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Radclyffe Promising Hearts

Promising
Hearts
By
Radclyffe

Traducción libre, por Alhena. 2017


Radclyffe Promising Hearts

La Dra. Vance Phelps lo ha perdido todo en la Guerra de Secesión, su


futuro profesional, su lugar en la sociedad de Filadelfia, y su fe en sí misma.
Ella viaja a New Hope, Montana sin esperanza de felicidad y sin desear otra
cosa excepto olvidar. Mae es una mujer de la frontera, acostumbrada a
estar sola. Protege ferozmente el bienestar de las jóvenes mujeres sin
rumbo que se encuentran a su cuidado. Simplemente nunca esperó que una
de ellas fuera una doctora, herida en cuerpo y alma.
¿Podrán dos exiliadas encontrar refugio en el corazón de otra persona?
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CAPÍTULO UNO

Juzgados de Appomattox, Virginia


9 de Abril de 1865

La mañana de la batalla amaneció gris y fría. La Dra. Vance Phelps examinó


la suave pendiente que se extendía al sudoeste del edificio de los Juzgados de
Appomattox donde el Teniente General Ulysses S. Grant había desplegado el
Ejército del Potomac después de forzar al General Robert E. Lee y al Ejército de
Virginia del Norte a abandonar Richmond. Apenas un centenar de yardas más
allá, 30.000 soldados rebeldes, todo lo que quedaba de las diezmadas fuerzas de
Lee, estaban preparados para montar su asalto. Cerca, los cirujanos asistentes se
arremolinaban en un grupo inquieto, esperando órdenes sobre donde establecer
el hospital de campaña de regimiento. Vance era el cirujano jefe tras haber
prestado servicio por casi tres años en la 155 de los Voluntarios de Pensilvania,
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más tiempo que cualquier otro del personal médico, y por ser el único cirujano
en la división formalmente capacitado. La mayor parte de los demás solo
tuvieron algunas semanas de aprendizaje o absolutamente ningún entrenamiento
médico. Habían aprendido los conocimientos básicos del trabajo en combate.
-Allí -Vance señaló un denso grupo de árboles en la cima de una colina,
directamente tras las filas de cañones pesados manejados por la 24ª de Ord. Por
su larga experiencia en escaramuzas y batallas, demasiado numerosas como para
contarlas, Vance sabía que dentro de poco el aire se inundaría de espesas nubes
de humo negro que abrasaba los pulmones, escupido con fuerza por el fuego de
artillería y de armas cortas. A los camilleros y a los heridos que pudieran
caminar les costaría mucho encontrar el puesto de socorro, a menos que
estuviesen próximos a la línea de batalla y claramente visibles- Establece las
tiendas de campaña delante de esa cerca de setos.
- Seremos un objetivo claro allá arriba, Doctora -comentó Milton Cox, el
sargento que hacía las funciones de supervisor principal del hospital. Vestido
con los pantalones azules del uniforme de la Unión y una camisa de algodón
amarilla, deshilachada y descolorida y que, probablemente, había robado del
tendedero de alguna ingenua ama de casa sureña, parecía más un vagabundo que
un veterano experimentado.
- Podría ser -Vance coincidió con él con un destello de humor en sus ojos
negros,- si los hombres de Lee son tan descorteses como para apuntar al hospital.
Pero creo que tendremos la sección más fuerte de la Unión enfrente de nosotros
y, simplemente, puede que el cuerpo de ambulancias tenga más fácil
encontrarnos una vez empiece el tiroteo.
El sargento sonrió abiertamente, mostrando una fila desigual de dientes
manchados en tabaco- Bueno, has acertado más veces de las que te has
equivocado.
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Simplemente es cuestión de suerte, pensó Vance, pasando la manga de su


holgado abrigo azul de oficial por el sudor frio de su frente. En algún momento
de la noche, mientras yacía despierta cubierta por una fina manta en la parte
trasera de uno de los vagones médicos de suministros pensando en la batalla
próxima a llegar, la congestión en su pecho se había aligerado lo suficiente como
para que pudiera respirar sin sentir el dolor punzante que había estado presente
durante la última semana. La tos y los escalofríos persistían, un resto de la
neumonía con la que se había estado peleando desde febrero. Ahora su figura,
antes larga y delgada, era casi demacrada, aunque su piel estaba bronceada y
curtida por sol y el viento y sus músculos estaban fibrosos por el constante
trabajo. Mientras las fuerzas de Grant habían penetrado profundamente en el sur,
los días cálidos de abril y el aire húmedo de Virginia, habían ayudado a aliviar la
presión en sus pulmones. Se consideraba afortunada por no haber sucumbido al
agotamiento o la disentería o a algunas de las otras enfermedades que se habían
llevado a tantos otros en ambos lados de la guerra.
No era primera vez que agradecía la buena salud y al comida normal de la que
ella había gozado antes de ocultar su sexo e inscribirse en el Cuerpo Médico
Militar de los U.S. recién formado en 1862. Después de las cuantiosas pérdidas
en la Batalla de Bull Run, cuando murieron miles de soldados por falta de acceso
a tratamiento médico, y la escasez general de médicos en los regimientos, los
reclutadores aceptaban a cualquiera con el más mínimo entrenamiento médico.
Nadie miraba cuidadosamente las credenciales, o el género, de los aspirantes.
- Andamos cortos de cloroformo -dijo Milton.
Vance asintió, considerándose afortunada por que tuvieran algún tipo de la
sustancia medianamente nueva. Se decía que los cirujanos sureños habían estado
teniendo que pasar con éter durante meses, un anestésico mucho menos
confiable- Tenemos un montón de morfina y láudano por si nos quedamos sin
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anestesia.
- Bien, si necesito que se haga cualquier amputación, quiero que seas tú quien
la haga -Milton giró su cabeza y escupió un chorro de jugo de tabaco de color
café oscuro- Ninguno de los otros es tan rápido y limpio como tú.
- Gracias, Milton -dijo Vance, hacía mucho tiempo que había perdido cuenta
de los cientos de extremidades que había seccionado- Asegúrate de mantener la
palangana de desinfectante preparada para hoy.
- Sip. No pienses que acabaremos con él rápidamente, tú eres el único que usa
eso.
Vance sabía que Milton, igual que sus cirujanos asociados, pensaba que la
costumbre de sumergir sus manos en el líquido desinfectante entre las cirugías
era, no sólo una pérdida de tiempo, sino también una superstición tonta. No
obstante, las teorías del Dr. Lister sobre la higiene tenían sentido para ella. Pensó
en cuántos soldados había perdido, no por sus heridas sino por la gangrena.
Muchos más que los que había salvado. Su cara, enflaquecida de sobrevivir a
base de poco más que galletas saladas y carne seca durante meses, se volvió más
sombría todavía- Ahí fuera es poco lo que podemos hacer por ellos. No veo que
pueda perjudicarles.
- De acuerdo -dijo Milton quedamente, como reconociendo el oscuro estado
de ánimo de Vance- Esta guerra no puede durar mucho más tiempo. No con las
fuerzas de Lee divididas y con nosotros entre ellos.
- Espero que estés en lo correcto. Ha habido demasiada muerte -con un
suspiro, Vance enderezó sus hombros y empezó a comprobar el progreso de los
soldados asignados al cuerpo de ambulancias que estaban levantando la tienda
de campaña del hospital y subiendo los vagones del suministro. Su mesa de
operaciones consistía en una puerta de madera, sacada de la casa de una
plantación grandiosa, apoyada en dos barriles de munición vacíos. El
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instrumental era suyo, lo trajo de Filadelfia cuando había dejado su puesto en el


hospital para llevar sus habilidades donde más se necesitaban. Lo cuidaba y
limpiaba ella misma, llevándolos en una caja de madera grabada que le había
regalado su padre el día que se licenció en la Universidad Médica para Mujeres
de Pensilvania. Ese día, en 1861, ella había imaginado una vida muy diferente a
esta. Solo que desde entonces, todo había cambiado.
El sonido de fuego de armas cortas la arrancó de un pasado que había parecido
tan cierto en el presente, devolviéndola a una vida que ahora solo podía ser
medida con momentos. Un sonido escalofriante flotó entre las inmaculadas
nubes de humo blanco que se elevaban en el aire más allá de las líneas de la
Unión como un solo aliento. Un entusiasta, ondulante grito de desafío y,
extrañamente, de alegría.
El Grito Rebelde.
- Aquí vienen -susurró Milton casi reverentemente.
- Sí -dijo Vance, caminando a grandes pasos rápidamente hacia el área de
localización del hospital. Se quitó su abrigo y enrolló los puños de su camisa
blanca de algodón mientras caminaba. Una vez allí, recogió su maletín
quirúrgico del vagón y extendió su instrumental sobre un banco áspero de pino
junto a la improvisada mesa de operaciones. Dudaba que necesitara algo más
que las sondas, el cuchillo de amputación, y la sierra para la primera fase.
Los perdigones y la metralla de los cañones le dejaban pocas opciones
excepto amputar.
Sumergió sus manos en el ácido fénico y las sacudió para eliminar el exceso,
escrutando la ladera cercana en busca de la primera señal de heridos.
- ¡Sean inteligentes! -exhortó el General Philip Sheridan mientras galopaba
arriba y abajo por la línea delantera de la primera parte de sus tres divisiones de
caballería, luciendo su sable con bravuconería militar, pegado a su muslo en su
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vaina grabada de oro.


- La infantería de Lee estará sobre nosotros antes de que el sol seque el rocío
de la hierba.
La línea de caballería montada de Sheridan, preparada para la señal de ataque,
cambió de posición en la luz del sol como una enorme serpiente negra, los
jinetes y los animales estaban igualmente agitados por el sonido de las armas de
fuego y los hombres gritando.
La artillería ligera, colocada en plataformas de madera, se sacudía y abría
fuego vomitando con fuerza su mortífero granizo de metralla. El suelo tembló
con la fuerza de miles de pies golpeando sobre la dura tierra roja, y el aire brilló
tenuemente con el trueno ominoso de guerra. Vance oyó el cornetín anunciar la
carga, y la caballería de Sheridan embistió en dirección a las líneas rebeldes.
Entonces, entre el humo y las sombras, vio aparecer a los primeros camilleros,
corriendo tanto como podían, remolcando su carga de seres humanos heridos.
Cuando el primer hombre fue colocado sobre su mesa, la batalla se alejó de su
mente. Solo existía el herido.
- Cambia la hoja de la sierra, -dijo Vance mientras se apartaba de la mesa y
sumergía sus manos en el antiséptico teñido de sangre de la palangana situada en
un tocón de madera colocado a su derecha.
- No es que tengamos de sobra, -dijo Milton mientras limpiaba la sangre y los
restos coagulados de la mesa de madera con un cubo de agua.
Vance miró la cola de heridos que estaban en espera. Los que podían caminar
se estaban sentando bajo el refugio de los árboles, se vendaban ellos mismos o a
sus compañeros. Ella podría atender a algunos de ellos antes de que el día se
hubiese acabado, pero los que no estaban heridos gravemente vagarían de
regreso a sus regimientos antes de que tuviese alguna posibilidad de encargarse
de ellos. Sabían tan bien como ella que había poco que ella pudiera hacer por
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ellos, más allá de lo que habían hecho por ellos mismos. Los que necesitaban sus
servicios eran los soldados con heridas graves, lesiones principales en el tronco
o en las extremidades, y estos esperaban en el suelo formando un semicírculo
compacto y tan extenso como abarcaba su vista.
- Podremos aguantar con la que estamos usando, por ahora -dijo. Había
necesitado casi quince minutos para amputar la última pierna porque la hoja de
la sierra estaba tan roma que había tenido que forzarla a pasar a través del hueso
a base de fuerza la última media pulgada. Siempre se había mantenido activa,
evitando el transporte para caminar cada vez que podía, y trabajando en los
jardines que rodeaban la casa de su familia en el tiempo libre que le dejaban sus
estudios. Era lo suficientemente fuerte físicamente para hacer lo que debía hacer,
pero su corazón sufría.- El siguiente.
El chico no aparentaba más de catorce años, e incluso pudiera ser que no los
tuviera, dado que la guerra se había alargado tanto, cualquiera que pudiera
sujetar un rifle y afirmara que tenía dieciséis años era bienvenido en las tropas.
La bala de cañón le había golpeado justo por debajo de la rodilla, destrozando la
mayor parte del hueso inferior de su pierna y dejando sólo una masa deforme de
músculo conectada a su pie. Ella miró directamente a los ojos del chico.
- Voy a cortarte la pierna, hijo, y vas a vivir.
Vance asintió con la cabeza hacia Milton que estaba de pie a su izquierda con
una tela y frasco de cloroformo en su mano, y mientras él presionaba el paño con
el anestésico sobre la cara del chico ella apretó la correa de cuero alrededor de la
parte baja de su muslo con un tirón firme. De nuevo, tomó el cuchillo de
amputación en sus manos y rápidamente cortó hasta llegar al hueso, cuatro
pulgadas por debajo de su rodilla. Con una rotación circular de su muñeca,
completó la incisión a todo alrededor y dejó caer el cuchillo sobre la mesa
cogiendo la sierra en su lugar. Debería haber tardado menos de dos minutos para
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cortar transversalmente el hueso, pero necesitó dos veces más tiempo para pasar
los desgastados dientes a través de la joven pierna sana. Cuando la parte
destrozada cayó de golpe encima de la puerta que le servía como mesa, Milton la
recogió y la lanzó sobre un montón próximo de extremidades amputadas.
- Condenadas moscas, -murmuró Vance, apartando con las manos los
insectos, siempre presentes, que zumbaban alrededor de su cabeza y el cuerpo
inmóvil del chico obstaculizando su visión. Milton le pasó una aguja recta
enhebrada con seda negra, y rápidamente localizó y cosió cerrando los vasos
principales en el muñón. Entonces cubrió el extremo del hueso que quedaba a la
vista con un trozo de piel y músculo y velozmente lo suturó para rematar la
amputación.
A alguna parte detrás de ella podía oír a los hombres gritando, incluso por
encima de las andanadas de los cañones y la cacofonía general de la batalla.
- Llévalo al vagón de evacuación. Que pase el siguiente.
Cuando no apareció inmediatamente otro cuerpo ante ella, miró hacia arriba
inquisitivamente. El sudor y las salpicaduras de sangre le entraron en los ojos y
parpadeó, entonces de forma mecánica se secó la cara con su manga. Vio a
Milton gesticulando aparatosamente mientras un teniente a caballo se inclinaba
sobre él y le gritaba algo, Vance gritó- ¿Qué pasa?
- Lee ha roto las líneas de Sheridan -Milton gritó mientras corría- debemos
retroceder.
Vance miró a los heridos que cubrían casi cada pulgada del suelo a su
alrededor y negó con la cabeza- No podemos mover a todos estos soldados.
- Entonces se los dejaremos a los cirujanos de Lee -dijo Milton, recogiendo
apresuradamente los medicamentos y el instrumental.
- No. Los cirujanos de Lee se encargarán primero de los suyos, y estos
hombres necesitan atención ahora. Tú te vas. Me quedaré yo.
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Milton dejó lo que estaba haciendo y clavó los ojos en Vance.- Si te quedas, te
harán prisionero.
- Puede ser. Pero soy un cirujano y seré valioso para ellos. Adelante, Sargento.
Déjame suficiente medicina para estos hombres y vete.
- No creo que pueda hacer eso, Doc -Milton avanzó hasta colocarse a su lado.
- Hemos peleado juntos, hombro con hombro, durante estos tres años. No
sería correcto. Además, mi mama no me crió para dejar a una mujer resistiendo
sola cuando las cosas se ponen difíciles.
Vance se quedó mirando fijamente sus serenos ojos color café.- ¿Lo sabes?
-él asintió con la cabeza- ¿Lo saben los demás?
- No puedo decirte. Tú no serías la primera, y la mayoría elige no hacer ningún
comentario sobre ello, aun si lo saben. -se encogió de hombros- Yo mismo he
visto algunos buenos soldados condenadamente bonitas. Y nunca un cirujano
mejor que tú.
- Gracias, Milton. Pongamos al siguiente sobre la mesa.
Vance siguió trabajando, el rumor de la batalla se oía cada vez más cerca.
Mientras los combate se sucedían a su alrededor, el aire se volvió espeso con el
humo y el sufrimiento. El dolor en el pecho de Vance regresó, atravesándola con
cada aliento. Tosió y negó con la cabeza, lanzando el sudor de su espeso pelo
oscuro en un arco alrededor de ella. Contradictoriamente, el sol asomó por un
instante, y las gotitas transparentes bailaron en los rayos de sol antes de caer en
la sangre que se acumulaba alrededor de sus botas negras llenas de rozaduras.
- Ese es el último, Doc, -dijo Milton- Ahora tenemos que salir pitando.
- Creo que tienes razón, Sargento, -dijo Vance, lanzando la sierra en su
maletín y enjuagándose las manos una vez más. Mientras trataba de alcanzar su
abrigo, logró ver brevemente la mirada de horror en la cara de Milton a la vez
que sintió la tierra sacudirse. Entonces el mundo dio vueltas locamente, y al
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instante siguiente estaba tendida boca arriba con los ojos clavados en el cielo.
Todavía se veían algunos pocos retazos azul brillante entre la densa niebla de la
batalla. No podía oír nada a través del pitido constante en sus oídos. Giró su
cabeza. Milton estaba tendido en el suelo a diez pies de distancia, su cuello
estaba doblado en un ángulo antinatural, sus ojos estaban vacíos. El dolor le
sobrevino en indescriptibles oleadas de angustia. Extendiendo la mano a ciegas,
Vance sintió el borde de hierro del barril que soportaba la mesa de operaciones
y, agarrándose a la parte superior, se impulsó para ponerse de pie. El lado
izquierdo de su cuerpo estaba chorreando sangre. Su brazo izquierdo colgaba
inútilmente por su lado. Mareada, se apoyó contra la mesa esperando no perder
el equilibrio, esforzándose por inspeccionar su herida. La sangre rojo fuerte salía
a borbotones por alguna parte cerca de su codo llevando el compás de los latidos
de su corazón. De una cosa estaba segura... moriría desangrada en unos pocos
minutos. Apretando los dientes contra del dolor y los gritos que amenazaban con
salir de su garganta, encontró la correa de cuero que usaba como un torniquete y
lo ciñó alrededor de la parte superior de su brazo. El sangrado se ralentizó.
Una bola de metralla golpeó la mesa y levantó astillas en el aire. No mucho
tiempo más. Se deslizó al suelo, con su espalda contra el barril, con el brazo
herido en su regazo. Entonces cerró los ojos y esperó.
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CAPÍTULO DOS

Territorio de Montana
Mayo de 1866

El dolor arrancó a Vance de su sueño ligero, las imágenes oscuras de peligro y


sufrimiento permanecieron mucho tiempo en el límite de su conciencia incluso
mientras abría sus ojos y parpadeaba en la penumbra de interior de la diligencia.
Se encontró con la mirada fija curiosa de una joven morena sentada en frente de
ella en el carruaje y deseó fervientemente no haber hablado en sueños, o peor,
haber gemido. Cambió de posición en el duro asiento de madera y se dio cuenta
de que sus piernas se extendían a lo largo del pequeño espacio entre ellas y
rozaban contra el vestido de viaje de la joven.
Precipitadamente, se sentó con la espalda recta y echó hacia atrás sus pies
calzados con botas.
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- Lo siento, señorita -susurró Vance quedamente, consciente de que la


compañera de viaje de la joven, probablemente su madre, le lanzaba una mirada
despectiva de reproche. Supuso que su aspecto era desagradable con las ropas
con las que llevaba viajando semanas. Los pantalones de lana gris oscuro, el
abrigo a juego, y la camisa de doble botonadura que había cogido del baúl de su
hermano eran nuevos, o casi, al principio de su viaje.
Sus botines negros favoritos estaban carentes de brillo pero el trabajo de
artesanía fina seguía siendo obvio.
Aún así, incluso si fuera un hombre, su apariencia llamaría la atención. Siendo
una mujer y mostrándose tan poco convencionalmente vestida siempre
provocaba expresiones de escándalo, incluso aquí, tan alejada de la sociedad del
Este, donde era algo más común ver a las mujeres en el campo o incluso en la
ciudad, vestidas con ropas masculinas. Sin embargo, sabía que era algo más que
simplemente su manera de vestir lo que provocaba las miradas.
- ¿Se encuentra usted bien? -le preguntó la joven, a sabiendas de que no había
ninguna forma educada de expresar su preocupación porque la cara de la mujer
misteriosa estaba pálida y sus ojos oscuros, bajo sus cejas aún más oscuras,
parecían febriles. A primera vista, había tomado a su compañera de viaje por un
hombre, cuándo subió a la diligencia poco antes de su partida de Denver.
Pero su cara, aunque de mandíbula ligeramente cuadrada y quizá demasiado
fuerte para ser considerada femenina, si que tenía una cierta elegancia en los
pómulos arqueados y una plenitud alrededor de la boca que era definitivamente
más propia de una mujer.
- Sí, gracias. -Vance estaba sorprendida de que esa señorita, quizás de
dieciocho años de edad, incluso llegara a dirigirse a ella, una desconocida, y
alguien a quien su madre claramente no aprobaba. El vestido de seda de la joven
morena, el gorrito, y el parasol eran nuevos y a la moda, y denotaban riqueza y
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privilegio. Esas jóvenes de la alta sociedad, Vance lo sabía bien, a menudo eran
extremadamente altivas y raras veces se aventuraban en círculos considerados
inferiores para ellas. No obstante, los ojos que examinaron a Vance eran francos,
en parte preocupados y en parte curiosos.- Discúlpeme por molestarla.
- Usted no me molestó,-dijo la joven, extendiendo una mano enguantada. -
Soy Rose Mason. Y ésta es mi madre, Mrs. Charles Mason.
Vance tomó los dedos de Rose suavemente entre los suyos e inclinó su cabeza
galantemente. - Señoras... yo soy Vance Phelps.
- ¿Es usted una…. jugadora? -preguntó Rose apenas controlando su
entusiasmo. Había oído hablar de esas mujeres, pero nunca se le había ocurrido
que se encontraría con una.
- Rose, -dijo su madre de repente- tus preguntas son impropias y tus modales
aun más. -dirigió su fría mirada hacia Vance.
- Por favor, disculpe la impertinencia de mi hija.
- De ningún modo -contestó Vance suavemente, comprendiendo la confusión
de Rose. Algunas mujeres más aventureras se ganaban la vida frecuentando los
salones de juego, a menudo vistiendo elegante indumentaria propia de los
hombres para poner de manifiesto su reputación y conseguir sus invitaciones
para las partidas de apuestas altas- Me temo que nunca he sido lo
suficientemente buena con las cartas como para hacer de ellas una profesión.
-vaciló un instante y entonces añadió- Soy médico.
- Oh, caray,-Rose respiró- Qué emocionante. -su mirada se posó brevemente
en la cara de Vance, deslizándose hacia abajo por su cuerpo y regresando
después.
Una vez más, para su frustración, no podría encontrar una forma adecuada a
las buenas costumbres para preguntar lo que en realidad quería saber.
- Imagino que es un trabajo muy... exigente.
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- Algunas veces -cansada y con serios problemas para mantener una


conversación o maneras educadas, Vance deseó poder, furtivamente, sacar el
frasco del bolsillo interior de su abrigo de viaje. El calor del whisky, no
importaba cuán fugaz fuera, sería bienvenido. En lugar de eso, sacó el reloj de
pulsera de su bolsillo y comprobó la hora- Deberíamos llegar pronto.
- New Hope debe parecerle un lugar muy aburrido para visitar después de la
agitación de la ciudad, -Rose continuó, ignorando el gesto tajante de
desaprobación de su madre. Su visita a Denver había sido una especie de regalo
de cumpleaños de sus padres, le había mostrado un nuevo mundo del que nunca
había conocido su existencia, uno mucho más emocionarse que la sencilla
sociedad de la zona fronteriza en la que se había criado. Estaba decidida a no
quedarse de nuevo sentada, como una observadora tranquila, mientras la vida
pasaba a su alrededor. Y justamente aquí tenía la oportunidad pues seguramente
esta mujer había visto mucho mundo. Rose nunca había visto a una mujer que se
vistiera así antes o viajara sola. Ni había visto a nadie, hombre o mujer, por quien
se sintiera tan fascinada. -¿Tiene a la familia allí?
- No -el tono de Vance fue más cortante de lo que pretendía, y cuando vio que
los ojos oscuros de Rose se abrían sorprendidos, sonrió para suavizar el tono de
su respuesta- No, la familia no. Voy allí para trabajar.
- ¿Con el Dr. Melbourne? -Rose no podría ocultar su satisfacción.
Ahora tendría más de una ocasión para relacionarse con esta enigmática
recién llegada y aprender más de lo que había en el mundo más allá de los límites
de su tediosa existencia.
- Sí -a Vance no le importó dar detalles. De hecho, la diligencia le
proporcionó cierta sensación de alivio. Parecía que había perdido la habilidad
para la interacción social educada durante los últimos años. Todo lo que había
querido era estar sola. Incluso se preguntaba por qué había hecho este viaje,
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cuando lo que la esperaba no tenía ningún interés para ella. Se obligó a


contestar- Ayudaré a Dr. Melbourne.
- ¿De verdad? Oh. Bien -Rose sonrió brillantemente- Entonces seguramente
me aprovecharé de sus servicios.
Vance sonrió suavemente- Verdaderamente espero que no necesite de ellos,
Señorita Mason.

Jessie Forbes lanzó un saco de pienso encima del montón en la parte trasera de
su carreta mientras la diligencia se detenía con estrepito al otro lado de la calle
delante del hotel. Saludó con la mano al hombre barbudo y polvoriento que
sujetaba las riendas- Buenas tardes, Ezra.
- Hola, Jessie -contestó el conductor mientras bajaba de un salto y amarraba el
tiro de caballos. Mientras el propietario del hotel se apresuraba a salir para dar la
bienvenida a los recién llegados, Ezra trepó de nuevo hasta la parte superior de la
diligencia y comenzó a pasar el equipaje a un tercer hombre. Jessie le prestó
poca atención a la familiar escena, reparando distraídamente en que las Mason
habían regresado mientras Charles Mason, el presidente del único banco de New
Hope, detenía su calesa detrás de su carreta.
- Jessie - dijo él mientras pasaba rápidamente en su camino para saludar a su
esposa y su hija.
- Charles -contestó Jessie dándose por enterada, observándolo con los brazos
cruzados mientras él cruzaba la calle. Su mirada se volvió afilada cuando bajó
otro pasajero descuidadamente de la diligencia. Sin considerar sus razones o el
posible recibimiento, Jessie siguió la mirada del banquero hacia el desconocido
por el que ella sintió una rápida y extraña sensación de reconocimiento.
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Rápidamente entendió el por qué. El forastero era la primera mujer que Jessie
había visto vestida con ropa de hombre en público, aparte de sí misma. Las
mujeres que estaban en las praderas podían llevar puestos pantalones cuando lo
requería el trabajo o el clima, pero nunca en la ciudad. Jessie lo hacía porque era
todo lo que había llevado siempre, y porqué se sentía muy cómoda con ellos.
Había crecido en New Hope. Los ciudadanos la conocían y le quitaban
importancia al hecho de que montara a horcajadas, como cualquiera de sus
jornaleros, con la típica indumentaria vaquera…pantalones vaqueros, camisa de
algodón, chaleco de cuero, botas, y sombrero del oeste. A nadie le parecía
extraño que llevara un Colt 45 enfundado contra su muslo, ni que llevara un rifle
en su silla de montar. Nunca se había parado a pensar en su discordancia hasta
que se percató de que no era la única. Se detuvo frente a la mujer de cabello
oscuro. Era casi exactamente de su altura, si bien un poco más delgada, y le
tendió la mano- Soy Jessie Forbes.
Vance reparó en la figura alta, rubia y delgaducha, observando el bronceado
en su rostro que se extendía por el cuello hasta la abertura de su camisa de
algodón sin cuello, el cinturón ancho negro de cuero, la pistolera colgando de
sus esbeltas caderas y las botas llenas de rozaduras. Una exploración rápida le
dijo que esta era una mujer que trabajaba la tierra, pero fue la inteligencia de sus
ojos azules y el parpadeo de curiosidad lo que captó la atención de Vance.
También había algo distinto en su mirada, una mirada de comprensión
totalmente vacía de conmiseración. Fue fundamentalmente eso lo que hizo que
extendiera su mano en respuesta- Vance Phelps.
- ¿Te hospedarás en el hotel? -preguntó Jessie.
- Podría ser, -contestó Vance- pero debo ocuparme primero del trabajo. Tal
vez tú puedas decirme dónde encontrar la consulta del Dr. Melbourne.
Jessie dio media vuelta y señaló por la calle mayor abajo. Era una calle ancha
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por la que cabían dos carretas, con profundos surcos permanentes hechos por el
paso de incontables ruedas y cascos de caballos. Los edificios eran estructuras
de madera de dos plantas, a excepción del banco que era de construcción más
reciente que la mayor parte de los demás y estaba hecho de ladrillo. Aceras
anchas de tablones cubrían el espacio entre los portales y la calle, permitiendo a
las señoras mantener sus zapatos y sus vestidos secos cuando salían a caminar o
a hacer vida social con tiempo inclemente- Aproximadamente tres puertas más
abajo en de este lado de la calle.
- Entendido.
- ¿Eres médico?
- Sí.
- Bien, bienvenida a New Hope -Jessie observó la pesada bolsa de viaje que
Ezra dejó caer en el suelo junto a Vance, entonces miró con respeto su manga
izquierda vacía y cuidadosamente doblada y sujeta en la parte superior- Voy
para allá, si tienes más equipaje.
- Solamente esta -Vance la levantó con su mano derecha, manteniendo su
expresión cuidadosamente neutral mientras le ardían los músculos de su lado
izquierdo.
Diez horas, apretujada en la diligencia, habían apretado el tejido cicatricial
sobre sus costillas. Jessie Forbes era un poco más alta que ella y probablemente
cinco años más joven. En buen estado físico, fuerte y brillante. Todo lo que
Vance ya no era. Extrañamente, no se ofendió por la cuidadosa oferta de ayuda.
En un día en el que no estuviera tan cansada, con tanto dolor, y no deseando nada
más que un trago y una cama, ella podría haberse preguntado por qué no estaba
molesta. Sea como fuera, simplemente asintió con la cabeza y se dio vuelta en
dirección a donde Jessie había indicado- Gracias otra vez.
- No hay de qué.
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Jessie volvió a cargar las provisiones, entonces revisó su reloj de pulsera.


Tenía casi una hora antes de que tuviera que recoger a Kate en casa de los
Beecher. Justo tiempo suficiente para hacer una visita.

El salón estaba casi vacío a las cinco de la tarde. Cuatro hombres jugaban a las
cartas en una mesa en un rincón con una botella de whisky en el centro. Algunos
vaqueros estaban de pie, bebiendo en la barra del bar que había a todo lo largo
del estrecho cuarto. Un piano vertical estaba colocado contra la pared opuesta,
pero el pianista no estaba por ninguna parte. En la parte de atrás, una escalera
conducía a un estrecho balconcillo y daba paso a un largo un pasillo. Las chicas
que ocupaban las habitaciones del pasillo, no saldrían a escena hasta después de
las diez de la noche, cuando los vaqueros y los ciudadanos estarían de humor
para tener compañía. En el extremo más alejado de la barra había una mujer
charlando tranquilamente con el barman, y cuando vio a Jessie, sonrió e le hizo
gestos con la mano. Jessie inclinó su sombrero y fue hacia ella.
- Hola, Mae.
- Tú por aquí…, hola, Montana, -contestó Mae, usando el apodo que le había
puesto cuando Jessie, con apenas dieciocho años, había comenzado a entrar en el
salón con sus peones después de asumir el control del Rancho Rising Star
cuando murió su padre.
- ¿Cómo estás? -Jessie miró con auténtica fascinación a la rubia
elegantemente maquillada, enfundada en su característico vestido verde
esmeralda que dejaba sus hombros descubiertos y escotado en su parte delantera
hasta los límites del decoro. Aún así, ella conservó cuidadosamente su mirada
fija por encima del nivel de esa extensión de piel color crema, mirando
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directamente a los profundos ojos verdes de Mae en su lugar.


- ¿La semana después del rodeo? -Mae se rió amargamente- Casi a punto de
dispararle a la mitad de hombres de esta ciudad. No puedo esperar hasta que
gasten su último dólar y sigan su camino lejos de aquí un año más -Jessie
escondió su sonrisa burlona y dijo seriamente- Espero que ninguno de mis
chicos te haya causado ningún problema.
Mae le dirigió una mirada traviesa, levantando una ceja cuidadosamente
depilada.
- ¿Debo suponer que piensas que porque reciben órdenes de ti allí afuera, en
ese rancho tuyo, son diferentes a el resto de los hombres? Cuando han estado
fuera, en la montaña, durante unos meses con nada, excepto sus egos irascibles
como compañía, sólo hay dos cosas que andan buscando en cuanto tienen dinero
en su bolsillo. Licor y mujeres.
- Si cualquiera de ellos te causa a ti o a tus chicas cualquier prob…
- No -dijo Mae, apoyando su suave mano sobre el antebrazo de Jessie- Los
chicos de Rising Star generalmente son lo mejor del grupo. Aún así he estado
muy ocupada toda esta semana manteniendo la paz aquí abajo y asegurándome
de que mis chicas no están en medio cuando alguno de estos cascarrabias
empiezan a discutir sobre de quién es rancho que cría los mejores caballos, quien
puede disparar más lejos, quién es el mejor jugador... -negó con la cabeza- Digas
lo que digas, los hombres discutirán sobre eso.
- No puedo entender cuanto pueden discutir sobre ese tema -dijo Jessie- Todo
el mundo sabe que el Rising Star tiene los mejores caballos y los mejores
hombres.
Mae echó hacia atrás su cabeza, sus bucles dorados, siguiendo la moda, caían
libremente esa noche y se movieron sobre sus níveos hombros- Algunas veces se
me olvida que no eres tan diferente a cualquiera de tus hombres.
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Su expresión se volvió cálida mientras contemplaba los ojos, azules como el


cielo, de la atractiva ranchera, su pelo besado por el sol, recogido
descuidadamente en la nuca con una tira de cuero, con sus ropas gastadas y
manchadas por el polvo del camino. Todo en ella resultaba más atrayente que
cualquier de los vaqueros que frecuentaban el bar o su cama. Su voz grave se
volvió más profunda- Simplemente diferente en todo aquello que es importante.
-Mae -Jessie se rió- Soy casi tan ordinaria como ellos.
Mae se obligó a que su voz sonara frívola, recordándose a sí misma que ahora
las cosas eran distintas para Jessie, y cualquier cosa que hubiera podido soñar
alguna vez acerca de ella, nunca llegaría a pasar. Inclinándose cerca de ella
susurró con complicidad- Apostaría a que eso no es lo que tu joven Miss Kate
Beecher diría.
Sonrojándose, Jessie enganchó los pulgares en sus bolsillos delanteros y echó
un vistazo alrededor, agradeciendo que nadie estuviera cerca para haberla oído-
Uh... bien, yo..."
- Oh, Montana, -dijo Mae compadeciéndose de ella- Eres un encanto. ¿Dónde
está? ¿Con su familia?
Jessie asintió con la cabeza- Tenía que venir a la ciudad a por provisiones y
Kate vino para hacer una visita a su madre.
- ¿Y tú no?
- Creo que va a pasar mucho tiempo antes de que los Beecher se sientan
realmente cómodos conmigo.
- O con que Kate esté viviendo contigo.
- Sí.
- Bueno, no te preocupes. Acabarán aceptándolo -dijo Mae amablemente,
aunque dudaba de que Martha Beecher aceptara alguna vez lo que compartían
Kate y Jessie... aquello a lo que Kate se negó a renunciar. Por mucho que hubiera
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recelado alguna vez de las intenciones de Kate, Mae tuvo que reconocerle el
valor por salir en defensa de lo que quería, y por permanecer fiel a Jessie- ¿Cómo
se encuentra Kate después de su primera semana en el rancho?
- Está bien, -dijo Jessie con alivio- Todavía se cansa un poco si se excede,
cosa que hace habitualmente, pero está casi totalmente repuesta.
- Creo que tuvimos suerte de que la gripe no fuera peor -dijo Mae con rabia-
La vida aquí es lo suficientemente dura con el clima, y los forajidos, y los
problemas entre el ejército y los indios. No necesitamos estar muriéndonos en
masa por la gripe y el cólera.
El tono de Mae era amargo, y Jessie se preguntó a quién habría perdido en su
vida. Habían sido amigas desde hacía mucho tiempo, pero era mucho más lo que
no sabía de Mae que lo poco que sabía.
- Detestaría tener que pasar por algo como eso otra vez -Jessie estuvo de
acuerdo.
- De todos modos parece que el doctor va a tener alguna ayuda.
- ¿Qué quieres decir?
- Hoy ha llegada un doctor nuevo. Al menos, supongo que ella va a estar
trabajando con el doctor. Ella se dirigía hacía allí.
- ¿Ella? -los ojos de Mae centellearon con curiosidad- Nunca hablar de una
mujer doctora.
- Vi algo acerca de eso en el periódico no hace mucho. En el Este hay escuelas
de medicina especialmente para mujeres.
- No me digas. Y ahora nosotros contamos con una -Mae golpeó ligeramente
con un dedo impaciente en el brazo de Jessie- Y bien… ¿Cómo es?
- No sé. Sólo hablé con ella un minuto -Jessie recordó su encuentro con Vance
Phelps. Ella había visto antes esa mirada de desesperación silenciosa en los ojos
de los hombres y había sentido una punzada de compasión- Tengo la sensación
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de que la conocerás pronto.


- ¿Yo? ¿Por qué?
- ¿No es aquí donde viene todo el mundo en busca de consuelo de una u otra
clase?
- ¿Por qué, Montana? - susurró Mae- ¿Cómo has llegado a ser tan lista?
Jessie sonrió tristemente - No tiene que ver con ser lista o no, Mae. Tiene que
ver con estar sola.
- Pero tú ya no lo estás,… ¿verdad?
- No. Ya no lo estoy -Jessie se inclinó hacia adelante y besó la mejilla de Mae-
Ya es hora de que vaya a recoger a Kate.
- Salúdala de mi parte -dijo Mae mientras observaba a Jessie marcharse dando
media vuelta, con el corazón encogido. Se alegraba de que Jessie hubiera
encontrado alguien a quien amar, pero continuaba enormemente triste por no
haber podido ser ella la que pudiera reclamar el corazón de Jessie.
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CAPÍTULO TRES

Vance golpeó enérgicamente la puerta de madera en la que se podía leer


Consultorio Médico grabado a mano sin adornos.
Cuando nadie contestó, miró con atención a través del cristal de la ventana
rectangular contigua a la puerta y, en la penumbra interior, pudo distinguir un
escritorio, varias sillas y una librería. Sobre ella había una lámpara de aceite
apagada. Después de volver a llamar y no obtener respuesta, probó con el pomo
de la puerta y, como esperaba, se abrió. Ella entró, puso en el suelo su bolso de
viaje justo en el umbral de la puerta, y se sentó en la silla de respaldo de madera
colocada frente a la mesa del despacho. No tenía prisa ya que no es que tuviera
ningún otro lugar a donde ir. Hacía tiempo que había aprendido a dejar pasar el
tiempo, de forma que ya no le suponía un gran problema.
Cerrando los ojos, puso su mente en blanco y se dispuso a esperar.

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- En serio, Kate, -dijo Martha Beecher con expresión contrariada- Solo porque
Jessie se niegue a vestirse apropiadamente no es excusa para que tú te olvides de
tu educación.
Kate Beecher inspiró profundamente, era consciente de que provocaría esta
conversación cuando había venido a visitar a su madre llevando puesto sólo su
sencillo vestido de algodón de paseo, sin su miriñaque debajo. El armazón de
aros hacía que fuera más farragoso moverse con sus vestidos por el rancho o
sentarse cuidadosamente en la calesa. Nunca había comprendido por qué razón
las mujeres había aceptado semejante impedimento para realizar cualquier
actividad, por muy de moda que estuviera, y se propuso no volver a usar uno de
ellos nunca más. Sin embargo, olvidó por completo su propósito de mantener a
raya su temperamento cuando su madre criticó a Jessie. Sus padres,
especialmente su madre, todavía estaban intentando aceptar su nueva forma de
vida y, más especialmente, su relación personal con Jessie- Jessie ni siquiera
podría pensar en hacer el trabajo que hace vestida de otra manera, y… -añadió
con una ligera sonrisa de satisfacción- Está maravillosa tal y como es.
- Soy muy consciente de lo diferente que es… Jessie -dijo Martha
remilgadamente- pero no veo la razón por la cual tú deberías olvidarte de ti
misma y de las cosas que te han sido enseñadas.
Riéndose, Kate miró a su madre cariñosamente. Sabía el gran sacrificio que
había supuesto para su madre dejar la sociedad de Boston y viajar a una tierra
agreste y desconocida por el bien de los sueños de su marido. Y por los sueños
de Kate, también- Créeme, no me he olvidado de ninguna de las cosas
importantes que tú me hayas enseñado.
- Algunas veces me lo pregunto...
- ¡Oh! ¡Esa será Jessie! -Kate dejó a un lado su taza de té y se levantó
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velozmente al oír el sonido metálico de las espuelas sobre el ancho porche de


madera. Aunque sólo estaban en mayo y la nieve todavía cubría las laderas de las
Montañas Rocosas, la tarde era cálida y habían dejado entreabierta la puerta
principal para dejar entrar la brisa.
- Por qué no le dices que no es necesario que te espere -dijo Martha con tono
firme- Así podrías quedarte a cenar y tu padre te llevara a… casa por la mañana.
- Oh, no, -dijo Kate dirigiéndose al vestíbulo- no quiero pasar la noche fuera
de casa -abrió la puerta de par en par y se puso de puntillas para darle a Jessie un
beso rápido en la boca- Hola, cariño. Entra. Acabamos de terminar el té.
- Hola, Kate -el corazón de Jessie se inflamó como siempre lo hacía cuando
veía a Kate por primera vez después de separarse. Kate estaba igual de
impresionante, con su pelo negro ondulado y lustroso y sus ojos oscuros como la
noche, que la primera mañana que Jessie la había visto. Y aunque se había
despertado cada mañana durante la última semana con Kate a su lado, en la
cama con dosel que había sido de sus padres, maravillándose ante la visión de
sus cuerpos enredados, sabía que nunca se acostumbraría a tener a Kate en su
vida. Se sentía como en un sueño y pensaba que siempre lo haría. Hablando
bajito, como en un susurro, dijo- Te he echado de menos.
- Y yo a ti -murmuró Kate, descansando la palma de su mano sobre el pecho
de Jessie justo por encima de su corazón. Jessie rozó con sus dedos la mejilla de
Kate, aliviada de ver el saludable rubor donde había estado el fiero matiz de la
fiebre no hacía demasiado tiempo. Entonces miró más allá de Kate dentro del
cuarto de estar y vio fugazmente el juego de té colocado sobre el aparador. Una
bandeja de servir de plata, platos con pequeños emparedados, y las pequeñas
tazas de porcelana china, increíblemente delicadas, pintadas a mano. Las cosas a
las que la madre de Kate había estado acostumbrada en Boston y que sin ninguna
duda no encontraría en la frontera. Para Jessie, representaban algo
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incómodamente ajeno, ella preferiría sujetar una docena de mustangs salvajes a


la vez antes que sujetar una de esas tazas sobre sus rodillas- No quiero
interrumpir. Esperaré aquí afuera en el porche. Hace un día bastante agradable y
estaré bien ...
- Tú no harás nada de eso -la regañó Kate, pasando su brazo por el de de Jessie
y tirando de ella hacia el interior- Tomarás un té y algún emparedado.
- Buenos días, Mrs. Beecher -rápidamente Jessie se quitó el sombrero
mientras seguía a Kate hacia el sofá. Había estado en el saloncito muchas veces
en los últimos cinco meses mientras Kate se estaba reponiendo de la gripe que
casi le había costado la vida. Ella nunca se había sentido completamente a gusto,
sobre todo porque Martha Beecher se había ocupado de que no estuvieran nunca
a solas. Ella había tratado a Jessie como el pretendiente que era, aunque
impropio, con fría cortesía y una velada censura. El día en que Kate había
abandonado el hogar de los Beecher para compartir su casa, como su amante y
su socia en el rancho Rising Star, había sido el día más feliz de su vida. Si por
ella fuera, nunca habría vuelto a poner un pie en casa de los Beecher, pero le
había prometido al padre de Kate que no se interpondría entre ellos, y mantuvo
su palabra. Además, Kate amaba a sus padres y la felicidad de Kate era lo más
importante para Jessie. Si Kate la quería allí, soportaría la molesta
desaprobación de Martha Beecher.
- Jessie -dijo Martha Beecher con urbanidad infinita- Espero que te
encuentres bien.
- Sí, señora.
- ¿Y las cosas en el rancho?
La cara de Jessie se iluminó- El Rising Star lo ha hecho muy bien en la última
subasta, y he comprado un excelente ganado de cría -se detuvo ante el destello,
casi imperceptible, de aversión que cruzó el rostro de la madre de Kate, y se dio
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cuenta, demasiado tarde, de que las señoras de clase no estaban interesadas en el


funcionamiento real de un rancho de caballos- Todo está bien. Agradezco el
interés.
Los ojos de Kate chispearon con emoción mientras apoyaba su mano sobre la
rodilla de Jessie. Tocar a Jessie era tan natural que ella no pensó que lo hacía-
Jessie tiene algunos planes maravillosos para abastecer de caballos no sólo a las
líneas de la diligencia, sino también a los ganaderos que necesiten caballos para
conducir su ganado a lo largo y ancho del territorio este…
- Realmente, Kate, -la interrumpió Martha- Pensaba que cosas así no serían de
interés para una señorita.
- Oh, no... eso es una de las cosas más maravillosas de vivir aquí. La vida está
cambiando constantemente. El Oeste crece, y estamos justo aquí para verlo
-miró a Jessie... su amor... con afectuoso orgullo- Jessie conoce la tierra y a las
personas. Y lo que necesitamos.
Ruborizada, solamente calentada por la mirada cálida de Kate, Jessie resistió
el impulso de coger la mano de su amante. Nunca había tenido vergüenza de lo
que compartían, pero no vio necesidad de obligar a la madre de Kate a presenciar
lo que ella, obviamente, quería fingir que no existía entre ellas. Jessie aún no
podía comprender por qué alguien se oponía a algo tan bello y tan precioso como
el amor que compartían, pero apreciaba la preocupación de los padres de Kate
por su bienestar y su futuro. Ella tenía la intención de demostrarles que no tenían
nada de qué preocuparse. Cuidaba de Kate tan bien como podría hacerlo
cualquier hombre.
- Kate, si aún quieres ir a la tienda -dijo Jessie suavemente- deberíamos irnos
para no volver a casa demasiado tarde. Todavía hace frío después de la puesta de
sol, y no quiero que te enfríes.
- Llevamos mantas en el carruaje y no me va a hacer daño un poco de aire
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fresco -dijo Kate.


- Jessie tiene razón -dijo Martha en un extraño momento de coincidencia. No
puedes arriesgarte a enfermar otra vez -no se lo había contado a Kate, pero Jessie
sabía que su reciente roce con la muerte la había dejado delicada. Se había
recuperado, casi milagrosamente, pero tal vez no lo superaría si volvía a caer
enferma tan pronto.
Kate pasó la mirada de su madre a Jessie con un enojo fingido- Estoy
realmente bien y soy muy capaz de tomar mis propias decisiones sobre cuándo y
a donde voy -no obstante, apretó la mano de Jessie y se levantó para besar la
mejilla de su madre- Pero quiero hacer algunas compras antes de que
emprendamos el viaje de regreso.
Jessie siguió a Kate y Martha hacia la puerta, sin prestar atención a los planes
que hacían para reunirse con una u otra señora. Se preguntaba cuánto tiempo
podría postergar salir a cabalgar con su capataz Jed a evaluar la situación. Había
grupos de caballos de su propiedad y necesitaba revisar a los animales de un año
y los potros. Además quería apartar de la manada a las hembras de cría más
fuertes para cruzarlas con el nuevo semental que había adquirido. La única razón
por la que no se había puesto en camino inmediatamente después de la subasta
era que, simplemente, aún no quería dejar sola a Kate en el rancho. Volvió
rápidamente en el momento en el que Martha Beecher pronunció su nombre.
- Jessie -dijo Martha-Tú cuidarás de nuestra Kate, ¿verdad?
A pesar del sonido exasperado de protesta de Kate, Jessie asintió con la
cabeza seriamente- Puede estar segura de eso.
- Te preocupas demasiado -dijo Kate mientras caminaba hacia la calesa de la
mano de Jessie. Apoyó sus brazos sobre los hombros Jessie y dejó que Jessie la
levantara hasta el asiento. Podía haber subido ella sola, incluso con el vestido,
pero le encantaba sentir los brazos de Jessie alrededor de su cuerpo y como la
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levantaba sin ningún esfuerzo. No deseaba perder la oportunidad de que Jessie la


tocara.
- Me preocupo lo necesario -dijo Jessie mientras se acomodaba junto a Kate y
remetía la manta de lana alrededor de su cintura y sus piernas, dejándola caer por
encima del estribo.
Kate se despidió de su madre que estaba en la entrada, entonces deslizó su
mano sobre el muslo de Jessie mientras se alejaban de la casa- ¿No te he
demostrado estas últimas noches que estoy lo suficientemente bien de nuevo?
Jessie suspiró profundamente cuando los dedos de Kate se movieron por la
parte interna de su pierna. -No puedo decir lo interesada que estoy en que me lo
demuestres de nuevo.
Riéndose, Kate apoyó su mejilla contra el hombro de Jessie- Entonces
llévame a casa, cariño. Iremos de compras otro día.

El sonido de pasos firmes espabiló a Vance en el cuarto prácticamente a


oscuras.
- Dr. Melbourne -dijo inmediatamente que se abrió la puerta detrás de ella, no
fuera que sobresaltara a quienquiera que entraba y la tomara por un intruso. No
deseaba recibir un disparo nunca más- Soy Vance Phelps.
Caleb Melbourne cruzó el cuarto hacia la lámpara de aceite, la encendió con
un fósforo que sacó del bolsillo de su chaleco, y ajustó la mecha hasta que la
estancia estuvo lo suficientemente iluminada. Se dio vuelta. Era un hombre
grande con la cara llena de arrugas y curtida por el clima y las crueldades de la
vida. Su cabeza poblada por abundante pelo oscuro revoltoso y un bigote grueso
que caía a los lados de las comisuras de su boca, le daban una apariencia dura,
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incluso apuesto, si no pareciera agobiado por las preocupaciones. Sus pantalones


y su chaqueta estaban arrugados, y a primera vista parecía un hombre derrotado.
Sin embargo, sus ojos oscuros eran incisivos y curiosos, a pesar de los parpados
hinchados y cansados- La hija de Jonathan.
- Sí, señor.
Caleb la saludó con la cabeza, sacó la silla de detrás del rustico escritorio de
madera, y se dejó caer en la silla con un suspiro- La última vez que vi a tu padre,
tu hermano y tú erais apenas unos niños empezando a andar -miró más allá de
Vance a través del cristal hacia la oscura calle. Las sombras informes
traqueteaban en el exterior y las voces de los hombres yendo y viniendo se
filtraban a través las paredes de tablones.
- Eso fue en Filadelfia poco después de que nos graduáramos.
El pasado no era algo que a Vance le interesara revisar. Más bien se
avergonzaba, completamente segura de que su padre había pedido un favor que
no podía ser rechazado.
- Sé que ha pasado mucho tiempo y aprecio su amabilidad.
- Su carta decía que querías trabajar.
¿Quería? Ya no podía recordar lo que quería, si es que había querido alguna
cosa. Había venido porque quedarse habría significado hacer frente a la pena de
su padre y su preocupación, día tras día y no encontrar la manera de aliviarla. Él
ya había sufrido mucho, ella no podría resignarse a aumentar su sufrimiento. Y
todavía había demasiados recuerdos de lo que todos ellos habían perdido,
demasiados para que ellas pudiera bloquearlos. Pensó en las vastas praderas que
había tenido que atravesar en las últimas semanas, las descarnadas ciudades de
la frontera, tan diferentes de las alumbradas calles pavimentadas de Filadelfia, y
en la imagen de New Hope que había tenido en su corto paseo por la abarrotada
Calle Mayor llena de baches. Aquí no había nada que le recordara a su antigua
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vida, su antiguo yo y lo que podría haber sido. Esa desconexión de todo lo que
había conocido, de todo lo que había sido, eso al menos, era algo que quería.
De repente, fue consciente del Dr. Melbourne todavía esperando,
observándola con atención.
- Sí -dijo Vance, aguantando su mirada fija y dándole la respuesta él esperaba-
Quiero trabajar.
- Somos los únicos médicos -hizo una mueca- Los únicos médicos de verdad,
en doscientas millas a la redonda. Hay mucho viajante pretendiendo vender
remedios milagrosos que no saben más de medicina que un ama de casa normal.
Hay algunos, allí afuera, no cualificados aunque puede que sepan lo suficiente
como para ser útiles en los lugares donde no hay nadie más. Estoy agradecido
por tenerlos.
- He visto a algunas personas con talento para curar que nunca habían recibido
formación formal.
Caleb miró la manga del abrigo vacía y después volvió a mirarla.
- Supongo que lo has hecho. Fue valiente lo que hiciste.
- O estúpido -Vance pensó en Milton y lo añoró con el mismo nítido dolor
punzante de esos primeros momentos cuando supo que se había ido- No sé cómo
juzgarlo todavía.
- ¿Estuviste allí hasta el final?
Ella asintió con la cabeza.- Al menos hasta la última batalla oficialmente.
Como si sintiera su resistencia, y valorando el derecho de una persona para
mantener sus sentimientos privados, Caleb no preguntó nada más, aunque había
mucho por decir en sus ojos atormentados- Muchas de las personas a quienes
visitamos está lejos en las montañas. ¿Puedes montar?
- Sí. Y conducir una calesa. Y disparar.
- Bien, porque necesitarás hacer las tres cosas. Durante las primeras dos
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semanas te llevaré conmigo, hasta que te familiarices con la zona y las gentes.
- No me ha preguntado por mis habilidades.
- No pensé que tuviera que hacerlo. Si fuiste el cirujano del regimiento de
Grant, entiendo que sabes lo que haces -frotó ambas manos sobre su cara y se
puso de pie- Hay una tarea que voy a encomendarte de inmediato. Cuidar de las
chicas en el salón.
- ¿Las prostitutas?
Él asintió con la cabeza- Son un buen grupo en su mayoría, y en buena
condición también... físicamente y en otros aspectos. Hay una fiera de mujer allí
que cuida de ellas.
- ¿Es la madame?
- En realidad no, pero hace lo que puede para evitar que las chicas sean
maltratadas. Cuando estés instalada, pásate por allí y pregunta por Mae.
- ¿Tiene esta Mae un apellido?
Caleb la miró asombrado- Ahora que lo mencionas, no que yo haya oído.
Vance no dijo nada, pensando que probablemente en New Hope había más de
una persona con secretos que no querían compartir. Quizá éste sería el lugar
correcto para ella después de todo.
- No tendrás ningún problema para encontrarla -dijo Caleb con una pequeña
sonrisa- Ella es la cosa más exquisita al oeste del Mississippi.
- Estoy segura de que no tendré problemas -contestó Vance, aunque sospechó
que su valoración estaba influenciada por el hecho de que había muy pocas
mujeres en la frontera en comparación con el número de hombres- Tomaré una
habitación en el hotel por si me necesitara antes de la mañana.
- Descansa un poco. Diría que lo necesitas.
Vance se puso de pie y extendió su mano sobre del escritorio- Gracias.
- Puede que quieras esperar a darme las gracias hasta que hayas tenido la
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posibilidad de ver en lo que te has metido.


Cualquier cosa que fuera, pensó Vance mientras cogía de nuevo su bolsa de
viaje y salía caminando hacia la oscuridad de la noche, jamás sería peor que lo
que había dejado atrás.
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CAPÍTULO CUATRO

- ¿Médico? Fíjate -el hombre regordete con gafas que estaba detrás del
mostrador de recepción estudiaba atentamente a Vance con manifiesta
curiosidad- No puedo decir que haya visto a ninguna doctora antes -cuando
Vance no respondió él se aclaró la voz y continuó apresuradamente- ¿Necesita
una habitación, dice?
- Sí.
- Cobramos por semanas, pero si piensa que estará aquí más tiempo podría
intentarlo en la pensión situada al otro lado de la ciudad.
- Gracias -respondió Vance con cansancio, pensar en cualquier cosa más allá
del momento presente era más de lo que podía asumir. Era mucho más sencillo
no pensar en el futuro- Una habitación aquí estará bien por el momento.
- Mi nombre es Silas, por si necesita algo.
Vance empezó a moverse hacia las escaleras- No, no necesito nada.
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- Entonces, buenas noches -le dijo, estirando el cuello para seguirla con la
mirada mientras ella subía lentamente las escaleras de madera- ¿Puedes creerlo?
La habitación de Vance, en el segundo piso, era un lugar limpio pero sin
adornos con una pequeña alfombra de nudos junto a una cama individual. El
colchón delgado, relleno algodón estaba cubierto por una fina manta de lana azul
del tipo de las que ella había usado en el ejército. Recordó que siempre tenía frío
y a menudo se había preguntado si alguna vez se sentiría caliente otra vez. Una
solitaria cómoda estaba colocada contra la pared con un espejo redondo colgado
sobre ella. Un lavabo, una lámpara, y un jarro eran los únicos artículos que había
sobe la superficie llena de marcas. No encendió la lámpara.
Colocó su bolsa de viaje al pie de la cama, colgó su abrigo en el respaldo de la
única silla que había contra la pared opuesta y se acercó hacia la única ventana
de la habitación. El salón, sin ningún letrero, era visible al lado opuesto de la
calle. Si miraba hacia un lado podía ver la consulta de Caleb. Volvió a la cama,
se sentó para quitarse las botas y luego se echó encima de la colcha. La luz de la
luna se reflejaba en el techo, trazando patrones al azar mientras ellas observaba
como tomaban forma para luego desaparecer y volver a cambiar mientras
esperaba que llegara el sueño.
Era un ejercicio que había descubierto que le proporcionaba un respiro
temporal de sus recuerdos, incluso a veces el sueño.
El sueño se deslizó confiadamente a través de su conciencia, y ella se encontró
otra vez en los juzgados de Appomattox, sudando en la fría bruma matutina por
el miedo y el humo. La áspera mesa de madera estaba llena de sangre. No
importaba lo aprisa que ella trabajara, cada vez que levantaba la vista había más
heridos. Sus brazos estaban rojos hasta los codos, y todavía seguían llegando,
destrozados y heridos, gritando su nombre.
Milton estaba a su lado, repitiendo una y otra vez, no hay más tiempo, no hay
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más tiempo, no hay más tiempo. Ella ignoró el pánico en su voz, el terror en sus
ojos, y continuó cortando. Le dolía el pecho. Sus pulmones quemaban.
Ella trató de alcanzar el cuchillo de amputación. Solo uno más. Simplemente
uno más.
Solo uno más. El suelo se movió violentamente, el fuego brotó bajo sus pies, y
el dolor candente abrasó su carne. Miró hacia abajo y se vio retorciéndose en la
mesa, un hombre sin cara se inclinaba sobre ella con una sierra en su mano.
Vance se incorporó bruscamente gritando. Rápidamente, se sujetó las rodillas
con el brazo contra el pecho y presionó la cara contra la áspera lana de sus
pantalones. Reprimió sus sollozos mientras luchaba por respirar, su camisa
estaba mojada por el sudor de los terrores nocturnos. Cuando la presión de la
pesadilla comenzó a retirarse, giró su cara hacia la ventana y descansó su mejilla
contra la parte superior de su rodilla. No había sido tan malo desde hacía mucho
tiempo. Por un segundo, mientras su grito desgarrador inundó la habitación,
creyó oír el sonido del pífano y el tambor.
Cuando su corazón dejó de retumbar en sus oídos se dio cuenta de que era un
el sonido de un piano.
Se levantó, con sus piernas todavía un poco temblorosas, y caminó hacia la
ventana.
Al otro lado de la calle, el salón y algunos de los cuartos en los pisos altos
estaban iluminados. Cada pocos segundos una figura entraba o salí por las
puertas de vaivén. En una ventana de segundo piso vio a un hombre y una mujer
estaban encerrados en un abrazo, su vestido estaba levantado hasta sus caderas
mientras las manos de él vagaban por debajo. Vance no apartó la mirada
inmediatamente, atrapada en el sentido imperativo de la vida que rodeaba a la
pareja. Pensó en lo que Caleb había dicho sobre las chicas que vivían allí, se
preguntó si la mujer que cedía bajo el peso de la pasión del vaquero le daba la
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bienvenida o era meramente una participante indiferente en un drama repetido a


menudo.
Ella intentó imaginar el deseo y no pudo. Su reloj de bolsillo marcaba algunos
minutos después de la una.
Dándose media vuelta, caminó hacia el tocador y encontró, para su sorpresa,
que el aguamanil estaba lleno. Vertió un poco de agua templada en la palangana
de porcelana y salpicó su cara antes de quitarse la camisa sudada. Remojó el
faldón de la camisa y se frotó el pecho y los hombros con ella antes de lanzarla a
un lado y tomó otra de su bolsa. También cogió su pistolera y el Colt 45, la
misma arma que había llevado durante toda la guerra, y se la abrochó hacia
adelante.
Silas levantó la mirada al oír el sonido de pasos en las escaleras- ¿No podía
dormir?
Vance lo miró impasible- No. Podía.
Ella salió andando, ignorando el hecho de que él seguía mirándola con una
mezcla de curiosidad y desasosiego. El salón estaba todavía medio lleno, en su
mayor parte por hombres bebiendo en el bar o sentados en las mesas, unos
cuantos aparentemente dormidos con la cabeza apoyada en sus brazos, y las
cartas de juego esparcidas por la mesa. En un rincón apartado había una mujer
ligera de ropa sentada en el regazo de un hombre con la cabeza apoyada en su
hombro mientras él acariciaba sus pechos. Vance caminó hacia el bar.
- ¿Puedo ayudarle? -preguntó un hombre de mediana edad con grandes
patillas, pecho fuerte y unos ojos oscuros que habían visto de todo.
- Whisky.
El barman le sirvió un trago y después colocó sobre la botella junto a la mano
derecha de Vance- Me llamo Frank.
Ella empujó varias monedas hacia su lado de la barra- Gracias.
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-Si quieres que todo el mundo en la ciudad sepa quién eres, me lo puedes decir
ahora y estará hecho -Frank se encogió de hombros- Si no lo haces, podría llevar
un poco más de tiempo, pero tarde o temprano ocurrirá lo mismo.
- Si me quedo aquí más de una semana, se correrá la voz de todas maneras.
Vance se bebió el whisky de un trago y se sirvió otro- Y si no lo hago,
entonces no tendrá importancia -extendió su mano- Vance Phelps. Una vez
cirujano y, ahora, la nueva asistente del Dr. Melbourne.
- De vuelta del Este -dijo él más como una afirmación que como una pregunta.
- Más o menos -Vance sintió a alguien aproximarse por su lado y echó una
mirada de lado. A su lado estaba una mujer de profundos ojos verdes, de pelo
dorado, y con la piel más pura que jamás hubiera visto. Llevaba un vestido color
azul profundo muy escotado y el corpiño tan apretado que acunaba sus pechos
como las manos de un amante. Relucientes piedras azules engarzadas en oro
pendían de los lóbulos de sus orejas, rozando su cuello como una caricia
hipnótica. A pesar del whisky acababa de beber, Vance sintió la garganta seca y
su mente vacía de cualquier cosa excepto el aroma tentador del perfume y la
pálida perfección del rostro de la mujer. Frank, los otros hombres en el salón,
aun los restos de su sueño, dejaron de existir.
- ¿Frank ya ha colmado tu paciencia? - preguntó Mae con voz grave y cálida.
- Todavía no -consiguió decir Vance. Apuró su whisky nerviosamente- Tú
debes ser Mae.
- ¿Por qué crees eso? -Mae asintió con la cabeza cuando Frank sostuvo en alto
una botella de brandy como preguntando. Ella cogió el vaso que la ofrecía pero
no bebió mientras observaba a Vance. Tenía profundas sombras oscuras bajo sus
ojos, y más profundas en su interior. La había visto entrar, una extraña con un
traje de buen corte a la que no parecía preocuparle que una mujer, incluso una
cuyo vestuario y porte indicaban que no le importaba lo más mínimo las
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opiniones de los demás, podría atraer atención no deseada en un lugar como


aquel. Atención que Mae no estaba segura de que una mujer con un solo brazo
pudiera ahuyentar.
- Caleb Melbourne me dijo que tú eras la cosa más exquisita que puede
contemplarse al oeste del Mississippi. -Vance habló en voz baja sin ironía ni
insinuación- Él tenía razón.
Mae echó hacia atrás su cabeza y se rió- Entonces parece que los dos doctores
de la ciudad son unos aduladores.
Vance buscó frenéticamente algo que decir para poder escuchar, una vez más,
la voz llena y vibrante de esta mujer. Después del abrazo frío y oscuro de su
pesadilla, inexplicablemente se sentía deseando ardientemente la vitalidad y
calor que rodeaba a Mae- Permíteme no estar de acuerdo ya que me he quedado
sin palabras.
- Bueno -dijo Mae, bebiendo de su brandy- Por qué no comienzas con tu
nombre.
- Algo me dice que tú ya podrías saber eso y más.
Mae sonrió- Además también eres inteligente. Pero imagino que una mujer
que aspira ser médico tendría que serlo.
- O testaruda.
- Apostaría a que eres ambas cosas. -Mae observó a Vance servirse otro trago,
viendo el temblor en su mano- No puedo decir que no tenga curiosidad. Y como
sé que no eres tonta, tienes que saber que la gente querrá conocer tu historia.
Vance hizo un gesto con su barbilla señalando hacia el salón y los hombres
que allí estaban... marginados, tahúres, peones, y hombres de negocios. Todos
tenían una cosa en común. Todos ellos estaban aquí en medio de la noche
ahuyentando la soledad o simplemente intentando llenar las horas hasta que su
rutina diaria comenzara de nuevo.
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Pero algo era cierto, todos ellos tenían una historia- Creo que ya habrás oído
suficientes a esta hora.
- Espero que la tuya sea diferente.
- ¿Por qué? -Vance terminó su whisky, contempló la botella, y apartó a un
lado su vaso. Aunque la tentación de dejarse llevar por la bebida era fuerte, la
presencia de Mae era más fuerte.
- Tú no eres un hombre -Mae observó un amago de amarga sonrisa cruzar la
cara de Vance. Aun con ropa de hombre, en un lugar al que ninguna mujer
decente entraría, bebiendo whisky en mitad de una noche solitaria, nunca nadie
la tomaría por un hombre. Su rostro era fuerte, con una mandíbula decidida que
sugería que no se rendiría fácilmente cuando tomara una decisión. Pero había
una finura en su piel, como si fuese seda, y una belleza delicada en la curva
elegante de su frente y la longitud de sus oscuras pestañas. Era fácil ver a la
mujer que había dentro de ella, lo que hacía que la ira apenas disimulada y el
dolor que estaba apenas bajo la superficie resultara aún más convincente.
- Puede que no lo sea, pero mi historia podría ser la misma.
- Oh -dijo Mae, tomando un sorbo de su brandy y apoyando sus dedos sobre la
parte superior de la mano de Vance que descansaba sobre la barra- ¿Vas a
decirme que alguien te robó y sacó provecho de tu concesión cuando ibas de
camino a la ciudad para registrarla?
La boca de Vance se tensó bruscamente- Nunca he sufrido la fiebre de oro.
- ¿Algún donnadie te hizo trampas en las cartas y ganó tu caballo, tu silla de
montar y tu último dólar?
Vance negó con la cabeza- Sé cuándo estoy muy cansada, y sé cuándo
retirarme.
- Lo dudo -musitó Mae, distraídamente trazó la longitud de los dedos de
Vance, uno tras otro, con una uña color de rubí- Estaba dispuesta a apostar que
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no te das por vencida fácilmente.


