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Desarrollo social y productivo para una mejor Colombia: análisis de la propuesta

económica de Sergio Fajardo Valderrama para las elecciones presidencial del año
2018
Programa: Maestría en Gerencia para el Desarrollo
Asignatura: Teorías y dimensiones del desarrollo
Autores:
Sergio Armando Rueda Gómez
Julieth Díaz González

El 27 de mayo de 2018 se llevará a cabo la elección presidencial en primera vuelta de quien


será el jefe de Estado y de gobierno de la República de Colombia durante los próximos cuatro
años. Esta contienda se desarrolla en un contexto particular, que exige la mayor atención por
parte de la ciudadanía de las propuestas de cada candidato, así como el modelo de país que
corresponde en cada caso. Lo particular de esta elección podría resumirse en los siguientes
aspectos:
1) El gobierno actual, en cabeza de Juan Manuel Santos, concluyó el conflicto armado
con la guerrilla más antigua del continente, lo cual derivó en unos acuerdos de paz
que están en proceso de implementación. El próximo mandatario tendrá la
responsabilidad política de dar continuidad a lo pactado o, en su defecto, de truncar
este importante acontecimiento histórico.
2) El modelo de desarrollo actual del país está en cuestionamiento. Tanto en su
condición neoliberal, como en su faceta extractivista, existen discusiones abiertas
acerca de qué tipo de desarrollo debe perseguirse en Colombia, qué papel debe jugar
el Estado, cómo debe ser la gestión de los recursos naturales, de qué forma debe
insertarse nuestra economía en el contexto de globalización, cómo incentivar y hacer
sostenible el crecimiento económico, entre muchas otras. A partir de la caída de los
precios del barril de petróleo en el año 2014, y sus respectivas consecuencias fiscales
en el país, se abrió un debate sobre la conveniencia de un modelo basado en la
inversión extranjera en el sector minero-energético y en las exportaciones de
commodities.
3) En América Latina recientemente se ha destapado un escándalo de corrupción entre
los gobiernos de la región y la firma brasilera Odebrecht, lo cual ha generado crisis
políticas en varios países. En Colombia, sin embargo, las consecuencias políticas y
jurídicas sobre estos hechos, y muchos otros relacionados con detrimentos
patrimoniales de recursos públicos, no se han manifestado. Existe, por tanto, una
demanda urgente sobre cómo abordar esta problemática que afecta en forma grave
las inversiones que desde los distintos niveles de gobierno deben darse para promover
el desarrollo.
4) La desigualdad económica en Colombia es una de las más altas de la región y del
mundo. Esto se refleja tanto en la riqueza monetaria como en la propiedad sobre la
tierra, principalmente. De igual forma, se expresa entre las regiones, pues es claro que
hay departamentos que tienen mejores comportamientos en materia de desarrollo, en
tanto otros se estancan ¿Cómo hacer frente a este flagelo y lograr que esta brecha se
reduzca cada vez más?
Bajo el contexto expuesto, las distintas candidaturas expresan programas y experiencias
previas distintas, que deben ser evaluadas de forma integral y con rigurosidad académica,
para tener certeza sobre su conveniencia de acuerdo con la realidad del país. En particular,
es importante estudiar la política económica propuesta, pues de ésta depende buena parte de
la atención de las principales problemáticas nacionales.
En este orden de ideas, el presente documento se enfocará en analizar a la luz de las teorías
del desarrollo la propuesta económica de Sergio Fajardo Valderrama, candidato de la
Coalición Colombia, la cual está sintetizada en el documento “Desarrollo económico para
enfrentar las desigualdades y abrir la puerta de las oportunidades”. En este cometido, se parte
de la premisa de que la política económica que el candidato presenta es acorde con los
principales cuellos de botella del desarrollo del país y que, además, no se encasilla en una
única corriente de pensamiento económico, sino que toma de distintas vertientes
aproximaciones que puedan tener aplicabilidad en el contexto nacional. Esta última
afirmación puede interpretarse en palabras de Dani Rodrik, quien considera que,
(…) las políticas de crecimiento adecuadas casi siempre son específicas según el
contexto. No porque la economía funcione de distintas maneras en diferentes
contextos, sino porque los entornos en los que las familias, las empresas y los
inversionistas operan difieren en términos de las oportunidades y restricciones que
presentan. El argumento de “tú no entiendes, esta reforma no funciona aquí porque
nuestros empresarios no responden ante los incentivos de precio” no es válido. El
argumento de “tú no entiendes, esta reforma no funcionará aquí porque las
restricciones crediticias impiden que nuestros empresarios aprovechen las
oportunidades lucrativas” o “porque el espíritu empresarial está fuertemente gravado
en el margen” es válido, suponiendo que esas restricciones sobre los préstamos o los
altos impuestos puedan documentarse. Aprender de otros países siempre resulta ser
una experiencia útil, o más bien, indispensable. Sin embargo, la simple adopción (o
el rechazo) de las políticas, sin comprender plenamente el contexto que les permitió
tener éxito (o que las llevó al fracaso), es una receta para el desastre. Una vez que se
entiende ese contexto, siempre habrá variaciones sobre la política original (o políticas
completamente distintas) que servirán mejor para producir los efectos deseados.
(Rodrik, 2011, pág. 20)
Para explicar, de forma crítica, la propuesta de política económica de Sergio Fajardo no
bastará con exponer sus principales líneas estratégicas. En primer término, se hará una breve
reseña biográfica sobre el candidato, con especial énfasis en sus trabajos públicos anteriores,
de modo que pueda analizarse la coherencia de lo que hoy se propone respecto a lo que antes
pudo haberse gestionado. En segundo lugar, se revisará quiénes son los principales asesores
económicos de la campaña y qué posturas en materia de política económica han mantenido
en sus carreras. En tercera medida, se analizará en detalle la propuesta económica, bajo la
lupa de las teorías del desarrollo y la teoría económica en general. Finalmente, se expondrán
algunas conclusiones generales sobre cada uno de los apartados.

¿Quién es el candidato y cuál ha sido su trayectoria política?


