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FACULTAD : DERECHO Y CIENCIAS POLÍTICAS.

E.A.P. : DERECHO.

CURSO : ÉTICA PROFESIONAL

PROFESOR : Mgtr. Mario Augusto Merchan Gordillo

ALUMNO : Percy Euclides Villanueva Vara.

TEMA : La Ética y la Función Pública.

HUANUCO-2017
Introducción:
Cuando se habla de ética y la función pública se refiere sencillamente a la ética aplicada

y puesta en práctica en los asuntos de gobierno. Es la ética aplicada en los servidores públicos,

entendiendo por éstos aquéllas personas que ocupan un cargo público ya sea por elección,

oposición u otra medio, y que tienen una responsabilidad ante el Estado. Dichas

responsabilidades se traducen en actos concretos orientados hacía el interés común y/o de la

ciudadanía. La ética y la función pública se refieren entonces a los actos humanos en tanto que

son realizados por gobernantes y funcionarios públicos en el cumplimiento del deber.

Se intentará mostrar aquéllos valores para el servicio público que señala la teoría

política, así como aquéllos que existen en los gobiernos y administraciones públicas

contemporáneas. También se intentará responder a dos preguntas básicas. La primera, ¿por qué

se ha incrementado las actitudes antiéticas como la corrupción dentro de los gobiernos y

administraciones públicas del mundo? La segunda es, ¿cómo establecer diques para contener el

mar de actitudes indeseables y de corrupción que inunda a distintos gobiernos y

administraciones públicas del mundo?

Uno de los reclamos de toda sociedad es la atención que ésta debe recibir de su gobierno.

Dicha atención se manifiesta a través de la satisfacción de las demandas de la comunidad

política así como de una mayor expectativa en el nivel de vida de los ciudadanos. Sin embargo,

ni los gobiernos ni sus administraciones públicas logran cumplir de forma óptima estas

exigencias. Ya sea en países con economías débiles y carencia de recursos como en aquéllos

con crecimiento económico y superavit financiero, existen una serie de actitudes antiéticas o

antivalores en el seno de sus instituciones públicas que impiden que se opere con la máxima

eficiencia anhelada y se alcancen por tanto los resultados deseados, aún en los escenarios más

realistas. Esta situación ha generado que las demandas ciudadanas hayan rebasado la capacidad
de respuesta de los gobiernos y que las instituciones públicas sean vistas como lentas, ineficaces

e ineficientes, lo que a su vez genera que la ciudadanía pierda la confianza en su gobierno.

Cualquier mejora en la operación de los organismos públicos, apoyada en recursos, técnicas e

innovaciones hacía una mayor eficiencia y responsabilidad, tendrá mayor posibilidad de éxito

si se acompaña de principios y valores éticos. Al ser las instituciones de carácter público, es

indispensable contar con personal íntegro por lo que la ética se torna pues vital ya que desarrolla

un impacto activo en el personal que a su vez se manifiesta en la marcha y desarrollo de las

instituciones.

La integridad en el ser humano orienta la conducta al tiempo que permite actuar de

acuerdo a valores. Es fundamental que los servidores públicos, entendiendo por éstos a aquellas

personas que ocupan un cargo público y sirven al Estado (políticos, funcionarios y todos los

que prestan sus servicios en las instituciones públicas), lleven a cabo un comportamiento noble

al ocupar un cargo. Cuando este personal posee probidad, ejecuta cada acción con fundamento

en la recta razón y acompañándose de una escala de valores. Una deliberación exhaustiva

respecto a la manera de impedir que los individuos que ocupan cargos públicos practiquen

actitudes indebidas conduce a la afirmación de que la causa inevitable de éstas es la decisión

del individuo de comportarse de un modo correcto. Si el individuo ya ha decidido cometer un

acto corrupto, planeará la manera de evadir las normas y los mecanismos de control. En todo

caso se encuentra en él la decisión de actuar o frenarse. Y esto último puede lograrse gracias a

la sensibilización, al desarrollo de la conciencia, a la madurez de juicio, resultado del

establecimiento de unos principios internos y un dominio del carácter. Son los principios y el

carácter los que impiden o motivan a actuar a una persona, y la Ética es la disciplina que los

muestra. En el momento en que la Ética es aplicada al ámbito público se denomina “Ética

Pública” o “Ética para la política y la administración pública”.


Ética Conjunto de valores jerarquizados. El deber ser, Las virtudes, El bien.

LA MORAL Y LA ÉTICA: En términos generales y simples, la ética y la moral estudian la forma en que

nuestras decisiones afectan a los demás. La moral es un sistema que vincula los valores o principios y las

acciones, regulando las relaciones de las personas entre si y de estas con su comunidad. Se trata, en suma, de las

conductas.

Los otros nombres de la ética en la función pública:

Ética pública.

Ética política.

Ética del estado o de la organización social.

Ética de la acción colectiva.

Ética política: Conjunto de valores que permiten la convivencia y la cooperación social y coordinan las

acciones individuales para fomentar el bienestar general.

Ética política Se ocupa de los principios o normas de acción que deben regir el comportamiento de quienes hacen

política.