- Como dije antes… -dijo Vance con dureza- Testaruda no siempre significa
inteligente.
- O… -Mae siguió, con la certeza de que no importaba que fuera lo que
causaba la angustia en la voz de Vance, era algo de lo que no iba a hablar ahora.
Tal vez nunca- Vas a decirme a una mujer rompió tu corazón y se largó con el
mentiroso y cobarde predicador.
- No podría ser eso -contestó Vance seriamente, consciente de que Mae la
observaba fijamente- Tengo por norma mantenerme alejada de la iglesia.
Mae sonrió- Si no estás preocupada por el predicador, podrías querer asistir a
los servicios del domingo. La gente tiende a sentir más simpatía por ti si lo
haces.
Vance suspiró- Algunas cosas nunca cambian, no importa lo lejos que vayas.
- ¿Llevas viajando mucho tiempo? -preguntó Mae amablemente.
- Poco más de un año -contestó Vance, sorprendiéndose a sí misma por la
confesión- Bueno, no he estado viajando todo el tiempo. Parte del tiempo estuve
en un hospital en Richmond.
- ¿Cuánto tiempo?
- Siete meses -Vance metió la mano en su bolsillo, sacó su reloj y miró la
hora- Es muy tarde y ya te he entretenido bastante.
- Tú no me estás privando de nada, no hay ninguna cosa que prefiriera estar
haciendo.
- El Dr. Melbourne me pidió que me encargara de las chicas de aquí.
- Las chicas… -Mae se rió suavemente. No detectó ningún atisbo de censura
en la profunda y grave voz de Vance. Cualquier rabia que hubiera dentro de ella,
era para sí misma y no para los demás- Las chicas y yo raras veces nos
levantamos antes de media tarde.
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- Te estaba incluyendo en ellas -dijo Vance en un intento un poco torpe de


caballerosidad- Sin duda alguna no eres mucho mayor que ellas.
-Vaya, parece que tú también sabes mucho de mí, Dra. Phelps.
Vance inclinó su cabeza y sonrió rápidamente- No más de lo que tú quieres
que alguien sepa, estoy segura.
- Ven mañana alrededor de las seis y cena conmigo. Te contaré sobre las
chicas entonces.
Vance vaciló. No tenía costumbre de socializar, incluso informalmente. No
tenía nada que decir que los otros quisieran escuchar o que ella quisiese contar.
Ya era suficiente que ella estuviera viviendo atormentada por su pasado sin
necesidad de cargarlo sobre los demás.
- No te obligaré a contarme tus secretos.
- ¿Y qué pasaría si quisiera hacerlo? -Vance contuvo su aliento,
preguntándose simplemente que era lo que esperaba escuchar. A pesar de las
circunstancias o las apariencias, Mae era inteligente y lejos del tipo de mujer
golpeada, necesitada que normalmente recurría a la prostitución como último
recurso para sobrevivir. Vance había estado en bastantes ciudades grandes y
ciudades desoladas de la frontera como para saber que les ocurría a las mujeres
que no tenían ningún hombre para proveerlas, ninguna familia para mantenerlas
y ninguna habilidad para hacerlo ellas mismas. Quizá era precisamente porque
desafiaba las todas las ideas preconcebidas por lo que Mae la atraía.
Mae rodeó con sus dedos la muñeca de Vance y acercó lo suficiente como
para que si Vance hubiera mirado hacia abajo habría podido ver el rubor del
colorete resaltando el rosa más intenso de sus pezones.
- Estaría encantada de escucharte.
- Entonces tendré el placer de atenderte mañana por la tarde -Vance liberó
suavemente su muñeca del cálido agarre de Mae y se apartó- Buenas noches,
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Mae.
- Buenas noches, Vance.
Frank se apoyó en la barra mientras Mae observaba a Vance yéndose-
Realmente no recuerdo haber visto a nadie parecido a ella -dijo, no sin respeto.
- No -dijo Mae suavemente- Yo tampoco.
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CAPÍTULO CINCO

Kate se desperezó y sonrió con placer debajo de la colcha de algodón,


disfrutando del sentimiento de despertarse en su casa nueva. Su casa. Su casa
con Jessie. Aunque su lado de la cama estaba vacío, el calor que desprendía le
dijo que Jessie acababa de levantarse. El sol aún no estaba lo suficientemente
alto como para iluminar la habitación, y supuso que era poco antes del amanecer.
En los pocos días que había estado allí había descubierto que Jessie siempre se
levantaba antes de salir el sol, igual que lo hacían los hombres de los barracones
situados no muy lejos de la casa principal. Los caballos y el resto del ganado
necesitaban ser atendidos, y tras un café y un desayuno rápido, a menudo los
hombres tenían que cabalgar varias millas antes de llegar a cualquiera de las
partes del rancho en las que tuvieran que trabajar durante el día. Las horas de luz
natural eran valiosas, y Jessie y sus hombres trabajaban desde las primeras luces
del día hasta las últimas.
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Aunque Jessie había insistido la primera mañana que Kate necesitaba


descanso y no debía levantarse a la vez que ella, Kate decidió que ya era hora de
que hiciera acto de presencia en la vida diaria del rancho. También era su vida
ahora. Se levantó y se vistió rápidamente en la fría habitación, añadiendo una de
las camisas de Jessie sobre su vestido para abrigarse más. Le gustaba la
sensación del suave algodón porque le recordaba a cuando descansaba su mejilla
sobre el hombro de Jessie cuando se abrazaban.
Inmediatamente, su cuerpo se calentó con el recuerdo del cálido y flexible
cuerpo de Jessie contra el de ella- Oh, Jessie -murmuró Kate con una risa suave-
Ni en mis mejores sueños pude imaginarme esto.
Se apresuró en bajar hacia la planta baja y la cocina. La lámpara estaba
encendida sobre el mostrador, y cuando revisó las brasas en la estufa de hierro,
vio que Jessie ya había añadido leña. El balde situado al lado del fregadero
también estaba lleno de agua clara, pero la cafetera todavía estaba fría.
Tarareando suavemente, Kate empezó a preparar el café y reunir los ingredientes
para hacer el desayuno. Justo cuando estaba sacando los panecillos del horno se
abrió la puerta de cocina y una brisa enérgica precedió a su amante.
- Buenos días -Kate colocó la chapa del horno sobre una piedra para que se
enfriara, se limpió las manos en el delantal y fue al encuentro de Jessie justo en
la puerta.
Jessie llevaba puesta su ropa de trabajo... pantalones vaqueros, camisa de
algodón, chaleco de cuero, y una pelliza.
Sus ojos azules estaban brillantes, su cara sonrojada por el frío y el viento, y
estaba preciosa. Kate colocó sus brazos alrededor de los hombros de Jessie y la
besó- El café está en marcha y el tocino está casi hecho.
Jessie la abrazó con fuerza y frotó su cara contra el pelo de Kate. Era tan
asombrosamente cálida, tan bella- Todavía no puedo creer que estés aquí.
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Kate acarició el cuello de Jessie y pasó sus dedos por su pelo.


- ¿Dónde iba a estar si no? Estoy en casa.
- Te amo.
- Mmm…, y yo te amo a ti -Kate se acomodó en los brazos de Jessie y la
repasó con la mirada juguetonamente- Te aprovechaste de mí anoche.
Fingiendo inocencia, Jessie le dio un apretón más y entonces la soltó. Colgó
su sombrero de vaquero en un colgador detrás de la puerta, se quitó la pelliza, y
la colocó en el respaldo de una silla. Sin mirar directamente a Kate, dijo- No
puedo imaginar a que te refieres.
- Bien -dijo Kate mientras servía el café en los tazones de estaño que usaban
para diario- Después de disfrutar de una cena excelente, encendiste la chimenea
del dormitorio y apagaste la lámpara para que pudiéramos acurrucarnos bajo las
mantas. Con la mirada fija en el fuego dijiste….
Jessie puso las tiras de tocino en dos platos, añadió un panecillo a cada uno, y
los llevó a la mesa. Se sentó e hizo un gesto hacia la silla que estaba a su lado-
Esto tiene una pinta estupenda.
Kate se sentó y golpeó ligeramente con su dedo en el dorso de la mano de
Jessie- No creas que me voy a olvidar lo que estaba diciendo.
- No puedo pensar en otro lugar en el que prefiriera estar que no sea en nuestra
cama contigo en mis brazos observando oscilar las llamas en la chimenea -dijo
Jessie con voz suave.
- Eso hiciste y estaba tan a gusto que me quedé dormida -dijo Kate
acariciando el brazo de Jessie mientras ella le daba un sorbo al café.
- Ahora me reconoces la facultad de predecir el futuro- dijo Jessie con una
risa. Le dio un mordisco al panecillo y soltó un gemido de satisfacción- No
saben así cuando los hace Sam.
- Bueno, si no fuera capaz de hornear mejor que tu cocinero de campaña
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Hannah Schroeder me arrancaría la piel a tiras. Pasó todo el verano pasado


enseñándome cómo hacerlo.
Jessie sonrió abiertamente- Afortunadamente para mí.
- Me dejaste dormir cuando sabías que anoche quería hacer algo totalmente
diferente -dijo Kate en tono acusador, aunque sonrió tiernamente.
- Necesitabas dormir, amor -dijo Jessie con suavidad. Si por ella fuera, Kate
no estaría levantada ahora haciéndole el desayuno cuando no era necesario. Ella
estaba acostumbrada a comer con los hombres en el barracón o a hacerlo ella
misma. No esperaba que Kate lo hiciera. Kate entrecerró sus ojos- Lo planeaste.
- No lo planee…, exactamente. Solo quería que estuvieras caliente y cómoda
en el caso de que estuvieras cansada. -Jessie jugueteó con los dedos de Kate-
Además, dentro de un mes no necesitaremos el fuego por la noche, y no quise
perder una oportunidad para yacer contigo debajo de las mantas.
- No necesitamos una excusa yacer estar juntas, haga frío o calor, sea de día o
de noche -Kate se levantó y se colocó detrás de la silla de Jessie. Puso sus brazos
alrededor de su cuello y se inclinó, hasta que su boca quedó cerca de la oreja de
Jessie- Apuesto a que la cama todavía conserva el calor de anoche. El sol no aún
no se ha levantado.
Jessie se reclinó, descansando su cabeza entre los pechos de Kate, y cerrado
sus ojos. Se estremeció cuando las manos de Kate rozaron su pecho por dentro
de su chaleco- Estaría mal meterse en la cama cuando es hora de estar
trabajando.
- Con lo duro que trabajas estoy segura de que se te puede perdonar una hora.
Kate desabrochó el primer botón de la camisa de Jessie y acarició su pecho.
La piel allí estaba caliente, suave como la seda, y en su mente vio el triángulo de
piel bronceada entre los pechos de Jessie. Le encantaba lo despreocupada que
era Jessie en las cosas que su madre le había enseñado a Kate que eran
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importantes y aún así significaban tan poco para ella.


Jessie no escondía su piel del sol, y en el verano, tenía un hermoso color
dorado. A Kate le gustaba seguir el rastro de ese camino besado por el sol por su
garganta hasta fundirse con la suave cremosidad de sus pechos. Pasó sus dedos a
lo largo de ese camino, sumergiendo su mano bajo la camiseta de Jessie para
ahuecar un pecho pequeño y firme.
- Válgame Dios, Kate…-susurró Jessie, arqueándose con su toque- No puedo
pensar cuándo haces eso.
- ¿Cuánto tiempo tenemos antes de que Jed comience a preocuparse y venga a
buscarte?
- No lo hará, no durante un buen rato -Jessie se esforzaba por respirar-
Especialmente cuando él sabe perfectamente que acabas de instalarte en el
rancho.
- Entonces sube las escaleras y regálame mi hora.
Jessie se puso de pie con las piernas temblorosas, olvidando su café, y tomó a
Kate en sus brazos.
Besó su frente, sus ojos, su boca.
Kate había recogido su pelo en un moño bajo detrás de su cuello y lo había
atado con una cinta. Jessie soltó el lazo y dejó caer la mata de pelo negro
derramándola sobre los hombros de Kate- Tal y como me siento ahora no creo
que pueda aguantar una hora.
- Eso ya lo veremos -dijo Kate, desabrochando el siguiente botón en la camisa
de Jessie. Besó el valle entre sus pechos, después subió hasta el hueco en la base
de su garganta, y luego la parte inferior de su mandíbula. Cuando llegó a su boca,
rozó ligeramente sus labios de lado a lado hasta que Jessie los abrió para ella.
Con toques breves, rápidos y juguetones deslizo su lengua en su interior cálido y
húmedo hasta que los dedos de Jessie se cerraron en sobre su pelo y tiró de su
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cabeza hacia atrás- Kate…No tienes ni idea de lo que me estás haciendo.


- Lo sé…-jadeó Kate- Lo sé y me encanta.
- Todos estos meses esperando, echándote tanto de menos. Deseándote
tanto… -temblando, con sus ojos llenos de pasión, Jessie tiró de los cordones del
corpiño de Kate- Cada vez que iba a tu casa, temía que ellos me rechazaran.
- No -Kate tomó la cara de Jessie entre sus manos, mirándola fijamente, con
suavidad intentando apaciguar la desazón que veía en sus ojos- Nada nunca me
separará de ti otra vez. Te lo prometo.
Pero Jessie sabía que algo podría. Casi la había perdido. Había estado
arrodillada al lado de su cama mientras Kate se consumía. La agónica desolación
de aquellos momentos estaba grabada a fuego en su conciencia, más
hondamente que cualquier marca, el recuerdo de una pesadilla que la rondaba
noche y día. Abrió el vestido de Kate de un tirón y llenó sus manos de ella,
alzando sus pechos desnudos y bajando su boca para paladear la vida que
manaba de ella- Oh, Kate…, Kate. Te necesito tanto.
Kate meció la cabeza de Jessie hacia su pecho y acarició su mejilla.
Cuando sintió sus lágrimas, casi se le rompió el corazón. No existían palabras
para poder aliviar los miedos de su amante, no había promesas para lo que no
podía ser prometido. Solo podía prometerle vivir, día a día, amándola- Jessie,
cariño. Llévame arriba para que podamos tocar en todas partes. Te necesito en
todo mi cuerpo.
Jessie, más alta y más fuerte, se perdió en las garras de la sensación de pérdida
y el deseo desesperado. La fuerza de su pasión cuando atrapó un pezón en su
boca hizo retroceder a Kate contra la pared. Jessie gemía, quería, deseaba más,
ardientemente. Cogió el bajo del vestido de Kate y lo levantó, deseando el
contacto de la carne contra su carne.
- Jessie -se quejó Kate tiernamente, atrapando la mano de Jessie mientras se
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movía desasosegadamente por su muslo- Jed… Jed podría entrar.


El sonido de la voz de Kate, el toque de su mano, quebró el dolor como una
piedra sobre un cristal. La dicha recorrió su interior y el temor implacable,
asfixiante, se alivió. Jessie suspiró dulce y profundamente, entonces levantó la
cabeza y amablemente cerró el vestido de Kate, cubriéndole los pechos. La besó
suavemente en la boca- Perdóname.
- Oh, mi amor. No hay nada que perdonar -Kate se rió temblorosa- Sólo puedo
esperar que me desees siempre de esta manera.
- Más -Jessie cogió su mano y tiró de ella por el vestíbulo hacia las escaleras-
Cada día más.
Rápidamente se liberaron de la ropa y volvieron aprisa a la cama,
encontrándola aún caliente debajo del edredón como Kate había predicho. Kate
abrió sus brazos y tiró de Jessie encima de ella, rodeando con sus piernas las
esbeltas caderas de Jessie.
- Ahora -dijo Kate con urgencia- Tócame ahora.
Jessie se rió, el recuerdo de esos largos meses de invierno de incertidumbre se
derritieron como la nieve al sol. Kate estaba aquí, viva y amándola. Esta vez
cuando buscó el latido del corazón de Kate con su boca presionando sobre su
pecho, estaba llena de dicha, no de dolor. Nunca nada la había hecho sentir tan
completa como estos momentos a solas con Kate, cuando no había nada entre
ellas excepto el amor que sentían la una por la otra.
Cuando ella bajó su mano por el cuerpo de Kate y la encontró mojada y
dispuesta para ella quiso llorar por lo hermoso que era. Contuvo la pasión de
Kate con la palma de su mano mientras se perdía en los murmullos de placer y
las suplicas para que continuara.
- No me hagas esperar -Kate agarró firmemente los hombros de Jessie
mientras su cuerpo se estremecía de necesidad- Tómame cuantas veces quieras,
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pero no me hagas esperar. Por Favor, Jessie. Por favor….


Jessie se incorporó apoyándose en un brazo para ver la cara de Kate mientras
la penetraba. Los ojos de Kate eran dos piscinas negras brumosas que reflejaban
la urgencia que crecía en su vientre. Cambió de posición para presionar su centro
contra del muslo de Kate, apretando contra ella siguiendo el ritmo de las
embestidas lentas y profundas de su mano.
- Más -dijo Kate casi sin aliento. Acarició la cara de Jessie con su mano,
rozando su boca con dedos temblorosos. Subió su otra mano con la palma hacia
arriba deslizándola entre las piernas de Jessie y se rió cuando Jessie dio un
brinco y gritó sorprendida- Yo también te he echado de menos todos estos
meses.
Ahora estaban unidas... por su carne, por su pasión, por su promesa. Se
miraron fijamente a los ojos la una a la otra mientras empujaban con más ímpetu,
cuerpo y alma, elevándose a la vez y finalmente, cayendo juntas.
- Kate,… Kate -gimió Jessie, intentando levantar su peso de encima del
cuerpo de Kate y fallando- ¿Cómo puedes hacerme sentir tan fuerte y ser incapaz
de mover un músculo?
- Será mejor que te recuperes -le advirtió Kate, deslizando sus manos de arriba
abajo por la espalda de Jessie- Creo que mi hora no ha terminado aún.
- No puedo -gimió Jessie- Tengo que salir a caballo esta mañana.
Kate se rió- En ese caso te irás pensando en mí.
Jessie levantó su cabeza- Siempre estoy pensando en ti -la besó rápidamente y
se dio la vuelta quedando boca arriba- Ahora puedo entender porque los chicos
se vuelven un poco locos cuando están fuera algunas semanas -giró la cabeza y
sonrió abiertamente a Kate- Creo que me también me volvería un poco loca
después de pasar un par de días sin ti.
-Tendrás que dejarme sola algunas veces, ¿verdad? -preguntó Kate
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suavemente poniéndose de lado y colocando su brazo alrededor de la cintura de


Jessie.
- De vez en cuando -Jessie había estado pensando en cómo iban a resolver eso
y reflexionó en voz alta- Cuando lo haga, podrías quedarte con tus padres.
Kate permaneció muy quieta- ¿Podría?
- Sí. De ese modo, creo que estarás más cómoda y segura.
- ¿Tú crees?
- Uh-huh.
- Mientras tú estás fuera en el monte... donde hay forajidos y animales salvajes
y toda clase de peligros, yo puedo quedarme con mis padres en la ciudad -Kate
se incorporó con los ojos en llamas- Como una mimada chica de ciudad. Alguien
a quien mantienes aquí para calentar tu cama pero que mandas hacer las maletas
mientras tú sales a enfrentar en trabajo duro.
Jessie se quedó boquiabierta- No dije eso.
Kate arrojó hacia atrás la colcha y saltó de la cama, tratando de alcanzar su
camisón. Se lo metió por la cabeza enfurecida y fulminó con la mirada a su
confundida amante- No tuviste que hacerlo. Es obvio que lo tienes todo
calculado.
- No todo -dijo Jessie entre dientes, saliendo de la cama en busca de sus
pantalones. No podría defenderse sin sus pantalones- Solo pensé que sería lo
mejor...
- Tú pensaste. Tú pensaste -Kate observó a Jessie ponerse sus pantalones y
recordó la primera vez que ella la había visto desnuda, en el cuarto de hotel en
New Hope la primera tarde que fueron a pasear juntas.
Ella nunca antes había visto a una mujer tan bella, tan fuerte y segura de sí
misma. Se había enamorado de ella en ese momento. Porque era segura de sí
misma y fuerte… y era Jessie- Jessie Forbes.
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Algo en el tono con el que Kate pronunció su nombre hizo que Jessie se
detuviera mientras metía un brazo por la manga de su camisa. La tierna mirada
en la cara de Kate hizo que desapareciera la tensión acumulada en su estómago.
Suavemente, contestó- ¿Qué?
- ¿Tú me amas?
- Válgame Dios…, sí -Jessie se acabó de poner la camisa y empezó a
acercarse hacia Kate, pero se detuvo cuando ella levantó su mano. Con el
corazón desbocado, Jessie preguntó con desesperación- Kate, ¿cómo puedes
preguntarme eso?
- ¿Entonces, qué soy para ti?
- Qué...Yo...-Jessie presionó su mano contra su corazón- Tú eres mi vida.
- Y tú eres la mía. -negando con la cabeza, Kate la rodeó con sus brazos- Ésta
es mi casa. No la dejaré por ninguna razón.
Jessie la abrazó con fuerza- Entonces supongo que vamos a necesitar algo más
de lecciones de tiro si vas a quedarte aquí mientras estoy ausente.
- Esa es una idea mucho mejor -Kate descansó su mejilla en contra del
hombro de Jessie- Y necesito aprender a montar a horcajadas.
- Veo que tienes algunas ideas que no habías comentado.
Kate rió, pensando en que habían sobrevivido a su primera pelea sin daño
alguno- Solo algunas.
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CAPÍTULO SEIS

- ¿Puedo hablar contigo, Jessie? -preguntó Jed Harper mientras Jessie estaba a
punto de sacar del corral a uno de los caballos que pretendía ensillar por primera
vez.
- Si claro -Jessie apoyó un brazo sobre el portón y observó a su capataz. Era
una cabeza más bajo que ella, curtido y rudo como el buen cuero. Podría adivinar
su edad, pero no por su aspecto. Tenía un rostro intemporal, curtido por la
intemperie, el de un hombre que se había pasado la vida al aire libre haciendo
trabajo duro. Le conocía desde que podía recordar. Él era uno de los amigos de
su padre y tras la muerte de Tom Forbes, él había sido el aliado más fuerte de
Jessie. Estaba segura de que una buena parte de los hombres se habían quedado
bajo su mando, a pesar de que era una mujer de tan solo dieciocho años, porque
Jed los había hecho entrar en razón. Su fe en ella la había ayudado a superar una
etapa de su vida en la que había perdido todo lo que le importaba excepto su
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tierra- ¿Pasa algo?


- Podría ser.
Jessie se aseguró de que todos los trabajadores en el Rising Star supieran que
ella era la jefa, pero también dejaba que Jed tratara los asuntos cotidianos con
los, aproximadamente, veinte hombres que trabajaban para ella. Algunos eran
trabajadores a tiempo completo y vivían permanentemente en el barracón
cuando no estaban en las cabañas en la montaña o conduciendo la manada. Otros
estaban de paso, hombres que aparecían en el invierno cuando el trabajo
escaseaba, buscando un lugar caliente donde alojarse hasta que el clima
mejorara de nuevo. Algunos se quedaban, pero la mayoría seguían su camino.
Eran hombres que no tenían un hogar permanente ni deseos de tenerlo. Sea como
fuere, ella podría contar con Jed para sacar de ellos un día de trabajo honesto, y
ella les pagaba dignamente, lo que la hizo muy popular como jefe. Cuando Jed le
traía algún problema, sabía escuchar- ¿Algún problema con los hombres?
Él negó con la cabeza- Nada fuera de lo normal. Charlie Baker bajó de la
cabaña norte anoche a última hora. Andaba allá arriba buscando animales
rezagados y haciendo recuento de yeguas y potros desde hace un par de semanas.
- Lo sé. ¿No está Johnny Earley allá arriba con él?
A todo lo largo del año, el caballos vagaban libremente, buscando el mejor
refugio y los mejores pastos. La cantidad de caballos aislados de la manada
podía ir desde una docena hasta casi cien animales. La manada se extendía por
un territorio que los hombres tardaban semanas en recorrer a caballo, por eso las
chozas se construyeron escalonadas a intervalos diferentes a lo largo de los
límites del rancho y un par de hombres se quedaban en las tierras altas durante
semanas mientras le seguían la pista a los caballos.
- Sí. Se quedó allí mientras Charlie bajaba para decirnos que hemos perdido
parte del ganado.
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La boca de Jessie se tensó con una expresión de disgusto. Eran muchas las
causas por la que se podía perder parte de los animales. Algunas veces morían
por alguna caída, o eran atacados por los animales salvajes, o robados para
comer por los indios que habían sido desplazados de sus cotos de caza, o los
cuatreros se los llevaban al sur para vendérselos al ejército o colocarlos en los
ranchos durante el camino- ¿Charlie dijo cómo?
- Al principio pensó que podría ser un oso -contestó Jed- Buscó algún rastro
por los alrededores pero no encontró nada. Tampoco han visto ningún animal
muerto en descomposición.
- Podrían haber sido arrastrados al interior de una cueva en alguna parte.
Jed asintió con la cabeza- Sin embargo es bastante extraño no haber
encontrado ningún resto.
- ¿Cuántos?
- Charlie no lo tiene claro. Dijo que al principio simplemente pensó que eran
unos pocos que se habían perdido, tal vez se habrían unido a otra manada. Pero
entonces comenzó a llevar la cuenta todos los días. Dice que son unos pocos
cada dos días.
-Es es un buen número de caballos -Jessie sabía que solo podan hacer una
cosa- Supongo que vamos a tener que ir a echar un vistazo. Comunícaselo
inmediatamente al resto de los hombres que están fuera.
- Eso llevará más de cuatro días. Tal vez más tiempo -Jed miró hacia la casa-
No es necesario que vengas.
- Si no se tratara de Charlie, -dijo Jessie- o si no fueran más que un caballo o
dos, no lo haría. Pero Charlie es un buen hombre. Si él dice que hay un
problema, entonces es que lo hay.
Jessie se quitó el sombrero y lo sacudió rítmicamente contra su muslo- Si algo
va mal en mis tierras tengo que encargarme de ello.
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- Kate no lleva aquí más que una semana. No creo que se haya acostumbrado
todavía -Jed la miró incómodo- Probablemente no debería estar aquí justo en
este momento.
Jessie sonrió - No creo que te gustara decirle eso.
-No se me ocurriría. -Jed esbozó una sonrisa durante un segundo- La vi
enfadada aquella vez en la ciudad cuando te dispararon en el hombro. Si hubiera
podido poner sus manos sobre los que lo hicieron los habría cortado en
pedacitos.
- Hablaré con ella. No sabe lo sola que puede llegar a sentirse aquí y volver
sola a la ciudad tampoco es una buena idea -Jessie lanzó un bufido- No hasta que
pueda disparar un poco mejor que lo hace ahora.
- Hay un par de hombres en los que se puede confiar para vigilarla si se queda.
- Eso estaría bien -Jessie se colocó su sombrero calándolo hasta las cejas- Pero
todavía no.
Jed permaneció mirando más allá de Jessie, con la mirada clavada en las
colinas de las montañas situadas en el límite más remoto del Rising Star. Las
montañas, eternas e indestructibles, proporcionaban una especie de bienestar
alzándose majestuosas, un faro en el vasto y salvaje paisaje que les rodeaba.
Había cabalgado por ellas durante semanas sin encontrarse jamás ninguna otra
alma. Nunca se había sentido solo. Se había olvidado de que, aunque Jessie
podía hacer cualquier cosa tan bien como lo haría un hombre, ella no era uno de
ellos- Nunca lo dijiste.
- ¿Qué es lo que nunca dije? -preguntó Jessie intrigada.
- Que te sentías sola.
Jessie notó un dejo de rencor en su voz y sonrió- Es una de esas cosas que
pasan, no lo sabes hasta que dejas de estarlo -ella miró hacia la casa y vio a Kate
saliendo por la puerta de la cocina.
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- Y ahora ya no estoy sola.


Kate llevó el lavamanos hacia el lado del porche y vertió el agua sucia por
encima de la barandilla sobre los macizos de flores silvestres que empezaban a
crecer. Las mañanas de mayo en Montana eran frías, y no pretendía estar mucho
tiempo fuera.
Entonces vio a Jessie al otro lado del patio hablando con Jed en uno de los
portones del corral. Había algo en la postura de Jessie que captó la atención de
Kate. La primera vez que había visto a Jessie, estaba caminando calle abajo en la
ciudad, y Kate la había tomado por uno de los vaqueros que estaban por todas
partes. Sólo le había llevado un instante darse cuenta de que Jessie no era un
hombre, y desde ese momento le había encantado mirarla. Nada le gustaba más
que mirar a Jessie a través de la lente de su cámara, captando su combinación
única de belleza y fuerza para siempre. Podía adivinar los estados de ánimo de
Jessie por su forma de andar, por como ladeaba su sombrero, por su forma de
engancha sus pulgares sobre el ancho cinturón de su pistolera. Jessie era la única
persona que conocía cuyo cuerpo y espíritu estuvieran tan íntimamente ligados.
Kate se sintió ardiendo, pensando en cómo eras acostarse con Jessie, sabiendo
que cuando Jessie la tocaba, era desde corazón.
- ¿Kate? -Jessie de pie a unos a unos pocos pasos mirando hacia arriba,
admirando la expresión ausente en los ojos de su amante- Te congelarás aquí
afuera.
Kate sonrió pícaramente- No cuando tengo mis pensamientos para
calentarme.
Jessie subió las escaleras en dos largas zancadas y deslizó su brazo alrededor
de la cintura de Kate- Puedes pensar igualmente en el interior -llevó a Kate junto
con ella a la cocina y comprobó que la estufa tuviera bastante leña.
- ¿Hay algún problema? - preguntó Kate.
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Jessie dejó la tapa de la estufa de hierro en su sitio cuidadosamente y se dio la


vuelta. Kate de pie en el banco de la cocina secando los y observándola
impacientemente- ¿Qué te hace pensar eso?
- Te vi con Jed. Tenías esa mirada que pones cuando está pasando algo grave.
- No pasa nada -dijo Jessie, al menos nada de lo que estuviera segura- Uno de
los hombres está preocupado porque la manada está dispersándose en las tierras
altas. Esa parte era lo suficientemente cierta. No había razón para discutir cual
podría ser la causa. No cuando seguramente haría que Kate se preocupara.
Kate dejó el paño de secar los platos- ¿Y…?
- Necesito ir a echar un vistazo.
- ¿Cuándo tienes que irte?
- Si Jed y yo salimos hoy llegaremos allí mañana con las primeras luces del
día.
- ¿Cabalgarás toda la noche? -preguntó Kate tan despreocupadamente como
pudo.
- Pasaremos la noche en algún sitio por el camino. Para darle descanso a los
caballos. Además, cabalgar de noche es demasiado duro para ellos aunque no
tuviéramos que hacerlo.
Aunque Kate sabía lo diestra que era su amante, odiaba pensar en ella
durmiendo en el frio suelo en una zona inhóspita que Kate nunca había visto.
Tuvo que recordarse a sí misma que Jessie había estado haciendo esto desde que
era una jovencita. Y no estaría sola. Jed estaría con ella.
- Te ayudaré a prepararte. Dime que es lo que necesitarás.
- Kate,…-dijo Jessie cogiéndole ambas manos- No pensé que tendría que
marcharme tan pronto después de que llegaras.
- No podías haber previsto esto -Kate besó a Jessie suavemente- Prepararé
algo de comida.
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- Me harías un gran favor si te quedaras en la ciudad hasta que regrese.


- Jessie,…-dijo Kate, sus ojos relampagueaban peligrosamente- ¿No
hablamos de eso justo esta mañana?
- Lo sé -dijo Jessie soltando las manos de Kate y poniendo sus brazos
alrededor de ella- Y tú dijiste que deberíamos hablar de las cosas así que eso es
lo que estoy haciendo. Es demasiado pronto, Kate. Aún no estás acostumbrada a
estar aquí.
- Sé cocinar muy bien, así es que no moriré de hambre. Sé dónde está el pozo
y cómo dejar caer un cubo en él. Sé dónde está el gallinero, cómo alimentar a las
gallinas y como recoger los huevos- Kate suspiró- Sin embargo no sé cómo
ordeñar a las vacas.
- Es fácil. Te enseñaré -Jessie sonrió abiertamente y frotó su mejilla en el pelo
de Kate- Eso estaba en mi lista de cosas que hacer esta mañana, pero en cierto
modo han frustrado mis intenciones.
- No estoy quejándome de eso -protestó Kate, besando la garganta de Jessie-
Estoy segura de que uno de los hombres ordeñaría a las vacas por mí.
- Sólo será unos días -Jessie apretó su abrazo- No quiero estar
preocupándome.
- Oh, qué injusto es que digas eso -Kate pasó su mano sobre el pecho de
Jessie. Ella nunca se daba cuenta de cómo se sentía cada vez que Jessie salía a
caballo a alguna parte, aún cuando no hubiera peligro. No podía olvidar que una
mañana habían traído a Jessie herida y al borde de la muerte. Kate no quería
volver a vivir ese horror nunca más. Ni, pensó con un suspiro, desearía causarle
esa clase de preocupación a su amante- Mi madre ha estado queriendo que me
quede a cenar y a pasar la noche allí. Pasado mañana es su reunión de costura, y
disfrutaría viendo a algunas de mis amigas.
Se liberó del abrazo de Jessie y dio un paso atrás, agarrándole una mano- Me
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quedaré aquí esta noche y me iré a la ciudad mañana antes de que anochezca. Así
estaré para la reunión el día siguiente y me quedaré por la noche también. Estaré
en casa el mismo día que tú regreses.
Jessie supo por el tono de voz de Kate que ningún argumento haría que
cambiara de idea. Y, cuando lo consideró, le pareció justo. No era exactamente
lo que ella quería, que era mantener a Kate siempre protegida, si no por ella, por
sus padres. Pero siempre había sabido que Kate era la mujer adecuada para ella.
La amaba por su pasión y su inquebrantable independencia. No quería que ahora
fuera distinta.
- Quiero que uno de los hombres te acompañe en la calesa.
Kate quiso protestar. Con el tiempo necesitaría ir y venir sola. No quería ser
una prisionera en el rancho, y aun más importante, quería ser una compañera de
verdad para Jessie. Pero había tiempo para eso, y no podría agravar la
preocupación que empañaba los ojos de Jessie. Acarició la mejilla de Jessie y
asintió con la cabeza- Hasta que te demuestre lo buena tiradora que puedo llegar
a ser. Ahora déjame que te ayude a prepararte para el viaje.
- Gracias -susurró Jessie.
Kate sonrió- Nunca tienes que darme las gracias por amarte.

- Puedes poner eso en el tocador por allí, Billy -le dijo Mae al chico que, con
los ojos muy abiertos, llevaba una bandeja de comida cubierta con un paño. Él se
ruborizó intensamente e intentó desesperadamente no mirar hacia su dormitorio
que se podía ver desde su sala de estar. Mae sofocó una sonrisa y se preguntó
cuánto tiempo pasaría hasta que una noche se metiera a hurtadillas por la puerta
trasera- Gracias.
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- No hay porque darlas, señora -dijo él mientras mantenía su mirada clavada


en el suelo y fue retrocediendo hacia la puerta. El sonido de risas femeninas que
llegaban del fondo del pasillo hizo que empezara a sudar. Se movió a un lado
para dejar pasar a las dos jóvenes que iban camino de su cuarto. Llevaban
vestidos que, desde luego, él nunca les había visto llevar puestos a sus hermanas
o a ninguna otra señorita en la ciudad. Incluso no estaba seguro de que fueran
vestidos.
Mae se rió al escuchar el sonido de sus pasos saliendo apresuradamente-
Parece increíble que haya un hombre vivo tan inocente como él.
- No lo será por mucho tiempo -dijo Sissy bruscamente. Había estado por allí
suficiente tiempo como para saber en qué se convertían los jovencitos. Con sus
veinte años ella era una de las chicas veteranas. Echó una mirada furtiva a la
botella de buen whisky que había junto a la comida- Parece que vas a tener algo
de diversión de lujo.
Annie, una pelirroja regordeta, miró a Mae con impaciencia. Tenía quince
años y todavía era lo bastante joven como para creer que ahorraría algo de
dinero, se retiraría, y tendría un nuevo comienzo- Oh, eso huele tan bien. ¿Quién
viene?
Habló en voz baja, aunque nadie podía escucharlas- ¿Es el Sr. Mason del
banco?
- Válgame Dios, no me pondría ni una colcha para él -dijo Mae, fingiendo
horror- Simplemente tengo una cena de cortesía con el nuevo médico de la
ciudad.
- ¿Es guapo? -preguntó Annie entusiasmada.
Sissy bufó- Como que eso tiene importancia una vez se apagan las luces
apagadas. Lo que importa es cuánto lleva en su cartera.
- No empecéis las dos -las regañó Mae con cariño- Y el doctor es una mujer
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-Mae inclinó la cabeza como si estuviera pensando- Y es realmente atractiva.


- Oh, eso suena tan emocionante -dijo Annie- Una mujer. Nunca oí algo
semejante.
- ¿Y dices que es hermosa? -Sissy estaba intrigada- Entonces no la acapares
toda para ti. Déjanos echar un vistazo.
- Puesto que va a trabajar con el Dr. Melbourne, tendrás probabilidad de
conocerla -dijo Mae con aspereza notando el brillo depredador en los ojos de
Sissy. No estaba segura de querer dejar a Vance a merced de alguna de sus
pupilas. Sabía que la otra cara de la soledad era la necesidad, y Vance Phelps
parecía tener una buena cantidad de ambas.
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CAPÍTULO SIETE

Mae respondió al golpe en su puerta encontrando a Vance en el vestíbulo, con


un desgastado maletín de cuero en su mano y un sombrero negro de ala ancha,
igualmente desgastado, debajo de su brazo. Mae reconoció el tipo de sombrero
como de la clase que llevaban los militares, y los pantalones azul oscuro también
del ejército. Su camisa era de franela gris y su abrigo de un gris más oscuro. Sus
botas negras, de cuero bien lustrado, no tenían ninguna marca de suciedad.
Aunque no vestía sus mejores galas, había puesto más esmero preparándose
para su visita de lo que la mayoría de caballeros acaudalados se habían
molestado nunca. A menudo llegaban en ropa de casa o en estado de
embriaguez, dos condiciones en las cuales nunca osarían visitar una señora. Pero
en cualquier caso, Mae y las demás no eran señoras.
- Hola, Vance -dijo Mae complacida mientras mantenía la puerta abierta.
- Frank me dijo que subiera cuando le pregunté dónde estabas -dijo Vance
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resistiendo el deseo a quedarse mirando fijamente antes de decidir que


probablemente Mae pretendía que su aspecto llamara la atención. Si no, ¿por qué
llevaría puesto algo que resaltaba de forma tan absoluta su figura dejando solo el
más tentador de los secreto por descubrir?
Su vestido color Borgoña intenso, casi tan sofisticado como un traje de noche
con su elaborado remate negro alrededor del cuello y del dobladillo, se ceñía a su
estrecha cintura acentuando sus voluptuosas curvas. Los negros cordones de
seda del corpiño apenas parecían capaces de contener sus generosos pechos. Sus
zapatos eran color sangre y hacían juego con las medias que adornabas sus
tobillos. Vance levantó la mirada cuando terminó su valoración y se encontró a
Mae mirándola con una ligera sonrisa de satisfacción- Espero que no te importe
que haya subido sin ser anunciada.
- No, no me importa -Mae cerró la puerta tras ellas y extendió su mano-
¿Puedo coger tu abrigo?
Vance vaciló, entonces sacó su brazo derecho de su manga y dejó caer el
abrigo por su hombro izquierdo con un movimiento entrenado, cogiéndolo con
la mano antes de que pudiera caerse. Luego se lo extendió- Gracias.
La manga izquierda de Vance estaba vacía por debajo del codo.
Mae observada como Vance, hábilmente, enrollaba el puño de camisa varias
veces. Entonces colocó el abrigo en el respaldo de una silla de tela bordada,
caminó para el aparador, y sirvió dos vasos de whisky. Se dio la vuelta y le
ofreció uno- ¿Quieres?
- Por favor -Vance acogió en su garganta la familiar quemazón de la bebida
mientras miraba a su alrededor. El cuarto de estar estaba bien distribuido, con
una alfombra gruesa, varias sillas tapizadas y un sofá a juego, una mesa de té, y
un fogón. Un pasillo abovedado daba paso al dormitorio contiguo, y ella sólo
podía entrever una colcha azul oscuro en la esquina de una cama con dosel- Si
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todas las habitaciones son como esta, quizá debería quedarme aquí en vez de en
el hotel.
Mae se rió- Correrías el riesgo de encontrarte con una visita no deseada en la
mitad de la noche, y los ciudadanos pondrían un requerimiento en tu contra si se
enteraran de que el nuevo médico compartía habitación con las chicas del salón
-le señaló el sofá- Siéntate. Serviré la cena en un minuto.
-Tengo la sensación -dijo Vance mientras se acomodaba en el lujoso sofá,
estirando las piernas y cruzando sus tobillos- de que los ciudadanos no necesitan
mucho para tener una excusa para poner un requerimiento.
-¿Ya has conocido a alguno de ellos? -Mae le sirvió otro whisky y se sentó al
lado de Vance.
- Mmm-hmm. Hice algunas visitas con Caleb hoy durante su ronda. No te
puedo decir cuántas personas se escandalizaron.
- Imagino que estás acostumbrado a eso. ¿No sería muy distinto de cómo era
en tu tierra?
- Filadelfia -dijo Vance contestando a la pregunta implícita- Y no, no lo fue,
aunque el agravio suele a ser expresado con más sutileza en aquel entorno social.
- No hay nada como el rechazo educado -dijo Mae con un deje de amargura.
Vance dejó su vaso en el suelo- Parece que tú lo has experimentado en tus
propias carnes.
- Mi madre fue una sirvienta de Baltimore. Me crié junto a los privilegiados
-agitó su mano como si estuviera apartando una mosca- Podía jugar con sus
hijos, incluso asistir a clase con ellos, hasta que tuvimos cierta edad -su sonrisa
era forzada- Cuando los muchachos ... los hijos de los ricos ... comenzaron a
interesarse por mí, de repente ya no era bienvenida en los mismos círculos.
- Lo siento.
- No tienes por qué. Déjame servirte algo de cena -Mae se levantó
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bruscamente y se dirigió al aparador mudó al aparador, destapó la bandeja con


pollo frío, pan, y queso y la cogió- Debes tener hambre si estuviste todo el día
con... -para su sorpresa, sintió a Vance en su lado- ¿Qué…?
- Déjame a mí.
Impresionada por la intensidad de la mirada de Vance, Mae extendió la
bandeja- Gracias.
Vance agarró la bandeja de un extremo y apoyó el extremo contra su pecho y
la parte superior de su brazo izquierdo. La llevó a la sala de estar y la dejó
cuidadosamente en la mesa baja colocada entre las sillas- Puedo cargar y
disparar un rifle tan rápidamente como lo podría hacer con dos brazos. También
puedo ensillar a mi caballo y hacer la mayoría de otras cosas.
- ¿Piensas que iba a servirte porque solo tienes un brazo? -Mae le dedicó una
mirada entre la exasperación y el cariño- Estoy acostumbrada a servirle a los
hombres, quienes raras veces levantan un de...
- Aunque puedo pasar por un hombre, y lo podría hacer, no dejaría que una
mujer hiciera las cosas por mí.
- Solo quería decir que lo hice por costumbre -dijo Mae suavemente. Se sentó
otra vez y apoyó su barbilla en la palma de su mano- No creo que tú permitieras
que nadie hiciera las cosas por ti -su mirada se posó sobre la manga vacía de
Vance- ¿Cómo ocurrió?
- Nadie pregunta -dijo Vance sorprendida, casi para sí misma, preguntándose
cómo habían cambiado tan rápidamente a un tema tan delicado. Parecía que
cuando estaba con Mae, revelaba mucho más de lo que se proponía. En un
intento consciente de reencauzar la conversación, dijo a la ligera- Dudo que
encontraras interesantes los detalles y...
- Deberías dejarme a mí juzgar eso - Mae se inclinó hacia adelante y sirvió dos
platos, después le dio uno a Vance- Sé que estabas en el ejército. ¿Sabía alguien
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que eras una mujer?


- ¿Cómo sabes eso?
- Tus pantalones. Son del ejército. He visto a bastantes hombres militares para
saberlo -mordisqueó un trocito de de queso- Y no pareces el tipo de mujer que
compraría ropa de segunda mano… o las robaría.
Vance se rió- Hubo un par de veces, especialmente cuando las campañas eran
largas y estábamos lejos de casa, que estuve tentada de…requisar un par nuevos.
Pero tienes razón, éstos son míos, y sí, serví en el Ejército de la Unión tres años.
- ¿Todo ese tiempo y nadie lo supo?
- Algunos lo hacían. No era la única mujer. Conozco al menos un oficial cuya
esposa se alistó a la vez que él y sirvió con sus ropas -aunque no tenía hambre,
Vance comió un poco- Se necesitaban los servicios de cualquier persona capaz,
especialmente médicos. A nadie le importaba lo que había debajo de mis ropas
-sonrió amargamente- O lo que no había.
- ¿Qué hay de tu familia? Seguramente, se opusieron.
- Mi padre lo desaprobó.
El semblante de Vance se oscureció con algún triste recuerdo, y Mae
instintivamente supo que había ido tan lejos como podría llegar esa noche en su
intento de satisfacer su irrefrenable curiosidad sobre la misteriosa doctora- La
guerra no nos afectó demasiado ... no como lo hizo en el Este. Estábamos al tanto
y los soldados se han estado dejando caer por la ciudad cada vez más desde que
se ha acabó. La mayoría de ellos... ya no tienen ninguna meta.
- Imagino que tú has estado librando tus propias batallas por aquí.
Pensó en el largo y penoso viaje a pie y en carreta, cuando la comida y el
refugio eran escasos, las muertes por accidentes y enfermedad durante el
camino, y la tierra inhóspita e implacable al final del viaje. Mae asintió con la
cabeza- Eso es bastante cierto. A veces lo siento de esa manera.
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- ¿Cuántas chicas trabajan aquí?


- Alrededor de una docena poco más o menos. Algunas tienen suerte,
encuentran un hombre al que no le importa lo que han sido, y se van. Algunas
esperan tener todavía una casa en el Este y regresan -Mae se encogió de
hombros- La mayoría se quedan por que no tienen otro sitio donde ir.
-Y tú... cuidas de ellas.
- Podría decirse así. Hago lo que puedo para que no salgan malparadas
-suspiró y le dio a Vance una sonrisa cansada- Vivimos al margen de la ley, de la
poca que impera aquí. Nadie se pondrá de nuestro lado en contra de un hombre,
sin importar de qué se trate.
- Pero tú las proteges de alguna manera.
Con una mano delicada, con una manicura perfecta, Mae levantó el dobladillo
de su falda justo por encima de su rodilla bien formada, revelando un pequeño
revólver asegurado con una correa delgada por encima de la parte superior de su
media- Sé cómo usar esto, y lo he hecho antes.
Una sonrisa abierta se extendió por el rostro de Vance- El miedo es un arma
poderosa.
-Lo sé -Mae se levantó, sirvió el brandy, y volvió. Le dio un vaso a Vance-
¿Cómo fue pasar consulta hoy?
Vance pensó en su inusual jornada con Caleb visitando varios ranchos
remotos así como algunas casas de algunos ciudadanos también- Extraño, la
gente de los ranchos parecían mucho menos sorprendidas por mi presencia. Por
supuesto, la mayor parte de las personas que visitamos en la ciudad eran señoras
-Vance le dio un golpecito a su manga vacía- No es sólo esto lo que les
impresiona, si no que el resto de mí parece ser igual de malo.
Mae bufó con sorna -Podrías estar vistiendo los vestidos más finos de París,
pero mientras estés haciendo el trabajo de un hombre vas a ser motivo de
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conversación. ¿Eres buena?


- No lo sé -dijo Vance en voz baja- Lo fui,…en otro tiempo -se encontró con
los ojos de Mae y vio comprensión, antes incluso de que ella hubiera contestado-
No he podido hacer mucho de nada desde que resulté herida.
- Fue entonces cuando perdiste el brazo.
- Sí -Vance se aclaró la garganta- Mis habilidades están... quizás algo
limitadas ahora.
- Tus habilidades -replicó Mae, entre divertida y firme- son mejores que las de
cualquier otro en este territorio. El Doctor Melbourne es el único médico de
verdad aquí -se inclinó hacia adelante, exhibiendo una atrayente cantidad de su
escote, golpeando ligeramente con su fino dedo en el muslo de Vance- Así que
no dejes que nadie en la ciudad o en cualquier otro sitio te haga sentir que no
deberías estar haciendo lo que sabes hacer.
Vance observó el suave balanceo de los pechos de Mae pero fue la mano en su
pierna lo que la hizo estremecer, el contacto le resultaba tan extraño que apenas
lo identificó. Las únicas personas que recordaba que la habían tocado eran las
que le habían cambiado los vendajes. Iban una vez al día, provocándole un dolor
indecible sin proponérselo. Veía las filas interminables de camas, colocadas
como si fueran tumbas, oía los lamentos de los moribundos, sintiendo el dolor
penetrar en sus huesos.
Se estremeció y un hilo de sudor frío corrió por su cuello.
Mae se acercó más todavía, secó el sudor de la garganta de Vance con un
pañuelo de encaje que sacó de su corpiño, y le susurró- Ya no estás allí,
dondequiera que sea.
- Está dentro de mí -Vance se quedó sin aliento, aún sin querer hablar.
- Pues bien, sólo tendremos que hacer que se vaya de ahí -se recostó y habló
en un tono normal, sabiendo la única manera de ahuyentar el terror era seguir
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adelante con la vida- Una de mis chicas está embarazada.


Vance parpadeó y entornó los ojos. La habitación se reveló nítida. Mae había
presenciado uno de sus lapsus, pero eso no le hizo sentir vergüenza, ni se sentía
humillada como habitualmente lo hacía. Mae la observó sin asomo de lástima o
interés morboso. Tomó aliento y sintió como la pesadilla se alejaba de ella.
- ¿Embarazada? -cuando Mae asintió con la cabeza continuó- ¿Cuántos años
tiene la chica?
- Catorce o poco más o menos. No lo sabe con seguridad. Sus padres
murieron de fiebres tifoideas en el viaje y el dueño de la carreta la trajo aquí y la
abandonó a su suerte -Mae negó con la cabeza- Supongo que es a él a quien se le
debe conceder el mérito de esto. Ella le habría reportado un buen dinero en uno
de los campamentos de mineros.
- ¡Jesús! -Vance se levantó y anduvo por la sala, deteniéndose antes de cruzar
el límite invisible del camarín de Mae- ¿De cuánto está?
- Supongo que de siete meses. Ella sólo ha estado aquí cinco. Alguien la tomó
antes de que llegara -Mae se puso rígida, sus suaves rasgos se endurecieron-
Aquí hay otras igual de jóvenes, incluso más. Pero cuando vi que ella estaba en
estado, mantuve a los hombres alejados de ella.
- ¿Cómo se mantiene?
- Me cuido de que se alimente y tiene una habitación para ella sola.
- Supongo que debe ser agotador intentar salvarlas a todas -dijo Vance
suavemente desde el otro lado de la habitación.
- Imagino que tú debes saberlo -susurró Mae clavando su suave mirada en el
pálido rostro de Vance.


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- Nunca entenderé como alguien pudo confundirla con un hombre alguna vez
-dijo Annie suspirando- Tiene unos ojos hermosos, tan cálidos…
- Métela en un uniforme con un par de calzoncillos largos debajo, -dijo Sissy
dijo- mánchale la cara de tierra para ocultar esa piel blanca como la azucena y
nadie diría que no es lo que dice ser.
Mae escuchaba la charla sin sentido sin prestar atención. Estaba apoyada en la
barandilla de metal del segundo piso con algunas chicas, mirando hacia abajo, a
través de una nube de humo del cigarro. El salón estaba repleto de hombres
cuyas voces confluían formando un sonido único que prácticamente ahogaba por
completo cualquier otra conversación.
- Las personas ven lo que quieren ver -murmuró Mae.
- Ella es una visión mucho más agradable de contemplar que Doc Melbourne
-reconoció Sissy- Preferiría tener sus manos sobre mí antes que las de él.
- El Doctor Melbourne siempre sido todo un caballero -contestó Annie
recatadamente.
- Eso lo dices porque tienes debilidad por él -refunfuñó.
- ¿Y qué si la tengo? Te vi lanzándole a Vance una sonrisa o dos.
Mae sintió una punzada de disgusto por el comadreo al que normalmente no le
prestaría ninguna atención. Pero oír a las otras mujeres hablar de Vance tan a la
ligera la hizo sentirse irracionalmente molesta, aunque comprendía su interés.
Vance no era simplemente una recién llegada, eso siempre suscitaba curiosidad
durante unos días, ella era una mujer haciendo algo que estas jovencitas nunca
habrían imaginado posible. Además de eso, era desconcertante... su
independencia y su originalidad la hacían única. Por supuesto que iban a hablar
de ella. Incluso coquetearían un poco con ella. La seducción era su recurso
principal para sobrevivir, y era tan natural en ellas como lo era para Mae. Sin
embargo, Vance, había parecido inmune incluso a los flirteos más evidentes. No
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obstante, la manera en la que Sissy había hecho alarde de sus juveniles atributos
la había irritado.
A la petición de Vance, Mae la había acompañado mientras ella hacía sus
reconocimientos iniciales a todas las chicas, preguntándoles amablemente sobre
embarazos pasados o problemas propios de las mujeres que pudieran haber
tenido, preguntando si sabían cómo cuidarse y prevenir la enfermedad y la
concepción. Vance había sido minuciosa, cortés y amable. Ni las había juzgado
ni había tratado de cambiar lo que eran. Simplemente había dedicado su atención
y su afecto. Lo asombroso sería que no se enamoraran todas de ella,
independientemente de que estuvieran dispuestas a acostarse con una mujer o
no.
- Y que pasa si le eché una miradita o dos -la voz de Sissy interrumpió las
divagaciones de Mae- ¿Crees que los hombres son los únicos que disfrutan de
nuestra compañía? Hay cosas peores que hacer que el médico de la ciudad te
coja cariño. Eso podría mantener a los vaqueros alejados de ti durante un tiempo.
Annie alarmada, miró a Mae- ¿Quieres decir que a veces las mujeres pueden
venir a un lugar como este?
- No es insólito -contestó Mae bruscamente dirigiéndole a Sissy una mirada
despectiva- Pero aunque una mujer lleve pantalones eso no quiere decir que a
ella le guste dormir con una. No vayas sacando conclusiones precipitadas.
- No voy a abalanzarme sobre ella -dijo Sissy desafiante y sonriendo
satisfecha- Pero tampoco voy a salir corriendo si ella manifiesta algún deseo de
subir a bordo.
- Yo no contaría con eso -dijo Mae. Vance no había dado indicios de que
estuviera interesada en acostarse con nadie, hombre o mujer, pero Mae tenía la
sensación de que podría ser porque esa parte de ella estaba enterrada bajo el
dolor y el tormento que ella había sufrido. Viendo el brillo hambriento en los
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ojos de Sissy y el entusiasmo de Annie, no tenía ninguna duda de que estarían


encantadas de ser su pareja si ella quisiera una mujer para satisfacerla. No quería
pensar en hacia quien se inclinaría Vance cuando sus sentimientos volvieran a la
vida- Hay trabajo por hacer si queremos ganarnos el sustento -dijo Mae- Vamos
allá.

Vance estaba junto a un grupo de hombres en el extremo más alejado del bar,
bebiendo poco a poco un whisky que realmente no quería. Era la única compañía
a la que estaba acostumbrada, sin embargo, y después de dejar a Mae, no había
querido volver a su habitación del hotel. La pequeña parte de su pasado que
había compartido con Mae durante cena había abierto una pequeña grieta en el
muro que había construido para mantener el dolor a raya, pero extrañamente no
había sido en dolor lo que había salido a través de la brecha. Deseo. Una
turbadora sensación de anhelo por algo que no podía identificar. Lo que fuera
que fuese creció en su vientre y se avanzó hasta su corazón y no deseó otra cosa
que yacer en la cama con ella en la oscuridad.
Le echó un trago al whisky y vio Mae bajar las escaleras con algunos de las
chicas. Aunque Mae tenía apenas seis o siete años más que la mayor de ellas,
parecía toda una mujer y no una jovencita. Vance observó a Mae moverse entre
la chusma, brindando una sonrisa o un ligero roce a algún otro hombre
afortunado. Observarla le produjo una combinación extraña de placer y dolor, y
Vance no podía dar explicación a ninguna de los dos. Se volvió de espaldas a la
sala, se terminó de un trago su whisky y después hizo señas para que le sirvieran
otro.
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CAPÍTULO OCHO

Mae se puso perfume detrás de las orejas y tapó el pequeño frasco verde
pálido. Apenas lo había dejado sobre el tocador sonó un golpe en la puerta. A las
cuatro por la tarde supuso que sería una de las chicas. Frank sabía perfectamente
que no debía dejar subir a nadie antes de que oscureciera. Había algunos
caballeros ricos con los que tenía acuerdos para disfrutar de su compañía en
privado y ya no necesitaba acostarse con ningún vagabundo errante para
asegurarse la siguiente comida. No esperaba a ninguno de sus clientes
especiales, eran demasiado cautos como para aventurarse en su habitación a la
luz del día. Aún estaba vestida solamente con una negligé debajo de su salto de
cama... una túnica, azul y roja, de seda de China que había sido un regalo de uno
de sus admiradores que había viajado a San Francisco... abrió su puerta
esperando encontrar a Annie o una de las otras chicas más jóvenes. A menudo le
hacían una visita antes de que comenzaran las actividades nocturnas, para
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compartir algún chisme que habían oído casualmente en el salón o para quejarse
de una de las otras chicas. O para compartir sus fantasías sobre un futuro que
tenían pocas probabilidades de hacerse realidad. Ella no las desengañaba,
bastante poco tenían en la vida como para despojarlas también de sus
esperanzas.
- ¡Kate! -Mae cogió del brazo a Kate y tiró de ella hacia el interior- Eres la
última persona que esperaba -recorrió con la mirada el vestíbulo de arriba abajo,
no vio nadie más, y cerró la puerta firmemente- ¿Dónde está Jess?
- Está fuera, en las montañas con Jed por unos días. Estoy de visita en casa de
mis padres.
- Por Dios. ¿Nunca vas a entender que no deben verte por aquí?
Kate se rió, dejando caer su chal y quitándoselo y colocando una cesta sobre
una mesa próxima- ¿Y tú nunca vas a darte cuenta de que tengo la intención de
visitar a mis amigos sin importarme dónde vivan? -se dio vuelta con la intención
de darle a Mae un abrazo cariñoso, se detuvo cuando vio que Mae no estaba
vestida todavía- Oh, lo siento. No esperabas visitas y aquí estoy yo, de sopetón y
sin haber sido anunciada.
- No seas tonta. Seguramente eres la única visita que no me importa recibir a
esta hora del día -Mae le dio a Kate un apretujón rápido, dio un paso atrás y dejó
sus manos sobre los antebrazos de Kate cuando se puso tensa. Ladeó la cabeza y
observó las mejillas levemente sonrojadas Kate-. ¿Pasa algo?
- Oh no, claro que no -contestó Kate demasiado rápido. Mae estaba apenas
vestida, y lo poco llevaba puesto no podía esconder su figura bien
proporcionada.
- ¿Qué?, Kate Beecher -Mae se rió al percibir la incomodidad en la expresión
de Kate- No me digas que una mujer como yo puede impresionarte cuando
tienes a alguien como Jessie Forbes en tu cama por la noche.
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- Claro que no -dijo Kate cohibida- Me considero tan casada como cualquier
mujer con un marido.
- Oh, ¿y supongo que piensas que eso quiere decir que nunca miran a un
hombre además de aquel con el que están casadas? -Mae sirvió el té de la
bandeja de tentempié que Billy acababa de traerle del hotel.
Kate tomó la taza que le ofreció y se acomodó en una esquina del sofá.
- No sé cómo sienten ellas. Pero nadie excepto Jessie ha hecho… que todo se
agitara en mi interior.
- Pero ahora miras a las mujeres de forma diferente, ¿verdad? -Mae se refugió
detrás de un biombo situado en un rincón de su dormitorio y cambió su túnica
por un vestido. Cuando se sentó junto a Kate, con la taza de té en su mano, dijo-
Por qué estar con Jessie ha despertado algo en ti.
- A veces lo hago… Admirarlas -Kate miró a Mae seriamente- ¿crees que eso
es…normal?
- Oh, querida, le estás preguntando a la persona equivocada- Mae se levantó y
cambió su té por un brandy. Miró hacia Kate- ¿Te sientes con ánimo para tomar
una copita?
- No, no debería -Kate sonrió pensando en la reacción de su madre - Mi madre
lleva lo mejor que puede el hecho de que me haya ido de casa y esté con Jessie,
pero si llego oliendo a licor, me temo que sería su destrucción.
Riéndose, Mae se sentó otra vez- Me preguntaste si era normal. Señor…,
cuando has visto las cosas que yo he visto, aprendes rápidamente que las
personas son muy complicadas. Sé, de hecho, que hay hombres y mujeres que
prefieren su propio género, dentro y fuera de la cama -dio un sorbo a su brandy y
miró a Kate- Sabes que ese es mi caso, pero puedo sentarme aquí y puedo pensar
que tienes los ojos más bonitos que una noche estrellada y no excitarme.
- Y yo pienso que eres...hermosa -confesó Kate- pero no siento... -se sonrojó
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otra vez- No creo que nadie pueda hacerme sentir de la forma que Jessie lo hace.
- Mmm. Te agradezco la parte de hermosa. Jessie es muy afortunada de tener
una mujer que solo tiene ojos para ella -palmeó la rodilla de Kate- y tú eres muy
afortunada de tenerla, porque sé a ciencia cierta que ella hace lo mismo.
Kate se sonrojó, se sentía un poco rara teniendo esta conversación sobre Jessie
con Mae, sobre todo cuando ella sabía que Mae había querido a Jessie. Pero no
conocía a nadie más en quien confiar. Ahora que ella y Jessie estaban juntas, se
sentía diferente por dentro. Era algo más que amar a Jessie y querer expresar ese
amor con su cuerpo. Sabía que no había sido casualidad que se hubiera
enamorado de ella. Ella se había enamorado de una mujer porque, en cierta
forma, estaba destinado a ser así.
Por eso nunca le habían interesado los pretendientes que la habían perseguido
en Boston, ni tampoco Ken Turner aquí en New Hope, un hombre perfectamente
correcto por el que no tuvo absolutamente ningún sentimiento- Sólo sé que no
soy igual que mis amigas, si bien no parecen pensar que soy tan diferente.
Mae tomó un sorbo de su brandy pensativamente- ¿Alguna te ha preguntado
sobre Jess?
- Quieres decir... ¿sobre acostarme con ella? -Kate se rió- Cielos, no. Incluso
cuando hablan de relaciones con los hombres, todo son susurros y secretos.
- Bueno, la mayoría de las personas simplemente miran a otro lado en vez de
enfrentar las cosas que no comprenden o que les molestan -se encogió de
hombros- No siempre es mala cosa, supongo.
- ¿Por qué piensas que nos gusta una persona y no otra... me refiero de ese
modo?
- No sé cómo ocurre -dijo Mae reflexionando- Siempre he admirado a las
mujeres como Jess.
- ¿Como Jessie? -Kate pensó en su amante y le pareció imposible definir todo
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lo que ella era. Era hermosa y fuerte, tierna y terca a la vez y… oh, tan
asombrosamente cariñosa. Seguramente no había otra mujer en el mundo como
ella.
- Resuelta, testaruda, que le gusta hacer lo que la mayoría de la gente
denominaría, un trabajo de hombres, porque es lo que le sale de forma natural.
Y…, - dijo con una amplia y descarada sonrisa- me encanta una mujer con
pantalones.
- Bueno, aquí no vas a tener muchas más oportunidades de ver eso -Kate
sonrió- A mí también me encanta como le sientan los pantalones y no puedo
imaginarla con cualquier otra cosa.
- No creo que pudieras convencerla para usar ninguna otra cosa.
- Además, usar pantalones tiene sentido. Intentar hacer nada en el rancho con
una falda sería prácticamente imposible -Kate se terminó su té y cogió una de las
galletas saladas de un platito junto a la cazuela- Voy a hacer algo respecto a mis
ropas así podría ir en la carreta con más comodidad y podría desenvolverme bien
sin tropezar cada dos por tres.
- Muchas mujeres llevan falda pantalón en los ranchos. O incluso pantalones.
Nadie le presta atención a eso -Mae golpeó el hombro de Kate juguetonamente-
Pero si empiezas a llevarlos puestos en la ciudad vas a dar que hablar.
- Oh, no pensaba hacer eso. No puedo ni imaginarme lo rápidamente que mi
madre se enteraría.
- Más rápido que el rayo -ya que estaba disfrutando de un extraño momento de
confianza entre mujeres, sintió que no tenía necesidad de esconder nada y Mae
añadió- El nuevo médico de la ciudad viste como Jess. Sin embargo, en muchos
otros aspectos ella es completamente opuesta. Como el día y la noche.
- ¿Ella? En Boston conocí a una mujer que estudiaba para médico... una
estudiante en una de las clases de mi papá. Nadie creyó que ella realmente lo
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conseguiría. -Kate se sentó hacia adelante ansiosamente- ¿La has conocido? ¿A


esta doctora? -Mae asintió con la cabeza- ¿Cómo es?
- Es difícil de explicar -dijo Mae en voz baja, pensando en los fantasmas y
secretos que se reflejaban en los oscuros ojos de Vance- No cuenta demasiado
sobre sí misma -se levantó bruscamente, incapaz de contener lo mucho que
deseaba poder aliviar el dolor de Vance, y comenzó a pasear por la habitación-
Es buena con las chicas. Ella las examinó anoche.
Kate observó a Mae, no recordaba haberla visto tan agitada nunca. Mae
siempre estaba tranquila, siempre en segundo plano y riéndose un poquito de las
tonterías de los demás, y de las de ella misma. Ahora su voz estaba temblorosa y
su expresión era distante, como si estuviera en cualquier otra parte. Con sumo
cuidado, Kate preguntó- ¿Y ella es como Jessie? ¿Cómo nosotras?
Mae se paró súbitamente y miró a Kate fijamente- ¿Cómo nosotras? Que si le
gustan las mujeres, ¿te refieres a eso? -Kate asintió con la cabeza- Ella no ha
dado ninguna señal de eso, pero de todas formas, la mayoría no lo hace -Mae se
sentó con un suspiro- Incluso aquí, donde algunas mujeres son así y viven como
nosotras, no conviene recordárselo a la gente -apretó la rodilla de Kate cuando
sintió la preocupación en su mirada- Pero no te preocupes de eso. Todo el mundo
quiere a Jessie. Ella ha estado en esta ciudad casi desde que la ciudad existe.
Según tengo entendido, su padre construyó el rancho cuando New Hope no era
mucho más que algunas tiendas de campaña de mineros al lado de una vía
polvorienta.
- Pero ahora yo estoy con ella -dijo Kate con voz temblorosa- no quiero que
nadie la lastime por mi culpa.
- Nadie va a lastimar a ninguna de las dos -dijo Mae vehementemente-
Primero porque Jess no lo permitía. Y segundo nosotras tampoco.
Kate puso su mano sobre la de de Mae- Tienes toda la razón -le dedicó a Mae
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una sonrisa ladina- Así que sigue hablándome de la doctora. ¿Cómo es?
- Mmm, ya te dije, es un poco como Jess. Alta, como ella, con el mismo tipo
de rostro fuerte y constitución estilizada. Pero ella es oscuridad, donde Jess es la
luz, y ha sido... herida -Mae cerró los ojos intentando mantener a raya una
repentina oleada de dolor que le encogió el corazón- Ella perdió su brazo en la
guerra, en el Este. Se alistó para asistir a los heridos y le dispararon justo al final
de la guerra.
- Oh, Dios mío. Qué valiente. Que gesto tan maravilloso.
- Loco gesto, querrás decir -dijo Mae amargamente- Ir a combatir a una guerra
a la que incluso los hombres más necios tuvieron el sentido común de no ir.
- No quieres decir eso -dijo Kate suavemente- Solo estás furiosa porque ella
resultó herida.
- Lo puedo ver, en sus ojos. Lo que la guerra le hizo -los ojos de Mae se
inundaron de lágrimas- Rompió algo en ella, y todavía está sangrando.
- Tal vez sólo necesita más tiempo para curarse.
- No se puede curar una herida cuando la bala todavía está dentro -Mae se
pasó las yemas de los dedos por sus parpados- Ni siquiera la conozco. No
entiendo por qué me afecta tanto.
- Puedo ver que ella significa algo para ti.
- No. No de esa manera -Mae negó con la cabeza impaciente- Algunas veces
simplemente me canso de ver el sufrimiento.
- Bueno, quizás ella encuentre algo en New Hope que la ayude a curarse.
Kate sonrió en su interior. O a alguien.
- Tal vez sea así.
- Te traje algo -Kate se levantó para ir a por su canasta y después se sentó otra
vez. Rebuscó dentro y sacó un delgado libro para Mae- Aquí está.
Mae sujetó el libro con delicadeza, pasando la mano suavemente por la
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superficie- Historia de Dos Ciudades, por Mr. Charles Dickens -miró a Kate con
un brillo en los ojos- Oh, gracias, Kate. Pero no deberías andar prestando tus
libros.
- Jessie me trajo algunos libros cuando estaba enferma. Los compró en uno de
sus viajes a Miles City a por suministros. Yo ya tenía este y ella me trajo otro
ejemplar, así que este te lo puedes quedar -Kate bajó la cabeza- Sé que Jessie te
presta libros, porque vi una nota de agradecimiento tuya en uno de ellos.
- Kate, ahora que tú y Jessie estáis juntas...
- Tú y Jessie sois amigas, y sé que a ella le importas -Kate mantuvo la mirada
de Mae firmemente- y sé que a ti te importa ella.
- Tú sabes mucho para alguien que hasta hace un año nunca había recibido un
beso -dijo Mae riendo suavemente.
- Me he resarcido con creces.
- ¿Sabes que Jess se moriría de vergüenza si supiera que hablábamos de estas
cosas?
- Por eso no está aquí -Kate le miró el reloj prendido con alfileres en su
vestido- Debo ir antes de que oscurezca demasiado. Espero que te guste el libro.
Mae lo apretó contra su pecho- Me gusta mucho. Gracias.
Kate se levantó y recogió sus cosas. Ya en la puerta le dio a Mae un largo
abrazo- Quiero conocer a esa doctora tuya en algún momento. Tal vez puedas
traerla por el rancho.
- No es lo que parece, Kate. Además, no creo que el médico de la ciudad vaya
a querer ser visto yendo en un carruaje conmigo.
- A mi me parece que una mujer lo suficientemente valiente como para luchar
por lo que ella cree, no le daría mucha importancia a las opiniones de gentes
ignorantes.
- Tienes un alto concepto de las personas, Kate. Eres muy joven todavía.
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- ¿Cómo se llama? - preguntó Kate, ignorando el oscuro estado de ánimo de


Mae.
- Vance. Vance Phelps.
- Me gusta como suena. Buenas noches, Mae.
- Buenas noches - Mae cerró cuidadosamente la puerta. Vance Phelps. A ella
también le gustaba como sonaba.