Sergio Fajardo Valderrama nació en Medellín en el año 1956. Es matemático de la
Universidad de los Andes y Doctor en Matemáticas de la Universidad de Wisconsin-Madison
de Estados Unidos. Su experiencia profesional, antes de ingresar a la política, estuvo
relacionada con la docencia en distintas universidades del mundo, la investigación científica,
el periodismo y la dirección en instituciones educativas (Fajardo Valderrama, 2017)
También hizo parte de la comisión facilitadora de paz en Antioquia, en calidad de académico
reconocido, la cual fue promovida por el entonces gobernador Álvaro Uribe Vélez y el
presidente Ernesto Samper Pizano. (La Silla Vacía, 2017)
El ingreso formal a la política por parte de Sergio Fajardo se dio en el año 1999, cuando
participó en la conformación del partido Compromiso Ciudadano por Colombia, “un
movimiento cívico que nace con vocación local para liderar el proceso de transformación de
una ciudad que se percibe ante sus propios habitantes, ante el resto de colombianos y el
mundo como inviable.” (Congreso Visible, 2018) Este movimiento, originalmente creado en
Medellín por intelectuales, líderes sociales, artistas y empresarios, fue el que respaldó la
primera candidatura de Fajardo a la Alcaldía de Medellín, la cual le dejó un tercer lugar en
las votaciones. (La Silla Vacía, 2017)
Posteriormente, en el año 2003 con el aval de Alianza Social Indígena, alcanzó llegar al cargo
de burgomaestre de la capital antioqueña. Para lograr esta victoria electoral tuvo el apoyo de
reconocidos políticos de distintas vertientes ideológicas como Enrique Peñalosa, Rafael
Pardo, Oscar Iván Zuluaga, Antonio Navarro Wolf y Gina Parody. (La Silla Vacía, 2017)
La administración de Fajardo en la Alcaldía de Medellín es reconocida, en términos
generales, como exitosa. Su plan de desarrollo “Medellín compromiso de toda la ciudadanía”,
se estructuró sobre 6 líneas estratégicas, a saber: Línea 1, Medellín gobernable y
participativa, que tuvo como centro la participación ciudadana en los asuntos públicos; Línea
2, Medellín social e incluyente, que tuvo por objeto combatir las desigualdades y la violencia
estructural en la ciudad, en esta línea estuvo circunscrita el programa “Medellín la más
educada”; Línea 3, Medellín un espacio para el encuentro ciudadano, con énfasis en la
recuperación social del espacio público; Línea 4, Medellín productiva y competitiva, que se
basó en el concepto de desarrollo humano integral e implementó políticas de desarrollo
empresarial que se tradujeron en el famoso programa Cultura E; Línea 5, Medellín integrada
con la región y con el mundo, direccionada hacia la internacionalización de la ciudad en
condiciones de competitividad. (Alcaldía de Medellín, 2004)
De acuerdo con el informe dado por la veeduría ciudadana sobre la gestión local durante la
administración de Sergio Fajardo, se reconoce que hubo mejoras en el índice de Desarrollo
Humano (IDH) y en el Índice de Calidad de Vida (ICV) tanto en el área urbana como en las
zonas rurales del municipio, así como un cumplimiento de las metas del plan en más del 90%
en todas las líneas. En materia de desarrollo económico, la veeduría reconoce importantes
avances en el crecimiento empresarial de la ciudad, aunque con reparos en la efectividad de
las estrategias de formación del capital humano y de desarrollo rural. En materia de empleo,
se indica que debieron darse mayores esfuerzos para mejorar la empleabilidad y reducir la
informalidad laboral. (Veeduría Ciudadana al Plan de Desarrollo de Medellín, 2008) Como
lo reseña La Silla Vacía, “en este período fue reconocido como uno de los alcaldes más
populares del país, al reducir los índices de violencia de la ciudad y sanar las finanzas
públicas (…) lo hizo merecedor del Premio al Mejor Alcalde de Colombia 2004-2007, y el
Personaje de América Latina 2007 que otorga The Financial Times.” (La Silla Vacía, 2017)
Después de su paso por la Alcaldía de Medellín, en el año 2010 fue fórmula vicepresidencial
de Antanas Mockus y en el año 2011 con el aval del partido Alianza Verde Sergio Fajardo
aspiró al cargo de gobernador de Antioquia, al cual accedió con la mayor votación histórica
en unas elecciones regionales en Colombia. En esta segunda oportunidad como gobernante,
Fajardo implementó el plan “Antioquia la más educada”, el cual se centró en atender tres
principales problemáticas del departamento: las desigualdades sociales, la violencia y la
corrupción, con la educación como motor de transformación.
Una vez más, el concepto de desarrollo sobre el que se basó el plan fue el de desarrollo
humano integral, con un valor añadido: sostenibilidad ambiental, al plantear como objetivo
de una línea estratégica, “potenciar el desarrollo económico, social y ambiental en el
Departamento a través del uso sostenible de los recursos naturales, la conectividad del
territorio y su ocupación responsable, partiendo de sus particularidades y los modos de vida
de la población antioqueña.” (Gobernación de Antioquia, 2012, pág. 205) En términos
generales, se reconocen los avances en materia educativa e inclusión social del departamento,
aunque existen serios cuestionamientos sobre el manejo fiscal de las finanzas públicas
(Bristow, 2018), aunque recientemente la Procuraduría General de la Nación cerró un caso
en su contra sobre esta materia.
La participación más reciente en política de Sergio Fajardo es la actual candidatura
presidencial, la cual surgió en alianza entre Compromiso Ciudadano, Partido Alianza Verde
y el Polo Democrático Alternativo, con los cuales se conformó la denominada Coalición
Colombia.