Ética en la función pública: Conjunto de valores que proporciona a quienes se manejan en

instituciones públicas las nociones que les permiten servir al interés público y no a sus beneficios personales

(Henry,1998). Prácticas, sensibilidades, simpatías que amplíen el compromiso de los individuos con los demás

(Rorty,1995).

Ética política: La responsabilidad de la persona política le obliga a: Mantener ciertos principios

relacionados con lo colectivo. Tener en cuenta las consecuencias de sus decisiones.

La política Polis: ciudad. Política: ámbito en el que se debaten los asuntos ciudadanos.

Conjunto de valores necesarios en la ética pública Imparcialidad, Transparencia, Responsabilidad,

Austeridad, Eficiencia, Eficacia, Participación, Diversidad, Igualdad, Equidad

Principio por el cual no se favorece indebidamente a personas o grupos. Se opone al favoritismo,

amiguismo, nepotismo, clientelismo, clientelismo. Imparcialidad


La conducta derivada de este principio apunta al establecimiento de mecanismos y procedimientos que

eviten la discrecionalidad. Imparcialidad

Transparencia: Visibilización de los procesos, actividades y utilización de recursos en la

administración pública.

La conducta que deriva de este principio es el establecimiento de instancias, medios, modalidades y

ámbitos institucionales que permitan la visibilidad de la gestión pública para los ciudadanos, la prensa y los demás

poderes del Estado. Más información.

La transparencia pública es lo opuesto a la opacidad , entendida ésta como la “falta de prácticas claras,

precisas, formales de fácil comprensión y ampliamente aceptadas” en materia de sistemas jurídicos, políticas

fiscales y macroeconómicas, normas y prácticas de contabilidad.

Algunos instrumentos de transparencia Instrumentos de Información. Instrumento de Rendición de

cuentas. Instrumentos de control. Mecanismos de participación ciudadana

RESPONSABILIDAD: Conciencia de las consecuencias de los actos .

Responsabilidad De este principio derivan acciones tales como la atribución de autoridad dentro de la

organización para el uso de los recursos y la obtención de resultados.

Participación Reconocimiento del derecho de todas las personas y todos los grupos a incidir en las

acciones del sector público.

Honestidad Comprensión de que lo público pertenece a todos y a todas

Austeridad Cuidado de los bienes públicos. Se evitan lujos innecesarios.

Diversidad Reconocimiento de que la sociedad no es homogénea y que todas las personas y colectivos

requieren atención del Estado.

Eficiencia y eficacia Se evita el desperdicio de recursos públicos. Se actúa para lograr resultados y al

menor costo.

Igualdad y equidad Reconocimiento de que el estado debe brindar oportunidades a todas las personas y

establecer mecanismos que propicien la superación de las desigualdades.


El Estado La organización más importante de toda la sociedad. Todas las personas que habitamos un

territorio formamos parte del Estado.

La relación de los gobiernos con el Estado El gobierno es el grupo de personas dotado de ciertas

facultades de mando y dirección con respecto al Estado en virtud a un sistema de normas racionales estatuidas.

Estos grupos, al tener como función específica el liderazgo de la organización estatal en cualquiera de sus niveles,

deben orientar sus acciones hacia la consecución de los fines del Estado . La gobernabilidad democrática , se

refiere al Equilibrio dinámico entre las capacidades de los gobiernos para dar respuestas legítimas y eficientes a

las demandas que se producen desde la sociedad civil .

Los partidos políticos y su relación con el Estado y con los gobiernos Estrechamente ligado al concepto

de Estado se encuentra el concepto de la política (polis = ciudad) haciendo referencia al ámbito de tratamiento

de los asuntos ciudadanos. Los partidos políticos constituyen la conexión entre la ciudadanía y el poder público

del Estado. L os mismos visualizan un futuro posible de alcanzar y proveen las elites que dirigen las sociedades

hacia ese futuro. Si los partidos no cumplen con su cometido y utilizan sus espacios e influencias en beneficios

personales para sus integrantes, se establecen relaciones de prebendarismo, clientelismo o nepotismo, que son

formas de corrupción.

La Etica: una cuestión de opciones? Las dicotomías clásicas de la ética: Público/ privado

Universal/particular

El Estado y la corrupción Para que el estado cumpla con sus fines debe contar con recursos, y desarrollar

sus planes, programas y proyectos de forma eficiente y eficaz. Los recursos provienen del aporte de las personas

a través de impuestos, tasas, compras de servicios y otras contribuciones establecidas en las leyes de cada Estado.

Todo aquello que obstaculice el ingreso de aportes al Estado, así como el desarrollo de los proyectos y programas,

son causa de la distorsión de sus funciones. Cuando estos obstáculos se originan en la búsqueda de beneficios

personales y no del bien común, los mismos caben bajo el concepto de corrupción. Las formas que adopta la

corrupción
FRAUDE: utilización deshonesta de los recursos públicos y la comisión de actos ilegales para beneficio

personal. Ejemplos:

ABUSO DE PODER: uso inapropiado, anti-ético o ilegal del poder otorgado por la investidura del cargo.