- Bueno -dijo Clarissa Mason dijo mientras cogía un panecillo de la bandeja


que Martha Beecher le extendía- Rose y yo vinimos en la diligencia la semana
pasada con el nuevo doctor de la ciudad.
Kate alzó la vista de su labor, alertada por el tono de censura en la voz de
Clarissa.
- ¿De verdad? -dijo Martha, intentando esconder su curiosidad impaciente.
- Oh sí - exclamó Rose antes de que su madre pudiera continuar- Ella es
realmente enigmática. Es...
- Nada de enigmática -dijo Clarissa tajantemente- Impertinente e indecorosa
son palabras más adecuadas para describirla. Vestida como un hombre, por el
amor de Dios. ¿Y quien dice que ella sea incluso una doctora?
- Aparentemente el Dr. Melbourne cree que ella lo es -dijo Kate con calma,
aunque su temperamento le dio un tono a su voz que provocó que su madre la
mirara con el ceño fruncido.
- Bueno, sea lo que sea haría bien en comportarse como una señora decente
-Clarissa lanzó una mirada mordaz hacia Kate- Supongo que podemos disculpar
a algunos de los nuestros, pero no a los extraños.
Kate se levantó y dejó su costurero a un lado- Con su permiso. ¿Alguien
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quiere un poco más de té?


Algunas de las mujeres del círculo se pusieron a murmurar, pero la mayoría se
quedó mirando fijamente de Clarissa a Kate con atención. Kate se apresuró a
salir de la habitación antes de decir algo de lo que sabía que a la larga se
arrepentiría. Montar una escena en la sala de estar de su madre no le haría
ningún bien a nadie.
- No deberías hacerle ningún caso a ese vejestorio -le susurró Millie, la nueva
esposa del alguacil de la ciudad y una de las mejores amigas de Kate.
Kate se apartó de la nevera con un jarro de té en su mano y con la mirada
furiosa- ¿Cómo se atreve a atacar a Jessie delante de mí? Si no fuera por mi
madre, habría... habría... -dejó el té sobre la mesa con fuerza- Ese es justamente
el problema. Sé que nada de lo que hubiera dicho allí le haría cambiar de
opinión. Y, probablemente, estrangularla no es una opción.
Millie sonrió y rodeó con el brazo los hombros de Kate- La mejor forma de
vengarse de ella es mostrarle que su opinión no tiene importancia. Y para
alguien con medio cerebro, no la tiene.
- No comprendo como a mi madre le importan las personas que piensan así.
- Es difícil estar sola, especialmente aquí.
- Ella no está sola. Tiene a mi padre y me tiene a mí.
- Sí, y ahora tú tienes a Jessie y tu padre... bueno, él es un hombre maravilloso
-Millie sonrió- Pero es un hombre. Y dado que tú no tienes uno, probablemente
no te das cuenta de lo poco que nos comprenden.
Kate se rió- Tienes razón.
- ¿Jessie te comprende? -preguntó Millie tímidamente- Da la sensación de que
ella y tú estáis juntas para todo.
- Sí, creo que sí. Al menos tanto como yo la entiendo a ella -Kate cogió dos
vasos y sirvió el té. Millie era la única de sus amigas... además de Mae...a quien
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le había contado lo que Jessie significaba para ella. Le dedicó una mirada
cariñosa y dejó la jarra.
- Lo cual no significa siempre. Pero cuando no lo hace, lo intenta.
- No se puede pedir mucho más.
- No. No podría pedir nada más.
- He visto a la nueva doctora. ¿Y tú?
Kate negó con la cabeza- No, todavía no. Tengo entendido que es... solitaria.
- He oído que frecuenta el salón por la noche.
- ¿De verdad? Desearía poder hacerlo. Sin duda la conversación sería más de
mi agrado.
- Bueno, creo que parece muy misteriosa, y no puedo esperar a conocerla en
persona.
- Sí, yo también estoy deseándolo -Kate pensó que últimamente no había
pasado ningún rato con su padre en la oficina del periódico, y hoy parecía tener
la oportunidad perfecta.
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CAPÍTULO NUEVE

- Puedo colocar la tipografía mientras tú colocas los anuncios -dijo Kate a su


padre mientras se reunía con él en la mesa de impresión en el fondo de la
habitación que hacía las veces de oficina y zona de producción del Hope
Chronicle.
- Te mancharás las manos de tinta y cuesta una barbaridad limpiarla -dijo
Martin Beecher suavemente- Y probablemente tu madre me echará la bronca por
eso.
Kate sonrió y amablemente apartó a su padre a un lado a empujones. Desde
que era una niña le había acompañado cuando iba al trabajo, aunque en aquellos
tiempos él enseñaba en la universidad. Desde su llegada a New Hope, y
especialmente ahora que ella ya no vivía en casa, casi no había tenido
oportunidad de hacerlo, y echaba de menos su plácida camaradería.
- Tendré cuidado de esconder lo que no pueda eliminar. Déjame ver la copia.
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Martin consintió, más porque disfrutaba de su compañía que por que


necesitara ayuda y le dio la lista de transacciones que había recibido esa tarde de
la oficina de reclamaciones territoriales- Bueno, es una lista considerable
-comentó Kate.
- Cada día llegan más nuevos propietarios de terrenos y casas. Dentro de poco,
Montana estará bien asentada y lista para pedir la declaración de estado.
- Desde luego la ciudad parece estar creciendo -mientras hablaba, Kate
colocaba la tipografía veloz y eficazmente, letra a letra, en el marco
predeterminado.
- Jessie dijo que había docenas de caravanas moviéndose hacia el oeste a
través de Fort Laramie cuándo estuvo allí la última vez.
- Vamos a necesitar alguna clase de ley en las montañas muy pronto -Martin
hizo el comentario distraídamente mientras ajustaba la colocación de los avisos
y los anuncios- No se puede esperar que los alguaciles de la ciudad tengan que
perseguir por todo el territorio a los forajidos y los ladrones de ganado, y el
ejército está suficientemente ocupado protegiendo los trenes y las caravanas de
los merodeadores.
- Ladrones de ganado -Kate dijo las palabras lentamente, dándose cuenta,
sintiendo la inquietud en su estómago, de que no sabía lo grande que era en
realidad el Rising Star. Entre el largo invierno y los meses que había pasado
recuperándose de su enfermedad, nunca había podido hacer el viaje que Jessie le
había prometido para verlo hacía. Pero sabía, de escuchar a Jessie hablar de sus
tierras, que cubrir toda su extensión suponía varios días de viaje. Y que una gran
cantidad de él era terreno remoto de montaña- No creía que ese fuera un gran
problema por aquí, ¿verdad? Quiero decir, puede que sea una vaca o dos, de vez
en cuando, para comida o un caballo para…
- Oh no -dijo Martin- Según todos los informes que hemos estado recibiendo
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de todo el territorio, las bandas de ladrones de ganado están robando centenares


de cabeza de ganado.
- Pero seguramente no por aquí, tan lejos de las vías principales.
- Aparentemente conducen el ganado centenares de millas hasta los mercados
en Colorado. Incluso hasta lugares mucho más al sur como Tejas -Martin deslizó
la placa terminada en la prensa de mano- Me sorprende que no hayas oído hablar
antes de esto. El Rising Star en una de los ranchos más grandes de esta parte del
territorio.
Kate tenía una idea de por qué ella no había oído hablar de esto antes, y
esperaba estar equivocada. Mañana Jessie estaría de regreso. Mañana tendría
que contestar a algunas preguntas. Amontonando las hojas a medida que salían
de la prensa, dijo- Te ayudaré a repartir la primera edición.
-Solo las llevaré a algunos sitios. Estarás más cómoda esperándome aquí.
- Más aburrida es lo que estaré. Dame los que van para el Golden Nugget. Está
justo calle abajo.
- Oh no -dijo Martin riendo- Si tu madre se enterara alguna vez...
- Los dejaré por la parte de atrás. Nadie me verá, y aun si lo hacen, no sería
nadie que conociera a Madre para decírselo.
- En realidad, Kate. Sé que conoces a alguien allí...
- Tengo una amiga allí, y ésta no será mi primera visita. Estaré bien, de verdad
-Kate besó a su padre en la mejilla- Sé que a te gusta hablar con Silas en el hotel
por las tardes. Puedes venir a recogerme cuando tú termines.
- Si me prometes tener cuidado, te acompañaré allí y estaré de regreso en poco
tiempo.
- No hay un lugar al que pueda ir donde esté más segura.


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- Buenas tardes, Doc -dijo Frank y sirvió un trago de whisky sin que se lo
pidiera. Los deslizó por la barra hacia Vance- ¿Llega tarde o temprano?
- Acabo de volver a la ciudad. He estado a caballo todo el día -Vance sonrió
irónicamente.
Habían bastado unas pocas semanas para que el barman de la ciudad
conociera sus horarios. Probablemente debería tomar eso como una señal de que
el whisky todavía salía ganando. No obstante, se tomó la bebida de un trago y se
sirvió otro de la botella que Frank había dejado cerca- Las distancias son mucho
más grandes de lo que estoy acostumbrada.
Frank se rió- Imagino que es así, si estás acostumbrada a vivir en la ciudad.
- No desde hace algún tiempo, pero incluso las granjas del Este están en una
zona más poblada. Necesité la mayor parte del día para visitar a las tres familias
que Caleb quería que viera.
- ¿Estás acudiendo a esas visitas tú sola? -preguntó Frank con cautela.
Vance se puso rígida- Correcto.
- ¿Alguna vez has disparado a alguien con el revólver que llevas en el
cinturón? -Frank se apoyó sobre la barra hablando en voz baja.
- ¿Me preguntarías eso si fuera un hombre?
Frank e mostró impasible- Podría. Si pensara que eras un novato dispuesto a
hacerse matar.
- No soy ninguna de esas cosas -contestó Vance de igual forma- Y soy una
buena tiradora.
- Es bueno saberlo -Frank limpió la barra del bar con un paño que llevaba
enganchado en su cinturón- De alguna manera me he acostumbrado a tu
conversación.
Vance no tuvo más remedio que sonreír porque raras veces intercambiaban
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más que unas pocas palabras a lo largo de una tarde entera. Su preocupación la
asombró, no es que ella no hubiera esperado que los hombres dudaran de su
habilidad para protegerse. Pero Frank no había asumido automáticamente que
ella fuera incapaz. Él no había hecho suposiciones, no más que Milton. Su
sargento la había aceptado, primero, porque ella era la cirujana de su regimiento,
y después de un tiempo porque nadie podría hacer el trabajo mejor que ella.
Tampoco habían hablado mucho, entendiéndose el uno al otro casi sin esfuerzo
alguno, ya fuera jugando a las cartas o cuidando de los heridos en medio del
Armagedón. Durante casi tres años habían estado tan unidos como los amantes,
compartiendo el peligro, la adversidad y el triunfo. En aquel último día, no había
escuchado sus advertencias, no podía oír nada más que el tronar de la muerte a su
alrededor. Y él había pagado por su error. No ella. Él se había quedado por
lealtad, por el deber y la amistad, y ella le había fallado. Se agarró al borde de la
barra, tambaleándose cuando la habitación desapareció y el hedor de la batalla
colmó su conciencia.
- Que tal si invitas a una dama a una copa, Doc -dijo Mae mientras cogía
suavemente la botella whisky con una mano y enlazaba su brazo opuesto
alrededor del de Vance. Ella asintió con la cabeza mirando a Frank, que miraba
fijamente, alarmado, la cara cenicienta de Vance- Tráeme dos vasos, Frank.
- Enseguida -contestó rápidamente.
- Estoy bien -susurró Vance con voz ronca.
- No lo dudo. Ahora puedo tomarme unos minutos libres para tomarme un
trago y prefiero hacerlo en la mejor compañía -con soltura, Mae las guió a través
de la chusma a una mesa colocada bajo el balcón del segundo piso. La luz de la
hilera de lámparas colocadas en candelabros a lo largo de las paredes apenas
iluminaba el espacio- Parece que conseguí ambas.
Frank colocó los vasos en el centro de la mesa y desapareció en las sombras.
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- No estoy segura de lo de la compañía dijo Vance mientras se dejaba caer


pesadamente en la silla de madera. Cuando Mae sirvió whisky en un vaso y se lo
dio, negó con la cabeza- No, gracias. Necesito aclararme la cabeza, no
confundirla más.
- Parecía que algo te había golpeado duro de nuevo allí -dijo Mae en voz baja.
Ella había bajado la escalera más pronto de lo habitual, inexplicablemente
inquieta.
Se dijo a sí misma que sólo iba a echar un vistazo a la clientela y asegurarse
que no había ningún buscapleitos en el grupo. Pero en el mismo instante en el
que llegó al rellano había mirado hacia el extremo más alejado de la habitación,
donde Vance, habitualmente pasaba un par de horas por las noches, bebiendo
tranquilamente a solas. La había visto inmediatamente y, aun en la distancia,
supo que algo andaba mal. Algo que ni siquiera el whisky podía curar. La cara de
Vance era el vivo retrato de la angustia. Abandonó cualquier pensamiento
excepto uno. No se quedaría sin hacer nada mientras veía a Vance sufrir a solas.
- Lo siento -dijo Vance.
- ¿Por qué?
Vance se sintió agradecida por la oscuridad que impedía que Mae percibiera
su humillación. O su vergüenza- Lamento haberte preocupado.
Mae se rió- No creo que preocuparse por alguien pueda hacerle daño a nadie
-se acercó y puso su mano en el brazo de Vance- ¿Has comido algo?
- Yo... no, aún no -Vance se negó a aumentar su vergüenza admitiendo que se
había olvidado de comer. De hecho, aparte del café y un panecillo en el
desayuno, no había comido nada en todo el día. Podía oler el perfume de Mae, el
mismo perfume que se había quedado impregnado en su abrigo después de su
visita a los aposentos de Mae. Cuando se había vestido a la mañana siguiente y
había percibido su rastro en el aire, se había estremecido por una ola de deseo,
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tan intenso, que la había dejado temblando. Deliberadamente había apartado el


momento de su mente, pero ahora, con Mae tan cerca y la calidez de su roce
penetrando hasta sus huesos, no pudo resistirse- Por favor déjame invitarte a
cenar.
Por un instante, Mae quedó aturdida en silencio. Seguramente había
entendido mal- Bueno, es muy amable por tu parte. De haberlo sabido habría
hecho preparativos para que cenáramos en mis aposentos. Quizás otra noche.
- El hotel está justo al otro lado de la calle.
- Vance -dijo Mae en voz baja- No puedo cenar allí contigo.
La voz de Vance sonó dura- ¿Y por qué no?
- Hay ciertas cosas que se... sobreentienden. En cualquier otro lugar, las
mujeres como yo estarían viviendo en chamizos en las afueras de la ciudad con
nada más que hojalata y papel sobre nuestras cabezas -Mae extendió una mano
señalando hacia el balcón situado encima de ellas- Aquí tenemos habitaciones
limpias, comida decente, y asistencia médica cuando la necesitamos. Con tal de
que no pidamos demasiado, es justo.
- Entiendo -Vance quería protestar, pero sabía que lo que Mae decía era
verdad. La prostitución era parte de la vida de una pequeña ciudad minera. La
mayoría de las veces, era una vida lúgubre y peligrosa. Había visto a mujeres
devastadas por eso antes de cumplir los veinticinco. También había visto
burdeles en St. Louis y Denver que eran tan elegantes como cualquier hotel. Las
mujeres que los regían y vivían en ellos se vestían de forma exquisita y a
menudo se encontraban entre las mujeres más ricas de la comunidad, ganando
mucho más en su trabajo que los trabajadores normales. Pero esas historias de
éxito no eran la norma. Aquí, en la frontera, las prostitutas tendrían suerte si no
caían víctimas de la enfermedad o el maltrato- Quiero que sepas que en modo
alguno me importan las reglas o las consecuencias. Estaría honrada de disfrutar
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de tu compañía.
Mae apartó la mirada, desarmada por la sinceridad en la voz de Vance y su
profundo anhelo de lo imposible. Imposible por muchas razones. Miró a Vance a
los ojos, porque no hacerlo sería rechazar el regalo que le había hecho. El precio
que Vance estaba dispuesta a pagar por sus convicciones era rigurosamente
evidente en su manga vacía y los fantasmas de culpabilidad y auto-recriminación
que emanaban de sus ojos. Mae pensó que nunca había conocido un alma más
valiente- Eres tú la que me honras. En otras circunstancias, no habría nada que
me gustara más que cenar contigo.
- No haría nada que pudiera ponerte en peligro, a ti o a cualquiera de las
chicas.
- Ha sido atento por tu parte proponerlo. Y entenderlo -Mae forzó una
frivolidad en su voz que no sentía- Deberías irte y cenar.
- No -Vance tomó la mano de Mae cuando comenzaba a retirarse- Aún no.
Preferiría estar sentada aquí contigo. ¿Cuánto tiempo tenemos?
- Un rato aún, antes de que bajen las chicas. Los hombres necesitan saber que
estoy aquí, observando. Que sé con quién se van las chicas.
- ¿Y qué hay de ti? ¿Vas a... irte con alguien?
Mae estudió la cara de Vance en la penumbra. Sus oscuros ojos brillaban,
penetrantes como el filo de un cuchillo. Mae no se atrevió a hacer la pregunta de
la que tan desesperadamente quería la respuesta. ¿Qué me hacen sus ojos? Ella
negó con la cabeza- A veces. Esta noche no. No espero a nadie.
- Entonces estaría encantada de disfrutar de tu compañía.
- ¿Me contarás algo?
- Si puedo -dijo Vance inmediatamente.
- ¿Qué sucedió esta noche? -preguntó Mae, con mirada penetrante e
imparable.
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- ¿Por qué te importa?


Mae no podía pensar en cualquier otra respuesta que no fuera la verdad-
Porque sea lo que sea lo que te está destrozando, me duele cada vez que lo veo.
- Tengo... ataques.
- ¿Es eso una enfermedad?
Vance se rió- Algo así. Sucede algo y acabo pensando en la guerra. En esa
última mañana. Puedo... -se puso a temblar- Es como si estuviera allí.
- ¿Quieres decir que es algo más que un recuerdo? ¿Lo sientes?
- Sí. Sí, eso es, exactamente eso. No es un recuerdo. Lo siento. Lo oigo. Lo
veo. Todo… -cerró sus ojos- Dios mío. Es tan real.
- ¿Te ocurre a menudo?-mientras Vance hablaba, Mae observó el dolor
grabándose en las líneas de su cara, vio su cuerpo estremecerse como si estuviera
recibiendo golpes invisibles. Quiso interponerse entre Vance y lo que fuera que
la estaba lastimando, pero sabía que estaba demasiado lejos, dentro de ella,
como para que alguien llegara a tocarlo. No habría alivio posible, ni final, hasta
que Vance revelara la causa.
- No tanto como acostumbraba -Vance trató de alcanzar la botella de whisky,
satisfecha al ver que su mano era firme. Sirvió un trago para cada una- No
recuerdo mucho de los primeros meses. Mi brazo estaba infectado, y estuve
delirando la mayor parte del tiempo. Había tenido neumonía y tenía mucha
fiebre. No podría hablar, no sabía quién era -se bebió el vaso de un solo trago y
apretó con fuerza sus dedos alrededor del vaso- En realidad, pasé realmente
mucho tiempo en un hospital de Richmond antes de que alguien se enterara de
quien era.
- ¿De qué eras médico?
Vance asintió con la cabeza- Eso y que mi padre era una de las personas
nombradas por Lincoln para la Agencia Médica que organizó la atención médica
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para el Ejército de la Unión.


- Así que él es médico también.
- Sí -Vance suspiró- Finalmente fui enviada a casa, de regreso a Filadelfia
para ser bien atendida. Una vez que mi brazo se curó y pareció que mejoraba,
comenzaron los episodios.
- ¿Y no hay medicamentos? ¿Ningún tratamiento?
- El láudano los detiene eficazmente -dijo Vance con aspereza- Eso es como
cambiar un demonio por otro. Finalmente me negué a tomarlo, en contra de los
deseos de mi padre.
- He visto lo qué puede hacer -dijo Mae suavemente- Sin duda alguna es una
forma de escapar, pero también es algo así como morir, ¿verdad?
Absolutamente sin pensar, Vance alzó la mano de Mae y apoyó la mejilla en
su palma- ¿Cómo es posible que lo entiendas tan bien?
Mae pasó sus dedos a través del pelo de Vance- Quiero entenderte.
- ¿Por qué?
Estaban peligrosamente cerca de cruzar una línea que Mae apenas podía
distinguir ya, pero que sabía que estaba allí. Sabía quién era,…sabía lo que era.
Y sospechaba, no, ella lo sabía, que Vance era vulnerable.
A pesar de su fuerza, a pesar de su valerosa convicción, estaba herida, y Mae
no se arriesgaría a hacerle más daño. Se apartó sonriendo.
- Hay tres personas en la ciudad a las que hay que conocer bien,…el banquero,
el alguacil y el médico. Y tú eres la más atractiva del lote.
Vance se rió- Entonces me siento afortunada.
- Supongo que sabes que ayudaría que comieras bien e intentaras dormir de
tanto en tanto -dijo Mae cuidadosamente- Para los ataques…
- Tienes razón. Nunca he sido una paciente fácil de manejar.
Mae se rió- De alguna manera lo encuentro fácil de creer.
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- ¿Cenarás conmigo mañana?


- Una amistad conmigo sería mal vista por cada una de las personas
importantes en esta ciudad, y por la mayoría de los que no lo son.
Vance hizo un gesto de impaciencia. Cuando habló, lo hizo con la fuerza
inconsciente que había utilizado para dominar a los hombres- ¿Cenarás conmigo
mañana? Aquí o en el hotel o en cualquier lugar que elijas.
La única otra mujer que la había mirado alguna vez y había visto más que una
puta elegantemente vestida, había sido Jessie. Pero en realidad, Jessie nunca la
había mirado con el tipo de fuego que ardía en los ojos de Vance Phelps.
- Sí. Lo haré.
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CAPÍTULO DIEZ

- Volveré dentro de media hora -Martin parecía indeciso mientras Kate cogía
un montón de periódicos recién impresos de sus brazos y empezaba a caminar
hacia la puerta lateral del Golden Nugget. El sonido alegre del piano era tenue,
pero todavía audible... un recordatorio incómodo de las escandalosas actividades
que se desarrollaban en su interior.
- Iré directa al piso de arriba, así es que no tienes de qué preocuparte -contestó
Kate como si pudiera leer la mente de su padre- Uno de mis amigos llevará abajo
los periódicos y los dejará en el bar. Sólo haré una visita, y observaré la ventana
hasta que vuelva. Estaré bien.
- No estoy totalmente seguro...
- Cuando Jessie estaba aquí, recuperándose de sus heridas, venía todos los
días y casi cada tarde. Estuve absolutamente segura.
- Esas eran circunstancias extraordinarias. Tú ayudabas a cuidarla -Martin
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sonrió cariñosamente- Y sabía que no podría mantenerte alejada.


- No, no hubieras podido, y siempre te agradeceré haber entendido eso -Kate
recordó los terrible días después de que Jessie hubiera recibido un disparo. Aun
ahora, pensar en que podría haberla perdido le causaba un doloroso pellizco en el
estómago. Odiaba estar separada de ella, aunque fuera solo algunos días, y cada
vez que Jessie salía con Jed o con cualquiera de los otros hombres en una de esas
travesías, cada vez más frecuentes, a la montaña, ella se preocupaba. Apartó el
malestar que le producía simplemente no saber dónde estaba Jessie o que estaba
haciendo. Suponía que era algo a lo que tendría que acostumbrarse ahora que
vivían juntas. En cierto modo, le costaba menos esfuerzo cuando ella vivía en la
ciudad y Jessie estaba en el rancho. Entonces, lo que Jessie hacía todos los días
era menos real para ella, y los peligros mucho más abstractos. Ahora, estaba
aprendiendo exactamente lo difícil que podía llegar a ser la vida en la tierra
indómita en la que había elegido establecer su hogar- Aquí tengo amigos. No
debes preocuparte.
- Creo que me preocuparé siempre, es el deber de un padre -Él tocó su hombro
cariñosamente- Pero siempre he sabido que eres sensata, así es que me dejaré
convencer por tu buen juicio -se dio vuelta con la intención de irse y entonces
volvió la mirada atrás- ¿Todavía estás feliz con tu decisión... de irte con Jessie?
Recordando que estaba hablando con su padre, Kate escogió sus palabras
cuidadosamente. Seguramente él entendería el amor. La pasión, la sensación de
plenitud... esas eran cosas demasiado privadas para compartirlas- La amo, y ella
me ama. Tengo la vida que quiero -no podía esconder su alegría- Estoy tan feliz
de que tú y madre lo hayáis permitido. Gracias.
Martin bufó suavemente, pensando en la amenaza de Kate de escaparse con
Jessie si alguien intentaba mantenerlas separadas. Él no tuvo duda de lo que ella
trataba de decir- No nos dejaste elección, pero admitiré que puedo ver que ella te
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hace feliz -negó con la cabeza- Nunca pensé que vería las cosas que he visto
aquí... Hombres matando a otros hombres por una bolsa llena de polvo de oro,
mujeres trabajando para ellas mismas y sobreviviendo, la naturaleza reclamando
vidas como si fuera un sirviente despiadado de un Dios vengador. La felicidad
puede ser una cosa extraña. Si ella te da eso, y tú a ella, eso es un regalo.
- Ella lo hace -Kate besó su mejilla- Ahora, vete o llegaremos tan tarde que
seguramente Madre querrá saber dónde estábamos.
Con esa amenaza pendiente en el aire, Martin esperó a que Kate entrara en el
edificio y entonces se fue corriendo.

Kate subió por la escalera de servicio hasta el vestíbulo del segundo piso y fue
directamente a los aposentos de Mae. Conocía los hábitos de Mae de las semanas
que había pasado en esas mismas habitaciones cuidando de Jessie, así que se
sorprendió cuando nadie contestó s su golpe en la puerta. No obstante, ella sabía
dónde estaría Mae y se dirigió a encontrarla.
Ella saludó con una leve inclinación de la cabeza a algunas de las jóvenes que
tenían sus habitaciones a lo largo del pasillo y las dejó atrás mientras empezaba a
bajar las escaleras. Rápidamente, escudriñó la sala abarrotada. Cuando alcanzó
el primer piso y todavía no había encontrado a Mae, decidió dejarle los
periódicos a Frank y regresar por donde había venido. Casi había alcanzado el
final del bar al fondo de la habitación, donde había congregada una buena
cantidad de hombres, cuándo fue detenida por una mano en su brazo.
- ¿Puedo ayudarla en algo, señorita? -preguntó un hombre. Llevaba el pelo
negro brillante, engominado hacia atrás y su grueso bigote extravagantemente
rizado. Vestía un traje oscuro con una corbata negra de raso, un chaleco de
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terciopelo color café, y tenía un destello de valoración en sus ojos destello de luz
en sus ojos.
- Gracias, pero no -dijo Kate cortésmente, dejando escapar algo más que un
ligero tono de Boston en sus palabras- Simplemente voy a darle esto a Mr.
Williams y me iré.
- Entonces, déjeme acompañarla -dijo él suavemente acomodando su mano en
la curva de su brazo- Phineas Drake -dijo inclinándose con una ligera
reverencia- A su servicio.
Kate inclinó su cabeza- Encantada de conocerle, Mr. Drake. Agradezco su
ofrecimiento pero puedo asegurarle que no es necesario.
Cuando trató de sacar su mano, él la cubrió con sus dedos y tiró de ella con
más fuerza contra su costado. Aunque no había nada verdaderamente
inapropiado en sus acciones, se sintió incómoda con la presión de su cuerpo
contra el de ella. Aún cuando se había mantenido reacia a la compañía de Ken
Turner, él raras veces había hecho nada más que levantar su mano hacia sus
labios.
No estaba acostumbrada a que alguien que no fuera Jessie estuviera tan cerca
de ella. En vez de dejarle ver su incomodidad, decidió que lo mejor era
completar su misión tan rápido como le fuera posible.
- Déjeme dejar esto en la barra y habré terminado.
- Quizás entonces me haría el honor de sentarse conmigo un rato. Es, sin duda,
la compañía más exquisita que podría esperar.
Kate logró depositar los periódicos, deslizando su mano de su agarre, y
apartarse. Se encaró con él con expresión distante- Lo siento. En realidad debo
irme.
Su rostro se endureció y dio un paso hacia ella.
- ¿Qué hay, Kate? -dijo Mae con una sonrisa pasando su brazo alrededor de la
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cintura de Kate- Siento el retraso. Batió sus pestañas mirando a Phineas- ¿No me
digas que tu partida ha acabado tan pronto? Espero que no hayas perdido
Él observó a ambas mujeres con los ojos entornados y después le dedicó una
sonrisa conciliadora- No, de ningún modo. Simplemente me levanté a estirar las
piernas cuando tuve la fortuna de encontrarme con esta belleza -levantó la mano
de Kate y rozó sus labios sobre sus nudillos, sus ojos se posaron en sus pechos-
Quizás, mi dulce Mae, apoyarás mi humilde súplica para que esta hermosa dama
me honre con su compañía durante un rato.
- ¿Y dejarás que las cartas se enfríen? -sutilmente, Mae apartó a Kate- Tendrás
mucho tiempo para tener compañía cuando hayas aligerado de los bolsillos de
esos caballeros ansiosos una buena cantidad de monedas -en voz lo
suficientemente baja para que Drake la oyera, Mae dijo- Simplemente continúa
andando y finge que me estás contando una historia de lo más divertida.
Kate adoptó una sonrisa brillante mientras se iba rápidamente con Mae,
sintiendo los ojos del jugador grabados a fuego en su piel- Lo siento. Espero no
haberte creado ningún problema.
- Para nada -dijo Mae con aspereza, aunque su sonrisa no vaciló- Disfruté
desbaratando sus planes -tiró de Kate hasta debajo de las escaleras- ¿Qué
demonios estás haciendo aquí?
- Acabo de llegar...
Una voz profunda dijo serenamente- Estaría encantada de desengañar a ese
caballero sobre cualquier intención que tuviera respecto a ustedes, si las señoras
así lo requieren.
Kate se apartó de Mae y miró directamente a los ojos más intensos y más
oscuros que había visto nunca. Por un breve instante vio en ellos generosidad,
cálida comprensión y algo más que un poco de temperamento. Sonrió,
reconociendo un poquito de Jessie en la atractiva desconocida. Fue algo más que
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la manga discretamente doblada lo que le hizo pensar que esta era la mujer de la
que Mae le había hablado. Como Jessie, usaba su vestimenta poco habitual con
una soltura natural, como si cualquier otra cosa resultara extraña para ella.
- Nosotras… las damas -dijo Mae con picardía, aunque su tono era juguetón-
Somos realmente capaces de manejar a una serpiente de dos piernas si es
necesario.
- Parece realmente interesado en vosotras -desde su lugar en las sombras,
Vance había visto al hombre observando a Mae y Kate con evidente intención
mientras se alejaban apresuradamente. Su expresión era ávida y contrariada, y
ella reconocía a un hombre peligroso cuando lo veía- Ten cuidado con él.
Mae pasó sus dedos de arriba abajo por la solapa del gabán de Vance- Lo haré
-dejó que su mano se demorase un instante sobre el pecho de Vance mientras
señalaba a Kate- Ésta es mi amiga Kate Beecher. Kate, ella es nuestra nueva
doctora. Vance Phelps.
- Encantada de conocerla, Srta. Beecher -dijo Vance dicho, inclinando la
cabeza ligeramente.
- Oh, yo también. Siento si le hemos causado alguna preocupación -miró a
Mae- En realidad te estaba buscando para saludarte. Jessie está ausente de nuevo
y estaba ayudando a mi padre. Pensé podría dejar los periódicos y encontrarme
contigo arriba.
- Esta noche he bajado pronto -suspiró Mae contrariada- Ya veo que vamos a
tener que hacer algo contigo si sigues insistiendo en venir de visita.
Kate sonrió- Bueno, ya que eres una de mis mejores amigas, diría que eso es
bastante probable.
- Y como no pareces muy dispuesta a quedarte esperando arriba, tendremos
que asegurarnos de que no te moleste nadie -Mae frunció el ceño- ¿Saben tus
padres que estás aquí?
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- Mi padre lo sabe. Vendrá a recogerme dentro de unos minutos.


- Pues bien, no te vas a quedar aquí abajo hasta entonces. Te llevaré arriba, y
tú puedes esperarlo allí
- No será necesario -dijo Kate- Si hubiera sabido que estabas ocupada no te
hubiera molestado.
- Calla, Kate. No seas tonta. Sólo te quiero fuera de aquí antes de que uno de
estos otros caballeros decida que quiere tu compañía y no sea tan fácil de
disuadir como nuestro amigo Mr. Drake.
- Estaré encantada de llevar a casa a Miss Beecher- dijo Vance. Le sonrió a
Kate- O acompañarla a donde quiera ir.
- Oh, no -dijo Kate rápidamente, lanzándole a Mae una mirada de reojo- No
quiero interrumpir su visita.
- Está bien. Estaba a punto de irme -Vance se dirigió a Mae- ¿Nos vemos
mañana por la tarde?
- Ven a las cinco.
- ¿Estarás bien esta noche con ese sujeto, Drake?
Mae se rió con dureza- Estaré bien. Es un cobarde que usa sus puños contra
mujeres que no le devolverían el golpe. Yo lo haría.
Vance se acercó a ella- Usa tu arma llega a eso.
- Si le disparase a cada hombre que intenta sobrepasarse conmigo o con una
de mis chicas, las calles estarían cubiertas de cadáveres.
No obstante, a Mae le conmovió la preocupación de Vance pero también le
preocupaba que Vance aún pudiera decidir ser ella misma la que invitara a Drake
a irse. El jugador no era hombre para retarlo, especialmente cuando su orgullo
estaba en juego. No dudaba de que Vance pudiera usar el revólver que llevaba
enfundado contra su muslo, pero ella no quería verla ponerse en peligro. Y desde
luego no por protegerla. Si Vance fuera a por cada hombre que supusiera una
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amenaza para ella, no tendría tiempo suficiente para hacer ninguna otra cosa. Y
Mae no quería darle a Vance el papel de protector. Ella había tomado sus
decisiones, y soportaría las consecuencias que se derivaran de ellas. Podía ver la
preocupación en los ojos de Vance, aunque su expresión estaba tranquila. Más
que tranquila. Mae se imaginó que Vance se vería así antes de una batalla. Sin
miedo, decidida, quizá incluso preparada para morir. Ese pensamiento la asustó
más que cualquier riesgo que pudiera correr ella misma- Prométeme que no
intentarás darle una lección.
- Si lo hiciera, puedes estar segura de que no volvería a acercarse a ti.
- No -Mae negó con la cabeza vigorosamente y dijo la única cosa que sabía
que Vance aceptaría, aunque significara no preocuparse por su seguridad- No
puedes hacer eso. Porque si los hombres empiezan a pensar que nos opondremos
a lo que quieren y a lo que piensan que es su derecho, entonces ninguna de
nosotras estará a salvo.
Vance apartó la mirada y apretó la mandíbula. Después de un momento,
asintió con la cabeza- Entiendo.
Kate observó el cambio, y aunque no pudo oír el intercambio de palabras entre
ellas, podía sentir las oleadas de ira que manaban de la doctora. También pudo
ver el miedo, apenas disimulado, en la cara de Mae. Eso era algo que no había
visto antes. Aunque sabía que la vida de Mae era dura, peligrosa y quizás, de
alguna forma inimaginable, era algo que no dejaba que vieran los demás. El
hecho que ella no lo hiciera, o no pudiera, ocultarlo ahora, hizo que Kate tuviera
miedo por primera vez.
- Por favor, no pienses que me comporto como una tonta...
- Oh cariño -dijo Mae con una leve sonrisa- Tú no has hecho nada. El hecho
que una mujer entre en una habitación no debería hacer pensar a los hombres que
está para darle placer. Ni siquiera aquí.
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- Lo que debería ser, no es siempre lo que cuenta -dijo Kate en voz baja.
- Pues debería serlo -dijo Vance en con voz grave. Tomó la mano de Mae- Si
estás segura de que estarás bien, acompañaré a Miss Beecher a su destino.
Tras un breve instante, Mae presionó la palma de su mano contra la mejilla de
Vance- Vete. Y no te olvides de comer algo.
- Oh -dijo Kate rápidamente- Estaría encantada de ofrecerle algo en mi casa.
Bueno, en casa de mis padres.
- No quiero molestar, no...
- Por favor, es lo menos que puedo hacer -Kate se rió- Aunque, debo
advertirle, que mi madre tiene muchas ganas de conocerla. Indudablemente, ella
le aburrirá con preguntas.
Vance consideró disculparse, porque lo último que quería era una reunión en
la que tendría que mostrarse educada y conversadora.
Había estado utilizando el trabajo como excusa para rechazar las frecuentes
invitaciones de pacientes y conocidos para tomar té o cenar desde su llegada en
la ciudad. Sin embargo, este ofrecimiento era tan sincero, y la mirada de Mae de
alivio era tan evidente que no pudo rechazarla- Es muy amable de su parte.
Gracias.
- Bien -dijo Mae enérgicamente- Ahora salid las dos de aquí -ella le sonrió a
Vance- Ten cuidado.
Vance mantuvo la mirada fija de Mae- Y tú también.

Kate encontró a Martin en el hotel enfrascado en la conversación con Silas y


le informó de que la Dra. Phelps la escoltaría a casa- No es necesario que te des
prisa.
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Martin miró de una a otra, confuso y sorprendido, pero no encontró motivo


alguno para oponerse- Por supuesto, cariño. Le puedes decir a tu madre que no
tardaré en llegar -inclinó la cabeza a modo de saludo, dirigiéndose a Vance-
encantado de verla, Doctora. Quizás en alguna ocasión podamos hablar de los
retos a los que debe hacer frente por aquí. Podría ser un artículo interesante para
nuestro periódico.
Vance sonrió mostrándose evasiva- Estoy segura de que lo sería.
Mientras andaban por las calles de la ciudad, las únicas luces que se veían
eran las de las ventanas iluminadas por candelas y lámparas de aceite, Kate dijo-
Somos oriundos de Boston. Llevamos aquí aproximadamente un año. Es muy
diferente, ¿verdad?
- Sí -contestó Vance, su mente todavía estaba en el encuentro en el salón- Es
un lugar extraño dónde los hombres piensan que pueden saltarse las normas de
convivencia y las mujeres disfrutan de una gran independencia y a la vez de
ninguna en absoluto.
- Mae es una mujer asombrosa -dijo Kate- Es una de las personas más fuertes
y más capaces que he conocido nunca.
-Lo es -Vance se pasó la mano por la cara- Perdóneme. No tenía intención de
contagiarle mi mal estado de ánimo.
Kate se rió suavemente- No lo ha hecho. Me irrita que alguien piense menos
de ella por cualquier motivo.
Vance le dedicó mirada curiosa.
- Oh no, sé lo que hace para ganarse la vida. ¿Cree que debería
escandalizarme? ¿Que una mujer utilice una de las pocas armas a su disposición
para sobrevivir? -negó con la cabeza enérgicamente- Pienso que es
increíblemente valiente.
- Usted no es una joven típica de Boston, Srta. Beecher -dijo Vance.
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- No, Dra. Phelps. Parece que no lo soy -Kate ralentizó el pasó cuando
entraron en el camino hasta casa de sus padres- Si no hubiera venido a este lugar,
todavía podría ser de mente cerrada e implacable con las cosas que no
comprendiera.
-No sé porqué, pero lo dudo. Se necesita algo más que un cambio de ambiente
para cambiar la esencia de quién somos y en lo que creemos.
- Tiene razón -dijo Kate con aire pensativo- Es más algo más que simplemente
mi llegada aquí. Es que llegué aquí y me encontré a mi misma -sonrió a Vance-
Y encontré la única cosa que tiene importancia para mí.
- Desde luego. ¿Y qué es?
- El amor, Dra. Phelps. Encontré a mi amor -Kate se cogió del brazo de
Vance- Por favor, entre y le presentaré a mi madre.
- Será un placer.
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CAPÍTULO ONCE

- Madre, ésta es la Dra. Vance Phelps.


Cuando vio a las mujeres que estaban sentadas en la sala de estar, con sus
expresiones entre cautas y curiosas, Vance suspiró para sí misma. Conocía a
estas mujeres... había crecido con ellas, o mejor dicho, con mujeres como ellas,
pero las diferencias eran tan mínimas que venía a ser lo mismo. Cuando Kate la
condujo a la sala y se encontró con la madre de Kate y sus invitadas, Vance
recordó las muchas tardes que había pasado su juventud de forma similar,
charlando sobre cosas de escasa importancia y chismorreando en privado sobre
personas que estaban, sin duda alguna, haciendo lo mismo sobre ellas.
Afortunadamente, siempre había tenido la excusa de sus estudios para
ausentarse transcurrido un periodo de cortesía, y si eso fallaba siempre podía
contar con Víctor para inventar ingeniosos imprevistos para justificar su huida.
Pensar en Víctor le provocó una oleada de dolor, tan familiar, que ni siquiera se
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molestó en intentar suprimirla. Durante meses no había habido nada más que el
dolor, hasta el punto de que el dolor era lo único que sentía.
Ahora, era simplemente el telón de fondo sobre el cual se desarrollaban los
acontecimientos de su vida diaria.
-Encantada de conocerla, Mrs. Beecher -dijo Vance. Miró a las otras dos
mujeres y sonrió amablemente, como si estuviera de nuevo en el salón de la
mansión de la piedra, en el corazón de Filadelfia, donde había nacido y crecido-
Señora Mason,… Rose…. Es agradable volver a verlas.
- Sí, muy agradable -dijo Clarissa Mason serenamente.
- Oh, siéntese y tome un té -dijo Rose, pegándose más su madre en el sofá para
hacerle sitio.
Vance se quedó de pie, esperando que la dueña de la casa diera a conocer sus
deseos. Observando el intercambio de palabras, Martha Beecher estaba muy
confundida no sabiendo cómo reaccionar. No había ninguna duda de que la
mujer que estaba frente a ella había sido criada en el seno de la alta sociedad. Era
evidente en cada línea de su rostro y en cada inflexión educada de su voz. A
pesar del extraño vestuario, incluso chocante, se mantenía erguida como si
estuviera en la recepción de un evento ceremonioso, dando la bienvenida a la
elite de sociedad con apenas un leve indicio de complaciente superioridad. Oh,
Clarissa Mason claramente la había infravalorado, pero, ¿cómo podía esperarse
que Clarissa pudiera reconocer a alguien del estatus social de la doctora?
Clarissa podría ser la esposa del banquero, pero era la esposa de un banquero
de New Hope, Montana y estaba muy lejos de la alta de sociedad del Este.
Indudablemente, Clarissa se había fijado en la apariencia extravagante de la
recién llegada y no había visto más allá. Martha se puso de pie para saludar a su
invitada.
- Por favor, siéntese, Dra. Phelps. Estoy muy contenta de tener por fin la
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oportunidad de conocerla -dijo Martha con un toque de cortés reticencia- Espero


que traiga noticias del Este. No tenemos demasiadas oportunidades de tener
noticias antes de que dejen de ser actuales.
Declinando el ofrecimiento de sentarse, Vance tuvo la sensación de que
decepcionaría a la madre de Kate en más de un aspecto. Cualquier noticia que
pudiera contarle, sobre política y sobre la agitación social que siguió al final de
la guerra, indudablemente la decepcionaría, y ella no conocía nada sobre las
últimas tendencias de la moda- He estado viajando durante mucho tiempo, y
temo que no tengo noticias recientes sobre cualquier asunto de importancia.
- Y… -Kate interrumpió entre risas, deslizando su mano en el hueco del codo
de Vance de nuevo- he invitado a la Dra. Phelps a casa a una comida algo tardía.
Voy a hacerla pasar a la cocina y arreglarle un plato. Ha estado trabajando todo
el día.
- Desde luego -dijo Clarissa Mason con malicia- Está... -vaciló como si
buscara la frase adecuada- Está atendiendo a los pacientes de verdad, no sólo
ayudando al Dr. Melbourne.
- Estoy haciendo ambas cosas -dijo Vance con tranquilidad, en un tono
sutilmente distante- Algunos procedimientos, en particular las cirugías, son más
fáciles de llevar a cabo con asistencia cualificada -sonrió suavemente- Pero
estoy acostumbrada a tratar lesiones importantes por mí misma. La guerra me
enseñó eso.
- Oh -Clarissa se quedó sin aliento, como si encontrara el tema repelente.
Rose, sin embargo, se sentó hacia adelante, con el rostro iluminado por la
excitación-. ¡Oh, tiene que contarnos cómo fue!
- Absolutamente no, Rose -Clarissa la regañó- Esas cosas no son un tema de
conversación apropiadas para una señorita.
- ¿Es cierto que nadie sabía que no era un hombre? -continuó Rose.
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- En realidad, no sabría decirlo -contestó Vance. Estaba cansada de montar


todo el día y le dolía el hombro. Estaba nerviosa y preocupada por Mae, y la
frágil apariencia de sociabilidad que había podido adoptar se estaba agrietando y
amenazaba con venirse abajo- Soy médico, y estaba allí para atender a los
heridos. Cuando el suelo está cubierto de muertos y los moribundos llegan hasta
donde alcanza la vista, las convenciones sociales pierden importancia
rápidamente.
- Oh, que terriblemente espantoso -exclamó Rose, sintiéndose aún más
intrigada.
Vance dirigió la mirada hacia la puerta- Les ruego que me perdonen. Ha sido
un día larguísimo y me van a disculpar…
- Venga -dijo Kate, tirando de Vance hacia el vestíbulo camino de la cocina-
Déjeme prepararle algo de comer, y después podrá irse a casa y descansar un
poco.
Rose se puso rápidamente de pie- Déjame ayudarte.
Antes de que cualquiera de sus madres pudiese objetar, Kate y Rose hicieron
desaparecer a Vance.
- De verdad, no es necesario que se moleste -dijo Vance mientras Kate cogía
de la nevera las sobras de la comida y colocaba la bandeja en el centro de la
mesa.
- Oh, -dijo Rose, adelantándose a la respuesta de Kate y colocando una silla
cerca de donde Vance estaba sentada a la mesa- No es una molestia cuando usted
está haciendo aquí un trabajo tan importante y tan duro.
Vance advirtió una mirada divertida en la cara de Kate y logró no reírse- Bien,
entonces lo agradezco. Muy raras veces puedo disfrutar de una comida casera.
¿Puedo ayudarla, Srta. Beecher?
- No es necesario -dio Kate mientras colocaba el pan y los fiambres variados
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delante de Vance- Y por favor, llámame Kate -entonces, preguntó tímidamente-


¿Cómo fue ir a la Escuela de Medicina?
- Entonces llámame Vance -Vance puso el máximo empeño en explicar una
experiencia ahora le parecía como si hubiera ocurrido en una vida diferente. A
una persona totalmente diferente. Ella contestó recordando con melancolía-
Asistí a la Universidad Médica para Mujeres, lo cual ya era una cosa asombrosa
en sí misma. Una Escuela de Medicina totalmente dedicada a formar mujeres.
Con una sonrisa nostálgica, negó con la cabeza- Al principio, quise asistir a la
escuela que tenía mi padre, que mi... -tomó aire- Bueno, de todos modos, acabé
siendo muy feliz donde me formé. Era excitante, exigente.
- Oh, sólo puedo imaginar lo maravilloso que debe haber sido poder estudiar
así -dijo Kate, su cara se sonrojó con entusiasmo.
Rose se estremeció- Pues yo no lo puedo imaginarlo. Trabajar alrededor de
los enfermos y los moribundos todo el tiempo -echó una mirada rápida a Vance y
rectificó- Pero pienso que es altamente admirable, por supuesto.
Extremadamente admirable.
- Sí -dijo Vance solemnemente, hubiera querido poder quitarse el gabán. La
cocina estaba excesivamente caliente. Sin embargo, no tenía ganas de alentar la
rabiosa curiosidad de la joven y ansiosa Srta. Mason.
- Se que estás cansada -dijo Kate en voz baja- Pero algún día, cuando tengas
tiempo, me encantaría que me contaras como eran tus clases.
- Es una promesa -Vance apartó la comida que apenas había tocado. No tenía
ganas de comer y mucho menos, ganas de tener compañía. La conversación
había derivado hacia un tema que la acercaba peligrosamente a lugares que no
quería visitar. Había lugares a los que, simplemente no quería volver- Fue muy
amable por tu parte. Gracias -se puso de pie- Ahora, debo dar las buenas noches.
Por favor saluda a las señoras.
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- Lo haré de tu parte -Kate mantuvo abierta la puerta trasera- Ten cuidado.


Vance la miró desconcertada, luego sonrió débilmente, preguntándose si Kate
también pensaba todavía en Phineas Drake- Gracias. Buenas noches.
- Buenas noches -dijo Kate suavemente, cerrando la puerta detrás de Vance
mientras ella se internaba en la noche.
- Oh -dijo Rose después de que Vance se fuera- ¿No es la persona más
fascinante y excitante?
- Sí, ella es fuerte y valiente -reconoció Kate, pero sospechaba que por
razones muy diferentes a las de Rose que parecía desesperada por cualquier cosa
fuera de la rutina diaria de New Hope.
No era lo que Vance había logrado lo que atrajo a Kate. Era el terrible
sufrimiento que llevaba sobre ella como un pesado manto. Kate comprendió
ahora por qué Mae había hablado de heridas no sanadas.

Vance volvió caminando al hotel a través de las calles oscuras, aliviada por
haber dejado una reunión que parecía extraña para ella. No se había dado cuenta
de lo poco que encajaba en esas reuniones sociales hasta que las había
abandonado, primero pasando a un plano secundario cuando comenzó sus
estudios y, finalmente por completo cuando se había ido a la guerra. Nunca se
había sentido completamente a gusto con las convenciones y restricciones que
su sexo y su posición social habían impuesto para ella, de niña y como una joven
mujer. Mientras su madre vivió, ella había hecho todas las cosas normales que
una señorita bien educada debía hacer, incluyendo asistir a los acontecimientos
sociales exigidos con jóvenes de su clase. Entonces, sus momentos más felices
habían sido los veranos que pasaba en la hacienda de su familia. Su madre
prestaba mucha menos atención a sus idas y venidas entonces, y ella podía
montar a caballo, ir a cazar, y jugar a las cartas, en secreto, con su hermano y sus
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amigos sin merecer la censura de su madre.


Los muchachos le habían dado la bienvenida como uno de ellos, porque todos
se habían criado juntos. Para cuando fue una adolescente, sabía que quería ser
médico. Si su madre no hubiera muerto cuando ella tenía quince años, podría
haber tenido más de una discusión para convencer a sus padres de su intención,
pero quedando solo uno para protestar había conseguido salirse con la suya. Sin
embargo, no fue hasta que ella se vistió con la ropa de Víctor y le acompañó a la
oficina de reclutamiento, cuando verdaderamente se dio cuenta de lo que
significaba sentirse libre. Nunca se había sentido tan cómoda ni tan satisfecha
consigo misma en su vida.
Vance ralentizó el paso al llegar al callejón junto al Golden Nugget, había
regresado sin ser consciente de ello. Por un instante, consideró volver a entrar
para tomar una última copa y ver a Mae una vez más. Sin embargo, a esa hora de
la noche, seguramente Mae estaría trabajando, y Vance no estaba segura de que
fuera algo que quisiera ver. Estaba con la mirada fija en la puerta lateral,
pensando en la larga noche que tenía por delante cuando se abrió la puerta y salió
una mujer. Su corazón dio un salto mientras pensaba que, de alguna manera,
había conjurado a Mae con sus pensamientos y había salido para reunirse con
ella. Dio un paso hacia adelante y después se paró, al darse cuenta de su error. La
alegría fue rápidamente eclipsada por la decepción, un ciclo que dejaba un dolor
no completamente inoportuno. Había pasado mucho tiempo desde que algo
había satisfecho sus expectativas. Estaba a punto de darse la vuelta y continuar
su camino hacia el hotel, cuando una voz la llamó desde las sombras.
- Dra. Phelps, espere un momento, por favor.
Vance se detuvo de nuevo. Reconoció a la joven rubia, era una versión más
joven, pero en cierto modo más endurecida, de Mae y avanzó por el estrecho
callejón para reunirse con ella- Sissy, ¿verdad?
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- Sí -contestó Sissy. Aunque llevaba puesto un chal sobre los hombros, no


hizo ningún esfuerzo para cubrir el corpiño sumamente escotado de su vestido.
Más bien, enderezó los hombros, lo cual hizo que sus pechos subieran aun más
próximos al borde superior del mismo- Debe ser destino. Mae me envió a
buscarla.
Vance sintió que se le encogía el pecho, y esta vez el dolor era muy real.
Tomó aire y pronunció las palabras que amenazaban con estrangularla- ¿Está
herida?
Sissy frunció el ceño- ¿Mae? No. Se trata de Lettie.
Lettie... No es Mae. Mae está bien. Vance puso el máximo empeño en
establecer la conexión, evitando cuidadosamente que sus ojos se posaran sobre
el evidente despliegue de carne que era obvio, incluso a la luz de la luna- Lettie.
Me temo que no... espera -su voz sonaba más firme- ¿No es la señorita que está
embarazada?
- Bueno -Sissy resopló- no puedo garantizar totalmente la parte de señorita,
pero ella está embarazada seguro.
- ¿Cuál es el problema? -preguntó Vance, andando por el callejón
rápidamente hacia la puerta.
- Está sangrando un poco y Mae me dijo que mirara a ver si usted podía venir.
- Por supuesto. Llévame con ella.

La habitación era mucho más pequeña y más simple que la de Mae, aunque
estaba limpia y bien amueblada, con una cama, un tocador, una silla, e incluso
una pequeña estantería para libros colocada en una esquina. Lettie, tenía el
cabello oscuro, estaba pálida, y claramente asustada. Estaba acostada, debajo de
una delgada manta hecha con trozos de varios colores. Vance se quitó el gabán y
lo dobló sobre el respaldo de una silla cercana. Empujó hacia arriba el puño de la
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camisa, que nunca llevaba abotonaba y deslizó su brazo sobre el pecho mientras
se acercaba a la cama.
- Hola, Lettie, ¿me recuerdas?
La jovencita asintió con la cabeza- Usted estuvo antes aquí, con Mae. Es la
doctora.
- Eso es. ¿Tienes algún dolor?
Lettie negó con la cabeza.
- ¿Y antes? ¿Ha ocurrido cualquier cosa fuera de lo normal?
De nuevo negó con la cabeza.
- Está bien, ¿Y el sangrado? ¿Cuándo lo notaste?
Lettie lanzó una mirada insegura en dirección a Sissy- Sigue niña, cuéntaselo
-dijo Sissy con un poco de impaciencia.
- Hace más o menos tres días -dijo Lettie en voz baja.
Vance miró a Sissy- ¿Querrías llenar una palangana de agua, por favor?
-después sonrió cálidamente a Lettie- Bien, ahora, voy a echarte un vistazo y
después hablaremos. ¿De acuerdo?
- Sí - susurró Lettie.
Vance fue al aparador y usó una pastilla de jabón y el agua que Sissy le había
preparado para lavarse la mano. Era consciente de que Sissy la miraba con
curiosidad, y mientras alcanzaba la toalla y se secaba la mano, apoyándola
contra su pecho, miró a Sissy a los ojos- Debes decirles que no esperen cuando
tengan algún problema. Vendré siempre. No tienen nada que temer.
En silencio, Sissy cogió la toalla y terminó de secar la mano de Vance.
Cuando Vance intentó apartarse, ella negó con la cabeza- Yo lo haré más
rápidamente.
Mientras acariciaba cuidadosamente cada dedo, dijo- Las chicas que están
enfermas no pueden trabajar y suelen acabar de patitas en la calle.
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- Seguramente aquí no. Sin duda, Mae no lo haría...


- Mae no puede estar en todos partes a toda hora -dijo Sissy, mirando a Vance
con el brillo en los ojos- Incluso si pudiera, ella no es la dueña del techo sobre
nuestras cabezas.
- ¿Quién es?
Sissy se encogió de hombros- No lo sé. A mí me da igual.
- No obstante -dijo Vance firmemente- si están enfermas necesito saberlo.
Diles que volverán a trabajar más rápidamente si me dejan atenderlas.
- ¿No va a decirnos que dejemos nuestras pecaminosas costumbres? -preguntó
Sissy sarcásticamente.
- Eso no me corresponde a mí decirlo. Mi trabajo es tratar a los enfermos.
- ¿Y no es lo que somos?
- No -dijo Vance suavemente- Ahora déjame ver a Lettie.
Vance estaba a mitad de la palpación del abultado abdomen de Lattie cuando
sintió un sutil movimiento en el aire de la habitación, como sucede en el cielo
antes de una tormenta eléctrica. A continuación le llegó el aroma de las flores
silvestres en las tardes calurosas de verano, y sonrió. Sin levantar la vista dijo-
Buenas noches, Mae.
- Parece que te estamos manteniendo ocupada -dijo Mae apareciendo detrás
de Vance y rozándole el hombro a modo de saludo- Siento haberte molestado.
- No es ninguna molestia -murmuró Vance, deslizando la palma de su mano
sobre el contorno del útero, presionando suavemente al notar la posición de la
cabeza del feto. Después se echó hacia atrás, tapó a Lettie cuidadosamente y le
dio unas palmaditas cariñosas en la mano- Voy a hablar con Mae un momento.
Todo parece estar bien, pero vas a necesitar quedarte en cama algunos días más
hasta que te examine de nuevo.
- Oh, pero...
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Vance negó con la cabeza- Ningún pero. Es importante -se levantó y siguió a
Mae al pasillo. Habían pasado menos de dos horas desde que la había visto por
última vez, pero se dio cuenta de que la había echado de menos.
- Gracias por venir -dijo Mae.
- No tienes por qué agradecérmelo -Vance resistió el impulso de tomar entre
sus dedos un bucle dorado que se había escapado de la masa de rizos y ahora
estaba descansando tentadoramente sobre el pecho de Mae. Se movía con cada
respiración, como una invitación burlona, bailando sobre su piel de marfil.
Mae siguió la dirección de la mirada fija de Vance, preguntándose cuanto de
consciente era Vance de lo que transmitía su mirada. A pesar del agradable
revoloteo en el estómago que le provocó ese pensamiento, era algo que era mejor
dejarlo para otro día. Ahora había cosas más importantes de las que ocuparse-
¿Qué le ocurre?
- Posiblemente nada. Ha tenido un poco de sangrado, pero no es algo
infrecuente a estas alturas del embarazo -Vance observó a un hombre bien
vestido, con un traje, acompañar a la pelirroja Annie por el pasillo y desaparecer
en una habitación- Pero podría ser la primera señal de algo serio. Necesita
reposo absoluto en la cama, al menos durante los próximos días.
- Me encargaré de ello. -Mae trazó una línea con sus uñas de arriba abajo por
el antebrazo de Vance, que estaba desnudo por debajo del puño arremangado de
su camisa. Sonrió al ver que Vance se estremecía visiblemente- Tal vez puedas
pasar a examinarla mañana antes de la cena.
- Lo haré -dijo Vance con voz ronca, aturdida por la corriente de excitación
que corrió a través de ella.
- Bien -dijo Mae, sonriendo dulcemente- Ahora vete a casa -rozó la mejilla de
Vance fugazmente- Y que tengas dulces sueños.
Vance se apoyó contra la pared observando a Mae mientras se alejaba,
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preguntándose si algún dulce sueño podría, alguna vez, reemplazar a sus


pesadillas.
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CAPÍTULO DOCE

- ¿Te encuentras mal? -preguntó Martha Beecher, estudiando a Kate con


preocupación mientras retiraban los platos de la mesa- Comiste poco en el
desayuno y ahora apenas has tomado nada para almorzar.
- No, me siento estupendamente -respondió Kate con alegría forzada- Ya
estoy totalmente recuperada.
- Por supuesto que lo estás -dijo Martha, aunque no lo creería de verdad hasta
que hubieran pasado algunas semanas más- Pero eso no quiere decir que no
necesites cuidarte. Es importante que comas y descanses lo suficiente...
-Lo sé -Kate echó agua en la palangana de los plato- De verdad, no tienes por
qué preocuparte.
- Se te olvida que soy tu madre -Martha se cruzó de brazos, frunciendo el
ceño- Sé cuando no eres tú misma.
- Nunca lo olvido -Kate suspiró y dejó el paño de cocina a un lado- Esperaba
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que Jessie ya estuviera aquí a estas horas Dijo que vendría a la ciudad en cuanto
trasladara a los caballos desde las tierras altas
La expresión de Martha se ensombreció ligeramente- Tu padre y yo siempre
estamos encantados de tenerte aquí, así que puedes quedarte otra...
- No es por eso. Jessie siempre cumple lo que me promete -dijo Kate con los
ojos brillantes- Ella dijo que estaría aquí hoy. La única razón por la que no
estaría sería por qué ha pasado algo.
- Estoy segura de que te estás preocupando por nada -dijo Martha con desdén-
Ha estado fuera en esos… rodeos… con mucha frecuencia últimamente.
- Creo que no entiendes como es la vida realmente fuera de los límites de esta
pequeña ciudad -la ansiedad hizo que Kate olvidara su paciencia habitual, el
menosprecio que hacía su madre de su preocupación por Jessie ... y aún peor, su
constante desaprobación de su vida juntas... la hizo enfadarse- Podría estar
heri…
- Sé bastante de las cosas que pueden suceder ahí fuera -contestó Martha
bruscamente- Viajé durante semanas a través de este territorio infernal en esa
diligencia inmunda igual que tú y tu padre, solo que para mí no fue la gran
aventura de mi vida -recorrió la cocina con la mirada, era grande para los
estándares de New Hope pero humilde en comparación con lo que ella estaba
acostumbrada- Me esfuerzo por hacer de este lugar mi casa, sólo para encontrar
que mi hija me ha abandonado por una vida que...
- Por una vida que me hace feliz -dijo Kate suavemente. Se acercó a su madre
y tomó su mano, apretándola ligeramente- Y no te he abandonado. Estoy justo
aquí. Quiero que vengas al rancho y veas por ti misma cómo es mi casa. Es
hermosa.
Martha suspiró y asintió con la cabeza- Bien. Lo haré.
- Y quiero que te alegres por mí.
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- Kate, es difícil alegrarse por algo que no puedo comprender.


Martha miró a Kate confundida- Toda mi vida, he intentado ser lo que se
esperaba de mí. Mujer, esposa, madre. No puedo entender cómo puedes elegir
un estilo de vida que sólo puede traer penalidades.
Kate sonrió- La vida siempre es dura, tanto si elegimos nuestro camino como
si no. Pero eligiendo una vida con Jessie, también sé que tendré lo más
importante. Amor.
Martha alzó sus manos, en señal de derrota- Amo a tu padre, pero me habría
casado con él aunque no lo hubiese hecho.
- Yo no me habría casado sin amor -dijo Kate en voz baja- Y nunca lo habría
hecho con Ken Turner o ningún otro hombre -se rió- El sueño de mi padre me
trajo aquí, y el mío me llevó a Jessie. Me siento la mujer más afortunada del
mundo.
- Eres mi hija. Tendrás que perdonarme que quiera respeto y seguridad para ti.
- El respeto llegará -Kate se encogió de hombros- Y si no lo hace, ¿realmente
importa si me voy a dormir por la noche con la seguridad de que tengo todo lo
que podría querer?
Martha negó con la cabeza- ¿De verdad es así como te sientes?
- Sí.
- El mundo parece cambiar muy de prisa -Martha se dejó caer en la silla frente
a la mesa- Aquí, las mujeres hacen cosas que nunca habría imaginado. Si no,
mira la nueva doctora. A ella parece no importarle lo que piensen de ella,
vistiendo ropa de caballero y llevando su pelo mucho más corto que lo que sería
adecuado.
Kate no pudo evitar sonreír mientras se sentaba al lado de su madre- No creo
que Vance esté excesivamente preocupada por la longitud de su pelo. Está
haciendo un trabajo importante.
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- Sí, y mira lo que le costó. Su brazo -dijo Martha, horrorizada.


- Eso es terrible, estoy de acuerdo -Kate se estremeció- Realmente no puedo
imaginarme siendo así de valiente.
- El valor debería dejarse a los hombres.
- ¿Por qué? ¿Por qué no pueden luchar las mujeres por lo que creen? ¿Por qué
deberíamos ser menos leales a nuestras convicciones que los hombres?
- ¿De dónde has sacado esas ideas? -Martha sonaba exasperada aunque
también impresionada y un poco enfadada.
Kate se rió- De mis padres, por supuesto -se inclinó hacia adelante y besó la
mejilla de su madre- De los dos.
Satisfecha pero tratando de no demostrarlo, Martha dijo severamente- Te
puedo asegurar que no tengo nada que ver con esas ideas extrañas tuyas.
- Tú me enseñaste lo que es ser querida, y cómo reconocerlo.
Pensando en Jessie, Kate puso el máximo empeño en mantener a raya su
preocupación. Ya era tarde, y con cada minuto que pasaba, su preocupación
aumentaba. Esperando ocupar su mente, le dijo a su madre- Voy a dar un paseo
por la ciudad y a visitar a papá. Si Jessie llegara antes de que yo regrese, ¿le dirás
que venga a buscarme?
Martha asintió con la cabeza- Y cuando tu Jessie llegue, sin importar la hora,
espero que os quedéis a cenar.
Kate emocionada, dijo- Gracias. Volveré pronto.
- Ten cuidado.
Kate recordó la tarde anterior y su breve encuentro con Phineas Drake.
Aunque en realidad no había tenido miedo, no era tan tonta para pensar que no
existía peligro para una mujer sola- No te preocupes. Lo tendré.