Dime quién te asesora y te diré qué tipo de gobernante podrás ser…


Uno de los máximos pensadores en la historia de la ciencia política, Nicolás Maquiavelo,
señaló en su obra El Príncipe una máxima que vale la pena rescatar: “La primera opinión que
se tiene del juicio de un príncipe se funda en los hombres que lo rodean si son capaces y
fieles, podrá reputárselo por sabio, pues supo hallarlos capaces y mantenerlos fieles; pero
cuando no lo son, no podrá considerarse prudente a un príncipe que el primer error que
comete lo comete en esta elección.” (Maquiavelo, 1999, pág. 118) En tal sentido, identificar
quiénes son los asesores de las propuestas económicas de los candidatos cobra sentido, pues
de este modo podemos tener una opinión más informada sobre su justeza.
De acuerdo con información suministrada directamente por la campaña de Sergio Fajardo,
los tres principales asesores en materia económica son Jorge Enrique Robledo Castillo, actual
senador por el Polo Democrático Alternativo y aliado político dentro de la Coalición
Colombia; Guillermo Perry, ex ministro de hacienda de Ernesto Samper, ex economista en
jefe del Banco Mundial para América Latina y el Caribe, y actualmente docente de la
Universidad de Los Andes; y Salomón Kalmanovitz, reconocido economista, docente e
investigador de corte neoinstitucionalista.
Cada uno de estos asesores aporta desde orillas ideológicas, académicas y políticas distintas.
El senador Robledo, por su parte, militante histórico del Movimiento Obrero Independiente
Revolucionario (MOIR), promulga las tesis de la defensa de la producción nacional, del
desenvolvimiento del capitalismo moderno en Colombia, de oposición al modelo de
desarrollo económico neoliberal. Ha sido un opositor acérrimo a las políticas de
flexibilización laboral, de tributación regresiva, de apertura comercial sin condiciones
nacionales adecuadas y de firma de tratados de libre comercio de forma indiscriminada.
Como lo mencionó recientemente en una ponencia académica,
(…) no a la globalización del colonialismo, no a la globalización que nos quita el
derecho de producir. Aquí no estamos hablando ni siquiera de cómo distribuir la
riqueza. Nos están quitando hasta el derecho de crear, de generar riqueza, de
transformar nuestra naturaleza. A la nación colombiana le están negando el derecho
de participar en el globo de una manera distinta de la de ser peones de carga, mulas
de la globalización. (Robledo Castillo, 2007, pág. 82)
Los aportes del senador Robledo a la política económica de Sergio Fajardo se ve reflejada,
por ejemplo, en la negativa a generar una reforma pensional que incremente la edad de
jubilación, en el fortalecimiento del mercado interno como mecanismo para promover
desarrollo productivo y, principalmente, en la propuesta de revisar los tratados de libre
comercio vigentes.
El segundo asesor es menos heterodoxo, aunque años atrás hiciera parte de la misma
organización política de Jorge Enrique Robledo. Guillermo Perry es hoy uno de los
economistas de corte neoclásico más renombrados del país. Es, en tal sentido, partidario de
reformas que permitan la corrección de fallas de mercado y de gobierno, que hagan más
competitiva y eficaz la economía capitalista, tales como la flexibilización laboral – que
recomendó a Argentina como economista en jefe del Banco Mundial en la región – (Rosales,
1999) o reformas tributarias como la recientemente implementada en el país, de la que fue
artífice y defensor, como miembro de la comisión de expertos. Al mismo tiempo, ha sido un
fuerte crítico de la desigualdad económica, la cual identifica como contraria al desarrollo, al
afirmar que “(…) hay un largo camino por recorrer en cuanto a la reducción de los niveles
de desigualdad y el incremento en la movilidad social. Para lograr dichos avances se hacen
necesarios esfuerzos concretos para reducir la desigualdad de oportunidades, en particular en
los ámbitos de la educación, la salud, el acceso a infraestructuras públicas y al sistema
financiero, y la seguridad.” (Perry, 2011, pág. 6)
Perry reconoce ser colaborador de la propuesta económica de Sergio Fajardo, la cual califica
del siguiente modo: “El de Fajardo es el más preciso en cómo crearía un ambiente propicio
a la innovación, como parte de una nueva relación de colaboración con el sector privado, y
en cómo mejoraría las habilidades de los trabajadores y pequeños empresarios a través de un
‘Pacto por la educación’ y el reforzamiento de la formación técnica. Y es el más enfático en
mantener la prudencia fiscal.” (Perry, 2018)
El tercer asesor, Salomón Kalmanovitz, es un neoinsitucionalista, otrora marxista. Su
experiencia ha sido principalmente académica, además de su cargo a principios de la década
de los 90's como codirector del Banco de la República, el cual él mismo relata como una
experiencia que le permitió entender, sin prejuicios izquierdistas, la teoría económica
neoclásica. (Kalmanovitz, 2003) En términos generales, Kalmanovitz plantea la tesis de que
en Colombia se ha configurado un Estado anti-liberal y clientelista, que ha truncado las
posibilidades de promover el desarrollo económico. Con ello, da consistencia a la propuesta
de atacar fuertemente la corrupción - como de forma central lo plantea Fajardo – como un
presupuesto para que la economía funcione mejor. Asimismo, en términos tributarios, se ha
opuesto a las recientes reformas que en esa materia se han implementado en el país, por
considerarlas regresivas y proclives a profundizar la ya grave desigualdad. (Kalmanovitz,
2000) En materia de desarrollo económico, recientemente expresó estar de acuerdo con la
concepción de Dani Rodrik, definido como "la elevación de las capacidades humanas de una
población (…) que al poder producir más sabiamente también contribuyen a un crecimiento
económico más rápido." (Kalmanovitz, 2018) De forma puntual, la valoración sobre el
programa económico de Fajardo que hace Kalmanovitz se resume como sigue:
El eje fundamental del programa de Fajardo será la educación, apropiando 10% de
las regalías para la inversión y acopiando más recursos del presupuesto para los rubros
de ciencia, tecnología y cultura, hasta alcanzar un billón de pesos al finalizar el
cuatrienio. Un complemento que lubricará el crecimiento económico será el de las
obras de infraestructura prioritarias, en los que el candidato construye sobre lo
construido, terminando las autopistas, en especial sus entradas a las ciudades,
recupera la red ferroviaria e impulsa la construcción de vías terciarías. Habrá
programas destinados a las medianas y pequeñas empresas, apoyando el
emprendimiento con programas, fondos y ventanilla única (…) No hay grandes
promesas, pero sí ajustes importantes para el funcionamiento más limpio del Estado
que pueden apalancar el desarrollo económico de Colombia. (Kalmanovitz, 2018)
Como puede verse, los tres principales asesores económicos mencionados tienen visiones y
posturas de coyuntura económica divergentes entre sí que, al mismo tiempo, pueden verse
reflejadas en mayor o menor grado en la propuesta final del candidato. De cierto modo, es
posible conlcluir que dicha propuesta sintetiza una visión de consenso - ¡y no de Washington!
- respecto a cómo debería promoverse el desarrollo económico en Colombia: desde la visión
proteccionista y nacionalista de Robledo, pasando por las posturas liberales de Kalmanovitz,
hasta las posiciones más convencionales de Perry.

El punto de partida: ¿Sobre qué concepto de desarrollo se estructura la propuesta?