DESPERDICIO DE LOS RECURSOS PÚBLICOS: prácticas, sistemas o controles ineficientes e

ineficaces que imponen costos innecesarios al estado. Robos de activos de una institución Aceptación de

sobornos Sobrefacturaciones en contrataciones públicas.

Los conceptos asociados al Abuso de poder.

NEPOTISMO: contratación de parientes como funcionarios, sin mecanismos de selección adecuados.

CLIENTELISMO: contratación de amigos y correligionarios con el objetivo de constituir clientelas políticas

o para corresponder a lealtades políticas.

TRÁFICO DE INFLUENCIAS: Uso ilegítimo de información privilegiada para conformar empresas, ganar

licitaciones u obtener beneficios del Estado.

CONFLICTO DE INTERESES: Presencia de intereses personales que pueden influir en perjuicio del Estado.

Por ejemplo: formar parte del directorio de una empresa que ofrece servicios a la institución de la que se forma

parte.

Corrupción Pequeña: la corrupción es la excepción y cuando se la descubre es sancionada.

Sistémica: Uso sistemático y generalizado de la institución pública para la obtención de beneficios personales.

Consecuencias de la corrupción para el Estado y para las sociedades: La corrupción tiende a su propia expansión

y perpetuación. Conduce a crisis políticas que afectan la legitimidad de los gobiernos. Erosiona la estructura

social y las bases de la democracia. El principio de legitimidad de la mayoría se desconoce. Afecta a los derechos

básicos de las personas.

CONVENCIÓN INTERAMERICANA CONTRA LA CORRUPCIÓN CICC Medidas preventivas,

Medidas penales Abordar acciones en los aspectos Juridico y Administrativo de las Instituciones del Estado

Obligación de considerar. Introduce Principios Rectores (Art. III) Legislar delitos Cooperar Obligación absoluta

(Art. VI – VII) Obligación subordinada – delitos a principios fundamentales (Art. VIII – IX) Obligación que ya
ha sido valorada positivamente (Art. XI) Asistencia y Cooperación (Art. XV) Extradición (Art. XIII)

Información y búsqueda de pruebas (Art. XV) Decomiso (Art. XV) Levantamiento del Secreto Bancario (Art.

XVI) Asistencia Técnica (Art. XIV)

Reglas de conducta de los Funcionarios Públicos

Transparencia en el Gobierno.

MEDIDAS PREVENTIVAS: Consiste en abordar acciones tanto en el aspecto Jurídico como en el

aspecto Administrativo de las Instituciones del Estado. Son medidas de orden interno

Asegurar la preservación y el uso adecuado de los recursos asignados a los funcionarios públicos Reglas

de conducta de los Funcionarios Públicos Instrucción a los funcionarios públicos sobre las reglas para el logro de

la probidad en la función pública Prevenir conflicto de intereses Sistemas para la declaración de ingresos (activos

y pasivos) Publicación de las declaraciones de ingresos Sistemas para la protección de denunciantes

(funcionarios o ciudadanos) Estudio de otras medidas de prevención de la corrupción (Por ejemplo la relación

entre remuneración adecuada y probidad)

Reglas de conducta de los Funcionarios Públicos Transparencia en el Gobierno MEDIDAS

PREVENTIVAS Consiste en abordar acciones tanto en el aspecto Jurídico como en el aspecto Administrativo

de las Instituciones del Estado.

Adquisición de bienes y servicios Transparencia en el Gobierno Información sobre la importancia de la

probidad en el Gobierno Contratación de funcionarios Derechos de la ciudadanía a saber cómo el Gobierno

cumple con sus responsabilidades Crear mecanismos que garanticen la función de contralor de los ciudadanos

Incluir a los medios de comunicación en la divulgación de los hechos de corrupción Creación de mecanismos

de acceso a la información Sistemas adecuados para la recaudación y el control de los ingresos del Estado

Sistemas para eliminar beneficios tributarios a entidades que efectúen asignaciones corruptas Medidas que

impidan el soborno de funcionarios nacionales y extranjeros Mecanismos para estimular la participación de la

Sociedad Civil Órganos de Control Superior (mecanismos modernos para prevenir, detectar, sancionar y

erradicar prácticas corruptas Contraloría General de la República Procuraduría General de la República Auditoría
General del Poder Ejecutivo (Implementada a través de las auditorías internas de las diversas instituciones

Secretaría de la Función Pública

El rol del funcionario público en la lucha contra la corrupción Funcionario Público es toda persona que

tiene la responsabilidad de realizar las tareas del gobierno y que cumple con obligaciones públicas, aplicando las

leyes o ejerciendo un cargo público. Toma decisiones que: Afectan la vida de las personas. Se realizan en nombre

del pueblo. Involucran recursos públicos. Así mismo, desarrollan acciones en las cuales pueden darse hechos de

corrupción, r azón por la cual son sujetos obligados y privilegiados para la instalación de sistemas anticorrupción

en las instituciones públicas.

Incentivos a la corrupción Información de difícil acceso. Bajos salarios. Falta de material o instrumentos

de trabajo. Procedimientos complejos. Ausencia de criterios de promoción. Ausencia de objetivos

institucionales. Ausencia de mecanismos de rendición de cuentas. Ausencia de mecanismos de denuncia de

corrupción.