Kate dejó a un lado su taza de té y se giró en el sofá para quedar frente a Mae.
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Ya que había encontrado a su padre ocupado terminando un editorial sobre la


controversia que rodeaba al uso de alambre de púas en campo abierto, le había
parecido una oportunidad perfecta hacer una visita- Quiero poder protegerme de
los tipos como Phineas Drake cuando vaya por la ciudad sola.
- Considero que eso sería muy inteligente -a las 4 p.m., Mae no aún estaba
vestida para la noche con sus elegantes ropas galas de seda, pero llevaba puesto
un bonito vestido de lino azul oscuro y zapatos a juego. El escote, aunque
generoso, era modesto comparado con su indumentaria de trabajo. Dio un sorbo
a su té con aire pensativo- Sabes que muchos verían a una mujer yendo sola de
acá para allá como una invitación para crear problemas.
- Ya lo sé, pero no puedo dejar que esas ridículas ideas me conviertan en una
prisionera. Jessie está a menudo fuera, en la montaña, todo el día, y a menos que
quiera quedarme en casa a solas, tendré que tener libertad para moverme de un
lado a otro de forma independiente.
- ¿Has hablado con Jessie de esto? -preguntó Mae arqueando una ceja
esperando la respuesta de Kate. Sonrió débilmente cuando esta no la decepcionó.
Kate se irguió, con el ceño fruncido entre sus brillantes ojos oscuros-
Verdaderamente, espero que no empieces a sonar como mi madre.
- ¡Cielos, Dios me libre de hacer eso!
- No acostumbro a pedirle el permiso a Jessie para entrar y salir, ella no lo
haría...
- Válgame Dios, sé eso a estas alturas -riéndose, Mae dejó a un lado su taza de
té- Pero supongo que ella tendrá algo que decir sobre el hecho de que vayas tú
sola por el campo -su expresión se volvió seria- Y a decir verdad, Kate, es
peligroso. No solamente fuera, en los caminos, sino también aquí, en la ciudad.
- Lo sé, y no tengo intención de hacer ninguna tontería. Pero si Vance y Jessie
pueden...
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- Las cosas son diferentes para ellas...


- ¿Por qué? -Kate agitada, se acercó a la ventana que daba a la calle,
observando a la gente, en su mayor parte hombres, yendo y viniendo. Se dio la
vuelta- ¿Porque llevan pantalones y van armadas?
- Pues bien, sí. Principalmente.
- Bueno, por mucho que me guste como se ven las dos con ellos, no pienso
ponerme pantalones simplemente porque así no me molestaran cuando vaya por
la calle -sonrió abiertamente- El arma, sin embargo, es otra cosa.
- Bien, no diré que haya visto alguna vez a una mujer con un vestido llevando
un revólver -dijo Mae mientras caminaba hacia su escritorio. Abrió el cajón
superior y sacó una Derringer con cachas de nácar, la pareja de la que ella misma
llevaba. Se lo tendió a Kate- Pero esto es mucho menos llamativo, y es lo que tú
quieres.
Kate lo cogió y lo examinó con entusiasmo. Se sentía estupendamente en su
mano, suave y sólido. Le hizo sentirse más fuerte, y aun más importantemente,
le hizo sentirse libre- ¿Me enseñarás como usarlo? Sólo he disparado alguna vez
el Winchester.
- Ven aquí -dijo Mae, regresando al sofá- Primero, déjame mostrarte como
cargarlo.
Kate fue una estudiante aplicada y en pocos minutos habían captado la
mecánica de cargar y disparar el arma- Oh, quiero salir ahora mismo y encentrar
algo a que disparar.
- Bueno, probablemente podríamos ir escaleras abajo, al salón y podríamos
encontrarte un blanco o dos.
La respuesta de Kate fue interrumpida por un golpe en la puerta.
- Espera, déjame ver quién es -dijo Mae, levantándose con un suspiro. Su
expresión de disgusto cambió por una de placer cuándo abrió la puerta y vio a
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Vance- Hola. Llegas temprano -ella señaló su vestido- No estoy arreglada.


- Estás preciosa, como siempre- dijo Vance. Miró detrás de Mae y le sonrió a
Kate- Buenas tardes.
Kate empezó a recoger sus cosas a toda prisa- Debería irme.
- No, os he interrumpido -dijo Vance, dando un paso atrás- Solo me detuve a
decir que iba a pasar a examinar a Lettie.
- La hemos hecho guardar cama, como dijiste -le informó Mae.
- Bien. Bueno, entonces simplemente iré a verla.
- ¿Necesitas alguna ayuda? - preguntó Mae en voz baja.
- Puedo arreglármelas, gracias -contestó Vance suavemente- Pero a Lettie
podría gustarle que estuvieras allí.
- Por supuesto. Estaré allí...
Annie salió de una habitación al otro lado del pasillo y corrió hacia la puerta
de Mae- Mae, Sophie dice que faltan sus mejores zapatos negros, y pienso que
alguien ha andado en nuestras cosas.
- Está bien -dijo Mae- Estaré allí en unos minutos.
Kate tocó el hombro de Mae- Mae, puedo ir con Vance, si quieres ir a ver qué
pasa.
- Sería lo mejor, antes de que empiecen a acusarse de estar robándose las
cosas las unas a las otras. Probablemente alguna visita decidió hacerle un regalo
a su esposa con esos zapatos y se los metió en su alforja.
Mae desapareció en el cuarto de Sophie mientras Vance y Kate iban por el
pasillo.
- Tenía la intención de preguntarle a Caleb si la comadrona está en la ciudad
-dijo Vance- ¿Tú no lo sabrás, por casualidad?
Kate frunció el ceño- Hasta donde yo sé, no hay una.
- ¿En serio? -Vance se detuvo frente a la puerta de Lettie- Con una población
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de este tamaño, imaginaba que habría bastantes nacimientos. Eso debe querer
decir que una gran cantidad de mujeres dan a luz sin ninguna asistencia
cualificada, estoy segura de que Caleb no puede atenderlas a todas.
- Nunca pensé en eso -murmuró Kate- En Boston, no se hablaba mucho de
estas cosas. Parecía que simplemente... ocurrían.
Vance se rió suavemente- Sí, la concepción y los aspectos prácticos del parto
tienden a permanecer como un misterio en la alta sociedad. Pero te puedo
asegurar que muy pocas mujeres intentarían dar a luz sin la presencia de una
comadrona.
- ¿Exactamente, que es lo que hace la comadrona?
Apoyando un hombro contra la pared, Vance dijo- Bueno, en las primeras
etapas, la comadrona supervisa la evolución del embarazo, averiguando sobre la
salud general de la madre y cosas así. Más cerca del parto, ella realiza los
exámenes de rutina para juzgar la posición del niño y determina si todo está a
tiempo. Después, por supuesto, durante el parto, auxilia a la madre hasta y
durante el momento del nacimiento.
- Parece muy importante.
- Oh, lo es. La mayoría de médicos no llegan al parto hasta el último minuto.
Las comadronas realizan un servicio inestimable- Vance se enderezó- Vamos a
ver a Lettie.
Una vez en la habitación, Kate observó con atención mientras Vance
preguntaba a la jovencita sobre su salud y examinaba cuidadosamente su
abdomen.
De vez en cuando, Kate hacía alguna pregunta y Vance contestaba con
precisión y sin prisa- Aquí -dijo Vance, alcanzando la mano de Kate. La puso en
la barriga de Lettie y cubrió los dedos de Kate con los suyos. Apretando
ligeramente los dedos de Kate, dijo- ¿Sientes eso? Es la cabeza -Kate contuvo su
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aliento, intentando ver a través de las puntas de sus dedos mientras Vance movía
su mano lentamente sobre el embarazado abdomen de Lettie.
- Y aquí, eso es probablemente el trasero del bebé.
- Oh -Kate se quedó con la boca abierta, asombrada. Dio un respingo cuando
sintió un golpe bajo sus dedos. Miró fijamente a Vance con los ojos muy abiertos
- Ella se ha movido.
Vance sonrió ampliamente- Ella, o él, efectivamente lo ha hecho. En esta
etapa, más o menos sobre a los siete meses, el bebé está muy activo -Vance miró
a Lettie- ¿No es cierto?
Lettie asintió con la cabeza vigorosamente, no estaba acostumbrada a que
alguien le prestara tanta atención- Algunas veces me mantiene despierta toda la
noche.
- ¿Cómo puedes saber lo avanzado que está el embarazo? -Kate pensó que
nunca había sentido nada tan milagroso y, en ese momento, se dio cuenta de que
nunca había conocido a nadie, aparte de Jessie, tan apasionante como Vance
Phelps.
- Hay cantidad de cosas -dijo Vance poniéndose de pie- Si quieres te lo
contaré después de que hayamos terminado aquí.
- Sí -dijo Kate inmediatamente- Sí. Me gustaría mucho.
Con delicadeza, Vance cubrió a Lettie con la sábana- Lo estás haciendo bien.
Un par de días más, y si no hay más sangrado, podrás levantarte otra vez. Pero
sin hacer ningún esfuerzo. ¿De acuerdo?
- Sí. ¿Volverá otra vez? -preguntó Lettie.
- Sí, dentro de dos días. Se dio la vuelta y se sorprendió al ver a Kate
tendiendo su abrigo. Metió su brazo en la manga y esperó, tímidamente,
mientras Kate lo deslizaba hasta y lo acomodaba en su lugar- Gracias.
- Soy yo la que debería darte las gracias -dijo Kate mientras caminaban hacia
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la puerta- Eso ha sido lo más excitante, maravilloso, asombroso... -se


interrumpió, riéndose- Debes pensar que soy ridícula.
- De ningún modo -Vance se sonrió- Recuerdo perfectamente lo excitada que
estaba la primera vez que fui la primera vez sentí algo así. Yo... -se paró
bruscamente al oír el sonido de apresurado de pasos subiendo por las escaleras
en el extremo más alejado del pasillo. Mae apareció de repente, sujetando sus
faldas en alto con ambas manos mientras se dirigía hacia ellas. Con urgencia en
la voz, Vance dijo- ¿Qué pasa?
- El doc... -Mae se puso la mano en el pecho, tratando de coger su aliento. No
era la carrera sino el pánico lo que le había sacado el aire de los pulmones- El
Doctor envió un mensaje para que vayas rápidamente. Dice que te necesita
enseguida.
- De acuerdo -Vance vaciló sólo un segundo- ¿Tú estás bien?
- Sí, sí. Voy contigo. Lo he ayudado con este tipo de cosas antes.
- ¿Qué tipo de cosa? -dijo Kate, corriendo junto a ellas, un miedo aterrador le
subía por la garganta. Cuándo Mae no contestó inmediatamente, Kate asió su
brazo frenando su carrera- Mae, ¿qué clase de cosa?
- Alguien ha recibido disparos -Mae tomó la mano de Kate- Alguien del
Rising Star. Eso es todo lo que sé, cariño.
No. No, no, no. No, otra vez no. Esto no puede estar ocurriendo de nuevo.
Con gran determinación, Kate corrió.
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CAPÍTULO TRECE

Kate maldijo la oscuridad, a la calle sembrada de surcos desiguales, a sus


zapatos de tacón fino mientras corría hacia la consulta del Dr. Melbourne. La luz
de la lámpara de aceite, titilaba en la ventana, y una sombra pasaba de acá para
allá en el interior, cortando el haz de luz que se filtraba. A pesar de su paso
terriblemente lento, ella estaba por delante de Mae y Vance cuando llegó al
porche delantero de la casa. En cuanto atravesó la puerta llamó a Jessie.
Jessie se dio vuelta al oír el ruido de la puerta al abrirse de golpe. La sangre le
corría por la parte derecha de la cara. Su camisa estaba empapada por el sudor,
cubierta de con suciedad, y una gran mancha en su lado izquierdo que se parecía
terriblemente a la sangre.
Kate se precipitó en los brazos de Jessie- Oh mi amor... ¿estás herida?
-frenéticamente, palpó los hombros de Jessie, su pecho y su cara- Estás… Estás
herida. Oh... siéntate. ¿Dónde está el doctor? Tiene que verte.
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- Kate…-dijo Jessie en suavemente, cogiéndole las manos para calmarla-


Estoy bien. No es nada. Solo algunos arañazos -Después abrazó a Kate y enterró
la cara en su cuello. Su voz se amortiguó mientras se atragantaba- Es Jed, Kate.
Dios... le han disparado.
Vance entró por la puerta, dando grandes zancadas, seguida inmediatamente
detrás, por Mae. Mientras se dirigía rápidamente hacia la doble puerta que daba
paso a la sala de tratamiento, dedicó una breve mirada a Kate y a Jessie. Le costó
un minuto darse cuenta de que el vaquero que estaba abrazando a Kate, o siendo
abrazada por ella, era una mujer.
Dejó a un lado su sorpresa y miró a Mae- ¿Puedes ayudarme?
- Sí, por supuesto. Ya lo he hecho antes.
- Y yo también puedo, si me necesitaras - dijo Kate con determinación.
- No estaría de más -Vance desapareció por la puerta seguida de Mae.
Tiernamente, Kate se libró del abrazo de Jessie y acarició su mejilla- Se
pondrá bien, cariño. Siéntate ahora. Volveré pronto.
Sin saber qué más hacer, Jessie se dejó caer en una silla, con sus manos
colgando inútilmente entre sus piernas- Por favor, Kate -sus ojos reflejaban un
inmenso dolor- Por favor, no dejéis que se muera.
- Vance y Dr. Melbourne se encargarán de él -le dolía el corazón, odiaba
dejarla allí deseando desesperadamente poder hacer algo. Kate la besó
rápidamente y salió rápidamente de la habitación. Sin ni siquiera pensar en lo
que podía encontrarse, entró precipitadamente en la sala contigua y se detuvo
bruscamente nada más cruzar la puerta. Conmocionada, clavó la mirada en Jed,
tendido boca abajo sobre la mesa de operaciones. Estaba sin camisa y su espalda
estaba llena de sangre. El Doctor Melbourne estaba inclinado sobre él,
presionando un pedazo de tela blanca entre sus omoplatos.
- ¿Qué…? ¿Kate, qué haces aquí? -Caleb Melbourne miró rápidamente de
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Kate a Vance.
- Pensé que podríamos necesitar su ayuda -dijo Vance.
- Puede que tengas razón - contestó- Kate, no tendremos tiempo para el frasco
de sales.
Se adelantó dos pasos con firmeza- No me desmayaré. Solo dígame que tengo
que hacer.
- Trae algunos vendajes más de la caja que está allí -dijo haciendo un gesto
con la cabeza. Se dirigió a Vance, hablando por encima de su hombro- Tiene una
bala alojada en la espalda y ha perdido mucha sangre. Tenemos que sacarla y
tenemos que hacerlo rápido. Creo que eres la más adecuada para hacerlo..
Vance no se molestó en examinar a Jed pero le tomó la palabra a Caleb.
Se quitó el gabán y sacó su maletín quirúrgico del armario donde lo había
puesto cuando llegó a New Hope. Lo puso encima de una mesa cercana y lo
abrió rápidamente. No era el mismo juego que había usado esa mañana en
Appomattox, sino un juego de repuesto que había traído de casa después de
perder el suyo. Por un instante, el brillante instrumental le pareció
completamente extraño. Cogió una reluciente sonda de plata, y al sentir su tacto
todo regresó a su mente. Sintió temblar el suelo con el tronar de los cañones, olió
la pólvora y la sangre en el aire, se estremeció bajo el peso de los moribundos.
Mae cubrió a la mano de Vance con la de ella- Por qué no me dices cuáles vas
a necesitar, y yo los prepararé mientras examinas a Jed.
Vance se quedó mirando la mano de Mae, aturdida por como su calidez
penetraba a través del frío que se apoderaba de ella. La voz de Mae era suave, y
sin embargo traspasó la algarabía de sonidos que la acribillaba. Su voz sonó a
penas como un susurro- Gracias.
- No hay nada que agradecer- dijo Mae enérgicamente, aliviada al ver que
regresaba un poquito de color a la cara de Vance. Cuando había metido la mano
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en el bolsón de cuero, se había puesto blanca como la cal y sus ojos se habían
vuelto vacíos, como si su cuerpo todavía estuviera allí pero su alma hubiera
desaparecido. Había sido lo más aterrador que Mae había visto nunca. Lo único
que se le ocurrió hacer fue tocarla, intentando traerla de vuelta, sin importar a
que infierno se había visto arrastrada- ¿Cuáles, Doc?
- Todas... las sondas. Y los fórceps... esas son las pinzas... Allí -Vance se
aclaró la garganta, su voz sonaba más firme- Si pudieras abrir ese frasco...Sí,
aquél... y el echar un poco de desinfectante sobre mi mano. Y mi manga... si
pudieras enrollarla, por favor.
Rápidamente, Mae se encargó de la camisa de Vance y después desenroscó el
tapón del pequeño frasco. Al sentir la primera vaharada se echó para atrás con
repugnancia- Dios mío. ¿Quieres que eche esto sobre tu piel?
- No me hará daño -dijo Vance, manteniendo su mano en alto, sobre una
palangana cercana. Sigue y viértelo.
- El whisky habría servido lo mismo -comentó Caleb.
Vance asintió con la cabeza- Puede que tenga razón -sacudió su mano y se
acercó a la mesa- Déjame ver.
Con mucho cuidado, Caleb apartó el apósito, y la sangre brotó
inmediatamente del orificio próximo al omoplato de Jed. Rápidamente volvió a
poner la compresa sobre la herida con gesto grave- El sangrado podría detenerse
si sujeto esto aquí el tiempo suficiente, pero la bala seguirá estando dentro.
Ambos sabían que dejar la bala en su interior podría provocarle una infección
e incluso la muerte. Desafortunadamente, al ritmo al que sangraba la herida, Jed
podía morir desangrado antes de que consiguieran sacarla.
- ¿Le has dado algo? -preguntó Vance.
- No tuve que hacerlo. No sabe nada de lo que está pasando.
Caleb retiró el vendaje empapado de sangre y tendió una mano ensangrentada
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hacia Kate- ¿Puedes darme otro, querida? Simplemente ten uno preparado en
todo momento.
- Aquí tiene -Kate le tendió el paño, poniendo mucho cuidado en no mirar la
cara de Jed. Se había dado cuenta de que si se concentraba en la herida y en lo
que tenía que hacer, podía mantener a raya el miedo y el horror que sentía. Si
pensaba que el hombre indefenso que estaba sobre la mesa era Jed, el hombre
bondadoso y amable que le había dado la bienvenida en el Rising Star como si
ella formara parte de la familia, creía que podría echarse a llorar en cualquier
momento. Ni siquiera podía plantearse la terrible pérdida que supondría para
Jessie que Jed muriera. No podría pensar en todo eso y servir de ayuda. Y ella
estaba dispuesta a ayudar a salvar a ese hombre que tanto le importaba y que
significaba tanto para su Jessie.
- Caleb, -dijo Vance, presionando cuidadosamente con los dedos los fuertes
músculos a lo largo de la columna vertebral de Jed- Si tú mantienes fija la sonda
una vez localice la bala, la seguiré con los fórceps y la extraeré.
- Solo tienes que indicarme el lugar correcto -gruñó Caleb- Kate, estate
preparada para limpiar la sangre porque no vamos a poder ver absolutamente
nada. Mae, tú nos darás el instrumental.
Ambas mujeres asintieron. Mae observó como Vance seleccionó una sonda
de plata de diez pulgadas de largo y más o menos como su dedo meñique de
gruesa. Se estrechaba en una punta redondeada en cada extremo. La mano de
Vance era firme, su rostro sereno pero decidido. A pesar de las terribles
circunstancias, Mae no podría dejar de pensar en lo hermosa que era. Sus ojos se
encontraron con los de Vance y se miraron fijamente- Simplemente dime lo que
necesites.
- Esta puede ser demasiado gruesa. Ten preparada la del siguiente tamaño.
- Sí -Mae lo buscó mientras Vance se inclinaba sobre Jed.
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- ¿Preparado? -le dijo Vance a Caleb.


- Vamos a hacer esto.
En el instante en el que Caleb retiró el apósito, la sangre empezó a salir a
borbotones.
Vance impasible, insertó el extremo de la sonda en el orificio de bala,
moviéndolo con cuidado entre sus dedos y haciendo una leve presión con el
pulgar, hasta encontrar el ángulo adecuado para seguir le trayectoria de la bala.
Después la empujó hacia adelante, con un suave movimiento, evitando el daño
de los tejidos circundantes. No se dio cuenta del paso del tiempo ni de la agitada
respiración a su lado. El aire se volvió denso, los sonidos de batalla
desaparecieron y quedó la sangre corriendo por el cuerpo de Jed, el latido de su
corazón, el ciclo de su vida depositado ahora en sus manos. Cuando la sonda de
acero tocó la bola de plomo alojada en los músculos paravertebrales, dijo sin
levantar la vista- Caleb, sujeta esto tal y como está. No empujes hacia adelante o
cambies el ángulo.
Sin apartar la vista de la herida, Vance esperó a que Caleb colocara sus dedos
junto a los de ella en la sonda. Reparó en que su mano temblaba ligeramente.
Recolocó el instrumento un poco- ¿Lo tienes?
- Sí,-dijo Caleb, su voz sonaba débil y apagada por la tensión.
Vance soltó la sonda y abrió su mano- Mae. El fórceps. Kate, con mucho
cuidado, limpia con un algodón la sangre alrededor del orificio de la bala, pero
no muevas la sonda.
El suave mango se ajustó perfectamente a la palma de su mano. Sin necesitar
mirarlo, Vance situó su pulgar y dedo anular alrededor de la empuñadura. Si
hubiera tenido su mano izquierda, ella misma habría sujetado la sonda y, juntas,
una mano hubiese guiado a la otra, como una exquisita danza. Iba casi a ciegas
porque no podría sentir la bala o la sonda cuando metiese el fórceps en la herida.
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No obstante, la trayectoria que había seguido la sonda estaba impresa en su


mente, y guió el los fórceps sin esfuerzo alguno. Cuando ella juzgó que se
encontraba a una pulgada del extremo de la sonda, dijo- Ahora retírala
lentamente... Despacio.
Mientras Caleb retiraba la sonda, Vance abrió las pinzas y presionó más hacia
adentro en la herida, cerrando finalmente el instrumento en el punto en que sabía
que se encontraba la bala. Con un pequeño giro, para liberar el tejido
circundante, extrajo los fórceps con la bala firmemente sujeta en su extremo-
Kate, presiona sobre la herida ahora.
Había tardado poco más de un minuto en realizar la maniobra completa.
- Nunca he visto hacerlo con tanta facilidad- murmuró Caleb.
Vance se dio la vuelta en silencio y colocó el fórceps, con la bala todavía
sujeta con fuerza, encima de la tela que Mae había extendido debajo de su
instrumental.
-Me imagino que sabes lo que hay que hacer, Caleb.
- Sí -dijo Caleb sombríamente, limpiando el área alrededor de la herida con
una tela remojada en whisky- Ahora a esperar.
Vance fue hacia el aparador y lavó su mano ensangrentada en una palangana
con agua. Sin molestarse en secarla, ella se cruzó el cuarto hacia una puerta que
deba al callejón detrás del edificio, la abrió, y salió un momento a la oscuridad.
- ¿Hay algo que pueda hacer para ayudarte? -preguntó Kate suavemente.
- Vamos a darle la vuelta y a taparle. Supongo que estará aquí tan cómodo
como en cualquier otra parte durante las próximas horas. Sonriendo débilmente
a las dos mujeres, Caleb continuó- Esta es la parte más agotadora, porque
realmente hemos hecho todo lo que podemos hacer. Nunca he visto a alguien
extraer una bala, que estaba tan profunda, tan rápidamente y con tan poco daño
para el resto de los tejidos. Nadie pudo haberle dado mejor oportunidad.
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Pasó su brazo su brazo por debajo de Jed- Vosotras coged su brazo y le dais la
vuelta hacia vosotras cuando lo levante.
Una vez que Jed estuvo boca arriba, Mae cogió una manta del armario que
estaba contra la pared, y ella y Kate la extendieron sobre él.
- Jessie está en la otra habitación- dijo Kate- Está herida. ¿Podría verla ahora?
- Por supuesto. Ve por ella.
Cuando Kate regresó a la antecámara, Jessie se puso de pie de un salto, con la
cara blanca como la cal- ¿Kate?
Con una sonrisa en su cara, Kate se acercó rápidamente a ella- Está vivo. Le
han sacado la bala.
- Oh Dios,-dijo Jessie suspirando, cerrando los ojos. Habían cabalgado más de
veinticuatro horas sin parar por comida o agua. El estrés y el miedo hicieron
mella, y se tambaleó.
- Ven aquí -dijo Kate rápidamente, pasando su brazo alrededor de la cintura de
Jessie- Necesitas atención. Ven a la otra habitación y deja que el Dr. Melbourne
te examine.
- Los caballos. Tengo que atender a los caballos. Necesitan descansar y ser
alimentados.
- Y tú también -dijo Kate firmemente- Ahora no discutas. En cuanto me
asegure de que estás atendida te prometo que me encargaré de que tus caballos
estén atendidos.
- Charlie. Charlie Baker bajó con nosotros. Debe estar fuera en alguna parte.
Él puede hacerlo.
De repente Kate recordó haber pasado junto a un hombre, desmadejado en
una silla a lado de la puerta, en la oscuridad, en su frenética carrera hacia el
interior de la casa- Le encontraré. Ahora ven conmigo.
Demasiado cansada para pensar más, Jessie dejó que Kate la llevara de la
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mano a la habitación del fondo. Cuando vio a Jed, tumbado en la mesa, tan
quieto, con los ojos cerrados, con el pecho moviéndose apenas, se mordió el
labio para detener las lágrimas y apartó la mirada rápidamente.
- Es un hombre fuerte, como uno de esos caballos salvajes tuyos, Montana,
-dijo Mae- Él no vería con buenos ojos que dudaras de él -Jessie asintió con la
cabeza.
- Creo que ya no me necesitas aquí, ¿verdad Doc? -dijo Mae mientras Kate
comenzaba a desabotonarle la camisa de Jessie con suavidad. Había algo tan
privado en la forma en la que Jessie mantenía sus ojos fijos en la cara de Kate,
como si ella fuera toda la fuerza que necesitaba, que Mae tuvo que marcharse
dando media vuelta.
- No, estaremos bien -dijo Caleb distraído mientras rebuscaba en el armario
más suministros. Él no se dio cuenta de que Mae seguía el camino que Vance
había tomado algunos momentos antes y desaparecía por la puerta trasera.
Kate abrió la camisa de lana de Jessie, vio la mancha ensangrentada en la fina
camisa de algodón que llevaba puesta debajo, y gimió- Oh, Jessie.
- Estoy bien -dijo Jessie rápidamente, recobrando la compostura cuando se dio
cuenta de lo aterrador que eso debía ser para Kate- Apenas me rozó.
- Te rozó -murmuró Kate, ahuecando la barbilla de Jessie y acariciando su
mejilla con el pulgar- Eso es lo que importa.
- Pero no te preocupes -dijo Jessie, intentando no quejarse cuando Caleb
limpió la sangre seca de su costado con un paño húmedo.
- No seas tonta -Kate mantuvo una mano sobre el hombro de Jessie mientras
observaba al doctor trabajar. Sintió a Jessie temblar- Te amo. Tengo derecho a
preocuparme.
Si Caleb Melbourne lo escuchó, o le interesó, no dio muestra de ello. Por fin
se enderezó- Voy a tapar esto con un apósito. Debe cambiarse tres veces al día y
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limpiar la zona -miró a Kate- Estoy seguro de que puedes encargarte de eso.
- Sí -dijo Kate firmemente.
- Nada de montar en un par de días.
- No lo hará -contestó Kate antes de que Jessie pudiera protestar.
Jessie hizo un gesto hacia Jed- ¿Cuánto tiempo necesitará quedarse aquí?
- No debería moverse en como mínimo una semana. Lo llevaremos al hotel o
donde Mae dentro de un día o dos.
- Necesito ir al rancho mañana para ver cómo van las cosas -dijo Jessie- Los
hombres estarán preocupados con todo esto.
Caleb frunció el ceño- Será mejor que no vayas a hacer ninguna locura. Puede
que tengamos aquí un buen cirujano pero eso no quiere decir que queramos tener
más pacientes -Jessie no dijo nada.
- Vamos a casa, Jessie -dijo Kate suavemente. Quería saber que había pasado
exactamente y lo que quería hacer Jessie al respecto. Pero de momento, lo único
que quería hacer era abrazarla.
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CAPÍTULO CATORCE

Había comenzado a llover, y el callejón detrás de la casa del Dr. Melbourne


estaba tan oscuro que Mae no podía ver el camino alrededor de los charcos.
- Por Dios… la noche no podía haberse puesto peor -murmuró remangándose
el vestido. Sus zapatos estaban hechos un asco. El corazón le dio un vuelco
cuando apareció una figura entre las sombras. Metió la mano en el bolsillo
interior de su vestido buscando su Derringer. Mientras la figura se acercaba,
tomó aliento y apretó su mano sobre el arma. No iba a ser tomada en un callejón.
Lo que hacía... y con quién lo hacía... lo hacía por voluntad propia.
- No deberías estar aquí fuera -dijo Vance dijo- Hace un tiempo horrible y está
muy oscuro.
- ¿Estás mal de la cabeza? -dijo Mae bruscamente, el miedo pudo más que sus
modales. Temblando, puso el seguro a su arma y la guardó- Casi te disparo.
Vance se quitó el abrigo y lo puso sobre los hombros de Mae- Bueno si lo
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hubieras hecho, por lo menos habría estado cerca del médico. ¿Dónde está tu
chal?
- Salí bastante aprisa de mi cuarto, si recuerdas -resultaba difícil para Mae ver
la cara de Vance ya que la luna estaba oculta por los nubarrones. Aún así, podía
ver lo suficiente como para saber que Vance había estado estando bajo la lluvia
durante mucho tiempo. Llevaba el pelo pegado a la frente y al cuello, y el abrigo
con el que Vance la había cubierto estaba empapado. Mae colocó su mano sobre
el pecho de Vance- Estás calada hasta los huesos.
- Igual que acabarás tú si sigues aquí mucho tiempo -Vance tomó a Mae por el
brazo y la guió por el callejón hacia la calle mayor- Deberías ir directamente a
casa y entrar en calor. Tomar un té y calentarte al fuego o…
- ¿Y mientras yo estoy calentándome y poniéndome cómoda, tú qué piensas
hacer exactamente? -Mae se paró y soltó su brazo bruscamente, y enfrentó a
Vance en la calle- ¿Caminar hasta encontrar la muerte?
-No creo. He vivido a la intemperie con climas peores que este durante más
tiempo...
- Estoy segura de que lo has hecho. Estoy segura de que has visto cosas que
nadie podría comprender aunque se lo explicaras -dijo Mae bruscamente- Pero
no tiene por qué ser así ahora -tomó la mano de Vance y agarró sus fríos dedos.
No necesitaba verla para saber que aquello que la había atormentado en la
consulta de Doc, todavía estaba afectándola. Su voz sonaba hueca, como si
tuviera que obligar a las palabras a salir de algún lugar profundo- Ven conmigo y
permíteme preparar un té para las dos.
Vance vaciló, todavía se sentía atrapada entre dos mundos, una parte de ella
estaba atrapada por las imágenes de la batalla, la otra se sentía atraída por la
fortaleza y la ternura del toque de Mae. Sintió a Mae temblar de frío, y tomó una
decisión- Si tienes whisky para acompañar el té, me vendría bien un poco.
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Mae puso su brazo alrededor de la cintura de Vance- Viviendo donde lo hago,


eso es algo que nunca me falta. Vamos, la calle se está convirtiendo en un
lodazal.
Vance raras veces lamentaba la pérdida de su brazo, porque había cosas
mucho más importantes que lamentar. Pero en ese momento particular, deseó
tener los dos simplemente para poder coger a Mae en sus brazos y poder llevarla
al otro lado de la accidentada calle. Nunca antes en su vida había deseado hacer
algo así, pero ahora lo deseaba tanto que le dolía. Se contentó con apoyar su
mano en el centro de la espalda de Mae para guiarla- Siento el tiempo.
Mae se rió mientras se ponían en camino, chapoteando en los charcos que no
podrían ver y resbalándose en denso barro- A menos que tú hayas convocado a la
lluvia, no tienes porque hacerlo.
- Una mujer no debería tener que...
- Sé que eso no te lo aplicas a ti misma, porque apuesto que tú has andado por
sitios peores que este. Y créeme -dijo Mae jadeando, corriendo por el último
tramo del callejón hacia la escalera- Yo también. Anduve detrás de una carreta la
mayor parte del viaje hasta aquí.
- Vale, pero no deberías tener que hacer algo así ahora.
- ¿Estás bien? -preguntó Mae en voz baja- Sé que lo pasaste un poco mal allí
dentro.
- Estoy recuperada, creo. Gracias a ti -Vance se apoyó contra la pared, con un
pie sobre el primer escalón y el otro todavía en el suelo. Mae estaba cerca de ella,
con un brazo todavía apoyado sobre su cadera y su cuerpo colocado entre las
piernas de Vance. El alero las protegía de lo peor de la lluvia, y las luces en las
ventanas del segundo piso arrojaban suficiente luz como para que Vance pudiera
ver la cara de Mae. Apartó los mojados mechones de pelo de la garganta de Mae,
dejando sus dedos más tiempo sobre la suave curva de su cuello. La piel de Mae
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estaba fría pero la sangre caliente palpitaba justo debajo de su suave piel. Ese
inconfundible latido de la vida hizo más patente el vacío en su interior, y se dio
cuenta de lo sencillo que sería alimentarse de la fuerza de la pasión de Mae,
tomándola, sin tener nada que ofrecer a cambio.
- Deberías subir y tomar un baño. Para entrar en calor…
- Creo que podría -dijo Mae, intentando descifrar la expresión melancólica en
el rostro de Vance. Sus cuerpos estaban casi tocándose, y el lento roce de los
dedos de Vance sobre su piel subió la temperatura de lugares que las caricias
más exigentes que ella había tenido que soportar de otros, no habían despertado.
Podía regresar al salón, de vuelta al ruido y la masa de cuerpos y tener sexo sin
sentido, o podía dejarse llevar y explorar cuidadosamente esto que flotaba entre
ellas un poco más- Ven conmigo.
Vance se quedó sin aliento, no por la invitación inesperada si no por la imagen
que apareció en su mente casi instantáneamente. La pálida piel de Mae brillando
tenuemente con gotitas de cristal a la luz de lámpara, sus párpados
lánguidamente cerrados por el calor. Dejó caer su mano pero no pudo alejarse
del peligro. Mae estaba tan cerca de ella que podía sentir el contorno del cuerpo
de Mae inclinándose sobre el suyo- Yo... no puedo.
Sintiéndose valiente por la tormenta que se desencadenaba alrededor de ellas
y por la terrible tensión que de lo que acababan de hacer por Jed, Mae rozó los
labios de Vance con su boca. Fue un beso fugaz, pero sin duda alguna fue un
beso- Entonces sube las escaleras y tómate esa bebida.
Cuando Mae se dio vuelta y empezó a subir las escaleras, un helor más frío
que la noche, envolvió a Vance con tal rapidez que se estremeció. Miró escaleras
arriba, y cuando Mae hizo una pausa sobre el rellano mirando hacia a ella, la
siguió.
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- No quiero dejarlo aquí solo -dijo Jessie de pie en la puerta del consultorio del
doctor y quedándose con la mirada fija fuera en la lluvia. Doctor Melbourne les
había dicho que se marcharan que allí no tenían nada que hacer de momento.
Charlie había estado esperando y, después de conocer el estado de Jed, había
salido a tratar con los caballos- Te acompañaré a casa de tus padres y después
regresaré.
- No harás nada de eso -dijo Kate, echándose el chal sobre los hombros. Se dio
cuenta de que Jessie parecía indiferente a las inclemencias del tiempo, pero Kate
se temía que fuera más por el shock que por su fortaleza. La única vez que había
visto a Jessie tan conmocionada había sido cuando ella había estado enferma con
la gripe el invierno pasado, y sabía perfectamente que Jessie era capaz hundirse
por la preocupación. Kate tenía toda la intención de no dejar que eso sucediera
ahora- Caleb dijo que él no despertará hasta mañana como muy pronto, pero si
estás empeñada en quedarte, nos quedaremos las dos.
- No podemos hacer eso. Tus padres no saben dónde estás. Estarán fuera de sí
-Jessie se encogió de hombros y salió cerrando la puerta, que estaba entornada
para impedir la lluvia entrara en el cuarto. Su camisa se empapó inmediatamente
pero no le prestó atención. El frío cortante parecía poner en su sangre en
circulación. En medio de toda la preocupación, se había sentido entumecida.
Cuando su padre había muerto en una estampida, había pasado tan rápidamente
que el dolor había sido una cuchillada rápida en su corazón.
Ahora... observar como la vida de Jed se escapaba, la estaba matando poco a
poco. Lo único que había experimentado que fuera peor fue cuando Kate había
estado enferma, y eso aquello fue como sentirse morir. Pasó sus dedos sobre la
mejilla de Kate- Además, tú deberías descansar un poco.
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Kate se cruzó de brazos- Oh, y tú no lo necesitas, ¿verdad? -ahora que la crisis


estaba algo controlada, su miedo estaba dejando paso a la rabia. Rabia porque
Jessie podría haber estado en esa mesa muriendo desangrada. Rabia porque, de
alguna manera, Jessie sabía que existía ese riesgo y no le había dicho nada-
¿Cuándo has dormido por última vez? ¿O comido cualquier cosa?
- Kate... después del tiroteo, con Jed tan gravemente herido, no podía pensar
en otra cosa que no fuera traerle -Jessie, exhausta, se pasó una mano por su cara-
Todo lo que podía pensar era que ésta era su única oportunidad.
- Lo sé, cariño. Lo sé -Kate no podía discutir con ella ahora. Sonaba tan
cansada, tan frágil. Se parecía tan poco a ella misma, todo lo que Kate quería
hacer era protegerla.
- Quizás llegara demasiado tarde.
- No. No, no lo hiciste. Mae tiene razón. Él es fuerte, y Vance hizo un trabajo
milagroso sacando la bala. Le trajiste a tiempo. Lo sé.
- Me sentiría mejor si le pudiera vigilarle.
Kate pasó ambas manos sobre los hombros de Jessie y las bajo por sus brazos
hasta que sujetó sus dedos suavemente- Jed estaba igual cuando te dispararon.
No quiso moverse de aquí hasta que supimos algo -se llevó las manos de Jessie a
su pecho y las presionó sobre su corazón- Pero se fue a encargarse de las cosas
en el rancho porque él sabía que tú así lo querrías. Él querría tú te ocuparas de ti
misma y del Rising Star -Jessie tiró de Kate hacia ella y apoyó la frente contra la
suya.
Se quedaron en las sombras mientras la lluvia caía a su alrededor. La noche
estaba tan oscura que las pocas ventanas iluminadas a lo largo de Calle Mayor
parecían los ojos sin cuerpo de animales salvajes acechando en el desierto. A
pesar de la extraña sensación de aislamiento, nacida del miedo y la fatiga, Jessie
nunca se había sentido tan completamente anclada a la tierra como lo hacía en
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este momento con Kate en sus brazos- Si tú no estuvieras aquí conmigo ahora
mismo, creo que no podría hacerlo hasta mañana.
Kate besó la base de su garganta, y después colocó su mejilla contra el pecho
de Jessie- Podrías. Pero no tienes que hacerlo. No tienes que hacerlo siempre.
Con un suspiro, Jessie colocó su brazo alrededor de los hombros de Kate-
Vayamos a alguna parte y salgamos de esta lluvia. Creo que me sentiré mucho
mejor si puedo abrazarte.
- Sé que yo lo haré -murmuró Kate.
- Señor -dijo Jessie entre dientes mientras dejaban el refugio del porche y
salían a la calle- Creo que será mejor que vuelvas dentro, y yo iré a ver si puedo
encontrar algo, no puedes ir andando a casa de tus padres con el tiempo así.
- ¿Por qué no miramos en el Nugget? Allí debe haber alguien que sepa quien
tiene un carruaje. Probablemente mi padre esté en la oficina del periódico, pero
supongo que vendría andando.
- Entonces te quedas e iré al salón.
- Tiene más sentido que te acompañe, por si encontramos a alguien que pueda
llevarnos -Jessie vaciló por un momento, no quería someter a Kate al
desagradable ambiente del salón, pero podría entender la sugerencia de Kate-
Bueno, vamos -se quitó su sombrero de vaquero y lo puso en la cabeza de Kate-
Podría ayudar un poco.
Riéndose, Kate levantó la mano y sujetó el ala del sombrero extraño para ella-
Ahora te mojarás tú en mi lugar.
- Yo estoy acostumbrada -Jessie puso un brazo alrededor de Kate e inclinó su
cabeza para evitar que el agua le entrara en los ojos. Mientras caminaban hacia el
salón intentó colocar su cuerpo de forma que el viento la golpeara primero a ella
y no a Kate. Alzando la voz para hacerse oír sobre el ruido tormenta, gritó-
Cuando lleguemos quédate cerca de mí.
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Inconscientemente, Kate agarró su bolsa con más fuerza y sintió el peso del
reciente regalo de Mae. Pensó que sería mejor no mostrárselo a Jessie hasta más
tarde, cuándo pudiera explicarle como había llegado a sus manos.
No obstante, a le gustó la tener la certeza de que podría protegerlas a ambas si
fuera necesario- No te preocupes. Estaré bien.
Cuando llegaron a la acera de tablones al otro lado de la calle y se refugiaron
debajo de los tejadillos que protegían los portales, podían oírse la una a la otra
sin necesidad de gritar. Jessie se pasó la manga mojada por la cara- Si esto
continúa así, se inundarán los barrancos en las colinas -negó con la cabeza- Los
potros pueden quedar atrapados. Tendré que hacer que los hombres suban allá
arriba mañana.
- Los hombres, no tú -dijo Kate mientras corrían- Tú estás exhausta, y no
pienso dejar que regreses allí tan pronto.
Jessie apretó con fuerza sus mandíbulas, recordando el sonido de los disparos
viniendo desde atrás mientras ella y sus hombres cabalgaban hacia uno de los
campamentos de la montaña. Emboscada en su propia tierra. La bilis subió por
su garganta y la furia amenazó con revolverle las tripas. Desde luego que iba a
volver, y pronto. Ella era la ley en el Rising Star, y tenía la intención de enviar el
mensaje de que nadie podía amenazar a sus hombres o a su ganado. Pero pensó
que sería mejor sacar el tema por la mañana, cuándo sería más probable que Kate
entrara en razón.
- Creo que debería hospedarme en el hotel algunos días -dijo Jessie dijo- De
ese modo, puedo ir al rancho para ocuparme de las cosas y después regresar a la
ciudad en el caso de que…en el caso que el Doctor me necesite para cualquier
cosa.
Kate asió el brazo de Jessie y tiró de ella parándose justo fuera de El Golden
Nugget- Si quieres hospedarte en el hotel y no en casa de mi madre, lo entenderé.
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Pero donde sea que vayas a dormir esta noche yo también lo haré.
- Kate -susurró Jessie, tirando de ella contra el edificio para que nadie pudiera
verlas. Tomó a Kate en sus brazos y la besó. El miedo y la frustración que le
revolvía el estómago hicieron que la abrazara con rudeza mientras se
abandonaba al calor de la boca de Kate. La abrazó con fuerza, la besó con
ferocidad, llenando su corazón de la intensa fuerza de Kate. La besó más
profundamente, bebió ávidamente de ella, hasta que oyó un débil gemido. Con
un suspiro, se separó bruscamente- Siento haber hecho esto aquí. Yo
simplemente...
- No, no lo hagas -dijo Kate susurrado, poniendo el máximo empeño en
recuperar el aliento que la fuerza de la necesidad de Jessie le había arrebatado-
Yo también te necesitaba.
Se apartó ligeramente pero mantuvo sus brazos alrededor de los hombros de
Jessie, donde los había colocado para mantener el equilibrio bajo la fuerza del
beso de Jessie- Quiero ir a casa y contarle a mi madre lo que ha ocurrido, pero
después creo que lo mejor sería que nos hospedáramos en el hotel. Voy a querer
que hagas eso otra vez.
- Bien -dijo Jessie gravemente, dio un paso atrás y soltó a Kate a
regañadientes- Porque pienso hacerlo.
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CAPÍTULO QUINCE

- Quédate aquí -dijo Jessie, señalando un oscuro rincón cerca de la barra- y yo


buscaré a algunas personas que conozco. No debería tardar en encontrarnos un
transporte.
- Sí, está bien -a Kate no le importaba esperar, pero odiaba el hecho de que
Jessie pudiera moverse de un lado a otro libremente, y sin preocupaciones,
mientras ella no podía hacerlo. Pero, sin embargo, no podía enfadarse con Jessie
cuándo ella no tenía la culpa. Si tenía que quedarse en las sombras, entonces
estaba decidida a aprovechar el tiempo. Solo había estado en el salón un par de
veces anteriormente y siempre por la tarde, cuándo había poca gente, y… esos
breves lamentables momentos de la tarde anterior. Ahora estaba lleno de
vaqueros, jugadores, y hombres de negocios y, por supuesto, las chicas de Mae.
El ambiente era ruidoso y estridente y, tenía que admitirlo, excitante. Había un
indiscutible sentido de la vida viviéndose a fondo, y esa emoción embriagaba
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todos a su alrededor. Vio a Sissy escabullirse debajo de la escalera con un


hombre bien vestido. Quizás fuera un empleado del ferrocarril.
Kate los observó ensimismada, hasta que se dio cuenta de que los
movimientos febriles de ambas partes sólo podían querer decir una cosa.
Entonces, cuando el hombre metió su mano por la parte delantera del vestido de
Sissy y le sacó un pecho, se quedó con la mirada fija sólo un segundo más antes
de retirar su vista. Era algo demasiado personal para ser observada por extraños,
y sintió que Sissy tuviera que estar en esta circunstancia.
- Tengo entendido que la otra tarde cometí un grave error -dijo Phineas Drake
mientras se acomodaba en un hueco al lado de Kate en la barra- erróneamente la
confundí con una de las…amigas de Mae -cogió su mano y la levantó haciendo
el gesto de rozarle los dedos con los labios- Mis más sinceras disculpas.
Con precaución pero con firmeza, Kate se soltó- No tiene por qué disculparse,
Mr. Drake. Soy amiga de Mae.
Su expresión se volvió sombría, y por un instante Kate pudo ver su
temperamento frío y su evidente desprecio antes de sus facciones se suavizaran
con una sonrisa empalagosa- Espero que me haga el honor de obsequiarme con
su compañía, ya que parece que necesita un acompañante. Usted es una dama y
aquí, desgraciadamente, la mayoría no son precisamente caballeros -la tomó del
codo con un apretón ligero pero dominante- Tengo una habitación al otro lado de
la calle. Puedo pedir que nos traigan la cena. Un fuego ayudará a secar su ropa
mojada.
-Es usted muy amable, pero no estoy sola -cuando intentó alejarse de él, se
movió acercándose sutilmente a ella, clavando los dedos en su carne. Un
escalofrío de alarma recorrió su columna vertebral y metió la mano en su bolsa
para sentir la comodidad para la comodidad de su arma. En realidad no creía que
fuera hacer nada que la pusiera en peligro en público, pero intensidad de su
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repugnante interés por ella resultaba casi tan aterrador como un golpe.
- Por favor, no se preocupe por mí.
- Me temo que usted no es consciente de la gravedad de su situación...
- Le seguro señor...
Jessie apareció junto a ellos, sus ojos estaban tan oscuros como las nubes de la
tormenta que se cernía sobre sus cabezas- ¿Kate? ¿Pasa algo? -se tomó un
momento para comprobar que no había miedo en los ojos de Kate, porque si lo
hubiera habido, no habría dudado en hacer que hombre, cuya mano todavía
estaba sujetando el brazo de Kate, pagara por su atrevimiento. Así las cosas, se
echó hacia atrás el faldón de su abrigo para que no le molestara en el caso de que
tuviera que desenfundar su arma.
- No, no pasa nada -dijo Kate serenamente, después de haber visto el
movimiento de Jessie por el rabillo del ojo. En circunstancias normales, Jessie se
habría mantenido impasible, pero esta noche, después del estrés emocional y
físico de los últimos días, Kate no confiaba en que su novia pudiera contener su
temperamento- ¿Nos encontraste un carruaje?
Los ojos de Jessie estaban todavía fijos en Drake- Sus atenciones no son
bienvenidas.
Drake la miraba desafiante, y no hizo gesto alguno para soltar a Kate. Sus
turbios ojos color café escudriñaron lentamente el rostro de Jessie, bajando hasta
posarlos en su revólver y volviendo a subir. Él movió sus caderas para que su
arma también fuera visible- Me temo que no hemos sido presentados
correctamente. Ahora misma, la señorita y yo estamos teniendo una
conversación privada…
- No, ya hemos terminado -dijo Kate con firmeza soltándose de su agarre- Le
estoy agradecida por su preocupación, Mr. Drake, pero estoy realmente bien.
Se dio la vuelta, tanto como el abarrotado espacio lo permitiría y agarró la
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mano izquierda de Jessie para llamar su atención. Tuvo que tirar con fuerza antes
de que Jessie apartara la vista de Drake y la mirara a los ojos- Vámonos ya.
- Está bien -dijo Jessie suavemente. No podía empezar una pelea con Kate tan
cerca, por mucho que quisiera golpear a Drake, o a cualquiera que amenazara lo
que era suyo, sabía que no podía. No esta noche- Tengo una calesa preparada en
la parte de atrás.
- Bien -Kate no se molestó en darle las buenas noches a Phineas Drake, pero
podía sentir su ira persiguiéndolas mientras Jessie y ella se abrían paso entre la
multitud. No sacó la mano de la bolsa hasta que estuvieron fuera. Hasta la lluvia
resultó ser agradable después del calor asfixiante y el ambiente opresivo del
interior.
En silencio, Jessie la sujetó por la cintura y la ayudó a subir al asiento de
madera. Después, Kate le cogió la mano mientras se colocaba a su lado. Cuando
Kate puso su mano en el muslo de Jessie, como hacía siempre cuando iban
juntos, sintió los sus músculos tensos bajo sus dedos- Está bien, cariño. No ha
pasado nada.
- Ese bastardo te ha puesto las manos encima. Quería matarlo.
- Me alegro mucho de que no lo hicieras, porque no merece la pena que el
sheriff te persiga y te meta en la cárcel por su culpa -la parte de atrás del salón
estaba muy oscura y Kate se acercó para besar la mejilla de Jessie- Nos estamos
mojando otra vez.
Jessie cambió de posición en el asiento para mirar de frente a Kate, sujetando
suavemente las riendas con su mano derecha- ¿Qué tienes, exactamente, dentro
de tu bolsa, Kate?
- Eres muy observadora, Jessie Forbes -dijo Kate con una risa culpable.
- Bueno, sé que no es oro, pero tiene que ser algo valioso por la forma en la
que la has estado agarrando desde que dejamos la consulta del Dr. Melbourne. Y
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te vi meter la mano dentro mientras nos abríamos paso al salir del Nugget.
Por un segundo, Kate consideró intentar posponer la conversación, pero no
tenía ningún motivo para no contárselo, y sería injusto preocupar a Jessie más de
lo necesario. Abrió su bolsa y la sostuvo en alto frente a Jessie- Mae me la dio
esta tarde.
Jessie metió la mano y sacó la Derringer- ¿También te enseñó como
dispararla?
- Todavía no, pero dadas las circunstancias, pensé que estaba demasiado cerca
como para fallar.
- Dios, Kate -gimió Jessie- ¿No estarías pensando realmente en dispararle,
verdad?
- ¿No lo hiciste tú?
- Bueno, sí… pero… -Jessie se echó hacia atrás con una lenta inclinación de
su cabeza. Cuidadosamente volvió a meter el arma en la bolsa y se la devolvió a
Kate- Mañana a primera hora tendremos una clase.

Mae abrió su puerta y la mantuvo abierta para Vance- Entra. Sólo tardaré un
minuto mientras encuentro a alguien para que prepare el agua para el baño -le
dio a Vance la chaqueta de su traje- Cuelga esto en algún sitio para que se seque.
Una vez en la habitación, Vance sacudió el abrigo empapado de agua y lo
puso sobre el respaldo de una silla. Después, se arrodilló frente a la pequeña
chimenea y colocó varios troncos. Encontró unas cerillas en el bolsillo interior
de su chaleco que estaban milagrosamente secas y prendió el fuego. Se dio la
vuelta al oír abrirse la puerta. Rápidamente entró un chico llevando dos baldes
llenos de agua caliente. Llevaba unos pantalones varias pulgadas por encima de
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los tobillos y una camisa que le quedaba demasiado grande que debía haber
pertenecido a su hermano mayor. No miró hacia ella y Vance sospechó que
pensaría que era uno de los clientes de Mae. La idea la hizo sonreír con amargura
mientras pensaba que en cierto modo era como las personas solitarias y
necesitadas que encontraban refugio en los brazos de una cálida mujer. Se volvió
dando la espalda a la habitación, y observó como parpadeaban las llamas y
finalmente prendían. No llegaría hasta a Mae sin nada más que ofrecer que un
alma atormentada. Bastaba con que dejara a Mae reconfortarla con sus palabras
y sus amables caricias. Esos que imaginaba que Mae le ofrecía a menudo de
forma voluntaria, porque ese era el tipo de mujer que ella fue. Por muy difícil
que hubiera sido su vida, el corazón de Mae seguía siendo amable y generoso.
- ¿En qué estás pensando tan seria? -Mae había estado observando a Vance,
estaba de pie, con su brazo apoyado contra su gabán, con la cabeza inclinada
hacia abajo con la mirada perdida en el fuego. La historia que se reflejaba en las
marcadas y sombrías facciones de Vance, era fácil de leer, aunque Mae no
pudiera interpretar todos los detalles. Aquí, la soledad era bastante común...
demonios, en cualquier lugar... pero la terrible tristeza que emanaba de Vance
era de la clase que hacía que a Mae le doliera el corazón.
- La verdad es que estaba pensando en ti -dijo Vance en voz baja. Se volvió
hacia Mae y recostó su hombro contra el lado de la chimenea.
- Tenía la esperanza de que pensar en mí te hiciera sentir un poco más feliz
-dijo Mae mientras se acercaba.
Vance se preparó para aguantar el contacto, porque el roce más leve de Mae
tendía a alterarla- Pensaba en lo extraordinaria que eres.
Sonrojándose, Mae se detuvo bruscamente a un brazo de distancia Vance-
Estoy acostumbrada a que las personas... los hombres... me digan que soy
hermosa, pero...
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- Eres hermosa.
Mae agitó una mano impacientemente- Deja de hablar para que pueda
terminar la idea.
Vance sonrió abiertamente y recostó su espalda contra la pared, cruzando los
tobillos y con su mano metida en el bolsillo- Adelante.
No fueron las palabras de Vance las que apartaron cualquier pensamiento de
su mente, sino la visión de su larga y esbelta figura y su pelo negro todavía
mojado. A pesar de eso, su cara revelaba un punto de arrogancia que Mae
encontraba muy atractiva- El agua va a enfriarse.
Vance no dijo nada, pero de repente le costaba mucho respirar, mientras Mae
alcanzaba los cordones de su corpiño- Mae…
- No hables -susurró Mae mientras soltaba los lazos. El vestido se deslizó de
sus hombros para revelar la fina enagua de encaje que apenas cubría sus
pezones- Solo mira.
- No puedo… no sin morir -el vestido cayó al suelo. Llevaba puesta la enagua
de seda y poco más. Vance apartó la mirada- A lo más que he llegado en mi vida
ha sido a besar a una mujer. Y entonces, era joven y era... era como era antes.
El dolor en la voz de Vance fue tan crudo que Mae se estremeció. Jamás haría
nada, voluntariamente, para poner ese sonido allí, así que se refugió detrás del
biombo y rápidamente se quitó el resto de sus ropas.
Se puso encima su túnica azul, y cuando salió se encontró a Vance luchando
por ponerse el abrigo todavía mojado- Deja eso -dijo Mae mientras se acercaba a
Vance- Ahora estate quieta.
- No -dijo Vance bruscamente cuando Mae trató de alcanzar los botones en su
chaleco. Agarró la muñeca de Mae para detenerla- Por favor... No.
Mae miró hacia arriba a los ojos de Vance- No voy a hacerte daño. Voy a
meterte en la bañera, que es en lo que debía haber pensado en primer lugar. Tú
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eres la que ha pasado un infierno en esa habitación, no yo. Tú eres la que ha


estado bajo la lluvia. Tú eres la que está temblando de frio.
- No es solo por el frío -susurró Vance.
Mae acarició el rostro de Vance con ternura- Lo sé. No pensé que te
asustarías. Lo siento -Vance cerró sus ojos, pero agarró a la mano de Mae,
impidiendo que siguiera desnudándola.
- Tal vez simplemente... podemos sentarnos juntas junto al fuego.
- ¿Y desperdiciar toda esa agua caliente? Al menos una de nosotras va a tomar
un baño antes de que hagamos cualquier otra cosa -cuidadosamente, Mae se
libró de la mano de Vance y terminó de desabotonarle el chaleco. Después
empezó con su camisa- Y creo que tú deberías ser la primera. Cuando terminó de
desabrochar todos los botones de la camisa se detuvo antes de retirar la prenda-
Abre los ojos. Quiero que veas que no hay nada en ti que me incomode.
- ¿Por qué estás haciendo esto? -susurró Vance.
- Porque me gusta mirarte -Mae, un par de pulgadas más baja… y sin los
zapatos… incluso más, se puso de puntillas y depositó de nuevo un suave beso
sobre la boca de Vance- Porque me gusta tocarte.
Cogió la cara de Vance con ambas manos y la besó con determinación.
Lentamente, movió sus labios sobre los de Vance, acostumbrándose su sabor y
su textura. Metió su lengua suavemente dentro de la boca de Vance, disfrutando
de su cálida humedad y del ligero gemido de Vance cuando su lengua se
encontró con la suya. Cuando se apartó, sabía que solo había rozado la superficie
de sus ganas, tan profundamente enterradas, que podría costarle toda una vida
explorarlas- Porque despiertas en mí cosas que pensé que habían muerto y
desaparecido para siempre.
- ¿Qué cosas? -preguntó Vance con voz grave- ¿Lástima? No quiero que tú…
Mae presionó sus dedos sobre los labios de Vance- Mejor te callas antes de
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que digas algo que vaya a hacer que me enfade de verdad. Tal vez la gente del
Este sienta lástima por alguien como tú, alguien que pagó un alto precio por
hacer lo que pensaba que era correcto. Aquí, lo respetamos -movió su mano bajo
de la barbilla de Vance, acariciándole el cuello con sus dedos- Ahora voy a
quitarte camisa y voy a ver lo que te hicieron. Y si me hace llorar, no es porque te
compadezca. Es porque no puedo deshacer el daño que has sufrido.
- Ya lo has hecho -Vance sacudió con fuerza su cabeza, agarró a Mae por la
cintura, y tiró de ella contra su cuerpo. Y después tomó su boca con toda la furia
contenida en esos largos meses de dolor y soledad.
Anhelo, necesidad y deseo se enredaron en una maraña de labios, dientes y
lenguas. Podía sentir el cuerpo desnudo de Mae debajo de la túnica de seda,
podría sentir el calor... la vida... en ella, y se agarró desesperadamente como un
hombre que se ahoga intenta agarrarse a las rocas en un rio caudaloso- Oh,
Mae…-gimió- Mae...
Mae tuvo que luchar para coger suficiente aire para hablar. Sabía en su
corazón que, a pesar de que deseaba a Vance terriblemente, este no era el
momento. Lo era para ella, pero no para Vance. Si la llevaba a su cama ahora,
sería como dejar que un hombre que se había perdido en el desierto durante
semanas, bebiera hasta morir con primer sorbo de agua. Tendrían algunos
minutos, incluso algunas horas, de placer insoportable, una en los brazos de la
otra, y por la mañana Vance se marcharía dando media vuelta y nunca
regresaría. Nunca le había importado tanto que eso no ocurriera. Temblando,
con el corazón en llamas, Mae apoyó sus manos en los hombros de Vance y la
empujó suavemente- Te quiero en mi cama. ¿Me oyes?
Vance... respirando agitadamente, con los ojos vidriosos... asintió con la
cabeza en silencio.
- Te quiero, pero no cuando estamos ambas tan hambrientas que nos haremos
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pedazos la una a la otra -agarró a Vance de la camisa cuando ella intentó


retroceder- Escúchame. No estás sola. Siento lo que tú sientes. Necesito lo que tú
necesitas -tomó la mano de Vance y la deslizó dentro de su túnica, luego
presionó la palma de su mano sobre su pecho donde su corazón latía
salvajemente- Siente lo que tú has hecho -Vance dejó caer su cabeza con un
gemido cuando acarició el pecho de Mae.
Ella nunca había tocado a otro ser humano con pasión, y ahora no podía
pensar en nada más- Te necesito… Por favor. No puedo detenerme.
Riéndose suavemente, Mae cogió la muñeca de Vance y apartó su mano de su
pecho- Ahora sé que solo te estás aprovechando de mi compasión.
Temblorosamente, Vance se rió y su mente se aclaró un poco- Tenía la
esperanza de que la encontrases en tu corazón y te mostrara caritativa conmigo,
considerando como he sido... herida y todo eso.
- Oh, podría encontrar un par de flaquezas por ti en mi corazón -Mae se volvió
hacia la otra habitación, donde la bañera estaba esperando, llevando a Vance de
la mano- Ahora te quiero en la bañera con conmigo.
La túnica de Mae se había abierto involuntariamente y sus pechos estaban al
descubierto. Eran generosos y firmes y pedían ser besados. Su cuerpo era
ardiente y excitante. Era preciosa. Pero lo que le dio a Vance el coraje para
responder fue la cálida bienvenida en los ojos de Mae- Sí -dijo Vance
suavemente- Yo también lo quiero.
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CAPÍTULO DIECISÉIS

- ¡Oh, Dios mío! -Martha Beecher estaba de pie en medio de la cocina con la
mano puesta sobre su corazón, mirando alternativamente a Kate y a Jessie- ¡No
me importa lo que haya pasado! Kate... mírate, estás empapada. Vas a volver a
ponerte enferma si sigues actuando así -dijo lanzando a Jessie una rápida mirada
de desaprobación.
- Estamos bien, Madre -dijo Kate con un leve tono de enfado en la voz.
Después de todo lo que había pasado esa tarde, tanto alboroto por un poquito de
lluvia le parecía ridículo- Sólo necesitamos ponernos algo de ropa seca y todo
estará bien.
- Vamos al salón y poneos junto al fuego -les ordenó Martha- Preparé un poco
de té.
Cuando Kate y Jessie empezaron a salir de la cocina, Martha gimió y agarró a
Jessie del brazo. Ansiosamente, preguntó- ¿Eso de la camisa es sangre? ¿Estás
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herida?
- Solo es un rasguño. Estoy bien, gracias -contestó Jessie en voz baja.
- ¿Qué ha ocurrido? -esta vez, Martha habló serenamente, como si la gravedad
de la situación hubiera asentado sus nervios.
Jessie echó una mirada rápida a Kate que asintió con la cabeza- Unos
cuatreros nos dispararon, a mis hombres y a mí, ayer en la montaña. Mi amigo
Jed está en casa del doctor ahora mismo.
- ¿Es grave?
- Sí, señora -la voz de Jessie tembló y trató de alcanzar la mano de Kate.
Kate se puso rápidamente al lado de Jessie y pasó un brazo alrededor de su
cintura, abrazándola- El té estará bien, Madre, si puedes preparar un poco.
Ambas estamos congeladas.
Martha se percató de la forma en que Jessie se pegaba a Kate buscando su
apoyo, notó la fortaleza en la voz firme y calmada de su hija, y vio, por primera
vez vio realmente, la mujer en la que Kate se había convertido. Era imposible
negar la profundidad de los sentimientos entre las dos jóvenes, no importaba lo
mucho que ella hubiera deseado que fuera de otra manera. Se acordó de aquellas
terribles horas, cuando llegó a pensar que iba a perder a Kate por la enfermedad.
Recordó a Jessie, sin moverse del lado de la cama de Kate y prometiendo
cualquier sacrificio si Kate vivía. Y después, cuando apenas habían pasado unos
días de que Kate estuviera a las puertas de la muerte, su decisión de que nada le
impediría estar con Jessie, incluso si tenían que irse del territorio para poder
estar juntas. Era absurdo pensar que algo tan mezquino como la estrechez de
miras de la gente pudiera nunca mantenerlas alejadas la una de la otras.
- Lleva a Jessie arriba, a tu habitación y quitaros esas ropas mojadas. Buscaré
algo de ropa de tu padre que le pueda venir bien a Jessie de momento. Ambas
necesitáis secaros antes de que caigáis enfermas.
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- Gracias -susurró Kate, abrazando a su madre con fuerza.