La propuesta económica del candidato Fajardo se basa en un concepto de desarrollo definido
como “(…) la elevación de las capacidades humanas, con personas y comunidades que
aprovechan su potencial y talento para ser libres de escoger su camino.” (Fajardo Valderrama,
2018, pág. 2). En tal sentido, se acerca a la definición de Amartya Sen, según la cual el
desarrollo “puede concebirse (…) como un proceso de expansión de las libertades reales de
que disfrutan los individuos.” (Sen, 2000, pág. 19). Es, al mismo tiempo, coincidente con el
concepto de desarrollo humano promovido desde las Naciones Unidas – sobre el cual Sen
tuvo gran influencia – y presentado desde la década de los noventa, que se centra en los
conceptos de libertades, oportunidades, capacidades y agencia, y que reconoce que el
desarrollo va mucho más allá del crecimiento económico. De acuerdo con el PNUD,
El desarrollo humano es un proceso en el cual se amplían las oportunidades del ser
humano. En principio, estas oportunidades pue en ser infinitas y cambiar con el
tiempo. Sin embargo, a todos los niveles del desarrollo, las tres más esenciales son
disfrutar de una vida prolongada y saludable, adquirir conocimientos y tener acceso
a los recursos necesarios para lograr un nivel de vida decente (…) El desarrollo
humano tiene dos aspectos. La formación de capacidades humanas – tales como un
mejor estado de salud, conocimientos y destrezas – y el uso que la gente hace de las
capacidades adquiridas – para el descanso, la producción o las actividades culturales,
sociales y políticas (…) Por lo tanto el desarrollo debe abarcar más que la expansión
de la riqueza y los ingresos. Su objetivo central debe ser el ser humano. (Programa de
las Naciones Unidas para el Desarrollo, 1990, pág. 34)
Asimismo, coincide con las aproximaciones teóricas de Dani Rodrik, acerca de qué
condiciones contribuyen en mayor grado al crecimiento económico de los países. De hecho,
la influencia de los conceptos y recomendaciones de este economista turco son evidentes en
toda la propuesta económica, lo cual pueda deberse a la influencia del asesor Salomón
Kalmanovitz, quien ha escrito recientemente al respecto. De acuerdo con Rodrik, el
crecimiento depende, en primer término, de:
(...) development of fundamental capabilities in the form of human capital and
institutions. Long-term growth ultimately depends on the accumulation of these
capabilities—everything from education and health to improved regulatory
frameworks and better governance (…) But fundamental capabilities are
multidimensional, have high set-up costs, and exhibit complementarities. Therefore,
investments in them tend to yield paltry growth payoffs until a sufficiently broad
range of capabilities has already been accumulated—that is, until relatively late in the
development process. Growth based on the accumulation of fundamental capabilities
is a slow, drawn-out affair. (Rodrik, 2013, págs. 4-5)
De otra parte, en línea con los planteamientos de Naciones Unidas, se resalta la importancia
de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), como guía para fijar las metas
gubernamentales (Fajardo Valderrama, 2018, pág. 3). Así, el concepto de desarrollo
sostenible que surge por vez primera a partir del Informe de la Comisión Mundial sobre el
Medio Ambiente y el Desarrollo “Nuestro Futuro Común”, o Informe Bruntland, otorga un
matiz de integralidad al desarrollo, dando un peso específico mayor a la preservación
medioambiental y a las cuestiones sociales. Este informe señaló que,
Está en manos de la humanidad hacer que el desarrollo sea sostenible, duradero, o
sea, asegurar que satisfaga las necesidades del presente sin comprometer la capacidad
de las futuras generaciones para satisfacer las propias (…) El desarrollo duradero
implica que se satisfagan las necesidades básicas de todos y que se extienda a todos
la oportunidad de colmar sus aspiraciones a una vida mejor.” (Comisión Mundial
sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo, 1987, pág. 23)
La versión contemporánea del desarrollo sostenible, con la cual coincide la propuesta
económica de Fajardo, es una evolución de la formulada en 1987. A partir de la Conferencia
de las Naciones Unidas sobre Desarrollo Sostenible realizada en Rio de Janeiro en el año
2012, un nuevo concepto de desarrollo emergió y fue posteriormente adoptado por la
Asamblea General de las Naciones Unidas y constituye la actual agenda mundial en esa
materia. Como se señaló en Rio,
Reafirmamos también que es necesario lograr el desarrollo sostenible promoviendo
un crecimiento sostenido, inclusivo y equitativo, creando mayores oportunidades para
todos, reduciendo las desigualdades, mejorando los niveles de vida básicos,
fomentando el desarrollo social equitativo y la inclusión, y promoviendo una
ordenación integrada y sostenible de los recursos naturales y los ecosistemas que
preste apoyo, entre otras cosas, al desarrollo económico, social y humano, y facilite
al mismo tiempo la conservación, la regeneración, el restablecimiento y la resiliencia
de los ecosistemas frente a los problemas nuevos y emergentes. (Conferencia de las
Naciones Unidas sobre el Desarrollo Sostenible, 2012, pág. 1)
De acuerdo con lo expuesto, la propuesta económica de Fajardo parte de una concepción
integral, cosmopolita y actual del desarrollo y reconoce, en consecuencia, que no es suficiente
con generar crecimiento económico en el país – como ha ocurrido recientemente en Colombia
a partir del extractivismo minero-energético – sino que, además, deben considerarse variables
sociales y medioambientales que permitan la sostenibilidad del modelo.
De forma complementaria, la propuesta económica es enfática en afirmar que el desarrollo
que se promueve se circunscribe en lo dispuesto en la Constitución Política de Colombia, en
tanto se reconoce la existencia de una economía de libre mercado con el Estado como socio
del sector privado (Fajardo Valderrama, 2018, pág. 3), aun cuando, al revisar en detalle los
planteamientos programáticos, se puede evidenciar que se promueve la intervención estatal
en distintas esferas de la vida económica.
Además de estas definiciones centrales, y como se explicará más adelante, se puede afirmar
que el concepto de desarrollo sobre el que se basa la propuesta económica de Fajardo es
ecléctico y, en tal sentido, incluye influencias teóricas de diversas corrientes de pensamiento,
entre las cuales se destacan el estructuralismo cepalino, el keynesianismo y el
neoinstitucionalismo.