Aumento de la transparencia en la gestión pública y privada. Eliminación de la impunidad. Participación

activa de la ciudadanía educada. Formación del funcionariado en ética pública. Cuatro aspectos fundamentales

de lucha contra la corrupción.

La Ética aplicada a la función pública es de vital importancia porque tiene como eje central la idea de

servicio, es decir, las tareas y actividades que realizan los servidores públicos están orientadas a la satisfacción de

la pluralidad de intereses de los miembros de la comunidad política. Es además un poderoso mecanismo de

control de las arbitrariedades y antivalores practicados en el uso del poder público. Es un factor esencial para la

creación y el mantenimiento de la confianza en la administración y sus instituciones, a la vez que instrumento

clave para elevar la calidad de la política y la gestión pública gracias a la conducta honesta, eficiente e integra de

los servidores públicos. La excelencia de los asuntos de la gestión pública se podrá alcanzar y mantener si se

cuenta con servidores públicos con sólidos criterios de conducta ética. Todo individuo que participa de la función

pública debe tener conciencia de que el servicio público se define como la acción del gobierno para satisfacer las

demandas y necesidades de las personas que integran el Estado. El servidor público se debe a su comunidad, su
sueldo es pagado por la sociedad y por lo tanto tiene una responsabilidad y un compromiso con ella. Los políticos,

junto con su equipo de funcionarios y técnicos, tienen la responsabilidad de dirigir los asuntos públicos y

resolverlos. Para eso se propusieron siendo candidatos. Por eso son gobierno. Para eso sirven los gobiernos. Por

su parte, los funcionarios y equipo técnico, al trabajar para los políticos y ser los operadores de las instituciones

públicas, se convierten en corresponsables en la función de gobierno. El político y el funcionario público no

deben olvidar que están para servir a la comunidad y no para servirse de ella.

Una relectura de la teoría política sobre el origen y razón de ser de la política conduce al uso de la

disciplina ética como instrumento esencial al realizar una doble función: por un lado, sirve de freno a

comportamientos negativos o desviados que son nocivos en el servicio público, y por otro, refuerza los valores

y comportamientos positivos contribuyendo así a la calidad moral de las personas y de las instituciones. El

fomento de los valores éticos en los servidores públicos permite concienciar en responsabilidad y compromiso

generando así una mayor excelencia en la calidad y gestión de los intereses colectivos. De ahí que el

comportamiento íntegro de los gobernantes sea una condición sine qua non para que exista una eficiente

administración, un Buen Gobierno. Si bien históricamente el tema de la ética ha estado presente en los asuntos

de gobierno desde las antiguas civilizaciones, en los últimos tiempos se ha omitido o descuidado deliberadamente

su participación en la función pública al representar un dique u obstáculo para aquellos individuos carentes de

valores, que anhelan el poder y usurpan cargos sin merecerlos. Cuando en el sector público los valores se

ausentan o se comienzan a diluir, las conductas dañinas hacen su aparición. Si bien en la teoría política así como

en la historia del pensamiento político es posible encontrar los fundamentos que dan origen a la relación entre

ética y política, así como las directrices para aplicarla y hacerla operativa, es importante señalar que en la sociedad

contemporánea investigar, hablar y escribir sobre ética y hacerlo además para referirse a cuestiones de política y

de gestión pública puede resultar una tarea un tanto compleja y a veces incomprendida. Cuando se discute sobre

la importancia de fomentar la ética en el campo de la política y el gobierno generalmente las reacciones en los

interlocutores son de varios tipos: por un lado, una actitud de rechazo inmediato, en ocasiones acompañada de

ironía, porque se considera que es de ingenuos pensar que en el mundo de la política, infectado por la mentira y
la corrupción, pueda existir algún espacio para la ética; por otro lado, existen personas con principios contrarios

a las creencias religiosas, que rechazan la ética por identificarla, erróneamente con la religión. Finalmente, existe

una postura más sensata, más prudente, que considera que la propuesta ética para los servidores públicos en estos

tiempos es un acto de valor, un desafío, incluso es vista como un acto temerario, pero en cualquier caso, como

algo necesario.

La ética pública implica fundamentalmente una relación con la política por lo que su campo de acción

no se limita únicamente a los funcionarios públicos. Un Buen Gobierno, para ser considerado como tal, requiere

no sólo funcionarios responsables sino también políticos responsables, puesto que son éstos quienes gozan del

máximo margen de autonomía en las decisiones y, de éstas decisiones depende a su vez la actuación de los

funcionarios. Cualquier gobierno estará legitimado si defiende y aplica una verdadera ética pública en virtud de

que ésta conlleva responsabilidad, espíritu de servicio, así como atención, equidad y justicia para el ciudadano.

Para contar con buenos gobiernos se requiere primero contar con individuos buenos. Es aquí donde entra la ética

al formar y mejorar a las personas. Con sólo realizar una acción buena o hacerla bien, los servidores públicos ya

están cumpliendo con los preceptos éticos. Sin embargo, esta premisa, por sencilla que parezca, es difícil de

alcanzar, como lo demuestran las numerosas conductas indebidas que se practican a diario. El estudio de la ética

pública responde a una de las tres cualidades que antaño señalaron los filósofos y sabios griegos cuando se

referían a las características que debería tener cualquier individuo que aspirara a ocupar un cargo público: a)

Lealtad hacía la Constitución establecida, b) Capacidad para el cargo, y c) Virtud y Justicia.