La gran bañera de estaño estaba detrás del biombo, en un rincón del


dormitorio de Mae. Vance se sintió más cómoda al notar que la zona estaba
débilmente alumbrada por una sola lámpara de aceite encendida sobre el
tocador, al otro lado de la cama que ocupaba el centro de la habitación. Esperaba
que las cicatrices de su pecho y del hombro se fundieran con las sombras y
fuesen menos espantosas, si no menos feas. Incluso su padre, un médico y un
hombre que estaba acostumbrado a ver lo peor de la condición humana, se había
impresionado por el estado de las heridas la primera vez que las había visto. Sin
embargo, en su descargo, había que decir que acababa de llegar al hospital de
Richmond y aún no estaban curadas.
- Lo que sea que te preocupe… -dijo Mae- probablemente es un desperdicio
de energía.
- Mae…no sabes...
- Tú no sabes dónde he estado ni lo que he visto -susurró Mae, deslizando
ambas manos debajo de la camisa abierta de Vance y presionando las palmas de
sus manos contra el pecho de Vance- No te muevas y no hables. Deja que te vea
-cuando sintió a Vance temblar violentamente, añadió- Pon la mano dentro de
mi túnica, en mi cintura. Abrázame.
Con un suspiro trémulo, Vance abrió completamente túnica de Mae y pasó
su brazo alrededor de la cintura de Mae.
- ¿Preparada? -Mae se apoyó en el cuerpo de Vance y besó su garganta.
- Sí.
Mae deslizó sus manos desde el pecho de Vance hasta sus hombros y sobre la
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parte superior de sus brazos, apartando su camisa. Cayó al suelo junto a la bañera
detrás de ellas. La pálida piel de Vance brillaba como la plata a la luz de la
lámpara. Sus pechos eran pequeños y tersos, su torso delgado y fuerte como el
resto de su cuerpo. Tenía una cicatriz, rugosa y áspera, que se extendía desde el
borde exterior de su pecho izquierdo por todo su costado. Con cuidado, Mae
acarició la superficie irregular- ¿Te duele?
- No -Vance habló con voz ronca, manteniendo sus ojos fijos en la cara de
Mae- No cuando haces eso. Algunas veces... algunas veces cuando estoy
cansada, o he cabalgado durante mucho tiempo, se irrita.
- ¿Te ayuda que lo toquen?
Vance se rió temblorosa- No lo sé. En este momento resulta bastante
agradable
Mae besó la punta de la barbilla de Vance- Podría ser que no estuvieras
pensando con claridad ahora mismo. Tendremos que comprobarlo más tarde.
- De acuerdo -Vance tenía dificultades para clasificar todos los sentimientos
contradictorios que pugnaban en su interior. Mae estaba tan cerca que el calor de
su cuerpo traspasaba la tela de los pantalones de Vance, calentando sus muslos y
su pelvis. El perfume de Mae, un perfume atrevido, endulzado con su propio
aroma característico, invadió sus sentidos, volviéndola loca de deseo. Sintió su
vientre tensarse por la necesidad, y quería tocar a Mae en todas partes. El breve y
maravilloso roce sobre el pecho de Mae era lo único en lo que podía pensar. Si
hubiera estado completa, si hubiera tenido los dos brazos, nunca hubiera
permanecido de pie, tan tranquila, esperando. Habría tocado a Mae de la forma
que deseaba ardientemente, habría dado rienda suelta al fuego que rápidamente
consumía su buen juicio. Recordó lo que Mae había dicho tan solo unos
momentos antes. Siento lo que tú sientes. Necesito lo que tú necesitas. Tenía que
creer en eso, o sus sentimientos de impotencia la harían enloquecer.
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- Todavía estás temblando. ¿Aún estás asustada? -preguntó Mae con ternura.
- No. Yo... ¡oh! -Vance retrocedió un paso cuando Mae movió su mano de su
hacia lo que quedaba de su brazo izquierdo.
- Dime si te hago daño -Mae habló lentamente, asegurándose de mantener su
voz firme. Había visto cosas mucho peores que el muñón en el que terminaba el
brazo de Vance, justo donde debería haber estado su codo. Había visto hombres
pisoteados por los caballos, mujeres desgarradas por partos que habían salido
mal, niños muertos por la viruela. El brazo de Vance terminaba en un nudo
redondeado de tejido cicatricial, mucho menos horrendo de lo que ella había
esperado.
Aún así, se preocupaba por esta mujer, y no importaba lo bien que parecía que
había sanado la herida, sabía que el daño se extendía mucho más allá de la carne,
y sufría por ese dolor. Hizo lo único que se le ocurrió hacer. Cerró los dedos
suavemente alrededor del brazo de Vance y besó tiernamente la cicatriz.
Vance se quedó sin aliento otra vez. Fue tan inesperado, tan diferente de
cualquier otra cosa que nadie había hecho nunca, que no podía asimilarlo. Sus
rodillas cedieron y lo siguiente que supo era que su mejilla estaba apoyada
contra el vientre desnudo de Mae mientras los sollozos sacudían su cuerpo. Poco
a poco, se dio cuenta de que Mae estaba acariciando su pelo, su cuello, sus
hombros. Mae estaba diciendo algo, susurrando dulcemente palabras que no
tenían significado pero que acariciaban y aliviaban los lugares descarnados de su
alma que estaban llorando- Lo siento…-dijo atragantándose- Lo siento.
Las lágrimas corrían por las mejillas de Mae. No había podido imaginar que
algo tan simple como un beso podría hacerle esto a alguien tan fuerte, tan
valiente. Con la voz rota, susurró- Todo está bien, cariño -aunque dudaba de la
veracidad de sus palabras. Algunas veces no había más remedio que vivir con el
dolor.
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- Hubiera querido... -Vance frotó su mejilla contra de la piel de Mae. El deseo


se mezclaba brutalmente con la necesidad, y era la necesidad lo que ella temía
más que la soledad. El anhelo desesperado de ser consolada, de sanar, que había
conseguido mantener encadenado durante tanto tiempo, ahora estaba
peligrosamente próximo a liberarse. Liberado, la consumía viva y frustraba
cualquier esperanza de amistad con Mae- Hubiera querido llegar a ti completa.
Mae se tragó su protesta, porque comprendía el orgullo y la independencia.
También entendía que Vance no permitiría que hubiera nada entre ellas hasta
que no estuviera convencida de que sus sentimientos nacían del amor y no de la
compasión- Mirarte me satisface enormemente -acarició la cara de Vance
surcada de lágrimas- Y eres la persona más valiente que me he encontrado
jamás.
Suspirando, Vance cerró sus ojos- Yo no veo lo que tú ves.
- Lo sé -durante un instante, Mae presionó la cara de Vance contra su cuerpo,
luego la apartó suavemente unas pocas pulgadas- Vance, te estás quedando fría.
Deja que nos metamos las dos en la bañera para que pueda abrazarte.
Al cabo de un momento, Vance se puso de pie tambaleándose y buscó
nerviosa los botones en sus pantalones- Si esperamos mucho más, estará fría.
Mae sonrió- No creo que vayamos a notarlo mucho.
- Tú eres la única persona, aparte de los doctores y las enfermeras y mi padre,
que es médico también, que me lo ha tocado.
- No tuve la intención de abrir viejas heridas -apartó la mano de Vance y
terminó de desabotonarle los pantalones.
Vance pasó sus dedos por los rizos de Mae mientras ella lo hacía, luego bajó
la cabeza y la besó suavemente- No lo has hecho. Algunas veces curarse duele.
Asintiendo con la cabeza sin decir palabra, con miedo de que pudiera echarse
a llorar ahora, Mae le quitó a Vance la ropa y se despojó de su túnica. Entró en la
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bañera, se sentó con la espalda apoyada en un extremo, y tendió su mano- Ven,


recuéstate contra mí.
Cuidadosamente, Vance se metió dentro y se sentó entre las piernas de Mae
echándose hacia atrás y recostándose sobre ella. El agua todavía estaba caliente,
y, a pesar de su extremo cansancio, con el primer contacto con el cuerpo de Mae,
volvió instantáneamente a la vida. Los pechos de Mae presionaban contra su
espalda y cuando Mae la rodeó con sus piernas por debajo del agua, el contacto
íntimo hizo que su piel se sonrojara por el calor. Vance gimió y echó su cabeza
hacia atrás posándola en el hombro de Mae- No quiero moverme de aquí nunca.
Mae acarició con la nariz el cuello de Vance y envolvió ambos brazos
alrededor de su cintura- Entonces no lo haremos.
Lentamente, Vance giró su cabeza y besó el cuello de Mae- El vapor huele a
ti.
- Es el perfume que uso. He puesto un poco en el agua.
- Me mueve cosas por dentro.
- Cosas agradables, espero -dijo Mae un poco sofocada. Su piel vibraba en
todas las zonas en las que sus cuerpos se tocaban que era en casi todas.
Sus pechos estaban tensos y dispuestos para ser acariciados. Sentía el calor y
la pulsación entre sus piernas, necesitando desesperadamente ser llenada. A
pesar de eso, solo pasó su mano suavemente por el vientre de Vance y presionó
la mejilla contra su cuello. Lo que había entre ellas ahora no era algo para ser
precipitado, sino para ser saboreado lentamente. Este momento era una cuestión
de confianza más que de pasión.
- Cosas maravillosas -Vance agarró la mano de Mae y la llevó hasta su pecho,
tensándose cuando los dedos de Mae le rozaron el pezón. Ella gimió
suavemente- Nunca antes había estado así con nadie. Hombre o mujer.
- Desearía poder decirte lo mismo -Mae cerró sus ojos y besó a Vance en la
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sien- Siento ser...


- No lo hagas -Vance besó la mano de Mae antes de cambiar de posición hasta
que pudo mirarla a la cara- Nada que hayas hecho o puedas hacer podrá ser para
mí más importante que lo que hay entre nosotras -le dio a Mae un beso en los
labios, suave al principio, exigente después. La besó primero con respeto, luego
con deseo. La besó, tomándose su tiempo, explorando su boca cuando deseaba
explorarla entera, cuerpo y alma. El ansia de poseerla, de ser poseída por ella no
había desaparecido, pero descubrió con cada segundo que pasaba, que sentía
algo más que la necesidad. Quería saber. Sobre todo, quería conocer a Mae, su
corazón y también su cuerpo. Cuando se apartó del beso y se volvió a colocar
entre los brazos de Mae, descansando su cabeza sobre su hombro, murmuró-
Solo quería que supieras que no soy muy... buena... en algunas cosas. Si lo
hacemos...
- Cuándo… -Mae se rió y acarició el pecho de Vance, rozando sus senos solo
lo justo para apaciguar su deseo- Señor…, si fueras mejor, mi corazón podría
salírseme del pecho.
Vance sonrió, una sonrisa complaciente, contenta- Mi hermano siempre supo
cómo tratar a las damas. Nunca se me ocurrió que aprender esas cosas para mí
misma.
- ¿Pero tú sabías que tenías…inclinaciones en esa dirección?
- Sí. Al principio no reconocí exactamente lo que eran, porque como estoy
segura tú sabes, esas cosas se discuten raras veces. Pero había una chica en mi
clase de la Escuela de Medicina. Éramos buenas amigas, amigas íntimas.
Vance suspiró- Nuestro afecto llevó al inicio algo más íntimo, pero entonces
comenzó la guerra y... todo cambió.
- ¿Y tu hermano? ¿Dónde está?
Vance buscó la mano de Mae y entrelazó sus dedos. Cerró sus ojos y dijo-
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Víctor y yo éramos gemelos. Lo hacíamos todo juntos cuando éramos niños.


Fuimos a escuelas de medicina diferentes, pero veíamos a los pacientes juntos
con frecuencia. Cuando estalló la guerra y Lincoln llamó a los médicos, nos
alistamos juntos también -sonrió- Fue idea de Víctor que me cortara el pelo y me
prestó sus ropas para que pudiera alistarme en su regimiento. Sabía que
encontraría la manera de ir y siempre fue más divertido estar juntos que
separados -se estremeció, aunque el agua todavía estaba algo caliente- Servimos
en el mismo regimiento durante el primer año y medio. Había pocos cirujanos
cualificados, y no pasó mucho tiempo antes de que ambos fuimos ascendidos a
cirujano la brigada. El ejército de la Unión peleaba en muchos frentes y
acabamos por separarnos. El correo, lo que quedaba de él, a menudo tardaba
meses llevó meses en llegar cuando estábamos en primera línea. No tuve
noticias de él en los últimos seis meses de la guerra.
Mae esperó, en silencio cuando Vance se quedó callada, pero reconoció el
vacío en la voz de Vance de lo que era una pérdida terrible. La estrechó entre sus
en un intento inútil de proteger a Vance de un dolor que ya había golpeado su
corazón.
- No supe hasta que, finalmente, regresase a Filadelfia cuando me dieron el
alta en el hospital que Víctor había muerto en Richmond en otoño, apenas unas
semanas antes de que yo resultara herida -Vance giró su cara apoyándose en el
cuello de Mae- siempre me preguntaré si habría podido salvarlo si hubiera
estado con él.
No si él hubiera podido salvarte a ti. Mae besó la frente de Vance- Lo
lamento.
- La muerte de Víctor casi acabó con mi padre. Mi... lesión era más de lo que
él podía soportar. Nuestra relación nunca volvió a ser la misma, y cuando quise
dejar Filadelfia, él se puso en contacto con Caleb Melbourne en mi nombre.
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Creo que se alegró cuando me fui.


-Seguro que él no te culpa de lo que sucedió.
- No exactamente. Él no sabía que nos habíamos alistado ninguno de los dos,
aunque no habría podido detenernos. Le escribimos una vez llegamos a nuestro
primer destino, y él intentó obligarme a volver a casa -Vance suspiró- Cuando
finalmente volví a casa, era un recuerdo constante de lo que había perdido.
- Lamento lo de Víctor, pero estoy muy contenta de que tú sobrevivieras.
- Gracias -susurró Vance. Durante un tiempo tuvo la esperanza de oír esas
palabras de boca de su padre, pero oírlas ahora, de la mujer que estaba
empezando a estimar significaba mucho más.
-Estás temblando -suavemente, Mae empujó a Vance y se puso de pie
saliendo de la bañera. Amablemente Mae hizo avanzar a Vance, estuvo parada, y
dio un paso de la bañera- Déjame coger una manta.
Para cuando Vance salió de la bañera, Mae tenía una manta preparada para
envolverla alrededor de sus hombros- Tú también vas a coger frío -protestó
Vance. Tomó un borde de la manta y lo puso alrededor de Mae de forma que
ambas estuvieron bajo la manta- No sé cómo es posible que acabe contándote
cosas de las que nunca hablo con nadie más.
- Porque…-dijo Mae con una ligera sonrisa, abrazando a Vance por dentro de
su improvisado refugio- quiero saberlo.
Vance apoyó su mejilla sobre el pelo de Mae- Me alegro tanto…
-Vamos a la cama -dijo Mae. Cuando Vance se puso tensa, sacudió la cabeza y
besó el hueco en la base de su garganta- Quiero que me abraces. Eso es todo.
Vance quería más, pero también tenía miedo, y por eso estaba agradecida de
que Mae no le exigiera más intimidad- ¿Estás segura? ¿Y las demás?
- Dios mío, Vance -dijo Mae riendo- ¿De verdad crees que a alguien aquí le
importa quien comparte cama con quien? Nadie hará ningún comentario, e
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incluso si lo hicieron, ¿qué importa? A menos que tú no quieras que nadie...


- No -dijo Vance ferozmente, silenciando a Mae con un beso- Es solo que no
quiero causarte problemas.
Mae sintió de nuevo unas inmensas ganas de llorar, incapaz de recordar
cuándo había sido la última vez que alguien se había preocupado por ella- El
único problema para mí sería si me dejases ahora, sabiendo la tremenda
necesidad que tengo de estar contigo ahora.
Vance descansó su frente en contra de Mae- Y esta noche, ¿será suficiente con
que te abrace?
- Será perfecto.
Cuando se acomodó en la cama a su lado y Mae se encajó en la curva de su
cuerpo, Vance se dio cuenta de que Mae estaba en lo cierto. Nada de lo que había
conocido se había sentido tan bien. El corazón de Mae latiendo contra su pecho,
el muslo de Mae encajando perfectamente entre sus muslos, el aliento de Mae
acariciado su garganta como un bálsamo. Pasó el brazo alrededor de los
hombros de Mae y puso su mano alrededor de la nuca de Mae, acariciándola
suavemente- No sé si voy a ser capaz de dormir esta noche-dijo Vance- Eres
demasiado maravillosa como para perder un segundo de estar contigo.
- No tienes de que preocuparte -murmuró Mae, perdiéndose en el cuerpo de
Vance como si hubieran estado la una en los brazos de la otra mil veces- Esta no
va a ser la última vez.
Con esa garantía flotando en su mente, Vance cerró los ojos y se durmió. Por
primera vez en mucho tiempo, ella no soñó con la muerte.
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CAPÍTULO DIECISIETE

Jessie caminó hacia la ventana y apartó la cortina a un lado, aunque no se veía


nada fuera en la oscuridad. A juzgar por el ruido de los hombres en la calle, ellas
no eran las únicas que estaban despiertas- Dios, Kate, no sé cómo voy a dormir
esta noche. Habría sido mejor que te hubieras quedado con tus padres.
- No, no lo sería -dijo Kate serenamente mientras se agachaba para apagar la
lámpara de aceite antes de desabrocharse el vestido y sacarlo por encima de su
cabeza, dejando sólo su enagua y sus medias. Se sentó en el borde de la cama
para quitarse la ropa interior- Estaría despierta preocupándome por ti y tú, sin
duda, estarías haciendo lo mismo que estás haciendo ahora, y ninguna de las dos
podríamos hacer nada para cambiar lo que ha pasado.
- Kate, Yo...-la protesta murió en los labios de Jessie cuando vio a Kate
deslizándose desnuda bajo las ásperas sábanas de algodón. Turbada, pero de una
forma completamente distinta a como lo estaba segundos antes, se apoyó en el
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marco de la ventana con los brazos cruzados- Ahora mismo podrías estar a salvo,
en casa en vez de estar en una incómoda cama en un hotel ruidoso.
- Jessie -dijo Kate suavemente- Estaría en cualquier lugar en medio de la
noche. Ha sido duro, he estado preocupada por ti durante días y te he echado
terriblemente de menos. No entiendo cómo puedes pensar que iba a dejarte
dormir sola -dio unas palmaditas en las cama a su lado- Sé que estás agotada y
asustada por Jed, y por eso te preguntas que hago aquí. Pero por ahora,
simplemente acepta que te necesito.
- ¿Tú me necesitas? -Jessie repitió las palabras como si hubieran sido
pronunciadas en un idioma extranjero- Algunas veces me da miedo lo mucho
que yo te necesito -como había hecho la primera tarde que Kate había pasado
con ella, Jessie cruzó la habitación en dirección a la cama, desabotonándose la
camisa mientras andaba. Como hizo ese día también, se desabrochó la pistolera
y la colgó en el poste de la cama.
- Te amo -dijo Kate mirando a Jessie desabrocharse los pantalones y librarse
de ellos, maravillándose, tal y como lo hizo hace hacía poco más de un año, de lo
hermosa y fuerte que parecía. Se movió para dejar espacio mientras Jessie se
desprendía de los calzoncillos largos y se acomodaba a su lado- Y te necesito
terriblemente. Está todo incluido en lo que compartimos.
Jessie tomó a Kate en sus brazos y enterró la cara en su pelo. Se quedó
tumbada, en silencio, mientras Kate acariciaba su espalda y sus hombros y su
pecho. Aspiró el perfume de Kate, escuchó el latido de su corazón, se concentró
en cada punto donde sus cuerpos se tocaban.
A medida que la esencia de Kate la llenaba por dentro, sintió como sus
moratones y sus heridas comenzaban a curarse. No fue consciente de sus
lágrimas hasta que los dedos de Kate acariciaron suavemente su mejilla.
- Cuéntamelo -susurró Kate.
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- Cuando comenzaron a disparar no podía creerlo. Sabía lo que estaba


pasando pero no lo podía asimilarlo. Estaban tratando de matarme,…en mi
propia tierra.
El corazón de Kate fue presa de un frío repentino. Conocía por propia
experiencia los peligros que la naturaleza y la mala suerte podían hacer sobre los
ingenuos o los desgraciados. Había aprendido a aceptar esa parte de la vida que
había escogido. Ahora debía añadir la traición humana a las fuerzas que
amenazaban a Jessie y a su vida juntas. La ira se mezcló con el miedo y la
preocupación.
- ¿Podrás atraparlos?
- No lo sé. Si sólo robaron unos cuantos para venderlos al ejército o a una
caravana, a estas horas podrían estar a cientos de millas de distancia. Si tienen la
intención de llevarse una parte importante de la manada y conducirla hacia el sur
para venderlos, entonces volveremos a verlos.
- ¿Y si eso sucede, que harás?
Jessie contestó instantáneamente- Entonces les haremos pagar por lo que le
hicieron a Jed.
- No debes ir allí sin más hombres.
- No te preocupes, no faltarán voluntarios para ir.
- Nada de lo que pueda decirte impedirá que vayas, ¿verdad?
- No me pidas eso, Kate. Sabes que haría cualquier cosa para hacerte feliz,
pero...
Kate presionó sus dedos sobre la boca de Jessie- Shh... no te lo estoy pidiendo.
Nunca lo haría. Por mucho que me gustara que te quedaras en casa, a salvo, y
que dejaras que Jed y los hombres se encargaran de estos problemas, sé que tú no
podrías. Y también sé que intentarías hacerlo si te lo pidiera -se acercó y besó la
frente Jessie y después sus ojos- Por eso no lo haré.
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- Gracias -susurró Jessie.


Kate dudaba de que Jessie supiera alguna vez cuanto le había costado decir
esas palabras, pero amar a Jessie significaba dejarla ser Jessie, por lo que Kate la
besó suavemente y la abrazó con más fuerza- De nada.
Jessie se apoyó sobre un codo para poder ver la cara de Kate- Tu madre estaba
diferente conmigo esta noche. Casi como... si estuviera diciendo que está bien.
Lo nuestro...
- Está bien, cariño -murmuró Kate, pasando sus manos por el pelo de Jessie.
Hacía rato que Jessie se había quitado la tira de cuero que normalmente utilizaba
para dominarlo y se arremolinaba justo por encima del cuello de su camisa. De
día, a la luz del sol, brillaba como el oro que los mineros buscaban en las colinas
y los ríos que los rodeaban, pero entre sus dedos se derramaba como la seda más
fina.
Atrapada por la visión de su amante bajo la luz del sol, Kate empujó a Jessie
hasta ponerla de espaldas y la siguió. Se estiró a lo largo del cuerpo suave y
delgado de Jessie, acomodándose sobre ella, cuerpo contra cuerpo y corazón
contra corazón.
- Kate -jadeó Jessie con voz ronca- No sé si voy a poder…
- No tienes que hacer nada -Kate besó la boca de Jessie, su garganta, su pecho-
Yo lo haré.
Con un gemido, Jessie cerró los ojos y se arqueó debajo de Kate, dispuesta a
ceder el control. Las manos de Kate eran las únicas en las que confiaba para
controlarla.
Kate era la única persona con quien podía mostrarse menos fuerte, menos
segura. Se estremeció cuando Kate colmó de atenciones sus pechos, su vientre,
sus muslos. Gritó suavemente cuando la boca de Kate la encontró y otra vez
cuando se fundió en la calidez y la ternura de la incesante caricia de Kate.
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Cuándo Kate regresó a sus brazos, Jessie escondió su cara en el cuello de Kate-
Cuando me amas, no tengo miedo de nada.
Kate cogió el rostro de Jessie entre sus manos, acariciando suavemente sus
pómulos y su mandíbula antes de besarla tiernamente- Tú eres mi hogar -besó el
pecho de Jessie por encima de su corazón- Ésta es mi vida -sonrió y negó con la
cabeza- Supongo que ser obstinada es la otra cara de ser fuerte, y tú eres mucho
de ambas cosas.
Jessie sonrió abiertamente y levantó sus caderas, rodando sobre Kate. Pasó su
dedo por el centro del pecho de Kate- Diría que estamos bastante iguales en eso.
Tú eras la única que tenía un arma en su bolsa, dispuesta a acabar con esa
serpiente en el Nugget.
- Eso sólo demuestra que tengo sentido común -contestó Kate modestamente.
Aguantó la respiración entrecortada mientras los dedos de Jessie se deslizaban
hacia abajo, bailando entre sus muslos. Agarró firmemente el brazo de Jessie
mientras un estremecimiento de excitación la atravesó como un relámpago-
Echo de menos dormir contigo cuando estás en la montaña.
- Tengo cuidado, Kate -susurró Jessie, bajando lentamente por el cuerpo de
Kate. Descansó su mejilla sobre el estómago de Kate y miró hacia arriba,
contemplando la cara de Kate a la luz de la luna.
- Siempre tengo cuidado porque quiero volver a ti.
- Prométeme que siempre lo harás -dijo Kate casi sin aliento.
- Lo haré. Siempre -Jessie entró en su interior, con la alegría de un viajero
perdido que regresa a casa. Lentamente al principio, después, cuando la pasión
eclipsó al milagro, con movimientos más profundos, más exigentes, llevó a Kate
al clímax. Cuando cesaron los plácidos gemidos de satisfacción de Kate, Jessie
salió lentamente para abrazarla otra vez- Cuando me despierto por la mañana y
te veo durmiendo junto a mí, pienso que no puedo amarte más. Cuando miro a
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través del patio y te veo en el porche, llevando agua o amontonando leña o


cualquiera de las docenas de cosas que haces, pienso que no puedo amarte más.
Cuando estoy contigo como ahora, cuando me has tocado en los lugares que
nadie más ve, y has dejado que yo te toque de la misma manera, pienso que no
puedo amarte más -besó la punta de la barbilla de Kate, luego sus labios- Pero
cada día te amo más.
Kate puso sus brazos alrededor de los hombros de Jessie y tiró de ella hacia
abajo abrazándola estrechamente. Con su boca pegada al oído de Jessie, susurró
con fiereza- Tú eres mi corazón. Te amo.
- Tan pronto como Jed pueda viajar sin riesgo, me gustaría llevarlo de vuelta
al Rising Star -dijo Jessie- Quiero que sea atendido por sus amigos.
- Por supuesto. Estoy segura de que puedo encargarme de cualquier cosa que
sea necesario.
Jessie negó con la cabeza- No te pido que hagas eso. Yo puedo...
- Tú puedes, y lo harás. Pero no sola -Kate le dio a Jessie un pequeño
empujón- Demonios, ¿no habíamos tenido ya está conversación hace dos
semanas?
Jessie sonrió y se acurrucó contra el hombro de Kate- Puede que tengamos
que tenerla algunas veces más.
- Tantas como sea necesario-dijo Kate medio dormida- Vamos a dormir,
cariño.
- Me levantaré temprano. Intentaré no despertarte.
Suavemente, Kate se rió- Siempre dices eso, pero siempre sé cuándo te vas.
Jessie sonrió- Me alegro.
- Y yo.


Radclyffe Promising Hearts

El sonido de un disparo hizo que Vance se incorporara bruscamente. Cuando


sonó el segundo, esta vez más cerca, ella se lanzó sobre el soldado herido a su
lado- ¡Quédate Abajo!
El enemigo está disparando. El suelo temblaba por la fuerza de las balas de
cañón incrustándose en su superficie, y una lluvia de tierra desmenuzada cayó
sobre ella, un aguacero mortífero de barro y sangre. Ella gimió mientras el fuego
abrasaba su carne, y presionó el cuerpo debajo con más la fuerza.
- Vance, ¿qué pasa? -gritó Mae, se había despertado de un sueño pesado al oír
los gritos de Vance. Empujó, por instinto, el peso que la inmovilizaba sobre la
cama, entonces se detuvo al percatarse de que podría lastimar a Vance sin darse
cuenta. En lugar de eso, se obligó a quedarse inmóvil y acarició la espalda de
Vance. Acunó la cabeza de Vance contra sus pechos y se asustó al ver que el
pelo de Vance estaba empapado por el sudor y su cuello estaba helado- Oh,
cariño, está bien. Es fuera. Algún tonto está disparando fuera en la calle.
- Disparos -dijo Vance angustiosamente- Alguien está disparando.
- Es fuera -repitió Mae. La habitación estaba ligeramente iluminada, así es que
debía faltar poco para el amanecer. Cogió la barbilla de Vance con su mano y
obligó a Vance a mirarla. Esperó a que los ojos oscuros de Vance se enfocaran y
se fijaran en su cara- Nadie nos dispara. Estamos a salvo. Estás bien.
Vance fruncido el ceño, esforzándose por orientarse mientras los recuerdos de
la tarde anterior volvían a su mente y se dio cuenta de dónde estaba. Entonces
fue consciente, extremadamente consciente de donde estaba... completamente
desnuda encima del cuerpo de Mae… igualmente desnudo. Se quitó de encima y
se quedó sobre su espalda. Su pecho se movía agitado por los restos de su
pesadilla y por una clase completamente distinta de excitación. Nunca había
experimentado contacto de otro cuerpo a todo lo largo del suyo propio, y Mae
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era exuberante, cálida y…excitante.


- ¿Estás conmigo ahora? -Mae preguntó mientras trataba de encontrar la mano
de Vance. De repente sintió una punzada de dolor en su corazón al darse cuenta
de que estaba tumbada al lado izquierdo de Vance y no había mano que
encontrar. Se acercó más todavía y pasó su brazo sobre el cuerpo rígido de
Vance hasta que pudo entrelazar sus dedos- Vance, ¿cariño?
- ¿Ves porqué no debería dormir contigo? -dijo Vance furiosa, obligando a
cada palabra a pasar por el nudo que sentía en su garganta- Podría hacerte daño.
- He sido yo la que casi te lastima -puntualizó Mae con lo que pensaba que era
un tono razonable y teniendo en cuenta la oleada de miedo que la atravesaba por
las palabras de Vance. Había pasado mucho tiempo desde que alguien la había
asustado. Lastimar su cuerpo, puede, pero no su corazón. Acarició la cara de
Vance- No estoy herida.
Vance apartó la mirada- Pero podrías estarlo. Algunas veces hago cosas en
mis sueños -se rió sarcásticamente- Una noche rompí una lámpara antigua y me
costó mucho trabajo explicárselo a mi padre a la mañana siguiente.
- No soy porcelana china, y no me rompo fácilmente.
- No se trata de eso, Mae -Vance retiró su mano de la de Mae y se incorporó en
la cama- Soy yo la que está rota. No tengo nada que hacer aquí.
- ¿Qué es lo que crees que necesito, Vance? -dijo Mae con voz acalorada. Se
incorporó también, sin importarle que la sábana se deslizara dejando su cuerpo
desnudo al descubierto- No te he pedido que cuides de mí. He estado
cuidándome sola durante mucho tiempo.
- Y yo no te pido que te preocupes por mí -Vance pasó sus piernas por el lado
de la cama, esperando sentirse más centrada antes de ponerse de pie.
- Por Dios -suspiró Mae- No estoy proponiendo…. Lo que tenía en mente era
compartir un poco de alivio y un poco de placer.
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Vance no dijo nada, porque sabía que sería mucho más que eso para ella- Te
lo agradezco -Se puso de pie y escudriñó la habitación, tratando de recordar
donde había dejado sus pantalones- Debería ir hasta la consulta para averiguar
sobre Jed. No debería haber dejado solo a Caleb allí toda la noche.
- Solo han sido unas pocas horas -puntualizó Mae mientras se levantaba y se
ponía su túnica- Y tú necesitabas algo de descanso.
- Lamento haber perturbado el tuyo -Vance se puso encima su camisa y
comenzó a abrocharse los botones.
- No lo hiciste -Mae apartó a un lado la mano de Vance y abotonó su camisa-
Ahora he visto como son tus ataques. Despierta y dormida. ¿Son siempre así de
malos?
- No -Vance miró por detrás de Mae hacia la luz mortecina que entraba por la
ventana, sintiéndose igual en su interior. Exhausta y desolada- Algunas veces
son peores.
La sola idea de ser visitada por tales horrores hizo que las lágrimas afloraran a
los ojos de Mae, pero parpadeó rápidamente, con la seguridad de que sólo
lastimarían el espíritu ya herido de Vance- No parece tan terrible para mí.
Vance sonrió con desgana- Creo que nunca he conocido a nadie como tú.
Mae inclinó la cabeza hacia atrás y miró fijamente a Vance- Lo tomaré como
un cumplido ya que pareces un poco escasa de ellos ahora mismo.
- No sé por qué te preocupas por mí.
- Sé que tú no lo haces -Mae depósito un suave beso en la boca de Vance-
Probablemente lo hago por eso.
- Necesito ir a ver a Jed.
- Y yo necesito asegurarme de que aquí todo el mundo está bien.
Mae pasó sus manos sobre la pechera de Vance- Me gustó como me sentí
contigo en mi cama anoche. Quiero que vuelvas.
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- Eres una mujer hermosa -Vance jugueteó con sus dedos ligeramente sobre el
cuello de Mae y debajo del borde de su túnica rozando su clavícula- Una Mujer
amable y tierna.
- Vance...
- Shh… -Vance se apartó, dejando caer la mano sobre su costado- Me gustó
como me sentí en tu cama anoche. Me gustaba volver, algún día cuando no esté
vacía por dentro. Cuando haya algo que pueda ofrecerte.
- Tal vez ya lo hay -susurró Mae- Es solo que no puedes verlo.
Vance asintió con la cabeza seriamente mientras recogía su abrigo- Tal vez
tengas razón. Espero que la tengas.
- No te alejes solo porque no sabes cómo resultará -dijo Mae mientras Vance
caminaba hacia la puerta- Hay algunas cosas que solo se aprenden haciéndolas.
- Creo que no soy tan valiente como tú, Mae -Vance negó con la cabeza- De
hecho, tengo la seguridad de que no lo soy -miró por encima su hombro mientras
trataba de alcanzar el pomo de la puerta- Perdí algo más que mi brazo.
- No sé cuánto tiempo será necesario para que esos horrores desaparezcan, si
es que lo hacen -dijo Mae dijo, resistiendo el deseo de ir hacia ella e impedir que
se fuera- Pero sé que tú no perdiste lo mejor de ti. Deberías confiar en mí
respecto a eso por una vez.
Vance accionó el pomo pero no salió- Tú me haces desear cosas de las que he
aprendido a prescindir.
- Prescindir de ellas y no desearlas son cosas diferentes.
- Sí -Vance abrió la puerta y salió al pasillo- Buenas noches, Mae.
Mae se sentó en el borde de la cama mientras se cerraba la puerta. Apoyó su
cabeza contra el poste de la cama y cerró los ojos, recordando cómo era sentir a
Vance en sus brazos. ¿Y qué debo hacer yo con las cosas que tú me has hecho
querer?
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CAPÍTULO DIECIOCHO

Vance encontró a Caleb dormido en el despacho del consultorio, con los pies
apoyados sobre el escritorio. Cerró la puerta tras ella, despacio, y se dirigió al
dispensario en la parte de atrás.
- Todavía no ha recuperado el conocimiento -dijo Caleb sin abrir los ojos.
- Yo me quedaré con él ahora. Tú vete a casa.
Caleb bajó los pies del escritorio, su sillón chirrió al vencer su peso hacia
delante. Se frotó con desgana la incipiente barba en su barbilla- Debe ser hora de
levantarse.
- Son casi las seis -Vance señaló con su cabeza hacia la parte de atrás- Si
duermes unas horas, luego puedes relevarme aquí y yo puedo salir a atender las
consultas.
- Ayer pasaste la mayor parte del día a caballo, ¿verdad?
Vance vaciló un segundo. Los acontecimientos del día anterior parecían estar
muy lejanos en el tiempo- Sí. Pero no hay razón que no pueda volver a hacerlo.
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- No estaba completamente seguro de necesitar ayuda aquí hasta que llegaste


-dijo Caleb poniéndose de pie y desperezándose- Ahora me doy cuenta de que
había muchas cosas que no se hacían por que no tenía tiempo para hacerlas.
Muchas personas estarán mucho mejor porque al menos uno de nosotros podrá
atenderlas más a menudo. Ahora que somos socios, deberíamos compartir el
trabajo.
- Aún tiene que pasar algo más de tiempo para que me gane ese derecho -dijo
Vance en voz baja.
- Aquí las cosas son más simples de lo que supongo que estás acostumbrada.
Tú estás aquí, estás haciendo un buen trabajo, y necesito que continúes
haciéndolo. Eso es todo lo que necesito para saber cómo deberían ser las cosas.
Con una sacudida de su cabeza, Vance dijo- No sé si llamar a tu forma de
pensar simple, práctica o, quizás, honesta.
Caleb se encogió de hombros- La cuestión es que la vida es demasiado corta
como para perder el tiempo pensando en cómo vivirla. Es mejor hacerlo,
simplemente.
Vance pensó en las palabras de despedida de Mae y se preguntó si ella en
realidad tenía miedo de vivir. Nunca había pensado en eso antes, en realidad,
nunca consideró sus opciones. El mundo era blanco o negro y ella sabía cuál era
su lugar en él. Ahora, con Víctor ausente, estaba sola como nunca antes lo había
estado. Había perdido su casa, a su mejor amigo, su integridad, todo en menos de
un año. En el camino, también se había perdido a sí misma. Suspiró- Será mejor
que vaya a verlo.
- Me iré a casa un rato. A ver a mi esposa y comer algo -Caleb cogió su
sombrero y su abrigo- Si surge algo, envía a alguien a buscarme.
- Lo haré. Gracias.
Él la miró con curiosidad- ¿Por qué?
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- Por darme esta oportunidad.


- Solo puedo decir que no he hecho nada más que reconocer un buen trato
cuando lo veo. Si es algo más para ti, es cosa tuya -se encogió de hombros- Si
piensas en ello, todo el mundo está aquí buscando otra oportunidad.
Vance sonrió- Entonces supongo que no soy tan diferente.
- Nop -dijo Caleb mientras abría la puerta principal e inspiraba
profundamente el aire frío de la mañana- No, no eres muy diferente en lo
esencial. Hasta luego, Vance.
- Buenos días, Caleb -cuando la puerta cerró detrás de él, Vance abrió la
puerta interior y entró en la oscura trastienda. El aire olía a medicamentos, a
alcohol y a caballo. El olor de muerte y descomposición que era omnipresente en
el hospital de campaña durante la guerra no estaba. Cuando se acercó a la cama
donde yacía Jed cubierto por una manta ligera, vio moverse sus párpados.
Rápidamente, le puso la mano en el hombro, esperando que despertara.
- Jed -dijo firmemente, con la esperanza de penetrar en su mente embotada por
la medicación y el dolor- Estás en casa del Doctor Melbourne. Has recibido un
disparo, Jed, pero aún estás entre los vivos.
Lentamente, Jed abrió los ojos, parpadeando rápidamente. Se agarró a la
manta, como si pudiera protegerle de un mal mayor. Tosió y gimió levemente.
- Soy la Dra. Phelps. Ahora estás en la consulta del Dr. Melbourne. Sacamos
la bala anoche. Lo estás haciendo muy bien.
- ¿Dónde está Jess?
La pregunta cogió desprevenida a Vance y se esforzó por entender. No había
prestado ninguna atención a los otros vaqueros que estaban reunidos cerca de la
consulta cuando había llegado la noche anterior- No conoz…-Jed apartó la
manta y luchó por sentarse.
- Quieto…, no intentes levantarte.
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La leve presión de la mano de Vance en el hombro de Jed le impidió


levantarse. Frunciendo el ceño, él se apartó con desasosiego, intentando librarse
de la sujeción- ¿Está herida? ¿La trajeron, también? Quiero verla.
Ella. Vance asintió con la cabeza entendiendo, recordando a Kate con la rubia
alta y delgada la noche anterior. Entonces recordó dónde había visto por primera
vez al insólito vaquero... el día que llegó a la ciudad habían intercambiado unas
pocas palabras en la calle. Así que esa era Jessie. La Jessie de Kate,
aparentemente, si la obvia intimidad entre ellas significaba algo. La noche que
acompañó a Kate a casa, ella le había dicho que había encontrado el amor en
New Hope. El amor por Jessie. Vance se sintió embargada por una oleada de
admiración mezclada con un poquito de envidia. Esta tierra efectivamente estaba
llena de posibilidades.
- Jessie está bien -dijo Vance enérgicamente- Imagino que estará aquí en
cualquier momento. Voy a darte algo para el dolor y no me digas que no lo
necesitas.
Jed cerró los ojos- No pensaba hacerlo.
- Esto no hará que el dolor desaparezca -dijo Vance mientras abría la botellita
de láudano- Un exceso de esto y cambiarás una desgracia por otra.
- No quiero demasiado.
- No tienes por qué preocuparte. Tendré cuidado -apoyó la cuchara sobre sus
labios y cuándo abrió la boca un poco vertió el líquido sobre su lengua. Ella
podía recordar el sabor ligeramente amargo y la reconfortante calidez corriendo
rápidamente por su torrente sanguíneo, relajando sus músculos, mitigando su
dolor, y culminado en un feliz estado de amnesia. De vez en cuando todavía
sucumbía a la necesidad de escapar, pero lo único que se permitía a sí misma era
una botella de whisky. El alcohol era algo mucho más fácil de superar al día
siguiente- Relájate y duerme.
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Cuando estuvo segura de que Jed estaba descansando cómodamente, regresó


al despacho, dejando entreabierta la puerta contigua. Se acomodó en el sillón de
Caleb, colocó sus pies sobre el escritorio en el mismo lugar lleno de rozaduras
donde, obviamente, él lo hacía con asiduidad y cerró los ojos. No esperaba
dormirse, normalmente solo podía sumirse en un ligero sopor.
El sonido sordo de los tacones de unas botas resonando en el suelo de madera,
hizo que se pusiera de pie de un salto echando mano de su revólver.
- Whoa…espera -exclamó Jessie, parándose bruscamente. Reconoció a la
doctora pero, por el fuego salvaje en sus ojos, se podría decir que había estado en
cualquier otra parte unos segundos antes, e incluso no parecía ser totalmente
consciente de donde se encontraba ahora mismo- Soy Jessie Forbes. Y ese que
está ahí es amigo mío. He venido a verle.
- Me acuerdo de ti -Vance inspiró profundamente y se centró en el presente. A
juzgar por la luz del sol visible a través de las ventanas de la fachada, había
dormido como mínimo una hora, si no más. No podía recordar lo que había
soñado, lo cual era raro- Probablemente estará dormido, pero preguntó por ti
antes.
Los ojos de Jessie se iluminaron-. ¿Estaba despierto?
- Durante un minuto, poco más o menos.
- ¿Así que se pondrá bien?
Vance caminó hacia la puerta del dispensario y la cerró- No lo sé. La bala
salió limpia pero la herida es profunda. Perdió mucha sangre.
Jessie palideció y se puso rígida, como si se preparara para una pelea. Estudió
a la delgada y morena doctora con mirada escrutadora, intentando formarse una
opinión sobre ella. Observó que su mano se había relajado y se había alejado de
la cartuchera. Se había despertado preparada para pelear, lo cual quería decir que
no era la primera vez. Jessie la respetó por eso. Su brazo amputado también
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decía mucho de ella. Heridas como esas habrían acabado con la mayoría de los
hombres. Así que ella era fuerte y resistente. Jessie decidió que eso era todo lo
que necesitaba saber- ¿Qué más?
- Tiene a su favor -continuó Vance- que parece ser un luchador.
Jessie sonrió con ironía- No querría enfrentarme a él.
- Eso es bueno. Necesitará ser fuerte -Vance apoyó la cadera en el borde de la
mesa- Pasarán algunas semanas antes de que esté en condiciones de levantarse,
si las cosas van bien. Y un par más antes de que pueda casados antes de que
pueda montar a caballo.
- ¿Cuándo podremos trasladarlo al rancho?
- Sería mejor que se quedara en la ciudad. Sería más fácil para mí o para el Dr.
Melbourne visitarlo, y será necesario hacerle curas.
- Mae estaría dispuesta a cuidar de él aquí -dijo Jessie- Ella ya lo ha hecho
antes. Lo hizo conmigo. Aún así, estaría más tranquila si él estuviese en el
Rising Star.
- No sabía que Mae hacía ese tipo de cosas -dijo Vance en voz baja.
- No hay mucho que Mae no sepa hacer, y nada que no hiciera por un amigo.
Vance notó la admiración y el afecto en la voz de Jessie y sintió una punzada
de celos. Jessie Forbes parecía ser todo lo que Vance había sido una vez...
completamente segura de sí misma, fuerte y capaz, dueña de su propia vida.
También era una mujer atractiva, de ojos claros, y bien formada. Vance podía
ver a Mae coqueteando con ella, a Mae con sus brazos alrededor de esos fuertes
hombros, riéndose...
- ¿Puedo verle ahora? -preguntó Jessie.
- Sí -contestó Vance rápidamente, apartando las dolorosas imágenes de su
mente- Por supuesto.
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- ¡Mae! -gritó Kate cuando reconoció a su amiga cruzando la calle hacia el


hotel. Se apresuró a bajar de la acera de tablones yendo hacia ella.
-Has llegado temprano a la ciudad -dijo Mae, levantando sus faldas para subir
los dos escalones hasta la pasarela elevada que discurría frente a los edificios.
- Jessie y yo nos hospedamos en el hotel anoche. Jessie ha sido a ver a Jed. Iba
hacia oficina del periódico para ver si mi padre ha llegado ya al trabajo -Kate
pasó su brazo alrededor de la cintura de Mae- He tenido suerte al encontrarme
contigo.
- No suelo estar levantada tan temprano -dijo Mae irónicamente- Pero ya que
lo estoy había pensado desayunar en el hotel.
- Oh, vamos. No pude retener a Jessie el tiempo suficiente como para comer
algo. Lo único que quería hacer era ir a ver a Jed. Después iba a devolver el
carruaje que nos prestaron anoche y volver para encontrarse conmigo aquí.
- Imagino que sentirá hambre una vez haya aliviado su preocupación -Mae
hizo una pausa mientras se acercaban al hotel- ¿De verdad no estás preocupada
por los rumores que habrá sobre nosotras?
Kate se detuvo y miró a Mae con seriedad- Por supuesto que no lo estoy. Tú
eres mi mejor amiga.
- Válgame Dios, Kate -dijo Mae- Eres tan terca como Jessie. Solo que tú lo
disimulas mejor.
Riéndose, Kate arrastró a Mae al interior- Menos mal que lo soy, porque entre
Jessie tú me dais mucha guerra.
Cruzaron el vestíbulo vacío, excepto por varias sillas y sofás usados, hacia el
comedor que estaba en un lado. Para sorpresa de Kate, Rose Mason y su madre
estaban sentadas en una de las mesas pequeñas disfrutando de un té con galletas.
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La cara de Rose se iluminó cuando las vio, pero Clarissa Mason las miró con un
evidente gesto de desaprobación.
- ¡Kate! -exclamó Rose, haciendo gestos con las manos- Ven a sentarte con
nosotras.
Kate vio a Clarissa inclinarse hacia su hija y susurrarle al oído, con cierta
urgencia, lo que Kate supuso era una advertencia de desaprobación. Reprimió
una sonrisa de satisfacción al pensar en el desasosiego de Clarissa Mason pero,
no obstante, Kate negó con la cabeza. No deseaba exponer a Mae a una situación
en la que se sentiría incómoda- Gracias, pero no querríamos molestar.
- Estábamos a punto de irnos -dijo Clarissa Mason ligeramente crispada.
- Oh, Mamá -objetó Rose- Sabes que Anna dijo que ella no estaría lista para
nuestra prueba por lo menos en una hora -Mientras Kate y Mae se dirigían a una
mesa próxima, Rose añadió- Nos estamos haciendo algunos vestidos con
algunas de las telas que trajimos de Denver. Serán a la última moda.
- Eso es maravilloso -Kate lo dijo con lo que, esperaba que fuese la cantidad
justa de entusiasmo dijese con lo que ella esperó fue un grado apropiado de
entusiasmo. Pensó en sus planes para ajustar su ropa para adaptarla a sus nuevas
actividades en el rancho y lo horrorizada que estaría Rose con el resultado.
Cuánto había cambiado su vida desde que llegara a New Hope y encontrara a
Jessie. Y se encontrara a sí misma. Aunque nunca había estado tan interesada en
la moda y las relaciones sociales como lo habían estado sus amigas, ahora
encontraba esas inquietudes frívolas en grado sumo.
- Ve por delante, Mama. Sé que quieres hablar con Mrs. Frankel en la tienda.
Tomaré el té con Kate y... -Rose se quedó mirando a Mae con interés.
- Disculpa por mis malos modales -dijo Kate, volviéndose un momento para
pedir té y galletas al niño que había salido de la cocina para preguntar. Sonrió a
Rose, que se apresuró a unirse a ellas a pesar del cacareo de desaprobación de su
Radclyffe Promising Hearts

madre- Ésta es mi amiga Mae.


- Hola -dijo Mae.
- Encantada de conocerte -contestó Rose mientras se sentaba en la mesa que
habían elegido Kate y Mae.
- Igualmente -dijo Mae levantando una ceja elegantemente.
Clarissa Mason se detuvo junto a la mesa el tiempo justo para dedicarle a su
hija una mirada gélida, después dijo con serenidad- No tardes demasiado.
Tenemos muchas cosas que hacer esta mañana antes de ir a tomar el té con los
Miller.
- Estaré allí pronto -dijo Rose. Tan pronto como desapareció su madre, Rose
se inclinó hacia adelante con complicidad- Oí que anoche hubo movimiento en
casa de Doc Melbourne -echó una mirada a Kate- ¿Es cierto que dispararon a
alguien del Rising Star?
- Sí -contestó Kate en voz baja- A nuestro capataz, Jed.
- ¿Se encargó Vance de él?
Mae no se perdió el énfasis que Rose puso al pronunciar el nombre de Vance.
Entrecerró sus ojos y la estudió cuidadosamente. Rose se parecía mucho a las
jovencitas con las que se había criado, hijas de familias privilegiadas que se
rebelaban contra las restricciones que les eran impuestas, tomándose a la ligera
situaciones que consideraban peligrosas o excitantes. Algunas veces eso se
reflejaba en relaciones románticas con hombres que sus padres encontrarían
inapropiados. Podía ver que Vance, siendo tan diferente de cualquiera de las
mujeres u hombres con quienes Rose estaba familiarizada, le parecería
emocionante y misteriosa. Vance era, sin duda, lo suficientemente atractiva
como para llamar la atención de cualquier mujer aunque solo fuera por el
reconocimiento puro y simple de la belleza. Se preguntó si la mujer por la que
Vance había dicho sentirse atraída en la escuela de medicina se parecería algo a
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Rose, encantadoramente delicada e, indudablemente, ansiosamente apasionada.


Apartó ese pensamiento de su mente, porque visualizar a Vance con Rose o con
cualquier otra mujer, era más de lo que ella podía soportar, aún en las mejores
condiciones. Después de una noche agitada y habiendo dormido muy poco,
probablemente estaba cerca de estar peligrosamente malhumorada.
- Sí, lo hizo. Estuvo fantástica -Kate se entusiasmó- Nunca he visto nada
parecido.
- Creo que deberíamos hacer algo así como una fiesta de bienvenida para ella,
¿no crees? -dijo Rose- Después de todo, ella es un nuevo miembro, de mucha
importancia, de nuestra comunidad. Pienso que deberíamos hacerle saber lo
mucho que la apreciamos.
Kate miró rápidamente a Mae, cuya expresión sugería que estaba
contemplando seriamente usar la violencia- Estoy segura de que la Dra. Phelps
lo apreciaría. En este momento, imagino que estará muy ocupada haciéndose
cargo de Jed y de sus otras responsabilidades.
- ¿Se quedará Jed aquí, en la ciudad, hasta que se recupere? -preguntó Rose.
Kate negó con la cabeza- No, Jessie quiere llevárselo al rancho tan pronto
como sea posible.
- Vas a necesitar ayuda para cuidar de él -dijo Rose- Estoy segura mi madre
me daría permiso para ayudarte. Después de todo, es de buenos vecinos ayu...
- Es muy amable por tu parte -dijo Mae rotundamente- Ya me he ofrecido a
echarle una mano a Kate, y tengo mucha experiencia en ello.
- Oh -Rose pareció abatida y después de unos segundos volvió a ponerse de
buen humor- Bueno, estoy segura de que necesitarás que se preparé algo de
comida extra y cosas por el estilo. Me aseguraré de llevarte algo.
- Eso sería muy considerado -dijo Kate, con cuidado de no mirar a Mae. No
estaría bien reírse.
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- Pues bien -dijo Rose dicho, levantándose- Debería irme antes de que mi
madre se disguste -ella le sonrió a Mae- Ha sido muy agradable conocerte.
A Mae le resultaba difícil no encontrar agradable su inocente cordialidad y
sonrió a pesar de la imagen persistente de Rose derramando sus considerables
encantos sobre Vance- Lo mismo digo.
Kate esperó un momento, hasta que Rose estuvo lo suficientemente lejos
como para no oírla, entonces dijo- Realmente no tienes que venir al rancho a
ayudar con Jed.
- No me importa -Mae sorbió el té que había sido servido mientras Rose había
estado intrigando para encontrar la manera de ver a Vance- Es un trabajo duro.
- No me da miedo.
- Lo sé, pero podría enseñarte algunas cosas.
Kate asintió con la cabeza- Te lo agradecería. Y sabes que siempre eres
bienvenida en el rancho, sin necesidad de un motivo -Kate trató de alcanzar una
galleta y sonrió abiertamente a Mae- Rose está muy intrigada con Vance.
-Ya lo he notado.
- Vance es impresionante.
- También he notado eso.
- Pensé que quizás lo habrías hecho -Kate se puso seria de repente- Creo que
es absolutamente admirable.
- Yo también -dijo Mae suavemente.
- Bien, entonces será bueno que vengas al rancho a ayudar con Jed.
- Me pregunto cuando le permitirá Vance a Jessie llevarlo a casa.
Kate miró hacia el otro lado de la habitación- ¿Por qué no le preguntamos a
ella?
Mae miró por encima de su hombro y vio a Vance y a Jessie acercándose. Era
la primera vez las veía juntas. Eran tan diferentes como la noche y el día, Jessie
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resplandeciente como el oro y deslumbrantemente poderosa, Vance morena,


oscura y amenazadoramente poderosa. Eran iguales, y sin embargo,
completamente diferentes. Y eran dolorosamente hermosas- Oh Dios….
- Sí -murmuró Kate- Siempre pensé que Jessie era… simplemente Jessie. Pero
es más que eso, ¿verdad?
- Creo que sí -dijo Mae.
- Es algo asombroso.
- Sí -Mae sonrió a Vance, que estaba de pie al lado de su silla- Sí, lo es.
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CAPÍTULO DIECINUEVE

- Hola -dijo Mae, reparando, a la luz del día, en las sombras de cansancio bajo
los ojos de Vance. Se preguntó si alguna vez llegaría el día en el que esas
sombras desaparecerían.
- Buenos días -Vance saludado con la cabeza a Kate cuando se percató de su
presencia junto a Mae. Observó con aire ausente la mirada de cariño manifiesto
que Kate le dedicó a Jessie, pero su atención estaba completamente centrada en
Mae.
Cuando se habían separado, unas horas antes, Mae tenía el pelo alborotado
por el sueño. Estaba hermosa, como lo estaban las mujeres cuando se mostraban
en su estado natural.
Ahora, iba vestida con un vestido azul noche que era considerablemente
menos revelador que los que llevaba puestos por las tardes, pero no estaba
menos espectacular. Su pelo estaba recogido en un moño alto y se sujetaba con
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peinetas delicadas. Mechones dorados caían libres aquí y allá. Sus manos se
veían sin adornos, excepto por un solo anillo de esmeraldas en su dedo anular.
Sus manos eran delicadas y pequeñas, y Vance fue inmediatamente asaltada por
el recuerdo de esos dedos rozando sus pechos.
Sin darse cuenta, cerró con fuerza su puño sobre la mesa, con el cuerpo
estremecido por la tensión.
- ¿Cómo está Jed? -preguntó Kate, pasando su mano por el brazo de Jessie
mientras su amante se sentaba a su lado.
- Haciéndolo tan bien como cabe esperar -Jessie inclinó su barbilla hacia
Vance- Gracias a la doctora, aquí presente -miró al niño flaco y huesudo que se
había acercado a la mesa con una mirada interrogante en su cara- Café. ¿Vance?
- Montones de él -contestó Vance- Y gracias, sobre todo, al hecho que Jed es
terco y fuerte.
- Ni lo uno ni lo otro le serviría de mucho -apuntó Mae amablemente- si no
hubieras sacado la bala tan rápidamente como lo hiciste.
- Tuvimos suerte -cuando Mae sonrió y acarició levemente el dorso de su
mano, a Vance se le formó un nudo en la boca del estómago. Quería abrir la
mano y entrelazar sus dedos con los de Mae, simplemente para sentir más piel.
Captó el aroma de las especias y de la tierra caliente, y deseó esconder su cara en
el cuello de Mae. Era peligroso estar cerca de ella, porque lo único que quería era
perderse en ella. Se enderezó y apartó su mano.
- Otras veinticuatro horas y podréis llevároslo de vuelta al rancho.
- Estamos acostumbrados a atender a nuestros heridos -dio Jessie con calma.
- Imagino que lo estás. Eso es bueno -Vance miró a Jessie a los ojos a través
de la mesa- Imagino que pasas mucho tiempo en la montaña. Jed va a necesitar
cuidados constantes durante la primera semana, poco más o menos. Si puedo, iré
un par de veces al día para ocuparme de sus vendajes.
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- Yo puedo ayudar con eso -dijo Kate rápidamente.


- Yo también puedo -añadió Mae.
- Eso espero contestó Vance- Pero necesitaré observarlo de cerca los primeros
cuatro o cinco días. Después, si no aparece ninguna complicación, vosotras dos
podréis encargaros de él -ella cambió de posición y miró a Mae- Hay una
considerable distancia hasta el rancho, y no deberías ir cabalgando sola. Estaría
encantada de escoltarte si tienes la intención de hacer una visita.
Mae abrió los ojos sorprendida. Estaba acostumbrada a moverse sola a
cualquier hora del día o de la noche sin que nadie, excepto ella misma, se
preocupara de su bienestar. Que Vance se preocupara por ella envió una oleada
de emoción a través de ella- A pesar de eso, no es necesario. Tú tendrás mejores
cosas que hacer que acompañarme al…
- Vance tiene razón -dijo Jessie firmemente- Está demasiado lejos para que
vayas tú sola.
- Ahora vais a escucharme las dos -dijo Mae enfadada. Aunque estaba
conmovida por su preocupación, no podía evitar el hecho de que ambas, Jessie y
Vance, iban y venían a voluntad sin que nadie las acompañara- No necesito más
protección de la que ya tengo. Apuesto a que puedo disparar tan bien como
cualquiera de vosotras dos.
- No espero menos -Vance sonrió- Pero ya que voy a ir de todas formas, no
hay razón que no puedas venir conmigo para protegerme.
A pesar de su enfado, Mae no pudo evitar reírse- ¿Por qué parece que vosotras
dos sois las únicas capaces de dudar de mi?
Vance y Jessie intercambiaron una mirada de complicidad. Al ver el gesto de
obstinación en la mandíbula de Jessie, Kate la empujó levemente con el hombro.
- Ni Mae ni yo somos imprudentes. Simplemente vas a tener que confiar en
nosotras.
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Jessie suspiró impotente- No es una cuestión de confianza, se trata… se trata...


-miró a través de la mesa a Mae y Vance, después dijo en voz baja para que Kate
pudiera oírla- Se trata de que te amo.
- Sé lo que es -la expresión de Kate se suavizó y pasó su mano sobre el muslo
de Jessie- Y me siento exactamente igual respecto a ti. ¿Entiendes que debe ser
mutuo?
- Supongo -Jessie dirigió una mirada esperanzada a Vance pero solo obtuvo
una sacudida de cabeza a cambio- Entonces creo que tú y yo deberíamos dar un
paseo por las afueras de la ciudad para hacer algunas prácticas de tiro.
La cara de Kate se iluminó- ¿Ahora?
Jessie se rió- No veo por qué no.
- Mae, ¿te importa? -preguntó Kate.
- Por dios, claro que no. Creo que es una buena idea -miró a Jessie con
complicidad- Y deberías comprarle algo más potente que lo que lleva en esa
bolsa ahora mismo.
- Eso pretendo -Jessie se puso de pie y extendió su mano- ¿Preparada, Kate?
Kate se levantó y apretó la mano de Jessie brevemente antes de recoger sus
cosas- Iré a verte más tarde, Mae, ya que parece que nos quedaremos en la
ciudad una noche más.
- Hazlo. Quiero saberlo todo sobre tus prácticas de tiro - Mae miró como se
alejaban Kate y Jessie, con una expresión cariñosa- A veces se me olvida que es
casi una niña.
- ¿Kate? -preguntó Vance.
- Sí -dijo Mae, devolviéndole su atención a Vance- No creo que haya
cumplido los veinte todavía.
- Tú no debes ser mucho mayor.
- Eres muy hábil con las palabras, Vance. Digamos que estoy más cerca de los
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treinta que de los veinte.


Vance tomó un sorbo del amargo café que había traído el muchacho, y pensó
en los cientos de muchachos que había visto morir durante la guerra- No importa
cuántos años se tienen sino como los vivimos. Kate parece ser una mujer muy
sensata.
- Lo es. Ambas lo son -Mae apartó a un lado su té- Puedo adivinar cuando
estás pensando en la guerra. Tus ojos se ponen muy tristes.
- No debes preocuparte por mí -dijo Vance.
- Pero tú sabes que lo hago, ¿verdad?
- Sé que está en tu naturaleza preocuparte por los demás -Vance apartó la vista
de los profundos ojos verdes de Mae ante el temor de sucumbir a su tentadora-
Anoche me consolaste. Fuiste muy generosa.
- Anoche te sostuve entre mis brazos. ¿Importa el porqué? -susurró Mae.
- No lo sé.
- Quiero abrazarte otra vez ahora mismo.
Vance se estremeció y la taza que sujetaba en su mano se golpeó contra la
mesa- Tengo trabajo que hacer.
- Lo sé. ¿Volverás esta noche?
- ¿Aunque no sepa por qué?
- No me importa -consciente de que estaban en público, Mae pasó la punta del
dedo suavemente por la muñeca de Vance. Le habría gustado cogerle la mano- A
última hora, después de la medianoche.
Vance sabía por qué Mae le pedía eso. Estaría ocupada durante la tarde y la
mayor parte de la noche ocupándose de que las chicas no fueran víctimas de
abusos por parte de los clientes, o encargándose de clientes ella misma. Mae
nunca lo había ocultado ni se había disculpado por lo que hacía para ganarse la
vida. Vance no esperaba que lo hiciera, pero pensar en un hombre poseyéndola
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la hizo estremecerse con ira. Apartó la mirada intentando evitar que Mae viera su
rabia.
- ¿Crees que significa algo para mí? -preguntó Mae en voz baja.
Vance volvió rápidamente su cabeza hacia ella y se encontró con la mirada de
Mae llena de inquietud- ¿Crees que te estoy juzgando?
- No lo sé -Mae negó con la cabeza- No puedo cambiar lo qué...
- No me gusta ver como malgastas tu generosidad.
Mae sintió una sacudida de estupor. Estaba acostumbrada al desprecio o al
asco, pero no a la preocupación- ¿Crees que es eso lo que les doy? No. Les doy
una mentira, y todo el mundo la sabe. Pero algunas veces una mentira es mejor
que nada.
Vance bajó la mirada hacia la mesa en donde la mano de Mae descansaba
junto a la suya. Imaginó la suavidad y la calidez de su tacto, su ternura y su
afecto. Cubrió la mano de Mae con la suya y cuando Mae intentó retirarla, cerró
sus dedos alrededor de ellas- Vance, alguien podría ver...
- No quiero mentiras entre nosotras.
Mientras dejaba escapar un suspiro, Mae giró su mano hacia arriba y sintió los
dedos de Vance entrelazándose con los suyos. Ella los apretó suavemente- No
las habrá.
- Iré esta noche si puedo -dijo Vance- No estoy segura de poder darte algo. Por
lo menos no lo suficiente -levantó los ojos hacia Mae- Esa es la verdad.
- Entonces eso es suficiente.

La rama del árbol tembló y se movió erráticamente por el suelo como si


tuviera vida propia.
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- Buen disparo -dijo Jessie con orgullo. Estaba detrás de Kate, con ambas
manos apoyadas suavemente en sus caderas, mirando por encima del hombro de
Kate mientras ella disparaba el revólver de Jessie- Ahora, prueba con la piedra
de ese lado. La rojiza.
- Parece muy pequeña.
- Hazla más pequeña todavía. Apunta a un lugar no mayor que tu pulgar. Ese
es tu blanco -se acercó más, manteniendo firme a Kate contra su cuerpo-
Recuerda, sujétalo hasta el final del disparo.
Kate imaginó un círculo blanco en el centro de la piedra polvorienta y dejó
que su percepción de todo lo demás disminuyera gradualmente. Sintió el metal
curvo del gatillo contra su dedo, y cuando fueron como un todo, cerró su mano,
aumentando la presión hasta que el arma disparó. Se elevó una nube de polvo a
unas seis pulgadas de su objetivo- Maldita sea.
Jessie se rió- Eso podría funcionar si fueras capaz de acercarte un poco más.
Kate se apartó y le dio el revólver, agarrándolo por el cañón, a Jessie- Déjame
ver como lo haces.
- Kate… -protestó Jessie- Aprendí a disparar en cuanto aprendí a montar, y
aprendí a montar antes de saber andar.
- Jessie… -dijo Kate amenazadoramente.
- Está bien -contestó Jessie rápidamente en señal de rendición. Volvió a meter
su Colt 45 en la funda y retrocedió varios pies. Entonces, casi más rápidamente
de lo que Kate pudo seguir, desenfundó y disparó. La piedra salió despedida
hacia arriba y ella disparó otra vez, golpeándola en el aire y partiéndola en
pedazos.
- Quiero poder hacer eso- dijo Kate- Ha sido fantástico.
- Sería mejor que practicáramos con el rifle. Puedes llevarlo a tu lado en la
carreta, y el alcance es mayor.
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- Con los dos -dijo Kate con determinación.


Jessie miró a Kate un rato- ¿Qué estás tramando, Kate?
Kate sonrió y tendió su mano- Ven a sentarte a mi lado y te lo contaré.
Después de que se subieran a la carreta, Jessie rodeó con el brazo los hombros
de Kate- Bien. Parece que han pasado muchas cosas en mi ausencia.
- No tienes derecho a quejarte, Jessie Forbes. No después de lo que te ha
pasado -para suavizar sus palabras, Kate besó a Jessie rápidamente- Vance dijo
que una ciudad de este tamaño necesitaría a una comadrona. Creo que ella me
enseñaría.
- Comadrona …, -repitió Jessie lentamente- Yo ... ¿por qué, Kate?, yo ...
Expectante, Kate continuó rápidamente- Sé que estaría lejos del rancho parte
del tiempo, pero estoy segura de que puedo encargarme de todo en la casa y
todavía ...
- Creo que suena maravilloso -dijo Jessie firmemente- Creo que serías una
buena comadrona -se volvió en el asiento y tomó las manos de Kate,
estudiándola seriamente- ¿Es eso lo que quieres? ¿Te haría feliz?
- Tú me haces feliz -dijo Kate- Maravillosamente feliz. Pero algunas veces
tengo la impresión de que quiero hacer algo más. Hacer algo que... -suspiró,
frustrada, intentando encontrar las palabras- Quiero tener que sea importante
para mí.
Jessie asintió con la cabeza- Igual que el rancho es importante para mí.
- Sí. Como eso.
- Bien -dijo Jessie- Entonces tienes que poder disparar. Y montar a
horcajadas. Tan pronto como regresemos al rancho, elegiremos un caballo para
ti.
- Había pensado en Rory.
Jessie soltó una carcajada- Kate, Rory es un mustang salvaje. Yo apenas
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puedo montarlo.
- Yo le gusto.
- A él le gusta el azúcar y las manzanas que le das.
Kate sonrió abiertamente- Eso también -besó a Jessie otra vez- Algunas veces
el soborno surte efecto.
Jessie rodeó a Kate con ambos brazos y la atrajo hacia sí. Con su boca sobre la
de Kate, murmuró- Lo mismo ocurre con los besos.

Mae sacó la llave del bolsillo interior de su vestido y la metió en la cerradura


de la puerta de su habitación. Mientras entraba fue lanzada hacia adelante por un
fuerte golpe en el centro de su espalda. Habría tropezado y caído al suelo pero
unas grandes manos la cogieron por los brazos y la hicieron girar con tanta
fuerza que se dio contra la pared, golpeándose en su cabeza lo suficientemente
fuerte como para que se le nublara la vista.
- ¿Has estado guardándote las ganancias, Mae? -dijo una profunda voz de
hombre- ¿O has estado demasiado ocupada entreteniendo al nuevo médico como
para trabajar como debes?
- No sé de que hablas -dijo Mae secamente, intentando liberarse. Giró su cara
apartándose de la peste a tabaco y whisky rancio. Era más corpulento y apoyó su
peso contra ella, sin dejar ninguna duda del placer que sentía dominándola- Has
estado recibiendo tu dinero como siempre.
Michael Hanrahan venía una vez a la semana a recoger el dinero que las
chicas y ella habían ganado entreteniendo a los hombres. Nunca había sabido
quien lo mandaba, pero estaba segura de que él no era el propietario del Golden
Nugget. Estaba borracho demasiado a menudo y era demasiado ignorante como
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para administrar un negocio con éxito, y dudaba que Frank trabajara para
alguien como él.
A pesar de todo, tenía el poder porque él representaba a quienquiera que los
dirigiera a todos en la sombra.
- Tengo lo que has venido a buscar en mi tocador -dijo Mae con calma-
Suéltame e iré a traértelo.
Él metió su mano debajo de su vestido y arrastró sus dedos hacia arriba por su
muslo, presionando entre sus piernas- ¿Cómo sabes para qué he venido?
Ella se quedó completamente inmóvil y mantuvo su mirada fija en él,
negándose a darle el placer de ver su angustia o su miedo. No podía alcanzar su
Derringer, que estaba atada justo por encima de su rodilla, pero aunque pudiera,
no le dispararía. Matarle sólo provocaría la furia de otros hombres. Hombres
que, con toda seguridad, eran más peligrosos- Supongo que tienes que
presentarte en alguna parte con ese dinero.
Él parpadeo, y ella supo que estaba pensando en cuanto tiempo tenía antes de
necesitar marcharse a entregar lo que había venido a buscar. Cuando cubrió su
boca con la de él con rudeza y separó sus labios con su lengua, reaccionó
instintivamente. Le mordió y él se apartó maldiciendo. No tuvo tiempo para
levantar el brazo y bloquear el fuerte golpe de revés que impactó en su cara.
Cuando un intenso dolor estalló dentro de su cabeza, se desplomó sobre el suelo.
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CAPÍTULO VEINTE

- Hola Jed -dijo Jessie dijo apoyando una mano suavemente sobre el hombro
de su amigo- ¿Cómo te encuentras?
- No demasiado mal -contestó Jed con voz áspera y ronca. Le sonrió
débilmente a Kate, que permanecía de pie al lado de Jessie.
- El doctor dice que lo estás haciendo muy bien -dijo Kate, inclinándose para
besar su mejilla- Mañana vamos a llevarte a casa.
- Eso suena muy bien -tosió e hizo una mueca- Siento causar tantas molestias.
- Supongo que te diste un golpe en la cabeza cuando saliste disparado de ese
caballo -dijo Jessie con brusquedad- Porque no haces más que decir tonterías.
- No puedo expresar las ganas que tengo de ir a casa.
Vance entró justo a tiempo para oír el comentario de Jed- ¿Tienes alguna
queja sobre nuestra hospitalidad?
- No -dijo él, girando la cabeza lentamente mientras ella se acercaba- Pero
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estar aquí me hace sentir como si me pasara algo muy grave.