La propuesta: desarrollo productivo, política social y responsabilidad económica


El programa económico propuesto por Sergio Fajardo está compuesto por un conjunto de
principios orientadores y tres pilares temáticos centrales que, según se argumenta, responden
a las principales problemáticas en materia de desarrollo del país.
Los principios de la propuesta se remiten a “el enfoque territorial, la protección al medio
ambiente y la sostenibilidad fiscal (…)” (Fajardo Valderrama, 2018, pág. 2); así como el
fortalecimiento de las capacidades individuales y sociales (pág. 2); la educación como motor
del incremento de la productividad, la innovación y el desarrollo productivo (pág. 3); la
cooperación público-privada (pág. 3); y el mejoramiento de la competitividad para la
inserción internacional, a partir del fortalecimiento del mercado interno (pág. 3). Igualmente,
la propuesta hace énfasis reiterado en considerar la lucha contra la corrupción como un
elemento sustancial de la política económica, al considerar que “es una herramienta
fundamental en la consecución de una mayor eficiencia y equidad: los recursos asignados
para la inversión social llegarán a la población que la requiere y no a manos de políticos
corruptos.” (pág. 14)
El enfoque territorial responde a la visión de la construcción del desarrollo desde las regiones,
que se aproxima a los postulados de la Escuela Francesa de la Regulación a partir de Alain
Lipietz y su nueva geografía socioeconómica (Moncayo Jiménez, 2001, pág. 23). Así, se
reconoce la importancia de las características subnacionales heterogéneas y se privilegia,
además, la conversación Nación-región para aprovechar las potencialidades regionales.
(Fajardo Valderrama, 2018, pág. 6)
La protección del medio ambiente, por su parte, responde al concepto de desarrollo sostenible
explicado anteriormente y que supone la preservación de los recursos naturales como garantía
para la supervivencia humana.
En tercer lugar, la sostenibilidad fiscal es un criterio que, leído de forma desprevenida,
pareciera estar asociado a los dictámenes neoliberales de la regla fiscal y la estabilidad
macroeconómica. No obstante, la forma como se concibe este concepto en la propuesta es
con una lógica de responsabilidad en el manejo de las finanzas públicas y la preservación del
patrimonio público.
En cuarto lugar, los principios de fortalecimiento de las capacidades y la educación como
motor del desarrollo productivo se remiten, respectivamente, a las teorías del desarrollo
humano – ya explicada antes – y del capital humano, esta última a partir de la visión clásica
de Gary Becker sobre los efectos de la inversión en educación sobre el crecimiento
económico (Becker, 1975), pero ante todo coincidente con la visión de la CEPAL presentada
en el documento Educación y conocimiento: eje de la transformación productiva con equidad,
del año 1992. De acuerdo con la CEPAL,
En los países desarrollados y en las experiencias exitosas de la llamada
‘industrialización tardía’ en otras latitudes, existe un claro reconocimiento del
carácter central que tienen la educación y la producción del conocimiento en el
proceso de desarrollo (…) la generación de capacidades y destrezas indispensables
para la competitividad internacional (crecientemente basada en el progreso técnico)
reciben un aporte decisivo de la educación y de la producción del conocimiento en
una sociedad. (Comisión Económica para América Latina y el Caribe, 1992, pág. 17)
De otra parte, el principio de la cooperación público-privada, y la visión del Estado como un
aliado del sector privado en la promoción conjunta del desarrollo, se puede analizar a la luz
del trabajo de Peter Evans sobre la concepción del Estado como solución, y no como
problema tal como era tomado en la segunda generación de economistas del desarrollo. Más
allá de considerar las fallas de gobierno, Evans analiza casos exitosos de Estados
desarrollistas como en Japón y Corea del Sur, para concluir que es posible pensar en un rol
activo del Estado para fomentar la iniciativa privada. De acuerdo con este autor,
(…) el aumento de la capacidad del Estado sigue siendo un requisito de cualquier
política económica eficaz (…) Pretender lo contrario sería una variante peligrosa de
utopismo. Transformar el Estado de modo que deje de ser un problema y se convierta
en una solución debe ser el punto central de cualquier plan de acción realista
emprendido en los países del Tercer Mundo. (Evans, 1996, pág. 559).
En otro sentido, esta cooperación también se enmarca en la lógica del papel del Estado según
Albert Hirschman, quien reconocía, en palabras de Evans, que “el Estado debe ofrecer
incentivos desequilibrantes para instar a los capitalistas privados a invertir, y al mismo
tiempo debe estar en condiciones de aliviar los cuellos de botella que generan desincentivos
para la inversión.” (pág. 535). Otro seguidor de Hirschman, Dani Rodrik, también ofrece una
sentencia que reafirma la posición sobre el papel del Estado, al afirmar, con cierto tono
sarcástico que
el gobierno tiene un papel positivo que desempeñar en la estimulación del desarrollo
económico que va más allá de hacer que los mercados puedan funcionar bien (…) En
el mundo de la política pública, se pueden encontrar muchos billetes de a cien tirados
sobre la acera. El papel de los economistas es señalarlos, mientras que el de los líderes
políticos es ingeniar los pactos que permitirán que alguien los recoja. (Rodrik, 2011,
págs. 19-20)
La visión del Estado como socio del sector privado para promover el desarrollo también es
propia de las ideas originales de la CEPAL y, recabando más hacia atrás, es una
conceptualización realizada por Federico List y la Escuela Histórica Alemana. Como lo
señalase List,
(..)un individuo, al promover su propio interés, puede perjudicar el interés público.
Una nación al promover el bienestar general, puede restringir el interés de una parte
de sus miembros (…) También aquí la verdad está en el justo medio. Es mala política
regular todo y promover todo empleando poderes sociales (…) pero es igualmente
mala política dejar a las cosas por sí solas, que sólo pueden ser promovidas por la
intervención del poder social. (List, 1997, págs. 506-507)
Finalmente, el principio del mejoramiento de la competitividad nacional a partir del
fortalecimiento del mercado interno se remonta a los planteamientos clásicos de la CEPAL
que veían en esta estrategia una forma de promover la industrialización de América Latina
(Comisión Económica para América Latina y el Caribe, 1972). Esa misma idea, atada ahora
a mejorar la competitividad de la producción nacional, se retoma en la propuesta económica
analizada.