La presente obra pretende ser una contribución a estas características, indagando sobre la manera en que

se puede lograr la excelencia y al sentido de justicia en aquellos que ocupan cargos públicos para aplicar ambos

conceptos durante el ejercicio de sus funciones. La pérdida de la confianza en los gobiernos y en las instituciones

públicas es un asunto grave porque sin ella sociedad y gobierno se dividen generando una fractura en el Estado.

La confianza se ve cuestionada, entre otras causas, por los malos resultados en la gestión pública y por los

constantes casos de antivalores encontrados en la conducta de políticos y funcionarios tales como: abuso de
autoridad, tráfico de influencias, mentira, prevaricación, transfuguismo, desenfreno, uso indebido del patrimonio

público o corrupción. Estas situaciones se repiten con cierta frecuencia, más aún, tienden a incrementarse. La

razón es simple, durante mucho tiempo se descuidó la ética en la formación de políticos y funcionarios públicos.

Incluso hoy en día, son pocos los gobiernos en el mundo que cuentan con alguno de los siguientes instrumentos

básicos:

a) Un responsable para Asuntos Éticos del Gobierno,

b) Una Oficina o Área de Ética Pública,

c) Una Ley Ética,

d) Un Código Ético de Gobierno,

e) Un Programa de Ética en el plan de gobierno y,

f) Profesionales especializados para impartir ética.

Los antivalores en general y la corrupción en particular, generan ineficiencia en el servicio público. Pese

a existir diversos mecanismos que intentan combatirlos éstos son, normalmente, meros instrumentos de control

externo al individuo, dejan de lado lo esencial, es decir, todo lo que se refiere al desarrollo interno de la persona,

al autocontrol, a la práctica de valores. No obstante, la ética no pretende ser la panacea a los problemas que

enfrentan los gobiernos y las administraciones públicas, sino un instrumento más en la “caja de herramientas”.

Cualquier técnica aplicada en la gestión pública: calidad, evaluación, rendición de cuentas, etcétera,

podrá tener mayor impacto si se acompaña de la ética. El principal reto que afronta la ética pública no sólo es el

establecimiento de valores sino su interiorización en las personas, es decir, es posible saber cuáles son los valores

éticos deseables pero lo difícil es aplicarlos en la práctica diaria, logrando que las cualidades éticas florezcan en

la vida de los servidores públicos. El desafío de toda ética consiste en encontrar la forma de concienciar al servidor

público sobre la importancia de asumir valores por el bien de la comunidad. No basta con que un individuo posea

conciencia sobre la importancia de la ética si finalmente actúa de forma contrario a la que ésta le dicta. Más allá

de la conciencia está, y esto es lo más importante, el hecho de actuar como se piensa.


Los fundamentos de la Ética Pública parten de la disciplina ética básica, del estudio de autores de la

teoría política, tanto clásicos como contemporáneos. Una relectura de las obras clásicas tales como: Las Éticas

Nicomaquea, Eudemiana y Magna moral de Aristóteles, los Tratados Morales de Plutarco, El Manual y

Máximas de Epicteto, los Tratados Morales de Séneca, Sobre los deberes de Cicerón, Las Meditaciones, de

Marco Aurelio o Los Cuatro Grandes Libros de Confucio, conduce hacía los fundamentos básicos que

demuestran la importancia de la ética en la vida pública así cómo su estrecha vinculación con la política, siendo

que política y ética forman un todo difícilmente diferenciable. Asimismo, diversos autores contemporáneos,

estudiosos de la ética pública son: Max Weber, Hans Kung, Aladis McIntire, Amitai Etzioni, Amartya Sen,

Zygmunt Bauman, Gerald Caiden, Adela Cortina o Victoria Camps, algunos de los cuales invitan, precisamente,

a la revisión de los clásicos.

Es de señalar que en el pensamiento político contemporáneo existe una corriente cuyos seguidores

adoptaron el nombre de comunitaristas y que plantea un retorno de la política hacia las virtudes del pensamiento

clásico griego, en concreto a las virtudes aristotélicas. De igual manera, el estudio de la ética se encuentra inmerso

en el Modelo Burocrático Weberiano y en el Modelo de la Nueva Gestión Pública, así como en la filosofía de la

calidad. A partir de los años noventa del siglo XX, el interés por la ética y su debate contemporáneo también es

consecuencia de la concienciación y participación ciudadana ante el incremento de los escándalos de corrupción

y otras actitudes antiéticas. Conviene también resaltar que en los últimos años existe una creciente atención hacía

el fomento de la ética en disciplinas como la biología, la medicina, los negocios o la tecnología, donde existen

Comités de Ética, no así en las áreas sociales que, por ahora, parecen haberse quedado al margen.