- Oh, -dijo Vance pensativa- No te pasa nada que no se pueda curar con un
poco de tiempo -se quitó su abrigo y lo colgó en una percha de pino detrás de la
puerta- Ahora voy a echarle un vistazo a esa espalda tuya.
- Está bien -dijo Jed.
Mientras Vance abría el armario de la pared y sacaba un montón de vendas
limpias, dijo- Podría ser un poco doloroso. Te daré un poco de láudano antes de
empezar.
- No se puede decir que eso me guste demasiado. Me hace sentir que tengo la
cabeza embotada.
- Puede tener ese efecto. No necesitarás tomar tanto esta vez -colocó el
material en un soporte colocado al lado de la cama y miró a Jessie y a Kate- Esto
me llevará un poco de tiempo.
- Me gustaría ayudarte -dijo Kate- Así sabré lo que hay que hacer.
- Bien. ¿Jess?
- Sólo esperaré por aquí sin molestar -Jessie dio unas palmaditas sobre el
hombro de Jed otra vez antes de irse hacia el lado opuesto de la habitación. Se
apoyó contra la pared y observó a Vance y Kate mientras trabajaban.
A pesar de tener sólo un brazo, Vance era fuerte y pudo mover a Jed para
ponerlo de costado con sólo un poco de ayuda de Kate.
Cuando retiraron la manta, Jessie pudo ver que el vendaje sobre el centro de la
espalda de Jed estaba manchado de sangre. Se puso tensa al pensar que él distaba
mucho de estar bien y que, fácilmente, podría ser ella la que estuviera en su
lugar.
Vance le dijo algo a Kate que Jessie no pudo escuchar, y después ambas
mujeres se acercaron aparador donde enjuagaron sus manos, en una palangana
de porcelana, con algo que Vance vertió de uno de los frascos que sacó de un
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armario. Después Vance retiró el apósito colocado sobre la herida de Jed,


señalándole algo a Kate, cuyo rostro era la viva imagen de la concentración.
Jessie se preguntó si Kate se habría convertido en un médico, como Vance, si se
hubiera quedado en Boston. Se dio cuenta de que cuando Kate había venido al
oeste, había renunciado a mucho más de lo que Jessie había imaginado nunca.
Cuando Kate la miró y sonrió con entusiasmo, Jessie le devolvió la sonrisa, pero
sintió un estremecimiento de desasosiego a lo largo de su columna vertebral.
Su atención y sus preocupaciones fueron interrumpidas por el ruido sordo de
unos pies corriendo por la otra habitación y el golpe de la puerta abriéndose de
repente. Las tres mujeres la miraron fijamente mientras un muchachito de
apenas ocho años entró a toda prisa en el cuarto, sudando y sin aliento. Él se
quedó boquiabierto mirando a Vance.
- ¿Puedo ayudarte? -preguntó Vance.
- Se supone que debo buscar un médico -exclamó, balanceándose de un pie
hacia el otro y agitando los brazos. Sus pantalones de lona eran de una talla
demasiado grande, sus botas desgastadas casi no tenían tacón, y su cara y sus
manos estaban cubiertas de mugre. Olía a corral de granja.
- Soy la Dra. Phelps -dijo Vance mientras acababa de vendar la herida de Jed.
¿Qué ocurre?
- Mi ma... Mi madre dice que el bebé llegará pronto y debo llevar al doctor
-miró de una mujer a otra, claramente confundido- ¿Dónde está?
- ¿Tú no eres el hijo de Emily Jones? -dijo Kate con amabilidad- ¿Tommy,
verdad? -el niño asintió con la cabeza vigorosamente. Kate se dirigió a Vance-
Emily es algunos años mayor que yo. Ella ya tiene… cinco, creo.
- Entonces éste llegará rápido -comentó Vance enderezándose- Jessie,
¿puedes ayudar a Jed a acomodarse?
Jessie se separó rápidamente de la pared- Claro.
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- Estaré contigo en un minuto, hijo -dijo Vance, recogiendo el instrumental y


colocándolo en una bandeja en el aparador- No te preocupes. Puedo cuidar de tu
madre.
- ¿Puedo ir contigo? -dijo Kate rápidamente- Podría ayudar -al ver la mirada
de interrogación de Vance, añadió con firmeza- Quiero aprender a ser
comadrona.
Vance la miró fijamente durante un buen rato y después asintió
enérgicamente- Bien. Déjame enseñarte el equipo que necesitamos tener
disponible.
Mientras Kate y Vance preparaban todo lo necesario, Jessie ayudó a Jed a
tenderse sobre su espalda. Los ojos de Jed estaban nublados por el dolor- ¿Estás
bien?
- Supongo que sobreviviré.
- Eso espero -Jessie sonrió con desgana- Tenemos una cuenta que saldar.
- Será mejor que me esperes para hacer eso.
- Lo haré si puedo -Jessie se encogió de hombros- Pero me parece que eso no
va a depender de mí. Si pretenden seguir robando mi ganado tendré que darles
un escarmiento.
- Debes tener cuidado, Jess -contestó Jed inmediatamente- No se paran a
pensar dos veces si disparar...
- Jessie -dijo Kate, pasando su mano en el centro de la espalda de Jessie-
Puede que tarde un buen rato. ¿Estarás bien?
- Quiero ir a ver cómo van las cosas por el rancho, por si acaso. ¿Por qué no le
dices a Vance que te acompañe allí cuando hayáis terminado? -sonrió a Jed
abiertamente- Así, mañana volveremos a la ciudad y nos llevaremos a este.
- Sí, está bien. ¿Estás segura? -de repente, Kate estaba nerviosa. Ella no tenía
ni idea de que esperar, nunca había presenciado un parto o si, incluso, le sería e
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alguna ayuda a Vance. Y no le había dado a Jessie mucho tiempo para


acostumbrarse a la idea de que ella estuviera asumiendo ésta nueva
responsabilidad. Buscó la cara de Jessie con incertidumbre- Si piensas no
debería...
- Pienso que la doctora y tú deberíais iros -dijo Jessie en voz baja. Parece que
se os necesita en algún lado con bastante urgencia -acodició la mejilla de Kate
con un dedo- Ten cuidado.
- Te amo -susurró Kate para que solamente Jessie pudiera oírla.
Jessie sintió que las palabras se instalaban en su corazón, junto a la
preocupación que intentaba dejar de lado.

- No empujes aún, Emily. Este bebé está casi fuera -Vance tomó la cabeza del
bebé en la palma de su mano e introdujo sus dedos suavemente en el canal del
parto por debajo de los hombros- Bien, ahora empuja suavemente y despacio.
Kate estaba justamente detrás del hombro de Vance, sosteniendo una manta
caliente y sin apenas respirar. Emily había estado casi lista para dar a luz cuando
habían llegado. Hirvieron agua rápidamente para limpiar el instrumental que
Vance había preparado y calentaron mantas y toallas en el horno. El marido de
Emily, Robert, se había ido hacia el granero, murmurando algo sobre vacas en
cuanto llegaron. Kate y Tommy habían colocado a los otros niños, de edades
comprendidas entre un niño que apenas comenzaba a andar a los seis o siete
años, en sus respectivas cunas y a los más mayores en la única cama grande que
había en el altillo encima de la habitación principal de la casa. El dormitorio de
Emily y Robert ocupaba parte del primer piso junto con la cocina y la sala de
estar común.
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- Una vez la cabeza esté fuera -murmuró Vance- todo lo que necesitamos es
un hombro, y el resto saldrá suavemente. Estoy orientando el hombro derecho
hacia afuera mientras inclino el izquierdo hacia atrás y el derecho hacia delante
con mi dedo índice y el pulgar -Vance miró a los ojos impacientes de Kate. En la
habitación hacía un calor sofocante porque habían encendido el fuego en la
chimenea, y el pelo de Vance brillaba por el sudor- Una vez este pequeño
empiece a salir no tardará ni un segundo. Tienes que estar preparada para
sujetarlo.
- Sí -susurró Kate- Entiendo.
- Aquí viene. Un empujón más, Emily -le dijo Vance a la parturienta. Un
instante después el hombro apareció ante su vista, después el brazo y luego,
entonces, con un chorro de liquido, el bebé se deslizó sobre el antebrazo de
Vance y lo puso contra su pecho, meciéndolo- Lo has hecho estupendamente,
mamá. Y tienes un ... una hija.
- Oh, por fin -Emily suspiró agotada- Adoro a los niños, pero me vendría bien
un poco de ayuda en la casa.
- Ahora te toca a ti, Kate,-dijo Vance, enderezándose y extendiendo el bebé
hacia Kate- Arrópala y ponla en la barriga de la madre. Después nos
encargaremos del cordón.
Vance tomó un trozo de hilo de bramante de algodón de entre los artículos que
ella y Kate habían colocado sobre una silla en un lado y se lo dio a Kate- Ata esto
a una pulgada por encima de su barriga, tan fuerte, y en después una segunda vez
varias pulgadas más allá.
Las manos de Kate temblaban mientras seguía las instrucciones de Vance- Ya
está.
- Bien. Ahora coge las tijeras y corta el cordón.
Por un instante, Kate miró a Vance a la cara buscando seguridad. Los ojos de
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Vance estaban tranquilos y calmados y le infundieron ánimo. Más tranquila,


Kate quitó la toalla limpia en la que habían envuelto las tijeras que habían
hervido antes y cortó el cordón.
- Ahora dásela a Emily para que le dé el pecho. La placenta vendrá pronto.
Mientras hablaba, Vance le daba suaves masajes en el bajo vientre de Emily,
notando como el útero continuaba contrayéndose débilmente mientras se
preparaba para expulsar la placenta. Un chorrito de sangre fluyó del canal de
parto cuando la placenta se separó de la pared del útero. La cantidad de sangrado
era normal y el color castaño oscuro indicaba que el útero ya comenzaba a
retraerse. Los músculos tensos estaban bloqueando las conexiones entre el
cuerpo de Emily y la multitud de arterias y venas que habían alimentado al feto
durante nueve meses.
- Ven aquí, Kate, y pon tu mano donde está la mía -Vance guió la mano de
Kate sobre la cúpula del útero que aún estaba lo suficientemente hinchado como
para sobresalir de la pelvis- Algunas veces, después de un parto prolongado los
músculos se agotan, y hay que provocar las contracciones dándole un masaje al
vientre. Emily lo está haciendo bien sin nuestra ayuda.
- Es la cosa más asombrosa que nunca he experimentado -Kate nunca antes se
había sentido tan conectada a la esencia de la vida. Instantes antes había visto y
ahora podía sentir, la impresionante belleza de un nacimiento.
- Sí -dijo Vance suavemente- Es asombroso.
- Muchas gracias por dejarme estar aquí.
Vance sonrió- Habrá las noches en las que estarás tan cansada que no me lo
agradecerás, pero te prometo que nunca te cansarás del momento en el que le des
el bebé a la madre.
Kate se rió suavemente- Tienes razón.
Una hora más tarde cuando Vance conducía el coche hacia el patio ante la
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casa de Kate, era casi medianoche. Había refrescado bastante y ellas habían
colocado una manta sobre sus piernas. El cielo estaba lleno de nubes y
completamente negro. Incluso la luna y las estrellas estaban ocultas. Una
lámpara resplandecía en la sala de estar, iluminando su camino. Vance siguió su
estela sobre el suelo, bajó de un salto y se apresuró yendo hacia el lado de Kate.
Levantó su mano para ayudarla cuando Kate puso su pie en el estribo- Te veré
mañana cuándo vengáis a por Jed.
- De acuerdo -dijo Kate tomando la mano de Vance y la apretó suavemente-
Gracias otra vez por lo de esta noche.
Asintiendo, Vance dio un paso hacia atrás- Ha sido un placer para mí. Ha
pasado mucho tiempo desde que tuve la oportunidad de enseñar. Si quieres
continuar...
- Oh, sí. Por favor -Kate se estremeció y ajustó su capa con más fuerza sobre
sus hombros- A cualquier hora. Por favor.
- Casi siempre es en medio de la noche -le advirtió Vance, riéndose
suavemente.
- No importa. ¿Quieres entrar a tomar algo caliente antes de que regresar a la
ciudad? Podrías pasar aquí la noche.
- No, gracias. Sólo esperaré a que entres -Vance subió al coche. Necesitaría
una hora o más para regresar a la ciudad, y a menos que tuviera otro aviso
esperándola en la oficina, todavía podría ir a ver a Mae- Entonces, ten cuidado.
- Sí -Vance asintió con la cabeza distraída- Buenas noches, Kate.
- Buenas noches -Kate aún no había llegado a la puerta principal cuando se
abrió y salió Jessie. Kate tomó su mano- ¿Has estado esperándome, cariño?
- No podía dormir -dijo Jessie mientras observaba el coche de Vance al otro
lado del patio- Podría haberse quedado aquí.
- Le pregunté- dijo Kate colocando su brazo alrededor de la cintura de Jessie-
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Deja que entre en calor. Tengo un montón de cosas que contarte.


- Tengo la chimenea encendida en la biblioteca. Puedo prepararte un poco de
té.
Kate se quitó el sombrero y la capa mientras iba andando por el amplio
vestíbulo que constituía el centro de la casa, acabando en la cocina al fondo. Se
sacudió el pelo suspirando mientras se quitaba las horquillas que lo sujetaban-
No, no creo que pueda conciliar el sueño tal y como me encuentro. Estoy
demasiado emocionada.
Jessie no dijo nada mientras seguía a Kate a la biblioteca, pero se dirigió hacia
un pesado aparador de madera que había contra la pared lejana y se sirvió un
poco de whisky- ¿Quieres algo?
- Oh, no sé. Eso podría no darme sueño, pero ten por seguro que me
entontecerá. Y no quiero olvidar nada de esta noche.
Kate estiró ambas manos hacia el fuego y frotó sus manos- Oh, no puedes ni
imaginarte como fue.
Jessie se unió a ella junto al fuego y bebió un poco de whisky, mientras y se
dio cuenta de lo emocionada que estaba Kate. Escuchó con atención mientras
Kate le explicaba todo lo que había pasado, disfrutando de su entusiasmo-
Parece que has aprendido mucho viendo nacer a un bebé.
- Vance es una maestra maravillosa -Kate agarró el brazo de Jessie- Es
increíble todo lo que todo lo que es capaz de hacer. Los estudios, la guerra, viajar
sola cruzando el país... Apenas puedo creerlo.
- Las mujeres de aquí no tienen la oportunidad de tener una vida como la de
ella.
Kate miró a Jessie con curiosidad, detectando un punto de melancolía en su
voz que era totalmente ajeno a ella- ¿Qué quieres decir con eso?
- Ser médico -Jessie hundió sus hombros y miró al fuego con aire taciturno-
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Ser respetada por la gente por lo que sabes y lo que puedes llegar a hacer.
- Jessie, -dijo Kate en voz baja, rodeando su cintura y descansando la mejilla
sobre el hombro de Jessie- Así es exactamente como la gente te ve a ti.
- ¿Qué? -Jessie se rió- ¿Por qué, Kate?, no hay nada especial en mí.
Simplemente soy una ranchera como la mitad de la gente por aquí.
- ¿Cuántas mujeres son propietarias de un rancho, crían a sus caballos y tienen
a tantos hombres a su cargo? -Kate apretó a Jessie con irritación fingida- Porque
la primera vez que te vi me di cuenta de que nunca había conocido a una mujer
como tú. No sólo por lo hermosa que eras -Kate volvió la cabeza de Jessie hacia
ella y la besó largamente- Si no por lo decidida y segura que eras.
- Aquí hay un montón de mujeres que intentan abrirse paso en la vida, solas.
Tuve suerte, supongo, de haber heredado el rancho. Podría no haberme quedado
nada después de que muriera mi padre.
- Puede ser, pero lo has mantenido en funcionamiento y lo has hecho crecer en
los últimos años. Eso es lo que respeta la gente -Kate apretó su abrazo y besó la
garganta de Jessie- Tú estás haciendo todo lo que siempre quisiste hacer.
Viviendo la vida tú has elegido. Siempre me ha gustado eso de ti.
Jessie acarició la espalda de Kate y acarició su pelo con la nariz- Tú podrías
ser médico como Vance. Eres igual de inteligente.
Kate se apartó y estudió la cara de Jessie- ¿Es eso lo que crees que quiero?
- Puedo ver lo feliz que te hace ayudar a los demás. Trabajando con Vance
-Jessie besó la frente de Kate- Deberías poder hacer cualquier cosa que quieras.
- ¿Y si te dijese que quiero volver al Este para ir a la universidad? -Kate habló
en voz baja con la mirada fija en Jessie.
Jessie inspiró profundamente y se esforzó por no temblar- Si es eso lo que
deseas…
- Me dan ganas de torturarte, porque algunas veces me sacas de mis casillas
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-dijo Kate molesta. Enganchó sus dedos en el cinturón de Jessie y se apretó con
fuerza contra su cuerpo- Jessie Forbes, te amo. No tengo intención de hacer nada
que me aleje de ti más que algunas horas cada vez. Y desde luego no voy a
volver al Este por ningún motivo en el mundo. ¿Qué mosca te ha picado?
Jessie abrazó fuertemente a Kate- Sólo veo lo emocionada que estás de
trabajar con Vance y cuanto la admiras.
- Te amo -Kate besó a Jessie profundamente, después empezó a abrir la
hebilla de su cinturón- Es hora de que te lo recuerde.
- Tal vez -Jessie se rió temblorosa mientras Kate sacaba su camisa de los
pantalones- Debería dedicarme a hacerte enfadar más a menudo.
- No creo que vayas a dejar de hacerlo en un futuro próximo -dijo Kate
mientras metía sus manos dentro de la camisa de Jessie- Y me alegro de eso.
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CAPÍTULO VEINTIUNO

Una vez Vance se había detenido en la oficina para asegurarse de que Caleb
no necesitaba que acudiera a ninguna nueva emergencia, había llevado su coche
al establo, y había hecho escala en su habitación para quitarse la ropa sucia era
pasada la una. Después de quitarse la ropa, se lavó con agua templada en el
lavabo de su tocador. Buscó en su maletín su camisa más limpia, ropa interior
nueva, y sus pantalones menos arrugados. Una vez que se había colocado su
pistolera, emprendió el camino hacia el otro lado de la calle, hacia el salón.
El salón estaba casi vacío. En un extremo de la barra había un vaquero
dormido con la cabeza apoyada sobre ella y su mano alrededor de una botella de
whisky. Un niño de, poco más o menos, doce años, medio dormido, barría el
polvo del suelo del salón, y el pianista hacía sonar notas sueltas con un dedo
mientras observaba su cerveza con la mirada perdida. Frank se había quitado su
delantal y le pasaba un trapo a la superficie de la barra con movimientos
regulares. Levantó la vista cuando Vance se acercó, sin mostrarle su sonrisa
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habitual- Buenas noches, Frank -dijo Vance, deslizando una moneda sobre la
barra- Whisky, por Favor.
Mientras él le servía la bebida, Vance recorrió la habitación con la mirada otra
vez y, luego miró hacia el balcón donde normalmente podía verse a algunas de
las chicas observando el movimiento o, a veces, buscando algún posible cliente.
Ahora no había nadie. Vance se tomó la bebida de un trago e hizo señales para
que le sirviera otro. Esta vez lo tomó poco a poco mientras observaba a Frank,
extrañándose de su silencio.
- ¿Una noche movida? -preguntó Vance finalmente.
- Como siempre -cuidadosamente Frank dobló el trapo y lo colocó sobre el
borde de la barra. Miró a Vance impasible- Mae me dijo que, si te veía, te dijera
que estaba ocupada esta noche.
Vance se sonrojó, en parte por la vergüenza de que Frank supiera porque
había venido esta noche y en parte por la decepción. No se avergonzaba de su
relación con Mae, pero no quería que Frank pensara que ella era simplemente
otra cliente. Que pensara que ella utilizaba a Mae de esa manera. Sobre todo le
dolía pensar que Mae no estaba disponible para ella porque alguien tenía
derecho a reclamar su tiempo, y su ternura, y su cuerpo. Le resultaba difícil
decidir que echaba más de menos, porque todos eran valiosos para ella.
Rápidamente terminó su bebida.
- Gracias. No hace falta que le digas que estuve aquí- Vance agitó su mano
cuando Frank fue a darle su cambio- Dáselo a alguna de las chicas.
Vance estaba casi en la puerta cuando Frank habló- No está ocupada.
Vance se volvió y estudió su cara. Lo que inicialmente había tomado por
indiferencia ahora lo reconoció como un esfuerzo practicado de controlar su
temperamento caliente. Sus ojos ardían de furia. Un temor enfermizo se formó
en la boca de su estómago mientras se dirigía corriendo hacia las escaleras-
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¿Dónde está?
- Supongo que en su habitación. ¡Toma! -gritó Frank.
Vance se dio vuelta y atrapó la botella de whisky que él le había lanzado,
fuertemente con su mano derecha. Después la metió debajo de su brazo
izquierdo para mantener la derecha libre por si fuera necesario usar su arma.
- Gracias.

Una vez el piso de arriba, Vance comprobó el pasillo antes de dirigirse al


cuarto de Mae. Todas las otras puertas estaban cerradas y todas las habitaciones
estaban tranquilas excepto una, de la que salían sonidos inequívocos de
actividad sexual. Se aseguró de que ninguna amenaza especial pudiera tomarla
por sorpresa y llamó a la puerta de Mae. Cuando no obtuvo respuesta, probó a
abrirla y se encontró con que estaba cerrada. Llamó más fuerte- Mae. Soy
Vance.
Esperó un minuto y consideró la posibilidad de echar la puerta abajo. La única
razón por la que dudó fue porque sabía que asustaría a Mae. Gritando más fuerte
volvió a llamar- ¡Mae!
La puerta se abrió una pulgada- Cállate. Vas a despertar a todo el mundo.
Vance no podía ver la cara de Mae, pero sintió una oleada de alivio
simplemente al oír su voz- ¿Puedo entrar?
- No, esta noche no, cariño. Te enviaré una nota cuando sea un buen momento
para que vengas.
Cuando la puerta comenzó a cerrarse, Vance apoyó su brazo contra de ella-
No. No hasta que te vea.
- Vance, por favor.
- Me quedaré de pie aquí mismo. No entraré en tu cuarto. Solo déjame verte.
- No pasa nada por lo que debas preocuparte. Es solo que… esta noche no
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puede ser.
- No me iré.
Mae sintió la determinación en la voz de Vance y supo que no ganaría esta
batalla. Con un suspiro, dio un paso atrás y abrió la puerta completamente. La
habitación estaba a oscuras. Solo había una vela encendida sobre el tocador.
Retrocediendo a medida que Vance se acercaba a ella, Mae tiró de su túnica
firmemente contra sus pechos- Siento lo de esta noche. Tienes todo el derecho a
estar enfadada, pero yo...
- Tranquila… Ahora todo está bien -dijo Vance suavemente mientras se
alejaba de Mae, obviamente no la quería demasiado cerca. Puso la botella de
whisky sobre la cómoda y buscó una cerilla en su bolsillo. Encontró una, levantó
globo de cristal de la lámpara de aceite y la encendió. Se volvió y se quedó
inmóvil al ver a Mae claramente por primera vez.
La confusión y la incertidumbre en su estómago fueron sustituidas por la
furia. Su rabia hizo que su voz fuera aún más suave- ¿Quién te ha hecho esto?
El lado derecho de la cara de Mae era un enorme moratón y su párpado
hinchado estaba prácticamente cerrado. La comisura de su boca estaba partida
por lo que, obviamente, había sido un golpe brutal. La sola idea de que alguien
pudiera ponerle las manos encima hizo que Vance casi enloqueciera. Recorrió la
habitación como si el causante todavía pudiera estar allí e inconscientemente
sacó su revólver- ¿Dónde está?
- Se ha ido -dijo Mae con cansancio. Para ella era más difícil que Vance la
viera así, como una víctima, que toda la ciudad la despreciara por ser una puta.
Al menos podía decir que eso lo había elegido por propia voluntad, pero se
avergonzaba de tener que reconocer que no podía protegerse a sí misma. Ella
apartó la mirada- Ahora vete a casa, Vance. He estado peor. Esto se curará.
- ¿Crees que te dejaría ahora? -su furia apenas contenida hizo a Vance
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temblar. Metió el arma de nuevo en su pistolera- Aunque no sintiera nada por ti


aún querría verte.
Mae caminó lentamente, arrastrando los pies, hacia la cama y se sentó al
borde. Sentía dolor en todas partes por la paliza, y su cabeza palpitaba
despiadadamente- No hay nada que puedes hacer.
- Escoria… -escupió Vance- Lo mataré por esto -echó el cerrojo de la puerta y
se quitó el abrigo. Después cogió la lámpara de aceite y la llevó al tocador de
Mae. Avanzó lentamente, de forma deliberada, intentando contener furia para no
contrariar más a Mae. Puso la lámpara en la mesilla donde la luz le permitiría ver
claramente el rostro de Mae- ¿Cuántas veces te pegó?
- No lo sé. Sólo recuerdo la primera vez -Mae miró sus manos colocadas sobre
su regazo No lo vi venir.
- ¿Qué sucedió?
- Estaba esperándome cuando regresé hoy.
- ¿Quién? -preguntó Vance, su tono era mortalmente sombrío.
- No tiene importancia.
- Sí, la tiene.
Mae levantó la mirada- ¿No te das cuenta de que si fueras a por él, yo sería la
única que saldría perdiendo? Te mataría, y si él no hiciera, alguien más lo haría
para vengarle -cogió la mano de Vance y la llevó hasta su mejilla ilesa. Cerró los
ojos y se dejó llevar por el consuelo del calor y la fuerza del tacto de Vance- Eso
sería peor que cualquier cosa que él me haya hecho o me pudiera hacer nunca.
Vance se arrodilló delante de ella y llevó la mano de Mae a sus labios. Besó
cada dedo, después dio la vuelta a su mano y besó su palma- No puedes pedirme
que me esté quieta cuando alguien te hace algo así.
- Si puedo. Te lo estoy pidiendo -Mae ahuecó la barbilla de Vance y alzó su
cabeza hasta que sus ojos se encontraron. Los de Vance eran tan fríos como
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pedazos de cristal oscuro- No permitas que realmente me hagan daño


lastimándote.
- Oh, Dios mío -gimió Vance, cerrando los ojos. Había ido a la guerra
creyendo que su habilidad y su dedicación ayudarían a enmendar un terrible
error, sólo para descubrir que lo único que podía hacer era añadir tormento a la
agonía. Su recompensa por su sacrificio había sido más pérdida y sufrimiento.
Un fuego feroz ardía dentro de ella pidiendo responder a esta injusticia con
violencia.
No permitas que realmente me hagan daño lastimándote. Vance tomó aliento
temblando y se reclinó sobre sus talones. Abrió los ojos y sonrió débilmente-
Quiero echarte un vistazo. No te haré daño, te lo prometo.
- No me da miedo que me toques .dijo Mae en voz baja- Pero temo tu
temperamento en esto, Vance.
- No te preocupes. No haré nada que te lastime. Tienes mi palabra.
Mae se rió suavemente- Eres una mujer inteligente y astuta. Mi cabeza no está
tan mal como para haber olvidado eso. Prométeme que no irás tras él.
La mandíbula de Vance se tensó- Y tú eres una mujer terca, Mae.
- Nunca lo he negado.
- No le mataré con mis propias manos, que es lo que quiero hacer. Vance se
puso de pie, su expresión era cada vez más dura- Eso es todo lo que puedo
prometerte ahora.
- Sé cuándo no voy a conseguir más -Mae sonrió tanto como podía- Gracias.
-Ahora acuéstate y deja que te examine -Vance levantó las mantas y las volvió
a echar cuando Mae se hubo acostado. Una vez que Mae se recostó sobre las
almohadas, Vance se sentó cuidadosamente en el borde de la cama- Dime qué
pasó.
Mae tomó aliento y después, en un tono calmado, constante, relató el
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incidente. Mientras ella hablaba, Vance estudió su cara, manteniendo su


expresión cuidadosamente impasible. Mae había sido golpeada lo
suficientemente fuerte como para dejar la huella de los nudillos en su pómulo.
Cuidadosamente, Vance palpó el borde del hueso debajo del párpado hinchado y
decolorado. Parte de su tensión se alivió cuando no notó ningún signo de que
estuviera fracturado. Pasó los dedos a lo largo del borde de la mandíbula de Mae,
buscando irregularidades, y de nuevo no encontró ninguna. Con su pulgar y su
índice separó, suavemente, los párpados del ojo que Mae no podía abrir por ella
misma. Tenía el ojo inyectado en sangre pero la pupila era redonda y la córnea
era clara.
- ¿Puedes verme? -preguntó Vance tiernamente.
- Sí, y pareces preocupada.
- Lo estoy -Vance se inclinó hacia adelante y besó la frente de Mae- ¿Cuánto
tiempo has estado inconsciente?
- No lo sé con seguridad. No mucho -añadió Mae rápidamente cuando vio
tensarse los músculos de la mandíbula de Vance- Aún era por la tarde, así que no
creo que fuera más de una hora.
- ¿Algún mareo, zumbido en los oídos, debilidad en tus brazos o tus piernas?
-solo el hecho de preguntar le resultaba tan doloroso que quitó el aliento a
Vance. Cuando Mae contestó negativamente, casi le dio miedo creerla- ¿Estás
segura?
Mae acarició el muslo de Vance- Sí. Te lo diría si no.
Vance levantó el lazo de la túnica de Mae- Necesito examinar el resto.
- No me hizo nada más -dijo Mae susurrando.
- ¿Cómo sabes lo que hizo mientras estabas inconsciente?
- Lo sé.
- Si te sientes incómoda conmigo mirando, puedo poner cortina para que no…
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- Por Dios, Vance -dijo Mae con un suspiro- No es la manera en la que quiero
que me veas, pero no soy quisquillosa con eso. Es sólo que no quiero que pierdas
tu tiem…
- Tengo toda la noche, y no hay nada que prefiriera estar haciendo que verte a
ti.
- Y tú me llamas terca a mí -protestó Mae aunque conmovida. Ayudó a Vance
a abrir su túnica- Me trató con rudeza pero nada más. Si no le hubiera mordido,
probablemente no me habría pegado.
- Deberías haberle disparado en las pelotas a ese hijo de perra -dijo Vance
enfurecida- Dejó las malditas marcas de sus dedos tus brazos.
- Si hubiera podido hacerlo sin traerles más problemas a las chicas lo habría
hecho -dijo Mae con firmeza.
- ¿Quién es ese hombre?
- Te dijo que no iba a darte el nombre, porque alguna noche cuando hayas
bebido algo más de la cuenta, eres capaz de ir a por él.
- Te prometí que no lo haría -Vance presionó suavemente el abdomen de Mae.
- ¿Te duele?
- No. Y te creo. Al menos que quieres cumplirlo -Mae cubrió con la suya la
mano de Vance- Pero algunas veces no mantenemos nuestras promesas por
razones bienintencionadas.
- ¿Es el dueño del Golden Nugget?
Mae suspiró otra vez- Señor, no te darás por vencida. Estoy segura de que no
lo es. Presionó sus dedos sobre la boca de Vance- Y antes de que lo preguntes,
no sé quién es.
- Debes tener alguna idea.
- Creo que en esta ciudad no hay más de tres o cuatro personas con dinero
suficiente o suficiente cerebro, como este tipo de negocio, pero quienquiera que
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sea, es muy cuidadoso para mantenerlo un secreto.


Vance asintió con la cabeza pensativa mientras cerraba la túnica de Mae. Con
cuidado, buscó los ojos de Mae- ¿Estás segura de que no te ha violado?
- Sí -contestó Mae, de repente su voz sonaba grave al borde del llanto. No
había esperado tanta sensibilidad. Incluso cuando era una niña, cuando llevaba
una vida que muchos otros habrían considerado envidiable, especialmente para
el hijo de un criado, ella no había sentido tanto cariño- La manera en que me
tratas me hace sentir... especial.
- Lo eres -Vance se puso de pie, soltó la tira de cuero que ataba la pistolera a
su muslo, y desabrochó el cinturón. Dejó su pistolera colgada a los pies de la
cama y se desabotonó los pantalones. Después se quitó las botas y salió de sus
pantalones. Se dio cuenta de que Mae estaba observándola mientras los dejaba
sobre una silla. Se dejó puesta la camisa y los calzones y caminó hacia el lado de
la cama- Me gustaría pasar la noche aquí.
- Yo... ¿por qué?
Cuando Mae no protestó, Vance levantó la colcha y se acomodó a su lado.
Puso su brazo derecho bajo los hombros de Mae, y con cuidado la acomodó
contra su costado- Porque me siento bien cuando te abrazo.
Mae colocó su brazo alrededor de la cintura de Vance y descansó su mejilla
buena sobre el pecho de Vance- Le dije a Frank que te dijera que no subieras.
- Lo hizo.
- Me alegro de que no le hicieras caso.
Vance besó la frente de Mae, después la comisura de sus labios. La besó
suavemente, evitando rozar las zonas sensibles mientras rozaba con sus labios
los de Mae. Acarició su garganta con las puntas de sus dedos, entonces se deslizó
por debajo de su túnica para acariciar sus pechos ligeramente. Cuando notó que a
Mae le costaba respirar y la sintió temblar se detuvo- Lo siento. No era mi
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intención…
- Tienes un tacto maravilloso -Mae sujetó la mano de Vance contra su pecho-
Me encanta tu mano ahí.
- Cierra los ojos -susurró Vance, acariciándola otra vez suavemente.
Ella descansó su mejilla en el pelo de Mae y aspiró su perfume. Continuó
abrazándola, acariciando sus hombros, sus brazos, sus pechos, hasta que estuvo
dormida. Estaba tumbada, despierta, escuchando la respiración tranquila de
Mae, absorbiendo el relajante ritmo de los latidos de su corazón contra su pecho.
La furia que la invadía era demasiado fuerte como para dejarla dormir, pero el
amor que sentía le permitiría descansar.
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CAPÍTULO VEINTIDOS

Cuando Mae se despertó con la sensación de Vance a su lado en la cama, se


quedó inmóvil para no perturbar el maravilloso momento. El cuerpo de Vance
era cálido y firme, y sus dedos se deslizaban lentamente de arriba abajo por el
brazo de Mae con un hipnótico ritmo constante.
Mae podía saber que estaba despierta por la serena tensión que transmitía su
cuerpo. Por lo general, Mae deseaba más que cualquier cosa, que la persona que
estaba en su cama la dejara en paz. Ahora, había descubierto que la presencia de
esta mujer singular le daba esa paz.
- ¿Has dormido esta noche? -murmuró Mae mientras acurrucaba su cuerpo
más cerca de Vance.
- Un poco -Vance mintió. Acariciar a Mae mientras dormía había resultado
demasiado placentero como para querer dormir ella misma. Si bien el cuerpo
humano siempre la había fascinado por su estructura e increíble funcionamiento,
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nunca antes había sentido ese tipo de excitación que se había despertado en ella
yaciendo al lado de Mae. La piel de Mae era tan suave, la curva de sus caderas y
sus pechos tan elegante, el calor de su carne tan tentador, que Vance tuvo que
luchar para no despertarla con la urgencia de su respuesta.
Quería más. No quería dejar de tocarla nunca.
- ¿Prestas algún tipo de servicio personal? -bromeó Mae, estirándose para
besar cuidadosamente la comisura de los labios de Vance.
- Sólo para ti -Vance se puso de lado y observó la cara de Mae a la débil luz de
la mañana. Las partes ilesas de su cara eran hermosas. La piel pálida y delicada
sobre sus finos huesos. Sin embargo, sus contusiones eran incluso más feas a la
luz del día, y su furia se mezcló con la ternura. Vance se estremeció y rozó
ligeramente la mandíbula de Mae con la punta de sus dedos- ¿Cómo te sientes?
- Si no tengo en cuenta las punzadas y los dolores, nunca me he sentido mejor
en mi vida.
Vance se rió- Creo que mi pregunta tiene que ver con esos dolores y punzadas.
Mae apartó el pelo de la frente de Vance y la besó suavemente- Nunca antes
me he despertado junto a alguien de quien estuviera enamorada. Eso es todo lo
que puedo sentir en este momento.
Vance inspiró profundamente y balbuceó- Mae...
- Oh sí, lo sé, se supone que las mujeres como yo no tienen sentimientos como
es…
- Ahora no -Vance calló las palabras de Mae con un beso, aún consciente de
sus lesiones, deslizando su lengua con ansia dentro de la húmeda cavidad de la
boca de Mae. El muro que inconscientemente había levantado para contener sus
anhelos y necesidades se desmoronaba, y se encontraba indefensa para contener
la oleada de deseo que la inundaba. Apartó su boca de la de Mae bruscamente,
jadeando- Te deseo -temblando, cerró los ojos- Tanto.
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- No tienes porqué detenerte - susurró Mae. Buscó la mano de Vance y la llevó


dentro de su túnica hasta su pecho. Cuando los cálidos y firmes dedos se
cerraron sobre su pezón, gimió.
- Te haré daño -dijo Vance gimiendo- No sabes lo que siento -descansó su
frente contra la de Mae, con los ojos cerrados con fuerza- Nunca pensé que
desearía nada, cualquier cosa, como te deseo a ti ahora mismo. Aunque no
estuvieras herida, seguiría teniendo miedo.
Mae se rió por lo bajo mientras su cuerpo se aceleraba- Oh, cariño. ¿Crees que
tus acaricias podrían hacerme daño alguna vez?
- Creo que si hago lo que quiero hacer ahora mismo, podría hacértelo.
- Bueno, ¿entonces por qué no haces qué yo quiero que hagas?
Vance abrió los ojos, aturdida por el deseo. Sentía el pecho generoso de Mae
en su mano y sus ojos verdes brillaban ligeramente, invitándola a tocarla, a
tomar lo que tanto ansiaba. Pero aún le quedaba suficiente cordura para saber
que no podía hacerlo. No cuando el precio de su placer sería el dolor de Mae -
Quiero hacerlo. No sé lo buena que seré haciéndote el amor, pero lo haré lo
mejor que pueda. Pero no hasta que estés bien.
- Oh, creo que lo harás muy bien -dijo Mae. El torpe tanteo de los dedos de
Vance sobre su pecho casi fue suficiente para hacerla llegar, pero resistió el
intenso remolino de pasión entre sus muslos porque había algo que deseaba más-
Pero ahora lo que quiero no es que me toques, precisamente.
Vance se puso tensa- Yo...Nunca he… Con nadie.
- Mmm. Lo recuerdo -Mae abrió el botón superior de la camisa de Vance.
Después hizo lo mismo con el segundo- He estado pensando en eso. En lo
mucho que me gustaría ser la primera persona en tocarte.
- No soy... Desearía... -Vance detuvo la mano de Mae- Desearía ser tan
hermosa como tú. Ser tan atractiva para ti como tú lo eres…
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- Para ser una mujer tan inteligente -dijo Mae, con las lágrimas asomando por
sus pestañas- Eres totalmente estúpida para algunas cosas.
Vance sonrió abiertamente- Eso es lo que he estado intentando decirte.
Mae abrió la camisa de Vance, dejando al descubierto sus pequeños pechos,
perfectamente formados- No puedo pensar en ti sin que me tiemblen las rodillas
-pasó su mano por el pecho de Vance, trazando la curva de su seno, el pezón y el
tejido de su cicatriz como si fueran piedras preciosas- Miro tu hermoso rostro y
me enciendo por dentro, necesito que me toques, quiero que me lleves a lugares
donde nadie más me ha llevado nunca -miró directamente a los ojos de Vance,
pasando una uña roja alrededor del pezón de Vance, y luego apretándolo hasta
que Vance se arqueó y gimió- Eres exactamente el tipo de mujer que me gusta.
- No puedo pensar porque deseo que sigas tocándome.
La voz de Vance era apremiante, crispada, casi tan tensa como su cuerpo que
temblaba por la excitación apenas contenida- Siento una terrible necesidad de
tenerte en algún lugar dentro de mí.
Mae gimió suavemente- Oh, lo sé. Lo sé porque yo lo siento, también. Apoyó
su mejilla entre los pechos de Vance- Abrázame.
Vance rodeó los hombros de Mae y la atrajo hacia ella, diciéndose que eso
sería suficiente por ahora. Esperando desesperadamente que su cuerpo no la
traicionaría. Tenía miedo de que simplemente el abrazo de Mae sería suficiente
para encender el polvorín de deseo que ardía a fuego lento, próximo a explotar.
Estaba tan cerca del límite que el mínimo roce de las yemas de los dedos de Mae
provocó violentas ondas de placer entre sus muslos. Gimió y apretó con fuerza
sus mandíbulas.
Con urgencia susurró- Para.., deja de tocarme ahora. Solo déjame recuperar la
razón.
- Oh no. Pienso tocarte hasta que pierdas la razón -Mae deslizó su mano
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dentro de la pretina de los calzones de Vance- Quiero que te estás quieta y me


dejes hacer.
Si hubiera tenido su otro brazo, Vance habría tomado la mano de Mae
sacándola de entre sus muslos, donde finalmente se había detenido. Tal y como
estaba, con un solo brazo, fue demasiado lenta, y antes de que pudiera protestar,
un exquisito placer estalló bajo las incesantes caricias de los dedos de Mae. Si
hubiera podido pensar lo suficiente como para considerar detenerse, no podría
hacerlo. Su cuerpo reclamó su recompensa del mismo modo que Mae reclamó su
corazón. Su liberación empezó como un puñetazo suave en la boca de su
estómago, después corrió rápidamente a lo largo de su columna vertebral y de
sus piernas, y finalmente estalló, quemando todo pensamiento de su mente.
Lanzó un grito, y después lloró, Enterrando su cara en el pelo de Mae.
- Ahora... Tu corazón está latiendo como su fuera a explotar - se maravilló
Mae, su cara todavía estaba acunada contra el pecho de Vance.
- Está a punto de romperse -dijo Vance jadeando- Por contener tanta felicidad.
- No tienes porque retenerla, cariño. Hay mucha más.
Mae estaba satisfecha de un modo que nunca pudo haber imaginado. Había
provocado placer sincero y lo había hecho desde el corazón, dos cosas que ella
nunca había experimentado antes.
Se sintió plena, saciada, como si la liberación de Vance hubiera sido la suya
propia. Deseaba que Vance la tocara, como siempre, pero por el momento,
estaba satisfecha- Simplemente no podía esperar más.
- Creo que no es justo -dijo Vance, su voz sonaba rota por intentar contener el
pozo de emoción que amenazaba con deshacerla- Estoy en desventaja -enredó
sus dedos en el pelo de Mae y le echó hacia atrás la cabeza antes de besar
suavemente sus párpados, su mejilla amoratada, su boca- Las circunstancias me
impiden disfrutar de ti o devolverte lo que me has dado.
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- Eres muy perspicaz -dijo Mae bromeando- Espero que ese sea motivo
suficiente para conseguir que vuelvas.
Vance repentinamente seria, dijo- ¿No creerás que solo busco unos momentos
de placer, verdad?
Mae se quedo quieta- No me gusta pensar demasiado más allá del momento
presente. He aprendido que la esperanza conduce a menudo a la decepción.
- ¿Y qué es lo que esperas? -Vance acarició el centro de la espalda de Mae
hacia su cadera y luego sobre la curva de su cuerpo hacia su vientre. Abrió los
dedos como queriendo abarcarla a toda ella con la palma de su mano- ¿Más allá
de hoy?
Silenciosamente, Mae negó con la cabeza, temiendo que poner en palabras
sus sueños haría que se rompieran en pedazos.
- Hubo un tiempo -dijo Vance en voz baja- en el que conocía como iba a ser
mi futuro. Sabía dónde viviría, que haría. Quién sería. No sabía a quién o incluso
si amaría a alguien, pero sabía que las otras cosas harían que la soledad fuera
más tolerable -ella besó a Mae- Ahora no estoy segura de quién soy o de lo que
me deparará el futuro. Pero sé a quién amo. Y eso es más importante que todo lo
demás.
- Yo no soy la mujer a la que deberías amar -susurró Mae- Pero no soy nadie
para decirte que no lo hagas.
- ¿Cómo puedes juzgar a quién debó amar? ¿Puedes sentir como se alivia el
dolor de mi corazón cada vez que me tocas? ¿Puedes ver cómo desaparece mi
desesperación simplemente con que me sonrías? -Vance cerró sus ojos y frotó su
mejilla sobre el pelo de Mae- ¿Puedes imaginar cómo se desvanece mi soledad
simplemente con que estés cerca?
- Algo de eso si que sé -dijo Mae- Porque a mí también me pasa contigo.
- Sé que llego a ti siendo menos de lo que era -Vance levantó la cara de Mae
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hacia ella poniendo un dedo bajo su barbilla- Y por eso lo siento.


Mae entrecerró sus ojos- Todavía tengo esa agradable sensación de bienestar
que proviene de amarte así. Pero puedo perderla bastante rápido si sigues
haciendo ese tipo de comentarios. Es posible que pienses que eras mejor antes de
perder tu brazo. Antes de perder a tu hermano, o tu casa, o tu estilo de vida. Tal
vez lo fuiste. No tengo forma de saberlo. Pero sé quién eres ahora. Veo tu fuerza,
y tu bondad, y tu ternura. La falta de ese brazo me duele, pero no hay nada en ti
que me haga desear más.
Vance sonrió de medio lado- Entonces debo sentirme muy afortunada.
- Eso está mejor -Mae suspiró- No quiero que te vayas, pero imagino que la
ciudad ya estará despertándose. No puedes ser vista entrando y saliendo de mi
habitación a todas horas.
- Tengo la intención de entrar y salir de tu habitación cada vez que sea
bienvenida -Vance no hizo intención de levantarse y su voz había adquirido un
tono acerado- Lo cual espero que sea a menudo.
- Dios, Vance. No importa lo que seamos la una para la otra, a los ojos de la
gente del pueblo no tenemos nada que hacer juntas. Podrían pasar por alto el
hecho de que somos dos mujeres. ¿Pero el médico del pueblo ciudad y una puta?
Nunca.
- No me importa la opinión que puedan tener los demás -Vance se movió con
inquietud- A menos que su ira vaya dirigida hacia ti.
- Lo que sucedió ayer no tuvo nada que ver contigo -dijo Mae rápidamente.
- ¿Has considerado simplemente salir de aquí alguna vez? ¿Dejar esto?
Mae se rió amargamente- ¿Y qué haría? Aunque pudiera dejar atrás mi
pasado. No tengo nada con lo que construir un futuro. Si lo tuviese, no estaría
aquí ahora.
Con sumo cuidado, Vance dijo- Tengo recursos. Te podría prestar...
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- No -contestó Mae rápidamente- No aceptaré dinero de ti. Ni ahora, ni nunca.


Lo que pasa entre nosotras...
- No tiene nada que ver con el dinero -dijo Vance con rabia- Me insultas
sugiriendo eso. Y a ti misma también.
Mae se incorporó, tirando de la sábana para cubrir sus pechos- ¿Qué debo
pensar, entonces?
- Que me importas y quiero ayudarte. ¿O solo soy yo la que debería aceptar
ayuda sin dudarlo? -Vance se sentó en la cama y comenzó a abotonar su camisa-
¿Solo importa lo que yo necesito?
- No -dijo Mae suavemente. Reprimió el deseo de ayudar a Vance a
abotonarse la camisa. Para ella habría sido un acto de amor. Para Vance, uno de
piedad, y no se arriesgaría a eso- Entonces, dime que habías pensado.
Vance inspiró profundamente y refrenó su temperamento. Cuando Mae se
acercó y, despacio, comenzó a abotonar el resto de sus botones, inclinó su
cabeza hacia atrás y suspiró- Pensaba en que podría ayudarte a comprar una casa
o comenzar un negocio o... pagarte un billete en la diligencia hacia algún lugar
diferente.
- ¿Irme de aquí?
- Si es eso lo que quieres.
Mae se puso de pie y apretó su túnica- Tienes suerte de que no tengo mi arma,
porque si la tuviera, probablemente te dispararía.
- Entiendo que he dado un paso en falso.
- Un montó entero de ellos -Mae fue al aparador, se enjuagó la cara, y se tomó
su tiempo para secarse mientras centraba sus pensamientos. Necesitaba poner
alguna distancia con Vance porque cuando estaba cerca de ella, sus
pensamientos tendían a dispersarse- Aquí hay chicas que son mi
responsabilidad. Si me voy, alguien más tomará mi lugar. Alguien a quien ellas
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no le importen más allá de cuanto pueden ganar en una noche. Alguien a quien
no le importe lo que les puedan hacer si el precio es el adecuado. No tendré eso
sobre mi conciencia.
- Entiendo.
- ¿Lo haces? No estoy segura de que realmente lo hagas -tomó aire y dijo en
voz baja- Si no estoy aquí haciéndome cargo de las cosas, alguien lo hará. Si no
estoy, Sissy y las demás seguirán haciendo lo que hacen aquí, luego vendrán
otras chicas a hacerlo. Es parte de la vida aquí, eso no va a cambiar.
Vance se puso de pie, sacudió sus pantalones, y se los puso. Se quitó la camisa
y fue hacia el aparador para lavarse también. Cuando se incorporó, con la toalla
en mano, su pelo todavía estaba goteando- Tú no quieres dejar de hacer lo que
haces.
- No me importaría si no volviera a tocarme un extraño nunca más -dijo Mae
con dureza- Pero tengo mi independencia, y no me muero de hambre, y esas
chicas podrían tener una oportunidad de tener algo más de lo que yo tuve.
- De acuerdo.
Mae frunció el ceño- ¿De acuerdo, qué?
- En San Louis hay burdeles dirigidos por mujeres que viven en casas
elegantes, que cabalgan por la ciudad, de día o de noche, en carruajes elegantes,
y que son bienvenidas en los mejores círculos.
- Eso es en San Louis. He oído hablar de esos lugares, pero las personas de
aquí no son tan tolerantes.
Vance se encogió de hombros- Las cosas cambian.
- No es algo con lo que deberías contar.
Vance se puso la camisa y abotonó sus pantalones- La única cosa con la que
cuento eres tú.
Con movimiento de cabeza, Mae cogió la pistolera de Vance y la puso
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alrededor de sus caderas- Ahora estate quieta.


- Ya he hecho eso hoy -murmuró Vance rodeando la cintura de Mae y tiró de
ella pegándola a su cuerpo. La sensación de los pechos de Mae contra su pecho
alimentó el deseo de tocarla que no había disminuido desde que habían dormido
juntas. Mordió suavemente el lóbulo de su oreja antes de rozar el borde con su
lengua- Y mira lo que pasó después.
Mae se abandonó en el abrazo de Vance, sintiéndose débil ante el deseo
atronador- Lo que veo ahora es lo que sucede cuando te sientes más tú misma.
Vance se rió. ¿Qué?
Mae abrió las palmas de sus manos sobre la espalda de Vance, pegándose más
a ella, sabiéndose que su pasión encendería más a Vance. Cuando la oyó jadear y
sintió crisparse su cuerpo, se apartó, con una sonrisa satisfecha en su rostro- Te
vuelves insufriblemente segura de ti misma.
- ¿Debería disculparme? -preguntó Vance, respirando agitadamente mientras
sentía su estómago retorcerse por el deseo.
- Vuelve un día de estos... -Mae se obligó a hacer lo contrario de lo que se
cuerpo le pedía hacer y dio un paso tras- y veremos.
- Te lo prometo -dijo Vance, sus ojos estaban ardiendo mientras lanzaba su
abrigo sobre su hombro y se dirigió hacia la puerta- Intentaré hacerlo tan pronto
como pueda.
Había otras cosas que también pensaba hacer... otras cosas que por el
momento, no tenía la intención de compartir.
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CAPÍTULO VEINTITRES

Vance encontró a Caleb cambiándole el vendaje a Jed. Colgó su abrigo y fue a


echarle una mano.
- Buenos días -dijo mientras enrollaba una fina tira de lino limpia que había en
una palangana. Se la pasó a Caleb que, suavemente, la introdujo en la herida de
bala para facilitar el drenaje. Ella no esperaba una respuesta. Su inclinación a
modo de saludo y sonrisa distraída fueron suficiente. Se inclinó un poco para
revisar a Jed- ¿Cómo te encuentras?
- Mejor de lo que debería, supongo, con los dos hurgando en mí de esta
manera -Vance sonrió. El color de Jed era bueno y la herida no daba muestras de
inflamación o de pus. Si pasaban un par de días más sin señales de supuración,
tendría una muy buena posibilidad de tener una recuperación completa.
- ¿Me voy a casa hoy? -preguntó Jed.
- No querría ser yo la que se interpusiera en el camino de Jessie cuando
aparezca por aquí para llevarte -dijo Vance secamente. Miró a Caleb, que asintió
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con la cabeza- Parece que tendrás suficiente atención en casa. Y la comida


probablemente será mejor.
Jed se rió con mucho cuidado mientras Caleb ajustaba sus vendajes-
Seguramente eso será cierto si es la señorita Kate la que cocina.
Caleb y Vance volvieron a acomodar a Jed y regresaron a la oficina. Caleb
cerró la puerta- No se me ocurre ni una sola razón por la qué esa herida no sea un
emplasto pestilente ahora mismo -dijo Caleb, caminando hacia la ventana y
quedándose con la mirada perdida en la calle- Excepto por toda esa cosa que
hiciste con el instrumental y el ácido fénico.
Vance se unió a él y dijo suavemente- Antes de la Guerra, estuve seis meses
en Europa con mi padre y mi hermano, visitando diversas clínicas médicas. Oí a
Dr. Lister hablar de sus teorías relativas a la contaminación como causa de la
purulencia en las heridas. Parecía tener sentido.
- No sé si tiene sentido o no, pero si tiene resultados, a mí no me importa
-Caleb frunció el ceño- Así es que dime lo que debo hacer. No me espliques el
porqué, no tengo tiempo para eso.
- Bien -dijo Vance, sofocando una sonrisa- Esto es lo que recomiendo.
Estaban enfrascados en la conversación cuando Jessie y Kate entraron por la
puerta.
- ¿Cómo está Jed? -preguntó Jessie inmediatamente, mirando a Caleb y a
Vance.
Caleb dijo con satisfacción- Mejor -empezó a caminar hacia el dispensario-
No va a ser capaz de caminar hasta la carreta, te ayudaré a ponerle en una
camilla. Por encima de su hombro, añadió- Vance, por qué no le dices a Kate lo
que necesitará hacer con los vendajes.
- De acuerdo -Vance le sonrió a Kate y repasó con ella dos veces la rutina para
los cambios diarios del vendaje- Lo más importante es evitar que la herida se
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infecte. ¿Está todo claro?


- Sí. Entiendo.
- Estás haciendo un montón de prácticas con las curas estos días.
- Es maravilloso -Kate se entusiasmó- Jessie y yo hablamos de la partería
anoche. Quiero que sepas que voy en serio en cuanto a lo de aprender.
- Nunca creí que no lo fueras -Vance vaciló- Te podría enseñar medicina,
Kate. La mayor parte de la profesión médica todavía se aprende en la práctica,
no escuela. O bien podrías pasar unos meses en el Este en una de las
universidades, y después colocarte de aprendiz conmigo.
- Pensé en eso. Jessie y yo incluso hablamos de ello -Kate sonrió- Creo que lo
que haces es asombroso y muy importante -miró hacia la puerta medio abierta
por la que podía oírse un murmullo de voces- Si nunca hubiera venido aquí, si
nunca hubiera conocido a Jessie, podría querer hacer algo así. Pero ya soy feliz
con mi vida. Quiero ser una comadrona. Tú misma dijiste que es algo que la
gente necesita aquí.
-Eso es cierto.
- Es lo que yo necesito, también.
Vance asintió, pensando en las decisiones que se tomaban porque eran las
correctas y no simplemente porque eran las que se esperaban. Pensó en sus
propias decisiones y supo que volvería a tomar las mismas. Volvería a ir a la
Guerra con Víctor porque creía que fue lo correcto. Podría ser que hubiera
llegado a New Hope porque había renunciado a elegir, pero decidió quedarse
porque era lo que quería. Lo que necesitaba. Pensó en Mae, y sonrió. Sí,
justamente era lo que necesitaba- Una vez que Jed esté instalado, te llevaré
conmigo para que puedas conocer a tus futuras pacientes. Así sabrán que
trabajamos juntas y que tú las visitarás de tanto en tanto -dijo Vance- ¿De
acuerdo?
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Kate asintió vigorosamente- Oh sí. Eso sería sencillamente perfecto.


Jessie regresó a tiempo de oír exclamación de contento de Kate. Supuso que
Kate y Vance hablaban de la formación de Kate de nuevo.
Cuando Kate se volvió hacia ella con los ojos brillantes, Jessie sonrió- Voy a
ir por algunas cosas que el doctor dice que necesitaremos, y después podremos
irnos.
- Te acompaño -dijo Vance rápidamente.
Jessie sorprendida, asintió con la cabeza- Entonces, vamos.
Había algo en la expresión de Vance que le dijo a Kate que esperaba hablar
con Jessie a solas. Kate apretó el brazo de Jessie brevemente- Id por delante.
Quiero saludar a Jed y hablar con Caleb un minuto.
- De acuerdo -Jessie asintió mirando a Vance y ambas salieron a la calle-
¿Tienes algo en mente?
Vance bordeó un charco que había en medio de la calle, consecuencia de la
lluvia reciente- ¿Qué sabes sobre el Golden Nugget?
- ¿Además de lo obvio? -Jessie saludó con la cabeza a un transeúnte y esperó a
estar fuera del alcance de su oído- No mucho. Ha sido el Nugget casi desde que
tengo memoria. Creo que hubo un tiempo en el que se llamó de otra manera,
pero el propósito era el mismo.
- ¿Sabes quién es el propietario? -Vance no encontró ninguna razón para ser
prudente con Jessie. Kate, Jessie y Mae eran amigas. Por el trato cariñoso que
había entre Jessie y Mae, se había preguntado, en alguna ocasión, si quizás en
algún momento habían sido más que amigas. Se dio cuenta de que ya no le
molestaba lo suficiente como para pensar en ello. De hecho, se alegraría si Mae
había estado con alguien que la apreciaba, y supuso que Jessie lo haría.
Jessie miró de reojo a Vance y luego directamente de frente. Todavía no era
capaz de leer nada en el rostro resuelto de la doctora- Al único que he visto
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alguna vez dando órdenes en ese sitio es a Franck, pero en realidad no creo que
él sea el propietario.
- Digamos que no lo es. ¿Quién podría serlo?
Jessie caminó más despacio conforme se acercaban al almacén de
suministros, se acomodó contra un poste mirando hacia la calle y colocó el tacón
su bota en el borde de la pasarela de tablones. Vance pasó su brazo alrededor del
tronco de atar los caballos, se apoyó sobre él, y cruzó sus tobillos. Cualquiera
que hubiera estado observando habría pensado que eran simplemente dos
amigas dando un tranquilo paseo.
- Se necesitaría algo de dinero -dijo Jessie pensativa- Thaddeus Schroeder... él
posee el periódico junto con el padre de Kate... podría tener suficiente. Él ha
estado aquí casi desde que la ciudad existe. Sin embargo, es padre de familia, y
parece decente. Realmente no puedo imaginarlo regentando el Nugget.
- Caleb también tendría los recursos suficientes -dijo Vance- pero también me
parece improbable.
- Está Wallace Fitzpatrick... es dueño del aserradero, y Mason, el del banco
-Jessie se encogió de hombros- Podría haber alguno más, pero serían puras
conjeturas.
- ¿Qué pasa con la oficina de títulos de propiedad? ¿Crees que podría haber
algún registro allí?
- Normalmente las escrituras se publican en el periódico, pero no sé hasta
dónde se remontan esos registros -Jessie estudió a Vance- Kate podría decírtelo,
pero si se avecinan problemas, no quiero que se involucre.
Vance apretó la mandíbula y no dijo nada. Había pasado mucho tiempo desde
que había confiado en alguien. Desde Milton... y Víctor. El silencio aumentó, y
sabía que Jessie no iba a preguntarle. Si no le daba ninguna explicación sobre la
causa de su preocupación, sentaría los límites de su incipiente amistad-
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Quienquiera que sea el propietario del Nugget tiene un hombre contratado para
supervisarlo -sus palabras brotaron con fuerza con una oleada de rabia- Él le
pegó a Mae ayer. Tiene contusiones en el lado izquierdo de su cara y en sus
brazos.
- Bastardo… -Jessie maldijo.
- Sí.
- ¿Y tú quieres ir a por él?
Vance se encontró con la dura mirada azul de Jessie- ¿No lo harías tú?
Jessie asintió en silencio.
- Mae me hizo prometer que no lo haría -dijo Vance irónicamente- Todavía no
estoy segura de cómo ocurrió.
-Apostaría a que te manipuló con eso de que le dolería más si ibas y te
mataban.
Vance se rió suavemente- Algo parecido.
- El problema es que tiene razón. Y si algo le ocurriese a Kate, yo no
sobreviviría.
- Tú y Kate…-dijo Vance cuidadosamente- ¿La gente de aquí no montan un
escándalo?
Jessie hizo una mueca- Bueno, los padres de Kate lo hicieron. Pero la mayoría
de las personas se ocupan de sus asuntos y dejan que los demás se ocupen de los
suyos.
- No le prometí a Mae que no iría a por el que está detrás del negocio. Él fue el
que le dio permiso a ese bastardo para que hiciera lo que le viniera en gana con
las mujeres del Nugget.
- Preguntaré por ahí.
- No quiero que corras ningún riesgo -dijo Vance- Cualquier información que
puedas...
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- Mae también significa algo para mí -contestó Jessie, con voz crispada- Veré
lo que puedo averiguar.
Vance asintió lacónicamente- Gracias.

- Volveré esta tarde para llevarte de regreso a la ciudad -dijo Vance tres días
más tarde cuando mientras giraba con la calesa hacia el sendero que conducía al
rancho de Kate y Jessie- Probablemente, cuando me haya ocupado de todos
estos avisos será cerca de la hora de cenar.
- No es necesario que me lleves a todas partes, ¿sabes? -dijo Mae- Dios sabe
que ya pasas suficiente tiempo vagando por los caminos. ¿Cuánto has estado en
la cama en los últimos días?
Vance entornó los ojos frente a la brillante luz del sol. Sentía sus ojos secos y
estaba cansada, pero tener a Mae a se lado en una hermosa mañana de verano
parecía infundirle una energía que no había sentido desde antes de la guerra- Ha
sido una de esas semanas en las que todo el mundo parece sentirse mal al mismo
tiempo. He tenido la oportunidad de hacer una siesta de una hora o dos.
- Sabes que no me importa si vienes a visitarme a altas horas de la noche -dijo
Mae.
- En ese caso, no estoy segura de que pudiera dormir mucho.
Mae se sonrojó a pesar del sombrero de ala ancha, con plumas, que protegía
su cara del sol. El verde profundo del sombrero, era un poco más oscuro que el
color de sus ojos y hacía juego con su vestido de seda- Eso simplemente podría
depender de lo cansada que estuvieras en realidad.
Sonriendo abiertamente, Vance bajó de un salto y rodeó la calesa hacia el lado
de Mae- Eso es algo que no parezco sentir cuándo estoy cerca de ti -rodeó la
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cintura de Mae mientras ella ponía un pie en el estribo y la giró completamente


dejándola en el suelo. Aprovechó su proximidad aprovechándose de su cercanía
para rozar la mejilla de Mae con sus labios- Estás preciosa.
- ¿He conseguido cubrir los moratones? -preguntó Mae en voz baja.
El corazón de Vance se encogió con una mezcla de compasión y rabia- Sí. No
deberías avergonzarte por algo que no ha sido culpa tuya.
- Es por orgullo, supongo -Mae hizo un gesto con la mano cuando Kate
apareció en la puerta de la casa del rancho- No tengo mucho más.
- Tienes la fortaleza necesaria para tomar decisiones difíciles -dijo Vance
mientras caminaban hacia la casa. Mantuvo su mano en la espalda de Mae, justo
en el hueco por encima de sus caderas, disfrutando de la forma en que su cuerpo
se movía bajo sus dedos- Y te haces responsable de esas chicas, cuándo nadie
más, ni siquiera sus familias, está dispuesto a hacerlo. Eso te honra.
- Cállate -susurró Mae- Tienes el cerebro reblandecido por la falta de sueño.
Vance se rió mientras ella y Mae subían al porche.
- Hola -saludó Kate, apartando los mechones de pelo fuera de su cara. La
cocina todavía estaba caliente de lo que había horneado por la mañana temprano,
y la brisa se sentía maravillosamente bien cobre su piel caliente. Observó a Mae
y a Vance cariñosamente, pensando que cuando Vance se reía, aparentaba ser
mucho más joven de que lo que Kate había sospechado- Tengo café haciéndose,
si te apetece tomar un poco.
- Me temo que no puedo quedarme -contestó Vance- La señora Emerson
envió aviso de que sus cinco niños se quejan de dolores de estómago. Y esa es
solo la primera parte de una larga lista -ella le sonrió a Kate- Y antes de que
preguntes, no, hoy no hago ninguna visita a nuestras futuras madres. Haz planes
para venir conmigo otra vez el pasado mañana.
- Sí -contestó Kate ansiosa- Lo tendré en cuenta.
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Mae tocó la mano de Vance en una caricia fugaz mientras Vance se alejaba-
Ten cuidado.
- Lo tendré. Te veré más tarde -se tocó el ala de su sombrero negro de fieltro-
Kate.
- La cena será a las seis y estoy haciendo pollo y panecillos -Kate tomó el
brazo de Mae mientras dirigía a Vance con una mirada severa- Y espero que
estés aquí para ayudarnos a comerlos
- Entonces sin duda lo haré -contestó Vance con una leve inclinación.
Mae observó a Vance caminar por el porche, subirse a la calesa y marcharse-
Parece tan cansada -murmuró con preocupación.
- Parece feliz -dio Kate suavemente- No creo haber visto su mirada así antes.
Es agradable.
- Supongo que si estuviera hecha de paja no habría conseguido superar todo lo
que le ha pasado -dijo Mae dijo con un suspiro- Soy tonta por preocuparme.
- Ven adentro y toma algo de beber. Jed está dormido, así que no necesitamos
darnos prisa -mientras guiaba a Mae hasta el fondo de la cocina, dijo en voz baja-
Y es natural preocuparse por alguien a quien amas.
- ¿Qué dices? Nunca dije...
Riéndose, Kate tendió su mano- Ven, dame tus cosas, luego siéntate y
tomaremos un té. Y tú no necesitas decirlo. Sólo tienes que mirarla y salta a la
vista.
- Tendré que tener más cuidado.
- ¿Por qué? -Kate se sentó en frente de Mae y la miró seriamente- ¿No puedes
pensar que a Vance le importe?
- Puede que a ella no, pero supongo que hay un montón de gente a la que sí le
importaría.
Kate tomó la mano de Mae- Sé que puedes hacer frente a cualquier cosa que
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puedan decir, y estoy segura de que Vance también puede. Y si la expresión del
rostro de Vance esta mañana quiere decir algo, ella necesita que tú sigas
mirándola justo de la forma en que lo haces.
- Señor…, Kate. Los sentimientos, sin duda, lo complican todo.
- Lo hacen. Especialmente cuando son maravillosos -se echó hacia atrás y se
mordió el labio inferior unos segundos. Después dijo suavemente- Alguien que
no te conozca tan bien como yo no se habría fijado, pero puedo ver que alguien
te ha pegado. ¿Qué ha sucedido?
Mae se sonrojó por segunda vez en apenas unos minutos, esta vez por
vergüenza- Nada de lo que haya que preocuparse.
Los ojos oscuros de Kate centellearon- Nuestra amistad tiene mucha
importancia para mí. No permitiré que la subestimes pensando que no debería
preocuparme por lo que te pasa.
- Yo... -Mae respiró vacilante y sonrió débilmente- Casi había olvidado lo
terca que eres. Ni siquiera intentaré convencerte de que es algo que no necesitas
saber.
- Bien. Eso demuestra tu buen juicio -Kate le sonrió con cariño- Cuéntame.
Mae le contó lo acontecido a grandes rasgos, omitiendo la mayor parte del
horror- No volverá a cogerme desprevenida. Y la próxima vez, no me
preocuparé de quién más podría venir si le pasara algo. Sólo le haré unos
agujeros donde, no te quepa duda, podrá sentirlos.
- Bueno -la expresión de Kate era sombría- Creo que es terrible que tengas que
preocuparte de que alguien como él pueda haceros daño a ti o a tus chicas.
Mae la miró con curiosidad- ¿Pero tú no piensas que es terrible que seamos
putas?
Kate se sorprendió- ¿Terrible? Por supuesto que no.
- ¿Cómo es que una jovencita de Boston tiene una manera de ver las cosas tan
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diferente a la de la mayoría de la gente?


- Creo… -dijo Kate- que es porque soy diferente. Amar a Jessie sabiendo que
algunas personas dicen que no debería... eso me hace considerar lo que la gente
llama “correcto” con un poco más de cuidado. Vance no parece prestar mucha
atención a lo que la gente pueda decir de ella.
- Bueno, entonces parece que estoy en minoría -dijo Mae riéndose.
- Parece que es así. ¿Sabe Vance lo que sucedió? -preguntó Kate con cautela.
- Lo sabe, y tuve que hacer todo lo que estuvo en mi mano para evitar que
saliera corriendo para ajustar cuentas.
- Me lo imagino -Kate sabía que Jessie se comportaría exactamente igual. Y
ella haría lo mismo si alguien le levantara la mano a Jessie.
- Es extraño ser cuidada de esa manera -Mae negó con la cabeza- Pensaba que
nunca tendría esa suerte.
Kate sonrió- Yo diría que las cuatro somos afortunadas.
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CAPÍTULO VEINTICUATRO

Jessie se apartó de la mesa con un suspiro- Dios, Kate. Me estoy echando a


perder con tu comida. Será difícil tragarse lo que hacemos pasar por comida
fuera en la montaña.
Kate le dedicó una mirada penetrante- ¿Será pronto?
- Supongo dentro de poco tendré que ir a ver hacia donde se ha desviado la
manada después de todas estas lluvias -dijo Jessie vagamente.
- Creía que ibas a esperar a que Jed se recuperara par que pudiera
acompañarte.
- Aún tardará un tiempo, supongo -dijo Jessie- ¿Qué piensas tú, Vance?
Vance estaba sentada al otro lado de la ancha mesa de roble y asintió mientras
miraba de Kate a Mae, que estaba sentada a su lado- Lo está haciendo muy bien,
en gran parte debido a vuestros cuidados en las dos últimas semanas. Pero
todavía está muy lejos de poder montar -Kate mantuvo su mirada fija en Jessie-
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¿Puedes esperar hasta entonces?