El desarrollo productivo: más y mejor producción nacional


El primer pilar de la propuesta económica de Sergio Fajardo hace hincapié en fortalecer el
aparato productivo nacional de cara a incrementar la productividad y la competitividad. En
tal sentido, se propone una política “(…) que apunte a hacer más eficiente, sofisticar y
diversificar el aparato productivo colombiano; es decir, mejorar la productividad de las
actividades económicas existentes y pasar a producir en nuevas actividades económicas.”
(Fajardo Valderrama, 2018, pág. 4)
Este pilar se basa, a su vez, en cinco grandes componentes: la articulación entre los sectores
público y privado, del sector público en todos sus niveles y de la Nación con las regiones; el
enfoque territorial para lograr un desarrollo productivo diferenciado y acorde con las
realidades diferenciales del ámbito subnacional; el incremento de la sofisticación y la
eficiencia de la producción; la diversificación productiva; y la mejor inserción en el comercio
internacional. (Fajardo Valderrama, 2018, págs. 4-5)
La articulación se concibe como un diálogo de los actores que hacen parte de la dinámica
productiva nacional, “(…) un diálogo que se basa en la confianza y en reglas de juego claras,
donde el sector privado señala los cuellos de botella que limitan sus posibilidades de
transformación al tiempo que el gobierno prioriza y aborda las problemáticas que ameriten
su intervención para solucionar fallas de mercado y de Estado.” (Fajardo Valderrama, 2018,
pág. 5). Esta articulación, huelga reiterarlo, se asocia al concepto de Hirschman sobre la
relación Estado y sector privado, en tanto las reglas de juego claras se relacionan con la
concepción neoinstitucionalista de Douglas C. North sobre las instituciones y su papel en el
desempeño económico de los países: “Las instituciones son las reglas de juego en una
sociedad o, más formalmente, son las limitaciones ideadas por el hombre que dan forma a la
interacción humana (…) Es innegable que las instituciones afectan el desempeño de las
economías.” (North, 1993, pág. 13)
El enfoque territorial reconoce las desigualdades y dinámicas propias de las regiones del país.
Se priorizarán los ejercicios de planificación del desarrollo en este nivel, por medio de las
Comisiones Regionales de Competitividad (CRC), la participación de los actores locales y la
identificación de las vocaciones productivas territoriales. (Fajardo Valderrama, 2018, pág. 6)
El tercer y cuarto componentes, la sofisticación-eficiencia del aparato productivo y la
diversificación, son, quizá, el centro de este pilar. La sofisticación y eficiencia se entienden
como “la mayor complejidad de lo que producimos y el incremento de la productividad de
las actividades económicas existentes.” (Fajardo Valderrama, 2018, pág. 7) Es, en pocas
palabras, transformar el modelo productivo actual de baja agregación de valor y riqueza,
hacia uno que permita hacer más eficiente y con más contenido tecnológico la producción
nacional. De igual forma, para lograr mayor productividad de las unidades empresariales se
propone el apoyo de estrategias que incentiven mejores prácticas de gestión y producción
hacia adentro. También se precisan procesos de transferencia de conocimiento, la aplicación
de tecnologías de punta y el trabajo de las empresas con universidades e investigadores para
fomentar la innovación. (págs. 7-8)
Dentro de este componente de sofisticación y eficiencia se reconoce la necesidad de llevar a
cabo acciones particulares sobre el sector rural colombiano, para mejorar la productividad
del campo. Dichas acciones se orientan a fomentar el acceso a las tierras, mejorar las
condiciones de seguridad, gestionar de forma adecuada el recurso hídrico, ofrecer educación
pertinente y de calidad, brindar mejor asistencia técnica, acercar tecnologías de punta,
proveer infraestructuras agroproductivas, promover la formalización de las actividades
económicas, respaldar la asociatividad, fortalecer las instituciones de apoyo al campo
(Ministerio de Agricultura, Corpoica, ICA, INVIMA y Banco Agrario), ampliar el acceso al
crédito y seguros, apoyar la comercialización, garantizar la competencia sectorial y fortalecer
las cadenas de valor. (pág. 8)
Aunque la propuesta no lo afirme de forma explícita, este conjunto de reformas del sector
rural es coincidente con lo dispuesto en el Acuerdo de Paz entre las FARC-EP y el Gobierno,
en lo referente al punto 1 sobre reforma rural integral y, en términos generales, con las
necesidades más apremiantes del campo en Colombia. Según los hallazgos del Tercer Censo
Nacional Agropecuario, de las unidades productivas censadas, el 0,2% tienen una extensión
de 1.000 ha o más pero ocupan 73,8% del área rural dispersa, el 66,7% no tienen acceso a
riego, el 83,6% no tiene maquinaria, el 83,5% no recibe asistencia técnica y el 89,3% no tiene
acceso al crédito. (Departamento Administrativo Nacional de Estadística, 2016)
Por su parte, la diversificación consiste en ampliar la oferta productiva actual, por medio de
procesos de innovación que permitan crear nuevas empresas, acceder a nuevos sectores y
mercados. Para lograrlo, Fajardo propone el apoyo estatal al emprendimiento en todas sus
etapas, con énfasis especial en el desarrollo y crecimiento de las micro, pequeñas y medianas
empresas (MYPIMES) por ser fuente principal de empleo en el país, por medio de esquemas
de financiación con costos razonables con respaldo del Fondo Nacional de Garantías,
incentivos para la inversión en nuevas empresas, fortalecimiento de los ecosistemas de
emprendimiento en las regiones, la atracción de inversión extranjera directa que establezca
alianzas con empresas nacionales con vocación de permanencia en cadenas productivas de
importancia internacional, paquetes de apoyo integral a las Mypimes, creación de centros de
emprendimiento social para la inclusión productiva de población vulnerable y reducción de
tramitologías en el proceso de creación de empresas. (págs. 8-9)
En conjunto, las propuestas de sofisticación, eficiencia y diversificación han sido demandas
históricas del sector productivo colombiano y latinoamericano. De acuerdo con los resultados
más recientes del Índice Global de Competitividad del Foro Económico Mundial, Colombia
ocupa el puesto 66 entre 137 países, con los mayores rezagos en los pilares de instituciones
(puesto 117), eficiencia del mercado de bienes (puesto 102), eficiencia del mercado laboral
(puesto 88), educación primaria y salud (puesto 88), infraestructura (puesto 87) e innovación
(puesto 73).
Parte de los esfuerzos teóricos de la CEPAL en sus inicios consistió justamente en
recomendar políticas que permitieran robustecer los aparatos productivos nacionales, mejorar
la productividad, elevar los salarios medios y lograr mayor acceso al progreso técnico.
(Rodríguez, 2006) En la actualidad, la demanda de estos procesos es vigente y se constata en
instrumentos como la Política Nacional de Desarrollo Productivo (Conpes 3866), la cual
busca una “transición desde la actual estructura económica del país hacia una más productiva,
diversa, sofisticada y eficiente en el uso de los recursos (incluidos los naturales) y, por lo
tanto, fomentará el crecimiento sostenido de la economía colombiana en el largo plazo.”
(Departamento Nacional de Planeación, 2016, pág. 11) Los gremios, igualmente, coinciden
con estas propuestas de acuerdo con sus propios análisis; así, la Asociación Nacional de
Empresarios de Colombia (ANDI) afirmó recientemente que,
La generación de capacidades distintivas, de frontera de conocimiento y de difícil
imitación, hacen que las empresas puedan competir con mayor valor agregado y
liderazgo en los mercados internacionales. Definitivamente, Colombia debe abordar
el tema de la innovación y el emprendimiento sofisticado como una política nacional
de largo plazo: consistente en el tiempo, con vehículos de financiación permanentes,
de acceso claro, con mayor velocidad y articulada a las lógicas regionales acorde a
sus posibilidades. (ANDI, Asociación Nacional de Empresarios de Colombia, 2017,
pág. 98)
El cuarto componente, de exportaciones y comercio internacional, responde también a uno
de los principales cuestionamientos que se han realizado a la política económica tradicional
del país. Ante todo, a partir de la década de los 90’s, cuando Colombia fue embarcada en un
proceso de liberalización y apertura comercial, las críticas a dicha política proveniente de los
dictámenes del Consenso de Washington han sido múltiples y bien argumentadas. Al respecto
la ANDI señala que “Colombia llevó a cabo el proceso de apertura sin haber preparado el
aparato productivo para asumirla. Fue una posición totalmente ingenua que no fue aplicada
por ninguno de los países ganadores en la competencia.” (ANDI, Asociación Nacional de
Empresarios de Colombia, 2017, pág. 7). En este mismo sentido se pronuncia el Grupo
Proindustria:
La apertura estaba basada en la idea de que Colombia debería insertarse a la dinámica
económica mundial a través del aumento en las exportaciones y las importaciones, y
que su crecimiento dependería fundamentalmente de la atracción de inversión
extranjera, ya que el ahorro y el mercado interno estaban agotados como fuente de
crecimiento (…) El resultado ha sido concluyente: la inversión extranjera ha llegado
en abundancia, pero no a sectores que el país necesita para su desarrollo productivo,
sino fundamentalmente a actividades minero – energéticas, que están determinadas
por la evolución de los precios internacionales que resultan más rentables para el
capital extranjero. Las exportaciones se han concentrado en las tradicionales,
respondiendo a las demandas del mercado mundial y sin permitir la diversificación
de la oferta ni el destino de la misma. (Valencia, 2015)
En este orden de ideas, la propuesta de Fajardo reconoce, en primer lugar, la importancia de
la política comercial como instrumento para potenciar el desarrollo productivo del país, al
afirmar que “el desarrollo productivo robusto necesita una política comercial que integre
mejor a la economía colombiana con los mercados internacionales. La política comercial se
enfocará en lograr mayor acceso al mercado global de los productos y servicios que surjan
de los esfuerzos en la agenda de desarrollo productivo.” (Fajardo Valderrama, 2018, pág. 10)
En segundo lugar, la propuesta reconoce que debe darse una revisión de la estrategia
comercial que hasta el momento ha sido implementada para el país, por medio de una
comisión oficial con la participación de las instituciones, actores gremiales y sociales que
“evaluará los efectos económicos, sociales e institucionales de los Tratados de Libre
Comercio y de los Tratados de Protección a las Inversiones para realizar las revisiones
pertinentes.” (Fajardo Valderrama, 2018, pág. 10)
En este punto es importante traer a colación una sentencia del economista Friedrich List,
cuando afirmó que,
En ninguna rama de la economía política domina tan gran diversidad de opiniones
entre teóricos y prácticos como respecto al comercio internacional y a la política
mercantil. A la vez, no existe cuestión alguna en el sector de esta ciencia que posea
una importancia tan alta en orden al bienestar y a la civilización de las naciones, como
respecto a su independencia, poderío y estabilidad. Países pobres, impotentes y
bárbaros han logrado convertirse, gracias a una sabia política comercial, en imperios
rebosantes de riqueza y poderío, y otros, por razones opuestas, han decaído de un
elevado nivel de prestigio nacional a la insignificancia absoluta; en efecto, hemos
conocido ejemplos de naciones que han perdido su independencia y hasta su
existencia política, precisamente porque sus sistemas comerciales no sirvieron de
estímulo al desarrollo y robustecimiento de su nacionalidad. (List F. , 1997, pág. 89)
Adicionalmente a las propuestas anteriores, para lograr el desarrollo productivo Fajardo
plantea un plan de reactivación económica para los primeros seis meses de gobierno, que
pueda atender los cuellos de botella más apremiantes del país en materia de desarrollo. Este
plan incluye la aceleración de los proyectos de infraestructura vial 4G, recuperación de la red
ferroviaria, construcción de vías terciarias, construcción y mejoramiento de infraestructuras
educativas, dinamización de la construcción de vivienda subsidiada y mejoramiento de
vivienda rural, mejoramiento de la infraestructura energética con énfasis en la utilización de
energías limpias, y un “plan de competitividad agropecuaria que tenga como fin repotenciar
la economía de la Colombia rural.” (Fajardo Valderrama, 2018, pág. 25)
De igual forma, se plantea el abordaje de proyectos estratégicos, tanto en el plan de
reactivación como durante los 4 años de gobierno, alrededor de sectores que se identifican
como prioritarios para el desarrollo productivo nacional, a saber: biotecnología, ecoturismo,
energías renovables, economía digital, industrias culturales y creativas, agroindustria, y
ciudades sostenibles. (Fajardo Valderrama, 2018, pág. 26)