En materia de ética pública tres verdades se hacen evidentes: a) Cuando se rescatan y fomentan en los

servidores públicos los valores éticos, éstos construyen, reconstruyen, fortalecen, motivan, dan integridad y crean

identidad o espíritu de cuerpo lo que conduce a una actuación de mayor responsabilidad al generar en el individuo
una conducta libre, orientada a la realización del bien mediante el cumplimiento del deber. Por lo tanto, a mayor

cultura organizacional, bajo la adquisición de principios de responsabilidad y eficiencia, mayor cambio de actitud

en los servidores públicos. b) En contraposición, a mayor omisión, descuido, ignorancia o rechazo de la ética en

quienes participan en los asuntos públicos, mayor será la posibilidad de surgimiento de conductas basadas en

antivalores durante el ejercicio de las tareas, por más competentes y expertos que los individuos sean. La falta de

mecanismos para el fomento e instrumentalización de la ética pública así como la penetración de estereotipos

externos (no necesariamente positivos) alteran los principios de conducta en la vida pública, contribuyendo así a

elevar los actos antiéticos. c) Pese a la pluralidad irreductible de orientaciones valorativas en el mundo

contemporáneo es posible alcanzar un marco procedimental suficientemente fundado para lograr acuerdos

normativos, en situaciones concretas, ligadas a los deberes de los gobernantes y funcionarios públicos.

Finalmente, cuando se hace referencia a servidores públicos es importante tomar en cuenta lo

siguiente:>/p>1. Si bien existen servidores públicos irresponsables que practican conductas antiéticas durante el

ejercicio de sus funciones, también existen servidores públicos honestos, respetuosos con su trabajo y

comprometidos con sus tareas los cuales contribuyen con su esfuerzo a la marcha y desarrollo de las instituciones.

2. Las conductas contrarias a la ética han existido y, seguramente, existirán siempre cualquiera que sea el sistema

político y la época histórica. No obstante, el hecho de reconocer esta situación no exime de reflexionar y plantear

un conjunto de medidas a fin de mermar su alcance. 3. Si bien la ética pública contribuye a la lucha para prevenir

y evitar la corrupción no se queda únicamente en ello, persigue el objetivo de contar con buenos gobiernos que

afronten los grandes retos de injusticia, pobreza, desconfianza o insatisfacción que padecen los ciudadanos. 4. El

estudio de la ética pública invita a ir más allá, hacía una reflexión profunda, adentrándose en un territorio donde

aún hay mucho que explorar.


Conclusiones:

La excelencia en la gestión de los intereses colectivos no se podrá alcanzar sin formar a los servidores

públicos en sólidos criterios de conducta ética, por lo tanto, el comportamiento correcto de éstos es una condición

sine qua non para lograr un buen gobierno. La Ética aplicada a la función pública implica servicio a la ciudadanía,

es un elemento clave para la creación y el mantenimiento de la confianza en la administración y sus instituciones

al elevar la calidad de la administración pública mediante la conducta honesta, eficiente, objetiva e íntegra de los

funcionarios en la gestión de los asuntos públicos.

El análisis de la ética pública es un tema de primer nivel, se halla en el debate entre los neoliberales y los

neocomunitaristas, éstos últimos precisamente evocan a los griegos para retomar las virtudes públicas. En 1982,

el filósofo MacIntyre publicó su libro “Tras la Virtud” en el que planteó un retorno a la tradición aristotélica de

las virtudes.

Para contar con funcionarios responsables necesitamos contar también con políticos responsables, ya

que éstos, al ser figuras públicas, se encuentran en la mira social, por lo que en todo acto deben ser ejemplo a

emular. Cualquier intento por fomentar la ética pública que no incluya al cuerpo político esta destinado al fracaso.

Política y administración son algo indisoluble. Una ética concentrada sólo en los funcionarios y ajena a los

políticos, lleva directamente al fracaso.

Una de las causas de que exista una crisis de confianza en las instituciones públicas se debe a la

corrupción cometida por los dirigentes gubernamentales: políticos y funcionarios. Para recuperar la credibilidad

en ellos es necesario reforzar los hábitos y el espíritu de servicio. Esta tarea es la que compete a una ética pública,

el generar convicciones, forjar hábitos, desde los valores y las metas que justifican su existencia.

Las altas normas de conducta ética son factores claves si se quiere alcanzar el reconocimiento de buen

gobierno. Cualquier gobierno estará legitimado en la medida en que fomente, opere y practique verdaderamente

la ética pública.
Para recuperar la confianza en las instituciones públicas es importante primero conocer cuales son las

causas por las que ésta se ha perdido, aunque en términos generales es posible decir que hay desconfianza porque

se pierde la credibilidad.

Cuando se miente, se engaña, se promete y no se cumple, mientras existen necesidades que nunca son

satisfechas, los ciudadanos dejan de creer. En la filosofía política se encuentran los fundamentos que dan sustento

a la relación ético-política, la cual es indispensable para la recuperación de la confianza de los ciudadanos. La

política implica deliberación permanente sobre los deberes para la vida pública por lo que tiene una esencia ética

irrenunciable. Ética y política se mueven dentro de una misma dimensión. La política no puede operar

acertadamente sin la ética. Son los ojos de un mismo rostro. De ahí que, al faltar uno, la visión se torna incompleta,

se impide ver el horizonte, generando que el cuerpo político tropiece y pierda la credibilidad ciudadana.