- Depende de lo que los guardas digan sobre el estado de las cosas. Charlie
bajará de la montaña en uno o dos días. Lo sabré mejor entonces -Jessie miró a
Vance- Tengo un buen caballo de monta fuera en el establo. Con todo lo que te
estás cabalgando podrías querer echarle un vistazo.
Luego de dudar un segundo, Vance se levantó- Tienes razón. Tenía intención
de hablar contigo sobre eso. No puedo mantenerme usando el de Caleb o
pagando al de las caballerizas cada vez que necesito una montura.
- Vamos a dar un paseo y te lo enseñaré.
Mae observó a las dos salir de la habitación, Vance con su camisa blanca y sus
pantalones y Jessie con sus vaqueros polvorientos y un jersey azul desteñido por
el sol- No estoy muy segura de porqué alguna vez pensé que eran diferentes. En
momentos como este no puedo distinguir una de la otra.
- Sí, -dijo Kate pensativa- ¿Qué crees que están tramando?
Riéndose, Mae negó con la cabeza- Apostaría que algo demasiado peligroso
para nosotras.
- Por supuesto -Kate sonrió cariñosamente- La torturaré con eso más tarde.
- Esa es una idea estupenda.

Kate se acurrucó contra de Jessie, pasando un brazo y una pierna por encima
de su cuerpo, buscando su contacto más que el calor- Mmm, hueles a heno y a
sol.
Jessie se rió- Creo que acabas de decir que me parezco a un corral. ¿Quieres
que me lave antes de que nos vayamos a dormir?
- Hueles… -dijo Kate, besando a Jessie profundamente para enfatizar- sana y
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fuerte y me gusta.
- Afortunadamente para mí -murmuró Jessie colocando a Kate suavemente
sobre su cuerpo. Le besó la punta de la barbilla, luego su boca, deslizando ambas
manos en el largo y oscuro pelo de Kate. Suspiró mientras mordisqueaba el labio
inferior de Kate.
Kate la besó tanto tiempo como se atrevió, deleitándose en el calor del abrazo
de Jessie y las tiernas y persistentes demandas de sus manos y su boca. Apartó su
cara justo antes de llegar al punto en el que no podría detenerse, sonriendo ante
el gemido de protesta de Jessie. El rostro le ardía y su cuerpo centelleaba ante la
llamada del deseo de Jessie- ¿Os pusisteis de acuerdo Vance y tú en el precio de
un caballo?
- ¿Qué? -preguntó Jessie, con la voz y la expresión confundidas. Tomó la
cinta del cuello del camisón de Kate en sus dedos y tiró fuertemente soltándola.
Cuando iba a deslizar su mano debajo del algodón suave, hacia el pecho suave
de Kate, ella se rió y se escabulló.
- ¿Qué…?... ¿Qué?
- Acuérdate. Vance y tú… el paseo hasta el establo -Jessie estaba tan adorable
bajo el resplandor de la luz del fuego, nerviosa y confundida y excitada, que
Kate estaba perdiendo rápidamente su curiosidad por la conversación de Vance
y Jessie.
- Kate -Jessie parpadeó. Para entonces su vista estaba borrosa como lo hacía
cuándo le hacía el amor a Kate. Se incorporó a medias, atrayendo a Kate hacia
ella con un brazo firme alrededor de sus hombros mientras exploraba por debajo
de su camisón y elevó el pecho de Kate con la palma de su mano. Rozó el pezón
con su boca y rápidamente se puso erecto- No puedo pensar en nada ahora
mismo.
- Oh -Kate suspiró, pegándose a ella, cuerpo contra cuerpo, y volvió a besar a
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Jessie. Cuando Jessie gimió y le dio la vuelta, inmovilizándola sobre la cama,


Kate ya se había olvidado de todo excepto el contacto de Jessie. Quería cerrar los
ojos e ir a la deriva en la caliente nube de placer que crecía mientras Jessie la
besaba y acariciaba el camino desde la garganta de Kate hasta sus pechos y más
abajo, pero miró a Jessie amarla todo el tiempo que pudo. Cuando Jessie
murmuró su nombre y la tomó con su boca, Kate dejó que la pasión robara la
poca cordura que le quedaba.
Cuando Jessie murmuró su nombre, otra vez, unos minutos más tarde, su
mejilla reposaba sobre el estómago de Kate, acarició su cabello húmedo y su
cara. Satisfecha, susurró- Alejas todo pensamiento de mi mente.
- Antes querías saber algo -dijo Jessie medio adormecida. Complacer a Kate
siempre provocaba su propio placer, era como arrimar una cerilla a la yesca seca.
El sonido mismo del placer de Kate disparaba el suyo. Todavía estaba aturdida y
sentía sus piernas pesadas como el plomo. Pensó que no podría moverse aunque
la casa estuviera en llamas.
- ¿Qué? -preguntó Kate distraída, pasando sus dedos entre los mechones de
pelo dorado- Oh. Me preguntaba qué era lo que teníais que hablar Vance y tú que
precisara un paseo a los establos después de la cena.
Riéndose suavemente, Jessie hizo acopio de toda su fuerza de voluntad y
logró mover un pie de la cama. Se tumbó de costado y miró a Kate. La luz del
fuego hacía brillar su pelo negro y su piel rosada- Estás preciosa justo después de
haber hecho el amor.
Kate sonrió lentamente- Me siento preciosa.
Jessie descansó su mejilla en el hueco de su brazo y disfrutó de la felicidad de
Kate, intentando imaginar cómo sería si alguien le pusiera el rostro lleno de
moratones a Kate, como había sucedido con Mae. Sintió una sensación dolorosa
en el estómago, y apartó la imagen de su mente, pero se obligó a considerar el
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dolor de Mae y la impotencia y la rabia de Vance- Te amo.


La emoción en su voz rayaba el dolor y, preocupada, Kate acarició su cara-
¿Qué pasa, cariño?
- No podría soportar que te ocurriera algo.
- No va a pasarme nada -Kate puso la cabeza de Jessie contra su pecho y la
abrazó con fuerza- ¿Qué pasa?
- Viste la cara de Mae.
Kate cerró sus ojos- Sí.
- ¿Te contó lo que pasó?
- Sí.
- Eso está desgarrando a Vance por dentro -con un suspiro, Jessie se sentó con
la espalda apoyada en el cabecero de madera de la cama y apretó a Kate entre sus
brazos, metiendo su cabeza debajo de su barbilla. Con su mano libre tiró de las
mantas cubriéndolas a ambas. El fuego se estaba apagando y la habitación
empezaba a quedarse fría- Hace unas semanas, inmediatamente después de que
ocurriese, me preguntó si sabía quién era el propietario del Nugget.
La mano de Kate se tensó sobre el hombro de Jessie- Quiere castigar a quien
le hizo daño a Mae.
- Por supuesto.
- Jessie -dijo Kate con inquietud- Si te involucras en esto, podría ser peligroso.
Jessie agachó la cabeza y miró a la cara de Kate- No, está bien, Kate.
- Oh, lo sé. Lo sé -Kate luchó contra la angustia que le subía por la garganta,
haciendo su respiración más rápida y menos profunda. Nunca superaría haber
visto a Jessie al borde de la muerte. Recordó la sangre cubriendo el suelo de la
carreta, la palidez cadavérica de la cara de Jessie, su cuerpo inmóvil mientras la
vida se escapaba de él- No puedo permitir que salgas herida. No puedo.
- Menudo par somos -murmuró Jessie, besando la frente de Kate.
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- No se acaba con hombres así utilizando la fuerza, Jessie.


- No tenemos planeado nada parecido, Kate. De hecho, no tenemos nada
planeado -Jessie acarició la espalda de Kate describiendo círculos con su mano-
Vance sólo quiere que hable con alguien de ello.
- No me digas que es eso lo único que quiere.
Jessie se encogió de hombros- Quiere saber quién es el responsable.
- ¿Y cuál es tu parte?
- Solo hice algunas preguntas a ver si alguien sabía de quién es el local, pero
en cuento enfrentas a la gente, nadie lo sabe.
- ¿Y crees que eso dejará satisfecha a Vance?
- No, probablemente no -Jessie se rió por lo bajo- Creo que está dispuesta a
vigilar el local por la noche, para ver si puede encontrarlo.
- Oh, va a tener problemas si Mae se entera -dijo Kate con vehemencia.
- ¿No se lo irás a contar a ella, verdad?
- No, porque tú vas a hacer que Vance entre en razón -Kate dio unos
golpecitos sobre el pecho de Jessie para hacer hincapié- No le servirá de nada a
Mae si Vance sale herida.
- Lo sé -Jessie se movió inquieta- Pero, maldita sea, no es justo.
- No, no lo es. Para ninguna de las dos. Y creo que deberíamos intentar
averiguar quién es el responsable.
- ¿Deberíamos?
- ¿No pensarás que sólo voy a sentarme a esperar y ver qué pasa, verdad? -se
incorporó y mantuvo la mirada fija en Jessie firmemente.
- Y yo que pensaba que hacía lo correcto diciéndote lo que estaba ocurriendo,
cuando debería haberme callado -Jessie se pasó una mano por el pelo en señal de
frustración.
Kate se rió suavemente y tomó la mano de Jessie. Frotó los nudillos de Jessie
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contra de su mejilla- Hiciste justamente lo correcto. Intentar protegerme


manteniéndome apartada de las cosas solo conseguirá separarnos.
- Estoy tratando de hacerlo lo mejor posible para aceptarlo.
- Sé que lo estás haciendo -Kate se acomodó de nuevo entre los brazo de
Jessie- Y sé que no es fácil para ti.
- No me gustaría que algo como mi tozudez se interpusiera entre nosotras.
- No -dijo Kate en suavemente- No es tozudez. Me encanta la forma en que
me amas, y no quiero que cambies nunca. Simplemente, también tienes que
dejar que te ayude algunas veces.
- ¿No sabes que tú eres lo que me mueve todos los días? -preguntó Jessie con
incredulidad- Antes de que tú llegaras, comenzaba a preguntarme como era mi
vida realmente. Trabajando, viviendo, siempre haciendo algo, pero al final del
día, todavía había algo que me faltaba. Se recostó en la cama con un suspiro de
satisfacción- Ahora ya no lo hay.
Kate se volvió de lado y tiró de Jessie contra su espalda, colocando el brazo
que ella había puesto alrededor de su cintura, entre sus pechos.
Ahora entendía la diferencia entre existir y vivir. La conexión que
compartían, única entre todas las demás, era la esencia de su vida. Mientras
estaba tumbada esperando que llegara el sueño, satisfecha en cuerpo y alma,
pensó en Mae y Vance y en lo que ella podría hacer para ayudarles a encontrar la
seguridad la una en brazos de la otra.

Vance detuvo el carruaje detrás del Golden Nugget, pero no hizo ningún
movimiento para bajarse. En lugar de eso, se dio la vuelta en el asiento y rodeó la
cintura de Mae con el brazo, atrayéndola hacia ella. Era bien entrada la noche, y
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entre las sombras, nadie las tomaría por otra cosa que no fuera un hombre y una
mujer robando algunos momentos de pasión. Besó a Mae. Fue una exploración
lenta y persistente que se convirtió en algo más profundo y se fue haciendo más
desesperada, hasta que Mae rodeó sus hombros y tiró de Vance hacia abajo, casi
encima de ella.
- Mae… -suspiró Vance, apartándose de ella a regañadientes cuando la
conciencia finalmente penetró a través del deseo que nublaba sus sentidos-
Tengo muy poco control sobre mí cuando te pones así. Deberías ayudarme a
mantener el dominio de mi misma.
Mae se rió, acariciando la cara de Vance con la punta de sus dedos- Y todo
este tiempo he estado tratando de que hicieras justo todo lo contrario.
- Desde la noche que dormimos juntas -dijo Vance, enderezándose pero sin
soltar a Mae- no puedo pensar en otra cosa.
- Creía que había superado, hace mucho tiempo, la esperanza de tener algo
más que algunos minutos de placer en la cama -murmuró Mae, deslizando su
mano dentro del abrigo de Vance apoyándola sobre su estómago- Pero dormir
contigo me ha hecho querer bastante más que eso.
Vance gimió suavemente y besó el cuello de Mae. La piel de Mae estaba fría
bajo sus labios ardientes, y su vientre se tensó con las suaves caricias de los
dedos de Mae- Nunca supe qué debía esperar. Ahora lo sé, y... algunas veces,
cuando estoy fuera cabalgando, y estoy tan cansada que tengo miedo no poder
llegar al siguiente lugar en mi lista, pienso en ti. Entonces me olvido de todo
excepto de cuánto te quiero, y eso me hace seguir adelante.
- Oh -Mae se quedó sin aliento- Ven conmigo arriba, ahora.
- No puedo. Supongo que habrá más avisos esperándome en la oficina. Estas
molestias de estómago tienen a la mitad de la ciudad en cama -dijo Vance con
frustración- Todavía tengo avisos pendientes de hoy. No creo que termine antes
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de que amanezca.
- Quiero que vengas a mí, sin importar la hora -insistió Mae.
- Sospecho que el sol estará bastante alto para entonces -Vance se rió- Y no
estaré más presentable que un gallo de corral en ese momento. Creo que será
mejor que espere a que abra la lavandería y pueda recoger mi ropa limpia.
Mae acarició los botones de la camisa de Vance- Necesitas ropa nueva, no
limpia. Es hora de sacarte de esta ropa prestada y hacerte una nueva a medida.
- Después de algunos meses en el ejercito, decidí que mis días de estar de pie
sobre la tarima de una modista habían terminado -dijo Vance con cautela- Nunca
me gustaron los vestidos, incluso antes de que necesitara pasar el día en la silla
de montar o en un carro.
- Oh, ¿no puedes estar pensando que estaba sugiriendo eso? -Mae pasó sus
dedos a través del pelo corto, grueso y rebelde de Vance- No. Mañana te llevaré
al sastre para que te haga camisas y pantalones a medida.
- Yo... ¿crees que hará eso? -preguntó Vance con incertidumbre.
- Por supuesto que lo hará. Con tal de que tengas la intención de pagarle.
- Pensaba que acabaría comprando algo en el almacén cuando tuviera tiempo.
- No tienen mucho en ropa confeccionada, y lo que tienen nunca te ajustaría
bien -Mae besó a Vance ligeramente- No, voy a disfrutar vistiéndote.
Un estremecimiento de expectación, totalmente inesperado, recorrió la
columna vertebral de Vance de arriba a abajo y gimió suavemente, provocando
más risas de Mae- Me complaces de formas que nunca imaginé.
- Debo entrar -dijo Mae con pesar- Se está haciendo tarde, y haré falta. Besó a
Vance otra vez, con ambas manos entrelazadas detrás del cuello de Vance.
Respirando con dificultad, rozó la oreja de Vance con sus labios- Y si me quedo
aquí, necesitaré tus manos sobre mí muy pronto.
- Por favor… ¿es que no tienes compasión?
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- ¿De quién? ¿De ti? -Mae puso un pie sobre el estribo- Ninguna en absoluto.
Riéndose, Vance bajó de un salto para ayudarla, no porque Mae necesitara su
brazo, si no porque le gustaba ofrecérselo. Se quedo atónita y agradecida de que
Mae así lo entendiera. La acompañó hasta las escaleras, de repente se sentía
reacia a dejarla sola. Sabía lo que esperaba a Mae dentro y la imagen reciente de
los moratones en su rostro provocó que un sudor frío brotara de su frente- Si él
viene otra vez y no estoy aquí...
- Vance, no quiero que te preocupes...
- Si te toca otra vez, mátalo -Vance tembló mientras el tronar de los cañones y
de centenares de hombres marchando se cerró sobre ella- No esperes. Dispara
primero.
Mae observó a Vance al reflejo neblinoso de las luces amarillas que
parpadeaban en las ventanas que estaban por encima de ellas, viendo a los
fantasmas del pasado bailar sobre su cara sombría, como hipnotizada. La tomó
de la mano y tiró de ella contra el edificio, fuera de la vista de la calle, y enmarcó
su cara con ambas manos- Vance. No vayas al pasado.
- Está bien -dio Vance con la voz ronca, luchando contra la bruma de los
recuerdos- Estoy aquí -puso su mano en la cintura de Mae y descansó su frente
contra la de ella- No hay nada allí para mí y aquí tengo todo lo que quiero.
- Tendré cuidado. Prométeme que tú también lo tendrás -Mae presionó sus
dedos sobre la boca de Vance, después se apartó y empezó a subir las escaleras.
Cuando estuvo fuera de su alcance se dio vuelta- Te amo, así es que asegúrate de
estar aquí por la mañana.
Vance puso su mano sobre su corazón- Tienes mi palabra.
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CAPÍTULO VEINTICINCO

El sol estaba saliendo cuando Vance volvió de nuevo a la ciudad. Estaba


contenta cuando vio que la lavandería ya estaba abierta, y se detuvo para recoger
su ropa. A pesar de la advertencia de Mae de que fuera directamente a su
habitación, Vance quería lavarse para quitarse el sudor y cualquier rastro de
enfermedad antes de ir. Lavarse con agua fría la despejó, y poco antes de siete,
vestida con sus mejores ropas limpias, dio un golpe ligero en puerta de Mae.
Lejos de sentirse cansada, se sentía viva e impaciente. Cuando la puerta se abrió
y Mae le sonrió, un estremecimiento por lo que estaba por venir, la atravesó
como un relámpago. Había pasado mucho tiempo desde que ella había
enfrentado un día con ilusión.
- Gracias -murmuró Vance.
Mae la miró sorprendida- ¿Por qué? -tomó la mano de Vance y la llevó al
interior, cerrando la puerta tras ellas.
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- Por recordarme como se siente ser feliz -antes de que Mae pudiese contestar,
Vance colocó un dedo debajo de su barbilla, levantó la cabeza de Mae, y la besó-
Siempre estás preciosa, pero por la mañana, estás maravillosa.
- No me he puesto ni un poco de colorete en la cara, mi bata fue preciosa en
algún momento pero ya no es nueva, y no he tenido tiempo de recogerme el pelo.
Mae acarició la mejilla de Vance- Pero cuando tú me miras como lo haces, me
siento...
- Querida, eso espero -la interrumpió Vance. Giró su cabeza y besó la palma
de Mae- Porque es así.
- No creo que esté preparada para esta conversación antes de desayunar.
Vance se rió- Entonces te llevaré a desayunar y podemos continuar después.
- Tenemos cita con George Smith después de desayunar, así que cualquier
otra cosa que pudieras tener planeada tendrá que esperar.
- No tenía nada planeado, solo tenía la esperanza de…
- Ahora cállate -dijo Mae dijo suavemente. Todavía no sabía muy bien como
tomar las atenciones que Vance le prodigaba. Nunca había sido el objeto del
afecto sincero de nadie. Incluso su madre, que aunque había cuidado de ella tan
bien como le había sido posible, a menudo le daba la impresión que era más el
deber que el amor lo que la motivaba. Mae no la culpaba por eso. Enviudó joven
y sin dinero para tentar a otro marido ni las habilidades para mantenerse a sí
misma y a una niña, había entrado a servir y había logrado conseguir una casa
para las dos. No obstante, la monotonía y la decepción de su vida habían
endurecido su corazón sin ella darse cuenta- Debo vestirme, y mientras lo hago,
tú debes sentarte aquí en el sofá.
Vance levantó una ceja- ¿Entonces, no soy de fiar?
Mae sonrió- Tú puede que lo seas, pero con toda seguridad yo no lo soy. Soñé
contigo anoche y me desperté deseándote.
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Con un sonido próximo a un gruñido, Vance la atrapó rápidamente por la


cintura. La atrajo hacia ella y la besó, con más fuerza esta vez, sin disculparse
por su exigencia- El sastre puede esperar.
- Él puede -dijo Mae jadeando- Pero tengo miedo de si no vamos ahora, no
iremos nunca -mordió el labio inferior de Vance- Y tú necesitas ropa nueva.
- Mae -dijo Vance con un destello de advertencia en sus ojos- No podré ser
paciente por mucho más tiempo.
- No quiero que lo seas. Solamente unas horas más.

Dos horas empezaban a parecer una cadena perpetua. La única cosa que hacía
el proceso tolerable era ver como los ojos de Mae se movían sobre su cuerpo
cuando George Smith no estaba mirando. Vance estaba en el centro de la
pequeña y caótica habitación en camiseta, calzoncillos largos y sus botas
mientras el meticuloso sastre, impecablemente vestido, medía y renegaba y
volvía a medir. Se había sorprendido cuando Mae le había explicado por qué
estaban allí, después arqueó una ceja e hizo un gesto con el brazo hacia la
trastienda que había tras la cortina.
- Tres camisas, dos pantalones, y un abrigo de diario y otro para vestir -repitió
Mae- Las camisas de algodón y los abrigos y los pantalones de lana. Pero nada
de ese tejido que parece lana que se deforma después de usarla un tiempo.
Smith se sintió ofendido- Le aseguro que solo utilizo materiales de la mejor
calidad que llegan directamente desde San Louis.
- Bueno, pero no piense en cobrarnos el cargamento entero.
Vance sonrió abiertamente y no dijo nada. Tenía que admitir, que sería muy
agradable tener ropa hecha para ella a medida y se sentiría más cómoda.
También descubrió que tener a Mae dirigiendo al sastre concienzudamente sobre
como quería que fuera la ropa, inesperadamente, la estaba excitando. Cuando
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Mae caminó a su alrededor con una expresión contemplativa en su cara, y la tocó


aquí y allá, para demostrar dónde quería que quedara la camisa o el largo de los
pantalones, Vance tuvo que reprimir un gemido. Si bien parecía que Mae no era
consciente de la creciente incomodidad de Vance, parecía que a medida que iba
avanzando la mañana, encontraba más y más excusas para tocarla.
- Ya está -exclamó Smith como si acabara de terminar una obra de arte- Eso
debería ser todo lo que necesitamos. Dra. Phelps, lo tendré terminado para usted
dentro de una semana.
- Gracias -dijo Vance dijo con tanta dignidad como podía mostrar mientras
estaba vestida solamente con su ropa interior. Agradecida cogió los pantalones
que Mae le tendía, se quitó las botas y se los puso. Se puso la camisa sobre lo que
quedaba de su brazo izquierdo y la pasó sobre sus hombros con la facilidad que
proporcionaba la costumbre. Cuando Mae se acercó para abrocharle los botones,
Vance percibió un destello de excitación en sus preciosos ojos. Saber que Mae
estaba así por ella, sólo consiguió aumentar el deseo de Vance.
Una vez estuvo vestida y en la calle, Vance cogió a Mae por el codo y la guió
rápidamente calle abajo.
- ¿Has olvidado una cita? -preguntó Mae, sujetándose el sombrero
firmemente sobre sus trenzas ahora impecablemente fijadas con horquillas.
- Algo así -murmuró Vance, con la intención de llegar al Golden Nugget lo
más rápidamente posible. Caleb no la esperaría hasta el atardecer, sabiendo que
había estado fuera trabajando toda la noche.
Por supuesto, él pensaría que estaba durmiendo, aunque eso era lo último en
lo que estaba pensando ella.
- Vas a estar muy bien con esas ropas -dijo Mae sin aliento, mientras se
concentraba en no meter los tacones de sus zapatos en los surcos de la calle y
sujetaba el dobladillo de su falda.
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- Si a ti te gusta, es todo lo que me importa -dijo Vance mirando fugazmente a


Mae- Parecía que disfrutabas mucho ajustándolas.
Mae sonrió complacida- He descubierto que me gusta tenerte medio desnuda
e indefensa.
- Mae, entonces ayúdame -dijo Vance- no voy a poder contener mis deseos
por mucho más tiempo.
Habían llegado a las escaleras, del callejón que llevaban hasta los aposentos
de Mae, y ella se paró bruscamente para besar a Vance en plena boca-
Definitivamente espero que no.
Vance se dirigió escaleras arriba con Mae cogida de la mano. Esperó mientras
ella abría la puerta, mareada por el aroma de las especias y la invitación que
emanaba de la piel, levemente ruborizada, de Mae. Una vez dentro del cuarto, se
quitó su abrigo mientras Mae cerraba la puerta. Cuando Mae se volvió hacia ella,
con un atisbo de incertidumbre en sus ojos, la urgencia de Vance despareció para
ser reemplazada por una sensación de anhelo que hizo que no tuviera ningunas
ganas de darse prisa.
- Antes de que haya terminado -dijo Vance con absoluta certeza- voy a
conocer cada pulgada de ti.
Mae abrió la boca pero no salió ningún sonido de ella. Temblando, dejó su
bolso y su chal sobre el aparador y trató de quitarse el sombrero.
- Déjame hacer eso -dijo Vance. Suavemente, quitó los alfileres que sujetaban
el sombrero y dejó todo a un lado. Después ella tomó la mano de Mae-
Terminemos esto en la otra habitación.
Las contraventanas del dormitorio de Mae estaban cerradas y Vance encendió
la lámpara de aceite que estaba sobre la mesa, inundando la habitación de una
luz dorada. Se acercó a Mae, que estaba de pie frente a la cama, y la besó
suavemente- Puede que sea un poco lenta con una sola mano, pero me gustaría
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desnudarte yo misma.
- Tómate una eternidad si es necesario -susurró Mae- No hay ningún otro
lugar en el mundo donde prefiera estar que no sea aquí contigo.
Vance la deseó entonces, inmediatamente. Quería deleitarse con su sabor y su
voz. Quería perderse en la sensación de carne caliente contra carne caliente.
Sabía que si rompía las cadenas de su control, Mae le dejaría tener cualquier
cosa que deseara, le dejaría disfrutar hasta que estuviera saciada, tan
egoístamente como quisiera. Y eso era lo único que no deseaba. No tomaría
nada, aunque le fuera dado libremente.
Le mostraría a esta mujer, la única mujer a la que verdaderamente había
deseado, lo que era ser valorada.
- No creo que exista un mundo para mi sin ti -murmuró Vance, intentando
alcanzar la fina tira de botones en la espalda del vestido de Mae. Se rió
suavemente- ¿Escogiste este vestido en particular simplemente para ponerme a
prueba?
Mae rodeó con sus brazos la estrecha cintura de Vance y descansó su cabeza
contra su hombro. Ya estaba medio perdida por el tono hambriento de la voz de
Vance y todavía no había sentido sus delicados dedos sobre su piel. Se preguntó
si podría soportar la intensidad de ese momento sin derramar sus lágrimas- Me
lo he puesto porque nadie más me ha visto con él. Y nadie más me ha visto
quitármelo.
El pecho de Vance se llenó de una angustia terrible, de una necesidad tan
grande que temió ahogarse en ella. Enterró su cara en la curva del cuello de Mae,
su mano presionó con fuerza en espalda de Mae- Me honras.
- ¿Cómo es posible que tú no me veas como todos los demás lo hacen? -Mae
entrelazó sus dedos en el pelo oscuro y grueso que rozaba la nuca de Vance y le
levantó la cabeza para poder ver su rostro- ¿De verdad no te importa lo que soy?
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- Lo que importa, mi querida Mae, es quién eres -dijo Vance, su voz era firme
y sus ojos tan cálidos como la primera brisa de la primavera- y con cuanta
ternura me has recibido en tu corazón, cuando tengo tanta necesidad de ti.
- No más necesidad que la que tengo yo de ti.
Vance sonrió y rozó sus labios sobre los de Mae- Creo que todavía no me
conoces a mí…o a mis necesidades. Con precisión ágil y delicada, abrió el
vestido de Mae. Se inclinó para besar su hombro desnudo, después pasó la palma
de su mano sobre su clavícula y por su brazo, apartando el vestido. Repitió el
mismo movimiento en el lado contrario, hasta que la prenda cayó a los pies de
Mae formando un exuberante tapiz de pliegues verdes. Vance pasó la punta del
dedo por el borde de encaje de las enaguas que asomaban por encima del corsé
de seda negro que sujetaba los pechos de Mae. Después besó el camino que su
dedo había trazado, entreteniéndose en el lugar donde el corazón de Mae
palpitaba frenéticamente.
- Tu boca es tan suave, tan caliente -susurró Mae maravillada, temblando ante
ese gesto absolutamente tierno. Colocó sus manos en los hombros de Vance, ya
que sus piernas estaban cada vez más débiles, pero estaba decidida a aguantar
todo el tiempo que Vance quisiera estar tocándola. Nunca había querido dar
tanto a una sola persona en toda su vida.
- Me encanta como hueles -murmuró Vance, cerrando los ojos mientras
frotaba su mejilla sobre la suave ondulación de los pechos de Mae, con sus dedos
ocupados con los enganches que cerraban el corsé. Cuando cayó, revelando la
abundante belleza de los pechos de Mae, se quedó sin aliento- Preciosa.
Incapaz de contener la punzada de placer que la inundó, Mae agarró la cabeza
de Vance y guió su boca hacia su pezón tenso- Por favor...
Vance la atrajo hacia sí, haciendo círculos con su lengua alrededor del
pequeño y duro pico, apretando con sus dedos convulsamente alrededor de la
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suave masa que sujetaba con su mano.


Mae echó la cabeza hacia atrás y gimió cerrando los ojos. La sensación era de
dolor y placer, demasiado deliciosa para distinguirlo- Te necesito tanto.
Jadeando, Vance se enderezó, pasando sus dedos temblorosos hacia abajo por
la delicada garganta de Mae. Con infinito cuidado sacó las horquillas del pelo de
Mae, observando cómo caía sobre sus pálidos hombros como un amanecer
dorado- Tengo que tenerte pronto. Tengo miedo de que si espero, se romperá
algo dentro de mí y te haré daño con mi hambre de ti.
- No -la calmó Mae- Tú no me harás daño con amor -extendió sus manos
sobre el pecho de Vance, después acariciándola bajó hasta su estómago. Tiró de
los botones de sus pantalones- Pero deja que sea pronto.
Al mirar hacia abajo y ver como Mae abría su ropa, Vance sintió como la
bestia dentro de a ella se escapaba a su control. Cogió un puñado de rizos
sedosos en su puño y tiró hacia atrás con fuerza hasta que Mae soltó su ropa y se
quedó mirándola sorprendida.
Después cubrió la boca de Mae, atrapando su labio inferior entre sus dientes,
tirando de él entre los suyos y succionándolo hasta que Mae gimió y clavó sus
dedos en la espalda de Vance. Vance se apartó y, con su brazo alrededor de la
cintura de Mae, la llevó hacia la cama- Ayúdame a desvestirme. No puedo
hacerlo ahora con una sola mano.
- Lo has estado haciendo perfectamente hasta ahora-dijo Mae nerviosa,
mientras deslizaba la camisa sobre los hombros de Vance. Agarró su camiseta y
la levantó hacia arriba, dejando al descubierto las cicatrices hacían que quisiera
llorar y el hermoso cuerpo que le quitaba el aliento. Pasó su mano por el arco del
hombro de Vance y hacia abajo por su brazo izquierdo, tocando tiernamente la
terrible herida- Ten cuidado cuando estemos juntas...
-No debes preocuparte -Vance deslizó sus dedos por debajo de las enaguas de
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Mae, las levantó por encima de sus pechos y se las quitó completamente- Lo
único que voy a sentir cuando estemos juntas es alegría -se agachó y apartó las
mantas de la cama, después hizo un gesto a Mae para que se acostara. Se inclinó
y le susurró- ¿Te quitarás tú el resto para mí ahora?
Con sus ojos clavados en Vance, Mae se quitó el resto de su ropa- Ahora tú.
Vance sintió la mirada fija de Mae calentar su piel mientras se desnudaba,
dejando al descubierto mucho más que su cuerpo. Se acercó a Mae con todas sus
emociones al descubierto, casi indefensa en su necesidad. Se dejó caer
suavemente sobre el cuerpo de Mae, apoyándose en su brazo derecho para no
dejar sobre ella todo su peso. Como no tenía otra mano para explorar el cuerpo
de Mae, ella usó su boca, lentamente, a fondo, besando la frente de Mae, sus
párpados, sus labios, antes de pasar a su garganta, el valle entre sus pechos, el
hueco de su ombligo, el arco del hueso de la cadera y la curva delicada de su
muslo. Fue un viaje de descubrimiento y adoración, y no se apresuró.
Las manos de Mae en su cara y sus hombros la guiaron, moviéndose
insistentemente cuando su boca encontraba un punto particularmente sensible,
acariciándola lánguidamente cuando el placer menguaba y fluía. Cuándo ella
alcanzó el centro de Mae, Vance se puso sobre sus rodillas, colocándose entre
los muslos de Mae y levantando su mirada fijamente en el rostro de Mae. Ella
apenas reconoció su voz cuando habló con voz ronca- Solo quiero complacerte.
Quiero estar dentro de ti, pero si tú no quieres yo...
- Tú eres a la única que siempre he deseado ahí -susurró Mae
entrecortadamente- Si así lo deseas.
Vance cubrió con suavidad el sexo de Mae y se estiró sobre ellas de nuevo,
con la mano entre sus cuerpos. La besó tiernamente mientras se deslizaba en su
interior, después cerró los ojos y se quedó completamente inmóvil. Con un débil
susurro, dijo- Siento el latido de tu corazón con todo mi ser. No he sentido nunca
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nada tan maravilloso, ni siquiera el latido de una nueva vida en la palma de mi


mano.
Mae colocó una mano detrás de la cabeza de Vance, llevando la cara de Vance
a sus pechos mientras levantaba sus caderas para tomar a Vance aun más
profundamente. Se movió con un ritmo tan natural como la vida, tan puro como
el amor, y sostuvo a Vance contra su corazón mientras le ofrecía el suyo propio.
Poco a poco sintió como Vance seguía su ritmo, embestida tras embestida,
sabiendo instintivamente que Vance tendría miedo de tomar más de lo que Mae
podría querer dar.
- Vance -Mae susurró contra el oído de Vance- Hazme tuya. Por favor.
Con un grito ahogado, Vance movió sus caderas y apoyó su peso sobre su
hombro izquierdo para poder liberar su brazo. Ella empujó más rápido, más
duro, llamando a la pasión de Mae con la suya propia- Ven a mí, mi amor. Ven a
mí, ahora.
Si Mae hubiera podido pensar, podría haberse preocupado por Vance, pero no
podía hacer otra cosa que ceder ante el placer agudo que florecía en su interior
con cada empuje. Presionó su cara contra el pecho de Vance y dejó que los
salvajes latidos del corazón de su amante la llevaran a casa.
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CAPÍTULO VEINTISEIS

- ¿Me he quedado dormida? -preguntó Mae. No recordaba haber dormido,


sólo sentirse maravillosamente libre y sin preocupaciones. Sentía su cuerpo
caliente, ligero, amado. Pasó sus dedos suavemente entre los pechos de Vance,
después besó la base de su garganta- Estás muy callada. ¿Estás bien?
Vance asintió con la cabeza, con su mejilla rozando la parte superior de la
cabeza de Mae- Sí. Solo estaba pensando.
- No creo que sea lo mejor en un momento como este -dijo Mae, riéndose
suavemente- Creo que preferiría que tu cerebro estuviera demasiado agotado
como para pensar en cosas más serias.
- No debes preocuparte. Mi cabeza y mi cuerpo están lo suficientemente
agotados -Vance besó a Mae y sonrió- Pensaba que sabía lo que era ser feliz,
hasta estos momentos contigo. Ahora lo entiendo. La felicidad no es
simplemente la ausencia de dolor, sino la presencia de alegría.
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Las lágrimas que Mae había podido contener antes salieron ahora. Cerró sus
ojos y saboreó la comodidad y la seguridad del abrazo de Vance.
- ¿Te he molestado? -dijo Vance inquieta, sintiendo las lágrimas sobre su piel.
- No -susurró Mae- Tú me has hecho muy feliz, y parece ser que cuando
ocurre eso, lloro.
- Entonces parece que estamos en circunstancias similares -Vance suspiró.
A juzgar por la luz tamizada que se colaba por los resquicios de las
contraventanas en la ventana de Mae, casi había atardecido- Tengo que ir a
buscar a Caleb y asegurarme de que no me necesita.
Frunciendo el ceño, Mae se incorporó- Sé que no has estado en la cama más
de un día. No puedes estar pensando en trabajar esta noche.
- No lo haré a menos que sea necesario, pero, -añadió Vance rápidamente- si
tengo que hacerlo estaré bien. Créame, esta tipo de trabajo es nada comparado
con pasar semanas enteras a la intemperie, sin comida, y sin ninguna esperanza.
- ¿Por qué te quedaste? -preguntó Mae en voz baja.
- Pasado un tiempo, yo también me lo pregunté -admitió Vance- Pero había
prometido servir, y cuando fui capaz de pensar con claridad, sabía que la causa
era justa. No me fui porque me necesitaban. Y una parte de mí necesitaba estar
allí.
- Pase lo que pase con nosotras -dijo Mae muy seria- quiero que te quedes sólo
porque quieras estar aquí. No por lo que tú pienses que yo necesito...
Vance se incorporó, sus ojos brillaban intensamente- ¿Lo he hecho tan mal
que no has podido sentir cuanto te necesito?
Mae inspiró profundamente estremeciéndose- Nunca pensé que alguien
pudiera amarme como tú lo has hecho -presionó con su mano sobre el corazón de
Vance- Pero algunas veces los sentimientos cambian...
- Los míos no. No lo que siento por ti -Vance rodeó los hombros de Mae y tiró
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de ella contra de su pecho. La besó con fuerza, con una mezcla de frustración y
deseo, y no la soltó hasta que la dejó jadeando- Veo que todavía no confías en
mis sentimientos. Tendré que poner más empeño para convencerte.
- Si pones un poco más de empeño -susurró Mae, presionando los labios de
Vance con sus dedos temblorosos- no sé si podré sobrevivir.
- Intentaré que lo hagas -Vance sonrió y estaba a punto de besarla otra vez
cuando la interrumpió un golpe desesperado en la puerta de Mae. Apartó las
mantas y dio un salto fuera de la cama, tratando de alcanzar su pistolera, que
había dejado en el suelo junto con sus ropas. Por el rabillo del ojo vio a Mae
poniéndose la túnica y andando hacia la puerta- Espérame.
- ¿Quién es? -gritó Mae sin abrir la puerta.
- Soy yo. Sissy.
Mae miró atrás y vio que Vance llevaba puestos sus pantalones y estaba
poniéndose la camisa sobre hombros. Abrió la puerta unas pocas pulgadas- ¿Qué
pasa?
- Es Lettie. Dice que está llegando el bebé.
- Dios mío, es demasiado pronto.
- Sólo un par de semanas -dijo Vance mientras aparecía al lado de Mae-
Déjame ir a echarle un vistazo.
Sissy miró a Mae y a Vance alternativamente, pero no hizo ningún comentario
sobre el hecho de que, claramente, se habían acostado juntas- Te acompañaré.
Después de que Mae se pusiera el vestido precipitadamente, las siguió. Vance
estaba inclinada sobre Lettie, susurrándole con voz calmada mientras palpaba el
hinchado abdomen de la chica. El pálido rostro de Lettie estaba perlado de sudor
y sus ojos estaban fuera de control por el miedo. Mae se acercó a la cabeza de la
cama y acarició su pelo- No te preocupes, cariño. Todo va a ir bien.
- Me duele y estoy muy asustada.
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- Sé que lo estás. Lo sé -Mae miró a Vance sobre la cabeza de Lettie y la vio


asentir con fuerza para confirmar que realmente el bebé estaba de camino.
- Vas a tener a este bebé esta noche, cielo, y va a ser un bebé hermoso. Y tú
vas a estar muy bien.
- No te vayas. Por favor no te vayas.
Mae negó con la cabeza- No, por supuesto que no lo haré -se volvió hacia
Vance, y dijo- ¿Cuánto tiempo?
- Es difícil de decir. Unas horas por lo menos -le sonrió a Lettie- Vas a tener
que hacer mucho trabajo, pero sé que lo harás muy bien. No hay nada que temer
-se acercó a Mae- Necesito recoger mi maletín. Haz que las chicas hiervan agua
y traigan toallas limpias. Sabes lo qué hay que hacer. Volveré pronto. Hasta
entonces, sólo quédate con ella.
- Ve tranquila. Me quedaré aquí.
Vance sonrió- Está bien. Cuento con ello.

Cuando Kate llegó casi tres horas más tarde, era bien entrada la noche y Mae,
Vance, y varias de las chicas estaban sentadas en sillas alrededor de la cama.
Mae sujetaba la mano de Lettie.
- Vine tan pronto como pude. Gracias por mandar aviso para que viniera -le
dijo a Vance mientras se quitaba el gorrito y su chal.
- Has llegado con tiempo de sobra -le contestó Vance- Está haciendo un
trabajo maravilloso, pero aún tenemos un largo camino que recorrer -se levantó
y condujo a Kate hacia la cama- Lettie, voy a mostrarle a Kate cómo saber lo que
está haciendo el bebé. No te dolerá.
Jadeando, Lettie asintió, su cara estaba tensa, pero sus ojos estaban tranquilos
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y confiados- Bueno.
Después de que ambas, Vance y Kate, se lavaron y se secaron las manos,
Vance levantó la sábana y le hizo un gesto a Mae para que la mantuviera en alto-
Gracias -tomó la mano de Kate y la colocó en el bajo vientre de Lettie justo por
encima de su hueso pélvico- Puedes sentir la cabeza aquí, a medida que
desciende hacia la pelvis y el canal del parto.
Con el corazón acelerado, Kate presionó suavemente. La curva suave, firme
de la cabeza del bebé era fácil de apreciar. Levantó sus ojos brillantes hacia
Vance- Sí.
- Ahora, voy a mostrarte cómo juzgar la progresión del parto según la
dilatación del cuello del útero -levantó la sábana para que no se viera lo que Kate
y ella estaban haciendo- Mae, ¿puedes sujetar esto, por favor?
- Lo tengo -dijo Mae, observando como Vance, suavemente, colocaba la
mano de Kate entre las piernas de Lettie y le daba instrucciones sobre lo que
tenía que sentir cuando explorara su interior. Mae había visto a Doc Melbourne
traer bebes al mundo antes, y conocía las cuestiones básicas. Siempre le había
parecido que él hacía un buen trabajo, pero había una sensibilidad en la forma en
la que Vance lo hacía todo que era sencillamente… especial.
Cuando Kate vaciló después de deslizar sus dedos en el canal del parto, Vance
murmuró- No le harás daño. Los están muy tensos por el descenso de la cabeza
del bebé, y no es muy sensible ahora mismo.
- Siento algo latiendo -dijo Kate ansiosamente.
- Esas son las arterias uterinas, son muy grandes en este momento porque
proveen de sangre al útero así como también al bebé.
Por primera vez, Kate se dio cuenta de que reconocía ese pulso acelerado que
latía contra sus dedos. Era el poderoso latido de la vida y ella lo había sentido
antes, en diferentes pero igual de milagrosas circunstancias. Respetuosamente,
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asintió con la cabeza.


- Ahora sentirás un anillo grueso y después la corona suave de la cabeza del
bebé. Es el cuello del útero abriéndose para dejar al bebé salir del útero. Cuando
ese anillo esté abierto cinco pulgadas, ella estará muy cerca de dar a luz.
- Parece como si estuviera a mitad de camino -dijo Kate, manteniendo la voz
baja.
- Bien -dijo Vance- Tienes razón.
Cuidadosamente, Kate retiró su mano- ¿Qué hacemos ahora?
Vance sonrió- Esperar.
Cuatro horas más tarde estaban todavía esperando. Lettie dormía a ratos,
mientras Mae o Sissy le refrescaban la frente sudorosa con agua fría.
Vance y Kate se sentaron, una frente a la otra, a cada lado de la cama,
observando y comprobando el tiempo entre las contracciones.
Mae apretó el hombro de Vance- Deberías comer algo. Es casi medianoche.
Vance sonrió a Mae- Estoy bien. Gracias. Sin embargo, tú deberías descansar
un poco. Puede que tengamos por delante una noche muy larga.
- Es difícil cuando son tan jóvenes -dijo Mae, mirar hacia donde Lettie yacía
con los ojos cerrados- Supongo que siempre es difícil cuando estás sola.
Vance cogió la mano de Mae y la apretó suavemente- Ella no está sola. Te
tiene a ti y a las demás. Ella tiene más familia que la mayoría.
Mae movió su mano a la parte trasera del cuello de Vance y la acarició
suavemente por breves segundos- Se me había olvidado cuánto comprendes.
- Sé lo que significas para ellas. Para todos nosotros -Vance se puso de pie y se
desperezó, después dijo- Veamos cómo lo está haciendo -cuando levantó las
mantas de nuevo frunció el ceño. Un hilillo de sangre se acumulaba entre los
muslos de Lettie- Kate.
Kate brincó del susto y siguió la mirada de Vance. Mordió su labio inferior
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con sus dientes pero no emitió ningún sonido, simplemente miró la cara de
Vance de forma interrogativa.
- Palpa su abdomen y dime si ha cambiado algo.
Con mano temblorosa, Kate sondeó con cuidado de la forma que le había
enseñado. Se movió rápidamente, pero cuidadosamente- La cabeza no está
donde estaba antes -dijo susurrando.
Vance repitió el examen y asintió con la cabeza, ahora su cara era inexpresiva.
Miró por encima de su hombro hacia Mae- Necesito mis instrumentos y la
palangana con ácido fénico cerca. ¿Los prepararás para mí como lo hiciste
cuando Jed estaba herido?
- Sí -dijo Mae- ¿Qué pasa?
- Te lo diré enseguida -Vance se sentó de nuevo en el borde de la cama y
cuidadosamente introdujo su mano en el canal de parto. Cerró los ojos para
concentrarse completamente en los detalles que podía detectar con sus dedos,
después retiró su mano y se levantó.
- El bebé ha cambiado de posición. Esta de nalgas. Puedo notar un brazo en la
parte superior del canal del parto.
La cara de Mae se puso pálida. Miró rápidamente hacia Lettie, que parecía no
haberla oído, y si lo había hecho, no entendió lo que estaba ocurriendo. Sin
embargo, Mae sí que lo hizo. Había visto a mujeres morir intentando dar a luz un
bebé que venía de pies o simplemente con un brazo o un hombro por delante de
la cabeza. Y nunca había visto a bebé nacer vivo- Oh,…Dios.
- El instrumental, Mae -dijo Vance suavemente.
En silencio, Mae se movió mientras Vance le hacía un gesto a Kate para que
se apartara de la cama- La cabeza del bebé ya no está en el canal de parto, y si no
podemos cambiar eso, el bebé o la madre morirán.
- ¿Qué podemos hacer? -preguntó Kate con un nudo en la garganta. El
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asombro y la emoción por el nacimiento habían cambiado en un segundo por un


cuadro aterrador de miedo y desesperación. Se dio cuenta de que habría
momentos en los que dependería de ella cambiar ese equilibrio, y estaba resuelta
a no fallarle a la madre o al niño por falta de conocimientos o coraje. Miró a
Vance esperando una respuesta y fue reconfortada por la constante seguridad su
mirada.
- Habitualmente se sacrificaría al niño para salvar a la madre -Vance recorrió
con la mirada la cama donde yacía una jovencita débil y agotada por largas horas
de esfuerzo, que le había confiado su vida- No voy a dejar que eso ocurra si
puedo evitarlo.
Vance caminó hacia la mesa auxiliar donde Mae había preparado sus
instrumentos- ¿Me ayudarías con la manga, por favor?
- Dime qué más puedo hacer -dijo Mae, enrollando la manga de la camisa de
Vance más arriba.
- Puedes intentar tranquilizarla, porque esto va a ser doloroso -Vance miró a
los ojos preocupados de Mae- Dale tu fuerza, como haces conmigo.
Mae asintió- Todas confiamos en ti.
Vance sumergió su mano en el ácido fénico y sacudió el líquido sobrante.
Algunas veces, especialmente en los últimos dos años de la guerra, la confianza
de los demás en ella le había parecido una carga, pero ahora no. Sentía una
tranquilidad interior que la había abandonado desde que se había enterado de la
muerte de Víctor. Por primera vez en muchos meses, se sentía completa.
Vance se dio la vuelta, y con la cabeza y la mente claras le dijo a Mae y a
Sissy- Poned algunas almohadas debajo de sus caderas de manera que el útero se
incline hacia atrás en el abdomen
Una vez hicieron lo que les dijo, metió su mano en el canal de parto y empujó
hacia arriba hasta que sintió el brazo diminuto entre sus dedos. Empujó más
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hasta que encontró el tórax encajado en el cuello del útero. Juntado sus dedos
como formando un embudo, los movió a lo largo del pequeño cuerpo hasta que
alcanzó las caderas. Ahora su mano estaba casi completamente dentro del útero.
Sintió una contracción y los músculos se cerraron con fuerza alrededor de su
muñeca. Se quedó quieta esperando que pasara. Bloqueó la visión de los gritos
de Lettie, con la seguridad de que la chica no moriría del dolor, y rogando a Dios
porque no lo recordase si sobrevivía al parto. Miró a Kate, que seguía cada
movimiento con intensa concentración, con los ojos abiertos de par en par, pero
claros.
- Voy a intentar mover al bebé noventa grados dentro del útero. Eso se llama
versión -tomó aire y sonrió ligeramente- Eso debería alinear la cabeza otra vez a
fin de que este bebé pueda salir.
Kate no necesitaba preguntar qué pasaría si Vance no lo conseguía. Sabía lo
pequeña que era la abertura y que la única manera de que el niño pudiera salir era
de cabeza. Realmente no sabía que podrían hacer si la maniobra fracasaba, así
que simplemente rezó para que no lo hiciera- Mae, agarra a Lettie con fuerza
-dio Vance suavemente.
- La tenemos -dijo Mae dijo en una voz firme- Tú sigue adelante y haz lo que
debas hacer.
Canalizando toda su atención a su mano y el pequeño cuerpo acunado en la
palma de su mano, empujó firmemente hacia dentro y hacia arriba, girando las
caderas fuera de la abertura cervical y colocando la cabeza hacia abajo. Al
principio, no pasó nada. A continuación fue como si el bebé se enroscara sobre sí
mismo y pataleó, como si nadara. Cuando Vance sintió el movimiento, sacó su
mano y guió la cabeza hacia abajo en la parte superior del canal del parto. Cerró
sus ojos por un breve instante y luego sonrió ampliamente- Ahora no debería
tardar mucho.
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Al cabo de una hora, un llanto sano y vigoroso perforó el aire y se mezcló con
las exclamaciones de júbilo de las mujeres apiñadas alrededor de la cama.
- Cariño, es un niño. Un niño grande, fuerte y hermoso -exclamó Mae.
- Déjame verlo -dijo Lettie, sonriendo débilmente.
- Kate, continúa tú y recoge la placenta -dijo Vance mientras se alejaba de la
cama. Su pelo y su camisa estaban mojados por el sudor, y los nervios que no
había sentido antes serpenteaban ahora en la boca de su estómago, haciendo que
se sintiera mareada. Después de enjuagarse la mano y el brazo se apoyó contra el
marco de la ventana que daba a la calle y cerró los ojos.
- Toma -dijo Mae suavemente, dándole un vaso de whisky- Me parece que
esto podría venirte bien -Vance se dio vuelta y retrocedió contra la pared. Cogió
el vaso y lo apuró de un solo trago con ganas- Gracias.
- Nunca he visto a nadie hacer algo parecido -dijo Mae.
- No es una técnica común, y por lo general no funciona.
Vance miró hacia el otro lado del cuarto de Lettie que sujetaba a su hijo y
recobraba rápidamente sus fuerzas- Pero ella es joven y fuerte, y merecían una
oportunidad.
Mae puso su mano en el centro del pecho de Vance. Todo el mundo en la
habitación estaba centrado en la madre y el bebé. Dio un paso hacia adelante-
Parece que tienes el don de hacer eso con todo el mundo.
Vance cubrió a la mano de Mae con la de ella y la miró directamente a los
ojos- Nosotras seremos cada una la oportunidad de la otra.
- Sí -Mae la besó suavemente- Lo seremos.
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CAPÍTULO VEINTISIETE

A la puesta del sol, Jessie estaba de pie el porche delantero de la casa del
rancho con una taza de café, mirando con una sonrisa irónica mientras Vance se
bajaba del carruaje- Te perdiste la cena.
- ¿Kate está enfadada? -preguntó Vance mientras subía las escaleras.
- Normalmente lo habría estado, pero estos tres últimos días, no ha hecho otra
cosa que hablar del nacimiento del bebé de Lettie -Jessie sonrió- Así que creo
que probablemente tendrás otra semana de gracia antes de que se lance sobre ti
con el tema de no llegar a tiempo de cenar.
Vance sonrió abiertamente- ¿Y Mae?
- Ella probablemente se meterá contigo en medio de la regañina -Jessie miró
más allá de Vance, escogiendo sus palabras cuidadosamente- Se la ve bien.
Supongo que no ha habido más problemas
- Ninguno que me haya contado -Vance se desabotonó el cuello de la camisa y
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respiro profundamente el aire cálido de la noche plagado de aromas- No he visto


a nadie merodear por el Golden Nugget y si él ha estado allí no ha causado
ningún problema.
- Nunca había visto antes una marca en Mae antes -Jessie enganchó su pulgar
en su pistolera. En el corral enfrente, un potrillo se había quedado dormido
apoyado contra el flanco de su madre- Si lo hubiera hecho habría hecho algo al
respecto.
- No estabas en la ciudad a menudo, me supongo, y ella no hubiera querido
que lo supieras.
Jessie sonrió débilmente- Detrás de sus maneras dulces y amables, es fuerte
de una forma que yo misma no estoy segura de serlo.
- Es extraordinaria -Vance rodó sus hombros, intentando de deshacer rigidez
del día y la tensión de la conversación.
Todas las noches cuando el sol se ponía y no estaba en la ciudad donde vigilar
a Mae, la rabia la carcomía por dentro- Pero es sólo una cuestión de tiempo
ocurra algo más. Los hombres como él toman lo que quieren.
- Cuenta conmigo para hacer lo que sea necesario para mantenerla a salvo.
- Quienquiera que posea el Nugget ha hecho hasta lo imposible por mantener
su identidad un secreto, y los hombres con secretos son vulnerables -Vance
ignoró la oleada de rabia que la invadía cuando pensaba en Mae o en cualquiera
de las chicas siendo víctima de abusos- Le encontraré.
- ¿Todavía continuas pensando en seguir a Hanrahan cuando él vaya a
informar?
- Parece la forma más sencilla de hacerlo -Vance se encogió de hombros-
Estoy segura de que él no espera que alguien vigile sus idas y venidas. Tenía la
esperanza de haber podido hacer algo antes, pero he estado fuera con las visitas
casi todas las noches. Casi parece que sea la época de los nacimientos.
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- Lo sé. Kate ha estado contigo la mayoría de las veces.


Vance buscó de cualquier indicio de descontento en la voz de Jessie, pero no
encontró a ninguno- Es un trabajo exigente.
- Kate es fuerte e inteligente.
Vance sonriente, asintió con la cabeza- Lo es. Quise decir que puede ser
difícil cuando tu... -frunció el ceño y recorrió con la mirada a Jessie- Bueno…
realmente no sé qué palabra usar. ¿Cómo piensas tú en Kate, que es para ti?
- Pienso en ella como mi amor -dijo Jessie suavemente.
- Sí, -contestó Vance, sintiendo lo mismo cuando pensaba en Mae- Cuando
tu... amada... tiene la costumbre de salir en mitad de la noche, a veces durante
horas, eso puede trastornarte.
- Yo también estoy fuera mucho tiempo, en la montaña ocupándome del
ganado y de los hombres y Kate nunca se queja -Jessie se rió por lo bajo- Bueno,
al menos no demasiado. Más bien se preocupa.
- Supongo que tú también te preocupas un poco por ella.
- Si no estuviese contigo la mayor parte del tiempo me preocuparía mucho
más. Pero hemos podido practicar bastante en las últimas semanas y se está
volviendo bastante hábil con un revólver y un rifle.
- Haciendo el trabajo que ella hace se va a hacer querer por todos en el
territorio. La gente cuidará de ella. Estará bien -dijo Vance suavemente,
atendiendo al tono de preocupación que se notaba debajo del de orgullo.
- Es lo que ella quiere hacer -Jessie estudió a Vance. No solía hablar con
nadie, excepto con Kate, de sus sentimientos. Ella y Vance se parecían, la
entendió perfectamente sin necesidad de que pusiera en palabras como se sentía.
No era solamente por como vestían o como amaban. Era algo sobre cómo
funcionaban en su interior, lo que era importante para ellas. Y lo que temían. Eso
hizo que fuera más fácil para ella decir lo que había en su corazón con la
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seguridad de que no tendría que dar explicaciones o defender sus sentimientos-


Creo que eso forma parte de amar a alguien, no poner trabas a lo que ella
necesita hacer.
- Creo que tienes razón.
- Aunque algunas veces puede ser algo muy difícil de hacer.
Vance asintió con solemnidad. Algunas veces más que difícil. La brisa le trajo
el perfume de la hierba fresca y la tierra fértil mientras las sombras doradas
inundaban el patio polvoriento- El verano se acerca. Este país es hermoso.
- Sí… lo es -Jessie sintió en el centro de su ser, la calma que provenía de estar
en su tierra, de estar satisfecha de su trabajo, y de ser amada más de lo que nunca
había soñado- Nunca he estado en el Este, pero he estado en ciudades grandes un
par de veces. Lo suficiente como para saber que no hay lugar para mí allí.
- Tuve que irme para entenderlo -dijo Vance, reconociendo la ausencia del
inquietante malestar que siempre había sido parte de su conciencia, incluso
cuando Víctor vivía y ella era feliz. O lo que ella había pensado que era ser feliz-
Parece que hemos llegado al mismo lugar por caminos diferentes.
- Creo que eso dice algo sobre nosotras -Jessie sonrió abiertamente en Vance.
- Qué no encajamos con facilidad.
Vance miró hacia atrás al escuchar el sonido de la puerta al abrirse. Mae
estaba de pie en un haz de luz de lámpara, con el rostro parcialmente entre las
sombras, con su el pelo formando un halo dorado enmarcando el óvalo pálido de
su cara. Llevaba puesto un vestido azul que recordaba a los uniformes de la
Unión, cuando los soldados eran jóvenes y frescos, antes de que los meses de
privaciones y la muerte los hubieran cambiado. Era de diseño aparentemente
simple, el corpiño y la cintura marcaban, sutilmente, las curvas de su
maravilloso cuerpo. No era lo que llevaba puesto cuando Vance la vio por última
vez esa mañana. Vance se dio cuenta de que ella todavía vestía las ropas
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polvorientas y arrugadas que había llevado durante todo el día y deseó poder
darse un baño.
- Vosotras dos -dijo Mae- No tenéis que preocuparos por encajar, porque
estáis exactamente donde pertenecéis. Vance, ha quedado un poco de la cena, y
si no entras a comer algo pronto, es probable que Kate te persiga con un cuchillo.
- Solo necesito lavarme un poco -dijo Vance, deseando poder besarla, quería
estar más fresca antes de hacerlo.
Mae solucionó su dilema cruzando el porche colocó un brazo alrededor del
cuello de Vance, y la besó profundamente en la boca.
Jessie apartó rápidamente la mirada y se movió hacia la puerta- Yo…
solo…ah…voy a ayudar a Kate a… hacer algo.
- Jed ha estado quejándose porque quiere volver a trabajar -le gritó Mae a
Jessie, con sus brazos todavía alrededor del cuello de Vance- Solo hará caso si tú
le dices que se quede en la cama.
- ¿Cómo está? -Vance decidió que si a Mae no le importaba como olía, ella
también podía disfrutar un rato, así que se apoyó contra la barandilla y ciñó a
Mae contra la curva de su cuerpo.
- Hoy no pudimos conseguir meter ni el más mínimo trocito de tela en la
herida de la espalda -dijo Mae con satisfacción- Creo que está curado.
- Ambas habéis hecho un excelente trabajo con él -Vance suspiró con
satisfacción y descansó su barbilla ligeramente en el hombro de Mae- Siento
haber llegado tan tarde.
- Es realmente difícil para mí enfadarme contigo cuando estoy tan contenta de
verte -murmuró Mae. Besó el cuello de Vance- Y cuando te sientes tan bien.
- Con un poco de suerte, no habrá ningún aviso esperándome y puedo pasar la
noche contigo.
- No me importa si hay una docena de avisos, tú te vas a la cama esta noche-
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Mae frunció el ceño- No le servirás de nada a nadie si acabas desmayándote.


Vance se rió- Estoy bien. Soy famosa por echar una siesta debajo de un árbol
mientras esperó a que nazca un bebé.
Mae sonrió- Apuesto que es todo un espectáculo. Pero todavía te quiero en la
cama conmigo esta noche. Ven alrededor de la una.
- Mae -dijo Vance con prudencia- Me dijiste una vez que no necesitas recibir
muy a menudo porque hay muy pocos clientes a los que todavía ves. ¿A qué ha
venido eso?
- Creo que sería mejor que no habláramos de estas cosas -dijo Mae en voz baja
con su mejilla apoyada en el hombro de Vance- Si no discutimos sobre eso, no
puede afect…
- Nada va a interponerse entre nosotros, mi querida Mae -contestó Vance- Y
desde luego esto no.
Mae suspiró- ¿Es importante?
- Sí, creo que sí.
- Unos meses después de llegar aquí, una tarde un caballero de la ciudad me
dijo que él había llegado a un acuerdo para que estuviera disponible para él cada
vez que él quisiera.
- ¿Y aceptaste?
Mae se rió- No es una cuestión de aceptar o no. Él fue educado, no venía muy
a menudo, y dejó claro que sería generoso con el dinero. También dejó claro que
no debía hablar de nuestro acuerdo. Él siempre utiliza la entrada de atrás.
Vance permaneció totalmente inmóvil mientras Mae explicaba el arreglo, sin
permitir que sus crecientes celos fueran visibles- ¿Así que él es el único?
- En algunas ocasiones hay otros, amigos suyos. Pocas veces.
- ¿Quién es?
- Oh, Vance, si tienes una cara, un nombre en el que pensar, temo que te
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afecte. No quiero que me mires y le veas tocándome, cuando él no signi...


- Te amo -dijo Vance firmemente- Me gusta mirarte, me gusta tocarte. Me
gusta mucho cuando tú me tocas. Nada va a cambiar eso.
Con ternura, Vance pasó sus dedos por la cara de Mae y su cuello. Tomó su
barbilla y la besó suavemente- Cuando te miro, veo mi tesoro más preciado. Veo
mis esperanzas más profundas. Todos mis sueños descansan en tus ojos
-presionó su mejilla contra la de Mae y la abrazó con fuerza. Después murmuró
en su oído- No quiero pasar ni un solo día de mi vida sin ti. Por favor déjame
ayudar a mantenerte a salvo.
- Haces que sea muy difícil decirte que no -susurró Mae- Prométeme que no
harás ninguna estupidez.
- Tienes mi palabra -dijo Vance inmediatamente.
- Wallace Fitzpatrick.
- ¿El maderero?
- Sí.
- ¿Y crees que el dueño del Nugget?
Mae negó con la cabeza- Creo que no. Pero pienso que es uno de los otros.
Uno de sus amigos.
- ¿Quiénes son?
Vance no se sorprendió cuando Mae nombró a dos de los hombres que Jessie
había sugerido que contaban con los medios para poseer el establecimiento. Al
menos ahora ella podría concentrar sus esfuerzos en ellos. Si no podía seguir a
Hanrahan, podría vigilarlos a ellos. Besó a Mae otra vez- Gracias.
- Parece ser que no puedo decirte que no -Mae movió la cabeza- Aún no
estoy segura de que eso sea algo bueno.
Vance se rió- Debería entrar antes de que Kate venga a buscarme. No puedo
tener dos como tú persiguiéndome a la vez.
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- No tienes por qué preocuparte -dijo Mae dijo, pasando su brazo alrededor del
de Vance- si alguien va a perseguirte, seré yo.
- Entonces me consideraré afortunada.

- Mary Willows me pidió que llevara mi cámara conmigo la próxima vez que
fuera de visita -dijo Kate. Se sentó a la mesa terminando su té, mientras Vance
tomaba la cena que había guardado para ella- Para fotografiar al bebé.
Vance sonrió- Tengo la sensación de que va a ser una petición muy frecuente.
- Vas a necesitar un coche más grande -bromeó Jessie.
- Me encantas las fotos de familia, pero hay tantas cosas hermosas de nuestra
vida aquí. Me preguntaba…, -dijo Kate tímidamente, observando a Vance con
cuidado- si tú posarías para mí.
- ¿Yo? -Vance se sonrojó y se puso a buscar alguna excusa- ¿Por qué? No creo
que haya nada sobre mí…
-Creo que es una excelente idea -dijo Mae firmemente- Me gustaría tener una
de ella, Kate.
- En realidad, -dijo Kate- he visto en los periódicos bocetos hechos a partir de
fotos. Me gustaría intentarlo en el periódico de mi padre. Eres un médico nuevo
en el territorio, y eres una mujer, y parece algo en lo que la gente podría estar
interesada en saber.
Vance gimió- No alcanzo a imaginar porqué, y aun si lo hicieran, yo...
- Tú…simplemente vas a estar de acuerdo, Vance -dijo Jessie- Porque vas a
hacerlo tarde o temprano -Kate echó a su amante una mirada severa, pero sus
ojos risueños traicionaron su diversión.
- Supongo que es lo menos que puedo hacer después de todas las noches que
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has estado alimentándome -Vance sonrió a Kate- Sólo dime cuando...


El ruido de cascos y el sonido de alguien montando a caballo apresuradamente
la interrumpieron, y todas miraron hacia la puerta de la cocina. Vance se levantó
rápidamente y ella y Jessie desenfundaron automáticamente sus revólveres, y
luego dio un paso colocándose entre Mae y la ventana. Cuando Jessie abrió
ligeramente la puerta para mirar fuera, Vance se acercó a ella, diciéndole a Mae-
Quedaos dentro.
Mae se volvió hacia Kate- ¿Dónde está el rifle?
- Junto a la chimenea -Kate abrió un cajón, sacó un revólver, y lo amartilló-
Probablemente no sea nada, pero desde lo de Jed...
- Lo sé, -dijo Mae con aspereza, abriendo la puerta con el rifle descansando en
el hueco de su brazo. Podía distinguir las figuras en el patio pero poco más.
Levantó el rifle cuando vio acercarse una figura, luego lo bajó otra vez cuando
reconoció la silueta característica de Jessie- ¿Qué pasa?
Jessie se dirigió adentro, seguida de Vance unos segundos más tarde- Charlie
está afuera. Dijo que hay unos desconocidos siguiendo una de las manadas. Cree
que se están preparando para apartar los caballos jóvenes -miró a Kate- Tengo
que ir.
- Quiero ir contigo.
Jessie movió la cabeza- No puedes venir, Kate. Vamos a cabalgar sin
descanso. Charlie piensa que podemos alcanzar su posición antes del amanecer.
- Necesitaré a un caballo y alforjas para mi equipo -dijo Vance- También
necesitaré munición adicional. No llevo mucha cuando estoy atendiendo los
avisos.
- Te lo agradezco -contestó Jessie- Pero no es necesario que vengas.
- Con Jed todavía fuera de juego, estás un poco escasa de tiradores -Vance
sonrió abiertamente- y soy una buena.
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Jessie estudió el rostro de Vance, vio la firme seguridad en sus ojos- Entonces
está bien.
Kate se volvió hacia a Mae mientras Jessie y Vance salían rápidamente al
exterior.
- ¿No hay nada que podamos hacer?
- Si pudiera encontrar una razón convincente para que no fueran te diría que sí
-Mae frunció el ceño y colocó el rifle en la mesa- Pero están haciendo lo que es
necesario, y aunque odio admitirlo, ellas son las que deben hacerlo.
Por mucho que a Kate no le gustara la idea de quedarse atrás, sabía que Mae y
Jessie tenían razón. Solamente podía quedarse y confiar en que Jessie volvería a
casa ilesa.
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CAPÍTULO VEINTIOCHO

Poco antes de amanecer, Vance emparejó su caballo con el de Jessie.