Política social: mejores capacidades humanas para una mejor economía


Dadas las definiciones de desarrollo sobre las que se basa la propuesta, una política social
que potencie las capacidades humanas constituye un pilar para mejorar la productividad
económica y aportar al bienestar de las personas. Este pilar se centra en “potenciar las
capacidades de nuestra gente para que sean libres de escoger su camino requiere la
formulación de políticas que ataquen directamente las problemáticas de desempleo,
informalidad, pobreza y desigualdad que afectan de forma diferenciada el territorio
colombiano.” (Fajardo Valderrama, 2018, pág. 11)
La política social abarca dos grandes temáticas que se interrelacionan entre sí: el empleo y la
lucha contra la pobreza y la desigualdad. En la primera de éstas, la política laboral, se plantea
acciones tanto para la oferta como para la demanda de trabajo. Con relación a la oferta, el
centro de la propuesta está en la educación de calidad, como medio para ampliar las
oportunidades de los trabajadores para acceder a un empleo en condiciones dignas. En tal
sentido, se pone énfasis en el papel del SENA como institución clave en la formación de las
competencias laborales requeridas para el desarrollo productivo nacional. De igual forma, la
propuesta indica un enfoque diferencial, pues debe atenderse de forma prioritario a las
mujeres y jóvenes por ser los más excluidos de las dinámicas del mercado laboral (Fajardo
Valderrama, 2018, págs. 11-12)
Respecto a la demanda de trabajo, la propuesta tiene el propósito de crear 1.500.000 empleos
durante los cuatro años de gobierno, por medio de las estrategias de apoyo al emprendimiento
ya descritas en el pilar de desarrollo productivo. (Fajardo Valderrama, 2018, pág. 12)
De forma transversal, para mejorar en términos generales el mercado laboral del país, se
propone el fortalecimiento del Servicio Público de Empleo (SPE), avanzar en la construcción
del Marco Nacional de Cualificaciones en sectores priorizados para el desarrollo productivo,
la utilización de la información laboral para la toma de decisiones sobre formación y
enganche laboral para los bachilleres y la ampliación del uso del teletrabajo. (Fajardo
Valderrama, 2018, págs. 12-13)
Como un acápite especial en esta temática de empleo, la propuesta enfoca acciones sobre su
calidad, en línea con el concepto de trabajo decente. En esta materia, Fajardo propone
profundizar las funciones del Ministerio del Trabajo en cuanto a inspección, vigilancia y
control para garantizar el respeto de los derechos laborales, así como la revisión del uso
indebido de los contratos temporales y de prestación de servicios para eludir pagos de
seguridad social por parte de los empleadores. También, en cuanto al empleo público, se
plantea mejorar la transparencia en la contratación y evitar el clientelismo. Para el sector
rural, se plantean “esquemas flexibles de seguridad social que reconozcan las
particularidades de los hogares rurales de campesinos, indígenas y comunidades afros, para
incrementar la formalidad laboral en el campo.” (Fajardo Valderrama, 2018, pág. 13)
Las propuestas sobre el empleo de Fajardo son opuestas a la línea de acción de los últimos
30 años en Colombia. A partir de la ideología neoliberal que ha permeado la política
económica nacional, la política laboral se ha enfocado en precarizar y flexibilizar el empleo,
bajo el supuesto de incentivar la inversión privada y la posterior creación de más puestos de
trabajo. Como lo señala Renán Vega, “si se tratara de sintetizar en un término los dogmas
neoliberales sobre el trabajo, no hay duda que el más adecuado es el de flexibilización (…)
significa (…) la inestabilidad del empleo, generalizando el subempleo y erradicando en la
práctica el derecho laboral.” (Vega Cantor, 2010, págs. 102-103) Fajardo, en cambio, plantea
proteger los derechos de los trabajadores, hacer más productivo el factor trabajo e
incrementar el salario, en tanto la creación de empleo se basa en potenciar la innovación y
apoyar el emprendimiento.
El segundo componente de la política social, esto es, la lucha contra la pobreza y la
desigualdad responde a dos de las problemáticas más estructurales del país. De acuerdo con
el último informe sobre esta temática del DANE, en el año 2017 hubo un 26,9% de personas
en condición de pobreza monetaria y un 17% en condición de pobreza multidimensional. A
su vez, el coeficiente de Gini se ubicó en 0,508. (DANE, Departamento Nacional de
Estadística, 2018). La concepción de la propuesta de Fajardo sobre este componente es
contundente al afirmar que,
Todas las acciones de nuestro gobierno deben redundar en menor pobreza, mayor
igualdad de oportunidades e inclusión social y productiva (…) La lucha contra la
pobreza y la reducción de las desigualdades requiere además programas específicos
que partan de la experiencia ya recorrida, construyendo sobre lo construido, pero al
mismo tiempo con innovaciones que incrementen su eficacia. (Fajardo Valderrama,
2018, pág. 13)
Para responder a estos flagelos la propuesta plantea la revisión de los procesos de
focalización de los programas sociales vigentes, de modo que pueda mejorarse su eficiencia
e impacto; estos programas se enfocarán, principalmente, en “estrategias de transferencias
monetarias, seguridad alimentaria y nutrición, cuidado a la primera infancia y política de
vivienda rural.” (Fajardo Valderrama, 2018, pág. 14) Se propone la implementación de
programas para jóvenes y mujeres en condición de vulnerabilidad económica, mejoramiento
de barrios y, como un elemento central de la política social, se plantea atender de forma
explícita el fenómeno de la informalidad, para lo cual se indica:
Proponemos afrontar la informalidad reconociendo estos mercados y actores que
pueden tener vocación de formalización, removiendo barreras como los trámites o la
regulación desordenada y ambigua, capacitando en administración de negocios,
estimulando formas asociativas con prioridad en las que ya se han dado de forma
espontánea (que son las más sólidas) y promoviendo el flujo de información y de
ideas en las diferentes cadenas productivas. (Fajardo Valderrama, 2018, pág. 15)