Desafortunadamente la política no goza de buena aceptación, por lo que se hace necesario dignificarla,

volver a su significado original en el que plantea exigencias de comportamiento ético al fomentar y practicar las

virtudes del ser humano.

Ante las situaciones de incertidumbre en el gobierno, no bastan las reglas y las recetas mágicas, el solo

uso de las técnicas es insuficiente sino se acompaña de una ética pública que este a la altura de la razón humana.

La ética en los servidores públicos no se reduce a una lista de buenos principios, implica un cambio esencial en

las actitudes de cada individuo. Se debe traducir en actos concretos orientados hacía el interés público.

En otras palabras, implica el ejercicio de la virtud por parte de los servidores públicos. Si se cuenta con

personal con sanos principios, sin duda es posible lograr buenos gobiernos, los que a su vez pueden obrar con

excelencia y calidad, lo cual supone poseer y hacer efectivos los medios para satisfacer la pluralidad de intereses.

A pesar de existir acuerdos de carácter internacional, una legislación vigente, así como algunos

organismos para fomentar la ética y combatir la corrupción, muchos políticos y funcionarios lejos están de vivir

con ética. También son muchos los países, sobre todo aquellos que están en vías de desarrollo, a los que les hace

falta mucho trabajo para contar con los instrumentos necesarios para garantizar un Estado ético, por
lo que la vigilancia del comportamiento de los servidores públicos aún está lejos de tener la atención

deseada por parte de las autoridades gubernamentales. En muchos países los organismos de control de la

administración pública se reducen a supervisar cifras o informes sobre los gastos, restando importancia a la

conducta personal, por lo que es importante que tanto los gobiernos como los colectivos sociales se preocupen

por orientar y vigilar el comportamiento de sus servidores públicos.

La ética pública es un instrumento poderoso para frenar la corrupción al presentar principios y valores

que frenan las conductas delictivas por lo que es necesario incorporarla a la caja de herramientas existente para

combatirla. Utilizando la herramienta ética se logra despertar en todo servidor público la supraconciencia,

entendida como una conciencia profunda que permite a una persona no solamente ser capaz de discernir lo que

es correcto de lo que no en cada acto que realiza, sino de actuar acertadamente. Es decir, no basta con que el

servidor público posea conciencia respecto de lo que está bien o no si finalmente actúa de manera indebida. Más

allá de comprender lo que es correcto de lo que no, está el actuar, el poder refrenarse cuando algo es indebido.

La corrupción es una constante en la historia de la humanidad, ha existido, existe y seguramente existirá

en el futuro. Su costo es muy alto para los gobiernos y administraciones públicas pues altera la vida ciudadana y

de las instituciones, merma la confianza, desvía recursos que siendo para beneficio colectivo se quedan entre

particulares. El hecho de que se existan gobernantes corruptos tiene un precio para la comunidad: el sufrimiento

humano en sus distintas formas: pobreza, desempleo, enfermedad, hambre, injusticia y en ocasiones, la muerte.

Estos sufrimientos se perpetúan e incluso crecen al incumplirse las metas de los programas de gobierno. El

observar tanto dolor habla de la impotencia de los gobernantes para resolver las demandas ciudadanas.

La corrupción es una practica mundial que invade no sólo el ámbito público sino el privado y el social.

En el ámbito público toca principalmente a políticos y funcionarios públicos de alto nivel. La codicia, la avaricia

por el dinero así como el anhelo por el poder son causas internas o personales que impulsan a la corrupción. En

nuestros días, debido a los beneficios que conlleva el mal uso del poder y el expolio de las fuentes

públicas hay un gran interés por ocupar un cargo y permanecer en él.


Imposible detener la corrupción si antes no se resuelve el problema moral. Mientras no cambie la

mentalidad de los gobernantes y funcionarios públicos que se prestan a practicas corruptas hacía una probidad e

integridad, seguiremos en el desvío de fines e incumplimiento de las metas. Ningún gobierno podrá operar de

manera óptima si antes no educa en la honradez y probidad a su personal. De no frenar la corrupción al interior

de los gobiernos y administraciones públicas la injusticia y la desigualdad en la sociedad seguirán en aumento

generando un mayor malestar y rencor en la ciudadanía. En algunos países ya se han manifestado casos en que

la población se hace justicia por su propia mano .

La reducción de la corrupción tanto en un país como en el mundo, no la eliminación, exige una

reorganización total del sistema político y de la estructura del Estado. Exige cambios radicales en lo político,

jurídico, económico, social y cultural.

Sin duda los esfuerzos por combatir la corrupción son loables, sin embargo aún persisten intentos

miopes que tratan de atacar la enfermedad intensificando los controles externos y desconociendo o negando la

importancia de la ética como un instrumento de autocontrol en los individuos. El hecho de reconocer la ética,

como una herramienta de trabajo es ya un elemento importante aunque aún no se haya logrado establecer los

mecanismos que verdaderamente lleguen al fondo de los servidores públicos produciendo en ellos una

transformación.