Ella, Jessie, y los hombres del rancho habían estado subiendo trabajosamente
por la montaña durante toda la noche y el aire era considerablemente más pesado
y frío que en el rancho. El terreno era rocoso y los enebros y las artemisas
desperdigados eran escasos, así que no había mucho donde guarecerse. El
espacio abierto hacía que Vance se sintiera incómoda.
Estaba acostumbrada a pelear en el bosque y los campos de Pensilvania y
Virginia, donde los árboles y los matorrales proporcionaban una abundante
protección. El sonido de los cascos de los caballos repiqueteando sobre las rocas
cortaba el aire como si fueran disparos, y cada vez que lo oía, su estómago se
encogía dolorosamente. Era consciente de donde estaba y sabía que el ejército de
Lee no estaba esperándoles tras la cresta de la siguiente montaña. Aún así, la
expectación del combate era tan familiar como el latido de su propio corazón-
¿Cuánto más crees que falta?
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- Estamos bastante cerca de la cabaña en la que se encontraban Charlie y


Johnny cuándo vieron a los tipos siguiendo a la manada -contestó Jessie.
- Podría ser mejor dejar la mayor parte de los hombres atrás, porque quince
jinetes van a llamar la atención subiendo esa última cuesta, -dijo Vance,
señalando con la cabeza hacia la cordillera rocosa frente a ellas- También
impedirá que nos ataquen por la espalda.
Jessie asintió con la cabeza- Nunca habría traído a tantos hombres si Jed y
Kate no hubiesen conspirado contra mí y hubiesen amenazado con seguirnos
-negó con la cabeza- En realidad solo necesitamos unos pocos buenos hombres.
- Es como tratar de mover un ejército sin que nadie lo note -dijo Vance- Es
mucho más eficaz mandar avanzadillas para asegurar la zona y luego mover el
grupo principal.
- Asumo que has estado en situaciones similares antes,-dijo Jessie, poniendo a
Star al paso. El sol habría salido en pocos minutos, y podrían perder cualquier
ventaja por el factor sorpresa que pudieras tener.
- Algunas veces. Normalmente me quedaba con el batallón, pero cuándo los
grupos avanzados eran grandes iba con los hombres.
Jessie se volvió en la silla de montar e hizo una señal a Charlie para que se
uniera a ellas- Diles a cuatro o cinco de los chicos que esperen aquí. El resto
debería bajar poco a poco hasta el valle, quedándose justo al pie de las
estribaciones, así podrán abortar cualquier tipo de huída si es que esos bastardos
deciden echar a correr. Tú, Vance, y yo, seguiremos por el camino hacia
adelante así podremos echar una mirada. Puedes mostrarnos donde los viste por
última vez, y si tenemos suerte, todavía estarán allí.
- Los chicos no tomarán bien eso de quedarse atrás, -dijo Charlie en tono
conciliador.
- Puede que no. Pero no quiero espantar a esa banda antes de que conocer su
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posición.
Charlie asintió con la cabeza- Supongo que tiene sentido. Se lo diré.
Mientras él regresaba al grupo, Vance y Jessie avanzaron al trote. Poco antes
de que alcanzasen la cima del sendero, desde donde se podía observar el valle,
Jessie se frenó de nuevo- Puede que quieras pensar en quedarte atrás, también.
Seremos visibles en esa cima ahora que el sol está alto, y si es el mismo grupo de
antes, no dudaran en disparar contra nosotros.
- No he llegado tan lejos para perderme la acción -Vance se encogió de
hombros e hizo una mueca cuando el dolor atravesó como un relámpago su
pecho y el hombro izquierdo. La mañana era gris y con niebla, y su guardapolvo
de cuero la protegía de la humedad pero no impedía que el frío calara en los
tejidos dañados- ¿Tu plan es matar a esos hombres?
- Podría tener que hacerlo -Jessie la miró expectante- ¿Eso sería un problema
para ti?
Vance aguantó la mirada fija de Jessie- No lo sería si supiera que son los
hombres que os emboscaron a ti y a Jed. El intento de asesinato y el robo del
caballo son delitos que se castigan con la horca.
- Pero no lo sabemos con seguridad, -dijo Jessie, espoleando a Star sobre un
pequeño risco hacia un lado del sendero.
Vance guió a su caballo hacia arriba, al lado de ella, y juntas, examinaron el
valle a sus pies- No estoy sugiriendo mantener una charla amigable. Pero una
vez los encontremos, podríamos esperar un poco para ver si de verdad están
robando...
La aparición de la pequeña nube de humo entre un grupo de rocas a unos
doscientos pies de distancia, el sonido del disparo y el caballo de Jessie
encabritándose, pareció ocurrir todo al mismo tiempo. Entonces Jessie cayó al
suelo y Vance se lanzó tras ella, agarrando su alforja con una mano. Vance metió
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su barbilla contra su pecho y rodó sobre su hombro derecho, lanzando la bolsa


delante de ella y desenfundando su revólver cuando se detuvo contra un montón
de rocas sueltas junto a Jessie. Una gran roca redonda bloqueaba su visión del
lugar del cual provenía el disparo había venido, lo cual también quería decir que
no podrían verlas. Aunque los tiradores subieran hasta su posición, les llevaría
algunos minutos.
- Jessie, -dijo Vance con urgencia, sintiendo una fuerte sensación de malestar
en su garganta. Había salpicaduras de sangre sobre el suelo, y Jessie no se había
movido desde que había aterrizado- ¿Dónde te han dado?
- En la pierna -contestó Jessie con los dientes apretados, volviéndose
lentamente sobre su espalda y apoyándose contra la roca más grande con su
pierna estirada- Solo me rozó el muslo, pero creo que pueden haber herido a
Star. Bastardos. Mataré cada uno de ellos si le hacen daño a mi caballo.
- La vi salir al galope. Si está herida no es muy grave. Ahora déjame verte la
pierna - Vance abrió la solapa de su alforja y sacó un cuchillo. Cortó las perneras
y los pantalones vaqueros de Jessie alrededor de la ensangrentada zona
desgarrada en la parte externa de su muslo izquierdo. Jessie hizo una mueca de
dolor pero no se quejó- Parece que te ha rozado, pero no se ha alojado en el
músculo o en el hueso -con cuidado, Vance palpó el muslo de Jessie,
presionando a lo largo de de su fémur sin advertir ningún desplazamiento o
aumento del dolor- No está rota.
- Simplemente véndalo para que podamos subir ahí arriba y darles su
merecido a esos ladrones de ganado, -dijo Jessie- Y no destroces demasiado mis
pantalones mientras lo haces, porque Kate ya va a estar lo suficientemente
disgustada con su estado actual.
- Solo asegúrate de que no recibes más agujeros en tu ropa, y probablemente
Kate sólo te dará unos cachetes, -dijo Vance mientras sacaba una tira de algodón
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de su bolsa. Dobló un extremo y lo aplicó sobre la herida- Mantén esto aquí para
que pueda liarlo alrededor y detener la hemorragia.
Un minuto más tarde, Jessie probó su pierna- No se siente mucho peor que
cuando uno de mis sementales me patea. Puedo apoyarme sobre ella.
- Mantén tu maldita cabeza abajo -dijo Vance, el alivio estaba dejando paso a
la rabia dirigida a quienquiera que les hubiera disparado. Se dio la vuelta al oír
un ruido detrás de ella y vio a Charlie y a otro hombre, probablemente Johnny,
con sus rostros sombríos y las armas desenfundadas, subiendo de lado por la
cuesta hacia ellas. Señaló hacia la colina- El tirador era probablemente un vigía,
esperando asustarnos. El resto probablemente están en el otro lado, esperando a
ver si seguimos avanzando -miró hacia Jessie, que asintió con la cabeza, después
hizo un gesto a Charlie y a Johnny hacia la derecha- Vosotros dos id a ver si
podéis llegar a ese saliente... allí, y Jessie y yo intentaremos rodear este.
Entonces deberíamos tenerlos atrapados en un fuego cruzado por debajo de
nosotros -los dos hombres miraron a Jessie.
- Es un buen plan, chicos. Hagámoslo.
Los pocos minutos que les llevó alcanzar la cima, a Vance le parecieron una
hora ya que se movieron con cautela de un saliente a otro, con rapidez, medio
esperando un disparo procedente de cualquier punto. Soltó un suspiro de alivio
cuando ella y Jessie alcanzaron la cima sin recibir más disparos. Desde donde
estaban agazapadas, tras un grupo de rocas del tamaño de un barril, sólo podrían
divisar a Charlie y Johnny en una posición similar, a medio camino, cerca de la
cresta que daba al valle estrecho que se abría a sus pies. Escudriñando la zona,
pudo distinguir partes de la manada pastando en la hierba baja que bordeaba un
río sinuoso. No le sorprendía que los ladrones de ganado hubieran escogido este
lugar. Cincuenta mustangs de la mejor clase pastaban abajo en el valle, yeguas
velando por sus potros, todavía inestables sobre sus patas, mientras
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deambulaban inocentemente bajo el cielo claro del amanecer. Vance había visto
antes escenas bucólicas como ésta en las que los disparos y la muerte irrumpían
en un abrir y cerrar de ojos. Mientras una parte pequeña de su mente se recreaba
en la belleza, el resto de sus sentidos se centraban en detectar cualquier señal de
los enemigos. Inspiró profundamente por la nariz detectando en el aire el
penetrante e inequívoco aroma y sonrió, avanzando lentamente acercándose a
Jessie- Un cigarrillo.
- ¿Dónde?
Vance entornó los ojos, mirando a la luz del sol y percibió una voluta de humo
blanco por el rabillo del ojo, desapareció tan rápidamente que podría haber sido
una ilusión, pero ella supo que no lo había sido- Allí. Medio agachado y justo a
la derecha de ese pino solitario.
Sin moverse, Jessie se quedó con la mirada fija y, después de unos segundos,
vio la voluta de humo delator- Eso es uno. ¿Cuántos más crees que hay?
- Charlie dijo que ayer habían visto a cuatro hombres, ¿no? -Jessie asintió-
Entonces probablemente todavía siguen todos aquí.
- Son unos condenados estúpidos si piensan que pueden entrar en nuestras
tierras y llevarse los caballos y sobrevivir a ello -Jessie negó con la cabeza,
después miró a Vance- No es fácil para mí matar a un hombre.
- Lo entiendo. Puede que no tengamos que llegar a eso.
- Creo que vamos a averiguarlo -dijo Jessie, entrecerrando los ojos mientras
miraba la rápida huida de un carnero que apareció de detrás de un matorral,
bajando ágilmente por la cuesta rocosa. Señalando dijo- Por allí.
Vance siguió su indicación a tiempo de ver la luz del sol reflejada en el cañón
de un fusil. Entonces el aire estalló con el sonido de las armas de fuego y se
encontró devolviendo los disparos entre la nube de suciedad y pequeños
fragmentos de roca levantados por la descarga cerrada de balas de Jessie y los
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hombres. Dispuso de un blanco claro cuando uno de los hombres cruzó


corriendo un espacio abierto entre dos formaciones rocosas, pero antes de que
pudiera dispararle se desplomó y permaneció inmóvil. Por la expresión sombría
de Jessie, supo que había sido su bala la que lo había abatido.
- ¡Dos están intentando huir! -gritó Jessie.
Vance se asomó sobre las rocas y vio a dos hombres yendo valle abajo,
tirando de dos caballos relinchando nerviosos, tras un grupo de enebros- Tus
hombres les cogerán más adelante.
- Entonces queda uno más aquí.
- Tal vez. Quizás ya se fue -Vance apenas había pronunciado las palabras
cuando fue alcanzada en su espalda. Sintió como si un puño gigante le hubiera
dado un puñetazo en el hombro, e inmediatamente sintió el ardor familiar en su
pecho y su brazo- Creo que no… -gruñó, presionando su mano sobre su hombro
izquierdo. Parpadeó, entre el humo y el sudor en sus ojos y vio su mano
izquierda yaciendo inútil en su regazo, los huesos del brazo hechos pedazos, el
charco de sangre formándose sobre la tierra. Milton tirado a su lado, sus ojos sin
vida mirándola acusadoramente. El sonido de mil hombres marchando avanzó
amenazadoramente sobre ella, y simplemente por un instante, se preparó para
recibir a la muerte.
- No pienses que vas a ir a ninguna parte -dijo Jessie bruscamente mientras
protegía a Vance con su cuerpo- Mae me arrancaría la piel a tiras y algo más.
Mae... Mae se enfadará. Peor aún…, Mae sufrirá.
Vance aspiró profundamente y movió lentamente su mano derecha sobre su
hombro y bajó por la parte superior de su brazo amputado- Creo que no es muy
grave.
- Solo déjame echarte una mirada.
- Dame mi revolver -contestó Vance aguantando el dolor- Lo dejé caer.
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- Aquí está -Jessie puso el revólver en la mano sorprendentemente firme de


Vance, después hizo una señal a Charlie y a Johnny para que les dieran cobertura
de fuego en el valle. Se arrodilló al lado de Vance, apartó a un lado el
guardapolvo y rasgó su camisa- Tienes un pequeño orificio justo por encima de
la clavícula. Sangra un poco.
- Supongo que salió la bala. Todavía puedo mover la articulación del hombro.
Ayúdame a sentarme u... -Vance percibió movimiento por el rabillo del ojo, rodó
sobre su costado, y disparó al hombre que apuntaba con un rifle a la espalda de
Jessie. Él gimió, cayó de rodillas, y luego cayó de bruces contra el suelo- Por lo
menos no fue en el brazo que uso para disparar.
Cuando el dolor apareció de nuevo, cerró sus ojos y dejó que sonido de la
pelea se desvaneciera.

Kate encontró a Jessie en la terraza trasera de la casa, con la mirada perdida en


la oscuridad, con un vaso de whisky medio vacío en su mano. Kate se acercó por
detrás, puso sus brazos alrededor de la cintura de Jessie y descansó su mejilla en
el centro de su espalda- No deberías estar de pie sobre esa pierna, cariño.
- Está bien, Kate. He estado peor después de una tarde en el rodeo.
- Puede que sí, pero es una herida reciente y no quiero que vuelva a sangrar.
Le había costado la mayor parte de la tarde convencerse de que Jessie no
estaba gravemente herida. Cuando había visto llegar a los vaqueros, uno de ellos
llevando de las riendas un caballo sin jinete, creyó que su corazón se pararía.
Luego vio a Jessie montando a Star con Vance recostada sobre ella y pudo
respirar de alivio. Hasta que vio la sangre que empapaba la camisa de Vance y
oyó el grito angustiado de Mae- Es más de medianoche. Necesitas descansar.
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Jessie bebió el whisky de un trago y colocó el vaso en la barandilla de hierro.


Cubrió los brazos de Kate con los suyos, agradeciendo su calidez contra su
espalda. El cielo negro, sin nubes. Las estrellas brillaban intensamente como
pedacitos de diamantes. Se sentía fría por dentro- Era una noche como esta. La
noche en la que estuve esperándote. Íbamos a dejar todo esto y escaparnos. ¿Te
acuerdas?
- ¿Cómo podría no hacerlo? -Kate, suavemente sacó sus brazos de debajo de
los Jessie y le dio vuelta a su amante para enfrentarla. Presionó con ambas
manos sobre el pecho de Jessie y se apoyó contra ella, buscando su cara- ¿Qué te
preocupa?
- Hoy murieron dos personas. Fue decisión mía ir allá arriba -Jessie suspiró-
Sabía que era lo correcto cuando salí de aquí anoche. No sé por qué ahora no lo
siento de ese modo.
Kate sonrió suavemente y acarició la mejilla de Jessie- Porque la vida
significa algo para ti, y aunque hiciste lo correcto, proteger lo que es nuestro,
duele quitar una vida.
- Ellos dispararon primero.
- Sí, -dijo Kate en voz baja- Y tú te defendiste. Y Vance te protegió -colocó su
mejilla sobre el pecho de Jessie- Se requiere una voluntad de hierro para vivir en
esta tierra. La mayoría de la gente no podría. Los quiebra ... desbarata sus sueños
o corrompe sus corazones. Tienes un buen corazón. Confío en él. Confío en ti.
Jessie la abrazó con fuerza y cerró los ojos mientras las lágrimas temblaban en
sus pestañas- No tendría ningún corazón sin ti, -susurró, con voz ronca y
temblorosa- Si no te hubiera encontrado, no sé como hubiera podido vivir mi
vida aquí, o en cualquier otra parte, sin haberme convertido en una de esas
personas, lamentando mis sueños rotos. Te necesito, Kate… -se estremeció- Te
necesito tanto.
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- Desde el primer momento en que te vi supe que tú cambiarías mi vida -Kate


besó a Jessie y enjuagó sus lágrimas- En ese instante supe que aquí era donde
quería estar, en esta tierra, contigo. Prometo que siempre tendrás mi corazón,
como yo tengo el tuyo.
- ¿Crees que Mae me perdonará alguna vez?
- Ella te quiere. Lo hará.
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CAPÍTULO VEINTINUEVE

Mae observó a Vance mientras dormía. Había puesto la luz de la lámpara tan
baja que la llama fluctuaba y amenazaba con apagarse. Había muy poca luna, y
aunque el sonido de la respiración sosegada de Vance era reconfortante, esta
noche temía la oscuridad. No podía recordar la última vez que había deseado
algo con tanta fuerza que la sola idea de perderlo la desgarrara por dentro.
Cuando vio a Vance desplomada contra de Jessie, su cara tan pálida, su camisa
blanca empapada de sangre, supo cómo era sentirse morir. Se acercó con
cuidado y apartó los mechones húmedos y oscuros de la frente de Vance,
empapados por el sudor.
Los párpados de Vance se movieron y murmuró con voz ronca- ¿Mae?
- Aquí estoy, cariño.
- ¿Puedes darme algo de agua? -Vance intentó incorporarse sin éxito,
encontró que sus extremidades estaban extrañamente laxas. Especialmente su
brazo izquierdo, era un lamentable amasijo de huesos y músculos. Miró por
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encima, descubriendo el lugar donde sabía que debería estar su mano, y gimió.
- Shh,…mi amor, -susurró Mae dulcemente- Todo va a ir bien.
Se acomodó suavemente sobre la cama junto a Vance y pasó su brazo por
detrás de ella, teniendo mucho cuidado de no apoyar su espalda sobre la zona del
hombro vendado- Tengo el agua aquí. Déjame levantarte la cabeza.
Vance bebió con ansia. El agua tibia sabía como ambrosía. La voz de Mae
sonaba como la música más bella- El brazo… no está.
- Sí, -dijo Mae, al borde de las lágrimas, su garganta se cerró alrededor de las
palabras- Recuerda.
Vance abrió los ojos y enfocó su atención en la cara preocupada de Mae-
Appomattox.
- No es justo, ¿verdad? -Mae dejó el vaso en la mesita de noche y acarició la
mejilla de Vance- Que te sucediera eso en la última batalla de la guerra.
- No sé -dijo Vance haciendo una mueca- ¿Justicia divina?
- No puedo concebir cómo un héroe podría ser recompensado de ese modo.
- No soy un héroe.
- Sí, lo eres -Mae la besó tiernamente- Y vas a ponerte bien. Caleb estuvo
aquí.
- ¿Qué dijo?
- Que tuviste suerte, cosa que ya sabíamos todos. Mae colocó su brazo libre
alrededor de la cintura de Vance, acariciándola suavemente, probándose a sí
misma que Vance realmente estaba despierta y con ella- La bala no tocó nada
importante. Dijo que te sentirías débil durante una temporada, pero que no había
más daños en tu brazo.
- La maldita herida duele como justo después de que me hirieran no, lo había
sentido así desde hace más de medio año.
Vance sonrió maliciosamente- Sin embargo, es mejor que si me hubieran
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disparado en el otro brazo.


- Hubiera sido mucho mejor si ninguna de las dos hubiera recibido ningún
disparo -dio Mae con fuerza, pero sus ojos suaves y preocupados, contrastaban
con su ira.
- No fue mi intención -Vance puso todo su esfuerzo en levantar su brazo
derecho y encontrar la mano de Mae que descansaba sobre su pecho. La apretó,
asombrada por lo débil que resultó su apretón- Lo siento si te he preocupado.
Mae se rió, un sonido que rayó en un sollozo- Me has dado un susto de
muerte. No lo vuelvas a hacer.
- Pondré todo mi empeño para no hacerlo -Vance inspiró profundamente,
sintiéndose un poco más fuerte cada minuto- ¿Cómo está Jessie? ¿Su pierna está
bien?
- Kate y yo las habíamos limpiado a ambas cuando llegó Caleb. Dice que
deberá tener cuidado durante unos días al montar a caballo, pero nada grave.
- Vance cerró los ojos- Eso es bueno -De repente se puso rígida- ¿Qué hora
es?
- ¿Por qué? No lo sé exactamente. Alrededor de la una, supongo.
Cuando Vance intentó incorporarse de nuevo, Mae dijo bruscamente- Ahora
deja de hacer eso. Conseguirás volver a sangrar.
- ¿No se te va a hacer tarde para volver a la ciudad? No quiero que tengas
problemas por mi causa -frustrada, pasó sus dedos por el pelo- Especialmente
cuando estoy confinada en la cama y no puedo estar allí para cuidar de…
- Hice llegar una nota a Frank con Caleb diciéndole que estaba enferma en
cama, aquí con Kate. Eso me proporcionará otro día o así -Mae tomó la cara de
Vance amablemente entre sus manos y esperó a que Vance la mirará a los ojos-
Tendrás que acostumbrarte a que cuide de ti, como tú cuidas de mí.
- No permitiré que nadie vuelva a hacerte daño -susurró Vance-
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Especialmente por mí culpa.


Mae sonrió y besó a Vance- Creo que las cosas que amo de ti también van a
ser las que me van a hacer llorar.
Vance sonrió abiertamente- ¿Me amas?
- Oh sí, -susurró Mae- Te amo más allá de la razón.
Vance se puso seria de repente, llevó la mano de Mae a sus labios y besó su
palma con delicadeza- Por un instante allí arriba...hoy… ayer...creí que estaba de
nuevo en Appomattox. Me dolía tanto… Milton, mi amigo, estaba muerto por
mí culpa. Supe que venían los soldados de Lee, y si no moría antes de que me
alcanzasen, probablemente me dispararían allí en el suelo, donde estaba.
Esperaba morir y realmente no me importaba.
El corazón de Mae retumbaba dolorosamente, pero se mantuvo en silencio,
sabía que era hora de que esa herida fuera purgada.
- Durante un minuto estuve confundida, estaba allí, -dijo Vance, recordando el
sudor y el dolor y el profundo cansancio de su alma- Estaba preparada para
dejarlo todo, simplemente para detener el dolor.
- Cariño, -susurró Mae con la voz quebrada, besando su frente y sujetándola
tan cerca como se atrevió sin causar más dolor en su hombro herido.
- Pero entonces Jessie me recordó lo único que tenía importancia -Vance
apoyó su cabeza en el pecho de Mae- Me hizo acordarme de ti, y me di cuenta de
que tenía la mejor de las razones para vivir.
El corazón de Mae latía fuerte y firme bajo de su mejilla, y Vance sintió la
promesa de la felicidad en cada latido- Te amo -echó la cabeza hacia atrás y
sonrió mirando a Mae a los ojos- Tú eres la única razón que siempre necesitaré.
- Jamás pensé tener un amor como éste en mi vida, ni siquiera cuando todavía
era lo bastante joven para creer que el amor existía. No como éste,
atravesándome de parte a parte, cada vez que respiro.
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- Puedes creerlo -Vance sujetó la mano de Mae sobre su corazón- Lo prometo.

Jessie se asomó con cuidado por la puerta abierta del dormitorio del piso de
arriba. Vance estaba dormida. Mae estaba sentada al lado de la cama, mirando a
Vance con una expresión tan tierna en su cara que Jessie se avergonzó por
entrometerse. Cuando comenzó a alejarse, una voz suave dijo- Está agotada. No
vas a despertarla.
Jessie se volvió y esperó mientras Mae se levantaba con cuidado y cruzaba la
habitación hacia ella. Con un susurro, preguntó- ¿Cómo se encuentra?
- Ella admite que le duele con lo cual imagino que el dolor es horroroso, pero
su mente está clara. Mae sonrió- y da muestras de su obstinación habitual, así es
que asumo que estará bien en poco tiempo.
- Lo lamento.
Mae salió al pasillo y alejó a Jessie de la puerta. La dejó entreabierta para
poder ver el interior de la habitación en caso que Vance se despertase. Con una
mano en el brazo de Jessie, la miró en silencio.
- Siento haberte culpado de la forma que lo hice antes. No es culpa tuya que
Vance resultara herida.
Jessie se encogió de hombros, recordando el terror en los ojos de Mae cuando
vio a Vance por primera vez. Cuándo Jessie se bajó de Star después de dejar a
Vance con cuidado en los brazos de varios de los hombres que estaban
esperando, Mae había saltado sobre ella acusándola de dejar que casi mataran a
Vance por algo tan insignificante como unos pocos caballos. Durante un instante
pensó que Mae iba a abofetearla.
Entonces Mae se derrumbó y se alejó dando media vuelta temblando. En ese
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momento, Jessie deseó que Mae la hubiera golpeado- Era mi lucha, no la de ella.
- Vance es tu amiga. Ella solo estaba haciendo por ti lo que tú habrías hecho
por ella -Mae suspiró- Cuando la vi al principio y toda esa sangre...Pensé que
podría perderla. Necesitaba un blanco para mi miedo. Fuiste hábil -dio una
palmadita sobre el pecho de Jessie- Y lo suficientemente fuerte como para
encajarlo. Siento haber olvidado ese tierno corazón que tienes.
Sonriendo Jessie cogió la mano de Mae y la apretó- Hoy salvó mi vida. Ella es
algo más que una amiga -besó la frente de Mae- Ambas lo sois.
- Montana, -dijo Mae suavemente- Te he amado creo que desde la primera vez
que te vi entrar en el Nugget, cubierta por el polvo del camino y de sol -se rió
cuando Jessie se sonrojó- En cierto modo siempre supe que no estaba destinado
a ser, y supe el porqué hasta que te vi con Kate.
Se volvió para mirar hacia la habitación de la pálida mujer, tan frágil, que
ahora dormía en la cama- Tu corazón era para Kate. Y el mío era para ella.
- Tú siempre tendrás un sitio en el mío -susurró Jessie.
- Y eso significa mucho para mí -Mae miró a Jessie fijamente- Quiero que
hagas algo por mí.
- Lo que quieras.
- Quiero que impidas que Vance intente cambiar mi situación en el Nugget.-
Incluso en la penumbra del pasillo, Mae pudo ver como se tensaba la mandíbula
de Jessie- Tú sabes cómo son las cosas. Eso no va a cambiar, y no tiene sentido
que ella se ponga en peligro intentándolo -tomó la mano de Jessie otra vez y la
apretó con fuerza- Me mataría perderla. Por favor.
- No puedo hacerte esa promesa, -dijo Jessie, añadiendo rápidamente- Pero
puedo prometerte que no estará sola. No dejaré que le ocurra nada. Lo juro.
- Si te implicas en esto y acaba pasándote algo, Kate nunca nos lo perdonará a
ti o a mí.
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Jessie negó con la cabeza- Kate lo entiende.


Mae cerró los ojos- Señor... No tiene sentido hablar con ninguna de vosotras.
- No te preocupes -Jessie besó la mejilla de Mae- Vance no va a hacer ninguna
estupidez, y si se le ocurre hacer alguna estaré allí para impedírselo.
- Te tomo la palabra, Montana.
- Puedes apostarlo.

Cuando Vance volvió a despertarse, Mae se había ido y Jessie estaba de pie al
pie de la cama- ¿Qué hora es?
- Está amaneciendo. Mae está durmiendo en la habitación de abajo. Kate
finalmente consiguió que se acostara.
- Bien -Vance apoyó su mano en el colchón pero descubrió que no podía
incorporarse sola. Haciendo una mueca, dijo,- ¿Me puedes ayudar?
- No estoy segura de que deba -contestó Jessie acercándose a un lado de la
cama y pasando un brazo por detrás de la espalda de Vance- Si haces cualquier
cosa para empezar a sangrar otra vez, Mae y Kate me arrancarán la piel a tiras.
- No te preocupes. No quiero a las dos encima de mí -Vance se apoyó contra el
cabecero con un suspiro- Gracias. ¿Cómo está la pierna?
- No es nada. Estará rígida un par de días, pero eso es todo.
- ¿Y Star?
Jessie sonrió- Está bien. Tiene un pequeño rasguño no más grande que el mío
-cambió de posición y suspiró- Tú llevaste la peor parte.
Vance sonrió abiertamente- No tan mal como los dos tipos que abatimos.
¿Ambos están muertos?
- Sip. Charlie regresó arriba con una carreta después de que te bajáramos. Los
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llevó a la ciudad.
-¿Qué se sabe de los otros dos?
- Deben estar lejos y no creo que regresen -Jessie apoyó un hombro contra el
poste de la cama, con aire pensativo- Al menos esos dos no lo harán. Pero creo
que no hemos terminado con los ladrones de ganado. Demasiada gente vino aquí
pensando que el oro corría por las calles, y la mayor parte de ellos se quedaron
sin nada. Los caballos y el ganado son dinero fácil.
- No importa dónde ni cuándo, parece que siempre se trata de luchar para
defender lo que es tuyo.
Jessie se encogió de hombros- Nunca pensé lo contrario -ella miró a Vance a
los ojos- Te debo una por lo que hiciste allí arriba.
- No me debes nada. Me ofendes al sugerirlo.
Jessie sonrió abiertamente- Vosotros los del Este os ofendéis con mucha
facilidad.
Las cejas de Vance se levantaron- Ahora añades el insulto a la ofensa.
- De cualquier forma, espero que me dejarás devolverte el favor si es
necesario.
- Si es necesario, lo haré -contestó Vance seriamente.
- Eso es suficiente.
Vance se movió inquieta- ¿Crees que podrías hacer que uno de tus hombres
me llevará a la ciudad más tarde? Nunca fui una buena paciente, y no quiero ser
ningún problema.
- ¿Podría ser que quisieras estar más cerca del Nugget?
- Podría ser.
- Te llevaré yo misma si prometes no intentar ir tras esos hombres hasta que
puedas mantenerte en pie sin problemas.
Vance suspiró- Veo que Mae te ha convencido.
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Jessie sonrió abiertamente- Podría ser. Pero tiene razón.


- Esperaré hasta estar curada pero tengo la intención de vengar este daño.
- No me oirás decir lo contrario -Jessie amablemente apretó el hombro de
Vance- Hablaré con Frank. Confío en él. Entre los dos vigilaremos las cosas
hasta que tú estés mejor.
- Gracias.
- No hay de qué. Somos amigas, ¿no?
Vance sostuvo su mano en alto. Cuando Jessie la cogió dijo en voz baja- Lo
somos.
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CAPÍTULO TREINTA

Cuándo Vance se acercó al bar poco después de medianoche, Frank


interrumpió su conversación con un vaquero canoso que parecía como si acabara
de llegar directo del camino, a juzgar por su ropa sucia y evidente sed por como
él acabó con tres tragos de licor en sucesión rápida. De camino al final de la
barra donde Vance estaba en la penumbra, Frank recogió su mejor botella de
whisky.
- Me alegro de verte en pie y por aquí, Doc.
- Gracias. Estoy mucho mejor estando aquí -contestó Vance- Más de una
semana encerrada, la mayor parte en la cama, parece como un año.
- Hemos estado bastante tranquilos por aquí. No puedo decir que te hayas
perdido mucho.
Vance se encontró con la mirada engañosamente plácida de Frank mientras
tomaba un trago de la reconfortante bebida- Agradezco que vigiles la situación.
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- Haría más si pudiera, -se encogió de hombros- Pero realmente no puede


cambiar lo que no es de mi incumbencia.
- No haría bien a nadie que perdieras tu trabajo -Vance terminó el whisky y
negó con la cabeza cuando él hizo un gesto con la botella para rellenarle el vaso-
Tú haces lo que puedes Se dio la vuelta para inspeccionar la habitación- ¿Ha
estado por aquí nuestro amigo esta semana?
- Vino y se fue rápidamente hace algunas noches. Recogió lo que venía a
buscar pero no se entretuvo.
- ¿Tiene un horario fijo para venir?
- No yo me haya fijado -Frank se apartó para servir un trago para un cliente
cercano, después apoyó sus codos en la barra y bajó la voz- Una cosa sí que sé.
El banco traslada el efectivo a la reserva en Bradford una vez al mes, y él
siempre viene la noche antes de que la diligencia tome el despacho. Poniendo en
orden las cuentas, supongo.
- ¿Y cuándo será el siguiente envío a Bradford?
- Pasado mañana.
- Así que podemos esperar una visita mañana por la noche.
Frank asintió con la cabeza.
- Gracias -Vance estudió al barman, pensando en que siempre se había sentido
a gusto con él. Él se preocupaba por Mae, y eso era lo más importante para ella-
Además de atender el bar, ¿qué más haces aquí, Frank?
Frank guardó silencio por un momento, como intentando decidir cuánto
revelar. Después, como si hubiera tomado una decisión, dijo- Supongo que a fin
de cuentas manejo el local. Me encargo del pedido de las existencias, cuento lo
que hay en la caja y lo llevo al banco, controlo que el local esté cuidado. Limpio
y todo eso.
- ¿Entonces cómo es que no sabes quién es el dueño del Nugget? - Vance
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sabía que le estaba poniendo en un aprieto pero ya era hora de poner todas las
cartas sobre la mesa.
- He estado aquí sirviendo en la barra desde hace casi diez años. Antes que
Hanrahan, había otro tipo que hacía más o menos lo mismo que él, me contrató y
me explicó bien claro cómo funcionaban las cosas. Un día desapareció y Mike
hacía su trabajo -Frank soltó un suspiro- No pregunté.
- Entiendo. Probablemente yo tampoco lo hubiera hecho. ¿Tienes alguna idea
en concreto sobre cómo funciona el local ahora?
- Me gusta el que pueda hacer las cosas a mi manera y no tengo que responder
ante nadie. Recibo mi sueldo al final de la semana, dejo los recibos de cualquier
gasto que haga para reponer el licor o las sillas y mesas rotas si ha habido lio, me
ocupo de mis asuntos.
- Parece un trato bastante bueno.
- Para mí está bien.
Vance golpeó la barra ligeramente con la mano- Gracias por la información.
Creo que iré arriba.
- Mike Hanrahan es un maldito hijo de puta -dijo Frank en tono amable.
Vance sonrió ligeramente, con sus ojos brillando intensa y peligrosamente-
Yo también puedo serlo si me provocan -se marchó dando media vuelta oyendo
de fondo el sonido de la risa tranquila de Frank.

Vance se detuvo frente a la puerta de Mae y escuchó. Aunque Mae había


estado en la habitación del hotel de Vance por la tarde y le había dicho que
estaría libre esa noche, Vance nunca estaba segura de fuera así cuando ella
llegara. No confiaba completamente en sí misma si se encontraba cara a cara con
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alguien que acabara de abandonar la cama de Mae, y no le haría bien a Mae que
ella desahogara sus celos con algún cliente. Cuando no oyó nada en el interior,
llamó suavemente.
- Mae, soy Vance.
La puerta se abrió casi inmediatamente. Mae sonriente, extendió su mano,
tomó la mano de Vance, y tiró de ella hacia el interior- ¿Cómo te encuentras?
- Bien, como nueva -Vance abrazó a Mae por la cintura y la besó
profundamente- Como si no te hubiera visto desde hace meses1.
Riéndose, Mae golpeó con su mano suavemente el pecho de Vance y la
mantuvo alejada- Puede que te sientas muy juguetona ahora mismo pero he visto
ese hombro esta tarde y todavía no estás preparada para jugar.
Vance ignoró la presión de su mano y atrajo a Mae contra ella de nuevo.
Acarició con la nariz el cuello de Mae- No tenemos que hacerlo. ¿Qué tal si solo
nos damos un “paseo”?
Mae echó la cabeza hacia atrás y ofreció su garganta a los besos de Vance.
La verdad era que extrañaba su tacto más de lo que había imaginado, a pesar
de que la había visto todos los días. Nunca habría creído que pudiera estar tan
hambrienta de algo que no había sabido que deseara hasta hacía unas pocas
semanas. Amar a Vance había abierto su corazón y su cuerpo a la posibilidad, no
simplemente del placer, sino también de la comunión. Ahora había importantes
lugares dentro de ella que sólo Vance podía llenar. Introdujo sus dedos en el pelo
de Vance y tiró de su cabeza hasta poder besar su boca. Después de hacerlo
profundamente susurró- Creo que un largo paseo sería perfecto.
Sonriendo Vance la soltó para poder quitarle la ropa- Date la vuelta.
- Me apiadé de ti -dijo Mae mientras le daba la espalda- Este vestido tiene
lazos.

1
“Like I haven't seen you in a month of Sundays” en el original.
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- Botones, cordones... no me importa -murmuró Vance, aflojando


rápidamente los lazos que cerraban la parte trasera del vestido de Mae. Cuando
abrió la prenda, besó el borde de sus omoplatos y bajó por el centro de su
columna- Nada va a frenarme, y mucho menos detenerme.
El tono oscuro y tenso de su voz estremeció el corazón de Mae y algunos
lugares más abajo. Se volvió hacia Vance, repentinamente ansiosa por tenerla
desnuda. Empujó el abrigo de Vance- Déjame ayudarte a sacar esto de ese
hombro.
- Creía que estabas ansiosa por veme con la ropa nueva -protestó Vance.
- Ahora mismo -murmuró Mae- quiero verte fuera de ella.
Vance se rió y mantuvo su brazo en alto para que Mae le ayudara a quitarse el
abrigo nuevo. Después, Mae comenzó con los botones de su camisa y la
paciencia de Vance se esfumó. Soltó un gruñido y tiró del vestido de Mae
sacándolo de sus hombros y luego metió la mano dentro de su corpiño. La
sensación de la carne caliente, y suave en su mano alejó toda cautela de su
mente, y si Mae no la hubiera detenido amablemente, habría intentado cogerla y
llevarla a la cama.
- Cuidado, -dijo Mae jadeando- Conseguirás que ese hombro sangre y no te
dejaré entrar en mi cama.
- Señor,… Mae, te deseo tanto -dijo Vance sin aliento- Nunca... Nunca pensé
que podría ser así.
- Puedes tenerme, por el tiempo que quieras y cuantas veces quieras -Mae
cubrió la mano de Vance y la mantuvo inmóvil- No hay necesidad de
apresurarse, por mucho que me encante la forma en la que me deseas.
Vance se echó a reír- Tengo la sensación de haber estado alejada de ti durante
semanas.
- Bien vamos a acostarnos y a ponernos al día -Mae tomó la mano de Vance y
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la guió a través de la habitación. Se detuvo al lado de la cama y terminó de


desnudar a Vance, tomándose su tiempo, pasando sus manos sobre el cuerpo de
Vance, como si estuviera conociéndolo por primera vez. Para cuando terminó,
Vance estaba temblando.
- Mae…-dijo Vance, su voz era apenas un susurro ronco- Lo que me estás
haciendo... No sé si duraré mucho más tiempo.
- Solo unos minutos más -Mae sonriente, se apartó y se quitó la ropa interior.
La forma en que sus ojos se oscurecieron y se tensó el rostro de Vance mientras
Mae se desnudaba lentamente, mandó espirales de excitación a través de su
cuerpo. Desnuda al fin, se recostó sobre las sábanas suaves y frescas y abrió sus
brazos- Ven aquí, a donde perteneces.
Con un suspiro que hablaba de una idoneidad con la que nunca había soñado,
Vance se acomodó en el abrazo de Mae.

- ¿Sabes lo que pretende hacer Vance con la situación de Mae? -preguntó


Kate, pasando los dedos lentamente por el centro del pecho de Jessie.
Yacían juntas, acurrucadas, poco antes del amanecer. El gallo cantaría en
cualquier momento, comenzaría el día y pasarían horas antes de que se viesen la
una a la otra el tiempo suficiente como para hacer algo más que saludarse o
intercambiar unas pocas palabras. Estos tranquilos momentos, al final de un día
y el comienzo del siguiente, eran preciosos, porque esos eran los momentos en
los que tenía a Jessie para ella sola. Eran los momentos en los que no había nada
entre ellas excepto el amor.
Jessie estaba tumbada sobre su espalda, la cabeza de Kate apoyada sobre su
hombro y sus piernas entrelazadas. A medida que el sol aparecía sobre el
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horizonte, lenguas de rojo y oro se extendían por la habitación. No podía


imaginar desear nada más cuando tenía esto todas las mañanas. Besó a Kate en la
sien- No exactamente, pero tengo la sensación de que va a usar su ingenio y no
su arma, si puede.
- Sé que ella no haría nada para poner en peligro a Mae, pero estoy
preocupada por ella -Kate alzó su cabeza y besó la punta de la barbilla de Jessie-
Y estoy preocupada por ti.
Jessie negó con la cabeza y se puso de lado para quedar una frente a otra. Besó
a Kate suavemente- No tienes porqué. Vance no hará nada que pueda herir a
Mae. Ni yo haré nada que pueda herirte a ti.
Kate trazó la curva de la clavícula de Jessie y se hundió en el hueco de la base
de su garganta. Besó el pulso que palpitaba allí- Tú eres lo más preciado para mí,
por encima de todo. Sé prudente.
- No te preocupes -Jessie rodeó la cintura de Kate con un brazo y la acercó
hasta que sus cuerpos encajaron juntos como una sola pieza- Eres lo más
importante en mi vida.
- Si me besas, vas a llegar tarde a tus labores matutinas.
- Eso es lo bueno de ser el jefe -Jessie sonrió abiertamente y la besó.

Kate estaba en la cocina cuando oyó a un jinete entrar en el patio. Se acercó a


la puerta, secándose las manos en un paño y miró hacia afuera.
Vance desmontó y tiró las riendas de su caballo sobre la barandilla del porche.
Kate abrió la puerta para saludarla mientras Vance cruzaba el porche.
- Llegas justo a tiempo para tomar café. Tengo tocino y gachas de maíz,
también.
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- Esperaba que mi sentido de la oportunidad fuera bueno -dio Vance con una
amplia sonrisa.
- ¿Cómo te encentras?
- Más feliz de lo que pensé que sería al volver al trabajo.
Vance escudriñó el patio- ¿Está Jessie por aquí?
- Creo que está abajo hablando con los hombres. Debería estar de vuelta en
cualquier momento, porque siempre sabe cuándo está listo el café -Kate condujo
a Vance a la cocina- Siéntate. Te prepararé un plato.
- Te lo agradezco -en vez de sentarse, Vance vaciló en el umbral de la puerta-
Tal vez sólo vaya a buscar a Jessie.
Kate frunció los labios- ¿Crees que necesitas otro caballo?
Vance abrió la boca y luego la cerró riendo- Mis disculpas. En algún momento
de los últimos años he aprendido algunos malos hábitos. Quería preguntarle a
Jessie si podía venir a la ciudad esta tarde.
- ¿Tienes la intención de hacer algo respecto de lo de Mae?
- Sí.
Kate asintió- Mis padres han estado queriendo que Jessie y yo vayamos a
cenar. Esta noche debería venir bien.
- No sé...
- Si vas a sugerir que me quede aquí y espere, deberías repensártelo -dijo Kate
suavemente mientras servía el café- Vosotras dos habéis tenido suficientes
aventuras últimamente.
- No quiero que Mae lo sepa.
- Puedo imaginarme porque no quieres -Kate sonrió- Incluso puedo entender
porqué. ¿Te das cuenta de que es injusto?
- Sí -Vance cruzó el cuarto y tomó la mano de Kate- Esto es algo que tengo
que hacer, porque la amo. No quiero que se preocupe por mi deficiencia.
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- Preocuparse viene en el paquete cuando amas a alguien -Kate le sacudió


ligeramente la mano de Vance, con una expresión de irritabilidad afectuosa-
Mae es una de las mujeres más fuertes que he conocido nunca. Un poco de
preocupación no le hará daño, y tú deberías dejar de subestimarla.
Vance frunció el ceño -No lo hago.
Kate negó con la cabeza- No digo que Mae no te necesite, que no estaría
devastada si te sucediera algo. Por supuesto que lo estaría. Y por eso es por lo
que debes cuidarte y no debes correr riesgos estúpidos. Pero Mae no necesita que
tú te interpongas entre ella y las dificultades. Necesita que estés de pie a su lado.
- ¿Jessie estiende todo eso? -preguntó Vance con expresión perpleja.
- Está aprendiendo.
- ¿Aprendiendo? ¿El qué? -dijo Jessie mientras entraba por la puerta y lanzaba
su sombrero sobre el mostrador- Hola, Vance.
- Aprendiendo a dejarme ayudar con las partes duras -dijo Kate.
Jessie se estremeció- Oh. Eso -recorrió con la mirada a Vance- Supongo que
es demasiado tarde para ir al granero, ¿no?
- Muy, muy tarde -dijo Vance sentándose mientras Jessie acercaba una silla y
se sentaba a la mesa. Esperó a que Kate se sentara también- Esto es lo que he
estado pensando.
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CAPÍTULO TREINTA Y UNO

- No comprendo cómo puedes estar tan tranquila con esto -dijo Mae
paseándose furiosa frente al sofá de su sala de estar.
- Nunca he dicho que estuviera tranquila -Kate se sentó en un extremo y
esperó a que Mae se calmara lo suficiente como para escuchar.
- Actúas como si estuvieras tranquila. Estás tomando el té y comiendo galletas
como si esas dos malditas tontas no estuvieran ideando una manera de conseguir
que les disparen de otra vez.
- Ambas han prometido eso no ocurrirá.
Mae se paró en seco y plantó ambas manos en sus caderas. Fulminó a Kate
con la mirada- ¿Y tú te crees es?
- Confío en ellas.
- Me di cuenta de que no dejaste que Jessie viniera sola a la ciudad. Será por
eso mismo.
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- Confío en ella, pero no dije que no me preocupara.


- Oh, lo sé. Sólo estoy descargando mis nervios sobre ti -Mae echó una ojeada
al reloj prendido en su corpiño y deseó que hubiera alguna forma de que pudiera
salir del trabajo esa noche. Pero sabía que no era posible.
La noche de viernes era una gran noche para los jornaleros de los ranchos y el
salón estaría repleto- Lo siento. No me hagas caso.
- Está bien. Vance está recuperándose de una herida. Tienes derecho a estar
nerviosa.
Mae se sentó con un suspiro de cansancio- No puedo imaginar como lo que
sea que esté planeando puede marcar alguna diferencia -ella miró fijamente a
Kate- Si quisiera alejarme de todo esto, podría hacerlo. Sería duro, pero otras lo
han conseguido.
- ¿Te ha pedido que lo hagas?
Mae pareció sorprendida- No. Nunca.
- entonces no creo que sea eso lo que pretende. Siempre he tenido la impresión
de que era tu seguridad lo que le preocupaba.
- Le expliqué que tenía que cuidar de las chicas. Pareció entender eso -Kate
asintió con la cabeza- Le dije que no quería estar en deuda con nadie. Que quería
hacerlo por mí misma.
- Imagino que Vance respeta eso.
- Lo hace -dijo Mae en voz baja- De hecho, todo estaría muy bien si ella no
hubiera decidido que Michael Hanrahan necesitaba que le dieran una lección.
Kate dejó a un lado su taza de té- Creo que ambas sabemos que es algo más
que eso.
- Señor,…lo sé -Mae apartó con impaciencia un rizo que caía sobre la
comisura de su boca- Simplemente desearía saber que más planea hacer.
- Si lo supiera te lo diría -dijo Kate con tranquilidad- Todo lo que sé es que ella
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y Jessie hablaron de reunirse en el salón hoy a medianoche. Supongo que


esperan seguir a Michael Hanrahan y obtener alguna información que puedan
utilizar para negociar con quienquiera que posea este lugar.
Mae se echó a reír- ¿Negociar? ¿Eso es lo que dijo Vance?
- Bueno, no exactamente, pero eso es lo que yo supuse.
- Oh, cariño, la gente del Este puede negociar…. ¿Aquí? Lo único que cambia
las cosas es el dinero o las balas.
- Quizá lo interpreté mal -dijo Kate intranquila- Pero tengo la sensación de
que Jessie entendió a Vance perfectamente.

Vance se recostó contra la barra del bar y observó a Mae abrirse paso por la
habitación, abarrotada de gente, en su dirección. A cada paso un vaquero o un
jugador con ropas de lujo la detenían con un brazo alrededor de su cintura y le
susurraban algo a su oído. Ella se reiría y hábilmente se soltaba de su agarre y
seguía adelante. Era experta en evitar caricias erráticas sin ofender. Era un
talento, como en esos espectáculos de prestidigitación. Su sonrisa era tan
brillante, su risa tan atrayente, que los hombres nunca se percataban de que
nunca la habían tocado realmente.
- Parece que estás pensando en algo muy serio -dijo Mae mientras se situaba
al lado de Vance. Había sido consciente de la mirada de Vance sobre ella desde
el momento en el que había salido al balcón y había empezado a bajar las
escaleras. También sabía que había visto cada mano posarse sobre ella durante
todo el camino- ¿Ocurre algo?
- Me pregunto si alguno de ellos sabe lo mucho que se pierden.
El corazón de Mae dio un pequeño salto de sorpresa y asombro- Ves el mundo
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como nadie que haya conocido.


Vance sonrió débilmente- Me lo han dicho otras veces -pasó la punta del dedo
por la elegante curva del brazo de Mae que quedaba al descubierto debajo del
hombro de su vestido de noche marrón- Eres una mujer asombrosamente bella.
Pero tu belleza está en un lugar donde nadie toca.
- Nadie, excepto tú -susurró Mae.
- Excepto yo -Vance observó los labios llenos y húmedos de Mae curvarse
con placer- Quiero besarte.
- Me alegro, pero no te lo recomiendo -Mae inclinó su cuerpo para bloquear la
visión de cualquier persona en la habitación y deslizó una mano dentro del
abrigo de Vance. Le acarició con los dedos bailando sobre su estómago- Si
vieran eso realmente pensarían que están siendo estafados.
- No ha sido estafados -contestó Vance con la voz ronca de deseo- No si te han
puesto un dedo encima.
- Sigue hablando así y yo… -Mae se interrumpió cuando un brazo la rodeo por
la cintura y la apartó de Vance. Supo quién era sin necesidad de ver su cara- ¿Es
eso forma de saludar?
Michael Hanrahan tiró de Mae contra él y la mantuvo allí. Él inclinó su cabeza
y restregó su mejilla sin afeitar sobre su cuello. Con su boca en contra su oreja y
recorriendo con su mano la parte delantera del cuerpo de Mae murmuró- No
pareces estar ocupada.
- La noche es joven y yo acabo de comenzar -Mae mantuvo el tono de su voz
ligero y su expresión despreocupada porque podía sentir la furia de Vance a un
metro de distancia. Intencionadamente no la miró porque tenía miedo de que
cualquier conexión entre ellas pudiera romper el frágil autocontrol de Vance. En
lugar de eso se dio vuelta como pudo en el agarre de Hanrahan, dándole la
espalda a Vance- Esta noche tenemos el local completo. Vamos a encargarnos de
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tus asuntos así yo podré encargarme de los míos.


Hanrahan agarró la mano de Mae y la apretó sobre la entrepierna de sus
pantalones- ¿Qué tal nos encargamos de este asunto?.
Mae no intentó apartarse, pero lo miró fijamente con frialdad- No recuerdo
que eso forme parte del acuerdo.
- Nadie tiene porque saberlo.
- Pero podría olvidárseme y mencionarlo.
Su expresión se endureció, y él la apartó de un empujón- Vamos arriba.
Cuando Vance se movió para ir tras ellos fue inmovilizada rápidamente por
una mano fuerte sobre su hombro. Miró rápidamente a su alrededor con la
mirada encendida.
- No quieres meterte en medio de eso -dijo Frank- Podrías quedar satisfecha
pero Mae pagaría por ello.
- No si él está muerto -contestó Vance con los dientes apretados.
- Si va a acabar muerto sería mejor que nadie supiera como sucedió -se
entretuvo limpiando las manchas inexistentes sobre la barra del bar- Podría
echar una mano en eso.
Vance soltó un largo suspiro y sujetó su temperamento- Te lo agradezco.
Pero creo que te mantendré para el trabajo duro
Él sonrió abiertamente- Aún así, tal vez quieras compañía.
- Eso ya está arreglado.
Él hizo un gesto de aprobación con la cabeza- Bueno, pues pásate a tomar una
copa cuando hayas terminado.
- Lo haré.
Cuando Vance inspeccionó la habitación y el balcón, Mae había
desaparecido. Ella había llevado a Hanrahan a su cuarto para darle el dinero que
ella y las otras mujeres habían ganado. Si eso era todo lo que estaba sucediendo
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allí arriba, él no tardaría en bajar. Vance le hizo una seña a Frank para que le
llenara el vaso. Lo cogió con pulso firme y se lo bebió de un solo trago,
disfrutando de la quemazón del licor en la boca de su estómago. Después colocó
el vaso en la barra y se fue.

Vance esperó en las sombras debajo de las escaleras que conducían al


segundo piso y a las habitaciones de Mae. Intentó no pensar en lo que podría
estar ocurriendo arriba, ya que si lo hacía, iría y terminaría con el asunto antes de
que empezara y al final no conseguiría nada. Deseaba un cigarrillo, algo que no
había sucedido desde que esperaba en la oscuridad la última batalla. No
necesitaba mirar su reloj de pulsera, sabía que hora era. La noche parecía vacía,
carente de vida.
Nada se movía. Incluso los caballos atados con frente al salón estaban
quietos y en silencio, con las cabezas gachas, exhalando su aliento
pausadamente por sus brillantes fosas nasales bajo un cielo sin luna. Pasaron
casi quince minutos antes de que se abriera la puerta situada encima de ella y los
tacones de las botas golpearan duramente los escalones de madera. Sacó su
revólver de la pistolera pero no lo levantó hasta que él no llegó al suelo.
Entonces dio un paso hacia adelante, apoyó el cañón del revolver sobre su cuello
y levantó el percutor.
El sonido cortó el silencio como el disparo de un cañón. Hanrahan se puso
rígido.
- Hola, Michael -dijo Vance suavemente.
El hombre se relajó ligeramente cuando reconoció la voz de una mujer-
Deberías guardar eso antes de que alguien salga herido.
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Su tono de voz convenció a Vance que él debía sufrir. Ella se rió y lo apretó
con más fuerza cobre la piel de su cuello. El dolor lo obligó a avanzar un paso
tropezando hacia adelante y ella le empujó con la cadera golpeando su cara
contra la pared. Lo inmovilizó con el hombro izquierdo encajando el dolor que
atravesó su cerebro y le aclaró la mente. Después apartó el arma de la parte
posterior de su cabeza y la apretó entre sus piernas. Empujó el cañón del
revolver hacia arriba y hacia adelante hasta que encontró resistencia.
- ¿Te gusta más aquí?
Su voz era suave y fría, como una astilla de hielo clavándosele lentamente en
su corazón.
Él se estremeció y se quedó sin aliento, pero no se movió- ¿Qué quieres?
- Enseñarte algunos modales.
- Qué... -gruñó mientras el cañón del revolver se clavaba en sus partes
sensibles- No sé ... ay ...Jesús ...
Vance lo empujó con más fuerza contra la pared y le susurró al oído- No sabes
cómo tratar a una dama. Creo que esto... -sacudió con fuerza el cañón del arma
de nuevo y sonrió con satisfacción cuando él gimoteó-... Podría interferir en tus
habilidades sociales.
Vio el rostro de Mae, golpeado y magullado. Vio las marcas en sus brazos e
imaginó el peso del apestoso cuerpo de Hanrahan acorralándola. Inspiró
profundamente degustando el momento- Así que voy a liberarte de ello.
Hanrahan imploró- Oh Dios…, no.
- Esto es por Mae -susurró mientras apretaba el dedo en el gatillo.
Jessie se apartó del edificio donde había permanecido en la oscuridad durante
la última hora, esperando dar apoyo a Vance en caso de que hubiera problemas y
dijo suavemente- No creo que valga la pena desperdiciar una bala con él.
- Aquí todo está bien -dijo Vance sin mirar alrededor- Vete.
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- ¿Cómo estás Hanrahan? -Jessie continuó como si Vance no hubiera hablado.


- Está loca. Quítamela de encima -dijo desesperadamente. El hedor de miedo
impregnaba el aire a su alrededor.
- Éste es un país grande -dijo Jessie- Hay un montón de campamentos mineros
en los que un hombre podría desaparecer.
Vance dijo bruscamente- Déjalo estar.
- Ahora bien, si te veo por aquí después del amanecer -comentó Jessie- la
próxima vez no le impediré terminar lo que ha empezado.
- Me iré,…lo juro, me iré -intentó volver la cabeza pero en un movimiento tan
rápido que ni siquiera Vance pudo percibir, Jessie sacó su arma y le metió el
cañón por debajo de su mandíbula y se acercó- Y si ella no te mata lo haré yo.
Jessie se enderezó.
- Ahora, antes de que te vayas hay algunas cosas que necesitamos saber.
Él no podía contestar sus preguntas lo suficientemente rápido. Mientras él se
iba corriendo a toda prisa, Vance enfundó su Colt y se apoyó contra la pared.
Inclinó su cabeza hacia atrás y cerró los ojos.
- ¿Estás bien? -preguntó Jessie.
- Casi.
Jessie se apoyó a su lado- Sin luna otra vez. Oscuro como boca de lobo.
- Nadie se hubiera interesado por él -dijo Vance.
- Nop. Nadie le hubiera dedicado ni un segundo, incluso si hubieran oído un
disparo.
- Supongo que me vas a decir que me hubiera arrepentido de matarle y que me
has ahorrado la culpa.
Jessie se rió- De ninguna manera. Caray, quería hacerlo yo misma.
- ¿Y por qué me detuviste?
- No hubiera podido decirnos lo que queríamos saber si estaba chorreando
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sangre por todo el suelo.


- Se me olvidó eso.
Jessie giró su cabeza, lo justo para distinguir los rasgos de Vance en la
oscuridad- Además, eso no iba a mejorar la situación de Mae. Y podría ser
incluso más sencillo la próxima vez.
- No va a haber una próxima vez -Vance se frotó el hombro dolorido- Voy a
procurar que Mae tenga lo único que realmente es importante para ella.
- ¿Qué es?
- Su independencia.
Con cuidado para no golpear en la zona de la herida, Jessie le dio unas
palmaditas en la espalda- Casi tienes razón, pero espero que lo averigües a su
debido tiempo.

Cuando Mae cerró la puerta después de dejar entrar a Vance en su habitación,


puso sus brazos alrededor del cuello de Vance y la abrazó. La besó suavemente-
¿Estás bien?
- Lo estoy ahora.
- ¿Lo has matado?
- No, pero se ha ido, y no te molestará otra vez.
- Gracias.
Vance tomó la mano de Mae y caminó con ella hacia la cama- No he
terminado todavía. Tengo una visita más que hacer por la mañana, y entonces
todo habrá terminado.
- Cuéntamelo.
- Mañana -Vance tiró a Mae a su lado en la cama y enterró la cara en la curva
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de su cuello- Ahora mismo, lo único que quiero es a ti.


Mae abrió su bata y metió la mano de Vance en su interior- Entonces eso es lo
que tendrás.
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CAPÍTULO TREINTA Y DOS

Charles Mason salió de su oficina con la mano extendida y una sonrisa


complaciente- Dra. Phelps. La señora Wainwright me dice que necesita ayuda.
- Gracias por recibirme tan rápidamente -dijo Vance estrechando su mano- Se
trata de un asunto de carácter personal y pensé que usted sería el más adecuado
para manejarlo.
- Por supuesto. Siempre estoy feliz de tratar con un nuevo cliente del banco -él
señaló con sus brazo hacia el interior de su oficina- Por favor, entre.
Vance le siguió a su oficina y se sentó en la silla que él le señaló frente a su
escritorio. Metió la mano en su bolsillo interior de su abrigo nuevo, el más
formal de los dos que Mae había insistido que se hiciera, y sacó un fajo de
papeles. Junto con la camisa blanca almidonada, el chaleco, y los pantalones, iba
tan bien vestida como cualquier hombre de negocios rico hubiera ido. Se tomó
su tiempo arreglando los documentos, consciente de que Mason la observaba
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con interés. Con una sonrisa pasó los papeles sobre el escritorio.
- Como puede ver, aunque lleva en la ciudad bastante tiempo, no he tenido la
oportunidad de transferir mis fondos del banco en Filadelfia. Me gustaría que
usted se encargara de eso.
- Estoy seguro de que podemos encargarnos de eso ...
La voz Mason se desvaneció mientras estudiaba el extracto de la cuenta. Él se
enderezó con una expresión que rozaba el servilismo- Me encargaré de esto
personalmente -jugueteando con su corbata miró una vez más la documentación
antes de volver a mirar a Vance- Estoy seguro de que nuestra comunidad se
beneficiará enormemente de su presencia, Dra. Phelps. Si hay algo que pueda
hacer para ayudarla a instalarse... cualquier cosa.
- Es usted muy amable -dijo Vance en tono neutro- Su mujer y su hija han sido
muy amables al organizar una pequeña recepción para mi mañana en su casa.
Realmente aprecio su amabilidad.
- Simplemente es un pequeño gesto, de vecino a vecino -dijo él.
Vance dudaba que él tuviera la más mínima idea de la velada que habían
preparado. Imaginaba que el calendario social de su esposa e hija no era algo a lo
que le prestara demasiada a tención, pero asintió con la cabeza en señal de
reconocimiento.
Entonces, como si se le ocurriera de repente dijo- En realidad hay otra cosa en
la que me puede ayudar.
- Desde luego.
- Me gustaría comprar una propiedad.
- Estaría más que feliz de actuar como su agente en ese asunto -añadió Mason
rápidamente- Si me proporciona los detalles puedo facilitar...
- Oh, de hecho creo que es algo que podemos resolver ahora mismo.
- ¿Disculpe?
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- Quiero que me venda el Golden Nugget -se metió la mano en el abrigo y


sacó la última hoja de papel y la pasó sobre el escritorio- Un simple traspaso de
escritura será suficiente. ¿Pongamos por la suma de cien dólares?
- Me temo que no la entiendo -dijo Mason con la cara y el cuello cada vez más
rojos por encima del cuello de su camisa.
- ¿De verdad? Michael Hanrahan me informó anoche de que usted era el
dueño del Golden Nugget.
- Él estaba equivocado -dijo Mason rotundamente. Recogió los papeles en un
montón y los colocó en una esquina de su escritorio- Ahora, si no hay nada más,
iniciaré el traslado de esos fondos para usted.
Vance cruzó sus piernas y se recostó más cómodamente en su silla- Si Mr.
Hanrahan mintió, entonces él estaba protegiendo a alguien a su costa. ¿Quién
puede ser?
- No tengo ni idea.
- Bien, probablemente puedo aclarar el malentendido con bastante facilidad
-Vance se puso de pie- Siempre me he encontrado con que las esposas de los
hombres poderosos saben mucho más de que lo que nunca reconocerán -ella se
rió- Por lo menos así era en el caso de mi madre. Mi padre era bastante torpe
sobre los motivos que tenían otros hombres para tratar de aprovecharse de su
generosidad y de su naturaleza confiada, pero mi madre... mi madre siempre
supo y se encargó de que él no se metiera en situaciones difíciles. Me atrevería a
decirle que su mujer sabe quién puede querer perjudicarle.
- Seguramente no querrá involucrar a una dama en un asunto tan desagradable
-gruñó Mason, aunque tenía una mirada de pánico en sus ojos.
Vance dio un paso más hacia el escritorio y se inclinó hacia adelante,
descansando su mano en el centro del papel secante- ¿Por qué cree que yo
valoraría más la sensibilidad de sus mujeres de lo que usted valora la de la mía?
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- No tengo idea de que está hablando.


- Por supuesto que lo sabe -dijo Vance, fijando su mirada inquebrantable en él
hasta que apartó ansiosamente la mirada- Usted tiene un acuerdo especial con
una de las mujeres del Nugget. Usted le paga para su disfrute y el de sus amigos.
Usted cree que si va y viene por la escalera de atrás y paga a alguien para que
haga el trabajo sucio, todo el mundo mirará hacia otro lado -ella se enderezó-
Pues bien, yo no lo haré. O firma la escritura de venta o haré mis averiguaciones
tan públicas que en el plazo de una semana todo el mundo sabrá de su relación
personal con el Nuggett.
Su frente estaba perlada de sudor. Después de un momento, él asintió con la
cabeza y cogió el documento de venta con mano temblorosa. Comenzó a
repasarlo y entonces se detuvo con un gruñido de sorpresa y miró a Vance con
asombro.
- No es su nombre el que figura en la escritura.
- No -Vance dijo mientras volvía a sentarse y comenzaba a extender el cheque
por el precio de compra- No lo es.

Mae se apoyó contra Vance en la calesa mientras se dirigían hacia el Rising


Star- Te ves muy bien con esa ropa nueva.
Vance se rió entre dientes- Será mejor que te gusten, es toda obra tuya.
- Una gran parte de ello tiene que ver con el cuerpo que hay en ella -Mae
acarició la mejilla de Vance- Tú eres lo que está bien.
- ¿Estás tratando de halagarme para te diga lo que he estado haciendo?
- Sí, aunque es verdad y estás absolutamente preciosa-Mae se rió- Es sólo que
no creo que sea justo que me hagas esperar hasta llegar al rancho.
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- A decir verdad yo tampoco quiero esperar -confesó Vance- Mete la mano en


el bolsillo interior del abrigo y saca ese papel.
- Voy a apiadarme de ti y no tocaré nada más por el camino.
No obstante, Mae se dio el gusto de una breve caricia, rozando el pecho de
Vance mientras sacaba el papel. Sonriendo ante la inspiración rápida de Vance,
desdobló el documento y comenzó a leer. Entonces fue ella se quedó sin aliento.
- Yo... esto es... ¿cómo lo has hecho?... oh Dios.
Vance sonrió ampliamente- Ahora eres uno de los empresarios más
influyentes en New Hope -frenó un poco el vehículo para poder disfrutar de la
mirada de asombro y placer de Mae- nunca más tendrás que preocuparte por lo
que alguien pueda hacerte a ti o a tus chicas
- Dio mío, Vance. ¿Soy su propietaria?
- Sí, lo eres.
- ¿Pero cómo?
Vance le contó, disfrutando del bufido de satisfacción de Mae mientras le
describía la incomodidad de Mason- Y antes de que digas que es demasiado para
que lo aceptes debes saber que lo hice tanto por tu seguridad como por mi
tranquilidad de espíritu.
Los ojos de Mae se llenaron de lágrimas pero ella asintió con la cabeza-
Gracias.
- El gusto es mío.
- No pienso decir que no porque quiero esto,...pero pienso devolverte cada
dólar.
Vance sonrió- Pensé que dirías eso.
Mae se acercó- ¿De verdad le hubieras contado a Clarissa Mason sobre la
afición de su marido?
- No, pero no hubiera hecho de ello un secreto mientras investigaba quien lo
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poseía realmente. Mason debía saber que se enteraría tarde o temprano si me


obligaba a investigar a fondo.
- Bien -la mente de Mae se estaba moviendo en un centenar de direcciones
diferentes y parecía que no podrí abarcarlo todo- ¿Qué hay de Frank? El local no
funcionará sin Frank.
- No creo que le importe demasiado quien paga su sueldo. De hecho, pienso
que le gustará mucho más saber eres tú la que lo hace.
Vance detuvo la calesa en la entrada del camino hacia el Rising Star. Dejó
caer las riendas sobre su rodilla y tomó la mano de Mae- Tú puedes convertir el
local en un establecimiento respetable. Las chicas estarán protegidas, porque tú
dictarás las normas. Y si no es Frank, puedes buscar a alguien más para obligar a
cumplirlas.
- ¿No vas a pedirme que no atienda a los clientes?
- No tengo ese derecho.
- Por supuesto que lo tienes -Mae besó a Vance, un beso lento y tierno- A
menos que me hayas engañado con eso de que me amas.
- Oh… no -murmuró Vance con voz ronca y grave. Alzó la mano de Mae y
besó sus dedos y después su boca- Te quiero con todo mi corazón.
- Nunca habrá otra persona en mi cama -Mae sostuvo la mano de Vance contra
su pecho- O en mi corazón.
- Ni en el mío. Tienes mi solemne promesa -susurró Vance.
Mae rodeo la cintura de Vance con el brazo y colocó la cabeza sobre su
hombro- Entonces date prisa. No puedo esperar para contárselo a Kate y a Jessie.
Riéndose, Vance condujo la calesa por el camino, manteniendo la promesa de
Mae en su corazón, sabiendo que por fin había llegado a casa.

FIN
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