Izquierdo

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