En los países en transición a la democracia, con sistemas políticos e instituciones débiles, resulta

incongruente intentar operar un sistema para la aplicación de la ética basado en modelos que no se ajustan a su

realidad. Las expectativas que se pretenden pueden ser imposibles de alcanzar. No olvidemos que los países

deben llegar a sus propias conclusiones considerando su naturaleza política y cultural. En estos países los

esfuerzos por combatir la corrupción son insuficientes al carecer de infraestructura legal, institucional y cultural.

Cualquier intento por combatir la corrupción fracasará sobre todo cuando la responsabilidad de esta misión recae

en gobernantes corruptos. La mejora en las sociedades no será posible sin una mejora en los gobiernos

acompañada de un proyecto ético.


Si no se consigue que gobernantes y funcionarios tengan una actitud, positiva, abierta, solidaria y flexible

acompañada de principios y valores enraizados de manera profunda, cualquier intento por introducir nuevos

programas, modelos y técnicas para modernizar la administración y hacer que esta sea más eficiente será nulo.

Ello es así, puesto que cualquier instrumento o programa es operado por los individuos: la rendición de cuentas,

el control presupuestario, la aplicación de las leyes, las evaluaciones, los sistemas para fomentar la calidad, el

servicio civil de carrera, etc.

Introducir una técnica para intentar mejorar un servicio cuando no existen las condiciones adecuadas

puede ser contraproducente. Implementar un Servicio Civil de Carrera en un ambiente de corrupción, carente de

ética, que es operado por personas carentes de valores puede dar por resultado estabilidad laboral para los

corruptos al no existir las condiciones para realizar las oposiciones, por lo que, en cierta manera, se institucionaliza

la corrupción.

Cualquier mejora en la operación de los organismos públicos apoyada en técnicas e innovaciones hacía

una mayor eficiencia y responsabilidad, sólo será posible si se acompaña de principios y valores éticos. Ni la

ética por sí sola ni las técnicas de la Nueva Gestión Pública podrán alcanzar las transformaciones necesarias para

la eficiencia administrativa. El fomento de la ética de manera unilateral corre el riesgo de quedarse en un discurso.

La conducción de la vida pública y de los asuntos que implica, no se reduce a cuestiones técnicas, requiere de la

totalidad de los factores que integran la vida del hombre, teóricos, culturales, históricos, sociales y éticos. De esta

manera, El conjunto de normas y controles no garantizan que el servidor público actúe de forma éticamente

correcta. Sólo la fortaleza de las convicciones éticas a fondo puede cubrir el vacío que el contexto produce. Una

mayor efectividad de la ética sólo será posible si se acompaña de la educación de manera que esta influya en la

cultura social. La cultura es el abono para la siembra de la semilla ética. La cultura social es el agua para que la

semilla germine. La clave para lograr que la ética fructifique está en llegar al espíritu del individuo, no quedarse

en bellas palabras y buenas intenciones.

La ética no puede quedarse sólo en el personal administrativo, debe llegar a la más alta jerarquía del

gobierno. También debe alcanzar a los partidos políticos, sacarlos de la letanía en que se hallan metidos, y hacer
que sus militantes se renueven, ejerciten la autocrítica y no el servilismo de partido. Una definición más amplia

sobre el alcance de la ética pública sostiene que esta no se reduce a los asuntos de gobierno sino que abarca todo

lo público incluyendo a la sociedad en general, por lo tanto debe abarcar también al sector privado y al social.

Una de las razones por las que no se fomenta la ética es porque ésta enseña a pensar, convirtiéndose así

en un arma poderosa que dado a los funcionarios puede generar confrontación con los políticos y con las

empresas transnacionales.

Si bien las actitudes antiéticas no son exterminables, por ser inherentes en el ser humano, sí pueden ser

combatidas y reprimidas siempre que exista conciencia, voluntad y se realice un gran esfuerzo mediante el

establecimiento de medidas. La adecuada implementación de las herramientas administrativas debe tomar en

cuenta, por un lado, una óptima selección y formación de los servidores públicos con buenos principios y valores

éticos y, por otro, el fomento del espíritu de servicio. Cualquier modelo, por muy innovador que sea, fracasará si

no se garantiza una verdadera renovación o revalidación cultural en los miembros que integran y operan las

organizaciones. La Nueva Gestión Pública corre el riesgo de ser una moda más en la Teoría de la Administración

Pública.

El estudio de la ética pública y su fomento dentro de la política y la administración pública permitirá

avanzar hacía la construcción o en su caso consolidación de buenos gobiernos.

Recatando la ética Aristotélica134 que sostiene que los seres humanos “desde nuestro nacimiento

somos movidos a ser justos, sobrios, valientes y a desarrollar otras cualidades. No obstante, buscamos aún otra

cosa, a saber, el bien en sentido estricto.”

Es posible decir que ese bien será de mayor alcance si se realiza desde un cargo público.
Bibliografía

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Barcelona, 1990.

 Aproximación teórica y práctica al estudio e identificación de riesgos de la corrupción (estudio de caso)

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2000, 270 p.

 Aristóteles, Política; Editorial Aguilar; Madrid; 1982.

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 Camps, Victoria. El malestar en la vida pública, Grijalbo; Barcelona;1996.

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