Responsabilidad económica: finanzas públicas sanas y cero corrupción


El tercer pilar de la propuesta económica se basa en el concepto de la responsabilidad
respecto a las finanzas públicas, en tres sentidos: respecto a la transparencia, respecto a su
uso eficiente y respecto a la captación.
En cuanto a la transparencia, la estrategia central es la lucha contra la corrupción, basada en
acciones como la realización de audiencias y acuerdos públicos en la priorización de
proyectos, ampliar la competencia en las compras públicas y la contratación estatal por medio
del uso de herramientas tecnológicas y la cofinanciación del gobierno nacional hacia
proyectos de las entidades territoriales mediada por criterios técnicos y no políticos. (Fajardo
Valderrama, 2018, págs. 17-18) Por medio de estas acciones, rescata la propuesta, será
posible rescatar un importante monto de recursos que hoy se pierden por la corrupción, los
cuales podrán usarse adecuadamente en proyectos de beneficio común.
En cuanto a la captación de recursos, esto es, la generación de ingresos fiscales, el pilar de
responsabilidad económica plantea que el país requiere un régimen tributario progresivo y
distinto al actual, en el cual se reduzca la tributación al sector empresarial, con trato
preferencial a las MYMIPES, y se dé un “incremento de la participación en la tributación de
personas naturales de altos ingresos, la eliminación o fijación de topes a las exenciones
tributarias y la ampliación del número de contribuyentes, en la medida que aumente la
formalización de la economía.” (Fajardo Valderrama, 2018, pág. 19)
Asimismo, se plantea como instrumento clave en el aumento de los recursos fiscales a nivel
territorial la implementación del catastro multipropósito que además estimule el mercado de
tierras. (Fajardo Valderrama, 2018, pág. 20) Este conjunto de propuestas en materia tributaria
es coincidente con lo planteado por otros candidatos presidenciales y que, de cierto modo, se
está configurando en una necesidad en el marco de la realidad fiscal del país.
Con relación a los gastos, el centro estará en la educación. Se propone, por medio de un Pacto
Nacional por la Educación, identificar las reformas adecuadas para este sector y garantizar
un incremento anual del presupuesto nacional del 10%, hasta llegar a unos recursos
adicionales de cerca de 4 billones de pesos. (Fajardo Valderrama, 2018, págs. 20-21) Estos
esfuerzos económicos se complementarán con acciones en materia de calidad educativa.
Se plantea, igualmente, la no reducción del presupuesto de defensa y seguridad para
garantizar la estabilidad de las zonas de posconflicto y en las zonas urbanas, y para la
protección de líderes sociales. También se destaca el uso del gasto para reducir las brechas
en materia pensional (Fajardo Valderrama, 2018, pág. 21), aunque no es claro la forma en
que esta propuesta se concretaría.
Finalmente, el pilar de responsabilidad económica destaca dos elementos que considera
claves para el desarrollo del país: la regulación económica y la estabilidad macroeconómica.
El primero, se define como la simplificación de la normatividad sectorial para incentivar la
productividad de las empresas; el segundo, hace referencia a mantener un ambiente de
negocios que no desincentive la inversión, bajo el criterio de sostenibilidad fiscal, pero con
un elemento nuevo: la asesoría permanente de un consejo asesor con participación de
academia, sectores sociales y gremiales que “acompañará la formulación de la política
económica con independencia, con criterios técnicos y responsabilidad social.” (Fajardo
Valderrama, 2018, pág. 23)

Conclusiones
El análisis de las propuestas de gobierno de los candidatos presidenciales es un deber
ciudadano para cualificar la toma decisiones políticas. En particular, entender las propuestas
en materia económica y las visiones de desarrollo debería ser un ejercicio que todo
colombiano pudiera llevar a cabo con rigor académico y enfoque crítico.
De acuerdo con lo anterior, en este documento se propuso la revisión, en perspectiva integral,
de la propuesta de política económica de Sergio Fajardo Valderrama, candidato de la
Coalición Colombia. A partir de los argumentos expuestos, es posible concluir que el
programa del candidato en mención es coherente en buen grado con las experiencias previas
de gobierno, tanto en la Alcaldía de Medellín como en la Gobernación de Antioquia. De igual
forma, sus contenidos no se circunscriben a una única corriente de pensamiento económico,
sino que recoge elementos de vertientes distintas, de acuerdo con las posturas de cada uno de
los asesores de la campaña.
En términos de la propuesta en sí, puede afirmarse que ésta responde a las principales
problemáticas que en materia de desarrollo tiene el país. Así, la promoción del desarrollo
humano y el desarrollo sostenible, bajo los pilares de desarrollo productivo, política social y
responsabilidad económica, es una propuesta adecuada para la realidad nacional. Aunado a
esto, el énfasis en la educación como motor de transformación y la lucha contra el flagelo de
la corrupción, son elementos diferenciadores de gran valor para viabilizar un modelo de
desarrollo alternativo en Colombia.
Respecto a los puntos débiles de la propuesta analizada se puede destacar, en primer término,
la exigua referencia a la sostenibilidad ambiental en el marco del proceso de desarrollo
productivo, la cual solo es mencionada como un principio, pero sin ningún desarrollo
específico en el programa económico. De igual forma, se percibe ambigüedad respecto a la
operacionalización de algunas de las propuestas estructurales, por ejemplo, aquellas
relacionadas con temas pensionales o con la creación de empleo decente. No existe, tampoco,
una articulación de la propuesta económica en el marco del proceso de postconflicto.
Al sopesar las fortalezas y debilidades del programa económico de Sergio Fajardo se puede
afirmar que una adecuada implementación de las acciones allí contenidas podría redundar en
transformaciones estructurales de la economía nacional y en mejoramiento de las condiciones
de vida de la población y, por tanto, es un programa deseable – aunque perfectible – para la
promoción del desarrollo.

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